análisis sistémico de la insoportable levedad del ser

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Análisis sistémico de La insoportable levedad del ser Dado que la familia como sistema posee una gran complejidad, su estudio debe así mismo ser exhaustivo de tal forma que logre abarcar todas las características que posee. Para satisfacer esa necesidad, se creó la Terapia Familiar Sistémica (TFS). Ésta surgió de la fusión de varias disciplinas científicas y, por tanto, gracias a su complejidad puede incluir muchas de las facetas que surgen en este sistema—la familia. Debido a que la terapia familiar sistémica adopta varios conceptos de la teoría de los sistemas generales, para una buena comprensión de este nuevo enfoque en psicología, es necesario aprehender esos conceptos fundamentales. Analizando el libro La insoportable levedad del ser, de Milan Kundera, se puede ver una aplicación más práctica de las ideas propuestas en la TFS. Tomás era un cirujano excelente que vivía en Praga. Luego de una mala experiencia con su primer matrimonio, adoptó un comportamiento de Don Juan, en el que de ninguna manera se involucraba emocionalmente con las mujeres con las que se acostaba. Sin embargo, un día cuando por casualidad viajó a un pequeño pueblo conoció a Teresa, una atractiva camarera que llegaría a ser quien desestabilice su, hasta entonces, efectivo y práctico estilo de vida. Tomás desde el principio transgredió las reglas que se había planteado cuando se divorció; como Teresa estaba enferma, la dejó quedarse en su casa luego del sexo (cosa que no había hecho jamás). Desde entonces comienza la lucha de Tomás por encontrar un equilibrio entre los dos mundos que tenía por delante—la frivolidad de los encuentros sexuales con sus distintas amantes y el amor que sentía por Teresa que le reprochaba su conducta infiel. Tanto Teresa como Tomás tienen pasados que explican su manera de actuar dentro de la relación; es difícil deslindarse de las experiencias que marcan quién uno es. Sin embargo, ese pasado se evidencia en las puntuaciones erróneas que tienen ambos de las situaciones que viven. No obstante, a pesar de su caótica relación, deciden seguir juntos—sea por compasión, dependencia, amor o como sea que se lo llame. Al final de su vida, siguen de la misma manera, pero de alguna forma, se

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Análisis sistémico de La insoportable levedad del ser

Dado que la familia como sistema posee una gran complejidad, su estudio debe así mismo ser exhaustivo de tal forma que logre abarcar todas las características que posee. Para satisfacer esa necesidad, se creó la Terapia Familiar Sistémica (TFS). Ésta surgió de la fusión de varias disciplinas científicas y, por tanto, gracias a su complejidad puede incluir muchas de las facetas que surgen en este sistema—la familia. Debido a que la terapia familiar sistémica adopta varios conceptos de la teoría de los sistemas generales, para una buena comprensión de este nuevo enfoque en psicología, es necesario aprehender esos conceptos fundamentales. Analizando el libro La insoportable levedad del ser, de Milan Kundera, se puede ver una aplicación más práctica de las ideas propuestas en la TFS.

Tomás era un cirujano excelente que vivía en Praga. Luego de una mala experiencia con su primer matrimonio, adoptó un comportamiento de Don Juan, en el que de ninguna manera se involucraba emocionalmente con las mujeres con las que se acostaba. Sin embargo, un día cuando por casualidad viajó a un pequeño pueblo conoció a Teresa, una atractiva camarera que llegaría a ser quien desestabilice su, hasta entonces, efectivo y práctico estilo de vida. Tomás desde el principio transgredió las reglas que se había planteado cuando se divorció; como Teresa estaba enferma, la dejó quedarse en su casa luego del sexo (cosa que no había hecho jamás). Desde entonces comienza la lucha de Tomás por encontrar un equilibrio entre los dos mundos que tenía por delante—la frivolidad de los encuentros sexuales con sus distintas amantes y el amor que sentía por Teresa que le reprochaba su conducta infiel. Tanto Teresa como Tomás tienen pasados que explican su manera de actuar dentro de la relación; es difícil deslindarse de las experiencias que marcan quién uno es. Sin embargo, ese pasado se evidencia en las puntuaciones erróneas que tienen ambos de las situaciones que viven. No obstante, a pesar de su caótica relación, deciden seguir juntos—sea por compasión, dependencia, amor o como sea que se lo llame. Al final de su vida, siguen de la misma manera, pero de alguna forma, se han adaptado al otro a tal punto que se sienten felices—como sea que entiendan la felicidad.

Uno de los atributos mencionados en la TFS es la existencia de sistemas y sub-sistemas. En la familia, cada persona puede ser un sub-sistema; así mismo, los hijos, padres, agrupaciones por sexo, generaciones, etc., pueden ser sub-sistemas (Guang). En el libro, se puede clasificar como sub-sistemas a Tomás y Teresa individualmente, a Tomás y Sabina, Tomás y su hijo y Teresa y Karenin. Es interesante recalcar que la existencia de sub-sistemas no rompe la unidad del sistema familiar. Sin embargo, dentro de las teorías comunicacional, interaccionista y sistémica, la patología de la familia puede estudiarse al observar la configuración de subsistemas de carácter defensivo (Guang). Dentro de esta concepción, existen tres tipos de sistemas: los rígidos (no se dejan influenciar por otros sub-sistemas), los normales (que se comunican con los otros sub-sistemas) y los confusos (que son difíciles de clasificar) (Guang). Considerando los sub-sistemas del libro, Tomás-su hijo y Tomás-Sabina son un poco rígidos. El primero aparece al final del libro, cuando pese a los esfuerzos de Tomás de no tener una relación con su hijo, él le escribe cartas que Tomás le oculta a Teresa. En cuanto al segundo sub-sistema, los dos, pese a saber que Tomás ama a Teresa y está casado con ella, siguen su relación sin mayor cambio y ambos aceptan la situación

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como es. El subsistema Teresa-Karenin es interesante, puesto que si bien había comunicación con Tomás, la relación de ellos es diferente y mucho más intensa. Dentro de la TFS es vital identificar los subsistemas y su naturaleza de relación con los demás subsistemas para descubrir los factores que ayudan a la salud o la neurosis de la familia (Guang). Al analizar el libro, se puede notar que el subsistema Tomás-Sabina (y en general Tomás con el resto de mujeres) define la relación de Tomás y Teresa y la afecta en todo sentido.

El efecto que Tomas-Sabina ejerce en Tomás-Teresa es un claro ejemplo de una característica fundamental de los sistemas: no es posible NO comunicarse. Ese es uno de los más importantes axiomas dentro de la teoría comunicacional, pues se considera que toda conducta transmite un mensaje (Guang). Este concepto a su vez indica otra característica de los sistemas humanos—son abiertos. Como todo sistema orgánico o social va a estar en constante interacción con otros sistemas, subsistemas y el medio, es lógico concluir que la familia no puede ser un sistema cerrado. En el libro se puede notar cómo las relaciones se ven afectadas por las conductas de las demás personas e incluso por el ambiente político y social del país. Por ejemplo, como ya se mencionó, un tema recurrente en la relación de Teresa y Tomás es su actividad sexual con sus distintas amantes, pero también se ve el impacto que tuvo la tiranía Rusa y el comunismo en la vida de la pareja. Cuando Tomás decidió ir tras Teresa a Praga renunciando a su estabilidad en Zurich, la relación de los dos sufrió. Así mismo, los cambios debido al nuevo gobierno causaron un desajuste en las conductas observables de la pareja; específicamente, alteraron sus rutinas. Es interesante que a pesar de ello, los dos siguieron al parecer sin mayor consternación con la nueva vida que les tocaba, pero luego se evidenció su entendimiento de que para continuar juntos debían cambiar la situación. Es así que su relación volvió a cambiar (y tal vez fue el cambio más radical) cuando se mudaron al campo; Teresa tenía más tranquilidad porque Tomás no podía estar más con sus amantes, pero Tomás continuaba tratando de convencerse a sí mismo que esta era la vida que quería. Es entonces notorio que las familias no pueden ser sistemas cerrados, todo lo que está en el ambiente y cada conducta afectará al sistema causando una modificación.

Además de ser sistemas abiertos, las familias tienen una característica de “no-sumatividad”. El concepto de totalidad dentro de TFS alude al hecho de que para que un conjunto de individuos se convierta en un sistema, no basta con la adición de sus miembros, sino que ese conjunto de elementos debe formar algo más, diferente a los componentes; cada elemento debe influir en el otro lo que altera al sistema completo (Guang). Entonces, es cierto que Tomás y Teresa se pueden considerar como sub-sistemas de su sistema de pareja y cada uno de ellos tiene su propia historia y características individuales. Pero, lo que les hace sistema es la retroalimentación que existe entre ellos, las conductas, la comunicación digital o analógica. De esta idea se desprende la creencia de que en la familia, “tanto la salud como la enfermedad se producen en el sistema y no en el individuo” (Guang p. 161). La relación de Tomás y Teresa podría verse como caótica debido a la conducta infiel de él. Sin embargo, fue Teresa la que aceptó esa conducta, la que de alguna manera la perpetuaba para mantener a Tomás a su lado, la que usaba la culpa para que Tomás sintiera compasión por ella y no la dejara nunca. Entonces no se puede decir que sólo ella es la víctima y él el verdugo. La relación de los dos se había formado en torno a la conducta infiel de

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Tomás y la identidad de ellos y sus conductas observables evidenciaban que ese comportamiento había invadido su familia. Es claro que la situación que vivían Tomás y Teresa evidencia la totalidad de los sistemas.

Uno de los conceptos más importantes en TFS es el de retroalimentación y homeostasis. Como ya se mencionó, lo que unifica a un sistema es la comunicación. La homeostasis es la constancia frente al cambio para lo que se producen retroalimentaciones negativas con el fin de mantener el estatus quo (Guang). Este concepto no es ni positivo ni negativo, sencillamente es una característica que se manifiesta en toda familia. Ahora bien, el problema radica en que hay familias que desarrollan un equilibrio patógeno y es esto lo que perpetúa el malestar en la familia. En el caso de Teresa y Tomás, se puede notar que su relación es muy estable, incluso, predecible. Pero, el equilibrio no es sano. Los dos se encuentran en un constante sufrimiento, siempre luchando para solucionar el problema, pero actuando de tal forma que eternizaba la conducta reprochable (infidelidad) y con ella la amargura. Él la engañaba con sus amantes, ella se lo reprochaba. Teresa se levantaba llorando a causa de su conducta por unos sueños que la atormentaban, esto a su vez hacía que Tomás se sintiera inmensamente culpable y la consolara. Y en un día Tomás necesitaba estar con otra amante y la situación se repite. Con el tiempo ella se acostumbra, ya ni siquiera quiere que le importe. Quiere ser parte del engaño, participar de sus aventuras, pero él no la deja. Él sigue sintiéndose culpable, no la puede dejar—siente gran compasión por ella, pero no dejará a sus amantes. Como una manera de conservar equilibrio, Tomás le regala Karerin a Teresa, un sustituto que pueda brindarle el amor que le faltaba.

El hecho de que los sistemas busquen equilibrio de ninguna manera significa que sean estáticos. Otro de los conceptos importantes en TFS es el de calibración. Esta idea se refiere a la capacidad del ser humano de variación sin una desequilibrarse (Guang). Un ejemplo de ello es cuando la familia se va acoplando al crecimiento de un hijo. En el libro, podría haber calibración cuando Teresa va cambiando de trabajo y subiendo de posición. Eso probablemente implicaba cambios, pero la relación se ajustaba sin necesidad de una acción esforzada sino que era más natural. Por otro lado, en TFS existe el concepto de equifinalidad que es el rol del pasado en el análisis del sistema. El autor del libro nos da a conocer interesantes características del pasado de los actores en la obra, tanto de Tomás como Teresa e incluso Sabina. En el enfoque sistémico se considera que las condiciones iniciales son importantes, pero no vale la pena ahondar en ellos a no ser que salgan dentro de los parámetros del sistema, que son lo más importante (Guang). Dado que el análisis de los personajes se hace desde la información que da el escritor, se infiere que las experiencias pasadas son importantes al definir las relaciones. En el caso de Sabina y Tomas, por ejemplo, Sabina era una mujer cuyo objetivo desde pequeña había sido traicionar. Traicionaba a su padre y lo que él representaba. Probablemente por eso, no tenía ningún problema en ajustarse al estilo de vida de Tomás. Teresa, por otro lado, tenía un pasado del que huir que se manifestaba en su deseo de diferenciarse a sí misma de los demás. Quería escapar de su madre que le decía que no era especial, quería llegar más alto. En eso basaba su amor por Tomás, le había buscado para que su cuerpo se volviese único e irremplazable. Pero, con sus infidelidades, la había mandado de vuelta al mundo del que quería escapar. Ese rechazo le dejaba impotente y débil y

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probablemente es la razón por la que nunca hizo nada al respecto, más bien aceptó que su cuerpo le había fallado, que no lograba retenerle a su amado, que no servía.

En cuanto a la parte comunicacional de la TFS, se puede notar comunicación paradójica entre Tomás y Teresa. Las paradojas son expresiones que parecen coherentes y verdaderas, pero contienen una contradicción (Guang). Tomás le dice que le ama sólo a ella, lo cual implica que ella es especial, pero no abandona a sus amantes lo cual dice lo contrario. Él ya ni siquiera lo oculta, sino que abiertamente lleva esas dos vidas a sabiendas de que la hiere. Esto puede ser debido a los errores de puntuación en su relación. Puntuar es la acertada visión de la realidad (Guang). Una puntuación errada, por tanto, es un prejuicio que lleva a que la persona espere que una conducta produzca una respuesta en particular que a su vez generará un comportamiento que refuerce la puntuación errada. Milan Kundera de hecho presenta una parte entera que descifra puntuaciones erróneas entre Sabina y Franz. Una de ellas es la de verdades y mentiras. Sabina cree que uno solo actúa con verdad en la intimidad, la actuación pública es precisamente eso—una actuación. Por eso, para ella salir con un hombre casado no es vivir en mentira, pero es muy importante que lo íntimo se mantenga privado porque para ella “el amor, cuando se hace público, aumenta de peso, se convierte en una carga” (Kundera, 1984 p. 56). Franz en cambio, vive su aventura como una mentira, para él, “vivir en la verdad significa no mentir, no ocultarse, no mantener nada en secreto” (Kundera, 1984 p. 55). Esa diferencia en puntuaciones es lo que llevó al final de su relación, pues Franz pensó que si dejaba la mentira podría estar con Sabina por siempre.

Finalmente, el quinto axioma en la teoría de la comunicación dice que “todos los intercambios comunicacionales son simétricos o complementarios, según estén basados en la igualdad o en la diferencia” (Guang p.186). Cuando se habla de simetría se refiere a la igualdad de las dos partes comunicantes lo que les hace sentirse a cada uno con el derecho de iniciar una acción, criticar a la otra persona y dar consejos. Por el contrario, complementariedad “se caracteriza porque las partes comunicantes pertenecen a estatus diferentes y se ordenan por la máxima diferencia—uno es superior y el otro inferior” (Guang p.186). En la relación de Tomás y Teresa hay una comunicación complementaria. Desde el principio, él era el cirujano, ella la camarera; él era el que sabía cosas, ella aprendía de él. Sólo hacia el final su comunicación se volvía más simétrica, pero nunca dejó de haber esa ligera diferencia de que era él superior. Tomás y Sabina, por otro lado, gozaba de una comunicación más simétrica. Se trataban como iguales y su comunicación era más abierta; Tomás no debía protegerla, ella no era frágil como Teresa.

Es interesante que al final del libro Teresa haya dicho que fue ella la causante del sufrimiento de Tomás, pero aún más curiosa fue la respuesta de él: “¿No te das cuenta de que aquí soy feliz?” (Kundera, 1984 p. 136). Al final de sus vidas, de alguna manera estaban conformes con su relación, con el equilibrio que habían encontrado, con el tormento de los celos y la tortura de la culpa. Eran felices. Tomás había renunciado a su fuerza, Teresa consiguió lo que quería, él era débil, era viejo. De alguna manera lograron sobrevivir su relación, pero es evidente que sus comportamientos demostraban que no habían cumplido exitosamente las fases del desarrollo de una familia, ni habían terminado las tareas. Parece que la clave para ese cambio al final fue el mudarse a un ambiente completamente desconocido, donde Tomás ya no era sí mismo. Ya no era el prestigioso

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cirujano, había aceptado renunciar a su misión por Teresa, y lo hizo conscientemente porque la amaba. Es probable que de una situación se puedan extrapolar diferentes conclusiones. Sin embargo, analizar el libro desde los conceptos fundamentales de la terapia familiar sistémica fortalece la comprensión de estos. Realmente, la complejidad de las relaciones humanas y del ser humano mismo es excepcional, pero la manera en que la TFS aborda esa diversidad de aspectos ayuda en gran manera a entender cómo una pareja como Tomás y Teresa permanecen juntos a pesar de todo.

Referencia

Kundera, M. (1984). La insoportable levedad del ser. México, D.F.: Tusquets.

Guang, E. (s.f.) La teoría de los sistemas generales. La teoría de la comunicación humana. Compendio de Lecturas para la clase.

Incursionó en el teatro, el ejército y el juego, pero la única actividad a la cual el veneciano Jean Jacques Casanova se dedicó devotamente fue la seducción de mujeres. En 39 años, dice la leyenda, se acostó con 122 féminas sin discriminar edad, raza, físico o condición social. Un bebé de pecho comparado con algunos galanes contemporáneos como Julio Iglesias o Charlie Sheen, que las cuentan por miles (ver recuadro).

Casanova era irresistible, tenía la habilidad camaleónica de transformarse en lo que sus parejas deseaban. Y es que según la psicóloga María Paz de la Puente, el seductor “finge y miente para seducir: tiene la capacidad de decir lo que ellas quieren escuchar”. Pero generalmente terminan recibiendo el peor de los castigos: “el odio de una mujer, por la sensación de haber sido estafada”.

Los mujeriegos son tremendamente calculadores, persistentes, encantadores e inteligentes. Tienen que llevar el control de la relación en todos sus detalles. También sienten un deseo narcisista de “dispersar su semilla”: dejar su huella en la mayor cantidad de mujeres posible. “Coleccionan mujeres, como antiguos guerreros, como medallas o trofeos de guerra”, indica Peter Trachtenberg en su libro “El Complejo Casanova: amantes compulsivos y sus mujeres”. Según este autor norteamericano, los seductores buscan mujeres más jóvenes que no tengan su experiencia ni su inteligencia: “Mujeres con las que se pueden sentir superiores y admirados”. Cada nueva conquista se realiza motivada inconscientemente por una necesidad de reafirmar la masculinidad.

Pregunta con respuesta Freudiana¿Qué busca el picaflor saltando de mujer en mujer? Sigmund Freud es directo: Busca a su madre, quien lo habría abandonado en algún momento de su infancia. María Paz de la Puente, fiel al maestro, agrega: “Y por eso, vengativamente, con voracidad desenfrenada, este conquistador come mujeres, las devora, las destruye”. ¿Ellos también podrían ser abandonados por una mujer? “Para ellos el riesgo del abandono está siempre allí, pero ellos suelen adelantarse abandonando primero. La infidelidad es su carta bajo la manga, es decir, tener a la mano otra mujer en caso de ser rechazados”.

Aunque la mayoría de expertos aseguran que los mujeriegos no tienen remedio, María Paz de la Puente aún conserva esperanzas. Dice ella que un casanova puede cambiar si es que logra aprender de sus propias experiencias de vida, aunque difícilmente lo logrará sin ayuda profesional. “El mujeriego sufre una enfermedad psicológica, un profundo trastorno en sus vínculos tempranos que le hace temer al compromiso y al abandono hasta niveles de pánico”, remata.

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OJO

Introducción

En dos ocasiones anteriores, en épocas distintas, había leído la prodigiosa novela La insoportable levedad del ser, del escritor checoslovaco Milán Kundera, profundamente intrigado por su filosófico título, sin haber encontrado la "clave" para "bucear" en ese "pozo inagotable al que ningún cubo desciende sin subir lleno de oro y de bondad"[1].

Como estos dos intentos de "lectura" no me permitieron disfrutar de la maravilla del tono, del estilo, de la música secreta y de la posición contestataria del autor; inconforme porque no había encontrado la "clave", y ante la hondura filosófica que implica tan singular título, decidí zambullirme en la profundidad del texto, debido a que este escritor "nietzscheano" reclama un lector "cuidadoso, rumiante, capaz de interpretar"[2]. Debí recurrir a la interpretación, porque "existe la ilusión de haber leído, cuando todavía no se ha interpretado"[3]. En este tercer intento me propuse leer entre líneas para buscar qué dice y qué no dice la obra, e intenté comprender a su autor "mejor de lo que él mismo se había comprendido"[4]. Entonces así logré la comprensión necesaria para la elaboración del trabajo que pongo a consideración de los amables lectores.

Esta aproximación al estudio de la novela no sigue patrones, esquemas o modelos tradicionales de crítica y análisis literario. Tampoco pretende "encuadrarse" dentro del rigor de un trabajo académico. Procuro realizarlo siguiendo mi propio estilo, en el que dejo "hablar" al narrador y pongo en práctica una labor de "reciclaje" y reconstrucción del lenguaje del autor, con el propósito de ser objetivo y fiel a la intención y al pensamiento de éste, y, de paso, deleitarme con su exquisito estilo, que mezcla deliciosamente narrativa y poética. Un estudio literario demasiado subjetivo podría falsear la interpretación de la obra y decir cosas que el escritor no dice. No obstante, consigno mi propio punto de vista; trato de hacer una interpretación lo más fiel posible, haciendo mis aportes, acogiendo algunos planteamientos y disintiendo de otros.

Comienzo con el tema principal de la novela y sigo con el argumento, la reseña de los cuatro personajes más importantes, el análisis, la identificación de los temas secundarios, las "tesis", las "teorías"[5], los símbolos y la definición de algunas palabras; concluyo con una reflexión sobre el complejo problema de la levedad.

Para la lectura y el estudio de "La insoportable levedad del ser" utilicé la versión de la editorial RBA, Barcelona, 1984, de la colección Narrativa actual, con traducción de Fernando Valenzuela. Las palabras entre comillas (con letra normal), hacen énfasis, evidencian ironía, señalan contradicciones o llaman la atención, y para los términos, expresiones, frases o párrafos textuales utilizo el mismo signo ortográfico (con letra cursiva).

Tema principal

La difícil elección entre la levedad y el peso.

ARGUMENTO

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En el contexto de la Primavera de Praga, de la ocupación soviética de Checoslovaquia y de "una sociedad gobernada por el terror", en el horizonte de la reflexión sobre el planteamiento filosófico del Eterno Retorno, se narra la dinámica existencial de Tomás (médico), Teresa (camarera), Sabina (pintora) y Franz (profesor universitario), matizada de conflictos, celos, amor, infidelidad, erotismo, poligamia, sufrimiento y otras pasiones humanas, en un escenario de ocupación, espionaje, persecución de intelectuales, degradación en los cargos públicos y en las profesiones; en donde la casualidad y el destino signan la vida de cada uno de los personajes y se presenta la disyuntiva entre la levedad y el peso.

Tomás, luego del divorcio de su primera esposa, se entregó al desenfreno libertino con mujeres, entre las que se menciona a Sabina, para luego casarse con Teresa, con quien fallece, tiempo después, en accidente de tránsito. Sabina se vinculó afectivamente con Franz, quien se encontraba casado con una mujer que organizaba exposiciones de pintura, de la cual se separó cuando ésta se enteró del vínculo con Sabina. Seguidamente Sabina lo abandonó y fue a los Estados Unidos, decepcionada de su patria y de Europa, con la firme intención de morir en territorio americano. Franz falleció en Ginebra en presencia de su exesposa, al término de la fracasada "Gran Marcha" a Camboya.

Personajes

TOMÁS

Tomás nació de la frase "lo que sólo ocurre una vez es como si no ocurriera nunca". Con su primera esposa, una mujer "comunista ortodoxa", sólo convivió dos años. De la fugaz unión quedó Simón, dado en custodia a su madre, y para su manutención la ley lo conminó a pagar "un tercio de sueldo". Como su mamá se valía de ardides para evitar que el padre viera al hijo, Tomás "decidió de repente que ya no quería volver a verle nunca en su vida". Los padres de Tomás desaprobaron su actitud, y con ello "consiguió librarse en poco tiempo de su mujer, su hijo, su madre y su padre". De todo esto le quedó el miedo a las mujeres.

Luego de su divorcio, que disfrutó "con el ánimo festivo con que otros celebran su boda", optó por la "amistad erótica", y comenzó un nuevo estilo de vida en búsqueda de satisfacer su insaciable deseo de genitalidad, sin involucrar sus sentimientos. "A sus amantes les decía: sólo una relación no sentimental, en la que uno no reivindique la vida y la libertad del otro, puede hacer felices a los dos"� Era consciente que "no había nacido para convivir con una mujer y de que sólo podía encontrarse plenamente a sí mismo viviendo como un solterón". Entre sus "amistades eróticas" se encontraba la pintora Sabina, la persona que mejor lo entendía, su "amiga más próxima". Ella lo quería porque era el polo puesto al kitsch, en cuyo reino Tomás sería "un monstruo".

Diez años después de su separación conoció, por "casualidad", a Teresa, una joven de 20 años, camarera de un hotel "en una pequeña ciudad checa", a unos doscientos kilómetros de Praga, capital de Checoslovaquia, lugar de nacimiento de Tomás. Los "unió" la pasión por la lectura, la música de Beethoven y el número seis. A los diez días lo visitó en Praga y se quedó una semana en casa de Tomás

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mientras se recuperaba de una gripe que la afectó. "Sintió entonces un inexplicable amor por una chica casi desconocida; le pareció un niño al que alguien hubiera colocado en un cesto untado con pez y lo hubiera mandado río abajo para que Tomás lo recogiese a la orilla de su cama".

A las tres semanas regresó con una maleta ("grande y enormemente pesada") con el propósito de quedarse, oculto en la supuesta búsqueda de un trabajo en Praga. Tomás comprendió que dentro de esa maleta "estaba toda la vida de Teresa" y que venía a "ofrecérsela". Y aunque esto no era lo que él deseaba, por compasión y un "inexplicable amor", le permitió que entrara y se quedara en su vida, rompiendo con su forma de vivir autoimpuesta una década atrás: la amistad erótica. "Estaba actuando en contra de sus principios Quería velar por ella, defenderla, disfrutar �de su presencia, pero no sentía la necesidad de cambiar su estilo de vida Desde �entonces los dos disfrutaban durmiendo juntos. Diría casi que el objetivo del acto amoroso no era para ellos el placer sino el sueño que venía después de aquél. Ella, en particular, no podía dormir sin él En sus brazos se dormía por más �excitada que estuviera. Él le susurraba al oído historias que inventaba para ella, cosas sin sentido, palabras que repetía monótonamente, consoladoras o chistosas �Tenía el sueño de ella totalmente en su poder y ella se dormía en el instante que él elegía Tomás vivía bajo el hipnótico encanto de la atorme� ntada belleza de los sueños de Teresa". Estaba con ella por compasión, aunque él sabía que "querer a alguien por compasión significaba no quererlo de verdad".

Prosiguió con su vida de hombre "mujeriego". "No tenía fuerzas suficientes para dominar su apetito por las demás mujeres No está obsesionado por las mujeres, �está obsesionado por lo que hay en cada una de ellas de inimaginable, en otras palabras, está obsesionado por la millonésima diferencial que distingue a una mujer de las demás mujeres" ¡Desde que conocía a Teresa era incapaz de hacer � el amor sin alcohol!". Cuando Teresa descubrió una carta de Sabina, en la que lo invitaba hacer el amor en su estudio, Tomás "procuró demostrar que su poligamia no era nada contradictorio con su amor por ella". A ratos negaba sus infidelidades y a ratos las justificaba. A pesar de éstas, intimidado por una hipotética "traición" de Teresa, consideraba que la fidelidad de ella "era una condición indispensable".

Para tratar de "tranquilizarla" y de mitigar su sufrimiento por causa de sus infidelidades, Tomás, preso del sino de la compasión, luego de dos años de convivencia, se casó con ésta, y le compró una perra ("Karenín") para que la acompañara en sus ratos de ausencia de éste y tratara de entretenerse con ella. No obstante que Teresa y Karenín se "amaban", aquella no era feliz, que era el sueño de Tomás. Ni éste ni la perra lograron "hacerla feliz".

Teresa había llegado a su vida sin invitación. "El amor que había entre él y Teresa era bello, pero también fatigoso: tenía que estar permanentemente ocultando algo, disfrazándolo, fingiendo, arreglándolo, manteniéndola contenta, consolándola, demostrando interrumpidamente su amor, siendo acusado por sus celos, por su sufrimiento, por sus sueños, sintiéndose culpable, justificándose y disculpándose". Su vínculo afectivo con Teresa, más que al "¡tiene que ser!", obedecía a la casualidad: "Se produjeron seis casualidades para empujar a Tomás hacia Teresa". Teresa era la "personificación de la casualidad absoluta".

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Tomás, que tenía la concepción de que Teresa había llegado a su vida de manera análoga al mito bíblico de Moisés, rescatado de las aguas, sentía especial atracción por otro niño abandonado: el pequeño Edipo, que si no hubiera sido cuidado por Pólibo hubiera muerto, en la conocida tragedia de Sófocles. Le impactaba cómo Edipo, cuando se enteró de que había asesinado a su padre y yacido con su madre, se sintió responsable del sufrimiento que había causado con su conducta y no se declaró inocente; más bien "se perforó los ojos y se marchó de Tebas ciego".

Apasionado por este mito escribió un artículo sobre la "idea de Edipo", el cual fue publicado por el semanario de la Unión de Escritores Checos, en la sección de cartas de los lectores, notablemente recortado, "de modo que sus ideas se vieron reducidas exclusivamente a la tesis básica (considerablemente esquemática y agresiva)". Cuando un sector del � comunismo checo se enteró del escrito se molestó: "¡Hasta aquí podíamos llegar! ¡Ya se escribe públicamente que nos tienen que arrancar los ojos!". Como secuela de esta publicación "toda su vida quedó patas arriba".

Los encargados de implantar el comunismo en Checoslovaquia fueron acusados por la opinión pública de que este régimen no conducía al anhelado "paraíso", ya que la defensa de éste implicó la ejecución de muchos. Ante la evidencia de la fallida conquista del "paraíso", los "entusiastas" del comunismo "resultaron ser asesinos". A los comunistas les gritaban: "¡Sois los responsables de la desgracia del país (empobrecido y despoblado), de la pérdida de su independencia (cayó en poder de Rusia), de los asesinatos judiciales!". Éstos se defendían alegando que habían sido engañados por Stalin. "¡No sabíamos! ¡Hemos sido engañados! ¡Creíamos de buena fe! ¡En lo más profundo de nuestra alma somos inocentes!". La polémica nacional era de que si en verdad no sabían o aparentaban no saber. Tomás se decía: "Por culpa de vuestro desconocimiento este país ha perdido quizá por siglos su libertad, ¿y vosotros gritáis que os sentís inocentes? ¿Cómo sois capaces de seguir presenciándolo? ¿Cómo es que no estáis aterrados? ¿Es que conserváis la vista? ¡Si tuvieseis ojos, deberías atravesároslos y marcharos de Tebas!".

Todo este acervo de circunstancias fue aprovechado para acusar a Tomás de incitar a la violencia con su artículo. Los comunistas que se sentían culpables "estaban dispuestos a reparar de algún modo las culpas contraídas", y los que se decían inocentes "tenían miedo de que la nación se indignara y los juzgara". Tres meses después tropas rusas ocuparon a Checoslovaquia.

Tomás, junto con Teresa, viajó a Zurich, Suiza, a trabajar en un hospital. Allí continuó sus aventuras con Sabina, que vivía en Ginebra, y con otras mujeres. Teresa y Sabina representaban para él los dos polos lejanos, irreconciliables y hermosos. Llevaba su modo de vida a todas partes como el caracol lleva su casa. Los celos de Teresa fueron para él "como una carga de la que no se liberaría hasta poco antes de su muerte".

A los siete meses de su estadía en Zurich, Teresa, inconforme por las infidelidades de Tomás, regresó a Praga, y lo abandonó. Tomás experimentó la sensación de que ahí terminarían sus siete años de convivencia. Había llegado a su lado con

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una maleta y con una maleta se había ido. "Su vida de soltero le había sido devuelta, una vida para la cual antes estaba seguro de haber nacido, seguro de que era la única que le permitía ser tal como de verdad era. Hacía ya siete años que vivía atado a Teresa y cada uno de sus pasos era observado por los ojos de ella. Era como si le hubiera atado al tobillo una bola de hierro. Su peso era ahora, de pronto, mucho más ligero. Casi flotaba. Se hallaba en el campo mágico de Parménides: disfrutaba de la dulce levedad del ser".

Tomás, "enfermo de compasión" y bajo el peso de ésta, al quinto día de la partida de su esposa, renunció a su trabajo en el hospital y regresó a Praga, porque así tenía que ser. Regresar era una decisión de peso. Esa era "la voz del destino". Y la grandeza del hombre, "consiste en que carga con su destino". Tomás se debatía entre la "casualidad" y el "¡tiene que ser!", el azar y el destino.

Su relación con Teresa fue producto de la casualidad, pero "a la medicina no lo condujo ni la casualidad ni el cálculo raciona, sino un profundo anhelo interior". El peso, la necesidad y el valor muestran que "sólo aquello que es necesario, tiene peso; sólo aquello que tiene peso, vale". Sin embargo, se preguntaba si de verdad tenía que ser así. La compasión lo convenció de que "si, era insoportable permanecer en Zurich e imaginarse a Teresa sola en Praga". Enfermo de compasión comenzó a extrañar a Teresa y a verla en cada uno de sus pacientes. El peso de la compasión le aplastó la "dulce levedad del ser". Al llegar a Praga Tomás dejó de sentir compasión.

En Praga Tomás retomó su trabajo como cirujano en el hospital estatal, actividad en la que era el mejor. El director le propuso que emitiera una declaración para retirar "lo que había dicho en el artículo sobre Edipo". Le advirtió que no era "una declaración pública", ya que lo que le interesaba a los burócratas era tener en sus expedientes constancia de que Tomás no estaba en contra del régimen "para poder defenderse en caso de que alguien los atacase por haberle dejado trabajar en su puesto". Entre el honor y el sentido de su vida (la medicina) optó por el honor, y por eso no atendió la petición de su superior. Como no hizo la declaración fue removido de su cargo y enviado a hospitales ambulatorios del sector rural, sin que fuera autorizado a realizar cirugías; sólo podía recetar medicinas. "Ya no se consideraba como un médico sino como un oficinista".

Al cabo de dos años fue visitado en su lugar de trabajo por un funcionario del Ministerio del Interior, hipócrita y cínico, quien le preguntó que si en verdad era necesario "atravesarles los ojos a los comunistas", haciendo referencia a la errónea interpretación del artículo de Tomás. Éste le dijo que si se hubiera publicado y leído todo el texto completo no se le hubiera dado esa interpretación equívoca. El funcionario quería información sobre el redactor del semanario donde se publicó el artículo en comento, pero Tomás no se la suministró. Tras la partida de su interlocutor, Tomás quedó "absolutamente descontento de sí mismo".

Dos semanas más tarde regresó el funcionario. Le dijo que con su artículo había contribuido "a impulsar la histeria anticomunista", que se podrían desprender de él "responsabilidades penales" y que éste era una "incitación pública a la violencia". Entonces le propuso "un texto para la declaración", que, a juicio del

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Gobierno, "debería hacer para la prensa", del cual éste se ocuparía para su publicación en el momento propicio. Tomás rechazó la propuesta y lo que estaba escrito para la "declaración" que debería ser firmada como si él la hubiera escrito. "Aquello no era solamente una retractación total con respecto al artículo sobre Edipo. Había frases sobre el amor a la Unión Soviética, sobre la fidelidad al partido comunista, había una condena a los intelectuales que al parecer querían arrastrar al país a una guerra civil, pero, sobre todo, había una denuncia contra los redactores del semanario de la Unión de Escritores, incluido el nombre del redactor que habían deformado conscientemente su artículo para cambiarle el �sentido y transformarlo en una proclama contrarrevolucionaria; según parece eran demasiado cobardes para escribir ellos mismos un artículo así y trataron de aprovecharse de un ingenuo médico � Tomás tenía la intención de decirle con toda energía que no pensaba escribir ni firmar jamás ningún texto de este tipo. Pero finalmente optó por otro tono. Dijo con suavidad: -No soy un analfabeto. ¿Por qué iba a firmar algo que no he escrito yo mismo?". No quiso entrar en el juego que le proponían. ¡Y cuántos problemas se evitó con su decisión! Como no firmó, no le fue permitido seguir ejerciendo como médico y se convirtió en limpiador de escaparates y vitrinas.

Tomás, en su nuevo trabajo, humilde y modesto, comprendió que cuando se desarrolla una actividad laboral que no se hace por convicción, por vocación, en cumplimiento de alguna "misión", uno se libera de las responsabilidades que implican realizar aquello para lo cual estamos destinados, lo que consideramos como el objeto de nuestra misión. "Nadie tiene ninguna misión". Y se experimenta un gran alivio el sentirnos libres, que no tenemos ninguna "misión". Nietzsche, que influyó demasiado en el autor, planteaba en su ideal del Eterno Retorno que en la vida no existe un "tú debes". Sólo el espíritu rebelde se opone al "tú debes". El espíritu rebelde "mata todas las formas de imposición y de jerarquía"[6]. Detrás de un "yo debo" debe haber un "yo quiero". Una vez le había dicho a Teresa que la misión era una idiotez. "No tengo ninguna misión. Nadie tiene ninguna misión. Y es un gran alivio sentir que eres libre, que no tiene una misión".

Su trabajo al que había sido "degradado" le deparaba más disfrute que el que realizaba como cirujano, producto de "un profundo anhelo interior", del "¡tiene que ser!", bajo el sino de una vocación de servicio. "Las cosas que hacía no le importaban nada y estaba encantado. De pronto comprendió la felicidad de las gentes (hasta entonces siempre se había compadecido de ellas) que desempeñaban una función a la que no se sentían obligadas por ningún ¡tiene que ser! interior y que podían olvidarla en cuanto dejaban su puesto de trabajo. Hasta entonces nunca había sentido aquella dulce indiferencia. Cuando algo no salía bien en el quirófano, se desesperaba y no podía dormir. Con frecuencia perdía hasta el apetito sexual. El ¡tiene que ser! de su profesión era como un vampiro que le chupaba la sangre. Ahora andaba por Praga con la pértiga de lavar escaparates y constataba con sorpresa que se sentía diez años más joven �Regresaba a su época de soltero. Y es que de pronto estaba sin Teresa. Sólo la veía de noche, cuando ella volvía del restaurante y él se despertaba ligeramente del primer sueño y luego otra vez por la mañana, cuando era ella la que estaba adormilada y él tenía prisa por llegar al trabajo. Tenía dieciséis horas para sí

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mismo y aquél era un ámbito de libertad inesperadamente conquistado. Todo el ámbito del libertad significaba para él, desde temprana juventud, mujeres".

Como limpiador de escaparates y ventanas se le facilitaba proseguir con su actitud donjuanesca, copulando con mujeres. Se ufanaba de haber yacido, durante su vida, con más de doscientas mujeres; número que se incrementó en su nuevo trabajo. "Pero desde que vivía con Teresa, su actividad erótica topaba con dificultades organizativas; sólo podía dedicarles (entre la mesa de operaciones y el hogar) un estrecho espacio de tiempo que, aunque intensamente utilizado (tal como labra afanosamente su angosta parcela el agricultor en la montaña) no tenía comparación con el ámbito de dieciséis horas que había recibido repentinamente de regalo". En esas dieciséis horas hacía su trabajo y realizaba sus "labores" eróticas con las mujeres. "¿Qué buscaba en ellas? ¿Qué era lo que le llevaba hacia ellas? ¿No es el acto amoroso la eterna repetición de lo mismo?". Como su ámbito de libertad eran las mujeres, lo que le hacía ir tras las mujeres era "el deseo de apoderarse del mundo".

Tomás era un mujeriego "épico", y este tipo de hombres "se alejan cada vez más, en su búsqueda del conocimiento, de la belleza femenina convencional, de la que se han hartado rápidamente, y terminan indefectiblemente como coleccionistas de curiosidades. Saben que lo son, les da un poco de vergüenza y, para no poner a los amigos en aprietos, no suelen salir públicamente con amantes. son impulsados� por el deseo de apoderarse de la infinita variedad del mundo objetivo de la mujer. �la obsesión del mujeriego épico le produce a la gente la impresión de que no se ha pagado nada a cambio de ella".�El redactor del semanario y Simón, hijo de Tomás, le pedieron que firmara una declaración pidiendo al presidente de la República amnistía para los presos políticos. Tomás, temiendo que fuera utilizado, como era costumbre del sistema de utilizar a idiotas útiles, decidió no firmar. "¿Qué era entonces lo correcto? ¿Firmar o no firmar? La pregunta puede formularse también del siguiente modo: ¿Es mejor gritar y acelerar así la propia muerte? ¿O callar y lograr así una muerte más lenta? ¿Puede haber alguna respuesta para estas preguntas? "

Tomás tenía sueños eróticos recurrentes con mujeres. Una vez soñó con una mujer, que según el diálogo platónico de "El Banquete, era su complemento, su otra mitad.

En sus últimos años se lamentaba por haber regresado de Zurich, y de ello culpaba a Teresa, porque ésta lo había abandonado y regresado a Praga. El regreso a Praga le deparó muchos inconvenientes. Teresa lo había arrastrado a donde ella se lo había propuesto. Ella se vino de Zurich, porque sabía que Tomas vendría detrás de él. Luego lo había atraído hacia el campo, en done su universo como médico, como intelectual y como mujeriego desaparecía. "Lo atraía cada vez más hacia abajo, como ataren las ninfas a los campesinos hacia los pantanos para dejarlos allí Le hacía ir tras ella como si quisiese comprobar permanentemente �que lo amaba, hizo que fuera tras ella hasta llegar a este sitio: con el pelo cano, cansado, con las manos medio destrozadas, que ya nunca podrán coger un bisturí �¿era necesario llegar hasta aquí para que creyera que la quería? �Ella había llegado adonde quería llegar: siempre había deseado que fuera viejo".

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Con el transcurso del tiempo Tomás y Teresa se fueron a vivir al campo. Tomás estaba contento, "allí se le abría la perspectiva de una nueva vida". Se ocupó en manejar un camión que transportaba campesinos y herramientas. Cuando conducía el camión e iba junto con Teresa, éste perdió los frenos y se "precipitó por una escarpada ladera". Los dos murieron y "sus cuerpos quedaron totalmente destrozados".

Cuando murió Tomás, su hijo Simón, se apersonó de su entierro. "En la tumba mandó grabar, bajo el nombre del padre, la siguiente inscripción: Quiso el reino de Dios en la tierra. Ese reino significaba la justicia, ya que el deseo de Tomás consistía en "un mundo en el que reinase la justicia".

TERESA

Teresa nació de un estómago ruidoso porque a su madre, con frecuencia, le sonaban "las tripas". Por lo tanto surgió "de una situación que desvela brutalmente la irreconciliable dualidad del cuerpo y el alma, de la experiencia humana esencial". Su abuelo paterno era un comerciante pragüense. Tuvo una hija muy bella, que luego sería la madre de Teresa. Él le decía a su hija cuando tenía cuatro años que "se parecía a una de las madonas de Rafael".

De nueve pretendientes, entre los que se encontraban el guapo, el gracioso, el rico, el deportivo, el de buena familia, el recitador de versos, el cosmopolita y el violinista, se casó con el varonil. No lo eligió propiamente por ser "el más varonil", sino porque quedó embarazada de Teresa y ningún médico quiso practicarle el aborto. ¡Qué paradójico! De todos los nueve pretendientes el menos que le interesaba era el noveno, es decir, con el del connubio.

Disfrutaba mirándose al espejo, hábito que heredó Teresa. Ésta, desde niña, le gustaba mirarse al espejo; no por vanidad, sino por el asombro de "ver su propio yo". Se miraba como "una forma de lucha contra su madre". Su vida era una prolongación de la de su madre. Teresa luchaba por acabar con esa prolongación, por tener una identidad propia.

Cuando conoció a un "estafador", dejó a su esposo "varonil" y a Teresa. El padre de ésta, emocionalmente afectado, se tornó huraño y, por disentir del sistema imperante, fue encarcelado y condenado; seguidamente falleció. Teresa, que vivía con sus abuelos paternos, fue "echada" de esa vivienda y regresó a casa del padrastro y su energúmena e inestable madre, que en esa entonces era vendedora en una tienda y sufría mucho por las borracheras y las infidelidades del "estafador". La mujer, molesta con su esposo y decepcionada por haber parido a Teresa, le decía a ésta que ser madre significaba "sacrificarlo todo". Se lamentaba que "lo había perdido todo por su hija".

Cuando Teresa se acercaba a la pubertad su madre le impidió seguir estudiando, y a los quince años la convirtió en camarera de un hotel; el salario devengado era para su mamá. Una vez, ésta, delante de toda la familia, de manera abusiva leyó el diario íntimo de Teresa, en medio de la burla generalizada de los oyentes; actitud que incomodó e hirió hondamente a Teresa.

Buscando ganarse el amor de su madre, Teresa le obedecía, cuidaba a sus tres mediohermanos y los fines de semana desarrollaba todas las labores domésticas

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de la casa. Sin embargo, no descuidaba su pasión favorita: la lectura. "Para defenderse del mundo de zafiedad que la rodeaba, tenía una arma: los libros que le prestaban en la biblioteca municipal; sobre todo las novelas: había leído muchísimas, desde Fielding hasta Thomas Mann. Le brindaban la posibilidad de una huida imaginaria de una vida que no la satisfacía, pero también tenían importancia para ella en tanto que objetos: le gustaba pasear por la calle llevándolos bajo el brazo. Tenían para ella el mismo significado que un bastón elegante para un dandy del siglo pasado. La diferenciaban de los demás".

La adolescente Teresa, a pesar de su exceso de trabajo y de su vida insatisfecha, acumulaba reservas de vitalidad que no poseen los universitarios que bostezan en las bibliotecas. "Teresa había leído más que ellos, había aprendido de la vida más que ellos, pero nunca será consciente de eso. Lo que diferencia a la persona que ha cursado estudios de un autodidacta no es el nivel de conocimientos, sino cierto grado de vitalidad y confianza en sí mismo".

La madre de Teresa, que odiaba a su hija, acostumbraba a deambular por casa desnuda e insistía que "el cuerpo humano mea y echa pedos". Teresa se avergonzaba de los desagradables y grotescos modales de su vulgar madre, quien no tenía recato para expeler flatos en presencia de quien estuviera a su lado. Le pedía a Teresa que no se avergonzara de su cuerpo, porque era como los demás cuerpos "que se repite en decenas de millones de ejemplares". Desde entonces la desnudez de Teresa era "el signo de la uniformidad obligatoria del campo de concentración; el signo de la humillación". Cada vez que se miraba al espejo experimentaba "una lucha contra su madre". No quería que su cuerpo fuera como el de los demás.

Su madre odiaba a Teresa porque, según ella, le había arruinado su vida. "La culpa de la hija era infinita e incluía también a las infidelidades del marido".

A los veinte años Teresa conoció a Tomás por "casualidad" en el lugar de trabajo. "Tomás apareció ante Teresa en el restaurante como la casualidad absoluta. Estaba junto a un libro abierto". Cuando lo vio sintió el impacto que produce lo diferente. Él se diferenciaba y estaba "por encima de demás" por su "condición de forastero" y porque "tenía en la mesa un libro abierto". Tomás le dio su tarjeta y la invitó a Praga. Por eso fue en su búsqueda, y de paso "huir del mundo de la madre, donde todos los cuerpos eran iguales".

Como el amor por su madre no era correspondido, Teresa se fue de casa "porque nunca llegó a oír esa voz", la del amor materno. Cuando fue a Praga se dispuso a vivir con un entusiasmo "feroz y frágil". Fue a buscarlo para que "su cuerpo se volviese único e irremplazable". No obstante que Tomás no deseba convivir con ella, las "casualidades" y la "compasión" los unieron, y ella empezó a vivir a su lado hasta su muerte. Las casualidades pusieron el amor en movimiento y "se convirtieron en una fuente de energía que ella no agotará hasta el fin de su vida". Ya desde sus ocho años dormía con las manos entrelazadas, "imaginando que tenía cogido al hombre que amaba, al hombre de su vida".

En Praga entabló relación de amistad con Sabina, a pesar de saber de su vínculo clandestino con Tomás, y ésta le explicaba sobre el parentesco entre fotografía y pintura. Sabina le consiguió un trabajo en el laboratorio fotográfico de un

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semanario y tiempo después se convirtió en fotógrafa del mismo. Las dos, mutuamente, se fotografiaron desnudas.

Teresa soñaba de manera recurrente con mujeres desnudas, que, junto a ella, desfilaban ante Tomás en una piscina y Tomás les disparaba, muriendo ella. Sus celos se manifestaban en sueños. "Los sueños se repetían como variaciones sobre temas o como seriales de televisión. Con frecuencia se reiteraba, por ejemplo los sueños sobre gatas que le saltaban a la cara y le clavaban las uñas Teresa se �sentía amenazada por las mujeres, por todas las mujeres. Todas las mujeres eran amantes en potencia de Tomás y ella les tenía miedo". Detectaba frecuentemente en el cabello de Tomás "el olor de un sexo de mujer", evidencia de su infidelidad.

Durante la primera semana de la ocupación soviética, Teresa se divirtió como nunca fotografiando a los soldados y a los tanques rusos. "Los días más hermosos de su vida los había vivido fotografiando en las calles a los soldados rusos y exponiéndose al peligro. Fueron los únicos días en los que el serial televisivo de sus sueños se interrumpió y sus noches fueron felices. Los rusos le trajeron en sus tanques el equilibrio interior". Paradójicamente, fue la semana en que la detuvieron durante una noche y la amenazaron con fusilarla.

Luego viajó con Tomás a Zurich, pero allí tampoco encontró sosiego para su atribulado espíritu, afectado por el infierno de los celos y las infidelidades de su esposo. Pretendió que le publicaran algunas fotografías de los soldados y tanques rusos, pero no lo consiguió porque el director del periódico estaba interesado en publicar fotos de una playa nudista. La fotógrafa de éstas le dijo a Teresa que no había nada de particular en los cuerpos desnudos. "¡Son normales! ¡Todo lo que es normal, es bello!". Le ofreció trabajo a Teresa para realizar este tipo de fotografías, pero ésta lo rechazó, arguyendo que tenía un esposo que la sostenía. La fotógrafa la increpó diciéndole que si una mujer sólo vive para el marido, no vive, esa "no es su vida".

Cuando regresó de Zurich se empleó como camarera en un hotel de Praga, donde trabajaba en horas de la tarde y de la noche. Como fue despedida del oficio de fotógrafa por haber fotografiado los soldados y los tanques rusos, optó por ese empleo. Compartía muy poco con Tomás, porque éste laboraba durante el día en la limpieza de escaparates. Sólo estaban los dos los fines de semana. Había regresado de Zurich, porque, luego de seis meses de estadía, "no tenía fuerzas para vivir en el extranjero". Había ido a Zurich porque no era feliz en Praga, pero allí no encontró la felicidad anhelada sino la intranquilidad.

Teresa repartía su tiempo en su trabajo como camarera, en vivir en soledad (Tomás permanecía gran parte del tiempo ejerciendo la medicina en el hospital), en "estudiar manuales de alemán y francés" y en pasear con Karenín.

A los diez años de haber escapado de ese "campo de concentración" que era vivir en la casa materna, durante algún tiempo su vida osciló entre el sueño y la realidad. En ese mundo onírico se evidenció su eterno conflicto con su cuerpo. Mirándose al espejo se preguntaba cuál era su relación con su cuerpo y si su nombre tenía alguna relación con algo incorpóreo, inmaterial. Sentía su cuerpo como algo ajeno y que no se parecía a sí misma. Por su mente desfilaban las antiguas burlas de su cuerpo por parte de su madre, quien le decía que el cuerpo

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de Teresa no servía sino para "comer y defecar". Todo esto la inquietaba demasiado y sentía que su cuerpo no era capaz de convertirse en el único cuerpo para Tomás, y de esta manera él estuviera satisfecho y no buscara el cuerpo de otras mujeres.

Prisionera de los celos y de las traiciones de Tomás, durante uno de sus frecuentes sueños, le pidió a éste que le ayudara, porque ya no podía más con esas tribulaciones. Sus sueños la llevaron a una colina donde unos hombres con un palo de golf, que semejaba un fusil, la fusilarían, siempre y cuando ella lo hiciera por su voluntad. Como no lo hacía por su propia voluntad, el encargado de fusilarla de dijo que en esas condiciones no podría ejecutarla. "Si no es su voluntad, no podemos hacerlo. No tenemos derecho". Dicho esto los hombres desaparecieron. "Los tres hombres ya estaban lejos, caminaban por el césped como jugadores de golf y el fusil que llevaba uno de ellos parecía, en efecto, un palo de golf". Tras este fallido intento, Teresa regresó a la casa consciente de que Tomás no la ayudaría. "¡Tiene que ser otro quien la ayude!"

A través de un peculiar proceso de "coquetería", que se impuso como un reto para saber de qué era capaz, conquistó y yació con un supuesto ingeniero que conoció en su lugar de trabajo, no por venganza sino por escapar del laberinto en que vivía al lado de Tomás, pues ella estaba convencida de que se había "convertido en una carga para él", ya que éste se tomaba las cosas muy en serio y ella deseaba aprender a ser leve y a "dejar de ser anacrónica". Al igual que la intención de que la fusilaran, el tener intimidad con el "ingeniero" no era por su voluntad. Le entregó solamente su cuerpo, pero no su alma. Sólo entregaba "su cuerpo que la había traicionado y al que ella había mandado a recorrer el mundo junto con los demás cuerpos Pero no estaba dispuesta a asumir � responsabilidad alguna en su nombre El alma pretendía así poner en evidencia que no esta de �acuerdo con lo que sucedía, pero que había decidido mantenerse neutral. lo que �excitaba el alma era precisamente que el cuerpo actuara en contra de su voluntad, que la traicionara y que ella estuviera presenciando aquella traición El �alma veía el cuerpo desnudo en brazos de otro hombre y le parecía increíble, como si estuviera mirando de cerca al planeta Marte. El resplandor de lo increíble hacía que su cuerpo perdiera para ella, por primera vez, su trivialidad; por primera vez lo mira hechizada; todo lo que tenía de personal, de único, de inimitable, se ponía de manifiesto. No era el más vulgar de todo los cuerpos (tal como lo había visto hasta ahora), sino el más extraordinario Sólo cuando se acostó� con el ingeniero, la ausencia de amor permitió que su alma viese con claridad".

Su madre se sentía sola y extrañaba a Teresa. Por eso, fingiendo un cáncer, quiso llamar la atención de ésta. Le decía en sus cartas a Teresa que ella era lo único "que le quedaba en su vida". Teresa, que al igual que su madre sufría por las infidelidades de su marido, estaba dispuesta a comprenderla y "se echaba en cara haber traicionado a la madre por un hombre que no la amaba".

Con el paso de los años, en la estancia campesina, al lado de Tomás, Teresa se sentía feliz y creía que ahora sí estaba sola con él. El amor que unía a Teresa con Karenin era mayor que el que la unía a Tomás. "Es un amor desinteresado: Teresa no quiere nada de Karenin. Ni siquiera le pide amor. Jamás se ha planteado los interrogantes que torturan a las parejas humanas: ¿me ama?, ¿ha amado a

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alguien más que a mí?, ¿me ama más de lo que yo le amo a él? Es posible que todas estas preguntas, que inquieren acerca del amor, que lo miden, lo analizan, lo investigan, lo interrogan, también lo destruyan antes de que pueda germinar. Es posible que no seamos capaces de amar precisamente porque deseamos ser amados, porque queremos que el otro nos dé algo (amor), en lugar de aproximarnos a él sin exigencias y querer sólo su mera presencia".

Mientras su esposo conducía un camión, ella se ocupaba de las labores de pastoreo de ganado. Allí seguía soñando con otras mujeres desnudas y con la muerte. La acongojada Teresa "tenía miedo de sus sueños". De esa sensación de impotencia nació el vértigo de Teresa, "el inmenso deseo de caer". Los dos, a pesar de su vehemente deseo de ser leves, "murieron bajo el signo del peso".

SABINA

Sabina, que la subyugaba la traición y no la fidelidad, era una pintora, un poco revolucionaria, hija de un padre puritano que también pintaba. Nació en Bohemia. Su abuelo paterno fue un exalcalde de una población checa y le dejó a su hijo un sombrero de hongo y éste se lo heredó a Sabina. Empezó a pintar siendo aún niña, y a los catorce años se enamoró de un joven de su edad, pero su padre desaprobó esa relación, temeroso de un embarazo. Éste la obligó a ir a la iglesia y a la Unión de Jóvenes Comunistas, pero ella odiaba las manifestaciones. Cuando se reveló contra sus padres fue a Praga. Se casó con un mal actor "sólo porque tenía fama de Gamberro y les resultaba inadmisible a sus padres". Tras la muerte de sus padres, se separó de su esposo, que de "gamberro" sólo quedó un borracho.

Un año después de la ocupación dejó a Bohemia y fue a París a estudiar pintura. Ella, que no conocía "nada más bello que ir hacia lo desconocido", estudió pintura en una época en que el régimen comunista no permitía el Cubismo, debido a que el llamado Realismo Socialista (el modelo estético del comunismo) imponía que sólo se pintaran "retratos de los gobernantes socialistas". Sus cuadros se basaban en "la belleza y el error". Nueva York era "la patria secreta y verdadera de su pintura".

Tiempo después fue amante de Tomás y posteriormente de Franz. En Tomás encontró al hombre fuerte y en Franz al hombre débil. Prefería al que le daba órdenes y la sometía como Tomás por encima de Franz, que por su falta de fuerza y autoridad, "quedaba descalificado para su vida erótica". El amor de Franz por Sabina, "significaba para él el deseo de ponerse a merced de la mujer amada". Tomás era el tema de sus pinturas. Mientras hacía el amor en Roma con Franz, comprendió que éste era el mejor hombre que había tenido: inteligente, bueno, bondadoso y entendía sus cuadros. Los dos se contaban historias, que oían con avidez. "Comprendían con precisión el significado lógico de las palabras que se decían, pero no oían en cambio el murmullo del río semántico que fluía por aquellas palabras". Tenían su propio diccionario de "palabras incomprendidas".

Sabina, para no cargar con el peso del amor que se hace público, que trasciende las puertas de la "intimidad", dejó a Franz. También porque en la intimidad con éste sentía que la copulaba "un cuerpo sin alma". La última vez que yacieron "hacía el amor con él y estaba ya muy lejos de allí". Escuchando el sonido lejano

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de "la trompeta dorada de la traición", fue en pos de la conquista de "un enorme espacio para la libertad".�Después de abandonar a Franz, Sabina sintió melancolía y experimentó el vacío a su alrededor. Esta nueva traición le trajo consigo el drama de la "insoportable levedad del ser", el objetivo que posiblemente "se ocultaba tras su deseo de traicionar". Su drama era el de la levedad y no el del peso.

Cuando se enteró que Franz le había confesado a Marie-Claude su relación con ella, sintió como si éste le "hubiera forzado la puerta de su intimidad". Eso implicaba que en lugar de ser Sabina, tenía que desempeñar el papel de Sabina, e inventar de qué manera jugarlo. "El amor, cuando se hace público, aumenta el peso, se convierte en una carga". Al lado de Franz viajó por varias ciudades de Europa y Nueva York.

A los cuatro años de vivir en Ginebra viajó a París, y sintió que había incurrido en una nueva traición por haber abandonado a Franz. "Uno puede traicionar a los padres, al marido, al amor, a la patria, pero cuando ya no hay ni padres, ni marido, ni amor, ni patria, ¿qué le queda por traicionar? Sabina sentía a su alrededor el vacío. Pero ¿qué sucedería si ese vacío fuese precisamente el objetivo de todas sus traiciones?". No sabía qué objetivo se escondía detrás de su deseo de traicionar.

Llevaba varios años en procura de "un instante perdido". El sombrero de hongo representaba para ella un confuso recuerdo de su abuelo; un recuerdo del padre, un instrumento para los juegos amorosos con Tomás, un signo de originalidad que ella cultivaba conscientemente y un objeto sentimental. "El sombrero de hongo se convirtió en el motivo de la composición musical de la vida de sabina. era el cauce� por el cual Sabina veía correr cada vez un río distinto, un río semántico distinto: un mismo objeto evocaba cada vez un significado distinto, pero junto con ese significado, resoban (como un eco, como una comitiva de ecos) todos los significados anteriores. Cada una de las nuevas vivencias sonaba con un acompañamiento cada vez más rico. Tomás y Sabina se emocionaron en el hotel de Zurich al ver el sombrero hongo e hicieron el amor casi llorando, porque aquella cosa negra no era sólo un recuerdo de sus juegos amorosos, sino también un recuerdo del padre de Sabina y del abuelo que había vivido en un siglo sin coches ni aviones. el som� brero de hongo no representaba una broma, sino una violencia; una violencia respecto a Sabina, a su dignidad femenina el duro �sombrero masculino negaba, violaba, ridiculizaba aquella femineidad".

Después de tres años de residencia en París se enteró, mediante una carta de Simón, sobre la muerte de Tomás y Teresa. Como era de suponer, la noticia la afectó profundamente. "El último vínculo que aún la ataba al pasado quedaba truncado".

Lo que molestaba a Sabina, en su "rebelión interna", era el kitsch comunista. Su rebelión en contra de éste era estética y no ética. En las manifestaciones del Primero de Mayo percibía que las personas que gritaban "¡viva el comunismo!", cubiertas con la máscara de la fingida sonrisa, lo que en realidad querían decir era: "¡viva la vida!". Esta "estúpida tautología" era el motivo por el cual se

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vinculaban a "la manifestación comunista", incluyendo a los "indiferentes a las tesis comunistas".

Decepcionada y molesta con la persecución del arte moderno por parte del régimen comunista, Sabina, cuyo enemigo no era "el comunismo, sino el kitsch", se trasladó a los Estados Unidos, renegando de su nacionalidad checa. Desesperadamente huía "del kitsch en que la gente quería convertir su vida". En una estancia rural de Nueva York, de una pareja de viejecitos que la acogieron como a una hija y ella como a unos padres, adecuó un "atelier" para su trabajo artístico. "Se ha pasado la vida diciendo que su enemigo es el kitsch. ¿Pero no lo lleva dentro de sí misma? Su kitsch es la imagen de un hogar, tranquilo, dulce, armónico, donde imperan una madre amable y un padre sabio. Aquella imagen surgió dentro de ella al morir sus padres. Cuanto menos se parecía la vida a aquel dulce sueño, más sensible era su encanto, y varias veces le saltaron las lágrimas al ver en la televisión una historia sentimental en la que una hija desagradecida abrazaba a un padre abandonado y en el ocaso del día brillaban las ventanas de las casa de la feliz familia Porque ninguno de nosotros es un superhombre como �para poder escapar por completo al kitsch. Por más que lo despreciemos, el kitsch forma parte del sino del hombre".

El kitsch fue un problema que también inquietó a Sabina. Su rebelión contra el comunismo era estética; le molestaba la "máscara de belleza que se ponía".Por ejemplo, en el cine se mostraba "el ideal comunista mientras la realidad comunista era peor". Prefería el comunismo real, verdadero, debido a que en éste se podía vivir. "En el mundo del ideal comunista hecho realidad, en ese mundo de idiotas sonrientes, con los que no sería capaz de cambiar ni una palabra, moriría de horror en una semana". Es por eso que en la apariencia de la pintura "existe una mentira comprensible", pero detrás de ésta "revela una verdad incomprensible". Su enemigo no era el comunismo, sino el kitsch.

Finalmente, fue a California y pidió que no la enterraran bajo suelo americano, sino que sus cenizas fueran esparcidas. "Ella quería morir bajo el signo de la levedad".

FRANZ

Desde el día en que su padre lo abandonó, a sus doce años, al ver su madre llevando "en cada pie un zapato distinto empezó a entender lo que era el �sufrimiento". Franz era un científico, literato, conferencista y profesor universitario que vivía en Ginebra. Era la personificación de Europa. Gracias a su talento aseguró su carrera desde los veinte años. Su padre era francés y su madre vienesa. Estaba casado, desde hacía 20 años, con Marie-Claude, quien tenía una galería de arte, y "su vida erótica con su mujer no valía gran cosa". Se había casado porque ella "le amenazó con quitarse la vida si la abandonaba". Ésta mantenía una posición relativista: "Feo era aquello que ella quería ver feo, hermoso era lo que quería ver hermoso".

Franz, para quien el amor significaba "la permanente espera de un combate", sostenía un vínculo alternativo con Sabina, otrora amante de Tomás. El amor que sentía por su amante "era para él algo tan preciado que trataba de crear para ella un espacio independiente en su vida, un territorio inaccesible de pureza". Ella le

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devolvió "la fe en la grandeza del destino del hombre". Su debilidad era la bondad. La música lo liberaba de "la soledad, del cuerpo, del polvo de las bibliotecas". �Estaba en la cima de su carrera científica. Prefería lo irreal a lo real. El amor no era "una prolongación de su vida pública, sino el polo opuesto". Con su esposa tenían una hija de 18 años, Marie-Anne.

Como vivía "en la mentira", tenía que fingir supuestos viajes y otras actividades para estar con Sabina, sin que su esposa descubriera su infidelidad. Cansado de vivir "en la mentira", nueve meses después del inicio de su idilio con Sabina, a los veintitrés años de matrimonio, le confesó a Marie-Claude su traición, y viajó a Roma con su amante. "Durante más de veinte años había visto en su mujer a su madre. A un ser dulce al que es necesario defender; aquella idea estaba demasiado arraigada en él como para que pudiese librarse de ella en dos días. Al regresar a casa sintió remordimientos, tuvo miedo de que tras su partida se hubiera derrumbado y estuviera torturada por la tristeza". Pero no estaba ni torturada ni triste. Se sintió profundamente decepcionado de haberle sido fiel durante su matrimonio.

A su regreso de Italia, se fue de su confortable casa y rentó un pequeño apartamento. Estableció una nueva relación con una "estudiante de gafas", ya que Sabina se fue de donde residía, sin que éste supiera para dónde. "De modo que desapareció de su vida sin dejar huella". De ella no conservaba ni siquiera una fotografía. "No existían pruebas tangibles de que hubiera pasado con ella el mejor año de su vida". El temor ante un hipotético abandona de Sabina se había convertido en una evidente realidad. Luego de que la perdiera para siempre, recordaba que había estado con ella en quince hoteles europeos y uno neoyorquino. A partir de entonces todo lo que hacía, lo hacía pensando en Sabina, buscando que a ella le gustase. "El culto a Sabina era para él más una cuestión de religión que de amor".

Franz y su nueva conquista disfrutaban de la música y del baile. Los dos sentían la embriaguez dionisiaca de la música. Vivían "en la verdad" y nada de lo que hacían era un secreto para nadie.

Decepcionado de las revoluciones cubana y china, por la crueldad de sus regímenes, se acostumbró al "mar de letras que no tienen ningún peso y no son la vida".Lo que más admiraba de las revoluciones era "el riesgo, el coraje y el peligro de muerte, una vida vivida a gran escala".

Como intelectual que era, Franz participó, junto con médicos, artistas, fotógrafos y periodistas, en la Gran Marcha, que partió de París, hacia Camboya, afectada por la hambruna y enfermedades, bajo la ocupación rusa.

Al término de la Gran Marcha, Franz fue golpeado por desconocidos en Bangkok. Perdió el conocimiento y despertó en el hospital de Ginebra, junto a su exesposa Marie-Claude. "Quería decirle que no deseaba verla. Quería que avisaran inmediatamente a la estudiante de gafas grandes. No pensaba más que en ella. Quería gritar que no soportaba a su lado a nadie más que a ella. Pero comprobó con horror que no podía hablar. Miró a Marie-Claude con odio infinito y quiso girarse hacia la pared para no verla. Pero no podía mover el cuerpo. Quiso volver al menos la cabeza. Pero tampoco podía mover la cabeza. Por eso cerró los ojos,

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para no verla". Luego murió junto a Marie-Claude. Por fin pertenecía a su legítima esposa como nunca le había pertenecido. Marie-Claude organizó su entierro, ya que este evento fúnebre era "para ella su verdadera boda; la colimación de su camino en la vida; la recompensa por todos sus sufrimientos". De Fran sólo quedó la inscripción en la lápida: "Tras tanto andar errante, el regreso".

En el diario de Marie-Claude decía que el bueno de Franz no soportó la crisis de los cincuenta. "¡En manos de qué pobre chica fue a caer! Ni siquiera era guapa �Pero un hombre, cuando llega a los cincuenta, vendería su alma por un pedazo de cuerpo joven. ¡La única que sabe lo que sufría por ese motivo es su propia mujer! ¡Para él era una verdadera tortura moral! Porque Franz era, en el fondo de su alma, una persona buena y honrada. ¿Cómo explicarse, si no, ese absurdo, desesperado viaje a no sé que parte de Asía? Fue a buscar la muerte En el último �momento, cuando se estaba muriendo y ya no tenía necesidad de mentir, no quería verla más que a ella. No podía hablar, pero al menos le daba gracias con los ojos. Con la mirada le pedía que le perdonase. Y ella le había perdonado". Ahora descansaba en el cementerio, ese lugar que él mismo consideraba como "un desagradable depósito de huesos y piedras".

Análisis crítico

Se trata de una inquietante narración que rompe con los esquemas tradicionales de una novela, por cuanto ésta es una mezcla de ensayo filosófico, "diccionario de palabras incomprendidas", reseña histórica, estudio profundo de sicología humana (y canina también), reflexión metafísica, manifiesto contestatario, libelo antisoviético y apología del erotismo. No es una novela convencional. Se trata de una novela profunda y de una obra con un saber enciclopédico, producto del quehacer filosófico, sicológico, histórico, político y literario de un depurado intelectual.

Tiene una estructura narrativa compleja que no sigue un tiempo lineal, como la concepción del tiempo que él defiende, sino que emplea un estilo muy particular en donde hay que "escarbar" en todo el libro para poder reconstruir la vida de cada personaje, cuya dinámica existencial está dispersa en el contenido de la novela. Se trata de una especie de "collage" en el que se encuentran por doquier apartes de la dinámica de cada uno de los protagonistas. Podría decirse que se necesita armar un "rompecabezas" para organizar la "vida" de las mujeres y hombres dispersos en tan espléndida pieza literaria. El tiempo oscila entre saltos, regresiones, avances y remembranzas. Guardando las debidas proporciones, se podría decir que el manejo del tiempo tendría cierta analogía con Pedro Páramo, de Juan Rulfo, y de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez.

Esta obra se caracteriza porque demanda agudeza del sentido de la vista y del entendimiento, por cuanto no es una novela "fácil" de leer, a pesar de que su narrativa es sencilla, amena y gustadora, en la que se utiliza un lenguaje diáfano y sin ambigüedades. El uso metafórico y alegórico de éste implica que haya que leer, no sólo las líneas, sino "entre líneas".

Una novela de esta profundidad no "suelta" su contenido, sin un paciente y esforzado trabajo de un lector entrenado. Comprender esta novela implica

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"trabajar", y leer es trabajar. Y hay que "trabajar" porque esta novela es casi un tratado filosófico, y éstos exigen, para su comprensión, además de "trabajar", reflexionar, razonar, pensar, y pensar no es fácil. La lectura de La insoportable levedad del ser, cuyo título nos deja perplejos, exige que pensemos.

El estilo de Kundera alterna la narración omnisciente con su participación activa, por cuanto algunas veces controla el universo de los personajes, sus circunstancias y sus situaciones, y en otras aparece dando sus opiniones y exponiendo sus puntos de vista; se podría decir que se trata de una novela autobiográfica. El autor se encuentra en la dinámica existencial de Tomás, Teresa, Sabina y Franz. Cada uno de estos personajes contiene una parte de lo que siente, piensa y hace Kundera, principalmente Tomás, que viene a ser como su "alter ego".

La novela se compone de siete partes: La levedad y el peso, el alma y el cuerpo, palabras incomprendidas, el alma y el cuerpo, la levedad y el peso, la Gran Marcha y la sonrisa de Karenín. Cada parte se divide en capítulos cortos, en los que no se sigue una narración lineal. La novela propiamente empieza en el capítulo tres de la primera parte, debido a que en los acápites precedentes el autor reflexiona sobre la metafísica del Eterno Retorno, con el que "Nietzsche dejó perplejos a los demás filósofos".

Tomás y Teresa nacen a la vida literaria en el tercer capítulo de la primera parte y Sabina en el quinto. Franz en el primer capítulo de la tercera parte. En el capítulo décimo de la tercera parte nos enteramos de que Tomás y Teresa habían fallecido recientemente (página 125, y la obra se compone de 316), pero ellos siguen "viviendo" hasta el final del libro. Después de éstos fallece Franz, lo cual se narra en el último capítulo de la sexta parte. La última referencia a Sabina se encuentra en el capítulo 26 de la sexta parte, sin que se precise cuándo murió.

Tomás nace de la reflexión filosófica sobre el mito del Eterno retorno nietzscheano y de sus profundas implicaciones. "Esta reflexión introduce directamente, desde la primera línea de la novela la situación primordial de un personaje: Tomás; expresa su problema: la levedad de la existencia en un mundo en el que no existe un eterno retorno"[7]. Irrumpe en la mente y en la pluma de Kundera, y de paso en el maravilloso, fantástico y apasionante universo de la novelística, en el momento en que Tomás otea y reflexiona a través de una ventana, "sin saber qué hacer" (escena que se repetirá en dos ocasiones más en el transcurso de la novela) ante la inmensa responsabilidad que implica tomar una decisión tan trascendental y vinculante como lo era decidir si debía invitar a Teresa a vivir en Praga, temiendo que si lo hacía ella podría venir a "ofrecerle toda su vida", con todos los alcances, compromisos y responsabilidad que tal decisión implicaba.

"¿Quería que viniera a verle, o no quería?", era el interrogante que lo inquietaba hondamente. ¿Acaso no podría ser "el amor que había llegado de ese modo para que él lo reconociese?". No estaba seguro de que eso fuera amor. ¿Era histeria o amor? "¿No se trataba más bien de la histeria de un hombre que en lo más profundo de su alma ha tomado conciencia de su incapacidad de amar y que por eso mismo empieza a fingir amor ante sí mismo?" Le apenaba no ser capaz de

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tomar una decisión inmediata, sin dudar. Pero ¿acaso un ser humano no tiene derecho a dudar sobre lo que quiere para su vida? Descartes nos enseñó a dudar. El que duda, piensa, y en el pensar se patentiza la existencia.

Sabemos que uno de los problemas fundamentales de la existencia es no saber qué queremos en realidad. El hecho de que no podamos vivir si no una sola vida, que no se puede comparar con otras vidas, pasadas y futuras, es la causa que nunca sepamos con facilidad y de manera rápida, sin reflexión profunda, qué debemos querer. ¿Estar con Teresa o quedarse solo?, ¡esa era la cuestión para Tomás! Pero ¿cómo saberlo?, si "lo que sólo ocurre una vez es como si no ocurriera nunca". ¡Qué difícil es tomar decisiones tan hondas, en las cuales se encuentra comprometido lo determinado (el destino) o lo indeterminado (el azar)! "Uno decide algo, ni siquiera sabe bien cómo, y esa decisión se mantiene luego por su propia inercia. Cada año que pasa es más difícil cambiarla".

La compasión, más que el amor o la histeria, decidió por él, y esa "dictadora", que era su sino y su carga más pesada, doblegaron sus fuerzas, permitiendo que Teresa, no sólo que se quedara, sino que permaneciera a su lado hasta su muerte, el mismo instante en que murió ella.

El momento en que nace Tomás como personaje, estaba junto a la ventana, después que Teresa se hubiera marchado a su pueblo natal, luego que lo visitara e hiciera el amor con él por primera vez. Ese momento y esa escena fueron "la llave" con la que el autor y los lectores entramos en la vida de Tomás y de los demás personajes y situaciones de esta impactante novela. Teresa, por su parte, nació "de una situación que desvela brutalmente la irreconciliable dualidad del cuerpo y el alma, de la experiencia humana esencial".

De la infancia y la juventud de Tomás se conoce muy poco. Solamente que era hijo de padres divorciados. "Tomás no tiene prácticamente pasado alguno no � cuento nada de su infancia, nada de su padre, de su madre, de su familia, y su cuerpo, así como su cara, nos resultan completamente desconocidos porque la esencia de su problemática existencial tiene sus raíces en otros temas. Esta ausencia de información no lo hace menos "vivo". Pues crear a un personaje "vivo" significa: ir hasta el fondo de su problemática existencial. Lo cual significa: ir hasta el fondo de algunas situaciones, de algunos motivos, incluso de algunas palabras con las que está hecho. Nada más"[8].

La compasión y ¿el amor? traicionaron a Tomás, y lo hicieron actuar "contra sus principios". Permitir que Teresa entrara para quedarse en su vida le implicó renunciar a su "amistad erótica" y a dormir solo. ¿Su "amistad erótica" no implicaba que, para que una pareja fuera feliz, tenía que mantener "una relación sentimental, en la que uno no reivindique la vida y la libertad del otro?" ¿En verdad fueron felices Tomás y Teresa como pareja? ¿Será cierto aquello de que una "amistad erótica nuca llegaría a convertirse en la agresividad del amor"? ¿No había puesto su empeño en organizar "un sistema de vida que nunca pudiera ya entrar en su casa una mujer con su maleta"? ¿Acaso antes no le era imposible dormir si compartía la cama con otra persona? Si para "encontrarse plenamente a sí mismo" tenía que vivir como un solterón, ¿entonces a partir del momento en que empezó a dormir con Teresa no se encontró más consigo mismo? Si sólo

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"quería velar por ella, defender, disfrutar de su presencia", sin "necesidad de cambiar su estilo de vida", ¿entonces por qué, en cierta forma, modificó "su estilo de vida"? ¿Sería posible que "su poligamia no era en nada contradictoria con su amor por ella"?

No podía abandonar sus "amistades eróticas", porque sus aventuras no eran amenazas para Teresa. No las dejaba porque carecía de "fuerzas suficientes para dominar su apetito por las demás mujeres". ¿El hedonismo, la lascivia y el libertinaje eran imposibles de someter? Lo cierto era que estas "aventuras", por "culpa" de Teresa, no eran fuente de total satisfacción. ¡Las mujeres! Cuando las tenía, "desaparecían sus apetencias"; pero cuando le faltaban, las buscaba.

La compasión y el amor hicieron que no fuera coherente con su sentir, su pensar y su actuar. ¿No es verdad que cuando no se actúa en consecuencia, cuando no se es coherente con lo que siente, piensa y hace, la persona se niega a sí misma? Lo único cierto es que "¡no se puede dejar que un cesto con un niño dentro navegue por un río embravecido!"¿Teresa era en realidad un niño abandonado dentro de un "cesto untado con pez"?

Es posible que Tomás se negara a sí mismo, ¿pero Teresa no renunció a sus sueños, expectativas e ideales al lado de un hombre que le era desleal, la compadecía y, subrepticiamente, la celaba? Esos celos eran para ella, sedienta del amor de Tomás, como si ella se hubiera ganado "el premio Nobel y ella no pudiera creérselo".

Aunque le fue "fiel" a Teresa, Tomás, con sus "infidelidades", nunca abandonó en realidad, con otras mujeres, la "amistad erótica" y su método de "la regla del número tres". Tomás en la dinámica de su "amistad erótica" con Sabina, ¿en realidad dejó "el amor fuera de su vida"? ¿Cuál de las dos pasiones distintas y contradictorias experimentaba Tomás: la de "hacer el amor con una mujer" o la de "dormir con una mujer"? ¡Ah, la condición humana: siempre tan paradójica! ¿Será cierto aquello de que nunca sabremos qué queremos en realidad?

Tomás, bajo la deliciosa fruición del espíritu dionisíaco, quiso buscar el máximo de placer posible en su vida hedonista y disipada con mujeres, con el propósito de reafirmar su "voluntad de vivir", viviendo su aquí y su ahora, sin las cadenas de la fidelidad y en las ligeras alas de la levedad. Tomás, consciente de que "si el hombre sólo puede vivir una vida es como si no viviera en absoluto" e iluminado por la idea del Eterno Retorno, intentó vivir su vida fogosa e intensamente, buscando el placer carnal, porque si su vida se repetirá varias veces tiene que ser una vida plena, profundamente dionisiaca, fundada en la voluntad de poder que es donde se manifiesta la vida. "Impulsada por la voluntad de poder, la vida está en continuo movimiento, en eternidad insaciable"[9]. ¿Qué ser humano, que haya vivido dionisíacamente su existencia total, no desea volver a reconocer el carácter lúdico de su vida infinitas veces? "Cuánto tendréis entonces que amar la vida y amarte a ti mismo para no deseará otra cosa sino esta suprema y eterna confirmación"[10]. La vida, como voluntad de poder, debe ser un goce, y ese goce desea una profunda eternidad.

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La doctrina, metafísica o idea del Eterno Retorno "implica la responsabilidad del hombre de construir la vida de modo que eternamente quiera volver a repetirla, que conceda por ello a cada instante un máximo valor"[11].

El espíritu dionisíaco de Tomás no invitaba al libertinaje. Kundera, como "seguidor" de su maestro Nietzsche, sabía que éste condenaba la lascivia y elogiaba la sobriedad. Su "condena" a la lascivia no implicaba una invitación al celibato ni al rechazo del sexo.

El espíritu dionisíaco de Tomás, vinculado con la práctica libre y autónoma del ejercicio de la genitalidad, lo convirtieron en el superhombre nietzscheano que "posee lo que él considera la verdadera sustancia del ser humano, que es la voluntad de poder"[12]. Por eso replanteó su estilo de vida con su "amistad erótica", buscando relaciones que no involucraran sus sentimientos para evitar sacrificar su vida y su libertad. Aunque "sacrificó" su libertad a lado de Teresa, atado a las cadenas de la compasión, durante mucho tiempo disfrutó de su ideal de la "amistad erótica".

Tomás simboliza la fuerza y Teresa la debilidad. La compasión que encadenaba a Tomás era otro símbolo de la debilidad. Compasión y debilidad son dos valores decadentes que en el universo nietzscheano atentan contra la vida, no son propias del superhombre. La compasión, que se identifica con el "amor al prójimo", debe ser superada por la valentía, porque ésta "es la que ha salvado hasta ahora a quienes se hallaban en peligro"[13]. La ética del superhombre, que plantea Nietzsche, divide a los hombres en fuertes y débiles. Tomás pertenece a los fuertes y Teresa a los débiles. Los débiles son mediocres y pertenecen al rebaño. Los valores de los débiles son el sacrificio y la caridad. Los valores de los fuertes son opuestos a los de los débiles. Los fuertes son los superhombres. El superhombre "hace todo lo que sirve a sus fines, sin necesidad de justificar nada, ya que está más allá del bien y del mal"[14]. ¿Tomás, el hombre fuerte, no estaba encadenado por la compasión, otro valor decadente?

¿Cómo podría Teresa "amar", soportar y permanecer al lado de un ser tan inconsecuente que a veces negaba sus infidelidades y otras las justificaba? ¿No fue ella misma la responsable de su desdicha y de su infelicidad al proseguir a su lado, sabiendo lo que acaecía en su vida y cuál era el abismo hacia donde iba? ¿Ella sabía dónde estaba? Es posible. Y sí lo sabía, ¿por qué se quedó ahí? Pareciere que no escucháramos el vehemente llamado de Bertolt Brecht cuando nos grita en su Madre coraje que "el que sabe en qué punto se encuentra ¿cómo puede quedarse allí?"[15]

Aunque en aparente libertad, en realidad Tomás y Teresa vivieron encadenados por los celos. Mientras él no tenía "derecho" a expresarlos, a ella se le manifestaban y repetían durante lo sueños "como variaciones sobre temas o como seriales de televisión". Era tal la tortura de los celos que se sentía amenazada "por todas las mujeres", a quienes les tenía miedo porque eran amantes de Tomás y "la enviaban a la muerte". Sus celos eran una auténtica pesadilla que la aterrorizaba dormida o despierta.

Encuentro algunos rasgos surrealistas en la "escena" donde los nueve pretendientes arrodillados en torno de la futura madre de Teresa, con "callos en

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las rodillas", esperaban que aquélla eligiera a uno de ellos como su esposo. En esta "escena" nos enfrentamos al eterno problema de la elección. ¿Elegimos siempre lo que nos conviene? El problema de la elección es tan serio que cuando elegimos una opción, estamos desechando muchas posibilidades de elección.

La madre de Teresa, al elegir al "más varonil", eliminó a los demás pretendientes; los negó como posibilidad. ¿Eligió libremente? ¡No! Las circunstancias eligieron por ella, la "obligaron" a decidir: estaba embarazada y "no consiguió a tiempo un médico que le hiciera el aborto". ¿En realidad ésta es una decisión libre y autónoma? Si no decidimos libre y autónomamente, ¿entonces qué decidimos? Aquí intervino el inexorable "¡tiene que ser!" y el incierto azar. Este tipo de elecciones es prueba irrefutable de la veleidad de la condición humana y de lo expuesta que está al vaivén de las circunstancias.

Si entre los nueve pretendientes eligió al menos que le gustaba, ¿acertó en su decisión? Si "su matrimonio era un absurdo", ¿esa fue una decisión acertada? ¿Fue una decisión correcta separarse del "más varonil" para casarse con un hombre nada varonil, que llevaba "ya varias estafas y dos divorcios?

Cuando tomamos decisiones equivocadas, como las que tomó la madre de Teresa, siempre buscamos culpables. Sí, culpables, pero ¿de qué? Y la culpable no fue otra que la "infeliz" Teresa, precisamente la víctima inocente. ¿Culpable de haber nacido? "La culpabilidad que sentía era oscura como el pecado original. Hacía todo lo posible por expiarla La madre pide just� icia para sí y quiere que el culpable sea castigado". Su madre le interrumpió abruptamente sus estudios y la "convirtió" en camarera de hotel. He ahí la prueba de que, muchas veces, los demás deciden por uno, si somos incapaces de asumir nuestra capacidad de decidir.

El hábito de mirarnos al espejo, que también practicaban Teresa y su madre, no sólo nos permitirá vernos a nosotros mismos a través de nuestro cuerpo y revelar nuestro propio "yo", sino que, con el inexorable transcurso del tiempo, nos comprobará que somos viejos y feos. "En La insoportable levedad del ser, Teresa se mira en el espejo. Se pregunta que sucedería si su nariz se alargara un milímetro al día. ¿Al cabo de cuánto tiempo su rostro resultaría irreconocible? Y si su cara no se pareciera ya a Teresa, ¿sería Teresa aún Teresa? ¿Dónde comienza y dónde termina el yo? Ya ve: ningún asombro ante el infinito insondable del alma. Más bien un asombro ante la incertidumbre del yo y de su identidad"[16].

Es digno de admirar la osadía de Teresa al tener el valor de enviar a su cuerpo "a recorrer el mundo junto con los demás cuerpos". Esa valentía de permitirle a su cuerpo que "saliera a recorrer el mundo para comportarse allí tal como otros cuerpos femeninos se comportan con los cuerpos masculinos". Si su cuerpo no había sido capaz de retener a Tomás, de ser el único para él, que era "la batalla más importante de su vida", era el momento de que se fuera a "recorrer el mundo". Con esta decisión, tomada como desesperada manera de "escapar del laberinto en que vivía al lado de Tomás", quería comprobar y confirmar el aserto de éste de que el amor y la sexualidad nada tenían que ver.

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Sabina, quien prefería la traición a la fidelidad, porque la "traición significa abandonar las propias filas e ir hacia lo desconocido", y para ésta era bello "ir hacia lo desconocido", traicionó cuando sintió la necesidad de traicionar, y tuvo el mérito admirable de rebelarse contra lo establecido familiar y socialmente.

Cuando se percató de que su esposo ya no era el gamberro famoso, sino "un borracho importuno", mediante una decisión digna de imitar, lo abandonó. ¿Para qué continuar al lado de quien nos defrauda y nos fastidia? La actitud de Sabina debería ser imitada por muchas mujeres, incluyendo a Teresa que nunca tuvo el valor para liberarse de las cadenas que la atormentaban y le impedían ser libre.

A Sabina, como a Tomás, no le gustaba bailar. Tampoco la ruidosa música de su tiempo, debido a que la gente, sorda por su estridencia, la oía con volumen alto, encerrados en un círculo vicioso que cada vez les incrementaba la sordera. Si hubiera vivido en la época de Johann Sebastian Bach, es posible que sí, porque en ese tiempo "la música era como una rosa que crecía en una enorme planicie nevada de silencio". ¿Será que un auténtico melómano le gustará la música estridente y ruidosa? ¡Posiblemente no!

Sabina, molesta con ese desagrado, se rebelaba contra la música que ensordece, debido a que "el ruido disfrazado de música" la perseguía desde su infancia. "La música era como una jauría de perros de presa que hubieran soltado tras ella". Tiempo después "comprobó que la transformación de la música en ruido es un proceso planetario, mediante el cual la humanidad entra en la fase histórica de la fealdad total".

Franz, que nunca tiene contacto directo, indirecto ni de referencia con Tomás y Teresa, nace a la vida literaria cuando sale de la universidad donde era profesor en Ginebra, para ir donde de Sabina. Pensaba que su vida real no era lo que hacía como intelectual, científico y escritor, sino las marchas; sin saber que éstas no eran más que sueños, su vida irreal; su trabajo que realizaba, era en realidad su vida real.

A Franz le resultaba ventajoso el ruido, porque así no escuchaba las palabras, ya que se sentía atragantado de palabras y saturado de ellas, debido a que desde niño vivía de las palabras, y tantas palabras, que al final ya no son precisas, "su sentido se difumina, pierden el contenido y se convierten en residuos", lo enfermaban y desvelaban. De ahí su gusto por la música, la "anti-palabra". Sentía el impulso de barrer de su vida, con la "escoba de Hércules", las inauguraciones de exposiciones que hacía Marie-Claude, "los congresos y los simposios, los discursos vanos, las palabras vacías".

La separación de su esposa y el abandono de su amante contribuyeron a que no viera más a su madre en Marie-Claude y se convirtiera en una persona independiente. A pesar del profundo golpe moral y emocional que le propinó la "pérdida" de Sabina, se recuperó pronto y no se sintió desdichado. "Lo importante era la huella dorada, la huella mágica, que le había dejado en su vida y que nadie podría quitarle". Ahora se sentía más feliz con la diosa invisible en la que se había trocado Sabina, "con la que recorría el mundo y por cuyo amor temía constantemente". Sabina era

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su amor celestial y la chica de gafas grandes su amor terrenal, y entre los dos amores "reinaba la paz absoluta". Con aquélla vivió en la mentira y con ésta en la verdad.

Separación y abandono se convirtieron en el símbolo de libertad y el comienzo de una nueva vida. Siguió prefiriendo lo irreal sobre lo real, y en poco tiempo se le transformó radicalmente "el escenario de su vida".

Comparto el planteamiento de que la música nos "libera de la soledad, del encierro", como lo liberaba a Franz, y de otras cadenas que, en ciertas circunstancias, sujetan nuestro atribulado espíritu.

Franz, cual Quijote, quería realizar hazañas para llamar la atención de Sabina (su Dulcinea). Todo lo que hacía, lo hacía con el iluso deseo de que Sabina le gustase. Su quijotesca aventura de participar en "la Gran Marcha" no tenía otra finalidad de que Sabina supiera de él y se alegrara de su actitud. "El único motivo de su viaje hasta la frontera de Camboya fue Sabina". Cuando se cuestionó a qué había ido en realidad a la Gran Marcha, entonces lo supo: "¡Vino para darse cuenta de una vez por todas de que no eran las marchas, de que no era Sabina, sino su chica de las gafas la que constituía su vida real, su única vida real! ¡Vino para darse cuenta de que la realidad es más que un sueño, mucho más que un sueño!".

En su mundo de alucinación e idealismo, soñaba que "los seres celestiales todo lo ven y todo lo saben. Si participara en aquella marcha, Sabina lo vería y estaría orgullosa de él. Comprendería que le ha sido fiel". Como el "caballero de la triste figura", era un soñador de los que "viven bajo la mirada imaginaria de personas ausentes".

Lamentablemente, para Franz de nada le sirvió su intento. Sabina no estaba pendiente de su periplo; no obtuvo el reconocimiento y la mirada de su amor celestial que se había propuesto como el motor e ideal de la marcha. Por el contrario, lo que consiguió fue la "mirada" de la violencia. En un hospital de Ginebra, "molido a palos" como Don Quijote, abrió sus ojos pero no vio a su Dulcinea Sabina, sino a Marie-Claude, la Aldonsa Lorenzo. Los volvió a cerrar, y esta vez para siempre. Ante la irreal Sabina se había sentido pequeño. Este pobre iluso e idealista nunca creyó que el culto a Sabina era una tontería. A su entierro, muy compungida, asistió su otra Dulcinea representada en la "chica de las grandes gafas", el verdadero motivo de su fallida marcha a Camboya. "¡En manos de qué chica fue a caer!"

Ese pobre Quijote de Franz, como soñador que era, fue en búsqueda de la mirada de sus dulcineas ausentes, y sólo se encontró con la inexorable mirada de la muerte. En alas de la ardiente fantasía "voló" a Camboya para que su Dulcinea lo viera y estuviera orgullosa de él, sin saber que le estaba entregando su vida definitivamente. Fue por la gloria y encontró la muerte. "Franz, en La insoportable levedad del ser es el último eco melancólico de la Gran Marcha de la izquierda europea"[17].

La novela nos deja la inquietud de reflexionar si las aventuras extramaritales son leves o pesadas, y si no tienen nada que ver con el amor.

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Es evidente que decir "en voz alta" lo que se piensa, como le ocurrió al padre de Teresa, sigue siendo en nuestro mundo motivo de detención, condena y encarcelamiento. ¿Y el "derecho a la libertad de opinión y de expresión"[18]?

Así como "detuvieron por alguna tontería al padre de Teresa", cuando ésta tenía diez años, los contestatarios, los inconformes, los diferentes, los intelectuales de toda índole, los científicos, los escritores, los excluidos, los "malos", etc., eran proscritos, encarcelados, espiados, perseguidos, degradados, depuestos de sus cargos, humillados con modestos puestos de trabajo y asesinados.

Kundera, a través de este "tratado" filosófico, sicológico, sociológico, erótico, político, epistemológico, fenomenológico, estético, histórico y policíaco, proporciona, sólo a quienes son capaces de desentrañar su compleja e insondable sabiduría, instrucciones útiles y reflexiones profundas para comprometernos, responsabilizarnos y replantear nuestra vida. No importa que el mito del eterno retorno sólo sea un mito. Los mitos son "verdades" del alma. Hay que vivir la vida como nos invita a vivirla Nietzsche a través de Kundera: bajo el imperio del espíritu dionisíaco.

Uno de los pasajes, una de las escenas o uno de los acápites de la novela que más me fascinó y extasió fue el oculto símil del "mundo de las putas y el mundo de Dios" (página 111). ¡El lupanar frente a la catedral! El sórdido mundo de la prostitución, tan vilipendiado por la Iglesia Católica, ubicado precisamente frente a la otrora suntuosa catedral, símbolo del poder terrenal de Dios. Dos instituciones antagónicas, una frente a la otra. Un hecho social tan antiquísimo como la prostitución, que pretendió ser combatido, en nombre de una seudomoralidad, frente a otro hecho social, un poco menos antiguo, como la religión católica, separados solamente por "un intenso olor a orina". Esta imagen y este símil son fuertes, pero tienen una interpretación e implicación profundas.

¡Qué paradójico! Las "putas", en el miserable prostíbulo, frente a la ostentosa catedral, en donde las prostitutas no eran bien recibidas por el "creador". Las ruinas de la que otrora fuera una suntuosa catedral, de estilo gótico, al igual que las prostitutas, parecían "grandes gatas aburridas". La orgullosa y pedante Iglesia Católica, que había condenado el libre ejercicio de la genitalidad, ahora, ya en ruinas, sólo estaba separada del mundo donde se practicaba libremente lo que ésta (¿con qué derecho?) condenó por una calle, por un estrecho río nauseabundo de orines.

La historia y Reforma calvinista, dentro de "la Gran Marcha de la historia", con sus vientos de cambio, habían asestado un certero golpe a la "todopoderosa" Iglesia Católica, y esta catedral en ruinas era el símbolo del derrumbamiento del catolicismo. La fe calvinista había convertido a "la iglesia en un simple cobertizo que no tiene creyentes y que no tiene otra función que la de proteger la oración de los creyentes de la lluvia y la nieve".

La Reforma, con la "escoba de Hércules", limpió la suciedad acumulada durante casi dos milenios por una institución sangrienta, guiada por "los representantes de Dios en la tierra", muchos de ellos libertinos, pederastas, corruptos, asesinos[19] ¡Quién lo creyera! ¡La otrora inmaculada y �todopoderosa iglesia y la inmunda prostitución reducidas a la misma miseria! Dos instituciones inveteradas respirando el mismo aire contaminado de "un tenso olor a orina".

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El oprobioso "régimen de ocupación" despedía a sus funcionarios, entre los que se encontraban intelectuales, médicos y otros profesionales, y éstos debían desempeñar humildes trabajos que no tenían nada que ver con su perfil y su capacidad profesional que cada uno poseía. Eran proscritos de los puestos en los "que mejor provecho" podían sacar a sus capacidades, tal como le interesaba "a la sociedad". Esta humillación era la manera como el régimen les mataba el alma. Luego de expulsarlos de sus trabajos los convirtieron "en limpiadores de ventanas, guardianes de aparcamientos, porteros de noche, encargados de la calefacción de los edificios públicos y, en el mejor de los casos, casi por recomendación, en taxistas".

"El kitsch totalitario" excluye y elimina el individualismo, la duda, la ironía, la pregunta, la disidencia, la diferencia, la democracia, la opción sexual diversa, la pluriculturalidad, el pluralismo político, la participación, etc. Todo ello va al "gulag", el estercolero del "kitsch totalitario".

Mientras Sabina prefería a América, Franz a Europa. En tanto que el peso de Tomás era la compasión, el de Fran era la bondad. El peso de la bondad lo cargó durante sus veintitrés años de matrimonio. Tomás era fuerte y Franz débil. Su debilidad no era el ideal erótico con que anhelaba Sabina. La fuerza de Tomás era la que la sometía, y eso la seducía. No obstante que Sabina prefería a Tomás por su fuerza, no le iban bien los hombres fuertes ni débiles.

Tomás era polígamo y Franz monógamo. La poligamia de Tomás formaba parte de su destino y la monogamia de Franz se la autoimpuso para tratar de evitar que su esposa sufriera. Franz, cuyo ideal de amor renunciaba a la fuerza, siempre procuraba no irrogarles daño a las mujeres que amaba. Tomás y Franz se caracterizaban por no profesarles amor a sus hijos. Tomás porque su hijo Simón no se lo dejaba ver su madre, y Franz porque Marie-Anne tenía el carácter y el temperamento de Marie-Claude. El drama de Sabina era el drama de "la insoportable levedad del ser" y el de Franz el peso. A diferencia de Franz, no le gustaba la música ni bailar. Vivir, para ella, significaba ver. Sabina coincidía con Tomás en que no le gustaba bailar. Tomás, Teresa, Sabina y Franz compartían el mismo hábito: la lectura. Franz y Simón eran soñadores. Teresa y Simón mendigaban el cariño de sus padres. Teresa y Tomás eran personas que necesitaban "la mirada de la persona amada". Tomás y Teresa murieron bajo el signo del peso; Sabina quería morir bajo el signo de la levedad. Franz soñaba que era "parte de una masa que marcha a través de los siglos".

Franz, durante su relación con Sabina, vivió en la mentira; cuando se separó de su esposa, empezó a vivir en la verdad, estilo de vida que consolidó a través de la aventura con la estudiante de gafas grandes. Sabina sí vivía en la verdad junto a Franz, por cuanto no tenía que ocultar su amor.

Mientras Teresa es el símbolo del pudor y del recato, su madre lo es de la vulgaridad y de la desvergüenza. Esta mujer, que pareciere que su sino fuera el sufrimiento, padecía bajo la tiranía del imperio de los celos, de los sueños, del vértigo ("la borrachera de la debilidad"), de la lucha por no parecerse a su madre, de las infidelidades de Tomás, del recuerdo de las cartas de Sabina a Tomás, del deseo de "escapar del mundo de su madre", de llegar "más lejos y más alto", de su soledad en casa, de su odio por la ocupación soviética, de su tristeza, de su "ceguera de los sentidos", de su debilidad, de su vértigo, de la dependencia de Tomás y de su temor a perderlo.

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La mujer ideal de Tomás, su otra mitad, sólo la vio durante un sueño. Ella era su "¡tiene que ser!", el destino de su amor.

La eterna polémica que nos pregunta si Dios creó al hombre o si fue el hombre el que creó a Dios pareciere que tuviere una respuesta en esta novela: "Más bien parece que el hombre inventó a Dios �" ¿Esta será la respuesta definitiva? ¡En absoluto! La cuestión, por se tan profunda e insondable, sigue abierta al debate y a la reflexión.

Todo tiene un final y solo quedan símbolos. De Tomás sólo quedó un "quiso el reino de Dios en la tierra" como epitafio. "Tras tanto andar errante, el regreso", fue la inscripción que quedó en la tumba de Franz. Beethoven nos dejó su "¡Tiene que ser!" que nos invita a reflexionar profundamente. "Una gran fotografía de la actriz norteamericana con un niño amarillo en los brazos" queda de los camboyanos moribundos. ¿Y de nosotros qué quedará? "Seremos convertidos en kitsch", ya que éste es la "estación de paso entre el ser y el olvido".

La novela, a diferencia de muchos clásicos universales y obras maestras de la literatura universal, no está "contaminada" de religión, afortunadamente, así Tomás tenga nombre bíblico, haya alusiones a Dios, a Jesús, a Moisés, la iglesia, al calvinismo, al Antiguo Testamento, etc., posiblemente porque el autor "era hijo de una familia más bien no creyente" (página 247).

Con respecto al tema principal de la novela, es conveniente reflexionar y cuestionarnos. El autor nos deja la "pesada" carga de definir por el peso o por la levedad; solamente nos dice que la levedad es insoportable. A los lectores nos toca elegir. ¿Pero cómo elegir entre el peso y la levedad? Hay razones para decidirnos por el peso, porque "la carga más pesada es la imagen de la �más intensa plenitud de la vida", y porque "cuanto más pesada sea la carga, más a ras de la tierra estará nuestra vida, más real y verdadera será". También las hay para hacerlo por la levedad: "la ausencia absoluta de carga hace que el hombre se vuelva más ligero que el aire, vuele hacia lo alto, se distancie de la tierra, de su ser terreno, que sea real sólo a medias y sus movimientos sean tan libre como insignificantes". ¿Por cuál nos decidimos? ¡Ésta es la cuestión!

Kundera nos empuja hacia el abismo que nos impele a decidir, cuando nos cuestiona: "Entonces, ¿qué hemos de elegir? ¿El peso o la levedad?" Tampoco nos dice si el peso es positivo o negativo, si la levedad es negativa o positiva. Nos desterró al mundo de Parménides, quien consideraba a la levedad positiva y al peso negativo. En lo que si coincido con el autor es que "la contradicción entre peso y levedad es la más misteriosa y equívoca de todas las contradicciones".

La novela, entre muchos otros temas, es una crítica cáustica y mordaz a toda la estética impuesta por el férreo régimen staliniano. También es un grito para salir de "la trampa en que hoy se ha convertido el mundo", trampa que se evidencia en que "nacemos sin haberlo pedido, encerrados en un cuerpo que no hemos elegido y destinados a morir Escribiendo � La insoportable levedad del ser inspirado por mis personajes, que de alguna forma se retiran todos del mundo, pensé en el destino de la famosa expresión de Descartes, el hombre, "dueño y señor de la naturaleza". Después de conseguir milagros en la ciencia y la técnica, "ese dueño y señor" se da cuenta de pronto de que nada posee y ni es dueño de la naturaleza (poco a poco ésta va abandonando el

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universo) ni de la Historia (que se le escapa) ni de sí mismo (puesto que es guiado por las potencias irracionales de su alma). Pero si Dios no cuenta y el hombre no es ya el dueño, ¿quién es entonces el dueño? El planeta avanza en el vacío sin dueño alguno. Ahí está la insoportable levedad del ser"[20].

Adentrándonos en los intrincados meandros de la novela se percibe la profunda influencia que ejercen sobre su autor Balzac, Flaubert, Dostoievski, Tolstoi, Joyce, Proust, Kafka, Musil, Fielding, Mann (los grandes maestros de la novela) y el propio Nietzsche; de hecho en la obra se menciona a éste, a Tolstoi, Kafka, Fielding, Mann y Balzac. El transfondo de ésta es profundamente nietzscheano. La filosofía que predomina es el existencialismo, en donde se refleja que el hombre se encuentra en una sin-salida, en una encrucijada. Los seres humanos nos hallamos extraviados en el mundo que nosotros mismos hemos construido. Su tema más destacado es el de la elección. La elección es fundamental e ineludible en la existencia humana. Así como al existencialismo se le debe el mérito de haber devuelto el interés por el hombre concreto, Sabina le devolvió a Tomás "la fe en la grandeza del destino del hombre".

La preferencia de Tomás (Kundera) por El Edipo evidencia que el autor le preocupa el destino del hombre. En el universo de la tragedia edípica y en el referente mitológico griego se manifiesta cómo el hombre y los dioses son manejados por el juego de un destino ciego. En El Edipo se representa "a la persona como ese algo que es principio y fin en sí, cuya razón, como la de las cosas, ya fue fijada"[21]. Sin embargo, Kundera no quiere que el hombre sea esclavo de sus pasiones ni de su destino, que es la invitación que nos hace Nietzsche con su superhombre. "El nihilismo de Nietzsche, no es ni mucho menos el fin del hombre del siglo XX; es por el contrario el gran espaldarazo, es el grito de angustia por haber perdido el asidero y el llamado urgente a recuperarlo, para encontrar con él el sentido de nuestro vivir, lo que equivale a decir el sentido de nuestro ser personal"[22].

Esta excelsa novela me afectó profundamente, como nos debe afectar cualquier obra clásica, máxime cuando en ella hay influencia de Nietzsche, un pensador "incómodo", el cual reclama de un lector "rumiante", capaz de interpretar, "capaz de permitir que el texto lo afecte en sus ser mismo, hable de aquello que pugna por hacerse reconocer, aún a riesgo de transformarle, que teme morir y nacer en su lectura, pero que se deja encantar por el gusto de esa aventura y de ese peligro"[23].

Me impactó profundamente el siguiente diálogo (muy breve) entre Sabina y Franz:

"-¿Por qué no utilizas nunca tu fuerza contra mí?

-Porque amar significa renunciar a la fuerza –dijo Franz con suavidad".

Aunque Mortimer J. Adler nos recomiende que no tratemos "de encontrar un mensaje en una novela"[24], ¿cómo no buscar "un mensaje" en una obra de esa profundidad? ¿Será que en una novela que plantea tesis y teorías; que cuestiona un sistema sociopolítico y al aparato universitario; que nos enfrenta ante el dilema de elegir entre la levedad o el peso; que revela el

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poder oculto de la casualidad y del "¡tiene que ser!"; que nos invita a "vivir en la verdad" y explora las grandezas y miserias del alma humana no aportará "un mensaje"? Una afirmación tan categórica y contundente como: "Sólo una relación sentimental, en la que uno no reivindique la vida y la libertad del otro, puede hacer felices a los dos", ¿no es un "mensaje" que debemos "encontrar"? Una novela en que se narra la forma oprobiosa como una potencia imperialista invade a un país soberano y "retiene" a su presidente, llevándoselo a la capital del imperio e intenta fusilarlo, para luego "restablecerlo" con el ánimo de que emita un discurso burdamente impuesto, ¿no contendrá un "mensaje"? Una pieza literaria en la que se amalgaman armónica y sinérgicamente el amor, el erotismo, la rebeldía, la crítica política, la casualidad, el determinismo, la violencia, los celos, el sufrimiento, la soledad, el abandono, la compasión, la piedad, la debilidad, la tristeza y otras pasiones humanas, ¿no ameritará buscarle un "mensaje"? Una narración en la que se relata que en el régimen comunista los artistas no podían pintar lo que ellos querían, sino meros retratos "de los gobernantes comunistas", ¿no comporta un "mensaje" que hay que buscar? Un texto que tiene rasgos característicos de un ensayo filosófico, ¿no contiene un "mensaje"? Una obra "monumental", de un saber "enciclopédico", ¿no brinda un "mensaje"? ¿Uno? ¡Muchos mensajes! Una profunda exploración sicológica de la intimidad y la individualidad de la condición humana, ¿no tendrá un "mensaje"? Una novela que brilla con luz propia con el resplandor de un inquietante título, ¿no contendrá mensajes y enseñanzas? Un autor, que es expulsado durante una invasión a su país, por pensar distinto, por disentir del establecimiento y por cuestionar a la sociedad comunista, y al que se le prohíben sus libros, ¿no podrá darnos "un mensaje"?

La vehemente apología que he realizado (con toda justicia) de La insoportable levedad del ser también merece ciertos "reparos", entre los que consigno tres:

1. Las alusiones a la mierda. Disiento de las diversas alusiones a la "mierda". No porque pretenda "afirmar que la mierda es inmoral" (página 250) o porque sea un anacrónico pudibundo. Tampoco porque mi "desacuerdo con la mierda" sea metafísico. Mi rechazo a estas alusiones no es de orden moral, ético o metafísico, sino estético, y la "mierda" no es estética; la "mierda" es "algo asqueroso", repugnante. No es que niegue la "mierda", sino que no es agradable referirse a ella en la literatura. En una novela de semejante profundidad filosófica sobra la "mierda". La mierda corresponde a una categoría escatológica y no estética. La literatura debe ser estética para que sea una literatura agradable. La literatura es un arte y la escatología no lo es; no existe un arte de la "mierda".

Expresiones como: "el retrete embadurnado de mierda" (245), "ser juzgado por cuestiones de mierda" (246), "la mierda es un problema teológico más complejo que el mal" (248), "justificación teológica de la mierda" (248) "o la mierda es aceptable" (250) y "la negación absoluta de la mierda" (250) no son estéticas, son desagradables; se "cagan" en la novela.

2. El título de la novela. El título: "La insoportable levedad del ser" "suena" a un libro o a un tratado de filosofía. La novela tiene profundas implicaciones filosóficas, pero no las características

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propias de un ensayo o de un libro de filosofía. Kundera reconoce que "la filosofía desarrolla su pensamiento en un espacio abstracto, sin personajes, sin situaciones"[25].

La categoría filosófica "SER", que comporta una tremenda implicación de orden ontológico y metafísico, es un término polisémico, ambiguo y (para muchos filósofos) "no es un concepto que sea definible"[26]. Otros autores dicen que el ser es todo que existe, todo lo que es. El ser "es el último fundamento de la realidad"[27]. ¿A cuál ser se refiere Kundera? ¿Al ser en general? ¿Al ser en particular? ¿Al ser humano? ¿A las cosas? ¿A los valores? ¿A la vida? Los filósofos no predican del ser que sea "insoportable".

¿Pero cuál ser? ¿El ser y el no ser de Heráclito, es decir, el ser dinámico? ¿El ser de Parménides? A juzgar por ciertas alusiones de la novela, es posible que se trate del ser de Parménides, que es un ser eterno, ilimitado, indeterminado, inmóvil, inmutable y único, es decir, el ser estático. Ninguno de éstos, en sus teorías del ser, plantearon que fuera "insoportable".

Por el contenido esencial de la novela, considero que un título más aproximado hubiera sido "El planeta de la inexperiencia", alusión que encontramos en la pagina 226. El mismo autor pensó en otro título para esta novela; "se trataba de El planeta de la inexperiencia, y porque, según él mismo, sólo se nace una vez y jamás se empieza otra vida con las experiencias de la vida precedente"[28]. Si la novela nace de la reflexión del Eterno Retorno, "El planeta de la inexperiencia" es un título que le conviene más a ésta que "La insoportable levedad del ser". Con este título tan filosófico, Kundera abrió la caja de Pandora, y esto tiene unas consecuencias. Con ese título nos "dejó perplejos", pero no callados; por el contrario, nos despertó el espíritu crítico que no "traga" entero, que cuestiona todo aquello que los demás dan por sentado o prefieren no cuestionar.

3. La insoportable levedad del ser no es tan insoportable. Si es posible que la levedad pueda ser "maravillosa" y terrible el peso, ¿entonces por qué tiene que ser "insoportable"? Si pareciere que la levedad es maravillosa, positiva y preferible, ¿por qué ha de ser "insoportable"? Si Tomás "disfrutaba de la dulce levedad del ser", ¿por qué resulta "insoportable" la levedad? Si el peso de la compasión le aplastó la "dulce levedad del ser" a Tomás, ¿entonces por qué era "insoportable" la levedad? Si Sabina "quería morir bajo el signo de la levedad", ¿por qué habría de ser "insoportable" la levedad? Insoportable es lo que no se puede soportar. Si esto es así, ¿por qué ha de ser "insoportable" la levedad, que es maravillosa y positiva? Si el dolor, el sufrimiento, la frustración, la angustia, la depresión y otras "cargas" son comportan demasiado peso metafísico, ¿entonces por qué habría de ser insoportable la levedad? Si "la carga más pesada nos destroza, somos derribados por ella, nos aplasta contra la tierra", ¿cómo puede ser insoportable la levedad?

Temas secundarios

El Eterno Retorno

El fundamento de la novela es la reflexión sobre la metafísica, la doctrina, la idea o el mito del Eterno Retorno, que plantea Nietzsche en su libro Así hablaba Zaratustra. El ciclo de la vida y del

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universo se repetirá siempre. "Esto se repite indefinidamente en el tiempo, de manera que todo se repetirá una y otra vez; todo volverá eternamente y con ello lo vil y miserable"[29].

Este planteamiento del filósofo alemán Federico Nietzsche (1844-1900), que procedía del filósofo griego Heráclito, "dejó perplejos a los demás filósofos". Se aprecia que el determinismo y la fe en el destino, en el "¡tiene que ser!", "aparecen ahora bajo la forma especial del eterno retorno de todas las cosas"[30].

Kundera señala que este "mito demencial", dice, por negación, "que una vida que desaparece de una vez para siempre, que no retorna, es como una sombra, carece de peso, está muerta de antemano y, si horrorosa, bella, elevada, ese horror, esa elevación o esa belleza nada significan". La idea del Eterno Retorno significa en Nietzsche "una separación del nihilismo al abrirse con ella una nueva eternidad"[31]. Este mito "significa cierta perspectiva desde la cual las cosas aparecen de un modo distinto a como las conocemos: aparecen sin la circunstancia atenuante de la fugacidad".

El Eterno Retorno, "la carga más pesada", implica que todo se quiebra y todo se vuelve a encontrar, que eternamente se edifica la misma casa del ser"[32]. El eterno Retorno es la afirmación dionisiaca de la vida. "El hombre quiere siempre lo que ya es. Nuestro yo es nuestro destino; nuestra libertad es necesidad; nuestra voluntad es la voluntad de un mundo que retorna siempre en eternos ciclos del tiempo y del ser; en una imponente suma de fuerza; que ni aumenta ni disminuye, que a sí misma se crea y a sí misma se destruye, en un eterno movimiento de retorno y avance del círculo: es Dionisos"[33].

Alma y cuerpo.

Pareciere que en el reino de la ciencia, la dualidad metafísica entre alma y cuerpo, de origen platónico, fuera insostenible. Sin embargo, cuando se trata de la simultaneidad de lo emocional (estar locamente enamorado) y lo fisiológico (el sonido de las "tripas"), la unidad cuerpo-alma "se disipa rápidamente". ¿Será entonces que lo que la ciencia niega y la razón niegan, la metafísica y el instinto afirman? ¿Lo que la "cabeza" niega, el corazón afirma?

La casualidad.

El encuentro de Tomás con Teresa "había sido producido por seis casualidades improbables... Hace siete años se produjo casualmente en el hospital de la ciudad de Teresa un complicado caso de enfermedad cerebral, a causa de la cual llamaron con urgencia a consulta al director del hospital de Tomás. Pero el director tenía casualmente una ciática, no podía moverse y envió en su lugar a Tomás a aquel hospital local. En la ciudad habían cinco hoteles, pero Tomás fue a parar casualmente justo a aquél donde trabajaba Teresa. Casualmente estaba de servicio y casualmente atendió la mesa de Tomás. Hizo falta que se produjeran seis casualidades para empujar a Tomás hacia Teresa, como si él mismo no tuviera ganas � ¿Pero un acontecimiento no es tanto más significativo y privilegiado cuantas más casualidades sean necesarias para producirlo? Sólo la casualidad puede aparecer ante nosotros como un mensaje. Lo que ocurre necesariamente, lo

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esperado, lo que se repite todos los días, es mudo. Sólo la casualidad nos habla. Tratamos de leer en ella como leen las gitanas las figuras formadas por el poso del café en el fondo de la taza No es �la necesidad, sino la casualidad, la que está llena de encantos. Si el amor debe ser inolvidable, las casualidades deben volar hacia él desde el primer momento �Fueron posiblemente aquellas casualidades () las que pusieron su amor en movimiento y se convirtieron en una fuente de �energía que ella no agotará hasta el fin de su vida. Nuestra vida cotidiana es bombardeada por casualidades, más exactamente por encuentros casuales de persona y acontecimientos a los que se llama coincidencias. Co-incidencia significa que dos acontecimientos inesperados ocurren al mismo tiempo, se encuentran" �

Si bien es cierto que el problema es fundamental en el sistema planetario de la novela, la casualidad también podríamos verla como causalidad. Por casualidad se conocieron; Teresa se enfermó de gripe por casualidad, pero la causa de ese malestar tuvo como efecto que ella se quedara una semana en casa de Tomás y que él la viera como un niño indefenso, arrojado a las aguas en "un cesto untado con pez" para que él lo rescatara.

Todo el acerco de casualidades que los juntaron, igualmente se podrían considerar como causalidades: haber ido Tomás a la ciudad de Teresa y conocerla en el hotel tuvieron un motor, una causa, que se inició con la llamada de "urgencia a consulta al director del hospital de Tomás". Esa causa primera generó unos efectos: el envío de Tomás a esa ciudad por causa de la "ciática" del director ¡Qué tal si nos remontamos a otras causas! ¿Por qué estudió � medicina Tomás? ¿Por qué se divorció de su esposa? Estos dos eventos, inexorablemente, influyeron, y en cierta forma condicionaron, el "destino" de Tomás. Si no hubiera sido médico, tal vez nunca habría viajado al pueblo donde vivía Teresa. Si hubiera estado casado, probablemente no se hubiera fijado en Teresa. ¿Y qué decir de Teresa, si ella, en el momento de la visita de Tomás, no laborara allí como camarera?

El ¡Tiene que ser!

La última frase de un cuarteto de Beethoven se convirtió en parte del hado de Tomás. Con el "¡Tiene que ser!", Beethoven nos muestra que el peso es algo positivo, y "una decisión de peso, va unidad a la voz del Destino" (el "¡Tiene que ser!"). El héroe beethoviano "es un levantador de pesos metafísicos". Tomás intentó rebelarse contra el "¡tiene que ser!".

La compasión era para él su "Destino", y, confundido, no sabía por cuánto tiempo tendría que soportar su peso. ¿Cómo saberlo y comprobarlo, si el hombre vive sólo una vida? Es por eso que "nunca tiene la posibilidad de comprobar una hipótesis mediante un experimento", lo que le impide "averiguar si debía haber prestado oído" a la compasión o no.

Además del "¡tiene que ser!" del genial músico alemán, éste influyó en la vida de Tomás, por cuanto estaba sonando cuando conoció a Teresa; ésta lo obligó "a comprar los discos de los dos cuartetos y las sonatas", y al director del hospital de Zurich, que lo había llamado a laborar a su lado, era un reconocido melómano.

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La compasión.

La compasión es un tema que inquieta a Kundera. Todo el capítulo noveno de la primera parte se lo dedica a su etimología y a sus definiciones. La compasión, "ese diabólico regalo", la enfermedad, el peso, el sino o la maldición de Tomás, fue el arma que, apuntándole, le obligó a levantar sus brazos y quedarse en estado de indefensión, permitiendo que Teresa entrara en su casa y se quedara en su vida, trocándole su ideal de vida como "solterón". Este sentimiento enternecedor lo imposibilitó para rebelarse ante la tiranía de la casualidad; le impidió que el niño abandonado en el "cesto untado de pez" prosiguiera aguas abajo hasta que otro lo rescatara; le obligó a abrirle a Teresa la puerta de su casa y la de su vida; lo motivó a casarse con ella y a regalarle a "Karenín" para que le ayudase a "hacerla feliz"; lo llevó a renunciar a su vida de soltero, "la única que le permitía ser tal como de verdad era"; lo ató a ella como una "bola de hierro a un tobillo"; lo impelió a tener "miedo de llegar tarde a casa porque allí lo esperaba Teresa"; casi lo convenció de rechazar la propuesta de trabajo en Zurich; lo dispuso a regresar de Suiza en búsqueda de Teresa; lo condenó a aceptar la insoportable carga del peso; lo deleitó con los siete años mas hermosos de su vida; le hizo acatar el "¡tiene que ser!"; lo expuso a consolarla, culpabilizarse, disculparse y justificarse; le "prohibió" que le reclamara por el alevoso y abusivo acto de que Teresa le escudriñara la correspondencia de Sabina; y se aprovechó de sus poderes y lo enfermó. La compasión fue, precisamente, la causa de que la quisiera todavía más.

La improbable indiferencia de los opuestos

Si la reprobación y el privilegio, la felicidad y la infelicidad, y la elevación y la bajeza, estos polos tan diametralmente opuestos, se convierten en contrarios intercambiables o no existe diferencia entre ellos, "la existencia humana pierde sus dimensiones y se vuelve insoportablemente leve".

La masificación

Detrás de los totalitarismos, las ocupaciones y las invasiones se esconde el fenómeno de la masificación, en el que la gente marcha y protesta como borregos, hacen y dicen lo mismo, sin saber realmente por qué lo hacen.

Los sueños.

Los sueños de Teresa, además de explícitos, eran hermosos. "Esta es una circunstancia que se le escapó a Freud en su teoría de los sueños. El sueño no es sólo un mensaje (eventualmente un mensaje cifrado), sino también una actividad estética, un juego de la imaginación que representa un valor en sí mismo. El sueño es una prueba de que la fantasía, la ensoñación referida a lo que no ha sucedido, es una de las más profundas necesidades del hombre. Ésta es la raíz de la traicionera peligrosidad del sueño. Si el sueño no fuera hermoso, sería posible olvidarlo rápidamente. Pero ella regresaba constantemente a sus sueños, volvía a proyectárselos, los transformaba en leyendas. Tomás vivía bajo el hipnótico encanto de la atormentadora belleza de los sueños de Teresa".

El sino de ser mujer

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Ser mujer es un sino que, tal como le acaeció a Sabina, la mujer no elige. Ese sino, en nuestra cultura de hombres "machistas" y polígamos, es cruel y fatal para la mujeres. Las pone ante un insondable abismo de desigualdad. Ser mujer no se elige, y lo que no se elige ni es mérito ni es fracaso.

Según el criterio de Sabina, hay que relacionarse correctamente con ese sino, pues nada se gana con rebelarse contra de este inexorable hado impuesto por la "madre naturaleza". Más que un sino aciago, ser mujer es "un valor", porque "no todas las mujeres son dignas de ser llamadas mujeres". Yo agregaría que para ser mujer, no basta con tener cuerpo de mujer, es necesario pensar como mujer.

Para Franz, Sabina era una mujer como "un valor" y no como "uno de los dos sexos humanos". En consecuencia, Franz valoraba a la mujer que había dentro de su esposa Marie-Claude, no la valoraba como mujer. "Adoraba a su mamá y no a una mujer que estuviera dentro de ella. La idea platónica de la mujer y la mamá eran la misma cosa".

La necedad de los muertos

Sabina, tras su visita al cementerio de Montparnasse, en París, se percató que las personas, después de morir, ostentaban suntuosos mausoleos. "La soberbia convertida en piedra" representaba la estulticia y la banalidad de quienes no tenían en sus tumbas nombres sino títulos, cargos públicos, honores, distinciones y fatua "importancia social". Hasta después de muertos, presos de su inautenticidad, "los habitantes del cementerio eran aún más necios que cuando vivían". Si los muertos yacen inertes en la tumba, da lo mismo que estén cubiertos de piedras o de tierra.

La Gran Marcha a Camboya

Camboya, el "juguete" de la perversa dinámica geopolítica de las potencias imperialistas, padecía hambruna, insalubridad y muerte. Los vietnamitas, invasores de Camboya, se oponían a que la Organización Internacional de Médicos entrara en el país invadido. "Por eso los grandes intelectuales de Occidente debían marchar a pie hasta la frontera de Camboya a forzar así, con este gran espectáculo representado ante los ojos de todo el mundo, la entrada de los médicos al país ocupado � Había veinte médicos, acompañados por unos cincuenta intelectuales () y todos ellos� acompañados por cuatrocientos periodistas y fotógrafos".

Se presentó un conflicto entre la delegación europea y unos artistas norteamericanos, por cuanto éstos querían protagonismo, tratando de que el fin de la marcha fuera entendido como una protesta en contra del comunismo; actitud que fue rechazada por los europeos, especialmente franceses, debido a que éstos iban a Camboya "curar enfermos" y no a protestar contra el comunismo. El proceder de los norteamericanos debía estar al margen del "kitsch de la Gran Marcha".

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Los vietnamitas impidieron el ingreso de la marcha a Camboya, y fracasó ésta. Franz fue golpeado por desconocidos, y despertó en un hospital de Ginebra, donde falleció bajo la mirada de su exesposa.

El kitsch

El kitsch predomina en gran parte de la novela. Kundera se refiere a él en sentido metafísico ("negación absoluta de la mierda") y en sentido literal y figurado ("elimina de su punto de vista todo lo que en la existencia humana es esencialmente inaceptable"). Tiene relación con el "acuerdo categórico con el ser".

Con el ánimo de allegar un poco más de claridad a esta categoría artística, que propendía por una "estética de masas"[34], encontramos que ésta se acuñó en los ambientes artísticos en 1870, "para designar aquellos objetos que siguen los dictámenes de la elegancia impuestos por la moda, sin una intención estilística uniforme"[35]. El término kitsch se dice de un objeto artístico "pretencioso, pasado de moda y considerado de mal gusto"[36].

El kitsch, sinónimo de mal gusto, literalmente significa "basura, mamarracho"[37], muy poco "utiliza medios de expresión originales y se caracteriza a menudo por su mal gusto y cursilería, que apela a la receptividad pasiva y no crítica del receptor"[38]. El concepto, que se aplica a las artes visuales, a la literatura y a la música, "suele ser una reproducción o imitación barata de un estilo o una obra"[39].

La imposición estética del "realismo socialista" soviético, que pretendió asignar "a los creadores conceptos estéticos apoyados en el engrandecimiento del obrero y el campesino como símbolos, así como dar una perspectiva de dioses a los héroes de la revolución"[40], produjo obras kitsch.

"�En el reino del kitsch impera la dictadura del corazón.

Por supuesto, el sentimiento que despierta el kitsch debe poder ser compartido por gran cantidad de gente. Por eso el kitsch no puede basarse en una situación inhabitual, sino en imágenes básicas que deben grabarse en la memoria de la gente: la hija ingrata, el padre abandonado, los niños que corren por el césped, la patria traicionada, el recuerdo del primer amor.

El kitsch provoca lágrimas de emoción, una inmediatamente después de la otra. La primera lágrima dice: ¡Qué hermoso, los niños corren por el césped!

La segunda lágrima dice: ¡Qué hermoso es estar emocionado junto con toda la humanidad al ver los niños corriendo por el césped!

Es la segunda lágrima la que convierte el kitsch en kitsch.

La hermandad de todos los hombres del mundo sólo podrá edificarse sobre el kitsch.

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Nadie lo sabe mejor que los políticos. Cuando hay una cámara fotográfica cerca, corren en seguida hacia el niño más próximo para levantarlo y besarle la mejilla. El kitsch es el ideal estético de todos los políticos, de todos los partidos políticos y de todos los movimientos.

En una sociedad en la que existen conjuntamente diversas corrientes políticas y en la que sus influencias se limitan o se eliminan mutuamente, podemos escapar más o menos de la inquisición del kitsch; el individuo puede conservar sus peculiaridades y el artista crear obras inesperadas. Pero allí donde un solo movimiento político tiene todo el poder, nos encontramos de pronto en el imperio del kitsch totalitario.

Cuando digo totalitario, eso significa que todo lo que perturba al kitsch queda excluido de la vida: cualquier manifestación de individualismo (porque toda diferenciación es un escupitajo a la cara de la sonriente fraternidad), cualquier duda (porque el que empieza dudando de pequeñeces termina dudando de la vida como tal), la ironía (porque en el reino del kitsch hay que tomárselo todo en serio) y hasta la madre que abandona a su familia o el hombre que prefiere a los hombres y no a las mujeres y pone así en peligro la consigna sagrada "amaos y multiplicaos".

Desde ese punto de vista podemos considerar al denominado gulag como una especie de fosa higiénica a la que el kitsch totalitario arroja los desperdicios ()�

En el imperio del kitsch totalitario las respuestas están dadas de antemano y eliminan la posibilidad de cualquier pregunta. De ellos se desprende que el verdadero enemigo del kitsch totalitario es el hombre que pregunta. La pregunta es como un cuchillo que rasga el lienzo de la decoración pintada, para que podamos verlo lo que se oculta tras ella. Así fue, por lo demás, cómo Sabina le explicó una vez a Teresa el sentido de sus cuadros: delante hay una mentira comprensible y tras ella reluce una verdad incomprensible.

Sólo que quienes luchan contra los llamados regímenes totalitarios difícilmente pueden luchar con interrogantes y dudas. Ellos también necesitan su seguridad y sus verdades sencillas, comprensibles para la mayor cantidad posible de gente y capaces de provocar el llanto colectivo ()�

�En el momento en que el kitsch es reconocido como mentira, se encuentra en un contexto de no-kitsch, Pierde su autoritario poder y se vuelve enternecedor, como cualquiera otra debilidad humana. Porque ninguno de nosotros es un superhombre como para poder escapar por completo del kitsch. Por más que lo despreciemos, el kitsch forma parte del sino del hombre".

La interpretación convencional del cine, impregnado de una "increíble inocencia, mostraban el ideal comunista mientras la realidad comunista era peor"; interpretación que no compartía Sabina. "Cuando se imaginaba que el mundo del kitsch soviético tuviera que hacerse realidad y que a ella pudiera tocarle vivir en él, sentía escalofríos. Daba prioridad, sin menor vacilación, el régimen comunista verdadero, con todas sus persecuciones y sus colas para comprar carne. En el mundo del ideal comunista hecho realidad, en ese mundo de idiotas sonrientes, con los que no sería capaz de cambiar ni una palabra, moriría de horror en una semana.

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Me parece que la sensación que despertaba en Sabina el kitsch soviético era semejante al horror que experimentaba Teresa en el sueño cuando marchaba con las mujeres desnudas alrededor de la piscina y tenía que cantar canciones alegres �

El sueño del Teresa descubre la verdadera función del kitsch: el kitsch es un biombo que oculta la muerte"

Primavera de Praga

Reforma del comunismo checoslovaco, liderada por Alexander Dubcek, en 1968, que bajo el lema de "un socialismo con rostro humano", buscaba la libertad de prensa y de expresión, la capacidad de decisión descentralizada y los incentivos salariales, el mantenimiento de las relaciones más conciliatorias con Europa del oeste, rehabilitación de personajes de la vida pública procesados entre 1949 y 1954, la descentralización de la economía y la burocracia, la tolerancia y asociación religiosa, y la liberalización y la democratización de la vida checoslovaca. Como la Unión Soviética interpretó estas reformas políticas y económicas como una inminente amenaza para su régimen, con tropas del Pacto de Varsovia ocupó a Checoslovaquia. Esta vertiginosa liberalización del comunismo fracasó con la invasión soviética. "Se perdió así una oportunidad para el progreso y el cambio que sólo fue revivida en la década de 1980, cuando se produjo la caída final del comunismo en los países satélites de la URSS"[41]

Las dos mil palabras

Manifiesto que pedía el establecimiento de una democracia real en Checoslovaquia, en el que se llamaba a una radical democratización del régimen comunista. Lo había firmado una gran cantidad de intelectuales y la gente corriente también empezó a firmarlo, de modo que se juntó tal cantidad de firmas que nadie era capaz de contarlas. Cuando el ejército rojo invadió Bohemia y empezaron las purgas políticas, una de las preguntas que les hacían a los ciudadanos era: "¿Tú también has firmado las dos mil palabras?" Los que reconocían que habían firmado eran despedidos de su trabajo sin más discusiones.

Tesis

La carga más pesada nos destroza, somos derribados por ella, nos aplasta contra la tierra. 9.

Cuanto más pesada sea la carga, más a ras de la tierra estará nuestra vida, más real y verdadera será. 9.

La contradicción entre el peso y la levedad es la más misteriosa y equívoca de todas las contradicciones. 9.

Lo que sólo ocurre una vez es como si no ocurriera nunca. 10.

Si el hombre sólo puede vivir una vida es como no viviera en absoluto. 10.

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¡Si la hija del faraón no hubiera rescatado de las olas el cesto del pequeño Moisés, no hubiera existido el antiguo Testamento ni toda nuestra civilización! 10.

¡Si Pólibo no se hubiera hecho cargo del pequeño Edipo, Sófocles no hubiera escrito su más bella tragedia! 10.

El amor puede surgir de una sola metáfora. 11.

El hombre nunca puede saber qué querer, porque vive sólo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores. 12.

¿Qué valor puede tener la vida si el primer ensayo para vivir es ya la vida misma? 12.

Sólo una relación sentimental, en la que uno no reivindique la vida y la libertad del otro, puede hacer felices a los dos. 16.

Hacer el amor con una mujer y dormir con una mujer son dos pasiones no sólo distintas sino casi contradictorias. 16.

Querer a alguien por compasión significa no quererlo de verdad. 24.

La persona que desea abandonar el lugar en donde vive no es feliz. 31.

No hay nada más pesado que la compasión. 35.

Sólo aquello que es necesario, tiene peso; sólo aquello que tiene peso, vale. 37.

La grandeza del hombre consiste en que carga con su destino como Atlas cargaba con la esfera celeste a sus espaldas. 37.

Todos consideramos impensable que el amor de nuestra vida pueda ser algo leve, sin peso; creemos que nuestro amor es algo que tenía que ser; que sin él nuestra vida no sería nuestra vida. 38.

Ser madre significa sacrificarlo todo. 47.

El principal valor de la vida es la maternidad. 48.

El hombre, llevado por su sentido de la belleza, convierte un acontecimiento casual en un motivo que pasa ya a formar parte de la composición de su vida. 55.

Sin saberlo, el hombre compone su vida de acuerdo con las leyes de la belleza aun en los momentos de más profunda desesperación. 56.

Aquel que quiere permanentemente "llegar más alto" tiene que contar con que algún día le invadirá el vértigo. 62.

Todos los crímenes del imperio ruso tuvieron lugar bajo la cobertura de una discreta sombra. 70.

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La invasión rusa no fue sólo una tragedia sino también una fiesta del odio, llena de una extraña (y ya inexplicable) euforia. 71.

¡No hay nada de particular en los cuerpos desnudos! ¡Son normales! ¡Todo lo que es normal, es bello! 72.

Los países comunistas son terriblemente puritanos. 72.

Si vive sólo para su marido, no es su vida. 74.

Cuando hay que hacer frente a un enemigo superior en número, siempre se es débil, aunque se tenga un cuerpo atlético. 76.

El tiempo de un perro no transcurre en línea recta, no avanza siempre hacia delante, de una cosa a la siguiente. Transcurre en círculo como el tiempo de las manecillas del reloj, que tampoco corren enloquecidas siempre hacia delante, sino que dan vueltas alrededor de la esfera, todos los días por el mismo camino. 77.

Es precisamente el débil quien tiene que ser fuerte y saber marcharse cuando el fuerte es demasiado débil para ser capaz de hacerle daño al débil. 78.

El que está en el extranjero vive en un espacio vacío en lo alto, encima de la tierra, sin la red protectora que le otorga su propio país, donde tiene a su familia, sus compañeros, sus amigos y puede hacerse entender fácilmente en el idioma que habla desde la infancia. 78

Aquello que no ha sido elegido por nosotros no podemos considerarlo ni como un mérito ni como un fracaso. 91.

No todas las mujeres son dignas de ser llamadas mujeres. 91.

La fidelidad es la primera de todas las virtudes. 93.

Vivir significa ver. 96.

El hombre con los ojos cerrados es una ruina de hombre. 97.

Quien busque el infinito, que cierre los ojos. 97.

La evaluación y el examen de los ciudadanos es una actividad permanente, la principal de las actividades sociales en los países comunistas. 98.

Europa es la Gran Marcha. Marcha de revolución en revolución, de lucha en lucha, siempre adelante. 102.

Aunque la vida estuviera llena de crueldad, en los cementerios siempre ha reinado la paz. 106.

Hay cosas que sólo pueden hacerse con violencia. 114.

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El amor físico es impensable sin violencia. 114.

Vivir en la verdad, no mentirse a sí mismo, ni mentir a los demás, sólo es posible en el supuesto de que vivamos sin público. 115.

El amor, cuando se hace público, aumenta de peso, se convierte en una carga. 118.

La muchacha que desea casarse, desea algo totalmente desconocido para ella. 125.

El joven que persigue la gloria no sabe qué es la gloria. 125.

Aquello que otorga sentido a nuestra actuación es siempre algo totalmente desconocido para nosotros. 125.

El objetivo hacia el cual se precipita el hombre queda siempre velado. 125.

Para una mujer que nunca tiene sosiego, la idea de que su huida vaya a detenerse para siempre es insoportable. 128.

El campo de concentración es la liquidación total de la vida privada. 138.

Sólo las preguntas ingenuas son verdaderamente sabias. 141.

El amor y la sexualidad son dos cosas distintas. 144.

El hombre no puede resistirse a la mujer cuya alma es sensible a su voz. 161.

La gente, en su mayoría, huye de sus penas hacia el futuro. 165.

En nuestra época una idea sólo puede ser refutada y no tiene sentido renegar de ella. 179.

¡Qué indefenso está el hombre ante los elogios! 185

El imperativo "¡di la verdad!" que nos inculcan mamá y papá actúa hasta tal punto de forma automática que incluso ante la policía que nos interroga nos da vergüenza mentir. 187.

Todos los franceses son distintos. 193.

El alemán es un idioma de palabras pesadas. 196.

Los imperativos internos son aún más fuertes y exigen por eso una rebelión mayor. 196.

Ser cirujano significa hender la superficie de las cosas y mirar lo que oculta dentro. 197.

El placer sin felicidad no es placer. 209.

Hay ideas que son como un atentado. 218.

La frontera entre el bien y el mal es terriblemente confusa. 219.

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Castigar a alguien que no sabía lo que hacía es una barbaridad. 219.

¿Acaso no es cierto que el autor no puede hablar más que de sí mismo? 222.

El amor es nuestra libertad. 238.

Amarrar el amor al sexo ha sido una de las ocurrencias más extravagantes del creador. 239.

Tesis platónica: El amor es el deseo de encontrar a la mitad perdida de nosotros. 240.

El miembro no se yergue porque estemos excitados, sino porque se lo ordenamos. 248.

El amor sexual está acompañado de palpitaciones del corazón y ceguera de los sentidos. 249.

La disputa entre quienes afirman que el mundo fue creado por Dios y quines piensan que surgió por sí mismo se refiere a algo que supera las posibilidades de nuestra razón y nuestra experiencia. 249.

En el reino del kitsch impera la dictadura del corazón. 252.

En los países comunistas el césped no crece y los niños no corren. 252.

La hermandad de todos los hombres del mundo podrá edificarse sobre el kitsch. 253.

El kitsch es el ideal estético de todos los políticos, de todos los partidos políticos y de todos los movimientos. 253.

El que empieza dudando de pequeñeces termina dudando de la vida como tal. 253.

En el imperio del kitsch totalitario las respuestas están dadas de antemano y eliminan la posibilidad de cualquier pregunta. 255.

El kitsch es un biombo que oculta la muerte. 255.

Todos necesitamos que alguien nos mire. 280.

El horror es un impacto, un momento de absoluta ceguera. 307

El horror está desprovisto de toda huella de belleza. 307.

Teorías

La amistad erótica.

A sus amantes les decía: sólo una relación sentimental, en la que uno no reivindique la vida y la libertad del otro, puede hacer felices a los dos.

Quería tener la seguridad de que la amistad erótica nunca llegaría a convertirse en la agresividad del amor, y por eso mantenía largas pausas entre los encuentros con cada una de sus amantes.

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Estaba convencido de que éste era un método perfecto y lo propagaba entre sus amigos: "Hay que mantener la regla del número tres. Es posible ver a una mujer varias veces seguidas, pero en tal caso no más de tres veces. También es posible mantener una relación durante años, pero con la condición de que entre cada encuentro pasen al menos tres semanas".

Este sistema le daba a Tomás la posibilidad de no separarse de sus amantes permanentes, teniendo al mismo tiempo una considerable cantidad de amantes pasajeras. No siempre encontraba comprensión. 16.

Las composiciones musicales de la vida.

Mientras las personas son jóvenes y la composición musical de su vida está aún en sus primeros compases, pueden escribirla juntas e intercambiarse motivos (tal como Tomás y Sabina se intercambiaron el motivo del sombrero de hongo), pero cuando se encuentran y son ya mayores, sus composiciones musicales están ya más o menos cerradas y cada palabra, cada objeto, significa una cosa distinta en la composición de la una y en la de la otra. 91.

La palabrería universitaria.

Cuando la sociedad es rica, la gente no tiene que trabajar con las manos y se dedica a la actividad intelectual. Hay cada vez más universidades y cada vez más estudiantes. Los estudiantes, para poder terminar sus carreras, tienen que inventar temas para sus tesinas. Hay una cantidad infinita de temas, porque sobre cualquier cosa se puede hacer un estudio. Los folios de papel escrito se amontonan en los archivos, que son más tristes que un cementerio, porque en ellos no entra nadie ni siquiera el día de difuntos. La cultura sucumbe bajo el volumen de la producción, la avalancha de letras, la locura de la cantidad. Por ese motivo te digo que un libro prohibido en tu país significa íntimamente más que los millones de palabras que vomitan nuestras universidades. 105.

Vivir en la verdad.

¿Qué es eso de vivir en la verdad? La definición negativa es sencilla: significa no mentir, no ocultarse, no mantener nada en secreto �

�En cuanto hay alguien que observe nuestra actuación, nos adaptamos, queriendo o sin querer, a los ojos que nos miran y ya nada de lo que hacemos es verdad. Tener público, pensar en el público, eso es vivir en la mentira �

�la división de la vida en una esfera privada y otra pública es la fuente de toda mentira: el hombre es de una manera en su intimidad y de otra en público 115.�

La responsabilidad de los entusiastas del comunismo.

A los que creen que los regímenes comunistas de Europa central son exclusivamente producto de seres criminales, se les escapa una cuestión esencial: los que crearon estos regímenes criminales no fueron los criminales, sino los entusiastas, convencidos de que habían descubierto el único

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camino que conduce al paraíso. Lo defendieron valerosamente y para ellos ejecutaron a mucha gente. Mas tarde llegó a la conclusión generalizada de que no existía paraíso alguno, de moso que los entusiastas resultaron ser asesinos.

En aquel momento todos empezaron a gritarles a los comunistas: ¡Sois los responsables de la desgracia del país (empobrecido y despoblado), de la pérdida de su independencia (cayó en poder de Rusia), de los asesinatos judiciales!

Los acusados respondían: ¡No sabíamos! ¡Hemos sido engañados! ¡Creíamos de buena fe! ¡En lo más profundo de nuestra alma, somos inocentes!

La polémica se redujo por lo tanto a la siguiente cuestión: ¿En verdad no sabían? ¿O sólo aparentaban no saber? 176.

El "yo".

El carácter único del "yo" se esconde precisamente en lo que hay de inimaginable de él en el hombre. Sólo somos capaces de imaginarnos lo que es igual en todas las personas, lo general. El "yo" individual es aquello que se diferencia de lo general, o sea lo que no puede ser adivinado y calculado de antemano, lo que en el otro es necesario descubrir, desvelar, conquistar. 199.

Los hombres líricos y los hombres épicos.

Entre los hombres que van tras muchas mujeres podemos distinguir fácilmente dos categorías. Unos buscan en todas las mujeres su propio sueño, subjetivo y siempre igual, sobre la mujer. Los segundos son impulsados por el deseo de apoderarse de la infinita variedad del mundo objetivo de la mujer.

La obsesión de los primeros es lírica: se buscan a sí mismos en las mujeres, buscan su ideal y se ven repetidamente desengañados porque un ideal es, como sabemos, aquello que nunca puede encontrarse. El desengaño que los lleva de una mujer a otra le brinda a su inconstancia cierta disculpa romántica, de modo que muchas mujeres sentimentales pueden sentirse conmovidas por su terca poligamia.

La segunda obsesión es épica y las mujeres no ven en ella nada conmovedor: el hombre no proyecta sobre las mujeres un ideal subjetivo; por eso todo resulta interesante y nada puede desengañarlo. Y es precisamente esa incapacidad para el desengaño la que contiene algo de escandaloso. La obsesión del mujeriego épico le produce a la gente la impresión de que no se ha pagado nada a cambio de ella (no se ha pagado con el desengaño).

Debido a que el mujeriego lírico persigue siempre al mismo tipo de mujeres, nadie se da cuenta de que cambia de amantes; los amigos le crean permanentemente conflictos porque no son capaces de diferenciar a sus amigas y les atribuyen siempre el mismo nombre.

Los mujeriegos épicos () se a� lejan cada vez más, en su búsqueda del conocimiento, de la belleza femenina convencional, de la que se han hartado rápidamente, y terminan indefectiblemente

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como coleccionistas de curiosidades. Saben que lo son, les da un poco de vergüenza y, para no poner a los amigos en aprietos, no suelen salir públicamente con sus amantes. 202.

Memoria poética.

Parece como si existiera en el cerebro una región totalmente específica, que podría denominarse memoria poética y que registrara aquello que nos ha conmovido, encantado, que ha hecho hermosa nuestra vida. 209.

El amor y la metáfora.

El amor empieza por una metáfora. Dicho de otro modo: el amor empieza en el momento en que una mujer inscribe su primer apalabra en nuestra memoria poética. 210.

El nacimiento de los personajes.

Como dije ya, los personajes no nacen como los seres humanos del cuerpo de su madre, sino de una situación, una frase, una metáfora en la que está depositada, como dentro de una nuez, una posibilidad humana fundamental que el autor cree que nadie ha descubierto aún o sobre la que nadie ha dicho aún nada esencial.

¿Acaso no es cierto que el autor no puede hablar más que de sí mismo?

Mirar con impotencia el patio y no saber qué hacer; oír el terco sonido de las propias tripas en el momento de la emoción amorosa; traicionar y no ser capaz de detenerse en el hemorroos camino de la traición; levantar el puño entre el gentío de la Gran Marcha; hacer exhibición de ingenio ante los micrófonos secretos de la policía; todas esas situaciones las he conocido y las he vivido yo mismo, sin embargo de ninguna de ellas surgió un personaje como el que soy yo, con mi curriculum vitae. Los personajes de mi novela son mis propias posibilidades que no se realizaron. Por eso les quiero por igual a todos y todos me producen el mismo pánico: cada uno de ellos ha atravesado una frontera por cuyas proximidades no hice más que pasar. Es precisamente esa frontera (la frontera tras la cual termina mi yo), la que me atrae. Es más allá de ella donde empieza el secreto por el que se interroga la novela. Una novela no es una confesión del autor, sino una investigación sobre lo que es la vida humana dentro de la trampa en que se ha convertido el mundo 222 – 223.�

La historia checa en el Eterno Retorno.

Buscando una respuesta a las preguntas (¿Es mejor gritar y acelerar así la propia muerte? ¿O callar y lograr así una muerte más lenta?), que se formula Tomás luego de su decisión de no firmar la supuesta petición de amnistía para los presos políticos, el autor plantea lo siguiente, como una versión de Tomás sobre el Eterno Retorno:

La vida humana acontece sólo una vez y por eso nunca podremos averiguar cuáles de nuestras decisiones fueron correctas y cuáles fueron incorrectas. En la situación dada sólo hemos podido

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decidir una vez y no nos ha sido dada una segunda, una tercera, una cuarta vida para comparar las distintas decisiones.

Con la historia sucede algo semejante a lo que ocurre con la vida. La historia de los checos es sólo una. Un día concluirá, igual que la vida de Tomás, y nunca podrá ya repetirse por segunda vez �

Lo que sólo ocurre una vez es como si no hubiera ocurrido. La historia de los checos no se repetirá por segunda vez, la de Europa tampoco. La historia de los checos y la de Europa son dos bocetos dibujados por la fatal inexperiencia de la humanidad. La historia es igual de leve que una vida humana singular, insoportablemente leve, leve como una pluma, como el polvo que flota, como aquello que mañana ya no existirá �

En el universo existe un planeta en el que todas las personas nacerán por segunda vez tendrán entonces plena conciencia de la vida que llevaron en la tierra, de todas las experiencias que allí adquirieron.

Y existe quizás otro planeta en el que todos naceremos por tercera vez, con las experiencias de las dos vidas anteriores.

Y quizás existan más y más planetas en los que la humanidad nazca cada vez con un grado más (con una vida más) de madurez.

Claro que nosotros, aquí, en la tierra (en el planeta número uno, en el planeta de la inexperiencia), sólo podemos imaginar muy confusamente lo que le ocurriría al hombre en los siguientes planetas. ¿Sería más sabio? ¿Es acaso la madurez algo que pueda ser alcanzado por el hombre? ¿Puede lograrla mediante la repetición?

Sólo en la perspectiva de esta utopía pueden emplearse con plena justificación los conceptos de pesimismo u optimismo: optimista es aquel que cree que en el planeta número cinco la historia de la humanidad será ya menos sangrienta. Pesimista es aquel que no lo cree. 224 – 225 – 226.

El sistema de relojería de la excitación.

El sistema de relojería de la cabeza da vueltas en sentido contrario al de dos ruedas dentadas. En una de ellas están las visiones, en la otra las reacciones del cuerpo. El diente en el que está la visión de una mujer desnuda toca el diente opuesto, en el que está inscrito el imperativo de la erección. Si por algún descuido las ruedas se desplazan y la rueda de la excitación se pone en contacto con el diente en el que está pintada la imagen de una golondrina volando, nuestro sexo se empinará al ver a una golondrina. Conocía además las investigaciones de un colega suyo que estudiaba el sueño de las personas y afirmaban que en el hombre se produce la erección con cualquier sueño. Eso quiere decir que la relación entre la erección y una mujer desnuda es sólo uno de los mil modos en que el Creador pudo haber ajustado el mecanismo de relojería de la cabeza del hombre �Amarrar el amor al sexo ha sido una de las ocurrencias más extravagantes del Creador.�

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La única manera de salvar el amor de la estupidez del sexo hubiese sido la de ajustar de otro modo el reloj de nuestra cabeza y excitarnos viendo una golondrina. 238 – 239.

Acuerdo categórico con el ser.

En el trasfondo de toda fe, religiosa o política, está el primer capítulo del Génesis, del que se desprende que el mundo fue creado correctamente, que el ser es bueno y que, por lo tanto, es correcto multiplicarse. A esta fe la denominamos acuerdo categórico con el ser.

Si hasta hace poco la palabra mierda se reemplazaba en los libros por puntos suspensivos, no era por motivos morales. ¡No pretenderá usted afirmar que la mierda es inmoral! El desacuerdo con la mierda es metafísico. El momento de la defecación es una demostración cotidiana de lo inaceptable de la Creación. Una de dos: o la mierda es aceptable (), o hemos sido creados de un modo aceptable. �De eso se desprende que el ideal estético del acuerdo categórico con el ser es un mundo en el que la mierda es negada y tisis se comportan como si no existiese. Este ideal estético se llama kitsch.

Es una palabra alemana que nació en medio del sentimental siglo diecinueve y se extendió después a todos los idiomas. Pero la frecuencia del uso dejó borroso su orinal sentido metafísico, es decir: el kitsch es la negación absoluta de la mierda; en sentido literal y figurado: el kitsch elimina de su punto de vista todo lo que en la existencia humana es esencialmente inaceptable. 250.

La fuente del kitsch es el acuerdo categórico con el ser.

¿Pero cuál es la base del ser? ¿Dios? ¿La lucha? ¿El amor? ¿El hombre? ¿La mujer?

Las opiniones sobre este tema son diversas y por eso hay también diversos tipos de kitsch: católico, protestante, judío, comunista, fascista, democrático, feminista, europeo, americano, nacional, internacional.

Desde la época de la Revolución francesa la mitad de Europa se denomina izquierda mientras la otra mitad se llama derecha. Es casi imposible definir la una o la otra a partir de algún tipo de principios teóricos en los que se apoyen. Eso no es nada extraño: los movimientos políticos no se basan en posiciones racionales, sino en intuiciones, imágines, palabras, arquetipos, que en conjunto forman tal o cual kitsch político. La idea de la Gran Marcha, por la que se deja embriagar Franz, es el kitsch político que une a las personas de izquierdas de todas las épocas y corrientes. La Gran Marcha es ese hermoso camino hacia delante, el camino hacia la fraternidad, la igualdad, la justicia, la felicidad y aún más allá, a través de todos los obstáculos, porque ha de haber obstáculos si la marcha deber ser una Gran Marcha.

¿Dictadura del proletariado o democracia? ¿Rechazo a la sociedad de consumo o incremento de la producción? ¿Guillotina o supresión de la pena de muerte? Eso no tiene la menor importancia. Lo que hace del hombre de izquierdas no es tal o cual teoría, sino su capacidad de convertir cualquier teoría en parte del kitsch llamado Gran Marcha hacia delante". 258 – 259.

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La mirada que queremos.

Todos necesitamos que alguien nos mire. Sería posible dividirlos en cuatro categorías, según el tipo de mirada bajo la cual queremos vivir.

La primera categoría anhela la mirada de una cantidad infinita de los ojos anónimos, o dicho de otro modo, la mirada del público �La segunda categoría la forman los que necesitan para vivir la mirada de muchos ojos conocidos. Estos son los incansables organizadores de cócteles y cenas. Son más felices que las personas de la primera categoría quienes, cuando pierden a su público, tienen la sensación de que en el salón de su vida se ha apagado la luz, a casi todos ellos les sucede esto alguna vez. En cambio, las personas de la segunda categoría siempre consiguen alguna de esas miradas �Luego está la tercera categoría, los que necesitan de la mirada de la persona amada. Su situación es igual de peligrosa que la de los ojos de la persona amada y con el salón se hará la oscuridad �Y también una cuarta categoría, la más parecida, la de quienes viven bajo la mirada imaginaria de personas ausentes. Son los soñadores 272.�La dualidad de nuestras relaciones.

Nunca seremos capaces de establecer con seguridad en qué medida nuestras relaciones con los demás son producto de nuestros sentimientos, de nuestro amor, de nuestro desamor, bondad o maldad, y hasta qué punto son el resultado de la relación de fuerzas existentes entre ellos y nosotros. 291.

En el paraíso el hombre todavía no era hombre.

En el paraíso terrenal, del que nos habla la Biblia, el hombre aún no había sido lanzado a la órbita del hombre. Nosotros hace ya mucho que hemos sido lanzados y volamos por el vacío del tiempo que transcurre en línea recta. Pero aún sigue existiendo dentro de nosotros una estrecha cuerriecilla que nos ata al ajeno y nebuloso Paraíso en el que Adán se inclina sobre la fuente y, siendo totalmente distinto a Narciso, no intuye que esa pálida mancha amarilla que ha aparecido allí es en realidad él mismo. La nostalgia del Paraíso es el deseo del hombre de no ser hombre. 298.

El amor de los perros.

Es un amor desinteresado: Teresa no quiere nada de Karenín � Y algo más: Teresa aceptó a Karenín tal como era, no pretendía transformarla a su imagen y semejanza, estaba de antemano de acuerdo con su mundo canino, no pretendía quitárselo, no tenía celos de sus aventuras secretas. No la educó porque quisiera transformarla (como quiere el hombre transformar a su mujer y la mujer a su hombre), sino para enseñarle un idioma elemental que hiciera posible la comprensión y la vida en común.

Y luego: El amor hacia el perro es voluntario, nadie la fuerza a él ().�Y lo principal: Ninguna persona puede otorgarle a otra el don del idilio. Eso sólo lo sabe hacer el animal, porque no ha sido expulsado del Paraíso. El amor entre

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un hombre y un perro es un idilio. En él no hay conflictos, no hay escenas desgarradoras, no hay evolución. Karenin rodeó a Teresa y a Tomás con su vida basada en la repetición y eso mismo era lo que esperaba de ellos.

Si Karenin hubiera sido un hombre y no un perro, seguro que hace tiempo ya que le hubiera dicho a Teresa: "Haz el favor, estoy aburrido de llevar todos los días el panecillo en la boca. ¿No puedes inventar algo nuevo?". En esta frase está encerrada toda la condena que pesa sobre el hombre. El tiempo humano no da vueltas en redondo, sino que sigue una trayectoria recta. Ese es el motivo por el cual el hombre no puede ser feliz, porque la felicidad es el deseo de repetir.

Sí, la felicidad es el deseo de repetir, piensa Teresa 300 – 301.�Las creencias de Simón.

Cree en Dios y piensa que ésa es la clave de todo. Según parece, todos debemos vivir nuestra vida cotidiana de acuerdo con las normas establecidas por la religión y no tener en cuenta para nada al régimen. Ignorarlo. Se creemos en Dios, somos capaces, al parecer, de crear con nuestra propia actuación, en cualquier circunstancia, lo que él llama "el reino de Dios en la tierra" Me gustaría saber si �forma parte de la Iglesia para hacerle frente al régimen o si de verdad cree en Dios.�Siempre he admirado a los creyentes. Pensaba que estaban dotados de un don especial de percepción ultrasensorial del que yo carecía. Algo así como los videntes. Pero mi hijo me demuestra que creer es en realidad muy fácil. Cuando estaba en apuros, le echaron una mano los católicos y de pronto apareció la fe. Es posible que haya decidido creer por agradecimiento. Las decisiones de los hombres son muy simples. 310.

Definición de palabras del autor

Actor: Aquel que desde la infancia está de acuerdo con pasar la vida exponiéndose a un público anónimo.

Alma: No es más que una actividad de la materia gris del cerebro.

Belleza: La infinita vanidad de los discursos y las palabras, la vanidad de la cultura, la vanidad del arte.

Belleza europea: Ha tenido siempre un cariz intencional.

Belleza neoyorkina: Surgió sin una intención humana, algo así como una gruta con estalactitas. No es intencional. Es mucho más rica y variada que la belleza excesivamente severa y compuesta de un proyecto humano.

Campo de concentración: Es un mundo en el que las personas viven permanentemente juntas, de día y de noche. Es la liquidación total de la vida privada.

Cara: Una especie de tablero de instrumentos.

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Coquetería: Es una promesa de coito sin garantía. Un comportamiento que pretende comunicarle al otro que la aproximación sexual es posible, aunque al mismo tiempo esa aproximación sea sólo teórica y sin garantías.

Cuerpo: Una jaula y dentro de ella había algo que miraba.

Fidelidad: Es la primera de las virtudes.

Gatas: Mujeres guapas.

Historia: Igual de leve que una vida humana singular, insoportablemente leve, leve como una pluma, como el polvo que flota, como aquello que mañana ya no existirá.

Madre: Mujer que lo sacrifica todo.

Maternidad: El principal valor de la vida.

Médico: Aquel que está de acuerdo con pasar toda la vida y hasta las últimas consecuencias, hurgando en cuerpos humanos.

Música: El arte que más se aproxima a la belleza dionisíaca entendida como embriaguez.

Nariz: Terminación de una manguera que sobresale del cuerpo para llevar oxígeno a los pulmones.

Novelado: Lo inventado, lo artificial, lo que no se parece a la vida.

Oscuridad: La conformidad con lo que se ve, la negación de lo visto, el rechazo a ver.

Perfil político del ciudadano: Lo que el ciudadano dice, lo que piensa, modo como se comporta y si participa en reuniones y en manifestaciones del primero de mayo.

Sensualidad: La máxima movilización de los sentidos: una persona observa atentamente a la otra y escucha cada uno de los sentidos que produce.

Sociales: Personas encargadas de oír lo que dice la gente para informarle a sus superiores. Personas dedicadas a intimidar. Personas que hacen ver que nos tienen en su poder y pretenden atemorizarnos. Personas que organizan montajes que pueden comprometernos.

Sueño: Actividad estética, un juego de la imaginación que representa un valor en sí mismo.

Traición: Significa abandonar las propias filas e ir hacia lo desconocido.

Vértigo: Significa que la profundidad que se abre ante nosotros nos atrae, nos seduce, despierta en nosotros el deseo de caer, del cual nos defendemos espantados.

Símbolos

El libro de Ana Kerenina

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La casualidad.

La maleta de Teresa.

El cesto untado con pez.

El pequeño Moisés.

El Edipo de Sófocles.

Los sueños de teresa con sus "rivales".

Karenín.

El sombrero de hongo.

El "¡Tiene que ser!" beethoviano.

El hábito de Teresa de mirarse al espejo.

El olor de un sexo de mujer.

Los pájaros de la casualidad.

El número seis.

El banco amarillo del parque.

Beethoven.

La escoba de Hércules.

"¡Desnúdate!"

La corneja.

El olor a sexo de mujer en el cabello de Tomás.

Los libros como contraseña de una hermandad secreta.

"Es que no es por mi voluntad".

Comentario sobre la película

Luego de "ver" la película sobre esta novela, quedé profundamente decepcionado. Mi tesis de que llevar un libro "clásico" al cine es pervertirlo quedó confirmada en esta ocasión. Ahora comprendo más por qué García Márquez no ha permitido que Cien años de soledad sea "llevada" al cine. Hasta ahí duraría la merecida fama que la novela tiene.

La película sobre la novela de Kundera, además de ser pésima, tergiversa, altera y distorsiona pasajes de la obra literaria. Está centrada en la dimensión erótica, desconociendo otras como la psicológica, la filosófica, la estética Escasamente se �tratan de soslayo aspectos históricos y políticos.

Quien no haya leído previamente la novela se le dificultará la comprensión de la película, la cual sigue un tiempo lineal, contrario al tiempo que maneja el autor en la novela. Mientras el libro comienza con la "escena" en que Tomás mira a través de una ventana y reflexiona sobre su dilema de aceptar o no aceptar a Teresa, la

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película empieza con una escena erótica: Tomás seduce a una mujer, para luego copular con ella.

En la novela, Teresa y Franz nunca se encuentran ni tienen ningún tipo de contacto; en la película, sí: Sabina se la presenta, luego de que éste las encuentra fotografiándose desnudas. En el libro los personajes envejecen, en la película no.

Franz, un personaje tan relevante en la novela, aparece de manera fugaz en la película y sin ningún tipo de fuerza psicológica, política y filosófica como la que representa en la novela. Nada se muestra sobre su compleja situación después de la separación de Sabina, de su amor con la "Chica de las gafas grandes" y sobre su infortunada gesta en la Gran Marcha.

En síntesis, la película le dio sepultura a la novela para quienes no les gusta leer. Afortunadamente, para quienes nos apasionamos por la lectura, empezamos a valorar más la obra literaria, con el ánimo de releerla para así disfrutar de la grandeza de tan impactante novela.

Reflexión sobre el insondable problema de la levedad

El problema de la levedad es tan complejo, que es procedente allegar un poco más de claridad sobre éste, teniendo en cuenta algunos planteamientos del escritor italiano Ítalo Calvino, quien indaga en la obra de otros autores, entre los que se encuentra Kundera, en su ensayo Seis propuestas para el nuevo milenio.

"Es difícil para un novelista representar su idea de la levedad con ejemplos tomados de la vida contemporánea si no se la convierte en el objeto inalcanzable de una búsqueda sin fin. Es lo que ha hecho con evidencia e inmediatez Milán Kundera. Su novela La insoportable levedad del ser es en realidad una amarga constatación de la Ineluctable Pesadez del Vivir: no sólo de la condición de opresión desesperada y all-pervading que ha tocado en suerte a su desventurado país, sino de una condición humana que nos es común, aunque nosotros seamos infinitamente más afortunados. El peso del vivir para Kundera está en toda forma de constricción: la tupida red de constricciones públicas y privadas que termina por envolver toda existencia en una trama de nudos cada vez más apretados. Su novela nos demuestra cómo en la vida todo lo que elegimos y apreciamos por ser leve no tarda en revelar su propio peso insostenible. Quizá sólo la vivacidad y la movilidad de la inteligencia escapan a esta condena: tales son las virtudes de escritura de esa novela, que pertenecen a un universo distinto del universo del vivir"[42].

Con el ánimo de liberar a la literatura del peso, tanto en el ámbito subjetivo como objetivo y alejarla de la pesadez del relato, del lenguaje, de lo rotundo, lo grave, lo serio, lo denso, lo frívolo, lo vago, lo impreciso y la vacuidad de sus formas, Ítalo Calvino, a través de un grandioso y maravilloso universo metafísico, deleitosamente matizado de alegorías, metáforas imágenes, sugestiones, cosmovisiones, símbolos, evocaciones, abstracciones, mitología y fantasía, propone la levedad, considerada como un valor, como reacción al peso de vivir, asociada "con la precisión y la determinación, no con la vaguedad y el abandonarse al azar", como un rasgo de capital importancia para que la literatura se revitalice y renueve, y pueda emprender un vuelo seguro con las alas de la

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ligereza para que ingrese y se sostenga en el actual milenio, confundido por la algarabía de lo pragmático y lo utilitario.

El autor comienza mostrándonos su preferencia por la levedad frente al peso, aclarando que éste también tiene su validez en el fantástico mundo de la literatura. Su concepción de levedad como valor y no como defecto me lleva a pensar que Calvino la enfoca como ligereza (de hecho aparece en el índice del texto como lightness que traduce ligereza), y ligereza es algo de poco peso, de poca intensidad o profundidad; no en el sentido como algunas veces entendemos el concepto de levedad como facilidad y ligereza excesiva para mudar de opinión, de pensamiento, de amigos, de aficiones, de opiniones, de conductas, etcétera, que nos muestra a determinada persona como un ser inconsistente, veleidoso o caprichoso que cambia sus estados de ánimo sin causa o fundamento; como sinónimo de inconstancia, que es aquella actitud en la que una persona muda con facilidad de pensamientos, o de liviandad como cualidad de liviano, cuando se dice que una persona es informal y ligera en su relación con los demás.

A mi manera de entender, la levedad (ligereza) de Calvino tendría relación con la liberación de los condicionamientos ideológicos y políticos, de las ideas preconcebidas y de las imposiciones intelectuales; de la sensación de cansancio o malestar; de aquello que causa preocupación, angustia, padecimiento o carga. Para el escritor y crítico italiano, la levedad trasciende la inercia, la gravedad; supera lo petrificado, "la opacidad del mundo", nos libera de las tenazas de los convencionalismos; permite desentendernos de la caótica y convulsa realidad y darle un sentido a la existencia, no sólo en el contexto espacio-temporal de su vida (Segunda Guerra Mundial, Guerra Fría, imperialismo, cosificación humana e imposición y manipulación de las "leyes del mercado"), sino en el futuro expectante de insondable incertidumbre. Concibe y busca una levedad "como reacción al peso de vivir". Como él precisa dos tipos de levedad (la del pensar y la de lo frívolo), considero que la "del pensar" corresponde a la levedad como valor, y la de "la frivolidad" pertenece al oscuro mundo de la levedad como defecto.