análisis neuroforense de la violencia: propuesta de...

5
Rev. Chil. Neuropsicol. 10(1): 50-54, 2015 www.neurociencia.cl DOI: 10.5839/rcnp.2015.10.01.10 * Correspondencia: [email protected]. Facultad de Ciencias Humanas y Educativas, Universidad De Boyacá. Tunja-Boyacá, Colombia. Carrera 2ª Este N. 64 – 169 Tunja-Boyacá, Colombia. Tel: (057) 8-7450000 Extensión 7402. Recibido: 06-02-15. Revisión desde: 12-03-15. Aceptado: 15-06-15. ISSN 0718-4913 versión en línea Universidad del Desarrollo Artículo de revisión Análisis neuroforense de la violencia: Propuesta de revisión Neuroforensic analysis of violence: Proposed revision Juan Urazan 1* y Nestor Avila 1 1 Facultad de Ciencias Humanas y Educativas, Universidad De Boyacá. Tunja-Boyacá, Colombia. Resumen Frente a la conducta homicida se presenta una diferenciación de posiciones biologicistas que relacionan la pauta homicida con factores filogenéticos y posibles daños en funciones neuropsicológicas complejas principalmente relacionadas con el control consciente de la conducta y la planeación. El planteamiento neuropsicológico relaciona el funcionamiento del cerebro con el comportamiento homicida principalmente con alteraciones en funciones ejecutivas y de planeación relacionadas con el lóbulo frontal, así como con alteraciones en el cuerpo calloso, la amígdala, el tálamo y alteraciones en la región medial de los lóbulos temporales. Palabras clave: violencia, neuropsicología, psicología jurídica, conducta disocial, lóbulos, amígdala Abstract Facing homicidal behavior differentiation biologicist positions relating to phylogenetic pattern homicidal factors and possible damage to complex neuropsychological functions related primarily conscious control of behavior and planning is presented. Neuropsychological approach to brain function related to homicidal behavior primarily with changes in executive and planning related to the frontal lobe functions, as well as alterations in the corpus callosum, amygdala, thalamus and alterations in the medial lobes temporary. Keywords: violence, neuropsychology, legal psychology, antisocial behavior, lobes, amygdala Introducción Colombia es un país donde la violencia en sus distintas formas preocupa cada vez más a la comunidad en general. Ahora bien, en nuestro país las conductas violentas son cada vez más comunes y actualmente se consideran un problema de salud pública; éstas se presentan en distintos niveles, los cuales van desde la violencia intrafamiliar hasta los crímenes y homicidio ya sean por hurto o por cualquier otro motivo y se evidencian en las calles colombianas. Según las estadísticas que arrojó el informe del Observatorio Hemisférico de Seguridad de la Organización de los Estados Americanos (OEA, 2012) sobre seguridad ciudadana en las Américas en Colombia se presentaron 37.7 muertos por 100.000 habitantes durante el año 2010, lo cual suma un total de 17,459 homicidios solo para ese año. Esa tasa lo ubica en el octavo lugar de entre los 34 países de la región y representa una leve disminución si se compara con los datos del 2009, cuando se registraron 38.8 muertes por 100.000 habitantes (17.717). Si se realiza una mirada a la fenomenología de la violencia, ésta se describe como un fenómeno complicado, el cual tiene raíces diversas, donde se incluyen todos los factores como los son los biológicos, psicológicos y sociales que se mezclan en una compleja y delicada interacción. Neuropsicología de la violencia En el campo académico existen diferentes estudios que tratan de explicar las características del comportamiento violento y los perfiles de la conducta homicida. Gallardo, Forero, Olivares y Pueyo (2009), realizaron un estudio en el que revisaron los conocimientos que se tiene acerca del desarrollo del comportamiento antisocial y de la interacción entre factores ambientales y genéticos. Los resultados encontrados arrojan que las investigaciones revisadas han puesto de relieve alteraciones cerebrales que están asociadas al comportamiento violento, tanto desde el punto de vista estructural como funcional o bioquímico. De igual forma, la investigación genética también ha realizado avances en este terreno, como la detección se encuentra la monoaminooxidasa A (MAOA) la cual está relacionada con el comportamiento antisocial, entre otros. Sin embargo, afirman los autores, no se puede olvidar los factores ambientales en el desarrollo de éste, puesto que explican que estudios recientes indican que aquellos individuos portadores de una versión poco funcional del gen MAOA y que reciben un grave maltrato son más proclives al comportamiento antisocial. Por otra

Upload: buithuan

Post on 05-Feb-2018

222 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: Análisis neuroforense de la violencia: Propuesta de revisiónneurociencia.cl/dinamicos/articulos/774084-rcnp2015v10n1-10.pdf · Según las estadísticas que arrojó el informe del

Rev. Chil. Neuropsicol. 10(1): 50-54, 2015 www.neurociencia.cl

DOI: 10.5839/rcnp.2015.10.01.10

* Correspondencia: [email protected]. Facultad de Ciencias Humanas y Educativas, Universidad De Boyacá. Tunja-Boyacá, Colombia. Carrera 2ª Este N. 64 – 169 Tunja-Boyacá, Colombia. Tel: (057) 8-7450000 Extensión 7402. Recibido: 06-02-15. Revisión desde: 12-03-15. Aceptado: 15-06-15.

ISSN 0718-4913 versión en línea Universidad del Desarrollo

Artículo de revisión

Análisis neuroforense de la violencia: Propuesta de revisión

Neuroforensic analysis of violence: Proposed revision

Juan Urazan 1* y Nestor Avila 1

1 Facultad de Ciencias Humanas y Educativas, Universidad De Boyacá. Tunja-Boyacá, Colombia.

Resumen

Frente a la conducta homicida se presenta una diferenciación de posiciones biologicistas que relacionan la pauta homicida con factores filogenéticos y posibles daños en funciones neuropsicológicas complejas principalmente relacionadas con el control consciente de la conducta y la planeación. El planteamiento neuropsicológico relaciona el funcionamiento del cerebro con el comportamiento homicida principalmente con alteraciones en funciones ejecutivas y de planeación relacionadas con el lóbulo frontal, así como con alteraciones en el cuerpo calloso, la amígdala, el tálamo y alteraciones en la región medial de los lóbulos temporales.

Palabras clave: violencia, neuropsicología, psicología jurídica, conducta disocial, lóbulos, amígdala

Abstract

Facing homicidal behavior differentiation biologicist positions relating to phylogenetic pattern homicidal factors and possible damage to complex neuropsychological functions related primarily conscious control of behavior and planning is presented. Neuropsychological approach to brain function related to homicidal behavior primarily with changes in executive and planning related to the frontal lobe functions, as well as alterations in the corpus callosum, amygdala, thalamus and alterations in the medial lobes temporary. Keywords: violence, neuropsychology, legal psychology, antisocial behavior, lobes, amygdala

Introducción

Colombia es un país donde la violencia en sus distintas formas preocupa cada vez más a la comunidad en general. Ahora bien, en nuestro país las conductas violentas son cada vez más comunes y actualmente se consideran un problema de salud pública; éstas se presentan en distintos niveles, los cuales van desde la violencia intrafamiliar hasta los crímenes y homicidio ya sean por hurto o por cualquier otro motivo y se evidencian en las calles colombianas. Según las estadísticas que arrojó el informe del Observatorio Hemisférico de Seguridad de la Organización de los Estados Americanos (OEA, 2012) sobre seguridad ciudadana en las Américas en Colombia se presentaron 37.7 muertos por 100.000 habitantes durante el año 2010, lo cual suma un total de 17,459 homicidios solo para ese año.

Esa tasa lo ubica en el octavo lugar de entre los 34 países de la región y representa una leve disminución si se compara con los datos del 2009, cuando se registraron 38.8 muertes por 100.000 habitantes (17.717).

Si se realiza una mirada a la fenomenología de la violencia, ésta se describe como un fenómeno complicado, el cual tiene raíces diversas, donde se incluyen todos los factores como los son los biológicos,

psicológicos y sociales que se mezclan en una compleja y delicada interacción.

Neuropsicología de la violencia

En el campo académico existen diferentes estudios que tratan de explicar las características del comportamiento violento y los perfiles de la conducta homicida. Gallardo, Forero, Olivares y Pueyo (2009), realizaron un estudio en el que revisaron los conocimientos que se tiene acerca del desarrollo del comportamiento antisocial y de la interacción entre factores ambientales y genéticos. Los resultados encontrados arrojan que las investigaciones revisadas han puesto de relieve alteraciones cerebrales que están asociadas al comportamiento violento, tanto desde el punto de vista estructural como funcional o bioquímico. De igual forma, la investigación genética también ha realizado avances en este terreno, como la detección se encuentra la monoaminooxidasa A (MAOA) la cual está relacionada con el comportamiento antisocial, entre otros. Sin embargo, afirman los autores, no se puede olvidar los factores ambientales en el desarrollo de éste, puesto que explican que estudios recientes indican que aquellos individuos portadores de una versión poco funcional del gen MAOA y que reciben un grave maltrato son más proclives al comportamiento antisocial. Por otra

Page 2: Análisis neuroforense de la violencia: Propuesta de revisiónneurociencia.cl/dinamicos/articulos/774084-rcnp2015v10n1-10.pdf · Según las estadísticas que arrojó el informe del

Urazan & Avila. Rev. Chil. Neuropsicol. 10(1): 50-54, 2015

51

parte, dentro de las conclusiones más relevantes del estudio de Gallardo et al. (2009) se destaca que no existe una relación causal directa de las variables presentadas con el comportamiento antisocial.

En la revisión de la literatura, señalan que los elementos encontrados en los análisis de casos puntuales indican la importancia de los factores biológicos y, en particular, lo que enmarca el funcionamiento cerebral en relación a la conducta violenta. En los últimos años, se han venido realizando diversos estudios que apuntan a que existe un daño en la anatomía y/o en el funcionamiento cognitivo de la corteza prefrontal (CPF), especialmente en áreas prefrontales orbitales/mediales las cuales han sido identificadas en poblaciones asociadas a homicidios y conductas violentas.

La evidencia empírica ha mostrado que los sujetos violentos y psicópatas muestran una diversidad de anomalías correspondientes al sustrato neurocognitivo, el cual más recientemente evidencia una relación con la disfunción de las funciones ejecutivas y de forma consecuente de la CPF, aun así algunos autores señalan una la disfunción de la amígdala y de la corteza orbitofrontal más específicamente (Mitchell, Colledge, Leonard, & Blair, 2002).

Alcázar-Córcoles, Verdejo-García y Bouso-Saiz (2008), realizaron un estudio donde el objetivo era analizar las repercusiones de las alteraciones estructurales y funcionales del lóbulo frontal en sujetos psicópatas. En el estudio, afirman los investigadores que la amígdala, el hipocampo y la corteza prefrontal se integran en el sistema límbico, que gobierna la expresión de las emociones, por lo que los psicópatas también podrían ver afectada su capacidad de procesamiento afectivo.

Desde la revisión de la investigación se genera una hipótesis en la cual según los autores, los marcadores somáticos y las neuronas espejo, junto con el estudio de la función ejecutiva, podrían revelar las deficiencias de los psicópatas para experimentar empatía, que es uno de los principales inhibidores de la violencia y la conducta antisocial. Por su parte, una de las conclusiones a la que llega el estudio es que la conexión entre la disfunción del lóbulo frontal y el comportamiento antisocial plantea una importante cuestión forense.

En un estudio del estado actual de las investigaciones de neuroimagen, Bezos-Saldaña, Alcázar-Córcoles, Verdejo-García y Bouso-Saiz (2010) realizaron una revisión sobre las posibles alteraciones en sujetos que presentan conductas violentas y antisociales, encontrando que existe mayor evidencia a favor de un correlato neuroanatómico que representaría un factor de vulnerabilidad en el desencadenamiento de conductas agresivas y antisociales. De igual forma identificaron que recientes estudios han empleado técnicas de neuroimagen donde se muestra el papel crucial del córtex prefrontal y del sistema límbico, los cual son circuitos cerebrales encargados de la regulación emocional y de la génesis de comportamientos agresivos de carácter impulsivo, lo cual pone de manifiesto la importancia en el equilibrio funcional relativo de estas regiones y el papel de la impulsividad y el deficitario control emocional en la aparición de estas conductas. Asimismo, se aboga por la diferenciación entre agresión impulsiva y agresión premeditada, y la posible existencia de mecanismos subyacentes diferentes.

Britton, Causadias, Zapata, Barb y Sánchez (2010) en su estudio denominado “neuropsicología del crimen: función ejecutiva e inteligencia en una muestra de hombres condenados por homicidio en panamá” en el cual analizaron tres grupos de hombres condenados por delitos como femicidio de pareja íntima, homicidio no relacional, y delitos no violentos, evaluaron la inteligencia verbal mediante el Test de Inteligencia para Adultos WAIS III (Wechsler, 2002) y la no verbal con el TONI-2 (Brown, Sherbenou, & Johnsen, 1990) así como el desempeño en tareas de función ejecutiva con los test TMT (Reitan, 1958), Stroop (Golden, 1994), y COWAT (Benton & Hamsher, 1989). Los resultados encontrados evidenciaron que el grupo de femicidio de pareja íntima mostró diferencias con los otros dos grupos en cuanto a un peor desempeño en el Stroop, lo que pudiera estar relacionado con un déficit en la velocidad de procesamiento en este grupo, por otra parte, la característica más pronunciada en cuanto al desempeño cognitivo en los tres grupos evaluados, fue un déficit en el CI verbal, de igual forma, el estudio evidencio que se muestra una asociación significativa entre el CI verbal y las variables nivel de escolaridad, CI no verbal, y el desempeño en la mayoría de las pruebas neuropsicológicas utilizadas.

Moya-Albiol (2004), en un estudio de revisión desde la base neuronal de la conducta violenta, recapitula e integra la información proveniente de diversos estudios sobre las bases neurales de la violencia humana y resalta la contribución fundamental más actual, aportada por las técnicas de neuroimagen, donde el autor evidencia en primer lugar, una perspectiva general de los estudios en animales, para pasar a describir, posteriormente,

las primeras aproximaciones al estudio de este tema, de igual forma detalla algunos de los trabajos más actuales de neuroimagen y analiza la relación entre lateralización cerebral y agresión, de igual forma aborda el papel del sistema nervioso autónomo y ofrece algunos modelos teóricos explicativos.

La conclusión general del estudio propone que a grandes rasgos, hay una gran coincidencia entre la investigación animal y la humanas, y que si bien las primeras aproximaciones al estudio de la agresión y la violencia ofrecieron gran cantidad de información sobre las bases neurales de estas conductas, los estudios más actuales sobre neuroimagen han supuesto un importante avance, los cuales han mostrado que hay diversas anomalías estructurales y funcionales en los lóbulos temporales y frontales de distintas muestras de sujetos violentos, que serían diferentes en función del tipo de agresión. Además, el autor ha sugerido que podría haber una mayor incidencia de conducta antisocial entre los individuos zurdos. Por otra parte, hay un menor nivel y una menor respuesta ante la estimulación para diversas variables psicofisiológicas, como la actividad electrodérmica y la frecuencia cardíaca, y se han propuesto diversos modelos teóricos integradores para tratar de explicar la agresión y la violencia humana.

Navas-Collado y Muñoz-García (2004), plantean que la psicopatía como el síndrome disejecutivo se han considerado prototipos de daño en el lóbulo frontal, aunque, hasta hace relativamente pocos años, no se habían relacionado, de igual forma plantean que las conductas típicas del psicópata pueden relacionarse con determinados déficit cerebrales estructurales y funcionales apreciables en las técnicas de neuroimagen y en test neuropsicológicos, por tanto estos déficit constituyen el soporte neurológico de la incapacidad de los psicópatas para la integración de los procesos de razonamiento con las emociones y para la aparición de síntomas como la impulsividad, inatención, dependencia ambiental, perseverancia patológica y déficit en la autorregulación que son característicos del síndrome disejecutivo.

Halty, Martínez, Requena, Santos y Ortiz (2011), realizaron un estudio donde plantean que la mayoría de las investigaciones realizadas en torno a la psicopatía se ha llevado a cabo sobre población adulta, por tanto resaltan la importancia de centrar el estudio de la psicopatía en niños para entender mejor la evolución de este trastorno, la investigación de igual forma hace relevante la revisión de las aportaciones desde la psicología, en las que se ve que el rasgo de insensibilidad emocional, el cual está muy relacionado con la presencia de un comportamiento antisocial y trastornos de conducta; por lo tanto, este es un factor relevante en el desarrollo de la psicopatía. Asimismo, se hace una revisión de las aportaciones desde la neurociencia, en la que se ha encontrado una respuesta reducida de la amígdala en los jóvenes con presencia del rasgo de insensibilidad emocional y puntuaciones elevadas en psicopatía, de igual forma también se ha hallado una respuesta anormal en la zona del córtex prefrontal ventromedial.

Diaz y Ostrosky (2012), en su estudio denominado “Desempeño Neuropsicológico Prefrontal en Sujetos Violentos de la Población General”, evaluaron el funcionamiento cognitivo de la corteza prefrontal en sujetos violentos de la población general por medio de una batería neuropsicológica que proporciona tres índices, entre los cuales está el dorsolateral, orbitomedial y pre frontal anterior; y así demostrar si su desempeño es similar al que se ha encontrado en poblaciones institucionalizadas, en el cual participaron 60 hombres adultos de la Ciudad de México que respondieron la escala de agresión reactiva-proactiva. Se encontraron diferencias sólo en el total orbitomedial mostrando que el grupo de violentos tiene el menor desempeño. Los resultados coinciden con los que se han reportado en la literatura en sujetos institucionalizados en referencia al bajo desempeño orbitomedial, sin embargo se discute el papel que podría jugar el componente antisocial de la personalidad en la conducta violenta y el desempeño neuropsicológico.

Psicología jurídica y violencia

Desde la psicología jurídica, uno de los modelos que más ha impulsado la investigación en personalidad y violencia es el propuesto por Megargee (1966). Según este modelo, la violencia ocurre cuando la instigación a ejercerla, exacerbada por la rabia, excede el nivel de control de los sentimientos agresivos o impulsos de un individuo. Los sujetos sobrecontrolados tienen controles rígidos contra la agresión, raramente agreden física o verbalmente ante provocaciones, incluso muy serias; su agresión se va construyendo, llenando de resentimiento, hasta que explota por cualquier razón en un hecho de gran violencia (sus víctimas pueden aparecer desmembradas, acuchilladas varias veces o con múltiples disparos); una vez liberada la tensión, el sujeto puede volver a su estado normal de tranquilidad y control. Estos sujetos no suelen tener antecedentes

Page 3: Análisis neuroforense de la violencia: Propuesta de revisiónneurociencia.cl/dinamicos/articulos/774084-rcnp2015v10n1-10.pdf · Según las estadísticas que arrojó el informe del

Urazan & Avila. Rev. Chil. Neuropsicol. 10(1): 50-54, 2015

52

delictivos. Son propensos a ser interpretados en los test de personalidad como sujetos no agresivos y controlados, con personalidad no psicopática y, sin embargo, pueden encontrarse entre los delincuentes con agresiones y homicidios más severos.

Desde lo anterior se puede llegar a entender cómo jóvenes extremadamente violentos pueden ser diagnosticados en los test de personalidad como poco agresivos y más controlados que otros jóvenes delincuentes moderadamente agresivos. Esta hipótesis del sobrecontrol demuestra que las variables de personalidad no son en sí mismas suficientes para explicar la violencia, sino que reflejan patrones de desviación o disposiciones que pueden incrementar la probabilidad de conducta criminal, pero no conducen de forma irrevocable a los actos violentos (Blackburn, 1986, 1993; Walsh & Ellis, 2007 en Morales, 2008).

La clasificación original de Megargee sobre sujetos subcontrolados y sobrecontrolados ha sido depurada y apoyada por la investigación empírica, puesto que se considera improbable que las clasificaciones basadas en factores individuales puedan explicar por sí mismas el desarrollo del delito violento y sigue siendo desconocido por qué ciertos individuos en determinadas situaciones cometen actos violentos como el asesinato (Hollin, 1989). Gonzales (2012) afirma que los factores impredecibles del ambiente pueden ser tan importantes como lo es la competencia, motivación e inteligencia del agresor.

Diferentes investigaciones han aportado resultados muy disímiles dependiendo de las características de la población estudiada. Con relación a la conducta del psicópata, los autores establecen que ésta impacta frente a la conducta delictiva, porque difiere de las convenciones más básicas de la relación interpersonal. Cuando Ted Bundy, uno de los mayores psicópatas del siglo pasado, señalaba que en el momento en que cometía cada violación, sentía que “poseía a la víctima como uno podría poseer una maceta, un cuadro o un Porsche”, parece ir más allá de los sentimientos que conocemos, precisamente porque revela una ausencia absoluta de los mismos. Es el desprecio definitivo y último a la víctima: ni siquiera se esgrime el odio ciego, detonado por un deseo de venganza provocado por una humillación, ya sea ésta real o imaginaria. La víctima no existe como persona, es un mero objeto. Es en este sentido cuando se puede llegar a establecer de acuerdo con los autores que los psicópatas difieren de los delincuentes comunes (Morales, 2008).

El planteamiento neuropsicológico relaciona el funcionamiento del cerebro con el comportamiento homicida principalmente con alteraciones en funciones ejecutivas y de planeación relacionadas con el lóbulo frontal, así como con alteraciones en el cuerpo calloso, la amígdala, el tálamo y alteraciones en la región medial de los lóbulos temporales (Wikkelso, Ekholm, & Forsman, 2000).

Por otro lado Moya (2004) hace una recopilación de investigaciones que relacionan el daño en las estructuras cerebrales con factores ambientales y procesos epigenéticos, estableciendo una relación directa entre el homicidio y el daño en diversas estructuras y procesos como alteraciones en el hipocampo, la amígdala, las estructuras cerebrales, el cuerpo calloso y el córtex cerebral.

Un aspecto a indagar desde una perspectiva ecológica es la relación de los procesos psicológicos individuales el entendimiento del comportamiento de ciertos homicidas. Según Muñoz (2011), uno de los principales intereses de la investigación en torno a la psicopatología ha sido la preocupación por explicar delitos con alto contenido violento, que ha provocado históricamente la estigmatización del enfermo mental. La sociedad atribuye a estas personas una elevada peligrosidad (delitos imprevisibles, con elevado contenido violento y bizarro en su actuación), pero en términos reales la enfermedad mental grave (referida principalmente a trastornos de corte psicótico) explica un pequeño porcentaje de la criminalidad violenta.

Para Muñoz (2011) la diferenciación diagnóstica en términos de la caracterización del trastorno de personalidad antisocial posibilita la distinción entre homicidas de carácter subcultural u homicidas de carrera, que pueden o no presentar desajustes en su base de personalidad de tipo psicopático. Así, mientras un 65% de la población reclusa cumpliría criterios de trastorno antisocial de la personalidad, sólo el 15-20% de los reclusos cumpliría criterios de psicopatía. Para el autor, la aparición temprana de comportamientos trasgresores es un buen predictor de la delincuencia en la adultez, aunque según Muñoz, únicamente una pequeña proporción de adolescentes mantiene sus comportamientos transgresores en la adultez, pese a vivir en entornos de alto riesgo criminogénico.

En un estudio epidemiológico realizado por Quiroga (2006), entre hombres y mujeres homicidas, se encuentran resultados que ponen de manifiesto una dinámica de precocidad frente a la edad relacionada con la comisión de la conducta delictiva, en donde se encuentra que alrededor del

50% de los homicidas que participaron en la investigación tenían entre 20 a 30 años. Respecto de los hombres homicidas, algunos de ellos mataron a sus esposas o parejas (crímenes pasionales), pero la mayoría ocasionaron la muerte a otra persona sin un móvil, previo, tal vez y por lo que aportaron los individuos, “hubo un ajuste de cuentas” y en otros casos no aportaron el móvil.

En la muestra del estudio de Quiroga (2006), dos mujeres homicidas utilizaron veneno para matar a sus esposos. Según comentaron, eran víctimas de maltrato por parte de éstos. En solo una entrevistada hubo un móvil pasional. Otra de las entrevistadas, participó en el homicidio de su hijo pequeño en compañía de su esposo, ambos se encuentran condenados por el mismo hecho. Todas intentaron justificar el porqué del hecho, pero las condenas aplicadas revelan un delito grave. Por otro lado, el estudio pone de manifiesto que las entrevistas clínicas los internos del rango etario 51 a 70 (2.1%), comentaron que sus pares de menor edad 18 a 30 años (49.99%) muestran un lenguaje diferente al suyo manejando códigos distintos a los que se utilizaban en la época que ingresaron en el penal para cumplir sus condenas. Esto puede ser reflejo del creciente número de homicidios que están aconteciendo dentro de la penitenciaría en el momento actual y que son de público conocimiento. Según la autora, estos datos surgen de la entrevista con los internos, puesto que no se permitió la lectura de los expedientes. Analizando la época en la cual cometieron el delito homicidio, predominó en la muestra masculina en la época de verano (valor de p < 0.0019) no así en las mujeres, probablemente por el número de la muestra.

Según Quiroga (2006), cabe establecer que estos homicidas no efectuaron el homicidio bajo la presencia de sustancias psicoactivas. El 47% consumió sustancias durante la época de la adolescencia, no en el momento de cometer el homicidio. Respecto de los antecedentes familiares penales, reveló que en la muestra total analizada (n= 140), el 45.71% presentó antecedentes penales familiares con 47.14% uso de sustancias tóxicas en la adolescencia, mientras que el 54.28% de los sujetos estudiados no presentaron antecedentes penales familiares y 52.85% de no uso de sustancias tóxicas. Respecto de los trastornos psicopatológicos severos, en los hombres se halló el trastorno delirante (valor de p<0.001). Se puede interpretar que en estas personas, lo que predominó fue la presencia de ideas de tipo persecutorias, grandilocuencia, sentimientos de superioridad y miedo a ser utilizado por los demás. En las mujeres no se obtuvieron diferencias significativas. En los síndromes clínicos severos en los hombres se encontró un predominio de la ansiedad por sobre los demás trastornos (valor de p< 0.001), mientras que en las mujeres no se detectaron diferencias significativas.

Desde el estudio de Yllescas (2013), los factores que aumentan la probabilidad de un asalto relacionado con la conducta homicida son la agitación, la psicosis (en especial delirios paranoides y voces imperativas), la violencia previa, los estresores recientes, la intoxicación con alcohol o drogas, la abstinencia de alcohol o sedantes y las enfermedades orgánicas. Algunas amenazas (emitidas por pacientes límite, antisociales e histéricos) son manipuladoras y sin verdadera intención. Según el autor la evaluación en esos casos puede resultar difícil, pero hay que adoptar siempre una actitud en la que se acepte, al menos inicialmente, que todas las amenazas son potencialmente ciertas.

El estudio de las trayectorias delictivas realizado por Piquero, Farrington y Blumstein (2007) incluye tres dimensiones a la hora de investigar dichas trayectorias: lo interpersonal, lo afectivo y lo impulsivo. Por otro lado se ha encontrado relevante el desarrollo y evolución del trastorno de conducta, puesto que según Muñoz (2011), es una categoría diagnóstica que agrupa múltiples tipos de conducta, trayectorias y etiologías diferentes y que designa patrones de comportamiento antisocial persistentes y extremos para el nivel evolutivo del niño y, además, que entran en conflicto con las normas y los derechos o necesidades de los demás (Romero, 2001). El diagnóstico del trastorno de conducta incluye las características conductuales, interpersonales y afectivas de la psicopatía y distingue dos subgrupos de niños, según la edad de inicio del trastorno (infantil o adolescente).

Por otro lado, con relación a los factores que juegan un rol determinante en la generación de un alto riesgo criminogénico se encuentran distinciones respecto a un medio familiar alterado (generalmente con comportamientos abusivos hacia los jóvenes), escasa supervisión de los padres, presencia de pares o amigos con comportamiento delictivo y un alto consumo y/o abuso de alcohol y drogas (Le Blanc & Fréchette, 1989). Así, no se han podido identificar con certeza absoluta cuales son los factores protectores cuando hay una alta psicopatía y delincuencia.

Page 4: Análisis neuroforense de la violencia: Propuesta de revisiónneurociencia.cl/dinamicos/articulos/774084-rcnp2015v10n1-10.pdf · Según las estadísticas que arrojó el informe del

Urazan & Avila. Rev. Chil. Neuropsicol. 10(1): 50-54, 2015

53

Psicométricamente, Frick (1994) propone una estructura de dos dimensiones en la diferenciación de la psicopatía, denominadas impulsividad/problemas de conducta (I/PC) y dureza/insensibilidad emocional (D/I) las cuales abarcan los aspectos conductuales y afectivo/ interpersonales del trastorno. La investigación de Muñoz (2011) en Chile realiza una aproximación y análisis de la relación entre el trastorno de conducta, el trastorno de personalidad antisocial y la psicopatía mediante la construcción y evaluación de las características en adolescentes mediante el inventario clínico para adolescentes Millon (MACI), el cual fue validado para la aplicación en adolescentes chilenos (Vinet & Alarcón, 2009).

Aunque la psicopatía ha sido muy investigada, se sabe relativamente poco sobre sus antecedentes evolutivos y sus posibles manifestaciones en etapas tempranas de la vida (Romero, 2001). De igual forma McCord y McCord (1964), en sus investigaciones sobre personas antisociales, igualmente subrayaron la necesidad de identificar la psicopatía en poblaciones jóvenes y calcularon que un 14% de los jóvenes delincuentes podrían mostrar indicios de personalidad psicopática.

Han sido muchos los esfuerzos por ampliar el concepto de psicopatía a etapas tempranas. El DSM III presentó la subcategoría denominada “infrasocializado agresivo” con la intención de reconocer el inicio temprano de comportamientos delictivos. De igual manera muchos clínicos, investigadores y profesionales del mundo psicolegal han supuesto, durante décadas, que los rasgos psicopáticos no aparecen súbitamente después de los 18 años, sino que podrían expresarse en etapas más tempranas del ciclo vital (Forth & Burke, 1998).

Asimismo, la caracterización y perfilación criminológica y penitenciaria de la población condenada y privada de la libertad en los establecimientos de reclusión del INPEC, elaborada por Tamara, Padilla, Silva y Ariza (2011), muestra que en Colombia el hombre condenado por homicidio se caracteriza por tener una edad menor de 40 años, ha estudiado sin superar la secundaria, proviene de los departamentos de Valle, Bogotá y Cundinamarca principalmente; de estrato socioeconómico 0, 1 o 2, de procedencia urbana. Su crianza estuvo a cargo de los dos padres, las relaciones de crianza fueron afectivas; la dinámica de la familia de origen estuvo asociada a problemas de violencia intrafamiliar, abandonos, pobreza y alcoholismo, así como un contexto social violento, en el lugar donde creció existía presencia de pandillas, inseguridad, expendio de drogas y grupos que ejercen violencia armada. La vida laboral la inició antes de los 18 años, en relación a su preferencia sexual se caracteriza por ser heterosexual, no tiene condenas pendientes, acepta la comisión violenta del delito, la utilización de arma de fuego o arma blanca; su motivación está orientada por el dinero y la venganza y sus víctimas son hombres adultos. Su condena oscila entre 84 y 408 meses de prisión, pero en tiempo físico cumple entre 10 y 106 meses y de tiempo redimido menos de 25 meses. Su convivencia en el establecimiento es buena, le genera malestar la distancia entre su lugar de reclusión y el lugar de residencia de la familia; no es frecuentemente visitado por su familia, recibe apoyo económico de su red familiar y social externa, piensa que no cometería un delito en el futuro y cuando cumpla su condena proyecta vincularse a un trabajo.

En dicha perfilación también se pone de manifiesto que la mujer condenada por homicidio se caracteriza por ser menor de 41 años de edad, proviene principalmente de Bogotá, Antioquia y Valle del Cauca; su procedencia es urbana, de estrato socioeconómico 1, 2 o 3, ha estudiado, sabe leer y escribir; a los 17 años abandona sus estudios y comienza su vida laboral; su crianza estuvo a cargo de los padres, las relaciones de crianza fueron afectivas. Su lugar de crianza estuvo asociado con problemas de pobreza. Tiene hijos menores de 18 años. Manifiesta que el delito que cometió fue un accidente. Conocía a la víctima, su víctima fue un hombre adulto. Está condenada a menos de 318 meses, cumple menos de 64 meses de tiempo físico y menos de 20 meses de redención de pena. Le genera mucho malestar el distanciamiento familiar, reporta buena convivencia en el patio. La visita frecuentemente su familia, participa en programas de tratamiento relacionados con actividades laborales y educativas, su motivación para participar en estos programas es principalmente la redención de pena. El internamiento le ha servido principalmente para valorar la libertad y proyectar cambios en su estilo de vida. Cuando cumpla la condena proyecta trabajar (Tamara, Padilla, Silva, & Ariza, 2011).

Conclusiones

Desde lo descrito en la literatura, se puede afirmar que se tiene un conocimiento parcial de la problemática y lo que es más preocupante es que las evidencias causales son escasas. Aun así, el punto de partida es sólido. Un gran número de investigadores han puesto de manifiesto las

asociaciones entre las estructuras, el funcionamiento cerebral, algunos genes y el comportamiento antisocial. Ahora bien, entender cómo los diferentes niveles interactúan entre ellos y cómo son regulados por las demandas ambientales, especialmente desde el punto de vista epigenético, será el reto de los próximos años.

En esta revisión se han presentado estudios que muestran la posible existencia de una alteración estructural y funcional relacionada con la psicopatía. Los trabajos con técnicas de neuroimagen han obtenido resultados compatibles en cuanto a la posible disfunción cerebral en los psicópatas. Los datos apuntan a la afectación del lóbulo frontal y de la amígdala, y se observa una reducción del volumen de la corteza prefrontal y cambios en componentes del sistema límbico involucrados en el procesamiento emocional.

La preocupación por generar una explicación a la conducta violenta ha generado posturas como la de Megargee (1966), quien puso de manifiesto que la violencia ocurre cuando la instigación, exacerbada por la rabia, excede el nivel de control de los sentimientos agresivos o impulsos de un individuo. Desde dicha preocupación, la postura de Wikkelso, Ekholm y Forsman (2000) evidenció una diferenciación de posiciones biologicistas que explican cómo la violencia se relaciona con factores filogenéticos y posibles daños en funciones neuropsicológicas complejas.

La forma en la que la teoría ha manifestado pertinencia al momento de establecer relaciones entre los procesos biológicos y ambientales permite resaltar la propuesta de Moya (2004) que hace una recopilación de investigaciones que relacionan el daño en las estructuras cerebrales con factores ambientales y procesos epigenéticos y la de Muñoz (2011), quien generó diferencias entre agresores de carácter subcultural y los que pueden manifestar desajustes en su base de personalidad de tipo psicopático.

La forma en la que se presenta la base violenta de la conducta homicida en Colombia ha permitido realizar un perfil del hombre condenado por homicidio, quien tienen características como tener una edad menor de 40 años, ha estudiado sin superar la secundaria, la dinámica de la familia de origen estuvo asociada a problemas de violencia intrafamiliar, abandonos, pobreza y alcoholismo, así como un contexto social violento.

Referencias

Alcázar-Córcoles, M. A., Verdejo-García, A., Bouso-Saiz, J .C., &

Bezos-Saldaña, L. (2008). La neuropsicología forense ante el reto de la relación entre cognición y emoción en la psicopatía. Revista de Neurología, 47(11), 607-612.

Alcázar-Córcoles, M. A., Verdejo-García, A., Bouso-Saiz, J. C., & Bezos-Saldaña, L. (2010). Neuropsicología de la agresión impulsiva. Revista de Neurología, 50(05), 291-299.

Benton, A. L., & Hamsher, K. S. (1989). Multilingual aphasia examination. Iowa City: University of Iowa.

Britton, G. B., Causadías, J. M., Zapata, J. S., Barb, G. A., & Sánchez, E. Y. (2010). Neuropsicología del crimen: función ejecutiva e inteligencia en una muestra de hombres condenados por homicidio en panamá. Acta Colombiana de Psicología, 13(2), 47-56.

Brown, L., Sherbenou, R. J., & Johnsen, S. K. (1990). Test of nonverbal intelligence-Second Edition (TONI-2).

Díaz, K., & Ostrosky, F. (2012). Desempeño neuropsicológico prefrontal en sujetos violentos de la población general. Acta de Investigación Psicológica, 2(1), 555-567.

Forth, E., & Burke, H. (1998). Psychopathy in adolescence: assess-ment, violence and developmental precursors. In Psychopathy: Theory, Research and Implications for Society (eds D. Cooke, A. Forth & R. Hare), pp. 205–230. Dordrecht: Kluwer.

Frick, P. J. (1994). Psychopathy and conduct problems in children. Journal of Abnormal Psychology, 103, 700-707.

Gallardo, P. D., Forero, C.G., Olivares, M. A., & Pueyo A. (2009). Desarrollo del comportamiento antisocial: factores psicobiológicos, ambientales e interacciones genotipo-ambiente. Revista de Neurología, 48(04), 191-198

Golden, C. J. (1994). Test de colores y palabras: STROOP. Madrid: TEA Gonzales, P (.2012). Principios Criminológicos De Delincuentes

Sexuales Y Homicidas. Disponible en URL: http://scholar.google.com.co/scholar?hl=es&as_sdt=0,5&as_vis=1&q=creswell+y+hollin+1994+factores+impredecibles+del+ambiente [Consulta 16 de diciembre de 2014]

Halty, L., Martínez, A., Requena, C., Santos, J. M., & Ortiz, T. (2011). Psicopatía en niños y adolescentes: modelos, teorías y últimas investigaciones. Revista de Neurología, 52(Supl. 1), S19-S27.

Page 5: Análisis neuroforense de la violencia: Propuesta de revisiónneurociencia.cl/dinamicos/articulos/774084-rcnp2015v10n1-10.pdf · Según las estadísticas que arrojó el informe del

Urazan & Avila. Rev. Chil. Neuropsicol. 10(1): 50-54, 2015

54

Hollin, C. (1989). Psychology and Crime: An Introduction to Criminological Psychology. London: Routledge.

Le Blanc, M. & Fréchette, M. (1989). Male criminal activity from childhood through youth. Berlin/New York: Springer-Verlag.

McCord, W., & McCord, J. (1964). The Psychopath: An essay on the criminal mind. New York. Van Nostrand Reinhold.

Megargee, E. (1966). Undercontrolled and overcontrolled personality types in extreme anti-social agresión. London: Psychological Mono-graphs, 80, 3.

Mitchell, D. G. V., Colledge, E., Leonard, A., & Blair, R. J. R. (2002). Risky decisions and response reversal: Is there evidence of orbi-tofrontal cortex dysfunction in psychopathic individuals? Neuropsychologia, 40, 2013–2022.

Morales, C. (2008). Las infracciones penales de los jóvenes. Una mirada sociológica. Andalucía: ANDULI: Revista Andaluza de Ciencias Sociales.

Moya, A. (2004). Bases neuronales de la violencia humana. Revista de Neurología, 38, 67-75.

Moya-Albiol, L. (2004). Bases neurais da violência humana. Revista de Neurología, 38(11), 1067-1075.

Muñoz, J. M. (2011). La psicopatía y su repercusión criminológica: un modelo comprehensivo de la dinámica de personalidad psicopática. Anuario de psicología jurídica, 21, 57-68.

Navas-Collado, E., Muñoz-García, J. J. (2004). El síndrome disejecutivo en la psicopatía. Revista de Neurología, 38(06), 582-590.

Organización de los Estados Americanos (2012). Informe sobre seguridad ciudadana en las Américas. Disponible en URL: http://www.oas.org/dsp/alertamerica/Report/Alertamerica2012.pdf [Consulta 21 de enero de 2015]

Piquero, D., Farrington, A., & Blumstein, A. (2007). Key issues in crimi-nal career research. New analyses of the Cambridge study in delinquent de-velopment. Cambridge, UK: Cambridge University Press.

Reitan, R. M. (1958). Validity of the Trail Making Test as an indication of the organic damage. Perceptual and Motor Skills, 8, 271-276.

Romero, J. (2001). El constructo psicopatía en la infancia y la adolescencia: del trastorno de conducta a la personalidad antisocial. Anuario de Psicología, 32, 25-49.

Tamara, M., Padilla, Y., Silva, M., & Ariza, K. (2011). Caracterización y Perfilación Criminológica y Penitenciaria de la Población Condenada y Privada de la Libertad en los Establecimientos de Reclusión del INPEC y Propuesta para el Direccionamiento del Tratamiento Penitenciario en Colombia. Bogotá: Ministerio del interior y justicia.

Vinet, E., & Alarcón, P. (2009). Caracterización de personalidad de mujeres adolescentes infractoras de ley: un estudio comparativo. Paideia, 19(43), 143-152.

Wechsler, D. (2002). Test de Inteligencia para Adultos. Buenos Aires: Paidós.

Wikkelso, C., Ekholm, S., & Forsman, A. (2000). Reduced regional cerebral blood flow in non – psychotic violent offenders. Psychiatry Research, 28(98), 29-41.