y su despojo fue una muchedumbre
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Gabriela Cabezón Cámara Iñaki Echeverría
y su despojo fue una muchedumbre
Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, excepto prevista por la ley.
Título: Y su despojo fue una muchedumbre ���Autores: Gabriela Cabezón Cámara - Iñaki Echeverría Colección Hammett
Diseño de cubierta e interior: DonAGH I MATulICH
ISBn: 978-84-944153-0-2 Depósito legal: CA 248-2015 Impreso por Estugraf. Primera edición: junio de 2015
©Iñaki Echeverría, 2015
©Gabriela Cabezón Cámara, 2015
C/o Agencia literaria CBQ Sl info@agencialiterariacbq.com
© De la presente edición, Cazador de Ratas Editorial
Tlf.: 956 050737 ���C/ Clarinete 6 esc. 9, 2o E 11500 El Puerto de Santa María www.cazadorderatas.com
“Planet Earth is blue and there s nothing I can do”
David Bowie, Space Oddity.
[Mohamed Bouazizi nació en 1984
en Sidi Bouzid y murió en Ben Arous el 4 de enero de 2011. Se inmoló públicamente en protesta por sus penurias econó-‐ micas y el maltrato policial. A partir de su muerte se desató la revuelta popular conocida en el mundo como “Primavera
árabe”. ] 10
PRIMAVERA ÁRABE
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Se desbarrancó, le patearon las estanterías, lo tumbaron en el barro junto con carro y verduras y frutas y él mismo se vino también abajo y no sabemos cómo, qué fue, si la forma en que rodaron las naranjas o la alfombra encrespada que hicieron las acelgas o el arco de bananas que lo coronó a él mismo hundido en el barro con el carro varado al lado como una ballena muerta o tal vez fue el canto del carro antes de caer, dicen que rechinó con fuerza, porque todo esto pasó lejos, en el África del Norte, pero allá también hay quienes los ejes de su carreta nunca los van a engrasar, y no sabemos entonces si fue el canto del carro o la música de su aullido arábigo —que habrá de sonarnos melodioso a los infieles pero no sería realista creer que pueda haber consistido en algo muy distinto a la concha de su madre hijos de puta dicho en la versión de esa lengua flexiva y terrorista—, es decir que puteó en el antiguo idioma de ellos
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Omar Carrasco nació en 1973 en CutralCó, Neuquén, una provincia de la Patagonia argentina. Murió en marzo de 1994, asesinado por un superior y dos camaradas mientras cumplía el Servicio Militar en el Ejército Argentino.
El crimen fue ocultado por la institución durante un mes: le dijeron a los padres que el chico había desertado. Cuando los hechos verdaderos salieron a la luz, se terminó el Servicio Militar Obligatorio.
NO MATA
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La mano de Dios aprieta pero no ahorca. Y no mata: con la mano juntó Dios el barro para hacer los muñequitos y crearnos varón y mujer a Su trans imagen y semejanza, después la cerró y del puño estiró el índice hacedor, apuntó a la parejita de polvo y agua y lanzó el rayo vital mientras exhalaba un “¡Fiat!” con tantos pegasos de fuerza como granos de arena tienen las playas y los desiertos de la Tierra y lleno del divino aliento imperativo que es el principio del aire que respiramos y por eso mismo la mano de El no puede ahorcar. Y no mata.
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ODA A DILAR GENÇXEMIS
COMANDANTA ARIN MIRKAN
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Del polvo al polvo, Dilar, y a la tormenta en tu caso: engendraste una nube que se alzó desmesurada en tu estallido sobre el cielo de Kobani, la ciudad que salvaste, comandanta Arin Mirkan, hecha de polvo la nube y también de humo, de esquirlas de granadas, de armas largas, de fragmentos de los cuerpos de los enemigos y, ay, Dilar, del tuyo, de tu cuerpo de guerrillera kurda, de chica de veintidós libre y soldada y madre y peshmerga, los que enfrentan la muerte en varias lenguas de medio oriente.
De mujer valiente estaba hecha la tormenta que alzaste sobre Kobani cuando le salvaste la vida a doscientos quince de los suyos ese domingo de octubre de dos mil catorce y acabaste en ese polvo que hizo polvo a veintisiete yihadistas de Isis, Dilar, y polvo a sus planes de este mundo, comandanta: arrasar Kobani, robar sus pobres tesoros de ovejas y aceitunas y matar a sus hombres y violar y vender o matar a sus mujeres para llegar con gloria al otro mundo, el que les hiciste, también, polvo, el Jardín de las huríes de ojos enormes, como los tuyos, Dilar, los ojos de las huríes del paraíso de los ríos de vino, los manantiales de miel, el agua de cristal, los palacios de oro, las ropas de telas ricas, los banquetes donde todo se puede comer, la fuerza de cien hombres en el cuerpo resucitado para siempre y las cien vírgenes diarias para olvidar los rigores de tanta batalla terrenal, de tanta cabeza cortada, de tanta niña destrozada, de tanta sangre, un paraíso de huríes y de efebos bellos como perlas derramadas habrás visto astillarse en los ojos de los enemigos, Dilar, esos segundos que te tomó avanzar hacia ellos, por-‐ que
te les apareciste de golpe, te vieron cuando ya no podían hacer más que gritar pero no gritaron, comandanta, se quedaron mudos de terror los terroristas mirándote venir, mudos de saber que los harías perder no sólo sus cuerpos afilados en la guerra y en la sed y en las carnicerías y en las cruentas biografías que los habrán llevado hasta ahí, Dilar, si no de perder también los miles de millones de años de la eternidad en el jardín de las vírgenes inagotables y las perlas prohibidas en la tierra, ay, esos nácares de efebo celestial perlados ellos mismos en los ríos de leche del paraíso.
Si quieres saber más de esta obra, puedes escribirnos a cazadorderataseditorial@gmail.com O a prensa@cazadorderatas.com
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