y mándame ir a ti meditación

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Meditación de cada frase

de la oración: Alma de Cristo

de San Ignacio de

Loyola

Y mándame

ir a Ti.

Como mandaste a tus apóstoles que lo dejaran

todo y te siguieran.

Como mandaste a San Pedro, que se hundía, ir a Ti sobre las aguas.

Como mandaste a Zaqueo bajar a hospedarte y bendecirte, para

ser yo hospedado en las mansiones de tu Gloria.

Como mandaste a la hija de Jairo y

al joven difunto y a Lázaro

sepultado resucitar.

Mándame ir a Ti, porque éste ha sido el anhelo constante de mi corazón, tantas veces alucinado y

vacilante.

Mándame, porque si no me mandas no

me atreveré a ir a Ti, porque soy gran

pecador.

Mándame, porque si me mandas harás posible lo

que sin mandarlo Tú me es imposible.

Mándame, Tú que tantas veces viniste a mi sacramentado

porque te llamé.

Mándame ir a Ti para que al

presentarme ante Ti pueda

decir esperanzado:

Señor, aquí estoy pues me llamaste.

Mándame ir a Ti, porque yo quiero ir

a Ti, mi Dios, mi Redentor, mi Jesús, mi todo.

Ir a Ti, Luz increada, Hermosura siempre antigua y siempre

nueva, Dicha infinita y

eterna.

Ir a Ti, ya desde ahora, sin detenerme a

“coger las flores” del camino, sin volver la

vista atrás, sin desviarme

de la senda que más me lleva

a Ti.

Ir a Ti como el río a la mar, con un anhelo siempre

antiguo y siempre nuevo:

como el ciervo a las fuentes de aguas, con

una sed irresistible;

Como el hijo pródigo a su padre, acogedor

y misericordioso, con una esperanza nunca defraudada y

fallida.

Ir a Ti para verte cara a cara,

para adentrarme en Ti y abismarme en Ti

y poseerte sin peligro de perderte

y de perderme.

Ir a Ti, para oír tus piadosos labios que me dicen:

“Ven, bendito de mi Padre, a poseer el reino

que te tenía preparado”.

Señor, somos por instinto refractarios a los

mandatos.

Pero los hay que revelan

un amor insobornable:El de una hermana

mayor a su hermanito.

El de una madre al hijo enfermo y

desganado.

El de la esposa solícita al esposo

desaprensivo.

Es impresionante un cariño que se transforma en

mandato.

¿Y te íbamos a negar a Ti,

oh Jesús, esta forma tan humana del amor…?

No puede haber

mandato más lleno de

cariño que el que en la hora de la muerte mandes, oh

Jesús, ir a Ti.

Señor yo que he recalcitrado tantas

veces contra vuestros mandamientos.

Yo que los he creído a veces casi exigentes…

Os pido no me neguéis este mandato, el más amable, quizá el único

sobre el que me atrevo a

formular un deseo absoluto de que se realice en

mí.

Jesús, en la hora de mi muerte, llámame y mándame ir a Ti;

para que no tengas que mandarme que me aparte

de Ti.

Ahora comprendo esta tremenda e ineludible

disyuntiva y sumisión de la Humanidad a tu mandato.

Todos los hombres han de estar siempre bajo el

cumplimiento de un mandato tuyo,

o de bendición en el Cielo, contigo, o de reprobación en el infierno, lejos de Ti.

Pues, oh Jesús, en la hora de mi

muerte, llámame y mándame

ir a Ti.

Para que mi cielo sea el desquite

eterno de tantas infracciones a tus mandamientos.

Para que a cuantos pudieran echarme en

rostro mi presencia entre ángeles, yo tan

manchado;entre apóstoles,

yo tan perezoso y tibio; entre mártires, yo tan recio al sufrimiento,

les pueda responder:

Es que Jesús, el Rey de la Gloria, me mandó ir a El

Mándame ir a Ti.

Para que eternamente te pueda responder: Aquí estoy, Señor, pues me llamaste.

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Que Dios te llene de bendiciones.Y que permanezcamos unidos en el amor

a Jesús.

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