unravel me de tahereh mafi #2
Post on 23-Mar-2016
265 Views
Preview:
DESCRIPTION
TRANSCRIPT
AAggrraaddeecciimmiieennttooss
A todas nuestras maravillosas traductoras, les damos nuestro inmenso
agradecimiento, su trabajo es maravilloso. Muchas gracias tambien al
increíble equipo de corrección. ¡Chicas todas ustedes son lo máximo! Y Un
agradecimiento a todos los lectores que paso a paso nos siguieron
incansablemente de inicio a fin, ustedes nos dan el ánimo necesario para
seguir trabajando en nuevos libros.
sooi.luuli & aLexiia_Rms
Nessie
Criscras13
rihano
Jhos
NomeHodas
Im_Rachell
aLexiia_Rms
val_277
vero aquino
guillugui
Pandora Montgomery
rodoni
Caro_Chan
hanna_marl
Onnanohino Gin
eyeOc
Maia8
sooi.luuli
Elizzen
LadyPandora
* Cary *
Aleti M. M.
Placeres
Susanauribe
Maia8
LuciiTamy
Eneritz
bibliotecaria70
Vericity
lavi
Jut
LadyPandora
Julieta_Arg
MaryJane♥
Angeles
Rangel
Onnanohino
Gin
Hanna & Vericity
Rodoni
IInnddiiccee
SSiinnooppssiiss
ick, tick, tick, tick, tick.
Ya casi es momento para la guerra.
Juliette ha escapado de Punto Omega. Es un lugar para personas como ella,
personas con dones, y también el cuartel general de la resistencia rebelde.
Finalmente está libre del Restablecimiento, libre de su plan para usarla
como un arma y libre para amar a Adam. Pero Juliette nunca estará libre de
su tacto letal.
O de Warner, quien quiere a Juliette más de lo que pensó que fuera posible.
En esta emocionante secuela de Shatter Me, Juliette tiene que tomar
decisiones que le cambiaran la vida, entre lo que quiere y lo que piensa que
es correcto. Decisiones que podrían involucrar escoger entre su corazón, y la
vida de Adam.
T
CCaappííttuulloo 11
l mundo podría ser soleado hoy.
La gran bola amarilla podría derramarse en las nubes, llorosa y
yemosa y desdibujarse en el cielo azul, brillante con fría
esperanza y falsas promesas sobre encontrar recuerdos, familias reales,
amorosos desayunos, pilas de panqueques mojados en sirope de arce en un
plato, en un mundo donde no exista nada más.
O quizás no.
Quizás está oscuro y húmedo hoy, con el viento soplando tan punzante, que
aguijonee la piel de los nudillos de un hombre adulto.
Quizás está nevando, quizás lloviendo, no sé si quizás esté helando o
granizando o haya un huracán convirtiéndose en tornado y la tierra esté
desgarrándose para dar cabida a nuestros errores.
No tendría ni idea.
Ya no tengo ventana. No tengo una panorámica. Hay un millón de grados
bajo cero en mi sangre y estoy enterrada en una habitación de
E
entrenamiento a 15 metros bajo tierra, que se ha convertido en mi segundo
hogar últimamente. Cada día miro estas cuatros paredes y me recuerdo que
no soy una prisionera no soy una prisionera no soy una prisionera, pero a
veces, el viejo miedo se extiende por mi piel y no parezco poder romper la
claustrofobia atorándose en mi garganta.
Hice tantas promesas cuando llegué aquí.
Ahora no estoy segura. Ahora estoy preocupada. Ahora mi mente es una
traidora, porque mis pensamientos salen de debajo de la cama cada
mañana con ojos desafiantes, palmas sudorosas y risitas nerviosas que se
asientan en mi pecho, se construyen en mi pecho, amenazan con quemarlo,
y la presión es tan agobiante y agobiante y agobiante.
La vida aquí no es lo que esperaba que fuera.
Mi nuevo mundo está creado en acero, sellado en plata, ahogándose en la
esencia de la piedra y el metal. El aire es frío, las esterillas naranjas; la luz
y los interruptores hacen bip y parpadean con luces electrónicas y eléctricas
brillantes de neón.
Esto está lleno, lleno con cuerpos, lleno con salas atestadas de susurros y
gritos, pisadas y atentos pasos. Si escucho más de cerca, puedo oír el
sonido de un cerebro trabajando, de una frente pellizcada, de dedos
tamborileando en barbillas y labios y cejas fruncidas. Las ideas son
llevadas en bolsillos, los pensamientos encerrados en la punta de cada
lengua, los ojos entrecerrados con concentración, con cuidadosos planes que
yo debería conocer.
Pero nada está funcionando y todas mis partes están rotas.
Se supone que administre mi Energía, dijo Castillo. Nuestros dones son
diferentes formas de Energía. La materia nunca se crea o destruye, me dijo,
y mientras nuestro mundo cambiaba, así lo hacía la Energía en él. Nuestras
habilidades son sacadas del universo, de otra materia, de otra Energía. No
somos una anomalía. Somos inevitabilidades de la perversa manipulación
de nuestra Tierra. Nuestra energía provenía de algún lugar, dijo.
Y algún lugar está en caos a nuestro alrededor.
Recuerdo los irritados cielos y la secuencia de los atardeceres colapsando
bajo la luna. Recuerdo la tierra rasgada, los raídos arbustos y lo que solía
ser verde, que ahora está demasiado cerca del marrón. Pienso en el agua
que no puedo beber, en los pájaros que no vuelan y cómo la civilización
humana ha sido reducida a nada más que una serie de bases
desperdigadas sobre lo que queda de nuestra devastada tierra.
Este planeta es un hueso roto que no encaja bien, una centena de piezas de
cristal pegadas juntas. Nos han destrozado y reconstruido, nos dijeron que
hiciéramos un esfuerzo cada día por fingir que estamos en el camino en que
debemos. Pero es una mentira, todo es una mentira, cualquier persona es
una mentira.
Yo no funciono apropiadamente.
No soy nada más que la consecuencia de una catástrofe.
2 semanas se han desmoronado en el arcén de la carretera, abandonadas,
ya olvidadas. 2 semanas he estado aquí y en 2 semanas he prolongado mi
residencia en una cama de colchas, preguntándome cuándo algo va a
romperse, cuándo seré la primera en romperlo, preguntándome cuando va a
caerse a pedazos. En 2 semanas debería haber estado más feliz, con más
salud, durmiendo mejor, más cómoda en este lugar. En cambio, me preocupo
sobre qué pasará cuando si no pueda conseguirlo, si no averiguo cómo
entrenar adecuadamente, si le hago daño a alguien a propósito o por
accidente.
Estamos preparándonos para una guerra sangrienta.
Por eso estoy entrenando. Todos estamos intentando prepararnos para
derrotar a Warner y sus hombres. Para ganar la batalla a tiempo. Para
demostrarles a los ciudadanos del mundo que aún hay esperanza, que no
tienen que consentir las demandas del Restablecimiento y volverse esclavos
de un régimen que no quiere nada más que explotarlos por poder. Y acepté
luchar. Ser una guerrera. Usar mi poder contra mi mejor juicio. Pero el
pensamiento de poner una mano en alguien me lleva de vuelta a un mundo
de recuerdos, sentimientos, una ráfaga de poder que experimento sólo
cuando estoy en contacto con una piel no inmune a la mía. Una ráfaga de
invencibilidad; un tormentoso tipo de euforia, una ola de intensidad
inundando cada poro de mi cuerpo. No sé lo que me hará. No sé si puedo
confiar en mí misma para disfrutar con el dolor ajeno.
Todo lo que sé, es que las últimas palabras de Warner están atoradas en mi
pecho y no puedo estornudar el frío o la verdad atrapándolas en la parte
posterior de mi garganta.
Adam no tiene ni idea de que Warner puede tocarme.
Nadie lo sabe.
Warner debería estar muerto. Warner debería estar muerto porque se
suponía que yo le tenía que disparar, pero nadie supuso que yo necesitaría
saber cómo disparar un arma, así que ahora supongo que él va a venir a
buscarme.
Va a venir a luchar.
Por mí.
CCaappííttuulloo 22
n golpe seco y la puerta se abre de golpe.
—Ah, señorita Ferrars. No sé lo que esperas lograr sentándote en
la esquina. —La sencilla sonrisa de Castillo danza en la
habitación antes de que lo haga él.
Tomo un aliento e intento forzarme a ver a Castillo, pero no puedo. En su
lugar susurro una disculpa y escucho el lastimero sonido que mis palabras
hacen en esta habitación. Siento que mis dedos temblorosos aprietan las
gruesas y acolchadas alfombras esparcidas por el suelo y pienso en que no
he logrado nada desde que he llegado aquí. Es humillante, tan humillante
decepcionar a una de las personas que siempre ha sido amable conmigo.
Castillo se queda de pie justo en frente de mí, espera hasta que levanto la
mirada.
—No hay necesidad de disculparse —dice él. Sus ojos marrones, nítidos y
claros, y la amigable sonrisa, facilitan que olvide que él es el líder del Punto
Omega. El líder de todo este movimiento clandestino dedicado a luchar
contra el Restablecimiento. Su voz es tan gentil, tan amable, y es casi peor.
A veces desearía que sólo me gritara—. Pero —continúa—, tienes que
aprender a cómo aprovechar tu energía, señorita Ferrars.
U
Una pausa.
Un paso.
Sus manos descansan en la pila de ladrillos que se supone debo destruir. Él
finge no notar los bordes rojos alrededor de mis ojos o los tubos de metal
que lancé por la habitación. Cuidadosamente, su mirada evita las manchas
de sangre en los tablones de madera colocados a un lado; sus preguntas no
cuestionan por qué mis puños están apretados con tanta fuerza y si me he
lastimado de nuevo o no. Ladea la cabeza en mi dirección pero está mirando
un espacio justo detrás de mí y su voz es tan suave cuando habla.
—Sé que esto es difícil para ti —dice—. Pero debes aprender. Tienes que
aprender. Tu vida dependerá de ello.
Trago con tanta fuerza, que escucho el eco de ello en el abismo entre
nosotros. Asiento, me echo contra la pared, le doy la bienvenida al frío y al
dolor del ladrillo que se me clava en la columna vertebral. Me llevo las
rodillas al pecho y siento que mis pies se presionan contra las esteras
protectoras que cubren el suelo. Estoy tan cerca de las lágrimas, que temo
que pueda gritar.
—Sólo que no sé cómo —le digo finalmente—. No conozco nada de esto. Ni
siquiera sé qué se supone que haga. —Miro al techo y parpadeo parpadeo
parpadeo. Mis ojos se sienten brillantes, húmedos—. No sé cómo hacer que
ocurran las cosas.
—Entonces tienes que pensarlo —dice Castillo, sin inmutarse. Agarra un
tubo de metal descartado. Lo pesa en sus manos—. Tienes que encontrar las
conexiones entre los hechos que ocurrieron. Cuando irrumpiste a través del
cemento en la cámara de tortura de Warner, rompiste la puerta de acero
para salvar al señor Kent, ¿qué pasó? ¿Por qué en esas dos instancias fuiste
capaz de reaccionar de semejante manera? —Se sienta unos metros lejos de
mí. Empuja el tubo en mi dirección—. Necesito tus habilidades, señorita
Ferrars. Tienes que concentrarte.
Concentrarse.
Es una palabra, pero es suficiente, es todo lo que toma para hacerme sentir
enferma. Todos, al parecer, necesitan que me concentre. Primero Warner
necesitaba que me concentrara, y ahora Castillo necesita que me concentre.
Nunca he sido capaz de seguir hasta el final.
El profundo y triste suspiro de Castillo me regresa al presente. Se pone de
pie. Suaviza la única chaqueta azul marino que parece poseer y noto el
plateado símbolo Omega bordado en la parte posterior. Una mano distraída
toca el extremo de su cola de caballo; siempre anuda sus temores en un
limpio nudo en la base de su cuello.
—Te estás resistiendo —dice, aunque de manera gentil—. Tal vez deberías
trabajar con alguien más para un cambio. Tal vez un compañero ayudará a
que funcionen las cosas... a descubrir la conexión entre esos dos eventos.
Mis hombros se agarrotan, sorprendida.
—Pensé que dijiste que tenía que trabajar sola.
Mira de reojo más allá de mí. Se rasca una zona debajo de su oreja, mete su
otra mano en un bolsillo.
—En realidad no quería que trabajaras sola —dice—. Pero nadie se ofreció
para la tarea.
1 luego 2 luego 15 rocas caen en el abismo de mi estómago. Varias están
atascadas en mi tráquea. No sé porqué contengo la respiración, porqué estoy
tan sorprendida. No debería estar sorprendida. No todos son Adam.
No todos están a salvo de mí de la manera en la que él lo está. Nadie
excepto Adam me ha tocado y lo ha disfrutado. Nadie excepto Warner. Pero
a pesar de las mejores intenciones de Adam, él no puede entrenar conmigo.
Él está ocupado con otras cosas.
Cosas que nadie quiere decirme.
Pero Castillo está mirándome con ojos esperanzadores, ojos generosos, ojos
que no tienen idea de que esas nuevas palabras que él me brindó son
mucho peores. Peores porque tanto como sé la verdad, aún hiere
escucharlas. Hiere recordar que aunque podría vivir en una cálida burbuja
con Adam, el resto del mundo aún me ve como una amenaza. Un monstruo.
Una abominación.
Warner estaba en lo cierto. Sin importar a dónde vaya, parece que no puedo
escapar de esto.
—¿Qué ha cambiado? —le pregunto—. ¿Quién está dispuesto a entrenar
conmigo? —Hago una pausa—. ¿Tú?
Castillo sonríe.
Es el tipo de sonrisa que calienta mi cuello con humillación y esparce mi
orgullo por las vértebras. Tengo que resistir el impulso de salir corriendo por
la puerta.
Por favor por favor por favor no te compadezcas de mí, es lo que quiero decir.
—Desearía tener tiempo —me dice Castillo—. Pero Kenji finalmente está
disponible, fuimos capaces de reorganizar su programa, y dijo que estaría
feliz de trabajar contigo. —Un momento de vacilación—. Claro, si está bien
para ti.
Kenji.
Quiero reír fuerte. Kenji sería el único dispuesto a arriesgarse a trabajar
conmigo. Lo lastimé una vez. Por accidente. Pero él y yo no hemos pasado
mucho tiempo juntos desde que condujo nuestra expedición a Punto Omega.
Era como si él sólo estuviera haciendo una tarea, cumpliendo una misión;
una vez completa, volvería a su vida. Aparentemente Kenji es importante por
aquí. Él tiene un millón de cosas por hacer. Cosas que regular. A la gente
parece gustarle, lo respetan, incluso.
Me pregunto si ellos lo han conocido como el Kenji desagradable y mal
hablado que yo conocí por primera vez.
—Seguro —le digo a Castillo, intentando una expresión agradable por
primera vez desde que él ha llegado—. Eso suena genial.
Castillo se pone de pie. Sus ojos están brillantes, impacientes, fácilmente
satisfechos.
—Perfecto. Le diré que lo encontrarás mañana en el almuerzo. Pueden comer
juntos e ir desde allí.
—Oh, pero normalmente...
—Lo sé —me interrumpe Castillo. Ahora su sonrisa está apretada en una
fina línea, su frente arrugada de preocupación—. Te gusta comer con el
señor Kent. Sé eso. Pero apenas ha pasado algo de tiempo con los otros,
señorita Ferrars, y si vas a estar aquí, necesitas empezar a confiar en
nosotros. La gente de Punto Omega se siente cercana a Kenji. Él puede
responder por ti. Si todos ven que pasan tiempo juntos, se sentirán menos
intimidados por tu presencia. Ayudará a que te adaptes.
Calor como aceite caliente salpica mi rostro; me estremezco, siento que mis
dedos se mueven, intento encontrar un lugar al que mirar, intento fingir que
no puedo sentir el dolor atrapado en sus ojos. Tengo que tragar 3 veces
antes de contestar.
—Ellos están... están asustados de mí —le digo, susurro, mi voz
apagándose—. No... no quiero molestar a nadie. No quiero meterme en su
camino...
Castillo da un suspiro, largo y fuerte. Mira abajo y arriba, se rasca la parte
suave de su barbilla.
—Sólo están asustados —dice finalmente—, porque no te conocen. Si sólo lo
intentaras un poco más... si hicieras el más pequeño esfuerzo para
conseguir conocer a alguien... —Se detiene. Frunce el ceño—. Señorita
Ferrars, has estado aquí por dos semanas y apenas siquiera le has hablado
a tus compañeras de cuarto.
—Pero eso no es... creo que ellas son grandiosas...
—¿Y sin embargo las ignoras? ¿No pasas tiempo con ellas? ¿Por qué?
Porque nunca he tenido amigas antes. Porque estoy asustada de hacer algo
mal, decir algo equivocado y que terminen odiándome como todas las otras
chicas que he conocido. Y me gustan mucho, lo que hará su inevitable
rechazo mucho más duro de soportar.
No digo nada.
Castillo sacude la cabeza.
—Lo hiciste muy bien el día que llegaste. Parecías casi amigable con
Brendan. No sé qué ocurrió —continúa Castillo—. Pensé que aquí lo harías
bien.
Brendan. El chico delgado con el pelo rubio platino y con las corrientes
eléctricas corriendo por sus venas. Lo recuerdo. Fue amable conmigo.
—Me gusta Brendan —le digo a Castillo, desconcertada—. ¿Estás molesto
conmigo?
—¿Molesto? —Castillo sacude la cabeza, se ríe fuerte. No responde mi
pregunta—. No lo entiendo, señorita Ferrars. He intentado ser paciente
contigo, he intentado darte tiempo, pero confieso que estoy muy perplejo.
Eras tan diferente cuando llegaste por primera vez... ¡estabas emocionada
de estar aquí! Pero tomó menos de una semana que te apartaras por
completo. Ni siquiera miras a nadie cuando caminas por los pasillos. ¿Qué
pasó con la conversación? ¿Con la amistad?
Sí.
Me tomó 1 día establecerme. 1 día para que mirara alrededor. 1 día para
que me emocionara por una vida diferente y 1 día para que todos
averiguaran quién soy y lo que he hecho.
Castillo no dice nada acerca de las madres que me ven caminar por el
pasillo y sacan a sus hijos de mi alcance. No menciona las hostiles miradas
y las inoportunas palabras que he soportado desde que he llegado. No dice
nada de los chicos que han sido prevenidos de quedarse lejos, muy lejos, y
el puñado de personas que me observan muy de cerca. Sólo puedo
imaginarme lo que han escuchado, de dónde han obtenido sus historias.
Juliette.
Una chica con un toque mortal que socava la fuerza y la energía de los seres
humanos de sangre caliente, hasta que son cadáveres sin vida, paralizados,
que descasan en el suelo. Una chica que pasó la mayor parte de su vida en
hospitales y centros juveniles de detención, una chica de la que sus padres
se deshicieron, etiquetada certificadamente como insana y sentenciada al
aislamiento en un manicomio donde las ratas incluso tenían miedo de vivir.
Una chica.
Con tanto hambre de poder que mató a un pequeño. Torturó a un niñito.
Trajo a un adulto jadeando de rodillas. Ni siquiera tiene la decencia de
suicidarse.
Nada de eso es mentira.
Así que miro a Castillo con motas de color en mis mejillas y letras tácitas en
mis labios y ojos que se rehúsan a revelar sus secretos.
Él suspira.
Casi dice algo. Intenta hablar, pero sus ojos inspeccionan mi rostro y cambia
de opinión. Sólo me ofrece un rápido asentimiento, un profundo respiro, le da
golpecitos a su reloj, dice:
—Tres horas hasta apagar las luces. —Y se gira para irse.
Hace una pausa en la entrada.
—Señorita Ferrars —dice de repente, suavemente, sin girarse—, has elegido
quedarte con nosotros, para luchar con nosotros, para volverte un miembro
de Punto Omega. —Una pausa—. Vamos a necesitar tu ayuda. Y me temo
que nos estamos quedando sin tiempo.
Lo observo irse.
Escucho a sus pasos alejarse mientras hacen eco junto con sus últimas
palabras, e inclino mi cabeza hacia la pared. Cierro mis ojos contra el techo.
Escucho su voz, solemne y firme, repiqueteando en mis oídos.
Nos estamos quedando sin tiempo, dijo él.
Como si el tiempo fuera el tipo de cosa sin la que te podrías quedar, como si
se midiera en tazones que nos eran entregados al nacer y si comiéramos
demasiado o demasiado rápido o justo antes de saltar al agua, entonces
nuestro tiempo se perdería, desaprovechado, consumido, ya gastado.
Pero el tiempo está más allá de nuestra finita comprensión. Es interminable,
vive fuera de nosotros; no podemos quedarnos sin él o perder su pista o
encontrar una manera de aferrarnos a él. El tiempo continúa incluso cuando
nosotros no.
Tenemos un montón de tiempo, es lo que debería haber dicho Castillo. Todos
tenemos tiempo en el mundo, es lo que debería haberme dicho. Pero no lo
hizo, porque lo que él quería decir es que el tic tac de nuestro tiempo está
cambiando. Se está precipitando hacia delante, dirigiéndose hacia una
nueva dirección, golpeándose la cara de bruces contra algo más y
tick
tick
tick
tick
tick
es casi
hora de la guerra.
CCaappííttuulloo 33
odía tocarlo desde aquí.
Sus ojos, azul oscuro. Su cabello, castaño oscuro. Su camisa,
demasiado ajustada en todos los lugares correctos y sus labios,
sus labios moviéndose rápidamente hasta encender el interruptor que
prende el fuego en mi corazón y ni siquiera tengo tiempo para parpadear y
exhalar antes de ser cogida en sus brazos.
Adam.
—Hola —susurra, justo contra mi cuello.
Contengo un escalofrío mientras la sangre corre hasta enrojecer las mejillas
y por un momento, sólo por este momento, dejo caer mis huesos y permito
que me sujete.
—Hola. —Sonrío, inhalando su esencia.
Lujoso, es lo que es.
Casi nunca nos vemos a solas. Adam se está quedando en la habitación de
Kenji con su hermano pequeño, James, y yo utilizo litera con las gemelas
sanadoras. Probablemente tenemos menos de 20 minutos antes de que las
chicas vuelvan a esta habitación y tengo la intención de aprovechar al
máximo esta oportunidad.
P
Mis ojos se cierran.
Los brazos de Adam se envuelven alrededor de mi cintura, tirándome más
cerca, y el placer es tan enorme, que apenas puedo mantenerme sin temblar.
Es como si mi piel y huesos hubieran estado anhelando contacto, cálido
afecto, interacción humana durante tantos años, que no sé cómo moderarme
el ritmo. Soy una niña hambrienta intentando llenar mi estómago,
absorbiendo mis sentidos en la decadencia de estos momentos, como si me
despertara en la mañana y me diera cuenta de que todavía estoy barriendo
las cenizas de mi madrastra.
Pero entonces los labios de Adam se presionan contra mi cabeza y mis
preocupaciones se ponen un vestido de fantasía y pretenden ser otra cosa
durante un rato.
—¿Cómo estás? —pregunto y es tan embarazoso porque mis palabras son
ya inestables, a pesar de que él apenas me sostiene, pero no puedo dejarme
ir.
La risa sacude la forma de su cuerpo, suave y rica e indulgente. Pero él no
responde a mi pregunta y sé que no lo hará.
Hemos intentado muchas veces escaparnos juntos, sólo para ser capturados
y castigados por nuestra negligencia. No se nos permite salir de nuestras
habitaciones después de apagar las luces. Una vez que terminó nuestro
período de gracia, una indulgencia concedida teniendo en cuenta nuestra
llegada muy abrupta, Adam y yo teníamos que seguir las reglas al igual que
todos los demás. Y hay un montón de reglas a seguir.
Estas medidas de seguridad, cámaras por todas partes, en cada esquina,
en cada pasillo, existen para prepararnos en caso de un ataque. Los
guardias patrullan por la noche, en busca de cualquier ruido sospechoso,
actividad o signo de una infracción. Castillo y su equipo están vigilantes en
la protección del Punto Omega y están dispuestos a asumir el más mínimo
riesgo, si los intrusos se acercan demasiado a este escondite, alguien tiene
que hacer cualquier cosa y todo lo necesario para mantenerlos alejados.
Castillo asegura que es su mucha vigilancia lo que los ha mantenido de su
descubrimiento durante tanto tiempo, y si soy perfectamente honesta, puedo
ver su razón de ser tan estricto al respecto. Pero estas mismas medidas tan
estrictas, nos mantienen apartados a Adam y a mí. Él y yo nunca nos
vemos, excepto durante las hora de comer, cuando siempre estamos
rodeados por otras personas, y todo el tiempo libre que tengo es gastado
encerrada en una sala de entrenamiento, donde se supone que debo
“emplear mi Energía”. Adam está tan descontento con eso como yo.
Toco su mejilla.
Respira difícilmente. Se vuelve hacia mí. Me dice mucho con sus ojos, tanto
que tengo que mirar hacia otro lado porque lo siento todo demasiado
intensamente. Mi piel es extremadamente sensible, por fin por fin por fin
despierta y vibrando con vida, vibrando con sentimientos tan intensos que
es casi indecente.
Ni siquiera puedo ocultarlo.
Él ve lo que me hace, lo que me pasa cuando sus dedos rozan mi piel,
cuando sus labios se acercan demasiado a mi cara, cuando el calor de su
cuerpo contra el mío, fuerza a mis ojos a cerrarse y a mis extremidades a
temblar y a mis rodillas a ceder bajo la presión. Veo lo que también le hace a
él, saber que tiene ese efecto en mí. A veces me tortura, sonriendo mientras
toma demasiado tiempo para llenar el vacío entre nosotros, regodeándose
con el sonido de mi corazón golpeando contra mi pecho, con las agudas
respiraciones que lucho tan difícilmente para controlar, con la forma que
trago un centenar de veces justo antes de que él se mueva para besarme. No
puedo ni mirarlo sin revivir cada momento que hemos pasado juntos, cada
recuerdo de sus labios, su tacto, su olor, su piel. Es demasiado para mí,
demasiado, tanto, tan nuevo, tantas sensaciones exquisitas que nunca he
conocido, nunca he sentido, a las que ni siquiera tenía acceso anteriormente.
A veces tengo miedo de que eso me mate.
Me libero de sus brazos; estoy caliente y fría y sintiéndome inestable, con la
esperanza de que pueda ponerme bajo control, con esperanza de que se
olvide de cuán fácilmente me afecta, y sé que necesito un momento para
reponerme. Me tropiezo hacia atrás, me tapo la cara con las manos e intento
pensar en algo que decir, pero todo está temblando y le pillo mirándome,
pareciendo como si podría aspirar la distancia a mí en una respiración.
No es la palabra que creo que le oigo susurrar.
Todo lo siguiente que sé, son los brazos, el desesperado borde en su voz
cuando dice mi nombre, y estoy desenredando en su abrazo, estoy peleando
y cayendo a pedazos y no estoy haciendo ningún esfuerzo por controlar el
temblor en mis huesos y él es tan caliente su piel es tan caliente y ya ni
siquiera sé dónde estoy.
Su mano derecha se desliza por mi columna y tira de la cremallera que
sostiene mi traje junto hasta que esté a la mitad de mi espalda y no me
importa. Tengo 17 años para compensar y quiero sentirlo todo. No estoy
interesada en quedarme esperando y arriesgar los quién sabe y los y si y
los enormes remordimientos. Quiero sentir todo eso porque y si me despierto
para encontrar que este fenómeno ha pasado, que la fecha de caducidad ha
llegado, que mi oportunidad llegó y se fue y nunca volvería. Que estas
manos nunca más sentirán este calor.
No puedo.
No lo haré.
Ni siquiera me doy cuenta de que me he presionado contra él hasta que
siento todos los contornos de su cuerpo bajo el fino algodón de su ropa. Mis
manos se deslizan por debajo de su camisa y oigo su forzada respiración,
miro hacia arriba para encontrar sus ojos cerrados, sus rasgos atrapados en
una expresión parecida a algún tipo de dolor y de pronto sus manos están
en mi cabello, desesperadas, sus labios tan cerca. Se inclina y la gravedad
se mueve fuera de su camino y mis pies dejan el suelo y estoy flotando,
estoy volando, estoy anclada por nada más que este huracán en mis
pulmones y este corazón que late un paso un paso un paso demasiado
rápido.
Nuestros labios se tocan y sé que voy a romper las costuras. Me está
besando como si me hubiera perdido y me hubiera encontrado y me estoy
resbalando y nunca va a dejar que me vaya. Quiero gritar, a veces, quiero
derrumbarme, a veces, quiero morir sabiendo que había sabido lo que era
vivir con este beso, este corazón, esta suave suave explosión que me hace
sentir como si me hubiera tomado un sorbo del sol, como si hubiera comido
nubes 8, 9, y 10.
Esto.
Esto me duele en todas partes.
Él se aleja, está respirando con dificultad, sus manos se deslizan bajo la
suave tela de mi traje y es tan caliente, su piel es tan caliente y creo que ya
he dicho eso, pero no me acuerdo y estoy tan distraída que cuando habla no
entiendo muy bien.
Pero es algo.
Profundas y roncas palabras, en mi oído, pero pillo algo más que una
expresión ininteligible, consonantes y vocales y sílabas rotas, todo
mezclado. Sus latidos se estrellan a través de su pecho y caen en los míos.
Sus dedos están trazando mensajes secretos en mi cuerpo. Sus manos se
deslizan por el material liso y satinado de este traje, deslizándose por el
interior de mis muslos, alrededor de la parte posterior de mis rodillas y
arriba y arriba y arriba y me pregunto si es posible desmayarse y aun así
ser consciente al mismo tiempo y apuesto a que esto es lo que se siente al
hiper, al hiperventilar cuando nos tira hacia atrás. Él golpea su espalda
contra la pared. Encuentra un firme agarre sobre mis caderas. Tira de mí
con fuerza contra su cuerpo.
Jadeo.
Sus labios están en mi cuello. Sus pestañas hacen cosquillas en la piel
debajo de mi barbilla y dice algo, algo que suena como mi nombre y besa
hacia arriba y abajo de mi clavícula, besa a lo largo del arco de mi hombro,
y sus labios, sus labios y sus manos y sus labios están buscando en la
curvas y pendientes de mi cuerpo y su pecho está agitado cuando maldice y
para y dice:
—Dios, te sientes tan bien y mi corazón ha volado a la luna sin mí.
Me encanta cuando me lo dice. Me encanta cuando me dice que le gusta la
forma en que me siente, porque va en contra de todo lo que he oído toda mi
vida y me gustaría poder poner sus palabras en mi bolsillo, sólo para
tocarlas de vez en cuando y recordarme que existen.
—Juliette.
Casi no puedo respirar.
Casi no puedo levantar la vista y mirar de frente y ver otra cosa que no sea
la absoluta perfección de este momento, pero nada de eso importa, porque él
está sonriendo. Está sonriendo como si alguien hubiera colgado las estrellas
en sus labios y me está mirando, me está mirando como si yo lo fuera todo y
me dan ganas de llorar.
—Cierra tus ojos —susurra.
Y yo confío en él.
Así que lo hago.
Mis ojos se cierran y él besa uno y luego el otro. Después mi barbilla, mi
nariz, mi frente. Mis mejillas. Ambas sienes.
Cada
centímetro
de mi cuello
y
Se retira tan rápido, que se golpea la cabeza contra la rugosa pared. Unas
palabras salen antes de que pueda detenerlos. Estoy congelada,
sorprendida y de repente asustada.
—¿Qué pasó? —susurro y no sé por qué estoy susurrando—. ¿Estás bien?
Adam lucha para no hacer una mueca, pero está respirando con dificultad y
mirando a su alrededor y tartamudeando.
—L-lo siento. —Mientras se agarra la parte posterior de la cabeza—. Eso
fue, quiero decir que pensé… —Mira hacia otro lado. Aclara su garganta—.
Yo, yo creo, me pareció oír algo. Pensé que alguien estaba a punto de entrar.
Por supuesto.
A Adam no se le permite estar aquí.
Los chicos y chicas se quedaban en alas diferentes en el Punto Omega.
Castillo dice que es sobre todo para asegurarse de que las chicas se sientan
seguras y cómodas en sus cuartos, sobre todo porque tenemos baños
comunes, así que por la mayor parte, no tengo ningún problema con eso. Es
agradable no tener que ducharse con hombres viejos. Pero lo que hace que
sea difícil para los dos encontrar un momento juntos, y durante todo el
tiempo arreglárnoslas para gorronear, siempre estamos hiperconscientes de
ser descubiertos.
Adam se recuesta contra la pared y se estremece. Extiendo el brazo hasta
tocar su cabeza.
Él se estremece.
Me congelo.
—¿Estás bien…?
—Sí —suspira—. Yo sólo… quiero decir… —Niega con la cabeza—. No lo sé.
—Baja su voz. Sus ojos—. No sé qué diablos está mal conmigo.
—Oye. —Rozo mis dedos contra su estómago. El algodón de la camisa
todavía está caliente del calor de su cuerpo y tengo que resistir la tentación
de enterrar mi cara en él—. Está bien—le digo—. Sólo estabas siendo
cuidadoso.
Sonríe, una extraña y triste sonrisa.
—No estoy hablando de mi cabeza.
Le miro fijamente.
Abre su boca. La cierra. La abre de nuevo.
—Eso es… quiero decir, esto… —Hace un gesto entre nosotros.
No terminará. Él me mirará.
—No entiendo…
—Estoy perdiendo la cabeza —dice, pero lo susurra como si no estuviera
seguro de que incluso lo dice en voz alta.
Lo miro. Lo veo y parpadeo y le pongo la zancadilla a las palabras que no
puedo ver y no se puede encontrar y no puede decir.
Él asiente con la cabeza.
Agarra la parte posterior de su cráneo, fuerte, y se ve avergonzado y estoy
intentado entender por qué. Adam no se avergüenza. Adam nunca se
avergüenza.
Cuando por fin habla, su voz es gruesa.
—He esperado tanto tiempo para estar contigo —dice—. He querido esto…
te he deseado durante tanto tiempo y ahora, después de todo…
— Adam, ¿qué estas…?
—No puedo dormir. No puedo dormir y pienso en ti todo… todo el tiempo y
no puedo… —Se para. Presiona las palmas de sus manos a su frente. Cierra
los ojos. Se vuelve hacia la pared, así que no puedo ver su cara—. Deberías
saber… tienes que saber —dice, las crudas palabras, pareciendo drenarle—
, que nunca he deseado nada como te he deseado a ti. Nada. Porque esto…
esto… quiero decir, Dios, te deseo, Juliette, deseo… deseo…
Sus palabras fallan cuando se vuelve hacia mí, con ojos demasiado
brillantes, la emoción descargando los planos de su cara. Su mirada se
detiene a lo largo de las líneas de mi cuerpo, lo suficiente como para
encender una cerilla con el líquido de mechero fluyendo en mis venas.
Me enciendo.
Quiero decir algo, algo justo y estable y tranquilizador. Quiero decirle que lo
entiendo, que deseo lo mismo, que también lo deseo, pero el momento se
siente tan cargado y urgente, que estoy medio convencida de que estoy
soñando. Es como cuando estoy con mis últimas letras y todo lo que tengo
son Q y Z y justo he recordado que alguien inventó un diccionario, cuando
por fin arranca sus ojos de mí.
Traga saliva, difícilmente, con sus ojos hacia abajo. Me mira de nuevo. Una
de sus manos está atrapada en su cabello, la otra está cerrada en un puño
contra la pared.
—No tienes ni idea —dice con la voz entrecortada—, lo que me haces. Lo que
me haces sentir. Cuando me tocas… —Él pasa una mano temblorosa por su
cara. Casi se ríe, pero su respiración es pesada y desigual, no me mirara a
los ojos. Da un paso atrás, maldice por lo bajo. Golpea su puño contra su
frente—. Jesús. ¿Qué demonios estoy diciendo? Mierda. Mierda. Lo siento…
olvida lo que… olvida lo que he dicho… debería irme…
Intento detenerlo, intento encontrar mi voz, intento decir Está bien, está bien,
pero ahora estoy nerviosa, tan nerviosa, tan confundida, porque nada de
esto tiene sentido. No entiendo lo que está pasando o por qué parece tan
inseguro sobre mí y nosotros, y él y yo y él y yo y todos estos pronombres en
su conjunto. No le estoy rechazando. Nunca lo había rechazado. Mis
sentimientos por él siempre han sido tan claros, que no tiene motivos para
sentirse inseguro acerca de mí o de mí alrededor y no sé por qué me mira
como si algo estuviera mal…
—Lo siento mucho —dice—. Yo… no debería haber dicho nada. Sólo estoy…
estoy… mierda. No debería haber venido. Debo irme… me tengo que ir…
—¿Qué? Adam, ¿qué ha pasado? ¿De qué estás hablando?
—Esta era una mala idea —dice—. Soy tan estúpido… ni siquiera debería
haber estado aquí…
—No eres un estúpido… está bien… todo está bien…
Se ríe, fuerte y vacío. El eco de una sonrisa incómoda persiste en su rostro
cuando se detiene, mira a un punto justo detrás de mi cabeza. No dice nada
por un largo tiempo, hasta que finalmente lo hace.
—Bueno —dice. Trata de sonar optimista—. Eso no es lo que piensa Castillo.
—¿Qué? —Respiro, cogida con la guardia baja. Sabía que ya no estamos
hablando sobre nuestra relación.
—Sí. —Sus manos están en los bolsillos.
—No.
Adam asiente. Se encoge de hombros. Me mira y mira hacia otro lado.
—No lo sé. Creo que sí.
—Pero la prueba… es…quiero decir… —No puedo dejar de negar con mi
cabeza—. ¿Ha encontrado algo?
Adam no me mirara.
—Oh, Dios mío —digo y susurro como susurrara, de alguna manera haré
esto más fácil—. ¿Así que es cierto? ¿Castillo tiene razón? —Mi voz está
cada vez más alta y mis músculos están empezando a apretarse y no sé por
qué esto se siente como el miedo, esta sensación deslizándose por mi
espalda. No debería tener miedo si Adam tiene un don como lo hago yo,
debería haber sabido que no podía ser tan fácil, que no podía haber sido tan
simple. Esta era la teoría de Castillo todo el tiempo, que Adam puede
tocarme porque él también tiene algún tipo de Energía que lo permite.
Castillo nunca pensó que la inmunidad de Adam a mi habilidad era una
feliz coincidencia. Pensó que tenía que ser más grande que eso, más
científico que eso, más específico que eso. Siempre he querido creer que tuve
suerte.
Y Adam quería saber. En realidad, estaba emocionado por descubrirlo.
Pero una vez que empezó a probar con Castillo, Adam dejó de querer hablar
de ello. Nunca me ha dado más de las actualizaciones más elementales. La
emoción de la experiencia se desvaneció demasiado rápido para él.
Algo está mal.
Algo está mal.
Por supuesto que lo está.
—No sabemos nada concluyente —me dice Adam, pero puedo ver que se
está deteniendo—. Tengo que hacer un par de sesiones más… Castillo dice
que hay unas cuantas cosas más que necesita…. examinar.
No echo de menos la forma mecánica en la que Adam está entregando esta
información. Algo no está bien y no puedo creer que no me di cuenta de las
señales hasta ahora. No he querido, me doy cuenta. No he querido admitir
que Adam parece más agotado, más tenso, dañado más severamente de lo
que nunca le he visto. La ansiedad ha construido una casa sobre sus
hombros.
—Adam…
—No te preocupes por mí. —Sus palabras no son duras, pero hay un
trasfondo de urgencia en su tono que no puedo ignorar y me tira hacia sus
brazos antes de que encuentre una oportunidad para hablar. Sus dedos
trabajan para subirme la cremallera de mi traje—. Estoy bien —dice—. De
verdad. Sólo quiero saber si estás bien. Si estás bien aquí, entonces yo
también. Todo está bien. —Su aliento se queda pillado—. ¿Vale? Todo va a
estar bien. —La temblorosa sonrisa en su rostro está haciendo que mi pulso
se olvide que tiene un trabajo que hacer.
—Vale. —Me toma un momento encontrar mi voz—. Está bien, seguro, pero…
La puerta se abre y Sonya y Sara están a mitad de camino a la habitación
antes de que se congelen, con los ojos fijos en nuestros cuerpos
entrelazados.
—¡Oh! —dice Sara.
—Um. —Sonya baja la mirada.
Adam maldice por lo bajo.
—Podemos volver más tarde… —dicen juntas las gemelas.
Se dirigen a la puerta cuando las detengo. No voy a echarlas de su propia
habitación.
Les pido que no se vayan.
Me preguntan si estoy segura.
Miro una vez el rostro de Adam y sé que voy a lamentar abandonar incluso
un solo minuto de nuestro tiempo juntos, pero también sé que no puedo
tomar ventaja sobre mis compañeras de cuarto. Este es su espacio personal
y es casi la hora de apagar las luces. No pueden estar deambulando por los
pasillos.
Adam no me está mirando más, pero tampoco me está dejando ir. Me inclino
hacia delante y dejo un ligero beso sobre su corazón. Al fin encuentra mis
ojos. Me ofrece una sonrisa, una sonrisa dolorida.
—Te amo —le digo en voz baja, para que sólo él pueda oírme.
Él exhala una respiración corta e irregular.
—No tienes ni idea —susurra y se aleja. Pivota sobre un talón. Se dirige
fuera por la puerta.
Mi corazón está latiendo en mi garganta.
Las chicas me están mirando. Preocupadas.
Sonya está a punto de hablar, pero luego…
Un interruptor
un clic
un parpadeo
y las luces están apagadas.
CCaappííttuulloo 44
os sueños han regresado.
Me habían dejado durante un tiempo, poco después de haber sido
encarcelada en la base con Warner. Pensé que había perdido el
pájaro, el pájaro blanco, el pájaro con vetas doradas como una corona sobre
su cabeza. Solía reunirse conmigo en mis sueños, volando fuerte y suave,
navegando por el mundo como mejor sabía, como si tuviera secretos que
nunca sospecharía, como si estuviera llevándome a un lugar seguro. Era mi
único pedazo de esperanza en la oscuridad amarga del asilo, sólo hasta que
conocí a su gemelo tatuado en el pecho de Adam.
Era como si volara directamente de mis sueños, sólo para descansar encima
de su corazón. Pensé que era una señal, un mensaje diciéndome que
finalmente estaba a salvo. Que yo había volado y finalmente encontrado la
paz, el santuario.
No esperaba volver a ver el pájaro.
Pero ahora ha vuelto y parece completamente el mismo. El mismo pájaro
blanco en el mismo cielo azul con la misma corona amarilla. Sólo que esta
vez, está congelado. Batiendo sus alas en su lugar, como si se hubiera visto
envuelto en una jaula invisible, como si estuviera destinado a repetir el
mismo movimiento para siempre. El ave parece estar volando: está en el
aire, sus alas funcionan. Parece como si fuera libre para elevarse por los
L
cielos. Pero está atascado.
Incapaz de alzar el vuelo.
Incapaz de caer.
He tenido el mismo sueño cada noche durante la última semana, y a las 7 la
mañana me he despertado temblando, estremeciéndome en la tierra, en el
aire congelado, luchando por estabilizar el balido de mi pecho.
Luchando para entender lo que esto significa.
Me arrastro fuera de la cama y me deslizo en el mismo traje que uso todos
los días, el único artículo de ropa que aún tengo. Es del más rico tono de
morado, ciruela, así que es casi negro. Tiene un ligero brillo, resplandece un
poco a la luz. Es una pieza, desde el cuello hasta las muñecas y tobillos y es
ajustado a la piel sin ser apretado en absoluto.
Me muevo como un gimnasta en este equipamiento.
Tengo unos elásticos botines de cuero que se amoldan a la forma de mis
pies y me hacen silenciosa mientras camino por el suelo. Tengo unos
guantes de cuero negro que me impiden tocar algo que no deba. Sonya y
Sara me prestaron unos de sus lazos para el cabello y por primera vez en
años, he sido capaz de apartar mi cabello fuera de la cara. Lo llevo en una
coleta alta y he aprendido a subirme la cremallera sin la ayuda de nadie.
Este traje me hace sentir extraordinaria. Me hace sentir invencible.
Fue un regalo de Castillo.
Lo tenía hecho a medida para mí antes de llegar a Punto Omega. Pensó que
al final me gustaría tener un traje que me protegiera a mí misma y los
demás y al mismo tiempo me ofreciera la opción de hacer daño a los demás.
Si yo quisiera. O si lo necesitaba. El traje está hecho de algún tipo de
material especial que se supone me mantiene fresca en el calor y caliente en
el frío. Hasta ahora ha sido perfecto.
Hasta ahora, hasta ahora…
Me dirijo a desayunar sola.
Sonya y Sara siempre están fuera para el momento en que me despierto. Su
trabajo en el ala médica es de nunca acabar, no sólo son capaces de curar a
los heridos, sino que también pasan sus días tratando de crear antídotos y
ungüentos. La única vez que hemos tenido una conversación, Sonya me
explicó cómo algunas energías pueden agotarse si nos esforzamos
demasiado, cómo podemos agotar nuestro cuerpo lo suficiente para que
simplemente se rompan. Las chicas dicen que quieren ser capaces de crear
medicamentos para utilizar en el caso de lesiones múltiples que no se
puedan curar de una vez. Después de todo, sólo son 2 personas. Y la guerra
es inminente.
Las cabezas todavía giran en mi dirección cuando entro en el comedor.
Soy un espectáculo, una anomalía, incluso entre las anomalías. Debería
estar acostumbrada a eso por ahora, después de todos estos años. Debería
estar más ardua, más hastiada, más indiferente a las opiniones de los
demás.
Debería ser muchas cosas.
Me aclaro los ojos, mantengo las manos a los lados y finjo que soy incapaz
de hacer contacto visual con cualquier cosa salvo ese lugar, esa pequeña
marca en la pared a 15 metros de donde estoy.
Finjo que soy sólo un número.
Sin emociones en la cara. Labios completamente inmóviles. Espalda recta,
manos aflojadas. Soy un robot, un fantasma deslizándose entre la multitud.
6 pasos hacia adelante. 15 mesas para pasar. 42, 43, 44 segundos y
contando.
Tengo miedo
Tengo miedo
Tengo miedo
Yo soy fuerte.
La comida se sirve sólo 3 veces a lo largo del día: desayuno de 7:00 a 8:00,
almuerzo de 12:00 a 1:00, y cena de 5:00 a 7:00. La cena es una hora más
porque es al final del día, como nuestra recompensa por el trabajo duro. Pero
la hora de comer no es un acontecimiento fantasioso ni lujoso, la
experiencia es muy diferente a comer con Warner. Aquí sólo nos ponemos en
una larga fila, recogemos los cuencos precargados y nos dirigimos hacia el
área de comer, que no es más que una serie de mesas rectangulares
dispuestas en líneas paralelas a través de la habitación. Nada superfluo,
por lo que nada se desperdicia.
Veo a Adam de pie en la cola y voy en su dirección.
68, 69, 70 segundos y contando.
—Hola, preciosa. —Algo tosco me golpea en la parte posterior. Cae al suelo.
Me doy la vuelta, mi cara flexiona los 43 músculos necesarios para fruncir el
ceño antes de verlo.
Kenji.
Sonrisa grande y fácil. Ojos del color del ónice. Cabello más oscuro, más
nítido, recto y cayendo en sus ojos. Su mandíbula y sus labios están
retorciéndose y las impresionantes líneas de sus pómulos se contraen en
una sonrisa que lucha por mantenerse suprimida. Me mira como si hubiera
estado caminando con papel higiénico por mi cabello y no puedo evitar
preguntarme por qué no he estado con él desde que llegamos aquí. Él, en un
nivel puramente técnico, salvó mi vida. Y la vida de Adam. También la de
James.
Kenji se agacha para recoger lo que parece ser una bola arrugada de
calcetines. Él les pesa en la mano como si estuviera considerando
lanzármelos de nuevo.
—¿A dónde vas? —dice—. Pensé que íbamos a encontrarnos aquí. Castillo
dijo…
—¿Por qué trajiste un par de calcetines? —le interrumpo—. La gente está
tratando de comer.
Se congela durante sólo una fracción de segundo, antes de poner los ojos en
blanco. Se detiene junto a mí. Me estira de la coleta.
—Yo estaba llegando tarde, su alteza. No tuve tiempo de ponerme los
calcetines. —Hace un gesto a los calcetines en la mano y las botas en los
pies.
—Eso es muy grosero.
—Sabes, tienes una manera muy extraña de decir que te sientes atraída por
mí.
Sacudo la cabeza, tratando de morderme la lengua. Kenji es una paradoja
de una persona que camina seria y resueltamente y un chico de 12 años que
pasa por la pubertad, todo en uno. Pero había olvidado lo fácil que es
respirar a su alrededor, reír parece natural cuando está cerca. Así que sigo
caminando y cuido de no decir ni una palabra, pero una sonrisa sigue
tirando de mis labios mientras agarro una bandeja y me dirijo hacia el
corazón de la cocina.
Kenji está a medio paso detrás de mí.
—Bueno. Hoy trabajamos juntos.
—Así es.
—Entonces, ¿simplemente vas a pasar de mí? ¿Ni siquiera vas a decirme
hola? —Agarra los calcetines en el pecho—. Estoy destrozado. Guardé una
mesa para nosotros y todo.
Le echo un vistazo. Sigo caminando.
Me alcanza.
—Lo digo en serio. ¿Tienes alguna idea de lo incómodo que es saludar a
alguien y que te ignoren? Y entonces sólo te quedas mirando como un idiota,
tratando de ser todo, “No, en serio, te lo juro, yo conozco a esa chica” y
nadie te cree…
—¿Estás bromeando? —Me detengo en medio de la cocina. Me doy la vuelta.
Mi cara se contrae con incredulidad—. Has hablado conmigo quizás una vez
en las dos semanas que he estado aquí. Casi apenas te he notado más.
—Está bien, espera —dice, dirigiéndose a bloquear mi camino—. Los dos
sabemos que no hay manera de que no hayas notado todo esto… —Hace un
gesto a sí mismo—. Así que si estás tratando de jugar conmigo, debo hacerte
saber de antemano que no va a funcionar.
—¿Qué? —Frunzo el ceño—. ¿De qué estás hablan…?
—No puedes hacerte la difícil, chica. —Él levanta una ceja—. Ni siquiera
puedo tocarte. Tómate difícil a un nivel completamente nuevo, si sabes lo
que quiero decir.
—Oh, Dios mío —murmuro, con los ojos cerrados y sacudiendo la cabeza—.
Estás loco.
Cae de rodillas.
—¡Loco por tu amor, dulce amor!
—¡Kenji! —No puedo alzar la mirada porque tengo miedo de mirar alrededor,
pero estoy desesperada por que deje de hablar. De poner un espacio
completo entre nosotros en todo momento. Sé que él está bromeando, pero yo
podría ser la única.
—¿Qué? —dice, con la voz en auge alrededor del cuarto—. ¿Mi amor te
avergüenza?
—Por favor, por favor, levántate y baja la voz…
—Por supuesto que no.
—¿Por qué no? —Ahora estoy suplicando.
—Porque si bajara la voz, no sería capaz de oírme. Y eso… —dice—... es mi
parte favorita.
No puedo ni mirarlo.
—No me niegues, Juliette. Soy un hombre solitario.
—¿Qué está mal contigo?
—Me estás rompiendo el corazón. —Su voz es más fuerte ahora, con los
brazos haciendo gestos tristes y profundos y casi golpeándome mientras
retrocedo, presa del pánico. Pero entonces me doy cuenta de que todo el
mundo lo está mirando.
Entretenidos.
Me las arreglo para esbozar una torpe sonrisa mientras echo un vistazo
alrededor de la sala y me sorprende encontrarme con que ahora nadie me
está mirando. Todos están sonriendo, claramente acostumbrados a las
payasadas de Kenji, mirándolo con una mezcla de adoración y algo más.
Adam también está mirando. Está de pie con la bandeja en las manos, la
cabeza inclinada y los ojos confundidos. Sonríe, una especie de tentativa
sonrisa cuando nuestras miradas se encuentran.
Me dirijo hacia él.
—Oye, chica espera. —Kenji salta hacia arriba para agarrarme del brazo—.
Sabes que solo estaba… —Sigue mis ojos hacia donde Adam está de pie. Se
golpea en la frente—. ¡Por supuesto! ¿Cómo podría olvidarlo? Estás
enamorada de mi compañero de cuarto.
Me giro hacia él.
—Escucha, estoy agradecida que ahora vayas a ayudarme a entrenar, de
veras. Gracias por eso. Pero no puedes ir por ahí proclamando tu amor falso
por mí, sobre todo no delante de Adam, y tienes que dejarme cruzar esta
habitación antes de que acabe la hora del desayuno, ¿de acuerdo? Casi
nunca llego a verlo.
Kenji asiente con la cabeza muy lentamente, se ve un poco solemne.
—Tienes razón. Lo siento. Lo entiendo.
—Gracias.
—Adam está celoso de nuestro amor.
—¡Sólo vete a buscar tu comida! —Le empujo, fuerte, luchando contra una
risa exasperada.
Aquí, Kenji es una de las únicas personas, con la excepción de Adam por
supuesto, que no tiene miedo de tocarme. En verdad, nadie tiene nada que
temer si estoy llevando este traje, pero normalmente suelo quitarme los
guantes cuando como y mi reputación siempre va medio metro por delante.
La gente guarda la distancia. Y a pesar de que, accidentalmente, una vez
ataqué a Kenji, no tiene miedo. Creo que se necesitaría una cantidad
astronómica de algo horrible para amedrentarlo.
Admiro eso de él.
Adam no dice mucho cuando nos encontramos. No tiene que decir más que
“hola”, porque sus labios se curvan hacia un lado y ya puedo verlo de pie un
poco más alto, un poco más fuerte, un poco más tenso. Y no sé mucho de
este mundo, pero sí sé cómo leer el libro escrito en sus ojos.
La forma en que me mira.
Sus ojos ahora son fuertes de una manera que me preocupa, pero su mirada
sigue siendo tan tierna, tan centrada y llena de sentimientos, que apenas
puedo mantenerme fuera de sus brazos cuando estoy cerca de él. Me
encuentro a mí misma observándolo hacer las cosas más simples,
agarrando una bandeja, asintiendo con la cabeza los buenos días a alguien,
sólo para seguir el movimiento de su cuerpo. Mis momentos con él son tan
pocos, que mi pecho está siempre muy apretado, mi corazón demasiado
espástico. Hace que no quiera ser práctica en todo momento.
Nunca deja ir mi mano.
—¿Estás bien? —le pregunto, sigue pareciendo un poco nervioso por la
noche anterior.
Asiente con la cabeza. Trata de sonreír.
—Sí. Yo, eh... —Se aclara la garganta. Respira hondo. Mira hacia otro lado—
. Sí, lo siento por lo de anoche. Yo... me asusté un poco.
—¿De qué?
Él está mirando por encima de mi hombro. Frunciendo el ceño.
—¿Adam...?
—¿Si?
—¿Por qué te asustaste?
Sus ojos vuelven a encontrarse con los míos. Profundos. Completos.
—¿Qué? Nada.
—No entien...
—¿Por qué demonios están tardando tanto?
Me doy la vuelta. Kenji está de pie justo detrás de mí, con tanta comida
apilada en su bandeja, que me sorprende que nadie dijera nada. Debe de
haber convencido a los cocineros para darle ración extra.
—¿Y bien? —Kenji está mirando fijamente, sin pestañear, esperando que
respondamos. Al final inclina la cabeza hacia atrás, en un movimiento que
dice síganme, antes de alejarse.
Adam exhala y parece tan distraído, que me decido a dejar el tema de
anoche. Pronto. Hablaremos pronto. Estoy segura de que no es nada. Estoy
segura que no es nada en absoluto.
Hablaremos pronto y todo irá bien.
CCaappííttuulloo 55
enji nos está esperando en una mesa vacía.
James solía unírsenos a las comidas, pero ahora es amigo de un
puñado de los niños más pequeños en el punto Omega, y prefiere
estar con ellos. Parece el más feliz de todos nosotros de estar
aquí, y estoy feliz de que esté feliz, pero tengo que admitir que extraño su
compañía. Tengo miedo de mencionarlo, aunque, a veces no estoy segura si
quiero saber por qué no pasa tiempo con Adam cuando yo estoy cerca. No
creo que me gustaría saber si los otros chicos lograron convencerlo de que
soy peligrosa. Quiero decir, soy peligrosa, pero yo sólo…
Adam se sienta en el asiento y me deslizo en su lado. Kenji se sienta frente
a nosotros.
Adam y yo ocultamos nuestras manos entrelazadas debajo de la mesa y me
permito disfrutar el sencillo lujo de su proximidad. Todavía estoy usando
mis guantes, pero sólo estar tan cerca de él es suficiente, flores están
floreciendo en mi estómago, pétalos suaves cosquilleando cada centímetro
de mi sistema nervioso. Es como si me hubieran concedido tres deseos: el
tacto, el gusto, el sentir. Es el más extraño fenómeno. Una loca y feliz
imposibilidad envuelta en papel de seda, atada con un lazo, escondida en
mi corazón.
A menudo se siente como un privilegio que no merezco.
K
Adam cambia para que la longitud de su pierna se presione contra la mía.
Levanto la vista para encontrarlo sonriéndome, un secreto, una pequeña
sonrisa que dice muchas cosas, el tipo de cosas que uno no debería estar
diciendo en una mesa de desayuno. Me obligo a respirar mientras suprimo
una sonrisa. Me vuelvo a concentrar en mi comida. Esperando no
sonrojarme.
Adam se inclina a mi oído. Siento los susurros de su respiración justo antes
de que empiece a hablar.
—Ustedes chicos son un asco, lo saben, ¿verdad?
Levanto la vista, sobresaltada, y encuentro a Kenji congelado en medio
movimiento, la cuchara a medio camino de su boca, su cabeza inclinada
hacia nosotros. Hace un gesto con la cuchara en nuestras caras.
—¿Qué demonios es esto? Chicos, ¿están jugando Piecito debajo de la mesa
o alguna mierda?
Adam se aleja de mí, apenas una pulgada o dos, y exhala un suspiro
profundo, irritado.
—Ya sabes, si no te gusta, puedes irte. —Asiente con la cabeza a las mesas
alrededor de nosotros—. Nadie te pidió que te sentaras aquí.
Este es Adam haciendo un esfuerzo concertado para ser agradable con
Kenji. Ellos dos eran amigos en la base, pero de alguna manera, Kenji sabía
exactamente cómo provocar a Adam. Casi me olvido por un momento que
son compañeros de cuarto.
Me pregunto cómo será para ellos vivir juntos.
—Eso es mentira y lo sabes ―dice Kenji―. Te lo dije esta mañana, tengo que
sentarme con ustedes. Castillo quiere que los ayude a los dos a ajustarse —
resopla. Asiente con la cabeza en mi dirección—. Escucha, no tengo ni idea
de lo que ves en este chico ―dice—, pero deberías tratar de vivir con él. El
hombre es molesto como el infierno.
—No soy molesto…
—Sí, hermano. —Kenji pone sus utensilios abajo—. Siempre estás de mal
humor. Siempre es “Cállate, Kenji”, “Duérmete, Kenji”, “Nadie quiere verte
desnudo, Kenji” cuando sé que es un hecho que hay miles de personas a
quienes les encantaría verme desnudo…
—¿Cuánto tiempo tienes que sentarte aquí? —Adam mira hacia otro lado,
frotándose los ojos con la mano libre. Kenji se sienta más recto. Agarra la
cuchara sólo para sostenerla en el aire otra vez.
—Deberías considerarte afortunado de que estoy sentado en tu mesa. Estoy
haciéndote popular por asociación.
Siento a Adam tensarse a mi lado y decido intervenir.
—Oye, ¿podemos hablar de otra cosa?
Kenji gruñe. Rueda sus ojos. Pone otra cucharada de desayuno en su boca.
Estoy preocupada.
Ahora que estoy prestando más atención, puedo ver el cansancio en los ojos
de Adam, la pesadez en su frente, el conjunto rígido de sus hombros. No
puedo evitar preguntarme qué está pasando. Qué no me está diciendo. Tiro
de la mano de Adam un poco y se vuelve hacia mí.
—¿Estás seguro de que estás bien? ―susurro. Me siento como si le estuviera
preguntando la misma pregunta una y otra y otra vez. Sus ojos
inmediatamente se suavizan, con aspecto cansado, pero un poco divertido.
Su mano libera la mía debajo de la mesa sólo para descansarla en mi
regazo, sólo para deslizarla por mi muslo, y estuve a punto de perder el
control de mi vocabulario antes de que plantara un ligero beso en mi cabello.
Trago duro, casi dejo caer el tenedor al suelo. Me toma un momento recordar
que él en realidad no ha respondido mi pregunta. No es hasta que aparta la
vista, mirando su comida, cuando finalmente asintiendo con la cabeza, dice:
—Estoy bien. —Pero no estoy respirando y su mano todavía está trazando
patrones en mi pierna.
—¿Señorita Ferrars? ¿Señor Kent?
Me siento tan rápido que golpeo mis nudillos bajo la mesa al sonido de la
voz de Castillo. Hay algo en su presencia que me hace sentir como si fuera
mi maestro, como si hubiera sido sorprendida portándome mal en clase.
Adam, por otra parte, no parece remotamente asustado.
Me aferro a los dedos de Adam cuando elevo mi cabeza.
Castillo está de pie junto a la mesa y Kenji se va a depositar su plato en la
cocina. Le da a Castillo palmadas en la espalda como si fueran viejos
amigos y Castillo parpadea una cálida sonrisa a Kenji mientras pasa.
—Ya regreso —grita Kenji por encima del hombro, torciendo hacia nosotros
un parpadeante y excesivamente entusiasta pulgar hacia arriba—. Traten
de no desnudarse delante de todos, ¿de acuerdo? Hay niños aquí.
Me estremezco y miro a Adam, pero parece extrañamente centrado en su
comida. No ha dicho una palabra desde que llegó Castillo.
Decido responder por nosotros dos. Poniendo una sonrisa brillante.
—Buenos días.
Castillo asiente, toca la solapa de su chaqueta, su estatura es fuerte y
equilibrada. Él me mira.
—Sólo vine a saludar y verlos. Me siento muy feliz de ver que estás
ampliando tu círculo de amigos, señorita Ferrars.
—Oh. Gracias. Pero no puedo tomar crédito por esa idea —señalo—. Tú eres
el que me dijo que me sentara con Kenji.
La sonrisa de Castillo es un poco demasiado apretada.
—Sí. Bueno —dice—, estoy feliz de ver que aceptaste mi consejo.
Asiento con la cabeza a mi comida. Froto distraídamente mi frente. Adam
parece que ni siquiera respira. Estoy a punto de decir algo, cuando Castillo
me interrumpe.
—Así que, señor Kent —dice—, ¿la señorita Ferrars te dijo que va a estar
entrenando con Kenji ahora? Espero que ayudes con su progreso.
Adam no contesta.
Los soldados de Castillo entran.
—En realidad pensé que podría ser interesante para ella trabajar contigo,
también. Mientras yo esté allí para supervisar.
Los ojos de Adam lo miran con atención. Alarmado.
—¿De qué estás hablando?
—Bien... —Castillo hace una pausa. Veo su mirada cambiando entre
nosotros dos—. Pensé que sería interesante hacer algunas pruebas contigo y
ella. Juntos.
Adam se pone de pie tan rápido que casi se golpea la rodilla en la mesa.
—Absolutamente no.
—Señor Kent… —comienza Castillo.
—No hay ninguna posibilidad en el infierno…
—Es una elección que ella debe tomar…
—No quiero hablar de esto aquí…
Salto a mis pies. Adam parece dispuesto a poner algo al fuego. Sus puños
están apretados a los lados, con los ojos entrecerrados en una mirada
apretada, su frente está tensa, su cuerpo entero tiembla de energía y
ansiedad.
—¿Qué está pasando? —exijo.
Castillo niega con la cabeza. No se está dirigiendo a mí cuando habla.
―Sólo quiero ver qué pasa cuando te toca. Eso es todo.
—¿Está loco…?
—Esto es para ella —continúa Castillo, su voz cuidadosa, extra calmada—.
No tiene nada que ver con su progreso…
―¿Qué progreso? —corto.
—Estamos tratando de ayudarla a averiguar cómo afectar a los organismos
no vivientes —dice Castillo—. Los animales y los seres humanos que hemos
descubierto… sabemos que un solo toque es suficiente. Las plantas no
parecen tener en cuenta sus habilidades en absoluto. ¿Pero todo lo demás?
Es… diferente. Ella no sabe cómo manejar esa parte todavía, y quiero
ayudarla. Eso es todo lo que estamos haciendo —dice—. Ayudar a la
señorita Ferrars.
Adam da un paso más cerca de mí.
—Si estás ayudándola a averiguar cómo destruir a los seres no vivos, ¿por
qué me necesitas?
Por un segundo, Castillo en realidad se ve derrotado.
—Realmente no lo sé —dice—. La naturaleza única de su relación, es muy
fascinante. Especialmente con todo lo que hemos aprendido hasta ahora,
es…
—¿Qué ha aprendido? —Salto de nuevo.
—… totalmente posible —Sigue diciendo Castillo—, que todo está conectado
de una manera que todavía no entienden.
Adam parece convencido. Sus labios se presionan en una delgada línea. No
parece como si quisiera responder.
Castillo se vuelve hacia mí. Trata de sonar emocionado.
—¿Qué te parece? ¿Te interesa?
—¿Interesa? ―Miro a Castillo—. Ni siquiera sé de qué estás hablando. Y
quiero saber por qué nadie responde a mis preguntas. ¿Qué has descubierto
sobre Adam? —pregunto—. ¿Qué pasa? ¿Es algo malo? —Adam está
respirando muy duro y tratando de no demostrarlo, y sus manos se siguen
abriendo y cerrando—. Alguien, por favor, dígame lo que está pasando.
Castillo frunce el ceño.
Me está estudiando, confundido, sus cejas se juntan.
—Señor Kent —dice, sin dejar de mirarme―, ¿entiendo que aún no ha
compartido nuestros descubrimientos con la señorita Ferrars?
—¿Qué descubrimientos? —Mi corazón se acelera duro ahora, con tanta
fuerza que está empezando a doler.
—Señor Kent…
—Eso no es asunto suyo. —Adam se rompe.
—Ella debe saber…
—¡No sabemos nada todavía!
—Sabemos lo suficiente.
—Mentira. No hemos terminado aún…
—Lo único que queda es ponerlos a prueba a ambos.
Adam camina directamente en frente de Castillo, agarrando su bandeja de
desayuno con un poco de excesiva fuerza.
—Tal vez —dice con mucho, mucho cuidado—, en otro momento.
Se da la vuelta para irse.
Toco su brazo.
Se detiene. Suelta su bandeja, gira en mi dirección. Hay menos de media
pulgada entre nosotros y casi me olvido de que estamos parados en una
habitación llena de gente. Su aliento es caliente y su respiración
entrecortada y el calor de su cuerpo está derritiendo mi única sangre que
salpica sobre mis mejillas.
El pánico está haciendo volteretas a través de mis huesos.
—Todo está bien —dice—. Todo va a estar bien. Te lo prometo.
—Pero…
—Te lo prometo —dice de nuevo, agarrando mi mano—. Te lo juro. Voy a
arreglar esto…
—¿Arreglar esto? —Creo que estoy soñando. Creo que me estoy muriendo—.
¿Arreglar qué? —Algo se está rompiendo en mi cerebro y algo está pasando
sin mi permiso y estoy perdida, estoy tan perdida, tan confundida, me estoy
ahogando en la confusión—. Adam, yo no comprend…
—¿Quiero decir, en serio? —Kenji está haciendo su camino de regreso a
nuestro grupo—. ¿Vas a hacer eso aquí? ¿Delante de todos? Debido a que
estas tablas no son tan cómodas como se ven…
Adam retrocede y golpea el hombro de Kenji en su salida.
—No.
Es todo lo que le oigo decir antes de que desaparezca.
CCaappííttuulloo 66
enji deja escapar un silbido.
Castillo está gritando el nombre de Adam, pidiéndole que fuera
más despacio, que hablara con él, para discutir las cosas de una
manera racional. Adam nunca mira hacia atrás.
—Te dije que estaba molesto —murmura Kenji.
—No está molesto. —Me oigo decir, pero las palabras se sienten distantes,
desconectadas de mis labios. Me siento entumecida, como si mis brazos se
hubieran cortado.
¿Dónde dejé mi voz?, no puedo encontrar mi voz, no puedo encontrar mi…
—¡Aja! Tú y yo, ¿eh? —Kenji aplaude con sus manos—. ¿Estás lista para
que tu trasero sea pateado?
—Kenji.
—¿Si?
—Quiero que me lleves a donde quiera que fueron.
Kenji me está mirando como si sólo le hubiera pedido que se pateara a él
mismo en la cara.
—Uh, sí, ¿qué tal un infiernos que no a esa petición? ¿Eso funciona para ti?
K
Porque para mí me funciona.
—Necesito saber qué está pasando. —Me dirijo a él, desesperada,
sintiéndome estúpida—. Ya lo sabes, ¿no? Sabes lo que está mal…
—Por supuesto que lo sé. —Cruza los brazos. Me mira—. Vivo con ese pobre
diablo y prácticamente dirijo este lugar. Lo sé todo.
—Así que, ¿por qué no me lo dices? Kenji, por favor…
—Sí, bueno, eso no va a pasar, ¿pero sabes lo que voy a hacer? Te ayudaré
a salir urgentemente de este comedor donde todo el mundo está escuchando
todo lo que decimos. —Esta última parte, la dice en voz alta, mirando a su
alrededor en la habitación, sacudiendo la cabeza—. Vuelvan a sus
desayunos, gente. No hay nada que ver aquí.
Es entonces cuando me doy cuenta del espectáculo que hemos hecho. Todos
los ojos en la habitación están parpadeando ante mí. Intento una débil
sonrisa y una onda nerviosa antes de permitir a Kenji sacarme de la
habitación.
—No hay necesidad de saludar a la gente, princesa. No es una ceremonia
de coronación. —Él me detiene en uno de los muchos pasillos largos y con
poca luz.
—Dime lo que está pasando. —Tengo que parpadear varias veces antes de
que mis ojos se acostumbren a la iluminación—. Esto no es justo… todo el
mundo sabe lo que está pasando, excepto yo.
Se encoge de hombros, se inclina con un hombro contra la pared.
—No me corresponde a mí decirlo. Quiero decir, me gusta meterme con el
chico, pero no soy un idiota. Me pidió que no dijera nada. Así que no voy a
decir nada.
—Pero, quiero decir, ¿él está bien? ¿Puedes decirme al menos si está bien?
Kenji se pasa la mano por los ojos, exhala, molesto. Me dispara una mirada.
Dice:
—Muy bien, como, ¿alguna vez has visto a un choque de trenes? —Él no
espera a que le responda—. Yo vi uno cuando era un niño. Era uno de esos
trenes grandes y locos con mil millones de vagones enganchados todos
juntos, totalmente descarrilado, la mitad explotó. Mierda, estaba en llamas y
todo el mundo gritaba y tú acabas de conocer a personas que habían muerto
o estaban a punto de morir y que realmente no quieres ver, pero no puedes
mirar hacia otro lado, ¿sabes? —Él asiente con la cabeza. Se muerde el
interior de la mejilla—. Eso es un poco como eso. Tu chico es un maldito
choque de trenes.
No puedo sentir mis piernas.
—Quiero decir, no lo sé —sigue Kenji—. ¿Personalmente? Creo que está
exagerando. Cosas peores han pasado, ¿verdad? Demonios, ¿no estamos
oyendo cosas locas? Pero no, el señor Adam Kent no parece saberlo. Ni
siquiera creo que él duerma más. ¿Y sabes qué? —añade, apoyándose—.
Creo que está empezando a asustar a James un poco, y la verdad es que
está empezando a cabrearme, porque ese chico es demasiado bueno y
demasiado genial para tener que lidiar con el drama de Adam.
Pero ya no estoy escuchando.
Estoy imaginando el peor de los escenarios posibles, los peores resultados
posibles. Cosas horribles, espantosas que todos terminan con Adam muerto
de alguna manera miserable. Debe estar enfermo, o tiene que tener algún
tipo de terrible aflicción, o algo que le hace hacer cosas que no puede
controlar o oh, Dios, no.
—Tienes que decirme.
No reconozco mi propia voz. Kenji me está mirando, sorprendido, con los ojos
abiertos, miedo genuino escrito a través de sus características y es entonces
cuando me doy cuenta de que lo he clavado contra la pared. Mis 10 dedos
se cerraron en su camisa, apreté los puños de tela en cada mano, y sólo
puedo imaginar lo que debo parecerle a él en este momento.
La parte más aterradora es que ni siquiera me importa.
—Vas a decirme algo, Kenji. Tienes que hacerlo. Necesito saberlo.
—Tú, uh —Se lame los labios, mira a su alrededor, ríe con una risa
nerviosa—, ¿quieres dejarme ir, tal vez?
—¿Me ayudarás?
Se rasca detrás de la cabeza. Se encoge un poco.
—¿No?
Lo golpeo más duro contra la pared, reconozco una ráfaga de algún tipo
salvaje de adrenalina quemándose en mis venas. Es extraño, pero me siento
como si pudiera cavar a través de la tierra con las manos desnudas.
Parece que sería fácil. Tan fácil.
—Está bien… está bien… demonios. —Kenji está levantando sus brazos,
respirando un poco rápido—. Sólo… qué tal si me dejas ir, y yo, eh, te
llevaré a los laboratorios de investigación.
—Los laboratorios de investigación.
—Sí, ahí es donde hacen la prueba. Es el lugar donde hacemos todas
nuestras pruebas.
—¿Me llevaras si te dejo ir?
—¿Vas a golpear mi cabeza contra la pared si no lo hago?
—Probablemente —miento.
—Entonces, sí. Te llevo. Maldita sea.
Lo dejo caer y tropiezo hacia atrás, haciendo un esfuerzo para reponerme.
Me siento un poco avergonzada, ahora que lo he dejado ir. Una parte de mí
se siente como si hubiera sobre actuado.
—Lo siento por eso —le digo—. Pero gracias. Te agradezco tu ayuda. —Trato
de levantar la barbilla con un poco de dignidad.
Kenji resopla. Me mira como si no tuviera idea de quién soy, como si no
estuviera seguro de si debía reír o aplaudir o correr como el infierno en la
dirección opuesta. Se frota la parte posterior de su cuello, ojos fijos en mi
cara. No va a dejar de mirarme.
—¿Qué? —pregunto.
—¿Cuánto pesas?
—Wow. ¿Es así como le hablas a todas las chicas que conoces? Eso explica
muchas cosas.
—Estoy cerca de ochenta y seis kilos —dice—. De músculo.
Fijo la mirada en él.
—¿Quieres un premio?
—Bien, bien, bien —dice, ladeando la cabeza, una mínima insinuación de
una sonrisa vacilante en su rostro—. Mira quién es el culo inteligente ahora.
—Creo que te estás contagiando de mí —le digo.
Pero él no sonríe más.
—Escucha —dice—. No estoy tratando de halagarme a mí mismo por
señalar esto, pero yo podría tirarte al otro lado de la habitación con mi dedo
meñique. Tú pesas, como, menos que nada. Soy casi el doble de tu masa
corporal. —Hace una pausa—. Entonces, ¿cómo diablos me arrinconaste
contra la pared?
—¿Qué? —Frunzo el ceño—. ¿De qué estás hablando?
—Estoy hablando de ti —Me señala—, empujándome —Se señala a sí
mismo—, contra la pared. —Señala a la pared.
—¿Quieres decir que en realidad no podías moverte? —Parpadeo—. Pensé
que tenías miedo que pudiera tocarte.
—No —dice—. Juro que no podía moverme. Casi no podía respirar.
—Estás bromeando.
—¿Alguna vez has hecho esto antes?
—No. —Estoy sacudiendo mi cabeza—. Me refiero a que no creo… —grito,
mientras el recuerdo de Warner y su cámara de tortura se apresuran a la
vanguardia de mi mente, tengo que cerrar los ojos ante el influjo de las
imágenes. El más elemental recuerdo de ese acontecimiento es suficiente
para hacerme sentir insoportablemente nauseabunda; ya puedo sentir mi
piel romper a sudar frío. Warner estaba poniéndome a prueba, tratando de
ponerme en una posición en la que me vería obligada a usar mi poder sobre
un niño pequeño. Estaba tan horrorizada, tan furiosa que me estrellé contra
la barrera de concreto para llegar a Warner, que estaba esperando en el otro
lado. Lo había clavado contra la pared, también. Sólo que no me di cuenta
que estaba intimidado por mi fuerza. Pensé que él tenía miedo de moverse
porque me había acercado demasiado a tocarlo.
Supongo que me equivoqué.
—Sí —dice Kenji, señalando con la cabeza algo que hay que ver en mi
cara—. Bueno. Eso es lo que pensé. Vamos a tener que recordar este chisme
jugoso cuando lleguemos a nuestras sesiones de entrenamiento reales. —Me
lanza una mirada cargada—. Cada vez que pase realmente.
Estoy asintiendo, no le prestó atención.
—Seguro. Bien. Pero primero, llévame a los laboratorios de investigación.
Kenji suspira. Agita su mano con un arco y un florecer.
—Después de ti, princesa.
CCaappííttuulloo 77
stamos arrastrándonos por una serie de corredores que nunca he
visto antes.
Ya pasamos todos los salones comunes y alas, estamos incluso
más allá de la sala de entrenamiento que normalmente ocupo, y por primera
vez desde que estoy aquí, realmente presto atención a lo que me rodea. De
repente, mis sentidos se sienten más nítidos, más claros; mi entero ser se
siente como si una especie de corriente me llenara de nueva energía.
Estoy eléctrica.
Este escondite construido bajo tierra está lleno de cavernosos túneles y
pasadizos interconectados; todos con suministros y electricidad, robados de
las unidades secretas de almacenamiento pertenecientes a El
Restablecimiento. Este espacio tiene un valor incalculable. Castillo nos dijo
una vez que le tomó al menos una década diseñarlo, y una década más
terminar de construirlo. Para entonces también había logrado reclutar a
todos los demás miembros de este mundo subterráneo. Puedo entender por
qué es tan implacable sobre la seguridad aquí abajo, el por qué no está
dispuesto a dejar que le pase algo. Creo que yo también haría lo mismo.
Kenji se detiene.
Llegamos a lo que parece un callejón sin salida, lo que podría ser el final del
Punto Omega.
E
Kenji saca una tarjeta de acceso que no sabía que estaba escondiendo, y su
mano busca torpemente un panel enterrado en la piedra. Abre el panel.
Hace algo que no puedo ver. Desliza la tarjeta de acceso. Alcanza un
interruptor.
La pared entera retumba a la vida.
Trozos se separan, moviéndose de su lugar hasta que revelan un agujero en
la parte superior, lo suficientemente grande como para que nuestros cuerpos
pasen después de trepar. Kenji me hace señas para que lo siga y me
apresuro a escalar y pasar por el hueco, mirando hacia atrás para sentir el
muro volviéndose a subir debajo de mí.
Mis pies golpean el suelo al otro lado.
Parece una cueva. Enorme, amplia, separada en tres secciones
longitudinales. La sección media es la más estrecha y sirve como un pasillo;
habitaciones cuadradas de vidrio encajan con las puertas de vidrio delgado
que componen las secciones de la izquierda y la derecha. Todas tienen
divisiones entre las habitaciones vecinas, todo es transparente. Hay un aura
eléctrica que envuelve todo el espacio, cada cubo es luminoso, con luz
blanca intermitente y maquinaria; zumbidos agudos y sordos de pulso de
energía a través de las vastas dimensiones.
Hay por lo menos veinte habitaciones aquí.
Diez a cada lado, todas sin obstrucción de vista. Reconozco un número de
caras del comedor aquí, algunos de ellos atados a las máquinas, agujas
clavadas en sus cuerpos, monitores piteando algún tipo de información que
no puedo entender. Puertas abriéndose y cerrándose, abriéndose y
cerrándose; palabras y susurros y pasos, gestos y pensamientos a medio
formar se acumulan en el aire.
Aquí.
Aquí es donde todo sucede.
Castillo me dijo hace dos semanas, el día después de mi llegada, que tenía
una muy buena idea de por qué somos como somos. Dijo que había estado
investigando durante años.
Investigando.
Veo figuras corriendo, jadeando en lo que se asemejan a cintas de correr
excesivamente rápidas. Veo a una mujer volver a cargar un arma de fuego
en una habitación llena de armas y veo a un hombre emitiendo una llama
azul brillante. Veo a una persona de pie en una cámara llena en nada más
que agua y hay cuerdas apiladas y colgadas en los altos techos y todo tipo
de líquidos, productos químicos, artilugios que no puedo nombrar y mi
cerebro no deja de gritar y mis pulmones de contener fuego; es demasiado
demasiado demasiado demasiado.
Demasiadas máquinas, demasiadas luces, demasiadas personas en
habitaciones, demasiadas personas tomando notas, hablando entre sí,
mirando el reloj cada pocos segundos y empiezo a dar traspiés hacia
adelante, mirando muy de cerca y no lo suficientemente cerca y lo oigo.
Intento ignorarlo, pero apenas es contenido detrás de estas paredes de
cristal grueso y ahí está otra vez.
El sonido bajo y gutural de la agonía humana.
Me golpea en la cara. Me apuñala justo en el estómago. Realización salta
sobre mi espalda, estalla en mi piel y rastrilla como uñas en mi cuello. Me
atraganto con la imposibilidad.
Adam.
Lo veo. Está aquí, en una de las habitaciones de vidrio. Sin camisa. Atado a
una camilla, con los brazos y las piernas sujetas en su lugar, los cables de
una máquina cercana pegados a sus sienes, frente y justo debajo de su
clavícula.
Cerrando sus ojos con fuerza, sus manos apretadas en puños, su
mandíbula apretada, con la cara demasiado tensa por el esfuerzo de no
gritar.
No entiendo lo que están haciendo con él.
No sé lo que está pasando, no entiendo por qué está pasando o por qué él
necesita una máquina o por qué el monitor sigue parpadeando o pitando,
alcanzo a ver que no puede moverse ni respirar, y estoy tratando de
recordar mi voz, mis manos, mi cabeza y mis pies, y entonces él empieza a
sacudirse.
Se convulsiona en contra de las ataduras, tensándose contra el dolor hasta
que sus puños golpean la acolchonada camilla y le oigo gritar de angustia y
por un momento el mundo se detiene, todo se ralentiza, los sonidos son
estrangulados, los colores se ven borrosos y el suelo parece que se mueve y
creo que, wow, creo que de hecho voy a morir.
Voy a morir o voy a matar a la persona responsable de esto.
Es uno o lo otro.
Ahí es cuando veo a Castillo. Castillo, de pie en la esquina de la habitación
de Adam, mirando en silencio mientras un muchacho de dieciocho años
sufre agonía mientras él no hace nada. Nada excepto mirar, tomar notas en
su libreta, fruncir los labios cuando inclina la cabeza hacia un lado para
echar un vistazo al pitido del monitor de la máquina.
Y la idea es tan simple cuando se desliza en mi cabeza. Tan tranquilamente.
Tan fácilmente.
Así es, tan fácilmente.
Voy a matarlo.
—Juliette, no…
Kenji me agarra por la cintura, sus brazos parecen bandas de hierro
alrededor de mí y creo que estoy gritando, creo que estoy diciendo cosas que
nunca me he escuchado a mí misma decir antes, y Kenji me susurra que me
calme, diciendo:
—Esto es exactamente porque no quería traerte aquí, no entiendes, no es lo
que parece…
Y decido que probablemente debería matar a Kenji, también. Sólo por ser un
idiota.
—SUÉLTAME.
—Deja de darme patadas…
—Voy a matarlo…
—Sí, realmente deberías dejar de decir eso en voz alta, ¿de acuerdo? No te
estás haciendo ningún favor…
—¡SUÉLTAME, KENJI, O JURO POR DIOS…!
—¡Señorita Ferrars!
Castillo está de pie al final del pasillo, a pocos metros de la habitación de
cristal de Adam. La puerta está abierta. Adam ya no está sacudiéndose,
pero no parece estar consciente, tampoco.
Rabia blanca y caliente.
Es todo lo que sé ahora. El mundo se ve tan negro y blanco aquí, tan fácil de
destruir y conquistar. Esta ira es como ninguna otra que haya vivido antes.
Es una ira tan cruda, tan potente, que en realidad es calmante, como la
sensación de que por fin ha encontrado su lugar, una sensación de que por
fin está cómoda, mientras se asienta en mis huesos.
Me he convertido en un molde de metal líquido, calor espeso y ardiente se
distribuye por todo mi cuerpo y manos… especialmente en mis manos,
envolviendo mis puños con una fuerza muy impresionante, una energía tan
intensa, que creo que podría envolverme. Estoy mareada de la emoción de la
misma.
Podría hacer cualquier cosa.
Cualquiera.
Los brazos de Kenji me sueltan. No tengo que mirarlo para saber que está
tambaleándose. Miedo. Confusión. Probablemente perturbación en su rostro.
No me importa.
—Así que aquí es donde has estado —le digo a Castillo, y estoy sorprendida
por el frío, líquido tono de mi voz—. Esto es lo que has estado haciendo.
Castillo se acerca y parece lamentarlo. Se ve asustado, sorprendido por algo
que ve en mi cara. Trata de hablar y lo interrumpo.
—¿Qué le has hecho? —exijo—. ¿Qué has estado haciéndole…?
—Señorita Ferrars, por favor…
—¡Él no es tu experimento! —exploto, y la calma se ha ido, la firmeza de mi
voz se ha ido y estoy pronto tan inestable otra vez que casi no puedo
controlar los temblores en mis manos—. ¿Crees que sólo lo puedes utilizar
para tu investigación…?
—Señorita Ferrars, por favor, tiene que calmarse…
—¡No me digas que me calme!
No puedo imaginar lo que debieron haberle hecho aquí abajo,
experimentando con él, tratándolo como una especie de muestra.
Lo están torturando.
—No había esperado tener este tipo de reacción adversa de su parte sobre
esta sala —dice Castillo. Él está tratando de ser conversacional. Razonable.
Carismático, incluso. Esto hace preguntarme cómo me veo en estos
momentos. Me pregunto si él me tiene miedo.
—Pensé que entendía la importancia de la investigación que hacemos en el
Punto Omega —dice—. Sin ella, ¿cómo podríamos esperar comprender
nuestros orígenes?
—Están haciéndole daño, ¡lo están matando! ¿Qué han hecho…?
—Nada de lo que no haya pedido ser parte. —La voz de Castillo es seca y
frunce sus labios y puedo ver su fachada empezar a agotarse—. Señorita
Ferrars, si estás insinuando que lo he utilizado para mi experimentación
personal, le recomiendo que eche un vistazo más de cerca a la situación —
dice las últimas sílabas con demasiado énfasis, demasiado enojado, y me
doy cuenta de que nunca lo he visto realmente enojado antes.
—Sé que usted ha tenido dificultades aquí —continúa Castillo—. Sé que no
está acostumbrada a verse a sí misma como parte de un grupo, y yo he
hecho un esfuerzo por comprender de dónde podría venir su herencia, he
tratado de ayudarla a adaptarse. ¡Sólo mire su alrededor! —Hace un gesto
hacia las paredes de cristal y la gente detrás de ellas—. Somos todos
iguales. ¡Estamos trabajando en el mismo equipo! No forcé a Adam a
someterse a la experimentación. Simplemente estamos haciendo pruebas
para ver dónde yacen sus habilidades sobrenaturales. No podemos saber a
ciencia cierta lo que es capaz, hasta ponerlo a prueba. —Su voz baja una
octava o dos—. Y no tenemos el lujo de esperar varios años hasta que
accidentalmente descubra algo que podría ser útil a nuestra causa en este
momento.
Esto es extraño.
Porque es como una cosa real, ira.
La siento envolverse alrededor de mis dedos como si pudiera arrojársela a
la cara. La siento enrollándose alrededor de mi columna vertebral,
plantándose en mi estómago y dispersándose por mis piernas, brazos y mi
cuello. Me está asfixiando. Asfixiándome porque necesita libertad, necesita
ayuda. Lo necesita ahora.
—Tú —le digo, difícilmente puedo escupir las palabras—, crees que eres
mejor que El Restablecimiento, pero nos estás usando, experimentando con
nosotros para avanzar en tu causa.
—¡Señorita Ferrars! —ruge Castillo. Sus ojos parpadean brillante,
demasiado brillante, y me doy cuenta que todo el mundo en este túnel
subterráneo está mirándonos. Tiene sus brazos firmes a los costados y su
mandíbula tiembla sin lugar a dudas, y siento la mano de Kenji en mi
espalda antes de darme cuenta que la tierra está vibrando bajo mis pies.
Las paredes de cristal están empezando a temblar y Castillo está justo en
medio de todo, rígido, lleno de ira e indignación, y recuerdo que él tiene un
nivel increíblemente avanzado de psicokinesis.
Recuerdo que puede mover cosas con su mente.
Levanta la mano derecha, con la palma extendida hacia fuera, y el panel de
vidrio a unos pocos metros comienza a temblar, estremecerse, y me doy
cuenta de que ni siquiera estoy respirando.
—Usted no quiere verme más molesto. —La voz de Castillo es demasiado
tranquila en comparación con sus ojos—. Si tiene un problema con mis
métodos, con mucho gusto le invitamos a expresar sus reclamos de una
manera racional. No voy a tolerar que me hable de tal manera. Mis
preocupaciones por el futuro de nuestro mundo puede ser más de lo que
pueda imaginar, pero no debe culparme a mí de su propia ignorancia. —Él
relaja su mano derecha y el cristal deja de estremecerse justo a tiempo.
—¿Mi ignorancia? —Estoy respirando con fuerza de nuevo—. ¿Crees que
porque yo no entiendo por qué someterías a alguien a esto… —Agito una
mano alrededor de la sala—, significa que soy ignorante?
—Hey, Juliette, está bien —comienza Kenji.
—Sácala de aquí —dice Castillo—. Llévala de regreso a su sala de
entrenamiento. —Le lanza una mirada triste a Kenji—. Y tú y yo vamos a
discutir esto más tarde. ¿En qué estabas pensando al traerla aquí? No está
preparada para ver esto, apenas puede controlarse en este momento.
Él tiene razón.
No puedo manejarlo. No oigo nada excepto los sonidos de pitidos estridentes
de máquinas en mi cabeza, no puedo ver nada excepto el cuerpo inerte de
Adam tendido en un colchón delgado.
No puedo dejar de imaginar lo que debió haber estado pasando, lo que ha
tenido que soportar sólo para entender lo que yo soy, me doy cuenta que
todo es culpa mía.
Es mi culpa que esté aquí, es mi culpa que él esté en peligro, es mi culpa que
Warner quiera matarlo y Castillo quiera ponerlo a prueba. Si no fuera por mí,
él todavía estaría viviendo con James en una casa que no está destruida; él
estaría a salvo, cómodo y libre del caos que he introducido en su vida.
Yo lo traje aquí. Si nunca lo hubiera tocado nada de esto habría pasado. Él
estaría sano y fuerte, no estaría sufriendo, escondiéndose, atrapado 50
metros bajo tierra. Él no pasaría sus días atado a una camilla.
Es mi culpa mi culpa mi culpa mi culpa todo es culpa mía.
Chasqueo.
Me siento como si estuviera repleta de ramas y todo lo que tuviera que hacer
fuera doblarme y todo mi cuerpo se rompería. Toda la culpa, la ira, la
frustración, la agresión reprimida dentro de mí ha encontrado una salida y
ahora no lo podía controlar.
La energía me atraviesa con un vigor que nunca he sentido antes, y no lo
pienso, sólo tengo que hacer algo, tengo que tocar algo, encrespo mis dedos
y doblo mis rodillas y levanto mi brazo y le doy un puñetazo al suelo con mi
puño derecho.
El suelo bajo mis dedos se fisura, y ecos se incrementan a través de mi ser,
rebotando a través de mis huesos hasta que mi cráneo gira y mi corazón es
un péndulo golpeando mi caja torácica. Mi vista desvanece dentro y fuera de
foco, y tengo que parpadear un centenar de veces para controlarme, sólo
para ver una grieta crujiendo bajo mis pies, una fina línea astillando el
suelo. Todo a mí alrededor está de repente fuera de balance. El suelo está
gimiendo bajo el peso y las paredes de cristal se agrietan y las máquinas se
mueven de su lugar, y el agua está saliéndose de la habitación que la
contenía y todos…
Todos…
Todos están congelados del miedo, el horror y miedo en sus expresiones me
parte.
Caigo de espaldas, sosteniendo mi puño derecho contra mi pecho y trato de
recordar que no soy un monstruo, no hace falta ser un monstruo, que no
quiero lastimar a las personas, no quiero matar, que no quiero dañar a las
personas y no está funcionando.
Porque es una completa mentira.
Porque así soy yo, tratando de ayudar.
Miro a mí alrededor.
Al suelo.
A todo lo que he hecho.
Y entiendo, por primera vez, que tengo el poder para destruir todo.
CCaappííttuulloo 88
astillo está inerte.
Su mandíbula está descolocada. Sus brazos flojos a los costados,
los ojos muy abiertos, con preocupación y asombro y una astilla
de intimidación y aunque mueve los labios, parece que no puede
hacer un sonido.
Siento que ahora podría ser un buen momento para saltar de un acantilado.
Kenji me toca el brazo y me dirijo hacia él sólo para darme cuenta que estoy
petrificada. Siempre he esperado que él y Adam y Castillo se den cuenta de
que ser gentiles conmigo es un error, que va a terminar mal, que no soy
digna de ello, que no soy nada más que una herramienta, un arma, un
asesina encerrada.
Pero toma mi puño derecho en la mano tan suavemente. Cuida de no tocar
mi piel mientras quita el guante de cuero, ahora hecho jirones y se queda sin
aliento al ver mis nudillos. La piel está rota y la sangre está por todas partes
y no puedo mover mis dedos.
Me doy cuenta de que estoy agonizando.
Parpadeo y explotan las estrellas y una rabia nueva tortura a través de mis
piernas con tanta prisa que puedo hablar más.
Jadeo
C
y
el
mundo
d e s a p a r e c e
CCaappííttuulloo 99
i boca sabe a muerte.
Me las arreglo para hacer palanca para abrir los ojos e
inmediatamente sentir la ira del infierno que rasga a través de
mi brazo derecho. Mi mano ha sido vendada en tantas capas de
gasa, que ha tomado mis cinco dedos inmóviles y me encuentro con que
estoy agradecida por ello. Estoy tan cansada, que no tengo fuerzas para
llorar.
Parpadeo.
Trato de mirar a mi alrededor, pero mi cuello está demasiado rígido.
Dedos cepillan mi hombro y me descubro deseando exhalar. Parpadeo de
nuevo. Una vez más. Una niña con la cara borrosa y fuera de foco. Vuelvo la
cabeza para tener una mejor vista y parpadear parpadear parpadear un
poco más.
—¿Cómo te sientes? —susurra.
—Estoy bien —le digo a falta de definición, pero creo que estoy mintiendo—.
¿Quién eres tú?
—Soy yo —dice. Aún sin verla claramente puedo oír la amabilidad en su
voz—. Sonya.
Por supuesto.
M
Sara, probablemente, está también. Debo estar en el ala médica.
—¿Qué pasó? —pregunto—. ¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?
No responde y me pregunto si no me oyó.
—¿Sonya? —Trato de mirarla a los ojos—. ¿Cuánto tiempo he estado
durmiendo?
—Has estado muy enferma —dice—. Tu cuerpo necesita tiempo.
—¿Cuánto? —Mi voz baja a un susurro.
—Tres días.
Me siento, erguida y sé que voy a vomitar.
Por suerte, Sonya anticipa mis necesidades. Un cubo aparece justo a tiempo
para vaciar el contenido magro de mi estómago en ella y luego me agito en lo
que no es mi vestido, sino una especie de bata de hospital y alguien está
limpiando con un paño caliente y húmedo mi cara.
Sonya y Sara se ciernen sobre mí, con paños calientes en sus manos,
limpiando mis piernas desnudas, haciendo sonidos relajantes y me dicen
que voy a estar bien, que sólo necesito descansar, que por fin estoy
despierta el tiempo suficiente para comer algo, que no debo preocuparme
porque no hay nada de qué preocuparme y que van a cuidar de mí.
Pero entonces me miro más de cerca.
Veo sus manos, tan cuidadosamente enfundadas en guantes de látex, me
doy cuenta de la vía intravenosa pegada en mi brazo, me doy cuenta de la
forma urgente pero cautelosa en que se acercan a mí y entonces me doy
cuenta del problema.
Los sanadores no me pueden tocar.
CCaappííttuulloo 1100
llos nunca han tenido que lidiar con un problema como yo.
Las lesiones siempre son tratadas por curanderos.
Pueden componer huesos rotos y reparar heridas de bala y revivir
pulmones colapsados y sanar incluso los peores tipo de cortes, sé
esto porque Adam tuvo que ser ingresado al Punto Omega en una camilla
cuando llegamos. Él había sufrido a manos de Warner y sus hombres
después de que escapáramos de la base militar y pensé que su cuerpo
estaría marcado de por vida. Pero está perfecto. Nuevo. Llevó todo un día
rearmarlo; fue como magia.
Pero no hay medicinas mágicas para mí.
No hay milagros.
Sonya y Sara explican que debo de haber sufrido algún tipo de shock
tremendo. Dicen que mi cuerpo se sobrecargó con sus propias habilidades y
que es un milagro que incluso me las arreglara para sobrevivir. También
piensan que mi cuerpo se ha quedado inconsciente el tiempo suficiente como
para haber reparado los daños psicológicos, aunque yo no estoy tan segura
de que sea verdad. Creo que llevaría mucho tiempo arreglar ese tipo de
cosas. He estado psicológicamente dañada durante mucho tiempo. Pero al
menos el dolor físico se ha calmado. Es poco más que un latido constante
que soy capaz de ignorar por períodos cortos de tiempo.
E
Recuerdo algo.
—Antes —les digo—, en las habitaciones de tortura de Warner, y luego con
Adam y la puerta de acero... nunca... ocurrió esto... nunca me dañé...
—Castillo nos contó acerca de eso —me dice Sonya—. Pero irrumpir a través
de una puerta o una pared es muy distinto a intentar dividir la tierra en dos.
—Intenta dar una sonrisa—. Estamos muy seguros de que esto ni siquiera
puede compararse a lo que hiciste antes. Esto fue demasiado fuerte... todos
lo sentimos cuando ocurrió. En realidad pensamos que los explosivos se
habían echado a perder. Los túneles —dice—, casi colapsan.
—No. —Mi estómago se convierte en piedra.
—Está bien —intenta consolarme Sara—. Lo controlaste a tiempo.
No puedo contener el aliento.
—Tú no podías haber sabido... —comienza Sonya.
—Casi mato... casi los mato a todos ustedes...
Sonya sacude la cabeza.
—Tienes una increíble cantidad de poder. No es tu culpa. No sabías de lo
que eras capaz.
—Podría haberte matado. Podría haber matado a Adam... podría haber... —
Mi cabeza gira rápidamente—. ¿Está aquí? ¿Adam está aquí?
Las chicas me miran. Se miran la una a la otra. Escucho una garganta
aclararse y me muevo bruscamente hacia el sonido.
Kenji sale de la esquina. Hace un medio saludo, me ofrece una sonrisa
torcida que no le llega a los ojos.
—Lo siento —me dice—, pero tuvimos que mantenerlo fuera de aquí.
—¿Por qué? —pregunto, pero me temo que sé la respuesta.
Kenji se saca el pelo de los ojos. Considera mi pregunta.
—Bueno. ¿Por dónde debería comenzar? —Cuenta con los dedos—. Después
de que averiguó lo que ocurrió, intentó matarme, se puso como loco con
Castillo, se negó a dejar el ala médica, y entonces...
—Por favor —lo detengo. Cierro mis ojos con fuerza—. No importa. No lo
hagas. Yo no puedo.
—Tú preguntaste.
—¿Dónde está? —Abro mis ojos—. ¿Está bien?
Kenji se frota la nuca. Aparta la mirada.
—Estará bien.
—¿Puedo verlo?
Kenji suspira. Se voltea hacia las chicas. Dice:
—Oigan, ¿podemos tener un segundo a solas? — Y las dos de repente tienen
apuro en irse.
—Por supuesto —dice Sara.
—No hay problema —dice Sonya.
—Les daremos algo de privacidad —dicen a la vez.
Y se van.
Kenji agarra una de las sillas que estaban contra la pared y la acerca a mi
cama. Se sienta. Apoya el tobillo de un pie sobre la rodilla del otro y se echa
hacia atrás. Enlaza las manos detrás de su cabeza. Me mira.
Me muevo en el colchón así estoy mejor sentada para verlo.
—¿Qué es?
—Tú y Kent necesitan hablar.
—Oh. —Trago saliva—. Sí. Lo sé.
—¿En serio?
—Por supuesto.
—Bien. —Asiente. Aparta la mirada. Con sus pies golpea el piso demasiado
rápido.
—¿Qué? —pregunto después de un momento—. ¿Qué es lo que no me estás
diciendo?
Sus pies dejan de zapatear pero no necesita encontrar mis ojos. Se cubre la
boca con su mano izquierda. La deja caer.
—Lo que controlaste allí fue una cosa loca.
De repente me siento humillada.
—Lo lamento, Kenji. Lo lamento tanto... no pensé que... no sabía...
Él se voltea para verme y la mirada en sus ojos me deja en mi lugar. Está
intentando leerme. Intentando entenderme. Intentando, me doy cuenta,
decidir si puede confiar en mí. Si los rumores del monstruo en mí son
verdaderos.
—Nunca antes he hecho esto —me escucho susurrar—. Lo juro... no quise
que eso ocurriera...
—¿Estás segura?
—¿Qué?
—Es una pregunta. Una pregunta válida. —Nunca lo he visto tan serio—. Te
traje aquí porque Castillo te quería. Porque pensó que podíamos ayudarte...
pensó que podíamos proveerte de un lugar seguro para vivir. Alejarte de los
imbéciles intentando usarte para su propio beneficio. Pero tú vienes aquí y ni
siquiera parece que quieras ser parte de algo. No hablas con las personas.
No haces ningún progreso con tu entrenamiento. Básicamente no haces
nada.
—Lo lamento, realmente...
—Y entonces le creo a Castillo cuando dice que está preocupado por ti. Me
dice que no estás adaptándote, que estás teniendo un momento difícil
encajando. Que las personas escucharon cosas negativas acerca de ti y que
no están siendo tan acogedores como deberían ser. Y yo debería patearme el
culo por ello, pero siento lástima por ti. Así que le digo que lo ayudaré.
Reordeno todo mi maldito programa sólo para ayudarte a lidiar con tus
problemas. Porque creo que eres una chica amable que sólo es un poco
incomprendida. Porque Castillo es el tipo más decente que he conocido y
quiero ayudarlo.
Mi corazón está latiendo con tanta fuerza que me sorprendo que no sangre.
—Así que me estoy preguntando —me dice. Deja caer el pie que estaba
descansando en su rodilla. Se inclina hacia delante. Apoya sus codos en
sus muslos—. Me estoy preguntando si es posible que todo esto sea solo
coincidencia. Quiero decir, ¿fue sólo una loca coincidencia que terminara
trabajando contigo? ¿Yo? ¿Una de las muy pocas personas aquí que tiene
acceso a esa habitación? ¿O fue coincidencia que te las arreglaras para
amenazarme a que te llevara a los laboratorios de investigación? ¿Que tú,
entonces, de alguna manera, accidentalmente, por casualidad, sin saberlo le
diste un puñetazo al suelo que sacudió este lugar con tanta fuerza que todos
pensamos que las paredes se desplomaban? —Me mira con dureza—. ¿Fue
una coincidencia —dice—, que si lo hubieras mantenido por unos segundos
más, todo este lugar hubiera colapsado?
Mis ojos están estrechos, horrorizados, atrapados.
Se echa hacia atrás. Baja la mirada. Presiona sus labios con dos dedos.
—¿En serio quieres estar aquí? —pregunta—. ¿O sólo estás intentando
derribarnos desde adentro?
—¿Qué — jadeo—. No...
—Porque o sabes exactamente lo que estás haciendo, y eres un infierno más
engañosa de lo que pretendes ser, o verdaderamente no tienes ni pista de lo
que estás haciendo y sólo tienes una suerte realmente de mierda. No lo he
decidido.
—Kenji, lo juro, yo nunca... n-nunca... —Tengo que contener las palabras
para parpadear las lágrimas. Es agobiante, este sentimiento, de no saber
cómo probar tu propia inocencia. Es mi vida entera repetida una y otra y
otra vez, intentando convencer a las personas de que no soy peligrosa, que
nunca quise herir a nadie, que no tenía intención de que las cosas
resultaran de esta manera. Que no soy una mala persona.
Pero nunca parece funcionar.
—Lo lamento tanto —me ahogo, las lágrimas ahora fluyen rápido. Estoy tan
disgustada conmigo misma. Intenté con tanta fuerza ser diferente, ser
buena, y sólo fui y arruiné todo y perdí todo de nuevo y ni siquiera sé cómo
decirle que está equivocado.
Porque podría estar en lo cierto.
Sabía que estaba enojada. Sabía que quería herir a Castillo y no me
importaba. En ese momento, quería hacerlo. Con el enojo del momento, yo
realmente, verdaderamente quería hacerlo. No sé lo que hubiera hecho si
Kenji no hubiera estado allí para contenerme. No lo sé. No tengo idea. Ni
siquiera entiendo de lo que soy capaz.
¿Cuántas veces, escucho una vez susurrar en mi cabeza, cuántas veces te
disculparás por quien eres?
Escucho a Kenji suspirar. Se mueve en su asiento. No me atrevo a levantar
mis ojos.
—Tenía que preguntar, Juliette. —Kenji suena incómodo—. Lamento que
estés llorando pero no voy a disculparme por preguntar. Es mi trabajo estar
constantemente pensando en nuestra seguridad, y eso significa que tengo
que mirar cada ángulo posible. Nadie sabe aún lo que puedes hacer. Ni
siquiera tú. Pero continúas intentando actuar como si de lo que eres capaz
no es un gran problema, y no está ayudando nada. Necesitas dejar de
intentar pretender que no eres peligrosa.
Levanto la mirada demasiado rápido.
—Pero yo no... n-no estoy intentando herir a nadie...
—Eso no importa —dice, poniéndose de pie—. Las buenas intenciones son
geniales, pero no cambian los hechos. Eres peligrosa. Mierda, eres
siniestramente peligrosa. Más peligrosa que yo y todos los demás aquí. Así
que no me pidas que actúe como si ese conocimiento, de por sí, no es una
amenaza para nosotros. Si vas a quedarte aquí —me dice—, tienes que
aprender a cómo controlar lo que eres, cómo contenerlo. Tienes que lidiar con
quien eres y tienes que averiguar cómo vivir con ello. Al igual que el resto de
nosotros.
Tres golpes en la puerta.
Kenji aún está mirándome. Esperando.
—De acuerdo —susurro.
—Y tú y Kent necesitan resolver su drama lo antes posible —agrega, justo
cuando Sonya y Sara entran en la habitación—. No tengo el tiempo, la
energía, o el interés para lidiar con tus problemas. Me gusta meterme contigo
de vez en cuando porque, bueno, enfrentémoslo —se encoge de hombros—,
el mundo se está yendo al infierno y supongo que si voy a ser asesinado a
tiros antes de los veinticinco, al menos antes me gustaría recordar lo que es
reír. Pero eso no me hace tu payaso o tu niñera. Al final del día me importa
una mierda si tú y Kent van en serio. Tenemos un millón de cosas de las que
preocuparnos aquí, y menos que ninguna de ellas involucra su vida
amorosa. —Una pausa—. ¿Está claro?
Asiento, no confiando en mí misma para hablar.
—¿Así que estás dentro? —dice.
Otro asentimiento.
—Quiero escucharte decirlo. Si estás dentro, estás adentro por completo. No
más sentimiento de lástima por ti misma. No más sentarse en la sala de
entrenamiento todo el día, llorando porque no puedes romper un tubo de
metal...
—¿Cómo sab...
—¿Estás dentro?
—Estoy dentro —le digo—. Estoy dentro. Lo juro.
Él toma un profundo respiro. Se pasa una mano por su pelo.
—Bien. Encuéntrame fuera del comedor mañana a las seis.
—Pero mi mano...
Rechaza con la mano mis palabras.
—Tu mano, nada. Estarás bien. Ni siquiera te rompiste algo. Arruinaste tus
nudillos y tu cerebro enloqueció un poco y básicamente te quedaste dormida
por tres días. No llamo a eso una lesión —dice—. Llamo a eso unas malditas
vacaciones. —Se detiene a considerar algo—. ¿Tienes alguna idea de cuánto
tiempo ha pasado desde que me ido de vacaciones?
—¿Pero no vamos a entrenar? —lo interrumpo—. No puedo hacer nada si mi
mano está cubierta, ¿o sí?
—Confía en mí. —Ladea la cabeza—. Estarás bien. Esto... va a ser un poco
diferente.
Lo miro. Espero.
—Puedes considerarlo tu bienvenida oficial a Punto Omega —dice.
—Pero...
—Mañana. A las seis.
Abro mi boca para hacer otra pregunta pero presiona sus labios con un
dedo, me ofrece un saludo de dos dedos, y camina hacia la salida justo
cuando Sonya y Sara se dirigen a mi cama.
Observo mientras se despide de ambas, gira sobre un pie, y sale por la
puerta.
Seis de la mañana.
CCaappííttuulloo 1111
cho un vistazo al reloj de la pared y me doy cuenta de que sólo son
las 2:00 de la tarde.
Lo que significa que faltan 16 horas para las 6 de la mañana.
Lo que significa que tengo un montón de horas para llenar.
Lo que significa que tengo que vestirme.
Porque tengo que salir de aquí.
Y realmente necesito hablar con Adam.
—¿Juliette?
Salgo de mi ensimisamiento de nuevo al momento presente para encontrar a
Sonya y Sara mirándome.
—¿Te podemos traer algo? —preguntan—. ¿Te sientes lo suficientemente
bien como para salir de la cama?
Pero miro de un par de ojos a otro y viceversa, y en vez de responder a sus
preguntas, siento una sensación agobiante de vergüenza excavando en mi
alma y no puedo dejar de volver a otra versión de mí misma. Una niña
E
asustada que quiere seguir doblada por la mitad, hasta que no pueda ser
encontrada más.
Sigo diciendo:
—Lo siento, lo siento, lo siento por todo, por todo esto, por todos los
problemas, por todo el daño, de verdad, estoy tan, tan triste...
Me oigo seguir y seguir y seguir y no puedo hacerme parar.
Es como un botón en mi cerebro que se activa, como si hubiera desarrollado
una enfermedad que me obligara a pedir perdón por todo, por existir, por
querer más de lo que me han dado, y no puedo parar.
Es lo que hago.
Siempre me estoy disculpando. Siempre pidiendo disculpas. Por lo que soy y
lo que nunca quise ser y este cuerpo en el que nací, este ADN que nunca
pedí, esta persona que no puedo cambiar. Diecisiete años que he dedicado a
tratar de ser diferente. Todos los días. Tratando de ser alguien para alguien
más.
Y no parece que importe.
Pero entonces me doy cuenta de que están hablándome.
—No hay nada de qué disculparse...
—Por favor, no pasa nada...
Ambas están tratando de hablar conmigo, pero Sara está más cerca.
Me atrevo a mirarla a los ojos y me sorprende ver lo suaves que son. Suaves
y verdes y bizquean de tanto sonreír. Se sienta en el lado derecho de mi
cama. Acaricia mi brazo desnudo con su guante de látex, sin miedo.
Inquebrantable. Sonya se encuentra justo al lado de ella, mirándome como
si estuviera preocupada, como si estuviera triste por mí, y yo no tengo
tiempo para pensar en ello porque estoy distraída. Huelo el aroma de jazmín
que llena el ambiente, tal como lo hizo la primera vez que entré aquí dentro.
Cuando llegamos por primera vez al Punto Omega. Cuando Adam fue
herido. Muriendo.
Se estaba muriendo y le salvaron la vida. Estas dos chicas en frente de mí.
Le salvaron la vida y he vivido con ellas durante dos semanas y me doy
cuenta, en ese momento, exactamente lo egoísta que he sido.
Así que decido probar un nuevo juego de palabras.
—Gracias —susurro.
Me siento empezar a enrojecer y me pregunto por mi incapacidad para
liberar palabras y sentimientos. Me pregunto por mi incapacidad para
bromas fáciles, conversación fluida, palabras vacías para llenar los
momentos difíciles. No tengo un armario lleno de muletillas listas para
insertar en los comienzos y los finales de frases. No sé cómo ser un verbo,
adverbio, cualquier tipo de modificación. Soy un sustantivo hasta la médula.
Rellena de tanta gente, lugares, cosas e ideas que no sé cómo salir de mi
propio cerebro. Cómo iniciar una conversación.
Quiero confiar, pero me asusta hasta los huesos.
Pero entonces recuerdo mi promesa a Castillo y mi promesa a Kenji y mis
preocupaciones sobre Adam, y creo que tal vez debería correr el riesgo. Tal
vez debería tratar de encontrar un nuevo amigo o dos. Y pienso en lo
maravilloso que sería tener amistad con una chica. Una chica, igual que yo.
Nunca he tenido una antes.
Por eso, cuando Sonya y Sara sonríen y me dicen que están "dispuestas a
ayudar", y que están aquí "en cualquier momento", y que siempre están
alrededor si "necesito alguien con quien hablar" les digo que me encantaría.
Les digo que realmente lo agradecería.
Les digo que me encantaría tener una amiga con quien hablar.
Tal vez algún día.
CCaappííttuulloo 1122
amos a volver a ponerte tu ropa —me dice Sara.
El aire aquí es fresco y frío y a menudo húmedo, los vientos
invernales implacables azotan el mundo por encima de
nuestras cabezas hacia la sumisión. Incluso en mi traje siento el frío,
especialmente pronto por la mañana, especialmente en estos momentos.
Sonya y Sara me están ayudando a salir de este vestido del hospital de
nuevo en mi uniforme normal y estoy temblando en mi piel. Sólo una vez que
cierran la cremallera el material comienza a reaccionar a la temperatura de
mi cuerpo, pero sigo siendo tan débil por estar en cama durante tanto
tiempo, que estoy luchando para mantenerme en pie.
—Realmente no necesito una silla de ruedas —le digo a Sara por tercera
vez—. Muchas gracias, realmente lo aprecio. Y-yo —tartamudeo—, tengo que
conseguir que la sangre fluya por mis piernas. Tengo que ser fuerte de pie.
—Tengo que ser fuerte, punto.
Castillo y Adam me están esperando en mi habitación.
Sonya me dijo que mientras estaba hablando con Kenji, ella y Sara fueron a notificar a Castillo que estaba despierta. Así que. Ahora están allí. Esperan
por mí. En la habitación que comparto con Sonya y Sara. Y tengo tanto
miedo de lo que va a suceder, que me preocupa que convenientemente
pueda olvidar cómo llegar a mi habitación. Porque estoy bastante segura de
que lo que estoy a punto de escuchar no va a ser bueno.
—V
—No puedes caminar de regreso a la habitación sola —dice Sara—.
Difícilmente puedes estar parada en sola.
—Estoy bien —insisto. Trato de sonreír—. En realidad, debería ser capaz de
manejar todo el tiempo que puedo estar cerca de la pared. Estoy seguro de
que voy a estar de vuelta a la normalidad tan pronto como comience a
moverme.
Sonya y Sara se miran la una a la otra antes de examinarme.
—¿Cómo está tu mano? —preguntan al mismo tiempo.
—Está bien —les digo, esta vez con más insistencia—. Se siente mucho
mejor. En serio. Muchas gracias.
Los cortes están prácticamente curados y realmente puedo mover mis dedos
ahora. Inspecciono el nuevo y más delgado vendaje que han envuelto a
través de mis nudillos. Las chicas me explicaron que la mayor parte del
daño era interno; parece que traumaticé cualquier hueso invisible de mi
cuerpo responsable de mi maldito “don”.
—Está bien. Vamos —dice Sara, sacudiendo la cabeza—. Te seguimos de
vuelta a la habitación.
—No, por favor, está bien... —Trato de protestar, pero ya están agarrando
mis brazos y soy demasiado débil para defenderme—. Esto no es
necesario..
—No seas ridícula —dicen a coro.
—No quiero que tengan que pasar por la molestia...
—No seas ridícula —dicen a coro otra vez.
—Yo, yo, no realmente... —Pero ya me están guiando fuera de la habitación
y en el pasillo y estoy cojeando entre ellas—. Les prometo que estoy bien —
les digo—. Realmente.
Sonya y Sara comparten una mirada cargada antes de sonreírme, no sin
amabilidad, pero hay un silencio incómodo entre nosotras a medida que
avanzamos a través de los pasillos. Veo a la gente que camina junto a
nosotros e inmediatamente aparto la cabeza. No quiero hacer contacto visual
con nadie en estos momentos. Ni siquiera puedo imaginar lo que deben
haber oído hablar del daño que he causado. Sé que he logrado confirmar la
totalidad de sus peores temores acerca de mí.
—Sólo tienen miedo de ti porque no te conocen —dice Sara en voz baja.
—En realidad —añade Sonya—, nosotras apenas te conocemos y creemos
que eres genial.
Me sonrojo furiosamente, preguntándome por qué la vergüenza siempre se
siente como agua helada en mis venas. Es como si todas mis entrañas se
estuvieran congelando a pesar de que mi piel está muy caliente muy
caliente.
Odio esto.
Odio este sentimiento.
Sonya y Sara se detienen abruptamente.
—Aquí estamos —dicen a la vez.
Estamos en frente de nuestra puerta del dormitorio. Trato de
desengancharme de sus brazos, pero me detienen. Insisten en quedarse
conmigo hasta que estén seguras de que he conseguido entrar segura en el
interior.
Así que me quedo con ellas.
Y llamo a mi propia puerta, porque no estoy segura de qué más hacer.
Una vez.
Dos veces.
Estoy esperando unos segundos, a sólo unos minutos de que el destino
conteste, cuando me doy cuenta del impacto total de la presencia de Sonya
y Sara a mi lado. Me están ofreciendo sonrisas que se supone que me están
animando, apoyando, reforzando. Están tratando de prestarme su fuerza
porque saben que estoy a punto de enfrentar algo que no va a hacerme feliz.
Y este pensamiento me hace feliz.
Aunque sólo sea por un momento fugaz.
Porque, vaya, me imagino que esto es lo que se siente al tener amigos.
—Señorita Ferrars.
Castillo abre la puerta sólo lo suficiente para que pueda ver su rostro.
Asiente con la cabeza hacia mí. Mira abajo a mi mano herida. Sostiene mi
cara.
—Muy bien —dice, sobre todo a sí mismo—. Bien, bien. Me alegra ver que
estás haciendo mejor
—Sí. —Me las arreglo para decir—. Yo... grac.. gracias... yo
—Chicas —dice a Sonya y Sara. Les ofrece una sonrisa brillante y
genuina—. Gracias por todo lo que han hecho. Me la llevo de aquí.
Ellas asienten. Me aprietan los brazos una vez antes de dejarme ir y me
balanceo por un segundo antes de encontrar mi equilibrio.
—Estoy bien —les digo en un intento de convencerme—. Voy a estar bien.
Asienten nuevamente. Se despiden con las manos, sólo un poco, a medida
que se dan la vuelta.
—Entra —me dice Castillo.
CCaappííttuulloo 1133
litera en un lado de la pared.
1 cama individual en el otro lado.
Eso es todo lo compone a esta sala.
Eso, y Adam, que está sentado en mi cama, con los codos apoyados en las
rodillas, con el rostro entre sus manos. Castillo cierra la puerta detrás de
nosotros, y Adam se sorprende. Se levanta de un salto.
—Juliette —dice, pero no me mira, él está mirando todo de mí. Sus ojos
buscan mi cuerpo como si quisiera asegurarse de que se encuentra intacta,
con los brazos y las piernas y todo lo demás. Sólo cuando llega a mi rostro
es que nuestras miradas se encuentran; me paseo en el mar azul de sus
ojos, empiezo a bucear y me ahogo. Siento como si alguien me hubiera dado
un golpe en mis pulmones, arrebatándome todo el oxígeno.
—Por favor, toma asiento, señorita. Ferrars. —Castillo hace gestos a la litera
de abajo, la de Sonya, la cama justo enfrente de donde Adam está sentado.
Me voy acercando lentamente, tratando de controlar los mareos, las
náuseas que siento. Mi pecho sube y baja muy rápido.
Dejo caer mis manos en mi regazo.
Siento la presencia de Adam en esta habitación como un verdadero peso en
mi pecho, pero en su lugar, elijo estudiar el cuidadoso envoltorio de mi nuevo
vendaje de gasa, tensado en los nudillos de mi mano derecha, porque soy
demasiado cobarde para mirar hacia arriba. No quiero nada más que ir
1
hacia él, que me abrace, que me transporte de nuevo a los pocos momentos
de felicidad que he conocido en mi vida, pero hay algo que roe mi corazón,
raspando en mi interior, que me dice que algo está mal y que
probablemente es mejor que me quede exactamente donde estoy.
Castillo está de pie en el espacio entre las camas, entre yo y Adam. Mirando
hacia la pared, con las manos detrás de su espalda. Su voz es tranquila,
cuando dice:
—Estoy muy, muy decepcionado por tu comportamiento, señorita Ferrars.
Caliente y terrible vergüenza se arrastra hasta mi cuello y fuerza mi cabeza
de nuevo.
—Lo siento —le susurro.
Castillo toma una respiración profunda. Exhala muy lentamente.
—Tengo que ser franco contigo—dice—, y admitir que no estoy preparado
para hablar de lo sucedido aún. Todavía estoy demasiado alterado para ser
capaz de hablar sobre el asunto con calma. Tus acciones —dice—, fueron
infantiles. Egoísta. ¡Desconsiderada! El daño que causaste, los años de
trabajo que se gastaron en la construcción y la planificación de esa
habitación, ni siquiera puedo comenzar a decirte...
Se detiene, y traga con fuerza.
—Eso va a ser un tema —dice constantemente—, para otro momento. Tal
vez sólo entre nosotros dos. Pero yo estoy aquí porque el señor Kent me pidió
que estuviera aquí.
Miro hacia arriba. Miro a Castillo. Miro a Adam.
Adam parece que quiere correr.
Yo decido que no puedo esperar más.
—Usted ha aprendido algo de él —digo, y es menos una cuestión de lo que
es un hecho. Es tan obvio. No hay otra razón por la que Adam traería a
Castillo aquí a hablar conmigo.
Algo terrible ha ocurrido. Algo terrible está a punto de suceder.
Lo puedo sentir.
Adam me está mirando ahora, sin parpadear, con las manos formando
puños haciendo presión en sus muslos. Se ve nervioso, asustado. No sé qué
hacer, excepto mirar hacia él. No sé cómo ofrecerle comodidad. No sé ni
cómo sonreír en estos momentos. Me siento como si estuviera atrapada en
alguna historia.
Castillo asiente con la cabeza, una vez, lentamente.
Dice:
—Sí. Sí, hemos descubierto la naturaleza intrigante de la capacidad del
señor Kent. —Camina hacia la pared y se apoya en ella, lo que me permite
tener una visión más clara de Adam—. Creemos saber por qué él es capaz
de tocarte, señorita Ferrars.
Adam se aleja, presionando uno de sus puños en su boca. Su mano parece
estar temblando; pero él, por lo menos, parece estar haciéndolo mejor que
yo. Por qué ahora mismo mis entrañas están gritando, mi cabeza está en
llamas y el pánico aprieta mi garganta, causándome asfixia hasta la
muerte. Las malas noticias no ofrecen devoluciones una vez recibidas.
—¿Y qué es? —Fijo mis ojos en las piedras del suelo y empiezo un recuento
de los sonidos, las grietas, y nada.
1
2, 3, 4
1
2, 3, 4
1
2, 3, 4
—Él... puede desactivar cosas —me dice Castillo.
5, 6, 7, 8 millones de veces, parpadeo confusa. Todos mis números de
estrellan contra el suelo; sumar, restar, multiplicar y dividir.
—¿Qué? —pregunto.
Esta noticia está mal. Esta noticia no suena horrible en absoluto.
—El descubrimiento fue absolutamente accidental, en realidad —explica
Castillo—. No estábamos teniendo mucha suerte con algunas de las pruebas
que habíamos estado realizando. Pero un día estaba en medio de un
ejercicio de entrenamiento, y el señor Kent trataba de llamar mi atención. Me
tocó el hombro.
Espero a que continúe.
—Y... de repente —dice Castillo, sacando un suspiro—, no podía moverme.
Era como si, como si en el interior de mi cuerpo un cable hubiera sido
cortado. Lo sentí de inmediato. Quería mi atención; y sin darse cuenta me
apaga, en un intento de redirigir mi atención. Nunca había visto algo
parecido. —Niega con la cabeza—. Hasta ahora hemos estado trabajando
con él para ver si puede controlar su habilidad a voluntad. Y —agrega
Castillo, emocionado—, queremos ver si es capaz de proyectar.
—Verás, el señor Kent no tiene que ponerse en contacto con la piel... yo
llevaba mi chaqueta cuando me tocó el brazo. Así que esto significa que ya
está proyectando, aunque sólo sea un poco. Y creo que, con un poco de
trabajo, va a ser capaz de extender su don a un área mucho mayor.
No tengo ni idea de lo que eso significa.
Trato de encontrar los ojos de Adam, quiero que me diga estas cosas él
mismo, pero no eleva la mirada. Porque no hablará y no lo entiendo. Esto no
parece ser una mala noticia. De hecho, suena muy bien, lo cual no puede ser
correcto. Me dirijo a Castillo.
—Así que Adam puede hacer que el poder de otra persona, su don, sea lo
que sea, ¿simplemente puede hacer que se detenga? ¿Él puede apagarlo?
—Parece ser de esa forma, sí.
—¿Has probado esto en alguien más?
Castillo se veía ofendido.
—Por supuesto que sí. Lo hemos probado en todos los miembros dotados en
Punto Omega.
Pero hay algo que no tiene sentido.
—¿Qué pasó cuando llegó? —pregunto—. ¿Y él se lesionó? ¿Y las chicas
fueron capaces de curarlo? ¿Por qué no cortar sus habilidades?
—Ah. —Castillo asiente. Aclara la garganta—. Sí. Muy astuto, señorita
Ferrars. —Camina la longitud de la habitación—. Esto... es aquí donde la
explicación se hace un poco difícil. Después de mucho estudio, hemos podido
concluir que su habilidad es una especie de... mecanismo de defensa. Uno
que todavía no sabe cómo controlar. Es algo que ha estado trabajando en
piloto automático durante toda su vida, a pesar de que sólo funciona para
desactivar otras habilidades sobrenaturales. Si alguna vez hubo un riesgo,
si el señor Kent estuvo alguna vez en alguna situación de peligro, en
cualquier situación en la que su cuerpo estaba en estado de alerta, sentirse
amenazado o en riesgo de lesión, su capacidad debió activarse
automáticamente....
Se detiene. Me mira. Realmente me mira.
—Cuando se conocieron por primera vez, por ejemplo, el señor Kent estaba
trabajando como soldado en guardia, siempre consciente de los riesgos en
su entorno. Se encontraba en un estado constante de electricum... un
término que usamos para definir cuando nuestra energía está “activada”,
por así decirlo, porque siempre estaba en un estado de peligro. —Castillo
mete las manos en los bolsillos de su chaqueta—. Una serie de pruebas han
demostrado además que su temperatura corporal se eleva cuando está en
un estado de electricum... sólo un par de grados más alta de lo normal. Su
temperatura corporal elevada indica que está trabajando con más energía
de lo habitual para mantenerlo. Y, en definitiva —dice Castillo—, este
esfuerzo constante es lo que ha estado agotándolo. El debilitamiento de sus
defensas, su sistema inmunológico, su auto... control.
Su temperatura corporal elevada.
Es por eso que la piel de Adam fue siempre tan caliente cuando estábamos
juntos. ¿Por qué era siempre tan intenso cuando estaba conmigo? Su
capacidad está trabajando para luchar contra las mías. Su energía estaba
trabajando para desactivar las mías.
Lo estaba agotando. Debilitando sus defensas.
Oh.
Dios.
—Su relación física con el señor Kent —dice Castillo—, en verdad, no es
asunto mío. Pero debido a la naturaleza única de sus dones, ha sido de gran
interés para mí en un nivel puramente científico. Pero usted debe saber,
señorita Ferrars, que a pesar de que estos nuevos desarrollos, sin duda me
fascinan, disfruto absolutamente de ellos. Usted ha dejado claro que no
piensa bien de mi carácter, pero debe saber que nunca encontraría la alegría
en sus problemas.
Mis problemas.
Mis problemas han llegado elegantemente tarde a esta conversación, bestias
desconsideradas que son.
—Por favor —le susurro—. Por favor, dime cuál es el problema. Hay un
problema, ¿no? Algo está mal. —Miro a Adam, pero él sigue mirando lejos, a
la pared, a todo menos a mi cara, y me siento levantándome, tratando de
llamar su atención—.¿Adam? ¿Sabes tú? ¿Sabes de lo que está hablando?
Por favor...
—Señorita Ferrars —dice Castillo rápidamente—, te ruego que te sientes. Sé
que debe ser difícil para ti, pero tienes que dejarme terminar. Le he pedido al
señor Kent no hablar hasta que yo haya terminado de explicarlo todo.
Alguien tiene que entregar esta información de una manera clara, racional, y
me temo que él no está en condiciones de hacerlo.
Me siento de nuevo en la cama.
Castillo deja escapar un suspiro.
—Trajiste un excelente punto anterior... sobre por qué el señor Kent fue
capaz de interactuar con nuestras gemelas sanadoras cuando llegó por
primera vez. Pero era diferente con ellas —dice Castillo—. Estaba débil,
sabía que necesitaba ayuda. Y su cuerpo no podía negar ese tipo de
atención médica. Era vulnerable y por lo tanto incapaz de defenderse por sí
mismo, incluso si quisiera. La última parte de su energía se agotó cuando
llegó. Se sentía seguro y fue en busca de ayuda, su cuerpo estaba fuera de
peligro inmediato y por lo tanto sin miedo, no estaba preparado para una
estrategia defensiva.
Castillo mira hacia arriba. Me mira a los ojos.
—El señor Kent ha comenzado a tener un problema similar contigo.
—¿Qué? —digo sin aliento.
—Me temo que no sabe cómo controlar sus habilidades aún. Es algo que
estamos esperando que podamos trabajar, pero va a tomar mucho tiempo,
una gran cantidad de energía y concentración.
—¿Qué quieres decir con —Me oigo preguntar, mis palabras cargadas de
pánico— que ya ha comenzado a tener un problema similar conmigo?
Castillo toma un respiro pequeño.
—Parece que es más débil cuando está contigo. Cuanto más tiempo pasa en
tu compañía, menos se siente amenazado. Y cuanto más... intima contigo —
dice Castillo, mostrándose claramente incómodo—, menos control tiene
sobre su cuerpo. —Una pausa—. Él es demasiado abierto, demasiado
vulnerable contigo. Y en poco tiempo, sus defensas han ido cayendo, ya ha
sentido el dolor distintivo asociado con el contacto.
Ahí está.
Ahí está mi cabeza, tirada en el suelo, agrietada, abierta, mi cerebro se
derrama por todas partes y yo no puedo, no puedo ni siquiera estar
sentada aquí, golpeada, entumecida, un poco mareada.
Horrorizada.
Adam no es inmune a mí.
Adam tiene que trabajar para defenderse contra mí y yo le estoy cansado.
Estoy haciendo que enferme, debilito su cuerpo y si alguna vez se pierde de
nuevo. Si alguna vez olvida. Si alguna vez se equivoca o pierde el foco o se
vuelve muy consciente del hecho de que está usando su don para controlar
lo que podría hacer...
Yo podría hacerle daño.
Yo podría matarlo.
CCaappííttuulloo 1144
astillo está mirándome.
Esperando mi reacción.
No he sido capaz de decir algo coherente el tiempo suficiente
para encadenar una oración.
—Señorita Ferrars —dice, apresurándose al hablar ahora—, estamos
trabajando con el señor Kent para ayudarle a controlar sus habilidades. Va
a entrenar, igual que tú, para aprender cómo emplear este elemento
particular de lo que él es. Pasará algo de tiempo hasta que podamos estar
seguros de que estará seguro contigo, pero estará todo bien, te aseguro...
—No. —Me pongo de pie—. No, no, no, no, no. —Me muevo hacia los lados—.
NO.
Estoy mirando mis pies y mis manos y estas paredes y quiero gritar. Quiero
correr. Quiero caer de rodillas. Quiero maldecir al mundo por maldecirme,
por torturarme, por arrebatarme la única cosa buena que he conocido jamás
y voy dando tumbos hacia la puerta, en busca de una salida, para escapar
de esta pesadilla que es mi vida y que…
—Juliette… por favor…
El sonido de la voz de Adam detiene mi corazón. Me obligo a mí misma a
darme la vuelta. Para enfrentarle. Pero en el momento en el que encuentra
mis ojos, su boca se cierra de golpe. Su brazo está extendido hacia mí,
C
intentando detenerme desde tres metros de distancia y quiero llorar y reír al
mismo tiempo, por la terrible hilaridad de todo esto.
Él no me tocará.
No le permitiré tocarme.
Nunca más.
—Señorita Ferrars —dice Castillo suavemente—. Estoy seguro de que es
difícil de digerir en este momento, pero ya te he dicho que no es permanente.
Con el suficiente entrenamiento…
—Cuando me tocas —le pregunto a Adam, mi voz quebrada—, ¿es un
esfuerzo para ti? ¿Te agota? ¿Te agota tener que estar constantemente
luchando conmigo y con lo que yo soy?
Adam intenta responder. Intenta decir algo, pero en cambio no dice nada y
sus palabras no dichas son mucho peor.
Me giro en la dirección de Castillo.
—Eso es lo que dijiste, ¿no es así? —Mi voz es incluso más inestable ahora,
demasiado cerca de las lágrimas—. Que él está usando su energía para
extinguir la mía, y que si alguna vez olvida, si alguna vez se de… deja llevar
o se muestra de… demasiado vulnerable, yo podría hacerle daño, que ya le
he hecho realmente daño…
—Señorita Ferrars, por favor…
—¡Sólo responde la pregunta!
—Bueno, sí —dice—, por ahora, al menos, eso es todo lo que sabemos…
—Oh, Dios, yo… yo no puedo… —Me tropiezo de nuevo para llegar a la
puerta, pero mis piernas aún están débiles, mi cabeza aún está girando, mis
ojos están borrosos y el mundo se lava de todo su color cuando siento unos
familiares brazos envolverse alrededor de mi cintura, tirando de mí hacia
atrás.
—Juliette —dice él con tanta urgencia—, por favor, tenemos que hablar
sobre esto…
—Déjame ir. —Mi voz es apenas un suspiro—. Adam, por favor, no puedo…
—Castillo —me interrumpe Adam—. ¿Crees que puedes darnos algo de
tiempo a solas?
—Oh. —Se sobresalta—. Por supuesto —dice, sólo un latido demasiado
tarde—. Claro, sí, sí, por supuesto. —Camina hacia la puerta. Duda—. Lo
haré, bueno, está bien. Sí. Ya sabes dónde encontrarme cuando estés listo.
—Asiente con la cabeza hacia nosotros, me ofrece una especie de sonrisa
forzada y sale de la habitación. La puerta se cierra con un clic detrás de él.
El silencio se derrama en el espacio entre nosotros.
—Adam, por favor —digo finalmente, y me odio a mí misma por decirlo—.
Déjame ir.
—No.
Siento su respiración en la nuca y me está matando estar tan cerca. Está
matándome saber que tengo que reconstruir los muros que había demolido
tan descuidadamente en el momento en el que él volvió a entrar en mi vida.
—Vamos a hablar de esto —dice—. No vayas a ninguna parte. Por favor.
Sólo háblame.
Estoy inmóvil en el lugar.
—Por favor —dice otra vez, esta vez más suavemente, y mi resolución se
marcha por la puerta sin mí.
Le sigo de regreso a la cama. Se sienta en un lado de la habitación. Yo me
siento en el otro. Me mira fijamente. Sus ojos están demasiado cansados,
demasiado tensos. Parece que no ha estado comiendo suficiente, como si no
hubiera dormido en las últimas semanas. Duda, se lame los labios antes de
apretarlos, antes de hablar.
—Lo siento —dice—. Lo siento mucho por no habértelo contado. Nunca quise
molestarte.
Y me entran ganas de reír y reír y reír hasta que las lágrimas me disuelvan.
—Entiendo porque no me lo contaste —susurro—. Tiene perfecto sentido.
Querías evitar todo esto. —Agito una lánguida mano alrededor de la
habitación.
—¿No estás enfadada? —Sus ojos son tan terriblemente esperanzados.
Parece que quiere caminar hacia mí y tengo que extender una mano para
detenerlo.
La sonrisa en mi cara está matándome literalmente.
—¿Cómo podría estar enfadada contigo? Te estabas torturando a ti mismo
hasta allí, sólo para averiguar lo que estaba sucediendo. Te estás
torturando a ti mismo ahora mismo intentando encontrar una forma de
arreglar esto.
Parece aliviado.
Aliviado, confundido y asustado de estar feliz, todo al mismo tiempo.
—Pero algo está mal —dice—. Estás llorando. ¿Por qué estás llorando si no
estás molesta?
En realidad me rio esta vez. Me rio en voz alta. Río e hipo y quiero morir, tan
desesperadamente.
—Porque fui una idiota por pensar que las cosas podrían ser diferentes —le
digo—. Por pensar que eras un golpe de suerte. Por pensar que mi vida
alguna vez podría ser mejor de lo que era, que yo podría alguna vez ser
mejor de lo que era. —Intento hablar de nuevo, pero en cambio me llevo una
mano a la boca como si no pudiera creer lo que estoy a punto de decir. Me
obligo a tragar la piedra que hay en mi garganta. Dejo caer mi mano—.
Adam. —Mi voz es cruda, dolorida—. Esto no va a funcionar.
—¿Qué? —Está congelado en el sitio, sus ojos demasiado abiertos, su pecho
subiendo y bajando demasiado rápido—. ¿De qué estás hablando?
—No puedes tocarme —le digo—. No puedes tocarme y ya te he hecho
daño…
—No, Juliette… —Adam se levanta, reduce el espacio, está sobre sus
rodillas a mi lado y alcanza mis manos, pero tengo que apartarlas porque
mis guantes están en ruinas, en ruinas en el laboratorio de investigación, y
ahora tengo los dedos al descubierto.
Peligroso.
Adam mira las manos que he escondido detrás de mi espalda como si le
hubiera abofeteado en la cara.
—¿Qué estás haciendo? —pregunta, pero no me está mirando. Aún está
mirando hacia mis manos. Apenas respirando.
—No puedo hacerte esto. —Sacudo la cabeza demasiado fuerte—. No quiero
ser la razón por que te estás haciendo daño a ti mismo o debilitándote, y no
quiero que tengas que preocuparte siempre de que yo pueda matarte
accidentalmente…
—No, Juliette, escúchame. —Está desesperado ahora, levanta los ojos,
buscando mi rostro—. Estaba preocupado, ¿vale? Estaba preocupado
también. Realmente preocupado. Pensé… pensé que quizás, no lo sé, pensé
que quizás sería malo o que tal vez no sería capaz de trabajar a través de
ello, pero hablé con Castillo. Hablé con él y se lo expliqué todo y él dijo que
sólo tengo que aprender a controlarlo. Aprenderé cómo encenderlo y
apagarlo…
—¿Excepto cuando estás conmigo? Excepto cuando estamos juntos…
—No, ¿qué? ¡No, sobre todo cuando estamos juntos!
—Tocarme, estar conmigo, ¡lo toma todo de ti! Tienes fiebre cuando estamos
juntos, Adam, ¿no te das cuenta de eso? Te has puesto enfermo sólo te
intentar rechazar mi…
—No me estás escuchando, por favor. Te lo estoy diciendo, aprenderé a
controlar todo eso…
—¿Cuándo? —pregunto, y realmente puedo sentir mis huesos rompiéndose,
uno por uno.
—¿Qué? ¿Qué quieres decir? Aprenderé ahora, estoy aprendiendo ahora.
—¿Y cómo te va? ¿Es fácil?
Su boca se cierra de golpe, pero me está mirando, luchando con algún tipo
de emoción, luchando para encontrar la compostura.
—¿Qué estás tratando de decir? —pregunta finalmente—. ¿Estás —Está
respirando con dificultad—, estás…? Quiero decir. ¿No quieres que esto
funcione?
—Adam…
—¿Qué estás diciendo, Juliette? —Está de pie ahora, una mano temblorosa
enredada en su pelo—. ¿No quieres… no quieres estar conmigo?
Me pongo de pie, parpadeando para contener las lágrimas que queman en
mis ojos, desesperada por correr hacia él, pero incapaz de moverme. Mi voz
se quiebra cuando hablo.
—Por supuesto que quiero estar contigo.
Deja caer la mano de su cabello. Me mira con los ojos tan abiertos y
vulnerables, pero su mandíbula está apretada, sus músculos están tensos,
la parte superior de su cuerpo está agitada por el esfuerzo de inhalar y
exhalar.
—Entonces, ¿qué está pasando ahora mismo? Porque algo está pasando y
no se siente bien —dice, su voz atascándose—. No se siente bien, Juliette,
se siente como lo opuesto a lo que sea que es bueno y en realidad sólo
quiero abrazarte…
—No quiero hacerte daño…
—No vas a hacerme daño —dice y luego está enfrente de mí, mirándome,
suplicándome—. Te lo juro. Estará bien, nosotros estaremos bien, y ahora
estoy mejor. He estado trabajando en ello y soy más fuerte.
—Es demasiado peligroso, Adam, por favor. —Le estoy pidiendo,
retrocediendo, limpiando furiosamente las lágrimas que bajan por mi
rostro—. Es mejor para ti de esta manera. Es mejor que te quedes lejos de
mí.
—Pero eso no es lo que quiero. No me estás preguntado qué es lo que quiero
—dice, siguiéndome mientras esquivo sus avances—. Quiero estar contigo y
no me importa una mierda si es difícil. Aún lo quiero. Aún te quiero.
Estoy atrapada.
Estoy atrapada entre él y la pared, y no tengo a dónde ir, y no me querría ir
incluso si pudiera. No quiero tener que luchar con esto incluso aunque hay
algo dentro de mí gritando que es malo ser tan egoísta, que permitirle estar
conmigo sólo terminará hiriéndole. Pero él me mira, me mira como si le
estuviera matando y me doy cuenta de que le estoy hiriendo más por
intentar alejarle.
Estoy temblando. Queriéndole tan desesperadamente y sabiendo ahora,
más que nunca, que lo que yo quiero tendrá que esperar. Y odio que tenga
que ser de esta manera. Lo odio tanto que podría gritar.
Pero tal vez podamos intentarlo.
—Juliette. —La voz de Adam es ronca, rota con sentimiento. Sus manos
están en mi cintura. Temblando un poco, esperando mi permiso—. Por favor.
Y no protesto.
Está respirando más fuerte ahora, inclinándose hacia mí, apoyando su
frente contra mi hombro. Coloca las manos extendidas contra el centro de mi
estómago, sólo para irlas deslizando hacia abajo por mi cuerpo, lentamente,
muy lentamente, y yo jadeo.
Hay un terremoto sucediendo en mis huesos, las placas tectónicas
cambiando del pánico al placer mientras sus dedos se toman su tiempo para
moverse alrededor de mis muslos, mi espalda, sobre mis hombros y mis
brazos. Duda en mis muñecas. Ahí es donde el tejido termina, donde
empieza mi piel.
Pero él toma un respiro.
Y toma mis manos.
Por un momento estoy paralizada, buscando en su rostro por cualquier señal
de dolor o peligro, pero luego ambos exhalamos y le veo intentar poner una
sonrisa con una nueva esperanza, un nuevo optimismo de que tal vez todo
va a salir bien.
Pero luego parpadea y sus ojos cambian.
Sus ojos son más profundos ahora. Desesperados. Hambrientos. Me está
observando como si estuviera intentando leer las palabras grabadas en mi
interior y ya puedo sentir el calor de su cuerpo, el poder de sus
extremidades, la fuerza en su pecho y no tengo tiempo de detenerle antes de
que esté besándome.
Su mano izquierda está ahuecando la parte posterior de mi cabeza, la
derecha apretándose alrededor de mi cintura, presionándome fuerte contra
él y destruyendo cada pensamiento racional que he tenido jamás. Es
profundo. Tan fuerte. Es una introducción a un lado de él que nunca he
conocido antes y estoy jadeando jadeando jadeando en busca de aire.
Es lluvia caliente, días húmedos y termostatos rotos. Es el grito furioso de
las teteras y de los motores de vapor y el deseo de quitarte la ropa para
sentir la brisa.
Es el tipo de beso que te hace darte cuenta de que el oxígeno está
sobrevalorado.
Y sé que no debería estar haciendo esto. Sé que probablemente es estúpido
e irresponsable después de todo lo que acabamos de aprender, pero alguien
tendría que dispararme para hacer que quisiera detenerme.
Estoy tirando de su camiseta, desesperada por una balsa, un salvavidas o
algo, cualquier cosa que me ancle a la realidad, pero él se aparta para
recuperar el aliento y rasga su camisa, lanzándola al suelo, tirando de mí
hacia el interior de sus brazos y ambos caemos sobre la cama.
De algún modo termino encima de él.
Se alza sólo para tirar de mí hacia abajo y me está besando, mi garganta,
mis mejillas y mis manos están buscando su cuerpo, explorando las líneas,
los planos, los músculos y él se echa hacia atrás, su frente está presionada
contra la mía y sus ojos están fuertemente cerrados cuando dice:
—¿Cómo es posible que esté tan cerca de ti y todavía esté matándome que
estés tan lejos?
Y recuerdo que le prometí, dos semanas atrás, que cuando se pusiera mejor,
una vez que se hubiera curado, memorizaría cada centímetro de su cuerpo
con mis labios.
Me imagino que ahora es un buen momento para cumplir esa promesa.
Empiezo en su boca, me muevo hacia su mejilla, bajo por la línea de su
mandíbula y por su cuello hasta sus hombros y sus brazos, los cuales están
envueltos a mi alrededor. Sus manos están rozando mi traje y él está tan
caliente, tan tenso por el esfuerzo de permanecer inmóvil, pero puedo oír su
corazón latiendo con fuerza, demasiado rápido contra su pecho.
Contra el mío.
Trazo el pájaro blanco volando a través de su pecho, un tatuaje de una cosa
imposible que espero ver alguna vez en mi vida. Un pájaro. Blanco con
franjas doradas, como una corona sobre su cabeza.
Volará.
Los pájaros no vuelan, es lo que los científicos dicen, pero la historia dice
que solían hacerlo. Y un día quiero verlo. Quiero tocarlo. Quiero verlo volar
como debería hacer, como no ha sido capaz de hacer en mis sueños.
Me inclino para besar la corona amarilla de su cabeza, tatuada
profundamente en el pecho de Adam. Oigo el aumento de su respiración.
—Me encanta este tatuaje —le digo, alzando la vista para encontrar sus
ojos—. No lo he visto desde que llegamos aquí. No te he visto sin camiseta
desde que llegamos aquí —le susurro—. ¿Todavía duermes sin camiseta?
Pero Adam responde con una extraña sonrisa, como si se estuviera riendo
de su broma privada.
Toma mi mano de su pecho y tira de mí hacia abajo, por lo que estamos
frente a frente, y es extraño, porque no he sentido una brisa desde que
llegamos aquí, pero es como si el viento hubiera encontrado un hogar en mi
cuerpo y está canalizando a través de mis pulmones, soplando a través de
mi sangre, mezclándose con mi respiración y haciendo que sea más difícil
respirar.
—No puedo dormir para nada —me dice, su voz tan baja que tengo que
esforzarme para oírla—. No se siente bien estar sin ti todas las noches. —Su
mano izquierda se cuela entre mi pelo, la derecha se envuelve alrededor de
mí—. Dios, te he echado de menos —dice, sus palabras un ronco susurro en
mi oído—. Juliette.
Me incendio.
Es como nadar en melaza, este beso, es como estar sumergida en oro, este
beso, es como si estuviera buceando en un océano de emociones y estoy
siendo demasiado arrastrada por la corriente como para darme cuenta de
que me estoy ahogando y nada importa más. Ya no es mi mano la que
parece hacer daño, ya no es esta habitación que no es del todo mía, ya no
es esta guerra en la que se supone que estamos luchando, ya no son mis
preocupaciones acerca de quién o de qué soy y lo que podría llegar a ser.
Esta es la única cosa que importa.
Esto.
Este momento. Estos labios. Este fuerte cuerpo presionado contra el mío y
estas firmes manos encontrando una forma de acercarme más y sé que
quiero mucho más de él, lo quiero todo de él, quiero sentir la belleza de este
amor con las puntas de mis dedos y las palmas de mis manos y cada fibra
y hueso de mi ser.
Lo quiero todo.
Mis manos están en su cabello y tiro de él hasta que está prácticamente
encima de mí. Él se aparta por aire, pero le empujo sobre su espalda,
besando su cuello, sus hombros, su pecho, pasando mis manos por su
espalda y los lados de su torso y es increíble, la energía, el increíble poder
que siento con tan sólo estar con él, tocándolo, abrazándolo de esta manera.
Estoy viva, con una descarga de adrenalina tan potente, tan eufórica, que
me siento rejuvenecida, indestructible…
Retrocedo de golpe.
Me apartó tan rápidamente que pierdo el equilibrio y me caigo de la cama
solo para golpearme la cabeza contra el suelo de piedra. Me inclino para
ponerme de pie, luchando por escuchar el sonido de su voz, pero todo lo que
escucho son respiraciones jadeantes, paralizadas, y no puedo pensar con
claridad, todo es borroso y no puedo, en realidad me niego a creer que esto
esté sucediendo.
— J...Jul... —Intenta hablar—. Yo... yo no puedo...
Y caigo de rodillas.
Gritando.
Gritando como no he gritado jamás en toda mi vida.
CCaappííttuulloo 1155
uento todo.
Los números pares, impares, múltiplos de 10. Cuento los ticks del
reloj, cuento los tocks del reloj, cuento las líneas entre las líneas
en una hoja de papel. Cuento los ritmos rotos de mi corazón,
cuento mi pulso y mi parpadeo y el número de intentos que necesito para
inhalar suficiente oxígeno para mis pulmones.
Me quedo así me quedo así cuento así hasta que la sensación se detiene.
Hasta que las lágrimas detienen su derrame, hasta que mis puños dejan de
temblar, hasta que mi corazón deja de doler.
Nunca hay suficientes números.
Adam está en el ala médica.
Está en el ala médica y me han pedido que no lo visite. Me han pedido que
le dé espacio, que le dé tiempo para sanar, para dejarle el infierno solo. Él
va a estar bien, es lo que Sonya y Sara me dijeron. Me dijeron que no me
preocupara, que todo iba a estar bien, pero sus sonrisas eran un poco
menos exuberantes de lo que por lo general son y estoy empezando a
preguntarme si también están finalmente empezando a ver lo que realmente
soy.
Un horrible monstruo egoísta y patético.
Tomé lo que quería. Lo sabía y lo tomé de todos modos. Adam no podía
C
haberlo sabido, nunca habría sabido lo que sería sufrir realmente en mis
manos. Él era inocente acerca de la profundidad de ello, de la cruel realidad
de ello. Él sólo había sentido las explosiones de mi poder, según Castillo. Él
sólo había sentido puñaladas pequeñas del mismo y fue capaz y lo
suficientemente consciente como para dejarlo ir sin sentir los efectos
completos.
Pero yo sabía que no.
Yo sabía de lo que era capaz. Sabía cuáles eran los riesgos y lo hice de
todos modos. Me permití olvidar, ser imprudente, ser codiciosa y estúpida
porque quería lo que no podía tener. Quería creer en los cuentos de hadas y
los finales felices y la posibilidad pura. Quería fingir que era una persona
mejor de lo que realmente soy, pero logré destacar como el error que siempre
he sido acusada de ser.
Mis padres tenían razón para deshacerse de mí.
Castillo ni siquiera me habla.
Kenji, sin embargo, todavía me espera aparecer a las 6:00 am para lo que
sea que se supone que debemos estar haciendo mañana, y me parece que
estoy en realidad un poco agradecida por la distracción. Sólo me hubiera
gustado que hubiera llegado antes. La vida será solitaria para mí de ahora
en adelante, como siempre ha sido, y lo mejor es que me parece una manera
de llenar mi tiempo.
Para olvidar.
Continúa golpeándome, una y otra y otra vez, esta soledad total y absoluta.
Esta ausencia de él en mi vida, esta toma de conciencia de que nunca voy a
conocer el calor de su cuerpo, la ternura de sus caricias nunca más.
Este recordatorio de lo que soy y de lo que he hecho y de lo que me
corresponde.
Pero he aceptado los términos y condiciones de mi nueva realidad.
No puedo estar con él. No voy a estar con él. No me arriesgaré a hacerle
daño de nuevo, no correrá el riesgo de convertirse en la criatura que siempre
tiene miedo, mucho miedo de tocar, besar, aguantar. No quiero evitarle tener
una vida normal con alguien que no va a querer matarlo todo el tiempo.
Así que me tengo que sacar de su mundo.
Sacarlo del mío.
Es mucho más difícil ahora. Mucho más difícil resignarme a una existencia
de hielo y vacío ahora que he conocido el calor, la urgencia, la ternura y la
pasión, la extraordinaria comodidad de poder tocar a otro ser.
Es humillante.
Que pensase que podría caer en el papel de una chica normal con un novio
normal, y pensase que podría vivir las historias que había leído en tantos
libros durante mi infancia.
Yo.
Juliette con un sueño.
Sólo la idea de ello es suficiente para que me llene de mortificación. Qué
vergüenza para mí, que pensase que podía cambiar lo que soy. Que me
miraba en el espejo y realmente me gustaba el pálido rostro mirando hacia
mí.
Qué triste.
Siempre me atreví a identificarme con la princesa, la que huye y encuentra
un hada madrina para transformarla en una muchacha hermosa con un
futuro brillante. Me aferré a algo parecido a la esperanza, a un hilo de
quizás y posiblemente y tal vez. Pero debí haber escuchado cuando mis
padres me dijeron que a las cosas como yo no se les permite tener sueños.
Cosas como yo es mejor destruirlas, es lo que mi madre me dijo.
Y estoy empezando a pensar que tenían razón. Estoy comenzando a
preguntarme si debería sumergirme en el suelo antes de que recuerde que,
técnicamente, ya lo estoy. Ni siquiera necesito una pala.
Es extraño.
Como me siento hueca.
Como puede haber ecos dentro de mí.
Como si fuera uno de esos conejos de chocolate que vendían en Pascua, que
no eran más que una cáscara dulce que encapsulaba un mundo de la nada.
Yo soy así.
Yo encapsulo un mundo de la nada.
Aquí todo el mundo me odia. Los lazos tenues de amistad que había
comenzado a formar ya han sido destruidos. Kenji está cansado de mí.
Castillo está disgustado, decepcionado, enojado incluso. He causado más
que problemas desde que llegué y la única persona que ha tratado de ver lo
bueno en mí, ahora está pagando por ello con su vida.
La única persona que alguna vez se atrevió a tocarme.
Bueno. 1 de 2.
Me encuentro pensando en Warner demasiado.
Recuerdo sus ojos y su extraña amabilidad y su comportamiento cruel y
calculador. Recuerdo la forma en que me miró cuando salté por la ventana
para escapar y recuerdo el horror en su rostro cuando apunté su propia
arma en su corazón y entonces me pregunto por mi preocupación por esta
persona que no es nada como yo y todavía tan similar.
Me pregunto si voy a tener que enfrentarlo otra vez, en algún momento
pronto, y me pregunto cómo va a saludarme. No tengo ni idea si quiere
seguir con vida ya, sobre todo después de que traté de matarlo, y no tengo
ni idea de lo que podría impulsar a una persona, un hombre joven de 19
años, a ese estilo de vida miserable y asesina y luego me doy cuenta que
me estoy mintiendo a mí misma. Porque lo sé. Porque podría ser la única
persona que podía entender.
Y esto es lo que he aprendido:
Sé que él es un alma torturada que, como yo, nunca creció con el calor de la
amistad o el amor o la convivencia pacífica. Sé que su padre es el jefe
del Restablecimiento y aplaude los asesinatos de su hijo en vez de
condenarlos y sé que Warner no tiene idea de lo que es ser normal.
Yo tampoco.
Se ha pasado la vida luchando para cumplir con las expectativas de su
padre de dominación mundial, sin cuestionar por qué, sin tener en cuenta
las repercusiones, sin detenerse el tiempo suficiente a sopesar el valor de
una vida humana.
Él tiene un poder, una fuerza, una posición en la sociedad que le permite
hacer mucho daño y él es el dueño de un orgullo. Él mata sin remordimiento
o arrepentimiento y quiere que me una a él. Me ve por lo que soy y me
espera a la altura de ese potencial.
Chica asustadiza, monstruosa y con un toque letal.
Muchacha triste y patética sin nada más que aportar a este mundo. Bueno,
nada más que un arma, una herramienta para la tortura y tomar el control.
Eso es lo que quiere de mí.
Y últimamente no estoy segura de sí se equivoca. Últimamente, no estoy
segura de nada. Últimamente, no sé nada acerca de todo lo que he creído,
ya no, y no sé al menos quién soy. El ritmo de Warner susurra el espacio en
mi cabeza, diciéndome que podría ser más, que podría ser más fuerte,
podría ser todo, podría ser mucho más que una niña asustada.
Dice que podría ser el poder.
Pero aún así, no me atrevo.
Aún así, no veo ningún atractivo en la vida que se ofrece.
No veo ningún futuro en ello. No tomo ningún placer en ello.
Aún así, me digo, a pesar de todo, sé que no quiero hacer daño a la gente.
No es algo que anhele. Y aunque el mundo me odia, aunque nunca vayan a
dejar de odiarme, nunca me voy a vengar de una persona inocente.
Si muero, si me matan, si me asesinan dormida, por lo menos moriré con
una pizca de dignidad. Un pedazo de humanidad que sigue siendo
totalmente mío, estando totalmente bajo mi control. Y no voy a permitir que
nadie tome eso de mí.
Así que tengo que seguir recordando que Warner y yo somos dos palabras
diferentes.
Somos sinónimos, pero no iguales.
Sinónimos que se conocen como viejos colegas, como un grupo de amigos
que han visto el mundo juntos. Intercambian historias, evocan sus orígenes
y olvidan que aunque son similares, son totalmente diferentes, y aunque
comparten un cierto conjunto de atributos, uno nunca puede ser el otro.
Debido a que una noche tranquila no es lo mismo que una silenciosa, un
hombre firme no es lo mismo que uno constante, y una luz brillante no es la
misma que una brillante debido a la forma en que fueron diseñadas para
todo en una frase de cambios.
No son lo mismo.
He pasado toda mi vida luchando para ser mejor.
Luchando para ser más fuertes. Porque a diferencia de Warner, yo no quiero
ser un terror en esta tierra. No quiero hacer daño a la gente.
No quiero usar mi poder para paralizar a cualquier persona.
Pero entonces miro mis propias 2 manos y me acuerdo exactamente de lo
que soy capaz. Recuerdo exactamente lo que he hecho y soy muy consciente
de lo que podría hacer.
Porque es tan difícil luchar contra lo que no puedes controlar y en este
momento ni siquiera puedo controlar mi propia imaginación mientras agarra
mi cabello y me arrastra a la oscuridad.
CCaappííttuulloo 1166
a soledad es algo bastante extraño.
Se arrastra por ti, silenciosa y tranquila, se sienta a tu lado en la
oscuridad, acaricia tu cabello mientras duermes. Se enrolla
alrededor de tus huesos, abrazándote tan fuerte que casi no
puedes respirar.
Deja constantes mentiras en tu corazón, se acuesta junto a ti en la noche,
filtra la luz de cada esquina. Es una constante compañera, que sujeta tu
mano sólo para derrumbarte cuando estás luchando por levantarte.
Despiertas por la mañana y te preguntas quién eres. Fallas para caer
dormido por la noche y tiemblas en tu piel. Tú dudas dudas dudas
yo lo hago
yo no
yo debería
por qué no debería
E incluso cuando estás listo para dejarla ir.
Cuando estás listo para abrirte a la libertad. Cuando estás listo para
reconstruirte. La soledad es una vieja amiga que espera a tu lado en el
espejo, mirándote a los ojos, desafiándote a vivir tu vida sin ella. No
L
encuentras las palabras para luchar contigo mismo, para luchar contra las
palabras gritadas que no eres suficiente nunca suficiente nunca jamás
suficiente
La soledad es una amarga y mezquina compañera.
A veces simplemente no se va.
—¿Holaaaaaa?
Parpadeo y jadeo y me alejo de los dedos chasqueantes delante de mi cara
mientras una familiar pared de piedra de Punto Omega vuelve a enfocarse.
Me las arreglo para girar. Kenji me está mirando.
—¿Qué? —Le disparo una mirada nerviosa y de pánico mientras junto y
separo mis manos sin guantes, deseando tener algo caliente en qué envolver
mis dedos. Los trajes no vienen con bolsillos y no fui capaz de salvar los
guantes que arruiné de la habitación de búsquedas. No he recibido
reemplazo tampoco.
—Llegas pronto —me dice Kenji, ladeando la cabeza, mirándome con ojos
tanto sorprendidos como curiosos.
Me encojo y escondo mi rostro, incapaz de admitir que no dormí nada en
toda la noche. He estado despierta desde las 3:00 a.m., totalmente vestida
y lista para salir a las 4:00. He estado muriendo por una excusa para llenar
mi mente con cosas que no tengan que ver con mis propios pensamientos.
—Estoy emocionada —miento—. ¿Qué vamos a hacer hoy?
Él menea la cabeza un poco. Entrecierra los ojos a algo por encima de mi
hombro mientras me habla.
—¿Tú.....? Mmm... —Se aclara la garganta—. ¿Estás bien?
—Sí, por supuesto.
—Huh.
—¿Qué?
—Nada —dice rápidamente—. Sólo, ya sabes. —Hace un gesto casual hacia
mi rostro—. No tienes buen aspecto, princesa. Te ves un poco como lo hacías
la primera vez que apareciste con Warner de vuelta en la base. Toda
asustada y con cara de muerta, sin ofender, pero te ves como que podrías
usar una ducha.
Sonrío y pretendo que no siento mi cara temblar por el esfuerzo. Intento
relajar mis hombros, tratar de lucir normal, tranquila, cuando digo:
—Estoy bien. De verdad. —Cierro los ojos—. Sólo estoy... hace un poco de
frío aquí, eso es todo. No suelo estar sin guantes.
Kenji está asintiendo, aún sin mirarme.
—Cierto. Bueno. Él va a estar bien, ya sabes.
—¿Qué? —Respirar. Soy tan mala en respirar.
—Kent. —Se gira hacia mí—. Tu novio. Adam. Va a estar bien.
Una palabra, un simple y estúpido recordatorio de él alborota a las
mariposas dormidas en mi estómago antes de recordar que Adam ya no es
mi novio. Ya no es mi nada. No puede.
Y las mariposas caen muertas.
Esto.
No puedo hacer esto.
—Así que... —digo demasiado alegremente—... ¿no deberíamos continuar?
Deberíamos continuar, ¿no?
Kenji me dispara una extraña mirada, pero no comenta.
—Sí —dice—. Sí, claro. Sígueme.
CCaappííttuulloo 1177
enji me lleva a una puerta que nunca he visto antes.
Una puerta de una habitación en la que nunca he estado antes.
Oigo voces en el interior.
Kenji golpea dos veces antes de girar la manija y de pronto la algarabía me
abruma. Estamos entrando en una habitación llena de gente, caras que sólo
he visto de lejos, la gente compartiendo sonrisas y risas de las que nunca
recibí.
Hay carpetas individuales con sillas individuales establecidas en el vasto
espacio de forma que se asemeja a un salón de clases. Hay una pizarra
integrada en la pared junto a un monitor parpadeando con la información.
Veo a Castillo. De pie en la esquina, mirando por encima de un tablero con
tal concentración que ni siquiera nota nuestra entrada hasta que Kenji grita
un saludo.
La cara completa de Castillo se enciende.
Lo había notado antes, la conexión entre ellos, pero se está volviendo cada
vez más evidente para mí que Castillo guarda un afecto especial hacia Kenji.
Del tipo dulce, la clase de afecto que te hace sentir orgullo, que se suele
reservar para los padres. Esto me hace preguntarme acerca de la naturaleza
de su relación. Cuándo comenzó, cómo comenzó, lo que debe haber sucedido
para unirlos. Me hace pensar en lo poco que sé sobre la gente del Punto
Omega.
K
Miro a mi alrededor a los rostros ansiosos, hombres y mujeres, jóvenes y de
mediana edad, de todos los grupos étnicos, formas y tamaños. Están
interactuando unos con otros como si fueran parte de una familia y siento un
extraño dolor punzante en mi costado, me hace agujeros hasta que me
desinflo.
Es como si mi cara fuera apretada contra el vidrio, mirando la escena desde
lejos, muy lejos, deseando y queriendo ser parte de algo de lo que yo sé que
nunca seré parte. Me olvido, algunas veces, que hay personas ahí afuera
que se las siguen ingeniando para sonreír todos los días, a pesar de todo.
Ellos no han perdido la esperanza todavía.
De repente me siento avergonzada, ruborizada incluso.
La luz del día hace que mis pensamientos se vean oscuros y tristes y quiero
fingir que sigo siendo optimista, quiero creer que voy a encontrar una
manera de vivir.
Que tal vez, de alguna manera, todavía hay una oportunidad para mí en
alguna parte.
Alguien silba.
—Muy bien, todo el mundo —dice Kenji en voz alta, con las manos
ahuecadas alrededor de su boca—. Todo el mundo tome asiento, ¿de
acuerdo? Estamos haciendo otra orientación para aquellos de ustedes que
nunca han hecho esto antes, y necesito que todos ustedes se calmen un
poco. —Él explora la multitud—. Bien. Sí. Todo el mundo tome asiento.
Donde sea está bien. Lily...no tienes que… bien, bien, eso está bien. Sólo
cálmense. Vamos a comenzar en cinco minutos, ¿bien? —Levanta la mano
abierta, con los dedos extendidos—. Cinco minutos.
Me deslizo en el asiento más cercano vacío, sin mirar a mi alrededor.
Mantengo mi cabeza gacha, mis ojos concentrados en las protuberancias de
la madera sobre la mesa, mientras todo el mundo colapsa en las sillas a mi
alrededor. Finalmente, me atrevo a dar una mirada a mi derecha. Brillante
cabello blanco y piel blanca como la nieve y ojos azul claro parpadean hacia
mí.
Brendan. El chico electricidad.
Él sonríe. Me da un saludo de dos dedos.
Aparto la cabeza.
—Oh, oye. —Oí decir a alguien—. ¿Qué estás haciendo aquí?
Giro mi cabeza a la izquierda para encontrar un cabello color arena y
plásticos lentes negros posados en una nariz torcida. Una sonrisa irónica
retorcida en un rostro pálido. Winston. Lo recuerdo. Él me entrevistó cuando
llegué por primera vez en el Punto Omega. Dijo que era una especie de
psicólogo.
Pero también sucede que es la persona que diseñó el traje que llevo puesto.
Los guantes que destruí. Creo que es una especie de genio. No estoy segura.
Ahora, él está masticando la parte superior de su lápiz, mirándome
fijamente. Utiliza su dedo índice para empujar las gafas sobre el puente de
su nariz. Recuerdo que él me hizo una pregunta y hago un esfuerzo por
responder.
—No estoy realmente segura —le digo—. Kenji me trajo aquí, pero no me dijo
por qué.
Winston no parece sorprendido. Él gira los ojos.
—Él con los malditos misterios hacia todo el tiempo. No sé por qué piensa
que es una buena idea mantener a la gente en vilo. Es como si el hombre
pensara que su vida es una película o algo así. Siempre tan dramático por
todo. Es irritante como el infierno.
No tengo ni idea de lo que tengo que decir a eso. No puedo dejar de pensar
que Adam estaría de acuerdo con él y entonces no puedo dejar de pensar
acerca de Adam y luego yo…
—Ah, no lo escuches. —Un acento Inglés se mete en la conversación. Me doy
la vuelta para ver a Brendan todavía sonriéndome—. Winston siempre es un
poco bestial temprano en la mañana.
—Jesús. ¿Qué tan temprano es? —pregunta Winston―. Patearía a un
soldado en la entrepierna por una taza de café en este momento.
—No es nuestra culpa que nunca duermas, compañero —contesta
Brendan—. ¿Tú crees que puedes sobrevivir con tres horas por noche? Estás
loco.
Winston deja caer su masticado lápiz sobre el escritorio. Pasa una cansada
mano por el cabello. Se saca los lentes y se frota la cara.
—Son las malditas patrullas. Cada maldita noche. Algo está pasando y
cada vez es más intenso ahí. ¿Tantos soldados simplemente caminando
alrededor? ¿Qué demonios están haciendo? Tengo que estar realmente
despierto todo el tiempo…
—¿De qué estás hablando? —pregunto antes de que pueda detenerme. Mis
oídos se animan y despierta mi interés. Noticias desde el exterior es algo
que nunca he tenido la oportunidad de escuchar antes. Castillo estaba tan
concentrado en centrar toda mi energía en mi formación, que nunca había
oído mucho más que sus constantes recordatorios de que nos estamos
quedando sin tiempo y que tengo que aprender antes de que sea demasiado
tarde. Estoy empezando a preguntarme si las cosas están peor de lo que
pensaba.
—¿Las patrullas? —pregunta Brendan. Agita una mano a sabiendas—. Oh,
es sólo, trabajamos en turnos, ¿verdad? En parejas-turnándonos para
vigilar en la noche —explica—. La mayoría de las veces no hay problema,
sólo rutina, nada muy serio.
—Pero ha sido raro últimamente —corta Winston—. Es como si realmente
estuvieran buscándonos ahora. Como si ya no fuera una loca teoría más.
Ellos saben que somos una amenaza real y es como si en realidad tuvieran
una idea de donde estamos. —Niega con la cabeza—. Pero eso es imposible.
—Aparentemente no, amigo.
—Bueno, sea lo que sea, está empezando a asustarme —dice Winston―.
Hay soldados por todas partes, demasiado cerca de donde estamos. Los
vemos en la cámara —me dice, notando mi confusión—. Y la parte más
extraña —añadió, inclinándose, bajando la voz―. Es que Warner siempre
está con ellos. Cada noche. Paseando, dando órdenes que no puedo oír. Y su
brazo sigue lesionado. Camina alrededor con él en un cabestrillo.
—¿Warner? —Mis ojos se amplían—. ¿Él está con ellos? ¿Es eso, es eso…
inusual?
—Es muy extraño —dice Brendan—. Es JCR ―jefe comandante y regente—
del Sector 45. En circunstancias normales, habría de delegar esa tarea a un
coronel, un teniente, incluso. Sus prioridades deben estar en la base,
supervisando a sus soldados. —Brendan niega con la cabeza—. Es un poco
tonto, creo, tomar un riesgo así. Pasar tiempo fuera de su propio campo.
Parece extraño que él esté fuera tantas noches.
—Correcto —dice Winston, asintiendo con la cabeza.
—Exactamente. —Señala a nosotros 2, apuñalando el aire—. Y eso hace que
te preguntes a quién está dejando a cargo. El tipo no se fía de nadie, y él no
es conocido por sus habilidades de delegación, para empezar, así que, ¿por
qué sale de la base cada noche? —Una pausa―. No tiene sentido. Algo está
pasando.
—¿Eso crees? —le pregunto, sintiendo miedo y valentía—, ¿qué tal vez él
está buscando algo o a alguien?
—Así es —exhala Winston. Rasguña el lado de su nariz—. Eso es
exactamente lo que pienso. Y me gustaría saber qué demonios está
buscando.
—A nosotros, obviamente —dice Brendan—. Él nos está buscando.
Winston no parece convencido.
—No lo sé —dice—. Esto es diferente. Ellos han estado buscándonos
durante años, pero nunca han hecho nada como esto. Nunca gastó mucha
mano de obra en este tipo de misión. Y nunca ha llegado tan cerca.
—Vaya —susurro, no confiando en postular a ninguna de mis propias
teorías. No queriendo pensar demasiado acerca de lo que Warner está
buscando. Y todo el tiempo preguntándome por qué estos dos chicos están
hablándome tan libremente, como si fuera digna de confianza, como si fuera
una de ellos.
No me atrevo a mencionarlo.
—Sí —dice Winston, recogiendo su masticado lápiz—. Loco. De todos modos,
si no conseguimos un nuevo lote de café hoy, en serio voy a perder mi
mierda.
Miro alrededor de la habitación. No veo café en ningún lugar. No hay
comida, tampoco. Me pregunto lo que eso significa para Winston.
—¿Vamos a desayunar antes de empezar?
—No —dice—. Hoy tenemos la oportunidad de comer en un horario
diferente. Además, vamos a tener mucho de donde escoger cuando
volvamos. Elegimos primero. Es la única ventaja.
—¿Volver de donde?
—Fuera —dice Brendan, echándose hacia atrás en su silla. Apunta hacia el
techo―. Estamos yendo hacia arriba y hacia fuera.
—¿Qué? —grito, sintiendo verdadera emoción por primera vez—. ¿En serio?
—Así es. —Winston se pone sus gafas—. Y parece que estás a punto de
conseguir tu primera introducción a lo que es lo que hacemos aquí.
Él asiente con la cabeza en la parte delantera de la habitación, y veo a Kenji
arrastrando un tronco enorme sobre la mesa.
—¿Qué quieres decir? —pregunto—. ¿Qué estamos haciendo?
—Oh, ya sabes. —Winston se encoge de hombros. Cerrando sus manos
detrás de su cabeza—. Robar grandes cosas. Robo a mano armada. Ese tipo
de cosas.
Comienzo a reír cuando Brendan me detiene.
En realidad pone su mano en mi hombro y por un momento me aterro un
poco. Preguntándome si ha perdido la cabeza.
—Él no está bromeando —me dice Brendan—. Y espero que sepas cómo
usar un arma.
CCaappííttuulloo 1188
ucímos como indigentes.
Lo que significa que lucimos como civiles.
Nos movemos de la clase y dentro del corredor, y estamos usando
unos conjuntos similares, andrajosos y grises y deshilachados. Todo el
mundo está ajustando sus trajes a medida que avanzamos, Winston se
quita las gafas y las mete en el saco, sólo para cerrarlos en su chaqueta. El
collar sube hasta su barbilla y se acurruca en él. Lily, una de las chicas de
entre nosotros, envuelve una gruesa bufanda alrededor de su boca y saca la
capucha de su capa sobre su cabeza. Veo a Kenji ponerse un par de
guantes y reajustar sus pantalones de carga para ocultar mejor el arma
escondida en su interior.
Brendan pasa a mi lado.
Él saca una gorra del bolsillo y la tira por su cabeza, cerrando la cremallera
de su chaqueta hasta el cuello. Es sorprendente la forma en que la negrura
de los trajes compensa bien con el azul de sus ojos para que sean aún más
brillantes, más nítidos de lo que parecían antes. Él me esboza una sonrisa
cuando me pilla mirándolo. Luego me tira un par de guantes viejos dos
tallas más grandes antes de agacharse para apretar los cordones de las
botas.
Tomo un pequeño respiro.
Yo trato de enfocar toda mi energía en donde estoy, en lo que estoy haciendo
y lo que voy a hacer. Me digo a mí misma de no pensar en Adam, no pensar
L
en lo que está haciendo o si se está sanando o lo que debe estar sintiendo
en estos momentos. Me ordeno no pensar en mis últimos momentos con él, la
forma en que me tocaba, cómo me abrazó, sus labios y sus manos y sus
respiraciones aceleradas…
Fallo.
No puedo dejar de pensar en la forma en que siempre trataba de
protegerme, cómo si estuviera a punto de perder la vida en el proceso. Él
siempre me defiende, siempre mirando por mí, sin darse cuenta de que era
yo, siempre era yo, que yo era la mayor amenaza. La más peligrosa. Él
piensa demasiado bien de mí, me pone en un pedestal que nunca he
merecido.
Definitivamente no necesito protección.
No necesito que nadie se preocupe por mí o pregunte acerca de mí o se
arriesgue a enamorarse de mí. Soy intocable. Necesito ser evitada. Está bien
que las personas me teman.
Ellos deberían.
—Hey. —Kenji se detiene junto a mí, me agarra el codo—. ¿Estás lista?
Asiento con la cabeza. Ofreciéndole una pequeña sonrisa.
La ropa que llevo es prestada. La tarjeta que cuelga de mi cuello, escondida
debajo de mi traje, es completamente nueva. Hoy me dieron una tarjeta
falsa RR —la tarjera de Registro del Restablecimiento. Es la prueba de que
trabajo y vivo en los compuestos; prueba de que estoy registrada como
ciudadano en territorio regulado. Todo ciudadano legal tiene uno. Yo nunca
lo tuve, porque me arrojaron al encierro, nunca fue necesario para alguien
como yo. De hecho, estoy bastante segura de que esperaban que muriera
allí.
La identificación no era necesaria.
Pero esta carta RR es especial.
No todo el mundo en el Punto Omega recibe una tarjeta falsificada. Al
parecer, son extremadamente difíciles de reproducir. Son rectángulos
delgados hechos de un tipo muy raro de titanio, grabado con láser con un
código de barras, así como los datos biográficos de los propietarios, y
contiene un dispositivo de rastreo que monitorea el paradero del ciudadano.
—Las tarjetas RR abren todo —explicó Castillo—. Son necesarias para
entrar y salir de los compuestos, necesarias para dejar entrar y salir a una
persona de su trabajo. Los ciudadanos son pagados en dólares REST—
salarios sobre la base de un complicado algoritmo que calcula la dificultad
de su profesión, así como el número de horas que dedican al trabajo, a fin
de determinar la cantidad de sus esfuerzos que valen la pena. Esta moneda
electrónica se distribuye en cuotas semanales y se carga automáticamente
en un chip integrado en sus tarjetas de RR. Los dólares REST luego se
pueden cambiar en centros de abastecimiento de alimentos y artículos de
primera necesidad. La pérdida de una tarjeta de RR —dijo—, significa
perder su medio de vida, sus ingresos, su estado legal como ciudadano
registrado.
—Si tú eres detenido por un soldado y te pide una prueba de identificación
—continuó Castillo—, debes de presentar su tarjeta de RR. Si no presentas
tu tarjeta —dice—, tendrás como resultado… consecuencias muy
desgraciadas. Los ciudadanos que andan por ahí sin sus tarjetas son
considerados una amenaza para el Restablecimiento. Ellos son vistos con el
propósito de desafiar la ley, como personajes dignos de sospecha. No
cooperan en cualquier forma, incluso si eso significa que simplemente no
desean que cada uno de sus movimientos sea seguido y controlado, te hace
parecer simpático a los partidos rebeldes. Y eso te convierte en una
amenaza. Una amenaza —dijo—, que el Restablecimiento no tiene reparos
en quitar.
—Por lo tanto —dijo, tomando una respiración profunda—. No pueden, y no
perderán la tarjeta de RR. Nuestras tarjetas falsificadas no tienen el
dispositivo de rastreo ni el chip necesario para el seguimiento de dólares
REST, porque no tenemos la necesidad de cualquiera de los dos. ¡Pero! Eso
no quiere decir que no son tan valiosas como reclamos —dijo—. Y mientras
estén como ciudadanos en el territorio regulado, las tarjetas de RR son parte
de una sentencia a cadena perpetua, en el Punto Omega, se consideran un
privilegio. Y las va a tratar como tal.
Un privilegio.
Entre las muchas cosas que aprendí en la reunión de esta mañana, descubrí
que estas tarjetas sólo se les otorgan a aquellos que van en misiones fuera
de Punto Omega. Todas las personas en esa sala hoy fueron seleccionadas
por ser las mejores, las más fuertes, las más dignas de confianza.
Haberme invitado a estar en esa habitación era un movimiento audaz por
parte de Kenji. Ahora me doy cuenta de que era su forma de decirme que él
confía en mí. A pesar de todo, él está diciéndome y a todos los demás, que
soy bienvenida aquí. Lo que explica por qué Winston y Brendan se sienten
muy cómodos abriéndose a mí. Porque ellos confían en el sistema en el
punto Omega.
Y confían en Kenji si dice que confía en mí.
Así que ahora soy uno de ellos.
¿Y como mi primer acto oficial como miembro?
Se supone que debo ser un ladrón.
CCaappííttuulloo 1199
stamos llegando.
Castillo debería alcanzarnos en cualquier momento para guiar a
nuestro grupo fuera de la ciudad subterránea hacia el mundo real.
Será mi primera oportunidad de ver lo que le ha pasado a nuestra
sociedad en casi tres años.
Tenía catorce cuando fui arrancada de mi hogar por matar a un niño
inocente. Pasé dos años del hospital a la oficina legal del centro de
detención a la guardia psiquiátrica hasta que finalmente decidieron
encerrarme definitivamente. Ponerme en un asilo fue peor que mandarme a
prisión; más inteligente, según mis padres. Si hubiera ido a prisión, los
guardias hubieran tenido que tratarme como a un ser humano; en cambio,
pasé el último año de mi vida siendo tratada como un animal rabioso,
atrapada en un agujero oscuro, sin lazos con el mundo exterior. Casi todo
Lo que observé de nuestro planeta, ha sido desde una ventana. O mientras
corría por mi vida. Y ahora no estoy segura de qué esperar.
Pero quiero verlo.
Necesito verlo.
Estoy cansada de estar a ciegas y estoy cansada de confiarme de mis
recuerdos del pasado y en los fragmentos que junté de nuestro presente.
Todo lo que sé, es que El Restablecimiento ha sido un nombre familiar por
diez años.
E
Sé esto porque empezaron a hacer campaña cuando yo tenía siete años.
Nunca olvidaré el inicio de nuestro declive. Recuerdo los días en que las
cosas eran bastante normales, cuando la gente estaba como muriendo todo
el tiempo, cuando había suficiente comida para aquellos que tenían
suficiente dinero para pagarla. Esto fue antes de que el cáncer fuera una
enfermedad común y el clima se volviera una criatura turbulenta y enojada.
Recuerdo lo emocionados que estábamos por El Restablecimiento. Recuerdo
la esperanza en el rostro de mis profesores y los anuncios que nos forzaban
a ver la mitad del día escolar. Recuerdo esas cosas.
Y sólo cuatro meses antes de cumplir los catorce, cometí un crimen
imperdonable, El Restablecimiento fue elegido por la gente de nuestro
mundo para liderarnos hacia un mejor futuro.
Esperanza. Tenían tanta esperanza. Mis padres, mis vecinos, mis
profesores, mis compañeros de clase. Todos esperaban lo mejor cuando
aclamaban al Restablecimiento y prometían su apoyo incansable.
La esperanza puede hacer que la gente haga cosas terribles.
Recuerdo estar viendo las protestas justo antes de ser llevada. Recuerdo las
calles inundadas por la muchedumbre que quería un reembolso por su
adquisición. Recuerdo cómo El Restablecimiento pintó a los protestantes de
rojo, de la cabeza a los pies y les dijo que deberían haber leído la letra
chica antes de irse a su casa esa mañana.
Todas las ventas eran finales.
Castillo y Kenji me están permitiendo venir en esta expedición porque tratan
de incorporarme en el corazón de Punto Omega. Quieren que me una a ellos,
que realmente los acepte, y entienda por qué su misión es tan importante.
Castillo quiere que pelee contra El Restablecimiento y lo que ellos tienen
planeado para el mundo. Los libros, los artefactos, el lenguaje y la historia
que planean destruir. La simple, vacía, monocromática vida que ellos
quieren imponer sobre las generaciones venideras. Quiere que vea que
nuestra Tierra todavía no está tan dañada como para ser irreparable; quiere
probar que nuestro futuro es salvable, que las cosas pueden mejorar si el
poder se deposita en las manos correctas.
Quiere que tenga confianza.
Quiero confiar.
Pero a veces me asusto. En mi muy limitada experiencia, ya aprendí que la
gente en busca de poder no es de fiar. Las personas con metas elevadas,
discursos engalanados y sonrisa fácil no han hecho nada por calmar mi
corazón. Los hombres con armas nunca me dejaron tranquila, sin importar
cuántas veces prometieran que mataban por una buena razón.
No se me pasó por alto que la gente de Punto Omega está excelentemente
armada.
Pero tengo curiosidad. Estoy desesperadamente curiosa.
Estoy camuflada con ropas viejas y rasgadas y un grueso gorro de lana que
casi cubre mis ojos. Llevo una pesada chaqueta que debió pertenecer a un
hombre y mis botas de cuero están escondidas por los pantalones
arremangados sobre mis tobillos. Luzco como una civil. Una pobre, torturada
civil, luchando por conseguir comida para su familia.
El pestillo de una puerta se cierra y todos nos volteamos a la misma vez.
Castillo aparece. Echa un vistazo alrededor de nosotros.
Yo. Winston. Kenji. Brendan. La chica llamada Lily. Diez personas más que
todavía no conozco. Somos dieciséis en total, incluyendo a Castillo. Un
perfecto número par.
—Muy bien todos —dice Castillo, golpeando sus manos.
Noto que él también está usando guantes. Todos lo hacen. Hoy, soy
solamente una chica usando ropa normal y guantes normales. Hoy,
solamente soy un número. Nadie importante. Sólo una persona común. Sólo
por hoy.
Es tan absurdo que quiero sonreír.
Y entonces recuerdo lo cerca que estuve de matar a Adam ayer y de repente
no estoy segura de cómo mover mis labios.
—¿Estamos listos? —Castillo mira a su alrededor—. No olviden lo que
discutimos —dice.
Una pausa. Una mirada atenta. Contacto visual con cada uno de nosotros.
Los ojos en mí por un rato demasiado largo.
—Bien entonces. Síganme.
Nadie habla mientras seguimos a Castillo por el corredor y me quedo
pensando qué tan fácil sería desaparecer en esta vestimenta desapercibida.
Podría escapar, mezclarme en el ambiente y nunca ser encontrada otra vez.
Como una cobarde.
Busco algo qué decir para romper el silencio.
—¿Y cómo vamos a llegar hasta allí? —pregunto.
—Caminamos —dice Winston.
Nuestros pies aporrean el piso en respuesta.
—La mayoría de los civiles no tienen autos —explica Kenji—. Y tan seguro
como el infierno que no queremos ser atrapados en un tanque. Si queremos
mezclarnos, debemos hacer como la gente hace. Caminamos.
Pierdo el rastro de las bifurcaciones de los túneles mientras Castillo nos
lleva hasta la salida. Estoy cada vez más consciente de lo poco que entiendo
de este lugar, lo poco que he visto de él. Aun así, si soy perfectamente
honesta, debo admitir que no he hecho demasiado esfuerzo por explorar
nada.
Necesito hacer algo al respecto.
Sólo cuando el terreno bajo mis pies cambia, es que me doy cuenta de lo
cerca que estamos de llegar afuera. Caminamos cuesta arriba, por unos
escalones de piedra incrustados en el terreno. Puedo ver desde aquí lo que
parece ser un pequeño cuadrado de una puerta de metal. Tiene un
picaporte.
Me doy cuenta de que estoy un poco nerviosa.
Ansiosa.
Impaciente y asustada.
Hoy veré el mundo como una civil, realmente veré las cosas de cerca por
primera vez. Veré lo que la gente de esta nueva sociedad debe soportar
ahora.
Ver qué están experimentando mis padres, donde sea que estén.
Castillo hace una pausa en la puerta, que luce pequeña como una ventana.
Vuelve el rostro hacia nosotros.
—¿Quién eres? —exige.
Nadie responde.
Castillo se eleva tan alto como es. Se cruza de brazos.
—Lily —dice—. Nombre. Identidad. Edad. Sector y ocupación.Ahora.
Lily retira la bufanda de su boca. Suena un poco robótica cuando dice:
—Mi nombre es Erica Fontaine, 117-52QZ. Tengo 26 años. Vivo en el sector
45.
—Ocupación —repite Castillo, una pizca de impaciencia avanza en su voz.
—Fábrica textil 19 A-XC2.
—Winston —ordena Castillo.
—Mi nombre es Keith Hunter, 4556-65D —dice Winston—. 34 años. Sector
45. Trabajo en Metal. Fabrica 15B-XC2.
Kenji no espera que se lo pidan para decir:
—HiroYamasaki, 8891-11DX. Edad 20. Sector 45. Artillería. 13ª-XC2.
Castillo indica a cada uno regurgitar la información grabada en las tarjetas
RR falsas. Sonríe, satisfecho. Entonces enfoca sus ojos en mí hasta que todo
el mundo me mira, me observan, esperando a ver si meto la pata.
—Delia Dupont —digo, las palabras se desprenden de mis labios con más
facilidad de la que esperaba.
No tenemos planeado que nos detengan, pero esta es una precaución extra
en el caso de que nos pidan identificarnos; tenemos que conocer la
información en nuestras tarjetas RR como si fuera nuestra. Kenji también
dice que aun cuando los soldados que supervisan los recintos son del sector
45, siempre son distintos a los guardias en la base. No cree que nos
encontremos con alguien que nos reconozca.
Pero.
Por si acaso.
Aclaro mi garganta.
—Número de Identificación 1223-99SX. 17 años. Sector 45. Trabajo en
Metal. Fabrica 15ª-XC2.
Castillo se queda mirando sólo por un segundo de más.
Finalmente asiente. Nos recorre a todos con la mirada.
—¿Y cuáles —dice, su voz profunda, clara y resonante—, son las tres cosas
que se preguntarán a sí mismos antes de hablar?
De nuevo, nadie responde. No es porque no sepamos la respuesta.
Castillo cuenta con los dedos.
—¡Primero! ¿Necesita ser dicho? ¡Segundo! ¿Necesita ser dicho por mí?
¡Tercero! ¿Necesita ser dicho por mí ahora?
Nadie dice una palabra.
—No hablamos a menos que sea absolutamente necesario —dice Castillo—.
No nos reímos, no sonreímos. No hacemos contacto visual entre nosotros si
podemos evitarlo. No actuaremos como si nos conociéramos. No provocamos
que nos miren de más. No hacemos nada que llame la atención sobre
nosotros. —Una pausa—. Entienden esto, ¿si? ¿Está claro?
Asentimos.
—¿Y si algo sale mal?
—Nos dispersamos. —Kenji se aclara la garganta—. Corremos. Nos
escondemos. Pensamos sólo en nosotros mismos. Y nunca, jamás,
delatamos la ubicación de Punto Omega.
Todos inspiramos profundamente al mismo tiempo.
Castillo empuja la pequeña puerta. Espía afuera antes de señalarnos que lo
sigamos, y lo hacemos. Avanzamos a tropezones, uno a uno, en silencio
como las palabras que no decimos. No he estado en la superficie en casi tres
semanas. Siento como si fueran tres meses.
En el momento que mi rostro toca el aire, siento el chasquido familiar,
aprensivo del viento contra mi piel. Es como si el viento me estuviera
regañando por haber estado alejada tanto tiempo.
Estamos en medio de un desierto congelado. El aire es helado y cortante,
hojas muertas danzan a nuestro alrededor. Los pocos árboles que
permanecen de pie son sacudidos por el viento, sólo sus ramas quebradas
y desnudas por compañía. Miro a mi izquierda, miro a mi derecha, miro al
frente.
No hay nada.
Castillo nos contó que esta área solía estar cubierta de una exuberante y
densa vegetación. Dijo que la primera vez que buscó un escondite para
Punto Omega, este tramo de terreno en particular resultaba ideal. Pero fue
hace mucho tiempo, décadas atrás, que todo cambió. La naturaleza misma
ha cambiado, y es muy tarde para mudarse de este escondite.
Así que hacemos lo que podemos.
Esta parte, dijo él, es la más difícil. Aquí afuera, somos vulnerables. Fácil de
detectar porque incluso como civiles, estamos fuera de lugar. Los civiles no
tienen nada que hacer fuera de los recintos; no se alejan de los terrenos
regulados considerados seguros por El Restablecimiento. Ser atrapados en
cualquier zona irregular es considerado un quebrantamiento de las leyes
establecidas por nuestro nuevo pseudogobierno, y las consecuencias son
severas.
Así que llegará los recintos tan pronto como podamos.
El plan es para Kenji (cuyo don le permite mezclarse con cualquier ambiente)
viajar adelante del grupo, haciéndose invisible, mientras chequea que
nuestro camino está despejado.
El resto de nosotros esperamos atrás, con cuidado, en completo silencio.
Mantenemos algunos metros de distancia entre nosotros, listos para correr,
para salvarnos solos, si fuera necesario. Es extraño, considerando la
naturaleza tan unida de la comunidad en el Punto Omega, que Castillo no
nos induzca a permanecer juntos. Pero esto, explicó, por el bien de la
mayoría. Es un sacrificio.
Uno de nosotros tiene que estar dispuesto a ser atrapado para que los otros
escapen.
Jugarse por el equipo.
Nuestro camino está libre.
Caminamos, al menos, media hora y parece que nadie vigila este pedazo de
tierra desértica. De pronto tenemos los recintos a la vista. Cuadras y
cuadras y cuadras de cajas de metal, cubos apiñados en montones a través
del antiguo terreno sibilante. Me ajusto el abrigo al cuerpo mientras el
viento se arremolina a los lados para cortar nuestra carne.
Hace demasiado frio para estar vivos hoy.
Llevo puesto mi traje, que regula el calor de mi cuerpo, debajo de mi ropa y
aun así me congelo. No puedo maginar por lo que los demás deben estar
pasando ahora. Miro a Brendan, sólo para descubrir que él hace lo mismo.
Nuestros ojos se encuentran por apenas un segundo, pero puedo jurar que
me sonrió, sus mejillas enrojecidas por el guantazo del viento celoso de sus
ojos curiosos.
Azules. Tan azules.
Diferentes, más claros, un matiz de azul casi transparente, pero todavía
azules, muy azules.
Los ojos azules siempre me recordarán a Adam, creo. Y me golpea de nuevo.
Me golpea tan duro, justo en el centro de mi propio ser.
El dolor.
—¡Apresúrense! —La voz de Kenji nos llega a través del viento, pero su
cuerpo no está a la vista.
No estamos a más de metro y medio de poner pie en el primer racimo de
recintos, pero de algún modo estoy congelada en mi lugar, sangre, hielo y
piquetes recorren mi espalda.
—¡MUÉVANSE! —La voz de Kenji retumba otra vez—. ¡Acérquense a los
recintos y mantengan sus rostros cubiertos! ¡Soldados a las tres en punto!
Saltamos todos al mismo tiempo, nos apuramos para avanzar mientras
tratamos de pasar desapercibidos y pronto nos escondemos detrás del
costado de una unidad hogar; nos agachamos, pretendiendo ser uno más
de los muchos que recogen chatarra de acero y hierro de los montones de
basura amontonada en pilas por todo el lugar.
Los recintos están dispuestos en un gran campo de desperdicios. La basura,
el plástico y piezas rotas de metal desparramadas como confeti en el piso de
un niño. Hay una fina capa de nieve espolvoreada sobre todo, como si la
tierra estuviera haciendo un débil intento de cubrir sus partes feas antes de
nuestra llegada.
Miro hacia arriba.
Miro sobre mi hombro.
Miro a mi alrededor, como no debería hacerlo, pero no puedo evitarlo. Se
supone que debo mantener mis ojos en el suelo como si viviera aquí, como si
no hubiera nada nuevo que ver, como si no pudiera levantarme y alzar mi
rostro punzado por el frío. Debería estar acurrucada como todos los demás
extraños tratando de mantener el calor. Pero hay mucho que ver. Tanto que
observar. Tanto a lo que nunca antes estuve expuesta.
Así que me atrevo a alzar mi cabeza.
Y el viento se me queda en la garganta.
CCaappííttuulloo 2200
arner está parado a menos de dos metros de mí.
Su traje hecho a la medida y finamente cocido a su forma en un
tono negro es tan rico que casi enceguece. Sus hombros están
tapados con un abrigo abierto de color verde mohoso cinco tonos más oscuro
que sus verdes, verdes ojos; los botones dorados son el complemento
perfecto de su dorado cabello. Está usando una corbata negra. Guantes de
cuero negro. Luce inmaculado.
Fuera de lugar, especialmente mientras está parado entre la tierra y la
destrucción, rodeado de los crudos colores que esta tierra tiene para ofrecer.
Tiene una visión de esmeralda y ónix, con una silueta a la luz del día de
una manera engañosa. El podría estar brillando. Podría haber un halo
alrededor de su cabeza. Este podía ser la manera del mundo de hacer un
ejemplo de ironía. Porque Warner es hermoso en maneras que Adam no es.
Porque Warner no es humano.
Nada acerca de él es normal.
Está mirando alrededor, los ojos mirando a través de la luz del sol, y el
viento sopla a través de su abierto abrigo lo suficiente como para que vea un
destello de su brazo. Vendado. Sujeto en un cabestrillo.
Tan cerca.
W
Yo estaba tan cerca.
Los soldados formados alrededor de él están esperando órdenes, esperando
por algo, y no puedo apartar la mirada. No puedo evitarlo, pero es una
experiencia estar tan cerca de él, y aún así tan lejos. Se siente casi como
una ventaja: ser capaz de estudiarlo sin su conocimiento.
Él es extraño extraño, un chico retorcido.
No sé si podré olvidar lo que me hizo. Lo que me hizo hacer. Cómo estuve tan
cerca de poder matarlo de nuevo. Debería odiarlo por siempre por eso,
aunque estoy segura de que tendré que enfrentarlo de nuevo.
Un día.
Nunca pensé ver a Warner en los compuestos. No tenía ni idea que visitaba
a los civiles… aunque, en verdad, no sabía mucho en cómo pasaba sus días
antes que los pasara conmigo. No tengo ni idea de lo que está haciendo
aquí.
Él finalmente les dice algo a sus soldados y ellos asienten, una vez,
rápidamente. Luego desaparecen. Pretendo estar concentrada en algo a la
derecha de él, con cuidado bajo mi cabeza y me muevo al costado, así él no
podrá tomar un vestigio de mi cara aún si mira en mi dirección. Mi mano
izquierda sube para bajar mi gorro hasta mis orejas, y mi mano derecha
pretende recoger piezas de raspaduras para guardar.
Así es como algunas personas hacen su vida.
Otra miserable ocupación.
Warner pasa su mano buena por su cara, cubriendo sus ojos antes de que
su mano descanse en su boca, presionando contra sus labios mientras
parece que él tiene algo que no se atreve a decir.
Sus ojos casi lucen… preocupados. A pesar de que estoy segura que lo
interpreté mal. Lo miro mientras él mira a las personas a su alrededor. Lo
observo lo suficientemente cerca para ser capaz de ver su mirada recorrer a
los pequeños niños, la manera en que corren uno tras otro con una inocencia
que dice que ellos no tienen idea de qué clase de mundo han perdido. Este
destruido, oscuro lugar es todo lo que han conocido.
Trató de leer la expresión de Warner mientras los estudia, pero tiene
cuidado en mantenerse completamente neutral. Él no hace más que
parpadear mientras permanece completamente inmóvil, una estatua en el
viento.
Un famélico perro golpea su cabeza contra él.
Estoy de repente petrificada. Preocupada por esa pequeña criatura, este
pequeño, congelado pequeño animal probablemente buscando migajas de
comida, algo que lo guarde del hambre las próximas horas. Mi corazón
comienza a correr en mi pecho, la sangre golpea rápido y duro y no sé
porque me siento como si algo terrible estuviera a punto de pasar.
El perro se desliza derecho a las pantorrillas de Warner, como si estuviera
medio ciego y no pudiera ver a donde está yendo. Está jadeando duro, la
lengua colgando a un lado como si no supiera cómo meterla. Babea y jadea
un poco, goteando sobre los muy exquisitos pantalones de Warner y yo
retengo mi aliento mientras el muchacho dorado se voltea. Medio espero que
él tome su arma y le dispare al perro en medio de la cabeza.
Lo he visto hacerlo a un humano.
Pero la cara de Warner se rompe a la vista del pequeño perro, arrugas
formándose en el perfecto orden de sus facciones, la sorpresa levantando
sus cejas y ampliando sus ojos por un momento. Lo suficiente para que yo lo
notara. Él mira alrededor, sus ojos se suavizan mientras ellos miran su
alrededor antes que sujete al animal en sus brazos y desaparezca alrededor
de una pequeña valla, una de las cortas, agachadas vallas que son usadas
en la sección cuadrangular de tierra de cada compuesto. De repente estoy
desesperada de ver qué es lo que va a hacer y me siento ansiosa, tan
ansiosa, aún incapaz de respirar.
He visto lo que Warner puede hacerle a una persona.
He visto su duro corazón y sus ojos fríos y su completa indiferencia, su
frialdad, su reacia actitud después de matar a un hombre a sangre fría. Sólo
puedo imaginarme qué tiene planeado para tan inocente perro.
Tengo que verlo por mí misma.
Tengo que sacar su cara de mi cabeza y eso es exactamente lo que necesito.
Una prueba de que él está enfermo, retorcido, que está mal, y que siempre
estará mal.
Si sólo pudiera pararme, podría verlo. Podría ver qué le está haciendo a este
pobre animal y tal vez pudiera encontrar la manera de detenerlo antes de
que sea demasiado tarde, pero oigo la voz de Castillo, un alto susurro
llamándonos. Diciéndonos que la cosa está clara para moverse ahora que
Warner está fuera de vista.
—Nos movemos, y nos separaremos —dice—. ¡Péguense al plan! Nadie
arrastra a nadie más. Nos encontraremos en la pendiente. Si no lo logras, te
dejaremos detrás. Tienen treinta minutos.
Kenji me jala del brazo, diciéndome que me pare, me concentre, mire en la
dirección correcta. Miro lo suficientemente alto para que ver el resto del
grupo ya casi desapareció; Kenji, como siempre, se niega a moverse. Maldice
bajo su aliento hasta que finalmente me paro. Asiento. Y le digo que
entiendo el plan y lo animo que siga sin mí. Le recuerdo que no pueden
vernos juntos. Que no podemos caminar en grupos o parejas. No podemos
ser llamativos.
Finalmente, finalmente, él se voltea y va.
Observo a Kenji irse. Luego tomo unos pasos hacia adelante, sólo para girar
alrededor y lanzarme de regreso a la esquina del compuesto, deslizando mi
espalda contra la pared, escondiéndome de la vista. Mis ojos escanean el
área hasta que soy capaz de ver la cerca donde vi por última vez a Warner,
me pongo de puntas para ver más allá.
Tengo que cubrir mi boca para ahogar el jadeo.
Warner está arrodillado en el suelo, alimentando con algo al perro con su
mano buena. El animal está estremeciéndose, su delgado cuerpo oculto
dentro del abrigo abierto de Warner, brillando mientras sus esqueléticos
miembros tratan de encontrar calor después de estar congelándose por
mucho tiempo. El perro sacude su cola fuerte, retrocediendo para ver a
Warner a los ojos, sólo para meterse al abrigo de su chaqueta de nuevo.
Oigo a Warner reírse.
Lo veo sonreír.
El tipo de sonrisa que lo transforma en alguien completamente diferente, la
clase de sonrisa que pone estrellas en sus ojos y deslumbra en sus labios y
me doy cuenta que nunca lo había visto así antes, ni siquiera había visto
sus dientes— tan rectos, tan blancos, nada más que perfectos.
Erróneo, un erróneo exterior para un chico con negro, negro corazón. Es
difícil de creer que hay sangre en las manos de la persona que estoy
mirando. Él luce suave y vulnerable— tan humano.
Su mirada estrecha de sus ojo por su sonrisa y sus mejillas están rosadas
por el frio.
Él tiene hoyuelos.
Él es fácilmente la más hermosa cosa que alguna vez haya visto.
Y deseo nunca haberlo hecho.
Porque algo dentro de mi corazón está rasgándose y se siente como el
miedo, sabe como el miedo y la ansiedad y la desesperación y no entiendo
la imagen en frente de mí. No quiero ver a Warner así. No quiero pensar en
él como algo más que un monstruo. Esto no está bien.
Me muevo muy rápido y muy lejos en la dirección equivocada,
repentinamente tan estúpido para sacar mi zapato y golpearme a mí misma
por gastar el tiempo que podría haber usado para escapar. Sé que Castillo y
Kenji estarían listos para matarme por tomar tal riesgo, pero ellos no
entenderían lo que está en mi cabeza en estos momentos, ellos no
entenderían que estoy…
—¡Hey! —ladra—. Tú, la de ahí…
Miro hacia arriba, por reflejo, sin darme cuenta que había respondido a la
voz de Warner hasta que es demasiado tarde. Él está de pie, congelado,
mirándome directamente a los ojos, su mano buena pausada en medio
movimiento hasta que cae pesada a su costado, su mandíbula se abre,
confundido, completamente estupefacto.
Lo miro mientras las palabras mueren es su garganta.
Estoy paralizada, atrapada en su mirada mientras él está parado ahí, su
pecho luciendo duro y sus labios listos para formar las palabras que serian
mi sentencia segura de muerte, todo por mi estupidez, falta de sentido,
idiot…
—Hagas lo que hagas, no grites.
Alguien acerca, una mano sobre mi boca.
CCaappííttuulloo 2211
o me muevo.
—Voy a dejarte ir, ¿de acuerdo? Quiero que tomes mi mano.
Extiendo la mano sin mirar hacia abajo y sentir que nuestras manos
enguantadas encajan.
Kenji suelta mi cara.
—Eres una idiota —me dice, pero sigo mirando a Warner. Warner, quién
está ahora mirando a su alrededor como si hubiera visto un fantasma,
parpadeando y frotándose los ojos como si estuviera confundido, mirando al
perro como si tal vez el animalito logró hechizarlo. Agarra con férreo control
su pelo rubio, desordenándolo fuera de su perfecto estado, y sale tan rápido
que mis ojos no saben que lo siguiera.
—¿Qué diablos te pasa? —me dice Kenji—. ¿Estás escuchándome? ¿Estás
loca?
—¿Qué acabas de hacer? ¿Por qué no hizo…? Oh mi Dios —grito, sin
escatimar un vistazo a mi propio cuerpo.
Soy completamente invisible.
—De nada. —Suelta Kenji, arrastrándome fuera del recinto—. Y baja la voz.
Ser invisible no significa que el mundo no puede oír.
N
—¿Puedes hacer eso? —Trato de encontrar su rostro, pero bien podría estar
hablando al aire.
—Sí, se llama proyección, ¿recuerdas? ¿Castillo no te explicó esto ya? —
pregunta, ansioso por correr a través de la explicación para que pueda
volver a gritarme—. No todo el mundo puede hacerlo, no todos los niveles
son los mismos, pero tal vez si te las arreglas para dejar de ser una idiota lo
suficiente para no morir, podría ser capaz de enseñarte un día.
—Has vuelto por mí —le digo, tratando de mantenerme a su ritmo acelerado
y en absoluto ofendida por su ira—. ¿Por qué viniste a por mí?
—Porque eres una idiota —dice de nuevo.
—Lo sé. Lo siento mucho. No pude evitarlo.
—Bueno, eso ayuda —dice, con la voz ronca mientras me tira del brazo—.
Vamos a tener que correr para recuperar todo el tiempo que acabas de
perder.
—¿Por qué has vuelto, Kenji? —pregunto de nuevo, sin inmutarme—. ¿Cómo
sabías que estaba todavía aquí?
—Te estaba mirando —dice.
—¿Qué? ¿Qué…?
—Te veo —dice, sus palabras salen corriendo otra vez, impaciente—. Es
parte de lo que hago. Es lo que he estado haciendo desde el primer día. Me
alisté en el ejército de Warner por ti y sólo por ti. Es por lo que me ha
enviado Castillo. Tú eras mi trabajo. —Su voz se corta, rápida y sin
sentimientos—. Yo ya dije esto.
—Espera, ¿qué quieres decir con que me miras? —dudo, tirando de su
brazo invisible para detenerlo un poco—. ¿Me sigues a todas partes?
¿Incluso ahora? ¿Incluso en el Punto Omega?
Él no responde de inmediato. Cuando lo hace, sus palabras son renuentes.
—Más o menos.
—Pero, ¿por qué? Estoy aquí. Tu trabajo está hecho, ¿no es así?
—Ya hemos tenido esta conversación —dice—. ¿Recuerdas? Castillo quería
asegurarse de que estabas bien. Me dijo que mantuviera un ojo en ti, nada
serio, simplemente, ya sabes, asegurarme de que no estabas teniendo
averías psicóticos ni nada. —Le oigo suspirar—.
Has pasado por muchas cosas. Está un poco preocupado por ti. Sobre todo
ahora, después de lo que acaba de pasar. No te ves bien. Parece que quieres
lanzarte delante de un tanque.
—Yo nunca haría algo así —le digo.
—Sí —dice—. Está bien. Lo que sea. Sólo estoy señalando lo obvio. Sólo
funciona en dos configuraciones: o estás desanimada o si estás liándote con
Adam… y tengo que decir que prefiero el desánimo...
—¡Kenji! —Estoy a punto de apartar mi mano de la suya. Su agarre se
aprieta alrededor de mis dedos.
—No te apartes —me grita otra vez—. No te apartes o se rompe la conexión.
Kenji me está arrastrando a través del centro de un claro. Estamos lo
suficientemente lejos de los compuestos para que ahora no vayamos a ser
escuchados, pero aún estamos muy lejos de considerarnos seguros todavía.
Por suerte la nieve no se pega lo suficiente a nosotros para dejar pistas.
—¡No puedo creer que nos hayas espiado!
—No estaba espiando, ¿de acuerdo? Maldita sea. Cálmate. Demonios,
ambos necesitan calmarse. Adám ya estuvo todo molesto conmigo...
—¿Qué? —Siento las piezas de este rompecabezas finalmente empezando a
encajar—. ¿Es por eso porque estaba siendo maleducado contigo en el
desayuno la semana pasada?
Kenji frena nuestro ritmo un poco. Toma una respiración profunda, mucho
tiempo.
—Él pensó que yo estaba, como, tomando ventaja de la situación —dice
ventaja como si fuera una palabra extraña, sucia—. Él piensa que me vuelvo
invisible sólo para verte desnuda o algo así. Escucha, ni siquiera sé, ¿de
acuerdo? Estaba siendo un idiota al respecto. Sólo estoy haciendo mi
trabajo.
—Pero… no lo haces, ¿verdad? ¿No estás tratando de verme desnuda o
algo?
Kenji resopla, se ahoga en su risa.
—Escucha, Juliette —dice a través de otra carcajada—. No soy ciego, ¿de
acuerdo? ¿En un nivel puramente físico? Sí, eres muy sexy y cómo la ropa se
te adapta todo el tiempo no duele. Pero incluso si no tuvieras ese todo "te
mato si te toco" algo pasa que definitivamente no eres mi tipo. Y lo más
importante, yo no soy un pervertido gilipollas —dice—. Me tomo mi trabajo
en serio. Hago las cosas jodidamente geniales en este mundo, y me gusta
pensar que la gente me respeta por ello. Sin embargo, tu chico Adam está un
poco demasiado cegado por sus pantalones para pensar con claridad. Tal
vez deberías hacer algo al respecto.
Dejo caer mis ojos. No digo nada por un momento.
Entonces:
—No creo que tengas que preocuparte por eso.
—Ah, mierda. —Kenji suspira, como si no pudiera creer que se quedó
atascado escuchando los problemas de mi vida amorosa—. Fui directo a
ello, ¿no?
—Continuemos, Kenji. No tenemos que hablar de esto.
Un suspiro irritado.
—No es que no me importa lo que está pasando —dice—. No es que quiera
verlos a todos deprimidos o lo que sea. Es que esta vida está mal, y ya es
suficiente —dice—. Y estoy harto de ti estando tan atrapada en tu propio
pequeño mundo todo el tiempo. Actúas como si todo este asunto, todo lo que
hacemos, fuera una broma. No te tomas nada de esto en serio…
—¿Qué? —le interrumpo—. Eso no es cierto… me tomo esto en serio…
—Mierda. —Él se ríe un poco, se ríe fuerte y enojado—. Todo lo que haces es
sentarte y pensar en tus sentimientos. Tienes problemas. Boo-maldita-hoo —
dice—. Tus padres te odian y es muy duro, pero tienes que usar guantes
para el resto de tu vida porque matas a las personas cuando las tocas. ¿A
quién mierda le importa? —Está respirando con fuerza suficiente para que
yo lo oiga—. Hasta donde yo sé, tienes comida en tu boca y ropa en la
espalda y un lugar para orinar en paz cada vez que lo deseas. Esos no son
problemas. Eso se llama vivir como un rey. Y realmente lo apreciarías si
creces de una puta vez y dejas de andar por ahí como si el mundo cagase
sólo en tu rollo de papel higiénico. Porque es una tontería —dice, apenas
refrenando su temperamento.
—Es una estupidez, y es ingrato. No tienes ni idea de lo que todos los
demás en el mundo están atravesando en estos momentos. No tienes ni
idea, Juliette. Y no parece que te importa un comino, tampoco.
Trago, con tanta fuerza.
—Ahora estoy tratando —dice—, de darte la oportunidad de arreglar las
cosas. Sigo dándote la oportunidad de hacer las cosas de manera diferente.
De ver más allá de la pequeña niña triste que solías ser, la niña triste a la
que sigues aferrada, y defenderte. Deja de llorar. Deja de sentarte en el
recuento oscuro de todos sus sentimientos individuales sobre lo triste y sola
que estás. Despierta —dice—. Tú no eres la única persona en este mundo
que no quiere levantarse de la cama por la mañana. No eres la única que
tiene problemas con sus padres y el ADN severamente jodido.
Puedes ser quien te da la gana ser ahora. Ya no estás con tus padres de
mierda.
No estás en el asilo de mierda, y ya no estás atrapada en el pequeño
experimento de Warner. Así que toma una decisión —dice—. Toma una
decisión y deja de hacer perder el tiempo a todos. Deja de perder tu tiempo.
¿De acuerdo?
La vergüenza se extiende por cada centímetro de mi cuerpo.
El calor ha flameado su camino hasta mi interior, me ha chamuscado de
adentro hacia afuera. Estoy tan horrorizada, tan aterrorizada de escuchar la
verdad en sus palabras.
—Vamos —dice, pero su voz es sólo un poco más suave—. Tenemos que
correr.
Y asiento con la cabeza a pesar de que él no puede verme. Asiento con la
cabeza y asiento y asiento y estoy tan feliz que nadie pueda ver mi cara en
este momento.
CCaappííttuulloo 2222
eja de lanzarme cajas, imbécil. Ese es mi trabajo. —
Winston ríe, agarra un pesado paquete envuelto en celofán
solo para lanzarlo a la cabeza de otro chico. El chico
parado justo junto a mí.
Me agacho.
El otro chico gruñe mientras atrapa el paquete, luego sonríe dándole una
excelente vista de su dedo grosero.
—Mantenlo con clase, Sanchez —dice Winston mientras le lanza otro
paquete.
Sanchez, su nombre es Ian Sanchez. Acabo de aprender esto hace unos
minutos, cuando él y yo con algunos otros fuimos agrupados para formar
una línea en la asamblea.
Estamos parados en una de las bodegas oficiales del Restablecimiento.
Kenji y yo logramos llegar con todos los demás a tiempo. Todos nos
congregamos en el escondite. (Que resulto ser más pequeño que una zanja
glorificada.) Kenji me da una mirada de acero, me señaló, me sonrió, y me
dejó con el resto del grupo mientras él y Castillo hablaban de la siguiente
parte de nuestra misión.
—D
Que era meterse en la bodega.
La ironía, sin embargo, es que viajamos bajo tierra por suministros solo para
tener que subir de nuevo para conseguirlos. Las bodegas son, para todo
intento y propósito, invisibles.
Son bodegas subterráneas repletas con cualquier cosa imaginable: comida,
medicinas, armas. Todas las cosas necesarias para sobrevivir. Castillo
explicó todo en nuestra orientación esta mañana. Él dijo que mientras que
tener los suministros bajo tierra es un método inteligente para ocultarse
contra los civiles, en realidad actuaba en su favor.
Castillo dijo que puede sentir y mover objetos desde una gran distancia,
incluso si esa distancia esta a 7,6 metros de profundidad subterránea. Él
dijo que cuando se acerca a uno de los almacenes puede sentir
inmediatamente la diferencia, porque puede reconocer la energía en cada
objeto.
Esto, explicó, es lo que le permite mover objetos con su mente: Castillo es
capaz de tocar la energía inherente en cualquier cosa.
Castillo y Kenji han sido capaces de localizar cinco bodegas alrededor de los
treinta y dos kilómetros cercanas a Omega Point simplemente caminando
alrededor; Castillo sintiendo, y Kenji proyectándose para mantenerlos
invisibles. Han localizado otras cinco más dentro de los ochenta kilómetros.
Los almacenes a los que acceden se usan rotándolos. Nunca toman las
mismas cosas y nunca en la misma cantidad, toman tantas facilidades
como pueden. Lo más lejos del almacén, se vuelve más intrincada la misión.
Este almacén en particular esta cerca, por lo cual esta misión es,
relativamente hablando, la más fácil. Eso explica porque se me permitió
acompañarlos.
Todo el trabajo pesado ya ha sido hecho.
Brendan ya sabe como confundir el sistema electrónico en orden para
desactivar todos los sensores y las cámaras de seguridad; Kenji obtuvo el
código para pasar simplemente siguiendo a un soldado que apretó los
botones correctos. Todo esto nos da unos treinta minutos de tiempo para
trabajar tan rápido como sea posible para obtener todo lo que necesitamos y
ponerlo en este lugar, donde pasaríamos la mayor parte del día esperando
para cargar nuestros suplementos robados en vehículos que se llevarían los
objetos.
El sistema que usan es fascinante.
Hay seis camionetas, cada una un poco diferente en apariencia y todas
programadas para llegar en momentos diferentes. De este modo hay pocas
posibilidades de que cualquiera sea atrapado y hay una probabilidad más
alta que al menos una de las camionetas llegue a Omega Point sin ningún
problema. Castillo hizo lo que parecían 100 soluciones diferentes en caso de
peligro.
Soy la única que aquí, sin embargo, parece remotamente nerviosa acerca de
lo que estamos haciendo. De hecho, con la excepción de otros tres, todos
aquí han visitado este almacén bastantes veces por lo cual caminan por
aquí como si fuera un territorio familiar. Todos son cuidadosos y eficientes,
pero se sienten lo suficientemente cómodos para reír y bromear alrededor
también. Saben exactamente lo que están haciendo. En el momento en que
entramos, se separaron en dos grupos: Un grupo formó la línea de asamblea
y el otro fue por las cosas que necesitábamos.
Otros tenían tareas más importantes.
Lily tiene una memoria fotográfica que pone a las fotografías en vergüenza.
Entró antes que el resto de nosotros e inmediatamente escaneo la
habitación, colectando y catalogando cada detalle. Ella es la que se
asegurará que cuando nos vayamos no dejemos nada atrás, y que, a parte
de las cosas que tomemos, nada faltará o estará fuera de lugar.
Brendan es nuestro generador de respaldo. Ha logrado apagar el sistema de
seguridad mientras sigue iluminando las oscuras dimensiones de este
cuarto. Winston está supervisando nuestros dos grupos, mediando entre los
que dan y los que toman, asegurándose de que estemos llevándonos los
objetos indicados y también las cantidades indicadas. Sus brazos y piernas
tienen la habilidad elástica para estirarse a voluntad, lo cual lo ayuda a
llegar a los dos lados del cuarto de forma rápida y fácil.
Castillo es el que mueve las cosas al exterior. Está hasta el final de la línea,
en constante comunicación por radio con Kenji. Mientras el área esté libre,
Castillo solo necesita usar una mano para dirigir a cientos de libras de
suplementos que llevamos hacía el escondite.
Kenji, por supuesto, está afuera como guardia.
Si no fuera por Kenji nada de esto sería posible. Él es nuestras orejas y ojos
invisibles. Sin él, no tendríamos modo de estar tan seguros, tan seguros de
que estaríamos seguros en una misión tan peligrosa.
No es la primera vez en el día, que me doy cuenta porqué es tan importante.
—Ey, Winston, ¿puedes hacer que alguien compruebe si tienen chocolate en
este lugar? —Emory, otro chico de mi equipo esta sonriendo a Wisnton, como
si estuviera esperando tener buenas noticias. Pero claro, Emory siempre
esta sonriendo. Sólo lo he conocido por algunas horas, pero ha estado
sonriendo desde las 6:00 a.m., cuando todos nos juntamos en la sala de
orientación esta mañana. Es muy alto, muy grande, y tiene un gran pelo
afro que de alguna manera siempre acaba sobre sus ojos. Está moviendo
cajas por la línea como si estuvieran llenas de algodón.
Winston esta moviendo la cabeza de un lado a otro, tratando de no reír
mientras pasa la pregunta. —¿Es enserio? —Le lanza una mirada a Emory,
mientras al mismo tiempo pone sus lentes de plástico sobre su nariz—. ¿De
todas las cosas que hay aquí dentro, quieres chocolate?
La sonrisa de Emory desaparece. —Cállate tío, sabes que mi madre ama
esa clase de cosas.
—Siempre dices eso.
—Es porque siempre es verdad.
Winston le dice algo a alguien acerca de coger otra caja de jabón antes de
volver su atención a Emory. —Ya sabes, creo que nunca he visto a tu madre
comer un pedazo de chocolate.
Emory le dice a Winston que haga algo sumamente inapropiado con sus
extremidades flexibles, yo miro hacía abajo a la caja que Ian me acaba de
pasar, la estudio cuidadosamente antes de pasarlo.
—Ey ¿sabes porque todos estos tienen las letras RNW?
Ian se gira. Sorprendido. Me mira como si le acabara de pedirle que se
quitara toda su ropa.
—Bueno, no lo puedo creer —dice—. Ella habla.
—Por supuesto que hablo —le digo, perdiendo mi interés por hablar. Ian me
pasa otra caja.
Se encoge de hombros. —Bueno ahora lo sé.
—Ahora lo sabes.
—El misterio ha sido resuelto.
—¿Realmente pensabas que no podía hablar? —le pregunto un momento
después—. ¿Pensaste que era muda o algo así? —Me pregunto qué otras
cosas estarán diciendo las personas sobre mí.
Ian me mira sobre su hombre, sonríe como si estuviera tratando de no reír.
Mueve la cabeza, no me contesta. —La estampa —dice—. Es sólo una
regulación, le ponen RNW a todo para poder rastrearlo. No es nada especial.
—¿Pero qué significa RNW? ¿Quién las pone?
—RNW —dice, repitiendo las tres letras como si yo debiera reconocerlas—.
Naciones Restablecidas del Mundo. Todo se ha vuelto global, ya sabes.
Todos son productos comerciales. Y eso —dice—, es algo que nadie sabe
realmente. Es otra de las razones por lo que toda la cosa del
Restablecimiento es una pila de basura. Han monopolizado los recursos del
mundo entero y todo se lo están quedando para ellos mismos.
Recuerdo algo de esto. Recuerdo hablar con Adam de esto cuando él y yo
estuvimos encerrado juntos en la prisión. Mucho antes de que supiera como
era tocarlo. Estar con él. Lastimarlo. El Restablecimiento siempre ha sido un
movimiento global. Solamente que no me había dado cuenta que tuviera un
nombre.
—Claro —le digo a Ian, repentinamente distraído—. Por supuesto.
Ian hace una pausa mientras me pasa otro paquete. —Entonces ¿es
verdad? —Me pregunta, estudiando mi cara—. ¿Es verdad que no tienes
idea de lo que le ha pasado a todo?
—Sé algunas cosas. —Me estremezco—. Solamente no tengo claros todos los
detalles.
—Bueno —dice Ian—. Si todavía recuerdas como hablar cuando volvamos a
Punto Omega, tal vez deberías unírtenos a la hora de comer. Puedes
unírtenos.
—¿De verdad? —Me giro a mirarlos.
—Sí, niña. —Él se ríe, me lanza otra caja—. Enserio. No mordemos.
CCaappííttuulloo 2233
veces pienso en el pegamento.
Nadie se para a preguntarse cómo se sostiene el pegamento. Si
está cansado de mantener unidas las cosas o si le preocupa
caerse, o cómo va a pagar sus facturas la semana que viene.
Kenji es algo así. Es como el pegamento. Trabaja detrás de los focos para
mantener las cosas unidas y nunca me he parado a pensar cuál podría ser
su historia. Qué esconde detrás de las bromas y las contestaciones
sarcásticas. Pero tenía razón. En todo lo que me dijo.
Lo de ayer fue una buena idea. Necesitaba despejarme, salir, ser
productiva. Y ahora necesitaba seguir el consejo de Kenji y superarlo.
Necesitaba mantener la cabeza alta. Necesitaba concentrarme en mis
prioridades. Necesitaba averiguar qué estaba haciendo aquí y cómo podía
ayudar. Y si Adam me importaba algo, intentaría mantenerme alejada de su
vida.
Parte de mí desea poder verlo; quiero asegurarme de que de verdad iba a
estar bien, que se está recuperando bien, que come lo suficiente y que puede
dormir por la noche. Pero otra parte de mí tiene miedo de verlo. Porque ver a
Adam significa tener que despedirse. Es como reconocer que no puedo volver
a estar con él y aceptar que tengo que buscarme un nuevo camino. Sola.
Por lo menos en el Punto Omega tenía opciones. Y tal vez, si encontraba la
A
manera de dejar de estar asustada, averiguaría cómo hacer amigos. Cómo
ser fuerte. Cómo dejar de revolcarme en mis propios problemas. Las cosas
iban a ser distintas a partir de ahora.
Recojo mi comida y me las arreglo para alzar la cabeza; asiento en señal de
saludo a las caras que reconozco del día anterior. No todos saben que ahora
era parte del grupo; las invitaciones para ir a misiones fuera del Punto
Omega eran exclusivas; pero la gente, en general, parecía estar un poco
menos tensa al tenerme cerca. Creo. Puede que sólo me lo esté imaginando.
Intento encontrar un sitio para sentarme, pero entonces veo que Kenji me
está haciendo señas. Brendan, Winston y Emory están sentados en su
mesa. Una sonrisa se asoma a mis labios mientras me acerco a ellos.
Brendan se hace a un lado para hacerme sitio en el banco. Winston y Emory
asienten en señal de saludo mientras se llevan la comida a la boca. Kenji
me sonríe de lado y sus ojos parecen divertidos al verme tan sorprendida de
ser bienvenida a su mesa. Me estoy sintiendo a gusto. Como si a lo mejor
todo fuese a salir bien.
—¿Juliette?
Y de repente, el estómago me da un vuelco. Me giro muy, muy lentamente,
medio convencida de que la voz que acabo de oír pertenece a un fantasma,
porque no hay manera de que Adam haya podido salir del ala de medicina
tan pronto. No me esperaba tener que enfrentarme a él tan pronto. No pensé
que fuésemos a tener esta charla tan pronto. No aquí. No en medio del
comedor. No estoy preparada. No estoy preparada.
Adam se ve fatal. Está pálido. Inestable. Tiene las manos metidas en los
bolsillos, los labios apretados y sus ojos parecen cansados, torturados y
profundos como pozos sin fondo. Su cabello está revuelto. Su camiseta deja
entrever el esfuerzo que está haciendo su pecho para respirar, sus
antebrazos tatuados parecen más prominentes que nunca.
No quiero nada más que lanzarme a sus brazos. En lugar de eso, estoy aquí
sentada, recordándome cómo se respira.
—¿Puedo hablar contigo? —dice, pareciendo estar medio asustado de oír mi
respuesta—. ¿A solas?
Asiento, aún incapaz de hablar. Abandono mi comida sin volverme a mirar a
Kenji, Winston, Brendan o Emory, así que no tengo ni idea de lo que pueden
estar pensando ahora mismo. Ni siquiera me importa.
Adam. Adam está aquí, delante de mí, quiere hablar conmigo y tengo que
decirle cosas que seguramente me matarán. Pero lo sigo a través de la
puerta de todas formas. A la entrada. A través de un corredor oscuro.
Finalmente nos detenemos.
Adam me mira como si supiese lo que le voy a decir así que no me molesto
en hacerlo. No quiero decir nada a no ser que sea absolutamente necesario.
Preferiría quedarme aquí mirándolo desvergonzadamente una última vez sin
tener que decir ni una palabra. Sin tener que decir nada de nada.
Traga con fuerza. Me mira. Desvía la mirada. Suspira y se lleva las manos a
la nuca, enlaza los dedos y se gira para que no pueda verle la cara. Pero el
movimiento hace que se le levante la camiseta y su torso quede parcialmente
descubierto; hasta el punto de que tengo que cerrar los dedos para
aguantarme las ganas de tocar el trozo de piel expuesto en la zona más baja
de su espalda.
Sigue mirando a lo lejos cuando dice—: De verdad… de verdad que necesito
decirte algo. —El tono de su voz, tan miserable, tan agonizante, hace que
tenga ganas de caerme. Aún así no hablo. Y se gira. Me enfrenta.
—Tiene que haber algo —dice, ahora con las manos en el pelo, rascándose
la cabeza—. Algún tipo de compromiso, algo que pueda decirte para
convencerte y hacer que esto funcione. Dime que hay algo.
Y estoy tan asustada. Tan asustada que voy a empezar a gimotear delante
de él.
—Por favor —dice, y parece como si estuviese a punto de romperse, como si
esto fuese todo, como si estuviese a punto de desmoronarse—, di algo, te lo
ruego…
Me muerdo mi labio tembloroso. Está petrificado, mirándome, esperando.
—Adam —suspiro, intentando mantener la calma—. Siempre, si-siempre te
querré…
—No —dice—. No, no digas eso, no digas eso…
Sacudo la cabeza, rápido y con fuerza, tan fuerte que me estoy mareando,
pero no puedo detenerme. No puedo decir otra palabra, sólo quiero gritar y
no puedo mirarlo a la cara, no me atrevo a ver lo que le estoy haciendo.
—No, Juliette, Juliette…
Retrocedo, tambaleándome, tropezando con mis propios pies mientras tanteo
la pared a ciegas y entonces noto sus brazos alrededor de mí. Intento
soltarme pero él es demasiado fuerte, me está agarrando con mucha fuerza
y su voz suena entrecortada cuando dice—: Fue mi culpa, esto es mi culpa,
no debería haberte besado, intentaste decírmelo pero no te escuché y lo-lo
siento —dice arrastrando las palabras—. Debería haberte hecho caso. No fui
lo suficientemente fuerte. Pero será distinto esta vez, lo juro —dice,
enterrando la cara en mis hombros—. Nunca me perdonaré por esto. Tú
querías darnos una oportunidad y lo arruiné todo y lo siento, lo siento
tanto…
Oficialmente, esto me superaba. Me odio por lo que había pasado, me odio
por lo que tenía que hacer, odio no poder deshacerme de este dolor, no poder
decirle que podemos intentarlo, que sería complicado pero encontraríamos la
forma de hacerlo funcionar. Porque esta no es una relación normal. Porque
nuestros problemas no tienen solución. Porque mi piel nunca va a cambiar.
Ni todo el entrenamiento del mundo cambiaría el hecho de que hay una
posibilidad muy real de que le haga daño. De que lo matara, si perdía el
control. Siempre sería un riesgo para él. Especialmente durante los
momentos más íntimos, los más importantes, lo momentos vulnerables. Los
que más quiero vivir. Esas son las cosas que nunca tendría con él, y se
merece a alguien mucho mejor que yo, mejor que esta persona torturada con
tan poco que ofrecer.
Pero prefiero estar aquí y sentir sus brazos a mi alrededor antes que tener
que decir algo. Porque soy débil, soy tan débil y lo quiero tanto que me está
matando. No puedo parar de temblar. No puedo ver con claridad, no puedo
ver a través de la cortina de lágrimas que oscurecen mi visión.
Y él no va a dejarme ir. Sigue suplicando y quiero morirme. Pero creo que si
me sigo quedando aquí me volveré loca. Así que alzo una mano temblorosa
hasta su pecho y lo noto endurecido, lo empujo y no me atrevo a mirarlo a
los ojos, no puedo soportar tener que verlo esperanzado ni por un segundo.
Saco ventaja de su sorpresa momentánea y me deslizo entre sus brazos con
facilidad, lejos de su calor protector, lejos de su corazón latiendo. Y
mantengo una mano levantada para evitar que intente volver a alcanzarme.
—Adam —susurro—. Por favor no. Yo no-no puedo…
—Nunca ha habido nadie más —dice, sin molestarse en bajar la voz, sin
importarle que sus palabras hagan eco en los túneles. Su mano tiembla
mientras se cubre la boca y se la pasa por la cara, hasta su cabello—.
Nunca habrá nadie más, nunca voy a querer a nadie más…
—Detente, tienes que parar. —No puedo respirar, no puedo respirar, no
puedo respirar—. No quieres esto, no quieres estar con alguien como yo,
alguien que sólo puede hacerte daño.
—Diablos, Juliette. —Golpea la pared con ambas manos, su pecho se
hincha, baja la cabeza, su voz suena rota, como si luchara por pronunciar
cada sílaba—. Me estás haciendo daño ahora —dice—. Me estás matando.
—Adam…
—No te vayas —dice con voz tensa, con los ojos cerrados con fuerza, como si
supiera que estoy a punto de hacerlo. Como si no pudiese soportar ver lo que
va a pasar—. Por favor —susurra atormentado—. No te alejes de mí.
—Desearía —digo, ahora violentamente—. Desearía no tener que hacerlo.
Ojalá pudiese amarte menos.
Y lo oigo llamándome mientras corro por el pasillo. Le oigo gritar mi nombre
pero estoy corriendo, huyendo, escapando a través de la multitud que hay
afuera del comedor observando, escuchándolo todo. Corro para esconderme,
aún sabiendo que eso será imposible. Tendré que verlo todos los días.
Tendré que quererlo desde la distancia. Y recuerdo las palabras de Kenji,
me pidió que me levantara, que dejase de llorar y que cambiara las cosas,
entonces me di cuenta de que cumplir mis promesas me llevaría un poco
más de lo previsto. Porque no tenía ganas de hacer nada que no fuese ir a
buscar un rincón oscuro y llorar.
CCaappííttuulloo 2244
enji me encuentra primero.
Está de pie en el medio de mi sala de entrenamiento. Mira
alrededor como si nunca antes hubiera visto el lugar, incluso
aunque estoy segura de que no puede ser verdad. Aún no sé
exactamente qué hace, pero se ha vuelto al menos claro para mí
que es la persona más importante en Punto Omega. Siempre está activo.
Siempre ocupado. Nadie, excepto yo, y sólo últimamente, lo ve más que unos
minutos.
Es casi como si pasara la mayor parte de sus días... invisible.
—Así que —dice, asintiendo lentamente con la cabeza, tomándose su tiempo
mientras camina alrededor de la sala con sus manos entrelazadas detrás
de su espalda—. Eso de allí atrás fue un gran espectáculo. Ese fue el tipo de
entretenimiento que realmente nunca tuvimos bajo tierra.
Mortificación.
Estoy envuelta en ella. Pintada en ella. Enterrada en ella.
—Me refiero, tengo que decir... ¿esa última línea? “Desearía que pudiera
amarte menos?” Eso fue genuino. Realmente muy bonito. De hecho creo que
Winston derramó una lágrima...
—CÁLLATE, KENJI.
K
—¡Lo estoy diciendo en serio! —me dice, ofendido—. Eso fue, no lo sé. Fue
en cierta manera hermoso. No tenía idea de que ustedes fueran tan
intensos.
Me llevo mis rodillas al pecho, me acerco más a la esquina de la sala,
entierro mi rostro en mis brazos.
—Sin ofender, pero realmente no quiero h-hablar contigo ahora, ¿de
acuerdo?
—Nop. No está bien —dice—. Tú y yo tenemos trabajo que hacer.
—No.
—Vamos—dice—. Levántate. —Agarra mi codo, poniéndome de pie mientras
intento darle un golpe.
Me seco mis mejillas con enojo, borrando las manchas de lágrimas dejadas
atrás.
—No estoy de humor para tus bromas, Kenji. Por favor, sólo vete. Déjame
sola.
—Nadie —dice—, está bromeando. —Kenji agarra uno de los ladrillos
apilados contra la pared—. Y el mundo no va a dejar de librar guerra contra
sí sólo porque rompiste con tu novio.
Lo miro, con los puños temblando, queriendo gritar.
Él no parece preocupado.
—¿Entonces qué haces aquí? —pregunta—. Sólo te sientas intentando...
¿qué? —Pesa el ladrillo con su mano—. ¿Romper esta cosa?
Me doy por vencida, derrotada. Me doblo en el piso.
—No lo sé —le digo. Aspiro las últimas lágrimas. Intento secarme la nariz—.
Castillo continuó diciéndome que me “concentre” y “aproveche mi Energía”.
—Utilizo las comillas en el aire para ilustrar mi punto—. Pero todo lo que sé
acerca de mí es que puedo romper cosas... no sé por qué ocurre. Así que no
sé cómo espera que imite lo que ya he hecho. No tenía idea de lo que estaba
haciendo entonces, y tampoco sé lo que estoy haciendo ahora. Nada ha
cambiado.
—Espera —dice Kenji, tirando el ladrillo de vuelta en la pila antes de caer
en las alfombras frente a mí. Se despliega en el suelo, con el cuerpo
estirado, con los brazos cruzados detrás de su cabeza mientras mira el
techo—. ¿De qué estamos volviendo a hablar? ¿Qué eventos se supone que
estás imitando?
Me coloco también nuevamente contra las alfombras; imito la posición de
Kenji. Nuestras cabezas están a sólo unas pulgadas.
—¿Recuerdas? El concreto que rompí en la sala psicológica de Warner. La
puerta de metal que ataqué cuando estaba buscando a A-Adam. —Se me va
la voz y tengo que apretar los ojos para calmar el dolor.
Ahora ni siquiera puedo decir su nombre.
Kenji gruñe. En las alfombras lo siento asentir con la cabeza.
—Está bien. Bueno, lo que Castillo me contó es que cree que hay más en ti
que sólo la cosa de tocar. Que tal vez tú también tengas esta extraña fuerza
superhumana o algo así. —Una pausa—. ¿Eso suena más o menos justo
para ti?
—Supongo.
—¿Entonces qué ocurrió? —pregunta, ladeando su cabeza de vuelta para
tener un buen vistazo de mí—. ¿Cuando te pusiste en modo monstruo
psicópata con todo? ¿Recuerdas si había un gatillo?
Sacudo la cabeza.
—Realmente no lo sé. Cuando ocurre, es como... es como si realmente
estuviera fuera de mis casillas —le cuento—. Algo cambia en mi cabeza y
me hace... me hace enloquecer. Como, realmente, verdaderamente loca. —Le
echo un vistazo pero su rostro no muestra emoción. Él pestañea, esperando
a que termine. Así que tomo un profundo respiro y continúo—: Es como si no
pudiera pensar racionalmente. Estoy tan paralizada por la adrenalina y no
puedo detenerla, no puedo controlarla. Una vez que ese sentimiento demente
se hace cargo, necesito tocar algo. Tengo que tocar algo. Tengo que liberarlo.
Kenji se apoya sobre un codo. Me mira.
—Entonces, sin embargo, ¿qué te enloquece? —pregunta—. ¿Qué estabas
sintiendo? ¿Sólo ocurre cuando estás realmente enojada?
Me tomo un segundo para pensar en ello antes de decir—: No. No siempre.
—Vacilo—. La primera vez —le cuento, mi voz un poco inestable—, quería
matar a Warner por lo que me hizo hacerle a ese pequeño chico. Estaba tan
devastada. Estaba enojada... realmente enojada... pero también estaba...
tan triste. —Mi voz se apaga—. ¿Y entonces cuando estaba buscando a
Adam? —Respiraciones profundas—. Estaba desesperada. Realmente
desesperada. Tenía que salvarlo.
—¿Y qué cuando fuiste toda Superman conmigo? ¿Estrellándome contra la
pared de esa manera?
—Estaba asustada.
—¿Y entonces? ¿En los laboratorios de ensayo?
—Enojada —susurro, mis ojos sin foco mientras miro el techo, recordando la
rabia de ese día—. Estaba más enojada de lo que nunca había estado en
toda mi vida. Nunca siquiera había sabido que podía sentirme de esa forma.
Estar tan histérica. Y me sentía culpable —agrego, en voz tan baja—.
Culpable por ser la razón de que Adam estuviera allí dentro.
Kenji toma un profundo y largo respiro. Se incorpora en una posición de
sentado y se echa contra la pared. No dice nada.
—¿En qué estás pensando...? —pregunto, moviéndome para incorporarme y
unirme a él.
—No lo sé —dice Kenji finalmente—. Pero es obvio que todo estos incidentes
fueron el resultado de emociones realmente intensas. Me hace pensar en
que todo el sistema debe ser bastante sencillo.
—¿A qué te refieres?
—Como que tiene que haber algún tipo de disparador involucrado —dice—.
Como que, cuando pierdes el control, tu cuerpo va en modo de auto-
protección automático, ¿sabes?
—¿No?
Kenji se voltea para mirarme. Cruza sus piernas debajo de él. Se apoya
sobre sus manos.
—Por así decirlo, escucha. ¿Cuando me enteré de que podía hacer esta cosa
invisible? Me refiero a que fue un accidente. Tenía nueve años. Estaba
muerto de miedo. Salteándonos todos los detalles de mierda mi punto es
este: necesitaba un lugar donde ocultarme y no podía encontrar uno. Pero
estaba tan asustado que mi cuerpo, por así decirlo, automáticamente lo hizo
por mí. Sólo desaparecí en la pared. Me mezclé o lo que sea. —Se ríe—. Me
asombró como el infierno, porque no me di cuenta de lo que había ocurrido
por unos buenos diez minutos. Y entonces no sabía cómo volver a la
normalidad. Era una locura. Por un par de días en realidad pensé que
estaba muerto.
—No hay manera.
—Síp.
—Eso es una locura.
—Eso es lo que dije.
—Entonces... entonces, ¿qué? ¿Crees que mi cuerpo entra en modo de
defensa cuando me asusto?
—Demasiado.
—De acuerdo. —Creo—. Bueno, ¿cómo se supone que entro en mi modo de
defensa? ¿Cómo hiciste para descubrir el tuyo?
Él se encoge de hombros.
—Una vez que me di cuenta que no era algún tipo de fantasma y no estaba
alucinando, en realidad se volvió bastante genial. Era un chico, ¿sabes?
Estaba emocionado, como si pudiera atarme una capa y matar a los malos o
algo así. Me gustaba. Y esto se volvió una parte de mí a la que podía
acceder cuando quisiera. Pero —agrega—, no fue hasta que realmente
comencé a entrenar que aprendí cómo controlarlo y mantenerlo por largos
períodos de tiempo. Eso tomó mucho trabajo. Mucha concentración.
—Un montón de trabajo.
—Sí... quiero decir, todo esto toma mucho trabajo descubrir. Pero una vez
que lo acepté como una parte de mí, se volvió más fácil de manejar.
—Bueno —digo, echándome hacia atrás de vuelta, dando un suspiro
exasperado—, ya lo he aceptado. Pero definitivamente no ha hecho las
cosas más fáciles.
Kenji se ríe fuerte.
—Mi trasero que lo has aceptado. Tú no has aceptado nada.
—He sido así toda mi vida, Kenji... estoy bastante segura que lo he
aceptado...
—No —me interrumpe—. Infiernos que no. Tú odias estar en tu propia piel.
No puedes soportarlo. Eso no es llamado aceptación. Eso es llamado... no lo
sé... lo opuesto a la aceptación. Tú —dice, señalándome con un dedo—, tú
eres lo opuesto a la aceptación.
—¿Qué estás tratando de decir? —disparo de regreso—. ¿Me tiene que
gustar ser de esta manera? —No le doy oportunidad de responder antes de
decir—: No tienes idea de lo que es estar metido en mi piel... estar atrapado
en mi cuerpo, asustado de respirar demasiado cerca de cualquier cosa con
un corazón latiendo. Si lo hicieras, nunca me pedirías que fuera feliz
viviendo así.
—Vamos, Juliette... Sólo estoy diciendo...
—No. Déjame dejar esto en claro para ti, Kenji. Mato personas. Las mato.
Eso es lo que es mi poder especial. No me mezclo con fondos o muevo cosas
con mi mente o tengo realmente brazos elásticos. Tú me tocas por
demasiado tiempo y mueres. Intenta vivir así durante diecisiete años y
entonces dime cuán fácil es aceptarse a uno mismo.
Saboreo demasiada amargura en mi lengua.
Es nuevo para mí.
—Escucha —dice él, su voz notablemente más suave—, no estoy intentando
juzgarte, ¿de acuerdo? Sólo estoy tratando de señalar que ya que no lo
quieres, podrías inconscientemente estar saboteando tus esfuerzos para
averiguarlo. —Levanta sus manos en derrota simulada—. Sólo mis dos
centavos. Quiero decir, obviamente tienes algunos poderes extraños
ocurriendo. Tocas gente y bam, hecho. ¿Pero entonces también puedes
romper paredes y mierda? Me refiero a que, infiernos, yo querría aprender
cómo hacer eso, ¿me estás tomando el pelo? Eso sería una locura.
—Sí —digo, cayendo contra la pared—. Supongo que esa parte no sería tan
mala.
—¿Verdad? —anima Kenji—. Eso sería increíble. Y entonces... ya sabes, si
te dejas puestos tus guantes... podrías sólo romper cosas al azar sin
realmente matar a nadie. Entonces no te sentirías tan mal, ¿cierto?
—Supongo que no.
—Entonces. Genial. Sólo necesitas relajarte. —Se pone de pie. Agarra el
ladrillo con el que estaba jugando antes—. Vamos —dice—. Levántate. Ven
aquí.
Me acerco a su lado de la sala y miro el ladrillo que está sosteniendo. Me lo
da como si estuviera sosteniendo algún tipo de herencia familiar.
—Ahora —dice—, tienes que dejarte sentir cómoda, ¿bien? Deja que tu
cuerpo toque la base con su núcleo. Deja de bloquear tu propia Energía.
Probablemente tienes un millón de bloqueos mentales en tu cabeza. Ya no
puedes contenerte.
—No tengo bloqueos mentales...
—Sí, los tienes. —Bufa—. Definitivamente los tienes. Tienes un grave
estreñimiento mental.
—Mental lo que...
—Centra tu enojo en el ladrillo. En el ladrillo —me dice—. Recuerda. Abre tu
mente. Quieres romper el ladrillo. Recuerda que esto es lo que quieres. Es tu
elección. No estás haciendo esto por Castillo, no lo estás haciendo por mí, no
lo estás haciendo para luchar con alguien. Esto es sólo algo que tienes
ganas de hacer. Por diversión. Porque lo sientes así. Deja que tu mente y
cuerpo se encarguen. ¿De acuerdo?
Tomo un profundo respiro. Asiento varias veces.
—Bien. Creo que estoy...
—Mierda. —Deja salir un bajo silbido.
—¿Qué? —Me giro—. ¿Qué ocurrió?
—¿Cómo no sentiste eso?
—¿Sentir qué?
—Mira tu mano.
Suspiro. Tropiezo hacia atrás. Mi mano está llena de lo que parece arena
roja y arcilla marrón polvorizada en partículas diminutas. Los más grandes
trozos de ladrillo se caen al piso y dejo que los escombros se deslicen a
través de las grietas entre mis dedos sólo para levantar la mano culpable a
mi rostro.
Levanto la vista.
Kenji está sacudiendo su cabeza, sacudiéndose de risa.
—Ahora estoy tan celoso que no tienes idea.
—Oh mi Dios.
—Lo sé. LO SÉ. Así de jodido. Ahora piensa en ello: si puedes hacer eso con
un ladrillo, imagínate lo que puedes hacer con el cuerpo de un humano.
Eso no fue algo correcto para decir.
No ahora. No después de Adam. No después de intentar tomar los trozos de
mis esperanzas y sueños y vacilar para unirlos. Porque ahora ya no hay
nada. Porque ahora me doy cuenta de que en algún lugar, en el fondo,
estaba albergando una pequeña esperanza de que Adam y yo
encontraríamos un modo de arreglar las cosas.
En algún lugar, en el fondo, estaba aferrándome a la posibilidad.
Y ahora se ha ido.
Porque ahora no es sólo Adam debe estar asustado de mi piel. No es sólo de
mi toque sino de mi agarre, mis abrazos, mis manos, un beso... cualquier
cosa que haga podría herirlo. Tendría que ser cuidadosa sólo al sostener su
mano. Y este nuevo conocimiento, esta nueva información sobre
exactamente cuán mortal soy...
Me deja sin alternativa.
Por siempre y siempre y siempre estaré sola porque no hay nadie que esté
seguro de mí.
Caigo al piso, mi mente zumbando, mi propio cerebro ya no es un lugar
seguro para habitar porque no puedo dejar de pensar, no puedo dejar de
preguntarme, no puedo detener nada y es como si estuviera atrapada en lo
que podría ser un choque frontal y yo no soy la persona inocente.
Soy el tren.
Soy la única corriendo fuera de control.
Porque a veces te ves a ti mismo, te ves en la manera en que podrías ser, la
manera en que podrías ser si las cosas fueran diferentes. Y si ves muy de
cerca y lo que veas te asustará, te hará preguntar lo que podrías hacer si se
te da la oportunidad. Sabes que hay un lado diferente de ti mismo que no
quieres reconocer, un lado que no quieres ver en la luz del día. Pasas toda tu
vida haciendo todo para derribarlo y sacarlo, fuera de vista, fuera de la
mente. Pretendes que una pieza de ti no exista.
Vives así por un largo tiempo.
Por un largo tiempo, estás a salvo.
Y entonces no.
CCaappííttuulloo 2255
tra mañana.
Otra comida.
Me dirijo al desayuno para encontrar a Kenji antes de nuestra
próxima sesión.
Él llegó a una conclusión sobre mis habilidades ayer: piensa que el
inhumano poder en mi toque es sólo una forma envuelta de mi Energía. Que
el contacto piel a piel es simplemente la forma más superficial de mi
habilidad, que mi verdadero don es realmente una fuerza que lo consume
todo, que se manifiesta en cada parte de mi cuerpo.
Mis huesos, mi sangre, mi piel.
Le dije que es una teoría interesante. Le dije que siempre me he visto como
alguna enferma versión de Venus atrapamoscas.
—Oh dios. Sí. Sí. Eres justamente así. Mierda, sí —dijo.
Lo suficientemente hermosa para atraer a su presa, dijo.
Lo suficientemente fuerte como para reprimir y destruir, dijo.
Lo suficientemente venenosa para digerir a sus víctimas cuando la carne se
pone en contacto.
—Diriges a tu presa —me dijo, riendo como si fuera divertido, como si fuera
O
divertido, como si fuera perfectamente aceptable comparar una niña a una
planta carnívora. Halagador, incluso.
—¿Cierto? Has dicho que cuando tocas la gente, es como que estás tomando
su energía, ¿no? ¿Te hace sentir más fuerte?
No respondí.
—Así que eres exactamente como una Venus atrapamoscas. Los atrapas.
Los golpeas. Te los comes.
No respondí.
—Mmmmmmm —dijo—. Eres como una sexy y súper escalofriante planta.
Cerré mis ojos. Cubrí mi boca con horror.
—¿Por qué es eso tan malo? —dijo. Inclinándose para encontrar mi
mirada. Tiró de un mechón de mi cabello para hacerme mirar hacia arriba—.
¿Por qué esto tiene que ser tan horrible? ¿Por qué no puedes ver lo
maravilloso que es esto? —Él negó con la cabeza hacia mí—. Te estás
perdiendo seriamente, ¿lo sabías? Esto podría ser tan bueno si acabas de
controlarlo.
Controlarlo.
Sí.
¿Qué tan fácil sería controlar el mundo que me rodea? Aspirar su fuerza
vital y dejarlo muerto en la calle sólo porque alguien me dice que debo
hacerlo. Porque alguien señala con el dedo y dice:
—Esos son los chicos malos. Esos hombres de allá. —Mátalos, dicen. Mata
porque confías en nosotros. Mata porque estás luchando por el equipo
adecuado. Mata porque son malos, y nosotros buenos. Mata porque te lo
decimos. Porque algunas personas son tan estúpidas que en realidad creo
que hay líneas gruesas de neón que separan el bien y el mal.
Es fácil de hacer esa clase de distinción e ir a dormir por la noche con la
conciencia tranquila.
Porque está bien.
Está bien matar a un hombre si alguien le considera no apto para vivir. Lo
que realmente quiero decir es, quién demonios eres y quién eres tú para
decidir quién va a morir. Quién eres tú para decidir quién debe morir. Quién
eres tú para decirme qué padre debo destruir, qué niño dejar huérfano y qué
madre dejar sin su hijo, qué hermano dejar sin hermana, qué abuela
debería pasar el resto de su vida llorando en las primeras horas de la
mañana porque el cuerpo de su nieto fue enterrado en el suelo delante
suyo.
Lo que realmente quiero decir es quién demonios te crees que eres para
decirme que es increíble ser capaz de matar a un ser vivo, que es
interesante poder atrapar a otra alma, que es justo escoger una víctima
simplemente porque soy capaz de matar sin un arma. Quiero decir cosas
malas y cosas enojadas y cosas hirientes y quiero lanzar improperios al aire
y correr lejos, muy lejos, quiero desaparecer en el horizonte y me quiero tirar
por el lado de la carretera, si sólo se fuera dar una apariencia de libertad,
pero no sé a dónde ir.
No tengo otro lugar a donde ir.
Y me siento responsable.
Porque hay momentos en que la ira sangra hasta que es nada más que un
dolor crudo en la boca del estómago y veo el mundo y me pregunto acerca de
su gente y en lo que se ha convertido y pienso en la esperanza y tal vez y,
posiblemente, en la posibilidad y el potencial. Pienso en vasos medio llenos
y lentes para ver el mundo con claridad. Pienso en sacrificio. Y compromiso.
Pienso en lo que va a pasar si nadie defiende. Pienso en un mundo en el que
nadie se pone de pie ante la injusticia.
Y me pregunto si tal vez todo el mundo aquí tiene razón.
Si tal vez es hora de luchar.
Me pregunto si es realmente posible alguna vez justificar el asesinato como
un medio para un fin y luego pienso en Kenji. Pienso en lo que dijo. Y me
pregunto si todavía lo llamaría impresionante si me decidiera a hacerle a él
mi presa.
Me imagino que no.
CCaappííttuulloo 2266
enji ya está esperando por mí.
Él y Winston y Brendan están sentados en la misma mesa de
nuevo, y me deslizo en mi asiento con un gesto distraído y ojos que
se niegan a concentrarse delante de mí.
—Él no está aquí —dice Kenji, empujando una cucharada de desayuno en la
boca.
—¿Qué? —¡Oh, qué fascinante vistazo a este tenedor y cuchara y esta
tabla—. ¿Qué dic…?
—No está aquí —dice, con la boca todavía medio llena de comida.
Winston se aclara la garganta, se rasca la parte posterior de la cabeza.
Brendan se desplaza en el asiento a mi lado.
—Oh yo… yo, um… —Oleadas de calor se me suben hasta el cuello al mirar
alrededor, a los tres tipos sentados en esta mesa. Quiero preguntar a Kenji
dónde está Adam, por qué no está aquí, cómo está, si está bien, si ha estado
comiendo regularmente. Quiero hacer un millón de preguntas que no debería
hacer, pero es evidentemente que ninguno de ellos quiere hablar acerca de
los detalles difíciles de mi vida personal. Y yo no quiero ser esa chica triste y
patética. No quiero lástima. No quiero ver la simpatía incómoda en sus ojos.
Así que me siento. Aclaro mi garganta.
K
—¿Qué está pasando con las patrullas? —pregunto a Winston—. ¿Es cada
vez peor?
Winston levanta la vista, sorprendido. Traga la comida demasiado rápido y
tose una vez, dos veces. Toma un sorbo de su café de alquitrán negro, y se
inclina hacia adelante, luciendo ansioso.
—Se está volviendo más extraño —dice.
—¿En serio?
—Sí, así que, ¿recuerdan que les dije, chicos, que Warner se muestra todas
las noches?
Warner. No puedo sacar la imagen de su sonrisa, de su cara riendo de mi
cabeza.
Asentimos.
—Bueno. —Él se inclina hacia atrás en su silla. Sujeta sus manos—. ¿Ayer
por la noche? Nada.
—¿Nada? —Las cejas de Brendan son alzan en su frente—. ¿Qué quieres
decir con nada?
—Quiero decir que no había nadie allí. —Se encoge de hombros.
Coge el tenedor. Apuñala a un pedazo de comida.
—Ni Warner, ni un solo soldado. ¿Anteanoche? —Mira alrededor de
nosotros—. Cincuenta, tal vez setenta y cinco soldados. Ayer por la noche,
cero.
—¿Le dijiste a Castillo de esto? —Kenji ya no come. Está mirando a Winston
con una concentrada y demasiado grave expresión de su rostro.
Esa que me preocupa.
—Sí. —Winston asiente con la cabeza mientras toma otro sorbo de su café—.
Entregué mi informe hace una hora.
—¿Quieres decir que no has ido a dormir todavía? —pregunto, con los ojos
como platos.
—Dormí ayer —dice, agitando una mano casual hacia mí—. O el día antes
de ayer. No puedo recordar. Dios, este café es repugnante —dice, tragando
saliva.
—Así es. Tal vez debería despedir el café, ¿no? —Brendan trata de agarrar
la taza de Winston.
Winston lo aparta con la mano, le lanza una mirada oscura.
—No todos tenemos electricidad corriendo por nuestras venas —dice—. No
soy una maldita casa de máquinas de energía como tú.
—Yo sólo lo hice una vez...
—¡Dos veces!
—…y era una emergencia —dice, luciendo un poco avergonzado.
—¿De qué están hablando? —pregunto.
—De este hombre. —Kenji apunta con el pulgar a Brendan—. Puede, como,
literalmente, recargar su propio cuerpo. No necesita a dormir. Es una locura.
—No es justo —murmura Winston, arrancando un pedazo de pan por la
mitad.
Me dirijo a Brendan, con mandíbula caída.
—De ninguna manera.
Él asiente con la cabeza. Se encoge de hombros.
—Sólo lo he hecho una vez.
—¡Dos veces! —Winston dice de nuevo—. Y él es un maldito feto —me dice—
. Ya tiene demasiada energía, ya que es de mierda, todos lo hacen, y sin
embargo él es el que viene con una batería recargable.
—No soy un feto —dice Brendan, escupiendo, mirándome mientras el rubor
calienta sus mejillas.
—No… tú no… tú eres un loco —dice, mirando a Winston.
—Sí —dice Winston, asintiendo con la cabeza, con la boca llena de comida
de nuevo.
—Estoy loco. Estoy cabreado —traga—. Y yo estoy molesto como el infierno
porque estoy cansado. Y tengo hambre. Y necesito más café. —Él se empuja
fuera de la mesa. Se pone de pie—. Voy a ir a buscar más café.
—Pensé que habías dicho que era un asco.
Él me evalúa al mirarme.
—Sí, pero soy un hombre triste, triste con estándares muy bajos.
—Es cierto —dice Brendan.
—Cállate, feto.
—Sólo está permitida una taza —señala Kenji, levantando la mirada para
encontrarse con los ojos de Winston.
—No te preocupes, siempre les digo que estoy tomando la tuya —dice, y se
va.
Kenji se está riendo, sacudiendo los hombros. Brendan está murmurando —
No soy un feto— en voz baja, apuñalando su comida con un vigor renovado.
—¿Cuántos años tienes? —le pregunto, curiosa. Es tan blanco, rubio y de
pálidos ojos azules que no parece real. Se parece a la clase de persona
atemporal, que permanecería para siempre preservada en esta forma etérea.
—Veinticuatro —dice, luciendo agradecido por la oportunidad de cambiar de
tema—. Acabo de cumplir veinticuatro años, en realidad. Fue mi cumpleaños
la semana pasada.
—Oh, wow. —Estoy sorprendida. No se ve mucho más viejo de 18 años. Me
pregunto lo que debe ser celebrar un cumpleaños en Punto Omega—. Bueno,
feliz cumpleaños —le digo, sonriéndole—. Espero… espero que tengas un
muy buen año. Y… —Trato de pensar en algo agradable que decir—… y
muchos días felices.
Él está mirando hacia mí ahora, divertido, mirándome directamente a los
ojos. Sonriendo.
—Gracias —dice. Sonríe un poco más ampliamente—. Muchas gracias. —Y
no mira hacia otro lado.
Mi cara está caliente.
Estoy tratando de entender por qué sigue sonriéndome, por qué no deja de
sonreír incluso cuando finalmente mira hacia otro lado, por qué Kenji sigue
mirándome como si estuviera tratando de contener la risa y estoy nerviosa,
sintiéndome extrañamente avergonzada y buscando algo que decir.
—Entonces, ¿qué vamos a hacer hoy? —le pregunto a Kenji, esperando que
mi voz suene neutral, normal.
Kenji apura su vaso de agua. Se limpia la boca.
—Hoy —dice—, te voy a enseñar cómo disparar.
—¿Un arma?
—Así es. —Él agarra la bandeja. Agarra la mía, también.
—Espera aquí, voy a dejar esto. —Se mueve para irse antes de que se
detenga, se vuelve, mira a Brendan y dice:
—Sácatelo de la cabeza, hermano. —Brendan mira, confundido.
—¿Qué?
—Eso no va a suceder.
—¿Qu…?
Kenji le mira, enarcando las cejas.
Brendan cierra la boca. Sus mejillas son rosadas nuevo.
—Lo sé.
—Uh-huh. —Kenji niega con la cabeza y se aleja.
Brendan tiene de repente prisa por marcharse.
CCaappííttuulloo 2277
uliette? ¡Juliette!
—Por favor, despierta...
Suspiro mientras me siento erguida en la cama, con el corazón palpitando,
con los ojos parpadeando demasiado rápido como para intentar que se
focalicen. Parpadeo, parpadeo, parpadeo.
—¿Qué pasa? ¿Qué está ocurriendo?
—Kenji está afuera —dice Sonya.
—Dice que te necesita —agrega Sara—, que ocurrió algo...
Salgo tan rápido de la cama que llevo las sabanas conmigo, intentando
encontrar mi traje, duermo en un conjunto de pijama que pedí prestado de
Sara, haciendo un esfuerzo por no entrar en pánico.
—¿Sabéis lo que está ocurriendo? —pregunto—. ¿Sabéis..? ¿Os dijo algo..?.
Sonya está deslizando mi traje por mis brazos, diciendo—: No, sólo dijo que
era urgente, que ocurrió algo, que deberíamos despertarte de inmediato.
—De acuerdo. Estoy segura de que estará bien —les digo, a pesar de que no
sé por qué lo estoy diciendo, o cómo posiblemente podría ser de algún
consuelo para ellas. Desearía encender una luz pero todas las luces están
controladas por el mismo interruptor. Es una de las maneras en las que
conservan el poder y una de las maneras en las que se las arreglan para
——¿¿JJ
mantener la apariencia de la noche y el día aquí abajo sólo usándola
durante horas específicas.
Finalmente me las arreglo para deslizarme en mi traje y abrocho la
cremallera, dirigiéndome hacia la puerta cuando escucho a Sonya llamarme.
Está sosteniendo mis botas.
—Gracias... os agradezco a ambas —digo.
Ellas asienten varias veces.
Y tiro de mis botas y corro hacia la puerta.
Me golpeo la cara contra algo sólido.
Algo humano. Masculino.
Escucho su brusca inhalación, siento que sus manos estabilizan mi cuerpo,
en mi cuerpo siento que la sangre corre por debajo de mí.
—Adam, —suspiro.
Él no me suelta. Puedo escuchar a su corazón latir rápido y con fuerza y de
manera audible en el silencio entre nosotros y se siente tan calmado, tan
tenso, como si estuviera intentando mantener alguna especie de control en
su cuerpo.
—Hola —susurra, pero suena como si realmente no pudiera respirar.
Mi corazón falla.
—Adam, yo...
—No puedo dejarte ir —dice y siento que sus manos tiemblan, sólo un poco,
como si el esfuerzo por mantenerlas en un lugar fuera demasiado para él—.
No puedo dejarte ir. Lo intento, pero...
—Bueno, es algo bueno que esté aquí entonces, ¿no? —Kenji me saca de un
tirón de los brazos de Adam y toma un profundo e irregular respiro—. Jesús.
Chicos ¿terminasteis aquí? Tenemos que irnos.
—Qué... ¿qué está ocurriendo? —tartamudeo, intentando ocultar mi
vergüenza. Realmente desearía que Kenji no siempre estuviera
atrapándome en mitad de tales momentos vulnerables. Desearía que
pudiera verme siendo fuerte y confiable. Y entonces me pregunto cuándo
comencé a preocuparme por la opinión de Kenji acerca de mí—. ¿Está todo
bien?
—No tengo idea —dice Kenji mientras camina por los pasillos oscuros. Debe
haberse memorizado estos túneles, pienso, porque no puedo ver ni una
cosa—. Pero —dice—, asumo que algún tipo de mierda oficialmente ha
pasado. Castillo me envió un mensaje hace casi quince minutos... dijo que
Kent, tú y yo fuéramos a su oficina lo antes posible. Así que —dice—, eso es
lo que estoy haciendo.
—Pero... ¿ahora? ¿En mitad de la noche?
—La mierda que ocurre no funciona alrededor de su horario, princesa.
Decido dejar de hablar.
Seguimos a Kenji hasta una puerta aislada al final del estrecho túnel.
Él golpea dos veces, hace una pausa. Golpea tres veces, hace una pausa.
Golpea una vez.
Me pregunto si necesito recordar eso.
La puerta rechina por su cuenta y Castillo nos hace señas para que
entremos.
—Cerrad la puerta, por favor —dice desde detrás de su escritorio. Tengo que
parpadear varias veces para readaptarme a la luz de aquí. Hay una
tradicional lámpara de lectura en el escritorio de Castillo con la suficiente
potencia como para iluminar este pequeño espacio. Utilizo el momento para
mirar alrededor.
La oficina de Castillo no es más que una habitación con unos pocos estantes
y una simple mesa que se dobla como una estación de trabajo. Todo está
hecho de metal reciclado. Su escritorio parece lo que solía ser una
camioneta.
Hay un montón de libros y papeles apilados por todo el piso; diagramas,
maquinaria y piezas de ordenadores depositados en las estanterías, miles
de cables y unidades eléctricas asomándose de sus cuerpos metálicos;
también deben estar dañados o rotos o tal vez forman parte de un proyecto
en el que Castillo está trabajando.
En otras palabras: su oficina es un desastre.
No es algo que esperaba de alguien tan increíblemente estructurado.
—Tomad asiento, —nos dice. Miro alrededor en busca de sillas pero sólo
encuentro dos contenedores de basura boca abajo y un taburete—. Estaré
en seguida con vosotros. Dadme un momento.
Asentimos. Nos sentamos. Esperamos. Miramos alrededor.
Sólo entonces me doy cuenta del por qué a Castillo no le importa la
naturaleza desorganizada de su oficina.
Él parece estar en medio de algo, pero no puedo ver qué es, realmente no
importa. Estoy tan concentrada en observarlo trabajar. Sus manos se
mueven de arriba a abajo, se mueven rápidamente de costado a costado,
todo lo que necesita o quiere gravita hacia él. ¿Un trozo particular de papel?
¿Un bloc? ¿El reloj enterrado debajo de una pila de libros que es lo más
alejado a su escritorio? Busca un lápiz y levanta su mano para agarrarlo.
Busca sus notas y levanta sus dedos para agarrarlas.
No necesita ser organizado. Tiene un sistema por su propia cuenta.
Increíble.
Finalmente levanta la mirada. Deja su lápiz. Asiente. Asiente de nuevo.
—Bien. Bien; estáis todos aquí.
—Sí, señor —dice Kenji—. Nos dijiste que necesitabas hablar con nosotros.
—Efectivamente. —Castillo cruza las manos sobre su escritorio—.
Efectivamente. —Toma un minucioso respiro—. El comandante supremo —
dice—, ha llegado a la sede del Sector 45.
Kenji maldice.
Adam se congela.
Estoy confundida.
—¿Quién es el comandante supremo?
La mirada de Castillo cae sobre mí.
—El padre de Warner. —Sus ojos se estrechan, escudriñándome—. ¿No
sabías que el padre de Warner es el comandante supremo del
Reestablecimiento?
—Oh, —susurro, incapaz de imaginarme al monstruo que debe ser el padre
de Warner—. Yo... sí... sabía eso, —le digo—. Sólo que no sabía cuál era su
título.
—Sí —dice Castillo—. Hay seis comandantes supremos alrededor del
mundo, uno por cada continente: América del Norte, Sudamérica, Europa,
Asia, África, y Oceanía. Cada sección está dividida en 555 sectores de un
total de 3330 sectores alrededor del mundo. El padre de Warner no es
responsable del continente, sino que también es uno de los fundadores del
Reestablecimiento y actualmente la más grande amenaza.
—Pero pensé que había 3333 sectores —le digo a Castillo—, no 3330.
¿Recuerdo mal?
—Los otros tres son capitales, —me dice Kenji—. Estamos bastante seguros
de que una de ellas está en algún lugar de América del Norte, pero nadie
sabe con certeza dónde se encuentra localizada alguna de ellas. Así que sí
—agrega—, recuerdas bien. El Reestablecimiento tiene alguna fascinación
estrafalaria por los números exactos. 3333 sectores en total y 555 por cada
sector. Todos reciben lo mismo, con independencia del tamaño. Ellos creen
que muestran de cuán manera equitativa se han dividido todo, pero sólo es
un montón de mierda.
—Guau. —Cada día estoy anonadada por lo mucho que tengo que aprender.
Miro a Castillo—. Entonces ¿esta es la emergencia? ¿Que el padre de
Warner está aquí y no en una de las capitales?
Castillo asiente.
—Sí, él... —Vacila. Se aclara la garganta—. Bueno. Dejadme comenzar
desde el principio. Es imperativo que seáis conscientes de todos los detalles.
—Estamos escuchando —dice Kenji, nuevamente erguido, con los ojos
alerta, con los músculos tensos en busca de acción—. Continúa.
—Aparentemente —dice Castillo—, ha estado en la ciudad durante algún
tiempo... llegó de manera muy secreta, muy discretamente, hace un par de
semanas. Parece que escuchó lo que su hijo ha estado haciendo
últimamente, y no estuvo muy emocionado por ello. Él... —Castillo toma un
profundo y regular respiro—. Él está... particularmente enfadado por lo que
ocurrió con usted, señorita Ferrars.
—¿Conmigo? —Corazón latiendo. Corazón latiendo. Corazón latiendo.
—Sí —dice Castillo—. Nuestras fuentes dicen que está enojado con Warner
por permitir que escapara. Y, por supuesto, que perdió a dos de sus
soldados en el proceso. —Asiente hacia la dirección de Adam y Kenji—. Peor
aún, ahora circulan rumores entre los ciudadanos sobre esta chica
defectuosa y su extraña habilidad y están comenzando a unir las piezas;
están comenzando a darse cuenta de que hay otro movimiento, nuestro
movimiento, preparándose para luchar. Está creando malestar y resistencia
entre los civiles, que están demasiado ansiosos como para involucrarse.
—Entonces. —Castillo entrelaza sus manos—. El padre de Warner
indudablemente ha llegado para encabezar esta guerra y eliminar cualquier
duda del poder del Reestablecimiento. —Hace una pausa para mirarnos a
cada uno de nosotros—. En otras palabras, ha llegado para castigar a su
hijo y a nosotros.
—Pero eso no cambia nuestros planes, ¿o sí? —pregunta Kenji.
—No exactamente. Siempre hemos sabido que una lucha sería inevitable,
pero esto... cambia las cosas. Ahora que el padre de Warner está en la
ciudad, esta guerra va a ocurrir mucho antes de lo previsto —dice Castillo—.
Y va a ser mucho más grande de lo que anticipábamos. —Dirige su mirada
hacia mí, viéndose serio—. Señorita Ferrars, me temo que vamos a necesitar
su ayuda.
Lo miro, enmudecida.
—¿Yo?
—Sí.
—Vosotros... ¿no estáis enojados conmigo?
—No es una niña, señorita Ferrars. No la culparía por una sobrerreacción.
Kenji dice que cree que su comportamiento últimamente ha sido el resultado
de la ignorancia y no maliciosa intención y confío en su juicio. Confío en su
palabra. Pero quiero que entienda que somos un equipo —dice—, y
necesitamos su fuerza. Lo que puede hacer, su poder, es incomparable.
Especialmente ahora que ha estado trabajando con Kenji y tiene al menos
algún conocimiento de lo que es capaz, vamos a necesitarla. Haremos lo que
sea que podamos para apoyarla, le reforzaremos el traje, le
proporcionaremos las armas y la armadura. Y Winston... —Se detiene.
Contiene el aliento—. Winston —dice, más tranquilo ahora—, acabamos de
terminar de hacerle un nuevo par de guantes. —Examina mi rostro—. La
queremos en nuestro equipo —dice—. Y si coopera con nosotros, le
prometemos que verá los resultados.
—Por supuesto —susurro. Emparejo su mirada estable y solemne—. Por
supuesto que ayudaré.
—Bien —dice Castillo—. Eso es muy bueno. —Se ve distraído mientras se
recuesta sobre su silla, pasa una mano cansada por su rostro—. Gracias.
—Señor —dice Kenji—. Odio ser tan franco, pero ¿nos podría decir qué
demonios está pasando?
Castillo asiente.
—Sí —dice—. Sí, sí, por supuesto. Yo... disculpadme. Ha sido una noche
difícil.
La voz de Kenji es tensa.
—¿Qué ocurrió?
—Él... ha enviado un mensaje.
—¿El padre de Warner? —pregunto—. ¿El padre de Warner ha enviado un
mensaje? ¿Para nosotros? —Miro hacia Adam y Kenji. Adam está
parpadeando rápido, con los labios apenas separados con sorpresa. Kenji
se ve como si estuviera a punto de enfermarse.
Estoy comenzando a entrar en pánico.
—Sí —me dice Castillo—. El padre de Warner. Quiere reunirse. Quiere...
hablar.
Kenji salta sobre sus pies. Todo su rostro está sin color.
—No... señor... esto es un plan... él no quiere hablar, usted debe saber que
está mintiendo....
—Él ha tomado a cuatro de nuestros hombres como rehenes. Me temo que
no tengo otra elección.
CCaappííttuulloo 2288
ué? —Kenji se quedó petrificado. Su voz tenía un tono áspero
y horrorizado—. ¿Quién? ¿Cómo…
—Winston y Brendan estuvieron patrullando toda la noche —Castillo
sacude la cabeza—. No sé qué ha sucedido. Habrá sido una emboscada. Se
alejaron demasiado y las grabaciones de seguridad sólo muestran que
Emory e Ian se dieron cuenta de que algo pasaba e intentaron investigar.
Después de eso, no hay nada más. Emory e Ian —dice—, nunca van a
regresar.
Kenji está recostado en una silla, con la cara entre las manos. De repente,
mira hacia arriba con un súbito arrebato de esperanza.
—Pero Winston y Brendan, a lo mejor pueden descubrir algo, ¿cierto?
Podrían hacer algo, entre los dos tienen suficiente poder como para
averiguar algo.
Castillo le dirige una sonrisa comprensiva.
—No sé en qué punto los han secuestrado o cómo los estarán tratando. Si
fueron derrotados o si ya… —dice dudando— si ya los ha torturado, si les
ha disparado y están desangrándose hasta morir, en ese caso no podrían
defenderse. E incluso si ambos consiguen salvarse —dice un momento
después—, no dejarían a los otros detrás.
Kenji apreta los puños contra sus muslos.
-¿Q
—Entonces, quiere que hablemos —dice Adam, que hasta el momento no
había comentado nada.
Castillo asiente.
—Lily encontró este paquete tras la desaparición.
Nos acerca una mochila pequeña y la inspeccionamos por turnos.
Únicamente encontramos las gafas rotas de Winston y la radio de
Brendan. Manchadas de sangre.
Tengo que entrelazar las manos para que dejen de temblar. Tan sólo
empezaba a relacionarme con esos chicos. Acababa de conocer a Emory e
Ian. Aún estaba aprendiendo a hacer nuevas amistades, a sentirme
cómoda entre la gente del Punto Omega. Sólo pude desayunar una vez con
Brendan y Winston.
Eché un vistazo al reloj de la pared de Castillo; eran las 3:31 a.m. Habían
pasado 20 horas desde la última vez que los había visto. El cumpleaños de
Brendan había sido la semana anterior.
—Winston lo sabía —dije en voz alta—. Sabía que algo iba mal. Sabía que
pasaba algo raro por todos esos soldados repartidos por todas partes…
—Lo sé —dice Castillo, sacudiendo la cabeza.
—He estado leyendo y releyendo todos sus informes —dijo pellizcándose la
nariz con los dedos pulgar e índice. Cierra los ojos—. Estaba empezando a
unir todas las piezas. Pero fue demasiado tarde. Yo llegué demasiado
tarde.
—¿Qué crees que estaban planeando? —pregunta Kenji—. ¿Tienes alguna
teoría?
Castillo suspira. Baja las manos de la cara.
—Bueno, ahora sabemos por qué Warner salía todas las noches con sus
soldados; y cómo se las arreglaba para abandonar la base durante tantos
días.
—Su padre —dice Kenji.
—Sí —dice Castillo asintiendo—. En mi opinión, el supremo en persona le
dijo a Warner que saliera. Quería que Warner fuese más agresivo a la hora
de cazarnos. Siempre ha estado al tanto de nuestra existencia —me dice
Castillo—. El supremo nunca ha sido estúpido. Siempre ha creído los
rumores que corren sobre nosotros, sabía que estábamos aquí fuera, en
alguna parte. Pero nunca habíamos supuesto una amenaza. Hasta ahora
—dice—. Porque ahora que los civiles hablan sobre nosotros, corre peligro
de perder su poder. La gente está recobrando fuerzas; albergan esperanzas
en nuestra resistencia. Y eso no es algo que El Restablecimiento se pueda
permitir ahora mismo. De todas formas —prosigue—, creo que está claro
que no han podido encontrar la entrada al Punto Omega, y han tomado
rehenes con la esperanza de que seamos nosotros los que salgamos de la
ciudad por nuestro propio pie.
Castillo recoge un trozo de papel. Lo sostiene un momento. Es una nota.
—Pero hay ciertas condiciones —dice—, el Supremo nos ha dado unas
directrices muy específicas sobre cómo proceder.
—¿Y? —dice Kenji, paralizado por la tensión.
—Quiere que vayan los tres. Solos.
Maldición.
—¿Qué? —dice Adam atónito—. ¿Por qué nosotros?
—No ha pedido verme —dice Castillo—, no soy el único que le interesa.
—¿Y estás de acuerdo con eso? —pregunta Adam—. ¿Simplemente vas a
lanzarnos a sus garras?
Castillo se inclina hacia delante.
—Por supuesto que no.
—¿Tienes un plan? —pregunto.
—El supremo quiere encontrarse con vosotros mañana a las doce de la
noche en punto; bueno, técnicamente es hoy, en un punto específico de
una parcela no regularizada. Los detalles están en la nota —dice
respirando profundamente—. E incluso sé exactamente lo que quiere, creo
que todos deberíamos estar dispuestos para ir. Deberíamos movernos
juntos. Esto es, después de todo, para lo que hemos estado entrenando.
No me cabe duda de que tiene malas intenciones y dudo mucho de que sea
una invitación para tomar el té. Así que deberíamos estar listos para
defendernos de un ataque ofensivo. Imagino que sus hombres estarán
armados y listos para luchar, y estoy totalmente preparado para llevar a
los míos a la batalla.
—Entonces, ¿somos un cebo? —pregunta Kenji, frunciendo el ceño—. Ni
siquiera vamos a pelear, tan sólo somos una distracción.
—Kenji…
—Esto apesta —dice Adam, y me sorprendo de verlo tan emocionado por
algo—. Tiene que haber otra manera. No deberíamos jugar según sus
reglas. ¡Deberíamos utilizar esta oportunidad para emboscarlos o, no lo sé,
crear algún entretenimiento o una distracción para que el ataque ofensivo
sea el nuestro! Es decir, maldición, ¿no hay nadie que pueda arder en
llamas? ¿No tenemos a nadie que pueda hacer algo lo suficientemente
alocado como para atraer toda su atención? ¿Y que pueda darnos cierta
ventaja?
Castillo se gira para mirarme. Adam parece estar a punto de pegarle un
puñetazo a Castillo.
—Estás perdiendo la cabeza…
—Resulta que no —dice—. No tenemos a nadie que pueda hacer algo tan…
demoledor.
—¿Crees que es gracioso? —escupe Adam.
—Me temo que no estoy intentando ser gracioso, Señor Kent. Y su rabia no
ayuda, dada nuestra situación. Puede optar por no ir, si lo prefiere; pero
con todo respeto, pediré consejo a la señorita Ferrars en este asunto. Ella
es la única a la que realmente quiere ver el Supremo. Mi idea era enviar a
ustedes dos con ella.
—¿Qué?
Los tres nos quedamos paralizados.
—¿Por qué yo?
—Me encantaría poder decírtelo —me contesta Castillo—. Desearía saber
más. Pero por ahora, lo mejor que puedo hacer es extrapolar la
información que tengo y eso me lleva a la conclusión de que Warner ha
cometido un gran error que es necesario arreglar inmediatamente. De
alguna manera, tienes algo que ver con eso. —Hace una pausa—. El padre
de Warner —dice—, te ha pedido específicamente a ti a cambio de los
rehenes. Dice que si no vas al punto de encuentro acordado, matará a
nuestros hombres. Y no tengo razones para dudar de su palabra. Asesinar
a inocentes está en su naturaleza.
—¡¿Y acaso vas a dejarla entrar allí?! —Adam patea la basura del suelo al
ponerse en pie de un salto—. ¿Ni siquiera ibas a decirnos nada? ¿Nos ibas
a dejar ir pensando que ella no era el objetivo? ¿Estás loco?
Castillo se rasca la frente. Respira varias veces para calmarse.
—No —dice, midiendo cuidadosamente el tono de su voz—. No iba a
dejarla entrar en nada. Lo que digo es que todos vamos a luchar juntos,
pero ustedes dos irán con la señorita Ferrars. Los tres han trabajado
juntos antes y tanto tú como Kenji han recibido entrenamiento militar.
Están más familiarizados con las normas, las técnicas y las estrategias que
podrían utilizar. Ayudarán a mantenerla a salvo y serán el elemento
sorpresa, su presencia puede que sea lo que nos de ventaja en esta
situación. Si él la quiere de verdad, tendrá que encontrar una manera para
derrotarlos a los tres.
—O… ya sabes, no sé —dice Kenji, aparentando indiferencia—. Puede que
nos peguen un tiro en la cabeza y se lleven a Juliette a rastras mientras
nosotros estamos demasiado ocupados estando muertos como para
detenerlo.
—Está bien —digo—. Lo haré. Iré.
—¿Qué? —Adam me mira, con los ojos bien abiertos y una expresión de
pánico—. Juliette… no…
—Sí, puede que tengas que tomarte un momento para pensarlo —lo corta
Kenji, sonando algo nervioso.
—No tienes que venir si no quieres —le digo—. Pero yo sí que voy.
Castillo sonrió y una expresión de alivio invade su rostro.
—Esto es para lo que estamos aquí, ¿cierto? —Miro a mi alrededor—. Se
supone que tenemos que devolver el ataque. Esta es nuestra oportunidad.
Castillo está radiante, sus ojos brillan con algo que podría ser orgullo. —
Estaremos contigo a cada paso del camino, señorita Ferrars. Cuenta con
ello.
Asiento.
Y me doy cuenta de que probablemente esto sea lo que estaba destinado a
ser. Puede que sea precisamente por esto por lo que estoy aquí.
Puede que tenga que morir.
CCaappííttuulloo 2299
s una mañana nublada.
Hay mucho que hacer, mucho que preparar y hay mucha gente
alistándose. Pero sé que esta es mi batalla, tengo asuntos
inacabados con los que lidiar. Sé que esta reunión no tiene nada
que ver con el supremo comandante. No tiene razones para interesarse por
mí. Ni siquiera llegué a conocerlo; debería ser prescindible para él. Esto era
una de las estrategias de Warner.
Tenía que haber sido Warner el que preguntó por mí. Todo esto tenía que ver
con él; era una señal de que todavía me quería y no iba a rendirse todavía.
Y tenía que enfrentarlo. Tan sólo me preguntaba cómo había conseguido que
su padre hiciera todo esto por él. Supongo que lo descubriré pronto.
Alguien me llamaba. Me detengo. Me giro.
James.
Corre hacia mí desde la salida del comedor. Su cabello, tan rubio; sus ojos,
tan azules, como los de su hermano mayor. Pero su cara no tenía nada que
ver con lo mucho que me recordaba a Adam.
James era un chico especial. Un chico inteligente. Del tipo de niños de 10
años que siempre son subestimados. Y me preguntaba si podíamos hablar.
Me señalaba uno de los muchos pasillos.
Asentí. Lo seguí a través de un túnel vacío. Se detuvo y observó que no
E
hubiese nadie cerca. Parecía un poco incómodo. Me sorprendía que quisiese
hablar conmigo; no le había dicho nada en las tres semanas que llevaba
aquí. Él empezó a pasar el tiempo con los otros niños del Punto Omega poco
después de que llegáramos, y entonces las cosas se volvieron raras entre
nosotros. Él dejó de sonreír cuando me veía, dejó de saludarme en el
comedor. Me imaginaba que había oído los rumores que corrían sobre mí de
los otros niños y había decidido que lo mejor era mantenerse alejado. Y
ahora, después de todo lo que había pasado con Adam, después de nuestra
exhibición pública en el túnel, estaba atónita de que tuviese algo que
decirme.
—Estaba muy, muy enfadado contigo —dice con la cabeza agachada.
Y empiezo a notar pinchazos en el corazón. Uno a uno.
Me mira. Como si estuviese intentando decidir si sus primeras palabras me
habían molestado o no; si le iba a gritar por haber sido honesto conmigo. Y
no sé qué es lo que ve en mi rostro pero parece desarmarlo. Mete las manos
en los bolsillos. Hace círculos en el suelo con la punta de una de sus
zapatillas.
—No me contaste que habías matado a alguien —dice.
Respiro incómodamente y me pregunto si existe una manera apropiada de
responder a una afirmación como esa. Me pregunto si alguien más, aparte
de James, sería capaz de venir a decirme eso. Creo que no. Así que asiento.
Y digo—: Lo siento mucho. Debería habértelo cont…
—¿Y por qué no lo hiciste? —grita, sorprendiéndome—. ¿Por qué no me lo
contaste? ¿Por qué lo sabían todos excepto yo?
Y me derrumbo por un momento, me derrumbo por el dolor que hay en su
voz, por la rabia en sus ojos. No sabía que él me consideraba una amiga, y
me doy cuenta de que yo también debería haberlo visto así. James no había
conocido a mucha gente durante su vida; Adam era todo su mundo. Kenji y
yo éramos las únicas dos persona que realmente había llegado a conocer
antes de llegar al Punto Omega. Y para un niño huérfano en sus
circunstancias, debía de significar mucho tener amigos nuevos. Pero había
estado tan preocupada por mis propios problemas que no se me había
ocurrido que a James le importase tanto. No me di cuenta que el haberlo
ignorado era como traicionarlo desde su punto de vista. O que los rumores
sobre mí que le habrían contado los otros niños seguramente le habían
hecho tanto daño como a mí. Así que decidí sentarme, justo aquí en el túnel.
Dejé un sitio a mi lado para que él también se sentara. Y le empiezo a contar
la verdad.
—No quería que me odiaras.
—No te odio —dice, mirando al suelo.
—¿No?
Se agarra los cordones de las zapatillas. Suspira. Sacude la cabeza.
—Y no me gustó lo que estaban diciendo de ti —dice, más tranquilo—. Los
otros niños. Dicen que eres mala y peligrosa y yo les contesté que no era
verdad. Les dije que eras tranquila y buena. Y que tenías un pelo bonito.
Pero ellos me dijeron que mentía.
Tragué con fuerza, era como si me hubiesen dado un puñetazo.
—¿Crees que tengo un pelo bonito?
—¿Por qué lo mataste? —pregunta James, con los ojos bien abiertos, listo
para entenderlo—. ¿Intentaba hacerte daño? ¿Tenías miedo?
Me tomo un momento para respirar antes de responder.
—Recuerdas —digo, ahora siendo yo la que se sentía incómoda—, ¿lo que te
contó Adam sobre mí? ¿Lo de que no puedo tocar a nadie sin hacerle daño?
James asiente.
—Bueno, esto es lo que pasó —digo—. Lo toqué y se murió.
—¿Pero por qué? —pregunta—. ¿Por qué lo tocaste? ¿Querías que se
muriera?
Mi cara parece hecha de porcelana agrietada.
—No —digo, negando con la cabeza—. Era joven, tenía un par de años más
que tú. No sabía lo que estaba haciendo. No sabía que podía matar si tocaba
a alguien. Estábamos en un almacén, él se cayó y tan sólo quería ayudarlo
a levantarse. —Una larga pausa—. Fue un accidente.
James se queda en silencio un rato. Me mira, luego observa sus zapatos, se
lleva las rodillas al pecho. Tiene la mirada fija en el suelo cuando susurra—:
Siento haberme enfadado contigo.
—Siento no haberte contado la verdad —susurro.
Asiente. Se rasca la nariz. Me mira.
—¿Podemos ser amigos otra vez?
—¿Quieres ser amigo mío? —Parpadeo porque me lloran los ojos—. ¿No me
tienes miedo?
—¿Vas a ser mala conmigo?
—Nunca.
—¿Entonces por qué iba a tenerte miedo?
Me rio, en parte porque no quiero llorar. Asiento varias veces.
—Sí —digo—. Seamos amigos otra vez.
—Bien —dice, y se pone de pie—. Porque no quiero volver a comer con los
otros niños nunca más.
Me pongo de pie y me sacudo el polvo de los pantalones.
—Come con nosotros —digo—. Puedes venir a nuestra mesa siempre que
quieras.
—Bien —asiente—. Mira a lo lejos. Se toca una oreja—. ¿Sabes que Adam
está triste casi todo el tiempo? —Me mira fijamente con sus ojos azules. No
tengo palabras. No puedo decirle nada.
—Adam dice que está triste por ti.
James me mira como si esperase que lo negara.
—¿También le hiciste daño por accidente? ¿Sabías que estuvo en el ala de
medicina? Estaba enfermo.
Creo que voy a desmayarme, justo aquí, pero de alguna manera no lo hago.
Y tampoco puedo mentirle.
—Sí —le digo a James—. Le hice daño por accidente, pero ahora… Ahora me
mantengo lejos de él. Así que no volveré a hacerle daño.
—¿Entonces por qué sigue triste? ¿Si ya no le estás haciendo daño?
Muevo la cabeza, apretó los labios porque no quiero llorar y no sé qué decir.
James parece entenderlo. Me abrazo, me envuelve con sus brazos justo a la
altura de la cadera. Me abraza y me dice que no llore porque me cree. Cree
que le hice daño a Adam por accidente. Y al otro chico también. Entonces
dice—: Ten cuidado hoy, ¿si? Y acaba con ellos también.
Estoy tan sorprendida que me lleva un momento darme cuenta que es la
primera vez que me toca. Intento abrazarlo todo el tiempo que puedo sin que
la situación se vuelva incómoda, pero creo que mi corazón sigue tirado por
ahí en el suelo. Y entonces me doy cuenta: todos lo saben.
James y yo entramos juntos al comedor y noto que las miradas de la gente
han cambiado. Sus rostros están llenos de orgullo, fuerza y reconocimiento
cuando me miran. No hay miedo. No hay desconfianza. Oficialmente, me he
convertido en uno de ellos. Pelearé con ellos, por ellos, contra el mismo
enemigo.
Reconozco lo que hay en sus ojos porque estoy empezando a recordar cómo
se siente estar así.
Esperanzados.
Es como una gota de miel, como un campo lleno de tulipanes floreciendo en
primavera. Es lluvia fresca, una promesa susurrada, un cielo sin nubes, la
puntuación perfecta al final de una oración. Y es la única cosa del mundo
que consigue mantenerme a flote.
CCaappííttuulloo 3300
sto no es lo que queríamos que pasara —me dice Castillo—,
pero por lo general estas cosas nunca salen según lo
planeado.
Adam, Kenji y yo estamos siendo entrenados para la batalla. Estamos
acampando en uno de los cuartos de entrenamiento más grandes, junto a
otros cinco que no había visto nunca. Ellos están a cargo de las armas y el
resto del armamento. Es increíble que cada persona del Punto Omega tenga
un trabajo. Todo el mundo contribuye. Todo el mundo tiene una tarea. Todos
trabajan juntos.
—A ver, aún no sabemos exactamente por qué o cómo puedes hacer lo que
haces, señorita Ferrars, pero tengo la esperanza de que cuando llegue el
momento, tu Energía se presente automáticamente. Este tipo de situaciones
tan estresantes son perfectas para estimular nuestras habilidades; de
hecho, el setenta y ocho por ciento de los miembros del Punto reportaron
haber descubierto sus habilidades en circunstancias críticas o de alto
riesgo.
No digo nada. Pero eso tiene sentido.
Castillo recoge algo de una de las mujeres de la habitación, creo que se
llama Alia.
—Y no deberías preocuparte por nada —dice—, estaremos allí en caso de
que te suceda algo.
—E
No señalo que nunca dije nada acerca de estar preocupada. O por lo menos
no en voz alta.
—Aquí tienes tus nuevos guantes —dice Castillo, extendiéndomelos—.
Pruébatelos.
Estos guantes son más cortos y más suaves: terminan en mi muñeca y
tienen un botón para ajustarlos. Se sienten apretados, un poco más
pesados, pero cubren mis dedos perfectamente. Cierro la mano en un puño.
Sonrío un poco.
—Son increíbles —le digo—. ¿No dijiste que los había diseñado Winston?
La expresión de Castillo se desvanece.
—Sí —dice tranquilamente—. Los terminó ayer.
Winston. Su rostro fue el primero que vi cuando me desperté en el Punto
Omega. Su nariz torcida, sus gafas de plástico, su cabello rubio arenoso y
su bagaje psicológico. Su necesidad de café del malo. Recuerdo las gafas
rotas que encontramos en la mochila. No tenía ni idea de lo que le había
pasado.
Alia vuelve con un artilugio con correa de cuero en las manos. Parece
explosivo. Me pide que lo sostenga y me ayuda a ajustarme la correa, me
doy cuenta de que es algún tipo de pistola. Tiene unas delgadas correas de
cuero que se cruzan en el centro de mi espalda, y otras cincuenta correas
distintas de cuero negro envuelven la parte superior de mi cintura, acabando
debajo de mis pechos, como una especie de sostén incompleto. Es como un
corsé sin copas. Alia tiene que arreglarlo para mí y yo sigo sin entender qué
llevo puesto. Espero algún tipo de explicación. Entonces veo las armas.
—La nota no decía nada sobre ir desarmados —dice Castillo, mientras Alia
le entrega dos pistolas automáticas con una forma y un tamaño que me
resulta conocido. Precisamente ayer estuve practicando a disparar con una
de esas. Lo hacía fatal.
—Y no veo ninguna razón para enviarte sin armas —dice Castillo. Me
enseña las fundas para las pistolas que hay a ambos lados de mi caja
torácica. Me enseña a guardar las armas, cómo quitar el seguro de las
armas y dónde va la munición extra.
No me molesto en mencionar que no tengo ni idea de cómo se recarga un
arma. Kenji y yo nunca recibimos esa lección. Él estaba demasiado ocupado
intentando recordarme que no debía usar el arma para gesticular o hacer
preguntas.
—Espero que las armas sean tu último recurso —me dice Castillo—. Tienes
suficientes armas en tu arsenal personal, no deberías necesitar dispararle a
nadie. Pero, en caso de que tengas que utilizar tu don para destruir algo, te
sugiero que uses estas. —Levanta lo que parecen un par de elaboradas
variantes de manoplas de cobre—. Alia las diseñó para ti.
Mi mirada va desde ella hacia Castillo, y hasta los objetos desconocidos que
tiene en la mano. Él está radiante. Le doy las gracias a Alia por tomarse un
tiempo de crear algo para mí, y ella murmura una respuesta incomprensible,
tartamudeando, como si no pudiese creer que le estuviese hablando.
Estoy desconcertada. Tomo las manoplas que me extiende Castillo y las
inspecciono. El interior está hecho de cuatro círculos concéntricos unidos,
con un diámetro lo suficientemente grande como para usarlos de anillos y
cubrirme los guantes. Deslizo los dedos por los agujeros y giro la mano para
inspeccionar la parte superior. Es como una mini armadura, un millón de
piececitas metálicas recubren mis nudillos, mis dedos y el dorso de mis
manos por completo. Puedo cerrar la mano y el metal se tuerce siguiendo
mis movimientos. Ni siquiera es tan pesada como parece. Me pongo la de la
otra mano. Cierro los dedos. Toco las pistolas que llevo unidas al cuerpo.
Fácil. Puedo hacer esto.
—¿Te gustan? —pregunta Castillo. Nunca lo había visto con una sonrisa tan
ancha.
—Me encantan —digo—. Todo está perfecto. Gracias.
—Muy bien. Me siento halagado. Ahora —dice—, si me disculpas, tengo que
encargarme de otros detalles antes de partir. Volveré enseguida.
Asiente levemente antes de dirigirse hacia la puerta. Todos excepto Kenji,
Adam y yo se van de la habitación. Me giro para ver qué hacen los chicos.
Kenji tiene puesto un traje. Algún tipo de traje que se ajusta a su cuerpo. Va
de negro de pies a cabeza, su cabello negro azabache y sus ojos combinan
perfectamente con esa vestimenta que envuelve su figura. Parece estar
hecho de algo sintético, casi como si fuese de plástico; resplandece bajo la
luz fluorescente de la habitación y parece como si fuese demasiado rígido
como para moverse. Pero entonces lo veo estirar los brazos y balancearse
sobre sus pies, y de repente el traje parece flexible, como si se moviera con
él. Tiene puestas un par de botas, sin guantes, y un arnés parecido al mío
para las armas. Pero el suyo tiene una diferencia: tiene dos simples correas
que se ajustan a sus brazos como las tiras de una mochila.
Y Adam. Adam está muy atractivo con una camiseta de manga larga de
color azul oscuro y peligrosamente ajustada a su pecho. No puedo evitar
fijarme en los detalles de su atuendo, no puedo evitar acordarme de cómo
me sentía al estar contra su cuerpo, entre sus brazos. Está de pie delante de
mí, pero lo echo de menos como si no lo hubiese visto durante años. Sus
pantalones militares negros están metidos en el mismo par de botas negras
que llevaba puestas el día que lo conocí en el manicomio, altas hasta la
rodilla hechas de un cuero suave que se ajusta a él tan perfectamente que
es una sorpresa que no se las hayan hecho a medida. Pero no lleva armas.
Y tengo la suficiente curiosidad como para preguntar:
—¿Adam?
Levanta la cabeza para mirarme y se queda paralizado. Parpadea, abre los
ojos y se queda boquiabierto. Sus ojos recorren cada rincón de mi cuerpo,
haciendo una pausa en el corsé que se ajusta a mi pecho y a las pistolas
que llevo en la cintura. No dice nada. Se pasa una mano por el pelo,
presiona la palma contra su frente y murmura algo sobre que enseguida
regresará. Deja la habitación. Me siento asqueada.
Kenji se aclara la garganta para hacerse oír. Sacude la cabeza. Dice:
—Vaya. ¿De verdad intentas matar a ese chico?
—¿Qué?
Kenji me mira como si fuese idiota.
—No puedes ir por ahí en plan “Oh Adam, mírame, mira lo sexy que estoy
con mi nuevo atuendo y cómo bato las pestañas…”
—¿Batir las pestañas? —le ladro—. ¿De qué estás hablando? ¡No le estaba
batiendo las pestañas! Y esta es la misma ropa que me he puesto todos los
días…
Kenji gruñe. Arruga la nariz y dice:
—Sí, bueno, parece distinta.
—Estás loco.
—Tan sólo digo —dice alzando las manos en señal de rendición—, que ¿si
fuera él? ¿Y si tú fueses mi chica? ¿Y fueses por ahí vestida así y no pudiese
tocarte? —Desvía la mirada—. Tan sólo digo que no envidio al pobre
bastardo.
—No sé qué hacer —susurro—. No intento hacerle daño…
—Oh diablos. Olvida lo que he dicho —dice, gesticulando con las manos—.
En serio, no es asunto mío. —Me mira fijamente—. Y no lo consideres como
una invitación para empezar a contarme todos tus sentimientos secretos.
Lo miro entrecerrando los ojos.
—No pienso contarte nada sobre mis sentimientos.
—Bien. Porque no quiero saber nada.
—¿Alguna vez has tenido novia Kenji?
—¿Qué? —dice mortalmente ofendido—. ¿Acaso parezco el tipo de chico que
nunca ha tenido novia? ¿Me conoces siquiera?
Ruedo los ojos hastiada.
—Olvida que lo he preguntado.
—No puedo creer que me hayas dicho eso.
—Tú eres el que va por ahí diciendo que no quiere hablar de sentimientos —
le suelto.
—No —dice—. He dicho que no quería hablar de los tuyos —señala—. No
tengo ningún problema en hablar de los míos.
—¿Entonces quieres contarme cómo te sientes?
—¡Por dios, no!
—Per…
—No.
—Bien. —Miro hacia otro lado. Estiro las cuerdas que me aprieta la
espalda—. Bueno, y ¿qué pasa con tu atuendo? —pregunto.
—¿Qué quieres decir con qué le pasa? —Frunce el ceño. Recorre el traje con
sus manos—. Este traje es genial.
Sonrío sarcásticamente.
—Es decir, ¿por qué llevas puesto un traje? ¿Por qué tú tienes uno y Adam
no?
Arruga la nariz.
—Adam no lo necesita. Pocas personas lo tienen, depende de qué tipo de
don tengamos. Para mí, este traje hace que mi vida sea infinitamente más
fácil. No lo uso siempre, pero cuando tengo que tomarme una misión en
serio, me ayuda mucho. Como cuando tengo que mimetizarme con el entorno
durante una batalla —explica—, es menos complicado si tengo que cambiar
un único color sólido, como el negro. Y si tengo demasiadas capas o
complementos alrededor tengo que concentrarme mucho más en asegurarme
de que he camuflado todos los detalles. Si soy una pieza sólida de un solo
color, seré un camaleón mucho más eficaz. Además —agrega, tensionando
los músculos de sus brazos—, estoy terriblemente sexy con este traje.
Necesito de todo mi autocontrol para no estallar en carcajadas.
—Bueno, pero ¿qué pasa con Adam? —pregunto—. ¿No necesita traje ni
armas? Eso no me parece bien.
—Tengo pistolas —dice Adam al entrar en la habitación. Sus ojos miran
fijamente sus puños, que está abriendo y cerrando—. Lo que pasa es que no
puedes verlas.
No puedo dejar de mirarlo, no puedo evitar observarlo cuidadosamente.
—¿Pistolas invisibles, eh? —sonríe Kenji—. Es bonito. Aunque no creo que
puedas llegar a esta fase.
Adam mira a Kenji.
—Tengo nueve armas distintas unidas a mi cuerpo en este momento. ¿Te
gustaría elegir una para que te disparare en la cara? ¿O lo hago yo mismo?
—Era un chiste, Kent. Diablos. Estaba bromeando…
—Atención, todo el mundo.
Nos giramos al oír la voz de Castillo. Nos examina a los tres.
—¿Están preparados?
—Sí —digo.
Adam asiente.
—Acabemos con esta mierda —dice Kenji.
Castillo dice:
—Seguidme.
CCaappííttuulloo 3311
on las 10:32 de la mañana.
Tenemos exactamente 1 hora y 28 minutos antes de que tengamos
que hacerle frente al comandante supremo.
Este es el plan:
Castillo y cada tropa disponible de Punto Omega ya están en posición. Se
marcharon hace media hora. Están escondidos en los edificios abandonados
bordeando la circunferencia del punto de encuentro indicado en la nota.
Estarán listos para participar en un ataque ofensivo tan pronto como Castillo
dé la señal, y Castillo solamente dará la señal si tiene la sensación de que
estamos en peligro.
Adam, Kenji y yo vamos a ir a pie.
Adam y Kenji están familiarizados con el territorio irregular porque son
soldados, se les exigía conocer cada sección de tierra que estuviera
estrictamente fuera de los límites. Nadie está autorizado a pasar al territorio
de nuestro mundo pasado. Los extraños callejones, calles laterales, viejos
restaurantes y los edificios de oficinas son territorio prohibido.
Kenji dice que nuestro punto de encuentro está en una de las pocas áreas
suburbanas que aún se mantienen de pie; dice que la conoce bien.
Aparentemente, como soldado fue enviado a realizar varias diligencias en
esta área, en cada ocasión tenía el tiempo justo necesario para dejar
S
paquetes sin identificación en buzones abandonados. Nunca le explicaban
qué había en los paquetes, y él no era lo suficientemente estúpido como para
preguntar.
Dice que es improbable que alguna de esas viejas casas sean siquiera
funcionales, especialmente considerando lo estricto que es el
Restablecimiento tratando de asegurarse de que los civiles nunca intenten
volver. De hecho, la mayoría de los vecindarios residenciales fueron
derribados inmediatamente después de la toma inicial. Así que es muy,
muy raro encontrar secciones intactas. Pero ahí está, escrito en la nota con
letras mayúsculas demasiado apretadas:
1542 SYCAMORE
Vamos a reunirnos con el Comandante Supremo dentro de lo que solía ser la
casa de alguien.
—Entonces, ¿qué crees que deberíamos hacer? ¿Simplemente llamar al
timbre? —Kenji nos está guiando hacia la salida de Punto Omega. Miro
hacia el frente, hacia la tenue luz del túnel, intentando no centrarme en los
pájaros carpinteros que siento en mi estómago—. ¿Qué crees? —pregunta
Kenji otra vez—. ¿Eso sería demasiado? Quizás sólo deberíamos llamar.
Intento reír, pero un esfuerzo a medias es lo mejor que consigo.
Adam no dice nada.
—Está bien, está bien —dice Kanji, ahora totalmente serio—. Una vez que
salgamos allí, sabes qué hacer. Unimos nuestras manos, proyecto para
combinarnos entre los tres. Ustedes, uno a cada uno de mis lados,
¿entendéis?
Asiento con la cabeza, intentando no mirar a Adam mientras lo hago.
Esta va a ser una de las primeras pruebas para él y su habilidad; tendrá
que ser capaz de apagar su energía mientras esté unido a Kenji. Si no lo
consigue, la proyección de Kenji no funcionará sobre Adam, y Adam estará
expuesto. En peligro.
—Kent —dice Kenji—, entiendes el riesgo, ¿verdad?
Adam asiente. Su rostro inquebrantable. Dice que ha estado entrenando
todos los días, trabajando con Castillo para conseguir mantener el control.
Dice que va a estar bien.
Me mira mientras lo dice.
Me siento como si estuviese a punto de saltar de un avión.
Apenas me doy cuenta de que estamos llegando a la superficie cuando Kenji
nos hace señas para que le sigamos por una escalera. Subo y trato de
pensar al mismo tiempo, repasando una y otra vez el plan y las estrategias
que formulamos esta mañana.
Llegar hasta allí es la parte fácil.
Poder entrar es la parte complicada.
Tenemos que fingir que vamos a hacer un intercambio; nuestros rehenes
están con el Comandante Supremo y se supone que debo supervisar su
liberación. Debería ser un intercambio.
Yo a cambio de ellos.
Pero la verdad es que no tenemos ni idea de qué va a suceder. No sabemos,
por ejemplo, quién responderá a la puerta. No sabemos si alguien
responderá a la puerta. Ni siquiera sabemos si realmente vamos a
encontrarnos dentro de la casa o si simplemente vamos a reunirnos fuera de
ella. Tampoco sabemos cómo reaccionaran al ver a Adam y a Kenji y el
improvisado arsenal que hemos atado a nuestros cuerpos.
No sabemos si empezarán a disparar ahora mismo.
Esa es la parte que me da miedo. No estoy preocupada por mí misma tanto
como por Adam y Kenji. Ellos son la clave en este plan. Son el elemento
sorpresa. Son, o bien las piezas inesperadas que nos ofrecen la única
ventaja que podemos permitirnos en este momento, o bien los primeros que
acabarán muertos si son reconocidos. Y estaba empezando a pensar que
esta era una muy mala idea.
Me pregunto si estaba equivocada. Si tal vez no podía manejar esto.
Pero es demasiado tarde para echarse atrás.
CCaappííttuulloo 3322
speren aquí.
Kenji nos dice que nos acostemos abajo mientras él saca
su cabeza por la salida. Ya ha desaparecido de la vista y
su figura se mezcla con el fondo. Va a hacernos saber si la superficie está
despejada.
Estoy muy nerviosa para hablar.
Muy nerviosa para pensar.
Puedo hacer esto, podemos hacer esto, no tenemos más opción que sino
hacer esto, es todo lo que me mantengo diciéndome.
—Vamos. —Escucho la voz de Kenji desde arriba de nuestras cabezas.
Adam y yo lo seguimos el último tramo de la escalera. Estamos tomando
una de las rutas de salidas alternativas de Punto Omega, una de la que sólo
siete personas saben, de acuerdo con Castillo. Estamos tomando tantas
precauciones como sean necesarias. Adam y yo nos arreglamos para
arrastrar nuestros cuerpos sobre el suelo e inmediatamente siento el frío y la
mano de Kenji deslizándose alrededor de mi cintura. Frío, frío, frío. Corta a
través del aire como pequeños cuchillos rebanando a través de nuestra piel.
Miro a mis pies y no veo nada más que un brillo apenas perceptible donde
se supone que deben estar mis botas. Muevo los dedos delante de la cara.
Nada.
Miro alrededor.
—E
Ni Adam ni Kenji, excepto la mano invisible de Kenji, ahora descansando en
la parte baja de la espalda.
Funcionó. Adam logró que funcionara. Estoy tan aliviada que quiero cantar.
—¿Pueden escucharme, chicos? —susurro, feliz de que nadie pudiera verme
sonreír.
—Sí.
—Sí, estoy justo aquí —dice Adam.
—Buen trabajo, Kent —dice Kenji—. Sé que esto no puede ser fácil para ti.
—Está bien —dice Adam—. Estoy bien. Vamos.
—Hecho.
Somos como una cadena humana. Kenji está entre yo y Adam y estamos
enlazados, agarrados de las manos mientras Kenji nos guía a través de
esta área desierta. No tengo ni idea de donde estamos y estoy comenzando
a darme cuenta de que raramente lo sé. Este mundo todavía es tan extraño
para mí, tan nuevo. Pasar tanto tiempo en aislamiento mientras el planeta
se desmoronaba en pedazos no me hizo ningún favor.
Mientras más lejos vamos, más cerca llegamos a la carretera principal y
más cerca de los compuestos que están colocados ni a un kilómetro de aquí.
Puedo ver la forma cuadrada de su estructura de hierro desde donde
estamos.
Kenji se sacude hasta detenerse.
No dice nada.
—¿Por qué no estamos moviéndonos? —pregunto.
Kenji me silencia.
—¿Pueden oír eso?
—¿Qué?
—Un tanque —aclara Kenji.
—Más de uno —agrega Adam.
—Entonces por qué estamos todavía aquí…
—Espera, Juliette, espera un segundo…
Y entonces lo veo. Un desfile de tanques viniendo a la calle principal. Cuento
6 de ellos en total.
Kenji desencadena una serie de improperios en voz baja.
—¿Qué es? —pregunto—. ¿Cuál es el problema?
—Sólo había una razón por la que Warner nunca nos ordenó tomar más de
dos tanques a la vez, en la misma ruta —me dice Adam.
—¿Cuál…?
—Se están preparando para una batalla.
Jadeo.
—Lo sabe —dice Kenji—. ¡Maldita sea! Por supuesto que lo sabe. Castillo
tenía razón. Sabe que estamos trayendo refuerzos. Mierda.
—¿Qué hora es, Kenji?
—Tenemos sobre unos cuarenta y cinco minutos.
—Entonces vamos a movernos — le digo—. No tenemos tiempo para
preguntarnos qué va a pasar después. Castillo está preparado, está
anticipando algo como esto. Estaremos bien. Pero si no llegamos a tiempo a
esa casa, Winston, Brendan y todos los demás podrían morir hoy.
—Nosotros podríamos morir hoy —señala.
—Sí —digo—. Eso también.
Ahora estamos moviéndonos rápidamente a través de las calles.
Raudamente. Lanzándonos por el claro hacia algo parecido a la civilización
y es entonces cuando lo veo: los restos de un universo dolorosamente
familiar.
Pequeñas casas cuadradas con pequeños jardines cuadrados que ahora no
son nada más que malas hierbas silvestres en descomposición en el viento.
Las hierbas secas crujen bajo nuestros pies, helados y no invitados.
Contamos las casas.
El 1542 de Sycamore.
Debe ser esta. Es imposible no verla. Es la única casa en toda la calle que
parece completamente funcional. La pintura está fresca, limpia, de un
hermoso color turquesa. Un pequeño juego de escalones nos guía al porche,
donde me doy cuenta de 2 mecedoras de mimbres blancas y un enorme
plantador lleno de brillantes flores azules que nunca había visto. Veo un
tapete hecho de goma, repica al viento colgado de una viga de madera, ollas
de barro y una pala pequeña metida en una esquina.
Es todo lo que nunca podemos tener ya. Alguien vive aquí. Es imposible que
esto exista.
Estoy tirando de Kenji y Adam hacia la casa, embargada por la emoción,
casi olvidando que ya no estamos autorizados a vivir en este mundo viejo y
hermoso.
Alguien me está tirando hacia atrás.
—Esta no es —me dice Kenji—. Esta es la calle equivocada. Mierda. Esta es
la calle equivocada… se supone estaríamos dos calles abajo…
—Pero esta casa…es… quiero decir, Kenji, alguien vive aquí…
—Nadie vive aquí —dice—. Probablemente alguien preparó esto para
despistarnos… de hecho apuesto que la casa está llena de explosivos.
Probablemente sea una trampa designada para atrapar a gente
deambulando por lugares no regulados. Ahora vamos. —Me da un tirón a la
mano otra vez—. Tenemos que darnos prisa. ¡Tenemos siete minutos!
Y a pesar de que estamos corriendo hacia adelante, sigo mirando hacia
atrás, esperando ver algún signo de vida, a la espera de ver a alguien
saliendo para comprobar el correo, a la espera de ver un pájaro volando.
Y tal vez lo estoy imaginando.
Tal vez estoy loca.
Pero podría haber jurado que acabo de ver un aleteo en la cortina de una
ventana del piso superior.
CCaappííttuulloo 3333
segundos.
El verdadero 1542 Sycamore está tan deteriorado como
originalmente había pensado que estaría.
Es un desastre en ruinas, el tejado gimiendo bajo el peso de tantos años de
negligencia.
Adam, Kenji y yo estamos de pie a la vuelta de la esquina, fuera de la vista,
aunque somos técnicamente invisibles aún. No hay ni una sola persona en
ninguna parte y la casa entera parece abandonada. Estoy empezando a
preguntarme si todo esto era sólo una elaborada broma.
75 segundos.
—Chicos, quédense escondidos —le digo a Kenji y Adam, golpeada por una
repentina inspiración—. Quiero que piense que estoy sola. Si algo va mal,
pueden salir, ¿de acuerdo? Hay demasiado en juego, que su presencia
estropeará las cosas rápidamente.
Ambos se quedan quietos por un momento.
—Mierda. Es una buena idea —dice Kenji—. Debería haberlo pensado.
No puedo evitar una sonrisa, pero una pequeñita.
—Voy a ir ahora.
90
—Oye, buena suerte —dice Kenji, su voz inesperadamente suave—.
Estaremos justo detrás de ti.
—Juliette...
Dudo ante el sonido de la voz de Adam
Él casi dice algo, pero parece cambiar de opinión. Se aclara la garganta.
Susurra:
—Promete que tendrás cuidado.
—Lo prometo —digo al viento, luchando contra la emoción. No ahora. No
puedo lidiar con esto ahora. Tengo que concentrarme.
Así que tomo aliento.
Camino hacia delante.
Lo dejo ir.
10 segundos y estoy tratando de respirar
9
y estoy tratando de ser valiente
8
pero la verdad es que estoy jodidamente asustada
7
y no tengo ni idea de lo que está esperándome tras la puerta
6
y estoy bastante segura de que voy a sufrir un ataque al corazón
5
pero no puedo dar la vuelta ahora
4
porque ahí está
3
la puerta está justo delante de mí
2
todo lo que tengo que hacer es llamar
1
pero la puerta se abre primero.
—Oh, bien —me dice—. Llegas justo a tiempo.
CCaappííttuulloo 3344
s realmente refrescante —dice él—. Ver que la juventud
todavía valora cosas como la puntualidad. Es siempre
tan frustrante cuando la gente me hace perder el tiempo.
Mi cabeza está llena de botones perdidos, fragmentos de vidrios y puntas de
lápices rotos. Estoy asintiendo muy lentamente, pestañando como una
idiota, incapaz de encontrar las palabras en mi boca porque están perdidas,
porque nunca existieron o simplemente porque no tenía idea de que decir.
No sé qué es lo que pensaba encontrarme.
Tal vez pensé que él sería un viejo cansado y ligeramente ciego. Tal vez se le
habrían podrido los dientes, con piel irregular y gruesa, calvo y tal vez el
sería un centauro, un unicornio, una vieja bruja con un sombrero
puntiagudo, cualquier cosa, cualquier cosa, menos esto. Porque esto no es
posible. Esto es tan difícil de entender para mí y lo que sea que estuviera
esperando estaba increíble y horriblemente mal.
Estoy enfrente de un hombre que es absolutamente hermoso.
Y es un hombre.
Tiene que tener al menos 45 años, alto, fuerte, con un traje que le queda tan
perfecto que es injusto. Su cabello es grueso, suave como la avellana; la
línea de su mandíbula es afilada, las líneas de su cara perfectamente
simétricas, sus mejillas endurecidas por la vida y la edad. Pero son sus ojos
los que hacen toda la diferencia. Sus ojos son la cosa más espectacular que
—E
he visto.
Son casi aguamarina.
—Por favor —dice, lanzándome una increíble sonrisa.
Y en ese momento me golpea, porque, de repente todo tiene sentido.
Su apariencia; su estatura; su suavidad; su porte elegante; la facilidad con
la que casi olvidé que es un villano. Este hombre.
Es el padre de Warner.
Doy un paso a lo que parece una pequeña sala de estar. Hay viejos y
desiguales sofás alrededor de una pequeña mesa de café. La pared está
amarillenta y descarapelada por la edad. La casa es pesada con un extraño
y olor mohoso que indica que las ventanas con vidrios agrietados no han
sido abiertas en años. La alfombra es de un boscoso verde bajo mis pies,
las paredes embellecidas con falsos paneles de madera que no tienen
sentido para mí. La casa es, en una palabra, fea. Parece ridículo que un
hombre tan poderoso sea encontrado dentro de una casa que es tan
horriblemente inferior.
—Oh espera —dice—. Sólo una cosa.
—Qué…
Me ha puesto contra la pared agarrándome de la garganta, sus manos
cuidadosamente enfundados en un par de guantes de cuero, ya preparados
para tocar mi piel, para cortar mi oxígeno, asfixiarme a muerte, estoy
segura, estoy muriendo, estoy tan segura que así es como se siente morir,
estar absolutamente inmovilizada, cogida por la parte baja de mi cuello.
Trato de rasguñarlo, golpearlo con mi cuerpo con las ultimas energías que
me quedan antes de darme por vencida, maldiciendo mi propia estupidez,
mis últimos pensamientos condenándome por ser tan idiota, por pensar que
podía venir aquí y completar cualquier cosa hasta que me doy cuenta que
está en mis fundas, robando mis pistolas, poniéndolas en sus bolsillos.
Me deja ir.
Caigo al suelo.
Me dice que tome asiento.
Muevo mi cabeza, tosiendo por mis torturados pulmones, intentando respirar
el sucio y mohoso aire, agitándome en extraños y horribles jadeos, todo mi
cuerpo en espasmos por el dolor.
He estado dentro dos minutos y él ya me ha dominado. Tengo que imaginar
una forma de hacer algo, como salir de esto viva. No es el momento para
contenerme.
Cierro mis ojos por un momento. Tratando de aclarar mis vías respiratorias,
tratando de encontrar mi cabeza y mis pensamientos. Cuando finalmente
miro hacia arriba veo que él ya está sentado en una de las sillas,
mirándome como si estuviera muy entretenido.
Apenas puedo hablar.
—¿Dónde están los rehenes?
—Están bien. —Este hombre, cuyo nombre no sé, mueve una indiferente
mano en el aire—. Estarán bien. ¿Estas segura que no te sentarás?
—¿Qué? —Trato de aclarar mi garganta arrepintiéndome inmediatamente,
forzándome a parpadear contra las traidoras lágrimas que queman mis
ojos—. ¿Qué es lo que quiere de mí?
Se inclina hacia delante en su silla. Junta sus manos
—Sabes, ya no estoy completamente seguro.
—¿Qué?
—Bueno, desde luego te has dado cuenta que todo esto —asiente con la
cabeza hacía mí—, es solamente una distracción, ¿Cierto? —Sonríe con esa
increíble sonrisa—. Seguramente te has dado cuenta de que mi último
objetivo… ¿atraer a tu gente hacía mi territorio? Mis hombres están
esperando sólo una palabra. Una palabra mía y buscaran y destruirán a
todos tus pequeños amigos que esperan tan pacientemente en un radio de
un kilómetro.
El terror me dice hola.
Se ríe un poco.
—Si crees que no sé exactamente qué es lo que pasa en mi propia tierra,
joven señorita, está muy equivocada.
Mueve su cabeza.
—He dejado a estos monstruos vivir demasiado libremente entre nosotros,
fue un error. Me están causando demasiados problemas, es momento de
deshacerme de ellos.
—Yo soy uno de esos monstruos —le digo, tratando de controlar los
temblores en mi voz—. ¿Por qué me trajo aquí si todo lo que quiere es
matarnos? No tenía que singularizarme.
—Tienes razón. —Asiente. Se levanta. Mete sus manos en sus bolsillos—.
Vine aquí con un propósito: Limpiar el desastre que hizo mi hijo y finalmente
poner fin a los ingenuos intentos de un grupo de aberraciones idiotas. Para
borraros de este triste mundo. Pero entonces… —dice riendo un poco—.
Justo cuando empecé a elaborar mis planes, mi hijo vino a mí y me rogó que
no te matara. Solo a ti. —Hace una pausa. Mira hacia arriba—. Realmente
me rogó que no te matara.— Se vuelve a reír—. Era tan patético como
sorprendente. Por supuesto, después de eso sabía que tenía que conocerte
—dice sonriendo, mirándome como si estuviera hechizado—. ¡Debo conocer
a la chica que consiguió hechizar a mi hijo! Me dije a mí mismo. Esta chica
que consiguió que él perdiera de vista su orgullo, su dignidad tanto como
para rogarme por un favor. —Hace una pausa—. ¿Tú sabes —me dice—,
cuándo me ha pedido un favor mi hijo? —Él ladea la cabeza. Esperando a
mi respuesta.
Niego con mi cabeza.
—Nunca. —Toma un respiro—. Nunca. Ni una sola vez en diecinueve años
me ha pedido algo. Difícil de creer ¿no? —Su sonrisa es más grande,
brillante—. Tomo todo el crédito, por supuesto. Lo he criado bien. Le he
enseñado a ser independiente, dueño de sí mismo, descomprometerlo con
las necesidades y querencias que rompen a la mayoría de los otros
hombres. Así que… ¿Oír estas vergonzosas palabras de ruego salir de su
boca? —Mueve su cabeza—. Bueno. Naturalmente, estaba intrigado. Tenía
que verte yo mismo. Necesitaba entender que era lo que había visto, que era
tan especial en ti que pudiera haber causado un lapso de juicio tan colosal.
Aunque, voy a ser completamente honesto. No pensé que vendrías. —Saca
una de las manos de sus bolsillos, gesticulando con ella mientras habla—.
Quiero decir, ciertamente esperaba que vinieras. Pero pensé que si lo hacías,
al menos vendrías con ayuda, algún tipo de soporte. Pero aquí estás,
usando esta monstruosidad de licra. —Se ríe fuertemente—. Y estás sola. —
Me mira, estudiándome—. Muy estúpido. Pero valiente. Me gusta eso. Puedo
admirar la valentía. De cualquier forma, te traje aquí para enseñar una
lección a mi hijo. Tenía toda la intención de matarte —me dice, asumiendo
un lento y calmado caminar alrededor de la habitación—, y prefería hacerlo
donde sería seguro que él lo vería. La guerra es sucia —añade, moviendo su
mano—. Es fácil perder el rastro de quien ha muerto, como murió, quien los
mató, etcétera, etcétera. Quería que esta muerte en particular fuera tan
limpia y simple como el mensaje que conlleva. No es bueno para él crear
esta clase de ataduras, después de todo. Es mi deber como su padre
ponerle fin a esta clase de sinsentidos.
Me siento enferma, tan enferma, tan tremendamente enferma del estómago.
Este hombre es peor de lo que una vez imaginé.
Mi voz es un sólo y fuerte respiro, un fuere susurro cuando hablo.
—¿Entonces por qué simplemente no me mata?
Él vacila.
—No lo sé. No tenía ni idea de que ibas a ser tan encantadora. Me temo que
mi hijo nunca mencionó lo hermosa que eres. Siempre es tan difícil matar
una cosa hermosa. —Suspira—. Además, me sorprendiste. Llegaste puntual.
Sola. Estabas lista para sacrificarte y salvar a esas criaturas sin valor lo
suficientemente estúpidas para dejarse atrapar. —Toma una fuerte
respiración—. Tal vez podríamos quedarnos contigo. Si no eres útil, al menos
tal vez puedes ser entretenida. —Inclina su cabeza, pensativo—. Aunque si
nos quedamos contigo, supongo que tendrías que regresar conmigo a la
capital, porque ya no puedo confiar en que mi hijo haga algo bien. Le he
dado demasiadas oportunidades.
—Gracias por la oferta —digo—. Pero realmente prefiero saltar de un
barranco.
Su risa es como cien pequeñas campanas, feliz, saludable y contagiosa.
—Oh, Dios. —Sonríe, brillante, cálida y devastadoramente sincero. Sacude
su cabeza. Llama sobre su hombro a lo que parece otro cuarto, tal vez la
cocina, no puedo estar segura—. Hijo, ¿Podrías venir aquí, por favor?
Y todo en lo que puedo pensar es que algunas veces estás muriendo,
algunas veces estás a punto de explotar, otras veces estás bajo dos metros
y buscando una ventana cuando alguien vierte un ligero fluido en tu cabello
y enciende una cerilla en tu cara.
Siento mis huesos encenderse.
Warner está aquí.
CCaappííttuulloo 3355
l aparece en una puerta directamente enfrente de donde ahora
estoy de pie y se ve exactamente como lo recuerdo. Cabello
dorado y la piel y los ojos demasiado brillantes pero su sombra
se desvaneció de la esmeralda perfecta. El suyo es un rostro
exquisitamente guapo, uno que ahora me doy cuenta ha heredado de su
padre. Es el tipo de rostro que nadie cree, las líneas y los ángulos, fácil de
simetría que es casi ofensiva en su perfección. Nadie debería querer una
cara como esa. Es una cara destinada a problemas, para el peligro, una
toma de compensar en exceso lo que le robó a un inocente desprevenido.
Es exagerado.
Es demasiado.
Me asusta.
Negro y verde y oro parecen ser sus colores. Su traje negro azabache se
adapta a su cuerpo, delgado pero musculoso, compensado por el frescor
blanco de la camisa debajo y complementado por el lazo negro simple
anudado al cuello. Se pone de pie recto, alto y firme. Para cualquier otra
persona, se vería imponente, incluso con el brazo derecho todavía en
cabestrillo. Es el tipo de chico que sólo le han enseñado a ser un hombre, a
quien le hicieron borrar el concepto de la infancia de las expectativas de su
vida. Sus labios no se atreven a sonreír, la frente no se arruga en peligro. Él
E
ha enseñado a ocultar sus emociones, para ocultar sus pensamientos del
mundo y no confiar en nadie y nada. Para tener lo que quiere por todos los
medios necesarios. Puedo ver todo esto con tanta claridad.
Pero él tiene un aspecto diferente para mí.
Su mirada es demasiado pesada, los ojos, demasiado profundos. Su
expresión es demasiado llena de algo que no quiero reconocer. Él me mira
como si yo tuve éxito, como si le disparé en el corazón y lo hice añicos, como
si lo dejé morir después de que me dijo que me amaba y me negué a pensar
que era posible.
Y veo la diferencia en él ahora. Veo lo que ha cambiado.
Él no está haciendo ningún esfuerzo por ocultar sus emociones de mí.
Mis pulmones son unos mentirosos, pretendiendo que no se pueden
expandir sólo para tener una risa a mis expensas y mis dedos están
revoloteando, tratando de escapar de la prisión de mis huesos como si
hubieran esperado diecisiete años para volar.
Escapar, es lo que mis dedos me dicen.
Respirar, es lo que sigo diciéndome a mí misma.
Warner como un niño. Warner como un hijo. Warner como un niño que sólo
tiene un alcance limitado de su propia vida. Warner con un padre que le da
una lección al matar a la única cosa que jamás estaría dispuesto a rogarle.
Warner como ser humano que me aterra más que cualquier otra cosa.
El comandante supremo es impaciente.
—Siéntate —le dice a su hijo, señalando el sofá en que él estaba sentado.
Warner no dice una palabra.
Sus ojos están pegados a mi cara, mi cuerpo, al arnés atado a mi pecho, su
mirada se detiene en el cuello, en las marcas que su padre probablemente
me dejó y veo el movimiento en su garganta, veo la dificultad que al tragar,
está a la vista delante de él antes de que finalmente él mismo arranque la
distancia y camine hacia la sala. Es tan parecido a su padre, estoy
empezando a darme cuenta. La forma de caminar, la forma en que se ve con
un traje, la forma en que es tan meticuloso con su higiene. Y sin embargo, no
hay duda en mi mente que él detesta al hombre que fracasa miserablemente
de no imitar.
—Así que me gustaría saber —dice el supremo—, ¿cómo, exactamente, se
las arregló para escapar? —Me mira—. De repente estoy curioso, y mi hijo
ha hecho que sea muy difícil extraer estos datos.
Parpadeo hacia él.
—Dime —dice—. ¿Cómo escapaste?
Estoy confundida.
—¿La primera o la segunda vez?
—¡Dos veces! Se las arregló para escapar dos veces —Se está riendo de
todo corazón ahora. Me da una palmada en la rodilla—. Increíble. Las dos
veces, entonces. ¿Cómo lograste escapar dos veces?
Me pregunto por qué está tratando de ganar tiempo. No entiendo por qué
quiere hablar cuando tantas personas están a la espera de una guerra y no
puedo dejar de esperar que Adam, Kenji, Castillo y todos los demás no
hayan muerto de frío en el exterior. Y aunque no tengo un plan, tengo una
corazonada. Tengo la sensación de que nuestros rehenes podrían estar
escondidos en la cocina. Así que me imagino que voy a seguirle la corriente
por un tiempo.
Le digo que salté por la ventana la primera vez. Y que le disparé a Warner la
segunda vez.
El supremo ya no está sonriendo.
—¿Le disparaste?
Arriesgo una mirada a Warner para ver que sus ojos todavía están fijados
firmemente en mi cara, con la boca todavía en peligro de moverse. No tengo
idea de lo que está pensando y de repente estoy tan curiosa que quiero
provocarlo.
—Sí —le digo, encontrando la mirada de Warner—. Le disparé. Con su
propia arma —Y la repentina tensión en su mandíbula, los ojos que bajan a
las manos aferradas a él con demasiada fuerza en su regazo y se ve como
él arrancó la bala de su cuerpo con sus cinco dedos.
El supremo se pasa la mano por el cabello, y se frota la barbilla. Me doy
cuenta de que parece incierto, por primera vez desde que llegué y me
pregunto cómo es posible que no tenía idea de cómo me escapé.
Me pregunto lo que Warner tiene que haber dicho sobre la herida de bala en
el brazo.
—¿Cómo te llamas? —le pregunto antes de que pueda detenerme, la captura
de las palabras en un momento demasiado tarde. No debería estar haciendo
preguntas estúpidas pero odio estar refiriéndome a él como "el supremo",
como si fuera algún tipo de entidad intocable.
El padre de Warner me mira.
—¿Mi nombre?
Asiento con la cabeza.
—Tú puedes llamarme comandante supremo Anderson —dice, todavía
confundido— ¿Por qué es importante?
—¿Anderson? Pero yo pensaba que su apellido era Warner. —Pensé que
tenía un nombre que podría utilizar para distinguir entre él y el Warner que
he llegado a conocer muy bien.
Anderson respira duro, ahorra una mirada de disgusto a su hijo.
—Definitivamente no —me dice—. Mi hijo pensó que sería una buena idea
tomar el apellido de su madre, porque eso es exactamente el tipo de cosa
estúpida que haría. El error —dice, casi anunciando ahora—, que siempre
hace, una y otra vez, lo que permite que sus emociones se interpongan en el
camino de su franquicia es patético —dijo, escupiendo en la dirección de
Warner—. Es por eso que todo lo que me gustaría es dejarte vivir, querida,
pero me temo que eres una distracción demasiado grande en su vida. No
puedo permitir que él proteja una persona que ha tratado de matarlo. —
Sacude la cabeza—. No puedo creer que aún tenga que tener esta
conversación. ¡Qué vergüenza has demostrado ser!
Anderson mete la mano en el bolsillo, saca una pistola, y apunta hacia mi
frente.
Cambia de opinión.
—Estoy harto de siempre limpiar después de ti —ladra a Warner, agarrando
su brazo, tirando de él hacia arriba desde el sofá. Empuja a su hijo justo
enfrente de mí, y presiona la pistola en su mano buena.
—Dispárale —dice—. Dispárale en este momento.
CCaappííttuulloo 3366
a mirada de Warner se encuentra bloqueada en la mía.
Él me mira, sus ojos brillan de emoción y no estoy segura de que ni
siquiera lo conozca más. No estoy segura de que lo entiendo, y no
estoy segura de saber lo que va a hacer cuando levanta el arma con
una mano fuerte, firme y apunta directamente a mi cara.
—Date prisa —dice Anderson—. Cuanto antes lo hagas, más pronto podrás
seguir adelante. Ahora terminemos con esto…
Pero Warner ladea la cabeza. Se da la vuelta.
Y apunta la pistola a su padre.
De hecho, me quedo sin aliento.
Anderson parece aburrido, irritado, molesto. Dirige una mano impaciente en
su rostro antes de sacar otra arma de su bolsillo. Es increíble.
Padre e hijo, ambos amenazando con matarse unos a otros.
—Apunta la pistola en la dirección correcta, Aaron. Esto es ridículo.
Aaron.
Casi me río en medio de esta locura.
L
Primero el nombre de Warner es Aaron.
—No tengo ningún interés en matarla —dice a su padre Aaron Warner.
—Está bien. —Anderson apunta la pistola a mi cabeza de nuevo—. Yo lo
haré entonces.
—Dispárale —dice Warner—, y voy a poner una bala en tu cráneo.
Es un triángulo de la muerte. Warner apuntando con un arma a su padre, su
padre apuntándome con un arma. Yo soy la única que no tiene un arma y no
sé qué hacer.
Si me muevo, me voy a morir. Si no me muevo, me voy a morir.
Anderson está sonriendo.
—Qué encantador —dice. Él está usando una forma fácil, de sonrisa
perezosa, su apretón de la pistola en la mano tan engañosamente casual—.
¿Qué es? ¿Ella te hace sentir valiente, muchacho? —Una pausa—. ¿Ella te
hace sentir fuerte?
Warner no dice nada.
—¿Ella te hace querer ser un hombre mejor? —Un poco de risa—. ¿Te ha
llenado la cabeza con sueños sobre el futuro? —Una risa fuerte—. Has
perdido la cabeza —dice—, eres un niño estúpido que es demasiado cobarde
para defenderse incluso con el cañón de una pistola apuntando
directamente a la cara. Esta —dice, señalándome con el arma más difícil en
mi dirección—, es la niña tonta de la que te has enamorado. —Exhala una
respiración corta y dura—. No sé por qué me sorprende.
Una nueva tensión en su respiración. Una nueva presión en su agarre
alrededor de la pistola en la mano. Estas son las únicas señales de que
Warner no se ve afectado ni por asomo por las palabras de su padre.
—¿Cuántas veces? —pregunta Anderson—, ¿has amenazado con matarme?
¿Cuántas veces me he despertado en medio de la noche para encontrar que,
un niño pequeño, está tratando de matarme en mi sueño? —Él ladea la
cabeza—. ¿Diez veces? ¿Tal vez quince años? Tengo que admitir que he
perdido la cuenta. —Se queda mirando a Warner. Sonríe de nuevo—. ¿Y
cuántas veces —dice, con la voz mucho más fuerte ahora—, fuiste capaz de
llegar hasta el final? ¿Cuántas veces tuviste éxito? ¿Cuántas veces — dice—
, rompiste a llorar, pidiendo disculpas, aferrándote a mí como un demente…
—Cierra la boca —dice Warner, su voz tan baja, por lo que incluso, su
cuerpo todavía es aterrador.
—Eres débil —Anderson escupe, disgustado—. Demasiado, patéticamente
sentimental. ¿No quieres matar a tu propio padre? ¿Demasiado miedo de
que vaya a romper tu miserable corazón?
La mandíbula de Warner se tensa.
—Dispárame —dice Anderson, sus ojos bailando, brillante, divertido—. ¡Te
digo que me dispares! —grita, esta vez para llegar al brazo herido de
Warner, agarrándolo hasta que sus dedos se aprietan firmemente alrededor
de la herida, torciendo el brazo hacia atrás hasta que Warner jadea de
dolor, parpadea muy rápido, tratando desesperadamente de reprimir el grito
dentro de él. Su apretón de la pistola vacila en su mano buena, sólo un poco.
Anderson lanza a su hijo. Lo empuja con tanta fuerza que Warner se
tropieza en su intento de mantener el equilibrio. Su cara es blanca como la
tiza. La venda envuelta alrededor de su brazo se está filtrando la sangre.
—Habla mucho —dice Anderson, sacudiendo la cabeza—. Tanto hablar y
nunca es suficiente seguimiento. Me avergüenzas —le dice a Warner, la cara
se retuerce en repulsión—. Me enfermas.
Un fuerte chasquido.
Anderson golpea de revés a Warner tan fuerte en la cara, que él en realidad
se balancea por un momento, ya inestable por toda la sangre que está
perdiendo. Pero no dice una palabra.
No hace un sonido.
Él está allí, se lleva el dolor, parpadea rápido, mandíbula tan apretada,
mirando a su padre con absolutamente ninguna emoción en su rostro, no
hay indicios de que acaba de ser abofeteado, excepto la marca de color rojo
brillante en la mejilla, la sien y parte de su frente. Su cabestrillo para el
brazo es más sangre que algodón y se ve demasiado enfermo para estar en
sus pies.
Sin embargo, no dice nada.
—¿Quieres que te amenace de nuevo? —Anderson está respirando con
dificultad mientras habla—. ¿Todavía crees que puedes defender a tu
amiguita? ¿Crees que voy a permitir que tu enamoramiento estúpido se
ponga en el camino de todo lo que he construido? ¿Todo por lo que he
trabajado? —El arma de Anderson ya no me señala. Se olvida de mí lo
suficiente para presionar el cañón de su pistola en la frente de Warner,
girándolo, golpeándole contra la piel mientras habla—. ¿No te he enseñado
nada? —grita—. No has aprendido nada de mí…
No sé cómo explicar lo que sucede a continuación.
Todo lo que sé es que tengo la mano alrededor de la garganta de Anderson y
lo he clavado en la pared, así vencido por un ciego, quema todo, toda la
rabia me consume creo que mi cerebro ya se incendió y se disolvió en
cenizas.
Aprieto un poco más duro.
Chisporrotea. Está jadeando. Está tratando de encontrar mis brazos,
arañando las manos y la cojera en mi cuerpo y se pone rojo y azul, y
púrpura, y estoy disfrutando. Lo estoy disfrutando mucho, mucho.
Creo que estoy sonriendo.
Puedo llevar mi rostro a menos de un centímetro de distancia de su oreja y
susurrar: —Tira el arma.
Lo hace.
Cae y agarro el arma al mismo tiempo.
Anderson esta jadeando, tosiendo en el suelo, tratando de respirar, tratando
de hablar, tratando de llegar a algo para defenderse y me divierto con su
dolor. Estoy flotando en una nube de absoluto odio sin diluir por este
hombre y todo lo que él ha hecho y quiero sentarme y reír hasta que las
lágrimas me ahoguen en una especie de satisfacción del silencio. Entiendo
tanto ahora. Tanto.
—Juliette…
—Warner —digo en voz tan baja, sin dejar de mirar como el cuerpo de
Anderson se desploma en el suelo frente a mí—. Voy a necesitar que me
dejes sola en este momento.
Peso el arma en mis manos. Pruebo el dedo en el gatillo. Trato de recordar lo
que Kenji me enseñó acerca de tener puntería. Acerca de mantener mis
manos y brazos. Preparación para el culatazo, el retroceso del disparo.
Inclino mi cabeza. Hago un inventario de las partes de su cuerpo.
—Tú —logra finalmente jadear Anderson—, que…
Le disparo en la pierna.
Está gritando. Creo que está gritando. Realmente no puedo escuchar nada
más. Mis oídos se sienten repletos de algodón, como si alguien pudiera estar
tratando de hablar conmigo o tal vez alguien me está gritando, pero todo
está apagado y no tengo mucho para centrarme en este momento para
prestar atención a las cosas molestas que están sucediendo en el fondo.
Todo lo que sé es la reverberación de esta arma en mi mano. Todo lo que
oigo es como el disparo resonó en mi cabeza. Y decido que me gustaría
hacerlo de nuevo.
Le disparo en la otra pierna.
Hay tantos gritos.
Me entretuve por el horror en sus ojos. La sangre arruina la tela cara de su
ropa. Quiero decirle que no se ve muy atractivo, con la boca abierta así, pero
entonces creo que probablemente no le importaría mi opinión de todos
modos. Sólo soy una niña tonta para él. Sólo un poco tonta, un niña tonta
con una cara bonita que es demasiado para un cobarde, dijo, demasiado
cobarde para defenderse. Y oh, no iba a gustarle tenerme. No ¿le gustaría
conservarme como su pequeña mascota? Y me doy cuenta que no. Que no
debo molestarme en compartir mis pensamientos con él. No tiene sentido
desperdiciar palabras en alguien que está a punto de morir.
Tomo el objetivo en su pecho. Trate de recordar dónde está el corazón.
No del todo a la izquierda. No exactamente en el centro.
Justo allí.
Perfecto.
CCaappííttuulloo 3377
oy una ladrona.
Robé esta libreta y este bolígrafo a uno de los doctores, de una de
sus batas de laboratorio cuando no estaba mirando y los metí en
mis pantalones. Fue justo antes de que ordenara a estos hombres
venir y llevarme. Los de extraños trajes con gruesos guantes y máscaras de
gas con las ventanas plásticas empeñadas escondiendo sus ojos. Son
extraterrestres, recuerdo pensar. Recuerdo pensar que ellos debían haber
sido extraterrestres porque no podían haber sido humanos, esos que
esposan mis manos a mi espalda, esos que me atan a la silla.
Golpeaban Tasers contra mi piel una y otra vez sin más razón que oírme
gritar, pero no lo haría. Gemí, pero nunca dije una palabra. Sentí las
lágrimas correr por mis mejillas, pero no estaba llorando.
Creo que los hice enfadar.
Me despertaron a golpes incluso aunque mis ojos estaban abiertos cuando
llegaron. Alguien me desató sin quitar las esposas y me dio una patada en
ambas rodillas antes de ordenar que me levantara. Y lo intenté. Lo intenté,
pero no pude y finalmente seis manos me empujaron fuera de la puerta y mi
cara estuvo sangrando en el cemento por un tiempo. Realmente no puedo
recordar la parte en la que me arrastraron dentro.
S
Siento frío todo el tiempo.
Me siento vacía, como si no hubiera nada en mi interior, sino este roto
corazón, el único órgano que queda en este caparazón. Siento los gemidos
hacer eco en mí. Siento los latidos resonando por todo mi esqueleto. Tengo
un corazón, dice la ciencia, pero soy un monstruo, dice la sociedad. Y lo sé,
por supuesto que lo sé. Sé lo que he hecho.
No estoy pidiendo comprensión.
Pero a veces pienso, a veces me pregunto, si fuera un monstruo,
seguramente, lo sentiría, ¿no?
Me sentiría furiosa y cruel y vengativa.
Conocería la rabia ciega y la sed de sangre y la necesidad de reivindicación.
En su lugar siento un abismo dentro de mí que es tan profundo, tan oscuro
que no puedo ver dentro de él, no puedo ver lo que contiene. No sé lo que soy
o lo que podría sucederme.
No sé qué podría hacer de nuevo.
CCaappííttuulloo 3388
na explosión.
El sonido de cristales rotos.
Alguien me da un tirón de nuevo, justo cuando apreté el gatillo,
y la bala golpea la ventana detrás de la cabeza de Anderson.
Me doy la vuelta.
Kenji me sacude, me sacude tan fuerte que mi cabeza siente el tirón hacia
adelante y atrás, y él gritándome, diciéndome que nos tenemos que ir, que
tengo que soltar la pistola, que está respirando con dificultad y dice:
—Voy a necesitar que te vayas, ¿está bien? Juliette ¿Puedes
comprenderme? Necesito que te retires ahora. Vas a estar bien, vas a salir
bien, vas a estar bien, sólo tienes que…
—No, Kenji… —estoy intentando impedir que me aleje, tratando de
mantener mis pies plantados en donde están porque no lo entiende. Tiene
que entenderlo—. Tengo que matarlo. Tengo que asegurarme de que muera
—le digo—. Sólo necesito que me des otro segundo…
—No —dice—, todavía no, no en este momento. —Y me mira como si
U
estuviera a punto de romperse, como si hubiera visto algo en mi cara que
desea y que nunca había visto, y dice—. No podemos. No podemos matarlo
aún, es demasiado pronto, ¿está bien?
Pero no está bien y no entiendo lo que está pasando, pero Kenji trata de
alcanzar mi mano y la palanca de la pistola en mis dedos, no me doy cuenta
que están envueltos con tanta fuerza alrededor de la manija, y estoy
parpadeando. Me siento confundida y decepcionada. Miro mis manos. En mi
traje. Y no puedo entender por un momento que toda la sangre proviene de
ahí.
Le echo un vistazo a Anderson.
Sus ojos se deshacen en su cabeza. Kenji está comprobando su pulso, me
mira y dice—: Creo que se ha desmayado. —Mi cuerpo comienza a temblar
tan violentamente que casi no lo puedo soportar.
¿Qué es lo que he hecho?
Retrocedo, la necesidad de encontrar una pared a la que agarrarse, algo
sólido para aferrarse y Kenji me atrapa, me sostiene firmemente con un
brazo y sostiene mi cabeza con la otra mano y siento ganas de llorar pero
por alguna razón no puedo. No puedo hacer otra cosa que soportar estos
temblores que sacuden la longitud de todo mi cuerpo.
—Nos tenemos que ir —me dice Kenji, acariciando mi cabello en una
muestra de ternura lo que sé que es raro en él. Cierro los ojos en su hombro,
queriendo sacar fuerzas de su calor—. ¿Vas estar bien? —me pregunta—.
Necesito que camines conmigo, ¿bien? Vamos a tener que correr, demasiado.
—Warner —jadeo, arrancándome de los brazos de Kenji, con ojos salvajes—
. ¿Dónde está?
Está inconsciente. Un montón en el suelo. Los brazos amarrados a la
espalda, una jeringa vacía tirada sobre la alfombra junto a él.
—Yo me hago cargo de Warner —dice Kenji.
De repente todo está golpeando en mí al mismo tiempo. Todas las razones
por las que se suponía que íbamos a estar aquí, lo que estamos tratando de
lograr en primer lugar, la realidad de lo que he hecho y lo que estoy a punto
de hacer.
—Kenji. —Estoy sin aliento—. Kenji, ¿dónde está Adam? ¿Qué pasó?
¿Dónde están los rehenes? ¿Están todos bien?
—Adam está bien —me asegura—. Nos deslizamos por la puerta de atrás y
nos encontramos con Ian y Emory. —Mira hacia el área de la cocina—.
Están en muy mal estado, pero Adam está intentando transportarlos fuera,
tratando de hacerlos despertar.
—¿Y los demás? ¿Brendan? ¿A y Winston?
Kenji sacude la cabeza. —No tengo ni idea, pero tengo la sensación de que
seremos capaces de recuperarlos.
—¿Cómo?
Kenji asiente en Warner. —Vamos a tomar este chico como rehén.
—¿Qué?
—Es nuestra mejor apuesta —me dice—. Otro comercio. Uno de verdad, esta
vez, además, no habrá ningún problema. Les quitas sus armas, y este chico
de oro es inofensivo.
Camina hacia la figura inmóvil de Warner. Le da un codazo a la punta de la
bota antes de transportarlo, volteando el cuerpo de Warner por encima del
hombro. No puedo dejar de notar que el brazo lesionado de Warner está
completamente empapado de sangre.
—Vamos —me dice Kenji, no sin amabilidad, sus ojos evalúan mi estado
como si no estuviera seguro de si estoy estable—. Vamos a salir de aquí, su
locura está por ahí fuera y no tenemos mucho tiempo antes de que puedan
pasar por esta calle.
—¿Qué? —Estoy parpadeando muy rápido—. ¿Qué quieres decir?
Kenji me mira, la incredulidad escrita a través de sus características. —La
guerra, princesa. Todos están luchando a muerte por ahí.
—Pero Anderson nunca hizo la llamada , dijo que estaban esperando una
palabra de él.
—No —dice Kenji—. Anderson no hizo la llamada. Castillo lo hizo.
Oh Dios.
—Juliette.
Adam está corriendo en la casa, dando la vuelta para encontrar mi rostro
hasta que me corro hacia delante y me atrapa en sus brazos sin pensar, sin
recordar que no hacemos esto más, que no estamos juntos , esto no debería
estar en contacto conmigo. —Estás bien, estás bien.
—VAMOS —ladra Kenji por última vez—. Sé que este es un momento
emotivo o lo que sea, pero tenemos que sacar nuestros culos a la mierda
fuera de aquí. Lo juro, Kent.
Pero Kenji se detiene.
Sus ojos se caen.
Adam está de rodillas, con una mirada de miedo y horror y dolor y rabia y
terror grabada en cada una de las líneas de su rostro y estoy tratando de
sacudirlo, estoy tratando de conseguir que me diga qué es lo que está mal y
no se puede mover, está congelado en el suelo, con los ojos clavados en el
cuerpo de Anderson, sus manos llegando a tocar el pelo que era tan
perfectamente establecido hace casi un momento y le estoy rogando que me
hable, suplicándole que me diga lo que ha ocurrido y es como si el mundo se
desplazara en sus ojos, que nada volverá a ser justo en este mundo y nada
puede ser bueno de nuevo y él parte sus labios.
Trata de hablar.
—Mi padre —dice—. Este hombre es mi padre.
Capítulo 39
ierda. —Kenji presiona los ojos cerrados como si no
pudiera creer que esto esté sucediendo—. Mierda
mierda mierda. —Se mueve contra los hombros de
Warner, vacila entre ser sensible y ser un soldado y le dice—: Adam,
hombre, lo siento, pero realmente tenemos que salir de aquí.
Adam se pone de pie, parpadeando de nuevo, lo que sólo puedo imaginar
son miles de pensamientos, recuerdos, preocupaciones, hipótesis, lo llamo
por su nombre pero es como si ni siquiera pudiera oír. Está confundido,
desorientado, y me pregunto cómo este hombre podría ser su padre cuando
Adam me dijo que su padre estaba muerto.
Ahora no es el momento de tener estas conversaciones.
Algo explota en la distancia y el impacto sacude el suelo, las ventanas, las
puertas de esta casa, y Adam parece cerrarse de nuevo a la realidad. Él
salta hacia adelante, agarra mi brazo, y estamos atornillados en la puerta.
Kenji está a la cabeza, de alguna manera la gestión para ejecutar a pesar
del peso del cuerpo, hace que Warner cojee, colgando sobre su hombro, y
nos está gritando a nosotros para alojarse cerca. Estoy girando, analizando
el caos que nos rodea. Los sonidos de disparos están demasiado cerca,
demasiado cerca.
—M
—¿Dónde están Ian y Emory? —le digo a Adam—. ¿Han salido?
—Un par de nuestros chicos estaban peleando no muy lejos de aquí y logre
comandarlos a uno de los tanques. Tengo que llevar a los dos de vuelta al
punto —me dice, gritando para que pueda oírle—. Es el transporte más
seguro posible.
Estoy asintiendo, jadeando en busca de aire mientras volamos por las calles
y tratando de concentrarme en los sonidos que nos rodean, tratando de
averiguar quién está ganando, tratando de averiguar si nuestros números
han sido diezmados. Tenemos la vuelta de la esquina.
Uno pensaría que sería una masacre.
Cincuenta personas de nuestro grupo están luchando contra quinientos de
los soldados de Anderson, que están descargando ronda tras ronda,
disparando a todo lo que posiblemente podría ser un objetivo. Los del
Castillo y los otros están celebrando en el suelo, ensangrentado y herido,
pero luchando lo mejor que pueden. Nuestros hombres y mujeres están
armados y salto hacia adelante para que coincida con los tiros de la
oposición, mientras que otros están luchando de la única manera que saben:
un hombre tiene las manos en el suelo, la congelación de la tierra bajo los
pies de los soldados, haciendo que pierda el equilibrio, otro hombre está
lanzando a través de los soldados con tal velocidad que es nada más que
una mancha borrosa, confundiendo a los hombres y los derriba y roba de
sus armas. Miro hacia arriba y veo a una mujer escondida en un árbol,
tirando lo que deben de ser cuchillos o flechas en sucesión tan rápida que
los soldados no tienen un momento para reaccionar antes de que se les
ataque desde arriba.
Luego está el castillo en medio de todo, las manos extendidas sobre su
cabeza, recogiendo un torbellino de partículas, restos dispersos, tiras de
acero y ramas rotas con nada más que la coerción de sus dedos. Los otros
han formado una muralla humana alrededor de él, protegiéndolo, forman un
ciclón de tal magnitud que hasta yo puedo ver que está esforzándose por
mantener el control de la misma.
Luego se deja ir.
Los soldados están gritando, gritando, corriendo y esquivando, pero la
mayoría son demasiado lentos para escapar del alcance de tanta
destrucción y se están quedando abajo, atravesados por fragmentos de
vidrio, de piedra, madera y metal roto, pero sé que esta defensa que está
ganando durará mucho tiempo.
Alguien debe hablar con el Castillo.
Alguien tiene que decirle que se vayan, que salgan de aquí, que Anderson se
ha reducido y que tenemos a dos de nuestros rehenes y Warner en el
remolque. Él tiene que conseguir nuestros hombres y mujeres de vuelta al
punto Omega antes de que los soldados se vuelvan inteligentes y alguien
lance una bomba lo suficientemente grande como para destruir todo.
Nuestros números no se podrán sostener por mucho tiempo y esta es la
oportunidad perfecta para que consigan escapar.
Le digo a Adam y Kenji lo que estoy pensando.
—Pero, ¿cómo? —grita Kenji por encima del caos—. ¿Cómo podemos llegar
a él? ¡Si nos quedamos por ahí estamos muertos! Necesitamos algún tipo de
distracción.
—¿Qué? —grito hacia atrás.
—¡Una distracción! —grita—. Necesitamos algo para deshacernos de los
soldados lo suficiente para que uno de nosotros pueda llegar al Castillo y
darle la luz verde, no tenemos mucho tiempo.
Adam ya está tratando de agarrarme, ya está tratando de detenerme, ya
me pedía no hacer lo que cree que voy a hacer y le digo que está bien. Le
digo que no se preocupe. Le digo que busque a los demás y los lleve a un
lugar seguro y le prometo que voy a estar bien pero llega a mí, está rogando
con los ojos y estoy muy tentada a quedarme aquí, justo al lado de él, pero
no me puedo romper. Finalmente sé lo que tengo que hacer, estoy lista para
ayudar, por fin estoy segura, de que quizás esta vez podría ser capaz de
controlarlo y tengo que intentarlo.
Así que me tropiezo de nuevo.
Cierro los ojos.
Y me dejo ir.
Caigo de rodillas y presiono la palma de mi mano en el suelo y siento el
poder fluyendo a través de mí, siento que hiela mi sangre y se mezcla con la
ira, la pasión, el fuego dentro de mí y pienso cada vez que mis padres me
llamaron un monstruo, un error espantosamente horrible y pienso en todas
las noches que lloré hasta quedarme dormida y ver todas las caras que
querían matarme y entonces es como una presentación de diapositivas de
imágenes que se tambalean por mi mente, los hombres y las mujeres y los
niños, los manifestantes inocentes atropellados en la calle, veo armas y
bombas, incendios y devastación, tanto sufrimiento y a mí misma. Doblo mi
puño. Pongo de nuevo mi brazo y…
Yo
r o m p o
lo que queda de esta tierra.
CCaappííttuulloo 4400
o todavía estoy aquí.
Abro los ojos y estoy sorprendida momentáneamente, confusa,
casi esperando encontrarme a mí misma muerta o con daño
cerebral, o por lo menos muy destrozada en el suelo, pero esta
realidad se niega a desaparecer.
El mundo bajo mis pies está haciendo ruido, temblores y estruendos a la
vida, mi puño sigue presionado contra el suelo, y tengo miedo de dejarlo ir.
Me pongo de rodillas, mirando a ambos lados de la batalla y veo a los
soldados desacelerando, veo como sus ojos se mueven alrededor. Veo sus
pies deslizarse y no poder permanecer de pie, los gemidos, las grietas
inequívocas de que están crujiendo por el medio de la acera no puede ser
ignorado y las fauces de la vida están estirando sus articulaciones,
rechinan los dientes, bostezan y se despiertan para presenciar nuestra
desgracia.
La tierra mira a su alrededor, su boca abierta ante la injusticia, la violencia,
las estratagemas calculadas por el poder que no se detienen por nada ni
nadie y se sacia sólo por la sangre de los débiles, los gritos de quienes no lo
desean.
Es como si la tierra echara un vistazo a lo que hemos estado haciendo todo
Y
este tiempo y es aterrador lo decepcionada que parece.
Adán está en marcha.
Él se lanza por una muchedumbre que se muere por el aire y una explicación
del terremoto bajo sus pies y él aborda a Castillo, lo sujeta, le grita a los
hombres y las mujeres y esquiva una bala perdida, tira de Castillo a sus
pies y nuestra gente comienza a correr.
Los soldados sobre el lado de enfrente tropiezan el uno con el otro y el paso
ligero es un enredo de miembros, como ellos tratan de exceder el uno al otro
y me pregunto cuánto más tiempo tengo que agarrarme, cuánto tiempo más
esto debe seguir antes de que sea suficiente, cuando Kenji grita—: ¡Juliette!
Y me giro justo a tiempo para oírle decirme que huya.
Así que lo hago.
El viento tira las hojas de los arboles, todo desplazamiento en su lugar como
la inhalación de un gigante y todo se detiene, por un momento no puedo
recordar lo que se siente al vivir en un mundo que no está cayendo a
pedazos.
Kenji me tira por el brazo y corremos, somos los últimos de nuestro grupo en
irse y me pregunta si estoy bien y me pregunto cómo sigue llevando a
Warner, estoy pensando que Kenji debe ser mucho más fuerte de lo que
parece, que soy demasiado dura con él, a veces, no le doy suficiente crédito.
Estoy empezando a darme cuenta de que es una de mis personas favoritas
en este planeta y estoy muy feliz de que esté bien.
Estoy tan feliz de que sea mi amigo.
Me aferro a su mano y dejo que me lleve hacia un tanque abandonado en
nuestro lado de la división y de repente me doy cuenta de que no puedo ver
a Adam, que no sé dónde se ha ido y estoy desesperada, estoy gritando su
nombre hasta que siento sus brazos alrededor de mi cintura, sus palabras
en mi oído y aunque estamos a cubierto, oímos el sonido de disparos al final
en la distancia.
Trepamos dentro del tanque.
Cerramos las puertas.
Y desaparecemos.
Capítulo 41
a cabeza de Warner está en mi regazo.
Su rostro es suave, tranquilo y pacífico en una manera que nunca
he visto, casi me estiro para acariciar su cabello antes que recuerde
qué incómodo es esto.
Muerto en mi regazo.
Muerto en mi regazo.
Muerto en mi regazo.
Miro a mi derecha.
Las piernas de Warner están descansando en las rodillas de Adam, y él
luce igual de incómodo que yo.
—Agárrense fuerte, chicos —dice Kenji, aún conduciendo el tanque de vuelta
a Punto Omega—. Sé que esto es como un millón de diferentes maneras de
raro, pero no tuve exactamente tiempo suficiente para pensar en un mejor
plan.
Mira a nosotros 2, 3 pero nadie dice una palabra hasta…
—Estoy feliz de que estén bien chicos —dije como si esas 9 silabas hubieran
estado asentadas dentro de mí por un largo tiempo, como si hubieran sido
L
golpeadas hacia afuera, expulsadas de mi boca, solo entonces me doy
cuenta cuán preocupada estaba de que nosotros 3,no hubiéramos regresado
vivos—. Estoy muy, muy contenta que estén bien.
Profunda, solemne, estable respiración alrededor.
—¿Cómo te sientes? —me pregunta Adam—. Tu brazo… ¿Estás bien?
—Sí. —Flexiono mi muñeca y trato de no hacer una mueca de dolor—. Estoy
bien, estos guantes y esta cosa de metal realmente ayudaron, creo. —Muevo
los dedos, examino mis guantes—. Nada está roto.
—Eso fue bastante impresionante —dice Kenji—. Realmente nos salvaste
ahí.
Sacudo la cabeza.
—Kenji… sobre lo que pasó… en la casa… realmente lo siento, yo…
—Oye, que tal si no hablamos sobre eso ahora mismo.
—¿Qué está pasando? —pregunta Adam, alerta—. ¿Qué pasó?
—Nada —dice Kenji rápidamente.
Adam lo ignora, me mira
—¿Qué pasó? ¿Estás bien?
—Solo… yo… so… solo —batallo para hablar—. Lo que paso… con el papá
de Warn…
Kenji jura ruidosamente.
Mi boca se congelo a medio movimiento.
Mis mejillas arden cuando me doy cuenta de lo que dije. Cuando recuerdo lo
que Adam dijo justo antes de que corriéramos de esa casa. Él esta
repentinamente pálido, presionando sus labios juntos, mirando a un lado,
fuera de la diminuta ventana de este tanque.
—Escucha… —Kenji se aclara la garganta—. No tenemos que hablar de eso
¿está bien? De hecho, creo que prefiero no hablar sobre eso, porque esa
mierda es demasiado rara para mí …
—No sé cómo es siquiera posible —susurra Adam. Parpadea, mirando ahora
directo hacia adelante—. Continúo pensando que debo estar soñando —
dice—, que estaba alucinando toda esta cosa y luego… —Deja caer la
cabeza en sus manos, ríe ásperamente—. Esa es una cara que nunca
olvidaré.
—¿Nunca… nunca conociste al Comandante Supremo? —me atreví a
preguntar—. ¿O siquiera ver una foto de él…? ¿No es algo que ves en el
ejército?
Adam sacude la cabeza.
Kenji habla.
—Todo su acometido fue ser siempre como invisible. Tenía esta emoción de
tener este poder invisible.
—¿Miedo de lo desconocido?
—Algo así, sí. Escuché que él no quiso sus fotos en ni un lugar… no hizo
algún discurso público, tampoco… porque pensó que si la gente podía
ponerle una cara, lo haría vulnerable, humano. Siempre tuvo la emoción de
asustar la mierda fuera de cualquiera. Siendo el poder absoluto, la máxima
amenaza. ¿Cómo puedes pelear contra algo si ni siquiera lo puedes ver? ¿Ni
siquiera lo puedes encontrar?
—Ese es el porqué fue de gran importancia para él estar ahí —comprendo en
voz alta.
—Prácticamente.
—Pero tú pensaste que tu padre estaba muerto —le dije a Adam—. ¿Pensé
que dijiste que estaba muerto?
—Solo para que sepan chicos —se interpuso Kenji—. Sigo votando por la
opción no tenemos que hablar sobre esto. Saben, solo para que sepan,
dejando eso fuera de aquí.
—Pensé que lo estaba —dice Adam, aun sin mirarme—. Eso fue lo que ellos
me dijeron.
—¿Quién lo hizo? —pregunta Kenji, atrapándose él mismo, hace una
mueca—. Bueno, bueno, estoy curioso.
Adam se encoge de hombros.
—Todo empieza a encajar ahora. Todas las cosas que no entendí. Cuán
estropeada mi vida fue con James. Después de que mi mamá murió, mi
papá nunca estaba alrededor, al menos que quisiera emborracharse y
golpear la mierda fuera de alguien. Supongo que estaba viviendo una vida
completamente diferente en algún otro lugar, ese es el porqué acostumbraba
dejarnos a James y a mi solos todo el tiempo.
—Pero eso no tiene sentido —dice Kenji—. Digo, no las partes sobre tu papá
siendo un idiota, sino, como todo el alcance de esto. Porque si tú y Warner
son hermanos, y tú tienes dieciocho, y Warner tiene diecinueve, y Anderson
ha estado siempre casado con la mamá de Warner…
—Mis papas nunca estuvieron casados —dice Adam, sus ojos ampliándose
cuando dice la última palabra.
—¿Fuiste el hijo bastardo? —dice Kenji, asqueado—. Digo… ya sabes… sin
ofenderte… es solo que no quiero pensar sobre Anderson teniendo alguna
clase de apasionado amorío, eso es algo enfermo.
Adam luce como si estuviera sólidamente congelado.
—Santa mierda —murmura.
—Pero quiero decir, ¿por qué siguiera tener un amorío? —pregunta Kenji—.
Nunca entendí ese tipo de basura. Si no eres feliz, solo vete. No engañes. No
necesitas a un genio para figurarte esa mierda. Quiero decir —duda—, estoy
asumiendo que fue un amorío —dice Kenji, aún conduciendo, incapaz de ver
el aspecto de la cara de Adam—. A lo mejor, no fue un amorío. A lo mejor fue
otro tipo siendo un estúpido como… —se sorprende a sí mismo, se encoge—.
Mierda. Ves, esto es porque no hablo con la gente sobre sus problemas
personales…
—Lo fue —dice Adam, ahora apenas respirando—. No tenía idea de por qué
nunca se casó con ella, pero sé que amó a mi mamá. Nunca le importamos
un demonio —dice—. Solo ella. Fue siempre sobre ella. Las pocas veces al
mes que estaba siquiera en casa, se suponía que siempre estuviera en mi
cuarto, se suponía que estuviera muy callado. Tenía que tocar en mi propia
puerta y pedir permiso antes de salir, aun para usar el baño. Se enojaba
cuando mi mamá me dejaba salir. No quería verme a menos que tuviera que
hacerlo. Mi mamá tenía que pasarme la cena a hurtadillas solo para que no
se volviera loco sobre que ella me estaba alimentando demasiado y no
estaba guardando nada para ella —dice, sacude la cabeza—. Y fue aun
peor cuan James nació. —Adam parpadea como si se estuviera volviendo
ciego—. Luego cuando ella murió —dice, tomando un respiro profundo—,
cuando murió, todo lo que él hizo fue culparme por su muerte. Siempre me
dijo que fue mi culpa que enfermara y que fue mi culpa que muriera. Que la
necesité tanto que no comía lo suficiente, se volvió débil porque estaba tan
ocupada cuidándonos, dándonos comida, dándonos… todo. A mí y a James.
—Frunce sus cejas—. Le creí por tanto tiempo. Imaginé que ese era el porqué
se iba todo el tiempo. Pensé que era un tipo de castigo. Pensé que lo merecía.
Estoy demasiada aterrada para hablar.
—Luego él solo… quiero decir, nunca estaba alrededor cuando estaba
creciendo —dice Adam—. Y siempre fue un idiota. Pero después de que ella
murió él solo… perdió la cabeza. Solía venir solo para emborracharse hasta
la mierda. Solía forzarme a pararme enfrente de él, así podía tirarme las
botellas vacías. Y si vacilaba… si vacilaba…
Traga duro.
—Eso fue todo lo que siempre hizo —dice Adam, su voz baja—. Vendría, se
embriagaría, golpearía la mierda fuera de mí. Tenía catorce cuando dejó de
regresar. —Adam mira sus manos, con las palmas hacia arriba—. Mandó
dinero cada mes para que sobreviviéramos y luego… —Una pausa—. Dos
años más tarde, recibí una carta de nuestro nuevo gobierno diciéndome que
mi padre estaba muerto. Imaginé que probablemente se emborrachó otra vez
e hizo algo estúpido, fue golpeado por un carro, cayó en el océano, lo que
sea. No importó, estaba feliz de que estuviera muerto, pero tuve que dejar la
escuela. Me enlisté porque el dinero se había ido, tenía que hacerme cargo
de James y supe que no encontraría otro trabajo.
Adam sacude la cabeza.
—Nos dejó sin nada, ni un solo centavo, ni siquiera un pedazo de carne con
el cual vivir y ahora, estoy sentado aquí, en este tanque, huyendo de una
guerra global que mi propio padre ayudó a orquestar —ríe duro, una risa
vacía—, y la única otra despreciable persona en este planeta está yaciendo
inconsciente en mi regazo... —Adam está realmente riendo ahora, riendo
fuerte, sin poder creerlo, con su mano atrapada en su cabello, tirando de las
raíces, apretando el cráneo—. Es mi hermano, mi propia sangre.
—Mi padre tuvo una vida completamente separada de la cual nunca supe, y
en vez de estar muerto como debería, le da el control a quien casi me tortura
hasta la muerte. —Sus manos están temblando, las aprieta en puños y las
presiona en contra de su frente—. Tiene que morir.
No estoy respirando, ni siquiera un poco, nada, cuando dice:
—Mi padre —dice—. Lo tengo que matar.
CCaappííttuulloo 4422
oy a contarte un secreto.
No me arrepiento de lo que hice. No lo siento en absoluto.
De hecho, si tuviera la oportunidad de hacerlo de nuevo, sé que esta vez
haría lo correcto. Dispararía a Anderson directamente al corazón.
Y lo disfrutaría.
V
CCaappííttuulloo 4433
i siquiera sé por dónde empezar.
El dolor de Adam es como un puñado de paja descendiendo por mi
garganta. Él no tiene padres, sino un padre que le golpeaba,
abusaba de él, le abandonó solamente para arruinar el resto del
mundo y le dejó un nuevo hermano que es exactamente su opuesto
en todas las formas posibles.
Warner, cuyo primer nombre ya no es un misterio, Adam, cuyo apellido no
es Kent en realidad.
Kent es su segundo nombre, Adam me lo dijo. Dijo que no quería tener nada
que ver con su padre y nunca le dijo a la gente su apellido real. Él tiene eso,
al menos, en común con su hermano.
Eso, y el hecho de que ambos tienen algún tipo de inmunidad a mi toque.
Adam y Aaron Anderson.
Hermanos.
Estoy sentada en mi habitación, sentada en la oscuridad, luchando para
reconciliar a Adam con su nuevo hermano, quien no es más que un chico, un
N
niño que odia a su padre y, como resultado, un niño que hizo una serie de
decisiones muy desafortunadas en la vida. Dos hermanos. Dos conjuntos de
decisiones muy diferentes.
Dos vidas muy diferentes.
Castillo vino a mí esta mañana; ahora que todos los heridos han sido
establecidos en el ala médica y la locura ha desaparecido, vino a mí y dijo:
—Srta. Ferrars, fuiste muy valiente ayer. Quería extenderte mi gratitud y
agradecerte lo que hiciste, por mostrar tu apoyo. No sé si lo habríamos
conseguido sin ti.
Sonreí, con problemas para tragarme el cumplido y asumí que había
terminado, pero entonces dijo:
—De hecho, estoy tan impresionado que me gustaría ofrecerte tu primera
misión oficial en Punto Omega.
Mi primera misión oficial.
—¿Estás interesada? —preguntó.
Dije sí, sí, sí, por supuesto que estaba interesada, estaba definitivamente
interesada, estaba tan, tan, tan interesada en tener finalmente algo que
hacer, algo que llevar a cabo, y él sonrió y dijo:
—Me alegro de oír eso. Porque no puedo pensar en nadie más adecuado que
tú para esta posición.
Le sonreí.
El sol, la luna y las estrellas gritaron y dijeron:
—Apaga un poco esa sonrisa, por favor, porque estás haciendo que nos
resulte difícil ver
Y yo no escuché, simplemente seguí sonriendo. Y luego le pregunté a Castillo
por los detalles de misión oficial. La que era perfecta para mí.
Y él dijo:
—Me gustaría que fueras la encargada del mantenimiento y de interrogar a
nuestro nuevo visitante.
Y dejé de sonreír radiantemente.
—Por supuesto, supervisaré todo el proceso —continuó Castillo—, así que
siéntete libre de acudir a mí con preguntas e inquietudes. Pero tendremos
que tomar ventaja de su presencia aquí, y eso significa intentar conseguir
que hable. —Castillo guardó silencio un momento—. Él parece tener una
extraña clase de fijación contigo, Srta. Ferrars, y, perdóname, pero creo que
nos convendría explotarlo. No creo que podamos permitirnos el lujo de
ignorar las posibles ventajas de las que disponemos. Cualquier cosa que él
pueda contarnos acerca de los planes de su padre o del paradero de
nuestros rehenes, es de gran valor para nuestros esfuerzos. Y no tenemos
mucho tiempo —dijo—. Me temo que voy a necesitar que empieces
inmediatamente.
Pedí que el mundo se abriera. Dije: “mundo, por favor, ábrete, porque me
encantaría caer en un río de lava y morir, solo un poquito”, pero el mundo no
podía oírme porque Castillo aún estaba hablando y dijo:
—Tal vez tú puedas hacerle entrar en razón. Decirle que no estamos
interesados en hacerle daño. Convencerle de que nos ayude a recuperar a
nuestros rehenes restantes de regreso.
Yo dije:
—Oh —Luego con más seguridad, dije—: ¿Está en algún tipo de celda de
contención? ¿Detrás de barrotes o algo así?
Pero Castillo se rió, divertido por mi repentina e inesperada hilaridad, y dijo:
—No seas tonta, Srta. Ferrars. No tenemos nada de eso aquí. Nunca
pensamos que necesitaríamos mantener a nadie cautivo en Punto Omega.
Pero sí, él está en su propia habitación, y sí, la puerta está bloqueada.
—¿Así que quieres que entre en su habitación? —pregunté—. ¿Con él? ¿A
solas?
¡Calma! Por supuesto que estaba calmada. Estaba absoluta y
definitivamente lo opuesto a calmada.
Pero entonces la frente de Castillo se arrugó, preocupado.
—¿Es eso un problema? —me preguntó—. Pensé que ya que no puede
tocarte, en realidad no te sentirías tan amenazada por él como lo hacen los
otros. Él es consciente de tus habilidades, ¿verdad? Imagino que será lo
suficientemente sabio como para mantenerse apartado de ti por su propio
bien.
Y eso era lo divertido, porque allí estaba: una tina de hielo, todo sobre mi
cabeza, goteando y filtrándose por mis huesos, y en realidad no, no era
divertido en absoluto, porque yo tenía que decir:
—Sí. Cierto. Sí, por supuesto. Casi lo olvido. Por supuesto que él no sería
capaz de tocarme. Tienes razón, Sr. Castillo, señor, no sé en qué estaba
pensando.
Castillo estaba aliviado, tan aliviado, como si se hubiera dado un chapuzón
en una piscina de agua caliente cuando estaba seguro de que se congelaría.
Y ahora aquí estoy, sentada exactamente en la misma posición en la que
estaba hace dos horas y empezando a preguntarme cuánto tiempo más
puedo guardar este secreto.
CCaappííttuulloo 4444
sta es la puerta.
Esta, justo enfrente de mí, este es el lugar en el que está Warner.
No hay ventanas y no hay forma de ver el interior de su habitación
y estoy empezando a pensar que esta situación es el antónimo
exacto de excelente.
Sí.
Voy a entrar en su habitación, completamente desarmada, porque las armas
están enterradas en el fondo de la armería y porque soy letal, así que para
qué iba a necesitar un arma. Nadie en su sano juicio podría ponerme una
mano encima, nadie excepto Warner, por supuesto, cuyo intento medio loco
por intentar evitar que escapara por mi ventana dio como resultado este
descubrimiento, el hecho de que pueda tocarme sin salir herido.
Y no le he dicho una palabra de esto a nadie.
En realidad pensaba que quizás me lo había imaginado, sólo hasta que
Warner me besó y me dijo que me amaba y entonces fue cuando supe que
ya no podía fingir que esto no estaba sucediendo. Pero sólo habían pasado
cuatro semanas desde ese día, y no sabía cómo sacar el tema. Pensaba que
tal vez no tendría que hablar de ello. En realidad, estaba bastante
E
desesperada, no quería sacar el tema.
Y ahora, la idea de decírselo a alguien, de hacérselo saber a Adam, a todos,
que la persona que más odian en este mundo, sólo superado por su propio
padre, es la única otra persona que puede tocarme. Que Warner ya me ha
tocado, que sus manos han conocido la forma de mi cuerpo y sus labios han
degustado el sabor de mi boca, no importaba que fuera algo que en realidad
no quería, simplemente no podía hacerlo.
No ahora. No después de todo lo que había pasado.
Así que esta situación era enteramente culpa mía. Y tenía que tratar con
ella.
Me armo de valor para dar un paso adelante. Hay dos hombres a los que
nunca había visto antes haciendo guardia ante la puerta de Warner. No era
gran cosa, pero me concedía un mínimo de calma. Hago un gesto con la
cabeza a modo de saludo en dirección a los guardias y ellos me saludan con
tanto entusiasmo que de hecho me pregunto si me habrán confundido con
alguien más.
—Muchas gracias por venir —me dice uno de ellos, apartándose su largo y
enmarañado cabello rubio de los ojos—. Él ha estado completamente
enloquecido desde que se despertó, lanzando cosas e intentando destruir
las paredes, ha estado amenazando con matarnos a todos nosotros. Dice
que eres la única con la que quiere hablar y que sólo se calmaba porque le
dijimos que estabas de camino.
—Tuvimos que quitar todos los muebles —añade el otro guardia, sus ojos
marrones estrechándose con incredulidad—. Lo estaba rompiendo todo. Ni
siquiera ha comido lo que le dimos.
El antónimo de excelente.
El antónimo de excelente.
El antónimo de excelente.
Consigo esbozar una débil sonrisa y les digo que veré qué puedo hacer para
sedarlo. Ellos asienten con la cabeza, deseosos de creer que soy capaz de
hacer algo que yo sé que no puedo y desbloquean la puerta.
—Cuándo estés lista para marcharte, sólo tienes que llamar —me dicen—.
Llámanos y abriremos la puerta.
Estoy asintiendo con la cabeza para demostrar que estoy de acuerdo y, por
supuesto, intentando ignorar el hecho de que estoy más nerviosa ahora que
cuando me reuní con su padre. Estar a solas en una habitación con Warner,
estar a solas con él y no saber qué podría hacer él, o de lo que era capaz,
hace que esté tan confundida, porque ya ni siquiera sé quién era esa
persona.
Era 100 personas diferentes.
Era la persona que me obligó a torturar a un niño en contra de mi voluntad.
Era el niño tan aterrorizado, tan psicológicamente atormentado, que había
intentado matar a su propio padre mientras dormía. Era el chico que le
disparó a un soldado desertor en la frente; el chico que fue entrenado para
ser un asesino frío y sin corazón por un hombre en el que pensó que podía
confiar. Veo a Warner como un niño que busca desesperadamente la
aprobación de su padre. Lo veo como el líder de un sector, ansioso por
conquistarme, usarme. Le veo alimentando a un perro callejero. Le veo
torturando a Adam casi hasta la muerte. Y luego le escucho diciéndome que
me ama, le siento besándome con tanta pasión y desesperación que no sé,
no sé, no sé, en qué me estoy metiendo.
No sé quién demonios va a ser esta vez. Qué lado de sí mismo va a
mostrarme hoy.
Pero luego creo que esto puede ser diferente. Porque él está en mi territorio
ahora, y siempre puedo pedir ayuda si algo sale mal.
No va a hacerme daño.
Espero.
CCaappííttuulloo 4455
ntro.
La puerta se cierra de golpe detrás de mí, pero el Warner que me
encuentro dentro de esta habitación no es alguien que reconozca
en absoluto. Está sentado en el suelo, la espalda contra la pared,
con las piernas extendidas frente a él, los pies cruzados en los tobillos. Está
vestido sólo con calcetines, una simple camiseta blanca, y un par de
pantalones negros. Su saco, zapatos y su camisa de lujo están tirados en el
suelo. Su cuerpo es tonificado y musculoso y apenas contenido por su
camiseta; su pelo es un rubio desastre, despeinado por lo que es
probablemente es la primera vez en su vida. Pero no me está mirando.
Incluso no mira hacia arriba mientras tomo un paso más cerca. Él no se
inmuta.
He olvidado cómo respirar de nuevo.
Entonces
—¿Tienes alguna idea —dice, en voz muy baja—, ¿de cuántas veces he leído
esto? —Levanta la mano, pero no la cabeza y tiene un pequeño, rectángulo
que se desvanece entre dos dedos.
Y me pregunto cómo es posible que te den puñetazos en el estómago tantos
puños al mismo tiempo.
E
Mi cuaderno.
Él sostiene mi cuaderno.
Por supuesto que lo está.
No puedo creer que me había olvidado de ello. Fue la última persona en
tocar mi cuaderno, la última persona en verlo. Lo tomó de mí cuando
descubrió que lo había escondido en el bolsillo de mi vestido de regreso en la
base. Esto fue justo antes de que me escapara, justo antes de que Adam y
yo saltáramos la ventana y saliéramos corriendo. Justo antes de que me
diera cuenta que Warner me podía tocar.
Y ahora, sé que leyó mi más dolorosos pensamientos, mis confesiones más
angustiadas, las cosas que escribí mientras estaba en completo y total
aislamiento, segura de que me iba a morir en esa misma celda, de modo de
que nadie jamás leería las cosas que había escrito, conocer los susurros
desesperados de mi mente privada.
Me siento absolutamente e insoportable desnuda.
Petrificada.
Por lo tanto vulnerable.
Él voltea el cuaderno abierto al azar. Analiza la página hasta que se
detiene. Finalmente, mira hacia arriba, con los ojos más nítida, más
brillante, del más hermoso color verde de lo que alguna vez estuvieron y mi
corazón late tan rápido que no puedo incluso sentirlo más.
Y empieza a leer.
—No —suspiro, pero es demasiado tarde.
—“Me siento aquí todos los días, —dice—, "175 días me he sentado aquí
hasta ahora. Algunos días me levanto y estiro y siento estos huesos duros,
estas articulaciones que crujen, este espíritu pisoteado oculto dentro de mí
ser. Cuadro los hombros, parpadeo, cuento los segundos que se arrastran
hasta las paredes, los minutos en que corren escalofríos debajo de mi piel,
las respiraciones tengo que recordar tomar. A veces permito que mi boca se
abra, sólo un poco, toco con mi lengua las espaldas de mis dientes y la
costura de mis labios y me paseo por este pequeño espacio, recorro mis
dedos a lo largo de las grietas en la pared de hormigón y me pregunto, me
pregunto lo que sería hablar en voz alta y ser escuchada. Aguanto la
respiración, escuchando con atención por algo, cualquier sonido de la vida y
la maravilla de la belleza, la imposibilidad de posiblemente oír a otra
persona respirar a mi lado.” —Aprieta la parte posterior de su puño contras
su boca por un momento antes de continuar—. "Me detengo. Me quedo
quieta. Cierro los ojos y trató de recordar un mundo más allá de estas
paredes. Me pregunto cómo sería saber que no estoy soñando, que está
aislada existencia no está enjaulada dentro de mi propia mente.”
—"Y yo" —dice, recitando las palabras de la memoria ahora, con la cabeza
apoyada de nuevo contra la pared, con los ojos cerrados mientras los
presiona juntos susurra—, "me pregunto, pienso todo el tiempo. Lo que sería
suicidarme. Porque no lo sé, todavía no sé la diferencia, nunca estoy
completamente segura si estoy realmente viva. Así que me siento aquí. Me
siento aquí todos los días".
Estoy clavada en el suelo, congelada en mi propia piel, incapaz de moverme
hacia delante o hacia atrás por miedo a despertar y darme cuenta de que
esto está ocurriendo. Me siento como si pudiera morir de vergüenza, por esta
invasión de la privacidad, y quiero correr y correr y correr y correr y correr.
—"Corre, me dije a mí mismo." —Warner ha tomado mi cuaderno de nuevo.
—Por favor. —Estoy rogándole—. Por favor, PARA...
Mira hacia arriba, me mira como si pudiera realmente verme, ver dentro de
mí, como si quisiera que yo viera dentro de él, entonces baja la mirada, se
aclara la garganta, vuelve a empezar, lee mi diario.
—"Corre, me dije a mí misma. Correr hasta que tus pulmones colapsen,
hasta que los azotes del viento hagan tu ropa hecha jirones, hasta que te
desenfoques y te fundas con el fondo. Corre, Juliette, corre más rápido,
correr hasta que tus huesos se rompan y las espinillas se separaren y tus
músculos se atrofien y tu corazón se muera porque siempre era demasiado
grande para tu pecho y late muy rápido durante mucho tiempo y corre.
Corre, corre ,coree hasta que no puedas oír tus pies detrás de ti. Correr
hasta que se caigan tus puños y tus gritos se disuelvan en el aire. Corre con
los ojos abiertos y la boca cerrada y la presa del río corriendo detrás de tu
mirar. Corre, Juliette. Corre hasta que mueras. Asegúrate de que su corazón
se detenga antes de que llegues. Antes de que alguna vez te toquen. Corre,
me dije.”
Tengo que apretar los puños hasta que siento dolor, algo para empujar estos
recuerdos lejos. No quiero recordar. No quiero pensar en estas cosas nunca
más. No deseo pensar en qué otra cosa escribí en esas páginas, ¿qué más
sabe Warner sobre mí, lo que piensa sobre mí? Puedo sólo imaginar lo
patética y solitaria y desesperada que debo parecerle. No sé por qué me
importa.
—¿Sabes? —dice, cerrando la tapa de mi cuaderno sólo para poner su mano
en la parte superior de este. Protegiéndolo. Mirándolo—. No pude dormir
durante días después de leer esa entrada. Me quedé con ganas de saber
qué personas te estaban persiguiendo por la calle, que edad tenias cuando
corrías. Quería encontrarlos —dice, tan suavemente—, y quería romper sus
extremidades, una por una. Quería matarlos de manera que horrorizaría a
quien lo escuche.
Estoy temblando ahora, susurrando:
—Por favor, por favor regrésamelo.
Él toca con la punta de los dedos sus labios. Inclina la cabeza hacia atrás,
sólo un poco. Sonríe extrañamente, una sonrisa triste. Dice:
—Es necesario que sepas lo mucho que lo siento. Que yo —traga—, te
besara de esa forma. Confieso que no tenía idea de que me dispararías por
ello.
Y me doy cuenta de algo.
—Tu brazo —respiro, asombrada. No lleva cabestrillo. Lo mueve sin
dificultad. No hay hematomas o hinchazones o cicatrices visibles.
Su sonrisa es frágil.
—Sí —dice—. Fui sanado cuando me desperté para encontrarme en este
ambiente.
Sonia y Sara. Ellos lo ayudaron. Me pregunto ¿por qué alguien aquí le haría
tal bondad? Me obligo a dar un paso atrás.
—Por favor —le digo—. Mi cuaderno...
—Te lo prometo —dice—, nunca te hubiera besado si no creyera que me
querías.
Y estoy tan sorprendida que por un momento me olvide de mi cuaderno. Me
encuentre con su mirada pesada. Articule para estabilizar mi voz.
—Yo te dije que te odiaba.
—Sí —dice. Asiente con la cabeza—. Bueno. Te sorprenderás cómo muchas
personas me lo dicen.
—No creo que lo hagan.
Sus labios se contrajeron.
—Intentaste matarme.
—Eso te divierte.
—Oh, sí —dice, su sonrisa cada vez mayor—. Lo encuentro fascinante. —
Una pausa—. ¿Quieres saber por qué?
Lo miro.
—Por todo lo que me has dicho —explica—. Que no querías hacerle daño a
nadie. Que no querías asesinar a la gente.
—No lo quiero.
—¿Excepto por mí?
Me he quedado sin cartas. Recién sacaron mis palabras. Alguien me ha
robado todo mi vocabulario.
—Esa decisión fue muy fácil para que la tomaras —dice—. Tan simple.
Tenías una pistola. Querías huir. Apretaste el gatillo. Eso fue todo.
Tiene razón.
Me sigo diciendo a mí misma que no tengo ningún interés en matar a la
gente, pero de alguna manera me parece una manera de justificarlo, de
racionalizarlo cuando quiero.
Warner. Castillo. Anderson.
Quería matar a todos y cada uno de ellos.
Y lo habría hecho.
¿Qué me está pasando?
He cometido un gran error viniendo aquí. Al aceptar esta asignación. Porque
no puedo estar sola con Warner. No así. Estar sola con él está hiriendo mi
interior herido de una manera que no quiero entender.
—Tengo que irme.
—No te vayas —susurra, con los ojos en mi cuaderno de nuevo—. Por favor
—dice—. Siéntate conmigo. Quédate conmigo. Sólo quiero verte. Ni siquiera
tienes que decir nada .
He enloquecido, la parte confusa de mi cerebro realmente quiere sentarse a
su lado, en realidad quiere oír lo que tiene que decir antes que recuerde a
Adam y lo que pensaría si supiera que estaba aquí y pudiera ver que estaba
interesado en pasar mi tiempo con la misma persona que le disparó en la
pierna, le rompió las costillas y le colgó en una cinta transportadora en un
matadero abandonado, dejándolo desangrarse hasta la muerte minuto a
minuto.
Debo estar loca.
Sin embargo, no me muevo.
Warner se relaja en la pared.
—¿Te gustaría que te leyera?
Estoy sacudiendo mi cabeza una y otra y otra vez, susurrando:
—¿Por qué me haces esto?
Y parece que está a punto de responder antes de que cambie de opinión.
Aparta la mirada. Sube sus ojos al techo y sonríe, sólo una poco.
—Lo sabes —dice—, te lo dije, el primer día en que te conocí. Hubo algo en ti
que se sentía diferente a mí. Algo en sus ojos era tan verdadero. Real. Como
aún no has aprendido a ocultar tu corazón al mundo. —Él asiente ahora,
asintiendo para sí mismo sobre algo y no puedo imaginar lo que es.
—Encontrar a esto —dice, con voz suave mientras acaricia la tapa de mi
cuaderno—, era —sus cejas se juntaron—, era tan extraordinariamente
doloroso. —Por fin me mira y se ve como una persona completamente
diferente.
Al igual como si él estuviera tratando de resolver una ecuación
tremendamente difícil.
—Fue como conocer a un amigo por primera vez.
¿Por qué tiemblan mis manos?.
Toma una respiración profunda. Mira hacia abajo.
Susurra:
—Estoy tan cansado, me encanta. Estoy muy, muy cansado.
¿Por qué mi corazón deja de correr?
—¿Cuánto tiempo —dice después de un momento—, tengo antes de que me
maten?
—¿Matarte? —Me mira. Me sobresalto al hablar—. No vamos a matarte —le
digo—. No tenemos ninguna intención de lastimarte. Sólo queremos usarte
para recuperar a nuestros hombres. Te estamos sosteniendo como rehén.
Los ojos de Warner se anchan, sus hombros se endurecen.
—¿Qué?
—No tenemos ninguna razón para matarte —explico—. Sólo queremos
comerciar con tu vida.
Warner ríe una carcajada, con cuerpo. Sacude la cabeza. Me sonríe de esa
manera que sólo he visto una vez antes, mirándome como si fuera la cosa
más dulce que jamás haya decidido comer. Esos hoyuelos.
—Querida, dulce y hermosa —dice—. Tu equipo aquí ha sobrestimado
enormemente el afecto de mi padre por mí. Lamento tener que decirte esto,
pero mantenerme aquí no les dará la ventaja que esperaban. Dudo que mi
padre ni siquiera se haya dado cuenta de que me he ido. Así que me
gustaría pedirte que por favor, mátenme o déjenme ir. Pero te ruego que no
pierdan su tiempo confinándome aquí.
Estoy revisando mis bolsillos en busca de palabras de repuesto y
respuestas, pero estoy no encontrando nada, ni un adverbio, ni una
preposición o un colgante participio porque no existe una única respuesta a
una petición tan descabellada.
Warner sigue sonriéndome, sus hombros temblando en silenciosa diversión.
—Pero eso no es ni siquiera un argumento viable —le digo.
—A nadie le gusta ser rehén.
Toma una respiración fuerte. Se pasa una mano por su pelo. Se encoge de
hombros.
—Tus hombres están perdiendo el tiempo —dice—. Mi secuestro no va a
funcionar para su beneficio. Es verdad —dice—, puedo garantizarlo.
CCaappííttuulloo 4466
ora del almuerzo.
Kenji y yo estamos sentados a un lado de la mesa y Adam y
James del otro.
Hemos estados sentados aquí durante media hora, deliberando sobre mi
conversación con Warner. Convenientemente, no conté las partes en que
hablábamos sobre mi diario, aunque me estaba empezando a preguntar si
las debería haber mencionado. También empezaba a cuestionarme si debía
decir la verdad acerca de que Warner podía tocarme, pero cada vez que
miraba a Adam perdía las ganas de hacerlo. Ni siquiera sabía por qué
Warner podía tocarme, tal vez él era el destino que pensaba que era Adam.
Tal vez todo era alguna clase de broma cósmica a mis expensas.
Todavía no sé qué hacer.
Pero de alguna manera los detalles extra de la conversación con Warner
parecen muy personales, demasiado vergonzosos como para compartirlos.
No quiero que nadie sepa, por ejemplo, que me dijo que me amaba, que él
tenía mi diario o que lo había leído. Adam era la única persona que sabía
que existía y él fue lo suficientemente amable como para respetar mi
privacidad. Él fue el que salvó mi diario del asilo, el que lo trajo de vuelta a
mí. Pero dijo que no lo había leído, que sabía que debían ser pensamientos
demasiados privados y que no quería entrometerse.
H
Warner, por otro lado, ha saqueado mi mente.
Me siento mucha más temerosa a su alrededor, sólo el pensar en estar cerca
de él me ponía ansiosa, nerviosa, y me hacía sentir muy vulnerable. Odiaba
que supiese mis pensamientos, mis pensamientos secretos.
No debería ser él el que supiese todos mis secretos.
Debería ser él, la persona que estaba sentada frente a mí. La que tenía los
ojos azul oscuro, el pelo marrón oscuro y sus manos las que hubiesen tocado
mi corazón, mi cuerpo.
Y no parece que esté bien.
Adam está cabizbajo, sus cejas estiradas, sus manos cerradas y juntas
sobre la mesa. No ha comido ni ha dicho nada desde que hablé de mi
reunión con Warner. Kenji ha estado igual de callado. Todos han estado un
poco más solemnes desde nuestra reciente batalla; hemos perdido a
bastante gente del Punto Omega.
Respiré profundamente y lo intenté de nuevo.
—Así que, ¿qué es lo que piensan? —pregunté—. Sobre lo que dijo de
Anderson.
Tengo cuidado de no usar la palabra papá o padre, especialmente cerca de
James. No sé qué le pasó, o si Adam le dijo algo a James sobre el asunto y
no me concierne a mi meterme. Peor aún, Adam no ha dicho una palabra
desde que volvimos y ya habían pasado dos días.
—¿Crees que es cierto que a Anderson no le importa que hayamos
secuestrado a Warner?
James se retuerce en su asiento, sus ojos divagan mientras mastica la
comida, mirando a nuestro grupo como queriendo recordar todo lo que
decíamos.
Adam se frota la frente.
—Eso —dice finalmente—, podría tener algo de cierto.
Kenji frunce el ceño y se cruza de brazos inclinándose hacia adelante.
—Sí. Es un poco raro que no hayamos tenido noticias por su parte y ya
hayan pasado cuarenta y ocho horas.
—¿Qué es lo que piensa Castel? —pregunto.
Kenji se encoje de hombros.
—Está estresado. Ian y Emory estaban en muy mal estado cuando los
encontramos. No creo que estén conscientes aun; Sonya y Sara han estado
trabajando contra reloj para ayudar. Creo que le preocupa no poder traer de
vuelta a Winston y Brendan.
—Tal vez —dice Adam—, su silencio tiene que ver con el hecho que le
dispararas a Anderson en ambas piernas. Tal vez sólo se está recuperando.
Casi me ahogo con el agua que estaba intentando beber, miro a Kenji para
ver si va a corregir lo que Adam daba por sentado, pero ni siquiera se
encoge de hombros, así que no digo nada.
Kenji está asintiendo, dice:
—Cierto. Casi me olvido de eso. —Una pausa—. Tiene sentido.
—¿Le disparaste en la piernas? —pregunta James, con los ojos bien abiertos
en dirección a Kenji.
Kenji se aclara la garganta y tiene cuidado de no mirarme, me pregunto por
qué me está protegiendo de esto. Por qué cree que es mejor no decir la
verdad sobre lo que paso.
—Sip —dice y toma un bocado de comida.
Adam exhala. Se sube las mangas de la camiseta, estudiando la serie de
cicatrices concéntricas tatuadas en sus antebrazos, recuerdos militares de
una vida pasada.
—¿Pero por qué? —pregunta James a Kenji.
—¿Por qué qué, niño?
—¿Por qué no lo mataste? ¿Por qué sólo dispararle en las piernas? ¿No
dijiste que él era lo peor? ¿La razón por la cual tenemos todos los problemas
que tenemos ahora?
Kenji se queda callado durante un momento, está apretando su cuchara
contra el plato, jugando con su comida. Finalmente baja la cuchara y le hace
señas a James para que venga a nuestro lado de la mesa. Me muevo para
hacerle lugar.
—Ven aquí —le dice a James, apretándolo sobre el lado derecho de su
cuerpo. James rodea la cintura de Kenji y él deja caer su mano en la cabeza
de James, peinando su cabello.
No tenía ni idea de que estaban tan unidos.
Sigo olvidándome de que ellos tres son compañeros de cuarto.
—Así que, bueno. ¿Estás listo para una pequeña lección? —le dice a James.
Él asiente.
—Es así: Castel siempre nos enseña que no podemos simplemente cortar
cabezas, ¿cierto? —Duda, eligiendo sus palabras—. Como, si matamos al
líder enemigo, ¿entonces qué? ¿Qué pasaría?
—Paz mundial —dice James.
—Incorrecto. Sería un caos enorme. —Kenji sacude la cabeza, se frota la
punta de la nariz—. Y el caos es un infierno más difícil de pelear.
—¿Entonces como ganamos?
—Correcto —dice Kenji—. Esa es la clave. Sólo podemos hacernos con el
líder de la oposición cuando estemos listos para atacar, solo cuando haya
un nuevo líder para tomar el lugar del viejo. La gente necesita alguien en
quien confiar, ¿sabes? Y no estamos listos aún. —Se encoje de hombros—.
Esto se suponía que era una pelea contra Warner, tomarlo a él no hubiese
sido un problema. Pero tomar a Anderson hubiese sido llegar a la completa
anarquía, en todo el país. Y anarquía significa arriesgarse a que alguien
más, alguien incluso peor, probablemente, tome el control antes que
nosotros.
James dice algo en respuesta pero no lo escucho.
Adam me está mirando.
Me está mirando y no pretende disimularlo. No está mirándome y
recorriéndome con los ojos, no está diciendo nada. Su mirada va de mis ojos
hacia mi boca durante un momento muy largo. Finalmente se da la vuelta,
sólo un momento, para volver a clavar sus ojos en los míos. Más profundos,
más hambrientos.
El corazón me empieza a doler.
Miro el movimiento duro en su garganta. La caída de su pecho en cada
respiración, la línea tensa de su mandíbula y la manera en la que está
sentado, completamente inmóvil. No dice nada, nada.
Quiero tocarlo tan desesperadamente.
—Listillo. —Kenji se está riendo entre dientes mientras sacude la cabeza,
reaccionando a algo que había dicho James—. Sabes que no es a lo que me
refería. De todas maneras, —suspira— no estamos listos para pelear con
esa clase de locura todavía. Sacaremos a Anderson del juego cuando
estemos listos para ganar. Esa es la única manera de hacerlo bien.
Adam se para abruptamente, empuja su plato de comida, que sigue intacto
y se aclara la garganta. Mira a Kenji. —Así que esa es la razón por la cual
no lo mataste cuando lo tenías delante.
Kenji se rasca la parte de atrás de la cabeza, incómodo.
—Escucha, si hubiese tenido idea que…
—Olvídalo —lo interrumpe Adam—. Me hiciste un favor.
—¿A qué te refieres? —pregunta Kenji—. Eh, ¿a dónde vas?
Pero Adam ya está alejándose.
CCaappííttuulloo 4477
oy tras él.
Estoy siguiendo a Adam por un pasillo vacío cuando él sale del
comedor, aunque sé que no debo. Sé que no debería estar
hablando con él de esta manera, no se deben alentar los
sentimientos que tengo por él, pero estoy preocupada. No puedo evitarlo.
Está desapareciendo en sí mismo, encerrándose en un mundo en el que no
puedo penetrar y ni siquiera puedo culparlo por ello. Sólo puedo imaginar lo
que debe estar experimentando en estos momentos. Estas recientes
revelaciones serían suficientes para que una persona débil se vuelva
absolutamente loca. Y a pesar de que hemos logrado trabajar juntos
últimamente, siempre ha sido en este tipo de situaciones de alto estrés que
apenas ha habido algún momento para que nos detengamos en nuestros
asuntos personales.
Y necesito saber que está bien.
No puedo dejar de preocuparme por él.
V
—¿Adam?
Se detiene con el sonido de mi voz. Su columna vertebral se pone rígida con
sorpresa. Se da la vuelta y veo su cambio de expresión de la esperanza a la
confusión y a preocuparse en cuestión de segundos.
—¿Qué pasa? —me pregunta—. ¿Está todo bien?
De repente está delante de mí, su metro ochenta de altura y me ahogo en los
recuerdos y sentimientos que no he hecho ningún esfuerzo en olvidar. Estoy
tratando de recordar por qué quería hablar con él. Por qué nunca le dije que
no podíamos estar juntos. Por qué nunca mantuve una oportunidad de
hasta 5 segundos en sus brazos y él está diciendo mi nombre, diciendo:
—Juliette, ¿qué hay de malo? ¿Ha pasado algo?
Quiero desesperadamente decir que sí, sí, cosas terribles han sucedido y ya
estoy harta, estoy harta y cansada y realmente quiero derrumbarme en sus
brazos y olvidarme del resto del mundo. En su lugar me las arreglo para
buscar, gestionar y mirarlo a los ojos. Son una oscura sombra de un
inquietante azul.
—Estoy preocupada por ti.
Sus ojos se ponen inmediatamente diferentes, incómodos, cerrados.
—¿Estás preocupada por mí? —Sopla un suspiro duro. Se pasa la mano por
el pelo.
—Sólo quería asegurarme de que estabas bien.
Está moviendo la cabeza con incredulidad.
—¿Qué estás haciendo? ¿Me estás tomando el pelo?
—¿Qué?
Está golpeando el puño cerrado contra sus labios. Mirando hacia arriba.
Mirando como si no estuviera seguro de qué decir y luego habla con voz
tensa, dolida y confundida y dice:
—Tú rompiste conmigo. Te diste por vencida con nosotros, en todo nuestro
futuro juntos. Has llegado, básicamente, a arrancar mi corazón y ahora…
¿me estás preguntando si estoy bien? ¿Cómo diablos se supone que voy a
estar bien, Juliette? ¿Qué clase de pregunta es esa?
Estoy balanceándome en el lugar.
—No quise decir… —Trago con fuerza—. Yo… estaba h-hablando de tu-tu
padre, pensé que tal vez, oh Dios, estoy arrepentida, estás… soy tan
estúpida, no debería haber venido, debería…
—Juliette —dice y tan desesperadamente me captura de la cintura mientras
retrocede. Tiene los ojos fuertemente cerrados—. Por favor, dime lo que tengo
que hacer. ¿Cómo se supone que me tengo que sentir? Es una cosa de
mierda tras otra y estoy tratando de estar bien, Dios, lo estoy tratando, pero
es realmente difícil, maldito y extraño. —Su voz se atrapa—. Te extraño —
dice—. Te extraño tanto que me está matando.
Mis dedos se cierran en su camisa.
Mi corazón martillea en silencio.
Veo la dificultad que tiene al mirarme a los ojos cuando susurra:
—¿Todavía me amas?
Y estoy forzando a todos los músculos de mi cuerpo para mantenerme y no
extenderme a tocarlo. — Adam, por supuesto que todavía te amo.
—Sabes —dice, con la voz ronca por la emoción—, nunca he tenido algo
como esto antes. Apenas puedo recordar a mi madre y aparte de eso, sólo
éramos James, yo y el pedazo de mierda de mi padre. Y James siempre me
ha amado a su manera, pero contigo. —Él se tambalea. Mira hacia abajo—.
¿Cómo se supone que voy a volver? —me pregunta, en voz tan baja—.
¿Cómo voy a olvidar lo que era estar contigo? ¿Ser amado por ti?
Ni siquiera me doy cuenta de que estoy llorando hasta que es demasiado
tarde.
—Tú dices que me quieres —dice—. Y yo sé que te amo. —Mira hacia arriba,
se encuentra con mis ojos—. Entonces, ¿por qué diablos no podemos estar
juntos?
No sé qué responder más que:
—Lo siento, lo siento, no tienes idea de cuánto lo siento..
—¿Por qué no podemos simplemente intentarlo? —Está agarrando mis
hombros ahora, sus palabras urgentes, angustiadas, su cara demasiado
peligrosamente cerca—. Estoy dispuesto a tomar todo lo que puedo, te lo
juro, yo sólo quiero saber que te tengo en mi vida.
—No podemos —le digo—. No va a ser suficiente, Adam y lo sabes. Un día
tomaremos un riesgo estúpido o una oportunidad que no debemos. Un día
vamos a pensar que todo va a estar bien y no lo hará. No va a terminar bien.
—Pero míranos ahora —dice—. Podemos hacer este trabajo, puedo estar
cerca de ti sin besarte. Necesito simplemente pasar unos meses más en
formación.
—Tu entrenamiento no es suficiente —lo interrumpo, sabiendo que necesito
que escuche todo lo que le diga ahora. Sabiendo que tiene el derecho de
saber las mismas cosas que yo—. Porque cuanto más entreno, más aprendo
exactamente lo peligrosa que soy. Y no puedes estar cerca de mí. No es sólo
mi piel. Podría hacerte daño sólo por darte la mano.
—¿Qué? —Parpadea varias veces—. ¿De qué estás hablando?
Tomo una respiración profunda. Pulso la palma de mi mano plana contra la
pared del túnel antes de excavar los dedos y arrastrarlos directamente a
través de la piedra. Golpeo mi puño en la pared y agarro un puñado de
rocas, las trituro en mi mano, permitiendo que el cribado se deslice como
arena entre mis dedos hacia el suelo.
Adam me está mirando. Asombrado.
—Yo soy la que le disparó a tu padre —le digo—. No sé por qué Kenji me
está cubriendo. No sé por qué no te dijo la verdad. Pero estaba tan cegada
por esto, esto que todo lo consume la rabia, sólo quería matarlo. Y le estaba
torturando —le susurro—. Le disparé en las piernas porque me estaba
tomando mi tiempo. Porque quería disfrutar de ese último momento. En ese
último momento, estaba a punto de poner una bala en su corazón. Y estaba
tan cerca. Estaba tan cerca y Kenji… —le digo—, Kenji tuvo que apartarse.
Porque vio que me había vuelto loca. Estoy fuera de control. —Mi voz es una
escofina, una súplica rota—. No sé lo que me pasa o lo que me está pasando
y ni siquiera sé de lo que soy capaz todavía. No sé lo mucho peor que esto
va a seguir. Cada día aprendo algo nuevo acerca de mí misma y cada día
me aterra. He hecho cosas terribles a la gente —le susurro. Me trago un
nuevo sollozo en la garganta—. Y no estoy bien. No estoy bien, Adam. No
estoy bien y no estoy segura de que puedas estar cerca de mí.
Me está mirando, tan aturdido que se ha olvidado de cómo hablar.
—Ahora sabes que los rumores son ciertos —le susurro—. Yo soy la loca. Y
soy un monstruo.
—No. —Respira—. No…
—Sí.
—No —dice, desesperado—. Eso no es cierto, eres más fuerte que eso, sé
que lo eres, te conozco —dice—. Conozco tu corazón desde hace diez años y
he visto lo que has tenido que vivir, lo que tenías que pasar y no voy a
renunciar a ti ahora, no a causa de esto, no por algo como esto.
—¿Cómo puedes decir eso? ¿Cómo se puede seguir creyendo que, después
de todo, después de todo esto…?
—Tú… —me dice, con las manos agarrándome más fuerte ahora—, eres
una de las más valientes, las más fuertes que he conocido. Tienes el mejor
corazón, la mejor intención. —Se detiene. Toma una respiración temblorosa
y apretada—. Eres la mejor persona que he conocido. Has pasado por las
peores experiencias posibles y sobreviviste con tu humanidad intacta.
¿Cómo diablos…? —dice, ahora con la voz quebrada—, ¿…se supone que
voy a dejarte? ¿Cómo puedo alejarme de ti?
—Adam…
—No —dice sacudiendo la cabeza—. Me niego a creer que este es el final de
lo nuestro. No, si todavía me quieres. Porque vas a salir de esto y voy a
estar esperando cuando estés lista. Yo no voy a ninguna parte. No habrá
otra persona para mí. Eres la única que siempre he querido y eso… nunca
va a cambiar.
—Qué conmovedor.
Adam y yo nos congelamos. Nos damos la vuelta lentamente para
enfrentarnos a la desagradable voz.
Él está aquí.
Warner está de pie justo en frente de nosotros, con las manos atadas a la
espalda y los ojos ardiendo con brillante ira, dolor y disgusto. Castillo
aparece detrás de él para conducirlo en cualquier dirección y se ve dónde
está atascado Warner, inmóvil, mirando hacia nosotros, Adam es como un
bloque de mármol, sin moverse, sin hacer ningún esfuerzo para respirar,
hablar o mirar a otro lado. Estoy bastante segura de que me estoy
quemando, tan brillante que me he quemado a cenizas.
—Eres tan hermosa cuando te ruborizas —me dice Warner—. Pero me
hubiera gustado que no perdieras tus afectos en alguien que tiene que rogar
por tu amor. —Él ladea la cabeza hacia Adam—. Qué triste es para ti —
dice—. Esto debe ser terriblemente vergonzoso.
—Hijo de puta enfermo—le espeta Adam, su voz como el acero.
—Por lo menos todavía tengo mi dignidad.
Castillo niega con la cabeza, exasperado. Empuja a Warner adelante.
—Por favor, vuelvan al trabajo, todos ustedes —nos grita cuando él y
Warner hacen su camino más allá—. Están perdiendo un valioso tiempo.
— Puedes irte al infierno —le grita Adam a Warner.
—No porque me vaya al infierno —dice Warner—, quiere decir que alguna
vez la tengas.
Y Adam no responde.
Sólo mira, con los ojos fijos, en como Warner y Castillo desaparecen por la
esquina.
CCaappííttuulloo 4488
ames se nos une durante nuestra sesión de entrenamiento antes de
cenar.
Ha estado pasando mucho tiempo con nosotros desde que
regresamos, y todos parecen felices cuando esta cerca. Hay algo en
su presencia que es tan encantador, tan bienvenido. Es muy bueno
tenerlo de vuelta.
Le he mostrado lo fácil que puedo romper las cosas ahora.
Los ladrillos no son nada. Se siente como si aplastara un pedazo de pastel.
Los tubos metálicos se doblan en mis manos como pajitas de plástico. La
madera es un poco complicada porque si la rompo de manera equivocada
puedo coger una astilla, pero casi nada es ya difícil. Kenji ha estado
pensando en nuevas maneras de probar mis habilidades; últimamente ha
estado tratando de ver si puedo proyectar, si puedo centrar mi energía a
distancia.
No todas las habilidades están diseñadas para la proyección,
aparentemente. Lily, por ejemplo, tiene esa increíble memoria fotográfica,
pero nunca seria capaz de proyectar esa capacidad a nadie más.
La proyección es, de lejos, lo más difícil que he intentado hacer. Es
extremadamente complicado y requiere tanto esfuerzo físico y mental. Tengo
J
que tener completamente el control de mi mente, y tengo que
saber exactamente cómo mi cerebro se comunica con cualquier hueso
invisible de mi cuerpo que es el responsable de mi don. Lo que significa que
tienen que saber cómo localizar la fuente de mi capacidad y cómo enfocar en
un punto concentrado de poder que pueda aprovechar en cualquier lugar.
Me duele el cerebro.
—¿Puedo intentar romper algo, también? —pide James, y agarra uno de los
ladrillos de la pila y pesa en sus manos—. Tal vez soy súper fuerte como tú.
—¿Alguna vez te has sentido muy fuerte? —le pregunta Kenju—. ¿Cómo, ya
sabes, anormalmente fuerte?
—No —dice James—, pero nunca he tratado de romper nada, ya sea. —Le
parpadea a Kenji—. ¿Crees que tal vez podría ser como ustedes? ¿Qué tal
vez tenga algún tipo de poder, también?
Kenji lo estudia. Parece estar organizando algunas cosas en su
cabeza, dice:
—Es definitivamente posible. Tu hermano obviamente tiene algo en tu ADN,
lo que significa que podría, también.
—¿Enserio? — James está prácticamente saltando arriba y abajo.
Kenji se ríe.
—No tengo ni idea, sólo estoy diciendo que podría ser posi-no... —exclama—.
James...
—Oh —dice James haciendo una mueca, dejando caer el ladrillo en el suelo
y cerrando el puño contra el sangrado en la palma de su mano—. Creo que
me presione demasiado duro y se me escapó —dice, luchando para no
llorar.
—¿Tú crees? — Kenji sacude la cabeza, respirando rápido—. ¡Maldita sea!,
chico, no puedes ir por ahí abriéndote la mano. Me vas a da un maldito
ataque al corazón. Ven aquí —dice, más suave ahora—. Déjame echar un
vistazo.
—Está bien —dice James, con las mejillas enrojecidas, ocultando su mano
por detrás de la espalda—. No es nada. Ya se irá pronto.
—Este tipo de corte no se va desaparecer por sí solo —dice Kenji—. Ahora
déjame echar un vistazo .
—Espera —le interrumpo, atrapados por la intensa mirada del rostro de
James, la forma en que parece estar tan centrado en el puño cerrado que
esconde—. James... ¿qué quieres decir que va desaparecer? ¿Quieres decir
que va a curarse? ¿Por sí sola?
James me parpadea.
—Bueno, sí —dice—. Siempre se pone mejor muy rápido.
—¿Qué? ¿Qué es pone mejor muy rápido? —Kenji está mirando ahora
demasiado ya que se engancha en mi teoría y me lanza una mirada
de Santa mierda una y otra vez.
—Cuando me duele —dice James, nos mira como si hubiéramos perdido la
cabeza—. Al igual que si te cortas —le dice a Kenji— ¿no se cura?
—Depende del tamaño del corte —le dice Kenji—. ¿Pero para un corte como
el de la mano? —Sacude la cabeza—. Necesitaría limpiarlo, asegurarme de
que no se te infecte. Entonces, tendría envolverlo en una gasa y algún tipo
de pomada para evitar las cicatrices y luego —dice—, tomaría por lo menos
un par de días para ello a la sarna. Y hasta entonces tendría que empezar a
sanar.
James parpadea como si nunca hubiera oído hablar de algo tan absurdo en
su vida.
—Déjame ver tu mano —le dice Kenji.
James vacila.
—Está bien —le digo—. Enserio. Solo somos curiosos.
Despacio, muy despacio, James nos muestra su puño cerrado, incluso más
despacio, desenrosca sus dedos, viendo nuestras reacciones todo el tiempo.
Y exactamente donde estaba hace un momento una gran herida, ahora no
hay nada más que una perfecta piel rosada y un pequeño charco de sangre.
—Santa mierda de un cracker —resopla Kenji—. Lo siento—me dice,
saltando hacia adelante para agarrar el brazo de James, apenas capaz de
contener en sus sonrisas—. pero tengo que sacar a este tipo al ala médica.
¿Eso está bien? Podemos retomar de nuevo mañana..
—Pero no estoy lastimado —protesta James—. Estoy bien...
—Lo sé, chico, pero vas a querer venir conmigo.
—Pero, ¿por qué?
—¿Cuánto te gustaría? —dice, conduciendo a James por la puerta—. Para
comenzar a pasar algo de tiempo con dos chicas muy lindas...
Y se han ido.
Y me estoy riendo.
Me senté en medio de la sala de entrenamiento por mi cuenta cuando
escucho 2 voces familiares llamando a mi puerta.
Y sé quién va a ser.
—Srta. Ferrars.
Escaneo alrededor, no porque me sorprendiera escuchar la voz de Castillo,
sino porque me sorprendió la entonación. Sus ojos estrechados, sus labios
apretados, sus ojos agudos y parpadeando en esta luz. Esta muy, muy
enojado.
Mierda.
—Lo siento por el pasillo —le digo—. No lo hice...
—Podemos discutir de tus exhibiciones publicas y salvajemente
inapropiadas de afecto en otro momento, Srta. Ferrars, pero ahora mismo
tengo una pregunta muy importante que hacerte y te aconsejo que seas muy
honesta, tan agudamente honesta como es físicamente posible.
—¿Qué... —Casi no puedo respirar—. ¿Qué es?
Castillo entorna sus ojos en mí.
—Acabo de tener una conversación con Warner, que dice que es capaz
de tocarte sin consecuencias, y que esta información es algo que tú sabes
muy bien.
Y creo que, guau. Lo hice. De hecho me las arreglé para morir de un derrame
cerebral a la edad de 17 años.
—Necesito saber —se apresura Castillo se apresura—. Si esta información
es o no verdadera y necesito saberlo ahora mismo.
Hay pegamento en toda mi lengua, pegado a mis dientes, mis labios, el
techo de mi boca, y no puedo hablar, no me puedo mover, estoy bastante
segura de que acabo de tener una convulsión o una aneurisma o un fallo
cardíaco o algo igual de horrible, pero no puedo explicar todo esto a Castillo
porque no puedo mover la mandíbula ni un centímetro.
—Señorita Ferrars. No creo que entiendas la importancia de esta pregunta
es. Lo que necesito es una respuesta de ti, y lo necesito hace treinta
segundos.
—Yo… Yo...
—Hoy, necesito una respuesta hoy, ahora mismo, en este mismo momento.
—Sí —me ahogo, sonrojándome a través de mi cráneo, horriblemente
avergonzada, avergonzada, horrorizada por todas las formas posibles y lo
único que puedo pensar es Adam Adam Adam Adam ¿cómo responder a
esta información ahora? ¿Por qué tiene que ocurrir ahora? ¿Por qué Warner
lo dijo todo? Y lo quiero matar por compartir el secreto que era mío, mío para
ocultar, mío para acumular.
Castillo se ve como si fuera un globo que se enamoró de un alfiler que se
acercó demasiado y lo arruinó para siempre.
—Así que es verdad, ¿entonces?
Dejo caer mis ojos.
—Sí, es verdad.
Cae al suelo, justo enfrente de mí, asombrado.
—¿Cómo es siquiera es posible, qué te parece?
Porque Warner es hermano de Adam, y no lo digo.
Y no se lo digo porque es el secreto de Adam y no voy a hablar de ello hasta
que él lo haga, aunque quiero desesperadamente decirle a Castillo que la
conexión debe estar en su sangre, que ambos deben compartir el mismo tipo
de don o Energía, o la oh oh oh
Oh, Dios.
Oh no.
Warner es uno de nosotros.
CCaappííttuulloo 4499
sto cambia todo.
Castillo ni siquiera me está mirando.
—Esto, quiero decir, esto significa muchas cosas —dice—. Tendremos que
decirle todo y tendremos que probarlo para estar seguros, pero estoy
bastante seguro de que es la única explicación. Y él sería bienvenido a
refugiarse aquí si lo quisiera, tendría que darle una habitación normal, que
le permitiera vivir entre nosotros como un igual. No puedo mantenerlo aquí
como un prisionero, por lo menos…
—¿Qué? Pero Castillo, ¿por qué? ¡Él es quien casi mata a Adam! ¡Y a Kenji!
—Tienen que entender que estas noticias podrían cambiar su perspectiva
completa de la vida. —Castillo está sacudiendo la cabeza, una mano casi
cubriendo su boca, sus ojos muy abiertos—. Él puede no tomárselo muy
bien, podría estar emocionado, podría perder completamente la cabeza,
podría despertar un hombre nuevo en la mañana. Podrías sorprenderte lo
que esta clase de revelaciones hacen a la gente.
»Punto Omega siempre será un lugar de refugio para nuestros niños —
continúa—. Es un juramento que me hice a mí mismo hace muchos años. No
—E
puedo negar alimentos y refugio si, por ejemplo, su padre fuera a echarlo
fuera del todo”
Esto no puede estar pasando.
—Pero no lo entiendo —dijo Castillo de repente, mirando arriba hacia mí—.
¿Por qué no dijiste nada? ¿Por qué no reportaste esta información? Esto es
importante que lo sepamos y no te condena en ninguna forma…
—No quería que Adam supiera —admití en voz alta por primera vez. Mi voz 6
trozos rotos de vergüenza hilvanadas—. Yo solo… —Muevo mi cabeza—. No
quería que él supiera.
Castillo en realidad parecía triste por mí. Dice:
—Desearía poder ayudarte a mantener tu secreto, Srta. Ferrars, pero incluso
si quisiera, no estoy seguro de que Warner lo hará.
Me concentro en las rejillas colocadas en el suelo.
Mi voz suena muy pequeña cuando le pregunto:
—¿Por qué siquiera te lo dijo? ¿Cómo fue que incluso salió en la
conversación?
Castillo se frota la barbilla, pensativo.
—Me dijo por su propia voluntad. Yo me ofrecí a llevarlo en sus rondas
diarias, llevándolo para ir al baño, etcétera, porque quería hacer un
seguimiento y hacerle preguntas acerca de su padre y ver lo que sabía sobre
el estado de los rehenes. Parecía perfectamente bien. De hecho, se veía
mucho mejor de lo que estaba la primera vez que se presentó. Fue obediente,
casi amable. Pero su actitud cambió dramáticamente después nos topamos
contigo y Adam en el pasillo... —Su voz se apaga, sus ojos se ajustan hacia
arriba, su mente trabajando rápidamente para encajar todas las piezas
juntas y está boquiabierto ante mí, mirándome de una manera que es
totalmente ajena a Castillo, de una manera que dice que está total y
absolutamente desconcertado.
No estoy seguro de si debo estar ofendida.
—Está enamorado de ti —susurra Castillo, dándose cuenta de la
comprensión innovadora en su voz. Se ríe, una vez, fuerte, rápido. Sacude la
cabeza—. Te mantuvo cautiva y logró enamorarse de ti en el proceso. —
Estoy mirando las alfombras como si fueran las cosas más fascinantes que
he visto en mi vida—. Oh, señorita Ferrars —me dice Castillo.—, no envidio
su situación. Ahora puedo ver por qué esta situación debe ser incómoda
para ti.
Quiero decirle: No tienes ni idea, Castillo. No tienes ni idea porque ni
siquiera sabes toda la historia. No sabes que son hermanos, hermanos que
se odian entre sí, hermanos, que solo parecen estar de acuerdo en una cosa,
y que una cosa es matar a su propio padre.
Pero no digo nada de eso. No digo nada, de hecho.
Me siento en estas alfombras con mi cabeza en mis manos y estoy tratando
de averiguar qué más podría salir mal. Me pregunto cuántos errores más
voy a tener que hacer antes que las cosas finalmente caigan en su lugar.
Si es que alguna vez lo harán.
CCaappííttuulloo 5500
stoy tan humillada.
He estado pensándolo toda la noche y llegué a una conclusión
esta mañana. Warner debió decírselo a Castillo a propósito.
Porque está jugando conmigo, porque él no ha cambiado, porque
todavía está tratando de conseguir que haga su voluntad. Todavía está
tratando de hacerme su proyecto personal y está tratando de herirme.
No lo permitiré.
No permitiré que Warner me mienta y manipule mis emociones para
conseguir lo que quiere. No puedo creer que sentí lástima por él, que sentí
debilidad y compasión hacia él cuando lo vi con su padre, que le creí cuando
me dijo lo que pensaba sobre mi diario. Soy una tonta crédula.
Fui una idiota por pensar que alguna vez podría ser capaz de tener
emociones humanas.
Le dije a Castillo que tal vez debería poner a otra persona en esta
asignación ahora que sabe que Warner me puede tocar, le dije que podría
ser peligroso ahora. Pero él se rió, se rió, se rió y dijo:
—Oh, Srta. Ferrars, estoy muy, muy seguro de que será capaz de
defenderse a sí misma. De hecho, está probablemente mucho mejor
E
preparada para enfrentarse a él que cualquiera de nosotros. Además —
añadió—, esta es una situación ideal. Si realmente está enamorado de
usted, debería ser capaz de utilizar esa ventaja por nosotros de alguna
manera. Necesitamos su ayuda —me dijo, serio nuevamente—.
Necesitamos toda la ayuda que podamos encontrar, y ahora usted es la
única persona que podría ser capaz de obtener las respuestas que
necesitamos. Por favor —dijo—, trate de averiguar todo lo que pueda.
Cualquier cosa. La vida de Winston y Brendan están en riesgo.
Y tiene razón.
Así que estoy empujando mis preocupaciones a un lado porque Winston y
Brendan están ahí fuera, en alguna parte, heridos y tenemos que
encontrarlos. Y voy a hacer todo lo que pueda para ayudar.
Lo que significa que tengo que hablar con Warner otra vez.
Tengo que tratarlo como el preso que es. No más conversaciones paralelas.
No caer en sus esfuerzos para confundirme. No, me repito una y otra y otra
y otra vez. Voy a ser mejor. Más inteligente.
Y quiero mi libreta de regreso.
Los guardias están desbloqueando su habitación para mí y entro, cerrando
la puerta detrás de mí y estoy dispuesta a dar el discurso que ya he
preparado cuando me detengo en su lugar.
No sé lo que esperaba.
Tal vez pensaba atraparlo tratando de hacer un agujero en la pared o tal
vez tramando la muerte de cada persona en Omega Point o no lo sé, no lo
sé, no sé nada porque sólo sé cómo luchar contra un organismo enojado,
una criatura insolente, un monstruo arrogante, y no sé qué hacer con esto.
Está durmiendo.
Alguien puso un colchón aquí, un simple rectángulo de calidad media,
delgado y desgastado, pero mejor que el suelo, por lo menos, y él está sobre
la parte superior en nada más que un par de calzoncillos bóxer negros.
Su ropa está en el suelo.
Sus pantalones, camisas y calcetines ligeramente húmedos, arrugados,
obviamente, lavados a mano y esperando secarse, y su abrigo está doblado
cuidadosamente sobre sus botas y sus guantes están descansando uno al
lado del otro en la parte superior del abrigo.
No se ha movido un ápice desde que entré en la habitación.
Está descansando sobre su costado, de espaldas a la pared, su brazo
izquierdo escondido debajo de su cara, el brazo derecho contra su torso,
todo su cuerpo desnudo es perfectamente fuerte, suave y con olor
ligeramente a jabón. No sé por qué no puedo dejar de mirarlo. No sé qué
pasa en los sueños que hace que nuestros rostros parezcan tan suaves e
inocentes, tan tranquilos y vulnerables, sin embargo estoy tratando de mirar
hacia otro lado y no puedo. Estoy perdiendo el enfoque de mi propósito,
olvidando toda la valentía que me dije que tenía antes de entrar aquí.
Porque hay algo en él, siempre ha habido algo en él que me ha intrigado y
no lo entiendo. Me gustaría poder ignorarlo, pero no puedo.
¿Por qué lo miro y me pregunto si tal vez sea sólo yo? ¿Tal vez soy ingenua?
Pero veo capas, tonos de oro y verde y a una persona que nunca se le ha
dado la oportunidad de ser humano y me pregunto si yo soy tan cruel como
mis propios opresores si decido que la sociedad tiene razón, que algunas
personas están tan perdidas que no se puede dar marcha atrás, que hay
personas en este mundo que no merecen una segunda oportunidad y no
puedo, no puedo, no puedo…
No puedo evitar no estar de acuerdo.
No puedo dejar de pensar que 19 es demasiado joven para renunciar a
alguien, que 19 años es sólo el principio, que es demasiado pronto para
decirle a alguien que nunca llegará a ser algo, sino el mal en este mundo.
No puedo dejar de preguntarme cómo hubiera sido mi vida como alguien a
quien no le dieran oportunidades.
Así que retrocedo. Tengo que irme.
Tengo que dejarlo dormir.
Pero me quedo.
Tengo un vistazo de mi libreta tirada en el colchón junto a su mano
extendida, con sus dedos dirigiéndose a ella como si no quisiera dejarla ir.
Es la oportunidad perfecta para tomarla de regreso si puedo ser lo
suficientemente sigilosa.
Camino de puntillas, eternamente agradecida de que las botas que estoy
utilizando estén diseñadas para que no hagan ruido. Pero cuanto más me
acerco hacia su cuerpo, mi atención es atrapada por algo en su espalda.
Una pequeña mancha rectangular de color negro.
Me arrastro cerca.
Parpadeo.
Entrecierro los ojos.
Me inclino.
Un tatuaje.
No es de una imagen. Sólo una palabra. Una palabra, escrita exactamente
en el centro de la espalda superior. En tinta:
INCENDIAR
Y su piel está marcada con cicatrices.
La sangre se me sube a la cabeza tan rápido que estoy empezando a sentir
que me desmayo. Me siento mareada. Como si pudiera realmente, realmente
devolver el contenido de mi estómago ahora. Quiero enfadarme, quiero
sacudir a alguien, quiero saber cómo entender las emociones que me
asfixian porque no puedo ni imaginar, ni imaginar, ni imaginar lo que debió
haber sufrido para tener tan dañada su piel.
Toda su espalda es un mapa de dolor.
Gruesas, finas, desiguales y terribles. Cicatrices como carreteras que
conducen a ninguna parte. Son cortes y tajos irregulares que no puedo
entender, marcas de tortura que nunca podría haber esperado. Son las
únicas imperfecciones en todo su cuerpo, imperfecciones escondidas y que
ocultan sus propios secretos.
Y me doy cuenta, y no por primera vez, que no tengo ni idea de quién es
realmente Warner.
—¿Juliette?
Me congelo.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Sus ojos están muy abiertos, alerta.
—H-He venido a hablar contigo…
—Jesús —jadea, saltando lejos de mí—. Me siento muy halagado, amor,
pero podrías haberme, al menos, dado la oportunidad de ponerme unos
pantalones.
Él se recarga contra la pared, pero no hace ningún esfuerzo para tomar su
abrigo. Sus ojos siguen lanzándose de mí a sus pantalones en el suelo como
si no supiera qué hacer. Parece decidido a no darme la espalda.
—¿Te importaría? —dice, señalando la ropa al lado de mis pies y simulando
un aire de indiferencia que hace poco para ocultar el temor en sus ojos—. Me
estoy congelando aquí.
Pero estoy mirándole, mirándole detenidamente, impresionada por lo
increíblemente perfecto que se ve desde el frente. Fuerte y delgado,
tonificado y musculoso sin ser voluminoso. Lejos de ser pálido, su piel teñida
con suficiente luz solar para verse, sin esfuerzo, saludable. El cuerpo de un
niño perfecto.
Qué mentira pueden ser las apariencias.
Qué terrible, terrible mentira.
Su mirada se fija en la mía, sus ojos verdes con llamas que no se apagan y
su pecho sube y baja muy rápido, muy rápido, muy rápido.
—¿Qué te pasó a tu espalda? —Me oigo susurrar.
Veo que el color se drena de su rostro. Él mira hacia otro lado, se pasa la
mano por su boca, barbilla y la parte posterior de su cuello.
—¿Quién te hirió? —pregunto en voz muy baja. Estoy empezando a
reconocer la extraña sensación que me da justo antes de que haga algo
terrible. Como ahora mismo. En este momento me siento como si pudiera
matar a alguien por esto.
—Juliette, por favor, mi ropa.
—¿Fue tu padre? —pregunto, mi voz un poco más aguda—. ¿Te hizo eso…?
—No importa —me interrumpe Warner, frustrado ahora.
—¡Por supuesto que importa!
Él no dice nada.
—Ese tatuaje —le digo—, esa palabra.
—¿Sí? —dice, sin embargo, en voz baja. Se aclara la garganta.
—No… —Parpadeo—. ¿Qué quiere decir?
Warner niega con la cabeza, pasándose la mano por su cabello.
—¿Es de un libro?
—¿Por qué te importa? —pregunta, pareciendo distanciado de nuevo—. ¿Por
qué de repente tanto interés en mi vida?
No lo sé, quiero decirle. Quiero decirle que no lo sé, pero no es verdad.
Porque lo siento. Siento los chasquidos, los giros y el crujido de un millón de
llaves desbloqueando un millón de puertas en mi mente. Es como si
finalmente me dejara ver a mí misma lo que pienso, lo que siento, como si
estuviera descubriendo mis propios secretos por primera vez. Y entonces
busco sus ojos, busco en su rostro algo que ni siquiera puedo nombrar. Y me
doy cuenta de que no quiero ser ya su enemiga.
—Se acabó —le digo—. No estoy en la base contigo en esta ocasión. No voy
a ser tu arma y nunca seré capaz de cambiar de opinión al respecto. Creo
que ahora lo sabes. —Estudio el suelo—. ¿Por qué estamos todavía
luchando entre nosotros? ¿Por qué sigues tratando de manipularme? ¿Por
qué sigues tratando de hacerme caer en tus trucos?
—No tengo ni idea —dice, mirándome como si no estuviera seguro de que
hablara en serio—, ni idea de lo que estás hablando.
—¿Por qué le dijiste a Castillo que me puedes tocar? Ese no era tu secreto
para compartir.
—De acuerdo. —Él exhala una respiración profunda—. Por supuesto. —
Parece volver a sí mismo—. Escucha, amor, ¿podrías por lo menos pasarme
mi abrigo si vas a estar aquí y hacer todas estas preguntas?
Le lanzo su abrigo. Él lo atrapa. Se desliza hacia abajo en el suelo. Y en vez
de ponérselo, se cubre el regazo. Por último, dice:
—Sí, se lo dije a Castillo que podía tocarte. Tenía derecho a saberlo.
—No era de su incumbencia.
—Por supuesto que es de su incumbencia —dice Warner—. Todo el mundo
que él ha creado aquí se nutre de exactamente ese tipo de información. Y tú
estás aquí, viviendo entre ellos. Él lo sabe.
—Él no lo necesitaba saber.
—¿Por qué es tan importante? —pregunta, estudiando mis ojos con
demasiada atención—. ¿Por qué te molesta tanto que alguien sepa que
puedo tocarte? ¿Por qué tiene que ser un secreto?
Me cuesta encontrar las palabras que no vendrán.
—¿Estás preocupada por Kent? ¿Crees que tendría un problema al saber
que yo puedo tocarte?
—No quería que lo supiera de esta forma…
—Pero, ¿por qué es importante? —Insiste—. Parece que te estás
preocupando mucho por algo que no hace ninguna diferencia en tu vida
personal. Ninguna —dice— diferencia en tu vida personal. No, si todavía
clamas no sentir algo más que odio hacia mí. Porque eso es lo que dijiste,
¿no? ¿Me odias?
Me siento en el suelo al otro lado de Warner. Tiro de mis rodillas hasta mi
pecho. Me concentro en la piedra bajo mis pies.
—No te odio.
Warner parece dejar de respirar.
—Creo que te entiendo a veces —le digo—. En serio. Pero justo cuando creo
que finalmente te entiendo, me sorprendes. Y nunca se sabe muy bien quién
eres, o qué vas a hacer. —Miro hacia arriba—. Pero sé que no te odio más.
Lo he intentado —le digo—, lo he intentado mucho. Porque has hecho tantas
cosas terribles. A personas inocentes. A mí. Pero sé mucho de ti. He visto
demasiado. Eres demasiado humano.
Su cabello es como el oro. Sus ojos tan verdes. Su voz me tortura cuando
habla.
—¿Estás diciendo —dice—, que quieres ser mi amiga?
—N-No lo sé. —Estoy tan petrificada, tan, tan petrificada con esta
posibilidad—. No lo he pensado. Sólo no lo sé —dudo, inhalo—. Sé que ya no
te odio. A pesar de que quiero. Realmente quiero, y sé que debería, pero no
puedo.
Él mira hacia otro lado.
Y sonríe.
Es el tipo de sonrisa que me hace olvidar cómo hacer todo, pero parpadeo y
parpadeo y no entiendo lo que me está pasando. No sé por qué no puedo
convencer a mis ojos de encontrar algo más en que centrarse.
No sé por qué mi corazón está perdiendo su mente.
Él toca mi libreta como si ni siquiera fuera consciente de que lo está
haciendo. Sus dedos corren a lo largo de la cubierta una vez, dos veces,
antes de que se dé cuenta de dónde se han dirigido mis ojos, y se detiene.
—¿Tú escribiste estas palabras? —Toca la portátil—. ¿Todas y cada una?
Asiento con la cabeza.
Él dice:
—Juliette.
Contengo la respiración.
Continúa:
—Debería gustarme mucho. Ser tu amigo —dice—. Me encantó.
Y no sé muy bien lo que pasa en mi cerebro.
Tal vez sea porque él está roto y yo soy tan tonta como para pensar que
puedo ayudarlo. Tal vez sea porque me veo, me veo a los 3, 4, 5, 6, 17 años
como una Juliette abandonada, descuidada, maltratada, abusada por algo
fuera de su control y creo que veo a Warner como alguien como yo, alguien
quien nunca se le dio una oportunidad en la vida. Pienso en todos
odiándole, y odiarle es un hecho universalmente aceptado.
Warner es horrible.
Sin discusiones, sin reservas, sin hacer preguntas. Ya se ha decidido que él
es un ser humano despreciable que se nutre de la muerte, el poder y el
torturamiento.
Pero yo quiero saber, necesito saber, tengo que saber.
Si realmente es así de simple.
¿Porque qué pasaría si algún día tengo un desliz? ¿Qué pasaría si algún día
me quedo en el olvido y nadie está dispuesto a traerme de vuelta? ¿Qué
pasaría conmigo, entonces?
Así que me encuentro con sus ojos. Tomo una respiración profunda.
Y corro.
Corro a la puerta.
CCaappííttuulloo 5511
ólo un momento
Sólo un segundo, sólo un minuto más, sólo dame otra hora o
quizás un fin de semana para reflexionar no es tanto, no es tan
difícil todo lo que alguna vez pedimos, es una simple petición.
Pero los momentos los segundos los minutos las horas los días y años se
convierten en un gran error, una gran oportunidad que se escurrió por
nuestros dedos porque no podíamos decidir, no podíamos entender,
necesitábamos más tiempo, no sabíamos qué hacer.
Ni siquiera sabemos qué hemos hecho. No tenemos ni idea siquiera de cómo
llegamos aquí cuando todo lo que queríamos era despertar por la mañana e
ir a dormir por la noche y quizás parar por un helado de camino a casa, y
esa decisión, esa accidental oportunidad que desenmarañe todo lo que
alguna vez hemos conocido y en lo que hemos creído y, ¿qué hacemos? ¿Qué
hacemos desde aquí?
S
CCaappííttuulloo 5522
as cosas se están poniendo peor.
La tensión entre los habitantes de Punto Omega se está poniendo
más tirante con cada hora que pasa. Hemos tratado de hacer
contacto con los hombres de Anderson en vano, no hemos oído
nada de su equipo o sus soldados y no tenemos alguna
actualización de nuestros rehenes. Pero los habitantes del Sector 45- el
sector del que Warner solía estar a cargo, el sector que solía supervisar,
están comenzando a ponerse más y más agitados. Los rumores acerca de
nosotros y nuestra resistencia se están difundiendo rápidamente.
El Restablecimiento trató de encubrir las noticias de nuestra reciente batalla
llamándola un ataque estándar a un grupo de miembros rebeldes, pero la
gente se está volviendo más inteligente. Protestas se están desencadenando
entre ellos y algunos se están rehusando a trabajar, levantándose contra la
autoridad, tratando de escapar de los compuestos, corriendo de vuelta a
territorio no regulado.
Nunca termina bien.
Las pérdidas han sido demasiadas y Castillo está ansioso por hacer algo.
Tenemos el presentimiento de que estaremos dirigiéndonos hacia afuera otra
vez, pronto. No hemos recibido ningún reporte de que Anderson está muerto,
lo cual significa que probablemente está marcando su tiempo- o quizá Adam
tiene razón, y solo se está recuperando. Pero independientemente la razón,
el silencio de Anderson no puede ser bueno.
L
―¿Qué estás haciendo aquí? ―me dice Castillo.
Solamente había cogido mi cena, me acababa de sentar en la mesa habitual
con Adam, Kenji y James. Parpadeé a Castillo, confundida.
Kenji dice:
―¿Qué está pasando?
Adam dice:
―¿Está todo bien?
Castillo dice:
―Discúlpeme, Srita. Ferrars, no era mi intención interrumpir. Confieso que
estoy un poco sorprendido de verla aquí. Pensé que estaba actualmente en
una asignación.
―Oh ―me sobrecogí. Mire a mi comida y de vuelta a Castillo otra vez―. Yo…
bueno… si, lo estoy… pero he hablado ya dos veces con Warner…
exactamente lo vi ayer…
―Oh, esas son excelentes noticias, Srita. Ferrars. Excelentes noticias.
―Castillo aprieta sus manos juntas, su cara la imagen de alivio―. ¿Y que ha
sido capaz de descubrir? ―Luce esperanzado y realmente empiezo a
sentirme avergonzada de mi misma.
Todos me están mirando y no sé qué hacer. No sé qué decir.
Sacudo la cabeza.
― Ah. ―Castillo baja sus manos. Mira abajo. Asiente así mismo―. Entonces
¿Ha decidió que sus dos visitas han sido más que suficientes? ―No va a
mirarme―. ¿Cuál es su opinión profesional, Srita. Ferrars? ¿Cree que sería lo
mejor tomarse su tiempo en esta situación en particular? ¿Qué Winston y
Brendan estarán cómodamente relajándose hasta que usted encuentre una
oportunidad en su ocupado horario para interrogar a la única persona que
podría ayudarnos a encontrarlos? ¿Cree que…?
―Iré ahora mismo. ―Agarré mi bandeja y me levanté de la mesa, casi
tropezando en el proceso―. Lo siento… solo… iré ahora mismo. Los veo
chicos en el desayuno ―susurre y corrí por la puerta.
Brendan y Winston.
Brendan y Winston.
Brendan y Winston. Sigo repitiéndome.
Escuché a Kenji riendo cuando me iba.
Aparentemente, no soy muy buena interrogando.
Tengo tantas preguntas para Warner pero ni una tiene que ver con la
situación de nuestros rehenes. Cada vez me digo a mi misma que voy a
hacer las preguntas correctas, pero de alguna manera Warner se las arregla
para distraerme. Es como si sabe lo que voy a preguntar y está ya listo para
desviar la conversación.
Es confuso.
―¿Tienes algún tatuaje? ―me está preguntando, sonriéndome cuando se
inclina hacia atrás contra la pared en su camiseta, pantalones puestos,
calcetas puestas, sin zapatos―. Todos parecen tener tatuajes en estos días.
Esta no es una conversación que alguna vez pensé tendría con Warner.
―No ―le dije―. Nunca tuve la oportunidad de hacerme alguno. Además, no
creo que alguien querrá alguna vez acercarse tanto a mi piel.
Estudia sus manos. Sonríe. Dice:
―A lo mejor, algún día.
―A lo mejor ―concuerdo.
Una pausa.
―¿Entonces, que sobre tu tatuaje? ―pregunto―. ¿Por qué INCENDIAR?
Su sonrisa es más grande ahora. Hoyuelos otra vez. Sacude su cabeza,
dice:
―¿Por qué no?
―No lo entiendo. ―Inclino la cabeza, confundida―. ¿Quieres recordarte a ti
mismo prenderte en llamas?
Sonríe, reprimiendo una risa.
―Un puñado de letras no siempre hacen una palabra, amor.
―No… tengo idea de que estás hablando.
Toma un respiro profundo, se sienta derecho.
―Entonces ―dice―. ¿Solías leer mucho?
Me cogió desprevenida. Es una extraña pregunta, y no puedo evitar
preguntarme por un momento si es un truco. Si admitiendo tal cosa podría
meterme en problemas. Luego recuerdo que Warner es mi rehén, no de la
otra manera.
―Si ―le digo―. Solía.
Su sonrisa decae en algo más serio, calculado. Sus rasgos están
cuidadosamente sin emoción.
―¿Y cuándo tuviste oportunidad de leer?
―¿Qué quieres decir?
Se encoge de hombros lentamente, mira a nada a través del cuarto.
―Solo parece extraño que una chica que ha estado completamente aislada
toda su vida pudiera tener acceso a la literatura. Especialmente en este
mundo.
No digo nada.
No dice nada.
Respiro algunos latidos antes de contestarle.
―Nunca… nunca pude escoger mis propios libros ―le dije, y no sé por qué
me siento nerviosa por decirlo en voz alta, porqué me tengo que recordar no
susurrar―. Leí lo que sea que estaba disponible. Mi escuela siempre tuvo
pequeñas librerías y mis padres tenían algunas cosas por la casa.
Después… ―dudo―. Después pasé unos cuantos años en hospitales y
psiquiátricos un centro de detención juvenil. ―Mi cara encendida como por
una señal, siempre lista para avergonzarse de mi pasado, de quien soy y
quien continuare siendo.
Pero es extraño.
Mientras una parte de mi batalla por ser sincera, otra parte de mí en
realidad se siente cómoda hablando con Warner. A salvo. En confianza.
Porque él ya conoce todo sobre mí.
Conoce cada detalle de mis diecisiete años. Tiene todos mis registros
médicos, sabe todo sobre mis incidentes con la policía y la dolorosa relación
que tengo tenía con mis padres. Y ahora también leyó mi libreta.
No hay nada que pueda revelar de mi historia que pueda sorprenderlo, nada
sobre lo que he hecho puede impactarlo u horrorizarlo. No me preocupo de
que vaya a juzgarme o alejarse de mí.
Y esta comprensión, quizás más que cualquier cosa, me desconcierta.
Y me da algún sentido de alivio.
―Siempre hubo libros alrededor ―continuo, de alguna manera incapaz de
detenerme ahora, ojos pegados al suelo―. En el centro de detención muchos
estaban viejos, desgastados y no tenían portada, así que no siempre sabia
como se llamaban o quien los escribió. Leí lo que podía encontrar. Cuentos
de hadas, poesía, misterios e historia. No importaba lo que fuera. Lo leería
una y otra y otra vez. Los libros… me ayudaron a no perder la cabeza por
completo… ―me detuve, contrayéndome de decir mucho más. Asustada
cuando me di cuenta de cuánto quiero confiar en él. En Warner.
Horrible, el horrible Warner quien trató de matar a Adam y Kenji. Quien me
hizo su juguete.
Odio que me sienta lo suficientemente a salvo para hablar libremente con él.
Odio que de todas las personas, Warner es la única persona con la que
puedo ser completamente honesta. Siempre siento que tengo que proteger a
Adam de mí, de la historia de horror que es mi vida. No quiero asustarlo o
decirle demasiado por miedo de que cambie de opinión y se dé cuenta del
error que cometió al confiar en mí, en mostrar su afecto.
Pero con Warner no hay nada que esconder.
Quiero ver su expresión, quiero saber que está pensando ahora que me he
sincerado, ofreciéndole un vistazo personal a mi pasado, pero no puedo
encararlo. Así que me siento aquí, congelada, humillación asentada en mis
hombros y él no dice ni una palabra, no se mueve ni un centímetro, no hace
ni un sonido.
Segundos pasan, infestando el cuarto al mismo tiempo y quiero aplastarlos
lejos, quiero atraparlos y empujarlos en mis bolsillos lo suficiente para
detener el tiempo.
Finalmente, interrumpe el silencio.
―También me gusta leer ―dice.
Levanto la vista, sorprendida.
Se recuesta en la pared, una mano atrapada en su cabello. Corre sus dedos
una vez por sus capas doradas. Encuentra mi mirada. Sus ojos son muy,
muy verdes.
―¿Te gusta leer? ―pregunto.
―Estas sorprendida.
―Pensé que el Restablecimiento iba a destruir todas esas cosas. Que eran
ilegales.
―Lo son y serán ―dice, moviéndose un poco―. Pronto, de cualquier manera.
Ya han destruido algunos, realmente. ―Luce incomodo por primera vez―. Es
irónico ―dice―. Que en realidad empecé leyendo cuando el plan era destruir
todo. Estaba asignado de escoger a través de unas listas, dar mi opinión en
que cosas conservar, de que cosas deshacernos, que cosas reciclar para
usar en campañas, en programas futuros, etcétera.
―¿Y piensas que está bien? ―le pregunto―. ¿Destruir lo que queda de
cultura, todos los idiomas, todos esos textos? ¿Estás de acuerdo?
Está jugando con mi libreta otra vez.
―Hay… muchas cosas que haría de otro modo ―dice―. Si estuviera a cargo.
―Un respiro profundo―. Pero un soldado no siempre tiene que estar de
acuerdo para obedecer.
―¿Qué harías de otra manera? ―pregunto―. ¿Si estuvieras a cargo?
Ríe, suspira. Me mira, me sonríe por el rabillo del ojo.
―Haces demasiadas preguntas.
―No puedo evitarlo ―le digo―. Pareces tan diferente ahora. Todo lo que dices
me sorprende.
―¿Cómo?
―No lo sé ―digo―. Estas… tan tranquilo. Un poco menos loco.
Ríe una de esas risas silenciosas, del tipo que sacude su pecho sin hacer un
sonido, dice.
―Mi vida ha sido nada más que batallas y destrucción. ¿Estar aquí? ―Mira
alrededor―. Lejos de deberes, responsabilidades. Muerte ―dice, sus ojos
absortos en la pared―. Son como vacaciones. No tengo que pensar todo el
tiempo. No tengo que hacer algo o hablar con alguien o estar en algún lugar.
No tengo tantas horas simplemente para dormir ―dice sonriendo―. En
realidad es algo lujoso. Creo que me gustaría ser retenido como rehén más
seguido ―agrega, mayormente así mismo.
Y no puedo evitar más que observarlo.
Estudio su cara de una manera que nunca me atreví antes y me doy cuenta
que no tengo ni la vaga idea de cómo sería vivir su vida. Me dijo una vez que
no tenía ni idea, que posiblemente no podría entender las extrañas reglas de
su mundo, estoy empezando a ver cuánta razón tenía. Porque no sé nada
sobre ese tipo de sangrienta y reglamentada existencia. Pero
repentinamente quiero saber.
Repentinamente quiero entender.
Miro sus cuidados movimientos, el esfuerzo que hace por lucir indiferente,
relajado. Pero veo cuan calculado es. Como hay una razón detrás de cada
movimiento, cada reajuste de su cuerpo. Siempre está escuchando, siempre
tocando el piso, la pared, mirando a la puerta, examinando su estructura,
las bisagras, la manija. Veo la manera en la que se tensa, solo un poco, al
sonido de pequeños ruidos, el raspar del metal, voces apagadas afuera del
cuarto. Es evidente que siempre está alerta, siempre al borde, listo para
pelear, para reaccionar. Me hace preguntarme si ha conocido la
tranquilidad. Seguridad. Si alguna vez ha sido capaz de dormir por la noche.
Si alguna vez ha sido capaz de ir a cualquier lado sin estar constantemente
mirando sobre su hombro.
Sus manos están unidas juntas.
Está jugando con un anillo en su mano izquierda, girándolo, girándolo,
girándolo alrededor de su dedo meñique. No puedo creer que me haya
tomado tanto tiempo el darme cuenta que lo está usando, es una banda
solida de jade, un tono de verde suficientemente pálido para combinar
perfectamente con sus ojos. Luego recuerdo, todo a la vez, verlo antes.
Solo una vez.
La mañana después de que hiriera a Jenkins. Cuando Warner vino a
recogerme de su cuarto.
Me atrapa mirando a su anillo y rápidamente se pone sus guantes.
Es un déjà vu.
Me atrapa mirando a sus manos rápidamente aprieta su puño izquierdo
cubriéndolo con el derecho.
―¿Qué…?
―Es solo un anillo ―dice―. No es nada.
―¿Por qué lo estás escondiendo si no es nada? ―Estoy mucho más curiosa
de lo que estaba hace un momento, demasiada ansiosa por alguna
oportunidad de descifrarlo. De averiguar que en la tierra es lo que pasa
dentro de su cabeza.
Suspira.
Flexiona y extiende sus dedos. Mira a su mano, palma hacia arriba, dedos
extendidos. Desliza el anillo fuera de su dedo meñique y lo sostiene arriba,
hacia la luz fluorescente, lo mira. Es un pequeño círculo de verde.
Finalmente, se encuentra con mis ojos. Deja caer el anillo en la palma de su
mano y cierra un puño a su alrededor.
―¿No vas a contarme? ―pregunto.
Sacude la cabeza.
―¿Por qué no?
Se frota un lado de su cuello, masajeando la tensión de la parte más baja,
la parte que apenas toca su espalda superior. No puedo dejar de mirar. No
puedo dejar de preguntarme lo que se siente tener a alguien masajeándome
las partes adoloridas de mi cuerpo de esa manera. Sus manos se ven tan
fuertes.
Casi he olvidado de lo que estábamos hablando cuando dice:
—He tenido este anillo desde hace casi diez años. Me lo pongo en mi dedo
índice. —Me mira antes de alejar la mirada de nuevo—. Y no hablo de eso.
—¿Ni una vez?
—No.
—Oh. —Me muerdo el labio inferior. Decepcionada.
—¿Te gusta Shakespeare? —me pregunta.
Un extraño cambio.
Niego con la cabeza.
—Todo lo que sé de él es que robó mi nombre y lo deletreó mal.
Warner me mira fijamente durante un segundo antes de que se eche a reír,
fuertes y desenfrenados ventarrones de risa, tratando de parar y sin poder.
De repente estoy incómoda y nerviosa delante de este extraño muchacho
que ríe, usa anillos secretos y me pregunta sobre libros y poesía.
—No estaba tratando de ser divertida —me las arreglo para decir.
Pero sus ojos todavía brillan de diversión, cuando dice:
—No te preocupes. No sabía mucho de él hasta hace aproximadamente un
año. Todavía no entiendo la mitad de las cosas que dice, así que creo que
vamos a deshacernos de la mayor parte de ello, pero escribió una línea que
realmente me gustó.
—¿Cuál?
—¿Quieres verla?
—¿Verla?
Pero Warner ya está en pie, desabrochándose su pantalón y me pregunto lo
que podría estar ocurriendo, preocupada de estar siendo engañada para
involucrarme en uno de sus nuevos juegos enfermizos cuando se detiene.
Dándose cuenta de mi mirada asustada, dice:
—No te preocupes, amor. No me voy a desnudar, lo prometo. Es sólo otro
tatuaje.
—¿Dónde? —le pregunto, congelada en mi lugar queriendo, y a la vez no,
mirar hacia otro lado.
Él no me responde.
Sus pantalones se aflojan y cuelgan bajo su cintura. Sus calzoncillos bóxer
son visibles debajo.
Él agarra y jala el elástico de su ropa interior hasta que queda justo debajo
del hueso de su cadera.
Me estoy sonrojando a través de mi cabello.
Nunca he visto un lugar tan íntimo del cuerpo de cualquier otro chico antes,
y no puedo obligarme a mirar hacia otro lado. Mis momentos con Adam eran
siempre a oscuras y siempre interrumpidos, nunca veía gran parte de él, no
porque no quisiera, sino porque nunca tenía la oportunidad. Y ahora las
luces están encendidas y Warner está parado justo frente a mí y estoy tan
atrapada, tan intrigada por el corte en su cuerpo. No puedo dejar de notar la
manera en que su cintura se estrecha hacia su cadera y desaparece bajo un
pedazo de tela. Quiero saber lo que sería comprender a otra persona sin
esas barreras.
Conocer a una persona tan a fondo, de manera privada.
Quiero estudiar los secretos escondidos entre sus codos y los susurros
atrapados detrás de sus rodillas. Quiero seguir las líneas de su silueta con
mis ojos y las puntas de mis dedos. Quiero remontar ríos y valles a lo largo
de las curvas de los músculos en su cuerpo.
Mis pensamientos me sorprenden.
Hay un calor desesperado en la boca de mi estómago que me gustaría
ignorar. Hay mariposas en mi pecho que me gustaría poder explicar. Hay un
dolor en mi interior que no estoy dispuesta a nombrar.
Hermoso.
Él es tan hermoso.
Debo estar loca.
—Es interesante —dice—. Se siente muy… relevante, creo. A pesar de que
fue escrito hace mucho tiempo.
—¿Qué? —Alejo mi mirada de su mitad inferior, tratando desesperadamente
de mantener mi imaginación a raya para no dibujar detalles. Miro hacia las
palabras tatuadas en su piel y me concentro en esta ocasión—. Oh —le
digo—. Sí.
Son 2 líneas. Con una fuente como la de una máquina de escribir escrito en
tinta a través de la parte inferior de su torso:
E l I n f i e r n o e s t á v a c í o,
y t o d o s l o s d e m o n i o s e s t á n a q u í
Sí. Interesante. Sí. Claro.
Creo que tengo que acostarme.
—Libros —dice, acomodando sus calzoncillos bóxer y subiendo la cremallera
de sus pantalones—, Son fácilmente destruidos. Pero las palabras van a
vivir el tiempo que la gente las pueda recordar. Los tatuajes, por ejemplo,
son muy difíciles de olvidar. —Abotona su pantalón—. Creo que hay algo
acerca de la transitoriedad de la vida en estos días que hace necesario que
la tinta grabe piel —dice—. Nos recuerda que hemos sido marcados por el
mundo, que aún estamos vivos. Que nunca olvidaremos.
—¿Quién eres tú?
Yo no conozco a este Warner. Nunca sería capaz de reconocer a este Warner.
Sonríe para sí mismo. Se sienta de nuevo. Dice:
—Nadie más lo necesitar saber.
—¿Qué quieres decir?
—Yo sé quién soy —dice—. Eso es suficiente para mí.
Estoy en silencio un momento. Frunzo el ceño ante sus palabras.
—Debe ser genial ir por la vida con tanta confianza.
—Eres confiable —dice—. Terca y persistente. Muy valiente. Muy fuerte.
Inhumanamente hermosa. Podrías conquistar el mundo.
De hecho, me río y lo veo a los ojos.
—Lloro demasiado. Y no estoy interesada en conquistar el mundo.
—Eso —dice—, es algo que nunca entenderé. —Sacude su cabeza—. No eres
más que miedosa. Tienes miedo de lo que no estás familiarizada. Te
esfuerzas demasiado en no decepcionar a la gente. Reprimes tu potencial —
dice—, porque crees que es lo que los demás esperan de ti, porque todavía
sigues las reglas que tú misma te das. —Él me mira, con fuerza—. Desearía
que no lo hicieras.
—Me gustaría que dejaras de esperar que use mi poder para matar gente.
Se encoge de hombros.
—Nunca dije que tenías que. Pero que va a pasar en algún momento, es algo
inevitable en una guerra. Matar es estadísticamente imposible de evitar.
—Bromeas, ¿verdad?
—Definitivamente no.
—Siempre se puede evitar la muerte de personas, Warner. Se evita al no ir a
la guerra.
Pero él sonríe, tan brillante, ni siquiera prestando atención a lo que dije.
—Me encanta cuando dices mi nombre —dice—. Y no sé por qué.
—Warner no es tu nombre —señalo—. Es Aaron.
Su sonrisa es amplia, tan amplia.
—Dios, me encanta.
—¿Tu nombre?
—Sólo cuando lo dices tú.
—¿Aaron o Warner?
Sus ojos se cierran. Inclina la cabeza hacia atrás contra la pared. Sus
hoyuelos apareciendo.
De repente, me llama la atención lo que en realidad estoy haciendo aquí.
Sentada, pasando tiempo con Warner como si tuviéramos muchas horas que
perder. Como si no hubiera un terrible mundo en el exterior de estos muros.
No sé cómo me las arreglo para siempre distraerme y prometerme cada vez
que no voy a dejar que la conversación se me salga de control. Pero cuando
abro la boca, él dice:
—No voy a regresarte tu libreta.
Mi boca se cierra.
—Sé que la quieres de vuelta —dice—, pero me temo que voy a tener que
mantenerla para siempre. —Él la sostiene, mostrándomela. Sonríe. Y luego
lo pone en su bolsillo. El único lugar al que nunca me atrevería a llegar.
—¿Por qué? —No puedo dejar de preguntar—. ¿Por qué la quieres tanto?
Él se me queda mirando mucho tiempo. Sin responder a mí pregunta. Y
luego dice:
—En los días más oscuros hay que buscar un poco de luz, en los días más
fríos hay que buscar un poco de calor, en los días más sombríos tienes que
mantener la vista hacia delante y hacia arriba, y en los días más tristes
tienes que dejarlos entrar y llorar. Para luego dejar que se sequen. Para
darles la oportunidad de lavar el dolor con el fin de ver nítido y claro una
vez más.
—No puedo creer que lo memorizaras —le susurro.
Se inclina de nuevo. Cierra los ojos de nuevo. Dice:
—Nunca nada en esta vida tiene sentido para mí, pero no puedo dejar de
tratar de hacer un cambio y esperar que sea suficiente para pagar por
nuestros errores.
—¿Yo escribí eso, también? —pregunto, incapaz de creer que es posible que
esté recitando las mismas palabras que salieron de mis labios y que mis
dedos sangraron en una página. Todavía no puedo creer que ahora esté tan
al pendiente de mis pensamientos y sentimientos que capturé con una
mente torturada y golpeé en oraciones que se convirtieron en párrafos, ideas
que me cubrieron junto con signos de puntuación que no servían para nada,
excepto para determinar dónde se piensa que termina algo y comienza otro.
Este chico rubio con mis secretos en su boca.
—Has escrito un montón de cosas —dice, sin mirarme—. Sobre tus padres,
tu infancia, tus experiencias con otras personas. Sobre la esperanza y la
redención, y que serían como ver a un pájaro volando. Escribiste sobre el
dolor. Y qué se siente al pensar que eres un monstruo. Lo que era ser
juzgado por todo el mundo antes que incluso les dirigieras dos palabras. —
Inhala profundamente—. Gran parte era como verme a mí mismo en el papel
—susurra—. Como leer todas las cosas que no sabía cómo decir.
Y me gustaría que mi corazón se calmara, se calmara, se calmara, se
calmara, se calmara.
—Cada día me arrepiento —dice él, sus palabras apenas un respiro ahora—
. Me arrepiento por creer las cosas que oía de ti. Y por hacerte daño cuando
pensé que ayudaba. No puedo disculparme por lo que soy —dice—. Esa
parte de mí ya fue, ya está en ruinas. Me di por vencido de mí mismo hace
mucho tiempo. Pero realmente me arrepiento por no haberte entendido mejor.
Todo lo que hice, lo hice porque quería ayudarte a ser más fuerte. Quería
que utilizaras la ira como una herramienta, como un arma para ayudar a
aprovechar la fuerza dentro de ti, y quería que fueras capaz de luchar contra
el mundo. Te provocaba al propósito —dice—. Te empujé demasiado lejos,
demasiado duro, hice cosas que te horrorizaron, asquearon, y lo hice todo a
propósito. Porque así es como me enseñaron para luchar contra el terrorismo
en el mundo. Así es como fui entrenado para defenderme. Y quería
enseñarte. Sabía que tenías el potencial de ser más, mucho más. Pude ver la
grandeza en ti.
Me mira. Realmente, realmente me mira.
—Vas a hacer cosas increíbles —dice—. Siempre lo supe. Creo que sólo
quería ser parte de ello.
Y lo intento. Intento tan fuerte recordar todas las razones por las que se
supone que debo odiarlo, trato de recordar todas las cosas horribles que le
he visto hacer. Pero esto me tortura porque entiendo mucho lo que es ser
torturado. Para hacer cosas porque no conoces nada mejor. Para hacer
cosas porque crees que tienen razón, porque nunca te enseñaron lo que era
malo.
Porque es tan difícil ser amable con el mundo cuando todo lo que alguna vez
has sentido es odio.
Porque es tan difícil ver la bondad en el mundo, cuando todo lo que has
conocido es el terror.
Y quiero decirle algo. Algo profundo, completo y memorable pero él parece
entenderme. Me ofrece una sonrisa extraña y vacilante que no llega a sus
ojos, pero dice mucho.
Entonces
—Dile a tu equipo —dice—, que se prepare para la guerra. A menos que sus
planes hayan cambiado, mi padre ordenará un ataque contra civiles pasado
mañana y será nada menos que una masacre. También será tu única
oportunidad de salvar a tus hombres. Están recluidos en un cautiverio en
algún lugar en los niveles inferiores de la Sede del Sector 45. Me temo que
eso es todo lo que puedo decir.
—¿Cómo…
—Sé por qué estás aquí, amor. No soy un idiota. Sé por qué estás siendo
forzada a pasar tiempo conmigo.
—Pero, ¿por qué ofreces la información tan así? —pregunto—. ¿Qué razón
tienes para ayudarnos?
Hay un atisbo de cambio en sus ojos que no dura lo suficiente para que lo
examine. Y aunque su expresión es cuidadosamente neutral, algo en el
espacio entre nosotros se siente diferente, de repente. Cargado.
—Ve —dice—. Tienes que decirles ahora.
CCaappííttuulloo 5533
dam, Kenji, Castillo, y yo estamos acampando en su oficina tratando
de discutir la estrategia.
Anoche me encontré directamente a Kenji, quien luego me llevó a
Castillo, para decirle lo que Warner me dijo. Castillo estaba aliviado y
horrorizado, y yo creo que aún no ha digerido la información.
Él me dijo que iba a reunirse con Warner por la mañana, sólo para el
seguimiento, para ver si Warner estaría dispuesto a explicar todo (que no
lo estaba), y que Kenji, Adam, y yo debíamos encontrarlo en su despacho
para el almuerzo.
Así que ahora todos estamos embutidos en su pequeño espacio, junto con
otros 7. Muchas de las caras en esta habitación son las mismas que vi
cuando viajamos al complejo de almacenamiento de El Restablecimiento;
lo que significa que ellos son importantes, parte integral de este
movimiento. Y eso me hace preguntarme si alguna vez me convertiré en
una parte del grupo central de Castillo en Punto Omega.
No puedo evitar sentirme un poco orgullosa. Un poco emocionada de ser
alguien en quien él confía. Estar contribuyendo.
Y eso me hace pensar en lo mucho que he cambiado en un corto período
de tiempo. Cómo de diferente mi vida se ha vuelto, cuánto más fuerte y
más débil me siento ahora. Lo que me hace preguntar si las cosas
hubieran sido diferentes si Adam y yo hubiéramos encontrado una manera
A
de estar juntos. Si yo alguna vez me hubiera aventurado a salir de la
seguridad que él introdujo en mi vida.
Me pregunto acerca de un montón de cosas.
Pero cuando miro hacia arriba y lo atrapo mirándome, mis preguntas
desaparecen; y yo me quedo con nada más que el dolor de extrañarlo.
Me quedo deseando que él no hubiera mirado hacia otro lado en el
momento en que miré hacia arriba.
Esta fue mi elección miserable. La traje sobre mí.
Castillo está sentado en su escritorio, con los codos apoyados en la mesa,
la barbilla descansando sobre sus manos cruzadas. Sus cejas están
fruncidas, sus labios arrugados, sus ojos fijos en los papeles frente a él.
No ha dicho una palabra en 5 minutos.
Por último, él mira hacia arriba. Mira a Kenji, quien está sentado justo
frente a él, entre Adam y yo.
—¿Qué crees? —dice—. ¿Ofensiva o defensiva?
—Guerra de guerrillas —dice Kenji sin vacilación—. Nada más.
Un suspiro profundo.
—Sí —dice Castillo—. Yo pensé lo mismo.
—Tenemos que dividirnos —dice Kenji—. ¿Quieres asignar grupos, o debo
hacerlo yo?
—Voy a asignar los grupos preliminares. Me gustaría que los observaras y
sugirieras cambios, si necesitan alguno.
Kenji asiente.
—Perfecto. Y las armas…
—Yo superviso eso —dice Adam—. Puedo asegurar que todo esté limpio,
cargado, listo para funcionar. Ya estoy familiarizado con el arsenal.
No tenía ni idea.
—Bueno. Excelente. Nosotros asignaremos un grupo para tratar de llegar a
la base para encontrar a Winston y Brendan; todos los demás se
dispersarán entre los complejos. Nuestra misión es simple: salvar el mayor
número posible de civiles. Llevar solo tantos soldados como sea
absolutamente necesario. Nuestra lucha no es contra los hombres, sino
contra sus dirigentes, nunca debemos olvidar eso. Kenji —dice él—, me
gustaría que supervisaras los grupos que entran en los complejos. ¿Te
sientes cómodo haciendo eso?
Kenji asiente.
—Voy a llevar al grupo a la base —dice Castillo—. Aunque tú y el Sr. Kent
serían ideales para infiltrarse en el Sector 45, me gustaría que te quedaras
con la señorita Ferrars; los tres trabajan bien juntos, y podríamos usar
sus fuerzas sobre el terreno. Ahora —dice, extendiendo los papeles delante
de él—, he estado estudiando estos planos toda la no…
Alguien está golpeando en la ventana de cristal de la puerta de Castillo.
Es un hombre joven al que nunca he visto antes, con ojos brillantes, de
color marrón claro, y cabello recortado tan cerca de la coronilla que ni
siquiera puedo distinguir el color. Sus ojos están juntos, su frente
apretada, tensa.
—¡Señor! —Él está gritando, ha estado gritando, me doy cuenta, pero su
voz es apagada y sólo entonces esto me hace darme cuenta que esta
habitación debe estar insonorizada, aunque sólo sea un poco.
Kenji salta de su sila, abriendo la puerta de golpe.
—¡Señor! —El hombre está sin aliento. Es claro que corrió todo el camino
hasta aquí—. Señor, por favor…
— ¿Samuel? —Castillo está de pie, rodeando su escritorio, yendo hacia
adelante para agarrar los hombros de este chico, tratando de enfocar sus
ojos—. ¿Qué es lo que… que está mal?
—Señor —dice Samuel de nuevo, esta vez más normalmente, su
respiración casi controlada—. Tenemos un... un problema.
—Cuéntame todo, ahora no es el momento de contenerse si algo ha
ocurrido…
—No tiene nada que ver con algo importante, señor, es sólo… —Sus ojos se
mueven en mi dirección por una fracción de segundo—, nuestro…
visitante, él... él no está cooperando, señor, le... le está dando a los
guardias una gran cantidad de problemas…
—¿Qué tipo de problemas? —Los ojos de Castillo son dos rendijas.
Samuel deja caer su voz.
—Se las ha arreglado para hacer una abolladura en la puerta, señor. Él se
las ha arreglado para hacer mella en la puerta de acero, señor, y está
amenazando a los guardias y ellos están empezando a preocuparse...
—Juliette.
No.
—Necesito tu ayuda —dice Castillo sin mirarme—. Sé que no quieres hacer
esto, pero eres la única a quien él va a escuchar y no podemos permitirnos
esta distracción, no justo ahora. —Su voz es tan tenue, tan forzada, que
suena como si en realidad podría agrietarse—. Por favor, haz lo que
puedas para contenerlo, y cuando lo consideres seguro para que una de
las chicas entre, tal vez podamos encontrar una manera de sedarlo sin
ponerlos en peligro en el proceso.
Mis ojos se levantan hacia Adam casi sin querer.
Él no se ve feliz.
—Juliette. —La mandíbula de Castillo se aprieta—. Por favor. Ve ahora.
Asiento con la cabeza. Me doy vuelta para salir.
—Prepárate —añade Castillo mientras salgo por la puerta, su voz
demasiado suave para las siguientes palabras que dice—. A menos que
hayamos sido engañados, el supremo estará masacrando a civiles
desarmados mañana, y no podemos permitirnos asumir que Warner nos
ha dado información falsa. Salimos en la madrugada.
CCaappííttuulloo 5544
os guardias me dejaron entrar a la habitación de Warner sin
decir palabra.
Lancé una mirada en derredor del, ahora, parcialmente
amueblado espacio, el corazón palpitante, los puños apretados,
la sangre corriendo, corriendo, corriendo. Algo está mal. Algo ha pasado.
Warner estaba perfectamente bien cuando lo dejé anoche y no puedo
imaginar qué pudo haberlo movido a perder la cabeza de esta manera pero
estoy asustada. Alguien le ha dado una silla. Me doy cuenta ahora de cómo
fue capaz de abollar la puerta de acero. Nadie debió darle una silla.
Warner se sienta en ella, de espaldas a mí. Sólo su cabeza es visible desde
donde estoy parada.
—Volviste —dijo él
—Claro que volví —le dije, acercándome de a poco—. ¿Qué pasa? ¿Algo
anda mal?
Él ríe. Pasa una por su cabello. Mira al techo.
—¿Qué pasa? —Ahora estoy muy preocupada—. Estás… ¿ocurrió algo
contigo? ¿Estás bien?
—Necesita salir de aquí —dice él—, necesito irme. No puedo estar más aquí.
—Warner…
L
—¿Sabes lo que él me dijo? ¿Te contó lo que dijo?
Silencio.
—Él sólo entró a mi habitación esta mañana. Caminó hacia mí y dijo que
quería tener una conversación conmigo.
Warner se ríe otra vez, alto, muy alto. Sacude la cabeza.
—Me dijo que puedo cambiar. Dijo que podría tener un don como todos los
demás aquí…. Que tal vez tengo una habilidad. Dijo que puedo ser
diferente, amor. Dijo que él cree que puedo ser diferente si quiero serlo.
Castillo le dijo.
Warner se pone de pie pero no voltea del todo y puedo ver que no lleva
camisa. Parece no importarle que puedo ver las cicatrices en su espalda, la
palabra INCENDIAR tatuada en su cuerpo. Su cabello desordenado,
indómito, cayendo sobre su rostro y sus pantalones con cierre pero sin
abotonar, nunca lo había visto tan desaliñado antes. Presiona sus palmas
contra el muro de piedra, los brazos estirados; su cuerpo está inclinado, su
cabeza gacha como si rezara. Todo su cuerpo tenso, rígido, los músculos
tirantes contra su piel. Su ropa está en una pila sobre el piso, su colchón, en
el centro de la habitación y la silla en la que estuvo sentado enfrentada
hacia la pared, mirando a la nada, y me doy cuenta de que aquí está
perdiendo el juicio.
—¿Puedes creerlo? —me pregunta, aún sin mirar en mi dirección—. ¿Puedes
creer que él piensa que simplemente voy a despertar una mañana y ser
diferente? ¿Cantar canciones alegres, darles dinero a los pobres y
suplicarle al mundo que olvide lo que he hecho? ¿Piensas que es posible?
¿Piensas que puedo cambiar?
Finalmente voltea a verme y sus ojos están riendo, sus ojos son como
esmeraldas brillando en la puesta del sol y su boca se retuerce, reprimiendo
una sonrisa.
—¿Piensas que puedo ser diferente? —Avanza unos pasos hacia mí, no sé
por qué afecta mi respiración. Por qué no puedo encontrar mi boca.
—Es sólo una pregunta —dice él, está justo frente a mí y no tengo idea de
cómo llegó hasta ahí. Todavía está mirándome, sus ojo tan enfocados y al
mismo tiempo tan desconcertantes, brillantes, ardiendo con algo que no
logro ubicar.
Mi corazón, nunca estará quieto, se niega a dejar de saltar y saltar y saltar.
—Dime, Juliette. Me encantaría saber lo que de veras piensas de mí.
—¿Por qué? —Fue apenas un suspiro en un intento de ganar tiempo.
Los labios de Warner se curvan en una sonrisa antes de abrirse, sólo un
poco, sólo lo suficiente para trocar su mirada en algo extraño y curioso que
se demora en sus ojos. No responde. No dice una palabra. Él sólo se acerca
a mí, estudiándome y yo estoy congelada en mi lugar, mi boca repleta de los
segundos que él no habla, peleando con cada átomo en mi cuerpo, con cada
estúpida célula en mi sistema por sentirme tan atraída hacia él.
Oh.
Dios.
Horriblemente atraída hacia él.
La culpa crece dentro de mí en montones, asentándose sobre mis huesos,
cortándome a la mitad.
Es un cable alrededor de mi cuello, una topadora arrastrándose a través de
mi estómago. Es la noche, medianoche y crepúsculo de la indecisión.
Demasiados secretos que ya no contengo.
No entiendo por qué quiero esto.
Soy una persona terrible.
Y es como si él viera lo que estoy pensando, como que puede sentir el
cambio ocurriendo en mi cabeza, porque de repente él es diferente. Su
energía disminuye, sus ojos son profundos, turbios, tiernos; sus labios se
suavizan, todavía entreabiertos; el aire en esta habitación es demasiado
delgado, demasiado lleno de algodón; siento la sangre corriendo en mi
cabeza, chocando contra cada región racional de mi cerebro.
Desearía que alguien me recordara cómo respirar.
—¿Por qué no puedes contestar la pregunta? —Está mirándome tan
profundamente a los ojos que me sorprende no haber cedido a su intensidad
y me doy cuenta entonces, justo en ese momento me doy cuenta de que todo
acerca de él es intenso. Nada sobre él es manejable o fácil de desmenuzar.
Él es demasiado. Todo lo de él es demasiado. Sus emociones, sus acciones,
su rabia, su agresión.
Su amor.
Es peligroso, eléctrico, imposible de contener. Su cuerpo se encrespa con una
energía tan extraordinaria que incluso cuando está calmado casi se puede
palpar. Tiene presencia. Pero he desarrollado una extraña, atemorizante fe
en quién es Warner en realidad y en quién puede llegar a convertirse. Quiero
encontrar al muchacho de 19 años que podía alimentar a un perro callejero.
Quiero creer en el muchacho con una infancia torturada y un padre abusivo.
Quiero entenderlo. Quiero descifrarlo.
Quiero creer que es más que el molde en el que ha sido forzado.
—Creo que puedes cambiar —me escucho diciendo—, creo que cualquiera
puede cambiar.
Él sonríe.
Es una lenta, encantadora sonrisa. La clase de sonrisa que se convierte en
carcajada e ilumina sus rasgos. Cierra los ojos. Su rostro está tan
conmovido, tan distendido.
—Es muy dulce —dice—, tan insoportablemente dulce. Porque realmente lo
crees.
—Claro que lo creo.
Él finalmente me mira cuando susurra:
—Pero te equivocas.
—¿Qué?
—No tengo corazón —me dice, sus palabras son frías, vacías, dirigidas a lo
más íntimo—. Soy un bastardo sin corazón, un ser cruel y vicioso. No me
importan los sentimientos de las personas. No me importan sus temores o su
futuro. No me importa lo que desean o si tienen o no una familia, y no lo
lamento —dice él—. Nunca he lamentado nada de lo que he hecho.
Me toma, en realidad, un momento comprender.
—Pero tú te disculpaste conmigo anoche mismo…
—Tú eres diferente —dice, cortándome en seco—. No cuentas.
—No soy diferente —le respondo—. Sólo soy una persona, como cualquier
otra. Y tú has probado que tienes la capacidad para el arrepentimiento.
Para la compasión. Sé que puedes ser amable…
—Ese no soy yo. —Su voz suena dura de repente. De repente es demasiado
fuerte—. Y no voy a cambiar. No puedo borrar diecinueve años de mi
miserable vida. No puedo disipar los recuerdos de lo que he hecho. No puedo
despertar una mañana y decidirme a vivir de esperanzas y sueños
prestados. De las promesas del brillante futuro de alguien más. Y no voy a
mentirte —me dice—. Nunca me importaron un cuerno los demás, no hago
sacrificios ni me comprometo. No soy bueno, ni justo, ni decente y nunca lo
seré. No puedo serlo. Porque tratar de ser alguna de esas cosas sería
vergonzoso.
—¿Cómo puedes pensar eso? —Quiero sacudirlo—. ¿Cómo puedes
avergonzarte por intentar ser mejor?
Pero él ya no me escucha. Está riendo. Me dice:
—¿Puedes imaginarme? ¿Sonriendo a los niños y llevando presentes a las
fiestas de cumpleaños? ¿Puedes imaginarme ayudando a un extraño?
¿Jugando con el perro del vecino?
—Sí —le digo—, sí puedo hacerlo. —Ya lo había visto, pero no se lo dije.
—No.
—¿Por qué no? —insisto—. ¿Por qué es tan difícil de creer?
—Esa clase de vida —dice—, es imposible para mí.
—¿Pero, por qué?
Warner aprieta y afloja los cinco dedos antes de pasárselos por el cabello.
—Porque lo siento —dice, ahora más calmo—. Siempre he podido sentirlo.
—¿Sentir qué? —susurro
— Lo que la gente piensa de mí.
—¿Qué…?
—Sus sentimientos… su energía… es… no sé qué es —dice frustrado,
retrocediendo tambaleante, sacudiendo su cabeza—. Siempre he podido
decirlo. Sé cómo todos me odian. Sé lo poco que se interesa mi padre por mí.
Conozco la agonía del corazón de mi madre. Sé que tú no eres como los
demás. —Su voz se crispa—. Sé que estás diciendo la verdad cuando dices
que no me odias. Que quieres y no puedes. Porque no hay animadversión en
tu corazón, no hacia mí, y si la hubo lo sabría. Justo como sé —dice él, su
voz ronca por la restricción—, que sentiste algo cuando nos besamos.
Sentiste lo mismo que yo, y eso te avergüenza.
Estoy destilando pánico por todas partes.
—¿Cómo puedes saber eso? —le pregunto—. ¿Cómo es que puedes saber
cosas así…?
—Nunca nadie me miró como tú lo haces —murmura—. Nunca nadie me
habló como tú, Juliette. Eres diferente. Tú podrías entenderme. Pero el resto
del mundo no quiere mi simpatía. Ellos no quieren mis sonrisas. Castillo es
el único hombre en la Tierra que ha sido la excepción a la regla, y su
entusiasmo por confiar y aceptarme sólo demuestra lo débil que es esta
resistencia. Nadie aquí sabe lo que está haciendo y todos ellos terminaran
masacrados…
—Eso no es cierto… no puede ser cierto…
—Escúchame —dice Warner, ahora urgido—, debes entender… las únicas
personas que importan en este mundo son las que tienen verdadero poder. Y
tú —dice—, tú tienes poder. Tienes el tipo de fuerza que podría sacudir este
planeta… que podría conquistarlo. Tal vez es demasiado pronto, tal vez
necesitas tiempo para reconocer tu propio potencial, pero siempre estaré
esperando. Siempre te querré a mi lado. Porque nosotros… nosotros dos —
dice, se detiene. Suena despiadado—. ¿Puedes imaginarte? —Sus ojos se
concentran en los míos, las cejas juntas, estudiándome—. Claro que puedes
—susurra él—. Piensas en ello todo el tiempo.
Doy un respingo.
—No perteneces aquí —dice—. Tu lugar no está entre esta gente. Te
arrastrarán con ellos y conseguirán que te maten…
—¡No tengo otra opción! —Estoy enojada ahora, indignada—. Prefiero
quedarme aquí con aquellos que tratan de ayudar… ¡Tratando de hacer la
diferencia! Al menos ellos no asesinan a gente inocente…
—¿Crees que tus nuevos amigos nunca mataron antes? —grita Warner,
señalando a la puerta—. ¿Piensas que Kent nunca mató a nadie? ¿Que
Kenji nunca puso una bala en el cuerpo de un extraño? ¡Ellos fueron mis
soldados! —dice—. ¡Los he visto hacerlo con mis propios ojos!
—Trataban de sobrevivir —le digo, temblando, luchando por ignorar el terror
de mi propia imaginación—. Sus lealtades nunca estuvieron con el
Reestablecimiento…
—Mis lealtades —dice—, no mienten con el Reestablecimiento. Lo hacen con
aquellos que saben cómo vivir. Sólo tengo dos opciones en este juego, mi
amor. —Respira con dificultad—. Matar o morir.
—No —le digo, retrocediendo, me siento enferma—, no tiene que ser así. Tú
no tienes que ser así. Podrías alejarte de tu padre, de esa vida. No tienes
que ser lo que él quiere que seas…
—El daño —dice—, ya está hecho. Es muy tarde para mí. Yo ya he aceptado
mi destino.
—No… Warner…
—No te estoy pidiendo que te preocupes por mí —me dice—. Sé exactamente
cómo luce mi futuro y lo acepto. Estoy feliz de vivir en solitario. No temo
perder el resto de mi vida en compañía de mi propia persona. No le temo a la
soledad.
—No tienes que vivir esta vida —digo—. No tienes que estar solo.
—No me quedaré aquí —dice él—. Quiero que lo sepas. Voy a encontrar la
manera de salir de aquí y me iré tan pronto como pueda. Mis vacaciones —
dice—, oficialmente han terminado.
CCaappííttuulloo 5555
ick tock.
Castillo llamó a una reunión extraordinaria para informar de todos
los detalles de la pelea de mañana; hay menos de doce horas
antes de irnos. Estamos reunidos en el comedor porque es el mejor
lugar para sentar a todos a la vez.
Tuvimos una última cena, unas pocas conversaciones forzadas, dos tensas
horas de informe, movimientos espasmódicos de risas contenidas que
parecían más bien que se ahogaban. Sara y Sonya fueron las últimas en
escurrirse en el salón, ambas me localizaron y enviaron un rápido saludo
antes de sentarse al otro lado del recinto. Entonces Castillo empezó a
hablar.
Todos tendríamos que luchar.
Todos los hombres y mujeres disponibles. Los que fueran demasiado viejos
para entrar en batalla se quedarían con los más jóvenes y esto incluía a
James y su viejo grupo de amigos.
En este momento James está apretando la mano de Adam. Castillo dice que
Anderson va tras el público. Las personas empezaron disturbios, sublevados
más que nunca contra el Reestablecimiento. Castillo nos dice que nuestra
batalla les dio esperanza. Ellos habrían escuchado rumores de una
T
resistencia y la batalla concretó esos rumores.
Buscan nuestro apoyo, que los acompañemos, y ahora, por primera vez,
pelearemos con nuestros poderes a la vista de todos.
En las residencias.
Donde los civiles verían lo que somos.
Castillo nos dice que nos preparemos para recibir agresión de ambos lados.
Dice que, a veces, especialmente cuando se asustan, las personas no
reaccionan positivamente con los de nuestra clase. Prefieren el terror de lo
conocido, antes que lo desconocido o inexplicable, y nuestra presencia,
nuestra demostración pública podría crearnos nuevos enemigos.
Debemos prepararnos.
—¿Entonces por qué deberíamos preocuparnos? —grita alguien desde el
fondo. Se pone de pie y noto su pulcro cabello negro, una pesada sábana de
tinta que le llega a la cintura. Sus ojos brillan bajo las luces fluorescentes.
—Si ellos sólo van a odiarnos —dice ella—, ¿por qué siquiera deberíamos
defenderlos? ¡Es ridículo!
Castillo respira hondo.
—No podemos culparlos a todos por la estupidez de uno solo.
—Pero no se trata de uno solo, ¿verdad? —una nueva voz interrumpió—.
¿Cuántos de ellos van a volverse en nuestra contra?
—No tenemos forma de saberlo —dice Castillo—, podría ser uno. Podría ser
ninguno. Estoy meramente advirtiéndoles que sean cuidadosos. Nunca
deben olvidar que los civiles son inocentes y no están armados. Están
siendo asesinados por su desobediencia… por el solo hecho de opinar y
pedir un trato justo. Mueren de hambre y han perdido sus hogares, sus
familias. Seguramente, ustedes deben ser capaces de contarlo. Muchos
todavía tienen familia perdida, dispersos a través del país, ¿verdad?
Un murmullo corre entre la multitud.
—Deben verlos como sus madres. Sus padres. Sus hermanos y hermanas
entre ellos. Están heridos y están derrotados. Tenemos que hacer lo poco
que podamos para ayudar. Es la única manera. Somos su única esperanza.
—¿Qué pasa con nuestros hombres? —Otra persona se pone de pie. Un
hombre de más de cuarenta años, redondo y robusto, elevándose por
encima del salón.
—¿Dónde está la garantía de que recuperaremos a Winston y a Brendan?
Sólo por un segundo los ojos de Castillo caen. Me pregunto si soy la única
que nota el dolor aletear en sus ojos.
—No hay garantía, amigo mío. Nunca la hay. Pero haremos lo mejor que
podamos. Nunca nos rendiremos.
—¿Entonces como nos beneficia tener al chico de rehén? —protesta—. ¿Por
qué lo mantenemos con vida? ¡No nos ha hecho ningún bien; se come
nuestra comida y utiliza recursos que deberían ser para nosotros!
La turba estalló en un violento frenesí de emociones, furia y locura. Todos
gritando a la vez cosas como: “¡Mátenlo!” y “¡Eso les mostrará lo bueno!” o
“¡Debemos mostrar nuestro punto!” y también “¡Él merece morir!”
De repente mi corazón se aflige.
Casi empiezo a hiperventilar y me doy cuenta, por primera vez, que pensar
en la muerte de Warner me resulta muy desagradable.
Me horroriza la idea.
Busco en Adam una reacción diferente, pero no sé qué era lo que esperaba.
Soy estúpida por sorprenderme de la tensión en sus ojos, su frente, sus
labios rígidos.
Soy estúpida por haber esperado algo más que odio por parte de Adam. Por
supuesto que Adam odia a Warner. Claro que sí.
Warner trató de matarlo.
Claro que él también quiere muerto a Warner.
Creo que voy a vomitar.
—¡Por favor! —grita Castillo—. ¡Yo sé que están alterados! El mañana es
difícil de enfrentar, pero no debemos canalizar nuestra agresión hacia una
persona. Debemos usarlo como combustible para nuestra lucha y debemos
permanecer unidos. No podemos permitir que nada nos divida. ¡No ahora!
Seis segundos de silencio.
—¡No pelearé hasta que él muera!
—¡Lo matamos esta noche!
—¡Atrapémoslo ahora!
La gente es un rugir de cuerpos furiosos, determinados, feos rostros, tan
temibles, tan salvajes, tan retorcidos en ira inhumana. No había notado que
la gente de Punto Omega albergara tanto resentimiento.
—¡ALTO! —Las manos de Castillo están en el aire, sus ojos en llamas. Cada
mesa y silla en el salón comienza a temblar. La gente mira alrededor,
dispersa y asustada, desconcertada.
Todavía no pretenden quebrantar la autoridad de Castillo. Al menos por
ahora.
—Nuestro rehén, —empieza a decir Castillo—, ya no es un rehén.
Imposible.
Es imposible.
No es posible.
—Ha venido a mí, justo hoy —dice Castillo— y pidió santuario en Punto
Omega.
Mi cerebro grita, brama contra las palabras que acaba de confesar Castillo.
No puede ser cierto. Warner dijo que se iría. Dijo que encontraría la manera
de escapar.
Pero Punto Omega está aún más impresionado de lo que yo estoy. Incluso
Adam tiembla furioso a mi lado. Tengo miedo de mirarlo a la cara.
—¡SILENCIO! ¡POR FAVOR! —Castillo extiende otra mano para sofocar la
explosión de protestas. Dice, —Recientemente hemos descubierto que él
también tiene un don. Y dice que quiere unírsenos. Dice que luchará con
nosotros mañana. Luchará contra su padre y nos ayudará a encontrar a
Brendan y Winston.
El caos
El caos
El caos explota en cada rincón del cuarto.
—¡Es un mentiroso!
—¡Pruébalo!
—¿Cómo puedes creerle?
—¡Ha traicionado a su propio pueblo! ¡Nos traicionará a nosotros!
—¡Nunca lucharé junto a él!
—¡Yo lo mataré primero!
Los ojos de Castillo se estrechan, destellando bajo las luces fluorescentes, y
su mano se agita en el aire, reuniendo en el aire cada plato, cuchara y vaso
del salón; los sostiene en el aire, desafiando a cualquiera a hablar, gritar,
discrepar.
—No van a tocarlo —dice tranquilamente—, juré ayudar a los miembros de
nuestra especie y no faltaré a mi palabra ahora. ¡Piensen! —grita—.
¡Piensen en el día que lo supieron! ¡Piensen en la soledad, el aislamiento, el
terror que los abrumó! ¡Piensen en cómo fueron alejados de sus familias y
amigos! ¿No creen que él podría ser un hombre cambiado? ¿Cómo han
cambiado ustedes, amigos? ¡Júzguenlo ahora! ¡Juzgan a uno de los suyos
que pide amnistía!
Castillo parece disgustado.
—Si hace algo que comprometa a cualquiera de nosotros, si hace la mínima
cosa que pruebe su deslealtad… sólo entonces serán libres de juzgarlo. Pero
primero le damos una oportunidad, ¿no es así? —Ya ni se molesta en
esconder su enojo—. ¡Dice que nos ayudará a encontrar a nuestros
hombres! ¡Dice que luchará contra su padre! ¡Tiene valiosa información que
podemos usar! ¿Por qué nos negamos a aprovechar esta oportunidad? ¡No
es más que un niño de diecinueve años! ¡Es sólo uno y nosotros somos
muchos más!
La muchedumbre hace silencio, murmurando entre ellos. Escucho
fragmentos de conversaciones y cosas como “ingenuo” o “ridículo” y “¡va a
hacer que nos maten a todos!” pero ninguno habla y me tranquiliza. No
puedo creer lo que siento en este momento y desearía que no me importase
tanto lo que ocurra con Warner.
Ojalá pudiera desear su muerte. Ojalá no sintiera nada por él.
Pero no puedo. No puedo. No puedo.
—¿Cómo lo sabes? —pregunta alguien. Una nueva voz, una voz calma, que
lucha por ser racional.
La voz sentada justo a mi lado.
Adam se levanta. Traga, con dificultad.
Dice:
—¿Cómo sabes que tiene un don?
Me mira, Castillo me mira, se me queda mirando como impulsándome a
hablar y yo siento que no hay aire en la habitación, como si me hubieran
arrojado a una bañera de agua hirviendo, como si nunca fuera a recuperar
mi ritmo cardíaco y empiezo a rezar esperando y deseando que no diga lo
que está a punto de decir, pero lo hace.
Por supuesto que lo hace.
—Sí —dice Castillo—. Sabemos que él, igual que tú, puede tocar a Juliette.
CCaappííttuulloo 5566
s como pasar seis meses solamente tratando de inhalar.
Es como olvidar como mover tus músculos y revivir cada momento
nauseabundo en tu vida, luchando por sacar todas las astillas
debajo de tu piel. Es como esa ocasión en la que despertaste y te
metiste en la madriguera de un conejo, una niña rubia en un vestido azul te
pedía y pedía direcciones, pero tu no podías decirle, no tenías idea,
intentabas hablar pero tenías un nudo en la garganta, es como si alguien se
hubiera llevado el océano, lo hubiera llenado de silencio y lo hubiera puesto
patas arriba.
Es como esto.
Nadie habla. Nadie se mueve. Todos miran.
Hacía mí.
A Adam.
Y Adam me mira a mí.
Sus ojos son salvajes, parpadean demasiado rápido, sus expresiones
cambiando de la confusión y el enojo a la pena y de nuevo a la confusión,
tanta confusión y un toque de traición o sospecha, de tanta confusión y una
dosis extra de pena, estoy boquiabierta como un pez en el momento antes de
E
que muera.
Deseo que dijera algo. Deseo que al menos me pregunte o me acuse o me
demande algo pero no dice nada, sólo me mira y yo miro como la luz se va
de sus ojos y la ira da paso a la pena y a la extraordinaria imposibilidad
que debe estar experimentando en este momento, se sienta.
No mira en mi dirección.
—Adam.
Se levanta. Esta levantado. Se levantó y está saliendo de la habitación,
lucho con mis pies y lo persigo fuera de la puerta, oigo el caos que nace a mi
paso. La multitud enojándose de nuevo, casi choco contra él, estoy
jadeando, él gira alrededor de mí y me dice:
—No lo comprendo. —Sus ojos están tan heridos, profundos y azules.
—Adam, yo…
—Te ha tocado. —No es una pregunta. El apenas puede mirarme a los ojos,
se ve casi avergonzado por las palabras que dice después—. Ha tocado tu
piel.
Si solamente fuera eso. Si fuera así de simple. Si me pudiera sacar esto de
mi sangre y a Warner fuera de mi cabeza, por qué estoy tan confundida.
—Juliette.
—Sí —le digo, apenas muevo mis labios. La respuesta para su no formulada
pregunta es “si”.
Adam toca sus labios con sus dedos, mira lejos y hace un extraño sonido
incrédulo.
—¿Cuándo?
Le digo.
Le digo cuando sucedió, como todo comenzó, le digo que estaba usando uno
de los vestidos que Warner siempre me hacía ponerme, como estaba
luchando por detenerme antes de que saltara por la ventana, como su mano
rozó mi pierna, como me tocó y no ocurrió nada.
Le digo como traté de pretender que todo era parte de mi imaginación hasta
que Warner nos atrapó de nuevo.
No le digo que Warner me dijo que me extrañaba, como me dijo que me
amaba, ni que me besó, como me besó con tanto salvajismo, una intensidad
temeraria. No le digo que fingí devolver su afecto, solamente para poder
meter mis manos debajo de su abrigo para tomar la pistola de su bolsillo
interno.
No le digo que me sorprendí, asustada, incluso, por cómo me sentí en sus
brazos, que empujé esos extraños sentimientos porque odiaba a Warner,
porque estaba tan horrorizada de que le hubiera disparado a Adam que
quería matarlo.
Todo lo que sabe Adam es que casi lo logré. Casi maté a Warner.
De verdad soy un monstruo.
—No quería que supieras. —Me las arreglo para decirlo—. Pensé que
complicaría las cosas entre nosotros, después de todo lo que habíamos
tenido que afrontar, pensé que sería mejor ignorarlo, no lo sé —Busco a
tientas, encuentro palabras fallidas—. Fue estúpido. Debería haberte dicho,
estoy arrepentida. Estoy tan arrepentida. No quería que te enteraras de esta
manera.
Adam respira fuerte, se frota la parte de atrás de su cabeza antes de pasar
una mano por sus cabellos y dice:
—Yo no, no lo entiendo, es decir, ¿sabemos por qué puede tocarte? ¿Puede
hacer lo que yo hago? Yo no... Jesús, Juliette, has pasado todo ese tiempo a
solas con él.
—Nada pasó —le digo—. Todo lo que hice fue hablar con él, nunca trató de
tocarme. No tengo idea de porque puede tocarme. Él no ha empezado a
hacer pruebas con Castillo todavía.
Adam suspira mientras arrastra una mano a través de su cara y dice, con
una voz tan baja que solo yo puedo oírlo.
—No entiendo ni siquiera porque estoy sorprendido. Compartimos el mismo
maldito ADN… —Jura entre dientes. Él jura otra vez—. ¿Alguna vez voy a
poder tomarme un descanso? —me pregunta, alzando la voz, hablándole al
aire—. ¿Habrá alguna vez en que ninguna cosa de mierda sea tirada a mi
cara? Jesús, es como si esta locura nunca fuera a acabar.
Quiero decirle que no creo que nunca acabe.
—Juliette.
Me congelo ante el sonido de su voz.
Cierro mis ojos apretadamente, tan apretados, intentando no creerle a mis
oídos. Warner no puede estar aquí. Claro que no está aquí. No es siquiera
posible que él esté aquí afuera, pero luego recuerdo.
Castillo dijo que él ya no es un rehén.
Castillo debió dejarlo salir de su cuarto.
Oh.
Oh no.
Esto no puede estar sucediendo. Warner no esta parado tan cerca de mí y
de Adam en este momento, no de nuevo, no de esta manera, no después de
todo, esto no puede estar pasando.
Pero Adam mira sobre mi hombro, mira detrás de mi a la persona que estoy
tratando fuertemente de ignorar, no puedo levantar mis ojos. No quiero ver lo
que está a punto de ocurrir.
La voz de Adam es como él ácido cuando habla.
—¿Qué carajos estás haciendo aquí?
—Es bueno verte Kent —Puedo oír la sonrisa de Warner—. Deberíamos
ponernos al día, sabes. Especialmente a la luz de este nuevo
descubrimiento. No tenía idea de que teníamos tanto en común.
En realidad, no tienes idea de cuánto, quiero decir en voz alta.
—Eres un pedazo de mierda enfermo —Le dice Adam, su voz es baja y
mesurada.
—Ese terrible lenguaje —Warner sacude la cabeza—. Sólo aquellos que no
pueden expresarse de forma inteligente usan esas crudas substituciones en
el vocabulario —Hace una pausa—. ¿Es por qué te intimido, Kent? ¿Te hago
sentir nervioso? —Se ríe—. Pareces estar luchando por mantenerte sereno.
—Te mataré —Adam carga hacía adelante para agarrar a Warner de su
garganta en el momento en el que Kenji se interpone entre ellos,
separándolos con una mirada de absoluto disgusto en su cara.
—¿Qué en el infierno están haciendo ustedes dos? —Sus ojos están
ardiendo, enojados—. No sé si se han dado cuenta pero están parados en la
entrada, están asustando a los niños pequeños, Kent, les voy a tener que
pedir que se calmen.
Adam intenta hablar pero Kenji lo interrumpe.
—Escúchame, no tengo idea de por qué Warner esta fuera de su cuarto, pero
esa no es mi responsabilidad. Castillo está a cargo en este lugar, tenemos
que respetar eso. No puedes ir alrededor matando gente solo porque tienes
ganas.
—¡Este es el mismo tipo que trató de torturarme a muerte! —grita Adam—.
¡Hizo que sus hombres sacaran la mierda de ti! ¿Y tengo qué vivir con él?
¿Pretender qué todo está bien? ¿Castillo perdió el sentido común?
—Castillo sabe lo que hace —chasquea Kenji—. No necesitas tener una
opinión, diferirías de su juicio.
Adam lanza sus manos al aire, furioso.
—No puedo creer esto. ¡Esto es una broma! ¿Quién hace esto? ¿Quién trata
a un rehén como si estuvieran en una especie de retiro? —grita de nuevo,
haciendo ningún esfuerzo por mantener su nivel de voz por lo bajo—. ¡Podría
volver y dar cada mínimo detalle de este lugar! ¡Podría darles nuestra
localización exacta!
—Eso es imposible —dice Warner—. No tengo idea de dónde estamos.
Adam se voltea hacía Warner tan rápido que apenas me puedo girar igual
de rápido para ver la acción. Adam está gritando, diciendo algo, se ve como
si pudiera atacar a Warner en este preciso momento, Kenji está tratando de
contenerlo, casi no puedo oír lo que está pasando a mi alrededor. La sangre
late con fuerza en mi cabeza, mis ojos están olvidando parpadear porque
Warner esta mirándome solamente a mí, sus ojos tan centrados, tan
concentrado, tan desgarradoramente intensos que me hacen quedar inmóvil.
El pecho de Warner sube y baja, tan fuerte que puedo verlo desde donde
estoy parada. No está prestando atención a la conmoción atrás de él, el caos
en el comedor o a Adam, que está tratando de arrojarlo contra el piso; no se
ha movido una sola pulgada. Él no mirara hacía otro lado, sé que tengo que
hacerlo por él.
Volteo la cabeza.
Kenji le está gritando a Adam que se calme acerca de algo, lo alcanzo,
agarro el brazo de Adam, le ofrezco una pequeña sonrisa y se queda quieto.
—Vamos —le digo—. Volvamos adentro. Castillo no ha terminado y
necesitamos saber que está diciendo.
Adam hace un esfuerzo por recuperar el control sobre sí mismo. Toma una
profunda respiración. Me ofrece un rápido asentimiento, dejándome llevarlo
hacia adelante. Estoy forzándome a prestar atención a Adam, para poder
pretender que Warner no está aquí.
Warner no es un fan de mi plan.
Ahora está parado enfrente de mí, bloqueando nuestro camino, miro hacía el
a pesar de mis mejores intenciones solo para ver algo que nunca había visto
antes. No a este nivel, no como esto.
Dolor.
—Muévete. —Adam chasquea los dedos hacía él, pero Warner no parece
darse cuenta.
Warner está mirándome. Esta mirando mi mano aferrada alrededor del
brazo cubierto de Adam, la agonía en sus ojos está quitándome el equilibrio
de mis piernas , no puedo hablar, no debería hablar, no sabría que decir ni
aunque pudiera hablar y entonces él dice mi nombre.
Dice:
—Juliette.
—¡Muévete! —ladra Adam de nuevo, esta vez perdiendo el control,
empujando a Warner con la suficiente fuerza para tirarlo al piso. Excepto
que Warner no cae. Trastabilla un poco hacía atrás, pero el movimiento de
alguna manera despierta algo en él, una especie de ira dormida que está
impaciente por desatar, carga hacía adelante, listo para infligir daño, trató
de decidir qué hacer para pararlo, trato de hacer un plan y soy estúpida.
Soy lo suficientemente estúpida para ponerme en medio.
Adam me agarra para hacerme retroceder, pero ya tengo una mano
presionando en el pecho de Warner, no sé lo que estoy pensando pero no
estoy pensando en nada y ese parece ser el problema. Estoy aquí, atrapada
en el milisegundo parada entre dos hermanos tratando de destruirse el uno
al otro y ni siquiera soy yo la que intenta hacer algo para pararlo.
Es Kenji.
Agarra a ambos chicos por los brazos, tratando de separarlos, pero el
repentino sonido que sale de su garganta es una tortura, un terror que
quisiera sacar de mi cabeza.
Él ha caído.
Kenji está en el piso.
Esta asfixiándose, jadeando, retorciéndose en el piso hasta que se queda
quieto, hasta que casi no puede respirar y luego está quieto, quieto,
demasiado quieto, creo que estoy gritando, me toco y me toco los labios para
ver de dónde viene ese sonido, estoy de rodilla. Trato de despertarlo pero no
se mueve, no está respondiendo y no tengo idea de que acaba de pasar.
No tengo idea de si Kenji está muerto.
CCaappííttuulloo 5577
efinitivamente estoy gritando.
Brazos me están levantando del piso y escucho voces y sonidos
que no me importa reconocer porque todo lo que sé es que esto no
puede estar pasando, no a Kenji, no a mi divertido complicado
amigo que guarda secretos detrás de su sonrisa y estoy
arrancándome las manos que me sujetan, estoy ciega. Estoy atornillada en
el comedor y cientos de caras borrosas pasan a segundo plano porque la
única que quiero ver tiene un blazer azul marino y la cabeza llena de rastas
atadas en una cola de caballo.
—¡Castillo! —estoy gritando. Sigo gritando. Tal vez me he caído al piso, no
estoy segura, pero puedo asegurar que mis rodillas están empezando a
doler y no me importa, no me importa, no me importa—. ¡Castillo! Es Kenji -
él es- por favor…
Nunca había visto a Castillo correr antes.
Atraviesa el cuarto con una velocidad inhumana, pasándome y hacia el hall.
Todos en el cuarto están parados, frenéticos, algunos gritando, en pánico y
yo persigo a Castillo de nuevo hacia el túnel y Kenji sigue ahí. Quieto.
Quieto.
Demasiado quieto.
—¿Dónde están las chicas? —está gritando Castillo—. Alguien, ¡traigan a
las chicas! —Está tomando la cabeza de Kenji, tratando de levantar el
D
pesado cuerpo en sus brazos y nunca lo había escuchado así antes, no
incluso cuando hablo de nuestros rehenes, no incluso cuando hablo sobre lo
que Anderson le había hecho a los civiles. Miro a mi alrededor y veo los
miembros de Punto Omega parados a nuestro alrededor, dolor comiendo sus
rasgos y muchos de ellos ya han empezado a llorar, abrazándose entre ellos
y me doy cuenta que nunca conocí completamente a Kenji. Nunca entendí el
alcance de su autoridad, nunca vi lo que significaba para las personas de
este cuarto.
Cuanto lo amaban.
Pestañeo y Adam es una de las 50 personas que se acercan para ayudar a
cargar a Kenji y ahora están corriendo, están esperando lo mejor contra
cualquier esperanza y alguien esta gritando.
—¡Se han ido al área médica! ¡Están preparando una cama para él! —Y es
como una estampida, todos apurándose, tratando de descubrir que está mal
y ninguno me mirara, ninguno encontrara mis ojos y me alejo, fuera de vista,
doblando la esquina, en la oscuridad. Saboreo las lágrimas mientras caen
en mi boca, cuento cada gota salada que cae porque no entiendo qué pasó,
cómo pasó, cómo es esto incluso posible si no lo estaba tocando. No puedo
haberlo estado tocando por favor, por favor, por favor. No puedo haber
estado tocándolo pero me congelo. Carámbanos corriendo por mis brazos
cuando me doy cuenta que:
No estoy usando mis guantes.
Olvidé mis guantes. Estaba tan apurada de llegar allí esta noche que salí de
la ducha y deje mis guantes en el cuarto y no parece real, no parece posible
que puedo haber hecho esto, de que me olvide, que puedo ser responsable
por otra vida perdida y yo no, yo no, yo no…
Caigo al piso.
—Juliette.
Miro hacia arriba. Salto sobre mis pies.
Digo:
—Mantente alejado de mí. —Y estoy temblando, intentando contener las
lágrimas pero estoy reducida a la nada y pienso que este debe ser. Este
debe ser mi castigo final. Merezco este dolor, merezco haber matado a uno
de mis pocos amigos en este mundo y querer marchitarme y desaparecer
para siempre—. Vete de aquí...
—Juliette, por favor —dice Warner, acercándose. Su cara esta en las
sombras. Este túnel esta poco iluminado y no se hacia dónde va. Todo lo
que sé es que no quiero estar sola con Warner.
No ahora. No, nunca más.
—Dije que te alejaras de mí. —Mi voz esta temblando—. No quiero hablar
contigo. Por favor ¡déjame tranquila!
—No te puedo abandonar de esta manera —dice—. No cuando estas
llorando.
—Tal vez no entiendes esa emoción —le tiro—. Tal vez no te interesa,
¡porque matar gente no significa nada para ti!
Esta respirando duro. Muy rápido.
—¿De qué estás hablando?
—¡Estoy hablando sobre Kenji! —exploto—. ¡Yo hice eso! ¡Es mi culpa! Es mi
culpa que tú y Adam hayan estado peleando y es mi culpa que Kenji vino
para intentar pararte y es mi culpa… —Mi voz se quiebra una vez, dos
veces—. ¡Es mi culpa que él esté muero!
Los ojos de Warner se abren.
—No seas ridícula —dice—. No está muerto.
Estoy en agonía.
Estoy llorando por lo que he hecho y por como claramente él está muerto, no
las has visto, no se estaba moviendo y lo mate y Warner permanece en
silencio. No dice una sola palabra mientras yo le arrojo horribles insultos y
lo acuso de ser demasiado frío para entender lo que es el duelo. No me doy
cuenta de que me empuja hacia sus brazos hasta que estoy recostada sobre
su pecho y no lucho. No lucho para nada. Me inclino hacia él porque necesito
esta calidez, extraño la sensación de brazos fuertes a mi alrededor y me
estoy empezando a dar cuenta cuanto dependo de las propiedad curativas
de un excelente abrazo.
Cuan desesperadamente extraño esto.
Y él solo me sostiene, me acaricia el pelo, corre una mano amable por mi
espalda y escucho su corazón latir con un ritmo raro y loco, que suena
demasiado rápido para ser humano.
Sus brazos están completamente a mí alrededor cuando dice:
—Tú no lo mataste, amor.
Y yo digo:
—Tal vez no viste lo que yo sí.
—Estás malinterpretando completamente la situación. No hiciste nada para
lastimarlo.
Sacudo mi cabeza contra su pecho.
—¿De qué estás hablando?
—No fuiste tú. No fuiste tú.
Retrocedo y miro hacia arriba a sus ojos.
—¿Cómo puedes saber algo como eso?
—Porque —dice—. No fuiste tú quién lastimó a Kenji. Fui yo.
CCaappííttuulloo 5588
ué?
—No está muerto —dice Warner—, a pesar de que está
gravemente herido. Sospecho que deben ser capaces de revivirlo.
—¿Qué…? —Estoy entrando en pánico, pánico hasta en los huesos—. ¿De
qué estás hablando?
—Por favor —dice Warner—. Siéntate. Te lo explicaré. —Se pliega a sí mismo
en el suelo y acaricia el lugar junto a él. No sé qué más hacer y mis piernas
son ahora oficialmente demasiado débiles para valerse por sí mismas.
Mis extremidades se derraman en el suelo, la espalda contra la pared, a su
lado derecho y el costado izquierdo dividido sólo por una pulgada de
espesor de aire.
1
2
3 segundos pasan.
—No quería creerle a Castillo cuando me dijo que podría tener un... un don
—dijo Warner. Su voz se lanzó por lo bajo por lo que tengo que esforzarme
para oírlo a pesar de que estoy a sólo unos centímetros de distancia—. Una
parte de mí esperaba que él estuviera tratando de volverme loco para su
propio beneficio. —Un pequeño suspiro—. Pero hizo tener un poco de sentido,
—¿Q
si realmente lo pensaba. Castillo me habló de Kent, también —dice
Warner—. Acerca de la forma en que te puede tocar y cómo ha descubierto
por qué. Por un momento me pregunté si tal vez tuviera una habilidad
similar. Una tan patética. Igualmente inútil. —Él se ríe—. Era muy reacio a
creerlo.
—No es una habilidad inútil —me oigo decir.
—¿En serio? —Se vuelve hacia mí. Nuestros hombros casi se tocan—. Dime,
amor. ¿Qué puede hacer?
—Puede desactivar cosas. Habilidades.
—Bien —dice—, pero, ¿cómo podría eso alguna vez ayudarlo? ¿Cómo podría
ser que le ayude desactivar el poder de su propio pueblo? Es absurdo. Es un
desperdicio. No va a ayudar para nada en esta guerra.
Me erizo. Decido ignorar eso.
—¿Qué tiene esto que ver con Kenji?
Se aleja de mí. Su voz es más suave, cuando dice:
—¿Me creerías si te dijera que puedo sentir tu energía en este momento?
¿Qué siento el tono y el peso de ella?
Lo miro, estudiando sus características y la seria nota tentativa en su voz.
—Sí —le digo—. Creo que te creo.
Warner sonríe de una manera que parece que le entristece.
—Puedo sentirlo —dice, toma una respiración profunda—, las emociones que
estás sintiendo con más fuerza. Y porque sé, soy capaz de poner esos
sentimientos en contexto. Sé que el miedo que sientes en este momento, por
ejemplo, no se dirige a mí, sino a ti misma, y lo que crees que has hecho a
Kenji. Siento tu vacilación, tu rechazo a creer que no fue tu culpa. Siento tu
tristeza, tu dolor.
—¿Realmente puedes sentir eso? —pregunto.
Él asiente sin mirarme.
—No sabía que era posible —le digo.
—Yo tampoco, no era consciente de ello —dice—. No por mucho tiempo. En
realidad pensé que era normal estar tan consciente de las emociones
humanas. Pensé que tal vez era más perspicaz que la mayoría. Es un gran
factor de por qué mi padre me permitió tomar más del Sector 45 —me dice—.
Porque tengo una extraña habilidad de decir cuando alguien está ocultando
algo, o se siente culpable, o, lo más importante, la mentira. —Una pausa—.
Eso —dice—, y porque no tengo miedo de entregar y obtener consecuencias
si la ocasión lo requiere.
—No fue hasta que Castillo sugirió que podría haber algo más en mí que me
puse a analizarlo. Casi pierdo mi mente. —Sacude la cabeza—. Seguía
dándole vueltas, pensando en maneras de probar y refutar sus teorías. Aún
con toda mi cuidada deliberación, no hice caso. Y aunque siento un poco de
pena, por tu bien, no por el mío, Kenji tenía que ser tan estúpido como para
interferir esa noche, creo que en realidad fue bastante casual. Porque ahora
por fin tengo la prueba. La prueba de que estaba equivocado. Ese Castillo —
dice—, tenía razón.
—¿Qué quieres decir?
—Tomé la Energía —me dice—, y yo no sabía que podía. Lo sentía muy
vívidamente cuando nosotros cuatro conectamos. Adam era inaccesible, lo
cual, dicho de paso, explica el por qué nunca lo sospeché de ser desleal. Sus
emociones estaban siempre ocultas, siempre bloqueadas. Era ingenuo y
asumí que era simplemente robótico, desprovisto de cualquier personalidad
o intereses reales. Él se me escapaba y fue mi culpa. Confiaba en mí
demasiado para poder anticipar una falla en mi sistema.
Y quiero decir, la capacidad de Adam no es tan inútil después de todo, ¿no?
Pero no lo hago.
—Y Kenji —dice Warner después de un momento. Se frota la frente. Se ríe
un poco—. Kenji era... muy inteligente. Mucho más inteligente de lo que le
acredité porque, según parece, era exactamente esa la táctica. Kenji —dice,
con un suspiro—, tuvo la precaución de ser una amenaza evidente a
diferencia de una discreta.
—Él siempre estaba en problemas, exigiendo porciones extra en las
comidas, luchando con los otros soldados, rompiendo el toque de queda.
Rompió las reglas simples a fin de llamar la atención sobre sí mismo. Para
engañarme para verlo como un irritante y nada más. Siempre sentí que
había algo raro en él, pero lo atribuí a su fuerza, la conducta escandalosa y
su incapacidad para seguir las reglas. Lo descarté como un pobre soldado.
Alguien que nunca se promovió. Alguien que siempre se reconoce como una
pérdida de tiempo. —Sacude la cabeza. Levanta las cejas hacia el suelo—.
Brillante —dice, mirando casi impresionado—. Fue brillante. Su único error
—agrega Warner después de un momento—, estaba siendo demasiado
amigo de Kent. Y ese error casi le cuesta la vida.
—Entonces, ¿qué? ¿Estabas tratando de acabar con él esa noche? —
Todavía estoy tan confundida, tratando de hacer un intento de centrarme en
la conversación—. ¿Le has hecho daño a propósito?
—No es a propósito. —Warner niega con la cabeza—. Yo en realidad no sé lo
que estaba haciendo. Al principio no. Sólo sentí la energía, nunca supe que
la podía tomar. Pero tome la tuyo con sólo tocarte, había tanta adrenalina en
el grupo de nosotros que la tuya prácticamente se lanzó hacia mí. Y cuando
Kenji me agarró del brazo —dice—, tú y yo, estábamos todavía conectados.
Y... de alguna manera me las arreglé para redirigir tu poder en su dirección.
Fue bastante accidental pero sentí como sucedía. Sentí su picor de energía.
Salir corriendo de mí. —Él mira hacia arriba. Junta sus ojos—. Fue la cosa
más extraordinaria que he experimentado.
Creo que me hubiese caído si no estuviera ya sentada.
—¿Así que puedes sólo tomar los poderes de otras personas? —le pregunto.
—Al parecer.
—¿Y estás seguro de que no lastimaste a Kenji a propósito?
Warner se ríe, me mira como si hubiera dicho algo muy divertido.
—Si hubiera querido matarlo, lo habría hecho. Y no habría necesitado un
montaje tan complicado para lograrlo. No estoy interesado en el teatro —
dice—. Si quiero hacer daño a alguien, no voy a necesitar mucho más que
mis propias manos.
Estoy sorprendida dentro del silencio.
—Estoy realmente sorprendido —dice Warner—, cómo te las arreglas para
contener tanto sin encontrar maneras de liberar el exceso. Apenas pude
aferrarme a ella. La transferencia de mi cuerpo al de Kenji fue inmediata,
era necesario. No podía tolerar la intensidad por mucho tiempo.
—¿Y no puedo hacerte daño? —Parpadeo hacia él, asombrada—. ¿En
absoluto? ¿Mi poder solo entra en ti? ¿Tu solo lo absorbes?
Él asiente. Y dice:
— ¿Te gustaría ver?
Y digo que sí con la cabeza y mis ojos y mis labios y yo nunca he estado
más asustada y emocionada en mi vida.
—¿Qué tengo que hacer? —le pregunto.
—Nada —dice, en voz muy baja—. Sólo tocarme.
Mi corazón está latiendo hay un golpeteo corriendo por mi cuerpo y estoy
tratando de concentrarme. Tratando de mantener la calma. Esto va a estar
bien, me digo a mí misma. Todo va a estar bien. Es sólo un experimento. No
hay necesidad de estar tan entusiasmada con la posibilidad de tocar a
alguien más, me sigo diciendo a mí misma.
Pero, oh, estoy tan, tan emocionada.
Él extiende su mano desnuda.
La tomo.
Espero sentir algo, una sensación de debilidad, un cierto agotamiento de mi
energía, alguna señal de que la transferencia se lleva a cabo de mi cuerpo al
suyo, pero no siento nada en absoluto. Siento exactamente lo mismo. Pero
veo el rostro de Warner cuando sus ojos se cierran y hace un esfuerzo por
enfocar. Entonces siento su mano apretar alrededor de la mía y jadea. Sus
ojos se abren y su mano libre va directamente a través del suelo.
Doy un tirón hacia atrás, entró en pánico. Estoy inclinándome hacia los
lados, con las manos cogidas por detrás. Debo estar alucinando. Debo estar
alucinando el agujero en el suelo donde Warner todavía está sentado. Debo
haber estado alucinando cuando vi su palma presionar demasiado duro e ir
directo. Debo estar alucinando todo. Todo esto. Estoy soñando y estoy
segura de que voy a despertar pronto. Debe ser eso.
—No tengas miedo…
—C… como —tartamudeo—, ¿cómo hiciste e… eso?
—No tengas miedo, amor, está bien, te lo prometo, es nuevo para mí,
también.
—¿Mi-mi poder? ¿No sientes… ningún tipo de dolor?
Niega con la cabeza.
—Por el contrario. Es la más increíble adrenalina es diferente a todo lo que
he conocido. En realidad me siento un poco mareado —dice—, de la mejor
manera posible —dice riendo. Sonríe para sí mismo. Suelta la cabeza entre
sus manos. Y mira hacia arriba—. ¿Podemos hacerlo de nuevo?
—No —le digo demasiado rápido.
Él está sonriendo.
—¿Estás segura?
—Yo puedo, yo solo, todavía no puedo creer que me puedas tocar. Es de
verdad, quiero decir… —Estoy sacudiendo la cabeza—. ¿No hay truco? ¿No
hay condiciones? ¿Me tocas y nadie se hace daño? ¿Y no sólo nadie se
lastima, sino que tú disfrutas de ella? ¿En realidad te gusta el modo en que
se siente tocarme?
Está parpadeando ante mí ahora, mirándome como si no estuviera seguro
de cómo responder a mi pregunta.
—¿Y bien?
—Sí —dice, pero es una palabra sin aliento.
—Sí, ¿qué?
Puedo oír lo mucho que su corazón está latiendo. Realmente puedo escuchar
el silencio entre nosotros.
—Sí —dice—. Me gusta.
Imposible.
—Nunca tienes que tener miedo de tocarme —dice—. No me harás daño.
Sólo me haces más fuerte.
Me dan ganas de reír como una de esas extrañas risas altas y agudas,
risas, delirantes que señala el final de la cordura de una persona. Porque
este mundo, creo, tiene un terrible, terrible sentido del humor. Siempre
parece estar riéndose de mí. A mis expensas. Haciendo mi vida
infinitamente más complicada todo el tiempo. Arruinar todos mis planes
mejor trazados, haciendo cada decisión más difícil. Haciendo todo tan
confuso.
No puedo tocar el chico que amo.
Pero puedo usar mi toque para fortalecer al chico que trató de matar a la
persona que amo.
Nadie, quiero decirle al mundo, se está riendo.
—Warner. —Miro hacia arriba, golpeándome con una súbita comprensión—.
Hay que decirle a Castillo.
—¿Por qué haría eso?
—¡Porque él tiene que saber!¡Eso explicaría la situación de Kenji y nos
podría ayudar mañana! Vas a estar luchando con nosotros y podría ser útil.
Warner ríe.
Se ríe y ríe y ríe, con los ojos brillantes, brillando incluso en esta penumbra.
Ríe hasta que es sólo un aliento fuerte, hasta que se convierte en un suave
suspiro, hasta que se disuelve en una sonrisa divertida. Y entonces me
sonríe hasta que está sonriendo para sí mismo, hasta que mira hacia abajo
y su mirada cae a mi mano, la que yace inerte en mi regazo y vacila un
momento antes de que sus dedos rocen la piel suave y fina que cubre los
nudillos.
No respiro.
No hablo.
Ni siquiera me muevo.
Él es vacilante, como si estuviera esperando ver si voy a tirarlo lejos y sé
que debería, sé que debería, pero no lo hago. Así que toma mi mano. La
estudia. Pasa los dedos a lo largo de las líneas de la palma, los pliegues de
las articulaciones, el punto sensible entre el pulgar y el dedo índice y su
toque es tan tierno, tan delicado y suave y se siente tan bien que duele,
realmente duele. Y es demasiado para mi corazón manejar estos momentos.
Tiro de mi mano con un movimiento torpe y desigual, con el rostro enrojecido,
el pulso de la desconexión.
Warner no se inmuta. No levanta la vista. Ni siquiera parece sorprendido. Él
sólo mira sus manos ahora vacías mientras habla.
—Sabes —dice, con la voz un tanto extraña y suave—, creo que Castillo es
un poco más que un tonto optimista. Él se esfuerza demasiado en dar la
bienvenida a mucha gente y va a fracasar, simplemente porque es imposible
complacer a todos. —Una pausa—. Él es el ejemplo perfecto del tipo de
persona que no conoce las reglas de este juego. Alguien que piensa
demasiado en su corazón y se aferra demasiado, desesperadamente a una
idea fantástica de esperanza y de paz. Nunca lo va a ayudar. —Suspira—.
De hecho, será su final, estoy seguro de ello.
—Pero hay algo acerca de ti —dice Warner—, algo en la forma de esperar
las cosas. —Sacude la cabeza—. Es tan ingenua que es extrañamente
entrañable. Te gusta creer que la gente cuando habla —dice—. Prefiere la
bondad. —Sonríe, sólo un poco. Mira hacia arriba—. Me divierte.
De repente me siento como una idiota.
—No vas a luchar con nosotros mañana.
Warner está sonriendo abiertamente ahora, con los ojos cálidos.
—Voy a salir.
—¿Vas a salir? —Estoy entumecida.
—Yo no pertenezco a este lugar.
Estoy moviendo la cabeza, diciendo:
—No entiendo, ¿cómo puedes irte? Le dijiste a Castillo que vas a pelear con
nosotros mañana ¿él sabe que te vas? ¿Alguien lo sabe? —le pregunto,
buscando en su rostro—. ¿Qué tienes planeado? ¿Qué vas a hacer?
Él no responde.
—¿Qué vas a hacer, Warner?
—Juliette —susurra, y sus ojos son urgentes, torturados, de repente—.
Tengo que preguntarte alg…
Alguien está llegando por los túneles.
Llamándome.
Adam.
CCaappííttuulloo 5599
e levanto de un salto, frenética, y le digo a Warner que estaría
de regreso.
Estoy diciendo no me dejes todavía, no vayas a ninguna parte
aún, que estaría de regreso pero no espere por su respuesta
porque estaba sobre mi pies y corriendo hacia el pasillo iluminado y casi
choque con Adam. Él me estabilizó y tiró de mí apretadamente, demasiado
cerca, siempre olvidando no tocarme así, y ansioso dice:
—¿Estás bien? —y—. Lo siento tanto —y—. He estado buscándote por todas
partes —y—. Pensé que había ido al ala médica —y—. No es tu culpa,
espero que sepas eso…
Eso seguía golpeándome en el rostro, en los huesos, en la columna, este
conocimiento de sólo cuanto me preocupo por él. Cuando sé que se preocupa
por mí. Estando cerca de él cómo eso es un doloroso recordatorio de todo,
tuve que forzarme a caminar lejos de él. Tome una respiración profunda.
—Adam —pregunto—. ¿Está Kenji bien?
—No está consciente todavía —me dice—. Pero Sara y Sonya piensan que va
a estar bien. Ellas van a quedarse con él toda la noche, sólo para estar
seguras que lo logre en una pieza. —Una pausa—. Nadie sabe qué ocurrió —
dice—. Pero no fuiste tú. —Sus ojos bloqueándome en el sitio—. Sabes eso,
¿cierto? Ni siquiera lo tocaste. Sé que no lo hiciste.
E incluso aunque abro mi boca un millón de veces para decir, fue Warner.
M
Warner lo hizo. ¡Él es el único que le hizo esto a Kenji, tienes que llegar a él
y atraparlo y detenerlo estaba mintiéndote! ¡Va a escapar mañana! No dije
nada de ello y no sé por qué.
No sé por qué estoy protegiéndolo.
Creo que una parte de mí estaba asustada de decir las palabras en voz alta,
asustada de hacerlas ciertas. Todavía no sé si Warner va a no en verdad a
irse o incluso cómo va a escapar; no sé si eso es incluso posible. Y no sé si
puedo decirle a alguien sobre la habilidad de Warner todavía; no creo que
quiera explicarle a Adam eso mientras él y el resto de Punto Omega estaban
atendiendo a Kenji, estaba ocultándome en un túnel con Warner, nuestro
enemigo y rehén, sosteniendo su mano y atestiguando su nuevo poder.
Deseo no estar tan confundida.
Deseo que mis interacciones con Warner dejaran de hacerme sentir tan
culpable. Cada momento que paso con él, cada conversación que tengo con
él me hacen sentir como si de alguna forma estoy traicionado a Adam,
incluso aunque técnicamente no estamos juntos. Mi corazón todavía se
sentía demasiado atada a Adam; me sentía ligada a él, como necesitaba
hacer para ya no herirlo tanto. No quiero ser la razón del dolor en sus ojos,
no de nuevo, y de alguna forma había decidido que mantener secretos es la
única forma de conseguir lastimarlo. Pero en lo profundo, sé que esto no
puede estar bien. Muy en lo profundo, sabía que no podría terminar bien.
Pero no sé que otra cosa hacer.
—¿Juliette? —Adam todavía está sosteniéndome herméticamente, todavía
demasiado cerca y cálida y maravilloso—. ¿Estás bien?
Y no estoy segura de que me hizo preguntarlo, pero de repente necesito
saber.
—¿Siquiera vas a decirle?
Adam retrocedió, solo una pulgada.
—¿Qué?
—Warner. ¿Vas a decirle la verdad? ¿Sobre ustedes dos?
Adam parpadeó, aturdido, atrapado fuera de guardia por mi pregunta.
—No —dice finalmente—. Nunca.
—¿Por qué no?
—Porque tomas mucho más que sangre para ser familia —dice—. No quiero
tener nada con él. Me gustaría ser capaz de verlo morir y no sentir simpatía,
sin remordimiento. Él es lo que los textos definen de un monstruo —me dice
Adam—. Igual que mi papá. Y caería muerto antes que reconocerlo como mi
hermano.
De repente me siento como si pudiera desmayarme.
Adam agarra mi cintura, tratando de enfocar mis ojos.
—Todavía estás en shock —dice—. Necesitamos conseguir algo para
comer… o tal vez un poco de agua…
—Está bien —le digo—. Estoy bien —Me permito disfrutar un último
momento en sus brazos antes de alejarme, necesitando respirar. Sigo
tratando de convencerme que Adam está en lo correcto, que Warner había
hecho cosas terribles, horrorosas y no debería perdonarlo. No debería
sonreírle. No debería incluso hablarle. Y luego quiero gritar porque no creo
que mi cerebro pueda manejar la personalidad dividida que parecía estar
desarrollando últimamente.
Le digo a Adam que necesito un minuto. Le digo que necesito detenerme en
el baño antes de dirigirnos al ala médica y él dijo estar bien, dijo que
esperaría por mí.
Dijo que esperaría por mí hasta que estuviera lista.
Y regreso de puntillas al oscuro túnel para decirle a Warner que tenía que
dejarlo, que no iba a regresar después de todo, pero cuando echo un vistazo
en la oscuridad no puedo ver nada.
Miro alrededor.
Él ya se ha ido.
CCaappííttuulloo 6600
o tenemos que hacer nada para morir.
Podríamos escondernos en un armario debajo de las escaleras
toda nuestra vida y todavía nos encontraría. La muerte lleva un
manto invisible y saca una varita mágica para alejarnos
cuando menos lo esperamos. Borra todo rastro de nuestra existencia en esta
tierra y hace todo el trabajo de forma gratuita. No te pedirá nada a cambio.
Tomará un arco en nuestro funeral y aceptara los elogios por un trabajo bien
hecho, y luego desaparecerá.
Vivir es un poco más complejo. Hay una cosa que siempre tenemos que
hacer.
Respirar.
Dentro y fuera, todos los días a cada minuto, hora y momento se debe
inhalar, nos guste o no. A pesar de que tengamos la intención de asfixiar
nuestras esperanzas y sueños aún respiramos. Incluso a medida que se
marchitan y vendemos nuestra dignidad al hombre en la esquina,
respiramos. Respiramos cuando nos equivocamos, cuando estamos en lo
cierto, se respira aún cuando nos deslizamos fuera del anaquel hacia una
muerte prematura. No se puede deshacer.
Solo respiro.
Cuento todos los pasos que he subido hacia la soga que colgaba del techo
de mi existencia y cuento el número de veces que he sido estúpida y me
N
quedo sin números.
Kenji casi muere hoy.
Por mi culpa.
Sigue siendo mi culpa que Adam y Warner estén peleando. Todavía es mi
culpa interponerme entre ellos. Todavía es mi culpa que Kenji sintió la
necesidad de separarlos y si no hubiera sido atrapado en medio Kenji
nunca habría salido herido.
Y yo estoy aquí. Mirándolo fijamente.
Está apenas respirando y le estoy pidiendo. Le ruego hacer la única cosa
que importa. Lo necesito para mantenerme viva pero él no está escuchando.
Él no me puede oír y necesito que esté bien. Lo necesito para salir adelante.
Lo necesito para respirar.
Lo necesito.
Castillo no tiene mucho más que decir.
Todo el mundo estaban de pie alrededor, algunos metidos en el ala médica,
otros al otro lado del cristal, observando en silencio. Castillo dio un pequeño
discurso sobre que tenemos que permanecer juntos, la forma en que somos
una familia y si no nos tenemos el uno al otro entonces, ¿a quién tenemos?
Dijo que todos estamos asustados, claro, pero ahora es el momento para
apoyarnos unos a otros. Ahora es el momento de unirse y luchar. Ahora es
el momento, dijo, para que nos lleven de vuelta a nuestro mundo.
—Ahora es el momento de vivir para nosotros —dice.
—Vamos a posponer la salida de mañana el tiempo suficiente para que
todos tengan un último desayuno juntos. No podemos ir a la batalla
divididos —dice—. Tenemos que tener fe en nosotros mismos y en los
demás. Tomó un poco más de tiempo en la mañana encontrar la paz consigo
mismos. Después del desayuno nos vamos. Como uno.
—¿Qué hay de Kenji? —pregunta alguien preguntó, y me sorprende oír la
voz tan familiar.
James. Está allí de pie con los puños apretados, manchas de lágrimas
corrían por su rostro, su labio inferior temblando tratando de ocultar el dolor
en su voz.
Mi corazón se divide en dos de sólo verlo.
—¿Qué quieres decir? —le pregunta Castillo.
—¿Va a pelear el mañana? —pide James, con los puños empezando a
temblar—. Él quiere pelear mañana. Me dijo que quiere pelear mañana.
El rostro de Castillo se arruga. Se toma su tiempo en responder:
—Yo… Me temo que yo no creo que Kenji será capaz de unirse a nosotros
mañana. Pero tal vez —dice—, tal vez podría quedarme y hacerle compañía.
James no responde. Luego mira a Kenji. Él parpadea varias veces antes de
empujar a través de la multitud para trepar a la cama de Kenji. Se entierra
en su costado y rápidamente se queda dormido.
Todos tomamos eso como nuestra señal para salir.
Bueno. Todos menos yo, Adam, Castillo y las chicas. Me parece interesante
que todo el mundo se refiere a Sonya y Sara como “las chica”", como si
fueran las únicas chicas de todo este lugar. No lo son. Ni siquiera sé cómo
llegaron a este apodo y aunque una parte de mí quiere saber, otra parte de
mí está demasiado cansada para preguntar.
Me hundo en mi asiento y miro a Kenji, que está luchando para inhalar y
exhalar. Pongo la cabeza en mi puño, lucho contra el sueño que se abre
camino en mi conciencia. No merezco dormir. Debería quedarme aquí toda la
noche y velar por él. Como si pudiera tocarlo sin destruir su vida.
—Ustedes dos realmente deben ir a la cama.
Una sacudida me despierta, señalando hacia arriba, sin darme cuenta de
que en realidad me quedé dormida por un segundo. Castillo me está
mirando con una extraña mirada suave, en su rostro.
—No estoy cansada —miento.
—Vete a la cama —dice—. Tenemos un gran día mañana. Necesitas dormir.
—Puedo caminar con ella —dice Adam. Y se pone de pie—. Y luego puedo
estar de vuelta…
—Por favor —lo interrumpe Castillo—. Ve. Voy a estar bien con las chicas.
—Pero tú necesitas dormir más que nosotros —le digo.
Castillo esboza una sonrisa triste.
—Me temo que no voy a poder conciliar el sueño esta noche.
Él vuelve a mirar a Kenji, sus ojos arrugándose en la felicidad, el dolor o
algo en el medio.
—¿Sabían ustedes —nos dice Castillo—, que he conocido a Kenji desde que
era un niño pequeño? Lo encontré poco después de que había construido el
punto Omega. Se crió aquí. Cuando lo conocí, él vivía en un viejo carro de
compras que había encontrado en el lado de la carretera —Castillo toma una
pausa—. ¿Alguna vez les he contado esa historia?
Adam vuelve a sentarse. De repente me estoy despertando.
—No —decimos al mismo tiempo.
—Ah, perdónenme. —Castillo niega con la cabeza—. No debería perder el
tiempo con estas cosas —dice—. Creo que hay demasiado en mi mente
ahora mismo. Me estoy olvidando de qué historias mantener para mí mismo.
—No, por favor, quiero saber —le digo—. Realmente.
Castillo mira sus manos. Sonríe un poco.
—No hay mucho que decir —dice—. Kenji no ha hablado conmigo acerca de
lo sucedido a sus padres, y no lo trata de hacer. Todo lo que él tenía era un
nombre y una edad. Me tropecé con él bastante accidentalmente. No era
más que un niño sentado en un carrito de compras. Lejos de la civilización.
Era pleno invierno y llevaba nada más que una vieja camiseta y unos
pantalones de chándal demasiado grandes para él. Parecía que estaba
helado, él podía necesitar algunas comidas y un lugar para dormir. No podía
irme —dice Castillo—. No podía dejarlo allí. Entonces, le pregunté si tenía
hambre.
Se detiene, recordando.
—Kenji no dijo ni una sola cosa por lo menos treinta segundos. Él
simplemente me miró. Casi me alejé, pensando que lo había asustado. Pero
entonces, por fin, él se acercó, tomó mi mano, la puso en su palma y la
sacudió. Muy duro. Y luego dijo:
—Hola, señor. Mi nombre es Kenji Kishimoto y tengo nueve años. Es muy
bonito conocerle —Castillo se ríe en voz alta, sus ojos brillan con una
emoción que traiciona sus sonrisas—. Debe haber estado muerto de hambre,
el pobre chico. Siempre —dice Castillo, pestañeando hacia el techo ahora—.
Él siempre tuvo una fuerza, una especie determinada de personalidad.
Tanto orgullo. Imparable, ese chico.
Estamos todos en silencio durante un rato.
—No tenía ni idea —dice Adam—, que ustedes dos eran tan cercanos.
Castillo se levanta. Mira alrededor de nosotros y sonríe demasiado,
demasiado bien. Dice:
—Sí. Bueno, estoy seguro de que va a estar muy bien. Él va a estar muy
bien en la mañana, así que ustedes dos definitivamente deberían dormir un
poco.
—¿Estás segu…?
—Sí, por favor, vayan a la cama. Voy a estar bien aquí con las chicas, lo
prometo.
Así que nos levantamos. Nos levantamos y Adam se las arregla para
levantar de la cama de Kenji a James en sus brazos sin despertarlo. Y
salimos.
Echo un vistazo hacia atrás.
Veo la caída de Castillo en su silla y cómo pone su cabeza entre las manos y
descansa los codos en las rodillas. Lo veo colocar una mano temblorosa
para descansar en la pierna de Kenji y me pregunto lo mucho que todavía
no sé acerca de estas personas con las que vivo. Qué poco me he permitido
convertirme en una parte de su mundo.
Y sé que quiero cambiar eso.
CCaappííttuulloo 6611
dam me lleva a mi habitación.
No ha habido luz durante una hora, y, con la excepción de las
débiles luces de emergencia brillando cada pocos metros, todo
está, literalmente, apagado. Hay oscuridad absoluta, y aun así, los
guardias en patrulla logran dar con nosotros solo para advertirnos
de ir directamente a nuestras habitaciones separadas.
Adam y yo no hablamos realmente hasta llegar a la entrada del ala
femenina. Hay demasiada tensión, demasiadas preocupaciones no dichas
entre nosotros. Demasiados pensamientos de hoy y mañana y de todas las
semanas que ya hemos pasado juntos. Tanto que no sabemos sobre lo que
ya nos está pasando y sobre lo que eventualmente nos pasará. Solo
mirarlo, estar tan cerca y tan lejos de él, es doloroso.
Quiero desesperadamente salvar la brecha entre nuestros cuerpos. Quiero
presionar mis labios en cada parte de él y quiero saborear la esencia de su
piel, la fuerza en sus extremidades, en su corazón. Quiero envolverme en
la calidez y tranquilidad en la que he llegado a confiar.
Pero.
De otra forma, me he dado cuenta de que estando lejos de él me ha forzado
a confiar en mí misma. A permitirme estar asustada y encontrar propia
manera de salir a través de eso. He tenido que entrenar sin él, pelear sin
él, enfrentar a Warner y a Anderson y el caos de mi mente todo sin él a mi
A
lado. Y me siento diferente ahora. Me siento más fuerte desde que puse
espacio entre nosotros.
Y no sé lo que eso significa.
Todo lo que sé es que nunca será seguro para mí confiar en alguien más
otra vez, necesitar asegurarme continuamente de lo que soy y que podría
algún día ser. Puedo amarlo, pero no puedo depender de él para que sea
mi columna vertebral. No puedo ser mi propio yo si quiero constantemente
a alguien más para que me mantenga unida.
Mi mente es un desastre. Cada día estoy confundida, insegura,
preocupada de que vaya a cometer un nuevo error, preocupada de que
vaya a perder el control, preocupada que vaya a perderme. Pero es algo en
lo que tengo que trabajar.
Porque por el resto de mi vida, siempre, siempre seré más fuerte que todo
el que me rodea. Pero al menos nunca tendré que tener miedo nunca más.
—¿Vas a estar bien? —pregunta Adam, disipando finalmente el silencio
entre nosotros. Miro hacia arriba para encontrar que sus ojos están
preocupados, tratando de leerme.
—Sí —le digo—. Sí, voy a estar bien. —Le ofrezco una sonrisa forzada, pero
se siente mal estar tan cerca de él sin poder tocarlo en absoluto.
Adam asiente. Titubea. Dice:
—Ha sido un infierno de noche.
—Y será un día de infierno mañana, también —susurro.
—Sí —dice en voz baja, sin dejar de mirarme como si estuviera tratando de
encontrar algo, como si estuviera buscando una respuesta a una pregunta
no formulada y me pregunto si ve algo diferente en mis ojos ahora. Sonríe
un poco. Dice:
—Probablemente debería irme. —Y asiente a James, un bulto en sus
brazos.
Asiento con la cabeza, sin saber qué otra cosa hacer. Qué hay que decir.
Tanto es incierto.
—Vamos a salir de esto —dice Adam, respondiendo a mis pensamientos
silenciosos—. Todo esto. Vamos a estar bien. Y Kenji va a estar bien. —Él
toca mi hombro, permite los dedos recorran hacia abajo del brazo y paren
justo antes de mi mano descubierta.
Cerré mis ojos, trato de saborear el momento.
Y luego sus dedos rozan mi piel y mis ojos se abren, mi corazón se acelera
en mi pecho.
Él me mira como si podría haber hecho mucho más que tocar mi mano si
no estuviera sosteniendo James contra su pecho.
—Adam…
—Voy a encontrar una manera —me dice—. Voy a encontrar una manera
de hacer que esto funcione. Lo prometo. Solo necesito algo de tiempo. —
Tengo miedo de hablar. Miedo de lo que podría decir, lo que podría hacer;
miedo del globo de esperanza dentro de mí.
—Buenas noches —susurra.
—Buenas noches —digo.
Estoy comenzando a creer que la esperanza es una cosa peligrosa y
terrorífica.
CCaappííttuulloo 6622
stoy tan cansada que cuando entro en mi habitación que sólo soy
medio consciente mientras me pongo una camiseta sin mangas y
unos pantalones de pijama para dormir. Eran un regalo de Sara.
Fue su recomendación de que puedo cambiar mi vestimenta mientras
duermo; ella y Sonya piensan que es importante darle a mi piel contacto
directo con el aire fresco.
Estaba a punto de acurrucarme debajo de las sábanas cuando escucho un
suave golpe en mi puerta.
Adam
es mi primer pensamiento.
Pero entonces abro la puerta. Y rápidamente la cierro.
Debo estar soñando.
—¿Juliette?
Oh. Dios.
—¿Qué estás haciendo aquí? —grito-susurro a través de la puerta cerrada.
—Necesito hablar contigo.
—Ahora mismo. Necesitas hablar conmigo ahora mismo.
E
—Sí. Es importante —dice Warner—. Oí a Kent diciéndote que esas gemelas
podrían estar en el ala médica esta noche y pensé que sería un buen
momento para que habláramos en privado.
—¿Escuchaste mi conversación con Adam? —Empiezo a sentir pánico,
preocupada de que pudiera haber escuchado demasiado.
—No tengo ningún interés en tu conversación con Kent —dice, con un tono
repentinamente plano, neutral—. Me fui tan pronto como oí que estarías sola
esta noche.
—Oh —exhalo—. ¿Cómo has entrado aquí, incluso sin guardias que te lo
impidieran?
—Tal vez deberías abrir la puerta para que te lo pueda explicar.
No me muevo.
—Por favor, amor, no voy a hacer nada para lastimarte. Deberías saberlo a
estas alturas.
—Te doy cinco minutos. Luego tengo que dormir, ¿de acuerdo? Estoy
exhausta.
—Está bien —dice—. Cinco minutos.
Tomo una respiración profunda. Entreabro la puerta. Le echo un vistazo.
Él está sonriendo. Sin verse apenado.
Niego con la cabeza.
Se desliza junto a mí y se sienta directamente en mi cama.
Cierro la puerta, me abro paso a través de la habitación lejos de él, y me
siento en la cama de Sonya, de repente soy muy consciente de lo que llevo
puesto y lo increíblemente expuesta que me siento. Cruzo los brazos sobre el
fino algodón aferrándose a mi pecho, aunque estoy segura de que puede que
en realidad no me esté viendo, y hago un esfuerzo para ignorar el frío en el
aire. Siempre se me olvida lo mucho que mi traje hace para regular la
temperatura de mi cuerpo bajo tierra.
Winston fue un genio al diseñármelo.
Winston.
Winston y Brendan.
Oh, cómo espero que estén bien.
—Entonces… ¿qué pasa? —le pregunto a Warner. No puedo ver una sola
cosa en esta oscuridad, apenas puedo distinguir la forma de su silueta—. Te
fuiste hace rato, en el túnel. A pesar de que te pedí que esperaras.
Un par de latidos de silencio.
—Tu cama es mucho más cómoda que la mía —dice en voz baja—. Tienes
una almohada. ¿Y una manta? —Se ríe—. Estás viviendo como una reina en
estos sectores. Te tratan bien.
—Warner. —Me siento nerviosa ahora. Ansiosa. Preocupada. Tiemblo un
poco, y no por frío—. ¿Qué está pasando? ¿Por qué estás aquí?
Nada.
Todavía nada.
De repente.
Una respiración entrecortada.
—Quiero que vengas conmigo.
El mundo deja de girar.
—Cuando salga mañana —dice—. Quiero que vengas conmigo. Nunca tuve
la oportunidad de terminar de hablar contigo antes y pensé que pedírtelo en
la mañana sería un mal momento con todos alrededor.
—¿Quieres que vaya contigo? —No estoy segura de que todavía esté
respirando.
—Sí.
—¿Quieres que me escape contigo? —Esto no puede estar pasando.
Una pausa.
—Sí.
—No puedo creerlo. —Estoy sacudiendo mi cabeza una y otra y otra vez—.
Realmente has perdido la cabeza.
Casi puedo oír su sonrisa en la oscuridad.
—¿Dónde está tu cara? Me siento como si estuviera hablando con un
fantasma.
—Aquí estoy.
—¿Dónde?
Me pongo de pie.
—Aquí.
—Todavía no te puedo ver —dice, pero su voz de repente es mucho más
cercana de lo que era antes—. ¿Puedes verme?
—No. —Me siento, y trato de ignorar la tensión inmediata, el zumbido de
electricidad en el aire entre nosotros.
Doy un paso hacia atrás.
Siento sus manos en mis brazos, siento su piel contra mi piel y contengo la
respiración. No me muevo ni una pulgada. No digo ni una palabra, mientras
sus manos bajan a mi cintura, al fino material haciendo un pobre intento de
cubrir mi cuerpo. Sus dedos rozan la suave piel de mi espalda, justo debajo
del dobladillo de mi camisa y estoy perdiendo la cuenta del número de veces
que mi corazón se salta un latido.
Estoy luchando para conseguir oxígeno en mis pulmones.
Estoy luchando para mantener mis manos quietas.
—¿Es posible —susurra— que no puedas sentir el fuego entre nosotros? —
Sus manos están viajando a mis brazos otra vez, su toque muy ligero, sus
dedos se deslizan bajo las correas de mi camisa y me está desgarrando, me
está dañando en mi interior, es un pulso que late en cada centímetro de mi
cuerpo y estoy tratando de convencerme a mí misma de no perder la cabeza
cuando siento que las correas caen y todo se detiene.
El aire está todavía.
Mi piel está asustada.
Incluso mis pensamientos están susurrando.
2
4
6 segundos que me olvido de respirar.
Entonces siento sus labios contra mi hombro, suaves, ardientes y tiernos,
tan suaves que casi podría creer que es el beso de la brisa y no de un chico.
Y otra vez.
Pero ahora en mi clavícula y es como si estuviera soñando, reviviendo la
caricia de una memoria olvidada y es como un dolor buscando ser calmado,
es un sartén humeante arrojado en agua helada, es una mejilla sonrojada
presionada en una toalla fresca en un noche de mucho calor y estoy
pensando sí, estoy pensando esto, estoy pensando gracias, gracias, gracias
antes de recordar su boca en mi cuerpo y que no estoy haciendo nada para
detenerlo.
Él se aleja.
Mis ojos se niegan a abrir.
Su dedo t-toca mi labio inferior.
Traza la forma de mi boca, las curvas hundiéndose y la división de mis
labios a pesar de que le pida que no, él da un paso más cerca. Le siento
mucho más cerca, llenando el aire a mi alrededor hasta que no hay nada
más que él y el calor de su cuerpo, el olor a jabón fresco y algo no
identificable, algo dulce, pero no es así, algo real y caliente, algo que huele a
él, como si perteneciera a él, como si fuera vertida en la botella que me
ahoga y ni siquiera me doy cuenta de que me estoy inclinando hacia él,
inhalando el aroma de su cuello hasta que encuentro que sus dedos ya no
están en mis labios porque sus manos están alrededor de mi cintura y me
dice:
—Tú —Y él susurra, letra por letra, presiona la palabra en mi piel antes de
que vacile.
Entonces.
Más suave.
Su pecho, moviéndose más fuerte esta vez. Sus palabras, casi jadeantes en
este momento.
—Me destruyes.
Me estoy cayendo a pedazos en sus brazos.
Mis puños están llenos de monedas de un centavo de mala suerte y mi
corazón es una gramola exigiendo monedas de cinco y mi cabeza se mueve
de un tirón buscando cuartos o cruces o cruces o cruces en una cara.
—Juliette —dice, y vocaliza mi nombre, apenas hablando en absoluto, y está
vertiendo lava fundida en mis piernas y yo ni siquiera sabía que se podían
derretir directamente a la muerte.
—Te quiero —dice. Dice:
—Quiero todo de ti. Te quiero por dentro y por fuera, y capturando tu
respiración y haciéndome sufrir como yo a ti. —Lo dice como si fuera un
cigarrillo encendido alojado en su garganta, como si quisiera que me moje en
miel caliente y dice:
—Nunca ha sido un secreto. Nunca he tratado de ocultártelo. Nunca he
pretendido que quería nada menos.
—Tu-dijiste que querías a-amistad.
—Sí —dice, traga—. Lo hice. Lo hago. Yo quiero ser tu amigo. —Él asiente y
me doy cuenta del ligero cambio en el aire entre nosotros—. Quiero ser el
amigo que cae perdidamente enamorado. El que te tiene en sus brazos y en
su cama y que en tu mundo privado se mantiene atrapado en tu cabeza. Yo
quiero ser esa clase de amigo —dice—. El que va a memorizar las cosas que
dices, así como la forma de tus labios cuando las dices. Quiero conocer cada
curva, cada peca, cada estremecimiento de tu cuerpo, Juliette…
—No. —Me quedo sin aliento—. N-no sé qué decir…
No sé qué voy a hacer si él sigue hablando. No sé lo que voy a hacer y no
confío en mí misma.
—Quiero saber dónde tocarte —dice—. Quiero saber cómo tocarte. Quiero
saber cómo convencerte para diseñar una sonrisa sólo para mí. —Siento su
pecho subiendo, bajando, arriba y abajo, arriba y abajo—. Sí —dice—. Yo
quiero ser tu amigo. —Él dice:
—Quiero ser tu mejor amigo en el mundo entero.
No puedo pensar.
No puedo respirar.
—Quiero tantas cosas —susurra—. Quiero tu mente. Tu fuerza. Quiero ser
digno de tu tiempo. —Sus dedos rozan el borde de mi top y dice:
—Yo quiero esto. —Él tira de la cintura de mis pantalones y dice:
—Quiero estos abajo. —Él toca con la punta de sus dedos a los lados de mi
cuerpo y dice:
—Quiero sentir tu piel en llamas. Quiero sentir tu corazón latiendo junto al
mío y quiero saber que está tronando por mi culpa, porque me quieres.
Debido a que nunca —dice, inhala—, nunca quieras que me detenga. Quiero
cada segundo. Cada centímetro de ti. Quiero todo eso.
Y caigo muerta, por todo el piso.
—Juliette.
No puedo entender por qué todavía puedo oírle hablando porque estoy
muerta, yo ya estoy muerta, me he muerto una y otra y otra vez.
Traga, duro, su pecho agitado, sus palabras sin aliento, es un susurro
tembloroso cuando dice:
—Estoy t-tan desesperadamente enamorado de ti…
Estoy clavada en el suelo, girando mientras él está de pie, mareada en mi
sangre y en mis huesos y estoy respirando como si fuera el primer ser
humano que alguna vez aprendió a volar, como si hubiera estado inhalando
el tipo de oxígeno que sólo se encuentra en las nubes y estoy intentando,
pero no sé cómo mantener reaccionado mi cuerpo a él, a sus palabras, al
dolor en su voz.
Él toca mi mejilla.
Suave, muy suave, como si no estuviera seguro de si soy real, como si
tuviera miedo de que se acerca demasiado voy a, oh, veo que ella se ha ido,
ella simplemente desapareció. Sus 4 dedos rozan un lado de mi cara,
lentamente, tan lentamente antes de que se deslicen detrás de mi cabeza,
atrapado en medio de ese lugar justo encima de mi cuello. Cepilla con su
pulgar la manzana de mi mejilla.
Él me sigue mirando, mirándome a los ojos en busca de ayuda, de
orientación, de alguna señal de protesta como si estuviera tan seguro de que
voy a empezar a gritar o llorar o salir corriendo pero no lo haré. Yo no creo
que pueda, incluso si quisiera porque no quiero. Quiero quedarme aquí. Aquí
mismo. Quiero estar paralizada por este momento.
Él se acerca, tan sólo una pulgada. Su mano libre llega a mi otra mejilla.
Él me sostiene como si estuviera hecha de plumas.
Sosteniendo mi cara y mirando sus manos como si no pudiera creer que
haya capturado esta ave que siempre está tan desesperada por volar. Sus
manos tiemblan, sólo un poco, lo suficiente para que sienta un ligero temblor
en mi piel. Se ha ido el chico con las armas y los esqueletos en su armario.
Estas manos que me sujetaban parecen no haber tenido nunca un arma.
Estas manos nunca han tocado la muerte. Estas manos son perfectas y
amables y tiernas.
Y se inclina, con tanto cuidado. Respirando y no respirando y corazones
latiendo entre nosotros y él está tan cerca, está tan cerca y no puedo sentir
más mis piernas. No puedo sentir mis dedos o el frío o el vacío de esta
habitación porque todo lo que siento es a él, en todas partes, llenando todo y
susurra:
—Por favor.
Dice:
—Por favor, no me golpees por esto.
Y me besa.
Sus labios son más suaves que cualquier cosa que yo haya conocido, suave
como una primera nevada, como morder el algodón de azúcar, como la
fusión y la flotación y la ingravidez en el agua. Es dulce, es tan dulce sin
esfuerzo.
Y luego cambia.
—Oh, Dios…
Me besa de nuevo, esta vez más fuerte, desesperado, como si tuviera que
tenerme, como si estuviera muriendo por memorizar la sensación de mis
labios contra los suyos. Su sabor me está volviendo loca, él es todo calor y
deseo y menta y quiero más. Y acabo de empezar cuando me tambaleo,
tirando de él hacia mí cuando se aparta.
Está respirando como si hubiera perdido la cabeza y me mira como si algo
se hubiera roto dentro de él, como si se despertara para descubrir que sus
pesadillas eran sólo eso, que nunca existieron, que fueron sólo un mal sueño
que parecía demasiado real, pero ahora que está despierto, está seguro y
todo va a estar bien y…
Estoy cayendo.
Estoy cayendo en pedazos y dentro de su corazón y soy un desastre.
Está buscando, buscando mis ojos por algo, por sí o no, o tal vez una señal
para seguir adelante y lo único que quiero es ahogarme en él. Quiero que me
bese hasta que caiga en sus brazos, hasta que deje mis huesos atrás y flote
en un nuevo espacio que es totalmente nuestro.
No hay palabras.
Sólo sus labios.
Una vez más.
Profunda y urgente como si no pudiera darse el lujo de tomarse su tiempo
más, que hay tanto que quiere sentir y no hay suficientes años para
experimentar todo. Sus manos recorren la longitud de mi espalda,
aprendiendo cada curva en mi figura y está besando mi cuello, garganta, la
pendiente de mis hombros y sus respiraciones se vuelven más fuertes, más
rápidas, sus manos de repente se enroscan en mi cabello y estoy girando,
estoy mareada, me estoy moviendo y llego por detrás de su cuello y
aferrándome a él y es el frio-calor helado, que es un dolor que ataca todas
las células de mi cuerpo. Es un deseo tan desesperado, una necesidad tan
exquisita que rivaliza con todo, cada momento de felicidad que jamás pensé
que conocería.
Estoy contra la pared.
Él me besa como si el mundo está rodando justo al lado de un acantilado,
como si estuviera tratando de aferrarse y haya decidido aferrarse a mí,
como si estuviera muerto de hambre por la vida y amor y que nunca supo
que podría sentirse tan bien estando cerca de alguien. Como si fuera la
primera vez que ha sentido nada más que hambre y no sabe cómo llevar el
ritmo a sí mismo, no sabe cómo comer en bocados pequeños, no sabe hacer
nada, nada, nada en la moderación.
Mis pantalones caen al piso y sus manos son las responsables.
Estoy en sus brazos con mi ropa interior y una camiseta sin mangas que
está haciendo poco para mantenerme decente y se aleja sólo para mirarme,
para beber de la vista de mí y dice:
—Eres tan hermosa —dice—. Eres tan increíblemente hermosa. —Y me tira
a sus brazos y me levanta, me lleva a mi cama y de repente estoy
descansando sobre mis almohadas y está a horcajadas sobre mis caderas y
su camisa ya no está en su cuerpo y no tengo ni idea de adónde vamos.
Todo lo que sé es que estoy mirando hacia arriba y a sus ojos, y pienso que
no hay una sola cosa que cambiaría por este momento.
Tiene cien mil millones de besos y me los está dando a todos a mí.
Besa mi labio superior.
Besa mi labio inferior.
Besa justo debajo de mi barbilla, la punta de mi nariz, la longitud de mi
frente, las sienes, las mejillas, todo a través de la línea de mi mandíbula.
Entonces mi cuello, detrás de mis orejas, hasta el fondo de mi garganta y
sus manos
se deslizan
más abajo
por mi cuerpo. Toda su forma está bajando hacia mi figura, desapareciendo
mientras se desplaza hacia abajo y de repente su pecho está flotando por
encima de mis caderas; de repente no puedo ver nada. Solo puedo distinguir
la parte superior de su cabeza, la curva de sus hombros, el inestable sube y
baja de su pecho mientras inhala y exhala. Está recorriendo abajo y
alrededor de mis muslos desnudos y arriba de nuevo, arriba de mis
costillas, alrededor de la parte baja de mi espalda y de nuevo hacia abajo,
pasando el hueso de mi cadera. Sus dedos se enganchan alrededor del
elástico de mi ropa interior y yo jadeo.
Sus labios tocan mi estomago desnudo.
Es apenas un susurro de beso pero algo colapsa en mi cráneo. Es un roce
ligero como una pluma de su boca contra mi piel en un lugar que no puedo
ver. Es mi mente hablando en mil lenguajes diferentes que no entiendo.
Y me doy cuenta que está haciendo su camino hacia arriba por mi cuerpo.
Está dejando un camino de fuego por mi torso, un beso tras otro, realmente
no creo que pueda tener mucho más de esto. Realmente no creo que seré
capaz de sobrevivir esto. Hay un gimoteo construyéndose en mi garganta,
rogando por salir, y estoy cerrando mis dedos en su pelo, jalándolo hacía
arriba, sobre mí, encima de mí.
Necesito besarlo.
Me alzo solo para dejar caer mis manos por su cuello, sobre su pecho, por la
longitud de su cuerpo y me doy cuenta que nunca había sentido esto, no a
este grado, no como si a cada momento estuviera a punto de explotar, como
si cada respiración pudiera ser la última, como si cada toque fuera suficiente
para quemar el mundo. Estoy olvidando todo, olvidando el peligro, el horror,
el terror de mañana y ni siquiera puedo recordar porqué estoy olvidando,
qué estoy olvidando, que hay algo que al parecer ya he olvidado. Es
demasiado difícil poner atención a otra cosa que a sus ojos, quemando; su
piel, desnuda, su cuerpo, perfecto.
Él está completamente ileso ante mi toque.
Él es cuidadoso de no aplastarme, sus codos apoyados a cada lado de mi
cabeza, pienso que debo estar sonriéndole porque él me está sonriendo, pero
está sonriendo como si estuviera petrificado; está respirando como si
hubiera olvidado que se supone que lo haga, mirándome como si no
estuviera seguro de cómo hacer esto; vacilando como si no estuviera seguro
como dejarme verlo así. Como si no tuviera idea de cómo se tan vulnerable.
Pero aquí está.
Y aquí estoy.
La frente de Warner está presionando contra la mía, su piel enrojecida con
calor, su nariz tocando la mía. Cambia su peso a un brazo, usa su mano
libre para acariciar mi mejilla suavemente, para acunar mi cara como si
estuviera hecha de vidrio, me doy cuenta que todavía estoy sosteniendo el
aliento y ni siquiera puedo recordar la última vez que exhalé.
Sus ojos se mueven hacía abajo a mis labios y de regreso. Su mirada es
pesada, hambrienta, agobiante por la emoción, nunca lo creí capaz de ello.
Nunca pensé que el pudiera ser tan completo, tan humano, tan real. Pero
está ahí. Está justo aquí. Crudo, escrito por su cara como si se lo hubiera
rasgado del pecho.
Me está dando en la mano su corazón..
Dice una palabra. Susurra una cosa. Urgentemente. Dice:
—Juliette,
Cierro mis ojos.
Él dice:
—No quiero que me llames Warner nunca más.
Abro mis ojos.
—Quiero que me conozcas —dice, sin aliento, sus dedos empujando un
mechón de pelo lejos de mi cara—. No quiero ser Warner contigo —dice—.
Quiero que sea diferente ahora. Quiero que me llames Aaron.
Y estoy a punto de decir sí, por supuesto, entiendo completamente, pero hay
algo acerca de este silencio que me confunde; algo de este momento y el
sentimiento de su nombre en mi lengua que desbloquea otras partes de mi
cerebro y hay algo ahí, algo empujándome y jalándome en mi piel tratando
de hacerme recordar, tratando de decirme y
me abofetea en la cara
me golpea en la mandíbula
me vuelca en el océano
—Adam.
Mis huesos están llenos de hielo. Todo mi ser quiere vomitar. Estoy
arrastrándome fuera de debajo de él, jalándome fuera, casi caigo al suelo,
este sentimiento, este sentimiento, este abrumador sentimiento de auto odio
de astillas en mi estómago como el corte de un cuchillo demasiado afilado,
demasiado grueso, demasiado letal para mantenerme parada, estoy
agarrándome a mí misma, estoy tratando de no llorar y estoy diciendo:
—No, no, no, esto no puede pasar, esto no puede estar sucediendo, amo a
Adam, mi corazón está con Adam, no le puedo hacer esto a él.
Warner se ve como si le hubiera vuelto a disparar, como si le hubiera
encajado una bala en su corazón con mis manos desnudas, se pone de pie
pero apenas puede permanecer derecho. Su cuerpo está temblando y me
está mirando como si quisiera decir algo pero cada vez que trata de hablar
falla.
—Lo siento —tartamudeo—.Lo siento, nunca quise que esto pasara, no
estaba pensando.
Pero él no me está oyendo.
Está moviendo su cabeza una y otra y otra vez, está mirando sus manos
como si estuviera esperando por la parte en la que alguien le dice que esto
no es real.
Él susurra:
—¿Qué está pasando conmigo? ¿Estoy soñando?
Y estoy tan enferma, tan confundida, porque lo quiero, lo quiero y quiero a
Adam también, quiero tanto, nunca me he sentido más como un monstruo
que esta noche.
El dolor es tan visible en su cara y me está matando.
Lo puedo sentir. Lo siento matándome.
Estoy tratando con todas mis fuerzas de mirar a otro lado, de olvidar, de
averiguar cómo borrar lo que acaba de pasar pero todo en lo que puedo
pensar es que la vida es como un columpio roto, un niño no nacido, un puño
de trapecio. Todo es posibilidad y potencial, buenos y malos pasos el futuro
que no está garantizado y yo, yo estoy tan equivocada. Todos mis pasos
están mal, siempre mal. Soy la encarnación del error.
Porque esto nunca debería haber pasado.
Esto fue un error.
—¿Lo estás escogiendo a él? —pregunta Warner, apenas respirando,
todavía viéndose como si pudiera caerse—. ¿Es lo qué acaba de pasar?
¿Estás eligiendo a Kent sobre mí? Porque no creo entender lo que acaba de
pasar y necesito que digas algo, necesito que me digas qué demonios está
pasando en este instante.
—No —jadeo—. No, no estoy eligiendo a nadie, yo no, yo no…
Pero lo estoy. Y ni siquiera sé como llegué a esto.
—¿Por qué? —dice—. ¿Por qué es la opción más segura para ti? ¿Por qué
piensas que le debes algo? Estas cometiendo un error —dice, su voz más
fuerte ahora—. Tienes miedo. No quieres hacer la decisión difícil y estás
huyendo de mí.
—Tal vez sólo no quiero estar contigo.
—¡Sé que quieres estar conmigo! —explota.
—Estás equivocado.
Oh por Dios qué estoy diciendo, ni siquiera sé de dónde estoy hallando
estas palabras, de dónde vienen o de qué árbol las he arrancado. Ellas solo
crecen en mi boca, algunas veces muerdo con demasiada fuerza en un
adverbio o pronombre, algunas veces las palabras son amargas, algunas
veces son dulces, pero en este momento todo sabe como romance y
arrepentimiento y a mentirosas ondas en fuego que van todo el camino hacia
abajo por mi garganta.
—¿De verdad? —Lucha por controlar su temperamento y da un paso más
cerca, mucho más cerca, puedo ver su cara con claridad, puedo ver sus
labios con demasiada claridad, puedo ver el enojo, el dolor, la incredulidad
grabada en sus expresiones, no estoy segura de que debiera seguir parada.
No creo que mis piernas me puedan cargar por mucho más tiempo.
—S-sí. —Arranco otra palabra del árbol en mi boca, en mis labios.
—Entonces estoy equivocado —dice esta oración tan tranquilamente, tan,
tan tranquilamente—. Estoy equivocado en que me quieres. Que quieres
estar conmigo. —Sus dedos rozan mis hombros, mis brazos; sus manos se
deslizan por los costados de mi cuerpo, trazando cada centímetro de mi,
estoy manteniendo mi boca cerrada para mantener la verdad de salir, pero
estoy fallando, fallando y fallando porque la única verdad que sé en este
momento es que estoy a meros momentos de perder mi mente—. Dime algo,
amor. —Sus labios están susurrando contra mi mandíbula.— ¿También
estoy ciego?
Realmente voy a morir.
—¡No seré tu payaso! —Se aleja de mí—. ¡No te dejaré burlarte de mis
sentimientos por ti! Pude respetar tu decisión de dispararme, Juliette, pero
hacer esto, hacer, hacer lo que acabas de hacer. —Apenas puede hablar.
Pasa una mano por su cara, ambas manos por su cabello, viéndose como si
quisiera gritar, romper algo, como si él realmente, verdaderamente estuviera
a punto de perder su mente. Su voz es un áspero susurro cuando finalmente
habla—. Es la jugada de un cobarde —dice—. Pensé que eras mucho mejor
que eso.
—No soy una cobarde...
—¡Entonces se sincera contigo misma! —dice—. ¡Sé honesta conmigo! ¡Dime
la verdad!
Mi cabeza está rodando por el piso, girando como una tapa de madera,
haciendo círculos alrededor, alrededor y alrededor, no la puedo hacer parar.
No puedo hacer que el mundo deje de girar. Y mi confusión se está
convirtiendo en culpa lo cual rápidamente evoluciona en enojo y de repente
está burbujeando furioso, subiendo a la superficie, lo miro.
—La verdad —digo—. ¡Es que nunca sé que pensar de ti! Tus acciones, tu
comportamiento, ¡nunca eres consistente! Eres horrible conmigo y luego eres
cariñoso y me dices que me amas ¡y luego lastimas a los que más aprecio!
—Y eres un mentiroso. —Me rompo, alejándome de él—. Tú dices que no te
importa lo que hagas, dices que no te preocupas por otra gente y lo que les
has hecho, pero yo no lo creo. Pienso que te estás escondiendo. Creo que el
tú real se está escondiendo debajo de toda la destrucción y creo que tú eres
mejor que esta vida que has elegido para ti. Pienso que puedes cambiar.
Pienso que puedes ser diferente. ¡Me siento triste por ti!
Estas palabras, estas estúpidas, estúpidas palabras no paran de salir de
mi boca.
—Lo siento por tu horrible infancia. Siento que hayas tenido un miserable e
inmerecido padre, siento que nadie te haya dado una oportunidad. Lo siento
por las terribles decisiones que has hecho. Siento que te sientas atrapados
por ellos, que pienses de ti como un monstruo que no puede ser cambiado.
Pero más que nada —digo—. ¡Más que nada siento que no tengas
misericordia por ti!
Warner se estremece como si le hubiera dado una cachetada en la cara.
El silencio entre nosotros ha asesinado mil segundos inocentes, cuando él
finalmente habla su voz es apenas audible, crudamente incrédula.
—Me tienes lástima.
Agarro aliento. Mi resolución vacila.
—Tú piensas que soy una clase de proyecto roto que puedes reparar.
—No, yo no…
—¡Tú no tienes idea de lo que he hecho! —Sus palabras son furiosas
mientras da un paso adelante—. Tú no tienes idea de lo que he visto, de lo
que he tenido que ser parte. Tú no tienes idea de lo que soy capaz, o cuánta
misericordia merezco. Conozco mi propio corazón. —Se rompe—. Sé quién
soy. ¡No te atrevas a tenerme lástima!
Oh, mis piernas definitivamente no están funcionando.
—Pensé que tú podrías amarme por yo mismo —dice—. ¡Pensé que tú serías
la única persona en este mundo olvidado de Dios que me aceptaría como
soy! Pensé que tú, de toda la gente, entenderías. —Su cara está enfrente de
la mía cuando dice:
—Estaba equivocado. Estaba tan horriblemente, horriblemente equivocado.
Se aleja. Agarra su camisa y se vuelve para irse, debería dejarlo irse,
debería dejarlo caminar afuera por la puerta y fuera de mi vida pero no
puedo, toco su brazo, tiro de él hacía atrás y digo:
—Por favor, eso no es lo que quería decir.
Se da la vuelta y dice:
—¡No quiero tu simpatía!
—No estaba intentando lastimarte.
—La verdad —dice— es un doloroso recordatorio de porque prefiero vivir
entre las mentiras.
No puedo soportar la mirada en sus ojos, lo miserable, el horrible dolor que
no está haciendo esfuerzo por ocultar. No sé qué decir para hacer esto bien.
No sé como regresar mis palabras.
Sé que no quiero que se vaya.
No así.
Se ve como si fuera a hablar; cambiar de opinión. Toma un riguroso respiro,
presiona sus labios juntos como para parar las palabras de escapar, estoy a
punto de decir algo, estoy a punto de tratar de nuevo cuando él tira en un
tambaleante respiro, cuando él dice:
—Adiós, Juliette.
Y no sé porqué me está matando, no puedo entender mi repentina ansiedad
y necesito saber, debo decirlo, debo preguntar la pregunta que no es una
pregunta, digo:
—No te veré de nuevo.
Lo veo luchar para encontrar las palabras, lo veo girar hacia mí y alejarse,
por un rápido segundo veo lo que ha pasado, veo la diferencia en sus ojos, el
brillo de emoción que nunca hubiera soñado que él fuera capaz de tener y yo
sé, yo comprendo porque no me mirara y no lo puedo creer. Quiero caer al
suelo mientras el pelea consigo mismo, pelea por hablar, pelea por tragarse
el temblor en su voz cuando dice:
—Ciertamente espero que no.
Y eso es todo.
Él sale.
Estoy dividida a la mitad, él se ha ido
Se ha ido para siempre.
CCaappííttuulloo 6633
l desayuno es un calvario.
Warner ha desaparecido y ha dejado un rastro de caos a su paso.
Nadie sabe cómo escapó, cómo se las arregló para salir de su
habitación y encontrar su camino fuera de aquí y todo el mundo está
culpando a Castillo. Todo el mundo está diciendo que fue estúpido por
confiar en Warner, darle una oportunidad, creer que podría haber
cambiado.
Enojado es un insulto para el nivel de agresión aquí y ahora.
Pero yo no voy a ser la que les diga a todos que Warner ya estaba fuera de
su habitación la noche anterior. Yo no voy a ser la que les diga que
probablemente no tuvo que hacer mucho para encontrar la salida. No voy a
explicarles a ellos que no es un idiota.
Estoy segura de que lo descubrió con bastante facilidad. Estoy segura de
que ha encontrado una manera de ir más allá de los guardias.
Ahora todo el mundo está dispuesto a luchar, pero por todos las razones
equivocadas. Quieren asesinar a Warner: primero por todo lo que ha hecho,
en segundo lugar por haber traicionado su confianza. Más alarmante aún,
todo el mundo está preocupado de que vaya a revelar toda nuestra
información más sensible. No tengo ni idea de lo que Warner logró descubrir
acerca de este lugar antes de que él se fuera, pero nada de lo que pasa
ahora es posible que sea bueno.
E
Nadie ha tocado su desayuno.
Estamos todos vestidos, armados, listos para enfrentar lo que podría ser
una muerte casi instantánea, y me siento un poco más que completamente
entumecida. No dormí en toda la noche, mi corazón y mi mente están
plagados y en conflicto y no puedo sentir mis piernas, no puedo probar la
comida que no estoy comiendo y no puedo ver bien, no puedo centrarme en
las cosas que se supone que estoy oyendo. Todo lo que puedo pensar son
todas las víctimas y los labios de Warner en mi cuello, sus manos en mi
cuerpo, el dolor y la pasión en sus ojos y las muchas maneras posibles en
que podría morir hoy. Solo puedo pensar en Warner tocándome, besándome,
torturándome con su corazón y Adam sentado a mi lado, sin saber lo que he
hecho.
Probablemente ni siquiera importa a partir de hoy.
Tal vez voy a matar y tal vez toda la agonía de estos últimos diecisiete años
habrá sido en vano. Tal vez voy a caer de la faz de la Tierra, y me habré ido
para siempre, y toda mi angustia adolescente habrá sido una idea de último
momento ridícula, una memoria de risa.
Pero tal vez voy a sobrevivir.
Tal vez voy a sobrevivir y voy a tener que enfrentar las consecuencias de
mis acciones. Voy a tener que dejar de mentirme a mí misma, voy a tener
que tomar realmente una decisión.
Tengo que enfrentar el hecho de que estoy luchando contra los sentimientos
de alguien que no tiene reparos en poner una bala en la cabeza de otro
hombre. Tengo que considerar la posibilidad de que realmente podría estar
convirtiéndome en un monstruo. Una horrible criatura egoísta que sólo se
preocupa por sí misma.
Tal vez Warner tenía razón desde el principio.
Tal vez él y yo realmente somos el uno para el otro.
Casi todo el mundo se ha ido fuera del comedor. La gente está diciendo un
último adiós a los viejos y los más jóvenes que están dejando atrás. James
y Adam tuvieron un largo adiós esta mañana. Adam y yo tenemos que salir
en unos 10 minutos.
—Bueno, maldita sea. ¿Quién se murió?
Me doy la vuelta ante el sonido de su voz. Kenji está de pie. Está en esta
habitación. Está de pie junto a la mesa y se ve como si estuviera a punto de
caer hacia la derecha otra vez, pero está despierto. Está vivo.
Está respirando.
—Mierda. —La boca de Adam está abierta—. Santa mierda.
—Me alegro de verte, Kent. — Kenji pone una sonrisa torcida. Él asiente con
la cabeza hacia mí.
—¿Estás listo para patear culos hoy? —Lo abordo.
—Tu -gau- oye gracias, sí, eso es-uh.. —Se aclara la garganta. Trata de
alejarse de mí y me estremezco, se tira hacia atrás. Estoy cubierta en todas
partes excepto en la cara, llevo mis guantes y mis nudillos reforzados, y mi
traje está comprimido hasta el cuello. Kenji nunca suele huir de mí.
—Hey, uh, tal vez deberías esperar antes de tocarme por un tiempo, ¿no? —
Kenji trata de sonreír, intenta hacer que suene como si estuviera bromeando,
pero siento el peso de sus palabras, la tensión y la franja de temor que está
tratando tan difícil de ocultar—. No estoy muy constante en mis pies por el
momento.
Siento la sangre precipitarse fuera de mí, dejándome débil en las rodillas y
la necesidad de sentarme.
—No fue ella —dice Adam—. Sabes que ella ni siquiera te tocó.
—No lo sé, en realidad —dice Kenji—. Y no es que yo la culpa, sólo estoy
diciendo que tal vez ella está proyectando y no lo sabe, ¿de acuerdo? La
última vez que revisé, no creo que tengamos ninguna otra explicación de lo
que pasó esa noche. Es seguro que no eras tú —le dice a Adam—, y todo
eso, dado que sabemos que Warner puede tocar a Juliette podría ser sólo
una casualidad. No sabemos nada de él todavía. —Una pausa. Mira a su
alrededor—. ¿Cierto? ¿A menos que Warner haya sacado una especie de
conejo mágico de su culo mientras yo estaba ocupado muriendo ayer por la
noche?
Adam frunce el ceño. Yo no digo una palabra.
—Correcto —dice Kenji—. Eso es lo que pensé. Así. Creo que lo mejor es que,
a menos que sea absolutamente necesario, me mantenga alejado. —Se
vuelve hacia mí—. ¿Cierto? Sin ánimo de ofender, ¿no? Quiero decir, yo casi
acabo de morir. Creo que podría reducir un poco de holgura.
Apenas puedo escuchar mi propia voz cuando digo:
—Sí, por supuesto. —Trato de reír. Trato de averiguar por qué no estoy
hablándoles de Warner. Por qué todavía lo estoy
protegiendo. Probablemente porque soy tan culpable como él.
—De todas formas —dice Kenji—. ¿Cuándo nos vamos?
—Estás loco —le dice Adam—. Tú no vas a ninguna parte.
—Y una mierda, yo voy.
—Apenas puedes ponerte de pie por tu cuenta —dice Adam.
Y tiene razón. Kenji se inclina claramente sobre la mesa de apoyo.
—Prefiero morir por ahí a sentarme aquí como una especie de idiota.
—Kenji…
—Hey —dice Kenji, cortándome—. Entonces oí a un pajarito muy fuerte que
me dijo que Warner sacó su culo de aquí anoche. ¿Qué es eso?
Adam hace un sonido extraño. No es exactamente una risa.
—Sí —dice—. ¿Quién sabe siquiera? Nunca pensé que era una buena idea
mantenerlo como rehén aquí. Era una idea aún más estúpida que confiar en
él.
—Así que primero insultas mi idea, y luego insultas a Castillo, ¿eh? —La
ceja de Kenji se arma.
—Eran llamadas malas —dice Adam—. Malas ideas. Ahora tenemos que
pagar por ello.
—Bueno, ¿cómo iba yo a saber que Anderson estaría tan dispuesto a dejar
que su hijo se pudriera en el infierno?
Adam se estremece y Kenji se retracta.
—Oh, hey, lo siento, amigo. No quise decirlo así.
—Olvídalo —lo interrumpe Adam. Su rostro es duro, de repente frío,
cerrado—. Tal vez deberías volver al ala médica. Nos vamos pronto.
—Yo no voy a ninguna parte, excepto fuera de aquí.
—Kenji, por favor…
—No.
—Estás siendo irracional. Esto no es una broma —le digo—. La gente va a
morir hoy.
Pero él se ríe de mí. Me mira como si hubiera dicho algo que oblicua
entretenimiento.
—Lo siento, ¿estás tratando de enseñarme acerca de las realidades de la
guerra? —Sacude la cabeza—. ¿Olvidas que yo era un soldado del ejército
de Warner? ¿Tienes alguna idea de cuántas locuras hemos visto? —Hace un
gesto entre él y Adam—. Yo sé exactamente qué esperar hoy en día. Warner
era una locura. Si Anderson es dos veces tan malo como su hijo, entonces
tenemos razón en sumergirnos en un baño de sangre. No puedo dejar que
ustedes se cuelguen así.
Pero yo estoy atrapada en una frase. Una palabra. Sólo quiero preguntar.
—¿Era realmente tan malo. . .?
—¿Quién? —Kenji me está mirando.
—Warner. ¿Era realmente tan cruel?
Kenji se ríe a carcajadas. Se ríe más fuerte. Doble terminado. Está
prácticamente sibilando cuando dice:
—¿Cruel? Juliette, el chico está enfermo. Es un animal. Yo no creo que ni
siquiera sepa lo que significa ser humano. Si hay un infierno por ahí,
supongo que fue diseñado especialmente para él.
Es tan difícil sacar esta espada de mi estómago.
Una ráfaga de pasos.
Me doy la vuelta.
Todo el mundo se supone que debe salir de los túneles en una línea de un
solo archivo, en un intento de mantener el orden cuando dejemos este
mundo subterráneo. Kenji y Adam y yo somos los únicos luchadores que no
se han unido al grupo.
Todos nos levantamos.
—Hey así que, ¿sabe Castillo lo que estás haciendo? —Adam está mirando
Kenji—. No creo que estaría bien salir allí hoy día.
—Castillo quiere que yo sea feliz —dice Kenji de una manera casual—. Y no
voy a ser feliz si me quedo aquí. Tengo trabajo que hacer. Gente que salvar.
Señoras que impresionar. Él tiene que respetar eso.
—¿Qué pasa con todos los demás? —pregunto.
—Todo el mundo estaba tan preocupado por ti, ¿has visto incluso a alguien
todavía? ¿Para por lo menos decirles que estás bien?
—No —dijo Kenji—. Ellos probablemente me sacarían la mierda con un
ladrillo si supieran que bajé. Pensé que sería más seguro mantenerlo
tranquilo. Yo no quiero asustar a nadie. Y Sonia y Sara, pobres chicas,
estaban pasándolo como el infierno. Es mi culpa que estén tan agotadas y
todavía estamos hablando de salir hoy. Ellas quieren luchar a pesar de que
van a tener un montón de trabajo que hacer una vez que hayamos
terminado con el ejército de Anderson. He estado tratando de convencerlos
de quedarse aquí, pero pueden ser tan tercos. Tienen que recuperar su
fuerza —dice— y ya hemos perdido demasiado de ella en mí.
—No es una pérdida —trato de decirle.
—De todas maneras —dice Kenji—, ¿podemos, por favor ponernos en
marcha? Sé que están todos a la caza de Anderson —dice a Adam—, pero
en lo personal, me encantaría coger a Warner. Poner una bala a través de
ese inútil pedazo de mierda y acabar de una vez con él.
Algo me golpea en el estómago tan fuerte que me temo que en realidad voy a
vomitar. Estoy viendo spots, luchando por mantenerme de pie, luchando por
ignorar la imagen de Warner muerto, su cuerpo arrugado de color rojo.
—Hey, ¿estás bien? —Adam me tira a un lado. Toma un buen vistazo a mi
cara.
—Estoy bien —le miento. Asiento demasiadas veces. Niego con la cabeza un
par de veces—. Simplemente no creo que haya dormido lo suficiente la noche
anterior, pero voy a estar bien.
Duda.
—¿Estás segura?
—Estoy segura —le digo de nuevo. Hago una pausa. Agarro su camisa—.
Oye, ten cuidado ahí fuera, ¿de acuerdo?
Exhala un suspiro pesado. Asiente una vez.
—Sí. Tú también.
—¡Vamos vamos vamos! —nos interrumpe Kenji—. Hoy es el día para morir,
señoras.
Adam lo empuja. Un poco.
—Oh, así que ahora estás abusando del niño lisiado, ¿eh? —Kenji toma un
momento para ponerse estable a sí mismo antes de empujar el brazo de
Adam—. Guarda tu angustia para el campo de batalla, hermano. La vas a
necesitar.
Un agudo silbido suena en la distancia.
Es hora de irse.
CCaappííttuulloo 6644
stá lloviendo.
El mundo está llorando a nuestros pies en anticipación de lo que
vamos a hacer.
Se supone que todos se separaron, luchando en grupos reducidos, así que
no todo se puede matar a la vez.
No tenemos suficiente gente para luchar contra la ofensiva así que tenemos
que ser cautelosos. Y siento una punzada de culpa por admitirlo, pero estoy
tan feliz de que Kenji haya decidido venir con nosotros.
Estaríamos más débiles sin él.
Pero tenemos que salir de la lluvia.
Ya estamos empapados, y mientras Kenji y yo estamos usando trajes que
ofrecen al menos un mínimo de protección contra los elementos naturales,
Adam no lleva nada más que lo básico de algodón fresco, y me preocupa
que no dure mucho tiempo como mi traje.
Todos los miembros del Punto Omega están alrededor ya dispersados.
El área sobre el punto sigue siendo nada más que una extensión de tierra
que nos hace vulnerables al salir.
Por suerte para nosotros, tenemos a Kenji. Tres de nosotros ya invisibles
alrededor.
E
Los hombres de Anderson no están lejos de aquí.
Todo lo que sabemos es que desde que llegó Anderson, ha estado saliendo
de su manera de hacer un punto sobre el poder y el control del
restablecimiento. Cualquier voz de la oposición, por muy débil o
imperceptible, no importa cuán inofensivo o inocuo, ha sido silenciada. Él
está enojado porque hemos inspirado rebelión y ahora está tratando de
hacer una declaración. Lo que realmente quiere es acabar con todos
nosotros.
Los civiles son sólo pobres atrapados en el fuego amistoso.
Los disparos.
Nosotros automáticamente nos movemos hacia el sonido haciendo eco en la
distancia. No estamos diciendo una palabra. Somos conscientes de lo que
tenemos que hacer y cómo debemos operar. Nuestra única misión es llegar lo
más cerca posible de la devastación y luego sacar la mayor cantidad de los
hombres de Anderson. Protegemos a los inocentes. Apoyamos a nuestros
hombres del punto compatriotas.
Intentamos muy duro para no morir.
Puedo distinguir los compuestos que se arrastran más cerca en la distancia,
pero la lluvia hace más difícil ver. Todos los colores sangran juntos,
fundiéndose en el horizonte, y tengo que hacer un esfuerzo para discernir lo
que está delante de nosotros. Instintivamente toco las armas unidas a las
fundas de mi espalda y me recuerdo por un momento mi último encuentro
con Anderson, mi único encuentro con el horrible, y despreciable hombre y
me pregunto qué le ha pasado a él. Me pregunto si tal vez Adán tenía razón
cuando dijo que Anderson podría estar gravemente herido, que quizás él
todavía está luchando para recuperarse. Me pregunto si Anderson hará una
aparición en el campo de batalla. Me pregunto si tal vez es demasiado
cobarde para luchar en sus propias guerras.
Los gritos nos dicen que nos estamos acercando.
El mundo que nos rodea es un paisaje borroso, de tonos azules y grises,
moteados y los pocos árboles en pie tienen cien brazos temblorosos que
rasgan a través de sus troncos, llegando hasta el cielo como en oración,
rogando por el alivio de la tragedia a la que han estado arraigados. Es
suficiente para hacerme sentir lástima por las plantas y los animales
obligados a dar testimonio de lo que hemos hecho.
Nunca pregunté por esto.
Kenji nos guía hacia las afueras de los compuestos y nos deslizamos hacia
delante de pie contra la pared de una de las casas cuadradas y pequeñas,
acurrucados bajo el toque adicional de techo que, al menos por un momento,
nos concede indulto de los puños cerrados que caen desde el cielo.
El viento esta royendo las ventanas, luchando contra las paredes. La lluvia
está apareciendo contra el techo como palomitas de maíz contra un cristal.
El mensaje del cielo es claro: estamos enojados. Nos molesta, te castigan y
te hacen pagar por la sangre que derrama tanta libertad. No nos
quedaremos de brazos cruzados, ya no, nunca más. La ruina, es lo que el
cielo nos dice.
¿Cómo pudiste hacerme esto a mí? Susurra al viento.
Te di todo, nos dice.
Nada volverá a ser lo mismo.
Me pregunto por qué aún no puedo ver ninguna señal del ejército. No veo a
nadie más desde el punto Omega. No veo a nadie en absoluto. De hecho,
estoy empezando a sentir que esta un poco demasiado tranquilo.
Estoy a punto de sugerir que se mueven cuando oigo un portazo de la puerta
abierta.
—Este es el último de ellos —grita alguien—. Ella estaba escondida por
aquí.
Un soldado está arrastrando a una mujer gritando a partir del compuesto,
ella está rogando por misericordia y preguntando por su esposo y los
soldados dando ladridos para que se callara.
Tengo que evitar que las emociones se derramen fuera de mis ojos, mi boca.
No hablo.
No respiro.
Otro soldado trota por encima de algún lugar que no puedo ver. Grita algún
tipo de mensaje que se aprueba y hace un gesto con su mano de cosas que
no entiendo. Siento a Kenji tensarse a mi lado.
Algo ha pasado.
—Ella está con todos los demás —grita el segundo soldado—. Entonces
vamos a llamar a esta área limpia.
La mujer esta histérica. Ella está chillando, arañando al soldado, diciéndole
que ella no ha hecho nada malo, ella no entiende ¿dónde está su marido? ha
estado buscando a su hija por todas partes, que está sucediendo, llora,
grita, blande sus puños en el hombre que la agarra como un animal.
Se aprieta el cañón de su pistola en la nuca.
—Si no te callas, te voy a disparar en estos momentos.
Ella gime una vez, dos veces, y entonces ella se afloja.
Se ha desmayado en sus brazos y el soldado parece disgustado cuando él
la saca de la vista hacia donde quiera que se esté manteniendo con todos
los demás. No tengo ni idea de lo que está pasando. No entiendo qué está
pasando.
Los seguimos.
El viento y la lluvia recogen el ritmo y hay bastante ruido en el aire, la
distancia entre nosotros y los soldados hace que me sienta segura para
hablar. Aprieto la mano de Kenji. Sigue siendo el pegamento entre mí y
Adam, proyectando sus poderes para mantener a todos invisibles.
—¿Qué crees que está pasando? —pregunto.
Él no responde de inmediato.
—Están yendo hacia arriba —dice después de un momento—. Se están
creando grupos de personas para matar de una vez.
—La mujer...
—Sí —Le oigo aclararse la garganta—. Sí, ella y a quienquiera que
encuentren pueden ser conectados a las protestas. No sólo matan a los
incitadores —me dice—. Matan a los amigos y los miembros de la familia,
también. Es la mejor manera de mantener a la gente en la fila. Nunca deja
de asustar la mierda de los pocos que quedan con vida.
Tengo que tragarme el vómito que amenaza con salir.
—Tiene que haber una manera de salir de ahí —dice Adam—.Tal vez
podamos sacar a los soldados de su cargo.
—Sí, pero escuchen, ustedes saben que voy a tener que ir, ¿verdad? —Ya
estoy perdiendo mi fuerza y mi energía está desapareciendo más rápido de
lo normal—. Así podrás ser visible —dice Kenji—. Vas a ser un objetivo más
claro.
—Pero ¿qué otra opción tenemos? —pregunto.
—Podríamos tratar de tener un estilo a lo francotirador —dice Kenji—.
Nosotros no tenemos que entrar en combate directo. Tenemos esa opción. —
Hace una pausa—. Juliette, nunca he estado en esta situación antes. Quiero
que sepas que respeto tu decisión de permanecer fuera de la línea de fuego.
No todo el mundo puede soportar lo que podríamos ver si seguimos a esos
soldados. No hay vergüenza o culpa en eso.
Siento un gusto metálico en la boca mientras estoy acostada.
—Voy a estar bien.
Él se queda tranquilo un momento.
—Sólo… bien… pero no tengas miedo de usar tus habilidades para
defenderte —me dice—. Sé que es extraño no querer lastimar a la gente o lo
que sea, pero estos chicos no están jugando. Ellos tratarán de matarte.
Asiento con la cabeza, aunque sé que no me puede ver.
—Bien —le digo.
—Sí —Pero estoy asustada por mi mente.
—Vamos —le susurro.
CCaappííttuulloo 6655
o podía sentir mis rodillas.
Había 27 personas alineadas, de pie lado a lado en el medio de
un gran, árido campo. Hombres, mujeres y niños de todas
diferentes edades. Todos de diferentes tamaños. Todos de pie
ante lo que podía ser llamado un escuadrón de disparo de 6 soldados. La
lluvia estaba corriendo abajo alrededor de nosotros, dura y furiosa,
acribillando cada cosa y cada quien con lágrimas tan duras como mis
huesos. El viento está absolutamente frenético.
Los soldados están decidiendo qué hacer. Cómo matarlos. Cómo disponer de
los 27 pares de ojos mirando directo al frente. Algunos estaban sollozando,
algunos estaba temblando de miedo, dolor y horror, otros aún están
perfectamente derechos, estoicos en cara a la muerte.
Uno de los soldados le dispara un tiro.
El primer hombre se arrugó al suelo y sentí como si he sido azotada en la
columna. Demasiados emociones corriendo dentro y fuera de mí en el lapso
de pocos segundos que estoy asustada de poder desmayarme; estoy
aferrándome a la consciencia con una desesperación animal y tratando de
tragar de regreso las lágrimas, tratando de ignorar el dolor corriendo a
través de mí.
No puedo entender por qué nadie se está moviendo, por qué no nos estamos
moviendo, porque ninguno de los civiles están moviéndose siquiera sólo para
N
saltar fuera del camino y eso se ocurre a mí, caigo en la cuenta de correr,
tratar de escapar o tratar de luchar de regreso es simplemente no es una
opción viable. Están absolutamente sobrepasados. No tienen armas. Sin
munición de ningún tipo.
Pero yo sí.
Tengo un arma.
Tengo 2, de hecho.
Este es el momento, esto es dónde tenemos que ir, eso es dónde peleamos
solos, solo los 3 de nosotros, 3 chicos remotos peleando para salvar a 26
rostros o morir intentándolo. Mis ojos estaban trabados en una niña
pequeña que no podía ser mucho mayor que James, sus ojos tan abiertos,
tan aterrorizados, el frente de sus pantalones ya húmedos de miedo y eso
me rasga en pedazos, eso me mata, y mi mano libre ya estaba alcanzando
mi arma cuando le digo a Kenji que estoy lista.
Veo al mismo soldado enfocar su arma en la siguiente víctima cuando Kenji
nos libera.
3 armas están arriba, dirigidas para disparar, y las balas antes de ser
liberadas en el aire; veo una marcar en el cuello de un soldado y no tengo
idea si es mía.
Eso no importa ahora.
Todavía hay 5 soldados que quedan para enfrentar, y ahora pueden vernos.
Estamos corriendo.
Estamos esquivando las balas dirigidas en nuestra dirección y veo a Adam
caer al suelo, lo veo disparando con perfecta precisión y todavía fallar para
encontrar a target. Busco alrededor por Kenji sólo para descubrir que ha
desaparecido y estoy tan feliz por eso: 3 soldados caen casi
instantáneamente. Adam toma ventaja de la distracción de los soldados
restantes y sacó a un cuarto. Disparó al quinto por detrás.
No sé si lo he matado o no.
Estamos gritando para que las personas nos sigan, están pastoreándolos de
regreso a recintos gritando para que permanezcan abajo, para quedarse
fuera de vista; diciéndoles que la ayuda esta viniendo y que haremos lo que
podamos para protegerlos y tratar de llegar a nosotros, de tocarnos, para
agradecernos y tomar nuestras manos pero no tenemos tiempo. Tenemos
que apresurarlos para algún aspecto de seguridad y movernos a donde sea
que el resto de su destrucción que tomara lugar.
Todavía no he olvidado al hombre que no fuimos capaces de salvar. No he
olvidado al número 27.
Nunca quiero que eso ocurra de nuevo.
Estamos retirándonos a través de muchas miles de tierras dedicadas a esos
recintos ahora, no molestándonos para mantenernos a nosotros mismo
ocultos o para llegar con un plan definitivo. Todavía no hemos hablado. No
hemos discutido qué hacer o qué debemos hacer y que sólo sabemos que
necesitamos seguir moviéndonos.
Seguimos a Kenji.
Teje su camino a través de trozos demolidos de recintos y sabes que algo ha
ido horriblemente mal. No hay señales de vida en ninguna parte. Las
pequeñas cajas de metal que son utilizadas como cajas de civiles están
completamente destruidas y no sabemos si había personas dentro cuando
esto ha ocurrido.
Kenji nos dice que tenemos que seguir buscando.
Nos movemos más profundo a través del territorio regulado, esas piezas de
tierra dedicadas a habitación humana, hasta que escuchamos una
precipitación de pisadas, el sonido de un suave batir de sonido mecánico.
Los tanques.
Corren con electricidad así que perdieron las consciencia cuando se mueven
a través de las calles, pero estoy lo suficientemente familiarizada con esos
tanque para ser capaz de reconocer el rasgue de sonido eléctrico. Adam y
Kenji también lo hacen.
Seguimos el sonido.
Estamos peleando contra el viento tratando de empujarnos lejos y es casi
como si supiera, como si el viento está tratando de protegernos de lo que sea
que está esperando en el otro lado de estos recintos. No quiere que
tengamos que ver esto. No quiere dejarnos morir hoy.
Algo explota.
Un furioso fuego rasgó a través de la atmosfera ni a 50 pie de donde
estamos. Las llamaradas lamiendo la tierra, lamiendo el oxigeno, e incluso
la lluvia no puede apagar la devastación todo a la vez. El fuego azota y se
balancea con el viento, decayendo sólo lo suficiente, humillado en sumisión
por el cielo.
Necesitamos estar donde sea que ese fuego está.
Nuestros pies luchan o tracción en el suelo fangoso y no siento el frio
mientras corremos, no siento la humedad, sólo siento la adrenalina
cursando a través de mis extremidades, forzándome a moverme hacia
delante, arma empuñada demasiado apretada en mi puño, bien lista para
apuntar, demasiado lista para disparar.
Pero cuando alcanzamos las llamas casi dejo caer mi arma.
Casi caigo al piso.
Casi no puedo creer a mis ojos.
CCaappííttuulloo 6666
uertos, muertos, muertos en todas partes.
Tantos cuerpos mezclados y desperdigados por la tierra que no
tengo ni idea de si son nuestros o de ellos, y estoy empezando a
preguntarme lo que significa, estoy empezando a dudar de mí
misma y esta arma en mi mano, y no puedo evitar preguntarme acerca de
estos soldados, me pregunto cómo pueden ser como Adam, igual que otro
millón de almas huérfanas y torturadas, que simplemente necesitan
sobrevivir y tomar el único empleo que podían conseguir.
Mi conciencia ha declarado la guerra contra sí misma.
Estoy conteniendo las lágrimas, y la lluvia y el horror, y sé que tengo que
mover las piernas, sé que tengo que seguir adelante y ser valiente, tengo
que luchar me guste o no, porque no podemos permitir que esto suceda.
Soy abordada desde atrás.
Alguien me arroja al suelo y mi rostro es enterrando en la tierra, y pataleo, e
intento gritar, pero siento que me arrancan el arma de mi agarre, siento un
codo en mi columna y sé que Adam y Kenji se han ido, que están en lo
profundo de la batalla y sé que estoy a punto de morir. Sé que se ha
acabado y no se siente real, de algún modo, se siente como si esta fuera la
historia que otra persona está contando. Al igual que la muerte, es una cosa
extraña y distante que solo has visto suceder alguna vez a la gente a la que
nunca has conocido, y que seguramente no me sucederá a mí, a ti, a
M
cualquiera de nosotros.
Pero aquí está.
Es un arma en mi nuca, una bota presionada contra mi espalda, mi boca
llena de barro y es un millón de momentos sin valor que realmente nunca he
vivido y está todo justo frente a mí. Lo veo con tanta claridad.
Alguien me da la vuelta.
La misma persona que sostenía un arma contra mi cabeza está ahora
apuntando a mi cara, inspeccionándome como si tratara de leerme y estoy
confusa. No entiendo sus furiosos ojos grises o la rigidez de su boca, por qué
no está tirando del gatillo. No me está matando, y esto, esto más que nada,
me petrifica.
Tengo que quitarme los guantes.
Mi captor grita algo que no alcanzo a entender porque no me está hablando
a mí, no está mirando en mi dirección porque está llamando a otra persona,
y uso su momento de distracción para coger la llave de los nudillos de mi
mano izquierda sólo para tirarla al suelo. Tengo que conseguir quitarme el
guante porque es mi única posibilidad de supervivencia, pero la lluvia ha
hecho que el cuero se humedezca demasiado y está pegado a mi piel,
negándose a salir fácilmente, y el soldado se vuelve a dar la vuelta
demasiado pronto. Él ve lo que estoy intentando hacer y me pone de pie de
un tirón, haciéndome una llave por la cabeza y presionando el arma contra
mi cráneo.
—Sé lo que estás intentando hacer, pequeño monstruo. Muévete siquiera un
centímetro y te mataré.
De algún modo, no le creo.
No creo que se suponga que me dispare, porque si él quisiera, ya lo habría
hecho. Pero está esperando algo. Está esperando por algo que no entiendo y
tengo que actuar rápido. Necesito un plan, pero no tengo ni idea de qué
hacer y solo estoy arañando su brazo cubierto, en el músculo que está
inmovilizado alrededor de mi cuello, y él me sacude, gritándome que deje de
retorcerme y tira más fuerte de mí para cortarme el suministro de aire. Mis
dedos se aprietan alrededor de su brazo, tratando de luchar contra el
apretado agarre que mantiene a mí alrededor y no puedo respirar, estoy
entrando en pánico. De repente no estoy segura de que no me vaya a matar
y ni siquiera me doy cuenta de lo que he hecho hasta que le oigo gritar.
He roto todos los huesos de su brazo.
Cae al suelo, deja caer su arma para agarrarse el brazo, y está gritando con
un dolor tan insoportable que casi estoy tentada de sentir remordimientos
por lo que he hecho.
En cambio, corro.
Solo he conseguido avanzar unos metros antes de que tres soldados más me
cierren el paso, alertados por lo que le he hecho a su compañero, ven mi
cara y son iluminados con reconocimiento. Uno de ellos me parece
vagamente familiar, casi como si hubiera visto su desaliñado cabello marrón
antes, y me doy cuenta: ellos me conocen. Estos soldados me conocieron
cuando Warner me mantuvo cautiva. Warner había hecho un completo
espectáculo de mí. Por supuesto que habían reconocido mi rostro.
Y no van a dejarme ir.
Los tres me empujan de cara por primera vez contra la tierra, sujetándome
por los brazos y las piernas, hasta que estoy bastante segura de que han
decidido arrancarme las extremidades. Estoy tratando de luchar, estoy
tratando de centrar mi mente en el lugar correcto para enfocar mi Energía, y
estoy a punto de noquearlos de nuevo, pero luego recibo un fuerte golpe en
la cabeza y me rindo casi completamente a la inconsciencia.
Los sonidos se mezclan entre sí, las voces se convierten en un gran lío de
ruido y no puedo ver los colores, no sé qué me está sucediendo porque ya no
puedo sentir mis piernas. Ni siquiera sé si estoy andando o estoy siendo
cargada, pero siento la lluvia. La siento caer rápidamente, descendiendo por
los planos de mi rostro, hasta que oigo el sonido de metal sobre metal, oigo
una familiar vibración eléctrica, y luego la lluvia se detiene, desaparece del
cielo y sólo sé dos cosas. Y sólo sé una de esas cosas con certeza.
Estoy en un tanque.
Voy a morir.
CCaappííttuulloo 6677
igo campanas de viento.
Oigo campanas de viento siendo sopladas en la histeria por un
viento tan violento como para ser una auténtica amenaza y lo
único que puedo pensar es que los sonidos tintineantes parecen
tan increíblemente familiares para mí. La cabeza me sigue dando vueltas,
pero todavía tengo que estar tan consciente como sea posible. Tengo que
saber dónde me están llevando. Tengo que tener alguna idea de dónde
estoy. Necesito tener un punto de referencia y estoy luchando para
mantener la cabeza recta sin dar a conocer que no estoy inconsciente.
Los soldados no hablan.
Tenía la esperanza de recoger por lo menos un poco de información de las
conversaciones que puedan tener pero ellos no se dicen una palabra el uno
al otro. Ellos son como máquinas, como robots programados para seguir
adelante con una tarea específica, y me pregunto, soy tan curiosa, no puedo
entender por qué tenía que ser arrastrada fuera del campo de batalla para
ser asesinada. Me pregunto por qué mi muerte tiene que ser tan especial.
Me pregunto ¿por qué me están llevando fuera del depósito hacia el caos de
un viento furioso? Y me atrevo a abrir mis ojos apenas una rendija y casi
jadeo.
Es la casa.
Es la casa, la casa sobre césped irregular, la única pintada con el tono
O
perfecto de azul huevo de petirrojo y la única tradicional, que funciona como
casa dentro de un radio de 805 kilómetros.
Es lo mismo que me dijo Kenji, la casa debe ser una trampa, es la casa
donde estaba tan segura de que me encontraría el padre de Warner, y
entonces me doy cuenta. Un martillo de trineo. Un tren de bala. Una oleada
de realización aplastando mi cerebro.
Anderson tiene que estar aquí. Debe querer matarme él mismo.
Soy una entrega especial.
Hasta que suena el timbre.
Oigo pies arrastrándose. Oigo crujidos y gemidos. Oigo el viento romperse a
través del mundo, luego veo mi futuro, veo a Anderson torturándome hasta
la muerte en todas las formas posibles y me pregunto cómo voy a salir de
esto. Anderson es demasiado inteligente. Es probable que me encadenen al
suelo y corte mis manos y pies uno a la vez. Probablemente va a querer
disfrutar de esto.
Él abre la puerta.
—¡Ah! Caballeros. Muchas gracias —dice—. Por favor, síganme. —Y siento
que el soldado que me cargaba cambiar su peso bajo mi húmedo cuerpo
inerte, de repente pesado. Estoy empezando a sentir que un escalofrío se
filtra en mis huesos y me doy cuenta de que he estado corriendo a través de
la lluvia durante mucho tiempo.
Estoy temblando y no es por miedo.
Estoy ardiendo y no es de ira.
Estoy tan delirante que incluso si tuviera la fuerza para defenderme no
estoy segura de que sería capaz de hacerlo bien. Es increíble la cantidad de
maneras diferentes que podría conocer mi fin hoy.
Anderson huele rico y terrenal, puedo olerlo a pesar de que estoy siendo
llevado en los brazos de otra persona, y el olor es inquietantemente
agradable. Él cierra la puerta detrás de nosotros sólo después de aconsejar
a los soldados a la espera de volver a trabajar. Lo cual es esencialmente
una orden para ellos para ir a matar a más gente.
Creo que estoy empezando a alucinar.
Veo una chimenea cálida como del tipo que sólo he leído. Veo una acogedora
sala de estar con sofás suaves y lujosos y una gruesa alfombra oriental
adornando el suelo. Veo una repisa con fotos de lo que no puedo reconocer
desde aquí y Anderson me está diciendo que despierte, está diciendo tú
necesitas tomar un baño, has conseguido bastante suciedad no es así, y eso
no lo harás, ¿verdad? Voy a necesitar que te mantengas despierta y
totalmente coherente o esto no será muy divertido en absoluto, dice, y estoy
bastante segura de que estoy perdiendo la cabeza.
Siento el golpe, golpe, golpe, de pasos pesados que suben una escalera y me
doy cuenta de que mi cuerpo se mueve con él. Oigo una puerta abierta
chirriar, oigo el arrastre de otros pies y hay palabras pronunciadas que no
puedo distinguir más. Alguien dice algo a alguien y me dejan caer sobre un
piso duro y frío.
Me oigo gemir.
—Ten cuidado de no tocar su piel —es la única frase que puedo hacer en un
solo hilo. Todo lo demás es "bañarse" y "dormir" y "en la mañana" y "no, no
lo creo" y "muy bien", y oigo otro portazo de la puerta cerrada. Está al lado
derecho de mi cabeza.
Alguien está tratando de tomar mi traje.
Me muevo tan rápido que es doloroso, siento algo arder a través de mí, a
través de mi cabeza hasta que me golpea directamente a los ojos y sé que
soy una mezcla de muchas cosas en estos momentos. No puedo recordar la
última vez que comí algo y realmente no he dormido en más de 24 horas. Mi
cuerpo está empapado, mi cabeza late fuertemente de dolor, mi cuerpo se ha
torcido y dio un paso adelante, y estoy adolorida en un millón de maneras
diferentes. Pero no voy a permitir que ningún hombre extraño me quite la
ropa. Preferiría estar muerta.
Pero la voz que escucho no es hombre para nada. Suena suave y dulce,
maternal. Me habla en un idioma que no entiendo, pero tal vez es sólo que
mi cabeza no puede entender nada en absoluto. Hace ruidos suaves, frota
las manos en pequeños círculos en mi espalda. Oigo una ráfaga de agua y
siento el calor levantarse alrededor de mí y es tan cálido, se siente como el
vapor y creo que esto debe ser un baño o una ducha, y no puedo dejar de
pensar que no he tomado una ducha de agua caliente desde que estaba de
vuelta en el cuartel de Warner.
Trato de abrir mis ojos y fallo.
Es como si dos yunques estuvieran sentados sobre mis párpados, al igual
que todo es negro, desordenado, confuso, agotador y sólo puedo distinguir
las circunstancias generales de mi situación. Miro un poco más a través de
las rendijas; sólo veo la porcelana brillante de lo que supongo que es una
bañera y me arrastro a pesar de las protestas en mi oído y trepo.
Me caigo justo en el agua caliente totalmente vestida, guantes, botas, un
traje intacto y es un placer increíble que no esperaba experimentar.
Mis huesos comienzan a descongelarse, mis dientes están desacelerando su
castañeo y mis músculos están aprendiendo a relajarse. Mi cabello flota
alrededor de mi cara y siento cosquillas en la nariz.
Me hundo bajo la superficie.
Me quedo dormida.
CCaappííttuulloo 6688
e despierto en una cama hecha de cielo y estoy usando ropa
que pertenecía a un chico.
Estoy caliente y cómoda, pero todavía puedo sentir el crujido de
los huesos, el dolor de cabeza, la confusión que nubla mi mente. Me
incorporo. Miro a mi alrededor.
Estoy en la habitación de alguien.
Estoy enredada en sabanas azul y naranja decoradas con guantes de
béisbol.
Hay un pequeño escritorio con una silla que se lanzó a un lado y hay un
conjunto de cajones, una colección de trofeos de plástico en hileras
perfectamente rectas en la parte superior. Veo una sencilla puerta de
madera con un pomo de latón tradicional que deben llevar afuera, veo un
conjunto de espejos que debe estar escondiendo un armario. Miro a mi
derecha para encontrar una mesita pequeña con un reloj de alarma y un
vaso de agua y lo agarro.
Es casi vergonzoso lo rápido que vacio el contenido.
Salgo de la cama sólo para encontrar que llevo un par de pantalones cortos
azul marino que se cuelga tan abajo en mis caderas que temo que van a
caer. Llevo una camiseta gris con algún tipo de insignia en ella y estoy
nadando en el material extra. No tengo calcetines. No hay guantes. Sin ropa
interior.
M
No tengo nada.
Me pregunto si se me permite salir y decido que vale la pena intentarlo. No
tengo ni idea de lo que estoy haciendo aquí. No tengo ni idea de por qué no
estoy muerta todavía.
Me congelo en frente de las puertas del espejo.
Mi cabello se ve bien y cae en ondas gruesas y suaves alrededor de la cara.
Mi piel es brillante, con la excepción de algunos rasguños, relativos. Mis ojos
están bien, una mezcla extraña y vibrante parpadea en verde y azul,
sorprendida y sin miedo.
Pero mi cuello.
Mi cuello es un lío de púrpura, un moretón grande que mancha mi apariencia
completa. No me había dado cuenta de lo bien que estaba siendo asfixiada
ayer, creo que fue ayer, y sólo ahora me doy cuenta de lo mucho que duele
tragar. Tomo una respiración fuerte y me empujo más allá de los espejos.
Tengo que encontrar una manera de salir de aquí.
La puerta se abre a mi tacto.
Miro a mí alrededor el pasillo ante cualquier signo de vida. No tengo ni idea
de qué hora del día es o en qué me he metido. No sé si alguien existe en esta
casa excepto Anderson y el que sea que lo ayudó en el baño, pero tengo que
evaluar mi situación. Tengo que averiguar exactamente cuánto estoy en
peligro antes de que pueda elaborar un plan de salida.
Trato de caminar en puntillas silenciosamente por las escaleras.
No está trabajando.
El crujido de las escaleras y el sonido de mi respiración me dificultan la
oportunidad de regularla antes de oírlo llamarme por mi nombre.
Está abajo. Anderson está abajo.
—No seas tímida —dice. Oigo el crujido de algo que suena como el papel—.
Tengo comida para ti y sé que debes estar muriendo de hambre.
Mi corazón está latiendo de repente en mi garganta.
Me pregunto qué opciones tengo ¿qué opciones tengo para considerar? y
decido que no puedo esconderme de él en su propia guarida.
Me encuentro con él abajo.
Es el mismo hombre hermoso que era antes. Cabello perfecto y pulido, la
ropa fresca, limpia, presionada expertamente. Está sentado en la sala de
estar en un sillón con una manta que cubre sus piernas. Me doy cuenta de
un hermoso, de aspecto rústico, palo tallado recostado sobre el
apoyabrazos. Él tiene un montón de papeles en la mano.
Huelo a café.
—Por favor —me dice, para nada sorprendido por mi apariencia extraña y
salvaje—. Toma asiento —Lo hago.
—¿Cómo te estás sintiendo? —pregunta.
Miro hacia arriba. No le respondo.
Él asiente con la cabeza.
—Sí, bueno, estoy seguro de que estás muy sorprendida de verme aquí. Es
una casita preciosa, ¿no es así? —Mira a su alrededor—.Había conservado
este lugar poco después de que me mudé con familia a lo que hoy es el
Sector 45. Este sector se suponía que era mío, después de todo. Resultó ser
el lugar ideal para guardar a mi esposa —Agita una mano—. Al parecer, a
ella no lo hacen muy bien los compuestos —dice, como si tuviera alguna
idea de lo que está hablando.
¿Guardar a su esposa?
No sé por qué permito que salga sorpresivamente por mi boca. Anderson
parece coger mi confusión. Parece divertido.
—¿Debo entender que mi chico no te hablo acerca de su querida madre? El
no seguir y seguir y seguir sobre su amor por la criatura patética que lo dio
a luz.
—¿Qué? —Es la primera palabra que hablo.
—Estoy realmente sorprendido —dice Anderson, sonriendo como si no se
sorprendió en absoluto— ¿Él no se molestó en mencionar que tiene una
madre enferma, enferma que vive en esta casa? ¿Él no dijo que por eso
quería estar aquí, en este sector, tan desesperadamente? ¿No? ¿No te dijo
nada acerca de eso? —Él ladea la cabeza—. Estoy tan sorprendido —miente
otra vez.
Estoy tratando de mantener mi ritmo cardíaco, tratando de averiguar por
qué diablos me está diciendo esto, tratando de mantenerme un paso por
delante de él, pero está haciendo un trabajo muy bueno confundiendo el
infierno fuera de mí.
—Cuando fui elegido como comandante supremo —continúa—. Iba a dejar a
la madre de Aaron aquí y llevarlo conmigo a la capital. Pero el muchacho no
quería dejar a su madre atrás. Él quería cuidar de ella. No quería dejarla.
Necesitaba estar con ella como un niño estúpido —dice, levantando la voz al
final, olvidándose de sí mismo por un momento. Traga. Recupera la
compostura.
Y estoy esperando. Esperando el yunque que está preparando para caer
sobre mi cabeza.
—¿Te ha dicho cuántos soldados querían estar a cargo del Sector 45?
¿Cuántos candidatos excelentes tuvimos que elegir? Tenía sólo dieciocho
años de edad —dice riendo—. Todo el mundo pensaba que se había vuelto
loco. Pero le di una oportunidad —dice Anderson—. Pensé que sería bueno
para él para asumir ese tipo de responsabilidad —
Todavía estoy esperando.
Hizo un profundo suspiro de satisfacción.
—¿Alguna vez te dijo —dice Anderson— lo que tenía que hacer para
demostrar que era digno? —
Ahí está.
—¿Alguna vez te dijo lo que hizo para ganar?
Me siento tan muerta por dentro.
—No —dice Anderson, los ojos brillantes, demasiado brillante—. Sospecho
que no quería hablar de esa parte, ¿verdad? Apuesto a que no incluyeron
esa parte de su pasado, ¿verdad?
No quiero escuchar esto. No quiero saberlo. No quiero escuchar más.
—No te preocupes —dice Anderson—. No lo voy a estropear para ti. Lo mejor
es dejar que comparta los detalles el mismo.
No estoy tranquila ya. No estoy tranquila y he entrado oficialmente en
pánico.
—Voy a regresar a la base en poco —dice Anderson, revisando sus papeles,
no pareciendo importarle tener una conversación totalmente unilateral
conmigo—. No puedo soportar estar bajo el mismo techo que su madre
durante mucho tiempo no me llevo bien con el mal, por desgracia, pero esto
ha resultado ser un campo poco conveniente en las actuales circunstancias.
Lo he estado utilizando como base para supervisar todo lo que está pasando
en los compuestos.
La batalla.
Los combates.
El derramamiento de sangre y Adam y Kenji y Castillo y todos los que he
dejado atrás.
¿Cómo he podido olvidar?
Las posibilidades horribles, terribles están parpadeando a través de mi
mente. No tengo ni idea de lo que ha pasado. Si están bien. Si ellos saben
que sigo viva. Si Castillo consiguió regresar a Brendan y Winston.
Si alguien que conozco ha muerto.
Tengo los ojos enloquecidos, mirando todo alrededor. Me pongo de pie,
convencida de que todo esto es sólo una elaborada trampa, que tal vez
alguien me va a mutilar por detrás o alguien está esperando en la cocina con
un cuchillo, y yo no puedo respirar, estoy tratando de averiguar lo que debe
hacer lo que debe hacer lo que debe hacer y decirlo.
—¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Por qué me has traído aquí? ¿Por qué no me
has matado todavía?
Anderson me mira.
Ladea la cabeza. Él dice:
—Estoy muy molesto contigo, Juliette. Muy, muy infeliz —Él dice—. Has
hecho algo muy malo.
—¿Qué? —Parece ser la única pregunta que sé hacer—. ¿De qué estás
hablando? —Por un momento de locura me pregunto si sabe lo que pasó con
Warner. Casi me siento enrojecer.
Pero toma una respiración profunda. Coge el bastón apoyado en su silla. Él
tiene que usar su cuerpo superior entero para llegar a sus pies. Está
temblando, incluso con la caña para apoyarlo.
Está paralizado.
Él dice:
—Tú me hiciste esto. Me disparaste en las piernas. Casi me disparas en el
corazón. Y secuestraron a mi hijo.
—No —le grito—. No era…
—Tú me hiciste esto a mí —me interrumpe—. Y ahora quiero una
compensación.
CCaappííttuulloo 6699
espiración. Tengo que recordar mantener la respiración.
—Es bastante extraordinario —dice Anderson—, lo que eras
capaz de hacer completamente por tu cuenta. Sólo había tres
personas en esa habitación —dice—. Tú, yo y mi hijo. Mis
soldados estaban viendo esa área entera por cualquier otra persona que
pudiera haber venido contigo, y dijeron que estabas completamente sola. —
Una pausa—. En realidad pensé que vendrías con un equipo, ya ves. No
pensé que fueras lo suficientemente valiente como para reunirte sola
conmigo. Pero entonces sin ayuda de nadie me desarmaste y robaste de
nuevo sus rehenes. Tenías que llevar a dos hombres, sin incluir a mi hijo a
un lugar seguro. ¿Cómo te las arreglaste para hacer esto completamente
más allá de mi comprensión?
Y me doy cuenta: la elección es simple.
Tampoco le digo la verdad acerca de Kenji y Adam y arriesgarme a que
Anderson vaya tras ellos, o tomo la derrota.
Así que me encuentro con los ojos de Anderson.
Asiento con la cabeza. Digo:
—Me llamaste pequeña chica estúpida. Dijiste que yo era demasiado
cobarde para defenderme.
R
Se ve incómodo por primera vez. Parece darse cuenta de que probablemente
podría hacer lo mismo con él de nuevo, ahora mismo si quisiera.
Y creo que, sí, probablemente podría. Qué idea excelente.
Pero por ahora, sigo sintiendo extraña curiosidad por ver lo que quiere de mí.
Por qué me está hablando. No me preocupa atacarlo inmediatamente, sé que
tengo una ventaja sobre él. Debería ser capaz de alcanzarlo fácilmente.
Anderson aclara su garganta.
—Estaba planeando regresar a la capital —dice. Toma una respiración
profunda—. Pero está claro que mi trabajo aquí no ha terminado. Tu gente
está haciendo las cosas infinitamente más complicadas y se está volviendo
más y más difícil simplemente matar a todos los civiles. —Una pausa—.
Bueno, no, en realidad, eso no es cierto. No es difícil matar, es sólo que cada
vez es más poco práctico. —Me mira—. Si yo fuera a matarlos a todos, no
tengo ninguna izquierda para gobernar, ¿verdad?
Realmente se ríe. Se ríe como si hubiera dicho algo gracioso.
—¿Qué quieres de mí? —le pregunto.
Toma una respiración profunda. Está sonriendo.
—Debo admitir, Juliette, que estoy completamente impresionado. Tú sola
fuiste capaz de dominarme. Tuviste suficiente visión como para pensar en
tomar a mi hijo como rehén. Salvaste a dos de tus propios hombres.
Causaste un terremoto para salvar al resto de su equipo —dice riendo. Se
ríe y ríe y ríe.
No me molesté en decirle que sólo 2 de esas cosas son ciertas.
—Ahora me doy cuenta de que mi hijo tenía razón. Podrías ser muy valiosa
para nosotros, especialmente en estos momentos. Conoces el interior de su
cuartel mejor que cualquier cosa que Aaron es capaz de recordar.
Así que Warner ha ido a ver a su padre.
Él compartió nuestros secretos. Por supuesto que lo hizo. No puedo imaginar
por qué estoy tan sorprendida.
—Tú —me dice Anderson—. Podrías ayudarme a destruir todos tus
amiguitos. Podrías decirme todo lo que necesito saber. Podrías decirme todo
acerca de los otros monstruos, lo que ellos son capaces de hacer, cuáles son
sus fortalezas y debilidades. Me podrías llevar a su escondite. Tendrías que
hacer lo que sea que te pida que hagas.
Quiero escupirle en la cara.
—Preferiría morir —le digo—. Preferiría ser quemada viva.
—Oh, lo dudo mucho —dice. Cambia su peso sobre el bastón para
sostenerse mejor a sí mismo—. Creo que cambiarías de opinión si realmente
tuvieras la oportunidad de sentir la piel derretida en tu cara. Pero —dice—.
No soy cruel. Desde luego, no voy a descartarlo como opción, si estás
realmente interesada.
Horrible, horrible hombre.
Sonríe, ancho, satisfecho por mi silencio.
—Sí, no lo creo.
La puerta se abre de golpe.
No me muevo. No me doy la vuelta. No sé si quiero ver lo que va a pasarme,
pero entonces escucho a Anderson saludar a su visitante. Invitarlo a entrar.
Pedirle saludar a su nuevo huésped.
Warner camina en mi línea de visión.
De repente estoy débil a través del hueso, enferma y un poco avergonzada.
Warner no dice una palabra. Él está llevando su traje perfecto con su cabello
perfecto y se ve exactamente como la primera vez que conocí a Warner, la
única diferencia es la mirada de sus ojos. Él está mirándome fijamente en
estado de shock tan debilitante que se ve realmente enfermo.
—Ustedes chicos, se recuerdan el uno al otro, ¿no?
Anderson es el único que reía.
Warner está respirando como si hubiera subido varias montañas, como si no
pudiera entender lo que está viendo o por qué lo está viendo y está mirando
fijamente mi cuello, a lo que debe ser el hematoma con manchas feas
manchando mi piel y su rostro se retuerce en algo que se parece a la ira, el
horror y la angustia. Sus ojos caen en mi camisa, a mis pantalones cortos, y
su boca cae abierta lo suficiente como para que me dé cuenta antes de que
se esté frenando a sí mismo, limpiando las emociones de su cara.
Él está luchando por mantener la compostura, pero puedo ver los rápidos
movimientos de su pecho subiendo y bajando. Su voz no es tan fuerte como
podría ser, cuando dice:
—¿Qué está haciendo aquí?
—La he recogido para nosotros —dice Anderson con sencillez.
—¿Para qué? —pregunta Warner—. Dijiste que no la querías a ella...
—Bueno —dice Anderson, tomándolo en cuenta—. Eso no es del todo cierto.
Ciertamente podría beneficiarme de tenerla a tu alrededor, pero decidí en el
último momento que no estaba interesado en su compañía nunca más. —
Sacude la cabeza. Mira hacia abajo en sus piernas. Suspira—. Es tan
frustrante estar paralizado como esto —dice, riendo de nuevo—. Es tan
increíblemente frustrante. Pero —dice sonriendo—, por lo menos he
encontrado una manera rápida y fácil de arreglarlo. Para poner todo de
vuelta a la normalidad, como se suele decir. Va a ser igual que la magia.
Algo en sus ojos, la sonrisa enferma en su voz, la forma en que dice la
última línea me hace sentir mal.
—¿Qué quieres decir? —le pregunto, casi con miedo de escuchar su
respuesta.
—Me sorprende que aún tengas que preguntar, querida. Quiero decir,
honestamente, ¿de verdad crees que no me daría cuenta del nuevo hombro
de mi hijo? —Se ríe—. ¿Crees que no encontraría extraño verlo llegar a casa
no sólo ileso, sino completamente sanado? No hay cicatrices, ni dolor, sin
debilidad, ¡como si nunca hubiera recibido un disparo en absoluto! Es un
milagro —dice—. Un milagro, mi hijo me informa, que se llevó a cabo por dos
de tus pequeños monstruos.
—No.
Horror está construyendo dentro de mí, cegándome.
—Oh, sí —Él mira a Warner—. ¿No es así, hijo?
—No —me quedo sin aliento—. Oh, Dios, ¿qué has hecho, dónde están...?
—Cálmate —me dice Anderson—. Ellos están perfectamente sanos y salvos.
Yo simplemente los había recogido como te recogí a ti. Necesito que
permanezcan con vida y saludables si me van a curar, ¿no te parece?
—¿Sabías acerca de esto? —Me vuelvo a Warner, frenética—. ¿Tú hiciste
esto? ¿Sabías...?
—No, Juliette —dice—. Te lo juro, esto no fue idea mía...
—Ambos se están agitando por nada —dice Anderson, moviendo una mano
perezosa en nuestra dirección—. Tenemos cosas más importantes en las que
centrarnos en estos momentos. Temas más urgentes en los que hacer frente.
—¿Qué? —Warner le pregunta—. ¿De qué hablas? —No parece estar
respirando.
—Justicia, hijo. —Anderson me está mirando ahora—. Estoy hablando de
justicia. Me gusta la idea de fijar las cosas. De poner orden de nuevo al
mundo. Y estaba esperando a que llegaras para poder mostrar exactamente
lo que quiero decir. Esto —dice—, es lo que debería haber hecho la primera
vez. —Mira a Warner—. ¿Me estás escuchando? Presta mucha atención
ahora. ¿Estás viendo?
Él saca un arma.
Y me dispara en el pecho.
CCaappííttuulloo 7700
i corazón ha estallado.
Soy tirada hacia atrás, tropezando con mis propios pies hasta
golpear el suelo, mi cabeza se estrella contra el suelo
alfombrado, mis brazos hacen poco para parar mi caída. El
dolor es como nunca he sentido, dolor que nunca pensé sentir, nunca lo
habría imaginado. Es como si dinamita se disparara en mi pecho, como si
hubiera sido incendiada de adentro hacia afuera, y de repente todo se
ralentiza.
Así que esto, pienso, es como se siente morir.
Parpadeo y parece que toda una eternidad. Veo distorsionadas una serie de
imágenes frente a mí, colores y cuerpos y luces oscilantes, movimientos poco
naturales borrosos todos juntos. Los sonidos están deformados, borrosos,
demasiado altos y demasiado bajos para que yo los escuche claramente.
Hay heladas explosiones eléctricas que surgen a través de mis venas, como
si cada parte de mi cuerpo se ha quedado dormido y está tratando de
despertar de nuevo.
Hay una cara frente a mí.
Trato de concentrarme en la silueta, los colores, trato de enfocar todo, pero
es muy difícil y de repente no puedo respirar, de repente siento como que
hay cuchillos en mi garganta, haciendo agujeros en mis pulmones, y cuanto
más parpadeo, menos claramente que soy capaz de ver. Pronto sólo soy
M
capaz de disfrutar de las más apretadas respiraciones, diminutos jadeos
que me recuerdan a cuando yo era una niña, cuando los doctores me dijeron
que sufría de ataques de asma. Sin embargo ellos estaban mal; mi falta de
aliento no tenía nada que ver con el asma. Tenía que ver con el pánico y la
ansiedad y la hiperventilación. Pero este sentimiento que estoy sintiendo en
este momento es muy similar a lo que experimenté entonces. Es como tratar
de tomar oxígeno al respirar a través de la pajita más fina. Como si tus
pulmones estuvieran cerrados, salieron de fiesta. Siento el vértigo asumir el
control, la sensación de mareo se hace cargo. Y el dolor, el dolor, el dolor. El
dolor es terrible. El dolor es lo peor. El dolor nunca parece detenerse.
De repente estoy ciega.
Más que ver, siento la sangre, siento que está saliendo de mi mientras
parpadeo y parpadeo y parpadeo en un intento desesperada por recuperar
la visión. Pero no puedo ver nada más que una nube blanca. No oigo nada,
más que los golpes en mis tímpanos y el corto, corto, corto frenético jadeo de
mis pulmones y me siento caliente, tan caliente, la sangre de mi cuerpo
sigue siendo tan fresca y cálida y se junta debajo de mí, a mi alrededor.
La vida se está filtrando fuera de mí y me hace pensar en la muerte, me
hace pensar en la corta vida que viví y lo poco que la viví. Cómo pasé la
mayor parte de mis años huyendo aterrorizada, nunca de pie por mí misma,
siempre tratando de ser lo que otra persona quiere. Durante diecisiete años
he tratado de esforzarme en un molde que esperaba que haría que la gente
se sintiera cómoda, segura, sin amenazas.
Y eso nunca ayudó.
Habré muerto habiendo logrado nada. Todavía soy nadie. Yo no soy nada
más que una niña tonta desangrándose en el suelo de un hombre psicótico.
Y creo que, si pudiera hacerlo de nuevo, lo haría de manera diferente.
Estaría mejor. Me gustaría hacer algo con mi vida. Me gustaría hacer algo
con este lamentable, lamentable mundo.
Y me gustaría empezar por matar a Anderson.
Es una lástima que ya estoy tan cerca de la muerte.
CCaappííttuulloo 7711
is ojos se abren.
Estoy mirando alrededor y preguntándome por esta extraña
versión de después de la vida. Extraño que Warner esté aquí,
que todavía parezca que no puedo moverme, que aún sienta un
dolor tan fuera de lo común. Más extraño aún ver a Sonya y Sara delante de
mí. Ni siquiera puedo fingir entender su presencia en esta imagen.
Estoy escuchando cosas.
Los sonidos comienzan a venir más claramente, y, como no puedo mover mi
cabeza y mirar alrededor, trato de enfocarme en lo que están diciendo.
Están discutiendo.
—¡Tienen que hacerlo! —grita Warner.
—Pero no puede-no podemos t-tocarla —dice Sonya, conteniendo las
lágrimas—. No hay manera en que podamos ayudarla...
—No puedo creer que esté muriendo —jadea Sara—. No creí que dijeras la
verdad.
—¡No se está muriendo! —dice Warner—. ¡Ella no va a morir! Por favor,
escuchen, se los digo —dice, desesperado ahora—. Pueden ayudarla. He
estado tratando de explicárselos —dice—. Todo lo que tienen que hacer es
tocarme y puedo tomar su poder, puedo transferirlo, puedo controlarlo y
redirigir su energía.
M
—Eso no es posible —dice Sonya—. Castillo no dijo que nunca podías hacer
eso, él nos lo hubiera dicho que si lo hicieras…
—Jesús, por favor, sólo escúchame —dice, rasgando su voz—. No estoy
tratando de engañarte...
—Nos secuestraste —gritan ambas al mismo tiempo.
—¡Ese no era yo! Yo no fui el que las secuestró.
—¿Cómo vamos a confiar en ti? —dice Sara—. ¿Cómo sabemos que no le
has hecho esto a ella a tú mismo?
—¿Por qué no les importa? —Está respirando tan fuerte ahora—. ¿Cómo
puede no importarles? ¿Por qué no les importa que esté sangrando hasta la
muerte? Pensé que eran sus amigas...
—¡Por supuesto que nos importa! —dice Sara, su voz capturada en la última
palabra—. Pero, ¿cómo podemos ayudarla ahora? ¿Dónde podemos llevarla?
¿Con quién podemos llevarla? Nadie puede tocarla y ha perdido mucha
sangre ya, basta con verla...
Una inhalación brusca.
—¿Juliette?
Pasos pisoteando el suelo. Corriendo por mi cabeza. Todos los sonidos están
golpeándose entre sí, chocando de nuevo, girando a mí alrededor. No puedo
creer que no esté muerta todavía.
No tengo idea de cuánto tiempo he estado yaciendo aquí.
—¿Juliette? Juliette...
La voz de Warner es una cuerda a la que quiero aferrarme. Quiero atraparla
y atarla alrededor de mi cintura y que me lance fuera de este mundo
paralizado en el que estoy. Quiero decirle que no se preocupe, que está bien,
que voy a estar bien porque lo he aceptado, estoy dispuesta a morir ahora
mismo, pero no puedo. No puedo decir nada. Todavía no puedo respirar,
apenas puede dar forma a mis labios con palabras. Todo lo que puedo hacer
es tomar estos pequeños jadeos tortuosos y preguntarme por qué diablos mi
cuerpo no ha renunciado todavía.
De repente Warner está a horcajadas sobre mi cuerpo sangrante, con
cuidado de no permitir que ninguna parte de su peso me toque, y empuja las
mangas de mi camisa. Agarra mis brazos desnudos y dice:
—Vas a estar bien. Vamos a arreglar esto, van a ayudarme a arreglar esto y
tú, tú vas a estar bien. —Respiraciones profundas—. Vas a estar perfecta.
¿Me escuchas? Juliette, ¿puedes oírme?
Parpadeo hacia él. Parpadeo y parpadeo y parpadeo todavía estoy
fascinada por sus ojos. Tal sombra sorprendentemente verde.
—Cada una, agarren mis brazos —le grita a las chicas, con las manos
todavía aferradas firmemente mis hombros—. ¡Ahora! ¡Por favor! Se los
ruego...
Y por alguna razón ellas escuchan.
Tal vez ven algo en él, ven algo en su cara, en sus características. Tal vez
ven lo que yo veo desde aquí, desde la perspectiva de niebla inconexa. La
desesperación en su expresión, la angustia tallada en su rostro, la forma en
que me mira, como si él fuera a morir si yo lo hago.
Y no puedo dejar de pensar que esto es un interesante regalo de despedida
del mundo.
Que, al menos, al final, no morí sola.
CCaappííttuulloo 7722
stoy ciega otra vez.
El calor está derramándose en mi ser con tal intensidad, que se
ha llevado literalmente mi visión. No puedo sentir nada, sino
calor, calor, calor abrasador, calor inundando mis huesos, mis
nervios, mi piel, mis células.
Todo está en llamas.
Al principio creo que es el mismo calor de mi pecho, el mismo dolor del hueco
donde mi corazón solía estar, pero luego me doy cuenta de que el calor
realmente no duele. Es una especie de calor calmante. Tan potente, tan
intenso, pero de alguna manera es bienvenido. Mi cuerpo no quiere
rechazarlo. No quiere retroceder lejos de él, no está buscando una manera
de protegerse de él. De hecho, siento que mi espalda se levanta del suelo
cuando el fuego llega a mis pulmones. Estoy de repente jadeando en
enormes, furiosas e hiperventiladas respiraciones, inhalando bocanadas de
aire como si fuera a llorar si no lo hago. Estoy bebiendo oxígeno,
devorándolo, ahogándome en él, inhalándolo en la mayor brevedad posible,
todo mi cuerpo agitándose mientras se fuerza para volver a la normalidad.
Mi pecho se siente como si estuviera siendo cosido, como si la carne se
regenerase, curándose a un ritmo inhumano y estoy parpadeando y
respirando y estoy moviendo mi cabeza y tratando de ver, pero aún está tan
borroso, todavía inapreciable, pero cada vez es más fácil. Puedo sentir mis
dedos de las manos y de los pies y la vida en mis miembros y realmente
E
puedo escuchar mi corazón latir de nuevo y de repente los rostros encima de
mí se enfocan.
De repente, el calor ha desaparecido.
Las manos han desaparecido.
Colapso de nuevo en el suelo.
Y todo se vuelve negro.
CCaappííttuulloo 7733
arner está durmiendo.
Lo sé porque está durmiendo a mi lado. Está lo
suficientemente oscuro para que me lleve varios intentos
abrir mis ojos y entender que no estoy ciega en este
momento. Echo un vistazo por la ventana y encuentro la luna llena hasta el
borde, vertiendo la luz en esta pequeña habitación.
Todavía estoy aquí. En la casa de Anderson. En lo que probablemente solía
ser dormitorio de Warner.
Y él está dormido en la almohada a mi lado.
Sus rasgos son tan suaves, tan etéreos en el claro de luna. Su rostro es
engañosamente tranquilo y sin pretensiones, parece inocente. Y pienso en lo
imposible que es que él esté aquí, acostado a mi lado. Que esté aquí,
acostada junto a él.
Que estemos tumbados en su cama de la infancia, juntos.
Que me salvó la vida.
Imposible es una palabra estúpida.
Me muevo un poco y Warner reacciona inmediatamente, sentado, jadeando,
W
con los ojos parpadeando. Él me mira, ve que estoy despierta, que mis ojos
están abiertos, y se congela en su lugar.
Hay tantas cosas que quiero decirle. Hay tantas cosas que tengo que
decirle. Hay tantas cosas que tengo que hacer ahora, que tengo que ordenar,
que tengo que decidir.
Pero, por ahora, sólo tengo una pregunta.
—¿Dónde está tu padre? —susurro.
Toma un momento para que Warner encuentre su voz.
—Está de vuelta en la base. Se fue justo después de… —dice, vacilando, las
luchas por un segundo—, justo después de que le dispararon.
Increíble.
Él me dejó sangrando por todas partes en el piso de su sala de estar. Como
un buen regalo para que su hijo pequeño limpie. ¡Qué lección poco agradable
para que su hijo aprenda!
Enamorarte, y ver como tu amor recibe un disparo.
—¿Así que él no sabe que estoy aquí? —pregunto a Warner—. ¿No sabe que
estoy viva?
Warner niega con la cabeza.
—No.
Y pienso: Bueno. Eso es muy bueno. Será mucho mejor si él piensa que
estoy muerta.
Warner sigue mirándome. Mirando mirando mirándome como si me quisiera
tocar, pero que tiene miedo de acercarse demasiado. Finalmente, susurra:
—¿Estás bien amor? ¿Cómo te sientes?
Y sonrío para mis adentros, pensando en todas las maneras en que podría
responder a esa pregunta.
Pienso en cómo mi cuerpo está más agotado, más derrotado, más agotado
de lo que nunca ha estado en mí vida. Pienso en lo que no he tenido más que
un vaso de agua en 2 días. Como nunca he estado más confundida sobre la
gente, sobre lo que parece ser y lo que son en realidad, y pienso que estoy
mintiendo aquí, compartiendo una cama en una casa que nos dijeron que no
existe ya, con una de las personas más odiadas y temidas del Sector 45. Y
pienso en cómo esa criatura terrorífica tiene capacidad de tal ternura, cómo
me salvó la vida. Como su propio padre me disparó en el pecho. ¿Cuántas
horas antes sólo estaba tendida en un charco de mi propia sangre?
Pienso que mis amigos están probablemente todavía enzarzados en una
batalla. Cómo Adam debe estar sufriendo sin saber dónde estoy ni qué me
ha pasado. Cómo Kenji sigue tirando el peso de tantas personas. Cómo
Brendan y Winston todavía podrían perderse.
Cómo la gente de Punto Omega podría estar muerta. Y eso me hace pensar.
Me siento mejor que nunca en toda mi vida.
Estoy sorprendida por lo diferente que me siento ahora.
Cómo sé que las cosas serán diferentes ahora. Tengo tantas cosas que
hacer. Tantos puntos que marcar. Tantos amigos que necesitan mi ayuda.
Todo ha cambiado.
Porque en otro tiempo, yo era sólo una niña.
Hoy sigo siendo sólo una niña, pero esta vez tengo una voluntad de hierro y
2 puños de acero y he envejecido 50 años. Ahora por fin tengo conocimiento.
Por fin me he dado cuenta de que soy lo suficientemente fuerte, de que tal
vez soy un toque bastante valiente, que quizás esta vez no puedo hacer lo
que me proponía hacer.
Esta vez yo soy una fuerza.
Una desviación de la naturaleza humana.
Estoy viviendo, respirando, prueba de que la naturaleza lo quiere
oficialmente, con miedo de lo que hago, de en lo que me he convertido.
Y soy más fuerte. Estoy más enojada.
Estoy dispuesta a hacer algo que definitivamente voy a lamentar y esta vez
no me importa. Ya he terminado de ser amable. Ya he terminado de estar
nerviosa. No tengo miedo de nada.
Caos en masa es en mi futuro.
Y voy detrás de mis guantes.
Porque está vez, estoy lista.
Sobre la autora Tahereh Mafi es una chica.
Tiene 24 años. Nació en una pequeña ciudad en
algún lugar de Connecticut y actualmente reside en
el Condado de Orange, California, donde bebe
demasiada cafeína y encuentra el tiempo para ser
un poco demasiado perfecta para su gusto. Cuando
no se la puede encontrar en un libro, se encuentra
leyendo envoltorios de caramelos, cupones y viejos
recibos.
Shatter Me es su primera novela.
Los derechos extranjeros se han vendido en 22
territorios hasta la fecha y los derechos
cinematográficos fueron adquiridos por la 20th Century Fox. Su obra está
representada por Jodi Reamer de Writers House, LLC.
Serie Shatter Me:
1. Shatter Me
1.5 Destroy Me
2. Unravel Me
2.5 Sin título (17 /12/13)
3. Sin título (Verano 2014)
Siguiente Libro
Shatter Me #3
Juliette sabe ahora que probablemente ella es la
única que puede detener al Restablecimiento. Pero
para derrotarlo, necesitará la ayuda de la única
persona en la que pensó que nunca podría confiar:
Warner.
Al trabajar juntos, Juliette descubrirá que todo lo que
pensaba que ella conocía- sobre Warner, sus
habilidades e incluso Adam- estaba equivocado.
En Shatter Me, Tahereh Mafi creó una cautivante y
original historia que combinaba lo mejor de una
distopía y paranormal. En la secuela Unravel Me, aceleró el corazón de miles
de lectores. Ahora en este final trae a las series un inesperado y climático
final.
Traducido, Corregido,
Revisado y Diseñado en:
top related