un día, el maestro nos mandó de tarea traer a clase, al día siguiente, patatas crudas y una bolsa...
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Un día,
el maestro
nos mandó
de tarea
traer a
clase,
al día
siguiente,
patatas
crudas y
una bolsa
de plástico.
Entonces, nos pidió
que escribiésemos
en cada patata
el nombre de una
persona a la que
guardásemos
resentimiento
y, después, que la
introdujésemos
en la bolsa
de plástico.
Nos pidió que
durante una
semana
llevásemos
con nosotros,
a todos lados, esa
bolsa de papas en
la mochila.
¡Algunas bolsas
eran realmente
pesadas!
El fastidio de acarrear esa
bolsa en todo momento me
demostró claramente el
peso que cargaba a diario
en mi corazón y en mi vida
debido al resentimiento.
Aprendí, como mientras ponía mi atención en la mochila,
para no olvidarla, desatendía cosas que eran
más importantes para mi.
También aprendí, que
la condición de las papas se iba
deteriorando con el tiempo y,
que al llevarlas conmigo,
toda mi vida se impregnaba
del olor a podrido.
Este ejercicio
me hizo pensar
sobre el precio
que pagaba
por no perdonar
algo que ya
había pasado
y no podía
cambiarse
Muchas veces pensamos que el
perdón es un regalo para el otro,
sin darnos cuenta que los
primeros beneficiados somos
nosotros mismos.
Todos tenemos papas
pudriéndose en
nuestra "mochila"
sentimental.
El rencor es como un
veneno que tomamos
diariamente a gotas y
que, al final, nos
termina haciendo
daño a nosotros
mismos.
Deja de envenenarte,
Libérate del peso de tu mochila
Empieza perdonándote a ti mismo por aquello que no hiciste bien,
por todas aquellas cosas que no fueron
como hubieras querido que fuesen.
El perdón nos libera de ataduras
que nos amargan el alma
y enferman el cuerpo.
Perdonar es el valor
de los valientes.
Solamente quien es
capaz de perdonar,
es capaz de amar.
“Mahatma” Gandi.
El perdón
rompe las cadenas
y te hace
verdaderamente libre.
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