teph, de diecisiete años tiene su corazón puesto en un nuevo · parece que la segunda silla de la...
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teph, de diecisiete años tiene su corazón puesto en un nuevo
comienzo… por onceaba vez. La mudanza a Webster Grove le
presenta una nueva escuela, nuevos amigos, una nueva
experiencia, incluyendo algunas tiernas miradas de su sexy profesor de
inglés. Después de inscribirse por un puesto de vestuario en la
producción escolar de Romeo y Julieta, codirigida por ningún otro que el
maravilloso Sr. Rivera, Steph pronto aprende las dificultades de resistir
la persuasión del amor prohibido.
Traducido por Jhos
Corregido por LadyPandora
val_277
Jhos
Im_Rachell
Pandora
Montgomery
Caro_Chan
MaryJane♥
Rihano
nessie
Jhos
Angeles Rangel
Eneritz
bibliotecaria70
Jut
Vericity
LadyPandora
Kachii Andree
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
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Sobre La Autora
Traducido por val_277
Corregido por Angeles Rangel
Lunes, 5 de septiembre
—Llámame Steph —le dije, leyendo la perplejidad evidente en su
expresión.
Me miró y luego de vuelta a la transcripción.
—¿Steph? —preguntó, sin dejar de mirar el papel.
Entendí su confusión. La transcripción no dice Steph. Dice Abcdef, mi
nombre legal. Y con un nombre como ese, ¿Quién no pensaría que mi
apellido es Ghijk? Ah, sí... respondo a las once primeras letras del
alfabeto y no tengo a nadie más que a mi errática e impulsiva madre a
la que agradecérselo.
—Es bueno tenerla a bordo, señorita… ¿Ghi...?
—Ghijk.
— ¿Gih-jik?
—Sí, señor.
—Vamos, entra, yo soy el Sr. Rivera. —Asentí y decidí saltarme otra
introducción torpe—. Este es el primer período de inglés. —Volvió a
caminar al gran escritorio en frente del aula—. Vamos a encontrar un
lugar para sentarte, ¿de acuerdo? —Sacó un cuaderno negro del cajón
superior y hojeó las páginas—. Está bien —dijo, mirando a la
propagación de mesas vacías—. Parece que la segunda silla de la fila
tres es toda tuya.
Asentí en señal de agradecimiento y me volví a la mesa asignada
cuando marcó el cambio en la tabla de ubicaciones.
Honestamente, no tenía ideas preconcebidas acerca del probable
tiempo de corta duración en la secundaria Webster Grove. Era la
quinta escuela de secundaria a la que había asistido en los últimos
cuatro años, sin embargo, once contando primarias totales de escuelas,
algo más que darle al comportamiento impulsivo de mi madre.
Me deslicé en la silla y me quedé en el mostrador. Mis ojos se dirigieron
a las iniciales talladas en la parte superior derecha en la esquina BW +
NB, amor adolescente romántico, qué lindo.
Saqué un cuaderno, carpeta, y la propagación de los lápices de la bolsa
cuando el señor Rivera se trasladó a la pizarra, dio la espalda y escribió
en pequeños trazos.
Con nada más que su parte trasera para mirar, no tengo quejas, seguí
mirándolo. Era joven, de no más de veinticinco años y, obviamente, un
nuevo maestro. Tenía una perfecta combinación de los activos físicos
que trabajaban de maravillas para él, piel curtida, ojos marrones
oscuros y pelo casi negro. Supuse que era de origen hispano, aunque su
voz no tenía acento audible.
Cuando terminé de evaluarlo, pensé que era hermoso en todos los
sentidos de la palabra.
Traté de no dejar que mi mente fuera allí, después de todo, era mi
maestro. Pero por más que lo intenté, fallé miserablemente. El Sr.
Rivera era sin duda el hombre más hermoso que había visto en el
frente de un aula... o en cualquier lugar, en este caso.
—¿Hay algún problema Srta. Ghijk?
A través de mi ensoñación, de alguna manera no me di cuenta de que
se había girado de la pizarra y me estaba mirando directamente, a mí.
Salí de la niebla, pero aun así me encontré parpadeando
excesivamente. En realidad me había sorprendido mirando fijamente y
tendría que llegar a algo que no me hiciera quedar como una idiota
lloriqueando. Seguramente no podía admitir que lo estaba viendo,
preguntándome cómo en la tierra verde de Dios había ganado la lotería
genética. Así que, balbuceé por un minuto y luego finalmente conseguí
decir:
—¿Las asignaciones de maquillaje?
—No te preocupes —dijo sonriendo, y sospeché que él sabía
exactamente por qué estaba nerviosa. Parecía el tipo de persona que
estaba acostumbrado a dejar a las chicas con pocas palabras. Aun así,
me aplacó—. Sólo estás entrando en el curso con una semana de
retraso. Teniendo en cuenta tus calificaciones —dijo, mirando por
encima de mi expediente—. Creo que todo irá bien.
Humildemente de acuerdo. Al igual que el Sr. Rivera, yo no previne
ningún problema para ponerme al día. Había trabajado duro durante
los últimos doce años para mantener un GPA1 perfecto. Saltar escuelas
a mediados de año desde la guardería hacía difícil estar al tanto de mis
estudios.
Aun así, me esforzaba por ser una galardona diseñadora algún día y
eso significaba entrar en una universidad de primera categoría. Y para
hacer eso, nunca había dejado de trabajar. En los años en que no había
estado socializando y/o moldeando mis habilidades de relación, me
concentraba en lo académico.
—Esta es una transcripción interesante —dijo Rivera, aún en su
escritorio. Sostuvo el papel durante unos segundos antes de tirarlo
hacia abajo en una pila de carpetas. Vacilante, cruzó la sala y se apoyó
en el borde de la mesa, delante de la mía—. ¿Exactamente de dónde
vienes?
1 GPA: Es el promedio final que obtienes ya sea en secundaria o en la universidad.
—Sólo de un pequeño pueblo de Kentucky —dije, torciendo los
labios—. Antes de eso... Tennessee.
—¿No eres ajena a las nuevas escuelas entonces, supongo?
—Esa es una manera de decirlo —le dije, colaborando para su
beneficio—. Antes de Tennessee, veníamos de Virginia Occidental.
Después... Nueva York. Pero eso no funcionó, así que tuvimos que irnos
a Carolina del Norte de un tiro.
—¿En serio? —se preguntó, cruzando los brazos sobre su pecho.
—Uno puede hacer estas cosas…
—Esa es una gran cantidad de movimiento.
—Realmente no tiene ni idea —le dije, empujando los lápices
alrededor de mi escritorio para no mirarlo—. Webster Grove es la casa
número dieciocho y la onceava escuela.
Sus cejas se juntaron.
—¿Te importa si te pregunto por qué?
—Tendría que conocer a mi madre.
Él asintió como si entendiera, pero tuve la sensación de que sólo me
estaba complaciendo. Probablemente pensó, basado en mi breve
explicación, que mi madre era una asesina en serie psicótica a la fuga. A
decir verdad, Caroline Ghijk es muchas cosas, pero una asesina en serie
no es una.
Su vida, en realidad nuestra vida, había sido bastante rocosa
directamente desde el principio. Ella se enteró de que estaba
embarazada de mí a los quince años y dio a luz justo después de su
decimosexto cumpleaños. Por lo que sé, mi padre biológico se acercaba
a sus 40 en ese momento. Así que, mamá abandonó la escuela para
vivir con él poco después de que yo naciera. Pero, como sucede a
menudo, el tiempo había cambiado muchas cosas. Después de dos años
de los peores abusos físicos y emocionales por parte de mi padre,
mamá lleno nuestras maletas y huyó a una casa abandonada en la
ciudad. Él nos encontró allí, así que escapamos de nuevo, y por lo tanto,
se inició un ciclo.
No recuerdo nada sobre el hombre. Ni siquiera sé si lo he visto. ¿Fotos?
Olvídate de eso. Mamá estaba tan empeñada en sacarlo de nuestras
vidas que destruyó hasta el último recordatorio de que tenía... todo,
menos a mí, por supuesto. Y aunque no había habido ninguna señal de
mi padre biológico en más de una década, mamá estaba segura de que
siempre estaba buscando.
Cuando las personas le preguntan sobre nuestras extrañas mudanzas,
se mete en historias elaboradas sobre una aventura de corta duración
(y yo, su amada niña) con una gran celebridad de Hollywood. Prosperó
frente a la reacción que llegaba de los cuentos falsos de paparazzis,
persecuciones y su necesidad de aislamiento.
Tenía una capacidad increíble para hacer que cualquier persona
creyera sus historias... pero cuando llegan hasta ella, mi madre no era
más que una gran y gorda mentirosa.
—A-b-c-d-e-f.
—Bien por usted, Sr. Rivera —bromeé, finalmente mirándolo—. Se
sabe el abecedario.
—Tengo curiosidad por saber de tu nombre.
—Un montón de gente lo está —le dije, sonriendo—. Mamá de alguna
manera pensó que sería el nombre menos sospechoso si... alguien
quería encontrarme.
Una vez más, parecía preocupado, pero no insistió.
— ¿Y lo pronuncias...?
—Ahb-Steph.
—Por lo tanto, Steph.
—Correcto —sonreí—. Me confunden mucho con Stephanie, así que si
es más fácil para que usted que me llame así, no pasa nada.
—¿Estás bien con eso?
—He encontrado que es más fácil de esa manera, sí —le dije,
respondiendo tan honestamente como pude—. No vale la pena el
tiempo que toma explicarlo. Por supuesto, sin una explicación, una
mirada en el nombre Abcdef y una persona podría asumir que soy
extranjera o que mis padres estaban drogados cuando me lo pusieron.
Un atisbo de sonrisa apareció en sus labios y dejó caer los brazos.
—Ahora, Srta. Ghijk —dijo—. ¿Ser extranjero es realmente tan malo?
Cerré los ojos y en silencio maldije.
—Lo siento mucho, señor Rivera —le dije—. No quise decir…
—No hay problema —dijo, de pie y camino de regreso a su escritorio.
Con un guiño discreto, tomó asiento—, sólo estoy bromeando.
Una campana sonó con una fuerte sobrecarga así como yo había
mirado a mi cuaderno. Un grupo de estudiantes se presentaron en el
aula, hablando y arrastrando los pies mientras se acomodaban en sus
escritorios. Uno de los más ruidosos, un chico flaco, alto y de pelo
oxidado, se deslizó en el asiento junto al mío.
Se dio la vuelta en su silla y fijó sus ojos en mí, pero decidí ignorar su
mirada. Cuando, de un sólo sentido la mirada se volvió incómoda y se
prolongó durante mucho tiempo, finalmente me di la vuelta para
mirarlo.
—Carne fresca —dijo, sus ojos marrones se movían rápidamente
mientras examinaba cada centímetro de mi cara—. ¿Cómo te llamas?
—Steph —le dije, observándole como él había hecho. Tenía el pelo
desordenado y le tapaba los ojos oscuros. Su semi larga nariz estaba
salpicada con pecas y su sonrisa colgaba un poco torcida. Él era lindo,
sí. Pero en general, no era tan lindo como él se pensaba que era.
—Steph —repitió—. Encantado de conocerte, Steph.
—¿Y tú eres...?
—Oh, voy a seguir siendo un misterio —dijo, batiendo su cabello y con
una caída menor en su silla.
—Oh, pobre, pobre chica —dijo una voz detrás de mí. Me volví para
encontrar una pequeña, pequeña pelirroja apoyada justo detrás de
mí—. Steph, ¿verdad?
—Sí —dije, mi voz temblaba un poco.
—Bridget —dijo, mostrando una genuina sonrisa con hoyuelos—. Y el
hombre misterioso es Nate.
—Las damas me llaman Nathaniel.
—Las mujeres te llaman repugnante —le escupió ella.
Me quedé entre los dos. Llevaban su argumento, pero yo sólo miré y los
observé.
Nate estaba tranquilo y tenía un cierto encanto, encanto (arrogante)
que sólo podía imaginar era muy eficaz en sus llamadas “damas”.
Bridget, sin embargo, tenía una personalidad que gritaba energía y
emoción (el polo opuesto de mis caminos introvertidos). De pie, me
dejé sobresalir por su pequeña estatura.
Sus rizos rojos apretados rebotaron libremente mientras hablaba, me
recordaba que mi cabello castaño rara vez salió del moño en la parte
posterior de mi cabeza. Pero nuestros ojos coincidían, a la luz, casi
caramelo, marrón. Excepto los míos, por supuesto, que se ocultaban
detrás de unos grandes y circulares cristales. No nos parecíamos en
nada, aunque me encontré admirando todo lo relacionado con ella.
—Todos, cálmense —dijo el Sr. Rivera cuando una segunda campana
sonó. Los escritorios una vez vacíos se llenaban ahora de estudiantes,
muchos de los que ni siquiera se habían fijado en mí. Con el comando
de dos palabras de nuestro profesor, la sala se calló y todos los ojos
miraron fijamente hacia adelante.
—Como algunos de ustedes ya han notado, hoy tenemos una nueva
estudiante acompañándonos.
Nate ya no estaba mirando en mi dirección, pero el resto de la clase se
volvió para mirarme. Unos susurros llenaron la pequeña habitación.
Una rubia, dos filas adelante, levantó las cejas y agitó los dedos con una
sonrisa alegre.
Un chico en el fondo de la sala soltó una risita.
—¿Cómo te llamas, mejillas dulces?
Me hundí un poco más abajo en el escritorio, avergonzada por la
atención repentina y no deseada. Después de un momento de silencio
en mi nombre, el Sr. Rivera levantó la mano para acallar a los otros
estudiantes.
—Steph —dijo, haciendo presión con las manos juntas—. Bienvenida a
clase. No dudes en hablar si tienes alguna pregunta. Estoy seguro de
que tus compañeros estarán más que dispuestos a ayudarte. Por otra
parte —dijo, ahora dirigiendo su atención a Bridget y Nate—. Me
alegro de que la Srta. Wright ya se haya tomado la libertad para
advertirle sobre el Sr. Bryan.
—Ah, vamos, Rivera —dijo Nate, agarrándose el pecho—. Tú sabes que
me amas, amigo. No odies.
Con un guiño rápido y otra cálida bienvenida, el Sr. Rivera volvió a la
mesa y saltó directamente a la lección.
Después de inglés. La siguiente clase “Gobierno Americano” fue igual
de rápida. Como primer período, me senté junto a Nate en este curso,
pero sólo porque no había asientos asignados y me aferré a la
familiaridad. Un bloque de españoles, no había caras conocidas allí,
siguió el segundo período y terminó con el inicio de la campana del
almuerzo.
Sin un aliado amistoso a mi lado, caminé sin rumbo por los pasillos
tratando de recordar el camino a la cafetería. Seguí la corriente de los
estudiantes, con suerte estaba en el camino correcto.
—Stephanie. —Un fuerte grito agudo resonó en el pasillo. Yo, al igual
que el resto de la multitud, me detuve para mirar a Bridget correr por
el pasillo con los brazos agitándose en el aire—. ¡Stephanie! ¡Steph,
espera! —Se detuvo a mi lado y se inclinó para recuperar el aliento.
Con las manos apoyadas en las rodillas, me miró con los ojos muy
abiertos—. He estado tratando de encontrarte desde que sonó la
campana. ¿No me oíste gritar?
—¿Estabas gritándome a mí?
—Te llamas Stephanie, ¿verdad? —Asentí—. Lo suficientemente
cerca—. Bueno —dijo, de pie recta—. Bueno, puedes sentarte
conmigo. —Ella me tomó del brazo y me llevó a la cafetería—. ¿Y?
—¿Y? —le pregunté, esperando que ella se explicara.
—¿De dónde eres?
—Oh —dije, esperando sólo darle la versión corta—. Nosotros…
—¿Fuera del estado? —preguntó—. ¿Qué pasa con los hermanos?
¿Eres una hija única? Oh —dijo ella, de pronto distraída por la fila del
almuerzo. Tirando de mí, que estaba detrás de un grupo de deportistas,
continuó su línea de preguntas—. ¿Cómo son tus padres? Me refiero a
relajados o ¿algo intermedio? Los míos son bastante estrictos, pero eso
está bien. Sé que tienen buenas intenciones. —Sus ojos se abrieron aún
más y ella me agarró del brazo—. ¡Oh Dios mío, tengo que preguntar!
¿Qué piensas del Sr. Rivera? ¿No es sexy?
—Supongo que sí.
—¡Oh! —Se golpeó a sí misma en la cabeza—. Tonta de mí. Es posible
que desees comer antes de empezar a intercambiar historias.
Seguimos juntas a través de la cola. Bridget se conformó con nada más
que una manzana y una botella de agua.
Yo hice lo mismo, no estaba en un gran estado de ánimo para comer. Sé
que debería haber dominado en ese momento, pero el primer día
siempre me pone nerviosa.
—Nos sentamos aquí —dijo Bridget, dirigiéndome a una gran mesa en
el rincón más alejado de la cafetería. Nos sentamos una frente a la otra
y se inclinó hacia delante—. ¿Y bien?
—¿Eh?
—¿De dónde vienes?
—Kentucky.
—Kentucky.
Y antes de que tuviera tiempo de disparar otra pregunta, Nate se
deslizó junto a ella.
—Señoritas —dijo, asintiendo. A continuación, tomó poco tiempo para
devorar el humeante montón de espaguetis en su bandeja.
Miré entre Bridget y Nate, esperando ver otra disputa. Pero Bridget
puso los ojos en blanco y masticó un pedazo de la manzana.
—No olvides que esta noche tienes que hacer la audición para la
obra—le dijo a Nate.
—No voy a hacer eso.
—Desde luego que lo harás —dijo ella, tragando el bocado de fruta.
—Olvídalo, Bridge…
—Nathaniel Bryan —dijo con severidad, ahora apuntando con un dedo
en la cara—. Pierdes, paga.
—¿Perder qué? —le pregunté, consciente de que estaba metiendo la
nariz donde no debía.
—La apuesta —murmuró Nate.
—¿Que apuesta? —le pregunté, mirando a una Bridget petulante.
—Me apostó a que el Sr. Rivera se comprometería con la Srta. Holt para
el comienzo del año. Él estaba tan seguro. Pero estaba equivocado, por
lo que tiene que elegir los términos de su pérdida.
—Gran error —agregó.
—¿Quién es la señorita Holt? —le pregunté, recordando que había
visto su nombre en mi agenda, pero, obviamente, no había tenido clase
todavía.
—Profesora de Matemáticas —dijo Nate, poniendo los ojos en blanco—
. Y yo estaba tan seguro de que tendría un anillo en su dedo.
—Pero no —añadió Bridget—. Nate perdió la apuesta.
—¿Así que es una audición para...?
—Romeo y Julieta.
—Sabes, sólo porque estás en toda esa basura de teatro no significa
que me va a gustar.
—Por un lado, Nathaniel, no es una mierda. Y dos, no me importa si te
gusta. Necesito un Romeo. Ya lo creo. Has perdido. Gané. Lidia con ello.
—¿Eres Julieta? —le pregunté, de alguna manera no me sorprendí.
Bridget parecía del tipo de chica que hacía teatro.
—Todavía no —dijo Nate—. Pero prácticamente es una de las
favoritas. No hay nadie mejor para el papel. —Bridget sonrió y se echó
el pelo detrás de su hombro—. Nadie a excepción de Rach…
—No lo digas —le advirtió Bridget.
—Rachel Canter.
—¿Quién es Rachel?
—Yo soy Rachel —dijo una voz detrás de mí. Me di la vuelta para ver a
la rubia alegre de la clase del Sr. Rivera, la que había agitado sus dedos
hacia mí, como si fuera Miss América. Ella era tan hermosa como
recordaba unas horas antes.
Su pelo liso adornaba sus hombros mientras dejaba caer la cabeza
hacia un lado y miraba nuestro grupo. Me di cuenta de un lunar
pequeño por encima de su labio, que la hacía fácilmente identificable.
Se puso de pie a un lado de la mesa, mirándome con vago interés.
—¿Y tú eres Steph? Abcdef Ghijk. ¿O no estoy en lo cierto?
—¿Cómo…?
—Yo hago mi trabajo y eso es saber todo acerca de mis compañeros —
dijo con picardía mientras se ponía un poco más alta—. Bienvenida a
Webster Grove.
Ella se fue tan rápido como apareció. Bridget y Nate se volvieron hacia
mí con la boca entreabierta.
—Abcdef Ghijk —dijo Nate, despedazando completamente la
pronunciación—. ¿En qué idioma ha sido eso?
—Olvídalo —le dije, agitando la mano—. ¿Cuál es su problema?
—Inflado ego —dijo Bridget—. Sólo dimensiona la competencia.
—¿La competencia?
—Es candidata a reina para baile de bienvenida —explicó Bridget—. Y
la Presidenta del Consejo Estudiantil... y lo más probable es que sea el
Valedictorian2. Dios —dijo, hinchando las mejillas—. No puedo creer
que vaya a salir en el espectáculo, como si no lo tuviera todo.
Asentí. Conocía a esa gente. Había conocido a más de un puñado de
Rachels Canter en los últimos años.
—Intenta no preocuparte —le dije, dándole un guiño alentador—.
Estoy segura de que obtendrás el papel. —Tomé un trago de mi agua y
me fijé la tapa de la botella—. Quiero saber cómo va, ¿de acuerdo?
—¿No vienes?
2 Valedictorian: Es el/la alumno que tiene las mejores notas por lo tanto pronuncia el discurso de
graduación.
—¿Eh?
—¡Para las audiciones! ¿No vienes?
—Estoy seguro de que va a venir —dijo Nate, frotándole la espalda. Él
me miró con los ojos muy abiertos—. ¿Vienes? ¿No, Steph?
—Sí, claro —le dije, decidida a no decepcionarla. No había tenido
tiempo de hacer amigos y no quería perderlos con la misma rapidez—.
Iré... a ver, ¿no?
—Oh, gracias a Dios —dijo, aplaudiendo—. ¡Eres un ángel! Te quiero.
¡Te quiero, te quiero, te quiero!
—¿No vas a hacerle hacer la audición? —preguntó Nate,
aparentemente disgustado que él fuera el único que al final tendría que
hacerlo obligado.
—Por supuesto que no —dijo—. Steph tiene el miedo escénico escrito
por toda la cara. Es más una chica de detrás del escenario, un poco,
¿no?
—Bueno, no —dije, sacudiendo la cabeza un poco demasiado fuerte—.
Sólo voy por apoyo moral. No quiero estar en ningún lado del
escenario.
—Oh, tienes que inscribirte —suplicó—. Es la mejor manera de
conocer gente nueva. Estoy segura de que podrías ayudar al director
de escena o algo así. O, si no quieres hacer eso, hay un conjunto para
construir, objetos para recoger, maquillaje, trajes…
—¿Trajes? —le pregunté, de repente con ganas de poner mi
creatividad a trabajar.
—Sí —dijo ella—. Por lo tanto, ¿qué te parece?
—Supongo que eso no suena tan mal.
—¡Genial! —dijo, aplaudiendo de nuevo—. Nos vemos fuera de la
escuela a las cinco. Ah, y vístete bien. Sé que sólo vas a salir para ver,
pero corre el rumor de que va a dirigirlo el Sr. Rivera y... bueno, hay
que verse mejor. Dios sabe que se vestirá para impresionar.
Bridget y yo compartimos una risita infantil y Nate puso los ojos en
blanco.
—Chicas —dijo, sacudiendo la cabeza—. ¿Qué tiene ese tipo, de todos
modos?
Traducido por val_277
Corregido por Eneritz
Lunes, 5 de septiembre
—¿Nerviosa? —le pregunté mientras caminábamos hacia el auditorio a
las cinco.
—Por supuesto que no.
—Habla por ti —interrumpió Nate a Bridget—. Creo que voy a vomitar.
El teatro era grande, había pasillos entre los pasillos de rojos asientos
plegables, de felpa, ya llenados con el elenco de esperanza y miembros
de la tripulación. Los estudiantes se enfrentaban a un escenario que se
expandía de una pared a otra y algunos iban con entusiasmo a
socializar mientras que otros permanecían en silencio, aparentemente
a punto de vomitar en cualquier momento.
—Esto es un giro asombroso —le dije.
—¡El amor al arte está creciendo! —Bridget rebotó sobre sus talones.
—Amordázame —soltó Nate, alejándose y tomando un asiento solo en
la parte de atrás.
Una vez fuera del alcance del oído, me incliné y le di un codazo a
Bridget.
—¿Así que tú y Nate...?
—¿Qué?
—¿Estáis…?
—Hemos sido los mejores amigos desde preescolar —dijo—. Es un
amor-odio.
Asentí con la cabeza. Pero algo en sus ojos me dijo que podría haber
más de su "amistad" con Nate de lo que dejaba ver.
El Sr. Rivera subió al escenario y la sala de inmediato se quedó en
silencio.
—El hombre domina la sala, ¿no? —susurró Bridget.
—Diría yo.
—Buenas tardes, damas y caballeros —dijo, juntando sus las manos—.
Gracias a todos por estar con nosotros aquí. Por desgracia y como la
mayoría de ustedes ya saben, la señora Basting resultó herida en un
accidente la semana pasada. Estará en reposo, en cama, durante los
próximos meses, por lo que no puede dirigir la producción de otoño de
Romeo y Julieta. —Algunos estudiantes se quejaron. Otros pusieron los
ojos en blanco. Algunos, como Nate, no parecían preocupados de una
manera u otra—. Para aquellos de ustedes que están acostumbrados a
las impresionantes producciones Basting, lamento informarles que
estoy un paso adelante para tomar las riendas.
La mayoría de las chicas en el público silbaron y se rieron. Bridget, cosa
que ya debería haber adivinado, estaba entre ese grupo.
Mientras miraba a nuestro profesor delante de la multitud, no pude
dejar de notar la manera en que él mandaba en la sala, en el camino
todos los ojos lo miraban con admiración. Y una cosa sobre el instituto
Webster Grove se volvió repentinamente clara... todo el mundo,
hombres y mujeres amaban y respetaban al Sr. Rivera.
Un grupo de chicos aplaudió y vitoreó cuando la señorita Holt se le
unió en el centro del escenario a su compañero de trabajo. Mi poca
experiencia del día de hoy en la clase de la señorita Holt me dijo todo lo
que necesitaba saber sobre ella, que era una réplica en adulta de
Rachel Canter. Su cabello rubio caía liso por su espalda,
complementando sus ojos verdes brillantes. Y al igual que Rachel,
caminó alrededor de la sala como si todo el mundo le debiera un favor.
—Shhh —dijo la señorita Holt, levantando un dedo a sus labios
pintados de color rosa—. Silencio. —Cuando los vítores y silbidos
finalmente desaparecieron, continuó—:
Estamos comenzando con entrevistas breves y registros para las
posiciones de la parte de atrás. —Hizo un gesto hacia un escritorio
creado a lo largo de la parte posterior del auditorio—. Sólo toma unos
quince minutos, así que los actores deben empezar a preparar los
monólogos. Además —dijo, mirando más allá de las primeras filas—,
Sólo se les permite quedarse por las audiciones, si tienen la intención
de actuar en el espectáculo. Queremos que este proceso vaya lo mejor
posible, así que no hay rezagados.
Bridget puso los ojos en blanco.
—Lo siento, —le susurré.
—Tengo dos peticiones. —El Sr. Rivera volvió a hablar—. En primer
lugar, por favor, sean pacientes con nosotros. Tenemos claro que no
somos tan expertos y profesionales como la señora Basting, pero sin
duda alguna lo intentaremos tanto como podamos para producir el
mejor espectáculo posible. Y en segundo lugar, sabemos lo mucho que
algunos de ustedes esperan estar en el show. —Su mirada se posó en
Bridget—. Pero hay más estudiantes que posiciones, por lo que algunos
de ustedes tendrán que conformarse con menos de lo que quieren. Por
desgracia, esa es la vida de un actor. Todo lo que pido es que por favor
utilicen este proceso como una experiencia de aprendizaje. No dejen
que el resultado los haga o deshaga. Ahora, con esto detrás de
nosotros, les deseo a todos la mejor de las suertes.
—Está bien. —La señorita Holt volvió a hablar—. Los interesados en
inscribirse para trabajar detrás del escenario deben seguir adelante y
alinearse en la parte posterior.
Los dos profesores se trasladaron fuera del escenario y hacia el
escritorio. Se sentaron juntos, lado a lado y comenzaron a hablar con
un grupo de estudiantes que ya estaban esperando.
Me volví hacia Bridget.
—¿Debería...?
—Vamos, vamos —dijo ella, empujándome a lo largo del pasillo—.
¿Tienes el currículum?
—Uh, no exactamente.
—¡Steph!
—Nunca he hecho nada como esto —le dije, levantando una colección
de dibujos de mi bolso—. Pero traje una carpeta. ¿Funcionará?
Ella tomó la carpeta y la abrió.
—¿Tú dibujaste esto?
—Sí.
—Cariño —dijo, empujando la colección de nuevo en mis manos—.
¡Vamos!
—Está bien —le dije, sonriendo tímidamente—. Um... buena suerte.
—Rómpete una pierna —me corrigió melodramática.
Con un empujón útil de Bridget, me acerqué a la línea de inscripción.
Acerqué la carpeta a mi pecho y esperé pacientemente mientras el
grupo avanzaba lentamente hacia adelante.
—Señorita Ghijk —dijo el Sr. Rivera cuando por fin llegué a la mesa—.
Me alegra ver que te involucras en tu primer día.
—Bridget.
—Me di cuenta —dijo, sonriendo mientras inscribía mi nombre bajo el
personal de vestuario. Miró el papel delante de él y me miró de nuevo a
mí—. ¿Tienes alguna experiencia en vestuario?
—No, pero he traído…
—Se dieron instrucciones para presentar una hoja de vida —
interrumpió la señorita Holt.
—Nunca he hecho esto antes —le dije, ignorando su sonrisa burlona.
Mantuve la mirada fija firmemente en los ojos oscuros del señor Rivera
y continué:
—Lo siento, no tengo ninguna experiencia en el teatro, pero he estado
diseñando y construyendo ropa desde los nueve años. —No rompí el
contacto visual mientras extendió su mano para tomar mis diseños.
Abrió la carpeta y de inmediato se mordió el labio inferior. Hojeó unas
cuantas páginas sin una palabra, pero su mirada vagó ampliamente a
través de cada diseño.
—Bueno —le dije después de unos segundos de duración—. ¿Qué
piensa usted?
—Señorita Ghijk, esto es increíble —dijo, mirándome de nuevo—.
Serías una activa valiosa para nuestro equipo.
La señorita Holt tosió interrumpiéndolo.
—Pensé que ibas a preguntarle a tu abuela para ayudarnos a diseñar el
vestuario —le dijo a su co-director, como si yo no pudiera oír la
objeción en su voz.
—La abuela tiene cosas más grandes y mejores que hacer que
molestarse con esta producción —dijo, tratando de mantener la voz
baja—. Además, no hay ningún motivo en pedir ayuda externa cuando
tenemos un candidato estudiantil calificado justo en frente de
nosotros. —Se paseó a través de los diseños de nuevo. Un minuto más
tarde, cerró la carpeta y se la ofreció a la señorita Holt, que no quiso
mirarlo. Hizo caso omiso de su mala educación contundente y me la
pasó de nuevo a mí—. Gracias por venir a compartir esto, Steph.
Puedes buscar la lista del personal a primera hora de la mañana.
—Gracias —dije, dirigiéndome a la puerta. Llamé la atención de
Bridget y sonreí cuando llegó a la puerta de atrás del auditorio. Hice un
gesto y señalé un pulgar hacia arriba. Para su disgusto, pronuncié
buena suerte y salí del edificio.
Entré en el sol caliente del verano y me trasladé al otro lado del vacío
estacionamiento. Nuestro último alquiler estaba a sólo una manzana de
la escuela, era una mayor comodidad para ir caminando hacia y desde,
sobre todo porque no tenía permiso de conducir.
Doblé la acera de la calle principal y realicé el paseo por la manzana.
Saqué un juego de llaves de mi bolsillo cuando me acerqué a la casa de
ladrillo de dos pisos en la esquina. Entré por la puerta principal y
arrojé mi mochila a un lado.
—Mamá —llamé, mirando alrededor de la primera planta y
esquivando cajas a izquierda y derecha. Ella no había estado en casa
cuando me pasé después de la escuela para agarrar mi carpeta para las
audiciones. Pero ahora el coche estaba en el camino de entrada, así que
tenía que estar en alguna parte—. ¿Hola?
—¡Aquí!
Seguí su voz a través de la cocina y al comedor en la parte trasera de la
casa. Me detuve en seco al verla frente a mí. La habitación había
tomado una transformación increíble en la última hora. Ya no estaba
vacía, ahora había una gran mesa completa con ocho sillas centradas
en una alfombra maravillosamente modelada.
—¿Qué está pasando? —le pregunté, pasando mis dedos sobre el
mantel.
—Nena —dijo ella, sus ojos se iluminaron—. ¿Qué te parece?
—Estoy confundida...
—¿Qué quieres decir?
—Hay muebles.
—Sí.
—¿Por qué?
—Porque, tontita —dijo ella, volviéndose para ajustar las cortinas—.
¿Por qué no?
—Bueno —le dije—. Para empezar, nunca hemos tenido muebles. Y
cuando nos vayamos, y nos iremos, no seremos capaces de llevarlos
con nosotras. —Cuando me miró, aparentemente confundida,
simplemente me encogí de hombros—. ¿No estás diciéndome siempre
que no posea más de lo que puedo llevar?
—Pero.... —Estaba tratando de llegar a una discusión, pero no tenía ni
pies ni cabeza. Y ella lo sabía—. Está bien, escucha. Esta mesa es algo
más que un mueble, nena.
—Bien....
—Representa algo más grande, una promesa que me gustaría hacer —
dijo, tomando una respiración profunda y alta—. Creo que... es hora de
que nos establezcamos... convertir la casa en un hogar, ¿no?
—Bueno, sí, —le dije, sorprendida—. Pero…
—Pero nada, nena —dijo, tomando una imagen de una caja cercana y
colgándola en la pared—. No nos iremos. Fin de la historia.
Retrocedí y la observé decorar, pero parecía demasiado extraño. Allí
estaba ella... una mujer que siempre estaba en el borde y lista para
mudarse en un santiamén... la decoración, echar raíces. Estaba
tramando algo, pero no podía decir qué. Se estaba esforzando mucho.
Tenía que saber que sería sospechoso. Después de todo, ni siquiera
habíamos desempacado las cajas en las últimas tres casas. ¿Por qué el
repentino cambio de opinión?
Me quedé mirándola, completamente consciente de que había un
ángulo. Sólo tenía que averiguar de qué se trataba. Llevaba el pelo
rubio ondulado arrastrado en una cola de caballo y las manos apoyadas
en las caderas. Con la cara de una muñeca Barbie y la actitud de una
adolescente, siempre me pareció difícil de creer que tuviese 33 años,
mujer indecisa, a menudo frívola: esa era mi madre.
—Mamá —le dije, tirando de otro marco de la caja—. ¿Qué está
pasando aquí?
—Ya te lo dije.
—Pero, ¿de dónde sacaste todo esto?
—¿Qué cosa?
—La mesa, las sillas, las decoraciones... todo lo que no estaba aquí
cuando me fui a la audición.
—Oh. —Se encogió de hombros—. Un amigo.
—¿Un amigo?
Nosotros sólo habíamos estado en la ciudad durante dos días, lo que
obviamente significaba que este "amigo" era más probable…
—Un amigo de internet —dijo—. Él sólo quería ayudar.
—¡Mamá!
Quería estar sorprendida, pero no pude reunirlo con el shock. ¡Por
supuesto! Ese era su ángulo. Quería que yo subiera a bordo y estuviese
emocionada por su nuevo amor. Por supuesto, yo no podía. Debido a
que esta no era la primera vez que tomaba la decisión de mudarse a
una nueva ciudad o estado debido a un amigo de internet. Era otra de
sus muchas cualidades adolescentes. No podía entender el peligro de lo
desconocido, he visto que puede pasar horas y horas en el chat,
enviando mensajes a viejos amigos y charlando en el teléfono con sólo
Dios sabe quién.
—Cálmate, nena —dijo—. No es como si fuera un extraño. He estado
hablando con él durante meses. Es un tipo muy agradable.
Me froté la cabeza.
—¿Es por eso que terminamos aquí esta vez? ¿Debido a un hombre?
—Por supuesto que no —dijo, ajustando las cortinas de nuevo para
evitar mi mirada—. Quiero decir, él influyó en la decisión, pero él no
era el único objetivo. —Tomé una respiración profunda y retrocedí
hasta la cocina—. Cariño, ¿a dónde vas?
—Loca —murmuré. Saqué una botella de agua de la nevera antes de
regresar a la sala del comedor—. ¿Supongo que estuvo aquí ya? ¿Tu
príncipe azul, él sabe dónde vivimos?
—No crees en serio que llevaba todo esto por mi cuenta, ¿verdad?
—Oh, Dios mío —le dije, sintiendo el comienzo de una terrible
migraña—. Entonces, ¿qué sucederá cuando te des cuenta que es un ex
convicto, mamá? ¿O ustedes rompen? ¿O descubres que está casado?
¿Empacamos y a marcharse de nuevo?
—No, nena, te lo dije. Estamos aquí por un largo plazo, lo prometo.
—Pero ya he oído eso antes. Las cosas cambian, Caroline.
—En serio, cariño —dijo ella, abrazándome—. Calvin es alguien
que vale la pena. Ah y tan lindo. Tiene el pelo oscuro, ojos color
chocolate y... uf, deberías ver su sonrisa. —Sus ojos pasaron por alto la
simple idea de él—. Además, es chef y dueño de su propio restaurante,
tiene título universitario y todo.
—Eh, eh, —dije, sacudiéndome de su abrazo—. Mamá, en serio.
—¡Y su hermano es policía! Ellos.... —Hizo una pausa y se enderezó las
arrugas de la camisa. Una pausa de Caroline casi siempre significaba
que estaba mintiendo. Así que tomé la próxima perla de noticias como
un grano de sal—. Vieron a tu padre la semana pasada.
—¿Sí?
—Está en una cárcel en espera de juicio por cargos de homicidio en
Georgia.
—¡Encantador! —dije, sin disimular mi sarcasmo por un momento—.
Has elegido un ganador real con que…
—Todo lo que estoy diciendo —dijo, cortándome—, es que no vamos a
tener que preocuparnos de él por un tiempo muy largo, nena. ¿No es
maravilloso?
A decir verdad, nunca me he preocupado. Ni una sola vez. He tenido
pocas razones para creer que Richard Levin nunca buscó más allá de
nuestra ciudad natal original para encontrarnos. Yo regía el
comportamiento impulsivo de mamá desde hace mucho tiempo a nada
más que una paranoia increíble.
—Está bien —le dije, tirando de una silla de debajo de la mesa para
sentarme—. Siéntate. —Ella se sentó en la silla junto a la mía y se
inclinó hacia adelante—. Háblame de Calvin.
—Tiene los ojos marrones.
—No —dije—. En serio. Lo que lo hace diferente al resto. ¿Qué le hace
diferente de Leroy?
Leroy era su última aventura, después de tres meses de noviazgo, se
enteró de que estaba casado y con dos hijos (¡y otro en camino!). Y, por
supuesto, Caroline Ghijk ama a sus hombres, pero ella quiere todo para
ella. Y después de una desastrosa confrontación con la esposa de Leroy,
mamá terminó la relación con el salto de dos estados en Kentucky.
—No lo sé.
—Exactamente.
—No conozco a este de una sala de chat, nena —dijo—. Puse un poco
de dinero para uno de esos sitios online legales. Estábamos
emparejados al día siguiente y hablamos durante horas. Sabíamos
desde el primer día que queríamos juntarnos.
Levanté mis gafas y me pellizqué el puente de la nariz.
—¿Cuántos años tiene?
—Treinta y cuatro.
—La edad apropiada —le dije, dejando caer mi mano.
—Siempre hay una primera vez para todo, ¿eh?
Compartimos una sonrisa.
—Sólo prométeme una cosa.
—¿Qué cosa? —preguntó.
—Que tendrás cuidado —le dije—. Porque... no puedo seguir haciendo
esto.
Sin dudarlo un momento, asintió con la cabeza.
—Te lo prometo.
Traducido por Jhos
Corregido por Eneritz
Jueves, 06 de septiembre
Me quedé de pie en la puerta cerrada del Sr. Rivera y leí la lista. Bridget
estaría emocionada de saber que había sido elegida como Julieta. Nate,
por otro lado, podría estremecerse al saber que su tiempo en el
escenario no se limitaría a una audición al perder una apuesta; iba a
interpretar a Romeo.
Exploré el resto de la lista y no reconocí ninguno de los nombres
restantes. Aunque Rachel Canter fue nombrada suplente para Julieta.
Estaría mintiendo si dijera que no estaba un poco emocionada de ver
su rostro cuando se enterara de que sólo era la segunda, por detrás de
Bridget.
La siguiente página listaba el personal. Debajo de la sección de
vestuario leí:
Abcdef Ghijk
Diseñadora de vestuario y Mantenimiento
Una sonrisa se deslizó por mi cara.
Por primera vez, estaba participando oficialmente en una actividad
escolar. ¡Tenía un lugar, un papel para mí!
Abrí la puerta y me metí en el aula. El Sr. Rivera estaba sentado en su
escritorio y leía en silencio para sí. Levantó la mirada y sonrió.
—¿Podrías cerrarla detrás de ti?
—Claro. —Asentí, cerrando la puerta suavemente mientras entraba.
Bridget y Nate eran los únicos estudiantes en el aula, ambos, asumí,
llegaron temprano para comprobar la lista del elenco.
Bridget estaba rebotando en su asiento cuando me senté.
—¡Soy Julieta! ¡Yo! ¡Soy Julieta Capuleto! ¿Puedes creerlo?
—Felicidades —dije, ahora mirando a Nate. Estaba encorvado en su
silla con su frente y nariz presionadas al escritorio—. ¿Está bien?
—Voy a matarme…
—Oh, tú no, —dijo Bridget—. Es algo bueno, Nate. —Se giró de nuevo
hacia mí y frunció el ceño—. Es don angustias. De todos modos, busqué
tu nombre. Lamento que no hagas el vest…
—Oh, lo hago —dije, mordiendo mi labio—. Estoy trabajando en el
vestuario.
—¿En serio? —preguntó rascándose la cabeza—. No vi tu nombre…
—Está allí —dije con un guiño—. Entonces… ¿por qué tiene el Sr.
Rivera la puerta cerrada?
—Piensa que las personas son demasiado dramáticas con sus
reacciones a la lista del elenco —dijo descartándolo.
—Lo que ocurre —explicó Nate, levantando su cabeza—, es que
cometió el error de dejarla abierta cuando la señorita Hormonas, aquí,
leyó la lista. —Bridget puso los ojos en blanco, pero Nate se sentó
erguido—. ¿Crees que estoy bromeando? Fue la mejor escena jamás
creada en la propiedad de la escuela. Ella saltó, gritó… maldijo. Al
momento, comenzó a hiperventilar. Pensamos que iba a desmayarse
justo allí en el suelo.
—¿Y tú? —le pregunté, sin dudar de que su descripción de la reacción
de Bridget estaba en lo cierto.
—En verdad me desmayé —dijo y tampoco dudé de eso.
El timbre sonó y los estudiantes se vertieron en el aula.
El Sr. Rivera se levantó de su escritorio y se dirigió a la clase.
—Buenos días —dijo—. Vamos a comenzar, ¿de acuerdo?
Después de una larga tarea e instrucciones para la próxima
investigación, la campana sonó para el cambio de clases. Bridget, Nate
y yo nos pusimos de pie y recogimos nuestros libros.
—Señorita Wright, Sr. Bryan, Señorita Ghijk, felicidades —dijo el Sr.
Rivera.
—Gracias —Bridget y yo lo dijimos al unísono, ambas ruborizándonos
como niñas.
Estoy segura de haber escuchado a Nate murmurar «muérdeme»
mientas dejábamos el salón.
Nos movimos en el pasillo, con el creciente grupo de estudiantes
corriendo a su siguiente clase. Caminé lado a lado con Nate mientras
Bridget torció hacia francés. Cuando nos movimos pasando la clase de
la Srta. Holt, ella salió y nos detuvo en seco.
—Nathaniel —dijo, sonriendo—. Felicidades, nuestro muy propio
Romeo Montesco.
—Gracias —dijo, casi como si hablarle a ella dejara un saber amargo en
su boca.
—Y Steph —dijo, bajando su cabeza. Podría decir por su sola expresión
que no tenía intención de felicitarme. Y estaba en lo cierto—. Odio
recordarte de nuevo que hay unas estrictas reglas contra la
fraternización estudiante-maestro.
Aclaré mi garganta.
—¿Disculpe?
—Él es tu profesor —dijo, curvando ligeramente la cintura—. Como yo.
Y me encargaré de vigilarte muy de cerca, jovencita.
Unos pocos segundos en silencio pasaron. La Srta. Holt se rehusó a
parpadear y no respondí. Honestamente, no sabía cómo responder.
Exactamente ¿qué quería decirme?
—Correcto —dijo Nate, rompiendo el entorpecido silencio—. Vamos a
clase. —Agarró mi muñeca y me empujó por el pasillo. Mi
preocupación debió haberse mostrado a través de mí muy fácilmente
porque se detuvo a medio camino y tomó mi mano—. Hey… ¿estás
bien?
—Sí. —Mentí, sacudiendo mi cabeza—. Eso fue sólo… extraño.
—No pienses mucho en eso —dijo ahora palmeando mi espalda—.
Todo lo que puedo pensar es que debes haber hecho algún tipo de
impacto en el Sr. R. Y alguien —dijo, mirando atrás a la Srta. Holt—.
Alguien no sabe cómo ocultar sus inseguridades.
Seguí su mirada y miré de nuevo a nuestra joven y hermosa maestra de
matemáticas. Ahora estaba enganchada en una conversación con el Sr.
Rivera, quien acababa de salir de su propia clase. Ella le dio un codazo
juguetonamente, rió y sonrió. Él parecía incómodo, fuera de su lugar.
Observé su simpatía. Pero entonces, miró arriba, no mirándola a ella y
encontró mi mirada. Ambos sin expresión, nuestros ojos trabados por
unos cuantos latidos. Y sólo cuando Nate ondeó su mano frente a mi
rostro, pensé que atrapé una ligera sonrisa del Sr. Rivera… pero no
había forma de estar segura.
Porque la campana sonó.
Y llegábamos tarde para la siguiente clase.
Viernes, 09 de septiembre
Pasaron tres días y cada uno parecía prolongarse más tiempo cuando
llegaban. Nate y yo no mencionamos nuestro encuentro con la Srta.
Holt a nadie, en especial a Bridget. No estábamos en realidad seguros
de qué había pasado o por qué. Finalmente era viernes. No había razón
para preocuparse sobre lo incontrolable.
La campana final sonó para terminar el día y Bridget y yo caminamos
fuera de Física. Nos desplazamos por el pasillo, fuera de la puerta y
sobre Main Street. Destino: casa, para una cita de estudio
(¡conduciendo a la primera fiesta de pijamas de mi vida!).
Caminamos a través de la puerta principal para encontrar la casa llena,
con un abrumador olor de productos horneados. Siguiendo el aroma a
la cocina, encontramos a mamá, en un vestido de verano, perlas,
tacones y delantal.
—Te ves como Donna Reed —dije, haciendo un balance de los
productos horneados esparcidos alrededor de la cocina.
—¿Quién? —preguntó, empujando una fresca horneada de galletas del
horno.
Suspiré y sacudí la cabeza.
—Mamá, esta es Bridget. Bridget, creo que esta criatura… —Miré a
mamá de nuevo y sacudí la cabeza—. Esta es Caroline, mi madre.
—Mira, pequeña —dijo mamá, luciendo una sonrisa—. He horneado
para tu fiesta de pijamas.
—¡Qué bue…!
—¿Son comestibles? —pregunté, interrumpiendo a Bridget.
—Por supuesto que lo son —dijo mamá. Pero tenía una pequeña razón
para creer eso. Ella nunca había sido excelente en cualquier cosa
doméstica—. No te preocupes, Calvin me enseñó todo lo básico.
Agarré una galleta de la rejilla de enfriarse y cautelosamente tomé un
mordisco.
—De acuerdo —dije, masticando lentamente—. En realidad no son tan
malas.
—No parezcas tan sorprendida. —Sus ojos se llenaron con lágrimas—.
Te dije que Calvin sería bueno para nosotras, pequeña.
—Vamos arriba para estudiar —dije, un poco espantada por su
respuesta emocional a mi semi cumplido.
—Siéntase libre de mantener las galletas viniendo, Srta. G —dijo
Bridget.
Bridget y yo nos giramos y caminamos de nuevo a través del vestíbulo.
En cuestión de días, mamá se las había arreglado para convertir una
casa desordenada y llena de cajas en un totalmente amueblado y
decorado hogar. El entorno era tan bienvenido y cómodo que casi se
sentía como otra dimensión. En el pasado, lo más parecido a muebles
que habíamos probado había sido una estantería para las cajas de
cartón. Ahora, con una mesa de comedor, sofá y sillas, esperaba que
pudiera quedarse fiel a su palabra. Estaba en verdad comenzando a
amar Webster Grove.
Arriba de las escaleras y al final del pasillo estaba un dormitorio
individual, grande; mi santuario. De todos los lugares que había pasado
en mi vida, este era por lejos el mejor. Había una gran ventana, con un
asiento de ventana acolchado incluido, que daba al patio. La vista, sin
embargo, estaba ligeramente obstruida por un gran árbol de roble que
crecía demasiado cerca de la pared de la casa.
Mi cuarto era el único que no había desempacado. Las cajas todavía
estaban amontonadas y apiladas contra el suelo de madera dura y en el
armario. La cama estaba desecha y cubierta con sábanas que hacían
juego, clases de almohadas y mantas. Mi escritorio estaba vacío, a
excepción de un laptop y una lámpara de toque plateada.
—No mucho para limpiar —dijo Bridget sin avergonzarse.
Yo sonreí, afectada.
—No nos quedamos por mucho tiempo. ¿Por qué apegarnos?
—Necesitas al menos pintar esas paredes feísimas —dijo Bridget—.
¿Cómo haces incluso para dormir aquí? Ese color es horroroso.
—Eso no es fácil —admití. Era bastante cierto… si nos quedábamos, el
verde lima tendría que irse.
Bridget levantó un dedo a su boca y miró alrededor de la habitación.
Pensando profundamente, se giró de nuevo hacia mí y sonrió.
—¿Como de confiada te sientes sobre la prueba de inglés del Lunes?
—Bastante.
—Entonces no estudiaremos esta noche.
—¿No?
—No. —Negó con la cabeza—. Estaremos pintando.
Nos aventuramos al pueblo en el auto de mamá, gracias a Dios, Bridget
sabe conducir, y regresamos dos horas después con un galón de
pintura color lavanda para las paredes. Bridget me mostró como tapar
el corte de madera a lo largo del suelo y del techo. Después de poner
cintas, tomamos un descanso para hacer una pizza congelada.
El sol comenzó a ponerse y Bridget y yo hicimos nuestro camino de
regreso a mi habitación. Después de llenar una bandeja de pintura y
sostener un rodillo en mano, miró parpadeando a la pared.
—Uh, Bridget… no tengo ni idea de lo que estoy haciendo.
—Igual que pintar un set —dijo, como si eso fuese una pista—. Un
trazo a la vez.
Sonrió y cruzó su rodillo en una mezcla de líquido lavanda. Con unos
pocos pegotes contra la pared, el verde lima desapareció lentamente.
Seguí su ejemplo y ayudé a cubrir la primera pared. Luego la segunda.
Entonces la tercera. Y finalmente, la cuarta. Para las cinco de la
mañana, el cuarto había sobrevivido a una segunda capa.
Para evitar los gases, recogimos mantas del armario de la ropa e
hicimos una enorme cama en el suelo piso del cuarto de invitados por
el pasillo. Acurrucada muy bien debajo de las sábanas, rodé a mi lado y
codeé a Bridget.
—¿Hmm?
—Gracias —dije.
—¿Por qué?
—Por tu amistad. Hacer esto de ajustarse tan fácil.
—Soy impresionante, lo sé.
Compartimos una risa desprovista de sueño.
—El cuarto resultó genial —dije, cerrando mis pesados ojos.
—Ya.
—Buenas noches, Bridge.
—Buenas noches —dijo, rodando a su lado.
Cerré mis ojos y por primera vez en mi vida, conté mis bendiciones.
Mamá nunca tuvo mucho de madre, sólo una adolescente despistada
con una licencia de conducir. Pero aun así, puso un techo (o dos) sobre
mi cabeza cada año. Bridget y Nate eran la cosa más cercana que había
tenido a hermanos y los mejores amigos que una chica podía pedir. Mis
diseños estaban haciéndose mejores con el tiempo y el mismísimo Sr.
Rivera había reconocido mi potencial. Oh y hablando de eso… había
desarrollado mi primer verdadero enamoramiento.
Era difícil no ser barrida lejos por la sinceridad en sus ojos… la dulzura
en su voz… la amabilidad de sus palabras…
—Steph. —Bridget interrumpió mi pensamiento.
—¿Sí? —dije, empujando la imagen mental de nuestro profesor.
—¿Siquiera has estado enamorada?
—No. —No a menos que cuentes lo que fuera que me había colgado de
mi profesor.
—Creo que lo estoy —dijo, el sueño cayendo sobre ella más rápido que
antes.
—¿Del Sr. Rivera? —Probé.
—No —murmuró, rodando sobre ella.
—¿De quién? —Silencio—. ¿Bridge?
Ella abrió sus ojos, sin mostrar el más mínimo cansancio.
—Nate.
Apreté mis labios y asentí.
Por supuesto, a ella le gustaba Nate… lo vi venir desde un kilómetro de
distancia…
Pero, ¿a él le gustaba ella?
Traducido por Im_Rachell
Corregido por bibliotecaria70
Martes, 27 de septiembre
—¿No deberías estar trabajando en los trajes? —preguntó Bridget
mientras abría la puerta principal.
—No. Terminé los diseños finales el domingo y mañana los dirigiré a
los directores. Tendré a mi equipo iniciando la construcción de las
piezas tan pronto como el Sr. Rivera le dé luz verde.
—¿Puedo ver lo que tienes hasta ahora?
—Claro —le dije, caminando escaleras arriba con Bridget de cerca.
Había pasado poco más de dos semanas desde que Bridget y yo
habíamos cubierto las paredes de mi habitación con un fresco,
tranquillo y relajante lavanda. Desde entonces me había tomado el
tiempo para añadir un poco de personalidad. Compré cortinas
transparentes para cubrir la gran ventana, cojines tapizados en los
asientos de la ventana y colgué mis diseños preferidos enmarcados en
la pared. Ayer por la noche volví a ir de compras, ropa de cama de color
crema y cojines decorativos morados. Estaba orgullosa de lo mucho
que había transformado, con un montón de ayuda de Bridget, la
habitación.
—Oh Dios mío —dijo cuando abrí la puerta—. ¡Ni siquiera parece el
mismo lugar! ¡Ja! ¡Hasta has desempacado! ¡Y limpiado! —Saltó en su
lugar y luego se disparó a través de la habitación para tener una mejor
vista en la pared del fondo—. ¡Guau, realmente deberíamos haber
tomado fotos de antes y después!
—Sólo estoy tratando de olvidar lo anterior.
Mamá asomó la cabeza por la puerta.
—Bridget, ¿te importaría si te robo a mi hija un segundo?
—Adelante.
—Los diseños de producción están en la carpeta azul al lado del
ordenador —le dije a Bridget—. Sírvete tú misma.
Salí cerrando la puerta detrás de mí.
Mamá frunció la nariz y suspiró.
—¿Cuándo?
—¿Uh?
—Cuándo nos iremos de nuevo —le dije, leyendo su expresión
retorcida—. ¿Cuándo?
—Nosotras no iremos a ninguna parte, nena —dijo, todavía frustrada
por no haberla creído—. Sólo quería hablar sobre los planes para la
noche.
—¿No podríamos tener esta conversación en mi habitación?
—Bueno, no —dijo ella, rozando una pelusa de mi hombro—. Quería
saber tu opinión acerca de tener a Calvin para cenar esta noche.
—Honestamente, creo que es demasiado rápido. Sólo lo conoces desde
hace... ¿qué, tres semanas? Se ve horrible traerlo antes a casa...
—Déjame ponerlo de esta manera, nena —dijo con severidad—. Calvin
vendrá a cenar. Esta noche. Puedes quedarte o irte, no me importa.
Pero sería bueno si pudieras aguantarlo y hacer esto por mamá.
Suspiré y tiré mi cabeza hacia atrás.
—¿A qué hora?
—Ellos estarán aquí a las cinco y media.
—¿Ellos?
— Calvin nos quiere presentar a su hermano pequeño —dijo—. Así que
suelta tu pelo de ese estúpido moño y deja de ocultar tu bonita cara
con esas gafas de mal gusto. Quiero que por lo menos luzcas
presentable.
—Bien.
—Mejor comportamiento, nena.
Puse los ojos en blanco y volví a la habitación, cerrando la puerta con
demasiada fuerza detrás de mí.
Bridget se sentó en el asiento de la ventana y hojeó a través de los
diseños.
—¿Todo bien?
Ignoré la pregunta.
—¿Qué piensas de los trajes?
—Son increíbles —dijo—. Dios mío, Steph. ¿Dónde aprendiste a dibujar
así?
—Me enseñé a mí misma, en realidad. Porque... teatro, ballet,
deportes... las aficiones típicas de la infancia... nunca fueron realmente
una opción para mí. Cuando estás en tanto movimiento como nosotras,
necesitas un talento que pueda viajar contigo. —Me senté a su lado y
me quedé fuera en el gran roble—. Me pregunto si sería muy difícil
saltar y escaparse.
—¿Planeando un escapada?
—El nuevo novio de mamá viene a cenar esta noche.
—Ugh, fastidio —dijo ella—. ¿Quieres dormir conmigo esta noche?
—Nah. Sólo necesito conocerlo ahora y acabar de una vez.
Bridget me ahorró el pensamiento de la temida reunión haciéndome
compañía por un rato.
—¿Puedo llevarme el libro a casa? —preguntó dos horas después—.
Nate vendrá esta noche a dirigir líneas y quiero mostrarle los diseños.
El nombre de Nate sólo surgía en la conversación respecto al
espectáculo. La mañana después de que Bridget me hablara de sus
sentimientos por él, nunca lo mencionó de nuevo... y yo tampoco.
—Por supuesto. Aunque mañana los llevaré a la escuela. Quiero
conseguir su aprobación lo antes posible.
—Está bien —dijo, dirigiéndose a la puerta—. Te veré mañana.
—Espera —dije rápidamente—. ¿Puedo hacerte una pregunta?
—Lo que sea —dijo volviéndose hacia atrás.
—¿Crees que... es decir, soy... me veo...?
—Eres hermosa Steph, por dentro y por fuera. —Se adelantó y me
apretó la mano—. No dejes que Caroline te diga algo diferente, ¿de
acuerdo?
Con un rápido abrazo, Bridget me dejó sola. Todavía vistiendo
pantalones vaqueros y el jersey que había llevado al instituto, me miré
en el espejo. La misma vieja ropa, el cabello y gafas como cualquier
otro día tendrían que ser suficientes.
Sonó el timbre y el sonido de los tacones de mamá hizo un ruido seco
en el suelo. Oí la puerta abrirse y voces llegar del nivel inferior.
—Nena —gritó mamá en la parte inferior de la escalera. Salí de mi
habitación en el momento justo—. Vamos hacia abajo, cariño.
Bajé las escaleras lentamente, alcanzando finalmente el vestíbulo.
Mamá llevaba un hermoso vestido negro con su cabello rubio cayendo
por la espalda. Me lanzó una mirada de desaprobación; estaba furiosa
porque no me había cambiado.
—¿Dónde está Calvin? —le pregunté, haciendo caso omiso de su
decepción.
—Él trajo su famoso pastel de manzana para el postre. Lo está llevando
a la cocina.
—¿Y su hermano?
—Aparcando el coche.
—Aparcando el… dijiste hermano pequeño, ¡como si fuera un niño!
—No, nena. Él está aquí para ti, gansa tonta.
—¿Para mí?
—Para hacerte compañía —dijo—. Como una cita doble, querida.
—Mamá —dije sacudiendo la cabeza—. No estoy interesada…
El timbre volvió a sonar y a su favor, estaba a cinco segundos de
golpearla en plena cara.
Un hombre, que sólo podía suponer era Calvin, volvió a entrar en el
vestíbulo de la cocina. Apoyó la barbilla en el hombro de mamá y le dio
un suave beso en la mejilla. Ignoré el sentimiento de repulsión y abrí la
puerta, sintiendo una niebla súbita establecerse en mi cerebro.
—Adelante, adelante. —Mamá pasó más allá de mí y dio la bienvenida
al hombre en la casa. Era alto, moreno, guapo... y bien entrado en sus
veinte. Su pelo no estaba ordenado, sino un poco desordenado después
de un largo día. Vestía unos vaqueros azul oscuro a medida y una
camisa blanca abotonada. Traté de no mirar, pero nuestros ojos se
encontraron por segunda vez, él sonrió y bajé la cabeza.
Esto era un desastre esperando a suceder.
—Nena —dijo mamá—. Este es Calvin. Y este… —Le dio un codazo al
hombre que estaba a su lado—. Es Alex.
—Alex —dije lentamente—. Bien, bien. Sí. Uh, mamá, ¿puedo hablar
contigo un segundo?
Sin darle tiempo para responder, me escabullí del vestíbulo en la sala
de estar.
—Nena. —Me regañó mientras me seguía—. ¡Qué grosera!
—¡Mamá! —grité—. ¿Qué está pasando en ese pequeño cerebro tuyo?
—Parecía sorprendida de que no estuviera tan feliz con su plan en
marcha.
—¿Tienes alguna idea de cuántos años tiene? ¿O cuántos años tengo?
¡Diecisiete! ¡Una menor! Y Dios... No puedo salir con él, ¿me estás
tomando el pelo? Él es…
—Cálmate, nena —me interrumpió—. Cumplirás dieciocho años en tan
sólo unos meses y eres un año más vieja de lo que yo era cuando
naciste. Eres hermosa, madura, inteligente.
—No estoy cuestionando mis buenas cualidades —le interrumpí—. Me
estoy cuestionando la calidad de tu juicio. Esto es altamente
irresponsable.
—Es sólo una noche, nena. Calvin ya había hecho planes con Alex. No
quería dejarlo tirado, así que le pidió que nos acompañara.
Simplemente ayuda a mamá, ¿de acuerdo? Por lo menos hazle
compañía.
Respiré hondo y cerré los ojos.
—Mamá, detente. Necesito que me escuches.
—Él es lindo, ¿uh? —Giró sobre sus talones y desapareció de nuevo en
el vestíbulo.
—Sí —le dije a nadie más que a mí misma—. Absolutamente
guapísimo.
Salí de la sala de estar, más allá de la puerta de entrada, en la cocina.
Calvin se inclinó degustando la pasta de mamá. Se puso de pie con sus
manos apretadas a los costados y los dedos cruzados.
—Está delicioso. —Él besó su mejilla antes de volver a encontrarse con
mi mirada—. ¿Nena?
—Steph.
—Steph —señaló. Estudió mi rostro durante unos minutos, me recordó
a cómo Nate lo había hecho el primer día de instituto y luego extendió
su mano para estrechar la mía—. Es un placer conocerte al fin.
Calvin era guapo, igual que su hermano, aunque un poco más macizo y
poseía una mandíbula más fuerte.
—Alex se ha ido al comedor, nena. Debes seguir adelante y reunirte
con él, la comida estará en breve.
Respiré hondo y empujé la puerta que separaba las dos habitaciones.
Alex se sentó frente a mí, de espaldas a la ventana. Sacudió la cabeza y
se mordió el labio inferior, haciendo a mi corazón latir un poco
demasiado duro.
Jodidamente guapo. Jodidamente bien parecido. Alexander Rivera era,
sin duda, el hombre más sexy que había conocido en mi vida.
—Señorita Ghijk —dijo con una sonrisa—. Esto puede ser muy bien la
cosa más extraña que jamás he dejado que mi hermano me
convenciera…
—Tengo una propuesta que hacer.
—¿Sí?
—Si no se lo dices, no voy a matarte.
Sus ojos se abrieron.
—Manejas un negocio duro —dijo—. ¿Por qué tanto secreto?
—Llámame egoísta, pero me está empezando a gustar la vida que
tengo en Webster Grove. Mamá, sin embargo, no necesita de mucha
persuasión para hacer las maletas y salir a su antojo.
—¿Y dónde encajo yo en todo eso?
—Caroline Ghijk vive en su propio mundo, señor Rivera —dije—. Ella
no puede soportar la humillación o el rechazo y ve cualquier
negatividad como munición para arrancar y empezar de nuevo.
Imagínate como se sentiría si se enterara de que dejó a su hija
adolescente en una cita a ciegas con su profesor de inglés.
—Técnicamente no es una cita —me corrigió, aparentemente
impresionado de que pensara eso—. Estoy solamente acompañando a
Cal…
—Pero es mi responsabilidad hacerte compañía.
—Está bien —dijo—, si eso es lo que quieres, entonces no decimos
nada. No es más que una noche.
—¿En serio? —pregunté y él asintió—. Está bien... así que, ¿te llamo...?
—Alex.
—De acuerdo.
—Entonces —dijo, mirando la silla junto a la suya—. ¿Te sentarás?
—Um... —Miré el espacio vacío y sacudí la cabeza—. No, estoy bien.
—Probablemente deberías tomar asiento, Steph. Hará esta noche
menos incómoda.
—Sabes, estoy bien de pie.
Bajó la cabeza y me miró.
—Steph.
Genial. Su voz de profesor funcionaba conmigo, incluso cuando no
estábamos en las aulas. Tomé su orden, me senté a su lado y miré el
plato vacío delante de mí. Golpeé mi pie en el suelo y lancé una rápida
mirada en su dirección. Como solía hacer, se mordió los labios.
—Así que, tu hermano —dije finalmente—. ¿Es un buen chico?
—El mejor.
Más silencio. No sé cuánto duró, pero se sentía como horas, siendo
realistas, mi apuesta fue en sesenta segundos.
—Señor Rivera —dije en voz baja, finalmente encontrando el coraje
para hablar—. ¿Cómo eres capaz de estar aquí esta noche?
—Sé que es difícil para los estudiantes hacer la distinción —dijo—,
pero yo sólo enseño durante el día, Steph.
—No, quiero decir... ¿dónde piensa la señorita Holt que estás?
—Supongo que ella piensa que estoy en mi casa, clasificando papeles o
elaborando planes de lección.
—Pero ustedes dos no…
—Contrariamente a la creencia popular, Steph, Karen no es un objeto
de mi afecto. Ella y yo no estamos juntos.
—Pero todo el mundo dice…
—Sé lo que dicen —dijo, moviéndose en su asiento—. Estás en el
instituto. Deberías saber a estas alturas que no se puede creer la mitad
de lo que se escucha. Los rumores son desagradables, cosas
desagradables...
—¡La cena! —gritó mamá mientras ella y Calvin reventaban la
habitación con ensaladas, pasta y pan. Después de que tomaran asiento
y la comida fuera pasada alrededor y repartida equitativamente entre
los cuatro platos, la rutina familiar comenzó.
—Nena, ¿tienes alguna pregunta para Calvin? —Di un mordisco e
ignoré su pregunta—. ¿Cualquier cosa?
—Hmm, vamos a ver —dije, fingiendo pensar mucho—. ¿Eres un
asesino en serie?
—No —dijo Calvin, ampliando su mirada. El señor Rivera se rió junto a
mí y mamá frunció los labios.
—¿Violador?
—¡Por supuesto que no!
—¿Casado?
—No.
—¿Homosex…?
—Es suficiente, nena —gritó mamá. Se tomó un momento para
serenarse y luego dijo—. Me refería a preguntas serias.
—En mi defensa, ninguna de esas preguntas iban en tono de broma.
—No pasa nada, Caroline —dijo Calvin.
—No, sí que pasa. Ambos significan mucho para mí y apreciaría
realmente que desearais tomaros el tiempo de conoceros los unos a los
otros.
El dolor brilló a través de sus ojos.
—¿De dónde eres? —le pregunté, complaciendo a mi madre. Además,
Bridget estaría encantada de saber que finalmente...
—De aquí mismo, de Webster Grove —dijo Calvin, tomando un bocado
de la ensalada que había ayudado a mamá a preparar—. Nacido y
criado.
—En una escala más grande, sin embargo, ¿y tus padres? ¿De dónde
son?
El señor Rivera sonrió y bajó la cabeza.
—Nuestros abuelos son cubanos.
Y con eso, treinta minutos pasaron lentamente. El profesor guapo y yo
apenas hablamos una palabra el uno al otro ni a mamá o Calvin. Los
tortolitos nunca apartaron la mirada el uno del otro; estaban
aparentemente patas arriba y en total ignorancia del mundo que les
rodeaba.
—¿Quién está listo para el pastel? —preguntó Calvin después de que
los platos de la cena estuvieran limpios.
—¡Yo! —mamá saltó en su asiento y aplaudió con sus manos, dando
una extraña impresión de Rachel Canter, mejor aún, Bridget. El señor
Rivera y yo compartimos una mirada que me dijo que había estado
pensando lo mismo. Con una pequeña risa, nos volvimos a Calvin y
colocamos nuestros pedidos.
Calvin recogió los platos sucios y desapareció en la cocina. Regresó
unos momentos después, balanceando cuatro platos pequeños con una
sola rebanada de pastel de manzana cada uno. Los pasó alrededor y
reclamó su silla al lado de mamá.
—Come, cariño.
—Cal hace un pastel increíble —dijo el señor Rivera con la boca llena.
Como era de esperar, era hermoso, incluso cuando estaba desaliñado.
—Estoy de acuerdo —dijo mamá, apretando la mano de Calvin—. Es
un genio en la cocina... y en la cam…
—No digas eso, Caroline —le advertí—. No te atrevas a decirlo.
La sala se quedó en silencio otra vez mientras los hermanos Rivera
miraban entre las mujeres Ghijk. El silencio permaneció durante otros
dos minutos. Saboreé cada bocado, sabiendo que cuanto más rápido
comiera, más pronto el señor Rivera tendría que irse. A decir verdad,
había disfrutado con su compañía.
Levanté el tenedor y tomé el bocado final, sabiendo que no podía durar
para siempre. De un momento a otro, un dolor punzante me atravesó la
boca.
—¡Mierda!
La mano del señor Rivera aterrizó suavemente en mi espalda.
—¿Steph?
—Sangre —dije, pretendiendo una observación silenciosa. El punzante
dolor y sangrado de encías me distrajo de disfrutar de lo que podría
haber sido un momento mágico de comodidad del hombre sentado a
mi lado. Pasó su mano por mi espalda y me miró con preocupación.
Escupí el pastel masticado en la mano y encontré, mezclado entre los
pedazos de manzana, un anillo de diamantes de gran tamaño.
Calvin hundió la cabeza entre sus manos.
—Idiota. —Se regañó a sí mismo.
—Creo que te pertenece a ti. —Le pasé el anillo a mamá y limpié mi
mano en una servilleta de tela.
—¿Calvin? —Cuestionó la joyería con los ojos muy abiertos.
—Caroline —dijo de rodillas en el suelo.
—Oh, vamos —dijo su hermano—. Cal, levántate.
—Caroline —continuó Calvin, haciendo caso omiso de la objeción de su
hermano—. Sé que no nos conocemos el uno al otro hace mucho.
—Tres semanas —intervino el Sr. Rivera de nuevo.
—Pero nadie más en el mundo alguna vez me ha cautivado como tú lo
haces, amándome como eres y completamente cada centímetro de mi
corazón y mi alma...
—Una vez más —dije—. Sólo tres semanas.
—Nena, por favor —suplicó mamá—. Calla.
No fue hasta que su pulgar comenzó a frotar mi hombro que me di
cuenta de que la mano del señor Rivera seguía plantada firmemente en
mi espalda. Lo miré y me miró, lo que provocó un momento de
innegable atracción. Necesitaba consuelo y algo en su toque me dijo
que entendía eso.
La voz de Calvin me devolvió a la realidad.
—Caroline Ghijk —dijo Calvin—. ¿Quieres casarte conmigo?
El momento en que la palabra sí se deslizó de sus labios, estaba fuera
de mi silla y salí de la habitación. No podía ser. No podía ocurrir. Por
encima de mi cadáver.
Traducido por Pandora Montgomery & Caro_Chan
Corregido por Jut
Martes, 27 de septiembre
—¿Qué pasa, Steph? —preguntó Bridget.
Me precipité escalera arriba y llamé a la cámara web tan pronto como
mis dedos podían moverse.
—No vas a creer la noche que he tenido —dije entre lágrimas—. ¡Él le
propuso matrimonio, Bridget! ¡Matrimonio!
—Vaya, Steph... ¿Qué dijo ella?
—¡Sí!
—No... No lo hizo —dijo Bridget, bajando la cabeza—. Oh, Steph. Lo
siento mucho. ¿Estás bien?
Con la luz de tres golpes en la puerta, el señor Rivera sacó la cabeza por
la puerta.
—¿Steph? ¿Todo bien?
Cambié el ordenador sobre el escritorio, en frente hacia la ventana. En
el otro extremo de la habitación, se mordió el labio y se apoyó contra el
marco de la puerta mientras miraba mis manos en mis rodillas,
rezando para que Bridget no lo hubiera visto ni oído.
—¿Quién fue?
—¿Eh? —le dije, ahora mirando hacia atrás en la pantalla.
—En la puerta —dijo—. Alguien acaba de entrar.
—Oh —Negué con la cabeza—. Era sólo la radio.
El Sr. Rivera contuvo una risa y pronunció “¿la radio?". Me encogí de
hombros y me giré de nuevo a Bridget tal como ella negaba con la
cabeza.
—No, Steph. Te juro que acabo de ver al Sr. Rivera en tu habitación —
dijo—. ¿Estás segura de que no está ahí?
Reí nerviosamente, mirándolo por encima del equipo. Él todavía estaba
apoyado en la puerta, voluntariamente escuchando a escondidas la
conversación.
—Bridge, vamos, ¿por qué iba a estar en mi habitación?
—No tengo ni idea, pero te juro que vi su rostro.
—Oh, bueno, sí... su rostro, seguro... pero no... a él. —¡Mierda!, ¿a dónde
iba yo con esto? Debió de haber estado preguntándoselo también,
porque se puso un poco más alto y escuchó con atención—. Yo... tomé
una foto de él en clase el otro día e... hice un póster de tamaño-
completo para la pared.
—De ninguna manera —dijo, casi saltando en su silla—. Pero no
recuerdo haberlo visto antes.
—Lo colgué después de que te fuiste. No pensé que lo entenderías.
—¿Entender? Cariño, ese hombre es el padre de mis futuros hijos.
—Bridge —le advertí mientras el Sr. Rivera se llevaba la mano a la
boca para contener la risa—. No digas otra palabra.
—Oh, ¡vamos! Incluso admite que es más sexy que…
—¡Bridge!
—Está bien, está bien —dijo, lanzando sus manos en alto—. Tú te lo
pediste primero
—Nunca me lo he pedido —le dije, más para beneficio de él que de ella.
Mis ojos se encontraron de nuevo con los de él y miré fijamente a
Alexander Rivera. Bridget siguió hablando, pero sus palabras se
perdieron en mí. No podía dar sentido a nada, excepto lo
increíblemente hermoso que era el hombre que estaba en mi puerta.
—¿Steph? —dijo Bridget—. Ho-laaa.
—¿Eh? —Llevé mi atención a ella.
—¿Mirando al Sr. Rivera?
—Ya te lo dije, Bridge. No está aquí.
—Me refiero al poster, Steph. Jesús. ¿Está todo bien?
—Bien. —Asentí con la cabeza—. Sólo estoy nerviosa. Escucha, me
tengo que ir. Dile a Nate que le envié saludos y no te olvides de los
diseños de mañana.
—Está bien —dijo—. Llámame si necesitas algo.
—Lo hare. —Terminé la sesión y apagué el equipo como una
precaución adicional. Levanté la vista hacia mi maestro y fruncí los
labios—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Caroline me pidió que viniera y ver cómo estás.
—¡Ja! Bobo —le dije, sacudiendo la cabeza. Me acerqué a la ventana de
la bahía y me senté—. Ella no quería que vinieras aquí y viera cómo
estaba. Ella sólo quería deshacerse de ti para poder estar a solas con
Calvin.
—Lo supuse —dijo, empujándose a sí mismo fuera del marco de la
puerta—. ¿Te importa si me siento contigo un segundo?
—Puede ser. —Lo mire fijamente fuera en el gran roble, deseando
tener las agallas para saltar. Los problemas serían mucho más fáciles
de ejecutar si tuviese la mitad del descaro que se requiere para abrir el
cerrojo, saltar y desplazarme hacia abajo... pero, a diferencia de mamá,
realmente nunca me preocupaba mucho por empezar de nuevo. Pero
esta noche, por alguna razón... la idea de dejar Webster Grove en el
polvo nunca había sonado mejor.
—Te habría advertido sobre la propuesta si lo hubiera sabido.
—Lo sé —dije, volviéndome hacia él y empujando mi voluntad para
correr a un lado. Si nada más pudiera dejar de pensar como Caroline.
El señor Rivera se sentó a mi lado y apoyó su espalda en la pared
lateral.
—Steph —dijo, sus ojos mostraban una preocupación genuina—. No
puedo prometer que esto pasará al olvido, pero te puedo asegurar que
Cal es un hombre maravilloso. Es un poco tonto, un poco demasiado
agradable a veces y un protector endiablado. Sé que estás preocupada,
pero realmente creo que va a ser bueno para Caroline, pequeña.
—Me gustaría poder decir lo mismo de ella por él.
El señor Rivera no discutió. De hecho, ambos nos sentamos en silencio
durante unos minutos, probablemente de acuerdo en que yo tenía
razón, Caroline tiene el potencial de arruinar la vida de Calvin que tan
difícilmente había trabajado para construir por sí mismo.
—¿Qué está pasando, Steph? —La mano del señor Rivera encontró el
lugar familiar en mi espalda—. ¿Estás preocupada por ella, o hay algo
más?
—Sostengo su espalda —le dije, jugando con mis dedos—. Lo único
que quiere es lo que todos tienen, pero nunca ha sido tan fácil. Las
cosas han sido difíciles para ella, duro para nosotras dos. Y ella siente
que siempre defrauda a alguien... y entonces yo, de algún modo,
termino teniendo la culpa. Como esta noche —dije, levantando la vista
de mis manos para mirarlo a los ojos—. Si me opongo al compromiso y
ella y Cal terminan separados, sería inevitablemente mi culpa. Nunca
viviría hacia abajo, no por el resto de mi vida.
—¿Qué hay de lo que quieres? —se preguntó—. ¿Eso no importa?
—Eso nunca ha sido importante.
—Debe ser lo más importante, Steph. —Me aseguró, aún recorriendo
su mano por mi espalda. De repente, las cosas ya no parecían tan
amables. Mi cuerpo se llenaba de calidez, también superado por su
tacto.
Mi corazón se estrelló contra mi pecho. Su caricia interpuso un
escalofrío que me recorrió la espalda, provocando la piel de gallina en
cada superficie de mi piel. El calor corría por mis venas, recordándome
lo cerca que estaba dejándole ir a este hombre. Mi respiración ya no
era constante, y por la mirada de sus ojos, él había reparado en mi
repentino cambio de actitud—. ¿Qué tienes en mente, pequeña?
—Cosas… —Tragué saliva y respiré hondo—. Cosas que no deberían
ser.
—Fácil solución —dijo, como si comprendiera mi conflicto interno.
Cruzó la habitación y cogió la cartera que le había dado en las
audiciones de Romeo y Julieta—. Bueno, he querido preguntarte...
¿diseño de ropa? ¿Qué te inspiró eso?
—Es una historia estúpida.
—Tengo tiempo —dijo, sentado en la esquina de la cama. Pasó a través
de las páginas del libro y sonrió—. ¿Entonces?
—Es un poco infantil.
—¿Por qué tendría eso que molestarme?
—Porque —le dije, sonriendo—. Eres... tú. —Se encogió de hombros
como si mi respuesta no era lo suficientemente buena, así que elaboré
una—. Eres un adulto... un chico... lo normal. Te lo prometo, no lo
entenderías.
—Pruébame.
Sentí que no iba a renunciar hasta que le hubiera dicho algo, así que
tomé una respiración profunda y dejé caer mis hombros.
—Está bien. Está bien —le dije, tratando de que la tensión de la noche
se desvaneciera—. Um, vamos a ver. La televisión no me interesaba,
que probablemente era algo bueno ya que no tenía. Estaba inquieta,
siempre buscando algo que hacer. Y hace unos nueve años, le rogué a
mamá que me llevara a la biblioteca para pasar el tiempo. Me permitió
visitarla, pero había reglas estrictas que guían ese privilegio; Tenía
treinta minutos supervisados cada lunes y nunca se me permitió
registrarme para obtener una tarjeta. Esto significaba que si quería
leer un libro que había esperado tenía que leer pequeños trozos cada
semana hasta que finalmente lo terminaba.
—Suponiendo que no se había extraído en el momento en que
regresabas —agregó.
—Exacto —continué, pero no sin darme cuenta de lo que
increíblemente fácil que era hablar con él—. Una tarde encontré algo
en la sección de no-ficción. Me encontré con este libro; sólo lo saqué
del estante porque era morado, me lo llevé a donde estaba leyendo.
Abrí el libro con ninguna idea de que esperar. Resultó ser una
autobiografía que una mujer había escrito para contar todos sus logros
de inmigrante sin un centavo a una mundialmente renombrada
magnate de la moda.
—¿Y ella te inspiró?
—Después de veinticinco años de que le cerraran las puertas en la cara
tomó la industria de la moda. No le importaron las críticas. Ella probó
que la persistencia paga y ahora tiene un imperio de diseño global que
da empleo a cientos de diseñadores mundialmente.
—¿Por eso dibujas?
—De algún modo, supongo —dije—. Fue la primera mujer en mi vida
que me mostró los beneficios del trabajo duro y la persistencia en el
camino de realizar sueños. No crecí con una madre de fuerte y
descarada voluntad, confiada como Adriana Holbrook. —El Sr. Rivera
se enderezó en la silla y se inclinó hacía adelante, todavía oyendo—.
Me quedé atorada con Caroline Ghijk, la cobarde reina fugitiva. Me
prometí a mí misma con apenas nueve años que yo no sería como mi
madre. Juré que sería tan buena o incluso más que Adriana.
El Sr. Rivera se sentó sonriente, pasando las hojas de su portafolio.
—¿Tú piensas que eso es infantil?
—Un poco.
—¿Por qué?
—Porque… es acerca de probar algo. Quiero decir, idealmente, se
supone que debes trabajar en algo que sea tu pasión, ¿no?
Unos ligeros golpes en la puerta interrumpieron su respuesta.
—¿Todos decentes? —preguntó mamá, asomando su cabeza por la
puerta sin previo aviso.
¿Qué pensaba exactamente que se iba a encontrar?
Entró, todavía admirando el anillo de diamantes en su dedo.
—¡Oh Alex! —Se sentó al lado del Sr. Rivera en la cama—. ¿Los
garabatos de mi nena no son adorables?
Volteé mi cabeza y mire por la ventana. Garabatos. Mi corazón cayó en
picado ante ese comentario que no era intencional, pero aun así
insultante. Después me tuve que recordar que la habilidad de mamá en
lo que concierne a temas de soporte emocional estaba justo encima de
su talento para permanecer inexistente.
—Sus diseños. —La corrigió, ahora mirándome. A través del reflejo de
sus lentes, lo miré mientras él me miraba directamente a mí—. Son tan
increíbles como ella.
Miércoles, Septiembre 28
—¡Ahí estás! —gritó Bridget mientras caminaba hacía la clase—.
Estaba preocupada de que no fueras a venir.
—Perdón, se me hizo tarde —dije, mirando al asiento vacío junto al
mío. La campana iba a sonar en cualquier segundo y Nate no se
encontraba en ningún lugar. Señalé el escritorio—. ¿Dónde está?
Bridget se encogió de hombros.
—No lo sé. Le he mandado tres mensajes y no me ha respondido.
—Buenos días —dijo el Sr. Rivera, cerrando la puerta—. Pásenlos al
frente.
Todos hicieron lo que él dijo. Nadie lo cuestiono a él o a su política de
cero tolerancia, en vez de eso, los estudiantes empezaron a enviar
papeles hacía delante sin un momento de vacilación.
—Tal vez no entró porque no hizo el ensayo —susurró Bridget.
En ese momento Nate entró. La clase lo miro. Completamente
empapado de pies a cabeza. No había duda de que se había caído,
víctima de la lluvia torrencial del exterior. El Sr. Rivera se giró y alzo
una ceja.
—Perdón por llegar tarde Sr. R —dijo Nate—. Llegué aquí lo más
rápido que pude… tenía algo que atender esta mañana.
—¿Alguna dilación con su ensayo, Sr. Bryan?
—No señor. —Sus deportivas mojadas rechinaron en el piso mientras
se dirigía a su asiento. Se deslizó detrás de su escritorio y sacó la tarea
de su mochila.
—Absolutamente no, Nate —dijo el Sr. Rivera—. Conoces las reglas,
vas a tener que esperar fuera en el pasillo.
—Sr. R, hombre —dijo Nate—. ¡Vamos! No está escuchando hermano.
¡Estaba fuera de mi control!
La clase empezó a susurrar, perdiendo interés en lo que ocurría con
Nate y el Sr. Rivera. Nuestro maestro alzo la mano y los estudiantes se
callaron de nuevo.
—Sr. Bryan —dijo, dejando caer su cabeza—. Si usted me puede
convencer de que cualquier cosa que tuviera que hacer esta mañana
era más importante que llegar a clase a tiempo, olvidaré su tardanza.
Treinta segundos. Empiece a hablar.
—Es así Sr. R. Unos idiotas empapelaron mi casa anoche, mi madre no
me dejó ir a la escuela hasta que cada cuadro estaba fuera del tejado y
de los árboles. No sé cómo se lo perdió, hermano. Cualquiera que
pasara por Main podría claramente verlo.
Bridget se carcajeó con el resto de la clase. Mis ojos se encontraron con
los del Sr. Rivera sólo un momento y luego se volvieron a centrar en
Nate.
—No deje que vuelva a suceder.
Rachel aclaró su garganta mientras Nate tomaba su lugar.
—Perdón, Sr. Rivera —dijo, moviendo su cabello—. Pensé que su regla
era… ¿tolerancia cero? No recuerdo que usted me perdonara por llegar
tarde en el día dos.
—Con todo el respeto, Srta. Canter, una uña rota no constituye una
emergencia. —Rachel puso sus ojos en blanco—. Ahora, si no le
importa, me gustaría continuar mi clase.
Con una mirada final en mi dirección, se giró hacia el pizarrón,
empezando a escribir, sin saberlo, dejando ver una de sus mejores
cualidades. Gracias a dios por los pantalones ajustados.
—Deberías tomarle una foto a eso —susurró Bridget, mirando
intensamente la espalda de nuestro profesor. Ambas sonreímos y Nate
se enfurruño.
El tiempo pasó y la clase acabó con el usual toque de campana. Los
estudiantes llenaron los pasillos. En unos momentos, Bridget, Nate y yo
éramos los únicos que quedaban en el salón del profesor.
—Srta. Ghijk —dijo el Sr. Rivera—. ¿Puede quedarse unos momentos?
Srta. Wright, Sr. Bryan, ella los alcanzara en unos momentos.
Bridget y Nate intercambiaron una mirada curiosa y se movieron
rápido al pasillo, dejándome sola son el profesor.
—¿Si? —pregunté, sosteniendo mis libros contra mi pecho.
—¿Todavía piensas que yo no comprendería unas niñerías?
—No, señor —dije sonriendo—. Sí pienso que nos excedimos.
—Déjeme asegurarle que no lo hicimos —dijo, restringiendo una
carcajada—. Vivir cuatro años al lado de Nate ha sido una pesadilla. Lo
veía venir.
Abracé mis libros más fuertes. Recordando las tardías horas de la
noche que había pasado con el Sr. Rivera.
Él y Calvin habían estado fuera por una hora. Yo ya me había puesto mi
pijama cuando oí unos golpes en mi ventana. Miré hacia afuera para
encontrar a mi maestro colgado de una rama del árbol de roble. Me
dijo que me pusiera un par de zapatos y me encontrara con él en la
parte trasera… aparentemente necesitaba mi ayuda para algo.
Caminamos por la acera en la noche, sólo con la guía de unos pocos
focos. Cuando llegamos a una pequeña casa de un piso en la acera, el Sr.
Rivera sacó unas llaves de su bolsillo y abrió la puerta de enfrente. Me
hizo esperar en el porche mientras él desaparecía dentro. Momentos
después, regresó con muchos… rollos de papel de baño.
—¿Qué está pasando? —le pregunté.
—Se lo voy a devolver. —No sonaba como el maestro que me había
acostumbrado a ver cada mañana. Él era… normal… descuidado… sólo
otro chico.
Caminando a la casa de su vecino, cargando incontables rollos, nos
detuvimos para hacer un plan; el tomaría el lado izquierdo y yo el
derecho.
—Espera —dije, antes de que tirara su primer rollo—. ¿Por qué
estamos haciendo esto?
—Este niño ha estado empapelando mi casa durante años —dijo—. Le
dije que su día llegaría. —Me guiñó un ojo—. ¿Lista?
Asentí, sin duda intrigada por la chispa infantil en sus ojos cada vez
que lanzaba un rollo. Lo miré, admirando el esfuerzo que hacía para
probar lo poco que le importaba… Sólo porque dije que él no
entendería algo juvenil.
Sólo quería probar que estaba equivocada.
Tomó tres minutos cubrir la casa entera y los dos árboles. Y después de
que la decoración estuviera completa, el Sr. Rivera me llevó a casa, los
dos riendo por nuestra inmadurez. Se aseguró que subiera al árbol y
entrara a mi cuarto a salvo. Cerró la ventana, sonrió y desapareció en la
noche.
Devolviéndome a…
—¿Por qué no me dijiste que era Nate?
—Pensé que sería más divertido de este modo.
—Bueno. —Asentí. Me esforcé por no contagiarme de su sonrisa, pero
no pude—. Felicidades, usted tenía razón.
Me giré para salir del salón mientras él empujaba la silla hacia atrás
para levantarse.
—Tengo algo para ti —me dijo, haciendo que me detuviera. Mire como
tomaba una carpeta de la parte superior de su escritorio y me la
daba—. Tomé la libertad de sacar algo de información de internet ayer
por la noche.
—¿Qué es esto?
—Una solicitud para un programa de diseño.
—Gracias, pero he aplicado para estos millones de veces y nunca me
han aceptado.
—La persistencia se paga, ¿no?
No podía discutir. ¿No era yo la que había dicho lo de la importancia de
la persistencia la noche anterior?
—Gracias. —Con el sobre en la mano, me giré hacia la puerta. Cuando
llegué a la entrada mire atrás y sonreí—. Esto es realmente dulce de su
parte, Sr. Rivera.
—Alex —dijo—. De nada, Steph.
Traducido por nessie
Corregido por Angeles Rangel
Miércoles, 12 de octubre
Habían pasado dos semanas desde que el Sr. Rivera me dio la solicitud
para el programa de diseño; la cual, por cierto, resultó ser del
Internado de Verano de Adriana Holbrook en París. En el sobre, incluía
una carta de recomendación y una invitación a uno de los ayudantes de
Adriana para asistir a la producción de estreno de Romeo y Julieta para
ver los diseños de vestuario (gastos de viaje pagados de su propio
bolsillo). Sinceramente le había dado las gracias un millón de veces y
de pasada tomé su consejo y apliqué para uno de los lugares libres.
Puse la propuesta de diseño y envié la información el viernes siguiente.
La anticipación de la audiencia era a la vez emocionante y angustiante.
Yo no había visto al Sr. Rivera fuera de la escuela desde la noche que
podamos el césped delantero de Nate. Su actitud en el aula seguía
siendo profesional, sólo me hablaba si yo lo hacía y viceversa. No hubo
más retenciones después de la clase, ociosas caricias de nuevo y muy
pocas sonrisas enviadas en mi dirección. Mantuvo la distancia durante
el ensayo de producción, pero eso no quiere decir que no me hubiera
atrapado mirándole de vez en cuando.
—Eso es todo por hoy —dijo la Srta. Holt cuando los actores
terminaron de ensayar el final del V acto—. Mañana pondremos todo
junto. El viernes añadiremos luces. Continúen trabajando en sus frases
el viernes y el fin de semana. Nota: el lunes es nuestro primer ensayo
con vestuario. Srta. Ghijk —dijo, girando en mi dirección—. Vamos a
agilizar el trabajo y tenerlo listo. Recuerden, sólo quedan dieciséis días
hasta la noche del estreno.
—Equipo, aún les quedan sesenta minutos. También necesitamos
algunos actores voluntarios para quedarse una hora extra para ayudar
a terminar la construcción del set —agregó el Sr. Rivera—. A menos
que la Srta. Holt tenga algo más que añadir, pueden irse.
—Yo me quedo —dijo Bridget.
—Yo también —siguió Nate.
—Cualquier cosa por usted, Sr. Rivera —añadió Rachel desde un lado.
Atrapé a Bridget mirando a Rachel y tuve que reír. La paciencia con su
suplente estaba yéndose poco a poco. Desde que la lista de reparto
subió hace cuatro semanas, Rachel había estado incansablemente
memorizando las líneas y bloqueando el escenario en caso de que
Bridget accidentalmente se cayera, muriese y necesitaran un
reemplazo inmediato.
Y mi paciencia con la Srta. Holt era igualmente comparable. Como la
Srta. Rubia y alegre había recordado bruscamente a toda la sala, la
construcción de vestuario se movía mucho más lento de lo previsto. Yo
tenía un equipo de cinco estudiantes y sólo dos tenían algún tipo de
experiencia con la costura. La presión iba en aumento con el lunes
como fecha para reunirse.
—Srta. Wright —dijo Rivera a Bridget—. ¿Tiene usted alguna
experiencia en vestuario?
—Sí, señor —respondió ella—. Trabajé en los disfraces para las
producciones de mi primer año.
—Voy a tomar sus servicios voluntarios, pero la pondré con Steph.
Averigüe cómo puede ayudar y póngase a trabajar.
Los pocos actores que se ofrecieron a quedarse ayudaron al Sr. Rivera,
a la Srta. Holt y al equipo original de construcción. Bridget se unió a mí,
sentándose en una mesa en la parte trasera del auditorio. Había tres
grandes máquinas de coser puestas y sólo un ayudante apoyando,
mientras que el resto estaba sentado charlando y jugando con sus
teléfonos.
—¿Qué necesitas que haga? —preguntó Bridget.
—En este momento... no hay mucho que alguien más puede hacer.
—¿Te importa si me quedo a charlar? Yo realmente no quiero ayudar
con el escenario de todos modos.
—Claro —le dije, todavía cosiendo.
—¿Has encontrado un vestido para el baile de bienvenida?
—No —le dije—. ¿Quién tiene tiempo para pensar en un baile cuando
su culo está al máximo?
—¿Cuántos te faltan?
—Seis.
—¿Eso es mucho?
—Déjame ponerlo de esta manera —empecé—. Si no tuviera un
informe de inglés para mañana y un examen de Física el viernes,
estaría bien. Pero ni siquiera he empezado una hoja de la clase del Sr.
Rivera y olvídate de estudiar.
—Por lo menos tienes el fin de semana.
—Sí, por lo menos —suspiré—. Así que, ¿cuáles son sus planes para el
baile?
—Nate y yo nos vamos a saltar el partido de fútbol y sólo iremos al
baile.
Bridget y Nate tenían una tradición de muchos años, durante los
últimos ocho bailes, escuela secundaria incluida, de asistir a todos y
cada uno juntos.
—¿Puedo hacerte una pregunta?
—Tal vez —bromeó.
—¿Cuándo vas a contárselo?
—No lo sé. —Se encogió de hombros—. Es posible que nunca...
Bridget y yo nos sentamos charlando, riendo y hablando durante la
siguiente hora. Cuando llegó el momento de terminar la noche, la Srta.
Holt bajó del escenario luciendo su mejor actitud.
—Es hora de empacar, señores —dijo ella, con un teléfono en la
oreja—. No, mamá, ya te dije que no puedo —decía en el teléfono.
Mientras se alejaba, oí claramente que decía:
—Porque Alex me lleva a cenar.
Sin decir una palabra, me puse a ordenar el material sin usar y colgar
los trajes terminados del bastidor giratorio. Cerré los ojos, conteniendo
las lágrimas. Karen no es un objeto de mi afecto, me acordé de lo que
dijo. Y sin embargo, allí estaba ella... preparándose para ir a cenar con
él.
Un gran vacío se instaló en la boca de mi estómago, pero no podía
entender por qué.
—¿Estás bien? —preguntó Bridget.
—Sí.
—Me pregunto quién es Alex —dijo Bridget, ayudando a colgar los
trajes—. Supongo que ella superó su obsesión con el Sr. Rivera.
—Alex es el señor Rivera —le espeté.
—De ninguna manera —dijo—. ¿Está segura? —Cuando no respondí,
ella me tocó el hombro con entusiasmo—. Tal vez están finalmente
saliendo. Nate ha estado sobre ellos desde segundo año.
—Cállate, Bridge —dije y de inmediato me arrepentí—. Lo siento... no
quise decirlo... Lo siento.
Ella me miró con preocupación, poniendo su brazo alrededor de mí y
acercándome.
—¿Qué te pasa hoy?
—Dolor de cabeza —le dije, limpiándome discretamente una lágrima—
. Estoy estresada... siento haberte contestado.
—Lo que sea —dijo con indiferencia.
—Oh —le dije, más que dispuesta a cambiar de tema—. Pedí algo para
ti. —Saqué un tubo de cartón largo por debajo de la mesa y se lo di—.
Mantenlo cerrado hasta que llegues a casa.
—¿Qué es?
—Una sorpresa.
Giró el tubo en su mano varias veces, tratando de averiguar lo que
había dentro. De repente, su rostro se iluminó y ella saltó dos metros
en el aire.
—Oh, Dios mío —dijo—. ¿Es....= ¿De verdad? —Yo llevaba una sonrisa
a medias y asentí. Ella gritó y me abrazó de nuevo, casi rompiéndome
el cuello bajo su férreo control—. Te amo, Steph. ¡Te quiero, te quiero,
te quiero!
—Sí, sí, sí.
—Justo encima de mi cama.
—¿Eh?
—Estoy colgando al Sr. Rivera justo sobre…
—Mantenlo abajo o tomo el cartel de vuelta —le advertí—. Ahora, voy
a llevar estos trajes al salón de teatro. ¿Puedes empacar las últimas
máquinas, por favor?
—¡Sí, señora!
Giré el bastidor por el pasillo y al final de la clase a la izquierda. Una
vez en la habitación, abrí el armario de vestuario y deslicé de la ropa
dentro. Cerré la puerta y fui rápidamente a la sala para encontrar una
Bridget angustiada tonteando en la máquina de coser.
—No es tan difícil, de acuerdo, cariño. Debiste decirme que no sabías
cómo cerrarla. —Tomé una y solté la tapa de la máquina—. ¿Ves? Fácil,
pan comido.
Una lágrima corrió por su mejilla mientras ella se apartaba de la mesa.
—Nate le pidió a Rachel ir al baile.
—¿Qué? ¿Cuándo?
—¡Mientras no estabas! El Sr. Rivera preguntó a todos si tenían
grandes planes para el baile y Rachel casi gritó de alegría cuando dijo
que iba a ir con Nate.
—¿Le preguntaste al respecto? Tal vez sólo estaba tratando de
provocarte…
—Yo no pude. —Ella enjugó una lágrima—. Ya se ha ido.
—Bridge —le dije, abrazándola—. No dejes que esto te moleste hasta
que realmente sepas lo que está pasando. Habla con Nate. Estoy segura
de que hay una explicación…
—Él estaba enamorado de ella desde el sexto grado, Steph —dijo,
todavía secándose las lágrimas—. Esa es toda la explicación que
necesito.
—Oh, Bridge... —Abracé a mi mejor amiga y dejé que llorara en mi
hombro durante unos pocos minutos—. ¿Quieres venir esta noche?
Podemos hacer un poco de palomitas, ver una película. Olvídate de los
niños y la escuela; durante la noche…
—Pensé que tenías que escribir tu trabajo para inglés…
—Mierda —dije, recordando de pronto mi increíblemente larga lista de
cosas por hacer—. Sí, creo. Pero ¿sabes qué? No te preocupes. Me
levanto temprano mañana por la mañana. No es gran cosa.
—¿Estás segura?
—Positivo.
Jueves, 13 de octubre
La alarma sonó a las cuatro de la mañana. Abrí los ojos y miré el reloj,
odiándome por posponerlo. Me levanté de la cama, fui al baño y tomé
una ducha rápida para ayudar a despertarme. De vuelta en mi
habitación, me senté frente a la computadora y me puse a trabajar. Mis
pensamientos estaban corriendo salvajes, inconsistentes y apenas
lógicos. Después de llegar al requisito de cinco páginas, miré el reloj y
me di cuenta que ya llegaba cinco minutos tarde a la clase del Sr. Rivera
de las 7:20.
Imprimí el ensayo, me colgué la bolsa, me metí en un par de zapatos y
salí corriendo a la escuela lo antes posible. En el momento en que
llegué a la clase, el Sr. Rivera estaba en sus quince minutos de lectura.
Sin querer interrumpir, me deslicé por la pared opuesta y esperé en el
pasillo hasta las 8:05. Sonó el timbre y la puerta se abrió. Los
estudiantes salieron y se fueron por caminos separados por cada
pasillo. Nate se fue con Rachel e ignoró mi saludo.
Bridget los siguió de cerca, sin notarme.
—Bridge. —Agarré su muñeca—. ¿Puedo hablar contigo un momento?
—No. Tengo un examen de francés que hacer.... —Obviamente su
humor no había mejorado mucho desde la noche anterior. Le di un
apretón rápido.
—Lo harás bien. Me pondré al día contigo en el almuerzo.
—Seguro —dijo ella, alejándose.
Entré en el aula del Sr. Rivera y golpeé ligeramente la puerta abierta. Él
levantó la vista de su escritorio y levantó la ceja.
—Srta. Ghijk —dijo—. ¿Alguien llenó su casa de papel higiénico ayer
por la noche?
—No, señor —le dije, ignorando su sonrisa juguetona—. Lo siento, no
llegué a clase a tiempo…
—Le sucede al mejor de nosotros —dijo, echándose hacia atrás en su
silla—. ¿Qué está pasando?
—Me preguntaba si todavía podía entregar la tarea.... Sé que es tarde y
lo siento mucho…
—No es un problema —dijo—. Pero habrá una deducción de diez
puntos en tu calificación. —Le entregué al papel y me giré para salir—.
Steph —dijo, poniéndose de pie—. Lo siento. Por mucho que me
gustaría ayudarte, no puedo mostrar favoritismo.
—Sr. Rivera —le dije, mirando hacia atrás—. No espero un trato
preferencial. Esperé hasta esta mañana para hacerlo, así que... me
atengo a las consecuencias.
—¿Es por eso que llegaste tarde? ¿Estabas trabajando en el ensayo?
—Sí.
—¿Está todo bien... en casa? ¿Con Caroline?
—Sí. —Apreté los labios. Yo no quería ser breve, pero mis nervios
estaban de punta. Y la verdad, todavía estaba enojada por la llamada
telefónica que había escuchado la noche anterior.
—Entonces, voy a preguntar otra vez —dijo—. ¿Qué está pasando?
—Escuche, he estado despierta desde las cuatro. Estoy cansada, de mal
humor y, francamente, no estoy de humor para tener esta
conversación. Ahora, si no le importa, me tengo que ir a clase. No me
puedo permitir dos retrasos en un día.
Giré sobre mis talones y me dirigí a la puerta.
—Una última cosa, Srta. Ghijk —dijo el Sr. Rivera mientras cruzaba el
umbral.
—¿Qué? —le pregunté, regresando para mirarlo de nuevo.
Él escribió algo en un pedazo de papel y me lo pasó, una nota,
disculpando mi tardanza al segundo período.
—Esto te dará tiempo —dijo, sonriendo—. Corre a casa y ponte
zapatos a juego, muchacha. La secundaria es un lugar terrible para
tomar decisiones equivocadas.
Miré a mis pies y cerré los ojos.
Mierda.
Traducido por MaryJane♥
Corregido por bibliotecaria70
Miércoles, 19 de octubre
El comedor estaba iluminado cuando mamá, Calvin, Bridget y yo nos
sentamos alrededor de la mesa comiendo la famosa tarta de manzana
de Calvin. No necesité ningún recordatorio acerca de la primera vez
que probé el postre, pero no podía rechazar la oferta cuando él
preguntó. Honestamente, nunca probé nada tan delicioso en mi vida.
Todavía estaba enojada por la relación de mamá, pero lo estaba
tomando con calma. Como el Sr. Rivera prometió, su hermano era un
gran tipo. Y aunque todavía pensaba que la relación iba demasiado
rápido, había algunas ventajas. Por lo menos, tener a Calvin significaba
que en realidad podría empezar a comer algo más que basura
procesada y congelada.
—Apestan —dijo Bridget con la boca llena—. Cada vestido de la tienda
era feo, vulgar, de fulana o demasiado caro.
—¿Y ahora qué? —intervino Calvin, fingiendo estar interesado en su
búsqueda del vestido perfecto.
—¿Quién sabe? El baile es sólo en dos días...
—¿Qué tipo de vestido quieres? —pregunté. Había terminado el
vestuario final para Romeo y Julieta el domingo, sólo en el último
momento y mientras disfrutaba de un breve descanso, me encantaría la
oportunidad de diseñar algo para Bridget—. Probablemente podría
hacer algo si te interesa.
—¿En serio? —preguntó Bridget—. ¿No estás ocupada?
—Lo estoy —admití—. Pero... vamos, B, eres tú.
—¡Genial! —dijo ella—. ¡Porque hay un diseño en tu portafolio que me
encantaría probar!
—Vamos a echar un vistazo.
Subimos a mi habitación, cerrando la puerta detrás de nosotras. Y cada
vez que entraba allí, no podía dejar de encantarme un poco
más. Quiero decir, paredes de color púrpura y un póster de Alejandro
Rivera eran inmejorables, ¿verdad?
Sí. Bien. En realidad había hecho uno por mí misma. Después de la
video-llamada con Bridget, no había manera de deshacerme de él. Y el
panorama no era tan malo. Para ayudar a llevar a cabo la pequeña
mentira que le había dicho esa noche, el señor Rivera me dejó echarle
una rápida y supuestamente inocente foto de él con mi teléfono antes
de salir en la noche del compromiso. Y... bueno, sí. Tener el póster en
mi pared se sentía infantil, pero daba un poco de consuelo, no
obstante. Y dado que mamá nunca se molestaba en venir, era una
cosa menos para explicar.
—Así que... ¿Calvin no te recuerda a alguien? —preguntó Bridget,
arrojándose sobre la cama y tirando de mi cartera.
—Como... ¿quién?
¡Ja! Como si no supiera las próximas dos palabras que iban a salir de su
boca…
—El Sr. Rivera.
—Supongo. —Me encogí de hombros—. No lo había notado.
—¿Qué? —preguntó—. ¿No ves el parecido? La piel, el pelo, los ojos, la
cara. ¡Diablos, incluso sus sonrisas! Podrían ser hermanos, Steph.
Me encogí de hombros otra vez.
—Supongo.
Odiaba no decirle la verdad, pero a Bridget le encantaba hablar y
siempre he sido cuidadosa con su capacidad para mantener las cosas
en secreto. Aun así, sin embargo, no necesitaba ningún recordatorio de
lo mucho que Calvin se parecía a su hermano más joven y sexy. De
hecho, había tenido problemas para mantenerme en la misma
habitación con Calvin la mayoría de los días... el parecido era
demasiado insoportable.
—Calvin es chef, ¿verdad? —preguntó Bridget.
—Sí.
—Es una pena.
—¿Por qué es malo? —pregunté. Personalmente, estaba muy
emocionada con la idea de algunas comidas cocinadas en casa en mi
futuro.
—No está mal —dijo—. Sólo recuerdo que el señor Rivera hablaba de
su hermano una vez... pero estoy bastante segura de que había un
hermano menor que era policía, no un hermano mayor que era chef.
—Tienes bastante memoria, Bridge —dije, asombrada de que supiera
tanto acerca de nuestro profesor de inglés. Porque, según mi madre,
Calvin tiene un hermano en las fuerzas armadas. Lo que significaba que
Bridget no andaba muy lejos. Pero, obviamente, todavía tenía algunas
cosas que aprender... y mientras menos supiera, mejor.
—Futuro padre de mis hijos —Me recordó—. ¡Aquí está! ¡Este es el
vestido!
Me pasó el portafolio.
—Ah, sí. ¿Especificaciones de color?
—Negro, igual que la imagen.
—Entonces, estoy a punto de hacerte una chica muy feliz —dije—.
Diseñé este el año pasado para el baile de graduación en el instituto
Carrollton, no, Wesley, espera, sí, Instituto Carrollton. Nunca llegué a
usarlo, así que…. —Me dirigí a mi armario y saqué el vestido de la parte
trasera—. Es todo tuyo.
—¿Ya está hecho?
—Y completamente nuevo.
Me lo arrebató de las manos y lo acercó a su cuerpo, examinándose en
el espejo de cuerpo entero.
—Nathaniel Bryan lamentará el día que invitó a Rachel Canter al baile
en vez de a su mejor amiga —dijo. Admiró el vestido unos pocos
minutos más—. ¡Dios! Te quiero, Steph! Me encanta, me encanta, te
quiero.
—Sí. —Sonreí—. Lo mencionaste una o dos veces.
Viernes, 21 de octubre
Bridget y yo nos preparamos para el infame baile de
bienvenida. Siguió recordándome que la práctica hace la
perfección: no puedes apresurar a la belleza.
—¡Oh, Dios mío! —dijo Bridget mientras daba la vuelta en el espejo—.
¿Alguna vez has visto algo tan hermoso en toda tu vida?
—¿Te amas tanto a ti misma? —Bromeé.
—No puedo agradecértelo lo suficiente, Steph.
Bridget estaba trabajando horas extras para reconstruir su
confianza. Su autoestima había recibido un golpe muy duro después de
que Nate invitara a Rachel al baile. Lo más triste de todo esto es que él
nunca le dijo que había cambiado sus planes. Sólo dejó de hablar con
ella. Peor aún, había dejado de hablarme. Yo aún no había descubierto
la razón por la que estaba siendo desterrada de su círculo íntimo. Esta
no era mi lucha, pero de alguna manera quedé atrapada en el medio.
—Voy a vestirme ahora.
Saqué una bolsa de ropa del armario y la llevé por el pasillo hasta el
cuarto de baño. Abrí la cremallera del plástico y me quedé mirando el
vestido sin tirantes, azul cielo, elegante y largo. Lo mejor de todo,
estaba listo para ser usado por primera vez. Me deslicé en el vestido de
diseño propio y la cremallera a un lado.
Miré mi reflejo en el espejo. Rizos oscuros caían por mis hombros y mis
ojos marrones brillaban, sin las gafas habituales. Apenas reconocí a la
persona mirándome. Abcdef Ghijk era una empollona, moño
desordenado, gafas de cerebrito. Mientras me miraba, me di cuenta de
que no estaba viendo a Steph en absoluto. El reflejo era una nena Levin,
mi nombre de nacimiento... con la apariencia y el comportamiento que
mi madre había trabajado tan duro para fabricar en los últimos años.
Salí del baño hacia el pasillo de mi habitación. La boca de Bridget cayó
cuando entré, girando una vez para mostrar el vestido.
—Caray —dijo ella—. ¿Supongo que estás lista, entonces?
—Sí, señora.
Juntas caminamos por el pasillo y por las escaleras, mirando a mamá y
Calvin manipular sus cámaras.
—No te muevas, nena —dijo mamá—. Espera un minuto. Deja de
moverte. Quiero una foto tuya en la escalera…
—¡Date prisa! Ya estamos llegando tarde…
—Sólo quédate quieta…
—¡Sonríe! —intervino Calvin, tomando un foto de nosotras de pie en el
cuarto escalón.
—Una más y nos largamos, señorita G —dijo Bridget—. Quiero ser la
primera en preguntarle al Sr. Riv…
—Adiós chicos —interrumpí a Bridget, agarrando su mano y tirando
de ella hacia la puerta.
Momentos después estábamos en la cola fuera del gimnasio. Diez
minutos pasaron antes de que el grupo se trasladara hacia adelante. En
materia de tiempo nos quedamos esperando, recibimos casi veinte
cumplidos por nuestros vestidos, aumentando mi confianza a un nivel
superior. Tal vez en realidad tendría suerte de entrar en el programa
de verano con Adriana Holbrook. Es evidente que el Sr. Rivera creía en
mí.... Sólo el tiempo lo diría.
Un acompañante en la puerta tomó nuestros billetes, mientras
entrabamos en el gimnasio decorado. Un fotógrafo profesional se
estableció en la esquina, dispuesto a tomar un montón de dinero a
cambio de un pegajoso recuerdo. Bridget y yo zigzagueamos por las
mesas alineadas en la parte exterior de la pista de baile hasta que
encontramos un lugar que satisfacía nuestras necesidades... lo
suficientemente cerca del baile sin estar demasiado lejos de las puertas
de los baños. Como afirmó Bridget, el acceso al baño era
imprescindible. Nunca se sabe cuándo una emergencia de la moda
puede atacar.
—Ugh —dijo Bridget mientras ponía sus ojos sobre una mesa en el
lado opuesto de la habitación—. Nate y Rachel ya están aquí. Y ¡aggg!
¿Qué lleva puesto? Steph, mírala. ¿No es ese vestido horrible?
—Terrible —dije, en desacuerdo en silencio. Rachel se veía
espectacular en un vestido de princesa color rosa.
—Voy a decir hola.
—Eh, eh, Bridge. —La retuve—. ¿Estás segura de que es una buena
idea?
—¡Por supuesto! Tengo que ser una persona grande, Steph. No puedo
dejar que Rachel Canter tenga la sartén por el mango. —Salió de mi
agarre y empezó a alejarse—. Si no vuelvo en cinco minutos, envía un
acompañante.
—¡Bridge! —Ella desapareció en la pista de baile. La música y el baile
comenzaron sin previo aviso.
Las luces estaban bajas y la habitación era ruidosa. Había estado en el
baile durante dos minutos y ya estaba ideando un plan de escape. Con
mi voluntad de huir tanto últimamente, era difícil no preguntarme si
tuviera más de mi madre en mí de lo que jamás querría admitir.
—¿Sola esta noche? —preguntó el señor Rivera mientras se quedaba
junto a la mesa. Llevaba pantalones negros y una camisa abotonada
con un lazo que emparejaba perfectamente con mi vestido azul.
—Llevar a la chica nueva siempre es un juego…
—Un dato interesante —dijo, avanzando un poco más cerca—. ¿Sabes
que los profesores pueden participar?
—¿En qué?
—Baile.
—Ah, ¿sí? —pregunté.
Él asintió.
—La cosa es... no se nos permite precisamente pedir un baile. Pero
sería muy descortés rechazar a un estudiante que propuso la idea.
—Entonces —dije, echando una mirada de soslayo—. ¿Me estás
pidiendo que te invite a bailar, Alex?
—¿Yo? —Sonrió—. No. Me pueden despedir si hiciera algo así. —
Compartimos una mirada persistente antes de que rápidamente negara
con la cabeza—. ¿Acabas de llamarme…?
—Oh, bueno, es una pena que no estuvieras preguntando —dije,
levantándome. Lo miré de pies a cabeza y dejé escapar un silbido—. Sí,
la verdad. Es una pena; porque me hubiera gustado haber dado un giro
contigo. —Le di un guiño rápido y desaparecí entre la multitud, aun
sintiendo que sus ojos me observaban mientras me movía más y más
en la pista. Alejarme de él fue la cosa más difícil que había hecho. Pero
sólo coqueteaba con él. Igual que... gran coqueteo. Y si alguien más se
hubiese dado cuenta, sobre todo otro maestro, no podía imaginar las
consecuencias.
Encontré a Nate sentado sólo en una mesa en la esquina trasera, con
una botella de agua en la mano. Me senté junto a él y lo miré con
desaprobación.
—¿Qué?
—Oh, nada —dije—. Acabo de averiguar cómo una persona puede
pasar de ser el mejor amigo de un día a odiarte al siguiente.
—No te odio —dijo, tomando un trago de agua.
—No estaba hablando de mí.
—Oh, ella —dijo, girando su rostro.
—¿En serio, Nate? ¿Qué es lo que te pasa?
—Ella vino aquí y me dijo que tenía que prestarle a Rachel. Dijo: un
minuto, te lo prometo. Bueno, han pasado cinco y no hay rastro de
ellas en ningún lugar.
—Estoy segura de que sólo fueron al baño por una charla de chicas —
dije, pero de repente sentí la necesidad de salir corriendo a
asegurarme de que Bridget no hubiese asesinado a la cita de Nate—.
Iré a comprobar y te enviaré a Rachel.
—Gracias —dijo—. Te ves... genial, Steph.
Sonreí.
—Gracias, Nathaniel. Tú también.
Giré sobre mis talones y corrí al baño tan pronto como me fue posible.
Los gritos se hicieron eco en el pasillo. Una multitud de jóvenes se
habían reunido alrededor de las puertas para ver a Bridget y Rachel
luchando en el suelo. Nadie trató de detener la pelea, sólo alentaban la
pelea con silbidos y aplausos.
—¡Que alguien traiga un profesor! —grité. Luché contra la multitud
para llegar a las dos chicas ensangrentadas en el centro de la
habitación—. Bridget! ¡Alto! ¡No vale la pena!
Con eso, Bridget, que estaba sentada encima de su oponente, ladeó su
puño hacia atrás y golpeó a Rachel en la mandíbula.
Las separé, pataleando y gritando. Rachel se abalanzaba a Bridget de
nuevo cuando otra chica intervino para retenerla.
La señorita Holt atravesó el grupo de espectadores. La mayoría de los
estudiantes saliendo a su llegada.
—Tú, tú y tú. Suspendidas —gritó.
El Sr. Rivera rodeó la esquina y se detuvo junto a su compañera de
trabajo.
—¿Alguien dijo que había una pelea?
Su mirada se posó en nosotras tres y dejó caer los hombros.
—Chicas…. —Como la señorita Holt, él debería haber estado
enojado. Pero vi más decepción en sus ojos cuando me miró
fijamente—. ¿Qué pasó?
La señorita Holt me señaló.
—¿Por qué no le preguntas a la señorita Ghijk?
—¿Yo? Sólo estaba tratando de…
—Ahórreselo —dijo ella, levantando su mano—. Estuvo involucrada en
una pelea en la escuela. Tendrás suerte si te dan menos que una
suspensión de cinco días. Y ustedes tres se pueden olvidar de
presentarse en la producción de otoño…
—¡No! —dijo Bridget—. ¡No puede hacer eso!
—Lo hice —dijo con un sentido definido de finalidad en su voz—. El
programa se cancela.
El Sr. Rivera negó con la cabeza.
—Cállate, Karen — le dijo a la señorita Holt. Ella lo miró con
asombro. Él cambió su atención de nuevo a nosotras—. Está bien,
señoras. Hablemos de esto.
—Sr. R… —Se quejó Rachel—. Vine a retocar a mi lápiz labial y Bridget
se me abalanzó…
—Per…
—Cuide su boca, señorita Wright —dijo el señor Rivera, alzando la
voz—. Ya está en agua caliente.
La sala se quedó en silencio.
—Vamos a tener que llamar a cada uno de sus padres y las
acompañarán a casa.
—Puedo sólo caminar…
—Lo siento, señorita Ghijk —interrumpió—. Alguien también tendrá
que hablar con Caroline.
El rostro de Bridget se arrugó y la señorita Holt se animó,
probablemente preguntándose cómo el Sr. Rivera conocía a mi madre
por su nombre. Él continuó:
—Informe a la oficina la mañana del lunes para discutir las
consecuencias de sus acciones. A pesar del error de la señorita Holt, el
castigo no descansa en nuestras manos.
Me quedé mirando el suelo. Mis experiencias en el instituto Webster
Grove se estaban acumulando a ser poco menos que memorables. En
primer lugar, consigo toda una vida de trabajo en la producción de
otoño. En segundo lugar, acepté una cita a ciegas, o algo por el estilo,
con el profesor más caliente del planeta. Y ahora, en el baile de
bienvenida, estoy siendo expulsada y frente a la suspensión de... bueno,
nada dentro de mi control.
Maravilloso.
Traducido por rihano
Corregido por Vericity
Viernes, 28 de octubre
—Bienvenida de nuevo, Srta. Ghijk —dijo el Sr. Rivera mientras yo
entraba en clase, el viernes siguiente.
Bridget, Rachel y yo habíamos recibido una suspensión de cuatro días
por la pelea en el baño en el baile de bienvenida. El tiempo libre fue
miserable y aburrido… y mamá aún no me había perdonado por
“seguir a la burda multitud”.
Sería afortunada si ella alguna vez dejaba a Bridget poner un pie en
nuestra casa de nuevo. Tristemente, no había visto o hablado con mi
mejor amiga desde que sus padres la recogieron del baile.
La clase estaba vacía, a excepción de nosotros dos, e hice un gesto de
asentimiento en reconocimiento mientras tomaba asiento. Sostuve mi
cabeza en una mano y golpeé un lápiz sobre un libro con la otra,
deseando que alguien más entrara pronto y aliviara la incomodidad.
—Ha sido extraño sin ti por aquí. —Finalmente él rompió el silencio,
caminando e inclinándose sobre el escritorio en frente de mí, como
había hecho en mi primer día de escuela.
—Mmm-hmm. —Pretendí ignorarlo.
—¿Vas a estar molesta el resto del año?
—Podrías haber tratado más de ayudarme —dije, encontrando
finalmente su mirada—. Sabes que no tenía nada que ver con esa pelea
y sólo te quedaste ahí y me regañaste…
—Tú dijiste que no querías trato preferencial, Steph…
—En las tareas —solté—. Pero lo que pasó en el baile… eso no fue
justo.
—Algunas veces la vida no es…
—No necesito tus palabras de sabiduría, Alex —dije, aguantando mi
frustración—. Sé mejor que nadie lo injusta que es la vida. He estado
saltando alrededor del país durante los pasados quince años; he tenido
muy pocos amigos, una jodida perdedora por madre y ahora estoy
lidiando con todos estos sentimientos… —Me detuve y tomé una
respiración profunda—. Olvídalo. La vida apesta. Lo sé. Ahórrame el
sermón.
Él miró al suelo.
—Steph, lo siento si he hecho las cosas difíciles para ti. Nunca quise…
—¿Qué pasó con la producción? —dije, esperando cambiar la dirección
de la conversación—. ¿Encontraste un reemplazo para Julieta?
—El elenco realmente se unió y trabajó muy duro estos días pasados.
El regreso de Bridget esta noche al escenario será bienvenido con los
brazos abiertos.
—¿Bridget aún está en el programa? ¿Cómo? No ha ensayado desde la
semana pasada. Esta noche es el estreno…
—Encontramos una manera para evitar las reglas, Steph. Arreglé
ensayos privados del elenco fuera de la escuela.
Asentí.
—Eso fue agradable…
—Alguna gente, como tú, puso literalmente sangre, sudor y lágrimas en
esta producción. Yo no iba a lanzarla a la basura tan rápidamente como
la señorita Holt lo hizo.
Yo quería estar molesta, pero él lo hacía casi imposible. Lo que había
hecho por Bridget… por todos nosotros… era admirable.
—¿Telón a las seis, entonces?
—Sí señora —dijo, sonriendo—. ¿Vamos a estar bien? ¿No más peleas?
—Sí.
—¿Amigos? —preguntó, inclinándose para encontrar mi mirada.
—Amigos.
Viernes, 28 de octubre 5:55 pm
—¡No, no, no! —le grité a Nate—. ¡Traje equivocado! ¿Cómo están
estropeando esto la noche del estreno? ¿No ha estado alguien aquí para
vigilar el protocolo correcto? ¡Dios! ¡Sin ofender, pero en verdad odio a
los actores! ¡No van consiguiendo mi aprobación sólo porque estén en
el escenario!
—Respira profundo, Steph. —Bridget me abrazó desde atrás.
—Oh, tú —dije con los ojos muy abiertos, reconociendo el tono
demoníaco en mi voz. Me giré y apunté un dedo a su cara—. Tú eres la
razón de que estemos en este desastre para comenzar. ¡Nadie tiene una
maldita idea de qué pasa con los trajes, porque yo he estado sentada en
mi trasero cada noche de la última semana porque tú no pudiste
mantener tu temperamento a raya!
—Steph —dijo Nate, interviniendo—. Escucha, cariño. Te amamos,
pero no estamos exentos de matarte. Relájate un poco.
—¿Alguien puede conseguirle un vaso con agua a Steph? —gritó
Bridget.
—Tranquilos, muchachos —dije, tratando de bajar mi presión
arterial—. Las voces se transmiten hasta la audiencia. Vamos a ser
profesionales aquí…
—Tú eres una de las que hablaba —masculló Nate.
—Actores al escenario, telón en cinco minutos —dijo el director de
escena en el vestuario.
El elenco comenzó a cambiarse. Con un buena suerte abracé a Nate y a
Bridget, tomé una respiración y solté mi cabello. El cuarto estaba vacío
finalmente. Me senté y apoyé mi cabeza en mis manos.
—Cálmate, Steph —me dije a mí misma—. Sólo tres actuaciones y todo
esto quedará detrás de ti.
La mayoría de la noche estuvo desdibujada. Vagamente recuerdo
varias botellas de agua y recuerdo claramente los cientos de viajes al
baño. Mantenerme hidratada era mi plan para la motivación. Nadie
podía ponerse demasiado perezoso cuando tenían que mantenerse
corriendo hacia el baño. Los actores entraron y salieron del vestuario
toda la noche, cambiando los trajes, acomodando el cabello y
retocando el maquillaje. Los momentos de silencio iban y venían;
estaba agradecida por cualquier momento de paz que conseguía.
Finalmente la presentación terminó. La llamada a escena se acabó. Los
actores habían hecho sus reverencias, la audiencia había aplaudido a
rabiar y la multitud estaba comenzando a dispersarse en la noche. Una
hora más tarde, la ropa estaba dispersa por la habitación, apoyada en
sillas, apilada en el suelo y una incluso echa un ovillo en la esquina.
Puse a mi equipo a trabajar, para comenzar a recoger y colgar los
trajes, tomando nota de cualquier pieza que podría haber sido
estropeada, rasgada o dañada. Gracias a Dios, ningún daño fue
encontrado, lo que quería decir que yo estaba exenta del problema de
llegar temprano para el programa de mañana para hacer arreglos.
El equipo terminó sus obligaciones y dijo buenas noches, dejándome
sola para cerrar el vestidor. Saqué las llaves del gancho y me moví
hacia la puerta mientras la abría. El Sr. Rivera estaba de pie, sonriendo
por un momento antes de morder su labio.
—¿Nervioso? —pregunté.
—¿Por qué?
Toqué mi propio labio.
—Me he dado cuenta que tú sólo haces eso cuando…
—Steph —dijo, entrando en la habitación y cerrando la puerta detrás
de él—. ¿Podemos hablar?
—Um… seguro, ¿qué pasa?
—Quería preguntarte algo.
—¿Sí?
—No te rías —dijo—, pero de verdad tengo curiosidad por saber… ¿si
tú crees en el destino?
—Yo… ah… bueno, no sé… creo… tal vez…
—Yo sí —dijo, asintiendo. Tomé una respiración profunda, insegura de
adonde se estaba encaminando esta conversación—. Durante el
verano, la Sra. Basting se cayó de una escalera y se rompió las piernas,
dejándome para manejar la producción. Luego, de todos los lugares
para que te aparecieras, aterrizas en mi clase donde conoces a Bridget.
No es un secreto que ella es la razón de que tú te presentaras a las
audiciones. Y luego tú, chica, y tu increíble talento, terminan diseñando
los mejores trajes que la Secundaria Webster Grove haya visto. Y
escuela aparte, tengo el honor de pasar una tarde contigo, aprendiendo
de tu más grande sueño y por qué has sido inspirada para diseñar. Y
sumando todo esto… es el destino. Estoy seguro. Estábamos destinados
a conocernos…
—Oh, chico —dije, frotando mis palmas sudadas en mis vaqueros—. Sr.
Rivera, no estoy segura…
—¿Puedes concederme unos minutos extras antes de irte esta noche?
Atrapé un pequeño vislumbre de esperanza en su mirada y asentí.
—Claro.
—Bien —dijo, retrocediendo y abriendo la puerta. Asomó su cabeza al
el pasillo y masculló algo a alguien que yo no podía ver. Abrió la puerta
y una hermosa mujer hispana entró en el cuarto. Sus ojos eran tan
oscuros como los del Sr. Rivera y plata natural iluminaba su cabello.
Una ligera sonrisa se extendía por sus labios e inclinó la cabeza.
—Abuela —dijo mi maestro, la excitación bailando en sus ojos—. Esta
es ella. Esta es Steph.
Oh, Dios. ¡Él me estaba presentando a su familia! Y tal vez yo estaba
loca… pero se parecía muchísimo a…
—Steph —continuó el Sr. Rivera, colocando suavemente su mano en la
parte baja de mi espalda e instándome a acercarme más a la mujer—,
me gustaría presentarte a mi abuela… la célebre diseñadora, Adriana
Rivera-Holbrook.
Está comenzando a parecerse mucho
a la Navidad en Webster Grove, pero
Steph, de diecisiete años, no está de
ánimos para celebrarlo. Cuando la
actitud del Sr. Rivera va de mal en
peor, Steph hace que su prioridad
número uno para ayudar a que el
aguafiestas de las Navidades reavive
su relación con el espíritu navideño.
Mientras tanto, el nuevo estudiante
del instituto Webster Grove, Isaac
Peyton, está levantando las cejas de
todas las niñas en la escuela y
manteniendo a Steph de puntillas
con sus motivos cuestionables. Con
cada segundo pasando, todo lo que
Steph quiere es transformar una
Navidad aparentemente azul en unas vacaciones que nunca olvidará...
Es una actriz de teatro a la que le encanta soñar y jugar, pasa sus días explorando la vida de los personajes, tanto reales como de ficción. Es la autora de la serie Webster Grove y de la serie “Just a Little”. Aparte de escribir, le gusta leer, hornear y las siestas (aunque rara vez tiene tiempo para hacer esto último).
Tracie obtuvo su AA en
Comunicación en 2011 (y
actualmente está trabajando para
conseguir su licenciatura en la
Universidad de Louisville). Vive en Dayton, Ohio con su alocado,
divertido y adorado hijo.
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