tecla misionera

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« LLEVAD EL CALOR A MUCHAS ALMAS QUE OS ESPERAN »

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«Debemos preocuparnos por el modo de acercarnos a ellas, de llevarles la palabra de verdad y de salvación. Muchos no oyen nunca hablar de Dios (…). ¿Quién debe llevarles a Dios sino nosotras, que hemos recibido tantas gracias del Señor y tenemos entre manos medios eficacísimos de apostolado?».

Las palabras del Reglamento de 1916 entraron profundamente en el corazón de M. Tecla: «El Señor os ha reunido para que os hagáis buenas y podáis hacer el bien».

Hacer el bien era su gran aspiración, de la que brotaba la intrepidez y el coraje que la llevaba a acoger todo medio de comunicación social: la prensa, el cine, los cortometrajes catequísticos, los discos, les revistas.

Había entendido claramente, desde el primer encuentro con el Teólogo Alberione, desde la primera experiencia de su apostolado, en Susa, la influencia que tiene la prensa sobre la mentalidad de la gente.

Lo confirma el periodista Luigi Chiesa: “Nunca he olvidado la colaboración inteligente y diligente que Teresa Merlo me daba para mejorar continuamente el diario ‘La Valsusa’. Ponía toda su inteligencia en el cuidado de la impresión, se dedicaba asiduamente a la corrección de las pruebas, a la elección de los mejores caracteres de prensa para los títulos… La tirada del periódico iba siempre en aumento. Y Teresa Merlo estaba radiante”.

Estaba sostenida por una idea-fuerza,

estaba literalmente “tomada” por la belleza, la necesidad

y la actualidad del apostolado. Decía: «El apostolado que el Señor

ha confiando a nuestra pequeña Congregación es muy hermoso

y muy amplio», es «un compromiso sagrado»

Siempre quería oír hablar a las propagandistas acerca de sus viajes misioneros; acompañaba con interés todas sus descripciones y sentía pena por tantas almas que todavía desconocían el Evangelio.

«Sacrificad vosotras la misa y la comunión,

¡pero, id! Aquellas pobres almas no tienen nunca a nadie que las visite, que les diga una

buena palabra, que les hable del Señor y les lleve el

Evangelio… Id por todas partes y estad tranquilas».

Cuando, en 1954, se trataba de comenzar el trabajo con los discos y filminas en Grottaferrata, se comprometió con todo el celo que la caracterizaba. Una vez la dije: «Primera Maestra, con estas filminas de proyección fija, ¿no es un volver atrás? Porque ahora ya tenemos el cine en 16 mm». «¡No, no! –respondió–. Al contrario, va muy bien esta forma, especialmente para las clases de catecismo, porque se puede detener la imagen y explicar mejor, hasta que todos hayan comprendido bien la lección.

Giuseppina Balestra

Recuerdo que en Barcelona y en Valencia se interesó vivamente por la propaganda. Quiso saber por las hermanas cómo hacían para ir de una parte a otra. Y cuando supo que viajaban siempre en tren, con horarios muy incómodos y se llevaban con ellas muchos paquetes de libros (cerca de un quintal –46 kg.– que ella misma intentó levantar), se dio cuenta de la fatiga que tenían que soportar las hermanas, y dijo: «Que alguna aprenda a conducir y comprad un coche, ¡a costa de cualquier sacrificio!». Y no se preocupó de que por entonces en España podía resultar chocante ver a una religiosa al volante de un automóvil. «Se puede hacer mayor bien –añadió– y no os arruináis la salud». Sr. Giuseppina Balestra

Una cosa tenía bien clara y exigía: la Sagrada Escritura y el

catecismo deben tener siempre la preferencia en las ediciones, en las librerías, en la difusión.

«Porque –decía– tenemos que dar las verdades esenciales para

la salvación con nuestro apostolado».

«No importa si no adquieren muchos libros, un folleto gratis

se lo podéis dar a todos, aunque no compren nada.

Y, si no saben leer, le dais aunque sea una estampa de la

Virgen: les hará bien».

Conforme el número de vocaciones iba creciendo, abría nuevos centros de luz y gozaba cuando se podía comenzar una nueva fundación, especialmente en los países pobres. Decía: «No importa si no adquieren muchos libros, un folleto gratis se lo podéis dar a todos, aunque no compren nada. Y, si no saben leer, le dais aunque sea una estampa de la Virgen: les hará bien».

Exigía que se pagase justamente a quienes trabajaban para nosotras. Recuerdo que no quería que se aprovechase y que se solicitase el trabajo a mitad de precio. En las compras no quería que se pidiese rebaja del precio, porque decía: «¡Pobrecitos! ¡Tienen que vivir también ellos! ¡No es justo!».

Recuerdo a una pobre viejecita que solía llevar para vender los huevos frescos que recogía en los barrios. Para nosotras era más práctico comprarlos en casa y para ella también, porque le comprábamos en abundancia. Pagábamos los huevos y punto. La Primera maestra en una de sus visitas, se dio cuenta y nos dijo: «¡Compradle todos los huevos que tiene! ¿Acaso vale la pena que dé tantas vueltas solo para vender los pocos que le quedan? Y al precio de los huevos añadid el gasto del viaje del transporte público. ¡Pobrecita! ¿Cómo puede conseguir lo necesario si lo poco que gana se lo gasta en el viaje? Debemos dar testimonio del Evangelio, ¡el amor al prójimo también con la justicia!».

Tuve que tratar a menudo con Maestra Tecla de los problemas de apostolado y puedo asegurar que nunca la encontré insegura o preocupada por intereses humanos. Lo que me preguntaba siempre, frente a cualquier propuesta o iniciativa, era: «¿Hará bien? Y el Primer Maestro Don Alberione, ¿lo quiere?, ¿está de acuerdo?». Si yo podía responder afirmativamente a estas preguntas ella no dudaba y decía: «Entonces, ¡que se haga! ¡Hay que hacer el bien con las ediciones! Hay que difundir los libros que más bien hacen. Hay que dar a conocer a Jesucristo». Sr. Assunta Bassi

Me quedé maravillada por la claridad y prontitud de adhesión frente a las peticiones siempre nuevas y siempre arriesgadas que exige el empeño de nuestra vocación en la Iglesia. Ella, tan simple y cautelosa, tomaba una actitud decidida, fuerte y valerosa, que me impresionaba profundamente

Era siempre sostenida por dos pilares: la fe, que la estimulaba a hacer el bien, y la fidelidad al carisma del Fundador. Precisamente por esta actitud suya nosotras, las Hijas de San Pablo, comenzamos no pocas obras: la colaboración en el apostolado de la radio, el compromiso con las ediciones y la difusión de los discos; la organización, la preparación y el desarrollo de las misiones Catequísticas y Bíblicas, de amplia difusión. (Sr. Assunta Bassi)

Recuerdo que, cuando el Fundador empezó a hablar con insistencia a las Hijas de San Pablo de la reorganización de la difusión y repetía incesantemente la necesidad de tomar contacto con las gentes para una difusión más amplia, a nivel nacional, surgió el problema de motorizar a las hermanas para que pudiesen llegar en menos tiempo, a un número mayor de localidades. Sor Tecla partió decididamente para realizar este proyecto. Trató ella misma con una fábrica de motocicletas, queriendo hacer fabricar expresamente motos Guzzi que diesen a las hermanas la posibilidad de viajar de dos en dos con su bagaje de libros. Era una novedad, un riesgo, pero esto no la preocupaba. Lo importante para ella era: «Motorizar a las hermanas para hacer el bien».

Noté que la Primera Maestra sufría mucho por los elogios y los agradecimientos que se hacían a las Hijas de San Pablo. Recuerdo que a un sacerdote que le daba gracias por la actividad apostólica que las hermanas habían llevado a cabo, Sor Tecla, con actitud humilde, le dijo: «Le pido de corazón, por favor, que no nos elogie ni nos dé las gracias, porque nosotras hacemos solamente nuestro deber». Pero gozaba y se iluminaba frente a la aprobación que sacerdotes y obispos demostraban por la misión de la congregación.

«Nosotras tenemos que usar todos los medios que llevan el mensaje de Cristo del modo más rápido, más eficaz y que lleguen al mayor número de personas». Cuando Don Alberione quiso que se produjese la película Mater Dei, M. Tecla se hizo la más activa colaboradora y animadora. No solo se alegró de que muchas Hijas de San Pablo tomasen parte en la producción y en la organización de las tomas, de la impresión y de la distribución, sino que se prestó hasta a trabajar personalmente Sr. Rosaria Visco

Su celo en el campo del apostolado cinematográfico la impulsó también a promover la producción de una serie de cortometrajes catequísticos: se produjeron hasta 50 y fueron doblados en varios idiomas. La empresa no era nada fácil; pero ella nunca perdió el ánimo y siempre nos alentaba. “Si el Primer Maestro lo quiere es señal de que esto es voluntad de Dios…”.

Hubo muchas dificultades financieras, pero nunca se dejó abatir ni desanimar. Más bien ponía toda su confianza en Dios y nos exhortaba también a nosotras a tener la misma confianza, “Porque –acostumbraba a decir– el Señor sabe que los medios de nuestro apostolado son costosos; pero si nosotras nos las ingeniamos para usarlos apostólicamente y viviendo nosotras el espíritu de pobreza, ciertamente Él, el Señor, no nos hará faltar su providencia”.

Cuando Don Alberione quiso que las hermanas comenzaran el apostolado de la redacción, que preparasen los textos del catecismo, que comenzasen a publicar la revista femenina “Così”, M. Tecla nunca dudó, nunca se dejó llevar por el desaliento. ¡Cuántas veces nosotras estábamos desanimadas y ella nos recordaba con firmeza y decisión que tuviésemos fe en Dios y en las gracias de la vocación! Si las cosas eran difíciles, arduas, completamente nuevas y humanamente superiores a las fuerzas y a la preparación, ella siempre decía: Tenemos que poner fe, pero… ¡una fe fuerte!

Nosotras, llamadas a un apostolado tan amplio que abraza a todo el mundo, debemos sentir la necesidad de ayudar a todos estos hermanos, que también son hijos de Dios, debemos hacerles el bien, contribuir a su salvación: con la oración y con el apostolado.

“Cuando se leen las estadísticas: tantos millones de hombres… se dice pronto. Pero verlos, aunque sea solo pasando por sus tierras como hemos hecho nosotros, ver en aquellas ciudades un hormigueo de gente, ¡qué impresión! (…). Es algo que impresiona realmente al corazón”

Debemos ‘sentir en nuestro corazón las necesidades de la humanidad, de la inmensa Asia, de la gran África, de las dos Américas, de la prometedora Oceanía, de la afligida Europa…’. Quisiera que todas las Hijas de San Pablo sintiesen este amor a las almas”.

“Todo el mundo es para nosotras campo de apostolado. Debemos amar a todos los hombres para hacer el bien a todos” Maestra Tecla expresa su solidaridad con las situaciones humanas de dolor: participa en los grandes dolores de la segunda guerra mundial, en los sufrimientos de los familiares de las hermanas, de las gentes golpeadas por calamidades naturales. Síntesis de esa sensibilidad es la constante exhortación: “Pidamos al Señor un corazón grande y que sienta las necesidades de todo el mundo”

“Seamos siempre generosas –exhortaba–, así el Señor nos mandará vocaciones, porque hay mucho que hacer en el mundo”.

Hablaba con sufrimiento de las infinitas miserias morales. Decía: “¡Si esas multitudes pudiesen conocer al Señor!”. Y concluía con fuerza y convicción: “Sin embargo, ¡tenemos que dárselo a conocer!”.

Su presencia, la palabra iluminada, y sobre todo su alma profundamente misionera, tenían el poder de infundir alegría y coraje frente al sacrificio, en vista del premio futuro.

Demostró vivo interés por el semanario femenino “Così” porque le preocupaba la prensa pornográfica que comenzaba a invadir: por medio de la revista, pretendía dar una aportación para mejorar la sociedad, partiendo de la célula fundamental, la familia: “¡Vosotras tenéis que hacer esta revista bella, bella! Es necesario que atraiga a las chicas, de tal modo que la prefieran a las revistas frívolas y se preparen bien al matrimonio, se formen para ser madres de familia que sepan hacer verdaderos cristianos. ¡Es necesaria esta sociedad de cristianos de una sola pieza!”.

“Los medios de apostolado sean los más modernos”.

En las iniciativas de apostolado, su palabra era decididamente orientadora y resuelta. Ante las dificultades económicas para la realización de cualquier iniciativa, frente a las perplejidades de las otras hermanas, la Primera Maestra intervenía así: “Si hace bien, que se haga. Por lo demás no nos preocupemos. Tengamos fe, y la Providencia nos ayudará. En el apostolado, procuremos ante todo el bien de las almas, no el interés”.

Las propuestas valientes y arriesgadas eran de Don

Alberione, pero constituían para ella la

expresión de la voluntad de Dios.

Si una iniciativa hace el bien, no debe haber obstáculos

para realizarla, porque vale el espíritu del “pacto”: “Por

mí nada puedo, todo lo puedo con Dios”

La Primera Maestra se había interesado seriamente sobre el trabajo que se desarrollaba en una pequeña estación de radio de la Archidiócesis. Pensaba en los esfuerzos, los deseos, las posibilidades, las dificultades. Se quedó pensativa cuando supo que muchas otras emisoras hubiesen querido transmitir lecciones catequísticas y nuestras conferencias grabadas en cinta magnetofónica. Saliendo del estudio de la radio, de pronto la Primera Maestra, dijo: -Mira, si no es posible transmitir las conferencias y lecciones catequísticas con las cintas, hacedlo con los discos…

Queridísima M. Estefanía: Estoy muy contenta

de los discos catequísticos, y también el Primer Maestro.

He llamado a M. Addolorata precisamente para decirle que

nos han confiado los Catecismos en América Latina.

Veremos lo que se puede hacer y, mientras tanto, seguir trabajando como ya lo hacemos. M. Dolores

llevará el programa… Id adelante in nomine Domini, que se trabaje por la

gloria de Dios y el bien de las almas, todo por el Paraíso.

Queridísima M. Estefanía: Habéis hecho ya mucho con los discos.

Claro que las dificultades no faltan, especialmente cuando una cosa hace el bien.

No hay que desanimarse, procurar que todo vaya adelante, como escribe el Primer Maestro

Claro, hacer las cosas bien. ¡Jesús merece mucho más de lo que

podemos hacer nosotras! No importa si se va despacio,

lo importante es que salga bien. Me alegro de que estéis

preparando los programas para la radio. Rezamos y confiamos en Dios, se busca solo su

gloria y el bien de las almas, y se debe tener mucha fe.

Imagino lo que se necesita no solo para empezar, sino también para continuar. Pero es una cosa grande, hermosa y buena. Cuando hayáis hecho algo, escríbelo también al Primer Maestro y le darás mucha alegría. Nuestro querido Padre que dice… me hago viejo… Pero cada vez más santo. Se alegra mucho cuando le dan los consuelos del apostolado. También por lo del terreno todo irá bien. El lugar es bueno y después quedaréis un poco aisladas cuando tengáis aquel solar. Primero adquirir el terreno para no quedar acorralados, para edificar después hay tiempo. Primero encaminar bien el apostolado. Si estamos atrasadas nosotras… el Señor está muy adelante, y muy arriba… Ánimo…

Mientras estaba en Taipei anota: “Qué pena da ver a toda esta gente sacrificada trabajando en el agua… Casi todos son paganos o Budistas. Señor, ten piedad de esta pobre gente, no te conoce, no te ama” Pocos días después en Nagoya (Japón) sigue con la misma oración: “¡Cuántos no te conocen todavía, Dios mío! ¡Qué pena! Manda muchas vocaciones nativas para que te den a conocer y te amen”.

En el mes de octubre de 1963, se intentaba abrir una casa en Bolivia. Pero nos preguntábamos cómo se podría desarrollar el apostolado de las ediciones en una nación donde la mayoría de las personas eran analfabetas. Y permanecíamos en la incertidumbre. La Primera Maestra –iluminada como de costumbre, por lo menos en las decisiones importantes– eliminó toda duda y puso punto final: “Si la mayoría de la gente no sabe leer, se hará el bien por medio de las imágenes y los discos. Pero también allí es necesario abrir un centro de apostolado. También allí hay que dar a conocer al Señor. ¡También en Bolivia es necesario, de alguna manera, divulgar el Evangelio!”.

“Sea compromiso de todas parecerse a nuestro padre san

Pablo, especialmente en el amor al Señor, en el celo por las almas

y en la caridad de familia”.

“San Pablo decía: ¡Hay de mí si no predico el Evangelio!,

y nosotras digamos también: ¡Hay de mí si habiendo entrado en esta Congregación, no

pongo todas mis fuerzas al servicio de Dios! La mayor desgracia que puede tocar a una

religiosa es ciertamente la de no dedicarse por completo al servicio del Señor, gastando las

propias energías solo a medias, perdiéndose en tonterías”

La Primera Maestra traducía este compromiso de salir de sí mismas con los verbos que nos son familiares: ayudar, hacer el bien con la oración, con el apostolado, con el sacrificio de nosotras mismas. La ayuda a ofrecer se expresa en primer lugar con el testimonio, pero también en la formación de un “gran corazón” que sabe “comprender a todos los hombres”, en las distintas situaciones culturales “Hagamos por ellas algún sacrificio y empeñémonos con generosidad en hacer bien lo que la obediencia quiere de nosotras”.

Hacer el bien. Es indispensable la voluntad explícita de querer hacer el bien, un bien que requiere discernimiento para analizar entre mensaje y mensaje, entre medio y medio de comunicación. “A las almas debemos dar, no lo que nos aporta mayor lucro, sino lo que hace mayor bien, ya sea con la prensa, como con el cine, la radio o con cualquier otro medio que sea utilizado”. Un bien que exige el desarrollo de las actitudes paulinas de la creatividad, laboriosidad, progresividad, y requiere sobre todo un gran coraje.

“…San Pablo decía: ‘Yo soy el apóstol de los gentiles’ recordando su deber de predicar a todos. Así nosotras, pensando en la altura del apostolado al que nos dedicamos, pensemos en nuestro deber de consagrar y gastar todas nuestras energías en este santo apostolado… Si desconfiamos de nosotras y ponemos mucha confianza en el Señor, progresaremos… No pongamos impedimentos creyendo que ya hacemos mucho y que lo podemos hacer por nosotras mismas…”

“¿Tenemos de veras el deseo, el ansia de hacer el bien a las almas?...

Deseo activo, generoso, constante. La “idea-fuerza” que nos debe animar

son las almas. Debemos sentir ansia de ellas, debemos preocuparnos por el

modo de llegar a ellas, de llevarles la palabra de verdad y de salvación…

A las almas les debemos dar, no lo que aporta mayor lucro, sino lo

que les hace a ellas mayor bien, ya sea con la prensa, con el cine y la radio y

con cualquier otro medio…”.

“Qué pena ver por las calles a toda esta gente que va y viene pero, ¿cuántos pensarán en sus almas? ¿Cuántos serán los que piensen que tienen que morir y presentarse al tribunal de Dios? ¡Acordémonos de estas almas! Nosotras, Hijas de San Pablo, debemos tener un corazón grande, recordar a todos los hombres, encomendarlos al Señor, que todos se salven”.

“Nos hemos consagrado al apostolado, hemos adquirido el sagrado compromiso de trabajar con los medios modernos: prensa, cine, radio, por la gloria de Dios y por la paz de los hombres, ¿Somos fieles?... Nos hemos desviado un poco en la estimación de nuestro apostolado. Lo consideramos demasiado desde el punto de vista material, lucrativo, como si fuese una búsqueda de dinero… Es un error, ¡un gran error! Por eso sobrevienen los desánimos, las desilusiones, las insatisfacciones. Ante todo y sobre todo las almas. ‘Lo demás –lo ha dicho Jesús en el Evangelio– se os dará por añadidura’. Es palabra de Dios: no fallará nunca: creámoslo”.

“A veces nos conformamos con saber y decir que nuestros medios de apostolado son los más rápidos y eficaces, y luego dejamos escapar… la ocasión de usar su eficacia para la salvación de las almas”

Santidad y acción apostólica constituyen una misma realidad, “un corazón lleno de Dios”, una vida envuelta en su presencia, que se entrega totalmente y se desgasta. Para Maestra Tecla el ser toda de Dios es el secreto, la condición para poder ser toda para la evangelización.

Maestra Tecla ha comenzado al apostolado paulino de la nada. Ha visto crecer la eficacia y la potencia de los medios de comunicación. Ha gozado inmensamente por la expansión del bien. Ha realizado actos heroicos para adoptar medios costosos, para que el Evangelio llegase a los lejanos, a los pobres de sabiduría celestial. Pero el poder de los medios nunca se convirtió en un “poder suyo”. Ella permaneció “pequeña”, abandonada en las manos del Señor: “Ser tan humilde que atraiga hacia mí al Señor. Tener tanta confianza como para elevarme hasta Dios”

“Inclinemos nuestra frente ante al pesebre y prometamos querer hacernos pequeñas, y así podremos entrar en el reino de los cielos prometido a los niños y a los pequeños”

Maestra Tecla fue la mujer de la comunión y de la colaboración. Una actitud que ha permitido la concreción y el desarrollo del proyecto fundacional y ha contribuido a formar esos lazos profundos, que están en la base de la Familia Paulina. Su vida y su enseñanza contienen el secreto para vivir aquel signo de los tiempos tan importante hoy: la colaboración en la Familia Paulina y en la Iglesia.

En un mundo caracterizado por el protagonismo, la carrera y el consumismo, Maestra Tecla nos enseña el camino del saber perder, del último lugar, de la pedagogía que brota de Belén.

“Para una Paulina no hay fronteras;

pertenecemos a una Congregación profética, abierta, universal

y misionera. Una Congregación que vive y anuncia el Evangelio con todos los medios, las

tecnologías y los lenguajes de la comunicación, que alcanza a todos con solicitud, que vive y se encarna en las realidades del tiempo. Una Congregación que tiene

la ternura de Jesús y el rostro de la humanidad, en diálogo con las otras culturas y religiones, audazmente abierta al futuro, atenta a los signos de los tiempos y a

los nuevos caminos de la humanidad marcada por la globalización” (DC 26).

Oh Divino Maestro, sírvete de este miserable instrumento para hacer un poco de bien a estas almas, quiero ser dócil. Tú piensas, tú amas, habla tú… no yo, Tú. Cada vez más fe, aunque estemos en la oscuridad, no pretender ver, sentir… Creer: Señor, aumenta mi fe.

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