sobre historia de ayer y de hoy,,,
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Sobre Historia de ayer y de hoy - 1
Sobre historia de ayer y de hoy,,,
Gaceta de la Fundación José Antonio Primo de Rivera – nº 271 – 23 de julio de 2017
En este número Te ofrecemos
Carta de Mario Caponnetto Mar del Plata, 17 de julio de 2017
uerido Emilio:
Te escribo desde este lado del mundo donde todavía estamos en las vísperas del 18 de julio.
Acabo de recibir el número 269 de la Gaceta de la Fundación José Antonio en el que aparece,
adelantándose al calendario, una nota de José María García de Tuñon Aza junto con otras en las que
se hacen diversas consideraciones respecto de esta entrañable fecha. Tuñón Aza trae el recuerdo
emocionado de una conferencia dictada por Enrique de Aguinaga (a quien recuerdo de aquella
inolvidable estancia en el Valle allá por 1997, ¡veinte años, ya!). Me conmovió hasta lo indecible la
visita que ambos hicieron, antes de la
conferencia, a la tumba de los hermanos de
Aguinaga, enfrentados en vida durante la
guerra y ahora unidos en la muerte, y la
oración que allí dejaron. Todo un gesto. Todo
un símbolo. También me interesó mucho la
reseña que hace de aquella conferencia en la
que, con mirada superadora, Aguinaga trató de
explicar a su auditorio que la antinomia
franquismo-antifranquismo carece de sentido y
que, sea como fuere, Franco sigue gravitando
en el presente de España. Lo mismo debo decir
respecto de la impecable nota de Don Manuel
Parra Celaya que intenta dejar atrás las
visiones sesgadas de la historia, del interesante
e ilustrativo análisis de Jesús Laínz y de la homilía del Cardenal Blázquez.
En todos estos escritos veo, sin embargo, una visión muy española (o, más precisamente, peninsular)
de la fecha. Que el 18 de Julio de 1936 es un hecho histórico eminentemente español que marcó y
Q
Amanece sobre el Cerro Torre, Patagonia, Argentina
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sigue marcando a fuego la historia reciente y presente de España, no cabe dudar de ello en lo más
mínimo. Nada por tanto más legítimo y propio que estos análisis «peninsulares» como me animo a
llamarlos. Pero creo que hay algo que se echa de menos, al menos en estas latitudes.
Comencé diciéndote que te escribo de «este lado del mundo» y no sólo ni principalmente para
referirme a la diferencia de huso horario. Me interesa, ahora, subrayar otro «huso», otro punto de
visión que tenemos desde aquí quienes, por la gracia de Dios, fuimos educados desde nuestra
juventud en el amor a España y a su historia,
respecto del 18 de Julio. Por cierto que la
visión peninsular de los hechos nos resulta
más que benéfica y bienvenida porque nos
permite un ajuste crítico respecto de hechos y
de personas que, a veces, tendemos a idealizar
o a rodear de un cierto halo de leyenda. Pero
me parece que sería bueno que vosotros, los
españoles de la Península, tuvierais en cuenta
algo que, quizás por la proximidad, no
aparezca con la fuerza que merece.
Me refiero al profundo significado universal
del 18 de Julio, un significado que, a mi
modesto entender, va más allá de las circunstancias que rodearon aquel suceso y aún de los
protagonistas de esa historia. Este significado lo resumo en una sola expresión: el 18 de Julio
representa la última cruzada de la Cristiandad contra uno de sus mayores y más crueles enemigos,
el ateísmo comunista. Sé que dicho así puede sonar a slogan, a retórica fácil o a lugar común. No
obstante corro el riesgo; y me explico.
Lo que se jugó en España en aquellos años de la contienda civil fue algo más, mucho más, que un
conflicto entre españoles derivado de hechos políticos que conmovieron, hasta sus cimientos, la vida
política y social de España. Allí se batieron, de un lado, lo que aún quedaba de la Cristiandad, y, del
otro, el más feroz enemigo, hasta ese momento, de cuantos se levantaron contra ella a lo largo de la
historia, tan feroz que hasta el recuerdo del Islam, derrotado en Lepanto, empalidece.
Con la perspectiva que dan los siglos, nadie duda hoy de que en Lepanto se salvó Europa y con ella
la Cristiandad. El 18 de Julio no va a la zaga de Lepanto. No es mi ánimo caer en fáciles cuanto
dudosos paralelismos históricos, ni intento revestir los hechos de la historia relativamente reciente
con los oropeles de las fastos ya consagrados, ni pienso que Franco sea el Don Juan de Austria del
siglo XX. Lejos de mí semejantes pretensiones absurdas. Si apelo a Lepanto es sólo por modo de
ejemplo.
Lo que ocurre es que la Cristiandad desapareció. La misma Iglesia parece haber contribuido a
sepultarla. Después de todo, la Cristiandad no es el Cristianismo ni menos la Iglesia: es sólo una
enorme obra de organización social, política y cultural nacida de ella, de su corazón, legada a la
humanidad toda. Nuestro Señor prometió a la Iglesia sostenerla hasta el fin de los tiempos contra las
puertas del infierno; esta promesa no es extensiva ni a la Cristiandad ni a ninguna otra realización
temporal surgida de su acción civilizadora.
Pero lo malo no es tanto que la Cristiandad haya desparecido sino que en estos días que corren es
poco menos que un pecado hablar de ella. Hay un complejo católico de inferioridad (análogo al
complejo de inferioridad de los españoles al decir de López Ibor) que impide siquiera mencionarla y
menos exaltarla. Hoy es corriente entre católicos ilustrados (o que debieran serlo) cuidarse muy
mucho de ser tildados de «constantinianos»: no hay peor tacha en esta época de ecumenismo, de
Cataratas de Iguazú, Misiones, Argentina
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diálogo y de «nueva laicidad». Por estas razones no cabe en la mentalidad hodierna la idea de una
Gran Batalla en la que se combate por la gloria de Dios.
Cuando visité el Valle me llamó la atención la leyenda grabada en la piedra frente a las tumbas de los
caídos: Caídos por Dios y por España. 1936-1939. Esto suena hoy a anacronismo y me maravilla
que aún no la hayan borrado por orden de algún clérigo aggiornado, celoso de la misericordia.
Es este espíritu de Cruzada, Emilio, esta idea de que hay momentos en que debemos dar el combate
por Dios y empuñar las armas en defensa de Su Nombre, lo que torna universal el 18 de Julio que,
más allá de muchas cosas que puedan decirse, fue en su esencia la última Empresa Católica, y por
Católica, Ecuménica, emprendida por España en defensa de la Civilización común. Y esto, repito, no
es retórica inflamada sino la sencilla afirmación de una verdad sencilla. Por eso es un hecho
universal que incuestionablemente os pertenece pero no en exclusiva. Es vuestro y es de todos los
que todavía sostenemos que Cristo es el Rey de la Historia y a Él deben sometérsele todas las
naciones.
Te mando un fuerte abrazo y un empecinado saludo brazo en alto.
Mario
Carta de Emilio Álvarez Madrid, 20 de julio de 2017
uerido Mario:
Siempre que recibo una carta tuya o un artículo para las publicaciones que hacemos, son un
relajo para el espíritu, pues todas ellas destilan cordura y una paz considerable, que invitan a seguir
tus pasos, lo que no puede ser porque vivimos en dos mundos distintos, mundos que se encuentran en
estos momentos sumidos en la
anormalidad y falta de visión de
futuro, razón por la que la
convivencia no resulta fácil.
Te doy la razón. España, los
españoles, enredados en sus
disputas, no se han dado cuenta de
lo que el lamentable
enfrentamiento entre españoles
representó para el orden mundial,
sobre todo para la estabilidad
europea, haciendo difícil, si no
imposible, que el comunismo se
asentara en toda Europa, lo que
para el mundo hubiera resultado de
una gravedad increíble.
Ello fue posible, fundamentalmente, porque Franco, que no era político y lo manifestaba, sacó
adelante a España moviendo magistralmente los hilos de los grupos que conformaban la sociedad
española, tirando y soltando de ellos de acuerdo con lo que consideraba adecuado para cada
momento, no permitiendo que ninguno adquiriera la suficiente importancia para vivir por su cuenta.
Q
Valle de Ordesa (Pirineos), Huesca, España
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De esta forma, en un principio se valió de la Falange para agrupar y atraer a la juventud –aunque no
solo ésta se incorporó a las armas, pues hasta de una sola familia se alistaron tres generaciones– que
fueron los primeros que se lanzaron a los frentes de batalla, junto a los Carlistas, que también
aportaron valerosos jóvenes, sobre todo en Navarra –¡ay, plaza del Castillo!– y Cataluña. Lo que,
para controlarlas, y que no pusieran en marcha sus ofertas políticas, como bien sabes, las unificó el
19 de abril de 1937 bajo el nombre de Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S. Luego, a lo
largo de los años, les tocó el turno a los diferentes grupos católicos terminando con el Opus Dei. Sin
duda fue una jugada maestra, de buen estratega, para la recuperación de España y situarla en un buen
puesto entre los países del mundo, manteniéndonos alejados de la segunda Guerra Mundial,
capeando la falta de ayuda extranjera para salir del hoyo en el que nos encontrábamos, sufriendo las
restricciones que impuso la ONU, etc., siendo Argentina el único país que facilitó ayuda a España
cuando anduvimos carentes de alimentos básicos.
Pero, como decía antes, faltó una acción política, se enrocó en que no era necesaria, y él prefiguró el
futuro con una monarquía de nuevo cuño pero con las fichas nuevas de la misma madera que la que
huyó de España en el año 1931.
Y en todo esto los españoles vivían cada día mejor, tenían resueltas todas sus necesidades, iban
comprando su pisito, su automóvil, veraneaban en el mar o la montaña, hacían sus ahorros…, hubo
trabajo para todos salvo en algunos baches, etc. Eso sí era una auténtica sociedad del bienestar.
Con tal planteamiento nadie pensaba en política, nadie pensaba en la guerra pasada, en el 18 de julio
y el 1º de abril. Salvo pequeños grupos, como nosotros, los comunistas que se movían discretamente
dentro del campo que les permitían pues eran perfectamente controlados, algo en las sacristías y la
traición de la iglesia en último término.
Disfrutando de bienestar, sin apenas
actividades políticas, los españoles no
pensaban ni en el pasado ni en el futuro. Y
los que participaron en la guerra no tenían
ni idea del papel que habían jugado en el
orden mundial, y luego, muchos de sus
descendientes ni siquiera supieron que
hubo una guerra y menos qué se dilucidó
en la misma. Así que no te extrañes,
querido Mario, que no se celebre el 18 de
julio salvo por contadas personas que lo
hacen en grupos pequeños o en su casa.
Porque, además, si lo celebraran
ostensible y públicamente, probablemente no obtendrían el permiso de la autoridad competente, o
serían denunciados por los comunistas o los de Podemos por ir contra la Ley de Memoria Histórica.
¡Tiene chiste la cosa!
Por otro lado, si se te ocurre hablar de que el 18 de julio no va a la zaga de Lepanto, lo mejor que
podía pasar es que se rieran de ti o te tomaran por loco. Claro que esos serían muy pocos ya que la
mayoría no sabe, como decíamos antes, qué fue el 18 de julio y menos qué sucedió en Lepanto. Ni
los estudiantes en curso, pues no se les enseña Historia, y si la que se estudia, es tan dislocada y
manipulada que resulta peor.
Volviendo al caso de Franco hemos de decir que resulta lamentable que los españoles utilicen el
franquismo como insulto, los periódicos y medios de comunicación salten sobre los cuarenta años de
«dictadura» como si no hubieran existido, salvo para condenarla con falsedades y manipulaciones,
Explotación de oro de los romanos, Las Médulas, León, España
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los políticos la utilicen peyorativamente para zaherir o humillar al contrario, y el pueblo más o
menos llano utilice el «franquista» o el «fascista» con la misma soltura que podría emplear para una
manifestación de alegría.
No, los españoles no saben nada del 18 de julio, de lo que significó, de la suerte que tienen de que
esa fecha tuviera lugar, de que si no hubiera existido habían vivido en un gulag, y sabe Dios cómo
estarían los descendientes que ahora andan buscando a sus desconocidos parientes, pues no creo que
se hubiera promulgado ninguna ley de Memoria Histórica.
Respecto a la participación que vosotros tenéis en el 18 de julio, como te puedes imaginar, ni se
conoce, ni se valora, ni nada. Hubo un tiempo en el que existió el Instituto de Cultura Hispánica en el
que las relaciones con los países de Iberoamérica fueron muy importantes en todos los aspectos,
sobre todo el cultural y el comercial. Incluso España ejercía de «madre patria», intentando cuidar a
sus hijos separados con amor, dedicación y ayuda. Y no son pocos los políticos que han destacados
en sus respectivos países que estudiaron en España y se alojaron en los Colegios Mayores Nuestra
Señora de Guadalupe, Nuestra Señora de Luján, u otros. Es de señalar que todavía se mantienen, sin
participación española, algunos Institutos de Cultura Hispánica en ciudades de Argentina.
Esa labor importante que con el tiempo probablemente hubiera llegado a más, se vino abajo con la
soñada Transición, que trajo la desaparición
del Instituto de Cultura Hispánica y su
sustitución por una impersonal Agencia
Española de Cooperación Internacional para
el Desarrollo, cuyos fines se alejan de los
mantenidos por el Instituto.
Así nos va. Con unos políticos de segunda o
tercera clase –y algunos que debieran ser
declarados por los sicólogos o los siquiatras
incapacitados para tal ejercicio–, con una falta
de honradez espeluznante, con unos idearios
realmente inexistentes y obsoletos, con una
juventud desnortada que no sabe cuál es su
camino y se apunta a la primera oferta sin
darse cuenta de que detrás hay trampa, con
una derecha que incumple sus programas y en no pocas ocasiones es cobarde además de gobernar en
contra de lo que piensan y quieren sus votantes, la cosa no es para estar demasiado animados aunque
grupos pequeños no abandonemos el trabajo y seamos «inasequibles al desaliento».
Como ves, no he intentado entrar en tus bien ordenadas notas con las que das suave y no desdeñable
repaso a la actuación de España durante todos estos años, a su olvido o desprecio a los hechos que la
sitúan en un punto destacado del ser de Europa, y a la inconsciencia de los españoles al ignorar un
pasado que debiera hacerles mostrarse erguidos frente al mundo por los hechos históricos de sus
antepasados, estén en tumbas desconocidas o hayan sobrevivido a los avatares. Desde la vivencia, y
con una pluma menos sosegada que la tuya, he intentado darte algunas razones por las que tu verdad
está consumada. Solo queda la esperanza de la que nunca abdicamos.
Gracias por tus acertadas palabras, gracias por tu amor a España, y como se decía antes, un fuerte
abrazo a nuestro estilo.
Emilio
Ciudad de Teruel, España
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Carta de María Lilia Genta Querido Emilio:
Ante todo nuestro fraterno saludo en este día tan especial y entrañable.
Hoy comenzamos el 18 de julio con los sones de Cara al sol. Este amor a España, aunque suene algo
extraño, me lo infundió mi padre que era, cien por cien, descendiente de italianos. Pero España va
más allá de la sangre.
Quisiera hacerte llegar una reflexión. Aquende los mares noto que, con cierta frecuencia, algunos
españoles recuerdan más los fallos de los cuarenta años de Franco que los bienes inmensos que trajo.
Lo «localizan» demasiado. Nosotros no lo idealizamos; sabemos que hubo distintas épocas durante
su Gobierno pero lo vemos más como el hombre que logró que en Europa, y no sólo en España, no se
asentara el comunismo. ¿Imaginas la
tenaza que hubiera sido para Europa con un
brazo en la Rusia bolchevique y el otro en
España? La Guerra Española salvó a
Europa del comunismo.
Pienso, además, que a Franco le tocó
rearmar a España dando lugar a todos los
que combatieron del lado nacional: la
Falange, los monárquicos carlistas, los
monárquicos liberales, la CEDA (especie
de adelanto de lo que sería la democracia
cristiana) y los católicos a secas.
Conglomerado de gentes que lucharon
España pero entendiéndola y amándola de
maneras muy distintas.
Tuvimos experiencia propia de los cambios
y de ciertos acercamientos a lo
políticamente correcto. En 1956, al cumplirse veinte años del Alzamiento, mi padre fue el único
argentino que habló en el acto organizado por la Embajada en un teatro de Buenos Aires. A la salida,
dicho sea de paso, nos esperaban los izquierdistas vernáculos y los exiliados republicanos (entre ellos
Don Claudio Sánchez Albornoz, gran maestro medievalista que nunca entendí porque era
republicano). Se armó flor de gresca entre unos y otros. Papá, al ver el tenor que tomaban los hechos,
me mandó con un amigo a casita haciéndome perder la mejor parte. ¡Con lo que me hubiera gustado
agarrarme a las trompadas con aquellos energúmenos!
Pero años después, cuando cambiaron los agregados militares y culturales (hasta entonces amigos
personales de mi padre) cambió la tónica de la Embajada y la relación se hizo cordial pero más
formal y distante.
Ya ves que el océano no impidió que advirtiéramos los cambios; pero así y todo, a ese gallego petizo
y astuto, España y Europa le deben mucho. Aunque nunca ocupará en mi corazón el lugar de José
Antonio con su política poética.
Un fuerte abrazo y un ¡Arriba España!
Lis
Lago en la Reserva nartural de Iberá, Corrientes, Atgentina
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Carta de Emilio Álvarez Frías Mi querida Lis:
Ya sé que cada año celebráis el 18 de julio, y otras fechas importante de España, con emoción, un
número considerable de argentinos, como si fueran vuestras, pues en diferentes ocasiones me lo
habéis indicado. Y prueba de ello es la carta que me diriges sobre la fecha antes señalada.
Probablemente esa manifestación se lleva a cabo con mayor fervor que en la propia España, pues
aquí, cuarenta años de «persecución» de los más radicales, han llevado a la desidia a los que han
bregado durante muchos años, y son pocos los que todavía las tienen en consideración, en la
intimidad o en grupos pequeños.
Como seguramente habrás visto en los medios de comunicación, cada dos por tres sale un imbécil en
el parlamento pidiendo la prohibición de todo lo que huela a falangismo, pidiendo se condene de
alguna forma a los que cantan el Cara al Sol, como sucedió en el entierro de Utrera Molina; o
solicitando la voladura del Valle de los Caídos, convertirlo en museo de la represión franquista, o en
cualquier otra cosa.
Es cierto lo que apuntas respecto a la forma que por aquí se ve a Franco. Según estas nuevas
generaciones, que han recibido una enseñanza de la Historia de España absolutamente manipulada, y
escasa, Franco fue un ser despreciable, asesino, opresor, que mantuvo a la población española como
en un redil donde nadie se podía mover o hablar libremente, casi esclavizada. Y están en esas. Nadie
les ha hablado de los planes agrarios de
conversión de grandes zonas de secano
en regadío; de los embales construidos
para el suministro de agua y energía
eléctrica a los que hoy hemos de gran
grandes gracias; de la reconstrucción de
pueblos por toda la geografía nacional;
de la creación de la seguridad social, el
seguro de paro, el de jubilación; de las
normas laborales para mejorar las
condiciones de los trabajadores; de la
implantación de las vacaciones anuales;
de las Universidades Laborales; de la
creación de Mutualidades Laborales
para mejorar las pensiones de los
trabajadores cuyos fondos fueron
absorbidos por el estado en la
Transición, privando a los trabajadores
de los beneficios para los cuales aportaron sus cuotas; de elevar a la gran mayoría de la población
española a clase media; y un muy elevado número de acciones que son de las que están disfrutando
ellos en estos momentos. Y, aunque esos jóvenes no lo lleguen a entender, con una libertad
probablemente mayor que la de ahora, pues en este momento continuamente están saliendo normas
para cómo ha de comportarse el individuo en la calle –las señoras no pueden dar el pecho a sus hijos
en la calle, los hombres han de sentarse con las piernas juntas, etc., aunque haya una alcaldesa, la de
Barcelona, que disfrutó en su momento de orinar públicamente, o las Famen asalten la capilla de una
Universidad, o los gays celebren desvengonzadas manifestaciones, etc.,–; existe una persecución
indignante a los coches poniendo trabas de circulación, de aparcamiento; la presión del poder de los
Molinos de viento en Consuegra, La Mancha, España
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defensores del «género» es agobiante en muchas ocasiones; el incremento de impuestos ha llevado a
muchos a considerar que los que gravan los emolumentos del trabajo o los beneficios de cualquier
otro tipo son confiscatorios; y un sinfín de prohibiciones o decisiones de cómo han de vivir los
ciudadanos. Serían muchos los ejemplos que te podría poner pero no es cosa de alargarse porque lo
sabes tan bien como yo.
Franco fue muy hábil y movió a los grupos existentes según el momento político nacional e
internacional. Y, de una u otra forma, los controló. Eso quizá es lo que permitió que tuviéramos
cuarenta años de paz por primera vez en el devenir de España, y se fuera reconstruyendo el país,
industrializándose, renovando el campo, y posibilitando a los ciudadanos a una vida mejor, en
general. Aunque existieran grupos minoritarios que se movían con intención de cambiar
determinadas cosas o, fundamentalmente, Franco diera el paso de dejar la Jefatura del Estado y se
pasara a una forma distinta de gobierno, con tinte democrático, organizado de forma novedosa a la
vista de los fracasos que las ideologías en uso estaban cosechando. Ahí estábamos nosotros y en no
pocas veces pasábamos por las comisarías de policía o retenciones de diferentes tipos, como los otros
que pudiera haber. Estaban los comunistas, estaban Comisiones Obreras que se fundaron al amparo
de movimientos obreros católicos (JOC y HOAC), algunos otros grupos más extremistas, como el
Partico Comunista de España reconstituido o el FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y
Patriota) que tiene a su cargo numerosos robos y asesinatos. Pero los socialistas no aparecían por
ningún lado los socialistas.
Al morir Franco –llorado por gran parte de población, aunque luego pudiéramos pensar fueran con
lágrimas de plañidera–, todos sabíamos que se produciría un cambio. Los que habían vivido la paz de
los cuarenta años cedieron todo su poder
y control del país, haciéndose el
«harakiri», como no pocos dijeron, y
admitiendo la llegada de los grupos
políticos, tanto los de nueva creación
como los tradicionales, incluso la
aparición en la escena nacional de
Carrillo y la Pasionaria de tan triste
recuerdo. Y con esos mimbres salió
adelante la nueva España. Mas lo que
casi todos cantaron con glorias por
haberlo conseguido, se fue abriendo
poco a poco como una flor, y surgieron
las diferencias, los rencores, quienes los
alentaban con sus predicaciones, y de
esa forma transcurrieron tantos años
como los de la paz anterior, yendo de
nuevo hacia que surgieran las dos
Españas –que, como dirían los gallegos de las meigas: no existen, pero haberlas las hay–, hasta que
en mala hora arribara Rodriguez Zapatero, del que omito los muchos y variados epítetos que se me
ocurren, quien abrió las puertas para que surgieran de nuevo todos los despropósitos y el
enfrentamiento abierto de los españoles.
Españoles, que como decíamos antes, ignoran la historia que su país ha padecido y la que ha
disfrutado de los bienes que tenía. Y vuelven a empezar de nuevo las desavenencias antiguas, no
desde las cavernas del cuaternario, pero sí de las cavernas de la edad contemporánea que los
historiadores todavía no han cerrado, pero que muchos la consideran absolutamente obsoleta y se
sitúan en una edad distinta donde los valores del hombre han sufrido una alteración notable.
Floración de los cerezos en el Valle del Jerte, Ávila, España
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Yo, ya lo he dicho en alguna ocasión, creo que mientras todos los españoles no entiendan el 18 de
julio, y vayan a agradecérselo a Franco –que por cierto, no fue el iniciador– España no se
tranquilizará porque conseguido desaparezcan las rencillas. El 18 de julio es un hito en la historia de
España, que repercutió en todo el mundo. Por algo será.
Y digo yo, querida Lis, que para darte la razón y confesar que no sabemos qué camino tomar, ya he
empleado demasiadas palabras, probablemente sin tino.
Deseándote una vida tranquila y en paz, un fuerte abrazo de España, y sobre todo mío,
Emilio Dentro de la libertad de expresión, la Gaceta de la Fundación José Antonio no limita los contenidos de sus colaboradores, salvo aquellos que atentan contra la moral, las buenas costumbres y la blasfemia, siendo responsables de lo publicado los correspondientes autores.
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