sertillanges-las fuentes de la creencia en dios
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7/23/2019 SERTILLANGES-las Fuentes de La Creencia en Dios
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A. D. S E R T I L L A N G E S , O. P.
LAS FUENTESDE LA
CREENCIA DIOS
TRADUCCION DEL FRANCS FOR
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7/23/2019 SERTILLANGES-las Fuentes de La Creencia en Dios
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Nihll obstat. El Censor,Dr. Gabribl S olA,
Pbro.20 de octubre de 1942.
Imprimase:
t MIGUEL DE LOS SANTOS O bispo A. A. de B arcelona.
Por mandato de Su Ezcla. Rvma.,
Dr. Luis Urp C arbonell, MaestrescuelaCanciller-Secretario
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&&EMACIQ
Cmo escribir sin tristeza el ttulo de este libro! No denuncia
por s solo nuestra miseria de espritu frente a pensamientos
deberan ser vida de la, humanidad entera? Difcil le es a un
ente confesarse que se ha hecho necesario ahora demostrar la
enca de Dios, como si sta no resplandeciese en el mltiple es-'p que a nuestros ojos presentan as la naturaleza como el hombre.
Triste honor de nuestro tiempo es haber rehabilitado el atesmo,
te era antes tenido como una monstruosidad intelectual; hoy pasa
herosmo y liberacin generosa. No salta a los ojos que el liber-
de esta suerte el espritu humano equivale a librarle de sus alas?
ndo esclavo de todo, convendr todava cerrarle la ventana por}pual hallaban camino abierto sus esperanzas?
%;.Bl espritu pblico se ha hecho extraamente accesible a las in
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6 LAS PUENTES BE LA CREENCIA EN DIOS
sola, y que ella nos da tambin una explicacin suficiente del hombre,producto suyo.
E l positivismo procedi de otra manera. Dijo: Nada se explica;
pero ninguna necesidad hay de explicarlo todo. No nos movamos delfenmeno, Hnlememonos con los Hechos, l.a nica fuente legtimade conocimiento es la observacin; nuestras inducciones racionales no
son otra cosa que medios para el descubrimiento experimental, los.
cuales necesitan cada vez ser comprobados. Un objeto trascendental,si es que existe, ha de quedar, pues, para siempre ms all de nuestroalcance; no podemos saber lo que es, y ni aun si en realidad existe.
Por fin, el idealismo conserv el nombre divino, pero vacindolo
de su contenido; sutiliz aquello que no quera rechazar sin frases.
Sus tenebrosas construcciones y sus nebulosos sistemas entraron poco
en la comprensin del pblico; hubo prisa en olvidarlos, si es quealguien consigui penetrar en ellos siquiera durante una hora; pero
muchos, por lo que se refiere a nuestro tema, han mantenido una
conclusin, a saber, la negacin de la creencia en un Dios personal,considerada como anticuada y cndida. A ese Dios destronado se le
substitua por no s qu Abstracto, que iba realizndose, decan, enla naturaleza y en el hombre bajo la forma de un llegar a ser progre-
sivo. Proclambase la inmanencia, quedaba erigida en dogma la rela-tividad del conocimiento humano; el mundo no era ms que una de-
coracin escnica movediza, si no se llegaba hasta considerarlo comoi dill l l i d Q i b
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pkepac io
finito, -pero despojndolo cuidadosamente de toda substancia. Invocacesar el "ms all"; pero un ms all de ensueo, y el Ideal su-
'i ' .. mo no es ms que el limite impreciso, irreal, de la realidad..Un r.sbritu de diletantes, que ilota y sin cesar se deshace; que
"se desvanece como el agua", segn expresin de la Escritura: heel carcter de esta escuela. En su estilo ondulante, embebido de
ma religiosidad vaga, esos doctores indulgentes, de benvola sonrisa
na de orgullo, exponen pensamientos profundamente desmoraliza
ras. Con sus elegancias consiguen hacerlo pasar todo, as como, en
irtos ambientes sociales, la gracia en las maneras hace las veces*
. moralidad; pero no menos disolvente es su modo de sutilizar todoyque tocan y de jugar con las palabras ms sagradas. No aman la
, no pasan de aficionados a ella; no ven en la idea de Dios
o una figurilla de arte, que mueven, muy curiosos, en todos sen-
ps, cuyas varias facetas les gusta hacer brillar, y aun se placen en
a, cincelarla, adornarla con las piedras preciosas de una
esa sutil y noble; pero, al fin, para dejarla otra vez en su estante, pulidores de frases hermosas, atentos al espejismo de las palcc-
; su calidoscopio es muy rico; el inters que conceden a la vida
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qu va a quedar de su andamiaje de "ideas"? Menos que nada! elridculo en que caer, la nada que pretende regir el mundo.
Podemos, pues, pasar adelante, considerando como despreciable,
filosficamente hablando, un fenmeno que, en el aspecto histrico,tiene tan erque imortancia..-------------- ---- ------------------
Como quiera que sea, vamos a intentar la prosecucin de una labor
intelectual que tantas inteligencias no se han ocupado en poner al dao en defender contra las influencias reinantes. Preciso es levantar denuevo las columnas del templo; rehacer los contrafuertes que permitana las bvedas recobrar su antigua majestad y quedar ms resistentes
contra fuertes vendavales que han llegado a hacerse temibles.
Tomaremos la nocin de Dios me refiero al Dios vivo, consciente y provisto de voluntad; causa del mundo, y de la vida; que lo
explica ante nuestro pensamiento y ante nuestra conciencia , tomaremos esta nocin, y demostraremos, utilizando todos nuestros recur
sos, que todo, en el mundo-y en la vida, est suspendido de l, y tan
estrechamente depende de l, que, suprimido Dios, slo resta la naday la noche.
S el esfuerzo del siglo pasado consisti, segn parece, en alejar
a Dios de todos los dominios de la actividad y de la ciencia, en
laicizarlo todo, en humanizarlo todo excepto el hombre! , encortar todos los cables que ligan los objetos de los conocimientos
humanos y de la vida humana a este objeto primero, a este viviente
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PRKPACIO
) de cincuenta calles, como un gigante gallardamente acampado
camino, la alta arcada del Emperador.
i$0 Go$a semejante hemos de hacer nosotros.; Vamos a recorrer la naturaleza; hemos de recorrer la vida; reco
cemos despus la sociedad, y, al fin de todos los caminos de este
il dominio, trtase de ver surgir a Dios; de asegurarse de que es
tro de todo, foco al cual convergen todos los radios, objeto al
tienden todos los esfuerzos, aun aquellos que pretenden orieni
otros centros.
aqu una leccin que de s no pasa de terica; pero que a
bien ordenada le ser fcil convertir en prctica. Si Dios esiderado en s mismo, no deber tambin ser todo1a nues-
ijos? Y si servimos siempre a sus designios, aun siendo incoas
es y hasta rebeldes, no ser honor y deber nuestros servirle con
neta y.corazn, cada vez mejor?
, aunque debisemos limitarnos a probar la exis-
; habra una ventaja inmensa en dirigirse al pormenorcosa, segn vamos a hacer. Escriba Espinoza: Aun habiendo
irado de un modo general, en la primera parte, que todas
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JO LAS FUENTES DE LA CREENCIA EN DIOS
Por qu motivos, en realidad, cree ,la humanidad en Diosf Talser nuestra primera preocupacin. Y, efectivamente, los caminos que
conducen a Dios no son estrechuras de escalada, sino vas pblicas,
por donde pueden pasar todos los humanos: hay gran inters en saberqu atractivo lee muevo a nliu'i en ellas': '(El crSzbn tiene razones
que desconoce la razn. Esta puede venir despus a formular mejor
y a eliminar la parte nacida de ilusin; pero no debe el filsofo des
dear las riquezas confusas del instinto. Una vez asegurado este puntode partida,, nada le impedir, preguntarse con toda libertad intelec
tual, si bien apoyado por todo el peso de la solidaridad intelectual
que nos liga: Qu valor tienen, frente a la razn moderna, estos mo
tivos de la humanidad, y qu valor tienen, al contrario, las dudas que
se procura suscitar, o las negaciones lanzadas en nombre de la ciencia,
en nombre del progreso de las luces, en nombre de no s qu otras
cosas ms?Puedo ya formar un catlogo de estos motivos de creer en Dios
cuya historia y crtica vamos despus a hacer. Se tendr as una visin
de conjunto de nuestro trabajo.
En primer lugar, la necesidad de explicar el mundo. De la cu
riosidad y admiracin nace la filosofa, ha dicho un filsofo. Muy
difcil de explicar sera que el sublime, extrao y aterrador espec
tculo que nos ofrece el mundo no hubiese hecho brotar esta pregunta: De dnde proceden esas cosas? A qu Causa han de atri
buirse estos efectos? De qu Ordenador depende este orden maravi
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PREFACIO I I
ue nuestra alma emite al choque de los objetos que la solicitan,os un llamamiento, descubrimos una aspiracin, experimentamos
n malestar salido de un sentimiento profundo, tan indiscutible como
co justificado a primera vista, y que nos hace soar, a nosotros,
hados en lodos los aspectos de nuestro ser~en algo infinito; a
esotros, que slo plidas claridades tenemos en la inteligencia, en la
'erdad sin lindes; a nosotros, que slo poseemos partculas de bien,
el bien en toda su extensin, en su total riqueza. Y a este Infinito,
esta Verdad, a este Bien, a este Absoluto de la luz, del ser y de la
lo llamamos Dios.
Finalmente, existe el hecho de la vida social, y la necesidad decurarle un lazo superior a la voluntad del hombre. El Contrato
ial de Juan Jacobo no alcanz grande fortuna en el conjunto dehumanidad. Creyse siempre que, para crear el ser llamado cuerpo
cial, ese ser aparte, dotado de esencia propia, de actividad propia,
fin especial; y para fundamentar el derecho, que es su alma; para
nsagrar. la autoridad, indispensable condicin suya, y para asegu-le el progreso hacia el cual camina, le era necesario algo distinto
una convencin arbitraria y vulgar; que en este punto exista una
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punto el mejor de los guas, Todos los problemas que vamos a remover fueron vagamente adivinados por l, y resueltos de una manera imprecisa, pero con una seguridad infalible. Asemjase al salvaje quecon instinto seguro se dirige a travs de la selva valindos
ras se detiene a analizar, mientras el explo
rador, con todas sus brjulas y mapas, pierde ms de una vez elcamino. De ah esas instituciones admirables, esos mitos profundos,esas supersticiones sugestivas y esas afirmaciones imperturbables que llegan al corazn mismo de los grandes problemas, aunque sea a travs de montaas de errores y puerilidades.
En el fondo, los filsofo s que mejor hablaron de Dios limitronsea decir a la humanidad lo mismo que ella pensaba acerca de l sindarse cuenta. Aclararon su pensamiento; fueron sus intrpretes clarividentes; su obra fu, a semejanza de la de Homero, el desplegamiento magnfico de un espritu general y difusot as como los cantos de
Pndaro y las tragedias de Esquilo y de Sfocles fueron el eco armonioso de la conciencia social de su poca.
Se inquieta el padre acaso dice Max Mulles por los nom
bres extraos e ininteligibles que le da su hijo cuando por primera vez le llama con un nombre? Los filspfos deletrearon el nombre divino, y fijaron sus slabas; pero la humanidad, adems de proporcionar las letras, haba dictado el sentimiento, estimulado la busca, prometido la recompensa del esfuerzo.
De sus labios recogeremos al comenzar, y luego en toda ocasinfavorable, un testimonio tan precioso para los trabajos de investigacin. Hallarmoslo encarnado en las antiguas religiones, formulado luego, establecido sobre bases racionales, por los genios de Grecia, iniciadores de la ciencia en este dominio como en todos los otros; despus, precisado an, desprendido de todo error, de toda incertidumbre, y sobre todo popularizado por el cristianismo; finalmente,
en nuestros das, sometido a discusin por la sofstica y restablecido,
a un nivel superior tal vez, por la recta razn.Tal es nuestro programa.
Aadir una observacin dirigida a aquellos de mis lectores quesean especialistas. No quiero que entiendan mal mi pensamiento, nique tomen por ignorancia ningn inters tiene el apstol en pasar
por ignorante algunas omisiones voluntarias. Me ocupar muypoco de ciertas escuelas que niegan a Dios a consecuencia de negartodo lo restante; que rechazan las pruebas de la existencia de Dios por
pensar que nada puede probarse, y que slo por un hermetismo arbitrario se cerraran a nuestro razonamiento.
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PR8PACIO 13
Si eres discpulo de Kant y sabe Dios si los discpulos deKant han ido ms all que su maestro , si te resuelves a negar, guiado por esos procedimientos radicales que de un golpe atacan la inteligencia humana en su misma fuente, hasta ah no quiero seguirte;
precisara para ello rehacer toda la filosofa, y mis prefensiones sonms humildes.
Por lo dems, veo en ello muy escasa utilidad, aun respecto deaquellos que se envanecen de tales doctrinas.
En el transcurso de estas pginas, no nos limitaremos a recurriri la razn terica, sino que invocaremos la vida; y al pronunciarse elmbre de vida, hasta un discpulo de Kant o de quienquiera que
sea viene obligado a prestar odo atento.Cuando se ofrece a alguien emprender un viaje, o se le wvita
comer, si os respondiese: Soy subjetivista, no creo en la realidaddel mundo exterior; no juzgo vuestros manjares cosa distinta de mismo, siendo como es uno el ser, hasta Spinoza se reira de la nece-
{ de ese hombre. Para ponerse a la mesa, o realizar un via je, oadaptarse a una cosa cualquiera de la vida prctica, ninguna nece
sidad se tiene de un gnero de certeza superior al que la vida traeiconsigo.Lo mismo sucede en nuestro caso.Si nada hay seguro, tampoco Dios es seguro. Si nuestro pensa-
' niento es mero espejismo, nuestro discurso una acrobacia superior,nuestros ms profundos instintos una forma arbitraria de nuestra sensibilidad, sin relacin alguna con una verdad en s, nada me queda por decir; Dios perecer en el universal naufragio de la conciencia y de la razn. Pero qu importa al comn de los mortaleese estado de ciertos espritus descentrados y enfermos?
Bstanos demostrar que Dios existe tan ciertamente como elmundo existe, tan ciertamente como existimos nosotros; que no podemos negarlo sin negar juntamente toda certeza terica y prctica,
y sin privarnos con ello del derecho a vivir. Si esto no parece suficiente a algunos filsofos en la hora precisa de estar disecando ideas a la luz de la lmpara, no por ello deja de bastarles en el curso ordinario de la vida, de la cual el pensamiento religioso depende> y conmayor razn no deja de bastar a la humanidad.
Hemos de. estar dispuestos a hallar en nuestro camino ms deuna dificultad. Cuando se emprende el estudio de una cuestin, conel propsito de internarse en ella y penetrar sus arcanos, lo primeroque hace el cerebro es embrollarse, sentirse a obscuras en un ordende cosas que se figuraba conocer con toda claridad. Dirase, si se me permite esta comparacin, que el pendrar en una cuestin equi-
.com
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vale a entrar en una bodega; slo muy despacio, despus de un pe
noso esfuerzo de adaptacin empieza a bastar a nuestros ojos la luz
de la cercera para distinguir lo que nos rodea. No es eso una razn
para mantenernos en nuestra ignorancia. As, pues, no hemos de re-troceder ante las obscuridades que nn.- t a t m i e l m n - r r t m f * -
yo creo, andar mezclada bastante claridad, capaz de librar nuestros
ojos del asedio tenebroso y as podremos alentar la esperanza de
haber contribuido con nuestro trabajo, por humilde que sea, al renacimiento idealista del que grandes espritus se han hecho profetas.
Manifistase en el mundo con respecto al materialismo una fatiga
muy marcada; el Pantesmo est cercano a su fin; los mtodos de la
escuela crtica se estn desacreditando; el positivismo se va; sera yatiempo de volver a la verdad, tras los largos olvidos y las locas ne
gaciones. Producirase as un retorno al instinto, pero despus de
una excursin a travs de la ciencia; reinara finalmente la unidadentre ciertas tendencias mal juzgadas, pero fecundas, y ciertos juicios
profundos, pero precipitados en sus conclusiones, y hartas veces extraviados por el orgullo.
Nada conseguir arrancarme del alma la confianza en que estas
cosas estn realizndose; en que nuestro tiempo se emplear en ellas,
a pesar de prejuicios y violencias, y en que entonces las antiguas
creencias renovadas, adoptadas nuevamente por motivos mejor estudiados, purificadas de escorias que poco ha las exponan an a nues
tros superficiales desdenes, aparecern de nuevo, ms ricas en es
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CAPITULO PRIMERO
EL TESTIMONIO UNIVERSAL
Lo mismo si recorremos la extensin del espacio que si remonta-
os la corriente del tiempo, tan lejos como puede alcanzar nuestro
iensamiento, nos hallamos siempre frente a la idea de Dios.
Mucho antes que los filsofos hubiesen planteado la cuestin, la
[anidad, que se anticipa siempre, con slo vivir, a las teorasde la vida, viva ya de la respuesta.
Y , en verdad, cosa extraa !, Dios es a la vez el objeto ms
ximo y el ms lejano, as en el orden de la vida como en el de la
encia : en el orden de la vida, porque aunque sin l nada se explica
nada se sostiene, por otra parte, en sus condiciones de existencia,
tan grande, tan inmaterial y tan distinto de todo cuanto nos rodea,
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lo tA S FUENTES DE LA CREENCIA EN DIOS
Y no se logr prescindir de creer en l.Creyse siempre en l, se cree, a pesar de algunos alborotadores
que buscan aturdirse a s mismos. No es verdad que vayamos rodando
hada el atesmo, segn algunos pretenden. Da verdad es que un pufiuu de hombres tls trata como pas conquistado, con sus afir-
maciones sobre la conciencia moderna, sobre los descubrimientos
modernos, y no s cuntas cosas ms. Como si cuanto la ciencia
ha descubierto no viniese a confirmar, ilustrar, agrandar y hacer aunms exacta e invencible la prueba de la existenda de Dios!
Pues bien, as como se ha credo siempre en Dios, as, despus de
haber aparecido la filosofa, se ha pensado siempre que la universali-
dad de la afirmacin de Dios constitua, en favor suyo, una de las
pruebas ms slidas.
Cicern pona por estable principio que lo que es universalmentecredo es necesariamente verdadero. As haban hablado antes Platn
y Aristteles, y este ltimo estaba hasta tal punto penetrado de la
infalibilidad del sentido comn, considerado en sus datos fundamen-
tales, que no empezaba tesis alguna sin tomar como base inconmo-
vible las nociones corrientes, el lenguaje usual, dispuesto, segn
parece, a acudir al mercado pblico para aprender all, no ya, como
Malherbe, la gramtica, sino la filosofa.
Claro est que un argumento de esta naturaleza necesita ser bien
precisado si quiere evitarse que de l se abuse con numerosos equ-
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EL TESTIMONIO UNIVERSAL I?
a n lis is , declara, no histricamente esta vez, sino universal y dogm|iunente : E l hombre es un animal religioso ?
Este es, pues, el alcance de nuestra presente afirmacin. Decimosin rfauto Toms de Aquino, ms preciso en este punto que Cicernnhasta que el mismo Platn : Lo que es afirmado por todos de
fin acuetdo, no puede ser enteramente falso. En efecto, una.opijn falsa es una enfermedad del espritu, y, por tanto, accidental a
naturaleza. Mas lo que es accidental a una naturaleza no puedeliarse en ella por doquiera y siempre.1 Estas breves palabras ex-
presan enrgicamente que el derecho al error no puede referirse anaturalezas;y deja sobrentendido que si algo significa la naturalezaalgo vale la vida, algo debe significar y valer la creencia en Dios,
fe es una de sus condiciones permanentes. Y puede ni siquiera$nrse en duda que la idea divina, mirada en su fondo, es real y
silivamente universal ?
y' Se ha trabajado reciamente, en este siglo, para enervar esta,gna y antigua prueba que haba servido para tranquilizar tantasmas en las horas de turbacin. Hanse empleado todos los procedi
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i8 LAS PUENTES DE LA CREENCIA EN DIOS
Los que niegan el valor de la idea de Dios por razn de sus vicisi-tudes en la historia, no deberan tampoco ver en la idea del bien
sino un juego de nuestra sensibilidad; como que sta ha variadotanto como aqulla, desde lo que vemos en el s a l v a j e , qne m a t a a m.
padre por piedad filial, hasta lo que vemos en el cristiano, que pro-tege tiernamente su vida. Si nuestro pensamiento especulativo viene
a parar en la duda, por qu nuestro instinto moral habra de tener
el privilegio de la certidumbre ? Qu tiene de ms slida la idea delbien que la de Causa primera o la de Infinito? N o es todo estohurano por el mismo ttulo ?
Convenid, pues, entonces, en que el bien es asunto de tempera-mento, de gusto, de raza, de poca, sin posibilidad de hallar base
segura para fundar una moral verdaderamente humana. Y concluid,en buena lgica, que la virtud no es sino locura o generosa fantasa;
que a moral social es una injusticia ; que la civilizacin y el pro-greso estn fundados sobre el error, y que el castigar el mal es tan
tirnico como forzar a un hombre a postrarse delante de un Buda.
No se osa llegar hasta tales consecuencias. La gran masa de los
pensadores se cree en el deber de considerar el bien como un absolutopor la sola razn de que se impone a la conciencia humana, y esto
a pesar de sus formas cambiantes, las cuales no son, se dice, ms
que alteraciones y desviaciones.Y entonces, cmo no decir lo mismo de la nocin de Dios que
tambin se impone, y que, como la idea del deber, no ha estado
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20 LAS PUENTES DE LA CREENCIA EN DIOS
Y si insisto en este hecho, es, evidentemente, por ser l capitalpara mi tesis; pero adems porque me doy cuenta de cun difcil sehace aceptarlo a primera vista. Custanos mucho figurarnos un estado
d e espritu tan profundamente diverso del nuestro,' y que suponeuna cohabitacin, en las mentes humanas, de las nociones ms contra-dictorias que suponerse pueda.
Y , realmente, cmo puede concebirse que hombres racionaleshayan logrado conciliar estas dos cosas: unidad de su concepcindivina, y multiplicidad de esta misma concepcin ?
Hablar as ser tal vez efecto de una laudable benevolencia y
aun esa benevolencia no pasar de aparente, pues suprime en lasrazas antiguas, con el pretexto de excusarles la falta de lgica, la
parte mejor de sus instintos; pero, en todo caso, la historia, la cual,
por su parte, no lo es, ni benvola ni hostil, no est conforme con ello.La historia nos seala, en todas las religiones paganas, un con-
traste sorprendente entre la grosera o absurdidad de las fbulas y elcarcter elevado, a veces sublime, de los sentimientos del corazn.
Hay una anttesis perpetua entre la locura del hombre y su incons-ciente cordura, entre la sublimidad de sus instintos y su incapacidadde defenderlos contra la invasin de los ms alocados errores.
Las divinidades de la fbula evolucionan, se transforman, emi-gran, mueren j mas lo que no muere y se conserva siempre idntico as mismo es la idea de un poder sobrehumano que se revela en la
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EL TESTIMONIO UNIVERSAL 21
se ve al napolitano encendiendo un cirio, en la esquina de suante el altar de la Virgen, y lanzar piedras a la Virgen de la
Je vecina, sabiendo como muy bien sabe que slo hay una Virgen ?n veros personas piadosas con una piedadSU gneris
ir a nuestras iglesias a robar cirios, para encenderlos luego en honorDios?... Y si se dice: Son gente ignorante, responder yo : Nolis con cunta frecuencia cristianos de espritu cultivado se forjan
flfeire Dios las ideas ms contradictorias a su naturaleza ? Dios es es-est ms all de la materia y de todas las condiciones de la
iteria; esto lo sabemos, y, con todo, cun a menudo no tenemos
l ms que ideas locamente humanas!... Un viejo solitario de laida se lo representaba como un anciano de barba blanca, y,do se le hizo ver su error,' marchse desesperado, gritando:
e han robado a mi Dios ! No estamos nosotros en tal situacin detu ; pero qu de veces, sin darnos cuenta, le atribuimos cuali-
es vagamente corporales! El mismo Newton, el gran Newton,
ice haber credo que el espacio infinito, donde se mueven losis, es realmente la vestidura de Dios; y si esto es verdad, este
cristiano a pesar de la aparente sublimidad de su concepcin
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blando, no fueron politestas. No equivale esto a decir, aade, queadorasen a un Dios nico; pero en cierto sentido, s, puede decirse
que adoraban a un Dios uno, esto es, que sus homenajes se dirigan^definitivamente a la divinidad, por ms ano sta se ie>c npnrpripen n
diversas formas personales, las cuales recogan, una tras de otra, por
una contradiccin que el smbolo velaba, homenajes casi exclusivos y
soberanos. Dios se les manifestaba, si puede hablarse as, como el
espritu cuyo cuerpo es la naturaleza; adoraban sus miembros, omejor, le adoraban en sus miembros, as como nosotros adoramosa Jesucristo en sus llagas, en su corazn. Numen inest, decan sin
cesar los antiguos romanos. Dos bosques, los campos, las fuentes, las
ciudades, los reinos, los hombres mismos, estaban poblados por ge-nios que era preciso respetar (indulgere genio); pero, cuando se mira
al fondo, comprndese que esta idea de los genios no es sino la defor-
macin antropomrfica de un sentimiento mucho ms tenaz y pro-fundo el de la existencia de una parte divina en las cosas, de la
habitacin de la divinidad en el mundo, de la universal e inefablepresencia de Dios.
Haca notar Tertuliano que los adoradores de los dioses falsos,
en sus juramentos y acciones de gracias, no hacan mencin de nin-
guna divinidad particular, sino simplemente de Dios; explicaba dicho
apologista, con admirable elocuencia, ese testimonio espontneo denuestros corazones, y, como Mximo de Tiro, sacaba la conclusin de
que cuando se interroga a los hombres sobre la naturaleza de la
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El, TESTIMONIO UNIVERSAL 2 J
propone respetar y depurar a la vez la idea religiosa que por
Imbuas se manifiesta; es que siente su carcter de relatividad,
ibolismo imperfecto, traduccin siempre revisable de un ins
V011V0 objeto preciso no se ve an muy claro, por ms que algo
(; se perciba a travs de boquetes abiertos por relmpagos.As es que se profesaba, en el fondo, la unidad, pero sin acertar a
t>ir de ella una frmula ciar. Esta expresin : los dioses, no
iin verdadero plural. Debajo de la mitologa, que slo se des-ellaba, por decirlo as, en las tierras ligeras del alma humana, en
egiones crdulas o simplemente poticas del cerebro, haba, pro
ainente arraigada en la buena tierra, la conciencia sorda, peroida, del Dios nico.
Es el Padre que nos engendr dicen los himnos ndicos ;
pico que conoce la ley de los mundos; el nico que da sus nom
^ a los dioses i1 He aqu, manifestada de hecho, la doble idea de
t
divinidad suprema y de divinidades mitolgicas infinitamente in-ores a ella. Estas no son, pues, otra cosa que la traduccin simb
(Jde un instinto superior, al cual es difcil abarcar todo lo divino
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Tal es la actitud que hoy conviene tomar frente a las religionesantiguas.
Es poco conforme a razn, y me atrevo a decir poco cientfico, )el ver en la D in a - ra w in . oi 1u
pontneo y universal de la conciencia humana, y concluir de ello:Trtase de una idea sin valor real. Oponer as la espontaneidada la reflexin, el instinto profundo a la ciencia, y afirmar que el
primero crea a los dioses y la segunda los destruye, equivale a mutilar la inteligencia del hombre. Todo lo que es verdaderamente hu-mano no puede menos de tener un fundamento en la naturaleza delas cosas; toca a la reflexin enderezar la espontaneidad y no des-truirla ; y si realmente es cierto que, en una u otra forma, la con-ciencia humana ha reconocido siempre al infinito en lo finito comoal astro en su reflejo y a la voz en el eco; si ha tocado la trama divina
debajo de la bordadura siempre cambiante de los fenmenos; si sele ha aparecido el ideal al extremo de la perspectiva de lo real, laley viva en el .universo ordenado; si su razn se le ha manifestadocomo una participacin de la Razn eterna, su libertad como unasombra de la Libertad absoluta, y si a sus ojos se cierne la inmuta jbilidad divina por encima de las fluctuaciones de las cosas, como laestrella polar por encima del ocano, quin osar creer que no haya
en todo eso ms que uno de los muchos espejismos de que son aveces vctimas los pensamientos individuales? Dios es una categorade la mente, ha dicho Renn. Esto basta para que nosotros podamos
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fe se encontrase por todas partes y siempre, i Sin duda 1 Pero, Si de esta anomala hubiese alguna causa permanente?... La ro
del cielo y la inmovilidad de la tierra es tambin un error, y,r "tanto, algo accidental ai espritu; no obstante, fu algn daVersal y di materia a argumentos de este mismo gnero. Por|'razn? Porque existen de este error causas permanentes quelan de parecer invencibles. Sucedera esto mismo con la creenen Dios? Nada hay tan imposible; vamos a probar a lo largo
este libro que nada hay tan falso, y que el consentimiento uni
obedece a que, conforme a la expresin bblica, Dios no hado ni cesa an de dar testimonio de s mismo (Act., XIV, 16).P6 si esto se descubre ser falso despus de hecha la debida nves
cin, a priori y as es como procede el actual argumento siempre suponerse.Por otra parte, aunque esta prueba preliminar resultase irrefuta
no quedara con ella satisfecha la mente. Esta no se contentaor que le dicen : As es, si no consigue descubrir la causajilo. La prueba basada en el concierto de los pueblos es una prueba
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por mucho tiempo estuvo en honor, va perdiendo cada vez ms te-
rreno, a causa del progreso de las ciencias histricas. Sera, pues,poco discreto apoyarse en l.
Otros tomaron un camino ms directo. Dijeron TTay gn ni hom lu. la idea del Tllnnito; quin la puso en l ? Slo puede haber
sido el Infinito mismo. Se deseaba apoyar en diversas pruebas estaltima proposicin, y as se hizo.
0 bien se dijo con San Anselmo y su escuela: La idea de Diosse nos impone como la del ser ms perfecto que concebirse pueda;
es as que un ser tal, si no existiese, no sera el ms perfecto. Porconsiguiente, Dios existe.
A pesar de los prodigios de ingenio, y aun de genio, que se
emplearon a favor de tales argumentos, se han visto fuertementeatacados, y he de confesar con toda sinceridad que no quiero encar-
garme de defenderlos. Y mucho menos considerando que esta meta-fsica abstracta y frgil repugna algn tanto a nuestras maneras dever contemporneas, a nuestros pensamientos usuales. Por esto, des-
pus de haber indicado la prueba por el consentimiento universal,como la llaman los filsofos; despus de haberla mostrado capaz,
si se la examina en su verdadero punto de vista, de engendrar con-
viccin en el hombre prudente, no insistir ms sobre ella. En ade-
lante, cuando recuerde las tradiciones humanas, no tanto ser paradecir : Los hombres creen en Dios, y, por tanto, Dios existe, comopara tratar de poner de relieve, ms que el hecho solo de esta creen *
i l f d l i
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EL TESTIMONIO UNIVERSAL
De nada le sirve el insultar al gnero humano en la ms tenaz
levada de sus creencias; de nada le sirve decir en su corazn,
Le lenguaje de la Biblia : No hay Diosl Este Dios inexistente
55sna'2a el corazn y no le deja tranquilo en sus sueos.
Ests bien cierto de que Dios no existe?
ale decir uno de nuestros poetas.
Si Dios es nada, por qu le muestras el puo ?
Si no es ms que niebla con que se enga nuestra alma,
;Por qu dentro de esos vapores dar golpes con la espada?
Para derribar a un gigante, cargaba Don Quijote
Contra un molino; t cargas contra la nada.
Con la sombra te bates? [V ay a una graciosa hazaa!
j|;Y sacaba, a pesar suyo, pues era ateo, las mismas conclusiones
' Sacamos nosotros, mientras esperamos otras razones que vendrnInfirmar nuestra adhesin al consentimiento de los pueblos:
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CAPITULO II
NECESIDAD DE EXPLICAR EL MUNDO
I
El primer motivo que condujo a los hombres a creer en Dios esla necesidad de explicar el mundo.
El mundo existe; el mundo se mueve; el mundo nos mani-fiesta un orden ; en este orden la humanidad ha visto siempre la
prueba de que existe, sea en el interior mismo del mundo, o bienfuera de 61, alguien que es causa del ser, fuente de la actividad yprincipio del orden.
Con todo, ya desde el momento, se impone una distincin im-portante.
El problema de las causas puede plantearse, o bien respecto aluniverso considerado en su conjunto, o bien respecto a los fen-
menos o seres particulares que en l se encierran. El segundo casocorresponde al dominio de la ciencia. A ella toca el descubrir las
causas prximas, o, como deca Claudio Bernard, las condiciones de
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NECESIDAD DE EXPLICAR EL MUNDO =9
;: Cmo es posible echar siquiera una mirada en tomo nuestroi que al instante surja este problema: De dnde viene todo
De qu manantial brotan las creaciones y las acciones mltide la naturaleza? Da barbarie. 110 menos que 1a
forzada a dar una respuesta sobre este punto; pues el espritu
tao no halla reposo hasta ver encerrados en . un sistema, porgrosero e infantil que sea, los fenmenos por l observados.
Pues bien, la primera respuesta de la humanidad dejada a sa parece haber sido: ora divinizar los agentes naturales, tales
ib el fuego, el agua, el trueno, los astros; ora suponer cada uno^os, no divino en s mismo, sino regido por una divinidad, ms
inos percibida; ora, por fin, combinar vagamente ambos siste'fe nociones imprecisas, capaces de tomar, una tras otra, lasas ms opuestas.
J V Y esas antiguas concepciones no son, ciertamente, muy difciles
tender.
En primer lugar, no parece que en el espritu de los hombresItivos se hiciese una clara distincin de los diversos grados de
S t i li d f di l i i t l
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LAS PUENTES DE LA CREENCIA EN D IOS
se les transformaba en pueblo, silencioso testigo de su vida, y se
impregnaban religiosamente del terror sagrado de sus naves som-bras, de las cuales destila una quietud parecida a la muerte.
Y no veamos en todo eso puras fantasas. Hoy mismo, no exige
de nosotros grande esfuerzo el aceptar 1n idea- ta aatteriaHriafl-
le a actividad muerta, si as puede hablarse, y, por consi-
guiente, de la total indiferencia de la naturaleza ? Por ventura, poruna propensin irresistible, el agua que a nuestros pies se desliza
entre guijarros no nos parece vivir ? Y el viento que gime, segnla frase potica, no nos pone tristes, como si en realidad se tratase
de un gemido ? Y al mirar vagamente la grande naturaleza, no ten-
demos a atribuirle nuestros propios sentimientos? Si estamos tristes
mientras reverbera luz, no vemos en ello una irona o, por el contra-rio, cuando est sombra, no lo miramos acaso como una fraternidad
en el duelo? Todo el romanticismo brot de este sentimiento tan
humano que atribuye a la naturaleza una conciencia obscura. Cant-ronla todos los poetas; todas las almas tiernas han hecho llamamien-
tos a la fraternidad de las cosas, y han credo or una respuesta en
armona o en contradiccin con sus sentimientos.
S, en cada tomo de materia
Tiene su morada un espritu;
Todo siente, y la naturaleza entera
No es ms que dolor y voluptad.
JO
Leyendo estos versos de Lamartine, se me hace ms fcil el
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NECESIDAD DE EXPLICAR EL MUNDO
e *
los actores se tratan con suavidad unos a otros o se atacan dura|ettte, resultando ora vencidos, ora vencedores. No vemos todava
al negro considerar el eclipse de sol como el resultado de unametida violenta por parte de un obscuro dragn ?____________
Adase, en in, la influencia del sentimiento y de la pasin que,
insinubamos poco ha hablando de los romnticos, tiende aadizar y a llevar al paroxismo nuestros instintos antropomorfistas.
a pasin anima todo cuanto to ca; atribuye un corazn a todo loi)ji v e ; ablanda con sus suspiros los objetos ms groseros e inertes ;
tese tan estrecha en el pecho humano que a toda costa quierejamarse, y se desborda hasta en la naturaleza visible,
i,, San Francisco de Ass, al acercarse los das de la Pasin, enfermo^pmor el corazn al recuerdo de los padecimientos del Seor, salase,?u se cuenta, a la selva en busca de compaeros de su dolor, y,
|scubriendo kilillos de agua que rezumaban los peascos, clamaba:i, qu gusto me dais, oh peascos! | vuestra emocin os conduce
fta el llanto !... He aqu el corazn humano sorprendido al natural.
Sfvfin vano se procura combatir esta tendencia mediante nociones po-sitivas de la ciencia; ni as se lograr hacerla menos universal. Asjlque si se considera cmo deba de ser el espritu de la humanidad
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Dcese que los dioses de la antigedad no venan a ser otra cosa
que un ensayo de explicacin y una especie de ciencia anticipada dela naturaleza. Que esa proposicin sea falsa en su exclusivismo va-
mos pronto a demostrarlo; pero advirtiendo por de pronto que ene l l a e s t g p fi ai fl ft ti u n f & E .n u n r i W l , u Tfl lg l1)LUeUJ ^ fgfM i^m tvr U r.
ponden a una necesidad de explicacin inmediata de la naturaleza,
y , en este sentido y en esta medida, se tiene completa razn cuandose dice que las religiones no son ms que la ciencia naciente.
El trabajo ofrecido a la actividad del espritu consiste en cono-
cer el origen y el fin de todo, deca ya Confucio.
Ese trabajo deba forzosamente practicarse segn las leyes de la
inteligencia humana. Pues bien, antes de abstraer, la inteligencia
ob serva; da fe a explicaciones vivas y cuasi humanas en su frmula
antes de levantarse hasta las abstracciones sabias.
Ea metfora, antes de ser considerada y clasificada como tal,
debi de representar una especie de teora esbozada; indicio de elloes la presencia del masculino y del femenino en el lenguaje. A los
ojos del hombre primitivo, toda proposicin presntase como el re-
lato de una aventura en que el verbo representa la accin, el sujetoy el complemento los autores.
Y por eso la hiptesis de los dioses naturalistas parecera a los
hombres primitivos la explicacin ms plausible. Cosa ms clara y
menos extraa que nuestros flidos era el rayo lanzado por Jpiter.
Ea idea de fuerza que para nosotros yace en el fondo de todas las
l id i d f l b
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NECESIDA D DE EXPLICAR EL MUNDO
arante de la. naturaleza y de combinaciones que, en verdad, no8 que expresin potica de una ciencia tradicional y rudi
rs, liuia es de dwilrlo, o mejor, d repetirlo pues queda yaHado antes, y habremos de insistir an en ello , esto se veri
|ticamente en la superficie de la conciencia humana. En el fondo,ltra cosa, y hemos de confesar que por fortuna; pues, si no.
! ms que aquello, nuestra tesis, en lo tocante al testimonio doanidad, quedara muy comprometida.en efecto, qu prueba se deduce de lo que acabamos de
'Slo una prueba de que existe en el hombre un instinto innato,
fl, en presencia de un fenmeno, nos impele con invencible fuer.busear una causa proporcionada donde halle su explicacin. Deyhasta Dios, hasta el verdadero Dios, causa universal y fraseen
queda an camino. Y si slo hubiera esto en las religiones au.fis/se comprendera en este punto el razonamiento de los ateos..|jfjan razn al decirnos: Los dioses precedieron a la ciencia en
HpCcin del mundo : justo es que la ciencia los reemplace a sules d el despido despus de manifestarles gratitud por sus,
f l i i l ))
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Pero no sucedi as. Hemos descubierto, en la idea divina, comn entales pocas, un alcance mucho ms amplio y una especie de elasti-
cidad indefinida que permita a cada divinidad,algo importante in-vadir el cielo, ejercer all el oficio de divinidad suprema, y peepea
ler exactamente, aunque fuese a costa de una flagrante contradic-cin, a lo que para nosotros es el verdadero Dios.
En este ltimo hecho, as como en sentencias categricas de anti-
guos documentos, existe la prueba de que los hombres de entoncesno vean en sus divinidades slo el equivalente de lo que llamamos
hoy nosotros fuerzas de la naturaleza, y de que sentan la necesidad
de ligar toda la marcha del mundo, y aun el mundo mismo, a una
causa suprema que fuese con respecto al conjunto lo que cada divini-dad particular es con respecto a cada fenmeno, lo que Neptuno espara el mar, lo que Eolo para los vientos.1
Por lo dems, repitmoslo an, todo eso no estaba muy claro en
su inteligencia ; la verdad en el fondo ocupaba all mayor espacio del
que puede parecer a un crtico superficial; pero iba mezclada con
errores, de suerte que en sus escritos hllase de todo. A ciertas horas,
en algunas mentes ms altas o ms atentas a escuchar la voz interior,el Dios de la conciencia ocupa el primer sitio y su nombre brota en
estrofas inspiradas, como rfaga de luz. Zeus es el primero; Zeusfulminante es el postrero; Zeus es la cumbre; Zeus el medio. Todo
ha nacido de Zeus. Zeus es el soplo de todo cuanto respira. Zeus es
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NECESIDA D DE EXPLICAR EL MUNDO S
aplegarse ante vosotros, y, un instante despus, la negra noche, que
nunica a los objetos vecinos formas fantsticas y turbadoras; asmismo ocurre entre los pueblos nios. Pe, An 11"f "
"6il, to llega a perder toda su influencia la idea primera. Dense o no
lienta de ello, el verdadero objeto del culto no es el sol, la tempestad,I fuego o las fuentes, sino la Causa, la causa vagamente conocida,
. situada, en la ignorancia de la verdadera perspectiva de las cosas.
Y as es como puede verse en qu consista, desde este punto de
ta, el error de las concepciones primitivas. Consista en la ignoran-
cia de las causas prximas de los fenmenos; en atribuir indebida-
mente a la divinidad misma, obrando directa e inmediatamente, efeo-os de los cuales era en realidad slo causa general y remota.
Los Romanos decan : Jpiter llueve, Jpiter truena en las nu-
bes, y, en cierto sentido, tenan razn; puesto que Jpiter digamos
Dios es realmente, a ttulo de causa primera, responsable de la
tempestad como de todo lo restante: puede serle atribuida sin error.
Donde se desliza el error es en la supresin inconsciente de los agentessecundarios, puramente naturales, en que de alguna manera se cana-liza la accin divina
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No s si, a juicio del lector, consigo expresar bien el modo comola humanidad primitiva parece haber considerado la idea divina:
todo eso, sin duda, parecer a algunos ilgico, obscuro y terriblemente
orgenes
posee este mismo carcter? Las doctrinas primitivas vienen a ser
como telas de colores cambiantes que toman los matices ms diversos
segn el ngulo desde el cual se las mira. Eso explica cmo han
podido aparecer y sostenerse los ms opuestos sistemas sobre la for-macin de las doctrinas religiosas. Eso mismo, sin duda, es lo que
permite a la idea divina evolucionar, a travs de los tiempos, en losms diversos sentidos, conforme al grado de cultura y a la manera
de ser del espritu de los individuos y razas.
Egipto y Persia desarrollan el naturalismo mitigado que acabo de
describir y en l se inmovilizan. La soadora India se levanta con
arranques fervientes hasta la unidad divina, pero para caer luego enuna especie de monismo pantestico con el brahmanismo y el budismo.
Entre los Germanos, los Romanos, y sobre todo los Griegos, los diosesvan tomando gradualmente forma humana, lo cual constituye a la
vez un progreso y una decadencia : un progreso, porque esos pueblos
logran as salir del naturalismo, admitiendo el carcter moral y per-
sonal de la divin idad; una decadencia, porque, al hacerse ms fami-
liar la idea divina, acaba por rebajarse, y, hacindose cada vez msprxima a las realidades de la vida humana, llega por fin a confun-
dirse con ellas y de este modo la religin por lo menos la religin
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Fu en la tierra privilegiada de Grecia donde tuvo nacimientoi que yo llamo razn reflexiva, o si se prefiere, filosofa. Este pueblo,
reducido geogrficamente, ms oprimido polticamente que nin
otro, domin y domina todava el universo por el espritu.
Verdad que en los comienzos de su vida intelectual, y hasta S
ates, que vi realizarse, junto con la fusin de las razas helnicas, lafusin de las doctrinas, en sus comienzos, digo, las ideas griegas reStivas al tema que nos ocupa andaban algfin tanto divergentes. Des
rrollbase la ciencia en escuelas distintas, sin grande comunicacin
titre ellas, y el carcter limitado de los puntos de vista en que se
Situaban da una explicacin suficiente de sus contradicciones realesi aparentes,
Pero una cosa hay indiscutible y que se aplica a todo el conjuntoj del movimiento cientfico en sus comienzos, y es que no pudo reali-
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poltica los movieron a dejar tranquilos a los dioses, imaginronse unaextraa componenda : substrajeron a stos, para dar satisfaccin a la
nueva ciencia, su oficio de causas naturales, y los convirtieron en
simples efectos, es decir, que la naturaleza,lesbord, trocndose en el
manantial comn de donde sacaban su ser hombres y dioses,
Y ge comprende. Eos procedimientos antropomrficos engendra
dores de los dioses haban sido causa de que Se les atribuyese uncarcter de personalidad tan estrecho que impeda hallar en l cabida
a los atributos que, en una ciencia ms vasta, hubiera su funcin
exigido. Una ms profunda concepcin de la naturaleza y el senti-
miento naciente de la solidaridad de los fenmenos naturales y de su
proceso uniforme, hacan atribuir, a costa de la persona, una mayor
importancia a la cosa. De aqu segua naturalmente la desconsidera-
cin de las divinidades en cuanto explicacin cientfica \ el simbo-lismo tan evidente de Hesiodo y de Perecido parece haberse encargado
discretamente de indicarles su cese, mientras el pantesmo vitalista
de la escuela jnica y ms tarde un materialismo claramente definido
venan a ponerse en su lugar.
No hay, pues, que admirarse de hallar en los escritos de esta
poca de transicin frases como sta de Pndaro: ((Una es la raza
humana, y otra la raza divina; pero una misma madre las ha engen-drado a entrambas.11En igual sentido hablaban Anaximenes de Mileto
y Herclito de Efeso. Para ellos, fu el aire, fu el fuego, el principio
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Js tinieblas idoltricas, a descubrir la luz verdadera. Y eso deba
fi parar en el pantesmo, donde cay la India para no salir jas de l. ____________
Por lo menos, los Griegos seran ms afortunados. Al revs de
as primeros sabios, o mejor dicho, de alguno de entre ellos, que
bandonaron la idea divina, el pueblo la guardaba en su corazn'; yun, en cierta medida, bala purificando, haciendo ascender en cate
ora, si es lcito hablar as, a su divinidad principal, a Zeus, hastaticontrar en l al Dios de la conciencia y de la razn. Y , al mismo
. tiempo, los ms sabios de los filsofos, Tales, Anaximandro y algn
otro ms, sin conseguir todava levantarse hasta Dios en cuanto sabios,seguan adorndolo en cuanto hombres. En el aspecto religioso, eran
pueblo.' Lo nico que saban, segn parece, era distinguir mejor al
Dios supremo de esas divinidades naturalistas que acaba de reemplazarla ciencia. Bastaba ampliar un poco ms esa ciencia ; despegarla poco
a poco de la obsesin de lo sensible para dejar sitio en ella a la Causa
primera.'Habalo intentado Pitgoras; pero qued enredado en sus n-
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tomos, o el ter, o el espacio mismo, o no s qu vago infinito?...Tales son los problemas en los cuales se sumerge esa ciencia na-ciente. Apenas se trata nunca en ella de una causa activa, o en casode hacerlo, se la busca, como hace Einndorles, en el 4mnyv el fdior-qtm atraen o repelen entre s los elementos y presiden sus concentra-ciones ; o bien en genios de que se cree lleno el mundo; lo cual,desde este punto de vista, conduce la ciencia a la mitologa. Y en
ninguna parte aparece todava ningn pensador que se eleve a la ideade una causa motriz universal, obrando sobre el mundo, y dndola,en su conjunto, una explicacin suficiente.
No estaba, con todo, lejano el da en que, despus de haber pro-gresado paso a paso, pedetentim, segn expresin de Santo Toms de
Aquino, llegaran los filsofos al conocimiento de una causa primera.Entonces, y slo entonces, se celebraran los desposorios de la razny el instinto; la ciencia explicara a la humanidad lo que sta pensabavagamente sin acertar a expresarlo; ella prestara sus ojos a la con-ciencia ciega de los hombres; se hara intrprete clarividente del sen-tir obscuro y universal.
Fu en el siglo v antes de Jesucristo, en la capital de la Atica,
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NECESID AD DE KXFUC AR EL MUNDO
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No le cabr todava a l el honor de demostrar a Dios como
causa del mundo; pero, sin l, esta demostracin no hubiera an
nacido; saldr de su influencia, y sern sus discpulos quienes halla
rfl eu frmula:
Kn efecto, Platn haba de esbozar ampliamente la teora de lascausas, de la cual naturalmente saldra la Causa primera, y Aristte-
les, por el esfuerzo de un genio que no hall tal vez nunca rival,iba a darle fijeza definitiva.
No quiero obligar al lector a pasar por toda la serie de racioci-nios por los cuales el Estagirita lleg hasta la Causa primera. Bstemedecir que' por un anlisis muy profundo del movimiento fu como
dedujo esta conclusin suprema. De todas las actividades de la natu-
raleza, atribuidas antes directamente a dioses, l busca el manantial,
y demuestra con un rigor absoluto que no es posible hallarlo final-mente fuera de un primer motor inmvil, indivisible, eterno y perfecto.'
Como se ve se haba logrado con ello una admirable conquista
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LAS PUENTES DE LA CREENCIA EN DIOS
arrollo natural y necesario del Ser. Este condensara, en un caso, la
infinita perfeccin en su simplicidad inefable, e ira revelndose en el
otro, por florescencias mltiples, sin cesar renovadas.En esta teora, no puede decirse que Aristteles tuim m u at r -
m elo el m undo prime u un \|pil'1')df'rn c r e a c i n V itn es, en efecto, la
gran palabra que se echa de menos en el libro de la antigua filosofa.
Para dar con esta palabra, que s la piedra de toque de las doc-
trinas, ha de acudirse no a las tribus guiadas por el instinto, y tampoco
a los filsofos de Grecia o a los sacerdotes de Egipto; ha de acu-dirse a un pueblo pequeo que nada tena de filsofo y, no obstante,
posey, respecto al tema que nos ocupa, la verdad que escapaba a la
filosofa : el pueblo judo.
Al principio, Dios cre el cielo y la tierra*' Nos damos cuenta
de la claridad soberana brotada de estas primeras palabras del librohebreo? En la mayora de las antiguas cosmogonas, decase: Al
principio exista el Caos, y ni aun los mismos que se levantaban,como los filsofos poco ha mencionados, a la nocin de una divinidad
suprema, acertaban a formarse ms que una idea imperfecta del
origen absolutamente primero de las cosa.C Vean el mundo saliendo
de Dios por una emanacin necesaria o por una filiacin inconscien-
te ; o bien no vean en Dios ms que una especie de mecnico su-
blime, obrando sobre una mquina no construida por l, o, si se
quiere, constructor de esa mquina, pero con elementos preexisten-tes, sin que jams se diga de dnde estos elementos proceden.
Nunca la creacin propiamente dicha f nunca el ser substituido a la
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NECESIDAD DE EXPLICAR EL MUNDO 43
de la cuna, sintese una impresin parecida a la que despierta en
; nosotros la Creacin de Miguel A n g el: el Omnipotente apartandocon un gesto las tinieblas y poniendo el sol en su sitio._________
in eso consiste lo hago observar de paso M a grande origi-
nalidad de la Biblia en lo tocante a los orgenes del mundo. Sin estanocin, el relato del Gnesis resultara muy parecido a algunos otros;los de Egipto, de Caldea podran ponerse a su lado sin palidecer
mucho. Pero en esta frase solemne y sencilla: Al principio creDios el celo y la tierra, tinese el chorro de luz que nunca habaantes iluminado la mirada del hombre,
v; a Y la consecuencia de ella es muy grande.Si no se concibe a Dios como creador, no se tiene conocimiento
de Dios. Si no se concibe a Dios como creador, quedarn para siempreignoradas sus relaciones con el mundo.
Slo el que crea agota la idea de poder y, por tanto, la ideadivina.
Slo el que crea puede pretender luego el ejercicio entero delpoder. Da naturaleza, si la suponis, en un grado cualquiera, inde-
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Como quiera que sea, y refirindonos slo a nosotros los cris-tianos, de esta idea de Dios vivimos desde hace diecinueve siglos.
De ella hemos vivido tranquilamente durante la mayor parte de esevasto perodo ; de ella vivimos todava entrp lurTias.----_---------------
Voy a indicar aiiora, como remate de nuestra breve resea his-
trica, cul es la causa de esas luchas, y qu es lo que ha venido a
turbar, por lo menos en la superficie, la tranquilidad del mundo res-
pecto a la idea de Dios.
III
Se ha dicho a menudo que la historia describe un movimiento
circular, y que sus fases sucesivas van reproducindose peridica-
mente en condiciones siempre, realmente diversas, bien que anlo-
gas. De ello tenemos una nueva prueba en la historia que estamostrazando de la nocin de Dios causa primera.
Hacia fines del siglo x vn, empez a manifestarse e n , Europa,
y bajo el imperio de las mismas causas, una crisis parecida a la que
sealbamos hablando de Grecia.
Esbozbase entonces un progreso inmenso en el dominio de las
ciencias de la naturaleza. Buen nmero de poderosas personalidadeshaban antes trabajado en ello; pero llegado era el momento en que,
d j d i bl d i i d i l
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NECESIDAD DE EXPLICAR r e MUNDO
4S
No ha pasado inadvertido el hecho de que el sabio de profesin
suele ser hombre de una especie algo extraordinaria. Su mirada es
muy aguda, muy sutil; pero queda a menudo sometida su inteli-
gencia al fenmeno que sufren sus ojos cuando consagra demasiado
tiempo al manejo del microscopio: vulvese miope. Deja de ver loque todos ven ; parece andar sobre puntas de alfiler, V acaba porperder de vista el camino real del gnero humano, al extremo delcual mustrase radiante la imagen de Dios.
Este defecto habalo hecho notar el clebre Euler, y atribualo
particularmente a los qumicos, a los fsicos y a los fisilogos. Sue-
len, deca, inclinarse al materialismo; no creen ms que en lo quepuede palparse, revolverse entre los dedos como un ejemplar de cuarzo
o de carbono. A lo que no se ve ni se toca le niegan toda importancia,no quieren ni or hablar de ello.'
A m mismo me deca un gran sabio contemporneo, repitiendo,
me parece, unas palabras de DuboisReymond: No puede haber
un pensamiento en la naturaleza, pues le hara falta un cerebro.\ Haba asimismo observado Passavant que un estudio exclusivo
de la naturaleza conduce fcilmente al naturalismo y al determi
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LAS PUENTES DE LA CREENCIA EN DIOSNECESIDA D DE EXPL ICAR EL MUNDO 47
crito ! Y el pobre grande hombre insista an : Quisiera y sabercmo est l (Dios) hecho. Tiene brazos, piernas? Si carece deellos, quiero que me expliquen claramente cmo un ser sin brazosni piernas puede construir tan bien.
amos, si se quiere, una parte de chanza en este pasaje;pero el fondo no deja de ser serio, y se tiene en l un bello ejemplar
de lo que puede llegar a ser el espritu filosfico o el simple buensentido, gracias al uso exclusivo, o mejor dicho, el abuso del mtodoexperimental. Una mirada de agudeza y seguridad admirables tra-tndose de la materia, hllase de sbito impotente y turbia frenteal espritu. La lmpara del minero, dirigida constantemente a lasparedes de su caverna, pudele hacer olvidar los astros.
Pues bien, en la poca a que me refiero, era una tendencia deespritu muy extendida el tomar esa casi ceguera como ley de lamirada humana.
'' Empezaba a ejercer su supremaca el mtodo experimental, y lasmaravillas por l producidas eran tales que muchos podan pregun-tarse si, en realidad, fuera de l era posible hallar salvacin intelec-
tual. Cmo extraar, pues, que Dios invisible y trascendente tu-viese entonces detracto res? Hubieran necesitado una causa primeraque pudiese ser vista con telescopio detrs de las estrellas, o, puesse la supone en todas partes y en todas las cosas, que se la pudiesedestilar en un alambique o analizar en un crisol/j Si por lo menosse la pudiese someter al clculo, o hacerla salir en el extremo de unadifer enc ial! Mas no ! Dios no es de esa naturalez a; es objeto delentendimiento puro y de un juicio sano formado sobre las cosas quetodos pueden observar. He aqu la razn de que un buen nmero desabios modernos haya dejado de verle,'
La otra causa, no tan profunda, pero s ms declarada, est en
que se ha credo haber descubierto, como lo haban credo ya desdeel tiempo de los primeros sabios de Grecia, la manera de reempla-zar a Dios.
Deseis hallar, deca el filsofo del tiempo, la explicacin de losfenmenos de la naturaleza, y hablis de Dios? En cuanto a m,ninguna necesidad tengo de esa hiptesis. Los fenmenos de la na-turaleza, estamos en camino de explicarlos por el calor, por la elec-tricidad, por el magnetismo, y, a su vez, todas estas cosas por laondulacin universal y por la atraccin. Dnde vamos a poner anuestro Dios?
Ved , por ejemplo, el fenmeno de la lluvia. Ah tenis un charco
de ag ua : brilla sobre ella el sol, y la evapora ; el vapor se eleva, yacierta a pasar una corriente de aire fro, forma una nube y se
resuelve en agua. Queris cosa ms sencilla ? ; Qu lugar 1
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del deternin ism o; pero en cada uno de los estadios del determinismo, l es el principio de su eficacia, de su variedad, y de la exis-tencia misma de aquello que regula.
I*o cierto es y conviene repetirlo machas yaeea "|"i 1,1 OTtfelTde los hechos no explica los hech os; que las condiciones conocidasnada nos dicen acerca de la causa; que el desarrollo en serie deja in-
tacto el problema de la existencia de la naturaleza de cada trmino yde la misma serie. Hay un interior de los fenmenos en el cual laciencia no consigue entrar, y en el cual se esconde el problemaeterno. No s negaremos a acometerlo? Equivald ra a condenarse alas tinieblas, y a negar la inteligencia en lo que mejor tiene. Si se leacomete, una sola luz es posible : la idea de Dios.
Y, por otra parte, no vemos que la clase de actividad exigid aa Dios por nuestros ateos para concederle la existencia, es muy infe-rior a la que le atribuye nuestra filosofa desta? Ea causalidad di-recta, por voluntades particulares, y concebida de una manera antropomrfica, es infinitamente menos poderosa, menos interior a lascosas y, por consiguiente, menos divinal Parece dejar a los objetos,que Dios va cambiando exteriormente de sitio,, una especie de inde-pendencia ilusoria, y con esta intervencin slo se llega a modificaren ellos accidentes superficiales. Y aunque se supongan, al princi-pio, todos esos objetos salidos del poder divino, no dejar de ser stauna idea de la cual no se sacan, en tal hiptesis, todas las conse-cuencias en ella contenidas; por cuanto, en este caso, no obrar Dioscomo creador, sino como un motor de grado cualquiera, como ungenio o un gigante del aire. Por eso Aristteles echaba en cara aAnaxgoras el que, despus de proclamar, en los comienzos de sufilosofa, la existencia de una Inteligencia ordenatriz, no hiciesenunca uso de ella en su explicacin de los fenmenos. Nosotros, encambio, suponemos que Dios es por todas partes l mismo, y, portanto, creador, no mero motor, a la njanera como Renn se lo pide.
l no empuja la nube, sino que la crea. No perturba la meteorologa,sino que pone en su base una voluntad divina. Todo est en l, y tododepende de l ; no le es, pues, necesario para manifestarse, que es-cape un ser a las leyes; en las leyes, y en el mismo ser que ellasrigen, es donde tiene Dios su ms alta, su ms divina manifestacin.
Curioso es ir siguiendo as con la mirada el proceso de la refle-xin humana con respecto a la causalidad divina.
Eos primeros hombres ven fenmenos; poseen, por otra parte,en su corazn, el instinto de Dios. Sin titubeos dicen : all est
' Dios: detrs de la nube para moverla, detrs del rayo para lanzarlo,debajo de la masa enorme del ocano para echar sus olas de una
' isla a otra. ________ ____________ ___________ Ms trde, empieza su trabajo la ciencia, y se dice: No ! los fenmenos son el resultado de un juego recproco de
las fuerzas brutas, y alguno s sacan la conclusin siguiente : En-
tonces qu habremos de hacer con la idea divina?... Es la crisis griega poco ha descrita.Despus, se reflexiona ms atentamente, y se dic e: ((Cada fen-
meno tiene su causa, es verdad; pero de dnde procede el coni, junto de los fenmenos y de las causas? El universo es un hecho;
tiene necesidad de ser explicado ms an que cada uno de los fenme' nos que encierra. Y se reinstala a Dios, no ya detrs de la nube, o en
fe la gruta de Neptuno, sino en la cumbre, en la cumbre ms alta dela creacin .
Vienen luego, con nuestros recientes progresos, las grandes hi-ptesis cosmognicas. El conjunto del universo? Es un fenmeno
tfcomo cualquier otro 1 Nosotros explicamos la formacin de los mun' dos como explicaba Arist teles la formacin de la lluvia. Vuestro
: Dios de ventanal, llevando en su mano la bola del mundo, carecepara nosotros de toda utilidad\(Ninguna voluntad se esconde detrsdel fenmeno, dice Berthelot. Una vez reunidas las condiciones, nodeja de producirse. Eo mismo se aplica este clculo al universo que
a la ms insignificante de las combinaciones qumicas, y asuntoconcluid o! Dios queda desahuciado. Dios es una palabra reveladorade ignorancia. Representa lo desconocido, y la ciencia, en su camino,est destinada a dejarlo atrs/
Dejar atrs a Dios Esta es una de las frmulas favoritas de Janegacin divina. Ea ciencia ha de dejar atrs a Dios. En otro tiempohaba dejado atrs a los dioses, los dioses naturalistas, elevndose ala idea del cosmos, del universo en su conju nto : cree dejar hoy atrsal Dios nico, elevndose a la idea de una gnesis y de una evolucin universales.
Habremos ms tarde de examinar este punto de vista, cuyaflaqueza se siente ya desde ahora; mi objeto se limita aqu a indicar
"fe el origen de esas negaciones audaces : es la embriaguez de la ciencialo que nos hace negar a Dios. En la edad moderna, la inteligenciahumana ha quedado deslumbrada por sus rpidos descubrimientos,a la manera de un hombre que, encerrado durante algunos das enun cuarto obscuro, viese de repente caer las paredes y extenderse asu vista perspectivas infinitas, anegadas en luz.
Eos primeros, o mejor, los verdaderos fundadores de este rnovi
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miento cientfico, no pretendieron negar a Dios; algunos, al con-trario, se consagraron a demostrar su existencia con un vigor y se-guridad admirables.' Newton se descubra al or pronunciar delantede s el nombre divino. Pero otros creyeron obrar mejnr degpiipnrfaese husped cuya gloria les pareca usurpada'. Es que no son precisa-mente los ms grandes hombres quienes dan el tono al conjunto de
una poca. Ms tarde, ellos la representarn a los ojos de la historia;pero, en la realidad de los hechos, la influencia de algunos alboro-tadores es muchas veces ms poderosa que la del genio.'Eos. alboro-tadores se lanzaron al asalto de la Causa primera, y lograron con-mover a un sector del espritu pblico.
Y , con todo, no haba faltado quien antes avisara.Bacon, uno de los iniciadores de la edad moderna, haba dicho :
No porque las puertas de nuestros sentidos se abren ms de par enpar, ni porque nos ha sido concedida una ms viva luz sobre las cosasde la naturaleza, hemos de permitir que entre la incredulidad a espar-cir en nuestras almas la noche sobre la inteligencia de los divinosmisterios.1
Mucho antes de Bacon, haba ya Platn sealado esta ilusin
consistente en creer que se reemplaza a la Causa primera al estu-diar las causas segundas. En su poca, era ste un prejuicio corriente.
A quien se dedicaba a la astronoma se le consideraba dedicado adestronar a los dioses.* Esto era concebible en unos tiempos en quelos movimientos celestes eran atribuidos a divinidades inferiores;mas, en nosotros, revela un estado de espritu infantil. Eas causasnaturales hllanse en su propio lugar, y nadie se propone expulsar-las ; pero queda en pie todo el problema de saber si, por encima deellas, cualquiera que sea su nmero, cualquiera que sea la exten-sin o profundidad de su accin no es preciso an, necesariamente,suponer una Causa de las causas que sea para todo el conjunto loque cada causa es para cada efecto/ '
Este es el problema que nos toca ahora resolver. Pero me creoobligado a decir, como remate de esta revisin de doctrinas, queningn temor me produce, para el porvenir de la verdad, este mo-mento de fiebre y ceguera que la edad moderna atraviesa. No dejade resultar, en suma, un progreso ese amor, por exagerado que sea,del mtodo experimental/ Y aunque este progreso es limitado, par-cial y, en ciertos espritus, adverso a puntos de vista superiores quese quisiera relegar a la categora de quimeras, nada por ello hemosde temer. Ea verdad es una. Todo trabajo practicado en uno cual i.
i . So br e el cr ec im ie nt o de las cie nci as ,a. Cf. Ap ol og a de S cra tes .
quiera de sus dominios resulta provechoso a su reinado total y a suimperio, Ea verdad es re in a; bstale para adorno una diadema ycollar de oro: dejemos a las ciencias naturales atarle slidamente
lea cordonesJe su calza do1; dejemos a las artes y a la literatura, delas cuales no andamos escasos, cortarle y adornarle el manto, y unda este da ha llegado ya para un buen nmero, y, gracias a
Dios, no ha dejado nunca de lucir para muchos la filosofa, yaE ms juiciosa, reconstruida sobre sus bases nuevas y definitivas, colgar del pecho de esta reina su collar, mientAs la teologa le trenzarsu corona inmortal.
Gocmonos, a pesar de todo, del estado a que el trabajo de lossiglos ha sabido conducir la idea divina. Todos los problemas senos presentan engrandecidos; nos son propuestos con una precisinadmirable, a la cual no pudo aspirar ninguna otra poca.
Razn de ms, por otra parte, para no hacernos esclavos de laapariencia, para no dejarnos absorber de esa mecnica universal,por el pretexto de que nos ofrece nuevos rodajes. En el fondo, elproblema subsiste; ningn cambio han sufrido sus datos eternos,por la palmaria razn de que son eternos.
Existe un mundo; este inundo se mueve: dnde est la fuen-te de su ser y de su actividad ?
IV
Ea prueba de Dios causa dl mundo, considerada en s misma,redcese a pocas palabras, y se presenta con un carcter tal de cla-ridad y evidencia que la pone al alcance de las inteligencias mshumildes, sin dejar por eso de dirigirse a los genios ms altos.
Eo que ciertamente resulta, no ms difcil pero s ms compli-cado, es el defenderla de los sofismas y desligarla de los falsos
puntos de vista.En s misma, lo repito, es sencillsima.'Contemplamos el myndo,y nos dec imo s: No se hizo solo. Existe un obrero de esta obra.
\ Compuesto de seres perecederos, a quienes la exis tencia no esdebida en razn de su propia naturaleza, el mundo no lleva en s laexplicacin de s mismo. Reclama la intervencin de un ser supremoa quien baste manifestarse para explicar su ser, y el cual lo comu-nique a todo lo existente. A este ser supremo le llamamos Dios.
Contemplamos, adems, y descubrimos alrededor nuestro accio-nes, movimientos, cambios de fuerza y actividad. De dnde vienetodo eso 7 Puesto que tambin aqu se requiere un principio. No hay
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Mma
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movimiento sin motor, no hay accin sin agente. Por tanto, quinsuministra la fuerza que arrastra los astros en su rbita ? Quin llena
el universo de esa actividad febril, de esos estremecimientos de vidacuya embriaguez aterradora y franqniln.ilenn rU tnnnfW ton
cios y multiplica, a travs de las edades, con nunca agotada riqueza,las ms brillantes y sutil es maravillas ? Se requiere aqu una expli-
cacin, como se requiere una sobre el ser mismo de las cosas; puesen la actividad hay tanjbin ser, y la cuestin permanece idntica.'
IyO comprendo muy bien : los seres se mueven los unos a los
otr os; reciben los unos la accin de los otros ; si el marino sostieneun ncora a bordo, el navio sostiene al marino, el mar sostiene el
navio, la tierra sostiene el mar, el gol sostiene la tierra, y un centrodesconocido sostiene el sol. Pero, y despus?... No puede llegarse
hasta el infinito en la serie de las causas ; Aristteles, cuya profun-
didad de pensamientos notbamos arriba, lo dej demostrado de milmaneras, las cuales todas, en el fondo, se reducen a esto: en una
serie de causas ordenadas y dependientes, en su ejercicio, la unade otra, todo depende de la prim era; las intermedias no son ms
que ministro s de elia" Cualquie ra que sea el nmero de stas, desde
nuestro punto de vista, puedo considerarlas como formando unasola, y, en el fondo, toda serie consta de solo tres trminos: en la
cima, la fuente de actividad; en medio, la causa intermedia, nica
o mltiple, y al fin el resultado producido por la actividad.*1Multi-
plicad hasta el infinito las causas intermedias, y con ello complicisel instrumento, pero sin fabricar una caus a; a larg is el canal, pero
sin producir ninguna fuente. Si no existe la fuente, el intermediario
queda impotente, y no se lograr producir el resultado, o mejor, nohabr ni causa intermedia, ni resultado, es decir, desaparece todof
Parceme que nadie negar a esto valor d emostrativo, y preten-
der, al contrario, que el nmero infinito de causas intermedias puede
dispensarnos de hallar una causa primera equivale a decir que un
pincel puede pintar solo, mientras tenga un mango muy largo. Denada sirve la longitud del ma ngo; lo importante es la mano.
Dbese, por tanto, suponer, en la fuente de toda causalidad, de
toda activid ad transmitida, una causa eficiente primera, de la cual
deriva la eficacia de todas las otras. A esta causa primera la llama-mos Dios.
Parceme, una vez ms, que, a los ojos de quien crea en elraciocinio humano, se impone la evidencia de ese doble raciocinio.
'De dnde procede, pues, que se niegue a someterse a l ciertogrupo de inteligencias contemporneas?
NECES IDAD DE EXPLI CAR EL MUNDO 53
Da posicin en que algunos se sitan es muy sencilla, Consisteen un verdadero escamoteo de la cuestin. Se acogen a la nebulosaen rotacin de Lnnlncc v min va nrlmitidn h-----no se les ocunrr
A.
ni siquiera preguntarse por quin fue formada, ni quin le di surotacin primera pretenden que el mundo se explica por s solo. y
De momento, no me detendr a subrayar la locura que hay enhacer salir este mundo, este admirable mundo, y l a vida, y el pen-
samiento, y la voluntad, y el corazn del hombre, de una nebulosa
homognea en rotacin. Es una verdade ra locu ra! Pero no es stanuestra cu esti n; no planteo aqu la cuestin de saber qu es elmundo, ni cul es la naturaleza de las actividades en l desplegadas;
hago notar nicamente que el mundo existe, y se mueve, y digo:
el remontarse sin ms ni ms a la nebulosa, y pretender con ello
desechar a Dios, es una de aquellas simplicidades slo explicablesen un hombre de ciencia.
\ Ntase, en efecto, que los que as hablan me refiero a losjefes de fila son en general hombres de ciencia, no filsofos:"
Afiado, para ser del todo justo, que, yn cuanto sabios, derecho suyo
es el prescindir de ulteriores indagaciones sobre los orgenes del ser. *'Puede aadirse en favor suyo que no les falta ni generosidad ni
valor, al consentir en llevar tan lejos el problema de los orgenesde su objeto. Pero su culpa est, y culpa inexcusable, en la preten-
sin de procurar a los hombres, al hablar as, el medio de prescindir
de la Causa primera. JAlt o ah ! decimos. Bien est que la ciencia
limite sus inve stig acio nes : no podemos menos de salir gananciososde esa prudente reserv a; pero que pretenda convertir e l trmino de
su dominio en trmino del mundo, no puede pasar sin protesta.Efecto es de una ilusin demasiado grosera el figurarse que hay bas-
tante con dejar atrs el paraso terrenal para tener el derecho de su-
primir a Dios; y el taparse los ojos, en llegando a la nebulosa, para
no ver el abismo que nos separa an de la nada, y, por consiguiente,
de una verdadera explicacin de las cosas, equivale a imitar al aves-truz, que con ocultar su cabeza en la arena se cree ya del todo seguro.
No me cansar nunca de advertir cun idntico permanece siem-pre el espritu humano, y cunta sea la semejanza de esas concep-
ciones. con las de los primeros sabios que en nuestro camino hemoshallado. Al principio exista el caos, decan los antiguos griegos.Al principio exista la nebulosa, dice hoy el hombre de ciencia,
provisto de diplonia. Y la posicin es la misma : tan legtima, si se
la concibe como punto de partida para la ciencia de los astro s; tanprofundamente pueril, si se pretende darle el valor de una filosofa.
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Pues qu ha de importamos, desde el punto de vista en que
uos s ituamos aqu, la hiptesis de la nebulosa ? Qu ha de impor-tarnos que el universo, hoy condensado en forma de masas globula-res planetas y soles, estuviese antes disperso en el espacio como una
nube en torbellino, o como un enjambre agitad o de mosquitos ? Veo
muy bien en eso un punto de partida para el nacimiento de los cuer-
pos celest es; pero uu punto de partida rio es una explic acin, Hacerretroceder una dificultad no es darle una explicacin. Cosa vana es
remontarse de poca en poca y hundirse desatinadamente en esas
lejanas, en las cuales luce apenas la aurora de los mundos; no se
dejar el espritu arredrar por esas distancias. Trasldase de un vuelo
all donde se plantea el problema, y, sin dejarse arrebatar su luz, ex-
plora las nieblas en las cuales se pretende ocultar el problema del ser.
Descbrele intrpidamente, y se pregunta, con tanta energa como es
posible hacerlo en la presente ho ra : De dnde viene este ser que yo
contemplo ? De dude viene esta actividad que yo percibo ?Qu van a responderle?
No falta quien nos da una respuesta ingen iosa ; no nueva, por
cie rto ! pues la hemos encontrado, como la precedente, entre esosantiguos sabios de Grecia, que estuvieron alguna vez algo alocados,
como los sabios de la Europa actual. Recordemos aquellas palabras
de Hercli to, cuando deca : Este mundo? No ha sido hecho porningu dios, ni ningn ho mbr e:. era y ser un fuego eterno, unas
veces abrasado, otras extinguid o. Quin sabra ver en eso un sis-tema moderno ? Y , no obstante, lo es. No de otra suerte se expresan
uu buen nmero de sabios. Emplean, s, formas nu evas; adornan
con ms aparato de ciencia y rellenan con mayor nmero de hechosel canard filosfico que nos of recen; pero el ave es la misma :
es, sencillamente, la de Herclito y de Empdocles.
Se nos dice, pues, que, para deshacerse de Dios, basta substituirlopor la eternidad del mundo. A qu un Creador, si en ningn ins-
tante ha dejado el mundo de existir? Comprendo que, si el mundoha tenido comienzo, necesite de una explicacin. Nada sale de la
nada por virtud propial E x nihilo nihil fit; nada viene de nada,
decan los antigu os filsofos, y 'si se admite que en un momento
cualquiera no exista nada, ser preciso concluir con Bossuet y con
todo el mu nd o: Nada habr eternamente. Pero, y si la nada que
suponemos preceder al mundo no pasa de quimera ? Y si el mundoha existido siempre? Puede suponerse entonces que slo depende des mismo; pues, en virtud de la inercia de la materia y de la con
- .
NECE SIDA D DE KXPUCAJR EL MUNDO 55
!a m
servacin de la energa, el hoy tiene su explicacin en el ayer, el
ayer en el anteayer, y as sucesivamente, y, si ha habido siempre
das, ha habido siempre una explicacin suficiente de las cosas, v de
nada sirve una causa primera.
Pues bien, si alguien quiere darse cuenta de cuanto de infantil
contiene semejante raciocinio, recuerde la forma por nosotros em-pleada hace poco para demostrar a Dios. Decamo s: E l mundo haempe zado; preciso es, por tanto, suponer alguien que haga em-
pezar al mundo.'" Dec amos: El mund o existe : necesaria es una e x-
plicacin de su existencia. Aad amos : E l mundo se m uev e: la
actividad que en l se manifiesta pide una fuente. 'El que hay a ex is-
tido siempre, y se haya movido siempre, nos es perfectamente igual;pues en qu consiste esa supuesta eternidad? Es un atributo del
unive rso,. un nuevo atributo con que se le condecora; pero un
atributo no puede ser una causa. Infinito o no, el tiempo es slo una
medida, no puede ser un principio. Mas nosotros buscamos un prin-
cipio del ser, un principio de la actividad, y no se responde a nues-tra pregunta al invocar la eternidad, como no se explicara la exis-
tencia de una locomotora o la fuerza propulsora que la anima condecir que viene del fin del mundo. No pregunto ya de dnde llega,
sino quin la ha hecho y quin la mueve.
Guardo en la memoria que, cuando era nio y nos iniciaban en
la filosofa, se nos daba la prueba llamada tradicional de la existen-cia de Dios. De quin eres hijo? De mi padre. Y tu padre?
De mi abuelo. Y tu abuelo? De otros antepasados. Y el
primer hombre? Embrollbase aqu el alumno, y entonces se lle-gaba de una vez a la Causa primera. O bien se haca salir en el ar-
gumento el huevo y la ga llin a: De dnde viene el huevo? De
la gallina. Y la gallina? De un huevo. Y el primer huevo?
De la primera gallina. Y sta primera gallina?... Ponase
aqu la trampa, y, por lo comn se caa en ella.Yo, como novel espritu descontentadizo que sin duda era, me
deca : Esto no demuestra nada I Depende Dios acaso de seme-
jante prueba? Po r qu no remontarse hasta el infinito? Qu es
lo que obliga a detenerse, en el flujo de las generaciones y siglos?
N o es cada uno de los instantes un comienzo y un trmino? Noguarda cada generacin, con la que la precede y con la que la sigue,
la misma relacin que una generacin cualquiera de la serie total?
Siendo as, qu ser capaz de impedir que haya tantas como sequiera y que su desarrollo llene el infinito de una duracin eterna?
No s si entonces consegua dejar hasta este punto precisada la
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cos a; pero yo la senta vivamente, y no hallaba quien viniera adecirme: No est en eso la cuestin.
Efectivamente, la cuestin no est en eso. Recordaba hace unmomento el objeto de nuestras demostra
rorma. '1 rnese, por ejemplo, la que conduce a la necesidad deun primer motor, para explicar la actividad de los seres y los efectos
de esta actividad en el mundo. Fcil ser comprender que esa de-mostracin es valedera tanto si se supone el mundo eterno como sise le cree temporal.v Eterno o no, hallamos en el inundo efectos que dependen deciertas causas, las cuales, siendo tambin a su vez dependientes enel ejercicio de su causalidad, suponen una causa nueva de dondederiva su influencia. Y esta nueva causa no la buscamos en el pa-sado, sino en el presente, o mejor, prescindimos del pasado y delpresente, y consideramos slo la dependencia. Tal efecto dependede tal cau sa; esta causa, a su vez, considerada como tal, depende deotra, y a s sucesivamente. Y como, por la razn antedicha, no puedesubirse hasta el infinito en las causas que dependen actualmente launa de la otra, es preciso llegar a una causa primera, que es Dios.
As se consigue alcanzar a Dios, no remontando el curso de lostiempos hasta el primer da del mundo, sino interrogando a cada unade las causas que intervienen juntas en la produccin de un efectodado, a partir de la causa prxima hasta el manantial primero detoda causalidad:"
Pongamos, s os parece, un ejemplo. Pie aqu un animal. Cules la causa de la existencia de este animal? Da cuestin, as plan-teada, puede tener un doble sentido. O se trata de explicar la venidade este animal al ser, o bien de explicar su existencia actual, supermanencia. Fijmonos en este ltimo caso.
A qu atribuire mos este efecto: la permanencia del animal enel ser ? Do atribuiremos a su misma constitucin, al equilibrio espe-
cial y estable de las substancias de que est compuesto, bajo eldominio de la forma viva : el alma. Esta es, en efecto, la causa prxima del fenmeno; pero, mirando ms de cerca, advertiris prontoque esta causa es un efecto; por cuanto el equilibrio de las substan-cias que componen el animal y el juego complejo de su vida depen-den de una serie de condiciones. Suprimid, por ejemplo, la presinatmosfrica, y se evapora en el acto vuestro animal. Suprimid elcalor, y no vivi r ms all de un segundo ; suprimid la actividadqumica del aire que respira o del alimento que absorbe, y morir alinstante; as, esa existencia, que a primera vista parece indepen-diente, depende, al contrario, actualmente, en cada uno de sus mo-
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mentas, de innumerables influencias : estamos muy lejos de conocer-las todas. Y lo que es verdad de su existencia actual lo es tambinde cada uno de sus actos, lo es igualmente de su venida al ser, desu nacimiento, al cual, en realidad, ha concurrido todo el universo.El sol y el hombre engendran al hombre, decan los antiguos fil-sofos. Se requieren todas las influencias csmicas para la produccin
de un simple mosquito. Pues bien, tomad aparte, una tras otra, cadauna de esas influencias, y en ella misma veris el resultado de unaserie de causas ordenadas, conocidas o no, pero cuya existencia escierta, y esta serie os permitir remontaros, de anillo en anillo, noen el pasado, sino en el presente mismo, hasta un primer manantialde toda actividad, sin el cual ni el animal de que hablamos, ni lasoperaciones de su vida, ni ninguna de las causas que las condicio-nan, podran subsistir.
Como se ve, la cuestin de los orgenes del mundo no entrapara nada en esta manera de presentar la prueba. Para demostrar aDios, no necesitamos contar la historia del pasado, bstanos mirara lo presente; no le invocamos como uq actor destinado a abrir el
escenario del mundo, sino
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