salmos - biblioteca antolÓgica
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LEÓN, FRAY LUIS DE (1527 – 1591)
TRADUCCIONES SAGRADAS
En esta postrera parte van canciones sagradas, en las cuales procuré cuanto pude imitar la
sencillez de su fuente y un sabor de antigüedad que en sí tienen, lleno a mi parecer de
dulzura y majestad.
Y nadie debe tener por nuevos o por ajenos de la Sagrada Escritura los versos, porque,
antes le son muy propios y tan antiguos, que desde el principio de la Iglesia hasta hoy los
han usado en ella muchos hombres grandes en letras y en santidad, que nombrara aquí, si
no temiera ser muy prolijo.
Y pluguiese a Dios que reinase esta sola poesía en nuestros oídos, y que sólo este cantar
nos fuese dulce, y que en las calles y en las plazas, de noche, no sonasen otros cantares, y
que en esto soltase la lengua el niño, y la doncella recogida se solazase con esto, y el
oficial que trabaja aliviase su trabajo aquí. Mas ha llegado la perdición del nombre
cristiano a tanta desvergüenza y soltura, que hacemos música de nuestros vicios, y no
contentos con lo secreto dellos, cantamos con voces alegres nuestra confusión.
Pero esto ni es mío, ni de este lugar.
SALMOS
Traducciones sagradas
INDICE:
SALMO I
Beatus vir
SALMO IV
Cum invocarem
SALMO VI
Dómine, ne in furore tuo
SALMO XI
Salvum me fac, Domine
SALMO XII
Usquequo, Domine
SALMO XII
Usquequo, Domine
SALMO XVII
Diligam te, Domine
SALMO XVIII
Coeli enarrant
SALMO XXIV
Ad te, Domine, levavi
SALMO XXVI
Dominus illuminatio
SALMO XXXVIII
Dixi, custodiam
SALMO XLI
Quemadmodum desiderat
SALMO XLIV (Primera versión)
Eructavit
SALMO XLIV (Segunda versión)
Eructavit
SALMO LXXI
Deus, iudicium
SALMO LXXXVII
Domine Deus salutis meae
SALMO CII (Primera versión)
Benedic, anima mea, Domino, et omnia
SALMO CII (Segunda versión)
Benedic, etc.
SALMO CIII
Benedic, anima mea, Domino
SALMO CVI
Confitemini Domino
SALMO CIX
Dixit Dominus
SALMO CXIII
In exitu Israel
SALMO CXXIV
Qui confidunt
SALMO CXXIX
De profundis
SALMO CXXXVI
Super flumina
SALMO CXLV
Lauda, anima mea
SALMO CXLVII
Lauda, Jerusalem
SALMO I
Beatus vir
Es bienaventurado
varón el que en concilio malicioso
no anduvo descuidado,
ni el paso perezoso
detuvo del camino peligroso.
Y huye de la silla
de los que mofan la virtud y al bueno;
y juntos, en gavilla,
arrojan el veneno,
que anda recogido en lengua y seno.
Mas en la ley divina
pone su voluntad, su pensamiento,
cuando el día se inclina,
y el claro movimiento,
lo escuro de la noche en ella atento.
Será cual verde planta,
que a las corrientes aguas asentada,
al cielo se levanta
con fruta sazonada,
de hermosas hojas siempre coronada.
Será en todo dichoso,
seguro de la suerte que se muda.
No así el malo animoso,
cual si el viento sacuda
la paja de la era muy menuda.
Por esto al dar la cuenta,
la causa de los malos, como vana,
caerá con grande afrenta;
allí la cortesana,
santa nación huirá de la liviana.
Porque Dios el camino
sabe bien de los justos, que es su historia;
del otro desatino
de la maldad memoria
no habrá, como de baja y vil escoria.
SALMO IV
Cum invocarem
Cuando en grave dolencia
del alma te llamé, tú me escuchaste,
Dios, de la inocencia
autor, tú me ensanchaste
el corazón, que en sueño estrecho hallaste.
Pues eres piadoso,
derrama sobre mí piadosos dones,
y vuelve tu amoroso
oído a mis razones,
que más son que mis culpas tus perdones.
¡Oh, hombres! ¿Hasta cuándo
tendréis el corazón endurecido,
la vanidad amando
del bien que os ha mentido,
siguiendo a rienda suelta su partido?
Sabed cómo engrandece
a su amigo Dios, su voz oyendo;
mi alma favorece
luego le concediendo
cuanto en su corazón le está pidiendo.
Enójeos el pecado,
y no pequéis jamás en vuestros hechos;
corregid lo pasado,
y en vuestros ricos lechos
sollozaréis en lágrimas deshechos.
Un sacrificio justo
sacrificad a Dios, que es el que alcanza
perdón a todo injusto;
y tened esperanza,
que nadie se salvó sin confianza.
Dicen los pecadores:
«¿Quién nos dirá dó están las cosas buenas?
¿No ven los resplandores
de mi rostro y las venas
de luz, de quien sus almas están llenas?
Dísteme tu alegría,
joya que gozan solos tus privados;
mas a la compañía
de los que van errados,
frutos de vino y pan multiplicados.
De paz favorecido
entre justos y santos reposando,
me quedaré adormido,
porque me estás guardando,
en confianza eterna descansando».
SALMO VI
Dómine, ne in furore tuo
No con furor sañoso
me confundas, Señor, estando airado,
ni con ceño espantoso
me castigues, tasado
cuanto merece al justo mi pecado.
Mas antes sin enojo
doliéndote de mí te muestra humano;
pues a tus pies me acojo,
sáname con tu mano,
que no tiene mi cuerpo hueso sano.
Mi alma está confusa
entre esperanza y miedo vacilando;
¿y dónde, Señor, se usa,
que a quien se está finando
y os llama le dejéis así? ¿Hasta cuándo?
Vuelve, Señor, tu cara;
alienta aqueste espíritu afligido,
que tu clemencia rara
no atropella al caído,
ni quiere hacer justicia en el rendido.
Que nadie en la agonía
se acordará de Ti sin Ti, por cierto;
y con la losa fría,
de tierra ya cubierto,
¿qué gloria puede darte un cuerpo muerto?
Por esto en un gemido
las noches llevaré todas lavando
el lecho defendido,
que mancillé pecando,
mi cama con mis lágrimas bañando.
La fuerza de mi llanto
de mis ojos la vista ha enflaquecido;
y de enemigos tanto
fui siempre combatido,
que estoy siempre arrugado y consumido.
¡Afuera pecadores!
¡No tengáis parte en mí los que habéis sido
de la maldad autores;
porque el Señor ha oído
el llanto de mis voces y gemido!
Porque ya de mis quejas
la lamentable voz es recibida
dentro de sus orejas,
y tan bien acogida,
que luego fui librado en siendo oída.
Túrbense avergonzados
todos mis enemigos grandemente;
las espaldas tornados
vuelvan confusamente,
huyendo a rienda suelta, velozmente.
SALMO XI
Salvum me fac, Domine
¡Oh, sálvame, Señor! que no hay ya bueno,
que faltan las verdades;
y trata aun con quien tiene dentro el seno
cada uno falsedades.
Con labios halagüeños cada uno,
y con dos corazones:
no dejes de estos labios, Dios, ninguno,
ni destos fanfarrones,
que dicen: «prometamos largamente;
mi boca está en mi mano.
¿Qué cuesta el hablar largo, o qué viviente
me estorbará el ser vano?».
Mas dice Dios: «Ya vengo, conmovido
de los menesterosos,
de sus agravios dellos, del gemido
de los pobres llorosos,
a serles su salud y su bonanza,
y soplo favorable».
Y son, Señor, tus dichos sin mudanza,
y son firmeza estable.
Son en hornaza plata, en fuego ardiente
mil veces apurada:
y ansí nos librarás eternamente,
Señor, desta malvada,
desta malvada gente, que contino
nos cerca a la redonda,
y crece, porque tu saber divino
y tu grandeza honda
les da pasar en gozo, y en convites,
y ansí se lo permites.
SALMO XII
Usquequo, Domine
¡Dios mío!, ¿hasta cuándo
ha de durar aqueste eterno olvido,
que vas conmigo usando?
¿Hasta cuándo ofendido
de mí, tu rostro mostrarás torcido?
Y entre consejos ciento,
¿hasta cuándo andaré desatinado?
¡Ay, duro y gran tormento!
¿Hasta cuándo hollado
seré del enemigo crudo, airado?
Convierte ya tu cara,
aplica a mis querellas tus oídos,
¡Dios mío! y con luz clara
alumbra mis sentidos,
no sean del mortal sueño oprimidos.
No pueda mi adversario
decir: «Prevalecíle en algún día».
Que si el duro contrario
viese la muerte mía,
extremos de placer y gozo haría.
Mas tu misericordia,
en quien, Señor, confío, me asegura;
henchirá la victoria
mi alma de dulzura.
Yo cantaré, y diré que soy tu hechura.
SALMO XII b
Usquequo, Domine
¿Hasta cuándo, Dics bueno,
hasta cuándo estaréis de mí olvidado?
Y ese rostro sereno,
¿hasta cuándo de un lado
ha de estar para mí, triste, cuitado?
¿Hasta cuándo, pasmada,
entre varios consejos vacilando
tendré esta alma cuitada?
Y el dolor, ¿hasta cuándo
ha de estar mis entrañas traspasando?
A mi enemigo airado,
¿hasta cuándo he de estar, Señor, rendido?
Ya basta lo pasado,
si vos atento oido
volvéis y rostro alegre al afligido.
Si sola una centella
de vuestra luz tuviese en mi sentido,
yo quedaré con ella
tan vivo y tan lucido,
que nunca en mortal sueño esté dormido.
Y ansí ni mi enemigo
se ufanará de haberme contrastado,
ni dirá que conmigo
sus fuerzas ha mostrado,
y que me deja ya domesticado.
Tendrá el que mal me quiere,
si me quiere vencido, gran pujanza;
pero si yo pusiere,
Dios mío, mi esperanza
en Vos, ¿quién tomará de mí venganza?
Mi corazón ya ufano,
tan próspero estará y tan victorioso,
que por tan soberano
bien, al nombre glorïoso
vuestro mil palmas cantará gozoso.
SALMO XVII
Diligam te, Domine
Con todas las entrañas de mi pecho
te abrazaré, mi Dios, mi esfuerzo y vida,
mi cierta libertad y mi pertrecho,
mi roca, donde tengo mi guarida,
mi escudo fiel, mi estoque victorioso,
mi torre bien murada y bastecida.
De mil loores digno, Dios glorioso,
siempre que te llamé te tuve al lado,
opuesto al enemigo, a mí amoroso.
De lazos de dolor me vi cercado,
y de espantosas olas combatido,
de mil mortales males rodeado.
Al cielo voceé, triste, afligido;
oyérame el Señor desde su asiento;
entrada a mi querella dio en su oido.
Y luego de la tierra el elemento
airado estremeció; turbó el sosiego
eterno de los montes su cimiento.
Lanzó por las narices humo, y fuego
por la boca lanzó; turbose el día,
la llama entre las nubes corrió luego.
Los cielos doblegando descendía,
calzado de tinieblas, y en ligero
caballo por los aires discurría.
En Querubín sentado, ardiente y fiero,
en las alas del viento que bramaba,
volando por la tierra y mar velero;
y de tinieblas todo se cercaba,
metido como en tienda en agua escura
de nubes celestiales, que espesaba.
Y como dio señal con su luz pura,
las nubes arrancando acometieron
con rayo abrasador, con piedra dura.
Tronó, rasgando el cielo; estremecieron
los montes, y, llamados del tronido,
más rayos y más piedras descendieron.
Huyó el contrario roto, y desparcido
con tiros y con rayos redoblados,
allí queda uno muerto, allí otro herido.
En esto, de las nubes despeñados
con un soplo mil ríos, hasta el centro
dejaron hecha rambla en monte, en prados.
Lanzó desde su altura el brazo adentro
del agua, y me sacó de un mar profundo;
librome del hostil y crudo encuentro.
Librome del mayor poder del mundo;
librome de otros mil perseguidores,
a cuyo brazo el mío es muy segundo.
Dispuestos en mi daño y veladores
vinieron de improviso, y ya vencían;
mas socorrió con fuerzas Dios mayores.
Ya dentro en cerco estrecho me tenían;
mi Dios abrió espacioso y largo paso,
porque mi vida y obras le aplacían.
No se mostró en la paga corto, escaso
el premio; y la virtud y mi inocencia
vinieron, y su gracia al mismo paso.
Porque perpetuamente en mi presencia
sus leyes conservé, sus santos fueros
ni por amor quebré, ni por violencia.
Jamás fueron al mal mis pies ligeros;
huí todo lo que es de Dios ajeno,
no me aparté jamás de sus senderos.
A las llanas anduve entero y bueno
delante del Señor continuamente,
y siempre a mi apetito puse freno.
Y ansí correspondió perfectamente
el premio a mi justicia, a mi pureza,
que siempre ante sus ojos fue presente.
Que cual cada uno vive, ansí tu Alteza
se hace con el bueno, bueno, y pío
y llano con el que usa de llaneza.
Con el puro te apuras, Señor mío;
a cautelas, cautela; a mañas, maña;
y al desvarío pagas desvarío.
En cuanto el sol rodea y la mar baña,
te muestras al humilde favorable,
y abates la altivez con ira y saña.
Siempre lució ante mí tu luz amable,
y en mis peligros todos siempre tuve
de tu bondad consejo saludable.
Por Ti traspaso el muro, que más sube;
por Ti, por los opuestos escuadrones
rompiendo victorioso y salvo anduve.
El caso es que la regla y ley que pones
lo bueno es y lo puro, y ansí escuda
aquellos que le dan sus corazones.
¿Quién hay fuera de Ti, Señor, que acuda,
cuando la fuerza y seso desfallece?
¿Qué roca hay que asegure sin tu ayuda?
Dios es el que me anima y fortalece,
el que todos mis pasos encamina,
y hace que ni caiga ni tropiece.
Pusiste ligereza en mí vecina
al gamo; y me defiendes, colocado
en risco que a las nubes se avecina.
Por Ti la espada esgrimo; tu cuidado
hace mi brazo diestro en la pelea,
y fuerte más que acero bien templado.
Tu amparo, como escudo me rodea;
tu diestra me da fuerza, tu blandura
me sube a todo el bien que se desea.
Dotaste de presteza y de soltura
mis pasos, que jamás en la carrera
doblaron por trabajo ni longura.
Seguía, y alcanzaba la bandera
contraria que huía, y no tornaba
sin primero hacer matanza fiera.
De los que destrozados derrocaba,
jamás se levantó ningún caído,
y con pie poderoso los hollaba.
De fortaleza de ánimo ceñido
por Ti fui en la batalla, por Ti vino
el que se rebeló, ante mí rendido.
Por Ti, sin corazón y sin camino,
huyó de mi cuchillo el enemigo;
desorden fue a su escuadra y desatino.
Buscaban voceando algún abrigo,
y no hubo valedor; a Ti llamaron,
y ni rogado Tú les fuiste amigo.
En partes menudísimas quedaron
deshechos por mi mano, como el viento,
volando, lleva el polvo, ansí volaron.
Librástesme, Señor, del movimiento
del pueblo bandolero: a mi corona
sujetos allegaste pueblos ciento.
Quien nunca vi, me sirve y me corona;
apenas le hablé, ya me obedece;
a su natural miente, a mí me abona.
Esto hace el extraño. El que parece
mío, no mío ya, más extranjero,
cerrado en sus miserias vil perece.
¡Vívame, mi Señor, mi verdadero
peñasco, mi bendito, mi ensalzado,
mi Dios, y mi salud y gozo entero!
Tú de venganzas justas has hartado
mi pecho, y no contento con vengarme,
mil gentes a mi cetro has sujetado.
No te satisfaciste con librarme
del opresor injusto; hasta el cielo
te plugo sobre todos levantarme.
Por todo el habitable y ancho suelo
celebraré tu nombre, y tus loores,
mi voz de Ti cantando alzará el vuelo.
De Ti, que te esmeraste en dar favores
a tu querido Rey, a tu Mesías;
que amparas de David los sucesores,
en cuanto tras las noches van los días.
SALMO XVIII
Coeli enarrant
Los Cielos dan pregones de tu gloria,
anuncia el estrellado tus proezas;
los días te componen clara historia,
las noches manifiestan tus grandezas.
No hay habla ni lenguaje tan diverso,
que a las voces del cielo no dé oído;
corre su voz por todo el universo;
su son de polo a polo ha discurrido.
Allí hiciste al sol rica morada,
allí el garrido esposo y bello mora;
lozano y valeroso su jornada
comienza, y corre y pasa en breve hora.
Traspasa de la una a la otra parte
el cielo, y con su rayo a todos mira.
Mas ¡cuánta mayor luz, Señor, reparte
tu ley, que del pecado nos retira!
Tus ordenanzas, Dios, no son antojos;
avisos sabios son, al tonto pecho;
Tus leyes alcohol de nuestros ojos,
tu mandado alegría y fiel derecho.
Temerte es bien jamás perecedero,
tus fuerzas son verdad justificada;
mayor codicia ponen que el dinero,
más dulces son que miel muy apurada.
Amarte es abrazar tus mandamientos,
guardallos mil riquezas comprehende;
mas ¿quién los guarda, o quién sus movimientos
o todos los nivela o los entiende?
Tú limpia en mí, Señor, lo que no alcanzo,
y libra de altivez el alma mía,
que si victoria deste vicio alcanzo,
derrocaré del mal la tiranía.
Darasme oído entonces; yo contino
diré: Mi Redentor, mi bien divino.
SALMO XXIV
Ad te, Domine, levavi
Aunque con más pesada
mano, mostrando en mí su desvarío
la suerte dura, airada,
me oprima a su albedrío,
levantaré mi alma a Ti, Dios mío.
En Ti mi alma repuso
de su bien la defensa y de su vida;
no quedaré confuso,
ni la gente perdida
se alegrará soberbia en mi caída.
Porque jamás burlados
los que esperando en Ti permanecieron
serán, ni avergonzados;
confusos siempre fueron
los que sin causa al bueno persiguieron.
Enséñame por dónde
caminaré, dónde hay deslizaderos,
y el lazo dó se esconde;
con pie y huellos ligeros,
Señor, me enseña a andar por tus senderos.
Guíame de contino,
Señor, por tu camino verdadero,
pues sólo a Ti me inclino,
y a Ti sólo yo quiero,
y siempre en Ti esperando persevero.
Que es tuyo el ser piadoso;
esté siempre presente, en tu memoria,
y el número copioso
de tu misericordia
de que está llena toda antigua historia.
Conforme a mis maldades
no me mires, Señor, con ojos de ira;
conforme a tus piedades
por tu bondad me mira,
por tu bondad, por quien todo respira.
Es bueno, y juntamente
es fiel y justo Dios; al que sin tino
va ciega y locamente
redúcele benino,
mas con debido azote, al buen camino.
A los mansos aveza
que sigan de sus huellas las pisadas;
a la humilde llaneza
por sendas acertadas
la guía, y por razón justificadas.
Todo es misericordia
y fe, cuanto Dios obra y tiene obrado
por la antigua memoria,
con los que su sagrado
concierto y lo por Dios testificado
conservan; y por tanto
que des dulce perdón, Señor, te pido
por el tu nombre santo
a lo que te he ofendido,
¡ay triste!, que es muy grave y muy crecido.
Mas ¡cuál y cuán dichoso
aquel varón será, que de Dios fuere
y su ley temeroso!
Irá Dios donde él fuere,
será su luz en todo lo que hiciere.
Su alma, en descansada
vida, de bienes mil enriquecida,
reposará abastada;
la tierra poseída
de su casa será y esclarecida.
A los que le temieren
hará Dios su secreto manifiesto;
a los que le sirvieren
el tesoro repuesto,
que en su ley y promesa tiene puesto.
Mis ojos enclavados
tengo, Señor, en Ti la noche y día,
porque mis pies sacados,
según mi fe confía,
serán por Ti del lazo y su porfía.
Tus brazos amorosos
abre, Señor, a mí con rostro amado,
con ojos piadosos,
porque, desamparado,
soy pobre yo y de todos desechado.
Los lazos de tormento,
que estrechamente ciñen mi afligida
alma, ya son sin cuento.
¡Ay, Dios, libra mi vida
de suerte tan amarga y abatida!
Atiende a mi bajeza;
mira mi abatimiento; de mi pena
contempla la graveza;
con mano de amor llena
rompe de mis pecados la cadena.
Y mira cómo crecen
mis enemigos más cada momento;
y cómo me aborrecen
con aborrecimiento
malo, duro, cruel, fiero, sangriento.
Por Ti sea guardada
mi alma y mi salud; de tan tirano
poder sea librada;
mi fe no salga en vano,
pues me puse, Señor, todo en tu mano.
Al fin, pues que te espero,
valdrame la verdad y la llaneza;
mas sobre todo quiero,
que libre tu grandeza
a tu pueblo de angustia y de tristeza.
SALMO XXVI
Dominus illuminatio
Dios es mi luz y vida,
¿quién me podrá dañar? Mi fortaleza
es Dios y mi manida;
¿qué fuerza o qué grandeza
pondrá en mi corazón miedo o flaqueza?
Al mismo punto cuando
llegaba por tragarme el descreído,
el enemigo bando,
yo firme y él caído
quedó, y avergonzado y destruido.
Si cerco me cercare,
no temerá mi pecho; y si sangrienta
guerra se levantare,
o si mayor tormenta,
en éste espero yo salir de afrenta.
A Dios esto he pedido
y pediré, que en cuanto el vivir dura,
repose yo en su nido,
para ver su dulzura
y remirar su cara y hermosura.
Que allí en el día duro
debajo de su sombra ahinojado,
y en su secreto muro
me defendió cercado,
como en roca firmísima ensalzado.
Y también veré agora
de aquestos que me cercan el quebranto,
y donde Dios se adora,
le ofreceré don santo
de gozo, de loor, de dulce canto.
Inclina, ¡oh, Poderoso!
a mi voz, que te llama, tus oídos;
cual siempre pïadoso
te muestra a mis gemidos;
sean de Ti mis ruegos siempre oídos.
A Ti, dentro en mi pecho,
dijo mi corazón, y con cuidado
en la mesa, en el lecho,
mis ojos te han buscado,
y buscan hasta ver tu rostro amado.
No te me escondas, bueno;
no te apartes de mí con faz torcida,
pues ya tu dulce seno
me fue cierta guarida,
no me deseches, no, Dios de mi vida.
Mi padre en mi terneza
faltó, y quitó a mi madre el nombre caro
de madre su crueza;
mas Dios con amor raro
me recogió debajo de su amparo.
Muéstrame tu camino
guía, Señor, por senda nunca errada
mis pasos de contino,
que no me dañen nada
los puestos contra mí siempre en celada.
No me des en la mano
de aquestos que me tienen afligido;
con testimonio vano
crecer de mí han querido,
y al fin verán que contra sí han mentido.
Yo espero firmemente,
Señor, que me he de ver en algún día
a tus bienes presente,
en tierra de alegría,
de paz, de vida y dulce compañía.
No concibas despecho;
si se detiene Dios, ¡oh, alma!, espera,
dura con fuerte pecho;
con fe acerada, entera,
aguarda, atiende, sufre, persevera.
SALMO XXXVIII
Dixi, custodiam
Dije: sobre mi boca
el dedo asentaré; tendré cerrada
dentro la lengua loca,
porque, desenfrenada
con el agudo mal, no ofenda en nada.
Pondrela un lazo estrecho;
mis ansias pasaré graves conmigo;
ahogaré en mi pecho
la voz, mientras testigo
y de mi mal jüez es mi enemigo.
Callando como mudo
estuve, y de eso mismo el detenido
dolor creció más crudo,
y en fuego convertido,
desenlazó la lengua y el sentido.
Y dije: manifiesto
el término de tanta desventura
me muestra, Señor, presto;
será no tanto dura,
si sé cuándo se acaba y cuánto dura.
¡Ay, corta ya estos lazos,
pues acortaste tanto la medida,
pues das tan cortos plazos
a mi cansada vida!
¡Ay, cómo el hombre es burla conocida!
¡Ay, cómo es sueño vano,
imagen sin sustancia, que volando
camina! ¡Ay, cuán en vano
se cansa, amontonando
lo que deja, y no sabe a quién ni cuándo!
Mas yo, ¿en qué espero agora
en mal tan miserable mejoría?
En Ti, en quien sólo adora,
en quien sólo confía,
en quien sólo descansa la alma mía.
De todos (que sin cuento
mis males son) me libra; y a mi ruego
te muestra blando, atento;
no me pongas por juego
y burla al ignorante vulgo y ciego.
En nadie fundo queja
callando, y, mudo, paso mi fatiga;
y digo, si me aqueja,
mi culpa es mi enemiga,
y que tu justa mano me castiga.
Mas usa de clemencia;
levanta ya de mí tu mano airada,
tu azote, tu sentencia,
que la carne gastada,
y la fuerza del alma está acabada.
No gasta la polilla
así como tu enojo y tu porfía
contra quien se amancilla;
consúmesle en un día,
que al fin el hombre es sueño y burlería.
Presta a mi ruego oído;
atiende a mi clamor; sea escuchado
mi lloro dolorido,
pues pobre y desterrado
como mis padres, vivo a ti allegado.
¡Oh, da una pausa poca,
suspende tu furor para que pueda
con risa abrir la boca
en vida libre y leda
aqueste breve tiempo que me queda!
SALMO XLI
Quemadmodum desiderat
Como la cierva brama
por las corrientes aguas, encendida
en sed, bien ansí clama
por verse reducida
mi alma a Ti, mi Dios, y a tu manida.
Sed tiene el alma mía
del Señor, del viviente y poderoso.
¡Ay! ¿cuándo será el día
que tornaré gozoso
a verme ante tu rostro glorïoso?
La noche estoy llorando
y el día, y sólo aquesto es mi sustento,
en ver que preguntando
me están cada momento:
«¿Tu Dios, di, dónde está, tu fundamento?».
Y en lloro desatado
derramo el corazón con la memoria
de cuando rodeado
iba de pueblo y gloria,
haciendo de tus loas larga historia.
Mas digo: «¿Por qué tanto
te afliges? ¡Fía en Dios, oh, alma mía!,
que con divino canto
yo cantaré algún día
las sus saludes y la mi alegría».
Y crece más mi pena,
Dios mío, de esto mismo que he cantado,
viéndome en el arena
de Hermón, y despoblado
de Mizaro, de ti tan acordado.
Y ansí viene llamada
una tormenta de otra, y con rüido
descarga una nubada,
apenas que se ha ido
la otra, y de mil olas soy batido.
Mas nacerá, yo espero,
el día en que usará de su blandura
mi Dios; en tanto quiero,
mientras la noche dura,
cantalle y suplicalle con fe pura.
Decille he: «¡Oh, mi escudo!
¿Por qué me olvidas, di, por qué has querido
que el enemigo crudo
me traiga así afligido,
con negro manto de dolor vestido?».
Como maza pesada
los huesos quebrantó en partes ciento,
la voz desvergonzada,
que cada día siento
decir: «¿Do está tu Dios, tu fundamento?».
Mas no te acuites tanto;
en el Señor espera, ¡oh, alma mía!,
que con debido canto
yo le diré algún día:
«Mi Dios y mi salud y mi alegría».
SALMO XLIV
(Primera Versión)
Eructavit
El pecho fatigado
de sentencias mayores y subidas
me sobra cogolmado;
al Rey van dirigidas
mis obras y canciones escogidas.
Vuélase mi ligera
lengua, como la mano ejercitada
a escribir más entera,
sin que se borre nada,
ni canse hasta el fin muy concertada.
Hermosísimo Esposo,
más que Adán y sus hijos esparcido
de gracias y sabroso,
y ansina más querido
y de Dios para siempre bendecido:
ciñe tu rica espada,
prepotente de gloria y de grandeza
y salga bienhadada
esa tu gentileza,
y descúbrase a todos tu riqueza,
sobre sublimes ruedas
de justicia, verdad y mansedumbre;
y verás cómo quedas
de hazañas en la cumbre,
vencida de enemigos muchedumbre.
Tus agudas saetas
pueblos derrocarán muchos tendidos.
Rey, todo lo sujetas,
los lados van heridos,
no se verán de golpes tan crecidos.
Tu real silla y asiento
dura siempre jamás, Rey poderoso;
de mudanzas exento,
tu cetro muy glorioso,
cetro de rectitud no riguroso.
La justicia es tu celo,
y la desigualdad tu aborrecida;
por eso, Dios del cielo
ungió tu esclarecida
cabeza, en abundante y gran medida.
Tu precioso vestido
lanza mirra de sí y olor süave,
cuando al marfil bruñido
se le quita la llave,
y se abren los almarios, donde cabe.
A tu derecha mano
se asentará la Esposa, acompañada
de estado soberano
de reinas rodeada,
de oro luciente y puro coronada.
Y vos, linda doncella,
poné a mi razón vuestros oidos;
dejad tierna querella
de padre y conocidos
y olvidad esos pueblos ya sabidos.
Ya te es aficionado
el Rey a tu donaire y hermosura;
tenle muy acatado,
mira que eres su hechura,
postrarse ha la de Tiro a tu figura.
Y en esto más graciosa,
que de estado real tan eminente
no se te asconda cosa,
y cuando eres presente
tienes a Rey que manda tanta gente.
Vestida muy de gala,
con ropas de hilo de oro entretejidas;
te temen en la sala
mil damas bien garridas,
cantando a tus entradas y salidas.
Por tus padres cansados
y viejos, de los años consumidos,
de mozos esforzados,
en números crecidos,
hijos verás por reyes escogidos.
Muy dentro en mi memoria
mientras durare el sol y su rodeo,
tendré viva la historia
del dichoso himeneo,
pues dél me mana el bien que así poseo.
Y por tal beneficio
mil pueblos prontamente conmovidos
a inmortal ejercicio,
los tus loores debidos
harán eternamente conocidos.
SALMO XLIV
(Segunda Versión)
Eructavit
Un rico y soberano pensamiento
me bulle dentro el pecho.
A Ti, divino Rey, mi entendimiento
dedico, y cuanto he hecho
a Ti yo lo enderezo, y celebrando
mi lengua tu grandeza,
irá, como escribano, volteando
la pluma con presteza.
Traspasas en beldad a los nacidos,
en gracia estás bañado:
que Dios en ti a sus bienes escogidos,
eterno asiento ha dado.
¡Sus! Ciñe ya tu espada, poderoso,
tu prez y hermosura;
tu prez, y sobre carro glorioso
con próspera ventura,
ceñido de verdad y de clemencia
y de bien soberano,
con hechos hazañosos su potencia
dirá tu diestra mano.
Los pechos enemigos tus saetas
traspasen herboladas,
y besen tus pisadas las sujetas
naciones derrocadas.
Y durará, Señor, tu trono erguido
por más de mil edades,
y de tu reino el cetro esclarecido
cercado de igualdades.
Prosigues con amor lo justo y bueno,
lo malo es tu enemigo;
y ansí te colmó, ¡oh Dios!, tu Dios, el seno
más que a ningún tu amigo.
Las ropas de tu fiesta, producidas
de los ricos marfiles,
despiden en ti puestas, descogidas,
olores mil gentiles.
Son ámbar y son mirra y son preciosa
algalia sus olores;
rodéate de infantas copia hermosa,
ardiendo en tus amores.
Y la querida Reina está a tu lado
vestida de oro fino.
Pues ¡oh, tú, ilustre hija! pon cuidado,
atiende de contino.
Atiende, y mira, y oye lo que digo:
si amas tu grandeza,
olvidarás de hoy más tu pueblo amigo,
y tu naturaleza.
Que el Rey por ti se abrasa, y tú le adora,
que Él solo es Señor tuyo,
y tú también por Él serás señora
de todo el gran bien suyo.
El Tiro y los más ricos mercaderes,
delante ti humillados,
te ofrecen desplegando sus haberes,
los dos más precïados.
Y anidará en ti toda la hermosura,
y vestirás tesoro,
y al Rey serás llevada en vestidura
y en recamados de oro.
Y juntamente al Rey serán llevadas
contigo otras doncellas;
irán siguiendo todas tus pisadas,
y tú delante dellas.
Y con divina fiesta y regocijos
te llevarán al lecho,
do, en vez de tus abuelos, tendrás hijos
de claro y alto hecho,
a quien del mundo todo repartido
darás el cetro, y mando.
Mi canto por los siglos extendido,
tu nombre irá ensalzando.
Celebrarán tu gloria eternamente
toda nación y gente.
SALMO LXXI
Deus, iudicium
Señor, da al Rey tu vara
y al hijo del Rey da tu monarquía,
que con justicia rara
él sólo regirá tu señoría.
Alcanzarán derecho
los valles por su mano, y los collados
no turbarán el pecho
del vulgo, ni los cerros encumbrados
harán más sinjusticia,
porque él dará el debido a cada uno:
al humilde justicia,
salud al injuriado, al importuno
injuriador quebranto;
serás temido Tú mientras luciere
el sol y luna, en cuanto
la rueda de los siglos se volviere.
Influirá amoroso
cual la menuda lluvia y cual rocío
en prado deleitoso;
florecerá en su tiempo el poderío
del bien, y una pujanza
de paz, que durará no un siglo sólo;
su reino rico alcanza
de mar a mar y de uno al otro polo.
Y, puesto ante él postrado,
el negro montesino, el enemigo,
el polvo besa hollado.
Los reyes de la mar con pecho amigo,
y Grecia y los romanos
con los isleños todos, los sabeos,
los árabes cercanos,
tributo le darán, y los deseos
de todos los vivientes
a sí convertirá: las más lucidas
coronas de las gentes
todas adorarán ante él caídas;
por cuanto por su mano
será librado el pobre, que oprimía
el soberbio tirano,
el triste a quien amparo fallecía.
Sobre el menesteroso
derramará perdón; la empobrecida
alma con don piadoso
será por Él del daño redimida,
y de la vïolencia,
la sangre del cuitado muy preciosa
delante su presencia,
y a vida le reduce muy gloriosa;
y dale ricos dones.
Por donde, agradecido de contino,
con debidos pregones,
ensalzará sus loas su divino
amor; sin pausa alguna
por Él será bendito. ¡Oh, siglos de oro!,
cuando tan sola una
espiga sobre el cerro tal tesoro
producirá sembrada,
de mieses ondeando cual la cumbre
del Líbano ensalzada;
cuando con más largueza y muchedumbre
que el heno, en las ciudades
el trigo crecerá. Por do desplega
la fama en mil edades
el nombre deste Rey, y al cielo llega
el nombre que, primero
que el sol manase luz, resplandecía:
en quien hasta el postrero
mortal será bendito; a quien de día,
de noche celebrando,
las gentes darán loa y bienandanza,
y dirán alabando:
«Señor, Dios de Israel, ¿qué lengua alcanza
a tu debida gloria?
De maravillas solo Autor, bendito
Tú seas; tu memoria
vaya de gente en gente en infinito
espacio, y hincha el suelo
tu sacra majestad, cual hinche el cielo».
SALMO LXXXVII
Domine Deus salutis meae
Señor de mi salud, mi solo muro,
jüez de mi defensa, a Ti voceo,
cuando está el aire claro, cuando escuro.
Entrada en tu presencia sin rodeo
y halle en tus oídos libre entrada
la dolorida voz de mi deseo.
De males crudos, de dolor colmada
el alma, y casi ya en la sepultura
está la vida breve y fatigada.
Con los que moran la región escura
y triste, con aquéllos soy contado
a quien faltó el amparo y la ventura.
Libre y cautivo vivo y sepultado,
cual el que duerme ya en eterno olvido,
del todo de tu mano desechado.
Pusísteme en el pozo más sumido,
adonde a la redonda me contienen
abismos, y tinieblas, y gemido.
Asiento en mí tus sañas firme tienen,
y sobre mi cabeza sucediendo
de tu furor las olas van y vienen.
Su rostro mis amigos encubriendo,
porque, Señor, lo quieres, me declinan,
o por mejor decir, se van huyendo.
Antes me huyen, antes me abominan;
contalles mis razones yo quisiera,
a quien ¡ay! tus entrañas no se inclinan.
En cárcel me detienes ansí fiera,
que ni la pluma ni la voz se extiende
a publicar mi pena lastimera.
Cegado he con la lluvia que desciende
continua de mis ojos, y contino
el grito a Ti, y los brazos la alma tiende,
y dice: ¿si verán tu bien divino
los polvos, o los huesos enterrados
tus loas si dirán, con canto dino,
tus hechos en la huesa celebrados?
¿Será de tus grandezas hecha historia
en la callada tumba, en los finados?
¿En las tinieblas lucirá tu gloria
o por ventura habrá de tus loores
en la región de olvido gran memoria?
No ceso de enviarte mil clamores,
y aun antes que despiertes Tú la aurora,
despierto a referirte mis dolores.
¿Por qué, Señor, tu pecho, do el bien mora,
desprecia ansí las voces de un caído
y huyes de mirarme más cada hora?
Bien sabes de mi vida cuánto ha sido
el curso miserable y cuán cuitado
los golpes de tu saña he sostenido.
Encima de mis cuestas han pasado
las olas de tus iras; tus espantos
me tienen consumido y acabado.
Un mar me anega de miseria y llantos;
no en partes, sino juntos me rodean
un escuadrón terrible de quebrantos.
A los que mi salud y bien desean,
a todos de mí, triste, los destierras,
y porque en nada a mi dolor provean,
en sus secretos, crudo, los encierras.
SALMO CII
(Primera Versión)
Benedic, anima mea, Domino, et omnia
Alaba a Dios contino ¡oh, alma mía!
y todas mis entrañas dad loores
a su glorioso nombre noche y día.
Alaba, y nunca olvides sus favores,
sus dones tan diversos del debido
a tus malvados hechos y traidores.
Él te perdona cuanto has ofendido,
y pone saludable medicina
en todo lo que en ti quedó herido.
Tu vida, que al sepulcro era vecina,
él mismo la repara y hermosea
con ricos dones de piedad divina.
Bastécete de cuanto se desea;
cual águila será por él trocada
en bella juventud tu vejez fea.
Hace justicia Dios muy apurada;
da Dios a los opresos su derecho,
a los que oprime injusta mano osada.
Notificó su ingenio y dulce pecho
al santo Moïsén; a su querido
pueblo manifestó su estilo y hecho.
Y dijo: «Para todo lo nacido
soy de entrañable amor, soy pïadoso,
soy largo en perdonar, la ira olvido».
No tiene en sus entrañas ni reposo
la saña, ni sosiego, ni le dura
entero en ira el pecho corajoso.
No fue el castigo cual la desmesura,
mas al contrario incomparablemente
la pena es menos que la culpa dura.
Cuanto se encumbra el cielo reluciente
sobre la baja tierra, tanto crece
su amor sobre la humilde y llana gente.
Lo que hay de do el sol nace a do anochece,
tanto por su clemencia desvïada
de nos nuestra maldad se desparece.
Con las entrañas que la madre amada
abraza a sus hijuelos, tan amable
te muestras a tu gente regalada.
Conoces nuestro barro miserable,
y tienes dibujado en tu memoria,
que nuestro ser es polvo vil, instable.
De nuestros días la más larga historia
es heno y tierna flor que en un momento
florece y muere su belleza y gloria.
Pasó sobre ella un flaco soplo, un viento,
y como si jamás nacido hubiera,
aun no conocerás dó tuvo asiento.
La gracia de Dios siempre es duradera
en quien dura en su amor, y sucediendo
por mil generaciones persevera
en los que su ley santa obedeciendo
la escriben en su alma y sin olvido
y velando la cumplen y durmiendo.
No sólo reinas sobre el sol lucido,
mas tu corona alcanza y comprehende
cuanto será jamás y cuanto ha sido.
El coro que en el cielo amor enciende
te dé loor; el coro poderoso,
el que a tu voz alerto siempre atiende.
Bendígate el ejército hermoso
de las eternas lumbres celestiales,
a quien hacer tu gusto es deleitoso.
Bendígante tus obras inmortales;
loores dete cuanto el mundo cría:
por todos tus imperios generales.
Y alábete también el alma mía.
SALMO CII
(Segunda Versión)
Benedic, anima mea, Domino, et omnia
Alaba ¡oh, alma! a Dios, y todo cuanto
encierra en sí tu seno
celebre con loor tu nombre santo
de mil grandezas lleno.
Alaba ¡oh, alma! a Dios, y nunca olvide
ni borre tu memoria
sus dones, en retorno a lo que pide
tu torpe y fea historia.
Qu' Él solo por sí solo te perdona
tus culpas y maldades,
y cura lo herido y desencona
de tus enfermedades.
Él mismo de la huesa a la luz bella
restituyó tu vida;
cercola con su amor, y puso en ella
riqueza no creída;
y en eso que te viste y te rodea
también pone riqueza;
ansí renovarás lo que te afea,
cual águila en belleza.
Que, al fin hizo justicia y dio derecho
al pobre saqueado:
tal es su condición, su estilo y hecho,
según lo ha revelado.
Manifestó a Moisén sus condiciones
en el monte subido,
lo blando de su amor y sus perdones
a su pueblo escogido.
Y dijo: «Soy amigo y amoroso
soportador de males,
muy ancho de narices, muy piadoso
con todos los mortales».
No riñe y no se amansa; no se aíra,
y dura siempre airado;
no hace con nosotros ni nos mira
conforme a lo pecado.
Mas cuanto al suelo vence y cuanto excede
el cielo reluciente,
su amor tanto se encumbra y tanto puede
sobre la humilde gente.
Cuan lejos de do nace, el sol fenece
el soberano vuelo,
tan lejos de nosotros desparece
por su perdón el duelo.
Y con aquel amor que el padre cura
sus hijos regalados,
la vida tu piedad y el bien procura
de tus amedrentados.
Conoces a la fin que es polvo y tierra
el hombre, y torpe lodo;
contemplas la miseria que en sí encierra,
y le compone todo.
Es heno su vivir, es flor temprana,
que sale y se marchita;
un flaco soplo, una ocasión liviana
la vida y ser le quita.
La gracia del Señor es la que dura,
y firme persevera,
y va de siglo en siglo su blandura
en quien en Él espera;
en los que su ley guardan y sus fueros
con viva diligencia,
en ellos, en los nietos y herederos
por larga descendencia.
Que ansí do se rodea el sol lucido
estableció su asiento,
que ni lo que será ni lo que ha sido
es de su imperio exento.
Pues lóente, Señor, los moradores
de tu rica morada,
que emplean valerosos sus ardores
en lo que más te agrada.
Y alábete el ejército de estrellas,
que en alto resplandecen,
que siempre en tus caminos, claras, bellas,
tus leyes obedecen.
Alábente tus obras, todas cuantas
la redondez contiene;
los hombres y los brutos y las plantas,
y lo que las sostiene.
Y alábete con ellos noche y día
también el alma mía.
SALMO CIII
Benedic, anima mea, Domino
Alaba ¡oh, alma! a Dios: Señor, tu alteza
¿qué lengua hay que la cuente?
Vestido estás de gloria y de belleza
y luz resplandeciente.
Encima de los cielos desplegados
al agua diste asiento;
las nubes son tu carro, tus alados
caballos son el viento.
Son fuego abrasador tus mensajeros,
y trueno y torbellino:
las tierras sobre asientos duraderos
mantienes de contino.
Los mares las cubrían de primero
por cima los collados,
mas visto de tu voz el trueno fiero
huyeron espantados.
Y luego los subidos montes crecen,
humíllanse los valles,
si ya entre sí hinchados se embravecen,
no pasarán las calles,
las calles que les diste y los linderos,
ni anegarán las tierras.
Descubres minas de agua en los oteros
y corre entre las sierras.
El gamo y las salvajes alimañas
allí la sed quebrantan;
las aves nadadoras allí bañas
y por las ramas cantan.
Con lluvia el monte riegas de tus cumbres,
y das hartura al llano;
ansí das heno al buey, y mil legumbres
para el servicio humano.
Ansí se espiga el trigo, y la vid crece
para nuestra alegría;
la verde oliva ansí nos resplandece,
y el pan da valentía.
De allí se viste el bosque y la arboleda,
y el cedro soberano,
adonde anida la ave, adonde enreda
su cámara el milano.
Los riscos a los corzos dan guarida,
al conejo la peña;
por ti nos mira el sol y su lucida
hermana nos enseña
los tiempos. Tú nos das la noche escura,
en que salen las fieras,
el tigre, que ración con hambre dura
te pide y voces fieras.
Despiertas el aurora, y de consuno
se van a sus moradas.
Da el hombre a su labor sin miedo alguno
las horas situadas.
¡Cuán nobles son tus hechos y cuán llenos
de tu sabiduría!
Pues ¿quién dirá el gran mar, sus anchos senos
y cuantos peces cría;
las naves que en él corren, la espantable
ballena que le azota?
Sustento esperan todos saludable
de ti, que el bien no agota.
Tomamos, si tú das; tu larga mano
nos deja satisfechos;
si huyes, desfallece el ser liviano,
quedamos polvo hechos.
Mas tornará tu soplo, y renovado
repararás el mundo.
Será sin fin tu gloria, y tú alabado
de todos sin segundo.
Tú que los montes ardes, si los tocas,
y al suelo das temblores.
Cien vidas que tuviera y cien mil bocas
dedico a tus loores.
Mi voz te agradará, y a mí este oficio
será mi gran contento;
no se verá en la tierra maleficio,
ni tirano sangriento.
Sepultará el olvido su memoria:
tú, alma, a Dios da gloria.
SALMO CVI
Confitemini Domino
Cantemos juntamente,
cuán bueno es Dios con todos, cuán clemente.
Canten los libertados,
los que libró el Señor del poderío
del áspero enemigo, conducidos
de reinos apartados,
de Oriente, de Poniente y Cierzo frío,
del Ábrego templado; que perdidos
por yermos no corridos,
sin encontrar poblado vagueaban,
ansiosos voceaban
remedio de su mal a Dios rogando;
el cual luego inclinando
su oído con piadoso
amor, salvos los puso en buen camino
y colocó en reposo.
Pues lóenle contino,
porque hartó la hambre y al cuitado
hizo de ricos dones abastado;
y digan: «Inmortales
loores ¡oh, Señor! te den tus obras,
tu amor con los mortales,
las no vistas grandezas que en nos obras».
Aquellos que en cadena
moraron, en horror, en noche oscura,
de hierros rodeados y pobreza,
padeciendo la pena
debida a su maldad, a su locura,
porque amargaron malos la nobleza
de la divina alteza,
hollaron su consejo verdadero;
por donde los colmó el pecho mal sano,
sin que favor humano
les valga, con miseria y dolor fiero,
y libres del primero
error, vueltos al cielo,
llamaron al Señor que abrió la estrecha
cárcel, y vino al suelo
la cadena deshecha;
celebren el poder por quien quebradas
fueron las cerraduras aceradas,
y digan: «Inmortales
loores ¡oh, Señor! te den tus obras,
tu amor con los mortales,
las no vistas grandezas que en nos obras».
Y los hombres livianos,
que por seguir sin orden ni medida
el deleitoso mal, la errada senda,
los miembros firmes, sanos,
hincheron de dolor, y de la vida
perdieron la más dulce y rica prenda,
que a la dura contienda
no iguales, de la fiebre derrocados
estando, y ya del todo al mal rendidos,
del vivir despedidos,
contra todo manjar enemistados,
a la muerte llegados,
con miserable lloro
pidieron tu favor; y Tú al momento
les mandaste un tesoro
de fuerzas y contento;
ofrézcante por este beneficio
agradecido y justo sacrificio,
y digan: «Inmortales
loores ¡oh, Señor! te den tus obras,
tu amor con los mortales,
las no vistas grandezas que en nos obras».
También los que corrieron
la mar con flaco leño, volteando
por las profundas aguas, y probaron
en el abismo y vieron
de Dios las maravillas grandes, cuando
mandándolo Él los vientos se enojaron
y las olas alzaron
al cielo furïosos; ya se apega
con las nubes la nave, ya en el suelo
se hunde, y el recelo
atónitos los turba, ahíla y ciega,
el grito al cielo llega;
mas luego Dios llamado
los mares allanó, serenó el día,
y dentro el deseado
puerto con alegría
los puso; pues los tales de eminente
canten de Dios los hechos a la gente,
y digan: «Inmortales
loores ¡oh, Señor! te den tus obras,
tu amor con los mortales,
las no vistas grandezas que en nos obras».
Dios secará las fuentes,
agotará los ríos, y la tierra
viciosa yermará por los pecados
de las malvadas gentes,
que moraban en ella; y de la sierra
estéril hará frescos, verdes prados,
y pondrá allí plantados
los pobres, donde hechos moradores,
la tierra labrarán, que no envidiosa
alegrará copiosa
con dulce y rico fruto a sus señores;
y con dones mayores
irán siempre creciendo
ellos y sus ganados; porque el daño,
y el ir disminuyendo
no nace del mal año,
mas de los malos dueños; y por tanto
sobre ellos verterá duelo y quebranto:
y al pobre dio riqueza,
y sucesión ilustre, y gozo al bueno;
al malo infiel, tristeza.
Y ponga esto el que es sabio dentro el seno.
SALMO CIX
Dixit Dominus
Asiéntate, -a mi Rey mi Dios le dice-,
a mi mano derecha;
que yo pondré lo que te contradice
peana a tus pies hecha.
Y de Sión tu vara fuerte envía
sobre tus enemigos;
que todos tus vasallos en un día
son nobles, son amigos.
Que Tú tienes en ti del nacimiento
la fuerza y el rocío,
con que los haces llenos de contento,
de luz y santo brío.
Más cierto que da el sol la blanca aurora,
el parto el vientre lleno;
y el sacerdocio en ti por siempre mora
conforme al del Rey bueno.
Que Dios lo juró así, que nunca tira,
ni muda lo jurado;
y Dios destroza reyes, puesto en ira,
a tu derecho lado.
Y pasará a cuchillo el mundo, llenos
de muertos los fosados;
y los erguidos dél, ni más ni menos
serán despedazados.
Mas tú que bebes turbio en la carrera,
ensalzarás bandera.
SALMO CXIII
In exitu Israel
En la feliz salida
del pueblo y casa de Jacob famosa,
de la desconocida,
bárbara y prodigiosa
tierra de Egipto, idólatra y viciosa,
la celestial morada,
gloria del mundo y célebre Judea,
fue allí santificada,
con la cual se recrea
su Dios, y en sólo su favor se emplea.
Siente el favor glorioso
con que a su pueblo lleva Dios triunfando
al mar, y temeroso
huye, y atrás volando
vuelve el Jordán su curso levantando.
Allí de gozo el suelo
(como las ovejuelas y corderos
se alegran al señuelo
de sus pastores veros)
se alegran montes, valles y oteros.
¿Cuál poderosa mano
reprime ¡oh mar! tus fuerzas y violencia,
y al fiero curso ufano,
Jordán, de tu potencia
quiere enfrenar y hacerle resistencia?
¿Qué os roba el alegría,
montes, collados que como amorosas
ovejas y su cría
con las yerbas sabrosas
se alegran, os gozáis con estas cosas?
El mar furioso y río
ante el aspecto de su Dios sagrado
no teme poderío;
por sólo su mandado
mueve la tierra a uno y otro lado.
Y ansí del escabroso,
estéril risco y de la piedra dura,
con ruido sonoroso,
manaron en hartura
estanques y corrientes de agua pura.
A Ti se debe sólo
de tan ilustres hechos gloria entera;
que en nuestro humilde polo
ningún mortal hubiera,
que de tan altas obras digno fuera.
De tu piadoso celo
tenemos tantos bienes recibidos,
porque el bárbaro suelo,
viéndonos oprimidos,
no diga: «Están de Dios destituidos».
Pues desde el sacro asiento
del cielo, do tu espíritu divino
reside, el fundamento
gobiernas, y camino
das sólo a lo que quiere tu destino.
Los simulacros vanos,
que bárbaros adoran humilmente,
son obras de sus manos,
de plata reluciente,
de oro o de metal falso, aparente.
Su lengua plateada
jamás hará, Señor, humano acento,
y la vista dorada
jamás verá el contento,
que se le da de sacrificio al viento.
Los cánticos gozosos
no gozarán, que sordos los oídos
tienen los poderosos,
y olores ofrecidos
no los percibirán por muy subidos.
Sus manos veneradas
no palparán su gloria, ni en el suelo
se verán sus pisadas,
ni aún para su consuelo
podrán ellos gemir su desconsuelo.
Los bárbaros profanos,
que tales monstruos honran y veneran
y esperan en sus manos,
como plantas se injieran
en sus miserias, y como ellas mueran.
La casa ennoblecida
del ilustre Jacob en Dios espera,
dador de eterna vida;
Él es su gloria entera,
esperanza y ayuda verdadera.
En Él la planta bella
de Aarón tuvo florida su esperanza,
pues nunca en la flor della
se vio jamás mudanza,
creciendo con su ayuda y confianza.
Los justos temerosos
en su piedad esperan humilmente,
y ansí viven gozosos,
porque con celo ardiente
Él es su ayuda y guarda eternamente.
Con los que le adoramos
mil bienes está siempre repartiendo;
en su memoria estamos
siempre en favor creciendo,
y Él amoroso estanos bendiciendo.
De su sagrada mano
la casa de Israel, su dulce amada,
y la del justo hermano,
Aarón, santificada,
está, y de privilegios adornada.
A todos, finalmente,
los que con pecho humilde y digno espanto
le adoran rectamente
con celebrado canto,
los bendice su Dios glorioso y santo.
Sobre estos ricos dones
con larga mano nuestro Dios anida
tesoros y blasones
de soberana vida,
a vos y a vuestros hijos sin medida.
Cuán bienaventurados
seréis, benditos de la firme diestra,
cuyo poder, formados
para riqueza nuestra,
los claros cielos y la tierra muestra.
Los príncipes del suelo
tienen de Dios terreno paraíso;
pero el empíreo cielo
para sí mismo quiso
se reservase eterno e indiviso.
No alabarán tu gloria
los que del nudo humano desatados
sepultan su memoria,
ni todos los que dados
están al reino escuro desterrados.
Solos los que el aliento
vital ayuda, alegres y gozosos,
con dulce y grato acento,
y títulos gloriosos
te alabamos, de ti muy deseosos.
SALMO CXXIV
Qui confidunt
Como ni trastornado
el monte de Sión, y de su asiento
jamás será mudado,
ansí del mal exento,
será quien tiene a Dios por fundamento.
De montes rodeada
está Jerusalén y defendida;
y Dios tiene cercada
a su gente escogida
con cerca que jamás será rompida.
Ni entregará al injusto
cetro Dios la virtud, porque la rienda
no suelte acaso el justo,
y en la vedada senda
no meta el pie, ni al mal la mano extienda.
Que Dios al bueno ampara,
y ciñe con su gracia y don divino;
y al que con libre cara
sigue por el camino
derecho, favorece de contino.
Mas los que por torcidos
senderos se desvían engañados,
serán de Dios traídos
a fines desastrados.
Libre el Señor de mal a sus amados.
SALMO CXXIX
De profundis
De lo hondo de mi pecho
te he llamado, Señor, con mil gemidos;
estoy en grande estrecho,
no cierres tus oídos
a mis llantos y tristes alaridos.
Si mirares pecados,
delante Ti, Señor, la luz no es clara,
presentes y pasados,
la justicia más rara
no osará levantar a Ti su cara.
Mas no eres rigoroso;
a un lado está el perdón, a otro indulgencia:
Tú en medio vas sabroso
a pronunciar sentencia,
vestido de justicia y de clemencia.
Y así los pecadores
teniendo en Ti, su Dios, tal esperanza,
te temen y dan loores,
que a tu justa balanza
saben que está vecina confianza.
Yo, Señor, en Ti espero,
y esperando le digo al alma mía
que más esperar quiero;
y espero todavía,
que es tu ley responder al que confía.
No espera a la mañana
la guarda de la noche desvelada,
ni así con tanta gana
desea la luz dorada,
cuanto mi alma ser de Ti amparada.
En tal Señor espera,
Israel, tú, que en sus altas moradas
la piedad es primera;
las lucientes entradas
tienen mil redenciones rodeadas.
De aquéllas vendrá alguna
a Israel libertad, ya yo la veo;
a tu buena fortuna
del mal que estabas feo
sanarás todavía tu deseo.
SALMO CXXXVI
Super flumina
Cuando presos pasamos
tus ríos, Babilonia sollozando,
allí nos asentamos
a descansar llorando,
de ti, dulce Sión, nos acordando.
Allí, de descontentos,
colgamos de los sauces levantados
los dulces instrumentos,
que en Sión acordados,
solían tañer a Dios salmos sagrados.
Colgárnoslos de enojo
de ver que aquellas bárbaras naciones
tuviesen cruel antojo
de oír cantar canciones,
a quien hacen llorar mil sinrazones.
Ellos como se vieron
cerca de Babilonia en su región,
«tañé y canta -dijeron-
y no cualquier canción,
sino uno de los cantos de Sión».
Con amargos extremos
les respondimos: «¿Presos y en cadena,
nos mandáis que cantemos
salmos en tierra ajena
de Dios y de toda cosa buena?
Si yo mientras viviere,
de ti, Jerusalén, no me acordare,
y doquiera que fuere,
tu ausencia no llorare,
olvídeme de mí, si te olvidare.
Si en tal prisión y mengua
puesto, por mí canción fuere cantada,
mi voz ronca y mi lengua
al paladar pegada
quede de haber cantado castigada
Si tuviere contento
sin ti, Sión, mi bien y mi alegría,
con áspero tormento
pague el placer de un día
con mil años de pena el alma mía.
Y ten, Señor, memoria
de los hijos de Edón en la alegría
de tu ciudad y gloria,
vengando en aquel día
su furia, crüeldad y tiranía.
Castiga a estos feroces
guerreros, que venciendo no contentos
dicen a grandes voces:
"¡Derribad los cimientos,
asolad, asolad los fundamentos!".
¡Oh, Babilonia triste!,
dichoso el que te diere justo pago
del mal que nos hiciste,
y dijere: "Yo hago
en nombre de Sión aqueste estrago".
Y en la justa venganza
más bendito será quien más llevare
por rigor la matanza,
y los niños que hallare
con piedras sin piedad despedazare».
SALMO CXLV
Lauda, anima mea
Mientras que gobernare
el alma aquestos miembros, y entre tanto
que el aliento durare,
yo con alegre canto
mi Dios celebraré y su nombre santo.
No funde su esperanza
en los reyes ninguno, ni en sujeto
ponga su bienandanza,
en poder imperfeto
en sí mismo a miserias mil sujeto.
El alma por sí parte
a su esfera con presto movimiento;
y en polvo la otra parte
se torna, y al momento
los sus intentos todos lleva el viento.
Aquél será dichoso
y de buena ventura, que en su ayuda
pone a Dios poderoso,
que en solo Dios se escuda,
y nunca su fiducia de Dios muda.
De Dios, que el mar y tierra
y el cielo fabricó resplandeciente,
con cuanto dentro encierra;
de Dios, que a toda gente
mantiene fe y palabra eternamente.
Y saca de cadena
los pies injustamente aherrojados;
da pan con mano llena
a los necesitados;
es fiel justicia de los agraviados.
Con mano pïadosa
levanta y pone en pie al abatido;
da ver la luz hermosa
al ciego, y con crecido
amor abraza al bueno y su partido.
A su sombra se acoge
el que anda desterrado y peregrino;
al huérfano recoge,
y a la viudez, y el tino
hace que pierda el malo en su camino.
Dios reina sobre cuanto
o fue ya, o es agora, o después fuere;
Dios, que es tu Dios en tanto,
Sión, que mundo hubiere,
y un siglo a otro siglo sucediere.
SALMO CXLVII
Lauda, Jerusalem
Jerusalén gloriosa,
ciudad del cielo amiga y amparada,
loa al Señor, gozosa
de verte dél amada;
loa a tu Dios, Sión, de Dios amada.
Porque ves con tus ojos
de tus puertas estar sobrecerrados
candados y cerrojos;
y a tus hijos amados
bendijo en ti por siglos prolongados.
De bien y paz ceñida
tanto te guarda Dios, que no hay camino
por do seas ofendida;
y con manjar divino
te harta y satisface de contino.
Aqueste Dios envía
a la tierra su voz y mandamiento,
y con presta alegría
le obedece al momento
sin poder resistir todo elemento.
Envía y lanza nieve
como copos de lana carmenada;
aqueste es el que llueve,
y esparce niebla helada,
menuda cual ceniza derramada.
Envía también del cielo
cual planchas de cristal endurecido
el riguroso yelo,
cuyo frío crecido
no puede reparar ningún vestido.
Y aunque está más helado,
se derrite al divino mandamiento;
sopla el sonido airado
de algún lluvioso viento,
y al punto suelta el agua el fundamento.
Y aqueste Dios declara
su palabra a Jacob, su pueblo amado;
y en Israel, que ampara,
nos ha depositado
la ley y ceremonias que ha ordenado.
No ha hecho Dios tal cosa
con todas las naciones juntamente,
ni con lengua piadosa
manifestó a otra gente
su corazón tan cierta y tiernamente.
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