sabino se enamora de natalia, una chica a la que conoce en
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SabinoseenamoradeNatalia,unachicaalaqueconoceenelautobús.Losdoscomienzanasalirjuntos,perocadavezqueSabinolaacompañahastasucalle ella no quiere que la siga más allá de una esquina donde se vacaminandosola.
Pasadasunassemanas,Nataliafalleceenunfatalaccidentedetráfico.CuandoSabinoseenteradescubrequenoviajabasolayquesuacompañante,tambiénmuerto, era un varón apodado «Turco». La policía le toma declaración aSabino y entonces se entera que la chica no es quien le dijo que era. ParaempezarnisiquierasellamabaNatalia.
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EstebanNavarro
NatashaePubr1.0
numpi28.03.2020
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Títulooriginal:NatashaEstebanNavarro,2020Diseñodecubierta:ShutterstockEditordigital:numpiePubbaser2.1
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AEster.ARaúl.
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Estancortoelamoryestanlargoelolvido…PabloNeruda
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Capítulo1
Recuerdocomoesosúltimosdías,antesdequesupieralaverdad,habíansido horribles. El profesor de la academia de inglés donde me matriculérecientemente,medijoelúltimoviernespor la tardequenosvimosqueyohacía mala cara. Primero me lo dijo en inglés, como cabía esperar de unprofesordeinglés.
—Sabino,youmakeaface—sonrió.Yolerespondíforzandounsemblantemalcarado,peordelqueteníaantes
desudesafortunadocomentario.—Hasidounasemanamuylarga,profesor.—InEnglish,Sabino.—Ithasbeenaverylongweek,teacher.Ysalídeclaseantesdequemesoltaraelrolloacercadelodesastrosode
mipronunciación.Lo de llamarme Sabino fue una ocurrencia de mi madre, que es quién
finalmentedecidióminombre.Cuandocumplí losdiezañosmispadres, losdos,mecomunicaronquelaeleccióndeminombrefueunadecisióndifícilycomplicada.Jamásqueyorecuerdementaronlaotraopción.Peroteniendoencuentaquesedecantaronporlamenosgravosa,intuyoquelasegundaopcióndebiódeserunnombrepococomún.
Despuésdesalirdelaacademiadeinglés,decaminoacasa,mecrucéconuntaxistasintaxi.Eltíoestabadepieenmediodelacallesujetandoconfuriaun cigarrillo en la mano entretanto gritaba a otro hombre haciendoaspavientosconambasmanos,mientraselhumodelcigarrilloseesparcíaporuncieloqueeneseinstanteeradecolorgrisplata.Enseguidaadvertíquelosdoserantaxistasydiscutíanporunclientequeestabaapocosmetrosdeallísosteniendosuteléfonomóvilenlamano.CuandomemarchémecrucéconunvehículoUberymefijéquehabíaunasnubesplomizasqueseesforzabanpor taparunsol tímidoquepujabapor salirdetrásdeunasmontañasde lasquenuncareparéqueestuvieranallí.
—¿Habéisvistolasmontañasquetenemosdetrásdenuestrobloque?—lepreguntéamimadrenadamásaccederalsalóndelpiso.
—Sabino—menombró—,miraquellegasadecirtonterías.Luegoseocultódentrodelacocinaallorar.Lacocina,desdequeocurrió
aquel…Bueno,desdeaquelaccidente,erael refugiopreferidodemimadrecuandonoqueríallorardelantedemí.Yomesentíaculpableporquepensaba
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queaportabapoco,omuypoco,aquetodoeselamentablesucesocayeraenelolvido.
—Hayqueverloquenoscuestaolvidaralosquenoqueremosolvidar—lamentéenvozbajasinqueellapudieraescucharme.
Laaparentetranquilidaddelsalónsetruncócuandomipadretraspasólapuerta de acceso al piso. Escuché cómo arrastraba esas enormes botas decamionero agotado. Olí su sudor. El sudor de un hombre que trabaja docehoras al día en un país donde está prohibido trabajar más de ocho horasseguidas.
—¿Ya estás aquí?—Me preguntó desde elmarco de la puerta, aunquesonóaafirmación.
Sequedóquieto,sinatreverseaentraralsalón,apoyandosugruesamanoenlamanillaymirándomedirectamentealosojos.
—¿Tumadreestállorando,verdad?—Preguntóafirmandoyemitiendouninapreciablesollozo.
—Sí.—Basculélacabezalevemente.Ymesumergíenmihabitación.Allorar,también.
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Capítulo2
Lostres,mipadre,mimadreyyo,vivíamosenunacomodadopisodelazonacentrodeMadrid.Cuandodigolazonacentromerefieroaunbarrio,yaquelaciudadhacrecidotantoqueelcentroyanoexiste,porquenadiesabedónde está el centro exactamente. A las zonas pobres ahora se les llama«barriosobreros»,constatandoquelosobrerossonpobres.Dehechoyanadiesabe dónde está nada, porque nuestro mundo no es este, el que antaño sellamaba«elmundoreal»,sinoqueelmundoverdaderoahoraestáenInternet.Yo, que ahora tengo veinticinco años, coexisto entre los que viven en lasredessociales,que,paraquemeentiendan,sonlasredesmenossocialesquehay.Enlaépocademispadres,cuandoellosteníanmiedad,sedecíaquesersocial era socializarse.Relacionarseno solocon losqueerancomo tú, sinoconlosqueseparecíanati,conlosquecompartíanedad,trabajo,estudioseinquietudes.Mecontómipadrequesereuníanencualquiersitio:unbar,unacantina,encasadealgúnamigo,enunlocalvacío,enunanaveabandonadaodebajodeunpuente.Entonces,enesosañosdepujantefelicidad,losjóvenesnoteníanteléfonomóvilniinternetniordenadorninadadenada.Noteníannada, pero eran más felices. A mí nunca me gustaron las redes sociales,mentiríasidijeraotracosa.SiempreconsideréquelodeFacebookeracomoun patio de alcahuetas que se asoman a cotillear lo que hacen los demás.¿Cómova a ser real un lugar donde no puedes decir que algo no te gusta?Objetécuando…Bueno,cuandoellamelodijo.
—EnFacebooksolopuedesanotarsialgotegusta—meexplicó.—¿Ysinotegusta?—lepregunté.—Sinotegustatejodes—fuesurespuesta.Natalia tenía un acento indeterminado que lo mismo podía ser francés,
ingléso ruso,pero su lenguaje encajabamáscomoeldel conductordeunahormigonera.Yesomeponía,ymucho.Deellasoloconservosuordenadorportátil. Es un flamante i7 de cuatro núcleos ymuchamemoriaRAM, quecompróaplazosdandominombreenunatiendadeAlcobendas.Cuandonosconocimos me dijo que necesitaba un ordenador para manejar sus redessociales.Eseportátilerasuequipaje,sucasa,sufamiliaysusrecuerdos.Eracomo si toda su vida cupiese ahí dentro de ese pequeño trasto, como lodenominaba mi madre, y, cuando desapareciera ese ordenador entoncestambién desaparecería ella de cualquier resquicio de nuestra memoria.Cuandoelportátilnoexistiera,seríacomosiellanohubieraexistidonunca.
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—¿Tepreparoalgoparacenar?—Escuchéamimadrealotroladodelapuerta.
—No,mamá—rechacé—.Ahoraestoyalgocansado,hasidoundíaduro.En la oficina no han salido las cosas bien, y, después, en la academia deinglésnoestuveatentoyolvidéalgunaspalabrascomosifueseunpardilloensuprimerdíadeclase.Losiento,mamá—insistí—,perohoynocenaré.
Me di cuenta de que había estado hablando solo, pues mi madre mepreguntó si iba a cenar justo cuando pasó por delante de la puerta de mihabitación,caminohaciaelbaño.Aligualquehizootrasvecesnisiquierasedetuvoaoírmirespuesta.Nosedetuvoporqueellayyoymipadresabíamosqueme lo volvería a preguntar otra vez. Era como esa película, El carterosiemprellamadosveces,peroenversiónmadrechapadaalaantiguaquetepregunta si quieres comer o cenar varias veces hasta que al final, por nodiscutir,ledicesquesí.
—Sí,mamá,cenaréalgorápidoyfrío.—Pues date prisa antes de que se enfríe —se perdió su voz por los
recovecosdelpasillohastaquellegóelsonidodiluidoamihabitación.Entonces suvozera comoun lamentoastilladoque se extraviabaenun
túnelprofundoeinexplorado.—Cómocoñosevaaenfriarunacomidafría—murmuré.Entrelágrimaysollozoylágrimaylamentoylágrimaylágrima,encendí
elordenadorportátildeNatalia.Oh,Dios.Meestremecíalescucharcomolosperiféricosseajustabanparaarrancarelprocesador.Sentícomolaplacabasesecalentabaycomprobabaqueelreproductordediscosfuncionaba,almismotiempo que chequeaba el arranque, las luces encendiéndose y apagándosecomo si fueran una constelación de estrellas remotas que chillaran en lalejaníaparadecirmequeallí,enelinfinito,habíavida.ElportátildeNataliaerauncompendiodelasfuerzasdeluniverso,delosorígenesdelserhumano,delnacimientodelosdioses.Y,comocabíaesperar,volvíallorar.Setratabadellorarsobrelollorado.Y,aprovechandomihundimientoenlosrecuerdosdeNatalia,midulceNatalia,meacordédelaccidente.
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Capítulo3
Elpisodondevivíamos lohabían compradomispadres a finalesde losañossetenta.Yonohabíanacido.Nataliatampoco.Avecescreoqueenesosañosnohabíanacidonadieysoloexistíanmispadressobrelafazdelatierra.Mi padre comentó en alguna ocasión que la adquisición de una viviendaentoncesnoeracostosayqueelimportedeunpisoseajustabaaloqueeraelpiso.Loquesíeraexagerado,segúnsuspropiaspalabras,eranlos interesesdelahipoteca.Dicequedecirenesaépocaquelosbancoseranunosladrones,eraquedarsecorto.Utilizabaneldenominadosistemafrancésqueconsistíaenqueloprimeroquedevolvíaseranlosintereses,asíelbancoseasegurabasuganancia. De ahí debe venir la frase esa de que la banca nunca pierde.Después, cuando el banco ya había cobrado los intereses del dinero que tehabíaprestado,entoncescomenzabaadesquitarde ladeuda.Mispadresnomedijeroncuántolescostóelpisoniencuántotiempolopagaronniacuántoascendieron los interesesbancarios,pero sí recuerdoquecuandocumplí losdiezaños,undíamipadrellegóconunabotelladecavacatalánenlamanoydijo:
—Sanseacabó.Mimadresepusoenpieyledejódossonorosbesosenlosmofletes.Ese
díamimadrelloró,perodefelicidad.Fuelaúltimavezquelosvifelices.Fuelaúltimavezquelosvillorardefelicidad.Alfinalizarlabotelladecava,mipadrecontóquecuandoelloseranjóvenesysequeríanysehabíancasado,unpadrede familiaque trabajaraél solopodíamanteneramujer,hijos,pisoyvacacionesdeunmesentero en laplaya, cuando lasvacaciones erandeunmes.Ahoraunafamiliaenlaquetrabajantodossusmiembrosapenaspuedencostearlahipotecadelpisodondevivenhacinados.Ylasvacacionessondetresdías,ycercadecasa.
Creo, no estoy seguro, que el piso en total tendrá unos ochentametroscuadrados. Un salón comedor, una cocina, dos cuartos de baño completos,unagalería,unbalcónbastantedecentedeunosdocemetroscuadradosytreshabitaciones:unadematrimonioydospequeñas,perograndes.Cuandollevéa Natalia a mi casa para presentarle a mis padres, ella fue lo primero quedestacó:eltamañodelpiso.
—Quégrande—dijosindejardesonreír—.Escomounpalacio—añadió.Yciertamenteesunpisogrande.Mispadressehabíanarregladoesedía
porquelesdijequetraeríaaunaamiga.Lodeamigaerauneufemismoquereemplazabaaltrasnochadonovioonovia.Cuandomispadrescomenzarona
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salir,enseguidaseempezaronallamarnovios,cuandounnovioeselqueyatiene fecha para casarse. Pero como ahora no nos casamos, o nos casamosmenos,entonces somosamigos.Aunasí, amípersonalmentemegustamáslosqueasuparejalellamanmichicoomichica.
—Papá. Mamá—les dije—. Esta es Natalia. Una amiga —sonreí conpicardía,comosimehubieranpilladoenunatravesura.
Ellatambiénsonrióysusdientesiluminarontodoelsalóndenuestropiso.—Encantadodeconocerles—lesdijocolocandodosbesosencadaunode
losmofletesdemimadreydemipadre.—¿Queréis comer algo?—preguntó mi madre sin faltar a la rutina de
alimentaratodoelmundo.Ysecolocóeldelantaldefloresysezambullóenlacocinamientrasmi
padrerelatóhistoriasdelamili,comosisumilihubieratranscurridodurantelaguerracivil.Nataliaselimitabaacabecearyasentiratodoloquedecíamipadre.Simipadredecía:estoesasí.Ellarepetía:asíes.Simipadredecía:deninguna de lasmaneras. Ella decía: no señor. De vez en cuando giraba sucabeza y me miraba sonriendo mientras emitía un leve chasquido con lalengua. En ciertamanera era como si solicitarami conformidad sobre si elcomportamientoantemispadreseraelcorrecto.
—¿Dedónde has dicho que eres?—preguntómi padre en unmomentodeterminadodesumonólogo.
—No lohedicho—secontrarió—.Pero soydeaquíydeallí,de todaspartes.
Yolaobservéembobado.Hayqueverloguapaqueeralatía.—Peroserásmásdeunsitioquedeotro—insistiómipadre.—Soyadoptada—dijofinalmenteparaquemipadrenovolvieraainsistir
—.PeromispadresadoptivossondeLanzarote.Supongoqueesojustificósuacentoysuaspectofísicotaneslavo,porque
mipadrenovolvióapreguntar.Mimadreengalanólamesadelcentrodelsalón.Ladecoróconelmejor
mantelquetenía,eldelaabuela.Esemantelselohabíaregaladolamadredemimadre cuando ella se casó. La abuela lo confeccionó ellamisma en lospocos ratos libresque lequedabande trabajar en la fábricayde limpiar envariascasasydeplancharropaenunchalédelasafuerasydelimpiarenlacocinadeun restaurantedeTorrelodones, donde iba a echarunashoras losdomingos.
—Me gustaría conocer a tus padres —dijo mi madre, siempre tanhospitalaria.Ytancotilla.
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—Me temo que eso no será posible. —Natalia rechazó dar másexplicaciones, pero todos supimos que habían muerto. O eso nos dio aentender.
Niamipadreniamimadrelesgustabaquemehubierapuestonovioconunachicadelaqueapenasconocíanada.Ellosestabanchapadosalaantiguayaceptabanlosnoviazgostradicionalesdondesesabequiénessonlospadres,dónde estudió, dónde trabaja y a qué dedica el tiempo libre, como diría lacanción.Peroyo,quemedeslomabatrabajandoenlaempresadepaqueteríayapenasteníaamigosparasalirunfindesemanaatomarunacopa,Nataliaeralo mejor que me había pasado en la vida. Y no iba a desaprovechar esaoportunidadcaídadelcielo.
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Capítulo4
Allí, sentados alrededor de unamesa decorada por la abuela que habíamuertohacíaunmillóndeañosyconmispadressonrientesyconNataliaqueentonces aún estaba viva, allí, tengo que reconocerlo, fue elmomentomásfelizdemivida.Ytuvoquesermuyfelizporquenisiquierarecuerdoquéfueloquecomimos.SoloséquemipadrearrancóporbuleríasynosagasajóconuncantodecuandoerajovenymimadreaplaudiócomosielqueestuvieraallícantandofueseelmismísimoJulioIglesias.
—Losiento—medisculpéanteNataliacuandonosfuimos—.Mispadresno suelen ser tan eufóricos, pero les habrá emocionado ver que su hijo hatraídoacasaaunachicatan…,tan,tan,tanguapa.
Ynosbesamosenelrellano.Yanoshabíamosbesadoantes,porsupuesto.Perofueronbesossolemnes
de recibimientoodespedida.Peroelbesodeaqueldíaque se lapresenté amispadres, fueunbeso tanapasionadoque recuerdoqueenese instante elmundosedetuvo.Esposiblequehubiéramosestadoallí,frentealapuertadelpiso,unaeternidad.MesumergíenloslabiosdeNataliacomosiellafueseunmanjar y yo un hambriento. Como si Natalia conformara el centro de laexistenciamisma y necesitara respirar de su aire, beber de sumanantial deagua.
Elmomentocumbre locortóunvecinodeaspectodesgajadoquesurgiódelinteriordelacabinadelascensorcomosivinieradetrabajarenlamina.Nosmiró.Soltóunbuenastardes,muchachos.MiróaNatalia,resbalandosumiradade arribahacia abajoydeteniéndoseunadécimade segundo en suspiernasdesnudas.Luegomemiróamí.Meguiñóunojo.Ydijo:
—Preciosatunovia.Ydesaparecióporlapuertadesupiso.En el garaje tenemos un pequeño trastero de apenas cuatro metros
cuadrados. Es un trastero sin trastos, por muy extraño que suene. Pero mimadreestanordenadaquenohabíadesordennieneltrastero.Bajamosconuncalentónimpresionanteyconlacertezadequeharíamoselamoraunquefueseencimadeunaestantería.Nosquitamoslaschaquetasylascolocamosen el suelo para amortiguar las acometidas de nuestra pasión.Nos amamoscomosielmundosefueseaacabaralalba.Comosinohubieraunmañana.Nisiquieranosdetuvounaradioantiguaquehabíaenunadelasestanteríasqueamimadre ledabapenaarrojarla al contenedorporquepertenecióa la
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abuela,cuandoseprecipitóenunarrechuchoqueledimosalestanteysehizoañicosenelsuelo.
Estuvimospalpitandohastaqueel ruidodelmotordeuncochenosdijoquealgúnvecinoibaasalirdelgaraje.Entoncesmiréelrelojenlapenumbraycomprobéqueeranlascincodelamadrugada.
—Aúnespronto—anotóNataliaabrazándomeconfuerza.—Esunrepartidordedónuts—ledije—.Cadadíasaleaestahorapara
quelosbarestengandónutsfrescos.Poralgolellamanelfrescodelbarrio—expliqué.
Nataliacontuvounataquederisa.—Venaquí—medijo—.Miralarosquillaquetengoparati.En ese instante hicimos tanto ruido que temí que al salir del trastero
hubieravariosvecinossentadosensillasplegablesfrentealapuerta,mientrascomíanpalomitasdemaízysorbíanrefrescosenvasosdeplástico.
—Te quiero —me susurró varias veces—. Eres lo mejor que me hapasadoenlavida.
Yexplotóenunorgasmocósmicoqueatolondróelinteriordeltrastero,y,porextensión,todoelgaraje.
Alasochodelamañanalaacompañéasucasa.Recuerdoquenopodíani
siquieraandarbiendeldolorde…,pueseso,quenopodíacaminarerguido.Enmicara sehabíadibujadouna sonrisaestúpidaque tienen todos losquehemostenidolasuertedeligarconunabellezacomoNatalia.Mesentíacomosiestuvierasaliendoconunamodelodepasarela.
Al llegar a su calle, ella, como ya había hecho otras veces, me detuvoapoyando la palma de sumano enmi pecho. Se encogió sobre sus taconesparallegaramiboca,porqueeraunpocomásaltaqueyo,ymepropinóunesplendorosobesoenloslabios.
—Mañananosvemos—medijo.Desde que nos conocimos nunca me había dejado traspasar ese último
tramoquehabíadesdelaesquinadondemedabaunbesohastalapuertadesucasa.Yonuncaledijenada,niinsistí.Algunapoderosarazóntendríaparanoquerermostrarmeellugardondevivía,peronuestrotrayectosiempreacababaallí,enelmismolugar.Ellaseintroducíaenlaoscuridadmientraselbrillodesuspiernasseibadifuminandohastaquedesaparecía.
Deregresoacasademispadres,penséenporquénoquerríaquevierasu
piso.Quizá,medije,vivíaenunapocilgaynoqueríaavergonzarsedequesu
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reciénestrenadonoviolaviera.Otraopciónpodíaserquesupadrefueseunogro.Habíamuchoshijosqueocultabanasuspadresporqueseabochornabancuando los demás los conocían. Pensé que serían unos borrachos o unosdejadosounossuciosounosmalcarados.Igualsufamiliaera tanantipáticaqueellacreíaquetodavíanoestabapreparadoparaconocerlos.Encualquiercasoalgunapoderosarazónhabríaparaquenomedejaraavanzarmásalládeaquellaúltimaesquinadondenosdespedíamoscadanocheocadamadrugada.Luego,ellanoqueríaqueyomequedaraallíplantado,comounsoldadodeentreguerras despidiéndose de su amada en el andén de una entristecidaestacióndeferrocarril.
—Vete—meordenabaantesdesoltarmelamanoporúltimavez—.Vetequemañanaseráotrodía.
Yyo teníaque alejarmeantesdeque ella comenzara a caminarpor esacalleoscura,asemejandountúnelqueseincrustaraenunamontañaangostayresquebrajada.
—Adiós,miamor.Mañanateveodenuevo.Ymequedabacomounpasmarotelanzandobesosalaire.Loúltimoque
seescuchabaeralamusicalidaddesutaconeodistanciándose.Ynomeibadeallíhastaqueyanosepercibíanisiquieraelsonidodelsilencio.
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Capítulo5
Dicenquelaspenasnuncavienensolas,al igualque lasalegrías.Yonosabía nada de Natalia, ni siquiera dónde vivía. Pero mi hidalguía meempujabaacostear todasnuestrassalidas.Yacenáramosonosfuésemosdecopas, yo siempre era el que lopagaba todo.Hasta le compraba la cajetilladiariadetabacodesumarcapredilecta.Peroella,enunintentodeestabilizarnuestrarelación,medijoqueibaabuscartrabajoporquesesentíaadisgustosiendounamantenida, como lo llegó a calificar undía quehablamos sobreeseasunto.
—No te preocupes —traté de apaciguarla—. Lo importante es queestemosjuntosyquetúseasfeliz.
Eneseinstantemesentícomounestúpido,porqueloimportanteparamíesqueellasiguieraamilado.Paraentoncesyoestabacoladoporellahastaeltuétano.
Natalia encontró trabajo en una cafetería de la plaza Colón. Era unacafeteríaenorme,deesasquetienenunabarrarectangulardondeuncamareronecesitadarvariaszancadasparairdeunladohaciaotro.Eltrabajolellegóun día que caminábamos cogidos de lamano y pasamos por delante de lacristaleradelacafetería.Enunadelaspuertashabíaenganchadounpapelqueinformabaquesenecesitabacamareroocamarera.Razón,añadía,dentrodellocal.
Nataliamemiró.Sonrió.Arrojóel cigarrilloque sosteníaen lamanoalsuelo.Lopisó.Retorcióel tacóndelzapatoparaasegurarsedeque lohabíaapagado.Yarrancóelletrero.
—¿Qué haces?—la amonesté—.Es posible que hayamás parados quequieranesepuestoysiretiraselcartelnolosabrán.
—Ese puesto es mío —aseveró con suficiencia mientras empujaba laacristaladapuertadelbaryseintroducíadentro.
La seguíhasta labarradondeella sedirigióauncamareroconpobladabarbahipster,alquelecomunicóquequeríahablarconeldueño.Elbarbudolevantóunaensortijadamanoyseñalósinreparoaunamesadondehabíauntipode aspectopatibulario.Me fijé enque ese hombre rondaría los sesentaañosymostrabasíntomasdeestarmalhumorado.
—Buenosdías—losaludódejandoelletreroarrancadodelapuertasobrelamesa,alladodeunatazadecaféque,comonohumeaba,supeestaríafrío.
—¿Quiereel trabajo?—consultósinmuchoánimo,comosiduranteesamañananohubieraestadohaciendootracosaqueentrevistandoacandidatos
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alpuesto.—Noloquiero.—Nataliachasqueólalengua—.Loexijo.Creoque si en esemomentomepinchannome sacan sangre.Allí solo
cabían dos respuestas: o le daba el trabajo o la echaba a la calle. Fue loprimero,porsuerte.AmímegustabaNatalia,ymegustabamucho.Peroloquemásmegustabadeellaeransusarrestosparatodo;noseamilanabaantenadaniantenadie.Esachicaerapurabravuraycoraje.
Me dijo que el dueño le había preguntado el primer día si tenía
experienciacomocamarera.Porloquepareceellalerespondióqueno,peroleaseguróquesabíatratarconelpúblicoyademássabíaidiomas,algomuyimportanteenlahostelería.PrecisamentefueNatalialaquemeanimóaquemematricularaen laacademiade inglés,puesella lohablabamuybien.Lohablabatanbienqueinclusolehabíaquedadoalgúnrastrodeacento.Enunbar de copas, un camarero le preguntó si era francesa, si era rusa, si eracanaria,sieradeaquíodeallí.Porlovistonosoloamipadreleinteresabasaberdedondeprovenía.
—Soyunaciudadanadelmundo—respondió—.ComoRick.—¿QuéRick?—preguntóelcamarero.—Déjalo—ledije—.Si nohavistoCasablanca, entonces es quenoha
vistonada.El camarero arrugó la frente visiblemente ofendido. Debió pensar que
éramosunossabelotodo.Con las primeras mensualidades se compró dos cosas: un coche, de
segunda mano, y un portátil, nuevo. El coche era un Ford Ka, el modeloantiguo.Nosélosañosquetenía;aunquemeconstaquemuchos.Peroloquesí sé es que tenía casi trescientosmil kilómetros.Cuandome enteré de esedato, loprimeroquemepreguntéesquiénhabíaestado tan lococomoparahacer tantos kilómetros con ese cacharro. El día que fuimos a verlo yapalabrarsucompra,elvendedor,untipodeesosquetevenderíaunaestufaeneldesierto,nosaseguróqueelmotoreranuevo.
—Le han hecho motor recientemente —nos dijo con semblante serio,revistiendosuasercióndeunaformalidadimpostada.
—¿Le han hecho motor a un Ford Ka del año de Maricastaña? —cuestionélomáscínicoquepude.
—Oslopuedogarantizar—insistió—.Siqueréislopodéisprobaryveréisquevacomounrelojsuizo.SolohatenidoundueñoyeraunabueloquelocuidócomounjarróndeporcelanachinadeladinastíaMing.
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Esevendedornohabíavistounjarróndeesadinastíaensuputavida,medije.Yaunquetrataradeconvencernos,esecochenoeramásqueunatartanacon una capa de pintura reciente que a duras penas disimulaba que encualquiermomentosecaeríaapedazos.
—¿Quéteparece?—mepreguntóNatalia.—Dependedeparaquélovayasausar.Nopiensesqueconestecacharro
—el vendedor arrugó el gesto cuando dije «cacharro»—, podrás viajar aChina.
Conelcochenuevo(risas)yelportátilnuevo,nuestravidatranscurrióendospartesbiendiferenciadas.Entresemana trabajábamos losdos:ellaen lacafeteríadelaplazaColón,yyoenlaoficinadeunaempresadepaquetería.Y el fin de semana es cuando salía a la palestra el Ford Ka y el súperordenador.Conelcochehabíamosconseguidoirnosdecopasalugaresdondeeraimposiblehacerloanoserquetuvierascoche.RecuerdocómocogíamosalgunasdelasvariantesdesalidadeMadridynospresentábamosengaritosmásomenosdecorososdondenosmetíamosvarioscopazosdeloquefuera.Luego, regresábamosaMadridynos sumergíamosenel trasterodondenosconocimos sexualmente y donde continuamos explorándonos y explotando.Para entonces ya había decorado ese trastero como si fuera un harén,colocandounamaravillosamoquetaenelsueloyunalámparadeluzledcontonocálidosobreunaestanteríadehojalata.Después,unavezhecho loqueteníamosquehacer, nos vestíamosy subíamos al piso demis padres.Ellosdormían y nosotros procurábamos no hacer ruido para no despertarlos.Mipadre se levantabaprontopara ir a conducir esepesado camión cargadodecajas que repartía por toda la comunidad. Y si lo despertáramos, algo quenuncahicimos,creo,supongoquemontaríaencóleraynosprohibiríaentrarenelpisocuandoellosdormían.Losdosnosmetíamosenmihabitación.YloprimeroquehacíaNataliaeraencenderelportátil.Mientraselordenadorsecalentaba,yomirabamicamaymepreguntabaporquénoharíamoselamorallí envezde en ese enclaustradoe incómodo trastero.Perono lohacía envoz alta, para no distraer a Natalia que ya había clavado los ojos en larelucientepantalladelordenador.
—¿NotienesFacebook?—mepreguntó.—No,laverdad.Niséquées.—Puesnosabesloquetepierdes.Esunaventanaalmundo.Mientras hablaba yo observaba sus piernas desnudas, abiertas alrededor
delapequeñamesademiescritorioymedecía:esosíqueesunaventanaalmundo.
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Capítulo6
Una noche de invierno de finales del mes de enero de esas que ni elhombreo lamujerdel tiempo recomiendansalir,y si se salequenoseaencoche, y si es en coche que sea con cadenas, fue cuando a Natalia se leocurrió conducir el destartaladoFordKahastaÁvila.No sé ni por qué fuehastaallíniporqué fuesindecírmeloniquécoñohabíaenÁvilaparaquehubieraviajadounanochedejuevesdespuésdequenosdespidiéramosenlaesquinadesucalle.Laúltimavezquelavinisiquieramelocomentó.Nosdespedimos.Yoescuchélamusicalidaddesutaconeomientrasseintroducíaenlanochedeesecallejónydesaparecíaparasiempre.
—Adiós,Natalia.Adiósmiamor—lehubieradicho.Ysiellamehubieracomentadoque teníapensadoviajaraÁvilaconel
FordKa,yoselohubieraquitadodelacabezadeinmediato.—Novayas—insistiría—.NovayasaÁvilaqueallísolohaymurallasy
elcacharroesequeconducessepuedeestamparcontrauna.Yo nome enteré hasta el viernes por lamañana cuando llamaron ami
casadesdelacafeteríadelaplazaColón.Nataliateníaqueincorporarsealassietedelamañana,yalassieteymediadecidieronqueeramuyextrañoquenohubierallegadoya.Cuandocomenzóatrabajardiocomosegundoteléfonoelmío,yaqueenlacafeteríapedíanunteléfonoalternativoporsiteníanquellamarencasodenecesidad.Nosdijeronquelohacíanporqueloscamareros,todos jóvenes, si se retrasabanporquehabíansalidode juergapor lanoche,entoncesera imposible localizarlosensus teléfonosporqueseguramente lostendrían sin batería, apagados o fuera de cobertura. Por eso pedían que sedejara anotado un segundo teléfono alternativo para llamar en caso denecesidad.
Y la necesidad llegó el viernes por la mañana cuando Natalia no sepresentóenlacafetería.
—Sí—respondísomnoliento.—¿NataliaSánchez?—No,noestá.¿Quiénes?Era una compañera de la cafetería que llamaba por su cuenta y riesgo
antes de que se enterara el dueño de queNatalia no se había presentado atrabajar. Supe que el compañerismo en el sector de la hostelería estabagarantizado.
—¿EresSabino?—meconsultó.
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—Sí.¿Quéocurre?—Disculpa. Natalia no ha venido a trabajar aún y he llamado por mi
cuentaporsisehabíadormidoyasíseevitalabroncadeldueño.—Gracias —le dije—. No te preocupes, enseguida la localizo.
Seguramentesehabrádormido—ofrecícomojustificación.Me vestí y bajé a la calle con intención de no saber ni qué hacer ni a
dóndeirniaquiénllamar.Natalianosehabíapersonadoenlacafetería,yniyo ni nadie sabíamos dónde estaba. Llamé insistentemente a su teléfonomóvil,peroestabaoapagadoofueradecobertura.Entoncesmedicuentadequenosabíacómolocalizarla.Nosabíadóndevivíaniconocíaasuspadresnianingúnfamiliarnianadiequemepudieradecirpordondepodíaestar.
Cogí elmetro yme bajé en la paradamás próxima a la esquina dondecadadíanosdespedíamosconunapasionadobeso.Mebajédelmetroysubíenérgicolasescalerasquedabanalacalle,sintiendounaenormebofetadadefríocuandolleguéarriba.Hacíatantofríoquesecongelabanhastalasideas.Caminéhastaelúltimotramodesucalle,elúltimolugarhastadondeellamedejaba llegar. Más allá no había nada, el silencio y la oscuridad. En esemomentosentíundesplieguedesoledadquemesumióenalgomuyparecidoaunadepresión.Estabaallí, inmóvil,oteandoelhorizontede lacalledondecadadíanosdespedíamosynosabíadóndepodíaestarella.Poruninstantemelaimaginésurgiendodesdeelfondo,comounbarcomercantequeasomadesde el horizonte y se vislumbra entre la niebla.Nohuboniebla, no hubobarco.YtampocohuboNatalia.
—Piensa.Piensa—medijerebuscandoenmisrecuerdosalgunaformadelocalizarla.
Supuse,loqueeralomásnormaldelmundo,queellaestaríadurmiendoenelpisodesuspadres,yelcochelotendríaaparcadoenlacalle.Noeratancomplicado. Solo tenía que patear las calles adyacentes por donde ella medespedíayobservartodosloscocheshastaquedieraconelsuyo.ElFordKaes pequeño, pero no invisible.Lo de creer que vivía con sus padres era unplanteamientoqueentoncespercibícomoabsurdoysebasabaenquesiellaviviera sola, entonces me habría invitado a su piso. Y si viviera con unaamiga,entoncesmehubierainvitadoasupisocuandonoestuvierasuamiga.Pero si, como seme pasó por la cabeza en esemomento, viviera con otrohombre,entoncescomprendíquenomeinvitarajamásasupiso.
—Ay, ay, ay—inicié un estúpido lamento—. ¿Cómohe podido ser tanidiota?
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Comencéacaminar.Detantoentantopateabalacalzadaparaespantarelfríoquemesubíaporlostobillos.Callearriba,calleabajo.Portales,tiendas,baresycomercios.Nada.NirastrodelFordKa.
Alasochodelamañanayahabíabastantegenteperegrinandoporlacalle.Sus rostros de sueño se cruzaban con el mío de espanto. Entre esquina yesquinasacabaelteléfonomóvilymarcabaelnúmerodeNatalia.Peroseguíaapagadoofueradecobertura.
—¿Natalia,dóndeestás?Natalia,responde.Natalia,cojones,¿dóndecoñoestás?
Unbarrioescomounpueblo. Inclusohaybarriosmáspequeñosqueunpueblo pequeño, por lo que supuse que allí casi todo elmundo se conocía.Natalianoesunamujervulgar,físicamentehablando,sinoqueesunamujermuyhermosa.Eramásaltade lonormal,másdelgadade lonormal,conelpelo más largo de lo habitual y con una expresión sensual y electrizanteimposibledeobviar.Evidentemente,simededicaraapreguntarporellaensubarrio nadie me podría dar razón de su paradero, por muy bien que ladescribiera. Pero si preguntaba por su nombre es posible que alguien laconociera.
—SellamaNataliaSánchez.Comencéporlosbares,porsialgúnclienteocamarerolaconocía.—No.Nomesuena—medijeronenunacafetería.Entréentiendasdealimentación.—Noheoídohablarnuncadeella.—Noséquiénes.—No,losiento.—No.Pregunteenaquellapanadería.—Esunachicaasídealta—señaléconmimano—.Muyguapaderostro.
Esdelgada.TieneunFordKa.—No,losiento.—Nolahevisto.—Noséquiénes.—Niidea.—Pregunteenaquellatienda,quizáallítengamássuerte.—Lleva un vestido de color claro.Calza zapatos de tacón alto.Cuando
hablatieneacentoentrefrancésocanario.—No.Perosilavedelemiteléfono—medijounimbécil.—Natalia.Natali.Natalia.¿Dóndetehasmetido?
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Hubiera sido más fácil buscarla en medio de un bosque. Porque podíahaberidocaminandoentrelamalezaalmismotiempoquegritabasunombreconlasmanosapoyadasenmibocacomosifueraunembudo.
—¡Natalia!
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Capítulo7
LapolicíalocaldeÁvilallamóalapolicíalocaldeMadrid.Nataliahabíafacilitadoladireccióndelpisodemispadrescomodomiciliocuandoadquirióel coche, ya que tenía que domiciliar las letras de pago en algún sitio. Lapolicíanotuvomayorproblemaendarconmigoycomunicarmelanoticia.ElFord Ka se había salido de la carretera en un lugar indeterminado entreMadrid y Ávila. Me dijeron que el coche se estrelló contra un árbol ymurieronlosdosocupantesenelacto.
—¿Dosocupantes?¿Quédosocupantes?Un coche de la policía me llevó hasta el tanatorio de Ávila donde
reposabanlosrestosmortalesdeNatalia.Fuehorribletenerquereconocerelcadáver.Peroeraella,nohabíaduda.Lamuertenotienepiedadconnadieyhabía destrozado su cuerpo, pero se distinguía su tez blanquecina, su narizrespingonaysuslabiosamplios.Ibaataviadaconunvestidodefiestaquenolehabíavistonuncapuesto.Inclusoconelcuerpodestrozadolequedababien.
—¿Esella?—Sí.Esella.—¿Yél?¿Loconoce?Mepreguntaronporelotrocuerpo,eldeunhombrequelaacompañaba.—No.Nolohevistoenmivida.Mientrasescondíanelcajónmetálicodelotrocuerpo,puderetenerenmi
memoriasusrasgos.Eraunhombremoreno,grueso,dementónamplíoydecuellogrande.Estabaamoratadoporelaccidente,peromepodíaarriesgaradecirqueerasudamericano.Quizácolombianooecuatoriano.
—¿Quéhacíasconesetío,Natalia?—¿Quiéncoñoesesetío,Natalia?—¿Porquénoconozcoaesetío,Natalia?—¿PorquéfuisteaÁvilaconesetío,Natalia?Eranpreguntasretóricas,porqueellanopodíaresponderme.Confiesoque
lapresenciadeesesegundopasajeroenelinteriordesucoche,hastaquenoseaclarara,mehabíaprovocadoalgúnqueotroataquedeansiedad.YademáscomolarelaciónentreNataliayyonoestabaformalizada,lapolicíaevitabadarmecualquiertipodedatosobreella,suacompañanteolascircunstanciasdel accidente. Para los agentes yo no eramás que un amigo de la víctima.Inclusomedijeronquefueunerrormostrarmeloscuerposyaqueyonoeranadie.
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Recuerdoqueencasanospasamoseldíallorando.Mimadrelaprimera,comosiempre.Llorétantoquelosojossemeinflamaronyeraincapazdeverbienni secándolosconunpañuelodepapel.Ycuandodejábamosde llorar,mi madre arrancaba de nuevo y nos arrastraba a todos con su llantodesconsolado.
—Maldita seamiestampa—maldecíamipadre—.Yadecíayoqueesecochenoestababienparacircular.
—Calla, Manuel —amonestaba mi madre—. Bastantes problemastenemosahoracomoparaqueledesriendasueltaatumalgenio.
—¿Ysuspadres?—mepreguntómimadre—.¿Dóndeestán?—Esomegustaríasaberamí,mamá.¿Dóndeestánsuspadres?¿Cómoes
quenohavenidonadiedesufamilia?¿Tienefamiliaesachica?—Sabino,hijomío.¿Quésabemosdeella?—Nada,mamá.Nosabemosnada.Alguien tenía que saber algo. Alguien tenía que haberla visto. Natalia
teníaquedormirenalgúnsitio,aunqueno fueseenesebarriodondenochetras noche nos despedíamos en aquella esquina donde ella se perdía en elcrepúsculo.
¿Y quién coño era ese tío que la acompañaba en el coche el día delaccidente?
¿Yadóndeiban?¿Yporquénomelodijo?Laspreguntassemeacumulabanenlacabezacomounjuegodeingenio
delquenoerescapazdeencajarlaspiezasycompletarelfinal.Derepente,entan solo unas horas, Natalia, mi Natalia, había pasado a ser una completadesconocida.Ahorayanosabíanadadeella.Ahorayanosabíanisiquierasiella era real y había existido.Me tuve quemeter dentro del trastero para através de su olor que aún pervivía recordar queNatalia existió y, también,murió.
EstuveenlacafeteríadelaplazaColón,peroporlovistoellossabíanlomismo que yo. Hablé con el dueño y con otra camarera, la que me llamócomunicándomequenohabíaidoatrabajar,pensandoquealsermujerquizáhabíanhabladoentreellasysabríamáscosasdeNatalia.Nada.Nadadenada.
—Noeramuyhabladora—medijeron—.Servicial,puntualycumplidora,peronohablabaconlosotrosempleados.
—¿Sabessivinoalguienpreguntandoporella?—No,queyosepa.Cumplíaconsuhorarioyatendíabienalosclientes.—¿Uncoche?Alguienquelaesperaraencochealasalidadelacafetería.
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—No,losiento.—¿Vinoalgúndíaalguienpreguntandoporella?¿Unhombre?—No.—¿Unamujer?—No.—¿Dejóalgunadirecciónalternativaporsieranecesariolocalizarla?—No.—¿Alguienlaacompañóalgunavezasucasa?—No.—¿Tedijodóndevivía?—No.Nuncalodijo.—¿Algúnteléfonodeunfamiliar:supadre,madre,hermanos?—No.No.No.Eldueñonoestuvomuyhablador,inclusolopercibíesquivo.Parecíaque
lemolestabamipresencia,comosiyotuvieralaculpadesumuerte.Enesosdíasnopodíahacercasodemisconjeturas,porquemisnerviosestabanaflordepiel.
—Oye,dejademolestaramisempleadosconpreguntassobreesachica—medijoentonoamenazante.
Durante unas interminables semanas estuve recorriendo de viernes a
domingo los mismos locales de copas por donde habíamos pasado juntos.Preguntéaalgúncamarerosi recordabahabernosvistoa losdos.A losquedecían que sí, les preguntaba si recordaban haber visto aNatalia sola o encompañíadeotraspersonas.
—No,nolorecuerdo.—Nosabríadecirte.—Creoqueno.—No.Nomesuena.Aunquecreoqueloquequeríaneraevitarproblemas.Unhombrequeva
preguntando por ahí si alguien ha visto a una mujer que anteriormente loacompañabaencompañíadeotroshombres,puedeparecerunmaridoceloso.Yunmarido celosoydespechado es alguienpeligroso.EntiendoquenadierecordaraaNatalia.
—Tenga —les entregaba una tarjeta—. Si recuerda algo, llámeme porfavor.MellamoSabinoPeláez.
Cogíanlatarjetayleíaeltextoyseguidamentememirabanamí.—¿Esustedpolicía?
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—No.Nolosoy.—¿Estáseguro?—Sí,claroqueloestoy.Yaledigoquenosoypolicía.—¿Yentoncesporquébuscaaesachica?—Ha fallecido y estoy buscando algún familiar para comunicar su
defunción—mentía.
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Capítulo8
Decidí acercarme a una comisaría de la Policía Nacional. Estabaconvencidodequedisponíadesuficientesdatoscomoparaqueseinvestigarael asunto de la muerte de Natalia Sánchez. Ymi única baza era enfocarlodesdeelpuntodevistacriminalyconvenceralapolicíadequesumuerteenrealidadfueunasesinato.
Me atendió un agente tan grueso que seguramente le confeccionaron eluniformeamedida.Supequesuedadseríauninconveniente,porquerondaríalos cincuenta años y un agente tan veterano quizá no comprendería miofuscacióntratandodelocalizaraNatalia.
—¿Ydicequeerasunovia?—Bueno,noviano.Michica.—Entiendo—chasqueóloslabiosmientrasselamíaunpobladobigotede
colorblancoquelecubríalaboca—.¿Quéhaocurrido?CogíaireylecontéqueNataliaysuacompañantehabíanperdidolavida
en un accidente de tráfico, en un tramo entreMadrid yÁvila.Mientras yohablabatuvelasensacióndequeelagentenoprestabamuchaatenciónsobrelo que yo le estaba contando. Incluso creo que le molestaba mi presencia,como si pensara en otras cosas más importantes que hacer y estuvieradeseando quememarchara para seguir haciendo lo que estuviera haciendoantesdequeyollegara.
—Así que un accidente de tráfico —repitió mis últimas palabras conciertasornaquenotratódedisimular.
—Sí,esohedicho.LuegomepreguntóporlosapellidosdeNatalia.LerespondíqueNatalia
Sánchez.—¿Yelsegundoapellido?Mequedéensimismado,comosifueseestúpido.Ciertamentedesconocía
elsegundoapellido.¿Cómoesquenomelodijo?—Pueslaverdadesquenolorecuerdo.—Mehadichoqueerasuchica.—Sí,esohedicho.—¿Ynosabesusegundoapellido?—Síquelosé,peroconlosnerviosnolorecuerdo.—Ah,ya.—Creoquelahanasesinadoporquesabíaalgo.—¿Quésabía?
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—Algo.Nosé.Meofusquédetalmaneraquecomprendíqueteníaquetranquilizarmesi
noqueríaqueacabarandeteniéndomeamí.—Sinomedamásdatosdifícilmentepodréayudarle.Elpolicíahabíadejadosobre lamesaunfolioyensumanososteníaun
bolígrafo, por lo que entendí que se estaba interesando por el asunto.Seguidamentemepreguntóminombreymepidióunteléfonodecontacto.
—Encuantosepamosalgolellamaremos.A mí me sonó a «vete con viento fresco». A «vete con viento fresco,
cornudo»oa«veteconvientofresco,gilipollas».Durante la segunda semana, después de incinerar el cuerpo de Natalia,
estuvedandobandazosporelMadridmástriste.Nataliallegóamícomounaexhalación.Ysehabíaidocomounsuspiro.Mispadrestuvieronquecostearel crematorio y todos los servicios anexos, porque yo no tenía dinero y lospadreso familiares deNatalia estabandesaparecidosono existían.Eraunaincongruenciadescomunalquemispadrestuviesenquecostearlosgastosdeunadesconocidayquenohubiese formade sabernada sobre ella.Hasta elbanconospasóelrecibodelportátilydelFordKa,porquecuandolofinancióNataliamepuseyocomoaval.
Amediadosdelasegundasemanacomencéarecomponerelpuzledesde
elmismomomentoenquenosconocimos.Recordéquelaprimeravezquelavifueunviernesporlatarde,cuandosalíadarunavueltaporlaPuertadelSol.Fueunasemanalargaenlaquetuvimosmuchotrabajoenlaempresadepaquetería. Faltaban unos días para Navidad y todo el mundo compraba através de Internet. El trabajo se nos multiplicó por veinte y no parábamosdesdequeentrábamoshastaquesalíamos.Habíanprohibidolashorasextrasytuvieron que contratar una decena de empleados para poder abarcar elvolumendepedidos.EstuvepaseandobajoelinvernalcielodeMadridymeperdí por varios comercios observando a la ingente cantidad de públicomientrassevolcabacomprando.
Sobrelasnuevedelanochemeencontréconunaparejaalosqueconocíadesde el instituto.Eran dos chavalesmuymajos y, lo cierto, es que hacíanbuenapareja.Víctoreraaltoyestilizado,mientrasqueBenjamínerapequeñoyrechoncho.Enelinstitutohabíamuchoschicosquesereíandeellos,peroamímecaíansimpáticos.Avecescreemosquesomosunpaísmuyavanzadoylo cierto es que todavía nos quedan varios años para ser medianamente
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civilizados. Nos saludamos y conversamos unos instantes en la típicaconversación de ascensor. Esas conversaciones en que no se dice nadasustancial,delestilodehacefríoycuántagentehaypor lacalle.Luegomeofrecieron ir acenarconellos, añadiendoquehabían reservadomesaenunrestaurantedelazona.
—Dondecomendoscomentres.—Sonrieronamablemente—.Ydespuésnospodemosirdecopas—añadieron.
Creo que en ese instante tuve un ataque de moralidad y me dio porcensurarmeamímismoycreerquenodebíairencompañíadedosgais.Eraabsurdopensarqueporirencompañíadedosgaisyotambiénteníaqueserlo,pero seguimos anquilosados en una conciencia retrógrada. El caso es querechacésuofrecimientoapesardequemehubieraapetecidoirdecenaydecopasconellos.
—Otravezserá—lesdije.Ellos se fueron cogidos de la mano calle abajo, y yo me fui con mis
remordimientoscallearriba.Se había hecho tarde y rechazaba la perspectiva de cenar solo en algún
garitodelazona,porloquemesubíenelprimerbusquevicondestinoamicalleoquepasaracercademicalleoquemealejaradeallí.Recorrítodoelautobúshastalapartetrasera.Odiabaviajarcongentesentadaamiespalda.Nosoportabatenermiradasdetrásdemí,contemplandominucacomosiyofuera un bicho raro. Atrás estaría más seguro y más tranquilo y menosobservado.Calculé, observando el panel informativo interior, el número deparadasquefaltabanparallegaramibarrio.
Con las prisas no me subí al autobús correcto y solo quedaban dosopciones:obajarmeycogerotrooviajar loscuarentaminutosque faltabanhasta llegaramicalle.Lasensaciónderidículoquemeembargófuelaqueme forzó a seguir de viaje y no apearme en la próxima parada. Cuarentaminutossonmuchosminutosparaunviernesporlanoche,sobretododespuésdeunasemanaagotadora.Asíquedecidísentarme.
—¿Está ocupado? —le pregunté a una chica que estaba sentada en laesquinaderechadelapartetraseradelbus.
—No—sonrió—.Estálibre.—Gracias—suspiré.Ymesentéasulado.
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Capítulo9
—Esraro—medijo.—¿Elqué?—meinteresé.—Veraunchicosoloaestashorasenesteautobús.Recuerdoquelamirésinmirarla,comoconvergüenza.Aquellachicaera
preciosa y hablaba con una voz dulce que adormecía los sentidos. Yo laescuchabacomosienaquelautobúsnohubieranadiemás,solonosotrosdosenvueltosenunanubedepolvodeestrellas.Eralaprimeravezquemesubíaaesebusymetopabaconunángel.
—Verás—mesinceré—,hetenidounasemanaterribleeneltrabajo.Yalser fin de semana me apetecía salir un rato a pasear. Me gusta sentir elinviernoaporreandomicaradespuésdetantosdíasencerradoenunaoficinadondeelúnicoalientosonlosestornudosdemiscompañeros.
Ellaabrióloslabioscomosifueseaemitirunarisa,peroseahogóenungestodecontriciónquemerecordóalosquereprimenuneructoenunamesaanteinvitadosdesconocidosdespuésdecomer.
—¿Vivesporaquí?—No, que va. Ya me gustaría vivir en un barrio tan apuesto —dije
señalandoconlabarbillaunconjuntodeedificiosconfachadadeladrillorojo—.Vivoenlasafueras,dondevivenlospobres.
Ella memiró con expresión de nostalgia, como si yo le hubiera traídorecuerdosdelpasado.
—Noesmásricoelquemástiene,sinoelquemenosnecesita—medijo.Durante media hora estuvimos hablando. Es fascinante hablar con un
desconocido, porque todo lo que se dice es nuevo. Yo le conté en quéconsistíamitrabajo.Ledijequehabíaestudiadoenel instituto,peroquenolleguéalauniversidad.Mencionéquevivíaconmispadres,peroellosnosemetían conmigo y yo no les molestaba. Le conté que no tenía grandesaspiraciones.
—Solovivirydisfrutarde lospequeñosmomentosde felicidadquenosdalavida.Comoeste—añadíconcoquetería.
Lo cierto es que ella me contó bien poco de su vida, más bien nada.Asentía a lo que yo le iba diciendo y no dejaba de sonreír como si yo lepareciese un tipo gracioso. Me chocó su acento, que no puede identificar.Peroenalgúninstantemeparecióextranjero.
—Amítambiénmegustaviajarenautobús—sonriódenuevo.
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Hubo un momento en que abrió los labios para decir algo que parecíaimportante, pero no dijo nada.Creo que en esemomentome iba a decir laverdad, la verdad de todo. Pero se silenció para que yo siguiera hablando.Cuandoyafaltabanapenasunosminutosparanuestraparada, fuecuando ledije:
—¿Ytú?Nomehascontadonadadeti.Enmudeció durante casi un minuto en los que su mirada recorrió los
bloquesdepisosquehabíaasuizquierdayfinalmenterespondió:—Estaesmiparada.Ysepusoenpierozandoconsucabelloeltechodelautobús.Aldíasiguientehiceelmismorecorrido.FuihastalaPuertadelSolyallí
estuve dando vueltas sin ton ni son, haciendo tiempo hasta que pasara elmismo autobús. Me esperé en la parada unos quince minutos, en los queaguanté a una anciana que me contó su vida resumida. Yo ni siquiera lamiraba,perolaescuchaba.Nolamirabaporqueestabapendientedenoperderelbus.
Cuandopasómesubícomoactivadoporun resorte invisible.Recorríelpasillo hacia atrás.Y, cuando iba por lamitad,mis ojos se posaron en lossuyos.Ella estaba allí, comoeldía anterior.A su ladohabíaunhombredeunoscincuentaañosquemeparecióestabasonriendo.Perolachica,alverme,sepusoenpiecogiendosubolsoconlamano.
—Hola—saludó—.¿Hasvuelto?—Sí—ledijenervioso.—¿Porqué?—Porquequeríaverte.Al ser sábado el autobús iba lleno hasta los topes, por lo que los dos
conversamosdepie.Estuvimoshablandohastaquellegósuparada.Entoncessebajó,peroantesmemirócomosiquisieradecirmealgo.Nosé,yosoymuytorpeparaestascosas.Nosésiqueríadecirmequemebajaraconella.Quenomebajara.Quenuncavolveríamosavernos.Noséloquequisodecirme,peromebajéconella.
—¿Porquélohashecho?—Megustatucompañía—mesinceré—.Estoymuyagustocontigo.—Eresunabuenapersona—medijo.Creoquehoydíanotepuedenhacermejorcumplidoqueese,eldedecirte
queeresunabuenapersona.—Ytúeresunamujer…
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Comonosupecomoacabar la frase,no laacabéa riesgodeparecerunpapanatas.
Los dos caminamos en silencio hasta la esquina de su calle. Hasta esaesquinadondenuncamedejópasarmásallá.Mientraspateábamoselsueloyoiba imaginando cómo acabaría la noche. Incluso hubo un momento queelucubré la posibilidad de que ella me ofreciera subir hasta su piso. Dehacerlolahubieraseguidoadondefuera,inclusoalfindelmundo.
—Deberíasolvidarla—medijomimadre.—Losé.Losé,mamá.Peroesmásfácildecirloquehacerlo.—Quédateconsu recuerdoy losbuenosmomentosquepasasteis juntos
—intervinomipadre.—Sí,papá.Estoyenello.Perdí varios kilos, porque comía mucho menos. Por las noches me
encerraba en mi habitación a llorar. Hay que ver qué bien sienta llorar.Llorabaysentíalástimademímismo.Medecíaquelavidaesinjustaporqueme trajo aNatalia y luegome la quitó.Me consolaba saber que yo era unmártirquefuiutilizadoporelinfortunioparaaporrearmeconfiereza.Eraunsaco relleno de lana al que el púgil de la desolación había elegido comosparring. Lloraba hasta que me quedaba dormido y entonces soñaba conNatalia.Enmissueñossiemprelaveíasonriente.Allí,sentadaenelautobús,con su bolso recogido con coquetería sobre sus piernas. Poniéndose de pieconesaalturadesmedidaparaunamujer.Asintiendoatodoloqueyoledecíacabeceando mientras su pelo se le enredaba en sus hombros redondos.Viajandosolaenlanoche.
—Sola.¿Sola?Yentoncesmedespertabasobresaltado.Ycolérico.—¿Quiéneraesehombrequelaacompañabaenelcoche?
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Capítulo10
Mesentéenlasilla,frenteamiescritorio,dondeelordenadorportátildeNataliachasqueabamientraselprocesadorseponíaenmarcha.Recordécómoella se pasaba las horas frente a él. Toqueteando esas ruidosas teclas.Arrastrando el cursor por la pantalla como si fuese una flecha apuntando atodas partes. Se pasaba tanto tiempo frente a ese monitor que tuve elpresentimiento de que gran parte de su vida, y por lo tanto de su muerte,estaríaallíencerrada.Nomesentíaculpabledehabermequedadoelportátilporquemispadrestodavíaloestabanpagandoaplazos.
—Deberíamos venderlo en una de esas páginas de segunda mano —ofreciómipadre—.Yasírecuperaríamosalgo.
—Nosdaríanmenosdelamitaddeloquecostó—rechacésuidea.LoquemásapuromedabaeraqueseguíamospagandoelFordKayni
siquieraloteníamosporqueelcochequedóparaeldesguace.—Notepreocupespornada—tranquilizómimadre.Conectéelratónparafacilitarelmanejodelpuntero,yaqueelpaneltáctil
paraarrastrareldedomeeraincómodo.Alprincipionosabíamuybienquémirar.Habíaunapantallallenadeiconos.Elfondodeescritorioeralafotodeunaplaya.Nocreoqueni tansiquiera fueraunafotografía tomadaporella,eraunadeesasfotosdepostalquedebiócogerdealgunapáginadefondosdeescritorio.Entrelosiconoshabíadetodo,peroprincipalmenteeranlostípicosdelprocesadordetexto,dibujo,juegosyvariosenlacesdirectosapáginasdecompras:viajes,regalos,joyasyropa.Supongoquelegustaríavisitartiendasvirtualescomosisetrataradetiendasfísicas.Laverdadesquenuncareparéenquéesloquehacíacuandoestabadelantedelordenador.Noreparéporquenomeimportó.
Y entonces me fijé en el icono de Facebook. Y pinché encima con elpuntero.Seabrióunaventanaconvariassolicitudesdeamistad.Ynoesdeextrañar,porquelafotoquehabíapuestoensuperfileradelomássugerente.EstabasentadaenunbancodepiedradelparquedelRetiro.Detrásdeellaellago con varias barcas navegando. Era verano y vestía con una elegante yprovocativa camiseta de tirantes. Sonreía a la cámara.Mostraba un sosiegoquetranquilizabaconsoloobservaresaimagen.Eneliconodenotificacioneshabía el número 178, por lo que en los últimos días habían publicado esacantidaddecomentarios.Sentíciertapenaporellos,porquehabíagentequetrataba a Natalia como si aún viviera. Sin embargo, ella nunca les podríaresponder.
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Peroel iconomás inquietanteeraelde losmensajes.Ahípude leerquehabía quincemensajes pendientes de leer.Eranmensajes privados que solopodíaleerquienlosrecibía,alcontrariodelosquesepublicanenelmuroquelos podían leer todos los contactos. Instintivamente, sin pensar demasiado,pinchéeneliconodelosmensajes.
La gran mayoría, por no decir casi todos, provenían de perfiles dehombresqueseinsinuaban,algunosconmuypocotacto,paraquedarconella.Eranlostípicosmensajesutilizadosparaligarenlocalesdeocio,peroconlaparticularidad de que se publicaban en Internet. Se había renovado elcaracterístico trabajas o estudias o qué hace una chica como tú en un sitiocomo este, por el quedamos en sitio apartado y lo que surja o sexo sincompromiso. Confieso que sentí un temor innato a adentrarme en esosmensajes,porquesabíaquelarespuestaquehallaraquizánomeibaagustar.Asíque,muyamipesar,evitéleerlostodosymelimitéaleerlacabeceradeloqueponíacadaunodeloscontactos,perosincuriosearenlarespuestadeNatalia.
Decidíqueyahabíavistosuficiente,porquepenséquealosmuertoshayquedejarlosdescansar.NataliaSánchez,noteníaqueolvidarlo,fallecióenunaccidentedetráfico.Sihubierahabidoalgoextrañoensumuerte,lapolicíalohubierainvestigado.Paratodos,paralosagentes,paramispadresyparamí,Nataliaysudesconocidoacompañantehabíanmuertoenunfatalaccidentedelosmilesquehaycadaañoenlascarreterasespañolas.
Findelcuento.Mereclinéenelasientocontemplandolapantalladelportátil.Planifiqué
queseguramenteacabaríaporllevarloaunatiendadeinformáticaparaqueloformatearan y lo dejaran como nuevo, que para eso lo estábamos pagando.Ahoraeramíoylopodíautilizaramiantojo.Despuésdetodo,seríaelúnicorecuerdoquemequedaríademienigmáticaydesconocida«amiga».
Estabaenesas,pensando,con la tapadelordenadorabierta, repantigadoen mi silla, cuando saltó una ventana en la parte inferior derecha de lapantalla:
«Hola,Natasha».«¿Puedeshablar?».
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Capítulo11
Confiesoquemesobresalté.AlguiensabíaqueNatalia,osea,yo,estabaconectada en ese instante. No conocía muy bien el funcionamiento deFacebook, pero intuí que sería como los chats antiguos donde cuando teconectabasalaaplicacióntusseguidoressabenqueestásonline.Alencenderel portátil y acceder como si fuese Natalia, sus contactos verían que ellaestaba delante del ordenador y alguno de esos contactos quería que lerespondiera.
Notoquénada,porquenoeramomentodehacertonteríasy,sobretodo,noeraelmomentodeprecipitarse.FuiconscientedequeeralaprimeravezqueteníaconstanciadequealguienconocíaaNatalia.Yademásla llamabaconunsobrenombrecariñoso:Natasha.Eneltiempoqueestuvimossaliendojuntosellanuncamedijoqueen las redessocialesutilizabaeseseudónimo.Perocomprendíquedentrodesudiscreciónnoquerríaquenadieconocierasuverdadera identidad cuando se conectaba a Facebook. Miré en la partesuperior de la ventana y leí el nombre de quien se dirigía a ella: NoraRubinstein.Elmundodelosaliaseninternetesfascinante,porqueniNatashaeraNatashay,evidentemente,NoranoseríaNora.
Pasaron unos angustiosos segundos en los que no supe qué hacer. Micabeza era un torbellino de sensaciones y nome decidía a responder a esellamamientovirtual.Siyorespondía,fuesequiénfueselatalNora,ellasabríaquealguienestabaalotrolado.Yporelcarizdesupregunta,esachicaaúncreíaqueNataliaestabaviva.Encasocontrarionosehubieradirigidoaella.
Miprimermovimiento,deformainstintiva,fuecerrarlatapadelportátil.Elgolpefuetanbruscoquedespertóamimadre.
—¿Quéhasidoeseruido?—mepreguntódesdeelpasillo.—Nada,mamá.Unzapatoquesemecaídoalquitármelo.Nosemeocurrióotroobjetoquehicieseunruidosimilaralatapadeun
ordenadorportátilcerrándoseconfuerza.—Tencuidadonotehagasdaño.—Lotendré,mamá.Acontinuaciónmepuseenpieydeambuléinquietoporlosdosmetrosde
longitud que había entre la mesilla de noche y mi cama. La misma camadondemesentabadíasatrásacontemplarcómoNataliaaporreaba las teclasde ese ordenador que ahora estaba allí, ante mí, con una desconocida ymisteriosaNoraesperandoaquerespondierasipodíahablarono.Penséque
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mepodíahaberpreocupadounpocomásde loquehacíaNataliacuandosesentabaenmihabitaciónyasísabríaalgomásdesusamistadesvirtuales.
«Sí,claro»—tecleéansioso—.«¿Quétalestás?».Lancéunapreguntacomosiellayyofuésemosgrandesamigos.Nosabía
quérelaciónmanteníanesaNorayNatasha,peroteníaquesercautosiloquebuscabaeraaveriguarmáscosassobreella.
«Tencuidadoestosdías»,escribió.«ElTurcoandarevueltoporelasuntodeeseamigotuyo».
«…».«¿Siguesahí?»,mepreguntóalverqueyonorespondía.¿Amigo?¿Noseestaríarefiriendoamí?NosabíaquiéneraelTurco,pero
suponíaqueseríaeltíoquelaacompañabaenelFordKacuandoseestrelló.¿Yporquécoñoibaaandarrevueltoesetíopormí?
«…».«¿Siguesahí?»,insistió.«Sí. Aquí sigo». «Perdona, tengo muchas cosas en la cabeza», escribí.
«¿Aquéamigoterefieres?».«Aesedelquetehasencaprichado,eldelaempresadepaquetería».En ese instante solo me llegaron preguntas al cerebro de manera
constante, agolpándose antes de que mi memoria fuese capaz de darlesrespuesta.
¿PorquélatalNorasabíademiexistencia?¿QuiéncojoneseraelTurcoese?¿Porquéandabarevuelto?Y,lopeordetodo:¿Porquéteníaquetenercuidado?—¿Estás bien, Sabino?—chilló mi madre de nuevo al otro lado de la
puerta.—Ahorano,mamá.Ahoranoqueestoyocupado.Siempre que mi madre me requería al otro lado de la puerta de mi
habitación,ymepreguntabasiestababien,yyo le respondíaqueahorano,teníalaimpresióndequeellapensabaquemeestabamasturbando.Yalgunavezeraverdad,peronosiempre.
«Mañanatecuento»,escribióNora.Fueelúltimomensajequesequedóescritoen lapantalladelordenador
mientraselcursorparpadeabadeformainquietante.
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Capítulo12
Me parecía dantesco que nadie, absolutamente nadie, supiera quién eraNatalia.Quenadieensucallelarecordara.Queningúntendero,camareroovecino la hubiera visto. Y esa tal Nora Rubinstein me advirtiera de quetuvieracuidadodeuntalTurco,queconeseremoqueteyamepodíafigurarqueerauntipodecuidado.
Lo primero que pensé es en acudir a la policía y decirles que elacompañantequemurió juntoaNataliaenelaccidentedelFordKasehacellamarelTurco.YquetemíapormividaporqueunatíaquesehacíallamarNoramedijoatravésdelamensajeríadeFacebookdeNatalia,quesehacellamar Natasha, que yo tuviese cuidado. ¿De qué? No, definitivamente noacudiríaalapolicía.Demomento.
Como cabía esperar, esa noche no dormí. Estuve todo el rato dandovueltasenlacama.Mirandoeltecho.Mirandoelordenadorquepermanecíaconlatapabajadasobrelamesademiescritorioconuninquietanteparpadeodeuna luz rojaque sehabía convertido en el centrode todamihabitación.Esaluzmemartilleabacomounaestrellalejanaquequisieradecirtequeallí,alolejos,enlainmensidaddeluniverso,hayvida.
—Natasha.Natasha.Natasha—repetíhastaentresocasiones.ComencéapensarquequizáNataliaerarusa.Teníaaspectoruso.Acento
extranjero,queprobablementefueseruso.Perocreíarecordarqueamipadre,cuandoselopreguntó,ledijoqueeraadoptada.Entoncessupusequeeraunaevasivaparanoseguirrespondiendoasuspreguntas.Peroahora,bienvisto,quizádijo laverdadyeraadoptada.Yrusa.Entonces tendríaexplicación lodelseudónimoesedeNatasha,quequizáerasunombreverdadero.
Ellunesporlamañanamelevantédelacamacompletamentedesveladoyconunpesadodolordecabezaintermitente,comolaluzledqueparpadeabaenelordenadorportátil.
—Hacesmalacara—medijomimadrecuandocoincidimosenlacocina.—Nohedormidobien—rechacédarmásexplicaciones.Yo había dejado dos rebanadas de pan en la tostadora y se quemaron
porquenolassaquéatiempo.Ytambiénsequemaronlasdossiguientesquepuse como reemplazo de las dos primeras que se habían chamuscado. Porfortunamipadrehacíaratoquesehabíaidoatrabajar,porquedeestarallímehubieradichosuconsabido:
—¿Estástontooqué?
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Mimadremepasólamanoporlaespaldaehizounaintentonadedarmeunbeso,peroyolorechacéporquenoqueríaquenadiesecompadecierademí.SolonecesitabatiempoparaolvidarmedeNatalia.OdeNatasha.
—Yaveráscomoenunosdíasestarásmejor—medijoantesdeecharseallorar.
En la oficina no di pie con bola. Pero como la muerte de Natalia erareciente y todos los empleados sabían que ella había sido «mi chica»,comprendieronqueeranormalqueesaheridatodavíanohubieracicatrizado.Enciertamaneramesentíacómodoporqueellosmedejabanhacerloquemevinieraengana.Derribéunvasodecartóndelamáquinadecaféylatetudadelamesa10seofrecióarecogerlo.
—Tranquilo,Sabino.Notepreocupes,yolorecojo.Me quedé allí parado como un estúpido mientras Zaida restregaba la
fregonaporelsuelo,recogiendouncharcodecaféfríoyespesoporelexcesodeazúcar.
Peguéunmanotazoenlamesacuandonomecuadraronlassumasdeunlistadodepaquetesqueteníamosqueenviaraunconcesionariodecoches.Yeldelpeluquíndelamesa8medijoquelepasaraesosinformesqueyaloscuadraríaélpormí.
Sentadoenmimesacogíunfoliodelaimpresoraycomencéaanotarlosdatosfiablesdelosquedisponíaalmismotiempoquelosenlazabaconunaflecha,comosifueseunprogramadorinformáticoestructurandounprogramadesoftware.EneseinstantesupequelamuertedeNataliameibaaperseguirtodami vida, a no ser que hiciera algo por aclararla. Tuve una especie depálpito, una punzada me dijo al oído que ella no había muerto de muertenatural, si es que se puede considerar natural lo de morir aplastada en elinterior de un Ford Ka. En mi listado particular coloqué, conforme meafloraban a la cabeza todos los datos que hollaban en mi recuerdo, losnombresdelosactoresdeestacomediaenquesehabíaconvertidomivida.
«NataliaSánchez(Natasha)».«NoraRubinstein».«ElTurco».«…».Luego, ante la falta de motivación y de ideas, comencé a pensar en
variablesexternasno relacionadasquemepudieranaportarunapista.Yahícomenzaronasurgirpreguntasqueteníaqueresponderdeformasecuencialsiquería avanzar enaveriguarquécoñohacíaNataliaun juevespor lanoche,caminodeÁvila,enunamierdadecoche,haciéndoseacompañarporuntíoal
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queyoqueerasu«chico»nisiquieraconocía.Estaúltimareflexión ladebídecirenvozalta,porqueunodeloscompañerosdesdelafila tresasomósuenormecabezónpordetrásdeunmonitorymepreguntósinecesitabaalgunacosa.
—¿Todobien,Sabino?—Sí,gracias,Elías.Estátodoestupendo.UnclientedeAlcorcónledijoal
repartidorqueestaríaencasa,yresultaquenoestá—mentíparaquecreyesequemienfadoestabarelacionadoconeltrabajo.
Repasé la porquería de listado que había confeccionado, mientras supequenuncallegaríaaserunbuendetectiveprivado.
«NataliaSánchez(Natasha)».«NoraRubinstein».«ElTurco».«…».Acontinuacióndelostrespuntosúltimospuseunnombrealazar,comosi
sintiera la necesidad de completar ese párrafo que asemejaba una líneahuérfana.Yañadí:
«Conductordeautobús».—Veamos —me dije murmurando como si estuviera hablando por
teléfono con un cliente. No sé por qué, pensar en voz alta me ayudaba apensarmejor.
Recordé que en todas las ocasiones que viajé con ella en el autobús,siempreibaelmismoconductor.YNataliateníaunabellezaescandalosay,alser una mujer más alta de lo corriente, medía casi un metro ochenta, esnormal,ysobretododentrodeunautobús,dondelaalturadestacamásqueenlacalle,queeseconductorsefijaraenella.
El«autobusero»eraun tíogruesode tez lampiñacon lacabezacubiertaporunamatadepelonegraqueparecíauncasco.Ensuorejaderechapendíaunpendientedearoqueaparentabaunaanilladeuncarpesano.Lorecordabaporquealpasarporsuladoteníaquepagarleelviaje.Recuerdoqueteníaunavozronca,comosifueseunfumadorempedernido.Jamáslovireír,perosuseriedad era fingida porque creo que pese a su rudeza era un buen tío.Unconductordeautobúsquehacesiemprelamismarutaescomouncarteroquesiemprereparteenlamismazonaocomounrepartidordepaqueteríaalqueleasignan el mismo distrito, en todos los casos es alguien que acaba porfamiliarizarseconlaspersonasquehayensucampodetrabajo.
Soloteníaquesubirenelmismoautobúsypreguntarle:
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—¿Recuerda usted a una chica alta y delgada de belleza extrema quecogíaesteautobúscadadía,especialmentelosfinesdesemana,entrelasochoylasnuevedelanoche?
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Capítulo13
—Sinocomestequedarásenloshuesos—medijomimadre.—Yluegotemorirás—añadiómipadre.—Y cuando te mueras, nosotros lloraremos—siguió argumentando mi
madre.Yunavezdijolaúltimafrase,semetióenlacocinaysepusoallorar.—Ves—amonestómipadre—.Yahashecholloraratumadreotravez.—Perosiyonohedichonada—medefendí.—Peronocomesysabesqueesolaenfada.Noquería discutir, porqueno teníani el valor ni las ganasni el talento
necesario para discutir con mis padres. Hacía ya tres semanas queincineramoselcuerpodescompuestoyfracturadodeNataliayyoseguíasinsuperar su ausencia. En esos días comprendí que cuando alguien se vapasamospordiferentesypeculiaresestadosquenosayudanasobrellevareldolor de la pérdida. En mi caso hubiera sido sencillo migrar mi estadoemocionaldeldoloralodio.Todoloqueconocíadeellaydesuvida,hastaesemomentonoeramásqueuncúmulodeadjetivosquedifícilmentepodíapronunciar sinenfadarme.A lavistade losdatosqueobrabanenmipoder,ella,yunamigotequesoloconocíaella,sefuerondejuergaunfindesemanahasta Ávila. En algúnmomento el coche se salió de la carretera y los dosperecieronestampadoscontraungrueso,robustoyhermosoárbolquehabíaenunlugarindeterminadoenelmargendelarcén.
Para mí habría sido de una simpleza enfermiza pensar que ella me laestaba pegando con otro, y en ese caso bien semerecía lamuerte. Fin delcapítulodenominado:desdeelrencoralamuerte.¿Porquétendríaqueseguirenamoradodeunatíaquememintió?
Luego tuve un arrebato de amor incondicional y pensé, o quise pensar,quelahistorianoseríatansimplecomoyoqueríacreerqueerayquedetrásde sumuerte, y de la muerte de su acompañante, había algomás que unasencilla muerte doble. Hasta que no tuviera todos los datos no podíapronunciarme. Y eso era lo que me quemaba por dentro precisamente, nosaberporquéyadóndeibaconesetío,elTurco.
Mesentéenlacama.Mesequélas lágrimasconunatoalla.Observélosdedosdelamanoizquierda,dondenotéafaltaruncigarrillo.LlevabacuatroañossinfumarynofuménicuandoconocíaNatalia,yesoqueellafumaba.Ynoibaafumarahoraquemehabíadejado.Quesehabíaidoencompañíadeesetipoconelqueseestrellócontraeseárbolqueparecíaqueeldestino
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habíapuestoallíparaqueelpequeñoyridículoFordKaseaplastaracomounacordeón.
LaluzdelordenadorportátildeNataliaseguíaparpadeando.Mellamabapara que yo levantara la tapa y entablara una conversación escrita con ladesconocidayexóticaNoraRubinstein.
Y levanté la tapadelportátil,comosiestuviera levantando la tapade laCajadePandorayabrieralapuertaparaquetodoslosdemoniosdeluniversopulularanpormihabitación.
«Hola,Nora»,escribí.«¿Estásconectada?».«…».«¿Nora?».«…».«¡Nora!».«…».«¡¡¡NORA!!!».«Sí.Unmomento».«Estoyconuncliente».«Enseguidateatiendo».Elcursorsequedóparpadeando,acompasandoloslatidosdemicorazón.¿Uncliente?Medije.Bueno,metranquilicé.Nohabíaquepensarmal.O
almenosnopensarmaltanpronto.YotambiénatendíaaclientesynoeraloquecomenzabaacreerqueeraNora.
Mientraselcursorparpadeaba,yoaprovechéparafijarmedetenidamenteen la foto de su perfil. Era una chica rubia, y parecía un rubio natural.Hermosa, casi se podía decir que viciosa. Su aspecto me recordaba a lasactrices porno de países del este de Europa. Lo sabía porque en algunaocasiónme había, bueno,me había entretenido viendo vídeos donde salíanese tipodechicas.LohiceantesdeconoceraNatalia.Peroseguramente lotendríaqueseguirhaciendoahoraqueellanoestaba.
«Yaestoycontigo»,escribió.Yomequedéembobadomirandolapantallasindecidirmeaescribir.No
lasteníatodasconmigoynoestabasegurodesiqueríaseguirconesejuego.En mi cabeza había una guerra interna que pujaba por llegar al fondo delasuntodequiéneraNatalia,porquéestuvoconmigoyporquémurióeneseaccidente.Odirectamentepasaryolvidarmedetodoyregresaramiinsulsavida.
«Natasha.¿Estásahí?»,insistió.«Sí,disculpa».«Estabaconuncliente».QueríaponerapruebaloqueNorasabíadeNatalia.
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«¿Uncliente?».«Creíquelohabíasdejadocuandoconocisteaesepanolidelaempresadepaquetería».
¿Panoli?Lamadrequelaparió.MecontuveporquenoprocedíaescribirlecuatrocosasaesaamigadeNatalia.Perodelamaneraqueescribióyanomequedabaningunadudadeaquésededicabaantesdeconocerme.Loquenomequedóclaroesporquéseencaprichódemísiyonotengonadayporlotantonopuedoofrecernada.
«Lodejé»,escribí.«Peroelpanoliganapocodineroytengoquetrabajardetantoentanto».
«Ya sabes lo que pienso», escribió en dos tramos, como si estuvierahaciendootra cosamientras escribía.«Si algunavezdejas eloficioque seaporunmultimillonario».
Porsihabíatenidoalgunadudaalprincipio,ahorayanoteníaninguna.Latal Nora y Natalia son prostitutas. Y en el caso de Natalia su nombre deguerra era Natasha. Al menos hasta que me conoció a mí. Y me gustaríasuponerquedejólaprostituciónpormiamor.Ycomoelamordurapoco,esefindesemanasucumbióenelinteriordeuncocheencompañíadeuncliente,frente a un árbol recio e inamovible de la carretera que va desdeMadrid aÁvila.Osea,quedeamorhaciamíeljusto.
«¿SabesalgodelTurco?»,mepreguntó.«…».«¿SabesalgodelTurco?»,repreguntó.«¿Hacedíasqueningunasabemos
nadadeél?».EraunacertezaqueNoranosabíaqueelTurcoyNatashahabíanmuerto.
Estuve a punto de interrumpir la comunicación con ella, pero todavía mequedabaalgunapreguntaenel tinteropor loque seguímintiendohastaquesupieralaverdad.Opartedelaverdad.
«Nosénadatampoco».«EstamospreocupadasporqueelTurconoaparece».Niaparecerá,medije.Una cosa estaba clara, y era que Nora sabía escribir, porque hasta ese
momento no había hecho ninguna falta de ortografía y su redacción eraimpecable.Ymesorprendióqueunaprostitutatuviesetanbuenacultura.Enunasdécimasdesegundopenséenlamalasuertequeteníanalgunaspersonas,porqueNoraescribíamejorquelasecretariademiempresa,yaquenohabíaescritodondenocometieravariasfaltasdeortografía.
«¿Cuántotiempohacequenoloveis?».«Tressemanas».
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Tres semanas era el tiempo que hacía que Natalia y ese tipo habíanfallecido en el interior del Ford Ka. Luego Natalia iba en compañía de suchulocuandolosatrapólamuerte.Luegoahorayapodíaestarsegurodequeesetipoquemurióaplastadojuntoaellaeraeltal«Turco».
«Sisabesalgo,medices»,escribióantesdecortarlacomunicación.Supusequehabríaotroclienteesperandoyquelamensajeríadeinternet
lautilizaríaparacontactarconellos.Durante un rato me entretuve, por puro divertimento, en abrir los
mensajes que iba recibiendo el perfil de Natasha y me reía con lasproposicionesquelehacíanaunamuerta.Estuvetentandoenresponderunoaunoyescribirleslaprimerabarbaridadquesemepasaseporlacabezaenesemomento. Alguno le podría poner que era su esposa y que estaba leyendotodo loqueescribíaocosasdeeseestilo.Noséporquémedioporpensarquelamayoríadelosclientesdeesaschicassonhombrescasados.
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Capítulo14
Elviernespor la tardeme fui caminandohasta laPuertadelSol.Habíaentradoelmesdemarzoyesatardehacíaunfríosoportable.ElrecuerdodeNatalia se comenzó a desvanecer levemente, máxime cuando tuveconocimientodequeeraunaprostituta.Mesentíengañadoydespechado,porloqueacondicionémipensamientoparaquesumuerteestuvierajustificada.Paracompletarelcírculodemideslealtadhaciaella,solomequedabahacerunaúltimacomprobación.
Esperé seis o sieteminutos en la parada del autobús hasta que se parójusto enfrente demi jeta.A través de la ventana vi el enorme cabezón delconductorquemanteníaelrictusserioalestilodeungánsterdepelícula.Subílaescalinataymeplantéfrenteaél.
—Megustaríahablarconusted—ledije.Él levantóunaensortijadamano llenadeanillosmientraschasqueabael
sonidometálicodevariaspulserasqueseremovíanensumuñeca.Meseñaló,sinhablar,unletreroquehabíaenganchadoenlalunadelantera:
«Prohibidohablarconelconductor».—Bueno, tampoco quería hablar aquí —me disculpé—. Es sobre una
pasajeraquesubeaesteautobúshabitualmente.Subía—corregí.Élmevolvióaseñalarelletreroporsegundavez.—Nometoqueloscojones—escupíconrabia.—¿Esustedpolicía?—No.—Neguéconlacabeza.—¿Yporquétengoquehablarconustedsinoespolicía?—Soy…Eraamigodelapasajeraporlaquelequieropreguntar.—Alapolicíayalescontétodoloquesabíasobreesachica.Oseaquelapolicíasíqueinvestigóelaccidente.Luegosospechanqueno
fueunaccidente.Todosesospensamientosmeasaltabanmientrasconversabacon el conductor tratando de recabarmás información de la queme estabaaportando.
—¿Todoloquesabíasobrequé?—pregunté.—Vamosaver,señor,nopretenderáquelecuenteaustedlomismoque
lecontéalapolicía.—Medejapasar,joven.—Sentíquemeempujabaunaseñoradesdeatrás.—Sí,claro,paseysiéntesedeunaputavez—amonestécolérico.—Oiga—medijoelconductor—,sinosecomportallamaréalapolicía.—Volveré—dijealoTerminatorantesdebajarmedelautobús.
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Eltíocerrólapuertaymeofreciósuexpresiónmásdura.Recordéqueenelsistemaderepartodepaquetesaparticulares,cuandoel
destinatarioeraunconductordeautobús,elrepartidorsolíadejarleelpaqueteen la cochera, donde el vigilante de la empresamunicipal lo recogía en sunombre.Entonces,enesemismorecuerdo,supequeenalgúnmomentoalolargodeldíaeseconductorteníaqueaparcarelautobús.Seguramentenoobrébienyasaltarlomientrasestabatrabajandonoeralamejorformadeextraerlainformaciónqueestababuscando.
Llamé por teléfono a Sonia, una compañera de la línea tres dedistribución,paraquemeinformarasisabíaenquécocheraaparcabaelbusde la línea 7, según leí antes de bajar. Ella, muy solícita, me facilitó ladirección,queporestarlejosdeallínecesitéuntaxiparallegarantesdequelo hiciera el bus. Sabía que si tenía buen tacto, ese hombre accedería amipeticiónyresponderíaaunascuantaspreguntasque teníaparaél.Viensusojosqueestabadispuestoacolaborar.
Eltaximedejófrentealacocherajustocuandoelautobúsentrabadentro.Meesperéenlapuertaaqueelconductorsaliera,algoquehizoenunosdiezminutos.Losorprendícuandoseestabaencendiendouncigarrillo.
—Otravezusted—mascullóentredientes.—Solounpardepreguntasynolemolestarénuncamás.Leaseguroque
nisiquieravolveráaverme.Balanceólabarbillamientrasexhalabaunabocanadadehumodesuboca.—¿Laconocía?—Esa chica llevaba varias semanas subiendo al autobús en la misma
parada—respondió—.Loquehacíanoestáprohibido—añadió—.Peroamípersonalmentenomegusta.
—¿Hacer?—Sí,lodecontactarconclientesutilizandoeltransportepúblico.Respiréhondoparanomontarencólera.—¿Clientes?—Sí,supusequeustedlosabíacuandocontactóconella.Nataliaerauna
prostitutadevagón,comolasconocemosnosotros.Subealautobúscadadíaalamisma hora, cuando los ejecutivos de la zona comercial se retiran a suscasas.Contactaconellosenelasientoy lesofrecesusservicios.Semarchaconlosqueaceptan.Lasquesoncomoellasuelenhacerelmismorecorridodurante unas semanas hasta que ya son reconocidas, entonces cambian deautobúsydeitinerario.Esta,laquecontactóconusted,teníamuchaclase.
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Respiré tres veces, como había leído en un manual de control de laansiedad.YasabíaqueNataliaeraunaprostitutayyasabíaporquécontactóconmigo.Paraellanoeramásqueuncliente.Elconductordebiódetectarenlaexpresióndemirostrociertaconmociónquequisorebajarconsusiguientecomentario.
—Silesirvedeconsuelo,lediréquedesdequecomenzóasalirconustednuncamássebajóconotrocliente.Dehecho,ellasolosesubíaenmiautobúsparaesperarhastaqueustedllegase.
—Entiendo. —Acepté su explicación. No me sirvió de consuelo, perocomprendíqueparaNataliayoeraalguienespecial—.Hayunacosaquenoentiendo—mantuvelaconversación—.Yesreferentealaparadadondeellasebajaba.¿Sabeporquésiemprelohacíaenelmismolugar?
ConestaúltimacuestiónbuscabaaveriguarsiNataliavivíaenesebarrio.Enalgúnsitioteníaquevivir,medije.
—Se bajaba en el mismo sitio porque es donde está el hotel a dondellevabaalosclientes.
—¿Unhotel?—Sí,unhotel.—Memiróconsternadomientrasrepetíamipregunta.Claro, por eso no quería que la siguiera cuando nos despedíamos en la
esquinadelacalle,porquesedirigíaaunhotel.¿Unhotel?—¿Sabequéhotelera?—Sí,perolerogaríaquenocomentaraconnadieestaconversación—me
suplicóconexpresióndecorderocaminodelmatadero—.Nisiquieralediesainformación a la policía. Es un hotel muy conocido y esa gente es pocorecomendable.
—Seréunatumba—afirmétratandodeserconvincente.—ElhotelsellamaCandelariayestá…—Noesnecesarioquemedigadóndeestá,gracias.—Enlosúltimosdías
habíapasadoalmenosunadocenadevecespordelantedeesehotelbuscandoel piso de Natalia—. Hotel Candelaria —repetí en un murmulloapesadumbrado.
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Capítulo15
—Tumadreyyoqueremoshablarcontigo—medijomipadreacodadoenlaneveradelacocina.
Yososteníaenlamanounabotelladezumodenaranjareciénexprimidoquemimadreadquiríadíasíydíanoenuncomerciodelbarrio.
—Claro—lesdije—.Yosiempreestoydispuestoahablarconvosotrosdeloquesea.
—Nostienespreocupados—hablómipadre.Mimadrecabeceócomounperritodeesosqueviajanenlabandejatraseradeloscoches—.Esmuytristetodo loque te haocurridoyno creasquenosotros somos ajenos a ello.Esterriblequelagentemuera,talycomoocurrióconNatalia.Eslamentablequelavida,siemprecruel,sellevedenuestroladoalosseresquequeremos.
—Losabemos—intervinomimadre—,porquenohaynadieenelmundoajenoalsignificadodeperderunserquerido.Esleydevida,loquenoquieredecir que sea una ley justa. Pero es ley, y por ese motivo tenemos queaceptarlo.
Yomelimitéapropinarpequeñoseinapreciablessorbosalabotellaquesosteníaenlamano,comosilaspalabrasdemispadrescayeranensacoroto.Estaba bien todo lo queme decían, pero eran palabras huecas, pues yo yasabíaqueellosteníanrazón.TeníaqueolvidaraNataliayseguirconmivida.Noesquemividafuesemejorantesdeconocerlaaelladeloqueeraahora,peronomequedabamásremedioquepasarpáginao«resetearme»comosifuese un ordenador. Tenía que instalar un sistema operativo nuevo en micerebroycomenzarotravez.
—Yasabesquesinecesitascualquiercosasiempreestaremosatulado—concluyómimadre.
Mezambullí en el silencioy la seguridaddemihabitación.Era terribleobservarelordenadorportátildeNatalia,porquesignificabaqueunrecuerdodinámicodeellaplaneabasobremiexistenciacomounmalfallodelquenotepuedes desprender. Ese portátil era Natalia, porque era la conexión con supasado. Percibir la presencia del ordenador significaba que su pasado y suesencia semantenía allí, conmigo. Pero también era una pieza fundamentalquemeayudaríaarecomponerelpuzlequefuesuvidaycomprenderporquéunatíadebanderacomoellasehabíaencaprichadodeunpelagatoscomoyo.
«Nora.¿Estásahí?».«…».«Nora,siestásahírespondeporfavor».«Necesitohablarcontigo».
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«Hola,Natasha».«¿Quéocurre?».«¿Puedeshablar?».«Quierodecir:escribir».«Acabo de terminar con un cliente». «Dispongo de unosminutos hasta
queentreelsiguiente».«¿Quépasa?».«Nolosé,estoypasandoporunmalmomento».«Tengomiedoynoséa
quiénrecurrir».«Supongoquetúeresmiamiga».«Claroquesoytuamiga».«Nosécómopuedesdudardeello,despuésde
losañosquehacequenosconocemosydeloquehemospasadojuntas».«Tenotodistinta».
«Lo siento, estoy muy melancólico…, melancólica». «Estos días no séquémeocurre,laverdad».
«¿Esporesechico?».«¿PorSabino?».«Ah,sí.Sabino».«Eselquemeenturbia».«¿Teenturbia?».«¿Quéeseso?».«Disculpa».«Quierodecirquemetraeloca».«Es lo que tiene el amor». «Ya te dije que en nuestro oficio no nos
podemosenamorar».«Yateadvertíqueelamoresunainconvenienciaquenonospodemospermitir».
«Notehicecaso».«Nuncahagocasoanadie».«Nunca lo haces». «Recuerdo que cuandome comentaste que te habías
enamoradodeunchicotedijequetealejaras».«…».«¿Natasha?».«Disculpa».«Estabapensativo…,pensativa».«Estoytannerviosaqueno
atinoconelteclado».«Lomejoresquenosveamos».«…».«NospodríamosveryconversarcomohacíamosantesdequeelTurcose
metiera en nuestras vidas». «Como cuando éramos unas niñas, allí en lamadrepatria».
«MenudocabrónelTurcoese».«Hablascomosinoloconocieras».«¿Estásbien?».«Muybien».«Esechico,Sabino,mehatransformado».«Ya te dije que lo haría, por eso tienes que dejarlo». «El Turco no
permitiráqueélsepaquiéneresyaquétededicas».«Antesdedejarqueeseniñatosepaquiéneres,serácapazdecualquiercosa».
«¿Decualquiercosa?».«Inclusodematarlo».
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Mismanossequedaronlevitandosobreelteclado,incapacesdearticularningún movimiento. La conversación con Nora me estaba dejando en unestadode letargoy terrorque impedíaquepudieramoverniundedo.Cadavezcomprendíamáscosasquehacíanquemeestremeciera.Ycadavezteníamásmiedo.
Mientraselcursorparpadeaba,alaesperadequeyosiguieraescribiendo,me entretuve en buscar alguna función que me permitiera guardar laconversación.AlmacenartodoloqueNorameestabacontandosobreelTurcomeserviría,encasodenecesidad,parademostrarantelapolicíaquequizáelaccidenteenlacarreteraentreMadridyÁvilanofueunaccidente.
«Atiende,Nora».«¿SabesdóndeestáelTurco?».«…».«¿Nora?».«…».«¡¡¡Nora!!!».«¿Quiéneres?».«Natalia».«NataliaSánchez,tuamiga».«TúnoeresNatasha».«¿Porquédiceseso?».«Porque Natasha nunca se llamaba a sí misma Natalia cuando hablaba
conmigo».«Sí que soy yo,Natasha». «Lo que pasa es que interpretomi papel tan
bienquehastaescribiendoasumoquesoyella».«TúnoeresNatasha».Escribióantesdecortarlacomunicación.
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Capítulo16
Losprimeros días de estrenar elFordKaviajamoshastaToledo.Lodeestrenaresunaformadehablar,porqueelKateníamásañosqueMatusalén.Erainviernoprofundoyenelinteriordelcochehacíamásfríoqueenlacalle.CirculábamosporlavariantequenosescupíadesdeMadridhacialasafuerasaunavelocidadvertiginosa,atodoloqueelForddabadesí.Noeramuchoparauncochenormal,perosíparaesecoche.MientrasNataliaconducía,yomemorizaba cada uno de los pliegues de su perfil. La observé entrecortadamientraslassiluetasdelasfarolassedibujabanydesdibujabanensurostro.Podíasentircadaunodelostornillosyengranajesdelcochequesedeshacíabajonuestrospiescomoununiversoquesevertebradelorigenquelediolavida. Era tan feliz que temía que esa felicidad fuese fugaz, como unallamaradaenunahogueraa laquese leacaban los troncosque lamantieneviva.Sentíacomosieldestinomedijeraqueladistanciaentreesosmomentosylossueñoserainsignificante.Nohabíaequidistanciaentreestaryser,entrepensarycreer,entrevivirymorir.Nataliaestabaallí,envueltaensuaureolademisterio.Conducíamientrasbalanceabaensuslabiosuncigarrillocomosifueseuncamioneroapuntodeentregarunpaquete.Devezencuandotorcíasu grácil cuello ymemiraba de reojo. Sonreía, le propinaba una calada alcigarrillo, y soltaba el humo que se inflaba en el habitáculo del cocheobligandoaqueyotuviesequeentrecerrarlosojos.
ElrótuloenlacarreteraindicóqueestábamosentrandoenToledo.NataliamedijoqueaellalehabíadichounamigodeunamigoqueenToledohabíaun restaurantedondepreparabanelmejorchuletóndelmundo.Ella siempreeramisteriosahablandoynunca,querecuerde,mencionabaelnombredesusamistades.
—Creoqueesaquí—hablómientrasaminorabalamarcha—.Sí,aquíes—se confirmó ella misma mientras arrojaba el cigarrillo por una pequeñaaberturade suventanilla.Laúltimabocanadadehumo sumergió el interiordelFordKaenunalobreguezespantosa.
Losfarosalumbraronlapuertadeunacasavieja,inclusodeslucida.Enlapuertasepodíaleerelnombredelrestaurante:
«CasaBartolo».—Así queBartolo no solo tenía una flauta, sino que también tenía una
casa—dijeenvozalta.Ellanocaptólaironía,ohizoverquenolahabíacaptado.Seguramente
seríalaúnicapersonaenelmundoquenoconocíalacancióndeBartolo.Se
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limitóamirarmeconinquietud,comosiestuvieraprocesandomicomentarioytratasedehallarunexplicación.Finalmentemepreguntó:
—¿ConocesaBartolo?—No.Esunacancióninfantil.—¿UnacanciónsobreBartolo,eldeesterestaurante?—No.SobreotroBartolo,eldelacanción.Yentoncescomencéarecitarlacanción:—Bartoloteníaunaflautaconunagujerosoloyatodosdabalalataconla
flauta de Bartolo. Bartolo tenía una flauta con dos agujeros solo y a todosdabalalataconlaflautadeBartolo.Yasítodoelrato.
—Menudaestupidezdecanción—mereprochó.—Yatehedichoqueesunacancióninfantil—medefendí.Fuelaprimeravezquelapercibíenojadaconmigo.—Entiendo—suspiró.Aparcó el coche en lamisma puerta del restaurante, frente al rótulo. E
hizo bien, porque seguramente estaríamos a diez grados bajo cero. Salimosdel coche y caminamos ligeros hasta entrar en el local. En ese momentopercibíquemiabrigoapestabaatabaco.EraelefectodeviajarenunespaciotanreducidoyconNataliafumandouncigarrillodetrásdeotro.
—Tenemos una mesa reservada para dos—dijo nada más traspasar lapuerta.
El que nos atendió era un hombre de unos cuarenta años, bastanteatractivo, de rasgos agitanadosqueondeabauna largamelenaque le caía aplomo en unos hombros berroqueños. En ambas orejas llevaba incrustadosunospendientesdebotónqueatodasluceserandeoro.Recuerdoquenuncaantes había contemplado una barba tan bien arreglada y recortada. Inclusopenséqueesabarbaestabadibujadasobresutezmorena.Loquesípresentíesun cierto anacronismo en que alguien con aspecto de pirata delCaribe nosatendieraenunasador.
—¿Dígame el nombre de la reserva? —Consultó cogiendo una libretatamañocuartillaqueextrajodedebajodeunmostradordemadera.
—NataliaSánchez—respondióquitándoseelabrigo.Elhombreresbalóeldedoíndice,dondehabíaunauñadeguitarrista,por
unalargalistadenombres.—Sí, síganme—dijo a continuación mientras alargaba los brazos para
cogerelabrigodeNatalia.Yo hice el ademán de quitarme mi chaqueta para entregársela, pero
cuando conseguí desenroscarla de mis hombros, él y Natalia ya habían
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iniciadoeltrayectohaciaelcomedor.Nos colocamos detrás y caminamos por un patio interior bordeado por
vasijasdearcilla tangrandesquecabíaunapersonadepieenel interiordecadaunadeellas.Enseguidallegamosauncomedordeunasdocemesas,lascualesestaban todasocupadasaexcepcióndeunpar.Supequeunadeesasmesaseraparanosotros.
Mientrastransitamosporellocalhastallegaralanuestra,mepercatédequealgunoshombresobservabancondisimuloaNatalia.Portabaunvestidode color indeterminado que lo mismo podía ser color hueso, como colorcarne. Ese día se había calzado con unos tacones tan altos que creo quealcanzaríaelmetroochentaycincocontodaseguridad.Lafaldadelvestidolellegabaporencimadelarodilla,loquemostrabaunaselegantesyestilizadaspiernas. Incluso una mujer de nuestra edad, que estaba en una mesa delrincón,bajounaruedadecarroquecolgabadelapareddepiedra,lamiróconunaireentreenvidiayadmiración.
—Sumesa—dijo el camareromientras retiraba la silla donde se iba asentar Natalia y entregaba su abrigo que cobijaba en su brazo a una chicajovendenomásdeveinteaños.
ElrestodeclientessesilenciaronmientrasNataliayyonossentábamos.Ese era sumisterio, el de atrapar la atención de todo el que estuviese a sualrededor.
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Capítulo17
—¿Hasestadoaquíalgunavez?—Lepregunté.—Eslaprimeraysupongoquenoserálaúltima.Mientrasmerespondíasacóelpaquetedetabacoylodejósobrelamesa,
peseaquesabíaqueallíestabaprohibidofumar.—Meencantaestesitio.Estárevestidode…,cómotediría,desolera.—Mehandichoqueaquípreparan lamejorcarnedelmundo—medijo
mientrastoqueteabainquietaelpaquetedetabaco,volteándolo.No se lo pregunté, pero ese día la percibí nerviosa como si algo le
preocupara.Tansolohacíaunassemanasquehabíacomenzadoatrabajarenla cafetería de la plaza Colón y quise invitarla a cenar y le ofrecí queescogieraellaellugar.Elporquéeligióeserestauranteynootroesalgoquenuncasabré.Supongoquelohizoparaimpresionarme,porqueenMadridhayrestaurantesparaaburrir.Peroconelpasodeltiempohellegadoapensarquelo hizo para estar el mínimo tiempo posible en lugares donde podríanreconocerla.
LachicaquelecogióelabrigoaNataliaseacercóhastanuestramesaynosdijoqueelmenúdelacasaeraúnicoyquenosotrossolo teníamosqueescogerelplatoprincipal.Ynosdejóunacartasobrelamesa.
Natalia abrió la carta, pero sin cogerla de la mesa. Le echó un rápidovistazoyluegomeagarrólamanoymelanzóunasonrisacargadadeencanto.
—Eresunapersonamaravillosa—medijo.Yomequedémirándolaconcaradebobo.—¿Handecididoya?—nospreguntóelmismocamareroquenosatendió
anuestrallegada.—Sí.Yoquierounentrecotdeternera—hablóellasinnisiquieraojearla
carta.—¿Muyhechoopocohecho?—Poco.Quesangre,peroquenorespire.—¿Algunacosamás?—Eso es todo—rechazó—.Simequedo con hambre ya le pediré algo
más.—¿Yelseñor?—Lomismo, pero amímuy hecho.Que esté bienmuerto—forcé una
muecaquequisoserunasonrisa,perosequedóamediocamino.Luegoelcamarerosedeshizoenexplicarnosqueelprimeroconsistíaen
unaseriedeaperitivosqueiríarepartiendosobrelamesaysefundamentaban
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enembutido,queso,aceite,gambasyfritosespecialesdelazona.Nosotroscabeceamosdandoelconsentimientoatodoloqueéldecía.Yo
enesemomentosolopensabaeneltrasterodondeacabaríamoslavelada.Entre los aperitivos y los entrecots se acercó hasta nuestra mesa una
señora de unos cincuenta años, muy elegante y con una piel fina quedemostraba que de joven tuvo que ser increíblemente hermosa. Enseguidasupimosqueeraladueñaolamujerdeldueño.YpuestoqueelrestaurantesellamabaCasaBartolo,sonreípordentroconlaocurrenciadequeesamujersellamara«Bartola».
—¿Todo está a su gusto, señores? —Preguntó con una voz dulce yligeramenteafónica.
—Perfecto—respondíyo.—Todomuybien—dijoNatalia.—¿Sonustedesdeaquí?—DeMadrid—contestéenseguida.—¿Yusted?—SedirigióaNatalia.—También.Lamujerarrugóloslabiosconungracejoquenosindicóqueesaseñora
teníamuchamundología.—Usted sí que es deMadrid—dijo dirigiéndose amí—. Su acento es
indiscutible. Pero usted no es de aquí—apuntó a Natalia con su perfiladabarbilla.
Natalianopuedodisimularciertaincomodidad.—¿Aquéserefiere?—Es usted de…, a ver, déjeme pensar—dijo como si se tratara de un
juego—.EsusteddeunpaísdelestedeEuropa.Creo que es la primera vez que atisbé a Natalia turbada. No pareció
gustarleloqueladueñadelrestauranteinsinuó.Ylorechazódeinmediato.—Pues se equivoca—dijo—. Soy española y muy española. Quizá—
argumentó como pretexto—, el hecho de trabajar de cara al público—noespecificó dónde—, haya conseguido que mi acento sea internacional. Ytambiénhaya tenidoqueverquehablovarios idiomas.Yasabeque losquedominamos varios idiomas acabamos por no tener un acento concreto —explicó.
Yo lamirabaabobadoypensandoquéhabríavistoenmíunamujer tanfascinante.Y le admitía todas esasmentiras que iba dejando a su paso.Dehecho,aNatalialehubieratoleradocualquiercosa.
Enmirecuerdoprevalecequeesedíacenamosfrancamentebien.
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Capítulo18
ElhotelCandelariaestáubicadoaunostrescientosmetrosdelaparadadelautobús donde siempre se bajaba Natalia. Es un hotel antiguo, peroreformado. Antes de conocer a Natalia ya había oído hablar de ese hotel;aunque nuncame alojé allí. Pero enmi búsqueda infructuosa, en las horassiguientes a su desaparición, hasta que supe que había fallecido en elaccidente de coche, pasé varias veces por delante. Su vestíbulo era muyluminoso y se podía ver desde la calle a través de una enorme cristaleradecorada conmotivos florales.En elmostrador de recepción siempre habíadoschicasaltas,guapasyambasllevabanelpelorecogidoenunatrenzapordetrásdelanuca.Alasdosselaspercibíamuyeslavas.
Antes de entrar me dediqué a dar largos y prolongados paseos por losalrededorescon intenciónde rebajarminiveldeansiedad.En lacallehabíamucho coche de gran cilindrada y mucho tipo trajeado y mucha mujerelegante. Pasé varias veces por la esquina donde nos despedíamos cuandoNataliasesumergíaenlacalleysealejabacomounbuquequesepierdeenelhorizonte. Tuve un arrebato de lloriqueo que reprimí enseguida para noofrecerelespectáculolamentabledeunhombrellorandoenmediodelacalle.
Medetuveenlaesquinayobservélaavenidaentodasuextensión.RecreélaespaldadeNataliacaminandomientrassedesvanecíademimemoriadelamismamaneraquesedesvaneceunsueñoaldespertar.Habíauninquietanteyreconfortantevahoque teñía loscristalesde loscoches.Mepreguntévariasvecesporquéellanoqueríaquelaacompañarahastaelhotel.Eraunhotelyen los hoteles se duerme y se hace el amor. Me lo pregunté varias vecesporque no comprendía por qué ella prefirió que hiciéramos el amor en elincómodo trastero en vez de hacerlo en unamullida cama de hotel. En sucama.Habíadosexplicacionesposibles:unabuenayunamala.Labuenaesqueellanoqueríaqueyosupieraqueeraunaprostituta,algoquedetectaríasiaccedía al hotel en su compañía. La mala era que no estaba sola en lahabitación del hotel y por eso no quería que la acompañase. Las dosexplicaciones, tanto la buena como la mala, pasaban porque ella era unaprostituta.Coneltiempocomprendíqueyoyalosabíaantesinclusodequeelladesapareciera,peroenciertamanerami subconsciente se esforzabaporno reconocerlo. Al igual que obviaba su acento y me creí eso de que sellamabaNataliaSánchezyqueestuvoenmuchossitiosyporesosuacentoeraunamezcolanzadeidiomas.
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Meesperéunosagotadoressegundosenlaesquinamáspróximadelhotel,hastaqueenelvestíbulonohubieraningúncliente.Aprovechéparaaccederen elmomento que una de aquellas eslavas salió de detrás delmostrador ycrucélapuertagiratoriaymeplantéantelachicaquequedaba,dibujandounrostrodefierezayenfado.
—Buenas tardes —saludé—. Necesito información sobre una de sushuéspedes.
Ellamemiróexplorandomirostro.Yoesperéunasdécimasdesegundopara que pensara que yo era lo que quería que ella pensara que yo era: unpolicía.
—Yafacilitamosdiariamentelafichadenuestrosclientesalapolicía—dijo.
Yosabía,porquemelohabíadichounrepartidordemiempresa,bastanteputero, por cierto, que los hoteles estaban obligados por ley a entregardiariamente un listado a la policía de los clientes que se alojaban. En eselistado adjuntaban una fotocopia del documento y los datos personales delcliente. Así la policía comprobaba cada día elementos terroristas, mafias osujetospeligrososparalaseguridadnacional.
—Sí—aceptésuexcusa—.Peronecesitounainformaciónpuntualahoramismo.Esdevitalimportancia.—Insistí.
Ellasedesplazóunmetroasuderechahastacolocarsedelantedelmonitordelordenador.
—¿Nombre?—NataliaSánchez.—¿Segundoapellido?Enesemomentotuveunaespeciedeconmoción.Ciertamentedesconocía
el segundoapellidodeNatalia,detallequeyamepasócuandohablécon lapolicía.Yno lo desconocía porqueno lo recordara, sinoque lo desconocíaporque nunca me lo dijo. Jamás habíamos mentado ni por casualidad susegundoapellido.NataliaSánchezynadamás.InclusoelFordKalopusoami nombre, porque dijo que de esa forma evitaba problemas legales. Y elportátil.
—¿Aquéproblemaslegalesserefería?Fui un necio, lo reconozco. Pero estaba tan colado por ella que nome
importó ninguna de las mentiras que fue soltando como suelta un calamartinta para confundir a un depredador. Si era española tenía que tenerforzosamenteunsegundoapellido.¿NataliaSánchezyquémás?
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Capítulo19
—Esunachicamuyalta—ledijeparamásseñas.—Aquítodasloson—respondiólaeslavasinperderlasonrisa.—Sueleirvestidaconunvestidodecolorhuesomuyelegante.—Aquítodasllevanvestidoselegantes—volvióasonreír.—TieneunFordKa—ledije.Esedato era importanteporquemeter aNataliadentrode ese cocheera
unatareacomplicadaporeltamañodelcocheyporeltamañodeella,yaquerecuerdoqueencogíalasrodillascomopodíamientrasloconducía.
Laeslavabalanceólacabezanegando.LodelFordKatampocolehabíahecho recordar a Natalia. Francamente pienso que ni siquiera sabía a quécochemeestabarefiriendo.
—Si no me da más datos, agente, no podré ayudarle. En este hotel sealojanmuchosclientesy,comolehedicho,misjefesyafacilitanlasfichasalapolicía.Comoordenalaley.
Deboconfesarquecuandodijo«misjefes»meacojoné.Imaginéquesusjefes eran todos esos hombres trajeados que circulaban en esosimpresionantes coches que casi no cabían en la calle. El aspecto de susmiradasindicabaquesisospecharanqueyoestabainvestigandopormicuentaladesaparicióndeunadesuschicas,tendríaseriosproblemas.
—Está bien—bajé la voz cuando vi entrar a una pareja por la puertagiratoria—.EsunaprotegidadelTurco—echétodalacarneenelasador.
Ellamemiróconteniendounasonrisasardónica.Enningúnmomentomesolicitó queme identificara, por lo que se creyó a pies juntillas que yo erapolicía. En otro caso era imposible que estuviese conversando conmigo almismotiempoquemefacilitabatantainformación.
Enunpardeocasiones levantósushermososojosazulesporencimademicabezaymiróhacialapuerta,pordondehabíasalidosucompañeraantesdequeyoentrara.Supongoquelaotrachicanoveríabiensupredisposiciónacolaborarconlapolicía.Osea,yo.
Setocólatrenzaqueresbalabaporsunucaytecleóunascuantasveceselteclado.Arrugó los labios y giró levemente elmonitor para queyopudieracontemplarlapantalla.
—¿Esella?—mepreguntómostrandounafotografíaenelordenador.EnlafotografíaseveíaaNataliasentadaenunamesadeunrestaurante
mientras sonría a la cámara.La instantáneaestaba recortadaparaqueno sevieraasuacompañante.
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—Sí.Esella—espiré.—Así nome extraña que no supiera de quiénme estaba hablando. Esa
chicanosellamaNataliaSánchez,comoustedmehadicho.¿Estásegurodequeesustedpolicía?
Meimaginéqueenalgúnmomentomeharíaesapregunta,porloquememetí lamanoenelbolsillodemichaquetaysaquémicartera,abriéndolaymostrandoelcarnédelaempresa.
—Le he mentido —le dije ofreciendo sinceridad—. En realidadpertenezcoalserviciosecreto.Esteesnuestrocarné—ledije.
Ellamiróconrostroconsternado.Talycomomefigurénuncahabíavistouncarnédelserviciosecretoespañol.Vamos,niyo.Peroesabazamesirviópara queme creyera y asintiera en aportarme la información que requería.PrecisamenteenmiempresasiemprehabíamosbromeadolosempleadosconqueelcarnédeempleadoseparecíamuchoalosdelCNI.
—Esta chica —señaló la imagen del monitor—, se llama NatashaKuznetsova.
—NatashaKuznetsova—repetísinconseguirpronunciarlobien.—Así es.Y tieneusted razón al pensar que se aloja en este hotel. Pero
hace casi tres semanas que no sabemos nada de ella. Pregunte al Turco, élsabrádarlemásdatos.
Después de su último comentario emitió una inapreciable sonrisa cínicaqueensubellorostronoencajababien.
—Ya,ya.—ElTurcopocopodíadecirme,porqueestabapulverizadoporahí.Perohabíaconseguidoavanzarmásenelvestíbulodeesehotelqueencualquierotraparte.
Estabadespidiéndomedelarecepcionistacuandovisaliraunachicacasitan alta como ella, igual de elegante, e igual de guapa. En la puerta laesperabauncochedegrancilindradaconloscristalestintados.Apesardequesololamiréunmomento,derefilón,pudedistinguirdequiénsetrataba.
—Nora—murmuréenvozbaja.
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Capítulo20
—Hayquejoderse—medijedecaminoamicasa.Resulta queNatalia Sánchez en realidad esNatashaKuznetsova, por lo
queladueñadelrestauranteCasaBartoloteníarazóncuandodetectóqueellateníaacentodealgúnpaísdelestedeEuropa.Ahoratodoestabacomenzandoacuadrarytomarformaycuerpo.
Penséenacudiralapolicíanacionalconelcuentodelnoviodespechadoque se enteraque sunovia es unaprostituta.Peroqueno ejercepor propiavoluntad,sinoquelaobligan.Yqueprobablementeelaccidentedetráficonofueunaccidentedetráfico,sinoquefueunasesinato.Yelmotivofueporqueella me quería proteger de ellos, que no sé quiénes son, pero me queríanquitar de en medio porque ella quería dejarles por mí, porque se habíaenamorado.
—Elamorquetodolopuede—proferíantesdeecharmeallorarenmediodelacalle.
Llorédepurarabia.Supeque lapolicíanome ibaacreer.Nome ibaahacer caso. Y ni siquiera me iba a escuchar. Para comenzar creo que miesfuerzo consistiría en convencerles de que una belleza como Natasha sehubierafijadoenmí.
Cuandolleguéalpisodemispadres,mimadreestabaenelsalónviendounaseriedeesasdesobremesadondetodoelmundoesfelizylaschicassonbellasyloshombresmuymachos.
—¿Quétaltehaidoeltrabajo?—mepreguntó.—El trabajo—repetí despacio. Fue una buena pregunta porque en ese
instante recordéquenohabía ido a trabajar.Saqué el teléfonomóvil demibolsilloycomprobéqueloteníaensilencioyporesonohabíaescuchadoladecenadellamadasdelaempresareclamandoquefueseatrabajar—.Bien.Eltrabajomuybien,mamá.
Mimadrememiróconojosdedesesperanza.Quécojones,eraunamadreyellassiempresabencuandounhijomiente.
—Te han llamado de la empresa varias veces —me dijo mirándomefijamentealosojos,esperandoelmomentoenquemederrotaraydejaradementir.
—¿Hanllamadoaquí?—Sí.Yaleshedichoquenosabíadóndeestabas.—Puesestabaallí,enlaempresa.Seguramenteelencargadohabrámirado
haciamimesaenalgúnmomentoquemeheausentadoparairalbaño.Hoy
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tengodiarrea—dijetocándomelatripaparaofrecercredibilidad.—¿Ocurrealgo,hijo?Comonosabíanipordóndeempezar,decidínisiquieraempezar.Cómo
leibaaexplicaramimadrequeesachicaqueveníaacasayqueellosdecíanque erami novia, en realidad era una prostituta que ni siquiera se llamabaNatalia Sánchez, sino que se llamabaNatashaKuznetsova.Anda, explícaleeso a una madre que se pasa el día encerrada en la cocina llorando concualquierexcusa.Elasuntodelanoviaquemuriólahizollorarmucho.Perosiencimasupiera laverdad,entonceslloraríadurante todalaeternidad.Unamadrelocomprendeylotolerayloencajaylodisculpatodo.Unamadre,esel mejor consejero que puede tener alguien como yo. Pero una madre,también, es la representación más excelsa de la cordura. Una madre nocomprenderíaquesuhijosehubieraliadoconunaprostitutayahora,despuésdesumuerte,yotrataradeaclararporqué,cómo,yporquiénmurió,comosifueraungalánmedievalvengandolaafrentademiprincesa.
—Me voy a mi cuarto—le dije como respuesta—. Estoy bien, mamá.Soloqueestamigrañameestámatando.
—¿Peronoeradiarrea?—Diarrea.Migraña.Quémásda,mamá.Todoesunamierda.Cuando entré en mi habitación tuve un arrebato de coger el ordenador
portátil y arrojarlo por la ventana.Y si caía encima de un ruso,mejor quemejor. Luego, más calmado, recapacité y me di cuenta de que tenía quetomarmelascosascomoson,sinaspavientosniexageraciones.LoúnicoquemeimportabadetodaesamierdaeramirelaciónconNatalia.Conocerlafuecircunstancialycasual.
Mesubíaeseautobúsporquemeteníaquesubir.Laviymesentéasuladoporqueteníaqueverlaysentarmeasulado.Algocambióentrelosdos.Algodebióverellaenmí.¿Quiénsabe?Nos
sonreímos. Conversamos. Nos caímos bien. Yo vi el amor, la belleza y lasuertedeestarconunamujercomoella.Ellaviolaestabilidad,laamistadylasinceridad.Losdosnosvimosconlosojosdelcorazón.Findelcuento.Findelahistoria.
Desconecté el portátil de la corriente eléctrica y sentí como si fuese unrobotalquese leestuvieradesconectandode laexistencia.Unainteligenciaquesemezclabaconeluniversoquelaviocrecer.AquelportátileraelúniconexodeuniónentreNataliayyo.Entremipasadoymifuturo.Entrelavidayla muerte. Fuese lo que fuese lo que hubiera ocurrido, ahora ya no teníaninguna importancia.Si ellame salvódemorir ejecutadoporunabandade
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mafiosos y que mi cadáver formara parte de un determinado puntokilométricodeunacarreteracomarcal,eraalgoqueyametraíasincuidado.
Antesdemeterelportátilenunabolsadeviajeparallevarloaunatiendadeinformáticaparaqueloformatearancomosifueranuevo,medioporabrirunaúltimavezlatapa.Eracomosiquisieraecharunúltimovistazoalpasadoantesdeperderloparasiempre.
Lajodidaventanalateralderechadelapantallaascendiócomosituvieseunresorteinvisiblequelaactivaracadavezqueyomeasomabaaella.
«Hola,Natasha».«¿Estásahí?».
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Capítulo21
Mequedé embobado sin saber qué hacermientras el cursor parpadeabadelantedemisojos.
«¿Natasha?».«…».«Natasha,dimealgo».La última vez que conversamos a través de lamensajería de Facebook,
NoraescribióqueyonoeraNatasha.Por loqueahorano teníasentidoqueiniciaraelcontacto llamándomeNatasha.Seguramenteellaera laqueahorano eraNora.En este jodidomundo de las redes sociales ya nadie es quiéndiceser.
«Sí,estoyaquí»,leseguíeljuego.«Megustaríaquedarcontigoparahablar».Sí, ya, pensé. Lo que quieres es quedar conmigo, seas quién seas, para
metermeunapalizayarrojarmeporunbarranco.«Ahoranopuedo».«Me han dicho que hace días que no vienes al hotel». «¿Ha ocurrido
algo?».«Hanocurridomuchascosas».«La recepcionista me ha dicho que ha venido un policía haciendo
preguntas».Joder. Si eraNora, que no lo sabía, al final había aceptado que yo era
Natasha.Seguímanteniendolaconversaciónparasaberpordondeexplotaría.«Ya.Lapolicíametelasnaricesentodo».«SigopensandoquetúnoeresNatasha».Losabía.«¿Porquépiensaseso?».«Porquenohablascomoella».«Quierodecirquenoescribescomoella».
«Poresoquieroverteparacomprobarqueerestú».«¿Quéqueríaesepolicía?».«Nolosé».«Larecepcionistamehadichoquesolohapreguntadoporti».
«Queríasaberdóndeestás».«Ellostambiénmehanpreguntadodóndeestás,peronoleshedichonada».«¿Cuálestunombre?».
«¿Paraquéquieressaberlo?».«ParacomprobarsitúeresNatashaounaimpostora,ounimpostor».«Me llamoNatashaKuznetsova», escribí despacio para estar seguro de
queloescribíabien.
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«Losabesporquetelohadicholarecepcionista».«Loséporquesoyyo»,mehicefuerteenmimentira.«¿Yyo?».«¿Cómomellamoyo?».«…».«Nolosabes».«¿Verdad?».«¿Podemosquedarenalgúnlugarseguro?».Tenía que quedar con ella y jugármela si quería saber si esa chica era
realmenteamigadeNatalia.Enuniniciomeparecíasincera.«¿Seguro,cómo?».«Comounautobús».«¿Unautobús?».«¿Quieresquenosveamosenunautobús?».«El de la línea 7 que pasa cerca del hotelCandelaria, donde te alojas».
«Dondenosalojamos».«Conozcoeseautobús,esdondetrabajas».«¿Cuándo?».Elautobúsdondetrabajo,dicelatía.Mirémirelojdepulseraycomprobé
queeranlasseisdelatarde.Habíacomenzadoaanochecerydesdemipisohastaesaparadapodíallegarenmenosdemediahoraabordodeuntaxi.
«Hoy».«¿Aquéhora?».«Alasocho».«Imposible.Dimeotrodía».«Mañana».«¿Aquéhora?».«Alasocho».«Conforme»,aceptó.«Mañanaalasochoenelautobúsdelalínea7».«¿Cómosabesquenoesunatrampa?».«Porque ahora sé quién eres». «No he caído en la cuenta estamañana,
peroahoralocomprendotodo».«¿Quécomprendes?».«Estamañananohecaídoenquiénerascuandotehevistoenlarecepción
delhotel».«Peroahoraterecuerdo,túeresSabino».«¿QuiénesSabino?»,tratédedisimular.«Viniste un día a recoger a Natalia a la cafetería donde trabaja». «Yo
estabaenunamesatomandouncaféyosvi».«Aldíasiguienteellamedijoquetúerassunovio».
«¿Telodijoasí?».«¿Aquéterefieres?».«Sitelodijoconesaspalabras:¿Sunovio?».
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«Paraellatúeressunovio».Ellacortó lacomunicaciónyyocerréelportátil.Fuecomosi lavidase
hubieracerradoconelsimplegestodebajarlatapadeunordenador.
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Capítulo22
Mimadre, siemprequeriendoayudar; aunquemuchasvecesnoayudabaennada,habíainvitadoacenarporsorpresaasuhermana,latíaRosa.Latíaeraonceañosmásjovenquemimadre.RosaestuvoenlarecogidafurtivadelascenizasdeNatalia.Estuvoallí connosotroshastaque todos se fueronynosquedamossolosconnuestradesolaciónacuestas.Luegonosacompañóalpisoyacompasóconpalabrasdealientoamimadre,mientrasellalloróenlacocina.Desdeeseúltimodíanolahabíavistoyahorateníademasiadascosasquecontarle.
Cuando yo tenía doce años recuerdo que me había enamoradoperdidamente de ella. Para mí, para un niño de esa edad que despunta suadolescenciamásromántica,mitíaeratodobondad,amistadybelleza.Rosasiempreestuvopresenteenmi infancia.Eracomomimadre,peroen joven.Ellaeraternuraycomprensión,refugiodemisfrustracionescuandoalgomeibamal.Mealegraba llegaracasadesdeelcolegio,despuésdesoportar losinsultosyabucheosdemiscompañerosquesemofabandeminombre,demitez excesivamente blanca y demi timidez. Ahora se utiliza un neologismopara todo eso que padecí cuando era pequeño, lo llaman «acoso escolar».HallaraRosaenel interiordelpisodemispadres, sentadaenel tresillodeescay, dejando al descubierto esas rodillas redondas que perfilaban unaspiernasrectasconausenciademanchasdevarices,eraalentadorymágico.
—Sabino, mira quién ha venido a verte.—Me dijomimadre desde elpasillofrentealapuertademihabitación.
Supeque eraRosa antes de abrir la puerta y verla allí, de pie, inmóvil,aséptica,hermosa.Rosahabíaacudidoalallamadademimadrecuandoellaledijoqueyoestabaausente.Rosanuncamedejóenlaestacada.
Mi padre había llegado hacía un rato. Se duchó bajo mandato de mimadre.Porquesinoseduchabareciénllegadoacasa,noleservíalacena.Sesentóesparcidoenelsofáfrentealtelevisory,sinsoltarelmandoadistancia,sededicóa cambiardecanaldemanera impulsiva, sindetenerseenningúncanalenconcreto.
Rosayyopasamospordelante.Mimadresequedóenelsalón,alladodemi padre. Creo que los dos se cogieron la mano cuando mi tía y yo nosintrodujimosenlacocina.
—Me duele verte así—me dijo—.Me duele verte sufrir, porque tú nomerecessufrir.Eresunbuenchico, siempre lodije.Y lagentebuenanosemerece sufrir, porque sufrir nos destruye, nos humilla y nos desprovee de
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cualquieratisbodedignidad.Séquelosuperarás,porquenohaymalquecienañosdure.Séquenuncaolvidarásaesachica,peroaprenderásasobrellevarsuausencia.Yséquesaldrásdeesta,porquedetodosesale.
Yo lamiréde soslayo, sinadentrarmeen susojosprofundosyabisales.Nomeatrevíamirarladirectamenteporquesabíaqueellameconsumiríaconsuasertividad.LatíaRosanoadmitíaunnocomorespuestanienlosgestosnienlaspalabras.Mirarladirectamenteeraconvertirseenunaestatuadesalysoportarimpasiblesufilosofía.
—Sufromucho.Sufroporquehanocurridocosasquemehanhechovermuchascosasqueantesnoveía,queantesnoqueríaver.
Ellaelevólamiradaesperandolaspruebasdemiúltimocomentario.Peronohabíapasadoniunafraccióndesegundocuandorecapacitéysupequenopodía decirle lo que había averiguado sobre Natalia. Decírselo significabarevivirlo,por loqueeldolorse incrementaríahasta límites insoportables.Yno es porque mi tía no lo comprendiera, porque yo sabía que ella sí queentenderíamisrazones,sinoporquenoeraoportunoembarcarenmideteriorosentimentalamáspersonas.
—Lomejor,siquieresmiconsejo—medijo—,esquetevayas.—¿Quémevaya,adónde?—Unviajeeslamejorterapiaparacurarsedelmaldeamores.—Yo no tengo mal de amores —me defendí—. Lo que tengo es
intoleranciaalamuerteporaccidente.—Losiento—sedisculpó—.Losientodeveras,Sabino,peroesmalde
amorescuandosepierdeunamor.Yatitehanarrebatadoelamordetuvida.Séqueloeraporqueteconozcoyhevistoesebrilloquenuncavientusojos.Ytambiénlovienlosdeella.
—Notodoesloqueparece.Notodoescomotodosqueremosqueparezcaque sea todo. —Me hice un lío hablando, creo que ella pensó que habíabebido—.Yanoestoytansegurodequeella,quenoeraella,mequisiera.
—¿Quéquieresdecirquenoeraella?Bajélacabeza,consternado.—Meengañó.Ellameengañó.—¿Notequería?—Sí,perono.Síquemequería,peroellanoeraquiendijoquemequería.Rosasacóunasilladedebajodelamesadelacocinaylaacercóhastami
culoparaqueyotomaraasiento.—Tranquilízate —me dijo—. Tranquilízate que todo tiene arreglo
menos…
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—¿Lamuerte?—Menos lamuerte.Sí,pero los importantesnoson losquesevan.Los
quesevan,sevan,sinmás.Losimportantessonlosquesequedan,quesonlosquesufren,losquesemuerendeverdad.
Creoqueesanoche,en lacocinadelpisodemispadres, losdos,mi tíaRosayyo,nosmorimosunpocomásdeloqueestábamosantesqueNatashaentraraennuestrasvidasysemarcharacomounmalsueñodelquedespuéssoloquedaelrecuerdo.
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Capítulo23
Repasando losmomentos que pasamos juntos,me di cuenta de que eradifícil, por no decir imposible, que nadie de nuestro alrededor se hubierapercatado de que ella no era quien decía ser. Y no me refiero a cuandocompróelcoche,quetuvolahabilidaddeponerloaminombre,sino,ycitocomoejemplo,cuandolacontrataronparatrabajarenlacafeteríadelaplazaColón.Uncontratode trabajorequieredeunosdatos fidedignos,por loqueellanopudodarunnombrefalso.Aligualquelacuentabancaria,dondesunombre,apellidoynúmerodeidentificacióndeextranjerotendríaqueser,alafuerza,lacorrecta.MeeraimposibleaceptarqueNataliaestuvieratrabajandotodoesetiemposinquenadie,absolutamentenadie,nidelacafetería,nidelgestor que lleva los contratos de trabajo de la cafetería, ni del banco pordondecobrabalanómina,sehubierandadocuentadequeellanoeraella.
Yesentoncescuandomeasaltaronunaseriedepreguntasquenuncaantespasaronpormicabeza.
«¿Dóndehabíatrabajadoantesdequeyolaconociera?».«¿Dedóndeera?».«¿Dóndeestabasufamilia?».«¿Adóndeibaeldíaquelaconocíenelautobúsdelalínea7?».Esa tarde decidí visitar su lugar de trabajo. Elmundo,mimundo, tal y
como lo conocía, tal y como lo había concebido en los últimos meses,comenzaba a desmoronarse como un castillo de naipes azuzado por unatormenta tropical que amenazara con arrasar cualquier vestigio de miexistencia.
Buscabasinsaberquéestababuscando.Preguntabasinsaberporquéestabapreguntando.Caminabasinsaberadóndeir.Ibasinsaberquecadavezmeestabaacercandomásadondenosevuelve.Habíainiciadoundescensohacianingunaparte.Ylopeoresqueenese
declive me estaba destruyendo a mí y estaba ahogando a mi familia. Mimadresepasabaeldíallorando,mientrasmipadreseenfurecíaconfacilidad.TodoeraunalocuradelaquenoibaasalirhastaquenohallaralarespuestadeporquéNataliahabíamuertoeneseaccidentede tráfico.Yoyasabía larespuesta,peromiobsesiónpasabaporverificarquetodohabíaocurridotalycomoyocreíaquehabíaocurrido.
—Mira,Sabino—medijomipadreimpidiéndomeelpasodesdelacocinaal salón—, las cosas son como son y nosotros no podemos hacer nada por
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cambiarlas.Hasdeaceptarqueesachica…—Natalia—lointerrumpí.—Sí, claro,Natalia.Hasde aceptar queNatalia yano estáyquenunca
estará. Se fue, Sabino. Se fue y no ha sido culpa tuya ni ha sido culpa denadie.Lamuertedeterminóquehabía llegadosuhoray fueabuscarlay laencontró.
Yo me quedé en silencio, observando los labios de mi padre mientrasfilosofaba.Noestabaacostumbradoaqueuncamioneroreflexionarasobreeldevenirdenuestrasvidas.Eramipadreyestabaaportandotodoelpesodesuenterezapara transmitirmeunaserenidadquemeconfundió.Eramipadreysedesvivíaporinculcarmequeeramipadreyqueestaríaallí,bajoelmarcodelapuertadelacocina,omnipresente,escudriñandomimalestar,aplacandomiincomprensión,apoyándomeentodoloquedijera,hicieraocreyera.Erami padre y me decía que jamás estaría solo, que las cosas son como sonporquesoncomoson.
—Gracias,papá—ledije.Yluego,noséporqué,meacerquéasucarasinafeitary lepropinéun
beso. Hacía más de un millón de años, o puede que dos, que no habíaplantado un beso en la cara de mi padre. Se hizo a un lado para que yopudierasalirdelacocina.Meadentréenmihabitación,mepuselachaquetaysalíalacalle.
EltaximedejóenlamismapuertadelacafeteríadelaplazaColón.Lepaguéaltaxista,untipogruesodemiradadispersaymofletessonrojadosquecogióelbilleteconunasmanossudadasyconlasuñasdescuidadas.
—Tengaelcambio—medijo.—Quédeselo—rechacécogerlo.Unavezenelinteriordelacafeteríanotuveproblemaenhallarlamesa
dondeestabaeldueño;eralamismaqueeldíaqueNataliaentróconelletrerodesebuscaempleadoyseloplantó,condescaro,alladodesutazadecafé.
—¿Puedohablarconusted?Élapartólosojosdeunpapelqueestabaleyendo,queporloquepudever
eraunalistadeprecios.Seguramenteestaríarepasandolacartadelacafeteríaparaquetodoestuvieraconforme.
—¿EresSabino?Antesderespondermiréamiderechayluegoamiizquierda.«¿PorquésabíaesetíoqueyomellamabaSabino?».—Sí—respondíaletargado.
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—Sabíaqueundíauotrovendrías—dijo sinqueningunaarrugade surostropétreosemoviera.
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Capítulo24
Sepusoenpie,loquenomediomuybuenaespina.Medijoconlamanoquelosiguiera,loquenometranquilizó.Loseguí,loquefueunactodevalentíapormiparte.Eltíoanadeóporenmediodelacafeteríaantelamiradadesconfiadade
losempleados,hastaquesedetuvodelantedeunapuertademaderaconunletreroquedecíaenletrasmayúsculasynegras:
«PRIVADO».Extrajo una llave de su bolsillo unida a una hebilla de su cinturón
medianteunacadenaqueparecíadeacero,degruesosyresistenteeslabones.Abriólapuertay,desdedentro,surgiótantocalorqueporuninstantecreíquesehabíaabiertolatapadelinfierno.
—Yalestengodichoquenoponganlacalefaccióntanalta—dijocomodisculpándose.
Meacompañóalinteriorposandosumanosobremihombro,comosimeestuviera empujando, o como si estuviera evitando queme escapara. Estoysegurodequemiligerotemblequenolepasódesapercibido.Élpensaríaqueeraporelfríodelacalle,queaúnnomelohabíaquitadodeencima,peroyosabíaqueeraporelmiedoquemerecorríacadaunodeloshuesosyporosdemidebilitadocuerpo.
Meseñalóunasillavacíaparaquemesentara.Laúnicaquehabíafrenteaunamesadeairecolonialconfigurasdeporcelanadeaspectolujosoencima.Élhizolomismoenotrasilla,aparentementemásconfortable,quehabíatraslamesa.
—¿Te apetece tomar algo? —dijo con un marcado acento que en esemomentosupequeeradealgúnpaísdelestedeEuropa.
—Unrefrescoestarábien—balbuceé.NohacíafaltaserunSherlockHolmesparaatarcabos.Nataliaerarusao
deunpaíslimítrofe.YesetíoerarusoodeunpaísmuycerquitadeRusia.Larecepcionistadelhotelerarusa.Hastalaensaladillaqueservíanenlacafeteríaerarusa.
—Pareces un buen chico —me dijo para romper el hielo, por lo quesupuse que seguidamente me rompería las piernas—. Amí me dio muchapena quemurieraNatasha.—La nombró por su verdadero nombre—. Perofueundesgraciadoaccidente.
—¿Unaccidente?—Sí.Ellanoteníaquehabermuerto.
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—¿Yél?—ElTurco,sí—afirmótajante.Yentonces,comosihubieraentradoentrance,mecontóunahistoriaque
me dejó patidifuso por lo rocambolesca que era. Me dijo que Natasha sededicabaa laprostitucióndesdequellegóaEspaña,porqueesenegocioerade los más lucrativos y se lo disputaban distintas mafias a cada cual mássanguinaria.MedijoqueNatashaeraunabuenachica,peroquesuchulonoloeratanto.MehablódeuncolombianoconocidocomoElTurco.ElTurcomanteníanegociosconlosrusosyconloschinosyconlosmarsellesesyconlos colombianos y con los dominicanos y con cualquiera que quisieramantener negocios con él.Me dijo queNatasha se había enamorado de unchicoespañol.Medijoque loquería tantoquequisodejar esavidayno leimportaríavivirenlapobrezaytrabajaraunquefueselimpiandosuelos,peroqueloúnicoquequeríaeraestarconesechico.Medijoqueesechicoerayo.Luego, exportando toda la sinceridad de la que fue posible, me contó quehabíanpreparadoelaccidenteparaacabarconlavidadelTurco.Uncochedeellos loempujaríaen laheladacarreteraque ibadesdeMadridaÁvilay loecharíafuera.ElcocheloconduciríaelTurcoycalcularonqueunFordKasedescompondríacomosifueseunacajadecartón.Luego,conelTurcofueradecirculación(sonriócuándolodijo),Natashaseríalibre.
—Los rusos tenemos sentimientos —masculló—. Y apreciamos a losnuestros. Si Natasha quería ser libre, nosotros la liberábamos. Si Natashahabía decidido estar contigo, nosotros la dejábamos.El único escollo en sulibertaderaelTurco,yporesoloquitamosdeenmedio.Perolosdelcoche—dijo refiriéndose a los que conducían el automóvil que lo sacó de lacarretera—,nosabíanqueellatambiénibadentro.
«CómonoibaairdentrodelFordKasierasucoche»,mepregunté.Sehicieronunossegundosdesilencio,aunqueamímeparecieronhoras.
Luego sentí únicamente mi respiración. Después mi corazón. Paraseguidamentenoescucharnada,lacalma.
—Entoncescuandoella…—comencéadecir.—Entoncescuandoella—continuóél—entróaporelpuestodetrabajo,
eltrabajoyaeradeella.Lanocheanteriorhabíahabladoconmigoymedijoquequeríatrabajarenmicafetería.Yoaccedíporquequeríaayudarla.
—¿YelTurco?—Mejor que te olvides, muchacho.Mejor que te olvides de todo y de
todos;inclusodemí.Siguecontuvida—sentenció.
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—Yo ya no tengo vida —le dije—. Mi vida era Natasha —concluímientrasmepuseenpieysalídeldespacho.
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Capítulo25
Mefuicaminandohaciaelpisodemispadres.Noteníaganasdecogeruntaxinideesperarunautobúsnideintroducirmeenlabocadelmetroniteníaganasdenada.Comodecíaelhumorista,soloteníaganasdemorirme.
Caminédesconsoladopor la calle, creoquehubo instantes enque lloré.Me crucé a rostros desconocidos. Miradas cabizbajas embebidas en suspropiosmundos.Todoslostranseúnteséramosuniversosindependientesquecirculábamos por un universo paralelo donde la vida discurre y transcurrecomo una ventisca que accede a una habitación y se transforma en brisamarina y desemboca en un océano embravecido que la convierte en untorbellino de sensaciones imparables. Mi vida, la vida de nadie, habíaacaecidodemaneraimperceptibleparatodoelmundo;inclusoparamí.Habíaestudiado, había encontrado trabajo y seguía sin ganar el suficiente dinerocomoparaindependizarmedemispadres.Seguíacobijadobajoeltechodeminiñez,comosiaúnfueraunniñoquenecesitaraprotección.Yundíamesuboa un autobús donde antes se había subido ella. Fue como si ese autobúshubieraestadocirculandoeternamenteesperandoaqueeldestinonosuniera.EsperóincansablehastaqueNataliaseaposentaraenaquelasientoyesperaraaqueyo llegara.Escomo la teoríaesadelgatode lacajaquedicenqueelgato está vivo y muerto al mismo tiempo, hasta que alguien abre la caja.Hasta ese día, nosotros nos conocíamos y no nos conocíamos. Fue unafraccióndesegundolaquenosunió,laquecruzónuestrosdestinosenaquelautobúsquenospresentó.
Solo me quedaba una cosa, y era hablar con Nora, con la que habíaquedado al día siguiente a las ochode la tarde en elmismo autobús dondeconocí a Natalia, el de la línea 7. No creí que hablar con ella me hicieraningúnbien.Dehecho, estuve apuntode cancelar ese encuentro.LoúnicoqueNora podía aportarme eramás dolor ymás desesperanza. SeguramentemehablaríadeNatasha,desussueños,desupasado,desu infancia,desusplanesdefuturo.Cadavezquemehablaradeella,seríacomosilareviviera.Ycadavezqueellareviviera,yosentiríamásdolor.Mientrasmeditabasobreeso,planeéllevarmeelordenadorportátildeNatalia;supusequeestandoenpoder de Nora estaría en buenas manos. Ni siquiera sería necesarioformatearlo,porqueella lesacaríamáspartido.Fue laúnicaquese interesóporNataliaylaúnicaquelaprevinodequeestabaenpeligro,porloquenosabíanadadeloquehabíaocurridoenlacarreteraentreMadridyÁvila.
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Abrílapuertadelpisodemispadres,concuidadodenohacerruidoparanoalertarlos.Enlosúltimosdíasmesentíafrancamente incómodocadavezque traspasaba la puerta y me los topaba en el recibidor mirándome conexpresión consternada, como compartiendo mi dolor, como sintiéndoseculpablesdemiangustia.Encendílaluzdelrecibidorylosviallí,plantadoscomodos figurasde terracotapreparadaspara impedirmeelpaso.Armadoscon paciencia y cariño para que yo, su hijo, no siguiera hundiéndome cadavezmásenmipropianostalgia.
—Tupadreyyoqueremoshablarcontigo—medijomimadremientrassosteníaunpañuelodetelaensumanoizquierda—.Esmenester—insistió—,enquehablemos.Yasabesquequeremosayudarteyqueremoslomejorparati.
—Lo sé, mamá—rechacé ahondar más en esa conversación—. Ahoraestoycansado—lesdijeencaminándomehaciamihabitación.
—No será de trabajar—bramómi padre—.No será de trabajar porquehoy no has ido a trabajar. Esta mañana te han llamado de la empresa depaqueteríayhanpreguntadopor ti.Querían saber si tehabíaocurridoalgo,porque no te has presentado. Al menos les podías llamar y darles unaexplicación.
—Estábien,estábien—tranquilizómimadrecogiéndole lamanocomoqueriendo evitar que me abofeteara, algo que los tres sabíamos no iba aocurrir—.Estábien,Manuel,dejaqueelniñoseexplique.
—¿Niño?—Intervine.—Sí—continuómimadre—,porque túeresparanosotrosnuestroniño.
Sabemos que la muerte de esa chica te ha afectado mucho. La muerteconmueve a todos los que se quedan cuando alguien se va. Lo sabemosporqueyoperdíamispadres;tusabuelos,yperdíamihermanamayor;tutía,yporesosabemosquelamuertedeunserqueridonoescomparableaningúndolor terrenal.Pero te conocemosbienporque somos tus padres y sabemoscómotesientes,porquetehemosvistocrecerdesdequenoerasmásqueunpequeñomuñeco sonrosadoquebosquejaba sus primeros lamentos.Por esosabemosquelamuertedeNataliateestámatandolentamenteyasuveznosestámatando a nosotros. Todos nos estamosmuriendo—exclamó antes deecharseallorar.
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Capítulo26
—Yahablaremos—lesdijeantesdeadentrarmeenmihabitación.—¿Tepreparocena?—Preguntómimadredesdeelpasillo.—Sí—aceptéparaquemedejaraenpaz.Me desvestí y me puse un pijama grueso, pues hacía mucho frío y mi
habitación había estado todo el día con la ventana abierta, ventilándose, ytodavíatardaríaunosminutosencalentarse.Mesentéenlacamayalarguélosbrazoshastalamesadelescritoriodondeestabaelordenadorportátil.Levantéla tapa y pulsé el botón de encendido. En la pantalla apareció una pila encolor rojo, indicándome que si no conectaba el cargador el monitor seapagaríaenseguida.Loconectéalacorrienteeléctrica.
Una vez que accedí al escritorio, me entretuve en fisgonear por lasdiferentescarpetas.Habíaalgunas fotosdeNatashavistiendoelegantementeen poses sugerentes, como si fueran para un catálogo de prostitución. Enmuchasdeesas fotosestabaconNora.Habíacartasmanuscritasque fueronescaneadas. El papel se había amarilleado, por lo que tenían que ser muyviejas.HabíaunasfotosdeNatasha,muchomásjoven,acompañadapordosniñospequeñosqueporelparecidodeberíansergemelos.Enunafotoseveíaadosniñas,ylosdosgemelosenunparquecubiertodenieve.Asuladounamujer con un vestido de color gris oscuro y un militar con un poblado yaparatosobigote.
Comprendí que eran fotos familiares. En ese instante sentí un ciertoremordimientoporhaberpensadoenformateareldiscodurodesuordenadorportátil,porqueenciertamaneraeracomoborrarsumemoria.Mefijéqueenel escritorio había un documento de Word con el título en ruso: «моялюбовь».Loabrípinchandoencimadelicono.Eltextoestabaencastellano.
Hoyme he enamorado. He sentido como si unmillar de rayos solarestraspasarancadaporodemipiel.Hoymeheenamoradocomounaestúpidaquenotienederechoaenamorarse.
Nohabíanadamásescrito,peroaccediendoa laopciónde resumendeldocumentopudecomprobarlafechadecreación.Unalágrimabrotódemiojoderechocuandoviqueeraelsegundodíaquecoincidimosenelautobús.Ellasehabíaenamoradodemí,yyomehabíaenamoradodeella.Esemismodía,en esemismo instante, allí, en el autobús de la línea 7, fue cuando los dossupimosquenoshabíamosenamorado.Yloquemásmeafectabadespuésdeltiempotranscurrido,despuésdesumuerte,esqueyoaúnseguíaenamorado.Y ese amor crecía cada vez más. Y crecía tanto que terminaría por
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consumirme. Desde que supe de su muerte, su memoria, su recuerdo, supasadoysuexistenciahabíallenadomiuniversodecontenidoydesentido.
Esedocumentoestabaensuordenadorylohabíaescritoparaella,porloque no podía mentir. Nadie se miente a sí mismo. Todo encajaba en unendiablado engranaje que me hundía en la miseria. Entonces era cierto.Natashasehabíaenamoradodemí.Deunvulgarempleadodeunaempresade paquetería. De alguien sin dinero. Sin porvenir. Con un trastero en elgaraje donde hacíamos el amor. Y estaba dispuesta a sacrificarlo todo porestarconmigo.PeroelTurconoladejaríaescaparyporesounapartedelaorganizaciónorganizóelaccidentedondemurieronlosdos.Esagentesabeloquesehaceyteníanquepreverqueellaviajaríaensucoche,queparaesoerasuyo.Laúltimapartedeestahistorianolaescribiránadie,peroyosabíacuálera.Ladequelossuyossequitarondosproblemasdeunatacadaenelmismoaccidente.NielTurconilamafiaqueprostituíaaNatashaibanapermitirqueellalodejaratodoporunpanolicomoyo.
Antes de cerrar la tapa del ordenador, abrí el navegador y busqué untraductor.EnelprimerresultadoquemediointrodujelasdospalabrasconlasqueNataliahabíatituladosuescrito:
«Mоялюбовь».Pinchésobrelaopcióndetraduciry,enunsegundo,medioelresultado:«Miamor».Elrostrosemellenódeunreguerodelágrimas.
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Capítulo27
Aldíasiguientetampocofuiatrabajar,peroatodoslosefectoshicecomosihubieraido.Melevantéalassiete,comocadadía.Desayunéenlacocinaconmipadre,comocadadía.Ysalídelpisojuntoaél,comocadadía.Enlacalle, él semetióen labocadelmetroquehabíaenfrente.Yyomesubí alautobúsqueparabaenlaesquina.Ladiferenciarespectoaotrosdíasesquemebajéenlasiguienteparada,lejosdelavistademipadre,ymedediquéapasar la mañana caminando por las calles repletas de gente en unMadridinvernal y hermoso.Mi pensamiento se había transformado en una enormemargarita que iba deshojando en cada uno de los planteamientos que measaltaban.
«¿MedeshagodelordenadorportátildeNatalia?».«Sí,no,sí,no…».«¿AcudoalacitaquetengoestatardeconNora?».«Sí,no,sí,no…».«¿Me dejo de tonterías y voy a trabajar en la empresa de paquetería?».
«Sí,no,sí,no…».En algún momento de la caminata debí hablar en voz alta, o hice
aspavientosconlosbrazoscomosiestuvierahablandoconalguien,cuandoenrealidad hablaba conmigo mismo. Lo supe porque algunos transeúntes memiraronextrañados,yentoncescaíenlacuentadequeestabahablandosolo.Yame había pasado de niño, lo de hablar solo, porque esa era una de lassintomatologíasdeserhijoúnico,esoylasobreproteccióndemispadresquese desvivían pormi bienestar.En ese instante pensé que estaría sonando elteléfono en mi casa y mi madre tendría que escuchar cómo la chica de laempresa de paquetería le preguntaba si me había ocurrido algo, porque nohabíaidoatrabajar.
—¿Hoytampoco?—seinteresaríamimadre.Yluego,comomadrequeera,mentiría,porqueunamadrenotienepudor
enmentircuandodeunhijosetrata.—Sí,estáenlacamaconunagripeterrible—diría.La chica de la empresa trasladaría el recado al jefe. Y el jefe
comprenderíaqueconel fríoquehaceesnormalqueunotuviesederechoacaerencamaatosigadoporunagripesalvaje.Problemasolucionado,yamíme daría la distancia necesaria como para solucionar todos mis problemassentimentales que me atormentaban y me estrangulaban hasta dejarme sinrespiración.
Comí en un McDonalds de la Gran Vía. Entré antes de la una delmediodía,porquesabíaquedespués sería imposible sentarseenunamesay
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deglutir una hamburguesa.Me dirigí almostrador donde un chico con vozaflautadaanotómipedidoylosirvióenunabandejaalavelocidaddelrayo.
DespuésdecomerestuvehaciendotiempopaseandoporlaPuertadelSolycallesadyacentes.
Alassietemeacerquéalaparadadelbusymesituéenlasinmediacionesesperando a que llegara la hora.A partir de entonces el tiempo comenzó apasar mucho más despacio. Tanto que se me hizo insoportable la espera,mientras sentía unos nervios que me subían desde el estómago hasta lacabeza.
Duranteesetiempomiteléfonomóvilnodejódevibrarenelbolsillodelpantalón.Había varias llamadas de un número que reconocí como el de laempresadepaqueteríaydosllamadasdemimadre.Nohabíaningunademipadre,porloquededujequemimadrenolehabíacontadoamipadrequeyonohabíaidoatrabajar.
Elautobússedetuvoenelpuntoderecogida.Esperéaquesubierandosmujeresquehabíadelantedemíyunmatrimoniodeancianosquesubieroncogidosdelamano,loqueconsideréungestoenternecedor.
Accedí al autobús, saludé al conductor conunbalanceodemi cabezaycaminéhacialapartetrasera.Élparecióreconocerme,peronodijonada.Ella,Nora, estaba allí, sentada en el mismo asiento donde vi la primera vez aNatalia,locualmeparecióunasorprendentecoincidencia.
Lasaludéconunescueto:«Hola».Ellamedevolvióelsaludoconuntímido:«Siéntateamilado».Me senté porque supe que de no hacerlo, alguien, seguramente un
hombre,sesentaríaencuantotuvieraoportunidad.Nora,yalahabíavistoenel hotel y en su foto del perfil de Facebook, era una belleza sublime.Destacaría de ella sus ojos que vertían una fiereza salvaje, asemejando unfelino.Sutezerablanquecina,peroladisimulabaconunabuenaaplicacióndemaquillaje.Sentadacomoestabanopodíaapreciarsufigura.Perosabíaqueeraaltaysuspiernasdesnudasbajounafaldaajustadasemostrabanrectasytersas, finalizando en unos zapatos de tacón de aguja que cubrían unostobillospreciosos.
Antesdehablarmiréamiderechayhaciadelante.EnlosrostrosdelosotrospasajerosbusquéaunrusooauncolombianooaalguienconaspectodepocosamigosqueestuvieseprotegiendoaNora.Peroningunodelosotrospasajerosparecíaunmatón.SabíaqueNoraeraamigadeNatashayquecomoamigasseríanparecidas.YsiNatashaeraunabuenapersona,Noratambiénlosería. Además, de quererme algúnmal, yame podía haber denunciado por
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hacerme pasar por policía en el hotel. Solo tenía que estar atento a suexpresióncuandoledijeraqueNatashahabíamuerto.Entoncessabríasieranamigasyleafectabalanoticia.
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Capítulo28
Viajamosensilencioysinmirarnosenningúnmomento.Enlasiguienteparadasepusoenpieymeindicóconlacabezaquelasiguiera.YomepuseenpietambiényentoncescomprobéqueeramásaltaqueNataliaymásaltaque yo. Al levantarse soltó un perfume que me adormeció como si fuesealgúntipodeanestésico,peroenseguidaloachaquéalosnerviosdeesedíayalafaltadesueño.
Caminamosporlacalle:elladelanteyyodetrás,peroaunosescasosdospasosdedistancia.
—Ponteamiladoqueparecemosunacomparsa—recomendó.Mehizosonreírelhechodequepeseaquesuacentoeramarcadamente
ruso, el manejo del lenguaje era excelente. Pasamos por delante de unacafetería.Eneseinstantenohabíamuchosclientesdentro,segúnsepodíaveratravésdelacristalera.
—Aquíestaremosbien—medijo.Los dos accedimos al interior y nos sentamos en una de lasmesas que
había libre al fondo del local. Una chica muy joven, que apenas tendríadieciocho años, se acercó enseguida hasta nuestra mesa sosteniendo unapequeñalibretaensumanoynospreguntóquéqueríamostomar.Antesnosofreciócenar,algoquelosdosrechazamos.
Ellasepidióunbatidodefresaquemecausósorpresaporqueconsideréquelosbatidoseranparaelverano.Yyomepedíunacerveza,quelomismoservíaparaelveranocomoparaelinvierno.
—SéqueNataliaestámuerta—aseguró—.PorloqueséquefuistetúelqueutilizósuFacebookcomosifueraella.—Yomelimitéamirarmicopadecerveza,fondeandolavistaenelfondocomosiallípudierahallaralgooaalguien—.Séquesabesporquémurió.
Pasaron unos quince segundos hasta que reaccioné y lancé mi primerapregunta,porqueyohabíaidoallíahacerpreguntas.
—¿Dequéosconocíais?—NatashayyonoscriamosjuntasenKoroliov,unagranciudadcercanaa
Moscú.Deniñasfuimoscomohermanas.Ellamellevabadosañosysiemprelaheconsideradomihermanamayor.Cuandocumpliólosveintemedijoquese iba a Francia a trabajar, pero no me dijo de qué; aunque creo que ellatampoco lo sabía. Yo tenía dieciocho años y me escapé también para nodejarlasola.DeFranciasaltamosaEspañayelrestocreoqueyalosabes.Y,porcierto,minombreesAnnaVólkova.
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—¿Porquéoscambiáiselnombre?—pregunté toqueteandoelbordedemicopadecerveza.
—Porque así no somos nosotras. Natasha y Anna se quedaron enKoroliov, donde está nuestra infancia, nuestros padres y hermanos, nuestropasado.NataliayNorasondospersonasdistintas—medijoesbozandounasonrisa—.Es como si esas chicas que emigraron en busca de un sueño, nofuesenlasmismasquesecriaronsoñando.
Laobservémientrashablaba.Meparecióunamujerinteligenteyvalienteyhermosay llenadesentimientos.Mehablódecómofue la infanciaensuciudad natal. De cuando conoció a Natasha. De la primera vez quecoincidieronenelcolegio.Desushermanos.Desusamigos.Desuspadresydesustíos.
Mientras hablaba yo sentía como si estuviera allí con ellas. Las vi depequeñas,correteandosobre lanieve, riendo,escondiéndoseentremontonesdetroncostalados.Bajoelfríodeunaciudadindustrializada.Luego,paralacena;porque finalmente cenamos,mehablódeNatasha.Sunombre sonabadistintocuandolopronunciabaella.Medijoqueaellafuelaprimeraalaqueledijoquemehabíaconocido.
—Anna,heconocidoaunchicofantástico.—¿Serefirióamícómoaunchicofantástico?—Sí, Sabino. Me dijo que se había enamorado nada más verte. Que
aquella segunda vez que coincidisteis en el autobús vio en ti a un hombreformidable.
Sonreí.—Puessoybastantevulgar.—No te ofendas —susurró—. Pero quizá eso fue lo que la enamoró
precisamente,elqueeresunapersonasencilla.—Tengosuportátil—ledije—.Quieroqueteloquedestú.—¿Porqué?—AhíhaymuchosrecuerdosdeNatasha.Hayfotosyescritos.Yhayuna
agendadecontactos.—Me parece bien—aceptó—. La próxima vez que nos veamos me lo
entregas.Entonces supe que nos veríamos más veces. Habría más días. Más
encuentros clandestinos en el autobús de la línea 7. Más cenas. Másconversaciones. Solo necesité tres días para darme cuenta de queme habíaenamoradodeAnna.
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Notadelautor
Queridolector,esperoydeseoquehayadisfrutadodeestanovela,ydeserasí,leagradeceríaquelavaloraray/ocomentaraenamazon.esoamazon.com,para que de ese modo otros lectores puedan conocer y compartir susopiniones.
Gracias,ynosvemosenlapróximaaventura.Siquieresabermás,puedebuscarmeen:www.estebannavarro.es
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ESTEBANNAVARRO(Moratalla,Murcia,1965).Esunescritorespañoldenovela negra y novela policíaca. Fue agente de policía desde el año 1994hastael2018
Ha ganado varios premios de novela y relato corto, entre los que cabedestacarelIICertamendeNarrativaBreveJorgeMaldonado ,elICertamendeNovela LaBalsa de Piedra de Saramago, el IIConcurso de Relatos deTerror del Festival de las Ánimas , el XIII Certamen de Relato Corto deMiajadas ,elXIIIPremioNacionaldeRelatoCortoCalicanto ,elVIIIPremioderelatocortoCiudaddeCaspe,elIIIConcursoliterariopolicíayculturadeHuescaoelVConcursodeRelatosCortosCiudaddeHuesca.
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