repercusión de los hijos en parejas inmaduras
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Repercusión de los hijos en parejas inmaduras Por: Franck Palacios Grimaldo
Introducción. Como es evidente cada vez son más las parejas jóvenes que se convierten en padres, la idea de
serlo está respaldada por diferentes argumentos a favor uno de ellos es el disfrutar de los hijos
cuando estamos jóvenes, otra es la de la capacidad que uno pueda tener para afrontar esa
situación, el amor por la pareja, la economía que favorece a traer alguien más a la familia. Son
entre otros los principales argumentos para ser padres jóvenes y son válidos en el sentido más
práctico de la palabra, es decir que puedan mostrar madures, tengan los recursos y amen a su
pareja.
Pero esto no suele suceder con la gran mayoría de parejas jóvenes que se encaminan a la
paternidad, y aunque puedan argumentar algo similar a lo mencionado es que un simple
acercamiento demuestra que no es tan cercano a lo que ellos expresan. Muchas parejas jóvenes
que están en camino a la paternidad no están preparadas ni emocionales, económica o
afectivamente para afrontar la paternidad y es aquí cuando surgen complicaciones y
principalmente el hecho de que muchas de estas parejas terminan separándose o como en
algunos casos viviendo juntos por ese hijo, el qué dirán, la ética o la moral que puedan tener.
Son muchas las parejas que pasan la vida juntos por el hecho de tener hijos, hombres que
asumen su responsabilidad y con ella todo el bagaje que conlleva que incluso puede ser pasar la
vida con una mujer a la que dejó de amar con el tiempo. En las mujeres quizás funcione
diferente por el vínculo que desarrollan con el niño en camino, pero es evidente el cambio de
pensamiento, es común que una mujer al saber que será madre se replantee muchas cosas en su
vida, incluso a la pareja. En el hombre surge lo mismo, en torno a afrontar la situación y a los
costos que esto le va a causar, no necesariamente económicos. Aunque muchas familiar
comienzan con esta situación y duran juntos casi toda una vida, una observación más detallada
nos puede hacer plantear una pregunta: ¿hubieran durado tanto sin ese hijo de por medio? Es
algo solo ellos pueden responder a ciencia cierta.
Siendo objetivos el ser padres es algo muy exigente para la pareja, Madreaventura (2013)
menciona que los niños llegan al mundo poniendo patas arriba la estructura familiar o de la
pareja. El cansancio, el estrés y los cambios desbordantes de los primeros años del bebé son por
demás complicados y opina que si la pareja no es suficientemente fuerte y consolidada es
probable que todo se vaya a pique. Opinión que comparto puesto que muchos de los casos en
que una pareja joven de relación objetivamente corta se encaminan a la paternidad no podrán
argumentar madures y seguridad menos si están aún pasando por el enamoramiento el cual en
vez de ser una ventaja es a veces una desventaja, recordemos que el enamoramiento es una
etapa en donde nuestra pareja es el centro de nuestro mundo, la idealizamos y sería capaz de
prometernos la luna.
Este ensayo tiene como objetivo ahondar un poco en como un hijo a tan corta relación, con el
enamoramiento y la inmadurez a cuesta puede ser la causa de una infelicidad progresiva en la
pareja, o una de las partes, oculta bajo la máscara de responsabilidad y una familia estructurada.
Separare este trabajo en tres partes para una mejor comprensión, en la primera hablare un poco
de la madurez de la pareja en la segunda acerca del afrontamiento a la paternidad, y la última
parte de los efectos que conlleva una decisión basada en moral y cumplimiento.
La madurez de la pareja Una relación no madura de un día para otro, menos una persona, son procesos largos en donde
iremos acumulando experiencias y teniendo una visión mucho más grande de la realidad, somos
más conscientes de nuestra moralidad, conocemos nuestros límites y nuestras fortalezas, de esta
forma afrontar la vida es más fiable. La madurez también interviene en tomar decisiones
inteligentes que, en su mayoría, nos traen ventajas o beneficios.
En el momento de hablar de parejas la madurez es evidentemente importante puesto que una
pareja que es madura, tiende a convertir su enamoramiento en amor, una que es inmadura puede
vivir enamorada durante mucho tiempo, pero no un enamoramiento pasional, sino un
enamoramiento más cerca de la dependencia, es decir la necesidad de la otra persona para
conseguir satisfacción emocional. Recordemos que el enamoramiento es una especie de engaño,
es un estado “de ilusión”, en el que percibimos aquello que nos gusta y nos hace sentirnos
identificados con el otro, idealizándolo, viéndolo casi perfecto, somos capaces de perdonarle
todo, estamos dispuestos a darle todo también (Enamoramiento, s.f.).
Erich Fromm en su libro "El Arte de Amar" citado en Diferencias entre enamoramiento y amar
(s.f.) “El amor requiere conocer a la otra persona, requiere tiempo, requiere reconocer los
defectos del ser amado, requiere ver lo bueno y lo malo de la relación”.
Esto sirve para darnos una idea de lo importante del amor, como un punto de madures en una
relación, pues el enamoramiento, como también menciona Fromm suele ser adictivo y muchos
quizá no quieran saltar de el al amor que es algo de mayor responsabilidad por decirlo así, y
digo responsabilidad pues tenemos que asumir que la persona que amamos tiene necesidades
quizás diferente a las nuestras que ahora no nos van a parecer perfectas.
Como menciona Haciendo Alma (2012) El amor es un compromiso serio, que nos exige
responsabilizarnos para dar lo mejor de nosotros, crecer y permitir a la pareja hacerlo también,
con ese amor reciproco, crecer y conocerse así permitir que nos expresemos sin temores y con
sinceridad absoluta. Este es verdaderamente el desarrollo del amor, su profundización, desde
una comprensión madura y tolerante sabiendo que habrá problemas, pero nunca más fuertes que
el amor comprometido que ha nacido. Algo muy importante aquí es el permitir crecer y crecer
uno también, lo que me lleva a que el hecho de traer un hijo al mundo en el enamoramiento y
con todas sus características ya mencionadas haría dejar de lado los sueños personales, no en
todos los casos obviamente, pero me centro en que si uno conoce los planes a futuro de su
pareja y los valora podría cuidar de ella y entender que un hijo, muchas veces, complicaría
dichas metas tanto para el hombre como para la mujer. No digo que se frustren en todos los
casos, solo que en aquellos que no tengan la madurez para afrontar adecuadamente la situación
desde todos sus ángulos, esto representara sacrificios, que repercutirá en frustraciones.
Esto puede repercutir en el futuro hijo pues podría crecer sintiéndose responsables del
agotamiento de sus padres, de sus frustraciones, de sus sueños en pausa, noches sin dormir,
auto-descuido, insatisfacciones y, en algunos casos, de su infelicidad (Mezquita, s.f.). Ya Titze
(1982) citado en Ruiz (2001) menciona las repercusiones de la atmósfera familiar sobre el estilo
de vida inconsciente del sujeto tanto a nivel verbal (creencias semánticas) como no verbal
(guiones de escenas analógicas).
Si una pareja que se convertirá en padres tiene la inteligencia emocional necesaria para madurar
en el proceso afrontara la situación y seguirán enamorados y amándose en el correcto equilibrio,
una pareja inmadura, que asume el problema como forma de inmolación o por responder a la
familia o a la pareja no está reconociendo sus deseos y quizá tampoco los de su pareja, esto no
refleja inteligencia emocional, representa un problema para la pareja y la familia que formaran.
Una pareja madura sabrá identificar cuando tener hijos, la pareja debe estar muy unida y
compenetrada, deben estar en la misma sintonía, tener planes a largo plazo juntos y confiar y
respetar al otro en todos los sentidos posibles. Convertirse en padres es cuidar y guiar a otro ser
humano hasta que este sea capaz de hacerlo por sí mismo, es una tarea agotadora que va a
necesitar de un equipo fuerte (De Miguel, s.f.). Aquí se menciona algo muy importante traer al
mundo a un se humano es guiarlo hasta su madurez, lo que exige madurez de los padres.
Un pareja solida necesita un tiempo para poder decirse sólida, y también madurez de parte de
ambos miembros de la pareja. Si bien no podemos decir que existe un tiempo exacto para decir
que la pareja maduro pues podemos decir que será la capacidad de la persona para comprender
todos los procesos que vive con esa persona, valorarlos y sobretodo apreciar a su pareja con
defectos y virtudes una vez conocidos, es lo que mencionamos que es el amor anteriormente.
También cabria mencionar que numerosos estudios indican que el amor apasionado no se
prolonga más allá de tres o cuatro años. La pasión, que produce taquicardias o entrecorta la
respiración, comienza a disminuir a la vez que el cuerpo deja de recibir las dosis de estimulantes
y narcóticos. Aquí aparece la química del desamor. Sin embargo y luego de este proceso
biológico, se produce una secreción de endorfinas, similar a la morfina, que proporciona en las
parejas una sensación de sosiego y de calma que puede llegar a durar toda la vida (Ciurleo,
2006). Por lo que una pareja no necesariamente se mantiene junta por el amor que existe, sino
por el afecto y la unión que sientan entre ellos, producto de años de experiencias, las cuales
también contribuirán a que esta unión se dé o no se dé. Recordemos que existen casos en donde
ya con hijos mayores y autónomos la pareja de padres se separa. Según cifras publicadas por el
Instituto Nacional de Estadística mencionado en “Cómo podemos superar un divorcio en la
madurez” (2012) cada vez las personas mayores de 60 años suelen separarse, y una de las
razones suele ser que la relación matrimonial ha venido ocupando un segundo plano, situándose
por detrás del trabajo, los amigos o los hijos, muchas de estas parejas quizás ahora puedan
continuar o intentar continuar algún sueño frustrado.
Retomando el tema, una pareja joven, adolescente evidentemente no se preocupara por
comprender la situación vivenciada, solo se dedicara a disfrutar de dichas experiencias, la
precaución y la razón no caracteriza la adolescencia ni la pronta juventud, sino no hubiera tantos
padres jóvenes, madres solteras adolecentes o niños abandonados.
Una pareja madura también sabrá, como ya mencione respetar los deseos de su par, es decir que
el convencimiento de traer un hijo al mundo será total y de parte de ambos, los niños no tienen
garantía. A veces la ilusión de uno de los miembros de la pareja hace que el otro se vea
arrastrado a tomar una decisión. Antes de quedar embarazados es necesario conversarlo y
debatirlo, si son maduros sabrá esperar De miguel, s.f.).
También el aspecto económico y el aspecto del cumplimiento de metas personales, como
mencione el factor de crecimiento personal es muy importante en la pareja, y traer hijos a la
relación sin contar con el efecto que podría tener en el desarrollo personal de la pareja puede
representar frustraciones muy fuertes e incluso rencores, muchas personas suelen postergar esas
metas por criar hijos, y dependiendo del apoyo, las fortalezas y la madurez se puede sobrellevar
esta situación, por lo que no es un factor determinante, pero sí que puede repercutir en la familia
que se forma.
Afrontamiento a la paternidad El hombre-padre deja de ser el niño, el hijo, se aparta de amigos, fortalece su relación de
pareja y establece una familia, donde él es el que responde por ella (Fuller, 2000 citado en
Ortega, Torres y Salguero, 2009).
La primera idea o pensamiento a la hora de enterarse de ser padres sin duda puede separarse en
tres distintos, primero puede ser la felicidad que conlleva el traer a una vida al mundo con la
persona que amas y con la que has estado buscando esa criatura que llegara, casi siempre un hijo
esperado suele hacer nacer este pensamiento. El segundo puede ser ansiedad, temor, incluso
enfado, emociones y sentimientos que reflejan la sorpresa, no grata, que da la llegada de un hijo,
casi siempre esta actitud es de alguien, o una pareja inmadura que no tenía idea de que les
pasaría a ellos. La tercera está relacionada con la anterior y también con el enamoramiento en
alguna de sus tempranas etapas, es aquel sentimiento que surge en demostración de nuestros
sentimientos por nuestra pareja, donde se le promete más de lo que, quizás, podríamos dar de
nosotros.
Los dos primero repercuten simplemente en formar una familia estructurada y en abandonar la
pareja, ser un padre ausente o económicamente presente y seguir su vida, metas y deseos, pero
la tercera idea repercute de una forma distinta, desde mi perspectiva, la pareja se concentra en
convencer a su contraparte que puede cumplir, en el sentido estricto de la palabra cumplir.
Una de las características que resaltare del hombre cuando se hace papá es que da un verdadero
paso a la edad adulta, incluso a una especie de madurez forzada. La dimensión del “jefe de
familia”, que recae más sobre él que sobre la mujer, le impone un montón de responsabilidades
que pueden parecer incluso imposibles. Es importante que la madre lo apoye para que éste no se
sienta aplastado por el peso de sus nuevas cargas (Bonet, 2009). Se puede esperar que el hombre
madure en esa transición de niño a hombre, de hijo a padre, y como se menciona que tenga la
ayuda de la madre, pero muchos hombres con actitud machista o también con un sentimiento de
culpa no permitirán que su pareja ayude en mantener a ese niño que representa para el
justamente ese titulo de “Jefe de familia”.
Justamente es esta actitud la que hace que se confunda el hecho de tener una pareja que se
“sacrifica” por su familia y un hombre que crece con ella, las repercusiones de esta actitud de
mártir se ve en un futuro cuando el hombre le da una mayor importancia al trabajo, al dinero y a
cumplir como padre que a aspectos familiares a veces fundamentales. Es aquí cuando quizás la
persona que ha madurado a la fuerza comienza a darse libertades que antes no pudo, el pago a
su sacrificio y bajo la excusa de que a su familia no le falta nada permitirse algunos excesos o
libertades.
Chávez(2008), menciona algo interesante y que podría ayudarnos a entender la idea
mencionada: “Otras razones por las que se puede sentir rechazo hacia un hijo son, por ejemplo,
que haya nacido cuando ya no se deseaba un hijo, o porque padece alguna enfermedad desde
pequeño que esclaviza y abruma a los padres” (citada en Martínez, 2013). Esto me ayuda a
aclarar o validar lo que trato de explicar, el afrontar la responsabilidad de forma que uno
demuestre a la sociedad, a la familia y a la pareja más que ser un acto de amor y madurez,
mucha veces es solo una especie de demostración de poder que culta un resentimiento hacia los
hijos y la pareja.
Por su puesto no en todos los casos resulta de la misma manera, solo en aquellas personas que
no logran diferenciar sus emociones y prioridades.
Afrontar la paternidad es esencial para el futuro de la familia, pero también se hace necesario
que la decisión vaya de la mano con una estabilidad emocional y madurez para afrontar la
situación de forma completa, no solo en uno de los aspectos como el económico o el afectivo.
Repercusiones de una decisión basada en moral o cumplimiento Uno de los efectos de estas decisiones basadas en absolutamente la moral, la ética, el
enamoramiento, culpa o asumiendo responsabilidades y no en la madures y el amor como base
motivacional de la decisión, como ya fue mencionado, es el sentimiento de insatisfacción,
frustraciones y rencores inconscientes que se reflejaran en el mejor de los casos en un
distanciamiento afectivo de su familia a la cual mantiene sin falta, digo mejor de los casos por
que puede haber violencia como producto de frustraciones vocaciones, o sueños no realizados,
cuya causa la desplaza a la mujer y al niño, más que a él por no proveer, procurar o decidir
adecuadamente y así evitar esta situación.
Por otro lado en grados extremos el padre reprime, oculta y niega el rechazo, se activará
inconscientemente un mecanismo de defensa llamado formación reactiva, el cual consiste en
encubrir un motivo o sentimiento que causa angustia y culpa, experimentando conscientemente
lo opuesto, de manera que antes de que el verdadero sentimiento o motivo llegue a la conciencia
se convierte en su opuesto. (Chávez, 2008, citado en Martínez, 2013) es decir que el rechazó
podría convertirse automáticamente en sobreprotección.
Este efecto podría también darse en la madre, puesto que el alejamiento que siente por su esposo
a causa del trabajo para mantenerla a ella y al niño puede ocasionar la mencionada situación o
también un desplazamiento de sentimientos negativos del esposo hacia el hijo.
Los niños rechazados por sus padres, de acuerdo con García (2005), tienden a reaccionar con
manifestaciones hostiles y agresivas, muestran una escasa confianza tanto en otras personas
como fuente de seguridad, confianza y apoyo, como en sus sentimientos de estima, aceptación,
y competencia. Una realidad que aqueja a muchos niños producto de padres jóvenes.
Como esperar que personas que no han acabado de madurar puedan guiar a alguien en la vida,
ellos mismos no han podido guiar su destino a algo más productivo.
El divorcio o la separación es uno de los efectos de estas decisiones guiadas por emociones
inmediatas o por autoengaños, y su repercusión en los hijos al nivel emocional es de tomar en
cuenta.
García (s.f.) nos enlista los efectos del divorcio en los hijos de la siguiente manera:
De tres a cinco años:
Se creen culpables por no haber hecho la tarea o no haber comido. Su
pensamiento mágico les lleva a tomar responsabilidades tremendamente
imaginarias.
Temen quedarse solos y abandonados. Hay que recordar que en estas edades los
padres constituyen el universo entero de los niños y que la relación en la pareja
es el medio en el que ellos están cuidados y mantenidos.
La edad más difícil es la de 6 a 12 años.
Se dan cuenta de que tienen un problema y que duele y no saben como
reaccionar ante ese dolor.
Creen que los padres pueden volver a juntarse y presionan o realizan actos que
no llevan más que a un sentimiento de fracaso o a problemas adicionales en la
pareja.
Los adolescentes experimentan:
Miedo, soledad, depresión, y culpabilidad.
Dudan de su habilidad para casarse o para mantener su relación.
Como vemos no es simplemente afrontar una situación pensando que se arreglara, se necesita
tener presente que si una relación se rompe cuando hay hijos de por medio los efectos no son
solo problema de la pareja, el efecto en los hijos es más que evidente
Como ya mencione el querer cumplir como padre, no asegura el cumplir como pareja, muchas
veces el sentimiento de rechazo inconsciente hacia la pareja pro la situación es grande y no
puede ser reprimido, eventualmente repercutirá en un alejamiento de la pareja, una infidelidad o
una vida infeliz llena de discusiones.
No es difícil pensar que sin la existencia de un hijo las cosas pudieron ser diferentes, son
muchas las parejas que pelean así como muchas las que se separan, de la misma forma hay
muchas que pelean cuando tienen hijos, otras son violentas, algunas agresivas pasivas, pero el
conflicto está siempre presente en sus vidas. La diferencia fundamental es que una pareja sin
hijos puede separarse y seguir con sus vidas y los daños colaterales será individual dependiendo
de su personalidad, pero cuando hay hijos el daño suele repercutir.
Aunque por otro lado a veces el divorcio es una buena solución para evitar que el niño crezca en
un hogar en constante conflicto que no contribuye en nada a su salud mental. Si la pareja tiene
problemas para funcionar coordinadamente como equipo, como mencione con anterioridad,
mantienen una situación permanente de conflictos, pelean y discuten constantemente y en
muchos casos en presencia de sus hijos o sin conciencia de que pueden oírlos, estos pueden
sentirse inseguros, temerosos y abandonados (López 2013).
Lamentablemente como he tratado de demostrar muchas veces el divorcio significa un fracaso
para los padres que lo asume como una incapacidad para poder llevar su hogar, lo que puede
hacer que la simple idea les aterrorice, reprimiendo sus sentimientos de rechazo hacia la pareja y
conviviendo con ella entre peleas y reconciliaciones, dañando sin darse cuenta en algunos casos
la salud emocional de sus hijos.
Conclusión A modo de conclusión puedo decir que los hijos a tan corta relación, con el enamoramiento y la
inmadurez a cuesta puede ser la causa de una infelicidad progresiva en la pareja, o una de las
partes, oculta bajo la máscara de responsabilidad y una familia estructurada. Lo que responde un
poco a mi pregunta de que sin la presencia de un hijo hubiera durado lo que puedan durar, a
veces toda una vida. Creo firmemente que una relación basada en cumplir con las normas de
una sociedad o por responder como hombre impulsado por el que dirán o no quedar como débil
ante la familia y la pareja no es la solución a esta problemática, más bien apoyo el hecho de
tomar las medidas necesarias para evitar dichas situaciones que luego se salen de control o
terminan dañando a terceros.
Un hijo en una relación si podría ser lo que esta necesita para consolidar su amor y su madurez
emocional o afectiva, desde luego que sí, pero también puede significar una llave errónea para
unir a la pareja en situaciones en donde ya no debería seguir junta.
Meiler opina lo siguiente: “Creer que un niño impedirá una separación, mejorará el trato o
detendrá infidelidades, por ejemplo, es bastante utópico y agrega una personita más a la
infelicidad reinante”(2014). Esto deja en claro que si alguien decide quedarse toda una vida al
lado de alguien que no soporta solo por un hijo se está siendo doblemente egoísta.
Por otra parte la responsabilidad no es en si el estímulo necesario para formar un hogar, es solo
un factor importante en la asunción de la paternidad. La pareja debe madurar antes de decidir
ser padres, no es un juego, es una tarea seria que requiere mucha responsabilidad de parte de
ambos, debe haber amor como sinónimo de madurez, comprensión y respeto de los deseos del
otro. Si el ser padres llega en una etapa temprana exige también una toma de conciencia,
responsabilidad y sobretodo disposición para aprender a ser padres y todo esto con la suficiente
capacidad para ser realistas y no prometerse cosas que no se podrán cumplir, casi siempre es ese
el problema pues tratamos de llegar mucho más de lo que, por el momento, podemos.
El primer paso para madurar ante una situación como esta es buscar la información, ayuda y
guía necesaria, de esta forma damos el primer paso a demostrar que estamos decidiendo traer a
una vida al mundo con base en el amor a la pareja, la cual necesitara tanto como tu del apoyo y
comprensión, hay que tener en cuenta que un hijo no significa la postergación definitiva de
nuestras metas o sueños, pero si pone a prueba a la pareja y a su capacidad para afrontar de
forma correcta y madura la situación, principalmente si llega muy pronto.
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