profesor autoridad

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La autoridad y el Principio de

Intervención Educativa

Derecho y deber de intervenir

La potestad para intervenir

La autoridad del educador

El estilo personal en la intervención

Liderazgo

Material básico de estudio

Ideas clave

El concepto de liderazgo

El liderazgo en los sistemas educativos

El liderazgo, nuevos escenarios y retos

La autoridad y el Principio de Intervención Educativa

El Principio de Intervención se puede formular de la siguiente manera: La educación,

en cuanto heteroeducación, es la ayuda que presta a otro, en su tarea de crecimiento

personal, quien tiene derecho a intervenir (potestad) y fuerza moral reconocida para

ello (autoridad) por su competencia profesional y su madurez personal.

La intervención educativa es, por tanto, un servicio que se justifica por las necesidades

del educando y que deberá siempre respetar su libertad y fomentar su autonomía

solidaria, de conformidad con el Principio de Crecimiento Personal.

En el primer apartado del tema vamos a ver cómo se justifica la intervención educativa;

distinguiremos a continuación entre potestad y autoridad, para acabar con un aspecto

relevante de la intervención como arte de educar: el estilo personal.

Derecho y deber de intervenir

La intervención educativa es una relación de ayuda, un concepto amplio, ya que se da

en múltiples ámbitos de la vida profesional y social: la docencia en todas sus formas, la

orientación, la psicoterapia, la actividad pastoral, la asistencia social en todas sus

variedades, la psiquiatría, etc.

El Principio de Intervención Educativa orienta la tarea de ayuda que presta el

educador al educando. En este apartado del tema veremos cómo se justifica el

derecho y el deber de intervenir.

La relación de ayuda, en sus términos más generales, podría definirse como el

auxilio prestado por un ser humano a otro, mediante un proceso que se propone

hacerle capaz de desarrollarse. La relación de ayuda siempre supone una persona que

ayuda porque está capacitada para ello y otra que es ayudada porque lo necesita. La

educación, en cuanto heteroeducación, es una de las principales profesiones de

ayuda.

Si no es necesario intervenir, porque no existe una auténtica necesidad que

1 atender, la intervención del educador no tiene sentido. Toda ayuda

innecesaria es anti-educativa. Una necesidad es auténtica cuando es objetiva, es

decir, cuando está fundada en la naturaleza humana. Además el educador debe tener en

cuenta también aquellas necesidades subjetivas e individuales, que responden a los

diferentes modos de ser y las diferentes circunstancias de cada uno de los educandos.

En cuanto al título legítimo que otorga el derecho a intervenir, los padres son 2

los primeros educadores de sus hijos por naturaleza. Los educadores

profesionales siempre serán colaboradores en la educación que a los padres les

corresponde constitutivamente. En el caso de los profesionales de la educación, el

reconocimiento social les confiere el título legítimo, el derecho y las obligaciones

específicas de esta profesión, que debieran ser garantía de la valía profesional del

educador.

En tercer lugar, la intervención educativa requiere la autoridad del educador,

3 autoridad que se gana a fuerza de competencia profesional.

La potestad para intervenir

En este apartado definimos potestad y analizamos las formas de abuso y de dejación de

la potestad.

Potestad es el poder que tiene una persona sobre otra que le está subordinada, como

el del padre sobre los hijos o el del superior sobre los inferiores. Quien tiene potestas

tiene poder disciplinario, capacidad para exigir obediencia de los subordinados y

fuerza para hacer cumplir lo que ordena.

El abuso de poder recibe el nombre de autoritarismo. Desde la perspectiva del

Principio de Crecimiento Personal, el autoritarismo es un contrasentido, puesto que se

opone a la intervención educativa como relación de ayuda al crecimiento, que solo

puede darse si el educando asume libremente la educación como autotarea.

El uso de la potestad de mando puede ser malo también por defecto, por no

ejercerlo cuando y como se debe ejercer.

Hay defecto de potestas cuando quien tiene la obligación de educar renuncia a intervenir.

Es el fenómeno que se denomina permisivismo, que es un modo de negar el derecho y

la obligación de intervenir en educación, como ayuda al educando. Otra forma de

dejación de la potestad es la complicidad, esa actitud del educador que busca

justificar el ejercicio defectuoso de sus obligaciones mediante un pacto de no exigencia

mutua.

La autoridad del educador

Potestad es el poder que tiene una persona sobre otra que le está subordinada.

Autoridad, en cambio, significa reconocimiento de la competencia de una

persona en un ámbito determinado. Es el reconocimiento de su valía, que despierta la

confianza en lo que dice o propone. La potestad se tiene, bien por el hecho de ser padre

o madre, bien por haber recibido la acreditación correspondiente. La autoridad se gana.

La verdadera autoridad no solo respeta la libertad del educando, sino que se propone

expresamente potenciarla al máximo, como condición de posibilidad del crecimiento

personal.

Siendo manifestación de servicio, la autoridad suscita la libre adhesión del

educando y promueve el compromiso.

Ocurre a veces que personas con autoridad en un ámbito determinado del saber se

aprovechan de ella para tratar de influir en otros ámbitos, incurriendo así en una forma

de intrusismo. De manera semejante, en la educación cabe un mal uso de la

autoridad, si quien la tiene utiliza su prestigio para manipular al educando o mermar

su libertad de alguna manera.

Cabe, asimismo, que quien no tiene autoridad trate de lograr el reconocimiento social

aparentando superioridad. En otras ocasiones, el educador, especialmente el

inexperto, puede confundir autoridad con popularidad y tratar de ganarse al

educando apareciendo como un igual ante él, a costa incluso de hacer dejación de sus

deberes de educador.

El estilo personal en la intervención

El concepto de autoridad como prestigio pone de manifiesto el peso de la personalidad

del educador en la acción educativa.

En efecto, la influencia bien entendida que se opera en la relación de ayuda

depende prioritariamente de la personalidad y solo secundariamente de la

competencia técnica del educador.

Con palabras de Rogers, “la óptima relación de ayuda es el tipo de relación que crea una

persona psicológicamente madura. O, dicho de otra forma, el grado en que soy capaz de

crear relaciones que facilitan el crecimiento de otros, como personas autónomas, es una

medida del crecimiento que he logrado en mí mismo”.

La educación debe ser personalizada no solo por partir de la singularidad del educando,

sino también porque la singularidad del educador y su personalidad son

decisivas para una acción educativa de calidad. El fundamento teórico del estilo

personal es la contingencia de la acción educativa: no existe un modo de proceder

técnico que sea universal y único, ideal; de modo que pretender que todos los

profesores sigan los mismos métodos y apliquen las mismas técnicas es un sinsentido.

Ha sido Combs el que ha subrayado la importancia del sistema de percepciones o

convicciones del educador (sistema que él denomina teoría personal) como núcleo del

estilo personal y marco de referencia de la acción educativa.

Descubrir y practicar un estilo personal en la práctica educativa contribuye decisivamente

a generar ilusión en el educador, convencido de la coherencia y solidez científica y

pedagógica de sus planteamientos educativos. Ilusión que incide directamente en la

motivación y en la implicación voluntaria y efectiva de los educandos, lo cual es

condición imprescindible de toda cooperación entre ellos.

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Liderazgo

En este tema abordaremos en detalle la elaboración de las aportaciones más destacadas

de la literatura sobre las características del liderazgo a partir de tres grandes

apartados:

El concepto de liderazgo

El liderazgo en los sistemas educativos

Liderazgo, nuevos escenarios y retos

El concepto de liderazgo

Dentro del campo de la etimología, liderazgo se deriva del verbo inglés to lead, que

podíamos traducir como guiar, conducir o mostrar el camino. Poco tiene que ver

con el poder de mando y obediencia, asociación que sí hacía Max Weber, uno de los

grandes teóricos sobre el fenómeno de la dominación y la autoridad. En el enfoque que

presentamos, liderazgo se asocia más con la capacidad de influencia interpersonal.

El enfoque tradicional de la teoría de las organizaciones tiende a confundir

liderazgo con autoridad. Weber asociaba en buena parte estos dos conceptos. La

literatura posterior los diferencia.

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Si la autoridad es un poder posicional, con bases formales y requiere un reconocimiento

oficial y explícito de la organización, y la gestión manifiesta una relación de autoridad en

un cometido o encargo, desde la que opera, liderazgo, como veremos a lo largo del tema,

supone un poder de bases informales que requiere un reconocimiento

oficial y explícito de la organización y designa capacidad de influencia.

Un líder: guía, conduce, muestra el camino…

Desde finales del pasado siglo, y en los inicios del siglo XXI, concretamente en el

ámbito de las instituciones educativas, los estudios más recientes demuestran el

impacto que produce el ejercicio de un adecuado liderazgo en la eficacia educativa. El

tradicional modelo de dirección es, cuando menos, llamado a ser revisado,

abriendo el camino a nuevos enfoques.

Los docentes de hoy en día, tiene ante sí nuevos retos y desafíos ,

impensables hace escasas décadas. La revolución tecnología y de las comunicaciones, la

modificación de las pirámides de edad, los nuevos y viejos valores, la mescolanza, y el

enfoque de la calidad en entornos cada vez más competitivos, hace que los docentes

gestionen escenarios cambiantes y movibles.

En cierta manera, el actual o futuro director o directora del centro educativo , debe

rendir cuentas no sólo a la administración, también a multitud de clientes internos y

externos gestionando la contingencia, la complejidad y la incertidumbre.

Todos los estudios sobre efectividad escolar vienen demostrando que el liderazgo en los

centros educativos es un factor clave. Ningún estudio riguroso relaciona

escuelas efectivas con liderazgo débil.

El liderazgo en los sistemas educativos

No es lo mismo dirigir que liderar. En este apartado se desarrollarán las

diferencias que distingue a uno de otro y su impacto en el proyecto educativo.

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Liderar o dirigir ¿es lo mismo? No, no son la misma cosa. Son cuestiones distintas. El

liderazgo, en cierta forma, representa la autoridad informal, que pone el énfasis en

recursos emocionales, incluso espirituales, en la capacidad comunicativa,

en sugerir y conducir de forma compartida. En cambio, la dirección es la

autoridad institucional y más formal, orientada a la gestión, a los recursos físicos,

a los materiales. En definitiva, a la administración del centro escolar.

Una forma de distinguir la dirección del liderazgo es considerar que la dirección trata

de afrontar la complejidad de una organización educativa, mientras que el liderazgo

afronta el cambio. Cuando se aúna dirección y liderazgo en una única persona nos

hallamos ante perfiles de gran calado, llamados a dejar una huella en el centro

educativo.

Dirigir Liderar

Resulta destacado llamar la atención sobre la idea de liderazgo transformacional,

entendido como aquella idea que mejor responde a las exigencias y demandas de los

centros escolares. El liderazgo transformacional se fundamenta en los

trabajos realizados por Bernard M. Bass(1985) que lo define a través de diversos

factores:

Carisma. El líder transformacional es aquel que es capaz de entusiasmar, de

transmitir confianza y respeto. Esta idea de carisma dista de la weberiana ,

entendida como atributo personal que emerge, fundamentalmente, en tiempos de

crisis. Aquí el carisma debe ser entendido como una demostración de ser capaz de

generar confianza, lealtades y compromisos compartidos. La honestidad y la

coherencia cierran el círculo del carisma transformacional.

Consideración individual. Presta atención personal a cada miembro de la

comunidad educativa. El comportamiento empático resulta clave. Tanto los profesores

y profesoras, personal de administración y servicios, como el resto de la comunidad

educativa, son tenidos en cuenta, son reconocidos. El objetivo es que no se sientan

meros número o simples piezas del engranaje.

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Estimulación intelectual. El líder transformacional favorece nuevos enfoques

para viejos problemas. Hace hincapié en la inteligencia analítica, en la racionalidad

y solución de problemas, pero también en la gestión de las emociones. Estimula la

generación de nuevas ideas y proyectos, promueve la corresponsabilidad, plantea

nuevos enfoques a los problemas y desarrolla capacidades y competencias.

Inspiración. Proyecta optimismo, entusiasmo y logra una mayor implicación del

grupo en el centro como organización dinámica y con visión de futuro. En

definitiva, es capaz de transmitir emociones positivas y realismo. Es un enfoque

donde se mezcla lo afectivo y lo racional. La capacidad de persuasión y de

seducción, en su sentido más amplio, tienen un peso muy desatado entre las

habilidades de los líderes.

Tolerancia psicológica. El líder transformacional manifiesta una importante

tolerancia al estrés. Se vale también del sentido del humor para indicar

equivocaciones, para resolver conflictos, para conducir momentos incómodos. Es

tolerante y condescendiente con los errores. Tolerar el error de los demás y asumir

los propios. Permite crear atmósferas favorecedoras para enfrentarse a los

innumerables problemas que surgen en los centros educativos. Frecuentemente, el

que no se equivoca es porque no lo intenta y no avanza.

Participación. Tiene capacidad para construir un liderazgo compartido

fundamentado en la cultura de la participación. Sabe crear condiciones para la

participación, y cree en el trabajo en equipo como una estrategia que produce

sinergias. Implica a la comunidad educativa a través de diferentes canales de

participación y de encuentro.

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Cuadro 1. Diferencia entre directores y líderes

GESTORES O DIRECTORES LÍDERES

Administran el centro Copian de otros

Mantienen el centro

Confían en los controles

Visión a corto plazo

Preguntan cómo y cuándo

Les interesan los resultados

Aceptan el status quo

Son el clásico buen soldado

Hacen correctamente las cosas

Gestión es eficiencia: cómo

Se sustentan en el control, las

políticas y las estructuras organizativas

Innovan en el centro

Son originales

Desarrollan el centro

Inspiran confianza

Perspectiva a largo plazo

Preguntan qué y por qué

Vista puesta en el horizonte

Desafían al status quo

Son su propia persona

Hacen las cosas correctamente

Liderazgo es eficacia: para qué

Se sustentan en la confianza

Fuente:Arias, A. R. y Cantón, I. (2006). El liderazgo y la dirección de centros

educativos. Barcelona: Editorial Davinci, (pág. 28).

Algunos de los problemas más usuales en la dirección de los centros educativos

radican en encontrarnos con una dirección suficientemente competente, pero que

transmite poco entusiasmo, o que no es capaz que el centro escolar sea una

identidad compartida, un centro de referencia. Esto último se observa con más

intensidad, si cabe, en los centros públicos más que en los privados, en la medida que la

rotación de la dirección y unas competencias y estímulos limitados, llevan a inhibir la

consecución de determinados resultados y una relativa implicación por parte del equipo

directivo.

En definitiva, dirigir supone ocupar y ejercer unas responsabilidades en la

gestión y el mando de una organización. El director ejerce su influencia a través

de la posición que ocupa en la estructura, concentra un poder legítimo que administra.

El líder, en cambio, puede ocupar, o no, un cargo directivo. Frecuentemente, se

dice que los líderes tienen seguidores más que subordinados, y que su influencia se

fundamenta en su poder personal.

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Al hablar de la diferencia entre directores y líderes, utilizando cierta analogía, podemos

decir que mientras un director es el capitán de un barco, aquel que dirige la nave,

el líder es quien decide a dónde va el barco y transmite la seguridad al

pasaje de que van a llegar al destino. En definitiva, podíamos decir que mientras

los gestores son necesarios los líderes resultan imprescindibles.

El liderazgo, nuevos escenarios y retos

El punto de partida del liderazgo de los centros educativos en la sociedad

del conocimiento parte de un doble pivote: la calidad y la profesionalización de

la gestión. La primera, porque sin ella no hay futuro, y sin una gestión

profesionalizada hay amateurismo, lentitud y falta de rumbo. Veámoslos en detalle.

La calidad

La cultura de la calidad debe convertirse en la vara de medir de cualquier medida que

se tome en los centros escolares. En educación, frecuentemente, el camino que se ha

seguido para alcanzar la calidad, ha sido, en buen parte, el del modelo empresarial, que

aunque muy desarrollado, no siempre encaja en la filosofía de la educación. Aun así, los

centros educativos se han ido adaptándose a los requerimientos del cambio social. Dos

de los modelos más conocidos y utilizados, desde una vertiente más tecnológica, se han

establecido como parámetros el Modelo Europeo de Excelencia, EFQM, y las normas

ISO.

Sea cual sea el estilo, y la herramienta básica para la implantación de la calidad en los

centros escolares, la sociedad del conocimiento conlleva un cambio en la interpretación

de la función de la escuela. Debe existir, además, la filosofía del “servicio post-

venta”. Nuestra implicación con los estudiantes no acaba cuando salen del centro, su

trayectoria futura nos importa y se convierte en un excelente indicador de nuestro

trabajo.

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La profesionalización de la dirección

La dirección de los centros educativos debe caminar hacia una profesionalización que

aúne las competencias específicas en las tareas de gestión, además de las pedagógicas y

liderazgo.

Aunque quizá cada vez menos, los estudios siguen manifestando que entre el

profesorado y los directivos hay una falta de conocimientos y capacitación en temas de

organización escolar, gestión administrativa y de recursos humanos. Agregando,

además, que el salto del papel del profesor al de director genera un importante

cambio cualitativo que puede acabar provocando tensiones que desembocan en

conflictos personales y colectivos.

En el puente de mando de un buque debe haber alguien con conocimiento y

habilidades suficientemente sólidas para dirigir el buque. No basta con ser un

experimentado marinero de cubierta, hay que ser y saber algo más. En la escuela pasa

lo mismo. Montero (2007) insiste en que: “Asociado al carácter pedagógico del liderazgo

del director está, a su vez, la dirección profesional o la profesionalización de la función

directiva” (pág. 185).

Una de las características de los líderes en la sociedad del conocimiento es su

tolerancia a la incertidumbre. Los nuevos escenarios que se presentan de cara al

siglo XXI parecen carecer de una dirección preestablecida. Todo parece, en cierta

forma, incierto. Asistimos a unas dinámicas nuevas que se fundamentan en tres

elementos clave: el conocimiento, el liderazgo y la creatividad.

En esta dinámica, el conocimiento es poder, y los líderes en la sociedad del

conocimiento, en cualquiera de sus áreas, sólo llegarán a ser referentes si tienen

capacidad de articular, crear y promover espacios para un cambio crítico y

efectivo de mejora de los productos y servicios. Las nuevas habilidades no

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pasan solo por colaborar más y mejor, también por el trabajo en equipo, por generar

nuevos discursos, una nueva creatividad, nuevas dinámicas, evaluarlas y estar imbuidos

en la lógica de mejora continua.

Visto los condicionantes a los que se enfrenta la labor directiva, y los escenarios de

futuro imposibles de acotar con precisión, las capacidades mínimas que debería

exigirse al liderazgo de los centros escolares son las siguientes:

Capacidades técnicas. Conocer no sólo la normativa, los contextos y los escenarios

donde se opera, sino, también, una sólida base teórica y comparada de experiencia

profesional.

Habilidades comunicativas. Dominar instrumentos de comunicación personal e

institucional. Uso de las nuevas tecnologías de la comunicación e información.

Gestionar conflictos. Si el conflicto es la esencia de la vida en sociedad, enfrentarse

a ellos de forma proactiva e integradora una característica de liderazgo en educación.

Entrega total a la misión. La dirección y el liderazgo es una tarea difícil y compleja

que consume mucha energía y que exige dedicación total, no sólo desde una perspectiva

profesional, sino personal. Se es director o líder durante 24 horas al día, no sólo cuando

está abierto el centro escolar.

El buen guía nunca olvida que el centro de atención de la labor directiva no es otro que

el aprendizaje y la educación de los alumnos y alumnas. Incentiva el cambio

y posibilita recursos para que la comunidad educativa trabaje mejor.

R e c ur so s

Para profundizar

Libro. Mejorar el liderazgo escolar

El informe (2010): Mejorar el liderazgo escolar. Vol. I. Política y

práctica, elaborado por Beatriz Pont, Deborah Nusche y Hunter

Moormar, y editado por la OCDE, muestra un extenso estudio sobre el

liderazgo escolar en perspectiva comparada.

Accede al artículo a través del aula virtual o desde la siguiente dirección web:

http://www.oecd.org/edu/school/44374937.pdf

Bibliografía

Álvarez, Manuel (2010). Liderazgo compartido. Buenas prácticas de dirección escolar. Madrid:

Wolters Kluwer. ISBN: 9788471979292.

Arias, A. R. y Cantón, I. (2006). El liderazgo y la dirección de centros educativos. Barcelona:

Editorial Davinci. ISBN: 9788493482107.

Bass, Bernard M. (1985). Leadership and performance beyond expectations. New

York: Free Press.ISBN: 9780029018101.

Bolívar, Antonio (2012). Políticas actuales de mejora y liderazgo educativo. Málaga: Ediciones

Aljibe. ISBN: 9788497007221.

Gorrochotegui, Alfredo A. (1997). Manual de liderazgo para directivos escolares. Barcelona: La

Muralla. ISBN: 9788471336736.

Montero, A. (2007). Proyecto de dirección y ejercicio directivo. Madrid: Wolters

Kluwer. ISBN: 9788471978899.

Navarro, Miguel (2002). Reflexiones de/para un director. Lo cotidiano en la dirección de un centro

educativo. Madrid: Narcea Ediciones. ISBN: 9788427714083.

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