pequeña biografía de podestá
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8/18/2019 Pequeña Biografía de Podestá
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ORÍGENES DE LA NOVELA ARGENTINA: MANUEL T. PODESTÁ
ALBERTO BLASI
Sistematizable ju nto con Cambaceres y con Martel y con
Sicardi, también con Lucio López, entre los que alguna vez
llamados fundadores de la novela argentina,
1
Manuel T.
Pod está no ha recibido aún la atención monográfica qu e a su
silueta literaria corresp onde. Estas notas vierten cierto m a-
terial que califica la presencia de Podestá en el panorama
de las letras argentinas.
2
Hijo de genove ses, Man uel Podestá encarna por primera
vez en la historia de la novela argen tina, al argentino de pri-
mera generación. Fue hijo de inmigrantes que llegaron al
país con ciertos recursos económicos, y que fueron fecun-
dos , se enriquecieron y go zaron de prestigio en la comu ni-
dad italiana de la Argentina. El escritor nació en Buenos
Aires el 18 de setiembre de 1853, tuvo seis hermanos y her-
ma nas y recibió el nom bre de Manuel del Sagrado Corazón
de Jesús, pese a lo cual en sus actos jurídicos usó el de Ma-
nue l To má s, y en o tros, el de Manu el Teófilo. En 1867 in-
gresó al Colegio descrito en Juvenilia, donde aún era alum-
no su futuro autor y en el cual coleccionó altas calificacio-
nes ; lo mis m o en la Facultad de Medicina entre 1872 y 1878,
año en que se doctoró con una tesis sobre Tenden cia de
la Medicina Mo de rn a. Había hecho su practicantado en
el Hospital General de Hombres de su ciudad, lugar atroz
donde, en medio de hedores, convivían los locos con los
operados, los infecciosos y los presos. Después fue médico
de este hosp ital y pro nto alcanzaría el cargo de médico sub-
director de los hospitales municipales. También ingresó al
Hospital Italiano donde fue Primario y del que recibió un
título honorífico al final de su carrera.
Ob teni do el doctorado ingr esó a la docencia un iversitaria
como sustituto de la Cátedra de Patología interna, Enfer-
medad es me ntales y de Niño s, donde actuó al menos hasta
1880 ; ese m ismo año renu nció a su cargo de médico subdi-
rector, conservando uno de médico municipal que dejó en
1883 cuando ingresaba como diputado a la Legislatura de
la Provincia de Buenos Aires en la que permaneció hasta
1889.
Su carrer a política fue anémica y brev e, pero los años
de su actividad parlamentaria ¡e permitieron un reflexivo
sosiego y su encuentro con la literatura.
El invent ario de su biblioteca que se halla en su juicio su-
cesorio permite saber que estaban en ella Charcot y Dieula-
foy, Ferri y Mantegazza, Lombroso y Mandsley, Ribot y
Lefort, lecturas m uy significativas en la elaboración del fu-
turo novelista.
En 1886 re sum e Podestá sus experiencias de médico de la
comunidad de inmigrantes genoveses en dos apuntes cos-
tumbristas que publica el diario La Nación bajo el título
Cuadros de l na tura l
3
: su asun to es La Boca, los conventi-
llos, la epidemia de cólera. En 1889, cuando acababa su ac-
tividad legislativa, La Tribuna Nacional en cinco entregas
de su folletín comunica materiales que luego integrarían
el libro mayor de Podestá, Irresponsable.
4
Irresponsable aparece en volum en a fines de ese mismo
1889 con el pie de imprenta de La Tribuna Nacional; está
dedicado a Mariano de Vedia y comienza con una extensa
carta a él dirigida.
5
En los principales diarios se vieron in-
mediatamente cartas laudatorias y apostillas de Edmundo
De Amicis, Gabriel Cantilo, Eduardo Sáenz, José María
Ramo s Me jía, entr e otro s, e incluso se desató una polémi-
ca a propósito de la identidad del protagonista de
Irrespon-
sable.
6
Concluida su carrera legislativa, se ve a Podestá como
miembro del Departamento Nacional de Higiene, y muy
activo como escritor. A fines de 1890, La Nación publica
un capítulo de su novela
Matucha,
que nunca llegó a edi-
tarse y hoy se encuentra perdida. En 1892, La Tribuna da
como folletín otra novela,
Alma de niña,
que se imprime en
libro e n los talleres de Coni ese mism o año y de la que se o-
cupan en los diarios Julián Martel, Antonio Argerich y
Eduardo Wilde.
En 1903 Podestá recibe significativo homenaje literario.
La
Biblioteca de La Nación
publica su número 100: como
tributo a las letras nacionales reedita en él y en un único
tomo
Alma de niña
e
Irresponsable,
en ese orden. El m is-
mo volumen se volvió a imprimir en 1909, y alguna vez
más sin indicación de año. Irresponsable fue también reedi-
tado en 1926 por la editorial Minerva, de Buenos Aires. A
partir de allí cayó sobre su autor un pesado silencio edito-
rial.
En 1905 un dibujo de
Caras y Caretas,
revista satírica de
la época, muestra a un Podestá obeso, simpático y doctoral
que se comp leta en este epígrafe: De l Hospital de aliena-
das / han nombrado directo / al autor de
Irresponsable I
creyendo hacerle un favor / y pensando que para él / será
una felicidad / pasarse el día entre tanta / irresponsabili-
d ad .
Gran señor burgués, rodeado de fama profesional, ami-
gos importantes en el país y en el extranjero, un pasado li-
terario, y abundante y calificada clientela, Podestá no vol-
vió a dar señales de su actividad literaria hasta qu e en 1917
publica bajo el nú m ero 755 de la
Biblioteca de La N ación
la que creemos única edición de Delfina, novela que cierra
su vida de escritor : libro traspape lado que incluso Rojas ig-
nora, pues en su
Historia
sustituye su título por el de una
misteriosa Daniel en un error que luego perpetuarán mu-
chos otros críticos.
El 9 de agosto de 1920 muer e Podestá, de neumon ía, sol-
ter o y casi sete ntón . Lo despidió en el cem enterio una e nor-
m e mu ltitu d m uy calificada y elegante en la que no se veían
escritores.
El hombre de los ima nes
Si bien el nom bre de Podestá es de canónica mención junti
a la de los mayor es narrad ores de su generación, su fortuna
actual no es la misma que ha beneficiado a sus pares en
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términos de lectores, o de leyenda. Ese silencio y desme-
moria que le afectan no los creemos justos.
Una relectura de su obra mayor, Irresponsable, muestra
refinamiento y dexteridades que merecen un primer plano
en el cuadro de la novela naturalista de su país. No lo ha en-
tendido siempre así la crítica. Rojas, que tenía un cierto
desdén por la narrat iva,
7
ve al libro de Podestá como un a
serie de cuadros descriptivos con rasgos de ingenio y de
observación que co mpensan la falta de unidad poemática y
de ma estría literar ia, y subraya que a la actitud zoliana
agregó el auto r la visión colorida del ambiente po rte ño .
An ton io Pagés Larraya señala que su composición disper-
sa, incoherente, anticipa a Sicardi y despunta imprevistas
conexion es con tendencias recentísimas de la nov ela. Co-
mo crítica de la vida ciudadana la entiende Juan Carlos
G hia no , y como docum ento de los trastorn os de un país que
veía derru mb arse el optimism o de las grandes presidencias,
lo hace Enriq ue And erson Imb ert. Conjunto de descolori-
dos cuadros de am bie nte es, por el contrario, para Roberto
Giu st i , y seudonovela de argum ento malamente hi lvana-
d o . Guillermo Ara se interesa, entre otras cosas, por las
pin tura s de am biente , en las que halla peculiaridad y una
fuerte dosis de hu m or negro y n o poco de acerada crítica.
Adolfo Prieto lee a Irresponsable como la propu esta y de-
mo stración de una tes is. M yro n Lichtblau visualiza a su
autor como un escritor mayor de la narrativa argentina del
siglo anterior.
8
Esta novela, qu e tan encon trados juicios generara, se or-
dena en trece capítulos con títulos y sin num era r; pero una
lectura atenta descubre en ella seis segmentos definidos:
Saque usted otra bolilla — Era su destino — El único
ham brien to, Transformismo y Sin amigos — Anta-
ñ o , Irrespo nsable y En polí tica — En el comité,
Inco nscie nte, Inservible y El depósi to —finalmen-
te , Apot eos i s .
9
Cada una de las unidades descritas su-
pon e una cesura en el tiempo , mu y apreciable entre la pri-
mera y la segunda, no mayor de un día entre la tercera y
la cuarta, y entre ésta y la siguiente.
El innominado personaje central es visto primero en la
quiebra de su vida académica, luego en la de su vida senti-
me nta l, m ás tarde en la de su personalidad m oral, sus con-
vicciones políticas, sus relaciones con la sociedad.
El prim er segm ento , Saqu e usted otra bolilla, es auto -
biográfico, narra u na sesión de exámenes en el Colegio que
diera lugar a fuvenilia y exige para su com prensión ser con-
frontado con el capítulo octavo de En la sangre de Camba-
ceres, do nde se aclara la imagen que del instituto tenían los
inm igra ntes italianos en busca de ascenso social por medio
del esfuerzo intelectual de sus hijos.
Los recuerdos de Podestá se ordenan en llamativa coinci-
dencia con los que dan sustancia al libro de Cañé: la trampa
en el exa me n, las formas de astucia frente al orden adm inis-
tra tiv o, la vida de café y el holgo rio en algún b arrio alejado,
la agresió n a los pea ton es, la sacralización de una figura rec-
toral o profesoral, la pesadilla de las lenguas clásicas. El
trámite literario de un examen de latín cubre en la novela
una función propedéutica: templar la capacidad de recep-
ción del lector para el momento decisivo, la llegada del in-
no mi nad o, el que supo afrontar el peligro de un exam en
con la impavidez de un griego an te los persa s. Se lo ha de
presentar en un examen de física, con un distanciamiento
qu e produ cirá en el receptor la sensación de que le mu estran
algo, no de que participa de ese algo: aqu í aparece nuestro
protagonista, nuestro héroe, el estudiante de más coraje
que hayam os conocido (p. 33). Nadie sabe quién es, caía
allí como un aerolito .. .detrás de él entram os todo s; la cu-
riosidad y la figura misteriosa del estudiante aerolito, nos
habiá n arra stra do (p. 36). El retrato del personaje merece
una transcripción:
Alto , m uy alto, flaco, con la flacura del hamb re, con una
cara puntiaguda, demacrada, amarillenta, con esa piel
lisa, estirada, como si algún maleficio le hubiese hecho
perder la movilidad que da la expresión fisionómica. Los
ojos negros, tristes, pensativos, que vagaban en dos ór-
bitas demasiado grandes, ahuecadas como las de un
muerto; frente alta, fugitiva, con arrugas prematuras y
más acentuado que en el resto de la cara el color de per-
gamino viejo, (p. 37)
Dicho re trat o establece la adscripción del médico-escritor
a las teorías fisiognómicas de su época, y se continúa en
otras ob servaciones de corte expresionista. Los recursos es-
tilísticos que la novela pone en acción en su primer capítu-
lo ,
el más decisivo sin duda de toda ella, son de m uy buena
ley, y conducen a aquella situación que habrá de bautizar
a un personaje cen tral al que el novelista nunca llamará por
un no mb re a lo largo de todo el libro. El sujeto declara su
ignorancia ante tres temas sucesivos que le son sorteados:
Y qu é sabe usted? le pre gu nta el catedrático en el colmo dé
la impaciencia.—Yo, sé los imanes.—Los imanes? Bien, di-
ga usted los imanes.—Los imanes, empieza el afligido exa-
minad o . . . los imanes . . . señor . . .no los sé ... (p. 40).
El personaje desaparece de escena tal como llegó a ella:
como una sombra sorprendida por un rayo de luz que la
borra de imp roviso, nuevam ente rodeado de precauciones
expresio nistas. A p artir de allí será el hombre de los imanes,
la contrafigura del triunfador, el excéntrico rechazado por
el sistem a. El doctor P odestá segu irá a su enfermo social co-
m o qui en desflora los círculos de un a construcción escatoló-
gica.
En el segundo segmento, Era su dest in o, una primera
parte lleva el subtítulo En el anfiteatr o y mu estra a los es-
tudia ntes listos para disecar el cadáver de una bellísima m u-
chacha. Las tendencias rom ánticas y las adscripciones n atu-
ralistas del escritor tuv ieron allí oportunidad de ejercerse en
severo contrapunto, sobre la base de memorias personales
y favorecidas por el atroz sistema hospitalario vigente en-
tonces en Buenos A ires. Un calificado historiador de la me-
dicina argentina, el doctor Cranwell, llama al testimonio
ofrecido por Irresponsable un a descripción llena de colori-
do e int er és y al Hospital que lo suscita triste nosoco-
m io y verdadero foco de podredumbre y de miseria .
1 0
Podestá aprovecha tal recinto para ofrecer u n nu evo tram o
de juvenilia pero ahora virado por el hu m or neg ro; el re-
lente de estud iantina se consigue a lo largo de una descrip-
ción que abu nda en precisiones ingra tas, vertidas con impa-
sibilidad. Los trozos disecados y el sirviente de anfiteatro
reciben una atención del más transp arente estilo naturalista
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Cu and o se trae a la bella difunta, en cambio, se la enfatiza
con los recursos propios de una percepción romántica del
objeto . A ella sigue la segunda aparición del
de los imanes
como es de suponer vinculado a la muchacha cuyo cadáver
está en ex hibición. En la segunda parte del capítulo, subti-
tulad a "E n el hosp ital ," el ho mb re narra su peripecia con la
bella mu erta del anfiteatro.
En cu ant o a la parafern alia utilizada a fin de movilizar la
presencia del hosp ital dent ro del organismo de la novela, es
necesario decir que la sobrevivencia de las convenciones
propias d el romanticism o fueron el recinto seguro en que se
mov ió Po destá, pos iblemen te no sólo por falta de osadía si-
no po rque su particu lar individualidad rimaba ajustada con
ellas.
Antonio Pagés Larraya señala que el gran tema literario
de la generación argentina de 1880 es Buenos Aires y que
desde La gran aldea (1884) hasta Irresponsable "la ciudad
es el centro d inámico de la acció n."
11
En esta últim a, y en el
tercero de los segm entos qu e hem os distinguido más arriba,
ha y un a visión sonri ente , conformista y entusiasta de la ciu-
dad y de su calle principal, Florida, que subraya la vocación
costu mb rista de quien escribe. La nota costumb rista corres-
pon de asim ismo a un requer imien to de la época y a los de la
ma triz periodística que favoreció la producción de sus tex-
t o s , en t iem pos en q ue no había periódico sin una sección de-
dicada al artículo de costu mbre s. La irrupción del costum-
bris mo en la escritura de Irresponsable no significa una rup-
tura en el clima general de la novela sino la intensificación
de éste que imbrica romanticismo y naturalismo en el ele-
me nto nutritiv o que lo gestiona y lo decide.
Un desfile de carruajes de lujo se emparenta con el ca-
pítulo "¡Hacia el abismo " de
La Bolsa
e inscribe a
Irres-
ponsable
en el llamado "ciclo de la Bol sa"
12
por sus alusio-
nes expresas al
crac
financiero p repa ratori o de la revolución
de 18 90. O tr o desfile establece en la novela el tema de la in-
migración, qu epo r entonces ilustran con sus textos Martel,
Cambaceres y Sicardi, así como Argerich, Grandmonta-
gne, Saldías y Ocantos.
1 3
Podestá, hijo de la inmigración como Sicardi, ve su des-
file de in mig rant es con cierta grandeza de fresco, de bajo-
rrelieve en m archa , y en actitud jubilosa. Esa imagen opti-
mista, quizás corresponde a un hecho que el escritor ha
querido ver así, aunque sus caracteres reales quizás fuesen
de otra naturaleza, más acorde con el piadoso testimonio
que de los inmigr ante s da, entre o tros, De Amicis en su en-
tonces difundido En el Océano.
14
El innominado es ahora un a especie de ecce homo ridí-
culo, cu ya vista y presencia incomoda a los paseante s; algu-
nos de sus rasgos permitieron en su momento compararlo
con algunos notorios bohemios de la época.
15
El posterior
trá mi te de la novela confrontará el ethos del bohem io con el
que corresponde a los inmigrantes prósperos y su descen-
dencia, "disciplinad nel possesso" como los muestra Emilio
Zucc arini, u no de sus más calificados cron istas.
16
Podestá,
en un capítulo clave, "El único hambriento," muestra su
interé s por quien quedó al margen de un sistema y se soli-
dariza con el sistem a: n o el formulado po r el patriciado ar-
gen tino sino el que la inmigración próspera está form ulan-
do en ese mism o mo me nto . El escritor se convierte en po r-
tavoz de las ideas rectoras y de las emociones que corres-
ponden a su comunidad de inmigrantes: el innominado es
visto como u n transg resor respecto de esos valores, pero es
visto en simpatía. Todo ello se practica en casa de un viejo
condiscípulo, un triunfador ahora, a quien podemos enten-
der co mo versión oblicua del propio narrad or; y esa escena
catapulta al pobre bohemio a un Gólgota propio: a una gr o-
tesca inmersión en el mundo de la política.
El cuadro de am biente recibe particular atención en "En
el com ité ." Se comienza po r el tema de la decadencia de una
casa, tema que luego preocupará a muchos escritores ar-
ge n t inos ;
1 7
la casa es la que alberga al club político, un
m un do al que el escritor se acerca con humo r y espíritu áci-
do.
La descripción es simétrica en posición y recursos a la
que se hizo del anfiteatro; también lo es el retrato del sir-
vie nte . Dent ro del com ité, un desfile de valentones perm ite
nue vam ente la confrontación con testimonios de época, pa-
ra el caso los provistos por Felipe Amadeo Lastra en sus
Recuerdos del 900.
18
El tono que asume en Irresponsable
la narració n de la asamblea partid aria, pese a cierto rechazo
ínti mo que se advierte en el cronista, es bonachón, d iverti-
do,
como si se tratase de una
juvenilia
no avenida con la
edad de los protag onistas p ero sí con sus comportam ientos
y con la saludable vitalidad que proviene de su encuentro
en grupo. El
de los imanes
es mostrado allí en una imagen
de destitución que hace serie con sus anteriores pero que
profundiza el rasgo expresionista de aquéllas. Otro desfile,
el de los partidarios por la calle, lo verá portador de una
band era y luego pronu nciand o un discurso sobre su Gólgo-
ta, "encaramado sobre un montón de escombros que había
en la calle." El discurso cubre de injurias a los candidatos
oficialistas en cuyo favor se hacía la marcha. A un desfile
ascend ente, el que llega a esa situación, sucede otro descen-
den te, hacia la comisaría, la estación de policía: el protago-
nista es llevado en angarillas y depositado allí. Un ataque
de epilepsia sellará la imagen del hombre de los imanes co -
m o caso e integra rá como las piezas de un puzzle los datos
que tendiendo a establecerlo como tal venía sembrando el
nar rad or a lo largo de todo el libro. La apoteosis se da en el
capítulo final, que lleva esa nom bre, y donde se ve al inno-
minado mu cho tiem po despu és, en el lugar al que todo su
pasado le destinaba: la casa de los locos. Otro desfile, el de
los locos, sella el libro y muestra a su protagonista como
"emblema de una larga serie de hombres"
1 9
definitiva-
m en te relu ctantes para con su sociedad y rechazando defi-
nitivamente una regla de juego para la que no estaban he-
chos. Q uien pese el valor docum ental de esta visión de m a-
nicom io pue de apelar a los escritos de Osvaldo Loudet y de
Cesarina Lupati Guelfi como fuentes de primera mano.
2 0
Obra mayor obra menor
Si observam os en su conjunto la triada novelística proce-
sada por Podestá advertirem os que entr e aquella novela que
le valió su perdu ración literaria y las dos restantes, hay un
parentesco numeroso y bien acreditable. Alma de niña in -
cluye también un caso: el de la protagonista. Pero esta in-
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clusión se da a través de colores mu y ten ues , emboscada en
un contex to que hace más a la novela román tica: la historia
de la noviedta pobre que se enamora del estudiante, es
abandonada en beneficio de un m atrimonio de convenien-
cia, y finalmente opta por la muerte. La intención psicolo-
gista y la tendencia simbólica son verificables como las dos
energ ías q ue deciden y condicionan el relato. Es novela co-
rrecta, eficiente, de no menores calidades que las que por
entonces dieran prestigio a César Duayen; novela de con-
sum o, y tamb ién testimon io de una época y de un estado de
la sensibilidad argentina, logró alta estimación en su tiem-
p o ; curiosamente contradictoria, bajo su convencionalidad
subyace una estructura propia del naturalismo, pero desvi-
talizada, reducida a esqueleto monitorio, sin los inconve-
nientes que la novela naturalista podía encontrar en un
público pacato y prejuicioso. El universo de la corrección
no siem pre coincide con el de la duración. Alma de niña no
escapó—menos aún su cuasi-gemela Delfina
23
—a esta sen-
cilla verdad. Temperamental, autobiográfica en cierto gra-
do ,
arbitraria en sus procedimientos, desprolija quizás,
Irresponsable contiene en cambio los gérm enes de una gran
novela. Irrumpe en el sistema de la literatura argentina, se
significa inmediatamente como un no-seriable, e incorpora
una nueva manera de novelar, casi sin antecedencia,
22
sin
duda sin descendencia.
Brooklyn College and the Gradúate Center,
City University of New York
1
Alber to Blas i , Los fundadores: Cambaceres, Martel, Sicardi ( Bue-
nos Aires : Ediciones Cul turales Argent inas , 1962) .
3
Una detal lada biograf ía, con abundante mater ial documental en:
Blas i , M a nue l T . Podes t á , Boletín de la Academia Argentina de Letras,
159-160 (1976) , 55-89. Hay separata.
3
14 , 23 nov . 1886 .
4
1 0 , 1 2 , 1 7 , 1 9 , 2 4 m a r zo 18 89 .
5
Cf . M ar ia no de Vedia, A propós i to de las úl t imas ediciones de Irres-
ponsable, La Nación, 5 dic. 1926.
6
Sobre dicha polémica véase La Nación, 25 feb. , 8 y 16 marzo 1 890.
7
Dice Rojas : Es te resum en comp rueba la escasa impor tancia de
nues tra producción ant igua y moderna en el género de las f icciones en
p r o s a . Historia de la Literatura argentina. Los modernos (Buenos Aires :
Losada, 1949) , I I , p . 389 . Rojas equivoca también los años de nacimien to
y de muer te de nues tro escr i tor en el sumario de su obra, y el de muer te
en el texto ( I I , pp. 391 , 422) .
8
An ton io Pagés Larra ya, Los años del Progreso y su vers ión na rra-
t i v a , La Nación, 15 jul io 194 5; Juan Car los Gh iano , Testimonio de la
novela argentina
(Buenos Aires : Leviatán, 1956) , pp. 23-7, 95 ; Enr ique
A n d e r s o n I m b e r t , Historia de la literatura hispanoamericana, 5a. ed.
(México: Fondo de Cul tura Económica, 1965) , I , p . 355; Rafael Alber to
A r r i e t a , e d . , Historia de la Literatura argentina (Buenos Aires : Peuser ,
1959) , I I I , pp . 398- 9 ; Gu i l l e r mo Ar a , La novela naturalista hispano-
americana ( Buenos Ai r es : E udeba , 1965) , pp . 24 - 5 ; Capítulo, 20 (1967) ,
p p .
459 - 60 ; M y r on I . L ich tb l au , The Argentine Novel in the XIX Century
(New York: Hispanic Ins t i tute in the Uni ted States , 1959) , p . 179;
as imi s mo, M anue l Gálvez> En el mundo de los seres ficticios (Buenos
Ai r es : Hache t t e , 1961) , p . 211 .
9
Para las transcripciones se usó la edición de Irresponsable de 1890,
con indicación de página entre paréntes is . No se conservó la graf ía de
época .
1 0
Dan ie l J . Cr anwel l , Nuestros grandes cirujanos (Buenos Aires : El
Ateneo , 1939) , pp .
2 8 - 3 1 ;
El iseo Cantón, Historia de la medicina en el
Río de la Plata (Madr id, 1928) , pass im; Daniel J . Cranwel l , Nuestros
grandes médicos
(Buenos Aire s : El Ate neo , 1937) , pp. 11-38 ; Daniel J.
C r a n w e l l , Once lustros de la vida de un cirujano (Buenos Aires : Coni ,
1945) , p . 118; Enr ique E. del Arca, Observaciones sobre las operaciones
practicadas en 1875
(Buenos Aires , 1877) , pass im.
1 1
Perduración romántica de las letras argentinas (México: Univer-
s idad Nac iona l Au tó nom a de M éxico , 1963) , p . 19 .
12
Antonio Pagés Larraya, La crisis del noventa en nuestra novela.
El ciclo de 'La Bolsa,' La Nación, 4 mayo 1947.
13
Germán García, El inmigrante en la literatura argentina (Buenos
A i r e s :
Hache t t e , 1970) , pp .
2 3 -5 1 .
1 4
E dmundo De Amic i s , En el Océano (Viaje a la Argentina) (Buenos
A i r e s : La Nación, 1907) .
1 5
Cf . Joaquín de Vedia, Cómo los vi yo (Buenos Aire s : Gleizer , 1922) ,
p p .
1 6 3 - 5 .
1 6
Emil io Zuccar ini , II lavoro degli Italiani nella Repubblica Argentina
dal 1516 al 1910 (Buenos Aires : La Patria degli Italiani, 1910) , pp. 131-2.
1 7
Entre el los Alfonso de Laferrere, Mar t ínez Es trada, Mujica Láinez,
Beatr iz Guido, Mallea, Lizarraga.
1 8
( Buenos Ai r es : Huem ul , 1965) , pp . 82 - 3 .
19
Gra n par te de las novelas del 80 cont ienen un observador an odadado,
aquél que no comprende: el poeta de La Bolsa, Julio Rolaz en La gran
Aldea, el inno min ado y a veces el narrad or en Irresponsable. La soledad
aparece ante el los como un gran desfile, que no es sino como un friso
movil izado que pasa—más o menos como una ráfaga—ante sus ojos . La
exacerbación de tal técnica es visible en Irresponsable. Ha y en el la una
decena de desfiles—reales o evocados—que pasan casi como el viento
frente al innominado y le dejan cada vez más mal t recho a consecuencia
de su posición de hol oca usto , tal como se la dibuja en la p. 35 1, con los
brazos extendidos de quien, impotente, quiere s in embargo asumir un
of icio mes iánico.
2 0
Osvaldo Loudet y Osvaldo El ias Loudet , Historia de la psiquiatría
argentina
(Buenos Aire s : Troqu el , 1971) , pp. 152-6; Cesar ina Lupat i
Gue i f i , Vida argentina (Barcelona: Maucc i , 1910) , pp. 156-61.
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Transfer ibles con holgura a Delfina son las considera ciones que
hemos hecho par a
Alma de niña. En
ella se repite el tema de la muchacha
frus trada en sus amores puros , ahora por un joven r ico y de elevados
idea l es . De nuevo un e l emen to f emen ino d i s t anc i ador —y ar t e r o - : l a
pr ima que ha perdido su r iqueza y aspira a la boda conveniente. La t ía
de Adela es sus t i tuida en su función por el padre de Delf ina, un anciano
y vir tuoso maes tro de música. La madre del pos ible novio es un ingre-
diente nuevo que complej iza un tanto el esquema. La muer te del joven
fracturará el des t ino de la muchacha. Flotante en la indeterminación,
la novela parece intere sarse por el exam en de cier tas complej idades sent i -
mentales y su escr i tura se pract ica mediante las des t rezas técnicas ya
pr obadas en Alma de niña.
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Excepción hecha del Pot-pourri de Cambacer es .
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