para servir hay que tener un oido atento al evangelio y otro al pueblo"
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10 • BIENAVENTURADOS BIENAVENTURADOS • 11
"Ayúdenme a que no me ate a
intereses mezquinos o de grupos.
Oren para que sea el obispo y el
amigo de todos, de los católicos y
de los no católicos, de los que creen
y de los que no creen, de los de la
ciudad y de los que viven en los
lugares más apartados. No vengo
a ser servido sino a servir. Servir a
todos, sin distinción de clases so-
ciales, modos de pensar o de creer;
como Jesús, quiero ser servidor de
nuestros hermanos los pobres". Con
estas palabras, asumía Monseñor En-
rique Angelelli su tarea como obispo
de La Rioja el 24 de agosto de 1968.
El 4 de agosto de 1976, después
del mediodía, Angelelli salió de la lo-
calidad de Chamical hacia la ciudad
de La Rioja, conduciendo la camio-
neta del obispado. Iba acompañado
por el padre Arturo Pinto, llevando
consigo una carpeta con pruebas y
testimonios del secuestro, tortura y
asesinato de los curas Gabriel Lon-
geville y Carlos de Dios Murias. Fue-
ron perseguidos por un coche,
que los alcanzó en Punta
de los Llanos, donde se les fue en-
cima a gran velocidad, y los encerró,
provocando el vuelco de la camione-
ta. Angelelli fue sacado del vehículo,
la nuca molida a golpes, lo dejaron
tirado sobre el asfalto. Su reloj, roto,
marcaba las 3 de la tarde.
¿Qué paso durante esos ocho
años de servicio al frente de la dióce-
sis de La Rioja?
Contexto EclesialPara comprender la obra y el
pensamiento de Monseñor Angelelli
es necesario hacer una breve reseña
de los sucesos eclesiales generados
a partir del Concilio Ecuménico Vati-
cano II, el cual fue iniciado por Juan
XXIII en 1962 y concluido en 1965
por Pablo VI.
Dicho Concilio fue organizado
con el objetivo de ‘aggiornar’ la Igle-
sia, de ponerla de cara al presente1,
de conocer y comprender el mundo
en que vivimos, sus esperanzas, sus
aspiraciones2. Dicho Concilio, del cual
participaron 2.450 obispos de
todo el mundo, estuvo
dirigido a todos los hombres3 y fue el
primer concilio que no realizó conde-
nas por herejías, sino que escuchó los
nuevos reclamos, ubicando a la Iglesia
en los grandes problemas del mundo.
Entre sus muchas afirmaciones,
en todos los aspectos intra y extra
eclesiales, son llamativas las que ha-
cen referencia a la injusticia social y a
la situación de pobreza en la cual vi-
vían, y viven, millones de hombres y
mujeres. Denuncia como escandalo-
sas las excesivas desigualdades eco-
nómicas y sociales que se dan entre
los miembros y los pueblos de una
misma familia humana4 y, mientras
muchedumbres inmensas carecen de
lo estrictamente necesario, algunos
–aun en los países menos desarro-
llados– viven en la opulencia y mal-
gastan sin consideración. Y mientras
unos pocos disponen de un poder
amplísimo de decisión, muchos care-
cen de toda iniciativa y de toda res-
ponsabilidad, viviendo con frecuencia
en condiciones de vida y de trabajo
indignas para la persona humana5.
Frente a dichos cambios en la
Iglesia mundial, los obispos de Ame-
rica Latina y el Caribe se reunieron en
Medellín, en 1968, para discutir acer-
ca de cómo aplicar el CV II a nues-
tro continente. Allí la denuncia a las
estructuras de injusticia económica
se acentuó, y los obispos proclama-
ron que querían sentir los problemas,
percibir sus exigencias, compartir las
angustias, descubrir los caminos y co-
laborar en las soluciones6. Asimismo,
manifestaron que Cristo nuestro Sal-
vador no sólo amó a los pobres, sino
que "siendo rico, se hizo pobre", vivió
en la pobreza, centró su misión en el
anuncio a los pobres de su liberación
y fundó su Iglesia como signo de esa
pobreza entre los hombres7. Nuestros
pastores reconocen que un sordo cla-
mor brota de millones de hombres,
pidiendo a sus pastores una liberación
que no les llega de ninguna parte8 .
En 1969, la Conferencia Episco-
pal Argentina se reúne en San Miguel,
donde reafirmaron que Jesús está
encarnado en cada hombre doliente,
en cada hambriento, enfermo, des-
nudo, encarcelado. Por eso, la Iglesia
honra a los pobres, los ama, los de-
fiende, se solidariza con su causa9; y
denunciaron que Dios no ha hecho al
hombre para la miseria. La miseria es
una injusticia social; por eso, los que
poseen, tienen el deber de socorrer
a los pobres que no poseen. La co-
munidad cristiana es responsable de
"sus pobres" y, comenzando por sus
jefes, debe tener el corazón abierto a
sus sufrimientos10.
La Iglesia en todo el mundo respi-
raba nuevos aires, mirando de frente
al mundo actual, especialmente a las
estructuras de injusticia y opresión.
Vida y obra“Todos los publicanos y pecadores
se acercaban a Jesús para escucharlo.
Los fariseos y los escribas murmura-
ban, diciendo: Este hombre recibe a
los pecadores y come con ellos.”
Como todos sabemos, Jesús
tuvo una opción preferencial por los
marginados de esa época, por los
pobres, las prostitutas, los leprosos,
los publicanos y los niños… y también
revalorizó el rol del la mujer, la cual era
recluida socialmente. Por esta elec-
ción, el Buen Pastor sufría el murmu-
llo malicioso de los detentadores del
poder económico, político y, sobre
todo, del poder religioso del momen-
to. Jesús fue una piedra en el zapato
para muchos; Monseñor Angelelli o,
mejor dicho, ‘El Pelado’, siguió su ca-
mino y compartió su trágico final.
Su sencilla y coherente fidelidad
al Evangelio y a la renovación conci-
liar cayeron como agua fresca para
un pueblo sediento de la Buena Noti-
cia de Jesús.
En su acción pastoral, realizó
gestos proféticos, de cercanía a
los más pobres y a la clase obrera,
acompañando así con coherencia
su palabra claramente evangélica.
Invitado a bendecir una comunidad
religiosa en una cantera de cal, prefi-
rió compartir la mesa de los obreros y
no la cabecera con los patrones. Me-
diando en un conflicto laboral en una
fábrica de pilas, cuando los patrones
pensaban recibir el apoyo del obispo,
él les dijo: "Miren, si estas injusticias
continúan, algún día estaremos jun-
tos en el mismo paredón: ustedes
los patrones y nosotros los curas.
Ustedes, por no haber practicado la
justicia social. Nosotros, por no haber
sabido defenderla."
En diciembre de 1971, el gobierno
canceló la difusión radial de la Misa de
Navidad. Angelelli rezó así: "Señor, te
pido por la gente del campo que esta
noche no ha tenido Misa, que no po-
demos transmitir por la radio nuestra
(...) Quizá le tengan miedo a la Misa
y la crean peligrosa, porque Tú eres
bastante peligroso. El Evangelio, esa
Buena Nueva que eres Tú, no es tan
fácil vivirlo y, cuando se la quiere vivir
en serio, la Buena Nueva es peligrosa."
A partir de 1971, promovió fuer-
temente la organización de escuelas
rurales y de cooperativas de trabajo.
También pidió la inspección de las con-
diciones laborales en algunas fincas, lo
que costó la agresión física a un sacer-
dote y a dos laicos comprometidos.
Fue acusado de ‘obispo rojo’, de
marxista, por querer ser Pastor para
todos y todas. Incomodó a muchos
buscando ser amigo de todos, cer-
cano, cálido, tierno, informal y frater-
nal. Los pobres, los marginados del
siglo XX y siglo XXI, lo sentían como
propio, lo querían como a un igual,
porque era un igual; era un Pastor
comprometido con la liberación de
los pobres que exigían los obispos
de America Latina y el Caribe en Me-
dellín. El ‘Monseñor’ se sentaba a
la mesa del pobre, para matear con
ellos y atender sus problemas.
“En la historia nada se pierde. Lo
que ha sido germinal y creativo no se
pierde, puede ser recuperado. Signi-
ficó una promesa, yo no diría simple-
mente muerta, sino una promesa que
quedó escondida, que tal vez sea he-
redada por las generaciones que vie-
nen en alguna manera, no repitiendo
miméticamente, sino tal vez como un
espíritu, como un impulso.11”
El teólogo Lucio Gera reflexiona
sobre lo escrito por nuestros obispos
en su reunión en San Miguel en 1969,
yo lo cito aquí para disparar nuestra
propia interpretación de la obra del
“Pelado”, descubrirla y enriquecer
nuestra vida pastoral, como laicos
comprometidos, como miembros
de esta comunidad y como parte de
nuestra sociedad argentina, con mu-
chos marginados “clamando silen-
ciosamente, pidiendo una liberación
que no les llega de ninguna parte”, y
con muchísimos hombres y mujeres
de buena voluntad dispuestos a en-
tregar su vida por la Buena Nueva,
como lo hizo “el Pelado”.
“Para servir, hay que tener unoído atento al Evangelio y el otro, al pueblo”
1 Juan XXIII, Discurso Inaugural, 11 de octubre de 1962.2 Gaudium et spes, 4.3 G.S., 2.4 G.S., 29.5 G.S., 63.6 Medellín, 6 de septiembre de 19687 Documentos finales de Medellín. Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, 7.8 Documentos finales de Medellín. Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, 2.9 San Miguel, 1969.10 Ibíd. 11 Gera, Lucio, San Miguel: una promesa escondida, 18-19.
COLUMNA JOCHAJocha Castro Videla josecastrovidela@hotmail.com
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