orfeo y el desodorante - josé ricardo morales
Post on 20-Oct-2015
32 Views
Preview:
TRANSCRIPT
Orfeo y el desodorante
o el último viaje a los infiernos
Artículo de consu/no dramático en tres actos
PERSONAJES 1
ORFEO
E U R r D 1 c E {que representa, además, el papel de
LA señorita)
el oekente (que desempeña Iob papeles de elFUNCIONARIO y el AUTOMOVILISTA)
EL AGENTE DE PUBLICIDAD (quC aaume loS
papeles de EL suicida y EL hambriento)
EL ASESOR CIENTIFICO (que actúa ea los pa¬
peles de EL ASESOR TURISTICO y EL CUIA)
EL INSPECTOR (que hace el papel de EL encarca -
l>0 DE LA f ab r i ca )
EL GUARDIA
V A N E s s A (que figura en el papel de LA señorita li)
EL DOCTOS MARCUS
Una pantalla de proyecciones aparece como fondo in¬variable durante toda la obra.Acto primero
o R F E o permanece de pie en el centro de escBno�absorto. Lleva una guitarra eléctrica era Uts manos� A
su- espfilda llega euridice,
EURiDicE — (Ausente,) Esa voz .,.
o R F E o — (Ausente*) ¿La conoces?
EURIDICE — Y esa canción ., ,ORFEO — ¿La escuchas?
EURIDICE — Sí, Orfeo, Te oigo.ORFEO — Ahora no canto: invento,EURIDICE —- Sigo la melodía y recuerdo, una por
una, tus palabras.ORFEO — Euridice, son tuyas. De tus palabras nace
mi palabra.EURIDICE — Nombran y, al nombrar, suenan. Dicen
y suenan: cantan.
ORFEO — Cantas.EURIDICE — De boca en boca tus palabras vuelan y
se reúnen en un solo balito� en amorosa conjunción.ORFEO — ¿Cuándo la nuestra, Euridice? ¿Cuándo el
uiFo del otro y para siempre el uno con el otro?EURIDICE — Cuando tu canto ceee, Orfeo.ORFEO'—-El canto en mí no cesa: yo te canto.EURIDICE — Oigo la arquitectura del sonido, oigo
el aire armonioso, oigo la luz del aire y su medida,oigo tus invenciones: yo te oigo. Mi amor respiraentre tus lentos labios, y asciende hacia el f�onido� yen tu canto declara que te amo.
ORFEO (— Y mi canción no cesa: yo te canto. Brotaen mi corazón tu melodía y resuena en mi ser tuclaro acento,
14eurii>ice — Y tu invención no cesa: yo te amo,o R F E o — Y mi canción no cesa: yo te amo,
Oscuridad*
Despacho del gerente.En escena� fl gerente, el agente de publicidad y
EL asesor científico.
EL GERENTE — Problemas, problemas, problemas.Más problemas, problemas y problemas. Y para va¬riar, problemas y problemas.
EL AGENTE — Al parecer, en nuestro mundo hayexceso de problemas.
EL GERENTE — Y semejante exceso no deja de serun gran defecto. Gran problema , . .
EL AGENTE — ... que contribuye al referido exceso,Pero, señor gerente, ¿qué liaría usted sin problemas?¿De qué hablaría? ¿En qué pensaría? ¿A qué dedi¬caría sus horas? ¿Podría vivir sin ellos?
EL GERENTE — Ese es un buen problema-EL AGENi E — De ahí que en nuestro tiempo existan
lo3 especialistas en producirlos, como los planifica�dores, los poh'ticos, los pensadores, algunos escritores
y nosotros, los agentes de publicidad. Aunque, en
compensación, hay otros como los planificadores, los
políticos, los pensadores, algunos escritores y noso¬
tros, los agentes de publicidad, que siempre ítitenta¬remos resolverlos.
EL GERENTE — ¿Cuántos me despejó esta vez?EL AGENTE — Di solución a cuatro, aconipañado por
mi asesor científico. (Alude ü ésícj El quinto, el dela lavandera, quedó en estudio.
EL GERENTE — No Son niucbos.EL AGENTE — Pcro no dude que le despejaremos
15los restantes, "im.s.a. (Piil)lici«lad Internacional, So¬ciedad Anónima) resuelve todos sus probleinaa ... yalgunos más."
EL GERENTE — No Cd nccesario que se publicite.Nuestro contrato sigue vigente.
EL AGENTE — Perdón, pero cuando de la publici¬dad se trata, sufro una especie de automatismo. Ante
ella» como frente a determinadas hermosuras, mis re¬
flejos son incondicionales.EL GERENTE — Aparte de los cuatro problemas ya
resueltos, ¿cuántos nuevos me trae?EL AGENTE — {Que soca un puñado de documentos
de su carpeta. Tras estudiarlos meticulosamente.)Quinientos veintitrés ..,
EL GERENTE — Muy buena suma ..,EL AGENTE — Que corresponde a la importancia de
BU persona. f�EL gerente se muestra perplejo.) No sesorprenda. Pregúntele a quien se le antoje qué tiene.Probablemente la respuesta eea: "Tengo un proble¬ma." Pero un problema lo tiene cualquiera y ustedno es del montón: usted es alguien. De mtodo que lecorresponde soportar bastante más de uno. La reglageneral parece ser: "A mayor importancia, más pro¬blemas."
EL GERENTE — Estoy de acuerdo.EL agenteí— Por ello, discúlpeme que no le traiga
sino quinientos veintitrés.EL GERENTE — Bien mirado, no me parecen tantos.EL AGENTE — Porque un gerente se merece muchos
más, ¿no es eso? Usted es importante.EL GERENTE — (Modesto.) Si usted lo dice . . .EL AGENTE — Pero no crea que le subestimo. Dentro
de un par de días le ofreceré otra remesa de proble¬mas nmchísimo mayor que la presente.
16EL GERENTE — ¿Tiene una cifra aproximada?el agente — Alrededor de dos mil ochocientos.EL GERENTE — Se lo8 recibiré con mucho gus to .EL AGENTE — Lo 8Uponia . (Breve pausa. Con cierta
intención.) Aunque a pesar de la importancia deciertas f>er8onas ..,
el GERENTE — (Sorprendido,) ¿Qué?EL AGENTE — No quísIcra alarmarle.
EL GERENTE — ¿Sucede algo?el AGENTE — Verá usted ... (Vacila.)el gerente — ¿Qué ocurre?EL AGENTE — Se trata de un asunto muy privado.
EL gerente — (Ref¿riéndose al ASESOR c ient í f ico . )Si le parece, le decimos al señor que salga.
EL AGENTE — De ninguna manera. No olvide quees nuestro asesor científico.
EL GERENTE — ¿Y considera necesaria su presen¬cia?
EL AGENTE — Desde luego. (Silencio breve,) ¿Lepuedo interrogar en confianza?
EL GERENTE '— CoH plena libertad. (Largo silen¬cio). Vamos. Decídase.
EL AGENTE — ¿Usted ... se baña?EL GERENTE
— ¡Qué pregunta!
EL AGENTE — Perdone. ¿Cuántas veces?EL GERENTE —'¿Al año, al mes, a la gemanaf al día?EL AGENTE — Empecemos con método. Vayamos de
lo general a lo particular, ¿Cuántas veces al año?EL GERENTE — Mí método es contrario. Voy siem¬
pre de lo particular a lo general. Sigo la tradiciónde mi familia. Desde hace seis generaciones afirma¬mos que lo más opuesto a un general es un partí*cular.
EL AGENTE — Y viceversa.
17EL GERENTE — Segiiraniefitc.EL ACENTE — Porquc si el general se oijone al par¬
ticular, resulla muy probable que ese particiJar seoponga al general.
EL GERENTE — Claro que aquí se trata de lo parti¬cular y de lo general.
EL AGENTE — En ese caso, quizá no exista oposición.EL gerente — Y entonces todo resulta indiferente,
(Breve paiisa.) Bueno, pregunte como quiera.EL agente — ¿Cuántas veces se baria usted al día?EL GERENTE —- Así que empieza por lo particular . . .EL AGENTE — No puede ser de otra manera. Si se
trata del baño ...EL GERENTE — Pues bíeu, no me baíío ningtina.
EL AGENTE — (CoTisigo.) ¿Cóuio? ¿Será posible?
(Directo.) ¿Y a la semana?EL GERENTE — No me baíío ninguna.EL AGENTE—;Caramba!
EL GERENTE — Lo dicho. Soy hombrc de principios.EL AGENTE—¿Y al mes?EL GERENTE — Tampoco.EL AGENTE — ¿Cuántas veccs al año?EL GERENTE — Ninguna.EL AGENTE — (Sin atreverse.) Entonces, usted ...EL GERENTE — No. No me baño. ¿Para qué?EL AGENTE
— (Al ASESOR CIENTIFICOJ ¡Aquí estánuestro hombre! (Al CERENTE.J ¿Cuánto tiempo haceque no se baña?
EL GERENTE — De&dc mi tiema infancia.EL A G E N T E — ¡Fantástico!EL GERENTE-— No mc baño, me ducho. Y si me
ducho, ¿para qué bañarme? Está en la tradición demi familia. Uno de mis abuelos repetía: "Prefiero
13hidratarme de pie que perecer ahogado". Desde enton¬ces adoptamos la ducha metódica.
EL AGENTE — Es una hucna idea.el gerente — Cartesiana.EL AGENTE — ¿Y cuántas veces?EL GERENTE — ¿Al año, al nics, a la «remana, al
día?EL AGENTE — Como quiera.EL GERENTE — No traje el cuadernillo.EL AGENTE — ¿Lleva la cuenta?EL GERENTE-— Me lo recomendaron. Así sabemos
con certeza cnándo nos encontramos limpios.EL AGENTE — ¿Y qué sucede cuando no lo estamos?EL GERENTE"— Es cosa de ducharse.EL AGENTE — No lo crca.EL ASESOR — (Con aconto extranjero.) Haber pro¬
cedimientos más mejores-
EL GERENTE — ¿El haiío finlandés —el sauna—,el baño de vapor —el turco—, el baño de María, elde Popea o el baño electrolítico?
EL ASESOR — Ja. Ja. Mi no caer en la trampa. Astu¬
to, astuto. Usted no formar parte de la Orden delBaño: usted ducharse. Pero ¿qué suceder cuando
glándulas sudoríparas iniciar secreción de sus humo¬res y someterse tales exudaciones a la oxidación am¬biente y a la fermentación bacteriana? Ja. (impera¬tivo.) ¡ Levantar el brazo!
EL GERENTE — (Al AGENTE.� ¿Debo hacerlo?EL AGENTE — Sin falta. Estamos en lo que se llama
una demostración.
FL GERENTE Irvnntfí el brazo.
EL ASESOR — Sujetarse a esta barra. {Recoge un tubometálico del suelo y lo mantiene vertical. EL GERENTE
19hlande la barra como una lanza.) Aliora usted viajar
autohúa o en metro, porque tener bastante prisay no tener locomoción ni tiempo. ¿Qué ocurrirlc al
vecino, qué? ¿Qué sentir los que viajar a su lado?EL CEitENTE — Nada, porque me ducho.EL ASESOR — Usted, señor gerente, ¿ducharse con
el traje puesto? Astuto, astuto. Pero mí no creerlo.
EL GERENTE — Existen las tintorerías.EL ASESOR — Para limpiar vestidos. Enterado. Sa¬
berlo. Pero ocurrir frecuentemente que cuerpo sucio
y vestid® limpio. O si no, cuerpo limpio y vestidosucio. Y casi siempre, cuerpo sucio y vestido sucio, yal contrario: vestido sucio y cuerpo sucio.
EL GERENTE — También pudiera suceder que setengan el cuerpo y el vestido limpios.
EL ASESOR — Veamos. (Saca una regla de cálculo,)N menos una veces, nada más. Rarííísinio. Verificar.(Consulta de nuevo la regla de cálculo.) N menosuna veces. Confirmado. ¿Usted creer en la ciencia?
EL GERENTE-Sí, crco.
EL ASESOR - (Al AGENTE. Hefirtójldose al GERENTE.�Gustarme. Simpático. Hombre moderno. Actual. Pre¬sente. Altamente maduro. Contemporáneo. Sagaz.Vivencial. Culto.
EL GERENTE — ¿Puedo bajar el brazo?EL agente — Desde luego. Con el fervor de la de¬
mostración, nos olvidamos de su brazo.
EL ASESOR arroja ta barra lejos.
EL GERENTE — (Que alude a su brttzo.) Se medurmió. (Se da un masaje en el codo y articula losdedos.)
EL AGENTE— ¡Imposible! p.ls .a. (Publicidad Inter-nacionalj Sociedad Anónima), despierta siempre el
20interés ajeno. Y ei su brazo no participa con euecinco sentidos en la demostración, olvídelo; señalde que no la merece.
el asesor — Frecuentemente, algunas parles del
organismo humano ser tanto menos humanas quenuestro propio ser. Entonces, aconsejar extirparlas.(Se abalanza sobre EL gerente y le sacude el brazo.)
EL GERENTE — (Defendiéndose� hace una llave delucha libre y lanza por el aire al asesorJ ¡Mi brazoes un recuerdo de familia!
EL ASESOR — (Levantándose.) Consérvelo. Con éltocar las consecuencias.
EL GERENTE�—- No lo crea. Soy zurdo.
Se restablece el ord�en.
EL AGENTE — (Al GERENTE.� Usted puede subir
impunemente su brazo derecho aunque sea zurdo:se ducha. No molesta al vecino con sus emanaciones.Perfectamente. Sin embargo, ¿cuánto tiempo dedicaa la limpieza?
EL GERENTE — ¿Poi* año, por mes, por semana o
por día?EL AGENTE — Por hora.
EL GERENTE — Una hora.EL AGENTE — Muy bien. Usted la pierde.EL GERENTE— ¿Cómo?EL AGENTE — Lo dicho. Ustcd pierde una hora por
hora en asearse.EL GERENTE — (A terrado.) ¡ Es mucho!
EL AGENTE — ¡Muchísimo! Y recuerde que su tiem-
JK) es oro.EL GERENTE — (Aprenúante,) ¿Cuánto pierdo?EL AGENTE — ¿Por hora o por oro?EL ASESOR — (Que saca la regla de cálculo) Dado
21
que el tiempo es hora, si dedicar una liora por hora
a su limpieza, perder.., (consulta la regla de cálcu¬
lo) ¡el ciento por ciento de su oro!
eL agente — ¡El cien por cien de sus ingresos!EL GERENTE — (Más aterrado.) ¡El cjuinientos por
cien del beneficio! (Se deja caer sobre un sillón.
Larga pausa. Mira al agente de publicidad y al ase¬
sor ciE.\ nncoJ En resumen —EL ASESOR — Perder ciento por ciento de sus horas
equivaler perder el quinientos por ciento de su oro.
ErgOt usted estar ruinoso.EL AGENTE — Se arruinó, ya lo sabe, ¡Habló la
ciencia! Adiós. (Recoge su carpeta y los documen¬
tos.)EL GERENTE — ¿Se va?EL AGENTE — ¿Q"é puedo haccr, si está en la
ruina?EL GERENTE — ¿Y no podemos recurrir a IM.S.A..
Publicidad Internacional, que me resuelve todos los
problemas ... y algunos más?EL AGENTE — (Perplejo.) No se me había ocurrido,
Tiene razón. (ProfesionaL) Advierta las ventajas dela publicidad. Ya repitió la frase sin esfuerzo. ¡Ustedcree en p.i.s.a.!
EL GERENTE�— (Levantándose. Solemne.) Sí, creo.EL AGENTE — ¿Cree usted que p.i.s.a,, Publicidad
Internacional» que le resuelve todos los problemas . . ,y algunos más, le sacará también de éste?
EL GERENTE — Me encuentro plenamente conven¬
cido.EL AGENTE — ¡Qué emocionante! En este mundo
hay que tener, al menos, una fe, Ueted la tiene.EL GERENTE — ¡Sin duda! ¡Yo creo en P.I.S.A,!
EL ASESOR — (Exaltado.) ¡Y SU fe merecerse reve-
22lación científica sin precedentes mundo contempo¬ráneo! ¡Aquí encontrar segura salvación su econo¬mía! {Le entrega un paquete.) ¡Abrirlo!
EL GERENTE — (Qtie obedece. Atónito.) ¿Un pul¬verizador?
EL ASESOR — En apariencia.EL GERENTE— ¿Es más?EL AGENTE — Bastante más. Es nada menos que su
salvación.EL GERENTE — ¡Yo crco en el pulverizador, que me
resuelve todos los problemas ... y algunos níás! ¡Yocreo en la publicidad y creo en la ciencia! ¡Yo creoen el porvenir, en el pasado, en el futuro y el preté¬rito! ¡En el mañana y el pasado mañana, igual queen el ayer y el hoy! ¡Publicidad Internacional medevolvió la fe en el hombre!
EL AGENTE — ¡Nobles palabras! ¡Gracias a la publi¬cidad, usted ya cree en la publicidad! ¡Su fe se en¬cuentra compartida por los representantes principa¬les del comercio y la industria, de la ciencia y elarte! fSe asombra el gerente.J ¡Del arte; sí, señor!Nuestra empresa hace subir todos los cuadros al cua¬drado de su valor, cualquiera sea el pintor, Y aúnmás, hemos logrado que un dramaturgo, con dosobras escritas, lleve estrenadas nueve. ¿No es paraconvencer al más escéptico? (Alude al asesor.� Nues¬tro científico, como todos loa grandes, pasó por cir¬cunstancias muy difíciles. (Al ASESOR.� Cuéntenos,¿cpié le hubiera ocurrido sin la publicidad?
EL ASESOR'— Desolación. Incomprensión. Pdiserableexistencia. Usted decir mejor.
EL AGENTE — Este hombre, de humilde proceden¬cia, nacido en las 'riberas del Báltico y del Indico,
' movido por su inmensa compasión hacia el género
23humano, decidió suprimirle el mal olor. Sabía que elhexaclorofeno produce deterioro en loa tiernos cere¬
bros infantiles. Sabía de la necesidad del hombre
actual de concluir su aseo en un instante. Sabía todo
eso, y mucho más. Pero no sabía bien qué liacercon un nuevo producto que había descubierto en
largas noches de profundo sucíío. (Al ASESOR.� ¿Q"®hizo, señor?
EL ASESOR — Consultar P-l.s.A, Una mañana íiolcadadel mes de ahril� cuando las mariposas . >.
EL AGENTE — Nos consultó. Trajo muchos proble¬mas (al CEBENTE� igual que usted. El primero eraserio. Lo formuló de esta manera: **Un huen desodo¬rante, ¿puede tener olor?�' "No", respondió mi em¬
presa* tras indagar en los medios freudianos de lalocalidad. El primer paso estaba dado. ¿Qué pensóentonces?
EL ASESOK — Que el primer paso ser el más difícil.EL AGENTE — Después nos preguntó: "¿Por qué el
desodorante con olor a lavanda o a jazmín no lograsuprimir su propio olor?" Reunido nuestro cuerpoconsultivo, decidió que cuando un desodorante huelea limón o a rosas no es un auténtico desodorante.Y si no, ¿por qué huele? Y si huele, ¿qué es?
EL ASESOR — Ser fa l so ,EL AGENTE — Muy bien, (Refiriéndose, al asesorJ
Estimulado por nuestras respuestas, al fin logró in¬ventar el desodorante sin olor. Pero, de nuevo, suinagotable imaginación científica nos propuso pro¬blemas: "Cuando un desodorante carece de olor, ¿senota?", preguntó, "No", respondió nuestro equipotécnico. "Y si no se nota, ¿para qué usarlo?**, dijo,
Tenía razón. Además añadió: *'¿Cómo sabremos quees un desodorante?" Reunido nuestro cuerpo con-
24aultivo, decidió que convendría darle usos diversos»por si no se notaba como desodorante. Hoy tieneusted en la mano la Bubetancia de mayor versatilidad
que el hombre haya inventado en nuestro siglo y envarios venideros. Huele o no liuele, a gusto del consu¬midor. Suprime los hedores ambientalea. Es un per¬fecto insecticida. Vitaminiza. Impide la caída delcabello.
EL asesor — Sustituir cualquier bebida alcohólica,cuando considerarlo necesario.
EL AGENTE — Actúa como sedante y como estimu¬lante. A voluntad,
EL ASESOR — Servir de carburante y de antia!=iin ático.EL AGENTE — Impermeabiliza. Pega metales, loza y
plástico. Quita el calambre y el dolor de oídos.EL ASESOR — Poder con ella freír huevos y hacer
gárgaras.EL AGENTE — Nunca intoxica. Es tónica. Devuelve
la memoria.EL ASESOR — Poder usarse por la mañana, tarde y
noche, sin distinción de sexos ni de ideas.EL AGENTE — Y así sucesivamente.EL ASESOR — Sin distinción de ideas o de sexoe,
noche, mañana y tarde. En este orden, como en
cualquier otro, y sucesivamente.EL AGENTE — Porquc nucstro asesor científico in¬
ventó no una substancia más, sino, realmente, la subs¬tancia de las substancias. Vea el catálogo. (Le pre¬senta un grueso voluijwn.) Hay dos mil páginas. Enlag primeras está lo que sucede antes, en las segundaslo que ocurre después.
EL GERENTE — (Admirativo.) Muy ordenado.EL AGENTE-— Quiero decir lo que sucede antes de
usarla y después. Y pí contiene quinientas páginas
25
<lc fórmulas se dehe a que nuestro producto incluyetodas las ronocidas ... y algunas más. ¿No le parecela mejor inversión, señor gerente? Sit firma ¿no
auspiciará una substancia í|ue la lil>i"íi de la quiebra,
porque pcrniilc que su personal rinda el ciento por
ciento, hora por hora? ¿Acepta usted patrocinarla?E T. GERENTE'— Dcsde luego. ¿Qué debo liacer?
EL AGENTE — (Mostrándole un documento,) Finnar,EL GERENTE — ¿Con m'i fii*ma?
EL A c E N T E " Y con la de su firma,EL GERENTE — {Qi*c exhibe una tarjeta ele identi-
fícociónj Esta es mi firma.
EL AGENTE —�¿Ycs ladesu firma ?
EL GERENTE — Esta es mi firma y l a de mi firma.
EL AGENTE — (Presentándole el documento,) Enton¬
ces, firme,EL GERENTE — jFirmo! (Lo hace. Destellos y aplau¬
sos*) ¿Qué ocurre?EL ASESOR'—■ ¡Sorpresa� sorpresa!EL AGENTE — Publicidad Internacional filma la
firma (le su firma. (Presentándole una copia del do¬cumento.) Otra firma. (Nuevos destellos.) Ahora quefirmó, asista a la prneba inicial de nuestra sxjhs-tancia.
EL CEITENTE — (Muy sorprendido.) ¿No hahia sido
prohada?EL AGENTE-Nunca.
EL GERENTE — ¿Ni en los monos?EL AGENi E — Ni cn gatos� ni en conejos, ni en coha¬
yos, ni en ranae, ni cn insectos. En nada.EL GERENTE — Entonce», ¿cómo comprobaron en
múltiple poder?EL ASESOR
—■ Hipótesis. Proyecto, nada más. Siipo*
sición legítima. La verdadera ciencia aer anticipado-
26ra. Cumplirse todo con horario previsto. (Mira snreloj,} Dentro de tres minutos aparecer Eiirídice cü
pantallas mundiales de televiaión, UstcJ entonces
apreciar exactitud científica.EL GERENTE — ¿Quién es Eurídice ?EL AGENTE — La Último modelo.EL cE REN T E — Modelo ¿de qué?EL AGENTE
— Dc helicza y nobleza. De sencillez y
per\'crsíón. De castidad y conducta disipada. Do linca,de volumen, de frente, de perfil. De seis y odiocilindros. Modelo de todo y modelo del todo: lamodelo integral.
EL ASESOR-— Por ello ser elegida para pnicha oficialde substancia absoluta, invención propia mía. Bau¬tizará desodorante nuevo y en público rociarse porcadena mundial televisiva, vía satélite. Ciencia ypublicidad unirse con absoluta exactitud.
EL GERENTE — jQué maravilla!
EL AGENTE — Y eso quc aim falta lo mejor: ¡Bajoel auspicio de Publicidad Internacional y con la par¬ticipación de Orfeo, el último cantante que lanzaráal espacio su tíltima canción de última moda!
EL GERENTE~¿ Por qué la última modelo, el último
cantante y la última canción de última moda?EL AGENTE�— Porque los últimos serán los primeros.
En nuestro numdo, el primero es aquel que tiene elúltimo modelo de automóvil, de avión, de vestido yde refrigerador. Por ello, p.LS.A,, Publicidad Inter¬
nacional, que patrocina las ciencias y las artes, laindustria y el comercio, lanza al mercado los últimosmodelos y los lleva iiasta las últimas consecucncias.
Penumbra. Música sonL En la pantaUa del fondoaparece una visión psicodciica de euRIDICE.
27voz DE UN LOCUTOR — Señoras y señoree. Eurí-
dice, la luodelo perfecta, en colaboración con loa
telespectadores de todo el orbe, dará nombre a la
nneva substancia desodorante, ijuc bajo los auspiciosde Publicidad Internacional lanzamos al espacio yen cadena mundial. ¡Atención! Señor telespectador;
para nombrar a la nueva substancia, elija una de las
palabras que recitará Eurídice, y comuníquela de
inmediato a cualquiera de nuestros teléfonos.
Se proyectan iisíns con centenores fie números tele¬fónicos. Música soul. Reaparece la imagen psicodélicade EURIDICE. Recifn en sueños.
EURÍDICE — 0!i, casi, contenido, como, animado, lim¬
pio.
Salgamos, pergamino, mañana, estupefacto, solo.
Repoblación, amarillez, perenne.Oceánica, nieve, prima, |>orque.Entumecida, quiere, macedónica,
Corola, sostenida, mundial, múltiple, reina.
Similitud, alcance, noche.voz DE UN LOCUTOR — Y abora, mientras nuee-
tro cerebro electrónico ordena millones de llamadasen todos los idiomas, Eurídice, la modelo perfecta,se vaporizará con el desodorante anónimo.
Aparece en la pantalla un vaporizador. La imagende EURIDICE, nebulizadQf se desvanece lentamente� deabajo a arriba. For último, su rostro se disuelve, OeEURIDICE no queda nwla. Largo silencio. En la pantall4taparece un nombre: multiplex.
voz DE UN LOCUTOR— ¡Multiplex, desodorantede amplío espectro, insecticida y vitaminizador!
28En Ui pantalla se lefí a continuación:
Evítele las molestias del baño.
y después:
Use desodorante MULTIPLEX,voz DE UN LOCUTOR— Seiior telespectador: si
sti palabra coincidió con la de la mayoría, Berá pre-miado. iMiiltiplex! jUse desodorante Multíplex!
Largo sihncio.
EL ACENTE — (Se precipita hacia el teléfono y hablanorviosoJ ¡Música! ¡Música! ¿Por qué no canta Or-fco? ¿Cómo que no habrá múaica? ¿Se niega Orfeo?
¿Qué le pasa? ¿Por qué no quiere? ¿Perdió a Eurí-dice? Ya lo sabemos. Todo el mundo lo vio. Pero siEurídice estaba informada del riesgo que corría . . . Sí,ae lo advertimos. Ella no perdió nada. (Breve pausa,}Bueno,� sólo la vida, ¿Y qué importa la vida, si estaba
asegurada? (Pausa,) Entonces, *íué no cantaOrfeo? ¿Sin ánimo? ¡No es posible contar con losartistas! Dígale que para eso le pagamos. Orfeo eslo más importante. Más que el nuevo producto; mu'
cbo más. Sin música se venderá muy poco y sinOrfeo no se venderá nada. ¡Que cante Orfeo! ¡Esuna orden! (Pausa�) Entonces, que se acerque alteléfono. ¿No babla? ¿Ausente? ¿Enajenado porla pérdida de Eurídice? ¡Dígale que se vaya al dia¬blo! ¿Cómo? ¿Dice que sí? ¿Pretende rescatar aEurídice del infierno? ¿Y cómo sabe que está allí?
¿La mala vida de la mejor modelo? ¿Será posible?¿Orfeo quiere un pasaje para el infierno? ¿En dónde
puedo conseguirlo ?EL GERENTE — (Le arrebata el telefono al ACENTE
29DE PUBLICIDAD y habla.) ¡Que venga en seguida! ¡Letenemos uno! (Citelga el teléfono, AccTcándose ni
AGENTE DE PUBLICIDAD, mientras se desvanece el anun-cío en la pantalla y la luz aumenta ha�ta adquirir suintensidad ñor malJ Señor, fírmeme aquí. (Le pre¬senta un papel.)
EL A G E N T E— ¿Qué es esto?
EL GERENTE — Uii docuuicnto que le resuelve todos
sus problemas • • • y algunos máa.EL AGENTE—¿Está segiiro? ¿De qué se trata?EL GERENTE — Usted maneja la publicidad, pero yo
sé vender. Se lo demostraré.
EL AGENTE—¿Qué vende?
EL GERENTE — Nada, Exactamente� nada.EL AGENTE — ¿Elltonces?EL GERENTE»— Pot traspasarme nada, iisted perci¬
birá el cinco por ciento de esa nada.EL AGENTE — Nolc entiendo.EL GERENTE�—- (Aludc al papel,) Aquí me cede a
£u asesor científico, que al parecer es nada, y a sucantante, Orfeo, que ya no canta nada.
EL AGENTE—¡ Se lo3 legaloíEL GERENTE — Graciaa. Firme.EL AGENTE— Fimio, (Lq hace. Después mira hacia
todas partes� en espera de algo que no se produce.)EL GERENTE — No. No Iiav publicidad. Este es asun¬
to mío. Con nada empezaremos el negocio. Yo em¬
pecé así, con nada.EL AGENTE — ¿Cree usted que habrá negocio?EL GERENTE— Sin diida, pero a condición de que
Orfeo no cante ni una nota.EL AGENTE-— Puede quedar tranquilo.EL GERENTE— Dc csa manera, sus discos, graba¬
ciones y recuerdos subirán dc valor en un dos mil
30por ciento. Einpiccc a tÜfundir qae Orfeo no cantará
ya más.EL AGIANTE—¡Gcn ia l !EL GERENTE — Veo qtie usted me entiende, A su cien-
l í f íco le asignaremos un cargo diferente . ..EL, ASESOR" (Qti� permaneció ajeno al dialogo an-
Tfíríor,) Señor, lialiar error de cálenlo, *'Multiplex,desodorante de amplio espectro, insecticida y vita-
niinizador'*, no ser culpable del fracaso ni de lapérdida de Eurídice. Todo deberse a exceso de encr*
gía en el vaporizador. Enridice por ello evaporarse.EL GERENTE" ¿Fueron vapores infernales?EL ASESOR — Pro-bable-mente.EL GERENTE — Entonccs, aprovecharemos su acento
de todos los diablos para nuestro negocio.
EL ASESOR-— Señor, mi hablar sin acento cl sáns¬
crito, el germánico, el aranieo, el araucano, el espe¬ranto y veinte lengnas niáe.
EL GERENTE — De ahora en adelante Jiablará algunade ellas.
EL ASESOR — (En buen castellano.) No se me habíaocurrido. Así pronuncio perfectamente y sin acento.
EL G E R E N T E " Ya lo ve.EL ASESOR — Como 6Í fuera en español.EL GERENTE — Exactamente.EL ASESOR — Aunque no hablo en español.EL GERENTE — Se nota.
TELONActo segundo
Una a¿¡en€Ía de viajes.En escena, EL asesor turístico y LA señorita. Entra
OKFEO, sonámbulo, con utifi maleta.
O R F E O — Good rnomtng. Do you spcak greek?k L asesor— La señorita y yo. Los dos hablamos
griego ...LA SBÑORiTA — noiiio se puede coniprobar»ORFEO—(A LA SEÑORITA.) Usted tiene un dejo muy
suave de la Tracia inferior.LA sei\oritA"¿Es nated griego?o R F E o — Lo fui,LA SEÑORITA'— ¿Es United músico?
ORFEO — Taml>ién lo fui. ¿Cómo lo sabe?LA SEÑORITA — Su huen oído .,. ¿Se encuentra dea-
terrado? ¿Cambió de nacionalidad?ORFEO-— Igual que muchoíi.LA SEÑORITA—-La nacionalidad puede cambiarse;
el nacimiento, no. ¿De dónde viene?ORFEO — De muy lejos.LA SEÑORITA — Creo que exagera. Dicen que Grecia
está en todas partes.
ORFEO— No me entiende. También existe el tiempo.LA señorita— De muy l e jos . . . ¿De lejos en el
tiempo?ORFEO — Precisamente.LA SEÑORITA — Me había olvidado de que es mú¬
sico. Lejos y cerca, para usté*!, se encuentran en eltieuipo. ¿Do qué tiempo?
ORFEO — f Ausente.) Yo la recuerdo a usted.LA SEÑORITA — No mc conteslu.
32o R F E o — Decía que la recordaba.LA SEÑORITA— Y yo le prenotaba ¿de qué
tiempo?o R F E O — Del tiempo aquel. Del tiempo inmemorial.LA SEÑORITA — Tcngo dieciocho anos. No hay de¬
masiado tiempo que recordar.o R F E o — Lo sé muy bien. Usted se llama Eurídicc.LA SEÑORITA — Ese procedimiento ya no se usa:
"Yo a usted la he visto en alguna parte. Usted 8ellama de tal manera''\ Son formas anticuadas deiniciar la amistad. Pero no tengo tiempo ...
o R F E o — Desde luego, porque usted no es música.LA SEÑORITA — Mi tiempo es otro. En nuestra agen¬
cia —"Constelación Turismo, para servirle"— siem¬
pre tenemos prisa. ¿Qué se le ofrece?o R F E o — Un largo viaje.LA SEÑORITA-— ¿Medio de transporte?ORFEO
— Yo� desde entonces, viajo a pie.
LA SEÑORITA —• ¿Desde entonces?o RFE Oi— Sí, desde el tiempo inmemorial. Entonces la
perdí.LA SEÑORITA—¿A quién busca?ORFEO — Usted lo sabe. Ya le di el nombre,LA SEÑORITA — ¿Y pretende encontrarla?ORFEO — En la zona inferior. Creo que descendió al
infierno.LA SEÑORITA — Ustcd bromea.ORFEO — De ninguna manera. Su agencia se compro¬
metió a organizarme una gira al infierno.LA SEÑoiiiTA�—' (Revisa im fichero.) ¿De ida y
regreso?ORFEO — Sí.LA SEÑORITA — ¿De día o de noche?ORFEO— ¿Habla usted en serio?
33LA SEÑORiTA�— Perdone. Le hice di í pregunta liabi-
tual. Es que París hy night cuesta más caro que de
día.EL ASESOR — Sea de día o de noche, "Constelación
Turismo, para servirle", pone el infierno a su diepo-sición.
O R F EO— ¿Cuándo el viaje?EL ASESOR — Ahora, si gusta.o R F E o — ¿Y desde dónde?EL ASESOR — Sale de aquí.o K F E o — Pero esto es una agencia de viajes ...LA SEÑOPITA— �'"Constelación Turismo, para ser¬
virle" ...EL ASESOR — i Que le abre en un instante las puertas
del infierno! (Apremiante,) ¡Sus documentos!
O R F E O — ¿Son necesarios?EL ASESOR — Sin duda. Como para viajar a cualquier
parte. El infierno está en ellos. ¿Cédula de identidad?
ORFEO entregará los documentos que le pidan*
LA SEÑORITA — ¿Certificado de sus ingresos?EL ASESOR — ¿Informe bancario?LA SEÑORITA — ¿Certificado de impuestos?EL ASEsOR�—' ¿Tres compromisos ante notario de nn
fiador que pagará los impuestos pendientes?LA SEÑORITA — ¿Otro fiador para el fiador?EL ASESOR�— ¿Solvencia del primitivo fiador?LA SEÑORITA — ¿ Solvencia del segundo ?EL ASESOR—¿ Certificado de salud ?ORFEO — ¿Para ir a donde voy?EL ASESOR—- No ínsísta. Y acepte que ee encuentra
en los infierno».La SEÑORITA — ¿Vacuna antivariólica?EL ASESOR — ¿Cootra la peste y contra el tifus?
34la señorita — ¿Contra la gripe y el cólera?EL ASESOR — ¿Radiografía pulmonar?LA SEÑORITA — ¿ AnálisiB de sangre?EL ASESOR — ¿ Reacción Kahn ?LA SEÑORITA — ¿Pasaporte?EL ASE SO R — ¿Permiso de salida del país?LA SEÑORITA — ¿Su pasajc?EL ASESOR�— ¿Declaración jurada de sus divisas?
Todo está en orden. (Devolviéndole algunos docu¬mentos.) Pase,
O R F E O — ¿A dónde?EL ASESO R<— A la sala vecina.
OBFEO recoge su maleta y va hacia un mostrador enel que se ilumina un letrero que dice: ADUANA.
LA SEÑORITA — ¿Tiene algo que declarar?O R FE O — Nada.LA SEÑORITA — Abra la maleta. (orfeo le obedece.
La maleta contiene varios libros.) ¿Literatura? Está
prohibida.o R F E o — Son textos antiguos.LA SEÑORITA — Prohibidos. Al fuego. (Se los
guarda.)o R F E o — Estos son modernos.LA SEÑORITA— También están prohibidos. Al
fuego. (Se los guarda.)ORFEO — ¿Hay censura?LA SEÑORITA — De ninguna clase. Ocurre que no
toleramos la literatura.OBFEO— ¿Por qué?LA SEÑORITA — Primero, porque la destinada a
exaltar el infierno ya no interesa a nadie. Segundo,porque la que produce cualquier clase de infierno,sobra: ¿para qué inventar otro, si aquí está el ver*
35(ladero? La tercera razón es que el papel iiunca
resiste el fuego. Quizá esta última sea la defínitivat
aunque, probablemente, fal�a.ORFEO" {AbstraifíoJ Dígame, señorita, ¿la lie viato
a usted en alguna parte?LA SEÑORITA — (Mientras registra la maleta.) No
me distraiga.o R F E o — Creo reconocerla.LA SEÑORITA — No soy Euridíce.O R p E O— ¿Cómo lo sabe?LA SEÑORIT A<— Porque me llamo de otra manera.o R F E O — ¿Conoce a la que busco?LA SEÑOBiTA�—- Desdc luego. Si usted es Orfeo . . .
(Pone atención en la maleta.) ¿Y esto?ORFEO — Cartas. Son para ella. Escribo una diaria.
Cuando la encuentre, las recibirá todas juntas.LA SEÑORITA— ¿Literatura? No recibirá nada. Al
fuego. (Se las guarda,)ORFEO — Entonces, quédese la maleta. Está vacía.LA SEÑORITA"Ticnc quc retirarla. Eeto no es el
depósito de objetos perdidos. (Apaga el letrero. Sale.)EL ASESOR— (Que se acercaJ Yo ee la llevo. (Tras¬
lada la maleta a la parte opuesta de la escena.)ORFEO — Gracias.EL ASESOR — Son cincuenta dracmas.ORFEO
— No loa tengo. Quédesela. Se la regalo.
EL AsESOr�—- De ninguna manera. Su maleta no valecincuenta dracmas. Usted tiene que pagarme el trae-lado de la maleta.
ORFEO — ¿El transporte es más caro que l a maleta?
EL ASESOR — Desde luego. Su maleta y mi trabajovalen ahora bastante más que la maleta sola. Debepagarme cincuenta dracmas.
ORFEO — Si no los tengo .,.
36EL ASESOR — Además, SU maleta aiuncntó de valor
j>orque está aquí. Desde allí hasta aquí ha subidode precio.
o R F E o — ¿Por su trabajo?EL ASESOR — No solo. En este punto pagan bastante
más por lae> maleta».. Usted saldrá ganando.EL GERENTE— (Qit�í Ihgft. Al ASESORJ ¿La vende?EL A S E S o R — Sí ,EL GERENTE— ¿OlántO?
EL ASESOR — Setenta dracmas.
EL GERENTE — Tome. (Se los paga.)EL ASESOR'— Es suya. (Se la entrega, A ORFEO.J Cin¬
cuenta dracnias del transporte y veinte de la comi¬sión de venta son setenta dracinas justos. Al parecer,esa maleta no valía nada.
o R F E O -— Quédeselos. Y gracias.EL ASESOR — No liay de qué , (Se guarda los billetes.
Sale.)EL GERENTE
— (Acercándose a Ohfeo.J ¿No nece¬sita una maleta? (Como lo encuentra absorto� in&i&te,}Le ofrezco una maleta.
o R F E o — Gracias. Acabo de regalar una.EL GERENTE — ¿No sería ésta?o R F E O — (Lejano,) Creo que era otra,EL GERENTE�—- Yo 8C la VCndo,o R F E o — (Absorto,) Creo que era otra,EL GERENTE�—-Se cncucntra distraído.o R F E o — No me distraiga, ¿quiere?EL GERENTE — Dccía que se encuentra distraído.o R F E o — (Distraído.) Gracias.EL GERENTE — Yo se la vendo.o R F E o — ¿Cuánto?EL GERENTE — Noventa dracmas.O R F E o — (Saca unos billetes,) Le daré cien.EL GERENTE — Son dólares.o R F E o — Ea verdad. Me olvidé. Ahora recuerdo que
no tenía dracniaa. Quédeselos. (Le entrega los bi-
lleteSy)EL GERENTE—¿Y la maleta ?
o R F E o ■— Para usted.
EL GERENTE la Tccoge y s(de. ORFEO se ensimisma. EntraEL AGENTE DE PUBLICIDAD.
EL AGENTE— ¿Orfeo?ORFEO — Sí.EL AGENTE — ¿Le puedo presentar a un buen amigo?
(Pausa,) ¿En qué piensa?ORFEO — Pensaba.EL AGENTE — Esun amigo excepcional.ORFEO — Pero me aparta de mis ideas ...EL AGENTE — Selo presento ... y nada más. Desea
conocerle.ORFEO — ¿Por qué pretenden conocernos siempre?EL AGENTE — Quiere ayudarle.ORFEO — ¿A qué?EL AGENTE— Es funcionario. Tiene que comprobar
su situación.ORFEO — ¿Hay funcionarios en el infierno?EL AGENTE— Muellísimos. ¿Concibe usted un in¬
fierno sin funcionarios y funcionarios sin su corres¬
pondiente infierno? ¿Es que los funcionarios no fion
aquellos que niegan la función? (Pausa breve,) ¿Lellamo?
ORFEO — Bueno. Que venga.
Llega EL FUNCIONARIO.
EL AGENTE—�Presentándolos.) Orfeo, (Sale.)
38ORFEO—{Dándole Ut mano al FUNCIONARIO,) Tanto
gusto,el funcionarío — ¿Usted entró en el infierno
con una maleta?o R F E o — Si no recucr Jo mal, la regalé.EL funcionario -— Pcro después volvió a com¬
prarla.ORFEO — Tal vez,
EL FUNCIONARIO- ¿No CStá SCgUTO?
ORFEO —' No. Hay tantas iguales . . ,EL FUNCIONARIO — Pues Lien, era la misma.ORFEO — Entonces, me engañaron.EL FUNCIONARIO— No tiene nada de particular
en donde catamos. Luego la regaló de nuevo.ORFEO — Supongo que sí.EL FUNCIONARIO — Usted DO está ntmca seguro de
nada.ORFEO — Estoy seguro de lo que pienso y de lo que
quiero. Pero no puedo estarlo de lo que pasa., porqueno depende de mí.
EL FUNCIONARIO — El heclío es que no lleva lamaleta.
ORFEO— ¿Tiene importancia?EL FUNCIONARIO — Muclio. Está proliibido.ORFEO— ¿Cómo? ¿Existen proliibiciones en el in¬
fierno?EL FUNCIONARIO — Para todos los gustos. ¿No se
enteró al pasar por la aduana? Aquí somos bastante
rigurosos. Aparte de que las prohibiciones son� real'
mente, el infierno.
Proyección de letreros que dicen: PROIIIRIIK) FUMAR.
PROHIBIDO ESTACIONAR. PROHIRIDO ENTRAH. PROHIBIDO
SALIR. PROHIBIDO ASOMARSE. PROHIBIDO HACER AGUAS.
39PKOHIBIIH). PROHIBIDO. PROHIBIDO. PKOHIBIDO. Dvsn¡tarC'
f'Pti los letreros.
ORFEO—¿Y el mundo no sería un infierno sí care¬
ciera de prohibiciones?EL FUNCIONARIO — Hay el infierno de las prolii-
bicioneSf tal como existe el de las permisionea. Aliora
nos encontramos en el primero.ORFEO — Dígame de una vez a qué prohibición falté
y conchiyamos. Tengo mucho que hacer.
EL FUNCIONARIO — No lleva la maleta.
ORFEO — Ya me lo dijo. ¿Se halla prohibido carecer
de maleta en el infierno?EL FUNCIONARIO — No estamos para bromas. Sé
que su infierno es haber perdido a Eurídice, Perfec¬tamente. Nos informaron que lleva visa de tránsito.
Muy bien. Pero como le tengo simpatía, quise adver¬tirle que debe cumplir un requisito.
o K F E o — ¿Cuál?EL FUNCIONARIO — Ha de salir con aquello que
entró. Son nuestros reglamentos.ORFEO — ¿Y dónde puedo encontrar una maleta en
el infierno?
EL FUNCIONARIO — Es cosa suya.ORFEO—¡Usted sabe muy bien que llevo pasaporte
y que saldré de aquí en cuanto me parezca!EL FUNCIONARIO
— De�dc luego. Pero con la ma¬
leta.
ORFEO — ¡ No tiene derecho!EL FUNCIONARIO — Tal vez, pero tengo reglamen¬
tos. (Breve paitsa.) ¿Cree usted que puede pasearimpunemente, hecho un simple turista en el infier*no, y no experimentarlo como corresponde? Sin em-
40
hargo, porque \c guaiílo simpatía, le traeré una rua-l&ta,
Apnrt�cp la malota por un oscotÜíón,
O R F E O— ¿Cuánto vale?EL FUNCIONARIO — Me ofcnclc. Tenga presente
que soy funcionario.o R F E o — ¿Cuánto vale?EL FUNCIONARIO-— Es la suya. No pretendo en¬
gañarle.O R F E O — ¿ Cuánto ?EL FUNCIONARIO — Lo que tisted quiera, iorfeq
saca un fajo de billetes,) Démelo todo. Es mi demo¬nio. (ORFEO le entrega todo el dinero,) Conste que &c
lo acepto por simpatía. Quiero ayudarle. (Alude oldinero.) Esto pudiera convertirse para usted en uninfierno# (Se guarda los billetes.)
ORFEO f— ¿Cuál es el suyo?EL FUNCIONARIO" Compro y vendo. Vendí de to¬
do. Vendí a lodos. Vendí lo mío y a los míos. Por úl¬
timo, como es haLitual, vendí mi alma al diahlo.
¿Para qué? Para tener poder de compra. Así compréde todo y compré a todos. Y cuando quise rescatar mi
alma, el dueño de las profundidades� sintiéndose en¬
gañado, porque le había vendido algo que nunca tuve
—¿qué alma puede tener un desalmado?—» ni<; obli¬
gó a qiie comercie por su cuenta toda clase de cosas.
¿Quiere recuerdos del infierno, tarjetas postales, mo¬tivos folklóricos, cerámica, tejidos, sitios pintorescos,centros culturales, residencias famosas, historia re¬sumida del higar..,? (A medida que hahht� exhibedistintos folletos,)
ORFEO — No, gracias. Tctigo prisa. He de encontrar aEurídice.
41
NKa
o»«*EL funcionario — Pero no sabe dónde.o R F E o — No.EL FUNCIONARIO — Alo Hiejor le doy la solución.
Aquí empiezan a organizar bien el turismo. Hayoficinas de información a cada paso. Venga conmigo.f�ORFEO le sigue,) ¡No olvide la maleta!
ORFEO retrocede� la recoge y sigue al FUNCIONARIO.Llegan ante un mostrador que ostenta un letrero lumi¬noso: INFORMACIONES. Allí se encuentra LA señorita.
EL FUNCJONABIO — Señorita: este señor requiereinformación. (Sale con la maleta.)
LA SEÑORITA — ¿En qué puedo servirle?
O r F E O — Busco a Eurídice.LA SEÑORITA—¿Cuándo llegó?ORFEO — Usted ha de saberlo.LA SEÑORITA-¿Yo?ORFEO — ¿Soy yo el que informa o es usted?LA SEÑORITA — Ni usted ni yo. Tenemos una orde¬
nadora que nos resuelve fácilmente los problemas.Consultaré. (Sobre la pantalla se proyecta un tableroluminoso en el que parpadean centenares de peque¬ños cuadrados de colores distintos.) Dice que Eurídice
soy yo. Nací en Tracia. Fui asesinada por las fanáti¬cas de Orfeo. Descendí a las regiones inferiores.Orfeo me buscará algún día. (Cesa la proyección.)¿Quién es usted?
ORFEO — Orfeo.LA SEÑORITA — Entonces� me buHca.ORFEO — No, porque no es Eurídice.LA SEÑORITA — Conio ustcd no es Orfeo. Deme su
pasaporte. (ORFEO se lo entrega.) Tenemos que veri¬ficarlo. (Se lo queda.) Siga.
ORFEO — ¿Hacia dónde?
42LA SEÑORITA — Es cOsa suya.O R F E O
— ¿ No tiene un plano ?LA SEÑORITA — ¿Para qué?o R F E o — He (le buscar a Eurídice.LA SEÑORITA — ¿Sabe el itinerario?O R F EO — No.LA SEÑORITA — ¿Sabe dónde »e encuentra?O R FEO— No.LA SEÑORITA!—■ Eutonces, ¿de qué le sirve el pla¬
no? (Pausa.) Si le parece, le ofrezco un guía.
Surge EL GUIA por un escotillón. Lleva gorra azul congalones dorados.
O R F E O — Tampoco me servirá de nada.LA SEÑORITA'—Como Usted quícra,O R F E o — ¿Y raí maleta?
por mí.tenia
LA SEÑORITA-— Estún verificándola. Se la devolve¬remos.
O R F E o — {Angustiado.) ¿Podré salir de aquí sin ella?LA SEÑORITA — Deadc luego.O R F E o " Ante» me habían dicho lo contrario.LA SEÑORITA — Seguramente se equivocaron. Si ne-
cceita informaciones ciertaSí recurra a mí.o R F E O — Todae las euyas me parecen falsas.LA SEÑORfTA�—- No tengo otras. (Apaga el letrero
luminoso y sale.)EL CUIA — ¿A dónde vamos?
O R F E O — ¿Usted trabaja en una agencia de viajes?EL GUIA — "Constelación Turismo, para servirle".O R F E o — Allí me organizaron esta gira-EL GUIA — Desde luego.o R F E o — Entonces, a usted le corresponde saber a
dónde vamos.
43EL GUIA—(Dudoso.) Vamos a ver... (Saca un cim-
dernillo.) Exactamente: vamos a ver,
Entra un personaje, da unos pasos y se dis¡>ara untiro en I/i sien. Se mantiene erguido.
O R F E O- (Al SUICIDA.) ¿Qiié Ic pafiÓ?EL SUICIDA —La vida era un infierno... (!,evanta
de nu(*vo la mano que empuña la pistola,)O R F E o — ¡ No lo haga!EL SUICIDA — Si fue hace muclio tiempo...
O R F E o — Me había olvidado de dónde estoy.EL SUICIDA — El diez de agofito de mil novecientos
setenta. En El Cairo. (Se dispara en la sien.) El geisde noviembre de niil novecientos veinticinco. EnFlorencia. (Se dispara en la sien.) El och3 de enerode mil novecientos cuarenta y tres. En Boston. (Sedispara en la sien.)
o R F E o — ¡No siga!EL SUICIDA — ¿Quién puede ayudanno? ¿Saben dón¬
de se encuentra ella? (Se disfHira en la sien y cae
desplomado. Entran dos camilleros y se lo llevan.)LA SEÑORITA II
— (Que llega dt�solada.) ¿Dijo al¬
go? ¿Declaró los motivos? (Entrecortada� en un
jadeio.) Quiso bajar...... Para encontrar¬me ...... que quitarse la vida. No había otromedio ... Lo hizo para recuperarme ...
o R F E o —¿Quién era ese hombre?
LA SEÑORITA II — (Desgarrada.) ¡Orfeo!
o R F E O — No, señorita.LA SEÍÑORITA ti—¿Por qué lo niega? ¿Desea pri¬
varme de su recuerdo?ORFEO —Yo soy Orfeo.LA SEÑORITA II-—¡Miento! ¡Identifiqúese!ORFEO — No tengo documentos. Están verificándolos.
4iLA señorita II — ¡Falso! Eso no ociiric nunca
aqiií. Nos cncoDtramo» en territorio libre. ;Ustedes un impostor! Y mi deber es denunciarle. ¡No semueva! ¡Espere! ¡Sin pasaporte no puede seguir!(Sale precipitadamente�)
O R F E O — (Atónito� Al GUIA.) ¿Tengo que obedecer?
EL GUÍA —
Sí. Nunca sabremos qué cargo ocupa.Se sientan. Larga pausa,
o R F E o — (Inquieto.) ¿Cuánto liemos de esperar?
EL c u 1 A — No lo sé.
Pausa breve,
ORFEO—(Impaciente,) ¡IVro debcmoiji encontrar aEurídice! (SelevanUi.)
EL c u I A — (Levantándose,) Cálmese. "ConstelaciónTurismo" le liará grata esta escala. ¡Ahora comienzael programa de amenidades!
Charanga dje circo. Entra EL automovilista. Empujasu coche. EL CuiA Sonríe. Concluye la música,
EL AUTOMOVILISTA — (Iracundo, Al GUIA.) ¿Quéle pasa? ¿Yo formo parte del e&pectáculo? ¿Los ha¬
bitantes tenemos que divertir a loa extraños para queguarden grata impresión de nuestro territorio? ¿Meincluirá en ñus futuros recuerdos de viaje? (e l GLíIa
niega.) ¿Por qué se ríCi entonces? Ah, porque los
motores fallan- [Asiente el guia.) Pues se equivoca.Este no falla.
el guia — Póngalo en marcha.EL AUTOMOVILISTA — No iiie ofenda. {SUencíA)
breve,) Este no fallará jamá». Mi coche carece demotor. (Levanta la cubierta y muestra el lugar vacío.)Así resistirá la eternidad sin lencr averías. ¿Qué mar¬ca puede competir conuiigo? (Cierra la cubierta.)
45
SClaro que no le falta nada. (Exhibe distintos envasesa medida que los nombra,) Anticorrosivo, anticonge¬lante, liquido de frcnoe, antiniiido§, aceite especial,agua bidestilada, snpercarbnrante, antiácido, anti¬fricción. . . jY calcomanías! Mire ésta: '""llaga elamor a 8U manera". Y ésta: "Yo también fui últimomodelo". (Nostálgico.) Yo, también . . . , el tiempoaquel en que cambié de auto y de mujer todos losaños. (Suspira,) Ahora eirvo al que tanto me sirvió,tal como se merece eu limpia boja de servicios. (Sacaun paño y lo frota.) Niquelado impecable. Calzadolustroso. Ropa interior nylon. (Al auto,) Díme, ¿tefalta algo? ¿Tienes de todo? ¿El agua de Vicby enel radiador? ¿El aire de montaña en los neumáticos?
(Lo besa.) Te llamaba Vanessa, ¿lo recuerdas? Va-nessa i>or aquella que me dejó en la calle, sin uncéntimo. Y sí llevas su nombre ¿no voy a cuidarte?
¿No voy a reiterarte mi afecto invariable? (Lo besa.)Al tenerte, fui alguien. Fui más que mis vecinos ymás que mis parientes. Fui por ti. Por ti, como porlo que tú representabas. (Lo besa, A ORFEO.) Hayquienes son para tener. Hay quienes tienen porque
son. Hay quienes son y nada tienen- Pero los hayque somos por lo que tenemos. (Se refiere al auto.)Así que teniéndolo, ¿no voy a adorarlo? (Lo abraza.A ORFEO.) En los infierno» abunda el amor. Cadacual con el suyo, pero abunda. Y si usted no soportaeste que yo practico, habrá conflicto (orfeo sonríe,)¡No eo ría! ¡Este asunto es muy serio! (Al auto,)¡Vamonos, Vanessa! Tú y yo estaremos siempre in-
coniprendidos.
Se dispone a empujarlo. Llega el inspector. Se co¬loca delante del coche.
46EL INSPECTOR—¡ Espere!EL AUTOMOVILISTA — ¿Qué pasa ?EL INSPECTOR
— ¡Su8 documcntos!
EL A U T O M O V I L I S T A—¿Por qué?EL INSPECTOR — Está prohibido estacionar aquí.
Carnet de conductor. Inscripción del vehículo. Pagode la matrícula. Triángulos reflectantes. Linternaeléctrica. Botiquín. Extintor de incendios. f'EL auto¬movi l i s ta exhibe todo lo que le pide.) Está bien. Pa¬se por esta vez. ¿Me trajo la maleta?
EL AUTOMOVILISTA — Sí. Aquí la tiene. (La bajadel coche.) ¡Vámonos, Vaneesa! Este mundo se ponecada vez más complicado. (Empuja su vehículo y sa¬le,)
EL INSPECTOR— (A ORFEO. Alude a la maleta.) ¿Lareconoce ?
ORFEO — (Después de estudiarla.) Parece ser la mía.EL INSPECTOR — Es la suya. Lleva sus huellas dac¬
tilares. Las comparamos con las del pasaporte.ORFEOi—Se lo agradezco mucho. Me aseguraron que
no podría salir de aquí sin ella.EL INSPECTOR — Con ella, menos. Soy inspector del
tránsito, de hacienda y de otras cosas más.ORFEO — Tanto gusto.EL INSPECTOR — Gracias a su maleta comprobamos
que uste<l trafica en el mercado negro.ORFEO — ¡ No es verdad!EL INSPECTOR — Ustcd lo sahc mejor que yo.EL GUIA—(Refiriémlose a la maleta.) ¿Qué le pu¬
sieron, marihuana, cocaína o ácido lisérgico? No sean
ingenuos.EL INSPECTOR — Mucho pCOr.
EL GUIA — (Que abre la maleta y naca de ell� variospaquetes.} ¿Alimentos? Si rn cate reino todo el mer-
47oaflo CA negro, .. Ahí, rn la cí�quina, iiiaujíiiraronliace jMJco un supermercado ne�ro.
EL iwsrECTOR" Katá muy al eorriente ,.,EL GUIA— Pci'tenezoo a la Dirección íle Tiivisino.EL INSTECTOR — � DlídosoJ ¿ Usted y
EL GUIA — Vea mh rrcdcnciaics. (Le niufístra unatarjetaj
EL INSPECTOR — Eáo cs distinto. Discúlpciiie,EL GUIA— (Alude a ORFEO.) El señor es turista.EL INSPECTOR — Los turistas siempre serán bien
recibidos. Nos benefician considerablemente, Ajiortaiilas divisas necesarias para aumentar la posll>ilidadde fraude. Hacen subir e] precio de las cosas. Consu¬men nuestros alimentos. Producen crispaeión en los
indígenas. Invaden, ocupan, destrozan, arrasan. Su
poder de erosión y deterioro deja írreeonoeiblcs los
lugares. Por eso le& queremos tanto y le& facilitamosnuestro infierno� perfeccionado gracias a su colabo¬ración inestimable, Seíiores� que disfruten- (Se dis¬pone a salir.)
EL HAMBRIENTO — (Que Üega,) Muchas gracias.EL INSPECTOR'— Les dije a los señores.EL HAMBRIENTO — Yo tand>ién soy señor.EL INSPECTOR —- Enlonces, que disfrute.EL HAIMBRIENTO — Así da glislo.
EL INSPECTOR míe con la maleta,
EL HAMBRIENTO�í'yí ORFEO.) ¿Me <ía nn pOcO?
O R F E O — ¿De qué?EL HAMBRIENTO — Tengo buiubre.O R F E O — ¿Qué quiere?EL HAMBRIENTO -— Lo que sea.OK F E O — Si no me queda nada ., . (Vuelve del revés
los bolsillos del pantalón.)
4-8EL HAMBRIENTO — ¿Y lo quc llcvaba en la ma¬
leta?O R F E o — No es mío.EL HAMBRIENTO
— (Precipitándose sobre los pa~qnetes.) Aquí dice jniiioTi. Aquí dice joie gras. Aquídice sardinas, aquí atún.
O R F E o— (Desentendiéndose*) Bueno, quédeselo.EL HAMBRIENTO
— (Abre Varios paquetes,) ¡Esta¬fador! ¡Ladrón! ¡Extranjero! ¡Meteco! ¿Por qué mevienes a engañar? (Derrama el contenido de los pa*que tes j Serrín y arena. ¿Con e&to lie de matar elhambre? ¡Vete a tu tierra, hijo de puta!
EL GUIA-—' (Se interpone y le da unas monedas�) To¬me-
EL HAMBRlEPíTO — (Rechazándolas.) ¡La caridad!
¡Aquí no toleramos la caridad! Tú tieaies y yo no, ycomo tienes, me das, y al darme escapas del infierno.
¿Me das para escapar, perro sarnoso? ¿Me das parahacerme callar? (A gritos.) ¡Ladrones! ¡Bandidos!
EL GUARDIA — (Que llega,) ¿Qué pasa?
EL HAMBRIENTO — Me engañaron. Los dos. Unoes turista y el otro ... no sé qué.
EL GUARDIA — Está prohibido ser descortés con losturistas y con los demás. ¿No conoce nuestra nueva
política?EL HAMBRIENTO — ¿Y ciiándo prohibirán el ham¬
bre? ¡Yo debería estar prohibido! ¡Lléveseme! ¡Yoestoy prohibido, porque no logro todavía comer serrín
y arena! ¡Yo estoy prohibido, porque aquí está prohi¬bido tener hambre! ¡Y estoy prohibido porque se
prohibe gritar! ¡Y grito porque prohiben gritar!
EL GUARDIA — Bucno, grite, fEL HAMBRIENTO je
desgañita� pero no se le oye Ttaiia.) El infierno, a
veceSj es un lugar en el que las más altas voces se
49ahogan en una gran afonía o se apagan en un gvansilencio. El infierno es el silenciador por excelencia,como lo son ciertas personas, deterniinadas institu¬ciones y algunos países. Coniprnéhcnlo: no se le oye.
¿De qué le sirven tantas y tan alzadas voces? Denada. M ORFEoJ En confianza. Dicen que para re¬solver la privación estomacal tiene ijue producirse la
privación mental o la moral� y que para eliminar
cualquiera de ellas, debe de originarse siempre otra,El asunto es, realmente, endemoniado.
EL GUIA — ¿No cree que moraliza con exceso, dadoel lugar en que nos encontramos?
EL GUARDIA — JVo olvide que el infierno está empe¬drado de buenas intenciones. Y el verdadero infiernoconsiste en que con la intención no basta ... ffíacesonar su silbato. EL automovilista llega empajandosu auto.} Aquí le tengo un pasajero, (Al hambrien¬
to,� Suba. Y tome estas pastillas para la afonía.el hambriento '—• (Después de probar una.)
Gracias. (Sube al auto. Se pone al volante,)EL GUARDIA — (Mientros se guardu las pastillas.)
Son buenas. Recobró la voz. Ahora diga todo lo quequiera.
EL HAMBRIENTO — (Al AUTOMOVILISTA, con afec¬
tación J A casa, Perkins,EL AUTOMOVILISTA" Muy bien, sefior.
Empuja el auto y salen. A poco se oye un estridorde frenos y un choque.
EL GUARDIA — (Remitiéndose al accidente,) Ahítienen; con la intención no basta.
Se oyen bovinas y gritos, Entran a la carrera LA seño¬rita 11, EL IIAMBRIKMO y EL AUTOMOVILISTA.
50A SEÑORITA II- i Policía!I, HAMBRIENTO — [Policía!
L AUTOMOVILISTA — ¡Policía!
EL GUARDIA — ¡Silencio! Sean precigos. Me llamoAristodenio. (Al hambrie�toJ Y el cii1pal>le esusted.
EL HAMBRIENTO — ¿ Cómo lo sabe ?EL GUARDIA — Siempre es culpable aquel que tiene
menos. O, por decirlo con exactitud: el que tienemás culpa es el que tiene menog. (Al automovilistaJ
Traiga sus cuatro ruedas y desplace al señor. (SaleEL automovilista. Al HAMBRIENTOJ Usted no sabeconducir; por ello, pruebe otra vez y aprenda. ¡Seaconstante!
EL AUTOMOVILISTA regresa empujando su auto. SubeFL HAMBRIENTO.
EL HAMBRIENTO — A casa» Pcrkins.
el AUTOMOVILISTA empuja oí auto y salen. Se oye unestridor de frenos y un choque,
EL GUARDIA —■ (Rejiriéttdose al accidente,) Estocomprueba que la constancia todo lo vence. (Pausabreve.) ¿Señorita?
LA SEÑORITA II — Cuando ee busca a un policía,no se le encuentra. Y cuando se le encuentra, no sele busca.
EL GUARDIA — Se equivocó. Repita.LA SEÑORITA II — Cuando se busca a un policía,
no se le encuentra. Y cuando se le encuentra, no es
policía.EL GUARDIA — La cosa anda mejor. Repita,LA SEÑORITA II — Cuando se encuentra un poli-
31cía, no está perdido. V cuando se le pierde, no se leencuentra.
EL GUARDIA — Un pa�o uiás. Repita* Sea conístante,
LA SEÑORITA II — Cuando se pierde un policía,no se le encuentra, Y cuando se le encuentra, yaestá perdido.
EL GUARDIA — Le falta un dato. Debe tener en cuen¬ta fjne yo me llamo Aristodemo.
LA SEÑORITA II — Yo liuSCO a Orfeo.EL GUARDIA — HabeHo dicho.LA SEÑORITA lí — Si acabo de decirlo . , .EL GUARDIA �— Usted parece dispuesta a embrollar
este asunto. El que busca es Orfeo.
LA SEÑORITA II —- PerO busca n Eurídíee,
EL GUARDIA—�¿Yustcd?
LA s E Ñ O ít I T A II — Si acsbo (le decirlo ,,,EL guardia — Es cierto. Usted buscaba a un poli¬
cía. Yo� también.LA SEÑORITA 11 — ¡Usted es policía, no lo niegue!EL guardia — Menos mal. Lo encontramos, ¿Qué
desea?LA SEÑORITA II
— TengO fjuc denunciar a alguien,EL CUARDIA�— ¿Dc qué Ic acusa?LA SEÑORITA II —- Viaja sin pasaporte. Sostiene
que es Oríco.
ORFEO — Así me llamo,LA SEÑORITA II — Deiiuiéstrclo,ORFEO — No tengo pasaporte,EL GUARDIA — Es un buen dato,EL GUIA — Y el señor bu.sca a Eun'Jice. ¿Qué más
prueba requieren de su identidad?LA SEÑORITA II — ¿Y para qué la busca, si soy yo?O R F E o — La señorita miente. Ella no es ella.EL OUARDIA -—- {A hA. SEÑORITA hJ ¡Sua dociimen-
toe!LA señorita II — Un pasaporte , (Se lo entrega al
CUARniAj
EL GUARDIA — (Que lee,) Orfeo. (Vacila un poco.Mira a ORFEO, comparándolo con la fotografía delpasaporte.) Sii pasaporte, (Se lo entrega. A la SEÑO¬RITA 11 J ¿YEiirídice?
LA SEÑORITA II — Bieu, gracíaa.EL GUARDIA — LA SEÑORITA l í . ) ¿Le piieJo acom¬
pañar?LA SEÑORITA II — Está prohibido.EL CCJARDIA — EntOQces, vamos juntos . ¿Qué incon¬
veniente hay? (La besa y ie la lleva en brazos.)EL AUTOMOVILISTA — í'Que llega.) ¿Han visto a
un policía?EL GUIA — Acaba de irse*EL AUTOMOVILISTA — Tenia que ocurrirme. La
señorita que chocó mi auto, ¿dónde está?EL GUIA —' Acaba de irse*EL AUTOMOVILISTA — Tenía que ocurrirme.EL GUIA — Se fueron juntos, la señorita y el policía.EL AUTOMOVILISTA — Tcnía qiie ocurrirme. ¿Por
qué juntos?EL G u IA� Porque está prohibido.EL HAMBRIENTO — (Que llega.) ¿Han visto a un
policía?EL GUIA — Acaba de irse.EL HAMBRIENTO — Tenía que ocurrirme. La seño¬
rita que chocó mi auto, ¿dónde está?EL c U I A — Acaba de irse.EL HAMBRIENTO — Tenía que ocurrirme.EL GUIA — Se fueron juntos, la señorita y el policía.
53EL HAMBRIENTO — Tenía que ocurrirme. ¿Por qué
juntos?EL GUIA — Porque esta prohibido.EL AUTOMOVILISTA y EL HAMBRIENTO —
{SintultáneamenteJ ¡Qnién iba a pensarlo! {Se miran
y se callan.)O R F E O — ¿llablati siempre así?EL AUTOMOVILISTA y EL HAMBRIENTO —
¿Cómo? (Se miran y se callanJO R F E o — A la vez. ¿ Se ponen de acuerdo ?EL AUTOMOVILISTA y EL HAMBRIENTO —
(Simultáneamente�) No es necesario. Ya estamos deacuerdo. Hemos pasada por la fábrica. Todo el infier¬no es una inmensa fábrica, perfectamente racionali¬zada, al servicio del hombre. Una fábrica limpia ysilenciosa, al servicio del hombre.
o R F E O — ¿Y qué producen?
Entra EL encarcaimd de la fabrica.
EL encatícado — (Violento, Dirigiéndose al auto¬movi l i s ta y al hambbientoJ ¡Ni una palabraI (AORFEO y al GVlA.J ¿Qué investigan? ¿Son expertos?¿Son téenieos o espías industriales?
ORFEO —- Yo me Hamo Orfeo.EL ENCARGADO — (Con admiración.) ¿El autor de
la tierna balada ""'Te espero, le espero"?ORFEO — Sí. Vengo en busca de Eurídice.EL ENCARGADO
— Lo sabemos. Perdone que le haya
tomado por un indeseable. Yo soy el encargado de lafábrica. Eeeríljame una frase en el libro de visitasilustres. (Lo hace orfeo. Leyéndola para sí.) Esplén¬dida.
ORFEO — ¿Y no puede saberse qué producen?
EL ENCARGADO — La producción.
54
o R F E o — (Sort*icndido.) ¿Cómo?EL ENCARGADO" Sí, La producción. Es una idea
nueva. Nuestro ideólogo soBtiene, y nosotros con él,que cua](][uier producto es siempre un suLproducto.
O R F E o — ¿De qué?EL ENCARGADO — Dc la producción. Y si es im aiilí-
producto, preferimos producir el producto en vez del
a(iliproducto. Por eso producimos la producción.o R F E o — ¿Y cómo lo consiguen?EL ENCARGADO-—- Rcsulta iiuiy sencillo. Ahí los tie¬
ne, (Por el fondoy sobre una banda sin /m, desfilanpersonajes ¿mpasiblesf uniformest pintados por ente¬
ro de un solo coíor, a la manera de envases de polie-tileno. Ostentan un asa que les une la cabeza con elhombro izquierdo.) Son bidones, vasijas. Recipienteshechos sohre moldea humanos, Kstán compuestos deuna substancia llamada carne, nuioho mejor que elplástico: es resistente, impermeable, se recupera sola,crece, se reproduce .., Tiene muchas ventajas. Puegbien, caos bidones se llenan. ¿De qué? De lo qtie nosconvenga. (Breve pausa,) Después de largas expe¬riencias, hemos logrado producir ideas, convicciones,buena o mala conciencia y otras materias volátilesde muy difícil descripción, con las que llenamos losbidones del material humano. ¿Cómo? Vea el diagra¬ma. (Aparece príyyectado en In pantalla.) Aquí estála central, en la que se producen todas las modali¬
dades posibles de creencias, intenciones o pensamien¬tos .., De allí pasan por tubos o ideoductos a la gransala de abastecimiento, que algunos llaman la gaso¬linera, en donde se llenan los bidones. Después, los
recipientes, cargados con la mezcla necesaria —y unavez retirada el asa que ahora llevan para nuestro
manejo—, salen al mundo en cadena sin fin, ¿Qué
55
jauoi ':': cn..í-"
les parece? (Concluye Ja proyección.) ¿Comprendencómo producimos la producción? (Alude a los bido¬nes que circulan por el jondo.) Elijamos imo. Este,81 quieren. (Se detiene la cadena.) ¿En qué se dife¬
rencia de los otros? En nada. Sin embargo, apenaslo llenemos de ambición, de apetitos o de re?�enti-
miento, de astucia o de determinados intereses, será
capaz de provocar la Guerra de las Dos Rosas o lade los Cien Años. Y si le suministramos fanatismo,certeza dogmática o convencimiento ciego, llevará su
pequeña verdad en el bolsillo con energía suficiente
para hacer estallar el globo terráqueo y su galaxia.No sigamos. Ahora que conocieron un sector reduci¬do de nuestra industria, permítanme que les vendelos ojos y los oídos. No tengo más remedio. Haymuchos aspectos de esta fábrica que nadie puedeconocer. (A ORFEO,� Y si usted quiere ir donde se en¬cuentra Eurídice, deberá de cruzar zonas prohibidas.(Mientras venda ojos y oídos del CUIA y de ORFEOJLo siento nuicho. (Termina su trabajo. Al automo-
viusTA.j) Usted señor gerente, cayó en la imperdona¬ble ingenuidad de nombrar al diablo.
L AUTOMOVILISTA — Por costumbre�L ENCARGADO:— Quc no se repita. (Al hambrien-
TO.J Y usted, en El Hamliríento, estuvo deplorable.El hambre es algo demasiado grave para tratarlacomo usted lo hizo. (Al automovilista y al ham¬
briento.� No vengan a decirme que improvisaron suspapeles por falta de tiempo. Un gerente y un agentede publicidad tienen la obligación de trabajar conmás rigor. Para eso cobran. Y ahora ¡al coche! (el .automovilista sale y regresa empujando el auto.)¡Arriba! (Hacen subir a ORPEO y al cuia.� Y a oecu-
S6ras. Que loe turistas ignoren el trayeclo. Loa faros
apagados.
Oscuridad� A poco se oye un frenazo y un choque�seguidos del silbido del ciíaudia y gritos de ¡Policía!j Policía!
T E L o ríActo tercero
En escen/i, sirte mesas con sus osú'nlos corrcsfíondienres,dispuestas sobre tarimas escalón mifts hacia el fondo,Entre las mpsas quedu un es{>acio amplio, en forma fh
V, que se ftbre hacia el público. En el vvrtice aparcce
la mesa presidencial* La ocupa EL doctor marcus. En las
tres mesas de la derecha, respecto al público� 5e encuen¬
tran —d4?sde el primer plano hacia el fondo, y en este
orclen— vanessa , el encargaho de la fabiíica y el ceren-TE. En el lado izquierdo, con semejante disposición�están EL CU-MÍDIA, EL ACENTE DE PUBLICIDAD y EURIDICF.
Hablan todos a la vez,.
EL DOCTOR MARCUS�—- (Que agita violentamentesu campfmilla,) ¡Silencio! ¡Silciicio! (Se callan.)Señor secretario; lea el acuerdo.
EL GERENTE — (LecJ "En orden a erradicar las
partea obsoletas de niieatra programática, y habidacuenta la realidad objetiva irreversible, consubstan¬cial en estructuras de alto nivel, acordamos agilitarel at'tual proceso vertical hacia más amplias proyec¬ciones panorámicas, iniplemcntándolo con positivoslogros de rigor doctrinario inefjuívoco. A tal efecto,se radicalizará el sentido periiianente de los estratosinvolucrados, dinanuzándolos con sistemática planifi¬cación e impartiéndoles normas específicamente esta¬mentales de hondo contenido humano."
EL DOCTOR M A R c u s — Ofrezco la palabra,EL ACENTE
— Sin ánimo de obstrucción y en rigor de
verdad, puesto que el texto leído es ínsitamente lúci-do, pero incuestionablemente amplio� estimo que con¬viene suprimir o elidir las palabras siguientes: erra-
58dicar, obsoletas, irreversible, agilitar, implomcntándo-lo, se radicalizará, sentido, inif>artiénrloles y esta¬mentales, De tal manera. Doctor Marous» cuniplire-inoa con el sabio aforismo que dice, y dice bien; "Lo
breve, 8Í breve, dos veces breve."EL GUARDIA — Miiy convincente.
VANESSA — Muy elocuente.
EL ENCARGADO — Muy pertinente.el doctor MARCUS — (Al GERENTE J Lea el texto
corregido.EL GERENTE'— (Le�.) "Eii ordc» a las partes de
nuestra programática, y habida cuenta la realidad
objetiva, consubstancial en estructuras de alto nivel,acordamos el actual proceso vertical hacia más am¬
plias proyecciones panorámicaa, con positivos logrosde rigor doctrinario inequívoco. A tal efecto, el per¬manente de los estratos involucrados, dinaniizándoloscon sistemática planificación e normas específica¬mente de hondo contenido humano.**
VANESSA — ¡Espléndido!EL GUARDiA�—- Queda iitiicho más claro.EL AGENTE — No obstante las fervorosas manifesta¬
ciones de aprecio, que mucho aprecio, la perfeccióndel texto requiere de nosotros un esfuerzo supremo,
que estimarán, seguramente, las generaciones futu¬ras. Por ello, y para aproximarnos a la f>erfecciónrequerida, propongo suprimir los términos siguientes;Programática, objetiva, consubstancial, estructuras,vertical, panorámicas, logros, rigor, estratos, dinami-
zándolos, planificación, hondo y buntano. Invoco, paraello, aquel sabio aforismo que dice, y dice bien:"Lo bueno, si bueno, dos veces bueno."
VANESSA — ¡ Biienísimo!
EL ENCARGADO — ¡Scn-sa-cio-nal!
59EL DOCTOR MARCOS — (Al ckrenteJ Lea el texto
corregido,EL GERENTE — (Lc€.) "En ordcn a las parles de
nuestra, y habida cuenta la reálidad en de alto, acor¬damos el actual proceso hacia más amplias proyeccio¬nes con positivos de doctrinario inequívoco, A talefecto, el permanente de loe involucrados con siste¬mática e nonnas específicamente de contenido."
EL GUARDIA — ¡Excelente!
EL DOCTOR MARCUS — ¿Están de acueráo?EL AGENTE — ¿ Me permiten? Antes de la aproba¬
ción definitiva, y con cscrúpulas más que justifica¬
dos, estimo necesario retirar del texto algunos térmi¬
nos, por aquello del aforismo que dice, y dice bien;**Lo breve, si bueno, dos vecee breve." Las palabrassuprimibles son: Orden, cuenta, realidad, alto, actual,amplias, doctrinario, efecto, involucrados, específica¬mente. ¿Qué les parece?
EL ENCARGADO —* Muy digno de su especialidad
publicitaria.EL DOCTOR MARCUS—¿ Cómo queda el texto?EL GERENTE
— (Lee,) "En a las partes de nuestra,y habida la en de, acordamos el proceso hacia más
proyecciones con positivos inequívoco, A tal, el per¬manente de loa con sistemática e normas de conte¬nido."
EL AGENTE — Que expresado con la redacción tele¬
gráfica exigida por las agencias noticiosas, dice:"Acordamos proceso más proyecciones positivos per¬manente. Síop. De los con sistemática e normas conte¬nido."
EL DOCTOR MARCUS — ¿De acucrdo?
Voces de aprobación.
60EURlüiCE
— (Se levanta. Habla impasible,) Apenadaouiiaiún importantes vocablos actuales en acuerfloanterior, como escalada� contexto, abocar� couipletufl,funcional, impactante, aleatorio y grupúsculo, solici¬to se incluyan en documentos próximos. Eurídice,
EL DOCTOR MARCUS — ¿De acuerdo?EURIDICIl — De acuerdo.
Se sienta� inexpresiva, Nutrii]los aplausos,
EL DOCTOR MAKCUS — (Lcvuntándose,) El espon¬
táneo homenaje que acabamos de rendir a Eurídicetiene más elocuencia que todas las palabras juntas,suprimíLles o no. Ahora c]iie se halla incorporada ala vida infernal, podemos preguntarnos; "¿Qué ocu¬rrió con Eurídice? ¿Qué ocurrió?" No cabe más que
una respuesta: "La consumió la eocieclad de consu¬mo". (Pmtsa breve,) Modelo de Ifis modelos, modelo
sobre la que se modelaban todas las modelos, fue,desde niña, ima niña modelo. Contrajo el sarampión,la tos ferina y, pese a sus variadas contracciones, nun¬ca contrajo nujicias la prouictida fiel de Orfeo, Con
el tiempo pasó de &er una joven modelo a una mo¬
delo jovenj cada día más joven y nada desdeñable,y cada día más modelo. (Breve pausa,) Cultivó mar¬
garitas en Islandia, condiatió la langosta en la Argen¬tina, fundó la sociedad de Damas Dulces. . . Prontointentaron consumirla. Volaron sobre ella diez viso-nes, se conformó con seis. Dicen que le ofrecieron eldiamante Vostock. No !o aceptó. Sólo se resifínó aldiamante más la diadema de la reina Ingrid. Era un
ejemplo,.. Su buena fama� merced a la televisión,cruzó fronteras sin dificultades. í íasta que un día,cuando no lo esperaba, cayó en manos de un turbio
contubernio. Sns ideales cambiaron. Sucede con fre-
61cuencia. Es cosa de no lener ninguno, dirán ustedes.Desde luego. Pero en Eurídice Ja situación fue di¬
ferente. No cambió, la canihiaron. Su nueva aspira¬ción era el derroche, el consumo sin límites, sin tasa.
Siempre tocaba el piano a cuatro manos, con dos no
le bastaba. Dormía en varias� camas cada noche, cuan¬do con media le liubiera sobrado. Aeí vivió y así sedisolvió. Varios sujetos inescrupulosos la sometierona la horrible prueba que todos contemplamos portelevisión: la volatilizaron, se lii/.o humo y llegó alos infiernos. Ln habían convertido en objeto deconsumo y, como era de esperarlo, se consumió. Sin
embargo, después del hecho consumado y deplora¬ble, aquí la tienen, recuperada gracias a nuestra cien¬
cia. (Nntrid�ys aplausos,) Ahora, para pasar la iiltinia
prueba antes de su incorporación a nuestro inundo,Eurídice deberá responder a las preguntas que se le
hagan. Luego formulará varias proposiciones. Vaya¬mos por orden: las preguntas primero. (Se sienta.)
VANESSA — ¿Qné ta l , Eurídice?EURIDICE — Bien, gracias, Vanessa.VANESSA — Nadie lo diría.
Largo silencio,
EL DOCTOR MARCUS — ¿No hay niás preguntas?VANESSA — Una más (A eurídice.� Esa untuosa sua¬
vidad que te caracteriza, ¿te la enseñaron o la apren¬diste ?
eurídice — Ambas cosas o quizá ninguna.VANESSA— ¿Qué más te gustaría que te preguntara?E u R ID 1 c E — Nada.VANESSA — Entonces, todo.EURIDICE — Eso esperaba.
62VANESsa—'Las rcsfuieetas íjiie Jas, ¿son tuyas o te
las infundieron en los kleodiictos?E U R I D I C E �— Igual que tus preg\intas, ¿no es así?
VANESSA'�—- ¿Cuál os la ideología del infierno?EURIDICL — La tuya, la niía y la de lodo el resto,VANESSA — ¿Incluido Orfeo?EURiniCE — Pregúntaselo a éL
VANESSA — ¿Y si no nic contesta?
EURIDICE — Callar es una forma de responder,VANESSA — ¿Por qtié no canta?
EURIDICE — Otra manera de responder,VANESSA — ¿A qué?E U R I D I r, E — A SÍ mismo.
VANESSA— ¿Y a t i?E U R I D I C E — Si tú lo dices,.,VANESSA-—' Más l>íen lo dices tú. ¿Por qué te Ijusca?
EURIDICE — porque no me encuentra.
VANESSA" ¿Y si te encontrara?EURIDICE — Seguiría Luscándome. Cada cual con su
infierno,VANESSA — ¿ Cuál ee ei tuyo ?E U R I D I C E �— Por ahora tú .VANESSA" ¿Y después?E U R I D I C E " El que s iga .VANESSA —� ¿ Y después?EURIDICE — Antes y después, yo.VANESSA'— Entonces, te dejaré contigo.EURIDICE — Una grata manera de producirme daño.VANESSA — ¿Cuándo vas a empezar a contestarme?EURIDICE-— ¿ Cuándo vas a empezar a preguntarme ?VANESSA — ¿Qué intenta Orfeo en nuestro reino?
¿Crees que viene a buscarte?
EURIDICE — No lo creo: viene a buscarme,
63VANE5SA — Doctor Marciis, ¿dónde se encuentra Or-
feo?EL DOCTOR MARCUS-Mire.
Proyección de oiífeo» solo, con los ojos vendados. Re¬corre una fábrica. Cesa la proyección,
VANESSA — ¿Fcnní tí remos que siga en nuestras plan¬tas productoras?
EL DOCTOR MARCUS — Estaha convcnido.
VANESSA" ¿Permitiremos que llegue a esta cenital
y que regi'ese al exterior después de conocer nuestrosistema ?
EL ENCARCAUO — Lleva vcndados los oídos y los
ojos.VANESSA —-El es músico y Oye. El es artista y ve.EL ENCARGADO — Ve y oye lo que le interesa. Nada
más,VANESSA — ¿Y quién nos asegura que no le importa
nuestra producción?EL DOCTOR MARCUS — Si de vertlad le preocupa¬
ra, la hubiera conocido de antemano, puede estar muysegura. Usted lo dijo: él es artista y ve. Pero no diva¬
guemos. {Agita la campanilla,) Qiie exponga Eurídicesus proposiciones.
EURIDICE — Proposición primera. El infierno es lasociedad de consumo.
EL DOCTOR MARCUS — ¿Verdadera o falsa?VANESSA — íFalea!LOS DEMAS — ¡Verdadera!EL DOCTOR M A R c U S—¡Exijo la unanimidad!
VANESSA�—�¡Es falsa y ambigua! "El infierno ca lasociedad de consumo" significa dos cosas. Una, quela sociedad de consumo ce el infierno. Otra, que elinfierno es sociedad de consumo. Y eso no ea acepta-
64ble ¡W> le flcnuiicio, Eiirídice! (Al guardia.� ¡Pro¬ceda! ¡Expúhelu!
EL GUARDIA — No ha lugar. En el infierno, como to-<los sabemos, se consume y consuma gente muy prin-cí[>al. l'or lo tanto, es sociedad de consumo. Que lasociedad de consumo sea el infierno, creo que a Va-nessa no le merece duda. Así que la proposición deEurídioe es correcta,
Aplausos.
EURIDICE — Proposición segunda. Todas las socieda¬des actuales son de consumo.
EL DOCTOR MAKCU5—-¿Verdadera o falsa?TODOS— ¡Falsa!EL DOCTOR iviARCUS — Por unani]tiidad« Muy posi¬
tivo.
EL ENCARGADO — {Con míedoj \ Al contrario, muy
negativo! ¡Así reconocemos que Eurídice se encuen¬tra equivocada!
EL DOCTOR MARCUS — ¿Y cso qué tiene de par¬ticular?
EL ENCARGADO — Que los crroícs de Eurídice sonuííos. Que mi trabajo y nuestra producción tienendefectos. ¡Ustedes, al condenar a Eurídice, descalifi¬
can mi labor y me condenan por unanimidad!EL GUARDIA — ¡Cuestión de orden! Todos, en el in¬
fierno, estamos condenados. Por unamniidadn
EL DOCTOR MARCUS — ¡ Orden, orden!EL GUARDIA — Sí, scñor, (Citüdrándose,) ¡ A sus ór¬
denes! ¿Quién faltó aquí al respeto? (Mira� fiero� atodos los presentes,)
EURIDICE — fImpasibleJ Puesto que cualquier so-
cie dad es de consumo, lo son todas las aclualce. Por
65eUo, en unas predomina la publicidad y en las opues¬tas Ja propaganda.
EL ENCARGADO — ¡Su teoría es a])$urda! ¡No se en¬
tiende! ¿Qué significa eso?E u R I D 1 c E — (Irónica.) A lo mejor, se lo explica Va-
nes&a. ..EL GUARDIA-— (Iluminándose.} Aunque me llamo
Aristodemo y disto de tener los atributos de Vanessa,Eun'dice sostiene que la publicidad estimula el con¬
sumo artificial de cosas, mientras la propaganda alte¬ra las ideas y las usa como si fueran cosas, para impo¬nerlas fácilmente en el mercado. El consumo es, pues,doble: de objetos y de ideología. Si no les gustan mis
explicaciones, buscaré otras mejores.EL DOCTOR MARCUS — No me pafcccn malas.
EL ENCARGADO — Tenga cuidado, Doctor Marcus.Eun'dice es muy i>eIigrosa. Ya conquistó a la policía.Que no le vaya a convencer abora. Usted nos habló
siempre de una sociedad de consumo, no de dos o demás.
EL DOCTOR MARCUS — ¿Y qué importancia tiene
que me contradigan, si mis ideas habían contradicho
otras?
EL ENCARGADO —- Usted no puede variar. ¿Qué seráde nosotros si usted cambia? ¿Qué ocurrirá con nues¬tra producción? Ha de seguir siendo el tpje era. Si es
partidario de cambiar, le tacharán de reaccionario.
EL AGENTE — (Implorante,) ¡No cambie, Doctor Mar-
cus! Todos sabemos que sus ideas son las únicas, las
verdaderas, las incontrovertibles, las irrefutables, lasinvariables, las ciertas, las inconmovibles y seguras.¡Son ideas fija&! ¡Son científicas!
EL DOCTOR MARCUS — (Irónico.) ¿No puede su¬
primir la propaganda?
66EL AGENTE—� ¡Lc defiendo! Le defiendo de ueted.
Porque ahora usted está contra usted, ¡Se olvidó desus obras! AJ parecer, las escrihiój pero no las leyó.¡Usted se contradice!
EL GUARDIA — Entouccs, para contradecirlo definiti¬
vamente, re&umanios. La sociedad de consumo de co¬sas aspira a convertirse en sociedad de consumo ideo¬
lógico, mientras que ésta trata de transformarse, gra¬dualmente, en aquélla. Es cuestión de esperar dos¬cientos años y veremos las vueltas que da el mundo.La tierra se divide, por ahora, en doa consumos. Y eluno intenta consumir al otro.
EL DOCTOH MARCUS — ¿Dónde se doctoró?EL GUARDIA — Como quien dice, observo los aconte¬
cimientos. Es mi deformación profesional. Y a pro¬pósito —aunque no venga a cuento—, ¿no consideran
que ya es hora de que aparezca Orfeo?VANESSA — ¡De ningima manera! Eurídice tiene que
concluir la exposición de sus principios. Tenemos queaceptarla o rechazarla.
EL DOCTOR MARCUS — Habrá tiempo de sobra.Eurídice ee queda. Es nuestra. No cabe duda algima.Ya conocen el mito. Aquí no haremos sino confirmar¬lo. ¿Están de acuerdo con que llegue Orfeo? ff�ocesde aprobaciónj Por unanimidad. Muy positivo,
Música soul. Entra ORFEO, con los ojos vendados.VANESSA desctencfje al plano inferior� por el qi/e avanzaORFEO. Cesa Ut música,
VANESSA — Orfeo-
ORFEO — Sí, ¿Quién eres?VANESSA — "¿Y tú me lo preguntas?"ORFEO-— ¿Dónde está Eurídice?VANESSA — ¿Ya no mc reconoces?
67o K F E o — ¿Dónele está?VANESSA — ¿iVo llevabas un guía? ¿No le orienta?
(SilencioJ ¿Me oyes?O K F F, o —■
Si, te oigo.VA�ESSA — Kílá prohibido. Te vendaron para que no
escucharas. Y no me digas que erea múaico.
o R F E O — Sí» lo soy.VANESSA — Te quilaré la venda.o R F E o — ¿Para qué? Ya no líay venda. La veo.VANESSA — ¿A quién?o K F E o — A Eurídice,VAiVESSA�— ¿Dónde se enenentra?O R F E o — Aquí.V A N E S S A— ¡Falgo! Te engañas,o R F F, Oi— En e.sa dirección. {Indica hacia euridice.�VANESSA�— No hay nadie.O R F E o — Habla, Eurídice. Habla.VANESSA — Sueñas. Estamos solos,o R F £ o — Habla, Eurídice. Habla.
VANESSA-Solos. . .o R F E o — Habla, Eurídice. Habla.VANESSA — (Abraza lentamente a Orfeo. Lo envuel¬
ve.) ¿Por qué no quieres reconocerme?
ORFEO—(Aparta con blamhira a VANESSA y marcha,sonámbulo� hacia EURIDICEJ Oigo y recuerdo, una
por una, sus palabras. El hilo de su voz me guía� co¬mo siempre. Su voz me �ía, como siempre» Me guía,,como siempre,
VANESSA — (Violenta*) ¡Orfeo es un peligro! Delira.Lstá bajo el efecto de las drogas. Trata de disolver¬nos. A nuestro infierno de las prohibiciones vino atraernos el de las permisiones.
ORFEO, despaciosamentef asciende las gracias y llega a
68EUKIDICR, Íp quTtn la vondft. Se besan, jV/úsm.yi íouL
el doctor marcus�— (Solemne.) Enrídice y Or-
feo, respetaremos, punto por piintOj lo convenido- SíOrfeo nnra atrás» Eiirídice se quedará por siempreaquí. Volver atrás está prohibido entre nosotros.
ORFEO y ELRIDICE hacen itn largo recorrido. Snbcn ybajan por las tarimaíi y pasan de mfsa en mesft� deacuerdo con las indwaciones de los funcionarios. Sobreias mesas ttparecen distintos letreros: cambio, SANiDAn,
APUANA, PASAPORTES, SALIí>A. Estc úllitno Sí? encuentra enla de VANESSA,
V A N E S S A — (Que com¡>riteba los documentos deOBFEO-yí ¿Y su maleta y
ORFEO—(Dudoso.) Croo que se la llevaron. Fue un
inspector, , .VANESSA — Sin ella no puede salir,ORFEO-— Alguien me informó antes de lo contrario,VANESSA-— EííO fuíí ante?..O R F E O — ¿Y ahora?VANESSA— Los reglamentos han cambiado,
ORFEO — ¡Usted pretende ponerme dificultades!V A N E s s A -— En abif�oluto. Soy funcionaría. Mantengo
el orden existiente. Sin las dificultades reglamenta¬rias, tropezaríamos con otras. Los reglamentos, cuan-rio se perfeccionan, resuelven los problemais anterio¬
res, aimqne, posiblemente, originen nuevos.ORFEO,— ¡No siga!VANESSA — Quiero quc tenga en claro su situación.
Es mi deber. Me atengo al reglamento.o II F E O — ¿Por qué insiste?VANESSA — Disculpe. No quise molestarle,
xAíjuí ae¬
remos siempre amables con los turistas.
60
Entra EL guia. Lleva los ojos vendados y tiene una.m€ileta en la mano,
EL GUIA — ¿Quién vive?
VANE SSA — NatUe. Es rl infierno.EL GUIA — Perdone. ¿Quién habló Je tiiristuíi?
VANESSA — Un control.EL GUIA — ¿Han visto a Oríeo?
VANESSA — Ya que me escticlia, quítese la venda.EL GUIA—¿Puedo? Me lo prohibieron. Claro que
con el accidente que tuvimos se movió un poco. . ,VANESSA — (Perentoria.} ¡Obedezca!EL GUIA— (Se quita la tienda. Parpadea, desltimbra-
do.) ¡Orfeo! Su maleta. �Se la da.)o R F E o — ¿Quién me asegura que es la mía?EL GUIA — Después del accidente, alguien me la en¬
tregó. Me dijo que ea la suya.VANESSA — ; Abrala!
ORFEO—¿Para qué? La nn'a no contiene nada.
VANESSA—(Que la abre.) ¡Lleva cartas! En esecaso, no es la suya. (Al GUL4J Le engañaron, amigo.Esta no es la maleta de Orfeo. Avúdele a buscarla,
*
ORFEO — ¡Es la mía!VANFSSA— (irónica.) ¿Cambió de parecer?ORFEO — ¡Se lo aseguro! ¡Es mía! Son mis cartas.VANESSA — Imposible. ¿No las habían arrojado al
fuego? (Abre una carta y lee,) "París, 20 ile octubre".
ORFEO—(Rec i ta . ) "Eurídice querida: Aquí el otoño
llega con la melancolía de la lluvia y la niebla, y no
hay más luz que el rojo resplandor de los castañosen parquea y avenidas. ¿Cuándo tu aliento con elmío: .
VANESSA — (Abre otra carta y lee.) "Copenhague, 7de agoí4to'\
70
o R F E o — (Recita,) "Las onda» de este mar de pizarrame arrojan a tus playas —a las nuestras—, en rlotide
el sol se tiende» cálido, con la arena y los cuerpos.Una palabra tuya, iina palabra�\
VAN ES s A — (Abre otra carta y lee,} "Viena� 12 de
jiilio".o R F E O — (Recita�) "Mañana el último concierto. Esta
noclie, perdido por las calles empedradas de la ciudad
antigua, me acompafíaroii sombras amigas de lejanosmúsicos. Pronto te diré su secreto".
VANESSA — En efecto, señor, es su maleta. Me con¬venció. Puede salir. No hay niáí formalidades. Lafrontera está ahí,
ORFEO da unos pasos y espera.
VANESSA- (A ELFRIDICE J ¿Y USted?EURIDICE — Le sigo. Es el convenio.VANESSA — Usted se queda.E U R I D I C E —- ¿Por qué?VANESSA — Doctor Marcus, mándame fuerza pública.
EL GUARDIA va hacia euridice.
VANESSA — Querida Enrídícc» te quedas, ürfco faltóa lo convenido: miró hacia atrás.
*
EURlDiCE — ¡No ee cierto!VANESSA — Veinte de octubre, siete de agosto, doce
de ju l io . . . ¿De cuándo? ¿De qué año? ¿De quétiempo? ¿Acaso mirar hacía el pasado no es mirar
hacia atrás? ¿Cómo mira hacia atrás un músico, sinoen el tiempo? Aquí, volver hacía el pasado está pro¬hibido.
EURIDICE —- (Violenta.) ¿Tú preparaste la repugnan¬
te intriga? ¿Fuiste tú?VANESSA — Soy funcionaría y cumplo. No sé más.
71
SílLlOTFCA
NACION*aiocji�w
E u R I n I C E — (Desgarrada,) ¡ Orfeo!
EL c U A R l> I A — M oRFEoJ ¡Circule! (Al cliaJ ¡Us¬ted también! ¡Citculen! (Los saca a pmpvtlones.)Ordenes son órdenes.
EL DOCTOR MARCUS — (Hace soiutr la canipnnílltt.Solemne,) Se reanuda la sesión- Eiirítlice t iene la pa�labra.
VANESSA —■ (Adelantámiosp,) Proposición tercera. El
infierno es iin mito. Tenemos que deaiiiitificarlo. Eli-
niinémosJo.EURiDtCE — (Ausento.) De acuerdo.VANESSA — (Consigo.) Enrídiec se muestra confor¬
me,., (A los detnásj ¿Por qué intenta snprini ir el
infierno? ¿Saben por qué desea el iminarnos?
EL A G E N T E " Porque de esa manera podrá reunirse
con sil amado Orfeo�. .VANESSA — Ya lo escucharon, V aún aseguran que
estaba incorporada a nuestro nuindo. . , Sólo le mue¬
ven pretextos personales.ELiRiDJCE�— ¡Falso!VANESSA — Demuéstralo,E u R 1 D [ c E — Ya que Vanossa hizo suyas mis palabras,
permí tanme que ahora las haga defini t ivamente mías,
pronunciándolas.VANESSA — ¿Qné pretendes, Eurídice? ¿Crees que
podrás manejarnos como a Oríeo?EURIDICE-— ¿Ternes que nuestro infierno cambie o
desaparezca? ¿Por eso me atribuyes inóv�ilcs ajenos alos que de verdad me guían?
VANESSA — Decláralos,E u R I D j c E '— Ya los conocerás. (Irónica,) Vaneasa, la¬
mentablemente tú ya no eres úl t imo modelo. Todosle vimos actuar frente a Orfeo como mujer fatal dehace unos años. Y tus ideas t ienen tu edad, ¿ /Vccpta-
72renioa iiociorirs anliruüílas «le un infierno seguro,ínanioviMe, una especie de Estado que, como casi to¬dos ellos, íleja las cosas en su esla<lo y ecn iiiayúsen¬
la?V A N E 5 S A ■— �.Qué [>i O|>one9, en caitiljío?E u R I i> 1 C E — Que e=tc reino inferior renuncie a £u in¬
ferioridad, Que nueslro infierno salga para siempredel subterráneo, del subconsciente y del subrlesarro-11o. ¡Hagámoslo subir a flor de piel, a flor de labios
y a flor de tierra! ¡Aprendamos del hoiiil>re! Si los
humanos convirtieron a la Tierra en un maravillosoinfierno tccnieo, más eficaz tjue el niiestro, ¿tenemos
que seguir aquí, por debajo de ellos, sumidos en elsótano? Y ai reqníeren pruebas, niireri la accióndel hombre. {En la pantallft del fondo se proyectancon gran celeridfid vistas de In erosión terrestre� deIfi j}oIlición atmosférica y marít ima y de sus conse�
cuencias, de las industrias y de sus residjtos� de lasbombas atómicas� de las enormes aeitmulaciones dechatarra y basura propias de las ciudades . . , Cesa la
proyección de fotografías,) Y mientras esto y muchomás sucede, y el planeta se deteriora y se agota, loshombres crean el infierno suplementario de la po¬sesión o del poder, a ciegas de lo que a todos les con-cierne.
V A N E s s A — ¿\ qué propones con tantos argumentos?E u R I l> I r E — Ayudarles, Procurarles el bien.VANESSA — ¿Perdiste la razón?E u R 1 í) I C K — Nunca estuve más lúcida. Contra lo que
se dice, no sólo el mal produce infierno, el Iiicn tam¬
bién lo puede originar, Acalmmos de verlo. Y si esosmales son, en gran medida, los que se deben al de¬sarrollo y a la lécníca, irracionalmente conducidos ytenidos por bíenesi, incrementemos semejante <lcsa-
73rrollo. ¡Que el infierno del desarrollo contribuya al
desarrollo del infierno! ¡Desarrollemos el desarrollo!
¡Desarrollemos el infierno!
EL GUARDIA — ¡Aprobado!EL ENCARCADO — ¡Fantásticot
EL A G E N T E—¡Genial!
Nutridos aplausos.
EURIDICE — Ya que la Tierra es un infierno más per¬fecto, más actual que el nuestro, incorporémonosdefinitivamente a ella. Rompamos las barreras del
aislamiento, los bloqueos, los telones de acero, de
fuego y prohibición, y dominémosla. ¡Subamos ala sui>erficie! ¡Acrecentemos el derroche y el saqueogenerales! ¡Estimulemos los apetitos de posesión ode poder sobre lo poco que le reste al hombre!
EL ENCARGADO—¡De acuerdo!EL GUARDIA — ¡ Por unanimidad!
EL AGENTE-—- ¡Qué gran programa!EL DOCTOR MARCUS — (A EURIDICE.) ¿ CÓmO lo
cumpliremos?
EURIDICE"Que cada cual ocupe su lugar y desem¬
peñe su papel, (Al doctor makcus.) Usted es pen¬sador, un ideólogo. Tiene mucho trabajo allá en lasuperficie. (Al gerente,) Usted, a la gerencia de
algún trust o a un ministerio de economía. (Al agen¬te de publicidad.) Usted, a la publicidad o la propa¬ganda, según convenga. (Al encargado de la fabri¬ca.) Usted orientará la producción ... a producir ladestrucción. (Al guardia.) ¿Usted, un policía? Elmundo es suyo.
VANESSA—¿Y tú, Eurídíce? ¿Puede saberse cuálserá tu misión?
74eURIDICE — ¿Y tú, Vanesea, preparaste la tuya?
Oscuridad.
Tienda de discos.lA SEÑORITA tras el mostrador. Entra orfeo ,
o R F E o -— Buenos días.LA SEÑORITA — Muy buenos, ¿Qué desea?
ORFEO — ¿Tiene discos de Orfco?
LA SEN OH IT A — Se agotaron.ORFEO — ¿Desde cuándo?LA SEÑORITA — Editan menos que se venden.o R F E O �—- ¿Producen pocos?LA SEÑORITA — Al contrario. Muchos, muellísimos,
millones . , .ORFEO— ¿Entonces?LA SEÑORITA — Siempre estarán escasos.ORFEO — ¿A qué se debe?LA SEÑORITA—A quc cs muy popular. Diccn que
bÍKO el último viaje a loa infiernos.ORFEO —■ ¿ Por qué el último ?LA SEÑORITA�— Scgiui parecc, cerraron el infierno.
Lo han traído a la Tierra.ORFEO-— ¿Y qué tiene que ver con la venta de discos?
LA SEÑORITA — Dicen que Orfeo bajó al infierno
patrocinado por una empresa de publicidad,ORFEO — No lo sabía ... ¿Para qué?LA SEÑORITA-— Pucs , , . para que se vendieran mas
sus discos.ORFEO — No lo sabía.LA SEÑORITA — Pero si lo sabe todo el mundo . , .
Salió en la prensa.ORFEO —' No leo los periódicos.LA SEÑORITA — Hace bien. Yo los leo,
75o R F E o — Ilacc Ilicn. Así conoce lo que todo el numdo
sábe¬
la A SEÑORITA — Es necesario. Dicen qne rlestrnyó a
s(i novia para vender más discos.o R F E o — ¿ Quién ?LA SEÑORITA — Orfco. ¿No ae trata de él? ¿Por
qué se me distrae?o R F E o ™ ¿Quién?LA SEÑORITA — Usted. ¿Con quién estoy hablando?o R F K o — Connugo.
LA SEÑORITA — Mchos uial. (Pausa.) Ali» tambiéndicen que no canta jjara que se vendan más sus discos*
O R F E O — Y se venden . . .LA SEÑORITA-— Sí acabo de decírselo ... EJ qne se
vende más, des[>iiés de Orfeo, es Cirilo.
O R F E o — No lo conozco.
LA SEÑORITA — Pero, ¿de qné generación es usted?ORFEO — Del año pasado.LA SEÑORITA — Ali. por cso . . . ¿Quicre cscucbar
uno?o R F E O —' No. Prefiero el siJencio,LA SEÑORITA — Cirilo protesta.ORFEO — ¿Contra qué?LA SEÑORITA — Contra el ruido. En sus discos de¬
nuncia que el mundo es un infierno estruendoso, Cla¬ro que conviene escucharlos muy bajo. Suenan tanestridentes ... Y protesta contra muchas máí� cosas-Contra el consumo, para empezar. Ahora eanla en latelevisión auspiciado por una marca de televisores . . .
ORFEO — ¿Para que no los consuman?LA señorita —Tal vez. (Breve pausa.) Aunque lo
que más se consume es la canción contra el consumo.ORFEO — No deja de ser razonable.la señorita — Sí quieren evitar el consunio, tíe-
76ncn que suspender la producción, ¿no es así? Sicni-
pre lo digo, pero no me hacen caso.
o R F E o — Parece buena idea.
LA SEÑORITA — Sí, pero laá buenas ideas suelen pa¬sar inadvertidas.
O R F E o — .AJguna vez se reconocen.
LA SEÑORITA — Cuando ya es larde.O R F E o — Usted sabe mucho.
LA SEÑORITA — Estudio por correspondencia. A
propósito, ¿leyó las cartas de Orfeo? Salen en *�LaMañana". Dicen que por leerlas perdió a Eurídice,
ORFEO — Siempre podrá encontrarla.LA SEÑORITA — Sin duda. Al parecer, ella promue¬
ve una gran rebelión y hace subir el infierno a laTierra.
ORFEO — Pero eso no es verdad.LA SEÑORITA — Es una historia-, un mito. La Tierra
es muy hermosa. Yo no creo que pueda convertirseen un infierno, (Empieza a ordenar discos. En esa
ocupación permanecerá hasta el fin de la obra.)ORFEO — Es una historia, nada más.LA SEÑORITA — En ella, los personajes del infierno
regresan a la Tierra, El Doctor Marcus. (Entra.) ElGerente. (Entra.) El Agente de Publicidad. (Entra,)El Asesor Científico. (Entra.) Vanessa. (Entra.) ElGuardia. (Entra.) El Encargado de la Fábrica, (En¬tra. Los persotmjes nombrados forman un grupoque se mantendrá inmóvil en el fondo de la escenahasta la conclitsión de la obra.) De&pués llenan elmundo de daños y de males. Suenan sirenas (suenansirenas), como ahora, para anunciar calamidades:exceso de smog, exceso de temperatura, exceso de
energía. Falta de agua, falta de oxígeno, falta de
energía , . .o R F E o �—■ Pero eso no ee verdad.LA SEÑORITA — Claro que no. Eb una iiístoria ...
Una historia ilustrada. En ella, Vaneesa mueve a lasfanáticas de Orfeo, como ei fueran las bacantes, conla intención de aniquilarlo.
ORFEO — Usted §aLe mucho.LA SEÑORITA — En este mundo tenemos que cono¬
cer bastantes cosas que no son verdad, para saber
alonas verdaderas. (Pausa breve,} Yo sé que no esverdad, pero en la historia que piiblican Orfeo per¬manece inmóvil, junto a una puerta, como usted.
Aparece una mano y le cubre la boca; otra, los ojos.Surge un brazo y le estrecha la cintura; otro, el cue¬llo; otros le sujetan loe brazos. Y en horrible silen-ciOf las bacantes lo atraen, se lo llevan lentamentehacia afuera y luego lo destrozan en la calle.
Tal sucede, la señorita sigue ordenando discos,
TELONFIN DE la obra
1972
top related