nuestra experiencia ii

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NUESTRA EXPERIENCIA(II)

Lic. Gustavo Gómez Reyes(Roxanne)

Empezar a escribir una historia es tan complejo como dejar pasar el tiempo entre tus dedos sin que el silencio de la duda se haga una intrépida búsqueda de lo que cree una vez perdió, dejando el volar a la deriva y surcando las miradas que alrededor de la soledad, han dejado de ser solo una carita pintada en el cuaderno del crío que tuvieron en aquel verano.

La noche llegó con el escrito del viernes y el pensar en que sería de nuevo sensato abrirse camino entre los recuerdos que quedaban y la voz que se hacía más endeble, tomé mi maleta, con tres mudas hechas desde el miércoles, decidí creer que era mejor abordar el bus de las cuatro que la espera por una flota que desde el pasado invierno ya no pasa por aquí.

Tomarme un café, mirar el árbol que sembré cuando aún era un crío, hacer remembranza de la primera vez que bailé con la niña que me ilusionó y sentir como el viento que pasa por mi rostro hacía más tersa mi olvidada juventud, me llevaban a la magia de ese misterioso mundo que una vez cubrió de calidez mis años y que hoy son solo retratos pegados en mi memoria.

La escuela y las calles del barrio, la noche vigilante y el jugar a las escondidas, el comer suspiros y llevar una canica en los bolsillos, hacían fresca la niñez, patear piedras, dejar que la lluvia mojara nuestras ropas, colocar las monedas en los rieles por donde pasaría el tren de las seis, hacían que el tiempo se hiciera una hilera de sueños entre lo que se vivía y lo que se esperaba.

Las arrugas que hoy danzan en mi rostro, desnudan la inocencia que aún permanecen en el rincón donde alguna vez, una chica con su voz angelical, había adornado con sus manos y sus labios, que rozaron los míos una y otra vez, mientras las vela de los diez años, se encendía y el cántico de un onomástico más, se adhería a las paredes de la vieja casa maternal.

Yo pedía al universo que el ayer solo fuera eso y que no marcara mi presente, que la media tarde tuviera el helado de vainilla, que en el cuaderno aún reposaran los poemas iniciales de mi juventud, que mis zapatos de tenis amarillentos por los días sin lavar aún estuvieran debajo de la cama y que el reloj de pared siguiera con su tic-tac sin vacilar.

Mis ojos aún ven el horizonte, mis oídos aún oyen tu voz, mis manos aún acarician como en la primera vez, mi gusto por saber a qué sabe la miel de tus labios y el olfato intacto por tu aroma, hacen que el encuentro que nos debemos, aún sea un plan romántico que lleve flores, con una canción de cuerdas y un firmamento azulado para sellar que mi amor por ti conserva la inocencia de la niñez.

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