neopatrimonialismo definicion clara
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NEOPATRIMONIALISMO, POPULISMO Y COMUNITARISMO∗
María Gloria Trocello∗∗
La presente ponencia pretende llamar la atención respecto de la articulación de
algunas categorías teóricas que ayuden a comprender los procesos de concentración de
recursos de poder por parte de quienes ejercen la dominación política, en especial en unidades
de escala menor al Estado Nación. El análisis responde a la preocupación respecto de los
modos de convivencia entre el régimen político formal y modos casi feudales de ejercicio de
la dominación política. Se trata en suma de investigar la calidad de la democracia en aquellos
regímenes provinciales en donde alrededor de un líder se organizan estructuras informales
consolidando sistemas estables de dominación. Además en estos espacios regionales la
cercanía entre elites y gobernados es funcional a forma de dominio más personalizada. Todo
ello va configurando, a su vez una especial modalidad de cultura política opuesta al modelo
republicano formalizado, e inscripto en formas particularistas de institucionalidad informal.
Tales circunstancias - entiendo - conforman un régimen político específico, que daré en
llamar neopatrimonialista y que genera una cultura política de índole particularista.
Acorde con lo expuesto el objetivo general del presente trabajo es, poner en tensión las
categorías “neopatrimonialismo”, “populismo” y “comunitarismo” para investigar las
características de la cultura política que generan los regímenes políticos formalmente
republicanos que conviven con prácticas particularistas socialmente institucionalizadas. A
modo de hipótesis de trabajo se sostiene que la convivencia de instituciones democráticas con
prácticas particularistas (clientelares en sentido amplio) se legitima a través de discursos de
formato populista que les proporcionan la cobertura simbólica, abrevando en interpelaciones
ideológicas de corte fuertemente comunitaristas. Se conforman así procesos de identidades
colectivas que disuelven el espacio plural y la autonomía de los sujetos llevando a la
constitución, por decirlo con Juan Ramón Capella (1993), de “ciudadanos siervos”.
Comenzaremos por analizar el régimen político neopatrimonialista para luego avanzar en los
modos utilizados para su legitimación y observar los aportes desde las categorías populismo y
comunitarismo.
∗ El presente es un avance de la tesis doctoral “Régimen Neopatrimonialista” del Doctorado “Pensamiento Político, Democracia y Ciudadanía” Departamento de Derecho Público. Área de Filosofía Política. Universidad Pablo de Olavide. Sevilla. España. ∗∗ Profesora e investigadora de la Universidad Nacional de San Luis. Directora del Proyecto de Investigación Consolidado “Régimen político y Cultura política “ PROICO 59105.
2
1. EL REGIMEN POLITICO NEOPATRIMONIALISTA
Considero pertinente partir del concepto de régimen político que aporta José
Antonio Garretón (2002) pues hace de la mediación institucional su elemento constitutivo.
Para analizar una sociedad determinada Garretón propone el concepto de matriz socio
política (o matriz de constitución de la sociedad)- Esta es una matriz de relaciones entre
Estado (momento de unidad y dirección de la sociedad), sistema de representación
(momento de agregación de demandas globales y políticas) y la base socioeconómica y
cultural (momento de participación y diversidad de la sociedad civil). Garretón explicita que
la mediación institucional entre estos elementos es el régimen político.
Así pues, lo que interesa remarcar en este esquema conceptual es la importancia de ver
al régimen político como mediación institucional. El régimen político que concilia las
relaciones Estado-Sociedad genera las formas institucionalizadas que se reiteran, y que son
internalizadas como habitus1 por los actores sociales. Estas instituciones son prácticas
políticas legitimadas por discursos sociales que le otorgan sentido, y permiten a los actores
conocer como manejarse en el mundo social. Por ello para analizar un régimen político no
alcanza con analizar las prácticas políticas sino que deben mirarse sus acciones simbólicas.
Por ello la propuesta es analizar el régimen político desde sus instituciones –formalizadas e
informales2.-, y en tal sentido abordar sus las prácticas institucionalizadas sumadas al sistema
simbólico que genera su legitimación.
Para la caracterización de lo denomino regímenes neopatrimonialistas, debe
reconocerse que es Oscar Oszlack (1980:4) el primero que utiliza esta denominación para
regímenes políticos en Argentina, y retoma de Weber la calificación de “patrimonialistas”
para designar las situaciones contemporáneas en donde la dominación de un sólo hombre
necesita de funcionarios para ejercer la autoridad. Remarca que si bien se rodean de las
instituciones formales de la democracia, se advierte una alta discrecionalidad por parte del
que ejerce el Poder Ejecutivo, extendiendo su influencia a los otros poderes del Estado. El
patrimonialismo remite a la gran concentración de recursos de dominación en un “señor”,
1 A partir de recorrer las modificaciones que el concepto de habitus sufre en los diferentes trabajos de Bourdieu, Alicia Gutiérrez (1995:65)lo sintetiza como “ aquella disposición a actuar , percibir , valorar , sentir y pensar de una cierta manera más que de otra, disposiciones que han sido interiorizadas por el individuo en el curso de la historia. El habitus es, pues, la historia hecha cuerpo” 2 En este marco entendemos por instituciones un patrón regularizado de interacción que es conocido, practicado y aceptado (si bien no necesariamente aprobado) por actores que tienen la expectativa de seguir interactuando bajo las reglas sancionadas y sostenidas por ese patrón”. (O’Donnell:G. 1997 b:310)
3
que reparte favores a una elite prebendaria, y que termina transformando al Estado en su
“propiedad privada”.
La tipificación weberiana de patrimonialismo sigue siendo de utilidad y quizás por ello
sea tan escaso el desarrollo teórico de la categoría. Weber (1974:181 y ss) explica que la
estructura patricial de dominación es patrimonial cuando aparece un señor y sus compañeros
se transforman en súbditos. La característica, entonces, es el reparto de bienes a los miembros
del círculo. Cuando la autoridad se ejerce dentro de las organizaciones políticas, se denomina
estatal-patrimonial, y su forma es semejante a la establecida en la comunidad doméstica. Una
posición patrimonial carece, sobre todo, de la distinción burocrática entre la esfera “privada"
y la oficial. El capricho puramente personal del soberano decide sobre los límites que
corresponden a las “competencias” de sus funcionarios (ídem:774)3.
La característica esencial de estos regímenes es que terminan adueñándose del Estado
para hacer uso discrecional de sus recursos. A través de la ocupación del gobierno, y por su
permanencia posteriormente del Estado se ejerce un tipo de la violencia simbólica4 que
permite legitimar prácticas clientelares, prebendarias y corruptas, aunque deben contar con
legitimidad electoral, y convivir con las instituciones formales exigidas por el sistema jurídico
(presidencialista republicano, monarquías parlamentarias etc.). El tener que cumplir con
requerimientos formales democráticos – republicanos en nuestro caso- entiendo justifican
utilizar el prefijo “neo”, toda vez que se tipifican con una exigencia, no requerida por los
modelos históricos weberianos5. La denominación – entonces- de regímenes
neopatrimonialistas obedece a que es ineludible la legitimidad electoral y el cumplimiento de
formalidades republicanas.
3 Guillermo O'Donnell (1989, 1997 a –b) utiliza el vocablo para caracterizar los modos conductuales de las democracias delegativas, y también como resabios del autoritarismo en el cono sur de América (O'Donnell , 1997 d). Se encuentra también en la literatura alusiones a conductas patrimonialista o “patrimonialización el Estado” (O'Donnell, G y Da Matta, N. 1989). Lo importante es dejar en claro que se está haciendo alusión a la institucionalización de prácticas políticas que borran la diferencia entre esfera pública y esfera privada. 4 La violencia simbólica tiene su origen en la relación entre las estructuras que constituyen el habitus de los dominados y la estructura de dominación que las sustentan: el dominado percibe al dominante a través de las categorías producidas por la relación de dominación y que, por lo tanto, son funcionales a los intereses del dominante. Bourdieu (1996:7, yss). 5 En este sentido José Nun (1994) coincide con Gordon Allport que expresa "que los científicos sociales nunca resuelven los problemas que se plantean; simplemente terminan por aburrirse de ellos"; para luego reflexionar y aclarar que "precisamente por eso, es casi inevitable que los mismos problemas regresen después de un tiempo, a veces precedidos por la partícula neo". Cuando se habla de retorno a lo conocido, seguramente se está hablando de patrimonialismo, populismo, clientelismo, cesarismo, prebendalismo etc. en general de las prácticas que producen la disolución del espacio público en los espacios (o intereses) privados de los que ejercen la dominación política. El prefijo "neo" es usado en la doctrina italiana, en donde el "neopatrimonialismo" se asocia a la idea de apropiación de los grupos económicos que aprovechan prebendariamente las estructuras del Estado (Sapelli, 1998).
4
Se trata entonces de regímenes políticos formalmente republicanos, en los que un
líder -como consecuencia de controlar el partido dominante en el campo político- permanece
en el gobierno apropiándose de los recursos materiales y simbólicos del Estado. El líder, y la
elite que lo rodea, concentran importantes recursos de dominación, que les permite ser
dominante en el “campo del poder” (Bourdieu, P.1996:10) llegando a condicionar
estructuralmente el funcionamiento de los otros campos sociales. Paralela a la formalidad
republicana, la institucionalidad informal conformada por prácticas particularistas es
preponderante. No obstante estas prácticas suelen contar con eficientes sistemas de cobertura
simbólica que aseguran el consenso popular y el éxito electoral. El discurso político que busca
su legitimación tiene generalmente un claro formato populista y abreva en diversos sistemas
significantes (míticos, religiosos e ideológicos), según les sea eficaz para sus objetivos Las
prácticas y las distintas interpelaciones ideológicas se orientan a constituir una cultura
política en donde se diluye la percepción de la ciudadanía generándose modalidades –
materiales y simbólicas- de “servidumbre” estatal. Esta caracterización debe contemplar la
dimensión socioeconómica, para analizar si se viabilizan prácticas clientelares, lo que resulta
previsible si se dan altas tasas de pobreza y desigualdad social y una población
"dependiente" del accionar del Estado.
Para avanzar en el análisis preciso afrontar su estudio desde un aspecto dinámico y de
interacción entre autoridades públicas y ciudadanía, a fin de poder explicar cómo se
configuran los actores sociales. A tal fin planteo, siguiendo la propuesta de John B
Thompson(1987)6, centrar el análisis en términos de proceso siguiendo tres fases:
sociohistórica; discursiva e interpretariva . Se debe mirar en primera instancia las condiciones
de posibilidad que permiten la conformación de un determinado régimen político (análisis
estructural) en donde propongo centrarnos en dos cuestiones: la base socioeconómica y los
modos de concentración de recursos de dominación.. Luego para los modos que adoptan las
instituciones debemos adentrarnos en las prácticas políticas y los discursos que las legitiman
(análisis institucional). Finalmente se puede, entonces, entrar en la fase interpretativa y
abordar la cultura política y los procesos de constitución de identidades colectivas que
constituyen a los sujetos, y los modos posibles del ejercicio de la ciudadanía (análisis
cultural). Se sintetiza la propuesta en el cuadro siguiente.
6 En el planteo de Thompson, la segunda instancia se enfoca como análisis discursivo. Entiendo que para un planteo más acabado debe informarse también de las prácticas sociales a la que los discursos dan cobertura, y por ello el análisis institucional que se propone.
5
ETAPAS DEL ANÁLISIS DIMENSIONES ANALÍTICAS BASE SOCIOECONÓMICA
1 ANÁLISIS SOCIO HISTÓRICO Las condiciones de posibilidad del régimen político (Dimensión estructural)
El CONTROL DE LOS RECURSOS DE DOMINACIÓN INSTITUCIONALIDAD FORMAL REPUBLICANA
2 ANÁLISIS INSTITUCIONAL El régimen político como mediación (Dimensión institucional propiamente dicha)
INSTITUCIONALIDAD INFORMAL PARTICULARISTA
PRÁCTICAS
Y
DISCURSOS
LA DIMENSIÓN CULTURAL : LA CONSTRUCCIÓN DE LAS IDENTIDADES POLÍTICAS
3 ANÁLISIS INTERPRETATIVO La cultura política como producto del régimen (Dimensión cultural y subjetiva) LA DIMENSIÓN SUBJETIVA :
LA CONSTITUCIÓN DE LA CIUDADANÍA
2 . EL.ANÁLISIS SOCIO HISTÓRICO
2.1 La base socioeconómica
Al referirnos las condiciones de posibilidad para el surgimiento de regimenes
neopatrimonialistas hacemos alusión a aquellas condiciones socio-históricas que viabilizan su
surgimiento y su consolidación. Sintéticamente diremos que estas modalidades se ejercicio de
la dominación política se dan en sociedad signadas por la dependencia económica y la
exclusión. Sólo con recordar que las sociedades latinoamericanas se insertan en el proceso de
globalización en forma complicada, asociadas a sus problemas de dependencia de las
estrategias externas de dominación, como así también a cambios profundos podemos hacer
una síntesis de sus características : 1) el advenimiento y relativa consolidación de sistemas
político-institucionales democráticos; 2) el agotamiento del modelo de "desarrollo hacia
adentro" -industrialización con rol dirigente del Estado- y su reemplazo por procesos de
privatizaciones y fuerte papel del sector privado buscando la inserción en la economía
globalizada y dominada por las fuerzas transnacionales del mercado; 3) la transformación de
la estructura social, con el aumento de la pobreza, las desigualdades, la marginalidad y la
precariedad de los sistemas laborales; y 4) la crisis de las formas clásicas de modernización y
de cultura de masas de las elites dirigentes, y el reconocimiento y desarrollo de fórmulas
propias e híbridas de modernidad. (Garretón 2002: 13-14).
La cuestión central es que el vacío dejado por la antigua matriz de centralidad estatal -
que los autoritarismos militares habían desarticulado- no logra reemplazarse por otra
6
configuración estable y coherente de las relaciones entre Estado y sociedad. Tres grandes
tendencias se vislumbran. Por un lado, el neoliberalismo, como uno de los polos
contradictorios, negador de la política mediante una visión distorsionada y unilateral de la
modernización que intenta plantear una política instrumental que sustituye la acción colectiva
por la razón tecnocrática y donde la lógica de mercado parece aplastar cualquier otra di-
mensión de la sociedad. Otro polo es de reacción al neoliberalismo y a la globalización, que
también critica al Estado y la política, pero desde la sociedad civil, apelando a su
reforzamiento, ya sea a través de los principios de ciudadanía, participación, empoderamiento
o de las diversas concepciones del capital social ya sea a través de la invocación a principios
identitarios y comunitario (ídem: 13).
Entre estos dos polos contradictorios, se percibe una salida democrática para evitar la
destrucción de la sociedad por el mercado, los poderes ficticios o el particularismo. Ésta se
inscribe en refuerzo de las instituciones republicanas o sea una visión más institucionalista del
refuerzo del papel del Estado y de la democracia representativa.
Pero también los vacíos que dejan estas tres tendencias, por su incapacidad de
reconstituir una nueva matriz sociopolítica, pueden llevar a un deterioro importante de la
democracia ya que existen el peligro de que resurjan los modos arraigados en la cultura
política:
“nostalgias populistas, clientelistas, corporativistas o partidistas y, en caso de
extrema descomposición, caudillismos neopopulistas, pero ya sin la convocatoria de grandes
proyectos ideológicos o de movilizaciones de fuerte capacidad integrativa. Estas nostalgias
aparecen más bien como formas fragmentarias, muchas veces en forma paralela a elementos
anómicos, apáticos o atomizadores y en algunos casos delictuales, como el narcotráfico y la
corrupción. (Garretón, J.A. ídem: 14)
Entre las posibles salidas, la crítica situación económica no es una variable que aporte
a la construcción republicana y a la ciudadanía activa, y las incógnitas respecto del futuro de
la democracia argentina son muchas, pues se conjugan condiciones de posibilidad para que
se constituyan regímenes de baja intensidad republicana (Portantiero, J.C. 1997): tal es el caso
de los regímenes neopatrimonialistas.
2.2 - Las formas de concentración de recursos de dominación estatal
La otra condición de posibilidad de los regímenes políticos son importante
concentración de los recursos de dominación estatal. Para su análsis propongo indagar las
7
estrategias que adoptan los que gobiernan en el campo del poder del Estado7. La
característica central de este campo es la lucha de los detectores de diversas especies de
capital por el poder estatal, pues el Estado es el detentor de un “metacapital” que da poder
sobre las otras especies de capital y sobre quien lo detentan (Bourdieu, P. 1996:9) Es éste un
capital específico que sólo posee el Estado y como consecuencia de ese proceso de
concentración se estructura el campo del poder entendido como un espacio de en el que
los detentores de capital (de diferentes especies) luchan especialmente por el poder del
Estado. Es decir quienes cuentan con otros capitales siempre intentarán contar con alguna
cuota de capital estatal, pues ello significa un mejor posicionamiento en su campo específico
(ob.cit.:10). Quienes logren su dominio, lograrán dominar en la sociedad. En este juego, el
capital político es entendido como aquel que proporciona a sus poseedores una forma de
acceso a bienes y servicios públicos (Bourdieu, 1997:27 a 32) y que se asocia el ejercicio
gubernamental.. La posesión de capital político, es esencial para acceder al gobierno y
permanecer en el. En las sociedades en donde los gobernantes patrimonializan los recursos
estatales en beneficio de elites y no del conjunto, tiene como consecuencia que el capital
político adquiera una dimensión mayor, pues ya no se trata sólo de la administración de la
cosa pública, sino que se abre una importante fuente de recursos para el ejercicio de prácticas
clientelares y prebendarias destinadas a la consolidación del ejercicio gubernamental.
En relación a la concentración de recursos específicamente políticos la legitimidad
formal alcanzada por el voto es el recurso ineludible a tener en cuenta. Ya hemos planteado
que el neopatrimonialismo tiene como condición la legitimidad electoral.
La alternancia en el gobierno en cambio resulta un obstáculo para la patrimoniali-
zación estatal. En consecuencia se requieren son condiciones para violentarla: a) un requisito
formal: eliminar el principio de la reelección de las normas constitucionales, y b) un requisito
sustancial: conserva la dominación en el campo político mediante la conformación de
partidos dominantes.La reforma de las normas constitucionales eliminando la alternancia
obligatoria es la modalidad elegida por ejemplo en las provincias de Argentina para intentar
asegurar la permanencia de gobernantes. No obstante por si sola no asegura la permanencia en
7 "Un campo se define precisando aquello que está en juego...para que funcione un campo, es necesario que haya algo en juego, y gente dispuesta a jugar..." (Bourdieu, P.984. pp: 135-131). Se deduce que Bourdieu distingue los campos sociales a partir del capital que está en juego, que se convierten en el objeto central de las luchas y del consenso. En “Espíritus de Estado” (Bourdieu, P. 1996) explica que el campo del poder tiene una lógica diferente pues está asociado al resultado de un proceso de concentración de capitales diversos por parte del Estadoi .
8
el poder, la modalidad más segura es la construcción de un partido dominante en el campo
político (Sartori, G. 1980).
Acorde con lo expuesto para una conceptualización más completa debe aclararse que
la dominación política tiene su origen en la dominación en el partido político que a su vez sea
dominante en el campo político. La apropiación del partido político predominante es la
condición previa para competir y ganar electoralmente; en consecuencia quien ejerza la
dominación en el partido será el que asuma el ejecutivo, o lo hará quien responda a su
liderazgo. La dominación partidaria llevará a designar a quienes serán legisladores, y a partir
de allí, en combinación eficiente de lealtades, se van a ir cubriendo las designaciones en
todos los organismos del Estado, y licuando las posibilidades de accountability horizontal.
3.-EL ANALISIS INSTITUCIONAL
3.1 Los procesos institucionales
Para la etapa del análisis institucional del régimen neopatrimonialista propongo el
análisis comparativo entre instituciones formalizadas e informalizadas. Se entiende a las
primeras como el conjunto instituciones expresamente formalizadas en las constituciones y su
legislación complementaria, y las segundas como las prácticas sociales institucionalizadas por
el comportamiento reiterado de los actores. Recuerdo que ambos tipos de institucionalidad
requieren de la cobertura simbólica legitimante, tema que afrontaré seguidamente.
Como señala O’Donnell (1997,b) en América Latina los comportamientos pueden
aproximarse o desviarse a las reglas formales. La distinción es analíticamente importante
porque si la adecuación es razonablemente cercana a las reglas formales se simplifica su
estudio pues la tarea para elucidar si una sociedad es considerablemente democrática resulta
sencilla. En esos casos las reglas formales predicen los comportamientos y condicionan las
expectativas de seguir comportándose acorde a ellas. Pero si la adecuación es escasa o
prácticamente inexistente, se deben analizar las prácticas políticas (y sus reglas informales)
que dan cuenta del comportamiento de los actores. En consecuencia se deben mirar las
instituciones informales que genéricamente se denominan: particularismo (ídem:318 )
3.2.- El orden republicano
Las prácticas políticas de un sistema republicano son la cristalización de las acciones
de ciudadanos activos orientados con sentido universal. Un régimen republicano no se realiza
sólo el cumplimiento de las condiciones mínimas de las poliarquías, supone además una
cultura cívica en donde los comportamientos sean acordes a su principios. Podemos resumir
9
las características del orden político republicano como aquel cuyas prácticas son llevadas
adelante por ciudadanos políticamente responsables y autónomos y que resuelven los
conflictos a través del diálogo.. Los representantes son los ejecutores de las acciones
consensuadas y se constituye un conjunto de instituciones formalizadas por el sistema jurídico
tendientes al ejercicio del control para que ese orden sea invulnerable. Esas instituciones
deben asegurar la periodicidad de las funciones, la transparencia de los actos de gobierno, la
división efectiva de los poderes constituídos, la rotación en los cargos públicos y la rendición
de cuentas de los actos gubernamentales. La cobertura simbólica de las prácticas se centra en
interpelaciones al ejercicio de la libertad positiva mediantes acciones participativas (Barber,
B.2004). El sistema se plasma en una Constitución que es además la garantía formal de los
derechos ciudadanos. En América Latina los principios republicanos se incorporan a las
constituciones de los Estados que se conformaron al producirse la emancipación colonial. A
partir de allí el derrotero republicano ha tenido pocos momentos de esplendor
3.3.- Las prácticas particularistas
Describir la institucionalidad informal substancial es para comprender el régimen
patrimonialista. Para ello caracterizaré primero el campo político8 e intentaré tipificar las
prácticas políticas que conforman las estructuras de relaciones que lo caracterizan utilizando
como soporte central la caracterización de Oscar Oszlak. (1982) a la que sumo aportes
teóricos de Garretón (1998 y 2002) y Bourdieu (1996), así como el concepto de democracia
delegativa de Guillermo O'Donnell (1997 a).
a) Las relaciones de dominación política estructuran sus prácticas en forma radial9: los
gobernantes – el líder o la elite- son el centro ineludible de la toma de las decisiones. El
ejercicio de la autoridad se asienta en relaciones personales establecidas sobre la base de
obligaciones recíprocas, fundándose en prácticas prebendarias o clientelares. Se cuenta con
hombres de confianza y militantes claves generándose una estructura que desbarata
eficazmente todo movimiento contestatario y que llega a controlar a la oposición.
b) Las estructuras burocráticas formales conviven con otras informales de personas de
8 Explicita (Bourdieu 1990:136) que: la estructura del campo es un estado de la relación de fuerzas entre los agentes o las instituciones que intervienen en la lucha, o si prefieren de la distribución del capital específico que ha sido acumulado durante luchas anteriores y que oriente las estrategias ulteriores. Describir entonces la estructura de este campo es mirar la distribución de los recursos de dominación ( su capital específico) y analizar las prácticas de los agentes y las instituciones que ponen en juego esos recursos, para la lograr la apropiación del capital en juego. En el campo político el capital en juego son las instituciones gubernamentales formalizadas por el sistema legal. 9 Oszlak los ejemplifica utilizando la similitud con “los rayos de una bicicleta”. Ob. Cit.,
10
confianza que tienen acceso directo al gobernante. Como consecuencia de ello se
desnaturalizan las instituciones al superponerse con prácticas informales instituidas por la
costumbre. Por ello existe un alto nivel de incertidumbre en las relaciones burocráticas, dado
que a la normativa vigente compite con las relaciones basadas en lealtades personales. Los
actores que se constituyen están articulados a partir de relaciones cara a cara, en donde los
sentidos de pertenencia se asocian a procesos de identificación con personas y no con
principios de naturaleza ideológica.
c) Se ejerce una acción desmovilizadora a través de la cooptación de dirigentes
provenientes de diversos sectores sociales y económicos. A esto suele sumarse, la inclusión en
el gobierno de figuras políticas de la oposición a quienes se ubica en sectores de la
administración o se compra con favores. Estas conductas se refuerzan a partir de
interpelaciones subjetivas en donde se produce confusión entre Estado y Régimen
gobernante: colaborar con el régimen es equivalente a colaborar con el Estado.
d) La coherencia de los cuadros dirigenciales se asegura a través del enroque político.
Para resolver situaciones de crisis o para corregir desempeños irregulares, se recurre a
cambios de funciones en un "ida y vuelta" de lealtades mutuas. Son esporádicas las
eliminaciones definitivas dejándoselas sólo para situaciones límites que suelen estar más
asociada al establecimiento de un sistema de premios y castigos que al desempeño funcional
administrativo. La institucionalización de esta práctica refuerza los procesos de subjetivación
en donde la fidelidad al líder disuelve las instituciones formales del sistema republicano.
e) Las políticas sociales tienen en fuerte corte clientelístico. Las estructuras
clientelares que las gestionan a nivel social desde instituciones estatales se extiende a las
organizaciones de la sociedad civil, (Asociaciones vecinales, comedores comunitarios, clubes
de trueque, etc.) produciendo una confusión de los roles de Gobierno y Estado y
Organizaciones de la Sociedad Civil (ONC) y Organizaciones No Gubernamentales (ONG).
f) Junto al atraso técnico en las burocracias estatales (infraestructura edilicia y
equipamiento en salud, bienestar, educación etc.) se crean organizaciones modernas en
manos de equipos técnicos generalmente muy cercanos al gobernante que desempeñan
funciones esenciales en términos de apoyo político.
g) Puede existir una deliberada superposición de funciones entre organismos
existentes en la burocracia estatal y otros creados para diversos fines sociales o partidarios. La
duplicación de funciones no obedece en general a criterios lógicos de trabajo que aseguren
11
eficiencia; pero permite contar con "confiables " en todas las redes, permitiendo limitar la
atribuciones de algunos y otorgárselas a otros.
h) Las políticas patrimonialistas exigen un estricto control de los recursos, con
tendencia a prevalecer la orientación distributivista. Consecuencia lógica es la
discrecionalidad en el manejo presupuestario por medio del otorgamiento de partidas fijas
para gastos corrientes y la constitución de fondos especiales asignados al gobernante. Como
consecuencia existe un alto grado de incertidumbre en todo el ámbito público respecto del
uso de los fondos públicos. A nivel de la subjetivación política los recursos usados para la
provisión de bienes y servicios no son vistos como recursos estatales, sino como de uso
indiscriminado de los que ocupan el gobierno. Esta característica resulta clara en períodos
preelectorales en donde la entrega de los bienes se naturaliza como práctica de campaña.
i) La acción estatal se orientar principalmente en las siguientes acciones: a) medidas
demagógicas materializadas a través del subsidio que no llega a ser una redistribución de la
riqueza; b) concesión de privilegios de explotación; c) construcciones fastuosas y gastos
ornamentales.
Tal como lo observa Bustelo (1993), en América Latina, la ecuación Estado-sociedad
civil ha mostrado a través de las distintas etapas del desarrollo histórico, un claro
desequilibrio hacia el lado del Estado con una debilidad muy fuerte de la sociedad civil.
3.4.-LA DIMENSIÓN SIMBÓLICA
Luego de la tipificación de las prácticas debe integrarse al análisis la dimensión simbólica para comprender los procesos legitimantes que determinan la cultura política. Cuando hacemos referencia a lo simbólico nos adentramos en los procesos de construcción de los significados. El significando en tanto sentido construido socialmente no es una cualidad intrínseca de las cosas sino el resultado de relaciones simbólicas persistentes y de las prácticas en que un significante se haya ubicado. Es indispensable reconocer la necesaria correspondencia entre las significaciones y las prácticas de los integrantes de una sociedad si se desea entender el orden social. Un orden se conforma si todos los actores sociales aceptan códigos de acción comunes. Esos códigos se instauran por medio de discursos del sentido común pues el poder necesita de verdades para justificarse, es decir, necesita discursos que naturalicen lo social. Para desentrañar esas redes de poder recurrimos al análisis crítico del discurso social (Verón, E.; Van Dijk, T.; Vasilachis, I.), que ofrece los instrumentos para dilucidar los procesos de construcción de los sistemas de creencias en la sociedad. Para ello debemos bucear en lo ideológico y desentrañar las significaciones que naturalizan la
12
dominación10.
Desde esta perspectiva creo importante avanzar con nuestro problema: la
contradicción entre formas opuestas de percepción de “lo político” que se inscriben en dos
modalidades institucionales opuestas: la republicana y la particularista. Ahora bien, la
institucionalidad formal considera como dada la congruencia entre prácticas y discursos. Si
las prácticas son universalistas y su cobertura simbólica es el discurso republicano, el
funcionamiento del orden republicano está afianzado. Pero esta es una situación ideal, pues en
toda sociedad hay en mayor o menor medida prácticas particularistas. Pero ya hemos
acordado que en regiones como América Latina éstas son las prácticas dominantes.
¿Qué ocurre en una sociedad cuando se produce una falta de correspondencia, una
“disonancia”11, entre las prácticas y las significaciones? ¿Cómo se legitima en los regímenes
formalmente republicanos la constitución de una institucionalidad informal como el
particularismo? Para encontrar algunas respuestas entiendo que debemos bucear en los
procesos simbólicos que enmarcaran de racionalidad construcciones que pertenecen al orden
mítico o ideológico. Por ello para comenzar a argumentar planteo la siguiente hipótesis de
trabajo: la legitimación de las prácticas particularistas está asociada a que el campo discursivo
adopte el formato populista. Aquí en donde la categoría populismo, teóricamente acotada a lo
discursivo resulta de utilidad.
Para desarrollar la propuesta, comenzaré explicitando el concepto de populismo al que
se adhiere, para luego caracterizan sucintamente respecto de su funcionamiento en relación a
los regímenes neopatrimonialistas
3.4.1.- El discurso populista. La constitución del campo discursivo
El concepto de populismo ha sido utilizado para calificar muy diversas realidades
políticas. Como han llamado la atención algunos científicos sociales existe gran dificultad
10 En relación al análisis crítico del discurso social nos dice Teun VAN DIJK, “Un verdadero análisis del discurso social y político es algo más que una aplicación de estas diversas líneas de investigación provenientes de la lingüista o la comunicación. En primer lugar, requiere una teorización acerca del modo en que las estructuras y los grupos sociales, las relaciones de poder y las coacciones organizacionales dan forma al discurso y, al propio tiempo, son configurados por éste. En segundo lugar, es capaz de mostrar cómo la dominación y la desigualdad son representadas, constituidas y reproducidas por las diversas formas que asumen los textos orales y escritos en la sociedad. El análisis crítico del discurso va incluso más allá: toma una posición explicita en favor de los grupos dominados, y ofrece instrumentos analíticos para denunciar, exponer y criticar el discurso de la elite y su poder persuasivo en la construcción del consenso y de la hegemonía ideológica. Por ende, aspira a contribuir a las condiciones de resistencia social y política contra las a menudo sutiles formas de dominación en las sociedades contemporáneas. VAN DIJK, Teun en prólogo a Vasilachis VASILACHIS DE GIALDINO, Irene (1999). 11 El término está usado como “falta o defecto de conformidad” desacuerdo o discrepancia.
13
para adecuar una definición a estos fenómenos que abarcan aspectos económicos, sociales y
políticos12. Ahora bien, en relación al problema de la cultura política- y acorde nuestra
propuesta - entiendo que el aporte para su comprensión debe buscarse en la corriente teórica
que lo enfoca desde el plano del discurso (Laclau, E. 1979,1980, 1987, Laclau y Mouffe 989 y
de Ipola, E. 1987 y 1989, Aboy Carlés, G. 2001, Gadea, W; 2002).
Para explicar este proceso de constitución del campo discursivo Laclau y Mouffe
(1989. Pág. 132 y ss) inscriben el concepto de populismo dentro de un nuevo modo de entender la
construcción de la hegemonía, y explicar el carácter dinámico de las identidades sociales.
Debe entenderse que toda práctica social es productora de sentido y toda producción
de sentido es también la producción de un sistema de diferencias. Cada discurso va a marcar
una diferencia entre sus condiciones de producción y sus condiciones de recepción (ídem:
136 y ss). Acorde con ello ¿qué significa producir una diferencia que sea antagónica?
Se trata de generar una contradicción que no se basa en la oposición real A-B (que
expresa la contrariedad entre opuestos incompatibles), sino en la oposición dialéctica A -
no A,". Para que exista un antagonismo como relación de contradicción dentro del
discurso no hay que establecer la significación de un término a través de diferencias con
otros términos, sino de hacer de la negatividad en cuanto tal la diferencia característica de
uno de los términos en cuestión. En el caso del populismo “A: lo popular” “no A: lo no
popular”.
Aquí aparece entonces el concepto de articulación. La articulación es una práctica
que establece una relación tal entre los elementos que la identidad de estos resulta modificada
12Dentro de la heterogeneidad pueden vislumbrarse con respecto a América Latina al menos cuatro grupos. 1) los que lo ven como una forma de movilización socio - política en países subdesarrollados en transición desde la sociedad tradicional a la moderna (Germani, G. 1962, y Di Tella, T. 1977). 2) Otra línea de interpretación histórico-estructural ve al populismo como un estadio de desarrollo del capitalismo latinoamericano que surge de la crisis del modelo agroexportador. En esta mirada algunos ponen énfasis en la perspectiva dependientista (Cardoso y Falleto, 1969; Falleto y Rama 1984) y otros como Murmis y Portantiero (1971) y Torre (1990) lo abordan como un fenómeno de crisis de la hegemonía. En la misma línea podría situarse a Touraine (1992) que parte del supuesto de que en América Latina existe confusión entre Estado, sistema político y actores sociales, en virtud de lo cual se produce una sobredeterminación de las categorías políticas sobre las sociales, y la ausencia de una diferenciación entre sistema político y Estado y, como consecuencia, entre movimiento y Estado. 3) Otra línea importante es la que centra la mirada en la presencia de líderes y sus atributos, adhiriendo a la tipificación weberiana de la “legitimidad carismática” enfocándose en los ritos, los procesos de construcciones mitológicas y las relaciones masa-líder (Carlos de la Torre, Herbert Braun, Agustín Cueva (1994). 4) Finalmente una cuarta línea se define más por el método de análisis, ubica el fenómeno populista en el plano del discurso que produce interpelaciones populares antagónicas respecto de la ideología dominante. (Laclau 1980 y de Ipola, 1987 y 1989). Por otra parte existen múltiples estudios sobre estas formas en los Estados Unidos en donde el populismo posmoderno se distinguirá del anterior premoderno porque la afirmación de las instituciones democráticas producidas en el transcurso que separa a ambos impediría el desarrollo de rasgos autoritarios. Se trata con detenimiento en F Adler y otros (1996).
14
como resultado de esa práctica. La totalidad estructurada resultante de la práctica articulatoria
es el “discurso” (Laclau y, E. y Mouffe C. Ob. Cit: 119). Lo discursivo se entiende en el
sentido de conjunto de fenómenos de la producción social de sentido que constituye a la
sociedad como tal.
Para construir la hegemonía el discurso populista se debe generar una cadena de
equivalencias en los cuales la fuerza dominante desarticula elementos (o sea diferencias que
no se articulan discursivamente) los que tratados como objetos discursivos pasan a
representar momentos de negación. Se genera un nuevo universo simbólico en donde por un
proceso de abstracción semántica, se generan polaridades. Así por ejemplo en una coyuntura
histórica hipotética, los reclamos de algunos sindicatos, los de estudiantes universitarios, y
los de movimientos sociales, tienen diferencias que difícilmente se puedan articular
discursivamente si se contraponen los significados específicos de sus luchas. No obstante a
partir de interpelaciones simbólicas (mediante enunciaciones discursivas) puede producirse un
polaridad antagónica, por ejemplo sistema – antisistema, y pasar todos a formar parte del
antisistema. Se ha articulado así un discurso antagónico que es un discurso de ruptura popular
(ídem). Esa articulación de posiciones de sujeto va a generar (si el discurso que interpela es
exitoso) una identidad colectiva. Todos pasaran a ser parte del “pueblo”.
Si en un momento, un discurso puede articular a todo un colectivo creando un “nosotros”
frente a un “otros”, se genera un proceso de identificación colectiva que puede tener en el tiempo
mayor o menor duración. Si ese proceso perdura, modificando el imaginario social, estaremos
ante el proceso de constitución de una identidad colectiva.
En su conceptualización de las identidades colectivas Ernesto Laclau y Chantal Mouffe
adhieren a un sujeto que no se encuentra determinado por su posición de clase, sino que tiene
múltiples posiciones de sujeto ( culturales, regionales, sexuales) que se sobredeterminan en el
proceso de articulación hegemónica. En ese proceso el discurso populista – que pretenda construir
una posición hegemónica o contra hegemónica- debe generar identificaciones colectivas entre
múltiples posiciones de sujeto13. Las posiciones de sujeto se articulan discursivamente y esto es
una práctica que establece una relación tal entre los sujetos, que su identidad se ve modificada
como resultado de esa práctica14. Ahora bien, las múltiples posiciones de sujeto se
13 En relación al problema del sujeto, la afirmación del carácter discursivo de la posición de sujeto va unida al rechazo de la noción de sujeto como totalidad originaria y fundante. “La categoría sujeto esta penetrada por el mismo carácter polisémico, ambiguo e incompleto que la sobredeterminación acuerda a toda identidad discursiva”. (Ob. Cit: 110). 14 Para una explicación del concepto de sujeto en Laclau ver Gadea, W;2002
15
sobredeterminan15 unas a otras en el proceso de construcción de la hegemonía16.
He simplificado al máximo la propuesta de Laclau y recapitulando, podríamos sintetizar:
para que existe un proceso de articulación hegemónica de ruptura popular debe producirse un
discurso que dicotomice el campo en un antagonismo entre los “bueno” y “lo malo” y para ello de
generarse una equivalencia a partir de articular posiciones de sujeto originalmente dispersas.
¿Cómo se realiza la articulación hegemónica y la configuración el discurso populista? A
partir de una interpelación discursiva que consiga al mismo tiempo afirmar una posición
diferencial y la eliminación de la singularidad. Las distintas posiciones de sujeto que estructuran
la identidad colectiva , inicialmente se mantienen como diferencias - como demandas de carácter
particular (feministas, racistas, ecologistas) - pero a partir de una interpelación discursiva en un
segundo movimiento, entran en equivalencia produciendo el “nosotros” que se constituyen en “
el pueblo” frente al “otro” que será representado como “el antipueblo”.
Según Laclau (1979,1989) los sistemas políticos se estructuran discursivamente
alrededor de dos principios: la diferencia y la equivalencia. En la lógica de la diferencia, cada
demanda se especializa, supone el reconocimiento de muchos actores y es el discurso de las
sociedades pluralistas. La lógica de la equivalencia es la lógica por la cual varias demandas
particulares se unifican como un sujeto colectivo que se opone a un "otro" ("el sistema" "el
imperialismo" "los intereses trasnacionales" "FMI”). El sujeto colectivo resultante es “el
pueblo”. Aclaramos que así opera a nivel formal el discurso populista.
Ahora bien, Laclau y Mouffe (1989) señalan que el discurso de la reconstrucción
imaginaria populista, (el discurso de la inscripción a nivel de los sujetos), puede ser cualquier
discurso en cuanto al fondo, pero – y esto es en lo que quiero hacer hincapié- en cuanto a la
forma, debe partir de la equivalencia entre identidades dislocadas, dicotomizando el campo
social en dos campos antagónicos a partir de un sistema de equivalencias. Hasta aquí y en
forma sucinta se expone la propuesta de Laclau y Mouffe.
Esta propuesta -a nuestro entender - resulta útil en tanto ayuda a la comprensión del un
fenómeno de índole ideológica de tan disímiles manifestaciones históricas. Si se comparte esta 15 El concepto de sobredeterminación que toman de Freud no es cualquier proceso de fusión o mezcla, sino que por el contrario es un tipo de fusión muy preciso que supone forma de reenvío simbólico y una pluralidad de sentidos (Gadea. W .2002:65). 16 Cabe aclarar en este sentido que se acuerda con Laclau -Mouffe en que existen múltiples posiciones de sujeto pero coincido con Grüner en que no puede negarse el carácter determinante (sobredeterminante) de lo económico en la constitución histórica de los sujetos. “Si bien cabe aceptar que las articulaciones identitarias son “irreconducibles a las determinaciones estructurales de tipo clasistas”, no puede dejar de verse que justamente, son las determinaciones estructurales de base económica, las que hacen inteligible el proceso de articulación de producción de “sujetos” en una formación social histórico concreta” GRUNER. E. 1990/91
16
mirada se deben acordar dos cuestiones importantes:
a) el populismo en tanto fenómeno discursivo no es un contenido, sino una forma de
articular contenidos.
b) como consecuencia de lo anterior no es factible realizar a priori una valoración
normativa del populismo sino que su carácter ético dependerá de cada contextualización histórica.
La posibilidad de evaluar desde un marco normativo provendrá del sistema de enunciados
sustantivos que conformen los contenidos
3.4.2. Discurso populista y régimen neopatrimonialista
Ahora bien para avanzar en el específico caso de un discurso populista que sea funcional a los sistemas neopatrimonialistas entiendo, que ya debemos avanzar en las interpelaciones que formarán parte de la enunciación. En tal sentido se deben tener en cuenta dos premisa centrales a la construcción del polo de lo popular, y que tomo de una propuesta de Jean Leca: 1) la voluntad del pueblo, identificada con la justicia y la moral, prevalece sobre la norma institucional elaborada por los hombres, 2) los gobernantes sólo son buenos si están directamente vinculados al pueblo por sobre las elites intermedias (intelectuales, expertos, tecnócratas)” – (Leca. J. 1995:48) -
Insistimos en lo siguiente pues es central al planteo teórico,(que además condiciona la
propuesta analítica): el discurso populista puede abrevar en cualquier sistema significante, (mitos,
religiones, ideologías políticas) que se encuentre previamente instalado en el imaginario social, y
su poder dependerá de cuánto consiga polarizar el campo discursivo en forma antagónica
construyendo una identidad colectiva.
¿Cómo se ata el hiato entre las significaciones colectivas basada en el orden
republicano y lo real surcado por el descrédito del particularismo? Cuando se produce la
dislocación el discurso del populismo apelará a diversos sistemas significantes para construir
lo que es bueno para el pueblo. Entonces ¿cuáles pueden ser acciones simbólicas tendientes a
representar la voluntad popular a nivel del registro imaginario en un neopatrimonialismo? La
apuesta superadora – y la más usada en los llamados regímenes populistas clásicos - es
generando la ficción de la democracia directa mediante marchas, plebiscitos, asambleísmo,
actos masivos, es decir toda apuesta que construya ficciones contacto directo en donde el
pueblo se exprese legitimando el accionar del líder. Los líderes populistas intentarán apelar a
la “voz” del pueblo toda vez en que deba decidirse un problema moral básico y, luego se
deberá considerar que lo que el pueblo diga es lo correcto e indiscutible (Gargarella, R.
1996). “Si este no es el pueblo el pueblo donde está”, es la enunciación más significativa.
17
Un discurso resulta exitoso justamente por no pone en cuestión las verdades
construidas por mitos o creencia y por ello generalmente abreva en los discursos disponibles
que se encuentran instalados. En consecuencia para el análisis de un caso se debe bucear en
los discursos en circulación y a la combinación eficiente de los mismos, para poder así
desentrañar el sistema de creencias que sustenta la dominación ideológica. Cuando se hace
referencia a combinación eficiente estamos en el plano de los efectos discursivos, o sea en el
poder del discurso (Verón, E. 1980), sin analizar la congruencia teórico-ideológica entre
enunciación y hechos o políticas concretas que intentan legitimar17.
Por ello es posible planearse: ¿Puede un discurso de corte populista ser eficiente para
legitimar políticas de corte neoliberal? La respuesta debe buscarse en reconocimiento: si la
interpelación populista logra- por ejemplo- convencer que una política de ajuste fiscal es
bueno para “el pueblo”, (si produce tal creencia) el discurso tiene poder. Asimismo debe
aclararse que lo que interesa es la eficacia discursiva resultante de utilizar apelaciones de
diversos órdenes simbólicos. Si producen consenso, el discurso es eficiente, independiente de
la congruencia entre dispositivo ideológico y prácticas o políticas de gobierno18. ( Trocello,
M.G. 2001 y 2004).
3.5. Los discursos que aportan significaciones
El análisis del discurso social requiere en primer término una teorización de los discursos disponibles para luego exponer su funcionamiento empírico -mediante la selección y el análisis de marcas discursivas- y demostrar cómo la dominación y la desigualdad son representadas, constituidas y reproducidas (Verón 1987).
Los discursos en circulación en el campo de la cultura política argentina son múltiples,
y en el imaginario social luchan por imponer el sentido diferentes interpelaciones
provenientes de diversos sistemas significantes. No obstante, a los efectos de nuestro análisis
nos interesa remarcar el conflicto entre formas opuestas de percepción de “lo político” que se
inscriben en órdenes políticos diferentes. Uno que se inscribe en una visión patrimonialista-
particularista y otro que responde a los parámetros del republicanismo.
Por ser formalmente republicano en los regímenes neopatrimonialistas el discurso
republicano no puede obviarse. Podemos resumir las característica del discurso republicano
como aquel el intentar fundar un orden conformado por ciudadanos políticamente 17 Debe aclararse que “el concepto analítico del poder de un discurso es un concepto relacional: el poder de un discurso sólo puede manifestarse como forma de un efecto, es decir bajo la forma de otra producción de sentido:”(Verón, E:1980.:86). 18 Esto no significa afirmar que sólo el discurso construye consenso y legitimidad (Ver Verón E. 1980)
18
responsables y autónomos (al que el derecho asegura su integridad), que resuelven los
conflictos a través del consenso ejerciendo la virtud cívica. Los representantes son los
ejecutores de las acciones consensuadas y el sistema genera un conjunto de instituciones y
principios que asegure ese orden. La formalización de los principios se encuentra
esencialmente en la Constitución.
He venido sosteniendo que en Argentina el discurso “neoliberal” ha impregnado
fuertemente el imaginario social, pero entiendo que, a nivel de las significaciones colectivas
que legitiman el accionar político, el discurso republicano sigue siendo dominante en la
construcción de la legitimidad en el campo de la cultura política (Trocello, M.G. 1997 -
2001). Y entiendo que esto es por ser el “discurso oficial históricamente legitimado”. Esto es
así porque 1) se encuentra formalizado en el sistema jurídico, 2) se produce y pone en
circulación como discurso "oficial" del Estado y 3) se impone a través del sistema educativo
(ídem).
Las interpelaciones discursivas del discurso republicano abarcarán un importante
espectro que va desde el refuerzo de la legitimidad electoral hasta la generación de acciones
gubernamentales tendientes a representar la voluntad popular en el registro imaginario. El
catálogo de posibles acciones simbólicas es inmenso y consistirá especialmente en
enunciaciones que impiden la percepción de que el orden republicano es un conjunto de
principios integrados. A modo de ejemplo recordemos todas las interpelaciones relacionadas
a contar con legitimidad electoral y por ello devaluar el accionar institucional (decretazos) o
la invocación a la consulta popular realizada por gobiernos controlados por partidos
dominantes. También es común la invocación a la legitimidad de resoluciones judiciales
dictadas por el Poder Judicial controlados, o la insistencia de la importancia del consenso
para facilitar procesos de cooptación de dirigentes opositores.
El uso del discurso republicano lleva a prácticas de cinismo político que tiene lugar
cuando se oscurecen discursivamente algunas dimensiones de “lo real” y se destacan otras
con la finalidad de legitimar prácticas políticas particularistas. Se conceptualiza como cinismo
republicano a las prácticas discursivas que apelan a representaciones del orden simbólico
republicano oscureciendo algunos de sus principios para resaltar otros, con la finalidad de
legitimar determinadas prácticas gubernamentales19. Conviene dejar suficientemente aclarado
19 El cinismo es una actitud racional de desvergüenza por la pérdida de congruencia entre el decir y el hacer. En la conceptualización propuesta se supone la deshonestidad intelectual porque se utilizan significaciones del orden republicano para generar representaciones colectivas con la finalidad de que determinadas prácticas particularistas o autoritarias sean percibidas como democráticas. El grado de cinismo variará entre los actores
19
que no hay un discurso del cinismo republicano diferente del discurso republicano. El cinismo
es un efecto de discurso consecuencia de que existen condiciones de posibilidad – que son
utilizada por los enunciadores- para efectuar una malversación discursiva de los principios
cívicos al no tener internalizada la sociedad una cultura republicana (Trocello, M.G. 2004).
Otro discurso que irrumpe con fuerza en el imaginario argentino a partir de la década
del 80 es el discurso “neoliberal”, que enfoca su interpelación al individualismo dentro de
la limpia separación de esferas de competencia entre Estado y Sociedad (Béjar, E. 2000). El
neoliberalismo toma de la tradición liberal su núcleo doctrinario ajustándola a las claves de
la globalización; en consecuencia su discurso será “liberal” aunque sus prácticas disten de
serlas como muy bien lo denuestra Chomsky, quien expone que breva discursivamente en las
ideas liberales clásicas aunque su sistema doctrinal es el “consenso de Washington” que es
un conjunto de principios favorables al mercado diseñados por el gobierno de los Estados
Unidos y las instituciones financiera internacionales... Las reglas fundamentales dichas en
breve, son: liberalizar el comercio (conseguir precios correctos) acabar con la inflación
(estabilidad macroeconómica) y privatizar” (Chomsky, N.2002:20).
Juntos estos discursos que tienen mayor incidencia tienen en la construcción
imaginaria conviven las representaciones del discurso marxista de los “setenta”, el
socialdemócrata, el conservador nacionalista, el autoritario de la “ideología de la seguridad
nacional”, múltiples significaciones provenientes de los sistemas significantes del orden
religioso o mítico. Junto a todos ellos voy a detenerme en el discurso “comunitario” en
tanto esquemas normativos de interpelación a los sujetos tendiente a ser funcional a la
dominación en los regimenes neopatrimonialistas.
3.6.1 El discurso del comunitarismo
Los comunitaristas en general consideran que cada cultura supone un sistema de
creencias no transferible a otras culturas. El comunitarismo se enfrenta especialmente al
liberalismo dado que éste tiene una mirada universalista de los valores con independencia de
las particularidades históricas. Ramón Soriano (2004:59) bosqueja un cuadro de caracteres
que resulta útil a los efectos de demarcar las características de estos sistemas de creencias:
- La idea clave es la prioridad de la comunidad de la cual los individuos son sus
miembros
políticos y depende del grado de conocimiento del sistema republicano por parte de los enunciadores, lo que es imposible de avaluar. Por ello propongo partir del supuesto de que los representantes conocen los principios republicanos.
20
- Cada cultura es una forma de vida con una concepción del bien, siendo esta
concepción prioritaria respecto a otras y de las concepciones universalistas
- La autonomía de la persona no es independiente de los fines de la cultura a la que
pertenece.
- El Estado se convierte en defensor de las señas identitarias de la cultura
Los comunitaristas se enfrentan a la caracterización del hombre liberal como portador
de derechos, privilegios e inmunidades, pero desconectado de su “mundo”, lo que Sandel
(2000 y 2004) caracteriza como un “yo desvinculado”, frente al ciudadano arraigado en una
cultura particular. La inevitabilidad de la constitución conjunta entre subjetivación individual
y cultura es asumida por los comunitaristas, toda vez que lo social es previo a lo individual.
En igual medida el comunitarismo crítica el concepto de autonomía moral, pues los sujetos
se constituyen históricamente incorporando los valores morales del entorno a través de las
instituciones, en especial la familia y la educación.
El discurso comunitario sostiene que la comunidad es una red de relaciones afectivas
que promueve la constitución de sujetos articulados en un proceso de identificación colectiva,
y que -como llama la atención Etienne Tassin (1999)- lleva a desarrollar una estrategia de
repliegue en la identidad centrada en los valores culturales, muchas veces adversos a las
exigencias de un espacio público democrático.
Los comunitaristas no están de acuerdo con el estado neutral y propician una “política
del bien común”. El bien común de la sociedad liberal es el resultado de combinación de
preferencias individuales. En una concepción comunitarista el bien común más que adaptarse
a las preferencias individuales fija los límites para ajustar las preferencias. La forma de vida
de la comunidad constituye la base para una valoración social de las concepciones de lo
bueno y la importancia que se concede a las preferencias de un individuo depende del grado
en que dicha persona se adecue o contribuya a este bien común. Un Estado comunitario
influirá decididamente para que las personas acuerden con el concepto de lo bueno que la
comunidad determina y que adecuen su vida al mismo, desalentando las que entren en
conflicto (Kymlicka, 1995:228).
Tres son los supuestos de la mirada comunitaria: a) los individuos son seres sociales
que llevan a cabo un proyecto moral, y en consecuencia la comunidad no es un atributo sino
un elemento constitutivo de la identidad; b) la libertad esta socialmente limitada, pues es
conciencia de interdependencia -y en este punto hay cercanías con el pensamiento republicano
21
(Sandel, M.2000)-; y c) el orden moral depende de un conjunto de significados compartido.
Los acuerdos no son el resultado de negociaciones individuales – como proponen los
liberales- sino que resultan de adoptar las tradiciones morales heredadas generacionalmente
(Béjar, H. 2200:174, 176).
El principio de legitimidad política entonces es un principio pasivo pues los rasgos
constitutivos de la persona vienen dados desde la cultura, no es necesaria la participación en
la esfera pública pues el ser humano se constituye a partir del nacimiento y /o los sentidos de
pertenencia.
Mucho son los puntos de contacto del comunitarismo con el republicanismo (Taylor,
C. 1994. Sandel,) y también mucho los debates que los enfrentan (Béjar, H. ob. cit;
.Kymlicka, W. ob. cit) y que no podremos ahondar.
El discurso del comunitarismo es aquel discurso que construye un proceso de
identificación entre individuo y su comunidad. Es el discurso del nacionalismo, de los
regionalismos y de las identidades culturales. Y también es de la esencia del discurso del
populismo al generar una polaridad identitaria. Un discurso de identificación comunitaria
tenderá a desarticular el pluralismo pues la lógica comunitaria rechaza los procesos de
subjetivación ciudadana20.
3.7. El funcionamiento del discurso neopatrimonialista
Dentro del mismo paradigma en el que inscribimos esta fase de la investigación, no
remitimos nuevamente a las categorías que provee Ernesto Laclau (1979). El autor distingue
tres registros fundamentales – lo real, lo simbólico y lo imaginario. Lo simbólico hace
referencia a un sistema significante coherente. Se trata de una estructura de sentido
reconocido y legitimado por los actores que actúan (o entienden que deben actuar) de acuerdo
al mismo. Lo real es el momento de la dislocación del universo simbólico que colisiona y
desarticula el orden simbólico. En este momento se produce una crisis de sentido, y se crea
un vacío de significación que debe ser llenado. Y para ello se requiere un discurso capaz de
atar el hiato, para generar nuevamente la correspondencia entre lo simbólico y lo real. Y esto
es lo va a generar el tercer registro: el imaginario, como conjunto de significaciones y
representaciones que suturan ese hiato. Cuando un universo simbólico no puede dar cuenta de
20 Un versión que ata el populismo con el comunitarismo es lo que ha dado en llamarse en los Estados Unidos el nuevo populismo . ( Piccone, P. et.al 1996:140)
22
la dislocación en términos de sus propias categorías, requiere de un discurso externo que le dé
coherencia. Es en ese momento en que se da la constitución del registro imaginario.
En Argentina el “discurso oficial históricamente legitimado” es el discurso
republicano. Entiendo que el momento de lo real se da cuando es percibido por los individuos
el no-funcionamiento de las instituciones del régimen republicano, por la patrimonialización
del Estado a través de conductas particularistas de los funcionarios. Se produce la ruptura y
consecuentemente una crisis de sentido. Cuando se desencadena esta dislocación, el formato
del discurso populismo contribuirá a cerrar el hiato constituyendo un imaginario generando
una polaridad en donde “lo popular" se asocia a lo bueno.
En el funcionamiento discursivo se van a permitir múltiples modalidades
enunciativas, pues el populismo puede abrevar en cualquier sistema simbólico (mitos,
religiones, ideologías políticas) que justifique – o ayudar a oscurecer- las prácticas
particularistas y que generen representaciones de democracia. No obstante debe recordarse
que el neopatrimonialismo está acotado por la propia lógica de la institucionalidad formal, y
por ello apelará a su orden simbólico. Pero además abrevará en otros sistemas creencias,
(ideologías en sentido sustantivo) que en el mundo democrático, disputan ser los pilares del
sentido social : el neoliberal y el comunitario.
En este proceso el discurso neoliberal aporta representaciones en donde la eficiencia
gubernamental es un bien buscado. Los datos macroeconómicos, la obra pública, la
construcción de viviendas, y las cuentas en orden o lo que se cuente a favor para mostrar
eficiencia será puesto en el régimen de visibilidad que se impondrá a los discursos en
circulación en donde los logros son puestos al servicio de la construcción de procesos de
identificación colectiva con el gobierno. En las líneas de oscuridad del discurso oficial
quedarán los desequilibrios sociales en la distribución del ingreso y crecimiento del
desempleo y la pobreza -sobre todo a partir de fines de los 90- . Estos problemas seran
planteados como consecuencia de políticas nacionales o internacionales generando una
“alteridad” que cumple la función polarizadora del campo discursivo21.
Pero es el discurso del comunitarismo el que aporta significaciones que abrevan en
momentos míticos fundaciones y a fuertes sentidos de pertenencia. En el caso de Argentina el
21 Lo he tratado en profundidad para el caso de la Provincia de San Luis, Ver Trocello 2004.
23
discurso de los sentidos de pertenencia provincial suelen ser utilizados para generar
polaridades.
Ante el desencanto generalizado con la política, el antagonismo va a plantear (incluso
desde el propio discurso político) un nuevo antagonismo: Ya no será entre pueblo y
poderosos, sino entre lo político y lo no político. Los políticos tratan de aparecer como “no
políticos”. Lo no político es lo social, lo comunitario, el espacio de las identificaciones
sociales y los sentidos de pertenencia. El campo político es expulsado del campo social en la
inscripción ideológica de los sujetos. Los espacios de las instituciones formales son los
espacios de “la política” y de los políticos. El espacio comunitario es el espacio popular, el
espacio del “líder” que queda más allá de la propia clase política en la que se incluye incluso
a sus seguidores. Por ello se dan condiciones de producción para una poderosa articulación
en el campo discursivo populista:
los políticos = lo político = lo antipopular
“el líder” = lo comunitario = lo popular
Plantear lo comunitario como lo no político, es resignificar el accionar clientelar a
partir de devaluar la política y las instituciones y quedar anclado en el afecto, en las relaciones
familiares y de amistad.
Queda así imbuido el líder de una legitimidad democrática basada en el consenso
popular. La representación es una cuestión formal pero despreciable porque la clase política
es presentada discursivamente como infiel al pueblo. Esto se traduce en desencanto
generalizado. El no poderse confiar en la política como modo de resolver las cuestiones del
espacio público es el gran triunfo ideológico de la implantación del “nexo comunitario”. El
pueblo sólo se siente representado por el líder que está habilitado para gobernar en forma
arbitraria, sin restricciones institucionales, pero cuidadoso de generar la ficción de la
democracia directa.
La dislocación el universo simbólico alcanza niveles alarmantes, el momento de lo
real se da cuando es percibido por los individuos el no-funcionamiento de las instituciones
del régimen republicano, por la patrimonialización del Estado a través de conductas
particularistas de los funcionarios. Se produce la ruptura y consecuentemente una crisis de
sentido.
Si acordamos que se encuentra también instalado en el orden simbólico que los
funcionarios deben hacer obras públicas, a partir de resignificar cotidianamente el “mejor que
24
decir es hacer” o “la política son hechos22” cobra fuerza la hipótesis de que la dislocación
entre lo real y lo simbólico sutura rápidamente ante la percepción de la obra pública o a la
entrega de bienes o favores clientelares. Lo evidente - como primera percepción - opaca otras
percepciones que requieren previamente su instalación simbólica por una cultura política23
A los efectos de sistematizar brevemente el funcionamiento de un campo de sentido
conformado por prácticas particularistas se sintetiza en el cuadro número 1 la herramienta
analítica propuesta. Los discursos con carga ideológica (valores) proveen las significaciones.
De esas representaciones colectivas se seleccionarán las que resulten más funcionales para la
constitución de la polaridad “pueblo - antipueblo”. Se han testado las que se consideran
menos funcionales para esa construcción, observando especialmente su funcionalidad para los
regímenes provinciales argentinos. No obstante conviene remarcar que diversos enunciadores
discursivos podrían articular otras combinaciones más allá de esta propuesta.
CUADRO 1. –Funcionamiento discursivo del régimen neopatrimonialista
Principales discursos que proveen las enunciaciones
Dimensiones significantes
NEOLIBERAL REPUBLICANO COMUNITARIO Valores a resguardar Libertad Virtud cívica Tradición provincial
(local) Actor social considerado central
Individuo Ciudadano Comunidad (Sociedad local)
Interpelación a los sujetos
Consumidor
Ciudadano activo Miembro de la comunidad
Bien social a preservar Privacidad del individuo
Libertad
Identidad provincial
Dimensión clave de la política
Derechos negativos
Participación Política del bien común
Función política de la enunciación en relación al neopatrimonialismo
Eficiencia gubernamental
Cinismo republicano
Sentido de pertenencia comunitaria
Elección selectiva de representaciones sociales
DISCURSO POPULISTA
(Articulación de posiciones de sujeto)
Construcción antagónica del campo político “pueblo-antipueblo”
22 Conocidas frases de Juan Domingo Perón. 23 El “roba pero hace” suele ser la frase con mayor poder significante para abonar mi hipótesis de la fuerza de lo real.
25
4.- ANÁLISIS INTERPRETATIVO
4.1. La cultura como producto del régimen político
La tercera fase del enfoque hermenéutico en profundidad es la interpretación. Se
trata de la deconstrucción simbólica; es decir, la interpretación de la cultura. Esta tarea
supone la explicación creativa del significado y la demostración sintética de cómo este
significado sirve para sostener las relaciones de dominación. Se trata de insertar una forma de
hermenéutica que está mediada por el análisis discursivo y por el análisis socio- histórico de
las condiciones en las que el discurso es producido y recibido. En cada caso o esto supone un
análisis de las estrategias argumentativas prestando especial atención a los modos y a las
formas cómo se interpelan y constituyen a los sujetos sociales, para descentrar cómo se
constituyen las identidades colectivas y cuáles son las formas que adopta la ciudadanía.
El problema de la cultura política está vinculado al problema de la relación de as
formas simbólicas con el poder (Ariño 1997); y éste, es el espacio teórico de la ideología. El
análisis de la cultural política pretende desentrañar la lógica de poder que hace que lo sujetos
naturalicen la dominación estructural. El campo de la cultura es por ello el campo de la lucha
ideológica. Por ello analizar la ideología es interesarse por las formas como se entrecruzan el
significado y el poder, lo que lleva a indagar como se moviliza el significado en la sociedad
en defensa de los intereses dominantes (Ariño A.1997). Es en el campo cultural en donde se
desenvuelve el conjunto de los fenómenos de la producción social de sentido y en el que se
construyen las identidades colectivas,
Ahora bien, la cuestión que constituye el centro de interés de esta ponencia es la
articulación entre régimen y cultura política, estipulando que la cultura política es variable
dependiente del régimen político.Si consideramos que el régimen político es mediador entre
Estado y ciudadanía, cabe también pensar que como resultado de tal condición se conforme
una forma específica de cultura política. En consecuencia a determinado régimen político
corresponde una especial forma de cultura política24.
24 Es conveniente hacer a tiempo una aclaración. Es un supuesto de la investigación el que la cultura política es una variable dependiente del régimen político. Esta aseveración obedece a una necesidad de organización analítica. Por ello supondremos – por ejemplo- que si régimen político adopta un formato institucional de corte autoritario irá generando una cultura política de esa índole. Esto es así porque la cultura política que produce un determinado régimen queda presa al ser dependiente del régimen que se institucionalice. Pero lo social es dinámico y la reproducción social será luego lo que transforme a la cultura política en una de las condiciones de posibilidad para la permanencia de ese régimen político. Por ello desde una perspectiva dialéctica la articulación entre régimen y cultura será de mutua implicación lógica, aunque a los efectos analíticos debamos proceder secuencialmente.
26
4.2.- La dimensión cultural : la construcción de las identidades políticas
La violencia simbólica que se ejerce desde los sistemas de dominación va a constituir
a los individuos concretos en sujetos históricamente situados. El campo de la “cultura
política” es el espacio de constitución de las identidades colectivas. Ello es porque el sentido
que ordena la relación del individuo con el mundo tiene que ver con la conformación de su
identidad individual. La identidad individual se construye en la apropiación subjetiva del
mundo y es indisoluble a la apropiación de identidades colectivas25.
La constitución de una identidad colectiva es también un proceso de fijación de límites.
El límite es siempre una alteridad sea esta espacial “los otros” o temporal “el pasado” que
tiende a constituir un espacio solidario y al mismo tiempo homogéneo o sea un “nosotros” o
un “hoy”. Estos límites son inestables y están en constante redefinición a través de la
articulación discursiva que irá organizando las dispersiones existentes. Y acá aparecen
nuevamente las dos lógicas contrapuestas inherentes a toda articulación hegemónica: la
lógica de la diferencia, que supone una expansión y complejización del espacio político y la
lógica de la equivalencia, que es una lógica de la simplificación del espacio político: No
obstante como bien entiende Aboy Carlés que para la construcción de identidades política
ambas lógicas operan simultáneamente; si la diferencia establece un límite y una escisión del
campo político ( la alteridad ) la equivalencia supone la homogenización interna (Aboy
Carles G. 2002:25) . Pero, a su vez, toda identidad política busca la ampliación de su propio
espacio solidario. Las lógicas de la diferencia y la equivalencia, con sus contradictorias
tendencias a la división y a la homogeneización de los espacios solidarios, dibujan un
conflicto irresoluble que atraviesa, pues, a cualquier identidad política: este conflicto se traba
entre el establecimiento de un límite necesario para su constitución, y, la pretensión de
desplazar ese límite (ídem). El populismo se caracterizara, como sostienen de Ipola y
Portantiero (1989), por esa tensión entre la tendencia a la ruptura y la contratendencia a la
integración de un mismo espacio político. Por ello la configuración de la identidad populista
se caracterizaría, por constituir una de las formas de negociar esa tensión irresoluble entre la
división y la homogeneización de la comunidad política (Aboy Carlés. ídem).
25 Descarto toda posibilidad de entender que una identidad colectiva sea una sustancia predada. No obstante entiendo que el científico social debe tener muy presente es que los actores sociales echan mano a construcciones esencialistas para tratar de comprender el mundo y de esa forma internalizan y naturalizan la dominación. (Pérez Agote, A. 1986) Se trata de lo que Barber (2004) identifica como “presupuestos independientes” que significa suscribir un pensamiento esencialista que reconoce el mundo social como “realidades” por oposición a “relaciones”.
27
En el espacio de la constitución discursiva, la interpelación populista será entonces
acomodaticia. Si miramos a la Argentina, tanto el irigoyenismo como el peronismo se
constituyen a partir de marcar una frontera política excluyente respecto del régimen, pero una
vez como gobernantes concibieron a sí mismos como la encarnación de la Nación (ídem: 26).
Entiendo que en la segunda instancia es donde el discurso del comunitarismo aporta las
mayores representaciones que operan como condiciones de producción de la identidad
populista, pues tiende a la homogenización interna y la disolución de la autonomía del sujeto
en la comunidad cultural.
4.3.- La dimensión subjetiva: la constitución de la ciudadanía y los procesos de
subjetivación en regímenes neopatrimonialistas
Para afrontar el estudio de la ciudadanía se debe comenzar por reconocer algunas
distinciones problemáticas. Se trata de diferenciar: 1) existencia privada (identificación
cultural) de existencia pública (subjetivación política); 2) nacionalidad, de ciudadanía; y 3)
comunidad (bien común) de espacio público (bien público).
La subjetivación política, concebida como ciudadanía -y por ello sólo concebible en
un espacio democrático- se elabora no en el compartir valores identificatorios, sino por medio
de conflictos políticos en una confrontación con otros sujetos. La lógica identitaria del
comunitarismo extremo rechaza los procesos de subjetivación política, pues en el disenso
está la posibilidad individual de revelar “quién es”, de descubrirse a sí mismo como
ciudadano, es decir como actor (singular) en un espacio plural.
La ciudadanía política sólo es concebible en democracia pues el autoritarismo y los
totalitarismos no reconocen actores. Ser actor es indisociable de las confrontaciones políticas
y de intercambios argumentativos (Habermas, J.1994) Esta oposición no implica
jerarquización de valores sino que delimita dos registros de la existencia humana que
implican "estilos de vida". Pero también hay que reconocer que la identificación comunitaria
es condición empírica de ciudadana, y por ende de la subjetivación política. Para constituir
una cultura de ciudadanos debemos referirnos entonces a actores y consecuentemente poner
en perspectiva que su accionar será innovador, si entendemos por innovación la posibilidad
constante de revisión de las acciones públicas. No obstante en los neopatrimonialismos el
pluralismo no existe y entonces se diluye la esencia de un espacio público democrático, pues
para que haya sociedad democrática se requiere de la institución de un espacio de conflicto
28
que transforme la simple opinión en objeto de diálogo y de controversia pública. (Tassin.E.
ob. cit; Barber, B. ob.cit.)
Ahora bien también debe entenderse también que como procesos sociales son
inseparables. La lógica histórica del proceso de constitución individual la pregunta "¿qué
soy?" se responde antes que la pregunta "¿qué hacemos?", pues ésta surge en un agente
ubicado culturalmente. Ello lleva a que para un análisis social hay que mirar el proceso de
constitución de las identidades colectivas, para ver si se abren ventanas de oportunidades para
la conformación de ciudadanía o son sólo funcionales a la legitimación de otras formas de
dominación.
La ciudadanía política desde la mirada republicana supone un espacio plural donde a
partir del disenso el sujeto se constituye en actor (Arent, H. 1993). En tanto que el
comunitarismo propende la constitución de las identidades cerradas. Por ello el discurso del
comunitarismo construirá procesos de identificaciones colectivas con la comunidad
produciendo el vaciamiento del campo político (Sigal S. y Verón, E. 1986) Esta expresión
hace alusión a la imposibilidad discursiva de la aceptación del otro como igual. No es posible
la política como construcción de conjunto, pues se niega el diálogo al negarse al adversario.
Indagar sobre la construcción de los procesos de ciudadanía y de la identidad permite
adelantar una conclusión: la cultura política de los regímenes neopatrimonialistas tiende
producir sujetos sociales que se constituyen políticamente como ciudadanos siervos.
La noción de ciudadano, es ambigua pues es fuente de legitimidad y fuente de poder.
Como fuente de legitimidad el ciudadano esta dotado de pretensiones legitimas. Esas
pretensiones están formalizadas como derechos reconocidos y para el caso de su violación
por parte de quienes atenten contra ellas es necesario un esfuerzo (discursivo) (Capella J.R.
1993: 147). Como fuente de poder la noción de ciudadano es más compleja. Debemos mirar a
la configuración histórica de los derechos de la ciudadanía, y recordar que los derechos fueron
arrancados al poder estatal transformándose en deberes que fueron impuestos al Estado. Pero
la historia también demuestra que una vez logrado el objetivo de arrancar un derecho al
Estado queda éste constitucionalizado o juridificado y son las instituciones estatales (y no ya
los agrupamientos de personas) los encargados de su cuidado. De esta forma entiende Capella
que empieza a disolverse el poder de la ciudadanía, y pasando a quedar en manos del Estado.
Los ciudadanos siervos son los sujetos de los derechos sin poder. De la delegación en
el Estado y el mercado. De la privatización individualista. (Ïdem: 151/152)
29
En el caso del neopatrimonialismo la apropiación del Estado hace que se tengan
ciudadanos formales, como lo es también su sistema republicano, pero las instituciones
informales – en especial las prácticas clientelares- los transformen en buena medida siervos
estatales, en una moderna y sofisticada modalidad de servidumbre, encubierta bajo los
ropajes formales de los poderes legalmente constituidos.
CONCLUSIONES
En la presente ponencia nos propusimos reflexionar respecto de algunas categorías
teóricas que ayuden a comprender los procesos de concentración de recursos de poder por
parte de quienes ejercen la dominación política. Se trató, en suma, de enunciar y desarrollar
una propuesta analítica para dar cuenta de una preocupación científica. Pero también el
objetivo apunta a observar la calidad de la democracia en las llamadas “provincias chicas” de
Argentina, en las cuales en torno a un líder, las elites realizan un uso doméstico del poder.
Se partió de la premisa de que la cultura política es una variable dependiente del
régimen político, es decir: cada tipo de régimen político originará una cultura política
específica. Para ello se construyó una propuesta teórico-metodológica que articula tres
instancias analíticas: estructural, institucional y cultural. En la primera instancia se plantea
observar las condiciones de posibilidad para la patrimonialización del Estado sugiriendo que
la exclusión social y la concentración de recursos político son variables centrales a tener en
cuenta. En la instancia institucional se analizan las dimensiones objetivas (prácticas
políticas) y su cobertura simbólica (discursos) y de donde se deduce que el particularismo
como práctica dominante buceará en el imaginario para legitimarse a partir de una
discursividad de formato populista. Finalmente en la tercera instancia, se estudian los
procesos de subjetivación en el campo de la cultura política es decir, cómo se instituyen las
identidades políticas a partir de sentidos de pertenencia comunitario que producen una
subjetivación deficitaria que denominamos “ciudadanos siervos”
Se aporta la conceptualización de los regímenes neopatrimonialista como aquellos
regímenes políticos formalmente republicanos, en donde la institucionalidad informal
determina mayoritariamente las prácticas políticas y en los que un líder o una elite -como
consecuencia de controlar el partido dominante en el campo político- permanece en el
gobierno llegando a concentrar importantes recursos de dominación que le habilitan el
control de los recursos materiales y simbólicos del Estado La institucionalidad informal
paralela a la formal republicana se funda en prácticas particularistas legitimadas mediante
discursos de corte populista que abrevan de diversos sistemas significantes según sea
30
conveniente para obtener legitimidad. Las distintas interpelaciones ideológicas se orientan a
constituir sujetos leales al régimen a partir de generar sentidos de pertenencia comunitaria, y
como consecuencia, una cultura política antagónica con el desarrollo de ciudadanos activos.
El aporte del populismo conceptualizado como una forma especial de discursividad
que aporta un “formato” operará a partir de sistemas de creencias instalados produciendo la
cobertura simbólica. Es allí en donde el discurso del comunitarismo aportará las principales
enunciaciones tendientes a diluir la conflictividad. El populismo -a su vez y ya enfocándonos
a nivel de los sujetos - produce un proceso de identificación por un lado entre líder y
comunidad y por otro entre comunidad y sujeto. El producto es la construcción de un “nexo
comunitario” entre “líder” y “el pueblo” que en el caso de muchas provincias se ensancha a
toda la comunidad cultural provincial.
La recomendación a tener en cuenta respecto de que los neopatrimonialismos son
regímenes formalmente republicanos se vuelve nuevamente pertinente. El cinismo
republicano es la cobertura simbólica que realizan los dominantes del particularismo para
hacerlo parecer como universal. Las enunciaciones del cinismo republicano por parte de los
dominantes oscurecen la posibilidad de la subjetivación democrática porque -si resulta
exitoso- impide percibir la incongruencia entre el decir y el hacer.
Los regímenes neopatrimonialistas tenderán a generar culturas políticas basadas en
procesos de identificación cultural comunitarista, y así poner en zona de oscuridad el
espacio de ejercicio activo de la ciudadanía. El antagonismo no es entre pueblo y poderosos,
sino entre lo político y lo no político. El no poderse confiar en la política como modo de
resolver las cuestiones del espacio público es el gran triunfo ideológico de la implantación del
“nexo comunitario” líder -sociedad.
Esta formas del ejercicio de la violencia simbólica irán desarrollando un “habitus
político", una forma de entender y actuar en el ámbito público. Más concretamente, frente al
"habitus político" de tipo cívico - es decir constituir ciudadanía conciente de la necesidad de
participación para la construcción de un orden republicano - se estaría dando lugar a un
"habitus político" adaptado a un orden construido desde los dominantes, fundado en la
ilusión de la lealtad a la comunidad, pero también en el cinismo. Una suma en negativo que
imposibilita construcción de un espacio público en donde sea factible el ejercicio de la
ciudadanía.
31
Como consecuencia de estos procesos de dominación simbólica la mayoría de los
ciudadanos no internaliza que la formalidad republicana sea posible como práctica política.
Pues no basta con el conocimiento del sistema formal si el mismo no es aprehendido y vivido
como una práctica. Y ello es así, porque el proceso de construir una cultura es lento. Los
regímenes patrimonialista han generando disposiciones durables en los actores sociales y el
estudio de su cultura política pone de manifiesto que debilitan el poder de los ciudadanos
apareciendo nuevas modalidades de “ciudadanos siervos” dependientes de un Estado que
tiene dueños.
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