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Monografía Formación en Neurosicoeducación
Alumno: Ramón Antonio Reyes
www.asociacioneducar.com
Mail: informacion@asociacioneducar.com
Facebook: www.facebook.com/NeurocienciasAsociacionEducar
Reacciones de cerebros“no neurosicoeducados”
ante los exámenes
Sería imposible reflexionar (volver sobre sí mismo y las prácticas educativas) de
manera provechosa sin la maravillosa experiencia de la Neurosicoeducación, la
cual es un tren en marcha que nos espera a todos/as, no pasa una vez en la vida,
está transitando en un siempre presente que no se acabará jamás, o bien, cuando
nuestro ciclo del sentido de nuestros aprendizajes hayan terminado y seamos,
finalmente, Uno ¡Muchas gracias, Carlos, Marita y Denise!
Los exámenes como factor estresante
A menudo las aulas se convierten en un
“campo de batalla” entre docentes y
estudiantes que —en ocasiones— resulta difícil
de sobrellevar, además, sin tener que esperar
demasiado para que aparezcan las heridas
cognitivas y emocionales del combate.
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Los exámenes (escritos u orales) se transforman en un factor
desencadenante de estrés, que, a continuación, se describirán en sus fases
principales, explicarán en sus manifestaciones neurocerebrales y cómo afecta
a la memoria y, se postulará la posibilidad real y concreta de crear espacios
“saludables” para los exámenes.
Fase de alarma
En el caso de los estudiantes se produce la
llegada demasiado temprano, como nunca antes, al
lugar donde se consumará el examen. Se despliga un
repaso compulsivo, totalmente infructuoso, de los
apuntes, “paneo” para encontrar miradas “cómplices”
que mitiguen la penosa situación. A medida que se
aproxima el horario del examen aumenta el “caprex”
(vocablo aprendido de mis alumnos de abogacía que significa cagazo previo al
examen) que conlleva sudoración, escalofríos, sensación de falta de aire,
palpitaciones, deseos irresistibles de ir al baño (orinar, defecar, tomar agua,
fumar, hacer chistes, masticar chicle de manera frenética, etc.), apretar y besar
estampitas de San Expedito, Santa Rita, San Pantaleón entre otros destacados
intercesores.
Entrada atemorizada al aula
y sentarse al lado de quien,
supuestamente, “sabe más que
uno”. En otras ocasiones, se
observa que se prefiere la
deserción antes que ingresar para
un aplazo que se “adivina”. Los
profesores llegan con sus rostros
adustos, con sus respectivos
sistemas musculares, visuales, cardiovasculares, respiratorios y exocrinos
mejor controlados que los aprendientes.
En el caso, que la evaluación sea con bolillero, el portador (casi siempre
un ayudante de cátedra) lo porta con hidalguía y solemnidad. Una vez, iniciado
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el acto de evaluar se procede a establecer las “reglas del examen” y el reparto
de las consignas con una seriedad sepulcral y un rigor discplinar casi
castrense. El sistema simpático-adrenomedular con la consiguiente secreción
de adrenalina y noradrenalina poniendo a nuestro organismo en “alerta
máxima” y dejando “marcas emocionales” en la memoria.
La explicación que se puede ofrecer es la siguiente:
Cuando lo que se necesita es estar calmados, relajados, para
responder de manera correcta a la situación de examen, ya que el aula no
es en sí misma un territorio inexplorado y hostil (como lo percibían nuestros
antepasados a los lugares desconocidos) ni se encuentran los estudiantes ni
profesores ante la eventualidad de ser presa de un predador como lo
padecieron nuestros ancestros.
Estas reacciones fisiológicas estresoras preparan al organismo para
“pelear” (intentar controlar el organismo y responder lo mejor que se pueda al
examen) o “huir” (firmar la asistencia y entregar la “hoja vacía”). Como el
estado de alarma no se puede mantener de manera constante, si la situación
estresora se mantiene en el tiempo, lo probable es que si el animal “no muere”
en el intento de supervivencia pasa a la segunda fase.
Tenemos un sistema preparado para huir o atacar
Ante situaciones que no requieren
ese tipo de respuestas
Se produce una activiación del
sistema de huida o ataque
¡Controlá tu
UCCM!
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Fase de resistencia
Una vez iniciado el examen algunos estudiantes miran a los costados
para calcular el tiempo en que tarda el “profesor-vigilante” para intentar darle
una ojeada a los apuntes o sacar el “machete” preparado para la ocasión y
otros, sumisa-mente escriben, repiten, elucubran, responden... Otros, miran la
hoja escrita “a medias” con respuestas vagas e imprecisas, y le preguntan al
docente: “¿Puedo sacar una hoja más?” (Con la infeliz expectativa de darle una
mirada a los apuntes). Se acomodan las lapiceras (una de repuesto por si se
acaba la tinta). Continúa la situación estresora.
Risita “histérica” del alumno, mirada condenatoria del “profesor-
vigilante”. Resoplidos varios, se lee nuevamente las consignas, y alguien pide
leer en voz alta la consigna para saber si está bien interpretada. Se llevan las
manos a la cabeza. El corazón bombea fuerte. Regresan las ganas de orinar.
Descubrimiento fatal de que con lo poco que se recuerda no se puede
contestar ni la mitad de las preguntas, entre las variopintas emociones surge la
bronca por saltear “justo” esos temas que preguntan en la prueba. Intentos
vanos de copia (con el subsiguiente descubrimiento de que el de al lado tiene
menos idea que él). Surge de parte del alumno una pregunta llena de
esperanza: “¿Cuánto vale cada pregunta?”
Si se sigue las enseñanzas
del neurocientífico Paul Mc Lean,
quien tomó en cuenta la
evolución de las especies, afirma
que tal como un árbol —con el
tiempo añade capa sobre capa de
corteza el cerebro ha ido
añadiendo capas a lo largo de la
evolución que va aumentando
(generalizando) desde los reptiles
hasta el ser humano.
De esta manera descubre
tres estructuras cerebrales: reptil
o básico, límbico y neocortex; cada uno es distinto en su estructura física y
química, procesan la información que reciben según su propia modalidad.
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En Neurosicoeducación se prefiere hablar de sistemas (conjunto de
elementos que interactúan entre sí) mas que de tres cerebros superpuestos y
que no se interrelacionan.
En vista de lo dicho, tal vez, los profesores, desde su sistema instintivo-
emocional cuidan la territorialidad (aula) y evitan con las amenazas y el castigo
las eventuales transgresiones (reglas impuestas por el macho alfa) dentro del
grupo áulico. Desde su sistema IE los docentes controlan la apropiación del
“saber oficial”, cuidando que los aprendientes sean fieles a las ideas y los
autores enseñados en el proceso de aprendizaje. Los estudiantes desde el
principio de supervivencia se asustan ante el grito del docente que llama la
atención a un compañero que fue descubierto “in fraganti” en el acto de copiar,
o bien, evitan salir de su zona de confort para ingresar a una zona que la
perciben como hostil (como puede ser el aula del examen) marcada como un
“panóptico” destinada a vigilar y castigar, por lo tanto, se rehúsan a rendir y
prefieren rendir en otro turno y, así, sucesivamente.
La zona de seguridad se amplía a través de nuevos aprendizajes que
potencien las funciones cognitivo-ejecutivas. De esta manera surge la
autocrítica (de las propias convicciones y creencias), la crítica (de las opiniones
propias y ajenas) y la hexocrítica (que puede provenir desde el paradigma
dominante). Solamente, poniendo en cuestión la “zona de seguridad” cabe la
posibilidad que se aumente el conocimiento interior y exterior y de esa manera
la Trascendencia marque un nuevo derrotero en los caminos de la
Supervivencia.
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Las reacciones fisiológicas y las distorsiones cognitivas del examen se
enfrentan por el eje hipotálamo-hipofisario-adrenal, y su producción de
glucocorticoides para movilizar las fuentes de energía, la emoción predominante
es la ansiedad, a la vez que también simultáneamente, se ponen en marcha
mecanismo de energía evitando actividades que no tienen importancia para la
supervivencia inmediata. El organismo busca adaptarse y el desgaste
energético es mayor para mantenerse “vivo” en esta fase. Los resultados son
impredecibles.
Fase de agotamiento
Fase de derrumbamiento, desesperación, impotencia y espera (ya que
está feo entregar el examen tras solo diez minutos). Se trazan garabatos en los
márgenes de la hoja en blanco, se escriben dedicatorias con insultos para el
profesor en el pupitre o se dibujan corazones para algún amor imposible.
Finalmente, se entrega el examen y se huye del lugar donde se perpetró
“homicidio cogntivo-emocional”. Pero, antes la pregunta: “¿Cuándo van a estar
las notas?” Una vez fuera del aula se mira el reloj para ver cuánto falta para
que salgan las otras “víctimas”; llegan SMS preguntando “¿Cómo te fue
hijo/a?”, envíos de SMS: “Salí del exmn todo OK”.
Se oyen exclamaciones soeces recordando a la madre y a la abuela del
profesor, en ocasiones a la bis y tatarabuela. Se produce la salida de otras
víctimas y comparación de resultados (comprobando que no hay dos personas
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con las mismas respuestas). Se consulta, nuevamente, los apuntes (cuyo único
resultado es empeorar el estado de ánimo del consultante). Se produce una
declaración de principios: "Ya no vengo más a esta materia (…), de crítica
curricular “No es una materia importante ¿Para qué está?” y de bronca: “La
recurso el próximo año”. Emergen los sentimientos de tristeza, vergüenza,
remordimiento y culpa. Se hacen planes para eliminar las emociones negativas
del examen (emborracharse, guitarreadas, fiestas en fincas privadas, etc.), con
la consiguiente publicación del estado de ánimo en Facebook: “Odiooooooo
esta materiaaa”.
En esta fase la adrenalina baja con respecto a la anterior. Aumentan
mucho los glucocorticoides, a la vez que desciende la dopamina, la serotonina
y la noradrenalina. La emoción predominante es la desesperanza. No todos
loso estudiantes y profesores caen enfermos depués de estas situaciones
ansiógenas y estresoras, algunos en breve tiempo, se recuperarán.
Por esto, la Neurosicoeducación abre una puerta a la necesidad de crear
espacios para revertir estos procesos estresores de enseñanza y aprendizaje y
evaluación que en un clima de respeto mutuo, acompañamiento responsable y
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en un clima de alegría entusiamo (abundancia de dopamina) se puedan liberar
endorfinas y, una vez, llegado el final del ciclo recibir un baño de serotonina.
¿Es posible convertir los exámenes en espacios “saludables”?
Sí, es posible. Esto implica un proceso de neuroeducación del profesor y
de los estudiantes y, al propio tiempo de neurosicoentrenamiento de ambos.
Sólo es posible cerrar el ciclo formativo de enseñanza y aprendizaje y
evaluación con un conocimiento del cerebro conforme al principio de
adecuación (en un lenguaje en el que expertos y profanos lo puedan entender).
Esto contribuirá a un Medio Ambiente (MA) rico en interacciones humanas,
donde los LPF tomen rienda del sistema IE, y las acciones no sean
automáticas, sino, co-responsables del prójimo y del MA.
La Neurosicoeducación tiene como objetivo trasladar al público “no
especializado” los principales conocimientos derivados de las neurociencias,
ciencias duras y blandas, además, de las afines a ellas con el propósito que
puedan aplicarlo al mejoramiento de su vida personal así como el de otras
personas modelando de manera positiva su mente en su faceta cogntivo-
ejecutivo y emocional.
El sistema Línea de Cambio tiene como fin prevenir el daño de los
lóbulos prefrontales de las nuevas generaciones y contribuir a la modelación de
dichos lóbulos en las generaciones actuales, con la finalidad de promover un
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mundo mejor. Esto es posible si se logra formar constructores sanos a nivel
mental. Línea de Cambio tiene dos ramas: 1) Preventiva (ejercida por los
neuroeducadores y los neuroentrenadores) y 2) Reparativa (ejercida por los
neuroentrenadores).
El profesor neurosicoeducado tendrá que diseñar estrategias
pedagógico-didácticas considerando que:
Recordamos con facilidad: Olvidamos con facilidad:
Lo que es significativo o tiene
sentido para nuestra vida.
Lo que no es significativo o no
tiene sentido para nuestra vida.
Lo que capta nuestra atención. Lo que no capta nuestra
atención.
Lo que está a favor de nuestros
paradigmas.
Lo que no está a favor de
nuestros paradigmas.
Lo que está vinculado a
nuestros conocimientos
anteriores.
Lo que no está vinculado a
nuestros conocimientos
anteriores.
Lo que comprendemos
fácilmente.
Lo que no comprendemos
fácilmente.
Lo que nos causa gran
impresión.
Lo que no nos causa gran
impresión.
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El estrés incluso de corto
plazo, puede perjudicar la memoria
y el aprendizaje, esto lo
descubrieron científicos de la
Universidad de California. En la
fase del estrés agudo se activa la
hormona liberadora de de
corticotropina, y ésta, a su vez,
afecta el proceso por el cual el
cerebro agrupa y almacena la
información.
Es sabido que el aprendizaje
y la memoria se producen y fijan en
las sinapsis neuronales, es decir,
en aquellos espacios de unión a
través del cual las células del
cerebro se comunican.
Lo que descubrieron los
investigadores es que a pocas
horas de inicio del estrés agudo
(inducido por corticotropina) las
neuronas del hipocampo de los
ratones de estudio, sufrían una
rápida desintegración de las
espinas dendríticas, lo que limitaba
la capacidad para recoger y
almacenar recuerdos mediante las sinapsis.
De allí la importancia de crear espacios académicos no estresantes,
sobre todo en los exámenes, ya que podemos provocar de manera indeseada
olvidos de datos relevantes que serán evaluados o que no se retenga la
información necesaria para resolver los problemas de manera exitosa. Esto
explica que algunos estudiantes digan durante el examen oral “lo tenía en la
punta de la lengua y me olvidé”, o bien, salgan de la situación de examen y
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como por arte de magia regresen la información a sus LPF. Evidentemente, los
aprendientes estuvieron bajo los degradantes efectos de la corticotropina
mientras duró el proceso inquisitorial por parte del tribunal examinador y la
“atmósfera de peligro” que envuelven a esta importante fase del proceso de
enseñanza y aprendizaje.
Conclusiones
Sería interesante aplicar nuestra inteligencia reflexiva y conocer en
nuestras UCCM las manifestaciones del estrés ante los exámenes y, como
profesores lo que somos capaces de producir en los estudiantes. De esta
manera, nuestros LPF nos permitirán ser conscientes de que si queremos que
nuestros alumnos y alumnas cierren su último ciclo de aprendizaje, a través de
las evaluaciones, es menester:
Aprender a controlar el propio estrés en el acto de evaluar, ayudar que los
estudiantes puedan controlar y manejar la ansiedad ante los exámenes.
Promover la conciencia de lo que el estrés produce en nuestra UCCM.
Aprender y enseñar a detectarlo en su primera etapa donde los LPF
pueden moldearlo y revertirlo positivamente.
Enseñar técnicas de relajación, además, de tomarse al menos, quince
minutos del examen para aplicarlas en el examen, de manera que se cuide
nuestra UCCM y no sea necesario contrarrestar los efectos nocivos del
estrés, sino por el contrario no generarlo.
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