los yaquis antes de los españoles
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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
Facultad de Filosofía y Letras
Colegio de Historia
El Estado mexicano y la nación yaqui,
Creación de la zona yaqui 1937. T e s i s
que para obtener el título de
Licenciado en Historia
PresentaAdrián Arévalo De Jarmy
Asesor: Dr. Javier Rico Moreno
México, Distrito Federal 2012
2
A mi padre y a mi madre
A mi hermano
A mi familia
3
...habiendo y debiendo ser los historiadores puntuales,
verdaderos y nonada apasionados, y que ni el interés
ni el miedo, el rencor ni la afición, no les hagan torcer
del camino de la verdad, cuya madre es la historia, émula
del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado,
ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir.
Don Quijote de la Mancha, Cap. IX, Parte 1.
Sabemos que el hombre blanco
no comprende nuestra manera de pensar.
Para él una parte de la Tierra
es igual a otra, pues él
es un extraño que llega de noche
y se apodera en la Tierra
de lo que necesita.
La tierra no es su hermana, sino su
enemiga,
y cuando la ha conquistado
cabalga de nuevo.
Mensaje del gran jefe Seattle al Presidente de los Estados
Unidos.
Para ti no habrá sol,
para ti no habrá muerte,
para ti no habrá dolor,
para ti no habrá calor,
ni sed, ni hambre, ni lluvia,
ni aire, ni enfermedad, ni familia.
Nada te causará temor,
todo ha terminado para ti,
excepto una cosa: hacer tu trabajo.
En el puesto que has sido asignado,
ahí te quedarás para la defensa de tu nación,
de tu gente, de tu raza, de tus costumbres,
de tu religión.
¿Juras cumplir con el divino mandato?
¡Ehui! (Sí).
Juramento sagrado de las autoridades civiles, religiosas y
militares de los yaquis.
4
Índice
Introducción 5
Capítulo I. Transformación de un grupo indígena. 13
1.1 Los habitantes. 13
1.2 El territorio. 15
1.3 Los primeros contactos. 18
1.4 Jesuitas y yo´emes. 21
1.5 La rebelión de 1740. 28
Capítulo II. Siglo XIX. Mexicanos contra yaquis. 35
2.1 La confederación de Banderas. 36
2.2 Entre conservadores y liberales. 39
2.3 José María Leyva, Cajeme. 46
2.4 Años de independencia. 49
2.5 La guerra porfirista. 55
Capítulo III. Una etnia en la Revolución Mexicana. 70
3.1 Militaristas y civilistas. 70
3.2 En el maderismo. 72
3.3 En el constitucionalismo. 75
3.4 Campaña de 1916. 82
3.5 En la postrevolución. 87
Capítulo IV. Lázaro Cárdenas y la Comunidad Indígena Yaqui. 92
4.1 Hacia una política indigenista. 92
4.2 Restitución de un territorio nacional. 95
4.3 En manos de las instituciones mexicanas. 109
Conclusiones 114
Epílogo 118
Anexo 122
Bibliografía 114
5
Introducción.
Como muchas cosas en la vida, esta tesis comenzó siendo una idea y terminó en un
resultado diferente del esperado en aquel momento. El inicio de ésta se gestó en el
seminario de Historia Regional del doctor Pedro Salmerón Sanginés. En un principio pensé
que el tema era la historia de cómo la etnia yaqui había obtenido la tierra, su tierra, durante
el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas, pensando que se trataba solamente de un
problema agrario.
Con el pasar de los años y de las lecturas, porque esta tesis ha tenido la fortuna de
madurar en un periodo de años, aunque para mí, mi familia y mis amigos se haya
convertido en una carga, me di cuenta de que mis primeras aproximaciones eran erróneas.
La primera noticia que tuve de los indios yaquis fue a través de La frontera nómada
de Héctor Aguilar Camín donde surgía una y otra vez un grupo de aguerridos indígenas en
la historia de la Revolución Mexicana en el estado de Sonora. Me llamó la atención que un
grupo indígena fuera actor, si no principal, al menos lo suficientemente importante para
tener tratos directos con los revolucionarios más encumbrados por la historia oficial. En mis
cursos escolares de Historia de nivel básico y medio nunca me habían mencionado que los
indígenas hubieran participado en la revolución, siendo el consenso, no dicho o escrito, que
los indígenas no construyeron historia, a pesar de que los zapatistas de Morelos lo eran,
antes de la licenciatura los zapatistas siempre me los habían presentado solamente como
una población agraria no indígena. Por otro lado, la historia de los indios parece que
siempre se detiene con la conquista de los españoles quedando como meros accesorios de
las ruinas de los sitios arqueológicos.
De esa manera me fui sumergiendo en la historiografía que trata de los yaquis.
Primero fue, Cécile Gouy-Gilbert con Una resistencia india. Los Yaquis, cuya tesis central
6
es que ellos son una cultura que ha llevado a cabo una resistencia primordialmente contra
los mexicanos, lo cual es cierto, pero se queda corta en su aproximación por centrarse casi
totalmente en cómo los yaquis han preservado su cultura resistiendo a la aculturación
mexicana. Después leí Los yaquis. Historia de una cultura libro fundamental del
antropólogo estadounidense Edward H. Spicer que mostró la etnia a los estudiosos
extranjeros y también a los mexicanos. Éste rescató en su estudio todos los elementos
culturales de esta etnia como historia cultural sin llegar a entrever lo fundamental de su
relato en las relaciones de los mexicanos con su legado indígena. Posteriormente leí la obra
de Evelyn Hu-Dehart que sitúa la historia yaqui como un problema fundamentalmente
agrario en su ensayo “Rebelión campesina en el noroeste: Los indios yaquis de Sonora,
1740-1976” reproducido en el libro Revuelta, rebelión y revolución: La lucha rural en
México del siglo XVI al siglo XX compilado por Friedrich Katz. Posterior a estas lecturas
consulté el trabajo de José Velasco Toro titulado Los yaquis. Historia de una activa
resistencia que pese a que se acerca bastante a la principal problemática, que a mi juicio es
la relación de una nación indígena con la sociedad mexicana representada por el Estado, se
pierde en la subjetividad por convertir su relato en una secuencia de los agravios que los
mexicanos han hecho en contra de los yaquis. Por último leí 2 obras auspiciadas por el
Instituto Nacional Indigenista, la primera de Hu-Dehart que trabaja el periodo colonial y la
segunda de Héctor Cuauhtémoc Hernández Silva titulada Insurgencia y autonomía.
Historia de los pueblos yaquis: 1821-1910 que investigó primordialmente el periodo
decimonónico, situando su trabajo en un relato de las relaciones de los yaquis como nación
con la sociedad sonorense y mexicana representadas en sus formas institucionales estatales
para preservar su autonomía política y la integridad de su territorio. A mi juicio y como
espero poder demostrar, ésta es una forma adecuada de tratar la historia yaqui mexicana.
7
Lo interesante, es que la primera obra del siglo XX que trató enteramente sobre los
yaquis no fue un libro académico sino el trabajo de un técnico del Departamento de
Asuntos Indígenas del gobierno cardenista. Éste es el de Alfonso Fabila que alcanzó una
gran circulación al ser publicado por la Secretaría de Educación Pública.
Las obras históricas que abordan la cuestión yaqui tienen dos elementos en común.
De un lado la admiración y respeto que generan en los que hemos trabajado sus temas hasta
llegar a la subjetividad más inadmisible en un historiador o investigador y, por el otro es
que el clímax y desenlace de la historia, en este caso historia como relato, es el de la
restitución de la tierra a la comunidad indígena yaqui por parte del gobierno encabezado
por Lázaro Cárdenas en 1937. Pero, ¿qué significado encierra este hecho histórico? ¿Fue
únicamente un gesto justiciero del gobierno cardenista? ¿Tiene que ver siquiera con la
reforma agraria? ¿Qué implicaciones tuvo y tiene el que se hayan restituido en posesión
casi medio millón de hectáreas a un grupo indígena? Un indicio de la respuesta a estas
preguntas lo ofrece el título de esta tesis. Acerca del título debo de confesar que es
incorrecto, pero por procedimientos burocráticos y el tiempo asociado a ellos se quedó
como está. En realidad el título debiera ser El Estado mexicano y la nación Yaqui.
Restitución del territorio yaqui en 1937. Para responder a las preguntas hechas voy a
realizar un recorrido panorámico y sintético de la historia yaqui desde los primeros
contactos con los españoles hasta la primera mitad del siglo XX. Aunque en la historia
prevalecerá el recuento de las rebeliones y revueltas protagonizadas por la tribu, el objetivo
principal será revisar las relaciones entre ésta y la sociedad mexicana, la tensión entre el
gobierno de los yaquis y el Estado nacional mexicano que finalmente se amalgamarán con
la restitución de una parte del territorio reclamado históricamente por la etnia. La
8
integración del territorio yaqui al aparato legislativo y administrativo del Estado nacional
mexicano fue la forma en que los yaquis fueron incorporados a la nación mexicana.
Al ser este un trabajo de síntesis histórica, el uso de fuentes primarias será mínimo,
recayendo la mayor parte de la investigación en fuentes secundarias así como en obras de
consulta. Estoy consciente que este es un punto débil de mi investigación, pero por
cuestiones de tiempo y de distancia (la mayor parte del trabajo lo realicé mientras me
encontraba radicando en Morelia) decidí proceder de la forma que estoy describiendo. Para
dar comienzo a la exposición de mi investigación es necesario plantear una última pregunta
que espero esclarezca el uso de dos polémicos términos. ¿Qué es una nación y qué es un
Estado?
El término nación o la idea de nación proviene del término latín natio que según el
Diccionario de la Real Academia Española designa al conjunto de los habitantes de un país
regido por el mismo gobierno y que asimismo es el territorio de ese país; además se refiere
al conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y
tienen una tradición común.1 El problema con el término nación es que en muchos sentidos
es vago e incierto, parece una “…idea, clara en apariencia, pero que se presta a los más
peligrosos equívocos.” 2 Bajo usos equívocos del término se han emprendido las guerras
más mortíferas así como genocidios y etnocidios contra grupos humanos precisos. La
nación mal entendida es cuando “…se confunde la raza con la nación y se atribuye a
grupos etnográficos o más bien lingüísticos, una soberanía análoga a la de los pueblos
realmente existentes.”3 Bajo este pretexto, los nacionalsocialistas alemanes llevaron a cabo
la anexión de las regiones germano parlantes de Europa así como el etnocidio de judíos y
1 http://www.lema.rae.es/drae
2 Ernest Renan, ¿Qué es una nación?, España, Alianza Editorial, 1987, p. 59.
3 Renan, op. Cit., p. 60.
9
gitanos. De la misma manera, la nación entendida como una unidad homogénea a
representado un verdadero dolor de cabeza para la conformación de la nación mexicana
ante los muchos grupos étnicos que desafían la unidad lingüística y de costumbres.
Como lo señala Norberto Bobbio en su Diccionario de Política hay varios
significados que se le suelen dar al término. Tenemos que la nación
es normalmente concebida como un grupo de hombres unido por un vínculo natural, y por lo
tanto eterno, y que, en razón de este vínculo, constituye la base necesaria para la
organización del poder político en la forma del estado nacional. [Por otra parte] la nación es
la confusa representación de una “persona colectiva”, de un “organismo” viviente que posee
una vida propia, diferente de la de los individuos que la componen. [También] el énfasis
sobre la lengua o sobre las costumbres antes que explicar, pone en crisis la idea común de
nación. [Por último] la nación es la ideología de un cierto tipo de estado, ya que es
precisamente el estado la entidad a la cual se dirige el sentimiento de fidelidad que la idea de
nación suscita y mantiene.4
Lo expuesto por Bobbio es importante ya que ayuda a limitar el uso que del término pueda
hacerse pero para el caso de esta tesis es importante establecer que nación siempre se
referirá a un grupo humano bien delimitado y que se diferencia de una nación más amplia,
la mexicana. De esta forma tenemos que una nación es un conjunto de personas con
gobierno y territorio propios, pero también puede ser un conjunto humano con la
característica de un origen, una lengua y una historia común sin tener un gobierno o un
territorio que se les reconozca. Además, la idea de nación “se asocia por una parte con la de
pueblo y por otra con la de Estado” pero en esta tesis, nación se referirá
a un grupo humano que, en razón de su historia, valores y rasgos culturales comunes, posee la
conciencia de una vinculación solidaria, capaz de sustentar un poder político propio [donde]
el concepto abarca las generaciones pasadas y futuras, además de la actual. Es una
representación del ser colectivo de los individuos que la componen, un mito que cumple
funciones de cohesión para compatibilizar intereses diversos.5
4 Norberto Bobbio y Nicola Matteuci, Diccionario de política, 5ª ed., México, Siglo XXI, 1988, p. 1076-1078
5 Torcuato S. Di Tella, (et. al), Diccionario de ciencias sociales y políticas, Argentina, Emecé Editores, 2001,
p. 493.
10
Los yaquis cuentan con una vinculación solidaria y forma de gobierno propia que les
permitió negociar y enfrentarse a una comunidad más amplia como la mexicana, que en
esta tesis se adherirá al término de Estado nacional. Es verdad que los yaquis no se
denominan a sí mismos como nación, sino más bien como etnia o pueblo, yo soy el que les
está otorgando esta categoría política. Creo que para efectos de mi investigación es
conveniente hacerlo así porque hasta bien entrado el siglo XX actuaron como una nación
frente a otra, más que como un grupo indígena indefenso. Aunque diversos grupos
indígenas protagonizaron importantes rebeliones, los yaquis dieron forma a sus demandas
como una relación entre dos entes políticos en competencia. Para 1937 no existía todavía
ninguna legislación que incorporara a los grupos étnicos a la estructura del Estado y por lo
tanto a la nación. Antes y después de Cárdenas se les veía como un problema que
obstaculizaba el progreso.
Los yaquis, como grupo indígena se adhieren además al término etnia que “ha sido
definido como un grupo integrado por individuos establecidos históricamente en un
territorio determinado que poseen un lenguaje y una cultura común, reconocen ante otros
grupos sus propias peculiaridades y diferencias, y se identifican con un nombre propio.”6
De tal forma los yo´emes, así se denominan ellos mismos, se adhieren a dos categorías
políticas creadas por la ciencia política occidental. Aunque a lo largo de la tesis utilizaré
ambos términos como sinónimos, y lo son, he decidido que la forma más apropiada de
catalogar al conjunto social de los yaquis es el de nación, ya que los eleva de categoría
porque la etnia es una forma bonita de designar a los indígenas y que limita el
6 Enrique Florescano, Etnia, Estado y Nación. Ensayo sobre las identidades colectivas en México, México,
Taurus, 2001, p. 14.
11
entendimiento de algunos procesos históricos como el que nos ocupa. Si el término etnia
engloba las cualidades de una nación ¿por qué negarles la categoría?
El concepto de Estado, del latín status, otra vez, según el Diccionario de la Real
Academia Española, se refiere al conjunto de los órganos de gobierno de un país soberano
y que en un régimen federal, además, es la porción de territorio cuyos habitantes se rigen
por leyes propias, aunque estén sometidos en ciertos asuntos a las decisiones de un
gobierno común constituyendo así un estado federal como el mexicano que está
compuesto por estados particulares, cuyos poderes regionales gozan de autonomía e incluso
de soberanía para su vida interior7 y por lo tanto el Estado viene a ser “la organización
jurídica de la nación o su personificación”8 El estado como organización jurídica es la
representación de un estado de derecho y de un estado social, esto significa que
Los derechos fundamentales representan la tutela tradicional de las libertades civiles: libertad
personal, política, económica, y constituyen una defensa contra la intervención del estado.
Por el contrario, los derechos sociales representan derechos de participación en el poder
político y en la distribución de la riqueza social producida […] la integración entre estado de
derecho y estado social no puede producirse en el nivel constitucional sino sólo en el nivel
legislativo y administrativo.9
Para nuestro caso es importante esta diferencia de nivel ya que por un lado el estado de
derecho garantiza una serie de derechos individuales que en el caso de México serían las
garantías individuales, además de los derechos políticos que serían los derechos sociales,
los cuales se encuentran consagrados en la Constitución política. En el caso de la nación
yaqui, la integración de ambos derechos se va a producir en los niveles legislativo y
administrativo, debida a la integración del territorio yaqui al entramado legislativo y
administrativo del Estado mexicano.
7 http://www.lema.rae.es/drae
8 Di Tella, ibid.
9 Norberto Bobbio, et al., Diccionario de política, 14ª ed., México, Siglo XXI, 2005, p. 541.
12
A pesar de las dificultades que acarrea el uso de dos conceptos que levantan
polémica, podemos decir entonces que el Estado Mexicano es un “objeto cultural
determinado, situado en el tiempo y el espacio”10
que personifica al conjunto nacional
mexicano. Por su parte, los yaquis, son una nación espontánea que se ha desarrollado al
interior de una nación más amplia aglutinada en un Estado nacional, y que por mucho
tiempo permaneció diferenciada de ese objeto cultural. La integración de la nación yaqui y
del Estado nacional, así como del resto de los grupos étnicos, solo se ha producido
tardíamente como veremos a lo largo de esta tesis. Por ello, creo que es válido hablar de
nación yaqui frente al Estado nación mexicano.
10
Di Tella, op. cit., p. 232.
13
Capítulo I. Transformación de un grupo indígena.
1.1 Los habitantes.
En el noroeste mexicano, en la región sur del actual estado de Sonora, desde la parte baja
del río Yaqui hasta la costa del golfo de California, y desde la margen norte del afluente
hasta la sierra del Bacatete habita la etnia pimana yaqui. Aunque actualmente en toda la
bibliografía sobre el pueblo yaqui se utiliza el término yaqui para designar al conjunto de la
etnia, ellos se identifican a sí mismos como yo´emes, que significa hombres o personas, y
abarca tanto al pueblo yaqui como al mayo, no así a otros grupos indígenas.11
Aunque los
términos yaqui y yo´eme no son sinónimos, ya que la palabra yaqui designa una categoría
político jurídica y yo´eme es un etnónimo, en esta tesis, se utilizarán indistintamente. Para
quienes no somos yaquis, ellos utilizan la palabra yori, que designa al extranjero, al
español, al blanco, al mexicano, en pocas palabras, al que no es yaqui.
La lengua de este pueblo es el cahíta, y tiene 3 dialectos, el mayo, el tehueco y el
yaqui, el segundo ya desaparecido. Pertenece al grupo lingüístico yuto-azteca, que abarca el
tarahumara, el guarijío, el pima, el tepehuán, el huichol, el cora y el nahua.12
A pesar de
que son un pueblo bilingüe, el idioma cahíta se enseña todavía como lengua materna en los
pueblos, las rancherías y la costa del territorio yaqui.
Antes de su contacto con el mundo español eran una tribu semi sedentaria que junto
con muchas otras habitaban el territorio que a la postre se convertiría en Nueva Vizcaya,
amplia región que abarcaba los actuales estados de Sinaloa, Sonora, Chihuahua en México
y el estado de Arizona en los Estados Unidos de América.
11
María Eugenia Olavarría, “Los Yaquis”, en Gabriela Robledo Hernández (coord.), Etnografía
contemporánea de los pueblos indígenas de México. Región noroeste, México, Instituto Nacional Indigenista,
1995, p. 531. 12
Olavarría, Op. cit., p. 540.
14
En lo que actualmente es el estado de Sonora, además de los yaquis y los mayos, “se
hallaban los tepahues, conícaris, macoyahuis, y posiblemente los baciroas. Asimismo, la
parte sinaloense estaba habitada por tehuecos, sinaloas, zuaques y ocoronis. En esta misma
área se encontraban los ahomes, guasaves, níos, chinipas, guazapares, témoris, huites,
tubares, zoes, mocoritos y comanitos.”13
Grupos étnicos de Sonora. (Tomado de Cécile Gouy-Gilbert, p. 32.)
El conocimiento que se tiene de esos remotos tiempos es escaso y, sobre todo, depende de
los puntos de vista de los conquistadores y misioneros que establecieron los primeros
contactos con aquellas tribus. Pero podemos hacernos una idea. Los yaquis eran una tribu
13
Alejandro Figueroa, Por la tierra y por los santos, Identidad y persistencia cultural entre yaquis y mayos,
México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1994, p. 51.
15
semi sedentaria de agricultores que completaban su dieta cazando y recolectando plantas y
semillas en los alrededores y se agrupaban en torno a lo que el antropólogo norteamericano
Edward H. Spicer denominó rancherías. Las “rancherías constituían un conjunto de chozas
organizadas en forma irregular y dispersa, que variaban entre algunas decenas y varios
centenares de ellas y se mudaban según la disponibilidad de tierra. Pimas y ópatas son
pueblos supervivientes de esas rancherías.”14
El término utilizado por Spicer no es original,
sino que lo retoma del misionero Andrés Pérez de Ribas que escribió la primera crónica
jesuita de las misiones del noroeste en el año de 1645, por él sabemos que: “Cuando los
Hiaquis en su gentilidad poblaban este río, era en forma de rancherías tendidas en sus
riberas, y junto a sus sementeras (sic), y el número de estas rancherías sería de ochenta, en
que había treinta mil almas.”15
1.2 El territorio
Para hablar de los yaquis hay que pensar en el territorio que habitan, el cual como
constataremos a lo largo de esta investigación, es fundamental para entender a este grupo y
su interrelación con los procesos históricos novohispano y mexicano. La fuente de la vida
en la región es el río Yaqui que permitió la existencia de una cuenca hidrológica fértil en un
territorio semiárido y el génesis del pueblo que le da nombre. Sin agua, es imposible
desarrollar la menor agricultura. Este río se encuentra en una cuenca hidrográfica con una
superficie aproximada de 66 mil kms2; la vía fluvial está orientada de noreste a suroeste y
su curso es de 760 kms.; hasta la década de 1940 era navegable en las partes bajas cuando
el cauce estaba pleno. Nace con el nombre de Papigóchic en la Sierra de Molinares,
14
Edward H. Spicer, “Cycles of Conquest”, Tucson, University of Arizona Press, 1962, citado en Evelyn Hu-
Dehart, Adaptación y resistencia en el Yaquimi, Los yaquis durante la colonia, México, Centro de
Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social/Instituto Nacional Indigenista, 1995, p. 15. 15
Andrés Pérez de Ribas, Historia de los triumphos de nuestra santa fee, México, Siglo XXI/Difocur-Sinaloa,
1992, p. 284, (edición facsimilar).
16
Chihuahua, y termina al sur de la bahía de Guaymas y al norte de la Isla de Lobos. Sus
aguas son torrenciales, con dos épocas de avenidas, una correspondiente a la estación de
lluvias orientales de mediados de julio a septiembre y la otra a la época de deshielo en las
montañas de la Sierra Madre Occidental en febrero y marzo. Sus aguas fertilizan algunas de
las tierras altas y bastantes de las zonas bajas.16
En esto hay que ser cuidadosos, porque a
pesar de la fama que el territorio yaqui tiene de poseer tierras fértiles, éstas se encuentran
principalmente en las vegas del río y no en el resto del valle. Además hay que aclarar que el
Valle del Yaqui es una invención mexicana que corresponde a la vasta zona sembrada en la
margen izquierda del río y que llega hasta el río Mayo. Las tierras de los pueblos yaquis
corresponden al tipo arcilloso-limoso, ricas en materia orgánica y abonadas por las
avenidas anuales del río; las tierras del valle corresponden a las de tipo arcilloso-arenoso,
pobres en materia orgánica y expuestas a la constante erosión del viento dada la escasa
variedad de vida vegetal, siendo ésta mayormente de cactus y mezquites.17
Sin el río no hay
vida, ni agricultura ni nada. El misionero Pérez de Ribas escribió que:
El río Hiaqui, que es de los mayores que corren en la provincia de Sinaloa, viene a ser casi tan
caudaloso como el de Guadalquivir en Andalucía […] En las doce últimas leguas , a la mar,
está poblada la famosa Nación de Hiaquis, que goza de muchos valles, alamedas, y tierras de
sementeras, las cuales cuando el río trae sus avenidas y crecientes, que son ordinarias casi
cada año, las deja regadas, y humedecidas para poderle sembrar de verano, sin que tenga
necesidad de lluvias para sazonarse y gozarse sus abundantes frutos […] que lo ordinario es
abundante de maíz, frijol, calabaza, algodón y otras semillas que ellos usan. A tiempos
también se valen del fruto de árboles tepeguajes, o mezquites, que tienen muchos en sus
tierras […] La gente toda es labradora y, aunque el sustento principal es de sus semillas a este
le añadían la caza de monte, que tienen mucha; y los vecinos de las más grandes pesquerías,
donde cogen grande abundancia de varios géneros de pescado.18
16
Alfonso Fabila, Las tribus yaquis de Sonora. Su cultura y anhelada autodeterminación, México, Instituto
Nacional Indigenista, 1978, pp. 21-22. 17
Claudio Dabdoub, Historia de el Valle del Yaqui, México, Porrúa, 1964, pp. 7, 291. 18
Pérez de Ribas, op. cit., p. 284.
17
La cuenca se divide en dos zonas: la plana y la alta, que en conjunto encierran tres regiones.
En la plana, se encuentran dos de ellas, siendo la primera la costa cubierta de salinas y
desiertos, con flora y fauna desérticos; en la segunda región es donde encontramos el valle
del Yaqui bañado por las aguas del río del mismo nombre, así como las partes bajas
adyacentes a las vías fluviales superiores. La tercera corresponde a la zona alta o
montañosa en dirección a la Sierra Madre Occidental, las eminencias laterales de la cuenca
y la Sierra del Bacatete. Esta última, es la zona abrupta más importante de la región, con
elevaciones que no superan los 500 metros sobre el nivel del mar y ocupa una superficie de
7 mil kms2 con una orientación de sur a norte
19
El clima de la zona baja de la cuenca corresponde al árido tropical, de lluvia
deficiente en todas las estacione del año. Para la década de 1930, la temperatura media
anual era de 23.4 ºC. Con una precipitación pluvial media anual de 158 mm., lloviendo un
promedio de 22 días en todo el año.20
Ante lo escaso de la lluvia, la agricultura de temporal
es imposible, solamente las avenidas anuales del río permitieron el desarrollo y la
existencia de la agricultura. En la época actual, en donde el río como tal ya no existe, la
irrigación mecanizada dependiente del sistema de presas es la fuente vital para la
agricultura en la región.
Hacia 1940, la flora de la zona desértica incluía al órgano, la pitahaya, la cina, la
biznaga, la cholla, el nopal, así como palmas y agaves. Por su parte, la flora silvestre de la
zona plana estaba compuesta por la algarroba, la cicutilla, la encina, la flor de nochebuena,
palo blanco, palo santo, la palmilla, el ahuehuete, el palo de Brasil, el fresno, y el mezquite
19
Carlos Basauri, La población indígena de México, Tomo I, 2ª ed., México, Consejo Nacional para la
Cultura y las Artes-Instituto Nacional Indigenista, 1990, p. 208; Fabila, op. cit., p. 21 20
Fabila, op. cit., p. 25-26.
18
entre otros. En la región montañosa se encontraban diversos árboles que proporcionaban
maderas como nogal, fresno, álamo, ahuehuete, encino, pino y otras.
Por su parte, la fauna de la parte costera se encontraba constituida por la tortuga de
carey, la tortuga de agua y la tortuga común así como ostión y róbalo en las aguas de la
costa. En la parte del valle y de la montaña habitaban el venado común, el ciervo, el coyote,
el jabalí, la liebre, el gato montés, el zorrillo, el tejón, el ocelote así como el águila, el
aguililla, el búho, el gavilán, la lechuza, el zopilote y una variedad de reptiles entre los que
se encontraba el camaleón, también se encontraban, el escorpión, el coralillo y la víbora de
cascabel.21
Como se puede ver, el territorio de los yaquis estaba todavía lleno de vida
salvaje hacia la década de 1940.
La presencia de poblaciones humanas no había modificado en gran medida el
territorio, siendo el cambio más abrupto que había sufrido el del asentamiento de los
pueblos yaquis instigado por los jesuitas en el siglo XVI. Aunque el puerto de Guaymas se
desarrolló desde principios del siglo XVIII y llegó a convertirse en el puerto comercial más
importante de la costa sonorense y Ciudad Obregón, antes Cajeme, se transformó en el
asentamiento más importante de la región hacia la década de 1930, su impacto no fue tan
grande como lo llegaría a ser el sistema de presas que se construyeron a partir de la década
de 1940 y que cambiaría para siempre la fisonomía hidrológica de la región y por lo tanto la
flora y fauna.
1.3 Los primeros contactos.
México Tenochtitlan cayó en 1521, pero la conquista de los territorios del norte tomó
bastantes más años. El éxito de la dominación española en el centro de mesoamérica se
21
Basauri, op. cit., p. 208-213.
19
debió en parte a que la civilización derrotada tenía una estructura de instituciones que
pudieron ser suplantadas por el aparato socioeconómico, religioso y cultural de los
españoles que se valieron además de alianzas con naciones indígenas sojuzgadas por los
mexicas. Además la sustitución se hizo en el lugar donde se asentaban esos poderes; la
nueva capital no se edificó en Puebla o Tlaxcala sino en la capital mexica, asentamiento
simbólico y real del poder. Pero en el norte de la geografía mesoamericana no existía una
cultura sofisticada con sus instituciones como en el centro, además, el corto número de
españoles, la distancia y dispersión de la población respecto del centro contribuyeron a
dificultar la colonización del norte.
La expedición organizada por Nuño de Beltrán, gobernador de Nueva Galicia, al
mando de Diego de Guzmán, llegó a la región del río Yaqui el 4 de octubre de 1533. Por el
cronista de la expedición22
sabemos que en territorio mayo recibieron noticia de un río más
grande y más poblado, pero los indios mayos les advirtieron de la hostilidad de los del
Yaquimi, además les proporcionaron un guía traductor. Los españoles fueron recibidos con
una formación de batalla de los guerreros yaquis comandada por un indio ataviado con una
especie de túnica negra ornamentada. Al acercarse los dos grupos,
[…] este indio que á los otros gobernaba se adelantó de todos é con el arco hizo una muy
larga raya en el suelo, é se hincó de rodillas en ella é besó la tierra, y después de hecho esto se
levantó, y parado el é su gente comenzó á hablar diciendo que nos detoviésemos, y que no
pasásemos aquella raya que él había hecho, porque si la pasábamos nos matarían a todos.23
Después de esto los españoles les hicieron saber que sus intenciones no eran malas, que
iban de paso y que si les podían dar comida, a lo que los cahitas respondieron que sí pero si
dejaban que los ataran, los españoles se negaron y previendo un ataque hicieron un tiro de
22
Primera llegada de los españoles a territorio Yaqui, 1533, en Evelyn Hu-Dehart, op. cit, pp. 85-88. 23
Evelyn Hu-Dehart, op. cit., p. 86.
20
advertencia. Nos cuenta el anónimo cronista que “Estos indios pelearon tan bien é tan
animosamente como he visto á indios después que en Indias estoy, é á ningunos he visto
pelear tan bien como ellos.”24
El resultado para Guzmán fueron 12 hombres heridos y un
caballo muerto. Aunque intentaron proseguir la expedición, regresaron finalmente a
Sinaloa. De esta manera ocurrió el primer contacto entre yaquis y españoles.
El segundo encuentro importante se produjo hasta 1565, cuando el gobernador de la
recién creada provincia de Nueva Vizcaya, Francisco de Ibarra, encabezó una nueva
expedición para explorar las regiones del noroeste. Teniendo noticia de los resultados del
primer encuentro entre yaquis y españoles, Ibarra mandó un mensajero para prevenir a los
yaquis. Esta vez el recibimiento fue pacífico, dándoles la bienvenida 500 indios que
recibieron los regalos de los españoles.25
Hu-Dehart nos dice que esto se debió quizá a los
cálculos de los propios yaquis que buscaban una posible alianza para combatir contra
mayos y otros grupos con los que tenían relaciones hostiles.
Estos primeros encuentros en el siglo XVI permiten suponer que los yaquis eran un
grupo bastante homogéneo con intereses propios, lo que no nos debe hacer suponer que no
existieron divisiones o fricciones al interior, ya que como veremos, en los primeros años de
evangelización ocurrieron algunos incidentes en contra de los misioneros. Ya desde esos
tiempos sopesaron las ventajas y desventajas de entablar relaciones con grupos ajenos para
su propio beneficio. Hay que resaltar que los esfuerzos por expandir el dominio español en
el noroeste no fructificaron durante el siglo XVI, y que no sería por la imposición de las
armas que lograrían someter aquellas lejanas tierras del centro de la Nueva España, sino
por un medio más sutil, el de la fe y los misioneros jesuitas.
24
Hu-Dehart, op. cit., p. 86. 25
Hu-Dehart, op. cit., p. 25.
21
1.4 Jesuitas y yo´emes
Aunque frailes franciscanos acompañaron las primeras expediciones al noroeste, estos se
concentraron en las zonas mineras, dejando el paso libre a los jesuitas, quienes obtuvieron
el permiso de la corona española en 1587 para llevar a cabo su tarea misional en el
noroeste26
. Esta tarea no fue fácil o inmediata, sino que se sustentó en una planeación
racional. Los jesuitas no construyeron templos fastuosos, sino que poco a poco
establecieron “una firme base económica con el propósito de asegurar permanencia,
estabilidad y autosuficiencia27
que se materializó en las misiones de la congregación. El
plan de la Compañía de Jesús consistió en una gradual expansión sustentada en el
eslabonamiento de cada una de las misiones y provincias a las inmediatamente adyacentes,
de tal manera que “[...] en el siglo XVII, los jesuitas deseaban adoctrinar a los indios del río
Mayo, a fin de llevarles el bien y abrirse, al mismo tiempo, una puerta en el campo de la
conversión de los yaquis.”28
Aunque las misiones estaban pensadas como lugares
autónomos y autosustentables en el largo plazo, el sistema de provincias también
contemplaba la ayuda mutua así como el sostenimiento de las nuevas misiones a través de
las ya establecidas.
El mayor problema que enfrentaron los misioneros fue la rebeldía de los indios. Estos
se sublevaron tres veces entre 1608 y 1610. A pesar de la superioridad de las armas
españolas y del número de indios aliados (50 soldados españoles completamente equipados
26
Hu-Dehart, op. cit., p. 29. 27
Hu-Dehart, op. cit., p. 30. 28
Delfina E. López Sarrelangue, “Las misiones jesuitas de Sonora y Sinaloa. Base de la colonización de la
Baja California”, en Estudios de Historia Novohispana, No. 002, 1968, México, Instituto de Investigaciones
Históricas, p. 42.
22
y 4000 indios)29
los yaquis vencieron las tres veces a los españoles. A pesar de las victorias
“El vencedor pidió la paz al vencido. Los españoles se sorprendieron de este premio que
los indios daban a su derrota. El tratado de paz fue suscrito en 15 de abril de 1610. Los
dominios todos del río Yaqui quedaban sometidos a la Corona Española.”30
Los yaquis
firmaron los acuerdos de paz de San Felipe, en los que se garantizaba la no agresión mutua
y los indios insistieron en que les fueran enviados de inmediato misioneros.31
Esto nos
habla del interés de los indios por los avances técnicos que observaron (siembra de trigo y
frutas) en otras comunidades indígenas que ya contaban con la presencia de misioneros, así
como una curiosidad por la religión católica. Además valdría la pena preguntarnos si no
visualizaron la imposibilidad de continuar luchando contra los españoles y en cambio haber
sido ellos mismos los mediadores de su integración.
La crónica jesuita cuenta que hacia 1623 todos los yaquis habían sido bautizados,32
superando la resistencia de los chamanes y algunos caciques, aunque es más que probable
que aquellos siguieron actuando en la clandestinidad dada la permanencia de muchas
prácticas mágico religiosas que persistieron y aún lo hacen. Por lo que no podemos hablar
de una conversión total, seguramente en muchos casos era fingida para evitar problemas.
La evangelización y bautismo de los yaquis no estuvo exenta de controversia entre los
indígenas, ya que al menos dos de los jesuitas sufrieron atentados en su contra por parte de
algunos descontentos con la presencia de los padres. Como cuenta Pérez de Ribas,
29
Cécile Gouy-Gilbert, Una resistencia india, Los yaquis, México, Instituto Nacional Indigenista, 1983, p.
30. 30
José Patricio Nicoli, El estado de Sonora, Yaquis y Mayos. Estudio histórico, México, Ernesto de la Peña-
Gobierno del Estado de Sonora, 1993, p. 60. 31
Gouy-Gilbert, op. cit., p. 31. 32
“El punto de partida de la actividad misionera era el bautismo de los infantes y, previo adoctrinamiento, el
de los adultos,” López Sarrelangue, op. cit., p. 10. A principios del siglo, los misioneros calcularon la
población yaqui en aproximadamente 30 mil personas y que para 1723 toda la población había sido
convertida. Pérez de Ribas, op. cit., 284, 313, 315-316.
23
atentaron contra el padre Tomás Basilio en 1620 “Porque eran de la parcialidad de los poco
contentos con nuestra entrada: y su pretensión era al punto que llegara el Padre a la
sementera del enfermo fingido, matarlo, donde no tuviese defensa de los buenos caciques,
y gente que estaban aficionados a la paz, y doctrina.”33
Aunque le ensartaron una flecha en
el pecho, el jesuita Basilio sobrevivió para continuar con su misión. En otro momento,
Pérez de Ribas narra en primera persona que “Al punto el indio emperrado,
desembarazándose del que lo detenía, disparó un flechazo que quizo Dios divertir (sic),
para que no clavase a ninguno de los que habíamos ido a esta buena obra.”34
El bautizo y
evangelización de los jesuitas no fue tarea tersa y pacífica como los autores modernos dan a
entender, por el contrario, nos señala las divisiones internas que suscitaron. A pesar de la
resistencia de algunos indios “Todos estos Evangélicos Operarios, teniéndose por dichosos
en la empresa, entraron con mucho fervor; y trabajaron de suerte, que en los dos años
siguientes quedó la Nación Hiaqui de treinta mil almas, toda bañada en el agua del Santo
Bautismo.”35
La misión jesuita reorganizó las rancherías dispersas en ocho pueblos misionales que
de río arriba hacia la costa eran: Espíritu Santo de Cócorit, Santa Rosa de Bácum, San
Ignacio de Torin, La Natividad del Señor de Vícam, La Santísima Trinidad de Pótam, La
Asunción de Ráum, Santa Bárbara de Huírivis y San Miguel de Belem.36
Torin se
convertiría en la cabecera de la misión jesuita, así como del rectorado de San Ignacio, que
además de la misión yaqui incluía las del Mayo y del Nebome. Estos asentamientos se
convertirían en los ocho pueblos tradicionales de la nación yaqui.
33
Pérez de Ribas, op. cit., p. 311, 325-326. 34
Pérez de Ribas, op. cit., p. 318. 35
Pérez de Ribas, op. cit., p. 327. 36
Hu-Dehart, idem.
24
Nombre de los pueblos Yaquis37
Nombre Yaqui Significado Nombre Español-Mexicano
Ko´oko´im chiles Cócorim, Cócori, Cócorit
Bahcum Donde brota agua Bacun, Bácum
Torim Roedores arborícolas grises Torin, Tori, Tórim
Vicam Puntas de flecha Vican, Vícam
Potam Topos Pótam
Rahum ¿? Raún, Rajum, Raum
Wibisin Pájaro de ojos rojos Viviris, Güiribis, Huírivis
Beene Llano inclinado Bethlem, Belen, Belem
Los ocho pueblos originales. (Tomado de Cécile Gouy-Gilbert, op. cit., p. 41)
37
Edward H. Spicer, Los Yaquis. Historia de una cultura, tr. Stella Mastrangelo, México, Instituto de
Investigaciones Históricas-UNAM, 1994, p. 27.
25
Los jesuitas introdujeron una nueva forma de vida para los yaquis. Los ocho
pueblos se dividieron en cuatro partidos con dos subdivisiones; la cabecera donde se
alojaba el misionero residente y el pueblo de visita. De la cabecera dependían los demás
pueblos, donde residían los misioneros y cada uno tenía a su cargo por lo menos a dos
pueblos de visita. Tres o más misioneros dependían de un rector y un visitador local
vigilaba el territorio de tres o más rectorías.38
Esto permitía a unos cuatro o cinco
misioneros mantener contacto constante con los indios de los ocho pueblos, además de
fomentar la reorganización político económica de los yaquis.
En cada pueblo había dos grupos de oficiales, uno civil y el otro que ayudaba a los
misioneros en las cuestiones religiosas. Los jesuitas introdujeron una forma más
estructurada y jerárquica de gobierno del que tenían antes del contacto. El jesuita Ribas
escribió que “Gobiérnanse ya todos sus pueblos por Gobernadores, Alcaldes, Fiscales de
Iglesia y otros ministros de justicia de su misma Nación, con orden, sujeción y
obediencia.”39
El gobernador era el jefe de los oficiales civiles, cuya función, en teoría,
consistía en mediar en las disputas del pueblo, vigilar que las leyes se obedecieran y aplicar
los castigos a los infractores [...] en la práctica, sin embargo, el misionero residente disminuía
el poder del gobernador en forma considerable e instaba al magistrado yaqui a responder
directamente ante él [...] sin el consentimiento del misionero, el gobernador no podía
administrar los castigos más severos.40
El gobernador era auxiliado por el alcalde para ejecutar sus órdenes y lo sustituía en
ausencia. El grupo de los oficiales religiosos era encabezado por el fiscal de la iglesia,
quien ayudaba al misionero residente en sus actividades.41
“El fiscal funcionaba como el
brazo derecho del cura, convocaba a los fieles a los oficios y asambleas, anotaba los
38
López Sarrelangue, op. cit., p. 9. 39
Pérez de Ribas, op. cit., p. 339 40
Hu-Dehart, op. cit., p. 33. 41
Pérez de Ribas, idem.
26
nombres de aquellos que dejaban de asistir a misa y a las fiestas importantes e informaba
de toda clase de transgresiones.”42
Hu-Dehart señala que estas responsabilidades colocaban
a los fiscales en una posición de confianza con los jesuitas, llegando a sobrepasar su
influencia a la de los gobernadores, y que incluso estas figuras civiles y religiosas
desplazarían al consejo de ancianos, sin presentarse mayores objeciones gracias a la
designación de los ancianos y de los indios principales a los nuevos cargos. Poco a poco
“los jesuitas establecieron callada pero firmemente su hegemonía como autoridad suprema
dentro de la misión. Ellos resolvían todas las disputas importantes entre los individuos e
introdujeron el castigo corporal para reforzar la disciplina.”43
O como con palabras
bondadosas señaló el jesuita Pérez de Ribas “[…] aunque como tienen al Ministro de
doctrina delante, y todos le miran como hijos a su padre, lo ordinario es acudir a él con sus
pleitezuelos, que suelen tener sobre diferencias de tierras, o cosas semejantes, y el Padre los
compone, y ellos le obedecen y quedan contentos.”44
Para ejercer mayor control, los
jesuitas se abstuvieron de enseñar castellano a los indios para que éstos no se relacionaran
con el mundo español. Al dominar la lengua de los yaquis, los jesuitas hicieron el papel de
intermediaros para filtrar e interpretar únicamente lo que consideraban deseable de la
sociedad secular europea para los indios.45
La dirección de los jesuitas era férrea y no
permitieron injerencias ajenas además de la de ellos, claro está.
Valiéndose de esta autoridad organizaron económicamente los pueblos de la misión
del Yaqui sobre parámetros racionales para alcanzar la autosuficiencia económica y lograr
la estabilidad, eliminando la necesidad de cazar y recolectar, así como lograr un nivel
42
Hu-Dehart, op. cit., p. 35. 43
Hu-Dehart, op. cit., p. 35. 44
Pérez de Ribas, idem. 45
Hu-Dehart, op. cit., p. 37.
27
sustancial de producción de excedente. Cada familia recibía una parcela que trabajaba tres
días a la semana para su autoconsumo; los otros tres días los hombres trabajaban en las
parcelas comunales, introducidas por los jesuitas, que servían para el sustento de los
misioneros y la generación de excedente; por último, el séptimo día se consagró para la
práctica de los ritos católicos. Como indica Hu-DeHart esto significó “la primera actividad
sistemática y colectiva en la historia yaqui”46
aunque no sabemos si anteriormente llevaban
a cabo algún tipo de trabajo solidario. Con el tiempo, el excedente producido se canalizaría
para apoyar a las misiones en la Baja California, primordialmente. De esta manera, los
jesuitas fueron los primeros en explotar la fuerza de trabajo representada por los yaquis y
materializada en la producción de excedente que fue monopolizada por los mismos padres
para el provecho de sus planes e intereses.
La actividad de los jesuitas no se limitó a la organización, sino que enseñaron a los
yaquis las técnicas agrícolas desarrolladas de la época. Se reemplazó el bastón plantador
(coa) por el azadón europeo; se instruyó a los yaquis para que almacenaran semillas para el
siguiente ciclo agrícola. Además, introdujeron los primeros sistemas de riego creando
canales y pequeñas represas además de iniciarlos en la producción de trigo, cebada y avena,
así como en el pastoreo del ganado vacuno y ovino. De esta manera organizaron la vida
social y económica de los yaquis alrededor de la misión. Ésta “[…] se convirtió en el centro
civilizador por excelencia, el indispensable abastecedor económico y la más firme muralla
contra las tribus que resistían a la dominación española.”47
Aunque este paternalismo llegó
al extremo de prohibir el comercio de los indios con cualquier español y por lo tanto de
beneficiarse con las ganancias de su trabajo, lo cierto es que en esta etapa las poblaciones
46
Hu-DeHart, op. cit., p. 39. 47
López Sarrelangue, op. cit., p. 11-12.
28
vivieron un periodo de estabilidad y prosperidad que bajo el férreo mando jesuita, en una
suerte de gobierno teocrático, convirtieron a la región del río Yaqui, en el transcurso del
siglo XVII, en una misión exitosa que a pesar de las rebeliones del norte a fines del mismo
siglo no contagió a los yaquis, no obstante los crecientes cuestionamientos de los religiosos
seculares y de los españoles, incluso de los propios indios, al absoluto control jesuita de las
misiones, de la producción y del comercio del excedente.
1.5 La rebelión de 1740.
La dominación jesuita sobre los yaquis se fue diluyendo a lo largo del siglo XVIII, sobre
todo por factores externos a las misiones aunque también a los propios errores y excesos de
los jesuitas como se verá más adelante.
En 1732 el gobierno de Nueva España reorganizó administrativamente la región del
noroeste quedando la misión del Yaqui incorporada a la gobernación de Sonora-Sinaloa,
que era una entidad más concentrada que la de Nueva Vizcaya. En 1734 se designó como
gobernador de la nueva entidad al coronel Manuel Bernal de Huidobro, hasta entonces
capitán general de Sinaloa, que se impuso como objetivo primario poner fin al poder de la
Iglesia en general y de los jesuitas en particular,48
porque representaban un obstáculo para
el ingreso de colonos españoles a las regiones que ellos dominaban, es decir que buscaba la
secularización de las misiones.
Además, Huidobro atizó el ánimo de los indios al imponer nuevos impuestos sobre
los comestibles (a lo cual los indios no estaban obligados debido al patronazgo real que los
eximía del diezmo y de las alcabalas) y a la adjudicación de tierras comunales en 1734.
48
Gouy-Gilbert, op. cit., p 46.
29
A pesar del desarrollo económico y material de las misiones, o tal vez por eso mismo,
los jesuitas se negaron a escuchar las demandas de los indios que pretendían una menor
injerencia de los misioneros en sus vidas, lo cual, sumado a ciertos episodios menores,
acrecentó las tensiones entre los jesuitas y la etnia. Uno de estos incidentes en la década de
1730 ocurrió cuando:
En la misión de Bácum se perdió la llave de una de las bodegas y se inculpó de la pérdida a uno
de los indios sirvientes del misionero, a quien se mandó azotar públicamente [...]
posteriormente la llave apareció en manos de uno de los familiares del padre, quien la había
retenido por un olvido o descuido; intervino el gobernadorcillo y pidió a la autoridad civil que
se impusiera al responsable el mismo castigo que se había aplicado al supuesto responsable, se
negaron a ello y los indios empezaron a agitarse.49
Un factor que presionó aún más a los indios fue la demanda de los mineros españoles de
mano de obra bajo el sistema legal del repartimiento. Los yaquis ya trabajaban
parcialmente en las labores de la misión por lo que esta demanda solamente provocó mayor
inquietud al interior del pueblo. Estos hechos propiciaron el surgimiento del primer
liderazgo yaqui reconocible en las personas de Juan Ignacio Usacamea, mejor conocido
como Muni, capitán de milicia y gobernador de Ráum; y su segundo, Bernabé, gobernador
de Huírivis. Estos personajes pertenecían a un creciente aunque reducido grupo de indios
ladinos o aculturados que habían trabajado en las minas y que, por lo tanto, habían tenido
un mayor contacto con el mundo español y que no temían a las represalias de los
misioneros; y en cambio visualizaban la posibilidad de interactuar con las instituciones y la
sociedad novohispanas en su beneficio.
A partir de 1736 las fricciones entre yaquis y jesuitas aumentaron debido a que Muni
y Bernabé discutían sus agravios directamente con el gobernador. Estos agravios “giraban
49
Almada, Diccionario de historia, geografía y biografía sonorenses, Talleres Arrendatarios de Impresora
Ruiz Sandoval, Chihuahua, 1952, p. 332. Citado por Cécile Gouy-Gilbert, op. cit., p. 47.
30
en torno de los abusos cometidos por ciertos misioneros residentes y sus ayudantes que
incluían no solo a magistrados yaquis escogidos arbitrariamente ... sino a fuereños
(mestizos, mulatos e incluso otros indígenas) atraídos por los jesuitas.”50
Los misioneros no
atendieron esas quejas, sino que solicitaron al gobernador lugarteniente Manuel de Mena
(jefe del gobierno local en ausencia del gobernador) que aprehendiera a los líderes y sus
seguidores. Muni y Bernabé fueron encerrados en la prisión de Pótam, lo que ocasionó el
amotinamiento de la comunidad yaqui, y demostró el arraigo del liderazgo de Muni. A
pesar de estas muestras de inconformidad con el paternalismo jesuita, éstos no atendieron
las demandas sino que únicamente removieron a un par de misioneros, y en su lugar
colocaron a un jesuita más beligerante, el padre Nápoli, que mandó destituir de sus cargos a
Muni y a Bernabé. En 1738, al reasumir el cargo como gobernador, Huidobro realizó una
investigación atendiendo a las razones de las dos partes, pero para asombro y alarma de los
jesuitas ordenó a Muni y a Bernabé que viajaran a la ciudad de México para exponer sus
quejas ante el propio virrey, tal vez como una medida de presionar la secularización de las
misiones. La delegación yaqui presentó sus demandas ante el virrey, las cuales consistían
en: destitución de algunos jesuitas; permiso para portar armas españolas; libertad en las
elecciones de los pueblos; retribución monetaria por el trabajo en las misiones; respeto a las
tierras comunales yaquis; autorización para trabajar en las minas y participación libre en el
comercio regional.51
Muni y Bernabé permanecieron en México hasta 1740
incrementándose paulatinamente la rebeldía de la comunidad yaqui, hasta que ese mismo
año estalló la rebelión, alimentada por los agravios pasados, pero también por una nueva
situación: la hambruna.
50
Hu-Dehart, op. cit., p. 56. 51
Figueroa, op. cit., p. 77.
31
El desbordamiento del río en 1739 ocasionó la pérdida de las cosechas, pero los
jesuitas encabezados por Nápoli negaron el grano de los almacenes y en cambio mandaron
esos excedentes a Baja California, lo que sólo incrementó la rabia de los yaquis, que
posiblemente interpretaron esa medida como una venganza de los misioneros. Lo cierto es
que los de Loyola consideraban la producción de cada unidad misional como parte de un
todo, que llegado el momento, las misiones más prósperas ayudaban a las menos
favorecidas o a las que apenas se estaban formando, que para el caso eran las de la Baja
California.52
Para febrero de 1740 el alzamiento fue generalizado cuando los indios
saquearon los graneros que consideraban propios como parte de su trabajo en las tierras
comunales. Los hechos violentos continuaron hasta octubre de ese año; después de varias
derrotas sufridas por los indios a manos de las tropas virreinales mandadas para pacificar la
región, Muni y Bernabé regresaron de la ciudad de México y aceptaron apaciguar
inmediatamente a los alzados. El gobierno colonial había accedido a firmar un tratado con
Muni y Bernabé en el que “a) se otorgaba una completa autonomía a los yaquis, o sea el
derecho de conservar sus costumbres y su propio gobierno que no debía ser ejercido más
que por individuos de su raza; b) la posesión total de sus tierras, sin ningún derecho para
los blancos, salvo autorización especial de la tribu, y c) el derecho de conservar sus
armas.”53
Poco a poco la comunidad yaqui regresó a sus labores habituales extinguiéndose
así esa primera muestra de rebeldía. Aunque un año después, el nuevo gobernador, Agustín
de Vildósola mandó ejecutar a Muni y a Bernabé junto con otros jefes yaquis.
Durante las siguientes décadas no ocurrieron nuevos hechos que enfrentaran a yaquis
y jesuitas, persistiendo una tensa relación entre los dos grupos. Lo que aconteció fue el
52
López Sarrelangue, op. cit., p. 54. 53
Gouy-Gilbert, op. cit., p. 48.
32
debilitamiento del poder jesuita hasta su expulsión definitiva en 1767, año en que los
yaquis retomaron el gobierno de sí mismos, ya que las nuevas autoridades de las misiones,
los franciscanos, eran más laxos en cuanto al gobierno y la administración pero más férreos
en la práctica religiosa. Los yaquis “al cooperar con la defensa de la misión y, más
importante aún, al satisfacer las demandas de trabajo de la economía minera española,
impidieron la imposición de reformas más drásticas ... por consiguiente, fueron capaces
de conservar sus tierras, sus comunidades y, en esencia, su autonomía, sin necesidad de la
protección e intervención jesuita.”54
Los acontecimientos posteriores a la rebelión de 1740 permitieron a los yaquis
convertirse en garantes de su propia seguridad, ya que ante la incursión de bandas de indios
broncos y salteadores se convirtieron en los encargados de la seguridad de la zona; además,
al atender la demanda de fuerza de trabajo para las minas, se fueron convirtiendo en
trabajadores indispensables para la vida económica de la frontera.
La experiencia yaqui en la colonia fue positiva, porque a pesar de que se sometieron a
una autoridad externa, lograron permanecer unidos y alejados de cualquier victimización.
Al finalizar la colonia, eran un pueblo con números demográficos estables, una autonomía
política relativa en sus comunidades, además de ser la fuerza de trabajo indispensable para
los esfuerzos mineros y agrícolas de la región. Aprendieron a vivir junto a la realidad novo
hispana sin perder su identidad yaqui o su territorio, a pesar de la intervención misionera
que modificó la cultura original de las comunidades cahitas alrededor de las misiones;
modificaciones que los yaquis asimilaron y apropiaron, convirtiéndolas con el tiempo en
características propias porque aunque
54
Hu-Dehart, op. cit., p. 69.
33
[...] la habilidad jesuita consigue la cristianización total de las tribus del Fuerte y la
conversión parcial de yaquis y mayos, que aceptan sin mayor resistencia mucho del
cristianismo y no pocas de las costumbres europeas; lo que aprenden de los jesuitas no lo
olvidarán jamás. Si en 1740 se rebelan contra sus maestros, no lo hacen con el fin de
cambiar los usos impuestos por ellos, sino para combatir ciertos abusos.55
Además, aprendieron a negociar sus demandas con el poder central, en este caso, el virrey,
que por medio del tratado les dio reconocimiento legal a lo que consideraban sus derechos.
“Llegaron a constituirse en una forma en la que cuajaron muchos ideales de la
evangelización jesuítica; se aficionaron mucho a vestir bien tal vez demasiado bien y, por
ello a la cría de ovejas; también se interesaron grandemente en la compra y uso de caballos,
convirtiéndose en diestrísimos jinetes; llegaron incluso a practicar la arriería, conduciendo
sus propios productos a otros sitios.”56
Sobre todo hay que destacar la obra de los misioneros de la Compañía de Jesús, ya
que fueron estos, quienes sin pretenderlo, los dotaron de los medios culturales, sociales,
económicos y políticos para sobreponerse en el tiempo a una sociedad hostil hacia lo indio
ya que:
La obra misional había dejado una huella indeleble en la organización espacial, social,
política y económica de los pueblos. Les había dado nuevas instituciones políticas para
gobernarse y había contribuido a reforzar la identidad como nación entre los pueblos y
rancherías del río Yaqui, al mantenerlos unidos por medio de una administración específica.
La nación yaqui se constituyó como tal durante la época colonial, en gran parte gracias a la
cohesión impuesta y mantenida por los jesuitas durante su gestión. A diferencia de la
dispersión identitaria de otros pueblos, las misiones contribuyeron en el norte a la
formación de identidades étnicas nacionales, que rebasaban los límites de las poblaciones y
sus jurisdicciones.57
Así, los yaquis incorporaron en su vivencia la protección de sí mismos por medio de las
armas y la negociación directa con los poderes estatal y central, también la adopción
55
Daniel Cosío Villegas, Historia Moderna de México, la República Restaurada, Vida Social, México, 1956,
Editorial Hermes, p. 210. 56
López Sarrelangue, op. cit., p. 13. Subrayado del autor. 57
Hernández Silva, Héctor Cuauhtémoc, Insurgencia y autonomía. Historia de los pueblos yaquis: 1821-
1910, México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social-Instituto Nacional
Indigenista, 1996, pp. 39-40.
34
voluntaria de facetas de la cultura española; y en el tramo final de la Colonia, el gobierno
de sí mismos. Estos cuatro aspectos les valieron para preservar su cultura y su identidad.
Cultura que si bien ya no era original porque ya no eran esos indios anteriores al contacto
español, seguían siendo indios y yaquis por añadidura, que sólo habían logrado
transformarse como sociedad sin perecer en el intento. ¿Qué cultura existente permanece
pura, sin influencias externas o cambios y transformaciones a lo largo de su Historia?
Ninguna. La cultura es permanencia, cambio y transformación.
35
Capítulo II. Siglo XIX. Mexicanos contra yaquis.
Con la independencia mexicana de España y el surgimiento de México como nación y
Estado, los yaquis se enfrentaron a la expansión de los colonizadores mexicanos que ya no
estaban limitados por la tutela del rey sobre los indios, sino instigados por la ambición de
poblar y explotar nuevos territorios alentada por el gobierno mexicano. Fue después de la
independencia que los yaquis comenzaron a resentir la presencia extranjera, mexicana y
estadounidense sobretodo. De 1824 a 1929 el territorio yaqui fue escenario de la violenta
lucha entre mexicanos y yaquis. Los mexicanos queriendo construir su Estado nación
imponiendo sus ideales de progreso y modernización, y los yo´emes preservando el
territorio y el gobierno que los unía e identificaba. A pesar de la violenta presión del mundo
novohispano este protegió el modo de vida comunal de las comunidades indígenas por
medio del corporativismo, en cambio, la nueva era mexicana se apoyaba en el ideal liberal
de la sociedad centrada en los individuos y no en las comunidades y las corporaciones.
Una de las consecuencias de la presencia jesuita en la época colonial fue el de la
conformación del universo yaqui dentro de un territorio que consideraron suyo, ya que ante
la presión de los colonizadores,
[…] los indios reinvistieron simbólicamente su territorio ligando la cosmogonía yaqui con los
elementos religiosos introducidos por los jesuitas. Para ellos, el territorio que disfrutaban era un
regalo de Dios, a la comunidad, que no podía ser repartido [...[ el territorio yaqui tendió a
reforzar la unidad de la etnia; se volvió una superficie en la que se registró la realidad de esta
unidad. Todo intento de colonización fue sentido por este hecho, como una agresión contra el
conjunto de la etnia.58
Los jesuitas no sólo los introdujeron a la civilización occidental, sino que con la
conformación de los ocho pueblos tradicionales los dotaron de un imaginario territorial con
el cual reafirmaron su calidad como nación, no limitándose a identificarse únicamente
58
Cécile Gouy-Gilbert, op. cit., p. 54.
36
como yo´emes. Por medio de un territorio que consideraron suyo por derecho, una
identificación cultural y el ejercicio de un gobierno propio construyeron su nacionalidad, lo
cual, en el transcurso del nuevo siglo, acarrearía funestas consecuencias a la nación yaqui.
A lo largo del naciente siglo mexicano se fueron sucediendo varios intentos para socavar el
gobierno indígena, así como para colonizar la región del Yaqui y explotar las tierras que
detentaban los indios. Las comunidades indígenas ya no tenían cabida en la nueva
conformación socioeconómica de la nueva nación encarnada en su Estado federal,
solamente los individuos eran sujetos de derechos y obligaciones.
2.1 La confederación de Banderas.
La primera fase para someter a las comunidades indígenas en general y a la yaqui en
particular fue por medio de la imposición de las instituciones políticas existentes, en este
caso los ayuntamientos, así como de autoridades locales adictas al poder gubernamental.
Los ayuntamientos ya existían desde las reformas borbónicas pero la realidad de un imperio
es muy distinta de la de una república. Al monarca no lo interesaba la homogeneidad de la
población en su territorio, al contrario, la corona de un imperio favorece la heterogeneidad
de sus súbditos. De tal suerte que el gobierno estatal:
[…] más que tratar de igualar la forma de organización de los pueblos yaquis, mayos, pimas
y ópatas, con el de las demás poblaciones de la entidad federativa, trataron de controlarlas
por medio de la subordinación a las instituciones político-administrativas locales; es decir
los ayuntamientos; de la imposición de personas leales a ellas dentro de la estructura
política interior de los pueblos indios y por instancias administrativas creadas expresamente
para controlar a éstos, como sería el caso del protector de indios y los directores de los ríos
Yaqui y Mayo.59
59
Hernández Silva, op. cit., pp. 74-75.
37
El primer intento por minar la autonomía política de los pueblos yaquis ocurrió en 1825,
con la imposición de un capitán general (yechim de armas)60
al que no apoyaba el conjunto
de la etnia. El capitán general solicitó el apoyo de las autoridades estatales, que mandaron
una fuerza militar para apoyarlo. Las fuerzas del estado de Occidente fueron vencidas en
octubre de aquel año por las huestes yaquis. El gobernador del estado, general Simón Elías
González, no pudiendo imponerse por medio de las armas decidió pactar con la etnia en
1826. Los yaquis obtuvieron satisfacción a sus demandas, que eran: “que las tropas del
gobierno salieran del valle, que la población blanca hiciera lo mismo y que se reconociera
al territorio yaqui como propiedad de la etnia.”61
Resultado de este levantamiento, fue el
surgimiento del liderazgo de Juan Ignacio Jusacamea, mejor conocido como Juan Banderas
o Juan de la Bandera, que logró aglutinar a los pueblos yaquis de 1825 a 1832.
En 1828, el gobierno de Sonora pretendió incrementar la población del valle de 15
mil a 20 mil habitantes por medio de nuevos colonos vía el fraccionamiento de las tierras
de los yaquis. La llegada de los nuevos pobladores y la pretendida implementación del
decreto expropiatorio ocasionaron un nuevo levantamiento, ya que “no aceptaron ni la
entrega de títulos de propiedad sobre su territorio, ni la implantación de una administración
del Estado, ni siquiera el levantamiento de impuestos, ya que todo esto significaba para
ellos la negación de su propiedad colectiva e indivisa, así como la de la autonomía de su
propio gobierno.”62
Ante este nuevo acto por parte de los mexicanos Juan Banderas,
60
El capitán general había adquirido especial importancia durante y después de la rebelión de 1740. Ésta
radicaba en que su jurisdicción abarcaba todo el territorio de la etnia y no únicamente un pueblo, como en el
caso de los gobernadores. En un principio, el capitán general era designado por los ocho gobernadores,
aunque con el tiempo su poder y legitimidad ya no se sustentaría en la confirmación de los gobernadores, sino
en sus habilidades guerreras y sus proyectos políticos. La función del capitán general era completamente
militar. Hernández Silva, op. cit., pp. 75-77. 61
Hernández Silva, op. cit., p. 86. 62
Gouy-Gilbert, op. cit., p. 56.
38
organizó una confederación militar que incluía a los pimas bajos, ópatas y mayos.63
A
pesar de esta muestra de rebeldía por parte de las etnias sonorenses que despertó el temor
de una guerra de castas, las élites regionales siguieron adelante con sus planes de socavar la
autonomía de los pueblos indígenas; fue así que a fines de 1831 se promulgó la
Constitución Política del Estado Libre de Sonora, que con el fin de intervenir en los asuntos
de las comunidades indígenas asentaba en su artículo 36, fracción 15, que era facultad
exclusiva del Congreso “Dictar leyes y reglamentos para establecer el gobierno interior de
los pueblos de indígenas, de la manera más análoga y conveniente a su situación,
circunstancias y costumbres; arreglar los límites de sus terrenos y dictar cuanto se crea
conducente a terminar sus diferencias.” Más adelante, en el artículo 59 se lee que “Para el
establecimiento de las autoridades locales en los pueblos indígenas, el Congreso se
arreglará a sus circunstancias...”64
Estas nuevas disposiciones, que pretendían acabar con la
autonomía política de los pueblos indígenas y que atentaban en contra de la práctica de los
yaquis, se sumó a la intención de nombrar autoridades intermedias entre el gobierno estatal
y el indiano; esta nueva figura fue la de los directores de los ríos que además de actividades
administrativas alentaron los enfrentamientos internos para romper la cohesión de las
comunidades indígenas. De esta manera, el jefe yaqui Juan María Jusacamea, pariente de
Juan Banderas, fue apoyado por las autoridades estatales para sembrar la división al interior
de la etnia. Con las intenciones sonorenses así declaradas, Juan Banderas llamó de nuevo a
la rebelión, aunque esta vez sin éxito ya que las autoridades sonorenses en lugar de utilizar
tropas regulares organizó milicias de rancheros y hacendados para oponerse a la ofensiva
63
José Velasco Toro, Los yaquis: Historia de una activa resistencia, México, Universidad Veracruzana,
1988, p. 21. 64
Manuel Corbalá Acuña, Sonora y sus constituciones, Hermosillo, Gobierno del Estado de Sonora, 1992, pp.
29-59. Citado en Hernández Silva, op. cit., p. 88.
39
de Banderas. Estas milicias lo derrotaron y lo tomaron prisionero, siendo fusilado a
principios de 1833. A pesar de haber sido vencidos, la naturaleza se encargó de proteger los
poblados yaquis de las fuerzas de pacificación a cargo del gobernador Manuel Escalante y
Arvizú, dado que el río Yaqui cambió de curso diezmando en gran medida las fuerzas
estatales. A pesar de la derrota militar de 1832, los yaquis mantuvieron la propiedad de sus
tierras, así como la autonomía de su gobierno interno y su fama de guerreros belicosos sólo
se acrecentó, convirtiéndolos en un bien estratégico que las facciones sonorenses se
disputaron en sus luchas intestinas.
2.2 Entre conservadores y liberales.
Aunque los yaquis participaron en las luchas entre liberales y conservadores del
estado de Sonora desatadas a partir de 1838, no obtuvieron ningún beneficio material o
estratégico, a pesar de que su alianza con uno u otro grupo sí lo fuera, dadas las garantías
que se les otorgaban sobre mantener su gobierno y su territorio. Lo cierto es que los
contendientes sonorenses sólo los buscaban dada su calidad de fuerza guerrera, lo que no
significa que los yaquis hayan sido un elemento pasivo; como ya dije, establecían sus
alianzas según sus prioridades: autogobierno y territorio. El gobernador Manuel María
Gándara, cabeza de las fuerzas centralistas obtuvo su apoyo y al final resultó vencedor de
la contienda contra José Urrea, cabeza de los federalistas y quien apoyaba a los grupos
económicos que buscaban apoderarse de las tierras aledañas al río65
. Gándara “fue el
primero en introducir a los indios (yaquis) como recurso en el juego político.”66
Al volverse
actores políticos, enfrentaron los vaivenes de la política sonorense, de tal manera que
65
Hernández Silva, op. cit., p. 96. 66
Gouy-Gilbert, op. cit., p. 58.
40
cuando su aliado caía, eran presa de los afanes vengativos de los contrincantes políticos y
económicos de sus aliados; de esta manera, sufrieron los sangrientos embates al regreso de
Urrea en 1842, quien además de combatirlos cruelmente, les quitó el control de las salinas
del río.
Pero la tribu yaqui, al ayudar a sostener a un hombre político reconocido como
Gándara, propició, entre muchos otros actores, el mantenimiento de una situación
problemática y caótica que dificultó instaurar un auténtico poder en el estado. Por lo tanto,
el proceso de colonización se volvió lento y errático y los intentos por socavar el
autogobierno yaqui cesaron. A lo largo de las décadas de 1840 y 1850 se vivió en el valle
una situación que fluctuó entre una tensa calma y la agresión total, aunque a mediados de la
década de 1850 la región sería arrastrada a la violencia y la inestabilidad por los problemas
locales, pero también por nuevas tempestades nacionales que acechaban en el horizonte. La
Revolución de Ayutla contra Santa Anna encumbraría a los liberales y su modelo nacional
representado en la Constitución de 1857, que no sólo iba en contra de las corporaciones
religiosas y militares sino también en contra del espíritu y forma de vida comunal de los
pueblos indígenas.
A pesar de algunos intentos por colonizar las tierras de los yaquis, estos fueron más
bien aislados. El conflicto entre yaquis y mexicanos se había circunscrito más al área
política que a la agraria. Los verdaderos conflictos agrarios no empezaron sino hasta 1854.
En ese año Fernando C. Iñigo usurpó tierras en Aguacaliente, lugar situado al norte de la
sierra del Bacatete y que formaba parte del territorio tradicional de la etnia, bajo el pretexto
de declarar que esas tierras habían pertenecido a su padre y que los indios las ocupaban
ilegalmente. Ante el despojo los dirigentes yaquis instruyeron al capitán general Mateo
Marquín se dirigiera en su representación a las autoridades sonorenses que en ese momento
41
eran encabezadas por Manuel María Gándara, antiguo aliado de los yaquis y que hizo
honor al pacto establecido entre ellos. De tal suerte que “en septiembre de 1854 se giraron
órdenes para suspender la acción de posesión de los terrenos del Babojori y Aguacaliente
que reclamaba Iñigo, por razón de la resistencia de los indígenas de aquellos pueblos.”67
O
sea que no se fueran a poner rejegos los indios. Sin embargo, en 1856, la marea política
cambiaría de nuevo cuando Ignacio Pesqueira, liberal juarista, nuevo gobernador del
estado, favoreció las pretensiones de la familia Íñigo sobre los terrenos de la etnia; además,
Pesqueira, antiguo rival de Gándara, dando rienda suelta a sus pasiones políticas llevó la
guerra al territorio de los aliados indios de su contrincante político. Ante estos dos sucesos
concatenados, los yaquis no tuvieron otra opción que recurrir a sus armas y confederarse de
nuevo con ópatas, mayos y pimas en 1858. Los cahítas obtuvieron algunas victorias
iniciales aunque finalmente se vieron obligados a solicitar el indulto. Se levantarían de
nuevo en 1859 instigados por dos cabecillas ópatas, Juan y Refugio Tánori, integrantes de
las filas gandaristas; éstos, condujeron las fuerzas yaqui y mayo contra Pesqueira hasta
imponer de nuevo como gobernador a Manuel María Gándara.68
La lucha desatada por la Reforma había llegado al valle de los yaquis y ellos
participaron no como marionetas del destino, sino que se plegaron al bando que les
garantizaba la tenencia tradicional, comunal de la tierra. La Ley de Desamortización de
Fincas Rústicas y Urbanas Propiedad de las Corporaciones Civiles y Religiosas, de 25 de
junio de 1856 o Ley Lerdo, que para los liberales representaba “una medida económica y
progresista que realizaba la gran reforma de dividir la propiedad territorial, desamortizar
bienes que estancados son muy poco productivos, de proporcionar grandes cantidades al
67
Hernández Silva, op. cit., p. 104. 68
Cosío Villegas, op. cit., p. 215.
42
erario y de facilitar la reforma del sistema tributario.”69
Si bien para los liberales y su
proyecto de nación era lógico emprender tales reformas, para las poblaciones indígenas era
una agresión a su forma de entender la vida, que se sustentaba en la tenencia comunal de la
tierra.
A la par de la lucha política, se intentó llevar a cabo el desarrollo de la región del
valle. El motivo de Pesqueira para llevar a cabo su campaña contra sus habitantes
indígenas, era la intención de poblar los valles Yaqui y Mayo para realizar su explotación
comercial, de acuerdo a los preceptos de la Reforma. Con esas intenciones se creó la Junta
de Colonización de los Ríos Yaqui y Mayo, en Álamos, en octubre de 1858 con el objeto
de repartir las tierras entre colonos mexicanos e inmigrantes hispanoamericanos de
California.70
Para garantizar la seguridad de los colonos y ejercer un mayor control sobre
los yaquis se creó la Prefectura del Yaqui, también se fundó la colonia Pesqueira cerca de
Navojoa en 1859, además de una colonia agrícola en el Yaqui. Por tales motivos los yaquis
se rebelaron en octubre de 1859 contra el gobernador Pesqueira, acaudillados por los
hermanos Tánori para hacerle la lucha a la República liberal.
La derrota de la Reforma por el partido conservador permitió la instauración del
Segundo Imperio, que los yaquis apoyaron, sosteniendo en la gubernatura a Gándara. El
Imperio les garantizaba la adjudicación y restitución de terrenos de comunidad en plena
propiedad a sus poseedores71
por lo que los indígenas conservaban la propiedad comunal de
la tierra. Con el colapso del Imperio, los yaquis lucharían en los años 1865 y 1866 para
sostener a los conservadores. Vencidos estos, los cahítas volverían a verse las caras con los
69
Centro de Estudios Históricos, Historia General de México. Versión 2000, México, Colegio de México,
2004, p. 593. 70
Velasco Toro, op. cit., p 22. 71
Velasco Toro, op. cit., p. 23.
43
liberales, Pesqueira y sus proyectos de progreso nacional, que no velaban precisamente por
sus intereses. Al contrario, los liberales buscaron venganza de quienes habían apoyado a los
conservadores, logrando apresar al líder ópata, Refugio Tánori que había encabezado a los
indígenas de Sonora durante el Imperio en contra de las fuerzas liberales; fue fusilado el 25
de septiembre de 1866 junto con otros 17 prisioneros en el puerto de Guaymas.72
Sin un liderazgo indígena claro y sin el apoyo de sus antiguos aliados, los yaquis se
enfrentaron a los planes liberales cuando “el ministro de Fomento comunica en septiembre
de 1867 a Ignacio Gómez del Campo, que el presidente Juárez le ha concedido lo que había
solicitado un año antes, a saber, la colonización de 25 sitios de ganado mayor que se hallan
en el litoral de los ríos Yaqui y Mayo.”73
Este acto, amparado en la “Ley sobre baldíos”
desencadenó que yaquis y mayos se declararan en abierta rebeldía, matando primero al
comandante militar que a las órdenes del gobierno estatal se encontraba en Bácum para
vigilar a los indígenas y proteger la colonización concedida; posteriormente se trasladaron
a la región del Mayo, donde pasaron por las armas a la guarnición de Santa Cruz, matando
además al jefe mayo Matías y a otros 14 indígenas por haber apoyado a las fuerzas
gubernamentales.74
Estos hechos obligaron al gobernador Pesqueira a responder. Éste
estableció su cuartel general en Guaymas, destacó al coronel Salazar Bustamante con 500
hombres y 4 cañones sobre el río Yaqui y al prefecto Prado con 400 hombres sobre el río
Mayo. Prado sometió con rapidez a los mayos y se dirigió al norte para ayudar al coronel
Bustamante a someter a los yaquis alzados, que fueron vencidos en San José y después en
Bácum,75
donde ocurrió una de las masacres más sanguinarias en contra de la tribu.
72
Hernández Silva, op. cit., p. 105. 73
Cosío Villegas, op. cit., p. 216. 74
Hernández Silva, op. cit. p. 105. 75
Cosío Villegas, ibid.
44
Vencidos los yaquis, el 18 de febrero de 1868 “los militares encerraron de 450 a 550 indios
en la iglesia de Bácum, uno de los ocho pueblos yaquis; después colocaron la artillería
delante de la puerta y la descargaron sobre los prisioneros, con el pretexto de que los indios
habían intentado escapar. El edificio se incendió como una antorcha y muy pocos lograron
escapar.”76 No existe certeza de cuantos indios murieron, ya que las cifras que dan varios
autores no concuerdan entre sí, lo cierto es que la matanza ocurrió, convirtiéndose en
antecedente de la guerra de exterminio que posteriormente llevó a cabo el ejército federal
del porfiriato.
Con esta sangrienta acción culminaba un periodo en el que los yaquis se beneficiaron
de una situación caótica y de un poder estatal débil. Como lo demuestra el episodio de
Bácum, los yaquis se encontraban en desventaja militar frente a los nuevos adelantos
militares, y también por la cohesión de las oligarquías regionales y nacionales. El periodo
de 1824 a 1868 fue un periodo de transición, durante el cual ningún poder logró
establecerse el tiempo suficiente para llevar a cabo una política racional de colonización y
sometimiento de los indios de Sonora, especialmente los yaquis. Con el triunfo total de los
liberales, los yo’emes se veían por vez primera frente a unas élites que ya no luchaban entre
sí y que por el contrario ahora podían imponer su voluntad, sus ideales de progreso y
modernidad y como en muchas de las acciones de los detentadores del poder, se valdrían
primeramente de la legalidad para dar la apariencia de legitimidad a sus acciones.
Bajo la Constitución Política del Estado de Sonora, expedida en 1861 y reformada en
1872, los yaquis quedaban al margen de la ley, ya que la mencionada constitución no los
consideraba como ciudadanos del estado y en cambio establecía en su artículo 36 que:
76
Gouy-Gilbert, op. cit., p. 66.
45
Son ciudadanos del Estado los que a la calidad de sonorenses reúnen los requisitos que para
ser ciudadanos mexicanos exige la Constitución de la República y además el de vivir en
poblaciones organizadas civilmente con arreglo a las leyes del Estado.
En consecuencia, las tribus errantes y las de los ríos Yaqui y Mayo, no gozarán de los
derechos de ciudadanos sonorenses, entretanto conserven la organización anómala que hoy
tienen en sus rancherías o pueblos; pero los individuos de las mismas tribus que residan en
las poblaciones organizadas del Estado, tendrán expedito el ejercicio de dicha ciudadanía.77
De esta manera los yaquis quedaban fuera de la legalidad, a expensas de las arbitrariedades
del gobierno estatal y de los colonos, porque al no ser ciudadanos no tenían derechos.
Pesqueira y los oligarcas sonorenses buscaban por este medio destruir la autonomía política
de los yaquis ya que si no eran ciudadanos, no podían llevar a cabo su gobierno interno, por
lo tanto se declaró que la autoridad de los gobernadores era nula y se nombró un juez de
paz para resolver los problemas internos de los yaquis. Por otro lado, extendía la
ciudadanía a los indios ladinos, o sea, a los que habían abandonado sus comunidades y
vivían entre los mexicanos. A pesar de las disposiciones legales del gobierno sonorense, la
rebelión y cohesión de los pueblos yaquis no mermó a pesar de varias derrotas infligidas
por las tropas estatales. Ante la presión de los grupos opositores al gobernador Pesqueira y
para evitar que estos obtuvieran la alianza de los indios, en 1873 se reformó ese infamante
artículo como se lee a continuación: “Son ciudadanos del Estado los que a la calidad de
sonorenses reúnen las siguientes: I. Haber cumplido dieciocho años siendo casados y
veintiuno si no lo son. II Tener un modo honesto de vivir.”78
Como podemos apreciar, el
sentido de la redacción cambió radicalmente y los yaquis y mayos y las tribus errantes
volvían a ser ciudadanos, lo que es de suma importancia porque dentro de los derechos que
otorga la constitución sonorense encontramos que en el artículo 17 el “pueblo tendrá
derecho para reunirse libremente para tratar toda clase de negocios lícitos; pero sólo los
77
Mario Corbalá Acuña, Sonora y sus constituciones, Hermosillo, Gobierno del Estado de Sonora, 1992, pp.
105-137 citado en Hernández Silva, op. cit., p. 112; José Velasco Toro, op. cit., p. 23. 78
Hernández Silva, ibid.
46
ciudadanos podrán deliberar, los que tengan carácter político dar instrucciones a sus
representantes y solicitar de la legislatura cualquier desagravio.”79
Junto con las
modificaciones constitucionales y una disminución de las operaciones militares, Pesqueira
evitó que los yaquis se unieran en 1873 a la rebelión de Carlos Conant que exigía la
destitución del gobernador y su grupo afín así como la vuelta al orden constitucional de
1872.
2.3 José María Leyva, Cajeme.
Para controlar al pueblo yaqui, en 1874 el gobierno del estado nombró Alcalde Mayor del
Yaqui a José María Leyva conocido como Cajeme. Este indio, representa mejor que ningún
otro a ese indio ladino y soldado por necesidad, aunque, paradójicamente, también a ese
otro indio yaqui fervientemente nacionalista que llevó a cabo la mayor rebelión de la
nación yaqui. Es tan especial y controversial su papel que vale la pena echar una mirada a
su biografía.
José María Leyva nació en Hermosillo en 1837. Hijo de Francisco Leyva y Juana
Pérez, yaquis de raza pura. Su padre era originario de Huírivis y su madre de Pótam. Sus
primeros años los vivió en Bácum. En 1849 acompañó a su padre a la Alta California en
busca de oro. Esta empresa no fue fructífera, regresando ambos al río Yaqui en la mayor
pobreza. De los 16 a los 18 años Cajeme fue enviado por sus padres a Guaymas para
aprender a leer y escribir. Sin permiso de sus padres se dirigió a Tepic donde fue aprendiz
de un taller de herrería.
En 1857 fue tomado de leva y filiado en el batallón “Fijo de San Blas” del que desertó
a los tres meses y emprendió camino hacia Mazatlán. Estando en esa ciudad, Cajeme se
79
Mario Corbalá Acuña,
47
adhirió a las fuerzas conservadoras bajo las órdenes del general Pablo Lagarma, y poco
después pasó a un batallón de Sonora donde había pimas, ópatas y yaquis luchando a favor
de los liberales.
Durante el sitio de Mazatlán participó en la toma del puerto el 3 de abril de 1859 bajo
las órdenes del general Pesqueira, gobernador de Sonora. Cuando las tropas regresaron a
Sonora, Cajeme desembarcó en el puerto de Guaymas y fue dado de baja.
Poco tiempo después, los yaquis se encontraban alzados y Cajeme se presentó
voluntariamente en la guarnición del Médano para luchar en contra de los yaquis
sublevados. Las fuerzas estatales fueron obligadas a retirarse ante la superioridad numérica
de los alzados.
Posteriormente, José María Leyva participó en los combates contra las fuerzas
gandaristas que se oponían a Pesqueira como cabo de artillería hasta que fue licenciado.
En 1867, volvió a participar en el ejército estatal a las órdenes del coronel Próspero
Salazar Bustamante como jefe de una guerrilla de caballería para combatir la gran
sublevación yaqui de ese año. En ese conflicto, que duró hasta el año de 1868, los
conocimientos que Cajeme tenía sobre el territorio y las costumbres de los indígenas fueron
ampliamente utilizados. Por sus méritos recibió el grado de oficial y se le dio el mando de
una compañía formada por indios.
En 1873, ante la insurgencia de Carlos Conant, proclamando la Constitución del
Estado reformada en 1872, Cajeme participó en su persecución, de nuevo bajo las órdenes
Salazar Bustamante. En estos hechos, José María Leyva ostentó el grado de capitán de
caballería. Cuando terminó la campaña, fue enviado a Cócorit para licenciar a sus hombres.
En 1874 con la revuelta de Carlos Conant sofocada, el gobierno del Estado nombró al
indio Cajeme Alcalde Mayor del Yaqui, dadas las pruebas de adhesión que había
48
demostrado con el fin de mantener pacífica a la tribu. Pero el gobierno no contó con que
Cajeme guiaría a la tribu hacia un estado de independencia política y territorial.80
Las
autoridades sonorenses pensaron que José María Leyva se mantendría leal a las
instituciones mexicanas por haber sido éstas las que le confirieron el cargo y que por lo
tanto lograría la pacificación de la tribu. Lo que no pensaron fue que Cajeme era “un
hombre apto para discernir el sentido de los intereses políticos locales y que podía dar un
contenido real al cargo honorífico de alcalde mayor del Yaqui.”81
Cajeme se convirtió en
uno de los liderazgos yaquis más exitosos para enfrentar a los mexicanos y dar unidad y
dirección a la tribu. En él podemos apreciar una de las características de los yaquis, que
eran excelentes soldados que no titubeaban en enrolarse en los ejércitos mexicanos, por
leva o necesidad, pero sobre todo que también tenían un aspecto de soldados profesionales,
que llegado el momento, algunos de ellos, podían incluso combatir a sus propios paisanos.
Con la agitación política provocada por la oposición de Francisco Serna, en 1875,
desde los primeros meses, “los yaquis encabezados por Cajeme, comenzaron a dar
muestras de una próxima insurrección. A fines de año estaban abiertamente rebelados y se
reunían en masas considerables amenazando desbordarse [...]”82
El gobernador impuesto
por Ignacio Pesqueira, general José J. Pesqueira, sobrino de aquel, a pesar de la creciente
revuelta sernista en su contra, encabezó personalmente la campaña militar en el río, para lo
cual empleó 500 hombres y una batería para marchar de Guaymas.
Las tropas de José J. Pesqueira llegaron a la Pitahaya el 19 de diciembre de 1875,
pero Cajeme había movilizado sus tropas, que sumaban 1500 hombres, desde Tórim en la
80
Francisco P. Troncoso, Las guerras con las tribus yaqui y mayo (edición facsimilar), México, Instituto
Nacional Indigenista, 1977, pp., 59-62. 81
Gouy-Gilbert, op. cit., p. 69. 82
Troncoso, op. cit., p. 62
49
madrugada del mismo día. Antes del combate, el gobernador propuso condiciones a los
indios, estas fueron rechazadas y la batalla tuvo lugar con saldo negativo para los yaquis
que sufrieron 60 muertos y gran número de heridos.83
Aunque Pesqueira internó sus tropas
en el corazón del territorio de los ocho pueblos para perseguir a los sublevados, tuvo que
retirarse ante la alarmante situación que le presentaba la rebelión sernista.
2.4 Años de independencia.
A pesar de la derrota de la Pitahaya, la situación política sonorense permitió a los yo’emes
reagruparse estratégicamente. A partir de que Pesqueira se retiró, la etnia encabezada por
Cajeme tuvo la libertad para darle forma a su sistema de gobierno y vivir aisladamente
hasta 1883. De nueva cuenta aprovechaban la coyuntura política para beneficio de sus
propios intereses.
Haciendo uso de su memoria colectiva como de la herencia colonial jesuita, además
de la formación de Cajeme como militar y su conocimiento de la sociedad mexicana,
yaquis y mayos moldearon su sociedad. El caudillo organizó los pueblos con sus
gobernadores, alcaldes capitanes, generales y temastianes; siendo los dos primeros los
encargados de la administración de justicia en sus respectivos pueblos; los capitanes y
generales atendían lo relativo a la organización militar; y los temastianes eran quienes
tenían a su cargo las iglesias, las imágenes así como la administración del culto religioso y
sus fiestas. Además de estos cargos civiles y militares, Cajeme llevó a cabo un sistema de
asambleas para tratar los asuntos generales de la etnia; las cuales eran convocadas y
presididas por él. Todo yaqui podía participar en ellas y las resoluciones de la misma eran
llevadas a cabo. Tampoco descuidaron su hacienda, ya que comenzaron a cobrar un
83
Troncoso, ibíd.
50
impuesto a los barcos que comerciaban entre Guaymas y el Médano en la desembocadura
del río; cobraban además a los que traficaban por tierra; vendiendo también la sal que
obtenían de las salinas de su propio territorio
José María Leyva logró que cada pueblo en los ríos Yaqui y el Mayo contribuyera a
un sistema de trabajo comunitario en el que un número de indios trabajaba ciertos días a la
semana para sembrar y cosechar maíz y frijol, tal como lo hacían en tiempo de los jesuitas;
el producto de este trabajo era controlado por el caudillo, tal vez como forma de reserva
alimenticia gracias a la formación de Cajeme como militar.
Para obtener recursos monetarios y poder comprar armas, además de los impuestos
cobrados, llevaron a cabo un sistema de pillaje sistemático en la zona. Robaban el ganado
de los ranchos cercanos para revendérselos posteriormente a los dueños que los
reclamaban, si no sucedía así se quedaban con lo robado. Los viajeros y soldados
desertores eran despojados de sus armas. Con el dinero reunido, compraron armas en
poblados cercanos como Guaymas o en las haciendas y minerales a muy altos precios.
El líder dispuso además que los gobernadores de cada pueblo debían tener cierto
número de hombres siempre listos y bien armados para la guerra, siendo los capitanes los
encargados de la organización de tales células. Finalmente, Cajeme adoptó el título de
Capitán General de los Ríos Yaqui y Mayo con un lugarteniente en el Mayo84
De esta manera los yaquis dieron forma a su Estado ejerciendo plenamente una
soberanía que excluía a las instituciones mexicanas y sonorenses. Se organizaron militar y
socialmente en un momento que fueron olvidados por la sociedad mexicana. Esta situación,
a pesar de la oposición de una parte de la etnia hacia Cajeme, les otorgó una referencia
histórica de independencia de los mexicanos y de concreción de sus formas de gobierno, a
84
Troncoso, op. cit., p. 63.
51
pesar de los excesos de Cajeme. Lo trágico es que esta experiencia histórica tendría su
antítesis en la represión arrolladora del gobierno y la sociedad porfirista. Los yaquis se
convirtieron en un asunto nacional, ya que su forma de proceder, su independencia política
y territorial significaban una “vergüenza para México dadas sus pretensiones de
autonomía.”85
O como lo dijo un contemporáneo, “Esa condición anómala en que han
estado viviendo las dos tribus Yaqui y Mayo, en el Estado de Sonora, no debe subsistir por
más tiempo, porque es contraria a la civilización del siglo, a nuestras instituciones políticas
y sociales y al decoro de nuestros gobiernos.”86
La autonomía política y territorial que
habían construido se topaba con la ideología de la élite porfirista. El Estado nacional no
podía permitir que un grupo quedara fuera de su jurisdicción.
En 1880, los vientos de cambio comenzaban a soplar en la dirección de la Nación
Yaqui. Por un lado, el gobierno sonorense encabezado ahora por Luis E. Torres y el
comandante militar de las fuerzas federales, Bernardo Reyes, planearon la organización del
desarrollo agrícola del sur del estado, en los valles Yaqui y Mayo distribuyendo tierras de
ambos ríos a los colonos que lo solicitaran. Veamos cómo el gobernador Torres se
expresaba de ese territorio
Toda la gran extensión de terrenos que ocupan los Yaquis, es susceptible de variadas y
grandes producciones de toda clase de semillas, plantas y frutas. En las riberas de ambos
ríos hay tierras agrícolas en abundancia, de una feracidad que todos reconocen y en
donde se producen desde trigo hasta la caña de azúcar, y desde el maíz hasta el algodón
[...] Existe allí, pues, una gran fuente inexplorada de ricas y variadas producciones que
solamente necesita la pacificación de las tribus y la laboriosidad e inteligencia del
hombre civilizado, para dar abundantes frutos y cambiar la faz del Estado87
Las palabras de Torres no pueden ser más claras en lo que respecta al territorio ocupado
por los yaquis y los planes que para él tenía. Era pues, una zona propicia para implantar el
85
Daniel Cosío Villegas, Historia a de México. El Porfiriato, vida social, México, Hermes, 1970, p. 249. 86
Nicoli, op. Cit., p. 94. 87
Troncoso, op. cit., p. 22.
52
modelo de desarrollo de la sociedad porfiriana a manos de los hombres civilizados de la
sociedad mexicana. Los yaquis eran culpables de ser incivilizados y representar un
obstáculo para cambiar el destino del estado de Sonora. Por esto resulta paradójico que el
mismo Luis E. Torres a continuación escribiera:
Por todos los distritos del Estado, especialmente en los de Ures, Hermosillo, Guaymas,
Álamos y Sahuaripa; en los inmediatos del Estado de Sinaloa; en la Baja California y en los
minerales de Chihuahua situados en la Sierra Madre, hay diseminado un gran número de
estos indígenas Yaquis y Mayos, que se ocupan en toda clase de trabajos, desde las labores
del campo hasta la explotación de las minas, y desde el manejo del arado hasta el de las
máquinas de vapor. Ellos son los que componen las cuadrillas de trabajadores de las
haciendas agrícolas; ellos son los operarios de las minas; son los mejores marinos de
nuestra costa; son los que hacen la pesca de la perla en la Baja California; los que se ocupan
en toda clase de construcciones y trabajos urbanos y rurales; los que hacen el servicio
doméstico; los que ejecutan cualquiera obra pública que se emprende; y, en una palabra,
ellos son el verdadero pueblo trabajador. Dotados de una constitución física envidiable, y
acostumbrados desde que nacen a resistir todas las intemperies y a sufrir todas las
necesidades, son unos trabajadores incansables que de la misma manera que resisten el
hielo del invierno en el regadío de las tierras, resisten también en la llanura, los ardientes
rayos del sol de Julio, que en nuestro clima es positivamente abrasador. Uno de estos
indígenas puede hacer en un día doble trabajo del que haga el mejor de los trabajadores de
la raza blanca. Son sanos y robustos y muy moralizados en sus costumbres privadas, pues
solamente se les puede notar el defecto de una marcada afición al vicio de la embriaguez,
defecto propio de casi todas las razas indígenas del país. En cambio son cumplidos y tan
inteligentes, que en poco tiempo aprenden todo lo que se les quiere enseñar. No es raro ver
algunos de estos indios manejando los instrumentos y máquinas más complicadas con la
misma habilidad que un mecánico.”
Muy pocos de estos Yaquis y Mayos, que se encuentran diseminados en casi toda Sonora y
en parte de los Estados de Sinaloa y Chihuahua, dejan de conservar por su suelo, los ríos,
un recuerdo de patriotismo. La mayor parte de ellos, cuando sus circunstancias se lo
permiten, y muy especialmente en el día de San Juan, (el Santo cuya fiesta es la más
popular entre esta raza) hacen un viaje a su tierra natal, en donde permanecen algunos días,
para volver después al lugar en donde ya tienen su manera de vivir.”88
Creí necesario hacer esta cita tan extensa debido a que nos permite percatarnos de la
importancia económica y social que yaquis y mayos representaban para la región del
noroeste. No sólo contaban con un territorio al que se le veían enormes ventajas para su
explotación comercial, sino que además eran la vital fuerza de trabajo para llevar a cabo la
producción en la región. Y aunque estuvieran diseminados a lo largo y ancho de tan amplia
88
Troncoso, op. cit., p. 23.
53
región conservaban una cohesión y una memoria colectiva que se hacían visibles en sus
festividades religiosas
A la par de los esfuerzos del gobernador Luis E. Torres, el gobierno federal envió una
Comisión Geográfica Exploradora para realizar el levantamiento topográfico así como la
distribución de las tierras del Mayo y Yaqui. La Comisión logró hacer una distribución de
tierras en el Mayo, con lo que sustrajo este territorio del control político administrativo de
la Nación Yaqui. Pero en el Yaqui, la Comisión y el proyecto de Torres se toparon con la
hostilidad de los indios.
En 1885 se intentó de nuevo impulsar los intereses mexicanos sobre el territorio de
los indios. Para esto se impulsó la formación del catastro de la propiedad para fundar los
derechos en el repartimiento de las tierras que se consideraban baldías. Los yaquis
presentaron sus títulos de propiedad, pero éstos no fueron reconocidos por las autoridades
estatales. Ante la amenaza de perder su territorio los yaquis se levantaron en armas
nuevamente.
Sumado a lo anterior, en ese año se presentó un problema al interior de la Nación
Yaqui. Loreto Molina, segundo de Cajeme, intentó derrocarlo junto con un grupo de
inconformes ante los abusos del líder. Cajeme reaccionó expulsando a Loreto y a sus
seguidores. Éstos intentaron asesinar a Cajeme pero fracasaron y éste denunció la intentona
como un complot fabricado en el exterior, inconformándose ante el capitán del puerto de
Guaymas89
. Estos sucesos ocasionaron que la atención sonorense y nacional se enfocara de
nueva cuenta en la “cuestión yaqui.” La conclusión a la que se llegó por parte de los
diversos actores fue que la guerra era necesaria para terminar de una vez por todas con la
89
Gouy-Gilbert, op. cit., p. 76-77.
54
autonomía yaqui y lograr por fin el desarrollo de esa zona tan fértil que se sustraía al
desarrollo de la agricultura de mercado porfiriana.
Cuando las autoridades sonorenses se rehusaron a sancionar a Loreto Molina, Cajeme
promovió una insurrección general. “Desde febrero de 1885, el jefe yaqui incendió todos
los barcos confiscados, lanzó violentos ataques contra las granjas y las haciendas, al norte
hasta Ures, al sur hasta Álamos, para mostrar así la extensión de su territorio y de su
poder.”90
Por lo tanto el gobierno estatal y el estado mayor de la zona militar movilizaron
sus tropas sobre el río Yaqui.
Cajeme respondió fortificando sus posiciones y utilizando por primera vez el sistema
de trincheras, logrando en un principio una serie de victorias frente al ejército mexicano.
Pero en 1886 el desgaste sufrido y una epidemia de viruela obligaron a muchos yaquis a
abandonar su actitud beligerante. Cajeme se rehusó a rendirse y se refugió en la sierra. Esto
ocasionó una división en la tribu, entre los que se sometieron al peonaje de los latifundistas
y los rebeldes que se mantuvieron al lado de Cajeme
Ese año, las armas yaquis fueron vencidas por el ejército federal. Cajeme fue
capturado y trasladado a Guaymas, y “en efecto, según unos, fue fusilado el 25 de abril de
1887 en Cócorit; según otros, el 23 de ese año en Tres Cruces cuando era conducido a
Cócorit e intentó fugarse”91
aplicándosele la ley fuga. De cualquier manera, el hecho es que
Cajeme fue muerto.
90
Gouy-Gilbert, op. cit., p. 78. 91
Cosío Villegas, op. cit., p. 250.
55
2.5 La guerra porfirista.
La muerte de Cajeme significó el fin de la autonomía yaqui y el reinicio de las acometidas
colonizadoras sobre su territorio. Ante la ausencia de un jefe y por el agotamiento de la
guerra los yaquis toleraron la llegada de colonos a su territorio. Además, la guerra había
significado el descenso de la población yaqui a unos 4000 individuos.92
Cuando la tensión se redujo en la zona y se trasladó a las ciudades sonorenses debido
a la oposición contra el gobierno de los Torres, encabezada por José María Maytorena,
hacendado de Guaymas y estimado por los indígenas debido a su trato suave en sus
haciendas, apareció un nuevo liderazgo encabezado por el indio Juan Maldonado, conocido
como Tetabiate. Ante la superioridad del ejército federal, los indios optaron por una nueva
táctica: la guerrilla. En lugar de ataques frontales, unidades pequeñas de 15 a 30 hombres
atacaban las columnas o posiciones federales para refugiarse inmediatamente en la sierra de
Bacatete. Además de la “vergüenza nacional” se pensaba que “La guerra, pues, que
actualmente sostienen las tribus Yaqui y Mayo en el Estado de Sonora, obedece al instinto
secular de odio contra la raza civilizada y de amor a su total emancipación.”93
Para las
buenas conciencias del porfiriato era inconcebible que los indios lucharan por sus intereses,
todo se reducía al odio hacia la civilización. No había lugar para el entendimiento.
Junto con la ofensiva armada, en 1887 se dio un nuevo impulso a la Comisión
Geográfica Exploradora para deslindar y repartir las tierras de los yaquis. Para dar mayor
alcance a las pretensiones de los mexicanos, en 1889 se creó la Comisión Científica de
Sonora, al mando del coronel Ángel García Peña. Esta Comisión se dio a la tarea de
fraccionar y repartir las tierras de las vegas del río, las más fértiles.
92
Gouy-Gilbert, op. cit., p. 81. 93
Nicoli, op. Cit., p. 86.
56
La Comisión Geográfica Exploradora, al mando del coronel Agustín Díaz
determinó que el fundo de cada pueblo sería un cuadrado de 1,000 metros por lado; las
calles centrales tendrían 30 metros de ancho, 25 las dos inmediatas, y 20 las restantes. Los
lotes de cultivo tendrían una extensión de 3.04 hectáreas; lote y medio correspondería a
cada socio conyugal, un lote al hijo soltero mayor, y medio lote al hijo soltero menor. Cada
familia tendría dos solares, uno para cada socio conyugal y otro para cada soltero o viudo;
los solares tendrían 20 metros de frente por 50 de fondo. Se calculó que en cada lote
podrían sembrarse 9 almudes de maíz, obtener dos cosechas anuales, consideradas como
suficientes para el sostenimiento de una persona pobre que pudiera ayudarse de otro modo.
A cada colonia de 1,000 habitantes se le asignaron 8 hectáreas para panteones y rastro, y
100 para el fundo. Se prohibió la enajenación total o parcial de lotes y solares, pero se
permitió su cambio.94
Como se ve, la opción que se pretendía alcanzar era la farmer, esto es, que pequeños
propietarios trabajaran la tierra, pero lo que realmente ocurrió fue el desarrollo del
latifundismo o la vía junker95
. El botín de guerra de los militares que participaron en las
campañas contra Cajeme, y posteriormente contra Tetabiate, fue la tierra, por lo que no
respetaron las bases que la Comisión Geográfica había establecido. Solamente unas 50
familias yaquis de Bácum, Tórim y Pótam recibieron tierras y material agrícola, quedando
el resto en manos de extraños.96
El general Lorenzo Torres se apropió de 15,000 hectáreas del cuadrilátero de Huírivis
que representaban la mitad de las tierras disponibles de esta población, las que vendió al
estadounidense E. Salisbury, quien fraccionó esa tierra y la vendió a colonos californianos.
Además, el general Torres ocupó los terrenos que debían ser para la colonia de Rahum con
su hacienda El Guamuchil que lo convirtió en uno de los más grandes terratenientes de
Sonora, ya que sus propiedades alcanzaban 400 mil hectáreas en el sur del estado.
Los planes y las acciones de la Comisión Geográfica Exploradora significaron para
los yaquis la atomización de su territorio y la entrada de más “extranjeros”. Huirivis y
94
Cosío Villegas, op. cit., p. 251. 95
Bartra, Roger, Estructura agraria y clases sociales, 4ª ed., México, Era, 1979, p. 16. 96
Gouy-Gilbert, op. cit., p. 87.
57
Rahum fueron el botín de Torres, pero en Cócorit se establecieron 458 yoris y 322
indígenas; en Bácum 78 familias yaquis y 254 yoris; en Tórim 284 indígenas y 510 blancos
y en Vícam 310 yaquis.97
Junto a estos pequeños propietarios se desarrollaron los grandes
latifundios, como los de Carlos Conant con 50,000 has.; Denuncio Bule con 14,000 has.; F.
McDonald 4,741 has. en la margen izquierda del río o Luis Wolf que se apropió de 4,000
has. en la Sierra del Bacatete.98
Ante la fragmentación de la tribu, la expansión
colonizadora sentó sus bases en el corazón del territorio Yaqui, quedando cinco de los ocho
pueblos en manos predominantemente de yoris, aunque de no haber sido por Tetabiate y su
constante rebelión, el despojo quizá hubiera sido mayor.
Junto con el desarrollo del latifundismo y su lógica de agricultura orientada al
mercado se llevaron a cabo los primeros esfuerzos sistemáticos para introducir obras de
irrigación y lograr una mayor explotación de la tierra. Estas obras las comenzó la Comisión
Científica de Sonora, que para 1889 había conseguido construir cuatro canales de
irrigación, siendo estos: el Marcos Carrillo, que iniciaba en Tórim y regaba la margen
derecha del río así como partes de los cuadriláteros de Vícam, Rahum y las propiedades del
general Torres; el canal Bataconcica que irrigaba el norte del cuadrilátero de Tórim; un
tercero que conducía aguas para Cócorit y Bácum; y el canal Vícam que irrigaba el sur de
los cuadriláteros de Vícam y Pótam. Posteriormente se inauguró el canal Porfirio Díaz
sobre la margen derecha del río.99
Estas primeras obras de irrigación permitieron el
fabuloso desarrollo posterior del Valle del Yaqui dando origen a su fama de tierras fértiles.
Uno de los responsables de ese desarrollo fue el latifundista Carlos Conant, que
visualizó el gran potencial que el valle tenía. Este personaje buscó y obtuvo una concesión
97
Cosío Villegas, op. cit., p. 253. 98
Cosío Villegas, op. cit., p. 255; Gouy Gilbert, op. cit., p. 90. 99
Velasco Toro, op. cit., p. 29.
58
del gobierno federal en 1890 que le otorgó la propiedad de 50 mil hectáreas en la margen
sur del río Yaqui y sobre las riberas de los ríos Mayo y Fuerte. A cambio se comprometió a
construir una red de canales en las márgenes de los ríos Yaqui y Mayo. Para financiar las
obras, hipotecó su concesión y junto con capitalistas estadounidenses, formó en el estado
de New Jersey la Sonora & Sinaloa Irrigation Co. Esta compañía logró construir 13
kilómetros del canal principal y nueve de canales secundarios, pero la beligerancia de los
yaquis y la continua violencia porfirista ahuyentó a los capitalistas estadounidenses.
Aunque Carlos Conant logró reunir a un nuevo grupo de inversionistas sonorenses, la
volatilidad del territorio y la guerra lo obligaron a liquidar la Sonora & Sinaloa Irrigation
Co. en 1901.100
A lo largo de los años de 1885 a 1897 del porfiriato, la rebelión yaqui fue constante,
por lo que a fines de 1896 el coronel Francisco Peinado entró en contacto con Tetabiate
para discutir la necesidad de alcanzar la paz. Las pláticas empezaron el 25 de enero de 1897
entre Peinado y Tetabiate. Este último se entrevistó dos veces con Luis Torres, jefe militar
de la zona. Finalmente, el 15 de mayo de 1897, en la estación Ortiz del ferrocarril, el
coronel Peinado firmó junto con Tetabiate los acuerdos de paz conocidos como la Paz de
Ortiz:
[...] Juan Maldonado, jefe de la tribu yaqui, que ha estado en armas durante largo tiempo,
reconoce la soberanía del Supremo Gobierno de la Nación y la del Gobierno del Estado, y
reconoce también que es su deber someterse a la obediencia de las autoridades que de uno y
otro emanan, y por lo mismo se somete con todos sus compañeros de armas al Supremo
Gobierno de la Nación ... El general Luis E. Torres, acepta en nombre del Gobierno la
sumisión del jefe Juan Maldonado y sus compañeros de armas, y les ofrece en nombre del
mismo Supremo Gobierno toda clase de garantías, la seguridad de que no serán molestados
en sus personas e intereses por motivo de la sublevación pasada, y en nombre del mismo
Supremo Gobierno de la Federación les ofrece terrenos en el río Yaqui, de los que están
desocupados en los ejidos de los pueblos y destinados para los originarios del mismo río
Yaqui.101
100
Velasco Toro, op. cit., p. 30. 101
Troncoso, op. cit., p. 233.
59
Con este tratado, los yaquis recibirían tierras por parte del gobierno, aunque como podemos
observar no se especificaba cuántas ni cuáles. Además se convino que una comisión de
indios encabezada por Loreto Villa e Hilario Amarillas, viajara a la ciudad de México para
entrevistarse con el presidente Porfirio Díaz, donde “fueron recibidos bondadosamente por
el primer magistrado, y quedaron muy contentos y agradablemente impresionados,
habiendo llegado a comprender el poder del gobierno y lo infructuoso de los
levantamientos [...]”102
De esta manera las huestes comandadas por Loreto Villa fueron
incorporadas como tropas auxiliares del ejército federal y las familias de los que se
rindieron recibieron tierras, animales domésticos, semillas y útiles de labranza. El
problema es que sólo se benefició a una fracción de la tribu sin entender que para los
yaquis la tierra era un bien de la comunidad.
Dos años después de firmada la Paz de Ortiz se inició un nuevo ciclo de violencia
entre los yaquis y los mexicanos. A pesar del pacto firmado con el gobierno porfirista,
aquellos veían impotentes cómo perdían su autonomía política y el control de su territorio
ante el avance de los colonizadores mexicanos. No es muy claro lo que desató de nueva
cuenta las hostilidades, aunque por consenso se estima que fue el intento por desarmar a un
grupo de yaquis en Bácum.
La guerra se desató de nueva cuenta en julio de 1899. En esta ocasión, la Secretaría
de Guerra y Marina, dio instrucciones a la Comisión Geográfica Exploradora, al mando del
coronel García Peña, que creara un plan de campaña. La Comisión trazó un mapa de la
zona y elaboró una memoria que incluía las características orográficas, así como
descripciones detalladas de la tribu. Además incluyó diversos aspectos técnicos tales como
102
Troncoso, op. cit., p. 234.
60
el número de guerreros yaquis; brechas y caminos que se podrían utilizar; comunicaciones
militares; vestimenta adecuada para la tropa; aprovisionamiento para las tropas y la
estimación de soldados requeridos para la campaña, que se estableció en 4,800 efectivos.103
Como se puede apreciar, se planeó una campaña sofisticada con el fin de terminar de una
vez por todas con la rebeldía de los yaquis; no se trató de una campaña improvisada. La
moneda ideológica del porfirismo, orden y progreso, no podía seguir ignorando la posición
contraria de los yaquis que se resumía en la consigna de “Dios nos dio a todos los yaquis el
río, no un pedazo a cada uno”. La lógica de la tenencia comunal de la tierra chocaba con
los postulados liberales del Porfiriato, que en esencia buscaba la expansión de la pequeña
propiedad privada, pero que en realidad fomentaba el latifundio.
La respuesta que dio el gobierno federal no puede calificarse menos que un
genocidio. Los yaquis se interponían con obstinación a conservar sus tierras y su estilo de
vida comunal contra los intentos de incorporarlos a la tenencia privada de la tierra y a las
formas “civilizadas” de vida. Fueron tres las opciones que se llevaron a cabo para
incorporar por fin las fértiles tierras del Valle del Yaqui al progreso nacional: la
colonización mediante mexicanos y extranjeros de las tierras del valle; la dispersión del
grupo en el territorio nacional mediante la deportación masiva; y en última instancia, el
exterminio de la etnia.
Un aspecto del que se habían valido los indios yaquis en el pasado, y que a su vez los
diferenciaba de la gran mayoría de los grupos étnicos de México, fue su integración
voluntaria a la economía de la región, ya fuera como peones asalariados en las haciendas de
los distritos de Ures y Hermosillo, como mineros en las minas del norte del estado o como
obreros en la construcción del ferrocarril, sin perder nunca su identidad o sus vínculos con
103
Troncoso, op. cit., pp. 262-281
61
el resto de la etnia. Esta característica, además de integrarlos plenamente en la economía
regional del noroeste, les permitió afrontar con éxito las campañas que se habían realizado
en su contra en el pasado. Cada vez que los yaquis sufrían el embate de los ejércitos estatal
o federal, la comunidad se disgregaba a las haciendas o a las minas, donde eran bien
recibidos, tanto por la falta de mano de obra como por su reputación de excelentes
trabajadores. Cuando la violencia acababa o disminuía, los yaquis simplemente regresaban
a su territorio. En esta ocasión sería diferente.
El ejercito porfirista detectó esta práctica y comenzó a indagar en las haciendas y las
minas a partir de 1900 sobre la “estancia y conducta” de los peones yaquis, lográndose la
captura ese año de 240 alzados.104
Esto produjo dos fenómenos no deseados: que los
hacendados principalmente, comenzaran a oponerse a las fuerzas federales por la
afectación a la producción y, en segundo lugar, el recrudecimiento de la revuelta yaqui.
Pero a partir de 1902, el gobierno sonorense por medio de una circular del 19 de abril
dispuso que:
[...] sólo habría rancherías de yaquis donde la autoridad lo permitiera; los que vivieran en
poblaciones y en haciendas se reconcentrarían en rancherías; las rancherías deberían ser de
una extensión que permitiera su fácil vigilancia por pocos soldados; la vigilancia quedaría a
cargo de los prefectos de distrito, presidentes municipales y comisarios de policía; los
prefectos formarían un padrón de los mayores de quince años, a quienes darían un
salvoconducto donde constara el nombre de su patrono; prefectos, presidentes y comisarios
pasarían lista mensual en las rancherías, anotando las altas y bajas en vista del padrón; el
indio que al presentarse en una ranchería no justificara su procedencia sería remitido como
sospechoso a la autoridad inmediata, quien daría cuenta a la prefectura para que ésta
determinara lo conducente; y presidentes y comisarios informarían a los prefectos de los
movimientos de los yaquis.105
104
Troncoso, op. cit. 283. 105
Cosío Villegas, op. cit., p. 258.
62
Con estas medidas se pretendió controlar los movimientos de los yaquis y evitar que
buscaran refugios en las haciendas y minerales para recuperarse del combate, así como para
acabar con su método económico para continuar la lucha.
En un enfrentamiento el 10 de julio de 1901, las tropas del mayor Loreto Villa dieron
muerte a su compatriota Tetabiate, y el general Luis E. Torres consideró que “con este
hecho de armas, creo que no quedarán en esta sierra el Bacatete, pues Maldonado les
servía de núcleo.”106
Pero el liderazgo de éste fue sustituido por Luis Bule, Ignacio Mori,
Luis Espinoza y Luis Matus.
A partir de 1903 se recrudeció la ofensiva mexicana con la llegada de Rafael Izábal,
hacendado y militar, nuevo gobernador de Sonora. Izábal intensificó la guerra de
exterminio así como la dispersión de la tribu por medio de la deportación masiva. Hasta ese
momento, la guerra había sido puesta en práctica para someter a los indios, todavía no
había sido un esfuerzo por aniquilar a la tribu ya que, como indica Francisco del Paso y
Troncoso en la conclusión de su relación de las guerras contra los yaquis
Solo tres resoluciones en que ya se ha pensado, no se han puesto en práctica para acabar
con la guerra del Yaqui, y son:
1ªLa guerra de exterminio para todos los que volvieran a levantarse.
2ªLa translación de toda la tribu, sacándola del Estado y dispersándola en las partes del
territorio Nacional, distantes de Sonora o
3ªLa colonización del Yaqui.107
Troncoso, estimó que la primera y segunda medida serían inhumanas, además de
imposibles y perjudiciales para la economía de Sonora; la segunda por ser los indios la
fuerza de trabajo, por lo que “no hay duda, que lo único que conviene para acabar con una
guerra que ha costado tanta sangre y tanto dinero a la Nación y a los propietarios de
106
Troncoso, op. cit., p. 316. 107
Troncoso, op. cit., p. 342.
63
Sonora, es la colonización del Yaqui.”108
Lo que no respondió fue qué hacer con los indios
una vez despojados de su territorio. Izábal y Porfirio Díaz lo hicieron por él. En efecto se
llevó a cabo lo que consideró imposible e inhumano.
En 1904, los cuatro jefes yaquis intentaron negociar un acuerdo de paz bajo las
siguientes condiciones: “soberanía territorial, salida de los yoris y las tropas federales;
autonomía de gobierno y nombrar sus propias autoridades; conservar sus armas y no tener
compromisos con la sociedad nacional o con el gobierno federal”109
Por supuesto estas
condiciones fueron rechazadas por los mexicanos y las hostilidades continuaron. Como
podemos ver, los yaquis actuaron como un conjunto nacional y no como un grupo adscrito
a un Estado que reconocieran como propio. Esto a mi juicio, es una de las características
que les otorga la calidad de nación. Actuaban intransigentemente porque habían visto a “los
tarahumaras remontados en la sierra, a los seris arrinconados en la isla Tiburón, los ópatas
y pimas desaparecidos y los mayos dominados. Solo quedaban en pie los desconfiados
yaquis.”110
Junto con la ofensiva desatada por el gobernador Izábal, se reanudaron los esfuerzos
por llevar a cabo la colonización de las tierras de la tribu yaqui. Ésta ya había empezado
con los esfuerzos de Carlos Conant y su Sonora & Irrigation Company, pero como sabemos
este proyecto quebró en 1901 ante la retirada de los inversionistas y la constante violencia
en la zona. En 1904, surgió la Richardson Construction Company que con el transcurrir del
tiempo llegó a acaparar más de 271 mil hectáreas, facilitado esto por la dispersión y
exterminio de la etnia que en esos momentos no pudo hacer nada para oponerse. Además
de la continuación de las obras de irrigación iniciadas por Conant, la Richardson obtuvo la
108
Troncoso, ibid. 109
Velasco Toro, op. cit., p. 34. 110
Cosío Villegas, op. cit., p. 256.
64
concesión para construir un ramal del ferrocarril entre Guaymas y Buenavista111
, esto es en
pleno corazón del territorio yaqui y en consonancia con una planeación racional para
movilizar la producción agrícola de la zona. La importancia de esta empresa consiste en
que retomó los trabajos hechos por Carlos Conant Maldonado y los llevó mucho más allá
de los sueños de éste. Los hermanos Richardson, David, Luis y Guillermo lograron obtener
la concesión que perteneció a Conant aunque ahora ésta se limitó a las tierras de la cuenca
del río. Fue hasta febrero de 1909 cuando obtuvieron la anuencia de la Secretaría de
Fomento para explotar la concesión, a pesar que desde 1905 la compañía se había
constituido como mexicana bajo la denominación de Compañía Constructora Richardson
112 Desde 1908, la sociedad de los Richardson había comenzado un vasto plan de
propaganda en los principales periódicos y revistas de California y otros estados de Estados
Unidos para promocionar las tierras del valle y atraer colonos a la región.
Hacia 1907 la guerra de exterminio había surtido efecto, ya que según los informes,
en el distrito de Guaymas había apenas 150 rebeldes; en Hermosillo había 2,600 trabajando
en las haciendas y los rebeldes se concentraban en pequeños grupos que no causaban daños
considerables; en las vegas del río quedaban unos pocos; la mayoría yaqui se había
dispersado en Sonora tratando de confundirse con la población general y unos cientos
habían huido a Estados Unidos para formar colonias en los estados de Arizona y Nuevo
México. El resto había sido víctima de la deportación masiva sobre todo a las haciendas
henequeneras de Campeche y Yucatán.
En 1908, el periodista estadounidense John Kenneth Turner escribió un reportaje en
entregas para la revista American Magazine que causó tremendo impacto en la opinión
111
Hernández Silva, op. cit., p. 132. 112
Dabdoub, op. cit., p. 308.
65
pública de aquel país acerca de las condiciones de esclavitud y miseria que padecían las
razas indígenas así como también las otras clases bajas de México. Turner publicaría tal
serie de artículos en forma de libro, el fundamental México bárbaro en 1910, aunque la
primera edición en español data de 1955. Hoy podemos leer que “el exterminio de los
yaquis empezó con la guerra, y el fin de ellos se está cumpliendo con la deportación y la
esclavitud”113
en Yucatán, donde
Los 50 reyes del Henequén viven en ricos palacios en Mérida y muchos de ellos tienen casas
en el extranjero. Viajan mucho, hablan varios idiomas y con sus familias constituyen una
clase social muy cultivada. Toda Mérida y todo Yucatán, y aún toda la península, dependen
de estos 50 reyes ... Los esclavos son 8 mil indios yaquis, importados de Sonora; 3 mil
chinos (coreanos) 100 y 125 mil indígenas mayas, que antes poseían las tierras que ahora
dominan los amos henequeneros114
Los yaquis compartían con otros la violencia del modelo económico y social de la
dictadura porfirista, pero si Turner nos dice que entre 1908 y 1910 los yaquis esclavizados
en Yucatán eran 8 mil y el coronel Francisco B. Cruz le revela que:
[…] durante los últimos 3 años y medio –me dijo he entregado exactamente en Yucatán
quince mil setecientos yaquis; entregados, fíjese usted, porque hay que tener presente que el
gobierno no me da suficiente dinero para alimentarlos debidamente y del diez al veinte por
ciento mueren en el viaje. Estos yaquis se venden continuó se venden en Yucatán a sesenta
y cinco pesos por cabeza; hombres, mujeres y niños. ¿Quién recibe el dinero? Bueno, Diez
pesos son para mí en pago de mis servicios; el resto va a la Secretaría de Guerra. Sin
embargo, esto no es más que una gota de agua en el mar, pues lo cierto es que las tierras,
casas, vacas, burros, en fin, todo lo que dejan los yaquis abandonado cuando son aprendidos
por los soldados, pasa a ser propiedad privada de algunas autoridades del Estado de
Sonora.115
Con las cifras que nos presenta Turner podemos estimar que la política porfirista condenó
al menos a 10,500 yaquis,116
entre los que murieron en el traslado y los que llegaron a la
lejana Yucatán a sufrir los rigores de la esclavitud. Además hay que considerar que en
113
John Kenneth Turner, México bárbaro. México, Ediciones Quinto Sol, 1985, p. 27. 114
Turner, op cit., p. 11. 115
Turner, op. cit., p 34. 116
A principios del siglo, Francisco del Paso y Troncoso estimaba la población de indios yaquis en poco más
de 14,000 individuos. Troncoso, op. cit., p. 342
66
Sonora la deportación no se centró únicamente en los yaquis ya que, como le dijo un indio,
“ópatas y pimas ... todos somos yaquis para el general Torres. El no hace distinción. Si
uno es de tez oscura y viste como yo, es un yaqui para él [...]”117
Todos los indígenas de
Sonora podían ser deportados, y muchos lo fueron. Por último, como le reveló el coronel
Cruz a Turner, la guerra y exterminio contra los yaquis se convirtió en un excelente
negocio para muchas personas y diversos intereses económicos y políticos. Sólo el coronel
encargado de su “transporte” obtuvo una fortuna de 157 mil pesos; los soldados obtuvieron
su botín de la rapiña; la elite política económica de Sonora se quedó con la tierra y los
poblados yaquis para poder llevar a cabo sus planes de explotación agrícola y de
asentamiento de una nueva población mexicana en territorio de la etnia; y por supuesto los
“reyes” henequeneros que maximizaron sus ganancias utilizando mano de obra esclava
indígena que en parte era alimentada por la máquina de guerra porfirista..
La sociedad mexicana en general, y la sonorense en particular, sacrificaba a las razas
indígenas y especialmente a los yaquis, para cumplir con sus ideales de civilización y
progreso. Esa modernidad porfirista significó la casi desaparición de la etnia de su
territorio. En palabras de Francisco I. Madero refiriéndose a la guerra contra la etnia “La
nación ha perdido en esa guerra infructuosa e interminable muchos de sus hijos, y a otros
de los más laboriosos les ha arrancado los terrenos que cultivaban para pasarlos a favoritos
del Gobierno, que no los cultivan, ha empobrecido a todo el Estado de Sonora quitándole
sus mejores labradores y más hábiles mineros, y ha gastado $50,000,000.00 en esa
guerra.”118
Con estas palabras podemos comprobar que el problema yaqui no era
desconocido y para algunas personas era un asunto indignante. Además, yo creo que lo
117
Turner, op. cit., p. 38. 118
Francisco I. Madero, “La sucesión presidencial en 1910”, en Pensamiento y acción de Francisco I.
Madero, México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, 1973, p. 190.
67
expuesto por Madero también podría aplicarse a los hacendados de Sonora que veían cómo
perdían a sus mejores trabajadores. Por último, la cifra que maneja es escandalosa y nos
señala el esfuerzo material que se llevó a cabo para “pacificar” a la tribu.
Nuevamente en 1908 hubo pláticas de paz, manteniendo los yaquis su exigencia de
desalojar a los colonos yoris y de mantener sus armas, por su parte los negociadores del
gobierno sostenían como inadmisible la reubicación de los colonos y que los yaquis
mantuvieran sus armas. La negociación se estancó y estallaron las hostilidades de nuevo.
Unos meses después del reanudamiento de las hostilidades los yaquis propusieron nuevas
conversaciones de paz para lo que solicitaban una tregua con el fin de consultar a toda la
tribu. El 24 de diciembre, el gobernador Luis Torres se reunió con los representantes de la
tribu . Estos pidieron al gobernador:
[…] garantías para sus vidas y seguridad de que no les perseguiría por delitos pasados; el
gobernador accedió a condición de que la rendición fuese completa. Pidieron luego que
fueran repatriados los yaquis deportados a Yucatán, petición que quedó subordinada a la
conducta que observaran los que aún quedaban en el estado. Pidieron que se les permitiera
conservar sus armas y obtuvieron la promesa de que los capitanes y sus escoltas las tendrían
“siempre que quedaran al servicio y pago del gobierno del Estado”. Entonces los ancianos
voltearon y preguntaron a los indios si estaban de acuerdo y hubo un grito unánime de
aprobación.119
Este acuerdo no se concretó debido seguramente a la exigencia yaqui de sacar a los colonos
yoris de su territorio, reanudándose las hostilidades. En enero de 1909 el gobernador Torres
tuvo nuevas negociaciones con los jefes yaquis Bule, Mori, Matus y Espinoza en la
Pitahaya. Pero estas pláticas fueron un engaño por parte del gobernador, ya que su
hermano, el general Lorenzo Torres había realizado una maniobra envolvente para sitiar la
zona cortando la salida a las veredas que daban a la sierra. Un centinela yaqui dio aviso a
los jefes y éstos procedieron a retirarse quedando en el lugar Luis Bule y 500 indios que
119
Héctor Aguilar Camín, La frontera nómada: Sonora y la Revolución Mexicana, México, Siglo XXI, 1977,
p. 68.
68
fueron incorporados al ejército federal.120
Los otros jefes se refugiaron en la sierra del
Bacatete y se mantuvieron en armas hasta 1913.
La Sierra del Bacatete es de suma importancia para entender la movilidad de los
indios. Se encuentra situada en la parte norte del territorio. Accesible únicamente para los
indios que la conocían como la palma de su mano. Su posición geográfica les permitía
llegar a las poblaciones del norte del estado sin ser detectados. Cuando no podían
permanecer en el valle, se convertía en el punto de refugio y reunión de los yaquis.
También les servía según la situación para configurarse como fuerza guerrera y “para la
imaginación yaqui era una verdadera matriz que permitía incesantes renacimientos de su
grupo étnico” además de representar para los yaquis en la actualidad el símbolo de su
pasado insurrecto.121
El siglo XIX significó para los yaquis la confrontación directa con la sociedad
mexicana donde en un principio tuvieron que defender su autonomía política y a partir de la
segunda mitad del siglo además tuvieron que defender la integridad de su territorio. Estas
confrontaciones oscilaron entre la negociación pacífica y el enfrentamiento directo aunque
las más de las veces lo que ocurrió fue una combinación de ambas. Hacia el final del siglo
XIX que coincide con la ultima década del porfiriato, los yo’emes ya no lucharon por su
autonomía o su territorio sino más bien por su mera sobrevivencia. La lucha entre
mexicanos y yaquis llegó a su clímax con lo que hoy denominaríamos genocidio y limpieza
étnica, aunque hay que ser responsables en el uso que le demos a estos términos so pena de
ser anacrónicos, por la razón de que en la época no existían tales nociones jurídicas y al
contrario se consideraba deseable quitar del panorama a los yaquis por el medio que fuera
120
Dabdoub, op. cit., pp. 157-158. 121
Gouy-Gilbert, op. cit., p. 99.
69
necesario. Hoy, con una mayor sensibilidad, podemos comprender a esa sociedad y las
soluciones que crearon para impulsar lo que ellos consideraban era el progreso y la
instauración de México en el concierto de las naciones civilizadas. Para nuestros
antepasados fue una solución racional y admisible. Lo que nos corresponde hacer, no es
juzgarlos negativamente sino explicarnos cómo esas acciones de lesa humanidad contra los
indios en general y en particular contra los yaquis, nos definieron como nación y sociedad;
lo que lleva a pensar hasta que punto nuestra colonización interna se diferencia de la que
hicieron los estadounidenses en contra de los indios norteamericanos, la de los argentinos y
chilenos con los mapuches o la de los holandeses e ingleses en Sudáfrica.
El porfiriato significó para los yaquis su casi total aniquilación. En la mayor parte del
siglo XIX se beneficiaron del caos interno y de la debilidad de las instituciones mexicanas,
caos y debilidad que ayudaron a mantener para su propio beneficio. Cuando el Estado
nacional mexicano se solidificó durante la dictadura de Porfirio Díaz, los yaquis se vieron
enfrentados a una sociedad que los consideraba un estorbo para su desarrollo económico
nacional.
70
Capítulo III. Una etnia en la Revolución Mexicana.
Las estrategias porfiristas para pacificar a los yaquis tuvieron tres consecuencias. Primera,
los que aceptaron parcelas en Huírivis y San José de Bácum se mostraban contrarios a los
yaquis que luchaban desde la sierra. Segundo, los yaquis “mansos” que trabajaban en las
haciendas y que apoyaban a los rebeldes del Bacatete dejaron de hacerlo por la hostilidad
de las tropas federales hacia ellos. Tercero, los yaquis que fueron integrados al ejército
federal a partir de 1909 se traduciría en la incorporación de los yaquis a los ejércitos
revolucionarios a partir de 1910 y durante toda la revolución.122
De esta forma, el gobierno
porfirista y la sociedad sonorense lograron dividir a la sociedad yaqui en tres grupos
claramente distintos: mansos o pacíficos, civilistas o legítimos y militaristas o torocoyoris
(traidores).
3.1 Militaristas y civilistas.
Los militaristas fueron aquellos yaquis que se incorporaron a los ejércitos revolucionarios,
primero en el maderismo y posteriormente con el constitucionalismo, encabezados por
Luis Bule, Lino Morales y Francisco Urbalejo, ante la promesa de recuperar sus tierras al
fin de la revolución. A esta facción también se les denominaría torocoyoris o traidores por
los propios indios por adherirse al ejército mexicano, recordemos que fueron incorporados
a las tropas auxiliares del ejército porfirista.
El grupo de los civilistas, legítimos o broncos, denominados así por permanecer
civiles y broncos por permanecer siempre en rebeldía, era encabezado por Espinoza, Mori,
Matus y el jefe Sibalaume, que no abandonaron la sierra del Bacatete y permanecieron
firmes en su posición de recuperar todo su territorio y de expulsar a todos los yoris de él, lo
122
Velasco Toro, op. cit., pp. 42-43.
71
que no les impidió aliarse con alguno de los bandos revolucionarios según conviniera a sus
intereses inmediatos y siempre en el marco de lo local. Por último, los mansos o pacíficos
permanecieron trabajando en las haciendas, en medio de los dos grupos anteriores, ya que
en esta ocasión casi no se presentó el intercambio de papeles entre los que trabajaban en las
haciendas y los que permanecieron en pie de lucha.
La importancia de los militaristas fue que su presencia “en el seno de las fuerzas
regulares obligó a los políticos a tomar en consideración la cuestión yaqui, aun si no
estaban determinados ... a encontrar una solución definitiva.123
Solamente la fracción militarista de la tribu participó activamente en la Revolución
Mexicana y lo hizo ante las promesas de los revolucionarios de recuperar sus tierras. A
ellos les tenían sin cuidado los ideales y la causa revolucionaria. Fue la lógica de recuperar
sus tierras la que los llevó a adherirse a uno u otro bando. Es importante hacer hincapié en
que solamente una fracción de la tribu participó activamente en los ejércitos
revolucionarios, ya que la historiografía mexicana, y sobre todo la posrevolucionaria
magnificó y generalizó esa participación creando la leyenda de que los yaquis fueron
partícipes de la Revolución Mexicana; la literatura de la revolución también ayudó a esta
construcción mitológica como veremos. Así, por ejemplo, Dabdoub en su Historia de el
Valle del Yaqui dice que “al tomar parte activa en el movimiento nacional ... la tribu
Yaqui tuvo la oportunidad de hacer sentir su presencia en la lucha por la realización de los
nuevos ideales mexicanos”124
De nuevo, solamente una fracción lo hizo en calidad de
soldados, excelentes soldados.
123
Gouy-Gilbert, op. cit., p. 136. 124
Dabdoub, op. cit., p. 159.
72
3.2 En el maderismo.
En Sonora, la oposición al porfiriato fue encabezada por los hacendados del sur del
estado, liderados por José María Maytorena. Los terratenientes habían perdido gran parte
de su influencia debido al desplazamiento que les produjo la llegada de inversionistas
extranjeros mayoritariamente estadounidenses que se dedicaron a la explotación minera, al
desarrollo de una incipiente industria así como a la agricultura moderna. Maytorena se unió
al maderismo, y por medio de él y de Adolfo de la Huerta125
, Francisco I. Madero tuvo
contacto con la tribu durante su gira política por el estado de Sonora. El encuentro se
produjo en Huíribis o en Cruz de Piedra (no hay consenso en torno al lugar), y les hizo
promesas de devolverles las tierras a cambio de su apoyo.126
Con anterioridad, Madero
había demostrado su interés por el problema yaqui en su libro La sucesión presidencial en
1910 donde escribió que “Otro atentado del cual no podemos hablar sin sentirnos
conmovidos; llenos de profunda piedad hacia tantas víctimas; poseídos de tremenda
indignación contra sus verdugos, es la guerra del yaqui.”127
A pesar de su preocupación y
del acercamiento no hubo consecuencias concretas, ya que cuando Madero ejerció la
presidencia de la República no hubo ningún tipo de restitución o posible solución.
En 1910, Sibalaume se unió a las fuerzas maderistas para atacar al ejército federal.
Esta fugaz participación con los maderistas fue desilusionante, ya que Madero no cumplió
su promesa de que al triunfo de su movimiento, la tierra le sería devuelta a la comunidad y
los yaquis deportados a Yucatán serían repatriados. Por lo tanto, Sibalaume y los suyos
continuaron en pie de lucha.
125
Como ya se dijo, la familia Maytorena gozaba de buenas relaciones con los yaquis por el trato que
dispensaban a los indios en sus haciendas y porque una de estas, “La Misa,” que tenía una posición estratégica
entre Guaymas y la sierra del Bacatete; por su parte, Adolfo de la Huerta, era un cuarto yaqui, ya que su
abuelo, además de haber vivido entre los indios se casó con una. 126
Gouy-Gilbert, op. cit., p. 108. 127
Madero, op. Cit., p. 188.
73
Por medio del Plan de San Luis, Francisco I. Madero emplazó a levantarse en armas
el 20 de noviembre en contra de la dictadura porfirista. En el estado de Sonora existía un
importante contingente de fuerzas del ejército federal debido a la continua revuelta de los
yaquis y fue el miedo a un levantamiento indígena el que impidió la movilización de estas
tropas al norte del estado. El ejército federal fue víctima de su propia trampa de la Pitahaya;
no pudiendo movilizarse, el estado quedó a merced de los maderistas. De esta manera, los
maderistas se hicieron de Ciudad Juárez el 9 de mayo; de Ures el 10; Cananea, Moctezuma
y Agua Prieta cayeron el 13. Además el 17 de ese mes estalló una sublevación en Torim.
Para finales de mayo, la mayor parte de Sonora se encontraba controlada por los maderistas
a excepción de la capital Hermosillo, Nogales y el puerto de Guaymas. Finalmente, los
revolucionarios entraron a Hermosillo el 22 asumiendo provisionalmente la gubernatura
José María Maytorena hijo. Con los tratados de Ciudad Juárez, el 29 de mayo de 1911,
quedó sellado el destino de la dictadura porfirista y de una época de la historia de México.
La renuncia de don Porfirio Díaz abrió un periodo de intensa vida democrática que, en el
caso de Sonora, significó la elección de José María Maytorena hijo a la gubernatura del
estado, la cual asumió en septiembre de 1911.
Los yaquis no intervinieron directamente en los acontecimientos de 1911, pero su
sola presencia permitió a los maderistas apoderarse del estado que contaba con una gran
presencia de curtidos militares federales durante las campañas contra los indígenas, pero
que temiendo una nueva revuelta, no se movilizaron dejando la vía libre a los maderistas.
Tratándose de Sonora, siempre había que incorporar a los yo’emes en la ecuación.
En 1911, hubo pláticas de paz entre Espinoza, Matus y Mori y los maderistas,
sosteniéndose la oferta de darles tierras en el cuadrilátero de Huírivis con la condición de
que depusieran las armas. El 1º de septiembre, Madero, como representante del gobierno
74
federal, firmó un convenio en la ciudad de México con los jefes para su total rendición y en
el cual “el gobierno quedó comprometido con los yaquis a restituirles sus terrenos; a pagar
a cada trabajador un peso diario mientras se consumaba la restitución; a prestarles ayuda
financiera para la explotación agrícola; a establecer escuelas; a construir una iglesia en cada
ejido, y a no cobrarles impuesto alguno durante 30 años.128
A pesar del acuerdo alcanzado,
los alzados no confiaron en él; por el contrario, siguieron llevando a cabo sus pillerías en la
zona, además de que aprovecharon la situación para reagruparse y rearmarse. El
gobernador maderista, Maytorena, presionaba a Madero para que atacaran a los yaquis,
pero Madero le recomendó que tuviera una actitud conciliatoria.
Al estallar la rebelión encabezada por Pascual Orozco en marzo de 1912, los yaquis
aprovecharon la coyuntura para luchar por sus demandas. Si bien no se aliaron con los
orozquistas, Espinoza, Matus y Mori salvaron sus diferencias con Sibalaume y
aprovecharon la inestabilidad para llevar a cabo su lucha contra los yoris del valle. Al
mantener la situación inestable en el río, los yaquis impidieron la libertad de acción a las
tropas federales asentadas en Sonora. Por otra parte, los yaquis adscritos al Cuerpo Auxiliar
Federal del ejército, alrededor de 150, se integraron a la columna sonorense al mando del
general brigadier Agustín Sanginés, y participaron en la lucha contra los orozquistas en
Chihuahua.129
Estos indios ya no se circunscribían a su lógica local, sino como se ha dicho,
respondían a las necesidades de un ejército profesional, cuyos intereses nada tenían que ver
con las demandas que históricamente la etnia había enarbolado.
128
Jesús Silva Herzog, Breve historia de la Revolución Mexicana. Los antecedentes y la etapa maderista,
México, Fondo de Cultura Económica, 1960, t. I, p. 191. 129
Dabdoub, op. cit., p. 163.
75
3.3 En el constitucionalismo.
A principios del año 1913, ocurrió lo que hoy conocemos como “la Decena Trágica,” en el
mes de febrero. Los grupos porfiristas maniobraron para deponer al presidente Francisco
Madero y sustituirlo por algún representante que garantizara sus intereses. Cuando se supo
del asesinato de Francisco I. Madero y del vicepresidente José María Pino Suárez, los
mandos maderistas de Sonora, Benjamín Hill, Salvador Alvarado y Álvaro Obregón, se
aprestaron a desconocer el gobierno del general Victoriano Huerta, por lo que pidieron al
gobernador Maytorena que no reconociera al nuevo gobierno. Maytorena mantuvo una
posición ambigua, y el 26 de febrero solicitó una licencia para separarse del cargo
temporalmente, la cual le fue concedida y en su lugar fue designado gobernador interino el
diputado Ignacio L. Pesqueira, quien el 5 de marzo publicó el Decreto del Congreso que
desconocía al gobierno de Victoriano Huerta. Muy pronto las poblaciones de Nogales y
Cananea fueron sometidas por el ejército sonorense, uno de cuyos componentes estaba
constituido por el Batallón Auxiliar Federal compuesto por aproximadamente 450
soldados, oficiales y jefes yaquis, al mando de los mayores Luis Bule y Francisco
Urbalejo.130
Con la proclamación del Plan de Guadalupe, el 26 de marzo, el movimiento opositor
a la usurpación de Huerta contó con el mando del gobernador de Coahuila, Venustiano
Carranza, como Primer Jefe del Movimiento y que desconocía al gobierno golpista. En
torno a él se juntaron y emprendieron la lucha por la constitucionalidad. De esta manera,
los indios militaristas quedaron adscritos a la revolución constitucionalista.
130
Dabdoub, op. cit., p. 167.
76
Después de la toma de Nogales y Cananea, Álvaro Obregón dirigió la toma de Naco,
donde nuevamente participaron las fuerzas yaquis, demostrando una vez más sus
cualidades como excelentes soldados.
Los combates anteriormente citados representaron el control de la frontera por parte
de las fuerzas constitucionalistas. Aspecto de vital importancia, ya que, quien controlaba la
frontera, obtenía el acceso al mercado estadounidense para pertrecharse y en última
instancia para refugiarse. Así las cosas, Obregón dirigió sus tropas al sur del estado donde
se encontraban los mayores agrupamientos de soldados federales, sobre todo en Guaymas,
donde estaban acuartelados desde las campañas contra los yaquis. En esta ocasión, ante la
superioridad de las fuerzas federales, aproximadamente 5,000 soldados bien pertrechados,
Obregón simuló una retirada para que los federales salieran en su persecución
produciéndose el combate de Santa Rosa, donde nuevamente las tropas yaquis se
destacaron por su ferocidad en el combate. En esta acción, el mayor Luis Bule recibió un
balazo en la cabeza, “teniendo la satisfacción de morir peleando y caer, cara al sol, en la
propia tierra de sus mayores.”131
No sé si alguien puede morir con satisfacción o si el
tiempo de reacción le permita siquiera considerarlo, pero esas líneas nos permiten darnos
cuenta de la exaltación con que a veces eran descritos los yaquis por sus coterráneos.
Después del combate de Santa Rosa, donde las fuerzas obregonistas salieron
victoriosas, se verificó el combate de Santa María en el que los yaquis, tanto militaristas
como civilistas, tomaron parte. Los yaquis rebeldes se aliaron con las fuerzas
constitucionalistas, debido, según nos dice Aguilar Camín, a que las tropas huertistas
dispuestas en Guaymas eran comandadas por Luis Medina Barrón, negociador de la paz de
131
Dabdoub, op. cit., 170.
77
1908, que condujo a la trampa de Pitahaya.132
También hay que considerar las promesas
hechas por el mayor Fructuoso Méndez a nombre de Álvaro Obregón para devolverles las
tierras al finalizar la lucha armada.133
Este pacto entre Méndez y los yaquis civilistas
acarrearía muchos malos entendidos porque no fue un pacto escrito sino de palabra, además
de que Méndez lo hizo a título personal sin consultar con Obregón, y por lo tanto, éste
nunca lo reconoció, aunque los indios siempre lo recordaron. Para ellos la palabra era letra
impresa. A su vez, de este pacto, se conformó el 20º Batallón de infantería formado por
yaquis civilistas que pelearon bajo las órdenes de Méndez, bajo la lógica del mencionado
pacto.
Los yaquis de la sierra, los broncos, comandados por Matus, Espinoza y Mori
lucharon en el constitucionalismo en el marco de lo local. Por el contrario, los yaquis
adscritos a los ejércitos revolucionarios se plegaron a los requerimientos y movilidad
propia de un ejército. El capitán primero, Lino Morales, al mando del batallón Fieles de
Huírivis (por ser todos los integrantes oriundos de este pueblo yaqui) estuvo bajo el mando
de Álvaro Obregón, lo mismo que el Batallón Auxiliar Federal al mando de Luis Bule y
Francisco Urbalejo134
A pesar de las victorias en las batallas de Santa Rosa y Santa María,
Obregón optó por posponer la toma de Guaymas que se encontraba bien defendida, y en
cambio dejó una fuerza sitiadora para seguir su camino al sur. Dentro de la fuerza sitiadora
se encontraban los yaquis rebeldes. Recordemos que para éstos, el mantenimiento de una
situación inestable en su territorio significaba entorpecer cualquier empresa de
colonización y, por lo tanto, reafirmar su posición en el territorio que consideraban suyo.
132
Aguilar Camín, op. cit., p. 217. 133
Dabdoub, op. cit., p. 173. 134
Dabdoub, op. cit., p. 170
78
En septiembre de 1913, todo el estado se encontraba controlado por las fuerzas
constitucionalistas a excepción del puerto de Guaymas, que seguía en poder de las tropas
federales. Ese mismo mes llegó a la capital del estado Venustiano Carranza, quien nombró
jefe del Cuerpo del Ejército del Noroeste a Álvaro Obregón con jurisdicción sobre Sonora,
Sinaloa, Chihuahua, Durango y Baja California.
Para los yaquis de Matus y compañía pronto fue claro que Obregón no cumpliría su
palabra y realizaron un pronunciamiento en el que manifestaron: “Nosotros no somos
hostiles a nadie sin que para ello haya razón, así es que el temor y odio arraigado que para
nosotros tengan está muy mal fundado. ... Nuestra lucha se reduce únicamente a
reconquistar nuestros derechos y nuestras tierras arrebatadas por la fuerza bruta.”135
Los yaquis de la sierra se trasladaron a Potam y Torim, y Obregón les ofreció un
nuevo acuerdo: ellos se comprometerían a respetar los intereses y la vida de la región, y el
gobierno, en cuanto se asentara, les devolvería sus tierras136
De esta manera, Obregón
apaciguó la situación, aunque los indios sabían bien que los acuerdos con los mexicanos
eran poco o nada confiables.
Con las victorias de los ejércitos revolucionarios sobre el ejército federal de
Victoriano Huerta este no tuvo más remedio que renunciar el 15 de julio de 1914 y
exiliarse fuera de México. Sin la figura de Huerta aglutinando a las diferentes facciones
revolucionarias, muy pronto, éstas comenzaron a pugnar por los intereses y visiones de lo
que la revolución debía ser según sus líderes. Ante la inminencia del enfrentamiento entre
Venustiano Carranza y Francisco Villa sobre todo, aunque sin olvidarnos de los zapatistas
se llegó a la fórmula de compromiso de la Convención, primero en la ciudad de México y
135
Aguilar Camín, op. cit., p. 376. 136
Idem.
79
después en Aguascalientes. Una de las imágenes que describió Martín Luis Guzmán en El
águila y la serpiente se refiere a una función de cine que se llevó a cabo en Aguascalientes
para deleite de los convencionistas. La secuencia cinematográfica descrita comienza
cuando:
Pasó, marchando dentro del marco luminoso, la fila interminable de los soldados yaquis,
inconmovible, serpeante como las veredas de sus peñas abruptas. Lucían al sol, cual si fueran
de bronce, los pómulos bruñidos; los sombreros, adornados de cintas y plumajes, se movían
al ritmo felino de los pasos. Cuando asomó, esbelto, largo, enjuto, el yaqui que golpeaba en
un tamborcito como de juguete, el vozarrón de antes gritó:
―¡Vivan los vencedores de occidente!
―¡¡Vivan!!137
En este fragmento de la novela de tinte autobiográfico e histórico, se puede apreciar la
imagen que de los yaquis tenían los revolucionarios. No me es posible saber si la secuencia
evocada por Guzmán realmente sucedió o si la citada escena apareció, lo llamativo es que
la primera imagen de la película es protagonizada por los yaquis, a los que uno de los
asistentes no duda en calificar de vencedores de occidente, como si solo ellos hubieran sido
los integrantes de los ejércitos sonorenses.
Fracasada la Convención de Aguascalientes, el rompimiento de las relaciones entre
Francisco Villa y el Primer Jefe del constitucionalismo fue inevitable. En abril de 1915,
ocurrió uno de los sucesos de armas más importantes de la revolución con la Batalla de
Celaya, en la cual la División del Norte comandada por Villa fue derrotada por los ejércitos
constitucionalistas al mando de Obregón. El ejército más importante, y por lo tanto el
revolucionario, que se podía oponer a Carranza fue derrotado, y de nueva cuenta, el papel
de los yaquis sería ensalzado por la novela revolucionaria. Un convencionista dice:
― Sí, señor; el triunfo no ha sido más que de la casualidad. Yo me he quedado cortado en
Celaya entre los carrancistas… ¡Los muy… ni siquiera sabían de su triunfo!
137
Martín Luis Guzmán, El águila y la serpiente, 17ª ed., México, Compañía General de Ediciones, 1975, p.
342.
80
― La verdad es que los yaquis lo hicieron todo. ¡Malditas alimañas! Los había entre las
ramas de los huizaches, detrás de los cercados, metidos hasta el cuello en los vallados.
¡Hervidero de jijos de…! Si se me figura todavía que aquí los traigo en los calcetines.138
Notemos como Mariano Azuela, en esta obra casi teatral, eleva a los yaquis como los
hacedores del triunfo carrancista. La evocación del convencionista los pinta como una
pesadilla, como si hubieran estado en todas partes, sin poder librarse todavía de su
presencia.
Antes del triunfo constitucionalista en Celaya, en Sonora se había abierto un nuevo
frente porque el gobernador restituido Maytorena, tampoco se encontraba en buenos
términos con Venustiano Carranza. Con el triunfo de Obregón en Celaya, Maytorena
procedió a aprehender a todos los constitucionalistas del estado y se unió a Villa por lo que
en esta ocasión, una fracción de la etnia quedó como villista por adhesión a Maytorena, con
el cual, recordemos que tenían relaciones de lealtad. Las huestes de Francisco Urbalejo y
los yaquis al mando de Fructuoso Méndez quedaron al servicio de Maytorena y de los
villistas. En esta ocasión, ya no solo fue un reducido grupo de soldados, como Cajeme en
su momento, los que enfrentaron a sus hermanos, sino que la etnia quedó dividida entre
maytorenistas-villistas, constitucionalistas y civilistas.
En los meses de noviembre y diciembre de 1915, la derrota villista en Sonora era casi
total a pesar de contar con grandes contingentes armados, alrededor de 15,000 hombres, y
de controlar los puertos fronterizos de Naco y Nogales. El ejército constitucionalista al
mando de Plutarco Elías Calles logró controlar una gran porción del territorio. Ante la
situación desesperada de las tropas villistas, los elementos yaquis de los batallones 6º, 11º
y 12º decidieron defeccionar al bando constitucionalista bajo la promesa de respetar sus
138
Mariano Azuela, “Las moscas”, en La novela de la Revolución Mexicana de Antonio Castro Leal, tomo I,
9ª ed., México, Aguilar, 1993, p. 189.
81
vidas. El general Manuel M. Diéguez ordenó que a los jefes y oficiales se les fusilara, pero
una contraorden de Obregón detuvo el fusilamiento. Éste reconoció los grados de los
oficiales y los agrupó en un Batallón Auxiliar que destacó en Potam. Finalmente, Francisco
Urbalejo se separó de Villa y se rindió con 200 de sus hombres.139
Cuando en 1915, el movimiento constitucionalista derrotó a Francisco Villa y a José
María Maytorena, éste abandonó el puesto de gobernador y se refugió en Estados Unidos,
Obregón dirigió de nueva cuenta su atención al valle del Yaqui. Por medio del general
Diéguez intentó negociar la paz con los yaquis broncos de Mori, Matus y Espinoza, quienes
mantenían sus exigencias, las cuales seguían siendo la devolución de las tierras a la tribu y
la expulsión de todos los yoris. En el relato de sus Ocho mil kilómetros de campaña
Obregón afirmó que tales
[…] pretensiones de los yaquis rebeldes, las que desde luego, me parecieron inadmisibles,
pues entrañaban la exigencia de un absoluto dominio por parte de ellos en la región que
comprende los pueblos de que fueron despojados, con la intransigente condición de
eliminar, en sus dominios, a todo elemento extraño a su raza y a sus atavismos. Acceder a
ello, hubiera significado una retrógrada complacencia, que desvirtuaría las tendencias de la
Revolución, trocándolas de bienhechoras en malsanas, si, equivocadamente, a título de una
justa reparación debida a las tribus del Yaqui, se sancionaba, en aquella forma, la
perpetuación de la barbarie entre ellas y se le extendía dominio, aun donde la civilización lo
había implantado ya.”140
Obregón pensó que acceder a las demandas yaquis era inadmisible porque significaría
ceder el control de un territorio que pertenecía a México, pero en sus palabras sería una
acción retrógrada malsana por parte de la Revolución que entregaría además, partes del
territorio nacional a la “barbarie perpetua” de los yaquis; por otra parte Obregón estaba
pensando en los indios como ciudadanos mexicanos a los que no se les podían hacer
privilegios particulares. Los yaquis no se habían percatado que su justa demanda chocaba
139
Dabdoub, op. cit., p. 197-198. 140
Álvaro Obregón, Ocho mil kilómetros de campaña, México, Editorial del Valle de México, Tomo II, p.
751.
82
con los requerimientos políticos y legales de un Estado constituido. Simplemente no podían
entender que el control absoluto del territorio que consideraban suyo no podía ser aceptado
por los mexicanos.
3.4 Campaña de 1916.
A inicios de 1916 comenzó de nueva cuenta la campaña militar contra los yaquis, pero
ahora a manos de la Revolución Mexicana, a consecuencia de un ataque de los civilistas a
una de las guarniciones del ejército del noroeste al sur de Guaymas. Por lo tanto Obregón
canceló cualquier negociación y encomendó al general Diéguez que abriera de nueva
cuenta la campaña contra los yaquis. Desde estas acciones de Obregón podemos hacer una
interpretación acerca de su visión política referente a los yaquis. Él no estaba dispuesto a
negociar sino a imponer su proyecto sin hacer concesiones, sin pretender entender las
demandas de los indios. Si los yaquis querían todo, él les daría nada. Por medio de
Obregón, la facción revolucionaria sonorense confirmaba así su condición de naciente clase
oligárquica que veía en los indios yaquis un elemento indeseable que se anteponía a los
esfuerzos “civilizadores”. En enero de ese año, el gobernador, general de brigada Plutarco
Elías Calles ordenaba, al estilo del porfirismo, que los hacendados presentaran un informe
mensual para indicar el número y el nombre de los peones yaquis, de los que
desaparecieran y sobre todo de los que se sospecharan que hacían causa común con los
alzados.141
Venustiano Carranza autorizó a Calles declarar fuera de la ley a todo yaqui que
no portara el salvoconducto firmado por su patrón; prohibió que los yaquis anduvieran
armados y fuera de las rancherías a la puesta del sol. Aquel que infringiera las normas se
consideraría rebelde. Para los yaquis, la Revolución únicamente cambió el nombre de
141
Aguilar Camín, op. cit., p. 441.
83
quienes los hostigaban siguiendo, paradójicamente, las mismas prácticas y la misma
ambición que el porfiriato: explotar las tierras del Valle del Yaqui.
Para la campaña de 1916 el gobierno constitucionalista destinó cerca de once mil
efectivos, entre los cuales se encontraban yaquis comandados por el general Lino Morales
y los adscritos al Batallón Auxiliar que se había formado después de la rendición en
Hermosillo. De estos hechos se desprende el término que los yaquis civilistas dieron a los
militaristas, torocoyoris, es decir traidores. La resistencia, la intransigencia y la habilidad
guerrera de los yaquis rebeldes dirigidos por el jefe de la tribu, general Luis Espinosa y los
capitanes Ignacio Mori y Luis Matus, sumadas al problema que planteaban el villismo en el
norte y el zapatismo en el sur, obligaron de nueva cuenta al gobierno federal a buscar una
solución pacífica. El gobernador provisional, Adolfo de la Huerta, buscó un arreglo
definitivo sin pretensiones de control y sí en cambio de respetar el autogobierno de los
yaquis. Se firmó un convenio en el que el gobierno federal se comprometió a retirar los
destacamentos del río y entregar buenas tierras a la comunidad yaqui en las márgenes del
río. Ejército y yoris abandonaron Vicam y Potam.142
Con el convenio firmado, el gobernador de la tribu, general Luis Espinosa hizo esta
proclama:
AL PUEBLO MEXICANO:
Hacemos saber que nosotros, los habitantes primitivos que componemos la Tribu Yaqui y que
por treinta y siete años hemos sostenido los numerosos empujes de los invasores que por la
fuerza bruta han ocupado los terrenos de esta Tribu, y haciéndose llamar civilizadores nos
han tenido en la orfandad y la ruina, manifestamos al Primer Jefe del Ejército
Constitucionalista en contestación a sus varias conferencias de paz e invitación para que
bajemos de la sierra a nuestros pueblos a cultivar nuestras tierras, de cuya paz depende la
tranquilidad y garantía de vidas para todo el Estado de Sonora y para nosotros los hijos de
esta Tribu, decimos a una sola voz todos unidos hoy día (enero 13 de 1917) en el
campamento de Lencho, que somos conformes con sus fraternales frases y prodigios, pero
deseamos que se retiren todos los destacamentos en el Río Yaqui que estén tendidos en los
linderos de la tribu. Yo, como hombre de bien y honrado para cumplir mis palabras, dí
142
Velasco Toro, op. cit., p. 49.
84
órdenes a los generales Matus y Mori para que se bajaran a los pueblos de Vicam y Potam y
yo estaré en mi lugar esperando que se me desocupen los demás pueblos para colocar poco a
poco el resto de los habitantes de la Tribu, y para que la confianza se solidifique en el Estado
de Sonora, con este hecho habremos dado pruebas de que queremos paz y felicidad para
nuestra raza y para la de ustedes porque la experiencia nos hace ver que nunca podremos
estar en paz VIVIENDO ENTRE LAS BAYONETAS NI CON LAS BAYONETAS EN
LA MANO.Firma por la Tribu Yaqui.—General Mayor LUIS ESPINOZA.143
Podemos apreciar algunas cosas importantes a través de la proclama de Espinoza. A saber,
primero, que sitúan históricamente el inicio de las hostilidades de los mexicanos en su
contra hacia 1880 por invadir y ocupar los terrenos de la tribu; segundo, que ellos se
consideran diferentes de los mexicanos, una raza diferente y por último que son hombres de
bien y honrados para cumplir su palabra. Las dos primeras nos hablan de las características
de una nación bien definida, con memoria histórica ligada a un territorio en particular que
los hace diferentes a otros; la última nos indica una cualidad proclamada por ellos mismos,
que son hombres de bien y de palabra. Las palabras finales nos hablan también de su
inteligencia que considera insostenible vivir en estado de guerra continua. Además, por
medio de sus palabras podemos apreciar que la autoridad yaqui no se encontraba en los
gobernadores sino en uno solo, siguiendo la costumbre instaurada por Cajeme, es decir, las
autoridades civiles habían sido relegadas por la jerarquía militar; en última instancia, sería
Espinoza quien distribuiría las tierras.
El tratado de 1917 solamente fue un paréntesis en la lucha entre mexicanos y yaquis
porque los generales sonorenses, Obregón y Calles albergaban planes para desarrollar el
valle según sus propias concepciones agrarias, sociales y culturales. El desarrollo de los
acontecimientos parece indicar que sólo se trató de una maniobra para ganar tiempo y
apaciguar los ánimos de los rebeldes.
143
Dabdoub, op. cit., p. 203.
85
Para fines de 1917, los destacamentos militares de nuevo imperaban en el valle. No es
claro el motivo de la presencia de los militares, pero Dabdoub indica que empezaron a
hostigar a la población. En noviembre unos soldados al mando del general Fausto Topete,
destacados en Estación Lencho, llevaron a pastar unos caballos al sembradío del general
yaqui Luis Matus para hostilizarlo, los hombres de éste dispararon y mataron a uno o dos
soldados. En represalia, los federales atacaron durante la celebración de una pascola
(celebración religiosa) realizada en Lencho, dando muerte a 60 personas entre hombres,
mujeres y niños aproximadamente. Los que no murieron fueron apresados y enviados a la
ciudad de México como rebeldes cogidos en combate144
De nuevo no habría tolerancia ni
visos de negociación. En esta campaña, el joven oficial Lázaro Cárdenas tuvo una fugaz
presencia antes de ser transferido a Chihuahua.
Velasco Toro nos indica que la mentalidad de los sonorenses, encabezados por Calles
en octubre de 1917, consistía en una campaña armada “radical, definitiva y si fuese preciso,
terrible,” y que por su parte el congreso local apoyaba la decisión “de dar un rápido
remedio que para ellos consistía en el total exterminio de la tribu, por más que éste sea
doloroso, pues estamos ante el terrible dilema de ser o no ser, someterse o perecer.”145
Para
desgracia de los yaquis, su determinación los ponía en ruta de ser exterminados, de nuevo,
por querer vivir según sus costumbres y estilo de vida. Como muchas otras comunidades,
los yaquis fueron víctimas de la colonización interna mexicana y de su sistema de valores
dominado por la idea de modernidad asociada al progreso material.
Para fortuna de los yaquis, que mantuvieron la lucha hasta 1919, Adolfo de la Huerta
volvió a ocupar la gubernatura del estado, pero ahora como gobernador constitucional
144
Dabdoub, op. cit., p. 204. 145
Velasco Toro, op. cit., p. 50.
86
electo, lo que amplió su margen de acción. Éste propuso a Carranza buscar la pacificación
de la tribu por medio de negociaciones. De la Huerta liberó a las mujeres presas en la
penitenciaria del Estado y las envió a la sierra del Bacatete como emisarias de paz. De esta
manera los alzados comenzaron a retornar a los pueblos del río en los primeros meses de
1920 para negociar la entrega de la tierra que consideraban propia.
De nueva cuenta los indios quedaron en medio de los acontecimientos nacionales, ya
que, ante la ruptura de Venustiano Carranza y Álvaro Obregón a mediados de 1919 por la
sucesión presidencial del siguiente año en la que el primero no quería que se postulara
algún militar y apoyaba la candidatura civil de Ignacio Bonillas; por su parte, el segundo
buscaba la silla presidencial. Carranza ordenó al general Juan Torres, Jefe de Operaciones
de Sonora, que abriera nueva campaña contra los yaquis con el fin de tener un pretexto para
intervenir en el estado y debilitar la posición de Obregón y de De la Huerta. Torres se negó
y Carranza envió a Manuel M. Diéguez. De la Huerta se opuso a esta serie de maniobras
por considerarlas una violación a la soberanía del Estado. Los planes del Primer
Magistrado resultaron inútiles, ya que el 23 de abril se desató la rebelión de Agua Prieta,
última asonada militar triunfante que desconocía al presidente Venustiano Carranza quien
moriría asesinado en Tlaxcalantongo el 21 de mayo cuando se dirigía a Veracruz para
instalar allí su gobierno. El amigo de los yaquis, Adolfo de la Huerta, fue elegido
presidente interino por el Congreso de la Unión, quien para trasladarse a la ciudad de
México contó con la seguridad de una escolta compuesta por 50 yaquis broncos. La
estancia de De la Huerta en el ejecutivo federal aceleró las negociaciones de paz, y a
mediados de 1920 esta se concretaba. Para atender a las necesidades de la tribu se creó un
departamento especial que se denominó “Aprovisionamiento de la Tribu Yaqui del
Gobierno Federal” en Hermosillo que se encargó de pagar haberes a los varones así como
87
de distribuir víveres y ropa.146
Se procedió a desalojar los pueblos de Potam, Torim,
Bacum y Cócorit de sus habitantes yoris; se comenzaron a construir iglesias en Bacum,
Vicam, Potam y Belem.147
A pesar de la buena voluntad de De la Huerta, éste sólo era
presidente interino y su mandato fue efímero; el nuevo presidente Álvaro Obregón tenía sus
propios planes para el fértil valle que por destino habitaban los yaquis.
3.5 En la postrevolución.
Si Huerta se convirtió en un aliado de la tribu yaqui, Calles y Obregón se instalaron en el
extremo contrario, no por ser malos o enemigos de los indígenas, simplemente su ideología
y sus intereses sociales y económicos no podían conciliarse con los intereses, las
aspiraciones y la ideología comunitaria de los yo’emes y los indios en general, en pocas
palabras, eran hombres de su tiempo. Álvaro Obregón favoreció los intereses de la
Compañía Richardson en 1922 para que continuara con sus obras de irrigación y de
colonización de la margen izquierda del río, donde la compañía contaba ya con 35,935
hectáreas. Esto obligó a los yaquis a levantarse nuevamente, aunque no por mucho tiempo,
ya que la crecida del río en 1923 destruyó las obras de la compañía Richardson e
interrumpió sus planes de colonización.
Durante la rebelión de Adolfo de la Huerta a finales de 1923 los yaquis no
participaron a pesar de los lazos que los unían, con excepción de unos cuantos yaquis
agrupados en torno de Francisco Urbalejo y José Amarillas. Los civilistas no se unieron
porque sus intereses se limitaban al ámbito local además de que el único interlocutor yori,
Fructuoso Méndez había sido fusilado en el estado de Hidalgo por su cercanía con De la
146
Ignacio Almada Bay, La conexión Yocupicio. Soberanía estatal y tradición cívico-liberal en Sonora, 1913-
1939, México, El Colegio de México, 2009, p. 130. 147
Dabdoub, op. cit., p. 219.
88
Huerta. A pesar de la primera efervescencia de la rebelión delahuertista, pronto fue
sofocada y los caudillos sonorenses quedaron libres de otros antagonismos militares.
En 1924, el gobierno de Plutarco Elías Calles, bajo la influencia de Álvaro Obregón,
nacionalizó las propiedades de la Compañía Richardson S.A. por medio del Banco
Nacional de Crédito Agrícola y Ganadero, para impulsar de nueva cuenta la colonización
del valle. Por medio del presupuesto federal se ampliaron las obras de irrigación y se
entregaron 50,000 has de las tierras situadas en la margen izquierda a nuevos colonos
mexicanos. Los yaquis respondieron con el único medio que tenían para hacerse escuchar,
las armas. Al desaparecer el güero Méndez ya no existió un intermediario entre los
indígenas y el gobierno.
El 12 de septiembre de 1926, los yaquis, descontentos con la cesión de tierras que
consideraban suyas, la falta de pago de los haberes y la detención en Hermosillo de los
indios comisionados para gestionar el cobro del adeudo, optaron por detener el tren en el
que viajaba Álvaro Obregón en Estación Vicam. Los indios, comandados por Luis Matus,
ya que Ignacio Mori había sido destituido como jefe de la tribu acusado de apropiarse de
los recursos suministrados por el gobierno para la construcción de las iglesias en los
pueblos,148
declararon ante Obregón que: a) no comprendían por qué las tierras de la
Richardson eran distribuidas entre los yoris; b) exigían que el gobierno volviera al pago en
moneda, víveres y ropa que había sido convenido en el tratado de paz precedente (con
Adolfo de la Huerta) y c) solicitaban su intervención para que fuera liberado el hijo de uno
de los jefes, encarcelado en Hermosillo.149
Engañando a los yaquis, Obregón logró
comunicarse a Hermosillo y pidió que le enviaran refuerzos. Apenas llegado el convoy a
148
Dabdoub, op. cit., p. 221. 149
Gouy-Gilbert, op. cit., pp. 146-147.
89
Estación Vicam, los soldados abrieron fuego y liberaron el tren de Obregón, que pudo
continuar su viaje hacia el sur. Así dio comienzo la última campaña militar mexicana en
contra de la tribu. Un habitante de Vicam, José María Félix rememora que
En 1926 nadie sabía nada absolutamente, nadie sabía nada, todo estaba muy pacífico.
Durante los seis años que llevaba la tribu pacificada, desde el año de 1920, ellos eran
absolutos aquí, no había ningún yori, eran contados, y la tribu estaba reclamando los siete
pueblos nada más para la tribu, Cócorit y Torim entre ellos. Los yoris se opusieron y se
ampararon. Hicieron todas sus defensas correspondientes para no ceder, pues cómo les iban a
dar tanto pueblo con tanto habitante y con tanto interés ya formado ahí. Y estaban en eso
cuando vino el levantamiento del 26, eso me tocó a mí, yo estaba aquí en Torim.150
Con las palabras de este yaqui podemos ver que la tribu se encontraba en paz, que seguían
presionando por la devolución de sus pueblos y que a todos sorprendió el levantamiento y
la posterior campaña.
El presidente, Plutarco Elías Calles, nombró al general Román Yocupicio, nativo del
río Mayo, para encabezar la campaña. Alguien diría que para que la cuña apriete ha de ser
del mismo palo. Yocupicio tuvo a su disposición 19 batallones, artillería y varios aviones
para bombardear la sierra. La campaña fue sangrienta ya que “para la tropa –recuerda con
tristeza un yaqui coetáneo no había diferencia entre un hombre, una mujer o un niño. Si
éstos no le daban razón del lugar donde se escondían los yo’emes, sin más palabras los
colgaban.”151
Cerca de 20 mil soldados participaron en la ocupación del territorio de la
etnia, y se llevó a cabo una sistemática campaña de bombardeo aéreo de la sierra para
obligar a los yaquis a salir de ella. Esta última campaña militar culminó con el
establecimiento de unidades militares en cada uno de los asentamientos de la tribu. Por fin,
los yaquis, impedidos de sostener un combate tan desigual, se vieron forzados a firmar un
acuerdo de paz con el gobierno de Emilio Portes Gil. Para tal fin, se dispuso un tren que
150
Luis Morett Alatorre, La lucha por la tierra en los valles del yaqui y mayo. Historia oral del sur de
Sonora, México, Universidad Autónoma Chapingo, 1989, p. 33. 151
Velasco Toro, op. cit., p. 52.
90
transportó a 400 yaquis a la ciudad de México. Al frente de estos iban los jefes Ignacio
Mori y Luis Espinoza, quienes firmaron la paz el 27 de noviembre de 1929. Un yaqui
recuerda que
Se los querían chingar, se los querían llevar, insistieron mucho en llevárselos, yo estuve en
esa conversación, insistía mucho el general en que fueran a firmar la paz. No, le dijeron que
no, que ellos tenían sus costumbres y que bastaba con mandar una comisión que fuera a
firmar allá. Entonces, Manso les decía que tenían que ir todos para que fuera una paz, la
última. Que ya no volvieran a sublevarse. Y le dijeron ellos ―cómo el señor Presidente no
junta a todo el pueblo mexicano para firmarla― Manso quedó en ridículo ahí en la junta,
todos se rieron.152
Para evitar nuevos levantamientos, Mori y Espinoza fueron secuestrados para encarcelarlos
en Perote, Veracruz donde finalmente morirían, o sea que sí se los chingaron; además se
abandonó la entrega de haberes por parte del departamento de Aprovisionamiento y en
cambio
[…] el gobierno decidió otro sistema para cumplir con este compromiso, ordenándose
que se organizaran tantos batallones auxiliares como fueran necesarios para que todos los que
estuvieran en edad militar se encuadraran dentro de ellos y recibieran los haberes como
militares… En esa misma época, hubo dos opiniones entre los de la tribu yaqui; unos
aceptando esa proposición y otros que deseaban que el auxilio del gobierno federal se hiciera
de otra forma y no bajo normas militares. En ese mismo año se creó la comandancia de las
colonias de la tribu yaqui tocándole al jefe de la misma, al general Juventino Espinosa a
quien le tocó organizar el primer, segundo y tercer batallón auxiliares con elementos de la
propia tribu. En esos batallones quedaron encuadrados como el 40% de elementos de la tribu
yaqui y el resto no aceptó recibir los haberes […]153
La intención del gobierno era ocupar todo el territorio de la tribu, además de agrupar a la
mayoría de los varones en batallones auxiliares para someterlos al control y la disciplina
militar y evitar así futuros levantamientos.
Con la cruenta campaña de 1926-1929, finalmente se cerró el ciclo de violencia entre
yaquis y mexicanos, pero no significó que aquellos se dieran por vencidos. Aceptaron su
152
Morett, op. Cit., p. 35. 153
Almada Bay, op. Cit., p. 132.
91
débil condición en espera de mejores días para volver a demandar lo que era suyo. Esta
última rebelión de la tribu acentuó más la división entre militaristas y civilistas que llevaba
desarrollándose desde 1909 debido a que los yaquis que participaron en esta campaña
recibieron tierras y formaron parte del ejército de ocupación junto a los que se adscribieron
a los nuevos batallones auxiliares.
La participación de la tribu en la Revolución Mexicana ocasionó la división de la
etnia en dos grupos claramente enfrentados, los militaristas y los civilistas. Los primeros
participaron en ella como excelentes soldados y oficiales (entre otros figuraron el coronel
Agustín Chávez, el general Francisco Flores, el general de brigada Lino Morales y los
generales de división Francisco Urbalejo y José Amarillas) bajo la promesa de la
devolución de sus tierras al final de la contienda; los segundos, cuando participaron
también lo hicieron por la promesa de la tierra, pero lejos de obtenerla terminaron divididos
y enfrentados. A pesar de la presencia de los torocoyoris en los ejércitos revolucionarios,
éstos no influyeron en los postulados sociales, económicos o culturales que dichos ejércitos
en teoría defendían y que en la práctica eran opuestos a sus demandas de poseer la tierra en
comunidad para formar su pequeña patria. Resulta una cruel ironía del destino que a fin de
cuentas ayudaron a encumbrar a sus enemigos de clase: los caudillos sonorenses, Obregón
y Calles. Su terquedad y empecinamiento político no les permitió darse cuenta que su
demanda de poseer el territorio de su patria no era compatible con las cualidades de un
Estado nacional que reclama para sí el control absoluto de todo su territorio y sus
habitantes.
92
Capítulo IV. Lázaro Cárdenas y la Comunidad Indígena Yaqui.
Si bien la guerra entre mexicanos y yaquis terminó en 1929, la tribu siguió resintiendo la
diferencia entre el desarrollo modernizador mexicano representado por los agricultores
comerciales de Cajeme, actual ciudad Obregón, y su situación al margen de la sociedad
mexicana y sonorense. Para 1935 había un claro contraste entre las dos márgenes del río, ya
que mientras la margen derecha se encontraba atrasada y muchos campos de cultivo
abandonados, la margen izquierda se veía beneficiada por los años de estabilidad política y
social. En 1925, en la margen izquierda se cultivaron 37,033 has, y diez años después la
superficie sembrada era de 53,108 has. Pero en la margen derecha, donde habitaban los
yaquis apenas se sembraron 121 hectáreas.154
Esto a pesar que desde 1930, el ingeniero
Guillermo de la Garza adscrito al 46 Regimiento bajo las órdenes del general Juventino
Espinoza, Comandante de la 4ª Zona Militar inició labores de acercamiento con los
integrantes de la tribu para que abandonaran sus campamentos en la sierra y regresaran a
sus pueblos, para lo que les facilitaron víveres e implementos de labranza. Por otra parte,
en aquel año de 1935, a iniciativa del general Espinoza, se creó la Comisión de Irrigación
del Yaqui, a cuya cabeza estaría el ingeniero de la Garza.
4.1 Hacia una política indigenista.
De los innumerables asuntos que trató Lázaro Cárdenas durante su gobierno, y que expresó
en sus discursos, resalta la problemática indígena (tenía conocimiento de la cuestión yaqui
por su breve participación en la campaña de 1917). Así, en su discurso de inauguración del
1er Congreso Indígena del estado de Hidalgo el 25 de septiembre de 1936 indicó que “El
Gobierno de la Revolución considera una obligación atender preferentemente a la raza
154
Velasco Toro, p. 56.
93
indígena de la República porque con ella, más que con ningún otra, están las principales
obligaciones de la administración pública.”155
Apreciamos que Cárdenas tenía un genuino
interés en abordar los asuntos indígenas, ya que más adelante en su discurso abordó la
cuestión yaqui al comunicarle a los presentes:
[..] decidles también, que vamos a atender el problema de Sonora por el que hace mucho
tiempo o más bien, desde la conquista, hasta hace pocos años, se ha venido combatiendo;
problema que consiste en el despojo de las tierras que se hizo a la tribu yaqui de aquel
lejano estado. Esta tribu que ha sido tan combatida pero que ha sostenido el ideal de
reivindicaciones agrarias desde la época de la conquista, va a ser atendida de una vez por
todas para que acabe para Sonora y para toda la República este problema.”156
Es interesante notar que para Cárdenas era un problema del que tenía noticia e interés en
arreglar, aun antes de que los yaquis establecieran contacto epistolar con el titular del
ejecutivo, recordemos la participación intermitente de Cárdenas en la campaña contra la
tribu en los años de 1916, 1917 y 1918. También es indicativo que para Cárdenas el
problema se remontaba a la conquista, que como vimos al principio de esta tesis, el
contacto con el mundo occidental mediado por los misioneros jesuitas fue benéfico para el
conjunto de la tribu, porque se transformaron en algo que no eran sin dejar de ser lo que
eran. En el discurso de Cárdenas, la lucha era más que centenaria, lo cual es cierto pero no
del todo, porque los yaquis, a pesar de que los primeros acercamientos con los españoles
fueron violentos, no tuvieron que luchar por su tierra durante la colonia, esta lucha solo
ocurrió entre mexicanos y yo’emes, cuando México se constituyó como nación
independiente.
El interés de Cárdenas por los asuntos indígenas fue genuino ya que una de sus
medidas fue crear en 1936 el Departamento de Asuntos Indígenas. Primera oficina
155
Lázaro Cárdenas del Río, Palabras y documentos públicos de Lázaro Cárdenas, 1928-1970, Mensajes,
discursos, declaraciones, entrevistas y otros documentos 1928-1940, México, Siglo XXI, p. 213. 156
Lázaro Cárdenas, op. cit., p. 214.
94
gubernamental dedicada por entero a implementar políticas de corte indigenista. Una de sus
primeras tareas fue elaborar monografías de cada una de las etnias existentes. De este
departamento surgió posteriormente el Instituto Nacional Indigenista. Para la sociedad
mestiza, los indígenas siempre habían sido y todavía lo son, un problema. En palabras de
Cárdenas dichas durante el 1er. Congreso Indigenista Latinoamericano celebrado en
Pátzcuaro, Michoacán, esto se resumía en que:
La fórmula de incorporar al indio a la civilización tiene todavía restos de los viejos
sistemas que trataban de ocultar la desigualdad de hecho porque esa incorporación se ha
entendido generalmente como propósito de desindianizar y de extranjerizar […] Lo que se
debe sostener es la incorporación de la cultura universal al indio, es decir, el desarrollo pleno
de todas sus potencias y facultades naturales de la raza, el mejoramiento de sus condiciones
de vida, agregando a sus recursos de subsistencia y de trabajo todos los implementos de la
técnica, de la ciencia y del arte universales, pero siempre sobre la base de respeto a la
personalidad racial, a su conciencia y a su entidad. El programa de emancipación del indio es
en esencia el de la emancipación del proletario de cualquier país, pero sin olvidar las
condiciones especiales de su clima, de sus antecedentes y de sus necesidades […]
Nuestro problema indígena no está en conservar indio al indio, ni en indigenizar a
México, sino en mexicanizar al indio. Respetando su sangre, captando su emoción, su cariño
a la tierra y su inquebrantable tenacidad, se habrá enraizado más el sentimiento nacional y
enriquecido con virtudes morales que fortalecerán el espíritu patrio, afirmando la
personalidad de México.157
Es claro que la problemática indígena era un asunto importante para Cárdenas. Notemos
que él quería hacer una nueva política que se alejara de las viejas concepciones que
pretendían desindianizar a los indios. Ahora bien, Cárdenas propuso mexicanizar a los
indígenas como una vía de engrandecimiento de los sentimientos patrios aunque más bien
sería una forma de aculturar a los indígenas, pero la verdad es que esa fórmula también
negaba a los indígenas sus modos de entender la vida, de practicar su autodeterminación.
También creo que mexicanizar fue la fórmula adecuada para el momento histórico de
incorporar al mundo indígena al entramado político económico del momento.
157
Cárdenas, op. Cit., p. 403.
95
4.2 Restitución de un territorio nacional.
No sabemos las razones que incitaron a los yaquis a dirigirse directamente a Cárdenas, si
fue el mencionado discurso del 1er. Congreso Indígena de 1936 o si tenían noticias de la
acción reformadora de su gobierno que había trastocado enormes intereses económicos con
los repartos agrarios llevados a cabo en La Laguna a finales de 1936 y a mediados de 1937
en las haciendas henequeneras de Yucatán, aunque también hay que recordar la tradición
de dirigirse directamente a los representantes del gobierno del Estado más que a las
autoridades locales. No hay que olvidar que para 1937 Cárdenas había logrado hacerse del
poder al desplazar al callismo de la esfera nacional y estatal.
La década de 1930 había resultado de gran movilización social en el estado de Sonora
debido a las políticas llevadas a cabo por los gobernadores adictos a Plutarco Elías Calles
cuando gran parte de la población era abiertamente anti callista. La oposición era
representada por una amplia gama de resentidos que iban de los obregonistas, los
vasconcelistas, los maytorenistas, los delahuertistas hasta los carrancistas desplazados por
el callismo triunfante.
El listado de agravios y la acometida para causarlos se centraba en la imposición de
sindicatos oficiales en las ciudades y el campo, en el predominio creciente de la burocracia,
en la escuela oficial –agresiva para buena parte de la población por la “educación socialista”
y la “educación sexual”- y sobre todo en el conflicto con la Iglesia que sostiene el gobierno
de Rodolfo Elías Calles Chacón.158
Aunque buena parte de estas medidas no afectaron a la comunidad yaqui, como el
programa de desfanatización religiosa y el cierre de templos como sí ocurrió con los
mayos, es importante señalarlo para comprender el ambiente social que imperaba en
158
Almada Bay, op. Cit., p. 207.
96
Sonora. Los templos yaquis no fueron clausurados debido al temor bien fundado de que se
unieran al movimiento opositor.
En junio de 1935 ocurrió el rompimiento de relaciones entre Lázaro Cárdenas y el
jefe máximo Plutarco Elías Calles, crisis que se trasladó a la política interna de Sonora que
se encontraba en proceso electoral para sustituir a Rodolfo Elías Calles de la gubernatura.
En diciembre de aquel año se produjo la escisión total entre Cárdenas y Calles cuando el
poder legislativo desaforó a los legisladores y senadores callistas y el Senado desconoció
los poderes estatales en cuatro estados, incluido Sonora. El presidente Cárdenas designó
como gobernador provisional para convocar a elecciones al general Jesús Gutiérrez
Cázares, jefe militar de las colonias yaquis. Todo el año de 1936 resultó de agitación
política en el estado debido al proceso interno del Partido Nacional Revolucionario para
designar a su candidato. La candidatura fue ganada por Román Yocupicio Valenzuela,
quien finalmente fue electo gobernador constitucional el 22 de noviembre de 1936. En
enero de 1937, el mayo obregonista Yocupicio ocupó la gubernatura sin ser cardenista pero
sí anti callista. “Por otra parte, Cárdenas seguramente conocía el ascendiente de Yocupicio
entre los veteranos de la revolución, mayormente mayos y yaquis marginados desde 1929,
las conexiones de Yocupicio al interior de ambas etnias […]”159
Aunque Yocupicio no era
un adicto incondicional de Lázaro Cárdenas tampoco se opuso abiertamente a las políticas
agrarias de Cárdenas.
Con el callismo en retirada y con un gobernador afín a los intereses de los yaquis, éstos, en
febrero de 1937 enviaron una carta donde explicaban sus razones y expresaban que:
Desde el año de 1533, fecha en que los españoles empezaron la guerra con el Yaqui, y
después en el año de 1838, principiaron una guerra tenaz contra esta Tribu Yaqui para
traicionarla ... nada más porque hombres blancos ambiciosos que están radicados en el
159
Almada Bay, op. cit., p. 298.
97
Yaqui esos hombres dan malas noticias al Gobierno ... siendo ellos mismos los promotores
de todo, hasta la fecha siguen con la misma idea que tienen contra esta Tribu Yaqui, según
tenemos conocimiento que en la región del Yaqui todavía existen los porfiristas del Gobierno
pasado, que tienen expropiado gran extensión de terrenos que pertenecen a esta Tribu Yaqui
... Los terrenos expropiados por los blancos que a continuación expresamos, el campo
denominado los Guarachis está ocupado por un señor de nacionalidad extranjera cuyo
nombre no reconocemos, en el campo que le dicen Palo Parado también está ocupado por
unos blancos, así como también el pueblo de Bacum y el de Cócorit son terrenos que
pertenecen a esta Tribu Yaqui, actualmente ocupados por los yoris, y por último el punto
denominado Cajeme que actualmente le nombran C. Obregón los terrenos que tienen
cultivados en aquel lugar y que están ocupados por los blancos, son propiedades de la Tribu
Yaqui ... rogamos a usted muy respetuosamente a fin de que los terrenos que nos fueron
quitados en épocas pasadas por los hombres ambiciosos que nos sean devueltos de una
manera definitiva, para el progreso de la Tribu Yaqui.160
Como podemos apreciar, los yaquis tenían un sentido histórico de los agravios de los que
habían sido víctimas. Sitúan en una fecha precisa el inicio de las hostilidades, 1533, aunque
como hemos podido ver al principio de esta tesis el conflicto con los españoles fue efímero
y su integración hasta cierto punto voluntaria a través de los misioneros; además de que
tienen presente quiénes han sido los responsables: españoles, blancos, porfiristas y
mexicanos, es decir, yoris. Ellos solamente respondieron a la violencia que se les hizo en su
contra por el despojo de su tierra. A través de esta misiva demuestran una vez más su
calidad como nación al tener presentes a las generaciones pasadas, ligadas por medio de
una historia común al conjunto de la tribu a través de un territorio bien definido.
En septiembre de 1937, los yaquis recibieron respuesta por medio de una carta de
Lázaro Cárdenas donde les manifestó que:
[…] he recibido la solicitud que hace usted a nombre de toda la población Yaqui, para que le
sean devueltos los terrenos que manifiestan han pertenecido a la propia Tribu Yaqui. ... el
Gobierno reconoce que la actitud Bélica de ustedes desde la época de la Conquista, fue
siempre justa defensa de sus tierras ... Sin embargo, como existen grandes extensiones de
tierras que ni la Tribu ni la demás población alcanzan a cultivar, el Gobierno considera que a
la Tribu Yaqui debe ponérsele en posesión definitiva de todas las propiedades y aguas que les
sean suficientes para la población que cuenta hoy [sic] radicada en Sonora y también para los
contingentes yaquis que por distintas causas se encuentran fuera del Estado ... En la visita
160
Claudio Dabdoub, op. cit., p. 223-224.
98
que haga a Sonora platicaré con ustedes y con los vecinos radicados en los pueblos del Yaqui,
para dejar terminado este serio problema que ha subsistido por siglos y por el que se han
sacrificado esfuerzos de toda la nación.161
En esta carta apreciamos el reconocimiento que Cárdenas hace de la causa yaqui, pero se
cuida de establecer los límites de lo que su gobierno está dispuesto a conceder. Les da la
razón de su reivindicación agraria, pero les advierte que no se les va a restituir la totalidad
del territorio que reclaman, sino únicamente la tierra que sea necesaria para el desarrollo de
la tribu y que puedan cultivar.
Finalmente, el 27 de octubre de 1937, por medio de un acuerdo presidencial se dio
posesión a la Tribu Yaqui de una porción del territorio que históricamente reclamaban y
por el que habían luchado sin descanso. El acuerdo dotaba de ejidos a 13 núcleos rurales en
la región del Valle del Yaqui, en la margen izquierda del río, a los que se les otorgaron 17
mil has de riego y 36 mil de temporal, beneficiando a 2,160 ejidatarios,162
además de la
restitución de tierras a la Tribu Yaqui. Con la dotación a los ejidos
[…] se afectó lo mismo a norteamericanos que a la viuda e hijos del general Obregón y
familiares del general Plutarco Elías Calles, como también a familias que colonizaron la
región durante el porfiriato y que habían sobrevivido a los años de violencia, como los
Esquer y los Parada. Entre los afectados destaca la Compañía Richardson que era propiedad
del gobierno federal, con 26,210 ha de agostadero, 73% de la superficie dotada.163
Como veremos, no se debe confundir la dotación a los ejidos con la restitución a la tribu.
Las primeras ocho fracciones del acuerdo tienen que ver únicamente con la dotación de los
ejidos. En la fracción novena del acuerdo se establece que a la Tribu Yaqui “se le concede
toda la extensión de tierra laborable ubicada sobre la margen derecha del río Yaqui, con el
161
Dabdoub, op. cit., p. 224-225. 162
Héctor Aguilar Camín y Lorenzo Meyer, A la sombra de la revolución mexicana. Un ensayo de historia
contemporánea de México, 1910-1989, México, Cal y Arena, 2006, p. 168.; Salomón Eckstein, El ejido
colectivo, p. 151. 163
Almada Bay, op. Cit., p. 329.
99
agua necesaria para riegos, de la presa en construcción de La Angostura, así como toda la
sierra conocida por “Sierra del Yaqui”, a cuyos componentes se les proveerá de los
recursos y elementos necesarios para el mejor aprovechamiento de sus tierras.”164
Adicionalmente, el presidente Cárdenas escribió en sus memorias
Hoy firmé acuerdo al Departamento Agrario resolviendo la inmediata dotación de
tierras a los campesinos de la región agrícola del Yaqui, en Sonora, afectando a los
propietarios extranjeros (en su mayoría americanos) y a nacionales. Se dan a los
campesinos diez y siete mil hectáreas con riego y mayor cantidad sin agua para pastos y
leña.
A la tribu yaqui se le reconocen las tierras laborables ubicadas desde la margen
derecha del río Yaqui hasta los terrenos montañosos conocidos como “Sierra del Yaqui”. Se
les harán los canales necesarios para irrigar sus tierras, facilitándoles implementos para los
cultivos y se les dotará de pies de ganado para el aprovechamiento de los pastos. El
gobierno debe hacer el mayor esfuerzo económico para incorporar y ayudar a toda la
población yaqui, tanto porque es de justicia que se les dé lo que por siglos se les ha negado,
llevándolos al sacrificio al combatirlos por reclamar las tierras de sus ocho pueblos,
situados sobre las márgenes del río Yaqui, como porque así terminará el problema militar
de aquella zona que ha afectado seriamente toda la Nación y muy particularmente al pueblo
de Sonora. Hoy existe la circunstancia favorable de que una mayoría de la tribu está
interesada en cultivar las tierras y el gobierno procederá a organizarlos proporcionándoles
elementos para trabajarlas.
Ayer salieron los primeros carros con tractores y maquinaria agrícola para la
población yaqui.
Los yaquis han conservado, a pesar de sus luchas y miserias, sus características de
raza fuerte, valiente y de gran inteligencia. Si durante la conquista o ya independiente
México, se les hubiera sólo dejado en posesión de sus tierras, Sonora tendría hoy una
población de calidad muy superior a la de otros estados de la República. Sin embargo,
considerando el estado físico y moral que conserva, la raza yaqui puede representar, si se
les guía bien, un factor muy importante para el desarrollo del país.165
Con las palabras de Cárdenas se pueden apreciar los dos eventos acaecidos en el valle. La
dotación de tierras a los ejidos así como la restitución de la tierra a la tribu y para los
propósitos de esta tesis además es importante lo expresado por el presidente porque se
puede apreciar una dualidad en el propósito cardenista de restituir el territorio yaqui:
consideró que era una medida de justicia histórica además de poner fin al problema militar,
164
Claudio Dabdoub, op. cit., p. 227. 165
Lázaro Cárdenas, Lázaro Cárdenas: Apuntes. Una selección, México, Universidad Nacional Autónoma de
México-Centro de Estudios de la Revolución Mexicana Lázaro Cárdenas, 2003, p. 320.
100
es decir, la pacificación de los yaquis por medio de la restitución de su territorio. Les
reconoce además ciertas características raciales como la fuerza, la valentía y la inteligencia.
Por último, es manifiesta una actitud paternalista por parte de Cárdenas al considerar que
“si se les guía bien” pueden ser importantes para el desarrollo del país. Como habían
demostrado, la etnia no necesitaba que nadie los guiara bien.
Finalmente el Estado Mexicano reconocía la posesión de los yaquis sobre su
territorio, pero lo que parecía un final feliz sólo significó que pasaran de la férula de los
colonos y terratenientes a la esfera de las instituciones y burócratas mexicanos. Como dice
Octavio Ianni, “poco a poco los campesinos sustituyen la figura del hacendado, del
latifundista, del cacique, del caudillo, por la figura del funcionario del Banco Ejidal, del
gobierno, de Cárdenas.”166
Notemos además que las palabras utilizadas en el acuerdo no
hablan de un ejido sino que transfiere la propiedad de la tierra al conjunto de la tribu,
aunque hay que hacer una precisión, el Estado no les da la plena propiedad sino la posesión
reconocida legalmente, esto es que los yaquis pueden usar y explotar la tierra pero no
disponer de ella libremente, lo que en la práctica hubiera sido reconocer la soberanía de la
nación yaqui sobre su territorio. Este es el hecho insólito y aislado dentro de las relaciones
del Estado mexicano y la nación Yaqui que conviene reflexionar un poco. Y por lo tanto
aquí cabe hacer una pregunta que creo es pertinente: ¿la restitución de tierras a la nación
yo´eme es un asunto agrario que se circunscribe a la reforma agraria o por el contrario fue
una política de corte indigenista? Los documentos que existen en ningún momento hablan
de la creación de un ejido o se les da tratamiento de ejidatarios a los yaquis o de
campesinos, por el contrario, éstos siempre se refieren a la Tribu Yaqui o a la Comunidad
Indígena Yaqui. Es más, en buena parte de la historiografía de la reforma agraria, si bien
166
Octavio Ianni, El Estado Capitalista en la época de Cárdenas, 3ª ed., México, Era, 1985, p. 92.
101
existen excepciones, no se hace mención de la restitución a la tribu y por el contrario se
mencionan siempre las apenas 53 mil hectáreas de los ejidatarios o alguna generalización
del tipo “después del reparto de La Laguna se sucedieron los de Yucatán con sus tierras
henequeneras, los del Valle del Yaqui, de Lombardía y Nueva Italia y de los Mochis.”167
Como veremos esas miles de hectáreas palidecen frente al inmenso territorio que se le
restituyó a la nación yaqui, que sumaba más de 480 mil has. Por el momento dejaré abierta
la cuestión: ¿problemática agraria o indígena?
Al año siguiente, el 19 de febrero, se sostuvo una reunión intersecretarial donde se
sentaron las bases de las acciones institucionales a realizarse en el Valle del Yaqui, a favor
de la tribu. Teniendo en consideración los asuntos de trabajo, de educación y de salud, el
gobierno federal observó en los “últimos años un franco empeño de la misma tribu a
dedicarse al cultivo de las tierras, a la cría de ganado y a formar sus pueblos para dejar la
vida errante que se vieron obligados a seguir.” También que “la propia tribu al interesarse
de manera empeñosa por la escuela para la educación de sus hijos, demostrando con esta
actitud que no es rebelde a la civilización y que por sus condiciones de raza fuerte y por su
inteligencia natural, puede constituir la base de una población vigorosa y útil para el país.”
Señala además el acuerdo que “el estado de salud de un alto porcentaje de la población
yaqui es deprimente, debido especialmente a la mala alimentación y a la falta de atención
médica.”168
Estas observaciones fueron hechas por el general Miguel Enríquez,
comandante de la Zona Militar de Sonora y por el ingeniero Guillermo de la Garza, quien
encabezaría la Comisión de Fomento Agrícola y Ganadero de las Colonias Yaquis. El
167
Tzvi Medin, Ideología y praxis política de Lázaro Cárdenas, 18ª ed., México, Siglo XXI, 2003, p. 172.
Salomón Eckstein en su estudio de El ejido colectivo menciona la dotación a los 2,160 ejidatarios, lo mismo
que Lorenzo Meyer y Aguilar Camín en A la sombra de la revolución mexicana, pero no mencionan la
restitución. Por su parte, Arnaldo Córdova, en su obra de interpretación La política de masas del cardenismo,
ni siquiera menciona el reparto agrario en el valle. 168
Dabdoub, op. cit., p. 228.
102
acuerdo estableció las funciones de cada institución en la Zona Yaqui. La Secretaría de
Agricultura, que realizaría las obras de irrigación y dotación de los implementos necesarios
previo a las operaciones del Banco Nacional de Crédito Agrícola. La Secretaría de
Educación Pública, que fundaría escuelas y dotaría de profesores en colaboración con el
Departamento de Asuntos Indígenas. La Secretaría de la Asistencia Pública, que
establecería casas de maternidad y jardines de niños. El Departamento de Salubridad, que
llevaría a cabo el saneamiento de la región. La Comandancia de la Zona Militar de Sonora
que facilitaría los trabajos de la Comisión. Y por último, el Gobernador del Estado de
Sonora, al que se le solicitaba su cooperación para reducir la venta de alcohol en toda la
zona, incluyendo Ciudad Obregón. En el aspecto del beneficio social, las instituciones del
Estado mexicano trazaban los planes para integrar a la sociedad yaqui al entramado
institucional, donde las necesidades de los indígenas no empataban con las necesidades del
desarrollo modernizante mexicano. Los yaquis querían la tierra para vivir según su
tradición, que se apegaba al autoconsumo y un pequeño comercio exterior, pero la acción
estatal cardenista les daba la tierra para que la trabajaran según la lógica y visión que de la
modernidad tenía.
A pesar de la voluntad del gobierno cardenista y de su incipiente política
indigenista, los yaquis no estaban del todo conformes. La tribu deseaba la restitución de la
totalidad de su territorio según ellos recordaban. De tal manera que cuando Cárdenas se
reunió con los gobernadores de la Tribu Yaqui en junio de 1939, les indicó que conocía de
la insistencia de los yaquis de mantener los límites de las tierras en los puntos que por
tradición recordaban existían como linderos en 1740 y que
[…] el gobierno actual encontró que la tribu yaqui reclama la restitución de tierras que desde
hace mucho tiempo están en poder de varios pueblos y que una extensa zona también
reclamada por la tribu estaba en poder de distintos propietarios ... desconociéndose
103
oficialmente toda esta zona como propiedad de la tribu, pero en vista de la justicia que le
asiste en su reclamación y consecuente el gobierno con su programa de distribución de
tierras, dictó sentencia en el mes de octubre del año de mil novecientos treinta y siete
reconociéndole la propiedad en una extensión aproximada de cuatrocientas mil hectáreas.
[Y que por lo tanto] La extensión marcada a la tribu se considera suficiente para que pueda
desarrollarse con amplitud y será respetada como de su exclusiva propiedad; en la
inteligencia de que para la irrigación de todas las tierras laborables, le será señalada el agua
necesaria de la presa de La Angostura [...]169
De esta manera, Cárdenas le indicaba a la tribu que su demanda no sería resuelta como
ellos deseaban, sino hasta los límites que el gobierno y la realidad económica y social
permitían.
En los últimos días del gobierno cardenista, el 30 de septiembre de 1940 se dictó la
“Resolución que titula definitivamente y precisa la ubicación de los terrenos que se
restituyen a la Comunidad Indígena Yaqui, del Estado de Sonora.” En ella se lee:
Vistos el acuerdo presidencial dictado el 27 de octubre de 1937, restituyendo las tierras
de riego, de pastos, montes y cerriles, reconocidas a la Comunidad Indígena Yaqui, del
Estado de Sonora, y las disposiciones presidenciales de 10 y 12 de junio de 1939, sobre el
mismo asunto, se expide la presente resolución en donde se precisan los puntos a que se
sujetará el deslinde y amojonamiento de las tierras que se restituyen y que servirá de
titulación definitiva a favor de los núcleos de población de la propia Comunidad [...]170
La gran consecuencia legal de este documento es que la representación ejecutiva del Estado
mexicano reconoció la personalidad real, legítima y moral de la Comunidad Indígena
Yaqui al restituirle una buena parte de su territorio ancestral, el cual se titulaba
definitivamente a favor de los pueblos yaquis, los ocho pueblos yaquis.
En su artículo primero la resolución estableció los linderos del territorio yo´eme,
resultando que:
[…] el deslinde y amojonamiento de las tierras que se restituyen a la Comunidad Indígena
Yaqui, Sonora, se ejecutará siguiendo los linderos que a continuación se precisan: a partir de
169
Lázaro Cárdenas, Palabras y documentos públicos, p. 358. 170
Comunidad Indígena Yaqui, Antecedentes de la Restitución de Tierras a la Comunidad Indígena Yaqui del
Estado de Sonora y disposiciones del Gobierno para desarrollar Integralmente la Zona, México, 1957, pp.
17.
104
la punta sur de la isla de Lobos, con rumbo noreste, hasta llegar al vértice suroeste del
cuadrilátero de San José; de este punto, con rumbo norte, por el lindero occidental del
cuadrilátero mencionado, se pasa al río, aguas arriba, hasta llegar al punto en que esta margen
cruza el lindero sur de los terrenos de Buenavista; de este cruce, siguiendo el lindero sur
señalado, hacia el poniente, hasta la esquina suroeste de los referidos terrenos de Buenavista;
de este punto, por todo el lindero occidental de los repetidos terrenos de Buenavista, con
rumbo noreste, hasta la esquina noroeste de esos mismos terrenos; de este punto, en línea
recta, con rumbo noroeste, hasta llegar al lugar denominado Sahuaral; de este punto, línea
recta, con rumbo noroeste hasta el picacho Moscobampo, de este punto línea recta con rumbo
suroeste, pasando por la estación del Ferrocarril Sud-Pacífico llamada “Las Guásimas”, hasta
el litoral del Golfo de California, incluyendo la isla de Lobos, hasta llegar al punto de
partida.171
Además, el artículo segundo estipulaba una cuestión delicada, la del agua. En éste se lee
que la Comunidad “podrá disponer cada año agrícola, hasta de la mitad del caudal que se
almacenará en la Presa de La Angostura, para fines de riego de sus propias tierras”172
, y
que independientemente de éstas podrían aprovechar las aguas no controladas por la citada
presa.
El tercer y cuarto artículo se refieren a órdenes administrativas para personal del
Departamento Agrario y de la Secretaría de Agricultura y Fomento para llevar a cabo los
trabajos de deslinde y amojonamiento. Por último, en el artículo quinto se especifica que
“la presente resolución sirve de titulación definitiva a favor de los núcleos de población de
la Comunidad Indígena Yaqui, de los terrenos especificados en el punto primero de la
misma.”173
Lo que los yaquis obtuvieron fue el reconocimiento pleno de su territorio, de su
organización política, así como el acceso al vital líquido. Es necesario precisar que la
restitución sólo fue parcial porque por necesidades económicas y políticas se les negó la
totalidad de su territorio. El territorio Yaqui quedaba así constituido:
171
Comunidad Indígena Yaqui, op. cit., pp. 17-18. 172
Comunidad Indígena Yaqui, op. cit., p. 18. 173
Comunidad Indígena Yaqui, op. cit., p. 19
105
Spicer, p. 335
Acerca de la restitución cardenista es interesante hacer caso de las palabras
nuevamente de José María Félix que expresó que
Siempre han considerado y siguen considerando todavía su tierra, originalmente propia de
ellos, que les cedió y les tituló Felipe Segundo. Muchos no están conformes, por no decir la
totalidad, con la restitución del General Cárdenas del 30 de septiembre de 1940, cuando
expidió un decreto restituyendo a la tribu yaqui 485,000 hectáreas de tierra. Ellos aceptaron
aquello como un acto de emergencia porque la cosa de la invasión […], porque estaban ya
ocupando tierras del Valle del Yaqui y que venían avanzando hacia acá.
106
Pero no se ha cumplido como es debido con ese decreto, ese decreto dice que el gobierno
debió, a raíz de su expedición, debió haber brechado, mojoneado y ejecutado aquella porción
de terreno de 480,000 y pico de hectáreas. Nunca lo han hecho.174
No cabe duda que la elocuencia de los indígenas es deliciosa. Por un lado rememora a
Felipe II que para él fue quien les cedió su territorio. No Dios, los jesuitas o el Estado
mexicano, el rey, faltaba menos. También es exquisita la altanería al considerar que se
vieron obligados a aceptar la restitución como una medida de emergencia y no como una
política del gobierno. Por último es interesante notar que tratándose de los asuntos con el
gobierno, los yaquis no olvidan y tienen muy presente lo que dice la letra porque el
deslinde no se efectuó sino hasta la década de 1970.
Los yaquis, que desde los inicios de la vida independiente de México habían
luchado incansablemente para defender su territorio y proteger su autogobierno, por fin
recibían la certeza jurídica del Estado mexicano que les reconoció la propiedad en posesión
de su territorio vital, sus límites y extensión que totalizaba 489,000 hectáreas. A lo largo
del desarrollo de México como nación y Estado, los pueblos indígenas se enfrentaron al
desprecio, el racismo y la esclavitud de buena parte de la naciente sociedad mexicana con
mayor o menor éxito. La Comunidad Indígena Yaqui es la que mayor éxito logró hacia
1940 en su relación con los poderes de la estructura política y económica, a pesar del
enfrentamiento con las elites estatales y federales que a lo largo del siglo XIX intentaron
destruir los fundamentos de su autogobierno y apropiarse de su territorio, sin olvidarnos de
la “solución final” llevada a cabo en la primera década del siglo XX y las campañas
militares de 1916 y 1926-1927 llevadas a cabo por iniciativa de Álvaro Obregón.
174
Morett, op. Cit., pp. 52-53.
107
Según Alfonso Fabila, que redondeó las tierras restituidas en 500,000 has, éstas se
clasificaban como175
:
Clasificación Hectáreas Porcentaje
Montaña con monte bajo 300,000 60%
Laborables en llanura 60,000 12%
Con pastos en llanura 56,500 11%
Inaprovechables en el litoral 40,000 8%
Con pastos en montaña 40,000 8%
Laboradas en llanura 3,500 1%
Con este cuadro podemos apreciar que apenas el uno por ciento de la tierra
restituida estaba en condiciones de utilizarse para sembrar, la demás tierra susceptible de
ser usada para actividades agrícolas eran unas 60 mil has que todavía tenían que ser
desmontadas.
Pese a todo, los yaquis pusieron manos a la obra y si en “1935 en la margen derecha
se sembraron 121 has.; en 1936, 533 has.; en 1937, 738 has.; en 1938, 1297 has. de trigo,
683 has. de maíz y 166 has. de frijol; en 1939, 2206 has. de trigo, 833 has. de maíz y 300
has. de frijol176
. Apenas los yaquis tuvieron posesión de la tierra y la tranquilidad suficiente
para dedicarse a sus labores incrementaron la producción de sus tierras en más de 2700%.
De esta forma los yaquis se despojaban del estereotipo que los catalogaba como
rebeldes insumisos enemigos de la civilización. Definitivamente eran rebeldes e insumisos
por necesidad de defenderse de la “civilización”. Como podemos ver, sembraron una
mayor superficie de trigo que de maíz, no porque lo consumieran, sino porque el trigo lo
utilizaban para comerciar con los habitantes de Cd. Obregón y obtener así ingresos para
cubrir necesidades materiales.
175
Fabila, op. cit., p. 25. 176
Fabila, op. cit., p. 31.
108
Una de las consecuencias que se desprenden de esta nueva actitud del gobierno del
Estado mexicano fue el tratamiento de la Tribu Yaqui como un sujeto político legítimo al
que se le garantizaba la propiedad en posesión de un territorio bien definido. Pero además
el Estado reconocía al gobierno tradicional de los yaquis como un interlocutor válido con el
cual negociaría en el futuro. El gobierno del Estado mexicano reconocía el territorio y el
gobierno autónomo de los yaquis, lo que no significa que los reconociera como un cuerpo
autónomo y soberano fuera de la legalidad mexicana.
Con la restitución del territorio yaqui, los yaquis habían recuperado la propiedad de
una parte sustancial de lo que ellos consideraban su territorio ancestral, a pesar del
progresivo abandono de los pueblos de Bacum y Cócorit a manos de los pobladores yoris,
pero el drama que se desarrollaría después los empujaría al control y a las políticas del
Estado por medio del más vital de los medios para la subsistencia y la producción agrícola:
el agua. Sin agua, la agricultura es imposible en esa tierra semiárida.
Entonces, ¿la restitución del territorio yaqui pertenece al ámbito agrario o al
indigenista? Creo que pertenece a los dos e incluso al ámbito político jurídico. Primero, la
restitución pertenece a una estrategia indigenista de responder a las demandas y
necesidades de un grupo étnico centradas en la posesión de un territorio y el ejercicio de su
propio gobierno aunque si bien
La acción indigenista del gobierno de Cárdenas, en el aspecto relativo a tierras, sin
dejar de ser notable tuvo escasa dimensión, sobre todo si se compara con la desarrollada en
los rubros específicos de promoción social. Dentro de la panorámica global del problema
agrario que en forma directa afectaba a los diversos grupos étnicos sólo se alcanzó a impartir
justicia –más de carácter histórico que jurídico- a los yaquis de Sonora, los mayas de
Yucatán, los tepehuanes de Durango, algunos grupos purépechas o tarascos de Michoacán,
pequeños grupos de pames en San Luis Potosí y un reducido número de tarahumaras de
Chihuahua. En el caso de otras etnias menos numerosas ya asimiladas culturalmente, los
109
campesinos mestizos, la acción gubernamental sólo tuvo efectos generales dentro del gran
proceso de reparto.177
La restitución a la tribu yaqui respondió a una genuina política indigenista que a pesar de
otras acciones llevadas a cabo con unos cuantos grupos étnicos se quedó como un hecho
aislado por no tratarse de una estrategia sistemática de reparar a todos los grupos étnicos
del territorio nacional mexicano. A la par de de la estrategia indigenista se puso en marcha
la cuestión agraria, ligada de forma tradicional a los grupos indígenas ―si bien esto habla
de un racismo implícito por no poder situar a los indígenas más allá del trabajo de la
tierra― por medio de la dotación de implementos para el trabajo agrícola y la cesión de la
mitad del agua almacenada en la presa de la Angostura y la construcción de obras
hidráulicas complementarias como la ampliación de los canales existentes, estas acciones
no tenían otro fin que poner a trabajar a la tribu sus propias tierras e integrarlos a la
economía de la región. Por último hay que considerar la cuestión política de la restitución
que se circunscribe al ámbito jurídico. Por medio de la legislación que restituyó el territorio
a la tribu, se incorporó a ésta al entramado del Estado nacional mexicano y por lo tanto a la
nación. Es paradójico que la solución instrumentada por Cárdenas, que engloba la cuestión
indígena, agraria y política, consistente en ceder a la centenaria petición de los yaquis haya
sido la mejor solución. No fueron las armas, o el exterminio o la exclusión las que
solucionaron el problema, nunca lo hacen, sino el acercamiento y el entendimiento y en
última instancia la legislación que colocó a los yaquis dentro de la esfera del Estado y sus
instituciones. La restitución atrajo paulatinamente a los yaquis a las instituciones del
Estado mexicano logrando por ese medio la “Paz del Yaqui” que benefició a los propios
177
Everardo Escárcega López (coord.), Historia de la cuestión agraria mexicana.5. El cardenismo: un parte
aguas histórico en el proceso agrario nacional 1934-1940, México, Siglo XXI-Centro de Estudios Históricos
del agrarismo en México, 1990, p. 187.
110
indígenas, a los pobladores de la región al hacer transitable y estable tan amplio territorio y
al propio Estado mexicano que de esta manera podía capitalizar y legitimar su ambigua
política indigenista.
4.3 En manos de las instituciones mexicanas.
Por medio del control del agua a través de las presas, los mexicanos lograron crear el fértil
Valle del Yaqui, esto es, todas las tierras al sur del río Yaqui destinadas a la agricultura
comercial y que nada tiene que ver con la tribu yaqui. El desarrollo de las tierras yoris, lo
que a la postre sería el distrito de riego número 41 en la margen izquierda del río, fue
espectacular, ya que si en 1935 como señala Fabila, se sembraron 53 mil has; para el ciclo
agrícola de 1952-1953 se sembraron 126 mil has, y diez años después esa superficie se
incrementó hasta más de 234 mil has.178
Mientras eso ocurrió en el Valle del Yaqui, para la
tribu del mismo nombre las cosas ocurrieron un poco diferente, ya que si en 1939
sembraron casi 3,300 has, para el ciclo agrícola 1952-1953 apenas se rebasaron las 3 mil
has y diez años después la cifra había alcanzado las 15 mil has para mantener ese
promedio. La cuestión, como veremos, fue el desigual acceso a las aguas del río, a pesar de
que los yaquis, en teoría, tenían derecho a la mitad de las aguas de la presa de la Angostura
garantizadas por los acuerdos alcanzados entre las dos partes.
Estos datos los he extraído de un técnico mexicano comprometido con la causa
yaqui. Eduardo Huarte fue el representante de la Secretaría de Agricultura y Ganadería que
recibió el “Distrito de Riego Colonias Yaquis”, que comprendía las áreas susceptibles de
irrigación de la Comunidad en 1947. Su obra, publicada en 1976, es imprescindible para
saber lo que ocurrió en el fértil Valle del Yaqui en la décadas siguientes a la restitución
178
Ver tabla No. 1.
111
cardenista, porque el río como tal dejó de tener importancia, sustituido paulatinamente por
el sistema de presas que se construyeron en las décadas de 1940 y 1950.
Sabemos que para 1948 era ya imposible regar las tierras de los ocho pueblos con el
agua de las crecientes del río, y para 1956 el río Yaqui no era más que una serie de
pantanos desde Cócorit hasta el golfo y toda el agua que usaban debían pagarla.179
En 1937
comenzó a construirse río arriba la presa de la Angostura, a 400 Km. de Cócorit sobre el río
Babispe, afluente del Yaqui, finalizando su construcción en el año de 1941. Para controlar
los escurrimientos del río se empezó a edificar la presa de almacenamiento Oviáchic
(Álvaro Obregón) en el año de 1945, a 40 kilómetros río arriba de Cócorit. Con el sistema
de presas controlando el agua del río, los yaquis se vieron imposibilitados para llevar a
cabo su tradicional agricultura de autoconsumo sustentada en las cíclicas crecidas del río, y
por el contrario tuvieron que someterse a los designios de la burocracia de la banca
gubernamental, en este caso, el Banco de Crédito Ejidal. Además, la construcción de la
presa Oviáchic produjo un cambio sustancial en la geografía del territorio de la tribu, ya
que en el área afectada por la inundación se encontraba el pueblo de Buenavista que se
encontraba dentro del territorio restituido. Sus habitantes fueron reubicados en la parte este
de la zona yaqui, pero el antiguo pueblo quedó bajo las aguas de la presa. Cuando en 1971
se levantó el Acta de Deslinde, la Dirección de Asuntos Agrarios y Colonización se atuvo a
la letra de la Resolución de 1940, sin considerar los efectos en el espacio ocasionados por
la presa. De esta manera, la tribu perdió más de 10,000 hectáreas por un legalismo.180
A pesar de tener garantizado el abasto de la mitad de las aguas de la presa de La
Angostura por acuerdos presidenciales, en la práctica éstos no fueron cumplidos por las
179
Edward H. Spicer, Los Yaquis, Historia de una cultura, tr. de Stella Mastrangelo, México, Instituto de
Investigaciones Históricas-UNAM, 1994, p. 330 180
Velasco Toro, op. cit., pp. 59-60.
112
instituciones mexicanas. Primero que nada los distritos de riego tenían una diferencia
jurídica importante. Mientras el distrito de riego No. 41, o sea, el de los mexicanos fue
establecido por acuerdo presidencial del presidente Adolfo Ruiz Cortínez el 16 de
diciembre de 1955 y limitado a una superficie de 217,725 has, el distrito No. 18, el de los
yaquis, no contó con un acuerdo que lo estableciera y lo limitara.181
De esta manera se
delimitó deliberadamente el distrito de riego que correspondía a los yaquis a solamente
20,000 has cuando el potencial de las tierras irrigables de la tribu ascendía a unas 60,000
has en la margen derecha y otras 40,000 en la margen izquierda. Para Huarte “no es
aventurado decir que el distrito de riego de Colonias Yaquis tal como se encuentra es una
“Reservación Indígena” insuficiente en la cual se aprisionó a la Tribu Yaqui.”182
A pesar de
esto, los integrantes de la comunidad se organizaron en sociedades agrícolas para llevar a
cabo la explotación de sus tierras con ayuda financiera del Banco de Crédito Ejidal.
Las sociedades agrícolas se formaron con la asociación de por lo menos tres
integrantes, quienes solicitaban al gobernador de su pueblo se les otorgara una porción de
las tierras irrigables. El secretario del gobernador redactaba el documento que era
entregado por el gobernador a las autoridades del banco junto con dos de los socios de la
futura sociedad.183
Esta interacción con el banco fue la primera deuda que contrajeron los
yaquis con una institución mexicana y supuso además la integración de la tribu a la vida
económica moderna. En teoría, dos de los socios, junto con los técnicos del banco, tomaban
las decisiones concernientes a qué cultivos llevar a cabo, pero en la práctica fueron los
últimos quienes tomaban la decisión final.
181
Eduardo Huarte, Apuntes sobre la tribu yaqui y el riego de sus tierras, México, Escuela Nacional de
Agricultura, 1976, pp. 76-77. 182
Huarte, op. cit., p. 78. 183
Gouy-Gilbert, op. cit., p. 194.
113
Sumado a las actividades agrícolas de las sociedades, en 1957 se creó la cooperativa
pesquera de las Guásimas, que dio origen además al pueblo del mismo nombre, en donde al
principio habitaban 33 familias alojadas en pequeñas casas construidas por el gobierno.
Además de los trabajadores yaquis también había un reducido número de pescadores
mexicanos que tenían que pagar una cuota semanal. El pueblo de las Guásimas depende
administrativa y ritualmente de Belem, cuyo gobernador lleva a cabo la administración de
la cooperativa.
Sin disponer libremente del más preciado de los medios para la producción agrícola,
no pudieron actuar libremente y como consecuencia quedaron casi como meros ornamentos
decorativos, como figuras incorporadas al folclor mexicano por medio de la incorporación
de algunas de sus festividades, como la Danza del Venado, o en la bandera de Sonora que
incluye a un danzante yaqui de Venado. Otra forma en que el Estado mexicano buscó
controlarlos fue por medio de la desarticulación del territorio. En lugar de que el territorio
yaqui formara una sola unidad administrativa, éste quedó dividido por los límites de cuatro
municipios. El poblado pesquero de Guásimas en el municipio de Empalme; los pueblos de
Huíribis, Rahum, Potam, Pitahaya, Vicam, Torim y Bahía de Lobos en el municipio de
Guaymas; las poblaciones de Bataconcica, Loma de Guamúchil (nuevo asentamiento de
Cócorit) y Loma de Bacum (nuevo asentamiento de Bacum) en el municipio de Bacum; y
además una porción del territorio adscrito al municipio de Cajeme. Juego perverso que en
la práctica evitó la unidad del territorio y diluyó de esta forma la nación yaqui.
A pesar de estos legalismos, los yaquis permanecieron en su territorio, integrándose
a la economía de la región lo mejor que pudieron. La mutilación institucional de su
territorio no significó la mutilación de la tribu. A pesar de todo, los yo´emes persisten.
114
Conclusiones.
Cuando di inicio a esta tesis, mi pensamiento era muy simple. Pensaba que la problemática
yaqui únicamente englobaba la cronología de una tribu que había luchado por obtener la
propiedad de lo que era suyo, pero con el transcurrir de las lecturas y de estas páginas mi
pensamiento se transformó radicalmente. Lo primero fue darme cuenta que se trataba de las
relaciones de una sociedad nacional representada por la etérea figura del Estado y una
nación indígena.
Los yaquis, como hemos podido observar son una cultura que se transformó de un
grupo semi sedentario a un conglomerado nacional engullido por una sociedad más extensa
que los combatió sin compasión y sin consideración. Es verdad que no se puede generalizar
porque siempre existieron y existen personajes y grupos que los han ayudado y se han
preocupado por ellos pero definitivamente el balance es negativo para la sociedad
mexicana, especialmente las elites políticas y económicas. En este caso, los yaquis sirven
para englobar el trato que una sociedad mestiza como la mexicana depara a su faceta
indígena. No somos culpables de los actos que cometieron nuestros antepasados pero sí
somos responsables de las posibles soluciones que demos a nuestro problema indígena.
Podemos concluir que la historia yaqui se divide en cinco etapas. La primera de ellas
es el virreinato de la Nueva España que por la mediación de los misioneros de la Compañía
de Jesús significó para los yaquis su introducción al mundo occidental, que como vimos en
la primera parte de este trabajo fue benéfica por haber incorporado facetas de la vida novo
hispana de manera voluntaria que los fortaleció como conglomerado nacional,
transformándose en el proceso sin perder sus cualidades, aunque no escaparon de la
explotación llevada a cabo por los misioneros.
115
La segunda etapa que los yaquis afrontaron fue el surgimiento de México como país
independiente, donde la ideología liberal de corte individualista se enfrentó a la visión
comunal de los indígenas en general. En esta etapa, primero tuvieron que defender su
forma de autogobierno, después su territorio y por último su existencia misma ante la
presión del porfiriato que casi los aniquiló. En la segunda mitad del siglo XIXI
“el nacionalismo proclamado en las esferas del gobierno y en las instituciones del Estado
adquirió un cariz intolerante y represivo. Las clases dirigentes, al hacer suyo el modelo
europeo de nación, demandaron que las etnias, las comunidades y los grupos tradicionales
que coexistían en el país se ajustaran a ese arquetipo. Así, cuando los indígenas o los
campesinos no se avinieron a esas demandas, el gobierno descargó todo el peso del Estado
sobre ellos y llegó al extremo de aniquilar a los pueblos que opusieron resistencia al proyecto
centralista.184
La tercera etapa fue la de la Revolución Mexicana que dividió a la tribu en bandos
antagonistas aunque los dos persiguieran el mismo fin, recuperar la propiedad de su
territorio. A pesar de la participación directa de una fracción de la tribu en el proceso
revolucionario no lograron obtener lo que para ellos era un fin en sí mismo, la tierra. Lo
que si obtuvieron fue la presencia en la mente de los caudillos militares así como el
conocimiento de algunos de ellos, lo que a la postre les ayudó para negociar con el Estado
cardenista.
La cuarta etapa para los yaquis fue el cardenismo. En este breve periodo de tiempo,
la tribu recuperó el control de buena parte de su antiguo territorio, si no todo el que
recordaban les pertenecía, sí el más importante por ser este el de mayor significado
simbólico y ritual para la etnia, asiento de la Sierra del Bacatete y de 6 de los 8 pueblos
tradicionales. Como vimos, la restitución llevada a cabo por el gobierno de Lázaro
Cárdenas no se puede catalogar únicamente como un reparto hecho al calor de la reforma
184
Florescano, op. Cit., p. 16.
116
agraria sino como una genuina política de corte indigenista por atender más a las propias
cuestiones de una etnia indígena que a una lógica agraria para hacer producir la tierra. De
esa restitución se desprenden dos problemas. A los yaquis no se les atendió en su
problemática como indígenas sino como agricultores y ejidatarios por los posteriores
gobiernos al de Lázaro Cárdenas. Y a pesar del sitio preponderante que lograron alcanzar
en las mentes de los gobernantes mexicanos nunca tuvieron acceso a los medios necesarios
para su propio desarrollo, más que nada al vital líquido almacenado en las presas. La acción
cardenista de restituir un territorio tan extenso significó la incorporación de la nación yaqui
al entramado político jurídico del Estado mexicano. La restitución del territorio queda así
enmarcado en tres componentes que se complementan: política agraria, política indigenista
y política jurídica. La incorporación que se logró por medio de la restitución resultó ser la
mejor herramienta para superar el obstáculo de la rebelión y la diferenciación de los yaquis
frente a la nación mexicana. Al darles en posesión su territorio, el estado mexicano dio
solución jurídica al asunto incorporándolos por la vía legislativa y administrativa al amparo
del poder ejecutivo del Estado. También, cuando Cárdenas atendió más a las necesidades
específicas de la etnia que se resumían en la conservación de su territorio y la práctica de su
gobierno atendió a una política de corte indigenista. No fue sino hasta 2001 que se
reconoció y se sancionó legalmente la existencia de los pueblos indígenas con la reforma
que se hizo al artículo 2º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que
los incorpora como sujetos políticos con necesidades y características especiales. La
diferencia se incorporó y se reconoció en la unidad. La práctica anterior había sido la
homogeneización por medio de la lengua castellana y las costumbres para lograr una
supuesta unidad. La cuestión agraria quedó zanjada cuando se les atendió primero en sus
117
necesidades como grupo indígena y después por medio de la incorporación jurídica. Una
vez que poseyeron el territorio pudieron dedicarse a laborar la tierra.
La quinta etapa, tiene que ver con la relación entablada con el Estado posterior al
gobierno de Cárdenas, donde se llevará a la práctica la política agraria por medio de la
conformación de sociedades ejidales sujetas a los designios de la burocracia federal.
Gobiernos menos sensibles a las necesidades de las comunidades indígenas aunque no por
eso gobiernos omisos, aunque fuera en el discurso. Por medio de la incorporación al
sistema nación mexicano los yaquis perdieron su cualidad guerrera pero no sus
características culturales. Si a pesar de los prejuicios se les llegó a considerar la mano de
obra vital de la región durante todo el siglo XIX y principios del XX, a partir de la década
de 1950 y hasta la fecha han adquirido una reputación ambigua de flojos y borrachos pero
también de trabajadores eficaces por los habitantes de la región.185
Es posible que esto se
deba a que la tribu se acostumbró a recibir mucho por parte de los gobiernos mexicanos sin
que estos estuvieran obligados a ello.
Como espero haber podido demostrar, entre los yaquis y los mexicanos se produjo
una verdadera relación entre una nación indígena y un Estado nacional. Esto toma mayor
importancia dada la frágil situación que algunos grupos étnicos padecen hoy en día tales
como los tarahumaras totalmente marginados en las sierras de Chihuahua o el de los
huicholes a los que se les quiso quitar uno de sus lugares sagrados precisamente por no ser
propietarios de ese territorio; lo poseen por una sanción de la costumbre pero jurídicamente
no es suyo como sí lo es el de los yaquis. En esto estriba la excepcionalidad de los yaquis.
No debemos olvidar la brutalidad que costó unificar a nuestra nación, brutalidad que
en su mayoría sufrieron los grupos étnicos en mayor medida, aunque también fueron
185
Un conocido del que escribe que vivió en Guaymas, así se refirió a ellos.
118
víctimas de la unidad los pueblos de campesinos o las poblaciones negras de las costas.
Esta es una tarea primordial de los historiadores en la actualidad, cuando México como
idea parece naufragar ante la mediocridad y la corrupción endémica de sus elites porque “la
esencia de una nación es que todos los individuos tengan muchas cosas en común y que
todos hayan olvidado muchas cosas.”186
El olvido es importante para que las viejas heridas
no supuren, pero hay momentos en que hay que recordar para explicar de dónde venimos y
a donde vamos.
Epílogo
Después de la década de 1960 los yaquis se han mantenido laborando sus tierras siendo una
parte activa de la sociedad sonorense. A pesar de los intentos de los mexicanos por
aculturarlos completamente, esos esfuerzos han sido infructuosos. Dueños de su territorio
no han vuelto a rebelarse, además de que una actitud tan bélica es ya imposible.
Los yo´eme trabajan actualmente como agricultores que cultivan trigo, maíz, frijol
cártamo, soya, alfalfa, hortalizas y forrajes; los que se emplean como pescadores obtienen
camarón, corvina, lisa, pulpo y ostión; además también los hay que son ganaderos que crían
ganado bovino, ovino y caprino.
Pero, dados los resultados ambivalentes de las cooperativas, de la limitación de la
tierra por el control del agua del río también se encuentra presente el fenómeno de la renta
de tierras a agricultores yoris de Ciudad Obregón así como la presencia de los yaquis a lo
largo del estado como trabajadores asalariados.
186
Renan, op. Cit., p. 66.
119
Por su grado de producción, escolaridad y alfabetización se encuentran más cerca de
los sectores yoris de clase media y baja que de otros grupos étnicos como los seris, los
tarahumaras o los mayos.187
A pesar de la penetración de las instituciones mexicanas y de los mexicanos en su
territorio, los yaquis siguen conservando los elementos esenciales de su cultura como los
son las autoridades civiles, religiosas y militares.
Los pueblos tradicionales funcionan como cabeceras a las que se adscriben las
rancherías de las inmediaciones. Cada pueblo cuenta con su conjunto de autoridades que
mantienen el gobierno de la etnia. Las autoridades civiles deciden sobre los problemas
internos de la comunidad (económicos, de justicia, entre otros.) Las autoridades civiles
presiden las asambleas comunales que se efectúan cada domingo además de estar presentes
en las ceremonias religiosas más importantes. Otra función relevante es la mediación que
llevan a cabo entre la comunidad y los agentes particulares o gubernamentales del mundo
no indígena. “Los cargos que forman la jerarquía de autoridades con funciones civiles son:
primer cobanao (gobernador), segundo cobanao, tercer cobanao, cuarto cobanao, alawasin,
secretario y pueblo yo´ewe (éste último es el consejo de “pasados”, es decir, gente que ha
ocupado los cargos más altos de la jerarquía y después funciona como un consejo de
ancianos.”188
Otra de las características de los yaquis es que practican un catolicismo popular centrado
en las figuras de Jesús y la Virgen María que está impregnado de su cosmovisión y de sus
mitos. Esto no excluye la presencia de sacerdotes de la iglesia católica que ofician y
administran sacramentos en los templos de los pueblos pero la mayor parte de las
187
Andrés Ortiz, Yo´eme: los que hablan fuerte, México, Uribe y Ferrari Editores/Ediciones La Vasija, 2007,
p. 13. 188
Ortiz, op. Cit., p. 21.
120
decisiones y las acciones rituales son llevadas a cabo por las agrupaciones religiosas de los
yaquis. Las autoridades religiosas ofician las ceremonias de los difuntos, apoyan a los
fiesteros en las celebraciones patronales de cada pueblo, asisten en las ceremonias de
bautizos, bodas, comuniones así como en las ceremonias de iniciación de nuevos miembros
de las jerarquías civil, religiosa y militar.
La jerarquía religiosa está compuesta por “maestro yo´owe (que conduce los oficios
en ausencia del sacerdote), temastian (que cuida el templo y las imágenes), cantoras
(mujeres que cantan y rezan en las ceremonias), kiyohtei (mujeres que tienen a su cargo los
altares y templos), tenanchi (grupo de mujeres jóvenes que portan las banderas) y los
matachines (danzantes que tienen a su cargo el culto a la Virgen).189
Por último, es importante señalar que los yaquis conservan una estructura de tipo
militar, aunque en la actualidad son cargos simbólicos que más que nada se encargan de
mantener el orden durante las fiestas y ceremonias. La jerarquía militar está compuesta de
“capitán yo´owe (capitán mayor), teniente, sargento, cabo, banteo (abanderado) o alpes
(alférez), tampaleo (tamborilero) y soldados.”190
Los asuntos de orden público son ahora
manejados en gran medida por la policía estatal.
Estos tres aspectos, civil, religioso y militar indican el vigor que todavía conservan
como nación, aunque la aculturación sea un fenómeno presente, ya que de esta forma
mantienen sus estructuras tradicionales lo que les permite seguir afirmándose como grupo
nacional.
189
Ortiz, op. Cit., p. 28 190
Ortiz, op. Cit., p. 22
121
Uno de los elementos más distintivos de la cultura yaqui es la danza ritual de la
Pascola y del Venado. La primera es de un corte más informal que la del Venado que sólo
se ejecuta en las ocasiones ceremoniales.
En la actualidad los yaquis cuentan con números demográficos estables, se
encuentran diseminados por la geografía sonorense aunque la concentración en los 8
pueblos es importante. Con cifras del censo de 1990, los yaquis sumaban unos 21,300
integrantes. Si recordamos que para finales del porfiriato había menos de 4000, sus
números actuales indican una recuperación de su demografía.
En la actualidad los yaquis se encuentran dueños de su territorio, pero un nuevo
proyecto hidráulico amenaza la estabilidad de la región. Éste es el proyecto denominado
“Acueducto Bicentenario” que busca desviar el agua almacenada en las presas del río
Yaqui hacia Hermosillo. Este proyecto no solo afectará a los yaquis sino a los habitantes de
Cd. Obregón que verán así perjudicadas sus actividades agrícolas, tan importantes para la
vida económica de la región como para la economía nacional.
Si bien los yo´eme ya no son aquellos indios aguerridos que encontraron los
españoles ni aquellos indómitos guerreros del porfiriato y la revolución, lo más importante
es que permanecen siendo yaquis.
122
Anexo
Tabla 1
Superficie cosechada con las aguas del río Yaqui191
Ciclo Agrícola Distrito No. 41 Distrito No. 18
1948-1949 665
1949-1950 1,646
1950-1951 2,077
1951-1952 3,177
1952-1953 126,081 3,023
1953-1954 154,427 5,907
1954-1955 209,509 5,940
1955-1956 213,232 5,573
1956-1957 221,848 6,653
1957-1958 212,594 6,961
1958-1959 226,492 12,433
1959-1960 220,648 8,830
1960-1961 258,916 11,126
1961-1962 255,610 10,403
1962-1963 234,853 15,002
1963-1964 256,079 16,430
1964-1965 244,953 17,178
1965-1966 213,325 15,391
1966-1967 291,041 14,838
1967-1968 309,461 16,628
1968-1969 328,624 15,913
Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización, Oficina de Coordinación #6442,
15/sept./1971
Tabla 2
Superficie regada y volúmenes utilizados
Distrito de riego No. 41 “Río Yaqui” Distrito de riego No. 18 “Colonias
Yaquis”
Ciclo Superficie
Regada
(has)
Volumen
Millones
de m3
Lamina
Bruta
Superficie
Regada
(has)
Volumen
Millones
de m3
Lamina
Bruta
1957-1958 212,765 1869.410 0.88 7,517 85.559 1.14
1958-1959 226,791 1956.161 0.86 14,864 147.135 0.99
1959-1960 221,580 2178.401 0.98 9,995 125.236 1.26
1960-1961 259,457 2553.064 0.98 12,374 189.673 1.53
1961-1962 255,763 2239.946 0.88 10,974 142.158 1.29
1962-1963 225,935 1978.203 0.88 15,072 191.994 1.27
191
Eduardo Huarte, Apuntes sobre la Tribu Yaqui y el riego de sus tierras, Escuela Nacional de Agricultura,
1976, p. 90
123
1963-1964 247,106 2161.257 0.88 16,650 227.017 1.36
1964-1965 239,257 2206.752 0.92 17,311 207.607 1.20
1965-1966 205,684 2050.129 1.00 15,736 209.220 1.33
1966.1967 15,020 222.427 1.48
1967-1968 203,803 2091.795 1.03 14,450 170.904 1.18
1968-1969 202,213 3046.452 1.51 15,290 202.099 1.32
Nota.- Comprende: Superficie con un solo cultivo y con dos cultivos en el ciclo agrícola.192
192
Eduardo Huarte, Apuntes sobre la Tribu Yaqui y el riego de sus tierras, Escuela Nacional de Agricultura,
1976, p XVI
124
Documento 1
Carta de la Comunidad Indígena Yaqui al Presidente Lázaro Cárdenas
“Al margen izquierdo un sello con el Escudo Nacional que dice: Estados Unidos
Mexicanos.TRIBU YAQUI.Pueblos Vicam.GOBERNADOR.Al centro: Al C.
Presidente de la República.Lázaro Cárdenas.Palacio Nacional.México, D. F., Tenemos
el alto honor de poner en su superior conocimiento de usted que desde hace muchos años
esta Tribu Yaqui ha sufrido mucho. Desde el año de 1533, fecha en que los españoles
empezaron la guerra con el Yaqui, y después en el año de 1838, principiaron una guerra
tenaz contra esta Tribu Yaqui para traicionarla; es decir, para acabar con el Yaqui, no es
porque vivían tranquilos, nada más porque hombres blancos ambiciosos que están
radicados en el Yaqui esos hombres dan malas noticias al Gobierno, titulan de bandidos al
Yaqui siendo ellos mismos los promotores de todo, hasta la fecha siguen con la misma idea
que tienen contra esta Tribu Yaqui, según tenemos conocimiento que en la región del
Yaqui todavía existen los porfiristas del Gobierno pasado, que tienen expropiado gran
extensión de terrenos que pertenecen a esta Tribu Yaqui, por lo que frecuentemente
estamos en pleitos con el Gobierno de antaño de Sonora. Los terrenos expropiados por los
blancos que a continuación expresamos, el campo denominado los Guarachis está ocupado
por un señor de nacionalidad extranjera cuyo nombre no reconocemos, en el campo que le
dicen Palo Parado también está ocupado por unos blancos, así como también el pueblo de
Bacum y el de Cócorit son terrenos que pertenecen a esta Tribu Yaqui, actualmente
ocupados por los yoris, y por último el punto denominado Cajeme que actualmente le
nombran C. Obregón los terrenos que tienen cultivados en aquel lugar y que están
ocupados por los blancos, son propiedades de la Tribu Yaqui, por lo que los Gobernadores
de los ocho pueblos así como todo el pueblo en general rogamos a usted muy
respetuosamente a fin de que los terrenos que nos fueron quitados en épocas pasadas por
los hombres ambiciosos que nos sean devueltos de una manera definitiva, para el progreso
de la Tribu Yaqui, como lo han publicado en el periódico Universal de 14 de diciembre del
año pasado, ya que el gobierno de su digno cargo quiere que vivan tranquilamente el
Yaqui, solamente de esa manera puede progresar la Tribu Yaqui sin que lo molesten para
nada, por lo que esta Tribu Yaqui los Gobernadores de los ocho pueblos así como pueblos
en general, jefes, oficiales y tropa quedan muy agradecidos de usted.Reitero a usted mi
atenta consideración.Sufragio Efectivo. No Reelección.Vicam, R.Y. Son., a 17 de
febrero de 1937.El Gobernador de la Tribu Yaqui.Ignacio Lucero.Rúbrica.”193
Documento 2
Carta de Lázaro Cárdenas al pueblo Yaqui
“Al C. Ignacio Lucero,
Gobernador de la Tribu Yaqui.
Vicam, R. Y., Son.México.
He tenido el gusto de recibir a la Comisión presidida por el C. Capitán 1º Porfirio
Buitimea que en representación de los Gobernadores, Jefes, Oficiales y Tropa y Pueblos en
general de la Tribu Yaqui, ha venido a traerme un cordial saludo, que mucho les agradezco,
193
Claudio Dabdoub, op. cit., p. 223-224
125
esperando tener la satisfacción de visitarlos en el próximo viaje que haré al Estado de
Sonora.
De manos del propio Capitán Buitimea he recibido la solicitud que hace usted a
nombre de toda la población Yaqui, para que le sean devueltos los terrenos que manifiestan
han pertenecido a la propia Tribu Yaqui.
El gobierno que presido desea que impere la justicia en todas partes y se empeña
particularmente en que toda la población indígena del Territorio Nacional, entre en
posesión definitiva de las tierras a que tienen derecho, y se les den las garantías necesarias,
que disfruten de paz y que puedan con su propio esfuerzo y con la ayuda del Gobierno,
mejorar sus condiciones culturales y económicas para bien de toda la familia mexicana.
Con relación a la Tribu Yaqui, el Gobierno reconoce que la actitud Bélica de
ustedes desde la época de la Conquista, fue siempre justa defensa de sus tierras; parte de
cuyas tierras han venido pasando a poder de distintas personas por venta o donación que
hicieron gobiernos anteriores.
Actualmente nos encontramos que en la zona del Yaqui existe una numerosa
población que posee pequeñas fracciones de tierras y otros que no poseyendo nada, esperan
que el gobierno aplique la Ley Agraria en las propiedades afectables de la región del
Yaqui, como en Cajeme y otros pueblos. Sin embargo, como existen grandes extensiones
de tierras que ni la Tribu ni la demás población alcanzan a cultivar, el Gobierno considera
que a la Tribu Yaqui debe ponérsele en posesión definitiva de todas las propiedades y
aguas que les sean suficientes para la población que cuenta hoy radicada en Sonora y
también para los contingentes yaquis que por distintas causas se encuentran fuera del
Estado. Y al efecto una comisión designada por este Ejecutivo, está por terminar el estudio
sobre la extensión que deberá reconocerse a ustedes como de su exclusivo
aprovechamiento.
A la fecha se está construyendo la Presa de la Angostura, sobre el Río Yaqui, presa
que dará el agua necesaria para irrigar las tierras, proponiéndose el Gobierno llevar a cabo
en toda la extensión que se señale a la Tribu Yaqui, así como en las tierras de la demás
población, nuevos canales de irrigación, vías de comunicaciones, saneamiento, escuelas y
todo aquello que pueda ayudar a mejorar sus condiciones de vida.
El Gobierno ve con agrado y con profunda simpatía que la Tribu Yaqui se esté
dedicando a aumentar día a día el cultivo de las tierras, y los felicita por ello, ya que esta
línea de conducta de ustedes viene a justificar una vez más el concepto que tiene el
Gobierno de la Revolución sobre la moral y capacidad de nuestra raza indígena.
El Gobierno Federal está desarrollando un programa de mejoramiento en el seno de
todas las tribus indígenas del país, pero para su eficaz realización es indispensable terminar
con las divisiones, odios y rencores que por culpa de otras generaciones, y también por
egoísmos y pasiones de la generación de hoy, han venido prevaleciendo hasta nuestros días.
En el caso especial de la Tribu Yaqui, debe tomarse en consideración que los
sacrificios y vidas que perdieron durante el largo periodo de lucha armada, fueron por igual
de una y otra parte y que las consecuencias de aquella lucha, deben darse por liquidadas ya,
para que las nuevas generaciones no hereden las dificultades y las injusticias de sus
mayores actuando en lo sucesivo con un espíritu de cordialidad para bien de toda la familia
mexicana.
En la visita que haga a Sonora platicaré con ustedes y con los vecinos radicados en
los pueblos del Yaqui, para dejar terminado este serio problema que ha subsistido por
siglos y por el que se han sacrificado esfuerzos de toda la nación; esperando encontrar en
126
ustedes mismos un espíritu de comprensión y contar también con la cooperación de todo el
pueblo de Sonora a fin de que logremos hacer surgir en toda la región del Yaqui, pueblos
prósperos en que prive la confianza y la alegría.Reitero a ustedes las seguridades de mi
estimación.Sufragio Efectivo, No Reelección.México, D. F., septiembre 26 de
1937.El Presidente de la República, Lázaro Cárdenas.”194
Documento 3
Resolución que Titula definitivamente y precisa la ubicación de los terrenos que se
restituyen a la Comunidad Indígena Yaqui, del Estado de Sonora.
Al margen un sello que dice: Poder Ejecutivo Federal. Estados Unidos
Mexicanos. México. Departamento Agrario.
VISTOS el acuerdo presidencial dictado el 27 de octubre de 1937, restituyendo las
tierras de riego, pastos, montes y cerriles, reconocidas a la Comunidad Indígena Yaqui, del
Estado de Sonora, y las disposiciones presidenciales de 10 y 12 de junio de 1939, sobre el
mismo asunto, se expide la presente resolución en donde se precisan los puntos a que se
sujetará el deslinde y amojonamiento de las tierras que se restituyen y que servirá de
titulación definitiva a favor de los núcleos de población de la propia Comunidad, de
acuerdo con las disposiciones relativas del artículo 27 de la Constitución General de la
República y Leyes Reglamentarias sobre la materia:
PRIMERO. Ajustándose al plano aprobado y suscrito por este Ejecutivo Federal,
plano que se anexa como complemento de esta resolución, el deslinde y amojonamiento de
las tierras que se restituyen a la Comunidad Indígena Yaqui, Sonora, se ejecutará siguiendo
los linderos que a continuación se precisan: a partir de la punta sur de la isla de Lobos, con
rumbo noreste, hasta llegar al vértice suroeste del cuadrilátero de San José; de este punto,
con rumbo norte, por el lindero occidental del cuadrilátero mencionado, se pasa al río,
aguas arriba, hasta llegar al punto en que esta margen cruza el lindero sur de los terrenos de
Buenavista; de este cruce, siguiendo el lindero sur señalado, hacia el poniente, hasta la
esquina suroeste de los referidos terrenos de Buenavista; de este punto, por todo el lindero
occidental de los repetidos terrenos de Buenavista, con rumbo noreste, hasta la esquina
noroeste de esos mismos terrenos; de este punto, en línea recta, con rumbo noroeste, hasta
llegar al lugar denominado Sahuaral; de este punto, línea recta, con rumbo noroeste hasta el
picacho Moscobampo, de este punto línea recta con rumbo suroeste, pasando por la
estación del Ferrocarril Sud-Pacífico llamada “Las Guásimas”, hasta el litoral del Golfo de
California, incluyendo la isla de Lobos, hasta llegar al punto de partida.
SEGUNDO. La Comunidad Indígena Yaqui podrá disponer cada año agrícola,
hasta de la mitad del caudal que se almacenará en la presa de La Angostura, para fines de
riego de sus propias tierras
194
Claudio Dabdoub, op. cit., pp. 224-225
127
Las extracciones deberán corresponder a las necesidades agrícolas de su zona
irrigable en la margen derecha del citado río, independientemente del aprovechamiento de
las aguas no controladas en la presa La Angostura
El derecho que se otorga a la comunidad Indígena Yaqui de dichas aguas, autoriza a
los núcleos de población de la misma Comunidad, a disponer de las aguas que les
correspondan a medida que las tierras de su propiedad que vayan abriendo al cultivo, lo
requieran.
TERCERO. El Departamento Agrario designará desde luego el personal que se
encargue de ejecutar el deslinde y amojonamiento a que se contrae el punto primero, cuyos
trabajos están gestionando se realicen, los comisionados de la Comunidad.
CUARTO. La Secretaría de Agricultura y Fomento comisionará también
personal que, conjuntamente con el designado por el Departamento Agrario, lleve a cabo
esos trabajos de deslinde y amojonamiento y dé cumplimiento a los acuerdos y
disposiciones presidenciales dictadas a favor de la Comunidad Yaqui, encomendados a
dicha Secretaría.
QUINTO. La presente resolución sirve de titulación definitiva a favor de los
núcleos de población de la Comunidad Indígena Yaqui, de los terrenos especificados en el
punto primero de la misma.
A treinta de septiembre de mil novecientos cuarenta.El Presidente Constitucional
de los Estados Unidos Mexicanos. El jefe del Departamento Agrario195
195
Comunidad Indígena Yaqui, op. cit., p. 17-19
128
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