los chozos españoles
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Rosa Abenójar 18/09/2015
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Después de mi accidente de bicicleta, mis padres nos
castigaron sin poder ir al arroyo y a su pequeño puente a
coger agua para nuestros huertos infantiles, así que había
que pensar en hacer otra cosa para divertirnos. Pensando,
pensando… decidimos hacernos un chozo cada uno para
pasar nuestros ratos libres viviendo en ellos.
Al lado del rio había muchas cañas que podíamos utilizar
para su construcción, teníamos que convencer a mis
hermanos mayores que se pasaban todo el día en el rio,
así que les pedimos ayuda para que nos cortaran las
cañas y dicho y hecho, empezamos un ir y venir del rio al
huerto de mi padre con nuestras cañas cortadas, nos daba
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igual que estuviésemos a 40ºC a la sombra y en poco
tiempo tuvimos todos los materiales en el terreno que nos
había dejado mi padre sin plantar del huerto, para que
jugásemos. Los hicimos al estilo de los que veíamos en
las películas de indios y del Oeste, clavábamos nuestras
cañas en círculos, dejando un hueco por donde podíamos
entrar, las atábamos todas juntas en la parte de arriba
para formar el tejado con una cuerda, luego cubrimos las
cañas con unas telas viejas que le cogimos a mi madre
para que no nos entraran moscas y, listo.
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De esta manera hicimos nuestro poblado. Allanamos y
barrimos el terreno y empezamos a traernos botes de
conservas y latas para guardar nuestras cosas como
chapas y bolas de cristal, muñecas de trapo, indios y
vaqueros de plástico y unos cuantos utensilios de la cocina
de mi madre para hacer comiditas para los visitantes, lo
que más teníamos en nuestra despensa del chozo eran
unas bolitas aplastadas que tenían las malvas locas que
pelábamos y le llamábamos panecitos y las semillas de los
periquitos que abundaban en el arriate de la casa.
En realidad habíamos visto en el paisaje de Andalucía y
Extremadura muchos chozos cuando éramos pequeños, ya
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que se utilizaban en los campos de labor o en ganadería.
El chozo era una construcción de bajo coste y
arquitectura poco compleja que mantuvieron en muchos
pueblos de España: porqueros, pastores, carboneros,
guardas, etc. utilizándolo como vivienda ocasional y
algunas veces se convirtió también en permanente.
Recuerdo haberle oído comentar a mi tía una vez, aquello
del año 1936, que huyendo de las bombas que lanzaban
en el pueblo, se fueron al campo de unos parientes y
vivieron unas semanas en uno de ellos hasta que una
noche se fueron a acostar y vieron que el chozo había sido
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tomado por una culebra y sus crías, mi tía que no las
podía ver ya que se ponía enferma, prefirió volverse al
pueblo aunque bombardearan otra vez.
El Chozo (o pequeña choza) es un refugio de ramaje o
piedra que se construía tanto a la intemperie en zonas
montañosas como en los sotos, baldíos o dehesas de los
campos, y que era utilizado por pastores y agricultores
para pernoctar junto al rebaño o protegerse de las
inclemencias del tiempo, durante las labores campesinas.
De estructura circular y acabado en forma cónica para
impedir que el agua de la lluvia penetre en el chozo. La
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cubierta puede estar hecha con diferentes tipos de escoba,
impermeable y fácil de sujetar. En España, fue un recurso
tradicional de los cabreros y pastores trashumantes. En
amplias zonas de las provincias de Cáceres, Soria,
Navarra, Álava y La Rioja hay un tipo de chozo o
choza construido íntegramente de piedra en las tierras de
labor o pastoreo alejadas del pueblo y que servía para
almacenar las herramientas y guarecerse del mal tiempo, y
como almacén provisional de los productos cosechados
(patatas, castañas, centeno, maíz, etc.).
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Un tipo singular de chozo, común en casi todo el mundo,
es el utilizado por los pastores para dormir junto a
apriscos o rediles improvisados en el terreno, cambiando
cada noche de lugar para dormir; en concreto en parte de
España se trataba de un cajón de madera fácil de
transportar.
La arquitectura tradicional tiene unas características
universales comunes a todos los pueblos y países del
Chozo móvil de pastor. El Torno, Cáceres (Extremadura, España).
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mundo: la arquitectura de lo disponible en el lugar. Uno
de los modelos más singulares de la arquitectura
tradicional en Extremadura es el chozo. Destaca por su
respeto al entorno y a la naturaleza del lugar. Ha sido
una respuesta a las necesidades físicas y espirituales de un
colectivo.
Se denominan chozos a todos aquellos espacios de
habitación permanente o temporal de pastores y
campesinos que reúna las mínimas condiciones de
habitabilidad. Son construcciones de un alto sentido
utilitario exentos de ornamentación, donde los materiales
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utilizados marcan el carácter y definen la forma. Son
idóneos para el mundo rural con bajo coste, dando
repuesta a las necesidades de proporcionar una habitación
temporal o permanente. Es utilizado de forma
generalizada como albergue, almacén o establo.
La tipología extremeña es edificación de planta circular,
paredes de piedra, levantada con la técnica de “piedra
seca” de poca altura y escasos vanos, cerradas en unos
casos por una falsa cúpula y en otros por una cubierta
vegetal o con techumbre de tejas. También existieron otra
clase de chozos hechos enteramente de materiales vegetales,
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pudiendo ser fijos o móviles, aunque su prolongación en el
tiempo es corta, se siguen construyendo en algunos
lugares para las fiestas o eventos culturales.
Según los materiales empleados y su fabricación en
Extremadura pueden ser de 4 tipos:
Tipo 1
Hechos íntegramente de materiales vegetales, fijos o
móviles. De planta circular y estructura cónica con varas
y rollizos de madera, cubriéndolos de ramajes u otras
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materias vegetales cosidas al armazón de la estructura,
principalmente de escoberas, encas, juncos o bálago de
centeno. Los chozos portátiles de estructura trenzada de
paja formando una sola pieza, constituyen una tipología
específicamente extremeña. Su versión más reducida era
para ser trasportada, llamándose “chozos de muda”,
siendo adecuado para los pastores. Se transportaban
sobre lomos de burros conducidas por personas o carros.
Los chozos de mayor tamaño “llamados familiares” eran
fijos y no se mudaban, residían el pastor y su familia, A
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veces tenían uno para el matrimonio y otro para los hijos,
no siendo infrecuente que existiesen un grupo de tres o
cuatro, cuando era una familia la que ocupaba la majada,
colocándolos separados por si ardía alguno y no prendiese
a los demás. En ocasiones había otro para elaborar el
queso y todos los utensilios y uno pequeño para guardar
las gallinas. Este tipo de chozo según su material y el
lugar se llama: chozo de centeno, de cuelmo, de bardo, de
monte, de bálago y los chozos de planta rectangular
vegetales son llamados de potreras, por estar realizados
con renuevos de los olivos, también son llamados “chozos
Soria
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de guarda” ya que cobijaban al guarda de la finca
asignada hasta la recogida de la cosecha.
Tipo 2
Los chozos de este tipo son construcciones de planta
circular con paredes de piedra y cubierta vegetal de forma
cónica, realizada con rodillos de madera y bálago de
centeno o ramajes diversos como escobas, “juncias” y
helechos, sostenida acaso por un poste central. Son
conocidos por “chozos de horma” porque los muros del
Valladolid
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habitáculo fueron levantados según la técnica de piedra
seca, es decir, piedra sobre piedra sin utilizar ningún tipo
de aglomerante para trabarlas. Este tipo de chozo lo
encontramos principalmente en La Vera.
Tipo 3
Son los chozos construidos íntegramente de piedra
granítica o pizarrosa, que presentan una planta circular o
redondeada, cuyas paredes se van cerrando y forman una
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falsa cúpula por el procedimiento de aproximación de
hiladas del mismo material que los muros.
Tipo 4
De planta oval o circular y paredes de piedra, adobe o
ladrillo. La cubierta se realizaba con un armazón de
palos sobre la viga cumbrera que se cubría con tablas,
cañizo, escoberas o “ripias”. Y en muchos casos, además,
se colocaba encima una gruesa capa de barro para una
mayor impermeabilización de la cubierta. Finalmente la
construcción era techada con teja curva árabe y tenían
chimenea. La vertiente de la cubierta podía estar a una o
dos aguas. En algunas comarcas, como en La Siberia, se
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los denomina “chozos de teja”.
En Andalucía una buena choza debía de llevar bastante
pasto, pero este no se podía poner de cualquier forma, por
eso la técnica de elaboración y cosido pasaba de padres a
hijos. No solo había chozas de pastos entera, sino, que
las personas con un poco más de dinero se construían los
llamados casarones. Los casarones eran unas chozas
mucho más resistentes, con las paredes de piedra o
ladrillos y el techo de pastos.
Se necesitan unos palos bastantes largos que sirven de
peones, en segundo lugar se necesitan unos palos más
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pequeños para formar las dos aguas del techo, estos palos
llamados costillas se ponen apoyados sobre el palo de
cumbrera. Cuando están ya colocados los peones, la
cumbrera y las costillas, se comienzan a poner sobre los
palos de costillas las cañas que sirven de soporte para
aguantar el pasto , las cañas puestas verticalmente se
llaman “padrones” y las que se ponen horizontalmente
“latas”. Sobre las cañas se coloca el pasto que se cose
con tomiza (soguilla de esparto) y una aguja de hierro.
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En la última vuelta se coloca una caña encima del pasto,
esta caña rodea todo el techo. Por último se coloca las
puertas y ventanas de las que ya habíamos dejado los
huecos anteriormente.
Aunque la mayoría de sus tipologías y formas eran
construidas por sus propios moradores con unos
conocimientos transmitidos de generación en generación, e
incluso de manera intuitiva; en ciertos casos existían
artesanos especializados en techar con materiales
vegetales, los “choceros”, o bien albañiles que realizaban
por encargo la construcción de chozas de mampostería,
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tapial, bóvedas, cúpulas, etc. este tipo construcciones, hoy
ya deshabitadas o ruinosas, se están catalogando, poco a
poco, con la imperiosa circunstancia de que, corren el
peligro de desaparecer definitivamente. Aun así, muchas de
ellas quedaron fotografiadas o grabadas en el recuerdo, de
muchos de nuestros abuelos y bisabuelos, quienes nos
cuentan ahora, como se hacían, como se vivía y multitud
de detalles sobre estas ancestrales viviendas.”
Los Chozos es una ruta de Cogeces del Monte. Pero
más que una ruta son lugares, pues Cogeces ha sabido
mantener tres magníficos chozos en perfecto estado. En
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todas las comarcas de vallejos y cerros de esta provincia,
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abundaron estos chozos ganaderos, que fueron una
auténtica necesidad para los pastores de todas las épocas
anteriores a la nuestra, pues pasaban varios días con los
rebaños lejos de sus casas.
Los guardaviñas, chozas o chozos, son edificaciones
rurales de piedra, de una sola planta, típicas de La
Rioja, casi siempre de forma circular y con una falsa
cúpula. Surgen a finales del siglo XIX, la mayoría se
encuentran en la Rioja Alta, en especial en Ábalos,
Briones, San Asensio y San Vicente de la Sonsierra.
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Se utilizaban como refugio de agricultores de la vid y sus
animales de labor ante las inclemencias del tiempo.
También fueron usados por las instituciones de Guardas
de Campo, para vigilar desde estos emplazamientos las
cosechas.
La mayoría están construidos prácticamente en seco, con
piedras colocadas con escasísimo aporte de argamasa.
Para levantarlos, se partía de un zócalo muy resistente en
el que se iban colocando hileras de piedras casi siempre
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planas. Una vez colocadas piedras hasta una buena
altura, se continuaba haciendo círculos de menor diámetro,
hasta conseguir que se estrechase tanto el círculo que
bastase con una sola piedra para cerrar el techo. En La
Rioja se han localizado 68 construcciones de este tipo.
En el Páramo de Bricia, Orbaneja del Castillo
(Burgos), hay dos conjuntos monumentales de chozos con
cubierta volada por aproximación de hiladas de piedras,
separados por poco más de un kilómetro en línea recta.
Los llaman los "Chozos de LaLaguna" y los "Chozos
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del Para". En total habrá más de una veintena y sólo en
4 o 5 se ha desplomado alguna parte, si bien el chozo es
perfectamente reconstruible.
3 clases:
Chozo circular: hecho enteramente de piedra, tanto paredes
como techo en falsa bóveda. Son los más numerosos.
Tienen un diámetro interior de unos 280cm. Y una vez
alcanzada una altura 80-85cm se inicia la falsa bóveda
por medio de piedras alargadas, que se van cerrando
paulatinamente, hasta dejar en la clave (a uno 250cm de
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altura) un agujero para salida del humo, que se tapa con
una losa. La puerta de entrada tiene una altura de unos
100cm por 85 de ancho.
Chozo rectangular con pequeño murete para el ganado:
Totalmente de piedra. De parecidas dimensiones a los
anteriores, está hecho con más esmero, con las piedras
mejor colocadas.
Chozos cuadrangulares adheridos: hay varios chozos
unidos, con unas dimensiones de 240cm de lado y una
altura de 240 en su parte más alta.
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Chozo en Lumbrales, Salamanca:
Chivitera
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Las cubiertas vegetales suponen un método de
climatización pasiva que está presente en nuestra
arquitectura desde el neolítico.
Existían muy variadas tipologías y formas, dependiendo
de los usos a los que se destinaban. Por un lado, en toda
la comarca de Los Pedroches y Alto Guadiato, desde
Cardeña a Fuente Obejuna, se construían algunos de tipo
vegetal, como los pequeños chozos portátiles o
desmontables: “de culatas o mamparas”, “rosqueras” y
“chozuelos”, para el majadeo y vigilancia de los rebaños.
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Todos ellos eran realizados mediante la técnica del cosido
de juncos o paja de centeno sobre un armazón de varas
flexibles. Incluso se hacían unos mínimos para las
gallinas o los perros.
Igualmente se construían todo tipo de refugios para el
ganado, con técnicas y formas similares a los refugios
para personas (zahurdas, zahurdones, cuadras, tinaos,
cabrerizas, borregueras, etc.). También se daba este
fenómeno en determinados pueblos y aldeas, donde el nivel
social no permitía la disponibilidad de viviendas tejadas.
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Con unas formas más complejas, podremos apreciar en el
paisaje, especialmente en el término de Hinojosa del
Duque y Los Blázquez, unas construcciones circulares
realizadas con cúpulas semiesféricas de ladrillo, algunas
recubiertas de un tejado cónico y con chimeneas.
Frase: caerse los palos del sombrajo o caerse los palos del
chozo: Es una expresión que indica sorpresa ante alguna
circunstancia inesperada. Puede ser una sorpresa a la par
que disgusto.
Ejemplos:
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-Llevaba un año trabajando en mi proyecto, cuando vi
que Antonio terminó el suyo en dos meses, se me cayeron
los palos del sombrajo.
– Creía que Iluminada era una buena persona, cuando
me enteré de que había estado robando en su trabajo se
me cayeron los palos del sombrajo
– Se me cayeron los palos del sombrajo al ver que tenía
la mejor nota de la clase. ¡No había estudiado nada!
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Hay un dicho que dice así: ¿ves la choza? Así es el
pastor.
O “viendo el chozo se ve el melonero “, “viendo el chozo
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se ve el guarda” y “viendo la choza se ve al habalero”
(guarda de las habas).
En el periodo industrial se fabricaron chozas en los
lugares de extracción de materias primas, como ejemplo:
en las minas de carbón de Peñarroya-Puelonuevo
(Pueblonuevo del Terrible) para los mineros que llegaban
de otros lugares de España o en bosques para los
jornaleros.
CERRO DE LOS CHOZOS – PEÑARROYA-PUEBLONUEVO (CÓRDOBA)
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La choza agrícola no necesitaba ningún permiso, en
cambio las chozas que persistieron en las afueras de los
pueblos conviviendo con casas de obras, para poder
construirla se necesitaba un permiso del ayuntamiento e
intercediendo con la parroquia. Aunque lo más habitual
era hacerlas ilegalmente.
Se cogía un terreno al lado de otra choza, preparando
palos y pasto para su construcción y de noche, con la
ayuda de los vecinos se levantaba. Al día siguiente
pasaban los municipales, echaban la multa pero dejaban
la choza en pie. Con los años se convirtieron en casas con
Poblados mineros en Sierra Morena
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paredes de obras, cambiando la paja por tejas y fueron
desapareciendo. Las chozas no tenían habitaciones, el
interior se separaba con una cuerda donde se ponían
mantas y telas, se hacían poyetes para los utensilios de
cocina y lavar, se hacían camastros de madera con colchón
de paja, donde dormían varias personas y se iluminaban
de noche con candiles y lámparas de carburo. Para evitar
incendios y olores, si era posible se cocinaba fuera o en
otra choza.
Generalmente, estas precarias construcciones respondieron
a un tipo muy frecuente caracterizado por su pequeño
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tamaño y el uso de materiales deleznables, como puede
rastrearse en torno a las minas de Tinoca (Arronches,
Portugal), Riotinto, Cerro Muriano, Peñarroya o
Puertollano.
La venida masiva de inmigrantes que acompañó al boom
de la minería y la industria, trajo consigo el crecimiento
descontrolado de los poblados mineros de Sierra Morena,
que durante el siglo XIX se convirtieron, a menudo, en
espacios desordenados, tendentes al hacinamiento, ruidosos
e insalubres. Los recién llegados tuvieron que asentarse
con frecuencia en suburbios marginales donde la vida
íntima sólo podía desarrollarse en un ambiente de pobre
calidad y carente de las condiciones mínimas de
Riotinto
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habitabilidad, lo que no pocas veces generó entre los
mineros cierto sentimiento de exclusión social. Así ocurrió,
por ejemplo, en Linares (Jaén) -donde en un cuarto mal
ventilado podían dormir hasta doce hombres-, en las minas
del SE peninsular, o en Riotinto durante los primeros
años de explotación británica.
En 1873, Rio Tinto Company adquirió las minas de
Riotinto y planteó como problema el traslado de los
trabajadores desde sus hogares hasta el puesto de trabajo
y, teniendo en cuenta únicamente premisas económicas,
planificó la construcción de viviendas donde ya los mineros
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habían construido chozas para pernoctar cerca del lugar
de trabajo. De esta forma la compañía se limitó a
sustituir las chozas o cabañas por edificaciones más
duraderas, construyendo barriadas en el lugar elegido por
los mineros. Se comenzó con la construcción de 100
viviendas, de 45 metros cuadrados, reduciendo las
necesidades de alojamiento hasta su mínima expresión.
Septiembre 2015
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