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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!
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© Libro No. 1387. Mujer, Feminismo y Socialismo. Alan Woods & Federación de
Estudiantes Marxistas, Gran Bretaña. Colección E.O. Enero 10 de 2015.
Título original: © Mujer, Feminismo y Socialismo. Alan Woods- Federación de
Estudiantes Marxistas, Gran Bretaña
Versión Original: © Mujer, Feminismo y Socialismo. Alan Woods & Federación de
Estudiantes Marxistas, Gran Bretaña
Circulación conocimiento libre, Diseño y edición digital de Versión original de
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Colección Emancipación Obrera
IBAGUÉ-TOLIMA 2015 GMM
¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!
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© Libro No. 1387. Mujer, Feminismo y Socialismo. Alan Woods & Federación de
Estudiantes Marxistas, Gran Bretaña. Colección E.O. Enero 10 de 2015.
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¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!
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Mujer, Feminismo
y Socialismo
Alan Woods - Federación de Estudiantes Marxistas,
Gran Bretaña
¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!
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CONTENIDO
La mujer y la lucha por el socialismo. Alan Woods
Marxismo y feminismo en el movimiento estudiantil. Federación de Estudiantes Marxistas, Gran Bretaña
¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!
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La mujer y la lucha por
el socialismo Escrito por:
Alan Woods
¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!
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Para los marxistas, el origen de todas las formas de opresión se encuentra en
la división de la sociedad en clases. Pero la opresión puede tomar muchas
formas. Junto a la opresión de clase nos encontramos con la opresión de una
nación sobre otra, la opresión racial y la opresión de la mujer.
Los marxistas deben luchar contra la opresión y la discriminación en todas
sus formas, al tiempo que señalan que sólo una transformación radical de la
sociedad y la abolición de la esclavitud de clase pueden crear las condiciones
para la abolición de la esclavitud en todas sus manifestaciones y el
establecimiento de una sociedad verdaderamente humana basada en la
igualdad, la justicia y la libertad.
La opresión de la mujer no ha existido siempre. De hecho, la familia tal como
la conocemos hoy en día no siempre ha sido así, sino que es una forma
transitoria. El marxismo explica que surgió junto con la sociedad de clases,
la propiedad privada y el Estado. La opresión de la mujer es tan antigua como
la división de la sociedad en clases. Por tanto, su abolición depende de la
abolición de las clases, es decir, de la revolución socialista.
Esto no quiere decir que la opresión de la mujer desaparecerá
automáticamente cuando el proletariado tome el poder. La herencia
psicológica de la barbarie de clase será finalmente superada cuando se creen
las condiciones sociales para el establecimiento de auténticas relaciones
humanas entre hombres y mujeres. Pero a menos que el proletariado derroque
el capitalismo y establezca las condiciones para el logro de una sociedad sin
clases, la emancipación verdadera de la mujer no será posible.
Tampoco significa que la mujer debe esperar a la revolución socialista para
resolver sus problemas y, mientras tanto, someterse humildemente a la
discriminación, la humillación y la dominación masculina. Por el contrario,
sin la lucha diaria para mejorar bajo la actual sociedad, la revolución social
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sería impensable. Es precisamente a través de la lucha por los avances
parciales y las reformas que la clase obrera en su conjunto aprende, desarrolla
su conciencia, adquiere un sentido de su propio poder y se eleva hasta el nivel
exigido por las grandes tareas históricas.
Muchas jóvenes toman primero conciencia de la necesidad de cambiar la
sociedad existente a través de la lucha por los derechos de la mujer. Están
motivadas por un sentido ardiente de la injusticia en el trato brutal de la mujer
en una sociedad que proclama hipócritamente su adhesión a la democracia y
a la justicia, mientras relega a la mitad de la humanidad a una situación de
degradante desigualdad, discriminación y opresión de todo tipo.
La necesidad de la revolución
Hay muchas reivindicaciones por las que podemos y debemos luchar ahora:
por la ilegalización de todas las formas de discriminación en la sociedad y en
el puesto de trabajo; por un salario igual por un trabajo de igual valor; por el
derecho al aborto y al divorcio; por el fin de la discriminación contra las
familias monoparentales; por la protección de las mujeres contra la violencia
de género; acción contra el acoso sexual, la violación y la violencia
doméstica; por una casa y un puesto de trabajo para todo el mundo; por el
cuidado infantil gratuito y de alta calidad, y demás.
Todo esto es absolutamente necesario. Sin embargo, la emancipación de la
mujer nunca puede ser plenamente lograda sobre la base de una sociedad
donde la inmensa mayoría está dominada, controlada y explotada por los
banqueros y los capitalistas. Para terminar con la opresión de la mujer, es
necesario poner fin a la propia opresión de clase. La lucha por la
emancipación de la mujer, por tanto, está vinculada orgánicamente a la lucha
por el socialismo.
Con el fin de llevar a cabo la revolución socialista, es necesario unir a la clase
obrera y a sus organizaciones, superando todas las barreras de idioma,
nacionalidad, raza, religión y sexo. Esto implica, por un lado, que la clase
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obrera tome sobre sí la tarea de luchar contra todas las formas de opresión y
explotación, poniéndose a la cabeza de todas las capas oprimidas de la
sociedad y, por otro, que rechace con decisión todos los intentos de división
–incluso cuando estos intentos vienen de sectores de los propios oprimidos–
.
Hay un paralelo bastante exacto entre la posición marxista sobre la mujer y
la posición marxista sobre la cuestión nacional. Tenemos la obligación de
luchar contra todas las formas de opresión nacional. Pero, ¿significa esto que
apoyamos el nacionalismo? La respuesta es no. El marxismo es
internacionalismo. Nuestro objetivo no es erigir nuevas fronteras, sino
disolverlas todas en una federación socialista mundial.
Los nacionalistas burgueses y pequeño burgueses desempeñan un papel
pernicioso dividiendo a la clase obrera en líneas nacionales y jugando con los
sentimientos comprensibles de resentimiento causados por largos años de
discriminación y opresión a manos de la nacionalidad opresora. Lenin y los
marxistas rusos libraron una lucha implacable, por un lado, en contra de todas
las formas de opresión nacional, pero también, por otro lado, en contra de los
intentos de la burguesía y de los nacionalistas pequeñoburgueses de hacer uso
de la cuestión nacional con fines demagógicos. Insistieron en la necesidad de
unir a la clase obrera de todas las nacionalidades en la lucha contra el
latifundismo y el capitalismo como la única verdadera garantía para una
solución duradera de la cuestión nacional en una federación socialista.
En otras palabras, los marxistas abordan la cuestión nacional exclusivamente
desde el punto de vista de clase. Es lo mismo con la actitud de los marxistas
hacia la opresión de la mujer. Si bien luchamos contra todas las formas de
discriminación y opresión, debemos rechazar decididamente cualquier
intento de presentar el problema como un conflicto entre el hombre y la
mujer, y no como una cuestión de clase. Cualquier división entre diferentes
grupos de trabajadores: las mujeres contra los hombres, los negros contra los
blancos, los católicos contra los protestantes, los sunitas contra los chiitas,
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sólo puede perjudicar a la causa de la clase obrera y ayudar a perpetuar la
esclavitud de clase.
La mujer y la revolución
En realidad, toda la historia del movimiento demuestra que la cuestión de
clase es primaria, y que siempre ha habido una fuerte lucha entre las mujeres
de las clases oprimidas, que defendían un cambio revolucionario, y las
mujeres "progresistas" que simplemente utilizaban la cuestión de la opresión
de las mujeres para sus propios fines egoístas. En cada etapa, estas diferencias
de clases se han puesto de manifiesto y además de la forma más aguda. Un
par de ejemplos bastarán para ilustrar este punto.
Ya en el siglo XVII, las mujeres comenzaron a plantear la reivindicación de
su emancipación social y política. Durante la Revolución Inglesa se dio una
creciente participación de las mujeres en la lucha contra la monarquía y por
la democracia y la igualdad de derechos. En 1649 tuvimos la Petición de las
Mujeres de la Ciudad de Londres (Women’s Petition of the City of London),
que establece que: “Ya que tenemos la seguridad de nuestra creación a
imagen de Dios, y de un interés en Cristo igual a los hombres, como también
de una participación proporcional en las libertades de la Comunidad
(Commonwealth), no podemos dejar de preguntarnos y lamentamos que
debamos aparecer tan despreciables ante vuestros ojos, como para ser
consideradas indignas de hacer petición o representación de nuestras quejas
a esta honorable Cámara”.
"¿No tenemos un interés común con los hombres de esta nación, en esas
libertades y valores contenidos en la Petición de Derechos, y las otras buenas
leyes de la Tierra?" (J. O'Faolain y L. Martines, No en la imagen de Dios,
páginas 266-7. Edición inglesa)
Había mujeres participando activamente en los grupos radicales y sectas
religiosas de la izquierda del movimiento revolucionario que mantenían que
las mujeres podían ser predicadoras y ministras. María Cary, por ejemplo,
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estaba asociada con el movimiento radical la “Quinta Monarquía”. En La
gloria de la Nueva Jerusalén escribió:
“Y si hay muy pocos hombres que están así provistos con el don del Espíritu;
¡cuán pocas son las mujeres! No, sino que hay muchas mujeres piadosas,
muchas que de hecho han recibido el Espíritu: ¿Pero en qué pequeña medida
se ha dado eso? ¿Cuán débiles son? ¿Y cuán incapaz de profetizar? Porque
es de eso de lo que yo estoy hablando, y que este texto dice que lo harán; que
sin embargo no vemos que se cumpla… Pero llega la hora en que se cumplirá
esta promesa, y los Santos estarán abundantemente llenos del espíritu; y no
sólo los hombres, sino las mujeres profetizarán; no sólo los hombres de edad,
sino los hombres jóvenes; no sólo los superiores, sino los inferiores; no sólo
los que tienen aprendizaje de la Universidad, sino los que no lo tienen;
incluso sirvientes y sirvientas”.
Las mujeres en la Revolución Francesa
Cuando llegó la Revolución Francesa, la situación había cambiado mucho.
Las relaciones de clase se habían vuelto más claras, más nítidas, al igual que
la conciencia. La revolución ya no tenía necesidad de vestirse con el atuendo
de la Biblia. En su lugar, hablaba con el lenguaje de la Razón y de los
Derechos del Hombre. Pero, ¿qué pasaba con los derechos de la mujer?
La Revolución Francesa sólo se puede entender desde un punto de vista de
clase. Los diferentes partidos, clubes, tendencias e individuos, que aparecen
en una diversidad desconcertante, subiendo y bajando como las olas en un
mar tempestuoso, no eran más que la expresión de diferentes clases luchando
por el dominio de la situación, y la ley general de toda revolución en que la
tendencia más radical siempre tiende a desplazar a la tendencia más
moderada, hasta que el impulso revolucionario se ha agotado y la película de
la revolución comienza a detenerse y después a dar marcha atrás. Este es el
destino inevitable de toda revolución burguesa, donde el impulso que viene
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de las masas finalmente se va a pique por la contradicción entre sus ilusiones
y el auténtico contenido de clase del movimiento.
Las divisiones de clase dentro del movimiento revolucionario se
manifestaron desde el principio. Los Girondinos representaban la tendencia
burguesa que quería poner fin a la revolución a mitad del camino y llegar a
un acuerdo con el rey para establecer una monarquía constitucional. Esto
hubiera sido fatal para la revolución, que sólo adquirió el impulso necesario
porque las masas irrumpieron en la escena y comenzaron a ajustar las cuentas
con la reacción en un estilo plebeyo revolucionario. Fue la participación de
las masas –tan brillantemente descrita en el libro de Kropotkin sobre el tema–
lo que garantizó la victoria de la Revolución Francesa y la disolución
completa del viejo orden.
En general, no es del todo conocido que las mujeres desempeñaron un papel
destacado tanto en la revolución francesa como en la rusa. Pero no nos
referimos aquí a las feministas de clase media educada, que surgieron en el
curso de la revolución, sino a las mujeres plebeyas de la clase trabajadora,
que se rebelaron contra la opresión de su clase. Las mujeres plebeyas y semi-
proletarias de París que iniciaron la Revolución Francesa en 1789 se
sublevaron al principio por la cuestión del pan, y no por el tema de la opresión
del género femenino; aunque, naturalmente, esto surgió en el curso de la
Revolución misma.
“Excluidas del voto, y de la mayoría de las sociedades populares, las mujeres
podían, y lo hicieron, jugar un papel muy importante en las insurrecciones,
en particular en las de octubre de 1789, 10 de agosto de 1792, y, más
prominentemente, en los levantamientos de la primavera de 1795 (conocidos
como los levantamientos de germinaly pradial del año III, según los nombres
de los meses del calendario revolucionario introducido en 1792). Las
mujeres, incluso las más radicales, rara vez pidieron el voto, condicionadas
como estaban por la distinción de género del siglo XVIII, que colocaba a
hombres en la “esfera pública” y a las mujeres en la “esfera privada”. Sí
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crearon sociedades populares de mujeres, la más famosa de las cuales fue la
Sociedad de las Ciudadanas Revolucionarias Republicanas, pero este club
sólo duraría entre mayo y octubre de 1793. Sin embargo, como señalan las
historiadoras Dominique Godineau y Darlene Levy, esto no significa que las
mujeres no compartieran el programa político y económico de los hombres.
Las mujeres apoyaron, incluso alentaron, a los hombres a la acción. Se
sentaban en las galerías de las sociedades populares; crearon su propio
espacio político a la puerta de las panaderías, en la plaza del mercado, en las
calles". (Profesor Gwynne Lewis, La Revolución Francesa, 1787-1799. El
pueblo y la Revolución Francesa.)
Una revolución conmueve a la sociedad hasta lo más profundo, liberando
aspiraciones y sentimientos reprimidos durante mucho tiempo dentro de las
masas y de todas las capas oprimidas. La reivindicación de la emancipación
de la mujer, por lo tanto, asumió un significado ardiente. Pero esta
reivindicación fue entendida de manera diferente por las diferentes
tendencias que, en última instancia, se apoyaban en diferentes intereses de
clase. No fue una casualidad que las mujeres del proletariado y semi-
proletariado parisino pobre abrieran el camino. Eran la capa más oprimida de
la sociedad, la que tenía que soportar el peso de los sufrimientos de las masas.
Además, no tenían ninguna experiencia de la lucha y de las organizaciones
políticas, y llegaron a la escena sin el estorbo de los prejuicios. Por el
contrario, los hombres eran más prudentes, más vacilantes, más “legalistas”.
Este contraste se ha visto muchas veces desde entonces. En numerosas
huelgas, donde las mujeres han participado, ellas han mostrado
consistentemente mucha mayor combatividad, brío y valentía que los
hombres. Significativamente, fue en los temas de clase –la cuestión del pan–
que estas mujeres comenzaron a movilizarse. Lo mismo ocurrió 100 años
después en Petrogrado.
En cada punto de inflexión de la Revolución Francesa, por lo menos en las
primeras etapas, las mujeres de las clases más bajas estuvieron a la cabeza.
En octubre de 1789, mientras que los caballeros de la Asamblea
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Constituyente hablaban sin cesar de la reforma y de las constituciones, las
mujeres pobres de París –las pescaderas, las lavanderas, las costureras, las
chicas tenderas, las sirvientas y las esposas de los obreros, se sublevaron
espontáneamente. Estossans culottes femeninos organizaron una
manifestación y marcharon hacia el Ayuntamiento de París exigiendo pan
más barato. Empujaron a los hombres a marchar sobre Versalles y a poner al
rey y a la reina (no hicieron ninguna distinción entre los dos –en todo caso la
“mujer austríaca” era más odiada que su marido–) bajo arresto domiciliario
virtual. La escena está bien descrita por George Rudé:
“A este punto, las mujeres habían comenzado a participar. La crisis del pan
era peculiarmente algo suyo y, desde ese momento, fueron ellas en lugar de
los hombres las que jugaron el papel principal en el movimiento. El 16 de
septiembre Hardy informó que las mujeres habían detenido cinco carros
cargados con grano en Chaillot y los llevaron al Hôtel de Ville (el
ayuntamiento) de París. El día 17, al mediodía, el Hôtel de Ville fue sitiado
por mujeres enojadas que se quejaban de la conducta de los panaderos; fueron
recibidas por Bailly y el Consejo Municipal. 'Ces femmes [escribió Hardy]
disaient hautement que les hommes n'y entendaient rien et qu'elles voulaient
se mêler des affaires' ['Estas mujeres manifestaban estentóreamente que los
hombres no entendían nada del tema y que querían arreglar las cosas ellas
mismas']. Al día siguiente, el Hôtel de Ville fue nuevamente sitiado, y se
hicieron promesas. Esa misma tarde Hardy vio a mujeres ocupar una carreta
llena de grano en la Place des Trois Maries y escoltarla a la sede del distrito
local. Este movimiento iba a continuar hasta de la manifestación política del
5 de octubre y más allá”. (George Rudé, La multitud en la Revolución
Francesa, p. 69. Ed. inglesa)
Y de nuevo: "A partir de estos comienzos las mujeres ahora se reunieron en
el Hôtel de Ville. Su primer objetivo era el pan; el segundo, probablemente,
las armas y las municiones para sus hombres. Un comerciante de telas que
pasaba por el viejo mercado a las ocho y media, vio grupos de mujeres que
paraban a extraños en la calle y los obligaban a ir con ellas al Ayuntamiento,
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‘où l’on devait aller pour se faire donner du pain’ [‘donde uno tenía que ir
para conseguir el pan’]. Los guardias fueron desarmados y sus armas
entregadas a los hombres que seguían a las mujeres, las cuales les instaban a
seguir adelante. Otro testigo, un cajero en el Hôtel de Ville, describió cómo,
a eso de las nueve y media, un gran número de mujeres, con hombres entre
ellas, se precipitaron escaleras arriba y asaltaron todas las oficinas del
edificio. Un testigo dijo que llevaban palos y picas, mientras que otro insistía
que estaban armadas con hachas, palanquetas, porras y mosquetes. A un
cajero que tuvo la osadía de protestar ante los invasores, se le dijo ‘qu'ils
étaient les maîtres et les maîtresses de l'Hôtel de Ville’ [‘que ellos eran los
dueños y dueñas del ayuntamiento’]. En su búsqueda de armas y pólvora los
manifestantes rompieron documentos y libros de contabilidad, y un fajo de
cien billetes de un valor de mil libras cada uno de la Caisse des
Comptes desaparecieron de un gabinete. Pero su objetivo no era ni el dinero
ni el botín: el Tesorero de la Ciudad más tarde dijo a la policía que algo más
de 3,5 millones de libras en efectivo y billetes quedaron intactos; y los billetes
desaparecidos fueron devueltos intactos unas semanas más tarde. Después de
haber sonado la campana de alarma desde el campanario, los manifestantes
se fueron a la Place de Grève hacia las 11.
"Fue en este momento cuando Maillard y sus volontaires llegaron a la escena.
Según su relato, las mujeres estaban amenazando las vidas de Bailly y
Lafayette. Ya fuera para evitar tal desastre, o simplemente para promover los
objetivos políticos de los ‘patriotas’, Maillard se dejó convencer para guiarlos
las doce millas de marcha hacia Versalles para presentar una petición al rey
y a la Asamblea para que proveyera pan a París. Mientras avanzaban, a
primera hora de la tarde, quitaron el cañón del Châtelet y [escribió Hardy]
obligaron a toda mujer de todo tipo y condición con la que se cruzaban –
'même des femmes à chapeau' [‘incluso a mujeres con sombrero’]– a unirse
a ellas". (George Rudé, La multitud en la Revolución Francesa, páginas 74-
5. Ed. inglesa)
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Aquí vemos perfectamente la forma en que las mujeres obreras de París
entendían la lucha. Frustradas e impacientes con la inacción de sus hombres,
se lanzaron a la lucha con un tremendo ímpetu que arrasaba todo a su paso.
Pero en ningún momento vieron la lucha como algo de "las mujeres contra
los hombres", sino como una lucha de toda la clase de los pobres y explotados
contra los opresores ricos. Comenzando con las reivindicaciones económicas
("pan"), marcharon al ayuntamiento, y en el proceso –como ya hemos visto–
surgió otra reivindicación casi por sí sola: la demanda de armas. El objetivo
era avergonzar a los hombres para que entraran en acción –y en esto las
mujeres de París tuvieron mucho éxito y salvaron a la Revolución–.
La aparición de las masas en la escena de la política es el elemento primordial
y más fundamental de toda revolución. Esto es particularmente cierto de las
mujeres. En la Revolución Francesa, las mujeres no estaban contentas en
absoluto con dejar la política a los hombres. En París, vimos el
establecimiento de las Citoyennes Républicaines Révolutionaires (Sociedad
de Ciudadanas Republicanas Revolucionarias) pro-jacobinas que llevaban un
uniforme con pantalones a rayas rojas y blancas, y gorros frigios de la
libertad, y portaban armas en las manifestaciones. Exigieron el voto para la
mujer y el derecho de las mujeres a ascender a los más altos puestos civiles
y militares de la República; es decir, el derecho de las mujeres a la igualdad
política plena con los hombres, y el derecho a luchar y morir por la causa de
la Revolución.
Sin embargo, la propia Revolución se caracterizaba por una lucha constante
de partidos y tendencias en la que constantemente la tendencia más radical
alcanzaba y reemplazaba a las tendencias más moderadas, hasta que la
Revolución, finalmente, agotó su potencial y empezó a desenrollarse en una
espiral descendente que llevó al bonapartismo y a Waterloo. Esta refriega
partidista, reflejaba en el fondo la lucha entre diferentes clases. La facción
girondina representaba la parte de la burguesía que temía a las masas y trataba
de llegar a un acuerdo con el rey. Estos antagonismos de clase - que asumían
¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!
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una forma particularmente amarga en la Revolución Francesa - también
afectaron a la cuestión de la mujer de una manera fundamental.
Las activistas girondinas - algunas de las cuales tenían posturas muy
avanzadas en la cuestión formal de los derechos de las mujeres - planteaban
el asunto de una manera diferente a las mujeres sans culottes -
sarcásticamente bautizadas como las tricotosas por los historiadores hostiles,
debido a su costumbre de hacer tejido de punto mientras las cabezas
aristocráticas caían en la cesta. Las mujeres de las clases pobres de París, sin
duda, estaban motivadas por un fuerte espíritu revolucionario y conciencia
de clase, y un odio eterno a los ricos. Las mujeres girondinas, que provenían
de familias burguesas y de clase media privilegiadas, no tenían los mismos
intereses inmediatos que las mujeres de los distritos pobres de París.
Los Girondinos aprobaron una ley sobre el divorcio, que fue,
indudablemente, un avance para las mujeres. Pero las mujeres girondinas
pusieron mucha presión sobre los derechos de propiedad de las mujeres. En
el momento de la Revolución Francesa, tal reivindicación no era en absoluto
un tema candente para la mayoría de las mujeres, por la sencilla razón de que
ni ellas ni sus esposos poseían ninguna propiedad. Las mujeres sans culottes –
que habían jugado un papel tan destacado en la revolución – se opusieron al
"sagrado derecho a la propiedad" porque entendían la revolución desde su
propio punto de vista de clase.
Hostiles a la burguesía acomodada, incluso cuando ésta se ponía el gorro
frigio de la revolución, luchaban de modo instintivo por una República en la
que todos los hombres y mujeres fueran realmente iguales - no sólo iguales
ante la ley - es decir, luchaban por una sociedad sin clases, un mundo sin
ricos ni pobres. Ahora sabemos que se trataba de un objetivo imposible en
ese momento. Las fuerzas productivas, que son la base material para el
socialismo, todavía no habían alcanzado un nivel de desarrollo suficiente para
permitir esto. La naturaleza de clase de la Revolución Francesa era burguesa
por necesidad. Pero esto no estaba en absoluto claro para las masas que con
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tanto entusiasmo se unieron a la Revolución, y que sellaron su victoria con
su propia sangre. Ellas no estaban luchando para entregar el poder a la
burguesía - ya fueran hombres o mujeres, sino para asegurar justicia para su
clase.
Los llamamientos para unir a todas las mujeres, independientemente de su
clase social, no consiguieron ningún eco entre la masa de las mujeres
trabajadoras que luchaban junto a sus maridos para conseguir una sociedad
más justa.
Las divisiones de clase entre las Sufragistas
Los primeros años de la aparición del movimiento obrero en Gran Bretaña
fueron también un período de intensa agitación entre la clase obrera y
también entre las mujeres. El Nuevo Sindicalismo nació a finales del siglo
XIX en una serie de huelgas combativas, que despertaron a los trabajadores
no organizados, sectores que nunca anteriormente habían estado implicados
en el movimiento. Entre los implicados estuvieron las obreras, como en la
famosa huelga de las fosforeras. La hija de Marx, Eleanor, jugó un papel muy
activo en ésta y otras huelgas de aquel momento.
Entre las mujeres de clase media, había una agitación creciente por el derecho
al voto. Sin embargo, las sufragistas de clase media sólo estaban interesadas
en la obtención de la igualdad formal - y habrían quedado bastante contentas
de haber conseguido el derecho de voto para las mujeres propietarias - es
decir, para las mujeres de su propia clase. Recordemos que en ese entonces,
muchos hombres no tenían derecho a voto. Sin embargo, los acontecimientos
pronto mostraron la naturaleza reaccionaria del feminismo burgués, que
demostró su hostilidad a la causa de los trabajadores - tanto hombres como
mujeres.
Como Jen Pickard señala correctamente en su artículo sobre Sylvia
Pankhurst: "Los nombres de la familia Pankhurst son sinónimo de la lucha
por conseguir el voto femenino, pero lo que distingue el enfoque de Sylvia
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Pankhurst de los de su madre Emmeline y de su hermana Christabel eran las
cuestiones de clase. Esto se vio en la década de 1920, después de casi veinte
años de lucha, con Emmeline presentándose como candidata parlamentaria
Tory, y Sylvia convirtiéndose en miembro fundador del Partido Comunista
Británico".
La Unión Social y Política de la Mujer (WSPU, en inglés) se creó en 1903
como resultado de las vacilaciones del Partido Laborista Independiente sobre
la cuestión del voto femenino. La WSPU creció rápidamente, y en 1907 tenía
3.000 agrupaciones, que atraían a maestras, dependientas, oficinistas,
modistas y trabajadoras textiles. Su periódico “Votos para las Mujeres”
vendía 40.000 ejemplares a la semana. Fue capaz de llenar el Albert Hall y
organizar una manifestación de 250.000 en Hyde Park.
En 1911, al mismo tiempo que el gobierno Liberal de Asquith estaba
prometiendo el Home Rule para Irlanda (la autonomía irlandesa), también
ofreció la posibilidad del voto para las mujeres (propietarias). Pero los
liberales traicionaron ambas promesas. Cuando las sufragistas recurrieron a
la acción directa a favor de su causa, se encontraron con la represión más
violenta: palizas, detenciones y la tortura brutal de la alimentación forzada.
Esta campaña fue organizada principalmente por mujeres de clase media.
Pero la táctica de romper las ventanas, defendida por el ala burguesa de las
sufragistas, no conducía a ninguna parte. La clase dominante permaneció
implacablemente opuesta al voto de la mujer.
El verdadero camino a seguir para el movimiento de los derechos de la mujer
debía haber sido forjar vínculos con el movimiento obrero, que en ese
momento estaba involucrado en una amarga lucha con la clase capitalista.
Esta fue una época de auge de la lucha de clases en Gran Bretaña, con huelgas
de masas de los estibadores y de los trabajadores del transporte. El "liberal"
Asquith envió a las tropas para romper una huelga de mineros en el sur de
Gales. Un sector del movimiento de las mujeres trató de hacer esto con un
cierto éxito. Sylvia Pankhurst eligió adoptar los métodos de agitación y
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propaganda entre las mujeres de la clase trabajadora en el East End de
Londres.
En Bermondsey, en el sur de Londres, las mujeres en huelga de una fábrica
de alimentos se sumaron a otras 15.000 de fábricas y talleres locales en un
acto masivo en Southwark Park. Exigieron un aumento en los salarios - y el
derecho al voto. Este era el camino a seguir: utilizar el arma de la lucha de
clases para vincular la lucha por las reivindicaciones económicas con las
demandas políticas, especialmente la reivindicación del voto de la mujer.
El diferente enfoque de clase condujo a una escisión en el movimiento
sufragista en líneas de clase - y también a una división en la familia
Pankhurst. En enero de 1914, unos meses antes de la guerra, Sylvia fue
llamada a París para reunirse con su madre, Emmeline y su hermana,
Christabel. Asentada en un cómodo exilio en París, Christabel era la viva
imagen de la salud, mientras que Sylvia estaba desgastada por la prisión y las
huelgas de hambre. En marcado contraste con la posición de clase defendida
por Sylvia Pankhurst, su hermana Christabel hizo hincapié en la
independencia de la WSPU de todos los partidos de hombres. Christabel
exigió la exclusión de la Federación del East End de Londres de la WSPU.
Es decir, exigió la expulsión de las mujeres de la clase obrera del movimiento
sufragista.
Esta snob de clase media argumentaba que la Federación del East End de
Londres tenía una constitución democrática y se orientaba excesivamente a
las mujeres obreras. Parece que su madre trató de que alcanzaran un
compromiso, pero Christabel se mantuvo firme, exigiendo un "corte limpio".
Así, en enero de 1914, la Federación del East End de Londres se vio obligada
a romper con la WSPU y formar una organización separada - la Federación
de Sufragistas del East End de Londres (ELFS). Esto ilustra perfectamente la
actitud del feminismo de clase media hacia la clase obrera. Jen Pickard
comenta: "Esta división en la WSPU reflejaba una polarización general que
tenía lugar en la sociedad británica. Entre 1911 y 1914 todos los sectores
¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!
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clave de los trabajadores (estibadores, transportistas, trabajadores
ferroviarios, mecánicos) participaron en las huelgas. Incluso entre las
miembros de la WSPU, que fueron encarceladas y forzadas a alimentarse en
las huelgas de hambre, las mujeres trabajadoras eran quienes sufrían las
peores condiciones y el peor trato".
Una vez más, la cuestión de clase era fundamental. La división en el
movimiento sufragista muestra la verdadera actitud de las feministas
burguesas hacia las mujeres obreras, el socialismo y el movimiento obrero.
Aquí podemos ver a dónde puede conducir la idea de "hombres contra
mujeres". Apenas unos meses después de la división, en 1914, la Primera
Guerra Mundial cortó todo el desarrollo de la lucha de clases en Gran
Bretaña. Las sufragistas "rebeldes" Emmeline y Christabel pronto se
transformaron en las más rabiosas socialchovinistas. El nombre del periódico
de la WSPU fue cambiado de “Votos para las Mujeres” a “Britannia”. Su
nuevo lema era "Rey, País, Libertad".
Esto fue una traición abyecta y descarada a la causa de la mujer.
Desenmascaró la verdadera naturaleza de clase del feminismo burgués, y el
abismo que lo separa de la clase obrera y del socialismo. A pesar de su
radicalismo y demagogia verbal, en última instancia, estaban dispuestas a
unirse con los hombres de su misma clase - la clase dominante - en contra de
los hombres y mujeres del proletariado: quienes tenían que combatir, morir y
sufrir; mientras ellas ondeaban la bandera desde la comodidad y la seguridad
de sus hogares de clase media y burgueses. Siempre es la misma historia.
Sylvia Pankhurst, para mérito suyo, se opuso a la guerra - aunque desde un
punto de vista pacifista confuso - y emprendió una campaña en las fábricas
para conseguir la igualdad de remuneración para las mujeres que habían sido
reclutadas para la industria de armamento y de mecánica y que sustituían a
los hombres en el frente. Ella publicó un periódico llamado “El Acorazado
de los Trabajadores” y más tarde se unió al Partido Comunista, donde ocupó
una posición ultraizquierdista. Su comprensión del marxismo era muy
¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!
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limitada, pero al menos trató de adoptar una posición de clase. En 1918, las
mujeres británicas mayores de 30 años obtuvieron el derecho al voto. Este no
fue el resultado de las tácticas de las sufragistas, sino un subproducto de la
revolución rusa y de la efervescencia revolucionaria que siguió a la Primera
Guerra Mundial, que sacudió a la clase dominante británica y la obligó a
hacer concesiones. Aquí de nuevo, la reforma demostró ser sólo un
subproducto de la revolución.
Las mujeres en la Revolución Rusa
El papel de las mujeres obreras se mostró de nuevo en Rusia en febrero de
1917. El zar fue derrocado por una revolución que comenzó el Día
Internacional de la Mujer, cuando las obreras de Petrogrado decidieron salir
a la huelga y manifestarse, a pesar de los consejos de los bolcheviques locales
que temían que hubiera una masacre. Guiadas por su instinto de clase
proletario, dejaron de lado todas las objeciones y comenzaron la revolución.
Mujeres como Alexandra Kollontai jugaron un papel destacado en la
revolución bolchevique.
La Revolución de Octubre dio a las mujeres los derechos que nunca habían
tenido - derechos mucho mayores que en cualquier país del mundo.
Los bolcheviques defendían la liberación de la mujer y la transformación de
la familia. El régimen patriarcal ancestral había existido en los pueblos desde
tiempos inmemoriales, y la servidumbre y la opresión fueron la única vida
que conocían las mujeres campesinas. Antes de la Revolución era legal que
un marido golpeara a su esposa. Los bolcheviques dieron a la mujer un status
jurídico de igualdad con los hombres, a través del Código del Matrimonio, la
Familia y la Tutela, ratificado en octubre de 1918. A los niños nacidos fuera
del matrimonio se les dio los mismos derechos que a los nacidos en familias
casadas.
Se estableció el divorcio por petición de cualquiera de los cónyuges y se
legalizó el aborto. El principio de "igual remuneración por igual trabajo" fue
¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!
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consagrado en la ley. Destacamentos de mujeres bolcheviques difundieron la
noticia de la revolución entre las mujeres, establecieron clases de educación
política y de alfabetización para las mujeres obreras y campesinas, y
combatieron la prostitución.
Durante la sangrienta guerra civil después de la Revolución de Octubre, un
gran número de mujeres se ofrecieron como voluntarias para el Ejército Rojo,
a pesar de que no estaban obligadas a hacerlo. Se estima que entre 50.000 y
70.000 mujeres se habían unido al Ejército Rojo para 1920. Eso por sí solo
indica el grado de apoyo que los bolcheviques habían ganado entre las
mujeres.
Lenin, que concedió gran importancia a la emancipación de la mujer, hizo
hincapié en la necesidad de aliviar a las mujeres de las tareas domésticas para
que pudieran participar más plenamente en el funcionamiento de la sociedad.
Sin embargo, la capacidad de los bolcheviques para resolver los problemas
materiales de la vida se vio gravemente limitada por el bajísimo nivel de
desarrollo de las fuerzas productivas. Como predijo Marx: "En cualquier
sociedad donde la miseria es general resucita toda la vieja porquería".
La verdadera emancipación de la mujer sólo será posible cuando se emancipe
la clase obrera mundial en su conjunto. El socialismo permitirá el libre
desarrollo de la personalidad humana y el establecimiento de relaciones
humanas genuinas entre mujeres y hombres, libres de presiones externas
brutales, ya sean sociales, económicas o religiosas. Sin embargo, esa
sociedad presupone un nivel de desarrollo económico y cultural que esté a un
nivel superior al de los países capitalistas más desarrollados.
En Rusia en octubre de 1917, no existían tales bases, dado el atraso reinante.
Por lo tanto, a pesar de los enormes avances que se lograron gracias a la
Revolución, la posición de las mujeres en Rusia fue empujada hacia atrás,
primero por el estalinismo, y ahora incluso más con la reimposición del
capitalismo. La posición de las mujeres en Rusia y Europa del Este es ahora
peor que nunca. Esto no debería sorprender a nadie. Sobre la base del
¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!
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capitalismo, no hay manera posible de avanzar en Rusia ni en ninguna otra
parte.
Veremos muchos más ejemplos como Rusia de 1917 en el futuro. Las
mujeres desempeñarán un papel fundamental en el derrocamiento del
capitalismo y en la construcción del socialismo. Pero también aquí es, sobre
todo, una cuestión de las mujeres de la clase trabajadora, luchando por su
propia emancipación - y de toda la clase. Las mujeres y hombres de la clase
trabajadora desarrollan su conciencia y confianza de clase a través de la
participación en la lucha de clases. En el proceso de la lucha por transformar
la sociedad los hombres y las mujeres también se transformarán. Podemos
ver cómo en cada huelga los trabajadores se elevan a nuevas alturas, haciendo
a un lado la vieja mentalidad servil y exhibiendo una firmeza y una
creatividad que no sabían que poseían ¡Cuánto más cierto será esto en el caso
de una revolución!
Esta es la única manera de lograr una auténtica liberación - no sólo de las
mujeres, sino de todos los hombres y mujeres. De hecho, una cosa no es
posible sin la otra. Lo que estamos luchando, no es por la liberación de este
grupo o aquél, sino de la propia humanidad. Esto no significa en absoluto que
las mujeres deben dejar de lado la lucha por mejoras inmediatas. Debemos
luchar por cualquier medida, por pequeña que sea, que sirva para mejorar la
posición de las mujeres y combatir la discriminación y los prejuicios de
cualquier tipo. El movimiento obrero debe ponerse a la vanguardia de esta
lucha.
La emancipación de la mujer y el socialismo
Las revoluciones burguesas del pasado proclamaron los "derechos del
hombre", pero en la práctica nunca lograron la igualdad de la mujer. De
hecho, el avance de las mujeres bajo el capitalismo ha sido en parte una
consecuencia de la lucha de clases y, en parte, resultado de la modificación
del papel de la mujer en la producción. En los países capitalistas avanzados
¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!
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(una minoría del mundo) se han conquistado ciertos derechos políticos, pero
la genuina emancipación no se ha logrado y nunca podrá lograrse sobre la
base del capitalismo.
Ya en 1848, Marx y Engels plantearon la demanda de la abolición de la
familia burguesa. Sin embargo, entendieron que la familia no puede ser
abolida de un solo golpe. Esta demanda no puede lograrse a menos que exista
una base material para ello. Esto sólo se puede lograr por el derrocamiento
del capitalismo y el establecimiento de una nueva sociedad basada en un plan
armónico y democrático de producción, con la participación de toda la
sociedad en las tareas comunes de la administración.
Una vez que las fuerzas productivas se liberen de la camisa de fuerza de la
propiedad privada y del Estado nacional, será posible de alcanzar en breve
un nivel nunca soñado de bienestar económico. La vieja mentalidad del
miedo, la codicia, la envidia y la avaricia desaparecerá en la medida que se
eliminan las condiciones materiales que dan lugar a la misma.
El camino estará abierto para una transformación radical de las condiciones
de vida, y por lo tanto para una transformación de las relaciones entre los
hombres y mujeres, y de toda su forma de pensar y actuar. Sin tal salto
gigante, todas las habladurías de cambiar el carácter y la psicología de la
gente serán sólo declamaciones y engaño. El ser social determina la
conciencia.
La barbarie de la sociedad de clases, con su énfasis en el egoísmo, la egolatría
y la indiferencia ante el sufrimiento humano, es un remanente de la
esclavitud. La propia clase obrera no es inmune a las presiones de la sociedad
burguesa, a su pretendida moral, hipocresía y corrupción general. Actitudes
atrasadas hacia las mujeres se encuentran en las filas del movimiento obrero
y este veneno debe ser combatido con uñas y dientes.
Estamos a favor de una nueva sociedad basada en la igualdad total entre
hombres y mujeres, y si bien nunca será posible crear esta nueva sociedad en
¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!
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medio de las condiciones de la barbarie capitalista, al menos debemos
esforzamos por alcanzar una moral auténticamente proletaria y tratar de
purgar el movimiento de actitudes retrógradas que dificultan la unidad de los
hombres y mujeres trabajadores.
Por un lado, es necesario comprender que en el capitalismo, cualquier mejora
poseerá un carácter parcial, distorsionado e inestable; y estará siempre
amenazada por la crisis del sistema y el deterioro general de las condiciones,
y por la decadencia social, moral y cultural. Por otro lado, es necesario
vincular firmemente la lucha contra la opresión de la mujer con la lucha de
la clase obrera contra el capitalismo. Ese es el único camino posible hacia la
victoria.
Las secuelas psicológicas de la vieja sociedad con su cálculo egoísta, codicia
y egoísmo no van a desaparecer de la noche a la mañana, incluso después del
derrocamiento del capitalismo. Un período de tiempo debe transcurrir antes
de que inevitablemente toda la vieja porquería finalmente desaparezca. Pero
desde el principio, las relaciones entre los hombres y las mujeres comenzarán
a mejorar. Las presiones económicas terribles que deterioran las vidas y
distorsionan todas las relaciones humanas se abolirán casi de inmediato con
la introducción de puestos de trabajo, viviendas y educación decentes para
todos.
Un plan socialista democrático de producción creará las condiciones para que
todos participen en la gestión de la sociedad. Esto, entre otras cosas, abolirá
la antigua familia introvertida, y el individuo atomizado, y creará las
condiciones para la creación de una psicología totalmente diferente, arraigada
en las nuevas y libres relaciones humanas.
La eliminación de la sociedad de clases - y, finalmente, de la mentalidad de
esclavos que fluye del lodo de la sociedad de clases - dará lugar a la creación
de un nuevo hombre y una nueva mujer: seres humanos libres, capaces de
vivir juntos en armonía, como personas realmente liberadas, libres de la
antigua psicología esclava posesiva. Después de haber liberado a los hombres
¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!
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y mujeres de la búsqueda humillante de las cosas materiales, que distorsiona
y degrada la vida humana, será posible, por primera vez, que la gente se
relacione entre sí como seres humanos. Liberada de toda coacción externa,
cálculo egoísta o dependencia humillante, la relación entre hombres y
mujeres será libre para desarrollar y prosperar sobre la base de la igualdad
genuina.
Londres, 8 de marzo 2014
Marxismo y feminismo en el movimiento
estudiantil Escrito por:
Federación de Estudiantes Marxistas, Gran Bretaña
¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!
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Las ideas del feminismo han encontrado tradicionalmente apoyo en las universidades, y estas ideas están actualmente disfrutando de un aumento de la popularidad entre los estudiantes. En un momento en
que las ideas del marxismo también están encontrando un eco creciente en el movimiento estudiantil, ¿qué actitud deben tomar
los marxistas hacia diferentes ideas feministas? ¿Hasta qué punto son estas escuelas de pensamiento compatibles? ¿Cuáles son los puntos
de discordia entre ellas? Y ¿qué significa llamarse a sí misma una "marxista-feminista"?
¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!
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Los marxistas, al igual que las feministas, luchan para poner fin a la opresión
de las mujeres, a pesar de que vemos esta lucha como parte de una lucha contra
todas las formas de opresión. La socialista utópica Flora Tristán señaló en la
primera mitad del siglo 19 que la lucha por la emancipación de la mujer está
ligada indisolublemente a la lucha de clases. Marx y Engels incluyeron algunas
de las ideas de Tristan en El Manifiesto Comunista, y Engels se dedicó a
escribir Los orígenes de la familia, la propiedad privada y el Estado, que utiliza
pruebas antropológicas para explicar los orígenes de la opresión de las mujeres
y la forma en que se pueden superar.
El fundador del Partido Social Demócrata alemán, August Bebel, estudió a
fondo la cuestión de la opresión de las mujeres en su libro Mujeres bajo el
socialismo y León Trotsky desarrolló esto en su serie de ensayos La Mujer y
la Familia. Imponentes figuras en el movimiento socialista, como Rosa
Luxemburgo, Clara Zetkin y Alexandra Kollontai demostraron en la práctica
el poder de la lucha socialista para romper con los prejuicios sexistas. El papel
de las mujeres trabajadoras en Petrogrado en febrero de 1917, las cerilleras del
este de Londres en 1888, y las esposas de los mineros en 1984-5 son algunos
de los más conocidos de innumerables ejemplos del papel fundamental que las
mujeres trabajadoras han desempeñado en la lucha de clases . Más
significativamente, los logros de los bolcheviques en los primeros años
después de la revolución de 1917 demuestran las posibilidades de que el
socialismo presenta para poner fin a la opresión de las mujeres.
Lucha de clases
Estos y otros logros prácticos del marxismo sobre la cuestión de la opresión de
las mujeres pueden atribuirse al vínculo inseparable entre el movimiento
obrero y la lucha por el socialismo. Como Marx y Engels señalan: "la historia
de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases".
¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!
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La batalla entre explotados y explotadores - una relación definida por la
posición de cada individuo en el proceso económico - gobierna en última
instancia la ideología, las instituciones y los prejuicios de una sociedad
determinada. Es por lo tanto en la existencia de la sociedad de clases donde
debemos buscar los orígenes de sexismo, en lugar de buscarlo en los
supuestos rasgos inherentes en los hombres o las mujeres. Por esta razón los
marxistas intervienen en esta guerra de clases, del lado de los explotados, para
desafiar las condiciones de explotación y las diversas formas de opresión,
incluyendo el sexismo, las cuales la originan.
Entonces, ¿cómo es que la forma moderna de la sociedad de clases - el
capitalismo - perpetúa los prejuicios sexistas y la opresión de la mujer? El
capitalismo se basa en la familia como unidad económica primaria y, por tanto,
se basa en la opresión de las mujeres en la sociedad para proporcionar mano
de obra gratuita en el hogar. También utiliza las mujeres de bajos salarios para
reducir los salarios y las condiciones de toda la clase obrera.
Por lo tanto, los marxistas le apostamos al socialismo, el cual permitiría la
socialización del trabajo doméstico y pondría fin a la explotación mediante el
trabajo asalariado - como fue demostrado en Rusia después de 1917. En otras
palabras, la lucha por el socialismo elimina la base material de la opresión de
las mujeres. Esta lucha sólo puede ser llevada a cabo por la clase obrera en su
conjunto, debido a su posición en la producción, y de esa forma los marxistas
se sumergen en la lucha de clases, interviniendo en los movimientos y las
organizaciones de masas de los trabajadores y los jóvenes, para poner fin a la
explotación de la proletariado y la opresión de las mujeres.
Discriminación positiva
Esta no es la actitud hacia los sindicatos, partidos políticos, sindicatos de
estudiantes y otras organizaciones de la lucha de clases, esto no es compartido
por algunas feministas. Por ejemplo, Anna Coote y Beatrix Campbell, en su
¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!
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libro "Dulce Libertad: La lucha por la liberación de la mujer", describen los
sindicatos como parte del "sistema patriarcal", definiendo las huelgas como
una anticuada "práctica de disputas" En lugar de exigir que los trabajadores en
su conjunto tomen una mayor proporción de la riqueza en la sociedad, Coote y
Campbell argumentan simplemente por la igualdad de salarios entre hombres
y mujeres. Y en lugar de desafiar la burocracia sindical, que reprime los
intentos de los trabajadores para ganar salarios más altos, ellas simplemente
piden más burócratas femeninas.
Muchos de los órganos de dirección de estas organizaciones están dominadas
por los hombres, lo cual es un reflejo de la opresión de la mujer en la sociedad
en su conjunto. Por lo tanto, muchas feministas exigen un número igual de
hombres y mujeres en la parte superior de estas instituciones como un medio
para promover la igualdad de género, una política fuertemente respaldada por
Harriet Harman, líder del Partido Laborista de Gran Bretaña. El resultado es
una propuesta para la discriminación positiva en sindicatos y partidos, con un
número mínimo de puestos de elección y una cierta cantidad de tiempo para
hablar en las sesiones reservadas para las mujeres.
Tales métodos ponen el problema de cabeza. No es la dominación masculina
de los sindicatos de estudiantes, sindicatos, partidos políticos u otras
organizaciones de masas que estimula la opresión de la mujer - que es el
prejuicio sexista inherente a la sociedad de clases que causa la dominación
masculina de los sindicatos. Los sindicatos, mediante la unión de la clase
obrera, se
pueden utilizar para aplastar a la sociedad de clases y son, por tanto, un medio
para poner fin a la opresión de las mujeres. La creación de un sindicato modelo
ideal que sea "puro" y libre de prejuicios no es un fin en sí mismo - de hecho
un modelo de tal unión no puede existir siempre y cuando la sociedad en su
conjunto no se cambie fundamentalmente.
¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!
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En realidad estos métodos pueden en verdad ser contraproducentes. Los
sindicatos y los partidos políticos sólo pueden ser armas eficaces contra la
opresión de las mujeres y otros prejuicios si son dirigidos por activistas de la
clase trabajadora acérrimos y persigan políticas socialistas audaces -
cualidades que no son exclusivas, ya sea de hombres o de mujeres.
Para lograr esto, los líderes deben ser elegidos sobre la base de su política y no
su género, y los debates internos tienen que ser determinado por el contenido
político de los discursos no por el género de la persona que da el discurso. La
política de Margaret Thatcher no se definía por su género, sino por su clase.
Lo mismo ocurre con la canciller alemana, Angela Merkel, y el jefe del FMI,
Christine Lagarde. Las ideas de estas personas no significan más que miseria
para todos los trabajadores, especialmente las mujeres, y ante los ojos de la
clase obrera que no ganan una onza de validez simplemente porque están
defendidas por una mujer en lugar de un hombre.
Como cualquier activista sabrá, y como la historia ha demostrado, ganar la
lucha política por las ideas revolucionarias dentro de las organizaciones de
masas de la clase obrera, como los sindicatos o los partidos, no es fácil. Se
requiere de un trabajo constante, paciente ganar a la gente, para despejar las
ideas políticas con una base teórica. Cada paso hacia las ideas socialistas
revolucionarias en las organizaciones obreras es una ganancia valiosa.
Los que abogan por las políticas de discriminación positiva amenazan con
socavar este trabajo mediante la sustitución de los objetivos socialistas y los
métodos necesarios para alcanzarlos, con los objetivos y los métodos legalistas
de la igualdad formal de género que, por su naturaleza, carecen de claridad
política y una base teórica. Es la diferencia entre una lucha política por ideas
que pueden emancipar a la clase obrera en su conjunto, y una lucha por la
reorganización de la burocracia dentro de los sindicatos y los partidos políticos.
Es evidente que uno de ellos tiene el potencial revolucionario para cambiar
fundamentalmente la sociedad, mientras que el otro ofrece nada más que la
¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!
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mejora de las perspectivas de carrera para una pequeña capa de burócratas
potenciales. Estas luchas son totalmente diferentes y no se complementan la
una con la otro - la última sólo detracta a la anterior.
Como marxistas no centramos nuestra atención en la estructura organizativa
de la burocracia sindical. Estamos interesados en ganar los estudiantes y
trabajadores de base a las ideas del socialismo. La burocracia es, de hecho, la
antítesis misma de la base de la clase obrera. Actúa como un freno para el
movimiento, haciendo que las organizaciones de trabajadores sean menos
sensibles al cambio en la consciencia y las necesidades de los propios
trabajadores al elevar el nivel de vida de los funcionarios fuera de las
condiciones de la gente común.
Sólo tenemos que mirar en la dirección de los sindicatos, y en especial el
Partido Laborista, hoy vemos que este proceso está teniendo lugar. Que la
burocracia juega este papel no se debe a su composición mayoritariamente
masculina, y no dejaría de ser un lastre para el movimiento, simplemente
mediante la instalación de más burócratas femeninas. Al poner nuestra energía
en hacer campaña para un "mejor burocracia", socava activamente nuestra
lucha por las ideas revolucionarias del socialismo y la emancipación de la
mujer y todos los trabajadores que ellas ofrecen.
El despertar de la conciencia
Pocas feministas afirman que la discriminación positiva es todo lo que se
necesita para lograr la igualdad de género. De hecho muchas feministas, como
la columnista Laurie Penny, es probable que esté de acuerdo en que un cambio
fundamental en la sociedad en la vía de líneas de clase es de hecho necesaria
para resolver el problema. Sin embargo, Penny y muchas otras también
argumentan que atacar los síntomas del problema sin atacar su causa todavía
vale la pena, ya que aumenta la conciencia de la opresión de las mujeres. Tal
es el argumento detrás del proyecto Todos los Días Sexismo, la reciente
¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!
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campaña anti-'Líneas Borrosas 'y la campaña No Más Pagina 3 - no están
diseñadas para resolver el problema de la opresión y la cosificación de la mujer
en la sociedad, sino más bien para crear conciencia y ganar una pequeña
victoria para las mujeres en estas batallas particulares.
El problema con este tipo de campañas es que a menudo siembran ilusiones en
los métodos e ideas que en realidad no ofrecen ninguna solución a los
problemas. Simplemente diciéndole a la gente que las mujeres están oprimidas
no es suficiente para evitar que la opresión ocurra. La sensibilización es sólo
efectiva como parte de una campaña masiva para hacer realmente algo para
abordar el problema. Mientras que no hay escasez de académicos y periodistas
feministas creando conciencia sobre temas de la mujer y creando ideas para
establecer la forma de eliminar la opresión de las mujeres, hay muy pocos
ejemplos de campañas en los medios para hacer frente a la causa de estos
problemas. Esas campañas que existen están limitadas a una instancia de
sexismo en los medios de comunicación o en la industria de la música, sin
perspectiva de cómo luchar contra la opresión en su conjunto.
Tales demandas estrechas en realidad puede permitir el acomodamiento de los
puntos de vista extremadamente reaccionarias en estas campañas, como la
visión de la fundadora de la campaña No Más Pagina 3 que describe a The
Sun como un periódico del que está "orgullosa" y que podrían hacerse aún
mejor con la eliminación de la página tres, a pesar de la bilis racista,
homofóbica, sexista y anti clase obrera que llenan todas las otras páginas del
periódico. Tener ilusiones en el poder de estas campañas para resolver los
problemas puede desviar buenos activistas de la labor de lucha por una
transformación revolucionaria de la sociedad.
¿Esperando la Revolución?
¿Significa esto que los marxistas argumentan que las mujeres deben
simplemente esperar la revolución socialista para que el sexismo sea
¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!
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cuestionado? Por supuesto que no. Es a través de la unidad de la clase obrera
sobre la base de una posición de clase común, independientemente de su sexo
o raza y luchando por objetivos socialistas comunes que el prejuicio es
destruido. La lucha por el socialismo se basa en el poder de los trabajadores -
no trabajadores masculinos o trabajadores femeninos, sino a todos los
trabajadores. Si se libra una lucha de este tipo, cada trabajador jugará un papel
vital y una victoria de los trabajadores de sexo masculino será imposible sin
una lucha igual por parte de las trabajadoras. El sistema económico socialista
aplastará la base material de la opresión de las mujeres, mientras que la lucha
para establecer ese sistema económico hará trizas los prejuicios sexistas,
demostrando en los hechos la igualdad entre hombres y mujeres.
Por ejemplo, durante la huelga de los mineros en Gran Bretaña, fue después
de escuchar los discursos incendiarios de las esposas de los mineros, siendo
testigos de su valentía frente a la brutalidad de la Thatcher, y confiando en su
capacidad de recaudación de fondos, que las
dominadas organizaciones masculinas de los mineros votaron para eliminar
tintes sexistas de su literatura sindical. Las mujeres llegaron a ser vistas por los
trabajadores como activistas proletarias acérrimas que imponían respeto y
estaban facultadas para exigir la igualdad de trato. Dicho reconocimiento no se
logra simplemente hablando de ello, sino al construir activamente una
organización de hombres y mujeres de la clase trabajadora que luche por sus
derechos.
Los marxistas no nos hacemos la ilusión, que al llegar la revolución,
inmediatamente estaremos viviendo libres de la opresión, esto es una utopía.
Las tradiciones de las épocas pasadas pesan como una montaña en la sociedad
moderna. La sociedad de clases y la opresión de las mujeres ha existido por
cerca de 10.000 años - tales tradiciones no se pueden sacudir en un abrir y
cerrar de ojos. Lo que se necesita es un cambio fundamental en la forma en que
la sociedad está estructurada - no juguetear con lo que salta a la superficie,
sino que poner todo el sistema boca abajo. Sólo sacudiendo la sociedad en sus
¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!
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cimientos podemos tener la esperanza de desalojar tal acumulación
de tradiciones podridas. Esta es precisamente la definición de la revolución
socialista - un proceso permanente que nos permite construir un mundo libre
de estos viejos prejuicios.
Por tanto, la tarea de todos los que quieren hacer frente a la opresión de las
mujeres, es luchar por las políticas socialistas y campañas masivas en el
movimiento obrero y estudiantil. Tanto la emancipación proletaria y la
igualdad de género se encuentran a lo largo de la ruta de acceso de la unidad
de la clase y la revolución socialista.
Interseccionalidad
La interseccionalidad es una escuela de pensamiento derivada del feminismo
y que señala que toda opresión está conectada y que cada persona va a
experimentar diferentes formas de opresión de diferentes maneras
dependiendo de la forma en que se conecten para ese individuo en particular.
Por ejemplo, la opresión experimentada por una mujer trabajadora de piel
obscura, es diferente a la experimentada por un hombre blanco homosexual,
que es diferente de nuevo a la experiencia de una persona con discapacidad, y
así sucesivamente. Esta observación es evidentemente correcta.
Estas ideas han existido durante mucho tiempo, a pesar de que se han
desarrollado de manera significativa por el trabajo de Kimberle Crenshaw en
la década de 1990 e incluso aún más por la socióloga Patricia Colina Collins.
Estas personas, y otros que argumentan a favor de este punto de vista de la
opresión, por lo tanto, se oponen al seccionamiento fuera de ciertos grupos del
movimiento en su conjunto sobre la base de género, la raza, la sexualidad, etc.
También introducen la idea de clase como una herramienta importante en el
análisis de la sociedad y por lo tanto, en general, parecen estar más cerca de
las ideas del marxismo que muchas feministas tradicionales; de hecho, Collins
se describe a sí misma como seguidora de la tradición "marxista-feminista".
¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!
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Sin embargo, en realidad, la interseccionalidad reduce la opresión a una
experiencia individual que sólo puede ser comprendida por la persona que
la sufre. Esto se debe a que cada persona experimenta la opresión de una
manera única y diferente y por lo tanto es sólo esa persona la que sabe la mejor
manera de luchar contra la opresión. Este individualismo sirve para dividir los
movimientos de masas en individuos atomizados todos luchando sus propias
batallas únicas a las que otros pueden contribuir un poco con un apoyo pasivo.
Es por esta razón que la interseccionalidad aparece en el movimiento
estudiantil como algo poco más que un método de análisis. Como una escuela
de pensamiento que es, ofrece poco hacia la construcción de un movimiento
de masas para el cambio práctico.
La interseccionalidad no tiene en cuenta la diferencia cualitativa entre la
experiencia de la clase obrera (que, obviamente, incluye tanto a hombres como
mujeres) y la experiencia de todas las mujeres. Los trabajadores no sólo están
oprimidos - son explotados como una clase para el beneficio económico de la
burguesía. Las mujeres no son explotadas económicamente como una clase,
porque no todas las mujeres pertenecen a la misma clase. Las mujeres son
oprimidas por el capitalismo con el fin de facilitar la mayor explotación de la
clase obrera.
Por lo tanto los marxistas argumentan que la interseccionalidad se equivoca
al ver la clase y el género como factores comparables en el entendimiento de
los problemas de la sociedad. El capitalismo está motivado por la búsqueda de
beneficios a través de la explotación de los trabajadores - la sociedad en el
capitalismo, por tanto, se mueve en los márgenes de la lucha de clases. La
opresión de las mujeres es una consecuencia de esta explotación y sólo puede
ser combatida como parte de la lucha por la emancipación de la clase obrera.
Mientras la interseccionalidad ofrece individualismo aislado, el marxismo
ofrece la unidad de clase obrera.
¡Por una Cultura Nacional, Científica y Popular!
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El feminismo y las demandas democráticas
Las primeras ideas del feminismo surgieron en torno a figuras como Mary
Wollstonecraft y demandas por los derechos democráticos: el derecho al voto,
el derecho al aborto, el derecho al trabajo y el derecho a la igualdad de
remuneración. Mientras que en muchos países estos derechos están aún por ser
ganados, en Gran Bretaña casi no hay leyes que discriminan activamente
contra las mujeres. La igualdad ante la ley, en gran parte, se ha logrado.
Y sin embargo, las mujeres siguen sufriendo discriminación y opresión en la
sociedad a pesar de que estos derechos democráticos han sido ganados. Por
lo tanto las feministas modernas - de Harriet Harman a Laurie Penny - exigen
medidas que van más allá de la igualdad legal formal, como la discriminación
positiva o medidas que no buscan introducir nuevos derechos, sino que más
bien aumentar la conciencia sobre los derechos que ya existen formalmente.
Las graves limitaciones de este tipo de políticas ya se han señalado. Lo que los
marxistas explican es que las demandas de dichos hilos del feminismo son
demandas democráticas - y las demandas democráticas burguesas son eso.
Desde un punto de vista único, su visión para el mundo es uno en donde los
hombres y las mujeres son oprimidos y explotados igualmente bajo el
capitalismo.
Que la igualdad de género no es sólo una imposibilidad en el capitalismo, sino
también una idea utópica esto no es particularmente estimulante. Mientras que
las feministas liberales quieren más mujeres en las directivas empresariales,
los marxistas quieren deshacerse de las directivas. Algunas feministas
simplemente quieren que los hombres y mujeres compartan las tareas del hogar
por igual, mientras que los marxistas quieren socializar las tareas del hogar y
terminar su condición de trabajo personal no remunerado.
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Al igual que con todas las reivindicaciones democráticas, los marxistas apoyan
las reivindicaciones feministas. Sin embargo, hay que señalar las limitaciones
de la simple lucha por reivindicaciones democráticas y sin vinculación a la
cuestión de la revolución socialista. No debemos permitir que el debate sobre
cuestiones particulares desvíe de la cuestión más amplia de la transformación
socialista de la sociedad.
Por ejemplo, en sus reminiscencias, Clara Zetkin - la comunista alemana y
fundadora del Día Internacional de la Mujer Trabajadora - recuerda el
encuentro con Lenin en 1920, cuando se discutió la cuestión de las mujeres con
amplitud. Lenin la felicitó por su educación de los comunistas alemanes sobre
la cuestión de la emancipación de la mujer. Sin embargo, señaló que se había
producido una revolución en Rusia que presentaba una oportunidad para
construir, en la práctica, las bases de una sociedad libre de la opresión de las
mujeres. Dadas estas circunstancias, Lenin explicó que la dedicación de mucho
tiempo y energía a los debates sobre Freud y el problema sexual era un error.
¿Por qué gastar tiempo discutiendo los puntos más finos de la sexualidad y las
formas históricas de matrimonio cuando la primera revolución proletaria del
mundo está luchando por la supervivencia?
Este es un ejemplo de una comprensión marxista del feminismo y sus
demandas. Los problemas que enfrentan las mujeres trabajadoras se pueden
utilizar para elevar la conciencia de la clase obrera en su conjunto, mediante la
ilustración de la opresión de las mujeres bajo el capitalismo y la necesidad del
socialismo para luchar contra esto. Pero no podemos dejar que la lucha por la
liberación de la mujer sea un movimiento aislado que divida a la clase obrera.
Los marxistas utilizan la brújula de la unidad de la clase obrera y la necesidad
de avanzar en la lucha por el socialismo como nuestra guía.
En países como Gran Bretaña, las demandas democráticas burguesas del
feminismo han alcanzado sus límites, y en el movimiento estudiantil y laboral
es común ahora encontrar discusiones sobre cuestiones de organización
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relacionadas con el género que se utiliza para distraer la atención de la
necesidad de un debate sobre las cuestiones políticas.
Enfrentados a la mayor caída en los niveles de vida desde los años 1860, los
estudiantes y los trabajadores necesitan organizar manifestaciones, protestas y
huelgas para defender su nivel de vida. Y, sin embargo, como muchos de los
que han estado presentes en el sindicato de estudiantes o reuniones de activistas
sabrán, se le da un montón de tiempo en este tipo de reuniones a las discusiones
sobre "espacios-seguros", el uso apropiado de los pronombres (usando "él" o
"ella "para referirse a otras personas), los debates sobre los porcentajes de
composición de género entre los funcionarios electos, y los debates sobre el
cuales de las canciones son bastante misóginas para merecer una prohibición.
Si estas organizaciones y movimientos estuvieran discutiendo y
comprometiéndose con la construcción de campañas serias y militantes para
ganarse a la gente a las ideas del socialismo y luchar contra los ataques de
austeridad atroces (que, por cierto, están golpeando con rudeza a las mujeres
particularmente) entonces ellos serían capaces de unir a los estudiantes y los
trabajadores en la misma lucha, independientemente del género, la raza, la
sexualidad o cualquier otra cosa. En este tipo de lucha que cada persona
desempeña un papel vital y no hay preferencia por los atributos físicos
particulares en la lucha por el socialismo. Es en el fragor de la lucha de clases
que los prejuicios se rompen.
"Marxista-feminista"
Muchos jóvenes, como una reacción a lo que correctamente ven como el
sexismo de algunas organizaciones políticas - incluyendo algunas a la
izquierda - se llaman a sí mismos marxistas-feministas con el fin de enfatizar
su compromiso con la emancipación de la mujer, así como el trabajo de
emancipación de clase. Este es un fenómeno que ha sido particularmente
frecuente en los EE.UU. desde finales del decenio de 1960, encabezada por
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figuras como Gloria Martín y Susan Stern, de la organización Mujeres
Radicales.
Sin embargo, para cualquier marxista genuina, la adición de la palabra
"feminista" a nuestra ideología no añade nada a nuestras ideas. Como se ha
explicado anteriormente, no es posible ser marxista sin luchar por la
emancipación de las mujeres que trabajan y todos los grupos oprimidos en la
sociedad. Uno podría también llamarse "marxista-feminista anti-racista", para
la lucha contra el racismo, junto con la lucha por la emancipación de la mujer,
esto también forma parte integrante de la lucha por el socialismo. Es una
vergüenza para algunos en la izquierda que parecen olvidar este principio
básico de la teoría marxista.
Por esta razón, la adición de la palabra "feminista" es innecesaria y poco
científica. De hecho, puede ser contraproducente, ya que, como se ilustra
arriba, algunas de las ideas de ciertas feministas - como la discriminación
positiva - en realidad juegan un papel en atrasar la unidad de la clase
trabajadora y la lucha por el socialismo. La introducción de estas ideas
contradictorias en la teoría marxista puede servir sólo para confundir y
desorientar. Aunque sin duda hay marxistas que toman un interés particular en
la cuestión de las mujeres, así como hay marxistas que toman un interés
particular en el medio ambiente o la cuestión nacional, sería un error elevar
este interés en la medida de exagerar su importancia en relación con el resto de
las ideas marxistas.
La precisión en el lenguaje es importante porque esa es la manera en que
transmitimos nuestras ideas a los demás. Si no estamos claros en nuestro
idioma entonces nuestras ideas no se pueden transmitir claramente tampoco.
Sin embargo, también es vital no adjuntar un peso indebido a las palabras y
etiquetas. Las personas pueden describir la ideología que les gusta, pero es en
sus acciones y no sus palabras que realmente definen su punto de vista político.
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Este es el punto de vista de los marxistas que entienden que los trabajadores
no ven el mundo en términos de teorías abstractas, sino en acciones concretas.
Esto está en contraste con el hilo del feminismo, personificada por las ideas de
Judith Butler, que argumenta que el lenguaje "dominado por los hombres" es,
en cierto nivel, una de las causas de la opresión de las mujeres. Por ejemplo,
cuando se hace referencia a una persona indeterminada, muchos escritores
utilizarán el pronombre "él". Algunas feministas sostienen que este oprime a
las mujeres y que si los escritores sólo usaran un pronombre femenino o
indeterminado con más frecuencia, eso iría de alguna manera orientado a
poner fin a la opresión de las mujeres.
Una vez más, esto hace que el error se ponga de cabeza. El uso del lenguaje
"macho" es un reflejo de la opresión de la mujer en la sociedad de clases. Tratar
de eliminar ese reflejo sin quitar la propia opresión es inútil. El resultado de tal
búsqueda es ensayos, libros y conferencias de sensibilización acerca de la
necesidad de cambiar la forma en que hablamos, la cual es leída casi
invariablemente por pocas personas, al igual que los académicos
sabelotodo, esto no tiene ningún impacto en la conciencia popular. En lugar
de dar discursos sobre la forma de hablar, los marxistas están comprometidos
en una lucha práctica de romper la opresión de la sociedad desde sus raíces.
Esta es la diferencia entre el feminismo académico y el socialismo
revolucionario.
¡Lucha contra la opresión de las mujeres! ¡Luchar por el socialismo!
Los jóvenes, sobre todo en la universidad, se han interesado en la exploración
de las ideas y conceptos a los cuales pueden acceder por primera vez en sus
vidas. La crisis actual significa que más personas jóvenes como nunca antes
están buscando ideas que desafían el status quo. Esta es la razón por lo que las
ideas del marxismo son cada vez más populares entre los estudiantes en este
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momento. Pero esto también en cierta medida explica la atracción del
feminismo en algunos jóvenes.
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