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¡Ve! si en oriente la graciosa luz su cabeza flamígera levanta, los ojos de los hombres, sus vasallos, con miradas le rinden homenaje. Y mientras sube al escarpado cielo, como un joven robusto en su edad me-dia, lo siguen venerando las miradas que su dorada procesión escoltan. Pero cuando en su carro fatigado deja la cumbre y abandona al día, apártense los ojos antes fieles, del anciano y su marcha declinante. Así tú, al declinar sin ser mirado, si no tienes un hijo, morirás.
WILLIAN SHEKESPEARE
EXTRELLAS FIJAS
Te vi un punto;
era una noche de julio, noche tibia y perfumada,
noche diáfana,
de la Luna plena y límpida,
límpida como tu alma,
descendían
sobre el parque adormecido gráciles velos de
plata;
ni una ráfaga
el infinito silencio
y la quietud perturbaban;
en el parque
evaporaban las rosas los perfumes de sus almas,
para que los recogieras
en aquella noche mágica;
para que tú lo aspiraras su último aliento exha-
laban,
como en una muerte extática;
y era una selva encantada,
y era una noche de ensueños y claridades fantás-
ticas!
EDGAR ALLAN POE
Canta celeste Musa la primera desobediencia del hombre. Y el fruto de aquel árbol prohibido cuyo funesto manjar Trajo la muerte al mundo y todos nuestros males Con la pérdida del Edén, hasta que un Hombre, más grande, Reconquistó para nosotros la mansión bienaventurada. En la secreta cima del Horeb o del Sinaí tú inspiraste aquel pastor que fue el primero en enseñar a la escogida grey Cómo en su principio salieron del caos los cielos y la tierra; Y si te place más la colina de Sion o el arroyo de SiloéQue se deslizaba rápido junto al oráculo de Dios, Allí invocaré tu auxilio en favor de mi osado canto; Que no con débil vuelo pretendo remontarme Sobre el monte Aonio al empeñarme en un asunto Que ni en prosa ni en verso nadie intentó jamás. Y tú singularmente ¡Oh Espíritu! que prefieres A todos los templos un corazón recto y puro, Inspírame tu sabiduría. Tú estabas presente desde el principio desplegando como una paloma tus poderosas alas Cubriste el vasto abismo haciéndo-lo fecundo, Ilumina mi oscuridad; realza y alienta mi baje za-para que desde la altura de este gran propósito Pueda glorifi-car a la Providencia eterna Justificando las miras de Dios para con los hombres. PARAISO PERDIDO JOHN MILTON
La necedad, el error, el pecado, la tacañería,
Ocupan nuestros espíritus y trabajan nuestros cuer-
pos,
Y alimentamos nuestros amables remordimientos,
Como los mendigos nutren su miseria.
Nuestros pecados son testarudos, nuestros arrepenti-
mientos cobardes;
Nos hacemos pagar largamente nuestras confesiones,
Y entramos alegremente en el camino cenagoso,
Creyendo con viles lágrimas lavar todas nuestras
manchas.
Sobre la almohada del mal está Satán Trismegisto
Que mece largamente nuestro espíritu encantado,
Y el rico metal de nuestra voluntad
Está todo vaporizado por este sabio químico.
AL LECTOR
Charles Baudelaire
A usted, estos versos, por la consoladora gracia De sus ojos grandes donde se ríe y llora un dulce sue-ño; A su alma pura y buena, a usted Estos versos desde el fondo de mi violenta miseria. Y es que, ¡ay!, la horrible pesadilla que me visita No me da tregua y, va, furiosa, loca, celosa, Multiplicándose como un cortejo de lobos Y se cuelga tras mi sino, que ensangrienta. Oh, sufro, sufro espantosamente, de tal modo Que el primer gemido del hombre Arrojado del Edén es una égloga al lado del mío. Y las penas que usted pueda tener son como Las golondrinas que un cielo al mediodía, Querida, en un bello día de septiembre tibio.
A una mujer
Con diecisiete años, no puedes ser formal. -¡Una tarde, te asqueas de jarra y limonada, de los cafés ruidosos con lustros deslumbrantes! -Y te vas por los tilos verdes de la alameda. ¡Qué bien huelen los tilos en las tardes de junio! El aire es tan suave que hay que bajar los párpados; Y el viento rumoroso -la ciudad no está lejos¬- trae aromas de vides y aromas de cerveza.
De pronto puede verse en el cielo un harapo de azul mar, que la rama de un arbolito enmarca y que una estrella hiere, fatal, mientras se funde con temblores muy dulces, pequeñita y tan blanca... ¡Diecisiete años!, ¡Noche de junio! -Te emborrachas. La savia es un champán que sube a tu cabeza... Divagas; y presientes en los labios un beso que palpita en la boca, como un animalito.
Aventura
Arthur Rimbaud
"No poseo nombre:
pero nací hace dos días."
¿Cómo te llamaré?
"Soy feliz.
Me llamo alegría."
¡Que el dulce júbilo sea contigo!
¡Bonita alegría!
Dulce alegría, de apenas dos días,
te llamo dulce alegría:
así tú sonríes,
mientras yo canto.
¡Que el dulce júbilo sea contigo!
Alegría
William Blake
Ana Dalasene
Constantino Cavafis
Al comenzar mis estudios, el primer paso me agra-
dó mucho,
El mero hecho consciente, las formas, el poder mo-
verme,
El menor insecto o animal, los sentidos, la vista, el
amor,
El primer paso me dominó y tanto me agradó
Que me costó proseguir y si me detuve fue
Porque quise detenerme allí, holgazaneando para
cantar
eso en mis extasiados cantos.
Al comenzar mis estudios
Walt Whitman
En la gran oscilación...
Fernando Pessoa
¡Si! Os respondí anoche,
¡No! Esta mañana, Señor, he dicho.
Los colores, vistos a la luz de las velas,
No brillan igual durante el día.
Cuando los tambores sonaron perfectos,
Las lámparas arriba y las risas abajo,
Ámame sonaba como algo sínico,
Tanto para el Sí como para el No.
Llámame falsa, o llámame libre;
Y no importa qué luces brillen,
Ningún hombre verá en tu rostro
La incierta pena de mi inconstancia.
Pues el pecado oscila sobre ambos;
(Es tiempo de danzas y no de compromisos,
Y la luz de la promesa destruye la fidelidad)
Abate sobre mí la cobardía que yace en tí.
El Sí de la Dama
Elizabeth Barret Browning
Otra vez huele el bosque,
se ciernen las alondras, elevándose
con el cielo, que estaba pesado en nuestros
hombros;
cierto es que se veía por las ramas el día
qué vacío que estaba;
pero tras de lluviosas tardes largos
vienen las horas nuevas,
soleadas de oro,
huyendo de las cuales, en fachadas lejanas,
todas las desgarradas
ventanas temerosas agitan sus batientes.
Luego se hace la calma. Hasta la lluvia
cae más queda en el brillo de la piedra, que en
paz
se ensombrece. Los ruidos enteros se agaza-
pan
en los fúlgidos brotes de las yemas.
De un abril
Rainer María Rilke
¿A qué me lo dices? Lo sé: es mudable, es altanera y vana y caprichosa, antes que el sentimiento de su alma brotará el agua de la estéril roca. Sé que en su corazón, nido de sierpes, no hay una fibra que al amor responda: que es una estatua inanimada...; pero... ¡es tan hermosa!
Rima XXXIX
Gustavo Adolfo Bécquer
SALUTACION DEL OPTIMISTA
RUBEN DARIO Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda, espíritus fraternos, luminosas almas, ¡salve! Porque llega el momento en que habrán de cantar nuevos himnos lenguas de gloria. Un vasto rumor llena los ámbitos; mágicas ondas de vida van renaciendo de pronto; retrocede el olvido, retrocede engañada la muerte, se anuncia un reino nuevo, feliz sibila sueña, y en la caja pan dórica de que tantas desgracias surgieron encontramos de súbito, talismán Ica, pura, riente, cual pudiera decirla en sus versos Virgilio divino, la divina reina de luz, ¡la celeste Esperanza! Pálidas indolencias, desconfianzas fatales que a tumba o a perpetuo presidio, condenasteis al noble entusiasmo, ya veréis el salir del sol en un triunfo de liras, mientras dos continentes, abandonados de huesos gloriosos, del Hércules antiguo la gran sombra soberbia evocando, digan al orbe: la alta virtud resucita, que a la hispana progenie hizo dueña de siglos.
Rodando a goterones solos, a gotas como dientes, a espesos goterones de mermelada y sangre, rodando a goterones cae el agua, como una espada en gotas, como un desgarrador río de vidrio, cae mordiendo, golpeando el eje de la simetría, pegando en las costuras del alma, rompiendo cosas abandonadas, empapando lo oscuro. Solamente es un soplo, más húmedo que el llanto, un líquido, un sudor, un aceite sin nombre, un movimiento agudo, haciéndose, espesándose, cae el agua, a goterones lentos, hacia su mar, hacia su seco océano, hacia su ola sin agua.
AGUA SEXUAL
PABLO NERUDA
Calma Chica
Esperando que el viento
doble tus ramas
que el nivel de las aguas
llegue a tu arena
esperando que el cielo
forme tu barro
y que a tus pies la tierra
se mueve sola
pueblo estás quieto cómo
no sabes
cómo no sabes
todavía que eres el viento
la marca que eres la lluvia
el terremoto.
MARIO BENEDETTI
ADIOS
¡Adiós! si dicha se concede al hombre
de una plegaria en premio, ésta tu nombre
elevará hasta el trono del Señor.
Promesas, quejas, llanto, fueran vanos;
más que el lloro, exprimido, ya sangrante,
de ojos sin luz, tenaz remordimiento
esta palabra dice... ¡Adiós! ¡Adiós!
Secos están mis ojos, extinguida
mi voz, pero al dejarte, de mi vida
se adueña para siempre un gran dolor.
Aunque el pesar y la pasión torturan
mi corazón, quejarse no le es dado...
Yo sólo sé que en vano hemos amado...
Sólo puedo sentir... ¡Adiós! adiós.
LORD BAIRON
Las fuentes se unen con el río
y los ríos con el Océano.
Los vientos celestes se mezclan
por siempre con calma emoción.
Nada es singular en el mundo:
todo por una ley divina
se encuentra y funde en un espíritu.
¿Por qué no el mío con el tuyo?
Las montañas besan el Cielo,
las olas se engarzan una a otra.
¿Qué flor sería perdonada
si menospreciase a su hermano?
La luz del sol ciñe a la tierra
y la luna besa a los mares:
¿para qué esta dulce tarea
si luego tú ya no me besas?
LA FILOSOFIA DEL AMOR
Percy Bysshe Shelley
¡Oh, Soledad! Si contigo debo vivir,
Que no sea en el desordenado sufrir
De turbias y sombrías moradas,
Subamos juntos la escalera empinada;
Observatorio de la naturaleza,
Contemplando del valle su delicadeza,
Sus floridas laderas,
Su río cristalino corriendo;
Permitid que vigile, soñoliento,
Bajo el tejado de verdes ramas,
Donde los ciervos pasan como ráfajas,
Agitando a las abejas en sus campanas.
Pero, aunque con placer imagino
Estas dulces escenas contigo,
El suave conversar de una mente,
Cuyas palabras son imágenes inocentes,
Es el placer de mi alma; y sin duda debe ser
El mayor gozo de la humanidad,
Soñar que tu raza pueda sufrir
Por dos espíritus que juntos deciden huir.
LA SOLEDAD
John Keats
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