la vigencia de clausewitz en las guerras asimetricas
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LA VIGENCIA DEL PENSAMIENTO DE
CLAUSEWITZ
EN EL ANÁLISIS DE LAS GUERRAS
ASIMÉTRICAS
POR NICOLE SCHUSTER
INTRODUCCIÓN
La teoría de la guerra que expuso el militar prusiano, Carl von
Clausewitz (1780-1831), en su obra maestra De la Guerra, siempre ha
sido sujeta a discusiones y críticas. La influencia que tiene este
estratega en particular podría sorprender, pues no son escasos los
militares que han cavilado sobre la guerra. Tenemos, para citar sólo
algunos ejemplos, a Sun Tzu(1), César(2), Flavio Vegecio Renato(3) (más
conocido como Vegecio), Federico II de Prusia(4) y a un sinfín de
estrategas militares actuales, que se han, como Clausewitz, dedicado a
la tarea de fusionar práctica y teoría a fin de transmitir al mundo y a las
generaciones posteriores los análisis de sus propias experiencias de la
guerra y de ésta en general. Clausewitz, al sintetizar en su obra De la
Guerra sus reflexiones, producto de su trayectoria como militar durante
la cual participó activamente en la guerra combatiendo, entre otros,
contra las tropas de Bonaparte en Jena y en Rusia, no se diferenciaba
mucho de su competidor contemporáneo, el militar y tratadista de
estrategia suizo, el Barón Antoine-Henri Jomini. No sólo sus carreras
militares tenían grandes similitudes, sino también el campo de sus
estudios de la guerra abarcaba el mismo tema, puesto que ambos
analizaron con detenimiento el arte de la guerra en Napoleón, aunque
1
con posiciones subjetivas divergentes para con el Emperador. Sin
embargo, hoy se cita y se estudia más a Clausewitz que a Jomini.
¿De donde viene entonces el fuerte interés que Clausewitz no cesa de
suscitar? ¿No es que la tecnologización e informatización determinan el
curso de las guerras actuales de tal forma que todas las teorías
anteriores resultan obsoletas? Con el progreso del armamento, los
principios de combate expuestos por Jomini cayeron antes del final del
siglo XIX en desuso. ¿Qué salvó a Clausewitz del olvido si su competidor
había influido como él, o incluso con una intensidad mayor, en la
enseñanza militar occidental del siglo XIX?
La respuesta es que, a diferencia de Jomini y del resto de los
estrategas, Clausewitz tuvo la gran particularidad de erigirse al rango
de verdadero filósofo de la guerra. Es el único que pudo desentrañarla
en su esencia, al no confinarse en la descripción fenomenológica de las
operaciones militares y al analizar el espíritu político y del pueblo que
determina la forma e intensidad de la guerra. Con Clausewitz, la guerra
reveló ser lo que realmente es, o sea un proceso que nunca puede ser
disociado de lo que lo provocó: lo político, el cual invariablemente
incluye lo humano(5). Y aunque el modelo de guerra de Clausewitz se
aplicaba a las guerras convencionales entre Estados, el enfoque
filosófico de su obra, que procede de su percepción dialéctica de la
realidad de la guerra, hace que su trabajo pueda ser leído desde
diversos ángulos sin que nunca se agote la diversidad de sus
interpretaciones. Tan es así que, hoy en día, cuando se analizan los
conflictos actuales, se aborda a Clausewitz desde la perspectiva
científica de la termodinámica o de la ciencia del caos(6).
LOS APORTES DE CLAUSEWITZ
Aun si su manuscrito De la Guerra quedó inconcluso, pues Clausewitz
murió antes de poder terminarlo(7), el trabajo desarrollado en esta obra
2
es completo en sí, en tanto responde a todos los interrogantes de orden
filosófico que se pueden plantear en cuanto a la naturaleza de la
guerra. El carácter trascendente y transtemporal de su obra se debe a
que Clausewitz exploró la lógica y los mecanismos de la guerra tanto
desde una perspectiva atomística como holística al reflexionar sobre los
detalles de la estrategia operacional y también sobre sus fines. Pero en
lugar de lanzarse en el análisis de la guerra en base a las operaciones
tácticas, se encargó primeramente de definirla por medio de
conceptos(8), a veces alegóricos. En un tiempo en que la
conceptualización de la “gran estrategia”, como la denominaba Lidell
Hart(9), no existía puesto que, de una cierta manera, el término
“estrategia” se encontraba todavía fusionado con el de “táctica”(10),
Clausewitz promovió la ruptura entre ambos al establecer que la
“táctica” es relativa a “la teoría que trata del uso de las fuerzas
armadas en un conflicto” mientras que la estrategia se refiere a “la
conducta general de las operaciones al servicio de la guerra”(11).
Pese al limitado marco operacional en que, con esta definición,
circunscribe la estrategia, Clausewitz expuso claramente la articulación
entre la estrategia y lo político cuando describió a la guerra como “la
continuación de la política con otros medios”. Es menester mencionar
que él no es el descubridor del lazo entre lo militar y lo político. Ya en
el siglo XVIII, el militar francés Joly de Maizeroy había percibido el
carácter dialéctico de la combinación entre la estrategia y la táctica, y
la interrelación entre el general en jefe y el dirigente político (12). Jomini
también había notado la vinculación entre la política y la estrategia (13).
Sin embargo, con su célebre metáfora, Clausewitz revela el rol de la
guerra como instrumento de la política y el lazo intrínseco que liga la
finalidad de la guerra con el objetivo político.
A su vez, la correlación entre lo militar y lo político que establece
Clausewitz invalida la representación alienante de la guerra presentada
3
como “un fin en sí”, o como “un acto aislado, aunque parezca un
conflicto de fuerzas entregadas a sí mismas con sus propias leyes”(14).
El filósofo francés Michel Foucault aseveró que el enfoque de
Clausewitz de la guerra vista como continuación de la política se
inscribe en la línea que se creó con el Tratado de Westfalia, cuando se
definió un nuevo orden de regulación basado en el equilibrio de las
relaciones de fuerza entre las nacientes naciones europeas. Con este
nuevo modelo normativo societal, la guerra cesó de proceder del campo
jurídico. Desapareció por lo tanto el sistema que había regido durante
la edad media cuando no había diferenciación entre guerra pública y
guerra privada y que la guerra servía a dos entidades privadas para
solucionar una disputa relativa a un derecho supuestamente violado por
el otro. La nueva forma de sociedad europea instaurada por el Tratado
de Westfalia convirtió entonces la guerra en un asunto público que se
libra entre Estados, en un instrumento necesario para preservar el
equilibrio. Como lo planteó Foucault, la nueva forma de relaciones
entre Estados que se instauró en ese entonces en Europa hizo que a la
razón jurídica que comandaba la guerra se sustituya la guerra vista
como la continuación de la diplomacia, de la política(15).
En ese contexto paradójico de “guerra que sirve para lograr la paz”, la
formula de Clausewitz, que hace de “la guerra en su esencia un acto de
violencia destinado a forzar al adversario a ejecutar la voluntad del
otro”(16), adquiere todo su significado, pues la guerra se transforma en
una lucha que tiene por meta la imposición del objetivo político de un o
varios Estados a otro(s) Estado(s).
Por lo tanto, es en virtud de este fin que se determinarán:
- los objetivos a perseguir en la guerra;
- la asignación y la cantidad de los medios a utilizar en la guerra;
- y el grado de intensidad al que la guerra y los medios empleados
en ella obedecerán.
4
Como vemos, Clausewitz trabaja con dos niveles de acción cuando
proyecta:
- el objetivo “en” la guerra, es decir la meta que el beligerante
persigue a nivel de estrategia operacional para romper la
voluntad y la capacidad de resistencia del adversario a fin de
imponer su propio objetivo; y
- el objetivo “de” la guerra, que se logra durante las operaciones en
la guerra a través del control o la destrucción del “centro de
gravedad” del adversario, una ofensiva que, de tener éxito,
permite transformar el planeado objetivo de la guerra en una
realidad tangible.
Para llevar a cabo un análisis de la guerra que ponga en relieve la
relación compleja entre teoría y práctica donde lo teórico no eclipse la
realidad, Clausewitz se mueve constantemente entre la abstracción y lo
concreto. Hace uso de un método dialéctico que consiste en tomar
como punto de partida conceptual la guerra absoluta(17). Ésta
corresponde al estallido extremo de la violencia, a la destrucción total
de uno de los campos, en tanto ambos campos estarían sujetos a dos
principios:
- al principio de polaridad que consiste en que cada uno de los
adversarios quiere triunfar; y, por ende,
- a la ley de acción recíproca que los arrastraría en una espiral de
violencia(18).
Sin embargo, este grado de violencia extrema nunca será alcanzado(19)
dado que, a nivel de la experiencia real, la violencia resulta ser limitada
por elementos moderadores intrínsecos y extrínsecos a la acción en la
guerra, es decir por probabilidades que forman parte de la realidad. De
ello resulta que la estrategia que se diseña a priori para alcanzar una
meta política no siempre se realiza, puesto que lo teórico se encuentra
modificado por una realidad sujeta a diversos tipos de contingencias.
5
A fin de explicar esas desviaciones en relación con el modelo absoluto
de guerra, Clausewitz se basa en la noción de “fricciones”, que exploró
el campo de la termodinámica, y de esa manera se presenta, en su
calidad de teórico de la guerra, como un precursor de la non-linealidad
en la guerra(20). Clausewitz insiste en que la interacción de las
“fricciones” con el entorno, que denomina la “niebla de la guerra”,
influye de manera decisiva en la guerra. Esas fricciones son
constituidas por todos los elementos no pronosticados que surgen en el
transcurso de la guerra y que impiden que el plan de guerra se realice
de manera cabal. Entre ellos, tenemos por ejemplo: el clima; el tiempo –
como duración –; la resistencia de los adversarios; la moral de las
tropas; las disfunciones a nivel de la estrategia operacional
provenientes de causas tales como las fallas en el sistema de
transmisión de las ordenes (mensajes mal transmitidos o que no llegan
al jefe de las tropas, etc.), el malfuncionamiento de las armas, los
efectos secundarios del uso de las armas (mal manejo de éstas, humo
que acompañaba la descarga y obstruía la visión del campo de
batalla...). Al introducir la noción de fricciones, o sea de factores
exteriores que inciden en la evolución de la guerra, Clausewitz pone en
evidencia el carácter no neutro de ésta y el hecho que la guerra no es
un fenómeno mecánico previsible sino un proceso dotado de una lógica
interna dinámica, que responde a la acción dialéctica a la cual se
entregan ambos adversarios cuando se encuentran combatiendo. En
ese aspecto, Clausewitz se diferenciaba del enfoque de los estrategas
de su tiempo. Estos últimos planeaban las guerras según reglas bien
definidas, con una táctica presumida inmutable que se transcribía en
una composición y un movimiento de las tropas rígido y que apuntaba al
control del territorio, es decir de las zonas de operaciones. Por su parte
Clausewitz sostenía que la conquista de las plazas fuertes o la
adquisición de un territorio no siempre eran lo determinante en la
guerra(21). Lo decisivo para él es lograr aniquilar al adversario, lo cual
6
significa destruir la voluntad del enemigo a través de la demolición de
su punto de gravedad. Puede ocurrir que la destrucción de su punto de
gravedad se plasme en la toma de un territorio que se revela
estratégico para el enemigo, pero puede también concretizarse a través
del socavamiento de la moral de las tropas adversas y del espíritu
combativo del pueblo enemigo involucrado en el combate.
Es evidente que los medios empleados en esa época y la organización
de las tropas en el campo de batalla no permitían cambios fluidos y
rápidos, por lo que la insistencia de los estrategas de no apartarse de la
estrategia operacional planeada podría, en cierta medida, ser
comprensible. Pero la enseñanza de Clausewitz debe ser sobre todo
entendida como una advertencia al espíritu fundamentalmente
determinista y desprovisto de flexibilidad de la mayoría de los jefes
militares, que se concentraban en el método y los medios. En esa
óptica, contrariamente a ciertos de sus colegas que insistían en el rol
predominante de las fuerzas productivas en la guerra y en la pretendida
necesidad de repetir ciegamente las maniobras que llevaron a grandes
jefes de fuerzas armadas a ganar guerras, Clausewitz rechazaba con
planteamientos antideterministas todo intento teórico que consistía en
hacer de la estrategia un dogma. Clausewitz era por lo tanto antagónico
al espíritu mecanicista y newtoniano que caracterizaba a los estrategas
militares como, por ejemplo, Von Bülow en el siglo XVIII, y Antoine-
Henri Jomini, quienes pensaban hacer la guerra con leyes científicas
invariables, fórmulas algébricas y principios geométricos(22). El
argumento de Clausewitz siempre fue que, si bien las enseñanzas de la
historia de la guerra deben ser estudiadas, la amplitud del campo en
que se desarrolla la guerra y de los factores que influyen sobre ella
obliga a pensar que los manuales de guerra nunca podrán brindar
recetas sagradas que asegurarán la victoria. A diferencia de su
competidor Jomini, quien creía firmemente que ciertas grandes
operaciones de guerra daban lugar a principios universales y
7
perennes(23) aplicables en cualquier conflicto, Clausewitz estaba
convencido de que éstos sólo deberían limitarse a servir de marco de
referencia, de orientación.
Desmarcándose de la posición de esos analistas e inspirado por las
lecciones que sacó de sus análisis de las guerras napoleónicas,
Clausewitz insistía más bien en la necesidad para un jefe de guerra de
tener en cuenta los factores no previstos. Las contingencias, que surgen
a lo largo de la guerra, Clausewitz las sitúa dentro de una “trinidad”, un
concepto clave en su teorización de la guerra. La “trinidad” es otra
figura alegórica de Clausewitz, que se presenta como tres pilares: la
violencia, equivalente a las pasiones inherentes al pueblo; las
probabilidades (o azar), que deben, en la medida de lo posible, ser
tomadas en cuenta por las fuerzas armadas en el desenlace de la
guerra; y el cálculo razonable de la guerra, o sea la decisión política,
que incumbe al gobierno.
Para Clausewitz, esos factores de la realidad regulan el concepto de
guerra absoluta; es decir desvían la guerra de la violencia extrema
hacia la cual tiende por esencia para convertirla en una guerra real.
Además, las contingencias, que escapan a la proyección lineal de una
guerra, hacen que el desenlace de la guerra no pueda ser determinado
científica y únicamente en función a las informaciones recogidas sobre
la situación del adversario y al material bélico disponible, “aunque el
alcance y los efectos de las armas sí son [datos] importantes para la
táctica”(24). El conocimiento y la comprensión de las reglas y de las
nociones y principios que fundan la teoría de guerra son sin embargo
indispensables para tener un buen enfoque de ésta. Para Clausewitz, la
articulación de este saber con el talento, la intuición y la experiencia
intensifica notablemente el poder(25) del jefe militar, y por ende su
capacidad de reacción ante las diversas situaciones que se dan en la
guerra.
8
Napoleón, en un momento de su vida, lograba reunir esas cualidades.
Afirmaba que “el azar queda como un misterio para las mentes
mediocres, pero se convierte en realidad para los hombres
superiores”(26). Para el emperador, al igual que para Clausewitz,
resultaba claro que el saber pronosticar e integrar las fricciones en
una estrategia de guerra provee al comandante de una tropa una
ventaja decisiva sobre su adversario: la de conservar su libertad de
acción, un imperativo fundamental en la guerra si uno quiere controlar
la situación.
CLAUSEWITZ Y JOMINI DESPUÉS DE VIETNAM
Clausewitz es el primer teórico de la guerra popular y el legitimador del
partisano, pues estudió la guerra española, la guerra de Vendée
(Francia) y el sublevamiento en Tirol (Austria)(27), tres formas de
guerras en que el pueblo tuvo una participación activa y decisiva en el
desenlace del conflicto. Asimismo, se impregnó de las lecciones que
sacó de sus detallados análisis del arte de la guerra de Napoleón, visto
como líder de las masas populares en la guerra y gran conocedor del rol
que juega el factor moral de las tropas en el curso de la guerra.
Tomando en consideración lo anterior, no es entonces sorprendente que
los militares norteamericanos tuvieron, después de la derrota con
Vietnam, que revisar su corpus doctrinal y familiarizarse
definitivamente con Clausewitz. Antes de Vietnam, el estratega
prusiano no tenía ninguna influencia en el pensamiento militar
estadounidense. Desde los inicios del siglo XIX, la cultura estratégica
norteamericana era más imbuida de las enseñanzas de su competidor,
Antoine-Henri Jomini. Clausewitz, por su parte, quedaba confinado en la
esfera europea(28). No es una casualidad que en Estados Unidos Jomini
haya sido leído y traducido en inglés mucho antes que Clausewitz(29). El
espíritu geométrico del estratega suizo correspondía mucho más a la
9
tendencia pragmática calvinista de los estrategas estadounidenses.
Como lo señala Bruno Colson cuando analiza la influencia de Jomini en
Estados Unidos: es “gracias a la reducción del arte de la guerra a
principios cuasi científicos que se erigían en axiomas que se podía
rápidamente instruir las milicias formadas para la circunstancia, y ello
satisfacía a la opinión pública, que era opuesta a una armada de
carrera”(30). Dentro del contexto de una concepción de la guerra
jominiana que fomentaba la cultura de la ofensiva, era normal que los
militares norteamericanos se identificaran más con Jomini al
considerar, erróneamente, que Clausewitz hacía prevalecer la defensiva
sobre la ofensiva.
Es entonces siguiendo la experiencia traumatizante vivida en Vietnam,
que significó un terrible golpe al racionalismo científico de McNamara,
que Clausewitz empezó a ser rehabilitado entre los círculos militares
estadounidenses. En cuanto a Jomini, que sí influyó en el pensamiento
Mcnamarista, fue puesto en capilla hasta nuevo aviso, dado que
encarnaba el pensamiento de la derrota.
Toda organización estratégica y táctica de la guerra expresa las
relaciones sociales y la visión que los gobernantes tienen del pueblo.
Asimismo, durante el proceso de la guerra, el combatiente muestra su
condición de instrumento o de sujeto activo que influye en su realidad.
Reflexionando sobre lo antes señalado, resulta lógico que la derrota de
Estados Unidos en Asia fuera asimilada al cuasi derrumbe de los
valores que habían dominado la mentalidad americana. En ese sentido,
el fracaso no sólo fue material, sino existencial, pues tuvo graves
repercusiones en la psicología estadounidense. Se estaban corroyendo
los fundamentos que habían forjado el espíritu nacionalista de los
norteamericanos. La victoria de los vietnamitas había revelado las
profundas debilidades de la sociedad norteamericana y las graves fallas
estratégicas de su élite militar y política. Toda la sociedad americana
10
vivía, desde la segunda guerra mundial, en base al sueño de la
invulnerabilidad y superioridad de su tecnología. Ésta simbolizaba la
clave de la defensa nacional y de la conquista de nuevos horizontes, la
concretización del “destino manifiesto” a nivel mundial y espacial. Es
en base a la “misión divina” de promover la “democracia” en todos los
países y a la mentalidad tecnócrata y pragmática norteamericana que
se había emprendido, a partir de la segunda guerra mundial, la
automatización e informatización de todos los sectores de la sociedad
estadounidense.
A inicios de la guerra con Vietnam, Robert McNamara fue llamado por
el Presidente Kennedy para servir como Secretario de Defensa.
McNamara se ingenió en implementar la guerra con los mismos
métodos que se aplican en una empresa privada(31). El transporte de las
fuerzas, el abastecimiento de las tropas en alimentación y en material
de armamento fueron agenciados en función de los efectos que se
buscaba alcanzar. La guerra de Vietnam fue monitoreada dentro de una
lógica de optimización de los resultados. Todo fue planeado desde la
perspectiva de la relación costo/beneficio. Para McNamara, el conflicto
en Vietnam era idéntico a una tabla de ecuaciones con la que se podía
calcular con exactitud la derrota del Vietminh: a tal cantidad de bombas
lanzadas debía corresponder un número preciso de destrucciones
materiales y muertos(32). Vietnam representó el modelo de planificación
centralizada lineal basado en la racionalización matemática y la
tecnologización de todos los campos de la guerra. Este intento frío e
irracional de conceptualizar el mundo compatibilizaba con la voluntad
de aplicar a nivel universal los principios de la ciencia del
comportamiento llamada behaviorismo, que tenía un gran éxito en los
círculos gobernantes en este momento. El entusiasmo por la filosofía
del conductismo tendía a corroborar en este contexto la poca
importancia que tenía el hombre en el proceso de guerra, dado que era
11
percibido como un simple mecanismo que respondía a ciertos
automatismos.
Reconsiderando las causas que habían llevado a la derrota, los círculos
castrenses y la élite intelectual norteamericana se dieron con la
evidencia que las enseñanzas de Clausewitz eran más adaptadas al tipo
de guerra que se llevó a cabo en Vietnam que las de Jomini. Los
militares estadounidenses reconocieron que el concepto de “guerra
total” de Clausewitz era, en el caso de Vietnam, más idóneo que aquello
de “guerra limitada” que había guiado a los estrategas norteamericanos
en la elaboración de su estrategia de guerra. Todos los vietminhs
habían sido involucrados en la guerra contra las tropas
norteamericanas y se habían constituido en una fuerza moral y
espiritual inquebrantable. En términos clausewitzianos, el pueblo
vietminh representó la voluntad que buscaba imponer al enemigo SU
objetivo: el de botar a las tropas norteamericanas fuera del país. En el
marco del análisis reflexivo que hicieron los estrategas
norteamericanos, la noción de “centro de gravedad” de Clausewitz
recobró toda su importancia cuando resultó incuestionable que es el
pueblo vietnamita quien había encarnado este centro de gravedad. Al
planear la guerra, los militares y políticos norteamericanos habían sido
incapaces de reconocer este tipo de realidad. Sin embargo, sus
ancestros la habían vivido en carne propia cuando lucharon de forma
partisana contra los ingleses para independizarse de la madre patria.
La victoria de los vietnamitas demostró que había primado el factor
humano sobre la tecnología, y que los métodos asimétricos podían
vencer al más elaborado racionalismo científico. Todo dependía de la
voluntad partisana del pueblo y de la moral de los combatientes.
Asimismo, Vietnam reveló que la guerra no era únicamente un asunto
militar, sino que también involucraba a lo político, un aspecto medular
en el que los norteamericanos fallaron estrepitosamente. Porque,
12
políticamente hablando, le fue fatal al imperio norteamericano no saber
evaluar el grado de combatividad, la capacidad de adaptación y de
sobrevivencia del Vietminh, y estar convencido de que éste no resistiría
a las lluvias de bombas y a la alta tecnología norteamericana.
CONCLUSIÓN
Sin caer en los anacronismos que son susceptibles de surgir cuando se
habla de “estrategia global” al analizar Clausewitz, pues el concepto de
esa época era fundamentalmente diferente de lo que es hoy, se puede
afirmar que Clausewitz tuvo el mérito de ser un precursor de la “gran
estrategia”. En efecto, abrió los horizontes de la estrategia al introducir
en la guerra el aspecto político e, implícitamente, socio-cultural que
caracteriza a cada parte combatiente. Y si minimizó el papel de la
estrategia cuando insistió en su relatividad en la guerra, lo hizo por las
circunstancias históricas en que se encontraba y que lo llevaban a
considerar la estrategia desde un punto de vista puramente
operacional. Pero al declarar que la guerra es producto de relaciones
humanas y que la estrategia no puede ser absoluta sino que depende de
la dimensión social e histórica, Clausewitz empezaba a romper con los
parámetros de la estrategia vista como operacional, y a esbozar su
camino hacia un horizonte más globalizante. En otras palabras, echó las
bases teóricas de lo que, en la segunda mitad del siglo XX, el General y
estratega francés Lucien Poirier llamaría “estrategia global”(33).
Además de dejar en claro que la guerra es un fenómeno de origen
político, Clausewitz resaltó el rol fundamental que juegan el factor
humano y moral, y la voluntad del pueblo en la guerra. Preconizó la
prevalencia en la guerra de lo humano sobre lo técnico y del azar como
reductor del poder de lo racional, lo que hace que, a la luz de los
conflictos asimétricos actuales, su pensamiento siga vigente. Las
probabilidades, que hacen que la guerra “no pertenece al campo de las
13
artes o de las ciencias sino al de la existencia social”(34), son una
constante que debería ser tomada en cuenta por Occidente cuando éste
planifica lanzar operaciones militares en todo el mundo. Si los
gobiernos occidentales considerarían, antes de hacer la guerra, el
factor humano y el entorno socio-cultural y político del cual proviene el
combatiente, muchas guerras serían evitadas, mucho dinero sería
ahorrado que podría ser destinado, entre otros, a la implementación de
programas de protección del medio ambiente, de búsqueda de energía
alternativa, y de proyectos sociales en el marco de la reducción de la
pobreza en general. Porque la historia ha demostrado que el descartar
estos elementos en el análisis de la guerra por hacer primar el aspecto
de las fuerzas productivas (tecnología de punta, cantidad de material
belicista empleado, exacerbación de la automatización, hombre visto
como máquina, etc.) sobre las relaciones sociales entre los hombres,
significa en general una derrota para la más sofisticada fuerza armada,
como se comprobó con el fracaso de Israel en su última guerra en
contra de Libano y sigue comprobándose hoy en día en Irak y
Afganistán.
1 Las reflexiones sobre la guerra, que se atribuyen a Sun Tzu, fueron publicadas en el libro “El arte de la guerra”, que hubiera sido escrito por este mismo estratega chino en el siglo V antes de nuestra era.2 Como sus Comentarios sobre la guerra de las Galias y La guerra civil. 3 Escribió el De Re Militari a finales del siglo IV e inicios del siglo V después de nuestra era.4 Sus obras son los Principios generales de la guerra (1746) y su Testamento militar (1768). 5 La derrota de las tropas Prusianas en Jena y las consecuencias políticas desastrosas que tuvo para la soberanía de Prusia incidieron notablemente en la concepción que Clausewitz tendría de la política.6 Ver Alan Beyerchen. Clausewitz: Non linearity and the impredictibility of war, trabajo en que el autor alega que las tesis de Clausewitz eran precursoras de la teoría de la complejidad. Ver también mi artículo La ciencia del caos y la táctica de guerra en el caos.7 Clausewitz murió a la edad de 51 años, producto del cólera. Es su esposa que se encargó de publicar los trabajos de Clausewitz después de su muerte. 8 Ver p.25. T. Derbent. Clausewitz et la guerre populaire. Editions Aden. Belgique.9 El término “gran estrategia” o “Grand strategy” en inglés, que introduce Lidell Hart y que será popularizado en los años 1950 es simplemente la “política de guerra” que tiene por “objetivo el coordinar y dirigir todos los recursos de la nación o de una coalición a fin de lograr el objeto
14
político de la guerra”. Citado P.122 en Hervé Coutau-Bégarie. Traité de stratégie. Editions Economica. Paris. 2003.10 Jomini hablaba de “gran táctica” para definir la estrategia operacional. 11 Ver François Géré. Dictionnaire de la pensée stratégique. Editions Larousse. 2000. P.253.12 Ibid. P.144.13 Ver P. 248. Bruno Colson. La culture stratégique américaine. L’influence de Jomini. Editions Economica. Paris.199314 Citado por Pierre Naville en su Introducción de De la guerra de Carl von Clausewitz.15 En el periodo que se inicia en 1560 hasta la Revolución francesa, las “guerras diplomáticas” apuntaban entonces a resguardar o adquirir un territorio en función a la preservación del equilibrio de poder a nivel europeo. Las armadas respondían al modelo feudal que regía en este momento histórico, pues los oficiales eran originarios de la nobleza mientras que las tropas eran compuestas de campesinos, voluntarios y mercenarios. Es Napoleón que puso fin a esas guerras que respondían a objetivos limitados en que sólo mandaban los intereses de los monarcas. El Emperador introdujo efectivamente un modelo de guerra absoluta, en la que la población en su globalidad participaba y donde la violencia accedía a un nivel difícilmente imaginable antes. Ver Barry D. Watts. Clausewitzian Friction and future war. McNair Papernº52. October 1996. Institute for national strategic Studies. National Defense University. Washington, DC. P.17. También, ver Michel Foucault. Sécurité, territoire, population. Cours au Collège de France. (1977-1978). Gallimard. Seuil. Oct. 2004. P. 309.16 Clausewitz De la guerre P.40. Edition de Minuit. 195517 La metodología de Clausewitz ha inducido muchos analistas a conjeturar sobre los orígenes del carácter filosófico en su obra, que lo hacen partir de un modelo ideal y sustentarse en la dialéctica para explicar la guerra. Ven en ello una influencia de Platón, de Kant, pero sobre todo de Hegel. Es interesante notar que Karl Marx, quien fue fuertemente influenciado por Hegel, usa el mismo método en El Capital cuando analiza el modo de producción capitalista. Parte del concepto puro del capitalismo para poder luego analizar mejor las desviaciones de éste en relación con el ideal planteado originalmente. El estudio de las desviaciones a partir del modelo ideal permitió por lo tanto a Marx exponer el cómo se presenta el capitalismo en la realidad. 18 Ver Artículo de François Géré Limiter la guerre, Clausewitz, encore. Publicado en Strategis.org19 Desgraciadamente, hoy en día el arma nuclear sí podría llevar a una aniquilación total de un país. El único factor del orden de las fricciones que estaría en posición de impedir esto resulta ser la opinión pública, cuya presión podría forzar los gobiernos a renunciar a tal proyecto apocalíptico. 20 Alan Beyerchen. Clausewitz: Non linearity and the impredictibility of war in www.clausewitz.com.21 Ver p.79. T. Derbent. Clausewitz et la guerre populaire. Op.cit.22 Alain Bousquet. The scientific way of warfare. Order and chaos on the Battlefields of Modernity. Columbia University Press. 2009. P.8623 Ver Antoine-Henri Jomini. Précis de l’art de la guerre. Editions Perrin. 2001.24 Clausewitz. De la Guerre P.17425 Clausewitz. De la Guerre P.17926 Citado p.43 en Décider dans l’incertitude. Général Vincent Desportes. Edition Economica. 2007.27 Ver P.8. T. Derbent. Clausewitz et la guerre populaire. Op.cit.28 A lo largo del siglo XX, su notoriedad se extendió hacia Oriente.29 Es el norteamericano John Michael O’Connor, quien fue el primero en traducir Jomini en 1817. Ver P.34-35. Bruno Colson. La culture stratégique américaine. L’influence de Jomini. Editions Economica. Paris.1993. Mientras que Clausewitz fue traducido por primera vez en inglés por el Coronel J.J. Graham en el año 1873.30 Ver P. 45. Bruno Colson. La culture stratégique américaine.
15
31 McNamara provenía de la empresa privada Ford antes de ser convocado al puesto de Secretario de Defensa.32 Ver P.10-15. Dominique Pestre.La pensée mathématique des systèmes. De la stratégie nucléaire à l’économie et à la société. La recherche Hors-série nº7. Avril 2002.33 Poirier, siguiendo el pensamiento que Clausewitz dejó inseminado, declaró que la estrategia engloba el nivel económico, político y cultural e hizo de ella un “conjunto de operaciones intelectuales y físicas requeridas para concebir, preparar y conducir toda acción colectiva realizada en un entorno conflictual”. Sobre Poirier, ver p.213-214. Dictionnaire de la pensée stratégique. François Géré. Op. cit.34 Citado por Pierre Naville en su Introducción de la Guerre por Carl von Clausewitz.
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