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LA IDENTIDAD SOCIAL DESDE UNA SOCIOLOGÍA
APLICADA
Antonio Delgado García Mst. Estudios Latinoamericanos (antondelgar@hotmail.com)
ORCID http://orcid.org/0000-0001-6343-2853
Universidad Autónoma de Madrid, Facultad de Filosofía y Letras
C/ Francisco Tomás y Valiente S/N, Cantoblanco, Madrid, España
Recibido el 3 de marzo de 2017
Resumen: Partiendo del concepto de status según la teoría de M. Weber la
identidad se ha venido abordando desde diferentes posturas, unas de ellas la
aplicada por la psicología de H. Tajfel, como teoría realista del conflicto de
identidad. Se repasan los diferentes procesos previos que conforman esa
identidad social, vistos en su interrelación con el status social, así como su
conexión con los estilos de vida, el gusto y el consumo, aportados por P.
Bourdieu. Entre las principales conclusiones tras comparar el status y la
identidad social y/o nacional, están si existen principios de exclusión mutua
o de autoexclusión particular.
Palabras clave: alteridad, ciencias sociales, identidad nacional, identidad
social
SOCIAL IDENTITY APPROACH IN APPLIED
SOCIOLOGY
Antonio Delgado García Mst. Latino Studies (antondelgar@hotmail.com)
ORCID http://orcid.org/0000-0001-6343-2853
Autonomous University of Madrid, Faculty of Philosophy and Letters
s/n Francisco Tomás y Valiente street, Cantoblanco, Madrid, Spain
Received on March 3, 2017
Abstract: Based on the concept of status according to the theory of M. Weber
the identity has been addressing from different positions, some of them
applied for psychology H. Tajfel as realistic conflict theory of identity. the
various previous processes that make up the social identity, seen in its
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relationship with the social status as well as its connection with lifestyles,
taste and consumption, provided by Bourdieu are reviewed. Among the main
conclusions after comparing the status and social and / or national identity,
whether there are principles of mutual exclusion or self-exclusion particular.
Keywords: Alterity, Social Sciences, National Identity, Social Identity
СОЦИАЛЬНАЯ ИДЕНТИЧНОСТЬ С ПОЗИЦИИ
ПРИКЛАДНОЙ СОЦИОЛОГИИ
Aнтонио Дельгадо Гарсия Магистр по Латинской Америке (antondelgar@hotmail.com)
ORCID http://orcid.org/0000-0001-6343-2853
Автономный университет Мадрида, Факультет философии и литературы
C/ Francisco Tomás y Valiente S/N, Cantoblanco, Madrid, España
Cтатья получена 3 марта 2017 г.
Аннотация: Понятие идентичности рассматривается с различных
позиций, исходя из концепции социального статуса М.Вебера. Одна из
таких позиций нашла свое применение в психологии Г. Тэджфела в
реалистической теории конфликта идентичности. Изучаются
различные процессы, являющиеся предпосылкой формирования
социальной идентичности, которая анализировалась Пьером Бурдье во
взаимосвязи с социальным статусом, а также с образом жизни и
потребления. Один из главных выводов статьи: при сравнении статуса
с социальной и/или национальной идентичностью возникает вопрос о
том, существуют ли принципы взаимного исключения или
индивидуального самоисключения?
Ключевые слова: различие, социальные науки, национальная
идентичность, социальная идентичность
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Prolegómeno
El concepto de identidad puede entenderse de muy diversas
maneras. La primera cuestión que se nos presenta es la de cómo
ha de resolverse su multiplicidad, ya que nos surge la duda de
cuántas identidades podemos tener. Puesto que hay autores que
defienden que no tenemos una sola identidad, social de manera
particular en nuestro estudio, y aludiendo a la nacional de
manera general; sino varias, probablemente tantas como grupos
a los que pertenecemos. Pese a ello, la perspectiva que se
plantea aquí es que a cada individuo se le reconoce una sola
identidad, como forma, sólo que múltiple como contenido, lo
que puede llevar a que a veces nos resulte contradictoria. Esta
aparente contradicción puede solventarse dependiendo del
análisis vertido sobre la misma. La situación en la que el
individuo se encuentre será un indicador del rasgo identitario
que debe sobresalir, dado que las prácticas que tienen sentido
dentro de un grupo, pueden no tenerlo dentro de otro (aunque no
estén “condenadas”). Asimismo, la identidad es dinámica,
evoluciona con el sujeto.
Partiendo del concepto de identidad como el propuesto por
H. Tajfel, [1] y su tratamiento del problema de la multiplicidad
de identidades y cómo éste se solventa al centrarse de manera
focal en los grupos de status, tal como se han definido a través
de los estudios posteriores a la obra de M. Weber. El nexo de
unión entre ambas posiciones sería P. Bourdieu, pues a través
del estilo de vida unimos la relación de influencia mutua que se
da entre la identidad y el grupo, puesto que tanto la identidad
refuerza ciertas características del grupo, como la evolución del
colectivo remodela la identidad. Además, no sólo afectan
cuestiones particulares del grupo, sino que también son
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importantes aspectos estructurales, entre ellos es de especial
importancia la distribución de recursos, y es por esto por lo que
el status se convierte en un concepto central de este
planteamiento.
Al diseñar un modelo de investigación que nos permita
acercar a este difuso objeto de estudio, hemos de marcar una
serie de objetivos que respondan a estas cuestiones:
- Toma de conciencia de la identidad social
- La identificación propia frente a la alteridad
- Las comparaciones
- El otro de la comparación
- Autoexclusión entre grupos diferentes
Debido a la complejidad del objeto de estudio, el enfoque de
acercamiento al mismo cuando se quiere abordar desde
primeramente una postura téorica, es un uso mixto de técnicas
cualitativas y cuantitativas cuando ya se disponga de hipótesis a
desarrollar y experimentar. Para desde el marco teórico poder ir
acotando la realidad social a un caso concreto.
El concepto de status visto por Max Weber
Hay dos conceptos fundamentales que cruzan todo este
discurso, y tratar de definir cada uno de ellos como punto de
partida, para poder ver la noción weberiana de status social y
llegar a la bourdiana y su integración. Weber considera que en la
sociedad se dan una serie de conflictos que giran en torno al
poder y a los recursos y que generan la estratificación, idea que
también plantea Tajfel. Sin embargo, el análisis del investigador
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social no se reduce sólo a un análisis de clases, sino que
distingue tres aspectos dentro de la estratificación social: la
clase, el status y el partido, aunque en este caso haremos
referencia a los dos primeros.
Las diferencias vendrían por las divisiones de clase que se
hacen en torno a la cualificación seguidamente de la ocupación.
Cuando las diferencias de status están más relacionadas con el
prestigio. De ello resulta que las difernciaciones entre clases se
basan en condiciones económicas objetivas. Hay que tener en
cuenta también que la posición que un individuo ocupe en el
mercado influirá sobremanera en las opciones vitales, capitales
sociales, culturales, materiales, de dicho individuo.
El status, que es lo que interesa para éste análisis, hace
referencia a las diferencias que existen entre dos grupos según la
reputación o el prestigio que los demás les conceden, existiendo
la posibilidad de que los límites de clase no coincidan
exactamente con los límites de estatus. Weber enfatiza los
aspectos culturales y simbólicos como expresión del estatus, y
estos se recogen en el estilo de vida, siendo algunos símbolos de
status la vivienda, el vestido, la forma de hablar, etc. En la obra
de Bourdieu también podemos encontrar referencias a las
diferencias sociales en función del estilo de vida, e igualmente
cómo se enfatizan sobre los aspectos simbólicos enmascarados
tras cada expresión del mismo [2, p. 174].
A priori no podemos saber cuánto prestigio mutuo se otorgan
los grupos sociales, de forma que lo que este trabajo pretende es
llegar a establecer un modelo analítico para poder llegar a
establecer grupos de status, partiendo de la clase social.
La línea clásica de identidad social a la que alude cualquier
texto que haga referencia a este tema, es la de Tajfel, dentro de
la teoría realista del conflicto. Esta teoría tiene tres supuestos:
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primero, que las personas procuran mantener o aumentar su
autoestima, aunque una imagen más positiva de sí mismas no
tenga repercusiones externas; segunda, que las personas asignan
valores positivos o negativos a los grupos sociales; y tercera que
la evaluación del propio grupo se lleva a cabo a partir de
comparaciones, intentando la discrepancia positiva para el
propio grupo, lo cual genera más prestigio. Sin embargo, hemos
de tener en cuenta que cualquier comparación puede acabar
reforzando al propio grupo si sabe justificar las diferencias con
el exogrupo.
Para H. Tajfel la identidad se define como “aquella parte del
autoconcepto de un individuo que deriva del conocimiento de su
pertenencia a un grupo (o grupos) social junto con el
significado valorativo y emocional asociado a dicha
pertenencia” [3, p. 292]. Es el resultado de un proceso relacional
que nos hace percibirnos como diferentes de los grupos de
nuestro alrededor. Para el propósito expuesto vamos a
centrarnos en las clases sociales, concepto presente en la
sociedad pero abstracto para los sujetos que la forman, los
cuales normalmente al preguntarles a qué clase dirían que
pertenecen, responden acercándose a la opción de clase media.
Los casos que se posicionan en los extremos, aunque los hay,
son los menos, en parte porque para todos su clase es la normal,
y a partir de ella establecen la posición de los demás. Más
adelante veremos que realmente los individuos a veces no nos
damos cuenta de que lo que para nosotros es normal, para otros
puede ser objeto de curiosidad por estar fuera de su realidad
cotidiana, pero que cuando nos damos cuenta de lo que nos aleja
y nos hace únicos frente a otros, nos reforzamos en ello, y no
participamos de las prácticas que a nosotros nos llaman la
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atención de otros, sino que nos mantenemos en nuestra
cotidianeidad, generando un fenómeno de autoexclusión.
De nuevo en Tajfel [1] , la pertenencia a un grupo y la
definición de éste se hace desde la construcción de un nosotros.
Para ello es necesario que exista un ellos que funcionará de
contraparte en la comparación. Esta se hace desde la exaltación
de las características positivas del propio grupo y la acentuación
de aquellos rasgos negativos del otro, y es esencial porque es la
que permite generar un sentimiento de pertenencia que se
engloba en el concepto de nosotros, hasta el punto de que en
situaciones intergrupales importantes, los individuos muchas
veces perderán parte de su identidad individual a favor de su
identidad grupal, es decir, que actuarán como miembros de
determinados grupos y no como sujetos individuales, como
defiende Tajfel. Esto da una idea de que las relaciones sociales
estarán condicionadas por los límites grupales, porque el
trasfondo del nosotros sería el establecimiento de unas fronteras
que separan lo interno (nosotros) de lo externo (ellos).
Podríamos asimilarlo a lo que Bourdieu llama habitus. El
habitus es una estructura mental estructurada por las
condiciones de existencia y que al mismo tiempo estructura los
esquemas mentales de las personas. De éste resultan unas
prácticas que dan lugar a distintos estilos de vida. El habitus no
sólo está relacionado con los límites grupales de Tajfel, sino que
además lleva al sujeto a interiorizarlos e incorporarlos a su
modo de vida.
No obstante, estos límites pueden ser en gran medida
inconscientes en tanto que son algo normal que se nos da ya
instituido. Las diferencias se perciben como normales y lógicas,
y las fronteras no han de establecerse porque ya está hecho, lo
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único que hacen es variar a medida que se dan cambios sociales,
pero no necesariamente los grupos van a buscar esos límites.
Categorización del proceso de formación
de la identidad social
Desde las ciencias sociales, y en especial la sociología y
afines, la categorización es un proceso cercano a la percepción.
Es al enfrentarnos a algún tipo de estímulo o situación social
determinada cuando se da este proceso. Al hablar de la
categorización dentro de lo social, hay que señalar que también
son relevantes otros aspectos que trascienden más allá de lo
observado y que muchas veces están relacionados con
suposiciones propias más que con evidencias.
La categorización consiste en, a partir de un proceso de
atribución, clasificar aquello que percibimos en diversas
categorías atendiendo a que tengan alguna característica similar
entre sí y que puedan ser relevantes para el resto de individuos a
la hora de realizar sus acciones, en relación con las acciones de
otros individuos grupales. Son categorías que conocemos y nos
sirven para orientarnos y guiarnos en la toma de decisiones que
conformarán nuestro comportamiento social. La atribución es
una función real y simbólica de la categoría de pertenencia de un
sujeto. De nuevo se hace referencia a la fuerza simbólica de los
procesos interrelacionados con los conceptos que manejamos.
Las personas, desde este punto de vista, son percibidas
dentro de categorías establecidas por diferentes criterios como:
género, edad, clase social,... y en muchas ocasiones, las
características no son atribuidas a esa persona en función de sí
misma, sino en cuanto a las características de un grupo al que
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pertenece. Así se ponen en relación la atribución y la
categorización social.
Frecuentemente, la categorización favorece que se perciban
las diferencias con aquellos que ya son diferentes a nosotros a
un nivel más alto del real, y que se tienda, asimismo, a disminuir
las diferencias que puedan existir con personas de nuestro
propio grupo. Es importante que tengamos en cuenta estos
procesos porque son la base de las comparaciones que harán los
grupos entre sí.
Aquí lo que interesa es precisamente ver cuáles son esas
categorías que los sujetos establecen, no los procesos cognitivos
por los que las establecen. Lo que queremos es estudiar el tipo
de categorías que establecen para los demás, y en las que se
consideran que se incluyen ellos, centrándonos en lo relacionado
con el status.
El conflicto de status intergrupal
La categorización y posterior comparación establecen
divisiones y favorecen el surgimiento del conflicto, aunque las
investigaciones de Tajfel muestran que simplemente el ser
conscientes de que se forma parte de grupos diferentes es
motivo suficiente para que se dé competición o discriminación
intergrupal, siempre tratando de favorecer al endogrupo.
Desde la perspectiva que se está analizando, la
estratificación está basada en un reparto desigual de recursos
que da lugar a un conflicto real de intereses, tal como habíamos
visto ya en Weber. Este conflicto está caracterizado por la
existencia de metas incompatibles para los grupos, de modo que
lo que uno consigue, el otro no, pues los adversarios reivindican
unos recursos que son escasos, como el prestigio. En esas
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circunstancias, la situación social es de antagonismo entre
grupos y etnocentrismo dentro de cada uno de ellos. El conflicto
se agudiza en torno a lo relacionado con status, no sólo por el
prestigio, sino también en torno a recursos relacionados con
otros aspectos como la economía o el poder. La lucha
intergrupal además se incrementa por el hecho de que los
recursos tienden a distribuirse de forma tal que el beneficio
siempre recae en unos mismos grupos, y esto hace que los
grupos no privilegiados se sientan totalmente desfavorecidos.
Mientras, los dominantes tienden a establecer las reglas de juego
y pugnan por mantener e incluso aumentar la distancia que les
separa de los demás. Para Bourdieu se trata de que las cosas
cambien para que todo siga igual: cada grupo batalla por llegar
al siguiente en la escala social, y si ese no se mueve para
alejarse, es alcanzado y pierde prestigio.
Cuando las diferencias están legitimadas, institucionalizadas
y justificadas a través de un sistema de status aceptado por
consenso, disminuyen los niveles de etnocentrismo y conflicto,
pero también la estima de los grupos subordinados. Es
resignación lo que sienten, no aceptación.
Pueden surgir pareceres cuando uno o varios grupos
subordinados empiezan a cuestionar las características asociadas
a su bajo status, facilitándose, a partir de ese momento de
inestabilidad del sistema y la reaparición del conflicto latente en
torno al reparto objetivo de los recursos. Mientras que estas
clases tratarán de desarrollar una identidad de grupo positiva, las
facciones dominantes buscarán mecanismos que les permitan
mantener y justificar el status quo y nuevas diferencias con el
resto de grupos que les sean favorables en posibles
comparaciones, de modo que al final las cosas cambiasen para
que todo siguiera igual, tal como se expuso un poco más arriba.
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La postura que mantenemos entiende que el conflicto puede
también darse dentro de los grupos. En este caso se trataría de
una lucha por obtener más recursos de los que pertenecen al
individuo dentro de los recursos de su grupo. Por ende,
hablaríamos de un conflicto motivado individualmente. Además,
cuestionamos la suposición de que el proceso de legitimación de
las diferencias sea tan consciente como lo plantea la teoría
realista del conflicto. Los grupos subordinados también pueden
contribuir a legitimar el sistema y la existencia de una numerosa
clase media atenúa la lucha social ejerciendo de barrera entre los
polos opuestos de la comparación. La búsqueda de acercamiento
propia de la clase baja, se hace más fácil porque siguen a un
grupo más cercano en la estructura social, con el que hay más
similitudes y que está menos preocupado por la distinción,
actitud propia de la clase alta y al mismo tiempo esta última,
puede percibir a la clase baja como más lejana porque hay una
clase de separación entre ambas.
Por su parte, la clase media es muy amplia y consta de
distintas facciones que probablemente generen comparaciones
endogrupales. Este tipo de comparaciones pueden deberse
también a la alta representatividad de la clase media como
estándar social que se toma de punto de referencia.
La interrelación entre la identidad y el status social
Independientemente del grupo del que hablemos, lo que está
claro es que todos dan lugar a una identidad social diferenciada,
y no hay que olvidar que los efectos del comportamiento
intergrupal están mediados por procesos de identidad social.
En la asociación entre identidad y estatus, el conflicto
requiere que los miembros del grupo subordinado mantengan la
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identidad subjetiva con el propio grupo y que el grupo
dominante sea percibido como relevante para realizar
comparaciones, ya que si se rompe la identidad con el grupo se
empiezan a desarrollar mecanismos individuales de movilidad
social ascendente, rompiéndose así la relación con el grupo e
impidiéndose posibles cambios grupales. Y si el grupo
dominante está muy por encima, no se considera potencial como
contraparte para la comparación porque ésta sólo afectaría
negativamente a la propia autoestima. La comparación puede
ayudar a fomentar los aspectos positivos de la identidad, pero
también puede darse el caso contrario cuando la posición
subjetiva del endogrupo en relación al grupo con el que se
compara sea inferior.
En general, un grupo de bajo status tenderá a causar, en
condiciones de identidad social insatisfactoria, la adopción
generalizada de estrategias de movilidad individual, y esto
supone un deterioro de la cohesión grupal. Ante esto, los
miembros del grupo reaccionarán creando obstáculos para la
movilidad social de otros miembros del grupo, que han pasado
de ser aliados a ser competencia.
Sin embargo, la insatisfacción identitaria también puede
estimular la creatividad social y dar lugar a unas nuevas
estrategias que refuercen la cohesión perdida. En cualquier caso,
un status consensuado podría servir de protección de la
identidad social en las comparaciones que resultasen negativas
para el endogrupo.
A pesar de todo lo expuesto, creemos que es muy probable
que los sujetos no sean conscientes de que las comparaciones
intergrupales las realizan en términos de status y relacionadas
con la identidad social. Para ellos la cuestión es más en términos
de qué tengo o soy, individualmente, aunque miembro de varios
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grupos sociales, y el qué no tengo o soy. Sí ha habido épocas en
las que la conciencia de clases y la lucha entre ellas estaba muy
presente en la sociedad y era un tema candente, pero
actualmente las condiciones de vida han mejorado enormemente
y se han creado Estados de Bienestar. En este contexto, la lucha
de clases pierde su ímpetu y la identidad en torno a esta
dimensión queda difuminada.
El sujeto siente menos al grupo, aunque sí se da cuenta de
que hay unos individuos que viven como él, cuyo modo de vida
es compartido por ellos, y otros que tienen una realidad, por así
decirlo, diferente. Pero ya no se trata de conseguir la movilidad
ascendente de la clase, ahora se pretende la movilidad
individual, y por eso puede ser que en gran parte el conflicto se
realce dentro del grupo y que la identidad se resienta.
La identidad reflejada en los estilos de vida
En buena parte de la obra de Bourdieu podemos encontrar un
interesante análisis sobre las diferencias de clase en función del
estilo de vida, expresado en el consumo. Este autor vino a
establecer que el sociólogo debe preocuparse por estudiar la
relación que se da entre el gusto, que viene determinado por la
posición ocupada en la estructura social y que se expresa en el
consumo, y los productos consumidos, pues teniendo en cuenta
que el consumo es un acto del estilo de vida, confiere distintas
identidades sociales a los grupos, asemejándolos o
diferenciándolos. El gusto es una de las partes fundamentales
del planteamiento bourdiano.
A partir de la expresión del gusto, se clasifica a los demás y
clasifican a uno, es decir, se da el proceso de categorización
social anteriormente mencionado. Une porque es el resultado de
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unas condiciones de existencia determinadas compartidas por
unos sujetos, pero a la vez separa a estos de otros grupos con
condicionamientos diferentes y así se convierte en el
fundamento inconsciente de la unidad de una clase.
La división social es posible porque existen categorías,
parejas de calificativos en las que hay que situarse. Las
categorías establecen clasificaciones que, al producir conceptos,
producen grupos y posibilitan las comparaciones, base de la
generación de identidad. El gusto alcanza a toda la estructura
social, y esto cristaliza en los grupos de status. El consumo
materializa las diferencias simbólicas entre los actores sociales,
a la vez que está determinado por la posición de éstos en la
escala social.
En grupos de status inferior, el gusto se determina por la
necesidad y las condiciones de existencia, en los grupos
dominantes, por la búsqueda de la diferenciación y del poder
simbólico, transmitiéndose de esta forma al orden simbólico y
definiendo así la identidad social. En función de lo anterior, el
gusto constituye los estilos de vida, convirtiéndose en la base de
éstos.
Recapitulando, el gusto que motiva el consumo define parte
de la construcción social de la identidad; que nos diferencia de
aquellos de los que ya somos diferentes y nos acerca a aquellos
con los que ya tenemos algo en común. Dado que el consumo
está unido a los grupos de status en una relación de influencia
mutua, también está relacionado con el proceso de socialización,
en el cual nos hacemos a unos hábitos (a todos los niveles) y nos
vamos construyendo como actores sociales. En este proceso nos
hacemos a un determinado estilo de vida.
Siguiendo el hilo anterior, se deduce que la legitimación del
sistema de status diferenciado es importante para que el
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conflicto no estalle socialmente. Bourdieu y Passeron piensan
que las instituciones escolares cumplen un papel fundamental a
la hora de legitimar las desigualdades sociales mostrando a los
niños en la socialización primaria cuáles son los caminos que
pueden tomar en su futuro, es decir, haciendo que interioricen su
posición de clase como algo inevitable, para que así no se
genere una pugna por unos recursos que además de ser escasos
están monopolizados en unas pocas manos, como el prestigio,
que es el que aquí nos ocupa. La legitimación consiste en el
desconocimiento por parte de los dominados de que se
encuentran en tal situación, es decir, que la dominación a la que
son sometidos sea entendida como un estado natural de cosas
[4, p. 11]
Enfoque de acercamiento entre la identidad y el status
Por lo expuesto hasta ahora, cabe pensar que los estilos de
vida buscan la distinción. La existencia y la percepción de la
diferencia permite las comparaciones entre los grupos,
generándose o reforzándose la identidad social de los mismos.
En el caso de que la identidad grupal sea positiva, se defenderá
el status quo, y cuando sea negativa se tenderá a la ruptura con
el sistema para cambiar la situación del grupo hacia un lugar que
permita comparaciones favorables para el endogrupo. A partir
de estas nociones, se elaboró el siguiente gráfico, en el que
recogemos las interacciones básicas que pensamos podrían
establecerse entre las variables o conceptos con los que estamos
trabajando: el estilo de vida genera distinción, y el ser
conscientes de dicha distinción es la que permite que se realicen
comparaciones. Con cada comparación se va creando y
recreando la identidad social, que al transformarse da lugar a
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nuevas dimensiones de diferenciación que se manifestarán en
los estilos de vida.
Por tanto, es importante conocer la legitimidad del sistema
de status actual para saber hasta qué punto las comparaciones
negativas llevan a estrategias de movilidad individual y, por
ende, de desidentificación, o fomentan la creatividad social. En
un sistema legitimado las diferencias y desigualdades están
interiorizadas como naturales, y es probable que la distribución
de recursos no se cuestione con una perspectiva de cambio
factible, sino desde una cuestión de deseabilidad, más que de
posibilidad.
Todos los grupos harán distinciones que les sean favorables:
aquellos que ocupan posiciones más altas en la escala social
harán comparaciones en términos educativos, culturales, sobre
gustos, posesiones, refinamiento y saber estar. Los grupos de
status inferior, por su parte, sabiéndose perdedores en toda una
serie de dimensiones, tratarán de solventar sus carencias
aduciendo a lo que para ellos son valores superiores: las normas
éticas y la moralidad. Probablemente en su discurso parezcan
sentir cierta lástima hacia aquellos que poseen más prestigio
porque les considerarán humanamente más vacíos y resten
importancia a los bienes materiales, aunque en la práctica en
muchas ocasiones notaríamos cierta tendencia a emular a
aquellos que tienen más. Es Bourdieu, quien señala que los
desposeídos tienen propensión a tratar de disimular su
ignorancia y a elevar un grado más allá lo que les gusta para
imitar a los dominantes [4, p. 40].
Por ello a la hora de establecer una metodología se
plantearán dos tipos de grupos de discusión para ver las
diferencias que se dan cuando el endogrupo está sólo frente al
investigador, y cuando se encuentran distintos grupos en la
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misma sala, qué tipo de comparaciones se realizan, si son más
agresivas cuando el exogrupo no está o al revés, si los sujetos
cuando se perciben como similares entre sí dentro de un grupo
se refuerzan en sus opiniones y si luego las suavizan cuando
están delante del exogrupo o se da el efecto contrario.
Otra de las cuestiones que parecen ser relevantes es que las
comparaciones pueden llegar a ser más conflictivas dentro del
grupo de referencia porque se plantean desigualdades en una
situación de supuesta igualdad de oportunidades. Miembros de
la misma clase social o del mismo grupo de status tendrán
recursos similares y, sin embargo, en la práctica, observarán que
no tienen las mismas oportunidades y esto puede motivarlos al
individualismo y a cierta desidentificación superficial, ya que
del estilo de vida es difícil deshacerse (por eso considero que
sería una desidentificación superficial). Esta tendencia puede
observarse con más fuerza cuando hablamos de bienes públicos,
y no de inversión de los recursos privados.
Principales conclusiones de los diferentes mecanismos de
exclusión como reforzamiento de la identidad social
La hipótesis manejada previamente al respecto, es que la
exclusión o autoexclusión no es, como defiende la perspectiva
bourdiana, impuesta por los dominantes a través de la violencia
simbólica y que, en realidad, los grupos no sienten el supuesto
conflicto con la fuerza propuesta por este autor gracias a esa
misma autoexclusión.
La autoexclusión no es consciente, sino que simplemente, los
individuos no realizan aquellas prácticas que no se encuentran
en las costumbres de su grupo social, que se salen de lo que
ellos consideran lo “normal” y que están fuera de sus
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actividades cotidianas. De forma que aunque el origen de la
autoexclusión inconsciente hubiera sido la imposición y la lucha
de los grupos dominantes por la diferenciación y la legitimación
de esas distinciones, actualmente el estado de las cosas es
diferente. Nos encontramos con que los límites de clase están
más difuminados, hay más probabilidades de movilidad social y
menos estigmatización social de los grupos de clase baja.
Tampoco se autoexcluyen sólo las clases bajas de realizar
ciertas prácticas, sino que todos siguen procesos de socialización
en los que se marcan, más por tradición o costumbre que por
lucha interclasista, los límites entre lo que su grupo hace o no
hace, y por tanto, encontraremos que los miembros de clases
altas tampoco realizan, por ejemplo, ciertos deportes, más
porque no lo han hecho nunca en su entorno que porque se
hayan planteado que eso no va con ellos y que se mezclarían con
clases inferiores y vean esto último como algo impensable.
Por otro lado, durante ese proceso de socialización, se va
educando el gusto, con el que ocurriría igual: es diferente porque
son grupos diferentes. Puede haber cierta propensión a imitar a
grupos de status superior y a rechazar éstos últimos aquellos
productos que se vuelven vulgares. Pero también puede
explicarse aduciendo que, efectivamente, los grupos tratan de
ser como aquellos que tienen un status superior, pero si partimos
del concepto weberiano de status según el cual los grupos que
tienen un status superior es porque el resto de grupos les otorgan
más prestigio, parece lógico pensar que se quiera ser como ellos.
Incluso, la imitación puede ser por respeto o admiración y no
necesariamente por envidia o deseo de aparentar más, aunque
también influyen estos elementos.
Y respecto al rechazo hacia lo vulgar, todos los productos
tienen su tiempo de auge, su decadencia y su reemplazo por algo
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nuevo para todas las clases. La cuestión es que cuando un
producto acaba de ser lanzado al mercado y aún es exclusivo,
sólo se lo pueden permitir los que tienen más capacidad
económica, pero a medida que se abarata llega a más cantidad
de población. Cuando esto ocurre, ya ha salido algo nuevo que
supera a lo anterior y que, de nuevo, sólo se pueden permitir los
pocos que lo pueden pagar. Así, no hay por qué pensar que las
clases altas están en constante búsqueda de productos exclusivos
que les diferencien, aunque es probable que esto se de, pero otra
parte de la explicación puede ser esa: que pueden permitirse
tener y hacer cosas que los demás no.
En cualquier caso, sí que parece que la autoexclusión es más
consciente en las clases altas que quieren mantener,
evidentemente, su prestigio y su posición en la estructura social.
En esa situación, los límites de status están más marcados
aún y los individuos se excluyen más si cabe, de los que ya están
excluidos [3, p. 292], no hacen lo que hacen otros grupos, y en
los que tampoco se les admite por su diferenciación social. En
cierto modo podría hablarse de reglas no escritas que mantienen
a los dominados alejados de los dominantes, y a estos en
constante alerta para mantener o aumentar la distancia con
aquellos. Para los dominados, intentar traspasar los límites les
llevará a la frustración y a la pérdida de autoestima, por lo que
se mantienen en el lugar que les “corresponde”, prefiriendo
buscar razones éticas y morales que les permitan sentirse
superiores a los dominantes.
Éstos mecanismos, conscientes o adquiridos, ya sean
adaptativos o heredados, permiten reforzar la idea de lo propio y
de pertenencia, como refuerzo de esa identidad social del
individuo en el grupo. Identidad que si se estudia desde la
conjunción de diversas variables como la cultural e histórica,
Antonio Delgado García
Iberoamérica, No3, 2017, рp. 99-120 118
permite conocer de manera más profunda los mecanismos de
formación de identidad nacional ya cuando se trata de
comunidades políticas establecidas [5, p.60].
Como hemos podido ver la identidad social de los individuos
se relaciona estrechamente con el estatus social del individuo en
relación al grupo, y es en este caso donde el individuo despliega
estrategias de inclusión para con la sociedad que le rodea, como
de exclusión para con otras sociedades a las que no pertenece.
Esto podemos verlo claramente en la percepción de una
identidad nacional desplegada u observada mejor mente en
ejemplos como los últimos años acaecidos en las
conmemoraciones culturales de las Independencias
latinoamericanas.
Estas relaciones de pertenencia y exclusión observadas en las
sociedades latinoamericanas con motivo de la celebración de la
identidad nacional, les permiten a los individuos una toma de
conciencia de su propia identidad social y nacional, como una
clara diferenciación frente a otras naciones que en esos mismos
años del 2010 (como del 2011 y 2012), [5, pp.41-48],
celebraban las conmemoraciones culturales de sus respectivas
Independencias. Esta identificación de las sociedades
latinoamericanas consigo mismas, les permite poderse comparar
frente a la alteridad de los otros, así como a los individuos de
cada una de esas sociedades, les permite autoexcluirse de otros
grupos diferentes que en esos momentos pueden desarrollar
celebraciones conmemorativas de su identidad nacional, pero
que pertenecen a naciones diversas y diferenciadas. Sin
embargo, hay lazos que permiten a individuos de México,
Colombia o el Paraguay, poderse identificar mediante lazos en
común al celebrar de manera conjuntamente los Bicentenarios
de las Independencias de Naciones; y sin embargo, cada
La identidad social desde una sociología aplicada
Iberoamérica, No3, 2017, рp. 99-120 119
individuo posee diferencias de su propia identidad social que les
permite diferenciarse de los anteriores.
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