la extrema violencia de género de la prostitución · legalizando la esclavitud y la posesión de...

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nº 1102. 23–29 de marzo de 2015 21

L a prostitución es unaforma de explotaciónque debe ser abolida yno una profesión que

hay que reglamentar porque es unaforma de violencia de género extre-ma. Lo que tanto las mujeres comolos hombres prostituidos tienen quesoportar equivale a lo que en otroscontextos correspondería a la defi-nición aceptada de abuso sexual yviolación reiterada. ¿El hecho de quese pague un dinero puede transfor-mar ese abuso en un empleo y dar-le el nombre de trabajo sexual?

Regular la prostitución legitimaimplícitamente las relaciones pa-triarcales: equivale a aceptar un mo-delo de relaciones asimétricas entrehombres y mujeres, establecer y or-ganizar un sistema de subordinacióny dominación de las mujeres, así co-mo anular la labor de varios dece-nios para mejorar la lucha por laigualdad de las mujeres.

Reglamentar la prostitución inte-grándola en la economía de merca-do significa aceptar que es una al-ternativa para las mujeres y, por tan-to, si es aceptable, no es necesarioremover las causas, ni las condicio-nes sociales que determinan a lasmujeres a ser prostituidas. A travésde este proceso se refuerza la nor-malización de la prostitución comouna opción para las pobres.

El ser humano no es una mer-cancía que se compra o se vende.La fuerza del trabajo puede ser ins-trumento de venta en el sistema ca-pitalista, pero si lo que se vende esel propio cuerpo de lo que habla-mos es de un sistema esclavista.Quien equipara la venta de la fuer-za de trabajo con la venta del pro-

pio cuerpo está legalizando la es-clavitud y la posesión de un ser hu-mano por otro.

En una sociedad que regule laprostitución socializamos a niños yniñas en valores claramente dife-renciados: a los niños, en que ellos,como hombres, van a poder com-prar, pagar por usar el cuerpo, laatención, el tiempo… de las muje-res. Y a las niñas, en que ellas, co-mo mujeres, pueden estar al servi-cio de los hombres. Quizás no ellaspersonalmente o directamente, pe-ro sí las mujeres, muchas mujeres.Si se regula la prostitución, educaren la igualdad resulta imposible.

Por eso, compartimos y defende-mos la ambiciosa postura del movi-miento abolicionista que busca ir ala raíz de un problema que afecta alos derechos humanos. Derechosque, en tanto que esenciales, estánfuera de discusión: los de toda per-sona a no ser abusada ni utilizadasexualmente, ni de forma gratuita nia cambio de ninguna compensacióneconómica. De ahí que debamos di-rigir el foco a las personas que de-mandan, a la clientela: los prosti-tuidores. Porque sin demanda, laoferta desaparece.

Estamos inmersos no sólo en unalucha económica, sino también enuna lucha ideológica, de valores, yen una lucha por construir otra sub-jetividad y otra conciencia social. Siqueremos construir realmente unasociedad en igualdad hay que cen-trar las medidas en la erradicaciónde la demanda, a través de la de-nuncia, la persecución y penaliza-ción del cliente y del proxeneta. Le-gislaciones avanzadas como la sue-ca en ningún caso se dirigen contra

las mujeres prostituidas, ni preten-den su penalización o sanción por-que consideran la prostitución co-mo un aspecto de la violencia mas-culina contra mujeres, niñas y niños.

Cambiar el destino de las mujeresy hombres que están en la prostitu-ción pasa por plantear un sistemaeconómico justo y sostenible que in-corpore en igualdad a ambos sexos.Pasa por perseguir a las mafias y nofavorecer su instalación en nuestropaís con leyes permisivas y con mo-delos económicos con ejemplos co-mo Eurovegas. Cambiar su destinopasa por transformar la mentalidadde esos varones, no sólo con san-ciones, sino con una mejor educa-ción para que se corresponsabilicenemocional y vitalmente, la mismaque debe contribuir a que los me-dios cambien la imagen de la mujercomo objeto sexual.

Dicen que la prostitución siempreha existido. También las guerras, latortura, la esclavitud infantil, la muer-te de miles de personas por hambre;pero esto no es prueba de legitimi-dad ni validez. Tenemos el deber deimaginar un mundo sin prostitución,lo mismo que hemos aprendido aimaginar un mundo sin esclavitud,sin apartheid, sin violencia de gé-nero, sin infanticidio ni mutilaciónde órganos genitales femeninos.

Los hombres debemos implicarnosactivamente, hoy más que nunca, enesta lucha por la igualdad de hombresy mujeres. Recuerden aquella frasepopularizada hace años en una cam-paña contra la prostitución impulsa-da por actores de Hollywood: “Realmen don’t buy girls”. l

*Portavoz del Grupo Parlamentario de IU, ICV-EUiA, CHA. La Izquierda Plural.

TRIBUNAPor José Luis Centella*

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