la crisis del estado - j. veraclis
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7/28/2019 La Crisis Del Estado - j. Veraclis
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LA CRISIS DEL
ESTADO
por Jorge VERACLIS
DOCTRINA Y
COMBATE
por Ricardo MELLA
EDITIONS C.N.T.1976
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Jorge VERACLIS
La Crisis
del Estado
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PREFACIO
Sab em os qu e la de so rie nt a ci n en
los individuos por las contradicciones
que vive el mundo, no puede ser
liquidada, sino presentando los
hechos y lo que fluye de los hechos,
sin partidismo y sin dogmtica cas-
trad or es . S lo po dr se r ef ec tiv o a
este fin, la virtual conciencia que la
vi da hu ma na no ti en e ot ro ca mi no qu e
la libertad, y su presente y su futuro
en la base del acuerdo libre. Y todo
eso, en un propsito de estudio de lo
que nos rodea, que procurar una
formacin integral, para que sea
posible el conocimiento de una
humana convivencia.
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LA INESTABILIDAD DE LOS ESTADOS CONTEMPORANEOS
La seguridad del Estado haba consistido hasta ahora, en dos recursos bienconcretos: la fuerza militar, que en las grandes potencias se significa por unpoder difcil de quebrantar, y el juego da la diplomacia, tan astuta comopoderosa para regular las relaciones de las naciones, mantener lasdependencias polticas y econmicas, con tratados, convenios y sociedadesinternacionales. sta seguridad internacional, en el orden interior, se apoyabaadems en la polica, en la aplicacin de leyes restrictivas a la libertad individualy en la reglamentacin de l a libertad colectiva, especialmente, al advenir a! planoprctico la forma sindical.
En 1914, las manifestaciones del maquinismo en plena madurez, producenla dislocacin del aparato estatal y es por la va del mercado y del consumo quela seguridad del Estado ve amenazados sus cimientos aparentementeinvulnerables. En efecto, la produccin en manos del capitalismo en escala cadavez ms ascendente, trae la lucha de mercados y la apropiacin y reserva de lasfuentes de materias primas hasta ese instante ms o m enos repartidas entre losdueos de 'la produccin. Esta lucha precipitada por el maquinismo adespecho del capital mismo, desemboca en la guerra llamada nmero uno, ypone de manifiesto la caducidad de las frmulas de la diplomacia y, fuego, la vidaregular de los Estados, pese a la Liga de las Naciones y al Tratado de Versallesque habran de anularse ms tarde, como consecuencia lgica del principio dedesintegracin estatal.
La seguridad del Estado, sin embargo, ensaya en el eplogo de ID Guerra de1914 la nueva frmula con materiales viejos a travs del socialismo,guardando las apariencias de una solucin servible al pueblo y como amenaza deliquidacin del capitalismo internacional; pero, los materiales viejos no resistenuna prueba de ms de veinte aos y 'pronto, antes de cuatro lustros, elsocialismo estatal de Lenin y de Trotsky quema el programa de una revolucinllamada integral y se adapta rpidamente a las formas hasta ayerconsideradas burguesas y reaccionarias, o sea, comienza a vivir en el ritmo delos Estados en los que el capitalismo tiene todo su predominio.
Paralelamente a esta encantadora forma socialista, el Capitalismo, hastadonde es posible, inicia una adaptacin socialista, que se ve ms clara ahora atravs de la palabra Democracia, pero guardando algunas reservas de carcterpoltico, que son reveladoras en el texto de la famosa y bullada Carta del
Atl nt ico .Sin duda alguna, el juego de la diplomacia tiene que modificar mucho de lo
empleado hasta ahora; en cambio, la fuerza militar
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y la fuerza restrictiva de la polica en el plano interno de los pases se hace ms
fuerte, en la medida que se robustece la frmula socialista estatal, que habr
de ser sometida a la prueba definitiva, en l a mesa de la paz.Esta adaptacin, que se trata de justificar como fenmeno pro ducido por la
realidad (?) en su imposicin avasalladora, no es en verdad sino una
explicacin dialctica de las dos fuerzas que pugnan por conquistar el
PODER excluyentemente: el Capitalismo en la vieja concepcin estatal, y el
Nuevo Capitalismo, en plan socialista desde el Estado. Ambos, de raz comn,
porque su podero lo garantiza el Estado, pero, este ltimo asegurando su
vigencia con un sector de la masa, mientras que aqul, permanece seguido y
resguardado por los grupos conservadores.La posicin y representacin de am bas fuerzas, se ve claramente expresada
en la contienda actual llamada nmero dos, por el Imperio Britnico de un 'lado y
el Soviet Ruso por el otro, marcando una lnea intermedia entre lo antiguo y loreciente el Capitalismo de los Estados Unidos 'del Norte, que viene participando
activamente desde el ao 1914. La dialctica usada en este plan de adaptacin a los cambios producidos, se
significa por un verbalismo exagerado y espectacular en la reforma de algunos
medios demasiado evidentes en su antigedad, para ser mantenidos y, desde
luego, subrayando el estilo democrtico en la vida poltica, como credencial
que garantiza tal reforma, aun cuando no se haya visto hasta ahora otra cosa que
un mero anuncio reformista. En tanto que esto ocurre con eI Capitalismo llamado
arcaico, el Nuevo Capitalismo se engalana con los saldos verbales de la
Revolucin de 1917 y la experimentacin de ms de veinte aos, que, en
concrecin estatista, no tiene de nuevo sino la eliminacin del capitalismo
individualista mediante la dictadura llamada paradojalmente del proletariado,
para reemplazarlo por el Capitalismo de Estado, que queda as legal y
poderosamente amparado.Pero no es eso todo en la sntesis preliminar de esta guerra nmero dos.
Existe la experimentacin del nazismo que se anunci socialista y continu
mantenido por el viejo capital y la vieja casta dominadora alemana. Su pretendidonuevo orden palabras dialcticas en trance de ser completamente
aniquilado, no tiene diferencias fundamentales con el socialismo de Estado del
bolcheviquismo. Habra que agregar el episdico y teatral intento corporativista
del fascio, y el insular nacionalismo japons, aunque este ltimo no am enaza
con reformas sino que permanece en sus viejas 'formas, posiblemente para
vaciarse en el pan asiatismo que fuera anunciado hace muchos aos. Lo real y concreto es, -que sin capital no se mantiene ningn Estado, y la
pugna est en el que viene dominando desde la derrota de la gran armada
espaola y el que asoma desde Oriente cargado de socialismo: uno, la reforma
para enfrentar al presente, el otro, la panacea proletaria, para rehacer la sociedad
humana.
Nada hay que haya perturbado ms con su bagaje mesinico
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a los individuos ms listos y a los espritus tenidos por libres, que la repentina y
olvidada democracia puesta a la moda de la noche a la maana, y el socialismo
desde el Estado. Al asombro, sucedi la certeza de que algo iba a transformar el
edificio social. Esta certeza cuaj en fracciones y partidos pol ticos, depuestos a
organizar a las multitudes siempre creyentes y atradas por las nuevas palabras y
los nuevos conceptos. Algunos talentos capitularon ante la luz de oriente; los
hombres libres se volvieron menos libres y los ms, abrazaron la ardiente
militancia, sin duda que honradamente convencidos de que algo substancial
surgira desde el fondo de los hechos. Mientras que los apegados a 'lo tradicional
ven una moderada transformacin a travs de la democracia, los ms
vehementes y encendidos creen en el socialismo, capi taneado por la dictadura
'del pueblo. En ambos cambios, la sofstica, vuelta dialctica para estar a tono con
el siglo veinte, ensaya sus recursos ya histricos en su afn conservador de
prolongar y asegurar la vi gencia del Estado.Pero, dentro de los trminos de esta pugna y sus caracters ticas cada vez
ms 'Claras en la medida en que se desarropa, se est produciendo la evidencia
de que ni la democracia ni el socialismo estatal vienen a resolver otra cosa
que la lucha secular del Capitalismo en sus adaptaciones y su corolarioconcreto: EL ESTADO. De ah que se observe en tan escaso tiempo, la deses -
peranza en las propias filas de la militancia socialista en el modelo estatal y
entre los hombre que si guen conservadoramente al lado de la democracia. Aqu res ide la esencia de la inestabili dad de los Estados, que tom a cada
vez contornos mayores y se traducir en un instante crtico en el abandono
definitivo a estas formas caducas que han comenzado el camino de su
disgregacin primero, y su liquidacin ms tarde.Se argumentar, que sea cual fuere el resultado de la contienda capitalista,
el hecho blico viene demostrando el enorme podero militar con que contar el
capitalismo vencedor, que al dominar sin tasa ni medida, utilizar ese podero
para sofocar todo intento de libertad en impulso irrefrenable a asegurar su
existencia y, por consiguiente, la del Estado; pero, se olvida que el pueblo civil e
incluso el pueblo que participa como soldado compulsa desde ya sudesesperanza como la ocurrida en 1918 en los contingentes que regresaron
desde las trincheras a l os cuarteles de paz, y, que la nic a c ertez a que tiene el
hombre colectivo, es que el mili tarismo que apoya a todo Estado, constituye
una casta en la que ste no participa sino en la medida de utilidad, que no es
su medida. Est el hecho c oncreto reflejado en la literatura, de los s oldados de
Alemani a, de Franc ia, de Estados Uni dos del Norte y de Ingl ater ra, al finaliz ar la
contienda de 1914. En Francia sobre todo, muerta toda devocin, porque supieron
que no haban defendido ni libertades ni justicia social. Los de Rusia, en cambio,
ms efectivos, ayudaron no al zarismo sino a la revolucin, deslum brados por un
ardiente programa.Esta inestabilidad de los Estados, va a ser luego ms con creta, porque el
Capitalismo vencedor tratar de someter a su dominio a los pases dbiles, y los
Estados pequeos habrn de
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quedar supeditados al gran Estado dominador, en el que el Capita lismo tendr su
apoyo. En este paso, residir adems la inestabilidad del gran Estado, porque en
la razn de su crecimiento est el comienzo de su propia debilidad. Las fuerzas
instintivas poderosas del pueblo, lucharn contra la dictadura poltica y
econmica del gran Estado en la defensa de su libertad, y en un espacio tan
grande, esta lucha tendr el desenlace lgico y ya histrico de los Estados que
emprendieron el camino hacia el Est ado Internacional.Esta vez, la nueva experiencia estatista no hallar los mismos estamentos
sociales que otrora. Estos corresponden ahora a una etapa en la que ha sido
posible crecer en cantidad y evolucionar en cali dad. Y si bien es cierto que el
politicismo ha do deteniendo en lo social y en lo hu mano el hacer para una
sociedad Ubre, en cambio en ese im pedimento, el individuo ha logrado verificar
la condicin artificial del partidismo, en la elocuente demostracin de una
ausencia del meeting poltico, de una crtica al caudillismo, en el gremio, en la
asociacin y en el si ndicato.De ah que ya no estime al Estado, en el que el poder poltico ha
demostrado siempre sus fatales consecuencias.
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FASCISMO Y COMUNISMO UNA SINTESIS ESTATAL
Del examen de las condiciones estatales que se ventilan en este momento y
lo que deviene como proyeccin, en lo que se llama democracia y socialismo
de Estado, resulta a todas vistas, que los Estados democrticos y los que
propugnan el socialismo desde el Estado, se identifican en un punto comn: en el
poder poltico autocrtico en todas sus expresiones, con levsimas conce siones a
la libertad en escasos Estados,Democracia y Socialismo usan los mismos medios coercitivos y sus
variaciones son en esencia insignificantes, aunque algunos ensayistas miopes en
simple alarde litera-rio, creen reconocer causas, medios y fines completamente
distintos. All ellos , los que pre tenden desentraar los fenmenos polticos y
sociales por una estimativa exagerada de lo accidental, pero con olvido y sosla-
yamiento ms que todo, de lo realmente fundamental. En esta guerra nmero dos, ha sido posible comprobar, que los propsitos
reales de los grandes Estados no corresponden en modo alguno con las d-
eclaraciones, que una propaganda sin precedentes 'ha hecho circular en todos
'los pases, con indudable efecto psicolgico. En esta cuestin, han coincidido las
potencias en pugna, slo que a esta altura de los 'hechos el nazismo ya ni
siquiera puede mantenerla.Las sugestivas alternativas en torno a la representacin lega! de Francia,
antes de su liberacin, hasta quedar en manos de un militar, y la factura de los
gobiernos preparados de antemano, o sea, antes de la liberacin del -poder
nazi, y ya ms clara su composicin, al (producirse la liberacin de Polonia,Grecia, Italia y Checoeslovaquia, son muestras efectivas de la sorda lucha por
debajo de la guerra, entre la democracia y el socialismo. Sin duda que
ahora las cosas caminan con ritmo ms acelerado, para ganar posiciones y
tener los efectivos polticos en pie, en el momento de discutir en la llamada
mesa de la paz (?), la geografa fsica y humana y su r eparto inevitable.La democracia, como el socialismo actuante, se van iden tificando con -
el fascismo, a medida que sus ejrcitos y sus hombres de gobierno van
liberando los pases que estaban en manos de los nazis. El caso de Grecia es el
ms concluyente, pese a que muchos otros hechos no alcanzan a constituir
noticia en el cable.Se trata ante todo, de asegurar la vida del gran Estado y se arguye, que por
imperativo de la guerra, las medidas liberadoras anunciadas lrica y
solemnemente en las declaraciones y la propa-
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ganda, tienen que adoptarse provisoriamente. Pero, qu enemigo totalitario
queda en un pas que ha sido prcticamente liberado? Nadie lo sabe an.Por mucho que se esfuercen los grandes Estados en encubrir sus medidas
con el argumento de guerra, es claro el hecho que el gobierno que instalan en
cada pas antes sojuzgado, corresponde a una medida de poder que entraa
desde luego una seria amenaza para una verdadera 'liberacin. No en vano, los
hombres avisados de esos pases resisten como ayer a los nazis, a los
actuales dominadores, y el pueblo en su instinto sin 'mengua, acaba por or y
seguir a aqullos que ven c omprometida la libertad elemental. Pero si eso ocurre en tierras en que aun no se apaga e! temblor de la guerra,
en los pases espectadores, los grandes Estados favorecen el crecimiento de las
oligarquas y los despotismos. Amrica India es un ejemplo en este aspecto. En
ella, el nacionalismo de estirpe nazi y el socialismo de raz dictatorial tienensus tiendas y sus entendimientos paradojales con los pretensos representantes de
las cuatro libertades. El clculo poltico se impone por encima de las
declaraciones, lo que viene a explicar, que los pequeos Estados indoamericanos
constituyen el captulo segundo en el reparto de mercados y zonas de influencia
que ya han de estar considerados en el programa a abrirse en la mesa de la paz. Mientras tanto, los grandes Estados confan en los efectivos militares que,
pese a la paz, han de quedar en pie, como consecuencia lgica de la pugna cierta
que habr de surgir, una vez que los acuerdos se pongan en marcha. Esta
enorme fuerza de guerra con que cuentan y contarn para asegurar los acuerdos,
es la muestra -ms significativa de la tnica fascista que tendr luego sin
empacho, la democracia y el comunismo, hoy en desplante socialista. Y, es
ms que posible, que los hombres que la han organizado no sean ms tarde los
que queden en el poder, por ese ineluctable sino que el poder mismo lleva en
su entraa.
o
En otro aspecto, la exclusin entre democracia y socialismo es muy clara en
la lucha por el poder, y para ello, tratan de eliminar lo que llaman
despectivamente el idealismo. Ambas, combaten sin descanso a los hombres y
a los grupos que defienden la libertad elemental.En Londres, ya se ha visto una prueba democrtica, al someter a juicio a
cuatro hombres que colaboran en la publicacin de la Freedom Press y del
peridico Comentario de Guerra. Por su lado, el socialismo rojo, en las tierras
que ya ha ocupado, est alejando a los revolucionarios que ayudaron
subterrneamente a la liquidacin del podero nazi. En las dos aguas estatales,los hombres libres son el idealismo acusador y la protesta viva que importa
suprimir, para que el engao subsista y el reparto del mundo aparezca como nica
solucin razonable y humana (?). A todo esto hay que agregar, que el socia lismo bolchevique en
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e! modelo dictatorial ha corrido bastante en los pa ses de! Asia, Europa y Amrica
y cuenta con fuerzas politizadas, en las que es evidente la extensin de un
fanatismo, al que la dialctica ha dado los contornos religiosos para enraizar en
las masas y constituir luego un poder internacional incontrarrestable: o sea, en
buenas cuentas, el substituto del "fenecido fanatismo nacional socialista de los
nazis, que estara 'llamado a escribir otros tantos volmenes negros, en la
historia poltica y social de la humanidad. De esto no hay duda.Pero, en qu medida reaccionara la democracia para impedirlo, y en qu
medida no sera la democracia misma llevada a crear un fanati smo semejante?
No en vano algunos pensadores han considerado en esta lucha por el poder,
las 'proyecciones de un nuevo azote en la humanidad, y no son aventurados al
entrever en la mesa de la paz, el punto de partida de una tercera guerra y e' ciclo
pavoroso de una nueva edad media.Tal es lo que se puede esperar, en los tiem pos que vienen.
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EL SIGLO DEL PUEBLO
Dentro del desarrollo belicista de los grandes Estados, se nota, sin que sea
un secreto para nadie, que no es la libertad del ser humano la que los
preocupa, m el paso a una forma de convi vencia en el mundo que venga a
procurar la transformacin social del pueblo anhela, sino el predominio del
poder material y poltico, en modo internacional. A este fin, se dialectizan las
frmulas estatales, y sus representantes, para impresionar, hablan del siglo del
pueblo.
En el fondo, la frmula declarada tiene una representacin que bien es de
utilidad demaggica, corresponde a la vez a una realidad que los Estados mismos
no alcanzan a medir. Ellos quieren e \ statu-quo de la sociedad a base dereformas, que en lo prctico son bien legalizadas y concluyentes leyes que
beneficiarn ms que a nadie, al Estado mismo. Pero, al establecer que es elsiglo del pueblo, se anuncia sin desearlo el futuro del material humano, que
hasta ahora no sirve sino para que los Estados planeen todas las cosas en su
nombre, pero sin incluirlo jams. En verdad, la crisis estatal ha llegado a un
punto capaz de permitir el anuncio de algo tan concreto como la determinacindel pueblo que no habra sido hecho en otra ocasin, si no estuv iera el Estado
un lmite como el actual, en el que est el c omienzo de sudecadencia.
o
Indudablemente, la desesperanza del pueblo en todos los pases es de tal
magnitud, como para sealarla como el prolegmeno de un largo perodo, en el
que el pueblo llegara a ser social polticamente mucho menos de lo que es
ahora, o sea, que el Estado tendra una vigencia y un podero tales, como para
aserrar de una vez por t odas su reinado e impedir toda libertad y odajus tici a.
Este enfoque no es de ninguna manera precipitado, salvo si se mira
simplistamente la cuestin (?), y si se examina desde el punto de vista de lo
parcial, o sea, desde el Estado; pero, no se estima en todo caso, que en esta
aparente calma y debilidad del pueblo estn los fermentos de un hacer cuyas
proporciones no podran precisarse en su totalidad.
Esta desesperanza del pueblo, es ms bien sntoma augural, porque ellano est de ningn modo alimentada por una Imposi bilidad, sino por un penoso
conocimiento de las formas estatales qU0 nada han podido resolver. Es
motivacin de ndole poltica,
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que reconoce la inutilidad de una organizacin gastada y en trnsito hacia la
muerte.El pueblo crey durante mucho tiempo en la organizacin estatal y hasta
acept que se equivocara y demorara su proceso, porque se le insinuaba como
ejemplo el camino de la ciencia y la lentitud de muchas de sus experiencias y
de sus conquista Pero el pueblo lleg a comprender desde 1914, que si bien la
ciencia no era tan rpida como su inquietud y sus ansias de vida humana, haba
logrado cosas de tal naturaleza e importantes para el individuo, que por su
categora y el hecho de utilidad, el paralelo se deshaca y demostraba en cambio,
que la organizac in del mundo es artificial y en consecuencia, anti-cientfica.Cada gran perodo histrico, es rico en experiencias y en sugerencias para
nuevos planteamientos, Ahora cosa con que no se cont en otros tiempos, l a
ciencia ha venido en ayuda del ser humano no incluido, y lo hace tan virtualmente a travs de la mquina, que no slo le indica el camino para una reduccin
de la jornada y mayores y m ejores medios de vida, sino que se expresa para una
inminente liquidacin de la posesin secular de la riqueza y de su aparato estatal.
o
La certidumbre de que es su siglo, el pueblo la comprue ba por los hechos
reveladores de su importancia, nunca tan tenida en cuenta como ahora por los
directores y amos estatistas. Acaso el exagerado voceamiento de la dictadura del
proletariado por elsocialismo, y la libre determinacin de los pueblos, anunciada
propagandsticamente por la democracia, estn ayudando sin querer, a la
formacin de una conciencia en el pueblo, que de ninguna manera ser para
perpetuar el medio social actual.Sin embargo, no se puede negar que la organizacin estatal cuenta con
elementos que impedirn la formacin de una conciencia social, como la que en la
crisis de esta segunda guerra se va iniciando. En la realidad de sus comienzos
est el que se favorezcan los libres anhelos del pueblo, crecidos a raz de una
Indudable experiencia y de un conocimiento de las causas y de los factores enjuego. Por eso , la acti tud de los hombr es libr es y de los revoluc ionarios
autnticos, ha de ser en su efec tividad orien tadora y prcticamente activa, para
que el destino de lo que recin se incuba se asegure y se exprese desde el primer
instante, en libertad.o
El siglo del pueblo ahondando en su verdadero sentido, tiene desde su
partida el reconocimiento de los representantes ms tp icos del Estado,
evidentemente que, a regaadientes, pero, es la primera vez que lo hacen y 'lo
extienden, cierto que en alarde de propaganda impuesta por las circunstancias. Pero el pueblo ya est sobre aviso en cuanto a lo que puede ser su propia
determinacin, y esta determinacin no puede vaciarse de modo alguno en los
viejos moldes polticos y sociales - sino en efectiva y surgente ANARQUIA. De ah
que tenga tanta
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importancia destacar su contenido esencial e insistir en el clima de libertad en que
esta determinacin debe cim entarse.Hoy como siempre y mientras el futuro no lo venga a expresar, no tiene el
pueblo otro camino de liberacin que el que la Anarqua viene planteando: la
sociedad humana a base del libre acuerdo y la libre convivencia. Pero, para esto,
hay un punto fundamental y este punto reside en el individuo, ya que l es la
clula en la que comienza esa genera lidad, que se llama el pueblo. Nunca se ha
insistido 'bastante en este aspecto, y puede que los englobamientos no hayan
sido bien comprendidos por los que desean un mundo mejor, porque a menudo
todo lo social lo refieren a lo ltimo, o sea, a lo que la Anarqua quiere en ltima
instancia.La cuestin, para un siglo del pueblo, que desde luego no puede
aceptarse en esta limitacin de tiempo, ha de ubicarse en el individuo. En lreside la verdadera libertad y la verdadera forma de vida social. Todo cuanto se
intente a zancadas en el ofrecimiento de panaceas, no puede ser duradero, si no
se comienza por la clula elemental y, todo lo que se Intente fuera de ella no es
sino una elaboracin artificial, que tendr la misma suerte que e l orden
estatista, que no es otra cosa que un DESORDEN.No es con grupos, ni fracciones, ni partidos gregarios, que la humanidad
lograr su ms prximo sentido, ni tampoco con la direccin estricta que ofrece el
sindicalismo, menos an con las reformas mejor concebidas.El asunto est en el individuo, y la accin anarquista no la concibe, si no se
resuelve la individualidad hacia un trnsito consciente, por el que llegue a liquidar
cada uno su forma gregaria hoy da expresada como masa, con la que
permanece en esa dominacin global llamada pueblo.o
El siglo del pueblo tiene la ventura de iniciarse frente a un agnico estado de
cosas, pero, para que esta iniciacin sea servible y grandemente constructora en
la humanidad, ha de caminar en libertad. De ah que sea importante destacar su
anuncio en esta crisis estatal, al que no ha sido ajena la experiencia del Estado
mismo.Esta indiscutible determinacin del pueblo, amasada por una larga fatiga,
hasta hacerse virtual en la desesperanza en todo lo que haba credo y
esperado, debe ser polarizada por la Anarqua para liquidar el statu -quo, a fin
de que la masa se libere y halle a la vez el punto de apoyo para su nueva vida.El Individuo surgir desde la masa, y ser cultural y socialmente la clula
vital en el desarrollo y concierto de una convivencia, en la que el concepto global
de pueblo, habr encontrado su rea l y completo sentido humano.
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Ricardo MELLA
Doctrina
y
Combate
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Los camaradas de Renovacin Proletaria, en medio del triste espectculo de
nuestros das; en estos momentos en que la mentira pblica y privada corroe las
entraas de la sociedad; el vicio corrompe a hombres y a mujeres, a nios y a
ancianos; la vanidad desvanece el cerebro; y los hipcritas y fariseos,
embusteros y degradados, corren tras miserables fines de pasajero goce, hacen
labor positiva y de proselitismo revolucionario; y creen completarla mejor con un
volumen mo, y a sus repetidas insistencias, no puedo negarme m s, porque
estamos invadidos por la epidemia del escepticismo ms repugnante, en el que
se pisotea la conciencia y desprecia la personalidad.Hemos firmado un compromiso con las apariencias rindindonos a la
maldad. Nuestra educacin poltica, nuestra educacin social, nuestra
mentalidad, nuestra efectividad, todo, absolutamente todo, descansa en ese
compromiso.No es esto pesimismo de escuela ni pesimismo de tendencia orgnica. Es la
expresin de la realidad que se impone por doquier. Contemplamos a un homb re
cualquiera, sean las que fueren sus ideas y sus sentimientos, y de pronto salta la
mentira, salta el fingimiento, salta la vanidad. Los escpticos declarados se
confiesan o so excusan. Quien se excusa se acusa, le no s donde. Los que
tienen o parecen tener ideas, aspiraciones, velan lo mejor posible su propia
insania. Provocadlos y os ensearn ms mentiras que verdades, ms vanidad
que ciencia propia, ms hipocresa. La lnea recta es el egosmo estrecho de las
ms diversas concupiscencias. No faltan los que cnicamente ostentan la
perversidad de la moderna vida social. Estamos en plena crisis de todo un mundo que amenaza prxima ruina.
Desgastados los resortes de la vieja moral, del idealismo trascendente, de lapoltica rancia, todo el mundo se entrega a las ms bajas pasiones. La ambicin
se desborda: ambicin mezquina, pobre, deleznable. El egosmo cristaliza;
egosmo raqutico, anmico. Todas las cualidades nobles de la personalidad
bailan una danza macabra y se prosternan en el altar de la concupiscencia. Se
ponen las ideas, los sentimientos, al servicio de la pasin. Es menester
arrastrarse para subir, como hacen las orugas, a lo largo de una estaca. En
vano (Dumont) un hombre reflexivo y sensato querr permanecer inmvil en su
condicin, hacer consistir su lujo en su independencia y gozar descanso y
reposo; no se le dejar tranquilo, El desinters, la vida simple y con severidad
independiente son artculos pasados ya de moda y objeto de un desdn general.Se miente religiosidad, se miente amor al prjimo, se miente
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abnegacin, se miente sinceridad: la cucaa tentadora, la cucaa poltica, la
cucaa de la riqueza, la cucaa del renombre, la cucaa del aplauso: he ah
todo, hay que trepar aunque sea arrastrndose como los insectos ms
repugnantes.
Trepad, pues, hombres del da.Trepad los que aspiris a gobernar, los que
queris dirigir, los que sonis con 'brillos de efmero deslumbre; trepad los
ambiciosos, los glotones de la riqueza: trepad los que os creis elegidos,
predestinados a una hegemona literaria, poltica, cientfica o social; trepad,
trepad todos a porfa que la masa estulta os ayudar placentera, creyendo o
aparentando creer en vuestras promesas de glora o bienestar o de grandeza; en
vuestros mentidos servicios; en vuestra necia superioridad.
Trepad, que mientras trepis, no faltarn voces que clamen desde acabajo por una vida sencilla, honesta, sincera. Una vida sencilla, honesta y
sincera, que vendr al derrumbarse el mundo que agoniza, que surgir del
estrpito de todas las cucaas al venirse al suelo.
La fuerza de los que cifran su orgullo en su independencia, en su
sinceridad, en su sencillez, es la fuerza de un mundo que se adelanta a los
tiempos, que viene a todo correr para sanear la a tmsfera, el ambiente social, y
purificar la conciencia de los individuos dotndolos del herosmo de la verdad,
del valor de ser ellos mismos, netamente ellos, sin doblez, sin fingimiento, sin
hipocresa. Esta fuerza pretende que los ciudadanos no vivan del comn
engao, que cada uno se confiese tal cual es, bondadoso o indife rente, egosta
o desinteresado, blanco o rojo, sabio o necio; que cada uno pueda estrechar la
mano del otro sabiendo que es la mano del adversario o del amigo, la mano del
hroe o la mano del sabio, la mano del nec io o la mano del egosta. Cada
hombre vale tanto ms cuanto ms francamente se muestra tal cual es. Necesi -
tamos tener el valor de nuestra propia personalidad.
Mostrmonos como somos. Si abrigamos una ambicin personal no nos
finjamos redentores del prjimo; si corremos tras la riqueza no aparentemos unapiedad que no se siente, una religiosidad que no pasa de los labios; tengamos el
valor de ser nosotros mismos.
Y cuando tengamos este valor habremos vuelto a la vida honesta y sencilla,
a la verdad simple y neta. No hay mayor gloria que la tranquilidad de ser probo,
leal, franco, abiertamente franco y noble mente desinteresado. Volvamos, s, a
las costumbres modestas, a las costumbres de independencia, de sencillez, de
honestidad.
El ambiente de mentiras, de ambiciones, de vanidades, de concupiscencias,
corroe las entraas de la sociedad y corroe nuestras propias entraas. Estamos
en plena peste de embustes, de fatui dades, soberbiamente engredos de nuestra
maldad.
Llamemos a todas las puertas, toremoslas, si es preciso; que nuestra
personalidad se ofrezca a la contemplacin pblica como entre cristales
difanos.
Que de todos lados partan voces haciendo un llamamiento vigoroso a la
sencillez, a la independencia y a la honestidad. Cifremos en ello nuestro orgullo.Es menester ser sinceros hasta el herosmo.
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Las pestes se vencen a fuerza de higiene. La higiene social tiene un
nombre: verdad.La verdad ser el gran reactivo que nos devuelva a! dominio de nosotros
mismos.Digamos, pongamos la verdad tercamente, sin arredrarnos por nada. Que
la verdad sea el cautiverio implacable de todas las llagas que nos apestan,
asfixindonos en una atmsfera de muerte. La verdad nos emancipar.
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II
La organizacin social y poltica del mundo civilizado descansa en una
variable nocin del Derecho. Los pueblos salvajes rgense todava por el
invariable derecho de la fuerza. Tericamente, estas dos aspiraciones, que son
toda la filosofa y toda la ciencia en boga, resulvanseen una radical oposicin
que supone como triunfo definitivo de la justicia el rgimen perpetuo del
derecho.
Los programas polticos y las tesis filosficas, parten del prejuici o univ ersal
de que la realizacin del derecho es la finalidad tangible del progreso humano.
Los tiempos brbaros corresponden a la fuerza bruta; los tiempos modernos a la
evolucin indefinida de la idea de justicia.
Estamos seguros de la legitimidad de esta idea? No ser el producto
bastardo de un concubinaje infame?
Se considera al hombre como miembro social cuyas funciones estn dadas
de antemano por la ley comn. El derecho es el resultado de una legislacin y
un producto de la combinacin numrica. Los metafsicos sutilizan hasta
reducirlo a una nebulosa. Toda irreverencia hacia el moderno dolo, traduccin
poltica del indeciso dios de los idealistas, es gravsimo pecado que la sociedad
castiga con mano fuerte.
Admira la fac ili dad con que una palabra gobi erna el mundo. Qu es el
derecho ms que la misma fuerza organizada? Apenas un pueblo abandona el
estado salvaje y se constituye en nacionalidad, apresurase a codificar la fuerza,
regulando su ejercicio. Antes la fuerza era el elemento de lucha de que todos
disponan a su antojo; es hoy patrimonio conferido a unos pocos, mediante leyesy decretos del poder, creado y mantenido por la fuerza. Todos los reglamentos y
cdigos no son ms que reconocimiento y sancin de actos de fuerza; la
constitucin, su ley suprema. Existen ciertamente diferencias, pero ms
aparentes que reales: consisten en que cada ley o constitucin, cdigo o
reglamento refleja, no el concepto cerrado de la fuerza primitiva, sino aquel otro
que cada uno elabora para el gobierno del mundo; consisten tam bin en la dife-
rente manera del ejercicio de la fuerza. La suavidad en las formas, el disimulo al
exterior, distingue esta poca de las precedentes. Cierto que el seor de horca y
cuchillo, de vidas y haciendas, no se parece al panzudo burgus de nuestros
das, que envenena con los productos que fabrica o vende, o mata por avaricia,
o sacrifica en el pozo de una mina centenares de existencias con tal de obtener
mayores rendimientos. En el fondo, el burgus, como el seor feudal, se
amparan en la fuerza. Hoy se llama a sta cdigo,
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ley, constitucin. El progreso se reduce a la exaltacin de l barbarismo primitivo a
principio de justicia inmutable. Cmo ha escapado a la crtica de la filosofa y de la demo cracia de este
hecho evidente?La tradicin sirve de punto de partida al progreso y, natural mente, si las
causas de la injusticia prevalecen, prevalecer la injusticia tambin. Dar a cada
uno lo suyo, equivale a instituir una serie de preceptos con arreglo a los cuales
pueden morirse de hambre millares de personas? El error es grave. Dcese que el hombre viene al mundo social con derechos
y deberes. Ms no nace en el mundo fsico con necesidades que satisfacer? 'Por lo menos, en un principio el ejercicio de la fuerza tena s u excusa en la
satisfaccin de las necesidades. Hoy pretndase escudarlo en una ficcin
metafsica, estamos por decir teolgica A fuerza de hablar de derechos y
deberes, a fuerza de edificar cas tillos sobre una preocupacin universal, a fuerza
de sutilizar sobre la naturaleza de esta preocupacin, hase olvidado al hombre
como organismo fisiolgico, como animal. El ciudadano no es una individualidad orgnica que siente necesidades
reales y efectivas; es un ente de razn producto de lucubraciones extravagan tes.
Con qu cmica gravedad se habla de los derechos del ciudadano! Con qu
huera palabrera se encarece la libertad individual! Los derechos del ciudadano
son siempre ilusorios, palabras bien sonantes que acarician el odo engaando
al oyente. La libertad es el cebo con que se caza a los incautos, o jaula de
pjaro hambriento. En el orden poltico el derecho es la consagracin de la
esclavitud voluntaria: el ciudadano se somete hasta el punto de elegir sus amos.
En el econmico, la libertad es la cb ala de la servidumbre: el ciudadano, para
vivir, ha de someterse al jornal o sufrir la miseria; ni aun le queda la facultad de
valorar su trabajo, puesto que si acomoda al patrn tendr que cruzarse de
brazos. En el social, resumen y compendio de la vida poltica y econmica, el
espritu de casta, todava pode roso, y la efectiva existencia de clases, son la
ms completa afirmacin de que la fuerza es el nico derecho que subsiste a
travs de los siglos en un mundo semibrbaro que se aprecia de civilizado. Nohablemos del orden religioso. Nacemos y morimos con la envoltura teolgica de
lo transcendente, sometida la conciencia y la accin a los mandatos y
sugestiones de la casta sacerdotal. Empeado el idealismo poltico y filosfico, remedo del religioso, en
despojarnos de los atributos de la materia, hanos convertido y ha convertido las
ideas en sutiles abstracciones que slo viven en las sublimidades inaccesibles
de la mente, de un puado de visionarios. A una nocin metafsica del derecho,
corresponde la metafsica nocin del ciudadano. Pero el hombre de carne y hueso subsiste, vive, poderoso con la excitacin
constante de necesidades fsicas, morales e intelec tuales. En vano que demande
satisfaccin a los forjadores de las leyes y de cdigos. El derecho, que es toda la
filosofa de stos, permanecer insensible, sordo, ciego y mudo ante los
aldabonazos de la naturaleza. La fisiologa de las funciones es una nigromancia
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para los sabios del clasicismo. El estmago, el corazn, el cerebro, qu lesImportan?
Ellos no ven, no quieren ver en el hombre un animal que come, siente ypiensa. Prefirenlo ciudadano que vota, obedece y trabaja. Por eso su lgica esla lgica de la propiedad individual, del privilegio poltico y de la sugestinreligiosa. Su mejor argumento es el fusil.
El principio de la recompensa, de donde se deriva el Derecho, es el alfa yomega de la ciencia social.
En teora se remunera el trabajo por el gasto de energa que la laborrepresenta. Prcticamente, el trabajo es una mercanca cuyo valor oscila amerced de la oferta y la demanda. Si el gasto de energa no est en relacincon las necesidades ni el mercado da un precio suficiente a cubrir aqullas,qu les importa a los teorizantes? La sociedad, segn ellos, no debe de hacerms que esto: premiar el mrito, pagar el trabajo, asalariar las actividadesdisponibles.
La obra comienza en la escuela. Se estimula a los nios con el higu de unpremio y por temor al castigo; correlacin necesaria se llama esta figur a. As, lacuna del hombre se mece de la ambicin al miedo. Despus se entrega elindividuo al jornal, aumentando ste a medida que la mquina humana producems y mejor. As, el trabajo no es para el hombre ejercicio saludable por cuyomedio subviene a la satisfaccin de necesidades que no se tienen en cuenta,sino el potro donde se prueban sus fuerzas para concederle o no un certificadode bestia. Para aquellos a quienes se supone excepcionalmente dotados sereserva el incentivo de la ganancia, del tanto por ciento. Comerciantes eindustriales cobran el premio de un latrocinio. Ni aun los artistas y los sabiosescapan a esa regla. 0 aplauso pblico y el favor oficial agradan porquesignifican una recompensa positiva inmediata. Sin el acicate de la recompensano habra, segn la tesis, nios aplicados, hombres trabajadores, estudiosos,amantes de la belleza y de la ciencia. Parece que la humanidad tiene sobre latierra el destino fatal de disputar un premio en un record sin fin.
Puede suceder, y sucede, que con tales enseanzas se pervierta o sedestruya la naturaleza del nio y se condene al hombre al sacrificio de suorganismo y su personalidad en holocausto de organismos superiores,individualidades privilegiadas que se degradan por la avaricia o perecen por elhartazgo. El amor al trabajo, al estudio, al arte, desviase por la bajeza de losms ruines sentimientos. Nadie piensa en la natural satisfaccin de lasnecesidades propias y generales, sino en la orga de las riquezas, en labacanal de todos los placeres fciles. El sabio y el artista, lo mismo que elobrero y el nio, se pervierten por la corrupcin que engendra el estimulo,trasunto de un egosmo insano que divide a los hombres y los lanza a unaguerra sin cuartel donde prevalecen la fuerza y la astucia. La humanidad secansa ya de tanta ficcin. Comienza a comprender que cuando se la habla delderecho de manifestacin, debiera hablrsela de la necesidad de manifestarse,que nada ni nadie puede destruir; que cuando se la encarece la libertad depensamiento y accin, habra de hablrsela de la necesidad imperiosa depensar y obrar, que nada ni nadie puede cohibir; que
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cuando se la canta el derecho al trabajo, el derecho a la vida, con msica desirena, debiera simplemente reconocerse la necesidad de vivir. Son funcionesfisiolgicas respecto de las que la poltica y la filosofa representan unaintrusin. Y no es ste un asunto de palabras, sino una cuestin honda de lacual las palabras no son ms que signos exteriores de divergencia.
El hombre es, ante todo y sobre todo, un animal que come, siente, piensa yhabla. Como todo ser organizado, tiene necesidades que satisfacer; comoanimal, necesidades fsicas; como hombre, necesidades morales eintelectuales. Sin el alimento que mantiene en pie al organismo, lasnecesidades morales e intelectuales no existiran. La necesidad de alimentarsees, pues, para el hombre, el primer mandato imperativo de la naturaleza. Deeste mandato se derivan los dems, como una cadena si n fin. El trabajo es unanecesidad ms que satisfacer. Los fisilogos, que saben mucho que ignoran lospolticos y los filsofos, prueban que el ejercicio es una necesidad del cuerpo,hasta el punto de que, para los que desdean mancharse las delicadas manoscon el trabajo material, se ha inventado la gimnstica, los juegos al aire libre,las regatas, las carreras y dems especies de deporte elegante.
Qu relacin puede establecerse entre las necesidades individuales y lasenergas gastadas en el trabajo? Juan, que es ms forzudo que Pedro, llevar aste ventaja en un trabajo de resistencia. Una misma unidad de obra harlaJuan mucho ms pronto que Pedro y, en una misma unidad de t iempo, realizarel primero mayor cantidad de trabajo que el segundo, lo cual quiere decir quesiempre Juan ganar ms que Pedro. Pero Pedro, por lo mismo que es msdbil, necesitar seguramente mayor y ms nutritivo alimento, porque en larelacin de las necesidades y de las energas gastadas habr para l un grandficit siempre. Luego puede establecerse como regla general que lasnecesidades estn en razn inversa de las fuerzas. Condenaremos a Pedro aperpetua debilidad y a consuncin eterna?
Ant onio, ms hb il que Diego , reali zar una obr a cualquiera mej or queste. Pero una mayor habilidad implica la realizacin ms fcil de dicha obra:
Entonces Antonio gastar menos energa, trabajar menos que Diego en unamisma unidad de produccin. As, Antonio se hallar en el caso de restauraruna menor cantidad de energa gastada. Pero, segn la teora, ganar ms queDiego. Luego, cualquiera que sean las necesidades de uno y otro, se paga msal que menos fuerzas gasta. Luego tambin la retribucin del trabajo est enrazn inversa de la energa gastada, y como las necesidades guardan idnticarelacin con las fuerzas, debemos establecer que se paga mejor al que menosnecesidades tiene.
Rosendo, que es ms inteligente que Joaqun, aprender ms pronto queste cualquier leccin o cualquier faena. Luego Joaqun, para aprender lomismo que Rosendo, tendr que hacer mayor esfuerzo intelectual. En suma:Joaqun gastar ms fuerzas, ms energas; tendr, por tanto, necesidad dereponer una mayor cantidad de fuerza empleada, a fin de devolver a suorganismo el equilibrio. Pero, segn las dos leyes anteriormente deducidas,Joaqun dispondr de menos elementos para satisfacer sus necesidades, parareponer sus fuerzas quebrantadas. Luego, finalmente,
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se condena a Joaqun a creciente incapacidad fisiolgica y a progresiva miseria
econmica.Resultado: que el principio de la recompensa no estimula ni al ms fuerte, ni
al ms hbil, ni al ms inteligente, pero s reduce a impotencia absoluta y
miseria perpetua al dbil, al inhbil y al torpe. Si para los primeros es fcil
obtener un buen premio, es claro que la prome sa de ste no les estimula. Si
para los segundos es casi imposible conseguir el mismo premio, y de hecho lo
obtienen cada vez menor, es evidente que se le empuje a la deses peracin y al
suicidio. Se paga, se nos dir, la aptitud, se retribuye el mrito, se recompensa
la inteligencia. Y bien: una mayor aptitud una mejor disposicin para el trabajo,
significa siempre gasto de energa; por tanto, menos necesidades que satisfacer.
Organismos ms ricos en propiedades vitales aqullos, mantinense ms fcil -
mente que stos. Dar ms al que menos necesita, equivale a colocar lo
superfluo al lado de la miseria, en constante oposicin. Qu papel desempea en esta tremenda antinomia una nocin cualquiera
del derecho?Toda filosofa idealista se derrumba ante observaciones tan elementales.
Ciencia que olvide que el hombre es un animal con necesidades fsicas, morales
e intelectuales, vendr forzosamente a tierra. Juristas y abogados, filsofos y
polticos, necesitan unas cuantas lecciones de fisiologa. Cualquiera organizacin social, para ser duradera y equitativa, ha de
descansar en el reconocimiento de las necesidades individuales y ha de tener
por objeto su mejor y ms fcil satisfaccin. Organizar el trabajo es Igual a
organizar los medios de satisfacer debidamente las necesidades generales. De
aqu resulta que la organizacin de la sociedad se reduce a la del trabajo y la
distribucin. Los infinitos modos de arribar a este organismo que produce,
dis tribuye y consume, son el objeto de la sociologa, nueva ciencia que nace por
oposicin al empirismo rutinario de la economa poltica. En vez de historiar los
hechos cantando himnos de triunfo al capitalismo y a la explotacin, trtase hoy
de indagar las leyes naturales que rigen el funcionalismo social, cual es la
tendencia de la evolucin econmica y como se conquistar ms rpida yseguramente el bienestar. No se estudia lo que es sino para llegar a lo quedebiera sero ms propiamente a lo que ser. El mundo actual desmornase bajolos certeros golpes de la crtica. El mundo del porvenir asoma en el horizonte
sensible del positivismo cientfico. Nadie, ms que los politicastros, se ocupa ya
de la organizacin de los poderes y de la reglamentacin de l a vida social. La
investigacin va por senderos ms despejados. Inquirese afanosamente la
forma de organizar la solidaridad humana hacindola efectiva. Necesidades que
satisfacer, funciones que desempear, relaciones mutuas que convenir,
propendiendo abiertamente a la libertad total del individuo y a la igualdad de las
condiciones, son los verdaderos trminos del problema que preocupa a la
generacin presente. Y en orden tal de ideas novsimas y de aspiraciones
generosas, la jerga poltico-filosfica de los derechos y deberes, el aquelarre de
las leyes civiles, la grave y sesuda jurisprudencia y el arrogante militarismo
quedan descartados por Intiles y por rancios.
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El sacerdote, el soldado, el magistrado, el capitalista y el gobernante, han
sido arrinconados al par que la rutina de pretendidas ciencias. La ciencia nueva
ocpase preferentemente del pueblo en general y de sus necesidades y
demandas. Ella no dice ni dir tal vez en mucho tiempo, cmo y en qu forma un
prximo porvenir realizar la justicia. La experiencia, por un proceso de
seleccin ir determinando la forma o formas ms equitativas del desenvol -
vimiento del bello y positivo ideal que implica una amplia satis faccin de las
necesidades generales. Nadie Intenta ya forjar el maana con arreglo a moldes
de exclusiva invencin, porque se ha comprendido que la humanidad no se ha
conformado, no se conforma, no se conformar jams a los caprichos de los
inventores de sistemas sociales. Los decretos lanzados a la posteridad, son
como burbujas de jabn que se disipan en el aire. Retrotraer el mundo a las condiciones regulares de un funcionalismo
natural, es, probablemente, la verdadera solucin del problema, ya que todos los
artificios han fracasado. El rgimen gubernamental, absoluto o parlamentario,
personal o colectivo, no puede dar de s ms que la pantomima de la libertad
civil y la caricatura de la igualdad al par que una anacrnica nocin de la justicia
arrancada al principio de la recompensa. Por otra parte, el comunismo
tradicional, lo mismo que la servidumbre y el proletariado, no producen ni
producirn otra cosa que la miseria organizada. A pesar de todo, los hombres superiores continuarn la cantinela de
nuestros derechos y de nuestros deberes, ms atentos, de seguro, a stos que
aqullos. Poco Importa que todo cuanto se deriva del derecho no haya logrado
aumentar en una parte infinitamente pequea el bienestar de los pueblos; nada
dice a los sentidos que no haya hecho ms que poner impedimentos a una
regular satisfaccin de las generales necesidades. Gobernados por la teolog a
primero, por la poltica despus, se nos ha olvidado como hombres para
esclavizarnos como bestias. La representacin grfica bel derecho es el ltigo
empuado por un capataz de Ingenio.Continen los hombres superiores su letana. Rezan en el desierto,
predican para sordos, pues que nadie les escucha. De nuestra parte, sacudiendotoda pretendida Inferioridad, recabamos obediencia a las leyes fsicas que la ley
desconoce; pretendemos reintegrarnos a la naturaleza anulada por el artificio
gubernamental; tratamos de destituirnos a la justicia por la libertad de accin
ms completa y la ms plena Igualdad de condiciones econmicas para la vida.
Seres dotados de rganos adecuados a funciones fsicas, morales e
intelectuales, reclamamos la independencia total de nuestra personalidad,
condicin indispensable a la integracin de sus elementos constituyentes.
Romperemos todas las ligaduras que nos atan y seremos, despus de un largo
cautiverio como esclavos, hombres en la plenitud de sus facultades.
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El pujante avance del anarquismo, su poderosa accin dirigida contra elestado social presente, ha determinado entre literatos y filsofos, una tendenciade reaccin hacia las doctrinas cristianas. Algunos, pretendiendo vivir en sutiempo, se han dicho resueltamente socialistas, no sin aportar al socialismo elbagaje de las ideas tradicionalmente burguesas. De este ayuntamiento extraoha resultado el eclecticismo imperante que atiborra el cerebro popular de
mixturas ideolgicas indigestas y obscurece el horizonte de las aspiracionesrevolucionarias.
De todos lados han partido voces de humanidad, de paz y de amor. Se haproclamado el derecho de los pobres a la vida y a los goces de la vida; se hareconocido su beligerancia poltica, ensalzndolos y enaltecindolos. El arte seha dignado recordar que hay grandiosidad en la pobreza. Se poetiza mucho, sediscurre poco. Por eso resultan prcticamente nulos los esfuerzos del neo-misticismo sociolgico; porque se trata de una simple corriente de simpata, node una actividad racional racionalmente dirigida. La eficacia del remediocorresponde a la naturaleza de la sensacin del mal. Es necesario que laredencin se fe a la magnanimidad de los poderosos, a la beneficenciaorganizada y a la instruccin y bondad del pueblo. Es, en fin, preciso esperar aque el amor obre el milagro. Volvemos otra vez y siempre al cristianismo, a laresignacin, a la conformidad...
Todos los sabios de la ctedra, todos los literatos y filsofos que hanenarbolado la 'bandera que el abate Froment pleg con el derrumbamiento desus infantiles ilusiones de creyente, olvidan o quieren olvidar la inutilidad de suspredicaciones para cambiar la naturaleza de las cosas; olvidan o quieren olvidar
que hablan a intereses antagnicos, que no se llenan los estmagos vacos ni sedesvanecen los vapores de la hartura con peroratas fraternitarias, que no semodifica al hombre por el mandato de un cambio necesario. Los sabios de lactedra, los filsofos y los literatos se han planteado el problema prescindiendode los datos en funcin, de los cuales nicamente la incgnita puede serdespejada. Han prescindido y prescinden de la propiedad individual, origen de lamiseria; del poder organizado, causa de la esclavitud poltica; de la enseanzaoficial, coeficiente obligado de la ignorancia popular.
La paz, en tales condiciones, slo es posible mediante la resignacin de losde abajo. La caridad de los de arriba no dar ms que apariencias de sosiego,paliar el mal, pero carece de eficacia para destruir la desigualdad social.
Plantase la cuestin, una vez reconocida la existencia del pro-
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blema, con el propsito de hallar los medios de que todos los hombres entren enel pleno goce de la existencia, de que todos disfruten de bienestar y de libertad;y la ctedra, la filosofa, la literatura, responden al estruendo del aldabonazo delpueblo recociendo la justicia de la reivindicacin y la necesidad de satisfacerperentoriamente las demandas de los miserables. Mas qu hacen? Proponenel allanamiento de todos los obstculos? Obran, en consecuencia, trabajandopor la destruccin de las causas del mal? Analizan estas causas y establecen lainjusticia de la propiedad, del salariado, de la legislacin y del gobierno?
Los ms resueltos se conforman con puras abstracciones. La igualdadparceles admirable; la libertad, hermosa; la justicia, el supremo ideal 'humano.Y a rengln seguido esfurzanse en meter en el odre viejo de la organizacinsocial presente sus ideales del maana, sin percatarse de que el contenido real
de la igualdad, de la libertad y de la justicia, es incompatible con este orden dejer arqu as , privil egios y coacc iones imperantes.
Clamen en desierto si piden al Estado leyes protectoras, Igualdad en ladistribucin, justicia en las relaciones sociales. Claman en desierto si a los ricosexigen bondad y caridad, resignacin y mansedumbre a los pobres.
Claman en desierto si pregonan la necesidad de resolver el conflicto pormedio de la amistad entre todos los hombres. Lo repetimos: el concurso del quemanda y del que obedece, del capitalista y del jornalero para la obra de la pazes, simplemente, absurdo. No puede haber entre ellos ecuacin de equidad.
El proletario sabe bien que no puede amar en la sumisin; que no puederendirse al cario, a la fraternidad, con el que le explota; que no puedeconsiderar como hermano al que le acuchilla. Sabe que todas las leyes, auncuando lleven la etiqueta socialista o sindicalista, dejarn en pie la propiedadprivada y el gobierno. Escribiris en vuestros cdigos cuantas veces queris laigualdad, la libertad y la justicia; pero como no suprimiris ni al propietario, ni allegislador, ni al magistrado dice el jornalero, continuar sometido al quemanda, al que explota y al que juzga, y ser siempre Inferior a ellos, condenado
antes y despus, a la resignacin que me esclaviza y a la miseria que meaniquila. No, no podr amar al dspota, y os regalo todas vuestras lindaslindezas retricas. Quiero la igualdad positiva de condiciones, la libertadcompleta de accin, la justicia que me permita y permita a todos la satisfaccinde las necesidades de pan, necesidades de instruccin, necesidades de arte.Estoy harto de vuestras metafsicas, de vuestras sutilezas tericas, de vuestrosacomodamientos estriles. Podis romper vuestros cdigos y vuestros decretos,que, aun cuando ellos contuvieran el mandato terminante de la libertad, de laigualdad y de la justicia, seran prcticamente tan ineficaces como la ha sidohasta el da el precepto cristiano del amor. Son los hechos y las cosas los quehay que atacar resueltamente, no slo su representacin.
La lgica popular parecer brutal a la sabidura de ctedra, pero es hartoms cientfica y positiva que sus sofsticos escarceos a beneficio de lo existente,porque a priori lo supone inmutable y eterno.
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IV
Ricos somos en ideas, pobres en hechos. Hasta la razn llegan con
bastante facilidad los teoremas de la lgica ideal; mas el rigorismo de la prctica
encuentra difcilmente anchos caminos donde espaciarse. Los que dejamos
vagar la imaginacin por el edn de l porvenir soado, con cunta frecuencia en
la brutal realidad damos de bruces sin percatarnos de la irreducible
contradiccin de nuestra conducta! Propagadores de ideales nuevos, ponemos casi siempre manos a la obra
sin que acertemos a diferenciarnos en los detalles mil de la realidad, de aquellos
otros que, fieles a la rutina, piensan y sienten y ejecutan al unsono como
modelados e inspirados por la ms ntima concordancia entre la idea y el hecho.
Cristalizan stos en el pasado; se estn formando aqullos con los jugos del
presente y las brisas del porvenir. Somos el hoy que suea en el maana, qu mucho que la contradiccin
sea flagrante!Mas en el Imperio de la razn, la consecuencia obliga. Hay necesidad de
que al idealismo declamatorio, al continuo proclamar las excelencias de un
principio, al reiterado pregn de las aspiraciones nuevas, respondan los hechos
afirmando con su lgica cerrada aquellos o aquel mtodo, segn que la vidafutura ha de desenvolverse a la medida de nuestras concepciones.
De todas las cracias y de todos los ismos que determinan nuestramentalidad o nuestro ideal, son los ms eficaces aquellos que encuentran
mantenedores decididos en el terreno de la prctica. Una democracia que gana
en jerarquas a los mismos poderes caducos; un socialismo que en materia de
disciplina no tiene nada que envidiar al ejrcito mejor organizado; un anarquismo
que, pasando de listo, establece oligarquasdisimuladas, podrn vivir saturados
de grandes, muy grandes ideas, pero no acertarn jams a afirmar su grandeza
en el ambiente de la vida, no lograrn jams traducirse en hechos,
sugestionando y arrastrando tras s a la gran masa que carece de tiempo para
entregarse a estudios filosficos.Hay un libro inmenso, ms elocuente que ninguno: el libro de todos, de la
experiencia de todos. Que vayan unos cuantos a buscar y rebuscar entre las
pginas del pobre saber humano la esencia misma de todas las razones;
siempre la incontable muchedumbre quedarse o obscuras si esas razones no
se las escribe en el libro universal de la realidad ambiente, de la prctica
cotidiana.Caen, pues, las democracias porque el ideal no tiene traduccin eficaz en laexperiencia, porque la realidad no corresponde a lo
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soado, aun cuando aquella sea fiel trasunto de un principio filosfico bien
preciso. Fracasa el socialismo, cuando las gentes se percatan de que los
adeptos de la buena nueva social no son sino tristes plagiarios de las cosas de
antao. Fracasa igualmente el anarquismo cuando a poco que se hurgue, se
encuentra en sus mantenedores, prximo a la cortez a libertaria, el material
leoso y el corazn del autoritarismo.
Confiados todos en que el milagro de la transformacin s e verifique como
por encanto, damos rienda suelta a las palabras bellas, a las declamaciones
tribunicias, a las ardorosas afirmaciones de la eterna aspiracin, sin que en la
realidad se produzca ni un solo conato de experiencia del mtodo, de prctica
del principio Y aun para engaarnos, buscamos fciles explicaciones a nuestra
falta de correlacin y creemos haberlo hecho todo cuando nos lavamos de todaculpa en el Jordn del medio ambiente.
En realidad de verdad, no se afirma as el porvenir. Buenas son las razones
que sensibilizan el entendimiento; mejores los hechos que en l se graban para
no borrarse jams. No es suficiente para afirmar la aspiracin anarquista aducir
razones sobre razones y amontonar las pruebas dialcticas. En este terreno
permanecera mucho tiempo como diletantismo de un puado de innovadores.
Es necesario, adems, que los adeptos de aquel ideal lleven a la vida ordinaria,
sobre todo a la vida societaria, las prcticas todas, las prcticas posibles del
mtodo preconizado. Es necesario que vean las gentes como sin jerarquas se
puede organizar un grupo y cien grupos, una asociacin grande o chica y una o
ms federaciones de grupos, de colectividades, cualquiera que sea su natu-
raleza y cualesquiera que sean sus fines. Es necesario que vean las gentes
como sin previos reglamentos y sin imposiciones del nmero, los hombres
pueden coordinar sus fuerzas y realizar una labor comn. Es necesario que vean
las gentes como la solidaridad puede ser un hecho, con las limitaciones
naturales del estado social presente, sin esas monstruosas ordenanzas que van
sealando paso a paso y minuto a minuto, el modo y la forma de que el individuotraduzca aquello mismo que lleva en su constitucin y en su sangre, y, por
aadidura, en su entendimiento. El anarquismo, como cualquiera otra doctrina,
ha de llegar a la universalidad de las gentes por la mediacin de la experiencia.
Es indispensable que se le lea en este gran libro, ya que, por otra parte, no
todos pueden ir a buscarlo en los tratados de filosofa o de ciencia.
Larga, muy larga, ser quiz esta obra. Tan larga como se quiera, demanda
toda nuestra paciencia y toda nuestra perseverancia. Es as como se afirma un
mtodo y es as como quisi ramos ver a cada momento traducido el ideal.
Bajo ningn pretexto es disculpable que llevemos en los labios la palabra
libertad sin que los hechos respondan de que son sinceras. No hay motivo de
tctica, ni excusa de gastada habilidad que Impida a un anarquista, cuando
realiza una obra de asociacin de propaganda, o de lo que fuere, realizarla
conforme al mtodo que ensalza y encomia.
Somos ricos en palabras y en ideas. Seamos ricos en hechos, que e s as
como mejor se afirma el ideal.
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V
En tiempos no muy lejanos, era uso y costumbre entre los militantes del
socialismo, del anarquismo y del sindicalismo, apelar a la Revolucin Social paratodos los menesteres de la propaganda, de la oratoria y hasta de la
correspondencia privada. El abuso lleg a tal extremo, que la locucin pas a
mejor vida completamente desgastada y sin provocar la ms ligera protesta.
Este cambio en las costumbres no fue meramente de frmula, com o
pudieran imaginarse los pocos versados en el movimiento social contemporneo.
Ms o menos, todos creamos, a puo cerrado, que la Social estaba a la
vuelta de cualquier esquina y que el da menos pensado bamos a encontrarnos
en pleno reinado de la anhelada igualdad. Andando el tiempo, la imaginacin
hizo plaza a la reflexin, el corazn cedi la preeminencia al entendimiento y
fu monos dando cuenta de que por delante de nosotros haba un largo camino
que recorrer, camino de cultura y de experimentac in, camino de lucha y de
resistencia, camino indispensable de preparacin para el porvenir. Y todos nos
pusimos a estudiar, y todos, estudiando, aprendimos a luchar, a propagar, hasta
hablar con maneras nuevas que correspondan a maduras reflexiones. E l cambio
en el uso de las locuciones que parecan insustituibles, respondi al cambio de
las ideas y los sentimientos que, al precisarse, se hicieron ms exactas y msconformes a la realidad.
Tal novedad, no lo es si se tiene en cuenta la exuberancia de a vida en los
primeros aos. No hay juventud sin bellos ensueos, sin arrebatos de pasin, sin
irreprimibles entusiasmos.
Es claro que no por esto, los que hemos sido revolucionarios hemos dejado
de serlo. Ms en los hechos que en las palabras, la tctica revolucionaria
persiste y gana an a los que andan reacios en poner de acuerdo la conducta
con las ideas.
Nadie cree que la revolucin sea cosa de inmediata factura, pero se labora
cada vez ms conscientemente por acelerar todo lo posible el advenimiento de la
sociedad nueva. Y en este derrotero, las palabras son lo de menos; a veces son
un estorbo, o una necedad, o una preocupacin.
Hacer conciencias; dar luz, mucha luz, a los cerebros; poner a comps
hechos y principios; realizar cuanto ms mejor, aquella parte esencial de las
ideas que nos distingue de los acaparadores de la vida; combatir sin tregua y
firmemente todas las fuerzas retardatrices del progreso humano, es trfago
revolucionario de los
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tiempos modernos bien saturados de ideales y de aspiraciones novsimos.
En nuestros das, las multitudes proletarias actan precisamente en este
sentido. Aun cuando no estn unnimemente penetradas del ideal, como el ideal
est en el ambiente y el espritu revolucionario las ha penetrado por completo,
ellas obran conscientes de su misin renovadora y van en derechura a
emanciparse de todos los ataderos que les sujetan a inicua servidumbre.
Qu importa que la palabra revolucin no est en sus labios, s la
revolucin est en sus pensamientos y en sus hechos?
La certidumbre del revolucionarismo proletario, bien nos compensa de aquel
extinguido uso de palabras altisonantes que no dejaban tras s rastro de
provecho.
Ms como en achaques sociales se dan las mismas le/es que en todas
suertes de mudanzas humanas, no se extingui la ingenuidad revolucionaria de
los primeros tiempos sin dejar, como recuerdo, la mueca de la juventud pasada.
Nos quedan los voceros de la revolucin, los anacrnicos gritadores de oficio,
los que se entusiasman y embelesan con lo grotesco, con lo vulgar y necio de
las palabras y estn ayunos del contenido ideal de las expre siones. Es fruto
natural de la incultura sociolgica o del incompleto conocimiento de los
principios revolucionarios. Con el mejor deseo, con la mayor naturalidad, sanos
de corazn y de pensamiento, algunos, no sabemos si pocos o muchos, no
tienen de la revo lucin y del futuro otra idea que la violencia, las palabras
fuertes, los gritos selvticos, los gestos brutales. Antjaseles que el resto es
cosa burguesa, de afeminados, o cuando ms de revolucionarios tibios, pronto a
pasarse al enemigo. Para merecer el ttulo de revolucionario es menester gritar
mucho, bullir mucho, manotear y gesticular como posedos. No discutis un
hecho por bestial que sea, por cruel, por antihumano que os parezca. Al punto os
tacharn de reaccionarios.
Hay en las filas revolucionarias, con distintas etiquetas, bastantes
cultivadores de la barbarie. No se es revolucionario si no se es brbaro. Todavahay muchos que piensan que el problema de la emancipacin se resuelve muy
sencillamente a tiros, o con la poda y corta de las ramas podridas del rbol
social.
No decimos nosotros que no sea necesaria la fuerza, que no sea fatalmentenecesario podar, y cortar, y sajar; no decimos nosotros que el revolucionarismo
consista en abrir las ostras por la persuasin; pero de esto a resumir en una
feroz expresin de brutalidad humana la lucha por un ideal de justicia para
todos, de libertad y de igualdad para todos, hay un abismo en el que no
queremos caer.
No voceros de la revolucin, sino conscientes de la obra revo lucionaria, tan
larga o corta como haya de ser, necesita la humana empresa de emancipacin
total en que andamos metidos los militantes por los ideales del porvenir.
Sin importarnos un adite de los gritadores profesionales, apesumbrados con
los Inconscientes gritadores que lealmente, sincera-
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mente, creen servir a la revolucin a voces y a manotazos, nosotros nos
afirmamos en nuestras convicciones de siempre, diciendo a todos:
Revolucionarios, s; voceros de la revolucin, no.
R. MELLA
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