josé a. arvelo y beluche - el palurdo y la coqueta
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JOSÉ ANTONIO ARVELO Y BELUCHE Biblioteca Virtual de Dramaturgia Venezolana Tintateatro
1
EL PALURDO
Y LA
COQUETA (Comedia original en un acto y en verso)
Puerto Cabello, 1875
JOSÉ ANTONIO ARVELO Y BELUCHE Biblioteca Virtual de Dramaturgia Venezolana Tintateatro
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Personajes:
PAQUITA
DON CLETO
DON ZENON
DON HENRIQUE
DON LUÍS
DIONICIO, negrito sirviente
La escena pasa en Caracas.
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ACTO ÚNICO
Sala en casa de Don Zenon – Una mesa a la derecha del actor con recado de recibir: otra a la izquierda con espejo y objetos de tocador.- Puerta al fondo y laterales.- Sillas y otros muebles decentes.- Sobre una de las sillas habrá un chal o abrigo, y un sombrero de mujer.
Escena Primera
HENRIQUE.- (Viendo de reojo a Luís)
<Dos horas han transcurrido
y el maldito no se larga>.
LUÍS.- (Viendo de reojo a Henrique)
<Ese hombre es de la inmóvil
familia de las estatuas>.
PAQUITA.- <¡Si aguardo a que se despidan
ya estamos frescos! ¡Caramba!
¡Venir los dos a casi un tiempo!
¿Cómo entregarles las cartas?>
HENRIQUE.- <Ni deja comer ni come>
LUÍS.- <Es el perro de la fábula>
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PAQUITA.- <Ya se me ha ocurrido una treta
y voy a ponerla en práctica>
(En tono afectuoso levantándose: lo mismo hacen Luí s y Henrique)
¡Caballeros! Debo ir
donde mi vecina Laura.
Me recibirá furiosa,
pues he ofrecido peinarla
para salir de paseo
y ya son las cuatro dadas. (Toma el abrigo y el sombrero, y se los pone mirándose al espejo)
Pueden esperar si gustan
a papá, que no dilata,
y estar con él mientras vuelvo.
LUÍS.- (Aparte a Paquita) <Te vas sin darme la…>
PAQUITA.- (Aparte a Luís) <¡Calla!>
HENRIQUE.- (Aparte a Paquita) <¿Y la cartica?>
PAQUITA.- (Aparte a Henrique) <¡Silencio!>
¡Adiós, Luís! (Dándole una carta con precaución) <Tómala y guárdala>.
Adiós, Henrique; hasta luego. (Dándole una carta de la misma manera) <Ocúltala bien>
(Al salir) Mil gracias.
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(Luís y Henrique acompañan a Paquita hasta la puert a del fondo, y la despiden con una cortesía)
Escena Segunda
Dichos, menos Paquita.
LUÍS.- <Estoy por verla impaciente>
HENRIQUE.- <Ya la impaciencia me mata>
LUÍS.- Con el permiso de usted
voy a leer una carta
que me dieron al entrar.
HENRIQUE.- ¡Coincidencia más rara!
Yo también voy a ver una
que al entrar me fue entregada.
(Se retiran y abren las cartas)
(Leyendo) <”Luís mío…”>
(Leyendo) <”Querido Henrique…>
HENRIQUE.- <¿Qué es esto?>
LUÍS.- <¿Será una chanza?>
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HENRIQUE.- <”¡Qué lindos están tus versos!...”>
LUÍS.- <”¡Qué melodiosa es tu aria!...”>
<¡Yo músico!>
HENRIQUE.- <¡Yo poeta!>
LUÍS.- <¡No entiendo!>
HENRIQUE.- <¡Es una charada!>
LUÍS.- <Prosigamos>
HENRIQUE.- <Continuemos>
(Leen con tamaños ojazos)
LUÍS.- <¡Qué desvergüenza!>
HENRIQUE.- <¡Qué infamia!>
LUÍS.- <¡La traidora de me vendía!>
HENRIQUE.- <¡La infame me traicionaba!>
LUÍS.- <¡Y es éste Henrique, el villano!...>
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HENRIQUE.- <¡Y es éste Luís, el canalla…!>
LUÍS.- <¡Tremendo será el castigo!>
HENRIQUE.- <¡Será horrible la venganza!>
LUÍS.- <Finjamos indiferencia>
HENRIQUE.- <Me conviene fingir calma>
(Se dirigen la palabra casi a un tiempo, acercándos e simultáneamente)
Señor Don Luís…
LUÍS.- Don Henrique…
HENRIQUE.- Un momento…
LUÍS.- Una palabra.
HENRIQUE.- ¡Es usted muy venturoso!
LUÍS.- <¡Se burla! ¡ya veremos!>
HENRIQUE.- A usted le adora Paquita…
LUÍS.- (Furioso) ¡Basta, caballero, basta!
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HENRIQUE.- (Id) ¡Sí! ¡ya basta de ficciones!
Terminemos esta farsa.
LUÍS.- Comprenderá usted…
HENRIQUE.- Comprendo.
Que una riña es necesaria
entre los dos.
LUÍS.- ¡Sin remedio!
Nos batiremos mañana.
HENRIQUE.- ¿A la espada o al revólver?
LUÍS.- ¡O al palo o las trompadas:
en siendo la riña a muerte
me es indiferente el arma!
HENRIQUE.- ¿Hora?
LUÍS.- Las ocho.
HENRIQUE.- ¿Y el sitio?
LUÍS.- ¡San Simón o la Matanza!
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HENRIQUE.- ¡Sin padrinos!
LUÍS.- ¡Ni madrinas!
HENRIQUE.- ¡Sin condiciones!
LUÍS.- ¡Sin nada!
HENRIQUE.- ¡No quiero tener de ella
ni la prueba de su infamia!
Guarde usted este billete,
esta milagrosa carta
que ha quitado de mis ojos
la venda que los cegaba,
descubriéndome el enredo
de su diabólica trama.
LUÍS.- Es usted el tramoyista,
el que con aleve audacia
a mi dignidad y honra
viles redes preparaba.
Esta carta es prueba dello;
tómela, léala y guárdela.
(Cogen a un tiempo las cartas, y se retiran a leerl as, dando muestra de mayor asombro)
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HENRIQUE.- ¡Ah, fementida!
LUÍS.- ¡Alevosa!
HENRIQUE.- ¡Coquetísima!
LUÍS.- ¡Qué maula!
HENRIQUE.- ¡Amores con dos a un tiempo!
LUÍS.- ¡A los dos nos engañaba!
HENRIQUE.- Fue un quid pro quo ¡la huidora!
LUÍS.- Fue un lapsus literae ¡ingrata!
(Dirigiéndose la palabra simultáneamente)
Señor Fusa…
HENRIQUE.- Señor Silva…
LUÍS.- Pienso…
HENRIQUE.- Yo también pensaba…
LUÍS.- Vamos, ¿qué pensaba usted?
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HENRIQUE.- ¡Bah! ¡pues la cosa es bien clara!
LUÍS.- ¿Desistir del desafío?
HENRIQUE.- Y aliarnos para atacarla.
LUÍS.- ¡Muy bien pensado!... ¡Qué idea!
¿Conoce usted a Carranza?
HENRIQUE.- ¿Aquel palurdo ridículo?...
¡Que si le conozco, vaya!
Como que está enamorado
de Paquita, que da lástima!
LUÍS.- ¿Habrá venido del campo?
HENRIQUE.- Sí, le he visto esta mañana.
LUÍS.- ¿En dónde le encontraremos?
HENRIQUE.- De seguro en la posada
de enfrente.
LUÍS.- Vamos allá.
¡Idea más extraordinaria!...
Ya usted verá como pronto
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saboreamos la venganza.
(Vánse por la puerta del fondo, a tiempo que Don Ze non entra por la puerta izquierda)
Escena Tercera
Don Zenon, luego Paquita.
DON ZENON.- ¡Guá! Se van estos señores
sin decirme una palabra…
No habrán hallado a Paquita;
esa criatura tan guapa
que todo el que nos conoce
duda sea de mi fábrica. (Pausa)
¡Ah! ¡Si mi esposa viviera!
¡ah! ¡Si viviera Viviana!
¡cuán orgullosa estaría
con esta linda muchacha! (Pausa)
Me parecen que no llegan
las horas tan deseadas,
de ver en aquel cuartico
(Señalando a la derecha)
la conyugaliente cama,
y una cuna que contenga
entre pañales y almohadas
un nietecito que pida
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llorando el tete a la mama.
(Entra Paquita)
PAQUITA.- <Ya se han ido>
(En tono cariñoso, fingiendo candor)
Papaito…
DON ZENON.- Hija, en ti pensando estaba,
deseando llegar a verte
crecida y multiplicada.
PAQUITA.- ¡Crecida ojalá! Bien sé
que mi estatura es mediana;
pero multi… ¿qué? no acierto
ni a pronunciar la palabra.
DON ZENON.- Quiero decirte, hija mía,
que al mirarte yo casada,
ensanchando ya el estrecho
círculo de tres miradas;
llena… de antojos; vestida
con una anchurosa bata
porque te opriman los trajes
que hoy te pones; ¡virgen santa!
¡Seré el hombre más dichoso!
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PAQUITA.- Pues no soy tan delgada.
DON ZENON.- ¡Inocente tortolilla!
¡qué pura eres, qué cándida!...
Dime, Paquita, de todos
los que visitan mi casa,
¿cuál es el que más te gusta,
pues… que te cae más en gracia?
PAQUITA.- ¿Para qué me lo preguntas?
<Guá, la pregunta es extraña>
DON ZENON.- Ya te lo diré a su tiempo:
oye y dime cuál te agrada.
Viene Don Henrique Fusa,
joven que entiende de pentagrama
desde nuestras maricelas
hasta la ópera italiana:
es un músico entendido,
toca el violín, la guitarra,
el bajo y el contrabajo,
la viola, el pito y la flauta.
Viene también Don Luís Silva,
poeta de mucha fama:
gracias a su fantasía
y a su pluma extraordinaria,
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será tu seno de nieve
de alabastro tu garganta;
tu aliento será el perfume
que los jazmines exhalan;
serán tres dientes de perlas,
y de fuego tus miradas;
tu acento será el sonido
lejano, tenue, de un arpa,
o el quejido de las tórtolas,
o el trino de las calandrias.
Por último: viene Cleto,
tiene haciendas, muchas casas,
y más onzas y esterlinas
que mi cabellera canas,
pero, hablando con franqueza,
un defectillo se le haya,
y es el ser un poco palurdo;
al fin, criado en las montañas.
Esto no impide que sea
buen servidor a la patria,
buen amigo, y generoso
con el que a su puerta llama.
No llevará bien los guantes,
el cuello alto y la casaca;
pero en cambio muy bien puestos
lleva el corazón y el alma…
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Con que dime, de los tres
¿cuál es el que más te cuadra?
PAQUITA.- Yo…….. yo……….. <¡maldita pregunta!
¿qué respondo?>
DON ZENON.- <Está azorada.
La candidez no la deja
pronunciar ni una palabra>
Piénsalo bien, hija mía;
volveré luego. <¡Caramba!
ya me parece que escucho
al nieto decirme
(Imitando la voz de un niño)
“papa”>.
(Toma su sombrero y váse por la puerta del fondo)
Escena Cuarta
Paquita, luego Dionicio por el fondo.
PAQUITA.- Héme pues, en una crisis
erótico- eleccionaria. (Pausa)
Prescindamos del palurdo,
del estólido Carranza. (Pausa)
Se trata de dos personas
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adictas, idóneas, aptas,
con idénticos propósitos
y con el mismo programa…
¡Quién pudiera fraccionarse
para sufragar por ambos!
Mas ya que no es cosa pública
la cosa que se trata,
y siendo iguales los méritos,
servicios y circunstancias
de las dos candidaturas
a que se disputan la papa,
antes del pronunciamiento
reflexionemos con calma. (Entra Dionicio)
<Aquí está el correveidile>
DIONICIO.- Niña Paquita, esta carta
me dio para usted ahora
el señor Cleto Carranza.
Y no sé cómo ha sabido
que soy buzón de esta casa.
(Le entrega una gran carta)
<¡Buen sujeto! por el poste
me ha regalado tres bambas>
PAQUITA.- ¡Por primera vez me escribe
y el billete es una hallaca! (Riendo)
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¡Y señorita con C!
¡Qué firma! ¡Qué gramática!
Vete, y si escriben los otros…
DIONICIO.- En los pies me pondré alas. (Váse por el fondo)
PAQUITA.- Cual Mercurio el mensajero (Riendo)
de las deidades paganas.
Escena Quinta
Paquita sola.
(Pone la carta sobre la mesa de la izquierda)
PAQUITA.- Pensemos acá inter nos,
Si será el uno o el otro…
¡Caramba! ¡estoy en un potro!...
¡A mí me gustan los dos!...
¡Es un crimen, una infamia
que no merece perdón,
dejar que la religión
prohíba la poligamia!
Si mi corazón ha sido
para amar puesto en el pecho,
¿puede quedar satisfecho
amando a un solo marido?...
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¡Ah! Pero ya que es forzoso,
para que fiel se me llame,
seguir la costumbre infame
de tener un solo esposo;
sacrifiquemos en aras
de la inicua sociedad,
la menos cara mitad…
¡Mas si las dos son tan caras!
¿Y dónde está el alma fuerte
capaz de tal sacrificio?...
¡oh Señor! ¡Yo pierdo el juicio!
¡Que la decida la suerte!
¡Sí! Maldita sociedad
que mis instintos coartas,
¡van a decidir las cartas
cuál es mi única mitad!
Hoy me escribirán los dos,
y los billetes que espero
pondré dentro de este sombrero
(Se quita el sombrero y lo tira sobre una silla)
a la ventura de Dios.
Sacaré, sin engañifa,
de las dos cartitas una,
y el que la firme ¡Oh fortuna!
¡Se habrá sacado la rifa!
¡Sí! Los dos han de escribirme;
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pero, a la verdad, no sé
por más que rebusco, qué
puedan de nuevo decirme.
(Viéndose coquetamente al espejo. Hace uso de pomad as, polvos, etc.)
Fascinador atractivo,
capaz de postrar a un vivo
y darle vida a un muerto;
decir que en mi boca se hallan
la púrpura de las rosas
y sus perfumes, son cosas
que por sabidas se callan.
Que en mis miradas hay tal
mezcla de gracia y desdén,
que subyugo viendo bien
y asesino viendo mal;
que oír en mi acento dejo
la más dulce melodía,
que la luz del mediodía,
en mis pupilas reflejo;
que mis labios son el broche
de una flor embriagadora,
que mi mejilla es la aurora
y mi cabello la noche;
que un sultán en su altivez
por cien bellas se hace amar,
y que yo puedo mirar
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mil Sultanes a mis pies…
Son frases ya muy usadas:
de oírlas cansada estoy;
y no pasan de ser hoy
solemnes perogrulladas.
Escena Sexta
Paquita y Dionicio por el fondo.
DIONICIO.- Señorita, una le traigo…
PAQUITA.- Carticas… ¡gracias a Dios!
DIONICIO.- Una que mandan los dos.
PAQUITA.- (Sorprendida) ¡Los dos!
DIONICIO.- ¡A un tiempo!
PAQUITA.- ¡No caigo! (Azorada toma la carta)
Déjame sola, Dionicio.
<Me asaltan crueles temores.
¡Si estaré pisando flores
que ocultan un precipicio!>
(A Dionicio de mal modo)
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Que partas he dicho… ¿estamos?
DIONICIO.- <¡Eh! Qué pálida se ha puesto…
Algo muy grave hay en esto>
(Váse por el fondo)
PAQUITA.- ¡Qué será, gran Dios!... ¡Veamos!
Escena Séptima
Paquita sola
(Abre la carta y la lee con emoción creciente)
PAQUITA.- “Brindándonos un mundo
de encantos y placeres,
lograste nuestras almas
ayer esclavizar;
mas ya te conocemos,
sabemos ya quién eres,
y el odio más profundo
te profesamos…”
¡Ah!
“Las cartas que hoy nos diste,
con fines tan villanos,
troncáronse por una
feliz casualidad;
y así tú misma ¡imbécil!
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pusiste en nuestras manos
la prueba irrecusable
de tus perfidias…”
¡¡Ah!!
“¡Coqueta, veleidosa!
No alientes la esperanza
de ver quedar impune
tu infame deslealtad:
horrible, tremebunda
será nuestra venganza.
¡Tiembla por el castigo
que te impondremos!”…
¡¡¡Ah!!!
(Cae como sin sentido en una silla)
¡Oh! ¡qué sueño tan horrible!...
(Como volviendo de un letargo)
¡Mas es realidad!... ¡no es sueño!...
¿Así cae el áureo alcázar
que edificó mi talento,
sepultándome en sus ruinas
llena de oprobio y desprecio?
¿Así acabarán mis glorias?...
¿Esto logran mis esfuerzos?...
¡Pero qué idea!... ¡Oh! ¡qué idea!...
¡Aún hay para el mal remedio!
¡Sí! Veamos esa carta…
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(Toma la carta de Cleto, que habrá dejado sobre la mesa)
¡De mí misma me avergüenzo!...
¡Pero en tiempos de borrascas
cualquier agujero es puerto!...
(Lee la carta de Carranza, dando muestras de alegrí a e hilaridad)
Con lenguaje chabacano,
y en estilo chapucero,
el pobre Cleto Carranza
me propone casamiento.
¡Pues bien! ¡estoy decidida!
La proposición acepto.
Entre un esposo palurdo,
y el celibato perpetuo,
es mil veces cien mil veces,
preferible lo primero.
¿Y lograré ser un ángel
para un hombre tan zopenco
que dice truje por traje
y por mismo dice mesmo?...
Seré tu esposa, Carranza;
serás mi marido, Cleto;
¡pero cuida sea bien alta
la copa de tu sombrero!
(Entra a su cuarto, que se supone a la derecha e in mediatamente sale Dionicio)
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Escena Octava
(Dionicio, que entra precipitadamente: a poco Don Z enon y Don Cleto por el fondo, éste en traje un tanto cuanto r idículo; con un cuello alto que le embaraza los movimientos del pes cuezo, y caminando como martirizado por las botas)
DIONICIO.- (Como si hablara con Paquita)
Acabo de ver unidos
a los dos en la cantina…
¡Eh! Ya se ha ido a su cuarto…
Después sabrá la noticia.
Al repararme callaron…
¡Hum! ¡las cosas se complican!
Me parece que hay enredos…
Muy poco lo sentiría
si se salvaran mi gangas,
si no tocara chispas;
pero seriamente creo
que mis propinas peligran,
y esta no es chispa, es hoguera
que me reduce a cenizas.
(Viendo por la puerta del fondo)
Aquí viene Don Zenon
con Don Cleto. ¿Qué se explican
moviendo tanto los brazos?...
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Hacia esta sala caminan.
¡Quiera Dios no halla enredos
y se salven mis propinas!
(Váse por la izquierda)
DON ZENON.- ¿Y ya usted ha consultado
sus proyectos con Paquita?
CLETO.- (Va a poner su sombrero sobre una mesa)
<Será mejor ocultarle
aquello de la cartica
que me hicieron escribir
Henrique Fusa y Luís Silva,
amigos que se han propuesto
sacarme de soltería>.
DON ZENON.- ¿Y ya usted ha consultado
sus proyectos con mi hija?
CLETO.- ¿Mis proyectos? no señor.
Siempre que hablo con la niña,
la conversación no sale
de la moda y la política.
Ella defiende las botas,
los guantes y las levitas,
y yo abogo por la moda
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de la gente campesina.
Que es más holgada, más cómoda,
y… más fresca y ahorrativa.
Luego me habla de elecciones
de candidatos y listas,
de constitución y leyes
y otras tantas baratijas;
y yo la oigo, lamentando
que una joven tan bonita
no se ocupe de otras cosas
que estén en armonía
con su sexo, por ejemplo,
si la casa está barrida,
si hay kerosene, si le faltan
botones a sus camisas (Por don Zenon)
si los marranos engordan
o si procrean las gallinas.
DON ZENON.- Muy bien, amigo Carranza.
¡Habla usted como una biblia!
Desde ahora cuente usted
con mi aprobación explícita;
pero, como es natural,
la voluntad de Paquita
decidirá este asunto.
¡Ojalá nos sea propicia!
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CLETO.- Así lo espero. En mi campo
me han dicho que son de almíbar
los solteros en Caracas,
y las célibes avispas.
Que no hay una, hermosa o fea,
tonta o sabia, pobre o rica,
que al ofrecerle los cinco
dedales en garantía,
no se desmaye de gozo
y entre suspiro no diga:
“¡Yo te adoro! ¡Seré tuya!
Tuya no más… hasta el día
que nos casemos”.
DON ZENON.- Y creo
que no le han dicho mentira.
(Cariñosamente)
Pero siempre es necesario…
CLETO.- ¡Pues bien! ¡que venga y decida!
DON ZENON.- (Llamando) ¡Dionicio!
DIONICIO.- (Dentro) ¡Señor!
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DON ZENON.- Di a Paca
que le espera una visita.
(Sale Dionicio)
DIONICIO.- Muy bien. <¡Si se salvaran
(Cruza la escena y entra al cuarto de Paquita)
mis gangas, Virgen Santísima!
DON ZENON.- <Quiera Dios que ella consienta
y heme abuelo en seguida>
CLETO.- <Este cuello se estrangula,
y estas botas me asesinan>
DIONICIO.- Ya viene.
<Vamos a ver si se salvan mis propinas>
(Váse por la puerta del fondo)
Escena Novena
Dichos y Paquita por la derecha
PAQUITA.- Muy buenas tardes, don Cleto.
CLETO.- (Levantándose) Beso sus pies, señorita.
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PAQUITA.- A tus órdenes, papá.
DON ZENON.- Siéntate, Paca querida.
(Se sientan. Paca queda en el centro)
No gastaré circunloquios…
a ser tu marido aspira
el señor Cleto Carranza…
(Aparte a Paquita) <No digas que no, mi vida>
¿Consientes en ser su esposa?
PAQUITA.- (Fingiendo candor) Papá… yo… yo…
DON ZENON.- No seas tímida.
(Aparte a Paquita) <Contesta que sí>
PAQUITA.- Pues bien:
Se hará lo que ustedes digan.
DON ZENON.- ¡Bravo!
CLETO.- <¡Efectos de la carta!
¡gracias a Fusa y a Silva!>
DON ZENON.- (A Cleto) ¿Y cuándo será el casorio?
CLETO.- (Después de sacar una cuenta con los
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dedos) Dentro de dieciocho días.
DON ZENON.- (A Paquita) ¿Te conformas?
PAQUITA.- Me conformo.
DON ZENON.- (Frotándose las manos con mucha alegría)
<¡¡¡Si será varón o hembrita!!!>
Ahora demos un paseo,
mientras ponen la comida,
querido próximo yerno. (Se levanta)
CLETO.- <¡Ay!...¡Estas botas malditas!> (Levantándose)
DON ZENON.- Vamos a ver si encontramos
algunos de la familia,
siquiera amigos, que vengan
a compartir nuestra dicha.
CLETO.- Muy bien.
DON ZENON.- Volveremos pronto.
CLETO.- <¡Ay!> Hasta luego, Paquita.
PAQUITA.- Adiós, Cleto.
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CLETO.- Ya hablaremos.
(Maliciosamente) Muy largo, y no de política.
(Vánse Don Zenon y Cleto por el fondo)
Escena Décima
Paquita, a poco Dionicio por el fondo.
PAQUITA.- ¡Gracias a Dios! ¡Ya respiro!
Dentro de dieciocho días
aplicaremos aquella
salerosa tonadilla…
“Cayó el pez en la remansa”
(Canta este verso con la música que le corresponde en “La Colegiala”)
DIONICIO.- (También cantando)
“¡Ay! ¡qué ganga!” Señorita
otra carta de los dos.
PAQUITA.- ¡Ampárame, Santa Brígida!
¿Qué será?... yo no me atrevo.
(Toma la carta)
¡Mas he de hallar la salida
aunque me cerquen los obstáculos!
(A Dionicio de mal modo)
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¡Sal de aquí!
DIONICIO.- <¡Virgen Santísima!
¡Qué tratamiento tan brusco!
¡Se ha trocado en una víbora!>
(Váse por la izquierda)
PAQUITA.- ¡Valor y audacia! Sepamos
lo que encierra esta misiva.
(Abre la carta y lee)
“Aunque a tu instinto no cuadre,
¡basta de coqueterías!
Aunque a tu pecho taladre,
¡no han de pasar veinte días
sin que sea suegro tu padre!
decretamos que te enlaces…
y has de casarte con Cleto.
Guardaremos el secreto de
tu infame conducta, si haces
lo que ordena este decreto.
Elige nuestra venganza:
¡no tienes escapatoria!
¡Sí! ¡lasciate ogni speranza!
O te casas con Carranza,
o publicamos la historia.
Así logramos poner
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a tu veleidad un dique,
¡coquetísima mujer!
lo que fuimos hasta ayer
tus amantes – Luís y Henrique”.
¡Pues estoy perfectamente!
Sepultarán el secreto,
si no pasan veinte días
sin que mi padre sea suegro,
y exigen que mi marido
sea Carranza: ¡majaderos!
Cualquiera imaginaría
que están conmigo de acuerdo. (Pausa)
¿Qué me resta hacer ahora?...
¡Ah! ¡contestar el decreto!
Yo haré creer a esos tontos
que me arrancan un esfuerzo,
y que sólo por temor
efectúo el casamiento.
(Se dirige a la mesa de la derecha, y dice en alta voz lo que aparenta escribir)
¡A la obra! Ya Carranza
y mi padre estarán lejos
y antes de llegar aquí
me avisará el taconeo.
“Señores Henrique Fusa
Escena Undécima.
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(Paquita, escribiendo, y Cleto, que aparece por la puerta del fondo, de chinelas, con las botas en una mano y el cuello en la otra. La escena indicará poco o más o menos la acción)
PAQUITA.- …y Luís Silva. Caballeros”…
CLETO.- <Le dejé solo. Las botas
me tenían los pies deshechos,
y es imposible aguantar
la jeringa de este cuello>
PAQUITA.- “Acepto la cruz pesada
que ustedes dos me han impuesto”…
CLETO.- <Paquita escribe; serán
artículos para “El Tiempo”
o “La Opinión Nacional”
o “El Demócrata”… acerquémonos>
(Se acerca en puntillas hasta poder ver lo que escr ibe Paquita)
PAQUITA.- “Me casaré con Carranza:
¡El sacrificio es inmenso!
Pero, ¿qué hacer? me lo exigen
jueces rígidos, severos,
de quienes solo castigo
cruel y justo esperar debo”…
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CLETO.- <¿Estaré soñando?... ¡Dudo
de lo que oigo y lo que veo!
PAQUITA.- “Lo dicho. Acepto la Cruz
cual la aceptó el Nazareno,
¡Resignada!”…
CLETO.- <Y ellos eran
Los Simones Cirineos…
Pero qué malditas ganas
de estornudar…> (Estornudando) ¡¡achée!!
PAQUITA.- (Aterrada) ¡Cielos!
¡Aquí Carranza!
CLETO.- ¡El mismísimo!
PAQUITA.- ¡Desdichada! ¡qué mal genio
te persigue!
CLETO.- ¡Carambola!
¡Si no llego tan a tiempo!...
Ahora guardo estos papeles (Los toma)
PAQUITA.- (Asustada) ¿Qué va a hacer usted con ellos?
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CLETO.- ¡Nada! Si fuese preciso, (Con calma)
enseñárselo al viejo.
PAQUITA.- ¡Llega gente!
(Va hacia fuera por la puerta del fondo)
CLETO.- Pues me place.
PAQUITA.- ¡Virgen María! ¡Son ellos!
CLETO.- <¡Ah! ¡son mis buenos amigos!>
(Paquita cae como anonadada en una silla)
Escena Duodécima
(Dichos, Don Zenon, Henrique y Luís por el fondo)
DON ZENON.- Adelante, caballeros
en el tránsito encontré
a estos dos amigos, Cleto,
a participar los traigo
de mi regocijo inmenso.
CLETO.- Y yo me alegro, pues voy
a referirles un cuento.
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HENRIQUE.- Vamos con él.
LUÍS.- Debe ser (Irónicamente)
magnífico.
CLETO.- ¡Sí! ¡Muy bueno! (También con ironía)
Para que sirva de prólogo
miren este mamotreto.
Es una obra de Paquita…
¡La niña vale un imperio!
HENRIQUE.- (Tomando los papeles)
¿Será sin duda una danza
que dedica a usted?
LUÍS.- ¿O versos?
CLETO.- <¡Sí! para versos y danzas
está ella ahora!>
HENRIQUE y LUÍS.- (Leyendo) ¡El decreto!
DON ZENON.- ¿Acaso sobre elecciones?
CLETO.- No, señor.
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DON ZENON.- Pues, no comprendo.
CLETO.- Escuche usted, don Zenon (Con dulzura)
lo que hay de verdad en esto
es que yo y no me caso.
DON ZENON.- (Alarmado) ¡Que no se casa! ¿y mi nieto?
CLETO.- Búsquelo por otra parte
porque yo no lo tengo.
DON ZENON.- ¿A que adivino el motivo?...
Habrá hallado usted exceso
de candor en la muchacha…
CLETO.- (Con naturalidad) Sí, señor, ni más ni menos.
DON ZENON.- (Sentenciosamente a Paquita)
Si nada haces por tu parte,
si tú no pones el medio,
¡voy a morir sin la dicha
de oírme llamar abuelo!
Con el permiso de ustedes
voy a mi cuarto: ya vuelvo.
(Váse por la izquierda)
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Escena Décima Tercera
(Dichos, menos Don Zenon, a poco Dionicio)
PAQUITA.- <¡Dios mío! ¡gran Dios! ¡qué tarde
llega mi arrepentimiento!>
HENRIQUE.- (A Cleto) ¿Es decir que no se casa?
LUÍS.- ¿Ya no se casa, don Cleto?
CLETO.- ¡Qué pregunta! ¿Creen ustedes
que soy algún… carnero?
HENRIQUE.- (Aparte a Luís) <Por la lana lo parece>
LUÍS.- (Aparte a Henrique) <Sólo le faltan los…>
PAQUITA.- <¡Cielos!>
HENRIQUE.- ¡Pues entonces, a la imprenta!
(Entra Dionicio por la izquierda)
¡Justa venganza tomemos!
¡Sí! ¡Publiquemos la historia!
¡Demos hoy un cruel ejemplo
a las infames coquetas
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que hacen del amor un juego!
DIONICIO.- <¡Ardió Troya!>
CLETO.- (En tono de verdadera compasión)
¡Pobrecita!
HENRIQUE.- ¿La defiende?
CLETO.- Los defiendo.
Por culpable que ella sea,
es hija de un pobre viejo,
y entregar así esas canas
al público vilipendio,
es injusto y es innoble,
¡oh! señores, ¡no hagáis eso!
(Luís y Henrique oyen admirados)
Si el amor que ella inspiraba
se ha convertido en desprecio;
si hunde la frente en el polvo
(Paquita solloza de una manera perceptible)
la que reinó en nuestros pechos;
y si amarguísimas lágrimas
vierte en hondo desconsuelo,
arrepentida quizás,
¿qué más venganza queremos?
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HENRIQUE.- ¡Es verdad!
LUÍS.- ¡Tiene razón!
CLETO.- ¡Y bendigamos al cielo
por no haber favorecido
vuestros inicuos proyectos!
Si yo me hubiera casado,
gracias a vuestros consejos;
si buscando el paraíso
hubiese hallado el infierno,
y para toda la vida
infeliz me hubieses hecho
¿no habrían causado un mal grave
sin necesidad?
HENRIQUE y LUÍS.- ¡Es cierto!
CLETO.- ¡Pues bien! En lo sucesivo
¡emplead mejor el talento!
Ya sabéis que en el castigo
nunca debe haber exceso;
que hay venganzas miserables,
indignas de caballeros;
que a la ancianidad honrada
consideración debemos,
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y que la dicha del prójimo
es digna de algún aprecio.
(Al ver que entra don Zenon lleva el dedo a la boca exigiendo silencio)
LUÍS.- En donde menos se piensa
salta la liebre…
CLETO.- Silencio.
Escena Última
(Dichos y don Zenon por la izquierda)
DON ZENON.- Carranza, sepamos cuando
nos refiere usted el cuento
que nos tiene prometido.
CLETO.- Ya casi toca a su término
oirá usted el desenlace
(Finge proseguir la referencia de una historia)
según les iba diciendo;
aquel palurdo ridículo
-como yo, pobre labriego-
creyó dejar convencidos
a los mozos de talentos
-como ustedes- y de pronto
exclamó: “¡Me falta el negro!”
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lo agarró, así, por el brazo
(Coge a Dionicio por el brazo y lo sacude de verdad )
y le dijo, sacudiéndolo:
“Tú, gran pícaro, al instante
toma las de Villadiego
deja en paz esta familia
y guarde eterno silencio
sobre lo que aquí ha pasado.
(Aparte a Dionicio) <¿Entiendes bribón?>
DIONICIO.- (Gritando de dolor) <¡Entiendo!>
CLETO.- ¡O de cada cintarazo
tres costillas te reviento!...
Así terminó la historia.
(Aparte a Dionicio) <En marcha cara de escuerzo>
DIONICIO.- <Voy a arreglar mi maleta> (Váse)
DON ZENON.- Yo he perdido la chaveta
porque nada he comprendido.
PAQUITA.- Que des merecido
castigo a una coqueta.
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DON ZENON.- ¿Merecido? ¡Qué bobada!
¡Estás muy equivocada!
¡Pues si merecido fuera,
el público lo aplaudiera,
y no se oye una palmada!
Fin
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