ivan martin cerezo - la evolución del detective en el género policiaco
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LA EVOLUCIÓN DEL DETECTIVE EN EL GÉNERO POLICÍACO
Iván Martin Cerezo
(Universidad Autónoma de Madrid)
Todos los textos de la literatura policíaca, ya sean cuentos o novelas, ofrecen
un punto de partida común: la ruptura del orden existente, la quiebra de las relaciones
sociales aceptadas, merced a la irrupción del crimen en una escena social. En otras
palabras y en un plano más concreto: el nacimiento de toda narración policíaca implica
la desaparición o puesta en duda del sistema de seguridad que la vida social
presupone. La narración, en este sentido, supone la investigación de ese hecho
criminal que lleva a cabo el detective, sin lugar a dudas, el elemento clave del
género policíaco. Sin crimen y sin criminal puede haber novela policíaca, pensemos en
más de una novela en la que al final el detective descubre que no ha habido crimen y,
por consiguiente, tampoco criminal.
El detective, como decimos, es el ingrediente primario de toda narración
policíaca por su relación directa con el factor característico de este tipo de literatura: la
investigación. Este género relaciona estrechamente ambos elementos: la narración
policíaca es la narración de una investigación y el detective es aquel que la conduce.
Por lo tanto, policíaca es toda aquella narración en la que se da un proceso de
investigación de un hecho criminal, sea real o aparente, y que, por consiguiente, hay
una persona encargada de llevar a cabo esa investigación, ya sea un policía, un
detective privado, un periodista, un abogado, un forense, etc. La literatura policíaca
agrupa aquellas obras de ficción en las que se produce un hecho criminal, es decir, una
ruptura del orden cotidiano, un quebrantamiento de la ley, lo que da lugar a una
investigación sobre ese hecho.
El detective cura la herida social que el crimen simboliza. Recompone el
desorden que el crimen ha desencadenado. Su objetivo es el retorno del orden, del
orden mental por medio de la verdad, y del orden social por medio de la justicia. El
detective distingue perfectamente entre la justicia de los hombres, codificada en leyes,
y la idea de justicia, que atiende a una noción ideológico-moral[1], por eso en algunos
casos no entregará al culpable a las autoridades, en otros se tomará la justicia por su
mano a sabiendas de que las leyes protegerán al culpable y saldrá impune y en los
menos se negará a investigar el caso, por lo que tendremos un relato de aventuras
policiales y no una narración policíaca.
Como decíamos, en la literatura policíaca ambos desórdenes, el mental y el
social, suelen estar entrelazados. El caso más representativo de narraciones de este
tipo serían aquellas que corresponden al subtipo “recinto cerrado”[2], pero en
ocasiones su función será tan sólo recuperar, hacer retornar el orden mental: nos
encontramos entonces con una literatura policíaca blanca, sin crimen, ni criminal,
originada por un desorden no criminal y que, sin embargo, por su carácter deductivo,
relacionamos sin duda con lo policíaco: es el caso de relatos tan magistrales como La
aventura de las monedas del presidente de Ellery Queen o El problema de la celda
número 13 de Jacques Futrelle; y, al contrario, otras veces la función del detective es
el retorno del orden social sin más. Es lo que sucede en aquellas ocasiones en las que
tal desorden no ha coexistido con el mental; en estos casos la función del detective no
es tanto conocer, deducir, como acorralar, perseguir, capturar, castigar.
Sacerdote, místico, sagrado. Siempre, o casi siempre, genial. El detective se
erige en representante de la sociedad, y ésta y el lector hacen de él delegación de sus
poderes. Es siempre percibido como un individuo excepcional, cuyos poderes le han
sido otorgados por las víctimas de una sociedad que está en guerra con sus enemigos.
Es un héroe, es el depositario de los valores sociales, morales y jurídicos de una
colectividad. Y, por tanto, dice Auden, debe ser el representante oficial de lo ético o el
individuo excepcional que está en estado de gracia[3]. En el primer caso será un
profesional, en el segundo, un amateur. En cualquier caso, el detective debe ser
completamente extraño, ya que no debe verse envuelto en el crimen. Viene de fuera.
Será distante, excéntrico, maniático, extraño. Su rival, aquel que ha sido capaz de
matar, también lo es. Su excepcionalidad es su culpabilidad. Ambos han de estar a la
misma altura. Evidentemente estamos hablando de un tipo concreto de detective: el
que hace el género, el mito que crea el género, el que se constituye en el primer
modelo. También investigan otros detectives, menos héroes o incluso antihéroes,
perdedores, menos excepcionales aunque también casi siempre solitarios, o
acompañados de algún amigo, a veces realmente excepcional, como el Mouse de
Walter Mosley, uno de los autores más originales de los últimos años. Cuando se
produzca este cambio veremos que los valores morales son menores, o menos
explicitados en la narración, y que trabajan por motivos diferentes, principalmente por
dinero, y que hablan ellos mismos, que nos cuentan sus propios casos[4]. Su
condición de antihéroe se lo permite, a un tipo como Holmes o como Poirot no
seríamos capaces de soportarles…
Analicemos ahora las características más señaladas sobre esta figura del
detective, muchas de ellas aportadas o apuntadas desde los primeros textos de Poe:
- El detective pertenece a una familia ilustre. Es el caso de Dupin,
de Philo Vance, de SherlockHolmes, de Peter Wimsey.
- No pertenecen normalmente, y especialmente en el origen del género, a la
policía u otro cuerpo de funcionarios al servicio del estado. Aquí la unanimidad
es mucho menor; frente
a Dupin (Poe),Sherlock Holmes (Conan Doyle), Philo Vance (Van Dine), Peter W
insey (Dorothy L. Sayers), NeroWolfe (Rex Stout), El Santo
(Leslie Charteris), Poirot y Mrs. Marple (Agatha Christie), el
Dr.Thorndyke (Austin Freeman), Ellery Queen (Ellery Queen), el
Dr. Gideon Fell (John Dickson Carr),Sam Spade (Dashiel Hammett), Philip Marlo
we (Raymond Chandler) o Pepe Carvalho (Vázquez Montalbán) podemos citar
grandes detectives de la historia de la literatura que pertenecen a la policía o
cuerpo semejante, desde el famoso Vidocq al
inspector Maigret (George Simenon) pasando por el
sargento Cuff (Wilkie Collins), al
inspector French de Freeman Wills Crofts, Mattäide Durrenmatt, Lloyd Hopkins
de Elrroy, el humilde Plinio de Francisco García Pavón, Bevilacqua y Chamorro
de Lorenzo Silva, Kurt Wallander de Henning Mankell o Montalbano de
Andrea Camilleri.
- El detective tiene muchos gustos exquisitos, refinados, que ayudan a
caracterizarlo como extravagante, poco convencional, diferenciándose así de la
masa común. Puede ser esta rareza el amor a los libros raros (Dupin), amar las
rosas (el sargento Cuff, Poirot), tocar el violín (Sherlock Holmes), interesarse
por la arqueología (Philo Vance), la gastronomía (Nero Wolfe, PepeCarvalho),
los vinos (Peter Wimsey)...Vemos, sin embargo, que todos estos gustos, por
muy variados que sean entre sí, como denominador común, dan una nota de
exquisitez, de distinción, que es precisamente lo que se pretende, distinguirlo
de los demás personajes y situarlo en una esfera superior.
- Torpeza física y sentimentalismo es otra cualidad o característica que se
percibe en la mayoría de los detectives. En este sentido, muchos son, desde el
punto de vista de su actividad física, francamente torpes: bajos, débiles,
desmesuradamente gordos, viejos… En la historia del género abundan los
detectives que ni siquiera se mueven de un lugar para resolver el caso.
Así Dupin enEl misterio de Marie Rogêt, El viejo de la esquina de la baronesa
de Orczy, John Ashwin de Anthony Boucher, Nero Wolfe de Rex Stout, el
príncipe Zaleski de Shiel o Isidro Parodi de Borges y Bioy Casares. Existen
ejemplos de detectives ciegos: Max Carrados, creado por Ernest Bramahen el
libro del mismo nombre o Duncan Mac Lian del escritor B. H. Kendrick.
- El detective suele ser varón. Explicable por las razones socioeconómicas que
determinaban y determinan el distinto rol que la sociedad adjudicaba y adjudica
a cada sexo. El primer detective femenino de la historia de la novela policíaca
fue Violet Strange, que aparece en la novela Thegolden slippers (1915) de la
norteamericana Anna Katharine Green, aunque quizá la más famosa
sea Mrs. Marple, la encantadora solterona creada por Agatha Christie. Junto a
estas investigadoras también podemos encontrar al ama de
casa Charlotte Pitt de Anne Perry, la abogada Victoria Ifigenia Warshawski de
Sara Paretsky, la inspectora de policía Petra Delicado de Alicia Giménez-
Bartlett, la detective privada Cordelia Gray de P. D. James, la médico-
farmacéutica Kathryn Swinbrooke de C. L. Grace, la investigadora
privada Kinsey Milhone de SueGrafton, la forense Kay Skarpetta de
Patricia Cornwell, la policía rusa Anastasia P. Kamenskayade
Alexandra Marínina o la guardia civil Virginia Chamorro de Lorenzo Silva.
- Raza. La mayoría de los detectives al principo son blancos, en cualquier caso
occidentales uoccidentalizados, como ocurre con los exóticos Charlie Chan, el
detective chino de Ed Piggers, o el inspector Max de raza negra del francés
Pierre Véry. No obstante el paso del tiempo, las nuevas circunstancias sociales,
cambia esto también, y nos encontraremos con magníficos detectives negros,
especialmente en la obra de Chester Himes y Walter Mosley, sin duda los
mejores escritores de raza negra.
- Religión. No es un factor importante, salvo en el caso nada corriente del
padre Brown de GilbertKeith Chesterton. Su forma de investigar tiene
connotaciones teológicas y cristianas y en ese sentido puede hablarse del
padre Brown como de un detective metafísico.
- Los detectives poseen altísimas capacidades intelectuales. El detective posee
estas cualidades en grado extremo, entre ellas: capacidad de observación,
capacidad de análisis, capacidad deductiva, inductiva, analógica, imaginación,
conocimientos casi enciclopédicos, capacidad de abstracción, percepción
psicológica, agilidad mental, etc.
Podría decirse que la actividad del detective es rigurosamente intelectual, su
poder y su placer proviene de este tipo de facultades. “El analista goza con esa
actividad intelectual que se ejerce en el hecho de desentrañar”, escribe Poe en Los
crímenes de la calle Morgue; Sherlock Holmes, sin ninguna modestia, cualidad que
escasea entre todos los detectives, nos contará que “el encadenamiento de mis ideas
se efectúa tan rápidamente en mi cerebro que llego a la conclusión hasta sin darme
cuenta de los anillos que componen la cadena; y, no obstante, existen”[5] y expone
que tres son las facultades que debe tener el detective ideal: capacidad de
observación, capacidad de deducción y los conocimientos adecuados, por absurdos que
parezcan, que le puedan llevar a la solución final[6]; Hercules Poirotrecordará, novela
tras novela, la excelencia de sus pequeñas células grises; Philo Vance será el dueño de
un sutil poder psicológico al que no pueden resistir ni las naturalezas más fuertes. El
héroe encarna los deseos frustrados u ocultos de la colectividad que representa. Es un
superhombre: inteligente, astuto y honrado.
Las causas de que el detective que predomina en la literatura policíaca no sea
un profesional, es decir, un policía, son muchas y complejas. El género policíaco queda
fijado en el siglo XIX con EdgarAllan Poe como principal responsable y con un fondo en
el que el racionalismo, el positivismo y cientificismo forman la ideología imperante en
esta época. Una de las diferencias fundamentales entre las novelas de aventuras
criminales decimonónicas y la novela problema es el cambio de protagonista y de
ideología: con la novela problema triunfa la ley y el orden, esto es, el policía. Y todo
porque están dirigidas a un público diferente: la clase alta que necesita sentirse
segura, no como en el caso de las novelas de Maurice Leblanc protagonizadas
por Arsenio Lupin, donde los ladrones, héroes románticos, son los favoritos del
público... “evidentemente” también de condición social más baja. Sherlock Holmeses el
mejor garante de la sociedad victoriana, por eso le permiten hasta actuar a veces al
margen de la ley. Este tipo de novelas policíacas pretende tranquilizar, por eso no hay
violencia real, no hay crimen ni criminales, están “idealizados”, “desrealizados”.
Asociado con esto último, los investigadores son fundamentalmente aficionados, no
profesionales porque los profesionales, los policías, pertenecen a la clase baja. El
recién creado cuerpo de policía está compuesto por humildes hombres que por tanto
no pueden ser más que lerdos y que serán ridiculizados por Sherlock Holmes.
Por otro lado, la excepcionalidad con que se perfila la figura del detective
evidencia la necesidad de no encuadrarlo dentro de un servicio público ni en una
organización, que, como todas, limita las posibilidades de actuación de cualquiera de
sus miembros. El detective debe actuar con libertad e independencia, a fin de poder
desplegar todo su equipaje de genialidades. En la novela o narración policíaca el
crimen es sentido como algo anormal, imprevisto, excepcional y a ese estado de cosas
le conviene que la solución y, por tanto, aquel que la encuentra, sea también
extraordinario, noencuadrable, imprevisto. El carácter romántico, heroico, con que
nace el personaje, determina además su distanciamiento con respecto a la realidad
cotidiana. El detective es, a la vez, un intruso, alguien que al igual que el criminal
irrumpe lo ordinario, y un patrimonio de la sociedad, su salvaguardia.
El detective es, por tanto, sabio, sólo él es capaz de descifrar los signos; héroe,
portador de valores colectivos; superior, está por encima de todos; distinto, padre que
consuela y castiga; médico que cura y opera; juez que castiga y
premia. Georges Simenon calificó en alguna ocasión a su héroe, en este caso un policía
singular, como “recomponedor de destinos”. Para Julian Symons, el detective “es
también el médico brujo sagrado, capaz de detectar el mal que corrompe a la
sociedad”[7], por eso será el único personaje al que se permita poseer dotes
intelectuales. Con apariencia y aureola de excéntrico, pintoresco y de aspecto casi
estúpido o pedante, pero con unos conocimientos en realidad amplios y vastos, que,
en la práctica, le harán casi omnisciente. Para Symons la causa de que con frecuencia
sea un aficionado, reside en que “así el lector podía colocarse con mayor facilidad en el
lugar del detective, y era el único que de vez en cuando podía burlar la ley y hacer
cosas que para otro, menos privilegiado, hubieran sido punibles”[8].
Relevante, superior, es su rol dentro del mundo de personajes que pueblan el
relato policíaco, no menos destacado en su posición si lo consideramos desde un punto
de vista más literario o textual. Además, el héroe es protagonista, es decir, el
personaje principal y decisivo de la trama. Sobre él de forma explícita girará la acción.
De forma implícita la trama también descansa sobre el oculto o desconocido culpable,
pero globalmente es el detective el que aporta el rasgo pertinente de lo policíaco: la
investigación. A partir de él, la narración se mueve, se despliega, desarrolla, avanza,
retrocede, aclara o confunde, se lía o se resuelve. Es además el personaje narrativo,
aquel que tras sus pasos nos lleva de una secuencia a otra de la narración.
Literariamente es el testaferro del autor y el intermediario entre el autor y el lector. El
detective persigue al culpable; el lector persigue al detective. Es un perseguidor
perseguido. El detective ha de descubrir al culpable y al tiempo despistar al lector. Ha
de encontrar las claves y ocultarlas; encontrar y diseminar. Su trabajo no es nada
fácil. Demasiado muchas veces para un solo personaje. No es bueno, podríamos decir,
que el detective esté solo. Poe, como de tantas otras cosas, se dio cuenta y encontró
la solución: era necesario darle un compañero.
Auguste Dupin, el detective del autor de La carta robada, se acompaña en sus
correrías de un personaje cuyo nombre nunca nos será dado. Sherlock Holmes siempre
tendrá a su lado al fiel Dr.Watson; Hercules Poirot contará con la presencia del
capitán Hastings; Philo Vance con Van Dine; NeroWolfe con Archie Goodwin. El
arquetipo de detective conlleva la figura de un compañero. La constancia de este
acompañante tiene una explicación técnica literaria, largamente estudiada,
estrechamente relacionada con la eficacia literaria. Cuatro ojos ven más que dos. Por
tanto, y en un principio, la presencia de una pareja amplía la información. Si además
cada miembro de esa pareja ve de distinta forma, la información será todavía más
amplia, permitiéndose, dado el doble punto de vista que ello conlleva, que ambas
informaciones puedan ser contrastadas. El resultado estético de dos visiones diferentes
de hechos semejantes, el perspectivismo, es siempre positivo sobre todo si ambas
visiones son absolutamente dispares, y su efecto estético es altísimo. La presencia de
lo cómico en lo trágico, resuelto en el teatro clásico a través de la figura del “gracioso”,
que frecuentemente recaía en el criado o paje del protagonista, es un ejemplo de que
la literatura ha recurrido con abundancia a este recurso, que también puede ser
utilizado con una intención distinta: realzar por contraste las cualidades de uno de los
miembros de la pareja. Aunque los otros efectos que el recurso proporciona se
producen también al ser utilizado por el género policial, será esta última intención la
más clara dentro de la literatura detectivesca. Los acompañantes del héroe, del
detective, los Watson o Hastings, corresponden al tipo de personajes cuya función
sería resaltar las prendas del otro personaje. La función del acompañante deDupin será
caracterizar con mayor intensidad la idiosincrasia del héroe. Al contrario que éste
estará siempre conforme con el público en general, no verá nada particular.
En el género policíaco los seres y objetos situados en el espacio literario están
puestos con algún fin concreto, nada es aleatorio, porque todo va dirigido a un fin
determinado que es la resolución del enigma presentado, y, además, todos son signos
que deben ser interpretados por el detective y, en el caso de los relatos clásicos,
también por el lector. En este sentido, los espacios se presentan en la novela por
medio de las sensaciones y consiguientes interpretaciones de los mismos por parte de
la mirada subjetiva del narrador —ya sea el acompañante del detective, que se limitará
a hablar del caso y de lo relacionado con éste a través de las interpretaciones que el
detective comparte con él y de las suyas propias, ya el propio detective, que a través
de su mirada nos sumergirá en el mundo narrativo, o bien un
narrador heterodiegético omnisciente— y de los personajes. En este sentido, la
disposición del espacio en el relato y las relaciones que se establecen entre éste y los
personajes da lugar a la percepción subjetiva que se expresa a través de la mirada,
que constituirá la sensación más trascendente en la interpretación de la realidad
narrativa y de los signos que dan coherencia a la historia. El detective será un
privilegiado en este sentido:
—[…] Terry, todo lo que necesito de ti es un día a lo sumo. Incluso una
noche. Te sientas, lees el expediente, miras la cinta y me llamas por la
mañana para contarme lo que has visto. A lo mejor no es nada o al
menos nada nuevo. Pero a lo mejor ves algo que se nos ha pasado o se
te ocurre una idea que a nosotros aún no se nos había ocurrido[9].
Como es de esperar, el privilegio del detective es ver de forma distinta. Es por
ello por lo que la mirada del detective es fundamental en el género policíaco, ya que
dará la coherencia y el significado necesarios a los distintos signos que aparecen
repartidos en el discurso para dar sentido a la historia y conducirlo a la elucidación de
los interrogantes planteados. Así, la mirada del detective será uno de los rasgos que lo
defina metonímicamente frente al resto de los otros personajes al poder presentar
diferentes lecturas de los distintos signos propuestos.
Como decíamos, el acompañante del detective no tendrá el privilegio de ver así,
y, en este sentido, el Dr. Watson cumplirá un papel semejante. La típica frase
de Holmes más cinematográfica que literaria: “Elemental, querido Watson”, define la
situación. Otro tanto ocurre con Poirot y Hastings. En la novela El asesinato de
Lord Edware, Poirot le expone al capitán su triste condición:
“Cuando el criminal acaba de cometer un delito, su primera preocupación
es la de engañar. ¿A quién? Naturalmente a las personas normales. Tanto en
los momentos de lucidez como (te ruego que me perdones) en los de mayor
torpeza, siempre eras maravillosamente normal. Eh bien, ahora me preguntarás
que cómo aprovecho yo tu normalidad. Pues sencillamente, viendo reflejado en
tu pensamiento lo que el criminal desea hacer creer a los seres normales. Como
verás, me eres de gran ayuda”.
En otros casos veremos que la presencia de un acompañante se debe a la
exigencia realista de que el referente intensionalizado en el texto sea verosímil,
siempre que la acción se sitúe en el tiempo actual. Es decir, es sabido que las personas
pertenecientes a los cuerpos de seguridad actúan en parejas y en equipo, de ahí la
necesaria presencia de un acompañante o un equipo de policía, como podemos
observar en las narraciones de Lorenzo Silva protagonizadas por Bevilacqua y
Chamorro o las de Henning Mankell protagonizadas por Kurt Wallander entre otras.
Pero, y esto es quizá lo más importante, la presencia de un acompañante va a
facilitar a los escritores la resolución de un problema técnico de enorme importancia
como es la elección del punto de vista narrativo. Watson y Hastings, y demás
personajes de semejante entidad, serán los narradores, los cronistas de los hechos a
los que, desde su proximidad al héroe, asistirán. Cumplirán el sagrado y privilegiado
papel de ser el Homero de su Aquiles. Esa presencia de un narrador interpuesto entre
el detective y el lector que le persigue resolverá el problema de controlar, orientar o
desorientar la lectura, para lograr que el lector no se adelante al descubrimiento final,
cuya gloria nadie debe arrebatar al héroe detective.
El criminal se comporta, teóricamente, como un escritor, es decir, proponiendo
una lectura del crimen. El criminal, de alguna forma, es el único que conoce, junto con
el autor, el final de la historia. Es más, por su necesidad de impedir ser descubierto
debe adelantarse, desde antes de cometer su criminal acción, a la lectura.
Mentalmente debe leer antes lo que luego leerá el lector y su guía, el detective. Tiene
la necesidad vital de intentar dirigir esa lectura hacia el fin que le interesa: su
ocultamiento. En realidad, en toda narración literaria coexisten teóricamente dos
textos, el texto que leemos y el texto que el criminal intentó que leyésemos. El
momento clave de una obra policíaca es cuando la lectura que el criminal ha propuesto
no tiene la suficiente calidad como para atrapar la atención total del detective, quien
por su cuenta empieza a leer de otra forma, separándose de la teórica escritura que el
criminal ha construido.
Por otro lado, si en el período clásico primaba la investigación sobre la acción,
ahora hay un cambio de papeles y lo que vamos a encontrar es que la acción se
superpone a la investigación, y el crimen, pieza fundamental del juego, deja de ser un
elemento estático para ser un elemento dinámico, deja de ser el rey para ser la
reina[10]. Cambia también el detective, el criminal, el referente social, pero en esta
evolución no se pierde la esencia del género: el crimen, el detective y la investigación.
Como dice Andreu martin:
…Si bien es verdad que, en las novelas de Raymond Chandler o
de Dashiell Hammett, prima el realismo, la brutalidad y la denuncia de unas
determinadas lacras sociales por encima del simple juego de «adivine usted
quién es el culpable», también es verdad que los señores Chandler oHammett,
planteaban enigmas en sus novelas y hacían que sus detectives se movieran
preocupados por resolverlos, y se empeñaban en mantener una intriga muy
similar a las de sus colegas de tendencia «policíaca».
Al proponer un misterio por resolver, el autor está contrayendo un
compromiso con el lector. El autor es consciente de que el planteamiento de un
problema le garantiza una mayor expectación, las preguntas sin respuesta
hacen que el lector avance con avidez en la lectura y conservan el interés a lo
largo de capítulos que, por sí solos, podrían no tener ningún atractivo. Es
perfectamente plausible que el autor defienda que le interesa mucho más la
tesis contenida en su novela que el enigma que planteó en el capítulo primero,
pero eso no le dispensa de terminar bien lo que comenzó. Tiene la obligación de
dar respuesta a las preguntas que hizo, y tiene la obligación de darlas
satisfaciendo las expectativas del lector. Porque esas son las reglas del juego.
Y éste es el momento de recordar que, desde sus inicios, la literatura
policíaca es una propuesta de juego. Y esta propuesta no se perdió en su
evolución hacia lo «negro»[11].
Esta evolución se produce porque una nueva oleada de autores quiere hacer una
novela policíaca más real, más dinámica, menos intelectual, es decir, menos “racional”.
Y esto es porque esta evolución se encuentra inmersa en una sociedad determinada y
surge como el testimonio de una época[12], la estadounidense, en la que los
delincuentes controlan ciudades, en las que hay muchísima delincuencia urbana, una
sociedad en la que se produce el crack de la Bolsa, en la que se pone en
funcionamiento la ley seca, donde hay grupos de gansters tremendamente poderosos.
Como dice Raymond Chandler:
[...]El realista de esta rama literaria escribe sobre un mundo en que los
pistoleros pueden gobernar naciones y casi gobernar ciudades, en el que los
hoteles, casas de apartamentos y célebres restaurantes son propiedad de
hombres que hicieron su dinero regentando burdeles; en el que un astro
cinematográfico puede ser el jefe de una pandilla, y en el que ese hombre
simpático que vive dos puertas más allá, en el mismo piso, es el jefe de una
banda de controladores de apuestas; un mundo en el que un juez con una
bodega repleta de bebidas de contrabando puede enviar a la cárcel a un
hombre por tener una botella de un litro en el bolsillo; en que el alto cargo
municipal puede haber tolerado el asesinato como instrumento para ganar
dinero, en el que ninguno puede caminar tranquilo por una calle oscura, porque
la ley y el orden son cosas sobre las cuales hablamos, pero que nos abstenemos
de practicar; un mundo en el que uno puede presenciar un atraco a plena luz
del día, y ver quién lo comete, pero retroceder rápidamente a un segundo
plano, entre la gente, en lugar de decírselo a nadie, porque los atracadores
pueden tener amigos de pistolas largas, o a la policía no gustarle las
declaraciones de uno, y de cualquier manera el picapleitos de la defensa podrá
insultarle y zarandearle a uno ante el tribunal, en público, frente a un jurado de
retrasados mentales, sin que un juez político haga algo más que un ademán
superficial para impedirlo[13].
La novela policíaca ya no pretende tranquilizar ni satisfacer juegos racionales
para aristócratas ociosos sino que trata de satisfacer necesidades emocionales y de
reflejar —y denunciar en algunos casos— la deprimente realidad. Desgraciadamente, la
realidad de los años cuarenta es mucho menos tranquilizadora que la de principios de
siglo y la figura del detective pasa de un aficionado a un profesional, de un ganador a
un perdedor, de la razón a la acción. Es decir, si antes el investigador se caracterizaba
por usar la razón para resolver los crímenes, ahora, además de la razón, también va a
utilizar la fuerza. A partir de la puesta en escena de las novelas
de Hammett y Chandler, se producen una serie de cambios en este personaje. Pasa de
ser un semidiós a un ser mortal. Raymond Chandler lo analiza así:
En todo lo que se puede llamar arte hay algo de redentor. Puede que sea
tragedia pura, si se trata de una tragedia elevada, y puede que sea piedad e
ironía, y puede ser la ronca carcajada de un hombre fuerte. Pero por estas
calles bajas tiene que caminar el hombre que no es bajo él mismo, que no está
comprometido ni asustado. El detective de esa clase de relatos tiene que ser un
hombre así. Es el protagonista, lo es todo. Debe ser un hombre completo y un
hombre común, y al mismo tiempo un hombre extraordinario. Debe ser, para
usar una frase más bien trajinada, un hombre de honor por instinto,
por inevitabilidad, sin pensarlo, y por cierto que sin decirlo. Debe ser el mejor
hombre del mundo, y un hombre lo bastante bueno para cualquier mundo. Su
vida privada no me importa mucho; creo que podría seducir a una duquesa, y
estoy muy seguro de que no tocaría a una virgen. Si es un hombre de honor en
una cosa, lo es en todas las cosas.
Es un hombre relativamente pobre, porque de lo contrario no sería
detective. Es un hombre común, porque si no no viviría entre gente común.
Tiene un cierto conocimiento del carácter ajeno, o no conocería su trabajo. No
acepta con deshonestidad el dinero de nadie ni la insolencia de nadie sin la
correspondiente o desapasionada venganza. Es un hombre solitario, y su
orgullo consiste en que uno le trate como a un hombre orgulloso o tenga que
lamentar haberle conocido. Habla como habla el hombre de su época, es decir,
con tosco ingenio, con un vivaz sentimiento de lo grotesco, con repugnancia por
los fingimientos y con desprecio por la mezquindad.
El relato es la aventura de este hombre en busca de una verdad oculta, y
no sería una aventura si no le ocurriera a un hombre adecuado para las
aventuras. Tiene una amplitud de conciencia que le asombra a uno, pero que le
pertenece por derecho propio, porque pertenece al mundo en que vive. Si
hubiera bastantes hombres como él, creo que el mundo sería un lugar muy
seguro en el que vivir, y sin embargo no demasiado aburrido como para que no
valiera la pena habitar en él”[14].
Chandler nos habla sobre la necesidad en el género de que haya un detective
más realista, que sea más parecido a la gente corriente y no un ser a caballo entre el
Olimpo y la tierra. Es por ello por lo que, como ya señalan Valles Calatrava y
Jean Tourteau[15] entre otros, nos vamos a encontrar con una diferencia fundamental
entre estos dos tipos de detectives, entre los Holmes o Poirot y los Marlowe oSpade,
que hace referencia a cómo resuelven los crímenes, es decir, al método. Los primeros
resolverán por un procedimiento lógico y racional, es decir, por la inteligencia; los
segundos resolverán por medio de la fuerza, es decir, llegan al culpable del crimen a
través de una búsqueda dinámica y no intelectual.
Investigar es buscar los datos necesarios para poder responder a las preguntas
que en una narración policíaca suscita la evidencia de un crimen: quién lo hizo, cómo,
por qué… Todo tiene causa, fundamento, intención, nada ocurre porque sí. Fijémonos
en que las tres preguntas, a las que la investigación debe dar respuesta son anteriores
al momento en que se inicia “in strictu senso” la acción narrativa policial. En la
literatura de este género lo que pasa es lo que pasó. En otras palabras, la
investigación tendrá como objetivo reconstruir el camino que desembocó en crimen. La
novela policíaca sigue el orden inverso al de la novela de aventuras, ésta sigue el
orden cronológico de los hechos mientras que la policíaca invierte este orden ya que la
situación inicial que la policíaca plantea es el desenlace de la novela de aventuras[16].
En este sentido, Todorov dice que el discurso policíacosuperpone dos series
temporales: los días de la investigación que comienzan con el crimen y los días del
drama que llevan a él. Esto es, el comienzo de la investigación se inicia con la comisión
del crimen y su final debe situarnos al comienzo de la historia del crimen. Es decir, la
narración policíaca contiene dos historias: la del crimen y la de la investigación[17].
La historia de la investigación puede contarse de diversos modos dependiendo del tipo
de narrador. La historia del crimen es la historia de una ausencia y su mayor
característica es que no puede presentarse directamente, sino que la vamos
conociendo a medida que transcurre la historia de la investigación. Es por ello por lo
que la historia del crimen hace referencia al orden artificial, que implica dos procesos
literarios fundamentales: las inversiones temporales y los puntos de vista; y la historia
de la investigación implica un lugar en el que se pueden justificar todos los
procedimientos y hacerlos parecer “naturales”[18].
Ahora bien, la investigación como ingrediente central, básico de lo policíaco, no
sólo debe de dar cuenta de las preguntas señaladas, cuyas respuestas proporcionan el
castigo al culpable, sino que debe al mismo tiempo servir para recomponer la
confianza que, a través del enigma y la sospecha, inauguró el crimen. Será, por tanto,
un medio para descubrir al criminal y también un fin en sí mismo, puesto que la
investigación será un proceso cuya andadura reconstruye paso a paso los valores
sociales que el crimen, mientras permanezca sin esclarecer, ha puesto en solfa.
Mientras el enigma permanece, la investigación está obligada a continuar. La
investigación tiene que explicar todo lo inexplicable, esclarecer todo lo confuso.
Según Juan del Rosal, la novela policíaca nace siendo un problema matemático
y la explicación del crimen y del criminal es especulativa, después pasa a ser un
problema de deducción en el que se siguen una serie de datos empíricos y la
explicación del crimen se hace por medio de la experimentación, y luego se convierte
en un problema psicológico que explica el crimen a través de esta ciencia[19]. En la
primera fase la figura del criminal queda empequeñecida hasta tal punto que el único
motivo por el que aparece es para cometer el delito. En la segunda fase encontramos
algo parecido, y la figura del criminal aparece como un elemento más de la probeta y
el detective, casi de la misma forma que en la primera fase, apenas se encontrará
directamente con él. En la tercera fase lo que ocurre es que el criminal es presentado
como un ser vivo y real, no como una simple marioneta. Estas tres etapas en la
evolución del género policíaco bien se podrían corresponder con la evolución que sufre
el método de investigación llevado a cabo por el detective[20], aunque hay que añadir
una cuarta, que es la que aparece con la irrupción del realismo:
1. Primera fase o fase racional: prima por encima de todo la razón, y es a través
de un proceso racional por el que llegará el detective a la solución del enigma
planteado, de tal forma que “la cuestión del crimen en sí y de su
descubrimiento en Poe no es más que un problema matemático. Si el hombre
—en este caso el criminal— ha razonado el proyecto delictivo, nada más fácil
para el detective que plantearse el descubrimiento del mismo, colocándose en
un plano de pura abstracción. Tal hecho no se pudo cometer más que de esta
forma; luego su pesquisa tendrá que ser orientada de esta manera. Para nada
cuenta ni la infinita variedad de la vida real en que aparece inscrito el crimen;
pero ni mucho menos el sujeto delincuente pesa en esta visión. Basta con sólo
razonar inteligentemente, pues, la realidad es concebida conforme al esquema
mental que el investigador se ha formado en su caletre. La vida no desmiente la
mansa opinión de este fabuloso personaje que se llama C. Augusto Dupin,
inclinado siempre a la abstracción, siempre seducido por la poderosa
herramienta de la deducción”[21]. En esta primera fase se procede por medio
de la lógica para enlazar las distintas piezas del puzzle y por eso la observación
exhaustiva de los hechos no cobra una importancia notable, ya que a través de
la lógica y del método deductivo el detective llegará a la solución, ya que puede
predecir qué pasará sabiendo únicamente unos pocos datos. Aunque bien es
cierto que el método de Dupin no es exactamente deductivo, no va de lo
general a lo particular, del principio a la consecuencia, ni inductivo, de lo
particular a lo general, sino que su método va lo particular, de los hechos
esparcidos, a lo particular, las causas que los originan[22].
2. Segunda fase o fase experimental: el método irá de la práctica a la teoría, es
decir, entrará en juego la experimentación y, por consiguiente, la
inducción. Holmes posee un saber enciclopédico que será lo que le ayude a
resolver sus casos. Holmes “reduce los fondos inescrutables del
comportamiento criminal a cálculo experimental y traduce las reacciones del
criminal a un mínimo de posibilidades… Es un analista de la investigación
criminal”[23]. Holmes es pura abstracción. Es por ello por lo que Holmes une a
sus conocimientos su gran capacidad de observación y dice en un momento que
“es un grave error formular una conclusión antes de haber reunido todos los
datos necesarios; eso sólo conduce a errores”[24]. Su método se basa en el
empirismo, en la observación, en la experimentación, en la inducción, para a
través de ahí poder deducir la solución del enigma presentado[25]. Es el
método que, por ejemplo, posteriormente utiliza Muñoz para resolver la partida
de ajedrez, que lleva a la solución de los crímenes, en La tabla de Flandes:
“Hay, además, otro método para averiguarlo, en realidad vamos a trabajar con
él. Se llama análisis retrospectivo… Partiendo de una posición determinada en el
tablero, reconstruir la partida hacia atrás para comprobar cómo se llegó a esa
situación… Una especie de ajedrez al revés, para que me entiendan. Por
inducción: se empieza por los resultados y se llega a las causas”[26].
En relación con el método de Holmes también se ha señalado,
acertadamente, el uso del tercer tipo de razonamiento: la abducción. Si el
método deductivo “depende de nuestra confianza en la habilidad de analizar el
significado de los signos con los que, o por medio de los que, pensamos” y el
inductivo “depende de nuestra confianza en que el curso de un tipo de
experiencia no se modifique o cese”, el abductivo “depende de nuestra
esperanza de adivinar, tarde o temprano, las condiciones bajo las cuales
aparecerá un tipo determinado de fenómeno” y, por lo tanto, la abducción “nos
permite formular una predicción general, pero sin garantía alguna de éxito en el
resultado”[27]. En el tipo de razonamiento abductivo que aparece en la
investigación criminal se parte de uno o más hechos sorprendentes y se termina
postulando la hipótesis de algún hecho particular que se cree que es la causa
del primero[28]. Holmes en algunos casos inventa, ya que como dice Eco:
“Etimológicamente, «invención» es el acto de descubrir alguna cosa que ya
existía en alguna parte, y Holmes inventaba en el sentido que le da Miguel
Ángel cuando dice que el escultor descubre en la piedra la estatua que ya está
circunscrita por la materia y oculta bajo el mármol sobrante”[29].
3. Tercera fase o fase psicológica: el método es psicológico. Poirot utiliza su
experiencia de la propia vida para resolver los casos. Capacidad crítica, onda
reflexiva y comportamiento inteligente. Mientras que en las otras dos fases lo
que se pretendía era explicar, ahora se trata de aprehender. Lo que
hace Poirot es introducirse en la mente del criminal para así comprender y dar
respuesta al cómo y al porqué del crimen. Ahora ya no hace falta la observación
directa del lugar del crimen para encontrar pistas que puedan apuntar en una u
otra dirección, sino que la intuición lo cubre todo y será la relación directa con
los testigos, entre los que se puede encontrar el criminal, la que lleve al
detective a desentrañar el enigma.
4. Cuarta fase o fase dinámica: es la que utilizan, por ejemplo, Spade o Marlowe.
El detective ya no recurre a procesos intelectuales para resolver el caso que se
le presenta, sino que principalmente debe moverse por el espacio novelesco
para dar con la solución del caso. En este sentido, no tendrá ningún
inconveniente en utilizar cualquier método para recopilar información, es decir,
si es necesario recurrirá a la violencia. Junto a este dinamismo, se unirán las
características de las otras fases, aunque aparecerán muy diluidas. El detective
resolverá investigando, atando cabos sueltos, aunque ya no sea ni tan racional
ni tan psicológico como los otros.
Los distintos métodos de investigación utilizados por los detectives y, por lo
tanto, la distinta concepción del protagonista se debe a una evolución en el género que
se produce por causas principalmente sociales y geográficas, y en ningún caso por una
ruptura dentro del mismo. Al establecerse que el método para averiguar el crimen es
diferente supone una distinta organización de los elementos de la trama y de las
características del propio protagonista. Son significativas las palabras deMarlowe en El
sueño eterno en relación a los detectives anteriores, al igual que
hizo Holmes con Dupin: “No soy Sherlock Holmes ni Philo Vance. No es lo mío repetir
investigaciones que la policía ha hecho ya, ni encontrar una plumilla rota y construir
una caso a partir de ahí. Si cree usted que hay alguien trabajando como detective que
se gana la vida haciendo eso, no sabe mucho de la policía”[30]. Aunque también, al
igual que hacían los Holmes, su burla de los policías: “No hay más. Le he contado lo
que pasó y le he entregado la prueba. Si no es usted capaz de llegar a algún sitio a
partir de aquí, nada de lo que yo diga le ayudará”.[31]
Si en la novela policíaca tradicional o problema nos encontramos que el
detective es un ganador, un personaje extraño capaz de seducir y asombrar a las
personas que le rodean con sus dotes intelectuales, con la evolución realista el
detective pasará a ser un perdedor, no se puede decir que su trabajo le haya permitido
triunfar en la vida, a pesar de que siempre acabará resolviendo los casos que se le
presentan, y su vida personal es un desastre, sobre todo en sus relaciones amorosas,
donde la mujer aparece destinada a ser perdida como símbolo del fracaso personal del
investigador. Este nuevo tipo de detective,
tipo Spade, Marlowe, Hammer, Archer, Hopkins, etc., es un personaje solitario, aunque
muchas veces aparezca rodeado de gente, aficionado al alcohol, sobre todo al whisky,
y al sexo, que son sus vías de escape de un mundo que le maltrata[32]. Es un
personaje duro tanto física como psicológicamente, sus puños son temidos, es capaz
de encajar un golpe que mataría a un caballo y, en cuanto a su carácter, su cinismo e
ironía son magníficos. La siguiente definición parece sacada de un retrato realista de
cualquiera de ellos:
—Eres tan maravilloso —dijo—. Tan valiente, tan decidido, y trabajas por
tan poco dinero. Todo el mundo te golpea en la cabeza y te estrangula y te
machaca la mandíbula y te atiborra de morfina, pero tú sigues adelante con la
cabeza baja hasta que los destrozas a todos. ¿Qué es lo que te hace ser tan
maravilloso?[33]
Tanto un tipo de detective como otro atraen por un rasgo único que lo
caracteriza y lo define frente al resto, a pesar de tener características comunes. En un
magnífico artículo, Fernando Savaterexpone que no entiende “por qué ha de ser
acatado como más verosímil el baqueteado detective de agencia envuelto en su vieja
gabardina, agobiado por la sociedad corrompida pero conservando aún cierto fondo de
nobleza y una enternecedora afición al bourbon o la chanfaina, que el sofisticado
sabueso clásico, con batín y cachimba de espuma de mar, que entorna los ojos
mientras murmura entre dientes «curioso… realmente curioso…»”[34]. No se trata de
decir quién es mejor o más realista, quién es más inteligente o más violento, ya que
todo se reduce a una cuestión: la verosimilitud. Una vez que aceptamos que ese
detective podría existir entra en juego el subjetivismo del lector, ya que, en muchos
casos, se decantará por un tipo de narración u otra en función de quién la protagonice,
ya que en el proceso de la lectura se siente más identificado con un tipo de detective.
Pero esto no quiere decir que las preferencias se encaminen hacia un detective racional
o un detective realista, podemos perfectamente preferir a Holmes antes que
a Rouletabille o Philo Vance, a Marlowe o a Carvalho antes que a Poirot. Elegimos un
tipo de personaje que cuanto más se acerque a una condición mítica más grande será
su poder de seducción, a pesar de que todavía no sepamos definir qué es eso que lo
hace tan maravilloso y que nos atrae tanto de él. En todo caso, el ingenio y el arte del
escritor siempre estarán presentes. Por lo tanto, y como dijo Savater, no hay que
hablar en términos de elección entre un Holmes, Poirot, Guillermo de Baskerville o
un Spade, Marlowe, Archer, sino en leer una buena historia bien contada sin tener que
renunciar a ninguno de ellos.
[1] Reproducimos a continuación la carta completa que Raymond Chandler envió a James Sandoe el 12 de mayo de 1949 donde deja expresada claramente su opinión al respecto:
“Admito que si no se puede crear un detective lo bastante dominante, se puede compensar en cierta medida implicándolo en los peligros y emociones de la historia, pero eso no representa un paso adelante, sino que es un paso atrás. Lo importante es que el detective exista completo y entero y que no lo modifique nada de lo que sucede; en tanto detective, está fuera de la historia y por encima de ella, y siempre lo estará. Es por eso que nunca se queda con la
chica, nunca se casa, nunca tiene vida privada salvo en la medida en que debe comer y dormir y tener un lugar donde guardar la ropa. Su fuerza moral e intelectual es que no recibe nada más que su paga, a cambio de la cual protegerá al inocente y destruirá al malvado, y el hecho de que debe hacerlo mientras gana un magro salario en un mundo corrupto es lo que lo mantiene aparte. Un rico ocioso no tiene nada que perder salvo su dignidad; el profesional está sujeto a todas las presiones de una civilización urbana y debe elevarse por encima de ellas para hacer su trabajo. En ocasiones quebrantará la ley, porque él representa a la justicia y no a la ley. Puede
ser herido o engañado, porque es humano; en una extrema necesidad puede llegar a matar.
Pero no hace nada por sí mismo. Obviamente, esta clase de detective no existe en la vida real. El detective privado de la vida real es un mezquino juez de la Agencia Burns, o un pistolero sin más personalidad que una cachiporra, o bien un picapleitos o un embaucador de éxito. Tiene más o menos tanta estatura moral como un cartel de tráfico.
La novela policiaca no es y nunca será una «novela sobre un detective». El detective
entra sólo como catalizador. Y sale exactamente como era antes de entrar”, en Raymond Chandler, El simple arte de escribir, Barcelona, Emecé, 2004, pp. 146-47. [2] En relación con esta cuestión del espacio señalamos la predilección de la literatura policíaca hacia los lugares o espacios cerrados, que proviene según tratamos de expresar de una íntima exigencia del género al querer romper los espacios de seguridad del individuo a través del crimen, y al añadir lo cerrado como materialidad a lo cerrado en cuanto espacio social ha dado lugar a una especie de subgénero temático dentro de lo policial: los casos de “recinto cerrado”.
Estos casos aportan un problema de enorme atracción al interés propio de toda novela o relato policíaco, pues al ¿quién lo hizo?que la narración debe contestar, se añade imperiosamente el ¿cómo pudo hacerlo? y hasta tal punto pasa así, que la primera de las preguntas, lo que podemos llamar cuestión primordial de lo policíaco, se difumina y pierde
relieve ante el enigma que plantea la segunda. [3] Véase Wystan Hugh Auden, “La vicaría de la culpa”, en La mano del teñidor, Buenos Aires, Adriana Hidalgo editora, 1999. [4] “Lo importante con Marlowe es recordar que es un personaje en primera persona, lo muestre o no en un guión radial. Un personaje en primera persona tiene la desventaja de que debe ser mejor persona para el lector que lo es para sí mismo. Demasiados personajes en primera persona dan una impresión ofensivamente engreída. Eso está mal. Para evitarlo, no siempre deben darle a él la réplica de impacto o la réplica final. Ni siquiera con frecuencia. Que otros personajes se lleven los aplausos. Que él se quede sin chistes, en la medida de lo posible…
uno de los trucos más eficaces de Marlowe era simplemente darle al otro la oportunidad de lucirse, y no decir nada. Eso pone al otro bajo los reflectores. Una ironía devastadora pierde gran
parte de su fuerza cuando no provoca ninguna respuesta, cuando el otro se va en silencio.
Entonces el mismo que habló debe responderse, o rendirse. No haga que Marlowe diga nada sólo para ganarles a los otros personajes. Cuando sale
con una broma o una ironía, debería serle arrancada emocionalmente, de modo que esté descargando un sentimiento y no pensando siquiera en ganarle a nadie. Si usan símiles, traten de hacerlos a la vez extravagantes y originales. Y está la cuestión de cómo se pronunciará la frase descortés. Cuando más dura la ironía, menos enérgico tendrá que ser el modo en que se lo diga. No debe haber ningún efecto de regodeo”, en Raymond Chandler, “Carta a Ray Stark”,
en El simple arte de escribir, cit., pp. 122-23. [5] Arthur Conan Doyle, El signo de los cuatro, en Todo Sherlock Holmes, Barcelona, Cátedra, 2004, p. 577. [6] Ibídem. [7] Julian Symons, Historia del relato policial, Barcelona, Bruguera, 1982, p. 21. [8] Ibídem, p. 20 [9] Michael Connelly, Más oscuro que la noche, Barcelona, Ediciones B, 2004, p. 18. [10] Guillermo Cabrera Infante, “La ficción es el crimen que paga Poe”, en Novela criminal, Los Cuadernos del Norte, 19, 1983, pp. 2-7. [11] Andreu martin, “La novela policíaca / negra como hecho lúdico”, en Juan Paredes Núñez (ed.), La novela policíaca española, Granada, Universidad de Granada, 1989, pp. 28-9. [12] Javier Rodríguez Pequeño, Cómo leer a Umberto Eco: El nombre de la rosa, Madrid-Gijón, Júcar, 1994, p. 35. [13] Raymond Chandler, El simple arte de matar, Barcelona, Bruguera, 1980, p. 326. [14] Ibídem, pp. 326-327. [15] José R. Valles Calatrava, La novela criminal española, cit. p. 75; Jean Jacques Tourteau, D’Arsène Lupin à Sanantonio: le roman policier français de 1900-1970, Tours, Mame, 1970, p. 193. [16] Josée Dupuy, Le roman policier, París, Larousse, 1974, p. 64. [17] Tzvetan Todorov, “Typologie du roman policier”, en Tzvetan Todorov, Poétique de la
prose, París, Seuil, 1971, pp. 55-65. [18] Ibídem. [19] Juan del Rosal, Crimen y criminal en la novela policíaca, Madrid, Instituto Editorial Reus, 1947, p. 85. [20] Ibídem, pp. 52-96. [21] Ibídem, p. 58. [22] Josée Dupuy, Le roman policier, cit., p. 18. [23] Ibídem, p. 70. [24] Arthur Conan Doyle, Estudio en escarlata, en Todo Sherlock Holmes, cit., p. 62. [25] En este sentido Josée Dupuy, en Josée Dupuy, Le roman policier, cit., p. 31, dice que el método deHolmes no tiene nada de científico ni de riguroso y que la rapidez de su lógica es la condición necesaria para su éxito. Por ello, en un momento Watson dice que “no existía para mí mayor placer que seguir aHolmes en todas sus investigaciones y admirar las rápidas
deducciones, tan veloces como si fueran intuiciones, pero siempre fundadas en una base lógica, con las que desentrañaba los problemas que se le planteaban”, en Arthur Conan Doyle, La banda de los lunares, en Todo Sherlock Holmes, cit., p. 186. [26] Arturo Pérez Reverte, La tabla de Flandes, Barcelona, El Mundo, 2001, p. 84. [27] Thomas A. Sebeok, “One, two, three… uberty”, en Umberto Eco y Thomas A. Sebeok (eds.), El signo de los tres, Barcelona, Lumen, 1989, p. 29. [28] Este tipo de abducción se ocupa de la naturaleza de los textos. Hay otro tipo que hace
referencia a los descubrimientos científicos y, por lo tanto, se ocupa de la naturaleza de los universos: se parte de uno o más hechos sorprendentes y se concluye con la hipótesis de una ley general. Sin embargo, la diferencia entre estos dos tipos de abducción desaparece “si asumimos que tratamos de con universos como si fueran textos, y con textos como si fueran universos”. Uniendo entonces estas dos formas de abducción, lo que hace Eco es mostrar los diferentes tipos de abducción: la hipótesis o abducción codificada, la abducción hipocodificada, la
abducción creativa y la meta-abducción. Umberto Eco, “Cuernos, cascos, zapatos: algunas hipótesis sobre tres tipos de abducción”, en Umberto Eco y Thomas A. Sebeok (eds.), El signo de los tres, cit., pp. 265-294. [29] Ibídem, p. 288. [30] Raymond Chandler, El sueño eterno, Madrid, Alianza, 2001, p. 219.
[31] Raymond Chandler, Adiós, muñeca, Madrid, El País, 2004, p. 41. [32] Raymond Chandler escribía lo siguiente: “¿por qué trabaja por un mendrugo? La respuesta a esa pregunta es toda la historia, la historia que siempre se está escribiendo de modo indirecto y nunca completa, ni siquiera clara. Es el combate de todos los hombres fundamentalmente honestos por ganarse la vida con decencia en una sociedad corrupta. Es un combate imposible; no puede ganar. Puede ser pobre y amargado y desahogarse en bromas y en amoríos casuales, o puede ser corrupto y amistoso y rudo como un productor de Hollywood”, en Raymond Chandler, “Carta a John Houseman”, enEl simple arte de escribir, cit., pp. 159-60.
Y más adelante dice que “si rebelarse contra una sociedad corrupta equivale a ser inmaduro, entonces Philip Marlowe lo es en extremo. Si ver la basura donde hay basura constituye una señal de inadaptación social, entonces Philip Marlowe es un inadaptado. Por supuesto, Marlowe es un fracasado, y lo sabe. Es un fracasado porque no tiene dinero”, en RaymondChandler, “Carta al señor Inglis”, en El simple arte de escribir, cit., p. 211. [33] Raymond Chandler, Adiós, muñeca, cit., p. 281. [34] Fernando Savater, “Novela detectivesca y conciencia moral”, en Sobre vivir, Barcelona, Ariel, 1985, p. 112.
Análisis semiótico del Texto: “Molinos o gigantes” de
Javier Tomeo
Introducción
Es la semiótica una ciencia cuyo estudio resulta singularmente interesante, en tanto que su
estudio abarca diversos campos del saber, entre ellos:psicología, filosofía,
etnología, antropología, fenomenología, epistemología y lingüística; por tanto, resulta difícil
dar una definición acerca de lo que es la semiótica. No obstante, la mayoría de los especialistas
consultados coinciden al definirla como "doctrina de los signos" o "teoría de los signos".
Humberto Eco nos dice:
« La semiótica se ocupa de cualquier cosa que pueda considerarse como signo.
Signo es cualquier cosa que puede considerarse como sustituto significante de
cualquier cosa» (V. J. Figueroa, 2003, p. 21)
Esta definición de signo nos indica que signo es aquello que evoca o representa la idea de otra
cosa, por tanto es convencionalizado por el hombre y tiene un carácter abierto e ilimitado
porque siempre se pueden crear nuevos signos o códigos; de ahí que exista una amplísima
variedad de códigos, de cuyo estudio también se encarga la semiótica, entre otros: olfativo,
táctil, proxénico, cinésico, pictórico, musical, paralingüístico y lingüístico.
Nos detendremos en el lingüístico: “punto de partida del código literario”, que es el que nos
ocupa para este estudio.
«El código lingüístico (denotativo) se caracteriza por la relación entre E (plano de
la expresión), y C (plano del contenido), que son, respectivamente, las dos caras
del signo: significante y significado. El código literario (connotativo) es un código
en el que el plano de la expresión está constituido por otro código (el
denotativo)(...) según U. Eco”un código connotativo puede definirse como
subcódigo, en el sentido de que se basa en un código base”(1988, p.95). La
expresión (significante) es la misma, pero hay un desplazamiento de contenido
(significado) »( V. J. Figueroa, 2003, p. 23).
Dentro del código literario desempeña un importante papelel ícono-imagen que«es un signo que representa a un objeto porque posee un conjunto de cualidades que ese objeto posee. La relación entre el signo y el objeto que caracteriza al ícono-imagen queda establecida gracias a unacomunidad de cualidades; que no están ligadas entre sí ni en el signo, ni en el objeto y se seleccionan en el mismo momento de la interpretación y el contexto es determinante en esa elección».[1]
Apelo a la intertextualidad y al parafraseo, en aras de poder refundir la definición que nos
ofrece el Doctor C. Vicente Jesús Figueroa, con la de Humberto Eco porque se aviene al
propósito del presente trabajo:
«La semiótica es una ciencia de reciente creación; pues no es hasta la década del
60 del siglo pasado que los estudios semióticos relacionados con
las ciencias humanísticas cobran un verdadero auge. Analiza todos
los procesos culturales como procesos decomunicación, pero cada uno de dichos
procesos subsiste sólo porque por debajo de ellos se establece un sistema de
significación. Al estimar la cultura en su sentido global, como una “subespecie
semiótica”, nos indica que ésta puede comprenderse mejor, si la analizamos
desde una perspectiva semiótica, ya que la semiótica atiende la cultura como un
código de códigos »(V. J. Figueroa: 2003, p. 21-22).
Nos hallamos ante un sistema de significación o un código cuando existe la posibilidad de
generar funciones semióticas, establecida por un convenio social, cuando se aprovechan las
posibilidades previstas por dicho sistema para producir físicamente expresiones con diferentes
finalidades prácticas.
Un sistema de significación es, a su vez, una construcción semiótica independiente que posee
modalidades de existencia totalmente abstractas, independientemente de cualquier acto de
comunicación que pueda actualizarla con un propósito determinado.
Esta definición nos muestra lo útil que resulta para nosotros, estudiosos de la cultura; dentro
de ésta de las humanidades y en particular, de la literatura, incursionar en los estudios
semióticos que pueden ser más amplios y profundos si se conocen los diferentes modelos que
existen para el análisissemiótico de un texto.
Existen tres modelos para el análisis semiótico de un texto:
El modelo barthesiano
El modelo de Humberto Eco
El modelo actancial greimasiano
Antes de describir brevemente cada uno de los modelos, es necesario precisar que todos ellos
pueden unificarse en dos grandes tendencias:
1ra.- En la que el análisis busca, haciendo frente a todos los relatos existentes, establecer un
modelo narrativo de carácter formal, una gramática o unaestructura del relato, a partir de la
cual podrá analizarse cada relato particular. Esta tendencia fue aplicada por V. Propp, Todorov
y sirvió de base al modelo de Greimas –las invariantes, las constantes-sirven para analizar
cualquier cuento posible, creado o por crear. Son modelos basados en la inmanencia y tienen
un carácter formal.
2da.- Es aquella en que el discurso es analizado bajo la noción de texto –por eso recibe el
nombre de análisis textual- o lo que es igual, proceso de significación en marcha; donde la
significancia/ significante –se observa como una producción en continua elaboración,
conectándose a otros textos, a otros códigos y (de ahí la intertextualidad)–se opone a la
significación/ significado (vista como el producto). En esto interviene también parte del
modelo de Kristeva. Podríamos preguntarnos ¿cómo funciona esta teoría?
En sentido general, en el discurso lo que le llega al lector es el significante y él le coloca los
significados que produce a partir de su cosmovisión ouniverso del saber; de este modo es un
producto del lector, precisamente, la apertura está en la significancia, pero el sistema de
referencia es particular. Roland Barthes concibe el texto como “liberación del significante”:
“cualquier lectura es posible”, esto se contrapone con las precisiones de Humberto Eco, quien
establece una diferenciación entre interpretación y uso: el que escribe, lo hace par un lector
modelo y éste debe saber interpretar, pueden ocurrir algunos desvíos, pues hay connotación;
pero, a pesar de eso, existen “marcas, pautas que ha dejado el emisor.”
En resumen, esta segunda tendencia estima el texto “como producción de escritura, basada en
el placer del significante”, es decir, en la medida en que voy leyendo, le coloco significados al
texto, o lo voy escribiendo y por tanto, la lectura se convierte en una escritura. Su base radica
en la trascendencia.
Mientras que en la primera tendencia el objetivo era describir la estructura de una obra, en ésta
es producir una estructuración móvil del texto que se desplaza de lector a lector; –al decir de
Alfonso Reyes «No sé si puedo saber si mi Quijote es exactamente igual al tuyo, ni si
uno y otro se ajustan al que Cervantes sentía (...) cada ente literario tiene una vida
eterna, siempre nueva y creciente»– le interesa saber “cómo estalla el texto y cómo se
dispersa”.
· ¿Qué nos propone el Modelo de Análisis textual barthesiano?
Propone leer un texto tratando de registrar y clasificar los códigos de acuerdo con los cuales los
sentidos son posibles. Su objetivo es registrar las avenidas de sentido, concebir, imaginar lo
plural del texto.
Este modelo está estructurado en 4 pasos fundamentales:
1ro.- División del texto en segmentos contiguos o lexías y enumeración de cada una de las
lexías.
2do.- Disposición operatoria: anotar los sentidos que susciten cada segmento.
3ro.- Análisis progresivo del texto, en orden lineal, recorriendo toda su extensión.
4to.- Desembocar el texto en otros textos, en otros códigos, en otros signos, es decir, qué hace
el texto intertextual.
· Humberto Eco ofrece al lector una mecánica para la operación interpretativa del texto,
considera que «generar un texto significa aplicar unaestrategia que incluye las
previsiones de los movimientos del otro, de ahí que no toda lectura es posible». El
lector es capaz de cooperar en la actualización textual, de la manera prevista por el escritor y
además, capaz de moverse interpretativamente para él:
«Texto es un artificio sintáctico – semántico – pragmático cuya interpretación
está prevista en su propio proyecto generativo, sistema de nudos o amalgamas
donde se articula y manifiesta todo el tejido de marcas, rasgos o prioridades que
lo explicitan» «Una operación fundamental para la decodificación del texto es
la competencia del lector: enciclopédica, pragmática y el manejo de las categorías
conceptuales, así como el sostén metodológico seleccionado para el análisis de un
texto»
Es decir que, el escritor está consciente de para quién escribe. El texto está ahí y puede ser
interpretado de diversas formas, pero siguiendo reglas bien definidas.
U. Eco establece diferenciación entre:
-“intentio auctoris” (autor) es imposible llegar totalmente
-“intentio lectoris” (lector) puede haber diferencias
-“intentio operis” (obra) es lo que vale para él
De este modo el texto es mejor interpretado según su “intentio operis”
Se hace necesario aludir a otros conceptos sobre texto, igualmente significativos:
«Es difícil definir el concepto de texto. Ante todo es necesario oponerse a la
identificación del texto con la idea de la totalidad de la obra de arte. Resulta poco
convincente, a pesar de su simplicidad aparente, la contraposición, muy
difundida, del texto, como una cierta realidad, a las concepciones, ideas,
interpretaciones de todo género en las que se cree ver algo excesivamente
inestable y subjetivo».(Yuri Lotman, S/ RB)
«Cada texto constituye una unidad organizada en partes dotadas de sentido e
intención comunicativa que se caracteriza por su cierre semántico y para su
comprensión se acude a pistas gráficas, sonoras, icónicas y otras». (Rosario
Mañalich, 2003, p. 56)
«Todo texto se construye como mosaico de citas, si todo texto es absorción y
transformación de otro texto, si en lugar de la noción de intersubjetividad se
instala la de intertextualidad» (J. Kristeva, 1967).
· El modelo actancial greimasiano
Es un modelo formal o estructural, rico y coherente. Está basado en la inmanencia y construido
sobre la base del sistema lingüístico.
El modelo propone el establecimiento de niveles de generación de sentido, cada uno de esos
niveles va a tener un componente semántico y otro sintáctico. El recorrido generativo se realiza
de abajo hacia arriba, se asciende de lo más profundo de la inmanencia, hacia
las estructuras más próximas a la manifestación o textualización. Esta última es excluida del
modelo greimasiano porque lo que a él le interesa es la forma, mientras que la textualización es
la sustancia que es variable al infinito.
Las estructuras semio-narrativas presiden la generación de sentido y dentro de ellas hay dos
sub-niveles: el nivel profundo que constituye la estructura elemental de la significación (las
unidades son los “semas”) y el nivel de superficie o superficial (abarca los “sememas”).
Las estructuras discursivas, situadas en un nivel más superficial que las anteriores, organizan la
puesta en discurso, por eso se les llama de la enunciación.
«El modelo actancial, dice Greimas, es en primer lugar la extrapolación de una
estructura sintáctica. Un actante se identifica con un elemento (lexicalizado o no,
un actor o una abstracción) que asume en la frase de base del relato
una función sintáctica: están el sujeto y el objeto, el destinatario, el oponente, el
ayudante, cuyas funciones sintácticas son evidentes; el destinador cuyo papel
gramatical es menos visible y pertenece, si puede decirse, a una frase anterior.
Greimas simplificó el modelo de W. Propp y de Souriau que presentaba 7
funciones. Cualquier relato puede reducirse a este esquema de base que visualiza
las principales fuerzas del drama y su papel en la acción. Apuntemos que Greimas
volvió sobre este esquema, especialmente sobre las nociones de ayudante y de
oponente.Como elemento de una relación, de una función, el actante forma parte
de una sintaxis narrativa profunda y se encarnará en un (o unos) actor(es) en
los discursos particulares, actor de relato o actor de teatro. El actante es elemento
de una estructura sintáctica que puede ser común a varios textos, el actor es en
principio el actor de un relato o de un texto determinado. Se hace necesario
entonces tomar en cuenta tres niveles de presencia del personaje: el actante, el
actor y el individuo que tiene a cargo el papel, cuando se reflexiona acerca de lo
que puede ser el esquema actancial de una historia (o en los esquemas de las
diferentes secuencias)»[2]
Los modelos anteriormente descritos son considerados complejos y trabajosos por lo que no
pretendo aplicar ninguno en forma íntegra, sólo intentaré emplear partes de ellos en
este trabajo.
Gracias a los estudios realizados en las disciplinas Semiótica y Didáctica de la Literatura,
hemos podido ampliar y profundizar nuestros conocimientos en torno al nivel alcanzado por
los estudios literarios acerca de conceptos como: Intertextualidad, Texto y su
implicación didáctica en la enseñanza, desde una óptica interdisciplinaria; es por ello que nos
referiremos durante el análisis a algunos de ellos.
Análisis semiótico del Texto: {“Molinos o gigantes”}
Autor:
España (1932). Historias mínimas.
{Aldea y páramo. } {Sol de ocaso. } {PADRE e HIJO están sentados en la linde del
camino} {que conduce al cementerio. } {Sobre la tierra húmeda, }{los gusanos
avanzan} {gracias a las contracciones de una capa muscular subcutánea. }
{HIJO: Padre.
PADRE: Dime. }
{HIJO: (Alargando el brazo y señalando el horizonte). Mira aquel molino. }
{PADRE: ¿Dónde tú ves un molino?
HIJO: Allí. }
{PADRE: Aquello no es un molino, hijo. }
{HIJO: ¿Qué es entonces?
PADRE: Un gigante. }
{HIJO: ¿Un gigante? }
{PADRE: No hay duda. } {Fíjate bien. } {Ahora está quieto oteando el paisaje. } Pero {dentro
de un momento se pondrá a caminar} y {a cada zancada avanzará una legua. }
{HIJO: (Tras un intervalo de silencio). Padre.
PADRE: Dime. }
{HIJO: (Con voz compungida). Yo no veo que sea un gigante. }
{PADRE: Pues lo es. }
{HIJO: ¿Un gigante con puertas y ventanas? } {¿Un gigante con tejas y aspas? }
{PADRE: Un gigante. }
{HIJO: (Tras una pausa). Padre.
PADRE: Dime. }
{HIJO: Yo solo veo un molino. }
{PADRE: ¿Cómo? } {¿Un molino? }
{HIJO: Sí, un molino, el mismo de siempre. }
{PADRE: (Con voz grave). Tomás.
HIJO: ¿Qué? }
{PADRE: (Volviendo lentamente la cabeza y mirando en derechura a los ojos del hijo). Me
preocupas. }
Son 32 unidades de lectura o lexías:
1.- El título es muy sugerente: “Molinos o gigantes”; estos dos sustantivos, de por sí nos
sugieren oposición, pues podemos asociarlos:
2.- Aldea y páramo: ambos sustantivos bien unidos por una conjunción copulativa que nos da
idea de conjunto de un lugar apartado, pequeño, poco habitado y a la vez poco agradable;
mediante ellos el autor nos describe lacónicamente el ambiente en que se desarrolla el cuento.
3.- Sol de ocaso: Esta frase preposicional, refuerza el ambiente que nos describe el autor en la
frase anterior, porque si el sustantivo núcleo connota una realidad, cuando lo asociamos con su
término, cambia por completo.
4.- PADRE e HIJO están sentados en la linde del camino
PADRE e HIJO: elementos comunes: afecto, comprensión, comunicación
Divergencias: diferencias generacionales: criterios,
aspiraciones, gustos y preferencias
Son los personajes del cuento y en esta oración atributiva se presentan en una actitud pasiva,
inactiva, tal vez descansando, después de una jornada de trabajo; no obstante, el sintagma
nominal final “la linde del camino” nos sugiere: “en el límite: de su desesperanza, de su
situación existencial”, “a punto de tomar una decisión...”, pues ambos sustantivos podrían
tener una carga simbólica.
6.- Sobre la tierra húmeda
tierra húmeda: ligeramente mojada: sugiere fertilidad, vida, materia; se amplía y complementa
esta idea con: los gusanos que avanzan sobre ella:
7.- los gusanos avanzan
gusanos: animal, en constante movimiento: vivo, activo, dinámico (aquí es un símbolo positivo)
avanzan: un verbo de movimiento, nos da idea de: anticipación, adelanto de lo que puede
suceder
sobre: la preposición contribuye a remarcar la percepción anterior.
8.- gracias a las contracciones de una capa muscular subcutánea: esta expresión es como
tomada de un libro de ciencias naturales, debido a los términos empleados; refuerza la
anterior.
Las expresiones 6, 7 y 8 trasmiten una impresión totalmente contraria a las dos anteriores (4 y
5).
9.- HIJO: Padre / PADRE: Dime.
Esta unidad de lectura, que se repite tres veces en el cuento, alude a la comunicación o inicio
del diálogo entre el padre y el hijo.
10.- HIJO: (Alargando el brazo y señalando el horizonte). Mira aquel molino.
La expresión entre paréntesis nos hace evocar los guiones de las piezas teatrales donde se
indica a los actores cómo deben desplazarse por el escenario.
Mira aquel molino:
Mirar: insinúa: observar, registrar, revisar
Aquel molino: el pronombre está determinando al objeto y el sustantivo nos hace remontarnos
a la reflexión inicial donde aparece por primera vez.
11.- PADRE: ¿Dónde tú ves un molino? / HIJO: Allí.
La interrogante del padre inspira duda, incertidumbre, mientras que la respuesta del hijo -que
completa la idea- trasmite seguridad.
12.- PADRE: Aquello no es un molino, hijo.
La negativa del padre revela seguridad y criterio de autoridad, que se consolida mediante el
vocativo (hijo)
13.- HIJO: ¿Qué es entonces? / PADRE: Un gigante.
Esta nueva interrogante, ahora del hijo refleja perplejidad, incredulidad y la respuesta
categórica del padre nos vuelve a trasladar al título; por tanto, al relacionar estos tres últimos
fragmentos (11, 12 y 13), evocamos la disyuntiva del título.
14.- HIJO: ¿Un gigante?
Existe un contraste en el empleo de una misma expresión, la respuesta del fragmento anterior y
esta pregunta, dado por el cambio de matiz, que nos hace experimentar impresiones diferentes
ante ellas:
certeza / incertidumbre
seguridad / desconfianza, duda
15, 16, 17, 18 y 19.- {PADRE: No hay duda. } {Fíjate bien. } {Ahora está quieto oteando el
paisaje. } Pero {dentro de un momento se pondrá a caminar}y {a cada zancada avanzará una
legua. }
estas cinco lexías constituyen los argumentos utilizados por el padre para persuadir al hijo; se
apoya sobre todo en frases lexicalizadas como las dos primeras “no hay duda”, “fíjate bien” y en
rasgo que atribuye al gigante: otear, no es simplemente mirar, sino desde un sitio elevado
(estatura); zancada (un paso más largo de lo normal) y es reforzado por una medida de
longitud: legua.
20.- Es la reiteración de la # 9
21.- HIJO: (Con voz compungida). Yo no veo que sea un gigante.
La acotación “voz compungida” nos insinúa lástima, pena, compasión; ante tanta insistencia
del padre, opuesta a su proyección que no obstante, reitera con otra negativa.
22.- PADRE: Pues lo es.
Respuesta tajante, enérgica, no deja espacio para la réplica ni la duda.
23 y 24.- {HIJO: ¿Un gigante con puertas y ventanas? } {¿Un gigante con tejas y aspas? }
Ahora es el hijo quien aduce, para tratar de ser él quien convenza al padre y las pruebas
presentadas son características propias del molino: puertas, ventanas, tejas y aspas.
25.- Se reitera la respuesta de la lexía # 13 en un tono rotundo, enérgico; como para echar por
tierra las pruebas aportadas por el hijo.
26.- Se reitera la lexía 9 y 20, como prueba de tenacidad y persistencia de ambos
27.- HIJO: Yo solo veo un molino
Me reafirma las cualidades anteriormente expuestas, argüidas, en este caso, mediante “solo
veo”.
28 y 29.- {PADRE: ¿Cómo? } {¿Un molino? }
Estas interrogantes, lejos de trasmitirnos la intención de indagar o preguntar sobre algo que se
desconoce o se desea saber, nos hacen llegar estados de ánimo muy diferentes; el “cómo”:
estupor, pasmo; mientras que “un molino”: ira, enojo, cólera y al mismo tiempo, asombro,
pruebas evidentes de la tozudez del padre.
30.- HIJO: Sí, un molino, el mismo de siempre.
El hijo es tan tozudo como el padre; pero con esta terminante y definitiva afirmación nos deja
perplejos al añadirle al controvertido molino “el mismo de siempre”, que es como decir “el que
ven todos los días” o “el que están cansados de ver”.
31.- PADRE: (Con voz grave). Tomás.
HIJO: ¿Qué?
La nota aclaratoria nos apunta que el padre se dirige al hijo con “voz grave”, lo que nos hace
intuir que lo hace en un tono serio, preocupado; como el que emplea alguien que augura o
avizora un peligro, un desastre, tan es así que lo llama por su nombre, no le dice “hijo” como
hasta ahora.
El hijo por su parte, ante este llamado circunspectodel padre, no responde con el tono enérgico
-mantenido durante el relato- ese ¿qué? Nos llega como la reacción de un niño temeroso
porque ha sido sorprendido incurriendo en una falta grave.
32.- PADRE: (Volviendo lentamente la cabeza y mirando en derechura a los ojos del hijo). Me
preocupas.
Nuevamente la aclaración nos impresiona en “mirando en derechura a los ojos”; indica que lo
mira “como se debe” o “a derechas”, muy en consonancia con la frase aleccionadora y
conclusiva del padre “me preocupas.”
Después de disfrutar tanto desmenuzando este singular relato, tratando de descubrir las
avenidas de sentido que nos ha provocado, corresponde enfrascarnos en su análisis progresivo.
A nuestro modo de ver, y tratando de recomponer el argumento del cuento, podemos
expresar ─a partir de las pautas que nos ofrece el autor─ que estos dos
personajes de extracción social muy humilde, al parecer labradores, procedentes de una
pequeña aldea, un día, al regreso de su diaria labor, o después de mucho caminar (al atardecer)
se encontraban descansando a la orilla de un camino, contemplan el paisaje y es ahí que
comienza la contraposición de puntos de vista entre el padre y su hijo ante un objeto: el molino;
si hiciéramos una percepción ingenua del texto podríamos pensar que tal vez el padre estaría
medio loco, pero ¿qué sentido tendría que un escritor escribiese esto así? Si partimos del
presupuesto de que el que escribe lo hace para un lector modelo, entonces, este último debe
estar en disposición de desentrañar el sentido del texto y evidentemente nos trasmite un
mensaje, expresado tácitamente o entre líneas. Por tanto, enfocándolo desde este presupuesto,
podemos pensar que el padre (que como todos los padres quería lo mejor para su hijo) y
cansado de esa vida de miseria y pobreza, carente de ilusiones; quería darle un consejo o una
enseñanza y para ello acude a este recurso de transformar imaginativamente el entorno, por
aquello de que «no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible para los
ojos» (Antoine de Saint Exupéry, 2001. p. 92
Tal vez el propósito del escritor haya sido, al plantearnos este debate entre los personajes,
hacernos reflexionar en torno a una problemática universal, tratada por diversos escritores: la
contraposición dialéctica entre realidad y fantasía, o las dos hambres que tiene el ser humano;
como refleja nuestro “Cuentero Mayor” Onelio Jorge Cardoso, en El caballo de coral o en El
cuentero; quizás por esta misma razón u otra semejante, este cuento a pesar de haber sido
escrito en la primera mitad del siglo XX_ nos hace evocar el capítulo VIII de la inmortal
novela de Cervantes El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha ( creada cinco siglos
antes). Lo anterior nos permite afirmar que:
El cuento apreciamos la intertextualidad porque nos posibilita darle salida hacia otros textos,
otros signos; la paratextualidad por la estrecha correspondencia que advertimos entre el título
y el contenido; la architextualidad: a pesar de ser un cuento está estructurado como si fuera
una pieza dramática, se reitera en toda su extensión el nombre de los personajes en cada
parlamento y aparecen acotaciones entre paréntesis que indican el tono de voz o la postura que
deben asumir.
Si partimos de un estudio comparado podemos comprobar el conjunto de relaciones que
vinculan a este texto con el de Cervantes, así como la concurrencia desde distintos parámetros.
La contraposición filosófica: realidad – fantasía tratamos de explicarla en el siguiente esquema:
-En ambos textos se emplean el mismo código y signos lingüísticos similares para argumentar
acerca de si son gigantes o molinos. A mi juicio podemos considerarlos como íconos-imágenes.
-Tanto unos personajes como los otros revelan rasgos comunes: la tenacidad y persistencia en
la defensa de sus puntos de vista; y los que van en pos de un ideal no cejan en sus empeños.
Comparemos un fragmento de ambas obras:
_¿Qué gigantes? _dijo Sancho Panza PADRE: Aquello no es un molino, hijo. Aquellos que allí
ves respondió su amo_ HIJO: ¿Qué es entonces?
De los brazos largos, que los suelen tener PADRE: Un gigante
Algunos de casi dos leguas. HIJO: ¿Un gigante?.
Mire vuestra merced respondió Sancho_ PADRE: No hay duda.(...)a cada zancada
Que aquellos que allí se parecen no son avanzará una legua gigantes, sino molinos de viento, y
lo que HIJO: ¿Un gigante con puertas y en ellos parecen brazos son las aspas... ventanas? ¿Un
gigante con tejas y aspas?
Sirvan estos fragmentos para ilustrar la presencia de la hipertextualidad, a partir de la similitud
que existe entre ambos, por lo que asumimos que Tomeo toma el texto de Cervantes como
fondo o pre – texto, o al menos, como fuente de inspiración para escribir el que nos ocupa.
Si bien la novela de Cervantes revela un período en que se derrumbaba el mundo feudal; este
cuento refleja otro no menos despiadado e inhumano: el capitalista; en el que perviven la
injusticia social y las desigualdades de clases. Tal vez por ello, desde ambos nos llega el mismo
trasfondo ideológico: la perdurabilidad de la sensibilidad humana, la necesidad que tiene el
hombre de: la ilusión, la fantasía, los sueños y la belleza para hacer frente a las adversidades de
la vida; en ella se afianza, por su fuerza justa y creadora como recurso para lograr su salvación,
en un mundo cada vez más egoísta, globalizado y deshumanizado.
Conclusiones
La realización de este trabajo me ha permitido:
v Ampliar mis conocimientos teóricos acerca de la Semiótica y su aplicación en la enseñanza de
las humanidades.
v Aplicar lo estudiado sobre los modelos de análisis semiótico al estudio de una obra literaria y
comprender -al mismo tiempo- cuánto me falta por aprender, por lo que me siento muy
estimulada para seguir estudiándolos.
v Comprender el significativo papel que puede desempeñar la semiótica en el aprendizaje de las
humanidades, por las posibilidades que ofrece para realizar una labor interdisciplinaria, al
establecer nexos con otras disciplinas, lo que posibilitará en los estudiantes un aprendizaje más
rico y duradero.
Bibliografía
Cervantes y Saavedra, Miguel de. El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Cap. VIII.
Ed. Arte y Literatura. La Habana, 1974. (págs. 65 y 66)
Figueroa Arencibia, Dr. C. Vicente Jesús (Cita a Humberto Eco, 1988, p.22). Semiótica e
Interdisciplinariedad: su aplicación en la enseñanza de las humanidades, en Acerca de la
enseñanza del Español y la Literatura. Ed. Pueblo y Educación, 2003. La Habana. (Págs. 21-
22)
Henríquez Ureña, Camila. Invitación a la lectura. Ed. Pueblo y Educación. La Habana, 1975. p.
21
Lotman, Yuri. Material electrónico (Sin referencia bibliográfica)
Mañalich Suárez, Rosario. Interdisciplinariedad e Intertextualidad: una ojeada desde la
didáctica de la Literatura en Acerca de la enseñanza del español y la Literatura. ed. Pueblo y
Educación. La Habana. 2003. p. 56
Páez Vivanco, Sara Luz. La lógica de los mundos posibles y el concepto de isotopía. Revista
Semiosis. # 20. págs. 73 – 88. Universidad de Veracruz, México.
Saint- Exupéry, Antoine de. El Principito. Ed.Gente Nueva, La Habana, 2001, p.92
Tomeo, Javier. Molinos y gigantes. Historias mínimas. España (1932).
[1] Material electrónico, sin referencia bibliográfica.
[2] Publicación electrónica sin referencia bibliográfica
Autora
M.Sc. María Isabel González Albear
Datos de la autora:
M. Sc. María Isabel González Albear. Ciudadanía Cubana.
Directora de Información Científico-Tecnológica de la Universidad Agraria de La Habana,
Profesora de Cultura y Literatura Cubanas en dicha universidad. Ha participado en diferentes
eventos nacionales e internacionales relacionados con la Didáctica de la Lengua y la Literatura,
así como también con el Arte y la Literatura. Es Investigadora Agragada.
Ha escrito, en condición de autora y/o coatora diferentes libros relacionados con su
especialidad. Tiene 39 años de experiencia en la docencia y más de 20 en la Enseñanza
Universitaria.
Javier Tomeo Estallo (Quicena, Huesca, 9 de septiembre de 1932) es un escritor y
dramaturgo español.
LA INTERTEXTUALIDAD EN “MOLINOS O GIGANTES” DE JAVIER TOMEO.
Autora: MsC. Ángela M. García Caballero.[1]
En el proceso interactivo lector – texto, el primero decodifica el discurso y establece asociaciones con otros
textos leídos, o que se encuentran en el texto de forma total o parcial ya sea literalmente o renovados. Estas
relaciones son posibles gracias a la estrategia utilizada por el escritor, quien incluye en la “enunciación
textual”, codificaciones tomadas de otros textos anteriores o de la creación propia, las cuales son captadas
por el lector en dependencia de su competencia literaria, de su universo cultural, sus vivencias y la
extrapolación que sea capaz de hacer.
Según Tzvetan Todorov “todo texto es absorción y transformación de otros textos”[2] pues la obra literaria
tiene su origen en un contexto de obras literarias anteriores y se inserta en ese contexto. El autor acude a
intertextos con diversos fines, para señalar los nexos de ese texto con la cultura de la cual emerge.
En el sistema de categorías intertextuales de diferentes autores se define como:
Texto: (T) El que se va a estudiar.
Paratexto: (PT) Fuente del intertexto, que puede ser un texto,
un estilo, un conjunto de covenciones.
Intertexto: (IT) Se llama así al texto dentro del texto, el cual se
presenta de diferentes formas y tipos.
Exotexto: (ET) Sirve de marco al intertexto, le da un nuevo
significado, es el aporte del autor del texto.
El objetivo del presente artículo consiste en analizar la presencia de las diferentes categorías intertextuales
en el texto “Molinos o gigantes”, del escritor español, Javier Tomeo, el cual se presenta a continuación:
Texto
“Molinos o Gigantes”
Aldea y páramo. Sol de ocaso. PADRE e HIJO están sentados en la linde del camino que conduce al
cementerio. Sobre la tierra húmeda, los gusanos avanzan gracias a las contracciones de una capa muscular
subcutánea.
HIJO: Padre
PADRE: Dime
HIJO: (alargando el brazo y señalando el horizonte. Mira
aquel molino.
PADRE: ¿Dónde tú ves un molino?
HIJO: Allí
PADRE: Aquello no es un molino, hijo.
HIJO: ¿Qué es entonces?
PADRE: Un gigante.
HIJO: ¿Un gigante?
PADRE: No hay duda. Fíjate bien. Ahora está quieto oteando
el paisaje. Pero dentro de un momento se pondrá a
caminar y a cada zancada avanzará un legua.
HIJO: (Tras un intervalo de silencio). Padre.
PADRE: Dime.
HIJO: (Con voz compungida). Yo no veo que sea un gigante.
PADRE: Pues lo es.
HIJO: ¿Un gigante con puertas y ventanas?¿Un gigante con
tejas y aspas?
PADRE: Un gigante.
HIJO: (tras una pausa). Padre.
PADRE: Dime.
HIJO: Yo solo veo un molino.
PADRE: ¿Cómo? ¿Un Molino?
HIJO: Sí, un molino, el mismo de siempre.
PADRE: (con voz grave). Tomás
HIJO: Que
PADRE: (volviendo lentamente la cabeza y mirando en
derechura a los ojos del hijo). Me preocupas.
Silencio. PADRE o HIJO permanecen inmóviles sin cambiar ya más palabras. Llega por fin la noche y la luna
se enciende.
La fuente del intertexto o Paratexto lo constituye “El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha”, de Miguel
de Cervantes y Saavedra. Su condición innegable de obra maestra, propicia las posibilidades de
intertextualidad con el T, pues la universalidad de la misma y su trascendencia en tiempo y espacio, la
convierten en punto de partida y de estímulo para la creación literaria y artística y para la actuación ante la
vida.
En la relación que se establece entre el T y el PT, basta una lectura para advertir el uso que existe del PT. La
primera forma de intertextualidad la encontramos en el título del T, el mismo está compuesto por dos
sustantivos que constituyen palabras claves en el capítulo VIII del PT “Del buen suceso que el valeroso don
Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento...” y que se han convertido
en símbolos de las dicotomías fantasía / realidad, espiritualidad / pobreza espiritual, intrepidez / poquedad de
ánimo, idealismo / materialismo (en el sentido vulgar). En ambas obras la forma de enfocar el tema o de ver el
mundo es similar, parten del binomio fantasía / realidad. En el PT se presenta el enfrentamiento de don
Quijote con los molinos de vientos, a los cuales veía como gigantes, mientras que Sancho solo ve molinos de
viento. En el T el padre y el hijo discrepan sobre lo que ven en el horizonte, el hijo dice ver un molino y el
padre asegura ver un gigante. El IT sirve para confirmar los diferentes puntos de vistas, de análisis de una
misma realidad objetiva. La historia de don Quijote es la del choque sociedad – individuo, la historia de
“Molinos y gigantes” es el choque entre dos generaciones, el problema de la continuidad identitaria
generacional y son estas relaciones las que acercan y diferencian al T del PT.
Tanto en el T como en el PT, los personajes principales simbolizan las dicotomías anteriormente señaladas. El
personaje PADRE del T, establece correspondencia con el personaje Quijote del PT; en ambos se pone de
manifiesto la relación de lo sensorial con la realidad.
En el pensar del Quijote (según Mirta Aguirre)[3], esta relación no es la misma en toda su actuación:
hay momentos en que los sentidos no lo ponen en contacto con la realidad, sino con las apariencias casi
siempre falsas en que esta se presenta.
en otros momentos padece de delirios alucinatorios, no ve ni oye la realidad sino lo que le dicta la fantasía.
en ocasiones la realidad es percibida tal cual es, pero las circunstancias son objeto de mala interpretación
por parte del Quijote.
Así se comporta el personaje en dependencia de la lectura que hagamos de la obra. Si la analizamos
superficialmente, veremos al hidalgo que enloquece por las lecturas excesivas de novelas de caballería y que
sale al mundo a deshacer todo género de agravios; si analizamos lo que subyace en esa superficie,
encontraremos la denuncia y la adecuación de los actos a lo esencial y no a lo aparencial.
En el personaje del PADRE, la percepción de la realidad es la misma en toda la pieza y los sentidos lo ponen
en contacto con la realidad, buscando siempre lo esencial. Mantiene en todo momento la preocupación por la
pobreza espiritual del hijo, quien adecua sus actos a lo aparencial, sin llegar a lo esencial.
Como complemento de la dicotomía se establecen relaciones entre los personajes Sancho (PT) e HIJO (T).
Ambos se caracterizan por ver la realidad tal cual es, en su percepción más simple.
Tanto en el T como en el PT se da la lucha entre los personajes por cambiar la percepción de la realidad del
contrario.
En el PT, en el transcurso de la historia (recordemos que es una obra extensa) los personajes van
evolucionando paulatinamente hasta que ocurre “la interpenetración de extremos que parecían
irreconciliables”[4], son de hecho personajes no antagónicos. En el T (pieza muy breve) el autor presenta a
sus personajes a partir de las características que los oponen; pero deja un final abierto, en el cual el lector
asume un papel protagónico, a partir de la comprensión del texto y de sus vivencias personales. Plantea la
disyunción, el problema; pero lo deja en el momento en que el padre le comunica al hijo su preocupación. El
final queda en manos del lector.
En el T se pone de manifiesto la hipertextualidad, pues el autor toma de fondo a la novela (PT) y hace de ella
una adaptación. El texto es un diálogo dramático o una puesta en escena que consta de un solo acto breve,
sin embargo su estructuración es similar a la del capítulo VIII del PT.
En el PT el capítulo comienza con una introducción que se refiere al descubrimiento que hacen los personajes
de 30 ó 40 molinos de vientos, la cual nos ayuda a ubicar espacialmente la acción en el campo, idea que se
refuerza con la presencia de los molinos.
“En esto descubrieron 30 ó 40 molinos de viento que hay en aquel campo y así don Quijote los vio dijo a su
escudero...”[5]
Se hace referencia a una acción que continúa en el largo camino de aventuras que recorren. Nos muestra una
realidad descubierta por los dos personajes “En esto descubrieron...”[6]. para mostrarnos luego la visión
distorsionada de la misma de Quijote, quien inicia el diálogo.
En el T la escena comienza también con acotaciones que tienen la función de ubicar espacial y
temporalmente la acción y que nos dan idea de decorado, utilería e iluminación para la dramatización.
“Aldea y páramo. Sol de Ocaso. Padre e hijo están sentados en la linde del camino que conduce al
cementerio. Sobre la tierra húmeda, los gusanos avanzan gracias a las contracciones de una capa muscular
subcutánea”.[7] (T)
La brevedad del texto obliga al lector a la búsqueda de las estructuras profundas que subyacen en él.
El T comienza con la presentación de la antítesis “Aldea y páramo”, expresando la presencia / ausencia de
vida humana, animal, vegetal. Continúa con la aparente alusión a una puesta de sol; pero que actualiza los
semas: decadencia, declinación, acabamiento, pues obviamente se refiere al término de la vida. Continúa con
la presentación de los personajes que intervienen en la escena PADRE e HIJO, a quienes ubica en la linde
del camino que conduce al cementerio, justamente entre la vida y la muerte. Hay un presagio de muerte, la
muerte acecha. Y finalmente corrobora esta idea con la alusión al avance de los gusanos. Nos anuncia la
proximidad de la muerte del anciano como parte consustancial de la vida cotidiana.
El padre representa a la generación vieja que cede su paso a la nueva generación.
Después de este momento a diferencia del PT, la conversación la inicia el hijo, invita al padre a la percepción
de su realidad.
En ambos textos los personajes principales conforman un binomio aparentemente dicotómico, en los dos se
nos ubica espacialmente la acción y se nos deja intuir la dirección en que se mueven los personajes más
viejos, más experimentados: Quijote va haciendo historia, sigue el rumbo de sus aventuras; el PADRE ya es
depósito de la historia, constituye el sedimento de la nueva generación.
En ambos textos la acción se desarrolla entre la tarde y la noche, hora crepuscular.
T: “Sol de ocaso”
PT:” Díjole a Sancho que mirase que era la hora de comer”.
El crepúsculo es la luz que precede a la salida del sol y la sigue hasta que se pone, hasta que es de noche. La
luz es el universo y en la hora crepuscular el universo se estrecha, desaparece. La luz se descompone en los
colores tenues, pálidos, que dan idea de algo que se va perdiendo.
Es una hora nostálgica, de remembranzas, de soliloquios. En el T la información recibida nos lleva a la
representación de una iluminación tenue, con predominio de la ausencia de la luz, del silencio, para recrear
un ambiente que nos lleve a la reflexión.
Si realizamos una lectura vertical (acotaciones) observamos como cada una de ellas, refuerza el ambiente
anteriormente descrito: atmósfera de silencio, interrumpida por una conversación que no fluye con
espontaneidad.
HIJO: (Alargando el brazo y señalando hacia el horizonte)
(Tras un intervalo de silencio)
(Con voz compungida).
(Tras una pausa)
PADRE: (Con voz grave)
(Volviendo lentamente la cabeza y mirando en
derechura a los ojos del hijo)
Este hecho nos da la idea de que el padre se encontraba meditando, reflexionado, haciendo un recuento de
su vida para dejarle al hijo sus enseñanzas, su cultura (entendida como actividad humana consciente en la
esfera de la percepción lógico – conceptual de la realidad, reproducida en los resultados de la actividad
espiritual del ser humano, la creación artística, costumbres, tradiciones nacionales, normas de conducta), toda
la experiencia acumulada, la sabiduría de una generación que da paso a otra que representa su continuidad.
Si analizamos el final de las conversaciones entre Quijote / Sancho, PADRE / HIJO, nos percatamos de las
relaciones intertextuales que se ponen de manifiesto.
PT “En resolución, aquella noche la pasaron entre unos
árboles ... de un sueño se la llevó toda, y no fueron parte
para despertarlos si su amo no lo llevara, los rayos de sol
que le daban por el rostro, ni el canto de las aves que
muchas y regocijadamente, la venida del nuevo día
saludaban”[8]
Se relaciona la llegada de la noche y la venida de un nuevo día, anunciada por los rayos del sol y el canto de
las aves, lo que hace alusión a un alegre día de primavera o verano y la continuidad de la vida. Irrumpe la luz.
Cervantes logra con su obra el acercamiento a este universo, a la luz, al comienzo de todos los comienzos.
Con la evolución paulatina que van sufriendo sus personajes nos trasmite la armonía en la conformación del
ideal, de la fe, de la proyección hacia el futuro, hacia lo trascendental. Quijotismo no es locura “... es ser casto
en las palabras, liberal en las obras, valiente en los hechos, sufrido en los trabajos, caritativo con los
menesterosos y finalmente, mantenedor de la verdad, aunque le cueste la vida defenderla”[9]. Quijotismo es
ser cada día renovado y mejor, defensor de las causas justas, de grandes verdades.
En el T la conversación tiene un cierre a través de las acotaciones:
“Silencio. Padre e hijo permanecen inmóviles sin cambiar ya más palabra. Llega por fin la noche y la luna se
enciende”.
Se hace referencia a la llegada de la noche; no se alude a la continuidad de un nuevo día. El padre está
preocupado porque cuando le habla al hijo de los gigantes, lo está guiando al reconocimiento de su cultura, de
sus raíces, de su identidad. No es posible que un español deje de ver en los gigantes al Quijote,
como representación cultural, de su nación. Para el Quijote los gigantes representan la injusticia, las
dificultades a vencer. Si el hijo solo ve lo aparencial y no es capaz de llegar a la esencia no podrá recrear su
realidad, ni percatarse del peligro y los gigantes del hijo están situados justamente en el horizonte (símbolo de
futuro)”. Y para que la noche se convierta en día hay que ser capaz de percibir los gigantes y enfrentarlos.
Los personajes son nombrados genéricamente PADRE e HIJO, asumidos como nombres propios. El autor
nos muestra la universalidad de la temática que se nos presenta, la posibilidad de su existencia en cualquier
universo, época, sociedad. La continuidad de la identidad cultural, nacional. Aunque pueda parecer un
elemento de poca intensidad intertextual, es curioso hacer notar, que en el T, los sustantivos: molinos,
gigantes, se repiten 6 veces cada uno, aparecen indistintamente en boca del PADRE o del HIJO. Esta
situación se mantiene en el PT, donde aparecen 7 veces en igualdad de condiciones, en boca de Sancho o de
Quijote. La observación anterior nos refuerza la idea de equilibrio, de estabilidad
entre
las
fuerzas oponentes y las fuerzas ayudantes.
Según plantea Mirta Aguirre “No hay un Quijote y un Sancho”. Hay dos procesos vitales así llamados que
parten de polos contradictorios para entrecruzarse después en forma muy compleja”. Siguiendo la lógica, no
hay un PADRE y un HIJO. Existen dos generaciones: una depositaria de todo el saber cultural y otra
receptora de dicho saber, que se imbrican como continuidad lógica de la especie humana.
Y, si bien es cierto que en el texto llega por fin la noche para la generación antecesora, la luna se enciende.
Confiemos en las generaciones futuras, preparémoslas para luchar contra los gigantes y dejemos, entonces al
lector, a través de la búsqueda de las relaciones intertextuales, un nuevo
amanecer.
[1] García Caballero, Ängela María. Profesora Auxiliar. Ms C. en Educación. Vicedecana Facultad de Formación de
Profesores Generales Integrales. Vicepresidenta Cátedra de Estudios
Lingüísticos y Literarios “Carilda Oliver Labra”.
[2]Bravo Realpes, Nubia. La intertextualidad en la narrativa de Jairo Anival Niño... En contexto No.
16/95. p –108.
[3] Aguirre, Mirta. La narrativa de Cervantes. Instituto Cubano del libro. LH, 1971. Pág. 156
[4] Aguirre, Mirta. La narrativa de Cervantes. Instituto Cubano del libro. LH, 1971. Pág. 171.
[5]Cervantes Saavedra, Miguel de. El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la
Mancha. Editorial Arte y Literatura. L. H. 1980. Pág. 50.
[6] Cervantes Saavedra, Miguel de. El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la
Mancha. Editorial Arte y Literatura. L. H. 1980. Pág. 54.
[7] Tomado del texto Molinos o Gigantes de Javier Tomeo. Pág.3
[8]Cervantes Saavedra, Miguel de. El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la
Mancha. Editorial Arte y Literatura. L. H. 1980. Introducción.
[9]Aguirre Mirta. La narrativa de Cervantes. Instituto
Cubano
del Libro. La Habana, 1971. Pág. 156.
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