hugo wast los 065 vendados · hugo wast llaba fuerte, en sus cuarenta y cinco anos, y su mujer y...
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H UGO W AST
Los 065Vendados
8 70 M I L L A R
AGEN CIA GENERAL DE L I BRERÍ A
B UENOS AIRES
MA1PÚ 49
ES PROPIEDAD
Una maestrita
A diez minutos del corazón de Buenos Ai res,en
la l ínea del tren eléctrico , se halla la estac ión de
Belgrano Central,rodeada de hotelitos suntuosos y
quintas con soberb ios j ardines ; y a una cuadra de
la estac ión, en e l Baj o Belgrano, se encuentra la
cal le M igueletes .
S in empedrado,mal ed i ficada
,con las esquinas
baldias,porque sus propietarios aguardan que el
progreso de la población valorice los terrenos,con
trasta su aspecto con e l de los alrededores .
A lo largo de las veredas,corre un zanj ón y fren
te a cada puerta hay un puentecito .
Allí,los edi f i cios más suntuosos no son moradas
humanas , sino cabal lares , studs que costean los ri
cos porteños con sus rentas, y a veces también con
e l capital, manteniendo a cuerpo de rey aquellos
nobles brutos, dest inados, s i se portan como la gen
te, a term inar su carrera, emba l samados en el esca
parate de una talabartería .
Las casas de famil ia se d i stinguen de los stud s ,
por su modesti a.
6 HUGO W AST
En lugar d e tener un vistoso frente d e ladri l lo
desnudo,con adornos de port land
,t ienen una mal la
de alambre,alta de dos varas, a ras d e la acera, y
un valladar tupido de renuevos de ligustros, que
def iende el jard incito . Basta mirar cómo se lo cu l
tiv a, para saber s i hay niñas en la casa .
Cuando sólo se v en lechugas y cebol lines,puede
creerse que los dueños son personas d e edad y no
tienen hijos ; pero si , a má s de las lechuga s , hayj azmines
,y claveles
,y alguna mata d e aristocrá
t i cos cri santemos,debe pensarse que a la siesta o
al atardecer,habrá en la puerta d e la cal le alguna
muchacha,por quien los mozos d el barrio se acer
quen a la esquina .
El jard incito nunca tiene más de sei s trancos ,v sobre él se abre la ventana d e la primera pieza ,
que es generalmente el comedor . Luego siguen las
otras en hi lera,resguardadas por una galeria
,hacia
el fondo,donde hay algunos árboles frutales y un
gal linerito y donde se pone a secar la ropa enP uerdas tendidas de pared a pared .
Un enrej ado de tabli l las,pintado de verde
,es
conde estas interioridades,cuadrando e l patio
,y
all i se enreda una rosa trepadora o una madre
se lva o una vigorosa tr ipa de frai le que en verano
se l lena de f lores .
De ese esti lo era la casita que compró don Pe
dro de Garay,cuando vino de Santa Fe
,c inco
años atrás , con la esperanza de un puesto nac ional .
LOS OJOS VENDADOS
Inv irt10 en ell a la fortunita de su muj er,y se
quedó espe rando el nombramiento .
Había sido empleado provincial desde que ten ía
uso de razón,y no concebía que exi st iera gente
capaz de vivi r s in serlo .
Comenzó su carrera administrativa cebando ma
tes al com i sario de Santa Rosa, viej a poblacióncostera
,sobre un brazo del Paraná.
Tenía d iez y ocho años,cuando e l j e fe pºlítico
d el departamento observó su a fición a leer diarios
y alrnanaques, y lo hizo escribiente de la secreta
ria, y después secretario de la j e fatura, en Helvecia,y de pronto lo l levaron a Santa Fe
,con un empleo
en la Casa Gri s » amari l la en aquel los tiempos .
Como era respetuoso de las personas y de las
leyes y poco moved izo, los gobiernºs pasaban y él
permanecía en su puesto,ni env id ioso ni env id iado ,
sati s fecho cuando pod ia en la misma o f i cina echar
un vistazo a los diarios locales,y luego en frascarse
en la lectura d e algún gran diario porteño,que leía
con avi sos y todo .
Las raras veces que el exceso de trabaj o no ¡e
permitía conclu ir su lectura,sentiase desazonado
y en su casa reemprend ía su tarea, hasta darle f in .
Nunca le ia un diario recién l legado,s i no había
concluido el anter ior .—Sería una lást ima, dec ia se aprende
nucho.
Y realmente, después de veinte años de cons
tancia,don Pedro de Garay tenía ideas generales
8 HU GO wae'r
sobre todo,y podía emit i r d e sonet
'
m un ju i cio
redondo y de finit ivo .
Sabia cuál era el pueblo más moral de la t ierra ,e! estadi sta más ladrón
,el mejor : istei .n c lec ¡ o
ra ! y la más per fecta máqu ina de escribi
S in haber viaj ado,conocia más o menos lc que
ocurr ía en todos los paises .—Yo no he estado en Groenlandia
,decía
pero seguramente a l lí los vest ida… de las l'
IJ Í C I CS
comienzan más arriba y acaban más u b3_i0 . ! 11c aqu í .
En Inglaterra hay una ley contra los envenenad a
res del pueblo ; yo no he estado en Ingla terra, pe
ro sé que hay una ley .
Sus conocimientos crecientes, no mod i ficaron la
senci l lez de sus gastos,ni e l bu l lic io de las c iud ad es
d is ¡pó en su corazón el melancó'
ico amor sr. pue
blo natal .
L a viej a y apacible Santa Rosa,sus calles de
arena, sus frescos naranj ales, su río barrancoso y
pro fundo,su i sla siempre verde y bu ll i ciosa con la
a lgarabía de las aves s i lvestres,y el hospita liario
señorío d e sus habitantes,orgu llosos d e su pueb lo ,
e l más criol lo de la comarca, y de su larga paren
te la,y de sus tradicionales apel l idos
,todo formaba
una imagen imperecedera,emocionante como una
vi sión soñada .
Aprovechaba las . v acacioncs para re frescar su
vida,y se pasaba dos meses comiendo sand ías en
la vereda de su casa,durmiendo siestas d e patriar
ca,y j ugando al truco en e l a l macén
,donde comen
tos OJOS vmnnanos 9
taba las not icias de su diario, que recibía en pa
quotes semanales por la mensaj er ía de San José
del Rincón,y desparramaba sus conocimientos . A
la sombra fragante d e los naranj ales, tej ió e l úni
co romance de su vida con Presentacion Troncoso ,una l inda morocha que veinti c inco años después
no conservaba de su mentada be l leza,más que los
oj os negrísimos y ardientes, en que chispeaban los
recuerdos .
Era hij a única de uno de los ri cos de l lugar , due
ño de dos o tres chacras de man í , y de una legua
de campo y d e un mi l lar de vacas muy fecundas,pero de cuernos inconmensurables
,criol la s como
el caracu.
Don Pedro hubiera sali do de pobre de no haber
se dej ado tentar e l suegro por un trapalón,que le
vendió un molino de aceite en Cayasta,cuya he
rrumbrada maquinaria sacaba tanto aceite de una
parva de mani,como s i hubiera molido en su lugar
un tej ado del t iempo del Rey .
Con todo,al l iqu idarse la herencia
,le s quedó
una ta leguita d e dinero, que les llegó en los d ías en
que don Pedro obtuvo su j ubi lac ión .
De ahora en adelante podía sentarse a leer e l d ia
rio en e l zaguán de su casa, o en medio de l patio,
sin dar cuenta a nadie de su holganza . La men
sualid ad le correr ía igual,aunque un tanto mer
mada , porque don Pedro quiso obtenerla antes de
cumpli r e l t iempo necesario para que le otorgaran
el sueldo íntegro .
Se hab ía dej ado inducir en tentaciones . Se ha
HUGO WAST
l laba fuerte, en sus cuarenta y cinco anos , y su
muj er y sus dos hij as y sobre todo su hij o,lo
ased iaban para que con el dinero heredado,y la
j ubi lac ión conseguida, se marchasen a Buenos
Aires , donde fácilmente encontrarían empleos pa
ra todos .
Don Ped ro revolv10 mucho la idea , antes de decid irse .
Realm ente las neces idades de su fami l ia crecían .
u h ij a mayor,Laura
,iba tocando los veinte años
su hi j o segundo,aquel badulaque tumultuoso y mi
mado de Pulgarcito,acababa de enrolarse como
ciudadano,y la h ij a menor
,Mati lde
,tenía qu ince
años ca'bales . Su mujer,muy hacend osa y econó
m i ca,se estaba agriando en lidia perpetua con la
servidumbre,una runf la d e ch initas que cada v e
rano traía de Santa Rosa,y habría deseado fre
ementar las d ivers iones públi cas,visitar a sus rela
ciones,vest i rse a la moda . El mismo sentía la ne
cesidad de mayores comodidades, habr ía querido
tener un escritorio,y una bib liotequita con la
“Co
lecc ión de Obras Famosas y la “historia del Mun
do”, que le o frecían por mensual idades .
L a j ubi lac ión no al canzaba para todo,aparte
de que las f inanzas provinciales andaban enredad i
simas,y pasaban semestres enteros sin que el go
bierno pagase a su s empleados .
Era imprescindible re forzar las entradas . Don
Pedro habría invertido con éxito e l d inero de la
herencia en un negoc io que enriquec ia a cuantos
se dedi caban a él,siempre que anduvieran en bue
LOS OJOS VENDADOS
nos términos con los hombres de l gob ie rno : la
compra de sueldos,que en esa época de atrasos .
era la industr ia más f lorec iente . No faltaban nunca
empleados faméli cos,que vend ían sus derechos con
unas quitas formidables,como vendió Esaú su pri
mogenitura . S i e l comprador era amigo de un mi
nistro o del gobernador,ci rcunstancia que solía ser
la base del negocio,lograba secretamente una or
den de pago a su favor.
Pero don Pedro hab ía vendido en época de apu
ros,algunos sueldos . Conocía por expe riencia lo
in fame de aquel t rá f i co de negreros, y tuvo ver
giienza de ej ercerlo .
Un amigo que se dec ía in f luyente en e l gobierno
nacional , lo ilusionó con la perspect iva de un pues
to en Buenos Aires y eso concluyó con sus vac i la
ciones .
Un buen d ia los diarios santafecinos anunciaron
que don Pedro de Garay con su fami lia se instalaba
en la Capital Federal . Don Pedro recortó las ama
bles noti cias dadas con motivo de su viaj e,y las
guardó para mostrarlas en el nuevo lugar de su
residencia .
¡ Pero qué di st intas en la real idad eran las co
sas en Buenos Aires !
El , que no caminaba tres cuadras en la ciudad
provinciana, sin detenerse diez veces é l que cono
cía e l vecindario,desde el gobernador
,hasta los co
cheros, y era saludado por todos con una sonrisa
,y
con todos podía cambiar alguna broma,se pasaba
¡ z HUGO WAST
días enteros errando por las cal les porteñas, detrás
de sus tres h ij os , remolcando a misia Presentación,perdidos como un grupo d e náu fragos
,s in ha l lar
un solo conocido . A lo más,d e cuando en cuando,
alguna cara que le s recordaba alguna relación .
—Mira,papá
,aque l señor : ¡ la misma traza d e
d on Régulo !
¡ Hombre ! ¡ Parece mentira que no sea é l m is
mo ! Voy a preguntarle s i es pariente .
Déj alo ; va apurado . ¿ Y esa señora, a quién
te hace acordar,mamá ?
Misia Presentación miraba,pero nada ve ía
,la
emoción de las novedades le v endaba los oj os .—¿A quién ? preguntaba humi ldemente .
—A Rosita Ripald a . Buena mozona como ella .
—¡ Es c ierto, es c ierto ! ¡ ni que fueran herma
nas !
Al cabo d e ocho d ías,como el nombramiento no
se produj era,ni don Pedro hallase manera de l le
gar hasta e l presidente de la repúbli ca, y como el
hote l los fund ía,pensaron en alqu i lar una casita,
para segu ir esperando en mej ores condi c iones .
E l amigo en esta emergencia demostró más act i
vidad,pues en otros ocho días les h izo comprar
con los últ imos pesos heredados,una casita d e é l
mismo, en la cal le M igueletes.
La tarde que fi rmaron la escri tura—lo vieron porúlt ima v ez . La casita era nueva y simpát ica
con su galería y su enrej ado d e rosas . La ocupa
ron sin tardar,adquirieron unos catres de lona
LOS caos m nanos 1 3
para dormi r y una mesa para comer , mientras re
cibían de Santa Fe los viej os muebles , que dej aron
arrumbados,en prev i sión de la aventura .
Misia Presentación,que era hacendosa y limpia ,
puso relu cientes hasta los ladri llo s de la v ered ita
del fondo,por donde se iba, sin embarrarse , al
gal linero . Compró gal l inas , y un chanchito para
cebario,y hacer chorizos
Ella misma cocinaba,con una maestr ía admi
rable .
S iempre tuvo buena mano ! decía don Pe
dro , relam iéndose a eso de las once , cuando ella le
pon ía en la punta de la mesa una taza de caldo o
una empanada,para que abriera el apetito .
Las muchachas no holgaban ; lavaban los vidrios ,ponían los vi si l los
,c lavaban abaniquitos en las pa
redes, inventariaban las plantas de l j ard ín , con la
i lu sión de la novedad,estimuladas por su padre que
leía los d iarios o devoraba su tenteenpié .
Pulgarcito en los primeros momentos intentó
ayudar a su madre y a su s hermanas ; dij o que
iba a poner la campani lla eléctrica,cosa que según
él había estudiado en el colegio nacional,en la Pi
s ica de Ganot . Pidió cinco pesos,para comprar
alambre , v no volvió en todo el d ía . Al anochecer
lo traj o un vigi lante que lo halló perdido y muerto
de cansancio . Al otro d ía volvió a sali r y se estuvo
tres s in dar senales de vida,con la poli c ia detrás
de é l ; hasta que volv ió contando aventuras mara
villosas, que sólo don Pedro se negaba a creer .
¡ 4 HUGO WAST
Asi comenzó a conocer la gran ciudad,y en ese
t ren de act ividades s igu ió . Durante anos y años ,un roll ito de alambre permaneció arrinconado en
el comedor .—Es para la campani lla eléctr ica que va a poner
Pu lgarcito expli caba la madre y las hermanas ;
hasta que don Pedro, comenzó a gastar e l alambre ,en atar una gall ina clueca
,al pie d e un naranj o ,
para que los pol l itos no se entraran al gal l inero ,donde las otras gal l inas los persegu ían .
—No necesita más ej erci cio que el que yo le ha
go hacer todas las mananas,
decía don Pedro,
que revisaba prol i j amente la atadura .
Y era verdad . Todas las mananas é l arriaba la
clueca con sus poll itos a la cal le,marchando lenta
mente hasta la esqu ina,un solar baldío
,en que los
muchachos j ugaban al footbal l .
All i aguardaba algunos minutos al repart idor del
diario, que pasaba por ese lado media hora antes
que por el otro ; se a f i rmaba al poste del cerco , des
plegaba el papel y se absorb ía el art iculo de fondo ,
su desayuno espi ri tual , mientras la gal l ina y sus pº
l litos, escarbaban en los tarros de basura , o pica
ban el pastito verde en la cuneta de la calle .
A más de esa tarea,don Pedro se impuso la de
l avar diariamente una j au la de palomitas francesas ,que construyó é l mismo en un ángulo del j ardín .
por puro a fán de act ividad . Pero eso lo hacía des
pués de su lectura mat inal,antes de la empanada
o de la taza de caldo . A la tarde dormía su siesta , y
LOS OJOS VENDADOS
después estaba l ibre,para la futura ocupacron que
habían de darle .
—Tengo l ib re,—dec ia él
,siempre que sol ic itaba
empleo,
desde las tres a las siete , más o menos .
Esto no qu iere deci r que no aceptaría un cargo que
tuv iese horario d i stinto, sino que me verí a obl iga
do a cumpli r mi s demás obligac iones a otras horas
H e ah í todo .
Con los muebles de Santa Fe hicieron veni r tam
bién a la negra Saturnina,una si rvienta viej a
,de
Santa Rosa, que había visto nacer a los t res h ij os ,
y que a misia Presentación le decía “la niña” .
La negra l legó , alborozada porque iba a verlos
de nuevo » sin imaginarse que serí a una verdadera
desterrada en aquel gran mundo .
Tod os se habituaron a él . Pulgarcito v ivia en la
calle o en los s tuds ; mis ia Presentac ión se dis tra ía
recorriendo las t iendas,hurgueteando,
s in comprar
nada ; las muchachas gozaban respirando e l aireporteño
,y don Pedro había empezado a emplear
sus horas l ibres en los c inematógra fos,de tal modo
que un t iempo después,l legó a creerse e l hombre
más ocupado del Río de la P lata .
Solamente la negra Satu rn ina no pudo acomo
dar su corazón a las novedades .
Al atardecer, cuando todos estaban fuera , en aca
bando de re fregar sus'
cacerolas,se sentaba en la
es calerita de su cuarto,un altillito de madera cons
truido sobre la cocina, y se ponía a tomar mate .
l 6 HUGO WAST
A veces se quedaba absorta y el mate se l e enfriaba en la mano .
Sentía horror por la cal le, por el bull i cio , por el
olor a los automóv i les, por el rumor d e los trenes ,
por la mal i cia d e los pi l luelos , y apenas se asomaba
a la puerta,s i no era el alba , los domingos para
i r a la primera misa en la igles ia de las Mercedes
a media cuadra de al lí .
De los ecos de la inmensa ciudad,sólo el toque
d e aquel l a armoniosa campana d e los padres agu s
t inos , le acari c iaba el o ido : ¡ clan ,clan
,clan !
A esa hora de la tarde se l lenaba de nostalgi as .
Echaba d e menos la charla de las vecinas a la puer
ta de cal le,como en Santa Rosa .
Sentadas en la vereda las señoras,y l as sirv ien
tas de pie, arrimadas al marco de l a puerta , con las
manos cruzadas sobre el regazo,y en la oscuridad ,
porque los mosqu itos acudían en enj ambres no bien
se encendía una lámpara,desmenuzaban los pocos
sucesos de sus vidas . En aquel la quietud,las cosas
más reducidas adqui rían importancia . Todas las
cuestiones eran de interés,todos los ru idos se
agrandaban .
Así , cuando cal laban las conversaciones , sentí an
el rumor del río que ro ía eternamente la barranca ,a t reinta pasos de la cal le
,y , d e cuando en cuando,
el golpe de un trozo de greda que se desmoronaba
sobre la corriente .
¡ Todo lo echaba d e menos ! E l perfume d e las
huertas de naranj os , la algarabía de las gal l inetas
LOS OJOS VENDADOS
y de los chaj as en la i s la, e l cenagoso olor de los
camalotes , que llegaba en e l viento .
Hablaban siempre de lo mismo,del río que cre
cía , su perpetua preocupación ; de que don Franci s
co S i lva 0 don Pedro de Garay tenían su hacienda
en la isla , que se estaba anegando,y quién sa be si se
podrían sostener al l í más t iempo . Comentaban las
fechorías de los cuatreros : que a don Ramón Ber
gal lo e l d ía antes le habían carneado una vaca , y a
don Audelino Monrul l le habían robado un caballo ,
v el comisario se re ía de el los , y se pasaba el d ía
j ugando al monte en el almacén
Hablaban de las en fermedades de parientes y co
nocidos, y de los noviazgos en puerta .
Cuando don Pedro de Garay se la l levó de SantaRosa a Santa Fe, hacía veinte años de esto , el la no
cambió mucho de costumbres . Vivían en los ba
rrios del sud de la ciudad,donde le fué fáci l re la
cionarse con todas las s i rvientas de l vecindario , y
a cierta hora se iba a comadrear con e l las,sentadas
en el zaguán o en el pat io,l levando a veces para
convidarlas, su mate y su yerbera, y de cuando en
cuando algunas tortas con azúcar .
¡ Cómo no habría de extrañar todo eso all í , enBuenos Aires, donde las vecinas n i se saludaban ,
donde . al atardecer sólo se reunían en la vereda
pandi llas de muchachos za fados,o de carreristas
mal iciosos, que hablaban de footbal l o de carrera s.y cantaban atrocidades.
. ¡ Vaya por Dios !
8 HUGO WAST
Pero ten ía tanto amor a la casa de don Pedrito ,
por los “ninos”, que sorbía sus lágrimas y d isimu
laba su aburrimiento .
Los acompañar ía hasta la muerte,en los buenos
en los malos t iempos .
¡ Ay ! los malos t iempos habían llegado ya.
Don Pedrito no encontraba empleo ; y aunque vi
v ian en casa propia,y la “niña” Presentación era un
prodigio de econom ía,y el la no les apuraba por
su sueldo de cocinera,l imitándose a pedirles centa
vos para “ sus vicios”,e l mate y e l cigarro
,como la
v ida se encarecía cada vez y había que vender la
j ub i lación con enormes quitas a los usureros,y Pul
garcito no hac ía más que gastar y las muchachas
eran unas señoritas,obligadas a andar bien puestas ,
pasaban vergonzosas estrecheces.
Saturnina se consolaba de sus penas mirando a
las j óvenes .
Laura, l a mayor, apenas sal ia de la casa, como no
fuera a acompañar a su hermana o su madre . Vi
v ía ocupada siempre ; cosía toda la ropa blanca y
los vest idos de las tres muj eres,en un tal lercito
donde una vecina bondadosa le enseñaba mara
v i l las .
Era muy bonita : tenía los oj os verdes de su pá
dre,y una t imidez provinciana que dulcificaba su s
gestos . Morena ági l como una j ud ia,sólo en sus
manos estropeadas por los trabaj os caseros,se no
taba la humi ldad de su posi ción socia l .
Cuando le d i rigían un elºgio, se sorp rendía , más
2 3 HUGO WAST
tacron, fascinada por e l carácter impetuoso de la
chicuela.
Para aquel la madre, las inquietudes sin sentidoson una fuerza, y la paz d e un humor equi librado,una debi lidad.
El temperamento de las dos muchachas se con
f i rmó con los años . Laura hab ía conseguido,d es
pués d e in f initas andanzas,un puestito de maestra
d e labores en una escueli ta de Belgrano,y como eso
no la ocupaba todo e l d ía,ayudaba a su madre en
los quehaceres d e la casa . Y estaba contenta . Ma
ti lde se había recibido ya de maestra, y su hermoso
diploma nacional , que Laura admiraba, pend ía enun cuadro en la pared del comedor .
Pulgarci to lo c lavó e l mismo d ía que la niña lo
traj o,y se frotó las manos alegremente :
—Ahora vos sos maestra le dij o y yo soy
empleado de l Jockey Club . Vamos a ver qué es
mejor .
Corrieron meses y “meses . S i antes Mat i lde se
pasaba el d ía entero fuera de su casa, yend o a cla
se, ahora se veia obligada a pasarlo t ambién pore
grinando por las o f i cinas d e gobierno, con la co ro
na de su bel leza en la frente y la cruz de su v ergou
zante miseria en los hombros .
Todavía le faltaba lo más di fí c i l,ganarse la vida
con aque l dip loma, que la hacía más exigente, pero
no menos neces itada .
Otras,que no eran maestras, podían aceptar em
pleos in feriores en t iendas o en o f i c inas . E lla tenia
LOS OJOS VENDADOS 2 1
que esperar todo de l Estado,que le había puesto su
sello, como un senor feudal a sus siervos , que le
había in fundido la i lu sión de aquella carrera y que
tenía obligación de emplearla .
Fué mi l veces al Ministerio,y oyó
—mi l veces la
excu sa, con que la despedían para otra oportuni
dad H ay tantas maestras
Y esa era la verdadera causa del mal . Antes , el
magisterio era un apostolado,al cual se iba sólo
por vocación , po rque es un sacri f i cio .
El maestro creía en Dios y amaba de veras a 105
niños , aunque no lo pregonase , y aunque los casti
gara con dureza ; y , si no trabaj aba por gusto , tra
baj aba con gusto .
Pero entró en el mundo el feti chi smo de la ins
trucción : nada había más grande y digno de la gra
titud y de la admiración de la humanidad,que el
maestro moderno .
En los altares vacíos de la imágen de Dios , se
puso al maestro,y mi l lares de j óvenes creyeron que
esa era la llave de oro que abría las puertas de la
fortuna y de la gloria,y cada fami li a obrera o bur
guesa , quiso tener un hij o diplomado , como anti
guamente querían tener un h ij o sacerdote o una
hij a monj a.
Así se c reó la nueva esclav i tud . Por un diploma, un j oven o una niña
,l lenos de i lus ión
,vendían
al Estado su cerebro,su j uventud
,su l ibertad .
Y
una vez hecho el pacto,el Estado les decía : Ese
papel con mi f i rma, no te s i rve para nada hay de
22 HUGO WAST
masiados maestros ; quema tu diploma, olvida lo
que aprendiste , y s i eres h i j o de obrero, vuelve a
los obreros , y s i eres h ij o de burgués , vuelve a la
burguesía .
”
Mati lde comprendro que el dip loma colocaba a
sus duenos en una condición híbrida .
La instrucc ión,per feccionando al ind ividuo
,des
arrol laba en él neces idades espirituales'
más fuertes
que las f i siológicas , neces idades de higiene y de ele
gancia, que eran amor a l a bel leza, a f i ciones art i s
t i cas , que eran noble a fán de cu ltura .
Pero no les daba cóm o sat is f acerlas .
El obrero ganaba más que e l maestro , y neces i
taba menos .
El obrero era fuerte y el Estado le temía y lo
adulaba ; mientras que el maestro se hallaba indefenso
, porque era extraño a todas las clases socia
les ; desdeñado por los de arriba y execrado porlos de abaj o .
S i era hi j o del pueblo,el obrero lo odiaba por
tráns fuga ; s i era hij o de burgueses , lo odiaba por
bu rgués . No concebía que pudiera haber entre e l los
qu ien mereciera su compasión,por ser más pºbre y
más desval ido que él .
Como una golondrina con las alas quebradas ,M ati lde sentíase pris ionera de su t ítu lo, que no ha
bía hecho más que suscitar en el la la ansiedad de
la altura y de la l ibertad .
Entonces comprendió que tamb ien el magisterio
servía para mucho, a condic ión de saber ahando
nario a t iempo .
Carlos Link
Al principio misia Presentacion no ve ía con bue
nos ojos las andanzas de las niñas en la cal le .
Cada vez que Mati lde sal ía sola,se l lenaba de
a fli cción .
¡ Mamá ; v oy a la escuela normal !
Espera que se levante Pulgarc ito para que te
acompañe .
—Pulgarc ito no se levanta antes de las doce .
—Despiértalo—Me ti rará con los botines .—Que te acompañe Laura .
—Está ocupada .
—S í , mamá , estoy ocupada , pero .
¡ Nadie me v a a comer !—Bueno hij a
,que Dios te ayude . No me entran
estas costumbres porteñas .Don Pedro de Garay
,que a esa hora sol ía estar
limpiando la j aula de las palomas francesas , aceptaba el criterio de las much achas .—Hay que adaptarse al medio ambiente—dec ía
24 HUGO wasr
- L a muj er moderna debe tener la l ibertad del
hombre .
Dios nos as ista !—Las necesidades han aumentado ; no todas se
casan y muchas deben ganarse la vida. ¿ Cómo han
de hacerlo,s i no t ienen libertad ?
Misia Presentación cedía ante la suprema ra
zón : hab ia que ganarse la vida. Cada d ía el gobier
no de Santa Fe se desacred itaba más y los usure
res imponían mayores qu itas, al comprar los suel
dos de los j ub i lados .
Para aumentar sus recursos,tomó un pensionis
ta, y le alqu iló la pieza d e Pulgarc ito, mandando a
éste a dormi r al comedor .
Era un j oven santa fesino,estudiante de medic i
na, al que le faltaba muy poco para recibirse .
Había nacido en el pueblo de Helvecia,y su pa
d re. un herrero d e origen su izo alemán , le puso a
estudiar medicina, como puso a sus hermanos en
e l arado, a labrar sus chacras de mani , o en la fra
gua, y a sus hermanas , en la máquina de coser v al
lado del fogón .
Don Pedro d e Garay conoc ía, de muchos añosatrás , al padre de su pensioni sta, un hombre cor
pulento, de barba castaña , de anteojos d e níquel , serio, puntual , sin imaginación , pero apasionado por
todo lo que signi f i caba un progreso o un conoci
m iento .
Don Carlos Linck tenía c inco h i j os,y a su muer
Los m useos 25
te cada uno heredaría una concesión de v einticin
co hectáreas, enteramente labrada, media legua de
campo en la i sla,y doscientas vaca s ; y otro tanto
su muj er . Era, pues, un hombre ri co que había he
cho su fortuna a mart i l lazos,j unto a la fragua , y
quería que sus hij os,antes de heredar
,apren
dieran a ganar .
Cada quince días esc ribía una ca rta al estudian
te,que se l lamaba Carlos
,como él
,mandándole no
ticias de las haciendas y de las chacras,del precio
del maní,de la altura del río
,algo de polít i ca
,siem
pre en contra del gobierno,cuyos representan tes
apañaban a los cuatreros y se enriquecían con las
coimas que sacaban de las casas de j uego .
La carta invariablemente comenzaba deseándole
salud,y asegurando que por all í todos estaban b ien ,
aunque a renglón segu ido, vinieran novedades co
mo éstas : “Sabrás que tu he rmanita menor está
con escarlat ina,y que tía Juana murió de vi ej a
,an
teayer. Sabrás que me han quemado una parva con
veinte quintales de maní,que al precio de hoy
valía cuatrocientos pesos .
Y terminaba invari ablemente : Discu lparás los
borrones y la mala letra, porque estoy apurado y la
pluma no s i rve . T e abrazan y te bendicen tu s padresque te quieren”.
S iempre aquel las cartas l lenaban de emocion a
Carlos L ink,porque le av ivaban las dorm idas im
presiones de su mnez .
26 HUGO wa sr
Su padre no deb io elegirle a é l,para que estudia
ra medi cina,s ino a cualquiera de sus otros her
manos menores . El tenía corazón de labradºr,º de
herrero,y habría s ido fel i z inventando una má
quina para sembrar man í,o ideando una rej a nue
v a para el arado .
Pero estudió tenazmente,con el pensamiento
de volver a Helvecia,donde trabaj aría como medi
co,y fué ganando sus anos
,s in gran bri l lo
,pero
con sol idez .
Su cabeza era dura,y las ideas entraban lenta
mente ; pero una vez dentro , no sal ían nunca . Cuan
do aprend ía algo , era para siempre .
Faltábanle dos anos para conclui r su carrera,
cuando un día , por encargo de su padre , fué a vi s i
tar a la fami l i a de don Pedro de Garay
Llegó en un momento de intensa a f licc1on . Don
Pedro yacía en la cama . s in conocimiento , v íctima
de un ataque de apoplegía. Misia Presentación ledesvest ía para friccionarlo Laura le ponía s inapis
mos en las piernas ; Mat ilde l loraba, y la negra Sa
tu rmina hab ia volado a traer un con fesor .
Carlos le prestó su auxi lio,y las tres muj eres
lo dej aron prºceder,adivinandº que sabía más que
el las . Había l legado oportunamente,y salvó al en
fermo .
Cuando don Pedro abrio los oj os, v io a su dere
cha a un sacerdote y a su izquierda a Carlos Link .
A los pies de la cama su muj er y sus h ij as,y la ne
28 HUGO WAST
Pedro,no bien la negra Saturnina l lamó a su
puerta .
Pero desde que se trataba de un esprit fort, y
el peligro hab ía pasado,se l imitó a acoger con una
sonrisa la excusa de don Pedro, y a gustar l igera
mente el v inillo cºn que lo convidaron .
—Me alegro de su mej oría,senor Garay ; quedo
a sus órdenes .
—Mil gracias,padre ; es usted un f i lántropo ,
respondió el en fermo,y el padre se fué
,acompa
ñado por las muchachas que le pedían disculpas , y
segu ido por Saturnina que le instaba a que bebiera
toda la copita .
Entonces don Pedro se d irig10 al médico del
cuerpo,que tenía a su izqu ierda .
—Su ciencia me ha salvado, doctor le d i j º intentando darle la mano .
—No soy doctor,señor Garay ; soy Carlos Link ,
de Helvecia, estud iante de medicina, hij o de .
Don Pedro de Garay no le atendía estaba l ívido
v temblaba .
—¿ Qué tiene ? ¿ qué siente ?
Sabe, doctor, que no puedo mover el brazo iz
quierdo?
Link se agachó a examinar e l brazo inerte est i
rado sobre las cobij as y misia Presentación empe
zó a d ar friegas de alcohol alcan forado en e l de
recho.
—F.s la paráli s i s murmuró al cabo de un ra “
nos o.ros vmmanos 29
to de examen el j oven . No creo que se repita el
ataque ; pero esto no desaparecerá en un d ía .
Jesús me valga ! exclamó misia Pre senta
ción . ¡ Ahora si que estamos lucidos !
Don Pedro preguntó
N o podré hacer nada durante algún tiempo ?
—Creo que no, cualquier es fuerzo mental o f is ico podría agravar su estado . Debemos esperar la
reacción de l organismo .
Don Pedro cerró los oj os ante aquella perspecti
v a aterradora . ¿ Quién sacaría sus c luecas a e scar
bar en la basura de la vecindad ? ¿ quién l impiar ía
la j au la de sus palomas francesas ? ¿ quién lee ría los
ed itoriales de su diario ?
—¿Y esto durará mucho , doctor ?
Tal vez no !
Don Pedro se acostumbró con increíble faci l idad
a permanecer en una si l la hamaca,s in pensar
,sin
hablar,engordando y oyendo zumbar las moscas en
los vidrios .
Cºmo por nada de l mundo habría renunciado a
lee r un d ia u otro los diarios,mandó que se los
fueran api lando en un rincón de la pieza, para
reanudar su lectura,cuando e l médi co se lo permi
tiera . Tenía un supremo respeto por la ciencia y
era blando como un niño en manos de Link , que
desde e l d ía del ataque se instaló en la casa , como
en fermero al princ ipio y después como pensioni sta .
Link era rubio y corpulento,serio y dulce, y
quien no lo conºciera a fondo , habrí a pºdido creer
30 HUGO wa sr
lo t ri ste,por la pars imonia de sus entus iasmos
,y
por lo esquivº de sus modales L a verdad era que
su corazón simple,estaba lleno cºn las dos o tres
grandes pasiones de su vid a , y no le interesaban
otras cosas .
Amaba a sus padres con devocion,y a su pueblo
cºn ternura de desterrado ; y cuando entró en la re '
lación d e los Garay,y empezó a vivi r bajo
'
su techo,
se enamoró pro fundamente de Mati lde .
En un principio no le cayó en gracia a la j oven ,
que parecía tener otros ideales, o que había ima
ginado el amor s in aquel los gruesos anteoj os con
arco de celuloide que usaba Link, y sin su pesadez
de espíritu y de cuerpo .
Por el contrario don Pedro hal ló tan a su gusto
el cand idato,que mani festó a misia Presentación su
deseo de que le rebaj ara la pensión, para que no se
le ocurriera i rse de la casa,lo cual el la se guardó
muy bien de hacer .
No faltaría más ! Ustedes los hombres no en
t ienden de estas cosas . Ya verás,Pedro .
—¿Qué vas a hacer ? interrogó don Pedrº,
palpándose e l costado paralít i co con su mano de
recha .
—Voy a subi rle la pens ion—¿ Qué ? ¿ cómo ? ¡ se nos rra ! ¡ perderé mi mé
d ico l
Qué se ha de i r ! ¿Ya te has olvidado cómo se
pi ende el amor ?
Esa misma noche,con gentilisimas palabras, mi
LOS OJOS VENDADOS 3 1
sia Presentac ion, pintó al estudiante la dura nece
sidad en que se hallaba de aumentarle la pensión .
Link pensó que su padre,rezongaría un poco,
pues no gustaba d e que le modi f i caran sus presu
puestos,pero acató la resolución de la dueña de
casa,y comió con más apet ito para sacarle mayor
provecho al gasto .
—¿ H as visto Pedro ? dij o misia Presenta
cxon al dar cuenta a su maridº de la entrevista
¡ si conoceré yo los bueyes con que aro ! ¡ Tenemos
médico para toda la vida !
¿Y si Mati lde no lo qu i siera ? se arri esgó
a preguntar don Pedro .
Misia Presentación hizo una mueca como di
c iendo : ¡ Dej a esº por mi cuenta !
También la negra Saturnina husmeó e l suceso,
y pronºsti có que Mati lde acabar ía por correspon
derle como que ya había ºbservado el la q ue t"dos
los d ias, sobre la mesita donde estudiaba Link , apa
rec ia un florerito con rºsas nuevas .M as no sabía que la autora de aque lla atenc ión
era Laura, que con tim id eces de colegiata, llegaba
al cuarto del estudiante,y sin que la v ieran reno
vaha sus f lores .
No abandonó su costumbre ni cuando dejo de
ser un misterio en la casa el amor de Link por
Mati lde, y supieron que ésta lo aceptaba .
Cuando al caer la tarde vºlvía Link de la Fa
cultad o de l Hospital,contento de su d ía ,
porque
3 2 HUGO WAST
cada trabaj o realizado,cada con fere nc i a concluida,
lo acercaba al porveni r, que era la dicha, hal laba
a Laura tendiendo la mesa en el comedºr,baj o la
lampari l la de tulipa azul .
En un rincón estaba la s i l la de don Pedro, que
aguardaba con interés al estudiante . Adentro an
daba misia Presentación,l id iando con Saturnina,
para que aprestase la comida, y sentíanse sus v o
ces de mando .
—Todavía el la no ha venido,
decía Laura en
voz baj a, como una con fidencia de amor, respon
diendo a la primera mirada de Link . Este se apro
x imaba entonces al en fermo, le tomaba el pulso .
Cómo ha pasado hoy el d ía ?
—Como mal .
Link sonreía, lo palrneaba un poco, y buscabauna s i l la para sentarse a conversar
,evitando los
temas que pudieran excitarlo .
Hablaba con suavidad,sin animacron
,como quien
reza,mirando constantemente al pat io
,por donde
a cada instante esperaba ver pasar la f igura de
Mati lde.
Esta l legaba siempre tarde y tri ste . En los úl
timos tiempos concibió la i lusión de que pronto la
nombrarían en una escuela central,logró ver al
ministro,después de un año de antesalas , y él pa
reció interesarse por su pedido .
Sólo que era necesario i r siempre, para que no
la olvidaran .
LOS OJOS vznvs oos 33
Dios,no más
,sabía los sentimientos amargºs y
rebeldes que brotaban en sus entrañas , cada vez
que subía la escal inata del ministe rio , presintien
d o las sºnrisas mali ciosas y humi l lantes de los em
picados .
Era buena,buena
,y quería serlo siempre
,pero
qué di fí ci l era segu i r siéndolo,cuando el mundo
entero conspi raba contra ese propósito .
Eso fué lo que la decidió en favor de Link .
Quería crearse un compromiso que la atase a la
v ida honrada,para no perder pie .
Tenía ve inte anos,y hacía c inco que viv ian en
Buenos Aires,y
”
habr ía debido ser ciega para no
adverti r la impres ión que producía en los hombressu hermosura
,realzada por la gracia porteña .
En lºs primeros t iempos se dejó tocar la frente
por un sueño ambi cioso y llegó a creer que pose íala palabra mágica para abri r la puerta de oro del
mundº .
¡ Candorosa vanidad ! El t iempo le enseñó que
corría el pel igro de estar mi l años aguardando al
príncipe de la leyenda,en cuyo amor sonara . Y se
resolvió a no pensar en él .
S i alguna vez l legaba , le di ría que era tarde ; que
ya no pod ía amarla,y que hab ía puesto sus oj os
en otro hombre .
Se decidió por Link , sintrendose so la en medio
de la ciudad a fanosa y turbu lenta,como una vi rgen
crist iana en la arena del ci rco,ine rme ante las
f ieras .
34 HUGO WAST
Link la ayudaría a salvarse,y cuando se casa
ran él le in fundiría su amor . L e bastaba mirarlo
al entrar de la ca lle,al darle la mano
,al deci rle
una palabra a fectuosa,para comprender que en
eso era ri co como un Rey, y podría enriquecerla
a el la s in empobrecerse .
Pero su corazón no había hal lado ¡ paz .Des
v anecido su"
sueño ambi cioso,le quedó s in embar
go , la f rente marcada con el pl iegue de una pre
ocupación y la voluntad enervada,como s i recién
despertase . Misi a Presentación había educado cri s
t1anamente a sus hi j as,y viéndolas i r los domin
gos a misa,y frecuentar los sacramentos y enseñar
la doctrina a los niños,se alegraba creyendo que no
podrían perderse .
Sabía,es ciertº
,que somos concebidos en pe
cado,pero mientras e l las no olvidasen su cate
ci smo , estaba segura de que aunque algún d ía v a
cilaran , volverían a hal lar la senda derecha .
Carecia de mal i cia y ten ia la convi cción de que
en los trances d i f íci les,acudirían a ella demandan
do sus consej os .
Pero aún en los corazones más puros suele ex is
tir un sedimento de maldad .
Un triv ia l inc idente basta para agitarlo , Una
m i rada , un pensamiento , una palabra ºída cien ve
ces,puede una vez revolver la hez dorm ida
,y en
turbiar la conciencia de un modo irremediable .
S i mi sia Presentación hubiera abrigado algún
temor,habría sido por Laura que era
'
modesta y
3 6 HUGO WAST
lo dej ara cºmer loero ni empanadas,las especial l
dades de Saturnina .
En la otra punta,sentábase misia Presentac ion ,
y frente por frente , a cada lado, las dos parej as de
j óvenes , Mati lde y Link , Laura y Pulgarcito . Cuan
do éste faltaba, lo que a menudo ocurr ía, su her
mana se quedaba sola,mirando conversar a los no
v ios .
La negra traía una fuente de batatas o de maza
morra cºn leche, y eso marcaba el f inal de la co
mida . Misia Presentación se levantaba para ayudar
en la l impieza,y Laura j ugaba al dominó cºn don
Pedro,de spués d e prepararle un te de quiebrara
d os . Pero , a veces , don Ped ro no t enía ganas d e j ugar
,y ped ía su costu rero y se ponia a pegar de nue
vo los bºtones de su s traj es .
—Eu el ej ército alemán exponía es una fal
ta grave de di scipl ina andar s in botones . Yo no he
estado en Alemania,pero sé que es as í .
Absortos su padre en su tarea,y los novios en su
conversación,Laura sacaba su s i l la al corredor,
anegado en la per fumada frescura de la primavera
y miraba a lo lej os pasar los trenes , como una ban
da de luz , o alzaba los ºj os y contaba las estre l las .
Una est rel la errante,de pronto
,cºrtaba como un
d iamante el espej o de la noche,y entonces el la for
mulaba una súpl ica , pºrque le hab ian d icho qUe se
cumplían los pedidos hechos así : “que Carlos Link
se reciba pronto,y que Matilde lo quiera mucho
”.
Cuando l lovía o hacia mal tiempo,se iba a su
LOS OJOS VENDADOS 3 7
pieza y rezaba el rosario,con el espíritu d istraído
por el rumor de las palabras de Link .
Una noche éste d i j o a dºn Pedro,después de
exam inarlo
Cómo se siente para dar mañana un paseito ?
El en fermo se l levó los anteoj ºs a la f rente ,abandonó sus botones y lo miró con sorpresa .
¿Un paseito ? ¿ ha compradº automóvi l ?
—No un paseito con sus prºpias piernas .
Qué esperanza ! Tengo media res muerta . I
pierna izquierda no me parece m ía . Yo no puedº
pasear sino en automóvi l . Y a la verdad que estº no
debería ser un luj o,sino una comodidad al a lcance
d e todos,como en Estados Unidos . Yo no he es
tado al lá,pero sé que hasta los chacareros t ienen un
au tomóvi l como aquí t ienen un sulky .
Link lo interrumpió
—Haga la prueba : mañana cam ine hasta la es
qu ina, y le daré permiso para lee r los diarios .
Don Pedro echó una mirada a l a lmanaque .
Hace un año que no los leo ! ¡ Lo que habrá
suced ido ! ¡ Lºs nuevºs inventºs ! ¡ Lºs muertºs ilust res S i u sted Link fuese más nºt icioso
,y estas
muj eres se interesasen por las cosas del espíritu ,yo no estar ía ai s lado de l mundo .
—Mañana pºdrá leer sus diarios , insist 10 el
j oven ; después del paseo .
—Em cuanto me quiera parar,me caeré redon
—Yo lo llevaré de l brazo,papá . H ay una ga
38 HUGO WAST
l lina con nueve pol litos ; l a sacaremos hasta la es
quina .
Don Pedro se quitó los anteoj os,los guardó en el
costurero y mandó l lamar a misia Presentación .
Detrás de ésta , l legó también Saturnina,con las
mangas vueltas y los brazos enharinados .
—Gran d ía el d e ma ñana,—les dijo don Pedro
emocionado . Volveré a mis lecturas, y
'
saldré a
paseo .
Se puso de pie, resoplando, porque estaba muy
gordo , y falto de fuerzas , y caminó alrededºr de la
mesa,arrastrando un poco los pies .
Querer es poder ! exclamó . Por ah í hevisto anunciado un libro inglés de autor muy mº
derno, que se l lama :
“
¡ Ayúdate y te ayudaré !”d e
un tal Smiles . Usted lo ha de conocer , Link .
_ _ q he leí-do más que la primera parte cºn
tcstó sonriendo Link la que se l lama Ayúdate—Bueno
,pues
,repl icó don Pedrº yo no lo
he le ído,pero me imagino que trata de l pºder de la
voluntad . Estos ingleses le dan mucha importancia
al cult ivo de la vºluntad . Por eso Inglaterra es unpaís donde todo prospera . S in haber estado en In
glaterra, conozco mucho a los ingleses ; tºdos andan
bien vestidos .
Misia Presentac ion abrazó y besó a su marido ,y le d ij o en v ºz baj a que su primer paseo lo hic ic
ra hasta la iglesia de las Mercedes,para dar
graci as a Dios ; y él accedió por complacerla . Sá
turnina gemia dulcemente :
Don Pedrito ! ¡ ya está salvado don Pedri to !
LOS OJOS VENDADOS
Se fué a acostar don Pedro,ayudado por su mu
jer y la cocinera expli có a los demás los prepara
tivos en que andaban .
—¡ Estoy haciendo empanadas para tu mini stro ,
Matild ita !
Esta tarde el mini stro había dado palabra de ho
nor a Mati lde de nombrarla ante s de qu ince días ;y misia Presentación quería re frescarle la memoria
con un obsequ io,que aquél est imaría en mucho
,si
era el homtbre de buen d iente que pintaban lºs periód icos .
Por qué se a fana,detrás de ese empleo ?
preguntó Link a la muchacha,que está di straída
,
construyendo una torre con las f i chas del dominó .
Mati lde se estremeció,como si le costara volver
al mundo de la imaginación .
No quiero ser una carga en mi casa res
pond ió brevemente .
¿ Pero qué le durará ese empleo ? Pronto yo
seré médico,y mi padre me autorizará para casar
me. Nos instalaremos en Helvecia y all í trabaj aré
con i lusión . ¿Y usted se hal lará a gu sto ?
La j oven respondió que si moviendº la cabeza .
—Yo he nac ido pros ig uió Link para vivi r
en el campo ; pero usted t iene su corazón en las ciu
dades . ¿ No se cansará algún d ía de vivir al lá ?
—Su padre cºntestó ella eludiend tº la pregun
ta no me verá cºn buenos ºj os . Tal vez él qu ie
ra para su hij o alguna muchacha rica de aquellos
lugares . ¿ Nunca han hablado de eso ?
HUGO WAST
¡ No, no ! Mi padre es un hombre de cº razón,
y la querrá cuando vea cómo la quiero yo, Mati l
d e. Mi madre es una muj er senci l la, que se ale
grará de tener una hij a más y mi s hermanas se
enorgu l lecerán de verla en nuestra casa,y viv i rán
estudiando sus maneras y sus t raj es,para imitarla
en tºdo .
Mis traj es ! exclamó cºn sarcasmo la mu
chacha . No valen la pena de ser imitados ; los
hemos hecho con Laura,re fºrmando otros viej os .
—Bueno, eso aprenderán .
Mati lde pensó en las cosas que evocaban las pá
labras de su novio : un puebl ito,a la margen de un
ri acho,ai slado
,entre anegadizos y algarrobales
,a l
que en los t iempos d e grandes baj antes d el río,o de
grandes crecientes era di f íci l l legar ; una fami l ia d e
campesinos con la conciencia d e su riqueza, que vi
v irían espiando sus gestos,para v er s i merecia o
no el amor de su hij o un padre serio,como un pa
triarca,una madre simple
,obediente como una es
clava ; una exi stencia desco lorida, entre vecinos que
se es forzar ían por complacerla por ser la señora de l
médico,pero que no la querrían .
Susp iró a su pesar y él que la estaba mirando,la
interrogó suavemente
¿ El pensar en eso la entri stece ?
—Su padre insi stió Mat i lde,para cargar so
bre otros la responsabi l idad de penas futuras, que
presentía,
no aprobará su elección,cuando me
vea .
Lºs OJOS vax nanos 4
—Mi padre ya la conoce respondió él . Le
hablº poco de usted en mis cartas,para que no pien
se que me distraigo de mis estudios ; pero en una
sola de las palabras que le digo , debe adivinarla có
mo es,y cuánto debemos quererla todos .
Dij o esto con una emoción reprimida , tan honda ,
que Mati lde se estremeció .
Laura empezaba a cerrar las puertas,porque
era hora de acostarse , entró de la galería y vió en
la f rente de su hermana aquella luz de amor que
raramente bril laba en el la , y su alma se alegró .
Mati lde observó la mirada escudriñadora que le
arrºj ó , y tuvo miedo de que esa noche la hablase
de Link . No le gu staba abri r su corazón a lºs oj os
de nadie, ¡ ni a los de Dios ! pºrque el la misma ig
uoraba las corrientes obscuras de aquel mundo pe
queño, pero inf inito .
Y corrió a acºstarse,y fingro estar dormida cuan
do entró Laura en su cuarto .
HUGO WAST
Buena,mala ? preguntó ella ¿ algo de
usted ?
—Es buena,y no es nada mío . Tenga paciencia
y alégrese . Antes de ocho días sabrá de qué se tra
M isia Presentac ion tamb ien se levantó muy tem
prano esa mañana . Ten ía mucho que hacer, hornear
las empanadas,en cuyo traj ín andaba ya
'
Saturni
na y conc lui r de lavar unos pañuelos , que luego pe
garia en los vid rios d e l a ve ntana ; y concíluirlo tºdo ,
antes d e las s iete,hora en que e l tren de Santa Fe
pasaba por Belgrano .
De Helvecia le mandaban una chinita para que
la criasen . En t iempos d e más holgura,misia Pre
sentación tenía s iempre unas cuantas pard itas a su
servi cio ; les enseñaba a leer , las hac ía rezar , las ves
t ía con esmero,porque eso redund aba en prez de
su nombre y les sacaba el j ugo hasta los dieciocho
años,época en que generalmente las criaturas se
mandaban a mudar con algún cartero o se le casa
l >an con algún vigi lante viej o .
La provi sión d e criad itas se les concluyó en Bue
nos Aires,donde ex i st ían más tentac iºnes y más l i
bertades ; y misi a Presentación quedó reducida a lºs
servi cios de la negra Saturnina que con la edad se
l lenaba d e mañas .
Pero su parentela de Santa Rosa le anunció la
muerte de unos vecinos pobres, que d ej aban en la
ind igencia una colecc ión d e criatu ras a quienes e l
LOS OJOS VENDADOS
j uez de menores estaba repartiendo entre fami l ias
pudientes .
Los ojos de misia Presentac ion chispearon de co
d i cia y telegra fió en e l acto :“Háganme mandar
tres, de qu ince añºs » para abaj o , porque de más edad
son muy “sabidas” .
No pud ieron mandarle más que una, con una fá
mi lia santa fesina,que venia a Buenos Aires .
Misia Presentación , con la cara enroj ecida pºr la
buena salud y la act iv idad,hºrneó las empanadas
d el mini stro , pegó a los vidriºs los pañuelos recién
lavados,fué a besar a su marido
,sacó las l laves del
bols i l lº de su pollera,entregándoselas a Laura
,v
partió para la estac ión,después de atusarse l igera
mente los cabel los negrísimos aún,y encasquetarse
un gorrito f lorido y j uveni l , que Pulgarc ito l lama
ba “el budín de violetas”.
No bien sal ió la señora,Saturnina se met io a l
cuarto de don Pedro con una empanada cal iente en
un plato .
—¡ Buenos d ías , señor don Pedro ! Aqu í le t rar
go estº que va a acabar de mejorar lo .
El en fermº,todavía en la cama
,miraba un trºzo
de cielo por un ángulo de la puerta . Cuando en la
iglesia repicaban las campanas,las palomas del
campanario echaban a volar,y él las veia revºlo
tear sobre aquel fondo azul . Creía conocerlas ya ,porque nº eran muchas
,y pasaba las horas contem
plándolas .
E l era un esprit fort pero agradábale mucho lavecindad de aquella igles ia que le distraía con sus
46 HUGO WAST
campanas y sus palomas,y hasta con el ºlor a in
cienso que di fundía en el barrio .
El anuncio de Saturnina le t raj o a más pro : a i
cos pensam ientos .
—Cómase esta empanada , antes que venga la ni
ña Presentación , y váv -ase a oir una m isita en ac
ción de grac ias al Senºr, y ya va a estar sano,
don Pedrito .
Don Pedro se incorporó,miró a tºdos lados
,y se
engulló la del i c iºsa empanada . Entornó los oj os Yrecl inó de nuevo la cabeza
,sat i s fecho y fatigado de
su hazaña .
La negra , con e l plato vacío en la mano , lo mira
ba y le sonre ía .
—Ahora,la m isita . ¿ qúiere que le ponga lºs
botines ?
—No dij o don Pedro,sin abri r los oj os
yo soy un esprif fort”
.
La negra sa lió temerosa de que la empanada , sin
la mi sa,fuera a ind igestarle .
Al rato se oyó la voz a flautada de don Pedro—Laura ¡ alcánzame el d iario !
Entró la j oven . En los cabellos tra ia algunas
hoj as secas , que hab ían caído sobre su cabeza , mien
tras espulgaba e l enrej ado de rosas,trepada en
una escalerita .
La bendición,papá d i j º y besó la mano de
su padre,regordeta y suave . Aquí está e l d iario
de hºy .
Pero don Pedro no qu iso saber nada con e l dia
LOS OJOS vznnanos 4 7
rio de hoy . Había pasado un ano entero s in leer , y
sin hacerse leer,porque en eso nadie le daba gus
to y pre fer ía aguardar que su vi sta se aclarase y
su méd icº le d iese perm isº para reanuda r sus ta
reas ; y no estaba dispuestº a perder los t rescientos
y tantos d iarios,que por su orden se fueron api
lando en un rincón de la pieza .
—Sácame el de más abaj o,e l del d ía sigu iente a
mi ataque .
Laura se lo entregó , y don Pedro , después de
mandar a la pila e l diario nuevo,se caló unos an
teojos de pati l las de orº , y retomó lºs acontecimien
tos mundiales,con un año de atraso .
-Cuando acabe,l lamaré para que me vistan V
sald remos a dar una vuelta a la manzana .
Laura se fué a preparar e l ca fé que el la serv ía
a todos ,así que iban levantándose .
En el comedor, la pieza cont igua a la de su pa
dre, halló a Mat i lde , vest ida y pronta para sali r .
—Tengo que estar en e l Consej o de Educación .
antes de las nueve .
Laura, dij o señalando la cocina , de donde la brisa acarreaba apet itosos olores :—Las empanadas de Saturnina ganarán la há
tal la .
Mati lde hizo un gesto decepcionado , v Laura
sorprendida , cal ló un momento , dobló por la mi
tad la carpeta de la mesa,extend ió un mantel ito
en la parte desnud a,y sirv ro al l í e l ca fé de su her
48 HUGO WAST
mana , que se estaba mirando las uñas,s in ganas
d e hablar .
—Ya se te conoce, murmuró Laura con al
gún resent imiento , que eres maestra con di
ploma .
Por qué ? interrºgó Mati lde .
—Parece que a cambio del diploma,entregan la
a legría .
Me duele la cabeza .
Habrás dormido mal .
No, no ! ¡ Qué sé yo lo que tengo !
¿Anoche , cuando entró mamá no la sent iste ?
Todas las noches misia Presentación,después
que se acostaban sus hi j as,iba a su cuarto
,de pun
t i l las , les hacía una cruz en la frente,y las besaba .
Casi s iempre las hal laba dormidas .
No la sentí,
dij o Mat i lde .
Y no era verdad,porque hasta tarde la desvela
ron sus pensamientos,esas imágenes desbaratadas
que la fatigaban sin adormecerla .
S intió l legar a su madre y cerró los ºjos, y cuan
do le marcó la cruz en la frente,la oyó murmurar
—Esta pobre criatura es muy buena . ¡ Dios me
la conserve asi '
Mati lde tomó el café,fué a dar los buenos dias
a su padre y sal ió .
De una planta que había frente a la ventana d el
comedºr cortó unos j azmines y se los puso en la
c intura .
Los OJOS vannx oºs
En la estacion se le acercó una chiqu i l la a o fre
cerle un mazo de violetas .—Tómelo y no me lo pague
,le di j o en tono
conf idencial .
Mati lde conocía a la niña,y aunque no le com
praba sus f lores,s iempre la acariciaba al pasar ,
con un golpecito en las mej i l las redondas y suaves
como un botón de rosa .
—No quiero arruinarte,Nºemí .
—Tómelo , ayer un mozo me lo pagó para us
ted ; y me preguntó su nombre .
Mati lde se puso colorada,tomó inst int ivamente
el ramo , y subió al t ren que llegaba en ese momento .
¿Y le dij i ste mi nombre ? preguntó aga
chándose desde la ventani l la .
—S í .
¡ Mal hecho !
El tren part ió,v Mati lde abrió un l ibro qu i so
leer , pero su imagmacron se salía de las pági nas
v vºlaba hacia su ramo de violetas .
Ya se imaginaba quién era aquel desconocido .
El día antes,yendº a Reti ro
,un j oven subió
j unto cºn el la y se sentó a su lado .
Era una d e esas personas con quienes uno se
cruza en la cal le,en el tren
,en los tranvías
,que
viaj an a la m i sma hora , y que uno acaba pºr sa
lndar el mej or día,sin saber cómº se l laman .
Debía de viv i r en Belgrano , aunque el la recordaba haberlo v isto venir del Tigre
,una mañana
¿o HUGO wasr
de carnaval, vest ido de et iqueta y dormido en un
asientº, y pasarse de su estac ión sin ad vertirlo.
En el breve trayecto no se despertó y Mati lde
sentada al frente no apartó de él los ºjos. Quería
imaginarse cuáles ser ían sus alegrías,y a qué di s
tancia el a lma de los hombres cºmo é l,ri co y l i
bre,vivía d el alma de las muj eres como ella
,tan
pobres que perseguían ansiosamente una miseria,un puesto que en un mes de trabaj o penoso y os
curo,le s d aria lo que el los gastaban en una hºra
de risas .
¡ Qué di st intos debían de ser los ideales de el los
y de ellas !
Habría deseado por un momento,asomarse a
aquel mundo,en que las gentes vivían de f iesta en
f iesta .
¿ Cómo se entraba a aquel país de sueños y de l i
bertad ? ¿ Pºr la riqueza ? ¡ No ! pues el la conoc ía
ari stócratas pobres,rec ibidos y consid eradºs en el
gran mundo . ¿ Por la bel leza ? Así lo creyó cuando
en la cal le los e logios de algunos,y más que todo la
emoción d e otros que la miraban pasar en si len
cio,le revelaron su bel leza .
¿ No era esa la l lave de ºro de aquella puerta,detrás de la cual estaba la dicha ?
Ya no creía en eso,pero le gustaba imag inarse
que las cºsas podían ser de otro modo de l que
eran,y que uno de aquel lºs hombres , l ibres de ele
gi r y de amar, se prendaría de el la y la redimi ría
de su pobreza .
52 H UGO WAOT
Cerró bruscamente el l ibro y se pusº a contem
plar el paisaj e,e l río a la izqu ierda
,in f in ito como
un mar, turbio y agitado, y el bosque de Palermo a
la derecha,verde claro y luminoso
,baj o la pri
mav era .
Ahora quería no pensar en ese encuentro de la
v íspera,pero Noemí con su ramo de violetas
,ex ci
tó de nuevo su imaginación .
El ya sabía su nombre y el la ignoraría s iempre
el de él .
Dentro de la semana sería nombrada maestra ,con un sueldº que le permiti ría comprar su aj uar
de novia , y antes de un año , en un lej ano puebl ito
de la costa de Paraná,sepultaria para siempre sus
inquietudes .
El,su desconocido
,l a ºlv idaría
,pero ella recor
daría siempre aquel la página d el novel i sta norue
go,que le ganó un ramo de violetas .
Mati lde iba en busca de unos datos que debía ºh
tener del secretario de una escuela normal . Fermin
Velarde,un j oven a quien no conoc ia . Quizás la de
signarían para esa escuela y el corazón le palpitaba
con v iolencia .
Hacía más de un año que peregrinaba en las an
tesalas de l ministerio,de l Consej o d e Educación ,
y de los veinte consej os escºlares d e la ciudad,y aún
no se acostumbraba a esas gest iones .
La escuela era un edi f i c io encaramado sobre una
gradería, frente a una plaza de antigua arbºleda,
LOS OJOS VENDADOS
que en c iertas horas se l lenaba de niños,cºn su s
nodrizas o gobernantas .
Desde el ancho vest íbulo sentíase e l f resco de losj ardines y de las galerías ºscuras
,y las voces de
los pro fesores que expli caban sus temas en las au
las ante las quinientas alumnas que al l í se instru ían
a costa de l Estado .
Un ordenanza conduj o a Mati lde a una salita se
parada de la secretaría,por una mampara de cri s
t ales despu lidos , y le señaló un asiento .
Mati lde se quedó sºla . Oia pe r fectamente la con
v ersación que sostenían al otro lado de la mam
para , dos voces , una de las cuales seria la de Ve
larde , y le interesó lo que decian . Se imaginó quela voz fresca y j uveni l era la de él , pues Velarded aba con ferencias en los centros sºciali stas
,y el
públ ico gu staba de su oratoria . Sabía de él que era
ardiente y dulce como un apóstol,y que lºs j e fes
del sociali smo no lo querían,porque ni se les en
tregaba, ni parecía conf iar en la sinceridad de aque
llos hombres que vend ían d iscursºs humanitariºs,como otros venden piedras fal sas y espiaban los
cambios del viento en la masa pºpu lar,no para
orientarla , s ino para conservar su favºr .
Aunque mediaba un abi smo entre las ideas rel i
giosas de aquel hombre y las suyas,Matilde sá
bía que a su lado trabaj aría con libe rtad .
Oyó la voz j uveni l que repl icaba :—! erensky es un actor de opereta ; Trotsky es
54 HUGO ww e
un t raficante deshonesto ; pero Lenin es un hombre
honrado,y yo creo en él .
También cre ía en lºs otros dos, ¿ se acuerda ,
Velarde ? contestóle con sorna una voz mord ien
te y llena .
Asi, es,doctor Fraser ,—respo nd io con tri steza
el aludido .
Mati lde recordaba aquel nombre . En casa de la
Bistolfi, una señora j oven,
amiga de el las, que sol ía
invitarlas a su s reuniones,el marido hablaba de un
doctor Fraser,cuya amistad buscaba
,aunque era
mordaz y temible,a j uzgar por las hi storias que d e
é l re fer ía .
— Para usted la palabra la t ienen los de a fuerade el lºs nos ha de veni r la sa lvación . ¿ Por qué
¿ no cree acasº en nuestros sociali stas ? ¡ eso no
es j u sto ! ¿ o es que los conoce demasiadº ?
Esto lo di j o Fraser con la voz suavizada por una
compasron 1ron1ca .
—Algo de eso debe haber,
respondió el secre
—S in embargo, prosigu10 Fraser , yo he Oí
do hablar a esos senores en las esquinas de las ca
l les y he leído su diario,y parecen realmente con
dol idos por los dolores del pueblo . Deben de ser
hombres mansos y humildes d e corazón,según reza
la jaculatoria.
Velarde se echó a reí r amargamente .
S i dij o son tiernos de lengua ! Mansos
y humildes de corazón en la cal le ; pero en sus cá
LOS OJOS vznoanos 55
sas, son altaneros y bravos con sus mujeres y sus
h i j os y en el umbral de su puerta despiadados con
los pobres que van a pedi rles . ¡ Esto lo he desen
bierto yo !
Bah ! exclamó Fraser alegremente esº
no lo ha descubierto usted ; eso lo sabían todos los
pobres de Buenos Ai res antes que usted . Cuando
tienen hambre,ningún pobre v a a l lamar a la puer
ta de un comité de su partido,ni v a a sentarse en el
umbral de ninguno de sus j e fes . Se v a cºn su escu
di l la a la porter ía d e algún cºnv ento ; la sopa de los
frai les engorda más que los di scursos de ustedes .
Ustedes curan con palabras,pero no dan un men
La sºrna habi tual había desaparecido de aquella
voz , q ue sonaba ahora cál ida v penetrante .
Mati lde sintió los pasos de uno de los dos, que se
levantaba,y v ió aparecer la f igura de un j oven
,en
cuya frente se notaba la marca del estudio y de la
preocupación,aunque en sus ojºs bri l laba una luz
de invencible i lu sión .
Es Velarde ! pensó .
Hace mucho que aguarda , señorita ?
—NO, senor cinco minutos .
Perdóneme ! Ya v oy a atenderia .
En seguida sal ió el dºctor Fraser .
Era un hombre de edad,de tez bi l iosa
,de oj os en
capotados , sin elegancia y desal iñado en e l vesti r
pero con la apariencia de un gran senor,venido
menos .
56 HUGO wa sr
Echº una ºjeada curiosa , cas i impert inente , so
bre Mati lde , y se detuvo extát i co a un paso d e d i stancia . Ella lo miró turbada
,sintiendo que el gesto
involuntario d e aquel hombre,era todo un ho
menaj e .
NO duró la escena más de lo que dura un relám
pago ; pero Fraser debia acordarse toda su vida , cº
mo de_
una v i s ión,del ine fable momento en que vió
por primera v ez a la j oven .
Se volvió rápidamente,y dij o
—Amigo Velarde,una señorita desea hablar con
usted . Y agregó en voz baj a,con cierta melan
col ia * No se pierda en las nubes,amigo ; bus
que una realidad como esa y acabará por creer en
Dios , que hizo la luz y la belleza, a su imagen y se
mejanza .
Velarde invitó a pasar a Mat i lde y Fraser, que
era pro fesor de hi storia natural en la escuela,se fué
a dar su clase .
Media hora después sal io Mati lde,con el paso
ligero ; el secretario le había asegurado que antes de
ocho d ías se prºduci ría una vacante, que el minis
tro podria l lenar con su nombre . L e dió los datos
que asegurarían su gestión,y le deseó buena suerte .
A esa misma hora,en su casa
,Laura subía la es
calerita de madera del alt i l lo,donde antes aloj aron
a Saturnina,y que fué después el cuarto que des
tinaron a Link . Era reducido y desmantelado,pero
luminoso y alegre .
LOS OJOS VENDADOS 5 7
Laura creyó que el estudiante hab ía salido ya,
y subía con su ramo d e flores , recién cortadas .
Link , j unto a su mesa cargada d e pape les , pare
c ía estudiar ; pero su l ibro delante de él estaba
cerrado , y sus oj os miraban en el suelo una raya de
sol . S int iendo abri rse la puerta,volv ió la cara .
Pase Laurita !
Ella escondió su s f lores,y estu vo a punto de há
j a rse ; pero él no le permitió i rse .
¡ No se vaya !—NO creí que estuviera , por eso entré .
Es cierto ; a esta hora no suelo estar ; pero
me han encargado una monogra f ía .
—Entonces lo dej o trabaj ar .
El era t ímido y rara vez se expand ía ; pero con
los que ganaban su amistad era vehemente y fác i l
para la con f idencia . En Laura veía una hermana ,l ondadosa y d iscreta
,y buscaba su sombra
,comº
un amparo .
No me dej e ! tengo una noticia que darle .
¡ Ah ! ¿me trae f lores ? Vienen a tiempo ya se han
marchitado las que anteayer puso .
Iba a deci r “Mati lde”,pero el súbitº rubºr de
la muchacha,le in fundió una sospecha .
Quién es la que ll ena de rosas mi f lorero
preguntó suavemente .
—YO,unas veces . otras e l la . .
Al deci r esto,arroj ó las f lores viej as
,y d ispum
en el f lorero las que traía
58 HUGO WAs'
r
Un temblor impercept ible de sus manos ca tor
pec ia su acción .
—No me mire las manos , le d i j º el la son
riendo ; no puedo hacer nada cuando me miran .
¿ qué noti c ias tenía para mi ?
Tiene las manos más bonitas del mundº !
¿ S i ? ¿ y si yo le contara eso a una persona
que yo sé ?
—¡ Laura ' contestó é l con seriedad . ¿ Cree
que a esa persona la morti f icaria gran cosa el saber
que yº admiro su s manos ?
—YO creo que si
Y yo creo que .
Vac iló en conclu i r ; el la lo incitó dulcemente .
—También u sted cree que si ¿ no es verdad ?
—NO,Laura ; respondió é l con tri steza . A
veces,hoy por ej emplo
,me nacen intui ciones re
pentinas, y veo cosas que antes no he visto ; luego
pasan,y vuelvo a quedarme ciego .
Qué ve hoy, por ej emplo ?
—Mati ld e es demasiado joven , es demasiado
l inda,y t iene demasiado apego a Buenos Ai res .
Cómo pºdría ser fel i z lej os de aquí , en mi pueblo ?
Laura se apartó de l a mesa y le reprochó
Por qué piensa mal de el la ? ¿ no la quiere ?
¿ no es su novia ?
Ah,Laura ! exclamó golpeándose la
frente , ¡ sólo.
un gran dolor me la dará de veras !
¡ ahora no es mía !
Se quedaron cal lados hasta que la j oven habló
60 H UGO W H E
En ese momentº sintieron pasos en la escale
ri ta d e madera .
—Es Matilde,
d ij o Laura, que se asomó .
Entró la j oven tal como acababa de l legar,con
su boina de terciopelo que la hac ía más j uveni l Y
graciosa, y un ramo de violetas en la c intura .
Link al ver las f lores pal idec ió,y Laura miró a
otro lado .
¿Qué les pasa ? preguntó Mati lde con al
guna dureza en la voz .
—Subí a arreglar la pieza,creyendo que Car
los hubiera salido ; contestó Laura,con fundida
como una culpable y hablábamos . d e t í .
De m i ?
— S í,Mati ld e
,hablábamos d e usted ; v vo me
quej aba de que hace t iempo no me trae f lores .Qué ingrat itud ! exclamó Mati lde alegre
mente . T ampºco yo sab ía que estaba usted en
su cuarto,y sub ía a buscar su f lorero ; ya v e .
Ya veo ! perdóneme !
Pero ya Laura se me ha adelantado ; en su
f lorero no caben más f lores .
Se desprendió de la cintura los dos j azmines
que el la cortara al sal i r y los puso sobre la mesita
del estudiante .
No me da las v ioletas ? preguntó e'
ste do
lorido .
S i no t iene dónde ponerlas !
Link baj ó la frente,y Laura adivinando su pc
LOS OJOS VENDADOS
na, ret iró sus f lores del f lorero y se lo alargó v a
cio a su hermana .
Pero ésta sal ia ya del cuarto , y no qui so vol
verse .
Mej ores son las tuyas ! dij o con acritud .
Laura las volvió a poner sobre la mesa y sin mi
rar a Link,sal ió detrás de Mati lde .
Al pie de la escalera había una media t ina don
de lavaban la ropa .
All í estaba su madre,arremangad a ,
re fregando
con j abón las motas de una negrita de doce anos .
Ya le hab ía cºrtadº e l pe lo como a un mucha
cho,porque entre aquellas quiscas alborotadas ,
debían d e produci rse todos los b i chos de l Génesi s .
—¡ Jesús , criatura ! exclamaba la señora ate
rrada ante el cºlor que iba adqui riendo el agua
¿ nunca te lavás la cabeza ?
— S i señora,cuando l lueve .
—¿Y hac ía mucho que no l lovía por al lá?
—Como cuatro meses se estaba mu riendo la hacienda en la i sla .
—Eu la i sl a puede ser,perº , hij a , lo que es aqui
toda está v iva y bastante gorda .
Después d e un rato de lucha,misia Presenta
ción apeló a los grandes recursos . Miró si hac ía
buen sol , y preguntó a Laura : T e parece que hace
fr ío y como le respondiera que no,dej ó en cue
ros a la negrita y la zambul ló en la t ina .
—¡ Acurrúcate bien , que no te vean los que pa
san ! ¡ Refriégate con fuerza ! ¡ Yo te v ov a ayudar !
HUGO WAU'
P
La negrita ch i l laba cºmo una rata . Al cabo de
una hora estaba relumbrosa y t i ritando al sol,con
lºs oj os chispeantes de regocij o,porque le habían
puesto una pol lerita colorada y su tía Saturnina le
estaba enaceitando el lóbu lo d e las orej as,para que
la señora le prendiera unos aros .
Misia Presentación había corrido a buscar en su
cómod a unas argollitas d e ºro, que años antes le
s irvieran para abri rles las orejas a Laura y a Mat i lde .
Cuando v olv 10,hal ló a la negra dispuesta al sá
crificio .
Tomó un corcho,lo puso debaj o del lóbulo
,y
pinchó enérgicamente con la aguj a del aro m ismº.
La negra se dej ó per forar cal lad ita,temerosa d e
perder lºs aros , s i se ponía a l lorar .—¡ Ahºra si que estás l inda , Virginia ! le dij o
Laura acari ciándole las motas recortadas .
— Las dos vamos a i r a la casa de l mini stro
agregó Saturnina que estaba disponiendo en una
cesta las olorosas empanadas cal ientes .
Mati lde, que se había quitado el vest ido de cá
l le, se acercó a misia Presentación y exclamó alegre
mente como si un gran regocij o disipara en e lla la
tri steza de días anteriºres :
—Esta v ez será c ierto,mamá ; ya sé en qué es
cuela hay una vacante,antes de ocho d ías me nom
brarán .
—¡ Diºs te ºiga, hij ita ! respond io la madre ,
echando una servi l leta blanquísima sobre la canas
ta,que Saturnina levantó en vi lo .
LOS OJOS VENDADOS
Vamos, Virginia ? ¡ En nombre sea de Dios !
Al pasar frente al cuarto de don Ped rº,Satur
n ina se arrimó a su señor,cuyos ojºs desespe rados
iban hacia la cesta—No se af l i j a
,don Pedrito ; le he guardado tres
para usted . Están baj o el rescoldo .
El primer secreto
Fraser , golpeó el cigarro sobre el borde de un
cenicero de Sajonia y di j o :—Hay f i sonomías que nos causan la impreswn
de haberlas visto siempre 0 de haberlas soñado
Demócrito Cabral cortó un bostezo y pareció in
teresarse de súbito,como si esperase hallar el pun
to vulnerable de aquel hombre a quien temía .
—Hoy, en la escuela normal , prosigu ió Fra
ser eché de menos mis veint i c inco años . Vi en
la secretar ía una muchacha esplendorosa . Debi pá
recerle un impertinente,porque me quedé embo
bado medio minuto delante de ella .
Cherchez la femme ! exclamó entre dientes
Cabral .—Es la segunda v e z que la encuentrº . Hace unos
meses,una manana que v ine a Belgranº la v í ba
j arse del t ren y tomar hacia ( l Baj o . Pero no me
produjo tanta impresión . Ahor a la encuentro como
trans figurada por una gran esperanza .
Mario Burgueño . el an fitrión de aquel la mesa de
solteros,donde habían cenado lºs tres
,un j oven
66 HUGO W AS
d e veint ic inco años, de f i sonomía abierta como un
libro en blanco,d e Ojºs hermosos , s in hondura, se
incorporó en el so fá,y preguntó
Era rubia ?
—S í .Bajó en Belgrano ?
—S í .
Una sonri sa mali ciosa arrugó la frente de Cá
bral , donde la j uventud se desvanecía ya como un
pál ido albor . Desv iv íase por penetrar los secretos
d e Mario Burgueño,a fin de tenerlo más prºpicio
para los mi l favores que a cada paso le soli citaba .
Fraser cont inuó,s in advert i r la curios idad del
uno ni la mal i cia del otro—Dios ha puesto en e l fondo de los corazones
una imagen,eso que los fi lóso fos l laman
“un ar
quetipo .
Qué tipo ! murmuró Cabral gu iñando el
oj o a Mario .
“M etafísicº estai s . exclamó este .
Es que no bebo” ; agregó Fraser,toman
do de la mesita su vaso de whisky . Volvió a de
jarlo, intacto , y entornó los ojos,para reconstru i r
en su memoria la imagen que su relato evocaba .
Tan extraña sobriedad provocó una risita de
Cabral .
Debe con fesar,doctor Fraser
,que su arque
t ipo lo ha transtornado .
E l alud ido pareció no oí r , y luego, como habl an
do consigo mismo,agregó :
68 HU GO wasr
bronce , suspendida sobre la mesa oval , en que
chispeaban las copas de diversos colores , a med io
apurar . Un alto reloj,que olvidado en un rincón
medía implacablemente las horas vacías de Mario ,d ió las dºs, y su postrera campanada quedó vibran
do roncamente en el s i lencio.
Fraser arroj ó el resto del cigarro y se levantó .
—L O acompano, dij o Cabral .
Mario permanecio tendido,con lºs ºjos cerra
dos . Sus amigos le dieron las buenas noches . Se
levantó v los conduj o hasta la puerta d e cal le ,porque a esa hora dormía el gallego Dositeo
,su
mucamo .
Un beso a Liana ' exclamó Mario,cuan
do va sus dos amigos se alej aban .
Fraser sonrió en la sombra,halagado de que
aquel muchacho a quien quería como a un hij o ,v de quien había s ido tutºr mucho tiempo
,se acor
dara de su hi j a . Si un día Mario se enamoraba de
ella,no pediría más a la vida ; buscaría entonces
un rincón,para esconderse y no avergonzarlos con
sus vi cios,y dej aría correr el t iempo
,tranqui lo
respecto al porveni r de la j oven .
Tuvo la sospecha de que Mario conoc ia a la chi
ca del tren,y s int ió haber habladº .
¡ Bah ! exclamó sacud iendo sus pensamien
tºs .
Se enrolló al cuel lo la bu fanda .
—No hace f rio d i j o pero me siento achu
chadº . Una gripe en perspec tiva .
LOS OJOS vannaºos 69
No es médico ? le respond io Cabral,que a
menudo se chungueaba del inút i l d iploma de su
amigo . ¡ Recétese .
—NO quiero suicidarme,
contestó con fastid io
Fraser .
Cómo entonces,cuando yo estuve en fermo se
pasó dos semanas,haciéndome tragar sus potin
gues ?—Porque he hecho estudios muy serios de ve
terinaria .
Demócrito Cabral no j uzgó prudente insi st i r ad i
v inaba que Fraser estaba triste, por aquellas cºsas
que no revelaba a nadie , pero que todo el mundo
conoc ía más o menos . Y asi anduvieron,algunas
cuadras,por las arboladas cal le s de Belgrano
,hasta
la plaza,para tomar un tranv ía que los llevaría al
centrº de la c iudad .
Mario sint ió que el ru ido de su puerta resonaba
más huecamente que nunca,en su cas ita vacia .
Un sºrdo mart i l lazo de l reloj,recordóle que las
horas pasaban, que su vida pasaba, que é l con todas
las cosas del mundo , con sus amigos , con su s ene
migos, con su s placeres , con sus desencantos , con
sus aventuras de amor e fímeras y fat igosas,y con
sus remordimientos,iban rodando pºr una pen
diente que nadie remontaba .
Pensó que no se habr ía atrevido a dar é l mismo
en la frente pura de Liana,aquel beso que le en
y iaba por intermedio de su padre .
A Ana Lía, la hi j a de Fraser , a la que llamaba
70 H UGO wa s f
Liana,le debía los pensamientos saludables y los
buenos propósitos que de cuando en cuando lo ani
maban : Qué haré Liana en este caso
La muchacha,muy j ovencita
,pero l lena d e buen
sent ido,como dueña de casa que era
,desde hac ía
muchos años,acogía
'
cºn seriedad sus consultas,v
le hablaba como una hermana .
El la escuchaba con fervor .
Era un embeleso el mirarla . Ten ía un color sua
vis imo de rosa,y unos oj os azules como f lores .
Su imagen golpeaba en el cºrazón de los hombres
como el ala de un sueño .
Para qué lo aconsej as,Liana ? le decía su
padre,cuando observaba el coloquio . Antes de
media hora,habrá ºlv idado 10 que le hayas dicho .
Nadie más dóci l que yo a todo consej o con
testaba Mario .
—Así es ; los aceptas, pero lºs pierdes por el camino . S i alguna vez observas alguno
,es para echar
la culpa a otro s i te va mal .
Esa era la verdad . Mario sentíase f loj o ante las
i esoluciones, y buscaba consej os para a f i rmar su
voluntad vaci lante y descargarse de la responsabi l i
dad de sus actos .
No todo,empero
,pod ía confiarlo al corazón fra
ternal de Liana . Esa noche Fraser había hab ladº
con entusiasmo d e una muchacha que hal ló en el
tren ; y Mario ten ía la sºspecha de que era la mis
ma a la que ese día la ch ica que v end ía f lores en
LOS OJOS VENDADOS 7 1
la estacion , le dió en su nombre un ramo de v io
letas .
Imaginábase Mario que aquella emplead ita, pues
tal deb ía de ser,con sus aires de colegiala
,su co
queta boina de terc'
iopelo,su traj e obscurº
,sus ca
bel los cortados en melenita,nerviosa
,sensible a las
impres iones de la vida, escucharía de él un elogio
s in turbarse . Y estaba asechando la ocasión de há
cérselo .
Las palabras de Fraser ha lagaron su vanidad , cº
mo s i ya tuviera algún derecho sobre el la,y se dur
mió esa noche con el propósito de levantarse para
tomar e l tren en que la hal ló . Pero pasó ese d ía y
muchos otros sin verla,y como su espíritu no se
apegaba largo t iempo ni a lºs deseºs ni a las re
soluciones, sólo se acordaba de el la, hablando con
Fraser .
Mario Burgueñº hab ía quedado huér fano de
padre a los quince años,y habiéndose vuelto a
casar su madre,los j ueces resolvieron designarle
un tutºr,y e l nombramiento recayó en Fraser
,
que por aquel t iempo era lo que él l lamaba un
señºr correcto”.
—Yº era“un señor cºrrectº decía
,recor
dando esa época enseñaba química en la Facu l
tad de Medicina,aprendía tonteras en la de Fi loso
fía y Le tras , y m i muj er me engañaba . Cuando
me plantó,cerré los l ibros ; ya sabía demasiadº ; y
dej é de ser un señor correcto .
El padre de Mario hab ía dej ado ricos a su hij o
72 HUGO WAST
y a su v iuda,que resu ltó un partido tentador . Su
segundo marido era un i taliano,pro fesor d e es
grima, que f i rmaba Conde Pi lade B istolfi,un
genti lhombre,con ai res de mosquetero
,baj o un
sombrero aludo,puesto al pairo
, que empuñaba el
bastón como s i fuera una espada,y se levantaba
con pegotina las guías d el bigote . Pero era pet i
c ito, picado d e viruela ; sus ºj os no ten ían e l aire
f iero que él les atribuía y sus bigotes , que desa f ia
ban al c ielo,raleaban como un cepi l lo viej o . So
lamente las cej as respondían a lºs arrestos de l
personaj e ; eran foscas y enmarañadas,con unos
pelos largos, que incitaban a tironearlos .
Fuera de la pedana resu ltaba ino fens ivo .
En los primeros tiempos Mario que v i sitaba a
su madre todos los d ias empezó a aprender es
grima cºn el conde B istol fi. Pero la señora murió
al año de casada,y don Pi lade se largó por el
mundo a dis frutar los pesos heredados .
Cuando años después volvió,ni Fraser ni Ma
rio tuvieron deseos de re fre scar la antigua
amistad .
Se daba más humos de noble ; soltó la espada,pero s igu ió empuñando e l bastón como una tizo
na ; y se volvió a casar, cºn una muj er lind ísima,que empezó a complicarle la vida .
L lamábase Mariana ; había sido modista , pero
qu iso olvidarlo para no ser más que Condesa B istol
fi. Aprend ió muchos versos .
“
L a Rej a” y“
Los
C laveles”, de Cavestany ; el Jardin Sonriente de
LOS OJOS VENDADOS 73
Amores y Amoríos la Hermana agua de
Amado Nervo,y los declamaba en las tertu lias de
sus relaciones,mientras su marido la admiraba,
plantado como una estatua en un rincón .
Fraser,después de muchos tumbos por la vida ,
se anc ló a dos cátedras en un colegio normal,las
que le daban lo su fi ciente para no morirse de sed .
T rasnochaba y con frecuencia asi st ía por curio
sidad a aquellas pintorescas tertu lias de barriº .
En una de e l las,se encºntró con el matrimoniº
B istolfi.
—Anoche he vi sto a don Pi lade re fin o a
Mario y la s coñdesa Mariana te hace e l honor
de invitarte a su casa para esta noche . No fa ltes ;qu iere conocerte . YO vendré a buscarte .
El mayor luj o de la casa de B istolfi, en el Baj o
Belgrano,era el autºmóvi l
,cuyo chº fer se enve
j ec ia a la puerta,y mataba las horas restregando
cºn una gamuza las manij as de bronce,o limpiando
con e l aliento una chapita le esmalte,c lavada en
la portezuela con el .nomograma condal .
Fraser y Mario l legaron poco después de 12S nue
ve, esa noche .
Es aquí lo de B istolfi ?
El cho fer, que estaba prendiendo su toscano en
el farol, no respondió, hasta que el cigarro demos
tró que t i raba bien.
Entren,nomás !
Entraron . El zaguán estaba revestido de mayó
licas verdes, en cuya pintura f lorecían p lantas acuá
74 HUGO wa sr
t i cas d e largos tal los . Una ti ra de al fombra colo
rada cubr ía e l mosai co . La puerta de la sala se
abría sobre el zaguán .
Al menos B istol fi no necesitaba desocupar el dor
mitorio y trans formarlo a toda pri sa en sala para
recib ir su s vis itas,como otras personas .
L a de él era una sala de verdad,con dos j uegos
de muebles acolchífdos,y una docena detembloro
sas sillitas doradas,que helaban e l corazón de l as
señoras obesas . Un piano autºmático,estaba l isto
en un rincón para todo serv 1cw,aun para que la
hermosa Mariana B istol fi,uti lizara su caj a como se
creter.
Una araña de bronce , envuelta en gasas violetas ,para de fenderla de las moscas
,derramaba la luz d e
la mitad de sus bombitas : la otra mitad era de re
puesto .
Cuando entraron Mario y Fraser,se hizo un s i
lencio embarazador y todas las miradas,hasta las de
la si rvienta que servía l icores , se clavaron en el jo
ven,único de los concurrentes que hab ía ido de eti
queta .
Mariana corrio a él,y lo envolv 10 en su charla
como en una serpentina de todºs colores . ¿ No era
B istol fi su padrast ro ? Entonces é l sería para el la
como un hij o . Hacía t iempo que deseaba conocerlo ,para mimarlo . No tenía hi j os , ni ganas de tenerlos
por las grandes responsabi lidades d e la materni
dad ; y luego con la vida tan cara .
Venga Mariº,voy a presentarlo a mis rela
76 HUGO WAST
—¿Y usted no toca nada ? ¡ no lo creo ! ¿ tóque
nos algo,quiere ?
Marianita debe declamar ! insi st ió desde
su s i l la - la senora que l levaba la ini ciat iva de aque
llos pedidos .
claveles de Cavestany !
La Rej a” !
Era un j ard ín sonriente
Cualqu ier cosa de Amado Nervo !
Cada uno de los concurrentes quería luci r su
erudición y reclamaba una poesía dist inta .
Fraser,con voz t rági ca repet ía :
- Umbra !” “
¡ Sub—Umbra l” ¡ Marianita !
¡ All í está u sted hablando !
Alguien se puso a hacer andar el piano,y por
un momento cesaron los pedidos . Man ana alzó los
oj os y miró a Fraser con coqueter ía .
Después d eclamaré lo que usted quiera !
Y se alej ó a repart i r su s sonrisas entre otros con
currentes . El piano en las cuerdas baj as,tenía extra
ñas sonoridades,como d e papel arrugado .
Ciertos
acordes hacian ¡ chaff, chaff !—Marianita se ha dej ad o alguna carta de amºr
al lí adentro,
d ij o Fraser a Mario .
Este de p ront o v ió a su amigo embobad o,mi
rand o hac i a la puerta,y reconºc ió
, en una d e las
j óvenes que l legaban, a la que leía en el t ren un
l ibro d e ! nut Hamsun .
Eran Laura y Matilde,acompañadas de Pulgar
cito,que se perd ía por Mariana B istolfi.
LOS OJOS VENDADOS 77
—Me imagino que ha v ueltº a d ar con su arqiie
susurró Mario al oído de Fraser ¿ nº es
Has vi sto nunca tanta grac ia en una sola fi
gura ? respondió Fraser emoc iºnado . S i yo
tuviera veint icinco años , mi única ambic10n sería
ser su dueñº.
—¡ Viej o fi lósofo ! repl icó Mario , que seguía
con atenc ión los mov im ientºs de las muchachas . l i s
to …para acercárseles . ¿ Reniega d e su fi losofía a
esta hora ? ¿ qué se ha hecho su pesimismo acerca
de la muj er ?
Fraser se d iº vuelta,cºn pena co mo renunciando
a un bien inmenso , en la vis ión de aquella c riatura .
¡ Lo creía invulnerable al amor impuro !
Tºdºs los amores son impurºs , contestó ci
nicamente Fraser ; y agregó con t ri steza : Nº haymás que un amºr inmaculadº
,y es el que
,para nº
profanarlo , escondem os d e nºsotrºs m ismºs .
Como una est rel la =lejanisíma , se encend ió en
Mario la imagen d e Liana ; pero ni mentalmente la
nombró . Segu ía mirando a Mat i lde . Link hab ía
entrado , y estaba con ella. rec ibiendº d el“conde” v
d e la “cºndesa”, un chaparrón de fel ic itac iones por
su nºvia .
Recuerdas a quél los versºs d e S ti l ly Prudhomme preguntó Fraser
,volv iendo a mirarla ,
“Comment fair- tu les grand s amours , petite ligne
d e la bouche . ¿ No parecen hechºs para ella ?
78 HUGO WAST
Basta verla para creer en el alma . La belleza t rans
porta las mºntañas .
—T iene razón,
“viejo d e la mºntaña”; es muy
bonita , pero hemºs l legad o tard e . Ese rub io d e an
teojos , debe ser su nov io .
Mariana cºn el abanico h izo una seña a Fraser .
—Vengan ; quiero presentarlos a estas niñas .
Link se ap roximó a Laura y le d ij o '
—Ese es e l que habló con Noemí , y le compró el
ramo d e v ioletas .
Su v oz era t ri ste .
Laura m iró a su hermana,a quien Mario salu
daba por p rimera v ez,con frívola galanteria
,y no
observó en el la n inguna emoc ión .
Le tocó el tu rno y se lo presentaron al j ºven y
mientras Fraser se alej aba algunºs pasos con
Mati lde . Mario re fería a Laura que muchas
veces la hab ía visto en el t ren,y por un rasgo d e
audacia,l legó a d eci rle
—S in conocerla sabía su nombre ; me lo enseñóla muchachita que vende f lores en la estación .
Laura se puso cºlºrada,notando que Link lo
hab ia oido.
¿ Entonces aquel ramo de violetas fué destinado
a el la,no a su hermana
,y Noemí se equivºcó ?
Link pensó lo mismo,y se alej ó tranqu i lizado ,
imaginándose que Mario Burgueño podría cuamo
rarse de Laura , que bien merecía tener suerte .
Con la experiencia del mundo y cºn la l ibertad
de expres iones que puede permit i rse e l que nada
LOS OJOS VENDADOS 79
pretende y nada espera,en poco tiempo Fraser ga
nó la con fianza de Mati lde .
Una tranqui la y poderosa corriente de a fecto lo
aproximaba a el la, y lo hac ía interesarse por su
v ida .
La han nombrado ya ? le preguntó . Per
m ítame que no la feli cite .
—Todav ía no ; siguen promet1endome que el
nombramiento saldrá de un momento a otro ¿ Y
por qué no me fel i ci taria ?
Tiene mucho empeño en ser maestra ?
Mati lde sonrió apenada .
—Tengo mucha neces idad,
dij o baj ando la
—En otros siglos repli có Fraser los hom
bres vend ían e l alma al diablo . Ahora se hace un
trá f i co parecido : una maestra es una niña que ven
de su alma al Estado,y de tºdos los modos de ga
narse la vida que han dej ado los hombres para el
uso de las muj eres , ése es el más mezquino y el másfatigoso .
—Y sin embargo,
contestó du lcemente la jo
v en, yo me alegrar ía de consegui r e sa mezquindad .
¡ Pobrecita ! Usted ha podido creer en las pinturas que hacen de si mismos lºs pedagogos . Perº
el pedagogo es un señor a quien le ha ido bien en
la feria . Hay dos maneras de andar en coche : una
en el pescante y ºtra adentro . El pedagogo va
adentro,y dej a el pescante a sus camaradas .
80 HUGO wasr
—¿ Por qué me desanima ? d i j º Mati lde dul
cemente .
—No intento desanimarla,sino preveni rla
,para
que salve s i nº sus i lu siones , por lo menos su
alegría .
¡ Mi alegría ! exclamó la j oven con una ex
presión que conmovió a Fraser .
Este la mi ró fi j amente,como s i qu is iera demos
trarle, sin hablar, que pod ía con fiar en él . Pero el la
no agregó nada,y él prosigu ió
—H oy he visto a los n inos de una escuela j ugan
do en un prado,cerca de aqu í . Ten ían palas y aza
das , aros , y pelotas y daba gusto verlos tan alegres ,con sus alegr ías s in motivos . La úni ca persona tri s
te, era la maestra . Resignada y aburrida,su actitud
contrastaba penosamente con la de el los . El maes
tro,tan elogiado en nuestro t iempo
,es el buev a l
que se le doran los cuernos y se le cubre de f lores
para el sacri f i c io .
—De todos modos,
contestó Mati lde,
s i me
nombran no duraré muchº tiempo en el puesto .
— Ya sé ; me han di cho que está de novia ; ¿ es
verdad ?
—Si, es Y no v ivi remos en Buenºs
Aires .
Ali ! exclamó desolado Fraser . ¡ Esº no
me alegra !
Matilde se echó a rei r .
Se les aproximó Link,resplandeciente
,disipadas
las dudas que engendrara en su espíri tu aquel ramo
LOS OJOS vennanos 81
de violetas, ante la indi ferencia con que su novia
hab ía mirado a Mario,y la asidu idad de éste , que
atend ía a Laura .
Fraser lo miró como a un enemigo , y lo fel ic itó
con voz alterada y gesto hosco º
Tiene buena mano para elegir compañera,m i
amigo !
Una señora golpeó con su abanico e l brazo del
si l lón,para imponer s i lencio
,porque iba a cantar
una romanza,un hermano del tenor Anselmi
,
”
e l
del Colón” ; y después declamaria la dueña de casa,Y en e fecto
,Pulgarcito l legaba d e las piezas in
teriores con un libro de tapas coloradas .
¿Que le busco ? preguntó a Mariana, que
estaba pálida y se miraba las uñas .
—Búsqueme “Rei r l lºrando”
Ah,qué l indo
,qué lindo ! exclamó Pulgar
cito,hoj eando el l ibro . Viendo a Garrick actor
d e la Inglaterra ! . ¿ Sabe Marianita que en este
primer verso hay muchas erres y muchas kas ? ¡ Pe
ro su boca lo du lci f i ca todo !
Cállese,y sópleme
,cuando me corte ! res
pond ió Mariana saboreando el pi ropo d el mu
chacho .
El hermano d el tenor Anselmi anunmo el t ítu lo
de lo que iba a cantar
—“Qui te fait s i severe ? por Massenet .—¡ NO
,no
,no ! exclamó una v iejecita desde un
rincón ¡ que no cante eso ! ¡ que cante“T om a a
Surríento
82 H UGO wasr
Mario aprovechó ese momento,en que la aten
ción de todos se f ij aba en otra parte,y aproxi
mándose a Mati lde le preguntó :
Le dieron mis violetas ?
Mati lde se ruborizó,y para evitar que él prosi
guiese, le contestó rápidamente
S i ¡ grac ias !
El sonrió de su timidez,y se alegró de que va
hubiera entre e l los un secreto .
Í IUGO WAST
Era tamb ién escuela,porque al l í enseñaba a leer
a Soledad , una j oven gal lega, que la serv ía pºr pocosueldo, con tal de que l a admitiese con su hij ito
de meses .
En un entrepiso cºnt iguo , al que descendía por
un pasi l lo en escalera, hal lábanse las otras depen
d encias en su casa, el comedºr v e l cuarto de su pa
d re. S in ser elevado el alquiler, constituía una per
manente pesadi lla en la humilde existencia de L l a
na . Vivía pensando en él,y pocas veces lograba pá
garlo con puntual idad .
Con la vida modestísima que l levaba, comendose
el la sus prºpios vest idos y ahorrando en todo, el
sueldo de Fraser y alguna otra cosa que a veces
re forzaba sus entradas,hubiera podido al canzarles.
Pero su padre,cuando sentía dinero en e l bºlsil lo,
se volvía rumboso,como en los t iempos en que fué
ricº y conv id aba a algún co l ega , y bebía champagne .
Después volvía a su casa con los Ojºs chispean
tes,no atrev iéndose a mirar a su hij a
,que lo per
donaba siempre,s in es fuerzo
,que lo habría perdo
nado aunque hubiera comet ido un del ito,y se hu
biera presentado ante sus oj os temblando baj o su
crimen .
H i j a mía ! ¿ Por qué Diºs te ha beebo tan buena ? ¿Quiso que fueras desgraciada ?
Liana le endulzaba su s remordimientos,lo ser
moneaba un poco , y lo soltaba arrepent ido , prome
tiéndºle enmendarse
LOS OJOS VENDADOS 85
Pero como no tenía miedo de pe rder e l carino de
su Liana , no se corregía .
¡ Somos as í los hombres ! con fesaba con c i
nismo . Prºmetenios por amor pero sólo cumplí
mos por miedo .
Ese día Liana había puesto su despertadºr en 18 5
cuatro ; tenía una montaña de cºsas que hacer , pero
estaba animada para el trabaj o,y el aire fresco v
húmedo,aligeraba su pensamiento . Su lamparita
de querosene alumbraba poco,y tenía que acercarse
a el la para acabar bien su del i cada labor . El calºr
del tubo encend ía su tez,tan fresca
,que en vano ,
all í con la luz al lado,se le habría buscado la a fren
ta de una arruga .
S i n embargo , Liana tenía grave s congoj a s y lamayor no era su pobreza . S i hubiera tenido que
ex plicárselas a algu ien ; si hubiera debido hacerle
a un hada un pedido,no habría condensad o más
que en una fórmula aquel lºs vagos anhelºs que
de pronto la hacían levantar la cabeza de su la
bor,y f i j ar sus oj os en el aire
,pers igu iendo visio
nes que ningún pintor era capaz de interpretar
S i mi madre viviera !”
Esa era su espina dolorosa . ¿ Por qué se había
muerto su madre ? ¿ cómo ? ¿ cuando ? ¿ dónde estaba
su tumba ? ¿ quién podía contarle de el la otras cosas ,a más de las que le contaba su padre ?
Un vez , al sal i r de misa, sola pºr entre un corro
de gentes , que la miraban , oyó a su espalda—Esta es la h ij a de Beatriz Bolando ,
86 HUGO wasr
T al era el nomb re de su mad re, y ai o í rlº sintió
una extrana conmoción . Hacía quince anos que su
madre había muerto . ¿ Por qué, pues , hablaban de
el la como s i estuviese v iva ?
Interrogó a su padre,lo V io pal idecer ; aceptó
su s embrol l ada s expl i cac iºne s pero s igu io espe
rando,que un día u otro sucediera algo que no sá
bía cómo descr ib ir , su ceso fel i z o desgrac iado , tan
grande que llenaría su vida , tan grande que s in ocu
rrir l a estaba l lenando ya de inexpli cables anhelos .
Agachó de nuevo su cabeza sobre su costura . Ese
día,con su padre comería en casa de Mario , lo cual
la ilusionaba como una f iesta . Quería estrenar su
vestido nuevo , d e primavera , y debía conclu i rlo .
Tenía también que buscar f lores para armar un
sombrero de paj a . Cualquier compra le l levaba mu
cho t iempo,porque no se decidía s i no estaba cierta
de que en otra parte no hallaría nada a mej or
precio .
Aun no había amanec ido,mas no estaba cansada ,
aunque esa noche velaron hasta muy tarde,porque
Mario comió con el los y les h izo una larga sobre
mesa . El la entraba y sal ía del comedorcito,y sor
prendía t rozos de conversación que la intrigaban .
Hablaron mucho de una muj er,sin nombrarla
,y
Mario ponderó su bel leza .
cEra una muj er que él conocía , que él trataba
?
¿ era una desconocida que viera de lej os , en alguna
reunión ?
Liana prestó oído,pero no pudo enterarse
,y se
LOS OJOS VENDADOS 87
acostó pensando en ello . Se imaginaba que cual
quiera que fuese su belleza y su c lase , si a María
le había caído en gracia , muy poco le costaría ena
morarla . Entre los hombres que conoc ía, no halla
ba ninguno que reun iera las cual idad es seduc toras
de él . la elegancia, la fuerza, la riqueza , la bºndad .
¿ Pero era bueno , de veras, o su bondad nº era
más que pereza y egºísmo ?
Alguna v ez , resent ida con el j oven pºr sus lar
gas ausencias lo j uzgó con du reza .
Pensó que era incapaz de hacer un
'
daño, de
tener siquiera modales desabridos,pºrque eso lº
ºb l igaba a hacer algo . Sospechó también que era
incapaz de un serv i cio ,que le costara una violen
cia ; y si l legaba a hacerlo , era a destiempo .
Se imaginó que Mario era discreto,y guardaba
sus j uicios , y no acu saba a nadie, por no sus
citar cuestiones . Pero tampoco defend ía a nadie .
Mas cuando Liana,l legaba a pensar así de su
amigo no consentía en sus pensamientos,tachábase
de imusta y lo excusaba hi lando delgadas ex pli
caciones .
S i tuvi era un hermano , seguramen te no lo querría más que a él . Ansiaba conocer su vida ; cono
cer sus d ías,y conocer sus noches
,y conocer sobre
tºdo su corazón .
¿ Le gustaban las mujeres bºnitas ?
S i era así , ella .
Tomó la lámpara y se acercó al espej o . ¿ Cómo
88 HUGO WAST
era el l a ? ¿ s ería mej or , seri a igua l s i qu iera , a aque
lla muj er de que hablaban ?
Baj o e l crudº resplandor de la lámpara , Liana
estaba tan l inda que sint ió un mov imiento de vani
dad . En ese momento se habría animado a pregun
tarle : ¿ Es mej or que yo ? Y s i no es mej or que yº
¿ por qué te gusta ?
Se abrió la puerta del palomar y entró Fraser ,
que se detuvo es tát i co,v iendo a su h ij a fren te a l
e s pej o,con la lámpara en l a mano .
La muchacha se turbó cºmo s i la hubiera sor
prendido en una mala acción .
—Sent i e l ru ido d e tu máquina y me desperté .
Mi h ij a trabaj a m e dij e la acompañaré .
¿ Te mirabas al espej o ?
Liana besó a su padre,le arrimó una si l la
,y se
puso de nuevo ante su labor . Fraser comenzó a
deshoj ar las rosas,tranqui lo
,espiando una opor
tunidad para lo que ten ía que deci r.
Se sentía infin i tamen te cu lpab le . Llegaba de l
c lub . Había pasado la noche j ugando,mientras su
h ij a lº cre ía dormido ; y con tan mala suerte , que
perdió 10 que para él signi ficaba una fortuna . Sen
t ía la cabeza enturbiada,por el al cohol bebidº a pé
queñas dosi s . Liana lo había besado,y é l no le d e
volvió el beso por no apestarla con su al iento de
beodo .
—Ya dej a d e l lover d i j o la niña , ext rañadadel si lencio de su padre ha l lovido toda la no
che . ¿ senti ste , papá?
LOS OJOS VENDADOS
Por los resquicios de la ventana se colaba e l ai re
ci to mat inal,que a fuera barría las nubes . Se des
garró el cenic iento capuz del c ielo , y en el retazo
límpido como un cristal azul,bri l ló e l incomparable
d iamante de Venus .
L a estrel la del alba ! exc lamó Fraser
abriendo la ventana.
¡ Oh ,si la conºzco ! respond io la j oven .
volviendo a su trabaj o s in mirarla,como si se tra
tara de una amiga f ie l , a quien no resentiría por
esto .
—Muchas veces me ha acompañado . Tú,pá
pá,no la verás nunca .
Nunca ! Solamente hov ,que me he levantadº
temprano . ¿Tienes dinero , Liana ? Necesito c in
cuenta pesos .
Liana meneó la cabeza sonriendº .
Veinte pesos ? . ¿ diez pe sos ? . ¿ no t ienes
nada ?
—Nada , papá . ¡ Yo te iba a ¿ No te
pagaron aver ?
—Sí , si ; tenia una deuda atrasada,el sastre .
—¿ Y todo lo diste ? ¿ no has dej ado nada para
la casa ?
—Creí que mi Liana tendría algunos ahorrºs .
Por qué creíste eso,papá ? preguntó el la
alzando los oj os de su costu ra y mirando a su pa '
dre, con tan hºnda expres ión de reproche , que Fra
ser balbuceó turbadº :
Todo es menti ra ! Hoy me pagarán,y te trae
té el sueldo íntegrº .
go HUGO wasr
—Me has asustado . Debemos tres meses de al
quiler, y nos echarían s i ahora no pagásemos y yo
senti ría abandonar mi palºmar,desde donde v eo el
cielo . ¡ Mira !
Por encima de las azoteas,más allá d e los j ard i
nes d e una quinta soberbia,de dueños desconºce
dos , se d iv i saba un s ec tor d el horizonte , que el a lb a
teñ ía d e un morado episcºpal . Venu s se ad orm ía ,
sobre el raso del cielo,y por el otro rumbo
,hu ían
las nubes tormentosas . En la veleta mºj ad a
de una torreci l la el sol enarboló un gallardete de
l lamas .
—¡ Hoy me pagarán ! repl i có Fraser
,mi rando
sin ver las hermosuras del d ía naciente .
Estaba resuelto a desacred itarse un pºco más a
los oj os d e Mario . L e repugnaba pedi rle dinero .
Cuidaba el bol sillº de su antiguo pupi lo,a qu ien
acosaban sin piedad los “
pechadores” y quería que
su palabra tuviera autoridad .
Pero había l legadº a una terrible encrucij ada , yno le quedaba más que ese camino ; a menos que
pre fi riese escribi r a Mario : “T e dej o a Ana Lia ;
que sea tu hermana 0 tu muj er” ; y pegarse un t i rº .
Más de una vez lo había pensado pero conse rva
ba en su miseria algún resplandor de ideas rel igio
sas,y se rebelaba contra solución tan cºbarde .
Más val iente y l ea l con su h ij a sería confesarl e la
verdad,y enm endarse .
No bien sal ió Fraser del cuarto de Liana, entró
Soledad . En sus brazos,su hi j i to sonreía como un
alba .
9 2 HUGO wasr
—Me d iº veinte pesºs respond io la gallega ,relumbrándole los ºjos de codicia . Era toda su fºr
tuna y la guardaba cas i intacta en el fondo de una
canasta d e mimbre,dºnde estaba su aj uar y el d e
su hij i to .
¿ Nunca te mandó a la escuela ?
—N O tenía t iempo .
—¿Y te dej ó l legar a lºs veint ic inco años s in que
aprendieras a leer ?
Así fué .
¡ Y era de tu sangre ! S i yo criase una chinita
recogida en e l umbral de la puerta, y la h iciera ser
v irme y no le pagara ni le enseñara a leer ¿ no d iría
tu tío que los ri cos somos gentes s in entrañas ?
Soledad asentía,s in comprender el pensamiento
de Liana .
La j oven decía los ri cos pon iendose la mano
sºbre el pechº . Aún siendo pobrísima,y trabaj andº
d esde el alba con su intel igencia,y cºn su s manos ,
sentíase de casta senorial,con sus de fectos y su s
vi rtudes,y se enorgu l lecía de ese patromonio de
dignidad y de cultura que le venía de lej os .—Ayer en el mercado
,cuando fui a hacer las
compras , en un puesto o í que hablaban de usted , ni
na Liana,
dij o Sºledad .
En qué puesto era ? interrogó Liana,ind i
ferente , haciendo sonar el cascabelito a la orej a
del niño .
En la pesquería .
—Hablarían mal de mi, seguramente , ºbservó
L iana con tri steza . Desde hacía algunos meses de
LOS OJOS VENDADOS 93
bía un piquito, y su si rvienta no compraba al lí , por
no exponerse cada d ía a las vociferaciones de due
nos que no comprendían cómo podía no tener a
veces d iez centavos en su ca rtera .
No hablaban mal,ni b ien : hablaban de su ma
má,como si estuviera v iva .
Liana se puso mortalmente pál ida y se echó a
temblar . Entregó el niño a Soledad,le tomó la car
til la, y cuand o hubo serenado sus nerv ios , la inte
rrogó
—Dime, Soled ad , ¿ qué dec ían de mamá ? ¿ Por
qué hab laban como si estuviera viva ?
Al deci r esto Liana j untaba las manos , en una
actitud de súpl ica que sorprendió a la gal lega ,
El sol entraba a torrentes . Liana cerró los posti
gos para que Soledad no observara su turbamón
Qué decían ?
—NO sé repet i rlo,no oí bien .
Acuérdate , Soledad l . ¿ qué decía ?
—Cuando yo pasé dij eron :“esta es la si rvienta
de Ana L ía ; s i su madre viera e l desamparo en que
viven,volveria .
Eso dij eron ? ¿ qmen dij o eso ?
—Una v iejecita, que l levaba un chi cuelo , para
que le portase la canasta .
—¿Y no te acercaste a ºir?
—Me acerqué,porque la señºra me llamó .
Ah
La j oven sentía que su cºrazón estal laba . ¿ Por
qué las gentes hablaban de su madre cºmo si aun
viviera ?
94 nueo WABT
Has estadº un día entero s in cºntármelo !
¿Qué más dij o ?
—Me habló de usted ; que la veía los domingos ,en misa ; que la hallaba trans formada, mej or que
de niña .
Ay ! ¿me ha conoc ido d e n iña ? Habrá cono
cido también a mamá .
—Así parece . Volvió a decir que s i su mamá la
viera, volver ía . Y yo le contesté : la niña L iana no
t iene mamá ; su mamá se murió hace much os años,cuando el l a tenía apenas dos . L a viej i ta nomecontestó ; me pareció que sonreía . Pagó su compra,y se fué detrás del ch i cuelo que l levaba su canasta .
Has estado un día entero s in contármelo !
repit ió Liana, s in atender a las excusas de Sole
dad . Se levantó muy nerv iosa,y se puso a arreg lar
su cama . La gallega la miraba sin penetrar las ra
zones de su agitación .
No le digas nada a papá ! ¡ Por Dios, Soledad ,ni a nadie !
—NO lo d iré a nadie .
—Y el domingo iremos j untos a misa,y me mos
trarás la viej ita .
—Como usted mande . niña .
Con esto sal ió,dej ándola sola . Al cerrarse la
puerta, Liana soltó el plumero, y descolgó un retra
ti to de su madre,y lo miró intensamente .
Aquellºs ºjos hermosísimºs,aquella boca son
Lºs OJOS VENDADOS 95
riente y cruel (¿ por qué había sent ido siempre en la
sonri sa de su madre un dej o de impiedad ? ) aquella
frente atºrmentada,por un alma ¿ dón
de estaban ? ¿ Donde su padre decía reducidos a
polvo en un_
rincón del cementerio de Capi l la de l
M onte,en Córdoba ? ¿ Pero s i era verdad eso pºr
qué hablaban de ella,como si viviese ?
Cien veces, cada año, su padre le contaba deta
l les d e la muerte de“ aquel la santa Los Oj ºs d e l
pºbre hombre se llenaban de lágrimas los años,no
atenuaban la emoción que su nºmbre le produc ía .
¡ Beatriz ! Pero no la nombraba nunca .
Un d ia L iana descubrio entre un tajo de cartasViej as
,una atu5 16n a el la :
“ tu hij ita Beatriz leyó .
Papá,has tenido otra hij a ?
Entonces yo me llamo Beatriz ? ¿ por qué me
has camb iad o el nombre ? por qué no nas querid o
que me l lame como mamá ?
Qurén te ha dich o ? ¡ te l lamas Ana L ia !respond ió su pad re irunciendo e l ceño .
—¿Y esta carta .
Fraser arreba tó la car ta d e manos de su h ij a , y
tuvo un acceso de furºr, que la aterrorizó . N unca
mas volvió a tocar los papeles de su padre .
Después de almorzar . Fraser se fué a Belgrano .
No tenía más remed io que beberse aque l mal trago,
y pedi r ayuda a su ex pupi lo, a quien siempre había
96 H UGO Wa st*
escºnd ido por vanidad , el desastroso estado de sus
f inanzas .
—S i vo a frontara estas humi l laciones pºr amor
de Dios,
pensaba i ría camino de santidad .Pe
ro lo hago por Liana,y renegando d e l a nece 51dad
que me obl iga a hum illarme .
Cerca de la casa de Mario, encontró a B istol fi,que iba a comuni carle que su muj er acepta5a la in
v itación para esa noche .
Pºr lº visto Mario no quería estar sºlo con Lia
na y cºn Fraser,y los reunía en su mesa con aquél
par de aventureros .
En otras c i rcunstancias Fraser resentido hubiera
pegado la vuelta v se habría ido a l club a d esaho
garse ante una mesita d e poker y una botella d ecagnac .
Bistolfi lo cogio del brazº,con gesto arrogante ,
pero le cedió la vereda,y empezó a devanar consi
deraciones f i losó f i cas,sobre toda suerte d e temas,
cazados a l azar . Fraser lo escuchaba,compasiva
mente y le respond ía, sin quitarse e l c igarro de la
boca .
—¡ Perº hombre ! le dij o ¡ usted no puede
hablar s ino en serio !—Desde niño he sido así ; mi muj er pre fiere los
versos y las f ie stas .—Por eso me gusta más su muj er que usted .
—¿Verdad , eh ? Generalmente gusta más el la .
que—Especialmente a los hombres .
LOS OJOS VENDADOS 9 7
Bistolfi echó sobre Fraser una mirada recelosa ,pero lo v ió tan absorto en chupar su cigarro
, que
se tranqui l izó , y dij o suavemente :—YO no sabía que a usted le gu staban lºs ver
Oh,mucho ! ¡ qué hermosºs son los versos !
Cualquier verso ?
Cualquiera ! para mi es indi ferente !—Y que le gustan las f iestas .
Oh las“
f iestas ! dij o con rabia,machacando
entre los dientes la punta d el cigarro ¡ cómo me
gustan las f iestas ! ¡ sobre todo las f iestas religiosas !
Las f iestas rel igiosas ? exclamó escand ali
zado B istolfi . Y añad ió con én fas i s : Yo sºy ant i
cleri cal : he estudiado f i loso f ía con Ard igó . ¿ lo
conoce ?
Psh ! de vista .
De vista ? ¿ ha estado usted en I talia ?
—No ; cuando él vino por aquí .
Pero s i no ha venido nunca !—Entonces no lo conºzco .
—YO he estudiado filºsofía con él , y nunca estaréde acuerdº con usted .
Ya me parecía ' repl i có Fraser sonriendo
aliv iadº . pero no me atrev ía a manifestárselo .
De pronto pensó : ¿ S i yo lo sab leara a éste, en
lugar de Mario ? ¡ al toro por las aspas !
Y empezó a hablarle de la revolución social,que
constituía la mayor preocupación de Bistolfi .
Antes de ser burgués,había gritado contra e l rey
9 3 HUGO wa sr
y contra el Papa,y renegado d e su abolengo de
conde .
Pero la fortuna que se le entró por la ventana,con su primer casamiento
,modi ficó sus ideas .
S igu ió gritando contra lºs papas,pero dej º de
gritar contra los reyes,y pintó coronitas condales
en toda su vaj i l la .
Sabe que d e un mºmento a otro los sºcialista!
van a decretar el paro general ?
Qué intranqui l idad !—L e van a compli car la vida
,conde . ¿ no ha
oído algo de éstº ?”
—S í ; algo le he oído a Pulgarcito,el hermano
de Mati lde Garay.
Fraser hizo una mueca .
—¡ Dejémosla a Mat i lde ! A usted no le convie
ne el paro general ¿ nº es verdad ? . N o podrá te
ner el automóvi l a la puerta .
Cierto ¡ qué pertu rbación !
Hacían ya su últ ima cuadra de camino,en si len
cio , algo resent ido Bistolfi de la aspereza con que
le repl icaba Fraser cuando éste se detuvo,y le di j o
mirándolo en los oj os,sin pestañar :
—L e van a compli car la vida . ¿ quiere salvara la patria ?
B istol fi echó atrás la cabeza,se retorc io las ame
nazantes guías del bigote , y respondió resuelta
mente
Cómo no !
Tiene trescientos pesos ?
H UGO WAST
Indudablemente !
Mariana y u s ted ? ¿ nadie más d e su s relaciones ?
—Nadie más,a menºs que mi muj er disponga
otra cosa .
Esa noche se sentaron sei s,alrededºr de la mesa
oval del j oven anfitreón. Herácl ito Cabral se agre
gó a últ ima hora , muy bien acºgido pºr Mariana ,
que veía en su d isplicencia y en su pal idez rasgos
d e ari stocracia .
Liana l legó conmovida todavía por las palabras
que le dij era Soledad esa manana . Hubiera interro
gado a Mario, de hal larlo solo y dispuesto a oírla
con seriedad y a hablarla con franqueza . L e habría
hecho bruscamente la pregunta, que le zumbaba en
los oídos , desde hacía t iempo : Por qué las gentes
hablan de mi madre , cºmº si estuviera v iv a Perº
Mario no estaba dispuesto para esas conversacio
nes .
Cuando V IO l legar a l matrimonio B istolfi,Liana
midió de pies a cabeza a la muj er,que venia é s
plendorosa y l lena de mohines .
¿ Sería esa la muj er que ºyó ponderar a Mario v
a su padre la noche anterior ?
Mario , que notó aquel recelo de la j oven , le dij o
en voz baj a :
Quieres ver tu retrato pintado por M istral ?
Por Mistral ?
—¡ S í !
LOS OJOS VENDADOS
Fuerºn los dos a la pieza contigua , que era e l
escritorio . El tomó un libro y en un sit io marcado
con lápiz la hizº leer.—Lee más fuerte, L iana ; quiero oírte .
Y la niña leyó : Mireya estaba en los quince“años . Cuestas azu les de Fuente Viej a , col inas de“Baus
,l lanuras de la Crau , vosotras no habé is vis
to j amás otra niña tan l inda . Su rostro cando
roso y f rescº ten ía un hoyuelo en cada mej il la ; y“su mirada era un rocío que di sipaba tºda pesa
dumbre, más pura y suave que la luz de las estre
llas . ¡ Ah ! S i dent ro de un vaso de agu a hubie
sei s vi sto tanta gracia,tºda de un sorbo os la há
briais bebidº !"
Ana Lía alzó los oj os y preguntó sonriendo
Te parece que yo soy asi ?
Mario le tomó el l ibro y con casta emocwn la
besó en la frente .
—¡ Vamos ! le dij o sintiendose puri f icado por
aquella dulzura . ¡ nos están esperando !
Esa noche Liana se du rmió tarde,cuando su
estre l la dec linaba en e l cie lo purísimº . Cerró los
postigos , para que la luz del alba no la despe rtase
demasiado prontº,y se entregó al sueñº
,que pobla
ría su cabeza de vis iones imponderables .
¡ 04 HUGO wasr
j o,al que le tocaba el turno de ser le ído en ese día.
A veces don Pedro se despachaba concienzudamen
te dos diarios en veint icuatro horas , y esº lo com
placia,aproximándolo a la edad contemporánea ,
S i tuviera más t iempo ! suspiraba .
—Tomá tu mate,Pedro le d ij o misia Presen
tación,desde el umbral de la puerta ¿ no está
muy dulce ?
Don Pedro suspendió el barrido y d iº unas cuan
tas chupadas .
Era pet izo,gordo
,cºn carnes frías y lustro
sas . Para salvarse de la calvi cie que lo amena
zaba, s iempre se pelaba al rape,con lo cual su ca
beza parecía una bola d e cera,per forada por dos
cuentas azu les .—Está en su punto ; dij o don Pedro conclu
yendo su mate .
—Pu es sabrás, Ped ro, que hay mo ros en la cºsta .
Moros en la costa ?
Don Pedro miró a uno y otro lado,s in entender
la metá fora .
A esa hora marchaban apresuradamente a sus
tal leres 0 a sus o fi cinas los obrerºs,los empleados
,
las muchachas,cºn las caras regocij adas por el es
plendor del d ía.
Las campanas de la iglesia l lamaban a misa,y
las palomas de la torre,volaban a posarse en m itad
de la cal le .
Una vaca suelta caminaba por l a vereda, oli scan
LOS OJOS VENDADOS
do las ramitas de los ligustrºs, que f lorecían a lo
largo de las aceras .
Dónde están los mºros ? preguntó don Pe
dro,y misia Presentación tomándole el mate
,dió
el chupetón de gracia, para agotar lo que él hubiese
dej ado , y se sonrió con mali cia .
Parece mentira que estemos en Buenos Aires !
¡ Una vaca suelta ! y allá cuatro o c inco ºvej as dur
m iendo al sol en medio de la cal le .
No te agrada eso ? ¿ no te recuerda los barrios
de nuestras ciudades prºv incianas ? En Barce lona
c i rcu lan cabras lecheras por las calles centrales, y
en otras c iudades de Europa maj adas de pavos con
ducid os por una pastoreita . ¿ No es pºético esº ?
YO no he estadº en Europa,pero .
Misia Presentación le cortó la palabra .
Entonces deseas saber dónde están lºs mo
ros ? ¡ En tu casa hij o ! He sorprendido una con
versación de Link con Laurita . Parece que Mario
Burgueño,ese j oven que conocieron vez pasada en
lo del conde B istolfi se interesa pºr el la y él se lo
quiere traer .
Don Pedro se quedó con la bºca abierta .
—Dicen que es muy rico : ¿ no ?
Muy rico ! asintió misia Presentac ion,cc
rrándose el escote, pºrque pasaba un grupo de
obrerºs .
Prensa” L a Nación” ! voceó un
v endedºr de diar ios,y d on Ped ro recºgió el suyo
que Olió cºn verdadera gu la .
HUGO WAST
parece muy entus iasmado . Link se lº
decía anoche a Laurita.
Muy entusiasmado ' repit ió dºn Pedro, re
construyendo en su memoria la f igu ra de aquel buen
mozo que una tarde l lamó a la puerta de su casa,buscando a Link
,y provocó los apurºs de misia
Presentación, que corrió a descolgar la rºpa ten
dida en la cuerda,y a qu itar del paso una me
d ia t ina cºn agua de j abón .
Pero esa vez Mario no fué de vi sita y se re
t i ró dej ando, un mensaj e para Carlos Link, encuya amistad andaba .
¿ No es verdad , Mati lde, que Mario Burgueñoestá muy entus iasmado con Laurita ?
Mati lde sal ía en ese momento,apurada a tomar
su tren . Todavía aguardaba el nombramiento,pero
ya había dej ado de pensar en él,y los viaj es los
hacía cºn ese pretexto,pero en real idad para en
contrarse cºn Mario en la estación del Reti ro,don
de cambiaban algunas palabras .
Ante la pregunta de su madre, se puso colorada .
—¡ YO qué sé, mamá !
Sabes que va a veni r de v isita ?
Los labios de la muchacha temblaron vi sible
mente, al preguntar .
Cuándo ?
Guárdame e l secreto : anoche tu novio le con
taba a Laurita que se lo iba a t raer . ¿ Pero cómo
no vas a saber esto ?—De veras
,mamá
,no sabía .
1 08 HUGO WAST
d ía despertaron sus primeras sospechas . Me lo ha
dado Noemí” expl i caba ; y como Laura sabía que
la chicuela de la estación no regalaba sus f lores ,comprendió que su hermana ha5ía aprendido a
ment i r.
Ese fué el comienzo de la culpa de Mati lde : es
conder sus pensamientos de las personas que la
amaban y podían alumbrarle el camino .
Pero ¿ cómo habría pºd id o d ecirle a L ink : 01
v ídeme,porque nunca podré quererlo como usted
me quiere” ? ¿ Cómo habría podido contar a su ma
dre que aquel mozo, cuyas visitas anunciaban, no
i ría por Laura,sino por el la ? ¿ Y cómo habría po
dido con fesarles que lo que estaba ocurriendo en
secreto,lo que el los mirarían cºmo una trai ción ,
era la i lu sión ardiente de toda su vida ?
¿ Pero era realmente una trai ción ? ¿ no era l ibre
de amar a qu ien el la qu i siera ? ¿ qué cu lpa tuvo,pues
,en abri r su alma virgen a aquel amor noveles
co y dominador ?
Hacía mi l años que aguardaba una de aquel las
palabras de amor que Mario le d ij o,sin que el la en
contrase respuesta .
Se sintió trans figurada,como una t ierra nueva
abierta por el arado,y puso todo su empeño en im
pedi r que él ad ivinase hasta qué punto la conqmstó .
'
Cada mañana,Noemí le entregaba un ramito de
violetas,sin añadi r palabra
,pero sonriéndose con
mali cia ; y ya sabia el la que esas f lores eran e l pen
samiento cariñoso de Mariº .
LOS OJOS VENDADOS
No digas nada,Noem í !
Subía a su tren, Huyendo de las miradas de las
gentes . Se acusaba de escandalizar aquella alm a
t ierna ; pues si Nºemí hac ia mi sterio , era porque
ad ivinaba un amorfo que debía esconderse .
Su propia mentira,engendraba otras mentiras en
las almas ajenas . A veces,volviendo a su casa
,arro
j aba las f lores por la ventani lla,procurando que ca
yeran en sit ios dºnde las hierbas crecían frescas V
tupidas,v hubiera otras f lores
,para que su pobre
ramito no se marchitara tan pronto .
Pero ºtras veces,no se animaba al sacri f i cio
,y
l legaba turbada y ruborosa,ex cusándose :
“me las
dió Noemí”.
Comprend ía que Laura dudaba . Quizás estaba
celosa .
La idea de que Laura podía enamorarse de Ma
riº encend ía más su escondida pasión y la ºbligaba
a mayor dis imulo .
¿A dónde iba por esos caminos tortuosos ?
Ignoraba su destinº. Era cºmo una hoj a muerta
en alas del viento . A veces creía en Mario ; a veces
dudaba . ¿ Por qué la había elegido , é l que era due
ño de amar a las bri l lante s muchachas de l gran
mundo ?
¿ Sería para e levarla hasta él , según hab ia sona
do ? ¿ sería para perderla ? Ahuyentaba de su espi
ri tu estas cuestiones,porque su conciencia
,im
placable y nít ida , le respºndía condenando su secre
to : Habla ! Con f iesa tus angustias a tu madre,a
I O HUGO WAST
tu hermana, a tu pobre novio, que se mira en ti !”
No tuvo ánimo ; era t ímida y le dol ía hacer pa
decer a otros
Comprendió que nunca se atrevería, y que su mi
serable comed ia terminar ía en un gran dolor. Llegó
hasta pensar que s i contaba a Mario sus torturas ,tendría lást ima de el la
,y se alej aría para dej arla
que se cumpl iera su vulgar dest ino,y se segu irían
amando de lej os .
Qué dulzura encontraba en esta solucion !
¡ Amarlo s iempre , ya que no era dueña de olvidarlo ,y saber que é l también la amaba en s i lencio, y que
a toda hora su pensamiento podria con fundirse
con el de é l ! ¡ qué dulzura !
Casi todas las mananas hallábalo en el tren,en la
estación 0 en alguna cal le vecina al Retirº. El se le
aproximaba sonriendo,y el la lo aguardaba tem
hlorosa .
Cambiaban algunas frases tr iviales y precipitadas
y se alej aban como dos cómpli ces , que fraguan un
del ito . A ella la emoción le cortaba la palabra .L O
que el la le hab l aba podia oirlo todo el mundo ; sólo
debía esconder lo que sentía, aquell as sensac iºnes
misteriºsas que la desvelaban , y la tenían horas fin
giéndose dormida .
Minutos después,esa manana
,lo halló .
—Carlos Link me ha compromet ido a ir a su
casa .
—Ya sé ; mamá acaba de contármelo : ¿ de'Ve
ras va a i r ?
HUGO WAST
Mario con alguna vaci lación repit ió su frase,te
miendo que el la aceptara la propuesta .
L a muchacha tardó un rato en contestar . Recor
dó que en los primeros t iempos,Laura tuvo la i lu
sión de que Mario la festej aría ; y que el la misma ,por quemar sus naves y cerrarse la puerta de toda
esperanza,la induj o a creerlo .
Se imagina5a la sorpresa de su madre y el sarcas
mo con que Laura acogería la noti cia de que Mario
iba ahora a su casa pºr la que tenía en e l dedo e l
ani l lo de Link ; adivinaba el in f inito dolor de sunov iº, y no tuvo corazón para aceptar .
¡ No vaya ! ¡ Todav ía no vaya !
Mario sonrió , como un j ugador que ha ganado
una buena partida .
“Todavía no”,dij o la j oven
,dándose un nuevo
plazo,esperando que el t iempo le traería la solu
c ión . Ignoraba cómo ; y aún s i se ponia a pensar,descubría las compl icaciones que cada minuto apor
taba a su problema .
Pasaba por impetuosa y resuelta ; su madre de
cia d e el l a que era un torbel l i no ; s u s modal e s dec i
d idlots , su cabeza alt iva , su palabra sobria y clara ,denunc iaban una vol untad cons cien te y ñrme .
¡ Nada d e eso ! Era cobarde y t ímida . Para
avanzar en los t rances d i f ic i les , necesitaba que
una gran pasión le v endase los oj os .
—I ré a pedirla,
dij o Mario cuando usted
me mande .
Se desp id ieron , y ella cruzó la plaza del Reti ro ,
LOS OJOS VENDADOS t i ;;
sin saber adónde se di rigía, cegada por la luz de
aquella promesa,agitada por e l dolor y e l amor,
pero,en medio de todo , fel iz , creyendo que estaba
en su mano la clave de su s ensueños .
Llegaría,pues
, una hora feliz en que las puertas
del mundo se abri r ían ante ella . Sabría lo que há
bía más al lá de su hºrizonte, más allá del amor de
su casa,más al lá de la pasión serena y limpia de
su novio .
Ese d ía,en el almuerzo, su madre , que no cabía
de entusiasmo,volvió a anunciar la V i sita de
Burgueño .
Mati lde no alzó los oj os del plato,por m iedo de
hallar lºs de Laura .
Pulgarcito le d ij o en secreto,con risita mordaz :
—Matild ita ¿ no es cierto que toda buena acc ión
merece recompensa ? ¿Qué le v as a d ar al gringo
Link,s i te lo trae ?
Mati lde se puso colorada ; su hermano hab íaadivinado su aventura . Cuando se levantaron de
la mesa,le supl icó
Por Dios , Pulgarcito ! ¡ no me hagas esas bromas !—¿ H e dado en e l c lavo
,hij ita ? Pºr m i nadie
sabrá nada . YO guardo los secretos ajenºs, para
que otros guarden los mios .
“Con la vara que mi
d iéreis seréi s medidos”. ¿Qué santo ha dicho es
ta verdad tan pro funda ?
Mati lde sonrió tranqu i l izada y contenta .
—¿Qué secretos tienes, Pulgarcito ?
HUGO WAST
El mozo esp io a su alrededor,y viendo que nad ie.
podía escucharle,dij o
Quiéres que salgamos una tarde en auto
móvi l ?
Los dos ? ¡ encantada !—¡ NO ! ¡ Los cuatro ! ¡ Tú , él yo y
Mati lde se puso seria,y cortó al l í la conver
sación
No seas loco !
Se quedó preocupada : ¿ qu ien sería ella? Recor
dó a Mariana B istol fi, que coqueteaba con Pulgar
cito y se horrºrizó d e que en el corazón de éste hu
b iera l legado a engend rarse e l deseo d e asociar
su h ermana en la cu lpa d e ta l conqu ista .
Eso le produj o un desencanto . Pulgarcito tenía
una b ruta l experiencia de la vida,y crud amen te ia
h ab ía puesto en presencia d e la real idad . N o se
le ocurría que Mario Burgueño pudiera buscar a
su hermana,para ºtra cosa que para una aventu
ra pasaj era ; y s i no se rebelaba contra semej ante
pensamiento,era porque e l mundo estaba hecho
así .
Y todºs los que la miraban con la emomoa que
susc itaba su bel leza,pensar ían de el la lo mismo que
Mario Burgueño , lo mismo que su prºpio hermano .
Le entró un in f inito deseo de l lorar,y de con fiar SU s
inqu ietudes a algu ien . Se fué a su cuartº y se sen
tó en un rincón . Algunas lágrimas rodaron por sus
mej i l las . Oyó los pasos de Laura y se enj ugó los
oj os . S i su hermana la hubiera hablado con cariño
r1 6 HUGO WAST
naba absorto en sus preocupaciones ; pero al lado
d e el la se transfiguraba y hasta parecía elegante .
Noemí lºs vió l legar,y no se les aproximó . Con
eso Mati lde experimentó el remordimiento de ha
berla hecho su cómpli ce en una falta .
Se sentaron j untos,el tren part ió
,y Carlos Link
empezó a hab larle d e cosas que no f i j aban la atención de su compañera .
En el río terroso, anchº como un mar
,las olas
p icadas por la bri sa , reventaban en rulos de es
puma ; y en las toscas de la ori l la,las gaviotas
se espulgaban al sol .
Las miradas d e la j oven rodaban melancóli ca
mente sobre las aguas .
Oia con indi ferencia las palabras de su novio .
La grat itud la conmovía un momento,y luego su
espíritu se l lenaba de vis iones extrañas . Sus i lu
s iones de niña, vagas como la pintura de un sueño ,se persegu ían ante sus oj os
,en la in f inita l lanura .
¿ Cuándo las alcanzaría ? ¡ Estaba qu izás de Diºs
que no fuese nunca !
¡ A ratos comprendía esa verdad ! ¡ S i pudiera
matar su imaginación,y sumergirse en las realida
des humildes,para las cuales había nacido pºrque
era pobre !
El tren en f i ló un viaducto .Div isábase en e l
baj o las calles as faltadas,más negras que de cos
tumbre, los techos de las casas , bri l lantes a l sol ,las huertas remozadas
,y en los j ard ines las hoj as
de la s primeras rosas sembradas al pie de lºs tº
sales .
LOS OJOS VENDADOS 1 1 7
—H a l lovido toda la noche,
d i j º Link .
Cuando era chico,la l luvia me adormecía ; ahora
me desvela y me hace pensar en usted .
Estas palabras susurradas a su o ído,estreme
cieron a la muchacha . A ella también la despertó
la l luvia ; durante horas sintió la música del agua
en el patio,en los caños
,en la cal le, t rans forma
da en un torrente ; pero su pensamiento vagaba le
jos de su novio .
No obstante quiso halagarlo y respondió—Yo también me desvelé .
No se animó a prosegu i r,lo miró cariñosamente,
una mirada supli cante,para que no la obligara a
enganarlo. Pero él no podía comprender,y quiso
re cºger de su s labios palabras más dulces .
—¿Y en quién pensaba ?
Mati lde lo miró de reoj o .
En quién había de pensar ?
En mi?—Es c laro .
Oh , Mati lde ! No puede imaginar lo que me
impresiona esa palabra tan simple,y cuánto más la
quiero . Todas mis luminosas fantasías de niño
son turbias , como el humo , al lado de usted , que es
mi resplandec iente i lus ión .
—¡ Pobre Carlos ! exclamó ella palmeándole
la mano .
—Realmente : hay quien piensa que un gran
amor es una gran desgracia .
—NO dice eso el ! empis,
repl i có el la sºn
i r8 HUGO WAST
riendo . No hay cosa más dulce que el amor,ni
más fuerte,ni más cierta
,ni más alegre
,ni más
cumplida , ni mej or en el c ielo , ni en la t ierra .
El la escuchaba embelesado describir e l amor
con aquellas vehementes palabras ; y ella que lo
vió trémulo de pasión,le preguntó
—S i u sted cree que un gran amor es una grandesgracia ¿por qué me qu iere asi ?—¡ NO sé ! Es la más bonita de cuantas muj eres
he vi sto ; pero no la quiero por esº . Ni porque
es la más dulce,y la más f ina y triste .
—¿ Triste ? mterumpió el la sorprendida .
me halla tri ste ?
—S i,s iempre
,un poco tri ste . ¿ Por qué ?
—Yo no sé .
—Pero no la qu iero por eso, que es una gracia
más ni la quiero por su cºrdura, ni por su resolu
ción,ni por su bondad ni por lo que todos ven en
usted que vale , y que yo veo más que ninguno .
—¿Y por qué me quiere , entonces ?
He nacido para el lo ! Un amor tan grande
no tiene razón .
—“
j Amor dulce y fuerte ! repi t ió e lla .
“No hay nada mej or en el c ielo ni en la tierra”
y preguntó con ansiedad . ¿Me querrá s iem
pre?
. ¿ Cualquier cosa que suceda ?
Mati lde ! Rodaría hasta el fondo d el abi s
mo,dºnde caen las muj eres que se pierden y yo
iria a buscarla .
Los oj os de la j oven se l lenaron de lágrimas .
HUGO WAST
la ºla de gente apresu rad a que cruzaba el hallsonoro d e la gran estación .
Afuera e l cál ido bronce de la T ºrre de los In
gleses forjaba las horas , desparramando sobre laciudad la vibración de sus armoniosos mart i l lazos .
La send a torcida
Llegó al colegio deslumbrada aún por las ard ien
tes palabras de Link . ¡ Quién pudiera incend iarla
con un amor du lce y fuerte !
Pero un encuentro casual,bastó para poner de
nuevo su corazón en la pendiente de los anhelosculpables .
Conversaba con Velarde en la secretar ía . Nº
habia buenas not i cias para el la,y él le in fund ía
esperanzas con palabra a fectuosa .
—Su nombramiento,señºrita
,no aparece . Pe
ro tal vez no tardará .
Mati lde no cºntestó y él compadecido,se animó
a decirle—Hay una vacante de dact i lógra fa en mi secre
taria ; ¿ si u sted la qu isiera .
Mati lde se ruborizó,y contestó con dolor
—¡ Démela ! ¡ Ya sé para qué sirve mi diploma !
—El mundo está mal hecho, senon ta .
Cuando puedo ºcupar esa vacante ?—Hoy mismo ; ayer se produj o y si tardara
,se
1 22 LOS OJOS VENDADOS
di fundiría la noti cia y tendríamos cien pedidos de
ese puesto .
Tantas hay como yo ?
Miles y miles ! Este es el aspecto más extra
ño de l a cuestión social ; e l desamparo y la mise
ria de lºs intelectuales .
Velarde producía la impreswn de un alma des
encantada del ideal, que adivinaba y compartía las
penas de los otros .
—Cuando usted qu iera,señorita
,podemos co
menzar.
Mati lde se qu itó el sombrero y los guantes y se
sentó delante de l a máqu ina de escribi r .
En ese momento el ordenanza anunció un vi s i
tante .
Velarde la leyó en v oz alta : su tarj eta
Ana Lía Fraser ! Miró a Matilde,que al
ºir ese nombre alzó rápidamente la cabeza . ¿ La
conoce ?
A el la no,senºr ; conozco al doctor Fraser .
—Debe ser hij a de él . Hágala pasar,
dij o a l
ordenanza .
Entró Liana turbad ísima,balbuceando un exor
dio , visiblemente preparado , para excusarse por
veni r sola , a una di ligencia que sorprendería al
señor secretario .
E ste la atend ía d e pie, y Matilde , sentada ante
su máquina , no perd ía ninguno de los gestos de la
toven .
I 24 H UGO wasr
Ambas cual idades debían ganar su S impat ia,v
preguntó cºn interés
Su papá la ha autorizado a esta di l igencia ?
—N O,señor papá nada sabe .
Ya me parecía !
Por qué ?
—Porque de ser así,él que hace una hora entró
a dar clase,me habría advertido ; y usted seño
ri ta,no habría l legado tarde .
Tarde ?
—Ya la vacante está l lenada,
respondió Ve
larde pesaroso y Liana no fué dueña de su gesto .
Esa muchacha . es la nueva dactilógra fa ?
—S í .Liana se puso de pie . El secretario quiso alentar
la con una palabra amistosa,pero nada se le
ocurrió . El parecía más intimidado que el la .
—¿ Y si l legara a produci rse otra vacante ?
Velarde mº vió la cabeza .
—¡ NO digo hoy ! agregó apresuradamente la
jºven . Ni hoy ni manana . YO no tengo apu
ro . S i más adelante,cualqu ier día
,se produj era
otra
—Yo le haría avisar con su papá,
respondió
el secretario .
—¡ NO
, no ! El no vería bien mi pedido . Me
pondría t rabas ; ta l v ez se o lv idaria,y yo vºlv ería
a l legar tarde .
No me imaginaba,
respond io sonriendo el
LOS OJOS VENDADOS
secretario que el doctor Fraser fuera un hom
bre de prej u i cios .
—Asi es .
—Pero no importa . S i ocurriera una vacante ,yo mismo iría a avi sarle .
Bueno ! exclamó Liana tend1endole la ma
no,para se llar e l pacto .
Valiente muchacha ! pensó Velarde v ien
dola sal i r ; y volvió j unto a Mati lde .
También ésta había oído el nombre de aquella
j oven en boca de Mario y de Fraser ; y hasta de
Laura, que un d ía la vió acompanad a de su padre .
Mati lde recordó la malic ia con que su hermana
le d ij o
Se llama Ana L ía y le d icen Liana ; te pre
vengo que es muy bonita .
Por qué me lo previenes ? se atrpwo a con
testar ; pero Laura se puso a reí r y no seexplicó .
Aun antes de saber como fuese la hij a de Fra
ser, ya Mati lde sent ía contra ella una mezquina
prevención . Comprend ía que la repel i a sin mo
tivo . Liana era tan pobre com o el l a,y quizás más
humilde ; pero al cºnocerla,hal lóla digna de M a
rio, y comprendió que pºdía d isputárselo . Y con
esto se desvaneció su propósito de rºmper la pe
ligrosa amistad de aquel hombre .
La mirada que L i ana le d irig1 0 ,cuando Velarde
la l lamó por su nombre le reveló que la conoc ía .
l 26 H UGO WAST
¿ Pero qu ienes hablaron de el la ? ¿Mario 0 Fraser :
¿ y qué dij eron ?
Mati lde estaba segura de haber sorprendido en
los oj os de Liana,una luz de admirau on y d e
celºs .
—Señorita ¿ está distraída ? Dos v e
ces le he dictado la frase y no la ha escri to .
Estas palabras del secretario la volv ieron a la
real idad . Abandonó los pensamientos ociosos y
malsanos y se puso a trabaj ar .
Cerca de mediodía entro el doctor Fraser, que
se quedó sºrprend ido, viendo a la j oven ante la
máquina .
—¿Usted aquí ? ¿Ya la nombraron ? ¿ Se ha
equiv ºc ado el ministrº y la ha hecho dact i lógrafa
en vez de maestra ? Consuélese,Mati lde ; no es lo
peor que pºd ía sucederle . Habrá qruenes la en
v id ien .
Mati lde sonrió s in atreverse a contestar,y se le
v antó, porque la campana anunciaba la hora d e
sal i r .
Pocos minutos después,se mezcló animosamen
te en la turbulenta multi tud de niñas y de mucha
chos que l lenaban pat ios y galer ías .
—H e estado a punto de tomar ºtra dacti lógraf a
doctor Fraser dij o el secretario,no bien la jo
ven se fué .
—¡ Ninguna mej or que ésta ! exclamó Fraser
con extraño fervor. Necesi ta el puesto,y en
parte alguna estará mej or que a su lado . Usted
1 28 HUGO WAST
nas, por erróneas que sean ; y gustaba de sal i r con
él , después de las clases .
Velarde recogió sus l ibrºs que hoj eaba en el
tranvía . Fraser miró los t ítu los .
¡ S iempre con Rusia !
¡ All í está la aurora del mundo !—Aurora boreal repl i có Fraser .
' Llamas
en medio de la noche . El oso cambiado de due
ño,pero lo conducen con el mismo bozal y el mis
mo lát igo del “Padrecito el ! ar”.
—Es un terrible experimento,doctor Fraser .
Pero de todo ese dolor saldrá la verdadera igual
dad . f l&'ºf .
Ah ! ¡ Si ! ¡ La igualdad d el hambre . ¡ Cien millones de mendigos
, que t ienden las manºs al mun
do,sería una indiscut ibl e expresión de d emocra
cia, s i no supiéramos que sus amos se enriquecen .
—Desgraciadamente es así respondió Velar
de . Nuestras ideas no han engendrado ni un
Franci sco de Asis,ni un Padre Damián . La ban
dera roj a cubriría e l mundo,s i tuviéramos un so
lo santo . Pero a nuestros apóstºles los seduce un
banquero,cuando no los engatuza una bai larina .
Busque la razón ! contestóle Fraser .
Alguna causa tendrá ese fenómeno .
Sal ieron j untos . El día era húmedo y t ibio . La
lluvi a d e esa noche había lavado el as falto de las
cal les,y formaba charquitos en las depresiones del
terreno,en aquel la viej a plaza remozada por la
primavera . Las moscas volaban en las manchas de
LOS OJOS VENDADOS 1 29
sol,baj o los árboles
,y en los senderos de lºs jar
dines los caracoles trazaban su huel la plateada .
Gritos de niñºs y cantos de páj aros animaban
la cal le .
Velarde aspi ró con gu sto e l ambiente sut i l y
per fumado,su imaginación asoció la hermosura
del d ía a la paz de su conciencia ; pensó que el
mundo sería un para íso cuando todos creyeran lo
que él cre ía, y miró con amor la pesada mole del
ed i fi cio,donde quer ía enseñar la nueva rel igión .
Apretó el brazo de Fraser , y le d i j º señalándolo
Como puede ser escépt ico o pes imista un
maestro honrado ?
—Yo no soy un maestro honrado ; respondió
Fraser yo sov un maestro Ciruela .
Usted no cree en la escuela ! Ya no es la fe
la que transporta las montañas . Es la escuela ,L a
nueva humanidad todo se lo debe al maestro .
Fraser acogió con una sonrisa complaciente
aquel l i ri smo .
—Todavía usted no conoce la vida . L a huma
nidad nuev a t iene la edad de Babi lonia . Todo lo
que usted siente de bueno,y a lo sentía el Rey Da
vid ; y lo que yo s iento de malo , sentían lo mis abue
los antid iluv ianosf de cuyas culpas Dios tuvo quelavar al mundo . ¡ Todo es tan v iej o !
La escuela es nueva ! repli có Velarde.
No la escuela de Pestalozz i deí sta,ni de Sarm ien
to que iniciaba sus clases con un padre nuestro,ordenaba a los maestros que enseñaran a los me
1 30 HUGO WAST
j ores alumnos a ayudar a misa . Lo nuevo es la
escuela atea , que nos dará la verdadera l ibertad
espiritual .
La l ibertad d e Trotsky y d e Lenin ? d ijlº
Fraser guiñando el oj o . Déj eme pre ferir l a
Inqu isi c ión!—Cuando la luz se haya hecho en todos las cºn
ciencias , todos tendrán la misma fe y el mismo
ideal . El maestro moderno renovará la faz del
mundo y nos dará la paz .
—¡YO no creº en los pedagogos ! repl i có Fra
ser. Saben cuántos decímetros cúbicos de ai re
puro necesitan lºs pulmones de un niño en cada
aula , pero no saben lo que neces ita e l alma de ese
niño . L os pedagogos han muerto la alegría, por
que la alegría es hi j a de la humi ldad , y el pedaº'ogo es fatuo .
Fraser hablaba con una contenida i rritac ión ,molestado por la noti cia de que Liana había ido a
gesti"
5h ar un puesto,revelando así las apreturas
en que vivían , por culpa de él .
Se detuvo y dij o golpeando a Velarde,amistosa
mente en el hombro :
—¿Qué habrá pensado usted de la gestion de
Ana L ía ?
Que es una muchacha de criterio y val iente .
Y de m i, ¿ qué habrá pensado ?
Qué podía pensar,s i el la me contó que usted
ignoraba su di ligencia ?
—Liana es como todas las muj eres ; quiere te
1 3 2 HUGO W AST
hablado,pero no me d io t iempo . La persona que
él esperaba, acababa d e l legar y é l le sal ió al en
cuentro . Era Mati lde Garay ; hablaron un rato
animadamente y tomaron el mismo tren .
Liana sal ió del comedor,y Fraser no la s igu io ,
fast idiado con la noti cia .
Cuando'
el la volvió,adivinándola apenada
,le di
jo amorosamente :
Pobre,h ij ita mía ! ¿ querías trabaj ar por ayu
darme ?
Liana que tenía e l pensamiento en otra parte ,preguntó—Esa mwehaicha está de nov ia , ¿ nº es verdad ?—Creo que si ; con Carlos Link .
LO cºnoces a él ?—S í , un poco .
Papá !
Qué ?
—NO le cuentes lo que he visto .
—¡ No, no !
Ni me hables a m i nunca más de Mario !
Fraser se puso a rei r de esa espontaneidad , y
para d isipar el malhumor de su hij a la besó en lºs
oj os l lenos de lágrimas . Pero quedó preocupado
y pesaroso de haber puestº a Mario Burgueño enlos caminos de Mati lde Garay.
L a noti cia de Ana L ía no era la primera que
l legaba a sus oídos . Demócrito Cabral aseguraba
haberlos hal lado en el tren con caras de cómpl i ces.
y si Fraser resistióse a creerlo,ahora tenia que
rendi rse a la verdad .
Los OJOS VENDADOS 3 3
Su larga experiencia no lo dej aba i lusionarse ,acerca de los propósitos de Mario y de l probab le
f inal de la aventura . El creía conocer a fondo a
Mati lde,habiéndola encontrado
'
varias veces en
casa de Bistol fi. Estaba seguro de que su vºluntad
no era f i rme y entera,según parec ía
,y que sus
ímpetus y sus reso luciones,eran resultado de su
imaginación ardiente y de su temperamento mór
bido . Estaba también segu ro de que el la misma
ignºraba su f laqueza,porque todºs pond eraban su
valentía para a frontar la vida ; y esa ignorancia
agravaba el peligro .
Conversando con el la,había observado la falla
de su educación .
Era aún como un vaso de agua cri stal ina que un
hombre honrado podía beber ; pero su espíri tu em
pezaba a enturbiarse con el humo de las vanidades .
Ya se iba cansando de mendigar aquel nombra
miento que nunca llegaba .
Su corazón estaba tendido cºmo un arco hacia
los goces del mundo .
¿Quién podía echar sobre el la toda la culpa , s ien ese estado espi ri tual una mano audaz tocaba
el arco y soltaba la f lecha ?
Esa tarde , a la hora de la siesta,Fraser fué a
casa de M ariº,resuelto a hablarle como un padre .
No quería ni pensar que Mati lde podría mal
decir un d ia las palabras con que él habría ponderado su gracia .
1 34 HUGO W a sr
Mario v iv i a en una cal le tran sversal , arboladad e t ipa s , cuyas ramas se en trel azaban d e vereda
a vereda :
A su sombra se sentía el per fume de un bos
que, pero Fraser , que envidiaba a Mario su cal le ,ese día no le prestó atención .
Estaba en la puerta Dositeo,el gal lego que ser
v ía de mucamo al j oven .
—Creo que duerme . dij o .
Toda la casa yacía en una reposada penumbra .
Fraser l legó al escri torio,aguardó unos minutos,
y cuando se iba a meter de rondón a las piezas
interiores,como sol ía
,volvió el criado cºn sus
anchos mo fletes rasurados,l lenos de obsequiosas
arrugas .
—Dormía de verdad,como que anoche se acostó
muy tarde . Di ce que tenga a bien aguardarlo .
Fraser gi ró sobre sus talones y se pusº a exa
minar los cuadros en las paredes,pinturas trivia
les,cabal los
,perros . automóvi les dirigidos por
muchachas , una bañi sta sentada en la punta de un
muelle,el “Vértigo” de Etcheverry, y cosas pºr
el esti lo .
Nada ha aprend ido !— murmuró Fraser,ha
ciendo una mueca . LO que le gustaba a los diez
ocho años,es lo que hoy le gusta .
Pocos l ibros habia en aquel escritorio de per
sona s in preºcupac iones l i teraria s . Fraser tomóuno en rústi ca
,de l hueco del so fá .
—¡ Naturalmente l exclamó . Tenía que
1 36 H UGO WAST
s intio que en sus entrañas germinaba un mal de
seo por aquella muchacha , no hab ló más de el la .
Dejó de i r, con la acostumbrada frecuencia,a
casa de F raser . Temía una pregunta ingenua de
Liana,una sonrisa maliciºsa, una mirada tri ste .
La cºnoc ía muy sagaz , y no era imposible que algº
supiera de su aventura . Tenía la sensación de que
la hij a de Fraser , t rocaria su viej o cariñº fra-ter
na! por el amor de novia,cºn sólo que é l d i j era
una palabra . ¡ Cómo le pesaba haber marcado su
frente intacta cºn aquel beso que no era de her
mano y que e lla no olvidaría !
Ese pensamiento enfriaba sus bríos de conquistador, hasta que un d ía se encogió de hombrºs
,y
se dij o : Cuánto se reirían de m i, s i adivinasen
que estoy como el burro de Buridán, que se mu
rió de hambre y de sed por no saber decidirse entre
un atado de pasto y un balde de agua !”
Y se largó cuesta abaj o .
Era experto en tales campañas,y no tardó en
observar el punto vulnerable del carácter d e Ma
ti lde . A él que tenía todas las seducciones d e su
casta , de su pos ic ión y la sagaoid ad d e aquel“sagrado egoísmº
”
, con que resolvía la cuestión ;que hizo perecer al burro f i lósº fo ¡ qué fáci l le
ser ía entrar en aquella alma desorientada y novelesca l
El pudor cerraba los oídos de la jºven,a toda
palabra audaz ; pero Mario se guardaba d e pro
LOS OJOS VENDADOS 1 3 7
nunciar las palabras audaces, que podían delatar
su propósito . Era suave y gentilisimº,y el hast ío
de su corazón cohnado,di fund ía en sus modales
una tri steza di st inguida, que lo hac ía interesante
como un misterio .
“Sus oj os según las sut i les palabras de l sal
mo observan al pobre,y le arman emboscadas
en secretº,como un león desde su escondrij o”
En vano e lla qui so di simular lo que sentía ; sus
mismos inocentes arti f i c ios , descubrieron su amor ,y un d ía él tuvo la certeza de que los muros de
j eri có habían caídº,y que la invencib le ciudad
estaba a su merced .
—¿Y Fraser e legía aquel la oportunidad para ir a
verle ?
No tenía duda : Fraser le hablaría de el la . Su
primera inquietud,al rec ibi r e l anuncio de su vi
s ita,se había calmado
,cuando sal ió media hora
después .
Fraser dormía en el si l lón,la copa vacía en la
mano,y e l cigarro apagado al borde del ceni cero .
El j oven se le acercó de punt i l la s . H abituándo
se a la oscuridad,surgieron ante sus oj os las l íneas
fatigadas de aquella f i sonomía vir i l e inte ligente .
El labio inferior caía en un gesto cínico y dolo
roso ; los párpados descoloridos , la barba mal afei
tada , las mej i l las f lácidas, la f rente hollad a pºr los
malos pensamientos,pero dist ingu ida y con golpes
de luz , eran e l retrato de aquel la alma ex trawada,
todavía con el cuño de Dios,como una viej a ºnza
r38 HUGO WAST
de oro, que conserva la gastada e f igie d e un gran
rey .
Mario tuvo lástima de su amigo,y lº palmeó
cariñosamente,y lo reprend ió, para desviar, s i era
posible,la conversación que temía .
Qué noche habrá pasado,v iejº !
Fraser abrió los oj os , con fundido,y contestó
amargamente
—Hay noches que i luminan muchºs días . Dime
cómo pasas las noches y te d iré lo que piensas .
— Pero ese princip io suyo,no vale en su caso ;
porque usted v ive abominado de sus obras .
—Porque yo no vivo como piensº.
“Deterioro
sequor”
.
—¿ Y por qué no amolda sus costumbres a sus
princip ios ?
—¡ Qué he de amoldar nada, hij o ! ¡ Me conten
to con salvar la ropa ! Pierdo mi vida pero salvo
mis princip ios .
Qué bien hace su propaganda !—Es el único orgul lo que me queda . Mario ; v
no quiero perderlo . Eso sign i f ica que mi alma no
está c iega todavia . ¿Y la tuya ?
Mario se sen tó en un s i l lón a tre s pasºs d e Fraser , y con e l s i lencio intentó demostrarle que no
estaba dispuesto a las con fidencias y menos a los
sermones .
Cómo está tu alma ? insistio Fraser .
Está seguro,
contestó Mario con seque
HUGO WAST
Fraser bostezó . Se echó una copita de cognac ,y encendió otro cigarro
, que sacó de un armarito
de caoba cuyos secretos conocía como los de la
l i corera .
—La vida de un hombre de esprit dij o
bostezando,y M ario cuyo fast idio crecía
,lo inte
terrumpió cºn sarcasmo—¡ Como Ud !—¡ S í como yo ! . Sería tristísima
,s i no ex is
tieran los tontos .
Los tontos como qu ien ?
¡ Hombre ! como tú , que nos divierten cºn
su s sal idas del pentagrama . ¿ Cºn que ahora en
cuentras que a mi palabra le falta algo ?—Si, la autoridad del ej emplo .
—Hay quienes t ienen autoridad,teniendo de fee
tos . Y hay quienes son unos in fel i ces,a fuerza d e
perfección . ¿ T e niegas a ºi tme pºrque no soy
per fecto ? ¡ Pero alma de Dios ! ¡ S i no hablaré
de m i !
—¿Qué va a deci rme ?
—Voy a hablarte de Mati lde Garay .
Mario pestano , como si recibiera una pedrada en
el pecho .
—¿Qué t iene que deci rme de el la ?
¡ Ya lo adivinas !
S i así lo cree,podría ahorrarse las palabras .
—YO te puse en mala hora frente a el la . Des
pués d el dolor , nº hay en la t ierra nada tan santo
LOS OJOS VENDADOS 1 4 1
como la hermosura . Creía que tu corazón lo senti ria de tal modo
,que se puri f i caría de tºda tor
peza .
El suyo lo sentía así ?
—Porque el m ío lo sentía,y porque no creo
que e l tuyo sea peor, pensé que se levantaría si
quiera una pulgada sºbre el barro . Pero me e qu i
voqué . Ni el sol,ni la hermosura , se pueden mirar
s in peligro .
Mario no contestó . Recostado en el si l lón,mi
raba el techo,alisándºse cºn ambas manos el lac iº
cabello oscuro .
Fraser lo contemplaba cºn dolor , esperando una
palabra que se lo mostrara,como lº creía
,egºísta
por pereza,pero no malo
,y capaz de vibrar con
una sincera emoción d e j u st ic ia .
—¿Y a esto ha venido ? exclamó el j oven
,
por f in .
Creía cºnocerte mej or !
Quiere que acabe por tenerle miedo a su s
vi s itas ?
—¿Y tú qu ieres que me remuerda eternamente la
conciencia , por no haberte conocido , y por haberte
la presentado a esa pobre muchacha ?
¡ Pobre , pºbre b ¿ pero qué está supºniend o
—S i me equivoco en un ápice, rectificame. Te
ha gustado .
—¡ Cómo no había de gustarme , s i a usted
HUGO “'
A S T
Fraser con un ademán de amargo desdén, le cor
tó la palabra .
—Te has dej ado encandi lar pºr ella . como una
lechuza por la luz de un altar . ¿Qué piensas há
cer?
¡ Nada ! no pienso nada .
¡ Eso es cierto ! L O que he querido preguntar
te es otra cosa . ¿Qué estás haciendo , sm pensar
de tu v ida y d e la v ida d e el la ? ¿ Sabes aldónd e l a
llevas ? ¡ Qué has d e saberlo, si ni s iqu iera sabes a
dónde v as !
Mario se incorporó herido por e l desprecio d e
tales palabras .
—Usted que viene a hablarme con el énfasi s d eun pro feta .
¡ No ! vengo a hablarte con la lealtad y la du
reza de un padre . S i tu corazón no es cºmo el d e
una momia, vas a senti rlo sangrar y vivi r, y v as
a comprenderme .
—Ya no estºy en la edad en que .
Pobre niño !—No estoy d i spuesto para lºs consej os de nadie .
—Es que debes estarlo , si has de segui r vivien
do en el mundo .
—¿Y s i no qui siera oír lºs d e usted ?
—Sería porque estás resuelto a una in famia .
Crea de m i lo que quiera ! Yo no debo cuen
tas a nadie ; soy l ibre , y s i en mis relaciones con esa
muchacha l legase a todo .
A qué llamas todo? ¿ a casarte con e lla ?
HUGO WAST
cidad de un hombre no se amasa cºn la desgracia
de cien muj eres .
Por cºbard ía y desdén hacia las cuest iones que
le obligaban a un es fuerzo,Mario no qu iso di s
cutir más .
Tiene razón ! exclamó con una voz en que
Fraser no percibió un timbre de impenitencia .
Sºy un bribón ! ¡ qué le voy a hacer !
¡ En buena hora esa con fes ión, h ij o ! res
pond ió Fraser enternecido Tu alma sangra ;tu concienci a está viva .
Y le tendió lºs brazºs . E l joven se dejo abrazar
s in efus ión,y agregó :
—Hace un año que preparo un v iaj e a Eurºpa
Me mandaré a mudar ¿ no le parece ?
No hallarás nunca mej or oportunidad ex
clamó Fraser encantado .
—¡ Buenº ! ¡ ya está resuelto ! Antes de quince
dias estaré a bordo .
¡ Cuéntame algo d e mamá !
Liana había observado en su padre una s ingu lar
inquietud , que databa de un mes atrás, desde un
d ía que rec ibió una carta del ext ranj erº . El la
siquiera alcanzó a v er la es tampil la .
Qué notic ias le traj o aquel sobre , º qué dºcu
mentos v inierºn en él , la muchacha no podí a ni si
qu iera imaginarlo .
No sabia que su padre tuv iera negºc iº s cºn gente
de otrºs países .
Cada v ez la. ex i stenc ia d e los dºs se iba redu
ciendo ; ella tenía pocas amigas , y ningún paricn
te ; y él , se encontraba cºn muchºs hºm bres al d ia ,
pero en su corazón nº les guardaba afectº.
¿Quién podia, pues d e lejºs inf lu i r en el ánimº
de su padre tanto como para que perdiera su buen
humor ?
Aunque su fo rtuna no daba indicios de mej o rar.
nº eran asuntºs d e dinero los que preocupaban a
s u padre esto lo ve ía en el despego con que él ma
nejaha sus recursºs, como s i hubie ra perd ido la no
c ión d e su valor o la i lusión de viv ir .
H UGO WAS '1'
—¿Qué te pasa, papá ? le d i j o un dia ¿ es
tás enfermo ?
—NO,h i j ita .
Estás más pobre entonces ? quieres que bus
quemas una casita más barata ?
F raser acaric ió a la muchacha ; se sentó retenién
dole la mano , y le d i j o mirándºla en los ' oj os
Quieres mucho a tu padre , L iana ?
Oh,papá ! ¡ mucho
Y si tu padre te hubiera hecho vivir baj o la
sombra d e una mentira atroz , y un día descubrie
ras la verdad ¿ lo seguirías queriendo ?
L iana pensó que aquel las palabras incºmpren
s ibles pod ían referi rse a su madre ; pero no se
atrevió a alud irla,y respondió temblando :
—NO te comprend o,papá ; la verdad verdadera
es que te quiero cºn toda e l alma
Fraser la oyó con lágrimas en los ºj ºs. le besó
las manos,y no habló más .
Cuand º ll egó el dºm ingo,L iana fué a m isa a
la hora en que sol ía i r la anciana, que una v ez dij o,delante de Soledad
,la ext raña f rase : Si su mad re
la v iera .
Al sal i r de misa,L i ana la halló algunas veces , s in
atreverse a saludarla,para entrar en relaciones . Se
imaginaba,sin embargo
,que el la conºcía algº de su
v ida, d e su niñez. de lºs años que aparecían en la
memoria de Liana como envueltos en una nube . Pe
ro ese d omingº no la encontró y lamentó su ausen
cia. U na muchacha amiga se le acercó
H UGO WAST
te la muchacha . S i queremos l legar tempranº
a las carreras—NO qu iero que vayas le contestó él con in
explicable terquedad .
Papá !—NO quiero que vayas . I rás otro d ía .
—¿ Qué dirán d e mi ? M e aguardarán—Avísales que no vas a i r .
El tono,los gestos
,la mirada
, el calor encen
dido,mostraban que en aque l hºmbre acababa d e
produci rse un cambio fundamental y v iolentº.
—¡ N O quiero que vayas ! repit ió dºs o tre º
veces más,y como Liana corriera a su “palomar"
,
y se echara llorand º en la cama,her ida por aquel la
cólera sin sentido,é l no la detuvo y se sentó solo
a la mesa .
A l día s igu iente él parec ía no recordar la es
cena ; pero el la permanecía tr iste y amedrentada .
Los a fanes y las preocupaciones d e que estaba
l lena su vida,hubieran conclu ido por disipar en la
m ente d e Liana lo ocurr ido ; pero otro suceso f i jó
su atenc ión en aquel apel l ido f rancés que su padre
parecía conºcer y odiar .
Subía e lla en e l ascensor de una gran tienda ,cuando observó que una señora
,arrogante y her
mosa,la miraba intensamente .
¿ Dónde había visto Liana aquellos oj os ?
Instint ivamente la sigu ió . La dama parecio ol
v idarse de e l la , y se dedicó a sus compras ; pero
LOS OJOS VENDADOS 1 49
Liana no acertaba a alej arse,absorta en su pen
samiento : ¿ La conocía de antes ? ¿ Dónde la habia
v isto ?
No ; estaba segura de verla pºr'
primera vez,y,
s in embargo,el la había soñado con aquellos ojºs ,
con aquel la cara . ¿ Pero acaso podían real izarse
lºs sueños ? Y siendº comº fuese , sºñado o real , lav i s ión anterior que ten ía de aquel la persona ¿ por
qué la impres ionaba tanto su pre senc ia ? ¿Era
s impatía ? ¿ era miedo ?
Dió dºs 0 tres vueltas,sin alej arse mucho . Al
pasar por frente de un espej o , vió su prºpia ima
gen re f lej ada,y se echó a temblar .
—¡ Dios mio ' exclamó . Yo no he soñado
su cara,ni sus oj os . ¡ Los he vi sto ! ¡ son lºs míos !
Era demasiado grande el pensamientº que con
esa revelacron entró en su alma . Se ahºgaba ; pá
recíale que una densa nebl ina envolv ía todo lo quemiraba .
—¡ Voy a enloquecerme ! ¿ Por qué se me ºcu
rre que esa muj er es mi madre ?
Pasó de nuevo cerca de el la,en mºmentos en
que daba su nombre al empleado,para que fuese
anotado en la factura .
Una invencible curiosidad impulsó a Liana, que
quisº oír su nombre .
—Condesa de Segu in,
dij o la dama , con un
acento marcadamente francés,y Liana su frió un
desencanto , que serenó su corazón .
No obstante quedó pensando que su padre te
r50 HUGO WAST
nia noti cias de esa gente , y recordó la voz alte
rada con que le hizo la pregunta :“
¿Quién te ha
l iablado , _ L iana de Flambeau
Para d isipar sus preocupaciones nada más fran
co y breve que interrogarlo , pero aquel la escena le
h izo perder la con fianza en su padre . Ten ía miedo
hasta d e pronunciar e l nombre de Seguin , y leyen
do en alta voz las cróni cas sociales en los diarios ,
lo había saltead o alg unas vec es .
Se decidió a hablar cºn Mario,mayor que ella
sei s o s iete años,que debía acordarse de lºs t iem
pos en que fueron ri cos y vivía su madre .
Pero Mario no la vi sitaba ya . ¿ Qué intereses
0 qué pasiones desviaban de ella su pensamiento
y su corazón ?
¿ Por qué no viene Mario ? preguntó un día
a su padre : y éste s in d arle otras exp l icac iones , lecontestó redondamente—Porque t iene cola d e paj a .
El despego desdeñoso que vibraba en esas pá
labras , la apenó,s in resentirla contra el j oven .
Ella no sería j uez de Mario,cualqu iera que fuese
su culpa . Los hombres tenían h i storias obscuras,
que no debía escudriñar ; pero él era su hermano ,v debía atraerlo a su casa .
Como una pintura que se destiñe,se habia bo
i rado en su memoria e l recuerdo de aque l retrato
d e Mireya , con quien él la comparó una noche .
Cosas más graves la ab sorbí an . A tºda cºsta que
I 5 2 HUGO WAST
un vértigo que la hacía hablar s in querer d e las co
sas que le l lenaban el pensamiento ; murmuró al
oído de su padre :
Por qué no tenga hermanos ? ¡ Yo quiero
que me cuentes algo de mamá ! Y se sentó a su s
p ies , en una buta-quita,aguardando la repuesta .
Fraser pal idec ió . Oprimió entre su s manos aque
lla cabez a , que se apoyaba en sus rod i l las , y co
menzó a contarle viej as h istorias,a hablarle de su
madre c on fervor,con abundanc ia, con ind isimula
Lle pas ión .
Ya sé, ya sé ! emºlamaba el la . Hace añosme has contado esº. Cuéntame ot ras cosas .
Y él seguia hablandº,lºs ºj os l lenºs d e lágri
mas . y el corazón lleno de miedo de que Liana al
zara la cabeza,y le dij era : ¡ Mientes ! ¡ mi madre
está viva !
La noche invad ía la hab itac ión . Sentiase afuera
el rumor de los pasos de Soledad y los gritos del
n iño . Una b ri sa d el mar lej ano re f rescaba el am
biente.
Fraser seguía h ablando, en tºno más bajº ; L ia
na cerraba los ºjºs y concluyó por adormecerse .
El observó que se dormía , y como si arrul lara
aquel sueño siguió relatand o sus ment i ras ,
¿ Podria sal varla s iempre d e la verdad ? ¿ No ha
bri a ya v islumbrado algº de ella ?
¡ Y hablaba , hablaba ! Temía que al cal larse ,Liana abriese los oj os y le pidiera cuentas . ¿ Por
qué me engañas ? ¿por qué no me has d icho que mi
LOS OJOS VENDADOS 53
madre vive , que nos dej ó , que se fué a Europa,y
hace unas meses se divorc ió de t í y se ca só con
el conde Segu in , y es esa mujer que menc iºnan las
crónica s sºciales , y que se ha olvidado de su nom
bre y de su hij a ?
Hab ía c riado s u ro sa )rºdeánd ola d e espinas ,
para que nad ie llegara hasta el la . Habí a urd ido i m
romance , le hab ía inventado una vida. para que
su pensam iento no se halla ra tan sol o y para que
su corazón no ignorase la d ulzura de lºs santos
amores ; y le había enseñado a amar como a su
madre a un fantasma creado por él .
Queria salvarla de la v ergiienza y del mal ejem
plo ; y cuando empezaba a c reer que pºd ía descan
sar , veía amenazada su obra de qu ince años po r el
capricho de aquell a muj er que v ºlv ía a su patria .
Ya no era él solo dueño d e su secreto . Ahora
todo Buenos Ai res pod ia mi rar la frente de su
hij a , bu scando la sombra de aquel l a aven tu ra .
Sonó el t imbre de la cal le, v sal ió Sºled ad a v er
quién l lamaba . Fraser pensó en Mario . No lº
veía desde hac ía un t iempº ; sabía que se habia he
cho humo el proyecto del viaj e a Europa , y supo
nia que tºdºs lºs buenºs p rºpósitos d el j oven ha
bían corrido igual suerte . Estaba seguro de que
seguía encontrándºse con Matilde, a escºnd idas ,
avergonzado él mismo de su debi l idad ; y que por
esa claud icac ión no se at revía a v isitarle.
Pero Fraser estaba tan l leno de 5115 prºpias an
gustias, que no hallaba interés en las v idas ajenas
1 54 HUGO WAST
VOIViO la s i rvienta, y anunmo a Velarde,el se
cretario d el cºlegio norma l .—¡ L iana ! ¡ All i ésta Velarde !
Segu ndºs después entró el visitante, que venia
a devolver un l ibro prestad º.
Liana con la tez encendida y los oj os d ilatados
por el es fuerzo que hac ía para espábilarse,y los
cabello s esponjad os , causaba una del iciºsa impre
sión d e l laneza y de am istad .
—Vea cómo lo rec ibo , dij o a Velarde ten
d iendºle l a manº .
Era la tercera v ez que lo veía,y ya parecían
v iejºs amigos . Perº la f ranqueza y la cordial idad
estaban en ella más que en él,int imidado por su
p resencia . Fraser los dej ó solºs un momento,y
fué a t raer unos papeles . Velarde se animó enton
ces a con f iar a Liana el verdadero obj eto de su
v is ita .
—No he venido sólo a ¡devolver ese l ibrº a su
papá .
L a muchacha lº estimu ló con una sºnrisa, y él
agregó—Hé venido a dec irle que antes de un mes há
brá una vacante en m i secretaría . Mat i l de Garayse casa .
Si ? ¿ con qu ien ? pregunto Liana,s intien
do que el corazón se le agitaba en el pechº.
No recuerd o el nºmbre que el la me ha d i
—¡A ver, a ver ! piense
Pºr la una o por la. otra
B istºlfi sostenía que Pulgarcit o era un encanto .
Qué muchacho v ivº y servicial !
No bien llegaba d e vi sita, ºbservaba las pared es ,pedia un mart i l lo, aseguraba l ºs c lavos fl ºjºs , en
dereza—há lºs cuadros tºrc idos , y si Mariana haciaalgún paquete o arreg laba un f lºrero , precitábase
a ayudarla,o la suplantaba en su tarea .
¡ Qué paqiretes, qué :ramºis los de Pulgarc ito ! Y
no se l imitaban sus act iv idades a las menudenc ias
decorat ivas ; pºd ia cºnfiársele cualquier dil igencia .
Un d ía d ij o B istºlfi :—Estoy cansado d e mi l imousine”. S i hal lase
un auto abierto .
Era un deseo sugerido por Mariana,y que res
pond ía cabalmente a lºs planes d e Pulgarc it o .
No acabó el esgrimista d e exteriorizar el vago
¡prºpósito , cuando el jºv en p id ió un d ia rio y em
pezó a tomar nºta de los automóvi les que se anun
ciaban ; y cuándo el otro acordó, ya no le qued aba
más que l imitar el precio ; hasta la marca estaba
elegida .
H UGO W A ST
Naturalmente , Pulgarc ito que era un diestro cho;
fer,l levó hasta la casa e l auto buscado
,y B istolfi
no pudo sacárselo de encima .
Pulgarc it o se promet ía grand es programas cºn
el auto guiado por él mismo . LO único. que acor
taba sus vuelos era la c rónica escasez de su bºlsa ,que no remediaban sus relaciones
,aunque hablase
de tºdºs los personaj es d el Jockey Club como d eíntimºs amigos .
Cuandº Mario prom et io co ncurri r a los j uev esd e su padrastro, quiso cult ivarlo, y nº tardó en
mal ic iar que el mozo estaba en secretas intel igen
cia s con Matilde, por mucho que aparentase feste
j ar a Laura .
Comº hermano celºso y fiel , resºlv 10 hacerle pa
gar cara su hipocresía . Pero en breve Mario dej ó
d e asi st ir a las reuniones,y Pulgarcito lo perd ió d e
vista .
La act itud de su herm ana le i nfundió la sºspe
cha de que se veían en ºtra pante» y se di spusº a
interven i r .
—M ej -ºr para el la y para mi, será que yo tenga
las riendas de este asuntº pensó .
Y se fué a casa de Mario, que lo recib io estu
pefacto .
—Como la montaña no se acerca a nosot rºs, yo
me ac ercº a la montaña le d ijº . ¿ Por qué tan
perd ido ? En lo de B istºlfi se pregunta si se ha
embarcado para Europa . Y en casa,las ch icas
HU GO W AST
Se imaginó que tem ía h aber ido demasiado lej os ,y q uería sostenerse, y s i era pºsible hacerse ºlvidar
del que la había turbado . NO creía que hubiese re
velado a nad ie , la entera verdad ; mas,tal v ez para
acumular obstáculºs entre ella y él , hubiera suscita
do en su contra la antipat ía d e su nov iº.El era su
re fugio,y al acrecentarse e l pel igrº se aumentaba
su f ict ic ia ternura hacia el pºbre L ink .
—¡ Bueno l exclamó Bu rgueño excitado por
sus pensam ientºs . Mañana iré a v is ita r a su
pad re .
Lograr eso no era más que l a mitad de la tarea ,y Pulgarc ito abºrdó resueltamente la Ot ra parte
d el asuntº.
—Le v ºy a contar,Burgueñº. el compromi sº
en que me he met ido . Se le había annºijad o a M a
r iana un awtormóv 11 d oble featón. Yº supe d e unº
que estaba en venta, y se lº propuse a B istºl fi. Re
gateó como un j udío de la cal le Talcahuano, y por
fin me autonizó a comprarlº, s iempre que le d iesen
pºr el m ismº p rec io una rueda d e repuesto . Se
la promet í, para que de una vez acabara e l ne
gomo ; y ace pté el encargo de l levar el coche hasta
su casa . Y la rueda me preguntó al verm e
l legar . La dej é en el garage,le d ij e ; mañana se
la t raeré . Y aqu í me t iene , amigo, obl igado a l le
varle ima rueda, que vale d ºsc ientos pesºs, y sin
un cºbre .
Desde e l comienzo de la ex pºsición de Pulgar
cito,Burgueño echó mano al portamonedas, aguar
Los VENDADOS 161
d ando la ci f ra . Y no pestañó cuand o el ot ro la
soltó ,arqueando los labios , con d ispl icencia, com o
s i se tratara de unos ochavos .Mamá ! d ij o esa tarde Pulgarcito a misia
Presentación . Mañana v a a veni r de v i sita Ma
rio Burgueño . Ese muchacho vale la pena .
La dama empezó a agi tarse y a mirar los rinco
nes, y a acomodar las s il las .
—T ienes t iempo , mujer , para prepararte ; ad
v irtió don Pedro . que se aproximó oyendo las ex
clamaciones de Pulgarcito . ¿Y a qué viene ese
j oven ?—A visitarte , papá . Mej or d icho a
a ella .
—¿A cuál de las dos ?
—A Laurita , di jo misia Presentación
Desde cuándo la festej a ? No había oído nada .
Pulgarcito hizo un gesto .
—Propiamente no la festej a todavía,pero l a
mira muchº .
—Entonces me parece que es madrugar un poco observó don Pedro
,el largarse de vi sita
,
sºn que haya nada . Aunque a la verdad ,
nues
tras costumbres sociales son en esto muy atrasad as .
Por ej emplo en Noruega , no es necesario estar de
nov io . ni s iquiera ser festejante, para visitar a una
muchacha .
Ni en Groenland fa tampoco; papá ! aseguró
Pulgarcito .
Tampoco en Groenlandia ? Bueno, yo no he
¿ 62 HUGO WAST
estado en Groenlandia ni en Noruega,pero eso ocu
rre . Asi que no ¡hal lo mal la v is ita d e Burgueño .
Misia Presentac ión le tomó d e las manos el d ia
rio que leía .
¿Lo has le ído ya, Pedro ? me lo prestas ?
—Si, muj er .
Don Pedro aguardó que su h i jo se alej ara y dij o
a su consorte
—No te ilusiones muoho. Esos mozos porteños ,'de la créme, no son novios para las niñas pobres ,de casas humi ldes .—¿Humildes ? rugió m isia Presentacion _
Yo soy Troncoso , de las fami l ias de abolengo d e
Santa Fe, y tú eres Garay, d escend iente d e d on
Juan de Garay el fundador de Santa Fe y de Bue
nos Aires . E s lo primero que le d iré , para que
no crea que somos humild es .
Puso a la ch ini ta a refregar los p isos d e baldosa ,y a barrer e l j ard in, y el la se en frascó en la lectura
del d iario , para tener temas d e conversación , que no
desmerecieran de su abolengo . Cuando algún que
hacer la reclamaba , p rendia un al f i ler en el sit i o a
donde llegaba su lectura , v más t arde volv ia a to
mar el d iario arrancando desde al lí,olvidada por
c ierto, d e lo ya leido .
Cuando regresaron las muchachas d e sus em
pleos , les d ió la nueva .
—Mañana traten d e l legar temprano ; tendremosvisi ta de copete .
—¿Quién ?
1 64 H U GO WAST
muy oronda , en el comedor, que era su sala d e reci
bo . Por la puerta y la ventana abiertas de par en
par, v eía un sector d e la cal le, donde los muchachos
j ugaban a'l footbal l .
En las veredas d e lad ri l lo , se paseaban d el brazo
algunas jovenc itas,con traj es veraniegos , de esqui
na a esquina . Varios mozos las esperaban all í,y
cambiaban con el las f rases intencionadas .
Aquella cal le d e M igueletes, tenia a ires prov in
c ianos .
Al sent i r la v oz de Pulgarcito, que acompañaba
a Burgueño, el corazón d e la señora palp itó con
violencia . ¡ Ese novio si que val ía la pena de ser
atrapado ! ¡ Lást ima que las muchachas no estuv ie
ran d e vuelta ya !
Repasó mentalmente las cosas leídas en el diario.
y permanec ió atornillada en su asiento»,y cuando
entró Mario, saludándola con pro funda reverencia ,el la le d ió una mano inerte
,como una tableta san
juanina.
—Todavia no está muy oscuro ; es mej or no en
cender la luz,porque atrae ¿ no le pa
rece ?—Así es
,señora contesto Mario
,sentándose
en forma que pudiera v er l legar a las muchachas .
—Las niñas no han venido todavia . se an
ticipó a expl icar la dama,para tranquil izarlo .
La s ilueta negra d e Saturnina apareció en la ga
leria,gesticulando.
Los OJOS m am on 1 65
Niña Presentacion,venga ! ¿ qué hagº para
esta noche ?
Sabia muy bien cuál era el prºgrama culmario de
todas las nºches. pero había queridº conºcer al m0 '
zo de qu ien tanto hablaban .
Estas si rvientas criadas en las casas de uno,
se tºman una con tranza atrºz ! p rotestó mi s ia
Presentación ruborizada, y se levantó a dar un retº
a la negra , y se asºmó a la puerta de cal le, a ver s i
venian sus h i j as .
Voln o rezong3 ndo por su demºra .
—A unque nºsºt rºs hemºs venid o a menºs , 30
mos de muy buena cas ta .
Oh, se cºnoce ! respondio Mario .
—El es G aray y yo sºy'
1 roncosº. M ed ia prºv ín
c ia, lo mej or y más trad ic iºnal,desc i ende de
nuestros abuelºs . Usted habrá ºid o h ab lar d e dºn
Juan d e Garay ¿ no es verd ad ?—Si, mama interrump ió Pulgarc .to fast id ia
do ; y —de dºn Pedrº de Mendºza . Burgueño es
muy instrui d o en ni szoria .
—No hay estudio más prov eºhoso mani festó
don Pedro . Pero en nuestro pai s no se enseñ a
bien la h istoria . En h.stad ºs Unidºs es otra cºsa .
Yo no he estado allí, pero me han dicho que en las
un i vers idades norteamericanas
—¡ Si, s i ! ¡ cómo no ! ¡ es c laro ! ¡ naturahnente !
exclamaba Mariº . Y d e pron to como la d ama
ins ist .era en que ella era Trºncºso y su marido Ga
ray, le d ij o
1 66 HU GO WAST
—L a nobleza de la est i rpe,senora
,se le cºnoce
en el rostrº. T iene el perf i l nob i l iario d e María An
ton íeta.
Mari a Antonieta ! exclamó emociona
d isima misia Presentación,echando sºbre su mari
do una mirada, que era un l lamado de auxi l io .
—La reina que guillotinarcn lºs sºcial i stas en
Francia , en tiempo de la Cºm una. La espºsa del
Rey Lu is Fel ipe .
Misia Presentacion quedó encantada d e los cono
cimientºs h i stóri cºs de su marido,mientras que
Burgueño se es forzaba en no rei rse .
Don Pedro j uzgó conveniente explicar por qué
sabia tantº. cuand o en su casa no se !veía un
l ibro.
—Yo no sºy partidariº de los l ibros pero leº los
diarios con la mayor atención y tengo muy buena
retentiva .
—S í,se le v e ; respºnd io Burg ueño.
Se hizo un si lencio,Don Pedro se hamacaba en
un s il lón ; Pulgarcito estaba fast id iado por la tar
d anza de las muchachas , y misia Presentac ión em
briagada todavía con el descubrimiento de l regio
perf i l , quiso mºstrar el resultado de sus rec ientes
lecturas .
Pero ha vi sto la t raged ia ºcurrida en Cór
d oba ?
—No, señora .
No ha v isto ? ¡ Un crimen pol i-t ic o espantosº !
Lº han asesinado a Just iniano Posse .
1 68 H UGO wa s'r
exclamó mis ia Pesentamon,desentend iéndºtse del
asuntº y yendo de nuevº a la puerta d e cal le .
Don Pedro se engol fó en ex pl .caciºnes sobre su
s ituac ión en Buenos A ires . h acía años que espe
raba el cumplimiento de una prºmesa .
—Lo m i smº que Mat i lde . A ll í está su d iplº
ma . ¡ para lo que le s i rve !
Mario que d eseaba ganar la buena vºluntad de
Don Pedro,le p rometió hacerlo emplear ,
Qué le gustar ía a usted , señor Garay ?—Un puesto 11V i &n l t0
,cºn un sueld rto regu
- Marrano gordo y que pese d ijº
Pulgarc .tº.
—Un puesto municipal,entonces ; pºr ej emplo
inspector de cinematógra fos ; ¿ qué le parece, se
ñor Garay,una inspecmón d e cmemawgrafos ?
Don Pedro creyó desvanecerse d e alegria ,
Es mi sueño dºrado ! YO v oy todas las tar
d es al c inematógra to. Uno se instruye mucho all i .
Conºce las cºstumbres de otrºs pueblºs . Yo , por
ej emp lo, sé como roban los lad rºnes en N orte Ame
r ica ; v an d e gºrra l levan una l .ntern . »ta electr ica,y un mazo de ¡ Y yo nº he estado en
N orte América !
—Bueno,pues
,cue nte cºn ese puestº.
Y estas mfuchachas s in venir ! rep it io m is ia
Presentacrón, encendiendº la luz del comedor ,
Sólo entonces ºbservó Mario la pºbreza de l moblaje, a pesar del trozo d e al fombra puesto al pc
LOS OJOS m nanoe ¡ 69
d el sofacito de Viena . Y se alegró de ello,supo
niendº que esa penuria fac i li taría sus p lanes.
Nº le impºrtaba gran cosa no haber visto a Ma
t i lde . H allaria pretextos para volver, y alguna men
t ira pa ra sal i r airoso d e la promesa hecha a dºn
Ped rº.
Media hora después que se marchó,l legó Lau
ra y a los poc os mi nutºs , Mat i lde .
b m hab erse cºnvenid o,las d os quisierºn, por
dist intas razones, estar ausentes durante la visita .
Laura pasº tºd o e l t iempo en su escue la de labo
res, ad elan tand º un bºrd ad º ; y M at i ld e,se t e t u
gb en la 1g1e5 1a cercana , suenCiºsa y t resca , a dºn
d e sólo l legaba el arrull o de las palºmas de la
tºrre.
Cuandº cerrarºn la iglesia,se f ué a vagar pºr
la canes de Bergranº, entri stec ida, perº resuelta
a no a l ej arse 061 amor d e su nov ¡ o, que habra de
sa lvar la d e la tentaciºn.
No le h i zo bien aquel paseo por entre quintas,y palacetes senor1a les.
Ella amaba el tumulto de la gran c iudad . Era
su hij a adoptiva . Todo lo que al l í veía incend iaba
su sangre con ambic iones de luj o y de fiestas ,
Y tendria , antes de un mes, que dej arlo tºdº,para ir, cºn su m arido a sepu ltar su j uventud y
su bel leza en un pueblitº dºrmido en la ºrilla de
un riacho.
E lla misma acababa de quem ar sus naves,fij andº
la f echa . E l d ia anteriºr se lo cºmunicó a Velarde,
1 70 HUGO WAST
el secretario, para que con t iempo se buscara ºtra
empleada . Pensó que la sucedería en su puesto
aquel la Liana Fraser, que una vez encºntró all í ,v le tuvo envidia .
Grande volv ió a su casa,m is ia Presentac ión
la reprend ió por la demora , como lo hiciera con
Laura .
—Ya se fué Burgueño ; nos ha h echo una lar
ga visita ; es un mozo muy fino .
—¡ No venía por m i ! contestó ex cusándºse ;
pero al entrar en su cuartº, se encºn tró con Lau
ra, que en v oz baj a,como resentida, le dij o
Ju rarías que ha v en-ido pºr m i?
Matilde se encogió d e hombros,y no hab ló du
rante toda la comida,ni s iqu iera cºn Link .
Pasaron v ariºs días . Se aproximaba e l plazo del
casam ientº . La escuel ita d e Laura se había cerra
d º, cºn lo cual la jºven podia emplear algunas
horas a l d ía en preparar a las chicuelas del barriº
para la primera cºmunión de la Navidad .
Pron to empezarían tamb ién las vacaciones de
Mati ld e,pero antes se desped íria d e su colegio
para no vºlver .
Por qué nº te lo t raes a Burgueño el domin
gº ? ins inuó a Pulgarcito misia Presentac ión ,cuyas s impatías se ganara el moz o con su d escu
brimiento del perf i l . Don Pedro también lo echaba
de menºs,ansioso por tener not ic ias de la inspec
c ión de c inematógra fos . Lº invitas a almorzar,
HUGO W AST
—Estas v an a servi r, s i le caen en gracia al in
v itadº, y quiere repertirlas todos lºs dom ingos.Hay moros en la costa, niña ?
—Guárdame el secreto, negra .
¡ Qué había d e guardarlo ! En cuanto Laura , una
hora después, se puso a tender al sol unas prendas
d e rºpa rec.én lavadas, Saturmna se le acercó ha
ciénd ole mºrrsquetas .
Vaya cºn tu lengiiita de trapo ! ¿Ya no sabés
contarme lo que pasa, Laurita ?
—¿Qué pasa, negra ?
—¡ H acete la encandilada ! ¡ qué oj ºs estás abrien
d o ! ¿ Nº tenemºs invitados el domingº ?—¡ Qué sé yo la gente que invitan ºtros !
clamó Laura sospechando de qu ién se trataba .
—¿ No sabés que v . ene el moc i to de la vez pa
sada ?
—¡ Que venga ! ¡ no es asunto m ío !
¡ H a d e venir por mí !—De veras , negra, yo no sé pºr qu ien v iene ;
cºntestó con más suavidad la muchacha, d ejandº
la ropa y m irand º a Saturnina . S i yo he camb ia
dº diez palabras con él, será mucho .
La negra meneó la cabeza. y se puso a ayudarla .
H a de veni r pºr m i ! rep it ió Saturnma,re
sent ida d e aquellºs t apuj ºs .
Laura subió hasta el cuart i tº de L in k, a arre
glarlº, y se hal ló cºn Mati lde, que desde hacia
algún t iempo real izaba cºn más puntual idad la
tarea .
Los n Nnanou 1 73
Se miraron las dos , sorp rend id as ; y Laura ha
bló desde el umbrí l
Quieres darme el fl ºrero ?
Su frase nº ten ía ninguna escondida intenc10n,
pero Mati lde se recostó contra la mesa,y c ruzan
d o las manºs , dij o calmºsamente
Por qué no qu ieres que lo l lene yo ?
Ah , lo v as a llenar ?
Te l lama la atención ? ¿ será acaso la primera
v ez ?
—Ya sé, ya sé ; respondio Laura con ind ife
rencia, queriendo aplacar la repentina i rritac ión de
su hermana . ni es la primera vez, ni será la
últ ima me imagino .
Mat i lde no habría tenid o celos de otra mujer ;
perº la ex asperaba que Laura se interesase pºr
su novio . Tºdo se le antoj aba un mudo reproche
d e su conducta y una alusión a sus graves se
eretos .
Respºndro cºn ac ritud
Quieres que sea la ú lt ima vez ? ¿ qu ieres ser
tú en adelante la que tenga el derecho de t raerle
flores a Carlos ?
De t raerle f lores ?, repit ió Laura, sin cºm
prender.
Quieres que te lo dej e ? ¡ H as de habe r creí
d o que no he nºtado lo mucho que te gusta !
Fué un golpe certero, que hirió a Laura en su
escond idº sentimientº.
HUGO VVAST
Se pusº colorada , y no at inó a cºntestar Una
palabra .
Bajó la escalera , y como seºhallara cºn su ma
d re, que l a m i raba mal iciosamente , sint ió deseos
de desquitarse y le preguntó
Es c ierto que el d ºmingo vendrá Mario Bur
gueño?
Qu ien te lo ha d ichº?
Saturnina
Negra c analla ! ¡ estómago resf riado ! vo
c iferó misia Pre9eritac ión,mirando a la cocina ,
donde la negra corrió a meterse .
—¿Qué t iene de malo eso
,mamá ? ¿ Le has ad
vertido a Mat ilde que él viene ?
Por qué a Mat il d e ? dij o misia Presentac ion
sorprendida del tºnº en que la interrogaban .
—Porque a el l a le interesa la v isita .
Más que a tí ?
—¡ Inf in itamente más ! ¡ Es raro que no 10 ha
yas ad iv inad º !
Desd e arriba,Matilde al canzó a oí r su nombre .
y se quedó temblando,al notar que Laura se reía
cºn una risa forzada y mal igna,extraña en el la ,
como s i sus palabras la hubieran sacado de qu i
ciº .
Misia Presentac ion permanec ió cºnfund ida un
momento, y luego fué a consultar el caso con dºn
Ped rº.
-
¡ Pedro !
HUGO WAST
Don Pedro apuntó el d ato y se d i spuso a pro
seguir su carta .
—¡ No , nº ! d ej a eso. Escúchame ; esto es más
importante . ¿ A que no has caído en qUe Mario
Burgueno puede no veni r pºr Laura sinº por Ma
tñde?
Don Pedro se sub io lºs anteºjºs hasta la f ren
te, y m*i ró a su mujer,mordi scando la punta de la
lapicera.
—N :ol se me hubiera ºcurrid o, lo
¿ Pero eso te afl ige muchº , muj er ?
Misia P resentación meneó la cabeza .
—No es que me af l i j a ; perº es bueno saberlo
para no hacer una plancha . Lo he convidado para
el dom ingo . Tendremos empanadas
Empanad as ! rep itió don Pedro cºn de
le ite . Volvió a baj arse los anteoj ºs,y d ij o como
final de la consulta .
—Yo no he de cont rariar los gustºs d e m is hi
j as . Ese mozo es una perla . Que venga por una
º que venga por la otra , el las t ienen la palabra . En
Norte Améri ca las costumbres son así ; a lo menos
eso cuentan los que han viaj ad º.
Y prºsiguió su carta al sastre“De la cintura para abaj o estoy tal cual ; pero
la barriga se me ha desinflado cºsa de un j eme .
Vanidad
De su antiguo esplendor financ iero, quedábanle
a Fraser algunas deudas,que iba empuj ando, comº
S ís i fo su p iedra,de tr imestre en tr imestre
, a tra
vés de lºs bancºs,amort izando un piquillº
, 0 ta
pandola con ayud a de algún camarada,para volver
a cavar el mismo hºyo, eternamente renovado .
Pºd ía haberse echado a muerto, dej ando que 10
ej ecutaran. puesto que su pºbreza lo hac ía invul
nerable ; mas halagábale conservar aquel resto de
grandeza.
—“El que t iene deudas , no. es un Cualqu iera .
Dime lo que debes y te diré quién eres . No te com
s ideran por lo que pºsees, s ino por lo que debes .
Más interesante que la salud del que tiene un mi
l lón, es para un banco
,la salud del que le debe
medio millón”.
Habría perdido el derechº a usar de estºs afo
rismos , s i hubiera dej ado d e c ult ivar aquella le
tra , que un d ía,peloteada de ge rente a gerente , fué
a caer en una sucursal d e Belgranº .
HUGO W AST
Un incendio que arrasó media manzana,redu
j o a pavesas e l banco,sus l ibrºs y sus caj as
,ante
la expe ctativa de sus deudºres , que esperaban sac ar
d el fuegº sus nºmbres limpiºs, comº la piel de
Naaman d espués d e bañarse en el río d e I srael .
Fraser renunció a sus aforismºs y deseó que su
letra f uera más combust ible que el fen ix , y no re
nacie ra d e sus cenizas .
Por esºs días aliv iáronse sus preocupaciones , al
saber que monsieur Seg uin y su muj er habian par
t ido para Nºrte América . Experimentó la alegr ía
d e haber rescatado a L iana , y vºlvió a interesarse
por los asuntos de Mario,y de aque lla muchacha
a qu ien a menudo veía en el colegio .
A-manecro el domingo con deseos de i r a B elgra
nº,donde todavía humeaban lºs escºmb rºs d el
bancº, y donde quizás podría averiguar la suerte
d efinit iva de su letra , y d escubri r las intenciones
de su antiguo pup ilº .
Esa mañana,representantes de la j ust ic ia, ha
bil itando ¡horas,pa ra sat is facer la ansiedad públ i
ca,desenterraron la gran caj a del banco
,y proce
d ieron a su ape rtura .
Eraser, en p rimera fi la, ent re lºs testigos
,veía
aparecer los dºcumentos aohioharrados,en faj os
mensua les . No bien les d aba aire , cad a mºntºn
c it º se pulverizaba en cenizas,entre los aplausºs
d e los cºncurrentes
Sólo una cartera d e cuero con todº un trimes
HUGO W AST
—Pues conm igo no
Me alegro ; respºnd ió Fraser, s in cºnv ic
c10n me gustan lºs hombres que sin huir d e
las ocas iones, se mant ienen en lºs buenºs propó
sitºs . Pero, francamente, no sospech aba tanta ñrme
za d e voluntad en un buen mozo como tú .
Mario se d ió vuelta en la cama , refeniendo una
grosería a duras penas .
Fraser no qui so advertir su ademán d escome
dido,y prºsigu ió .
—L iana me encargó que te inv itara a almorzar .
Para cuándo ? preguntó con alarma el
jºven .
—Para hoy . . ¿ t ienes algún compromisº ?
Mario tartamudeó una excusa.
y es deci r
¿ Si'
O nº ?—No es prºpiamente un cºmp romiso .
—Pero se le parece. ¿Va s a almorzar cºn ella?
—C0in el la, no
,con el los repl icó Mario incor
porándºse. ¿ Para qué tanto d isimulo? ¿ quién pº
d ía tºmarle cuentas de sus acc iones ?—No ¿Quiénes son el lºs ?—Pulgarc ito, su papá, su mamá
,sus hermani
tas y el nºvio de una d e el las .
—¡ Toda la fam il ia ! Por lo vi sto, entras en su
casa cºn todos lºs coram populo.
¿ Como novio ? ¿ de cuál ?—¡ No, no !
Cºmo amante ? ¿ de cuál ?
LOS OJOS 1 8 1
Fraser h izo las dºs preguntas en el mismo tºno,
indiferente. apagado , y no ºb stante Mario perc i
bió un zumbido de mal ic ia en la v oz .
—N i como amante,ni comº nov io . cºmo ami
gº de l a casa—¿Algo ? ¿ de los viej os ? ¿ de Pulgarcito ? ¿ de
las muehadhas ? ¡ cómº te divert i rás !
Mario comenzó a vest irse , lamentando interior
mente haber hablado d e más . Al cabo de un rato
d e si lencio , se acercó a Fraser , que pareci a absor
to en la persecución de una mºsca pesada , y le
d i j o . pºniéndole la mano sºbre e l hºmbro
—Piense bien y acertará . Yo sºy un hombre de
honor
Si, eh ? hizo Fraser con un grumdo,s in
abandonar su mosca . La ca ra de Mario se in f lamó
d e ind ignación .
Un hombre de hºnor ! rep it ió con fuerza .
—Pero !hij o mío,el honºr es un p rej u ic io como
las ideas morales o las ideas rel igiosas . ¿ Dónde has
visto el honor en la hi storia natu ral ? No te ha
fa ltado v alor para declarar que no crees en Dios.
ni en la moral fundada en su idea ¿por qué te falta
para declarar que no crees en el hºnor? ¡ Animo !
y d i cºn lealtad y f rescu ra : sºy ateo, soy amoral
y soy un bribón .
Fraser había abandºnadº la mosca,pero dij o
esto con ol ímpica frialdad,como si no at ribuyera
a sus palabras ninguna trascend encia ,
HUGO WAST
sin lograr d i s imu lar su fast idio.
Se envolv ió en una toal la tu rca y se fué al cuar
to d e bañº.
Cuando desapareció d e su presencia , camb io la
expresión displ icente d e Fraser ; su rºstro se en
sombreció, y pasó un cuarto de hºra,cºn los ºjos
entrecerrados, mirando un rincón de'
la pieza,s in
v er otra cºsa que la imagen d e aquella j ovencita
a quien su indiscreta adm iración habí a lanzadº a
una deplorable aventura .
S in esperar a Mario. se fué al cºmedor,el igió
unos c igarros , y se marchó .
Paso a pasº, dos hora s después , bajº la arca
da umbrosa d e su cal le d e tipas,gozando del d ía
radiante y perfumadº , se dirigió Mario a casa d e
don Pedrº de Garay.
Por ser dºmingo era mayor el silenc io de la ciu
d ad , y se difundía alegremente el repicar d e las
campanas d e aquella iglesia,dºnde ya dos veces
halbía hallado él a Mat i lde
Debía cel ebrarse una func iºn , pºrque sal ian bo
canadas de incienso por la góti ca puerta .
Mario se detuvo en la esquina ; tenia que espe
rar allgunºs m inutºs, si d ebí a l legar a la hora
anunciad a .
Desde al l í alcanzaba a d iv isar la .pucrtecita de
l i'
erro d e la casa d e los Garay , como un hueco
1 84 HUGO WAST
peran ya . Qué lástima no poder quedarme . Pero
tengo un en fermo grave,y me acaban de l lamar .
Caramba ! ¡ lást ima, de veras ! exclamó Ma
rio es forzándose en disimular su regocij º .
—Otro d ía será . Porque usted vendrá cºn más
frecuencia ¿ no es cierto ? ¡ Adiós !
Link se alej ó corriendo y mirando el reloj,y
Mario fué a l lamar a la puerta de don Pedro de
Garay .
Sal ió a abrirle la chicuela Virginia, que aún no
la cºnocía—¿Qué se le o frece, niño ?
Desde e l fºndo de la casa pudo verlo misia
Presentación , que gritó a la criatura—¡ Déj alo pasar ! ¡ avísale a Pedro !
Se ºyó un ruido de pue rtas que se golpeaban ;se divisó la s i lueta de la dueña de casa
, que cruzó
comº una exhalación,restregándose l as manos
en un repasador, y apareció primero que todos
Mati lde,pálida
,con fusa
,incapaz de arti cular un
saludº.
Por qué se asusta así,Mati lde ? le d i j º él
con f idencialmente,dándole la mano cºn un ade
mán dist inguido y cordial, que lo hacía muy sim
pat i co .
Por qué ha venidº ? le cºntestó el la,con
expresión de angu st ia ; y él oyéndola se alegró en
sus entrañas,pues la quej a era una cºnfesión de
debi l idad .
T iatilde dominó sus impresiºnes, y no bien apa
LOG OJOS m om o ¡ 85
remo dºn Pedrº,abanicándose cºn el diario la
faz sudorosa,los dejó a los dos y se metió en su
cuarto . Frente a un espejo se puso a al isarse el pei
nado . S in darse vuelta, vió re f lej ados en el c ri s
tal lºs ojºs de Laura , sol íc itos y t iernos , cºmo si
ad ivinara que debía en ese instante deponer todo
resentimiento,y aproximarse a su pobre herma
na que corría un gran pe ligro .
Buscabas algo, Matilde ? ¿Qué quieres ?
Pero Mati lde no sintió grat itud pºr el a fecto
con que Laura la habló .
Al contrario,se le antºjo que la persegu ía y la
afrentaba con sus sospechas,y se vºlv ió fu riosa
a el la
Me estás espiandº ? ¿ no puedo ni peinarme
sin que te parezca mal ?
Laura se mordió los labiºs .
No hay cosa bien dicha,cuando es mal rec i
repl i có suavemente .
Tienes el don de la oportunidad ! con
testó con sarcasmo la ºtra.
¿ Por qué ? ¿Acaso puedo ad iv inar que estás
i rritada o nerv iºsa ? S i te ha molestado mi pregunta , no es culpa m ía.
De quién entonces ?
Tuya , hij a , tuya ! S i no te hablase te exasperar ía mi si lenciº . Esa es la verdad ; ¡ ex plícatela co
mo puedas !
Con esto Laura salio,sint iendo que su madre
la l lamaba .
Niñas,vengan !
Burgueno la saludó amablemente,no parecien
do ºbservar la reserva con que el la acºgía sus
palabras . “
Le habían puesto una sil la hamaca en la gale
ría , sombreada por lºs rosales ; y dºn Pedro al
zaba la vºz cuanto podía,para que él no advi r
tiese las andanzas de la cocinera, que a cada ratº
venía a comunicar e l estado de las empanadas .—Ya parece que están
, )niña anunció por
¡ Gracias a Dios ! exclamó la dueña de
casa ¿ qu ieren que nºs sentemos a la mesa ?
El comedºr estaba frescº,pues desde tempra
no habían cerrado sus puertas para guardar el
ai re matinal º y la sem iºscuridad reinante,di si
mulaba la ewd ente pºbreza d el aparador de p inotea
,con sus h ileras d e tazas desorejadas, los in
'
faltables cuadros representando el sempiterno
asunto de la l iebre cabeza abaj o,de la fuente des
bordante de frutas trºpicales, de la sand ía par
t ida en taj adas .
Don Pedro admiraba sus cuadros . Encontrá
balos muy senci l los”,y aunque él no supiera a
punto f i j o qué debía entender pºr“senci l lez” en
tmatenia a rtí stica, pensaba que era d e buen gus to
mºstrarse a f i c ionado a el la .
Hicieron sentar a Mario en la cabecera,po
niendo a Laura a su derecha y a Mati lde a su
izquierda .
1 88 H UGO was *r
—¿Qué anda haciendo la hij ita ? le pregun
tó Saturnina . ¿ Por qué se ha sal ido del come
dor ? Se le va a resentir el mºzo y no v a a veni r
más .
Laura se encog10 de hombrºs .
Quién te ha dicho que él viene por mi ? ¡ ni
por el la ! agregó para que la curiosa muj er no
hallase en sus palabras una delación . Viene por
oue es amigo de papá v de Pulgarcito .
—L a inocencia te valga, hij a . ¿ Conque viene
por tu padre o por tu hermano ? .
Llegó Virginia con una fuente
—Manda a deci r la senºra que le guarde la cº
mida cal ientita al niño Pulgarcito,que va a tardar
un pºco .
Laura v olvrº al cºmedºr . De la primera oj eada
adv i rt ió un cambio de expresión en Mati lde . Esta
ba más ri suena y respºnd ía a media v ºz a Bur
gueno .
No le s parece que está muy obscuro ? di
, 0 misi a Presentación, levantándose a ensanchar la
rendij a de la ventana .
Mario rec ibía de Mati lde un plato,y hal ló ma
nera de oprimirle los dedos . Mati lde se puso colo
rada , y como la luz diera en su rºstro,aumentó su
con fusión .
Criatu ra, estás punzó ! exclamó su madre .
—H as de tener lºs pies fríos mani festó dºit
Pedrº . L a ci rcu lación de la sangre se hace mal
cuando uno se al imenta . Ahí ha venido un sabiº
LOS OJOS VENDADOS 189
francés a dar unas conferencias en la Univers idad .
Yo nº he id o a ºirlº ; no tengº tiempº ; pero he v is
to que trata de la ci rcu lación de la sangre y del
abusº d el corsé .
Sintióse el estrép ito d e un automóv i l que se dete
nía a la puerta . T ºdºs prestarºn º ídºs . Calló el mo
tor,y luego resºnarºn las vºces alegres de B istol
f i y Mariana . Los dºs y tras e l lºs Pulgarci to,
cºn cara de inocente,entrarºn quej ándºse del
calºr.
—¡ Tanto bueno pºr aqu í , señºr conde ! ex cla
mó misia Presentación, encantad a de que lle
gasen en tal oportunidad .
Aunque la sorp rendí a un poco la vis ita,pues
sólo de tard e en tarde lºs B istolfi se detenían a su
puerta, para preguntar cómo segu ía dºn Pedro .
El antiguo esgrimista resop laba como una fºca .
—No sé cómº se le ha ocurridº a Marianita que
ha de dar un paseo hasta el Tigre,en plena sies
ta,y con la capota baj a
—Es clarº . cºn la capºta baj a . para prºbar
un medidor de veloc idades nuevo,y ver cuánto cº
rre e l auto manej ado por Pulgarcito mani festócandorosamente Mariana .
—¡ Es tentar al cielo ! ºbserv ó Misia Presen
tacmn . Se les van a derret i r los sesºs,con este
501 de j ust ic ia .
¿ no es verdad ? dij o B istolfi,con
gest ionado como un cangrej o cocidº. LO que es
yº . .
HUGO WAST
—Bueno,porque tú eres prºpenso a la apºlplegísa,
Pílades, expl icó Mariana .
—S í,
*
si, desgraciadamente …
—Pero yº no sºy sangu ínea, como tú .
—Es verdad .
Por qué no te quedas aqu í,cºn estºs buenºs
Dºn Pí lades la miró sorprendidº ; se atusó e l
ralo bigote, se bebió un vaso de agua que le traj o
la negr ita y dij o
Pero es forzºso probar el medidor a la siesta ?—Sí » pºrque a la siesta hay menos tráficº .
El pobre conde, que no tenía los cºnocimientos
d epºrt ivos d e su ¡hermos a cºnsorte , no hal ló qué
cºntestar ; y Mariana tºmó su s i lencio como una
aprobación,y se dirigió a las muchachas
—¿Ustedes nos van a acompañar
,nº es ciertº ?
—S í, si, exclamó alegremente misia Presenta
c ion ; no diga que no,Mario .
—NO,señºra, no digo que nº usted manda y yo
obedezco , respondió Mario,agradecidº al tra
v iesº ingenio de Pulgarcito y de la Bistºlfi,que
habían hallado e l pretex tº del nuevo medidor pa
ra deshacerse del esgrimista .
—¡ Yo no quiero cºmplicarme la vida ! mur
muró éste resent idº ; ¡ yº no voy !
Laura sacudía la cabeza .
—¿Y tú no vas ? preguntó Pulgarcito
,cºn un
resplandor alegre en la mirada .
1 92 H UGO WAST
tóse Mariana y en el asiento d e atrás, Mati lde y
Burgueñº .
Que les vaya bien ! gritó mis ia Presenta
ción .
El autº arrancó entre la gritería de unos p il luelos, y segundºs después , a tºd a máquina co
rría por la avenida,camino del Tigre
,envueltº en
nubes de polvo .
Pulgarcito iba absortº en la maniºbra y la B i stºl fi se re ía de su ceño fruncido .
Mario m iró a su compañera,pál i da d e emoc10n,
cas i a puntº de l lorar,y tomándole la mano fría,
le dij o cºn inf inita dulzura :
Nº tenga miedo de mi !
No tenía m iedº de él,tenía miedo d e
Veía c l aramen te como es cr i tº en la pan tal l a de
un biógrafº, tºdº lº que pºd ía ocurri r, la momen
tánea i l u s ión,e l amor triunfan te
,el has t íº
,el
arrepentimientº, la vida amarga para s iempre .
El roce de l mundº,la ardiente vºrágine de la
cal le,donde exponía a diario su impresiºnante
hermºsu ra,le hab ía dadº una cruel exper ienc ia .
Sabía cómº empezaba la tentación de ser amada
y d e tener en su mano el corazón y la fºr tuna
d e un hombre ; y sab ía tamb ién hac ia dónde caia
esa pendiente .
¡ Ay ! pero tenía miedo de olvidarse de el lo ; te
nía miedo de creer en las palabras de Mariº, y
tenia miedo de que e l amºr vendara sus ºjos .
—¡Volvamos a casa ! exclamó d e repente .
Los OJOS VENDADOS 1 9 3
Mario ad iv inó su s sentimientºs . Le so l tó la
mano y empezó a hab larl e de asun to s l i geros
que la h i c i eron rei r y la tranqu i l i zaron .
Hace calor ! ºb servó la B istolfi , v o lv 1en
dose a ellos ¿ no les parece que debemos alzar
l a capo ta ? ¡ pero , por D io s , nº se lo cuen ten a Pi
lades !—S i yo hubie: a sºspechado que u s ted acaba
ría pºr pedir sombra , habría ins i st ido en que v i
niera el señor conde ; di j o Pulgarcito , muy se
riamente,apeándose
,para realiza r los deseºs de
Mariana . ¡ Un paseº tan precioso el que ha
perdido !
Mariana es tal ló en carcaj adas .
E l pobre ! ¡ al l á se es tará aban icando cºn el
diario de don Pedro , a la sombra del parral !
Aquella alus ión a las cºstumbres de su casa
h irió a Mati lde . Por d esquitarse de e so s alñ lera
zos , por mostrar a otras muj eres , el prestigio de
su hermosura,habría querido que la amase un
hombre r ico y d e la buena sºc iedad .
Cuando, minutºs después , reanudaba la ca rre
ra , se volvió la B istolfi a hacerles una recomen
dación y sorprendió el embeleso de Mario ante
Mati lde ésta se ruborizó intensamente,pero ex pe
rimentó un halago sutilisimo en su van idad“
¡ Vanid ad de vanidades ! Mejor es la t ri steza
que la ri sa, porque con la tri steza se enmienda elcºrazón” .
1 04 HUGO WAST
El más sabio de los hombres declaró esta
amarga sentencia , que la pobre muchacha, apren
der ia en el dºlor .
Tarde ya, regresó fat igada de l a aventura, s in
atreverse a a frontar los oj os entri stecidos de su
nov iº.
Se acostó en seguida y volvió la cara hacia lapared , para que no la interrogasen y se d urmió .
Y comº no rezó sus ºraciºnes , a la media no
che se despertó acongoj ada,con miedo de hun
d irse en las prºfund idades del sueño, sin que la
acºmpañara s u ángel .
Y mientras dormían los otros,el la se pusº a
rezar, sentada en la cama, cºn las manºs j untas
sºbre el pechº .
Ya ten ía el corazón l l eno d e hie l y d e amor , y
sus labios nº acertaban cºn las palabras del rezo .
En la sºmbra se d iseñaba la l ínea blanca y sua
v ísima de su espalda, y sus cabel los de oro pa
recían arder baj o un rayo de luna, que entraba d el
patio .
Misia Presentaa on,en med iº de su ingenuidad ,
hab ía ten ido un tard ío golpe d e l u z , y quedó in
tranqu i l a an te el muti smo d e su h ij a . No pud ien
do conc i l iar el s ueño , se l evantó d e punt i l la s
y se l legó hasta el cuarto de las muchachas y se
aproximó s in ru ido a l l echo d e Mat i lde .
El refugio
La ví spera de Nav idad ballóse Mat ilde con
Nºemí en e l andén de la estación .
En tºdºs los puestºs de f lores se vend ían ramºs
de j azmines , y una ola de fragancia envºlv ía la
ciudad .
¡ A diez los ramos ! gritaba la muchachita, o freciendo sus f lores . Al ver a Mati lde , se ca
l ló, l a sal udó con ser iedad y la dej ó pasar s in ha
blarla.
Mati lde se volwo extrañada .
—Ya hace días que nº me das flºres , Noem i .—No eran mías las que le daba
,contestó
la chicuela, desviando la mirada .
Entonces ya nadie te da f lore s para mi ?—YO no qu iero rec ib ir l a s .
Por qué ?—Porque no está bien .
Ah ! exclamó sonriendo la j ovena hacer la primera comunión mañana ?
HUGO WAST
—¿Y estás arrepent ida d e haberme entregado
algunas violetas de parte d e un mozo ?—S i respºnd ió la n iña .
—Eso no es pecadº.
—Si, si es ; pºrque usted tiene otro novio .
Mat i lde se echó a rei r . En el f ondo su risa era
tr iste . Acusábase de haber turbado'
el alma de
Noemí , aceptandº su mediación en su cu lpableamorío .
Se agachó y la besó en la frente .
—Ahora te peinas mej or ; es señal de que eres
buena . ¡ D ios te bendiga , Noem í !
Se alej ó y tomó el tren .
En la iglesia d e San Franciscº,dºnde ningún pa
dre la conocía, se cºnfesó, para acompañar a la ma
ñana s igu iente a Virginia y a Nºem í , que cºn ºtrºs
ch icuelos de l ca tec i smo,har ían la pr imera comu
nión .
En todas las panaderías se horneaba e l clás i co
pan de Navidad . Sentiase en las calles su perfu
me tibiº y gratº y ad vertíase en las gentes una es
pontánea y saludable a legría .
El nacim ientº de Cri stº redimía las almas , aun
las alej adas de él, pºr un d ía s iqu iera, de la mortal
tri steza de l mundº
Esa noche l lov io,l l uvi a l igera que l avó la s
hºjas d el ro sa l y refre scó el j ard ín .
Cuandº el alba f ie l acudió a la ventana de Mati lde
,como a una ci ta
,el la la aguardaba ya, con el
corazón al iviado por los buenos prºpósitos.
HUGO WAST
Sa turn ina no sacó esa mañana su bra sero para
cebars e mates en l a v ered ita d e la co cina , porque
también el la quería acºmpanar a su sobrina . Salióésta al senti r voces
,medio dormida aún
, perº res
plandeciente de i lusión , por vest i r e l t raj e de tu l
blanco y ponerse la corona de ros itas que Laura lecon feccionara .
La vi st ieron en med iº d el patio—las dºs mucha
chas,mientras Saturnina , cºn sonrisa maternal ,
as ist ía a la trans formación de la criatura .
Atav i ada cºn la i nmacu l ada ves t idura , parecía
una mosca en la le che .
Jesú s,cr ia tura
, que es tá s negra —excl amód escb nsolad a Mati lde .
Virginia pareció entristecerse y Saturnina estiróla j eta con desdén
,y cantu rreó vºlviendo la é s
palda
San Benito es negrº,
Negro en su color ;Pero en sus acciones
Más b lanco que el so l .
Con ésto se riº la chi ca .
Misia Presentación tamb ien ir ía con el las . Solamente los hombres d e la casa , don Pedro y Pul
garc ito , que eran e5píritus fuerte s , a s i s tían con be
nevºlente i ronía a los preparat ivos de l a primera
cºmunión .
De Link nada sabían ; perº cuando lº vieron
sal i r muy temprano,sin desayunarse, imaginaron
LOS OJOS VENDADOS 20 1
se que iría a la iglesia a prepararse , pa i a aoºtnpa
ñar a su novia , con senci l lez y amor, en el sagradº
banquete .
Noem í s i que e s taba l inda , con su v estidº blan
co,obra también d e las manos di l igentes de Lau
ra . Esta la había adoptado , y cada tarde separábase
d e el l a con angu s t ia , pensando cómo se la devol
vería a la mañana siguiente e l sórd ido cºnventillo
en que v iv ía con una tía viej a . Tenia los oj os azules
, cºn las pupi las muy negras , y tan encend idº e lcºlor
, que siempre parecía que l legaba cºrriend o .
Por debajº d el tul se escapaban mechones de su ca
hellera indomable , de un rubio obscurº,que cºn los
años ennegrecería .
Mati lde le había compradº un libri tº de misa yaunque no sabía leer
,se entusiasmó con el obse
quio . A Virginia le tocó un rosarito de coral .
Nº comprendéi s la comunión ! No habéis, pues ,visto morir a vuestro padre
,ni llegar al altar a
vuestra hij a !”
Estas palabras que Link había leído en algún
librº de apºlogía católica,adquirierºn una sºbera
na expresión de verdad ante el cºnmov edor espectáculo.
En la igl es i a sºnora,las orac ione s de los n iños
se remontaban como s i tuv i e sen ala s .
Por las altas vidrieras entraba la luz en haces
de dist intos colºres, y se recib ía la extrana , ¡ nefa
b le sensación de que el arcº i ri s l lenaba la góti canave .
202 HUGO WAST
NO había más riquezas que aquel las dºce colum
nas d e granito rºsado, y en el altar mayor,la eter
na hermosura de la Purís ima,entre l i rios d e bronce .
El techo pintadº de azul , sembrado d e grandesestrel las amari l las
,aparecía luminoso y lej anº . Una
paloma , que se hab ía entradº por algún resqu i
cio d e las vidrieras,aleteaba en e l hueco d e una ven
tana,y desde afuera se prºyectaba la sombra d e
ºtras palomas, que anidaban en la tºrre.
Cuandº los niñºs se acercarºn al comulgatorio,sºnó la campana, y la igles ia se l lenó de armon ías
prºfundas comº la caj a d e un V io l in .
En dos hi l eras entraron al fin otrºs n iñºs , d e
un coleg iº d e caridad , l ºs varºnes a un ladº.: las
muj erci tas a l ºtrº,cantando “
¡ Al cielº ! ¡ a l cre
lo z“
U 16 1'
0 I1 una vue lta y sa l ieron l levándose como
una nube d e in c ienso e l grupo ino cen te d e los
pr imeros comu lgan tes , y d ej and º en lo s corazo
nes con e l eco d e s u voz , l a frescura d e su a le
gri a .
Don Pedro m irábalº tºdo, arrinconado, próximo
a la puerta . Perº no estaba como el pubh cano, d e10 6 1113 5
, go lpeánd ose e l pecho, sinº d e pie, admi
rando lo que é l l lamaba“ el genio del cristianismº
”
,
pero compadecido a la vez,d esde lº a ltº d e su es
cep t i c i smo,d e la ex 1gua men ta l id ad d e lºs fi eles .
Nº advi rt ió por c ier to , que una d e su s h ij a s se
quedó juntº a la baranda de l comulgatorio, quieta,con la cara oculta en las manos
,como si durmiese
HUGO “'
AST
Se ató la servi l leta como un babero, y se pusº
a sorber s u chocol a te .
Apareció Pulgarcito,
en mangas de camisa ,v i st iéndose todavia
,y ent regó a Link un te le
grama .
—NO sé qu ien lo hubiera recibido, d ijº.
s i no me hubiese quedado yo a_
cu idar la ca
s a . Ya ven que también es út i l levantarse tarde .
Todos mirarºn a Link que se había puesto pá
l ido .
¡ Mi padre está muy grave ! exclamó dan
do el papel a Mat i lde .
Se fué a s u cuarto y el l a lo s igu ió—Tengo que i rme esta noche ; no l legaré an
tes de pasadº mañana .
—Llegará a t iempo,y lo salvará . Su padre es
muy fuerte .
—En su vida ha estado en fermo ; expl icó él
perº el destino de lºs sanos es caer del primer
gºlpe .
—D io s no querrá .
El la miraba intensamente .
¿ Quiere que le con fíe mi secreto , Mati lde ?
—S í .
—Hé tenido miedo de perderla .
Por qué ?
Para qué deci rle más ? Debe bastarle saber
que nunca la he sentido más m ia que hoy .
LOS OJOS VENDADOS
Lº d i j o con ingenua paswn , y l e tendra los
brazºs , y Mati lde espontáneamente acudió a ré
fugiarse en el los, como una palºma que se salvaen su nidº .
208 HUGO wa sr
pues to que e l ideado por é l , y trabaj ado has ta el
último tornil lo cºn sus manºs,sería más fuer
te y de mayºr preci s ión . Sólo había cºnsentido en
uti l izar e l dºble cañº de una antigua escope
ta inglesa, pºrque en su tal ler nº era posible
constru irlo mej or ; pero tºd o el restº era su ºbra
y mºtivº d e admiración para lºs vecinos del
pueblº .
Habría estrenado ya su pesada espingarda ca
zando patos o yacarés en la i s la, cuyas marge
nes verdes veía desde s u cama , d e no haber so
brev enido aquella en fermedad , que lº u ltrajó,
como una deshonra d e fam i l ia , porque era é l hom
bre fuerte por excelencia,y lo obl igó a l lamar a
su hij o,para bendecir lo antes de mori r .
Ahºra ya no pensaba en la muerte ; pero hbiase vuelto más dóci l a las advertencias de se
hijº, premiando así la dedi cación cºn que e i j o
ven lo cu idara .
—NO me he de morir decía ; tengo mv
chas cosas que arreglar . Además , se me ha ocurrido una nueva máquina sembradora de mani,uti l i zable también para el maíz y los
Cuando concluya el fusi l me pondré a dibuj arla .
Carlos pasábase hºras enteras j unto a su ca
ma, pero carecía de espí ri tu para entretenerlo .
Estaba hºndamente preocupadº , s in nºticias de
Buenºs Aires , donde tenia el corazón .
Dºs cartas recibió al principio , dos cartitas
inexpres ivas,pero que lo l lenaron de gozo , ima
LOS OJOS vr: x na vb s 209
ginándºse que en cada una de sus palabras , se
escºnd ía una intención amºrºsa. De spués nada .
Ahºra, al releerlas, hallaba que la segunda era
más breve y menos espontánea .
Con ningunº de su familia hab laba de su no
v ia .
Su padre, habri a querido casarlc cºn alguna
muchacha d el pueblo . Hombre sin fantas ía , sólogustaba de las real idades a que estaban hechºs
sus ºjºs y sus hábitos .
Una j oven porteña tendr ía la cabeza l lena devanidades . Menºs mal que de la escºgida podíaesperarse que se aficiºnara a las cºstumbres delcampº
, ya que su fami li a era de Santa Rºsa . Con
tºdo, lº más seg uro habría sido no buscar tan
lejºs la cºmpañera de su vida .
Una tarde Carlºs Link se adºrmec io en su sil lón de mimbre , mientras su padre , entre almo
hadas, aj ustaba con la l ima las l laves del fus i l .La s iesta había sidº calurosa
, perº el techº depaj a era fresco
,y a las habitaciones l legaba una
bri sa endulzad a en la sombra del naranj al .
Dºii Carlºs abandonó la l ima,con que mºrd ía el
metal, y al cesar su chi rrido, su hij o abrió lºs ºjºs .
Vaya ! quise respetarte e l sueño y dejó detrabaj ar, y ha sido para peor .
Ya no tengo sueño ! exclamó el j oven, le
v antándose ; es demasiado tarde para dormir lasiesta . Voy a i r hasta el pueblº .
H UOO W'AST
Distaban del pueblo diez cuadrados curiosa
med ida lºngitud inal, usada entre los colonºs, lº
cua l s ign ifi caba que para i r a l pueb lo deb i an récºrrer d ºs chacras cuadradas
, que miden por lad o 400 metros .
Entró en ese momentº doña Celina,su madre
,
muj er suave y complaciente, que hab laba muy pºco .
H izº una seña a su hij o y j untos salieron .
—Las dos parvas d e man í d e la chacra v iej a,es
tán ard iendº,dij o doña Celina .
—NO se lo d iga a papá .
Qué haremos ? Ya está av isadº e l comisariº ;dicen que ha s ido un malintencionadº, por vengarse
d e tu padre .
En ese momento se oyó a éste que gritaba
S iento olor a humo ! A v er, abran la ventana .
¿ A que me han quemadº las parvas ?
Corrió su h ij o y lº hal ló fuera d el lecho, force
jeando con los pasadºres d e la ventana, para mirardesde a l l í l a s parva s en que ten ía pues ta su i l u
s ión .
No ven ? exclamó alzando los brazos .
La l lanura se extend ía sin d ecl ive ni arruga, hasta los con fines de l bosque . Dividida en cuadrados,
por cerco s d e alambre , en cuyo s pos tes se pºsabr
i nmóvi l una v ig i l an te l echuza , se preparaba d º.
vece s por añº,en e l otºño y en la primavera . para
las sementeras de maní o de maíz , que eran losprincipales productºs de aquellas t ierras . Cerca de
las casas , había un sandia ! y una v iñ ita, y a la
sombra de lºs naranj os multitud de cºlmenas .
Las dos parvas separadas por un trecho muy cor
2 1 1 H UGO Wa st
Pod rás deci rle a tu novia que somos pobres, ydeberás a legrarte d e que te crea .
—¡ No hab le, papá ! ¡ le hace mal !—S i te cree y se en tri s tece , deberá s a legrarte ;
pºrque nº e s la muj er que te conv iene.
Qu hij o le tapó dulcemente la boca,para que
no blas femara de la que había encendido su co
razón cºn un fuego más ardiente que el que consum ia sus riquezas .
E l v iejº tºrnó a dorm irse ; pero él se d esveló ,pensando en su nºv ia .
Había tenido la i lus ión de verla dentro de
pocºs días,pues su padre mej oraba . Ahora que
vºlvía atrás, no sabía cuándo pºdría parti r.
No tenía ánimº para es crib irle ; elda no le
cºntestaría antes de muchº t iempo,y la que
j a de él,nº le devolvería su amor
,s i lo había
perd idº.
Nº se rebelaba cºntra la en fermedad,causa
d e aque l d ºlºr ; y es taba d i spues to a quedarse a
l a cabecera d e s u padre . tºdo e l t iempo que Dios
quisiera .
Sabía que su bondad era su única fuerza , para luchar con sus r ivales .
¿ Pero quiénes eran éstos ?
Apenas cºnºcía la gente con quien se encon
traba Mat i lde . H ab iale ºido recºrdar cºn el og io
a Velarde,e l secretario del cºlegiº nacional ; y
pensó en é l ; pero una fra se d e l a segunda carta
de la j oven , le pusº. en el rastro d e la v endad .
“Se
hacen grande s proyec tos para el carnaval . Iire
LOS OJOS VENDADOS 2 1 3
mºs al bai le de máscaras de Carapachay , en O l ivid s . Mario Burgu eñ o (ha comp rado un automó
vi l y nºs l levará a tºdosEsa noti cia era una i lu sión de el la ; de otro
modo no la hubiera trasmitidº ; v contrastaba laalegría d e ese párra fo con el tono indi ferente dela carta .
Carlºs Link se puso de pie , hostigado pºr la
naciente sospecha ; y empezó a pasearse,de
punta a punta , en la gran pieza , desmante lada ,que se l lenaba d e sombras danzadoras y fantásti
cas . a lºs re f lej ºs del incend io .
Se asomaba a la ventana entreabierta , y miraba al campo i luminado y cºn un gesto de do
lor vºlv ía a pasear .
Así estuvo hasta el alba .
El ai re de lgado y húmedº hizº tºser a l enfermo . Cerró l
a ventana , a f in de que la luz azu lde la aurora, y los rumores de la gente no lo des
per'asen .
De cuando en cuandº le ponía sobre la frenteun trapo moj ado
,para de fender el cerebro d e
la f iebre y cada dos horas le hacía beber un an
titérm ico .
Se volv ió a sentarse en un s i l lón , y se durm ió
profundamente . El d ia tardó en l legar,porque
un espesº nublado del sudeste t raj o la l luvi a queenvolvió la t ierra como un cendal amari l lo .
Varias veces en tró dºña Cel i na , con paso ga
tuno, pero se contentó con echar una mirada sº
bre l o s dos hombres que dormían ,y sal ió .
En su sueño alguna alegría le hizo sonre í r, y
HUGO WAST
l a impresión lº recordó . Soñó en e fecto, que en
e l correo d e la vi l la hab ía una carta para él,una
carta en un sobrecito per fumado .
Se levantó,re frescó la frente del en fermo re
novando el apósito'
y sal ió a la galer ía,desde la
cual se divi saba el río gredºso,hinchadº por la
creciente,y más ºscuro baj o e l cie lo gri s , y las
i s l a s verdes y es fumadas , detrás d e la cor t ina d e
la l luvia .
Una canaleta d e latón recogía el agua d el te
chº, cubierto de chapas de z inc , y la v olcaba por
un caño en cuatro tinas, colocadas en los ángulos
d e la casa .
En las ¡t ierras incºn sistentes y perm eables d e
la reg ión , no era f ácil cºnstru i r un al j ibe ni la
obra resultaba duradera ; por esº guardaban d u
rante algunºs d ías,el agua de l luv ia , más dulce
que la d e lºs pozos .
Doña Cel ina le traj o una taza d e café negro .
—¿Vas a sa l i r con e s ta l l uvia , h ij o ? le pre
guntó, viéndolo empºncharse .
— I ré hasta la v il la , ¿ no hay un caballº ? En
media hora estaré de vuelta .
No qu iso expl ic ar la il us ión que lo l levaba . Su
madre apenas le hablaba de su nov ia , conoc iendo
lºs reparos que le ponia don Carlos ; y el j oven
no sent ía gusto en mencionarla delante de perso
nas que no la querían .
! acarias,uno d e sus h ermanos menores, mu
chacho d e d iez a dºce añºs , rubio como una ma
zorca de maiz , t raj o un tilbur y “Carlºs subió .
HU GO WAST
Las calles de la poblac ion estaban desiertas y
tºd as las puertas cer1 ad as .
Cada casita, cada rancho. tenia un j ardin rus
t i co y f rondoso y un naran j a! . N o se veía un alma
,pero en todºs lºs techos a s cendía un pena
chito d e humo, que la l l uv ia d esflecaba y d esv a
nec ia .
En un almacén v ieron gente . Varios colonºs
ugaban a lºs naipes , ante una mesita instalada
cerca de l a puerta . Afi rmado contra el marco ,de
pie sobre el umbral . con el sombrero en l o s Oj o s .
el saco d esp rend id o , ceñ ida l a c intura por un t irad ar en que se percib ía la culata de un revólver .estaba un paisano . ensimi smado v torvo,
mirando
ll over .
Era el cºm isariº .
Carlos Link lo sal udó,y él gruñó unos bue
nos dias y le hizol señal de acercarse . ! acarías
( nderezó el t i lbury , hasta rozar el cordón de la
vereda .
S iguen ardiendo sus parvas,amigo?
—Ya nº ; ya se han apagad o, cºntestó Carlºs .
s in in teré s .
Más vale así !
—Se han apagado cuando se acabarºn de que
mar.
bºis cºlo nos , que habían dej ado de j ugar , por
ºir la conversac ión , sºl taron una carcaj ad a .
Al comisa rio le pareció insºlente la respuesta
pero se cal ló . No ten í a muy claras las ideas , ysu l engua no era dóc il .
I.OS OJOS VEN DADOS 2 l 7
Volv 10 la espalda cºn desd én , se acercó al mes
rad or y se hizº ll enar de aní s la copa para apretar
el cognac , que antes beb iera .
Carlºs pros iguió su camino,y se baj ó en el
correo,y por una ventanil la , pid iº la correspon
d encia que hubiera para él . Le temblaba la v oz al
hacer el ped id o .
Diéronle diariºs de Buenºs Aires , y algunºs ca
tálogos , y unas cartas para su padre ; con lo cual
llenó el cajón del t i lbury . Perº su esperanza lº
había engañado . ¿ Por qué creyó en un sueño ,como
un niño ?
Subió de nuevº al t i lbury , y regresó a su casa
sin ver el camino, sin oír la charla de su hermano ,ciego y sordo para todo lº que no fuese la imagen
de ella y la v oz que d ijera su nombre .
Su madre lo espe raba ansiosa : el en fermo deliraba .
—Déj elo dormir , mamá ; le cºntestó él des
pués d e exam inarlo .
—H.i j o , ¿ sabes que habla de tu—¡ Déj elo , déjel o !
—Tiene esa ¿ No será cºmo é l
p iensa, que no te cºnviene ? Yo no la cº nºzcº .
Mamá ! exclamó el joven con gesto de'
pl ica ¡ no me hable mal de el la !, ¡ usted nº
la conoce y yº si !
Es buena, es trabaj adora , es humilde ?
—¡ S í , si, si !
Se habían sentado j unto a la mesa d el cºme
2 I 8 HUGO WAS T
d or, contiguo al cuarto del en fermo ; y dºña Ce
l ina . sin de jar d e oír, ni de hablar
,f rotaba cºn
un trapo el hule f loreado que les servía de man
tel .
T ºd o en la casa . desde el p iso d e baldosas co
loradas . hasta la va j i ll a ord inaria que relucía en
el anarador. m ost raba que la dueña y sus h i jas
eran hacend ºsas .
En las pa redes . blanqueadas cad a año ex h ib ían
se algunas p intu ras : un t rineo corriendo en l a n ie
v e , persegu ido por una manada de lobos . escenas
de Otelo . v p residiéndolo todo , l a infal table am
p l iac ión fotog ráfi ca . encargada por 20 f ranc os a
Parí s , d el dueño d e casa , cºn su barba atusada
v sus severos anteo jos .
Carlos d esoleeó los periód icos sob re l a mesa .
y parec ió ab sorberse en su lectura . Habría d e
sead o hablar de Mat i lde , con algu ien que no lo
contrad iiese , v que no le preg un tara ¿ te con
vendrá esa n 1na ? : con alg u i en que l o ov ese con
mov ido v cºntagiado por el fervºr cºn que él la
nombraría .
Entró Isabel,l a menor d e sus hermanas , que
and aba en los trece años , más espigada ya que
tºdas las chicas d e su edad . No era bonita , pero
f resca y natural,con su pollerita de percal azul
su bata blanca , l a trenza bien ceñida al reded or
de l a cabeza y calzada cºn alpargatas , que dejó
en l a gal ería para no embarrar el p i so d el come
dor.
220 HUGO “'
AS T
—Hasta que papá no sane , no piensº moverme
d e aquí .
La chica se puso seria .
—Si es tan bonita tu nºv ia ¿ no tenés m iedº
de que te l a qu iten,tardando en v ºlv er?
Form—uló su pregunta gravemente , imaginándoseque ése era unº de los prºblemas de los nov iaz
gos . Dej ó el sºmbrero en la mesa y aguardó con
in teré s l a respues ta .
Carlos le tomó las d os manºs , y le dij o cºn
aparente severidad—S i estuv ieses d e novia ¿ serí as tan veleta I sa
bel ?
La chica se encogió de homb ros .
Qué sé yº ! excla mó ru'bºrizándose leve
nente , bajo l a mirada cariñosa de su hermano ,
que ansiaba oír e n sus lalbios el nºnibre d e su
nºvia .
Apaiº
ec10 Guil lermo, ºtrº de sus hermanºs , en
cabeza . Se desp rend ió el barrº de las bºtas , rascan
dolas e n el fi l o d e una pala clavada f rente a la
puerta , pena cuand o fué a ent rar, oyóse la v ºz d e
El sa , la hermana mayºr, que desde la cºcina , 10ame nazaba
S i llegás a embarrar…me el p iso d el comedºr,
nº vas a prºbar tontas f ritas en una semana .
Con to da pacie ncia Guillermo rest regó d e nuevo
sus botas , y entró por fin ,exhibiend o dos perdices
Que había cazad o a rebencazos en l a chacra .
Los OJOS vr:Nii .u ios m i
—No queda un grano de mani ; todo se ha que
mado . ¿ Cómo está papá ?
Guillermo era un mozo de veint itrés añºs , algo
menor que Carlos . Rubio, d e ºjos oscuros , fuert e y
elegante en su rusticid ad , prod ucía la impres ión de
er más intel igente que su hermano el estud iante .
Carlºs expl icó el estado de su padre . La me
joría alcanzada e n esºs días se disipaba de un
golpe , y recºmenzaba el enfermo su lucha . Seria
larga, perº ten ía confianza en la naturalez a y en'es cuid adºs que le d ispensa r ían .
Vas a quedarte , entonces ? preguntó Gu i
l lermº sentándºse .
El sa acababa de t raer una cafetera humeante y un
gran pan , mient ras I sabel d isponí a las grandes tazas
enlozad as f rente a cad a asientº . El sa era una mu
chacha muy alta y muy rubia … que vivía atada al
cuidad o de la casa , La coc ina , el“
gal l inero, las col
menas , la l imp iez a de las hab i tac iones y de los pa
t ios , la vigil anc ia del galpón , donde se guardaban
los aperºs de labranza , la cºmida d e los perros , todo le incumbía a ella , v ni reposaba ni dej aba
en reposº a nad ie .
De sus herm anºs prefería a Guil lermo , ,por
que era fuert e y diestro,y sus brazºs producían
para la casa ; y no veía con buenºs ºj ºs a Car
los, que gastaba mes a mes el val or de quince
quintales d e mani , s in rend i r un granº .
Por ciertº que aquella j oven elegante y bºnita .
222 HUGO
que él les describía, y pºbre cºmº Una lechuza
no le cayó en gracia .
Cortó el la m i sma el pan y dis tr ibuyó el azúcar
en las tazas , que I sabel iba l lenando .
—¿Vas a qued arte ? rep i t ió Gu i l l ermo .
Carlos comprend ió la intenc ión d e la pregun
ta d e su hermano . Todos en la casa pensaban lo
mismo que I sabel,y las palabras de
'
Guillenmo
t_
uerian deci r : ¿ Esa nºvi a tan bonita, no se
dej ará conqu istar por ºtro durante tu ausencia ?
Contestó evas ivamente y se pusº a recorrer los
d iariºs,mientras I sanel le cubría de manteca las
i ebanadas d e su pan
T e gusta as í , Carlos ?— Sí, m i hij ita .
Pero no te gustaría más que ella hiciera
esto que hago yº ?
Carlos tomó suavemente de la mano a la chica
y la h izo sentar j unto a él , y aprovechando que
la atención d e l ºs demás se d istraía pºr la l legada
de su mad re con una fuente de tortas f ritas , le
(1l en secreto :
No m e hab le s d e e l l a , delan te d e l o s o tro s .
Después
La muchach a mºmº la cabeza afirmativ am en
te,muy sat i s fecha d e que su hermano mayor ,
su preferid º, la to.nara por confid ente .
En los días d e l luvia eran t radic ionales las
tortas f ritas que se tºmaban con mate , y ser
v ían para entretene" a la gente , que no p'
ud ien
H ipocresía
Veinte d ías más pasó Carlos Link en casa de
su padre , y durante ese t iempo sólo rec ib ió una
rartita de Laura , pidiéndole not ic ias del enfermo
Ni una palabra que expl icase el prolºngado silen
cio de su nºv ia.
—¡ Mej or ! se di j o él con desesperada resig
nación . ¡ Le sería tan fác il engañarme ! Prefiero
la verdad .
El rºbustº organ smo d e d on Carlos venc io de
nuevo a la muerte , y su hij o pudo pensar en v ol
verse .
—Mala s vacac ione s has ten ido,Car lo s d i
j o le el v i ej o . Pero m e has salvado la vida ,y volverá s contento ; es ta práct i ca te será ú t i l .
Cuando se acerque e l d ía d e la t e s i s , i ré a
Ni una pa labra de su nov ia .
Doña Cel ina , que v ivía espiando la vol un tad de
su marido , tamb i én dej ó d e mencionar l a . Carl o s
comprend ió que si Mat i lde lo hab í a o lv i dado ,
nad ie lo ayudaría a reconqu istarla .
HUGO VVA S T
Cuando emprend ió l a vuel ta , hab íanse cum
pl id o dos meses desde que sal ió d e Buenos Ai
res . Ten ía l a sensac ión d e que tod º le ser ía nue
vo , el pa i saj e y l a s almas .
Se embarcó a l a med ia nºche en el v aporcito
que hac ía l a carrera has ta Santa Fe , tomando
pasaj ero s y carga en todo s l o s ca serío s d e l a
margen .
No eran gen tes expans ivas su s padres n i su s
hermanos,y lo desp id i eron co mo a una vi s i t a
d e cumpl ido . Sólo su herman i ta I sabel se le echó
al cu el lo y lo b esó con ternura,y le dij o algu
nas pal abra s que é l no entendió y que el l a no
qu i so repe t ir .
E l v aporcito l evó anc las con á spero ru ido d e
cadenas . Sus palas azo taron el agua ruidºsamen
te ,y empezó a des cender el negro r iacho , brazo
d el gran Paraná .
Los pasaj ero s se metierºn en su s camaro tes ,y Carlo s L ink se quedó so lo , sobre e l puente .d e pechº con tra l a borda
,v iendo e sfumarse l o s
con tornos d el pueb l i to . Ignoraba s i volver ía ; sól o
ten ía un pensam iento , ganar d e nuevo aque l co
razón que huía d e é l .
Eran t iempos d e ag itacíones pol í t i ca s , y a pcsar d e l a hora , al gunas l uces bri l laban en el
pueb l o , seña lando los s i t io s donde se reun ían
a j ugar y a beber has ta e l a l ba,lºs
“elementºs
el ec toral e s”.
De v ez en cuando e l augu s to s i l enc io d e la
228 HUGO wa sr
tregándolo o tra v ez a lo s pensam ientos que lo
aco saban .
¿ Por qué no le es cr ib ían ? S i era porque Ma
t i l de l o habí a o lv i dado , se al egraba d e aquel s i
l enc iº: mejor que no lo engañasen .
S in embargo , en el fondo d e su s en trañas,
v ibraba un mezqu ino deseo d e ser engañado , con
pal abra s que le perm i t ie sen alen tar una i l u s ión .
En v oz al ta habría afirmado que preferí a co
nocer l a verdad ; pero den tro d e si, lev an tábase
una hum i l de v oz con tra ese orgu l lo : ¡ No,no ,
nº ! Todº era preferib l e a la amarga certidum
bre d e haberl a perd ido .
Se arrinconó a proa , en un s i t io dºnd e podía
pasar hora s , s in que lo hab l ase nadie .
E l barcº navegaba ya por el grand ioso Para
ná, rozando cas i l a margen barrancosa .
E l c ie l o aparecía e s tri ado d e nubes , que se
abrían como una seda v iej a ; y la s aguas eran
una inmensa chapa d e z in c , l abrada a martil la
zo s,refu l gente a l sol .
E l verano hab ía s idº l l uv ioso y el río ,h incha
do por l a s aven ida s d e tºda l a reg ión , era tan
ancho , que l a ºtra ori l l a apenas se d iv i saba d e
trá s d e un cendal b l anquec ino
Un vaho ard ien te alzábase d e l a s co s tas . Al
pie de l a barranca los camalo tes formaban una
ondul an te vereda , por donde sal taban lo s gal l i
to s d el agua , t end ida s a l so l l a s al i ta s roj as ; y
en lº al to re inaba la sel va frondosa , l aure l e s o s
LOS OJOS VENDADOS 229
euros , pu l ido s t imboe s , impene trab le s curupies ,
frág il e s ce ibo s , como bañado s en sangre por su
extraña flºrac10n,l l egando has ta el borde m i s
mo . La t i erra se desprendí a roída por la corrien
te , y lo s árbºle s quedaban con las ra íce s al a ire ,su spendidos sobre el ríº,
has ta que un vendaval
lo s arran caba del todº .
A la ºril la de lo s z anj one s , que cortaban la
cºs ta, cºmo afl uentes d el río,c rec ían lºs sauces ,
en que se enredaban lo s mburucuv ás , de fru ta s
amari l l as,y a cuya dul ce sºmbra can taban las
c igarras .
A veces , en las ab ra s de l bºsque, v eíase e l ran
cho del puestero cu idadºr d e hac ienda s , v a su
puerta un cabal lo ens i l lado,que aguarda a su
dueño con pac ienc i a , espantándose una nube de
mosqu i to s ; a vece s la ramada mí sera de un pe s
cador , cuya canºa duerme entre lºs camalo te s ,
mien tra s su dueño ceba algunos mate s,ante s de
sal ir a recorrer su s espíneles .
Del fºndo de l bosque l l egaba el reg io s i lbo
d e un boyero , y los martínpescadores v las ma
tracas,acal l aban su grazn ido ; y cuandº cesaba
aquel l a nºta d e ºro, sólº se oía el zumbar de la
bri sa entre l a s paj as y el trepidante ruido d el
vapor .
E l alma d e Link se l l enaba de aquel l a her
mosura , que le in fundia un extraño d esa lien tº .
parec ido a la res ignac ión v a l a paz .
230 HUGO WAST
Verdaderamen te la d icha d e ser amado , ha
bri a s ido demas iado grande para é l .
Las ol a s d el in comparab l e río , se l l evaban un
poco d e su cºrazón hac i a el mar desconocido .
¿ Cuánd o vo lverí a y qu ién lo acompañaría ?
Había soñado tantº con su v iaj e d e bodas , que
le parecía haberlo real izadº , y persegu ía en sumemoria la s emoc ionan tes e s cenas .
L l egado a Santa Fe, esa mi sma tarde tomó el
tren . Eran l as nueve d e l a mañana s igu ien te ,cuando se apeó d e un coche , con su val ij a en l a
mano , en l a esquina d e la cal l e M igueletes .
Quería hacer a pie media cuadra que fa l taba
para la casa d e don Pedro . Calmaría su s ner
v ios y no lo sen t irían l l egar .
¡ Pero qué e speranza !
Cuando é l se aproximaba , d iv i só a don Pe
dro que vo lv í a , d iario en mano,arriand o una
gal l ina con dºce pol l i to s ; y a t i empo que am
bºs se reun ían en l a puerta , sa l ía m i s ia Presentac ión con el mate d e pla ta , a ofrecerl o a su ma
rido .
¡ Pedro ! ¡ Vélo a Carlo s ! exclamó l a se
ñora abriendo lo s oj o s , como ante una apari
c ión .
—¿ Cómo es tá L i nk ? d ij o don Pedro
rándo le una mano suave y fría .
No m e e speraban , verdad ?
—¿ Sanó ya su padre ?
—Si , señora .
HUGO WAST
M e l o suponía ! ¡ Un d ía d e vapor y un día
d e t ren !—M ás o menos .
—Bueno,pues
,Carl i to s
, yo querí a expl i carl e
que le hemos dado s u p ieza a Pulgarc i to . E l po
bre es tá cansado d e dormir en catre , en el co
medor,y d e no t ener un rºpero a mano .
—No impor ta,
respond ió Carl os,s in com
prender todav í a ; no s acomodaremos los dºs .
Experimen taba una an s iedad,mezcl a d e ter
nura y d e gra t i tud , v iendo que lº acogían y le
hab laban con afec tº .
—S í , pero ya verá , Carl i to s . Como nºsotro s
hemºs cambiado d e pos i c ión , y a Pedro 10 han
nombrado an teayer in spector d e c inematógrafos ,ya no neces i tamos a l qu i l ar ese ¡ Pero
h ij o, que pál ido es tá ! ¿ Qu iere una ta c i ta d e té ?
¿A que no ha tomado el desayuno ? ¡ Virgin ia ,V irg in ia ! Trae el brasero . Voy a cebarle unos
mates .
—NO , señºra , muchas grac ia s . Ya he tomado
en el tren .
—Algo frío,s eguramen te .
—NO , señora , al go ca l ien te .
—Unos m a tec ítos no le harán mal .
Sal ió m i s ia Presentac ión a bu scar lo s en seres
para echar mate , y en tró Laura , acercándo se a
L ink con una sonri s a fra ternal y tri s te .
—¡ Oh , Laura ! ¿ qué ha pasadº aqu í ? ¿Ya nº
me rec iben ?
LOS OJOS VENDADOS 233
E l l a le d io la mano , que el j oven es trechó
ard ien temente,rep i t iendo su pregun ta , que era
una quej a .
La muchacha nº conte s tó , porque v olv ro su
madre con el mate y la pava,segu ida de la chí
n íta con el braserº crep i tante .
—Expl í cal e , Lauri ta , que hemos camb iado depos i c ión .
—Sí ; dij o Laura con ge s to apenado ha
ce dºs d ía s hemos camb iadº de pos ic ión ; 10 han
nombrado a papá inspec tor de c inematógrafo s .
—Sí , agregó la señºra hace d ºs d ía s, pé
ro v a le han adelan tadº a tu padre d os mese s de
sueldo , l o que no s ha v enidº muy b ien , porque
e s tábamo s al go atrasad itos .
—Sí , si, Mario Burgueño , que l e ha consegu i
do e l pues to , le ha hecho adelan tar
No hij a , esa no e s la verdad : l e ha adelan
tado d e su bol s i l l o .
Mamá , yo no sabía ! exc lamó rubor i zan
dose Laura .
—¡ S í , cómo no ! De su bol s i l l o l e ha adel an
tadº el sueldo d e dºs meses . Lº d igo en hºnor
d e ese j oven , que e s la genero s id ad en compen
d iº .
Laura y L ink se m iraron .
—YO no sab ía eso rep i t ió du l cemen te la
muchacha .
L i nk hizº un esfuerzo y logró formu lar la pre
gunta que l o ag i taba
HUGO WAST
—¿Y a e l l a
,a Mati l de
,l a han nombrado ya ?
—No cºn tes tó m i s ia Presen tac ión,con un
ademán vago , rev elandº el poco in teré s que ahora ten ían por el nºmbramien to .
—¿Ya no pre tende el pues to ?
Ya no ! ¡ vaya una b i coca para que el l a se
pase l a v ida sup l i cando que se l a d en !
¿Y qué hace ahora ? ¿ dónde es tá ?
Tardaron un s ig lo en re sponderl e . Mis ia Pre
s entac ión camb iaba pro l ij amen te la yerba d el
mate .
¿ LO qu iere cºn l eche y con azúcar quema
—NO,s eñora , graci a s ; no se moles te . Diga
m e al go d e el l a . ¿ por qué no sal e ?
L a v ºz le temblaba . Las dos muj eres m iraban
a otra parte .
Por f m mis ia Presentac ion ofrec 1endole e l ma
te, le d ij o :—E l l a no e s tá aqu í .—¿ Se ha ido ? . ¿ se ha ca sado ?
—¡ Jº5ú5 qué ocurrenc ia ! excl amó r1endºse
l a señora ; y Link se avergonzó d e l a ingenu idad
d e s u pregunta .
—¿ Dónde e s tá ?
—En l o d e B is tºl fi . Mariani ta m e l a qu iere
mucho,y la ha inv i tado a pasar uno s día s con
e l la .
Link miró a Laura,cuyo s i l enc io e s taba l l eno
d e expl icac iones .
HUGO WAST
—¿ Dónde pºdré verl a ?
—¿A m i ? d ij o Laura
,y en e l a cto compren
d ió que él hab laba d e s u hermana .
Carlo s acl aró su pregunta , s in darse cuen ta d e
que l a hería .
¿ Si fuera a lº d e B istol fi , pºdría verl a ?
Creo que si.
No viene a es ta ca sa ?
—Algunas veces .
Despid iéronse al l í ; y é l cºn su val ij a,cruzó
l a “cal l e . En el momen tº en que dºbl aba , se d e
tuvo para dej ar pa so a un autºmóv il .
Mat i l de ' exclamó v iendº qu ien iba en é l .
La muchacha oyó su gr i to , h izo detener el
au tº , y tend ió l a s dos manos a Link .
—¡ Carlos ! ¿ usted aqu í ? ¿ Cómo le ha id o de
v iaj e ?
Carl o s se le acercó y en ternecido le besó l a s
manºs .
E l l a se retrajo hacia el fondo d el coche , y le
d ij o con meno s entu s ia smº
¿ Cuándo ha ven ido ? ¿ le han d i chº dónde
estºy yº ?
Empezó a expl i carl e cºn l o cuac idad la s razo
nes que tuvo para acep tar l a inv i tac ión d e Marianita
,y Link la o ró a l pr in c ip io con sorpresa
y empezó l uego a sen ti r que l a inconcienc ia v
la al egrí a d e el l a , eran un u l traj e a su amor .
Pero nº experimen tó cól era , s ino una gran
cºmpasión . Le acari c ió d e nuevo la s mano s , y le
cºrtó la palabra .
LOS OJOS VENDADOS 2 37
—¡ NO m e cuente eso ! Digame sól o por qué
no me ha e scri tº .
¡ Ah ! s i u s ted sup i era l o ocupada s que hé
mos es tado con lo s traj e s de fan ta s i a , para el
bai l e d e Carapachay l .
¿ Cómo ?
—NO sabe que e l dºmingo de—Dentro d e tre s día s d ij o é l .
Si ; habrá un gran ba i l e en O l ivos , y que yºiré d i sfrazada d e su l tana con
¡ No m e cuen te eso !
Pero u s ted tamb ién irá.
¿Yo ?
—¡ S í , si ! ¡ Nº me diga que no ! YO qu iero que
vaya .
—¿Y antes no puedo verl a ?
E l l a se recostó con tra e l mul l ido respaldo del
coche y reflexiºnó un in s tante .
—Mej or es que no me v ea .
¿ Por qué ?
—Us ted s iempre hace lo que yº le
¿ no e s c ierto ?
¡ Sí , s i ! con tes tó é l , emocionado por el
tºno confi denc ia l con que el l a l e d ij o e sa s pala
bras , baj ando mucho la v oz para que el chofer
no l a oyese .
- Buenº,entonces
,no tra te de verme has ta el
dom ingo .
—¡ Tan tos d ías !—Há pasadº do s meses ; pase un poco más . Y
2 3 8 HUGO wa sr
vaya a l b a i l e . YO se l o p ido . Sería la primera
vez que no me obedec iera .
Carlo s sen tí a en l a v oz acaric iad ora una v e
hem enc ia ,una i n terna al egr ía , un t imbre nuev o .
Que aun causánd ole un hºrrible dºlor , lo aturd ía
y l º em l>riagaba .
¡ Has ta el dºm ingo ! le d ij o e l l a con un
en tu s ia s ta apre tón d e manos . Y é l ' l a d ej ó irs e .
y la v ió b aj ar en su casa y no tuvo án imo para
d esobed ecerla .
¿Qué exp l i cac ión ten ía e sº ? S i empre el la has
ta en l o s d ía s d e mayor in t im idad , fué tan re
serv ada , que é l nunca pudº envanecers e d e ha
ber v i s to el fondo d e s u s pen samien to s .
LO atrib uía a t im idez , y lo a tra ía la mis ter io
sa hondura d e s u alma . Y . ahora l a notaba ner
v iosa y parl an ch ina , como s i qu i s iera d esorien
tar s u pensamien to y evi tar que en tre l os dos
cayera un m inu to d e s i l enc io revel ador .
Ni una sol a d e su s pal abra s insus tanciales y
a legres , le produj o un consuel o .
A ! al ej arse d e el l a , t ra taba d e recºrdar con
v ersac iones pa sadas , y d e ol vidar lo que acaba
ba d e ºí r.
Tiene que ser fel i z ! Ni s iqu iera se da cuen
ta d e que me hace su fri r . Ya no soy más que un
hermano para el l a ; s i l a in terrogase , me confia
ría con inconc ienc ia su s nuevo s amores . ¡ Sóloun gran dºlor po drá d ev ol v érmela !
L l egó a la es tac ión y al h al l arse con Nºemí
HUGO WAST
Mis i a Presen tac ión aparemo enj ugándo se l a s
manos con un repasador y l a l l enó d e cari c ia s .
No podía negar que es taba orgul lo sa d e su
h ij a, por s u hermosura y por su des treza para
abri rs e cam ino .
—Se d ir ía que es tuyo el
Mati l de h i zo un ges to d i spl icen te .
—¿ No lo has hal l ado en la puerta ? pro
s igu ió su madre en voz baj a . Hace un rat i to
que se fué . Se empeñó en que le d iera d e nuevo
su p ieza . Yo le d ij e que hab íamos camb iado d e
po s i c ión y que bu s case alb ergue en o tro l ado .
Y se fué con l a val ij a en l a mano , como un“ l in
yera”.
E s to l o d i j o la s eñora con ánimo d e b al agar
a su h ij a , pero l a muchacha no contes tó .
Sentí a que Link su fri es e por obra d e l o s o tro s .
E l l a si, el l a ten ía derecho d e apenarlo ; y pare
c íale que—has ta el dolor l o rec ib i a d e el l a con
gra t i tud .
¡ Y papá ?
—En el fondo , l avando las j au la s d e l as pa
l om i tas fran cesa s . ¿Quieres que te l o l l ame ?
Mi s ia Presen tac ión permanec ía fren te a su h i
j a,pron ta a serv i rl a , como una criada . Por el l a
se t ran sformarí a el des t ino d e l o s Garay y Tron
coso . N o dudaba d e que Mario Burgueño ven
dri a an tes d e un m es a ped irl e su mano .
Laura sa l ió al oír la conversac ión ; pero no
mani fe s taba tener igual e s i l u s iones . Su madre ,
LOS OJOS VENDADOS 24 1
empezaba a creer que e l b ien de su hermana l e
infund ía dolor y tri s teza , lo que el ca tec i smo l lama env id ia .
Mati lde l a acog ió con cari ño y l e pregun tó—¿ Está muy adelantad o tu traj e ? No te que
dan más que uno s d ía s .
—N i adel an tado , ni a tra sado : yo no v oy a i r
a l bai l e .
No v as a i r al bai le ? int errºgó mis ia
Presen tac ión enfurec ida . ¿ Despué s que hemos
gas tado un pla ta l en lo s preparat ivo s ?
—Lo que e s a papá no l e cues tan un cen tavo,
respond ió Laura m irando fi j amen te a su ma
dre, que to rc ió la cara .
—Aunque hayamos ten ido la suer te de que al
guien se encargase de los gastos , es last imoso
que se hagan s in provecho .
—¿Y te parece b ien , mamá , acep tar e so s fa
v ores ?
M e parece muy b ien . No hay cosa más fue
ra d e l ugar que e l orgu l lo en los pobres .
—S i conoc iera s las i n tenc iones que traen los
rega los , podrías decir s i e l no acep tarlo s e s or
gul lo o dign idad .
Mat i l de que se sen t ía ob servada por su her
mana , habría querido ganar s u i ndulgenc ia , con
buenos modales pero no pudo contenerse al oír
la alu s ión ,y con te s tó con a cr i tud :
Cualqu iera creería que eres bruj a y lee s los
pensam iento s
H UGO W AS'I'
Y su madre agregó s in m irarl a—Eso que s ien te s o es car idad o es env id ia .
E l ige .
Laura pal idec ió y tuvo a l borde d e su s l ab io s
una rép l i ca dura y cruel ; pero tem ió a l ej ar para
s iempre el corazón d e su hermana .
Caridad , mamá , car idad !
Mat i lde no en tend ió su prudenc ia y le guardó
ren cor .
—E s tá cel osa , d i j o m i s i a Presen tación .
Creyó al prin c ip io que Mario ven ía por el l a . T ie
nes que perdonar , Mati l de .
Ya l a he perdonado ! Y hasta le he hecho
un buen obsequio .
—¿Qué co sa ?
Se lo dej o a Carlo s L i nk ! ¡ Bastante l o hadeseado !
Misia Presentac ion se echó a re í r con male
vo l en cia,por halagar a su h ij a , cuyos oj o s l l a
m eaban d e cól era .
—No quiero d emorarme ,agregó la mucha
cha . Que vaya 0 no al ba i l e es cuenta suya .
Se pu so feb ri lmen te a hacer un paque te d e
ropa b l anca para l l evarse . Las manos le temb la
ban , y su madre l a ayudó .
¿ No t i enes m iedo d e que ese hombre te es
pere en la e squ ina ? E s tenaz y no te
—¡ No , no ! Hará lo que yo le d iga ; s i l o man
do que m e dej e en paz , se i rá para s iempre .
—Lo creo d ij o su madre , record ando la
244 HU GO wa sr
ten iendo suerte,aquel mezqu ino sueldo le há
bria bas tado !
En la es cuel a había l eído muchos l ibros , que
en tre l íneas es condían la verdadera mo ral .
Sab ía que todo ins t in to es j u s to y todo sacri
ficio vano ; y que l a cri a tura humana es tá en el
mundo para v iv ir s u v ida”.
Las pal abra s d e s u s l ibro s pod ían dec ir o tra
co sa ; pero su sen t ido era ese , y tal fi l o sofí a ener
v aba su vol un tad y exci tab a su sangre . Hab ía
aprend ido a desear cosas que eran inacces ib l es .
por l o s cam inos d e una mora l ve tu s ta, que ya
no se enseñaba ; y no había aprendido a mode
rar sus deseºs .
N o es taba en s u mano imped ir que ot ro s su
frieran . E l l a querí a v iv i r s u v ida y en la corrien
te ensordecedora y t irana d e lo s nuevos p l aceres ,no t en ía t i empo d e pensar en nad ie . Ni s u pro
p ia d i cha le parec ía segura,porque en e l fondo
d e toda s l a s cosa s ard ien temen te deseadas,ha
bía s iempre un desen can to .
¡ Sol amente el amor no la has tiaría nunca !
Y su corazón se tend ía haci a e l amor desconoc id o como la fl echa en el arco .
¡No me d eje nunca !
Al tercer d ía,el dºmingo de carnaval
,aban
donó Link el cuarto de su nueva pens ión . Para
no dej ars e tentar por e l inmenso de seo d e verla ,an te s del d ía que e l l a m i sma l e fi j ó , v iv ió e sa s
hora s rec l u idº , como un pri s ionero , s in vol ver a
la casa de don Pedro de Garav en bu sca de sus
l ibros .
—S e lo ha tragado la t ierra , decía m i s ia
Presentación .
Don Pedro meneaba la cabez a preocupado .
—¿Adónde habrá ido a parar ? Habría s hecho
b ien en recib irlo . Qu ién sabe lo que puede tra
mar.
La imag inac ión de don Pedro conformada por
lo s nov elones c inematográfi cos , no conceb ía s ino
desen lace s trági co s para todos lo s prob l emas sen
timentales .
Pero Link no tenía imag i nac ión , y su esp ir i
tu v ivía l ej o s de todo romance .
S in embargo , qui so sal i r , porque una idea fi j a
empezaba a golpearle en el cerebro .
HUGO NVAST
S i Mat ilde lo hab ía olvidado pºr ot ro hombre ,
¿ qu ién era s u rival ?
Pronto lo sab r ía , aunque es taba seguro d e que
al saberlo perder ía su pos trera esperanza .
Porque todos l os hombres que a traí an l a s m í
radas d e el l a serí an mejore s que él . ¿ Pero l a
querrían como é l ?
Para re so l v er es ta cues t ion quería'
conocer el
nombre d e su r iva l .
Se encam inó a B el grano v buscó a Noem í ,pues en su s cav ilac íones
,l o a sal tab a tenazmen
te el recuerdo d el ramo d e v io l e ta s .
La hal ló sol a , en el andén cas i des ierto , sen
tad ita en un ri ncón j unto a su canas ta d e flore s
—¡ S eñor L ink ! excl amó alegremen te l a ch i
cuela Tengo cin cuenta ram itos escog ido s para
el corso d e es ta noche . ¿ l o s qu iere ?
Carl os L i nk acari c ió l a cabeza despe inada y
gracio sa d e l a cr ia tura . y le compró uno .
—Con é s te m e bas ta ; no i ré a l corso .
—¿ En tonce s irá al ba i l e ?
—Tampoco .
—La n iña Ma ti lde s í .
E l j oven hi zo un ges to d e cansancio . que sor
prend ió a la vendedora d e flore s .
Ya no l a qu iere ?
E l l a no m e qu iere ! contes tó L i nk , con
una viol en ta neces idad d e confi ar su dolor a a l
gu ien , cualqu iera que fuese . ¿M e va s a deci r
l a verdad , Noemí ?
248 HUGO WAST
el capr i cho d e aquel hombre afortunado . Ahora
pod ía con te s tarse : ¡ qué había d e amarl a su rival , como la amaba é l !
En ese mismo in s tan te , mien tra s sufrí a e l a troz
dolor d e l a cert idumbre , sentíase capaz d e reco
gerl a en el l odo d e la cal l e para darl e su nom
bre.
¡ Ay ! n i así l o querrí a e l l a , que s e dej aba em
cand ilar,como una pal om i ta .
Corría Link abanicánd -cse con el sombrero el
ro s tro congest ionado . Corría s in rumbo al p rin
cipio ,zumbándole en l o s oídos e l eco du l ce d el
l l an to d e Noemi ; mas poco a poco fué calm an
dose su ag i tac ión , y apareciendo el deseo d e ha
b lar con Fraser .
Eran las nueve d e la mañana ; en media hora
l l egarí a a s u ca sa . Aquel hombre que había su
frido y que con servaba un fondo d e honradez y
d e cordura , comprenderí a su dolor y el inm inen
te pel igro en que el l a e s tab a .
Era inú t i l que él , Carlo s L ink , qu i s i era ad v er
t ir l a d e e so , porque el l a pensaría que lo s cel os 0
e l rencor l o impu l saban .
Habría queri do ser su hermano para d ecirl e y
ser creido : ¿Adónde vas , hermana mía , por eso s
caminos torc ido s , con l a carga fa tal d e tu inex
perienc ia y d e tu hermosura ?
Y Fra ser que tenía sob re e l l a una gran auto
ridad , podí a tamb ién hab l ar a Mar io Burgueño .
Cada vez que el nombre de é s te se encendía
LOS OJOS VENDADOS 249
en la memoria de L ink , un gran de sal ien to d i
sol vi a su propós i to .
Si el l a hab ía en tregado su corazón a aquel
hombre , a quien mimaran la fuerza , y la fortuna
y el nac im ien to era inú t i l in ten tar nada ; por
que tenía el egºi smo d e l o s hombre s fe l i ce s y la
inconciencia d e un n iño .
Pero una i l u s ión desesperada empuj abalo ha
cia la casa de Fra ser .
Cuando l l egó , a breve di s tanc ia de su puer ta,
se detuvo en la acera de l fren te , v iendo a dos
personas en el umbral , una v i ej a y una n iña .
Carlo s L ink no conoc ía a Liana,pero com
prendió que era el l a , por l o s ra sgo s de su cara ,
que recordaban a l o s de su padre . Volv í a de m isa
,pues traía un grueso l ibro , y la anc iana con
qu ien conversaba an imadamente , ten i a un rosa
r io envuel to en la muñeca .
La j ºven escuchaba lo que hablaba su com
pañera , y L ink creyó adver t i r l ágr imas en su s
oj ºs .
¡ Lágrima s en un dom ingo de carnaval , en los
ojºs de una muchacha,que no tenía veinte años !
¿Qué hada repart í a las a leg ría s del mundº ,
otorgándolas s in tasa a unos y negándola s a
o tro s ?
L ink aguardó s in moverse , y cuando la anc ia
na se desp id ió y en tró Liana , é l la s igu ió , de
s cando verl a de cerca .
Pero tuvo que esperar e l a scen sor porque era
250 HUGO wasr
una casa d e departamen to s , y Fraser,v iv í a en
e l qu into p i so . L l egó a una puerta , donde una
chap i ta d e bronce le i nd i có que era la que bu s
caba , y —oyó l a voz d e Fraser , que dec í a a su
h ij a en tono i rr i tado
¿Has l lorado o tra v ez ? S i empre que vuel ves
d e misa te pasa l o m i smo . ¿Has v i s to d e nuevo
a esa v iej a que te l l ena d e cuen to s ?
L ink no entend ió l a respues ta d e l a n iña , y
dej ó pasar unos mi nutos,para que no so specha
sen que alcanzó a ºir esas pal abras .
Llamó luego v l a m i sma Liana sal ió a abrir
l e . Conoc íase que hab ía l lorado , pero su ros troirrad iaba con una l uz cel es t i al
, que impres ionó
a L ink .
Se d ir ía pensó que es un n iño!
que
acaba de encontrar a su madre
¿ Bu s ca a papá ? pregun tó el la,hac1endolo
pasar a un e s tre cho zaguán, que a cau sa d e unas
s i l la s y una mes i ta con v iej a s rev i s ta s , parecía
ser sal a de espera d e aquel méd ico s in c l ien te s .
Fraser ta rdó bastant e en aparecer . Se s inti ó
d e nuevo su voz más baj a y como en ternec ida ;y cuando sal ió
,una real a l egrí a se pin tó en su
cara al ver qu ién era su v i s i tante .
¿ Link , d e vuel ta ya ?—Si, doctor .Bas tan te ha tardado ! ¡ Y bas tante lº há
brán echado de meno s !
L ink agachó l a cabez a .
252 HUGO wasr
Si.
—Bueno,pues : de el l a , de su novia , no le pre
gunto,porque sé más que us ted .
—¿Qué sab e ?
—Sé que es tá muy atareada con los u l t imostoques de su traj e de su l tana , para el bai l e d el
¿Va a i r u s ted ?
—¿Qué le parece ? ¿ debo i r ?
¡ Hombre ! Un nºv io deb e ir s i empre adonde
v a s u novia .
¡ Ah ! excl amó L ink . ¡ En tonces u s ted
no sab e más que yo !
Fraser sonrió, entrecerrando los oj o s , con aire
a la v ez compa s ivo y mal i c io so .
—¡ A ver
,a v er ! d ij o ¿ qué es lo que sa
be u s ted ?
Y L ink con tes tó con una i ngenu idad de n iño ,que conserva al guna e speranza , l l eno s de lágri
mas lo s oj o s
¡ YO s é que l a he perdido para s iempre !
E l s emb l ante de Fra ser se o scurec ió . Pues to
que L i nk sab ía e so , mej or , a s í no tendría quedecírsel o é l . No lo con trad ij o
,más b ien lo apo
yó, compart iendo aquel do lor que se ad ivinaba
en e l ro s tro fa t igado , en la frente marcada por
el i nsomn io y la i dea fi j a , en la boca apre tada
como s i aún tem iera que le d ie sen más h iel y
v i nagre .
—Y s i la hub i era perd ido, ¿ qué haría ?
L ink se encogió d e hombros .
LOS OJOS VENDADOS 253
—¡ Nada ! qué qu iere que haga yo , que no sé
matar . Porque é l , que la engañará , merece que
lo maten .
Con una sonr i sa Fra ser al iv ianó e l pe sado ri
d ículo d e aquel l a exclamación .
—Habrí a que hacer una carn ic er ía . Primero
tendríamos que matar a esa til inga de m i s i a Pre
sentac ión , y a ese pazguato de don Pedro de Ga
ray , y al cachafaz de su h ij o , y luego al papana ta s
de Bistºlfi , y a la bribona de su muj er . Todos son
más culpables que Mario . Después,mi amigo
,ten
dríamos que matarlo a u s ted , que se enamoró ne
ciam ente d e una cria tura tan l inda , pensando que
podr ía l levá'
rsela para u s ted so lo . ¿ No fué una
necedad la s uya ?
L ink m iraba a l sue lo , torvamen te , y un ma l
pen samiento lo rondaba .
Fraser cºmprendió qu e su s bromas herianj
aquel
corazón ul cerado , y que es taba a pun to de per
der la confi anza del j oven .
—Hé s ido un nec io , murmuró Link. LO
comprendo . Pero era mi des t ino quererla .
—Noso tro s m i smos elaboramos nues tro prºpiodestino ; repl icó Fraser .
—Pero s i yo merezco morir por nec io ,é l me
rece que l o maten , por canal l a .
E s ta s palabra s l a s d ij o con una a terradora
fr ia ldad,exteriori zando inv oluntaríamente una t e
so l uc ión repent ina,pero impl acab le y defini ti va ,
como una verdad matemát i ca .
254 H UGO WAS 'Í '
Parecía haberse ol v idado d el verdadero propós i to que l o mov ió a v i s i tar a Fra ser , o no intere
sars e ya en que és te adv i r t i era a Mat i lde e l ab i s
mo ha cia el cua l la l l evaba su inexper i enc ia . Se
l evan tó y es t iró la mano .
Fra ser s in t ió el es cal ofrí o d e una traged ia en
perspec t iva,y con ges to au tori tar io
, d e padre
que manda a su h ij o , hizo sentar d e nuevo a
Link , y le d ij o con ternura :
—¿Us ted cree de vera s que Mat i lde es tá ena
morada d e Mario B urgueño ?
Irrem ed íab lemente enamorada !
—NO pronuncie esa pal ab ra . Todo en el mundº
t iene remed io .
—Menos un amor como é s te ; repu so L ink .
¡ Bah ! Todo amºr es efímerº,como un fue
go d e paj as . Y es mej or que sea así , porque n in
gún in s t i nto env i l e ce más al hombre que el amor .
Por el amor un hombre olv ida a su madre , in
fama a su s h ij o s , p ierde su honor , y todavía en
cuen tra que ha hecho b ien . E s un mal in s t in to
y dura poco . Sólo hay un amor invenc ib l e y san
to,y es el amor de una madre por s u h ij o . E s
como l a l uz d e una es tre l l a . Puede nublarse una
hora , puede parecer apagada mucho t iempº , pero
s i u n v ien to d i s ipa l a nube , la es tre l l a e s tá a l l í ,inmutabl e y e terna .
Mien tra s Fra ser hab laba , L ink lo m iraba en
los oj o s , bu scando en el l o s l a s inceridad . Fra ser
256 H UGO WAS '1'
d íl larse en mi umbral , para que la dej e v er a mi
h ij a, que es su ¡ Ay , d e el l a en tonces !
L iana la desconocerá , y yo la escupi ré en la cá
ra
Cuando L ink al zó lo s oj os,Fraser hab ía d es
aparec ido . Aguardó unos m inu to s has ta que fué
ca lmándo se su ag i tac ión,y como el o tro no vo l
v iera , n i é l t uv ie se ganas d e ver lo , sal ió d el d es
pacho,y descend ió s i l encio samente la l arga es
cal era .
Esa s i e s ta , Fra ser fué a lo d e B istolfi .
Iba desal entado,porque su imp lacab l e pesim is
mo le enseñaba que l a pas ión inocente es tá más
cerca d el ab i smo que l a mal i c io sa coque tería ; y
s i era tarde ya , su figura d e pred i cador l a ico y
v ic io so,s ería d e un impagab l e r idí cu lo .
Pero a medida que avanzaba , en el torbel l ino
del carnaval , que l l enaba l as cal l e s con su fi c t i c ia
al egría , conñrmábase en su propós i to d e hab lar
a Mat i l de , para dec ir l e , una gran verdad, que
nunca le l l egarí a tarde : “Cuando con su prop ia
mano se haya cerrado todas la s sal idas , por don
d e pueda sal varse , todavía le quedará un refug io
y es e l amor d e ese homb re a qu ien al ej a”.
No había hab l ado gran cosa con L i nk,pero
es taba seguro d e que aquel amor era i ncurab l e
en el corazón del j oven .
Cerca v a d e su des t ino , en una cal l e e s trecha ,
LOS OJOS VENDADOS 25 7
una comparsa le ºb struyó el paso . Qu i so retro
ceder,mas por e l o tro lado venía desembocando
una h i lera de coches , cargado s d e mascaritas ch i
l lona s y procaces . En aquel l a m i sma cuadra , al
zábase la mol e s i l enc io sa de un col eg io , y cas i
en l a esqu ina abríase la puerta d e su cap i l l a , cons
truída como una crip ta en el sub suel o .
Fraser sa lvó el pre t i l , y se metió d e rondón en
l a iglesita ,o scura , fresca y s i l enc iosa.
En el tabernácul o re spl andec i a e l San tí s imº ,
entre un arco d e vel as , que ard ían con e l suave
ol or d e la cera v i rg en .
Se sen tó Fraser en un e scaño , sorprend ido yhalagado por tanta paz .
U na salmod ia ind i s t in ta l l egaba a su s o ídos , y
sól o cuando se hab i tuó a la oscuridad , d iv i só muy
cerca d e é l , una v i ej a h incada en el suelo .
La con temp ló un ra to,con extrañeza
,tra tando
d e imag inar l os pen sam ien to s de aquel l a a lma
desgrac iada o fe l i z , pero senc i l l a como la de l
carbonero crev ente.
La v i ej a iba recorriendo la i gl e s i a . Arrod i l l a
base f rente a cada estac ión del V ía Cruci s . Sedaba golpes d e pecho ,
y encorv ándose peno sa
mente , besaba la t ierra .
Oh, Señor ! pen só Fra ser conmov ido v
hum i l l ado . Mien tra s los fi lósofo s d i s cu ten tu
exi s tenc ia , es ta pobre a lma v ive de tu verdad .
En las p i l a s tra s d e mármol re lucían l e tra s deoro .
258 HUGO WAST
Eran vers í cu l o s d e l o s Salmos : Como el c i er
vo brama por la s corrien tes d e l as aguas , así c la
ma por t í , oh ,D ios , el alma m ía
”.
“M i alma t iene
sed de D io s , d el D io s v i vo : ¿ cuándo vendré y
pareceré del an te d e D ios
En l a sem ioscurid ad re inan te era d ifí c i l l eer .
pero Fraser in tere sado profundamen te,fué reco
rriendo p i la s tra por p i l a s tra , para gu s tar aquel l a s
m etáfora s el o cuen tes,l l ena s d e mis ter io sa espe
ranz a .
“Hazme la gracia d e tu ley
Por el cam ino d e tu s mandam iento s correré ,cuando ensanchares mi corazón”
“Jehová abre lo s oj o s a l o s c i egos ; Jehová levan ta a lo s caido s ; Jehová ama a l o s j u s to s”.
La v iej a hab ía term inado su s rezos,y Fra ser
e s taba so lo , cerca del a l tar mayor , h incado j un to
a la palp i tan te lamparita d e ace i te d el Santí s imo .
¿ Qué le duraría aquel l a sal udab l e emoción ?
Una hora , un d ía , un año . B astábale saber que
l o s cam ino s d e su corazón no es taban cerrados
d el todo para aquel l a s corr ien te s d e aguas v ivas .
Alguna v ez ,se sac iaría en el l a s para no morir .
“El que bebiere del agua que yo le daré había
promet ido Jesús a la Samari tana nunca j amás
tendrá sed
L a des concertante al garab ía d el carnaval , no
tení a sent ido baj o los rayos d e oro d el taber
náculo .
Los ru ido s d el mundo morí an en las gradas del
26o HUGO wasr
venga en mala hora . ¡ Cómo es tará de o cupada
con el bai l e d e es ta noche !—Al contrario : es toy dando vuel ta s en mi jau
l a , sin“
saber qué hacer .
Parece men t ira ! ¡ A tres horas d e un bai l e
d e carnava l ! S i a o tro se l o d i ce no le creerá .
—¿Y us ted me cree ?—Yo si ; yo le creo cuanto qu iera dec irme . S i
ahora me conta se una cosa inveros ím i l , una gran
tri s teza , por ejemplº,no dudaría ni un
E l l a lo miró afanosamen te,y le d ij o
Us ted lee en m i cara , no es c ier to ?
—S í , Mati l de .
—¿ Y qué es l o que lee ?
Fraser no con tes tó d e pronto . Bus có as ien to ,
y como s i é l fuera el dueño d e casa , ind i có una
s i l la a l a j oven , y se sentó a su lado .
No he l l egado tarde , pen só , y el l a me
oirá .
Y maqu inalmente rep i t io en v oz a l ta e sas pa
l ab ras .
—¡ No he l l egado tarde ! u s ted me o irá ¿ nº es
c ier to ?
—¿Qué d i ce ? pregun tó el l a sorprend ida .
S i sup iera Ma t i lde , dónde he pasado una ho
ra ! En una i g l es ia , con una viej a que hacia es ta
c ione s,y una muj er que se cºnfesaba .
—¿Qu iénes eran ?—No sé ; ni s i qu iera l e s v i la cara .
LOS OJOS VENDADOS 26
¡ Pobres muj eres ! exc lamó el l a , y Fraser
rectiñcó
—¡ No tan pobres como yo , que env id iaba su
fe , y como u s ted , Mat i lde , que podría envid iar
su paz !—¡ YO no env id io nada de nad ie ! repl i có
e l l a mort ifi cada y Fra ser aguardó que pasara su
repentina cólera , para dec ir l e con t ernura pater
nal
—Hace un m inu to reconoc ió que yº leía en su¿ Por qué ? pues , la o fende que siga le
yendo ? A tre s hora s d e un ba i l e es tá in tranqu i l a
y ¿ de qué t iene miedo ?
—¡ No sé ! murmuró el la s in negar
, v se
quedó ca l lada .
—Yo conoz co al gunos d e su s s ecreto s , Mat i ld e . Pero qu iero conocer lo s todo s
,para aconse
j ar la .
—Ya no es t iempo,
murmuró la j oven cºn
la misma voz . Hace un mes que no no s vemos .
Déj eme guardar ahora todos mis secretºs .
Tenía un an t ifaz ro sa en la mano . In s t in t iva
mente lo l l evó a lo s oj os y se cubrió con é l .
Hij a m ía ! excl amó Fra ser condo l ido .
¿He l legado tarde entonce s ?
Muy tarde ! conte s tó el l a , s in des cubr ir
l a cara . ¡ No me pregunte más !
No neces i to pregun tarl e más . E l verl a l lorar ,con ese ant i faz en l a mano , me ba s ta . ¡ pobre
h ij a mía !
HUGO WAST
Se l evan tó , y e l la l o tomó por el brazo .
—¡ No se vaya todav í a ! le sup l i có .
—¡ No me voy ! d ij o é l , dando unos pasos
por la sal a , para encubri r la pena que le aguaba
lo s oj o s .
Se a cercó de nuevo a Mat i l de, y en voz muy
baj a , y dolorida como el reproche de un padre ,le pregun tó :
Por qué no me l l amó cuando aún era t iem
po?
E l l a a l zó la cara moj ada en l l an to , y m irándolo
fren te a fren te , comº s i é l fuese e l mundo entero ,le d ij o con c ierta v iol encia
—¿Qué sab e una muj er como yo cuándº es
t iempo y cuándo dej a de ser? En es to s caminos
se v a cºn los o j os vendados . S i yº fuese una obrera d e gu s to s s imp l e s , no habría ca ído . Pero me
han educado ; me han i nfund ido amb i c iones ; me
han hecho conceb i r esperanza s ; me han qu i tado
la s fu erza s . ¿ qué culpa tengº yo ,s i todo lo que
he aprend ido no me s i rve para ganarme honra
d amente l a v ida ?
Volv ió a taparse l a cara con el ant i faz , y Fra
ser se quedó m irando la a l fombra . S i L i ana le
hub iera hecho aquel l a penosa confes ión , no ha
bria hal l ado para responderl e , más que e l árido
l l an to que en ese momen to temb laba en su s pu
p i l a s,s in brotar de l todº .
Se l evan tó de nue vo , y e l l a v olv 10 a mirarlo
supl i can te '
HUGO WAST
s in haberl e anunc iado , que aún v encidº“
por el ca
pricho d e Mario , el amor d e L ink le ofrecería
s i empre un refug io .
Parec íale una afrenta y un sarcasmo pensar en
e so , pues n inguno d e l o s que hab ían creído en
e l l a , poq ue la amaron , podría perdonarl a .
Rl murciélago
Las hora s que lo separaban de l bai l e fueron
para Link una rea l agonia .
—Sólo un gran dol or podrá d ev olv érmela ;
repet ía con desolado fatal i smo y el od io y el de
seo d e vengarse de l hombre que la al ej ó de él ,empezaba a arder en su a lma con una s in i es tra
c lar idad .
Pero cuando cayó la tarde , y la du lc e noche
es t iva l cubr ió de mi s terio los j ard ine s de O l ivo s ,donde é l se refug iara , para es tar más cerca de l
s i t io ind icado por e l la , su s nerv io s se gas taron y
su corazón se apac iguó .
¡ La cu lpa era de é l , que hab ía pue s to lo s oj o stan a l to !
En el hote l , s e v i s t ió con desal ien to . ¿Qué i l u
s ión pod ía tener de lo que el l a iba a contarl e esa
noche , s i ya lo ad iv inaba tºdo ?
Cons iderando la de sventura de el l a , más quela suva prop ia , su s manos de labrador se cri spaban con ira .
Hub iera querido ser su hermano , para que na
HUGO WAST
d ie pensara , s i un d ía se le an toj aba tomar cuen
ta s d e aquel l a in iqu idad , que el despecho le mo
v ía .
Cuand o acabó de ves t irs e era t arde , y en el
comedor l a orques ta empezab a a tocar . Se fué al
j ard ín , que daba a l a cal l e y a l andén d e la es
ta c ión . Desde a l l í pod ía advert i r s u l legada , en
cua lqu ier forma que v in ie se .
E l l ugar e s taba os curo , a pesar d e las gu ir
nal das d e l u ces , tend idas en la arboleda . Pºdía
ver ante s de que lo vi eran .
De haber s ido hombre d e ingen io , se habría
d i sfrazado , para tra tar s u a sun to con Mat i lde ,pero es taba seguro d e que con la primera palabra
se dela tar i a , y le repugnaba e l r idí cu lo .
D i scurrí a por entre las a l ta s palmera s som
bri a s , esp iando la entrada , cuando oyó el nombre
de el la a l pasar j unto a un grupº de muchachos
ves t ido s d e et ique ta .
Se aproximó , con la carne e s tremec ida d e do »
l or,y reconoc ió en uno d e el l o s a Herácl i to Ca
bra l , aque l am igo y comensa l de Mario B ur
gueño .
No pudo oír lo que decian mas le quedó la
sensac ión d e que el nombre d e el l a rodaba por
los oídºs ind i ferentes . Huyó de las conversaciº
nes y se s en tó en un banco , en tre un macizo d e
horten s ias fl orec ida s .
La voz d e Fra ser lo sacó d e s u ab s tracc ión.
L l egaba d el brazo con B istol fi . Se le s acercó ins
268 H UGO WAST
—¡ Cuernos de bú falo ! re fun fuñó Fraser ,
d ej andolo i rse, y cog iend o del brazo a L ink .
¿ Conque se v ino u s ted , a pesar d e todo ?—E l l a m e l o p id ió . murmuró como una
excu sa el j oven .
—¿ Y le d ij o con qué di s fraz vendria ?
—Ves t ida d e musu lmana , con charchaff.
Fraser sonr ió compas ivamen te .
Qué t iempo neces i ta u s ted para el im inar ese
veneno ?—¿Veneno ? rep i t ió L i nk s in comprender .
No s i en te que es así , pobre amigo mío ? E l
amor e s como la morfi na , como el a l cohol . Si e l l a
v in ies e ahora m i smo , cuando u s ted ya no cree en
e l l a .
Al dec ir e s ta s pa labras, Fra ser m iró a Link , y
volvió a sºnreí r con p iedad .
Us ted no dej ará d e creer nunca en el l a !
exc l amó con desesperac ión . ¡ Qué veneno le ha
hecho beber !
D ieron uno s cuan tos paso s por el jard ín , que
empezaba a pob larse . L ink no tenía ganas d e ha
b lar, mas le conso laba l a compañía d e aque l hom
bre ,con qu ien hab ía camb iado su s confi denc ia s .
Mire qu iénes l legan por al l á ! excl amó d e
repente Fra ser .
En tre la s o la s d e gen te s que de scendían d e un
tren,L ink v ió a m i s ia Presentac ión pegad ita a su
marido , an imado el ros tro por una ancha sonri sa .
E l,en camb io
,avanzaba a pas i to s cortos , muy
LOS OJOS VENDADOS 269
serio,preocupado todavía con las conc lu s iones de
un laborioso in forme que esa tarde el evara a la
In tendencia Muni c ipal , acerca del c inematógrafo
como fac tor d e moral idad púb l ic a .
Fraser, que tenía cu riosidad d e sabe r baj o qué
d i s fraz reconocería a Mat i lde , se l e s acercó .
—Venga , L ink ; vamos a ped ir no t i cia s a e so s
t ipo s .
Pero L ink no d ió un paso . Ya no cºnocía a los
que le habían cerrado su corazón y su puerta .
Parec ía le que su re sent im ien to al canzaba tam
b ién a Laura , porque no lo había defend ido en
su ausenc ia .
Dej ó a : Fraser que se adelan tara y se quedó
vuel to hac ia la ca l l e,s in t iendo que su angus t i a
crecía con la espera .
Una muj er ves t ida como Beatr i z , en su primer
encuentro con e l Dante , en e l cuadro c lá s i co de
Holiday,atraj o sus miradas .
E l an t i faz l e cubría la cara has ta e l mentón .
Es taba so la y parecía bu scar a a lgu ien .
—Yo espero a una musulmana , se d ij o con
amarga sonr i sa L ink , al notar que aquel l a B ea
tr iz l o m iraba , y se d irigía hacia é l .
Nº me has v i s to l l egar ? l e pregun tó el la
con la voz a l terada . ¿ No sabes qu ién soy ?
L ink reconoc ió a Laura , y su resen t im ien to se
trocó en grat i tud .
270 HUGO wa sr
—¡ No me nºmbre ! le d i j º el l a con ternura .
L a l l amaré B eatri z .
¿Y ahora expl íqueme por qué no
ha i do a casa ?—Ya nada tengo que hacer en su casa .
Tal respues ta dada con despego y dol or , pare
ció o fender a la j oven . Se apartó un poco de aquel
hombre tr i s te , que no tení a pensam iento s para
el l a,y excl amó
—¡ Al l í están sus librºs , esperand o que vaya a
buscarlos !—¿ En tonces no recuerda cómo me acog10 su
mamá ? ¿Quiere que tenga alma para ir despué s
d e e so ?
Y el l a en el mismo tono le repl i có
En ton ces pensaba a lej arse d e ca sa s i n d es
pedi rs e d e ¿ ni d e m i ?
—¡ Habrí a hecho mal , e s c ier to ! confesó é l .
Pero no se res ienta conmigo . H a caído un rayo
j unto a mi, y estoy aturdido y Deme su
mano , Laura , y gu ieme . ¿Qué debo hacer ?
E l l a ced ió a la t entación d e consol ar aque l l a
desol ada res ignac ión , y le d ió l a mano , y lo al ej ó
de l sendero , donde se cru zaban todo s lo s que
en traban o sal ían .
¡ Venga por aqu í ! ¿ La bu sca , no es verdad ?
Si ; e l l a me p id ió que v in iese .
¡ Le p id ió que v in ies e ! rep i t ió Laura .
¿Y no le anunc ió su d i sfraz ?—Me d ij o que se ves ti rí a de musulmana .
HUGO WAST
—S í ; sol a en medio d e la mul t i tud . Parece ex
traño , pero es as í . U s ted es tá más cerca d e el l a
que yo . ¡ Hab l el a !
No querrá oí rm e !—No le hab l e d e amor. Sea como un am igo 0 co
mo un hermano . ¡ Us ted , L ink , puede sa lvarl a !
Laura arras traba a L ink por entre la s gen tes
sorprend idas .
—Tiene que haber venido ya . Ha camb iado con
Mariana su d i s fraz . La B istolfi vendrá d e musul
mana,y Mat i l de d e uni forme d e l a Cru z Roj a .
¡ Al l á es tá !
E l corazón de Link se cont raj o dolonosame—nte .
—Abandónem e ; y pase por su l ado . E l l a m i s
ma 10 l l amará .
Laura soltó el brazo de Link aceptó el de
o tro homb re que se l e aproximo creyendo cono
cerla y desapareció entre el gen t ío .
Link baj ó la esca l inata,lo s oj os fi j o s en l a sua
v e y armon iosa figuri ta b lanca , que huía ante él ,s in haberlo v i s to
,en compañía d e una su l tana y
d e un hombre con dom inó .
Adónde i rá ? Pensaba . ¿Qu ienes son
eso s ?
S i gu iéndola,vol vió a l l ugar donde pasó una
hora e sp iando la en trada .
La su l tana y e l dominó se apartaron d e el l a y
Link se l e acercó temblando .
Carlo s,Carlo s ! le g ri tó e l l a , d is imulando
LOS OJOS VENDADOS 273
la v oz . Hay una h i j a de Mahoma que te bu scaL ink se le aproximó , dom ínándose para tener
aplomo y sacar part ido del cambio de di s fraz .
—YO soy cr i s t iano , conte s tó ofrec iéndole el
brazo . Te preñero a t i .—S i sup iera s qu ién es la musu lmana , la prefe
r iri a s a el la .
—La he v i s to pasar con un dom inó .
l o s que se vayan !
Tamb ién yo tengo que i rme,
con te s tó
el l a , vi s ib l emen te nerv io sa .
Link la retuvo de la mano
¡ Oyeme, Cruz Roj a ! ¿ Cómo te l lamas ?
—Como me has dicho : Cruz Roj a .
¿De dónde me conoce s ?
—¿Quién no te conºce, Carlo s ? Déj ame , tengo
que i rme .
—E s toy so lo ; no te vaya s . ¡ Hace tre s d ía s que
es toy solo .
—Tengo que i rme , rep i t io el l a,deten i endo
se, s in embargo , y m irando a L ink .
—Yº conoz co eso s oj o s,
le d ij º é l con pa
s ion .
¡ Mentira ! ¡ es la p rimera vez que nos vemos !
¡ l o s habrá s soñadº !—Esa es la verdad : l o s he soñado . He v i v ido
soñando un año en tero , pero hace tre s día s que
he desper tadº .
H UGO 'WAST
—Tienes la cara tri s te ; seña l de que no hasganado en el camb io .
—Pero tengo el corazón al egre . L a verdad en
tristece l a cara , pero al egra el corazón .
—Prefiero l a ment ira , respond ió el l a resuel
tamen te En una noche d e carnaval no hace
buena fi gura tu verdad .
¿Qué es tá s d i c iendo , Cruz Roj a ? S i te saca
ras el ant i faz podr ia d esm entirte . Tampoco tu
cara es tá más al egre que l a m ía . Seña l d e quetamb ién ha s despertado d e un sueño .
—No m e v es l a cara .
—T e v eo l o s ojºs .
—Qu izás tengas razón . Yo tamb ién hace tre s
día s que e s toy sol a , como tú .
—Cuéntame qué te pasa .
—¿ Renunc ia s a tu mu su lmana ?
—Sí tú , Cruz Roj a , renuncia s a tu ¿ d e qué
se ha d i s frazado el hombre que bu scabas ?
—De murc ié l ago .
No ha ven ido aún ; he recorrido todos l os s i
t io s donde hay máscara s , y sé que no ha ven ido .
¡ No le i n teresa s ! Cuén tame por qué e s tá s sol a ,desde hace tre s d ías—Porque he perd ido a mi
Ah ! ¿Tenía s un hermano ? Haces b ien en
creerte sol a , s i l o perd i s te , porque e s la pérd ida
que no se repone nunca . S i p ierdes un am igo , 0
un novio,o un marido , o un hij o , podrá s tener
H UGO'
Wx s 'f
—Y ahora no qu ie res dej arme ir—E s que l o he hal l ado y no quiero perder lo d e
nuevo . ¡ Tengo miedo d e mi so ledad !—No es tarás so l a . Dentro d e alguno s m inu tos ,vendrá tu Murciélago a buscarte
,y te irás con
e l—Sí , porque es mi destino
¡ Pobrecita Cru z Roj a ! ¿ Sabes que has mo
j ado el anti faz con tus lágrimas ? O lvidate dehombre que te hace l lorar .
¡ Impos ib l e !—¿Es un fl i r t ?
E s más !
E s un nov io ?
E s más !
E s un amante ?
—¡ S í !
E l, que lo hab ía ad iv inado ya , y creyó que po
c.1a exponerse a l dºlor d e saberlo d e su s prop io s
l ab io s,no lºgró apagar e l rel ámpago d e od io que
se encend ió en su m irada . Maqu ina lmente se vol
v ió a uno y o tro l ado bus cando al Murc ié lago , y
e l l a comprend ió que L ink la hab ia conºc ido , y
tem ió pºr Mario Burgueño .
Se qu i tó e l húmedo ant i faz y le d ij o
—Carlos , j úreme que no tendré que arrepen tirme de haberl e confiado m i secre to .
E l se echó a rei r,con una risa desolada que
hacía dañº oí r.
LOS OJOS VENDADOS 277
—YO sºy su hermano, Mati ld e ¿ no me ha bau
rizado u s ted a sí ? Yo haré lo que haga e l ºtro
hermano suyº . ¿Acaso Pul garc i to p ien sa en v en
garla ?
Mati lde se iruborízr'
: in ten samente
No me prive d e su dolor ! d i j º. ¡ Me sent íría tan abandonada si a lgu ien no sufr i era con
migo ! ¿Quién me comprender ía , entonce s ?
L ink volvió a re í r cºin la misma crueld ad .
—¡ Qué s ingu lares son las muj er es ! ¡ Se quej and e hal l ar l o que han bu scado !
—Piense d e m i lo que qu iera repu so el la
cºn al t ivez . Me mor iría an te s l e quejarme , de
lo que nad ie más qu e yo t iene la culpa
M e arroj a d e su lado exc lamó L ink s i nescucharla y no quiere que yo la borre de mi
corazón !
E l l a ofend ida,dej ó d e mirarl o v guardó s i len
c io . En el salón sen tíase el ruid itn seco de la ba
tu ta d el d irec tor de orques ta que l l amaba a l o s
mús i co s,golpeando e l a tri l .
L ink tuvo m iedo de hab er d i cho una pal abra
irreparabl e , y murmuró suavemente
Mat i lde !
La muchacha se v olv 10 apenada , alzó la f rente
para que é l la mirase b ien , como s i no deb i era
verla más,y le dij o poniéndose el anti faz
—S i u s ted que me ha queridº tan to , no me
comprende , ¿ quién m e comprende rá ?
278 HUGO WAST
—¡ In sondab le , ins ºnd ab le ! exclamó Link
cºn vehemencia . ¡ I nacce s ib l e como un enig
ma ! La he querido s in conocerla, sm adivinarla .
Mati lde con tes tó can hum i ldad—¡ Yo misma no me conocía !
La orquesta ini c ió un shimmy desen frenado .
L a concu rren c ia ond º1'ó como un mar y el reflu
jo hacia los salones dej ó desiert o el j ardín . Link
Matil de quedaron solo s .
La figura b l anca d e e l l a se des t acaba en la no
che, baj o las l u ces d e co lor .
De pronto, cºmo una apari cion,surgio d e en
tre las sombras un murciélago gigantesco,y pasó
,un to a L ink , que s in t ió el vi en to d e su s negra s
a l a s .
Cru z Roj a ! ¡ es te shimmy e s m io !
Su voz fué un cor juro para la muchacha , que
acudió a su l lamado , y se alej ó al compás de l a
mús i ca y envuel ta en l a s a la s membranosa s .
Carlo s L ink no h iz o n i un ges to d e protes ta .
Se sen tó en el banco . y cl avó en t i erra la torva
m irada , como s i m ad i irase un mal de s ign io .
Fra ser ob servaba l a es cena desde a lguna di stanc ia
,y hab ía reconoc ido a l Mur cié lago .
Se afl ig ió por é l , y se acercó a l ink , que no
l o s int ió l l egar,ab sorto como es taba en la med i
ta c ión d e s u derro ta .
Aturd ido por el golpe , su dolor se d isolv í a en
280 HUGO WAST
formaba la b lanca f ig ur i ta d e l a Cruz Roj a,con
.a s in ies tra y desme s urada s i lu eta d el Murc ié
l ago .
Y v ol—Vio a caer sob re el banco, pál ido y venci
do,pero protes tando contra las m ezqu ina s pal a
bra s d e Fra ser .
B uenos Aires ; Junio—Octubre d e'
192 1
El segund o episod io d e es ta
nov ela,
se titula“El
Vengad or”
I
en la mzsma li
brería .
Rl Venga d or
(70 .
º mi l lar)
El éxi to de este l ibro ha s ido enorme .
Actúan en el l a los personajes d e EL AMOR
VENCIDO ,es una novela complet a en si misma ,
y tan fuertemente conceb ida, que susc i t a d esde
el primer cap í tu lo una ard ien te curiosidad .
¿Qm en es el Vengador? ¿Omen cas tiga la culpadel que ha pecado contra la l ey fundamental de lavida , que es
_el amor a los hijos ?
Dos cual idade s han marcado la original idad d eHugo W ast , en la novel a americana : el pensam iento fundamental que se descubre s iempre en sus l ibros
,y el in t erés poderoso d e sus argumentos .
Agréguese e l méri to d e ese est i lo d iáfano,sin
rebuscam iento,verdadero est i lo de novel is t a que
ha hecho escuela,pero que perm anecerá inim ita
b le , y se tendrá la razón d el éx i to d e este escri t or“ argen t ino por su eleganc i a y su finura
,español
por su sent ido d e la raza y d e la lengua ; un iversal por su genio creador” ; según el j u i c i o de l grannovel ist a Ricardo León .
-I
I5
r
La Corbata Ce leste
30º millar )
Es una novel a histórica,d e puj ant e interés . Su
acción se desenvuelve en l a época d e Rozas . Doshombres aman la misma muj er , d on Bal tasar B alb astro y su hij o J osé Antonio . Pero ést e , que haad iv inado el amor d e su p adre haci a la gentilisima
Leonor,cal l a y sufre .
Ningún ot ro l ibro ha evocado con t an c lara v isiónaque l Buenos Ai res d el añ o 49 ,
d e t rágica memoria ,
con sus tertul ias y su s amor íos , sus alegr ías ysus angust ias
,y dom inando el fondo d el cuadro , la
s in iest ra figura del t irano Rozas .
Fuente S e l lada(67 .
º millar)
Un sent ido psicol ógico profundo orien t a la t rama
d e este l ib ro , ob j eto d e d iscus ión cuando sal ió .
Algunos d e sus personajes , modest as y encan t adoras figuras prov inc ianas , quedarán como creac i onesv igorosas ; otros , inqu ie t an tes y mórb idos , aparecenl lenos d e pasión ,
como arrebat ados por una fuerza desconocida .
El es t i lo,en este l ibro , es más su t il y más l imp io
que en n inguno d e los ot ros ; y la t rama d e su argumento es cerrada y fuert e , y l lena d el indiscut ible interés que hay en toda l a ob ra novelesca de su autor .
a
-
ú
.
-I
-
w
r
Va l le N eg ro
m il l ar)
E l gran critioo español don Miguel de Unamuno ,ha esc rito acerca »de este l iibnoi un ju icio ,
d el que
—c0p i-amos este párrafo :
H e leído Valle N egro con el ánimo suspenso, y
volv eré a leerlo», porque el in terés que me despertó
es el d e un dramático j uego ¡de pasiones .
“Esa nov ela puede leerse en cualquier pais
,y
pod rá leerse en cua lquier tiempo, cuando se siga
leyendo “Carmen” y Colomba” de Merimee . Su
prec i sión , su cond ensac ión , la l ibrarán d e modas
d el gusto .
Correspondiendo a esta manera d e senti r y de
entender la novela , es el estilo adec uado. Limpio,
claro,preciso
,s in contorsiones meta fóri cas
,sin re
toroimdentos esti l ísticos . a que ahora hay alguien
tan afic ionad o”.
-l
. . n á . - n n u h - n n ú
La Casa de los Cuervos
(90º millar)
Adaptad o al teatro . Ad aptad o al cinenmtógrafo
La acc ión d e esta novela,se desenvuelve en pro
v inoias . Deseribese en ella la época azarºsa d e las
revoluciones , hacia el año 1877.
El revolucionario Insúa,mata al j e fe de las tro
pas d el gob ie rno , Jarque, y a su sec reta rio Borj a .
Herido a su v ez,huye a caballo y logra escapar.
LO aoogen muribundo en una estancia ” . Es la
casa d e doña Carmen de Borj a, donde v ive con
su hij a la viud a de Jarque . Aquel la recibe a la
vez la not ic ia de que su hij o y su yerno han muer
to en la revolución y ad iv ina qui én los mató, pero
guarda su terr ible secreto,para no infundir e l odio
en el corazón d e la j oven .
Ellas ocultan al herido y lo sal van . y un id il io
misteri oso,al principio, nace en t re el revºluciona
rio y aquell a j oven abnegada . Un d ía él sabe que
el la es la v iuda y hermana de sus víct imas , v resuel
v e a-lejarse. Pero el la,ignorando el secreto
,qu iere
retenenlo
Llena de exno£eión y de magn i fi cas pinturas de
ambiente, esta novela ha l legado a ser c lásica en la
Argent ina .
-
I
-
nº
i a
Fl o r d e Du ra z n o
mil lar)
Adaptada al teatro. Adaptada al cinematógrafo
Flor de Durazno marca una época en la
l i teratura argent ina , señalando el momen to en quelos l ibros nac ionales dej aron de ser lectura deunos pocos elegidos , y alcanzaron los grandes t irajes , que const i tuyen la defin i t iva consagraciónpopular .
Nada más universal y conmovedor que el doloroso idil io d e R ina , la inmortal protagonist a d e“Flor de Durazno" .
El lector subyugado por, el es t ilo senci llo y porla profunda te rnura d el roman ce , se sien te v i vir enel prodigioso marco de las s ierras cordobes as .
Esta novela es de las que se leen una y otrav ez
, y de las que se terminan con el corazó n
templado en buenos propósi tos y los oj os l lenosde lágrimas .
-
.t
F
i a ú - n _ n - n u n n n u u n n n
Nov ia de Vacac ionesm il lar)
L as razones d el éx ito d e esta novela , m an tenid o a tra
v és d e los añ ºs , sºn su emoción sana , su gracia pura y"tem a .
Una muchacha , que vive en el campo ,en la ed ad en
que el cºrazón d espierta ,en una s vaca ciones se v e fes te
jad a por un joven . El la s e enamora pro fund amente , y él ,vuelto a la ciud ad ,
la olvid a . l o que para él fué un ama
b le episod io ,ha a tad o para siempre el pensamiento y el
corazón d e el la . Pasan los añ os . U n d ía él encuen tra en
los sa lones, triunfante , a su hum ild e novia d e vacaciones .
Ad ivina qu e no lo ha olvid ad o , y se l e acerca , reconquis
tad o y ans iºso d e ganar d e nuevo la con fianza .
Pero el la no cree en él .
A LEGRE
(25 .
º m illar)
Es la primera novela escrita por H ugo W ast . Se han
hecho d e el la numerosas ed i ciones , a lguna s ad aptad as para
el público infantil , que gusta d e su inim itable sencillez .
H istoria d e'
un n iñ o que pasa por aventuras ex traord i
narias en tierras lejanas ; pai sajes y t ipos en trevistos como
en sueñ o ; relato ingenuo y purº hechº en un estilo fácily s in pretensiºnes , ta l es la obra .
Sin trascend em ia , sin filoso fía , sin tesis,
embelesa a l
públ ico a qui en fué d estinad o , que busca en los l ibros el
so laz d e un romance tierno , y no la agitación d e un librofilosó fico .
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