frederic c. bartlett - recordar
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Frederic C. Bartlett
Recordar
AlianzaPsicología minor
Frederic C. Bartlett
RecordarEstudio de psicología experimental y social
Versión española dePilar Soto y Cristina del Barrio
Alianza Editorial
Título original: Remembering. A Study in Experimental and Social Psychology
Reservados todos los derechos. De conformidad con lo dispuesto en el art. 534-bis del Código Penal vigente, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes reprodujeren o plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica fijada en cualquier tipo de soporte sin la preceptiva autorización.
© Cambridge University Press 1930O Ed. cast.: Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1995
Calle J. I. Luca de Tena, 15; 28027 Madrid; teléf. 393 88 88;ISBN: 84-206-7714-0 Depósito legal: M. 35.214-1995 Fotocomposición e impresión: e f c a , s . a .Parque Industrial «Las Monjas» - 28850 Torrejón de Ardoz (Madrid) Printed in Spain
ÍNDICE
Introducción a la edición española, por Alberto Rosa Rivero........... 9
Prefacio....................................................................................................... 45
Primera parte ESTUDIOS EXPERIMENTALES
1. El experimento en psicología......................................................... 51
2. Experimentos sobre percibir........................................................... 63
3. Experimentos sobre formar imágenes..................... .................... 85
4. Experimentos sobre recordar: a) Ei método de la descripción.. 101
5. Experimentos sobre recordar: b) El método de reproducción repetida...................................... ....................................................... 117
6. Experimentos sobre recordar: c) El método de escritura de dibujos................................................................................................... 151
7. Experimentos sobre recordar: d) El método de reproducción serial 1................................................................................................ 177
8. Experimentos sobre recordar: e) El método de reproducción serial; II. Material gráfico................................................................ 243
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9. Percibir, reconocer, recordar......................................................... 253
10. Una teoría del recuerdo...*........ ..................................................... 265
11. Las imágenes y sus funciones......................................................... 285
12. El significado.................................................................................... 297
Segunda parte EL RECUERDO COMO TEMA DE ESTUDIO
DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL
13. La psicología social.......................................................................... 311
14. La psicología social y el contenido del recuerdo........................ ; 319
15. La psicología social y la forma del recuerdo................................ 329
16. La convencionalización........... ........................................................ 341
17. La noción de inconsciente colectivo.............................................. 355
18. La base del recuerdo social........ .................................................... 367
19. Resumen y conclusiones................................................................. 375
Notas.......................................................................................................... 389
índice analítico.................................................................................... ...... 397
LÁMINASI y II. Manchas de tinta usadas en los experimentos sobre formarimágenes.................................................................................................... 98
III. Escritura de dibujos........................................................................... 175
8 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
INTRODUCCION A LA EDICION ESPAÑOLAREM EM BERING Y LA OBRA DE FREDERIC C. BARTLETT
Alberto Rosa Rivero Universidad Autónoma de Madrid
El escribir introducciones de libros clásicos, y éste sin duda lo es, es un ejercicio arriesgado, como también lo es el leerlas. Las introducciones corren el peligro de oscilar entre el Scilla de un ejercicio erudito que aburra soberanamente al lector, o el Caribdis de una lectura sesgada (todas necesariamente lo son) que predisponga al lector a una determinada manera de enfrentar la obra. Dado que las páginas que aquí se presentan necesariamente han de navegar por el estrecho que representa este género literario, el curso que se ha elegido seguir es el de un enfoque historicista que sitúe esta obra en el momento en el que se compuso.
La Historia no tiene excesiva buena fama entre los científicos, para quienes lo importante no es lo que en el pasado condujo al estado actual, sino más bien aquello que pueda conducirnos a avanzar más lejos. Sin embargo, rara vez se discute el interés que tiene la vuelta a los clásicos, tal vez porque éstos se definen como autores cuya aportación sobrevive al paso del tiempo, permitiendo lecturas frescas, que siempre aportan algo nuevo cada vez que uno se enfrenta a ellas. Esta idea permite sostener el argumento de que toda introducción es superflua, pues el lector tiene perfecto derecho a dialogar con la obra sin la interferencia de quien tiene la osadía de presentársela. Sin embargo, el autor de estas líneas no considera que estas páginas introductorias carezcan de sentido. Un clásico es un individuo de carne y hueso, que vive en unas circunstancias concretas y cuya obra va dirigida a unos propósitos particulares. Aunque no deja de ser cierto que el futuro expropia al autor de sus propósitos, la situación del trabajo en el contexto de su producción puede ser de utilidad para enriquecer la comprensión de su obra. Si el amable lector se muestra sensible a este argumento, le invito a proseguir con su lectura de esta introducción.
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10 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
La obra que aquí se presenta pasa por ser un clásico dentro de la psicología de la memoria. Pero es un clásico un tanto original. En primer lugar, la palabra memoria ni aparece en el título del libro, ni en el de ninguno de los capítulos y apenas aparece en su contenido. De hecho, el capítulo noveno del libro se inicia con una crítica al tratamiento de la memoria como un proceso aislado, para pasar inmediatamente a hablar de los procesos de recuperación (.recall), reconocimiento y recuerdo. Muy probablemente, Bartlett no tenía la intención de escribir un tratado sobre la memoria, sino un libro sobre las acciones de recordar. Esta distinción puede parecer una sutileza de historiador, pero buena parte de las críticas que este libro ha recibido a lo largo del tiempo se apoyan en una confusión entre ambos conceptos. Este es el caso, incluso, de Kintsch (1995) en su introducción a la última reedición de esta obra, donde, a pesar de comenzar reconociendo esta distinción, no puede sustraerse a un juicio presentista sobre este libro, e incluso sobre la forma de trabajar de Bartlett, en relación con los modos contemporáneos de concebir la memoria y de estudiarla. Si el lector tiene la paciencia de concluir esta introducción, tal vez pueda transmitirle la sensibilidad con la que creo Bartlett se dirigió a este tema.
Por otra parte, este es un libro de psicología experimental, pero los datos que ofrece se recogen y se presentan de una forma un tanto heterodoxa para el gusto de los experimentalistas estrictos. No aparecen elegantes diseños experimentales, ni un cuidadoso análisis estadístico de los datos; más bien el autor opta por hacer un extenso uso de análisis cualitativos y de los informes verbales de los sujetos, pero sin que ello sea obstáculo para un rigor y una riqueza de interpretación muy destacable. Por último, el propio libro es considerado por su autor como un trabajo en psicología social, desde la idea de que todo proceso psicológico no puede estudiarse como el rendimiento de un individuo aislado ante una tarea, sino que es, también, necesariamente social.
Este es un libro que, a mi juicio, marca un punto de inflexión en la obra de su autor. Como habrá ocasión de explorar en las páginas que siguen, una parte muy importante de la primera obra de Bartlett se aproximó a la psicología experimental de un modo instrumental, poniéndola al servicio de sus intereses antropológicos. Por una parte, este volumen viene a ser una recapitulación de su trabajo anterior, pero ahora examinado desde una óptica ya claramente psicológica, probablemente muy influida por su, entonces reciente, acceso a la cátedra de psicología experimental en Cambridge. Por otro lado, Bartlett expresaba claramente su rechazo a todo intento de formulación explícita de un punto de vista sistemático (Bartlett, 1936), enfatizando la importancia primordial de los
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datos frente a la excesiva propensión de los psicólogos de su época a la formalización teórica. Esto no fue obstáculo para que hablara de la «aproximación de Cambridge» a la psicología (Bartlett, 1936). Dentro de esta aproximación estaba la idea de un rechazo a la psicología de las facultades y la adopción de un punto de vista funcionalista sin concesiones. No tiene nada de extraño que, desde esta sensibilidad, se ciñera al estudio de los procesos de recuperación, reconocimiento y recuerdo, sin pretender ir en la formulación de su teoría del recordar (capítulo décimo) más allá de lo que le permitían los instrumentos conceptuales y empíricos de que disponía. No parece que tenga sentido plantearse que una obra escrita hace dos tercios de siglo falle en su modo de dirigirse a lo que la memoria es, Uno se siente tentado a pensar que tal punto de vista sólo puede sostenerse desde una arrogante condescendencia respecto de los errores de quienes no fueron lo suficientemente clarividentes como para plegarse a los intereses y gustos metodológicos de quienes luego estarían en su futuro.
Ni Bartlett, ni la psicología británica de la primera mitad de nuestro siglo, nos resultan muy conocidos. La predominancia actual de la psicología norteamericana ha tenido el efecto de dejar en las sombras del pasado a una parte muy importante de la psicología europea posterior a la época de la Primera Guerra Mundial. Tan sólo algunas figuras con presencia en el m ercado simbólico norteam ericano como Wertheimer, Kohler, Lewin, Piaget, Spearman, R.B. Cattell, Freud o, más recientem ente, Vygotski, aparecen como una especie de relám pagos en un paisaje en tinieblas cuya amplitud y profundidad resulta desconocida.
Bartlett ocupa una posición variable en la historia de la psicología. Esto no debe sorprender, pues la relevancia relativa de un autor o una obra está en función del uso que su recuperación permita en el momento en que cada historia concreta se escribe. No vamos a intentar aquí ubicar a Bartlett en el «lugar histórico que le corresponde», ello sería caer en la ingenuidad de suponer una Historia General susceptible de ser reconocida. Lo que vamos a hacer ahora es, más bien, una breve excursión en algunos de los usos que de Bartlett y sus aportaciones, especialmente de este libro, hasta el momento se han hecho.
No es infrecuente que a Bartlett se le considere como un antecesor de la moderna psicología cognitiva. Fijémonos en cómo este autor es considerado en algunos de los manuales más señalados de la psicología cognitiva contemporánea. Ya Neisser (1967/1976) alude a Bartlett como un teórico cognitivo anterior al «advenimiento de la computadora» (p. 19). Lachman, Lachman y Butterfield (1979) asumen que los tres rasgos cruciales por los
que B a r t l e t t es relevante para este modo de hacer psicología serían: a) la c o n s i d e r a c i ó n de la naturaleza activa y constructiva de los procesos co<mi- tivos (p. 118); b) la idea de que la comprensión puede ser abordada psicoló g ic a m e n te , a pesar de su carácter aparentemente elusivo (p 407) y c) el papel de los esquemas para ello (p. 450). Esta visión de la significación histórica d e la obra de este autor viene a ser común entre los psicólogos cog- nitivos contemporáneos. Pero no siempre la figura de un psicólogo del pasado es tra tad a sólo a partir de sus contribuciones intelectuales- en ocasiones, llega a apaiecer como un héroe al servicio de una forma épica de e n te n d e r la historia. Este es el caso del tratamiento que le da Gardner (1985); «Mientras los gestaltistas mantenían una preocupación por los problemas a gran escala, por los métodos globales de solución y por los aspee tos constructivos del pensamiento, un psicólogo solitario que trabajaba en Gran B r e t a ñ a estaba también manteniendo viva la fe cognitivista» (dd 114-115). U na de las cuestiones que se subrayan con más frecuencia es su' t ra ta m ie n to de la memoria por oposición al de Ebbinghaus (p.ej. Gardner 1985, p. 115). Pero, sin duda, la contribución que más se le reconoce es la del c o n c e p to de esquema, aunque el juicio sobre su relevancia es muy susceptible a los avalares del momento en el cual aquél se realice. Así resulta chocante recuperar algunas opiniones sobre este constructo formuladas por a lg u n o s de sus discípulos; por ejemplo, Zangwill (1972/1987-8) dice- «No pienso que vuelva a ser útil pasar revista a los valiosos ensayos hechos por O ld f ie ld (1954), Broadbent (1958) y más recientemente Neisser (1967) para reinterpretar ciertos aspectos de la teoría de los esquemas de B artW t a la luz de la teoría de la información y de la tecnología informática. Estas o p e ra cio n es de salvam ento son comprensibles, pero la teoría, que a mis ojos n u n c a ha sido plausible, tal vez sea mejor olvidarla» (p. 168). Broadbent (19 7 0 ) no es tam poco muy caritativo, pues refiriéndose, también a este mismo constructo llega a decir: «Conceptos teóricos de este tipo sin d efin icion es publicas, están casi predestinados a destruirse a sí mismos» (o. 4). C ie r ta m e n te el paso del tiempo es tan poco misericordioso con las contrib u cio n es de un autor com o lo es con las lecturas que de él se hacen Compruébelo el lector, si gusta, echando una mirada a la noción de esquema d e s a r ro l la d a por los miembros d e l grupo PDP (Rumelhart M cCle lland an d the PDF Group, 1986). Ellos coinciden con los an teS res en la vaguedad de la nocion de esquema desarrollado por Bartlett (1932) fefr Rumelhart, Smolenski, McClelland y Hinton, 1986, p. 17), para, después (pp. 20-21), pasar a hacer una descripción de su concepción de los esquemas cu y o s rasgos no se alejan mucho de los que Bartlett presenta en el capítulo 10 de este libro. La cita que a continuación se recoge resulta elocuente a e ste respecto.
12 Recordsr. Estudio de psicología expenmenlaly social
Introducción a la edición española 13
«Los esquemas no son estructuras fijas. Son configuraciones flexibles, que re fle jan las re g u la rid a d es de la ex p erien c ia , su m in is tran d o un completamiento automático de los componentes que faltan, generalizando automáticamente del pasado, pero también modificándose continuamente, adaptándose continuam ente para reflejar el estado de cosas actual. Los esquemas no son fijos, no son estructuras inmutables de datos. Los esquemas son estados interpretativos flexibles que reflejan la mezcla de la experiencia pasada y las circunstancias presentes» (McClelland, Rumelhart y Hinton, 1986, p. 536).
Estos mismos autores señalan una línea genealógica que conecta su punto de vista directamente con Bartlett. Según ellos las raíces más lejanas de su punto de vista encuentran su origen en la obra de John Hughlings Jackson (1869/1958) y Luria (1966). El primero, recordemos, fue el maestro de Rivers y de Henry Head, autor este último de quien Bartlett extrajo el concepto de esquema, como luego tendremos ocasión de ver.
Que Bartlett fue un psicólogo preocupado por los procesos de conocimiento es algo que no cabe dudar, pero como tampoco cabe hacerlo de una parte muy importante de los psicólogos europeos de su época, y de muchos de los norteamericanos. Sin embargo, esa preocupación no coincide exactamente con lo que hoy se entiende por el uso del adjetivo «cog- nitivo», por lo menos en el sentido más habitual de este término. Más bien me parece que él era cognitivo de una forma que, muy probablemente, coincidiría ahora en muchas cosas con el Bruner de Actos del significado.
Pero la influencia de la obra de Bartlett no se agota ni en su trabajo sobre el recordar1 o el pensar, sino que se extiende al ámbito de la psicología social. En este sentido, Jones (1985) hace referencia a cómo la conexión entre memoria individual y factores sociales que realiza Bartlett
1 Hay que destacar que Bartlett prácticamente siempre utiliza el gerundio para referirse a los procesos psicológicos, y ello como resultado de una intención consciente de subrayar el carácter activo del proceso, y su rechazo a la psicología de las facultades. Así nos encontramos siempre imaging, perceiving, remembering, thinking, y prácticamente nunca términos como imagery, memory o thought. Hay una ocasión concreta en la que hace referencia a la necesidad de usar el gerundio. Se trata de una contribución a un simposium en el que también participó con una ponencia John B. Watson, aunque como antes se señaló no llegó a estar presente físicamente. En aquella ocasión Bartlett criticó a Watson, entre otras muchas cosas, por su uso del vocablo thought en lugar de thinking, apuntando que «así la distinción entre expresión y respuesta parece disiparse» (Bartlett y Smith, 1920, p. 62). Por esta razón a lo largo de este trabajo trataremos de evitar la sustantivización de este gerundio, para ello utilizaremos siempre un infinitivo (percibir, imaginar, pensar, etc.; en lugar de percepción, imaginación, etc.), tratando así de presen/ar en lo posible la terminología del propio Bartlett.
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(1932) ha ejercido una importante influencia sobre el desarrollo de algunos aspectos de la psicología social. Este es el caso del conocido libro de Sheriff (1936) en donde, sobre una elaboración de algunos de los conceptos de Bartlett, se alumbra el término de marcos de referencia y se desarrolla una teoría de las normas sociales.
Por último, en los últimos años se viene produciendo, también, una recuperación de su aportación teórica a la psicología que va más allá de sus trabajos particulares en dominios específicos (cfr. Bruner, 1990/1991; Dal- ton, 1988; Iran-Nejad y Ortony, 1984). Estos trabajos señalan algunos de los valores que la obra de Bartlett puede ofrecer a la psicología contemporánea. Varios de estos autores llaman especialmente la atención sobre el interés que puede tener su primer trabajo experimental en psicología, caracterizado por un enfoque constructivista, de psicología de la actividad y, al menos en parte, sociogenético. En particular resulta de interés el énfasis que se pone en el uso de los análisis retóricos del proceso de recordar en la obra del primer Bartlett (cfr. Edwards y Middleton, 1986; Shot- ter, 1990/1992).
En cualquier caso, lo importante es que este libro resulta ahora claramente de utilidad para los psicólogos contemporáneos. La aparición de su versión española no es sólo la recuperación de un clásico, de una contribución importante para la historia de las ideas en psicología, sino que es un libro útil para hacer psicología hoy desde una cierta sensibilidad. Se aprende leyéndolo. Y, desde mi opinión, esa lectura puede hacerse más provechosa si uno se aproxima a ella desde una consideración del contexto del cual surgió esta obra.
El objeto de este trabajo introductorio es contribuir a que la publicación de la versión española de este libro no sea otro relámpago en la noche, sino que su luz permita, aunque sea por un instante, iluminar parte del paisaje en el que surge. Al mismo tiempo, nuestro intento es dirigirnos al estudio del proceso de génesis del Remembering. Para ello, un primer paso es fijar nuestra atención en quién era su autor, para posteriormente detenernos en el examen de algunos de los mimbres con los que tejió este volumen.
Una biografía intelectual de Sir Frederic Charles Bartlett (1886-1969)
Frederick Charles Bartlett nació el 20 de octubre de 1886 en Stow-on- the-Wold (Gloucestershire) en el seno de una familia de la pequeña burguesía comerciante. En su adolescencia sufrió una grave pleuresía que le mantuvo en el hogar paterno hasta su juventud. Esta enfermedad tuvo una cierta trascendencia, pues le forzó a ser autodidacta en sus estudios
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secundarios, le convirtió en inútil para el servicio militar (salvándole de ser movilizado en la Primera Guerra Mundial) y le hizo iniciar sus estudios universitarios a distancia; en concreto, a través del University Corres- pondence College que, aunque dependía de la Universidad de Londres, estaba situado en Cambridge. Tal como él mismo cuenta (Bartlett, 1936), sus primeras lecturas en Psicología fueron las obras de Stout (1896,1899 y 1903) y el famoso artículo de Ward en la Encyclopaedia Britannica (Ward, 1886). También leyó el Manual de Psicología Experimental de Myers (1909), e incluso reprodujo en su casa, con material que él mismo confeccionó, algunos de los experimentos que allí se describían. Por otra parte, en estos momentos desarrolla un importante interés por la política.
Alcanzó su graduación (B.A.) en filosofía el año 1909, con la califica- ción de First Class Honours, lo que hizo que el University Correspondence College le invitara a ser tutor en todas las materias filosóficas (Oldfield, 1972). Su trabajo como tutor no le impidió alcanzar el título de Máster in Arts en 1911 por la London University, con distinción especial en sociología y ética. No obstante, su mayor interés en esta época, dentro de la filosofía, era la lógica. De hecho sus primeras publicaciones están dedicadas a esta materia (Bartlett, 1913,1914).
Entonces decidió empezar a estudiar en Cambridge de nuevo como undergraduate. Su admiración por el trabajo de W.H. Rivers y su interés por la antropología le llevaron a ingresar en el St. John’s College para estudiar ciencia moral, de cuyos estudios Rivers era entonces director. Rivers (que por entonces había dejado de lado su trabajo sobre fisiología y psicología de los sentidos) le aconsejó que trabajara en psicología como una forma de prepararse metodológicamente para el trabajo en antropología, decidiendo así estudiar ciencia moral como un primer paso para pasar luego a la antropología. Allí fue también alumno de J. Ward, en el último curso que éste dio antes de jubilarse con 71 años. Los estudiantes de este programa debían hacer cuatro horas a la semana de trabajo experimental en el laboratorio, siendo éste el modo en el que entró en contacto con Charles Samuel Myers, entonces director del laboratorio de psicología de Cambridge y con Cyril Burt, por entonces asistente de este laboratorio. Cuando Burt dejó este puesto en 1914, Bartlett pasó a ocuparlo, una vez que ya se había graduado con distinción en ciencia moral.
Según el mismo Bartlett cuenta (1957), al pasar revista a sus notas de psicología experim ental de aquella época, sus trabajos se referían a Helmholtz, Hering, Wundt, Blix, Goldscheider, Von Frey, G.E. Müller, Kraepelin, la Escuela de Wurzburgo y Wilhelm Stern, «y un poco, muy poco, de la nueva psicología de los tests mentales, y de las asociaciones de palabras al estilo de Jung. Alemanes, siempre alemanes, y si quere
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mos mantenernos dentro de la psicología, más tarde o más temprano debemos seguramente ir a Alemania» (1957/1988, p. 83, de la versión española).
El ambiente en Cambridge2 en aquella época parece haber sido especialmente interesante. Era la época en que Russell y Whitehead trabajaban juntos en el Trinity College preparando su Principia Matematica, y el momento del inicio de los estudios del joven Wittgenstein con Russell, así como del inicio del trabajo de J.M. Keynes en esa universidad, quien sería luego catedrático de economía allí hasta su muerte en 1946. También entonces se inicia el desarrollo de la escuela de crítica literaria de Cambridge, no ajena al trabajo de los anteriores. Es decir, un ambiente liberal y en el que había un profundo intercambio de relaciones y de conocimientos entre personas de muy diversos campos. No tenemos ningún dato para suponer alguna relación entre Bartlett y el grupo del Trinity College. No obstante, su círculo de amistades de muy variadas ocupaciones (matemáticos, historiadores, filólogos, estudiantes de literatura, cfr. Bartlett, 1957) parece haberle ayudado a mantener una visión no encastillada del trabajo psicológico. Aquí Bartlett estableció amistad, entre otros, con Norbert Wiener, quien le ofreció una sugerencia, a partir de cuya elaboración surgió la idea del método de reproducción serial que luego utilizaría con tanta profusión (cfr. Bartlett, 1957, Oldfield, 1972).
Bartlett se incorpora al laboratorio de Cambridge cuando esta institu
2 Tan sólo unas palabras para referirnos a la estructura administrativa y organizacional de Cambridge en la época a la que nos vamos a referir. La Universidad tenía, y sigue teniendo, una personalidad jurídica propia, y estaba gobernada por un consejo del «senado» de la universidad desde la reforma de 1859. La organización de cada college es aproximadamente similar, aunque cada uno de ellos tiene sus propios estatutos. Nadie puede ser miembro de la universidad sin serlo de un college y viceversa. Los miembros de los colleges son fundamentalmente de dos tipos, profesores y alumnos, pero con algunos matices especiales que resulta de interés recoger. Un fellow (todos ellos profesores, aunque no todos los fellows tengan que impartir clase, ni todos los profesores ser fellows) es algo así como socio de la fundación que es el college, y que por tanto participa del reparto de beneficios que éste realiza. Se accede a esta condición mediante elección de los otros y a través de la presentación de una tesis. El otro tipo de miembros es el de fellow commoner, que es el estatuto normal de los estudiantes. La enseñanza podía ser organizada directamente por la universidad o por algunos de los colleges, teniendo además una estructura administrativa propia (provost, director ofpro- gram, etc.). Junto a esta organización docente había otra de investigación en base a laboratorios autónomos en ios que era frecuente la colaboración con otras instituciones públicas o privadas. El profesorado estaba organizado en diferentes escalas: readership, lecturership y chair, siendo estos puestos creados y sufragados por la universidad. La psicología pertenecía a los estudios de ciencia moral, aunque el laboratorio era un anexo al de fisiología experimental. En 1926, cuando se estableció un sistema de facultades, el laboratorio de psicología pasó a formar parte del grupo de ciencias biológicas (junto con fisiología, bioquímica y patología).
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ción tenía un pasado relativamente corto3, debido a los trabajos desarrollados por W ard4, Rivers5 y Myers6, con alguna influencia, también, por parte de McDougall7. Hay que resaltar que Bartlett se consideraba como «simplemente un estudiante de Rivers y Myers, tal vez llevando algo más
3 Bartlett (1937) ofrece un breve relato sobre la historia del laboratorio de Cambridge. Según él, la psicología en Cambridge tiene su origen en ios intentos de James Ward a este respecto. En 1875 Ward presentó su tesis que le valió acceder a una fellowship en el Trinity College. Se trataba de un ensayo titulado «La relación de Fisiología y Psicología», y consistía en una exposición y crítica de la psicofísica experimental de Weber y Fechner. En 1877 este mismo autor pidió a la universidad un laboratorio de psicofísica, siendo rechazado por el claustro. Una petición posterior sufrió la misma suerte. Hay que señalar que Ward siempre insistió en que éste sería un laboratorio de psicofísica y no de psicología. Las razones de los que se opusieron iban en línea de oponerse a un estudio materialista del alma. Pero la nueva psicología fue abriéndose camino poco a poco en la universidad. En 1879 G.F. Stout ingresó en el St. John’s College y allí alcanzó la primera fellowship por estudios psicológicos. Por fin en 1891 Ward consiguió una primera dotación de 50 libras esterlinas para comprar material de laboratorio. Pero no sería hasta 1897 (el mismo año en que Ward fue nombrado catedrático [chair] en Filosofía Mental y Lógica) cuando Sir Michael Foster, catedrático de fisiología en Cambridge, consiguió una lecturership en Psicología Experimental y Fisiología de los sentidos. Este puesto fue ofrecido a W.H. Rivers, quien estaba allí impartiendo cursos sobre fisiología de los sentidos desde 1893. Éste puede considerarse como el primer laboratorio estable en Cambridge, y consistía en una habitación en el departamento de Fisiología. Mientras tanto, W. McDougall había llegado al Saint John’s College en 1890, convirtiéndose en el segundo fellow con un trabajo psicológico, siendo Rivers el tercero poco después (1902). En este laboratorio fue donde Myers y McDougall -—como estudiantes— comenzaron su trabajo en psicología bajo la dirección de Rivers. Fue a través de una petición de este último como el programa de ciencia moral destinó 35 libras anuales durante dos años para que un conjunto de habitaciones fueran destinadas a laboratorio de psicología. Esta asignación se produjo de manera efectiva en 1901. En 1903 Cambridge University Press ofreció una casita (16 Mili Ln., hoy ya desaparecida) para la ampliación del laboratorio de psicología. Al mismo tiempo, la universidad ofreció 50 libras anuales para aparatos y gastos. En 1904 Ward, Rivers y Myers fundaron el British Journal o f Psy- chology. El trabajo en esta época se centraba en las sensaciones, percepción del color, las reacciones ante el ruido, ilusiones ópticas, procesos perceptivos y reacción a la fatiga.
En 1909 Rivers dimitió de su lecturership, sustituyéndole Myers, cuya función exclusiva pasó a ser enseñar psicología experimental, por lo que recibía un estipendio anual de 50 libras. Fué en manos de Myers como el laboratorio se estableció firmemente. Ya en 1907 había solicitado a la universidad más espacio, pues la pequeña casita tenía que acomodar a 14 estudiantes de licenciatura, 2 estudiantes avanzados y 3 estudiantes graduados realizando investigación, lo que superaba en más del doble la capacidad del edificio. Esta petición venía avalada por el programa de ciencia moral, en donde la resistencia inicial de los teólogos parecía haber sido superada. En 1908 las peticiones de fondos estaban ya circulando, y en 1911 se inició la construcción del edificio. La mayor parte de los recursos para ellos provenían de Myers y de su familia, así como de una compañía comercial privada {The Drapers Company o f London). El laboratorio de psicología era una sección del de fisiología, aunque con administración interna independiente. En mayo de 1913 el laboratorio fue inaugurado oficialmente. Myers pasó a ser el director del laboratorio, aunque sin sueldo; mientras que
18 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
allá las visiones que he aprendido de ellos. Ellos, junto con su mutuo amigo, Sir Henry Head, han influido más en mi orientación sobre esta materia que cualesquiera otros» (Bartlett, 1936, p. 42).
El estallido de la guerra en 1914 ejerció un fuerte impacto en Cam-
la universidad financiaba un puesto de ayudante y otro de mozo de laboratorio, ocupando Cyril Burt el primero de estos puestos. Fue en el acto de inauguración del edificio cuando Bartlett realizó el conjunto de demostraciones sobre percepción visual de formas geométricas, de dibujos y de ilusiones perceptivas, que refiere en el prólogo de este mismo libro. A decir del propio Bartlett (1932, 1957) se sintió impresionado por la variedad de interpretaciones que los visitantes hicieron de las mismas presentaciones. Según él indica, éste fue el inicio de sus intereses sobre los procesos de percibir e imaginar, que darían lugar a la realización de los experimentos que constituirían una parte importante de su trabajo experimental temprano, y que luego serían recopilados en Remembering.
4 James Ward (1843-1925) era fundamentalmente un filósofo. Entrenado inicialmente como teólogo, pasó un período en Alemania a finales de la década de 1860 con Ludwig y Lotze, y desarrolló un fuerte interés, por la psicología, pero considerándola en buena parte como una disciplina propedéutica para la metafísica, especialmente en el último período de su vida. Su interés por la experimentación se limitaba fundamentalmente a la psicofísica. Fue profesor de Bartlett y con él discutió partes importantes de la tesis d& fellow de este último. La influencia sobre Bartlett quizá vaya más allá de la consideración de un punto de vista general funcionalista. Bartlett conservó manuscritos de Ward y ocasionalmente comenta sobre ellos. Hay que señalar que uno de los campos de mayor interés para él era la memoria, pero considerando siempre la unidad'de la mente y de la experiencia individual (Bartlett, 1925), además de manifestar un rechazo frontal a la psicología de ias facultades.
5 Wiliiam Halse Rivers (1864-1922) era médico (Universidad de Londres, 1888). Tras un período como médico naval, trabajó en psicopatología y en4891 pasó al National Hospital for the Paralysed and Epyleptic, en donde trabajó a ias órdenes de John Hughling Jack- son, allí fue donde empezó a desarrollar su relación profesional y de amistad con Henry Head (Ackernecht, 1942). Fue, como ya se ha señalado, la primera persona en impartir un curso sistemático sobre psicología experimental en Gran Bretaña. En 1896 trabajó con Krá- pelin en Alemania sobre problemas de fatiga mental (Rivers, 1896b, 1908). Ya hemos hecho referencia a sus trabajos sobre fisiología de los sentidos (1895, 1896a, 1897, 1900a, 1900b, 1901a, b, c y d, 1904,1908) y psicología experimental (1894,1895,1906a). A la vuelta de la expedición del estrecho de Torres pasó a dedicar el grueso de su trabajo a la etnografía, realizando diversas expediciones a la India y Melanesia de donde surgieron algunos de sus trabajos más importantes en este campo (1906b, 1914a y b). Una parte importante de su trabajo etnográfico incluye la realización de investigación experimental de las sensaciones. Era un hombre de gran inquietud intelectual que no tenía inconveniente en cambiar sus posturas teóricas en relación con sus nuevos hallazgos. En 1911 cambió su posición antropológica desde el evolucionismo cultural al difusionismo. Aspecto este último que ejerció una profunda influencia sobre Bartlett. Especialmente su trabajo sobre la Con- vencionalización en el arte primitivo (1912). Durante la Primera Guerra Mundial trabajó como psiquiatra para el Royal Flying Corps (que enseguida pasaría a denominarse R.A.F.). Su trabajo con afectados por traumas psicológicos de combate le llevó a convertirse al psicoanálisis, aunque nunca de un modo dogmático ni meramente seguidista, sino tratando de integrar su trabajo anterior con este nuevo enfoque al que se adhiere (1920a, b y c, 1921, 1922b). Este trabajo clínico le conduce, también, a realizar nuevas publicaciones que continúan su trabajo anterior en este terreno (1891, 1893, 1895, 1918, 1919a y b, 1922a). En el
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bridge. Bartlett, debido a su antigua enfermedad, no era válido para el servicio activo, por lo que permaneció al frente del laboratorio durante la ausencia de Myers, quien fue movilizado como médico militar. Es el mismo año 1914 cuando comienza la realización de sus experimentos sobre percibir e imaginar (cfr. 1932, p. 95), a los que nos hemos referido en el párrafo anterior. Durante el período de la realización de estos experimentos le llamó la atención la utilización que los sujetos hacían de sus recuerdos, al comentar este fenómeno con Ward —con quien se veía regularmente para comentar el curso de sus trabajos— éste le llamó la atención sobre los experimentos de Jean Phillipe (1897) en donde a los sujetos se les presentaba un material pictórico que debían reproducir repetidamente tras sucesivos períodos de demora, un método que Bartlett adoptaría variando los materiales y alargando el tiempo de reproducción de las series (Bartlett, 1932,1957).
Estos experimentos formaron la base de su tesis para acceder a la con-
bienio 1920-1921 fue presidente de la Folk-lore Society (sic). Cuando muere súbitamente en 1922 había presentado su candidatura a la Cámara de los Comunes por el partido laborista. Su influencia sobre Bartlett, sobre todo en la orientación temática general de su trabajo, parece ser muy importante.
6 Charles S. Myers (1873-1946) estudió medicina en Cambridge (graduado en 1901). Fue autor de un manual de Psicología Experimental que tuvo dos ediciones (1909, 1911), y coautor, junto con Bartlett de un tercer (1925). Su primer manual, con el que ya hemos mencionado que trabajó Bartlett, sirvió de texto para los trabajos en ei laboratorio de Cambridge. Este libro es extenso (432 páginas) y contiene 25 capítulos, de los cuales catorce están destinados a sensación y psicofísica, dos a temas teóricos y metodológicos, uno a diferencias individuales en la sensación, uno al tiempo de reacción, dos a memoria, uno al trabajo mental y muscular (sic), otro al tiempo y el ritmo, y otros dos dedicados respectivamente a la atención y al sentimiento. Cinco ejercicios de laboratorio completaban este volumen. Su relación con la psicología aplicada y militar se inicia durante la Primera Guerra Mundial, cuando además de alistarse como médico militar y alcanzar el grado de coronel, inició la investigación en psicología militar en Cambridge. Fue a iniciativa suya y de Pears, y con el patrocinio del Lancashire Antisubmarine Comittee (Bartlett, 1955), que Bartlett yE.M. Smith —quien después sería su esposa— llevaron a cabo su trabajo experimental sobre la selección de personal para el manejo de acuófonos en la lucha antisubmarina (Smith y Bartlett, 1919, 1920), que constituye la primera referencia de que tenemos constancia de trabajos aplicados en psicología experimental militar en los que participa Bartlett. En 1921, Myers, junto con H.J. Welch, funda el Instituto Nacional de Psicología Industrial y se convirtió en editor de Occupational Psychology, dedicando el resto de su trabajo psicológico a este terreno.
7 Rivers, Myers y McDougall participaron en la expedición de Cambridge al Estrecho de Torres (1898-1899) que había organizado A.C. Haddon. Esta expedición representa un acontecimiento muy importante para la psicología británica, y ciertamente ejerció una influencia que, aunque indirecta, fue muy poderosa en el trabajo inicial de Bartlett, cuyos primeros trabajos, a caballo entre la antropología y la psicología, están muy influidos tanto por Rivers como por McDougall.
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dición de fellow del Saint John’s College que presenta en 1916 y que le valió alcanzar este estatus en 1917. Hay que señalar que este trabajo surge de la intersección entre una preocupación antropológica y otra psicológica en la que se nota la influencia de Rivers (especialmente de su trabajo de 1912), así como del trabajo de Haddon (1894). Su propósito era tratar de explorar los mecanismos psicológicos del modo en el que una determinada forma cultural (figurativa o narrativa) se transformaba al pasar de un grupo cultural a otro, hasta plegarse a las convenciones del grupo que la importa. En este proceso el material importado puede perder su carácter representativo inicial, llegando a tener un estatuto simbólico finalmente arbitrario o convencional, como puede ser el caso de la escritura alfabética. El propósito de sus experimentos era precisamente el retrasar ese proceso, y buscar sus determinantes psicológicos a través del trabajo con sujetos individuales y, más tarde, con grupos. Parte de estos experimentos se publican enseguida (Bartlett, 1916b), mientras que otros irán apareciendo en años sucesivos (Bartlett, 1920a, 1921), y siendo utilizados para reflexiones posteriores sobre estos mismos problemas (1925, 1927a) en donde se pone de manifiesto el proceso de elaboración del material recogido durante la Primera Guerra Mundial que será después reutilizado en Remembering.
En este período Bartlett continúa con sus preocupaciones filosóficas. Ingresa en la Aristotelian Society en 1915, siendo admitido al mismo tiempo que A.N. Whitehead participando en diversas reuniones científicas de esta sociedad (Bartlett, 1916c, 1917 y 1918).
Al acabar la guerra Myers volvió a ocupar su puesto de director del laboratorio, siendo, además, promovido al puesto de reader en Psicología Experimental, mientras que Rivers se dedicaba fundamentalmente a escribir alejándose de la actividad docente y experimental. Por entonces, ambos consiguieron que se estableciera un diploma de psicología médica con fondos del Medical Grants Fund.
En 1922 sucedieron dos hechos importantes para la vida de Bartlett. El primero tiene que ver con el laboratorio y su relación con Myers. En este año Myers dejó la vida académica, dejando vacante el puesto de director del laboratorio, y pasando a fundar el National Institute o f Industrial Psychology, no sin antes haber hecho un legado económico particular y haber conseguido el apoyo del Industrial Health Research Board y del Medical Research Council. Esto permitió que en este momento hubiera ya tres plazas de profesor (lecturership) en psicología: psicopatología, psicología experimental y conducta animal. Bartlett pasó a ocupar, entonces, la dirección del laboratorio y la lecturership en psicología experimental. En esta época se dedicará a consolidar y expandir el laboratorio y a
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explorar uno de sus intereses primigenios, la antropología social El segundo acontecimiento importante de este año fue la súbita e inesperada muerte de W.H. Rivers.
Como señala Broadbent (1970), es a partir de este año cuando Bartlett queda como cabeza de la psicología en Cambridge, sin que hubiera una figura más sénior que él. Será durante el resto de la década de 1920 cuando Bartlett tendrá que dedicar una parte muy importante de su esfuerzo a desarrollar el departamento para convertirlo en una parte significativa de la universidad.
Su actividad docente en esta época incluía, lógicamente, la psicología experimental, resultado de la cual fue la publicación en colaboración con Myers (Myers y Bartlett, 1925) de un manual con ejercicios sobre esta materia. También en este año impartió un curso en la Universidad de Londres sobre Psicología y Cultura Primitiva, que constituyó la base del libro que con este mismo título publicó al año siguiente (Bartlett, 1923), en donde .se deja notar una influencia no pequeña de algunas ideas de McDougall. También por entonces impartió un curso sobre la aplicación de la psicología a problemas militares, consecuencia del cual fue su libro Psicología y el Soldado (1927b).
Según el propio Bartlett (1957) nos relata, su preocupación central en esta época estaba constituida por el estudio de la convencionalización5 que antes hemos mencionado, a la que ya había dedicado su tesis de fe llow y una parte muy importante de su trabajo experimental en esta época, que luego recopilaría en Remembering. En esta época redactó un ensayo titulado Contribución al estudio experimental de los procesos de convencionalización que finalmente incluiría en el libro que acabamos de mencionar. Pero, además, llegó a firmar un contrato con Cambridge Uni- versíty Press para publicar un libro sobre este tema del que llegó a escribir varios capítulos que luego destruyó por su insatisfacción con lo que había producido. Un repaso a la producción de Bartlett en la década de 1920 (cfr. la lista de bibliografía de Harris y Zangwill, 1973) pone de manifiesto la preocupación de Bartlett sobre estas temáticas.
En 1920 y 1923 se celebraron en Oxford, respectivamente, un congreso de filosofía y el 7o Congreso de Psicología, lo que le permitió establecer contacto personal, entre otros, con Boring, Michotte, Koffka y Kóh- ler. John Watson que tenía previsto asistir a este congreso finalmente no pudo hacerlo por coincidir con los sucesos que condujeron a su divorcio y abandono de la Universidad John Hopkins. En 1924 Bartlett pasó a ser editor del British Journal o f Psychology, puesto que retendría hasta 1948.
A lo largo de toda esta década se estrechó la relación entre Bartlett y Henry Head, este último colaborador y amigo de Myers y, sobre todo, de
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Rivers. Ambos se reunían con frecuencia en Londres, en donde discutían porciones del manuscrito de Aphasia and kindred dissorders o f speech (1926) qué entonces Head estaba escribiendo a partir de su experiencia con heridos de guerra durante la Primera Guerra Mundial, además de discutir el trabajo que Bartlett estaba desarrollando en esta época y que, recordemos, consistía en su trabajo con series repetidas y el proceso de convencionalización. Estas discusiones afectarían fuertemente el desarrollo posterior de las ideas de Bartlett sobre el concepto de «esquema» que ya había recogido Myers en la segunda edición de su Manual de Psicología Experimental (1911) (cfr. Oldfield y Zangwill, 1942a, p. 283, nota 1). Las dos reseñas que Bartlett le dedica a este libro (1926a y b) representan, en opinión de Oldfield y Zangwill (1942b), una primera reelaboración de este concepto de Head por parte de Bartlett, quien, por otra parte, señala que en su opinión este libro es de extremada importancia para el desarrollo futuro de la psicología.
En 1929 hace un viaje a Sudáfrica en donde pronuncia una conferencia como presidente de la sección de psicología de la Sociedad Británica para el Avance de las Ciencias. Esta conferencia muestra la visión que Bartlett tenía de diversas escuelas psicológicas del momento, tales como el conductismo, la Gestalt, y las teorías de Spearman y Jaensch, y que se complementa con las críticas al conductismo que ya había hecho anteriormente (1927c, Bartlett y Smith, 1920). Aprovechando esta estancia, realiza un viaje al interior del continente y acopia un conjunto de materiales transculturales que después utilizará en Remembering y en algunos otros trabajos.
En 1931 la universidad crea una cátedra (chair) de psicología experimental que pasa a ocupar Bartlett. El año siguiente aparece Remembering,, sin duda la obra más importante de Bartlett, pero que, sin embargo, viene a ser una recapitulación y síntesis del trabajo anterior al que ha añadido el concepto de esquema de Henry Head, lo que le permite reinter- pretar algunos de sus datos anteriores en el seno de una teoría del recordar.
Por esta época Bartlett empieza a recibir honores y distinciones. En 1930 pasa a ser miembro extranjero asociado de la Sociedad Psicológica francesa. En 1932 fue elegido fellow de la Roy al Society, y en 1937 fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad de Atenas.
El resto de la década Bartlett intenta realizar una síntesis de Psicología y Antropología que permita situar la Psicología Social sobre una base nueva y firme. Para ello, junto con algunos colegas de otras disciplinas, toma la iniciativa de reunir psicólogos, sociólogos y antropólogos dos veces al año entre 1935 y 1938 con objeto de establecer una base metodoló
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gica, más que doctrinal. El resultado fue Study o f Society: Methods and Problems (1939a), en el que él colabora con un capítulo.
'En esta misma década Bartlett empieza a realizar investigación en psicología experimental aplicada. Ya en 1935 el Medical Research Council decidió crear una plaza de profesor (lecturership) en psicología industrial en el laboratorio de Cambridge. Estos trabajos se van orientando prioritariamente hacia una estrecha relación con las fuerzas armadas. Por la misma época pasa a asesorar a la RAF (miembro del Air Ministry’s Air Personnel Research Cominee) en momentos en los que el espectro de la guerra empieza a vislumbrarse.
La apertura de las hostilidades condujo a dirigir parte de las actividades del laboratorio de Cambridge al esfuerzo bélico. Aquí fue importante la contribución de Kenneth Craik, quien en 1936 había ingresado en el laboratorio como ayudante de investigación. Fue gracias a su colaboración como Bartlett llevó a cabo líneas de trabajo hasta entonces poco desarrolladas, como era el estudio de las habilidades corporales, aunque esto le había interesado desde hacía tiempo como consecuencia de su interés por el criquet y el tenis (Oldfield, 1972), cosa que también se pone de manifiesto en las propias páginas de este volumen. El trabajo en psicología aplicada a problemas militares condujo al establecimiento en 1944 de la Applied Psychological Unit, bajo el patrocinio del Medical Research Council, de la que Craik fue su primer director. Esta área de las habilidades corporales pasó a ser una de las áreas de interés en el trabajo de Bartlett, aunque nunca dedicó una monografía para exponer su postura al respecto (1943, es uno de los sumarios que más se aproximan a ello). El número de trabajos aplicados a la psicología militar que firma Bartlett durante la guerra y en los años inmediatamente posteriores es bastante importante, y son resultado de encargos tanto de autoridades británicas como norteamericanas.
Durante la guerra recibe varias distinciones importantes. En 1941 se le nombra comendador de la Orden del Imperio Británico, y en 1943 recibe las medallas Baly y Huxley de la Roy al Society. En 1948 fue nombrado caballero. También en esta época fue nombrado doctor honoris causa por las universidades de Princeton (1947), Lovaina (1949) y Londres (1949), visitando los Estados Unidos y aprovechando para dejarles a los norteamericanos una muestra de sus facultades críticas sobre la psicología que allí se estaba produciendo en esos momentos (1947).
Broadbent (1970) es de la opinión que los años de la posguerra fueron unos de los más resaltables de la biografía de Bartlett. Por entonces ya tenía más de sesenta años, pero encontró la energía para desarrollar una línea de investigación sobre el estudio de las habilidades complejas huma-
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ñas para producir en cada nueva situación una nueva y perfectamente adaptada secuencia de movimientos. En esta línea de trabajo se mezclaban sus intereses anteriores con los desarrollos que había llevado a cabo Kenneth Craik.
Un hito importante de su trabajo en esta época fue el correspondiente a la preparación de su monografía Thinking (1957). A nuestro juicio el tema del que trata este libro constituía el paso siguiente de su programa de investigación que se vio profundamente alterado por la guerra, y cuyo curso recupera, pero ya sin el pulso inicial, tras su retiro. Pero para entonces su trabajo sobre psicología militar le había, quizás, alejado de los otros ámbitos disciplinares en donde encontró su primera inspiración. Oldfield (1972) señala que durante mucho tiempo Bartlett había considerado la posibilidad de que los métodos utilizados en Remembering podrían adaptarse a ciertos tipos de procesos de pensamiento. Esto es evidente si se repasa su bibliografía ya desde finales de los años veinte, y especialmente en los años treinta (1925, 1927a, 1937,1938,1939b). Tal es el caso de historias en las que se presentan situaciones no cerradas que el sujeto ha de completar de la forma que le resulte más plausible. Este fenómeno de completamiento puede producirse incluso de manera inconsciente, y permite arrojar luz sobre modos de comportarse en la realidad, permitiendo estudiar cómo los esquemas, en tanto que una organización de la experiencia pasada, llevan a extender su aplicación a procesos constructivos y predictivos (1938). Incluso su fascinación por el deporte y la habilidad corporal se incorpora también a su experiencia del pensamiento constructivo. Todo ello le lleva a estudiar experimentaimente cómo el pensar, como actividad práctica, incluye el completamiento de algunos estados de cosas previamente incompletos.
En 1952 se retira de la cátedra y recibe la Roy al Meclal y el Longacre Award ofthe Aeromedical Association. Fue nombrado doctor honoris causa por las universidades de Edimburgo (1961), Oxford (1962) y Padua (1965), y elegido miembro extranjero asociado de la Academia Nacional Norteamericana de Ciencias y de la Academia de Artes Norteamericana (1959) y de la American Philosophical Society, así como miembro honorario de sociedades psicológicas nacionales de diversos países: Suecia (1952), España (1955), Suiza (1956), Turquía (1957), Sociedad Internacional de Psicología Experimental (1958) e Italia (1963). Fue, también, presidente de la British Psychological Society en 1950. Murió el 30 de septiembre de 1969 a los 82 años de edad tras una breve enfermedad.
Tenemos muy pocos datos sobre la vida privada y la personalidad de Bartlett. Sabemos que se casó con Mary Smith con quien tuvo dos hijos. Ella pertenecía, también, al departamento de psicología de Cambridge y fue temprana colaboradora suya en los años de la Primera Guerra Mundial;
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juntos escribieron algunos trabajos que ya hemos citado, y fue la destinata- ria de la dedicatoria de su libro de 1923. Por lo que se refiere a su perfil humano los únicos datos que tenemos son los que nos suministran Broadbent (1970) y Oldfield (1972). Según este último autor nos indica, personalmente a veces parecía austero e impasible, incluso remoto, mientras que otras veces (y más frecuentemente con la edad) le embargaba una alegría juvenil, con grandes e inesperadas carcajadas y miradas llenas de amable ironía. En las discusiones a veces era extremadamente directo, y a veces extremadamente oblicuo, aunque sus comentarios finalmente eran considerados como valiosos por quienes los recibían. No le interesaban los aspectos triviales de la vida académica que no tuvieran algún propósito útil. No parece que entre sus virtudes estuviera la organización administrativa del departamento. Como dice Broadbent (o.c.), «no hay duda de que para él la gente siempre era más importante que los formularios, horarios o programas de asignaturas» (p. 7).
Para él no había temas que tuvieran una significación exclusiva. Su pensamiento siempre tenía dobles referencias, a menudo remotas y sorprendentes. En este contexto merece la pena recordar una frase del propio Bartlett al referirse a Craik en la necrológica que le dedicó (Bartlett, 1946) y que muy bien podía aplicársele a él mismo: «hay alguna gente que toma un problema específico, lo contesta y pasa a algo distinto. Su trabajo puede ser muy bueno, pero le falta el ser auténticamente fructífero. Ken- neth no pertenecía a esta clase. No creo que nunca hiciera un experimento, por simple y pequeño que pudiera parecer, que no estuviera informado por alguna idea que le llevara inmediatamente al amplio campo de los principios» (p. 110).
Broadbent señala que una parte no despreciable de su influencia se ha debido a su carácter. Resultaba extremadamente accesible para todos, paciente en escuchar a los estudiantes y apreciando las ideas por su valor, y no por la posición de las personas que las emitían. Su casa estaba abierta a todo el mundo, siendo frecuentes las visitas de estudiantes y miembros del departamento para jugar al tenis o desarrollar discusiones informales. Es de destacar también su amistad con Michotte, a quien con frecuencia visitaba en Lovaina.
Hay algunos otros aspectos de su personalidad que pueden inferirse a partir de algunos de sus escritos, especialmente en lo que se refiere a la apreciación de los caracteres personales que subraya en algunas personas sobre las que redacta necrológicas. Los aspectos que más parece admirar son el interés por la naturaleza, la amplitud de miras y la capacidad de observar y escuchar a los demás y la tolerancia en las ideas y la humanidad en las relaciones. Otro rasgo distintivo indudable, que se
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pone de manifiesto en sus trabajos, especialmente en las conferencias y en ios escritos que se refieren a sus propias remembranzas personales, es su fino sentido del humor, cuya ironía llega a aparecer en algunos de sus escritos científicos. En la crítica, sin embargo, llega a ser despiadado, pero siempre respecto a las producciones teóricas que le parecían dogmáticas y producto de extrapolaciones que superaran, con mucho, la base empírica sobre la que se edificaban o dejaran de lado cuestiones de sentido común.
Broadbent señala también un conjunto de «estrategias de pensamiento científico» que sus alumnos aprendieron de él. En primer lugar su énfasis por lo empírico y su falta de interés por la formalización árida; en segundo, la falta de involucramiento personal con las ideas y el juzgar a la gente por sus ideas y no por su estatus; en tercer lugar, su flexibilidad y animosa disposición a aceptar errores pasados; por último, la constante conciencia de la complejidad de los mecanismos psicológicos. Pero a estas consideraciones, nosotros quisiéramos añadir un contrapeso. Esta misma apertura de miras puede haber sido una fuente de debilidad de cara a la permanencia de las ideas de Bartlett. Tal y como Broadbent nos describe el ambiente de Cambridge, su modo de funcionamiento nos sugiere su pertenencia al tipo que Westrum (1989) llama una racionalidad generativa, es decir, una organización que favorece el desarrollo de un pensamiento divergente, de producción de ideas creativas, pero sin que siempre exista una disciplina y una estructura capaz de desarrollarlas hasta su completamiento a través de un pensamiento convergente. Esta característica puede haber pertenecido tanto a la propia personalidad de Bartlett como a la de su propio laboratorio, y ello se nota, también, en los juicios que sus propios discípulos dejar caer, más o menos entre líneas, en sus notas biográficas, algunas de las cuales hemos recogido más arriba.
Ya para terminar, quisiéramos referirnos a algunas cuestiones que también se traslucen de una consideración general de su obra. Apenas firma trabajos en colaboración, aunque su labor docente, investigadora y de promoción institucional sin duda fue muy amplia. Nunca contesta por escrito a las críticas que se le hacen, y su trabajo carece de cualquier manifestación dogmática. La impresión que de ello se trasluce es de una alta tolerancia respecto del trabajo de las personas que trabajan a sus órdenes, y una falta de interés en imponer sus propias ideas. Quizás en esta actitud podemos encontrar una explicación de que su manera de entender la psicología no le sobreviviera. A ello hay que añadir, también, que su trabajo durante la Segunda Guerra Mundial parece haber alterado de una forma significativa su visión respecto de lo psicológico.
Parece indudable, en cualquier caso, que un grupo importante de per
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sonas consideran que la etapa más original de su trabajo es la que llevó a cabo en las décadas de 1920 y 1930 (cfr., p. ej., Edwards y Middleton, 1986; Oldfield, 1972; Shotter, 1990/1992), en contra de la opinión del propio Bartlett al final de su vida (cfr. 1957/1988, pp. 149-158). Pero la consideración de por qué esto es así, podría llevarnos mucho más allá de los límites de este trabajo.
Remembering como recopilación de la obra temprana de Bartlett
La producción total de Bartlett es bastante extensa, abarcando 193 títulos, de los cuales la mayoría los firma en solitario. Si dividimos su carrera profesional en dos períodos, tomando como divisoria el inicio de la Segunda G uerra M undial (1913-1939 y 1940-1968), resulta clarísima la influencia que el trabajo llevado a cabo durante el conflicto tuvo sobre la orientación de su producción. Mientras que antes de la guerra su trabajo tiene un carácter fundamentalmente académico, a partir del inicio de ésta su producción toma un camino aplicado, principalmente con estudios de interés militar (cuyo destinatario más frecuente fue la R.A.F.) y otros de temáticas próximas, tales como estudios sobre desarrollo de habilidades de acción, efectos de la fatiga sobre el rendimiento o la relación hombre- máquina. No es el caso que se dé una ausencia de trabajos de uno u otro tipo en ambos períodos, sino que la frecuencia relativa de unos y otros es muy diferente en ambos períodos.
El análisis conjunto de la biografía intelectual de Bartlett y de su producción bibliográfica anterior a 1939 revela un vuelco importante hacia 1931-1932. El primero de estos años alcanza una cátedra en Cambridge, mientras que en el segundo publica Remembering. Este libro no sólo constituye una de las aportaciones más importantes del autor que nos ocupa, sino que resume y cierra toda una línea de trabajo. A partir de entonces, su producción ya no se vuelve sobre sí misma, sino que se proyecta hacia adelante, fundamentalmente en el ámbito de la psicología del pensamiento y la psicología social. Estos nuevos proyectos desarrollan el punto de vista sobre lo psicológico que toma su forma más madura en el libro que el lector tiene en sus manos. El estallido de la guerra, como ya hemos comentado más arriba, le llevará luego por otros derroteros.
Un primer aspecto a destacar es que la inmensa mayoría del material empírico que Bartlett presenta en Remembering fue recogido en los años de la Primera Guerra Mundial y los inmediatamente posteriores. Algunos de estos datos empíricos provienen de su tesis de fellow y fueron recogidos ya en 1914 y consignados en tres trabajos anteriores (Bartlett, 1916b, 1920a
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y 1921), si bien este material es analizado de forma más pormenorizada en Remembering, donde se llega a ofrecer más datos y se va más allá en su análisis que en los artículos que acabamos de citar. Esto es coherente con lo que Bartlett cuenta en el capítulo 8o de Thinking (p. 152 de la edición española), en donde señala que recogió más datos, y controló más variables de las que citó en sus distintos trabajos. En cualquier caso, también en su libro de 1932 se utiliza algún material empírico diferente al recogido en su obra más temprana, si bien no vienen a ser más que variantes que amplían aspectos ya previamente estudiados entonces. En la reseña de cada capítulo que a continuación ofrecemos haremos un detalle más pormenorizado de estos aspectos que acabamos de señalar.
El capítulo primero de Remembering es una introducción general al libro en donde se hace una breve historia de la psicología y se hace la conocida crítica a Ebbinghaus, si bien ésta aparece sin los matices insultantes que le dirigió en un discurso pronunciado en 1929 (Bartlett, 1930)8, en donde también atacaba la noción de «simplicidad» aplicada al estudio experimental de algún proceso psicológico. A este respecto, hay que señalar que ésta es una cuestión presente en su enfoque ya desde su primer trabajo experimental (1916b)9. En aquella ocasión señaló que dado que los sujetos que utiliza son en su mayoría adultos, el «acto» de percibir tiene en ellos una gran complejidad, pues traen consigo «hábitos de observación ya formados por un largo proceso de desarrollo y a menudo se plantean los problemas que se les ofrecen bajo la influencia de actitudes determinadas por una experiencia muy anterior» (p. 223). Esto le lleva a poner en guardia contra las llamadas situaciones simples. El concepto de «simple» le merece ya aquí una crítica relativamente larga que acaba con su rechazo. Este es un tema que retoma de nuevo al inicio del segundo capítulo de Remembering en donde llega a decir que el psicólogo experimental debe en gran parte mantener una actitud clínica, de forma que permanezca alerta al hecho de que «el estudio de cualquier función psicológica bien desarrollada sólo es posible a la luz de una consideración de su historia» (1932, p. 15 de la versión original).
El capítulo segundo, titulado Experimentos sobre el percibir, utiliza un material empírico recogido de la primera mitad de su artículo de 1916. Es curioso constatar que esta es la única ocasión en la que hace referencia a otro trabajo suyo en la totalidad del libro. Tai vez la justificación la podemos encontrar en que en aquella ocasión «se informa del experimento en
8 En aquella ocasión dijo de Ebbinghaus «me parece que es el líder errante de algo muy parecido a un rebaño de ovejas» (p. 54).
9 Su título es An experimental study o f so me problems o f perceiving and imaging.
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sonas consideran que la etapa más original de su trabajo es la que llevó a cabo en las décadas de 1920 y 1930 (cfr., p. ej., Edwards y Middleton, 1986; Oldfield, 1972; Shotter, 1990/1992), en contra de la opinión del propio Bartlett al final de su vida (cfr. 1957/1988, pp. 149-158). Pero la consideración de por qué esto es así, podría llevarnos mucho más allá de los límites de este trabajo.
Remembering como recopilación de la obra temprana de Bartlett
La producción total de Bartlett es bastante extensa, abarcando 193 títulos, de los cuales la mayoría los firma en solitario. Si dividimos su carrera profesional en dos períodos, tomando como divisoria el inicio de la Segunda G uerra M undial (1913-1939 y 1940-1968), resulta clarísima la influencia que el trabajo llevado a cabo durante el conflicto tuvo sobre la orientación de su producción. Mientras que antes de la guerra su trabajo tiene un carácter fundamentalmente académico, a partir del inicio de ésta su producción toma un camino aplicado, principalmente con estudios de interés militar (cuyo destinatario más frecuente fue la R.A.F.) y otros de temáticas próximas, tales como estudios sobre desarrollo de habilidades de acción, efectos de la fatiga sobre el rendimiento o la relación hombre- máquina. No es el caso que se dé una ausencia de trabajos de uno u otro tipo en ambos períodos, sino que la frecuencia relativa de unos y otros es muy diferente en ambos períodos.
El análisis conjunto de la biografía intelectual de Bartlett y de su producción bibliográfica anterior a 1939 revela un vuelco importante hacia 1931-1932. El primero de estos años alcanza una cátedra en Cambridge, mientras que en el segundo publica Remembering. Este libro no sólo constituye una de las aportaciones más importantes del autor que nos ocupa, sino que resume y cierra toda una línea de trabajo. A partir de entonces, su producción ya no se vuelve sobre sí misma, sino que se proyecta hacia adelante, fundamentalmente en el ámbito de la psicología del pensamiento y la psicología social. Estos nuevos proyectos desarrollan el punto de vista sobre lo psicológico que toma su forma más madura en el libro que el lector tiene en sus manos. El estallido de la guerra, como ya hemos comentado más arriba, le llevará luego por otros derroteros.
Un primer aspecto a destacar es que la inmensa mayoría del material empírico que Bartlett presenta en Remembering fue recogido en los años de la Primera Guerra Mundial y los inmediatamente posteriores. Algunos de estos datos empíricos provienen de su tesis de fellow y fueron recogidos ya en 1914 y consignados en tres trabajos anteriores (Bartlett, 1916b, 1920a
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mayor detalle de lo que aquí se hace» (1932, p. 17 de la versión original, nota 1), cosa que es cierta. Tiene interés subrayar que el trabajo sobre el que se basa este capítulo está dedicado al percibir y el imaginar, sin que en él se hicieran referencias a procesos de recordar. El mismo hace una alusión a esta cuestión, señalando que no puede hacerse una distinción nítida entre el recordar, el percibir y el imaginar, pues al presentar una escena para ser observada, informa de más de lo que se le presenta, tratando inconscientem ente de ajustarse a la situación en la que se halla, aunque ello implique falsificar los datos de percepción (sic). En último término, el psicólogo experimental tiene que ser consciente de que está tratando con respuestas biológicas, y en la vida diaria el recuerdo literal no es evolutivamente adecuado. El recuerdo literal, para él, es más una construcción del laboratorio que algo que tenga importancia real en la vida de cada día, en donde los recuerdos se adaptan a las características de las situaciones en las que se evocan, teniendo un carácter constructivo.
En lo que se refiere a los resultados que ofrece en este capítulo, aparecen algunas novedades respecto a las interpretaciones que hacía en 1916. Por una parte aparecen referencias al fenómeno de figura-fondo (Rubin, 1921), a la hora de interpretar los resultados, así como al concepto de esquema. Todo ello prestando, también, atención a las diferencias individuales en términos de temperamento, actitud e intereses. Aspectos éstos que ocupan un papel teórico muy importante en su obra pero en los que aquí no podemos detenernos10.
El capítulo tercero se titula Experimentos sobre el imaginar y está basado, también sobre el mismo material al que se refería su trabajo de 1916 que antes citábamos. Aquí nos encontramos un estudio más pormenorizado de las respuestas del que ofreció en la anterior publicación, así como la permanencia de un énfasis idéntico sobre el efecto de lo que llama «esfuerzo de buscar el significado» por parte del sujeto, que ya aparecía también en el capítulo anterior. Según él nos indica, existe siempre un esfuerzo para conectar lo que se presenta con algo anterior. Lo dado representa (stands for) algo no inmediatamente dado. Hay un patrón perceptual preexistente al acto de percibir. Esta situación preformada, esquema o patrón se utiliza de forma inconsciente, y por ello los datos perceptuales tienen significado y son asimilados. En ello está el origen del significado.
El cuarto capítulo, titulado Experimentos sobre el recordar: a) el método de descripción recoge parte del material experimental que ya utilizó en su trabajo de 1921, ofreciendo algunas novedades respecto a
10 Para un análisis detallado de estos extremos, véase Rosa (1995).
30 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
lo que allí se recogía, pues el material que aquí ofrece tiene un comentario de resultados más amplio. Hay que destacar que aquel trabajo trataba sobre La función de las imágenes, un título ciertamente adecuado para su contenido, y que, de acuerdo con su postura que antes hemos expuesto, puede también ser analizado desde el punto de vista de la acción de recordar. En ambas ocasiones —el trabajo de 1921 y el capítulo de 1932— se ofrecen un conjunto de interpretaciones teóricas de gran interés, tanto en io que se refiere al papel del sentimiento y la disposición en el recuerdo, como en las estrategias (él las llama métodos) de los sujetos para evocar detalles del pasado (caras de personas). Es a partir del uso predominante que unos y otros hacen de las imágenes o las palabras que los divide en «visualizadores» y «verbaliza- dores».
El capítulo sexto (Experimentos sobre el recordar: c) el método del dibujo ), recoge la segunda serie de experimentos a ia que se refería en la segunda parte del artículo de 1921, pero que allí analizó muy someramente. Aquí se pone claramente de manifiesto, y de forma expresa, la influencia crucial que la primera preocupación de Bartlett por cuestiones antropológicas (la convencionalización) ejerce sobre la totalidad de los trabajos empíricos que se recogen en este libro. El tema que aquí se trata es el proceso de transformación que sufren símbolos de diversa complejidad estructural y semejanza con su referente hasta llegar a convertirse en signos arbitrarios mediante su utilización continuada en series repetidas. El objetivo concreto de su trabajo consistía en buscar el modo de funcionamiento de los procesos psicológicos que sostiene este proceso de convencionalización a nivel individual. Una novedad interesante respecto del primer artículo es que aquí separa los efectos atribuibles al material del atribuible al sujeto, algo que ya había hecho en el artículo de 1916, pero que, sin embargo, no reproduce en los otros capítulos en los que recoge esos mismos resultados y que ya hemos comentado.
Los capítulos 5 y 7 están destinados a analizar el recuerdo de historias. Parte del material que allí se ofrece ya había sido objeto de análisis en un artículo publicado en la revista Folk-lore (sic) bajo el título de «Algunos experimentos sobre la reproducción de historias populares» (Bartlett, 1920a), en concreto las historias tituladas «la guerra de los fantasmas» y «el hijo que trató de ser más listo que su padre». También en este caso los resultados se ofrecen de modo más pormenorizado. En estos capítulos se ofrecen resultados de otras historias que no se mencionan siquiera en el artículo a que acabamos de referirnos. Eso, y el hecho de que una de ellas se refiera a acontecimientos que se fechan en el verano de 1918, parece sugerir que pudieran haberse administrado con posterioridad a la redac
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ción del artículo de 1920. Ciertamente ése debe ser, también, el caso de los resultados obtenidos con estudiantes de universidades de la India, y que nos cuesta trabajo pensar que Bartlett hubiera renunciado a comentar en una revista de antropología como la que eligió para su primera publicación en esta área.
El capítulo octavo incluye análisis de materiales también recogidos en el artículo al que últimamente nos venimos refiriendo (1920a), si bien de nuevo se produce el caso de una presentación más pormenorizada de resultados, pues en la primera ocasión se limita a referirse a que ha utilizado este material, y a señalar que los resultados con él obtenidos no son diferentes a los observados en el caso de la memoria de historias.
Los tres capítulos siguientes están dedicados a hacer una elaboración teórica de los resultados hasta el momento ofrecidos. También en este caso se da la existencia de antecedentes en sus publicaciones previas. En concreto, el capítulo noveno recoge algunas de las temáticas que él ya había tratado en su conferencia en Ciudad del Cabo de 1929 n . El décimo, está dedicado a exponer su teoría del recordar, en donde expone su adaptación del concepto de esquema de Sir Henry Head, y tiene también antecedentes (1927a). El capítulo 11 (Las imágenes y sus funciones), por su parte, retoma la discusión teórica final del artículo de 1921, al que antes nos hemos referido, que aquí reinterpreta a través de la discusión que realizó en 192512 (referida a los resultados de los trabajos publicados en 1916 y 1921). Resulta interesante señalar cómo en este capítulo, en el apartado titulado «imaginar y pensar», tras haberse referido a las ventajas e inconvenientes de las imágenes —fundamentalmente, por un lado la capacidad de individuar las representaciones del pasado para extraerlas de los esquemas, y por el otro, la imposibilidad de referirse a contenidos no sensoriales y no concretos—, se extiende sobre las ventajas de las palabras para formular principios de relación y solucionar problemas. En sus propias palabras: «Para transportar esa formulación, para utilizar las características generales cualitativas y relaciónales de la situación a la que de forma más o menos abierta se hace referencia, las palabras parecen ser los únicos instrumentos adecuados hasta ahora descubiertos o inventados por el hombre. Usadas de esta manera, tienen éxito donde las imágenes tienden más claramente a fallar: pueden nombrar a lo general tanto como describir a lo particular, y dado que tratan con conexiones formuladas,
11 Esta conferencia fue publicada en el Journal o f General Psychology en 1930, con el título Experimental Method in Psychology.
12 Feeling, imaging and Thinking.
32 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
pueden sostener a la lógica de modo más abierto» (1932, p. 225 de la versión original).
El capítulo doce (Significado) recoge cuestiones ya tratadas en sus trabajos de 1924 (,Symbolism in Folklore) y 1925, si bien con una sustancial reelaboración, debida en buena parte a su tratamiento del recordar y al uso del concepto de «esquema» en los capítulos anteriores.
El resto de los capítulos, dedicados a la consideración del recordar como una cuestión de psicología social, incluyen también temáticas ya abordadas con anterioridad, si bien éstas resultan más difíciles de rastrear de un modo literal. Por una parte, se da el caso de una elaboración nueva de temáticas que sólo había esbozado en trabajos anteriores con propósitos muy diferentes. Piaremos mención en este caso tan sólo a las ocasiones en las que sea posible establecer una relación casi literal en algunos de los aspectos que trata. El capítulo 13 realiza de forma expresa la conexión entre lo psicológico y lo social a través del concepto de convencionalización. El 14 representa el único caso de introducción absolutamente novedosa de material empírico. Se trata de un conjunto de experiencias originadas en su viaje a Sudáfrica en 1929, en donde realizó algunas experiencias con sujetos de la etnia Swazi, además de recoger alguna evidencia de segunda mano a través de su contacto con los colonos y las autoridades coloniales británicas. Aquí vuelven a aparecer conceptos elaborados a partir de la psicología social de MacDougall y que ya habían aparecido, aunque de forma muy diferente en su libro de 1923 (Psychology and Pri- mitive Culture). Especialmente relevante es su tratamiento de los conceptos de «temperamento» y de «tendencia», este último muy ligado al concepto de Einstellung desarrollado por Watt en la época de su trabajo en Würzburg.
El capítulo 16 tiene el título de Convencionalización. Se trata de un capítulo muy sugerente, en donde esboza la idea de un paralelismo entre los procesos sociales e individuales en lo que se refiere a la simplificación del material mediante su uso repetido. Esta idea es el leit-motiv que corre a lo largo de este volumen, y recuerda el paralelismo entre lo interpsíquico y lo intrapsíquico desarrollados por otros autores contemporáneos de él. Ello, junto con su referencia a la necesidad de tener en cuenta la actividad social del grupo, su historia pasada y sus tendencias de futuro, ofrece algunas preocupaciones en cierto modo paralelas a las que manifiesta por esa misma época la escuela histórico-cultural de Moscú. En este capítulo aparecen, también, algunas temáticas tratadas en sus trabajos de 1928 (a y b).
El capítulo 18, dedicado a tratar La noción de un inconsciente co
Introducción a Ja edición española 33
lectivo, merece un comentario algo más pormenorizado. Por una parte incluye una crítica a Jung que ya había anunciado hacía mucho tiempo (Psychology in relation to the Popular Story, 1920b) pero que no había desarrollado en profundidad hasta este momento. Los argumentos en los que basa su crítica ya aparecen en otros trabajos anteriores (1920b, 1923 y 1924). Básicamente consiste en afirmar que no puede haber símbolos sociales sin mentes que los sostengan, y que esos símbolos de hecho descansan sobre las instituciones, las costumbres y las actividades de los grupos, sin que tengan una vida propia ni una validez universal. Su existencia en diversas culturas es debida a la difusión y a la convencionalización de los símbolos por parte del grupo importador. Si se habla de un inconsciente colectivo, este término podría sostener únicamente un tratam iento casi nos atreveríamos a decir metafórico, pues ese inconsciente colectivo vendría a ser, entonces, los trazos de la memoria de la mente del grupo.
Los dos últimos capítulos cierran los temas tratados en el libro y ofrecen un resumen final. Es digno de destacar que el capítulo 18 reconoce el profundo parecido entre su postura y la de Janet (1928), pero señala que cada uno ha llegado a sus conclusiones por vías completamente independientes.
A modo de conclusión
Los elementos hasta ahora examinados apuntan hacia algunas conclusiones que a continuación se presentan.
En primer lugar, hay que destacar la estrechísima relación entre su obra anterior y Remembering. A este respecto hay que señalar que el tema de la «convencionalización», que en el volumen de 1932 ocupa sólo un capítulo, fue el problema fundamental que guió la parte más importante de su producción anterior desde 1914. Tal vez el libro que nunca llegó a completar sobre este tema esté en el origen de la obra que aquí presentamos. Si tal fuera el caso, cabría decir que este libro no es, y nunca pretendió serlo, un libro sobre la memoria, un vocablo que, recordemos, evoca una facultad mental y que, por consiguiente, repugnaba a la mentalidad funcionalista de un discípulo de James Ward. Remembering, pues, es un volumen dedicado al estudio de cómo las acciones de los sujetos (percibir, imaginar, narrar, etc.) referidas a acontecimientos del pasado eran evocadas pasado un cierto tiempo, y a buscar procedimientos de explicación para ello, que toma del campo de la neurología del movimiento (los esquemas de Henry Head) y de la antropología social (la convencio-
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que giran en torno al estudio de temas de fatiga en relación con la percepción. Esto último abunda a favor de la interpretación que acabamos de ofrecer de una concentración en una de sus líneas de trabajo como contribución para el esfuerzo bélico de su país. Ello ciertamente le trajo un importante reconocimiento social, y representó el desarrollo de una aproximación teórica de alto interés para e! estudio de las habilidades complejas. Pero, tal vez, al precio de privarnos de algunas contribuciones en las áreas de trabajo que ya tenía iniciadas.
De todo esto que acabarnos de decir podemos extraer algunas conclusiones que van más allá de la periodificación que acabamos de exponer. En Bartlett parecen darse diversas empresas13 que en parte coinciden en el tiempo y en parte se solapan. Puede hablarse de una primera empresa dedicada a la exploración de problemas antropológicos con una metodología psicológica experimental, y que se centra alrededor del estudio de la «convencionalización» de materiales culturales. Esta empresa, a lo largo de los años 1920 va evolucionando hacia el desarrollo de lo que él llama (Bartlett, 1936) una «aproximación» a la psicología, y que muy bien podríamos considerarla como un sistema en formación del cual una primera muestra sería su libro de 1932. Esta empresa se transporta sobre diversas temáticas, entre las cuales cabría destacar la psicología social y del pensamiento. Por último, habría otra empresa, la referida al desarrollo de una psicología experimental aplicada, aspecto que no hemos tocado en este trabajo, pero que tiene una presencia importante en su trabajo desde su mismo inicio. Todas estas empresas y temáticas están conectadas entre sí, como no podía ser menos desde la «aproximación» que el propio Bartlett propugnaba.
Por lo que se refiere al período en el que hemos centrado una parte importante de nuestro análisis, el que culmina en la década de 1930, hay algunas conclusiones que podemos extraer. En primer lugar, Bartlett es un psicólogo funcionalista, con una perspectiva genética y social, que sostiene un enfoque constructivista del sujeto humano, desde una postura de psicología de la acción. Las fuentes teóricas de donde se surte para la adopción de estos puntos de vista con toda probabilidad están en la psicología británica de la etapa de su formación, es decir, Stout y, sobre todo Ward (cfr. Northway, 1940a y b), y tienen su origen remoto en la postura de Brentano.
Esta postura teórica —o tal vez sería mejor decir metateórica— encuentra un instrumento explicativo de gran potencia con la incorporación
13 Utilizamos aquí el término empresa en el sentido que le da Gruber (1989).
36 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
dél concepto de esquema que toma de Henry Head. Este concepto le permite establecer el puente que necesita entre conceptos propios del ámbito de las actividades socioculturales (lo que él llamaba las instituciones, hábitos y costumbres de una sociedad) y las respuestas psicológicas de los sujetos individuales, a través de un concepto que se instancia en el ámbito biológico y que no es exclusivo de nuestra especie. Lo que sí lo es, es la capacidad del esquema para «volverse sobre sí mismo» a través de la actividad de la conciencia y así dirigir intencionalmente la acción aprovechando la experiencia previa.
Este último aspecto que hemos mencionado, nos conduce a señalar una sorprendente comunidad de ideas con la obra de algunos autores contemporáneos suyos y que ya hemos señalado en otro lugar (cfr. Rosa, 1993, pp. 455-456). Allí indicábamos como Luria (1932) recoge también la influencia de Hughlings Jackson y Henry Head (1920, 1926), y, a partir de ella, elabora su concepción de los «sistemas funcionales» (cfr. Luria, 1932, pp. 370-371) en un momento muy anterior a su trabajo en medicina y fisiología, y en un libro que está dedicado a estudiar las ejecuciones motoras de sujetos muy variados (adultos, niños, delincuentes en estado de estres emocional, deficientes mentales, etc.) y en donde trata, .también, el tema de la conciencia y la génesis de la voluntad. Esta coincidencia en el uso de las mismas fuentes, y en el trabajo sobre temas próximos, junto con el interés —éste sí con orígenes muy diferentes en uno y otro caso— por estudiar las relaciones entre aspectos socioculturales, por un lado, y actividades psicológicas, por el otro, condujo a la elaboración de dos aproximaciones teóricas coincidentes en muchos aspectos en lugares tan alejados —no sólo geográficamente— como eran Inglaterra y Rusia que aparecen publicadas en el mismo año 1932.
Los aspectos coincidentes de estas dos posturas teóricas, y la posibilidad de su enriquecimiento mutuo, es un tema que tal vez merezca ser explorado con detenimiento en el futuro. Tal vez una fresca mirada hacia la aportación de los funcionalismos de principios de siglo permitiera escribir una historia de la psicología en la que aportaciones como las de Baldwin, G.H. Mead, Bartlett, Janet, Wallon o Vygotski no fueran simplemente interesantes figuras disidentes de la línea dominante en la historia oficial de la psicología. No resulta imposible imaginar una historia de la psicología, aún no escrita, en la que una concepción funcionalista y sociogenética del psiquismo humano, con una fuerte base biológica, marque unas líneas para el trabajo futuro distintas al ya manido relato que engarza estructuralismo, conductismo y cognitivismo. No cabe duda de que el futuro arrojará luz sobre nuestro
Introducción a la edición española 37
pasado, y que el paisaje que de este modo se revele, nos servirá para orientar la elección de nuevos caminos.
Mirar al pasado no sirve únicamente para recrearnos en las ruinas producidas por el tiempo, sino que amuebla nuestras conciencias con significados, nos sitúa en un flujo de eventos y nos hace construir narraciones con una tensión que dirige a una acción futura. Bartlett en este libro no sólo nos muestra unos problemas, una forma de trabajar y unos resultados obtenidos con los recursos disponibles hace cerca de tres cuartos de siglo, sino que, también, pone ante nuestros ojos una sensibilidad ante lo psicológico y nos hace entrar en un diálogo que puede enriquecer nuestra propia forma de trabajar. Disfrutémoslo atendiendo a sus palabras y discutiendo con su propia voz.
Madrid, julio de 1995
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PREFACIO
Una radiante tarde de mayo de 1913 se inauguró oficialmente el actual Laboratorio de Psicología Experimental de la Universidad de Cambridge. El Dr. C. S. Myers, fundador y por aquel entonces director del Laboratorio, me invitó a participar en las exhibiciones que había preparado. Por esta razón, permanecí durante varias horas sentado en una habitación oscura, donde mostraba a una larga fila de visitantes formas geométricas, dibujos y distintas ilusiones ópticas con el fin de que los examinaran brevemente. Así fue como surgió este libro. Las interpretaciones de dichos observadores sobre las figuras que tenían ante ellos resultaron tan variadas como atractivas, dejando claro que la percepción visual normal podía verse determinada por un gran número de factores distintos. Surgía así la posibilidad de que un estudio experimental cuidadosamente diseñado pudiera desenmarañar varios de estos factores y mostrar su funcionamiento.
Animado por otros colegas me puse a trabajar inmediatamente, pero muy pronto se hizo patente que un examen de los procesos perceptivos normales conduce directa e inevitablemente a investigar los procesos mentales relacionados con ellos y, en particular, a estudiar la formación de imágenes y el recuerdo.
Hacía ya un tiempo que Ebbinghaus había introducido en el laboratorio los «métodos exactos» de las sílabas sin sentido para estudiar la memoria. Como si estuviera moralmente obligado a ello, seguí sus directrices y trabajé durante algún tiempo con material sin sentido. El resultado fue de frustración y creciente descontento. En la presente obra expongo ampliamente las razones de este resultado y, como consecuencia de éste, resolví intentar retener las ventajas de un método de enfoque experimental, con sus situaciones relativamente controladas, y a la vez mantener mi estudio lo más cercano posible a la realidad. Por tanto, elaboré, o seleccioné, un material que confiaba que resultara interesante por sí mismo y
45
46 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
que se asemejara al que cualquier persona normal encuentra constantemente en sus actividades cotidianas.
A medida que avanzaba el trabajo y aumentaban los problemas, intenté diseñar distintos métodos de presentar mi material, cada uno de los cuales guardaba relación con un conjunto concreto de problemas. En un principio, me interesé fundamentalmente por la naturaleza de percibir, formar imágenes y recordar en individuos concretos, pero pronto se hizo patente que los factores sociales desempeñaban un papel importante en numerosos casos. Por lo tanto, realicé entonces algunos experimentos que contribuyeran a mostrar lo que ocurre cuando el material se aplica sucesivamente a cierto número de personas, todas ellas miembros del mismo grupo social. Lo anterior nos condujo de forma natural al estudio de ias influencias sociales específicas sobre el recordar, que constituye la segunda parte de este volumen. Un viaje a Africa me dio la oportunidad de llevar a cabo algunas observaciones de primera mano sobre el recuerdo social en un grupo de nativos de Swazi relativamente poco estudiado. Al margen de la importancia que pueda tener esta parte de la obra, creo que es lícito afirmar que muestra al psicólogo un tipo de investigación de campo que ha sido sorprendentemente descuidada, y que, sin embargo, podría producir resultados no sólo de importancia teórica, sino también de gran interés y valor práctico.
En la creencia de que la psicología es una ciencia biológica en sus aspectos experimentales, he intentado adoptar una perspectiva estrictamente funcional desde el comienzo hasta el final. Se han mantenido en una posición secundaria las consideraciones sobre las características descriptivas acerca de qué se percibe, imagina o recuerda. En todo momento, los problemas centrales versan sobre las condiciones bajo las cuales tiene lugar el percibir, el formar imágenes y el recordar.
Aunque en esta obra las teorías han surgido de los experimentos, el lector puede estudiar el material a su disposición en el orden que prefiera elegir. Si le gustan los datos experimentales, lo cual espero que ocurra, puede comenzar por ellos, para continuar con la teoría. Si los datos de los experimentos le parecen difíciles y faltos de interés sin una base teórica, tiene la posibilidad de leer primero la teoría y confrontarla con los resultados experimentales cuando guste.
Este libro pretende estudiar de un modo realista ese importante grupo de procesos mentales que se incluyen normalmente bajo el término «recordar», tal como de hecho ocurren en cualquier individuo normal, tanto dentro del grupo social como al margen de él. Al hacerlo, resulta natural que muchas de las ideas más generalizadas en torno a estos procesos resulten confirmadas por los experimentos. Por una u otra razón, con fre
Prefacio 47
cuencia se considera que esta confirmación de las creencias vulgares prueba la inutilidad del experimento psicológico, aunque sea difícil comprender el motivo. Cualquiera estará de acuerdo en que sería desastroso que todos los juicios productos del sentir popular resultaran erróneos. El psicólogo trabaja forzosamente en un campo en el que abundan dichas opiniones populares. No obstante, algunos puntos de vista muy generalizados han de ser completamente descartados, especialmente aquel que considera que el recuerdo es la reexcitación, de una forma u otra, de «huellas» fijas e invariables.
Estoy profundamente agradecido a mucha más gente de la que puedo mencionar por la ayuda recibida al preparar este libro. Las primeras etapas le deben mucho al difunto profesor James Ward y también al profesor G. Dawes Hicks. El Dr. C. S. Myers me animó generosa e infatigablemente de principio a fin en este proyecto. No me es posible expresar la enorme pérdida que para mí supuso la prematura muerte del Dr. W. H. R. Rivers, cuya amistad y la ayuda que siempre estuvo dispuesto a prestarme me sirvieron de estímulo constante. Mi deuda con Sir Henry Head se hará obvia para todo el que lea este libro, ya que fue en nuestro trato personal donde surgió la inspiración para llegar a comprender que la masa aparentem ente enm arañada de mis datos experimentales podía mostrar la coherencia y orden de funcionamiento de la mente humana. Al Dr. J. T. MacCurdy le debo más de lo que nunca pueda aparecer en el texto. Discutimos una y otra vez casi todos los problemas que fueron apareciendo, y tanto sus críticas amistosas como sus constructivas sugerencias me han sido de gran ayuda. No puedo olvidarme de la gran amabilidad con la que todos, blancos y negros, me recibieron en mi breve visita africana. Varias generaciones de estudiantes me han obligado a intentar aclarar muchos puntos oscuros y me han ayudado a recoger el material. No puedo dejar de expresar mi agradecimiento de nuevo al profesor C. Dawes Hicks por la gran amabilidad y cuidado con los que leyó las pruebas de este libro.
La mayor ayuda y estímulo han sido los recibidos por parte de mi esposa.
F. C. B a r t l e t t Laboratorio de Psicología Cambridge Mayo de 1932
Primera parteESTUDIOS EXPERIMENTALES
!
Capítulo 1 EL EXPERIMENTO EN PSICOLOGÍA
1. Los comienzos
No cabe duda de que la afirmación de que el experimento en psicología es «como mínimo tan antiguo como Aristóteles»1 tiene algo de verdad. No obstante su utilización como método de exploración sistemática de las reacciones humanas es bastante más reciente. Este aspecto reviste cierta importancia, pues significa .que, antes de que el experimento se aplicara en psicología de forma sistemática, el método experimental ya gozaba de una larga historia en otros campos, sobre los que los primeros experimentadores en psicología basaron tanto sus objetivos como sus métodos. Todos los pioneros de la psicología experimental se formaron bien en física, bien en fisiología, y su influjo, para bien o para mal, todavía continúa marcando los métodos de laboratorio aceptados en psicología. Además, muchos de ellos fueron hombres de fuertes inclinaciones filosóficas, como era natural en aquella época. Así, Gustav Theodor Fechner, a quien suele considerarse fundador de la psicología experimental, en realidad estaba interesado básicamente en establecer una perspectiva panpsí- quica del Universo. La tendencia a usar el experimento psicológico fundamentalmente como apoyo de alguna teoría filosófica global ha estado unida a la psicología experimental desde sus primeros días, y ha proporcionado a los críticos de esta rama de la ciencia muchas de sus armas más poderosas.
Fechner se licenció en medicina pero pronto se interesó por la física y las matemáticas. Desarrolló sus métodos a partir del trabajo del fisiólogo E. H. Weber y mantuvo una estrecha colaboración con A. W. Volkmann, profesor de anatomía comparada en Leipzig. Helmholtz, al que se considera igualmente, e incluso de forma más merecida, como uno de los grandes pioneros de la psicología experimental, estudió también medicina,
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52 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
pero fue antes que nada un físico. Wundt, el primer hombre que se planteó claramente como objetivo hacer una ciencia experimental de la psicología. se formó como fisiólogo. Hering, al que con frecuencia se le concede menos crédito del que merece por su influencia en ciertas líneas de investigación psicológica, era asimismo fisiólogo. Al lado de estos hombres hubo otros con intereses más teóricos y especulativos. Stumpf, de formación médica asimismo, estaba interesado fundamentalmente en la música y la filosofía, y G. E. Müller, quien influyó mucho y notablemente en el desarrollo de la psicofísica, así como en otros muchos campos, poseía una formación filosófica.
No es raro, pues, que la psicología experimental comenzara bien con estudios directos de reacciones sensoriales específicas, bien intentando establecer una medida de la relación existente entre los estímulos físicos y distintas formas aparentemente sencillas de reacciones o experiencias humanas resultantes. Asimismo, tampoco causa sorpresa que se desarrollaran rápidamente posiciones de amplio alcance teórico. Es fácil comprender, además, las causas por las que constantemente se ha intentado controlar las variaciones de la respuesta y de la experiencia mediante variaciones conocidas de los estímulos y explicar las primeras en términos de los últimos, así como las razones de que se haya sostenido que las reacciones deben reducirse a su forma «más simple» y estudiarse separadas del grupo de respuestas con las que están relacionadas en la vida cotidiana. Sin embargo, aun cuando nos limitemos a investigar sobre sentidos específicos, la tendencia a poner excesivo énfasis en la definición del estímulo, junto con el objetivo de simplificar mediante el aislamiento de la reacción, originan profundas dificultades psicológicas, que se ponen aún más de manifiesto cuando el método experimental trata de abordar respuestas humanas de gran complejidad.
2. Su evolución
Una vez que se introdujo el método experimental, resultaba inevitable que tarde o temprano su aplicación se extendiera a todos los campos de estudio psicológico. Como todo psicólogo sabe, Wundt fundó el primer laboratorio de psicología experimental en 1879. Por aquel entonces, Ebbinghaus trataba de encontrar un medio de aplicar los métodos exactos de Fechner al estudio de los «procesos mentales superiores» y, en particular, a la memoria. Lo logró, para su satisfacción, y en 1885 publicaba el ensayo Über das Gedachtniss, que es considerado incluso en la actualidad uno de los más grandes avances de la psicología experimental. Tenía
El-experimento en psicología 53
como objetivos la simplificación de los estímulos y el aislamiento de las respuestas. Para conseguirlo primero utilizó sílabas sin sentido como ma-
' terial de memoria y creyó, curiosamente, que con ello lograría lo segundo de forma inmediata.
Vale la pena considerar con algún detalle lo que logró Ebbinghaus. Se dio cuenta de que si el material que utilizamos para recordar está formado por párrafos, tanto en verso o como en prosa, no podemos estar seguros de que dos sujetos cualesquiera comiencen en el mismo nivel. Dicho material provoca corrientes interminables de asociaciones entrecruzadas que pueden diferir de forma significativa de unas personas a otras. Es un experimento con hándicap, en el cual se desconocen los pesos empleados como tales. Es obvio que se trata de una dificultad apreciable puesto que el peso de la explicación recae sobre el estímulo, y parece que los estímulos varían de una persona a otra de modo incalculable e incontrolable. Una form a fácil de superar el obstáculo podía ser preparar el material de tal m odo que tuviera el mismo significado para todo el mundo y que lo que se originara a partir de él se pudiera explicar dentro de los límites del propio experimento. Puesto que las condiciones experimentales son al mismo tiempo conocidas y fáciles de analizar, las explicaciones se podrían expresar de forma precisa y con la máxima certeza posible. Por lo tanto, pensó ingeniosamente Ebbinghaus, si inicialmente el material no significa nada, quiere decirse que posee el mismo significado para todo el mundo. En consecuencia, cualquier variación que se observe en el transcurso del experimento debe poder explicarse por el desarrollo mismo del experimento.
En realidad, los experimentos son bastante menos sencillos de lo que Ebbinghaus suponía. Cualquier psicólogo que haya utilizado silabas sin sentido en el laboratorio sabe perfectamente que provocan un conjunto de asociaciones, que pueden llegar a ser bastante más extrañas y variar en mayor medida en cada persona que si se hubiera empleado el lenguaje común con su significado convencional. No se considera que este inconveniente sea muy serio porque se puede contrarrestar con una exposición constante y fija de las sñabas e inculcando en el que aprende una actitud repetitiva perfectamente automática de tal modo que, con tiempo y paciencia, todos los sujetos aprendan a considerar las silabas únicamente por sí mismas.
U na vez más, el remedio es peor que la enfermedad. Efectivamente, los resultados de los experimentos con sílabas sin sentido comienzan a ser significativos cuando se han establecido hábitos muy especiales de recepción y repetición. Es entonces cuando pueden arrojar luz sobre cómo se establecen y controlan tales hábitos, pero resulta como mínimo dudoso
que nos puedan ayudar a comprender cómo se producen generalmente las reacciones de memoria.
Si hay alguien que no deba temer al estímulo es el psicólogo. Sin embargo, el que la estructura de los estímulos sea uniforme y sencilla no garantiza que la estructura de la respuesta orgánica, particularmente en el nivel humano, resulte asimismo uniforme y sencilla. Consideremos el viejo y conocido ejemplo del pintor paisajista, el naturalista y el geólogo que caminan juntos por el campo. Uno advierte y recuerda la belleza del lugar, otro los detalles de flora y fauna y el tercero las formaciones de suelos y rocas. Es indudable que, en este caso, los estímulos seleccionados en cada caso a partir de lo que está presente, son distintos para cada observador y, por consiguiente, también lo será su recuerdo. No obstante, las distintas reacciones provienen de una misma causa y se originan en cada caso a partir de intereses establecidos. Si pusiéramos secciones de roca ante las tres personas, todavía persistirían las diferencias y probablemente serían muy marcadas. La igualdad de las condiciones estimuladoras externas es perfectamente compatible con la variabilidad de las condiciones determinantes, y a su vez, puede darse estabilidad de los determinantes junto con variabilidad de los estímulos.
En cuanto a este aspecto de su método.relacionado con el estímulo, se le pueden hacer las siguientes críticas al trabajo de Ebbinghaus:
a) Es imposible eliminar el significado de los estímulos en la medida en que sigan siendo capaces de provocar una respuesta humana.
b) El intento de eliminarlo crea una atmósfera artificial en todos los experimentos de memoria convirtiéndolos más bien en estudios sobre el establecimiento y mantenimiento de hábitos repetitivos.
c) Al hacer depender la explicación de la diversidad de respuestas de evocación fundamentalmente de las variaciones de los estímulos y de su orden, frecuencia y modo de presentación, se ignoran peligrosamente aquellas condiciones de respuesta igualmente importantes relacionadas con las actitudes subjetivas y con las tendencias de reacción predeterminadas.
El «gran avance» de Ebbinghaus conlleva serias dificultades si atendemos únicamente a la parte que se refiere a los estímulos en su situación experimental, pero cuando además examinamos la teoría del aislamiento de la respuesta que subyace a su método, surgen problemas aún mayores. Se supone que al simplificar los estímulos la respuesta se simplifica. A continuación parece darse por sentado que esta simplificación de la respuesta equivale a aislarla y, para terminar, con frecuencia parece supo
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El experimento en psicología 55
nerse —aunque no sea una implicación necesaria del método— que cuando sabemos cómo se ha condicionado una respuesta aislada, podemos
'concluir legítimamente que se producirá del mismo modo cuando se halle integrada en otras formas de reacción más complejas.
Desde un punto de vista psicológico, es siempre extremadamente difícil establecer en qué consiste la simplicidad de la respuesta. Algunas, veces consideramos que la respuesta «simple» es aquella que aparece primero en un orden de desarrollo, como cuando decimos que percibir es «más simple» que pensar, o que las reacciones táctiles son «más simples» que las visuales. Bajo este punto de vista, obviamente las sñabas sin sentido no nos dan simplicidad de respuestas, ya que nadie sueña con aprender a conectar laboriosamente largas listas de material sin significado hasta que llega al laboratorio de psicología, momento en el que debe de haber alcanzado cierta madurez aunque quizás no mucho juicio.
En otras ocasiones, la respuesta «simple» es aquella sobre la que el agente no puede decir prácticamente nada, excepto que ha ocurrido. Se trata de un criterio resbaladizo porque algunos sujetos no encuentran prácticamente nada que decir sobre ninguna respuesta, mientras que otros parecen capaces de hacer de cada reacción el tema de una larga discusión analítica. Es evidente a este respecto que las reacciones ante el material sin sentido no se encuentran en una posición favorable entre la masa de respuestas de memoria de la vida cotidiana.
Algunas veces llamamos «simple» a una respuesta que es separada del funcionamiento simultáneo de las otras respuestas con las que normalmente se encuentra integrada. Este es el tipo de «simplicidad» que, según parece, se tiene en mente al hacer experimentos con material sin sentido. Por ejemplo, Myers —al comentar favorablemente el uso de tales métodos— dice que al emplear sílabas sin sentido «hemos sido capaces de eliminar las asociaciones por el significado y de establecer las condiciones que afectan a la mera retentividad y reproductibilidad de una presentación, y que determina el número y curso de las asociaciones que se forman entre los miembros de una serie de tales objetos. Es cierto que las condiciones establecidas se pueden alejar bastante de las que reinan en la vida cotidiana pero sólo a partir de comienzos tan simples puede avanzar el conocimiento psicológico más allá del estadio que ya se había alcanzado antes de aplicar el experimento»2. Es decir, en nuestros experimentos tenemos que vérnoslas con la memoria pura o con la evocación no contaminada por cualquiera de las funciones relacionadas con las que se acompañan en la vida cotidiana.
Con todo, sólo hay una forma de asegurar el aislamiento de la respuesta: extirpar o paralizar las funciones que le acompañan. Se trata de
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uno de los métodos perfectamente legítimos del fisiólogo. Se puede argüir que el psicólogo, que siempre ha pretendido estudiar el organismo intacto e integrado, debe bien evitar utilizar este método, o al menos emplearlo con extremada precaución. Lo cierto es que tal aislamiento no se garantiza simplificando las situaciones o los estímulos y dejando que responda un organismo de la misma complejidad, pues de esta manera estamos simplemente forzando a este organismo para que movilice todos sus recursos y construya o descubra una nueva reacción compleja sobre la marcha. El psicólogo experimental puede proseguir con las respuestas hasta que las haya encajado en el molde del hábito, pero cuando lo haya logrado, habrán perdido precisamente ese carácter especial que las convirtió inicialmente en objetos de su estudio3.
El tercer supuesto —que una vez hemos estudiado las reacciones aisladas, podemos concluir de inmediato que éstas operarán de ese mismo modo y en las mismas condiciones cuando sean componentes parciales de respuestas más complejas— es menos importante. Es indudable que Ebbinghaus y, en mayor medida, muchos de sus imitadores partían de esa premisa. De hecho, no pocas de las afirmaciones sobre el recuerdo basadas en este supuesto sin duda son correctas debido a que, como hemos visto, el método se aleja bastante de su alardeada «simplicidad». No obstante, el estudio de las reacciones aisladas posee un valor en y por sí mismo, y aunque sus conclusiones se deban generalizar con gran cuidado, a menudo proporcionan claves en relación con la respuesta integrada que no se podrían obtener fácilmente de otra manera.
He tratado ampliamente los experimentos de sílabas sin sentido por una parte, ya que generalmente se considera que ocupan un lugar de suma importancia en el desarrollo del método exacto de la psicología y, por otro lado, porque el grueso de este libro trata de problemas del recordar estudiados mediante métodos que difieren de los de la escuela de Ebbinghaus en cuanto a la rigidez del control. Además, la mayor parte de lo que se ha dicho podría aplicarse, con los cambios necesarios de terminología y referencia, a la mayoría de los trabajos experimentales sobre percibir, formar imágenes, sentir, elegir, desear, juzgar y pensar. Todos ellos tienden a subrayar el carácter determinante del estímulo o de la situación, se esfuerzan por lograr aislar la respuesta simplificando el control externo. Los métodos de los grandes pioneros físicos y fisiólogos, que a menudo lograron un enorme y espléndido éxito al estudiar reacciones sensoriales específicas, se han extendido por toda la ciencia psicológica. Con todo, han ido surgiendo constantemente nuevos problemas, en su mayor parte relacionados con condiciones de respuesta que han de ser consideradas como internas al propio organismo —o sujeto—.
El experimento en psicología 57
3. Desarrollos estadísticos
En Inglaterra el «padre» de la psicología experimental fue Francis Galton, un investigador brillante y original, un hombre con una mente y posición independientes que poseía una muy buena formación en biología general, a la vez que un amplio abanico de intereses. Creía como nadie que la ciencia debía tratar con cantidades siempre que fuera posible, pero al mismo tiempo su amplia perspectiva humanística le había enseñado que en todos los experimentos psicológicos existe un grupo de circunstancias imperfectamente controladas e imposibles de variar de una en una. Creyó haber encontrado un medio de soslayar la dificultad al adoptar un tratamiento estadístico de los resultados observacionales y experimentales. Sin embargo, dicho tratamiento no nos indica en realidad el modo en que se ha producido la reacción individual, sino que nos proporciona más bien una visión de las tendencias de respuesta y de sus interre- laciones. Puesto que las medidas que expresan estas tendencias y sus relaciones resumen taquigráficamente los resultados de un número muy amplio de casos, puede suponerse que carecen de las limitaciones accidentales de los casos concretos y que establecen, dentro de límites que también se pueden indicar estadísticamente, conclusiones que pueden considerarse válidas para toda la investigación.
En gran medida por influencia directa, pero probablemente debido también en parte a que el punto de vista de Galton ofrece un particular atractivo para el temperamento inglés, los métodos que aquél inició se han venido utilizando ampliamente en la psicología inglesa, y sus sucesores los han desarrollado extensamente4. De hecho, el método estadístico ha influido profundamente en la investigación psicológica en todo el mundo. La primitiva creencia de que la psicología experimental podría desarrollar fácilmente situaciones experimentales ideales ha desaparecido prácticamente por completo.
Por supuesto, también existen inconvenientes. Los métodos estadísticos son en cierto modo expedientes temporales, recursos para el manejo de ejemplos en los que operan simultáneamente numerosas circunstancias, pero no muestran la forma en que estas condiciones se relacionan entre sí, ni son capaces de arrojar luz sobre la naturaleza de dichas circunstancias. Para conseguir aclarar en cierta medida estos aspectos, todavía tenemos que depender de la disposición empírica previa de las circunstancias que sea posible y aprender lo que podamos a partir de un cuidadoso estudio observacional de los casos sobre los que estamos trabajando.
Como dice Yule: «El mero hecho de que el experimentador esté obli
58 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
gado a usar métodos estadísticos conduce a una reflexión sobre su trabajo experimental. Muestra que no ha logrado alcanzar el verdadero objeto del experimento ni excluir las causas de alteración. Debería preguntarse en cada etapa: ¿son realmente inevitables estas fuentes de alteraciones? ¿Puedo eliminarlas o reducir su influencia?... En cualquier caso, el objetivo del experimentador debería ser siempre el de reducir al mínimo el peso de los métodos estadísticos en sus investigaciones»5. Si se examina con una mente inquisitiva cualquier ejemplo característico del enorme volumen de trabajos al que se aplica la estadística en la psicología experimental contemporánea, no podrá por menos que llegarse a la convicción de que un gran número de investigadores se preocupan poco por organizar u observar las condiciones de las reacciones que estudian, esforzándose sólo por obtener una gran cantidad de reacciones que puedan tratar estadísticamente.
Este es exactamente el error opuesto al del experimento de tipo Ebbinghaus. En aquél encontrábamos una creencia ingenua en la completa eficacia de las circunstancias externas para producir cualquier tipo de reacción deseada, mientras que en éste, en el peor de ios casos, hallamos una fe igualmente ingenua en el valor de puntuar las respuestas, establecer la media y la correlación, aun cuando el investigador deje de preocuparse por la variabilidad de las condiciones determinantes. Si el primero puede conducir a un optimismo injustificable, me parece que el segundo elimina totalmente el espíritu psicológico.
Para que las aplicaciones estadísticas tengan algún valor en psicología deben ir precedidas, a la vez que complementadas, por la observación y la interpretación, cuanto más exactas mejor. Tomemos uno de los ejemplos de Yule. La tasa de matrimonios de un país depende de un amplio número de circunstancias, entre las cuales se supone que la situación del comercio y de la industria constituye un grupo de ellas. La idea de que estas consideraciones económicas sean relevantes no viene demostrada por la estadística, sino que se deriva en primer lugar de nuestros conocimientos y observaciones comunes. Luego, los estadísticos, con sus métodos específicos, tratan los datos disponibles desde ambos aspectos y demuestran que la curva de la tasa de matrimonio «muestra una serie de oscilaciones u ondas que reflejan de forma bastante ajustada los movimientos cíclicos generales en el comercio y la industria»6. Se aíslan las ondas, tanto de la tasa de matrimonio como de las importaciones y exportaciones, y se relacionan la ordenada de la onda de la tasa de matrimonio con la ordenada de la de comercio del mismo año y de los años inmediatamente precedente y posterior. En ese punto salta a la vista inmediatamente que la diferencia de fase entre las dos ondas es pequeña,
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gado a usar métodos estadísticos conduce a una reflexión sobre su trabajo experimental. Muestra que no ha logrado alcanzar el verdadero objeto del experimento ni excluir las causas de alteración. Debería preguntarse en cada etapa: ¿son realmente inevitables estas fuentes de alteraciones? ¿Puedo eliminarlas o reducir su influencia?... En cualquier caso, el objetivo del experimentador debería ser siempre el de reducir al mínimo el peso de los métodos estadísticos en sus investigaciones»5. Si se examina con una mente inquisitiva cualquier ejemplo característico del enorme volumen de trabajos al que se aplica la estadística en la psicología experimental contemporánea, no podrá por menos que llegarse a la convicción de que un gran número de investigadores se preocupan poco por organizar u observar las condiciones de las reacciones que estudian, esforzándose sólo por obtener una gran cantidad de reacciones que puedan tratar estadísticamente.
Este es exactamente el error opuesto al del experimento de tipo Ebbinghaus. En aquél encontrábamos una creencia ingenua en la completa eficacia de las circunstancias externas para producir cualquier tipo de reacción deseada, mientras que en éste, en el peor de ios casos, hallamos una fe igualmente ingenua en el valor de puntuar las respuestas, establecer la media y la correlación, aun cuando el investigador deje de preocuparse por la variabilidad de las condiciones determinantes. Si el primero puede conducir a un optimismo injustificable, me parece que el segundo elimina totalmente el espíritu psicológico.
Para que las aplicaciones estadísticas tengan algún valor en psicología deben ir precedidas, a la vez que complementadas, por la observación y la interpretación, cuanto más exactas mejor. Tomemos uno de los ejemplos de Yule. La tasa de matrimonios de un país depende de un amplio número de circunstancias, entre las cuales se supone que la situación del comercio y de la industria constituye un grupo de ellas. La idea de que estas consideraciones económicas sean relevantes no viene demostrada por la estadística, sino que se deriva en primer lugar de nuestros conocimientos y observaciones comunes. Luego, los estadísticos, con sus métodos específicos, tratan los datos disponibles desde ambos aspectos y demuestran que la curva de la tasa de matrimonio «muestra una serie de oscilaciones u ondas que reflejan de forma bastante ajustada los movimientos cíclicos generales en el comercio y la industria»6. Se aíslan las ondas, tanto de la tasa de matrimonio como de las importaciones y exportaciones, y se relacionan la ordenada de la onda de la tasa de matrimonio con la ordenada de la de comercio del mismo año y de los años inmediatamente precedente y posterior. En ese punto salta a la vista inmediatamente que la diferencia de fase entre las dos ondas es pequeña,
El experimento en psicología 59
con sólo un ligero retraso de las ondas de la tasa de matrimonio con respecto a las de la tasa de comercio.
Entonces nos valemos una vez más de la interpretación. Si los aplazamientos de los matrimonios dependieran únicamente de las circunstancias de la industria el año en que tienen lugar, la curva de la tasa de matrimonios debería ir muy por delante de la curva de comercio. Yule pudo demostrar que las estadísticas son coherentes con «la simple suposición de que los aplazamientos son proporcionales a las condiciones medias en un determinado año junto con los cuatro o cinco años precedentes».
En este ejemplo, la interpretación se produce en dos momentos: primero, para establecer la línea de toda la investigación y, segundo, para comprobar y dirigir los resultados iniciales de la investigación. En ambos momentos la interpretación descansa directamente en la observación humana. Si podemos aplicar estas consideraciones al campo de la estadística demográfica, también lo podemos hacer con más razón al uso de la estadística en psicología, donde con frecuencia, y a pesar de todas las dificultades, es posible limitar y controlar la observación en mayor o menor grado. De principio a fin, el psicólogo estadístico debe confiar en que la psicología le diga dónde aplicar y cómo interpretar su estadística.
En este libro, sin embargo, no habrá estadísticas, lo que no implica en absoluto desprecio hacia una de las más poderosas herramientas con que puede contar el psicólogo, sino que se debe tan sólo a que se intenta abordar un campo de investigación en el que hay que definir las relaciones supuestas de la forma más precisa posible antes de que pueda ser fructífero recoger y correlacionar conjuntos de resultados. «No hay nada», dice C. S. Myers, «más importante que el hecho de que el psicólogo experimental tenga una buena base teórica y práctica de tipo estadístico. Pero al mismo tiempo no hay nada más importante que el que sepa cómo y cuándo usar sus conocimientos psicológicos y que los emplee de forma no meramente mecánica ni automática, sino prestando la consideración debida a las circunstancias psicológicas»7.
4. El experimento en psicología
La tarea del psicólogo experimentalista es particularmente difícil, no sólo debido a las múltiples condiciones que operan de forma simultánea en todos los casos, sino también a que frecuentemente los dos grandes grupos de estas condiciones parecen operar en direcciones opuestas. «Las condiciones de cualquier experimento psicológico son las condiciones internas del individuo (o «sujeto») por un lado, y las condiciones de su me
60 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
dio por el otro» 8. Ahora bien, como hemos visto, la estabilidad de este último es perfectamente compatible con una gran variabilidad del primero y, de modo igualmente correcto, la variabilidad del último puede estar acompañada de la estabilidad del primero. Por consiguiente, por mucho que se controle cuidadosamente que las condiciones externas sean uniformes, no se asegurará, sólo por ello, que la respuesta se produzca de modo conocido e inalterado. Este aspecto debe quedar claro, si consideramos que las reacciones psicológicas son sólo una clase de las respuestas biológicas que se han desarrollado para hacer frente a un medio externo en constante cambio. Por tanto, el medio externo puede permanecer constante y, sin embargo, las condiciones internas del agente que reacciona —-las actitudes, estados de ánimo, todo ese conjunto de factores determinantes que caen bajo la denominación de temperamento y carácter— pueden variar de forma notable. Sin embargo, éste es precisamente el tipo de determinantes cuya importancia es primordial para el psicólogo. Por ejemplo, en muchos experimentos el sujeto tiene que reaccionar repetidas veces ante una situación simple y uniforme. Obviamente, las últimas respuestas que aparecen en la serie vienen determinadas de distintas maneras por las primeras y se trata de la clase de determinación que a menudo interesa directamente al psicólogo. Una vez más, las condiciones externas pueden variar, así también la descripción de las respuestas evocadas aunque el modo de determinación de las respuestas continúe siendo sustancialmente el mismo. Por ejemplo, el deportista que describe un partido, el político que informa sobre algún debate actual de Estado, el músico que comenta un concierto, todos ellos abordan un material muy diferente, y no cabe duda de que su forma de realizar dicha tarea le parecería muy diferente a un observador. Sin embargo, su selección, crítica, ordenación y construcción del material puede ser estricta y completamente comparable, ya que son producto de factores determinantes internos pertenecientes al mismo orden.
De ello resulta que si bien la psicología experimental tiene que preparar las condiciones externas atendiendo a la uniformidad y el control, el experimentador no debería dudar nunca en romper dicha uniformidad externa en aras de la estabilidad de la respuesta. Asimismo, se deriva la escasa utilidad de contar, promediar y correlacionar respuestas a menos que se haya realizado previamente un cuantioso trabajo con el fin de dilucidar las direcciones más probables donde buscar para establecer las conexiones entre las condiciones y la reacción.
El único tipo de problema que puede abordar el experimentalista es el de las condiciones, que en la psicología está expuesto a unas formas de confusión inexistentes en otras ciencias. En efecto, el psicólogo tiene que
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aceptar muy frecuentemente los informes verbales de los sujetos como material sobre el que construir sus hipótesis. Tales informes pueden contener términos como «percepto», «imagen», «idea», «memoria», «pensamiento». Prácticamente de modo inmediato se tiende a discutir el estatus de cualquiera de ellos en una estructura de conocimiento acabada y el valor de la información que parecen proporcionar sobre algún tipo de realidad externa. Dicha discusión excede rápidamente los límites de la ciencia experimental e inevitablemente suscita interrogantes sobre la naturaleza de estos elementos del contenido comunicados en los procesos mentales. Surgen preguntas, por ejemplo como estas: «¿Cuál es la naturaleza de la imagen? ¿Cómo es que, si aparece como un objeto, se relaciona a su vez con un objeto externo? ¿Se puede aceptar que el “significado” que posee tiene una justificación objetiva?». Pero el experimentolista se debe limitar a preguntarse: «¿Bajo qué condiciones se produce ese tipo de respuesta que llamamos imagen, y cuáles son las funciones de la “imagen” en relación con el modo de reacción particular que se está estudiando?». Al establecer esta restricción para sí mismo, no está siendo partícipe, o no debería serlo, de los otros problemas planteados por el epistemólogo. Puede que éstos sean más importantes, de la misma forma que son ciertamente más difíciles, incluso que los suyos propios.
5. Acerca de este libro
El tema principal de esta obra es tratar acerca de los resultados de un amplio número de experimentos que atañen a las condiciones y funciones de recordar. Por las razones ya comentadas, y debido a que el proceso y desarrollo del recuerdo están inevitablemente entrelazados con el tipo de material que se tiene que aprender, he descartado el material de silabas sin sentido después de prolongados ensayos. Siempre que me ha sido posible, he empleado el tipo de material que más se aproxima al que comúnmente se da en la vida real. No he dudado en variarlo de unas personas a otras o de unas ocasiones a otras ni en adaptar las características de su presentación cuando me parecía que de ese modo podía conseguir las mejores condiciones de comparación desde una perspectiva subjetiva. Me he esforzado de principio a fin por mantener totalmente vivos el influjo de actitudes, estados de ánimo, tendencias de reacción adquiridas e innatas y su organización en temperamento y carácter, tanto porque creo que son los tipos de condiciones de los que se debe ocupar fundamentalmente el psicólogo, como porque han recibido menos consideración de la que se merecen en trabajos anteriores. Cada uno de mis problemas, así como las
62 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
formulaciones generales a las que llego finalmente, se pueden expresar en términos de condiciones y funciones; en ningún caso he considerado formalmente ni el estado del conocimiento que supuestamente se produce en eí recuerdo ni la naturaleza exacta de «elementos» psicológicos tales como «sensación», «percepto», «imagen» e «idea», que parecen constituir el contenido de los procesos de recuerdo en un análisis descriptivo.
El psicólogo, tanto si utiliza métodos experimentales como si no, trata con seres humanos y no simplemente con reacciones. Por consiguiente, el investigador debe tomar en consideración la conducta cotidiana de los individuos normales, además de dar cuenta de las respuestas de sus sujetos en el laboratorio. El tema que estoy estudiando tiene implicaciones sociales obvias y notables, muchas de las cuales están fuera del alcance de la investigación experimental; con todo, pueden ser abordadas desde el mismo punto de vista, si bien no de forma tan detallada. Por tanto, he intentado investigar sobre las condiciones sociales del recuerdo; aclarar algunos de los problemas de la determinación, dirección y modificación social de los procesos de recordar.
Se puede pensar que no es el momento para escribir un libro sobre la memoria, porque la memoria se ha tratado en varias épocas como una facultad y el espíritu de la época está en contra de las facultades. Es perfectamente cierto que nadie puede trazar un círculo en torno a la memoria y explicarla desde dentro de sí misma. El poder disolutivo de la investigación moderna parece haber disgregado la memoria en una serie de funciones relacionadas de distintos modos. Estas funciones pueden ser varias, pero sin embargo, al actuar conjuntamente producen un proceso específico que requiere su propio nombre y una forma de estudio particular. Si queremos estudiar el modo en que se hace posible este proceso y cuáles son sus circunstancias en detalle, tendremos que estudiar sus antecedentes y quizás también algunas de sus consecuencias en la evolución vital del hombre. Recordar no es una función completamente independiente, enteramente distinta de percibir, formar imágenes, o incluso del pensamiento constructivo, sino que tiene íntimas relaciones con todas ellas. Vamos a tratar ahora el estudio de estas relaciones.
Capítulo 2EXPERIMENTOS SOBRE PERCIBIR
1. Introducción
Los principales problemas de la primera parte de este libro tratan de las formas en que recordar es producto de la experiencia y conducta humana. Una observación general sugiere fácilmente muchos de estos problemas, pero para resolverlos con cierto grado de precisión hay que seleccionar algunos y someterlos a métodos de estudio más profundos.
Todas las personas a las que en algún momento les haya preocupado la naturaleza y validez de las observaciones cotidianas han tenido que darse cuenta de que gran parte de lo que se llama percepción es, en el sentido amplio del término, evocación. Se presenta una escena para su observación y se percibe realmente algo de ella, pero el observador informa de mucho más. Rellena sus lagunas perceptivas con la ayuda de lo que ha experimentado anteriormente en situaciones semejantes o —lo que al final viene a ser lo mismo— describiendo aquello que considera que «encaja», o es pertinente para dicha situación. Al hacerlo puede no ser en absoluto consciente de que está añadiendo o falseando los datos perceptivos; está sin ninguna duda haciendo lo primero en casi todos los casos y se puede demostrar que se halla efectuando lo segundo en bastantes ocasiones.
Se señala con frecuencia que hay que diferenciar tajantemente la memoria de esta forma inconsciente de complementar datos perceptivos inmediatos. Deberíamos decir que una persona está recordando sólo cuando se halla orientada de forma precisa hacia su pasado y es consciente de que intenta rastrear algunos hechos que una vez se encontraron en su percepción sensorial, pero que ya no lo están. Esta concepción implica una distinción tajante entre percibir, recordar y formar imágenes. Lo primero se refiere a la respuesta directa a un conjunto o combinación de es
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84 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
tímulos sensoriales presentes de forma írime'üTata". Lo segundo, a un modo de utilizar tales combinaciones de estímulos, si bien el observador sabe perfectamente que ya no están presentes para ninguno de sus sentidos, pero qué lo estuvieron en algún momento. En el tercer caso, se considera que el material del que se trata —lo que es imaginado— es más fluido, ya que se pueden extraer sus detalles de muchas fuentes diferentes, pueden ser alterados de distintas formas en lo que a sus características se refiere, se pueden recombinar de modo que formen estructuras que no corres- pondan con ninguna de las que el observador haya presenciado de una forma concreta, sensorial.
De una u otra forma estas concepciones han tenido amplia difusión y, en mi opinión, han sido una fuente de gran confusión para la psicología, tanto en el plano teórico como experimental. Esta posición fue expresada claramente por un observador muy incisivo al decir: «Las imágenes son móviles, vivas, experimentando constantemente cambios bajo el influjo permanente de nuestros sentimientos e ideas»1; y continuaba marcando una fuerte diferencia entre aquéllas y «los recuerdos fijos, inanimados», que van «al lado» constituyendo el material que recordamos. No sólo encontramos este error en la psicología tradicional, con su preocupación por las teorías totalizadoras. El «psicoanalista» moderno sostiene, con razón, que ha acercado la ciencia psicológica á la vida cotidiana como jamás lo había estado. Sin embargo, nos encontramos con que Freud desarrolla la idea de que los recuerdos forman una masa estática, que constituye por sí misma un sistema absolutamente libre de la contaminación de las funciones perceptivas, y relacionado con ellas mediante un mecanismo elaborado, cuyo funcionamiento exacto es difícil de comprender y de reconocer2. Incluso el experimentalista, que precisamente debería ser la persona en contacto más próximo con la respuesta orgánica genuina, casi siempre ha considerado la «evocación exacta» como un criterio de la memoria y se ha esforzado, en aras de la simplicidad, por estudiar el recordar como un tipo de función psicológica en sí misma.
Deberíamos liberarnos del lastre de dicho error mediante dos consideraciones obvias. Si el psicólogo experimentalista reconoce que en gran medida continúa siendo un clínico, tendrá que darse cuenta de que sólo es posible estudiar cualquier función psicológica muy desarrollada tomando en consideración su historial. Para comprender por qué encontramos algo deberemos conocer qué es lo que lo ha precedido. En términos de nuestro problema general, para comprender cómo y qué recordamos, deberemos relacionarlo con qué percibimos y cómo. En segundo lugar, sólo con tomar en consideración que está trabajando con respuestas biológicas, el psicólogo experimental se dará cuenta de inmediato de que la de
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nominada evocación «literal» o exacta es una construcción artificial, bien imaginaria o de laboratorio, que incluso si se pudiera lograr, en la mayoría de los casos sería desventajoso desde el punto de vista biológico. La vida es un juego continuo de adaptación entre respuestas que cambian y un medio que varía. Unicamente en un número relativamente escaso de casos —la mayoría de ellos producto de una civilización minuciosamente conservada— el retener los efectos de la experiencia sin alteraciones podría ser otra cosa que un estorbo. Recordar es una función de la vida diaria, por tanto ha tenido que desarrollarse de acuerdo con las exigencias de la misma. Dado que nuestros recuerdos se entremezclan constantemente con nuestras construcciones, quizás deban tratarse como poseedores de un carácter constructivo. Si bien es cierto que tratan de confirmar la experiencia perceptiva personal pasada en términos psicológicos, no debe tomarse muy en serio esta pretensión, al margen de cuál sea su lógica, puesto que al tratar de reconciliar dicha demanda con el fluir efímero de la vida, utilizan inevitablemente las imágenes «móviles», que son consideradas como la materia prima de la imaginación.
Se dan, por tanto, las razones pertinentes para comenzar nuestro estudio detallado de la psicología del recordar con una investigación sobre el carácter y las condiciones del percibir y formar imágenes.
2. Experimentos sobre percibir
El mejor punto de partida para una investigación experimental de esos procesos del recordar que utilizamos constantemente en la vida diaria es un estudio riguroso de los modos en que percibimos los objetos comunes, y de la evocación inmediata de los datos perceptivos. No es difícil ingeniar métodos para dicho estudio y un sinnúmero de experimentadores lo ha utilizado. Se muestran representaciones de los objetos elegidos,o bien los propios objetos, para ser observados bajo condiciones controladas y se pide inmediatamente a los sujetos que describan o reproduzcan de algún modo lo que acaban de ver, oír o captar de cualquier otra forma. Obviamente, una investigación completa de estas características debería incluir el material que aparece habitualmente, aunque pueda ser estructuralmente complejo, así como ese material estructuralmente simple, relativamente abstracto y convencional mucho más utilizado, como dibujos geométricos, formas esquemáticas y letras convencionales. Un experimentalista tiene que evitar en todo momento el gran error de suponer que los estímulos que al ser examinados analíticamente resultan relativamente simples corresponden necesariamente con respuestas constituyen-
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tes de puntos de partida funcionales o con experiencias que, desde el punto de vista del análisis, son poco ricas en detalle.
Los experimentos que describiré y discutiré a continuación se refieren únicamente a la percepción visual, restringidos además a lo que atañe a la forma, tamaño relativo y posición, y a escenas de significado común, con exclusión de cualquier referencia directa al color, movimiento, profundidad u otras características importantes de las respuestas visuales de la vida diaria. En cierto modo, puede decirse que al comenzar mi exposición con una reflexión sobre los resultados de presentar formas abstractas simples, he violado el principio de que los experimentos psicológicos sobre percepción y procesos mentales superiores deberían ser lo menos artificiales que fuera posible. No obstante, casi todos mis sujetos eran adultos y, dejando totalmente de lado las teorías que se refieren a la naturaleza fundamental de algunos de nuestros perceptos de forma, es indiscutible que el sujeto adulto normal e instruido entra en contacto a diario con frecuencia harto suficiente con formas y contornos simples como para que cuando ios encuentre en un experimento no le produzcan en absoluto ninguna sorpresa que le obligue a elaborar una respuesta meramente experimental, para salir del paso.
Se clasificó según sus características el material utilizado en estos experimentos sobre percibir partiendo de formas y patrones simples, pasando por dibujos de una complejidad considerablemente superior, hasta llegar al material gráfico representativo concreto.
Se presentó todo el material en condiciones controladas, y durante intervalos breves que iban desde aproximadamente 1/15 hasta 1/4 de segundo3. Nuevamente, puede encontrarse una condición artificial y forzada en esta exposición breve y controlada, objeción que se sostiene sólo hasta cierto punto, pues en la vida diaria cuando se echa una ojeada, raramente se mantiene durante mucho tiempo la mirada sobre un objeto determinado.(Además, cuando hacemos que una persona observe y reproduzca de forma precisa, por regla general aumenta considerablemente su agudeza y sentido crítico; este es otro aspecto en el que la exposición breve se aproxima más a las condiciones normales^ Se volvió a repetir la exposición siempre que el sujeto lo pidió, así como también cuando consideré que era psicológicamente deseable, aunque el sujeto no lo pidiera.
En el caso de los diseños más sencillos, ios sujetos reprodujeron lo que habían visto dibujándolo inmediatamente después de la observación. A menudo el dibujo se complementaba con una descripción y cuando algún sujeto tenía dificultades para dibujar se le aconsejaba que describiera simplemente lo que había visto. En toda esta serie evité los interrogato-
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ríos, cuidándome especialmente de eliminar la utilización de cualquier sugerencia que no fuera la producida por el propio material.
Treinta sujetos en total tomaron parte en estos experimentos sobre percepción. Entre ellos había personas de intereses y medios muy distintos. Excepto uno, todos eran adultos.
3. Percepción de dibujos y patrones sencillos
La serie 1 de este experimento constaba de dibujos y patrones bastante sencillos. Las figuras que se utilizaron recaían naturalmente en tres grupos, de los que presento aquí una pequeña selección. En todos los casos se trataba de un grueso trazado en tinta negra sobre una tarjeta de tamaño de una postal ordinaria que se presentaba de modo que se enfocara plenamente sin precisar movimientos oculares. El primer grupo contenía muy pocos detalles. Son ejemplos característicos:
Grupo 1
La actitud de los observadores se mantuvo constante a lo largo de las exposiciones de todo este grupo. Examinaron cada dibujo como un todo y lo reprodujeron sin vacilaciones. No hubo ningún intento de observarlo analíticamente, lo que no implica que cada una de las partes del dibujo presentado tuviera la misma importancia al establecer el percepto.
Normalmente se utilizaron nombres, incluso con figuras muy sencillas. Así, (i) se denominó frecuentemente «un cuadrado sin uno de sus lados»; se dijo que (ii) era «una Z del revés»; a (iii) se le llamó «N», y (iv) era «un cuadrado con diagonales». Por regla general, se decía el nombre según se mostraba la figura. El sujeto parecía más seguro y satisfecho siempre que lo usaba, si bien en estos casos sencillos el darle una denominación al dibujo raramente influyó en la exactitud de la representación. Aunque a(iii) se le llamó constantemente «N», todos los sujetos lo reprodujeron correctamente. Con todo, dar un nombre a los dibujos parecía asumir la función de convertir la actitud del observador hacia el objeto presentado en relativamente precisa y segura.
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Incluso un material perceptivo construido tan sencillamente como éste, presentó rasgos predominantes, aunque no se produjera ningún intento específico de realizar un análisis. Por ejemplo, casi siempre se observó y se reprodujo una abertura, como la que se ilustra en(iv), aunque no pocas veces se le asignara una posición errónea. Este es un caso de transferencia de una característica de la observación cotidiana a una situación experim ental. Nos damos cuenta en seguida de cualquier característica poco familiar de un objeto que sí lo es o de cualquier aspecto sin sentido de las figuras que poseen un significado ordinario, t o familiar se acepta rápidamente, lo que no lo es nos puede dejar en suspenso. De este modo, recordamos lo que es y a menudo cómo es, pero podemos olvidar dónde está. D emostraremos que esta selectividad de la respuesta, este predominio de ciertas características en un patrón conocido, presentes en todo proceso perceptivo y al recordar, posee una gran importancia psicológica. Constituye la base del desarrollo^de las formas más convencionales de representación y de conducta.!
Por último, a menudo la interpretación va más allá que la presentación, incluso con material sencillo tratado de forma no analítica como el de los dibujos de este grupo. Algunas veces se colocó un bigotillo sobre* , a la vez que frecuentemente se cerró el cuadrado de (iv) aunque las diagonales se dejaron correctamente sin concluir.
Los dibujos del grupo 2 contenían bastantes más detalles que los del grupo 1. Además, mientras algunos de ellos se podían interpretar como figurativos, otros eran combinaciones de líneas inconexas del tipo que se suele denominar «sin sentido». Por ejemplo:
(v)
o oo(viii)
De nuevo la actitud perceptiva general fue no analítica casi por entero. Se reaccionó ante cada dibujo como ante una unidad y, excepto en muy pocas ocasiones, no se examinó ni se construyó posteriormente por partes. No obstante, la mayoría de los sujetos titubearon en esta ocasión
Experimentos sobre percibir 69
un poco más antes de intentar anotar lo que habían visto. Según dijeron, al esperar un rato podían automáticamente «lograr una imagen clara» del objeto en cuestión.
La utilización de un nombre cobró mayor importancia. Ahora no sólo satisfacía al observador sino que le ayudaba a conformar su representación. Por ejemplo, (vi) recibió el nombre de «piqueta» en una ocasión y fue representado con dientes puntiagudos. Otra vez recibió el término de «cortadora de césped» y fue dibujado con una hoja redondeada. Fue considerado como mitad parte de una llave (el mango) y mitad parte de una pala (la hoja) y se modificó consiguientemente su representación. Seis observadores lo denominaron «ancla» y exageraron el tamaño del anillo de la parte superior. Sólo en un caso se reprodujo correctamente la punta de la hoja: fue un sujeto que consideró que el dibujo representaba un «hacha de guerra prehistórica». A (v) se le denominó en dos ocasiones «marco de cuadro» y fue reproducido en estos casos de la siguiente manera:
\
y
) \
Pero el sujeto que las mencionó como «dos escuadras de carpintero colocadas juntas» hizo correctamente la figura desde el primer intento.
Todo esto ilustra claramente qué gran variedad de nombres puede darse a un material de observación simple 4 y también —un punto de apoyo más para nuestra hipótesis— cómo, en cuanto es asignado un nombre, conforma inmediatamente tanto lo que se ve como lo que se recuerda.
En todos estos casos el nombre se dijo inmediata e irreflexivamente porque el patrón visual presentado parecía «ajustarse» o «encajar en» en el acto a algún esquema o marco p r e v i o s L a conexión del patrón dado con un marco determinado es obviamente un proceso activo porque, hablando en sentido abstracto, el marco utilizado es sólo uno de un amplio elenco, de los cuales cualquiera podría haberse puesto en funcionamiento. Pero, aunque activo, no es consciente porque el observador no cae en la cuenta de la búsqueda y subsiguiente ajuste que realiza. Llamaré a este proceso fundamental de conectar un patrón dado con algún marco especial o esquema, esfuerzo en pos del significado. Es un proceso que se ilustrará repetidamente en experimentos ulteriores y que se puede llevar a
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cabo de muchas maneras, algunas de las cuales serán reveladas según avance el libro.
Supongamos que el material presentado parece raro, inconexo o poco familiar. Dar un nombre todavía desempeña un papel predominante pero generalmente no de la misma manera. Podemos tomar como ejemplo los dibujos (vii) y (viii): la dificultad fue mayor con (vii) porque en (viii) hay un orden de colocación al que casi todos los sujetos reaccionaron rápidamente. Insistiré más adelante sobre este orden de colocación percibido porque es un factor muy importante tanto en la percepción como en la evocación6.
En casi todos los casos, cuando una figura resultaba rara, inconexa y poco familiar se planteaba de inmediato una analogía. Así, el hecho de dar un nombre intervenía de nuevo, aunque de un modo distinto, pues la analogía tenía que ver prácticamente todas las veces con la forma de una figura, o con la disposición de sus líneas y curvas. Cuando se presentó (viii) a un estudiante de matemáticas señaló inmediatamente: «Esta colocación de las líneas me recuerda un ‘determinante’». Su reproducción inmediata fue exacta y varias semanas más tarde to davía recordaba y reproducía correctamente esta figura. La imagen sensorial específica, que nunca es esencial en el proceso de «ajuste», puede entrar en juego con el uso de este método, como veremos más adelante.
Otro aspecto que en subsiguientes experimentos se ilustrará muchas veces se observó por vez primera con (vii): la tendencia a multiplicar los detalles con el material inconexo, tendencia que fue especialmente marcada en algunos sujetos. Se trataba de personas que intentaban siempre reaccionar a todo lo que se les presentaba con un simple vistazo y que mantenían una actitud segura en todo momento. La impresión inmediata era la de acumulación de detalles. El proceso perceptivo global parecía acelerado. La propia aceleración sugería probablemente que había más que ver de lo que realmente había7. El sujeto seguro se justifica inmediatamente —llega a una racionalización, por decirlo así— añadiendo más detalles de los que realmente hay; mientras que el sujeto precavido, dubitativo, reacciona de forma opuesta y lo justifica disminuyendo los detalles presentados en lugar de aumentarlos.
Nos encontramos aquí por primera vez con otro factor de gran importancia funcional para nuestro tema central: la influencia del temperamento y de la «actitud» al percibir y recordar. Es además un factor que ha sido mucho menos estudiado en el pasado de lo que se merecía en cuanto a esta cuestión.
Experimentos sobre percibir 71
Los dibujos del grupo 3 eran algo más complejos que los de los grupos1 y 2. Algunos de ellos, (ix) por ejemplo, respondían a un plan o regla fácilmente apreciable, mientras que otros —por ejemplo, (x)— estaban divididos en varias partes, cada una de las cuales contenía características importantes y relativamente independientes.
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cuatro cinco seis
Grupo 3
Algunos sujetos dijeron que dibujos como el de (ix) eran «simples» mientras que otros los consideraron complejos y difíciles. Los que estaban más o menos habituados a las figuras geométricas captaron de inmediato la clave de la figura y aplicaron inmediatamente esa regla para construirla. Sin embargo, otros fracasaron totalmente al hacerlo: presentaron al momento una actitud de indecisión, duda y desánimo y la reproducción del objeto resultó muy deficiente. En muchos casos se multiplicaron mucho los detalles, como en el siguiente:
El sujeto, en el caso de la segunda de estas reproducciones, se mostró bastante satisfecho con su intento, pero señaló: «tendría que haber más círculos».
La primera de estas dos reproducciones probablemente plantea un caso interesante de «condensación», ya que la figura que se presentó inmediatamente antes de la mencionada fue esta:
72 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
El método general de percibir se transforma notablemente con (x). Hasta el momento no había habido ningún esfuerzo persistente de hacer un análisis, mientras que en este caso el intento de reaccionar globalmente al objeto presentado fracasa, y en todas las ocasiones comienza a aparecer un método de observación de fragmentos. Se examinan los pequeños cuadrados de uno en uno o de dos en dos hasta completar toda la figura, y se pedía que se volviera a repetir la exposición. Por regla general, cuando se estaba estudiando un cuadrado apenas se veían ios otros. Los errores de reproducción de un cuadrado concreto generalmente se mantenían inalterados, incluso después de repetir la exposición. En las condiciones de este experimento, no parecía que hubiera ninguna tendencia a conectar el cuadrado con la inscripción de debajo.
4. Percibir dibujos graduados
Al llegar a esta etapa era necesario repetir las exposiciones, por lo que nos pareció deseable emplear una serie de dibujos, en cada una de las cuales aumentaran o disminuyeran los detalles gradualmente, mantenién-
a r i ^ t - i + o -o 1 I o v / y a i o o ] f \ ^ n K A n 1 11 C* 1 C PU U i C L c a ll t u ci i u iciLgKJ i d t / i p i d . l i u t v i a u u i £ í v i v ^ i i ? iO C /U a i o C
aproxima, en cierta medida, a lo que hace un observador cuando mira varias veces sucesivas un objeto complejo, adoptando en todo momento un plan preciso de exploración.
Experimentos sobre percibir 73
Un único ejemplo basta para mostrar el tipo de dibujo que se utilizó. Los dibujos se presentaron en un orden de complejidad estructural bien ascendente o descendente. Hubo ocasiones en las que los cambios fueron menos sistemáticos que los de la presente ilustración: a veces, se eliminaron y añadieron líneas; en otros casos éstas carecían de simetría y, en algunos otros, el primer dibujo o el último era una representación de un objeto familiar.
Al mismo tiempo, el orden o esquema de elaboración se convertía en un factor más dominante. Los,sujetos respondían prontamente a la simetría, semejanza, igualdad, diferencia y progresión. En relación con esto, resulta particularmente interesante la utilización de la frase «tener la impresión» o, en otras ocasiones, «tener la sensación»; expresiones ambas que fueron muy comunes. Todas las relaciones estructurales que se esclarecían se describían repetidamente como una «sensación»: «Me dio la impresión de que la figura era simétrica»; «Tuve la sensación de que la figura se iba haciendo más compleja»; «Supuse inconscientemente (este sujeto parecía querer decir de forma precisa lo que otros llamaban “impresión” o “sensación”) que la figura se iba elaborando». El esquema de elaboración y de cambios sucesivos de los que se tenía una «sensación» se utilizaron inmediatamente como base para inferir y, por tanto, como una guía para la observación: «Tuve la impresión de que la figura era simétrica, aunque no me fijé en los detalles. Así que busqué si se añadía o eliminaba alguna parte y deduje más del dibujo a partir de otras.» Podemos ver que de nuevo aparece el «esquema» o «marco», utilizado no como ayuda para la identificación inmediata, sino como base de inferencia, desempeñando un papel dominante en las reproducciones llevadas a cabo.
Con el material figurativo, este proceso fue aún si cabe más marcado. Una de las series terminaba con el dibujo de una corona. La primera figura era la siguiente:
74 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
Al mostrar la segunda figura,
prácticamente todos los observadores dijeron: «Va a ser una corona», y comenzaron a inferir la naturaleza de los cambios que se producirían. Inmediatamente aparecía una actitud específica, llena de expectativas, que dirigía y determinaba el acto perceptivo.
La gran importancia del elemento inferencial en el percibir se demuestra también en la dificultad general frente a las curvas. Como un sujeto señaló, «Cuando tienes una línea recta, sabes a dónde va, y si uno tiene la impresión de que la figura es simétrica y encuentra en ella dos o tres líneas rectas, las puede conectar e interpretar de alguna forma lo que se ha visto. Pero las curvas parece que van a cualquier lado. Nunca se sabe».
Los sujetos se dieron cuenta fácilmente de incluso ligeras diferencias entre los dibujos, como la mera omisión o adición de una única línea. Indudablemente, en el presente caso, puede deberse en gran medida a la semejanza general del esquema de desarrollo en los sucesivos dibujos. Se necesitan más datos experimentales sobre cuáles son las condiciones concretas que facilitan la respuesta perceptiva a la «diferencia» y sobre cuáles son las diferencias exactas a las que es más probable que se responda8. En estas series las adiciones fueron aparentemente más destacables que las omisiones. En todo caso, esa fue la opinión sostenida por el 80 por ciento de los sujetos, y su punto de vista estuvo de acuerdo con sus resultados. Por regla general, cuando se percibían las omisiones, no se recordaba correctamente ni su posición ni su carácter concreto. Se debería estudiar
Experimentos sobre percibir 75
jtiás cuidadosamente la facilidad de respuesta frente a otros cambios. En todos estos casos ni una sola vez le pasó desapercibido a ningún sujeto c u a n d o un dibujo había sido dado la vuelta o colocado al revés, invertido, que se trataba del mismo dibujo en otra posición. Una vez más, podemos o b servar que aunque un complejo perceptivo dado sea considerado como una unidad, o un patrón unitario, sin embargo algunos de sus rasgos regularm ente desempeñan un papel más importante que otros en determinar qué es lo que se ve y lo que se recuerda.
U na y otra vez, una figura completa final fue considerada como de elaboración más «simple» que la misma figura en un estadio incompleto. E n toda la situación perceptiva parecía cundir algo que se puede denominar «impresión completiva», o incluso de «corrección», que transformaba la actitud de los sujetos, haciéndola desenvuelta y concluyente. Creo que esto podría tener consecuencias importantes a efecto de numerosos procesos de aprendizaje, así como en muchos casos de evocación.
5. Percibir representaciones concretas simples
M uchos sujetos se quejaron de que el material esquemático les resultaba difícil y carente de interés. Consideraban que podrían obtener resultados más satisfactorios con representaciones de objetos familiares. Por consiguiente, se prepararon otras series con dibujos de objetos o escenas com unes. Las siguientes reproducciones ilustran el tipo de material que se utilizó:
PROHIBIDO EL PASO.
PROPIEDAD PRIVADA
t
76 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
(xii)Grupo 4
LJn aeroplaxo
Por lo general, se recibió con alivio el paso a esta clase de material y la actitud de los observadores cambió notablemente. En las escasas excepciones que se produjeron, se trataba de personas relacionadas con las matemáticas, acostumbradas a trabajar con diagramas. Así como ellas captaban inmediatamente la regla o esquema de elaboración de un diagrama, de la misma manera las personas corrientes respondían inmediatamente al significado y agrupación de las escenas familiares. Así, con frecuencia se consideraron «más simples» dibujos de complejidad estructural notable que dibujos que contenían sólo unos pocos detalles. De hecho, la «sencillez» de los datos perceptivos o de la memoria depende, hablando en términos psicológicos, casi por completo del interés; lo que a una persona le parece de una complejidad enorme le puede parecer sencillo a otra. Cuanto más simple resulta el material, menos probable es que se produzca una reacción concreta hacia los detalles como tales.
Comenzó a formar parte frecuentemente de la reacción perceptiva una actitud de tipo valorativo y crítico. Los dibujos fueron calificados como «malos», «bastante efectivos», o «como los de un niño», y los comentarios críticos a menudo constituían la primera reacción del sujeto. La tendencia a decir algo sobre el material presentado, además de decir qué era no estuvo reservada en absoluto a personas con un sentido crítico desarrollado, como psicólogos o filósofos, sino que fue igualmente marcada en los de inclinaciones predominantemente prácticas. En muchos casos entrañaba una vaga comparación entre lo que se presentaba y alguna representación convencional o «estándar». Pero el sujeto no reconocía la comparación como tal y no hacía ninguna reproducción concreta, en forma de imagen, de las que utilizaba como estándar.
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En estas circunstancias se hizo más patente que nunca la importancia de la experiencia anterior para determinar cómo y qué percibimos. Por ejemplo, ningún sujeto pudo señalar el párrafo escrito en el cartel de (xi) aunque todos pudieron ver que había algo escrito en él. Sin embargo, el 80 por ciento de mis observadores supusieron inmediatamente que el cartel contenía «Prohibido el paso». Uno dijo: «Me pareció verlo claramente. Es una locura, lo sé, porque no pude ver lo que había escrito, pero me pareció ver “Propiedad privada” escrito debajo.» En una ocasión, un sujeto influido por la puerta cerrada dijo que la inscripción era «Camino cortado» y otro dijo «No pisar el césped». Este último sujeto añadió inmediatamente: «Me sorprende lo que he dicho. No parece que sea eso, naturalmente. Es más lógico que sea ‘Prohibido el paso’.»
En (xii) se dejaron los detalles inconexos a propósito, la representación imprecisa y se introdujeron errores ortográficos. No obstante, excepto en dos casos, todos los sujetos dijeron inmediatamente que habían visto un aeroplano al lado de algo indeterminado en la parte de abajo, a la izquierda o la derecha. Sólo hubo un sujeto que no logró leer la inscripción como «un aeroplano», sin llegar a percibir el error ortográfico. Esta única excepción se produjo con un sujeto que no consiguió ver el dibujo de forma figurativa.
Sólo un solo sujeto no logró ver la mano como una mano. Su fracaso resultó interesante. Dijo: «En la parte de abajo, a la derecha, me parece que hay un cañón levantado, señalando al aeroplano.» El experimento se realizó durante la Gran Guerra, cuando los bombardeos alemanes eran habituales y todos los días se esperaba alguno en el pueblo donde vivía.
Los sujetos pidieron con frecuencia que se repitiera la exposición. En esos casos, sustituía algunas veces el dibujo original por otro nuevo, modificado en algún aspecto. También en este caso sería interesante experimentar con más detenimiento para descubrir a qué tipos de cambios se reacciona con mayor facilidad. En general, se apreciaron diferencias muy ligeras, pero hubo una marcada tendencia a considerarlas producto de una observación original defectuosa, en lugar de un cambio en el propio objeto, incluso cuando se trataba de algo totalmente obvio. Por ejemplo, se colocaron siete puntos en un orden determinado en dos tarjetas. En una de ellas todos los puntos eran rojos y en la otra había tres puntos negros. Cuando se sustituyó la segunda por la primera, todos los observadores notaron la diferencia, pero ninguno la atribuyó en primer lugar a un cambio de la propia tarjeta. Incluso en una reproducción inmediata, los cambios en la apariencia sensible se atribuían de hecho mucho más fácilmente a una percepción defectuosa que a una alteración objetiva real.
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Este hecho nos puede ayudar a prepararnos para los casos de cambios todavía más marcados que veremos que son característicos de la reproducción remota.
6. Percibir material pictórico complejo
Me pareció importante completar esta serie de experimentos sobre los procesos perceptivos con un material pictórico complejo con el fin de presentar al observador escenas y objetos mucho más semejantes a los de la vida cotidiana. Por consiguiente, utilicé reproducciones de escenas complejas y proyecté las diapositivas con ayuda de un taquistoscopio de péndulo Hales9.
Poco hay que decir, desde nuestro actual punto de vista, sobre los métodos de observación que adoptaron los sujetos. Casi siempre, excepto en el caso de observadores experimentados con formación psicológica, los sujetos reaccionaron inicialmente a la reproducción como frente a una unidad, extrayendo una impresión general acerca de su significado, de su composición, o bien de la distribución de claros y oscuros, para sólo después examinar los detalles analíticamente, No obstante, ciertas características del objeto predominaron de modo uniforme. Las más importantes, aunque difirieron en número y naturaleza de unos casos a otros, fueron: composición, claridad y oscuridad, referencias espaciales simples y «significado».
No obstante, el aspecto más destacable fue la extraordinaria variedad de interpretaciones que se obtuvieron a partir del mismo material con distintos observadores, lo que muestra que este estadio del experimento completaba los otros. En ésta, más que en ninguna de ias etapas anteriores, el formar imágenes venía en ayuda del percibir.
Quizás los ejemplos más sorprendentes se produjeron con las distintas interpretaciones dadas a una exposición del conocido cuadro de W. F. Yeames, «Hubert y Arthur». Cada una de las personas a las que se les presentó el cuadro para que lo describieran lo interpretó de forma distinta a las demás, como podemos ver en algunos ejemplos. En todos los casos fue necesario repetir la exposición.
Un observador dijo después de mirarlo por primera vez: «Es una mu- jer con un delantal blanco con un niño en sus rodillas. Está sentada y tiene las piernas cruzadas. Está en la parte derecha del dibujo desde mi punto de vista y el niño la está mirando.»
En el segundo ensayo dijo que la mujer estaba de pie y después, a lo largo de trece intentos apenas hizo alteraciones, añadiendo sólo unos po-
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eos detalles. En el decimosexto ensayo dijo: «Tengo la vaga sensación de que ya lo he visto en algún lado pero no sé dónde, y no estoy seguro de lo que es.» En el siguiente intento habló de una «niña» inclinada y estirándose hacia su madre, «bueno, hacia la mujer». Añadió ulteriores detalles y después, en el ensayo número veinticinco, recalcó: «Ahora lo puedo ver. Es un dibujo de una niñita rezando sus oraciones al otro lado de la rodilla de su madre respecto a mí. Quiero decir, está arrodillada sobre la rodilla de su madre. Está vestida con un camisón. La largura del camisón hace que parezca como si estuviera de pie.»
El dibujo se presentó treinta y ocho veces en total pero no hubo cambios ulteriores sobre la idea general, aunque se proporcionaron algunos detalles adicionales. El sujeto dijo que había visto el cuadro en el dormitorio de alguien mucho tiempo atrás y que cuando se había dado cuenta había tenido una imagen visual precisa del cuadro, para su propia satisfacción.
Otro observador vio al principio simplemente dos figuras, pero en el tercer intento dijo: «Sí, hay dos figuras. Una de ellas parece estar un poco inclinada hacia atrás y la otra está peleándose con él o está a punto de pelearse.» Por tanto, su relato se basó en la idea de que había dos personas que estaban riñendo. Identificó un «individuo oscuro» y dijo que «llevaba la peor parte de la pelea». El sujeto vio el mismo dibujo cincuenta y cinco veces.
Un tercer observador comenzó de una manera parecida: «No veo nada preciso sino únicamente una especie de contraste entre negro y blanco. Hay una especie de forma blanca peleando con una negra». En el segundo ensayo estableció el marco general: «Evidentemente es una habitación con un lado negro u oscuro a la derecha y ventanas o una parte muy iluminada, a la izquierda. Hay una figura negra que se vuelve hacia una blanca. Se parece a una representación de Otelo diciéndole a Desdé- mona: 'Ven, corre conmigo’». Si bien se produjeron alteraciones y se añadieron muchos detalles, el sujeto mantuvo su descripción general a través de cincuenta y siete observaciones diferentes.
Otro observador comenzó de forma muy segura: «Es el interior de una casa. Hay tres figuras. Una es alta, la segunda es menos alta y la tercera todavía menos. Las figuras están apoyadas contra un pilar o pared. Probablemente estoy mirando una copia de algún pintor antiguo. Podría ser ‘La mujer sorprendida en adulterio5». Pronto se arrepintió y dijo que sólo había dos figuras. Creía que era un cuadro de Carlos I y Enriqueta y mantuvo este punto de vista en las restantes observaciones, aunque sin mucha seguridad.
Con cierta frecuencia, el dibujo presentado estimuló de modo inme
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diato una viva imagen visual. A partir de entonces, bien la dominaba y dirigía la observación perceptiva, o bien podía llegar a reconocerse que dicha imagen entraba en conflicto con el objeto presentado. Un ejemplo delo último se dio cuando uno de los sujetos, que vivía en un pueblo pesquero, estaba examinando una fotografía de «Lancha de salvamento Mar- gate en el embarcadero». En el ensayo décimo octavo dijo: «No tiene sentido seguir. Me sugiere continuamente el embarcadero de mi casa. Lo veo en lugar de la imagen que tengo delante. Una de las primeras cosas que hice cuando adquirí una cámara hace tiempo fue tomar una fotografía de ese lugar desde mi casa, que es lo que recuerdo al ver esto. En esa época había un barco de gran tonelaje como el de la fotografía. Así que confundo constantemente las dos y no quiero seguir.»
En realidad, en muy raras ocasiones los sujetos diferenciaron de forma tan clara entre la imagen sensorial provocada por el objeto estimulador y su interpretación del mismo objeto. Pero los observadores, aunque no se dieran cuenta, utilizaron constantemente un marco o trasfondo de imágenes para sus reacciones perceptivas. Por tanto, diseñé otras situaciones experimentales con las que esperaba obtener una información más clara sobre algunos de los tipos y condiciones comunes de los procesos de formación de imágenes.
Antes de describir y analizar estos experimentos sobre formar imágenes, voy a intentar establecer las conclusiones más importantes que se pueden derivar de los experimentos sobre percibir en relación con los problemas de memoria.
7. Conclusiones y sugerencias obtenidas de ios experimentossobre percibir
A juzgar por las apariencias, percibir algo es una de las reacciones cognitivas humanas más simples e inmediatas, así como una de las fundamentales. No obstante, resulta obvio que es algo extraordinariamente complejo en su aspecto psicológico, como de hecho es comúnmente aceptado. Entremezclados con él de forma inextricable están el formar imágenes, el evaluar y los principios del juzgar implicados en la respuesta al esquema, orden, disposición y elaboración del material presentado. Está dirigido por el interés y el sentimiento, y puede estar dominado por algunas características esenciales de los objetos y escenas sobre las que versa. En todos estos aspectos puede influir profundamente en el recordar, del cual se considera legítimamente como el punto de partida psicológico.
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i) Predominio de ios detalles
Así como percibir parece ser un acto unitario y no analizable cuando se realiza, a pesar de que sólo sea posible gracias a la colaboración de varios procesos psicológicamente discriminables y diferentes, del mismo modo al observador le suele parecer una unidad lo percibido. De hecho, como a menudo se puntualiza, el carácter de lo que se percibe se pierde en el momento en que intentamos analizarlo en perceptos parciales y dividir la escena o figura global en partes que tengan relaciones especifica- bles unas con otras. Los experimentos muestran que el método común de un observador, si no se da ninguna circunstancia especial, bien sea objetiva o por una cuestión de temperamento y formación, consiste en responder a todo lo que se presenta como a una unidad. No obstante, no hay ninguna situación perceptiva en la que no sobresalga algún detalle e influya más que los restantes en lo que se percibe. Con el material sencillo estructuralmente dichos detalles dominantes pueden ser: huecos; rasgos extraños e inconexos; referencias espaciales simples, como arriba, abajo, derecha, izquierda, claro y oscuro. Con material estructuralmente complejo puede tratarse del plan de elaboración, la disposición de figuras a las que en sí mismas apenas se les .presta atención, el tema general y el significado representativo. Así, aunque el método de percibir raramente sea analítico o fragmentario, es un tipo de análisis puesto que siempre hay algunos rasgos de la situación perceptiva que dominan sobre otros. Estos detalles dominantes constituyen un tipo de núcleo alrededor del cual se agrupa el resto. Disponen el escenario para el recuerdo10.
ii) El esquema o marco que posibilita la percepción
En una serie de experimentos muy interesantes, Rubinl! ha mostrado que, desde un punto de vista psicológico, percibir puede ser considerado esencialmente como la discriminación de una figura respecto de un fondo o sobre un fondo. ¿Cómo se determina este fondo? No se puede pretender que los experimentos aquí descritos sean exhaustivos pero habría que distinguir cuatro casos:
a) Cuando se tiene que observar material construido de forma muy sencilla, frecuentemente la primera reacción es asignar un nombre. Parece ser un proceso tan inmediato que sólo puede describirse diciendo que el patrón visual «encaja» de inmediato con algún patrón u ordenación previamente formado, que se considera operativo o preparado para ope
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rar, por lo que respecta a la vida mental. Las dificultades teóricas de esta noción son considerables y tendremos que describirlas más adelante, pero parece indiscutible que esta noción corresponde a un hecho psicológico. El nombre dado de forma irreflexiva puede decidir lo que se percibe, como se demuestra en muchos casos.
b) Con objetos bastante más complejos, especialmente cuando son relativamente poco familiares, se da frecuentemente una búsqueda de material análogo. Cuando se encuentra, se procede como en el caso anterior a dar un nombre, que opera de forma similar. Sin embargo, todo el proceso se vuelve más «intencional».
c) En otros casos, el marco o fondo se da en respuesta a un esquema u orden de colocación. En estas circunstancias no se da ningún nombre al material y puede ser un proceso tan inmediato e irreflexivo como el anteriormente comentado.
d) Con material representativo muy complejo pueden aparecer dudas, pero surge de inmediato una imagen sensorial precisa que constituye el fondo necesario.
En el primer y tercer caso no está presente una imagen sensorial; en el segundo puede estarlo y en el cuarto, por definición, siempre lo está.
Podemos figurarnos que el marco o fondo, cuando existe, tiene mucho que ver con cualquier proceso de recuerdo subsiguiente.
iii) Factores actitudinales
Los experimentos demuestran insistentemente que el temperamento, los intereses y las actitudes dirigen a menudo el curso y determinan el contenido del percibir. El precavido y el temerario, el estudiante y el hombre de negocios, el sujeto dubitativo y este mismo sujeto seguro no perciben nunca del mismo modo aunque se encuentren frente a una situación exactamente igual por lo que respecta a las características externas. La aplicación psicológica exacta de los términos temperamento, intereses y actitudes tendría que tratarse después de que se hayan presentado muchos más datos pero es evidente que todos ellos apelan a funciones de la vida mental relativamente permanentes o fácilmente recurrentes. Puede que el temperamento, los intereses y las actitudes persistan con cambios escasos de la percepción a la evocación y, por tanto, nos puedan ayudar a demostrar cómo lo que se discrimina en la primera puede reaparecer en la segunda. Además, los experimentos han sugerido que estos factores pueden tener bastante que ver con la aparición de una tendencia valorati-
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va crítica; y de esta manera, pueden ayudarnos a controlar la sucesión de cambios que el material recordado presenta constantemente.
iv) Procesos de inferencia
Hemos mostrado que gran parte de lo que se considera como percibido es, de hecho, inferido. Ahora, al tratar del recordar nos las vemos con objetos y situaciones más distantes, por lo que se podría esperar que el elemento inferencial desempeñe una parte de mayor importancia. Más adelante se estudiará si es así y en qué sentido. El poder demostrar que incluso los procesos perceptivos que parecen más elementales poseen frecuentemente el carácter de una construcción inferencial, resulta una cuestión de interés notable.
Estos son sólo algunos de los aspectos más sobresalientes. Una y otra vez, cuando trate los datos de los experimentos sobre recordar, tendré que volver a los factores y procesos ilustrados en estos experimentos sobre los problemas del percibir. Entretanto, nadie que reflexione sobre cuán variada es la determinación de los procesos y el contenido de la percepción, estará dispuesto a suscribir a la ligera la teoría de ias inertes, fijas e inmutables huellas de la memoria.
Capítulo 3EXPERIMENTOS SOBRE FORMAR IMÁGENES
1. Introducción y método
En cierto sentido, los restantes experimentos de los que se va a tratar en este libro se ocupan de los procesos de formar imágenes, que consisten esencialmente en utilizar experiencias que ya no están presentes para los órganos perceptivos sensoriales. Dicha utilización es una parte de todos los procesos de recordar. Pero antes de discutir las formas exactas en las que el formar imágenes interviene en el recordar es necesario a) tener una idea lo más precisa posible de qué es exactamente lo que se debe incluir en la formación de imágenes, y b) definir al menos algunas de las condiciones generales y de los tipos de sistemas de imágenes más importantes.
G. V. Dearbom planteó la posibilidad de usar manchas de tinta para estudiar la imaginación y las utilizó en un breve «Estudio sobre la imaginación»1. Otros experimentadores ya habían hecho uso de este tipo de material2 antes de que yo llevase a cabo los experimentos que voy a exponer, y después de ello varios investigadores han utilizado manchas de tinta semejantes con distintos objetivos3. Preparé una serie de manchas, algunas de las cuales se reproducen en las láminas adjuntas. Se utilizaron treinta y seis manchas en total, se sombrearon o colorearon de distintas maneras, se montaron en tarjetas normales y se colocaron boca abajo delante de los sujetos. Las instrucciones fueron: «Aquí hay varias manchas de tinta. No representan nada en particular, pero podrían recordarle prácticamente cualquier cosa. Vea qué puede hacer con ellas, de la misma manera que a veces encuentra formas en las nubes o ve caras en una hoguera.» Los propios sujetos tenían que dar la vuelta a las tarjetas. Se registraron los tiempos de reacción desde el momento en que el sujeto daba la vuelta a la tarjeta, hasta que comenzaba a escribir lo que se había imaginado.
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2. Métodos adoptados por los sujetos
Los métodos de observación se pueden describir con sencillez. Todo experimentador en temas psicológicos tiene que haberse quedado alguna vez impresionado por la notable facilidad con que aparecen hábitos cuando se realiza cualquier tarea, incluso si se carece de un plan preciso, como puede ilustrar el caso que nos ocupa. Casi todos los observadores inmediatamente adoptaron el hábito de mirar las manchas sosteniéndolas con los brazos extendidos o aún a más distancia. Algunos resaltaron: «Me parece más sencillo cuando lo hago así.» Este hecho puede ser importante porque puede indicar al mismo tiempo que los procesos más comunes de formación de imágenes exigen una reacción a una situación global prestando relativamente poca atención a los detalles sobresalientes. Es probable que las imágenes se originen con mayor facilidad en relación con algo que puede ser muchas cosas distintas, aunque simultáneamente la imagen misma siempre corresponda a algo concreto.
Normalmente se suscitaron algunas inspiraciones con el primer vistazo, aunque por regla general se dedicó tiempo a elaborarlas. Los tiempos de reacción oscilaron entre menos de un segundo hasta poco más de un minuto, pero todas las reacciones de mayor duración se debieron o bien a que el sujeto estaba buscando la palabra descriptiva más adecuada o bien a que dedicaba tiempo para desarrollar una idea vaga ya presente. Unas veces la forma general de la mancha desempeñó el papel primordial a la hora de definir la imagen, y otras lo hizo una característica que sobresalía del conjunto.
La descripción más precisa del método la hizo un sujeto que dijo que «revolvía» entre sus imágenes para encontrar la que mejor coincidiera4 con una mancha determinada. Proyectaba la imagen sobre la mancha. Si conseguía que encajara, y todavía quedaban partes de la mancha por descubrir, probaba con otras imágenes que se aproximaran en lo posible a la primera. La mancha se le presentaba siempre «como un todo». De esta manera, con frecuencia creó escenas que él mismo consideraba totalmente absurdas. Así, la mancha 13 de la Lámina II5 le recordaba a «un chico larguirucho y a un bufón mirando las payasadas de un abad embriagado».
3. Resultados experimentales
i) Variedad
La enorme variedad de los resultados fue la característica más sorprendente a primera vista. Lo que a una persona le recordaba un «carne-
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lio» (mancha 2), a otra le reco rd ab a una «tortuga»; a otra «un perro mordiendo un mantel»; a otra «dos p a to s muertos y un avestruz»; a otra un «pulpcr»; a otra «un bebé en una c u n a con una muñeca que se está cayendo»; a otra «un grabado de S o h ra b y Rustum de un libro de poemas deArnold».
D ifícilm ente se podría haber sospechado que el mismo objeto pudiera haber originado las siguientes resp u estas:
S eñ o ra c o lé r ic a q u e le h a b la a u n h o m b r e s e n ta d o en u n sillón; y u n a m u le ta .C a b e z a d e o so , y u n a g a llin a m i r a n d o s u re f le jo en el agua.M o n a g u i l lo e n fa d a d o q u e e s tá e c h a n d o a u n c a s to r in tru s o q u e h a d e ja d o sushuellas en el suelo.Un hombre dando patadas a un b a ló n .Lagos y re ta z o s v e rd e s e n u n a p r a d e r a .E span tapája ros detrás de un á rb o l pequeño .P erd ices m in ú sc u la s re c ié n s a l i d a s d e l c a s c a ró n .D ib u jo s de animales y el. Príncipe h e re d e ro de Alemania.H u m o q u e va a sc e n d ie n d o .
Todas estas respuestas co rre sp o n d en a la mancha 13, sin que los sujetos tuvieran el ánimo de falsearlas, .sino antes bien, de ser sinceros, pues todos ellos quisieron señalar h a s ta <qué punto les parecía que su propuesta se podía justificar.
En general, aquellos sujetos cjue adoptaron la costumbre de considerar las manchas de forma global respond ieron de forma bastante más fantástica que aquellos que las d iv id ie ro n en partes y examinaron cada parte por separado. Pero aquí como al percibir, el examinar un objeto «como un todo» es perfectamente co m p a tib le con el que existan ciertas características dominantes que funcionan, aunque no se analicen de forma separada. Por ejemplo, una persona descubrió que la mancha 13 le sugería «En el centro, la copa del m anzano ; a la derecha, el Diablo con sus cuernos; a la izquierda, Adán, y E va e n la lejanía».
N orm alm ente, cuando las m a n c h a s tenían una forma simple, la variedad se refería al detalle antes q u e al contexto general. Por ejemplo, la mancha 1 les recordó al 82 por c ie n to de los observadores un ave o pez; el 45 por ciento de éstos lo d e n o m in a ro n un «pato»; el 12 por ciento una «oca»; el 8 por ciento un «gallo cacareando»; el 4 por ciento un «pavo», y el resto meramente lo llamaron a v e o pez sin especificar. De modo similar con la mancha 3, cuya forma e ra la m ás regular de todas: el 33 por ciento la llamaron una «foca»; el 17 p o r ciento un «caracol» o «babosa»; el 12 por ciento una «sirena»; y el 9 p o r ciento un «pez» simplemente. Otras respuestas fueron: ballena, t ib u ró n pequeño, dragón sin patas, medusa
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tumbada de lado, lámpara romana, hombre dormido en un saco y renacuajo. En dos ocasiones no hubo ninguna respuesta.
Cuando el contorno de las manchas era irregular, la variedad se extendía al propio contexto general. Sólo dos sujetos estuvieron de acuerdo en llamar a la mancha 9 «dama que se cae». No hubo dos personas que concordaran en la mancha 12, y lo mismo se puede decir de casi todas las manchas de contornos variados.
Toda esta variedad recuerda de inmediato el último estadio de los experimentos sobre percibir. Ahora parece más indudable que las interpretaciones divergentes en el último caso se debieron fundamentalmente a la intrusión de imágenes en el proceso perceptivo.
ii) El carácter dinámico de las sugerencias
Generalmente, los sujetos hicieron comentarios sobre la frecuencia con que habían recordado animales. El número total de respuestas obtenidas en estas series de experimentos fue 1.068. De ellas, 635 tenían que ver con animales y seres humanos. Muchas de las demás se referían a plantas y otras muchas a escenas .en que animales u hombres desempeñaban un papel capital. Raramente aparecieron en las listas objetos inanimados. La probabilidad de recordar imágenes de animales fue mayor cuanto más simple era el trazado de la mancha y cuanto más se respondía sin hacer ningún análisis consciente. De hecho, con este tipo de material, el 72 por ciento de los resultados obtenidos tu vieron que ver con la vida animal. Como señaló espontáneamente uno de los sujetos: «Los seres vivos se perciben mejor y son más interesantes.» Quizás sea correcto decir que el proceso de formación de imágenes que carece relativamente de restricciones —aquél en el que no se intenta de modo preciso evocar un tema específico— tiende en gran medida a ser dinámico y por consiguiente utiliza fácilmente criaturas móviles que, debido a su movimiento, tienen contornos más o menos variables. En cualquier caso, otros investigadores que han utilizado el mismo tipo de material estimular6 han observado también esta preocupación por los animales y formas vivas.
iii) Intereses e imágenes
Todos los que han usado manchas de tinta con fines experimentales en psicología han observado que pueden arrojar luz sobre los intereses
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de una p e r s o n a y posiblemente sobre sus ocupaciones. En mis experimentos los propios sujetos frecuentemente llamaron la atención sobre este hecho. «U sted debe ser capaz de decir un montón de cosas sobre los intereses y el carácter de una persona con este tipo de cosa», dijeron varios de ellos. Por ejemplo, fue una mujer quien apuntó en su lista «sombrero de plumas»,«manjar blanco», «pieza de terciopelo», «pluma de m arabú», «trozo de seda brillante» (dos veces), «plumas de avestruz» y «labor de punto de cruz».. El sujeto al que una de las manchas le recordó e l «horno encendido de Nabucodonosor con dos hombres a cada lado en la parte superior y dos en el medio» era un sacerdote. m ientras que a un fisiólogo la misma mancha le recordó «una exposición de la región lum bar basal del sistema digestivo desde la parte inferior de la columna vertebral hasta las costillas flotantes». De hecho, como verem os una y otra vez, tanto lo que se imagina como cuándo se producen las imágenes viene determinado por la preferencia activa de los intereses subjetivos.
iv) Permanencia de la actitud
Un aspecto de importancia muy considerable que aparece en todos los experim entos con respuestas repetidas o sucesivas es el hecho de que una vez que se ha establecido una reacción específica, con frecuencia parece persistir independientem ente del esfuerzo consciente del sujeto, qu ien ofrecerá, pues, reacciones sucesivas similares. Por ejemplo, un observador vio la cara de un hombre en una de las últimas m anchas de la serie y de ahí hasta el final tendió a ver una cara en cada una de las manchas que se le presentaron, para asombro suyo. Otro dijo al final de la prueba que lo que más le chocaba era su tendencia a «coger una idea y a partir de entonces mantenerla». No hay duda de que, en cierta medida, ello se debe a que las propias manchas se asem ejan, pero con seguridad no lo explica todo. Ejemplos de la perm anencia de un tema son: «fantasmas», «más fantasmas besándose», «más besos», «fantasmas verdes», y además: «fotografía de un jardín ornam ental con una estatua gigantesca de un hombre con traje de etiqueta», «valle entre dos montañas», «valle que acaba en un puente», «valle visto desde un puente». Tanto los datos introspectivos, como la más cuidadosa observación de la conducta concuerdan en indicar que esta persistencia de un tem a se debe en gran medida a que una vez que se establece un estado de ánimo, o actitud, tiende a mantener sus condiciones determ inantes iniciales. Esta función del estado de ánimo
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o de la actitud puede tener una relación muy estrecha con el mecanismo de recordar.
v) Clasificación de los resultados
Un estudio de las diferentes listas de respuestas que produjeron los sujetos muestra que es posible situarlos en varios grupos netamente diferenciados. Ahora bien, el procedimiento de separar a los observadores en distintos tipos puede que tenga claramente un valor determinado, puesto que nos puede ayudar a manejar una masa de datos con facilidad, pero no resuelve los problemas teóricos. Los modos de reaccionar relativamente establecidos que un «tipo» dado ejemplifica se adquieren en su mayoría de forma gradual. No tenemos derecho a considerarlos psicológicamente innatos, o bien puntos de partida psicológicos absolutos, a menos que tengamos mejores razones para hacerlo que la mera clasificación en sí misma. No se resuelve nada deteniendo un proceso cualquiera en uno u otro punto y dándole un nombre a lo que se ha encontrado. Así pues, una vez que se ha distinguido una clase, todavía tenemos que discutir la interrelación de las características que han llevado a su construcción o, en su defecto, debemos suministrar razones y pruebas psicológicas que permitan considerar que esa clase es innata.
Si tenemos en cuenta todos los resultados obtenidos en este experimento, en primer lugar podemos dividir a los sujetos en dos clases: la Clase 1 está compuesta de los sujetos cuyas ideas —o imágenes— generalmente fueron de carácter concreto y llenas de detalles; y la Clase2, de aquellos cuyas ideas no hacían referencia a un objeto concreto ni a una ocasión determinada. En realidad no hay una línea de división clara y tajante en cuanto a eso, no existe en general en la psicología porque la segunda clase es tan sólo un producto ulterior de los mismos factores psicológicos que dieron origen a la primera, pero proporciona una línea de demarcación suficientemente amplia para formar una base de clasificación.
La clase 1 se debe subdividir en a) los sujetos cuyas listas contenían evocaciones reales, y b) aquellos que raramente fueron rem emorativos, a pesar de mostrarse generalmente detallistas y concretos. No hubo ninguna lista que únicamente incluyera sugerencias que pertenecieran a una sola clase, pero una tabulación aproximada muestra:
Experimentos sobre formar imágenes 91
Clase 1 (a): formada por el por el 17 porSujetos predominantemente rememorativos..... ciento de los sujetos
Clase 1 (b):Sujetos ocasionalmente rememorativos y siem- formada por el por el 14 por
pre detallistas...................................................... ciento de los sujetos
Sujetos casi nunca rememorativos pero casi formada por el por el 28 porsiempre detallistas.............................................. ciento de los sujetos
Clases 1 y 2 (mezclada):Sujetos que entraron en detalles fácilmente y
generalizaron menos fácilmente; o generaliza- formada por el por el 17 por ron fácilmente y entraron en detalles menos ciento de los sujetosfácilmente; muy poco rememorativos.............
Clase 2: formada por el por el 24 porSujetos predominantemente generalizadores.... ciento de los sujetos
No hay que fijarse en exceso, sin embargo, en esta distribución concreta de sujetos. El número total de sujetos fue sólo treinta y seis por ciento de los cuales todos excepto cuatro eran adultos, y la mayoría de éstos pertenecían a una clase selecta y tenían un nivel educativo elevado. Los porcentajes de cada uno de los grupos de esta clasificación se podrían ver muy alterados si se aumentara el número de observadores o éstos se seleccionaran de forma distinta.
Vale la pena examinar con cierto detalle algunos ejemplos de los resultados que recaen bajo cada una de la clases mencionadas, en especial porque en un considerable número de casos se produjo un recuerdo preciso, aunque nunca se aleccionó a los sujetos para que recordaran nada ni, en todo caso, trataban en principio de hacerlo .
En el caso de los sujetos que pertenecían a la Clase 1 (a) casi todas las manchas les evocaron objetos o escenas concretas, la mayoría de los cuales tenían que ver con acontecimientos precisos de su historia personal. Dichos objetos, escenas y acontecimientos se produjeron casi invariablemente de forma visual. He aquí, por ejemplo, algunas descripciones, producidas todas ellas por el mismo sujeto.
A este sujeto, la mancha 7 le sugirió una corona. Dijo:
Me parecía que volvía a estar en la Torre de Londres mirando las Joyas de laCorona. Podía ver las rejas delante de ellas y a los guardias que las vigilan. No
Experimentos sobre formar imágenes 93
enseñar. La «conmoción» que había experimentado entonces retornó al ver la mancha.
No siempre fueron dolorosas las sensaciones que se mencionaron. Un sujeto «rememorativo» denominó a la mancha 8 un vencejo, y su comentario fue:
Es muy curioso. Asocié la plaza de aquí (estaba en un pueblecito de Glouces-tershire) con eso, e inmediatamente me acordé de cuando era un niñito deocho o nueve años y solía correr detrás de los vencejos para intentar cazarlos.Me resultó agradable sentirlo de nuevo.
En todos estos casos, las manchas parecían originar en primer lugar cierta actitud, que proporcionaba el marco de referencia de las imágenes específicas, predominantemente caracterizada por el sentimiento. Después, se desarrollaban rápidamente detalles y mezclados con ellos aparecían ideas sobre la época, lugar, sonido, olor y similares, que evidentemente no se podían considerar propiedades de la mancha. Por ejemplo, en una ocasión un sujeto dijo que la mancha 1 era un «gallo cacareando por la mañana temprano». Seguidamente, el sujeto se detuvo y se rió, «¿Por qué “por la mañana temprano”? Bueno, tiene un aspecto agresivo y últimamente el canto de un gallo me ha despertado repetidamente por la mañana».
Hubo un segundo grupo de esta clase de sujetos detallistas. Sus ideas fueron casi siempre concretas, individuales y llenas de detalles, pero había muy poca evocación de tipo personal. Un sujeto de esta clase nunca diría simplemente «rata» sino «una rata particularmente dañina»; ni simplemente «pato», sino «el pato que veo está de pie batiendo las alas y graznando»; ni meramente «un hombre que anda», sino «Peary caminando hacia el Polo». Con frecuencia ias imágenes fueron elaboradas y se expresaron de forma dramática: «Una chica se inclina por encima de una valla o de un puente. El sombrero se cae. La capa se le da la vuelta. El pañuelo ondea como una bandera. Se cae gritando»; o «Las bolsas de dinero con cordones largos del avaro. A su lado, la cacerola preparada para el fuego». Con frecuencia recordaban algún cuadro, aunque no necesariamente —excepto en el caso de los sujetos propiamente «rememorativos»— el observador se evocaba a sí mismo contemplándolo: «Se parece a un dibujo de un camello que he visto en Just-So S lories»; «Muy parecido a un dibujo de un genio saliendo de una botella que he visto en Las Mil y una Noches»; «Es una puesta de sol con ángeles que salen entre las nubes, exactamente igual que un cuadro de Blake»; «“Caras de ángeles” de Turner».
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Todos estos sujetos eran muy vivaces y despiertos, de amplios intereses, y se divirtieron de principio al fin. Se reían fácilmente, menos de las formas extrañas de las propias manchas que por su sorpresa ante las ideas que las formas les recordaban.
Su conducta fue notablemente distinta de la de los sujetos que particularizaron la propia mancha en vez de la idea o recuerdo que les producía. Con el último tipo, la situación entera tomó la forma más o menos de un problema que hubiera que resolver. Sus reacciones fueron más lentas, sus actitudes menos marcadamente afectivas, y estaban menos satisfechos de sus resultados. Los resultados en sí mismos difirieron poco de los del segundo grupo de la clase particularizadora, pero nadie que viera operar a ambos podría confundirlos. Con mucha frecuencia este tipo de concreción que parecía desear penosamente permanecer fiel a todos los rasgos extraños de una mancha se produjo en personas que tenían intereses científicos muy especializados. En estos casos también se dio una proporción bastante mayor de sugerencias meramente generales sin la más mínima referencia específica temporal, espacial o personal.
Para finalizar, cuando dicha sensación aparecía en un sujeto realmente generalizador no parecía tener que ver con lo que sugerían las manchas ni con la comprensión de éstas; ni tampoco estaba ligado a ninguna crítica de la forma de las manchas, sino únicamente al propio problema de captar una imagen. Las reacciones fueron más lentas y en un porcentaje mayor de casos no se obtuvieron resultados. Lo que se presentaba permanecía sin especificar y se mantenía en todos ios ejemplos de su tipo, sin que se hicieran una imagen de tales ejemplos ni se reflexionara sobre ellos de forma precisa. He aquí, por ejemplo, una lista completa que dio un «sujeto generalizador»:
1 (1). -. 2. Pájaro posado en algo. 3. Mariposa. 4. 5 (2). 6. Patata germinada. 7 (3). Renacuajo. 8. Pájaro. 9. Babosas. 10. Canario en una percha. 11. Cabeza y hombros de mujer. 12. -. 13. Polilla. 14. Niño andando. 15 (7). Algo que se quema. 16 (8). Remolacha. 17. 18 (5). -. 19. Patata germinada. 20 (4). -. 21. Isla de Skye. 22. Dos osos bailarines. 23 (9). -. 24 (6) Insecto. 25. Dos hojas. 26 (10). Una flor. 27. Hojas. 28. -. 29. -. 30. 31. -. 32 (11) Huellas de garras. 33 (12) Huellas de pisadas. 34. Anémona de mar. 35 (13). 36. -.7
No hubo visualización ni ningún otro tipo de imágenes sensoriales en cualquiera de estas respuestas, y tampoco ninguna especificación exceptuando en la 21. El sujeto actuó con lentitud y adoptó una actitud completamente impersonal y carente de interés. En estos sujetos se produjo a menudo un notable deconcierto cuando trataban de averiguar lo que podían representar las manchas, que estuvo a veces muy cerca de un autén
Experimentos sobre formar imágenes 95
tico fastidio. En el único caso en que apareció una especificación en esta lista —«La isla de Skye»—, el sujeto inmediatamente aclaró: «No es realmente la isla de Skye pero ayer estuve hablando con un hombre sobre ella». Esto es típico de los detalles de los sujetos generalizadores.
4. Conclusiones de los experimentos sobre percibir y formar imágenes
Muchos de los detalles considerados en los capítulos II y III serán ilustrados repetidas veces en los trabajos experimentales posteriores y todos los aspectos que voy a señalar se volverán a examinar de forma más completa. No obstante, nos parece conveniente en este momento mostrar cómo los experimentos sobre percibir y formar imágenes proporcionan un marco significativo para el estudio más preciso sobre recordar que viene a continuación.
Como frecuentemente se ha señalado, en toda investigación de laboratorio el sujeto se enfrenta a una tarea más o menos precisa. Las instrucciones que recibe y su actitud hacia el experimentador plantean el problema en términos generales. En la mayoría de los casos el temperamento, las predisposiciones y los intereses innatos o adquiridos por cada individuo lo delimitan aún más y de forma más definida. Por consiguiente, no se consigue nada tratando de explicar una determinada respuesta mental como la solución de un problema, porque sin un problema de uno u otro tipo no hay respuesta de ninguna clase. Al mismo tiempo, existen diferencias muy importantes entre los casos en los que el sujeto afirma ser consciente del problema y aquellos otros casos en los que el carácter problemático de la situación opera inconscientemente. Además, pueden descubrirse importantes diferencias adicionales cuando reflexionamos sobre cuál es la parte —o partes— de la situación total implicada en un determinado caso que está ligada al factor problemático.
Si examinamos los experimentos sobre percibir, encontramos generalmente la tarea únicamente de la forma más indiferenciada. El sujeto, que en la mayoría de los casos se muestra sumiso hacia el experimentador, sólo intenta discriminar todo lo que este último le presenta. Y en los casos más sencillos, en los que la estructura que se presenta contiene muy pocos detalles o es extremadamente familiar, difícilmente se puede añadir más. Pero en la mayoría de los casos la tarea o el problema es más específico. Lo que se presenta excita en el sujeto alguna predisposición anterior, algún interés, o algunos factores temperamentales permanentes, adoptándose inmediatamente actitudes bastante específicas hacia la situación. Dentro de ciertos límites, cuanto mayor es la complejidad estructural del
96 Recordar: Estudio de psicología experimental y social
material, mayor ambigüedad tiene su forma, hay mayor número de características que sobresalen del conjunto y cuantas más características «dinámicas» o de movimiento contiene, más precisas y variadas son las actitudes que provoca y divergen más las interpretaciones. Esta es la razón por la que en todas las reacciones perceptivas, como ya se ha demostrado, algunos rasgos especiales del objeto destacan siempre como las partes más importantes del conjunto desde el punto de vista psicológico, aunque no haya habido un análisis, en el sentido estricto del término.
Puesto que este factor de la tarea siempre está presente, podemos considerar cualquier reacción cognitiva humana —percibir, formar imágenes, recordar, pensar y razonar— como un esfuerzo en pos del significado. Algunas de las tendencias que el sujeto aporta a la situación con la que tiene que enfrentarse sirven para hacer que su reacción sea «más fácil», o menos desagradable, o la más rápida y menos dificultosa posible en ese momento. Cuando intentamos descubrir cómo se hace esto nos encontramos siempre con que se produce un esfuerzo para conectar el material dado con otra cosa. Así pues, lo inmediatamente presente «representa» algo que no está inmediatamente presente, originándose así el «significado» en sentido psicológico. Como hemos visto, en algunos casos de gran sencillez estructural, de regularidad estructural o de extrema familiaridad, los datos inmediatos frecuentemente se adecúan o encajan en un patrón perceptivo que parece preexistir al menos en relación con el acto perceptivo concreto. Este contexto, esquema o patrón preformado, se usa de manera irreflexiva, no analítica e inconsciente. Debido a su utilización, los datos perceptivos inmediatos tienen significado, se pueden manejar y son asimilados.
En muchos otros casos no se puede llevar a cabo ese ajuste inmediato. No obstante, cuando el sujeto se enfrenta con su tarea, que en estas circunstancias forzosamente tiende a estar definida más específicamente, y teniendo que usar los mismos instrumentos, de las tendencias, predisposiciones, intereses y factores temperamentales subjetivos, busca analogías con las que conseguir dominar a estos datos perceptivos refractarios. Puede tener éxito, de una forma que todavía tiene que analizarse psicológicamente, utilizando un nombre o frases descriptivas sencillas. En dichos casos puede que no aparezcan imágenes sensoriales, ni haya una reminiscencia específica. También puede que no consiga encontrar un nombre o una descripción sencilla. El sujeto se queda vagamente preocupado, su esfuerzo en pos del significado todavía se halla paralizado. Después, como algunas veces en las series de manchas, aparece la imagen sensorial. Se casa con el material presentado y la tarea se da por cumplida. O de nuevo —y parece que es predominantemente un problema de temperamento—
Experimentos sobre formar imágenes 97
no se consigue casar, pero tiene un interés intrínseco tan grande que el sujeto llevado por la imagen se siente satisfecho y considera terminada la tarea,,ante el probable asombro del experimentador por tan singular reacción. Todavía quedan otros casos, en los que el sujeto puede ponerse conscientemente a analizar el material presentado, a formularse a sí mismo el problema, a imaginarse la relación exacta entre ambos y a llegar así a una solución «razonable». En este caso decimos que «piensa». Existen algunas evidencias que parten de los resultados de la serie de manchas de tinta de que usando el método de la imagen se puede provocar la aparición de actitudes específicas fundamentalmente de carácter afectivo y el funcionamiento de intereses permanentes. Este es un indicio en el que se debe profundizar en el estudio de recordar.
Se hace ahora más obvio que nunca que los procesos con una mayor complejidad psicológica pueden parecer, una vez producidos, los de mayor simplicidad. Ello se debe a que están construidos sobre el funcionamiento de patrones que, una vez formados, operan como unidades; sin embargo su formación puede revestir una gran complicación.
Cuando pasamos de percibir y formar imágenes al recordar no entramos en un campo de problemas psicológicos nuevos. Sería así si percibir consistiera en una recepción pasiva de estímulos y recordar fuera la simple reiteración de los patrones ya formados de esa manera; pero ambos son mucho más que eso. Hemos visto que cuando percibimos los datos presentados tienen que ser conectados activamente con algo más como paso previo a que puedan ser asimilados. La tarea se hace más específica al recordar. Aquello con lo que los estímulos inmediatos de las reacciones tienen que ser conectados está más estrictamente definido y debe ser alguna cosa o hecho específico que estuvo presente antes en algún momento determinado. El carácter general de los problemas 110 se altera de modo radical, pero todavía tenemos que ver de forma precisa cómo operan los instrumentos para solucionarlos.
98 Recordar: Estudio de psicología experimental y social
L á m i n a I
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Experimentos sobre formar imágenes 99
L á m i n a II
Capítulo 4EXPERIMENTOS SOBRE RECORDAR.a) El método de la descripción
1. Descripción del método
Como ya he comentado, en esta serie de experimentos procuré evitar en la medida de lo posible la artificiosidad de que adolecen con frecuencia los experimentos psicológicos de laboratorio. Por consiguiente, descarté la utilización de silabas sin sentido y empleé en todas las pruebas un material que los sujetos pudieran considerar como mínimo lo suficientemente interesante y normal, como para no obligarlos a modos de observación y de recuerdo ad hoc. Además, el tipo de material utilizado hace innecesario que se dedique mucho tiempo a entrenamientos previos antes
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102 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
de que los resultados experimentales se puedan tomar en cuenta seriamente.
Lo qüe voy a denominar el método de la descripción, fue un procedimiento preliminar del que esperaba que planteara problemas e indicara posibles pistas para solucionarlos, más que resultados definitivos.
Se utilizó una serie de cinco tarjetas. En cada tarjeta estaba representada la cara de un soldado u oficial de la Marina o del Ejército. Los experimentos se llevaron a cabo durante los inicios de la Gran Guerra, momento en el que existía un gran interés por los cuerpos de combate. Las tarjetas concretas que se utilizaron se eligieron debido a que las caras — que se reproducen en la página anterior— se parecían bastante de modo que resultara sencillo agruparlas, al tiempo que cada una tenía peculiaridades individuales precisas.
Las tarjetas se pusieron en una mesa, boca abajo, delante de los sujetos, siempre en el mismo orden. Las instrucciones fueron:
En estas tarjetas hay una serie de representaciones de rostros de hombres, una por cada tarjeta. Mire cada tarjeta durante diez segundos, observando cuidadosamente todas las características de las caras que pueda, de modo que más tarde sea capaz de describir las caras y de responder a preguntas sobre ellas. Cuando yo diga «ahora» coja la tarjeta superior y mírela hasta que vuelva a decir «ahora» de nuevo, En ese momento, vuélvala boca abajo sobre la mesa y levante la segunda tarjeta, mirándola hasta que nuevamente diga «ahora». Prosiga con las otras de la misma manera.
Se le dieron al sujeto uno o dos períodos de diez segundos para prepararle para el espacio de tiempo que tendría para examinar cada tarjeta.
Después de que hubiera visto todas las tarjetas se dejaba transcurrir un intervalo de treinta minutos. Este intervalo se ocupaba con una conversación o con otras tareas. Después, el sujeto describía las distintas tarjetas en el orden en que pensaba que se habían presentado y contestaba a preguntas sobre algunos detalles. Una semana o quince días más tarde, el sujeto volvía a describirlas otra vez y contestaba a nuevas preguntas. El procedimiento se mantuvo después con intervalos más amplios. El observador no volvía a ver las tarjetas hasta que no había total seguridad de que era incapaz de poder volver a realizar experimentos posteriores sobre esta serie1.
Se utilizaron dos grupos de preguntas, uno en la primera sesión y otro en la segunda. Siempre que pareció aconsejable se incluyó en posteriores sesiones una selección de las mismas. Naturalmente sabemos que cualquier pregunta muy repetida por su mera forma, es capaz de influir de distintas maneras en las respuestas2. Pero este aspecto no tenía mayor im
Experimentos sobre recordar: a) El método de la descripción 103
portancia para mi objetivo presente porque no me interesaba la exactitud real del recuerdo. No obstante, aunque en ocasiones hice preguntas muy sugerentes, no detallaré aquí las respuestas que se obtuvieron, sino que me limitaré fundamentalmente a las cuestiones que surgieron a partir de las descripciones libres de las tarjetas, y de las respuestas a las preguntas que tenían menos probabilidad de distorsionar el material recordado.
No es necesario que proporcione el interrogatorio de forma detallada, en particular porque no dudé en adaptarlo o completarlo de acuerdo conlo que estimé que eran las necesidades psicológicas del momento. Todas las cuestiones se podrían agrupar perfectamente en los cuatro apartados siguientes:
a) las que tienen que ver con la posición o con la dirección de la mirada;
b) las que tienen que ver íntegramente con detalles concretos;c) las que incluyen detalles no presentes en el caso en cuestión, sino
en otra parte de la serie;el) las que incluyen detalles que no están presentes en ninguna parte
de la serie.
Los resultados obtenidos en los dos últimos grupos de cuestiones se tratarán de forma separada.
2. El mantenimiento de un orden secuencial
Frecuentemente en la vida cotidiana puede ser importante conservar un orden secuencial exacto. Por ejemplo, en un proceso judicial a menudo el orden en que ocurrieron los hechos constituye una parte importante de las pruebas así como las discrepancias entre los relatos de los distintos testigos. El orden secuencial es de importancia capital para llevar a cabo órdenes, repetir rituales o establecer todo tipo de rutinas. Por consiguiente, es interesante descubrir que el orden de una secuencia es un factor sujeto en extremo a alteraciones, incluso en una serie tan pequeña y con intervalos tan breves como los utilizados aquí. En la primera sesión, siete de los veinte sujetos —todos ellos adultos— que tomaron parte en este experimento cometieron errores en el orden de la secuencia. No obstante, sólo uno de ellos cometió más errores ulteriormente y únicamente otro de los trece restantes que habían acertado la primera vez se equivocó con posterioridad. Ninguno confundió la posición de la primera tarjeta de la serie, pero sí las de las restantes. El error más común consistió en trasto-
104 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
car las tarjetas III y IV, si bien la trasposición de las tarjetas IV y V fue casi igual de frecuente. La confusión de detalles fue igualmente frecuente en el caso de algunas otras tarjetas.
En la primera sesión:
El sujeto B pone V en vez de IV: IV en vez de V» D » V II: lí » IV; IV en vez de V» E » IV Iíí: III » IV» G » IV III: III » IV» P » II V : V » II; III en vez de IV; IV en vez de III» R » IV III: III » IV» S » V IV: IV » V
E n la segunda sesión:
El sujeto C pone V en vez de IV: IV en vez de V» E » IV » II: II » IV
Es interesante, y quizás significativo, que todos estos errores los cometieran sujetos cuyo recuerdo se apoyaba directamente en imágenes visuales. Los que asignaron un nombre a cada cara, y utilizaron dicho nombre al recordarlas, no cometieron errores al evocar el orden de la serie, aunque por lo que respecta a las confusiones en los detalles no mostraron una mayor superioridad.
Parece que mantener un orden secuencial es más sencillo que establecerlo .inicialmente. Es probable que algún tipo de mecanismo automático lleve a cabo adecuadamente la primera tarea, mientras que la última puede exigir algún método o medio de observación específico. Tal vez resulte sencillo únicamente cuando se trabaja con un tipo de material determinado.
Planteamos, pues, el primer esbozo de algo que puede convertirse en una noción psicológica importante: la adecuación o adaptabilidad de determinado material cognitivo específico a ciertas reacciones psicológicas precisas. Por ejemplo, cuando la tarea consiste en describir o recordar objetos o hechos individuales, las imágenes visuales pueden tener un amplio campo de utilidad. Probablemente, las palabras u oraciones tengan una esfera de acción menor en cuanto a la descripción, pero pueden ser superiores si el problema consiste en establecer un orden secuencial exacto. Ambos aspectos deberán aguardar un estudio ulterior.
Experimentos sobre recordar: a) El método de la descripción 105
Aunque con frecuencia sea importante en la vida diaria poder relatar,o llevar a cabo con exactitud, un orden de sucesión dado, la capacidad de hacerlo se adquiere tardíamente. Es probable que los hechos sucesivos tiendan a estar organizados cronológicamente en la vida mental desde el principio, de forma que se puedan repetir con posterioridad en el orden correcto. Sin embargo, se trata de algo muy distinto a la capacidad de seleccionar los hechos de las series en que aparecieron y asignarles su posición secuencial correcta. La capacidad de seleccionar objetos y hechos concretos y de asignarles un orden es un desarrollo relativamente tardío y parece exigir dispositivos especiales. Estos dispositivos, como otras respuestas que se adquieren tardíamente, se pueden alterar con facilidad.
3. La dirección de la mirada
Los experimentos sobre percibir indicaban que hay algunos factores espaciales simples y fundamentales, concretamente estar a la derecha o a la izquierda, arriba o abajo, que sobresalen muchas veces de los datos presentados y a los que se responde de inmediato. Es interesante, por tanto, observar hasta qué punto se puede informar sobre ellos correctamente cuando el recuerdo es inmediato. Todas las caras de las tarjetas utilizadas en este experimento tenían determinada «dirección de la mirada», todas miraban o apuntaban hacia una dirección dada. La mayoría de los observadores, pero no todos, comentaron espontáneamente la dirección de la mirada aunque sin mucha unanimidad a la hora de especificar su dirección. Si se tabulan los datos tenemos lo siguiente:
Dirección Informereal Númerode la de la Perfil Perfil Cara de
mirada tarjeta izq. derecho \ 1 ]D \ l |D frente TotalI I 10 3 . 1 3 |D II 3 1 1 . 6 3 2 16I I III 1 . 9 2 5 1711 IV 3 3 2 9 2 19 |D V . 1 . 1 3 8 4 17
Se puede comprobar que el 60 por ciento de estos informes fueron erróneos, de modo que si bien es probable que se observe un determinado detalle de posición también lo es que se recuerde de forma equivocada inmediatamente después.
. De. más interés son dos intentos de clasificar las tarjetas, por la dirección hacia la que miraban, basándose en una regla. Ya hemos visto que asignar una regla o norma de elaboración puede tener una importancia funcional considerable en una respuesta perceptiva inmediata. Ahora comenzamos a tener algunos datos sobre el papel que puede desempeñar el mismo factor al recordar.
El sujeto A dijo sobre el coronel: «Creo que está mirando en la misma dirección que los demás». Ya había descrito al guardiamarina como «mirando a la izquierda» y había afirmado que «el soldado miraba en la misma dirección que el primero». Al llegar al capitán dijo: «Creo que estaba mirando del mismo modo que el coronel, pero no estoy seguro. Recuerdo que me pareció que los dos o tres primeros miraban en la misma dirección y que el último lo hacía en la dirección contraria». En este caso no se recuerda directamente el material, sino una opinión sobre el material hecha en el momento en que las tarjetas se vieron por primera vez.
El sujeto M, al hablar del coronel, dijo: «Me hice la idea de que las caras comenzaban mirando a la izquierda y que acababan mirando a la derecha de modo que formaran una serie». Cuando llegó al capitán dijo: «La cara estaba ligeramente orientada hacia la derecha: eso coincide con mi idea de una serie». Del marinero dijo: «Miraba hacia la derecha. Tiene la cara vuelta hacia las letras. Hace un momento no estaba segura de si completaba la serie, pero ahora creo que sí».
Ambos sujetos no están recordando directamente el material presentado, sino una opinión que se formaron sobre el material cuando io vieron originalmente. En ambos casos, en los que la evocación se produjo muy poco después de la presentación original, los sujetos fueron plenamente conscientes de lo que estaban haciendo. No obstante, en el acto de recordar cosas más antiguas, muy bien puede ocurrir que las inferencias basadas en este tipo de opiniones se entremezclen inconscientemente con la evocación real de material perceptivo o de patrones.
Una vez más, ambos casos ejemplifican lo que Binet denominó «idée directrice»3. Cuando se le presenta el material, el sujeto descubre, quizá de forma inmediata, tal vez mediante un análisis preciso, lo que considera que es la regla de ordenación. Después, es la propia regla la que adquiere predominio y modela el recuerdo del sujeto. Binet señala la gran importancia y difusión de esta idea: «Idée directrice, idée précongue, préjugée, partis pris, influence de la tradition, esprit conservatoire, misonéisme des vieillards, tels sont les noms sous lequels on designe, suivant les circons- tances, le phénoméne mental que nous allons chercher á étudier»4,
Binet atribuye fundamentalmente a pura inercia el influjo de la «idée directrice»: «Si l’éléve s’engage dans la voie de l’idée directrice c’est parce
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Experimentos sobre recordar: a) E! método de la descripción 107
, que c’est la ligue du moindre effort; et il est plus facile d’accroítre régulié- rement l’appréciation d’un poids ou d’une ligue que de taire une appré- ciation sérieuse de chaqué poids et de chaqué ligue»5.
Este es sólo un aspecto del problema. El clasificar de acuerdo con la «regla de la serie» posee otras ventajas. Una única ley, expresada de forma sencilla, puede ser la base sobre la que construir muchos detalles. En realidad, puede distorsionar los hechos, sobre todo simplificándolos, pero dicha distorsión no resulta un gran inconveniente porque en la vida cotidiana la exactitud meticulosa en los detalles reviste normalmente poca importancia.
Por otra parte, tanto A como M basaron sus recuerdos en esta serie en el uso del lenguaje. Pertenecían al tipo de sujetos que propongo denominar «vocalizadores». En esos casos el mejor modo de expresar reglas y secuencias, una vez formulados, es hacerlo mediante palabras, y en muchos casos, tienen obligatoriamente que expresarse así, de la misma manera que la imagen visual se adecúa mejor a las características especiales de objetos o situaciones concretas. Así pues, es probable que haya que considerar que este resultado complementa al que se observó en el caso del orden de presentación. Éste constituye un tipo de «regla» o secuencia, y el mismo medio que se adecúa mejor con un aspecto de una situación puede llevar a distorsionar otro aspecto.
4. La influencia de las actitudes afectivas
Algunos de los experimentos anteriores han mostrado que en la percepción y subsiguiente formación de imágenes operan con frecuencia actitudes subjetivas, de carácter predominantemente afectivo. En este punto, podemos avanzar un poco más el estucho de dichas actitudes.
Parece que las caras favorecen particularmente actitudes y reacciones subsiguientes muy influidas por los sentimientos. En raras ocasiones las personas normales las discriminan o analizan con mucho detalle. Nos basamos más bien en una impresión general, provocada a primera vista, que produce inmediatamente actitudes de agrado o desagrado, confianza o desconfianza, alegría o seriedad. Casi todos los sujetos de este experimento comenzaron la descripción del guardiamarina haciendo referencia a «el aspecto sonriente»; frecuentemente al soldado se le caracterizó como «jovial» y con «una amplia sonrisa». En general, al coronel se le describió de muy variadas formas: «tiene una expresión seria»; «tiene unos cincuenta años, es austero, serio y de aspecto poco atractivo»; «tenía arrugas muy marcadas en la cara, que era más oscura que las otras»; «sus facciones es-
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taban curtidas por la intemperie»; «tenía aspecto de estar muy bien alimentado y vestido»; «creo que tenía un tipo de rostro bastante anguloso»; «tenía un aspecto enfurecido, no, creo que parecía muy jovial»; «tenía aspecto ceñudo»; «la impresión general que me produjo su cara y en especial sus ojos fue que podría ser a veces un ordenancista, especialmente en los desfiles». El capitán y el marinero suscitaron un repertorio de comentarios igualmente interesantes, variados y generales. Obviamente, todo tipo de nociones convencionales sobre los militares y marinos de un rango determinado complicaron los patrones perceptivos y se hicieron más acusadas al coincidir este experimento con la Gran Guerra, pero se puede observar que el mismo tipo de complicaciones afectan siempre a nuestras reacciones frente a las caras y a las expresiones faciales.
Una cara concreta produjo a menudo inmediatamente una actitud más o menos convencional apropiada al tipo dado. Además esa actitud afectó activamente a los detalles de la representación. La tendencia a convertir los rasgos de la cara en convencionales se puso de manifiesto frecuentemente incluso en el recuerdo inmediato, si bien en los recuerdos siguientes se tendió a acercarlos todavía más al patrón convencional: «Este, creo, dijo un sujeto, era el soldado Atkins. Tenía tipo de soldado normal. Tenía un bigote grueso y espeso y un tipo de cara más tosco que el resto.» Es indudable que transfirió el bigote de la tarjeta IV, pero ello se debió directamente a que consideró al soldado como una clase y casi con seguridad tuvo algo que ver con un tipo de tiras populares que gozaban en ese momento del favor del público. «Es muy posible —continuó este sujeto— que haya visto el pelo del hombre. Me dio una impresión general de pelambrera. La tosquedad general de la cara puede deberse al hecho de que estuviera despeinado.» En un experimento posterior dijo: «Probablemente las líneas de la cara eran negras, pero es una inferencia de la impresión general de tosquedad». Y todavía más adelante: «No puedo decir con seguridad si tiene arrugas en la frente. De nuevo tengo la impresión de un hombre que viene de padecer un clima duro. El cuello de su abrigo está levantado». Por último, exactamente dos meses después del experimento inicial: «Tengo la impresión general de un hombre que viene de soportar un mal tiempo. Diría que lleva una gorra impermeable». Este sujeto estaba en el servicio activo del Ejército británico en aquella época.
Uno o dos ejemplos más nos mostrarán con mayor claridad todavía el carácter predominantemente afectivo de este tipo de reacción. Un sujeto manifestó en relación con el capitán: «La característica más notable de su cara era la de limpieza. Experimenté alivio al ver de nuevo la cara de un marino. Su rostro era de tipo agradable». No señaló ningún detalle pero
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insistió en varias ocasiones en que la cara tenía rasgos claros y penetrantes. Un sujeto distinto concedió al capitán «un aspecto serio»: «Era un hotnbre joven de aspecto muy serio». La cara sufrió un giro hasta quedar completamente de perfil y se le asignó una barbilla prominente y fuerte. Después de un lapso de tres semanas la seriedad se intensificó y se aludió al capitán como «un hombre joven, de perfil, hacia la derecha. Tenía una cara cuadrada y parecía muy serio y resuelto». La seriedad y decisión fueron acentuadas una y otra vez y quince días después parecían más llamativas que nunca. Este sujeto tenía que finalizar el experimento en esta etapa y le mostré la tarjeta de nuevo. Se sorprendió y pensó inicialmente que la había sustituido por una nueva. Su capitán, dijo ella, era mucho más serio; su boca era más firme, su barbilla más prominente, su cara más cuadrada.
En todos estos casos parece como si algunos de los detalles dados en la evocación se estuvieran auténticamente construyendo bajo el influjo de la actitud afectiva. La idea de la memoria como proceso constructivo se discutirá folmalmente más adelante6. En la mayoría de los casos de evocación constructiva parece que hay algunos detalles que se han discriminado de forma bastante precisa y a los que se les ha asignado una posición central. Aparecen casos interesantes cuando se distinguen muy pocos detalles. «Creo —señaló un sujeto en relación con la tarjeta V— que era un marinero, pero no estoy seguro. Se me ha borrado casi por completo. Es todo lo que puedo decir. Miré al verso7 y me parece recordar las palabras “sonriente” y “marinero”, pero no tengo la imagen del hombre». No mejoró en una sesión posterior y por último le mostré la tarjeta de nuevo. «Es muy curioso —dijo— tenía una impresión muy vaga de un semblante cordial. Era un tipo de estructura indefinida y cambiante, pero la cara real se adecúa a ella bastante bien. Parecía en todo momento que estaba a punto de convertirse en una imagen. No era una imagen visual aunque creo que estaba próxima a serlo y probablemente sólo fue la imprecisión extrema lo que la mantuvo así.» Naturalmente es imposible decir si, con un lapso mayor de tiempo, el proceso constructivo hubiera continuado y se hubiera «recordado» la cara convencional del marinero, pero es bastante improbable a la vista de muchos otros resultados de esta serie de experimentos.
Parece evidente que las actitudes originadas a partir de algunos patrones perceptivos no muy precisos pueden influir notablemente en el recuerdo y, en particular, pueden tender a producir reproducciones estereotipadas y convencionales que sirven adecuadamente a todas las necesidades normales, aunque no sean en absoluto fieles a sus originales.
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5. Claridad relativa de los elementos de la serie
En todos los procesos perceptivos y de imágenes se tiende a resaltar ciertos elementos del material, aunque puede que el análisis, en el sentido literal del término, sea escaso o nulo. Se puede afirmar lo mismo del material recordado. Prácticamente todos los sujetos, en todas las pruebas, estuvieron totalmente dispuestos a ordenar los retratos por orden de claridad. En primer lugar el guardiamarina, luego, casi con el mismo rango, el coronel, y mucho más abajo, pero aproximadamente igual por lo que respecta a la distintividad, se encuentran el soldado, el capitán y el marinero. Todos los que pusieron al guardiamarina al comienzo de la lista dieron por descontado que era el primero, y nadie se molestó en dar explicaciones. Pero sí fue frecuente que se dieran siempre que se colocó a cualquiera de los otros al comienzo de la lista, como si hubiera algo inesperado en la elección. Así:
«El coronel, por el bigote»«El coronel es el más claro, por sus marcados rasgos faciales»«El coronel: lo pongo por su bigote y su expresión ceñuda»«El coronel tiene el aspecto más decidido»«El capitán, porque prefiero los marinos»
Se ha demostrado repetidas veces que cuando el material se ordena serialmente los elementos iniciales y finales ocupan una posición de ventaja por lo que respecta a la claridad del recuerdo8. Naturalmente, referirse a la posición como un factor objetivo y establecer vagamente que la superioridad se debe a que se emplea mayor «atención» no constituye una explicación psicológica. No hay datos reales, y no parece que haya modo de obtenerlos, de que en tales casos se dedique una cantidad mayor de «atención», sea lo que sea ésta. Probablemente la explicación reside en la mayor novedad relativa de los primeros miembros de una serie, y la relajación que se siente al acercarse al final de una tarea cuando se están estudiando los últimos miembros. A pesar de todo ello, es obvio que otros factores pueden trastocar la potencia excesiva de los primeros miembros, de modo aún más sencillo que la de los últimos. De hecho, es probable que la importancia de la posición disminuya a medida que nos alejemos de los trabajos de memoria del tipo de los de las silabas sin sentido.
La puesta en marcha de intereses previos fue el determinante primordial de la distintividad relativa del material en esta serie. Hubo dos clases distintas de casos. A veces el interés surgió de forma indirecta. Así, el coronel desplazó al guardiamarina después de un lapso de quince días y se le consideró más distintivo porque «Cuando lo vi me recordó a alguien
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que conozco». Con más frecuencia, el interés comenzó directamente, muchas veces provocado por algo ligeramente divertido, como el bigote del coronel. En ambos casos, debe hacerse una distinción adicional que más tarde puede que llegue a tener cierta importancia. Algunos de estos intereses activos parecían generalmente extendidos por todo el grupo. Muestran que el funcionamiento normal de la memoria nunca está al margen del determinismo social Otros, fueron peculiares de un sujeto determinado.
6. La transferencia de detalles
Me propongo distinguir entre «transferir» cuando un detalle se traslada dentro de la serie, e «importar» cuando el detalle se introduce en la serie desde fuera. Ninguno de estos procesos fue particularmente marcado en este experimento como se podría esperar del hecho de que la serie fuera breve y poco rica en detalles. No obstante, aparecieron ambos.
De los veinte sujetos, todos, excepto seis, transfirieron detalles, casi siempre desde el primer momento. En la segunda, tercera y cuarta entrevista se hicieron poquísimos cambios de detalles dentro de la serie.
La tabla de transferencias muestra:
4 transferencias de la tarjeta II a la tarjeta I2 » » I II3 » » III II1 » » II III1 » » IV III1 » » I IV2 » » II IV2 » » III IV1 » » I V2 » » II V3 » » IV V
Cuatro casos tuvieron que ver con la pipa, cuatro con el bigote y cuatro con un emblema. Es decir, el detalle que se transfirió con mayor frecuencia fue generalmente de carácter sobresaliente, ya que en esa época los emblemas militares tenían mucho interés para mis sujetos.
Los detalles se transfirieron de una tarjeta inicial de la serie a una posterior con una frecuencia casi dos veces superior que en el sentido contrario. Puede que este hecho no tenga un significado especial puesto que las
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últimas tarjetas de la serie contienen en conjunto menos detalles notorios que las primeras.
Incluso en una serie breve y sencilla y trabajando bajo condiciones experimentales —lo que siempre tiende a hacer que el sujeto sea más cuidadoso de lo habitual— puede haber, por tanto, un considerable número de transferencias.
7. Detalles importados
En la primera descripción libre de las caras, se produjeron diecinueve casos de introducción de detalles que provenían de fuera de la serie en trece sujetos. El influjo de las preguntas —incluso de preguntas correctas de hecho— para inducir este tipo de importación de detalles puede ser muy fuerte. Por ejemplo, el primer conjunto de preguntas produjo 60 casos adicionales que afectaron a todos los sujetos. La segunda descripción libre, después de un intervalo de una semana o quince días, produjo 24 nuevos casos en los que se introdujeron detalles extraños, aunque únicamente pudieron examinarse aproximadamente la mitad de los sujetos originales. La tercera descripción libre produjo 19 nuevos ejemplos. En la medida en que estos datos sean válidos, parece probable que la tendencia a inventar, o a importar un material nuevo de un contexto diferente, puede aumentar considerablemente con el paso del tiempo.
El sujeto que encabezó la lista de importaciones en cada uno de los ensayos fue el más visualizador de todo el grupo. Resaltó que había adquirido el hábito de visualizar y que lo practicaba constantemente. Se mostró muy seguro durante todo el tiempo.
El siguiente sujeto de la lista por número de importaciones producidas después de un intervalo, también era un pronunciado visualizador. También él parecía muy satisfecho con su trabajo.
El tercer sujeto de la lista de introducción de detalles extraños fue un hombre que, si bien dependía habitualmente de vocalizaciones y asociaciones relacionadas con el uso del lenguaje, decidió intentar una visualiza- ción directa en este experimento, considerando que era el método más aconsejable para la tarea.
Otros tres sujetos con puntuaciones altas en la lista de importaciones se basaron fundamentalmente en indicios visuales en forma de imagen.
Al mismo tiempo, tres de los sujetos que comparativamente mostraron poca tendencia a importar detalles nuevos fueron visualizadores claros. Por tanto, por el momento sólo se puede concluir de manera incierta que visualizar favorece la importación.
Experimentos sobre recordar: a) Et método de la descripción 113
Quizás sea curioso que la importación también parece que tiene más propensión a producirse en relación con detalles sobresalientes. Con tocio, si tenemos en cuenta que la prominencia de los detalles viene definida por intereses específicos, podemos concluir que eso era lo esperable después de todo. Por ejemplo, un sujeto, oficial del Ejército, se interesó especialmente por los emblemas militares de las gorras. Al hacer su descripción los convirtió en los emblemas de los regimientos con los que estaba familiarizado en el servicio activo.
8. Anotaciones adicionales sobre los métodos de visualización y vocalización
En términos generales el grupo de veinte sujetos adultos instruidos que tomó parte en este experimento se dividió de forma natural en dos clases: ios que para recordar se confiaron fundamentalmente en imágenes visuales y los que se dejaron guiar predominantemente por el lenguaje. Ya se ha visto que las reacciones de estos dos grupos de sujetos pueden diferir respecto a características tales como el orden de presentación y la dirección de la mirada. A continuación es preciso describir de forma más completa otra diferencia que se da entre ellos y que quizás pueda llegar a tener alguna importancia teórica.
Los sujetos visualizadores, en conjunto, mantuvieron una firme actitud de seguridad, y cuando un sujeto que no pertenecía de modo natural a este tipo era capaz de usar una imagen visual, experimentaba un inmediato aumento de su seguridad. Por ejemplo, el sujeto H no era un buen visualista de modo natural y había descrito la primera cara de forma dubitativa. Repentinamente, al responder a una pregunta, su actitud se transformó. «Esa pregunta —dijo— me trae una imagen. Ahora puedo ver cómo está dibujada la cara, y la colocación de luces y sombras. Hay toques de luz y no de sombra. Hay un hoyuelo en la cara claramente marcado. La gorra es oscura y no hay nada blanco en mi imagen. Cuando usted me hizo la pregunta se me hizo nítida y fue la primera vez que realmente tuve una imagen de la tarjeta.»
Por otra parte, al sujeto K, que normalmente tuvo escasas imágenes visuales, cuando se le preguntó si el bigote del coronel estaba canoso, dudó un momento y dijo: «No lo sé. Puede que quizás tuviera un bigote». Después, repentinam ente su actitud fue completamente distinta. «Sí —asintió vehementemente— lo tenía. Era muy grande y sobresalía por los lados de su cara. Acabo de tener una imagen visual de él.»
Algunas veces se produjeron conflictos entre la imagen visual y la idea
114 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
que se tenía del aspecto que debería tener, o probablemente tuviera, una cara determinada. La imagen se aceptó casi siempre a continuación. El sujeto L, al describir al coronel, dijo: «Tenía un aspecto de bastante enfurecido». Hizo una pausa, como si estuviera inseguro y después dijo: «No, parecía bastante jovial, creo. La imagen agradable es una imagen visual y la otra no. Me inclino por momentos a favor de la imagen y después por la idea que tenía. No obstante, creo que era agradable». En este caso la imagen visual no es totalmente perfecta pero el sujeto la prefiere a una opinión sobre el rostro en cuestión. Se dieron muchos otros ejemplos y, por lo que respecta a esta forma de experimento, la aparición de una imagen visual conduce a un aumento de seguridad totalmente desproporcionado con cualquier precisión objetiva. «Ver es creer» en otros dominios distintos de la percepción directa.
Si pasamos a estudiar a los vocalizadores típicos, obtenemos un cuadro totalmente distinto, cuya característica primordial es la gran inseguridad relativa. El método de recuerdo adoptado puede parecer muy complejo o indirecto. El sujeto A describió su procedimiento de la siguiente manera: «El recordar lo que dije anteriormente (estaba hablando en la segunda sesión) ha desempeñado un papel importante en lo que he dicho ahora. A veces recordaba mis opiniones anteriores no las palabras, sino simplemente el hecho de pensar tal o cual cosa sobre los dibujos. Encuentro difícil decir exactamente lo qué sucedió en esa situación pero parecía haber una incorporación de una “sensación” concreta. Diría que se produce una “sensación” característica de que se recuerda haber hecho un juicio»9. El sujeto M también habló todo el rato de recordar «opiniones», pero el sujeto F describió su método más bien como recordar «palabras». Este último dijo que sus imágenes visuales eran siempre menos claras y nunca pasaban de meros fragmentos. Las palabras que se había dicho cuando estaba observando las tarjetas podían repetirse cuando intentaba describirlas a continuación; y se dejaba guiar por ellas más que por cualquier otra cosa.
Todos estos sujetos reaccionaron como si estuvieran construyendo sus descripciones a medida que avanzaban. Les preocupaba mucho que sus comentarios encajaran unos con otros de forma consistente. Hacían inferencias con facilidad, y eran a menudo totalmente conscientes de ello. El verdadero sujeto visualizador nunca hacía eso a menos que le fallara la imagen. Quizás estas diferencias entre un método de respuesta directo o indirecto nos dan la razón principal por la que los vocalizadores consideraron frecuentemente posibilidades alternativas antes de su informe final. De ser éste el caso podemos comprender por qué los vocalizadores presentaban frecuentemente una actitud insegura y dubitativa.
Experimentos sobre recordar: a) El método de la descripción 115
¿La actitud determina el método de evocación o el método de evocación determina la actitud? Es una pregunta sobre la que tendremos que meditar relacionada con la teoría general de recordar, cuando tratemos de asignar un estatus psicológico preciso a la «actitud». Hasta ahora los datos sugieren que ambas secuencias pueden aparecer. También se acumulan indicios cada vez más claros de que la imagen sensorial y el uso del lenguaje, ambos instrumentos importantes del recuerdo, tienen sus propias funciones características. Veremos en qué medida estos indicios se apoyan en los resultados obtenidos con otros métodos experimentales.
9. Resumen de las conclusiones sobre el método de la descripción
Enunciaré brevemente las conclusiones provisionales que se pueden extraer del estudio de los resultados del método de la descripción. Por ahora, todas deben ser revisadas:
i) El recuerdo se ve afectado por transformaciones inconscientes, incluso cuando el material está ordenado en series breves, su volumen es pequeño; su estructura objetiva simple y el observador sabe que tendrá que describirlo posteriormente: el recuerdo exacto constituye la excepción y no la regla.
ii) Los agentes transformadores forman dos grupos:
o) métodos de recuerdo adoptados, etí) intereses y sentimientos individuales o comunes.
iii) Por lo que respecta a los métodos de recuerdo: cuando el método principal que se emplea es la visualización,
a) tienden a producirse confusiones en relación con el orden de presentación;
tí) se favorece la introducción de material de origen extraño;c) se produce el efecto general de provocar una actitud de seguridad
que no guarda ninguna relación con la exactitud objetiva.
Cuando el método principal que se emplea es el de la vocalización,
a) se favorece la clasificación del material presentado de acuerdo con alguna regla o «idea directriz»;
116 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
b) se tiende a mantener una actitud de inseguridad que no tiene correspondencia con la inexactitud objetiva.
iv) Aquellos factores que inciden en el peso superior o predominio de características especiales en un patrón perceptivo afectan igualmente a la evocación y pueden convertir a ésta en gran medida en un proceso de construcción en el que se reúnen las características más verosímiles o posibles en torno a un detalle central claro.
v) Si bien las transferencias de detalles de un lugar a otro de una serie tienden a aparecer muy pronto en la historia del recuerdo sucesivo, la introducción de detalles nuevos puede ser más marcada en las etapas posteriores.
vi) El efecto transformador de actitudes afectivas aumenta con el transcurso del tiempo.
vii) La transformación del material, demostrada constantemente en la evocación, ocurre con más frecuencia en relación con detalles que los intereses individuales tienden a hacer más sobresalientes o más claros en términos psicológicos. Esto se deduce del punto (iv).
I Capítulo 5e x p e r i m e n t o sSOBRE RECORDARb) El método de reproducción repetida
1. Descripción del método
El m étodo cíe reproducción repetida es prácticamente idéntico al que Philippe adoptó en sus experimentos Sur les transformations de nos images mentales1, exceptuando que el material utilizado fue diferente y que los experimentos se prolongaron durante un período de tiempo superior. El sujeto recibía una narración, un pasaje expositivo en prosa o un simple dibujo para que lo estudíase bajo determinadas condiciones. Normalmente trataba de reproducirlo por primera vez pasados quince minutos y después lo volvía a reproducir a intervalos de mayor amplitud. Al utilizar este método esperaba descubrir qué tipos de cambios introducen con el paso del tiempo las personas corrientes en el material que recuerdan. Obviamente, la naturaleza del experimento hace bastante arriesgado especular sobre qué es exactamente lo que condiciona los cambios, pero es relativam ente sencillo con tro lar la forma en que se van produciendo las sucesivas transformaciones.
Existe una dificultad especialmente importante. Contaba con poder continuar recogiendo reproducciones hasta que el material concreto al que se referían hubiese llegado a alcanzar una forma estereotipada. Sin embargo, mientras que la forma tiende a fijarse muy rápidamente cuando se efectúan reproducciones frecuentes, el proceso de transformación gradual puede continuar de forma casi indefinida si se dejan intervalos muy amplios entre las sucesivas reproducciones. En consecuencia, los resultados de los experimentos tal como se describen aquí representan sólo una parte de un proceso de transformación incompleto.
Es indudable además que cuando las transformaciones se efectúan sobre un material como el que, por ejemplo, producen las leyendas populares o la formación de los rumores de actualidad, las influencias sociales
117
118 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
desempeñan un papel primordial, y éstas no se pueden estudiar totalmente mediante el método de reproducción repetida aunque puedan encontrarse en él en mayor o menor grado. Por lo que respecta a esto último, es preciso complementar el método con otros y, como se verá, intentaré desarrollar este aspecto más adelante2.
El material que se utilizó con el método de reproducción repetida pertenecía a dos grupos según fuera a) verbal, o b) gráfico. Cuando se pedía a los sujetos que recordasen el material, éstos reproducían por escrito el material verbal y mediante dibujos el gráfico. En este capítulo no presentaré ninguno de los datos obtenidos con el gráfico. Prácticamente todos los aspectos destacables se verán repetidamente ejemplificados y de una manera aún más llamativa a través de los métodos que se describirán y discutirán más adelante, por lo que es mejor que aguardemos a ese momento para tomarlos en consideración3.
Por otra parte, sería imposible presentar algo más que una pequeñísima parte de los datos obtenidos con el material verbal sin prolongar la discusión hasta unos límites intolerables. Por consiguiente, todos los ejemplos que se detallan se limitarán al estudio de algunas de las reproducciones repetidas de un único relato, aunque tendré en cuenta muchos detalles que los corroboran que no tienen cabida aquí.
2. El material utilizado y el método de presentar los resultados
He seleccionado un relato adaptado de una traducción del Dr. Franz Boas4 de un cuento popular de América del Norte para estudiarlo de forma especial. Varias razones me impulsaron a utilizar este relato.
En primer lugar, el relato tal como se presentó pertenecía a un nivel cultural y a un medio social extremadamente distintos de los de mis sujetos por lo que parecía probable que fuera un material excelente para producir transformaciones persistentes. También me interesaba el problema general de qué sucedería cuando se traslada un relato popular de un grupo social a otro, y pensaba que posiblemente la utilización de este relato podría arrojar cierta luz sobre las condiciones generales de transformación en tales circunstancias. Puede decirse honestamente que dicha esperanza se confirmó en cierta medida.
En segundo lugar, los incidentes que se describen en algunos de los casos no tenían muchas interconexiones manifiestas, y deseaba ver en particular cómo sujetos de un nivel educativo alto y bastante refinados afrontaban esta ausencia de orden racional obvio.
En tercer lugar, parecía probable que el carácter dramático de algunos
Experimentos sobre recordar: b) El método de reproducción repetida 119
de los hechos narrados suscitara imágenes visuales muy vivaces en los sujetos adecuados, y pensé que quizás de ese modo arrojaría nueva luz sobre algunas de las ideas sobre las condiciones y funciones del formar imágenes originadas al utilizar el método de la descripción.
En cuarto lugar, se podría considerar que el relato concluye introduciendo un elemento sobrenatural, circunstancia frente a la que deseaba observar las reacciones.
El relato original fue el siguiente:
La Guerra de los Fantasmas
Una noche dos jóvenes de Egulac bajaron al río a cazar focas, y mientras estaban allí, el tiempo era brumoso y tranquilo. Oyeron entonces gritos de guerra y pensaron: «Parece una danza de guerra». Huyeron a la orilla y se escondieron detrás de un tronco. Entonces llegaron canoas, oyeron el ruido de los remos y vieron que una canoa iba hacia ellos. Había cinco hombres en ella, que dijeron:
«¿Qué os parece?, quisiéramos que vinierais. Vamos a remontar el río para hacer la guerra contra la gente.»
Uno de los jóvenes dijo: «No tengo flechas».«Las flechas están en la canoa», dijeron.«Yo no iré. Podrían matarme. Mis familiares no sabrán dónde he ido. Pero
tú —dijo volviéndose hacia el otro— puedes ir con ellos.»Así, uno de los jóvenes partió, mientras el otro retornó a casa.Los guerreros remontaron el río hasta un pueblo en la otra orilla de Kala-
ma. La gente bajó al agua y comenzaron a luchar y mataron a muchos. Pero en ese momento el joven oyó que uno de los guerreros decía: «Rápido, volvamos a casa, aquel indio ha sido alcanzado». Entonces pensó: «¡Ay!, son fantasmas». No se sentía mal, pero decían que le habían dado.
Así pues, las canoas volvieron a Egulac, y el joven desembarcó, fue a su casa y encendió un fuego. Llamó a todo el mundo y dijo: «Mirad, acompañé a los fantasmas y fuimos a luchar. Muchos de nuestros compañeros murieron y muchos de los que nos atacaron murieron. Dijeron que me habían herido pero yo no me sentía mal».
Lo contó todo, y después se quedó callado. Cuando el sol salió se desplomó. Algo negro surgió de su boca. Su cara se deformó. La gente se levantó so- bresaltadamente y gritó.
Estaba muerto.
Cada sujeto leyó el relato en silencio dos veces a su velocidad de lectura habitual. Excepto en el caso que se señalará más adelante, la primera reproducción se hizo quince minutos después de esta lectura. Otras repro
120 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
ducciones se realizaron con intervalos que dependieron del momento oportuno. No se intentó que la longitud de los intervalos fuera uniforme para todos dos sujetos, ya que es evidente que con ello no se consigue que las condiciones reales de reproducción para cada sujeto sean iguales. Ningún sujeto conocía la finalidad del experimento y a todos los que mostraron interés por conocerla se les hizo pensar que se trataba de probar la exactitud del recuerdo.
Analizaré los resultados obtenidos de tres maneras:En primer lugar se presentarán varias reproducciones completas junto
con algunos comentarios.En segundo lugar se examinarán algunos detalles de especial interés
de esta narración concreta.En tercer lugar se enunciarán y discutirán de forma más global algu
nas tendencias generales o comunes de los recuerdos sucesivos de la narración.
3, Algunas reproducciones completas con comentarios
a) El sujeto H reprodujo por vez primera el siguiente relato después de un intervalo de 20 horas:
La Guerra de los Fantasmas
Dos hombres de Edulac fueron a pescar. Mientras estaban atareados en el río oyeron un ruido en la lejanía.
«Parece un grito —dijo uno—, y en ese momento aparecieron algunos hombres en canoas que los invitaron a unirse a la aventura del grupo. Uno de los jóvenes se negó a ir, debido a sus ataduras familiares, pero el otro se ofrecida ir.
«Pero no hay flechas», dijo.«Las flechas están en el bote», fue la réplica.Por tanto, ocupó su lugar, mientras que su amigo regresó a casa. El grupo
bogó río arriba hasta Kaloma, y comenzó a desembarcar en las orillas del río. El enemigo se precipitó sobre ellos y se produjo un combate feroz. En ese momento hirieron a uno y se alzó el grito de que los enemigos eran fantasmas.
El grupo volvió a bajar el río, y el joven llegó a casa sintiendo que no había sido en absoluto la peor experiencia de su vida. Al amanecer la mañana siguiente trató de contar sus aventuras. Mientras estaba hablando algo negro salió de su boca. De repente lanzó un grito y se desplomó. Sus amigos le rodearon.
Pero estaba muerto.
Experimentos sobre recordar: b) El método de reproducción repetida 121
De forma general (i) el relato se acorta considerablemente, en especial por omisiones; (ii) las frases se hacen más modernas, más «periodísticas», por ejem plo «se negó debido a sus ataduras familiares», «se produjo un combate feroz», «sintiendo que no había sido en absoluto la peor experiencia de su vida», «trató de contar sus aventuras», «algo negro salió de su boca»; (iii) el relato se hace algo más coherente y congruente que el original.
Hay num erosas omisiones y algunas transformaciones. El más familiar «bote» reem plaza una vez a «canoa»; cazar focas se convierte simplemente en «pescar»; Egulac se convierte en Edulac mientras que Kalama se sustituye por Kaloma. El punto esencial acerca de los fantasmas se extiende de forma completamente equivocada. Las dos excusas del hombre que no quería unirse al grupo guerrero se trastocan; el hecho de que «se negó con razones de lazos familiares» se convierte en la única excusa explícitamente dada.
Ocho días más tarde este sujeto recordó el relato de la forma siguiente:
La Guerra de los Fantasmas
D os jóvenes de Edulac fueron a pescar. Mientras estaban ocupados oyeron un ruido en la lejanía. «Eso parecen gritos de guerra —dijo uno—, va a haber algún combate.» En ese momento aparecieron algunos guerreros que los invitaron a unirse a una expedición río arriba.
U no de los jóvenes se excusó debido a sus ataduras familiares. «No puedo ir —dijo— , porque me podrían matar.» Así que regresó a casa. Sin embargo, el otro hom bre se unió al grupo y prosiguieron en canoas río arriba. Mientras desem barcaban en las orillas apareció el enemigo, que corrió a su encuentro. En seguida hirieron a uno, y el grupo descubrió que estaban luchando contra fantasmas. El joven y su compañero regresaron a los botes y volvieron a sus casas.
A l am anecer la m añana siguiente estaba describiendo sus aventuras a sus amigos, que le habían rodeado. De repente algo negro salió de su boca, y se desplom ó lanzando un grito. Sus amigos se le aproximaron más, pero descubrieron que estaba muerto.
Todas las tendencias que se pusieron de manifiesto en los cambios de la prim era reproducción parecen más marcadas ahora. El relato se ha hecho más conciso, más coherente aún. El nombre propio Kaloma ha desaparecido y la ausencia de flechas, que se puso en segundo lugar una semana antes, se ha eliminado por completo. Por otro lado, una parte de la otra excusa: «Podrían matarme», regresa a la narración aunque no aparecía en la prim era versión. Quizás sea un poco raro que el amigo, después
122 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
de haber regresado a casa, parezca retornar al cuento cuando lesionan al joven. Pero este tipo de confusión de incidentes conectados es una característica común del recuerdo.
b) El sujeto N relató el cuento por primera vez así:
Los Fantasmas
Había dos hombres en las orillas del río cercano a Egulac. Oyeron el ruido de palas, y apareció una canoa con cinco hombres que les llamaron y dijeron: «Vamos a combatir contra la gente. ¿Venís con nosotros?».
Uno de los dos hombres contestó, diciendo: «Nuestros familiares no saben dónde estamos, y no tenemos flechas».
Contestaron: «Hay flechas en la canoa».Así que el hombre fue, y combatieron con la gente, y después les oyó de
cir: «Han matado a un indio, vamos a regresar».Así que regresó a Egulac, y les contó que sabía que eran Fantasmas.Habló con la gente de Egulac, y les contó que había combatido con los
Fantasmas, y que habían matado a muchos hombres en ambos lados, y que le habían herido pero no había sentido nada. Se desplomó y se quedó más tranquilo, y por la noche tuvo convulsiones y algo negro surgió de su boca. La gente dijo:
«Está muerto».
Dejando de lado detalles menores, la característica más interesante de esta reproducción es el intento de afrontar los fantasmas. El sujeto informó espontáneamente sobre su procedimiento. «Cuando leí el relato —dijo— pensé que el tema principal era la referencia a los Fantasmas que iban a luchar contra hombres lejanos. Entonces imaginé visualmente un río ancho, con árboles a cada lado, y a los hombres en las orillas y en las canoas. La segunda vez que leí el relato rápidamente me representé visualmente todo el conjunto. Las imágenes de la última parte eran confusas. Los hombres dejaron al hombre herido y se metieron por el monte. Después vi al hombre contando su relato a los habitantes de la aldea. Estaba contento y orgulloso porque los Fantasmas pertenecían a una clase superior a la suya. Estaba dando brincos todo el rato. Luego tuvo convulsiones y un coágulo de sangre surgió de su boca. La gente se dio cuenta de que había muerto e hicieron todo tipo de aspavientos.
«Redacté el relato siguiendo básicamente mis propias imágenes. Tenía una sensación vaga del estilo. Había una especie de ritmo que traté de imitar.
«No puedo entender la contradicción de alguien al que matan y el hombre al que hieren pero que no siente nada.
Experimentos sobre recordar: b) El método de reproducción repetida 123
«Al principio pensé que había algo sobrenatural en el relato. Después comprendí que los Fantasmas debían ser una clase o el nombre de un clan, lo que hizo que todo resultara más comprensible.»
De hecho este sujeto había interpretado erróneamente desde el principio el tema de los fantasmas, aunque lo convirtió en central en su versión del cuento. Esta reproducción es un bello ejemplo de la fuerte tendencia a racionalizar común a todos mis sujetos. Siempre que aparecía algo incomprensible o «extraño», se omitía o se explicaba. En raras ocasiones esta racionalización fue producto de un esfuerzo consciente. Con mayor frecuencia parecía realizarse de forma inconsciente: el sujeto transformaba el original sin sospechar que lo estaba haciendo. Tal como se ha comentado en las otras series experimentales descritas hasta ahora, puede existir un predominio de ciertos detalles sin que ello implique ningún análisis explícito. En este caso, por ejemplo, los fantasmas constituían la parte central del relato. Se mantuvieron solos en el título, su nombre se escribió siempre con una mayúscula inicial: un verdadero caso de transformación inconsciente para solucionar un problema específico. Después se produjo la explicación concreta: «Fantasmas» es el nombre de un clan, y con ella desaparecieron todas las dificultades. Este sujeto se encontraba muy satisfecho con su versión, de modo similar a como solían estarlo los sujetos visualistas de los experimentos anteriores. La satisfacción se mantuvo y quince días después los «Fantasmas» eran todavía más sobresalientes. El relato se recordó así:
Los Fantasmas
Había dos hombres en las orillas de un río cercano al pueblo de Etishu (?). Oyeron el ruido de remos remontando la corriente, y al poco rato apareció una canoa. Los hombres de la canoa les hablaron y dijeron: «Vamos a combatir con la gente: ¿venís con nosotros?»
Uno de los dos hombres contestó, diciendo: «Nuestros familiares no saben dónde estamos; pero mi compañero puede ir con vosotros. Además, no tenemos flechas».
Así que el joven fue con ellos, y combatieron con la gente y mataron a muchos en ambos lados. Y después oyó gritar: «El indio está herido; regresemos.» Y oyó decir a la gente: «Son los Fantasmas». No sabía que estaba herido, y regresó a Etishu (?). La gente se concentró en torno a él y lavó sus heridas, y él les dijo que había combatido con los Fantasmas. Después se quedó callado. Pero por la noche tuvo convulsiones y algo negro surgió de su boca.
Y la gente gritó:«Está muerto».
124 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
En esta ocasión se hace decir de forma precisa a los antagonistas del joven que las personas a las que está ayudando son los «Fantasmas» (es decir, miembros del clan de los Fantasmas). El indio se convierte en un héroe y en el centro de interés al final cuando, por vez primera, «lavan» sus heridas. La ignorancia del indio acerca de sus heridas, aspecto que había preocupado a este sujeto quince días antes, regresa a la parte central del relato pero parece que se atribuye a una mera excitación general. De hecho, el elemento sobrenatural se ha eliminado prácticamente de forma total.
La ingeniosa racionalización de los «Fantasmas» es un ejemplo claro del poder que puede tener un interés específico para producir una distorsión inconsciente del material recordado. El sujeto era un estudiante de Antropología que, más tarde, realizó trabajos de campo bastante importantes, en particular en relación con los temas de los términos de parentesco y sistemas de clanes. Este sujeto también hizo descender la excusa de la «flecha» al segundo lugar y posteriormente consideró que probablemente era una invención suya. La referencia a los parientes se mantuvo y los nombres propios una vez más presentaron dificultades especiales.
c) Es interesante tomar en consideración un caso de racionalización total y al mismo tiempo casi completamente inconsciente. La primera reproducción del sujeto L fue:
Cuento de la guerra del fantasma
Dos jóvenes de Egulac salieron a cazar focas. Creyeron oír gritos de guerra, y un poco más tarde oyeron el ruido de los remos de unas canoas. Una de estas canoas, en la que había cinco nativos, se acercó a ellos. Uno de los nativos chilló: «Venid con nosotros: vamos a guerrear con algunos nativos de la parte alta del río.» Los dos jóvenes respondieron: «No tenemos flechas.» «Hay flechas en nuestras canoas», fue la réplica. Uno de los jóvenes dijo entonces: «Mi gente no sabrá a dónde he ido»; pero, volviéndose al otro, dijo: «Pero tú podrías ir». Así que uno regresó mientras que el otro se unió a los nativos.
El grupo remontó el río hasta un pueblo al otro lado de Kalama, donde desembarcaron. Los nativos de aquel lugar bajaron al rio a encontrarse con ellos. Hubo un gran combate y mataron a muchos de ambos lados. Entonces uno de los nativos que había hecho la expedición río arriba chilló: «Vamos a regresar; el indio ha caído». Entonces trataron de convencer al joven para que regresara diciéndole que estaba malherido, pero él no se sentía así. Entonces pensó que veía fantasmas a su alrededor.
Cuando regresaron, el hombre les contó a sus amigos lo que había sucedido. Describió cuántos habían muerto en ambos lados.
Experimentos sobre recordar: b) t i método de reproducción repetida 125
Casi había amanecido cuando el joven se puso muy enfermo; y al salir el sol una sustancia negra escapó de su boca, y los nativos se dijeron unos a otros: «Está muerto».
Esta versión m uestra la tendencia habitual de utilizar un lenguaje más convencional, un ligero aum ento de la dramatización al final, algunas abreviaciones y la d ificu ltad común acerca de los fantasmas, que aquí se resuelve de una nueva forma. Aparte de estos aspectos, la re producción es en general exacta y completa. Casi cuatro meses más tarde el sujeto intentó reco rdar el relato de nuevo, y me lo dictó de la manera siguiente:
No tengo ni idea del título.Había dos hombres en un bote, navegando hacia una isla. Cuando se apro
ximaron a ella, algunos nativos vinieron corriendo hacia ellos, y les informaron de que se estaba combatiendo en la isla y les invitaron a unírseles. Uno le dijo al otro: «Mejor vas tú. Yo no puedo porque tengo familiares que me esperan y no sabrán que ha sido de mí. Pero a ti no te espera nadie». Así que uno acompañó a los nativos pero el otro regresó.
Aquí hay una parte que no puedo recordar. Lo que no sé es cómo llegó el hombre al combate. Sin embargo, como quiera que fuese, se encontró en me- dio del combate y fue herido. Los nativos trataron de convencer al hombre para que regresara, pero les aseguró que no le habían herido.
Tengo la idea de que se ganó la admiración de los nativos por su lucha.Al final el hombre herido se quedó inconsciente. Los nativos le sacaron
del combate.Después, creo que es así, los nativos describen lo que pasó y parecen ha
ber imaginado que vieron a un fantasma que salía de su boca. En realidad era una especie de materialización de su aliento. Sé que esta expresión no estaba en el relato, pero es la idea que tengo. Finalmente el hombre murió al amanecer del día siguiente.
«Primero», dijo este sujeto, «rememoré visualmente que un hombre se aproximaba a una isla, y también el aliento que se materializaba de algún modo en un fantasma. Pero quizás esto pertenezca a otro cuento».
Para todos mis sujetos las dos partes más incomprensibles de la narración original fueron los fantasm as y la muerte final del indio. En la primera de estas dos reproducciones los fantasmas desempeñan una parte mínima y sencilla: el indio se los imagina cuando resulta herido. Pero aparentemente no es tan sencillo, y en la última versión, gracias a una condensación y una racionalización de la que el sujeto no fue consciente, ambas dificultades se h icieron manejables. Esta es sólo una de las va
126 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
rías versiones en las que el original «algo negro» se convirtió en «salir el aliento».
Una vez más, de las dos excusas del indio, la basada en la probable ansiedad de los familiares aumenta de importancia, y la otra desaparece, en este caso totalmente. El título y los nombres propios se han olvidado.
La racionalización se presentó prácticamente en todas las reproducciones o series de reproducciones pero, como era de esperar, el modo en que se llevó a cabo varió mucho de un caso a otro. La forma particular adoptada depende directamente de la acción de los intereses individuales específicos, como en el caso del «clan de los Fantasmas», de algún hecho que depende de la experiencia personal, o de alguna peculiaridad de las actitudes individuales que determina la prominencia o importancia de los detalles del material global.
Por ejemplo, esta es otra versión de La guerra de los fantasmas tal como la recordó un sujeto seis meses después de la lectura original:
(No se da título) Cuatro hombres bajaron al agua. Les dijeron que se metieran en un bote y llevaran armas con ellos. Indagaron «¿Qué armas?» y les respondieron «Armas para guerrear». Cuando llegaron al campo de batalla oyeron un gran ruido y gritos, y una voz dijo: «El hombre negro ha muerto».Y lo llevaron al sitio donde estaban, y lo- posaron en tierra. Y echó espuma por la boca.
Todos los términos inusuales, y todos los nombres propios, todas las menciones a un elemento sobrenatural han desaparecido de esta breve versión. Pero el aspecto más interesante es el trato que recibe el problemático «algo negro» con que acaba la narración original. «Negro» se transfiere al hombre y se convierte en algo perfectamente natural, a la vez que «echó espuma por la boca» constituye una racionalización del enunciado original de la misma manera que lo era la materialización del aliento del hombre fallecido que introdujo el sujeto L. El hecho de que un sujeto utilice una expresión o idea distinta a fá de otro se debe indudablemente a la psicología individual, ya que en ambos casos estaban al servicio de la misma tendencia de racionalización general.
d) Cada uno de los ejemplos que se han presentado hasta el momento muestran una tendencia a abreviar y simplificar tanto el cuento en su conjunto como los detalles. En raras ocasiones se elaboró algún incidente, normalmente con adornos llamativos y a expensas de otros incidentes que pertenecían a la narración. Una serie más larga de las sucesivas versiones del sujeto P servirá de ejemplo. La primera reproducción fue:
Experimentos sobre recordar: b) Ei método de reproducción repetida 127
La guerra de los fantasmas
Dos jóvenes se encontraban a la orilla de un río a punto de comenzar una cacería de focas, cuando apareció un bote con cinco hombres. Todos iban armados para guerrear.
Al principio los jóvenes se asustaron, pero los hombres les pidieron que fueran y les ayudaran a combatir contra algunos enemigos de la otra orilla. Un joven dijo que no podía ir porque sus familiares se inquietarían por su causa; el otro dijo que iría, y se metió en el bote.
Regresó a su cabaña por la noche, y les contó a sus amigos que había estado en una batalla. Habían muerto muchos, y a él le habían herido con una flecha; no había sentido ningún dolor, dijo. Le dijeron que debía de haber estado combatiendo en una batalla de fantasmas. Entonces recordó que le habían lastimado y se excitó mucho.
Sin embargo, por la mañana se puso enfermo, y sus amigos le rodearon; se desvaneció y su cara se puso muy pálida. Después se retorció y chilló y sus amigos se aterrorizaron. Al final se quedó tranquilo. Algo denso y negro surgió de su boca y se quedó retorcido y muerto.
El sujeto autor de esta versión es un pintor. Visualizó la escena global y me dibujó un bosquejo de sus imágenes en un papel. La parte del medio del relato se le escapó to ta lm en te pero, como podemos ver, elaboró la parte final con un dram atism o creciente. «El relato», resaltó, «me recordó primero un re lato de m isioneros y después adquirió rasgos propios. También me recordaba vagam ente algo sobre los egipcios que —creo— pensaban que las alm as salían por la boca cuando las personas morían.»
Quince días más tarde se produjo el segundo ensayo:
La guerra de los fantasmas
Había dos jóvenes que salieron una vez por la tarde a coger focas. Iban a empezar cuando apareció un bote por el río con cinco guerreros dentro. Parecían tan fieros que los hombres pensaron que les iban a atacar. Pero se tranquilizaron cuando les pidieron a los jóvenes que se metieran en el bote y les ayudaran a combatir a algunos enemigos.
El mayor dijo que no podía ir porque sus familiares se inquietarían por su causa. Pero el otro dijo que iría y se fueron.
128 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
Regresó por la noche cansado y excitado, y les contó a sus amigos que había estado combatiendo en una gran batalla. «Murieron muchos de los nuestros y muchos de los adversarios», dijo. «Me hirieron, pero no me sentí mal.»
Más tarde, por la noche, se retiró tranquilamente a la cama después de encender un fuego. A la mañana siguiente, sin embargo, cuando los vecinos fueron a verle, dijo que debía de haber estado combatiendo en una batalla de fantasmas.
Entonces se desplomó y se retorció en agonía. Algo negro saltó fuera de su boca. Todos los vecinos alzaron las manos y chillaron aterrorizados, y cuando examinaron al joven descubrieron que estaba muerto.
Hay algunas omisiones más en esta versión, pero tanto el comienzo como el final de la narración tienden a ser más elaborados y dramáticos. Se exagera el «miedo» de los jóvenes al principio y ahora es el «mayor» de los dos quien dice que no irá. Como es habitual, la única excusa que permanece es la preocupación de los familiares. Al final se introduce un estilo directo y el «fuego» del original, que se había omitido en la primera versión, regresa al relato. Como antes, el sujeto continuó claramente con un método de evocación visual.
Transcurrió otro mes y el sujeto recordó entonces el relato como sigue:
La guerra de los fantasmas
Dos jóvenes bajaron al río a pescar focas. Divisaron, al poco rato, bajando por el río, una canoa con cinco guerreros dentro y se alarmaron. Pero los guerreros dijeron: «Somos amigos. Venid con nosotros porque vamos a entablar a una batalla.»
El mayor de los jóvenes no podía ir porque pensó que sus familiares se inquietarían por su causa. El más joven, sin embargo, se fue.
Por la noche regresó de la batalla, y dijo que le habían herido, pero que no había sentido dolor.
Había habido un gran combate y habían muerto muchos en cada bando. Encendió un fuego y se retiró a descansar en su cabaña. A la mañana siguiente, cuando los vecinos se acercaron para ver cómo estaba, lo encontraron con fiebre. Y cuando salió afuera, al amanecer, se desplomó. Los vecinos chillaron. Se puso lívido y se retorció en el suelo. Algo negro surgió de su boca, y murió. Así que los vecinos decidieron que debía de haber estado en una guerra con los fantasmas.
Experimentos sobre recordar: b) Ei método de reproducción repetida 129
La parte final del re la to de nuevo gana detalles adicionales. Ahora son ios vecinos quienes deciden de un modo más o menos razonable que el jov'en debía de haber estado luchando con los fantasmas. En algunos aspectos, por ejemplo en la mención del amanecer, la versión se acerca más a la forma original que las que dio anteriormente. «Todas mis imágenes», resaltó, «se han oscurecido. Los detalles del cuento parecen haberse desvanecido. No ten ía dificultad en recordar hasta lo que está escrito pero a la vez, tengo ideas inconexas sobre la parte inicial del cuento, sobre flechas y una roca que no me encajan. Mi memoria parece depender de imágenes visuales5, y puede que realmente consista en ellas; y no puedo explicar nada más.»
Pasaron otros dos m eses y el sujeto, a petición mía, recordó de nuevo el relato sin que en ese intervalo hubiera pensado en él, según afirmó. La «roca», prefigurada ya en sus comentarios anteriores, encontró ahora su lugar y, de hecho, la puso exactamente en el mismo sitio que el «tronco» del original.
La guerra de los fantasmas
Dos jóvenes bajaron al río a cazar focas. Estaban ocultos detrás de una roca cuando llegó hasta ellos un bote con varios guerreros. Los guerreros, sin embargo, dijeron que eran amigos, y les invitaron a ayudarles a combatir contra un enemigo río arriba. El mayor dijo que no podía ir porque sus familiares se inquietarían mucho si no volvía a casa. Así que el más joven se fue con los guerreros en el bote.
❖ * 't-
Por la noche regresó y les contó a sus amigos que había estado combatiendo en una gran batalla y que habían muerto muchos de ambos bandos.
Después de encender un fuego, se retiró a dormir. Por la mañana, cuando salió el sol, se sintió mal, y sus vecinos fueron a verle. Les había dicho que le habían herido en la batalla, pero que entonces no había sentido dolor. Pero pronto se puso peor. Se retorció y chilló y cayó al suelo muerto. Algo negro surgió de su boca.
Los vecinos dijeron que debía de haber estado en guerra con los fantasmas.
Hay una m ayor elaboración aún de la parte inicial del relato, pero pocos cambios a p a rtir de ahí. Parece que la narración se ha estereotipado, al menos tem poralm ente, tanto en su forma general como en va
130 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
rías de las expresiones usadas. Los fantasmas han adoptado definitivamente su posición al final de la narración y toda ella ha ganado en conexión y. coherencia respecto al principio. Por regla general, la forma de un relato queda bastante fijada mediante las repeticiones efectuadas en intervalos bastante cortos, aunque los detalles sufran cambios progresivos.
Pero ¿qué ocurre con un intervalo más amplio? Dos años y seis meses después, el sujeto que según afirmó no había visto ni pensado en el relato en este intervalo, se mostró de acuerdo en intentar reproducirlo y escribió:
Algunos guerreros fueron a emprender la guerra contra los fantasmas. Combatieron durante todo el día, e hirieron a uno de su tropa.
Regresaron a casa por la noche llevando a su camarada enfermo. Cuando el día llegó a su fin, se puso rápidamente peor y los campesinos le rodearon. Al ponerse el sol suspiró: algo negro surgió de su boca. Estaba muerto.
El esquema del relato permanece. Los fantasmas que se habían situado al final se han trasladado ahora hacia el comienzo de la narración. Han desaparecido todas las elaboraciones quizás como resultado de la desaparición casi completa de la representación visual como método de recuerdo. «Había algo —dijo el sujeto— sobre una canoa, pero no consigo encajarlo. Supongo que fue el alma lo que salió de la boca cuando murió.» Por tanto, parece como si la racionalización que este sujeto indicó en su comentario de casi dos años y siete meses antes, pero que nunca expresó realmente en cualquiera de sus reproducciones, hubiera persistido de algún modo. Por primera vez en esta serie, el hombre herido muere al ponerse el sol. Este fue un cambio que se introdujo a menudo, probablemente en conexión inconsciente con la generalizada opinión popular de que los hombres mueren frecuentemente cuando el sol se pone. El sujeto creía que había más que contar al final como si sus primeras elaboraciones todavía tuviesen algún efecto.
e) Las reproducciones precedentes se pueden comparar con una serie breve que se obtuvo de un nativo del norte de la India, el sujeto R, que tenía una educación muy distinta a la del resto de mis sujetos. Era un hombre de una gran inteligencia pero poco instruido desde el punto de vista de una universidad inglesa e inadaptado al medio en que vivía. Era impresionable y muy imaginativo y muy nervioso, en el sentido convencional de la palabra. Reprodujo el relato por primera vez como sigue:
Experimentos sobre recordar: b) El método de reproducción repetida 131
Cuento
,Había, .dos jóvenes, y fueron a la orilla del río. Oyeron gritos de guerra y dijeron: «Hay una guerra de fantasmas». No tenían flechas. Vieron una canoa con cinco hombres en ella. Dijeron. «Las flechas están en la canoa». La guerra de los fantasmas empezó. Muchos murieron. Había un joven al que alcanzaron, pero no se puso enfermo. Oyó que habían herido al Indio. Volvió a su pueblo en la canoa. Por la mañana estaba enfermo, y su cara se contrajo. Algo negro surgió de su boca, y gritaron: «Estaba muerto».
El sujeto parecía muy excitado. D ijo que se había representado visualmente de modo claro toda la escena y que eran especialmente vividos algunos pieles rojas con plumas en la cabeza. El relato se abrevió mucho y su estilo es muy brusco y desigual. Los «fantasmas» causaron una trem enda impresión en este sujeto, que los introdujo desde el principio mismo del relato, aunque puede que ello se deba en parte a la omisión del título.
Quince días después se obtuvo la siguiente versión:
Cuento
Había dos fantasmas. Fueron al río. Había una canoa en el río con cinco hombres dentro. Se produjo una guerra de fantasmas. Uno de ellos preguntó: «¿Dónde están las flechas?». El otro dijo: «En la canoa». Comenzaron la guerra, en la que hubo varios heridos y algunos muertos. Un fantasma fue herido pero no se sintió enfermo. Volvió al pueblo en la canoa. A la mañana siguiente estaba enfermo y algo negro surgió de su boca, y gritaron: «Está muerto».
Durante este intervalo los fantasmas parecen haber fortalecido su posición en el relato y han desplazado totalmente a los dos jóvenes. Si cabe, la narración es aún menos coherente.
Después de otro mes el sujeto lo intentó de nuevo, y obtuvo:
Cuento
Había fantasmas. Tenía lugar una pelea entre ellos. Uno preguntó: «¿Dónde están las flechas?» El otro dijo: «Están en la canoa». Hirieron o mataron a un gran número de los combatientes. A uno de ellos lo hirieron, pero no se sintió enfermo. Lo llevaron a su pueblo que estaba a varias millas remando en la canoa. Al día siguiente algo negro surgió de su boca y gritaron: «Está muer-
132 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
La primera parte del relato ha desaparecido completamente y todo él se ha convertido ahora en una lucha entre fantasmas. Los detalles dominantes parecen haberse suprimido o dominar casi todo el resto. Al sujeto en cuestión, su relato le parecía bastante claro, pero comparado con las versiones precedentes parece muy brusco e inconexo.
f) Por último, elegiré dos recuerdos entre los varios producidos después de mucho tiempo. Representan métodos y procesos totalmente distintos. Cada uno a su modo, plantea problemas interesantes.
La versión siguiente se obtuvo después de seis años y medio de la lectura original. El sujeto (W) sólo había dado previamente la reproducción «inmediata», con las características habituales: algunas abreviaciones, pequeña modernización de la terminología y un comentario realizado al final, después de la reproducción, sobre el hecho de que el «algo negro» debía de ser el alma del hombre según la «antigua creencia egipcia». Al cabo de seis años y medio me encontré casualmente de nuevo con este hombre y se ofreció voluntariamente para recordar el relato. Lo recordó por etapas, cavilando y dudando, pero con una sorprendente facilidad global Daré esta versión exactamente como la escribió.
1. Hermanos.2. Canoa.3. Algo negro de la boca.4. Tótem.5. Uno de los hermanos murió.6. No puedo recordar si uno mató al otro o estaba ayudando al otro.7. Iban de viaje pero no puedo recordar por qué.8. Grupo en canoa de guerra.9. ¿El viaje es una peregrinación por razones filiales o religiosas?10. Estoy seguro ahora de que era una peregrinación.11. El objetivo tenía algo que ver con el tótem.12. ¿Fue en esta peregrinación cuando se encontraron con un grupo hostil
y mataron a uno de los hermanos?13. Creo que había alguna referencia a una selva sombría.14. Dos hermanos fueron en una peregrinación que tenía algo que ver con
un tótem, en una canoa por un río cuyas aguas fluían por una sombría selva. Durante la peregrinación se encontraron con un grupo de indios hostiles en una canoa de guerra. En la lucha murió uno de los hermanos y algo negro salió de su boca.
15. No estoy seguro de cómo murió el hermano. Puede que tuviera que ver con algún sacrificio.
16. La causa del viaje estaba relacionada tanto con el tótem como con la devoción filial.
17. El tótem era el dios familiar y por tanto estaba relacionado con la devoción filial.
Experimentos sobre recordar: b) E i método de reproducción repetida 133
Se trata de un brillante ejem plo de recuerdo obviamente constructivo. El sujeto estaba muy contento y satisfecho con el resultado de su esfuerzo y, en realidad, teniendo en cuenta la amplitud del intervalo, es notablem ente exacto y detallado. H ay bastante invención y precisamente en relación con sus invenciones es en lo que el sujeto se encontraba más contento y seguro: el tótem, la devoción filial, la peregrinación, fueron lo que consideró su repesca más brillante, y estaba casi igualmente seguro de la som bría selva, una vez que se le ocurrió. Parece como si el elemento de los «fantasmas» del original, que este sujeto conectó con las creencias egipcias y que ahora parece haber desaparecido por completo, estuviera en cierto modo activo y le ayudara a producir elaboraciones que adoptan las formas del tótem, la devoción filial, un bosque misterioso y una muerte en sacrificio. Debe señalarse que, tal y como fue construido el cuento, está lleno de racionalizaciones y explicaciones, y que la mayoría de los comentarios que el sujeto iba realizando aludían a la interconexión de varios hechos y estaban dirigidos a que la narración global fuera lo más coherente posible.
Compárese ahora este m étodo constructivo con un caso muy distinto. El intervalo todavía fue m ayor, casi exactamente diez años. La sujeto (C) leyó el relato en la prim avera de 1917. En 1919, me vio de improviso cuando le adelantaba m ontado en una bicicleta, e inmediatamente se encontró murmurando «Egulac», «Kalama». Después me reconoció y recordó la lectura de la narración y que esos nombres formaban parte de la misma. En el verano de 1927 se m ostró de acuerdo en recordar el relato. Escribió inmediatamente «Egulac» y «Calama», pero después se detuvo y dijo que no podía seguir. D ijo que tenía una imagen visual de una orilla arenosa y dos hombres en un bote río abajo. Sin embargo, al llegar a ese punto se detuvo.
En estos dos casos se m antienen aparentemente algunos detalles dominantes que se recuerdan con facilidad. Pero en el primero, los detalles constituyen la base sobre la que el sujeto edifica y construye otros nuevos, de modo tal que al final logra una estructura bastante completa. En el otro caso, los detalles dom inantes permanecen relativamente aislados. Casi con seguridad, se podía haber inducido al segundo sujeto para que uniera sus escasos detalles y quizás para que los ampliara. Pero consideré mejor para el propósito de estos experimentos intentar influir lo menos posible en el procedimiento de los sujetos.
134 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
4. Algunos aspectos de interés particular en La guerra de los fantasmas
a) Un posible caso de determinación afectiva
En este experimento se pasó La guerra de los fantasmas a veinte sujetos, de los cuales siete eran mujeres y el resto hombres. Si consideramos las dos excusas de los jóvenes para no unirse al grupo guerrero y vemos la forma en que se trataron, nos encontramos con que la mitad de los sujetos omitieron el argumento de «no tenemos flechas», ya fuera en la primera reproducción o en las sesiones siguientes. Seis de los diez sujetos que continuaron incluyendo la referencia a las flechas fueron mujeres. Por otro lado, excepto en las reproducciones a largo plazo, sólo dos sujetos, un hombre y una mujer, omitieron la referencia a los familiares. Cuatro hombres que dieron la excusa de las flechas en su primera sesión, la relegaron al segundo lugar y después la omitieron en las versiones siguientes. El método de la descripción ya ha puesto de manifiesto que la posición —que confiere cierta superioridad en los procesos de memoria al material que se presenta inicialmente en una serie— se puede alterar con facilidad. Casi todos los hombres que reprodujeron este relato habían estado en la guerra, se enfrentaban a la posibilidad de tener que ir pronto, o pensaban que deberían ir. Creo que no es caprichoso afirmar que este relato les recordaba su situación, y de hecho algunos así lo admitieron. La referencia a los familiares tenía una aplicación personal en la mayor parte de los casos y es más que probable que esa fuera la razón de que se convirtiera en un detalle dominante al recordar. Esta excusa también desapareció en las sesiones posteriores. La preocupación por los familiares de la que, si estoy en lo cierto, dependía su conservación era sólo de carácter efímero, y al desaparecer también se eliminó el material relacionado con ella.
b) Clima de «apoyo»
El punto siguiente puede parecer en un principio absolutamente fantástico. No obstante, a lo largo de todos estos experimentos había tenido en mente la conexión entre los procesos de memoria y el desarrollo de todo tipo de convenciones y formas convencionales de representación. Ahora bien, una característica extremadamente común en la literatura popular, es lo que se puede denominar «clima de apoyo»; la tormenta estalla antes del momento de la tragedia; un cielo apacible presagia un final feliz, etc. Me preguntaba qué tratamiento darían mis sujetos, en el
Experimentos sobre recordar: b) El método de reproducción repetida 135
caso de La guerra de los fantasmas, a la «noche tranquila y brumosa». Sólo la reprodujeron ocho, y cinco de ellos la eliminaron en seguida de sus posteriores versiones. De hecho el «clima de apoyo» parece pertenecer a una clase de rasgos que resultan muy efectivos para establecer una especie de atmósfera vaga, pero por regla general no proporciona detalles sobresalientes. Así, un sujeto que no logró indicar el tiempo atmosférico en una primera versión dijo sin embargo: «Me formé una especie de asociación, no sé cuál, en conexión con la noche densa y silenciosa en el río. Creo que me evocaba algo que había visto antes, pero no puedo recordar exactamente las circunstancias». Quince días después apareció en su versión del cuento: «La noche transcurría neblinosa en el río y durante un rato sólo fueron conscientes de su propia presencia». Parece que se nos presenta otro caso de aparición diferida de material en una reproducción.
A menudo cuando se registraban las circunstancias atmosféricas el clima se hacía de forma inexacta. «Dos indios —dijo un sujeto—, fueron a una ciénaga a la orilla de un lago para pescar. Sin embargo, la humedad del aire y la tranquilidad del agua perjudicaban su actividad». En una segunda sesión hizo que el tiempo estuviera «tranquilo» y el agua «turbia» y, por último, más adelante, afirmó: «El día era húmedo y con niebla». Otro sujeto señaló: «La noche era fría y brumosa»; y otro: «mientras estaban allí la oscuridad y la niebla aumentaron». Quizás lo que se evoca en tales casos sea, de hecho, meramente un «esquema de tiempo» que está en consonancia con un estado de ánimo dado, pero no con unas características meteorológicas detalladas.
c) E l orden de los acontecimientos
Si la sugerencia basada en los resultados del método de la descripción es correcta, el orden de los hechos de un relato tendría que mantenerse bastante bien en las reproducciones repetidas ya que parece probable que las palabras sean un material adecuado y apto para expresar el orden. En efecto, por lo general fue confirmado claramente en la presente serie de experimentos, pues se conservó el orden de los hechos. Pero cuando un incidente producía un interés inusual, ese incidente tendía a desplazar hechos que aparecían antes en la versión original. Como hemos visto en repetidas ocasiones desde el mismo inicio de este trabajo experimental, los rasgos sobresalientes son una característica de prácticam ente cualquier acto de observación por muy difíciles de analizar que sean tanto el acto como su objeto. Así, las dos excusas del joven indio se
136 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
trastocaron insoslayablemente excepto cuando una de ellas se perdía. Los fantasmas, una y otra vez, con mayor énfasis según transcurría el tiempo, iban siendo llevados hacia el comienzo de la historia. Pero en caso de que el sujeto se preocupara con la misteriosa muerte del indio, y considerara a los fantasmas meramente como fantasmas a la vez que secundarios, los hacía descender inconscientemente al último lugar del relato. También parecía que la tendencia a colocar unidades sorprendentes al principio fuera una característica especial de los sujetos visualizaclores, pero los datos a favor de este aspecto no se pueden considerar todavía muy definitivos.
d) La reproducción del estilo
El estilo, ritmo o construcción de una narración en prosa o verso probablemente guarde cierta analogía con la «regla de estructura» de una figura regular. Y así como hay algunas personas sensibles a lo último, así en muchos casos lo primero puede producir una primera impresión duradera. Casi todos mis sujetos que hicieron comentarios sobre La guerra de los fantasmas la describieron como «sucinta», «desarticulada», «bíblica», «incongruente», etc. Sin embargo, parece que el estilo es uno de esos factores a los que se responde con mucha facilidad, pero que raras veces se reproduce con fidelidad. Así, podemos reaccionar frente a una narración o a un argumento fundamentalmente por su carácter formal, podemos incluso recordarlo durante mucho tiempo por esta razón y, sin embargo, este aspecto formal puede revelarse completamente ineficaz a la hora de conformar una reproducción subsiguiente. La comprensión completamente satisfactoria no conduce necesariamente a una completa fidelidad en la reproducción; el buen oyente puede ser un mal imitador; el buen lector un mal escritor. Es muy probable que aparezcan en poco tiempo transformaciones de forma y estilo. En algunos de esos casos el sujeto, al intentar retener el estilo del original tal él lo concebía, utilizaba frases completamente pasadas de moda o inusuales: el joven «viró» hacia la orilla, refugiándose detrás de un «tronco postrado»; los guerreros, al ver a mucha gente, «tomaron contacto en consecuencia, con la orilla del río». Un sujeto que había producido una versión extremadamente desapasionada dijo: «traté de reproducir el relato original con toda su concisión». Obviamente la capacidad de responder a la forma no conlleva necesariamente la capacidad de reproducir o incluso de recordar dicha forma. Con todo, la propia forma puede ser un factor importante para que el recuerdo sea posible.
Experimentos sobre recordar: b) El método de reproducción repetida 137
g) Omisiones y trasposiciones más com unes
Eri' el caso de La guerra de los fantasm as sería una tarea tediosa y poco fructífera operar con la lista com pleta de omisiones y trasposiciones. Las más comunes fueron con respecto a 1) el título; 2) nombres propios; 3) cifras concretas; 4) el significado preciso de los fantasmas, y 5) las canoas.
Siete de los veinte sujetos omitieron en seguida el título, y diez de los restantes lo transformaron. Las variantes fueron: «Los dos jóvenes de Egulac»; «Cuento del fantasma de la guerra»; «Los fantasmas»; «El cuento de los fantasmas», etc. Creo que sería interesante intentar descubrir en qué medida los títulos de cuentos en general, las cabeceras de los periódicos y todo tipo de indicaciones iniciales influyen en la percepción y el recuerdo. Algunos experimentos no publicados, llevados a cabo en Cambridge por el difunto Profesor B ernard M uscio indican que su importancia normalmente se exagera mucho y, por lo que se puede comprobar, mis propios resultados apuntan en la misma dirección.
Antes o después se eliminaron los nom bres propios de todas las reproducciones, con la sola excepción de un caso en el que parecía que tras haber transcurrido diez años, se trataba del único detalle fácilmente disponible. Por regla general sufrieron cambios antes de desaparecer completamente. Egulac se convirtió en Emlac, Eggulick, Edulac, Eguliak; y Kalama se convirtió en Kalamata, Kuluma, Karnac, por dar sólo algunas de las variaciones.
Ningún sujeto retuvo durante más de una reproducción el tema de los fantasmas tal y como se había relatado en el original.
Todos los sujetos introdujeron «botes» en lugar de canoas en algún punto de la narración. Por regla general al cambiar a «bote», «remar» se transformó en «bogar».
Naturalmente hubo otras muchas omisiones en distintas reproducciones y también un considerable número de invenciones. Sus características generales fueron muy parecidas a las que m arcaron el desarrollo de la reproducción serial y se discutirán mejor en conexión con ella.
5. Algunos temas generales originados por el uso del métodode la reproducción repetida
Aunque todos los ejemplos que se han presentado en este capítulo se refieran a La guerra de los fantasmas, cada uno de estos aspectos podría haberse ilustrado igualmente bien con la reproducción repetida de otro
138 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
material. Utilicé ocho relatos distintos, varios pasajes descriptivos y expositivos y una considerable cantidad de material gráfico. El método general de trabajo y la línea general de los resultados fueron constantes salvo algunas variaciones en función de los distintos tipos de material empleado. Tomaron parte en los experimentos distintos sujetos y tanto el campo temático como los estilos del material fueron muy amplios, circunstancias que no llevaron a diferencias esenciales, dejando al margen algunos puntos individuales específicos. Al plantear de forma general algunas de las conclusiones más amplias que se pueden extraer en esta etapa de modo provisional, tendré en cuenta todo el trabajo en su conjunto.
a) Persistencia de la «forma» en la reproducción
La característica más general de todo este grupo de experimentos fue la persistencia en todos los sujetos de la «forma» de su primera reproducción. La gran mayoría de los cambios que se introdujeron en el relato —excepto cuando se produjeron intervalos de tiempo realmente muy amplios— se efectuaron en los primeros estadios del experimento, con la única pero probablemente importante excepción de unos pocos sujetos marcadamente visualizadores. De hecho, parece ser que tanto en la recepción original como en el recuerdo subsiguiente predomina la respuesta a un esquema, forma, orden y disposición general del material. La «regla de la estructura» operó con frecuencia en los experimentos de percepción; el «bosquejo general» desempeñó una parte relevante para establecer respuestas de imágenes; en la descripción de los rostros, la «impresión general» fue extremadamente importante y, en este caso, al igual que en otros, se etiquetó un relato en el mismo momento en que se presentó, se dijo que era de tal o cual tipo y, que poseía determinados detalles sobresalientes. El tipo establecido proporcionaba la forma del relato y, por regla general solían reaparecer uno o dos detalles llamativos, con cambios tan mínimos como los que se producían en la misma forma. Los restantes detalles se omitían y reordenaban produciéndose estos dos últimos procesos muy rápidamente en general, a la vez que las omisiones se mantenían durante períodos prácticamente indefinidos. Con todo, aunque la forma general, esquema o plan de un párrafo de prosa se mantuviera con cambios relativamente pequeños una vez que se había efectuado la reproducción, el estilo real del original, como ya he mostrado, se transformó casi en todos los casos de modo rápido e inconsciente.
Dicha persistencia de la forma se acentuó especialmente en el archico- nocido tipo de relato «acumulativo», lo que quizás tenga que ver con el
Experimentos.sobre recordar: b) El método de reproducción repetida 139
h ech o de que las narraciones de este tipo son más frecuentes que cualesquiera otras en los relatos populares de distintos grupos sociales. Los dos relatos,que utilicé con esta form a de construcción fueron acogidos casi s iem p re con la observación: «S í, es un cuento del tipo de 'La casa que construyó JackV
La forma, plan, tipo o esquema de un relato parece ser el factor predominante y más permanente en este tipo de material cuando hablamos de adultos instruidos normales. Podría seguirse experimentalmente el desarrollo de la respuesta a la form a para así determinar su importancia relativa en individuos de edades y categoría intelectual diferentes. Posiblemente, una vez que se establece la respuesta a la forma, su estabilidad y efectividad pueden deberse a que poseen un carácter marcadamente afectivo. Este aspecto, así como el estudio de los mecanismos por los que se producen las transformaciones de los detalles, se estudiará más adecuadamente cuando se tome en consideración qué función desempeñan los procesos de racionalización en el curso de la reproducción repetida.
b) Los procesos de racionalización
Hay una distinción m arcada y muy conocida tanto en el percibir, como en el recordar entre la reacción directa a lo que está literalmente presente y la reacción guiada por alguna tendencia que proporciona a lo presentado un contexto y una explicación. Dicha última tendencia siempre está presente en cierta m edida en ambos casos, pero su importancia y prominencia pueden diferir mucho de uno a otro. En estos experimentos se introdujeron a veces en las reproducciones razones concretas y explícitas que dieran cuenta del m aterial que había sido presentado sin ninguna explicación. En ocasiones, sin haberse producido una formulación concreta de las razones, se modificó el m aterial de modo que el observador lo pudiera aceptar satisfactoriamente sin más preguntas. El primer proceso parece un caso particular del segundo. Ambos tienen la misma función general en la vida mental y discutiré ambos bajo el encabezamiento de racionalización.
En estos experimentos, la racionalización se aplicó a veces al conjunto del relato y otras a detalles concretos. En el primer caso, el proceso expresaba la necesidad que prácticam ente todos los observadores instruidos sienten de que un relato debe tener un contexto general. Casi nunca se dio una actitud de simple aceptación al comienzo. Cada relato que se presentó tenía que ponerse en relación —con seguridad globalmente, y a ser posible también en cuanto a sus detalles— con algo más. Se trata natural
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mente del factor que he llamado «esfuerzo en pos del significado», que reaparece de nuevo. Podría decirse que hay un esfuerzo constante por lograr que el material presentado tenga el máximo significado posible. Este enunciado es correcto en la medida en que se entienda que el máximo significado implica el esfuerzo del sujeto para descubrir esa conexión en relación con un relato dado. No obstante, en este sentido, la naturaleza del significado puede ser sutil e indeterminada, y aparentemente también negativa.
Por ejemplo, una observación muy común en los relatos populares utilizados fue: «Esta narración no es inglesa». A veces la narración se convirtió en satisfactoria cuando recibió la denominación de «sueño». «Es claramente un sueño encubierto de asesinato», dijo una observadora. Procedió a interpretarlo siguiendo el simbolismo moderno y el relato se aceptó sin mayores problemas adicionales.
De hecho, para aceptar y abordar todo el material que se recibe de algún modo hay que etiquetarlo de cierta manera. Con frecuencia basta con una etiqueta negativa. Cuando un inglés dice que un relato «no es inglés» puede proceder inmediatamente a aceptar con poca resistencia el material extraño, inusual e incluso incongruente. La forma en que se desarrollan estas etiquetas y los modos en que se asumen los estereotipos de la sociedad son temas de interés y que no se encuentran fuera del alcance de los estudios experimentales.
La racionalización que se interrumpe en cuanto encuentra una etiqueta es interesante por dos razones. En primer lugar, el proceso no es taxativamente un mero problema de relacionar el nuevo material que se presenta con los antiguos conocimientos adquiridos. Depende primordialmente de las predisposiciones activas o de las tendencias de reacción específicas que el nuevo material despierta en el observador, y son estas tendencias las que ponen en relación lo nuevo con lo antiguo. Considerar algo y que el que se acepte ocupe un lugar determinado en la vida mental es sencillamente un problema de encaje en sistemas de percepción ya formados, significa no tener presente que el ajuste es un proceso activo que depende directamente de las tendencias y predisposiciones previas que el sujeto lleva a la tarea. El segundo aspecto es que este proceso de racionalización es sólo parcialmente —podría decirse que sólo indolentemente— un proceso intelectual. Es indudable que intentar, aunque sea de modo poco preciso, establecer conexiones entre cosas es siempre un proceso intelectual en cierto grado; pero el esfuerzo se detiene cuando se da una actitud que se describe de la mejor manera como «de no hacer más preguntas». El estado final es fundamentalmente afectivo y, una vez que se alcanza —lo que generalmente ocurre muy rápido—, reaparece con
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presteza, y esto es sobre todas las cosas lo que explica la persistente igualdad de la reproducción repetida.
La racionalización, que proporciona al material considerado como un todo su marco apropiado, es sólo una parte del proceso total. También hay que abordar los detalles, y cada cadena de reproducción ilustrará el modo en que el proceso de racionalización se aplicó a elementos particulares.
El método más directo es el de proporcionar lazos de conexión precisos y estables entre las partes de material que están desconectadas prima facie. Las versiones al uso de la mayoría de los relatos populares parecen torpes, quizás con cabos sueltos que encajan juntos muy mal, lo que se debe a un contexto social marcado que hace posible que los narradores y oyentes den por sabido lo que no se expresa. Si las reproducciones se obtienen en una com unidad social distinta de la que desarrolló la versión original, el sujeto establece los lazos de unión casi siempre de forma inconsciente. En La guerra de los fantasmas los sucesos se siguen unos a otros, aunque por regla general no se establece la relación entre ellos. La situación es similar a la que se enfrentaría el espectador de una de las primeras películas cinematográficas en las que se hubieran omitido los rótulos explicativos habituales. En los experimentos, los sujetos proporcionaban los rótulos, pero sin darse cuenta de que lo estaban haciendo. «Ellos (es decir, los jóvenes) oyeron que se les acercaban unas canoas, y por tanto se ocultaron....»; «uno dijo que no iría puesto que los familiares no sabían dónde estaba»; «Oyó que los indios gritaban: 'Vamos a casa puesto que el hombre de Egulack está herido’»; «El joven no se sentía mal (es decir, herido) pero sin embargo ellos se marcharon a casa (evidentemente las fuerzas contrincantes tenían bastantes ganas de dejar de luchar)»] «Cuando regresó el joven encendió un fuego (probablemente para cocinar su desayuno)». Todas estas partículas y frases pertenecen a la versión de uno de los sujetos y se podrían ofrecer ejemplos semejantes en casi todos los casos. El resultado neto es que el relato tiende a quedar privado de todas sus formas sorprendentes, raras y de apariencia incongruente, para ser reducido a una narración metódica. Se le despoja de todos los elementos que incomodan y confunden al lector y se le proporcionan nexos asociativos que en la form a original se suponían sobreentendidos.
Supongamos, no obstante, que a los mismos observadores se les presentan pasajes con argumentos bien ordenados y se les pide que los reproduzcan. No quiere decir que se retengan y reaparezcan los lazos conectivos que sí se proporcionan en esta ocasión. Cumplen su función haciendo que el m aterial parezca coherente. La forma de lo que se presenta puede producir ese efecto, incluso aunque apenas se haya reparado en los elementos sobre los que se ha construido dicha forma. Todo obser
142 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
vador normal instruido se esfuerza por encontrar lazos asociativos, lo que no implica la reproducción fidedigna del tipo de conexión o del tema de tales lazosvcuando se dan.
La racionalización, por lo que respecta a la forma, tiene su máxima expresión en la concatenación de hechos dentro de los relatos; por lo que respecta a los detalles del material, la racionalización se efectuó normalmente al conectar los elementos dados con algo externo al relato y que el propio observador proporcionaba, lo que guarda una analogía con lo que denominé «importación» en el método de la descripción. Hubo tres tipos fundamentales.
En primer lugar, se encuentra el proceso que en todos los casos fue consciente en las etapas iniciales pero produjo después transformaciones inconscientes de conectar el material con otro tema externo al relato, pero de la misma naturaleza general. Por ejemplo, el «algo negro» de La guerra de los fantasmas se interpretó frecuentemente como una materialización del aliento del hombre agonizante. Asimismo, se aceptó un ejemplo que narraba que el pico de un cuervo se había convertido en un cuchillo, y se preservó tenazmente considerándolo que era un símbolo en un sueño de asesinato. Puede que decir que estos casos son «conscientes» no sea estrictamente exacto. Normalmente, antes de formular la explicación se produce cierta demora, y en todos los casos el material racionalizado se considera primero como simbólico. Con la reproducción repetida, los materiales o hechos simbólicos reemplazan finalmente de forma completa a lo que simbolizaron en el original. Es probable que, en sentido psicológico, todos los procesos de simbolización estén subordinados a un proceso de racionalización más amplio, y que la etapa final del proceso completo de simbolización sea la destrucción del símbolo6.
El segundo proceso de racionalización, tal como ocurrió aquí, fue inconsciente desde el comienzo hasta el final. La transformación de «algo negro» en «echar espuma por la boca» fue uno de los casos, así como lo fue el que varios sujetos introdujeran una «isla» en La guerra de los fantasmas. Es probable que sean del mismo tipo los cambios que se produjeron en la frase final aparentemente irrelevante de una de las leyendas: «Y así fue como el loro nunca regresó a casa», que pasó a: «y así fue como el loro volvió a casa al final, y aquí se acaba el cuento». En este tipo de racionalización no había ninguna simbolización, en el sentido propio del término. El material empleado no tenía un doble significado en ningún momento de la transformación, como se pudo constatar.
Este es el tipo de racionalización en que los intereses y peculiaridades individuales desempeñan un papel más claro. En el primer tipo esa parte del proceso que es inconsciente tiende a seguir las líneas de la creencia al
Experimentos sobre recordar: b) El método de reproducción repetida 143
uso, o los modos de expresión lingüística que se han configurado como hábitos generales de comunicación de una comunidad. Por tanto, es probable que se manifiesten los mismos desarrollos en diferentes miembros del mismo grupo social. En el tercer tipo, como voy a mostrar a continuación, aunque el proceso sea inconsciente, es muy probable que los resultados muestren el mismo carácter en una comunidad dada. Es en el segundo tipo en el que los prejuicios e intereses individuales determinan de modo más directo las transformaciones efectuadas.
Por ejemplo, se obtuvo una serie larga de reproducciones de un relato provenzal, al que se puede denom inar Los ciudadanos y la plaga. El último parráfo de este relato en la versión original fue:
Esta ciudad se asemeja al m undo, porque el mundo está Heno de individuos dementes. ¿No es la m ayor sabiduría que puede tener un hombre amar a Dios y obedecer su voluntad? Pero ahora esta sabiduría se ha perdido, y la codicia y la obcecación han caído como lluvia sobre la tierra. Y si alguien escapa a esta lluvia, sus com pañeros lo tienen por demente. Han perdido la sabiduría de Dios, así que dicen que es un demente quien ha perdido la sabiduría del mundo.
Esta moraleja se fue elaborando y acentuando progresivamente en una serie de reproducciones sucesivas. El sujeto satisfizo inconscientemente un espíritu m oralista muy desarrollado. Su versión se mantuvo con gran exactitud pero, si se com para con el resto de la narración, amplió el párrafo final y le dio un tono religioso más definido:
Esta gran ciudad es como el mundo. Porque en el mundo hay muchas personas, y sobre ellas caen en ocasiones plagas del cielo, y nadie sabe cómo llegan. Es bueno que los hom bres vivan sencillamente, y amen a Dios, y hagan su voluntad. Pero los hom bres se vuelven hacia otro lado y buscan la sabiduría y los premios del mundo, no p restan atención a la vida elevada y sencilla. Y por ello, a los pocos que in ten tan servir a Dios y vivir sencillamente, como Él desea, el resto los desprecia, y al estar solos en la postura correcta, los alienados los consideran dementes.
En este caso no se dan transformaciones muy grandes pero el énfasis aumenta de modo considerable. Se ha tomado un elemento racionaliza- dor original del relato y se ha desarrollado de modo que desempeñe una parte de mayor im portancia en el conjunto global. Este desarrollo se debió directamente a un interés individual marcado, aunque el sujeto no fue en absoluto consciente de esa intervención.
El tercer tipo de racionalización está muy relacionado con el segundo.
144 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
Por ejemplo, cuando algún detalle particular, y probablemente aislado, se transforma inmediatamente en una característica más familiar. Así, la «canoa» rápidamente se convierte en «bote»; «remar» en «bogar»; un «cacahuete» en una «bellota»; un «gato salvaje» en un «gato» normal; «Kashim» (nombre propio de un refugio) en «cabaña», y así sucesivamente en un gran número de casos distintos.
Tanto el segundo como el tercer tipo de racionalización son inconscientes; ninguno de los dos ofrece explícitamente razones concretas, y ambos consisten en cambiar lo relativamente poco familiar por lo relativamente familiar. Pero el segundo se caracteriza por ser individual, de modo que un incidente se transformará o desarrollará de modo distinto cuando lo aborden observadores distintos, mientras que el tercer tipo mostrará los mismos resultados siempre que los observadores pertenezcan a la misma clase o grupo social. Los cambios de este tipo, casi todos ellos concernientes a nombres de objetos comunes, oraciones especiales o similares, pueden ser, por tanto, de particular importancia al intentar establecer la línea de paso de material de un grupo social a otro.
La función general de la racionalización es la misma en todos los casos. Convertir el material en aceptable, comprensible, cómodo, coherente; eliminar todos los elementos enigmáticos. Por ello es un factor poderoso en todos los procesos perceptivos y en los reproductivos. Las formas que adopta tienen con frecuencia una importancia directamente social.
c) Qué determina los detalles sobresalientes
Al percibir y recordar, siempre tenemos que prestar atención tanto a un contexto general como a los detalles sobresalientes. A primera vista parecen diferentes los problemas que plantea la permanencia de ambos. A veces el contexto parece mantenerse, mientras que los detalles desaparecen casi por completo; o puede que el contexto se desvanezca y sólo se recuerden unos pocos detalles sobresalientes. Es más normal que ambos subsistan en cierto grado.
Hay cuatro grupos de casos comunes que claramente determinan los detalles sobresalientes:
1. Hay una marcada suposición —que se refuerza decisivamente en la medida en la que el observador se aproxima al tipo de vocalizador auténtico— de que las palabras o expresiones populares en el momento del experimento en el grupo al que pertenece el observador se destacarán y
Experimentos sobre recordar: b) Eí método de reproducción repetida 145
reproducirán sin cambios de forma, aunque posiblemente se alterará su posición.
,2. Es casi seguro que cualquier palabra, o combinación de palabras, o cualquier acontecimiento que parezca gracioso se reproducirá, siempre que se retenga el significado humorístico. No obstante, es muy probable que lo cómico cambie porque las fronteras de lo que parece gracioso son muy amplias y variables entre los individuos. Los nombres propios, por ejemplo, que tienen una peculiar facilidad para producir hilaridad, reaparecerán con mayor probabilidad en proporción con la risa que produzcan, pero al mismo tiempo es completamente posible que se transformen.
3. El material que estimula directa o indirectamente intereses previos reaparecerá con seguridad. Es probable que el tono afectivo que acompaña la aparición de dichos intereses sea un factor importante. Ciertamente, no siempre el afecto es agradable. En general, los resultados indican que si el material interesante es agradable, los cambios tenderán a elaborarlo y desarrollarlo; si el afecto es desagradable, es más probable que aparezcan distorsiones. En estos casos, parece que la permanencia del material se debe más bien al interés o predisposición evocado que directam ente al propio sentimiento. No obstante, se deberían tener en cuenta en este punto los datos obtenidos con otros métodos.
4. Hay una enigmática clase de material que resulta sorprendente en virtud de su trivialidad. Es indudable que se precisan muchos análisis adicionales para decidir por qué y cuándo el material se considera trivial. Pero cuando todo lo que se puede decir al respecto se haya dicho, seguirá resultando a menudo sorprendente lo trivial, y como tal será probable que se retenga.
La mayoría de estos aspectos quedarán ilustrados sin duda con los resultados del método de reproducción seriaf.
d) Invenciones o importaciones
Ya he tratado de la importación o invención en relación con el método de la descripción. Pocos datos adicionales se pueden obtener de los resultados del método de reproducción repetida, pero los existentes confirman nuestras conclusiones anteriores. La mayoría de las importaciones afectaron a los últimos estadios de las reproducciones y con frecuencia su origen puede deberse a la actuación de imágenes visuales. Hubo dos factores importantes: en primer lugar, la actitud o punto de vista del sujeto en relación con una narración concreta; y, en segundo, la utilización de cualquier material que parezca adaptado o apropiado a este punto de vista y
146 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
que sea presentado claramente. En particular, esta actitud o punto de vista fue el factor capital en muchos casos de recuerdo a largo plazo. Aparentemente, un material perteneciente a contextos muy variados puede estar de alguna manera conectado con la actitud. Si llegaba a la mente claramente algún material de este tipo en el momento de la reproducción, como es el caso de la imagen visual concreta y bien definida, conseguía su incorporación al relato. Así es como el «tótem» entró en La guerra cíe los fantasmas. La «peregrinación» y la «piedad filial», cada uno con un símbolo visual concreto, tenían la misma explicación. Con todo, debo confesar cierta desilusión porque estas series de experimentos hayan dado sólo escasas pruebas de importación.
Una cosa emerge de forma precisa. Las narraciones acumulativas del tipo La casa que Jack construyó o La mujer que fue al mercado favorecieron definidamente la invención. Lo ejemplificaré cuando trate los resultados del método de reproducción serial8.
e) Dilación en los cambios manifiestos
Ya he indicado que algunas veces los cambios se prefiguraron antes de que recibieran un lugar explícito en las reproducciones9.
Por ejemplo, un observador que había finalizado una de sus reproducciones señaló casualmente: «Tengo una especie de sensación de que había algo sobre una roca, pero no consigo que encaje». Le dio poca importancia y finalmente rechazó la idea. Dos meses después, sin mediar una palabra de comentario o explicación, la roca ocupó su lugar en el relato. No había roca en el original.
Las distintas transformaciones o importaciones que aparecieron en las reproducciones de los observadores podían terminar conectándose juntas en el transcurso de las reproducciones sucesivas; y también, en varios casos, las narraciones volvieron a su forma original después de un intervalo en el que se habían producido desviaciones del original. Por tanto, parece que pueden estar actuando influencias que tienden a establecer la forma final del material recordado que no logran encontrar una expresión inmediata.
Esta dilación —de la que contamos con numerosos ejemplos en la experiencia diaria— origina problemas difíciles. Uno de los motivos es que parece indicar que cuando se intenta establecer relaciones causales entre procesos físicos, las secuencias temporales directas algunas veces pueden tener poca importancia comparativa. La condición dominante de una respuesta concreta, no nos permite enfrentarnos con certidumbre a otras re
acciones que preceden inmediatamente a la que estamos intentando explicar.
, Un estímulo concreto o un rasgo de una situación, provocan la tendencia a responder de una manera específica. Al principio dicha tendencia se pone a examen y puede que no produzca resultados manifiestos, o que sean débiles. Aparentemente, la tendencia inexpresada puede ganar fuerza a medida que pasa el tiempo y, por tanto, afectar a la respuesta de modo manifiesto; o bien otras tendencias excitadas simultáneamente pueden perder fuerza, y por esta razón también puede aparecer un nuevo cambio explícito de respuesta.
¿Cómo se explica que una tendencia no expresada pueda ganar fuerza? Parece que hay poca base real para mantener, como hacen algunos, que el mero examen, supresión o condena de una tendencia es capaz de añadir fuerza a esa tendencia. Pero quizás sea más sostenible el que una tendencia más débil puede ganar fuerza al asociarse con una más fuerte. Muchos de los cambios explícitos aparecieron en íntima relación con otras transformaciones que se habían hecho realmente con anterioridad en la serie de reproducciones. Por ejemplo, un sujeto al tratar La guerra de los fantasmas dijo primero que se «oía avanzar» al grupo guerrero: tres meses más tarde «marchaban hacia adelante». Primero consideró que la única canoa mencionada pertenecía a los jóvenes que acompañaban al grupo, y más tarde describió a los guerreros como «una fuerza terrestre». En sus últimas versiones, ambos jóvenes inconscientemente fueron obligados a hacer la expedición, porque ambos estaban escondidos detrás de un tronco, un detalle que causó una notable impresión en este sujeto al comienzo del experimento. En la primera reproducción al indio le «dispararon», más adelante le «hirieron con una bala». Más adelante él «gritó: ‘Estamos luchando con fantasmas’», pero al principio no había gritado, sino que sólo lo había «pensado». Es muy probable que la dilación de algunos cambios manifiestos se deba a que se unen tendencias que son inicialmente débiles, con otras que son más fuertes que ellas. Con todo, no hay datos reales para demostrar cómo tiene lugar, si es que efectivamente ocurre.
Por otro lado, transformaciones tales como la mención de una roca seis semanas después de la primera reproducción de un relato y su introducción dos meses más tarde parecen más bien un caso de debilitamiento de ciertas tendencias y del consiguiente fortalecimiento relativo de otras; porque el cambio manifiesto, cuando aparece, no parece que esté conectado específicamente con ningún cambio precedente. El poder sostener este punto de vista, y con qué sentido, depende de los datos experimentales concretos sobre el efecto del paso del tiempo sobre tendencias dife
Experimentos sobre recordar: b) El método de reproducción repetida 147
148 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
rentes y, en particular, sobre las que compiten entre sí. A juzgar por las apariencias, no hay más razones para suponer que las tendencias se debilitan con el paso del tiempo que las existentes para decir que se fortalecen simplemente cuando se les niega su expresión inmediata.
Por último, la idea de que una tendencia no expresada durante largos períodos de tiempo siga teniendo capacidad para ponerse en funcionamiento, aunque esté latente a efectos de su manifestación externa o de su observación interna, no es fácil de comprender. Muchos hechos de la vida mental parecen exigir esta noción, pero es evidente que necesita que se considere muy críticamente.
6. Resumen de las principales conclusiones extraídas del método de reproducción repetida
L Parece que la exactitud en la reproducción, en sentido literal, es la rara excepción y no la regla.
2. La forma general o bosquejo se mantiene de forma notable a través de una cadena de reproducciones obtenidas de un mismo individuo, una vez que ha dado la primera versión.
3. Al mismo tiempo, el estilo, ritmo y modo concreto de construcción raramente se reproducen fielmente, aunque la reacción ante ellos sea inmediata.
4. La forma y elementos de los detalles que se recuerdan se vuelven estereotipados y sufren pocos cambios con las reproducciones frecuentes.
5. La omisión de detalles, la simplificación de acontecimientos y estructura, y la transformación de los elementos en detalles más familiares pueden continuar de forma casi indefinida cuando las reproducciones no son frecuentes, siempre que siga siendo posible la evocación sin ayuda.
6. Al mismo tiempo, la elaboración se hace bastante más habitual en algunos casos de recuerdo a largo plazo; la importación o invención se pueden incrementar con la ayuda de imágenes visuales, como en el caso del método de la descripción.
7. El recuerdo a largo plazo es de dos tipos como mínimo:
a) El contexto general, fundamentalmente expresado por la actitud del sujeto hacia el material, sigue actuando, así como también los detalles sobresalientes. El proceso de memoria es notorio y obviamente constructivo y se utilizan mucho las inferencias.
b) Parece que sólo actúan uno o dos detalles aislados aunque llamativos.
Experimentos sobre recordar: b) Ei método de reproducción repetida 149
8. Un detalle sobresale cuando se adecúa a los intereses y tendencias previos del sujeto. Se recuerda entonces, aunque a menudo transformado, y tiende de forma progresiva a ocupar un lugar anterior en reproducciones sucesivas.
9. Hay ciertos indicios, como en el caso del método de la descripción, de que la influencia de la actitud afectiva se puede intensificar en algunos casos con el paso del tiempo.
10. En los recuerdos sucesivos, destaca la racionalización, la reducción del material a una forma en la que se pueda tratar fácil y «satisfactoriamente».
11. Este proceso, a menudo basado asimismo en una actitud afectiva, es el que proporciona la referencia, marco o contexto específico sin el que no habría recuerdo persistente.
12. O bien, una vez más, la racionalización puede tener que ver con los detalles, uniéndolos todos explícitamente y haciendo que se conviertan en coherentes, o enlazando un detalle determinado con otro que no estaba realmente presente en el contexto original.
13. En el último caso, la racionalización presenta tres formas fundamentales:
a) El material dado se conecta inicialmente con algo —normalmente con alguna explicación formulada de forma precisa— y se trata como un símbolo de ese otro material. Finalmente, tiende a ser reemplazado inconscientemente por lo que ha simbolizado.
b) Todo el proceso de racionalización es inconsciente y no implica simbolización. En este caso, al poseer características peculiares del individuo que lo efectúa, debidas directamente a su temperamento y carácter concretos.
c) Los nombres, expresiones y acontecimientos se modifican inmediatamente para que aparezcan con las formas habituales dentro del grupo social al que pertenece el sujeto.
14. Existen datos sobre la dilación en los cambios explícitos; estas transformaciones se prefiguran semanas, o quizás meses, antes de que aparezcan de hecho.
Capítulo 6 EXPERIMENTOS SOBRE RECORDAR c) El método de escritura de dibujos
1. Introducción
Cuando estaba planeando esta investigación, a comienzos de 1914, me hallaba especialmente interesado en la forma en que se desarrollan dentro del grupo social los modos convencionales de representación y de conducta, así como su transmisión de un grupo a otro. Una cosa se hace convencional gracias a una combinación de pequeños e innumerables cambios introducidos por un gran número de individuos. No es absurdo suponer que pueda existir un paralelismo entre estos procesos y el desarrollo, durante la acción individual de recordar, de modos de representación o de reacción relativamente fijos y estereotipados. No cabe duda de que existen factores de origen social que influyen directa y poderosamente en buena parte del proceso humano del recordar. El influjo de estos factores puede haber permanecido oculto debido a la clase de métodos de laboratorio utilizados habitualmente para estudiar la memoria que se sirven de un m aterial excesivamente artificial. No obstante, parecía factible diseñar experimentos que pudieran ayudar a mostrar cómo el sujeto humano, m ediante la acumulación de muchos pequeños cambios, lleva a término reacciones y modos de representación que son auténticamente convencionales para él. Quizás, también pudieran arrojar alguna luz sobre las formas en que dichos cambios, conforme van circulando entre los miembros de una comunidad, llegan a desarrollar gradualmente formas convencionales que se hacen habituales dentro de un determinado grupo social. Se prepararía así el camino para un estudio más preciso del modo en que actúan las convenciones establecidas de un grupo cuando se introducen en otro con convenciones distintas.
Entre el m aterial social que ilustra este proceso de convencionalización no hay ninguno tan llamativo como el constituido por los signos del
151
152 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
lenguaje escrito. En prácticamente todos los casos, comenzaron siendo dibujos realistas, para gradualmente irse convirtiendo en signos convencionales no representativos. Cuando se estudian los procesos de esta evolución, se toma en cuenta especialmente tanto el análisis de las formas gráficas, como el de los sonidos asociados. Mediante dicho análisis, según parece, lo que originalmente se aceptaba simplemente como un todo acaba por convertirse en una parte convencional del mismo; dichas partes se organizan finalmente en formas, palabras y oraciones muy variadas. Así por ejemplo, las formas alfabéticas comunes fueron originalmente dibujos realistas de distintos objetos, de los que han sobrevivido algunos de sus componentes, hasta llegar a ser completamente convencionales, incorporándose a las muchas combinaciones del lenguaje escrito que utilizamos a diario1. Desde la perspectiva de una descripción objetiva, no cabe duda de que así es como suceden las cosas exactamente; pero desde un punto de vista psicológico, parece improbable que exista un esfuerzo consciente de análisis en relación con el proceso. Muy probablemente lo que origina el análisis es precisamente esa especie de preeminencia de ciertos elementos de una totalidad compleja que ya se ha ilustrado en varias ocasiones en el transcurso de estos experimentos.
Sea como fuere, parecía posible usar un material con signos gráficos en reproducciones seriales y repetidas para intentar descubrir cómo un individuo, o una serie de individuos, se comporta frente a dichos caracteres.
La utilización de este tipo de material poseía ventajas adicionales. Es indudable que al interrogar a una persona sobre una representación nos estamos alejando de las condiciones de la vida cotidiana. Las acciones y reproducciones habituales se producen en su mayoría de forma ocasional y accesoria respecto a nuestras preocupaciones primordiales. Comentamos con otras personas las cosas que vemos para valorarlas y criticarlas, o comparamos nuestras impresiones con las de los demás, pero normalmente no nos molestamos en buscar una total precisión de forma directa y expresa. Mezclamos la interpretación con la descripción, interpolamos cosas no presentes originalmente, transformamos las cosas sin esfuerzo y sin darnos cuenta de ello.
Cuando se sabe que se está realizando un experimento, no es posible liberarse del todo de la tarea de reproducir literalmente el material. No obstante, podemos aproximarnos más al ideal de lo que se hace por regla general. El método de escritura de dibujos intenta evitar, como mínimo, la actitud esforzada propia de las reproducciones rápidas y difíciles. Los signos se reproducen, tanto en los experimentos como en la vida real, no tanto por lo que son como por lo que representan, o por lo que significan.
Experimentos sobre recordar: c) El método de escritura de dibujos 153
Soy totalmente consciente de que el método se puede criticar por muchas razones. Las series de signos que he utilizado podrían mejorarse a la luz de ios resultados obtenidos. Pero, al margen de todo esto, tanto el método como el m aterial ofrecen aspectos de interés considerable y parecen susceptibles de u lteriores desarrollos. Además, promueven unas condiciones que se corresponden en cierta medida con las que han dado origen a los signos convencionales de uso común.
2. Descripción del m étodo
El material utilizado consistió en tres series de signos seleccionados o construidos de form a más o menos arbitraria, que los sujetos tenían que utilizar en lugar de las palabras asociadas con ellos. Los signos se reproducen en la Lám ina III.
En total había 80 signos 2. Algunos eran directamente representativos, otros eran tam bién representativos pero resaltaban algunos detalles en particular; asimismo se diseñaron otros para provocar asociaciones secundarias y favorecer así las transformaciones; también se encontraban los denominados norm alm ente —con bastante inexactitud— «sin sentido». En un caso —tendrían que haber presentado algunos más— se dieron dos signos para la m ism a palabra. Obviamente no se puede establecer una única clasificación. C ada sujeto clasifica el material a su modo.
Muchos de los signos de la tercera serie son reproducciones del Décimo Inform e A n u a l de la Oficina de Etnología Americana, con algunas modificaciones, y constituyen signos gráficos utilizados por algunos grupos de indios am ericanos.
Cada signo, jun to con la palabra que le acompañaba, estaban escritos en una tarjeta. Se colocaba una serie de tarjetas boca abajo sobre la mesa. Las instrucciones eran:
En estas tarjetas hay varios signos de algunas palabras. Aprenda a conectarlos de modo que si posteriorm ente se le dice la palabra pueda reproducir el signo correspondiente. Puede estudiar los signos de la forma y en el orden que prefiera, pero no dibuje encima de ellos con lápiz o pluma. Tiene siete minutos —quince en el caso de la tercera serie— para aprenderlos. Si piensa que los ha retenido antes, dígam elo y se los retiraré.
Después de algunos experimentos preliminares, el tiempo necesario para el aprendizaje se estableció en cada caso.
Tras un intervalo de quince minutos, que se ocupaba charlando o con otras tareas, le hacía un dictado al sujeto. Se le decía:
154 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
Le voy a dictar un relato corto en el que se utilizarán algunas de las palabras que tenían signos. Siempre que aparezca una palabra-signo, escriba el signo para representarlo. Escriba lo más rápido que pueda y no se preocupe por ser totalmente preciso. Le dictaré de modo que vaya escribiendo tan rápido como pueda.
Transcurridos quince días, se realizó un dictado adicional, otro al finalizar la siguiente quincena, y aún con posterioridad, siempre que fue posible. En la mayoría de los casos los signos no se expusieron para su observación más de una vez.
Participaron en el experimento 22 sujetos, que se enfrentaron a más de 1.200 palabras de prueba en conjunto. Se hicieron reproducciones repetidas durante períodos que oscilaron entre uno y nueve meses. Desgraciadamente no hice reproducciones después de períodos temporales realmente largos. Todos los sujetos eran adultos con buen nivel de educación.
3. Descripción de los resultados
Voy a tratar en detalle sólo los resultados del método que fueron resultado de reproducciones repetidas.
a) Métodos de aprendizaje
Como ya he señalado anteriormente, los métodos de observar y recordar deben estudiarse juntos. Cuando se presenta una serie con un material de este tipo a un adulto instruido casi siempre intenta clasificarlo en primer lugar. Excepto en dos o tres casos, extendían inmediatamente sobre la mesa todas las tarjetas de la serie y normalmente las agrupaban en seguida en tres grupos. El primero reunía todos los signos que parecían claramente representativos y era constituido con rapidez, para inmediatamente después ser apartado a un lado. El segundo grupo contenía los signos con alguna clase de asociación indirecta, y su estudio resultaba más detallado y prolongado. El tercero agrupaba los signos que el sujeto no podía relacionar con prontitud, de modo directo o indirecto, con la palabra que le acompañaba. En estos casos, se emplearon dos métodos opuestos. Algunos sujetos se centraron en forma y en las relaciones espaciales de las partes de cada signo, a asiderado éste como una unidad. Casi siempre describieron los resulta b as de este procedimiento como «simplemente recordar». El resultado t ^ico fue una imagen visual. Otros establecieron ingeniosas asociaciones, tanto indirectas como secundarias, que
Experimentos sobre recordar: c) El método de escritura de dibujos 155
fueron descritas en palabras. Cuando no podían encontrar tales asociaciones afirmaban que aquel signo era una «tontería» o un «absurdo» y, después; aparentem ente como paso previo preliminar para restablecerlo, invariablemente se calificaba en primer lugar con estas palabras3.
Habitualm ente se utilizaron subgrupos basados fundamentalmente en semejanzas o diferencias formales o espaciales. Se justificaron por razones de economía de esfuerzos, como resaltó el sujeto F, «Sólo necesitas saberte un signo de forma precisa y los otros, como son variaciones, se recuerdan». Naturalm ente, este fue el método más comúnmente utilizado en la tercera serie, dadas sus características.
También se agruparon los signos con un «referente común», poniéndose juntos todos los que «pertenecen a los hombres» o «pertenecen a la casa». Se establecieron diferenciaciones de forma similar, ya fueran de «significado», como «correcto» o «erróneo», o de «posición», como «brazo» o «caña». No obstante, hubo sujetos que, utilizando exactamente los mismos principios de clasificación, agruparon los signos de modos distintos.
En general, cada grupo de signos se aprendió por separado.Todos los sujetos consideraron que los signos representativos eran
sencillos, aunque varios de ellos .señalaron que ello no implicaba una reproducción exacta: «Sabes lo que son y no te preocupas más por los detalles». Cuando se consideraba fácil cualquiera de los otros signos, el sujeto quería decir que era fácil de reproducir; pero el criterio de los sujetos sobre este aspecto nunca garantizaba un recuerdo correcto.
Algunos de los signos, despertaron inesperadamente actitudes afectivas cuyo efecto en las reproducciones subsiguientes consideraremos más adelante.
b) Principios que controlan la omisión de signos
En todas las series de reproducciones obtenidas, se dejaron completamente de lado algunos signos. Se repitieron de modo constante cuatro casos generales de omisión.
1) E l prim er y más obvio principio, que prácticamente no precisa de un ejemplo experimental, es que todo material que el sujeto no pueda relacionar fácilmente con uno frente J. que ya ha reaccionado tiende a ser omitido. En este caso, si la forma del ssgno no tiene un significado representativo claro, es frecuente que éste desaparezca de las reproducciones del sujeto. Algunos de los signos del primor grupo se consideraron representativos inmediatamente. Por ejemplo:
156 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
para
© para
<3>f|para
tpara
para
En todos estos casos se produjeron frecuentemente distintos tipos de transformaciones, pero fueron muy raras las omisiones.
En otros casos, el sujeto no podía dar al signo un significado representativo preciso o inequívoco. Por ejemplo:
a para «trozo»;para «palabra»;
| j~¡ | para «rollo»; y -. | | — para «detrás».
Estos signos encabezaron la lista de omisiones.Una vez más se pone de manifiesto la absoluta necesidad, tanto al per
cibir como al recordar, de que exista un contexto o base en el que situar el objeto percibido o recordado. Una consideración psicológica tan simple y comprobada debería ser tenida siempre en cuenta por los que deseen indagar en los cambios culturales de un grupo social a otro. No es necesario que esa base se asigne conscientemente, ni que se formule explícitamente, pero debe estar presente en todos los casos en los que tiene lugar una transmisión cultural.
2) El segundo caso es fruto de la tendencia irresistible en casi todos los sujetos de las características de los que tomaron parte en este experimento a agrupar o clasificar cualquier material que se presente serialmente. Como ya he mostrado, no existe una sola forma de agrupar el material: dependerá de las distintas asociaciones que una misma forma estructural, o un mismo significado asignado, puedan suscitar en observadores diferentes. No obstante, en el caso de este experimento, el agrupa- miento más efectivo se hizo sobre la base de la similitud estructural. La semejanza de forma, junto con la diferencia de significado asignado, llevaba casi con total seguridad a omitir algunos signos y a retener otros. Una vez más, puede servirme de ejemplo la primera serie experimental:
Experimentos sobre recordar: c) El método de escritura de dibujos 157
representaba «cabeza»;
representaba «rey»;
representaba «fuerte», y
O representaba «trozo».
Estos signos se solían agrupar juntos. Dicho agrupamiento favoreció una mezcla o fusión de los signos afectados. Al signo nuevo o transformado se le dio uno de los significados asignados al grupo, y cuando se utilizaba uno de los otros significados frecuentemente se omitía su signo.
En este proceso encontramos otros aspectos además del mero agrupamiento. Hemos visto repetidas veces que algunas características tienden a dominar sobre otras en todo material que se presenta y en todo aquél que se recuerda4. La preponderancia de algunos elementos de una combinación provoca la omisión de otros detalles o, en este caso concreto, de otros signos. Dicho predominio de algunos detalles desempeña un papel nada desdeñable en la producción de formas concretas del arte convencional o de la cultura popular5.
El agrupamiento no produce necesariamente una omisión de signos. De hecho, parece favorecer el que se retengan todos los signos cuando se utiliza un material similar en su estructura, todos los elementos tienen una estructura compleja y extraña a la vez y ninguno, o solo unos pocos, son claramente representativos. Así pues, en la tercera serie experimental nos encontramos con lo siguiente:
o
para «posada»;
para «nadie»;
para «gente»;
* ?] para «todos»; y
( 7 ^ para «daño».
Estos cinco signos se agruparon invariablemente. Todos eran «difíciles» ya que no poseían un significado representativo obvio, a excepción del
158 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
signo para «posada», para la mayoría de mis sujetos. Pero se reprodujeron invariablemente, si bien con bastantes fusiones y simplificaciones en los detalles.
3) El párrafo anterior nos muestra con claridad que cuando consideramos los elementos de un material importado que puedan tener mayor probabilidad de sobrevivir a la transmisión, ya sea en una reproducción repetida o —lo que es más frecuente— pasando de una persona a otra, debemos tener en cuenta la serie completa en que tienen su lugar estos elementos y no sólo el carácter de los elementos en sí mismos. Este hecho se ejemplifica en el siguiente principio que guía la omisión de signos. La sencillez inusual de una estructura en una serie que parece globalmente fácil es desfavorable para la reproducción. No obstante, si la serie total parece difícil, los miembros que tienen la estructura más simple tienden a persistir. Así:
v V W W
que representaba «palabra» en la serie I se omitió constantemente, a pesar de que con mucha frecuencia después de su presentación original se consideraba que tenía un significado representativo, y siendo la serie I calificada normalmente de «fácil». Sin embargo, este principio no se puede aplicar nunca con seguridad desde un punto de vista externo, porque no se puede dar una definición objetiva de lo que es fácil o difícil.
4) Por último, un estudio de las omisiones más frecuentes muestra una vez más la gran importancia de «nombrar» en todos los procesos perceptivos y de recuerdo. Si un sujeto daba un signo a un nombre distinto del que le proporcionaba el experimentador, dicho signo a solía ser omitido en las reproducciones siguientes con casi total seguridad. Es decir, hablando en términos generales, el nombre domina en las asociaciones signo-nombre. Encontramos un ejemplo en lo que ocurrió con el signo para «rayo» utilizado en la serie I. El signo que se utilizó fue
?Un sujeto lo identificó inmediatamente como «parecido al relámpa
go»; entonces lo denominó «relámpago»; después omitió cualquier signo para «rayo», y por último resaltó: «No me ha dado usted todos los signos. Hay uno para ‘relámpago’» y reprodujo el signo en cuestión. Es probable
Experimentos sobre recordar c) El método de escritura de dibujos 159
que esto suceda siempre que un material tenga una estructura equívoca. Si se presenta algo que pueda denominarse de varios modos distintos, y el observador adopta de hecho uno de ellos, el nombre que él ha utilizado es el único que probablemente evocará con el signo en cuestión.
c) Principios ejemplificados en la transformación de material de signos gráficos
i) Inversión de la dirección. Se puede considerar que varios de los signos utilizados señalaban de forma precisa hacia una dirección determinada. Por ejemplo:
para «cuerda»;
y para «nudo»;
o para «caña» y
para «brazo».
¿Existen leyes que regulen la reproducción de factores direccionales? Es bien sabido que las direcciones se invierten frecuentemente, como ocurre, por ejemplo, con las formas del arte decorativo que pasan de mano en mano, o de un grupo a otro. Los problemas involucrados son en cierto modo análogos a los que se tomaron en consideración bajo el encabezamiento «dirección de la mirada» en conexión con el método de la descripción.
Por lo que respecta a la frecuencia de cambios de dirección, los resultados son notorios. Todos y cada uno de los sujetos que tomaron parte en el experimento dieron lugar a inversiones de dirección, con casi todos los signos en los que éstas eran posibles. Aquí termina la unanimidad. Es posible que un estudio más amplio pudiera sacar a relucir algunos principios; y, naturalmente, es posible que en ocasiones los factores sociales puedan favorecer direcciones concretas en grupos concretos. Pero por lo que respecta a estos experimentos, existe la misma probabilidad de que se produzca un cambio lateral de izquierda a derecha como de derecha a izquierda, y un signo de dirección vertical se modifica igualmente en cualquier dirección. Por ejemplo, la curva de «brazo» se trasladó de arriba abajo manteniéndose el signo en horizontal, y cuando se llevó a la posi
160 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
ción vertical, la curva podía estar arriba bien a izquierda o derecha, o abajo, también tanto a la izquierda como a derecha.
Es probable que la facilidad con que se produjeron cambios de dirección muestre él uso relativamente escaso de factores motores específicos durante el curso del recuerdo. No se pueden extraer conclusiones válidas de ello, puesto que las instrucciones prohibían dibujar la forma dse los signos.
ii) Mezcla o confusión. En las condiciones de este experimento, fue bastante raro que se produjera una «condensación», es decir: que se asimilasen las características sobresalientes de dos o más signos en una misma representación; pero fue relativamente común la mezcla o confusión, intercambiándose los detalles entre signos. No hubo ningún sujeto que no diese ejemplos de este proceso, que afectó a un gran número de signos. El mezclar parece ser un proceso que ocurre en alto grado únicamente en las últimas etapas de un proceso de reproducción repetida. Por ejemplo, el sujeto A, después de un lapso de quince días —su primera reproducción había sido muy exacta— hizo
pero inmediatamente resaltó que «debía de haber algo en la parte de arriba del rey» y finalmente realizó
confundiéndolo aparentemente con el signo de «fuerte». Pero permanecía indeciso y en ensayos sucesivos pasó a través de la secuencia siguiente:
para «cabeza»,
El sujeto N hizo primero
para «rey»
Experimentos sobre recordar: c) El método de escritura de dibujos 161
y finalmente dibujó
después de lo cual el signo no sufrió cambios ulteriores. En este caso, hubo inicialmente cierta confusión y mezcla con el signo para «fuerte», lo que dio lugar a una mezcla en la que participaron tres signos, «cabeza», «rey» y «fuerte». Al mismo tiempo, se retuvieron signos para cada una de estas palabras por separado que asumieron exactamente las mismas formas que aparentaban tener en el signo mezclado complejo, utilizado para «rey». El sujeto no fue consciente de que había realizado una síntesis ni de que había producido un signo nuevo. Estaba encantado con su último dibujo; de hecho, frecuentemente este estado de ánimo acompañaba a la realización de una nueva forma construida a partir de elementos viejos.
El mayor número de confusiones, con diferencia, se produjo, como cabía esperar, entre los signos que normalmente se agrupaban juntos, a los que se daba un nombre descriptivo común debido a las semejanzas de sus formas.
Puede afirmarse casi con total seguridad que existen condiciones particularmente favorables para que se produzcan mezclas cuando se combinan semejanzas en la forma con diferencias en el significado asignado. Asimismo, la combinación de la semejanza de significado asignado con diferencias de forma también puede llevar a producir mezclas, pero en estos experim entos-se produjeron con menor frecuencia. No obstante, ello se puede deber a que los sujetos tendieron a concentrarse en la forma, porque sabían que tenían que reproducirla, y no en la asignación de significados. Todo lo anterior no contradice la regla general de que el nombre es quien domina habitualmente en las combinaciones signo-nombre. Generalmente se utilizaba un nombre común para reunir a los diferentes signos en un grupo, razón por la que en muchos casos se manipulaban los diferentes elementos de cada signo como si fueran también comunes.
iii) Sustitución. Ocurre cuando se reproduce correctamente un signo, pero se interpreta erróneamente. En el experimento fue bastante menos habitual que la mezcla: se produjo sólo en el 30% de los sujetos y normalmente en sólo dos ejemplos. Este hecho no debe sorprender y no tiene implicaciones especiales al margen del propio experimento. No hay duda de que, en la vida cotidiana, cuando entramos en contacto con una cultu
182 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
ra extraña, usamos constantemente sus materiales transfiriéndolos a asociaciones de la nuestra. Las oportunidades de que así sucediera en el experimento fueron muy pequeñas, ya que no había un gran solapamiento de significado asignado entre los signos utilizados.
Sin embargo, una o dos cosas quedan claras. La sustitución es, como la mezcla, un proceso cuyas posibilidades aumentan sustancialmente con el paso del tiempo. Además, parece que mientras que las semejanzas de forma junto a las diferencias de significado favorecen las mezclas, las semejanzas de significado combinadas con las diferencias de forma favorecen las sustituciones. Esta impresión requiere un mayor número de experimentos.
iv) Importaciones. Por importación se entiende la utilización de un signo para una palabra a la que originalmente no se lehabía asignado ninguno. En el dictado que formaba parte de la prueba, se utilizaron varias palabras que aunque no poseían signos se asemejaban en sonido o significado a otras para las que sí se habían suministrado signos. Se repitieron con frecuencia estos nombres porque existía la posibilidad de que la repetición enfática de un nombre pudiera sugerir al sujeto que debía usar un signo.
A pesar de ello, se produjeron poquísimas importaciones: tres casos inequívocos del millar de reproducciones efectuadas, que además, no resultaron muy interesantes: una para «esquina», una para «nariz» y otra para «cuadrado»; y en los tres casos el signo producido fue notoriamente semejante a uno de los de la serie original. Ocurrió a menudo que un sujeto dudase ante una determinada palabra y dijera «Sí, creo que había un signo para eso», lo tomara en consideración durante uno o dos instantes y entonces decidiera que se había equivocado y que no podía recordar el signo. Los tres nuevos signos inventados fueron claramente representati- vos.
v) Otras condiciones comunes de cambio. A partir de los resultados experimentales es posible establecer algunas otras condiciones comunes de transformación en un material asimilado al tipo de los signos gráficos. Se dieron múltiples ejemplos de que es posible en cierta medida predecir los cambios más probables que este tipo de material sufrirá como resultado de una reproducción repetida.
a) Cuando la persona que aprende un signo lo considera representativo y, a su vez, éste contiene algunos detalles aparte del motivo central que aparentemente no añaden ningún significado al conjunto global, dichos detalles tienden a ser omitidos. Así, se omitieron de continuo las pestañas del «ojo» y desapareció habitualmente la parte superior de «pared».
Experimentos sobre recordar: c) El método de escritura de dibujos 163
b) Cuando existe una forma de representación común y convencional previa a la introducción del signo, hay una fuerte tendencia a que las
' características peculiares desaparezcan y se asimile todo el signo a la forma más familiar. Así, «rayo» casi siempre adoptó la forma común de un zig-zag, y «barbilla» perdió su ángulo agudo para asemejarse más a una representación convencional normal de este rasgo. Las preferencias o hábitos individuales tienen una influencia particularmente marcada a este respecto. La mayoría de las personas tienen sus propias convenciones sobre la forma de dibujar los objetos comunes. Por ejemplo, un individuo puede tener la costumbre de representar los ojos con círculos pequeños, en tal caso normalmente no respetará las líneas pequeñas y los puntos de las representaciones gráficas, e inconscientemente los reemplazará con los círculos, más familiares para él. «Cabeza» y «rey» proporcionan múltiples ejemplos de este hecho y en muchas ocasiones el detalle preferido pasó a todos los signos que el observador consideraba que pertenecían al mismo grupo. Así, por ejemplo, tuvimos un sujeto que nos dio
Siempre que se produce algún detalle de forma reiterada en signos que son diferentes, hay un alto grado de probabilidad de que los signos hayan sido realizados por la misma persona, o por personas pertenecientes al mismo grupo social, y que dicho detalle sea expresión directa de alguna convención personal o social.
c) Al mismo tiempo los detalles extraños y nuevos pueden retenerse e incluso exagerarse, hasta que constituyan el modo más rápido para identificar el origen del material. Volveré más adelante sobre este tema porque se obtuvieron mejores ejemplos con otros métodos6. La persistencia de ciertos tipos de detalles nuevos resulta un hecho indudable, pero las condiciones exactas de este fenómeno no son fáciles de comprender.
para «rey»;
para «cabeza»;
* V * v ■ — io o o o para «corona», y■CZ Z Z Z Z Z Z *
para «problema».
164 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
d) Cuando se agrupan juntos varios ejemplos de un tipo de material basándose en semejanzas y más adelante se presenta otro caso que guarda una semejanza parcial con los miembros de este grupo, el ejemplo nuevo tiende a ser asimilado a esa clase y pierde sus características distintivas. Por ejemplo, se agruparon invariablemente los signos para «posada», «nadie», «persona», «todos» y «daño»7. En la misma serie aparecía el signo para «cosa», parcialmente parecido a ellos:
Este signo se asimiló generalmente a los del grupo principal, perdiendo su cuello y adquiriendo algunas de la líneas punteadas características de los otros signos.
e) Los signos no representativos que contienen varias líneas muestran una clara tendencia a que se hagan más elaborados mediante la adición de más líneas del mismo tipo. Esta tendencia se halla muy extendida y, dentro de ciertos límites, aumenta notoriamente con el paso del tiempo.
f) El uso de un nombre descriptivo para un signo que por sí mismo no se considera representativo afecta invariablemente a la reproducción de la forma de ese signo. Por ejemplo, una observadora dijo de «trozo»: «No tengo más que memorizarlo». Sin embargo, al intentar encontrar alguna expresión que pudiera ayudarle a hacerlo, sólo se le ocurrió que el signo era «como una patata». Cuando, quince días después, tuvo que utilizar el signo, en un primer momento no pudo recordarlo en absoluto ni describirlo. Después de un rato, hizo un pequeño círculo que no le dejó satisfecha, porque —según dijo entonces— el signo era «como una patata». Por consiguiente sustituyó el círculo por una forma que era una representación directa de una patata, lo que le hizo darse por satisfecha ya hasta el final del experimento.
Se pueden encontrar ejemplos fuera de los límites de este experimento de la mayoría de estos principios. Pueden verse en acción en esferas tales como el desarrollo de las formas de arte decorativo en el grupo social8. Los principales estímulos para el desarrollo de dichas formas generalmente provienen de fuera del grupo en cuestión, pero a medida que las formas se van consolidando gradualmente como diseños y representaciones convencionales dentro de cualquier grupo, se pueden distinguir con claridad influencias que tienen exactamente las mismas características que las que han operado en estos experimentos. De hecho, los experimentos
abren una nueva vía para el estudio de las afiliaciones del material cultural que, por las razones que sean, se traslada de un grupo social a otro.
4. Duplicación del material
En relación con la duplicación del material surge un tema de interés general. Supongamos que se introduce de fuera un material con un significado determinado y que encuentra un nuevo lugar en una vida mental concreta o entre las posesiones de un grupo social dado. Más tarde se presenta otro material que difiere del primero desde varios puntos de vista pero que posee el mismo significado. ¿Impedirá el primero la asimilación del segundo? ¿usurpará el segundo la posición del primero? ¿se mezclarán ambos? El método de signos gráficos reúne excelentes condiciones para dar respuestas experimentales a tales preguntas, aunque puede ocurrir, en estos y en otros temas, que las respuestas requieran modificaciones cuando se trata de cultura de grupos en lugar de posesiones mentales de individuos.
Se habrá observado (véase la Lámina III) que en las dos primeras series se utilizan dos signos para la palabra «fuerte». Se deberían haber empleado más ejemplos duplicados, con mayor variedad de detalles. Pero, extrapolando a partir de lo que ocurrió con este único ejemplo, queda claro que en general el material más recientemente importado tiende inicial- mente a interferir con el anterior, en el supuesto de que no se den factores obvios que hagan que se prefiera una forma de material sobre otra. No obstante, posteriormente se desarrolla una acusada tendencia de reafirmación de la primera importación y desplazamiento de la más reciente.
Este resultado recuerda algunas de las conclusiones de G. E. Müller y Pilzecker, y de G. E. Müller y F. Schumann en relación con la memorización de sílabas sin sentido9. Las condiciones de los presentes experimentos difieren en mucho de las de las pruebas de memoria que se acaban de mencionar; sin embargo, el que se pudiera demostrar que los resultados obtenidos por estos investigadores pioneros se confirman con un material diferente, nos ayudaría a mostrar que la llamada «coexcitación asociativa» y el «fortalecimiento de asociaciones relacionadas» son procesos cuyo interés excede al puramente académico. Por ejemplo, puede ocurrir que un número considerable de aparentes regresiones sociales sean en realidad casos de coexcitación asociativa. La introducción de un rasgo cultural nuevo puede tender a excitar las prácticas o representaciones que supuestamente ha reemplazado y actuar como un estímulo directo de algunas aparentes regresiones. En cualquier caso, es evidente que el problema de los efectos usuales de duplicar el material debe tratarse con mayor pro
Experimentos sobre recordar: c) Ei método de escritura de dibujos 165
166 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
fundidad, y que mi experimento no puede considerarse en modo alguno como concluyente en este tema tan interesante,
5. Breve estudio de los métodos de observación visuales y vocales
Al analizar los resultados del método de la descripción, intenté mostrar que la utilización de métodos muy diferentes de observación y evocación puede producir diferentes líneas típicas de transformación. A partir de ahí, traté en concreto los tipos de resultados vinculados especialmente con los procesos de visualizar y vocalizar, y sugerí que estos procesos pueden ser considerados, a grandes rasgos, complementarios. El presente método proporciona un campo excelente para el estudio de tales problemas, por lo que voy a tratar de realizar una breve consideración adicional sobre los mismos.
Es interesante señalar que cuando los mismos sujetos participaban en diferentes experimentos, sus métodos generales seguían siendo los mismos, al margen de las diferencias de material empleado y de otras condiciones. La persona que utilizaba indicios visuales con el método de la descripción tendía a hacer lo mismo con los métodos de reproducción repetida y de escritura de dibujos. El sujeto que se basaba fundamental- mente en descripciones verbales y vocalizaciones en el caso de un método experimental determinado se mantenía igual al pasar a otro. Los modos en que abordamos los diferentes problemas a los que nos enfrentamos son, de hecho, mucho menos variados que los propios problemas. Naturalmente, es cierto que una persona que utiliza señales visuales con mayor facilidad y frecuencia que cualquier otro tipo de indicios, por regla general también puede usar otro tipo de señales —verbales, cinestésicos, auditivos, etc.— si se le fuerza o anima a hacerlo, como se ha visto en varios casos. Sin embargo, persistirá la preferencia por uno de los tipos de reacción en particular, y si se le deja en libertad para escoger, se valdrá de él siempre que pueda. Parecen existir razones para mantener que la preferencia por determinadas reacciones constituye una característica del grupo social10; ahí radica la importancia de mostrar cómo la preferencia por un método puede influir en los resultados experimentales.
a) El uso de indicios visuales
No hay duda de que el visualizador tiende a ocuparse de forma directa del material que se le presenta. Recuerda los signos «directamente» o
Experimentos sobre recordar: c) Ei método de escritura de dibujos 167
«simplemente» en mayor proporción que cualquier otra persona. Por tanto, presenta una tendencia menor que el sujeto vocalizador típico a considerar que los diferentes elementos de una serie constituyen un todo.
Este hecho no impide el uso de la clasificación, pero generalmente agrupa basándose en alguna semejanza obvia en la forma fácilmente percibida. Además, cuando el visualizador clasifica, la reordenación de un miembro del grupo tiende a atraer consigo la de los otros miembros del grupo, aunque no sean pertinentes para sus necesidades inmediatas. Se incluyen más bien como objetos individuales que como elementos ligados por un principio o regla común.
Resulta curioso el que el visualizador típico, aunque indudablemente tiende a considerar los diversos elementos que llaman su atención de modo individual, parezca particularmente propenso a utilizar analogías, tanto al observar como al evocar. Ahora bien, sus analogías tienen unas características determinadas. Bien ve el material como si fuera otra cosa, o bien sus analogías constituyen un mero tipo de asociación secundaria con el que se satisface, pero que no emplea como medio para un fin ulterior; lo que le lleva con frecuencia a apartar su atención completamente del material principal. Así, si el material le sugiere otra cosa, el comentario que el visualizador inveterado tenderá a hacer es: «Tomé esto por tal cosa» o «Era tal otra».
«Supuse —dijo uno de mis mejores sujetos visualizadores— que ‘cuerda’ era una S hacia atrás, tumbada; ‘roto’ era un palo roto; ‘cabeza’ la fórmula del benceno; ‘nudo’ una pieza concreta de un aparato.» A menudo, las asociaciones secundarias del visualizador típico son detalladas, divertidas y llenas de interés para él. Puede llegar a estar tan entusiasmado con ellas que olvida su tarea fundamental. Sin embargo, no parecen desempeñar un papel importante en el recuerdo. «Para mí —dijo otro visualizador— ‘nudo’ era el bastón con la serpiente de Mercurio; ‘espada’ la espada de San Pablo del escudo de Londres; ‘cuerda’ el nudo del condado de Stafford en una insignia militar; ‘enfermo’ era el galón de la manga de un cabo de R.A.M.C. con una insignia en el medio.» Estas y otras asociaciones fueron irrelevantes para la reproducción real de los signos cuando el proceso fue consciente. Un signo concreto se reproducía visualmente en prim er lugar, y sólo después se recordaba la asociación secundaria.
En estos experimentos se utilizaron en total cuatro series de signos. D e ellos, los de las series tercera y cuarta presentaban una estructura mucho más compleja que los de la primera y segunda. La serie tercera era además más numerosa que las restantes. Por consiguiente, las dos últimas series presentaron mayores dificultades que las dos primeras. A pesar de ello —o muy probablemente a causa de ello— los visualizadores hicieron
168 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
menos, agrupamientos, menos analogías, menos asociaciones secundarias y mucha más memorización directa de elementos individuales en el caso de estas dos series que en el de las dos restantes. Por otro lado, el sujeto vocalizador típico empleaba estas ayudas subsidiarias bastante más cuando se incrementaba la dificultad aparente de la serie.
Todos los sujetos con una tendencia visualizadora fuerte y persistente actuaron con rapidez y propendieron a mostrarse confiados y optimistas con la exactitud de sus reproducciones. Sus resultados mostraron todos los posibles cambios imaginables, sin que hubiera ningún predominio de un tipo de transformación particular por lo que respecta a los signos. La propensión a cambiar los signos originales aumentó considerablemente con el paso del tiempo.
b) El uso de indicios verbales
El sujeto de tipo visual usa descripciones verbales con frecuencia sin que desempeñen un papel importante al formar sus imágenes. De modo similar, el tipo vocalizador puede emplear imágenes de orden visual directo, pero estas últimas no dictan el curso de sus descripciones. Probablemente, las diferencias más notorias se encuentren en las diferentes formas en que se usan las asociaciones secundarias y las analogías11. Puede que el vocalizador no produzca más que el visualizador, pero depende más de ellas. Cuando se le presenta un signo, su método general consiste en fijarlo con una descripción, y con mucha frecuencia es una asociación secundaria la que le ayuda a hacerlo. Su expresión característica es que el signo le recuerda tal cosa, o que era como tal otra. A la hora de reproducir el signo son la descripción o la asociación lo primero que se recuerda. En el tipo vocalizador, la influencia de dar un nombre llega a su nivel máximo. Es el nombre, una vez que se ha dado lo primero que se recuerda, para a continuación generalmente pasar a reconstruir el signo a partir de aquél.
Por otro lado, el vocalizador suele utilizar más a menudo una clasificación genuina. Reúne varios signos y usa el nombre de todo el grupo para economizar sus esfuerzos al recordar detalles. Por ejemplo, el sujeto más típico de mis vocalizadores, después de haber estudiado tres de los cuatro grupos de signos, siempre comenzaba a reproducirlos tratando de colocar un signo en su grupo. Esto indudablemente facilita la asimilación de los miembros de un grupo a una forma común. La persona que depende fundamentalmente de palabras y descripciones está a la expectativa de las posibles relaciones comunes: de oposición, orientación hacia izquierda o
Experimentos sobre recordar: c) Ei método de escritura de dibujos 169
derecha, por nivelación por arriba o por abajo, etc. Además, no sólo observan estas relaciones, también las usan.
' En general, el vocalizador parece actuar con un estado de ánimo incierto, más dubitativo y deliberado. Sus resultados muestran una tendencia a transformar el material original casi tan marcada como los del visualizador, pero parece haber un predominio ligeramente mayor en el caso del vocalizador a producir el tipo de cambio que he denominado «mezcla». Suponiendo que ello sea un resultado genuino de su método, sería ei efecto natural de su mayor uso de la clasificación.
6. Signos gráficos y afecto
Naturalmente, no esperaba en absoluto que mis signos dieran lugar a ninguna manifestación particular de sentimientos en los sujetos que tomaron parte en estos experimentos, como de hecho sucedió. La tarea era claramente de tipo cognitivo y para la mayoría el material estaba demasiado alejado de los intereses cotidianos como para estimular sus emociones. Sin embargo, se produjeron algunos ejemplos que, aunque no prueban nada, merecen cierta consideración.
Varios signos fueron fuente de especial regocijo para los sujetos. Generalmente, tenían un carácter representativo si bien presentaban un aspecto o algún rasgo que resultaba extraño. El porcentaje de omisiones de dichos signos fue inferior a lo normal.
Aún más interesantes resultaron los casos en que un signo recibió una calurosa bienvenida —no hay mejor forma de expresarlo— porque, como una y otra vez se comentó, parecía que encajaba particularmente bien. Ocurrió en especial con varios sujetos y el signo para «filosofía»
en un caso con «cosa»; y en otro con «azotar», signo este último que era bastante complicado y que no es necesario reproducir aquí. Excepto en un caso, el recuerdo de estos signos «que encajaban» consistió en una forma más complicada que la del original. La única excepción —además, especialmente interesante— se produjo con «azotar». Fue el único caso en que el sujeto no sólo señaló que el signo encajaba particularmente bien sino que además se mostró satisfecho por saber la razón. Dijo: «Se me es
170 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
taba acabando la paciencia, pero al fin lo capté. Es un maestro con una gran nariz con una mancha de tinta en la punta. La conexión es obvia». Nadie más podría aceptar que se trataba de una descripción clara del signo real, pero la reproducción del sujeto fue asombrosamente exacta. Resulta de interés comparar este caso con las observaciones hechas por otro sujeto sobre «cosa». El signo le agradó de la manera peculiar e inequívoca que tiene lugar cuando se presenta un material que aparece donde tiene que estar, pero no sabemos por qué nos parece así. Dijo con auténtico entusiasmo: «’Cosa’ es un signo estupendo. Me pareció muy adecuado y me gustó. Tenía exactamente una forma que no podría llamar más que £cosa%>. Su reproducción fue algo elaborada:
«Filosofía» produjo un efecto similar en repetidas ocasiones, y se reprodujo con más añadidos posteriormente.
Obviamente, la propuesta es: se experimentó un sentimiento ligado no al signo como tal, sino al proceso mental de asignar al signo un significado más o menos preciso, en lo posible similar al significado dado por el experimentador. Se puede abordar un signo estructuralmente simple ligándolo inmediatamente a la palabra que se proporciona junto con él y dejar de lado el asunto. En este caso, no se experimenta ninguna o escasa emoción. Los signos con una estructura compleja se abordan con frecuencia agrupándolos, o bien denominándolos u ordenándolos de alguna manera que resulte familiar, y también en este caso no se experimenta escasa emoción o ninguna. Algunas veces aparece un signo que no se puede agrupar ni denominar fácilmente y que no parece producir en el sujeto ninguna asociación secundaria obvia, que sin embargo, no se puede vincular al nombre asignado sin hacer un comentario. Entonces, se produce un bloqueo momentáneo. Otras veces, el bloqueo apenas es perceptible; el sujeto dice que el signo se «ajusta» y se queda satisfecho: es capaz de expresar por qué se ajusta. En ese caso, se sentirá igualmente satisfecho pero probablemente el signo sufra en sus manos algunos ligeros cambios. También puede darse cuenta de que se ajusta sin poder explicar las razones, en cuyo caso seguirá sintiéndose satisfecho. Puesto que el «ajuste» del signo no puede expresarse, la experiencia parece ser entonces exclusi
Experimentos sobre recordar: c) El método de escritura de dibujos 171
vamente afectiva. Por otra parte, es muy probable que el signo experimente cierta elaboración al ser reproducido. En algunos casos, después de que hubiera terminado el experimento, evitando hacer sugerencias y utilizando un método de asociación libre, traté de conseguir que mis sujetos me indicaran por qué el signo para «filosofía» había producido ese efecto. En dos casos las indicaciones parecieron claramente inequívocas. El signo había resultado particularmente grato porque se trataba de una gran estructura que se tambaleaba sobre una pequeña base. En la medida en que se conceda a este método una cierta validez, se hará evidente que la respuesta a una peculiar adecuación de un material puede involucrar procesos cognitivos complejos y que no es necesario que se haga explícito el resultado de dichos procesos para apreciarlo. Los efectos de este tipo de reacción sobre el material pueden ser distintos dependiendo de que se expresen los componentes cognoscitivos.
Obviamente la naturaleza de la respuesta a una adecuación no explícita requiere análisis y discusiones ulteriores. El que tales respuestas ocurren es perfectamente cierto, que involucren procesos cognitivos complejos me parece igual de claro, pero es preciso aclarar las condiciones que dan origen a estos procesos, y explicar por qué los resultados de los procesos no logran ser expresados. También puede plantearse si es cierto que determinado material evoca de forma universal este tipo de respuesta de «encaje». Sobre estos aspectos volveré más adelante}2.
Otro hecho interesante sobre el afecto se puede ejemplificar en estas series experimentales. En relación con los signos para «compañero», «hombre» y «loco», una sujeto dijo: «Con todos estos me ‘sentí’ exactamente igual. Sé que había un signo y creo que casi sé cómo era, pero confundo los tres y no puedo decir a cuál pertenece el signo». Al hacer la reproducción dibujó la cara de un hombre, pero estaba totalmente indecisa sobre cómo aplicarla. Este caso es un ejemplo de esa confusión a la que pueden llevar los factores afectivos. Los detalles que los procesos cognoscitivos pueden discernir son mucho más variados que los sentimientos que acompañan la expresión de dichos procesos. Por consiguiente, en la medida en que el sentimiento pueda considerarse una ayuda para la reproducción, se debe contar con que produzca frecuentemente confusiones entre los distintos contenidos cognoscitivos13.
Algunas veces se dice que el desagrado inhibe el recuerdo directamente. No tengo datos que apoyen esta afirmación a partir de estos experimentos, pero posiblemente tenga alguna relación con el próximo problema que me propongo plantear.
172 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
7. La influencia de la decisión al recordar
Siempre que a primera vista un signo parecía no tener significado, resultaba inusualmente complicado, o producía desagrado por cualquier motivo, se abordaba la tarea con un esfuerzo decidido para recordar. Dicho esfuerzo originaba una interesante y compleja actitud cuyo componente inicial era el descontento, la depresión, el desagrado. Si el observador hubiera intentado expresar su estado de ánimo diría: «No seré nunca capaz de reproducir este signo». Pero por regla general esta expresión estuvo ausente. El observador, bajo el control general de las condiciones experimentales, hacía un esfuerzo adicional en contra para descubrir la pista oculta que le ayudara a trabajar con ese signo problemático. Si hubiera expresado este aspecto de su reacción, el sujeto diría: «Pero lo voy a. recordar». Sin embargo, tampoco se producía normalmente en este caso la anterior expresión. Mientras continúa este estado complejo con sus dos direcciones opuestas, la situación resulta desagradable para el sujeto.
En este caso, lo más probable es que se omita el signo o un detalle del mismo. Por lo que he podido observar, el mecanismo de omisión viene a ser el siguiente. En el momento de reproducir un material de estas dificultades, lo primero que se restablece siempre es la actitud inicial frente al material. El primer componente, y dominante, es el estado de ánimo de «No seré nunca capaz de reproducir este signo», que impone una barrera al proceso de reproducción. Los sujetos pueden ser conscientes de cierta ligera inseguridad y desagrado. En algunos casos, puede que no se produzca. En cualquiera de los casos, tendemos a omitir el sentimiento desagradable que marcó el esfuerzo de estudiar el signo cuando se presentó por primera vez. No obstante, dicho sentimiento es consecuencia del conflicto desencadenado por la actitud compleja y desequilibrada que el signo evocó. Tanto los factores cognoscitivos como los afectivos formaron parte de esta actitud. Por consiguiente, no es muy exacto decir que el olvidar, lo que frecuentemente ocurre en estas condiciones experimentales, se halla en función simplemente del desagrado.
Naturalmente, este ejemplo es sólo un caso especial del modo en que el olvidar parece ser precedido de sentimientos desagradables. No obstante, puede constituir un caso relevante, característico de un gran número de ejemplos.
Al margen de que así sea, no creo que haya dudas, sin embargo, de que en estos experimentos a una decisión especial para recordar le seguía una omisión a continuación. Casos semejantes son comunes en la experiencia cotidiana.
Experimentos sobre recordar: c) El método de escritura de dibujos 173
8. Resumen de las conclusiones
Las conclusiones fundamentales derivadas de un estudio de los resultados del método de escritura de dibujos pueden resumirse de la manera siguiente:
1. Se omitieron frecuentemente:
a) Los signos que no se relacionaban de forma obvia y fácil con otro material que el sujeto ya hubiera utilizado;
b) Los signos agrupados por el sujeto, especialmente en el caso del material simple y obviamente representativo;
c) Los signos con una estructura simple que se producían en una serie aparentemente sencilla;
d) Los signos a los que no se había dado ningún nombre distintivo;e) Los signos que dieron lugar a firme determinación de recordar
los.
2. Las inversiones de dirección fueron habituales, pero no parecieron obedecer claramente a una ley determinada.
3. El agrupamiento de los signos facilitó la mezcla o confusión, especialmente cuando la semejanza de forma se combinaba con diferencias en el significado asignado.
4. Las sustituciones fueron raras, pero puede que sea más probable que aparezcan cuando se combinan semejanzas del significado asignado con diferencias de forma.
5. Todo detalle en un signo representativo que estuviera separado de la estructura central tendió a desaparecer.
6. Si ya existía previamente una representación convencional con el mismo significado asignado que el del signo dado, se transformaba dicho signo de modo que se pareciera más al carácter gráfico convencional ya existente.
7. Los detalles nuevos con frecuencia sobrevivieron a todos los restantes cambios.
8. Cuando un nuevo ejemplo poseía una estructura similar a la de los miembros de un grupo ya formado tendió a ser asimilado en este grupo.
9. Los signos no representativos con algunas características repetidas tendieron a complicarse con repeticiones adicionales de la misma característica.
10. El uso de un nombre, en el caso de un signo no representativo, influyó inevitablemente en la reproducción del signo en cuestión.
174 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
11. En el caso de los signos duplicados, existen indicios favorables al mantenimiento de las leyes de la «coexcitación asociativa» y «el fortalecimiento de las asociaciones formadas con anterioridad» con este tipo de material.
12. Se pudieron establecer dos amplios grupos de sujetos (a) visualizadores, y h) vocalizadores, aunque ninguna persona utilizó un único método:
a) El visualizador típico se apoyaba más en la memorización directa, trataba de forma individual los distintos signos de una serie, a veces utilizaba analogías y asociaciones secundarias, pero no como ayudas específicas para reproducir los signos; generalmente trabajaba rápidamente y se mostraba seguro de su método de trabajo;
b) El vocalizador típico utilizaba las descripciones, nombres, asociaciones secundarias y analogías como ayudas para el recuerdo; por lo general era más dubitativo y estaba menos seguro de su método.
Ambos tipos cometieron los mismos errores en las reproducciones con un ligero predominio de las mezclas en el caso del vocalizador.
13. Se consideró que algunos signos se «ajustaban» particularmente. Si no se podía dar una razón clara para ello, el signo tendió a sufrir adiciones. Todos estos casos tendieron a originar una peculiar disposición afectiva de carácter agradable.
14. La decisión de recordar guardó relación de manera constante con el olvido real. No se puede afirmar que este olvido se deba directamente a cierto tono afectivo de desagrado que acompañó a los signos difíciles.
Experimentos sobre recordar: c) Ei método de escritura de dibujos 175
Lámina III
Serie I
v \ j / / < Q > ° í °
boca
fuerte
palabra
< c D p i e
problem a
o
mano cabeza barbilla
espada corona
f G \ S > cuerda
-ff detrás
rey
Q rollo
Q - - gA - A trono a
cana
trozo
o brazo nudo ¿y vanidad
\/
roto
Serie II
casa tejado muro
cama fuerte
ó T / ' incendio
o o porción
m undo
loco
i
ohacha
nada
x x x x í"uego
□ □ □
acajas
débil _S_criatura amable exacto
servicio
m A a A r0 eV aV el
o
filosofía > x < conversación V x A había
176 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
S e r ie I II
posada W | nadie gente * f¡MI todos
t* 7 daño m irar cosa
naturaleza
pequeño ^ largo A Xes° 3Cmai°
tu
enfermo inútil
enfadado fin lazo oreja
tiempo □ educación
colgar
azotarr -i guardián '
doblado
Capítulo 7EXPERIMENTOSSOBRE RECORDARd) El método de reproducción serial. I
1. Introducción
Hasta ahora todos los métodos descritos tra tan sobre factores que influyen en observadores individuales. N os han servido para exponer lo que ocurre cuando una persona utiliza un m aterial al que se enfrenta por primera vez, y cómo lo asimila y reproduce después de una forma particular. Sin embargo, ya ha quedado bastante claro que varios de los factores que influyen en un observador individual tienen un origen y carácter social. Por ejemplo, muchas de las transform aciones que resultaron de la reproducción repetida de pasajes en prosa se debían directamente a la influencia de las convenciones y creencias sociales existentes en el grupo al que pertenecía un sujeto concreto. En la vida diaria, cuando se recuerda, se intensifica la im portancia de estos facto res sociales enormemente. La forma que un rumor, un relato o un diseño decorativo llega a adquirir en un determinado grupo social es obra de num erosas reacciones sociales diferentes sucesivas. Distintos com ponentes culturales, o bien determinados complejos culturales, pasan de una perso n a a otra dentro de un grupo, o de un grupo a otro y, una vez alcanzada finalm ente una forma totalmente convencional, puede ocupar un lugar establecido en el conjunto general de la cultura que posee un grupo específico. Tanto si se trata de una institución, un modo de conducta, un re la to o una expresión artística, el producto convencionalizado varía de un grupo a otro, de forma que nos puede llegar a resultar el elemento más característico a la hora de diferenciar de la manera más tajante posible un grupo social de otro. De esta forma, los caracteres culturales que tienen el m ism o origen pueden llegar a adoptar las más diversas formas.
Los experimentos que vamos a describ ir a continuación fueron diseñados para estudiar los efectos de la com binación de los cambios introduci
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178 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
dos por diferentes personas. Los resultados obtenidos no se hallan totalmente al margen de la investigación experimental, como mostraré seguidamente. El término más apropiado para designar al método que he utilizado fundamentalmente es método de reproducción serial.
2. El método descrito y el plan de tratamiento
En su forma material, este método es simplemente una duplicación del método de la reproducción repetida. La única diferencia es que ahora la reproducción de A es a su vez reproducida por B, cuya versión es seguidamente tratada por C, y así sucesivamente. De este modo se obtuvieron cadenas de reproducción: i) de relatos populares, ii) de pasajes en prosa descriptivos y expositivos y iii) de material pictórico. Se utilizaron cuentos populares como antes porque, en general, se trata de un tipo de material que pasa muy rápidamente de un grupo social a otro; la mayoría de los sujetos los consideran interesantes en sí mismos; se puede elegir fácilmente relatos que estén de moda en un ambiente social muy distinto al de otros grupos sociales, de los que se puede obtener sujetos experimentales; y, por último, porque por su forma y su contenido contienen frecuentemente elementos de los que puede esperarse que sufran numerosas transformaciones en el curso de las transmisiones. Se utilizaron pasajes descriptivos y expositivos debido a que representan un tipo de material con el que todos los sujetos de dichos experimentos ya estaban familiarizados, lo que hacía posible verificar o controlar de alguna manera los resultados de los cuentos populares. Fue empleado material pictórico porque a lo largo del desarrollo del arte ornam ental y figurativo se han transmitido continuamente formas gráficas, y también con el fin de comprobar si con un medio tan distinto operarían los mismos principios de cambio.
En el caso de los pasajes verbales, cada sujeto leyó el material completo dos veces para sí, a su velocidad normal de lectura. La reproducción se efectuó al cabo de un intervalo de 15-30 minutos. En el caso de las formas visuales, al sujeto se le dio tiempo suficiente para la observación, y efectuó su reproducción al cabo de un período de tiempo similar.
En este capítulo me propongo añadir muy poco a lo que ya se ha dicho acerca de los factores que afectan a las reproducciones individuales, para centrarme, más bien, en el estudio de las principales tendencias de cambio en las series de reproducciones obtenidas en un grupo de varios sujetos diferentes, así como en los principios que ilustran. Se presentará una selección muy pequeña de todo el conjunto de datos reunidos. Las
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series seleccionadas se presentarán en su totalidad, para después pasar a intentar exponer ios cambios que considero más importantes, así como las conclusiones que se pueden obtener de su estudio, tratando en primer lugar los relatos populares, en segundo los pasajes descriptivos y expositivos y dejando el material pictórico para ser considerado en un capítulo aparte1.
3. Serie sobre narraciones populares
a) La guerra de los fantasmas
La versión original de esta narración que ya se ha presentado ante- rioim ente se volvió a utilizar para la reproducción en serie. Fue necesario llamar la atención repetidas veces sobre el título, que yo no deseaba que fuese om itido por su conexión con la trama sobrenatural de la historia. Deseaba dar a ese elemento sobrenatural la mayor oportunidad posible de sobrevivir, pero una vez que aquél desaparecía, resultaba imposible salvarlo. D e este relato se obtuvieron varias cadenas de reproducciones, de las cuales la siguiente es una de las cortas:
R e p r o d u c c ió n 1 La guerra de los fantasmas
Había dos jóvenes indios que vivían en Egulac, y bajaron al mar para cazar focas. Y donde estaban cazando estaba muy brumoso y muy tranquilo. Después de un rato oyeron gritos, y salieron del agua, y se escondieron detrás de un tronco. Entonces oyeron el sonido de palas, y vieron cinco canoas. Una canoa vino hacia ellos, y había cinco hombres dentro, quienes gritaron a los dos indios y dijeron: «Venid con nosotros río arriba, y haremos la guerra a la gente de allí».
Pero uno de los indios replicó: «No tenemos flechas».«Hay flechas en la canoa.»«Pero podrían matarme, y mi gente me necesita. Tú no tienes padres
—dijo al otro—, puedes ir con ellos si lo deseas; yo me quedaré aquí.»Así que fue uno de los indios, pero el otro se quedó atrás y se fue a casa. Y
las canoas remontaron por el río hasta el otro lado de Kalama, y combatieron con la gente de allí. Mataron a mucha de la gente, y también a muchos de los de las canoas.
Entonces uno de los guerreros llamó al joven indio y dijo:«Vuelve a la canoa, porque estás herido por una flecha». Pero el indio
dudó, porque no se encontraba mal.
180 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
Y cuando muchos hubieron caído en ambos lados volvieron a las canoas y bajaron por el río de nuevo, y así volvió el joven indio a Egulac.
Entonces les contó cómo había habido una batalla, y cómo cayeron muchos, y cómo los guerreros habían dicho que estaba herido, y sin embargo no se encontraba mal Así que Ies contó a todos la historia, y se sintió débil Era casi al amanecer cuando se sintió débil; y cuando salió el sol se desplomó. Y pegó un grito, y al abrir la boca una cosa negra escapó de ella. Entonces se apresuraron a cogerle, preguntándose qué pasaría. Pero cuando le hablaron no contestó.
Estaba muerto.
R e p r o d u c c ió n 2 La guerra de los fantasmas
Este cuento es acerca de dos indios que vivían cerca de Egulac. Un día estaban ocupados cazando focas. El tiempo estaba tranquilo pero brumoso. Cerca pudieron oír el sonido de palas, y entonces descubrieron a través de la niebla cinco canoas. Una de las canoas remó hasta ellos, y dentro había cinco hombres. Uno de los hombres gritó a los jóvenes indios: «Volved con nosotros y combatid a la gente que vive más allá».
«No —replicaron—, no podemos combatir porque no tenemos flechas.»«Hay flechas en la canoa, así que venid sin demora.»«No —replicó uno de los indios—, no iré, porque si me matan, mi gente,
que me necesita, estará muy triste.»Entonces, volviéndose hacia su compañero, continuó: «Ve tú. No tienes
amigos, y si algo te sucediera no te echarían de menos».«Sí, iré», contestó su amigo, y despidiéndose, se unió a los hombres de la
canoa; y el otro volvió a casa.Entonces los de la canoa se fueron más allá de Kalama y combatieron a la
gente de allí, y mataron a muchos en ambos lados, pero siguieron luchando. Entonces uno de los guerreros gritó al joven indio: «Vuelve a casa ya, porque estás herido».
«No, no es cierto, porque no siento dolor.»Pero el guerrero lo devolvió a la canoa, porque había sido herido por una
flecha, aunque no se convenció de ello porque no se encontraba mal. Y muchas más personas murieron en ambos lados.
Entonces el joven indio volvió a Egulac y contó a la gente de allí lo del gran combate, y cómo muchas personas habían caído y cómo había sido herido por una flecha, y sin embargo no se encontraba mal. Y así continuó todo aquel día, y sin embargo no se encontraba mal, y dijo: «No he sido herido por una flecha, o hubiese sentido dolor.» Y se puso el sol, y seguía bien, y así durante la noche. Pero cuando salió el sol sintió un repentino desmayo, y cuando intentó levantarse se desplomó y una cosa negra se escapó de la boca. Cuando la gente se acercó a él y le hablaron, e intentaron levantarle, no respondió porque estaba muerto.
Experimentos sobre recordar: d) Ei métodG de reproducción serial. I 181
R e p r o d u c c ió n 3 La guerra de ios fantasmas
Esta es la historia de dos jóvenes indios que vivían en Egulac. Un día estaban ocupados pescando focas, con un día tranquilo pero brumoso. De repente a través de la niebla se escuchó un sonido de palas, y pronto cinco canoas aparecieron ante sus ojos. En la primera canoa había cinco hombres, uno de ios cuales llamó a los jóvenes indios: «Venid con nosotros a combatir a la gente que vive más allá».
«No —replicaron los dos—, no podemos venir a combatir, porque no tenemos flechas.»
«Eso no es problema», dijo el guerrero»,hay flechas en la canoa, así que venid sin demora».
Entonces dijo uno de los indios: «No puedo ir, porque mis padres, que me necesitan, se afligirían mucho».
Pero el otro respondió: «Vendré con vosotros, porque no hay nadie que me eche de menos».
Entonces empezaron a navegar y fueron a combatir a Kalama, y el combate duró mucho tiempo, resultando muertos y heridos muchos de uno y otro lado. Al fin dijo el guerrero al joven indio: «Vuelve a casa; porque estás gravemente herido». Pero el mdio replicó: «No, eso no es posible, porque no siento dolor».
Así y todo el guerrero insistió y regresó a Egulac, donde contó a la gente acerca del gran combate de Kalama, y cómo había sido herido y aun así no se sentía mal.
Y todo aquel día hasta la noche siguió bien, y no sintió dolor hasta el alba del día siguiente, cuando al intentar levantarse, una gran cosa negra fluyó de su boca, y cuando la gente se aproximó para levantarle, no pudieron porque estaba muerto.
R e p r o d u c c ió n 4 La guerra de los fantasmas
Había dos jóvenes indios de Malagua que salieron a cazar focas en un día tranquilo, brumoso. De repente vieron cinco canoas aparecer a través de la neblina. Un hombre del bote más cercano les llamó: «Venid a ayudarnos a combatir a la gente que está más allá». Y uno contestó: «No puedo, porque les ocasionaría un gran dolor a mis padres si me pasara algo». Entonces dijo el otro: «No puedo, porque no tengo flechas». «Hay flechas en el fondo de la barca», dijo el guerrero. Entonces el otro dijo: «Iré»; y vino.
Y fueron hasta Kamama, y se sostuvo una lucha violenta entre ellos y el adversario. Y el joven cayó, por una flecha que le atravesó el corazón. Y le dijo al guerrero: «Llévame de vuelta a Malagua, porque es mi hogar». Entonces el guerrero lo trajo de vuelta, y el joven dijo: «Estoy herido, pero no estoy mal y no siento dolor».
182 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
Y vivió aquella noche, y el día siguiente, pero al ponerse el sol su alma salió negra volando de la boca, y se quedo rígido y duro. Y cuando vinieron a incorporarlo no pudieron porque estaba muerto.
R e p r o d u c c ió n 5 La guerra de los fantasmas
Había una vez dos jóvenes indios de Malagua que salieron a cazar focas en un día tranquilo brumoso. En su camino se encontraron con cinco canoas que aparecieron a través de la niebla. Un hombre de la primera canoa les dijo: «Venid y ayudadnos a combatir a aquellos que están más allá».
Pero el primer joven replicó: «Eso no, porque destrozaría a mis padres si me pasara algo». El segundo dijo: «No puedo, porque no tengo flechas».
«Hay flechas en el fondo de la barca», dijo el guerrero.«Entonces —dijo el o tro^ , vendré».Estuvieron viajando hasta llegar a Komama, donde sostuvieron una bata
lla cruel y larga con el adversario. Pronto el joven cayó herido, con una flecha atravesándole el corazón. «Llévame a Malagua», le dijo al guerrero, «porque allí tengo mi hogar».
Entonces el guerrero lo trajo a Malagua, y el joven dijo: «Estoy herido, pero no estoy mal ni siento dolor; viviré».
Y vivió durante la noche y el siguiente día, pero al ponerse el sol su alma salió negra volando de la boca, y su cuerpo quedó rígido y duro. Entonces vinieron a intentar incorporarle, pero no pudieron porque estaba muerto.
R e p r o d u c c ió n 6 La guerra de los fantasmas
Érase una vez dos indios de Momapan, que fueron a pescar focas un día claro y brumoso río abajo. Según iban remando cinco canoas aparecieron a través de la neblina. Un hombre de la primera canoa dijo: «Ven a ayudarnos a combatir a los de más lejos». Pero el indio dijo: «No puedo. Destrozaría a mis padres si me pasara algo».
Y el segundo indio dijo: «No puedo: no tengo flechas». Pero el guerrero dijo: «Veo algunas en el bote.» Así que dijo: «Vendré».
Transcurrido largo tiempo llegaron al lugar en el que sostuvieron una lucha violenta con el enemigo, y durante el combate el joven cayó herido con una flecha atravesándole el corazón. Entonces le dijo al guerrero: «Llévame de vuelta a Momapan; es allí donde vivo».
Así que llevó al joven de vuelta a su hogar, y el joven dijo: «Estoy herido en el corazón, y no siento dolor, y viviré». Vivió durante la noche y el día siguiente, pero murió al ponerse el sol y su alma expiró en su boca. Intentaron levantarle, pero no pudieron porque estaba muerto.
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R e p r o d u c c ió n 7 La guerra de los fantasmas
Érase una vez dos jóvenes indios de Momapan que estaban pescando focas, cuando una barca con cinco guerreros vino río abajo. «Venid con nosotros —dijo uno de los guerreros—, a ayudarnos a combatir a los guerreros de allá lejos».
«No puedo —dijo uno de los indios—, tengo una madre en casa, y se afligiría mucho si no volviera». El otro indio simplemente dijo: «No tengo armas». «Tengo algunas en la barca», replicó el guerrero. Por consiguiente el indio se montó en la barca y todos ellos remaron hacia el combate.
En el transcurso de la batalla el Indio fue mortalmente herido. «Llévame a casa —dijo—, a Momapan. Es de allí de donde soy: voy a morir.» «Oh, no — dijo el guerrero a quien le había hecho la petición—, vivirás.»
Pero antes de que la embarcación pudiera alejarse del conflicto el indio murió, y su espíritu voló. Pararon la barca e intentaron sacarlo, pero fueron incapaces de hacerlo pues estaba muerto.
R e p r o d u c c ió n 8 La guerra de los fantasmas
Dos indios de Momapan estaban pescando focas cuando una barca se acercó con cinco guerreros. «Venid con nosotros —les dijeron a los indios—, a ayudarnos a combatir a los guerreros de allá lejos.» El primer indio replicó: «Tengo una madre en casa y se afligiría enormemente si no volviese». El otro Indio dijo: «No tengo armas». «Tenemos algunas en el bote», dijeron ios guerreros. El Indio se montó en el bote.
Después de transcurrido un tiempo de combate, el indio fue mortalmente herido, y su espíritu voló. «Llévame a mi casa», dijo, «a Momapan, porque voy a morir.» «No, no morirás», dijo un guerrero. A pesar de esto, sin embargo, murió y, antes de que pudiera ser trasladado al bote, su espíritu había dejado este mundo.
R e p r o d u c c ió n 9 La guerra de los fantasmas
Dos indios de Mombapan estaban pescando focas cuando una barca se acercó llevando cinco guerreros.
«Venid con nosotros —dijeron los guerreros—, a ayudamos en el combate que vamos a entablar.»
El primer indio dijo: «Tengo una madre anciana en casa que se afligiría terriblemente si no regresara».
El segundo indio dijo: «No tengo armas».
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«.Tenemos de sobra en el bote», dijeron los guerreros. El indio se subió al bote y se fue con ellos.
Después de un tiempo de combate fue mortalmente herido, así que su espíritu voló.
«Voy a morir —dijo—, llévame de vuelta a Mombapan.»«No vas a morir», dijo el guerrero. Pero a pesar de esto sí que murió, y su
alma abandonó el mundo.
R e p r o d u c c ió n 10 La guerra de los fantasmas
Dos indios habían salido a pescar focas en la Bahía de Manpapan, cuando se les acercaron otros cinco indios en una canoa de guerra. Iban a combatir.
«Venid con nosotros —dijeron los cinco a los dos—, y combatid.»«No puedo ir —fue la respuesta de uno—, porque tengo una madre ancia
na en casa que depende de mí.» El otro también dijo que no podía ir porque no tenía armas. «Eso no es problema —replicaron los otros—, porque disponemos de sobra en la canoa»; así que se metió en la canoa y se marchó con ellos.
Poco después de empezar el combate este indio recibió una herida mortal. Sabiendo que su hora había llegado, gritó que estaba a punto de morir. «Tonterías —dijo uno de ellos—, no morirá.s» Pero murió.
Vamos a dejar esta serie. Aún siendo breve, ha alcanzado ya una forma bastante fija, aunque no cabe duda de que podrían aparecer cambios menores todavía si la serie continuara. Las transformaciones efectuadas son ya muy considerables y el relato se ha hecho más coherente, así como mucho más corto. No ha quedado trazo alguno del elemento extraño y so brenatural. Tenemos una historia perfectamente lineal de un combate y una muerte. Los medios por los que se llegan a todos estos cambios son:i) una serie de omisiones, ii) la provisión de enlaces entre ambas partes de la historia, y de razones de algunos sucesos; es decir, una racionalización continuada, iii) la transformación de detalles menores.
i) Omisiones. En una serie narrativa de este tipo, es probable que cualquier omisión hecha sobre una versión concreta tenga un significado y dé cuenta de una sucesión de cambios relacionados con ella en las versiones que la siguen. Pero mientras algunas de la omisiones nacen directamente de las tendencias peculiares que funcionan en cada sujeto, otras se deben a las influencias que operan a través de todo el grupo a que concierne. De momento, lo que nos interesa son éstas exclusivamente.
Toda mención a fantasmas desaparece desde la mismísima primera reproducción de esta serie, y ello a pesar de que se había llamado la atención especialmente hacia el título. Lo mismo pasa en algún momento en
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todas las series obtenidas a partir de esta narración. Esta omisión ilustra que todo elemento de una cultura importada que encuentre muy poco apoyo en la cultura receptora, no llegará a ser asimilado.
La desaparición de los fantasmas conlleva otras omisiones. La herida pronto se convierte en un asunto de la carne y no del espíritu. Se dejan fuera los detalles de la repentina e inexplicable aparición de los guerreros, al principio de la narración. Toda la atmósfera se fue transformando gradualmente. En una serie con material de este tipo no se puede considerar de forma aislada ninguna de las omisiones producidas consecutivamente por diferentes personas que pertenecen a un grupo homogéneo. En un relato, cada elemento está relacionado con su contexto general. Para una mentalidad moderna, el material popular suele resultar incoherente y lleno de detalles triviales, entrelazados de una forma vaga. Cuando el material proviene de un ambiente diferente al del grupo de observadores, esta impresión puede llegar a ser extremadamente acentuada, ya que en todas las narraciones populares, ya sean primitivas o muy elaboradas, se dan muchas cosas por sobreentendidas y las conexiones obvias para los miembros de un grupo no lo son en absoluto para los de otro. Si igual que se obtiene una «impresión general» cuando se percibe por vez primera un material de estructura compleja, así cada pieza de material verbal continuo tiende a ser tratada de modo que todos los detalles se puedan agrupar alrededor de uno o varios acontecimientos centrales. La selección de dicho acontecimiento varía de un grupo a otro en concordancia con los diversos intereses y costumbres de cada grupo.
El resultado inevitable de todo ello es que cualquier elemento incidental no conectado de forma patente con los acontecimientos centrales debe desaparecer. Dejemos para una discusión posterior si es posible predecir exactamente cuáles serán los puntos centrales de un relato cuando se conoce el grupo en cuestión. En todas las series que he obtenido, queda claro que tiene lugar esta selección inconsciente de hechos centrales. En la serie que estamos tratando ahora los acontecimientos más sobresalientes son aquellos conectados con la herida del indio y su muerte. Estos son los que más se resisten al cambio y siguen dominando hasta el final. Por lo tanto, en lo fundamental las omisiones no son en absoluto accidentales, y todas ellas suelen estar relacionadas. Unicamente se pueden llegar a comprender tomando como referencia el contexto del que se han sacado y las partes de ese contexto que se han conservado. Ambos casos son resultado de una interacción de factores individuales y sociales.
La selección del material que se omite no se produce, excepto en casos raros, de forma consciente. En mis sujetos, todos ellos con una educación bastante elevada, provenía de un hábito —ya bien asentado antes del
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experimento— de concentración en los puntos claramente sobresalientes de un texto. La eficacia de dicho hábito no depende de cómo quedara formulado al final.
Si bien todo esto es cierto, también debe hacerse notar que en casi todas las series, en un momento u otro, aparece alguna versión concreta que constituye un punto de inflexión especialmente importante para las reproducciones siguientes. En el caso que estamos estudiando, dicho cambio aparece con la reproducción número tres, donde se produce una ruptura relativam ente im portante con el estilo literal y preciso de las versiones anteriores. No cabe duda de que el resultado neto de cualquier proceso de construcción serial se debe al efecto acumulado de cierto núm ero de ligeras alteraciones, todas las cuales siguen una misma línea de cambio. Así y todo, los principales puntos de inflexión son obra de intereses e idiosincrasias individuales, y se puede demostrar que una persona que sobresalga desempeña un papel crucial en el producto social total.
ii) Racionalización. Ninguna omisión conlleva algo meramente negativo. El relato transmitido se trata de forma global, y la desaparición de cualquiera de los elementos significa, en los grupos observados, la construcción gradual de un todo nuevo que parece estar más organizado internamente. La tendencia a que todos los detalles concuerden —para que la narración llegue hasta el final sin dejar de lado ningún material como un elemento aparentemente desconectado y meramente decorativo— posiblemente resulte más marcada cuanto más alto sea el nivel cultural de los sujetos en cuestión. De cualquier modo, todas las series obtenidas a partir de una narración popular se convierten de forma rápida en relatos más coherentes, concisos y sobrios, al menos en el caso de las series utilizadas con sujetos normales de una comunidad de ingleses adultos. Se llega a estos resultados introduciendo enlaces específicos entre una parte del relato y otra, proporcionando razones concretas, y mediante la transformación real de incidentes fuera de lo común. Este proceso es el que se ha seguido de reproducción en reproducción, pero su tendencia general se ha mantenido constante.
Un ejemplo de la transformación gradual de un incidente inusual ocurre en la serie de reproducciones que se acaba de mencionar. En la versión original, la muerte del indio se describe así:
Cuando salió el sol se desplomó. Algo negro surgió de su boca. Su cara se deformó.
Esto se convirtió sucesivamente en:
Experimentos sobre recordar: d) El método de reproducción serial. I 187
Cuando salió el sol se desplomó. Y pegó un grito, y al abrir la boca una cosa negra escapó de ella.Cuando salió el sol sintió un repentino desmayo, y cuando intentó levantarse se desplomó, y una cosa negra se escapó de su boca.No sintió dolor hasta el alba del día siguiente, cuando al intentar levantarse, una gran cosa negra fluyó de su boca.Y vivió aquella noche, y el día siguiente, pero al ponerse el sol su alma negra salió volando de la boca.Y vivió durante la noche y el siguiente día, pero al ponerse el sol su alma salió negra volando de la boca.Vivió durante la noche y el día siguiente, pero murió al ponerse el sol y su alma expiró en su boca.Pero antes de que la embarcación pudiera alejarse del conflicto el indio murió, y su espíritu voló.Antes de que pudiera ser trasladado al bote, su espíritu había dejado este mundo. Su alma abandonó el mundo.(«Tonterías —dijo uno de ellos—, no morirás»). Pero murió.
Los cambios se producen gradualmente, pero el final se vislumbra desde el principio. Primero, el «algo negro» consigue una especie de fuerza o vitalidad propia: «se escapó», luego «fluyó». Luego la actividad recibe explicación, pues la «cosa negra» se convierte en el alma del hombre y, con una expresión convencional usual se dice que «expiró». Una vez que se introduce el alma, la misteriosa negrura se puede dejar de lado, lo que ocurre de forma rápida. La convención interviene de nuevo, y la expresión cambia a «su espíritu voló», y finalmente al tópico y cotidiano: «su alma abandonó el mundo». Es entonces cuando esta expresión conduce al mismo camino que el resto y no queda nada excepto la afirmación de que el hombre murió. La elaboración inicial, la simplificación subsiguiente, y la transformación final forman parte de un cambio, cuyo efecto es hacer que todo el incidente se convierta en algo común y racional. No obstante, ninguno de los sujetos se dio cuenta de lo que estaba haciendo.
Parece significativo el hecho de que al mismo tiempo que la noción de un alma que parte quedaba definitivam ente introducida, la expresión «negro» desapareciera. Al principio de la serie se podía considerar que la palabra «negro», tal como han mostrado algunos de los comentarios, se em pleaba con un sentido simbólico. Tenía su significado superficial de objeto, color y acontecimiento horrible; pero también encerraba la sugerencia vaga e implícita de «alma». No obstante, cuando finalmente se mencionaba a esta última, el uso simbólico de negro desaparece.
Es interesante observar que, para que el registro de los acontecimientos esté listo para una racionalización final, tiene que haber sufrido cierta
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elaboración preliminar. Tan pronto como se efectuó la racionalización, y el «algo negro» fue reemplazado por la referencia explícita al alma, todos los demás procesos tendieron decididamente hacia la simplificación. Las condiciones bajo las que se tiende a elaborar o simplificar los elementos culturales que se transmiten constituye una cuestión de gran interés, aunque muchas veces queden fuera del alcance de la verificación experimental. Pero se puede considerar que la elaboración es, hasta cierto punto, una etapa de un proceso que finaliza fundamentalmente en una racionalización. En primer lugar se elabora el material difícil y poco familiar, añadiéndose elementos más familiares. Luego, lo familiar conlleva su propia explicación, y lo desconocido se deja de lado, simplificándose considerablemente en el proceso todo el conjunto.
iii) Transformación ele los detalles. La transformación inmediata de los nombres desconocidos o relativamente desconocidos en otros más familiares ya ha sido discutida en el método de la reproducción repetida. No se necesita añadir nada más de momento, excepto que dichas transformaciones, fácilmente logradas, son susceptibles de transmitirse de forma fácil y persistente. Otras series muestran esta tendencia de manera más sobresaliente que la que se acaba de presentar, pero aquí está ilustrado por el cambio de «canoas» a «botes», y de «palas» a «remar».
iv) Orden de los acontecimientos. A medida que esta narración pasaba de boca en boca, se produjo un cambio interesante en el orden de los acontecimientos que quizás pudiera revestir alguna importancia. Se mantuvieron las dos excusas para no ir a luchar, pero la segunda pasó a primer plano, al mismo tiempo que se hizo más precisa. En vez de «mis familiares no sabrán a donde he ido», nos encontramos con «tengo una madre anciana en casa que se afligiría terriblemente si no volviera». Estas reproducciones fueron todas efectuadas en los primeros días de la Gran Guerra, y esta razón específica para evitar ir a combatir era muy eficaz en la clase de grupo social al que casi todos mis sujetos pertenecían. Por tanto, nos encontramos con una parte de una narración que, debido principalmente a circunstancias especiales de la época, produjo una reacción decididamente emocional. Puede que esta sea la razón por la que dicha excusa llegó a alcanzar una posición más prominente en la narrativa, y también por lo que se fue elaborando. Sin embargo, se necesitan pruebas que lo confirmen.
b) El hijo que intentó ser más listo que su padre 2
Presentaré ahora una serie obtenida a partir de una variante diferente de narración popular. Se trata de ese tipo tan bien conocido en el que se
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van acumulando hechos. Esta clase de cuento puede encontrarse a lo largo de todo el mundo y por regla general es fácil de transmitir. Veremos si dicha ,serie ilustra o no los mismos principios que intervenían en el caso de La guerra de los fantasmas.
R e l a t o o r ig in a l El hijo que intentó ser más listo que su padre
Un día un hijo dijo a su padre: «Me esconderé y no serás capaz de encontrarme». El padre replicó: «Escóndete donde quieras», y entró a su casa a descansar.
El hijo vio un cacahuete de tres granos y se puso en el lugar de uno de los granos; un ave de corral que pasaba picoteó el cacahuete y se lo tragó; y un gato montés atrapó ai ave de corral y se la comió; y un perro se encontró con el gato montés, y lo atrapó y se lo comió. Después de poco tiempo, al perro lo tragó una pitón que, después de comer, se fue al río y se enredó en una nasa.
El padre fue en busca de su hijo y, al no verlo, fue a mirar a la nasa. Arrastrándola a la orilla encontró en ella una gran pitón. La abrió y vio dentro un perro en el que encontró un gato montés, y al abrirlo halló un ave de corral de la que sacó el cacahuete, y entonces al abrir la cáscara, liberó a su hijo. El hijo se quedó tan demudado que nunca volvió a intentar ser más listo que su padre.
R e p r o d u c c ió n 1 El hijo que intentó ser más listo que su padre
Un hijo dijo un día a su padre: «Me esconderé y no serás capaz de encontrarme». El padre replicó: «Escóndete donde desees», y luego entró en la casa a descansar.
El hijo vio un cacahuete de tres granos y se puso en el lugar de uno de los granos. Un ave de corral vio el cacahuete y se lo comió. Al cabo de un rato, un gato montés mató al ave de corral y se la comió, y entonces un perro cazó al gato, lo mató y se lo comió. Después de un tiempo, una pitón atrapó al perro y se lo tragó. Tan pronto acabó de comer, la pitón bajó al río y quedó atrapada en una nasa.
El padre buscó a su hijo y al no encontrarlo, se fue al río a ver si había atrapado algún pez. En su nasa encontró una gran pitón que abrió. Dentro de ella encontró un perro en el que había un gato montés. Al abrir el gato montés, encontró una gallina, dentro de la cual encontró un cacahuete. Abrió el cacahuete, y liberó a su hijo.
El hijo se quedó tan demudado al ser descubierto, que nunca más volvió a intentar ser más listo que su padre.
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R e p r o d u c c ió n 2 El hijo que se propuso ser más listo que su padre
Érase una vez un hijo que deseaba ser más listo que su padre; así que dijo: «Me esconderé en un sitio, y no serás capaz de encontrarme». Al padre le pareció bien, así que el hijo salió al campo para preparar sus planes.
Encontró un cacahuete de 3 granos y se puso en el lugar de uno de los granos. Enseguida pasa un ave que se come el cacahuete. Pronto al ave la captura un gato montés, y al gato montés a su vez un perro. Finalmente aparece una pitón y devora al perro, después de lo cual baja al río a beber.
El padre mientras tanto había seguido con su trabajo diario. Por fin toma la determinación de irse a ver si ha atrapado algún pez en el río.
Cuando abrió la nasa se encontró que había atrapado una gran pitón. La abre en dos y encuentra al perro dentro. Dentro del perro encuentra al gato montés, dentro del gato montés al ave, y dentro del ave el cacahuete.
El padre abre en dos el cacahuete, y libera a su hijo.El hijo se quedó tan demudado al ser descubierto por su padre que se pro-
pone no volver nunca a pretender ser más listo que su padre.
R e p r o d u c c ió n 3 El hijo que intentó ser más listo que su padre
Había una vez un hijo que intentó ser más listo que su padre. Dijo: «Me esconderé, y nunca serás capaz de encontrarme». Al padre le pareció bien, y el hijo salió por el campo para preparar sus planes.
Se topó con un cacahuete con tres granos y se puso en el lugar de uno de ellos. Pronto pasó un ave, y al ver el cacahuete se lo comió entero. Entonces pasó un gato y atrapó al ave, y a su vez se la comió entera. Entonces un perro cazó y atrapó al gato y se lo zampó. Por último vino una pitón y devoró al perro.
Mientras tanto, el padre, que había seguido con su trabajo diario, pensó, sin embargo, que bajaría al mar a ver si había atrapado algún pez. Cuando llegó allí vio la enorme pitón —que había bajado a beber— atrapada en una trampa.
Rápidamente la abrió en dos y extrajo al perro; lo abrió en dos y extrajo al gato, lo mismo con el gato y el ave hasta que llegó al cacahuete. Cuando lo encontró, lo abrió en dos y extrajo a su hijo. El muchacho se quedó tan demudado cuando encontró que su padre había descubierto su escondite que resolvió que no volvería a tratar de ser más listo que él.
R e p r o d u c c ió n 4 El hijo que intentó ser más listo que su padre
Había una vez un hijo que resolvió intentar ser más listo que su padre. Así que dijo: «Me esconderé en un sitio y no serás capaz de encontrarme». Al pa
Experimentos sobre recordar: d) El método de reproducción serial. I 191
dre le pareció bien, y el hijo salió por el campo a preparar sus planes. Cuando estaba en el campo se encontró con un campesino con tres granos, y decidió ponerse en el lugar de uno de ellos.
Enseguida pasó un ave, y se tragó el grano; poco después un gato atrapó al ave y se la comió entera. Entonces un perro cazó al gato, y lo mató y se lo comió. Por último apareció una pitón que se tragó al perro entero.
Mientras tanto, el padre pensó que bajaría al mar, a ver si había atrapado algún pez en su trampa. Allí encontró la pitón, que había bajado a beber, atrapada en la trampa. Abrió en dos la pitón, y encontró al perro. Abrió en dos al perro, y encontró al gato, y así hasta que llegó al grano en el que, cuando lo hubo abierto en dos, encontró a su hijo. El hijo se sorprendió enormemente al ser encontrado, y decidió que nunca volvería a intentar ser más listo que su padre.
R e p r o d u c c ió n 5 El hijo que intentó ser más listo que su padre
Había una vez un hijo que resolvió intentar ser más listo que su padre, así que le dijo: «Me iré a esconder donde nunca seas capaz de encontrarme». Salió por el campo a preparar sus planes, y allí se encontró con un campesino que tenía tres granos en la mano. En ese momento el hijo tuvo una brillante idea, y se puso en el lugar de uno de ellos. Enseguida pasó un ave y se comió el grano. Más tarde un gato atrapó al ave y se la comió. Aún más tarde un perro cazó al gato y lo mató y se lo comió. Por último una pitón se tragó al perro.
Entretanto, el padre pensó que bajaría al mar para averiguar si había atrapado algún pez en su trampa. Para su sorpresa, encontró una pitón en la trampa. Había bajado a beber. Abrió en dos a la pitón, y encontró al perro, así que abrió en dos el perro, y encontró al gato, y así sucesivamente hasta que dio con el grano, en el que encontró a su hijo. El hijo se sorprendió mucho y tomó la determinación de que nunca volvería a intentar ser más listo que su padre.
R e p r o d u c c ió n 6
Había una vez un hijo que resolvió ser más listo que su padre. Así que dijo: «Me voy a esconder de ti, de manera que no seas capaz de encontrarme». Entonces se fue, y caminó por el campo hasta que se encontró con un campesino con tres granos. Pensó que ésta sería una buena manera de esconderse de su padre, y se puso en el lugar de uno de los granos. Pronto vino un ave y se comió el grano, pero al ave la atrapó y comió un gato al que a su vez mató y comió un perro. En último lugar vino una pitón y se comió al perro.
Mientras tanto, el padre bajó a la orilla del mar a ver si había algún pez atrapado en la trampa. Pero no encontró ningún pez sino a la pitón que había
192 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
bajado a beber. Tomó la pitón y la abrió en dos y allí encontró al perro, al gato, al ave y en último lugar el grano, dentro del cual encontró a su hijo.
Entonces el hijo dijo: «No es bueno intentar ser más listo que tú. No volveré a intentar esconderme nunca».
R e p r o d u c c ió n 7
Había una vez un muchacho que había resuelto ser más listo que su padre. Le dijo a su padre: «Me iré a esconder fuera, de manera que nunca seas capaz de encontrarme».
El hijo se fue por el campo donde se encontró con un campesino que llevaba tres granos. Se puso en el lugar de uno de los granos y un ave lo cogió al vuelo y se lo comió entero. Al ave la mató y comió un gato al que a su vez mató y se comió un perro. Vino una pitón y mató al perro y se lo comió, y cuando el padre bajó a la orilla del mar a buscar peces en su trampa, encontró allí a la pitón porque había ido a beber. Abrió en dos a la pitón y encontró dentro al perro; dentro del perro estaba el gato, y dentro de éste estaba el ave que había tragado ei grano; dentro del grano estaba el hijo.
El muchacho dijo a su padre: «No volveré a intentar nunca ser más listo que tú, padre. No sirve de nada».
R e p r o d u c c ió n 8
Había una vez un muchacho que había resuelto ser más listo que su padre. Le dijo: «Me iré a esconder y ya nunca serás capaz de encontrarme». Salió por el campo y se encontró con un campesino con tres granos en la mano. Se puso en el lugar de uno de ellos, y un ave lo cogió al vuelo, y se lo comió entero. Un gato mató al ave y se la comió, al que, a su vez, mató y se comió un perro. Una pitón mató al perro y se lo comió. Cuando el padre bajó a la orilla del mar para ver si había algún pez en su trampa, encontró a la pitón bebiendo allí. Abrió a la pitón en dos y encontró al perro; abrió en dos al perro y encontró al gato; y al gato en dos y encontró al ave; y al ave en dos y encontró el grano; y el grano en dos y encontró al muchacho. Le dijo al padre: «No volveré a intentar ser más listo que tú nunca. No sirve de nada».
R e p r o d u c c ió n 9
Había una vez un muchacho que deseaba ser más listo que su padre. Dijo: «Me esconderé de manera que no seas capaz de encontrarme».
En el camino se encontró con un campesino con tres granos en la mano, y se puso en el lugar de uno de ellos. Un ave cogió al vuelo el grano y se lo llevó. Un gato mató al ave y se la comió. Un perro comió al gato, y una pitón de
Experimentos sobre recordar: d) Et método de reproducción serial. I 193
voró al perro. El padre bajó al río para ver si había atrapado algo en sus redes, y allí vio a la pitón. La mató y la abrió en dos. Dentro de ella encontró al perro;, y dentro del perro encontró al gato; y dentro del gato encontró al ave; y dentro del ave encontró el grano; y dentro del grano encontró al muchacho, que dijo: «Padre, no volveré a intentar ser más listo que tú nunca. No sirve de nada».
R e p r o d u c c ió n 10
Había una vez un niño que quería ser más listo que su padre, así que dijo: «Me esconderé, de manera que nunca seas capaz de encontrarme».
Y en el camino se encontró con un campesino que llevaba tres granos, y se escondió dentro de uno de los granos, pero un ave cogió al vuelo el grano y se lo comió, y un gato se comió al ave, y un perro devoró al gato, y una pitón se tragó al perro. Entonces el padre del niño bajó al río para ver si había atrapado algún pez en su red, y encontró a la pitón. Abrió en dos a la pitón y encontró al perro dentro, y dentro del perro encontró al gato, y dentro del gato encontró al ave, y dentro del ave encontró el grano, y dentro del grano encontró a su propio hijo. Y el niño dijo: «Nunca más intentaré ser más listo que tú. No sirve de nada».
R e p r o d u c c ió n 11
Había una vez un niño que quería ser más listo que su padre, así que dijo que se escondería en algún sitio donde su padre nunca lo encontraría. Andando por un camino un día se encontró con un campesino que llevaba tres granos, así que se escondió en uno de éstos. Un ave se comió el grano, y un gato se comió al ave, un perro se comió al gato, y una pitón se comió al perro. Un día el padre del muchacho bajó al río para ver si podía encontrar a su hijo, entonces atrapó un pez, y dentro de él encontró una pitón; dentro de aquélla un perro; dentro de aquél un gato; dentro de aquél un ave; dentro de aquélla un grano; y dentro de aquél a su hijo. Entonces el muchacho dijo: «Padre, no volveré a intentar nunca ser más listo que tú, pues me doy cuenta de que no sirve de nada».
R e p r o d u c c ió n 12
Un niño pequeño, deseando ser más listo que su padre, se dispuso a encontrar algo en lo que esconderse. Se encontró con un campesino que llevaba dos granos, y así se escondió en uno de ellos. Un ave se comió el grano, y un gato se comió al ave. Entonces un perro se comió al gato, y a su vez a él se lo comió una pitón. El padre del muchacho al bajar al río para ver si podía encontrar al
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muchacho, atrapó un pez en el agua, y cuando lo abrió encontró una pitón, y en la pitón un perro, y en el perro un gato, y en el gato un ave, y en el ave un grano y en el grano a su propio hijo perdido desde hacía tiempo. Cuando el muchacho apareció le dijo a su padre: «¡No volveré a intentar ni una sola vez ser más listo que tú, porque ahora me doy cuenta de que no está bien!».
R e p r o d u c c ió n 13
Un muchacho que tenía miedo de su padre buscó a su alrededor algo en lo que esconderse y encontró un grano en el que se ocultó. Un ave se comió el grano, y a su vez a ella se la comió un gato, al que entonces se comió un perro, al que se comió una pitón.
El padre del muchacho atrapó un pez en el mar. Dentro del pez encontró una pitón; dentro de ésta un perro; luego un gato; y un ave, y finalmente un grano, en el que permanecía escondido su hijo perdido desde hacía tiempo. El muchacho, al ver a su padre, dijo: «Nunca volveré a intentar ser más listo que tú, ya que me doy cuenta de que eres demasiado inteligente para mí».
R e p r o d u c c ió n 14
Había una vez un muchacho que tenía miedo de su padre, y buscó a su alrededor algo para esconderse. Encontró un grano y se ocultó en él. Un ave se comió el grano, a la que se comió un gato, al que entonces se comió un perro. Por último, una pitón se comió al perro. El padre del muchacho atrapó un pez en el mar. Dentro de la pitón encontró un perro; dentro del perro un gato; luego un ave; el grano, y lo último al hijo perdido desde hacía tiempo. El muchacho, al ver a su padre, dijo: «Nunca volveré a intentar esconderme de ti, porque me doy cuenta de que eres demasiado inteligente para mí».
R e p r o d u c c ió n 15
Érase una vez un muchacho que tenía mucho miedo de su padre. Quería encontrar algún lugar donde estar oculto a salvo de su padre, y así eligió un grano. Pero el grano se lo comió un ave a la que atrapó y mató un gato. Al gato a su vez se lo comió un perro, y al perro una pitón. El padre del muchacho estaba pescando un día cuando atrapó la pitón. Dentro encontró al perro; dentro del perro al gato; luego al ave que había comido el grano, y finalmente a su hijo perdido desde hacía tiempo. El hijo se asombró mucho y le dijo a su padre: «Nunca volveré a intentar esconderme de ti, porque eres demasiado inteligente para mí».
R e p r o d u c c ió n 16
Una vez un muchacho intentó ocultarse de alguna manera de su padre. Concibió la idea de esconderse en el interior de un grano. Pero no bien lo
Experimentos sobre recordar: d) Ei método de reproducción serial, i 195
hubo hecho, el grano se lo comió entero un gato. A su vez al gato se lo tragó un perro, y al perro una pitón. Un día el padre del muchacho mientras estaba cazando disparó casualmente a la pitón. En el interior de la pitón encontró al perro; dentro del perro al gato; dentro del gato el grano, y en último lugar a su hijo perdido desde hacía tiempo en el interior del grano. «Nunca —dijo el muchacho— volveré a esconderme de ti, padre; porque no hay ningún lugar donde esconderme, por secreto que sea, que no seas capaz de averiguar.»
R e p r o d u c c ió n 17
Un muchacho que había estado haciendo alguna fechoría quiso esconderse de su padre, cuyo enojo temía. Al buscar un escondite por los alrededores, cayó una bellota de un árbol cercano, y concibió el plan de esconderse en el grano. Al pronto se acercó un gato, y después de jugar un rato con la bellota, se la tragó por casualidad. Poco después al gato lo cazó y atrapó un perro que lo mató y se lo comió. A su vez al perro se lo tragó una pitón. Unos cuantos días después el padre del muchacho estaba cazando y mató casualmente a la pitón. Al abrirla en dos encontró dentro de ella un perro; dentro del perro un gato; dentro del gato un fruto seco; y dentro del fruto seco a su hijo perdido desde hacía tiempo. «¡Oh!» —exclamó el muchacho—, nunca volveré a intentar esconderme de ti. Eres tan inteligente que si me escondiera en el mismísimo centro de la tierra me encontrarías.»
R e p r o d u c c ió n 18
Un día un muchacho que había cometido alguna fechoría y quería esconderse de su padre estaba de pie bajo un árbol. Una bellota cayó a sus pies y concibió la idea de esconderse en el grano. Al pronto pasó un gato, y después de jugar con la bellota, se la tragó por casualidad. A su vez al gato lo mató y se lo comió un perro. Un día al perro lo atrapó una pitón y se lo tragó. Algún tiempo después el padre del muchacho estaba fuera cazando, y mató a la pitón. Al abrirla en dos, encontró dentro de ella un perro; dentro del perro un gato; dentro del gato un fruto seco; dentro del fruto seco estaba su hijo perdido desde hacía tiempo. «Oh padre mío —exclamó el muchacho—, nunca volveré a intentar esconderme de ti mientras viva, pues me encontrarías aunque me escondiera en el mismísimo centro de la tierra».
R e p r o d u c c ió n 19
Un niño pequeño, habiendo cometido alguna clase de fechoría, intentó esconderse de su padre. Estaba de pie debajo de un árbol, cuando sucedió que se cayó una bellota, e inmediatamente concibió la idea de esconderse en el in-
196 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
terior de ella. Por tanto se ocultó en el interior del grano. Un gato pasó y se tragó la bellota. Más tarde ese mismo día un perro se tragó al gato. Posteriormente al propio perro se lo tragó una pitón.
Un día, ei padre del muchacho estaba fuera cazando casualmente, vio esta pitón, la atacó y la mató. Al abrir el reptil encontró en su interior un perro; en el perro encontró al gato; en el gato descubrió la bellota. La bellota contenía en su interior a su hijo perdido desde hacía tiempo. El muchacho recibió con un saludo a su padre, e hizo votos de que a partir de entonces no le escondería nada a su progenitor y que fuera cual fuera el delito que cometiera no pretendería escapar del castigo que mereciera.
R e p r o d u c c ió n 20
Un niño pequeño, habiendo realizado algún tipo de fechoría, deseaba esconderse de su padre. Sucedió que estaba de pie bajo un árbol, cuando una bellota cayó al suelo, e inmediatamente resolvió esconderse en el interior de ella. Por consiguiente se ocultó en el interior del grano. En ese momento una gata iba casualmente por aquel camino y cuando vio la bellota, súbitamente se la tragó. No mucho después un perro mató a esta gata y se la comió. Finalmente al propio perro lo devoró una pitón.
Un día' el padre del muchacho estaba fuera cazando cuando se encontró con la pitón, y la atacó y se la cargó. Al abrir en dos la bestia descubrió al perro dentro de ella, y dentro del perro a la gata, y dentro de la gata la bellota. En el interior de la bellota encontró a su hijo perdido desde hacía tiempo. El hijo se alborozó al ver de nuevo a su padre, y le prometió que nunca volvería a ocultarle nada. Dijo que se sometería al castigo que mereciera, fuera cual fuera su delito.
i) Omisiones. En términos generales las omisiones de este relato, aunque no tan numerosas ni tan marcadas como las de La guerra de los fantasmas, ilustran los mismos principios. De hecho, en el caso que nos ocupa, la última versión es tan larga como la original, debido a la elaboración que tuvo lugar hacia el final. Al desaparecer la conversación inicial, se inventan tres razones sucesivas para justificar que el muchacho se esconda, manteniéndose al final la del deseo comprensible de esconderse de un padre posiblemente ofendido. La trampa de la pitón, tan poco familiar, desaparece por completo. Todas las omisiones son congruentes y producen el efecto global de que el relato parezca menos inconexo. Sin embargo, parece bastante probable que este tipo de relato acumulativo sufra menos cambios por omisión que cualquier otro tipo, cuando se transmite de una persona a otra.
ii) Racionalización. Más interesantes resultan las racionalizaciones
Experimentos sobre recordar: d) El método de reproducción serial. I 197
de las cuales esta cadena ofrece numerosos ejemplos. Todas se introdujeron inconscientemente aunque un sujeto dijo en una o dos ocasiones después de dar su versión, «Me gusta que las cosas tengan razón de ser, y aquí no hay manera de lograrlo».
En primer lugar, se da una razón concreta para el deseo del muchacho de esconderse. En segundo lugar, se sustituye el cacahuete por la bellota, más familiar, y luego, como es natural, la bellota se cae de un árbol. Es divertido el curso de este cambio: el tercer sujeto contaba que el muchacho, al buscar un escondite, se topó con un cacahuete. La expresión «se topó» puede que haya influido en el sujeto siguiente, que también parece haber leído «cacahuete» sin atención o apresuradamente. En cualquier caso y con toda seguridad, «cacahuete», al ser un objeto relativamente inusual, se habría modificado con bastante rapidez. Por la razón que sea, el sujeto 4 introdujo un «campesino con tres granos». El campesino con sus granos permaneció inalterado de modo bastante sorprendente hasta que el sujeto duodécimo redujo el número a dos, y el siguiente a uno. En ese momento un grano indeterminado resulta poco satisfactorio y cuatro reproducciones después hace su aparición la bellota, y todo el incidente adquiere un contexto más «inglés».
La última parte del relato comparte el curso general de racionalización; y con ello, se pierde por completo la idea original. Porque cuando el niño se esconde ya no como simple diablura sino porque tiene miedo de su padre, y después porque ha hecho alguna «fechoría», su serie de aventuras se convierten de modo natural en un castigo por su mala acción. Así, en lugar de quedarse «demudado» cuando le descubren, se «alboroza» y, utilizando una convención común, acaba prometiendo que se portará bien a partir de entonces.
Una vez que se añade esta «moraleja» al final del relato, se sigue manteniendo aunque con cierta elaboración.
Hay un aspecto en el que las dos cadenas de relatos consideradas hasta ahora parecen ilustrar tendencias contrapuestas. En La guerra de los fantasmas lo inusual tendía a desaparecer rápidamente. En el caso de El hijo que intentó ser más listo que su padre varios sujetos señalaron de modo espontáneo cosas del tipo: «este relato es una locura, pero es fácil de recordar precisamente por eso».
De hecho, en muy raras ocasiones podemos estar seguros de cómo va a operar un factor psicológico dado sin estudiar con sumo cuidado el contexto en el que tiene que operar. La tendencia es que lo inusual se transforme u omita: pero hay por lo menos dos conjuntos generales de condiciones en las que es probable que se retenga y quizá, incluso, que se elabore. La primera, cuando un rasgo nuevo es el componente inusual in-
198 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
dividiial dentro de un contexto relativamente tópico; y la segunda, cuando la característica peculiar se repite varias veces de modo que forma una serie de incidentes o características relacionados. Quizá un ejemplo de la primera sea la retención, en varias reproducciones de La guerra de los fantasmas (a partir de que el relato se ha abreviado mucho), de la extraña expresión «la gente no pudo incorporarle, porque estaba muerto». La segunda viene ilustrada por la conservación a lo largo de veinte reproducciones, casi con total fidelidad, de la serie de aventuras ocurridas al muchacho escondido. Es indudable que la forma acumulativa del relato, una forma frecuente en los cuentos infantiles de todos los países, contribuye en buena medida a esta conservación. Cada uno de estos tipos de recordar lo inusual es muy común entre los niños pequeños.
iii) Transposición de palabras y expresiones. Estas dos series de reproducciones ilustran cuán frecuentes son las transposiciones de palabras y expresiones. Se suele asignar a una persona un enunciado que ha hecho otra, se transfiere a alguien un calificativo referido a otro. En La guerra de los fantasmas se dice primero que el hombre herido vuelve a casa, luego es él quien le dice a otros que lo lleven a casa. Al principio, él afirma que sobrevivirá pero más tarde otro le asegura que vivirá. Las palabras dominantes pueden ir de un lado a otro en versiones distintas del mismo relato como ocurre con «casualmente» y «por casualidad» en las reproducciones 16, 17, 18 y 19 de la segunda cadena. Cambios de este tipo son en realidad muy comunes cuando se extienden rumores y relatos populares, y muy a menudo pueden dar lugar a alteraciones subsiguientes de im portancia. V aldría la pena investigar de modo más específico cuáles son sus condiciones principales, frecuencia relativa y efectos generales.
Parece que por lo que respecta a las dos cadenas de reproducciones que ya se han considerado, los principales tipos de transformación que tienen más probabilidad de aparecer en estas condiciones experimentales, son los siguientes:
1. Una gran simplificación general debido a la omisión de material que parece irrelevante, a la construcción gradual de un todo más coherente, y a la modificación de lo poco familiar por algo que lo sea más.
2. Una racionalización constante, tanto del relato global como de sus detalles, hasta alcanzar una forma a la que se refieren fácilmente todos los sujetos que pertenecen al grupo social en cuestión, lo que puede originar una enorme elaboración.
3. Una tendencia a convertir en dominantes ciertos hechos, de manera que los restantes se agrupen en torno a ellos,
Experimentos sobre recordar: d) El método de reproducción serial. I 199
También parece probable que la forma acumulativa de un relato favorezca la retención de la serie general de hechos con pocos cambios, y que se recuerde y conserve todo lo que resulte divertido. Puede que este último factor sea en buena medida el responsable de la conservación de lo nuevo en un contexto tópico.
c) Dos series procedentes de grupos raciales distintos3
Las dos cadenas de reproducciones consideradas hasta ahora se obtuvieron con estudiantes ingleses de licenciatura de la Universidad de Cambridge. Tiene cierto interés comparar otras dos series, ambas partiendo de El hijo que intentó ser más listo que su padre, obtenidas con estudiantes indios graduados en la India. Estos estudiantes nunca habían salido de su país pero habían estudiado algunos años en su Universidad, y todos ellos pertenecían a castas superiores y eran mahometanos o hindúes. Las condiciones generales de reproducción fueron idénticas a las anteriores.
R e p r o d u c c ió n 1
Un hijo dijo a su padre: «Me esconderé y nunca serás capaz de descubrirme». El padre dijo: «Escóndete donde quieras» y entró en una habitación a descansar. El hijo, al ver unos cacahuetes, se puso en el lugar de uno de ellos. Un ave de corral se acercó y se tragó el cacahuete. Un gato silvestre vio el ave de corral y se la comió entera. El gato se cruzó con un perro que se lo merendó. Al perro a su vez se lo comió entero una pitón. Después de darse un festín con el perro, la pitón fue al río a beber agua y quedó atrapada en una red.
El padre salió de la habitación, tomó la red y se fue al río. Allí encontró una pitón en el interior de la red. Abrió la red, y al encontrar la pitón, abrió esta última y encontró dentro al perro. Al abrir al perro encontró un gato dentro de él, que una vez abierto, dejó al descubierto un ave de corral. El padre, al abrir al ave de corral, descubrió dentro un cacahuete. Cascó la cáscara y salió el hijo. El hijo estaba tan demudado que nunca- volvió a intentar ser más listo que su padre.
R e p r o d u c c ió n 2
Érase una vez que en cierto lugar vivía un caballero con su familia. Tenía un hijo inteligente quien en su ingenuidad intentó superar a su padre. Un día el hijo dijo al padre: «Oh padre mío, me esconderé y nunca serás capaz de descubrirme». Al padre le pareció bien esta propuesta y después de un ratito
200 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
se fue a una habitación donde descansar. En aquel lugar había una pila de cacahuetes. Entonces el hijo se convirtió en un cacahuete. Unos cuantos días después al cacahuete se lo tragó entero un ave de corral. Pasó el tiempo y a esa ave de corral la devoró asimismo un gato silvestre. Un día a ese gato lo atrapó también asimismo un perro. Y después ese perro se lo comió entero. Poco rato después a ese perro lo devoró una pitón. Por último la pitón se perdió dentro del agua. Pero he olvidado decir que el padre tenía la costumbre de atrapar peces con redes. El padre después se preocupó de encontrar a su hijo pero sus intentos fracasaron. Entonces el padre salió a atrapar peces con su red. Entonces esa pitón quedó atrapada en la red de ese padre. Cuando cortó esa pitón encontró dentro a un perro, y cuando cortó al perro salió el gato silvestre, y en ése se encontró el cacahuete. El padre aplastó el cacahuete y entonces hizo su aparición el hijo. Después de esto el hijo nunca intentó ser más listo que su padre.
R e p r o d u c c ió n 3
Érase una vez un hombre que vivía con su familia. Tenía un inteligente hijo que un día planeó sobresalir por encima de su padre. Dijo el hijo al padre: «Un día me esconderé y nunca serás capaz de descubrirme». Al padre le pareció bien la propuesta de su hijo. Se fue a dormir a una habitación. El hijo vio una pila de cacahuetes en la habitación y se cambió por un cacahuete. Vino un ave de corral y se tragó ese fruto seco. Al ave de corral la devoró un gato al que a su vez se lo tragó un perro. Una pitón se comió al perro entero. Un día la pitón se sumergió en el agua. Entonces el padre hizo una búsqueda de su hijo, pero no lo pudo encontrar en ninguna parte. Tomó una red y se marchó a pescar. La pitón que había tragado al perro quedó atrapada en la red. El padre abrió el vientre de la pitón y salió el perro fuera. Al perro lo mató y el gato salió de él. El padre abrió ei gato también, y salió el fruto seco. Cascó el fruto seco y el hijo lo saludó. El hijo entonces nunca intentó ser más listo que su padre.
R e p r o d u c c ió n 4
Érase una vez que vivía una familia. El padre tenía un chico inteligente. El chico quería ser superior a su padre en inteligencia. Así que un día le dijo a su padre: «Me esconderé en alguna parte y tú intentas descubrirme y digo con seguridad que no serás capaz de hacerlo». Al padre le pareció bien y poco después se fue a dormir a su habitación. El hijo vio cacahuetes almacenados en un rincón de la casa. Así que se cambió por un cacahuete. Vino un gallo y se comió el cacahuete. Un gato devoró al gallo y un perro se tragó al gato; a su vez al perro se lo tragó una pitón. La pitón se sumergió en el agua. Un día el padre salió a pescar. Por casualidad
Experimentos sobre recordar: d) El método de reproducción serial. I 201
la pitón quedó a trapada en su red. La llevó a casa y cortó su vientre. En su interior encontró al gato. Mató al gato y en su interior encontró ei fruto seco. Cascó el fru to seco y en su interior encontró a su chico. El chico al ver a su padre se avergonzó de su comportam iento, y le dijo que nunca volvería a repetir lo mismo.
Desgraciadamente esta cadena acaba aquí aunque es evidente que el relato no ha alcanzado todavía una forma estable. Aunque breve, la serie presenta algunos aspectos interesantes. La forma y secuencia generales se conservan, como antes, notablem ente bien; pero hay una tendencia más fuerte hacia la elaboración. El segundo sujeto es en gran medida responsable de ello, y vem os aquí de nuevo cómo toda una serie puede recibir un cambio im portante por la inventiva de una persona. Este sujeto, después de leer la versión de su predecesor preguntó si se le permitía añadir algo más. D ijo que el relato era menos interesante de lo que podía ser. Se le con testó que rela tara la narración tal como se le había dado, pero a pesar de esto aprovechó su inclinación a adornar e introdujo varios toques nuevos. Se m antiene hasta el final la tendencia, que muestra su versión, a construir la narración de forma más emocionante. De nuevo, las partes iniciales y finales tienden a sufrir los cambios más importantes. Vuelve a aparecer el habitual «érase una vez», y una vez más el escondite del muchacho se racionaliza de modo que proporcione una razón concreta p ara su huida. La última versión muestra signos de que se va a añadir una «moraleja» al cuento; y, como en la versión inglesa, se dice que el hijo se «avergonzó de su comportamiento». Se mantiene el cacahuete aunque el incidente de los «tres granos» desaparece en seguida. El gato m ontés se convierte en un «gato silvestre» y después en un «gato» norm al, como se podía esperar en una versión india. El incidente de la pitón causa dificultades especiales y se transforma notablemente.
Tomando en consideración esta pequeña serie en el valor que tiene, aparte de las divergencias verbales, hay menos diferencias de las que se podría haber esperado cuando se com para con las versiones inglesas. Coinciden los principios de acuerdo con los cuales tienen lugar las transformaciones, y hay pocas pruebas de un aumento en el recuerdo literal, tal como algunos se hubieran sentido inclinados a predecir en la cadena india.
Se obtuvo una segunda serie algo más larga con el mismo punto de partida. Los estudiantes que intervinieron en ella tenían la misma situación social y form ación general, y todos ellos ya estaban en posesión de un título universitario. La serie discurrió como sigue:
202 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
R e p r o d u c c ió n 1
Un muchacho dijo a su padre: «Me esconderé y no serás capaz de seguirme ei rastro». El padre permitió que el muchacho probara. El muchacho fue al rincón de la casa a descansar, y allí encontró un cacahuete de tres granos. Se metió en uno de las granos del cacahuete. Un ave de corral vio el cacahuete y se jo tragó. Un gato de la selva se encontró con el ave de corral y se la comió entera. Después de un rato, un perro vio al gato y se lo tragó. El perro fue a beber agua en el río y una pitón lo atrapó y la pitón se lo tragó. Un pescador extendió su red en el río y la pitón quedó atrapada en ella.
El padre intentó buscar a su hijo, y como fuera incapaz de descubrir su rastro se marchó al río. Allí vio una pitón atrapada en la red. Abrió su estómago y sacó al perro. Luego sacó al gato del perro y luego al ave de corral del gato y el cacahuete del ave de corral. Al abrir el cacahuete sacó a su hijo. El hijo estaba tan estupefacto que nunca en el futuro haría el menor intento de esconderse.
R e p r o d u c c ió n 2
Un muchacho le contó a su padre que si se escondía, él (el padre) no sería capaz de descubrirlo si lo buscaba. El padre dejó que el muchacho lo intentara. El muchacho entonces se metió en un rincón de la habitación a descansar, donde encontró un cacahuete de tres granos. Llegó un ave de corral y se comió el cacahuete. Un gato vio al ave de corral y se la comió. Un perro se comió al gato y, al perro, cuando fue a beber agua, se lo comió entero una pitón. Un pescador había extendido su red en el río. Cuando el padre no pudo llegar a encontrar a su hijo, fue a la orilla y encontró la pitón atrapada en la red. Abrió el estómago de la pitón y obtuvo al perro. Del perro obtuvo al gato y del gato al ave de corral y del ave de corral el cacahuete, y de él al muchacho. Por tanto, el muchacho a partir de ese momento no se atrevió a volver a intentar lo mismo.
R e p r o d u c c ió n 3
Un muchacho dijo a su padre: «Si yo me pusiera a esconderme no serías capaz de descubrirme». Su padre le dejó esconderse. El muchacho se metió en el rincón de una habitación y entró en un guisante de tres granos que allí encontró. Vino un ave de corral y se comió el guisante entero. Al ave se la comió entera un gato inmediatamente después, y al gato un perro. Como luego el perro se dirigiera a un arroyo en el que estaba extendida una red, para beber agua, se lo comió una pitón. El padre vino al arroyo en busca de su hijo, y allí encontró a la pitón atrapada en la red. Abrió su estómago y dentro encontró al perro. Asimismo del estómago del perro sacó al gato y del gato al ave de
Experimentos sobre recordar: d) El método de reproducción serial. I 203
corral y del ave de corral el guisante. Dentro del guisante, encontró a su hijo. Por tanto, desde ese momento nunca se atrevió a volver a intentar este juego.
R e p r o d u c c ió n 4
Un día un muchacho dijo a su padre: «Si me escondiera no serías capaz de descubrirme.» El padre dejó que su hijo lo hiciera. El muchacho se metió en una habitación y entró en un guisante con granos que allí encontró. Inmediatamente vino un ave de corral y se comió el guisante entero. Después de un rato también al ave de corral se la comió entera un gato, y al gato un perro. El perro se sintió sediento y fue hacia un río en el que estaba extendida una red. Cuando el perro llegó allí y comenzó a beber el agua, se encontró enganchado en una red. Vino una pitón y se comió al perro entero.
El padre sintió ansiedad y salió en busca de su hijo. Se llegó hasta la ribera del río y encontró la pitón en una red. Abrió el estómago de la pitón y encontró un perro en él. Asimismo abrió el estómago del perro y descubrió un gato, y del estómago del gato descubrió un ave de corral. Siguió haciendo esta labor, y por fin abrió el estómago del guisante y descubrió a su hijo.
Su hijo recibió una buena lección y decidió no volver a hacer este trabajo.
R e p r o d u c c ió n 5
Un muchacho fue a su padre y dijo que si él (el muchacho) se escondía, su padre no sería capaz de descubrirlo. El muchacho fue a esconderse en un guisante «kerjou». El guisante se lo comió entero una gallina y a la gallina un gato. Al gato se lo comió entero un perro. El perro se encontró sediento y fue a un río donde se lo tragó entero una «psitón». Mientras tanto el padre del muchacho salió en busca de su hijo y en el camino vio la psitón enredada en una red. Tomó la psitón y cortó en pedazos su estómago y encontró un perro. Cuando el estómago del perro estaba partido salió el gato. Cuando el estómago del gato estaba partido salió la gallina y cuando el estómago de la gallina estaba partido se encontró el guisante «kerjou», y dentro del guisante «kerjou» se vio al muchacho.
El muchacho aprendió una buena lección y siempre hizo lo que su padre le dijo.
(Nota del sujeto: «kerjou» y «psitón» no se leían bien en el papel que me han dado*.)
* En reproducciones anteriores se ha traducido el térm ino inglés «kernel» por grano, que en la p resen te rep roducc ión no aparece po r leer el su je to «kerjou» en lugar de «kernel»; lo mismo ocurre con el térm ino inglés «python», traducido por «pitón» y que al derivar en «psython», hemos castellanizado como «psitón». [N. de las T.]
204 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
R e p r o d u c c ió n 6
A un muchacho le pidió su padre que se escondiera de modo que él (su padre)- pudiera intentar descubrirlo. El muchacho se marchó a esconderse en un guisante. El guisante lo picoteó y se lo comió una gallina. A la gallina a su vez se la comió entera un gato, y al gato un perro. El perro se arrimó a un aljibe para calmar su sed y se lo tragó una «piatós». Al vagar la «piatós» de un lado a otro quedó atrapada en una red de la que no pudo escapar. Entretanto el padre del muchacho estaba fuera en su busca. Encontró la piatós enredada en una red. Después de lo cual abrió en dos el vientre de la piatós y descubrió al perro. Luego fue abierto en dos el vientre del perro dentro del cual encontró un gato. Fue abierto en dos a continuación el vientre del gato, y luego el de la gallina que había dentro de él, y se descubrió el guisante. Al abrir en dos el guisante se descubrió al muchacho.
El muchacho aprendió una buena lección de todo esto. Intentó ser obediente y a partir de entonces satisfizo los deseos de su padre.
R e p r o d u c c ió n 7
(Nota del sujeto: el relato es inconexo y para que no lo sea tendré que añadir algunas cosas.)
Parece que a un muchacho le pidió su padre que hiciera algo. No pudo o no quiso hacerlo. Salió y se escondió, como dice el narrador, en un guisante. Al guisante con el muchacho lo comió una gallina. A la gallina se la comió un gato. Al gato se lo comió un perro, y al perro a su vez se lo comió una pitos (un animal quizá), cuando (el perro) había ido a beber agua a un arroyo. La pitos no escapó a su delito y quedó atrapada en una red. Cuando el padre no encontró a su hijo comenzó a explorar dónde estaba. De un modo u otro se llegó hasta la pitos y abrió su vientre de un corte. En el vientre de la Pitos se encontró al perro. También fue cortado en pedazos su vientre y salió el gato. Así siguió hasta que obtuvo al muchacho.
El muchacho, que había sufrido tanto, no volvió a esconderse nunca y obedeció siempre a sus padres.
R e p r o d u c c ió n 8
Había una vez un perezoso muchacho al que su padre le puso una tarea. El muchacho o bien no pudo o bien fue incapaz de realizar la tarea. Por tanto pensó en esconderse en un lugar y avistó un refugio así en un guisante.
Sucedió entonces que a una gallina se le ocurrió pasar por allí y se tragó entero el guisante con el niño.
La gallina a su vez se encontró en el camino de un gato hambriento que se la tragó entera junto con el guisante y el niño.
Experimentos sobre recordar: d) El método de reproducción serial. I 205
El gato a su vez coincidió también en el camino de un perro voraz, que hizo con él lo que él había hecho con la gallina y se lo tragó entero junto con la gallina, el guisante y el muchacho.
Él perro tampoco escapó totalmente impune sino que al sentirse sediento fue a calmar su sed a un arroyo de agua fresca y allí se lo tragó un enorme animal acuático ilamado «pitos», junto con el perro, el gato, la gallina y el muchacho.
La pitos también se encontró con el hado inevitable. Porque el padre del muchacho salió en busca de su hijo, y habiéndose enterado probablemente del extraño ciclo de acontecimientos, divisó la tremenda pitos e hizo rodajas su vientre. El perro salió, y de su vientre el gato, del suyo la gallina, lo que reveló el guisante, extrayendo a su vez del guisante a! muchacho.
Ei resultado fue que el muchacho, que había sufrido tanto, abandonó toda su indocilidad e indolencia, y nunca desobedeció a su padre después de esto.
R e p r o d u c c ió n 9
A un muchacho le puso su padre una tarea. Él eludió el trabajo bien por su incapacidad para hacerlo, o bien por indolencia y pereza. Temeroso de encontrarse con su padre cuya ira había provocado por ello, el muchacho quiso esconderse en algún lugar y tomó como refugio un guisante.
A una gallina se le ocurrió pasar por allí y, hambrienta, se tragó entero el guisante y con él al niño. Justo cuando la gallina había terminado de comer un gato se abalanzó sobre ella, la despedazó y se la tragó y con ella el guisante y al muchacho.
Un voraz perro vio al gato y quiso mantener la pelea tradicional entre sus especies y se tragó entero al gato y con él la gallina, el guisante y al muchacho, aunque no tenía nada de hambre. Después de un rato el perro empezó a sentirse con sed y fue a un río a calmar su sed. Pero hubo de encontrar el mismo sino y no pudo escapar impune, porque una monstruosa pitos se lo tragó entero y con él al gato, a la gallina y al muchacho.
Fue así como el padre del muchacho se encontró en busca de su hijo y se enteró del ciclo de zampadas y más zampadas, el extraño destino que habían encontrado el guisante, la gallina, el gato y el perro. Fue a aquella orilla del río, descubrió la monstruosa pitos y le disparó y la abrió de un corte.
De este modo salieron el perro, el gato, la gallina y el guisante, y con éstos, el muchacho de su refugio.
R e p r o d u c c ió n 10
Un muchacho era muy indolente. Siempre eludía el trabajo. Como temía que su padre lo viese se escondió en un guisante. Una gallina que estaba allí se tragó entero el guisante. Un gato a continuación se abalanzó sobre la galli-
206 Recordar. Estudio de psicología experimental y sociai
na y la devoró entera. Ocurrió que un perro vio al gato y, aunque no particularmente hambriento, se arrojó sobre él y se merendó al gato tan ricamente. Entonces, sintiéndose con sed, el perro fue a la orilla de un río a calmar su sed. Allí lo atacó una enorme pitos que lo devoró entero en un abrir y cerrar de ojos. Ese mismo día el padre del muchacho había salido de caza, y viendo la pitos en la orilla del río le disparó y la abrió en pedazos. Para su total asombro, encontró un perro en el espacioso buche de la pitos. Esto provocó más su curiosidad, de modo que abrió también al perro de un corte y encontró dentro de su estómago un gato. A continuación abrió de un corte al gato, y encontró dentro una gallina, y abriendo en dos la gallina, llegó al guisante y por último a su propio y querido hijo. Se quedó sorprendido con lágrimas de contento con una sonrisa radiante en sus labios. En vano había explorado antes dónde estaba el muchacho; sólo por una misteriosa coincidencia de raros acontecimientos fue capaz de hallarlo.
Es de nuevo una pena que la cadena de reproducciones se detenga en este punto, porque parece como si la narración fuera a cambiar de un modo interesante. No obstante, tal como está, esta serie refuerza con creces la sugerencia de la otra serie india de que la tendencia a elaborar y recargar es mucho más fuerte en este tipo de sujetos que en el caso de los estudiantes ingleses. Es interesante que las elaboraciones principales se introduzcan a partir de la reproducción 7. Este sujeto hizo una nota especial acerca de que la narración que le había sido entregada era inconexa e incoherente, y que tenía que añadir algo para hacerla más clara. Añadió muy pocos detalles, muchos menos de hecho de los que añadieron sujetos posteriores que no hicieron comentarios de ese tipo. Pero puso la observación explicativa al comienzo, y ésta parece tener el efecto de proporcionar al relato el contexto necesario en este grupo de sujetos para hacer que parezca preciso y coherente. Inmediatamente, se hace más efectiva y las tres versiones subsiguientes son todas un poco más largas y, en algunos aspectos, más minuciosas que la original.
Se verá más adelante que cuando se transmite material gráfico hay una tendencia general de modo similar a simplificar hasta que se ha alcanzado un contexto fácilmente aceptable, y luego a elaborar 4. El mismo proceso opera en esta cadena de reproducciones.
Todas las series obtenidas con este punto de partida tienen algunas características curiosamente parecidas. Todas ellas, en un momento u otro, adquieren una «moraleja», la del castigo a un muchacho travieso. Dos de ellas dan la vuelta por completo a la actitud que tenía el muchacho al comenzar la serie y lo dejan encantado por haber sido encontrado. En todas las seríes, son el comienzo y el final de la historia los que los sujetos predominantemente racionalizan, explican y hacen aceptable. A lo largo de
Experimentos sobre recordar: d) El método de reproducción serial. I 207
todas ellas los cambios de nombres particulares se dan continuamente y en todos los casos se mantienen notablemente el número y orden de los acontecimientos.
La tercera serie muestra varias trasposiciones interesantes. En primer lugar, el hijo dice que se esconderá, luego se le dice que se esconda, y finalm ente se le da algo que hacer, fracasa y se esconde por vergüenza o temor. El perro, y no la pitón, va a beber al agua. Primero el perro, y luego la pitón quedan atrapados en la red. Estas trasposiciones inconscientes tienen resultados importantes, porque ayudan a modificar la actitud del padre en la última parte de la narración.
U na comparación de estas dos series indias con cualquiera de las inglesas es suficiente para señalar que valdría la pena intentar reunir muchas m ás cadenas como éstas procedentes de grupos sociales que sean muy diferentes. Si bien los principios generales de trasposición perm anecen constantes en lo que se refiere a estos dos grupos hay una mayor propensión a la elaboración en el grupo indio, y los detalles y los puntos de énfasis difieren. Estas variaciones parecen estar de acuerdo con diferencias de grupo. Tanto la naturaleza como el funcionamiento de las diferencias de grupo pueden estudiarse usando con cuidado el método de reproducción serial.
4. Pasajes descriptivos en prosa
¿Tendríam os resultados comparables a los obtenidos con una secuencia de relatos populares, si se pidiera a los sujetos que abordaran material descrip tivo referen te a acontecimientos habituales de su comunidad? P ara investigar este problem a se seleccionaron, y en algunos casos se adaptaron , varios reportajes periodísticos que trataban de deportes entre otros tem as, y se presentaron a grupos de estudiantes universitarios en Cam bridge para que los reprodujeran. Voy a ofrecer ahora algunas de estas series para comentarlas a continuación. Las condiciones generales del experim ento fueron como las anteriores.
i) Excelente bateo en el campo de Lord
El partido entre el Middlesex y el Kent continuó ayer en el campo de Lord de nuevo con un gran aforo. El resurgimiento del interés por el criquet local es el rasgo más relevante del deporte en este verano, lo que anima a los viejos aficionados del juego y a quienes, como el autor, creen que el criquet es el
208 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
más grande de los juegos nacionales y algo así como un índice de la grandeza nacional. El Sr. Bickmore y Hardinge continuaron las entradas de Kent contra los lanzamientos de Durston —desde el extremo del ala—, y de Hearne. Ambos comenzaron cautelosamente, mostrando el Sr. Bickmore en solitario cierta falta de contención al intentar golpear algunas de las bolas cortas de Durston hacia el campo opuesto. Llegará a ser un gran bateador si consigue refrenar sus deseos de marcar tantos antes de estar colocado. El área de juego no estaba en modo alguno en perfectas condiciones tras la lluvia del día anterior y después de añadir veinte carreras por el mismo número de minutos, el Sr. Bickmore fue eliminado en una intentona contra Hearne. Al poco tiempo le siguió Seymoure cuando el Sr. Kidd atrapó la bola justo detrás de él con la mano izquierda en una bonita jugada. Woolley entró a batear y en seguida pareció encontrarse a sus anchas. Dio a todas las bolas con igual facilidad y confianza y parecía capaz de conseguir tantos en cualquier jugada. A Hardinge, que había estado bateando realmente bien, le fue arrebatada la bola en la zona sureste cuando intentaba conseguir cuatro puntos por segunda vez contra Lee que había sustituido a Durston. 3 por 49. El Sr. Hedges se unió luego a Woolley y se dieron entonces algunos de los golpes más bonitos que se hayan visto este año en el campo de Lord. Apenas hubo un golpe arriesgado y sin embargo la bola terminó fuera del campo en todas las direcciones con una regularidad casi monótona. Teniendo en cuenta que se tuvo que dejar de jugar muy pronto el sábado, el coronel Troughton probablemente estuvo acertado al suspender el turno en el descanso del té con el marcador en 360 por 3. Los 182 de Woolley sin ser eliminado fue una de las mejores intervenciones que ha tenido en su vida. A pesar de las dificultades que ofreció el área de juego y de unos lanzamientos nada flojos, bateó sin fallos ni señal de vacilación. La actuación del Sr. Hedges también fue bonita aunque no tan impecable. Midd- lesex lo pasó mal después del descanso del té antes de que la lluvia volviera a interrumpir el juego, al perder 4 buenos jugadores por 75. A lo largo de la jornada se vendieron 18.500 entradas.
R e p r o d u c c ió n 1 5 Excelente bateo en el campo de Lord
Se reanudó hoy el juego entre el Middlesex y el Kent. El resurgimiento del interés es uno de los rasgos más importantes de esta temporada, y de especial interés para quien, como el autor, cree que el criquet es el juego inglés por excelencia, y hasta cierto punto una señal de la grandeza inglesa. El Sr. Robinson abrió el bateo bien pero debe aprender a resistir la tentación de conseguir tantos antes de estar colocado. Más tarde Woolley y el Sr. Hedges comenzaron su colaboración y se pudo ver una bonita exhibición de golpes. Una bola tras otra cayeron fuera del campo con monótona regularidad. En el descanso del té, el coronel Troughton decidió suspender el turno con el resultado de 360 por 3 jugadores. La intervención de Wooly con 180 sin ser elimi
Experimentos sobre recordar: d) Ei método de reproducción serial. I 209
nado fue de lo más notable. Sobre un área de juego en muy mal estado y contra lanzamientos en modo alguno flojos, apenas cometió un error. Después del té, el Middlesex comenzó a sufrir reveses. Perdieron cuatro jugadores y acabaron con una puntuación de 26 carreras por detrás y con sólo 6 jugadores en su haber. El juego se reanudará mañana. Se vendieron 18.500 entradas al campo.
Reproducción 2 Excelente bateo en el campo de Lord
El Middlesex y el Kent reanudaron hoy el partido en el campo de Lord. Uno de los rasgos sobresalientes de esta temporada es el resurgimiento del interés mostrado por el juego. Esto tiene un interés especial para quien, como el autor, considera que el criquet es uno de los juegos británicos por excelencia, y hasta cierto punto una señal de la grandeza de Inglaterra. Abriendo el turno del Kent, el Sr. Robinson bateó bien pero debe aprender a resistir la tentación de conseguir tantos hasta que no esté bien colocado. Luego Woolley y el Sr. Hedges dieron una excelente exhibición terminando la bola fuera del campo con monótona regularidad. Las 180 de Woolley fueron un logro digno de destacar considerando que el área de juego estaba en muy mal estado y que los lanzamientos no eran en modo alguno flojos. En el descanso del té, el coronel Troughton suspendió el turno con el marcador en 380 por 3 jugadores. Después del té, los bateadores del Middlesex comenzaron a sufrir reveses, y al finalizar el juego estaban todavía 26 carreras por detrás con seis jugadores en su haber. Se vendieron 18.500 entradas para el campo.
R e p r o d u c c ió n 3 Buen bateo en el campo del Lord
El partido entre el Middlesex y el Kent continuó en el campo del Lord el miércoles. Había una buena concurrencia allí, lo que muestra que mucha gente parece compartir la opinión que yo mantengo de que el criquet es uno de los mejores juegos ingleses y es una característica del desarrollo del temperamento inglés. Robinson entró el primero y jugó un excelente partido, aunque debería resistir la tentación de golpear irresponsablemente cuando los lanzamientos resultan ser buenos. Le siguieron Woolley y el Sr. Hedges y las pelotas fueron mandadas fuera del campo con una regularidad monótona, consiguiendo este último 180. En el descanso del té, el capitán Troughton suspendió el turno con 380 por 3 jugadores. Después del té, el bateo de Middlesex se desmoronó y al. finalizar el juego tenían solamente 26 carreras y 6 jugadores eliminados, claro es que el terreno de juego estaba en mal estado. 18.500 personas pasaron por taquilla.
210 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
R e p r o d u c c ió n 4
El partido entre el Kent y el Middlesex continuó en el campo de Lord el miércoles. Robinson bateó bien, aunque debería resistir la tentación de tratar los buenos lanzamientos con desidia. A la hora de comer Wooiey y el Sr. Hedges habían alcanzado la puntuación de 380, puntuando este último 180. Entonces el capitán Troughton suspendió el turno. Middlesex bateó tan mal que sólo tenían 26 por 6 al ser eliminado, aunque cabe admitir que el campo estaba en mal estado. 18.500 espectadores pasaron por taquilla, lo que demuestra que el público todavía piensa, como yo, que el criquet es el deporte inglés por excelencia y ayuda a formar nuestro carácter nacional.
R e p r o d u c c ió n 5
El miércoles pasado continuó el partido entre el Middlesex y el Kent. Intervino Robinson e hizo muchos tantos, pero tiene que recordar que no debe tratar los buenos lanzamientos con desidia. Los dos bateadores que le siguieron subieron el marcador a un total de 380 cuando el tumo finalizó. Fue entonces cuando el Kent entró y bateó muy mal, siendo la puntuación de 26 por 6 cuando fue eliminado. 18.500 personas vieron el partido, lo que confirma mi opinión de que el criquet tiene un papel fundamental en la construcción de nuestro carácter nacional.
R e p r o d u c c ió n 6
El pasado miércoles hubo un partido de criquet entre el Middlesex y el Kent. Robinson del Middlesex bateó con gran estilo, pero tiene que aprender a no despreciar los lanzamientos fáciles. La siguiente pareja subió el marcador a 380 cuando pararon el juego. El Kent hizo una exhibición deplorable puntuando 26 por 6 jugadores antes de ser eliminado. Una multitud de 18.500 contempló el partido, lo que indica el impacto que tiene el cricket sobre nuestro carácter nacional.
R e p r o d u c c ió n 7
El pasado miércoles se jugó un partido de criquet entre el Middlesex y el Kent. Robinson del Middlesex bateó bien pero tiene que aprender a no despreciar ios lanzamientos fáciles. La siguiente pareja subió el marcador a 380 cuando pararon el juego. El Kent demostró un juego deplorable, haciendo sólo 26 carreras por 6 jugadores.
Experimentos sobre recordar: d) El método de reproducción seria!. I 211
R e p r o d u c c ió n 8
El pasado miércoles se jugó un partido entre el Middlesex y el Kent. Robinson del Middlesex jugó muy bien, pero tiene que aprender a no despreciar los lanzamientos fáciles. La siguiente pareja llevó el marcador hasta 380. Entonces se paró el juego. El Kent demostró un juego muy pobre, haciendo 26 carreras por 6 jugadores.
R e p r o d u c c ió n 9
El miércoles pasado vi un partido de criquet del Middlesex contra el Kent. Robinson bateó bien, pero tiene que aprender a no despreciar lanzamientos fáciles. La siguiente pareja subió el marcador a 380. El Middlesex entonces suspendió su turno. Entonces bateó ei Kent, pero hizo una demostración pobre, eliminándose 6 jugadores por 56.
R e p r o d u c c ió n 10
El otro día fui a un partido de criquet: el Middlesex contra el Kent. Robinson jugó excelentemente, pero debería aprender a tenerle más respeto a los buenos lanzamientos. La siguiente pareja subió el marcador a 380. El Middlesex entonces suspendió su turno. El Kent comenzó mal, al perder 6 jugadores por 56.
R e p r o d u c c ió n 11
El otro día fui a ver un partido de criquet: el Middlesex contra el Kent. Robinson estuvo bateando bastante bien, pero debería aprender a respetar los buenos lanzamientos. La siguiente pareja subió el marcador a 380. Entonces el Middlesex suspendió su turno. El Kent empezó mal, 6 jugadores por 56.
R e p r o d u c c ió n 12
El otro día fui a un partido de criquet: Middlesex-Kent. El Middlesex entró a batear. Robinson jugó mal, debería tener más respeto por los buenos lanzamientos. El equipo lo hizo bastante bien, y a la hora de comer había marcado 380. Entonces el Middlesex suspendió su turno. El Kent tuvo un comienzo muy flojo, perdiendo 6 por 56.
212 Recordar, Estudio de psicología experimental y social
Reproducción 13
Acudí el otro día a ver un partido de criquet: Kent-Middlesex. El Middlesex entró primero. Robinson no demostró suficiente respeto por los lanzamientos buenos. A la hora de comer el Middlesex había hecho 380. El Middlesex entonces suspendió su turno. El Kent entró y tuvo un comienzo malo: 56 carreras por 6 eliminados.
R e p r o d u c c ió n 14
Acudí el otro día a ver un partido de criquet: Kent-Middlesex. El Middlesex entró primero. Robinson no mostró suficiente respeto por los lanzamientos buenos. A la hora de comer el Middlesex había hecho 380, y tuvieron mucha suerte. El Middlesex entonces suspendió su turno, y el Kent comenzó mal obteniendo 58 por 6.
R e p r o d u c c ió n 15
Fui el otro día a un partido de criquet entre el Kent y el Middlesex. El Middlesex ganó en el lanzamiento de la moneda y bateó primero. Robinson demostró demasiado poco respeto por los lanzamientos. A la hora de comer habían marcado 380. En la reanudación el Kent bateó y marcó 58 por 6.
En esta serie se han cometido casi todos los errores posibles. Sin embargo, en térm inos generales, se podía haber esperado que precisamente este tipo de m aterial produjera resultados muy exactos. Prácticamente to dos los sujetos habían asistido a escuelas privadas, eran buenos aficionados al deporte y, como sus versiones indican, estaban familiarizados con los tecnicismos peculiares de un reportaje de criquet. La mayoría de ellos buscaría en un diario la página de los deportes en prim er lugar. Así y todo, parece suficientemente claro que esta clase de material, al margen del interés intrínseco que pueda tener, produce una impresión superficial en general. E l título desaparece pronto; todos los nombres propios excepto uno desaparecen, y ése se asigna a un jugador equivocado que no aparece en el original. Robinson batea primero bien y luego mal; los lanzamientos son buenos al principio, después fáciles y luego buenos de nuevo. Todas las cifras están equivocadas o desaparecen por completo. Los equipos se trastocan . Los únicos elementos nuevos introducidos en el relato, aparte del nom bre de Robinson, son el cambio a la primera persona del singular y la afirmación ocasional de que Middlesex tuvo suerte por conseguir un b u en tanteo. No hay duda de que «suerte» es simplemente un
Experimentos sobre recordar: d) Ei método de reproducción serial. I 213
in ten to de explicar un bu en tan teo del único b a tead o r que se ha dicho que tuvo sólo un papel m oderadam en te bueno, tal com o se cuenta.
, A estas a lturas parecía deseable in ten tar o tra serie deportiva a m an era de p rueba ¿eran sólo una casualidad los e rro res tan so rprenden tes de la p rim era cadena? P or consiguiente, se extrajo un pasaje de una reseña de un ensayo de W. T. T ilden sobre El arte del tenis sobre hierba . Los sujetos del experim ento eran estud ian tes de la U niversidad de C am bridge com o antes, y las condiciones generales del experim ento fueron las m ismas. Se debería ten e r en cuenta que la m ayoría de los sujetos eran b u e nos aficionados al depo rte y casi todos ellos p racticaban el que se tra ta en el siguiente extracto:
i i) El arte del tenis sobre hierba
«El tenis es un cóctel mutuo muy explosivo.» Podríamos suponer que esto se refiere al efecto del temperamento de cada uno de los jugadores en el otro. Con cualquiera salvo el Sr. Tilden podríamos sacrificar el sentido de la máxima y corregir «mutua» por «mental». Pero para el Sr. Tilden el tenis es una cuestión de psicología. Es un problema, dice, de comprender el funcionamiento de la mente de nuestro adversario, de calibrar el efecto en su mente de nuestro propio juego y del efecto de las circunstancias externas sobre nuestra propia mente. El capítulo en el que desarrolla este tema es uno de los más interesantes del libro, e incluye también una clasificación de jugadores de acuerdo con su teoría. Como podríamos esperar, sitúa al Sr. Brookes dentro de la primera categoría, pues puede encontrar una respuesta a todo problema que se le plantee. En puestos cercanos aparecen jugadores como el cap. Wilding, que están demasiado preocupados por su plan de acción como para tener en cuenta la mente de sus adversarios. Nuestro tipo de jugador de golpe fuerte y carreras a la red es una criatura impulsiva. El jugador que permanece en el fondo de la pista no es en realidad más científico; si lo fuera, no se quedaría pegado a su línea de saque.
R e p r o d u c c ió n 1 El arte del tenis sobre hierba
El tenis es un cóctel mutuo muy explosivo. Se podría suponer que esto se refiere al efecto del temperamento de cada jugador uno sobre el otro. Con cualquiera salvo el Sr. Tilden podríamos sacrificar el sentido de la máxima y corregir mutua por mental. Pero con el Sr. Tilden el tenis es cuestión de psicología. Intenta comprender la mente de su adversario, comprender el efecto de nuestro propio tiro en la mente de nuestro adversario, y de las circunstancias exteriores sobre uno mismo. Este capítulo es uno de los más interesantes del
214 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
libro, y contiene una lista de jugadores agrupados de acuerdo con su teoría. Como podríamos suponer, incluye al Sr. Brookes en ia Ia categoría: puede proponer una respuesta a cualquier problema que se le plantee. En 1a segunda categoría aparecen jugadores como el cap. Wilding. Están muy ocupados con su propio plan de acción como para preocuparse por la psicología de sus adversarios. La clase de jugador de golpes fuertes y que sube corriendo a la red es una criatura impulsiva. El jugador que permanece en el fondo del campo no es más científico; si lo fuera, no se quedaría pegado a la línea de fondo.
R e p r o d u c c ió n 2 El cirte del tenis sobre hierba
El tenis sobre hierba tiene la naturaleza de un cóctel mutuo. Quizá podríamos sustituir mental por mutua, si no fuera por el Sr. Tilden, cuyo capítulo sobre el tema es lo más interesante de su libro. Estudia el juego desde un punto de vista puramente psicológico, dándonos una lista de muchos jugadores famosos, clasificados según la psicología de su juego. Como podríamos esperar, coloca al Sr. Brookes en la primera categoría, un hombre que estudia la psicología de su adversario antes que otra cosa. Relega al capitán Wild a la 2a categoría. No tiene tiempo para tener en cuenta el pensamiento de su adversario sino que más bien actúa según su impulso. Sube a la red y devuelve con firmeza cada lanzamiento de su adversario. La tendencia actual es no ser científico, quedarse por la línea de fondo; ya que nadie que haga esto puede estudiar el juego desde un punto de vista científico.
R e p r o d u c c ió n 3
El tenis sobre hierba tiene la naturaleza de un cóctel mutuo. Yo lo llamaría una cóctel mental si no hubiese leído el libro de Tilden, que enfoca el tema desde un punto de vista psicológico. Naturalmente, coloca a Brookes en la primera categoría, porque este jugador hace un estudio científico de la psicología de su adversario. El cap. Wild está únicamente en la 2a categoría. Juega según su impulso, quedándose en la red y devolviendo drásticamente el ataque de su adversario. Hay una tendencia a quedarse en la línea de fondo y tomar las pelotas tal como vienen perdiendo por consiguiente todo control científico del juego.
R e p r o d u c c ió n 4
Se puede decir que el juego del tenis es un tipo de cóctel mutuo. Habría dicho un cóctel mental de no haber leído el libro del Sr. Felden, que enfoca el asunto desde el punto de vista psicológico. Por ejemplo, colocaría a Brookes
Experimentos sobre recordar: d) El método de reproducción serial. I 215
en la primera categoría, debido a que Brookes hace un estudio preciso de la psicología de su adversario. El tipo de hombre que colocaría en la segunda categoría sería aquel que, por ejemplo, juega en la red según su impulso y toma medidas drásticas contra ei ataque de su adversario. En realidad, un hombre así, que se queda en la línea de fondo y en buena medida toma las cosas exactamente como vienen, es el tipo de tenis del que no se puede decir que sea científico, en el sentido más estricto de la palabra.
R e p r o d u c c ió n 5
E1 tenis sobre hierba se ha descrito a menudo como un cóctel mutuo. Preferiría llamarlo un cóctel mental. Esto queda ilustrado en el libro de Felden que enfoca su tema desde el punto de vista psicológico. Brookes debe su habilidad a que estudia el juego de su adversario, un hombre de este tipo está en la primera categoría. En la segunda categoría se situarían los jugadores que van a la red y devuelven a sus adversarios con dureza. Un hombre que se queda en el fondo de la cancha difícilmente se puede decir que haya aprendido el arte del tenis.
R e p r o d u c c ió n 6
El tenis sobre hierba se ha llamado a menudo un cóctel mutuo, preferiría llamarlo un cóctel mental. Esto queda ilustrado en el libro de Felden que enfoca el tema desde un punto de vista psicológico. De acuerdo con ello, la habilidad de Brooke se debe al hecho de que estudia el juego de su adversario cuidadosamente. Tal tipo de hombre cae dentro de la primera categoría. Por otro lado, un hombre que se queda en la red y se aprovecha de los lanzamientos malos de sus adversarios, sólo está en la 2a categoría; mientras que cualquiera que se quede en el fondo de la cancha difícilmente se puede decir que haya aprendido el arte del tenis.
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A menudo se dice que el tenis sobre hierba es un cóctel mutuo. Yo lo llamaría más bien un cóctel mental. Esto se ve mejor en el libro de Felden, que adopta una perspectiva psicológica. De acuerdo con ella, la habilidad de Brookes reside en el hecho de que examina muy de cerca el juego de su adversario. Tal tipo de hombre está en la primera categoría. Por otro lado, el hombre que se queda en la red y que se aprovecha de las pelotas malas de sus adversarios está sólo en la segunda categoría; mientras que el hombre que se queda en el fondo de la cancha difícilmente se puede decir que haya aprendido el arte del tenis.
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Se ha dicho que el tenis sobre hierba es un cóctel mutuo. Se debería llamar más bien un cóctel mental. Felden en su libro trata la cuestión de modo psicológico. Se dice que la habilidad de Brookes consiste en examinar a sus adversarios cuidadosamente. Por consiguiente se le considera un jugador de primera categoría. El hombre que se queda junto a la red y hace puntos jugando las malas devoluciones de su adversario se debería considerar un jugador de segunda categoría, mientras que ei hombre que se queda en el fondo de la cancha a duras penas se puede considerar que tenga ningún conocimiento del tenis sobre hierba.
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El tenis sobre hierba se ha dicho que es un cóctel mutuo. Quedaría mejor descrito como un cóctel mental. Felden lo discute en su libro de modo psicológico. La habilidad de Brookes reside en la observación de sus adversarios por lo que se le denomina un jugador de primera categoría. El hombre que se queda en la red y hace puntos jugando las malas devoluciones de su adversario es un jugador de segunda categoría; mientras que el hombre que se queda en el fondo de la cancha no se puede considerar que tenga ningún conocimiento real del tenis sobre hierba.
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El tenis sobre hierba se ha descrito como un cóctel mutuo. Podría describirse mejor como un cóctel mental. Felden lo ha tratado en su libro de modo psicológico. Siempre se contempla a Brookes como un jugador de primera categoría porque examina a su adversario. Un hombre que se queda en la red y juega las pelotas malas de su adversario es sólo un jugador de segunda categoría. El hombre que se queda en el fondo de la cancha no sabe nada del juego.
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El tenis puede describirse como un cóctel mutuo. Puede describirse más acertadamente como un cóctel mental. Felden lo ha tratado de modo psicológico. Brookes es un buen jugador porque examina a sus adversarios. Es mal juego quedarse simplemente en la red y devolver con un smash las pelotas malas de nuestro adversario. El hombre que se queda en el fondo de la cancha no sabe nada sobre el juego.
Experimentos sobre recordar: d) Ei método de reproducción serial. I 217
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El tenis se ha descrito como un proceso de cóctel mutuo. Podría describirse más apropiadamente como un proceso de cóctel mental. Felden lo ha tratado de modo psicológico. Brookes es un buen jugador debido a que examina a su adversario. No es buen tenis quedarse simplemente en la red y devolver con un smash las pelotas malas de nuestro adversario. El hombre que permanece en la línea de fondo no sabe nada sobre el tenis.
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El tenis podría llamarse un cóctel mutuo. Sería mejor llamarlo cóctel mental. Felden trató el tenis de modo psicológico. Boden fue un buen jugador. No es un buen juego devolver con un smash desde la red las pelotas malas de nuestro adversario. Un hombre que se queda en la línea de fondo no sabe nada del juego.
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El tenis podría llamarse un cóctel mutuo. Sería más correcto llamarlo cóctel mental. Felden hacía un buen juego. Es mal juego matar en la red las pelotas malas de nuestro adversario. El hombre que se queda en la línea de fondo no sabe nada del juego.
Después de esto, queda bastante claro que la asombrosa reducción y las transformaciones que sufrió el reportaje del criquet no eran una simple cuestión de azar, pues exactamente el mismo tipo de cambios aparece de nuevo en la serie que se acaba de presentar. Quizá no sea sorprendente que la máxima inicial se haya modificado totalmente, ya porque su significado no estaba suficientemente claro en la versión original. Pero las demás alteraciones resultan por lo menos igualmente notorias. De nuevo, se introduce por un momento la primera persona del singular, aunque vuelve a desaparecer posteriormente en la serie, a lo largo de la cual se mantiene la tendencia a exagerar y a generalizar los enunciados que no se omiten. Es probable que la enfática condena del juego en la línea de saque sea un reflejo de modas actuales en el tenis de hierba entre los estudiantes, y que asimismo ocurra con el modo en que se introducen las observaciones sobre el juego en la red. Se dan algunas condensaciones interesantes. Las observaciones originales sobre Wilding se acortan en oraciones sucesivas antes de desaparecer finalmente, y quizá «Boden» sea una condensación de Felden y Brookes. En una y otra serie, las versiones
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finales tienen menos conexión y son menos «racionales» que las formas originales. Todas estas reproducciones seriales muestran que si bien puede afirmarse en términos generales que es más probable de recordar detalles del material que aparece en primer y último lugar, sin embargo, de ello no se deriva en absoluto que se recojan con la debida precisión.
El típico recurso del narrador son los relatos divertidos. Nos pareció, pues, conveniente averiguar si el registro de un incidente humorístico mantendría menos transformada la cadena serial de reproducciones. De acuerdo con ello, se preparó una versión de un relato que durante la Gran Guerra tuvo mucho éxito y que se pensó que podría resultar atractivo y, en algunos casos, familiar a los sujetos que iban a tomar parte en el experimento, muchos de ios cuales habían sido oficiales durante la guerra. La versión oginal transcurría así:
iii) El moochi sordo
Ha habido muchas protestas durante los últimos años de ía guerra a propósito del bajo nivel de las tropas de la India.
Los oficiales de más edad, tanto británicos como hindúes, se quejaban amargamente de que los nuevos hombres eran todos de casta baja, la hez de los bazares del Punjaab; de que eran demasiado jóvenes o demasiado viejos y de que la mayoría estaban mal desarrollados en el aspecto físico, así como en el mental y en el carácter.
Pero el problema más importante era que no podían desembarazarse de ellos. Al final, en una Brigada de Artillería sobre Bagdad, en el verano de 1918, se hizo un esfuerzo decidido por deshacerse de algunos de los peores. Los comandantes que mandaban las baterías celebraron una junta con el doctor sobre las formas y métodos de hacerlo, y prepararon una revista para que el doctor excluyera a los inútiles. Pero fue muy difícil. Un caso de oftalmía resultó ser autoinflingido con la esperanza de un permiso. Un deficiente mental se convirtió en completamente normal bajo el estímulo de la fricción física, y por último, sólo quedó un hombre. Era más sordo que una tapia. Se consideraba que era un hombre bueno, comparado con los otros, pero no podía oír nada. Y esto causaba una gran pérdida de valioso tejido vocal al sargento mayor, y otros riesgos graves para la disciplina y la eficacia. Así que fue licenciado. Como incluso hombres con todas sus facultades se perdían con gran facilidad en las rutas de comunicación, se tomaron precauciones extraordinarias. Al moochi se le colgó un letrero y un suboficial inglés le vio subir al tren de Bagdad, y se informó al cuartel de su licencia pero no sirvió de nada. Desgraciadamente se había mencionado en el reverso del letrero su propia unidad y pasado un mes había vuelto, cansado pero contento de estar de regreso. Pero ni su comandante ni su segundo oficial iban a admitir la derrota, y se le volvió a licenciar con el doble de letreros y de telegramas, pero sin mencionar su
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propia unidad, y le tacharon de la lista. Un mes más tarde, estaba el segundo oficial fuera de su tienda, cuando vio en el horizonte una figura que venía haciendo cabriolas, con una cola de hindúes gesticulando en torno suyo. Sin tener para nada en cuenta la disciplina, corrió hacia el segundo oficial riéndose alegremente y gritando: «Habla, habla; oigo». Era el moochi, otra vez de regreso. En Bagdad le habían destaponado los oídos.
R e p r o d u c c ió n 1 El moochi sordo
En el verano de 1.918 muchas fueron las quejas a propósito de los reclutas para el ejército de la India. Por todas partes se quejaban de que eran de casta baja, la escoria de los bazares del Punjaab, de mal físico, demasiado viejos o demasiado jóvenes y en conjunto inútiles para el servicio activo. Pero la dificultad real era que no podían desembarazarse de ellos. Por consiguiente, en una cierta Brigada de Artillería allende Bagdad, los jefes de las unidades y los comandantes y segundos oficiales celebraron una reunión con el oficial médico sobre las formas y métodos de hacerlo. Se ordenó una revista para que el doctor seleccionara a ios hombres. Pero no fue tan fácil. Se encontró que un caso de oftalmía era autoinflingido para conseguir un permiso. Se descubrió que un deficiente mental era completamente normal con la aplicación de la fricción física. Pero al final solo quedó un hombre que era sordo como una tapia. No estaba mal por otra parte, pero su sordera era causa de que se desgastara y desgarrara la voz del sargento mayor, y en otros aspectos era perjudicial para la disciplina y orden militar. Así que tuvo que ser excluido. Se le mandó licenciado a la base con toda precaución, se le colgó un letrero, y un suboficial inglés le escoltó hasta el tren. Desafortunadamente su unidad figuraba en el dorso del letrero, y las autoridades le mandaron de vuelta en poco tiempo. Pero la Brigada no se dio por vencida, así que le enviaron de nuevo con dos letreros, una escolta más fuerte y muchos telegramas. Cerca de un mes más tarde, el segundo oficial estaba de pie fuera de su tienda, cuando vio una extraña figura acercándose, brincando, bailando, gritando con una cadena de hindúes gesticulando a su alrededor. Con una total indisciplina, la figura saltó delante del segundo oficial y gritó: «Habla, habla; oigo.» Era el moochi. En Bagdad le habían destaponado los oídos.
R e p r o d u c c ió n 2 El moochi sordo
Durante el verano de 1918 se oyeron quejas por todas partes de la poca calidad de los reclutas de la India. Eran de casta baja, la escoria de los bazares del Punjaab, de mal físico, demasiado viejos o demasiado jóvenes y en general inútiles para el servicio activo. El problema principal era que no podían de
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sembarazarse de ellos. De ahí que el coronel, comandantes, segundos oficiales y capitanes de un cierto regimiento de artillería allende Bagdad celebraran una reunión con el oficial médico sobre las formas y métodos de hacerlo. El resultado de todo ello fue que celebraron una revista para que seleccionara a los hombres. Pero no iba a ser tan fácil decirlo como hacerlo. Se encontró que un caso de oftalmia era autoinflingido para conseguir un permiso; que un caso de deficiencia mental era perfectamente normal cuando se le sometió a una fricción física. Al final solo quedó un hombre. No estaba mal por otra parte, pero estaba casi tan sordo como una tapia, lo que ponía a prueba la voz del sargento y no ayudaba generalmente al mantenimiento del orden y de la buena disciplina. Así que hubo que desembarazarse de él. Se le colgó un letrero cuidadosamente, y un suboficial británico lo escoltó a la estación y lo puso en el tren. Desafortunadamente en el reverso del letrero estaba escrito el nombre de su regimiento, y en el transcurso de unos pocos días fue devuelto por las autoridades. Sin embargo no estaban dispuestos a rendirse y decidieron intentarlo de nuevo. Esta vez llevaba dos letreros y fue licenciado bajo una escolta reforzada. Cerca de un mes más tarde, estando el segundo oficial fuera de su tienda, vio a un hombre acercándose, saltando y bailando, seguido por una chusma de gesticulantes hindúes. De esta forma llegó. Con una patente falta de disciplina, bailó delante del segundo oficial gritando: «Habla, habla; oigo». Mientras estaba en Bagdad le habían destaponado los oídos.
R e p r o d u c c ió n 3 El moochi
En el verano de 1918 hubo quejas del nivel de los reclutas de la India. Eran harapientos y desorganizados, la escoria de los bazares del Punjaab. Pero era muy difícil desembarazarse de ellos. El coronel, los comandantes y capitanes de una Brigada de Artillería de campaña allende Bagdad, habiendo consultado con el oficial médico, acordaron celebrar una revista para erradicar a los indeseables. Pero no fue fácil. Se encontró que un caso de oftalmia era autoinflingido; se rectificó otro de deficiencia mental con fricción física. Sin embargo a la larga se fueron librando de todos, excepto de uno que estaba casi tan sordo como una tapia, lo que era malo desde el punto de vista de ía disciplina e, incidentalmente, difícil para el sargento mayor. De cualquier modo, fue despedido y enviado, con un letrero pegado, a la estación, escoltado por un suboficial. Desafortunadamente en el reverso del letrero estaba su regimiento, y regresó en muy poco tiempo. La vez siguiente se le pegaron dos letreros y le despacharon. Cerca de un mes más tarde, estando el segundo oficial en la puerta de la cantina, vio a un soldado nativo acercándose, acompañado por un conjunto de hindúes, todos en un estado de excitación salvaje. Llegó hasta él y olvidando la disciplina, gritó: «Habla, habla; oigo». Al examinársele se encontró que las autoridades médicas de Bagdad le habían destaponado los oídos.
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R e p r o d u c c ió n 4 El moochi
Los reclutas indios en el verano de 1918 estaban en condiciones muy malas. Llegaron varios casos ante las autoridades médicas. No se notó ninguna mejoría. Se encontró que un caso de oftalmia era autoinflingido, y se curó un caso de deficiencia mental con fricción física. Hubo un caso concreto que fue especialmente problemático: un caso de sordera total. Esto era malo para la disciplina y enojoso para el sargento mayor. Fue enviado al cuartel de reclutamiento, pero desafortunadamente llevaba un letrero en la espalda con el Batallón escrito. Pasado un tiempo volvió y le enviaron lejos de nuevo con dos letreros esta vez. Durante unos días no pasó nada, hasta que un buen día el segundo oficial que estaba en el dintel de la cantina vio una partida de hindúes acercándose con una excitación salvaje. Según se acercaban divisó el caso que le había dado tantos problemas, y que, dejando toda disciplina de lado estaba bailoteando y gritando: «Habla, habla; oigo».
R e p r o d u c c ió n 5
Los reclutas indios de 1918 fueron bastante malos en conjunto. Se encontró un hombre que sufría de una oftalmia aguda que había sido autoinflingida, y otro que sufría de deficiencia mental, caso éste que se curó con fricción física. Sin embargo, el caso que causó más perturbaciones a las autoridades, ya que interfería con la disciplina, y fue en particular una fuente de continuas molestias para el sargento mayor, fue uno de sordera total. El hombre fue enviado de vuelta al cuartel de reclutamiento pero desafortunadamente con un letrero pegado en la espalda dando el número de su batallón. Se le envió de vuelta, y de nuevo regresó, esta vez con dos letreros. Unos días después, el segundo oficial vio desde el umbral de la tienda-cantina un excitado grupo de hindúes acercándose, entre los cuales se encontraba el caso de sordera, quien olvidando la disciplina, estaba gritando: «Habla, habla: oigo».
R e p r o d u c c ió n 6
Los reclutas indios de 1918 fueron excepcionalmente malos. Entre ellos se encontraba un hombre que sufría de oftalmia aguda infligida por él mismo, y otro que sufría de enfermedad mental, lo que tenía considerablemente preocupadas a las autoridades. Pero el peor caso de todos era el de un hombre que era mudo, un caso que resultó el más irritante para el sargento mayor, el más subversivo de la disciplina, y el más difícil de manejar. Un día, el segundo oficial estando fuera de su tienda vio entre otros a este hombre quien, olvidando la disciplina estaba gritando a sus compañeros: «Habla, habla; oigo, oigo».
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R e p r o d u c c ió n 7
Los reclutas indios de 1918 fueron excesivamente malos. Entre ellos estaba el caso de un hombre que sufría de oftalmia aguda, infligida por él mismo. Otro caso de otro hombre que sufría de una enfermedad mental, lo que era de lo más problemático para las autoridades. El tercer y peor caso era el de un hombre mudo, que no sólo era irritante para el sargento mayor, sino también subversivo de toda la disciplina. Un día estaba el segundo oficial fuera de su tienda y vio a este hombre entre otros, gritando hacia sus compañeros: «Habla, habla; oigo, oigo».
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Los reclutas indios de 1918 fueron muy malos. Incluían a un hombre que estaba sufriendo oftalmia aguda, infligida por él mismo. El segundo caso era el de un hombre que sufría de una enfermedad mental, lo que era muy problemático para las autoridades. El tercer y peor caso era un hombre mudo, que no sólo irritaba al sargento mayor, sino que también era subversivo de la disciplina. Un día el segundo oficial estaba fuera de su tienda, cuando vio a este hombre con unos cuantos más gritando a sus compañeros: «Había, habla: oigo, oigo».
R e p r o d u c c ió n 9
La calidad de los reclutas indios en 1918 fue muy baja. El primer hombre estaba sufriendo de una forma grave de oftalmia que se había autoinflingido. Un segundo estaba sufriendo una grave enfermedad mental, lo que era una fuente de molestias para las autoridades. Un tercero era mudo, un hecho no sólo irritante para el sargento mayor, sino también subversivo de la disciplina. Un día el segundo oficial estaba frente a su tienda, cuando vio a este hombre con una multitud de otros más a los que estaba gritando: «Habla, habla; oigo, oigo».
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La calidad de los reclutas de los indios en 1918 fue muy baja. El primer hombre sufría de una forma grave de oftalmia que se había autoinflingido. Un segundo padecía una curiosa enfermedad mental que era muy irritante para las autoridades. El tercero era mudo, lo que no sólo era irritante para su sargento mayor, sino también subversivo de la disciplina militar. Un día el segundo oficial, estando fuera de su tienda, vio a este hombre entre una multitud gritando: «Habla, habla; oigo, oigo».
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R e p r o d u c c ió n 11
La calidad de los reclutas de los indios incorporados en 1918 fue muy pobre. El primero sufría de una forma grave de oftalmia que se había autoinflingido. El segundo padecía una curiosa enfermedad mental. El tercero era mudo, lo que al mismo tiempo era irritante para su sargento mayor y también subversivo de la disciplina militar. Un día el segundo oficial lo encontró fuera de su tienda gritando con otros: «hablo, hablo; oigo, oigo».
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Las reclutas de los indios incorporados en 1918 tenían una calidad variopinta. Los primeros sufrían de un tipo peculiar de oftalmia. Los segundos de enfermedad mental. Los terceros eran mudos, un hecho que el sargento mayor encontraba que era subversivo de la disciplina militar. Un día el oficial, paseándose por las tiendas con el sargento mayor, oyó gritos de: «hablo, hablo; oigo, oigo».
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Los reclutas indios de 1918 eran de distinta calidad. Los primeros sufrían de una forma peculiar de oftalmia, los segundos eran sordos, los terceros eran mudos, lo que el sargento mayor consideraba peculiarmente perjudicial para la disciplina. Un día uno de los oficiales estaba paseando por las tiendas con el sargento mayor, cuando fue sorprendido con sonidos de: «oigo, oigo; hablo, hablo».
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Los reclutas indios de 1918 eran peor que inútiles. Los primeros tenían una forma peculiar de oftalmia, los segundos eran sordos y los terceros eran mudos. El sargento mayor consideraba esto muy perjudicial para la disciplina. Un día, cuando el oficial estaba caminando delante de la formación con el sargento mayor, se sorprendió al oír: «oigo, oigo; hablo, hablo».
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El contingente indio de 1918 era de muy mala pasta. El primer lote tenían algún tipo peculiar de oftalmia, el segundo lote estaban sordos y el tercero eran mudos. El sargento mayor pensó que esto era muy perjudicial para la disciplina. Un día estaba caminando delante de la tropa con un oficial que estaba sorprendido al oír las exclamaciones: «oigo, oigo; hablo, hablo».
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. Esta cadena de reproducciones sigue más o menos la misma trayectoria que las otras, y es evidente que el carácter divertido del original no pudo salvarse de las abreviaciones o imprecisiones. Desaparecen el título, todos los nombres propios y todas las referencias específicas, excepto la del año 1918, la mención de la oftalmia, la sordera y el sargento mayor. El punto de inflexión del conjunto de la serie parece encontrarse en la reproducción 4, a partir de la cual el aspecto humorístico queda excluido. A partir de entonces, si bien el relato se hace más escueto, se introducen todos los cambios más importantes. El sujeto ó convierte al hombre sordo en mudo y, a pesar de que este detalle haga que la historia en conjunto sea bastante inexplicable, continúa mudo hasta llegar al sujeto decimotercero. Este último comentó: «Es obvio que la sordera tiene que haber aparecido en algún momento», y la vuelve a incorporar. Es extraño que durante varias versiones nos perm itan im aginar que la totalidad de los reclutas sufría de ceguera, sordera y mudez. Es este quizás un caso real de mantenimiento de la novedad, de lo extraordinario, de lo improbable. Eíay aquí, como es habitual, una considerable cantidad de transferencias de epítetos y razones, y una cantidad nada despreciable de condensaciones. Ciertas expresiones: por ejemplo «subversivo de la disciplina», parecen destacar de las otras y reaparecer una y otra vez sin cambio alguno o con escasa alteración.
Las series de criquet y tenis se eligieron a propósito por inspirar un interés especial; se consideró el relato de «El moochi sordo» como una buena ilustración de algo relativamente divertido, y se utilizó con el fin de conseguir una cadena de reproducciones a partir de un punto de partida claramente estimulante. Parecía posible que este tipo de material incitase una mayor formación de imágenes visuales y así, quizás, mostrase un aumento de la dramatización e invención en el transcurso de la reproducción. Como la mayoría de los sujetos de este experimento habían sufrido bombardeos aéreos reales o por lo menos habían estado en peligro debido a ataques aéreos muy recientemente, era probable que la descripción de un ataque aéreo proporcionara la clase de material deseado. Por consiguiente, se elaboró una narración, que discurría como sigue:
iv) Incursión aérea en la costa Este
Aquella noche vinieron tras la puesta del sol. Yo estaba viendo marchar a los Botham en el tren de la tarde. Recordará usted que había un tren muy bueno que se mantuvo durante la guerra. Como era el último viernes de agosto, había una muchedumbre enorme que volvía a la ciudad, y el habitual gentío de la costa despidiéndolos. El andén estaba atestado de gente, y sólo con
gran dificultad nos abrimos paso hasta la cabecera del tren. Ahí encontré asientos para los Botham en un vagón que ya contenía a 7 personas y un estupendo surtido de enseres, cubos, palas, etc. Recuerdo que aquella noche yo me sentía más indignado que lo normal por la brutalidad de la guerra, e incluso la inocente despreocupación de los juguetes infantiles me enojó desmesuradamente. Era una noche extraña, agobiantemente calurosa, y una niebla marrón se cernía sobre las marismas reteniendo algunos de los tintes de la puesta de sol. Me alejé del vagón y como quedaban 10 minutos de sobra, fui caminando por el andén y seguí hacia los rañes. Fue en aquel momento cuando oí el silbido de la sirena sobre la ciudad. En un instante la muchedumbre fue toda confusión, un centenar de niños lloraban desesperadamente alrededor de mí. Estaba terriblemente asustado porque no había lugar seguro al que ir, y parecía que no había nada que hacer. Nunca antes me había sentido así en ninguna incursión anterior. Luego oí a lo lejos el ruido sordo de los motores y eso me obligó a actuar. Desanduve el camino hasta el vagón en el que había dejado a la Sra. Botham y a Jack y los encontré sentados solos, aunque todavía el vagón estaba salpicado de los curiosos objetos que tanto me habían enojado anteriormente. Sugerí que nos pusiéramos a cubierto al abrigo del terraplén y les pareció bien, así que fuimos a lo largo de la vía un trecho y bajamos a la zanja abajo del terraplén. Mientras corríamos, oí la primera detonación de las explosiones sobre las marismas más allá de Frilby, pero todavía no podía ver nada. En cuanto mi grupo llegó a su semirrefugio, subí arrastrándome hasta arriba de la cuesta y me asomé por encima. En aquel momento, vi subir 4 columnas de humo enfrente de mí, paralelas a la vía del tren, justo en la dirección opuesta a nosotros. Casi inmediatamente vinieron las detonaciones, pesadas y atronadoras. «Tírense», grité al grupo y nos tumbamos en el suelo y sé que me cubrí la cara con las manos. El ruido sordo de los motores aumentó hasta el estruendo al pasar las máquinas justo sobre nosotros. Pero en el crepúsculo no se podía ver nada. Esos 20 segundos de espera parecieron una eternidad. Luego, para mi gran alivio, oí una segunda detonación, mucho más fuerte que la primera. Por lo menos, la bomba no había caído sobre nosotros. Pequeños trozos flotaban en el aire. Me volví hacia los otros pero encontré que también ellos estaban a salvo6.
R e p r o d u c c ió n 1
Aquella noche vinieron. Bajé a la estación, a despedir a los Botham. Había todavía un tren bueno que se había conservado durante la guerra. Pero como era un viernes por la noche, había una muchedumbre enorme además de la habitual gente de vacaciones que había ido a despedirlo. Tuvimos cierta dificultad para abrirnos paso hasta la cabecera del tren. Finalmente, se metieron en un compartimiento que contenía a otras 7 personas. Recuerdo que en ese momento yo me sentía muy amargado por la guerra, e incluso la despreocupada inocencia de los juguetes infantiles me enojó.
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Mientras estaba en ei andén, observé que la noche era muy peculiar, agobiante, con una niebla pardusca sobre las marismas, teñida con los rayos rojos de la puesta de sol. Como faltaban 10 minutos para que saliera el tren, fui caminando hasta el final del andén y seguí hacia la vía. Fue entonces cuando oí la sirena silbando sobre la ciudad, y entonces me di cuenta del zumbido de los motores. Eso me movió a actuar y volví corriendo al vagón. Jack y la Sra. Botham estaban allí solos, aunque todavía estaban esparcidos acá y allá los juguetes infantiles que me habían ofendido previamente. Sugerí que nos refugiáramos bajo el terraplén. Mientras íbamos a la carrera, oí ias primeras detonaciones, pero todavía no podía ver nada. En cuanto los Botham se metieron dentro de la zanja, subí arrastrándome hasta arriba de la cuesta y miré por encima. Casi inmediatamente vi 4 grandes columnas de humo más allá del terraplén y paralelas a él. Me incliné a gritar a los otros que se tiraran. Sentí que los siguientes 20 segundos fueron insoportables. Quizás me escondiera la cabeza en las manos, y pudimos oír el zumbido de los motores, pero no pudimos ver nada en el cielo sombrío. Con alivio oímos la siguiente detonación, mucho más fuerte que antes. Por lo menos, la bomba no había caído encima de nosotros. Silbaban las astillas en el aire pero yo no estaba herido y al mirar a mi alrededor vi que los otros estaban a salvo también.
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Aquella noche vinieron. Había bajado a la estación para despedir a los Botham. A pesar de la guerra se había conservado un buen tren. Era la noche del viernes y por lo tanto había grandes muchedumbres viajando. Tuve alguna dificultad para hacerme paso hasta la cabecera del tren para coger siquiera un asiento, y había otros 7 en el vagón que sí cogimos. Recuerdo que me sentía un poco harto, debido a la guerra, y estaba ligeramente enojado debido al fútil despliegue de juguetes infantiles que abarrotaban el vagón. Como al tren aún le quedaban 10 minutos, fui caminando hasta el final del andén y seguí hacia la vía, y observé que hacía una noche peculiar. Había una niebla pardusca sobre las marismas que resplandecía de rojo con los rayos del sol que se ponía. Entonces oí el silbido de las sirenas sobre la ciudad y el zumbido de los motores. Esto me puso en acción. Volví a la carrera al vagón. Los juguetes infantiles estaban todavía allí, así como Jack y la señora Botham. Sugerí que fuéramos a refugiarnos bajo el terraplén. Cuando ya los tenía a salvo en la zanja, trepé por la cuesta y desde allí vi 4 columnas de humo enfrente y paralelas a la cuesta. Fue entonces cuando oí las primeras explosiones, me incliné a gritarles que se refugiaran, y los siguientes 20 segundos fueron insoportables. Quizás me escondiera la cabeza en las manos; pero me quedé aliviado, pues la explosión siguiente fue mucho más fuerte que las anteriores; silbaban astillas alrededor, pero por lo menos no estaba herido y encontré que ellos también estaban a salvo.
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Aquella noche vinieron. Había bajado a la estación para despedir a los Botham. A pesar de la guerra se conservaba todavía un buen tren. Me abrí camino hasta la cabecera para conseguirles un asiento. Me sentía bastante harto a cuenta de la guerra, y estaba irritado por las multitudes de juguetes que parecían llenar todos los vagones. Había ya 7 personas en el vagón cuando sí conseguí uno. Como quedaban 10 minutos antes de que el tren saliera según el horario, caminé hasta el final del andén y seguí hacia la vía. Recuerdo que observé que era una noche peculiar. Había una niebla marrón sobre las marismas teñidas de rojo por el sol que se ponía. Justo en aquel instante oí el sonido de las sirenas y el rugir de los motores. Eso me movió a actuar y corrí de vuelta al vagón, encontrándome con Jack Botham y su mujer, y los mismos juguetes infantiles de antes. Los saqué del vagón y los llevé hasta el terraplén. Mientras estaban en la zanja yo me subí hasta arriba y cuando llegué allí vi 4 chorros de humo en línea paralela al terraplén. Después de un rato empecé a oír las explosiones. Grité a los Botham que siguieran agachados y yo mismo rodé hasta dentro de la zanja. Los siguientes 20 minutos fueron un mal rato. No sé si tenía la cabeza en las manos, pero en cualquier caso por fin se acabó. Hubo una explosión más fuerte, las astillas estaban volando a nuestro alrededor. Pero por lo menos no estaba herido, y por lo que pude comprobar, ellos tampoco.
R e p r o d u c c ió n 4
Fui a despedir a los Botham en la estación. Hay ahora un buen tren desde la guerra. En el vagón estaban otras 7 personas y muchos juguetes, lo que me enojó, así que me di una vuelta hasta el final del andén. Era una noche maravillosa y el sol se estaba poniendo en ese momento sobre las marismas, y mientras miraba fui de repente interrumpido por el sonido de una sirena, y el rugir de los motores. Me volví volando al vagón donde aún estaban los Botham y los juguetes. Los saqué y los llevé hasta el terraplén. Se acomodaron en la zanja, mientras yo escalaba hasta arriba. Desde allí observé 4 humaredas, y entonces una explosión más fuerte que la anterior rasgó el aire. Sin saber si tenía la cabeza en las manos...
R e p r o d u c c ió n 5
Fui a la estación a despedir a los Botham. Les encontré un vagón y les metí dentro, pero ya había 7 personas y una cantidad de juguetes amontonados por todas partes que me enojaron tanto que me salí a dar una vuelta hasta el otro extremo del andén. Era una noche agradable y el sol se estaba poniendo en ese momento sobre las marismas. Mientras miraba fui de repente inte-
228 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
.rrumpido por el sonido de una sirena y oí el rugir de los motores. Volví a la carrera al vagón de los Botham y los saqué y los llevé hasta el terraplén. Allí se acomodaron en la zanja. Me arrastré hacia adelante y saqué la cabeza por arriba y vi 4 humaredas en el cielo. No estaba seguro de si tenía la cabeza entre las manos...
R e p r o d u c c ió n 6
Fui a la estación con los Botham para despedirlos. Los coloqué en un vagón, pero ya había 7 personas dentro y varios juguetes por todos lados. Asqueado caminé hasta el otro extremo del andén. El sol se estaba poniendo en ese momento. Mientras lo contemplaba fui de repente interrumpido por una sirena estruendosa y ei rugir de los motores. Me di prisa en volver al vagón y saqué a los Botham hasta el interior de una zanja. Me arrastré hasta arriba del terraplén y levanté la cabeza y vi 4 humaredas en el cielo. No puedo recordar si estaba sujetándome la cabeza con las manos...
R e p r o d u c c ió n 7
Fui a la estación a ver a los Botham partir en tren. Los coloqué dentro de un vagón en el que había 7 personas y muchos juguetes. Asqueado caminé a lo largo del tren hasta el final del andén. Oí el ruido de una sirena estruendosa y el rugir de los motores. Me apresuré a volver y saqué a los Botham del vagón hasta el interior de una zanja. Entonces subí arrastrándome al terraplén y mirando por arriba vi 4 humaredas en el cielo. He olvidado si estaba sujetándome la cabeza con las manos.
R e p r o d u c c ió n 8
Fui a despedir a los Botham al tren. Los coloqué dentro de un vagón que contenía 7 personas y muchos juguetes. Asqueado caminé junto al tren hasta el final del andén, y allí oí una sirena muy estruendosa y el rugir de los motores. Me di prisa en volver y vi a los Botham fuera del vagón y en el interior de una zanja. Trepé por el terraplén y mirando por arriba vi 4 humaredas. He olvidado si estaba sujetándome la cabeza con las manos.
R e p r o d u c c ió n 9
Fui a despedir a los Botham al tren. Los coloqué en un vagón que contenía otras 7 personas y algunos juguetes. Asqueado caminé hasta el final del andén. Allí oí una sirena y algunos motores rugiendo. Me di la vuelta y llevé a
Experimentos sobre recordar: d) El método de reproducción serial. I 229
los Botham del vagón a una zanja. Al mirar por arriba, vi 4 humaredas. He olvidado si estaba sujetándome la cabeza con las manos.
R e p r o d u c c ió n 10
Fui a ver a los Botham partir en tren. Encontré un vagón para ellos con. otras 7 personas y algunos juguetes en él. Asqueado caminé nerviosamente por el andén y oí sirenas y algunos motores rugiendo. Volví y los llevé del tren a una zanja. Miramos por encima del borde y vimos 4 humaredas. No recuerdo si estaba sujetándome la cabeza con las manos.
R e p r o d u c c ió n 11
Fui a ver a ios Botham partir en tren. Encontré un vagón con varias personas mayores y algunos juguetes y los coloqué en él. Oí las sirenas y los motores rugiendo. Caminé nerviosamente arriba y abajo del andén asqueado, llevé a los Botham fuera del vagón y los eché en la zanja. Vi cuatro humaredas. He llegado a olvidar si estaba sujetándome la cabeza con las manos.
R e p r o d u c c ió n 12*
Llevé a los Botham al andén y los coloqué dentro de un vagón con algunas ancianas y juguetes. Salió un chorro de humo de la máquina. Llevé a los Botham fuera del vagón y los tiré. La máquina soltó 4 silbidos. Me paseé a lo largo del andén y volví asqueado.
R e p r o d u c c ió n 13
Trasladé a los Botham desde el andén y los coloqué dentro de un vagón con las ancianas y algunos juguetes. Los conduje a la estación y los puse en el tren. La máquina silbó 4 veces. Me paseé por el andén y volví asqueado.
Las transformaciones efectuadas en esta serie son asombrosas y totalmente inesperadas. Como siempre, el título desaparece enseguida y esto marca la pauta para todos los demás cambios. Durante tres reproducciones el relato se conserva de forma clara como un ataque aéreo, y en la
* Se ha traducido la palabra «engine» como «motor» hasta ahora y como «máquina» a partir de este sujeto, porque al singularizarlo parece referirse a la m áquina del tren. [N. de las T.]
230 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
cuarta aún se puede suponer que es así, aunque se deja de lado toda mención a la guerra y la omisión de las frases finales dificulta la interpretación. El final incompleto afecta al sujeto siguiente quien, a su vez, omite toda referencia a una explosión, y a continuación la historia se va convirtiendo paulativamente en una mera tontería. Los sujetos del uno al cuatro dijeron que tuvieron una gran cantidad de imágenes visuales y que se emocionaban de verdad. A pesar de producirse diversas abreviaciones, algunos puntos sufren la exageración que era de esperar. A todos estos sujetos les recordó experiencias personales. El sujeto siguiente fue incapaz de conseguir una interpretación coherente del relato, aunque trató de recordarlo como un conjunto de frases relativamente desconectadas. Ya hacia el final todos los sujetos asimilaron la narración de esta forma, diciendo los tres últimos que les parecía totalmente sin sentido. Por ejemplo, a los «Botham», se les dejó de considerar como personas, y se convirtieron en un nombre de objetos desconocidos. El antepenúltimo sujeto ideó el contexto visualizando un escenario de concierto con un presentador*.
Ya se ha dicho lo suficiente, por el momento, acerca de la reproducción serial de pasajes descriptivos en prosa. Todos ellos están muy abreviados y transformados, de forma que nadie que viese la primera y la última versión tendería a conectarlas en una serie continuada. El que se produjese en conjunto muy poca elaboración en todas las etapas probablemente sea debido, al menos parcialmente, al hecho de que todas las versiones fueron escritas, impidiéndose así la gran influencia que podían haber ejercido unos oyentes. La transmisión de relatos populares y de rumores de boca en boca suele mostrar mucha más elaboración, especialmente en la línea de la exageración. Los sujetos que tomaron parte en estos experimentos son buenos representantes de cualquier grupo culto normal entre ias edades de 20 y 25 años, y el experimento muestra de forma clara al menos los enormes e inesperados cambios que pueden introducirse involuntariamente en el material, incluso cuando los sujetos saben de antemano que se les pedirá que lo relaten con la mayor precisión posible. No es de sorprender, por tanto, que sucesos a los que no se les da más consideración que la que comúnmente se concedería a acontecimientos e incidentes de la vida cotidiana sufran una gran cantidad de alteraciones a medida que se van transmitiendo de una persona a otra. De hecho, el recuerdo acumulativo de unas cuantas personas puede llegar a producir un acontecimiento, relato o representación completamente nuevos.
* La palabra inglesa «platform» tiene las acepciones de «plataforma», «andén» y «escenario», entre otras, lo que explica la interpretación comentada. [N. de las T.]
Experimentos sobre recordar: d) El método de reproducción serial. I 231
Antes de considerar los resultados en mayor profundidad, me propongo mostrar cómo mis sujetos abordaron pasajes sencillos de razonamientos.
5. La reproducción serial de razonamientos
Las series de relatos populares, que comenzaban con un tipo de material relativamente inconexo, evolucionaron rápidamente hacia una forma más racionalizada y coherente. Pensé, por tanto, que sería interesante empezar con un material que presentara una cuidada forma racional, con argumentos dispuestos de una manera lógica, y donde cada punto conectase específicamente con el anterior. Ilustraré los resultados con una serie a partir de un pasaje extraído de Darwinismo de Wallace. Ningún sujeto de esta serie tenía formación en biología, pero se suponía que algunos de ellos habían estudiado algo de lógica.
El pasaje original dice así:
i) Modificación de las especies
Una objeción a los puntos de vista de aquellos que, como el Sr. Gulíck, creen que el aislamiento en sí es una causa de la modificación de las especies merece atención, a saber, la ausencia absoluta de cambios donde, si esto fuera una vera causa, esperaríamos encontrarlos. En Irlanda tenemos un caso excelente para probarlo, pues como bien sabemos se halla separada de Gran Bretaña desde finales de la época glacial, ciertamente muchos miles de años. Aun así, apenas uno solo de sus mamíferos, reptiles o moluscos terrestres ha sufrido el más ligero cambio, aun cuando haya ciertamente una diferencia clara en el medio ambiente, tanto orgánico como inorgánico. El que no se hayan producido cambios a través de una selección natural se debe quizás a una lucha menos dura por la existencia gracias al menor número de especies que compiten; pero si el aislamiento en sí fuese una causa eficiente que actúa de forma continuada y acumulativa, resultaría increíble que no se hubiera producido en miles de años un cambio claro definitivo. El que no se haya producido tal cambio en este y muchos otros casos de aislamiento parece dem ostrar que no constituye, en sí mismo, una causa de modificación.
R e p r o d u c c i ó n 1 7 La modificación de las especies
La objeción planteada por el Sr. Gulick, de que el aislamiento no es una causa suficiente para la modificación de las especies, merece atención. Pues
232 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
. hay ciertas cosas, que si esto fuese una vera causa, no son como hubiéramos esperado que fueran. En Irlanda tenemos un caso excelente para probarlo. Encontramos allí mamíferos, reptiles y moluscos como los de este país, aunque ha estado separado de Gran Bretaña durante el período glacial hace muchos miles de años.
incluso si la modificación de las especies fuese el resultado del aislamiento...
R e p r o d u c c i ó n 2 La modificación de las especies
La objeción planteada por el Sr. Garlick de que el aislamiento es una explicación insuficiente para la modificación de las especies merece atención. Pues si esto (el aislamiento) fuera una vera causa, no esperaríamos encontrar las cosas que encontramos.
En Irlanda tenemos un caso excelente para probarlo, pues allí encontramos mamíferos, serpientes, reptiles, etc., similares a los de nuestro país, aunque Irlanda se separó de Gran Bretaña durante el período glacial hace miles de años.
Es más, incluso si el aislamiento fuese la única explicación para la modificación de las especies...
R e p r o d u c c ió n 3
El Sr. Garlick dice que el aislamiento es la causa de la modificación de las especies.
Esto parece demostrado por el caso de Irlanda con respecto a serpientes, sapos y reptiles.
R e p r o d u c c ió n 4
El Sr. Garlick dice que el aislamiento es la causa fundamental de la modificación de las especies.
Esto está demostrado por el caso de Irlanda con respecto a serpientes, sapos y reptiles.
R e p r o d u c c ió n 5
El Sr. Garlick dice que el aislamiento es la causa de la modificación.Esto ha sido probado en Irlanda con respecto a las serpientes y los reptiles
de allí.
Experimentos sobre recordar: d) Ei método de reproducción serial. I 233
R e p r o d u c c ió n 6
El Sr. Garlick dice que el aislamiento es la razón de la modificación.Esto ha sido probado por el hecho de que se encontraron una vez en Irlan
da serpientes y otros reptiles.
R e p r o d u c c ió n 7
El Sr. Garlick dice que el aislamiento es la razón de la modificación.Esto ha sido probado por el hecho de que se encontraron una vez en Irlan
da serpientes y otros reptiles.
R e p r o d u c c ió n 8
El Sr. Garlick dice que el aislamiento es la razón de la modificación.Esto ha sido probado por el hecho de que una vez en Irlanda hubo ser
pientes y otros reptiles.
R e p r o d u c c ió n 9
El Sr. Garlick dice que el aislamiento es el resultado de la modificación.Esta es la razón... de que no se encuentren en Irlanda serpientes y otros
reptiles.
R e p r o d u c c ió n 10
El Sr. Garlick dice que el aislamiento es el resultado de la modificación.Esta es la razón de que no se encuentren en Irlanda serpientes y otros rep
tiles.
R e p r o d u c c ió n 11
El Sr. Garlick dice que el aislamiento es el resultado de la modificación. Esta es la razón de que no se encuentren en Irlanda serpientes y reptiles.
En la exposición original se encuentran cinco puntos:
a) El Sr. Gulick sostiene que el aislamiento es en sí mismo una causa de la modificación de las especies;
234 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
b) Irlanda se halla separada de Gran Bretaña desde el final del período glacial;
c) Los mamíferos, reptiles y moluscos terrestres de Irlanda apenas han sufrido modificación alguna, durante todo el período de separación;
el) Esto se puede deber, en parte, a la lucha menos dura por la existencia en Irlanda;
e) Pero el ejemplo es suficiente para demostrar que el aislamiento no es en sí mismo una causa de modificación.
El primero es el único de estos puntos que se mantiene de forma reconocible, siquiera hasta la tercera reproducción. Es más, incluso en este caso el enunciado ha sufrido una doble inversión: se ha modificado en sentido contrario en las versiones 1 y 2, mientras que en la tercera reproducción vuelve a aparecer en su forma original. De hecho, no hay desde el principio ni asomo de que se capte la trama del argumento, y ello a pesar de que todos los sujetos parecían comprender lo que leían. Es interesante que las serpientes aparezcan en las reproducciones con tanta rapidez, y que una vez presentes, mantengan su presencia hasta el final. Al llegar a la reproducción 3, la exposición ha perdido todo su sentido, se ha hecho ininteligible en cuanto a su intención y objetivos, permaneciendo así hasta el final.
El curso de esta serie de reproducciones —y hay otras muchas como la anterior— indica que es probable que sujetos cultos entiendan y realmente recuerden una cantidad asombrosamente pequeña de cualquier tema científico acerca del cual no hayan recibido ninguna formación especializada. Aquí, como en los pasajes descriptivos, los enunciados se convierten enseguida en sus opuestos, desaparece el título, y los nombres propios se modifican. Entre el original y la reproducción final no existe ninguna conexión obvia, salvo —en este caso concreto— que el primero menciona «reptiles» y la última «serpientes» y que ambas hacen referencia a teorías biológicas. Si bien el material inconexo puede lograr conexiones específicas en el curso de una reproducción serial, esto no significa de ningún modo que se vayan a conseguir recordar y reproducir dichas conexiones cuando se proporcionan desde el principio.
Supongamos, sin embargo, que se inicia una serie a partir de un pasaje original menos especializado que sólo consiste en un razonamiento general; ¿serán los resultados comparables con los que se acaban de ofrecer? Para probar esto, seleccioné un conjunto de extractos, siendo un ejemplo típico el siguiente, sacado del ensayo de Emerson sobre «confianza en uno mismo», y obtuve reproducciones seriales bajo las mismas condiciones que antes. El original dice así:
Experimentos sobre recordar: d) El método de reproducción serial. I 235
ii) El intelecto es vagabundo
Viajar es el paraíso de un necio. Debemos a nuestros primeros viajes el descubrimiento de que el lugar no es nada. En casa sueño que en Nápoles, en Roma, puedo embriagarme con la belleza, y perder mi tristeza. Preparo mi baúl, abrazo a los amigos, surco los mares, y al fin amanezco en Nápoles, y allí junto a uno está la cruda realidad, el triste Yo inexorable e idéntico al cual yo estaba tratando de evadir. Busco el Vaticano y los palacios. Pretendo enajenarme con las vistas y las sugerencias., pero no lo consigo. Mi gigante viene conmigo donde quiera que vaya.
Pero las ganas de viajar son sólo un síntoma de un desasosiego más profundo, que afecta a toda la actividad intelectual. El intelecto es vagabundo, y el sistema educativo universal fomenta la inquietud. Nuestras mentes viajan cuando nuestros cuerpos están obligados a permanecer en casa. Imitamos y ¿qué es la imitación sino un viaje de la m ente?8
A este breve pasaje se enfrentó un grupo de personas adultas, instruidas, que vivían apaciblemente en el campo en Inglaterra.
R e p r o d u c c ió n 1
Viajar es el paraíso de un necio. Nos enseña la insignificancia del lugar. Quiero escapar de mi triste yo, ahogar mis penas en la embriaguez de la belleza en Nápoles o Florencia. Preparo mi baúl, saco mi billete, abrazo a los amigos, cruzo el océano y una mañana amanezco en Nápoles. Pero yo no he cambiado; mi triste yo ha venido conmigo todo el camino. Voy al Vaticano, busco enajenarme con las vistas o sugerencias, pero no lo consigo. Mi Gigante siempre está conmigo.
Viajar es un síntoma de la inquietud que viene de la educación. Siempre nos estamos moviendo, porque incluso cuando nuestros cuerpos están en casa, nuestras mentes están viajando por tierras lejanas.
R e p r o d u c c ió n 2
Viajar es el paraíso de un necio: nos muestra la insignificancia del lugar. Quiero irme y perder mis penas embriagándome con la belleza en Nápoles o Florencia.
Preparo mi baúl, saco mi billete, me despido de mis amigos y me marcho. A la m añana siguiente me despierto en Nápoles, pero no he dejado atrás
mi yo ni mis penas: siguen aquí conmigo.Voy al Vaticano y busco enajenarme con las vistas o sugerencias, pero no
lo consigo. Mi Gigante sigue conmigo.
236 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
Viajar es una señal de la inquietud resultante de la educación. Incluso cuando nuestros cuerpos están descansando nuestras mentes siguen viajando por todo el mundo.
R e p r o d u c c ió n 3
Es ridículo viajar con la intención de olvidarse de uno mismo y de sus problemas.
Preparé mi baúl, dije adiós a los amigos y llegué a Nápoles al día siguiente con la idea de embriagarme con sus atractivos.
Me encontré, sin embargo, que seguía pensando en mí mismo y nada enajenado. Fui al Vaticano, pensando en perderme allí de mí mismo y de mis pensamientos, pero fracasé de nuevo.
Llegué a la conclusión de que viajar es el paraíso de un necio si se considera como un medio para olvidar.
R e p r o d u c c ió n 4
Viajar se suele utilizar como un medio para olvidarnos de nosotros mismos y de nuestros problemas; por lo tanto, un buen día, preparé mi baúl, y emprendí un viaje hasta Nápoles, con la esperanza de que quizás disfrutaría y también quedaría gratamente encantado con los placeres de esa alegre ciudad. Sin embargo, descubrí que ni me olvidaba de mí mismo ni de mis preocupaciones. Después fui al Vaticano, pero debo testimoniar que las cosas no me resultaron mejor, y que mis problemas y mi yo eran mis compañeros inseparables.
R e p r o d u c c ió n 5
Viajar es algo muy bueno para la gente que tiene penas o problemas. Yo mismo, ai tener problemas, decidí viajar. Primero fui a Nápoles, pero aquella hermosa ciudad no produjo ningún efecto en mí. Fui a Roma, pero incluso ese lugar no significó nada para mí, así que regresé a casa con mis problemas.
R e p r o d u c c ió n 6
Viajar es bueno para la gente con problemas. Al tener problemas, visité Nápoles, pero mis problemas no disminuyeron. Así que me propuse visitar Roma, pero las bellezas del lugar no me interesaron. Regresé a casa con mis problemas igual de grandes.
Experimentos sobre recordar: d) El método de reproducción serial. I 237
R e p r o d u c c ió n 7
Viajar es bueno para la gente con problemas. Al tener problemas, visité ” Nápoles, pero mis problemas no disminuyeron. Así que me propuse visitar
Roma, pero las bellezas del lugar no me interesaron. Regresé a casa con mis problemas igual de grandes.
R e p r o d u c c ió n 8
Viajar es bueno para la gente con problemas. Al tener problemas, visité Nápoles. Al no notar mejoría visité Roma, con el mismo resultado. Regresé a casa sin haber notado ninguna mejoría a pesar de la belleza de estos lugares. Mis problemas eran igual de grandes que antes.
R e p r o d u c c ió n 9
Viajar es bueno para la gente con problemas. Por esa razón visité Nápoles. Al no notar ninguna mejoría me dirigí a Roma con el mismo resultado. Regresé a casa, sin haber conseguido consolarme con la belleza de estos lugares. Mis problemas eran tan grandes como lo habían sido antes.
R e p r o d u c c ió n 10
Viajar es bueno para la gente con problemas. Por esa razón hice una visita a Nápoles pero no obtuve mejoría. Entonces fui a Roma con el mismo resultado. Regresé a casa con mis problemas tan grandes como siempre.
R e p r o d u c c ió n 11
Se dice que viajar es bueno para uno cuando se tienen problemas. A causa de esto fui a Roma, pero al encontrar que no daba ningún resultado continué hasta Nápoles, y regresé a casa con mis problemas tan grandes como antes.
Todo trazo del razonamiento general ha desaparecido de esta cadena de reproducciones. Se ha perdido el sentido original. No queda más que un breve relato de un incidente personal, y una opinión general. Esta opinión es exactamente la opuesta a la original de la que deriva, aunque no cabe duda de que está más en consonancia con el punto de vista más corriente. Como siem pre, el título desaparece de inmediato, aunque los nom bres de las dos ciudades permanecen hasta el final.
238 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
6* Una breve discusión general
Las diferentes cadenas de reproducciones que he presentado en su to talidad son sólo una pequeña selección de las muchas que he obtenido. Pero se deben considerar como prototipos de los efectos generales que se producen cuando materiales de estos tipos pasan de mano en mano. En todos los casos, excepto en los de relatos acumulativos, a una persona que no conociera las versiones intermedias le resultaría muy difícil llegar a relacionar con el original lo que queda después de relativamente pocas reproducciones. No hay duda de que con la libertad con la que de modo característico se maneja el material en la vida cotidiana, suele tener lugar mucha más elaboración, aunque pueda resultar difícil imaginar que puedan ocurrir cambios mucho más sorprendentes. Sin embargo, las series, tal como se han producido, muestran claramente un conjunto de interesantes y constantes procesos de cambio, todos los cuales pueden observarse a medida que el material pasa de un grupo a otro o de una persona a otra.
a) N om bres propios y títulos
En lo que podemos llamar recuerdo serial, los elementos más inestables son los nombres propios y los títulos. Todas las series que he obtenido, con cualquier tipo de m aterial, o grupo de sujetos, ilustran este hecho. Sin duda era previsible que los nombres propios fueran a cambiar tan deprisa: su im portancia y aplicación son locales y varían de un grupo a otro. Pero parecía que los títulos y rótulos debían haber sido más estables, pues nos proporcionan el escenario de historias, descripciones y ensayos; y sin un contexto o indicación general, como repetidas veces hemos visto, no se puede asimilar ni recordar ningún material. Sin embargo, el contexto es un elemento especialmente m utable. Realiza su función facilitando las cosas al sujeto, le permite tra tar con un m aterial específico y determ ina, en gran parte, cómo hay que in terpretar este m aterial. A quí term ina su misión y, por lo tanto, mientras el material se puede recordar y la interpretación se conserva, el escenario se da por supuesto y no se transmite mediante una expresión verbal concreta. No obstante, la desaparición del título, como puede verse por los resultados de estos experimentos, puede preparar el terreno para cambios considerables en el material.
Partiendo de esta consideración general, podría resultar interesante estudiar de forma experimental los efectos psicológicos de los titulares de
Experimentos sobre recordar: d) El método de reproducción serial. I 239
los periódicos. Da la impresión de que un titular meramente descriptivo es de lo más ineficaz y de que un titular sesgado puede producir un profundo efecto aunque —o quizás por esta misma razón— se olvide muy rápidamente.
b) L a inclinación hacia lo concreto
Casi todas las series muestran una fuerte tendencia a desarrollar una forma concreta, siempre que sea posible. No obstante, el material de los cuentos populares ya es de partida tremendamente concreto y su característica tiende a conservarse e incluso a acentuarse, con la excepción de algún rasgo sobresaliente.
En los otros tipos de material, cada opinión general, argumentación, razonamiento o deducción se transforma rápidamente para luego ser omitido. Los resultados mejores encaminados en esta dirección los lograron sujetos que decían usar un método visual para la evocación, como si dicho método conllevase una inclinación inevitable hacia lo concreto. La tendencia, observable en varios casos, de que una narración, descripción o ensayo adopte una forma personal parece deberse parcialmente al mismo factor. Contrarrestando en parte esta tendencia, se halla el uso de las expresiones populares, de m oda o convencionales. Muchas de las series muestran cuán rápidamente la fraseología popular y las expresiones sociales convencionales pueden hacerse un sitio en una serie de reproducciones.
En el caso de las series populares se produce una interesante excepción: la acentuada tendencia a que dicho material adquiera una moraleja. Se trata, una vez más, en gran medida, de una cuestión de convención del grupo. Es una norma aceptada que cuentos de este tipo han de tener una moraleja, de forma que cuando no la tienen en el original, suelen adquirirla en el transcurso de su reproducción. Los convencionalismos aceptados funcionan en el seno de los grupos en los que están presentes como factores unitarios decisivos, aunque indudablemente revisten una enorme complejidad.
Puede parecer en principio que el conjunto de proverbios populares que se conservan por tradición en cada comunidad contradice la tendencia hacia lo concreto. Pero la fuerza del proverbio popular se basa en su aplicabilidad a un caso individual. Como mera generalidad no se hubiera conservado nunca y, excepto en sentido literario, prácticamente no se usa nunca.
240 Recordar, tstudio de psicología experimental y social
c) La pérdida de características individuales
Bajo ias condiciones del presente experimento, todos los relatos tienden a ser privados de sus características individuales, los pasajes descriptivos pierden la mayoría de las peculiaridades de estilo y contenido que puedan poseer, y los ensayos quedan a su vez reducidos a una mera expresión de la opinión convencional. En raras ocasiones pierden estas características sin sufrir a su vez un gran número de cambios en otros aspectos. Allí donde las opiniones expresadas son individuales parecen tender a transformarse en las ideas convencionales contrarias; donde los epítetos son originales tienden a convertirse en términos comunes y cotidianos. El estilo se hace más llano y pierde toda pretensión previa de vigor y belleza. Nadie que viera una única reproducción podría predecir el notable efecto producido por la pérdida acumulativa de pequeños detalles sobresalientes. Así y todo, el efecto es continuo, de versión en versión, siguiendo direcciones de cambio constantes, desde e) principio hasta el final.
Al mismo tiempo, hay ciertos indicios de que el material tratado en forma de reproducción serial, puede adquirir una especie de sello o carácter de grupo. Las versiones de los indios tienden a mostrar más elaboración e inventiva que el resto. Hay que ponderar esta cuestión en cualquier procedimiento experimental, incluso cuando sus condiciones son libres y sencillas, como en el caso que tratamos. En la vida real, la adquisición de características sociales nuevas por parte del material que va pasando de un grupo a otro es mucho más acentuada que lo que pueda ser en la reproducción serial, donde todas las versiones sucesivas han de ser escritas y no hay un público que ejerza su influencia.
d) A breviaciones
En todos los casos la reproducción serial produjo muchas abreviaciones. Puede haber un caso aislado que produzca elaboración y extensión, pero en general su efecto se pierde con rapidez. Las series de los indios son de nuevo excepcionales al respecto. La elaboración es más común en ellos.
Lo principal, no cabe duda, es que la abreviación y finalmente la desaparición son el destino de la mayoría de los elementos culturales que pasan de un grupo a otro. El grado en que este proceso se da varía en los distintos grupos y según el tipo de material. En la vida real sufre constantes trabas como resultado de los intentos individuales de inventar y adornar. Creo, ciertamente, que las condiciones experimentales favorecen mu
Experimentos sobre recordar: d) El método de reproducción señal. I 241
cho la abreviación. Escribir un relato que se ha leído es algo muy diferente de contar un relato que se ha oído. El estímulo social, que determina primordialmente la forma en este último caso, se halla prácticamente ausente en el primero. El hecho de que no se dé ninguna exageración ni elaboración en una serie experimental prueba la gran fuerza de las tendencias que las producen.
En cierto sentido la exageración sí ocurre por lo común. Cuando se acompaña una generalidad con cláusulas que contienen una salvedad, son éstas las que tienden a desaparecer aunque se conserve la generalidad.
e) Racionalización en la reproducción serial
A primera vista, el efecto de la reproducción serial sobre los cuentos populares y sobre los pasajes descriptivos y expositivos parece, en cierto sentido, m arcadam ente distinto. Los cuentos populares en su conjunto tienden a ganar coherencia con la introducción de términos conectivos y explicativos. Las descripciones y ensayos parecen, por otra parte, degenerar en unas cuantas oraciones sin conexión aparente. No se produce, sin embargo, una contradicción real. Ambos son efectos racionalizadores que se podrían predecir fácilmente. El contexto general de las narraciones populares es poco común, desconocido y difícil para los sujetos de estos experimentos, de ahí que haya que mostrar la conexión de los incidentes. El contexto y tipo de conexión de los otros pasajes resultan familiares, de manera que el propio contexto proporciona los lazos de conexión que no requieren una formulación específica. Mientras el material se pueda reducir a una forma que cualquier miembro de un grupo social dado acepte mínimamente, todo va bien. La manera en que de hecho se reduzca hasta dicha forma puede variar enorm em ente de una clase de materiál a otro, aunque la tendencia psicológica subyacente sea la misma.
f) L a naturaleza radical de los cam bios
Después de lo dicho ha quedado perfectamente claro que la reproducción serial normalm ente proporciona transformaciones asombrosas y radicales en el material. Los epítetos se transforman en opuestos; los incidentes y sucesos se transponen; los nom bres y núm eros raram ente perm anecen intactos tras unas cuantas reproducciones; las opiniones y conclusiones se invierten: parece como si pudieran ocurrir casi todas las variaciones posibles, incluso en las series relativamente cortas. Al mismo
242 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
tiempo, los sujetos pueden estar muy satisfechos con sus resultados, tener la convicción de haber transmitido todas las características importantes con pocos cambios o ninguno, y de simplemente, quizás, haber omitido aspectos no fundamentales. Un sujeto que toma parte en un experimento es, por regla general, más cuidadoso de lo normal, así que podemos suponer con razón que los cambios efectuados por la reproducción serial en el transcurso de los intercambios sociales cotidianos ocurrirán probablemente todavía con mayor facilidad y serán más destacados que los que se han ilustrado en estas pruebas.
Nos encontramos ahora en situación de ver de forma más clara que antes cuán engañoso puede ser apoyarse exclusivamente en el método de experimentación con el material sin sentido. Por ejemplo, suele suponerse que la posición es un factor de destacada importancia en la evocación. Se supone que cualquier material que aparezca al principio o al final de una serie tiende a ser recordado sin alteración y con un mínimo esfuerzo. Parece, después de lo dicho, que a medida que el contenido que se ha de recordar se aproxima cada vez más al que la gente maneja día a día, es menos probable que este factor de posición asuma una función primordial. El material que aparece al principio y al final puede ser fácilmente desplazado por elementos que ocupan cualquier otra posición, si resulta que este material tiene más interés para el grupo que lo que el primero está reproduciendo. Por otra parte, el que se mantenga no es de ningún modo una garantía de exactitud. Las primeras y últimas partes de relatos transmitidos socialmente tienden a sufrir tanta transformación como cualquiera de los fragmentos intermedios.
De hecho, la abrumadora impresión que produce este tipo de experimento más «realista» sobre la memoria es que el recuerdo humano suele hallarse enormemente sujeto a error. Parece que lo que decimos con el fin de que otros lo reproduzcan es realmente —en mayor medida de lo que suele admitirse por lo general— una construcción que sirve para justificar cualquier impresión que pueda haber dejado el original. Es precisamente esta «impresión», raras veces definida con mucha exactitud, la que persiste con mayor facilidad. Mientras los detalles que se puedan construir alrededor de ella sean tales que le proporcionen un contexto «razonable», la mayoría de nosotros nos sentimos bien y tendemos a pensar que lo que construimos lo hemos retenido al pie de la letra.
Nos ocuparemos más detenidamente de este carácter evidentemente constructivo de la evocación en cuanto nos centremos en el estudio de los problemas teóricos generales.
Capítulo 8EXPERIMENTOS SOBRE RECORDAR e) El método de reproducción serial.
II. Material gráfico
1. Introducción
No sólo se suelen transmitir rápidamente de una persona a otra y de un grupo a otro relatos, descripciones de acontecimientos y ensayos, sino también diversos tipos de material gráfico; entre otros, formas artísticas, patrones decorativos, representaciones gráficas de objetos comunes, etcétera. A menudo, el material sufre una transformación considerable en el curso de esta transmisión. Es por ello interesante tanto desde el punto de vista del material gráfico que se recuerda, como de la relación entre éste y el desarrollo de representaciones convencionales, ver hasta dónde se pueda producir en condiciones experimentales un proceso de transformación de este tipo. Se sabe que una persona puede recordar perfectamente lo que, sin embargo, no logra reproducir bien cuando dibuja; pero se ha comprobado repetidas veces que al presentar una forma compleja cualquiera para que sea observada, habrá determinadas características que predominarán y volverán a aparecer con bastante seguridad en cualquier reproducción que de la misma se realice; y tanto si se dibujan con precisión, como si no, es probable que sean esas características las que determinen la dirección que seguirán los cambios que se produzcan en el curso de la reproducción de una serie.
D e acuerdo con ello, reuní un conjunto de representaciones gráficas muy simples y las som etí a un proceso de reproducción repetida y en serie, exactam ente en las mismas condiciones que se han descrito para los pasajes en prosa. Como en los casos anteriores, voy a presentar aquí sólo una selección muy pequeña de los numerosos resultados recogidos, que basta para ilustrar algunas características sobresalientes de las reproducciones. Tanto en la reproducción repetida como en la
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serial, encontram os que en térm inos generales los principios son los mismos, por lo que únicam ente voy a dar ejemplos de las cadenas de reproducción.
2. La tendencia a transformar de acuerdo con representaciones convencionales aceptadas
Como ya se ha señalado an tes1, siempre que el material presentado visualm ente pretenda representar algún objeto común pero contenga ciertas características no familiares para la comunidad a la que se le presenta el material, estas características se transformarán invariablemente en la dirección de lo familiar. Esto constituye, en el caso de material gráfico, una especie de analogía con la racionalización de los pasajes en prosa. El principio queda admirablemente ilustrado en la serie siguiente:
244 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
A 1 r u
Reproducción 1
Dibujo original
Reproducción 2 Reproducción 3
T f l f t ' f r i M T h onue.
Experimentos...: e) El método de reproducción serial. II. Material gráfico 245
Reproducción 4 Reproducción 5
Reproducción 6
Reproducción 8
Reproducción 7
Reproducción 9
A unque la serie es muy breve, todas las características del original que contenían alguna peculiaridad se han perdido. La cara inm ediatam ente se endereza, se hace ovalada y luego redonda, y adquiere ojos, nariz y boca de tipo convencional. Hay una considerable elaboración hasta el m om ento en el que cambia el rótulo; a partir de ahí, entra de nuevo en escena la simplificación. No hay duda de que el nom bre asignado tuvo mucho que ver con la form a reproducida, pero toda la serie m uestra la rapidez con que una representación gráfica puede modificar sus características dom inantes hacia una forma esquem ática ya existente en el grupo de sujetos que in tentan reproducir dicha rep resentación.
246 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
3. Elaboración
En estas condiciones experimentales y con el tipo de sujetos empleados, la elaboración fue mucho más común en el caso del material gráfico que en el de los pasajes en prosa, hecho que coincide con otros datos comentados anteriormente. El material gráfico inducía con muchísima más frecuencia a los sujetos a utilizar imágenes visuales; y ya hemos visto que un método de imágenes visuales favorece la invención2. Por otra parte, en los experimentos sobre percepción se ha puesto de manifiesto que es muy común multiplicar las características de un objeto presentado visualm ente3.
Hubo dos tipos de elaboración muy frecuentes. En el primero, a medida que todo el conjunto de la figura se iba transformando poco a poco, determinados elementos relativamente aislados se elaboraban adoptando la forma de alguna característica que pertenecía por naturaleza al nuevo contexto. En el segundo, simplemente se repetían detalles o motivos.
Podemos tom ar como ejemplo del primer tipo la serie que aparece a continuación. El dibujo original es una representación del «mulak» egipcio, reproducción convencional de un búho, que puede haber sido el origen de la forma de nuestra letra M.
Dibujo original
Experimentos...: e) El método de reproducción serial. II. Material gráfico 247
t©
Q ^ ^ r L r ^ h - i) (J f *
La elaboración de esta serie es evidente. El cambio de dirección en la curva del ala, por parte del tercer sujeto y su duplicación, sugerían de inmediato una cola, y de ahí en adelante la cola va bajando cada vez más hasta que adopta una posición apropiada y se destaca de modo especial, proceso a lo largo del cual vuelve a cambiar de orientación dos veces más. Las líneas aparentem ente inconexas del dibujo original se incorporan dentro de la figura, y la señal inicial del rostro se transforma en una cinta con un lazo. Los bigotes aparecen a su debido tiempo y las líneas de la espalda se multiplican hasta llegar a oscurecerla4. En realidad, aparece aquí el mismo proceso de la serie «Retrato de un hombre»: una figura bastante poco habitual, pero que sugiere con cierta fuerza determinada representación realista, se va elaborando más y más hasta adoptar una forma familiar. Una vez que se logra este fin, se tiende a simplificar de nuevo, y todo el conjunto progresa hacia una form a genuinamente convencional.
248 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
El segundo tipo de elaboración, es decir: la fuerte tendencia a multiplicar partes al reproducir formas gráficas, aparece en las dos series presentadas;,en 3a primera, especialmente en las reproducciones 3-7, y en la segunda, desde el principio hasta la reproducción número 10. Este tipo de transformación está presente en todas las series individuales que he recogido. En una que comienza como un sencillo dibujo de un velero con tres nubes en el cielo y tres pájaros a la izquierda, las nubes pasan a ser dos líneas onduladas bastante enmarañadas en la esquina derecha, mientras que los pájaros, que pierden su carácter representativo, se multiplican en treinta y ocho pequeñas líneas rectas horizontales situadas en la esquina izquierda cuando llegamos a la reproducción decimoséptima. En otra, que comienza como un dibujo de una casa con siete ventanas, la figura se convierte en un simple cuadrado, en el que se insertan las ventanas en forma de treinta y seis cuadraditos distribuidos en cuatro grupos de nueve.
Esta clase de multiplicación de detalles desempeña una importante función en el desarrollo de las formas artísticas convencionales en la vida real. Por ejemplo, Haddon habla de la repetición como de «ese recurso característico de las tendencias ornamentales». Su constante aparición en el curso de estos experimentos contribuye a mostrar que el material experimental no es en absoluto ajeno al que se produce en las condiciones cotidianas de contacto y desarrollo social.
4, Simplificación
Considerando la forma en que se obtiene el primer tipo de elaboración, es fácil darse cuenta de que le acompaña necesariamente una simplificación. Un detalle aislado que se desarrolla para entrar a formar parte de un modelo determinado, desaparece de su posición original, de modo que una parte del diseño general se resiente de la elaboración de una parte distinta. El segundo tipo también suele implicar una simplificación porque la repetición de ciertas partes se obtiene por lo común a expensas de otras que se omiten.
Si volvemos a los diseños o dibujos considerados como un todo, parece surgir un principio de elaboración y simplificación bastante definido. Siempre que tengamos un dibujo que —debido a su singularidad y rareza— un sujeto del grupo en cuestión no pueda asimilar con facilidad, hay una fuerte tendencia a elaborarlo dentro de alguna forma fácilmente reconocible. Pero una vez que ésta queda consolidada, se simplifica hasta que toda la figura haya adquirido una forma más o menos convencional
Experimentos...: e) El método de reproducción serial. II. Material gráfico 249
para este grupo. Este proceso simplificador puede ir incluso más allá de dicho límite; en ese caso, el conjunto vuelve a resultar difícil de etiquetar o reconocer y comienza una vez más la elaboración, que puede continuar hasta que se desarrolle un conjunto nuevo y diferente, pero familiar. También puede que todo el diseño pase a ser un motivo decorativo, perdiendo por completo su carácter representativo. Obtuve, por ejemplo, dos largas series que comienzan con la representación obvia de un velero; una y otra muestran una rápida simplificación hasta que se pierde el barco. Así, en una se dio la vuelta al barco que, boca abajo, se convirtió en un figura en forma de herradura, para a continuación volver a transformarse en una especie de arco arquitectónico con decoraciones laterales, derivadas de lo que inicialmente eran agua, nubes y pájaros; el otro pasó por un proceso más amplio de elaboración progresiva, hasta llegar a lo que la mayor parte de los sujetos tomaron por un quiosco de música. Las reproducciones de material que continúan durante mucho tiempo pueden por tanto alternar entre procesos de elaboración y procesos de simplificación, a través de los cuales pueden evolucionar hacia diseños decorativos o hacia una serie de representaciones de objetos que aparentemente no guardan relación entre sí.
5. Denominación
En los primeros experim entos sobre percepción quedó claro que la asignación de un nombre a los objetos observados solía influir poderosamente en su reproducción o descripción inm ediata5. Por otra parte, a partir de los resultados obtenidos con otros métodos, hay pruebas de que en determinados casos ios nombres dados por un observador pueden desempeñar una función muy im portante en su recuerdo, tanto si éste es inmediato como si es rem oto. La reproducción serial de formas gráficas ha destacado de nuevo la importancia de la denominación. Con este tipo de material y de método, la denominación puede funcionar de dos maneras. En primer lugar, y quizá más a menudo, el conjunto presentado recibe un nombre y pasa a ser recordado con los rasgos convencionales del objeto así denominado por la comunidad o persona en cuestión. Pero hay una clase de sujetos que, especialmente cuando tienen entre manos un m aterial difícil de designar como un todo, muy a menudo desmenuzan el objeto que se les presente y dan un nombre a cada una de esas partes; habitualmente en tales casos se produce una representación visual. Un buen ejemplo se encuentra en una de las series sobre el «mulak». «Me representé visualmente cada parte —dijo el sujeto— y me puse a dar nombres
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a cada una de ellas. Me dije: ‘un corazón arriba, luego una curva, y un poste recto que baja hasta un pequeño pie abajo. Entre estos dos una letra W, y la mitad de un corazón a mitad del lado izquierdo.» Estuvo trabajando en una reproducción que había tomado la forma siguiente:
y su reproducción fue la que aparece a continuación:
Es evidente que en este caso los nombres han afectado claramente a ia forma reproducida, y que bajo su influencia el conjunto se ha transformado en el tipo de animal singular y heráldico en el que rápida y claramente se convirtió en reproducciones ulteriores.
Con una frecuencia todavía mayor se utilizaron los nombres para contar. En esos casos, contribuían a mantener con precisión el orden o el número, pero permitiendo a la vez variaciones en la forma muy considerables.
6. La conservación de detalles aislados
Ya he mostrado anteriorm ente que cuando una forma gráfica se va convirtiendo en una representación precisa de un objeto común, se suelen incorporar dentro del conjunto los detalles aislados, a menudo cambiando su posición y experimentando una elaboración en todo el proceso. Sin embargo, cuando el detalle aislado se produce en una forma que es ya claramente representativa, o en un tipo de diseño decorativo, la probabilidad de que se conserve sin cambiar mucho es muy elevada. La oreja aislada del gato en las reproducciones 16-18 de la serie sobre el «mulak» es uno de estos casos, pero cuento con ejemplos aún mucho mejores. Las
Experimentos...: e) El método de reproducción serial. II. Material gráfico 251
dos líneas onduladas que, como ya se ha mencionado, sustituían a las nubes en una de las series sobre el velero, aparecieron en la cuarta reproducción y se mantuvieron sin cambios importantes a lo largo de una serie muy larga. Muchas otras veces ocurrió lo mismo; líneas, formas, puntos, cualquier rasgo, fuese el que fuese, que persistiera al margen de un diseño central se reproducía una y otra vez, prácticamente sin variaciones. Lo anterior constituye además otro caso de esa curiosa conservación de detalles triviales, singulares, inconexos e irrelevantes a la que ya se ha hecho referencia6. Pone de manifiesto un principio que puede tener una importancia enorme en el recuerdo normal y que tiene relación con ciertos problemas de formalización social, asunto sobre el que volveremos a tratar más adelante7.
7. Resumen
En resumen, las conclusiones principales que pueden derivarse de la reproducción serial de material gráfico son las siguientes:
1. Tarde o temprano, todo el material de este tipo tiende a adoptar la forma de representaciones convencionales aceptadas, o de diseños decorativos ya existentes en el grupo de sujetos de que se trata.
2. Cuando se presenta un material que resulta representativo para los sujetos, pero al que no se puede clasificar de una forma definida, tiende a experimentar una elaboración hasta que se produce una forma fácilmente reconocible.
3. O tra característica común es la multiplicación de un detalle que no se asimila fácilmente o de un motivo en un diseño ornamental.
4. Cuando se presenta una forma fácilmente reconocible, tiende a simplificarse convirtiéndose en una representación o diseño que ya es ge- nuinamente convencional. Dicha simplificación puede ir demasiado lejos, hasta el punto de que puede comenzar un nuevo proceso de elaboración, dando lugar a que se desarrolle una forma representativa sin conexión aparente con el original.
5. La asignación de un nombre al conjunto o a cada una de sus partes, afecta en gran medida a la reproducción, tanto si ésta es inmediata como si es remota. Cuando se utiliza el procedimiento de contar, puede que se conserven el orden y el número, aunque la forma resulte alterada.
6. Se da una fuerte tendencia a conservar detalles aparentemente triviales o inconexos de carácter no representativo, o en un contexto que no lo es.
Capítulo 9 PERCIBIR, RECONOCER, RECORDAR
1. Introducción
Una vez expuestos los principales datos de mis estudios experimentales, es el momento de considerar si poseen alguna relevancia teórica coherente. Como es bien sabido, no faltan teorías acerca de la memoria; en numerosas ocasiones han especulado sobre el tema biólogos, filósofos y —aunque quizá en menor grado— psicólogos. Los biólogos, por lo general, han considerado la memoria fundamentalmente como una función repetitiva para, a continuación, adentrarse en teorías acerca de cómo pueden formarse y volver a excitarse de algún modo «huellas» específicas. Los filósofos, como es natural, han intentado descubrir cómo se relaciona con el mundo.«real» lo que se recuerda y han puesto en tela de juicio la validez de la información que proporciona el recuerdo. La mayor parte de los trabajos psicológicos más elaborados, sobre todo los que tienen una base experimental, tratan de problemas especiales del área en general. Por ejemplo: del curso normal de aprendizaje y olvido, de la influencia de condiciones especiales tales como la posición dentro de una serie o la intensidad de los estímulos, entre otras; de las clasificaciones de los tipos más característicos de asociaciones y del estudio de la «fuerza de la asociación». Los psicopatólogos han tenido en cuenta a los sujetos extraordinarios, tanto en relación con el recuerdo como con el olvido, y han prestado una detenida atención al problema de la base afectiva de la memoria. Como hay bastantes resúmenes buenos de las teorías clásicas1, no voy a intentar describirlas aquí. Las teorías más recientes de psicología general no se encuentran todavía completamente asentadas, y un breve resumen no les haría justicia2. Por consiguiente, voy a proceder sin más a considerar qué conclusiones teóricas acerca de las características y funciones del recuerdo se deducirían de los resultados que he obtenido.
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20 Qué precede al recuerdo
Es imposible entender ningún proceso mental de grado superior si se estudia simplemente por y para sí mismo. Sin duda, esto es algo que por lo general se admite, pero no suele ser fácil darse cuenta de su relevancia para los experimentos psicológicos, debido quizá a un sutil tipo de persistencia de la psicología de las «facultades». Algunas de las críticas más evidentes a la psicología de las facultades, sin embargo, son de poco peso. Por ejemplo, se dice que la psicología de las facultades no es válida porque considera que las funciones complejas se explican a sí mismas. No tenem os derecho a afirm ar que un hom bre reconoce, recuerda o piensa gracias a que tiene una facultad específica para hacerlo, pero, en mi opinión, no hay nadie tan simple como para pretender hacer ese tipo de afirmaciones aunque a menudo se haya utilizado el lenguaje sin las debidas precauciones. No obstante, lo que sí parece ocurrir es que si intentamos resolver cualquier problem a psicológico genuino, estamos obligados a aceptar ciertas actividades o funciones complejas como punto de partida. Tenemos que admitir el principio de que éstas no se han de multiplicar más de lo que sea absolutamente necesario; pero no hace falta pasar de ahí. Las «facultades» se convierten entonces en meras actividades complejas que no se explican psicológicamente a sí mismas, sino que pueden utilizarse para explicar otras actividades basadas en ellas, tanto si son más complejas que las primeras como si lo son menos.
Aun así, entraña algún riesgo aceptar este principio metodológico, porque es casi imposible encontrar una sola actividad o función mental que a lo largo de la historia de la psicología alguien no haya considerado como un punto de partida imposible de analizar. La razón reside en que los psicólogos siguen considerando que las soluciones a los problemas que todo proceso mental presenta pueden hallarse sin buscar más allá de los límites del propio proceso específico.
Tomemos un proceso como el reconocimiento, o el recuerdo, y lo acotamos, por ejemplo, diciendo que se produce reconocimiento cuando al representarnos un objeto, sentimos, o juzgamos, o «sabemos» que no es nuevo. Entonces, intentaremos explicar esta sensación, juicio o conocimiento por una peculiaridad discriminable entre los procesos que están ocurriendo y dentro de los límites que hemos trazado. Esto, como tienden a mostrar todos mis resultados experimentales, es un procedimiento totalmente ilegítimo.
Percibir, reconocer y recordar son funciones psicológicas que pertenecen a la misma serie general. El estudio de estas dos últimas tiene que comenzar no considerando los casos en los que ocurren de modo aislado,
Percibir, reconocer, recordar 255
sino investigando los procesos perceptivos previos. Es evidente que no se puede reconocer o recordar algo que no se haya percibido primero o, en un sentido amplio, que no se puede reaccionar de una manera familiar ante nada que de antemano no se haya presentado y haya suscitado algún otro tipo de reacción. Es igualmente evidente, pero aún más importante, que no todo lo que se ha percibido es, de hecho, reconocido o recordado. A partir de esto, podríamos sospechar que la diferencia entre reconocimiento y recuerdo viene dada, al menos en parte, por el modo o las condiciones de la percepción anterior.
3. Percibir y reconocer
El resultado más sorprendente a primera vista de los experimentos sobre percibir fue la gran diversidad de respuestas que podían suscitarse normalmente por patrones sensoriales constantes en esencia, tanto en el mismo individuo, en diversos momentos, como en individuos diferentes. De hecho, el proceso perceptivo implica dos funciones distintas, pero relacionadas:
a) la del patrón sensorial, que proporciona una base fisiológica a la percepción; y
b) la de otro factor que a partir del patrón sensorial elabora algo con una significación que va más allá de su carácter sensorial inm ediato3. Esta parece ser una función específicamente psicológica en la respuesta perceptiva total, y por el m om ento voy a m antenerla deliberadamente vaga e indefinida.
Creo que, a estas alturas, se puede dem ostrar que tanto el reconocer como el recordar dependen de si tiene lugar y cómo la segunda función psicológica de la acción de percibir. Como no he incluido en este informe experimentos concretos sobre el reconocimiento, comenzaré por una breve descripción de un caso que se investigó en profundidad en el Laboratorio de Psicología de Cambridge.
El caso que se va a considerar se refiere a un defecto de habla muy específico. Un niño, en apariencia perfectam ente normal, fue operado de intususcepción* a la edad de un año y medio. Se sabe que una operación de este tipo suele tener profundas repercusiones psicológicas. Durante la
* Dolencia provocada p o r la p e n e trac ió n de un extrem o del intestino en o tro adyacente. [N del E.].
256 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
convalecencia, el niño parecía extrañamente inerte, sin que nada de su entorno inmediato le afectara y sin que él respondiera a ninguna clase de estímulo externo. En el momento de la operación, estaba experimentando un rápido desarrollo del habla, pero después se mostraba no sólo retrasado en cuanto a este aspecto, sino privado de la capacidad de habla que había adquirido previamente. No utilizaba palabras, ni lograba responder a las de otras personas e incluso, según se nos dijo, no lograba emitir sonido alguno salvo en condiciones de especial excitación. Este estado se mantuvo, y cuando el niño fue al colegio no se le pudo enseñar a leer ni a escribir, ni inducirle a hablar. Se creía que padecía un retraso mental; sin embargo, sus profesores se hallaban perplejos con él porque en algunos aspectos en los que no intervenía el factor del lenguaje, parecía extraordinariamente brillante e inteligente. Cuando tenía más o menos seis años, Sir Etenry H ead se hizo cargo de él y dispuso que viniera a Cambridge para someterse a observación en una escuela especial.
A los seis años, el niño no utilizaba el habla ni apenas sonidos. No sabía leer ni escribir y en principio parecía imposible que se le pudiera enseñar. No obstante, era indudablemente inteligente y, de hecho, alcanzó una edad mental de unos 10,5 años en las pruebas de inteligencia en las que se eliminaba el lenguaje. En seguida se descubrió que, si quería, podía imitar con gran fidelidad los sonidos de ciertos animales. Era un niño de ciudad y por consiguiente su repertorio de sonidos de animales no era muy amplio pero, eso sí, casi perfecto. Así pues, parecía no haber defecto auditivo. El niño podía oír e identificar lo que oía en ciertos casos, aunque no utilizara nombres.
En esta fase de su desarrollo lo trajeron al Laboratorio de Psicología de Cambridge. Muy pronto aprendió, observando a un instructor, lo que se esperaba de él, y mostró que podía reaccionar de modo diferenciado y preciso a sonidos musicales de tono, intensidad y complejidad diferentes, reconociendo o identificando un tono dado exactamente en el sentido en el que suelen utilizarse estos términos. Con esta base aprendió entonces a reaccionar de modo diferenciado ante sonidos hablados de distinta cualidad vocal, combinaciones de consonantes y vocales, y finalmente, a combinaciones de palabras de orden bastante simple cuando el habla era producida por una persona en particular. Como no tenía ningún retraso mental en absoluto, no podía residir en una institución especial, así que, desgraciadamente, dejó de estar bajo nuestra observación, aunque ya parecía hallarse en vías de llegar a ser una persona bien adaptada4.
Este caso presenta interesantes características desde el punto de vista de un estudio del reconocimiento. Durante más de cuatro años personas que podrían considerarse observadores competentes, creyeron que este niño no podía identificar o reconocer sonido alguno. Parece,seguro que
Percibir, reconocer, recordar 257
nunca produjo claramente ningún sonido articulado del habla humana. Se demostró que no tenía defectos auditivos y su capacidad para imitar los sonidos de ciertos animales ponía de manifiesto no sólo que podía oír bien, sino que podía discriminar y reconocer diferentes sonidos. Por último, era notable su rapidez para reconocer ciertas formas elementales del habla humana, una vez que comenzó a hacerlo.
La percepción auditiva es una combinación de dos funciones: oír y escuchar. La primera de ellas es directamente fisiológica y consiste en la reacción del mecanismo auditivo ante algo que logra estimularlo. En cierto grado, ya es selectiva, pero dicha selectividad se basa directamente en diferencias de intensidad, duración, frecuencia, etcétera, entre los estímulos. La segunda función, escuchar, puede tener también una base fisiológica, pero en ese caso no hay modo de indicar o localizar el aparato implicado. Las perturbaciones de la audición pueden hacer extraordinariamente difícil el reconocimiento. Por ejemplo, puede demostrarse que la sordera a las frecuencias altas de sonidos retrasa la identificación de un modo concreto de los sonidos del habla hum ana5, pero bajo ninguna circunstancia resulta posible que el oír sin escuchar proporcione una base suficiente para el reconocimiento. La acción de escuchar, como la de oír, es selectiva, pero en el primer caso -las características del estímulo desempeñan una función secundaria. Escuchar de un modo selectivo se halla determinado fundamentalm ente por las diferencias cualitativas de los estímulos en relación con las predisposiciones cognitivas, afectivas y motrices del que escucha. Este tipo de selectividad, basada directamente en factores cualitativos, domina sobre cualquier otro tipo en todos los procesos mentales superiores.
Estas consideraciones pueden aplicarse fácilmente al caso referido delniño con un retraso en el habla: oía sonidos, pero por razones psicológicas
/
no podía escucharlos. Estos aparecían simplemente reunidos como sonidos, proporcionando quizá una base para reaccionar de manera distinta a las diferencias de frecuencia, duración e intensidad del estímulo; pero no para reaccionar frente a distinciones cualitativas. Aún así, en todo mom ento surgieron de esta confusión general unos cuantos sonidos: los que hacían ciertos animales. En su caso, la razón por la que se combinaron las acciones de oír y escuchar al reaccionar ante los animales, pero no ante los seres humanos, podría muy bien remontarse al trauma que siguió a la operación. Para hacerle salir de su dificultad, se le indujo una actitud u orientación hacia los seres humanos semejante a la que tenía hacia los animales. Eso fue lo que llevó a cabo su instructora de Cambridge, con la ayuda del procedimiento experimental, y es importantísimo señalar que en un principio fueron los sonidos del habla que ella producía los únicos
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que reconocía el niño. Parece que oír, aunque era necesario para reconocer, no constituía por sí solo una base suficiente, y que el reconocimiento sólo se hizo posible cuando las reacciones auditivas se complementaron con una actitud, una orientación, una respuesta preferencial por parte del muchacho hacia determinadas situaciones auditivas específicas.
La distinción entre oír y escuchar tiene su paralelismo en otros campos senseríiales. En la percepción visual hemos de distinguir entre ver y mirar u observar, y en los experimentos se pusieron de manifiesto las diversas formas de tratar patrones visuales constantes, que se deben a la importancia del segundo factor. En la respuesta motriz tenemos que diferenciar entre patrones sensoriales aferentes y la relación que éstos guardan con ejecuciones o habilidades de algún tipo. En el campo del tacto, se encuentran las funciones de los impulsos sensoriales que llegan, y también su situación general en relación con la postura y el movimiento del cuerpo. En todos estos campos, y en cualquier otro en el que pudiera demostrarse una base sensorial, el reconocimiento depende de que se activen simultáneamente dos funciones distintas:
1) una reacción sensorial específica y2) una actitud, u orientación, que no puede adscribirse a ningún apa
rato fisiológico localizado, pero que ha de considerarse perteneciente al sujeto u organismo que reacciona «como una totalidad».
No hay reconocimiento sin estas dos funciones, aunque no hay que concluir de inmediato que cuando ambas se hallen presentes en una respuesta perceptiva de la que se pueda derivar el reconocimiento, éste se produzca de hecho. Todo acto de reconocimiento contiene por tanto un significado que va más allá de la identificación específica que implica. Nos dice algo sobre las reacciones psicológicas preferentes de la persona que realiza el acto. En el caso del niño, por ejemplo, la identificación de los sonidos de los animales revelaba una respuesta preferente a ciertos animales, y el comienzo de su identificación de los sonidos del habla humana, una respuesta preferente hacia una persona determinada.
A estas alturas ya debería estar claro por qué todo el conjunto de investigaciones experimentales sobre reconocimiento ha producido pocas teorías, pero conflictivas. Los experimentadores se han concentrado de modo prácticamente unánime en lo que supuestamente sucede en el momento del reconocimiento. Hay cuatro teorías principales: 1) El reconocimiento se produce cuando, estando representado un objeto cualquiera, el patrón perceptivo inmediato se compara con un percepto —o imagen— revivido y se emite un juicio de semejanza o de antigüedad. 2) No tiene
Percibir, reconocer, recordar 259
por qué darse una comparación ni un juicio, sino que el percepto —o imagen— revivido se «funde» con el patrón perceptivo inmediato. 3) No es preciso que se produzca comparación, ni juicio, ni una hipotética «fusión»; sin embargo, sobre la representación se establece una respuesta afectiva —denominada por lo común «sensación de familiaridad»— que es lo que constituye el reconocimiento. 4) El reconocimiento no es juicio, «fusión» ni sensación, sino una apreciación intelectual inmediata —«conocimiento»— de antigüedad o de semejanza.
La segunda de estas ideas es un ejemplo sorprendente de hipótesis estéril, ya que nunca puede ser probada ni desechada. Es muy fácil demostrar cualquiera de las otras, o todas ellas. No obstante, en el mejor de los casos, estas descripciones revelan meramente mecanismos específicos de reconocimiento, una vez fijadas las condiciones generales. Puede que nos indiquen lo que sucede cuando se produce el reconocimiento, pero no aclaran nada sobre cómo se hace posible cualquiera de estos procesos. Quizá un estudio experimental de los procesos perceptivos que preceden a un caso particular de reconocimiento podría ayudarnos a entender por qué a veces su mecanismo específico se produce por comparación y juicio, a veces por una sensación y a veces, según parece, por «conocimiento» directo de las relaciones. Que yo sepa, nunca se ha intentado realizar un estudio así en serio. Los experim entadores han analizado la fase final del reconocimiento y cada uno ha tendido a sostener una solución completa en términos de su análisis particular. De hecho, nadie puede entender el reconocimiento limitando su atención a lo que sucede en el momento del mismo.
Escuchar, observar, considerar un patrón táctil en relación con la postura o movimiento corporal, o un patrón cinestésico en relación con habilidades especiales de ejecución, son todas ellas orientaciones generales hacia situaciones perceptivas. En el reconocimiento, esta orientación general se centra habitualm ente, si no siempre, de modo más específico al servicio de alguna tendencia activa especial.
Una m irada retrospectiva a los resultados de mis experimentos anteriores revelaría que este factor ya opera en el proceso perceptivo n o rm a l6. P rácticam ente en todos los casos se destacaban ciertos elementos de un campo perceptivo, y en muchos casos lo que implica esa preponderancia es un tipo determ inado de selectividad que depende de la influencia de ciertas tendencias activas orientadas de m anera específica. Probablem ente, la mejor demostración experimental del factor de preponderancia en el reconocimiento se encuentra en el trabajo de R ub in7. Rubin presentaba una serie de superficies claras sobre un fondo oscuro que, de hecho, se podían percibir como figuras claras sobre fondo negro, o bien como figuras negras «recortadas» sobre un fondo
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blanco. Se demostraba que si se mantenía la misma actitud en la exposición original y en la representación había de seis a cuatro veces más probabilidad de que se produjera el reconocimiento. La orientación general se puede concretar en una actitud u otra, debido a condiciones objetivas, como son la intensidad, duración, disposición espacial de los estímulos, etcétera; debido a las instrucciones experimentales o debido a intereses subjetivos. En todos los casos, el reconocim iento se hace posible porque se desplaza esa orientación o actitud desde la presentación inicial a la representación.
Puesto que tanto la orientación general como las actitudes concretas están sujetas a cambio y a revisión, incluso cuando la reacción perceptiva original proporcione condiciones favorables, no tiene por qué producirse el reconocimiento; sólo nos es posible afirmar, como ocurre casi siempre en psicología, que es probable que el material sea reconocido si vuelve a aparecer. En este apartado, se da una relación muy estrecha entre las funciones del patrón sensorial y las de la orientación psicológica. Hablando en términos muy generales, cuanto más complejo sea el patrón sensorial, menos probable es que se produzca el reconocimiento, aunque el modo de percepción original fuera favorable. Mis propios experimentos muestran cómo, si sólo tenemos en cuenta la serie perceptiva, a medida que el material que se va a percibir aumenta en complejidad, sus características dominantes, determinadas por la orientación y la actitud, pueden variar con rapidez. La causa reside en que cuanto más complejo sea un material o su contexto, más variado será el juego de intereses y actitudes consiguientes que se pueden suscitar. Si esto ocurre en una serie perceptiva, es aún más probable que suceda en el reconocimiento, porque el aumento del lapso temporal eleva todavía más la probabilidad de un cambio de orientación o actitud.
Por consiguiente, nos parece justificado formular los siguientes enunciados:
1) Percibir ésta en función a) de un patrón sensorial que tiene una base fisiológica en cualquier tipo de mecanismo de respuesta corporal local que se estimule directamente; b) de una orientación psicológica o actitud que no puede expresarse en términos de ningún mecanismo de respuesta corporal local.
2) Las perturbaciones de a) pueden ocultar o destruir la posibilidad de reconocimiento, pero en ningún caso á) por sí solo proporciona una base para el reconocimiento.
3) El reconocimiento es posible si la orientación o actitud que caracterizaba a una percepción inicial se desplaza a la representación.
Percibir, reconocer, recordar 261
4) Puede comprobarse si se da tal tipo de desplazamiento cambiando el contexto de observación, variando las instrucciones o modificando los intereses.
5) Las teorías comunes sobre el reconocimiento no pasan de describir los diversos mecanismos por medio de los cuales puede funcionar el reconocimiento; no hay razón por la cual aceptar cualquiera de ellas implique excluir a las demás.
4. ¿Qué se reconoce?
Hasta ahora, la discusión ha discurrido casi en su totalidad en términos funcionales, pero no hay ningún problema psicológico de nivel superior que pueda discutirse exclusivamente en términos de reacciones. Supongamos, por ejemplo, que la persistencia de actitudes e intereses, actuando junto con algún patrón sensorial, proporcionara toda la base del reconocimiento; parece casi seguro que en ese caso los errores de reconocimiento serían todavía más comunes de lo que ya son. Algo muy semejante parece ocurrir con frecuencia en los primeros años de vida; todos los niños pequeños parecen «reconocer» muchas más madres, padres y niñeras de los que tienen en realidad. Un estudio detenido de cualquier serie de experimentos sobre el reconocimiento revelaría, estoy seguro de ello, numerosos errores, muchos de los cuales parecen deberse a un desplazamiento de actitudes previas a una presentación nueva. A este respecto, y tal como muestran mis experimentos sobre recuperación, recuerdo y reconocimiento son semejantes.
Con todo, como el reconocimiento es a menudo bastante concreto y detallado, el material psicológico que se presenta, debe conservarse de alguna manera. Sin duda, los casos más claros son aquéllos en los que se suscita una imagen, cuyo proceso de comparación con un percepto da lugar a un juicio de antigüedad. Si pudiéramos considerar este caso como el mecanismo esencial del reconocimiento, llegaríamos a la idea tan extendida de que toda presentación concreta deja una «huella» igualmente concreta. Sin embargo, de hecho hay un acuerdo general acerca de que la comparación y el juicio son algo raro en el reconocimiento. Más a m enudo parece como si la presentación repetida encajara en un contexto y no como si suscitara una imagen específica que se utilizara entonces como elemento de comparación.
En este punto mis experimentos sobre percepción pueden arrojar alguna luz sobre el p ro b lem a8. Se distinguieron cuatro casos de funciona- miento de un contexto o esquema. En el primero, un patrón sensorial parece «encajar» enseguida en otro patrón sensorial ya constituido, tanto si
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se produce la asignación de un nombre como si no, pero, desde luego, sin que tenga lugar una representación concreta en forma de imágenes. Este probablemente sea ei caso más común y se produce constantemente en la lectura rápida y en todos los tipos de ajuste práctico. En el segundo, la identificación utiliza la analogía; de nuevo puede haber o no asignación de un nombre o producirse a veces imágenes definidas, aunque éstas no son esenciales. En el tercero, el reconocimiento está en función de una respuesta al plan u orden de estructuración; y, una vez más, el proceso consiste en un «encajamiento» en el que la cualidad del detalle concreto desempeña una función mínima. Sólo en el cuarto caso surge, habitual- mente tras alguna vacilación, una imagen sensorial definida.
Parece como si esta conservación del material que requiere el reconocimiento fuera normalmente una conservación de esquemas, de contextos generales, de orden o forma de estructuración; y como si la reinstauración minuciosa del material individualizado fuera un caso especial. Más adelante, debido a su importancia vital en cualquier teoría sobre el proceso de recuerdo, discutiremos cómo el material psicológico llega a organizarse dentro de esquemas y patrones, y cómo, bajo circunstancias especiales, surgen determinadas imágenes sensoriales.
5. Reconocer y recordar
Suele señalarse generalmente que recordar es un proceso más complejo que reconocer. Así, en una serie de experimentos sólo se puede recuperar una parte relativamente pequeña del material que por regla general se puede reconocer. También es cierto, aunque no se caiga en la cuenta de ello tan a menudo, que no siempre se puede reconocer todo el m aterial que se recuerda. La última consideración sugiere que el recuerdo tiene que diferir del reconocimiento en algo más que en complejidad.
Recordar, como reconocer, implica:
1) Un patrón sensorial inicial;2) Una orientación o actitud psicológica inicial;3) La permanencia de esta orientación o actitud en un contexto dife
rente del inicial, al menos en sentido temporal; y4) La organización, junto con la orientación o actitud, del material
psicológico.
Pero el recuerdo, a diferencia del reconocimiento, depende en mucha mayor medida de la posibilidad de explotar el cuarto de los factores ante
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riores. El material recordado ha de ponerse necesariamente en relación con otro material, y en los casos más completos tiene que ser fechado y localizado y recibir algún rasgo personal. Es posible, y habitual que aun después de haber reconocido un material no se logre describir éste en de- talle. En realidad, siempre que sí se puede hacer tal descripción, tendemos a considerar el proceso como recordar y no sólo como reconocer.
En el caso del reconocimiento, los estímulos inmediatos constituyen un patrón sensorial, que muy a menudo es de la misma modalidad que la presentación original, aunque no sea absolutamente necesaria una semejanza de este tipo. Por ejemplo, dentro de ciertos límites un patrón táctil puede «encajar» inm ediatam ente en un patrón visual ya existente; o los patrones cinestésicos y táctiles pueden «coincidir» entre sí. Pero parece que casi cualquier factor que sea capaz de producir una respuesta puede originar un proceso de recuerdo. Por ejemplo, resulta interesante que en el lenguaje común, cuando estamos describiendo a una persona, una escena o acontecimiento que ya se había presentado visualmente con anterioridad, preguntamos «¿lo recuerdas?», y raras veces o nunca «¿lo reconoces?». El recuerdo implica un grado superior de organización, tanto del material psicológico como de actitudes e intereses, de modo que se establecen más puentes entre una modalidad sensorial y otra, o entre un interés y otro. Como vamos a ver, existe una razón de peso para relacionar esto con la im portancia creciente de las funciones de las imágenes y palabras; y, de hecho, encontram os que tanto unas como otras desempeñan funciones más relevantes a la hora de recordar que a la hora de reconocer.
La diferencia fundam ental entre reconocer y recordar no reside, sin embargo, en un aum ento de complejidad de lo segundo, sino en una diferencia genuina en el m odo en el que interviene el contexto o esquema preciso. Cuando se produce reconocimiento, un material psicológico ya existente «encaja» con algún patrón sensorial presente en ese instante. En casos complejos se puede realizar el «encaje» por medio de la imagen, la comparación y el juicio, pero esto no ocurre necesariamente. De hecho, en la medida en que ocurran, parece ser que también se estará produciendo recuerdo al mismo tiempo. En el proceso de recordar propiamente dicho, el material psicológico que persiste es a su vez susceptible de ser descrito. No contribuye simplemente a producir una reacción determinada, sino que sus características descriptivas son utilizadas por el sujeto, y en los casos bien articulados se aduce que se conoce su modo de organización. Así, si tom am os un detalle particular, una persona que recuerda puede ponerlo en relación con otro detalle, determinando su contexto tem poral y espacial. E n el proceso de reconocer, el esquema, patrón o contexto, utiliza al organismo, por decirlo así, para producir una reacción
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diferencial; en el proceso de recordar, el sujeto utiliza el contexto, esquema o patrón, y reconstruye sus características de nuevo para contribuir a la respuesta cualquiera que sea ésta, que las necesidades del momento requieran. En el primero, hay una reacción por medio del material psicológico organizado; en el segundo, hay una reacción al material psicológico organizado. Está claro que, si es éste el caso, hay un cambio, no sólo de complejidad, sino del estatus de ciertos factores psicológicos presentes tanto en el reconocimiento como en el recuerdo. Teniendo esto en cuenta, podemos intentar ahora esbozar una teoría del recuerdo.
Capítulo 10 UNA TEORÍA DEL RECUERDO
1. El método de estudio
Los problemas acerca de la m em oria que siguen pendientes conciernen todos ellos a la m anera en la que se utilizan las experiencias y reacciones pasadas cuando se recuerda algo. Desde un punto de vista general, parece como si la explicación más simple fuera suponer que cuando ocurre un acontecimiento cualquiera se produce alguna huella, o un conjunto de ellas, que se almacena en el organismo o en la mente. Posteriormente, un estímulo inmediato vuelve a excitar la huella o el conjunto de las mismas, y al suponerse que la huella contiene de algún modo un índice tem poral, la reexcitación parece equivalente al recuerdo. Naturalmente no hay pruebas directas de tales huellas, pero la suposición parece a primera vista muy obvia, y es la que suele hacerse.
A pesar de ello, hay dificultades evidentes. Se suele suponer que las huellas lo son de acontecimientos aislados y concretos. Por consiguiente, todo individuo norm al tiene que cargar con un número incalculable de huellas individuales. Al estar todas ellas almacenadas en un único organismo, tienden a estar relacionadas entre sí, lo que proporciona al recuerdo su carácter inevitablemente asociativo. No obstante, cada huella conserva perm anentem ente su individualidad fundamental, y el recuerdo, en el caso ideal, es una simple reexcitación, o una pura reproducción.
Ya hemos visto que el estudio de cómo se percibe y reconoce sugiere plenamente que en todos los casos relativam ente sencillos de determinación por parte de experiencias y reacciones anteriores el pasado funciona como un conjunto organizado, más que como un grupo de elementos que conservan individualmente su carácter específico. Si vamos a considerar el recuerdo como una función biológica, parece que se impone como regla metodológica fiable el enfocar las cuestiones a través del estudio de
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estos casos relativamente menos complejos de determinación en los que las reacciones presentes vienen determinadas por las pasadas. Sea como fuere, éste es el enfoque al que nos ha obligado el argumento del capítulo anterior, porque ya se señalaba allí que muy probablemente todas las características sobresalientes del recuerdo se derivan de un cambio de actitud hacia esos conjuntos de experiencias y reacciones pasadas que operan en todos los procesos mentales de nivel superior.
Una vez que se admite lo anterior, puede encontrarse una manera muy interesante de enfocar los problemas del recuerdo, mediante una línea de estudios que, sin duda, más que psicológicos, se calificarían como neurológicos, y que propongo que examinemos. Durante varios años, Sir Henry Head realizó observaciones sistemáticas sobre la naturaleza y funciones de la sensibilidad aferente, es decir, de aquellas sensaciones que se originan por la estimulación de los nervios periféricos. Se interesaba especialmente por las funciones y el carácter de las sensaciones que pueden provocarse mediante la estimulación de las terminaciones nerviosas de la piel y tejidos subyacentes, así como por las originadas por la contracción y relajación de los músculos. Su intención era averiguar exactamente qué función desempeña el córtex a la hora de interpretar y relacionar estas sensaciones, y cuál los impulsos nerviosos, de los cuales las sensaciones pueden considerarse como señal Uno de los conjuntos de impulsos más importantes e interesantes está formado por aquéllos que subyacen al reconocimiento de la postura corporal y el movimiento pasivo.
Todo individuo normal realiza a diario un gran número de movimientos perfectamente adaptados y coordinados: cuando se efectúan en serie, cada movimiento sucesivo se realiza como si estuviera bajo el control y la dirección de los movimientos anteriores de la misma serie. A pesar de ello, por regla general los mecanismos adaptativos del organismo no exigen que éste se dé cuenta con precisión de los cambios de postura o de movimiento. En toda ejecución corporal eficaz, por ejemplo, se realizan un gran número de movimientos sucesivos, cada uno de los cuales se lleva a cabo como si la posición lograda por los miembros que estaban en movimiento en el estadio anterior estuviera de algún modo registrada y todavía en funcionamiento, aun cuando el movimiento en cuestión ya haya acabado y sea algo pasado. Este hecho evidente ha dado lugar a num erosas especulaciones referentes a las maneras en que los movimientos pasados siguen conservando no obstante sus funciones reguladoras.
El fisiólogo Munk, en su trabajo de 18901, afirmaba que esto se debía a que hay que considerar el cerebro como un almacén de imágenes de movimientos, idea en la que irreflexivamente le siguieron otros muchísimos autores. Se suponía que un primer movimiento produce una imagen
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cortical o huella que, al volverse de algún modo a excitar con el movimiento siguiente, controla a este último.
Head vino a demostrar clara y definitivamente que ésta no es la explicación, puesto que las imágenes pueden conservarse perfectamente una vez que se ha perdido por completo toda apreciación del movimiento pertinente realizado de esta manera inconsciente. Puede que un paciente con una lesión cortical determinada sea capaz de imaginar con precisión la posición de su brazo y mano extendidos sobre la colcha de la cama; igualmente puede imaginarlos en cualquiera de las posturas posibles en las que pudieran encontrarse. Dejémosle ahora cerrar los ojos y que le levanten la mano, moviéndose ésta con el brazo; quizá sea capaz de localizar a la perfección el punto de la superficie de la piel en que lo han tocado, pero lo refiere a la posición en la que se encontraba la mano, porque ha perdido totalmente la capacidad de relacionar movimientos en serie. Las imágenes pueden seguir intactas, pero se ha perdido la apreciación del movimiento relativo; por el contrario, como es bien sabido, la apreciación del movimiento puede ser perfecta sin necesidad de que surjan imágenes. Sería trivial decir que en estos casos las imágenes son tan livianas o evanescentes que no nos damos cuenta de ellas. Lo cierto es que con todo el esfuerzo del mundo no podemos darnos cuenta de ellas; y como la prueba de su ausencia es semejante en su origen y naturaleza a la ya mencionada para su presencia, no tiene la mínima justificación admitir esta última y rechazar la primera.
De acuerdo con esto, Llead eliminó cabalmente la noción de imágenes individuales o huellas, y propuso en su lugar una solución distinta, que es ciertamente especulativa, presenta sus propias dificultades y hasta ahora no se ha logrado elaborar adecuadamente; pero en mi opinión, parece reunir grandes ventajas cuando nos ocupamos de estos casos (algo elementales) de los efectos duraderos de las reacciones pasadas. Me parece, además, que nos indica el camino hacia una solución satisfactoria de los fenómenos del recordar en su sentido pleno.
Llegados a este punto, he de citar las propias palabras de Head:
«Todo cambio (postural) reconocible entra en la conciencia llevando ya consigo su relación con lo que anteriormente ha desaparecido, al igual que en un taxímetro, la distancia se nos presenta transformada ya en chelines y peniques. De este modo, el producto final de las pruebas de apreciación de la postura o del movimiento pasivo, llega a la conciencia como un cambio postural moderado.Proponemos la palabra «esquema», para referirnos a este modelo complejo, que es el punto de referencia de todos los cambios posturales ulteriores antes de que lleguen a la conciencia. Debido a nuestras continuas alteraciones de posición,
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siempre estamos ampliando un modelo postural de nosotros mismos que se modifica constantemente; cada nueva postura queda registrada en este esquema plástico, y la actividad del córtex relaciona con esa postura cada nuevo conjunto de sensaciones provocadas por la alteración de aquélla. Eí reconocimiento postural inmediato se produce tan pronto como se completa la relación2.
Y sigue:
El córtex sensorial es el almacén de las impresiones pasadas. Pueden presentarse a la conciencia como imágenes, pero más a menudo, como ocurre con las impresiones espaciales, permanecen fuera de la conciencia central, constituyendo modelos organizados de nosotros mismos que pueden denominarse esquemas. Dichos esquemas modifican las impresiones producidas por los impulsos sensoriales que llegan, de tal manera que las sensaciones finales de postura o de localización aparecen en la conciencia cargadas de una relación con algo que ya ha desaparecido3.
Aunque voy a utilizar estas nociones al desarrollar una teoría del recordar, he de reclamar en mi condición de psicólogo la prerrogativa de poner objeciones a la terminología de otro autor. Hay varios puntos en las breves descripciones que he citado que, en mi opinión, entrañan dificultades.
En primer lugar, Head recuerda demasiado a autores anteriores cuando habla del córtex como «almacén de impresiones pasadas». Todo lo que muestran sus experimentos es que ciertos procesos no pueden llevarse a cabo a no ser que el cerebro esté desempeñando la función que normalmente le corresponde. Pero esas mismas reacciones también pueden suprimirse por lesiones en los nervios periféricos o en las funciones musculares. Casi equivaldría a decir que como ninguna persona que padece un rabioso dolor de muelas tiene la calma suficiente para recitar «Mi amor es como una rosa roja, roja», los dientes son un depósito de poesía lírica. En cualquier caso, un almacén es un lugar en el que se colocan cosas con la esperanza de volver a encontrarlas cuando se quiera, exactamente iguales a como eran cuando se almacenaron. Según se tiene entendido, los esquemas están vivos, se desarrollan constantemente y se ven afectados por la mínima experiencia sensorial de un determinado tipo que entre al organismo. La noción de almacén se encuentra lo más alejada posible de esto.
En segundo lugar, Head utiliza constantemente la sorprendente expresión «aparecer en la conciencia». Puede que en circunstancias excepcionales concibamos una alteración inconsciente de la posición como un cambio postural «moderado», pero por regla general no es así. A diario, muchísimas veces, realizamos ajustes motores precisos, en los que —si Head tiene razón— los esquemas están activos sin que lleguemos a dar
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nos cuenta de que se ha producido un cambio de la postura y en qué grado ha ocurrido éste.
En tercer lugar, y quizá el más im portante, no encuentro apropiado el término «esquema»; es a la vez demasiado preciso y demasiado incompleto. En psicología la palabra ya se utiliza demasiado en escritos polémicos para referirse generalmente a cualquier teoría que esté trazada de una manera vaga; sugiere alguna «forma de organización» duradera pero fragmentaria, y no indica lo que es fundam ental a toda la noción, que ese conjunto organizado derivado de cambios de postura y posición anteriores está siempre haciendo algo de un modo activo; lo llevamos, por decirlo así, con nosotros, acabado, aunque desarrollándose sin parar. A pesar de todo, es muy difícil pensar en una palabra que por sí sola describa mejor los hechos a los que hace referencia sin dejar fuera ninguno. Quizá resultara mejor hablar de «patrones activos en desarrollo», pero la palabra «patrón», al estar siendo últimam ente muy utilizada, y de maneras tan diversas, también tiene sus propias dificultades; y al igual que «esquema», sugiere una mayor articulación de detalles de lo que puede encontrarse. En mi opinión, quizá el término «contexto organizado» se aproxima más y con mayor claridad a la idea en cuestión. Sin embargo, voy a seguir empleando el término «esquema» cuando hacerlo parezca lo mejor, pero intentaré definir con mayor precisión en qué sentido lo aplico.
«Esquema» se refiere a una organización activa de reacciones anteriores o de experiencias pasadas que supuestam ente siempre tiene que estar funcionando en toda respuesta orgánica adaptada; es decir, siempre que haya un orden o regularidad en la conducta, es posible que se produzca una respuesta particular sólo porque está relacionada con otras respuestas similares que se han organizado de m anera serial, y que sin embargo funcionan no sólo como elementos aislados uno tras otro, sino como un conjunto unitario. La determ inación im puesta por los esquemas es el modo más esencial en el que nos vemos influidos por reacciones y experiencias que ocurrieron en algún m om ento de nuestro pasado. Todos los impulsos de una clase o modalidad dada que nos llegan contribuyen conjuntamente a construir un contexto organizado y activo: los visuales, los auditivos y diversos tipos de impulsos cutáneos, etcétera, en un nivel relativamente bajo; todas las experiencias ligadas por un interés común: deporte, literatura, historia, arte, ciencia, filosofía, etcétera, en un nivel superior. Sin embargo, no existe la m ínim a razón para suponer que cada conjunto de impulsos que llega, cada nuevo grupo de experiencias perdura como un miembro aislado de una pasiva mezcla. Se han de considerar como componentes de contextos vivos, momentáneos, que pertenecen al organismo o a cualquier parte del organismo que esté implicada en dar
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una respuesta de un tipo determinado, y no como un conjunto de acontecimientos aislados enhebrados de algún modo entre sí y almacenados dentro del ojrganismo.
Supongamos que estoy haciendo una jugada en un deporte rápido, como el tenis o el criquet; el modo en que hago la jugada depende de la relación de determinadas experiencias nuevas, la mayoría de ellas visuales, con otras experiencias visuales que las acaban de preceder y con la postura o equilibrio de posturas que tengo en ese momento. Este último, es a su vez, resultado de toda una serie de movimientos anteriores, dentro de los cuales el último movimiento antes de que se realice la jugada tiene una función prioritaria. En realidad, cuando llevo ésta a cabo no estoy produciendo algo absolutamente nuevo y nunca me limito a repetir algo viejo: la jugada se elabora literalmente a partir de los «esquemas» visuales y posturales que están vigentes en este momento, así como de sus inte- rrelaciones. Quizá yo diga o piense que estoy reproduciendo exactamente una serie de movimientos tal como indican las instrucciones de juego, pero puede demostrarse que no es así; de igual modo, en otras circunstancias, puedo decir y pensar que estoy reproduciendo exactamente algún acontecimiento aislado que quiero recordar, y de nuevo se demuestra que tampoco es así.
2. Recordar y la influencia de los esquemas
Es obvio que recordar implica una determinación por parte del pasado. La influencia de los «esquemas» es una influencia debida al pasado. Pero, las diferencias son a primera vista abismales. En su forma esquemática, el pasado funciona en bloque o más exactamente, casi totalmente en bloque porque los componentes que llegan en último lugar y a la hora de construir un «esquema» tienen una influencia predominante. Al recordar, parecemos estar dominados por determinados acontecimientos del pasado, que se localizan espacial o temporalmente de manera más o menos fija en relación con otros acontecimientos particulares asociados a ellos. Por consiguiente parece como si en cierta manera el contexto organizado activo hubiera sufrido un cambio, que permitiera que tengan una función sobresaliente que desempeñar partes lejanas en el tiempo. Sólo sería posible algo parecido si el organismo pudiera dar con el modo de volverse hacia sus propios «esquemas» y hacer de ellos el objeto de sus reacciones. Un organismo que hubiera descubierto cómo hacer esto sería capaz, no exactamente de analizar los contextos, puesto que los detalles aislados que los constituyen han desaparecido, sino de construir en cierta manera
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—o de inferir a partir de lo que está presente— los componentes probables que intervinieron en su constitución y el orden en que lo hicieron. Se daría entonces el caso de que el organismo dijera, si pudiera expresarse, «tiene que haber ocurrido esto y lo otro y lo de más allá para que mi estado actual sea el que es». Y, de hecho, me parece que eso es precisamente lo que ocurre en el inmenso número de casos de recuerdo, y los datos que he reunido en los capítulos anteriores parecen apuntar al desarrollo de una teoría concordante con esta afirmación.
Antes de seguir con estas consideraciones habría que mencionar un detalle especial. Si H ead está en lo cierto, los «esquemas» se construyen cronológicamente; cada cambio que se produce contribuye al «esquema» total del que se dispone en ese momento, en el orden en el que ocurre. Es decir, cuando tenem os movimientos a , b, c, d, en este orden, nuestro «modelo plástico de postura» de nosotros mismos en el momento en el que se produce d no depende simplemente de la dirección, amplitud e intensidad de a7 b , c, d, sino tam bién del orden cronológico en el que han ocurrido. Supongamos, de momento, que un «modelo», por seguir usando esta pintoresca fraseología, se completa, y que sólo necesitamos que se mantenga; dado que su naturaleza no es la de un marco pasivo, o conglomerado, sino la de una actividad, tan sólo puede mantenerse si se está haciendo algo durante todo el tiem po. Así, a fin de m antener el «esquema» tal como es —aunque este lenguaje sea bastante impreciso—-, a, c, d han de seguir realizándose en el mismo orden. Hay numerosos casos en la vida real que se acercan a este estado de hechos. Se da el caso del hombre de avanzada edad cuyas aventuras ya pertenecen al pasado, cuyo modelo se encuentra totalm ente m aduro y terminado, y que rehúye o ignora el estímulo que supone un nuevo entorno y que se mantiene sin problemas a base de un constante recuerdo, casi perfecto de contenido. Está el caso de la vida mental de nivel inferior que, aislada de todo estímulo ambiental, salvo unos cuantos que se repiten una y otra vez, manifiesta una inusual memoria repetitiva. Es probable que todos nosotros, en cuanto a algunos de nuestros «esquemas», hayamos completado el modelo y ahora simplemente lo m antengam os por repetición. Todo recuerdo de un nivel relativamente bajo tiende, de hecho, a ser un recuerdo repetitivo, y la memoria repetitiva no es sino la repetición de una serie de reacciones en el orden en el que originalm ente se produjeron. En la terminología de Head es éste el modo más natural de m antener un «esquema» completo sin la mínima perturbación. Quizá en términos psicológicos más convencionales, sea éste el m odo en el que un organismo o individuo mantiene una actitud hacia el en torno que considera adecuada o satisfactoria.
A hora bien, resulta evidente que esta influencia ejercida por el efecto
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conjunto momentáneo de una serie de reacciones pasadas por su carácter cronológico, dentro de la cual la reacción inmediatamente anterior desempeña una función dominante, tiene ciertos inconvenientes biológicos. Un organismo que posea tantas vías de respuesta sensorial como las del hombre y que viva en relación social estrecha con un sinfín de organismos semejantes ha de encontrar alguna manera de romper este orden cronológico y vagar más o menos a su antojo en cualquier orden por los acontecimientos que han configurado sus «esquemas» actuales; tiene que encontrar la manera de hallarse determ inado predom inantem ente no por la reacción o experiencia inmediatamente anterior, sino por alguna reacción o experiencia más lejana. De no ser así, invertiría una enorme cantidad de tiempo repasando y volviendo a repasar diversas series cronológicas, como suele hacer cualquier hombre o grupo que se encuentre aislado del contacto real con un entorno físico y social cambiante. Si al menos entendiéramos cómo un organismo logra realizar esto, habríamos dado algún paso hacia la solución de algunos de los problemas de la memoria, ya que al recordar estamos determinados por los acontecimientos fuera de su orden preciso dentro de una serie cronológica, y nos vemos libres de la so- bredeterminación del acontecimiento inmediatamente anterior.
3. El carácter constructivo del recordar
Así pues, tenemos que considerar qué es lo que de hecho ocurre con mayor frecuencia cuando decimos que recordamos. La primera idea que hay que eliminar es que la memoria es fundamental o literalmente reiterativa o reproductiva. En un mundo como el nuestro, en el que constantemente cambia todo a nuestro alrededor, el recuerdo literal tiene poca importancia. Ocurre con el recuerdo lo que con un lance de un juego de habilidad; podemos imaginar que estamos repitiendo una serie de movimientos aprendidos hace mucho tiempo a partir de un texto explicativo o bien de un profesor. Pero un estudio del movimiento muestra que de hecho construimos la jugada de nuevas, sobre la base del equilibrio de posiciones que se ha establecido inmediatamente antes, así como de las necesidades que el juego presenta en ese momento; cada vez que realizamos esta jugada, comprobamos que tiene unas características diferenciadas.
Las largas series de experimentos que he descrito se dirigían a la observación de procesos normales de recuerdo. Deseché el material sin sentido porque, entre otras dificultades, su uso casi siempre exagera en las pruebas el valor de la mera recapitulación repetitiva, y en la mayoría de los casos utilicé exactamente el tipo de material con el que tratamos en la
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vida cotidiana. En los muchos miles de casos de recuerdo que he reunido, de los cuales he recogido aquí un número considerable, fue muy raro el recuerdo literal. Con pocas excepciones, cuya importancia voy a discutir brevemente, no parecía que tuviera lugar una reexcitación de huellas individuales. Considérese el caso de un sujeto que está recordando una historia que había escuchado hacía unos cinco años, en comparación con otro caso en el cual, a partir de ciertos elementos, esté construyendo lo que él considera que es una historia nueva. He intentado repetidas veces este último experimento y no sólo Ja forma y el contenido reales de los resultados, sino —lo que es más importante por ahora— , las actitudes del sujeto en ambos casos fueron sorprendentem ente similares. En uno y otro, era común encontrar la comprobación prelim inar, el esfuerzo por llegar a algún lado, el cambiante juego de duda, satisfacción, etcétera, y la construcción final de toda la historia acompañada de un avance cada vez más seguro en una dirección determinada. De hecho, si nos atenemos a los datos más que a los supuestos previos, el recuerdo resulta ser mucho más una cuestión de construcción que una cuestión de mera reproducción. La diferencia entre un caso y otro, si se expresa con la terminología de Head, parece estar en que las personas, al recordar, construyen sobre la base de un «esquema», mientras, que en lo que suele llamarse formación de imágenes reúnen más o menos libremente acontecimientos, incidentes y experiencias que han contribuido a formar varios «esquemas» diferentes que, para una reacción autom ática, no están norm alm ente conectados unos con otros. Incluso esta diferencia es en buena medida sólo muy general, porque como ya se ha mostrado una y otra vez, la condensación, elaboración e invención son rasgos com unes en el recuerdo habitual, y todos ellos muy a menudo llevan consigo la mezcla de elementos pertenecientes originalmente a «esquemas» distintos.
4. Una teoría del recordar
Tal como yo lo veo, si intentamos desarrollar una teoría de esta cuestión en su conjunto, tenemos que comenzar con un organismo que sólo tenga unas cuantas vías sensoriales de conexión con su entorno y algunas series correlacionadas de movimientos, pero que se halle desprovisto de todas las llamadas funciones mentales superiores. Para un organismo de estas características, las ideas de H ead derivadas de todo un conjunto de observaciones experimentales son perfectam ente aplicables. Cualquier reacción de un organismo de este tipo cuya im portancia no sea m eramente momentánea, estará determ inada por la actividad de un «esque
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ma» en relación con algún impulso nuevo originado por un estímulo inmediatamente presente. Puesto que su equipamiento sensorial y los movimientos correspondientes tienen un rango muy limitado, y puesto quee) modo de organización del «esquema» sigue una secuencia cronológica directa, la circularidad de la reacción, la repetición una y otra vez de una serie de reacciones es muy predominante. Por otra parte, los hábitos se constituyen con relativa facilidad, como atestiguan las numerosas investigaciones experimentales realizadas con animales inferiores. Desde fuera, todo esto puede parecer la continua reexcitación de huellas bien arraigadas, pero no lo es. Se tra ta sim plem ente del m antenim iento de unos cuantos «esquemas», cada uno de los cuales tiene su orden temporal natural y sustantivo.
Sin embargo, el número y rango de las vías sensoriales especiales aumenta en el curso del desarrollo, y de modo coincidente se produce un aumento en el número y variedad de las reacciones. Al mismo tiempo se produce un gran aumento de la vida social y del desarrollo de las formas de comunicación, lo que constituye un asunto de importancia vital, como mis experimentos han demostrado. De este modo, las reacciones de un organismo que están determinadas por el «esquema» se comprueban una y otra vez, y además se ven constantemente facilitadas por las de otros. Todo este incremento de complejidad convierte la circularidad de la reacción en una mera recapitulación repetitiva y los hábitos en algo a menudo superfluo e ineficaz. Un impulso nuevo no tiene que convertirse tan sólo en algo que dé pie a una serie de reacciones producidas en un orden temporal fijo, sino en un estímulo que nos capacite para ir directamente a esa porción del marco organizado de experiencias pasadas más relevante para las necesidades del momento.
Hay un modo —quizá el único— en el que un organism o podría aprender a hacer esto; en todo caso, es el modo que se ha descubierto y que continuamente se utiliza. Un organismo tiene que adquirir de alguna manera la capacidad de volver sobre sus propios «esquemas» y construirlos de nuevas. Se trata de un paso crucial en el desarrollo orgánico, que define el momento y la razón por la que la conciencia interviene; es lo que proporciona a la conciencia su función más sobresaliente. Me gustaría saber exactamente de qué manera se ha producido ese paso, y sobre la base de mis experimentos puedo hacer una sugerencia, no sin cierta reserva.
Supongamos que un individuo se enfrenta a una situación compleja. Este es el caso con el que inicié toda la serie de experimentos: un observador percibe algo, y dice inmediatamente después qué ha percibido. Veíamos que en tal situación un individuo normalmente no considera la sitúa-
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ción detalle a detalle, ni reconstruye el conjunto con meticulosidad. De ordinario, tiende a obtener una impresión general del conjunto y, partiendo de ella, construye los detalles probables. Muy poco de lo que ha construido se puede considerar literalm ente como observado y a menudo, como se demostró experimentalmente con facilidad, una buena parte re sulta distorsionada o errónea con respecto a ios hechos reales. Sin em bargo, es el tipo de construcción que sirve para justificar su impresión general. Pídase al observador que caracterice esta im presión general en términos psicológicos y la palabra que siempre se obtendrá es «actitud». Ya he mostrado cómo este factor de «actitud» intervino en casi todas las series de experimentos que se realizaron. La construcción que se efectúa es de) tipo que justificaría la «actitud» del observador. El término «actitud» designa un complejo estado o proceso psicológico, muy difícil de describir en términos psicológicos más elementales. Sin embargo, como he señalado a menudo, es en buena parte una cuestión de sentimiento o afecto. Decimos que se caracteriza por la duda, vacilación, sorpresa, asombro, seguridad, disgusto, rechazo, etcétera. Esta es la importancia del hecho, recogido con frecuencia en páginas anteriores, de que, cuando se pide a un sujeto que recuerde, muy a menudo lo primero que surge es algo de la índole de una actitud; el recuerdo es, por tanto, una construcción en gran parte basada en esta actitud y su efecto general es una justificación de la m ism a4.
Una rápida revisión de los resultados experimentales nos mostrará cómo funciona este factor en distintos sujetos y con materiales y métodos diversos en cada una de las series experimentales que he realizado. En las series de percepción, los sujetos tuvieron una impresión general, «sintieron» que el m aterial presentado era bien regular, o emocionante, o familiar, etcétera, y construyeron sus resultados con su ayuda y unos pocos detalles observados con precisión. E n las series de formación de imágenes, he registrado una serie de casos donde, concretamente en el caso de sujetos con tendencia a los recuerdos personales, una actitud se convertía en una construcción de imágenes concretas y minuciosas. En el m étodo de descripción la actitud afectiva influía abiertam ente en el recuerdo. La reproducción repetida contenía muchos casos en los que los relatos o cualquier otro material se caracterizaban en primer lugar como «emocionantes», «arriesgados», «iguales a los que yo leía de pequeño»; se designaban de una u otra m anera y luego se construían o «recordaban». El ejemplo en el que La guerra de los fa n ta sm a s poco a poco fue construyéndose desde un pequeño punto de partida general tras un intervalo muy largo constituye un ejem plo b rillan te p ero de ninguna m anera aislado, de este carácter constructivo del recuerdo. La reproducción serial puso de mani
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fiesto las mismas características en la facilidad con la que el m aterial adoptó formas convencionales establecidas y el método de signos pictóricos también condujo una y otra vez al mismo punto. He intentado observar lo más de cerca posible la conducta de los niños pequeños cuando recuerdan. En la m edida en que sea válido conjeturar a partir de esa observación, los procesos que de hecho están ocurriendo, también aquí, en muchísimos casos, sobreviene primero una actitud y luego el recuerdo del material, de tal manera que éste coincida con la actitud o la refuerce. La constante racionalización que produce el recuerdo es un caso especial del funcionamiento de este carácter constructivo en el que se basa en buena parte la memoria.
¿Qué hace exactam ente el «esquema»? Hace posible una reacción adaptativa específica junto con el impulso que ha llegado inmediatamente antes. Por tanto produce una orientación del organismo hacia cualquier cosa a la que dicho esquema se esté dirigiendo en ese momento. Pero esa orientación está necesariamente dominada por la reacción o experiencias inmediatamente anteriores, para desprenderse de lo cual el «esquema» tiene que llegar a ser no simplemente algo que haga funcionar al organismo, sino algo con lo que éste pueda operar. Como voy a mostrar más adelante, puede que sus constituyentes comiencen a reordenarse sobre una base de determinantes puramente físicos y fisiológicos. Este método no es suficientemente radical, de manera que el organismo descubre cómo volver sobre sus propios «esquemas», es decir: se hace consciente. Puede ser que lo que surja entonces sea una actitud hacia los efectos conjuntos de una serie de reacciones pasadas. Recordar es una justificación constructiva de esta actitud; y puesto que todo lo que se dirige a la construcción de un «esquema» posee importancia cualitativa, así como cronológica, lo que se recuerda tiene una marca temporal; mientras que el hecho de que funcione con un conjunto organizado variado, y no con unidades o acontecimientos diversificados aislados, proporciona al recuerdo su inevitable carácter asociativo. Naturalmente, sólo se puede especular sobre el hecho de si la actitud constituye o no una característica primitiva de tipo genético que posee esta función en el recuerdo. En mi opinión sí lo constituye, pero en esta cuestión no ganamos nada con dogmatismos de ningún tipo. Sin embargo, los experimentos parecen demostrar que en el recuerdo humano la actitud funciona del modo que he sugerido.
Hay, no obstante, una objeción evidente a todo esto. En la medida en que el «esquema» es directamente responsable de la actitud, parece como si ésta tuviera que hallarse determinada principalmente por el último incidente del conjunto de reacciones pasadas; sin embargo, lo que recordamos es muchas veces un incidente lejano en el tiempo que no se recons
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truye en el mom ento actual a través de toda una serie ordenada cronológicamente, como ocurre en el método de recapitulación repetitiva. Si los «esquemas» se han de reconstruir hasta el punto que parecen exigir los fenómenos de recuerdo, tenemos que encontrar de algún modo una manera de individualizar algunas de las características del conjunto total que en ese momento se halle funcionando.
5. Imágenes y «esquemas»
Para poder entender cómo se produce lo anterior, tenemos que tener en cuenta la que parece ser una excepción al proceso constructivo normal de recuerdo, que he mencionado páginas atrás. Voy a volver de nuevo a un ejemplo. En la prim avera de 1917, como ya he dicho, una de mis sujetos leyó el relato titulado La guerra de los fantasmas, que repitió media hora más tarde. Poco después se marchó de Cambridge pero volvió al cabo de dos años. En el verano de 1919, me vio cuando iba en bicicleta por King’s Parade, en la ciudad de Cambridge y de inmediato tuvo conciencia de esa confusa actitud de búsqueda que todos experimentamos cuando vemos a alguien a quien pensamos que debemos de conocer, pero no somos capaces de identificar. Un momento después, se encontró musitando «Egulac», «Kalama», dos nombres propios pertenecientes a la historia. En el verano de 1927 (durante el tiempo transcurrido, la sujeto había perm anecido ausente de Cambridge), le pedí que repitiera de nuevo el relato. Inm ediatam ente escribió «Egulac» y «Calama», pero entonces se detuvo, diciendo que no podía seguir. Sin embargo, enseguida construyó en torno a estos nom bres uno o dos incidentes que, aunque contenían algunas cosas inventadas y alteradas, parecían derivarse claramente de unos cuantos acontecim ientos del relato original. El hecho de que se recordaran esos nom bres de esa manera tan inmediata y casi completamente correcta es, como he mostrado, un caso de lo más inusual, pero la recuperación inm ediata de algún detalle es bastante común y, ciertamente, parece consistir, con toda probabilidad en la reexcitación de ciertas huellas. La necesidad de recordar se activa y surge una actitud; ya sea en forma de imágenes sensoriales o —como ocurre con tanta frecuencia— de palabras sueltas, revive alguna parte del acontecimiento que se tiene que recordar, y el acontecim iento se reconstruye entonces sobre la base de la relación entre esta porción concreta de material y el marco general de experiencias o reacciones relevantes del pasado, funcionando éstas —a la m anera de un «esquem a»— como un conjunto organizado activo.
Lo anterior nos conduce de inmediato a otro rasgo muy constante de
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ios datos experim entales que he recogido. En los experimentos sobre percibir, formar imágenes o sobre los diversos modos del recuerdo, si bien en un sentido podía afirmarse certeramente que los sujetos habían reaccionado al material que se les había presentado, cualquiera que fuera éste, «como a un todo», en ese todo dominaban invariablemente determ inadas características especiales. En muchos casos, cuando había que ocuparse del material después de mucho tiempo, como en el recuerdo, las características dominantes fueron las primeras en aparecer, bien en forma de imágenes, o de manera descriptiva por medio de la utilización del lenguaje. De hecho, esto constituye una de las grandes funciones de las imágenes en la vida mental: captar elementos de los «esquemas» y liberar al organismo de la sobredeterminación impuesta por el elemento inm ediatam ente anterior de una serie dada. Me gustaría sostener que además de esto, tal cosa no puede ocurrir si no es por medio de la conciencia. Una vez más desearía saber exactamente cómo se lleva a cabo, pero, una vez más tan sólo puedo hacer unas cuantas sugerencias.
Hemos intentado explicar cómo en una serie de reacciones, puede predominar alguna que no sea la última que ha ocurrido. Es posible que alguna de las bases para que esto ocurra procedan de un estadio precons- ciente del desarrollo. Si tenemos los estímulos a, b, c, d, siendo c más intenso, duradero o voluminoso que el resto, puede que estos rasgos físicos tiendan a desbaratar la estricta construcción cronológica del «esquema» y proporcionen a c una función más dominante que la lograda por d. Pero es evidente que estos factores físicos tienen com parativam ente poco peso en la vida de los animales superiores y del ser humano. Es tal la enorme diversidad de imágenes que se dan en el nivel humano que nadie puede hacer una sola descripción de cualquiera de ellas sin que otra persona de inmediato la contradiga, lo cual quiere decir que tenemos que buscar la explicación de las imágenes por el camino de las diferencias individuales.
Cuando se produce cualquier serie de acontecimientos que procede a construir esa especie de conjunto organizado de experiencias que Head denomina «esquema», ¿qué es lo que da a algunos de estos acontecimientos, que no son el último que se ha producido, una función predominante y lo que tiende simultáneamente a individualizarlos dentro del conjunto? El apetito, el instinto, los intereses e ideales, siendo los dos primeros los más importantes en los primeros estadios del desarrollo orgánico, y aumentando progresivamente los dos últimos en importancia, hasta llegar a ser cruciales, con toda probabilidad en el nivel humano. Todos estos son factores que se transmiten con particular facilidad, de forma que el bebé humano parte de ciertas tendencias —o bien las adquiere rápidamente—,
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que enseguida rompen con el modo estrictam ente cronológico de organizar la experiencia pasada.
En realidad, el orden cronológico estricto raras veces, quizá nunca, es el único principio que opera en la construcción de estos patrones activos. Por ejemplo, se ha hablado mucho sobre los fenómenos de «reflejo condicionado» en las discusiones psicológicas. Si se da alimento a un perro, produce saliva de un modo reflejo, y si, en condiciones adecuadas, se presenta varias veces otro estímulo, digamos un estímulo auditivo, mientras se le alimenta, o justo antes, puede que sea suficiente éste para que se llegue a producir saliva de modo reflejo. Se dice entonces que la respuesta es «condicionada» y que el estímulo auditivo es un estímulo «condicionado». Pero tan sólo con gran dificultad pueden condicionarse reacciones reflejas cuando el sonido, o cualquier o tro estím ulo utilizado, sigue a la toma de alimento. Lo que relaciona a ambos no es de ningún modo la mera secuencia temporal, sino el apetito por la comida, por lo que una vez satisfecho éste, cualquier cosa que venga después pertenece a un orden diferente de «esquemas». Por otra parte, parece bastante seguro que la conducta puede estar directamente determ inada por estímulos lejanos, aun cuando no tengamos ninguna justificación para aseverar la presencia de imágenes sensoriales de ningún, tipo. El profesor W. S. H un ter5, demostró mediante unos experimentos de gran importancia sobre lo que él llamó la «reacción diferida», cómo las ratas, perros, mapaches y niños pequeños pueden reaccionar directamente a un estímulo luminoso tras un corto intervalo, aun cuando, en el caso de los perros, los mapaches y los niños, el intervalo se rellene con otros estímulos y otros movimientos. Su trabajo se ha visto confirmado y ampliado por las observaciones de Yer- kes, Kóhler y una serie de otros investigadores de la conducta de los primates inferiores y los chimpancés.
En todos estos casos resulta legítimo y útil afirmar que está operando una «función de imagen»6, si con ello no querem os decir otra cosa que el que la conducta está siendo directamente determ inada por estímulos o situaciones específicas distintas de las que preceden inmediatamente a la reacción crítica. Pero es significativo que en cuanto llegamos al nivel de bebé humano, el período de máxima dilación posible se dispara inmediatamente, y que una vez pasados los prim eros años de vida, el período de dilación puede volver a ampliarse rápidam ente hasta hacerse casi indefinido. La posibilidad de estar directam ente determ inado por estímulos muy lejanos parece coincidir con el desarrollo de intereses especializados y muy amplios, lo que parece exigir de nuevo el volver a distribuir y a organizar el material que de modo natural desem boca en diversos patrones organizados. Por consiguiente, todas las cosas que se ven, oyen, tocan y
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prueban, así como acontecimientos relacionados con la ingestión de alimento o con la huida del peligro, se aíslan de su sentido específico natural, de su apetito y «esquemas» instintivos, y se organizan basándose en un interés determinado por una vocación, un deporte o por una área determinada del conocimiento humano.
Los intereses de este tipo son muy persistentes, y sus elementos proceden de todo tipo de fuentes. Por consiguiente, puede que las características destacadas de un conjunto que se presente gracias al interés, sean llevadas consigo de m anera individualizada y, en forma de imágenes sensoriales o de lenguaje, puedan influir directamente sobre las reacciones mucho tiempo después de que haya ocurrido el estímulo original. Ahora bien, esta nueva redistribución del conjunto de experiencia y reacciones organizadas que exige el desarrollo de intereses depende de esa misma capacidad para volver sobre los «esquemas» propios qué requiere el carácter constructivo del recuerdo. De esta manera, el funcionamiento de la imagen determinada por un interés depende también del surgimiento o, si lo preferimos, del descubrimiento de la conciencia.
En este punto, es posible constatar que, aunque podamos seguir hablando de huellas, no hay razón para seguir considerando que éstas se completen en determinado momento, se.almacenen en algún sitio y vuelvan a excitarse en otro momento muy posterior. Las huellas de las que nos permiten hablar nuestros datos se hallan determinadas y conducidas por un interés. Conviven con nuestros intereses y se modifican a la vez que ellos. Tiene toda la razón Philippe cuando habla de imágenes vivas, vitales y en constante cambio. Incluso en casos tan simples como el del sujeto con los nombres propios, una «K» ha pasado a ser «C», mezclándose un «esquema» auditivo con otro visual, al que, en cierto sentido, supera en este único aspecto. Por lo general, se encuentran cambios mucho más radicales, aun cuando nos limitemos a elementos sorprendentes y aparentemente individualizados de lo que se recuerda.
6. El desarrollo de los «esquemas»
Consideraciones como éstas plantean una cuestión vital para una discusión psicológica sobre la manera en que se produce el recuerdo. Podemos preguntarnos una vez más ¿cómo se desarrollan nuestros marcos organizados activos, nuestros «esquemas»? Si Head está en lo cierto, como pienso que es así, indudablemente, en este caso, siguen a menudo las líneas de demarcación de los sentidos específicos, pero todos ellos son en su totalidad, en cualquier caso, sentidos de un organismo. Por lo general
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el material que se toca tam bién se ve, y a la vez se puede oír, oler y gustar. Así es que el mismo material entra, desde el punto de vista de la experiencia o la reacción, dentro de «esquemas» diferentes. De nuevo, lo que en un m om ento se puede explorar cutáneamente, en otra ocasión, se puede estudiar por medio de la visión o de la audición, una vez más con el mismo resultado en lo que respecta a la organización de «esquemas». Supóngase que los apetitos o tendencias instintivas inician las líneas de organización: los diferentes apetitos y tendencias instintivas no están aislados, sino que sus ámbitos de operación se superponen continuamente. Por ejemplo, en la búsqueda de alimento, puede que se presente el peligro y que haya que superarlo. Cuando se desarrollan intereses e ideales, la misma característica está presente de una manera todavía más marcada. Si, en ese caso, hemos de considerar las huellas como algo vivo e inherente a estos factores activos de organización de «esquema», no es extraño que se m odifiquen, que m uestren invención, condensación, elaboración, simplificación y todas las demás alteraciones que ilustraban constantem ente mis experimentos. Por otra parte, como se da esta notable superposición del material del que se ocupan «esquemas» muy diferentes, estos últimos están normalmente interconectados, organizados en conjunto, y m uestran, al igual que lo hacen los apetitos, las tendencias instintivas, los intereses e ideales que los componen, así como un orden de predom inio entre ellos. A este orden de predominancia entre las distintas tendencias, en cuanto que es innato, se refieren precisamente los psicólogos cuando hablan de «tem peram ento». En la m edida en que se desarrolla a lo largo de toda la vida desde el nacimiento, es a lo que se refieren com o «carácter». Así, lo que recordam os, que pertenece de modo más específico a algún patrón activo especial, suele ponerse en contraste siem pre con el material reconstruido o llamativo de otros marcos activos. Por consiguiente, es susceptible de adoptar cierta peculiaridad que, en cada caso concreto, exprese el temperamento o el carácter de la persona que está efectuando el recuerdo. Esta puede ser la razón por la que en casi todas las descripciones psicológicas de los procesos de memoria se dice que tiene un aire personal muy característico. Sin embargo, si esta idea es correcta, la memoria es personal no gracias a un «yo» persistente, intangible e hipotético, que recibe y conserva innumerables huellas que vuelve a estimular siempre que lo necesita, sino debido a que el m ecanism o de la memoria humana en los adultos requiere una organización de «esquemas» que depende de una interacción de apetitos, instintos, intereses e ideales peculiares para cada sujeto determinado. Por consiguiente —y como ocurre en algunos casos patológicos—, si estas fuentes que organizan de modo activo los «esquemas» se llegan a
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disociar unas de otras, no logran aparecer los atributos personales peculiares de lo que se recuerda.
Sin embargo, propongo que volvamos a este punto de la discusión más tarde, ya que quizá un estudio de los factores sociales que hay en el recuerdo pueda aclararlo m ás7; así que por ahora voy simplemente a enunciar de nuevo el resumen de la teoría, dejando la cuestión en este punto.
7. Resumen
Recordar no es la reexcitación de innumerables huellas fijas, sin vida y fragmentarias; sino una reconstrucción o construcción de imágenes formada a partir de la relación entre la actitud que mantenemos ante todo un conjunto activo de reacciones o experiencias pasadas, y ante un detalle sobresaliente que suele aparecer en forma de imagen o de lenguaje. Por ello, el recuerdo casi nunca es realmente exacto, ni siquiera en los casos más rudimentarios de recapitulación repetitiva, si bien ello no reviste ninguna importancia. La actitud en sentido literal es el resultado de la capacidad del organismo para volver sobre sus propios «esquemas», y depende directamente de la conciencia. El detalle sobresaliente es el resultado de esa valoración de los elementos de un conjunto organizado que comienza con el funcionamiento del apetito y del instinto, para llegar mucho más allá con el desarrollo de intereses e ideales. Incluso al margen de su apariencia en forma de imágenes sensoriales o formas lingüísticas, algunos de los elementos de un conjunto pueden destacarse en virtud de que posean ciertas características físicas. Pero no hay pruebas de que éstas puedan intervenir a la hora de determinar una reacción específica, a no ser después de intervalos relativamente cortos. Los contextos activos, tan importantes en el recuerdo humano, son fundamentalmente contextos de «interés»; y, dado que un interés tiene tanto una dirección definida como un ámbito amplio, el desarrollo de estos contextos implica en buena medida una reorganización de los «esquemas» que siguen las líneas más primitivas de las diferencias sensoriales, de apetito y de instinto. De este modo, puesto que muchos «esquemas» están constituidos por elementos comunes, las imágenes y palabras que indican algunas de sus características sobresalientes están en constante, aunque explicable, cambio, y son además un mecanismo que existe gracias al surgimiento o descubrimiento de la conciencia, y sin ellos no sería posible un verdadero recuerdo de hechos lejanos.
Puede aducirse que esta teoría no aporta mucho realmente, que simplemente reúne innumerables huellas y las denomina «esquemas» y luego
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selecciona unas cuantas y las llama imágenes, pero no me parece que sea una crítica justa. Todas las teorías convencionales que parten de que la memoria es reduplicativa intentan considerar las huellas como algo almacenado, igual que otras tantas impresiones, definidas, fijas y sólo susceptibles de ser excitadas de nuevo. Los contextos activos, implicados en la manera en que se ha considerado el asunto en este capítulo son algo vivo y en desarrollo, una expresión compleja de la vida que tiene lugar en ese momento y contribuyen a determinar nuestros m odos de conducta cotidianos. Esta teoría establece la concordancia en tre recordar y formar imágenes, como expresión de las mismas actividades; sus implicaciones en relación con olvidar difieren enormemente de las que sugiere la idea corriente sobre las huellas; da a la conciencia una función definida, más allá del mero hecho de darse cuenta de algo. Este último punto no es en absoluto insignificante. En el debate actual en psicología, existe una escuela muy activa que de buena gana borraría toda referencia a la conciencia. Corrientemente, se intenta refutar a esta escuela, con la enérgica afirmación de que, por supuesto, sabemos que somos conscientes. Este razonamiento sin embargo, resulta inútil, porque lo que se está diciendo en realidad es que la conciencia no puede llevar a cabo nada que no pueda hacerse también sin ella, postura que resulta más difícil de echar abajo. No obstante, si yo estoy en lo cierto, los representantes de dicha escuela no tienen razón.
Capítulo 11l a s im á g e n e s y s u s f u n c io n e s
1. Algunas características de las imágenes
Si la teoría del recuerdo que se acaba de desarrollar está justificada, es evidente que las imágenes desempeñan funciones de fundam ental importancia en la vida mental, aunque en la psicología actual esta perspectiva no sea precisamente popular. No sólo los conductistas radicales se ven tentados de creer que la psicología apenas puede sacar provecho del estudio minucioso de las imágenes. En círculos menos radicales tam bién se suele sostener que, puesto que las imágenes son por lo general vagas, fugaces y varían de una vez a otra y según las personas, es difícil hacer una afirmación sobre ellas que no pueda contradecirse a continuación de modo justificado. Este punto de vista ha surgido debido a que la m ayor parte de las afirmaciones acerca de las imágenes en la psicología tradicional se refieren más a su naturaleza que a sus funciones, más a lo que son que a lo que permiten realizar; y muchas de las polémicas surgidas en torno a ellas se han referido primordialmente a su rango epistemológico. Sin duda alguna, las consideraciones acerca de la naturaleza de las imágenes y su relación, por una parte, con un mundo de objetos externos y, por otra, con la percepción sensorial inmediata, plantean problemas de importancia, interesantes y especialmente difíciles de tratar. Pero no nos vamos a ocupar ahora de estas cuestiones sino sencillamente de averiguar exactam ente qué tienen que ver las imágenes con el desarrollo general de la vida m ental.
Con todo, desde que ese grupo de psicólogos actuales que, en conjunto, ha adoptado con la mayor fidelidad un punto de vista funeionalista — los conductistas—, ha tendido a negar abiertam ente la existencia de imágenes, o bien a ignorarlas de un modo tácito, parece como si hubiera que dar alguna justificación para asignar a las imágenes funciones importantes dentro de la teoría psicológica.
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Prácticamente todos los numerosos observadores que me han ayudado en mis experimentos, han estado seguros de la presencia de imágenes en un momento u otro. Las han descrito en muy diversos términos y les han atribuido propiedades muy diferentes, pero se ha aludido a su aparición real con mayor seguridad que a ningún otro aspecto de toda la serie de experimentos, por lo que parece muy arbitrario rechazar este informe verbal en particular y aceptar otros que tienen la misma fuente y exactamente la misma justificación. Por otra parte, aunque haya una gran diversidad en las descripciones de imágenes, poseen uno o dos rasgos que están invariablem ente presentes; todos los observadores señalan que cuando informan de la aparición de una imagen, hay algo que afecta a su respuesta que no se refiere a una fuente sensorial externa inmediata, y que, además, no es con seguridad idéntico a la descripción que pueden dar de ello. Lo que tratan de decir es que lo que llaman imagen no puede reducirse a una mera fórmula verbal. En su intento por descubrir la naturaleza exacta de las imágenes, suponiéndolas diferentes en cierto sentido de las palabras utilizadas para describirlas, la psicología tradicional se ha preocupado fundamentalmente de las divergencias evidentes entre percibir y formar imágenes, o entre los perceptos y las imágenes. Se dice que la imagen, comparada con el percepto, es relativamente fugaz, fragmentaria, vacilante y de poca intensidad; y que «llega a la mente» de manera muy distinta. Las diferencias entre formar imágenes y verbalizar se han estudiado con mucho menos detenim iento, pero saltan a la luz cuando se adopta un punto de vista funcional, y es en el punto situado entre la respuesta sensorial directa y la mera utilización de palabras, donde las imágenes tienen sus funciones más importantes.
2. Imágenes y palabras
Muy a menudo, las palabras parecen la expresión directa de los significados; sin embargo, las imágenes están ahí de algún modo, y sólo cuando se desarrollan a partir de ellas significados concretos, comienzan a fluir las palabras. Esta afirmación puede resultar muy ambigua, pero de hecho es esto exactamente lo que dicen muchos observadores en cada serie de experimentos del tipo que he descrito en este libro, lo que me parece que tiene una gran importancia psicológica. Considérese el desarrollo de un experimento como el de escritura de dibujos. El sujeto llega a la prueba e inmediatamente se despierta en él cierto interés, se produce una orientación más o menos definida. Las condiciones experimentales en general y la relación social entre experimentador y sujeto siempre produci
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rán algo parecido. Sea cual sea su punto de partida, el sujeto continúa describiendo verbalmente todo lo que se relacione de modo sobresaliente con el punto de partida, de acuerdo con su interés o actitud predominante. En otras ocasiones, o con otro sujeto, el proceso comienza exactamente de la misma manera, pero hay una interrupción: quizá tenga lugar un choque de intereses, o algo perturbe el suave desarrollo de la actitud del sujeto. De repente, su descripción parece desviarse ligeramente —a veces de un modo m arcado— de su trayectoria. Hay una imagen y hay que unirle un significado, o, dicho con más precisión, hay que extraerlo, hacerlo surgir, antes de que las palabras puedan proseguir el proceso. Así, cuando las imágenes abundan, el curso de la descripción puede resultar más em ocionante, más variado, más rico, más espontáneo y, desde un punto de vista m eramente lógico, un poco más difícil de seguir que cuando el significado desemboca directamente en palabras. Además, lo que constituye tam bién una cuestión del mayor interés psicológico, se halla menos sujeto a convenciones y es susceptible de parecer más original. De hecho, las imágenes son hasta tal punto un asunto individual que, como es sabido, siempre que en círculos psicológicos se inicia una discusión acerca de las imágenes pronto tiende a convertirse en una serie de confesiones autobiográficas.
Los casos extrem os de esta característica de las imágenes como algo que de algún modo está «ahí» y que aparentemente atrae, constriñe o desvía los significados suelen ser utilizados por los novelistas cuando desean parecer psicológicos. Por ejemplo, en Los miserables, cuando Jean Valjean siente la irresistible tentación de robar la vajilla de plata del obispo, duda en un confuso torbellino de imágenes: «Y tam bién pensó entonces, sin saber por qué, en un Convicto llamado Brevet, a quien había conocido en galeras, y que sujetaba sus pantalones con un solo tirante de algodón tejido. El dibujo del tejido de ese tirante le venía constantem ente a la cabeza.» Esto es exactamente lo que sucede una y otra vez; la corriente principal que absorbe el interés, se ve cruzada por otra, y algo de entre el conjunto del material psicológico organizado por esta última irrum pe con fuerza en la corriente principal. No puede hacerse ni decirse nada decisivo hasta que el detalle introducido haya adquirido una relación más o menos precisa con la principal corriente de interés. Se ha producido repetidas veces en mis experimentos, y podemos encontrarlo en cualquier idea brillante de un orador, inventor o poeta.
Teniendo presente todo esto, podemos empezar ya, si bien de un modo algo especulativo, a formular una opinión acerca de las funciones de las imágenes.
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3. Reacciones a distanciaTodos los avances biológicos importantes vienen marcados por dos ca
racterísticas destacadas: un aumento en la diversidad de reacciones que concuerdan mejor con la variedad de condiciones externas, y un desarrollo de la capacidad para tratar con situaciones a distancia. A veces puede sobresalir de modo particular una de ambas, pero juntas señalan la superioridad de las formas superiores de vida orgánica. Los organismos menos desarrollados no tienen más que unas pocas maneras de entrar en contacto con el mundo exterior, que dan como resultado unas cuantas respuestas estereotipadas. Poco a poco van desarrollándose múltiples reacciones sensoriales, más o menos especializadas respecto a los estímulos apropiados. Entre ellas destacan las que tienen que ver con las respuestas a distancia. Los principales receptores de distancia se congregan en la parte frontal del organismo, y constituyen la base del desarrollo de un sistema nervioso central, que ejerce funciones de control. Entre estos receptores, los que tienen que ver con la visión, audición y olfato, especialmente los dos primeros, son los que ocupan las posiciones predominantes. Son evidentemente los más ventajosos, al permitir que experimenten un gran aumento de velocidad, discriminación y diversidad en las reacciones. Al mismo tiempo se desarrolla ininterrumpidamente otro proceso: la capacidad de ser influido por las reacciones pasadas, que coincide asimismo con el desarrollo de las formas de tratar situaciones a distancia. Sin embargo, como hemos visto, las primeras formas en que las reacciones pasadas afectan a las respuestas son bien en conjunto, o como una secuencia. Dada una reacción producida por estímulo concreto, la misma reduce el umbral para una serie de reacciones ulteriores. El umbral reducido es la prueba de la influencia en masa de una serie de respuestas anteriores y, en el nivel de respuesta alcanzado hasta ese momento, no hay por qué suponer que cualquier reacción específica del conjunto sobresalga de modo individual.
MacCurdy establece de manera sumamente interesante1, el que los fenómenos de umbral reducido constituyen el comienzo de las funciones de las imágenes, afirmación que no comparto. Sin duda un umbral reducido permite al organismo actuar como si algún estímulo estuviera completamente presente, o se hallara en su forma original, cuando en realidad se encuentra sólo de un modo parcial. Sin embargo, como muestra el propio MacCurdy, esto puede ocurrir como resultado del establecimiento de reflejos en cadena y «condicionados», de reacciones circulares, de automatismos secundarios y de una determinación «esquemática», por lo tanto va precisam ente en contra de ese carácter
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individualizador que siempre parece ser la función sobresaliente de la imagen propiamente dicha.
La capacidad de ser influido por reacciones pasadas, a menudo denominada —aunque probablemente con cierta imprecisión— «modificación por la experiencia» choca en conjunto con las exigencias que plantea un entorno diverso y en constante cambio respecto a la adaptabilidad, fluidez y variedad en la respuesta. Su efecto general es de dos clases: produce conductas estereotipadas y produce reacciones seriales relativamente fijas. Incluso en un nivel superior de conducta, es muy común el desencadenamiento de respuestas en un orden cronológico fijo. Todos tendemos a incurrir en reacciones seriales cuando estamos cansados, caemos en un desvarío, llevamos alguna copa de más, o cuando, por cualquier razón, desciende nuestra agudeza crítica. Parece como si los procesos de ajuste orgánico se esforzaran todo el tiempo por establecer reacciones seriales y como si, al faltar la conciencia, la serie tuviera un mayor peso que los elementos que la constituyen. De forma que una y otra vez, si en algún momento falla la serie, hay una tendencia a que se produzca el colapso total, o bien, a que vuelva a comenzar toda la serie.
La operación «en masa» de situaciones pasadas y la determinación excesiva por parte de series cronológicas fijas son a la vez antieconómicas desde el punto de vista biológico y hasta cierto punto insatisfactorias. A ntieconómicas, porque reanudar una serie completa resulta a menudo una impresionante pérdida de tiempo; e insatisfactorias porque empañan la diversidad de los acontecimientos reales del entorno. Para superar estas dificultades, se desarrolló el método de las imágenes. No creo que pueda decirse nada muy definido en cuanto al mecanismo exacto del proceso; pero a este respecto, ni la aparición, ni el descubrimiento de las imágenes son los únicos en esa situación. Una y otra vez parece que la integración de funciones hace surgir nuevas reacciones, aunque sigue siendo inexplicable el mecanismo por el cual se producen las mismas. Por ejemplo, lo que es una simple sombra para un solo ojo, puede apreciarse con claridad con la visión binocular como una tercera dimensión del espacio y, una vez que se ha reaccionado a la profundidad, parece una propiedad de la percepción visual tan directa y simple como el color. En general, las imágenes son un dispositivo para elegir porciones de esquemas, para aumentar las posibilidades de variabilidad en la reconstrucción de estímulos y situaciones pasadas y para superar la cronología de las presentaciones. Mediante la imagen, y en particular la imagen visual —por lo que, al igual que el sentido de la vista, es el mejor de los mecanismos de distancia de su clase con el que contamos— , el hom bre puede extraer de su contexto algo que sucedió hace un año, volverlo a situar con gran parte, si no con
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toda, su individualidad intacta, combinarlo con algo que sucedió ayer y servirse de todo ello para resolver un problema al que se enfrenta en el día de hoy. Lo anterior nos muestra claramente la diferencia entre los fenómenos de umbral reducido y los que desempeñan la función de imagen propiamente dicha: los primeros facilitan que el pasado funcione tal como lo hizo anteriormente y el segundo facilita que el pasado opere en relación con las circunstancias algo modificadas del presente. Por consiguiente, resulta obvio que, puesto que las circunstancias siempre están cambiando, hay que considerar la imagen como algo útil desde el punto de vista biológico.
Se ha señalado a menudo que en cualquier proceso de recuerdo las imágenes son particularmente susceptibles de aparecer cuando tiene lugar una ligera comprobación, y que, cuando no se produce, es probable que todo el proceso se complete simplemente en términos de lenguaje o de actividad manipulativa del tipo que convenga. Esto es precisamente lo que cabría esperar: una diferencia en las circunstancias presentes, en comparación con las apropiadas a una respuesta automática, plantea en el agente un conflicto de actitudes o de intereses. Se mantiene entonces provisionalmente la respuesta apropiada, y la imagen, un elemento de algún esquema, llega para ayudar a resolver la dificultad. Sin embargo, la solución muy a menudo resulta extraña para el observador, y puede que inadecuada para el agente. Estudiaremos ahora por qué habría de suceder una cosa así.
4. Cómo pueden errar las imágenesEl mecanismo de las imágenes presenta varios defectos que son el pre
cio que hay que pagar por sus peculiares ventajas. Quizá dos de ellos sean los más importantes: la imagen, y en particular la imagen visual, tiende a ir más allá en la individualización de las situaciones de lo que biológicamente es útil; en segundo lugar, los principios de la combinación de las imágenes tienen sus propias peculiaridades y dan lugar a construcciones que son relativamente disparatadas, inestables e irregulares, comparadas con el recto desarrollo de un hábito o con el curso ordenado del pensamiento.
La justificación de la frase de Napoleón —en el caso de que realmente la pronunciara—, de que quienes se forman una imagen de cualquier cosa no son aptos para mandar, se encuentra en la raíz del primero de estos defectos. Un comandante que enfoque una batalla representándose previamente cómo transcurriría tal o cual combate en tal o cual ocasión se encontrará, a los dos minutos de que las fuerzas hayan iniciado el comba
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te, con que algo no ha ido bien. Entonces se destruye su imagen, sin ninguna otra cosa que la sustituya, a no ser otra imagen individual, lo cual tampoco le servirá de mucho. También puede ocurrir que, al darse cuenta de que la primera imagen es inaplicable, cuente con un repertorio de imágenes tan variado e inoportuno que se sienta igualmente perdido a la hora de dar una solución práctica. Una individualidad demasiado grande de referencias pasadas puede resultar casi tan desconcertante como su ausencia total. Para atender las demandas de un entorno en constante cambio, no sólo hemos de aislar los elementos de su contexto general, sino que hemos de conocer qué partes de ellos pueden separarse y variar sin perturbar su significado y funciones generales. Esto parece exigir precisamente el tipo de análisis al que las palabras se adaptan de un modo peculiar, pero para el que el método de las imágenes resulta en sí inadecuado.
Todavía es más importante el hecho de que las imágenes tengan sus propios modos de combinarse, no tan adecuados a las necesidades de ajuste social como los de las palabras. El psicólogo típico ha prestado mucha menos consideración de la que sería deseable a las formas en que se asocian las imágenes. De entre los tipos de asociación comúnmente admitidos, aquéllos que entran en algo de detalle se derivan casi siempre de una clasificación de asociaciones de palabras, y son, como sería de esperar, de tendencia claramente lógica2, mientras que los referidos a categorías generales, como la tradicional asociación por semejanza, contigüidad y sucesión, siguen siendo demasiado amplios para aclarar cualquier problema particular. Si por el momento limitamos nuestra atención a las imágenes visuales, por ser el tipo más definido y claro, observaremos que como referencia a una situación original, una imagen visual puede situarse en cualquier nivel de completamiento, desde el fragmento más fugaz hasta la recomposición más literal. Con independencia de lo completa que sea la imagen, hay invariablemente, como han mostrado los experimentos, cierto equilibrio entre las partes, cierto «peso» de los detalles dentro del conjunto. Volviendo una vez más a los datos experimentales, hemos encontrado muchas veces pruebas de que este «peso» de los detalles, esta preponderancia de ciertos elementos, se debe fundamentalmente a factores personales de la naturaleza de una predisposición o un interés. Por consiguiente, las imágenes desembocan fácilmente unas en otras, se condensan y combinan dentro de la actividad mental de una persona, mientras que en la de otra pueden parecer discordantes e incoherentes. No hay referencia a principios de semejanza, contigüidad o sucesión que logren describir esos tipos de asociación individual; y mucho menos pueden lograr situarse dentro de categorías lógicas de relaciones de subordinación, supraordinación, coordinación y similares.
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El caso más típico de aparición de imágenes es aquél en el que se cruzan y combinan intereses personales o actitudes. El material organizado por uno de éstos se tiñe del significado que tiene comúnmente para otro. «Aunque creo que últimamente se ha tratado la imagen visual de un modo ignominioso», dice el profesor Pear, «no la considero una Dulcinea»3. He aquí una porción de material normalmente asociado con cierta clase de intereses, permeando y combinándose con un entorno de significado organizado habitualmente por otro tipo de intereses. En proporción con el significado expresado así adquirido por la imagen, parece más o ratenos lógica la conexión entre la imagen y el tema general al que se refiere, y el proceso de recuerdo, o de construcción —que consiste en buena medida en el paso de una imagen a otra—, puede considerarse lo bastante coherente después de todo. En realidad, gracias precisamente a lo variado e inesperado de las imágenes concretas que lo componen, puede decirse en este caso que resulta «brillantemente coherente». Pero si no se ha elaborado el significado y simplemente se describe o nombra la sucesión de imágenes, el proceso siempre tenderá a parecerle a otra persona fantástico, inestable, ilógico y no sujeto a los principios comunes de asociación. Estas características llegan a un grado extremo en el tumulto de imágenes de los pacientes esquizofrénicos, pero no pueden eliminarse por completo de ningún proceso de pensamiento que esté cargado de imágenes.
Si efectivamente detrás de la secuencia de imágenes que tuvo lugar en muchos de mis experimentos, y en todas sus series, hubo cierta excitación simultánea de intereses relacionados, la cuestión de los tipos de asociación en los que intervienen las imágenes consiste en el fondo en saber qué condiciones determinan las combinaciones de intereses y actitudes. No pueden describirse en su totalidad en términos de los principios asociativos comunes. Tampoco hay manera de decir con certeza si existen intereses similares, y cuáles son; y en última instancia, los intereses no se combinan por el simple hecho de ser contiguos o sucesivos.
Sin duda, son muchas las condiciones que pueden influir, pero los experimentos aquí y allá confirman lo que a menudo se ha sugerido: que entre estas condiciones predomina el tinte afectivo de aquellos intereses que funcionan simultáneamente. Encontramos un buen ejemplo de esto en la novela de Thomas Hardy, Desperate Remedies. Cytheraea Grange acaba de presenciar cómo su padre se cae desde un alto andamio; la primera impresión es tremenda, porque sabe que ha quedado gravemente herido, que incluso puede haber muerto: «La impresión inmediata de la que Cytheraea tuvo conciencia fue que su hermano y un hombre mayor la transportaban desde un extraño vehículo hacia la escalera de su casa. La re-
Las imágenes y sus funciones 293
construcción de io que había pasado se produjo un instante después, en el momento en que entraron por la puerta [...] sus ojos captaron el cielo del suroeste y, vagamente, vio la luz del sol que caía en haces de entre los jirones de una nube gris. Las emociones se asocian a escenas simultáneas_a pesar de lo ajenas que éstas fueran— de la misma manera en que unasolución química cristalizará en ramas y árboles. A partir de entonces, ninguna angustia que Cytheraea experimentara le traería a la mente la escena de las ventanas del Ayuntamiento de un modo tan vivido como la luz del sol cayendo en haces.» Cualquiera puede reconocer de inmediato que esto refleja con precisión un hecho psicológico común. No es meramente la yuxtaposición de acontecimientos en el espacio o en el tiempo lo que los reúne en forma de una imagen vivida, sino el hecho de estar recubiertos por emociones o intereses comunes, con independencia de que tales acontecimientos sean cercanos o lejanos, diferentes o parecidos. Se- trata de hecho de la mémoire affective, a la que con gran acierto se han referido, en particular, muchos psicólogos franceses.
De estas consideraciones, pueden desprenderse dos o tres conclusiones importantes. En primer lugar, tenemos ante nosotros una de las principales razones por las que los intentos de precisar el significado de las imágenes que aparecen cuando se-produce un interés parecen a menudo, según sus autores, no lograr su propósito. Ese carácter afectivo, que da a la imagen su posición y su justificación principal, parece incompatible con una expresión adecuada puesto que no hay vocabulario válido que se adecúe a los delicados matices de las reacciones afectivas de las que el hombre es capaz. Por consiguiente, en muchos casos, las imágenes simplemente se describen, o se nombran; su significación se deja al entendimiento tácito, y casi siempre parece como si proporcionaran tan sólo una especie de lujo estético.
En segundo lugar, este carácter afectivo, que combina intereses de naturaleza y origen muy distintos, puede ayudar a explicar la gran riqueza y variedad de imágenes que suele observarse en un sujeto visualista típico. Sin duda, las diferencias entre unas reacciones afectivas humanas y otras excede en gran medida las expresiones de que dispone el lenguaje descriptivo, pero, al mismo tiempo, necesariamente se quedan muy por debajo del número de rasgos discriminables del medio externo. Así, todo el mundo tiene que ser capaz de combinar una enorme variedad de materiales cognitivos, porque todos ellos han permitido desarrollar intereses cuya expresión estaba teñida de un matiz afectivo más o menos constante.
Por último, no parece verosímil suponer que haya personas especialmente sensibles por su temperamento ai sutil fondo afectivo de sus intereses. En estas personas es más fácil que bajo ciertas circunstancias sus inte-
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reses fluyan y se asocien a otros, o que, en otras condiciones, estos mismos intereses puedan quedar rigurosamente marginados. Otras personas, sin embargo, son incapaces de combinar áreas de interés que no vayan convencionalmente unidas hasta que ellos mismos o alguna otra persona consiguen formular una razón convincente. Los primeros adelantan sus razones, intuyendo asimismo algún tipo de conexión, que no consiguen expresar en palabras. Los segundos tienen que esperar el análisis y la lógica. Puesto que la imagen siempre tiende a mantener sus funciones indi- vidualizadoras, aquéllos que pueden combinar imágenes vividas sin esperar a justificarlas son quienes manejan representaciones concretas, metáforas, problemas prácticos. Entre ellos se encuentran los poetas, los inventores, los descubridores, pero también aquellos que si bien poseen una sensibilidad que responde a ocultas conexiones, también adolecen de una cierta falta de orden y perseverancia: vagan al azar de un asunto a otro, de forma tal que terminan por parecer completamente inconsecuentes a los ojos de los demás, e incluso a los suyos.
Representar imágenes, como cualquier otra reacción orgánica o psicológica, tiende siempre a convertirse en un hábito. En mi opinión, en líneas generales, es indudable que la imagen es una de las respuestas del organismo consciente ante el desafío de un medio externo que en parte va cambiando y en parte permanece igual, exigiendo un ajuste flexible, pero sin permitir nunca volver a comenzar de cero. De todos modos, una vez que se adopta y ejercita el método de formación de imágenes, tiende por sí mismo a convertirse en hábito. Ya sea por sus circunstancias afectivas o por otra razón cualquiera, un sujeto visualizador típico cree a menudo contar con una gran riqueza de imágenes, que a su vez contienen una gran variedad de rasgos, lo que provoca en el sujeto deseos de detenerse a describirlas —para gozo estético propio o ajeno—, en lugar de centrarse en el problema que dichas imágenes le podían ayudar a resolver. No transcurre mucho sin que sus propias imágenes caigan en la rutina, repitan sus rasgos más conocidos, se vuelvan convencionales en el sentido que le es peculiar a cada persona y pierdan su relación con aquellos rasgos típicamente nuevos de un medio dado sin los que nunca se habría podido desarrollar el método de formación de imágenes.
5. Formar imágenes y pensarConsiderar en detalle cómo se superan los inconvenientes del sistema
de formación de imágenes exige un estudio especial que nos llevaría más allá de los límites de esta discusión; pero si nos atenemos a lo que indican
Las imágenes, y sus funciones 295
los experimentos, parece como si tuviera que existir algún tipo de relación complementaria entre las palabras y la formación de imágenes que creemos que merece la pena intentar ver cómo se lleva a cabo. Hay un acuerdo general acerca de que el pensamiento y la utilización del lenguaje guardan una estrecha relación, aunque no esté justificado reducir una cosa a la otra. Las palabras y las imágenes sensoriales son en un sentido similares en un aspecto importante: ambas actúan como signos que indican otra cosa que no tiene por qué estar perceptivamente presente en ese momento. Así, ambas son instrumentos de la función general que nos permite tratar con situaciones u objetos ausentes. Las palabras tienen la evidente ventaja adicional de ser sociales y constituyen la forma más directa de comunicar significados. La imagen, para ser comunicada, tiene que ser expresada a través de palabras, y ya hemos visto que esto puede hacerse a menudo sólo de un modo vacilante y deficiente. Las palabras difieren de las imágenes en otro aspecto todavía más importante: pueden indicar las características cualitativas y relaciónales de una situación en su aspecto general tan directamente —e incluso más satisfactoriamente— como pueden describir su individualidad peculiar. Esto es, de hecho, lo que proporciona al lenguaje su íntima relación con los procesos de pensamiento. Porque pensar, en su sentido psicológico, no consiste simplemente en recuperar de una situación adecuada del pasado en virtud de una confluencia de intereses, sino en utilizar el pasado para resolver dificultades planteadas en el presente. Por tanto, pensar implica formularse, en cierto grado al menos, cuál es la naturaleza de la relación entre los casos utilizados en la solución y las circunstancias que plantean el problema. Evidentemente no puede decirse que alguien piensa si no se esté enfrentando a una especie de reto, a cierta dificultad; una persona en caso contrario se limita a actuar de un modo automático y se deja llevar por sus hábitos. De igual modo tampoco puede decirse que piense una persona que, ante reto, no se limite a formar una imagen a partir de una situación concreta, más o menos relevante para luego encontrar por sí misma una solución, sin formular en absoluto el principio relacional implicado. Para llevar a cabo esta formulación, es decir, para utilizar las características generales de la situación, tanto cualitativas como relaciónales, a las que se hace referencia de un modo más o menos abierto, las palabras parecen ser los únicos instrumentos adecuados que el hombre ha descubierto o inventado hasta la fecha. Utilizadas de esta forma, logran notoriamente aquello en lo que las imágenes, como hemos visto, tienden a fallar más notoriamente: pueden tanto designar lo general como describir lo particular, y puesto que se articulan mediante la formulación de conexiones, contienen de un modo más claro su propia lógica.
296 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
Si estoy en lo cierto, el pensar es biológicamente posterior al proceso de formar imágenes, y sólo es posible aquél cuando se ha encontrado una manera de acabar con la influencia «en masa» de los estímulos y situaciones pasados, es decir, cuando se ha logrado descubrir un mecanismo que doblegue la tiranía secuencial de las reacciones pasadas. Pero aunque se trate de un desarrollo posterior y superior, el pensamiento 110 invalida el método de las imágenes, puesto que el primero también tiene sus inconvenientes. Comparado con formar imágenes, le falta algo de vivacidad, de vitalidad, de variedad. Sus instrumentos fundamentales son las palabras, y éstas, no sólo porque son sociales, sino porque además su utilización requiere un encadenamiento secuencial, se reducen a hábitos con mayor facilidad que las imágenes. Sus convenciones son sociales, las mismas para todos, y muy poco una cuestión de idiosincrasia. A medida que nos alejamos del método de las imágenes corremos mayor riesgo de quedar atrapados en generalidades que tengan poco que ver con la experiencia concreta real; si no logramos mantener los métodos de pensar, corremos el riesgo de quedarnos aferrados a los casos individuales y dejarnos llevar por las circunstancias accidentales inherentes a ellos. Sólo en casos anormales se llevan al límite riesgos de este tipo, porque al combinarse habitualmente las imágenes y los procesos lingüísticos de pensamiento, cada uno de estos métodos ha incorporado algunas peculiaridades del otro, y las imágenes, sobre todo las que suelen denominarse «genéricas», parecen esforzarse por encontrar cierta significación y un marco general, mientras que el lenguaje a menudo construye sus eslabones caso a caso, a partir de una descripción individual elaborada y minuciosa. En términos generales, y con independencia de la estrecha relación existente entre ambos, cada método conserva su carácter singular. El método de las imágenes es el de los brillantes descubrimientos, mediante el que se ponen en relación campos organizados por intereses que normalmente permanecen aislados. El método del pensamiento-palabra se mantiene como el de la racionalización y la inferencia; aquél por medio del que se aclara y facilita la conexión de lo que hasta entonces permanecía inconexo, y por el que el resultado subsiguiente no se reduce a una manifestación, sino que constituye una demostración.
Estar alerta a ambos procesos es el destino universal que puede desbordar todo esfuerzo humano; por ello, pueden llegar a transformarse en un mero hábito. Esa misma determinación secuencial y en masa, para cuya superación se desarrollaron, puede acabar con ellos al final. En ese caso las personas considerarán la facilidad para obtener imágenes y la riqueza de vocabulario como algo satisfactorio en sí mismo, como si imágenes y palabras fueran simples lujos con los que disfrutar. Tanto si las funciones que en mi opinión les pertenecen son realmente suyas, como si no lo son, al menos esta última opinión es incorrecta.
Capítulo 12 EL SIGNIFICADO
1. Definición del problemaDe acuerdo con las ideas que se han expuesto en los tres capítulos an
teriores, la construcción de material y de reacciones psicológicas dentro de contextos organizados desempeña una función capital a la hora de percibir, reconocer y recordar. Siempre que se encuentran dichos contextos, surgen hechos de «significado»; porque podemos tomar cualquier elemento de un contexto y ver que «conduce a» otro elemento relacionado; decimos entonces que su significación va más allá de su propio carácter descriptivo. Se ha demostrado que los contextos organizados constituyen una base fundamental del proceso perceptivo, y que van cobrando importancia e incorporando nuevas funciones a medida que nos adentramos en procesos cognitivos más elaborados. Por eso puede decirse con toda razón que todos los procesos cognitivos que se han estudiado, desde percibir hasta pensar, son formas en las que se pone de manifiesto fundamentalmente una especie de «esfuerzo en pos del significado». Hablando en términos generales, dicho esfuerzo es simplemente el intento de conectar algo que está dado con otra cosa distinta.
Esta consideración puede dar lugar a dos problemas diferentes, que, sin embargo, se suelen confundir. El primero plantea qué condiciones generales o específicas puede demostrarse que dan lugar al significado. El segundo plantea qué es de hecho el significado y qué lugar ocupa en una teoría del conocimiento. El problema se plantea cuando un psicólogo que ha llegado a una formulación general de las condiciones esenciales del significado pasa luego a decir que éstas constituyen de hecho el significado.
En psicología, se han formulado numerosas teorías sobre el significado1, que pueden clasificarse en dos categorías generales: la primera sos
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tiene que el significado se debe a una estructuración de las reacciones, mientras que, según la segunda, se trata de una estructuración del material.
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2. El significado como ordenación de las reacciones. J. B. Watson ha formulado una versión radical de la primera de estas
dos concepciones. Comienza diciendo que el significado, sea lo que sea, no es un problema: «Me gustaría decir con toda franqueza y sin afán de polemizar que no estoy en absoluto de acuerdo con los psicólogos y filósofos que intentan introducir el concepto de significado en la conducta... Desde el punto de vista de un observador externo o de un conductista el problema no existe.» Pero sus palabras inducen a error, pues continúa: «Observemos lo que hace un animal o un ser humano: lo que quiere decir es lo que hace. Es una tontería preguntarle mientras lleva a cabo su acción qué es lo que está haciendo: la acción constituye el significado. Por consiguiente, agotamos el concepto de acción y habremos agotado el concepto de significado. Es un esfuerzo inútil plantear el problema del significado al margen de la acción que de hecho se observa»2.
Aquí al conductista puede achacársele una suerte de confusión a la que es muy propenso. Según él: «No existe el problema de la conciencia, ni el de la representación mediante imágenes, ni el del significado.» Pero lo que realmente intenta decir es: «No existe ningún problema que se pueda formular debidamente sin utilizar estos términos.» Es obvio que estas dos afirmaciones son muy distintas. Watson está afirmando en realidad, no que el problema del significado no exista, sino simplemente que el problema del significado y el de la distribución o el orden de las reacciones, son una misma cosa.
Las palabras de Watson no son muy claras. Según él, «la acción es el significado». Si esto fuera así, resultaría extraño que generalmente se acepte que lo que ocurre es lo contrario. Por ejemplo, muchas personas que están aprendiendo a patinar, tras constatar la desgarbada figura que acaban de componer sobre el hielo, señalan con pesar: «Pero si esto no es lo que yo pretendía*». Si una reacción significa aquellas otras que la siguen, ¿cuántas de éstas son las que significa? ¿Significa invariablemente las que la siguen de inmediato? Estos interrogantes plantean quebraderos de cabeza bastante difíciles de resolver, pero hemos de intentar darles alguna respuesta. La
* En inglés, el verbo to mean tiene tres acepciones: significar, pretender o proponerse e implicar. El lector deberá tener en cuenta dicha circunstancia al leer este capítulo. [N. del E.]
El significado 299
concepción de Watson resulta especialmente difícil de aplicar si tomamos como ejemplo las actividades de un niño muy pequeño; cualquier niño que esté sano y lleno de vitalidad pasa de una actividad a otra de una manera tan obstinada y aparentemente arbitraria que si hemos de suponer que una acción significa la que le sigue, nos vemos obligados a formarnos una noción de significado muy extraña en esta fase del desarrollo.
Como vamos a ver, puede que haya razones poderosas para afirmar que el significado surge en parte como resultado de la organización de reacciones, pero esta concepción es muy diferente de la que afirma rotundamente que «el significado es la acción».
3. E! significado como distribución del materialTitchener hace también hincapié en que el significado se debe a un or
den o distribución del material psicológico. Según él, «las percepciones son grupos seleccionados de sensaciones en los que las imágenes están incorporadas como parte esencial de todo el proceso. Pero hay más: lo fundamental acerca de ellas es que tienen un significado. Ninguna sensación significa nada. Una sensación sucede en diversas formas características: intensamente, claramente, espacialmente, etcétera. Todas las percepciones significan algo; también suceden en diversas formas características, pero lo hacen con un significado. Entonces, ¿qué es, desde el punto de vista psicológico, el significado?».
La respuesta de Titchener parece perfectamente definida: el significado es el «contexto». «Un proceso mental es el significado de otro proceso mental si es el contexto de este otro. Y el contexto, en este sentido, es simplemente el proceso mental que se agrega al proceso dado a través de la situación en la que se encuentra el organismo. En su origen, la situación es física, externa; y en su origen, el significado es una cinestesia; el organismo se enfrenta a la situación con una actitud corporal, y las sensaciones características que despierta esa actitud dan significado al proceso que ocurre en un nivel consciente, es decir, constituyendo desde el punto de vista psicológico el significado de ese proceso. Para nosotros, la situación puede ser externa o interna, física o mental, un grupo de estímulos adecuados o una constelación de ideas; en un momento la imagen se ha superpuesto sobre la sensación, y el significado se expresa en términos de imágenes. Por tanto, para nosotros, el significado puede ser principalmente una cuestión de sensaciones de los sentidos específicos o de imágenes, o de sensaciones cinesté- sicas o de otro tipo. De todas sus formas posibles, hay dos que parecen
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tener una importancia especial: la cinestesia y las imágenes verbales... Lo esencial de esta explicación es que son necesarias dos sensaciones al menos para construir un significado»3. Titchener prosigue insistiendo en que se puede «contener» el significado en términos puramente fisiológicos, punto que me propongo tratar más adelante.
Las afirmaciones de Titchener presentan muchos problemas, pero en cuanto a su argumento principal —que el significado es el contexto—, es susceptible de las mismas críticas que se aplicaban a las ideas de Watson, aparentemente tan distintas. No hay duda de que el significado tiene que hallarse en el contexto, pero no hay razón alguna para decir que es el contexto. ¿Cuánto de contexto hay en él? Sólo una vida mental primitiva, si es que existe, se vive de una manera lineal, como ya hemos visto; por lo que sólo en una vida así, como mucho, se podría afirmar que el significado es el contexto.
Supongamos, por ejemplo, que después de haber escrito estas líneas levanto la vista y contemplo las llamas parpadeantes de un fuego. ¿Tendría que decir que el conjunto de sensaciones de color y temperatura a las que llamo «fuego» son el significado del conjunto de sensaciones visuales en blanco y negro que llamo mi «escritura»? Lo primero puede desde luego considerarse como el contexto de lo segundo, pero, en mi opinión, no como su significado.
Titchener ha ofrecido lo que parece ser una respuesta sencilla a este tipo de dificultad. El conjunto de sensaciones de color y temperatura, aunque forman parte del contexto del conjunto de sensaciones en blanco y negro quizá no son parte de la misma situación. Pero esto simplemente nos lleva a otra sería dificultad: ¿en qué consiste una «situación»?
4. Cómo definir una «situación»Se dice con frecuencia que todas las reacciones psicológicas son res
puestas ante una «situación», pero, al parecer, nunca se ha intentado explicar lo que la constituye. Dos cosas deberían estar claras: una situación no puede describirse de un modo adecuado simplemente como una serie de reacciones, ni tampoco como una simple estructuración de sensaciones, imágenes, ideas o ejercicios de razonamiento.
Sonia Kovalevsky, cuando era una niña pequeña, se encontraba en el cuarto de los niños, donde «una de las paredes que había que volver a empapelar tenía una capa intermedia cubierta de hojas de papel repletas de fórmulas matemáticas... Estas misteriosas líneas despertaron pronto la curiosidad de Sonia; se hubiera quedado mirándolas durante horas, inten-
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tando hallar el orden en el que deberían estar colocadas las hojas. Así, poco a poco, un cierto núm ero de fórmulas fueron fijándose en su memoria: incluso el texto pareció imprimirse en su cerebro, aunque ella no captara su significado4.
«Más tarde, en San Petersburgo, cuando con quince años recibió sus primeras clases de cálculo diferencial, su profesor quedó sorprendido al comprobar lo rápidam ente que entendía y recordaba los problemas matemáticos, como si ya los hubiera estudiado antes; como en realidad había ocurrido. A m edida que el profesor se los explicaba, ella iba cayendo en la cuenta del significado real de las palabras y fórmulas que durante tanto tiempo habían estado almacenadas en algún lugar recóndito de su cerebro» 5.
Este caso y otros muchos similares que se podrían recoger fácilmente muestran de un m odo tangible lo que todo el conjunto de mis experimentos demuestra de m anera menos llamativa: los determinantes parciales de todos los procesos de percibir, reconocer y recordar son tendencias activas, unas de carácter general y otras muy especializadas. En el caso que se acaba de describir se estaba dando una curiosidad especializada hacia las relaciones matemáticas, que organizaba el material sensorial dado a través de las reacciones visuales a las líneas.y números que había sobre la pared. Las demás características de la estancia no pertenecían a la misma «situación».
Aun así, no es del todo correcto decir que siempre que alguna tendencia activa organiza un m aterial psicológico ese material constituye una situación. No se puede caracterizar correctamente una situación sólo en términos de m aterial psicológico.
Supongamos que hay una cuantas naranjas en un frutero y que ha llegado el mom ento de tom ar el postre. Un comensal entonces repara en las naranjas y su atención va de una naranja a otra. Luego este comensal se retira a su estudio a leer un libro. He aquí también un material sensorial ordenado y, desde un cierto punto de vista, nuestra descripción de la disposición del m aterial será la misma en ambos casos. La disposición es cronológica, por sucesión, y se produce mediante semejanza interna, contigüidad u otro rasgo descriptivo de los que tanto utilizan los asociacionis- tas. Quizá las dos situaciones así constituidas sean marcadamente distintas, y la diferencia no se agote con una enumeración de las diferencias sensoriales implicadas. No se trata sólo de que en un caso tengamos una disposición de la sensación del naranja y en el otro de la del blanco y negro; o que las form as en cuestión sean diferentes. Cuando discriminamos las diferencias entre las dos situaciones, de algún modo llegamos al hecho de que son la expresión de dos tendencias o intereses diferentes. El carácter activo de la tendencia es tan importante como el carácter estático de la
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disposición del material. Así, llevándolo al límite, podríamos tener el mismo material distribuido de idéntica forma, en lo que concierne a cualquier relación asociativa implicada, y pueden no ser confundidos en absoluto porque las tendencias organizadoras activas que subyacen son diferentes.
Desde el punto de vista psicológico, una situación siempre implica la distribución de material cognitivo por medio de una tendencia —o bien, un conjunto de tendencias—, activa más o menos específica, por lo que para definir una situación, en un caso dado, tenemos que referirnos no sólo a la distribución del material, sino también en concreto a la actividad o actividades en funcionamiento.
Obviamente, lo anterior sólo proporciona una definición muy general. Hay otras muchas cuestiones que considerar; por ejemplo, las «situaciones» parecen tener límites temporales, que pueden ser más o menos amplios según el tipo de tendencia que esté operando. Quizá las actitudes y emociones nos ofrecen ejemplos de situaciones con límites temporales restringidos, mientras que las opiniones y los ideales tienen el más amplio ámbito cronológico posible. Entre estos dos grupos figurarán situaciones organizadas por estados de ánimo e intereses, que se extienden más en el tiempo que las organizadas por el primer grupo, pero menos que las del segundo. Sin embargo, todos estos problemas exigen investigaciones especiales que por ahora no se han intentado realizar.
5. El «ajuste» del materialEn el caso de Sonia Kovalevsky, parece no haber ninguna razón inhe
rente a lo especializado de su curiosidad para que reuniera una gran cantidad de material sensorial proveniente de su tierna infancia. De hecho, aquello sólo tenía que ver, o al menos primordialmente, con las fórmulas, líneas y figuras de la pared. El que cierto material se «ajuste» de un modo especial a ciertas funciones puede tener una importancia tanto teórica como práctica, lo que parece estar admitido de modo bastante generalizado en algunos casos complejos. Por ejemplo, las palabras son un material que se «ajusta» a la expresión de ciertas tendencias artísticas, los sonidos a otros casos y las representaciones pictóricas o formas decorativas a otros. Por mucho que lo intentemos no podemos interpretar o expresar el resultado obtenido con un material utilizando otro medio distinto. Buena parte del capítulo anterior estaba dedicada a mostrar que las imágenes son más apropiadas para unas funciones, mientras que las formulaciones verbales sirven mejor para otras. De nuevo, parece que las series cinesté-
El significado 303
sicas se prestan particulam ente a ese «ajuste» para mantener un orden de respuestas exacto.
'Es rem otam ente posible que, con el ingenio y la paciencia necesarias, lográramos observar los procesos por los que cierto material especial se «ajusta» a ciertas tendencias, determinando de modo experimental todo el curso de lo que ocurre. Si lo hiciéramos, creo que encontraríamos que se trata de procesos en los que el «ajuste» intencional suele desempeñar una función muy pequeña. Se trataría entonces de que la distinción entre material dotado de «ajuste» y otro material tiene algo que ver con las distinciones comunes entre significado «real» y «aparente», u «ocasional». Volveré a ello más tarde, pero quisiera ya dejar claro que una diferenciación de este tipo no proporciona base alguna para conclusiones posteriores con respecto a la naturaleza del denominado significado «real».
6. El significado en psicologíaA parentem ente es posible tener una conducta que muestre todos los
signos de adaptabilidad, pero que carezca total o parcialmente de un conocimiento sensorial, perceptivo, de imágenes o de ideas por parte de la persona implicada. A hora bien, en algunos casos una técnica experimental especial puede m ostrar que probablem ente en el momento en que está ocurriendo de hecho esa conducta sí estaba presente un material sensorial o de otro tipo, sin que la persona pueda darse cuenta de ello por alguna razón en ese m om ento o después. Por ejemplo, en un reciente partido internacional de rugby, al comenzar el segundo tiempo, uno de los jugadores sufrió una ligera contusión como consecuencia de un encontronazo. Siguió jugando bien, e incluso inició un movimiento que dio lugar a un tanto; sin em bargo, no fue capaz de describir el juego ni nada de lo ocurrido después de la colisión. Quizá bajo hipnosis o delirando, m ediante una asociación dirigida u otros medios, se podía haber inducido a que aquel hom bre diera una descripción completa y precisa del juego, a pesar de no haber tenido ninguna información del mismo mientras tanto. A unque así fuera, si bien mientras estuvo jugando e inmediatamente después de acabado el partido —ateniéndonos a su propio relato— , habría que adm itir que lo único que estuvo presente fue una mera sucesión m aravillosam ente estructurada de movimientos coordinados, parecería como si en realidad algo más hubiera estado presente todo el tiempo. Junto con esa serie de movimientos bien dirigidos se daba paralelam ente una serie de m aterial sensorial, de imágenes, de ideas y de planes. Sin embargo, no parece que pudiera ser éste el caso si utilizáramos
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un animal descerebrado, aunque entonces sería posible inducir reacciones adaptadas complejas6.
Si en un ejemplo dado de reacción adaptativa, ninguno de los procedimientos experimentales especiales permitiera esclarecer ningún material cognitivo, yo sostendría que nos encontramos frente a una simple sucesión de movimientos admirablemente ordenados, pero no significados. En cuanto a la terminología, estaría de acuerdo en que podría considerar que cualquiera de los elementos de la serie tiene posiblemente una «significación reactiva»; pero no estaría dispuesto a admitir que poseyeran «significado». No existe el significado fisiológico; no hay sensaciones, imágenes o ideas fisiológicas, pero puede que haya significado inconsciente, sensaciones inconscientes e imágenes e ideas inconscientes.
Pese a lo anterior, el significado no se encuentra en el mismo nivel que las sensaciones, imágenes e ideas. Cuando un material sensorial se organiza en unas determinadas tendencias reactivas, tenemos el tipo más sencillo de «situación» psicológica. Titchener está en lo cierto al relacionar el significado con la situación psicológica, pero no al identificar el significado con la situación contextual. Considérese mi propio caso, en el que una serie de observadores, a los que se les dio el simple dibujo de una puerta y una tapia, con un letrero sobre ésta que contenía caracteres indescifrables, interpretó el aviso como: «Prohibido el paso.» El significado en este caso no puede traducirse totalmente en términos del contexto visual. El contexto o situación involucrado, de hecho es la manifestación de un conjunto de tendencias relacionadas con la afición a los paseos campestres, o quizás con las costumbres y prejuicios sociales. Estos factores activos forman parte del significado, así como de la situación, y organizan el material sensorial que está presente. No hay material psicológico sin ellos y suponen una condición esencial del significado que, una vez presente, se refiere siempre a dicho material.
De igual modo, en muchos casos hay que considerar la afectividad como un elemento del significado y puede que sea, como hemos visto en páginas anteriores, un elemento importante7.
Con todo, no parece conveniente decir que, desde un punto de vista psicológico, algo signifique todo el conjunto del contexto o situación en que se encuentra. Quizá, en un sentido literal, esto sea cierto, pero en la práctica el significado tiene un ámbito mucho más restringido.
Se necesita investigar mucho más acerca de este punto, pero pueden formularse las tres teorías siguientes.
Los experimentos han puesto de manifiesto que en toda situación en la que opera la percepción o el recuerdo destacan ciertos elementos sobresalientes o preponderantes sobre el resto. Los factores que determi
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nan la preponderancia son del tipo de tendencias activas. Unas son individuales, como el tem peram ento, el carácter y ciertos intereses. Otras son ampliamente compartidas, como los intereses, sentimientos, convenciones e ideales, determinados por el grupo. Si en una situación cualquiera, dominan ciertos constituyentes parciales, éstos, junto con sus tendencias determinantes, perm iten establecer el significado de esa situación o de cualquier otra parte de ella.
En segundo lugar, hemos visto con frecuencia que, en una fase determinada del desarrollo, la estructuración cronológica tiene mucho que ver con la determinación del significado. En casos relativamente simples, el significado de una parte de una situación se hallará en las reacciones, y en el material y las emociones que los siguen inmediatamente. Este modo cronológico de determ inar el significado probablemente nunca sea completamente superado. Por ejem plo, un sujeto bajo hipnosis, que haya comenzado con determ inadas reacciones o con determinadas imágenes o ideas, de ordinario irá pasando a otras que de hecho sucedieron a las primeras en ese orden cuando ocurrieron por vez primera.
Por último, el grueso de las situaciones y significados de la vida cotidiana está constituido por un conjunto de material adquirido y por combinaciones e integraciones com plejas de intereses. Esto corta de golpe cualquier principio cronológico de organización simple. Un narrador consumado comenzará su rela to como si se lo contara a sí mismo, estimulando en sus oyentes un conjunto de intereses. Luego sigue un intervalo, durante el cual m antiene en vilo los intereses, los deja a la expectativa y al final irrum pe con el m ateria l se «ajusta» a la situación, quedando entonces justificado el interés. Lo mismo sucede en el caso del orador hábil, el compositor o el escritor de talento. Todas las soluciones difíciles de los problemas siguen el mismo camino. Hay reacciones, emociones y material psicológico que se «ajustan» de modo excelente a otras reacciones, emociones y m ateriales psicológicos. Quizá esto sea simplemente un hecho objetivo, pero precisam ente por ello se puede reaccionar ante él como ante otros hechos objetivos y, como en otros muchos casos, la reacción también puede ser consciente o inconsciente. Las reacciones conscientes de este tipo nos proporcionan el significado en un nivel superior. De este modo, encontram os con frecuencia que el significado «real» de una situación o de una parte de ella, está muy alejado en el espacio y en el tiempo de aquello de lo que es significado.
306 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
7. El significado «real»Hay ajigunas consideraciones psicológicas que contribuyen a poner de
manifiesto las distinciones comunes entre significado «real» y «aparente». Las que aparecen a continuación son probablemente algunas de las más importantes:
a) Se puede sustituir significado «real» por significado «convencional». El significado se deriva de la organización del material psicológico por tendencias de reacciones. Siempre que estas tendencias se vuelvan convencionales y arraiguen en la totalidad de un grupo social tienden a expresarse en cada miembro del grupo, suponiendo que éstos reaccionen de un modo social. Por consiguiente, las tendencias determinan de una manera uniforme las situaciones y el significado en todo el grupo. Los significados «reales» en este sentido varían de un grupo a otro, de igual modo que los significados «aparentes» pueden variar de un individuo a otro. Dentro del grupo permanece relativamente constante la dirección en que se mueve la referencia de cualquier situación de la que se ocupen las tendencias del grupo. El significado «real», por ejemplo, de «mágico» puede diferir mucho entre un grupo que pertenezca a la civilización europea actual y, pongamos por caso, un grupo de aborígenes australianos. Puede ser que en un sentido la «connotación» lógica se considere como un significado «real» de este tipo dentro de un grupo muy reducido.
b) Se puede sustituir significado «real» por significado «racional». Es una utilización muy frecuente y, para el psicólogo, algo problemática. Nos exige abstraer del significado todas las características activas y afectivas, y encontrar la totalidad del significado en términos de material psicológico. Es evidente que hay una estrecha relación entre el caso a) y el b); en ambos se hace un esfuerzo por encontrar el significado «real» en un tipo de referencia que es uniforme para todo el mundo. El caso b) se basa en el hecho de que las reacciones activas y afectivas se encuentran en su conjunto mucho más subordinadas a variaciones individuales que las reacciones discriminativas más abstractas de tipo cognitivo. También se trata de un tipo de significado «real» estudiado a menudo en lógica.
c) Se puede sustituir significado «real» por «significado resultante de las características sobresalientes o preponderantes de una situación». Si la preponderancia está determinada por las tendencias del grupo, el caso c) puede coincidir con el a); si lo es por reacciones puramente cognitivas, el caso c) puede coincidir con el b), pero es fácil encontrar ejemplos en los que no aparezca ninguna de estas alternativas. Luego entonces, podemos decir que para Cytheraea Grange el significado «real» de los rayos de sol
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a través de las nubes era el accidente de su padre. También ésta es una utilización muy persistente en la psicología actual. Se deriva fundamentalmente del estudio psicopatológico de casos en los que el significado asignado no parece en absoluto dar razón de ningún curso de acción. Decimos entonces que el significado «real» está «oculto» y que el significado asignado es meramente simbólico. Todos los casos de este tipo gravitan, en realidad, sobre el predominio en un individuo concreto de ciertas tendencias de reacción específicas.
d) Se puede sustituir significado «real» por significado «ajustado», en el sentido en que se ha utilizado este término en la exposición-anterior. También esta es de una base muy común para distinguir «significados» reales. Que yo sepa, no hay un claro origen psicológico para «ajuste» en ese sentido. Estamos al parecer limitados a decir simplemente que una tendencia, un grupo de ellas, o un grupo de material cognitivo «coincide» o se «ajusta» a otro, y esta coincidencia puede ser «vista», «sentida» o «aprehendida», o incluso «intuida». Si el «ajuste» puede ser considerado como un hecho objetivo, el significado «real» en el que se expresa puede ser del tipo c), como en los símbolos de un grupo; del tipo b), si se trata de fórmulas lógicas y definiciones; o puede ser cuestión de pura interpretación individual. Son muchos .los psicólogos que han sostenido que hay símbolos universales y, si están en lo cierto, dichos símbolos quizá nos darían un tipo d) de significado «real», que tendría una mayor aplicación que el a), una determinación no racional y sería diferente del tipo b), aunque basado directamente en factores «naturales» o universalmente predominantes y, por consiguiente, nunca estaría ligado al tipo c).
Un psicólogo puede tom ar cualquiera de estos tipos de significado «real» —sin duda existen otros más—, y determinar cómo entran en funcionamiento o se desarrollan las condiciones que los originan. Todo esto no le proporciona sin embargo ninguna base para decidir si, en una teoría del conocimiento, son preferibles los significados «reales» a los de otro tipo o si los significados «reales» pueden relacionarse con hechos que muestran un orden de cosas ajenas a la psicología, y en qué sentido se daría esta relación. Como siempre, estos problemas se encuentran más allá del campo de acción del psicólogo.
8. Significado y recuerdoPartiendo de lo anterior, se deduce que mientras permanezcamos den
tro de los límites de la psicología, siempre nos encontraremos con problemas de significado. Lo que he aceptado llamar «significación reactiva»
308 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
puede estar presente en un nivel puramente fisiológico, pero tan pronto como el sujeto, u organismo que reacciona, toma conciencia del material al que se refieren sus reacciones, existe significado. Ya está listo el marco para organizar dicho material en contextos específicos, de tal modo que, en un contexto, cualquier detalle nos «conduce» a otro distinto. Así pues, recordar es sólo una forma especial del problema general del significado, que se da cuando el contexto de un conjunto particular de estímulos se trata y describe como perteneciente a la yida pasada del sujeto que re cuerda. En el recuerdo, se considera que las reacciones ante los estímulos inmediatos poseen su terminación de «ajuste» en la reconstrucción de «esquemas» y contextos y materiales organizados de una fecha anterior. Ya hemos visto qué tipo de mecanismo general se requiere para ello en el sujeto adulto; además, hemos de considerar en qué grado pueden influir los factores sociales en la forma de operar de este mecanismo.
Aunque se ha escrito mucho acerca de la psicología social, se trata de una materia que se encuentra en un estado relativamente insatisfactorio y poco desarrollado.
Hay muchas razones para que esto ocurra, entre las cuales quizás la más importante sea la fuerte tendencia a precipitarse hacia generalizaciones imprudentes y con poca base. De hecho, en lo social como en cualquier otro campo la psicología sólo puede avanzar de un modo constante y seguro si se mantiene próxima a la observación directa y pertinente. El propósito general es descubrir las conexiones entre los hechos que permiten explicar acontecimientos psicológicos. Por lo tanto, al pasar a un estudio del recuerdo como una función que tiene lugar dentro del' grupo social no modificamos en absoluto nuestro punto de vista, sino que sólo ampliamos el espectro de nuestras observaciones y tenemos en cuenta factores determinantes, que tenderíamos a pasar por alto si consideramos el recuerdo como una función que ocurre en la vida mental de cada individuo.
Segunda parteEL RECORDAR COMO TEMA DE ESTUDIO DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL
Capítulo 13 LA PSICOLOGÍA SOCIAL
1. DefiniciónEn su moderna caracterización, la psicología social tuvo un comienzo
brillante cuando el profesor William McDougall escribió su Introduction to Social Psychology, pero desde entonces no parece haber progresado mucho. En cierto sentido la obra de McDougall, a pesar de sus destacados valores y originalidad, ha tenido una influencia negativa. Como es sabido, la totalidad de su estudio se basa en la idea de que las actividades instintivas tienen una importancia primordial en la vida social. Considera que toda posible reacción social es en definitiva explicable en términos de tendencias instintivas; punto que constituye un tema controvertido en la época en que McDougall lo estudió, y que sigue siéndolo en la actualidad. Su concepción ha tendido a hacer de las discusiones psicológicas sobre problemas sociales un campo de batalla entre la psicología del instinto y las psicologías de cualquier otra índole. Igualmente, su intento de catalogar los instintos ha llevado a un gran número de catálogos de diversa longitud y contenido, como si el mero listado de instintos arrojara por sí mismo gran luz sobre las respuestas sociales. En el tumulto de la polémica se han dicho muchas cosas sobre los instintos, pero no tantas sobre la conducta social en sus aspectos genuinamente observacionales, excepto por parte de los antropólogos, cuyos intereses les permiten detenerse en una descripción minuciosa.
Para salir de este punto muerto, lo primero que hace falta es que el psicólogo social se dé cuenta claramente de la «localización» precisa de sus problemas, cosa que en principio puede parecer bastante simple. Podemos definir la psicología social como el estudio sistemático de las modificaciones en la experiencia y de las respuestas del individuo que se deben directam ente a su pertenencia a un grupo. Suponiendo, entonces, que
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tengamos una idea operativa razonablemente clara de qué es lo que constituye un grupo en sentido psicológico, deberíamos proceder sin obstáculos, recogiendo a través de la observación y siempre que sea posible de la experimentación aquellos hechos imprescindibles para poder derivar conclusiones fiables.
Sin embargo, en la práctica surgen diversas complicaciones. Los dos casos que se exponen a continuación sirven para poner de manifiesto una distinción muy relevante en relación con nuestro problema principal de la psicología social del recuerdo.
Los suazi son un pequeño grupo de nativos bantú, que viven al sudeste de Transvaal, en un país rodeado de montañas, y que han permanecido relativamente a salvo de la influencia de los blancos en comparación con el conjunto de los grupos nativos de Sudáfrica. Con independencia de cuál sea su origen, desde el punto de vista de su historia y por muchas de sus costumbres, constituyen un grupo convenientemente homogéneo para los propósitos de un estudio psicológico. En el caso de que cualquier calamidad, como la pérdida del ganado o de las cosechas, una enfermedad o muerte repentina afecte a una población, sus habitantes sospechan influencias malévolas de algún miembro de la comunidad; es posible, entonces, que visiten a un brujo y le inciten a hacerse cargo de su caso. La ceremonia final en la que aquél descubre al culpable o culpables se denomina «olfateo», porque una culpa de este tipo es obra invariablemente de alguien que huele mal, si bien sólo el brujo es capaz de detectar el olor.
Voy a relatar la historia de un «olfateo» tal como me fue contada por un observador que, en los primeros días de la colonización blanca, fue testigo inesperado de una impresionante escena.
«Era una noche de luna llena cuando llegué a lo alto de una colina desde donde vi, en un claro entre la maleza, a un grupo de hombres formando un círculo sentados en el suelo muy juntos y en silencio. Cada uno tenía su lanza, la mayoría sus hachas de guerra y todos ellos sus varas de madera. El brujo entró en el círculo vestido con todos sus adornos, el tocado, la túnica y el collar de huesos. Inició una danza muy lenta dando una vuelta en un silencio absoluto, comenzando cerca del centro y moviéndose poco a poco hacia afuera en círculos cada vez más amplios y cercanos al círculo humano; nadie hablaba ni se movía aún. Al final, bailaba muy cerca de los hombres y al llegar a un punto dio un ligero salto, como un caballo que pega un respingo ante algo que no ha visto el jinete. Hizo esto dos o tres veces mientras daba cabriolas alrededor del círculo, y cada vez que lo hacía se oía una especie de gemido o suspiro de emoción contenida, proveniente de los que estaban sentados. Luego dio otra vuelta, dando saltos mayores en los mismos lugares, y aumentó la emoción. En la última vuelta, saltaba de un modo salvaje en cada punto. Todos se le-
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yantaron y los que se hallaban frente al lugar en el que el brujo había pegado un respingo, fueron inmediatamente atacados con lanzas. Cinco o seis hombres. fueron muertos en medio de una salvaje conmoción.»
Nadie dudaría de que este caso constituye una genuina reacción social. Desde luego, el nativo suazi tiene siempre su lanza a punto, pero en términos generales, es una persona que cumple la ley y, tomado individualmente, no tiende a una excitación salvaje. Si mata a otras personas, es normalmente en el marco de una pasión o cólera súbita. En este caso los muertos no se deben a la cólera, sino a un torbellino peculiar de excitación, que no es posible —según me han contado— que se produzca fuera de ceremonias sociales de este tipo. Es igualmente probable el que las personas que intervinieron en esta matanza, la hubieran llevado a cabo en el curso de una rutinaria reunión de vecinos como el que la hubiera cometido un civilizado europeo.
He aquí, pues, una conducta socialmente determinada, no sólo en el sentido de que ocurre dentro de un grupo concreto, sino de que no ocurre fuera de él. Parece como si el hecho mismo del agrupamiento fuera lo que permitiera ese comportamiento particular del grupo. De este modo, cuando decimos que la psicología social se refiere a las modificaciones de la experiencia y la conducta humanas debidas al agrupamiento social, queremos decir que estudia las reacciones que son específicas de grupos, encontradas en ellos, y que no se encuentran fuera de los mismos. En mi opinión, es indudable que existen reacciones como éstas, cuyas modalidades nunca se han diferenciado claramente, ni se han entendido sus condicionantes; sin ellas no habría lugar para la psicología social como rama especial de la ciencia psicológica.
Quiere decirse que hay que considerar al grupo en sí mismo, en cuanto que unidad organizada, como verdadero condicionante de las reacciones humanas; lo cual significa que, aunque dijéramos todo lo que permita la teoría sobre la experiencia y la conducta desde el punto de vista tanto de su determinación por parte de la estimulación externa, como de los factores internos de carácter y temperamento individual que la están determinando, aún dejaríamos completamente sin explicar algunas —probablemente muchas— de las respuestas humanas más importantes.
La mayor parte de las personas que se han dedicado al gobierno y administración de grupos sociales son muy conscientes de este hecho. Recuerdo una afirmación que me hizo un brillante estadista de gran experiencia, en el curso de una discusión: «El gran misterio de toda conducta es la conducta social. Durante toda mi vida he tenido que estudiarla pero no puedo presumir de entenderla; aun cuando crea que conozco a un
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hombre en profundidad, no me atrevería a decir nada de lo que éste haría como miembro de un grupo». Puede que esto implique aparentemente una pequeña exageración, pero en esencia es cierto. Todo lo que se catalogue como influencia de grupo es un factor determinante de la conducta humana tan real como pueda serlo un estímulo luminoso o de dolor, o las malas noticias de un telegrama. No hay duda de que podemos analizar la influencia que ejerce el grupo en cualquiera de las cosas que nos rodean, a las cuales nunca podremos liberar de sus componentes grupales.
Sin embargo, en cuanto intentamos establecer límites entre qué es lo que la psicología social debería estudiar y qué es lo que podría dejar a un lado, la cuestión resulta excesivamente compleja. Mi segundo ejemplo contribuirá a aclarar esto. Volveré de nuevo al pueblo suazi, porque los datos de primera mano son los más útiles, y porque se trata de un grupo suficientemente pequeño y remoto.
No hace mucho, durante un viaje, un nativo suazi pasó la noche en un poblado. Estaba sentado hablando con el jefe cuando vio deslizarse hacia él desde un agujero, una maamba negra. Actualmente, la maamba negra es la serpiente más mortífera de esa región africana; es enormemente rápida, y su mordedura es casi instantáneamente fatal. Sin dudarlo un momento, el visitante arrojó su lanza y mató .a la serpiente. Con la misma rapidez, su amigo lo golpeó con un palo, dejándolo derribado en el suelo. El hombre, a pesar de estar casi muerto, logró escapar. Su herida fue mal curada por un médico suazi, quien realizó «una brillante operación» que terminó causándole la muerte. Lo que pasó después, aunque planteó un delicado problema a la administración colonial, es irrelevante para nuestro caso.
¿Por qué fue atacado el visitante? La respuesta es simple: por haber matado al abuelo de su asaltante. Ya se sabe que en aquella zona hay una relación especialmente estrecha entre los espíritus de los muertos y las serpientes; en aquel poblado concreto la maamba negra es la serpiente más importante de todas. ¿Es entonces este ataque una acción socialmente determinada, o no? Resulta evidente que en cierto sentido lo es. Si el anfitrión hubiera sido un inglés y su invitado hubiera matado la serpiente, sin duda el inglés le habría estrechado la mano fuertemente y lo hubiera agasajado de manera apropiada; pero si el anfitrión hubiera sido cualquier otro suazi de esa región, hubiera atacado violentamente al invitado. Podríamos considerar a un nativo suazi similar a un inglés en cuanto a sus características personales y hallar sin embargo esta asombrosa diferencia de su conducta frente a las mismas circunstancias externas. Con todo, este ejemplo difiere del primero porque no exige de hecho la contigüidad física de otros miembros del mismo grupo organizado.
La psicología social 315
Parece obligado decir que la conducta que proviene directamente de las creencias, convenciones, costumbres, tradiciones e instituciones características de un grupo, constituye el m aterial de la psicología social. Esto es, en términos teóricos, bastante problemático porque parece significar que todo en psicología pertenece a la psicología social, excepto las idiosincrasias y aquellos tipos de respuesta determinados de modo inmediato y dominante por estímulos físicos. Sea como fuere, de nuestra definición parecen deducirse dos grandes categorías de material dentro de la psicología social.
En primer lugar tenemos aquellos casos o tipos de experiencia y conducta directamente determ inados por factores sociales, encontrados dentro de un grupo y no fuera del mismo, en el que el grupo implica de un modo definido contigüidad física.
En segundo lugar, tenem os aquellos casos o tipos de experiencia y conducta determinados indirectam ente por la sociedad, en los que estar «dentro de un grupo» significa m eram ente el ser susceptible de estar directamente influido por las creencias, tradiciones, costumbres, sentimientos e instituciones característicos de una organización social concreta.
2. ConvencionalizaciónTenemos un tercer conjunto de hechos que deben ser estudiados. Su
pongamos que dos grupos sociales diferentes entran en contacto, y que cada uno tiene su conjunto peculiar de creencias, tradiciones, costumbres, sentimientos e instituciones. En el caso de que el contacto se lleve a término, se verán modificadas las propiedades sociales de cada grupo; no hay duda de que tales modificaciones pueden estudiarse de un modo objetivo. Podemos preguntarnos «¿Qué sucede a x, un grupo de elementos culturales, cuando entra en relación con y, otro grupo de elementos culturales?». Y podemos buscar una respuesta a esta pregunta sin referirnos en concreto a ideas, sentim ientos o acciones de ningún individuo de cualquiera de los dos grupos. En mi opinión, ésta es una de las cosas que intenta hacer la sociología y, si estoy en lo cierto, tanto x como y pueden ser factores causales directos que definen cómo se comportan los individuos de uno y otro grupo, o cómo sienten y piensan. Por consiguiente, los cambios en x e y son datos relevantes para el psicólogo social. Como además tanto x como y conservan invariablem ente algunas de sus características generales cuando evolucionan hacia nuevas formas convencionales, su interacción proporciona problem as por lo menos análogos a los problemas del recuerdo, que tienen no obstante un interés especial para quien se de
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dique a estudiar a la sociedad humana. Un sociólogo no tiene por qué ser psicólogo, pero el psicólogo social ha de prestar atención a los problemas sociológicos.
Propongo que los procesos sociales que pertenecen a este tercer conjunto de hechos, se llamen específicamente procesos de convencionaliza- ción. No se trata de una innovación mía. «Llamo convencionalización», decía el Dr. W. H. R. Rivers, «al proceso por el que un tipo de expresión artística introducido en un nuevo contexto queda modificado por la influencia de las convenciones y la técnica arraigada desde hace tiempo en las personas entre las cuales se han introducido las nuevas nociones. Se trata fundamentalmente de un proceso etnológico»1. No es preciso limitar el proceso a la expresión artística, y sea cual sea la dimensión etnológica en que se desarrolle su estudio, nadie puede privar al proceso de su interés psicológico. La convencionalización es totalmente relevante para el estudio social del recuerdo, porque siempre ilustra la influencia del pasado sobre el presente. Por otra parte, el desarrollo de nuevas pautas convencionales tiene una relación directa con aquellas características constructivas que, según hemos encontrado, caracterizan al recuerdo.
3. La psicología social y el recuerdoLos datos presentados en la primera parte de este libro han mostrado
repetidas veces que tanto la forma como el contenido del recuerdo suelen estar determinados primordialmente por las influencias sociales; cuando percibimos, cuando nos representamos imágenes, en el mismo recuerdo y en el trabajo constructivo, la moda pasajera del grupo, el reclamo social, el interés general aceptado como dominante, las costumbres y lo instituido socialmente por tradición, preparan el decorado y dirigen la acción. No existen dudas sobre el funcionamiento de estas influencias sociales, señaladas e ilustradas por numerosos autores, pero en mi opinión, nunca se ha considerado con el suficiente detenimiento el modo exacto en que funcionan.
En esta discusión preliminar es preciso hacer unas cuantas distinciones, que contribuirán a simplificar el método de estudio que se va a adoptar.
En primer lugar, es cierto que muchos fenómenos de recuerdo están catalogados como reacciones individuales determinadas directamente por factores sociales, aunque no exijan la presencia de otros miembros del mismo grupo organizado; éstas se refieren en buena parte al contenido de la observación y del recuerdo. Por ejemplo, un observador al que se le
La psicología social 317
presentó por un instante el dibujo de una mano señalando hacia arriba un objeto indeterminado, dijo enseguida que había visto un cañón antiaéreo disparando contra un avión. Vivía entre personas que estaban constantemente temiendo y hablando de ataques aéreos; en su grupo social existía, en ese momento, un estado de tensión que se centraba en la expectativa de los ataques aéreos. Esto era a su vez la consecuencia inmediata de conflictos sociales tan infinitamente complejos, que probablemente ningún historiador lograría nunca desentrañar todos sus detalles y desde luego ninguno será nunca capaz de resolverlos reduciendo a unidades las acciones y reacciones de los individuos. La experiencia cotidiana y una gran cantidad de experimentos nos proporcionan también innumerables ejemplos del origen social del contenido de la observación y del recuerdo; pasaré a exponer en un capítulo posterior los problemas que plantea esta situación.
De nuevo, una ojeada a los datos que he recogido nos mostrará ejemplos de la influencia social, en cuanto que las reacciones provocadas están determinadas directamente por la presencia real de otros miembros del mismo grupo organizado. Esto explica algunas de las interesantes diferencias, en el método de reproducción serial, entre las versiones obtenidas en grupos diferentes. Una historia contada a oyentes nunca es exactamente la misma historia que contada para lectores. Aun cuando el contenido sea idéntico, la forma es diferente. En segundo lugar, por consiguiente, voy a discutir la determinación social del recuerdo cuando la influencia no es primordial o simplemente la influencia de una costumbre, tradición, creencia o la de lo comúnmente establecido, sino la de una presencia social real.
Considero que los dos casos anteriores pertenecen a la psicología social en su sentido más estricto.
El tercer grupo de casos que voy a intentar tratar con más detenimiento queda admirablemente ilustrado por aquél en el que se obtuvo a partir de un pequeño grupo homogéneo una serie de representaciones de una máscara oriental en reproducciones sucesivas. La máscara fue perdiendo todas sus características orientales, convirtiéndose pronto en un tipo de cara occidental convencional. Esto puede servir como ejemplo de problema sociológico. Podemos decir: «he aquí un elemento cultural que pasa de un lugar antiguo a otro: ¿qué será de él?». Podemos ignorar —o considerar más allá de nuestra capacidad de comprensión— los minúsculos y persistentes cambios que surgen a medida que el elemento va pasando de un individuo a otro dentro del nuevo grupo. Podemos tomar las costumbres establecidas, creencias, tendencias y entorno común del nuevo grupo, considerándolos literalmente como hechos objetivos estables, y decir:
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«siendo éstos lo que son, cualquier elemento nuevo que se introduzca debe modificarse de esta o aquella manera hasta que se convencionalice, ya sea como mero caso añadido de una antigua convención, o como el punto de partida de una nueva».
Esto es lo que voy denominar proceso de convencionalización. Su estudio pone sobre el tapete todos aquellos problemas de interés e importancia que tienen que ver con los principios por los cuales los elementos o sistemas de cultura que pasan de un grupo a otro conllevan un cambio y acaban como formas relativamente fijas y aceptadas en cualquier grupo al que accedan. No voy a intentar tratar todos estos problemas en detalle, porque sería una tarea ingente, pero me ocuparé de ellos en cuanto que parecen ser de interés directo para el psicólogo que intenta comprender los mecanismos sociales del. recuerdo. En particular, quiero considerar hasta qué punto el estudio de la convencionalización en la sociedad nos llevaría a admitir que dentro de un grupo social fuerte, se han de encontrar no sólo tendencias sociales de conservación ampliamente aceptadas, sino además un genuino impulso de esfuerzo constructivo.
Por último, propongo volver sobre la teoría general del recuerdo que ya se ha formulado, y considerarla nuevamente, a la luz de los datos aportados por estos estudios sociales. Luego, apuntaré todas las consideraciones teóricas que parezca justificado hacer.
Capítulo 14 LA PSICOLOGÍA SOCIAL Y EL CONTENIDO DEL RECUERDO
1. El problemaEn este momento no nos vamos a ocupar del problema de si se pue
de afirm ar en algún sentido que un grupo social posee una memoria. Esta es una idea con la que muchas personas han jugado, de una u otra manera, pero que pocas han tomado realmente en serio. La versión actual de esa idea, que es también una de las más difíciles de exponer con claridad, se relaciona con determinados avances en psicopatología. De acuerdo con ellos, muchos de los fenómenos de enfermedades mentales, así como de regresiones sociales implican la permanencia inconsciente en la estructura del grupo de prácticas y creencias desconocidas para cualquier individuo miembro de los grupos en cuestión. Se dice que éstas constituyen un «inconsciente colectivo» que a veces puede influir poderosam ente en la conducta social; más tarde se discutirá esta concepc ió n 1, pero por el momento vamos a ocuparnos sólo del recuerdo dentro del grupo, y no del hipotético o demostrable recuerdo por parte de un grupo.
No obstante, es imposible hablar de la determinación social del re cuerdo sin formarse previamente algunas ideas sobre cómo operan de hecho las condiciones sociales de importancia, ideas que nos llevarán a plantearnos la pregunta de qué condiciones del recuerdo son específicamente sociales.
Por tanto, propongo en primer lugar que consideremos unos cuantos casos típicos en los que la memoria parece estar directamente influida por hechos sociales. Expondré la explicación psicológica de estos casos y a continuación extraeré ciertas conclusiones provisionales basadas en la importancia psicológica de la organización social, en lo que concierne al recuerdo.
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2. Algunos ejemplosHace algunos años, el jefe supremo del pueblo suazi, acompañado de
varios de sus jefes, visitó Inglaterra con el propósito de conseguir un acuerdo definitivo sobre un prolongado conflicto territorial. Cuando regresó la delegación, había naturalmente cierta curiosidad entre los colonos británicos de Suazilandia sobre cuáles eran los principales elementos que recordaba el grupo nativo de su visita a Inglaterra. Lo que había quedado fijado con mayor firmeza y claridad de todo lo registrado por los jefes suazi era la imagen del policía inglés regulando el tráfico con la mano en alto.
¿Por qué produjo una impresión tan profunda esta acción tan simple? Seguro que no fue meramente porque la tomaran como símbolo de poder, ya que habían contemplado y, a efectos prácticos, olvidado otros numerosos ejemplos de poder, mucho más llamativos para la mente europea. El suazi saluda a su amigo o a la persona que le viene a visitar levantando la mano; se trataba por tanto del mismo gesto familiar, cálido y amigable, en un país extranjero, pero al mismo tiempo con unas consecuencias impresionantes. Era una de las pocas cosas que vieron que se ajustaba de manera inmediata a su propio marco social profundamente arraigado, así que produjo una impresión rápida y un efecto duradero.
Tomaré otro caso de la misma comunidad. Incluso los observadores más perspicaces suelen hacer acerca de los suazi el mismo tipo de observación que se ha hecho sobre los bantú en general: «Los bantú están dotados de una excelente m em oria»2. Con todo, esta clase de afirmación nunca parece haberse sometido a una comprobación experimental minuciosa3. Si se llevara a cabo, se encontraría con toda seguridad que las diferencias individuales son más o menos tan pronunciadas como en una comunidad europea y, además (lo que viene muy bien a nuestro propósito actual), que las líneas de un recuerdo preciso y completo realmente son en buena medida, como ocurre entre nosotros, cuestión de organización social, con sus escalas de valor admitidas.
Después de haber escuchado numerosas historias acerca de la maravillosa memoria literal que poseían los suazi ya desde niños, historias que me aseguraron podría comprobar y confirmar invariablemente, en la persona que yo quisiera, dispuse un sencillo experimento. Tras elegir al azar a un muchacho de once o doce años, un intérprete nativo y yo confeccionamos un breve mensaje de unas veinticinco palabras que el niño tendría que llevar de un extremo a otro de un pueblo. El trayecto le llevó unos dos minutos. Se le había transmitido el mensaje con todo el cuidado dos veces, sin que supiera que estaba siendo observado y se le instó vivamente a que fuera preciso. Transmitió el mensaje con tres omisiones impor
La psicología social y el contenido del recuerdo 321
tantes, sin hacerlo m ejor que lo hubiera hecho un niño inglés de su misma edad. Varias veces también, intenté con niñas y niños nativos de diversas edades pruebas corrientes de observación y descripción parecidas a las que ya he recogido en este libro, pero modificándolas a fin de darles una mayor motivación intrínseca para un observador nativo. Los resultados fueron aproximadam ente los mismos que se hubieran obtenido en pruebas similares con un grupo europeo típico, ni mejores ni peores.
No es difícil sin embargo mostrar que la creencia común tiene alguna base. Por ejemplo, hablando en cierta ocasión con un importante colono escocés en Suazilandia, poseedor de un amplio y sólido conocimiento de los nativos, me repitió las conocidas historias acerca de la memoria de éstos, tan exageradamente precisa y minuciosa. Yo le hablé de mis propias pruebas, y de inm ediato coincidió en que sus afirmaciones sólo se sostenían suponiendo que tom áram os al nativo en sus áreas de interés preferente. Hoy en día la m ayor parte de la cultura suazi gira alrededor de la posesión y cuidado del ganado; el ganado es el centro de muchas de las costumbres sociales más persistentes e importantes. El propio colono me sugirió un caso: me garantizó que su boyero me daría una descripción rápida y absolutamente literal de todo el ganado que él, el propietario, había comprado un año antes. El pastor había estado con él mientras se efectuaban las transacciones y luego había conducido los animales de regreso a la granja principal. Inmediatamente después de la compra, el ganado había sido distribuido hacia diferentes lugares y el boyero no lo había vuelto a ver. E l colono tenía registrado el movimiento del ganado y naturalm ente no podía recordar por sí mismo sin consultar sus libros; se acordó que no los consultara, ni que dijera nada al boyero. Gomo en aquel momento el nativo estaba en una cervecería y resultaba inaccesible en todos los sentidos, me lo enviaron el día siguiente; caminó unas veinte millas, y trajo consigo, precintado, el libro, que en cualquier caso no era capaz de leer. Desconocía la razón de su viaje. Le pedí que me enumerara el ganado comprado por su patrón el año anterior, junto con todos los detalles que quisiera dar. De cuclillas en el suelo y totalmente inmóvil, recitó la lista con gran rapidez, tal como se detalla a continuación:
De Magama Sikindsa, un buey negro, por 4£.De Mloyeni Sifundra, un buey negro joven, por 2£.De Mbimbi M aseko, un buey negro joven, con un penacho blanco en la
cola, por 2£.De G am poka Likindsa, un novillo blanco, con pequeñas manchas rojas,
por 1£.De Mapsini Ngom ane y Mpohlonde Maseko, una vaca roja, una novilla
negra, un choto negro, todo por 3£.
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De Makanda, un joven buey negro, de cerca de dos años, por 3£.De Lolaiela, una vaca de cinco años, con manchas blancas y negras, por
3£, que se pagaron con dos sacos de grano y 1£.De Mampini Mavalane, una vaca negra, con el cuello gris, por 3£.De Ndoda Kadeli, una novilla roja joven con la piel de una vaca roja y el
vientre blanco, por 1£.Según las notas que entonces tomé, el pastor, un nativo de algo más
de cuarenta años, «no mostraba dudas, ni aparentaba interés, ni entusiasmo alguno. Parecía estar recitando un ejercicio muy conocido y no reconstruyendo los asientos del libro sobre la base de unos pocos detalles recordados con precisión».
Todos los detalles de la lista fueron correctos, salvo dos: el precio del segundo buey negro mencionado era 1£ y 10 chelines, y la novilla «negra» de Mpohlonde Maseko aparecía en el libro como «roja». Frente a estos insignificantes errores, ha de tenerse en cuenta que el pastor no era quien había establecido el precio de las reses y solamente había oído muy por encima los tratos que hizo su patrón; además, los nombres nativos de los colores resultan bastante ambiguos.
Parece ciertamente que no se trataba en absoluto de un caso aislado y especialmente notable. El boyero suazi .tiene por lo general una capacidad prodigiosamente retentiva y precisa para recordar las características individuales de sus animales. Una res se puede descarriar e integrar en otros rebaños, pudiendo estar fuera durante mucho tiempo. A pesar ello, si el propietario llega con una descripción del animal perdido, casi nunca se cuestiona su palabra, permitiéndosele pacíficamente regresar con su animal a casa. Es cierto que, sin embargo, antiguamente se solía marcar todo el ganado —costumbre que parece haber caído en desuso, salvo en el caso del ganado propiedad de la corona— pero, aparte de estas marcas especiales, de común acuerdo, el boyero nativo siempre recuerda a cada uno de sus animales.
¿Y por qué no habría de ser así? Al igual que la mano levantada del policía era un hecho digno de atención por su significado dentro del marco social conocido, las peculiaridades individuales del ganado pueden recordarse clara e intensamente porque los rebaños y todo lo que tenga que ver con ellos tiene una importancia social enorme.
Este pequeño experimento en concreto tuvo una interesante secuela, que quizá merezca la pena referir. Cuando me hallaba viajando algún tiempo después por la costa este de Africa, me puse a discutir este y otro caso de recuerdo en los nativos con un ingeniero de minas que había hecho una gran cantidad de prospecciones en aquella región. Se sentía inclinado a tomarse a la ligera todos estos hechos y dijo que eran paralelos a
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los de cualquier persona con intereses acusados. Hacía ya más de un año que había estado haciendo prospecciones en la frontera del Congo Belga, y, en el transcurso de su trabajo, había hecho el mapa de una región; en ese momento aquel trabajo no tenía mucha relevancia para él y no había vuelto a ver el mapa desde entonces; ahora se prestaba a reproducirlo de memoria con absoluta precisión. Se puso a trabajar enseguida y me entregó el resultado. Mucho tiempo después encontró su plano y me lo envió; los dos mapas se reproducen aquí con todas sus características esenciales4.
No hay duda de que ei segundo de ellos, reproducido enteramente de memoria y sin referencia posible al dibujo original u otros datos, supone un trabajo notablemente bueno, aunque haya un montón de omisiones y algunos cambios.
La diferencia más interesante, de hecho, no puede demostrarse de un modo inmediato, pero resultará familiar a todas las personas que hayan visto un número considerable de experimentos sobre recuerdo. En el caso del mapa, no había nada de ese estilo recitativo, relativamente carente de esfuerzo, como si copiara, que caracterizaba el recuerdo del nativo. El plano estaba reconstruido punto por punto, un detalle aquí, un parche allí, luego otro detalle clave, y así sucesivamente. El proceso en conjunto tenía toda la apariencia de una auténtica construcción5.
Naturalmente, en este punto sería absurdo sostener que el recuerdo determinado socialmente siempre es predominantemente del primer tipo, recitativo, mientras que el recuerdo dirigido por intereses individuales es fundamentalmente del segundo tipo, constructivo. Más tarde voy a presentar argumentos acerca de cómo la determinación social del recuerdo proporciona a menudo la base para esa naturaleza constructiva que según se ha visto caracteriza muchos ejemplos de recuerdo. Aquí me ocupo sólo de los hechos inmediatos, y parece no haber duda de que el recuerdo de los animales por parte del boyero estaba directamente motivado por las importantes funciones sociales del ganado en el grupo nativo.
En realidad, no hace ninguna falta acudir a regiones remotas para encontrar ejemplos de las condiciones sociales del recuerdo; si estamos atentos, veremos que a diario surgen casos ante nuestros ojos. Si repasamos el capítulo sobre Reproducción repetida, hallaremos numerosos de ellos; tanto la «anciana madre en casa» como la «piedad filial», que intervenían en La guerra de los fantasmas, eran reflejos directos de las influencias del grupo familiar. La ocasión y dirección de la racionalización en uno y otro caso se encontraban en gran medida dadas por las condiciones sociales. Muchos detalles sobresalientes debían su relevancia a las influencias sociales; la forma misma y el estilo del recuerdo variaba con los cambios del marco social.
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Si no, sólo tenemos que comparar las preocupaciones de los autores de biografías pertenecientes a distintas épocas y a pueblos: nos hallaremos ante las mismas características. Lo que en principio se destaca y lo que se recuerda en consecuencia es en cada momento, en cada grupo y en casi todos los temas resultado en buena medida de tendencias, intereses y hechos a los que la sociedad ha conferido algún valor. Sin duda, así ocurre; intentaremos ahora entender cómo operan estas influencias sociales.
3. Las condiciones específicas del recuerdo social y su funcionamientoHablando en términos psicológicos, un grupo social nunca es m era
mente una colección de personas, sino que siempre está organizado de al
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La psicología social y el contenido del recuerdo 325
gún modo; tiene que haber alguna influencia activa que, mientras tenga efectividad, reúna y m antenga unidas a las personas que forman el grupo. Por^otra parte, esta influencia organizadora siempre ha de ser capaz, de hecho, de manifestarse de alguna m anera visible, de tal modo que todos los miembros del grupo puedan ser capaces de apreciar sus efectos. Las influencias o tendencias que organizan los grupos sociales humanos son el apetito, ei instinto, la moda, el interés, la opinión o el ideal.
Tal como operan realm ente, cada uno de estos factores tiene un sesgo específico; por ejemplo, el apetito puede ser búsqueda de comida; la tendencia instintiva puede ser la belicosidad; la moda puede referirse al vestido; el interés puede ser técnico; la opinión puede haber nacido de circunstancias históricas especiales; el ideal tiene que formularse de alguna manera más o menos definida, por ejemplo, puede ansiar una federación internacional de trabajadores. La base psicológica de la propia organización del grupo proporciona inevitablem ente a éste una especialización en su función, aunque no hay duda de que a medida que el grupo tiende a hacerse cada vez más complejo, sus funciones se multiplican.
Este sesgo, que todo grupo social por fuerza posee en algún grado, lleva necesariamente al desarrollo dentro del grupo de prácticas características, códigos de procedim iento formulados o no, y a costumbres, instituciones y tradiciones más o m enos persistentes, A medida que se desarrolla todo esto, tiende a aparecer como la base estructuradora de la vida del grupo; constituye el puente de una generación a otra, libera en cierto grado al grupo del control inm ediato de ese tipo de circunstancia externa que en sí misma no forma parte del grupo; es en suma, el principal secreto de la persistencia del grupo. E n realidad, estas instancias operan también a través de una tendencia social muy poderosa; crecen y prosperan las opiniones sobre hechos persistentes de costumbres, tradiciones, instituciones y procedim ientos técnicos; y son estas opiniones las que proporcionan al grupo su coherencia y su vida. De tanto en tanto ocurre algo sorpresivo que acaba con las viejas opiniones; entonces el grupo establecido sufre un cambio, sus límites se difuminan y se disgrega en nuevas reorganizaciones, pero no pasa m ucho tiempo sin que el poder de la creencia reaparezca en las nuevas reorganizaciones, consolidándolas y prestándoles dirección y capacidad para continuar su existencia.
Es legítimo, sin em bargo, hablar de costumbres, tradiciones, instituciones, secretos técnicos, ideales formulados o no y otros muchos hechos que son en sentido literal propiedades de los grupos, en cuanto que determinantes directos de la acción social. En esencia, todos ellos operan mediante la creación de fuertes opiniones a su alrededor, pero de hecho restringen constan tem ente la acción hum ana del modo más directo. Es
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correcto considerarlos como propiedades del grupo, porque llegan a existir sólo si se constituye el grupo, y si éste se desintegra, se esfuman con él. No hay nada peculiar a la sociedad en relación con esto. Siempre que se combinan funciones hasta ese momento aisladas, se desarrollan nuevas propiedades de respuesta, y eso es sólo un caso especial de un fenómeno común a lo largo de todo el curso de la evolución biológica. Sin embargo no tenemos que olvidar que la derivación histórica es una cosa y la descripción analítica, otra. Una costumbre de un grupo y un hábito individual pueden operar a través del mismo mecanismo psicológico, y al mismo tiempo haber surgido este último de una combinación de varias de aquéllas; pero la costumbre sigue siendo una propiedad del grupo y el hábito una característica de la persona.
Casi todas las reacciones humanas importantes y también la mayoría de las que no lo son, tienen un marco o entorno social en el que tienen que encajar, cosa que todo el mundo admite. Por otra parte, cuando nos damos cuenta de que la respuesta humana puede verse directamente condicionada por las propiedades del grupo, vemos de inmediato que los hechos psicológicos de la vida social hacen algo más que proporcionar un marco para la acción individual. No hay marco de acción alguno que sea un determinante para la acción, por el mero hecho de «estar ahí». Hemos visto más de una vez que la presencia, repetición y persistencia, consideradas tan sólo como factores objetivos, son por sí mismas influencias relativamente débiles a la hora de determinar una reacción; de un modo u otro, hemos de admitir que el sesgo específico apetitivo, instintivo, ideal o el que sea, del grupo, despierta también en el individuo una tendencia activa a percibir, retener y construir específicamente según ciertas tendencias. El que las tendencias persistentes preferidas del grupo pasen a sus miembros por medio de una herencia psicológica o bien deban su eficiencia a la acción de fuertes tendencias sociales de tipo general compartidas por todos o casi todos los individuos son interrogantes que desde luego no se van a poder responder de un modo rotundo hasta que pase mucho tiempo. No obstante, sea cual sea el caso, el carácter fundamentalmente social de esa determinación queda como un hecho definitivo.
Podemos ver ahora la psicología general que subyace al modo en que las condiciones sociales estructuran el recuerdo individual. Todo grupo social está organizado y se mantiene unido por alguna tendencia psicológica específica o un conjunto de ellas, que proporcionan al grupo un sesgo en relación con las circunstancias externas; este sesgo conforma las características persistentes especiales de la cultura del grupo, sus técnicas y prácticas religiosas, su arte, sus tradiciones e instituciones; y de nuevo éstas, una vez establecidas, se convierten en estímulos directos para las res
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puestas individuales dentro del grupo. Quizá, de alguna manera no explicada hasta ahora, el sesgo social del grupo puede funcionar a su modo, por herencia, al menos en alguno de sus miembros; quizá sólo ocurra que aparece en el individuo a través de la influencia constante de una de las muchas formas de sugestión social. En cualquier caso, determina inmediatamente lo que el individuo observará en su entorno y lo que conectará de su vida pasada con esta respuesta directa. Lo hará de dos formas muy claras: en primer lugar, proporcionando ese contexto de interés, entusiasmo y emoción que facilita el desarrollo de imágenes específicas y, en segundo lugar, proporcionando un marco persistente de instituciones y costumbres que actúan como base esquemática de la memoria constructiva.
Sin embargo, no está todo dicho. En particular —aunque no sólo en ese caso—-, cuando el recuerdo es para todo el grupo y está dentro de él, la forma y el contenido del recuerdo individual pueden tener notables condicionantes sociales, que constituyen el problema del que vamos a ocuparnos a continuación.
Capítulo 15 LA PSICOLOGÍA SOCIAL Y LA FORMA DEL RECUERDO
1. Interés, temperamento y carácterH ablando en térm inos muy generales, el contenido del recuerdo es
primordialmente un problema de interés, mientras que la forma del recuerdo es principalm ente una cuestión de temperamento y carácter. En la primera parte de este libro se ha mostrado varias veces que los intereses, considerados en cuanto que desarrollo de la vida mental individual, pueden determ inar qué es lo que recuerda una persona. Acabamos de ver que dichos intereses en sí mismos tienen con mucha frecuencia un origen social directo. D e igual modo, el temperamento puede considerarse desde el punto de vista del individuo o del grupo. Por desgracia, no hay una terminología establecida en este campo; a menudo los términos «temperamento» y «carácter» se usan de manera intercambiable, lo que en mi opinión no es nada conveniente desde el punto de vista de la psicología general. Vale más adop tar el uso ya admitido en ciertos ámbitos, de acuerdo con el cual se considera el «temperamento» como un conjunto de tendencias innatas, peculiares a un individuo dado y organizadas de alguna manera, las cuales constituyen las más importantes de todas las condiciones psicológicas internas que determinan cómo reacciona un individuo frente a una situación. Así, una persona puede ser temperamentalmente prudente o confiada, optimista o indecisa, tímida o decidida. Estos modos de reaccionar son susceptibles de aparecer muy pronto, tanto que parece imposible creer que estén construidos exclusivamente sobre una base de experiencia acum ulada, siendo además notablemente persistentes. Guardan una estrecha relación con las «actitudes» que, sin embargo, son mucho más limitadas en sentido temporal y pueden deberse a cualquier incidente pasajero. Se considerará, entonces, como «carácter» aquel conjunto u organización más amplia de tendencias, intereses y conocimientos, que
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se construye sobre la base del apetito, instinto, temperamento, intereses y experiencia; además, se expresa primordialmente en la forma de reacción más que en el material hacia el que se reacciona y hay que considerarlo más fácilmente modificable que el temperamento.
En sociología, sin embargo, esta distinción tiene que parecer artificial, ya que el grupo social puede tener una vida permanente y continua para muchas generaciones. Si comenzamos su estudio en cualquier fase concreta de su historia, podemos decir que ese grupo de reacciones organizadas preferentes que han cristalizado en sus instituciones, costumbres y formas de sentir, constituyen su temperamento. Cuando ocurren modificaciones importantes de éstas como resultado de sus interconexiones con otros grupos sociales, durante el período que hemos elegido estudiar, podemos considerar tales modificaciones, si son relativamente persistentes, como un desarrollo del carácter del grupo, y simplemente como aparición de actitudes del grupo, modas o caprichos, si son efímeras. Pero no es muy útil hacer esta distinción, más que nada porque la idea de un punto de partida en un grupo es, tanto en teoría como en la práctica, enormemente difícil de aplicar.
En mi opinión, hay una certeza total de que todo grupo social posee temperamento o carácter o, si se rechazan estos términos descriptivos, un conjunto propio y organizado de tendencias preferentes que permanecen. Pero como esta idea suele cuestionarse en su conjunto1, parece conveniente que consideremos unos cuantos ejemplos.
Uno de los productos más interesantes del grupo social son las formas de arte decorativo y realista, así como los cuentos populares. Ahora bien, como es bien sabido, en lo que concierne al tema o contenido, en grupos muy diversos, se relatan los mismos cuentos populares en todo el mundo; hay, sin embargo diferentes ciclos de las mismas historias, que pueden tener un rasgo característico ai desarrollarse en diferentes grupos específicos. Por ejemplo, en las narraciones sobre héroes de una cultura de la región noroeste de Norteam érica, podemos establecer interesantes comparaciones entre los relatos del grupo de los indios del extremo norte de la costa, los de la isla de Vancouver y el delta del río Fraser y los del interior sudoeste de la Columbia Británica. En cada grupo se cuentan las mismas historias básicas, pero el primero toma como héroe al Cuervo y se centra en la codicia o voracidad; el segundo toma como héroe al Visón y se centra en el sexo, y el tercero toma el Coyote como héroe y se centra en la vanagloria o jactancia.
Naturalmente, un ejemplo de este tipo no demuestra nada por sí mismo, pero sugiere que si tomamos grupos diferentes, sobre todo si están conectados racialmente, puede que encontremos el mismo conjunto de
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tendencias básicas en todos elios, pero con una peculiar organización de las mismas para cada uno2. Si esto es así, significa que en todo grupo social permanente hay tendencias que se mueven o desarrollan con más facilidad en determinadas direcciones que en otras. Suponiendo que se puedan dem ostrar estas tendencias, se observará que determinan en gran medida el material que constituye la cultura de un grupo, y la relevancia de ese material dentro del grupo. No es suficiente saber en qué consisten estas tendencias preferentes, sino que además tenemos que estudiar cómo están organizadas y dispuestas, y cuál es su orden de prioridad. De este modo encontramos que nos ayudan a entender, por un lado, cómo el grupo constriñe directam ente al individuo y, por otro, cómo se puede controlar mejor al propio grupo, si se desea reorganizar las tendencias básicas en respuesta a los cambios del medio. Porque si en cualquier grupo dado hay pruebas de que persiste una reacción preferente y si por la razón que sea intentamos controlarla por la fuerza, hemos cometido precisamente esa especie de «patinazo» psicológico que en el pasado ha constituido el problema más difícil de resolver para cualquier pueblo conquistador que haya intentado dominar una raza.
2. El estudio del temperamento del grupo¿Cuántos psicólogos estudian la hipótesis de las tendencias preferen
tes, perm anentes y específicas del grupo?Obviamente, por detallado que sea, nunca puede ser adecuado el es
tudio de la cultura y funciones del grupo en un momento dado de su historia debido a que es fácil confundir la actitud temporal del grupo con la tendencia persistente que se dé en el mismo. Todo grupo social está sujeto a las idiosincrasias de la moda, que igual que vienen, se van. Probablemente cuanto más compleja sea la agrupación interna dentro de la comunidad y cuanto más se haya desarrollado el grupo hacia una civilización moderna, más sorprende su tendencia a caer en el furor repentino y efímero de las modas. Por ejemplo, si realizáramos un corte en los hábitos culturales de determ inados grupos actuales, no tardaríamos en creer que llevar el pelo corto y una cierta economía de otros adornos personales o la gran afición por el atletismo, son reacciones dominantes y persistentes del grupo, mientras que un corte en otro período ligeramente distinto de la historia de los mismos grupos, invalidaría dicha conclusión3.
Q uizá resulte m enos obvio el siguiente punto. La relevancia de cualquier descubrim iento que creamos haber hecho acerca de las tendencias persistentes y preferentes del grupo, variará de acuerdo con la
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fuente de los datos. Por ejemplo, tanto en el arte decorativo como en las historias populares, puede aparecer y desaparecer constantemente un mismo motivo dominante, sin que parezca manifestarse en la conducta común del grupo. Llegados a este punto, uno se ve tentado de hacer una especulación basándonos en lo que sabemos sobre las funciones de las imágenes en psicología general. Solemos describir con precisión una imagen como una respuesta «alternativa», que aparece cuando no podemos tener, o no queremos de hecho, poseer el objeto real. El escritor de salvajes relatos de aventuras es con frecuencia una persona inofensiva, para quien no hay nada mejor que un buen sillón junto a la chimenea y una reconfortante pipa. Si la predilección por las historias de asesinatos fuera un índice de tendencias criminales en la vida cotidiana, la policía de todo el mundo habría estado aún más frenéticam ente ocupada de lo que lo ha estado en los últimos años. En las historias populares, se prefiere constantemente un tema debido en gran parte a que carece de una manifestación persistente en cualquier otro ámbito de la cultura del grupo.
De lo anterior parecen deducirse dos conclusiones, totalmente opuestas en apariencia:
1. Las tendencias que dominan con persistencia en las actividades Indicas de un grupo o en sus actividades estéticas, puede que no clarifiquen nada sobre las reacciones persistentes y dominantes en cuestiones de tipo práctico; o
2. Las tendencias descubiertas en estos campos, aunque por regla general se reprimen, pueden ser particularmente significativas precisamente por conservar su importancia general dentro del grupo.
Puede que algún día la psicología social haya avanzado tanto que seamos capaces de ver de inmediato cuál de estas dos conclusiones puede extraerse en cada caso concreto. Está claro que esto no se puede hacer de momento y por consiguiente hay que examinar cada caso singular por sí mismo.
Así que pondré un ejemplo más; admito que el tratamiento adoptado es especulativo en varios puntos, pero servirá para poner de manifiesto cuáles son los principios implicados.
Que yo sepa, no se ha realizado ninguna recopilación completa de los cuentos populares suazi4. Muchos de ellos se transmiten oralmente y, como es habitual, tienden a seguir un esquema bastante uniforme. Un brujo suazi me contó una fábula típica que yo recogí en el m omento:
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Ukanyani, la comadreja, pidió a una leona que le dejara cuidar de sus cachorros, a lo que ésta accedió. Cuando el león volvió para verlos, la comadreja le dijo: «Todos están bien; están gordos y contentos». El león se marchó; pero al no encontrar comida, regresó de nuevo. Y dijo la comadreja: «Yo te daré comida». Mató a uno de los cachorros y con él preparó una sabrosa comida. Y dijo: «Mira, todos tus cachorros están bien; es una comida muy rica». Volvió a hacer lo mismo muchas veces, hasta que no quedó un solo cachorro. Entonces el león se dio cuenta de que se había comido sus propios cachorros y montando en cólera, trató de dar caza a la comadreja. Esta corrió de acá para allá, hasta desaparecer debajo de un árbol. El león corrió tras ella lleno de ira, y agarrando una raíz del árbol, tiró de ella con todas sus fuerzas. La comadreja gritaba: «Ay, me estás haciendo un daño horrible; que me haces daño en la cola», y todos vinieron a tirar con el león, sin que lograran arrancar la raíz. Al final se marcharon disgustados y la comadreja, riéndose de ellos, salió.
En esta fábula, y en las muchísimas que pertenecen a la misma serie, se da un nombre especial a la comadreja \
Las fábulas populares con este tema general son muy comunes, no sólo en toda África, sino también en otros países. Uno se siente tentado a considerarlas como consecuencia de una situación social en la que un pueblo relativamente dominado prefiere la diplomacia y la astucia a luchar frente a un enemigo superior. ¿Hasta qué punto se aplica esta idea a nuestro caso? Sabemos que los suazi han sido de hecho un pueblo dominado y sumiso. Sin duda los distintos grupos que constituyen lo que se denomina nación suazi tenían un origen diverso, en lo que se refiere a su presencia en ese país, pero varios de ellos fueron claramente dominados y obligados a retirarse a Suazilandia por los zulúes, que los tratan como inferiores desde entonces. En la fragosidad de sus montes, los suazi, gracias a su astucia, causaron en varias ocasiones grandes daños a los impis zulúes; gracias a ella mataron a Dingaam, gran jefe zulú. Todo el mundo está de acuerdo en que la difunta Reina Madre, que gobernó el país de hecho varios años, durante la minoría de edad del Gran Jefe actual, fue una diplomática muy inteligente; su inteligencia la llevó a convertirse en un genio en la evasión de impuestos y a no permitir nunca que le hicieran preguntas directas.
Es interesante hablar con un zulú sobre la guerra y tratar luego el mismo tem a con un suazi, como yo mismo tuve ocasión de hacer en varias ocasiones. A Makulwani, un viejo zulú, le aburrían y resultaban indiferentes los temas sociales corrientes, pero cuando llegábamos a preguntas relacionadas con la guerra enseguida se animaba y no podía seguir sentado; se paseaba arriba y abajo, gesticulaba, gritaba, abría y cerraba los ojos y hacía ruidos violentos con la garganta: parecía tener delante al enemigo
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y querer acuchillarlo. Su relato, uno de los muchos, era triunfalista, poseído por la furia del combate. Precisamente planteé las mismas preguntas a muchos suazi, quienes me contaron todo acerca de las antiguas formas de lucha, pero permanecieron sentados, estólidos e impasibles. No se trataba simplemente de una diferencia de temperamento individual, porque otras preguntas también podían llevarlos a interesarse de un modo apasionado, destacando entre otras las referentes a las negociaciones sobre el ganado, a las mujeres y el matrimonio y a los niños. Como dice Engelbrecht, «probablemente no haya una ocasión en la que el nativo suazi sea capaz de mantener un mayor esfuerzo continuado, así como el empleo de sus facultades mentales, que cuando se le llama para hablar del matrimonio y las costumbres relacionadas con el mismo. Se le ve sentado tranquilamente, bajo el sol de invierno, con una actitud de indiferencia, cuando no de mortal aburrimiento por inactividad mental; musita unas cuantas palabras, para luego recaer en su absoluto silencio. Uno entonces comienza a pensar que hará falta una tormenta para levantarlo; pero si vuelves unos minutos más tarde puede que lo encuentres en animada conversación con un montón de amigos. Si se conoce a los nativos, no hay que ser muy perspicaz para adivinar de qué hablan: las tres cosas que más les afectan son el ganado, los niños y las mujeres»6. .
En lo que se refiere a este grupo, da toda la impresión de que la sugerencia sobre que los asuntos menos violentos de la vida pacífica constituyen la base de sus reacciones dominantes queda confirmada cuando pasamos de los cuentos populares a investigar otras manifestaciones sociales. Me aventuro a concluir que la manera más fácil de justificar las tendencias grupales persistentes y dominantes es basarse en el estudio del patrimonio cultural popular —relatos populares, arte, prensa, chistes y refranes de actualidad, quizá el cine y el teatro popular—; pero, sea cual sea el lugar donde logremos descubrirlas, nunca podremos sostener que se apliquen al grupo en general, a menos que encontremos en otros lugares datos que también las confirmen.
Hemos de considerar un tercer punto. A menudo se piensa que los momentos de tensión social, amenaza externa, rebelión interna, en suma, cualquier estado de elevada tirantez social, descubren tendencias prioritarias de una manera muy clara. Una explicación posible es que se trata de momentos en los que desaparecen todos los factores normales de control social o bien se debilitan, dejando a las pocas tendencias fundamentales un campo de expresión más libre. También puede que no se trate de que las tendencias normales del grupo encuentren una expresión más fácil en momentos de crisis, sino que esas tendencias ya superadas o desaparecidas de repente vuelven a surgir con fuerza. Hasta que se determine final
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m ente cuál es la interpretación correcta de esta difícil cuestión, parece sensato negarse a admitir datos procedentes de crisis sociales, a menos que vengan refrendados por un estudio de la vida social en circunstancias normales dentro del grupo en cuestión.
Hasta ahora hemos visto que la idea de unas tendencias sociales en el grupo que sean específicas, persistentes y dominantes exige datos empíricos a) ele un estudio de un mismo grupo en diferentes períodos históricos;b) de diferentes campos de la cultura de un mismo grupo, y c) si es posible, de la comparación de un grupo en circunstancias normales con el mismo grupo ante una situación crítica. Pero hay un cuarto punto más importante que cualquiera de éstos.
Si tomamos un grupo cualquiera que estemos estudiando, tenemos que intentar encontrar una situación social que ofrezca soluciones sociales alternativas. Si éstas entran en conflicto, tanto mejor. Y aún mejor sería poder dem ostrar que la alternativa no supone ventaja alguna, de acuerdo con los principios generales del bienestar social. Por tanto, los datos más concluyentes en relación con esta hipótesis provienen de un estudio de las interacciones sociales o de los conflictos de un grupo cuando tiene que adaptarse a nuevas situaciones sociales, económicas, políticas o religiosas introducidas por personas que se incorporan al mismo. Una vez más podemos recurrir a los suazi como un excelente ejemplo de lo que pretendem os decir. E n tre la mayoría de ellos solía ser costumbre que las mujeres desem peñaran una función importante en las labores de siembra, mientras que norm alm ente ninguna mujer se ocupaba del ganado. A veces, como por ejem plo cuando un hombre no tenía hijos, se permitía que las mujeres cuidaran o trabajaran con animales, pero esto no era lo normal, ni lo deseable. Luego, poco a poco, cuando las nuevas técnicas agrícolas com enzaron a desplazar a los viejos azadones de hierro, surgió un dilema; como el pesado arado mecánico requería el uso de animales de tiro, ¿deberían las m ujeres manejar los animales y el arado, o serían los hombres quienes prepararan el terreno para la siembra? El núcleo de la im portante cultura suazi se centra en el ganado; en su mayor parte, fueron los hombres quienes asumieron las actividades de arado.
U na dificultad social, en principio similar, se está desarrollando en esta y otras muchas áreas de nativos en el sur y en el este de África. Entre la mayoría de los grupos nativos la riqueza y el poder residen en el número y no en la calidad de los animales que poseen. La reducción de áreas destinadas a los nativos lleva directamente al problema de los excedentes de ganado y escasez de pastos y por consiguiente a un rápido empobrecim iento del suelo. E ste asunto constituye ya una de las preocupaciones más serias para todos los gobernantes blancos. En el caso de Suazilandia,
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el desarrollo coincidente de industrias cercanas, que suponen un obstáculo para la minería, la agricultura, y el establecimiento de granjas, parece ofrecer una solución fácil: ¿por qué no sustituir simplemente dinero por ganado como medio de intercambio? Desde luego, sería bastante fácil si un grupo social pudiera aprender a la manera conductista de la que tanto se habla, por reacción condicionada. En la realidad se ha revelado como algo prodigiosamente complicado; por mucho que el nativo parezca dominar este nuevo medio de intercambio cuando va a las ciudades de los blancos, tan pronto como regresa a su grupo nativo, utiliza el dinero la mayor parte de las veces simplemente para conseguir animales, cuantos más mejor. No es que no haya comprendido el uso del dinero, sino que éste por sí solo nunca puede inducir a un grupo a modificar sus modos de organización dominantes, basados en el pastoreo. La situación social ha cambiado tanto que en muchos sentidos la antigua organización de pastoreo resulta decidida y claramente desventajosa, pero esto no les importa. Cuando surge el conflicto entre animales y moneda, prevalecen en todo momento las viejas costumbres respecto a los rebaños.
He intentado definir brevemente unos cuantos de los puntos importantes que se han de observar sí se quiere justificar la hipótesis de un temperamento o carácter persistente en el grupo. Ejemplos como los que se han presentado sugieren, cuando menos, que hay mucho que decir todavía acerca de esta hipótesis. Sin duda hace falta añadir muchas cosas más y considerar muchos más ejemplos; pero no es mi intención escribir por ahora un tratado general sobre psicología social. Simplemente propongo que se admita la idea de que existen tendencias específicas a una reacción social profundamente arraigadas en cada grupo social permanente y que pasemos a continuación a ilustrar la importancia de éstas a la hora de determinar cómo se produce el recuerdo social.
3. Las tendencias sociales persistentes y la forma del recuerdoAlgunos ejemplos que ya se han considerado en este capítulo han
puesto de manifiesto que la forma del recuerdo individual puede verse fuertemente influida por tendencias sociales persistentes. El zulú, al recordar sus modos de lucha ancestral, se mostraba locuaz, excitado, emotivo, seguro de sí mismo y dramático, mientras que el suazi, con respecto al mismo tema era bastante taciturno, inmóvil e indiferente. Pero al relatar sus viejas historias diplomáticas, en las que prima la astucia, se volvía más vivo y locuaz, gesticulaba con mayor libertad, mostraba seguridad en su fuero interno y dramatismo hacia el exterior. A pesar de que la importan
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cia de estas diferencias es obvia si se observan en un grupo social específico, han recibido una escasa atención por parte de los antropólogos. En particular la seguridad subjetiva y el halo emocional probablemente sean, como ya hemos visto, susceptibles de llevar a invenciones y a un tipo de recuerdo constructivo que puede perturbar la precisión del recuerdo. En este punto hay mucha interacción de factores, porque frente a cualquier distorsión de los hechos que pueda producirse, tenemos que considerar que la mayor riqueza de costumbres, instituciones y tradiciones estará en la línea de unas tendencias persistentes y dominantes en el grupo, y éstas, como voy a mostrar con mayor profundidad más adelante, constituyen un tipo de «esquema» social duradero, sobre cuya base puede darse una gran cantidad de actividad constructiva en el recuerdo.
Sin embargo, creo conveniente considerar más detenidamente otro tipo de caso distinto. D e acuerdo con la teoría general del recuerdo que se ha formulado, hay un tipo inferior de recuerdo que está en conexión con lo que suele denom inarse recapitulación memorística; este recuerdo es propio de una vida m ental que tenga relativamente pocos intereses, todos de carácter concreto, en la que ninguno de ellos sobresalga de manera especial. ¿Hay algo en la organización social paralelo a este estado de organización mental y que, por tanto, favorezca el método de recapitulación memorística en el plano social? Yo creo que sí, y que en buena medida es aquí donde tenemos que buscar la explicación de la fama de memoria tan precisa y detallada que poseen los grupos más o menos primitivos.
Como todo el m undo sabe, en los pueblos relativamente primitivos, el análisis de un testigo nativo por parte de un jurado de europeos suele ser un asunto muy peliagudo. La razón que suele alegarse es que las diferencias fundamentales entre un tipo de recuerdo refinado y otro que no lo es suponen una gran prueba para la paciencia de cualquier funcionario europeo. Resulta interesante examinar las actas, muy abreviadas, de un proceso realizado a un suazi. U n nativo era juzgado por el intento de asesinato de una mujer, quien a su vez comparecía como testigo forzoso. El caso discurrió como sigue:
m a g i s t r a d o : A hora dígame cómo le dieron el golpe en la cabeza. m u j e r : Bueno; me levanté aquella mañana al amanecer, e hice... (sigue
aquí una larga lista de actividades hechas, personas encontradas y cosas dichas). Luego fuimos a... y al corral de... y nosotros (nueva lista), y tomamos cerveza, y tal... y yo dije...
m a g i s t r a d o : No se preocupe de eso; no quiero saber nada más que cómo le dieron el golpe en la cabeza.
m u j e r : Bueno, bueno, a eso voy; aún no he llegado. Así que le dije a... Y
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. ésta me dijo... (seguía de nuevo una gran cantidad de fragmentos de conversaciones). Y luego, después de eso, fuimos al corral de... y de... y al de...
m a g i s t r a d o : Mire usted; si seguimos así, esto nos va a llevar todo el día. ¿Qué hay de ese golpe en la cabeza?
m u j e r : Sí, bueno, bueno: es que no he llegado todavía. Así que... (continúa durante largo rato todos los detalles iniciales del día). Y luego fuimos al corral de... Y había una disputa... Y entonces él me golpeó en la cabeza, y yo me quedé muerta. Y eso es todo lo que sé.Prácticamente todos los gobernantes blancos de regiones no desarro
lladas coinciden en que esta forma de proceder es típica del testigo nativo con respecto a muchas cuestiones de la conducta cotidiana. Interrumpir una cadena de detalles aparentemente irrelevantes es fatal: o bien fuerza al testigo a un estado de hosco silencio, o bien lo desconcierta hasta el punto de que apenas puede relatar su historia. En realidad es probable que no sólo el nativo africano, sino también un miembro de cualquier comunidad ligeramente civilizada, contara del mismo modo una historia que tuviera que intentar recordar.
A pesar de ello, en todas partes se encuentran diferencias a medida que va cambiando el tema de discusión. El pastor suazi recordaba el precio, color y origen de sus animales a toda prisa, y pasaba por alto todos los detalles irrelevantes. En contraposición a esto, al preguntarle yo por qué no lo había podido ver la tarde anterior, comenzando desde la mañana de aquel día, me habló de la longitud del vagón* del desenganche de la locomotora, de las dificultades en un vado y de varias cosas más. Finalmente, describió cómo había llegado al otro lado del río y había ido con otros a determinado lugar... «y entonces nos bebimos una cerveza... y fue entonces cuando me llegó el recado».
Sin duda, una parte de la explicación de este tipo de recuerdo memo- rístico es individual. Es característico de la persona con escasos intereses, que están muy poco organizados y son de carácter concreto. Es un índice de que no está interviniendo una tendencia rectora principal, salvo la «esquemática», de tipo temporal. Dada una tendencia dominante, el recuerdo está en proporción directa y simple. Las características individuales añadidas, sin embargo, son mecanismos sociales. Por ejemplo, en Suazi- landia, las noticias viajan a gran velocidad entre la población nativa. Para su transmisión, no hay un sistema de señales entre los nativos pero, siempre que se encuentran dos caminantes en un sendero, se confiesan uno a otro todo lo que han hecho, visto y aprendido últimamente. Para ello, el método mejor es sencillamente el recitado de memoria, que también se utiliza en las lentas y prolijas reuniones de los nativos. Tras este método se esconde la tendencia de un grupo con todo el tiempo del mundo, en
La psicología social y la forma del recuerdo 339
una atmósfera de interés relativamente poco coordinado, donde todo lo que sucede tiene el mismo grado de interés, y donde, por consiguiente, se admite socialmente un recitado exhaustivo. Por tanto, el temperamento individual y la organización social sacan provecho el uno del otro, perpe tuando cada uno un modo particular de recuerdo.
Expondré un punto más, para después realizar un primer intento de enunciar una serie de principios.
Cualquier relato o serie de incidentes recordado en presencia de otros miembros del mismo grupo y con el propósito de que éstos se enteren tenderá a reflejar ciertas características muy fáciles de demostrar experim entalm ente, por ejemplo, se destacará lo cómico, lo patético y lo dramático y habrá un control social del narrador por parte de sus oyentes. El m étodo más común de producir un efecto humorístico, patético o dramático, es la exageración; la enorme e inconsciente acumulación de exageraciones propia de los rumores populares constituye un producto social de esta clase. El estilo del relato en un narrador oral difiere del estilo de su discurso escrito. Puede que en el segundo caso intervenga su propio conjunto organizado de reacciones dominantes, pero puede que en el primero sea un mero intérprete del control social.
Si la audiencia perteneciese, a un grupo ajeno, cambiaría la manera de recordar. En este caso, el aspecto más importante a tener en consideración es la posición social del narrador en su propio grupo, así como su relación con el grupo al que pertenecen sus oyentes. Si considera a éste sumiso e inferior, el narrador se m ostrará seguro de sí mismo y sus exageraciones irán claramente en la línea de las tendencias dominantes de su propio grupo. Si la audiencia ajena es superior, más experta y dominante, puede forzar al narrador a un método recapitulatorio e irrelevante hasta que él, conscientemente o no, perciba el sesgo dominante propio de sus oyentes. Entonces será capaz de construir al recordar y de describir para su audiencia la escena tal como ellos mismos, quizá vagamente, la pintarían. Cualquier antropólogo que trabaje en este campo sabe a qué me refiero, o debería saberlo; a pesar de ello, hasta ahora no se ha estudiado con el detenimiento que merecen los detalles de la influencia social sobre la m anera en que se produce el recuerdo, ni tampoco el rechazo de esta influencia.
4. PrincipiosVoy a enunciar brevem ente y con grandes reservas tres principios,
aunque quizá de una discusión general pudieran derivarse otros. En un
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área tan inexplorada como ésta, cualquier intento de enunciar leyes sólo puede constituir una base para un examen ulterior de los hechos relevantes; los principios como tales se sostendrán o vendrán abajo a medida que se vayan conociendo nuevos hechos. Lo que está fuera de discusión es que el recuerdo en un grupo se ve directamente influido, en cuanto a su forma, por las tendencias persistentes que dominan en ese grupo.
1. En un campo cualquiera, en el que la organización social no tenga tendencias organizativas que vayan en una línea concreta, sino sólo un conjunto de intereses, todos más o menos igualmente dominantes, el recuerdo puede ser del tipo recapitulatorio-memorístico. Este es un caso frecuente en un amplio campo de sucesos cotidianos que tienen lugar entre los grupos denominados primitivos.
2. Siempre que existan fuertes tendencias sociales específicas persistentes y dominantes, el recuerdo puede aparecer en forma directa, como si fuera una lectura a partir de una copia, y con un grado mínimo de irre- levancia. Quizá pueda deberse a la adopción de un tipo de recuerdo de imágenes directas, ayudado por los «esquemas» sociales sobresalientes que adoptan la forma de costumbres persistentes.
3. Siempre que las fuertes tendencias sociales persistentes y dominantes estén supeditadas a cualquier clase de control social severo (p. ej., que no tengan la aprobación de un pueblo invasor, o que se opongan a la tendencia general inmediata de desarrollo social en el grupo), el recuerdo social será perfectamente capaz de adoptar un carácter constructivo e ingenioso, de una manera consciente o inconsciente. Su forma tenderá entonces a ser asertiva, más bien dogmática y segura de sí misma, y el recuerdo irá probablemente acompañado de entusiasmo y emoción.
En la discusión anterior se ha ilustrado cada uno de estos principios, todos los cuales precisan obviamente de una mayor diferenciación antes de que algún día se logre escribir la historia completa del control social del recuerdo.
Capítulo 16 LA CONVENCIONALIZACIÓN
1. El proceso de convencionalizaciónProbablem ente, el m ayor estímulo para el cambio social en un grupo
provenga siempre de más allá de sus límites. Esta es la razón psicológica primordial por la que las organizaciones grandes e importantes, como el ejército, tienen grupos de agregados militares, u oficiales de enlace, con organizaciones extranjeras con las que mantienen relaciones amistosas; razón también por la que em presas comerciales u otro tipo de asociaciones suelen form ar corporaciones, con relaciones mutuas más estrechas que las que poseen con organismos similares externos a dichas corporaciones, y finalmente, ésa es la razón por la que, en nuestro mundo, han surgido una serie de m étodos refinados para facilitar los contactos entre grupos sociales. Con todo, cuando en un grupo se adopta una técnica, ^ costumbre o institución procedente de otro grupo, sean cuales sean los £ medios empleados, la conservación selectiva del grupo receptor lo incor- pora a un patrón característico de dicho grupo. Es este proceso de des- ^ arrollo de pautas características dentro del grupo, en el que ha de encajar- se todo el material ajeno a él, lo que vamos a estudiar a continuación. Es el mom ento de abandonar la psicología en sentido estricto para centrarnos en la sociología; no vam os a ocuparnos de las emociones, imágenes, ideas o actitudes individuales, sino de los cambios objetivos en la cultura.La denominación general que, como ya he anunciado, propongo utilizar para cubrir el conjunto de los procesos implicados es la de convencionalización. La cuestión se p lan tea de la siguiente manera: he aquí un elemento de la cultura que se incorpora a este grupo procedente de otro; ¿cuáles son los principios fundam entales que rigen los cambios que ha de sufrir antes de llegar finalm ente a una forma admitida dentro de su nuevo contexto social? El alcance de esta pregunta es inmenso, y por ello no puedo
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evitar que la breve discusión de este problema, cuyo estudio si se realizara adecuadamente duraría toda una vida, me haga parecer dogmático.
Cuando, en un grupo se introduce material cultural ajeno al mismo, evoluciona hasta finalmente alcanzar una nueva forma estable. Los principios fundamentales implicados en esta nueva forma social concreta resultan de las siguientes formas:
a) por asimilación a las formas culturales existentes dentro del grupo receptor;
b) por simplificación o eliminación de los elementos peculiares al grupo del que proceda la cultura;
c) por la retención, en una serie de casos, de detalles peculiares al grupo transmisor, pero aparentemente no conectados de un modo crucial con la costumbre o producto que se adopta;
d) por un proceso genuino de ingeniosidad social.De todos ellos, este último es el único que no resulta demasiado obvio
y que plantea aspectos decididamente controvertidos, por lo que nos ocuparemos de él con cierto detenimiento, una vez que los otros procesos se hayan ilustrado y discutido brevemente.
2. El desarrollo social de formas culturales específicasa) Por asimilación
Entre los indios norteamericanos, los abrahi, y dentro de esta tribu los passamaquoddy del estado de Maine, comenzaron hacia finales del siglo xix a participar en actividades económicas del mundo civilizado. Como consecuencia de esto inventaron un método para llevar la contabilidad de sus transacciones. Con anterioridad ya poseían métodos ideográficos de registro muy desarrollados, los cuales se utilizaron para el nuevo propósito, pero complementados por la imitación de símbolos que los indios adoptaron de las comunidades blancas. Veamos un ejemplo típico:
La convencionalización 343
La interpretación de estos dibujos es la siguiente: la compradora, una señora de edad avanzada descendiente de la antigua familia tribal «JBúho», compró a crédito una pastilla de tabaco de forma oblonga, que es la forma en que suele venir este producto; también compró dos cuartos de queroseno, y el precio total fue veinte centavos. La cuenta fue saldada por el trueque de un cesto1.
Todos los objetos concretos de este recibo se representan por signos ideográficos convertidos ya en convencionales: el nombre tribal «Búho» por el árbol y el pájaro; el tabaco por el paquete oblongo, con los penachos de humo; el queroseno por las dos latas de cuarto y la lámpara, y el cesto por el sencillo dibujo situado a la izquierda del paquete de tabaco. Entre estas figuras aparecen trazos verticales simples y dobles que expresan la cantidad; los dos números romanos indican los veinte centavos, y en el extremo derecho aparece un signo especial de cierre de cuentas, que indica que ésta fue satisfecha. Muchos de estos signos se popularizaron en este grupo; no hay duda de que si bien fueron inventados por un individuo, éste se hallaba directamente influido por un sistema ideográfico que ya era un hecho social antes de que dicho individuo fuera miembro del grupo. Los rasgos nuevos —en este caso los numerales y el signo de cierre— se asimilaron a métodos ya existentes de escritura ideográfica, constituyendo todo el conjunto un elemento cultural peculiar del grupo en cuestión.
De igual modo, años después de que los españoles hubieran conquistado Nueva G ranada, cuando los nativos indios eran tenidos por cristianos y parecían haber asumido, con escasa o ninguna modificación, todo el conjunto de objetos de culto de sus conquistadores, se encontró ocasionalmente templos indios secretos. En uno de ellos, se descubrió, como ofrenda a los ídolos «destronados», la capucha de un fraile franciscano, un rosario, un birrete de sacerdote y un libro español de preceptos religiosos2.
Casi todos los ciclos de narraciones populares contienen ejemplos de este mismo proceso. Cuando una serie concreta de relatos tiene vigencia en un grupo social, si se introduce un tema nuevo procedente de otro grupo, es casi seguro que funcione eventualmente dentro de la serie existente y que tom e luego un giro en la dirección de las características de esta serie. Por ejemplo, a la leyenda del Cuervo, existente entre los indios tsims- hian, se incorporan los relatos más o menos adaptables a ella que van apareciendo. En este grupo ha habido una fuerte tendencia social a incorporar dentro del ciclo mítico del Cuervo cualquier relato que encaje en la serie de aventuras ya registradas. Algunos de los relatos, sobre todo en las versiones tlingit, ocurren independientemente, de modo que es posible ver los cambios sufridos con esta asimilación3.
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No es preciso abundar en más ejemplos; no hay proceso tan común como el de la asimilación social a un marco cultural ya existente. Afecta a todos los aspectos de la vida pública y apunta al menos a una importante conclusión: nunca es el mero contacto social el que produce la transferencia de rasgos culturales de un grupo a otro; sólo se transfieren aquellos para los que ya existe un marco adecuado en el patrimonio y funciones sociales del grupo receptor.
Los detalles del proceso de transferencia por asimilación merecen un estudio más profundo del que se ha hecho hasta ahora. Por ejemplo, un examen de los casos de que disponemos demostrará más allá de toda duda que ciertos rasgos están muy expuestos a sufrir una transformación en el curso de este proceso. Entre ellos están los nombres propios, el significado de los colores y la aplicación de objetos concretos. Cuando, como es el caso de muchos rituales, hay que mantener un orden en la ceremonia, es oportuno utilizar mecanismos especiales que inciden en la utilización de las canciones, del ritmo y de las reacciones musculares. No es necesario, sin embargo, que nos detengamos ahora en los pequeños detalles. El efecto general de la asimilación social es producir patrones culturales que sean distintivos de los grupos sociales en cuestión.
b) Por simplificación
Resulta obvio una vez más que la mayoría de los elementos culturales que un grupo recibe de otro sufre una enorme simplificación de detalles a lo largo del tiempo. Aquí, como en el primer caso, los resultados de mis experimentos encuentran con frecuencia un paralelo en la vida social. A menudo ocurre que algún elemento de un conjunto inicial logra poco a poco una posición cada vez más importante y llega a ser representativo del conjunto. La larga historia del desarrollo de las formas alfabéticas comunes es un caso típico4. Habitualmente la simplificación no tiene lugar de un modo inmediato, sino que se desarrolla poco a poco en la comunidad a medida que el material en cuestión va pasando por muchas manos, o que las costumbres introducidas se van convirtiendo paulatinamente en algo cotidiano para un gran número de personas. Cada cambio concreto se produce probablemente de un modo del todo inconsciente. Ninguno de los que contribuyen a él ve el objetivo al que se dirige; y a pesar de ello, cuando todo el proceso está completo, puede que los diferentes estadios manifiesten una conexión progresiva.
Casos como los anteriores abundan en prácticamente todos los estudios sobre el desarrollo del arte decorativo5 o la evolución de objetos de
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la cultura material. No considero necesario presentar varios ejemplos con todo detalle; me voy a limitar a uno solo, tomado del estudio de Mallery acerca de los «Historiales de invierno» indios. La mayoría de los grupos tribales de los indios norteamericanos poseían sistemas de escritura pictográfica. Muchas series de éstos, denominadas «Historiales de invierno»6, representan acontecimientos destacados de diversos períodos de caza o de guerra. He aquí varias fases de la historia que hemos elegido acerca de un signo pictográfico para «reunir una partida de guerra» propio de los indios de Dakota:
La primera de estas reproducciones es una pictografía completa que muestra el águila de guerra, los indios que se aproximan juntos, la pipa de la paz, la cabellera y el hacha de combate. En el segundo, la pipa de la paz permanece en forma abreviada, y hay un solo indio, con marcas tribales; el águila es sustituida por una sola pluma. El tercer caso no es más que un signo convencional que representa la pipa y la pluma; es una forma nueva únicamente interpretable dentro del grupo específico o por alguien que haya hecho un estudio del mismo, pero se ha logrado a través de un proceso de simplificación progresiva.
Es frecuente que la simplificación sea la etapa final de un proceso que previamente ha experimentado una gran elaboración, basada comúnmente en la duplicación y la repetición de detalles. Es tan habitual en el arte decorativo que Haddon lo considera un mecanismo característico de éste. En la decoración papú se encuentran a menudo líneas curvas que duplican el ángulo de una boca, como ocurre en los dibujos de peces. «En algunos casos, como en un dibujo evidente de un pez, representan claramente las ranuras de las branquias: en otros —por ejemplo en los cocodrilos— sea cual sea su intención, no representan desde luego las branquias. En un caso como éste puede que sea meramente el reflejo de esa tendencia a duplicar el motivo, que parece ser una característica de la mentalidad ornamental; por otro lado, puede ser un ejemplo de transferencias de rasgos
1852—3
Variosaños
después
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o atributos que a menudo tiene lugar en el arte de los pueblos salvajes»7. Pueden obtenerse ejemplos muy interesantes de elaboración y simplificación estudiando la evolución de la lanza africana8.
En este caso, como en el de la transferencia por asimilación, es preciso un estudio sociológico mucho más minucioso que el intentado realizar hasta el momento, acerca de los principios y mecanismos implicados.
c) Por la retención de elementos en apariencia no importantes
Al comentar los resultados de algunos de mis experimentos, en particular los obtenidos en la Reproducción serial, ya he expuesto la curiosa tendencia a preservar los elementos aparentemente extraños, triviales, inconexos y nuevos, cosa que también ocurre muy a menudo en la convencionalización. Constituye con razón un punto crucial en las pruebas presentadas sobre el desarrollo etnológico a través del contacto de los pueblos, que han reunido los profesores Elliot Smith y W. J. Perry. Un parecido aparentemente trivial en un detalle poco importante puede ser el férreo eslabón de una cadena ar- gumental que consiga demostrar los contactos culturales producidos entre diferentes grupos sociales y raciales9. La mayor parte de los ejemplos que conocemos requiere mucha descripción explicativa, pero contamos con uno o dos que pueden ser tratados con brevedad.
El doctor Haddon señala que en cierta parte de la Nueva Guinea Británica todas las canoas decoradas muestran «unas características incisiones decorativas, a escasa distancia de la proa y generalmente junto a la terminación de la tabladura; reciben el mismo nombre que las hendiduras cicatrizadas que los nativos tienen grabadas en los hombros: Koimai»10. Al comparar distintos casos, queda claro que esta decoración era en principio una reproducción totalmente realista de la cara de un hombre. La representación pasó por muchas fases de simplificación, se convirtió en un mero patrón convencional de triángulos concéntricos y por último quedó reducido a un solo diseño grabado, que en un principio era una parte irrelevante de toda la compleja decoración. Este resto formaba parte del diseño de la canoa, de modo tal que se convirtió en una marca perfectamente característica de ios barcos procedentes de un área determinada.
De igual modo, en muchos casos de flechas decoradas, también de Nueva Guinea, la figura original de un cocodrilo sufre cambios sorprendentes: la boca y los miembros anteriores desaparecen, los ojos se transforman; pero dos rasgos que en principio parecerían menos sobresalientes que otros, permanecen y suelen exagerarse. Se trata de «la notable con
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servación del hocico prominente, que puede encontrarse a menudo como una ligera prominencia en flechas muy estilizadas» y «la persistencia todavía mayor de la cola y cuartos traseros del cocodrilo». Sin embargo, Haddon sospecha que esto último «se debe al asombroso efecto decorativo del grabado concéntrico del agua» 11.
En muchos ejemplos, la conservación de un rasgo aparentemente poco importante, junto con )a simplificación o eliminación de otro detalle, puede dar otra interpretación totalmente nueva al material en cuestión. De este modo, la flecha de serpiente puede desarrollarse a partir de la flecha de cocodrilo por la influencia preponderante de un hocico que ha permanecido de una a otra; o bien, a partir del mismo comienzo, puede desarrollarse la flecha de lagartija como resultado de que se hayan conservado los rasgos de la cola i2.
Quizá, aunque es algo más que dudoso, los rizos sobre el pecho del pájaro grande y la abertura en la espalda con decoración zoomórfica, en las carrozas de pájaros chinos, sean ejemplos de la persistencia de detalles del pájaro meramente accesorios en el diseño originalí3.
Aunque la persistencia de lo «trivial» puede considerarse simplemente como un hecho objetivo que caracteriza muchos procesos de cambio convencional, plantea al mismo tiempo algunos problemas psicológicos curiosos. Después de todo, estos pequeños rasgos aislados de un patrón complejo, que resisten al cambio durante largos períodos, han de tener de alguna manera un fuerte significado para quienes así los retienen. Es posible que este significado no se deba en algunos casos más que al hecho de m antenerse al margen de aquellos rasgos del patrón que tienen un contexto social inmediato, por lo que están en mayor medida libres de las influencias transformadoras de la asimilación; pero en otros casos, puede que el significado sea de orden positivo y que la persistencia de algo aparentem ente trivial, se deba a una tendencia social o individual profundamente arraigada. No sirve de mucho la simple generalización, puesto que hay que considerar cada caso por sí mismo. Se puede demostrar que a menudo los rasgos mínimos se resisten asombrosamente al cambio, lo que justifica sobradamente la idea de que las semejanzas culturales que pueden ser utilizadas como argumentos para el contacto social lo son por lo general en detalles relativamente aislados, irrelevantes y accidentales.
d ) Por capacidad constructiva social
Los tres procesos que brevemente se acaban de exponer —unidos desde luego a otros, que un examen completo de la convencionalización ha
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bría de incluir— pueden considerarse como resultado directo de las instituciones sociales, independientemente de que se estudien las actitudes de los individuos que pertenecen a los grupos estudiados. Cuando estos procesos se combinan, originan patrones culturales que en muchos casos se encuentran solamente en el grupo receptor en cuestión y son por lo tanto exclusivamente característicos de éste. Habida cuenta de que estos procesos construyen algo nuevo, puede decirse de todos ellos que son constructivos, si bien, en mi opinión, no proporcionan en absoluto una visión completa de la capacidad social de construcción.
La razón principal que justifica lo que acabo de decir es que todo grupo social bien establecido posee no sólo una estructura que ha ido construyendo en su pasado, sino también una función o un grupo de funciones dentro de la comunidad a la que pertenece. Estas funciones han de reflejarse en las actividades humanas coordinadas y toda actividad de este tipo tiene, además de una historia, una perspectiva. Podemos decir que tiende de modo inevitable a desarrollarse en ciertas direcciones más o menos específicas; y podemos enunciar con cierto detalle los caminos por los que se produce esa tendencia, en la medida en que los conozcamos. Entonces, puesto que un grupo se mantiene por su actividad, así como por su estructura más o menos permanente, es posible decir que el grupo social, como tal, posee una tendencia concreta de desarrollo. Esta tendencia no necesita estar presente en la mente ni totalmente representada en la conducta de ningún miembro del grupo, y en la mayor parte de los casos efectivamente no lo está. No obstante, es un factor social genuino que puede determinar el cambio social dentro del grupo. De este modo, cuando llegan de fuera características culturales, puede que se transformen no sólo por asimilación, simplificación o elaboración, así como por la retención de elementos aparentemente irrelevantes, sino positivamente en la dirección en la que está desarrollándose el grupo en el momento en el que se introducen esas características. Puesto que no es preciso que esta dirección se manifieste —y mucho menos que se formule— en su totalidad por parte de ningún miembro del grupo, el que llegue a proporcionar un sesgo positivo para cambiar en una dirección determinada puede muy bien considerarse como un efecto social. Probablemente el efecto más general de esta influencia positiva sea unir elementos culturales de muy diversa relevancia histórica y procedentes de diversas fuentes; de aquí que sea claramente de orden constructivo.
Esta unión es una reacción característica frente a elementos culturales importados que se han adoptado inevitablemente por todos los grupos fuertes. Significa que todos los elementos importados cambian, tanto en la dirección de la cultura existente como según la línea general de des
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arrollo del grupo receptor. Significa además que si bien es probable que el estímulo más efectivo de los que se modifican proceda fundamentalmente de contactos sociales, puede que surjan dentro del grupo de un modo genuino formas sociales de cultura. El modo principal en que se ejercita esta capacidad constructiva social es que todos los elementos culturales incorporados, sea cual sea su origen, que se relacionan con los mismos aspectos vitales, tienden a verse afectados por las influencias que determinan la tendencia de desarrollo del grupo receptor en relación con tales aspectos. Por consiguiente los elementos importados se construirán en conjunto y adoptarán determinadas formas, cuyos detalles procederán de diversas fuentes.
Quizá se debiera deducir de lo anterior que la base de la organización grupal se va formulando con mayor precisión, y a medida que la amplitud y diversidad de un grupo aumentan, la capacidad constructiva social se va haciendo más marcada y frecuente. Me inclino a pensar que esto es de hecho lo que ocurre, pero el caso es muy complicado, porque probablemente el individuo, en general, adquiere mayor influencia en la comunidad a medida que crecen la complejidad y la amplitud de los grupos sociales. Así pues, junto a esa capacidad constructiva que refleja una verdadera función social, tenemos que tener en cuenta el hecho de que los individuos con una aptitud mental predominantemente constructiva tienden a tener cada vez mayor protagonismo en el mecanismo de expresión de la misma, a medida que la sociedad se desarrolla hacia la civilización moderna.
Habrá que examinar ahora unos cuantos ejemplos de capacidad constructiva social, aunque no se intentará agotarlos en todos sus detalles.
Los avances de la ciencia, tanto en una dirección práctica como en una teórica, exigen una gran cantidad de trabajo en equipo, en el que los especialistas pertenecientes a distintos campos han de cooperar. En todos estos casos, el modo en el que el equipo logra el producto final presenta una interesante serie de problemas.
Por ejemplo, durante la Gran Guerra, las demandas de defensa aérea estimularon a todas las naciones implicadas a desarrollar dispositivos mecánicos, o semimecánicos, para detectar ataques aéreos nocturnos. Todos ellos, por condicionantes físicos y fisiológicos, seguían en términos generales las mismas líneas; pero había importantes diferencias en los grupos contrapuestos que, por aquel entonces, no se conocían en profundidad. Al acabar la guerra, todos los grupos nacionales importantes de Europa, junto con Estados Unidos y algunas otras naciones, han proseguido manteniéndose relativamente en contacto. En cada caso, se han producido muchos avances, de modo que el aparato que ahora se está
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utilizando posee muchos puntos de diferencia con respecto al utilizado durante la Gran Guerra. No puede decirse que ningún instrumento sea obra de una única persona, sino de un conjunto de ellas. En la mayor parte de los casos, varias características de los instrumentos actuales se han transferido en conjunto de un grupo a otro. No sólo ninguno de estos instrumentos es enteramente resultado de lo previsto por una persona trabajando aisladamente, sino que son algo más que un simple agregado de las aportaciones de una variedad de personas, pertenecientes a la misma unidad del ejército o a unidades relacionadas. A, quizá, propuso tal cosa; B, esta otra; C, otra más y E, que muy probablemente no propuso ningún detalle específico por sí mismo, elaboró todos los detalles derivados de las distintas fuentes dándoles una forma práctica, de manera que los detalles de A, B y C ya no eran exactamente como A, B y C los habían pensado. Y todavía más: cuando el aparato fue utilizado de modo experimental, sus partes funcionales hubieron de sufrir diversas modificaciones relacionadas con aspectos que nadie había tenido en cuenta, algunas de las cuales son muy interesantes. El control de los instrumentos más comunes de detección de aviones lo ha de realizar un grupo o equipo y existen algunos modelos que exigen una interdependencia mucho mayor entre los miembros del grupo que la que exigen otros. Cada uno de ellos se ha desarrollado dentro de su propio medio social especial, de modo que un observador experto a quien se pida que razone acerca de las diferencias en el uso común de un tipo de instrumento se encontrará a menudo hablando en términos sociales, de grupo. Con todo, es bastante cierto que nadie se ha planteado nunca esta clase de característica como punto de partida para diseñar el instrumento. Simplemente resulta así en la práctica. Quizá en todo trabajo en equipo de este tipo, cuando llega el momento de la construcción de instrumentos o de teorías, los detalles, e incluso la forma final, proceden de un individuo u otro y tienen que haber sido articulados o planeados en cierta medida, pero la tendencia del grupo puede introducirse por medio de modificaciones inconscientes producidas por la práctica.
Es interesante comparar esta construcción en equipo de un instrumento, una teoría o un plan de administración, con el logro por parte de un grupo de una organización social fluida, libre aunque suficientemente estable, como ocurre por ejemplo en un equipo de rugby o de criquet. En ambos casos se trata de un grupo con un líder fijo temporalmente, pero de hecho cualquier persona puede ser el pívot en un momento dado y en un juego concreto; especialmente en un juego como el rugby, el resto se introduce con facilidad en sus posiciones. Nueve décimas partes del éxito de un equipo en un partido no son en absoluto resultado de que se cum-
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pía un plan definido y elaborado, fraguado de antemano y llevado a cabo exactamente como se había pretendido. Los miembros del equipo se mueven rápidamente a posiciones que no preveían, planeaban o siquiera vislumbraban el momento antes, del mismo modo que las piezas de cristal de un caleidoscopio no tienen en cuenta sus posiciones relativas dentro del patrón para cuya formación se combinan. Con todo, un equipo tiene su «estilo» permanente característico que condiciona en todo momento a los jugadores. En Inglaterra, el estilo Harlequin en rugby no es el del Rlackheath, ni el estilo del Ejército es el de la Armada. Hubo un momento en que se convirtió casi en tradición el hecho de comparar el juego de los delanteros escoceses con el de los galeses, de contrastar la turbulencia irlandesa con la constancia inglesa; y todos ellos son diferentes de las características francesas. En un momento u otro, en un partido duro y en el que se juegue con destreza, puede verse cómo el equipo saca a relucir una nueva estructuración, basada en las cualidades del equipo, y la rápida visión práctica de uno o dos individuos, aunque la mayoría de sus detalles no hubieran sido elaborados o previstos por nadie en particular. También en el criquet es frecuente que llamen la atención del crítico logros parecidos, característicos del grupo. «Un partido en Lancashire y Yorkshire es inconcebible en Tonbridge. En el norte, incluso un partido de liga un sábado por la tarde es desconsolador, al contrario que en Lancashire o en Yorkshire. El juego, tal como transcurre en las ligas de Lancashire durante el fin de semana, nunca es cosa de risa, nunca es una distracción veraniega que se contemple sentado en una hamaca con una taza de té en la mano (es cierto que en la liga de Lancashire tienen un intermedio para tomar el té entre el primer y segundo tiempo, pero suele tratarse de algo tan serio como el propio juego: una buena merienda para que resista el cuerpo y el estado de ánimo siga en alto.).» 14
Quizá en asuntos todavía más serios, el hecho de que en un grupo se llegue a una oligarquía, democracia, incluso al despotismo o a un funcionamiento de tipo constitucional, se desarrolla de un modo parecido. Podemos señalar con precisión algunos aspectos y decir «Esto procede de tal y tal fuente individual», pero cuando hayamos agotado todas las posibilidades de atribución, aún quedarán muchos elementos por aclarar. La razón no es que los fenómenos sean demasiado complicados, sino que cualquier logro constructivo de una organización social depende de la forma y tendencia del grupo antes de que se lleve a cabo dicho logro, tanto como los esfuerzos de innumerables individuos del conjunto.
A veces se pueden observar grupos bastante pequeños, por ejemplo un equipo de rugby, o una pequeña comisión, que han perdido temporalmente o nunca han logrado esta organización en equipo. El individuo tie~
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ne que pararse a pensar qué es lo que va a hacer o decir otra persona antes de poder desempeñar la parte que le corresponda y quizá entonces sea demasiadp tarde. Puede que la capacidad constructiva individual sea la habitual, pero algo bloquea la onda de la pauta del grupo y el resultado tiene una apariencia inconexa como si en realidad no existiera ninguna capacidad constructiva en absoluto.
G. H. Lasswell, en su interesantísimo estudio Propaganda Technique in the Great W ar15, muestra cómo cada persona responsable de la propaganda pública tiene que adaptarse «a prejuicios territoriales, a ciertos hechos objetivos de la vida internacional y al nivel de tensión general de la comunidad». El último de estos factores, que resulta especialmente oportuno para nuestra exposición, se refiere al estado actual de adaptación de un grupo social y al efecto social acumulado de su historia pasada. «El nivel de tensión se refiere a esa circunstancia de adaptación o inadaptación que según los casos se describe como ansiedad manifiesta, nervios, irritabilidad, desasosiego, descontento o tensión. El propagandista trata con una comunidad determinada, cuando el grado de tensión en ésta es elevado descubre que pueden desencadenarse las reservas de energía explosiva con la misma cerilla que en condiciones normales encendería una fogata.» El simple estudio de cada miembro del grupo no será suficiente para calibrar este grado de tensión manifiesta y además, de acuerdo con él, la dirección general de la propaganda durante la Gran Guerra fue inevitablemente, aunque no «de modo premeditado», diferente en cada grupo nacional. Alemania se basó en buena medida en las afinidades de sus compatriotas y en el orgullo de sus propios logros; Francia en su mayor parte, en el odio hacia sus tradicionales enemigos y en la utilización de sonoras palabras históricas como «humanidad» y «democracia», etc., que poseían un significado especial por sí mismas «y retumbaban con resonancia tremenda en otros países»; Gran Bretaña, en la llamada humanitaria y la desaprobación diplomática de las fuerzas aliadas enemigas. Los mecanismos sociales realmente establecidos para controlar y desarrollar la propaganda, volvían a poner de manifiesto la existencia de diferencias persistentes, características de una nación comparada con otras.
Cualquier esfuerzo entusiasta que surgiera de repente en un grupo, como la explosión isabelina en literatura o los descubrimientos y la colonización, en los que se repiten las mismas características en distintos campos de la cultura, parece forzarnos hacia la noción de una capacidad constructiva socialmente determinada. El estudio de la formación de un grupo religioso o político, como la aparición de la Sociedad de Amigos a partir del caldo de cultivo del puritanismo, o el temprano desarrollo del Partido Laborista inglés, ilustran el logro de complejas estructuras sociales deter
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minadas punto por punto por tendencias sociales. Una persona aporta esto y otra aquello, pero en la medida en que el trabajo de una y otra es la base.de sus aportaciones, por muy importante que sean —salvo en circunstancias muy poco habituales—, es preciso que formen parte de la misma tendencia. La dirección social los limita y dirige como hace con el artista de la etnia Dahomey: «En vano el artista de Dahomey intenta convencerse de que persigue un nuevo diseño, para cuya ejecución está siguiendo meramente impulsos momentáneos. Aunque cree no tener concebida previamente la figura que va a producir, un examen del procedimiento de un artista nativo revela la existencia de ‘determinantes’. Cuando ‘vuelve’ a su dibujo a pulso, no debe hacer curvas suaves, sino poner en cada una un 'ensortijamiento’ característico. Por otra parte, una vez comenzado su diseño, el resto de la figura tiene que caer dentro de una cierta armonía de trazo y equilibrio de las partes que, naturalmente, limitan la elección individual. Estas características están impuestas por la cultura, limitándose el artista simplemente a hacer variaciones sobre una forma prescrita, aunque sin apartarse jamás de las reglas generales dictadas por las convenciones del grupo. Podemos encontrar que se crean nuevos diseños objetivos, pero la novedad estará situada dentro de límites sociales bien definidos» 16.
Con todo, a pesar del gran acuerdo que pueda haber en cuanto al hecho de la capacidad constructiva social, no sabemos nada apenas de su mecanismo exacto, de las líneas de su expresión más efectiva dentro del grupo particular, los límites de sus logros, su relación exacta con el esfuerzo individual. Todo ello forma una serie de problemas sociológicos y psicológicos de gran importancia, que proporcionan un campo enorme para futuras investigaciones.
3. ¿Cómo retiene el grupo social su pasado?
La convencionalización es un proceso por el que los elementos culturales que se introducen en un grupo desde el exterior se incorporan gradualmente a un patrón relativamente estable y distintivo de ese grupo. El material nuevo se asimila al material antiguo que conserva el grupo en el que se introduce. Se simplifica de cierta forma, quizá se elabore de otra; a menudo retiene de manera extraña elementos irrelevantes que parecen ajenos a él y adopta una forma compleja característica, gracias a muchas influencias, entre ellas, la que podríamos denominar tendencia social. Nada de lo que se ha afirmado hasta aquí indicaría que el pasado social —que ayuda inevitablemente a dar forma a las nuevas adquisiciones de
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un grupo—, permanece, si no es en sus instituciones, sus tradiciones vigentes y sus tendencias persistentes dominantes. Otros han creído que puede haber algo más. Y aquí llegamos directamente al problema del «inconsciente colectivo», un tema intrincado, que nos disponemos, no obstante, a estudiar en este preciso momento.
Capítulo 17 LA NOCIÓN DE INCONSCIENTE COLECTIVO
1. Notas introductorias
En varios aspectos, la noción de inconsciente colectivo en psicología social es la contrapartida de la noción de huellas de memoria en la psicología general e individual. Ambas nociones parecen dar por hecho que el material psicológico —imágenes, símbolos, ideas, fórmulas— se conserva y almacena de alguna manera para su posterior utilización de forma individual, bien en el sistema nervioso central del individuo o en alguna estructura psíquica permanente perteneciente a un grupo social. Es muy difícil exponer con claridad la noción global de inconsciente colectivo porque se ha desarrollado de una manera enormemente confusa; en torno a ella se han reunido toda clase de ideas psicológicas de muy diferente naturaleza.
Antes de empezar la exposición, me parece conveniente repasar las posiciones a las que he llegado.
Cuando un conjunto de personas se organiza como grupo social, sea por deseo, instinto, moda, interés, creencias o por un ideal, este grupo desarrolla enseguida ciertas características peculiares que restringen directamente la conducta de sus miembros. He tratado a todos los efectos estas características como la expresión de tendencias activas, porque tenemos que considerarlas no sólo descriptivamente, tal como se manifiestan en las instituciones, símbolos, reclamos, códigos y cultura material, sino también causalmente, como condiciones que de hecho determinan la conducta y la experiencia. Dichas características sin embargo, se expresan en formas institucionales externas y otras formas culturales, y como (salvo en el caso de grupos totalmente organizados por deseos temporales o modas, o por un único líder, si acaso) siempre tienden a encontrar alguna formulación que sea independiente de la duración de la vida de una persona en
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particular, o del estado momentáneo del grupo, nos proporcionan continuidad a la hora de determinar la conducta social. Quizá no lo harían si no fuera, porque la vida de unos miembros del grupo se superpone a las de otros. Esto es discutible y hay algunos hechos suficientemente probados que parecen reducir la importancia suprema de la superposición de edades. Resulta obvio que tal superposición, aparte de por alguna expresión más objetiva de las tendencias del grupo, puede tener muy poca importancia. Quizá estas dos cosas juntas —los factores permanentes de la cultura del grupo expresados objetivamente y la superposición de edades—, puedan explicamos por qué parece a veces que la mayoría de las personas corrientes presentan tendencias a reaccionar socialmente que por lo común están latentes o han quedado oscurecidas por desarrollos más recientes, y que pueden estallar manifiestamente de manera violenta en momentos de crisis social.
Más allá de esto, he encontrado razones para sostener que ciertas tendencias de naturaleza activa como éstas pueden encontrarse insertas en el mismo carácter del grupo social. Algunas son de tipo general, como la tendencia a resistir la desintegración social y, en relación con esto, la tendencia a desarrollar y mantener los símbolos sociales; otras se encuentran en particular en ciertos grupos y no en. otros. Me he ocupado principalmente de estas últimas, a las que he llamado temperamento del grupo, o tendencias sociales específicas, persistentes y dominantes. En cualquier caso, estas tendencias sociales particularizadas no son ilimitadas, y quizá sea esta limitación, junto con los factores de superposición cronológica y la expresión objetiva de las tendencias en forma de instituciones, costumbres, técnicas materiales y similares, lo que pueda explicar suficientemente esa extraordinaria permanencia de una cultura aparentemente muerta, que tarde o temprano sacan a la luz la mayor parte de las investigaciones sociales.
Con todo, la superposición cronológica puede que sea menos importante de lo que parece. Por ejemplo, contamos con una gran cantidad de datos de investigaciones sobre la naturaleza de la conexión entre el estado de la inteligencia de una generación a otra, algunos de los cuales parecen sugerir la existencia de una herencia biológica de la inteligencia que es independiente de la superposición cronológica y de su consiguiente adiestramiento ambiental.
Puedo citar un texto de una de estas investigaciones, con la que ha sido posible estudiar un número considerable de niños residentes en distintas instituciones, los cuales habían sido separados de sus padres prácticamente desde el nacimiento y educado bajo condiciones más o menos constantes. Se les sometió a una amplia serie de pruebas cuidadosamente
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controladas, sobre todo las del tipo llamado comúnmente «tests de inteligencia». La conclusión general es:
, «El descubrimiento de una relación de reciprocidad entre la inteligencia de los niños y la clase social de sus padres es una prueba bastante concluyente de que la correlación encontrada tan a menudo entre los niños en sus propias casas 110 se debe primordialmente a la directa influencia social de su hogar, sino que se trata de un hecho genuinamente biológico. Sin embargo, la asociación es, en su.conjunto, bastante más pequeña en el caso de niños procedentes de instituciones y no hay muchas dudas de que las condiciones ambientales tienen alguna influencia en las respuestas que dan en las pruebas.
«Las respuestas a las preguntas basadas directamente en cambios ambientales proporcionan datos empíricos contradictorios. Por una parte nos encontramos con la disminución de la correlación entre la inteligencia del niño y su clase social en niños separados de su hogar a una edad temprana, comparados con otros de las mismas instituciones que dejaron su casa más tarde; por otra parte, se produce una correlación creciente entre inteligencia y clase social que aumenta con la edad para los niños que permanecen en casa. Ambos resultados sugieren que el entorno tiene cierta influencia sobre los resultados de la prueba. Por otro lado, los niños institucionalizados procedentes de hogares negativos no manifestaban prácticamente un aumento de su inteligencia al mejorar su entorno.» Hay ciertos indicios de que la salud general se hereda en cierta medida, junto con la inteligencia; pero «es imposible, en el estado actual de conocimientos, decir cuál es su relación exacta». Parece cierto que el grupo denominado con bastante ambigüedad «clase social» no es satisfactorio como base para predecir la herencia biológica
Esta y otras investigaciones, que apuntan en la misma dirección, sugieren que hay cierta base para la continuidad social aparte de la superposición cronológica y ambiental. Los datos actuales, incluso los relativos a la inteligencia, no son lo bastante definitivos aún para constituir una prueba; pero parece razonable pensar que es probable que se vayan definiendo a medida que se realicen más investigaciones, con métodos experimentales de mayor precisión. En cualquier caso, este tipo de continuidad biológica es lo que tiene en mente la doctrina de un inconsciente colectivo.
2. Planteamiento de la noción de inconsciente colectivo
Los planteamientos menos comprometedores de la doctrina del inconsciente colectivo —que constituyen en cualquier caso una de sus ver-
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siones actuales más importantes— se encuentran en los trabajos de G G. Jung. Las ideas están expuestas en muchos de sus escritos, pero la esencia de la doctrina completa se contiene en un trabajo sobre «La estructura del inconsciente»2, que publicó hace varios años. Intentaré por tanto resumir las partes más relevantes de este trabajo, añadiendo algunos comentarios al mismo. Si el resumen parece confuso, puedo al menos alegar como excusa la dificultad de los planteamientos originales.
Jung señala que la doctrina freudiana del inconsciente reduce éste a los deseos infantiles que se han reprimido por su incompatibilidad con el desarrollo del carácter individual; así pues, todo lo que está en el inconsciente podría ser igualmente consciente, ya que se ha ido situando ahí en
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el transcurso de la educación de la persona. El asegura que se trata de una visión muy limitada; un hombre sin represiones personales no tendría inconsciente, situación que no guarda ninguna relación con la realidad. Por otra parte, si este enfoque fuera correcto, el procedimiento psicoana- lítico debería ser capaz de llegar tarde o temprano a un inventario completo de los contenidos del inconsciente. De hecho, cuanto más lejos va el psicoanalista, menos trazado ve ante sí el terreno: «A medida que avanzamos, descubrimos poco a poco un conglomerado sorprendentemente complejo de deseos imaginados. Todos los tipos de perversiones sexuales, de tendencias criminales, así como toda clase de ideas nobles y hechos importantes se encuentran presentes en el inconsciente del sujeto de nuestro análisis, aunque ni él, ni nosotros posiblemente hubiéramos sospechado su existencia». La mayor parte de dichas fantasías nunca han sido conscientes para el individuo en cuestión; parece incluso que Jung pretende decir que nunca lo han sido en ningún individuo; representan las actitudes no formuladas, confusas, pero objetivas, de la sociedad primitiva hacia un mundo amenazante. Todo el mundo, por alguna extraña razón se ve obligado a tratar de asimilar estas fantasías. Podemos intentar considerarlas como una verdadera parte de nuestro carácter personal; en ese caso, nos sentiremos manifiestamente optimistas y seguros de nosotros mismos, en la pretensión de poseer un vasto almacén de conocimientos y de adaptabilidad práctica; pero ocultamos mientras tanto una horrible inferioridad. O podemos considerarlas como un gran conjunto de factores restrictivos, poderosos, pero ajenos a nuestro verdadero yo. En ese caso podemos mostrarnos exteriormente tímidos, vacilantes, pesimistas; pero en nuestro fuero interno residirá una profunda confianza, rayando en lo divino. Resulta muy poco evidente por qué, en concreto, estas actitudes darían lugar a las mencionadas consecuencias.
Cuando un psicólogo estudia los elementos de la cultura que tienen un origen no personal, se da cuenta de que «al igual que el individuo no
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es meramente un ser aislado, sino que forma parte integral de la sociedad, la mente humana no es tampoco un hecho individual y aislado, sino una función colectiva. Y también, del mismo modo que ciertas tendencias sociales entran en conflicto, o pueden oponerse a las tendencias egocéntricas del individuo, existen funciones o tendencias de la mente humana que se apartan de las características personales de la mente en virtud de su carácter colectivo».
En este punto, el razonamiento se hace exageradamente confuso. Dice Jung: «Toda persona nace con un cerebro claramente diferenciado que le hace capaz de funciones mentales muy diversas, cuya adquisición y desarrollo no tienen un origen ontogenético. Ahora bien, habida cuenta de que los cerebros de todos los seres humanos son igualmente diferenciados, las funciones mentales que este nivel de diferenciación ha hecho posible son colectivas y universales». Al margen de la extraordinaria ambigüedad de este enunciado, no viene en absoluto al caso y, en mi opinión, se debería haber formulado de otra manera. Un bebé humano nace con manos, así como con pies y piernas; lo que significa que, con el tiempo, puede llegar a usar instrumentos y andar. Sin embargo, tiene que aprender ambas cosas. La mera posesión de las manos no le proporciona una descripción de los instrumentos que posteriormente va a utilizar. Tener pies y piernas no le hace formarse una idea del suelo sobre el que va a caminar. No se sabe con certeza qué diferenciaciones cerebrales son capaces de dar frutos en lo que se refiere a las reacciones humanas; pero hay bastante seguridad de que constituyen una base para el desarrollo ulterior de funciones, y no el almacén de un conjunto de conocimientos adquiridos minuciosamente. Y sigue diciendo Jung: «Esta circunstancia concreta explica, por ejemplo, las notables analogías que existen entre el inconsciente de razas muy lejanas en el espacio, analogías que se han demostrado muchas veces por la extraordinaria concordancia entre los mitos indígenas, tanto en el tema como en la forma».
Es evidente entonces que el inconsciente colectivo no es meramente lo que indicaban las primeras palabras de Jung, una cuestión de función, de capacidad de reacción potencial en ciertas direcciones, de tendencias; es un almacén de imágenes, de ideas, de temas; conserva material psicológico y no perpetúa meramente funciones psicológicas. A pesar de todo, la distinción entre material psicológico y tendencia psicológica es vital, si se ha de discutir con claridad la noción de inconsciente colectivo. En teoría, es obvio que resulta perfectamente posible que las propensiones características de agrupaciones sociales específicas pasen de generación en generación, con independencia de la superposición cronológica en un mismo entorno, aunque nada con carácter de material psicológico las acompañe.
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En realidad, en la actualidad los únicos datos empíricos e incluso bien comprobados acerca de una permanencia de este tipo en el nivel humano, se derivan, como ya he dicho, de un estudio de los resultados obtenidos en pruebas de inteligencia, y siempre se ha dicho que las pruebas de inteligencia atisban las propensiones y no las de las adquisiciones.
Aun cuando se diera por supuesto que hay algún tipo de herencia de contenido o de función, ello no nos proporciona una base suficiente como para afirmar que la primera tiene que poseer de algún modo un significado universal, común a todos ios grupos sociales, como Jung parece dar por supuesto. No obstante, es cuando menos probable que si se puede sostener la noción de unas tendencias específicas de grupo, estas tendencias, si es que hay alguna, sean las propensiones, que se incorporan de tal manera a la vida del grupo que puede decirse que forman parte de lo heredado por sus miembros. «El parecido universal del cerebro —afirma Jung en una frase absolutamente imprecisa— nos lleva a admitir la existencia de cierta función que es idéntica a sí misma en todas las personas, y a la que denominamos psique universal. Esta última, a su vez, tiene que subdividirse en mente colectiva y alma colectiva (Vesprit collecíif et Várne collective). En cuanto que existen además diferenciaciones correspondientes a la raza, tribu y familia, existe también una psique colectiva limitada a la raza, tribu y familia, y cuyo nivel (niveciu) es superior al de la psique colectiva universal.» Añade una nota para decir que por mente colectiva se refiere simplemente al hecho de pensar colectivamente y por alma colectiva al de sentir colectivamente.
Traducido a términos más psicológicos, podría significar que todos nosotros tendemos a adoptar actitudes cognitivas o afectivas derivadas de sanciones sociales que se hallan ocultas tras la historia pasada de nuestro grupo. En realidad, parece que siempre se trata de algo más que eso. Es evidente que las actitudes arrastran un contenido inevitable consigo. «Es muy difícil —afirma Jung— distinguir los elementos colectivos de los personales. Por ejemplo, son sin duda colectivos los simbolismos arcaicos que aparecen constantemente en sueños y fantasías; todas las tendencias fundamentales y las formas básicas del pensamiento y sentimiento; es también colectivo todo lo que los hombres coinciden en considerar universal, así como lo que se comprende, expresa o hace de un modo universal.» Todo esto resulta bastante vago; parece querer decir que cuando mi grupo se ve amenazado y reacciono agresivamente, es probable que me sobrevenga la imagen de un dragón, o de otra bestia arcaica y temible que simbolice la fuerza; o que si anhelo la inmortalidad, una esvástica u otro símbolo parecido puede que cruce por mi mente; o que cuando distingo «derecha» de «izquierda», «arriba» de «abajo», o
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digo que 2 + 2 = 4, me hallo inmerso en la psique colectiva. Es debido a que soy un segmento de la psique colectiva que puedo ver con todo su detalle la parte superior derecha de un objeto presentado en un taquis- toscopio, si está fuertemente iluminado, y por la misma razón actúo exactamente como los demás si me siento inesperadamente sobre la afilada punta de un alfiler. Como explicación, deja bastante que desear; como aclaración, resulta frustrante.
Cuando Jung intenta enunciar de modo breve y conciso sus ideas sobre la constitución del inconsciente colectivo, vuelve a surgir la misma dificultad. Aunque es sin duda muy arriesgado intentar enunciar sus ideas en un lenguaje más sencillo que el suyo, podemos señalar en ellas dos puntos principales:
1) Hay imágenes, ideas, fórmulas y leyes que sobrepasan lo individual. Expresan las perspectivas de nuestros antepasados sobre el mundo objetivo; todos las poseemos, o nos sometemos a ellas. Deben ser consideradas como objetivas y en su conjunto, constituyen la parte objetiva de la psique colectiva.
2) También hay convenciones, tendencias y formas de reaccionar establecidas que cualquier persona-comparte con los que también pertenecen a su propio grupo, o incluso con la sociedad en general. No son más objetivas que cualquier otro tipo de función, pero tampoco son específicas del individuo, a pesar de ser inherentes a él, quien, en la misma medida, se encuentra dentro de la psique colectiva.
Al menos una cosa se desprende con claridad del enmarañado discurso de Jung. Es su idea de que dentro de una estructura social se encuentran de algún modo almacenadas imágenes, ideas, formulaciones y leyes antiguas que en algún momento tuvieron vigencia como interpretaciones al curso de fenómenos objetivos. En la memoria socialmente determinada parecen desempeñar precisamente la parte que en la teoría tradicional de la memoria se asignaba a las «huellas» que dejan las experiencias individuales. Ya he defendido que no estamos obligados teórica ni experimentalmente a admitir esta concepción que aparece en el campo general del recuerdo. Se da el caso además de que las tendencias sociales pueden persistir sin necesidad de que hayan almacenado consigo materiales sociales. No obstante, puede que la realidad nos obligue a admitir, después de todo que lo que Jung sostiene tiene cierto peso. El que el contenido de las imágenes o ideas permanezca en cuanto que algo social y no individual, parece poseer, según Jung, significación universal. Debemos preguntar cómo puede demostrarse la existencia en cada hecho real de ese almacén
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común de imágenes, ideas y fórmulas que se mantienen con independencia de las adquisiciones individuales.
3. ¿Existen los símbolos individuales?
Se ha tratado en repetidas ocasiones de exponer los problemas referentes a los símbolos universales, por lo que existe un gran número de trabajos que se ocupan de este tema. Puesto que considerar con cierto detalle siquiera una pequeña parte de ellos nos alejaría mucho de nuestros problemas principales, me voy a limitar a examinar brevemente un importante trabajo del Dr. W. H. R. Rivers que trata de «El simbolismo de la resurrección»3.
Rivers expone el caso con gran claridad: «Hay en estos momentos un extenso número de trabajos en los que se intenta poner en relación el simbolismo de los mitos y rituales con las ideas actuales referentes a su función dentro del sueño y de la enfermedad. Una de las conclusiones más asombrosas a las que este estudio comparativo ha conducido a algunos autores es que hay un sistema universal de simbolización en la humanidad; que en todas las razas humanas y en los miembros de cada una de ellas existe una tendencia a simbolizar ciertos pensamientos por medio de los mismos símbolos, o por lo menos de símbolos que mantienen una estrecha semejanza entre sí.» Aun cuando esta conclusión estuviera justificada, como señala Rivers, todavía «tendríamos que decidir si esta universalidad depende de una capacidad innata para una simbolización de esta índole, o si es el resultado de una tradición común tan prevaleciente que influye en todos los miembros de la comunidad y se convierte, quizá en un estadio temprano de su vida, en parte de su contenido mental».
Es completamente cierto que la semejanza de símbolos, por muy extendida que pueda estar, no demuestra que su significación se herede en el sentido estricto de la palabra; pero si la significación se transmite por medio de tradiciones persistentes, que se mantienen a través de la superposición de las distintas edades, común a cualquier grupo social, tenemos que explicar de algún modo la persistencia todavía superior de dichas tradiciones.
Rivers considera detenidamente mitos y costumbres muy extendidos conectados con la muerte y la resurrección; no hace falta repetir aquí con detalle los ejemplos. En su conclusión define el problema y ofrece su terminante respuesta.
Me he planteado si la idea de que la simbolización de la resurrección porel agua forma parte del contenido universal de la mente humana se puede
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confirmar mediante un estudio comparativo del ritual religioso. Podemos responder la pregunta en términos negativos. Elijo este tema por ser una cuestión destacada de la reciente bibliografía psicoanalítica, por lo que constituye un caso muy adecuado para comprobar la afirmación formulada en algunas ocasiones acerca de que las conclusiones alcanzadas por el estudio psicoanalítico del individuo se confirman mediante los estudios comparativos de las costumbres y creencias.
Rivers deja también claro que cuando se descubren semejanzas en la organización y en el material social, no tienen que estar directamente relacionadas con contenidos de la mente idénticos pero sin conexión histórica. En muchos de los casos referidos, existen pruebas concluyentes de conexión histórica, es decir: precisamente de esa superposición cronológica y ambiental que intenta combatir la doctrina del simbolismo universal. En otros muchos casos, dicha conexión es más que probable.
Dejando a un lado el llamamiento directo a los hechos por medio del estudio comparativo de los mitos y las costumbres, la ambigüedad esencial de los símbolos sociales hace muy peligroso cualquier argumento en favor de su universalidad que esté basado en la semejanza de los mismos. Debido precisamente a su ambigüedad pueden encajarse fácilmente en casi cualquier contexto; o lo que en realidad es lo mismo: puede sostenerse con bastante plausibilidad que prácticamente todos los símbolos sociales indican el mismo contexto general. Si el contexto tiene que ver con un interés o tendencia humana muy poderosa y ampliamente compartida, esta flexibilidad de los símbolos sociales es de lo más marcada. Con frecuencia se han señalado los enormes errores cometidos por los simbolistas religiosos de acuerdo con esta tendencia 4; una persona en su fervorosa búsqueda puede hallar que cualquier cosa tiene una significación religiosa, debido, en realidad, a que la actitud religiosa puede penetrar muy fácilmente en casi todas las formas de expresión humana. Lo mismo exactamente se puede decir de las tendencias que se agrupan en torno a las relaciones sexuales; justamente porque cualquier cosa puede ser un símbolo sexual es por lo que es preciso tener un enorme cuidado antes de afirmar que una cosa concreta lo es5. De hecho, sólo puede admitirse la validez de las ideas que se apoyan en una interpretación simbólica, mientras se mantengan próximas al principio de que hay que interpretar rigurosamente un símbolo por referencia a la vida mental y a la historia personal del grupo que lo emplea. Si se tienen en cuenta estas consideraciones, puede decirse que hasta el momento no se ha llegado a ninguna demostración de la teoría de los símbolos universales, en la que tanto el símbolo como su universalidad se deriven de los fenómenos sociales o se
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manifiesten en ellos. Podría incluso añadirse que es poco probable que una demostración de este tipo sea siquiera posible.
A pesar de todas estas consideraciones, puede aprovecharse algo aún de esta doctrina. He recalcado páginas atrás que cuando un grupo se traslada, llevando consigo su cultura, y deteniéndose en un nuevo emplazamiento, sólo se asimilará por parte del pueblo indígena aquella parte de la cultura para la que ya existían antecedentes. La asimilación rápida y la permanencia de cualquier tipo de material psicológico constituyen presumiblemente una prueba de que se han puesto en marcha tendencias sociales favorables a la adopción de este material, que quedará grabado sólo muy levemente en un pueblo pasivo y apenas podrá forzarse su permanencia. Sin embargo, esto simplemente nos proporcionaría la continuidad de las tendencias de una generación a otra, y no la de los símbolos o la de otras formas objetivas de material psicológico.
4. El «ajuste» entre el materia! y la función psicológicos
Este es el momento apropiado para mencionar de modo breve un principio que no se ha investigado lo suficiente: el del «ajuste» de cierto material psicológico a ciertas funciones psicológicas. Los experimentos registrados en la primera parte de este libro han señalado varias veces este principio, y el mismo tipo de conexión parece sugerida por los estudios comparativos de tipo general sobre recuerdo influido socialmente. Supongamos que hay algún tipo de función, individual o social, en la que el orden de las reacciones desempeña un papel importante; será más eficaz cuanto más rítmicamente se pueda organizar el material en cuestión. Los tipos de material más fácilmente capaces de una organización de este tipo son las palabras, los sonidos y los movimientos corporales. Son necesariamente sucesivos en su modo de producirse y admiten con facilidad variaciones de énfasis. Así, tenemos ciclos de palabras y sobre todo ciclos de canciones y danzas, que se desarrollan en conexión con ritos religiosos en los que, por normas sociales, ha de mantenerse celosamente el orden de ejecución. Sin embargo cuando la vivacidad es la característica más importante, las cualidades dramáticas de la imagen encuentran su ámbito peculiar y tenemos ejemplos de ello en las impresionantes imágenes de actividades sociales primitivas y en los anuncios publicitarios de la época actual.
Una pregunta que los psicólogos podrían plantearse más a menudo y con mayor seriedad es: «¿Qué es lo que pueden hacer con la mayor eficacia ciertos tipos de material psicológico?» No debe sorprendernos que
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siempre que se dé prioridad a ciertas propensiones, es casi seguro que se han de encontrar ciertos tipos de material psicológico, tanto si hay una superposición de edades y entornos como si 110 la hay. Se encuentra ese material porque es precisamente del tipo que «se ajusta» para que las tendencias persistentes hagan uso de él y porque prácticamente puede hallarse en cualquier entorno. Naturalmente, aun cuando se pudiera fundamentar esta sugerencia, no podría en absoluto probar la transmisión biológica real por medio de un inconsciente colectivo, o de material psicológico; más bien haría esto de lo más improbable, ya que todo aquello para cuya explicación se aduce tal hipótesis podría explicarse sin dicha noción.
5, Resumen
Se pueden resumir en breves palabras los principales resultados de esta exposición.
1) En su forma más común, la teoría de un inconsciente colectivo se plantea para explicar la creencia de que o) el material psicológico y b) las tendencias psicológicas se mantienen en el grupo social de una generación a otra con independencia de la 'superposición de ambientes y edades. Con respecto a a), la doctrina es la contrapartida social del dogma de las huellas de memoria.
2) Existen algunos datos empíricos a favor de la transmisión hereditaria de la inteligencia, pero éstos no constituyen una prueba concluyente en estos momentos. En lo que concierne a otras tendencias, por ejemplo las de timidez, asertividad, combatividad6, exclusividad social y el tipo de tendencias que son la base de intereses sociales especializados, no hay hasta ahora datos positivos de los que merezca la pena hablar. En la medida en que consideremos que una fácil asimilación social presupone tendencias favorables al material asimilado, estamos apoyando la sugerencia de unas tendencias heredadas. Es necesario un estudio mucho más cuidadoso y controlado antes de poder hacer una afirmación más precisa. Podemos inclinarnos quizá con razón a favor de la idea de que muchas propensiones de ese tipo pueden mantenerse de la manera requerida; pero hay que admitir que se trata tan sólo de una opinión y aun cuando se confirmara del todo, no justificaría probablemente otra conclusión que la de que tal permanencia puede estar fuertemente influida por condiciones específicamente sociales.
3) En lo que se refiere al material psicológico, el caso de una permanencia sin superposición es, en estos momentos, pura especulación. La psicología general no puede obligarnos a aceptar esta interpretación de
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los hechos. Arparte de la dificultad de ignorar la superposición de edades o el contacto entre grupos, existe además el principio, importantísimo pero poco explorado, del «ajuste» de cierto material psicológico a ciertas funciones psicológicas. Hablando en términos psicológicos, es mucho más razonable investigar la aplicabilidad de este principio que plantear meras especulaciones sobre un inconsciente colectivo.
4) Concluimos, por consiguiente, que no existen pruebas concluyen- tes que ratifiquen la hipótesis de un inconsciente colectivo por lo que en estos momentos no puede demostrarse su existencia. Al mismo tiempo, hay datos que apoyan la creencia de que diversas tendencias dirigidas específicamente pueden persistir de una generación a otra con independencia de que se dé un aprendizaje temprano y también que estas tendencias están determinadas en cierta medida por factores sociales; preparan el terreno para las adquisiciones sociales, tanto por parte del individuo concreto, como a través del grupo.
Capítulo 18 LA BASE DEL RECUERDO SOCIAL
1. Requisitos de una teoría del recuerdo social
El camino hacia la comprensión del mecanismo general del recuerdo está sembrado de teorías ya desechadas, pero en lo que se refiere propiamente a la memoria social se han hecho muchas menos conjeturas. En su mayor parte, los argumentos utilizados se han servido de la analogía; se ha establecido un parecido más ó menos profundo entre el grupo social y el sujeto individual y, sobre esta base, todo lo que se atribuye a este último se le ha adscrito al primero. Esto, desde luego, no resulta muy satisfactorio; hace falta un estudio directo de los hechos sociales, en los que únicamente se deberían fundar las conclusiones. Las especulaciones basadas en la analogía son susceptibles de parecer incompletas y nada convincentes.
También es cierto que hay todo un conjunto de ideas acerca del origen social de la memoria. El profesor Pierre Janet, por ejemplo, ha escrito sobre este tema con su estilo más atractivo y convincenteS egún él, los seres humanos, enfrentados a un mundo difícil, se han visto obligados a inventar distintas maneras de tratar las circunstancias adversas, siendo las más importantes de todas estas las que se refieren a la utilización de los objetos ausentes. Muchos de los avances biológicos más significativos, como el desarrollo de órganos receptores de distancias, están directamente relacionados con ella, y la memoria, que es algo absolutamente diferente de la conservación, es la solución triunfante al problema. Ahora bien, de acuerdo con Janet, la necesidad de tratar con objetos ausentes se agudiza tan sólo en una situación de tipo social; esto explica por qué el desarrollo o la invención de la memoria está inextricablemente unido a ciertas formas de conducta manifiesta, y especialmente al uso del lenguaje.
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En algunos aspectos, esta idea coincide claramente con la que yo he mantenido en este libro. También comparto la opinión de que el desarrollo del recuerdo va paralelo al incremento de las reacciones en diferido de los sentidos especiales. Me parece, sin embargo, que no hay razón para hacer de una u otra cosa algo específico de las situaciones sociales. De hecho, es perfectamente cierto que el tipo de recuerdo que podemos estudiar con algún detalle ocurre casi siempre en algún contexto social, salvo quizá en el caso de determinados experimentos bastante abstractos; pero ocurre lo mismo con todas las demás reacciones susceptibles de ser investigadas en el plano psicológico, por lo que no nos proporciona una base teórica suficiente para sostener que el origen del recuerdo sea social. Un ser humano solitario, dado que constituye una organización compleja de diferentes tendencias, necesitará una y otra vez ser capaz de tratar por su propio interés con lo que desde el punto de vista de cualquiera de estas tendencias, o de un grupo de ellas, es un objeto ausente. Por otro lado, no parece haber una razón para considerar el recuerdo como el único método de tratar con objetos ausentes. Se trata más bien de una combinación del método de las imágenes con el método «de los esquemas» aunque, como todas las combinaciones de este tipo, posee características que le son propias. Por último, deberíamos tener mucho cuidado a la hora de decir en qué punto localizamos el origen incuestionable de cualquier reacción biológica, ya que hacerlo supone ciertamente traspasar los límites de las condiciones observables.
Dicho lo anterior, hay que añadir que esta o cualquier otra hipótesis del mismo tipo no constituye una teoría de la memoria social, sino sólo de la determinación social del recuerdo. Hablando en términos estrictos, una teoría de la memoria social tendría que ser capaz de demostrar que un grupo considerado como unidad recuerda de hecho y no meramente proporciona el estímulo o las condiciones bajo las cuales los miembros del grupo recuerdan el pasado.
2. El marco social de la memoria
Quizá el mejor modo de abordar este problema sea considerar las ideas de un psicólogo que utiliza de modo preciso y constante la expresión «memoria colectiva». El profesor Maurice Halbwachs ha escrito un minucioso y atractivo estudio de Les Ccidres Sociciux de leí Mémoire2, influido sobremanera por las ideas de Durkheim, quien, como es sabido, considera que el grupo social constituye una unidad psíquica genuina y posee casi todas las características del hombre individual. Las ideas de Durkheim no
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se basan sin más en una analogía fácil, sino en un estudio paciente y minucioso de los fenómenos sociales directamente. Halbwachs sigue con fidelidad esta característica del método durkheimiano, presentando algunos ejemplos que merece la pena tomar en consideración. Halbwachs se ocupa en particular de lo que denomina la «memoria colectiva» de la familia, de los grupos religiosos y de las clases sociales.
En todas las comunidades modernas bien arraigadas, según H albwachs, cada familia tiene su propia vida mental característica (esprit pro- pre); sus recuerdos, que sólo ella alimenta, y sus secretos, que no se revelan a nadie que no sea miembro de la misma. Por otra parte, estos recuerdos, al igual que las tradiciones religiosas del grupo familiar de épocas anteriores, no son una simple serie de imágenes individualizadas del pasado; pueden serlo, pero también son modelos, ejemplos y un tipo de base para la educación y el desarrollo. En ellos se expresa la actitud general del grupo, de modo que hacen algo más que reproducir la historia de éste: definen su naturaleza, su fuerza y su debilidad. «Cuando decimos £En nuestra familia somos longevos’, o ‘tenemos mucho orgullo’ o kno hay gente rica’, estamos hablando de una propiedad física o moral que consideramos inherente al grupo y que se transmite a sus miembros. Algunas veces se trata del lugar o país de origen de la familia, o también puede ser alguna característica sobresaliente de uno de sus miembros, que se convierte en un símbolo más o menos misterioso del bagaje común, a partir del cual todos los individuos derivan las cualidades que les son peculiares. Así pues, a partir de diferentes elementos de este tipo, retenidos durante su historia pasada, la memoria familiar (mémoire familiolé) conforma un marco que tiende a mantenerla intacta, como si fuera una especie de armadura familiar tradicional. No hay duda de que este marco está constituido por hechos —cada uno con su localización temporal propia— y de imágenes —cada una de las cuales surgió y desapareció en un momento determinado—; pero al igual que encontramos juicios que la familia y quienes la rodean han formado sobre estos hechos e imágenes, este marco participa de la naturaleza de las nociones colectivas, que no tienen lugar ni momento definido, pero que parecen establecer la dirección del devenir del tiempo»3.
Puede que tengamos ocasión de recordar un acontecimiento u otro de nuestra vida familiar que esté «grabado en nuestra memoria»; en ese caso, si entonces intentamos separar todas aquellas ideas y juicios que por tradición forman parte de la familia, no quedará prácticamente nada; es decir: sea de la forma que sea, no podemos hacer este tipo de disociación. En nuestro recuerdo del acontecimiento concreto, no podemos distinguir «la imagen que no tiene sino un único lugar y momento» de las nociones
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•que reflejan de modo general «nuestra experiencia de las acciones y modo de ser de nuestros padres».
Halbwachs nos ofrece un conjunto de ejemplos, que describe y analiza con el fin de mostrar que la vida del grupo familiar aporta a la conducta algo que no podría venir de otra fuente. Si la memoria familiar se expresa, por así decirlo, a través de una persona determinada, no hay duda de que dicha persona tendrá que utilizar palabras e imágenes, pero todo ello poseerá un halo de sentimiento que se deriva de la vida del propio grupo. «Es evidente que cuando la familia recuerda (Queme! la famille se souvient), utiliza palabras y se refiere a acontecimientos o imágenes que son únicas y particulares; pero ni las palabras, que constituyen sólo gestos materiales, ni los acontecimientos o imágenes del pasado, que tan sólo son objetos virtuales de procesos sensoriales o de pensamiento, comprenden todo el conjunto de la memoria. La memoria familiar tiene que ser algo más; por una parte, tiene que orientarnos hacia los acontecimientos e imágenes referidos o utilizados y, por otra, apoyarse en las palabras que son su expresión.»
Ciertamente, la mayoría de estas observaciones, en la medida en que sea posible darles una significación clara, parecen reales y relevantes. Asimismo, Halbwachs está en lo cierto cuando le da un tratamiento similar a la memoria dentro del grupo religioso y de la clase social. No obstante, se ocupa de la memoria en el grupo, y no de la memoria del grupo. En cuanto a la primera, no hay discusión; la organización social ofrece un marco permanente en el cual deben encajar con precisión todos los recuerdos, e influye muy poderosamente tanto en la forma de recuerdo como en su contenido. Por otra parte, este marco permanente ayuda a proporcionar aquellos «esquemas» que constituyen la base de la reconstrucción imaginativa denominada memoria. Es también probable que la creación social y la confluencia de intereses contribuyan a desarrollar imágenes específicas que, como ha demostrado repetidas veces nuestro estudio, pueden estar presentes en el recuerdo individual. Sin embargo, necesitamos llegar mucho más lejos si queremos mostrar que el propio grupo social posee capacidad de retener y recordar su propio pasado.
3. ¿Puede el grupo recordar?
Si deseamos saber si un hombre recuerda algo, le hacemos una pregunta; y por lo general nos valemos de sus palabras, aun cuando no pueda darnos sino unos pocos detalles. No podemos adoptar esta sencilla vía con el grupo social porque, si es que posee un medio de autoexpresión
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distinto de sus movimientos actuales y su organización social, es desconocido para nosotros. Por consiguiente, nos vemos obligados a observar si hay alguna señal de recuerdo, considerada como forma de conducta, que lo distinga con precisión de todas las demás reacciones posibles. Si la idea general de la naturaleza del recuerdo que hemos adoptado es correcta, existen señales de ese tipo. Siempre que un agente, sea hombre, animal o grupo social, actúa como si estuviera determinado predominantemente por algún acontecimiento lejano de su historia, utilizando este acontecimiento directamente para resolver un problema inmediato, puede decirse que dicho agente «recuerda». He intentado mostrar que la mera recapitulación secuencial es diferente de la reconstrucción «esquemática», ya que esta última exige que los elementos se extraigan de los esquemas, se mezclen y se utilicen para facilitar la adaptación a condiciones que quizá nunca se habían dado anteriormente. Los elementos extraídos son los acontecimientos lejanos, mientras que la situación inmediata plantea los problemas que estos elementos van a ayudar a resolver.
¿Podemos encontrar una prueba inequívoca de que se da esta clase de conducta en el grupo social? No es fácil pronunciarse, ni creo que podamos hacerlo. Cuando un grupo se enfrenta con una amenaza de crisis repentina, a menudo parece que adopta una forma de respuesta que se opone a su historia social reciente, pero que a su vez se halla estrechamente relacionada con su pasado remoto. Esto sucede en los grupos políticos de nuestros días, por ejemplo, cuando se inicia una guerra, o se modifica la política fiscal, o se sufre cualquier otra revolución, más o menos violenta. Pero el asunto no está en absoluto claro porque siempre en dichos casos hay individuos que aducen los antecedentes precisos y orientan la línea de conducta que se basa en ellos. Un caso claro sería el de un grupo que actuara basándose en un antecedente lejano, con cierta unanimidad al menos sin que ningún miembro de dicho grupo haya formulado ese antecedente, ni se lo haya planteado a los demás.
Posiblemente pueda parecer que fenómenos extraños de involuciones o regresiones sociales nos proporcionarían lo que necesitamos; pero es difícil basar opiniones definidas en ellos, tanto porque siempre hay una posibilidad de que las costumbres o ideas desaprobadas se hayan practicado casi continuamente por una minoría dentro del grupo, como porque, según el principio del «ajuste» del material a la función, cuando se estimulan ciertas tendencias humanas permanentes, seguramente se hará hincapié en ciertas características del entorno social correspondiente.
A primera vista, parece como si un curioso caso de sugestión de grupo expuesto por W. H. R. Rivers pudiera darnos exactamente la prueba que necesitamos. Según él, en algunos de los relativamente pequeños grupos
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de Polinesia y Melanesia, a menudo se adoptan decisiones y se ponen én práctica, aunque no hayan sido formuladas por nadie en particular. El observador blanco, al escuchar los acuerdos de un Consejo de nativos, se da cuenta después de un rato de que ha variado el tema de discusión inicial. Cuando «preguntó cuándo iban a decidir la cuestión en la que estaba interesado, se le ha contestado que ya se había decidido y que habían pasado a otro asunto. La decisión se había tomado sin ninguno de los procesos mediante los cuales nuestros consejos o comisiones deciden los puntos debatidos; los miembros del consejo se han dado cuenta al llegar a un punto concreto de que estaban de acuerdo, y no ha sido necesario dar a conocer el acuerdo de un modo explícito»4.
Este caso, suponiendo que todavía se dé, es susceptible de dos explicaciones. Podemos suponer que en una fase concreta de la discusión se extendió rápidamente una conclusión común a través de todo el grupo; o que, de algún modo, el propio grupo decidió el tema literalmente como uno solo. Puesto que la decisión se halla determinada prácticamente siempre por un precedente, la segunda explicación, si es que puede sostenerse, quizá nos proporcionaría un caso genuino de memoria de grupo.
Pero los hechos reales no están nada claros. Rivers da escasos detalles, incluso en lo que se refiere a los casos observados por él mismo, y además no señala otras fuentes. Por mi parte, he sido incapaz de encontrar datos claros, tanto en los libros como a lo largo de investigaciones. Desde luego, este tipo de decisión de grupo, sin formulación, no parece ocurrir entre los pequeños grupos de las razas nativas de África; ninguna de las observaciones, ni ninguno de los minuciosos cuestionarios que hice entre los basuto, zulúes y suazi reveló ejemplo alguno de ello. No hay duda, naturalmente, de que determinadas condiciones sociales favorecen la rápida difusión de las decisiones mediante sugestión pero, hasta donde llegan mis observaciones, siempre, salvo en lo que se refiere al simple hábito o costumbre social, alguien ha de formular las propuestas sobre las que finalmente se actúa.
De hecho, parece totalmente imposible descubrir en ningún lado una prueba inequívoca de una memoria de grupo. La dirección y control sociales del recuerdo —la memoria dentro del grupo— son evidentes; pero una memoria literal del grupo no puede demostrarse, al menos por ahora. De igual modo, no se puede probar que no existe y, por consiguiente, de modo dogmático, no debe negarse. El agrupamiento social produce nuevas propiedades tanto de la conducta como de la experiencia; en la medida en que sepamos cuáles son, hemos de encontrarlas en la conducta y la vida de cada uno de los miembros del grupo. Con todo no es en teoría imposible que la organización de los individuos dentro de un grupo produz
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ca una nueva unidad mental, que quizá sienta, conozca y recuerde por derecho propio. La dificultad principal es que parece como si la prueba más inequívoca de todos los procesos mentales superiores consistiera en su formulación lingüística por parte de sus poseedores. Cuando el único lenguaje accesible al observador es el gesto, siempre existe una gran ambigüedad. En algunos casos, especialmente en los que nos encontramos aislados y nos enfrentamos a individuos que lo están tanto como nosotros, podemos inferir con bastante certeza el proceso mental a partir del gesto; pero el caso del grupo social es enormemente complicado en este aspecto, debido a la superposición de edades y entornos, y al hecho de que cada miembro ha adquirido hasta cierto punto la capacidad de formular directamente a través del lenguaje. Puede que las convenciones sociales, las instituciones y tradiciones formadas por tendencias persistentes del grupo constituyan «esquemas del grupo», al igual que las imágenes, ideas y cadenas de pensamiento formadas por intereses persistentes de tipo personal constituyen «esquemas individuales». En ese caso, dichos «esquemas de grupo» ocupan una extraña posición porque, tanto si al grupo le resultan conocidos como si no, desde luego son conocidos al menos por algunos de sus miembros. Por consiguiente, aun cuando el grupo fuera capaz en cierto modo de «volverse sobre sus propios esquemas» y utilizarlos directamente, nunca podemos estar seguros de que los resultados subsiguientes no se deban tan sólo a que puede hacerse una utilización similar de los «esquemas» sociales por individuos destacados del grupo. Parece que sólo hay una cosa que pueda resolver esta dificultad: se trata del desarrollo de un lenguaje directo del grupo accesible a sus miembros. Algunas personas parecen pensar que lo que se denomina vagamente atmósfera del grupo o impresiones formadas del grupo proporciona el tipo de lenguaje requerido. Evidentemente, no es cierto, puesto que puede ser simplemente el resultado de modificaciones afectivas de la experiencia individual debidas sin duda al agrupamiento social que, por tanto, pueden ser un producto del grupo como unidad psicológica, pero no constituyen algo que el grupo posea como unidad física. De hecho, si hay grupos que constituyen unidades físicas, es muy probable que sólo otro grupo con el que puedan comunicarse directamente en algún tipo de lenguaje de grupo pueda conocer su existencia. Así pues, la posibilidad de que existan literalmente imágenes del grupo, recuerdos del grupo e ideas del grupo debe mantenerse como un interesante problema especulativo, aunque poco claro, pues no podemos afirmar o negar su existencia. Nuestras ideas al respecto estarán dictadas, como de hecho ocurre siempre con las ideas del hombre acerca de estos problemas, por nuestras creencias en relación con los valores relativos del individuo y del grupo.
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Todas estas consideraciones, sin embargo, no hacen variar ia certeza de que el grupo es una unidad psicológica. Hay un sinfín de formas de conducta y, de pensamiento que son el resultado directo de la organización social y que, al haber sido creadas por el grupo, dejan de ser explicables en cuanto se pasa por alto al mismo. El que el grupo social tenga o no una vida mental por encima y más allá de la de los individuos que lo forman constituye meramente materia de conjeturas o creencias. Por otro lado, es un hecho seguro el que el grupo organizado funciona de manera única y unitaria a la hora de determinar y dirigir las vidas mentales de sus miembros.
Capítulo 19RESUMEN Y CONCLUSIONES
1. Replanteamiento de la postura general
Hasta aquí hemos presentado los detalles y conclusiones de las dos partes de este estudio. Aun a riesgo de repetirnos, nos parece conveniente reunir los resultados principales de los mismos, ya que si bien afectan a un conjunto muy amplio de problemas, presentan no obstante una visión coherente del desarrollo en el hombre de respuestas a las demandas de su entorno.
El cuadro resultante nos presenta a los seres humanos enfrentados a un mundo que pueden habitar y manejar tan sólo en la medida que aprendan a ajustarse a su infinita diversidad mediante respuestas cada vez más sutiles, y siempre que descubran modos de escapar al dominio absoluto de las circunstancias inmediatas. El psicólogo que se ocupa de los procesos de recuerdo se plantea los problemas cuando ya se ha avanzado un largo trecho en este necesario desarrollo. Tan pronto como llega a buen término el gran esfuerzo que da lugar a la especialización de los sentidos, el organismo objeto del estudio del psicólogo ha descubierto cómo utilizar el pasado en fenómenos tales como los de umbral reducido, los reflejos en cadena y condicionados, la determinación de los esquemas, así como en las secuencias de hábitos relativamente fijos. Pero los anteriores, necesariamente, todavía constriñen y limitan las actividades del hombre, ya que en todos ellos el pasado opera en masa, y la serie tiene un mayor peso que sus elementos. Por otra parte, en muchos de ellos el pasado conserva su capacidad constrictiva en forma de secuencias relativamente fijas que no pueden romperse fácilmente.
Si se quiere lograr algún avance significativo, el hombre tiene que aprender a descomponer el «esquema» en elementos, y a superar el orden original en el que ocurren estos elementos. Puede hacerlo porque aprende a utilizar los componentes de sus propios «esquemas», en lugar de encon
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trarse abocado a la acción por los propios «esquemas», funcionando como unidades intactas. Como ya he dicho, el hombre encuentra cómo «dar la vuelta sobre sus propios esquemas» (reacción literalmente hecha posible por la conciencia, y la única que da a la conciencia su función preeminente).
Cuando intentamos entender como psicólogos de qué manera llega a ser posible este paso crítico en el desarrollo orgánico, debemos fijamos ya no en la organización «esquemática», sino más bien en las condiciones que dirigen la formación de estos contextos activos. De nuevo, también en este caso, el grueso del trabajo ya se ha realizado mucho antes de que el psicólogo entre en escena; parece sin embargo, probable que los «esquemas» más tempranos sigan las líneas divisorias de distintos sentidos en especial. Ciertas reacciones de particular significación biológica, como las que tienen que ver con los deseos, como la búsqueda de alimento, el sexo y el sueño, o con los instintos, como las reacciones de peligro, de asertivi- dad o de sumisión, tienen particular importancia a la hora de relacionar los modos de respuesta adaptativa que surgen cuando se activan dichos sentidos. Las diferencias de peso de las reacciones sensoriales especiales y de las tendencias apetitivas e instintivas producen lo que he denominado «tendencias de diferencia individual», cuyas combinaciones definen el temperamento de un organismo concreto. Todas ellas, junto con quizá otras que pertenezcan a las distinciones particulares entre los sentidos —especialmente las ligadas a relaciones espaciales y temporales— están implicadas en la formación de contextos «esquemáticos» activos. Se complementan con otras influencias que surgen de la acción recíproca de las reacciones que tienen lugar durante la vida del individuo, es decir: con ese conjunto de tendencias reactivas que constituyen el «carácter», y en particular con las condiciones sociales derivadas de la vida en grupo. Esta complejidad de la organización «esquemática» significa que numerosos objetos, estímulos y reacciones se organizan simultáneamente en diferentes «esquemas», de manera que cuando se repiten, tal como suele ocurrir en el mundo que conocemos, tienden a poner en actividad diversas corrientes cruzadas de influencia organizadora.
Para el siguiente punto, tenemos datos concretos de experimentación propiamente psicológica. En todos estos «esquemas» opera ese tipo de análisis inconsciente que confiere más peso a algunos de los elementos del conjunto. En muchos casos, como en mis propios experimentos sobre perceptos, imágenes y recuerdos, es posible averiguar exactamente qué detalle concreto es el de mayor peso. A veces esa importancia está determinada directamente por el predominio de un sentido —la visión habitualmente en el hombre; el olfato en algunos de los otros animales— y a menudo por distinciones espaciales dentro del sentido predominante. A
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veces también se establece por un predominio apetitivo o instintivo. La mayor parte de las veces, en la reacción humana adulta, se trata de la intervención de «intereses» persistentes.
Aun antes de que se adquiera la capacidad de «dar la vuelta a los propios esquemas», es probable que haya casos en los que los detalles sobresalientes desempeñen una función destacada cuando la reacción parezca estar determinada de muchas maneras a la vez y surja, por tanto, un riesgo de peligrosa indecisión. Cuando el propio contenido del «esquema» llega a utilizarse como guía ante la reacción, el detalle con un peso más sobresaliente tiende a destacarse en forma de imágenes. En ese caso, las mismas serán literalmente detalles tomados a partir de los «esquemas» y utilizados para facilitar alguna respuesta necesaria a las condiciones ambientales inmediatas. Tienen fundamentalmente un carácter individual y concreto; puesto que el caso típico para que se produzcan es la aparición de corrientes de interés, suelen reunir material y reacciones psicológicas que tenían orígenes diversos. Por consiguiente, aumentan el rango posible de diversidad de respuestas y avanzan un paso más hacia el desarrollo general de las reacciones a distancia. Comparten el carácter cronológico de todo lo que contribuye a formar una organización «esquemática», y de que tengan una importancia especial en relación con el recuerdo minucioso y localizado en el tiempo.
Volviendo de nuevo a nuestros experimentos, encontramos que en muchos casos las principales condiciones para que se produzcan imágenes parecen encontrarse en su contexto afectivo, que funciona como una «actitud». La mejor manera de describir esta actitud es considerándola una orientación del agente hacia la imagen y sus entornos «esquemáticos» menos articulados. Si entonces, como en el recuerdo específico, estamos obligados a justificar la imagen, lo hacemos construyendo, o reconstruyendo, su contexto; por consiguiente, la actitud se racionaliza. Ya se ha demostrado que el grupo social, con su acompañamiento de tradiciones, instituciones y costumbres convencionalizadas y relativamente permanentes, desempeña una función importante en el desarrollo de intereses, en la determinación del contexto afectivo que a menudo se encuentra en la base de la formación de las imágenes y en la provisión de material para los procesos constructivos de recuerdo.
Con todo esto, el método de las imágenes tiene serios inconvenientes; entre los más importantes se encuentra el hecho de que la imagen, con su carácter sensorial, es capaz de ir más lejos en la dirección de la individualización de las situaciones de lo que resulta biológicamente útil; el que los principios de la combinación de imágenes tengan sus propias peculiaridades, que dan lugar a construcciones aparentemente desiguales, irregulares
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y propias de la idiosincrasia personal; y, finalmente, que la pertinencia de la imagen con respecto a la situación no se ha formulado aún, ni siquiera expresado de forma adecuada. Por tanto, aunque el método de las imágenes incremente en general el abanico posible y la diversidad de respuestas, contiene en sí mismo rasgos que se oponen precisamente a ese desarrollo. Sin embargo, la demanda social de descripción de las imágenes, necesaria para que su oportunidad y carácter sean apreciados por más de una persona, ya ha establecido una relación entre la palabra y ei método de ias imágenes. Las palabras son en esencia más explícitamente analíticas que las imágenes: están obligadas a tratar las situaciones fragmento a fragmento. Por otra parte, de igual modo que pueden indicar factores cualitativos y relaciónales en su aspecto general, pueden también describir características particulares. Las palabras compensan las deficiencias de las imágenes y, al mismo tiempo, al ser en cierto sentido el opuesto de la particularidad de la imagen, aparecen en los experimentos como una especie de forma alternativa en el recuerdo. Son los instrumentos principales del proceso de pensamiento, porque en el mismo hallamos ese esfuerzo, coronado por el éxito por tratar con situaciones al margen del lugar y el momento en que ocurrieron. Las palabras son el mejor invento humano para perfeccionar las reacciones a distancia.
Tanto en el caso de las imágenes como en el de las palabras, los tipos anteriores de determinación ejercida por los esquemas que ambas sirven para dar salida tienden a reaparecer una vez más; así tenemos hábitos de imágenes y palabras, automatismos individuales persistentes de formación de palabras e imágenes y convenciones sociales de expresión descriptiva que perviven.
Este es, a grandes rasgos, el cuadro que muestran los materiales aportados por mis experimentos; muchos detalles han sido completados; muchas lagunas exigen un trabajo posterior. Mientras tanto, una vez más ha quedado claro que un estudio del recuerdo, de sus condiciones y transformaciones hacia lo convencional, lleva directamente a problemas generales más permanentes de la psicología. En toda investigación hay que arbitrar algún punto donde ésta finalice, así que voy a elegir tan sólo tres de estos temas de debate permanente, de los que ya me he ocupado, para añadir unas consideraciones finales. Se trata de los principios de asociación; el yo, el individuo y lo social; la imaginación constructiva y el pensamiento.
2. Los principios de asociación
Este libro en su totalidad se ha escrito desde la perspectiva de un estudio sobre las condiciones de las funciones orgánicas y mentales, y no des
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de el análisis de la estructura m ental Sin embargo, fue esta última perspectiva la que desarrolló los principios tradicionales de asociación. La confusión entre uno y otro es responsable de muchas dificultades innecesarias en el debate psicológico.
Consideremos cualquier tipo de respuesta como la resultante de mis experimentos sobre signo pictográfico o sobre reproducción repetida. En los casos más claros y articulados con una mayor precisión, en principio tiene lugar el despertar dé una actitud, una orientación, un interés; a continuación, tienden a establecerse los detalles específicos, ya sea en forma de imagen o directamente como palabras. Por último, se da una construcción de otros detalles, con el fin de proporcionar un contexto racional o satisfactorio para la actitud. En ese momento podemos tomar todo el recuerdo en su conjunto y analizarlo, de forma que podemos decir: «Este detalle viene a continuación de ése, y ése coincide con aquel otro». Luego, podemos tomar los detalles contiguos y ver si podemos clasificar las características que poseen por estar uno al lado del otro. Si adoptamos este plan, estamos casi seguros de llegar a aquellos principios generales de asociación que han constituido la piedra angular de los asociacionistas de todos los tiempos: la contigüidad y la semejanza. Decimos: «Esto, que está próximo a eso, es semejante a lo segundo en algún aspecto, o estaba contiguo a eso de alguna forma precisable cuando se presentaron por primera vez». Si bien estos principios resultan demasiado amplios, es muy fácil desarrollarlos en sus detalles teniendo en cuenta todos los tipos de semejanza y contigüidad que pueden darse desde el punto de vista lógico. En ese caso, podemos llegar a un esquema como el que aparece a continuación1:
en el significado
coordinaciónsupraordinaciónsubordinacióncontraste
*■ en el sonido en letras o silabas en rima
el tiempo causalverbal
Contigüidad
en el espacio
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Estos esquemas se pueden extender casi indefinidamente, hasta incluir toda relación posible de objetos o de nombres. Todo esto se encuentra en el plano del análisis descriptivo y mientras se mantenga en él, no sólo es inofensivo sino también valioso.
Más adelante, podríamos llegar á alterar en algún momento nuestro punto de vista transformando el enunciado «Estos detalles, al estar juntos, son similares», en «Estos detalles están juntos porque son similares». Y entonces los problemas no tardan en aparecer.
Hay tres dificultades principales. La semejanza requiere un reconocimiento previo, por lo que parece, antes de que pueda percibirse la semejanza entre detalles asociados; da la impresión de que tuvieran que estar de alguna manera juntos, porque sólo entonces puede llevarse a cabo la necesaria inspección. Esta dificultad no es, de hecho, muy seria y se ha magnificado por parte de algunos autores que no reconocen suficientemente que las cualidades y características pueden estimular las actividades funcionales mucho antes de que se conozca su naturaleza precisa. Un niño pequeño, por ejemplo, reacciona de modo diferente a los colores antes de que pueda decirse que es capaz de identificarlos, y sobre todo de nombrarlos.
En segundo lugar, es evidente que hay formas muy diversas de semejanza, entre las cuales no todas tienen la misma eficacia para la asociación. Una diferencia de actitud en distintas ocasiones puede producir un gran cambio en la influencia relativa de los distintos tipos de semejanza. Por ejemplo, en los experimentos de asociación «se encuentra que el porcentaje de respuestas contestadas en las diversas clases de situaciones, se halla influido por la fatiga, los medicamentos y por trastornos psicológicos del sistema nervioso. Hablando en términos generales, el efecto de estas condiciones es producir un aumento en la proporción de asociaciones por semejanza del sonido y una disminución en la proporción de asociaciones por semejanza del significado»2. Es decir, si se ha de considerar que la semejanza tiene cierta importancia explicativa, se tiene que complementar con otras varias consideraciones que no pueden descubrirse inspeccionando sin más las características de los detalles asociados.
En tercer lugar, si intentamos utilizar estas pocas categorías asociativas generales como principios explicativos, surge de manera natural la creencia de que la razón fundamental por la que va construyéndose progresivamente la estructura mental es que se van añadiendo innumerables detalles que en un principio no tenían conexión alguna entre sí. Sin duda, cuando nos dedicamos a describir analíticamente una estructura acabada, podemos considerar la cuestión de esta manera. No obstante, una vez que
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la psicología modificó su punto de vista, al pasar, por la influencia de la ciencia biológica, de la descripción a la explicación, se comprobó que el método asociativo típico estaba radicalmente lleno de defectos. El primer psicólogo inglés que se dio cuenta de ello plenamente fue James Ward; la clarividencia y originalidad de sus escritos psicológicos se deben primordialmente a este hecho. En ellos hizo un ataque devastador del asociacio- nismo; pero, en mi opinión, debido en buena parte a que sus intereses siguieron siendo predominantemente epistemológicos, nunca se apartó por completo de los métodos tradicionales, por lo que varios autores más recientes han podido tomar el testigo de la revolución que él promovió. Ward nunca se ocuparía de la semejanza como principio de asociación y sustituyó la contigüidad por la sucesión. Este es el aspecto más significativo, ya que la sucesión se considera un principio de asociación no como consecuencia del estudio de las características del detalle o contenido asociado, sino por considerar cómo parecen estar determinadas las reacciones asociativas.
Hemos visto varias veces que la sucesión parece ser un factor genuino para relacionar tanto las diferentes reacciones como el material psicológico al que éstas se refieren; pero una vez que alcanzamos el método «postesquemático» que permite utilizar lo que no está inmediatamente presente —método de las imágenes o las palabras—, se necesita una razón muy especial para cuadrar los hechos con un sencillo principio de sucesión. Un acontecimiento sucedido hoy puede hacer recordar de inmediato, sin que exista ninguna mediación entre ellos, un acontecimiento sucedido hace años. La imagen o las palabras que indican el acontecimiento lejano, surgen tan pronto como se completa la percepción del acontecimiento actual; el principio de la combinación de reacciones sucesivas se utiliza de muchas maneras. Si vamos a considerar los problemas de asociación como funcionales, tenemos que utilizar las actitudes, orientación, tendencias apetitivas e instintivas e intereses como factores organizadores y activos en nosotros. Las tendencias de este tipo tienden a asociarse sea cual sea el material al que se refiera la reacción persistente. No hay duda de que con esto volvemos a traer a colación de alguna forma las nociones de semejanza e identidad. Sin embargo, no es una semejanza o una identidad que pueda descubrirse por simple vista en el material asociado. La semejanza o identidad implicada es una de las funciones de las tendencias organizadoras subyacentes, y puede explicar la asociación de elementos que poseen características sorprendentemente diversas. Mis experimentos sugieren también que en muchos casos se trata de una cualidad afectiva, rasgo que casi siempre acompaña a estas tendencias activas y expli
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ca en buena medida la coincidencia funcional de intereses referidos a núcleos de material descriptivamente diferentes.
Stout, desarrollando la sugerencia inicial de Ward, propuso considerar la «continuidad de interés» como principio asociativo primario, lo que supuso un paso legítimo y necesario en el camino que Ward había iniciado. Pero los avances psicológicos actuales han hecho poco deseable meter en un mismo cajón de «intereses» todas las tendencias organizadoras, y «continuidad» es un término menos preciso que «persistencia», ya que este último es coherente con esa intermitencia y reactivación de las tendencias reactivas que parecen exigir los hechos.
¿Por qué, aun cuando todo el mundo admita ahora la fuerza de las críticas al asociacionismo, los principios asociacionistas mantienen todavía su terreno y siguen utilizándose constantemente?
En primer lugar, se debe a que la fuerza con la que se rechaza el asociacionismo depende sobre todo de la adopción de un punto de vista funcional; pero la actitud de la descripción analítica es igualmente importante dentro de su propio ámbito. Los logros de los psicólogos asociacionistas tienen un valor elevado y duradero a la hora de estudiar las características de cualquier estructura acabada de conocimiento.
En segundo lugar, se puede demostrar que toda situación, tanto en la percepción como en la formación de imágenes, en el recuerdo y en todo esfuerzo constructivo, posee un detalle sobresaliente, que en muchos casos de asociación se extrae directamente de otra situación, organizándose de manera conjunta con el detalle sobresaliente de esa otra situación. No es más correcto suponer que la vida mental se desarrolla y funciona sólo por la articulación regulable de un «todo» o de muchos «todos» que creer que crece y funciona sólo a través del aumento gradual de elementos inicialmente distintos.
En tercer lugar, hemos visto cómo en cierto grado las imágenes y en un grado elevado las palabras, una y otra a menudo manifestaciones de tendencias asociativas, se introducen fácilmente en series de hábitos y formaciones convencionales. Esto se debe principalmente al interés de la comunicación recíproca dentro del grupo social, y en este proceso toman inevitablemente sobre sí unas mismas características comunes que las hacen susceptibles del tratamiento descriptivo general de las doctrinas tradicionales del asociacionismo.
Por consiguiente, es probable que el asociacionismo se mantenga en varios sentidos, aunque su perspectiva sea ajena a las demandas de la ciencia psicológica actual; nos aporta algo sobre las características de los detalles asociados, cuando existen, pero no nos explica nada en absoluto acerca de cómo actúan las condiciones por las cuales aquéllos se asocian.
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3. El yo individual y social
, La mayor parte de los psicólogos que han escrito sobre el recuerdo han señalado que la memoria, en su sentido pleno, siempre contiene una referencia peculiarmente personal. Ya hemos examinado la principal razón de que esto ocurra así. Los elementos a los que se refieren los distintos «esquemas» se superponen, y tanto los «esquemas» como los apetitos, tendencias instintivas, actitudes, intereses e ideales que los constituyen, muestran un orden de predominancia entre sí. Este orden, por otra parte, permanece relativamente constante para un organismo dado, lo que equivale a decir que el recuerdo está inevitablemente determinado por el temperamento y el carácter. Todas estas consideraciones, sin embargo, no justifican que se hable de un Yo intangible e hipotético que recibe y conserva innumerables huellas y las reestimula siempre que surja la necesidad. Lo único que podemos decir con seguridad es que el mecanismo del recuerdo en el hombre adulto exige una organización de «esquemas» que depende de la acción recíproca de apetitos, instintos, intereses e ideales peculiares a un sujeto dado.
De igual manera, por supuesto, hasta ahora no hay razón para negar la existencia de un Yo sustantivo, unitario, que se esconde detrás de toda experiencia y se manifiesta en todas las reacciones. Sólo sabemos que los datos de los experimentos que se han considerado no requieren de tal hipótesis.
Esta era la posición a la que habíamos llegado al final de la primera parte de nuestro estudio. Ahora hay que volver a considerar esos mismos problemas a la luz de nuestro trabajo sobre las funciones sociales del recuerdo. Es cierto que prácticamente todos los procesos de recuerdo individual repetido tienen su paralelo preciso en los procesos de convencionalización social. El material original sufre los mismos tipos de cambio: combinación, condensación, omisión, invención y demás. Se da la misma fuerte tendencia a la duplicación de detalles en determinadas circunstancias. En uno y otro caso, el producto final se aproxima a la estabilidad de la memoria individual determinada y relativamente fija en un caso, y de la convencionalización social en el otro. Tanto en el individuo como en el grupo, el pasado se rehace constantemente, reconstruyéndose en aras del presente, y en ambos casos puede que ciertos acontecimientos o detalles sobresalientes desempeñen una función capital a la hora de establecer el curso de la reacción. Así como el recuerdo individual adopta un tinte personal peculiar, gracias al funcionamiento del temperamento y el carácter, también el tipo de recuerdo, dirigido y dominado por las circunstancias sociales, adopta el tinte característico de la organización social especial de
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la que se trate, debido al funcionamiento de las tendencias persistentes preferidas por el grupo.
Es curioso que la analogía entre la organización individual y social se haya utilizado casi siempre por quienes, habiendo decidido qué características individuales son importantes, desean transferirlas al grupo. Obviamente, también se podría invertir lo anterior y, si es válido el argumento, puede utilizarse también para sostener que el individuo no es otra cosa que una clase especial de grupo, y que el grupo posee todas las características del individuo. El prejuicio común está a favor de un yo hipotético y sustantivo para el individuo y en contra de uno para el grupo. Ambos siguen siendo prejuicios, en la medida en que todos estos paralelismos se plantean sin ninguna demostración.
Con todo, se me puede culpar de incoherencia por haber hablado libremente acerca del «recuerdo individual» y haber sostenido que los datos no justifican el empleo de la expresión «memoria del grupo». Hay que tener en cuenta que no he negado dogmáticamente la existencia de una memoria del grupo, pero en mi opinión nunca podemos tener la certeza de que exista en realidad. Esto surge de una limitación inevitable impuesta por nuestra posición dentro del grupo. Cuando decimos «yo recuerdo», todo lo que queremos decir literalmente al hablar en primera persona es que las reacciones en cuestión están determinadas directamente por el temperamento y el carácter, tal como los he definido más arriba en relación con este caso y con otros muchos que hemos descrito en los mismos términos. Con respecto al individuo, el temperamento y el carácter operan directamente sobre los materiales organizados dentro de los «esquemas» que han construido. Por mi parte, a estas alturas estoy convencido, como ya he dicho, de que todo grupo social estable y permanente posee tanto temperamento como carácter; pero, debido a nuestra posición dentro del grupo, nunca podemos estar seguros de que su temperamento y carácter puedan funcionar si no es a través de los individuos que constituyen el grupo. No obstante, esto es suficiente para dar al recuerdo dentro del grupo un tinte específico de grupo. Sólo hay una forma de que pudiéramos convencernos de que hace algo más: si el grupo, en cuanto unidad psicológica, fuera capaz de hablarnos. Que sepamos, ningún grupo como tal posee un lenguaje o, si lo posee, nuestra posición en el grupo nos impide saberlo. Podemos hablar, por tanto, de recuerdo individual, rechazar una memoria del grupo y aun así negar de modo coherente que esta diferencia justifique nuestra creencia en un yo sustantivo en un caso y nuestra no creencia en un yo sustantivo en el otro.
Existe la posibilidad de ilustrar todo esto de manera fascinante, pero bastante arriesgada. El temperamento y el carácter por los que se produ
Resumen y conclusiones 385
ce el recuerdo individual implican un gran conjunto de «esquemas» coordinados y organizados, de manera muy semejante a cómo un grupo social implica un número de individuos reunidos de modo organizado. Supongamos que cada «esquema» tuviera algún tipo de lenguaje; entonces, al encontrarse el «esquema» visoespacial, por ejemplo, en un entorno más o menos familiar, y orientarse con ayuda de imágenes visuales, podría traducir esto a un lenguaje diciendo el equivalente de «Yo recuerdo». Los otros «esquemas» podrían hacer lo mismo, cada uno en el momento oportuno. Por otra parte, cada «esquema» sería capaz de darse cuenta de que constituía una parte integral de diversos grupos más amplios, y que las condiciones determinantes específicas pertenecían a cada grupo. Además, el «esquema», si fuera suficientemente psicológico y suficientemente cauto, podría decir: «Yo no puedo estar seguro de que el grupo más amplio recuerde, aunque tiene su propia función específica en mi recuerdo».
El «Yo» utilizado en este ejemplo, representa el «esquema», o grupo de «esquemas», relativamente aislado, y el «grupo más amplio» del ejemplo es precisamente el «Yo» de la expresión corriente «Yo recuerdo». Por otra parte, la posición del «esquema» en el grupo más amplio es exactamente la del individuo en el grupo social. Quizá, después de todo, este ejemplo no pertenece tanto a la fantasía como pudiera parecer; parece precisamente lo que ocurre en algunos casos de personalidad múltiple, en los que los grupos de tendencias organizadoras y «esquemas» escapan al control mutuo, por lo que las acciones y experiencias que son la manifestación de cualquier grupo reclaman la responsabilidad del «Yo», aunque algunas rechacen estas pretensiones. Probablemante todos los casos de este tipo pueden tratarse de manera que produzcan una nueva síntesis, en la que los recuerdos y acciones que ahora se sostiene que pertenecen al «Yo» sean una vez más muy diferentes. Pero esto sólo sirve para mostrar de nuevo que cuando decimos «Yo recuerdo» afirmamos simplemente que hay un recuerdo que es fundamentalmente obra de aquellas tendencias reactivas y de material psicológico organizado que las acompañan, que son más persistentes y constantes para el organismo en cuestión. Y, cuando decimos que quizá el grupo no recuerda, sólo queremos decir que, tal como vemos, el temperamento y carácter del grupo puede producir sus efectos sólo a través de la mediación de las tendencias reactivas individuales, siendo estas últimas las únicas que tratan directamente con el entorno externo.
La posición a la que hemos llegado al final de la primera parte de nuestro estudio no necesita modificación. Puede haber un yo sustantivo, pero esto no puede decidirse mediante experimentos sobre recuerdo individual y social. Si hay alguien que todavía siente la necesidad de demos
386 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
trar un yo de este tipo ha de buscar argumentos en otro lugar o, si no, recurrir a una afirmación vacía de comprobación directa.
4 imaginación y pensamiento constructivos
Si hay algo sobre lo que he insistido de manera especial a lo largo de toda mi exposición en este libro, es que la descripción de los recuerdos como «estáticos y sin vida» es simplemente una desafortunada invención. El hecho de que este tipo de ideas sean todavía muy comunes demuestra de qué manera tan asombrosa muchos psicólogos, incluso los más eminentes, a menudo parecen decidir cuáles son los rasgos que caracterizan el proceso que se disponen a estudiar antes siquiera de comenzar de hecho a estudiarlo. El profesor Stout, por ejemplo, escribiendo sobre la memoria, dice: «Es mejor reducirla a una resurrección ideal, en la medida en que la resurrección ideal es meramente reproductiva y no implica una transformación de lo que se revive de acuerdo con las circunstancias actuales»3. Debería estar a estas alturas suficientemente claro que, hasta donde llegan todos los procesos ordinarios de recuerdo, si se aceptara esto al pie de la letra, dejaría a la memoria un campo enormemente pequeño y bastante poco importante.
A pesar de todo, si decimos que la memoria es en sí misma constructiva, ¿cómo vamos a diferenciarla de la imaginación y del pensamiento constructivos? El modo más fácil es decir que la diferencia es simplemente de «grado». Esta forma de distinguir resulta, en psicología, tan confusa como común. En este contexto lo que debe querer decir es que el recuerdo, la imaginación y el pensamiento difieren tan sólo en cuanto a la fijeza del detalle del que se ocupan. Pero nuestros estudios nos han mostrado que ocurren todo tipo de cambios de detalle en los casos que toda persona normal aceptaría como casos genuinos de recuerdo. Hay cambios en el orden de la secuencia, de dirección, de complejidad de la estructura y de significación que no sólo son coherentes con el recuerdo subjetivamente satisfactorio, sino que son también perfectamente capaces de cumplir las demandas objetivas de la situación inmediata. El grado de fijeza es en este caso un criterio que sería seguramente difícil de aplicar.
Sugiero que las principales notas diferenciadoras entre recuerdo constructivo, imaginación constructiva y pensamiento constructivo se intenten encontrar en los distintos materiales sobre los que operan y en la manera precisa de control. De acuerdo con la teoría general de este libro, el recuerdo está «esquemáticamente» determinado; las circunstancias que estimulan las orientaciones del recuerdo, tanto si ocurren en el laboratorio
Resumen y conclusiones 387
como en la vida diaria, siempre establecen una actitud, dirigida fundamentalmente hacia una organización «esquemática» particular. La construcción o reconstrucción que se produce está, en los casos más típicos, casi siempre dentro de los límites de esta organización especial, y en cualquier caso el material que es central implica que se deriva de esa organización. Este es por ejemplo el caso del material verbal, o pictórico, el material sensorial, o el material que transcurre en una extensión cronológica determinada; material siempre del que uno se ocupa por un interés específico y más o menos definido, y que nos disponemos a elaborar cuando recordamos.
Como ya he demostrado, para servir a las necesidades de adaptación biológica, los intereses continuamente se van haciendo más diversos, reducidos y definidos, de manera que nuestro abanico de búsqueda, cuando tenemos que intentar recordar, tiende a hacerse cada vez más definido. Siempre se trata de material procedente de algún conjunto organizado de un modo especial, que es forzosamente crucial, sobre el cual se acumulan las construcciones y reconstrucciones de la memoria. Sin duda, la superposición de la organización «esquemática» y el cruce de intereses vienen a significar que los elementos de un «esquema» pueden utilizarse cada vez más para recordar material de .otro. Pero los otros «esquemas» son aquí dependientes, siempre subordinados y meramente al servicio de los intereses del que es el central.
No ocurre lo mismo en el caso de la imaginación constructiva. El «esquema» central no está, por así decirlo, predeterminado por la orientación inicial. Hay un abanico más libre de un contexto a otro y de un interés a otro. La construcción evoluciona a medida que se produce y los puntos de énfasis se desarrollan con ella. El material de un «esquema» cualquiera puede situarse próximo al material de cualquier otro «esquema», y sólo se da esa porción de control que supone que cualquier elemento tiene que ser capaz de conllevar suficiente significado para impedir que reniegue completamente del resto y deje así una laguna y nada más. Al margen de esto, cuanto más inesperada e inusual es la yuxtaposición, más satisface el producto final las demandas para las cuales se produce. La imaginación constructiva no es peculiar en cuanto a la capacidad constructiva, sino en cuanto al ámbito y funcionamiento de su actividad, así como en cuanto a la determinación de sus puntos de énfasis.
En el pensamiento constructivo, volvemos una vez más a una mayor rigidez de control. Sin embargo, no se trata de un control que nos haga buscar material organizado dentro de un «esquema» individual, o grupo «esquemático» individual. Por el contrario, el pensamiento constructivo exige reunir núcleos de interés que por lo general hasta entonces no se
388 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
habían conectado. De nuevo, no se trata de reunirlos sin más y mostrar su yuxtaposición, sino que tiene que efectuar y expresar de tal modo la conexión que la relación sea evidente para todo aquél que pueda entender su lenguaje. Pero tampoco acaba ahí todo; tiene que investigar qué se deriva de esta yuxtaposición, para intentar llegar a una solución de un conjunto de problemas dentro de los límites del tema que esté tratando. De ahí que tenga que someter a control, del tipo que sea, la naturaleza de las demandas de ese tema; dicho control puede ser relativo a un hecho objetivo y experimental como en la ciencia, o a las normas que pretenden ser independientes de la idiosincrasia individual* como en la literatura, arfes y filosofía. Lo que se puede vislumbrar en un instante y manifestar en la imaginación constructiva puede poco a poco lograr la aceptación general por obra del pensamiento constructivo. Sin embargo, una gran parte de la imaginación constructiva nunca llega hasta ese punto, y sin duda nunca podría hacerlo, porque tanto la orientación como el control iniciales son diferentes en ambos casos.
En esta obra me he preocupado fundamentalmente por los problemas relacionados con el recuerdo y su determinación individual y social. Sin embargo, no he considerado en ningún momento la memoria como una facultad, una reacción limitada y acotada, que encierre en sí misma todas sus peculiaridades y sus explicaciones; al contrario, la he considerado más bien como un logro de la lucha incesante por comprender y disfrutar un mundo lleno de diversidad y de rápidas modificaciones. La memoria, y todo el universo de imágenes y palabras que lleva consigo, constituye junto con la adquisición secular de los sentidos y el desarrollo de la imaginación y el pensamiento constructivos, aquello donde a la larga encontramos la evasión más completa de las limitaciones del momento y del lugar presentes.
Capítulo 1
1 Myers, Text-Book o f Experimental Psychology, Cambridge, 1911, p. 1.2 Myers, op. c i t p. 144.3 Para una brillante ilustración de este punto, véase Sir Henry Head, Aphasia and Kin-
dred Disorders o f Speech, Cambridge, 1926.4 Especialmente, como es sabido en el mundo de la psicología, en ei importantísimo tra
bajo del profesor C. E. Spearman.Medical Research Council, Industrial Health Research Board Special Report Series,
n° 28, p. 5. Seria espléndido que este ensayo se pusiera en las manos de todos los estudiantes de investigación biológica al comienzo de su carrera.
6 Yule, op. cit., pp. 13-14.7 «Psychological Cautions in the use of Statistics», Zeit. f. angewandte Psychologie,
XXXVI, pp. 82-6.8 Myers, op. cit, p. 2.
Capítulo 2
1 Philippe, «Sur les Transform ations de nos Images M entales», Rev. Phil., XLÍI, pp. 481-93.
2 Die Traumdeutung, 3.a ed., Leipzig y Viena, 1911, VII (hay ed. cast.: La interpretación de los sueños, en el vol. I de las Obras completas, Madrid, Biblioteca Nueva, 1948).
3 Un informe del método y de los aparatos utilizados para exponer el material se encuentra en el artículo titulado «An Experimental Study of some Problems of Perceiving and Imaging», Brit. Journ. o f Psychol, 1916, VIII, pp. 222-66, en el que el experimento se presenta con más detalles de los ofrecidos aquí.
4 Cf. Quantz, Problems in the Psychology o f Reading, Psych. Rev. Monog. Supl. no. 1, p. 10: «❖ se le llama un diamante o un rombo; O un círculo o un globo; C una luna o creciente. Se trata de.una vuelta a la imprecisión de la escritura pictórica.»
5 Cf. pp. 32, 35,45,194-5, 232-3.6 Véanse, pp. 195, 205-14.7 Cf. Emerson en Prudence: «El proverbio latino dice: ‘en las batallas el ojo se ve des
bordado’. El ojo se acobarda y exagera notablemente los peligros del momento.»
389
390 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
. 8 Cf.Royce, Outlines o f Psy cholo gy, Nueva York, 1911, p. 92: «En los efectos de las artes decorativas las semejanzas presentes ayudan a apreciar de manera más precisa las diferencias de experiencia de las que depende el efecto decorativo.»
9 Cf. Frank Smith, Brit. Journ. o f Psychol VI. pp. 320-62.J0 Cf.pp. 192-3,208-12.11 Visuell wahrgenommene Figuren, Copenhage, 1921.
Capítulo 3
1 Psychol. Rev. IV, 390-1; Amer. Journ. o f Psychol, 1898, pp. 183-90.2 Por ejemplo, Kirkpatrick, «Individual Tests of Schoolchildren», Psychol. Rev. VII,
pp. 271 y sigs; Sharp, «Individual Psychology», Amer. Journ. o f Psychol., 1899, pp. 329-91.3 Por ejemplo, Parsons, C. J., «Children’s Interpretations of Ink-Blots», Brit. Journ. o f
Psychol. IX, pp. 71-92; H. Rorschach, «Psychodiagnostik»: Arbeiten zur angewandten Psy- chiatrie, Bd. II, Berlín, 1921; O. A. Oeser, «Some experiments on the Abstraction of Form and Colour», Brit. Journ. o f Psychol. XXII, pp. 287-323.
4 Cf. pp. 20, 232-3. Primero el sujeto reflexionaba sobre un objeto o una situación. Después, en su caso, de forma visual, recordaba una imagen de algún ejemplo concreto e intentaba que ajustara con la mancha. No debe considerarse que la parte reflexiva del proceso global, que fue muy habitual, involucre necesariamente una imagen por sí misma.
5 Originalmente todos los dibujos de la Lámina II tenían colores (v. Brit. Journ. o f Psychol., op. cit.).
6 Cf. Parsons, op. cit., pp. 79-80. A la vista de ciertos desarrollos de la psicología moderna, particularmente de la Gestalttheorie, quizás debería disociarme de forma específica de todas las especulaciones concernientes a los procesos dinámicos del cerebro que se puede pensar que subyacen a estas imágenes dinámicas.
7 Los números que se dan en esta lista se refieren al orden de presentación de las manchas. Los números entre paréntesis se refieren a las reproducciones de las Láminas I y II.
Capítulo 4
1 En ninguno de los métodos que consistía en reproducir el material después de intervalos cada vez mayores, se informó a los sujetos que deberían recordar varias veces el material que se había presentado.
2 Véase especialmente B. Muscio, «The Infiuence of the Form of a Questíon», Brit. Journ. o f Psychol VIII, 351-89. Este artículo plantea un gran número de importantes problemas de una forma muy interesante, y ha tenido menos repercusión de la que podía haberse esperado.
3 La Suggestibilité, París, 1900. Véanse los cáps. II-IV.4 ídem , p. 87.5 ídem , p. 200.6 Cf. pp. 204-5.7 En el original cada cara iba acompañada por cuatro líneas de versos.8 Véase Myers, Text-Book o f Experimental Psychology, pp. 149-50. Posiblemente ilustre
este principio el hecho de que de todas la frases convencionales que se utilizan en las narraciones populares, las del principio y las del final son las más firmemente establecidas y más ampliamente extendidas. Cf. Rene Basset, Rev. des Trad. pop., 1903, pp. 233, 347, 462, 536, etc. Pero véase también este volumen, p. 175.
Notas 391
9 Es posible que se pueda considerar que este procedimiento distingue a un tercer tipoo clase de sujetos, pero con segundad está más próximo a la técnica verbalista que a la vi- sualista.
Capítulo 5
1 Rev. Phil, 1897, XLII, pp. 481-93. El difunto profesor James Ward me hizo prestar atención al interesantísimo trabajo de Philippe.
2 Cf. los caps. VII y VIII.3 Véase el cap. VIII.4 Véase Aun. Rep. Bur. o fAm er. Ethnol., Boletín 26, pp. 184-5.D Se refiere, naturalmente, a sus procesos de memoria en general. Pero aunque diga que
sus imágenes específicas en este caso se han oscurecido, no parece que la versión sea mucho menos detallada o precisa que las de ensayos anteriores.
6 Cf. F. C. Bartlett, «Symbolism in Folk Lore», Seventh International Congress o f Psychology, Cambridge, 1924, pp. 278-89.
' Véanse cap. VII.8 Véanse pp. 129-46.9 Véanse pp. 72-5.
Capítulo 6
1 Por ejemplo, véase Taylor, The Alphabet (Londres, 1883); Huey, The Psychology and Pedagogy o f Reading (Nueva York, 1910), etc.
2 De hecho, utilicé una cuarta serie, pero no se reproduce en la Lámina III.3 La función de los nombres al recordar reaparece una vez más aquí. Cf. pp. 18-20.4 Cf. pp. 31-2, 35, 55-7, 78, 89-90.5 Cf. pp. 269-74.6 Véase p. 184.7 Véase la Lámina III, serie III.8 Cf. cap. XVI.9 Un breve y útil resumen de este trabajo se presenta en Myers, Text-Book o f Experi
mental Psychology, 1 ,156-7.10 Para una discusión de este punto, véase el cap. XV.11 No hay duda de que es posible hacer distinciones adicionales entre vocalizar y verba-
lizar. Este último método incluiría la visualización clara de indicios verbales, mientras que en el primero el método característico es cinestésico de forma más clara y excluyente. Muy probablemente de aquí se deriven diferencias importantes, pero mis experimentos no las han traído a la luz.
12 Cf. pp.288-91.13 Cf. pp. 222-3, y también Brit. Journ. ofPsychol. XVI, 22-5.
Capítulo 7
1 Véase el cap. VIII.2 La historia está sacada de Congo Life and Folklore, de J. H. W eeks, Londres, 1911,
392 fíecorclar. Estudio de psicología experimental y social
p. .462. Tengo contraída una gran deuda con la Srta. M. E. Isherwood, entonces de! Newn- ham College, Cambridge.
3 Tengo contraída una gran deuda con el Sr. H. N. Randle por recopilar estas dos series.4 Véanse pp. 182-3.5 Estoy en deuda con el Sr. A. G. Pite, entonces en el Trinity College de Cambridge,
por su ayuda a la hora de obtener esta serie y las tres siguientes.6 En esta versión se utilizaron intencionadamente cifras en lugar de letras para los nú
meros, pensando que esto facilitaría que se retuvieran los números con exactitud.7 Vuelvo a estar en deuda con la Srta. M. E. Isherwood, entonces en Newnham College,
Cambridge, por la recopilación de esta serie.8 «Essays: First Series». The Temple Clcissics Edition, Londres, 1904. p. 62.
Capítulo 8
J Cf. Phijippe, Rev. Phil. XLIV, 524.2 Cf. pp. 58, 93.3 Véanse pp. 23 -2.4 Puede ser interesante señalar que en otra serie con el mismo punto de partida, tam
bién este dibujo se fue desarrollando hasta que adoptó la forma de un gato, al llegar a la reproducción decimoséptima.
3 Véanse pp. 18-21.6 Cf. p. 107.7 Cf. pp. 273-4.
Capítulo 9
1 Véanse, p. ej., B. Edgell, Theories o f Memory, Oxford, 1924; Myers, Text-Book o f Experimental Psychology, Cambridge, 1911, caps. XII y XIII.
2 P. ej., Kohler, Gestalt Psychology. Londres, 1929, cap. IX.3 Esto es lo que yo he llamado, con precisión creo, «esfuerzo en pos del significado» (v.
Brit. Journ. o f Psychol., 1916, VIII, pp. 231, 261-5). Véase el cap. XII, donde se siguen discutiendo algunos de los problemas psicológicos del significado.
4 La observación y tratamiento del niño por parte de Miss L. G. Fildes fueron inmejorables. A ella debo la descripción del caso, si bien yo soy el único responsable de la utilización del mismo en la discusión que viene a continuación.
5 A. W. G. Ewing, Aphasia in children, Oxford, 1930.6 Visuell wahrgenommene Figuren, Copenhage, 1921.7 Véase p. 32.
Capítulo 10
1 JJeber die Functionen der Grosshirnrinde: Gesammelte Mitteilungen mit Anmerkimgen, Berlín, 1890.
2 Studies in Neurology, Oxford, 1920, pp. 605-6.J ídem , p. 607.4 Cf. H. Sturt, Principies o f Understanding, cap. III, Cambridge, 1915.5 W. S. Hunter, Behav. Monog. 1913, 2, Psychol Rev., 1915, XXII, 479-89.
Notas 393
6 Cf. MacCurdy, Com/non Principies in Psychology and Phvsiology, Cambridge, 1928, pp. 11-12.
7 Cf.pp. 308-11.
Capítulo 11
1 Common Principies in Psychology and Physiology, Cambridge, 1928. Véase, p. ej., p. 140 y en varias ocasiones a lo largo de toda la Parte I.
2 Véase, por ejemplo, la clasificación citada en Myers, Text-Book o f Experimental Psychology, p. 142, y reproducida en este volumen en la p. 305.
3 Brit. Journ. o f Psychol. XVIH, 1.
Capítulo 12
1 En particular, en lo que concierne al significado expresado verbalmente, puede encontrarse una descripción completa de muchas de estas teorías en Meaning and Change o f Mea- ning, de Gustaf Stern, Góteborg, 1931. Esta monografía contiene además una buena bibliografía.
2 Brit. Journ. o f Psychol. XI, 103.3 A Text-Book o f Psychology. Nueva York, 191L pp. 367-8.4 Obviamente, «significado» se usa aquí en el sentido convencional de significado relati
vamente fijo, o significado que es común entre un grupo social determinado.3 L. von Cassel, Sonia Kovalevsky, Londres, 1895, pp. 232-3.6 Véase, p. ej., Head, Aphasia and Kindred Disorders o f Speech, Cambridge, 1926, vol.
I, part. IV, cap. I.7 Cf. J. Drever, Instinct in Man, Cambridge, 1917, cap. VI.
Capítulo 13
1 The History o f Melanesian Society, Cambridge, 1914, II, 383.
Capítulo 14
1 Véase el cap. XVII.2 Henri A. Junod, The Life o f a South African Tribe, Londres, 1927, II, 619.3 Resulta muy curioso que, si bien se ha llevado a cabo un conjunto de excelentes obser
vaciones experimentales sobre las reacciones sensoriales de pueblos relativamente primitivos (v. p. ej. el Informe de la expedición de Cambridge a las Torres Straits, Cambridge, 1903), son pocas las investigaciones controladas que se han realizado sobre sus procesos mentales superiores. Sin embargo, es casi totalmente seguro que revelarían muchos resultados enormemente interesantes y permitirían corregir las opiniones actuales sobre las profundas diferencias de mentalidad entre pueblos civilizados y no civilizados.
4 Véase la p. 252.3 Me gustaría expresar mi agradecimiento a J. Thornas, de Rhodesia del Norte, geólogo
y experto, en minas, por sugerir y realizar esta prueba, y por la gran cantidad de información valiosa que me proporcionó durante una compañía muy agradable de varios días.
394 Recordar. Estudio de psicología experimental y social
Capítulo 1.5
1 Véase, p. ej., C. Murchison, Social Psychology: the Study o f Political Domination. Clark University Press, 1929.
2 Se puede reunir una serie de ejemplos interesantes a partir de «Psychological Types in the Cultures of the South-west», de Ruth Benedict, Actas del 23 Congreso Internacional de Americanistas, pp. 572-581.
3 Este mismo ejemplo dio lugar a una anécdota que viene al caso. En la primavera de 1929 lo expuse en el curso de unas conferencias pronunciadas en Cambridge, y a ninguno de ios presentes le costó apreciar su pertinencia. Un año más tarde lo repetí, y ya habían cambiado tanto los hábitos populares de vestuario y adorno que se recibió por parte de toda la audiencia con una expresión de estupor y reticencia, lo que me obligó a emprender una explicación sobre su pertinencia.
4 J. A. Engelbrecht ha recogido una o dos historias: «Swazi Text and Notes», Annals o f the University o f Stellenbosch, vol. VIII, sección B, n° 2 (1930). Aunque trata asuntos completamente diferentes, el tema general del triunfo del engaño está presente en ellas.
5 Es decir, el nombre es casi seguramente simbólico. En este caso, la significación oculta de «Ukanyani» parece referirse a las características del propio pueblo suazi.
6 «Swazi Customs relating to Marriage», Annals o f the University o f Stellenbosch, vol. VIII, n° 3 (1930).
Capítulo 16
1 Véase Mallery, «Picture Writing of the American índians», Ann. Rep. Bur. o f Amer. Ethnology, 1888-89, p. 261.
2 R. B. Cunningham Grahame, The Conquest o f New Granada, 1922, p. 97.3 Franz Boas, «Tsimshian Mythology», Rep. Ann. Bur. Amer. Eth. XXXI, 571, y sigs.4 Véase I. Taylor, The Alphabet, Londres, 1883.21 Véase, p. ej., Haddon, «Decorative Art of British New Guinea», Cunningham Me-
moirs, n°. X; C. H. Read, Journ. Anthrop. Inst. XXI, 139-54.6 Mallery, op. cit, p. 652.7 Haddon, op. cit., p. 46.8 Véase E. L. Thomas, Journ. Roy. Anthrop. Instit. LV, 129.9 Véase, p. ej., Elliot Smith, «The Evolution of the Dragón», cap. II, Manchester, 1919.10 Haddon, op. cit, p. 59.11 Lladdon, op. c it , p. 53; figs. p. 55.12 ídem , p. 58.lj C. G. Seligman, Journ. Roy. Anthrop. Instit LVIII, 247.14 Neville Cardus, Cricket, Londres, 1930, pp. 173-4.15 Londres, 1929.16 W. D. Wallas, «Individual Initiative and Social Control», Amer. Anthropol. N.S.
XVII, 1915, pp. 647-68.
Capítulo 17
1 C. E. Lawrence, Brit Journ. o f Psychol. Monog. Supp. XVI, p. 70. Véase también Shepherd Dawson, «Intelligence and Fertility», Brit. Journ. o f Psychol. XXIII, 1932, 42-51.
2 Archives de Psychologie, XVI, 152-79.
Notas 395
3 Folk Lore, vol. XXXIII, 1.4 Véase, p. ej., Mallery, op. cit. p. 133 y sigs.; D ’Alviella, Migrations o f Symbols, Lon
dres, 1894, y Keble, On the Mysticism attributed to Early Fathers o f the Church.5 Se encontrarán ejemplos sorprendentes y excelentes en la obra de Roheim, Animism,
Magic. and the Divine King, Londres, 1930.6 Hay una pequeña cantidad de trabajos sobre la permanencia de rasgos temperamenta
les en diferentes generaciones de animales, llevados a cabo por E. M. Smith en el Laboratorio Psicológico de Cambridge pero aún sin publicar, que presentaban resultados favorables a la hipótesis. Pero es preciso hacer otros muchos trabajos.
Capítulo 18
1 L ’Evolution de la Mémoire et de la Notion de Temps, París, 1928, tomo II. Muchos de los puntos elaborados por Janet guardan una estrecha semejanza con el enfoque general que yo mismo he adoptado en este volumen. Quizá se me permita decir que en ningún aspecto ha habido posibilidad de un intercambio de ideas sobre el tema, y que si bien, al igual que iodos los psicólogos, siento desde hace tiempo la mayor admiración por el trabajo psicológico del profesor Janet, he terminado esta parte de mi estudio antes de que aparecieran sus volúmenes.
2 París, 1925.3 Op cit., pp. 286-7.4 Instinct and the Unconscious, Cambridge, 1920, p. 95.
Capítulo 19
1 Myers, Text-Book o f Experimental Psychology, p. 142.2 Myers, op. cit., p. 143.3 Manual o f Psychology, 4a ed., Londres, 1930, p. 521.
ÍNDICE ANALÍTICO
abreviación, 240-1.actitud, 60, 70, 74, 82, 90-1, 95-6, 107-9,
114-5, 116, 134, 257-61, 263, 275-6, 329-31,377,381.
actitudes afectivas y recuerdo, 107-9,134-5,169-71,292-4,377-8.
«ajuste» del material y de la respuesta, 104,170-1, 302-3, 307, 364-5.
ajustes espaciales, 266-70. apetito, 278-9, 376-7, 381. asimilación y convencionalización, 342-4. asociación, principios de, 378-82.
por «continuidad de intereses», 382. por similitud, 379-81.
asociativa, coexcitación, 165. auditiva, percepción, 257-8.
behaviorismo o conductismo, 283, 284. Benedict, Ruth, 394.Binet, A. 106.Boas, Franz, 118, 394.
carácter, 329, 376, 384-5.Cardus, Neville, 394.Cassel, L. von, 393. colectivo inconsciente, 354, 355-66. concreto, recuerdo, 239. condicionado, reflejo, 279. convencionalización, 151-2, 163, 177,
239-40,243-51, 315-6, 341-54.
D ’Alviella, Conde, 395.Dearborn, G., 85. descripción, método de la, 101-16. detalles dominantes al percibir, 80-1,
135-6,144-5,277-80,291. determinación a recordar, 172. dilación de los cambios en el recuerdo,
146-8.Durkheim, E., 368.
Ebbinghaus, H., 45, 52-4, 56.Edgell, B., 392.elaboración en el recuerdo, 206-7,
246-8.Emerson, R. W., 234, 389.en el recuerdo, 269, 271-4, 277, 279-82.«encajar» al percibir, 69.
al percibir y formar imágenes, 95-7. al reconocer, 263-4.
Engelbrecht, J. A., 334, 394.«escuchar» y oír, 257. esfuerzo en pos del significado, 69, 96,
297,392.«esquema», 267, 269-74, 276-82, 375-8,
386-7.«esquema del grupo», 372-74. esquemas, funcionamiento de los
al percibir, 69, 73, 75, 82. al percibir e imaginar, 96. al reconocer, 261-2.
397
398 índice analítico
en el recuerdo, 268-74, 276-82, 337,375-8, 387.
en el Yo, 385-6. estadísticas en psicología, 57-9. estilo, reproducción del, 136. estímulo y respuesta, 52-4.Ewing, A. W. G., 392. experimentos en psicología, 51-62. experimentos sobre formar imágenes,
85-99.e intereses, 88-9. variedad, 86-8. y el movimiento, 88. y el orden secuencial, 104. y el pensamiento, 294-6, 386-8. y formar palabras, 93,113-5. y la visualización, 91-3,113-4.
Experimentos sobre percibir, 63-83. reconocer y recordar, 253-64. y el análisis, 68,72. y el predominio, 81-2. y esquemas, 81-2. y formar imágenes, 63-5. y la actitud, 82. y las inferencias, 73-4, 83. y poner nombre a algo, 67-70. y valoración, 76.y variedad de interpretaciones, 78-9.
facultades, 62, 254, 388.Fechner, G. T 51-2.Fildes, L. G., 392.«forma» en el recuerdo, 138-9.Freud, S., 64, 358.
Galton, F., 57.Grahame, R. B. Cunningham, 394. grupo, memoria del, 368-74. grupo, temperamento del, 329-39.
Haddon, A.C., 346-7, 394.Halbwachs, M., 368-70.Hardy, Thomas, 292.Head, sir Henry, 47, 266-8, 271, 273,
278,280, 389, 393.
Helmholtz, H. L. F. von, 51.Hering, E., 52.Hicks, G. Dawes, 47.Hunter, W.S.,279.
ideas, 278-80.«imagen, función de la», 279. imágenes
como facilitadoras de las reacciones a distancia, 288-90.
de movimiento, 266-7. errar por las, 290-4, 377-8. y el esquema, 277-80, 376-8. y las palabras, 286-7.
importación en el recuerdo, 112-3, 145- 6,162.
inferencia al percibir, 73-4, 83. instintivas, tendencias, 278-80, 376-7,
381.inteligencia heredada, 356-7. intereses, y la claridad en el recuerdo,
110- 1.
y el significado, 300-2. y formar imágenes, 88-9, 95. y los detalles dominantes, 278-80,
376-7,381. y psicología social, 329-31.
Isherwood, M. E., 392.
Janet, P., 367.Jung, C. G., 358-61.Junod, H. A., 393.
Kirpatrick, E. A., 390.Kóhler, W., 279, 392.
Lasswell, G., 352.Lawrence, C. E., 394.
MacCurdy, J. T., 47,288, 393.Mallery, 345,394, 395. material sin sentido en los experimen
tos sobre la memoria, 52-6,165-6, McDougall, W., 311. mezcla de recuerdos, 160-1, 291.
Indice analítico 399
Mémoire affective, 293. método de la escritura de dibujos, 151- . 7 6 -
método de la reproducción repetida, 117-49.
método de la reproducción serial con imágenes, 243-51.
mirada, dirección de la, 105-7, 159-60. Munk, 266.Murchison, C., 394.Müller, G .E ., 52,165.Myers, C. S., 45, 47, 55, 59, 389, 390,
391,392,393,395.
nombres propios, 238-9, 277. .
Oeser, O. A., 390.omisiones en el recuerdo, 137, 155-9,
184-6,196.orden secuencial, 103-5, 135-6, 188,
198, 241,271-2, 375. organización,
de los grupos sociales, 324-6. del material psicológico, 262-3.
palabras,e imágenes, 286-7.funciones generales de las, 114-5,
164, 249-50, 295-6, 377-8. y dirección de la mirada, 107. y orden secuencial, 104.
Parsons, D. J., 390. patrones sensoriales, 255, 260-3.Pear, T. H., 292. pensar, 97, 295-6, 386-7.Perry, W. J., 346.Philippe, J., 117,389, 391.Pilzecker, A., 165.Pite, A. G., 392.
Quantz, J. O., 389.racionalización en el recuerdo, 139-44,
185-8,196-7.
Randle, H. N.,392.
reacciones a distancia, 288-90, 346-7. reconocer y percibir, 255-61.
teorías sobre, 258-9. y recordar, 262-4.
recordar de forma repetitiva o mecánica, 271, 336-9.
recordar experimentos sobre,como algo constructivo, 272-3, 323,
347-53^386. /método de la descripción, 101-16. método de la escritura de dibujos,
151-76, 379. ■ método de la reproducción repetida,
11^-49, 323, 379. método dé la reproducción serial,
177-242, 317. reproducción serial con ilustracio
nes, 243-51. teoría de, 265-83.y la determinación esquemática,
270-2. ‘y la psicología social, 317-8, 326,367-
74. relaciones,
en el pensamiento, 295-6. en el percibir, 73-5.
reproducción serial, método de la, 177- 242.
respuestas preferentes, 257-9.Rivers, W. H. R., 47, 316, 362-3, 371-2. Roheim, G., 395.Rorschach, H., 390.Royce, J., 390.Rubin, E., 81.
Schumann, F., 165.Seligman, C. G., 394.Sharp, S. E., 390.«simples», respuestas, 54-6, 75-6, 97 simplificación en el recuerdo, 207-37,
248-9.y convencionalización, 344-6.
«situación», definición de, 300-2. símbolos universales, 362-4.Smith, E. M.j 395.
400 Indice analítico
Smith, Elliot, 346.Smith, Frank, 390. social, constructividad, 347-53. social, psicología, definición, 311-5. sociología, 317.Spearman, C. E., 389.Stern, Gustaf, 393.Stout, G. F., 382, 386.Stumpf, C., 52.swazi, pueblo, 312-4, 320-2, 332-8. Swazilandia, 46, 321, 335.
Taylor, I., 391, 394. temperamento en relación con,
el Yo, 385-6. percibir, 70, 95-6. psicología social, 329-39. recuerdo, 280-2, 376-7. significado, 304-5.
tendencias sociales persistentes preferidas, 331-40.
teorías del recuerdo y «huellas», 64, 265,267,273-4, 277,280-3.
teorías sobre el significado, 297-300. en psicología, 303-6.
«reales», 306-7. y el recuerdo, 307-8.
Thomas, E. L., 394.Titchner, E. B., 299-300.transferencias de detalles en el recuer
do, 111-2.trasposiciones en el recuerdo, 137.trivial, persistencia de lo, 164, 251,
346-7.
verbalización, funciones de, 107, 113-5, 166-9.
visualización y verbalización, 113-5, 166-9.
Wallas, W. D., 394.Ward, James, 47,381-2, 391.Watson, J. B., 298-300.Weber, E. H .I.,51.Weeks, J. H.,391.Wundt, W., 52.
Yerkes, R. M., 279.Yo, 281, 383-6.Yule, G. Udny, 57-9.
3429514
Un clásico de la psicología que conserva el poder de plantear algunas de las cuestiones fundamentales que afectan al corazón mismo de esta ciencia.
El estudio de Sir Frederic Bartlett sobre el Recordar se publicó por vez primera en el año 1934 y es, en la actualidad, un clásico de la psicología. En él muestra cómo la percepción, la formación de imágenes y el recordar son expresión de procesos activos y dinámicos relacionados con el contexto y las necesidades del organismo. La brillantez y originalidad de su enfoque no llegaron a reconocerse plenamente hasta después de que la psicología se liberase de los rigores del conductismo y entrase en la era cognitiva. Más de sesenta años después de su publicación, este libro tiene aún el poder de abordar algunas de las cuestiones más polémicas que afectan al corazón mismo de la psicología como ciencia que intenta comprender la mente humana. La presente edición incluye un estudio introductorio a la obra de Bartlett, a cargo de Alberto Rosa.
SIR FREDERIC BARTLETT (1886-1969) ocupó la primera cátedra de psicología de la Universidad de Cambridge y fue el principal responsable del desarrollo de su laboratorio de psicología experimental. Ocupa un lugar de honor en la historia de la psicología precisamente por su libro Recordar.
Cubierta: Ángel Uñarte
ISBN 84-206-7714-0
9 788420 677149
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