felix duque - el cofre de la nada
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7/29/2019 Felix Duque - El Cofre de La Nada
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ELA C O F R EDE LIA NADA FÉLIX
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7/29/2019 Felix Duque - El Cofre de La Nada
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LECTURAS
Serie FilosofíaDIRECTOR F él i x DUQUE
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0
7
La f o to c o p i a m a t ae l l i b r o e e e
P e r o e l l i b r o c a r o
y c o s t os o m a t a a l
b o l s i l l o h o n e s t o yt r a b a j a d o r ; )
FELIX DUQUE, 2006
ABADA EDITORES, S.L., 2006
Plaza de jestim, 5
80.1.4, Ma dri d
www.abadseditores.com
diseno ESTUDIO JOAQUIN GALLEGO
producción GUADALUPE GISBERT
ISBN-13 978- 84- 96258- 94- 5
ISBN-ID 84-96258-94-7
deF6sit0 legal M-1853-2007
p r e i m p r t l i ó n E s o m to L A L E C ZI PI SK A y D AL L io n u rr Ax x - é
impresión LAVE.I ,S L
FÉLIX DUQUEEl cofre de La nada
DERIVA DEL NIHILISMOEN LA MODERNIDAD
A B A D A EDITORELECTURAS DE FILOSOFIA
MADRD2
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«La muerte es el cofre de la nada, esto es, de aquello que nunca,
bajo ningún respecto, es algo meramente ente, pero que, sin
embargo. esencia [despliega su ser], incluso como el misteriodel ser mismo, En cuanto cofre de la nada, la muerte alberga
dentro de si lo esenciante del ser. La muerte constituye, en
cuanto cofre de la nada, los albergues [la sierra] del ser»,
MArrtt; MEIDZOCIER, Le costi
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1. DE CÓMO PLANIFICAR LA HISTORIA
Siempre es aventurado arriesgar una consideraciónfinahstica
para otorgar algún sentido al devenir de la Historia. A
menos, claro está, que nos atengamos prudentemente al dic-tum de Kant, según el cual es posible el c onoc imiento o priori
de la Historia: «cuando el que vaticina es el que hace y orga-
niza los acontecimientos mismos que él anuncia Y> N o hay
aquí, pues, ni designios de la Providencia (aunque el pr opio
Kant coquetee en otros opúsculos relativos con la idea deuna natura duedala rerara), n i Espíritu del Mundo pisoteando
I. Kan t. Der Streit dar Escalden Str ei t) , 2a Sec., 2. En' Il rk e Akademi e Text-
ausgalse, De Cruyter, Berlín, 1968; VII, 79s. [ed, esp., Replanteamiento de la
cebón sobre s e género humano sekrrIM en cor ni l. progreso haría lo meor, en, Idea span7unahistoria universal en date cosmopolita, otros escritos sobre Fi!osop de lo Historia , Ternos ,
Madr id, 1987, p. 80], En todos los casos, la traducción de las citas es mía.
2 Vé as e m i <sNatt,,,, dOCC1010
',
erlini• D e l a
i n q u i e t a n t e
d e f e n s a
k a n t i a
n a
maquina de guerras>, en R. R. Ar amayo,J. Muguerza y O. Roldán (comps.),La paz) e ideal cosmopoita de la Ihstroción. A proporsito de bcentenario de Hacia !a palPerPe-
tua
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8 E L COFRE DF LA NADA
imper tér rito inocentes flores a su paso, ni materialismo his-tórico-economicista, n i nada más allá o más acá de los hom-
bres. Si acaso, de ese dictamen se desprende un vago aroma
voluntar ista... o cínico, según se mir e. Ya que, según sea la
persona o grupo agente-y-vaticinador, así le irá a la H isto -
ria... y a los hombres en ella.
Es significativo a este respecto que toda esta gente que hace
historia tenga una característica esencial en común, a saber: elansia de unidad por eliminación de todo desorden y el cierre
de la His tor ia misma por reabsorción del tiempo en un anché-téos ideal. Al efecto, Kant denunciará a tres malos hacedores de
historia: I) los profetas judíos, 2) «nuestros políticos» y 3) los«sacerdotes» (Geistliche)'.
Los primeros intentan retener al pueblo en el pasado pri-
mordial de la Santa Alianza del origen con Yavé, y lo hacen demodo que todo cambio (consistente, p.e., en mezclarse con
los «pueblos vecinos») sea a la vez pecaminoso y de nefastas
consecuencias (ya se sabe con qué facilidad endurece Yavé
Dios su corazón)... e irr emediable, pues la «constituc ión»
otorgada por estos «conductores del pueblo» estaría tan
sobrecargada de mandatos y ceremonias absurdas que
habrían hecho «completamente inviable» la conversión del
Pueblo Elegido en u n «estado» moderno ( ,q ué habría
dicho Kant hoy del muy moderno Estado de Israel?)Los segundos, los gobernantes de la época de Kant (y no
sólo de ella, me temo), pretenden fijar la vida al presente eterno
del orden establecido, impidiendo toda modificación de las
costumbres y por ende toda evolución de las mismas: hay quetomar —dirían esos tales— «a los hombres tal como son, no
corno pedantes inexpertos en los asuntos del mundo o corno
algunos fantasiosos (Pliantosten) de buena intenc ión suenan
3 Ssrcis, 2a Sec.. 2_ VI I , 8:Dted. esp.: p. 8tl ,
'I. DE COMO PLANIFICAR LA HISTORIA 9
que debieran ser». A ese ser «tal como son» corresponderíala inmutable distinc ión entre los nacidos para obedecer y los
llamados a dominar, según una inescrutable delegación) diaisión
divinas del poder. Mas, puesto que ello atenta contra la naturalezamisma del hombr e (o sea, contra su aspiración a ser rac io-
nalmente moral, tendiendo a un reino iguatitario de los fines), los
intentos po r sacudirse esos yugos contra natura obligarán al
gobernante a sujetar aun con más fuerza al pueblo, corrobo-rando así la tesis de la obediencia debida... y finada, según el
conocido diagnóstico goetheano, a saber: que el alemán pre-
feriría la injusticia al desorden
4
.
Los terceros, por último, vendrían constituidos por la
casta sacerdotal, empeñada en difundir la mala nueva de la
caída de este siglo pecador y hedonista en una generalizada y
decadente «irreligiosidad», pródromo de la inmediata
venida del Anticr isto y del fin del mundo, fi jando de estemodo obsesivamente el sentido de la historia humana en un
catastrófico Muro inminente.., que los sacerdotes mismos esta-
rían propiciando al atiborrar a los fieles con «observancias ycreencias históricas», en lugar de inculcar en ellos el deber
moral puro. No es extraño, según esto, que dos párrafos des-
pués nos ha ble Kant Del modo terrorista de representarse /a historia
No tan conocido, ya que la famosa frase viene universalmente di Fundida
como si Goethe hablara en pr im era persona de sus pmfer enci ELS«Tr en:el-o
la injustici a al desorden», se dice que dijo. En r ealidad, el dic tamen
goetheano reza: «Mor die Wahl gestellt zwischen Unor dnung und Unrecht ,entscheidet sich der Deutsche f u das Unrec ht» ( Pues to a elegir entre el
desorden y la injustic ia, el alemán se decidirá por la inj usti cia») . Y acto
queda más mati zado el sent ido de esa elección en ilkOnen uncí Refie,nonen 832:
«Es ist besser, es teschehe dir li nrec ht, ala die Welt sei ohne Gesetz. Des-
halb füge sich jeder dem GeSetZ » («Es mejor que te suceda una injustic iaaque el mundo no tenga ley. Por eso, que cada uno se atenga a la l'ey») .
Arterns-GedenkauTobe der Vkrka, &VI
, a n d
G e s p r á c h e ,
U r j a /
S t u t t g a r t ,
1 9 4
9, G i o [ed, esp. : Olmas competos, vol . I , en: Mciximosi reflexiones, 83 0 - 83) ,
Aguilar, Madri d, 1974, p, 4,20].
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ELCOFREDELA NADA 1 . CE CONOPLANFCARLA HSTORA
humana, Puesto que, según su fina observación, sería imposi-ble acostumbrar a los hombres a un continuado descenso
hacia lo peor , es necesario imaginarse u n final abr upto:
«porque nada peor puede ya ocurrir
5
: e l J u i c i o
F i n a l
e s t á
a
las puertas, así que el devoto fanático sueña ya con la repris-
tinación de todas las cosas y con un mundo renovado, des-
pués de que éste se haya hundido entre 11amas»
6
.
Como se ha podido apreciar, cada uno de los ejemplos
aducidos por el filósofo constituyen un tipo de reduccionismo
del tiempo pleno (pleno, por serfinito) de la vida del hombro a uno delos modos, o me jor éxtasis del t iempo, c onv irt iendo en
eterno, segun elcaso, un pasado primordial (la, alianza de Yavécon los hombres tras el Diluvio y la promesa de primacía a
Abrahán y, por ende, al pueblo judío), un presente como
reflejo de un orden natural fijado por Dios (el poder divino delos príncipes), o un futuro cumplido como redenc ión de l
hombre.., y de la entera Creación: restitutioin UJ1UMapOhltdStel
-5s ton pontón,¿Sería posible en cambio otra manera de proyectar y
escribir aprion la His tor ia Universal, entendida —muy al con- •trar io de los casos anteriores— como un progreso del género
humano hacia lo mejor? Es bien sabido que Kant promueve acti-vamente esa otra manera, viendo en la eclosión de la Revolu-
ción Francesa un «acontecimiento donante de sentido»
(Begebenheit), un evento capaz de servir de Geschchtszechen, o sea,
de señal histórica (sign= rememorativam, demonstrativum, prognGsti-
kon)>> , de modo que con él quepa esclarecer retrospectiva-mente todo el curso anterior de la historia y alumbrar pros-
5 C o m o si a ta acostumbrada interr ogación; «¿ A dónde vamos a parar?>> se
replicara con ana no menos acostumbrada exclamación, «¡Esto no puede
seguir así! ¡Hasta aquí hemos llegado!».6 Strstt
;
V E ,
S i
7 Strei t, 2' Sec. 5; VI I, 84. [ed, esp., p 87 ] •
pectivamente el camino posterior, y ello basta el punto desuscitar «en los ánimos de todos los espectadores , s egún el
deseo, una toma de partido (Theilnehmung) que raya en el entu-siasmo»
8
.El problema, como es igualmente sabido, es que esa sus-
titución de un orden mecdnico, externo, por una ordenación
orgánica, per intassusceptionem , no sólo deja intac ta la necesidaddel Orden, sino que subraya además la tendencia a la identi-
dad unitar ia por eliminac ión o subyugación de diferencias,
llegando a exacerbarse esa neutra abstracción hasta la desem-bocadura de la Revolución en el terror: una suerte de violento
—ya las veces grotesco— «Juicio Final» aquí, sobre la tier ra,
que, si no logró paralizar el tiempo colectivo de la Humani-
dad, sí consiguió cortar —mediante la guillotina— el tiempode la existencia de muchos individuos, sacrificados en aras de
la Nation Une et mdi p o u r cause identificada con la Répuhlique,
como todavía reza el artículo ic>, punto IO de la Constituc iónfrancesa de 1958.
&reit, 2' Sec, 6; VI I, 85 [ed. esp., p. 88].
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2. DE AQUÍ A LA ETERNIDAD (Y VUELTA)
Por lo demás, en el plano de los presupuestos fundamentaks (en
el plano metafísico, si se quiere). y dejando aparte por obvios
los múltiples beneficios en los órdenes soc iopolitico y eco-
nómico aportados por la Revolución primero a Estados Uni-
dos y Francia... y ulterior mente a todo el Occidente, bienpodría decirse que ese reduccionismo de tiempo pleno a uno de sus
éxtasis (el abrupto presente doloroso/dichoso sin pasado
—Año I—, como anuncio de un inmediato futuro eterno) se hacumplido con creces gracias a la idea misma de «Revolu-
ción o sea, proyectando a priori la paradójica idea de una
His toria deseosa de dejar enseguida de serio para entrar en la
eternidad, o mejor: en un tiempo común e igualitario, para siempreestancado.
Una idea ésta que ha ido produciendo rebrotes quiluísticos a
lo largo del siglo xlx y la mitad del xx (para ser exactos, hasta
1959, con un malogrado sarpullido en 1968), hasta extin-
guirse por eutanasia en los pasados años noventa con la caída
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1 4 E L COFRE DE LA NADA
del llamado socialsmo real y el consiguiente descrédito del mar-
xismo —astutamente fomentado por el gran riv al fraterno: el
neoliberalismo triun fante en la globalización—. Un fi nal no
catastrófico, sino lánguido, per elangueseentiam, que ha tenido
por lúdico acompañante al llamado postmodernismo, el cual —yaque no quería ni debía eliminar las diferencias— se ha dedi-
cado a minimizadas y hacerlas indiferentes entre sí, mezclán-
dolas heteróditamente en el interior del mettingpot occidental,realizando así una suerte de «baile de disfraces» de los tiem-
pos hasta confundir los todos en un presente especioso en el quenada había de pasar porque todo —todo lo significativo, todo lo
histór ico y epocal— habría pasado ya, tornándose así el post-
modernismo en una parodia insospechada —y seguramente no
querida— de ese mismo «tiempo estancado» del comunismo
internac ional. Una delirante mascarada dedicada a la espeetaca-larización ad intra de la sociedad y a una estetización hi-tech infan-
tiloide de las explosiones —cada vez peor controladas, como es
obvio— provocadas en los márgenes del Sistema, para mante-
ner a éste protegido de la contaminación e infección de un
«afuera» que, en el caso además del Islam, no parece porotra parte sino una versión preindustrial y patriarcal del
mismo fanatismo unitario, del mismo destino metafísico en que laHistor ia de Occidente se desangra.
Por lo demás, es altamente esclarecedor el hecho de quea la decisiva «toma de part ido» de Kant en lo político, consu exaltación de la Ilustración, del Estado Constitucional,
de la Publizitdt y del Mercado 9
, h a y a q u e
a ñ a d i r
u n a
n o
m e n o
s
decidida proyección a priori, una transformación retigiosa del.
sentido de la doctrina y la persona de Jesucristo, que ahoradeja ele ser un «judío entre judíos» para convertirse en
9 M e per mit o r emit ir al respecto a mi : ¿Hacia la paqaerpetus o liado el terrorismoperpetuo? Círculo de Bellas Artes, Madrid, 2006,
2. D E A QUI A L A E TERNI DA D ( Y VUELT A) 1 5
«maestro moral de todos los hombres en general» , en el
instaurador (reinterpretado por Kant, naturalmente) de
una «r elig ión moral pura» que constituye la «eutanasia del
judaísmo», así como la promesa de un pronto final de toda«dis tinc ión de sectas»
Siguiendo la semilla kantiana, trasplantada al jardín ame-ricano del 1\fcza Hurnanism, resulta bien paradójico comprobar
que la civilización occidental se haya asentado ideológicamente enla exaltación del individuo (culminando en el American Dream),
cuando de Jacto muestra el curso de su historia una progresiva
depreciación de la singularidad, sarcásticamente sustituida hoypor el uomo quatunque, por cada quisque, tan maleable e inter-
cambiable corno los productos standardizados de la sociedad
de consumo (un ego homuncio, por exceso, que mira con falsa
piedad y secreto terror a su pendant, por defecto, del otro lado: el
uorno qualsiasi estudiado por Giorgio Agamben en sus obrassobre el Homo sacer, el inmigrante que no tiene otra cosa que
su nudo sido,- y su ansia de convertirse lo antes posible, tam-bién él, en un consumidor anónimo, en un uomo quaiunque),
Por dec ir lo en tér minos de la lógica clásica: la u niaersitas uomnitudo (Allheit: conjunto de elementos, distributivamentetomados) se ha convertido al cabo en una abstracta universalitas
(Allgemeinheit), llegando así los hombres y los entes a ser conta-
dos (que no tenidos en cuenta) como casas datae legis (por cier to,otra famosa expresión kantiana).
¿A qué viene esta desaforada tendencia a la identidad sin
fisuras, a la fijación y «congelación» del tiempo y, por ende,
al impedimento de todo cambio y modificación de la exis-
tencia que vaya más allá del mero consumo c uantitativo y,
por tanto, reiterativo? ¿A qué obedece esa insensata tenden-cia a la absorc ión de cada hombre en la Humanidad simpliciter? El
l o S i r c a , I
a
s e c , . ;
V E ,
5 3
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EL COFRE DE LA NADA
tiempo físico ya ha sido objeto de «científicas» manipula-
ciones variadas, a fin de hacer de él la imagen de una rectacontinua, hor izontal, s in senos n i crestas, compuesta de
puntos evanescentes iguales entre si, una sucesión que se ha
querido —de nuevo, Kant— engendrada p or el pr opio«Yo» , que desgrana así su presupuesta identidad inmutable
para medir desde ella, s in perdón ni olvido, una realidad
lamentablemente movediza y caduca, siendo el ejemplo más
a la mano de esta desdicha del devenir el propio «y o» perso-
nal, cotidiano.. , y mortal.Pero, como hemos visto, a l hombre de Occ idente no le
bastaba esa reducción del tiempo a un conjunto siempre
igual de «puntos-ahora» o de «imagen móvil de la eterni-
dad», si queremos decirlo con Platón". Pues ese tiempo
puntual medía al cabo una realidad inanimada, mecánica (omás bien, la convertía en tal al medirla de ese modo)
; p e r o ,n su inerte horizontalidad, no parecía capaz de dar cuenta
del tiempo —progresivo o regresivo— de la vida de los hom-bres. De ahi la necesidad de «inventar» una Historia", de
una narración con sentido destinada paradójicamente a
borrar la angustia y el terror suscitados ante la decadencia de
los individuos.., y de los pueblos, prometiendo dar a ese
pavor un sentido de apocalíptica redención: crisis del extremo
dolor, seguida eo ipso de la beatitud° eterna, de la dicha de lainmóvil transparencia.
ir Kr it ik der renen Vernunli( KrIT) B 1S 2 / A 143: «. .. ic h die Zei t selbst in de
Apprehenslon (l er Anschauung crzeuge» ( Y o engendro al ticrinpo mismo
en la aprehens ión de la i ntui ci ón» ) l ed. esp.: Crítica de la razón parc, Al fa-
guara, Madrid, 1978, que ofrece al margen la paginación original].
12 U n a i magen movida «según númer o 5
> ( k e r t h a r i t h m ó n ) ,
s i e n d o
a s i
e l l a
m i s m a ,
a su vez, una copia eterna, «c óni ca» (nmeo, 37d).13 U n a «inv enci ón» que sólo pudo tener lugar, y no desde luego por casua-
lidad, al comienzo del Siglo de las Luces, con la entronización universal dela Razón. C fr . mi El site de la historia, Akal , M adr id, 1995.
2. DE ADUI A LA ETERNIDAD IY VUELTA]
El resultado de esta operación de largo alcance (la cual,
salvo por el revestimiento científico y la prosecución sistemá-
tica del proyecto, no es fundamentalmente muy distinta a la de losprofetas judíos, los fanáticos islamistas o las sectas cristianas
del ocaso) ha sido a mi ver bien extraño: de un lado, hatr iunfado en toda la línea esa tendencia a la omnímoda men-
suración-cuantificación científica (con el constructivismo de la
Big Science), económica (con el Mercado único), polít ica (con laDemocracia parlamentaria) y basta religiosa (con el mentado New
Hurtionism)".
.
T o d o
e l l o
s e
h
a
r e c
o g i
d o
b
a
j
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n
n
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m
b
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b
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e
n
elocuente: a la dispersión —juvenil y casquivana— del postmo-dernismo ha seguido, como signo del nuevo milenio, la erade la globakacién.
Globus, esfera, difícilmente puede hallarse un término quemejor cuadre al neocapitalismo triunfante, basado en la
optimización de los beneficios y en el paulatino descenso de
los costes, como en un maupertuisiano perpetuum mobile sin
desgaste ni pausa: un productor de tiempo más eficiente que
el aithér o chitón de los griegos. Pues la esfera es el sólido regu-lar perfecto, ya que en ella es inversamente proporcional la
superficie (mínima) respecto del volumen (máximo). Ade-
mas, en la superficie de la esfera todos los puntos son tanequidistantes del centro de aquélla como indiferenciados
entre sí, siendo por tanto impos ible la alteridad, o para sermás exactos: aquí, la diferenciación —literalmente, superficial—viene exaltada como una excrecencia local que permite el
intercambio, el camtnercium entre los distintos puntos, ya que
de lo contrario —al igual que pasaba con el tiempo espacial-
mente representado como línea infinita— sería inútil y hasta
impensable medir la distancia entre cualesquiera de los pun-tos, de otra manera indistintos.
Remito al respecto a n i Contra el Iliantinisina, Abada, Madr id , 2003 .
17
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18 EL COFRE DE LA NABA
Globus = u n u m : tal el motto del Great Sed de los Esta-
dos Unidos, junto al águila imper ial. También viene repre-
sentada esta divisa por una constelación de trece estrellas (el.
Cielo otorga las medidas sobre la Tierra Prometida de los
trece Estados primigenios) o por un hv_ ( un fastio, comodirían los italianos) de trece flechas (a imagen del rayo de
Júpiter : el Poder Absoluto). Como si dijéramos: desde ahora—un ahora que se quiere perpetuo—, la po/iiica (representada
por la leyenda en latín y el águila: signo de la translatio imperii,
de Roma al flamante Imperio Democrático) estará basada enla racionalidad científica (la constelación geométrico-astronó-
mica) y en la prepotencia militar (el haz de flechas) Una uni-
ficación que se ha apoderado ya tanto del ámbito geopoiítico(las industrias multinacionales, como flechas del carcaj del
Imperio) como del jurídico (dado que es el derecho pr ivado'
s—los intercambios comerciales— el que sirve de modelo
actualmente para la jurisprudencia internac ional, en detr i-mento del derecho público) o del cultural (pues solo las obras
o eventos propiciados desde y por el Mercado de Arte —o más
exactamente: por el show business—, y propagados y aireados porlos medios de comunicación de masas'', pueden esperar
arraigo y medro).
15 Pu es que personas son ya desde luego y ante todo las empresas, muy bien cali -
ficadas l a mayoría de el las como Sociedad Anónmo • aunque —ri zando el rico—
en algún caso excepcional tenga lugar una prodigiosa identificación —tan
anhelada por Hegel— de l o universal y lo si ngular, c omo en el caso del
Gr upo Mar ina d' Or , regis trado com o S.A.U. (SosiededAtuinimo Unpeesonciú•
DS C ab e señalar que, cada vez c on mayor extensión e intensidad, el genitivo•acle masas* debe entenderse como gentima subEcia Just son las masas las que se
autocomunican y corroboran a través de los meda. Baste pensar en el papeldecisivo de los índices de audencia en televisión.
3. EL CÓDIGO DE LA CIRCULACIÓN
De esta manera, sobre la superficie de esta Tierra globalizada
se van extendiendo a la par (mas desde luego de modo bienasimétr ico), po r un lado, el tedio profundo de una sociedad
satisfecha compuesta de individuos insatisfechos, medidos
como están por las necesidades y exigencias de las leyes... delMercado, a cuya base —silenciada por todos los medos— está el
pavor al envejecimiento, a la caducidad y a la muerte dizque
propia (apoderada como está por el complejo mercantil del:Hospital, el Tanatorio y el Cementerio)
; p o r o t r o ,
e l
aumento vertiginoso de la grieta o gap entre regiones y zonas,
con los peligros de todos conocidos: bolsas de pobreza y
marginación que engendran fanatismo y terrorismo, conta-minación generalizada, cambio catastrófico del c lima, etc.
Mas Io terrible del caso es que todo ello se halla regido poruna !ógica perversa, según la cual todos esos problemas sólo
podrían ser superados mediante la aplicación masiva del
mismo tipo de pensamiento, de ciencia y de tecnología (a la
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20 EL COFRE DE LA NADA
base: de la misma posición metafisica) que los ha engendrado, en
un ejemplo de cínica c ircularidad perfecta. Ese tipo de c ir-cularidad indiferente, en virtud de la cual se generan constante-mente diferencias ir ritantes con el propósito de subsanarlasmediante la aplicación de una metodología que las reproducey hace prolifer ar de for ma exponencial, cancerígena pormetástasis, diríamos, engendra paradójicamente, a su vez, tantoen los beati possidenti y sus secuaces como —y esto es lo másextraño— en los desgraciados que sufren sus Consecuencias a
nivel mundial, una inextinguible ansia de homogenezación cultural,como si ser «hombre» consistiera en una adaptación. plena aun soñado American Way of Life difundido por televisión, porvideojuegos o por internet.
Una tendencia ésta en la que, en definitiva, sólo existe elmovimiento de destrucción-reconstrucción-homogeneiza-ción. U n mo lino, un perpetuum mobile en el que se tr itur ancosas, obras, eventos y, sobre todo, las vidas y los tiempos delos hombres, de aquellos extraños entes a los que los griegosllamaron, y no por azar, hoi brótoi, «los mortales». A estemodo de vivir en el que todo resulta indiferente, donde nadatiene peso y medida, porque todo ello le viene de prestado, asaber, prestado por una Máquina igualmente indiferente, sinprincipios ni fines: una Máquina literalmente insensata, a este
modo —digo— sólo un nombre parece cuadrarle en propie-dad (quizá la única «pr opiedad» duradera, ya que aquí lopropio es Unum), a saber, nihilismo, Un cumplido nihi lis moreactivoq
ser otra cosa que t iempo vacío y muerte va sida (justo por dar lamuerte a todo lo otro de Sí, o sea: a todo) . Los entes empali-
decen y entran, absortos y absorbidos, en un Ser abstracto ygeneralísimo, reconoc ido en y por el hombre como Nada.Nada de particular. Corno cantaba el poeta:
3. EL CUIDO DE LA CIRCULACIÓN
El hombre es por natura la bestia paradójica,un animal absurdo que necesita lógica.Creó de nada un mundo y, su obra terminada,«Ya estoy en el secreto —se dijo—, todo es nada>,>7.
21
Claro está que, de tomar al pie de la letra las palabras inicia-les del penúltimo verso, algunos pensarían que la culpa de talnihilismo se habría debido a la soberbia y egoísmo del hom-bre, el cual, por pretender usurpar el papel del Dios creador,habría devaluado en su ciego ateísmo humanista todo el
var iopinto bullir de la Creación, hasta convertirla en el áridodesierto de la Nada. Tal sería el nihilismo egocéntrico,denostado ya brillantemente por San Agustín: «Cuantomenos amemos lo propio —dice—, tanto más nos adherire-mos a Dios. S i [el hombre] cede a la apetencia de exper i-mentar su propio poder, cae por su capricho en sí mismocomo en su centro. Y así, por no quer er estar bajo nadie,como en efecto no lo está aquél [Dios ], por esa apetenciasuya es castigado a caer desde su carácter central al abismo, osea, a aquello en que se deleitan las bestias: y así, estando suhonor en su semejanza con Dios, es su infamia su semejanzacon el animal»''. Adviértase la implícita pero contundenteidentificación de «lo propio» con el «poder», así como de
la antitética direcc ionalidad de éste. El poder divino es expan-sivo y difusivo. Nada ni nadie lo subyuga; bien al contrario,todas las cosas están como tocadas por él, «contagiadas» de su
17 A . Machado, Campos-de C a s fi l : a .P r o v e r b J a sjc a n i a re sC X X . S .I I V I ,X VI
competa, Espasa-Calpe, Madr id, ' 195 3, p. t55 ,18 De Trinitate XII, 11,16: '< Tanto magia itaque inhaer etur Dec, quanto mi nus
diligitur proprium. Cupiditatis vero experiendae potestatis suae, quodamnutu suo ad se ipsurn tanquam ad medium prc rui t. Ita cum v ult case sieutdie sub nuilo, et ab ipsa sui mediatate poenalit er ad ima propell itur , id est,ad ea quibus pecora laetanturi atque ita eurn sit hono r eius sim ili tudo Dei,deducus autern eiva si mi li tudo pecoris>>,
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2 2 E L COFRE DE LA NADA
poder (tal es el origen de la definic ión escolástica del tras-cendental puichrura como splendor entrs: el resplandor de algo es
siempre recibido). En cambio, el poder humano sería implo-
sivo, centrípeto.., hasta reducirse a un punto, a un centro que esa la vez un abismo (kéMtron era para el gr iego el agujero, el
«pinchaz o* producido por una espina o aguijón), ya que —lohemos visto— todos los puntos de esa hinchada superficie esfé-
rica son equidistantes al centro, a saber: de tan paupérrima
condición que. en definitiva, a ese punto central le da igual
tomar uno u otro. Claro que, puesto que su existencia vienea estar c onstituida —lo dijimos— por las distinc iones entre
esos puntos, ahora reducidos a pura nadería, se sigue que
tanto por la forma impuesta por tan trascendental ego como por
la materia ponderada y enjuic iada por ese estupendo Sujeto de
representaciones = X, ya todo es igual y nada importa. Impor tac iónde nada ene' corazón del Yo. Exportación de naderías a una
creación fantasmagórica.
4. EGOÍSMO Y NIHILISMO
Este nihilismo egocéntrico parece encontrar su culminación
en el egotismo trascendental de Fichte, al menos ta l c omo lo
entendiera Jacobi con respecto al período fichteano de jena,
y como lo siguieran —para denuesto o aceptación crítica— casi
todos los contendientes en la giguntomaguir] de la Alemania de
la última década del siglo xvIII. Nadie corno el poeta y nove-
lista Jean Paul Richter (algo Phantast, también él) ha sabido
plasmar con tanta energía (y exageración) esa supuesta posi-ción de un idealismo subjetivo que desembocaría en el n ihi-
lismo absoluto: ' As í, yo existo absolutamente solo, sin un
latido, sin v ida por parte alguna, s in que haya nada en torno
a mí y sin que sin mí no haya sino nada. —Tengo conciencia
de mi superior conciencia-de-nada. —En mí continúa su
obra, oculto, el mudo y ciego Demogorgon'
9
, s i n q u e y o
s e a19 De m ogo r gón (<s Cólera del D emoni o») sería supuestamente un ser pri-
mordi al de la m itol ogía griega, or igen de todas las cosas y progenit or de
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2 4 E L COFRE DE LA NADA
otra cosa sino Él mismo. —Tal corno vengo de la eternidad,
asivoy a la eternidad. q u i é n oye el lamento y me conoceahora? Yo. —¿Quién la escucha, y quién me conoce por todala eternidad? Yo*2' .
Naturalmente, el «Yo absoluto* fichteano poco tiene que
ver con esta titetnica autóaniquilacion. Sin embargo, en la con-vulsa época de la Revolución Francesa, tras la labor de zapa dela Ilustración respecto a la verdad de las doctr inas religiosasestablecidas y de sus consecuencias políticas (el derecho
divino del Príncipe y la división de la sociedad en castas,corno vimos), las sutilezas de una proto-presuposic ión que
impulsa una tarea de aproximación infinita al Absoluto y hacede todo ser un obstáculo a superar para conquistar la digni-dad de la autoconciencia libre no fueron por lo general escu-chadas. Más bien comenzó a difundirse la impresión (agra-
vada por la nueva «religión* del Étre Suprbne, propiciada porRobespierre), no tanto de que el idealismo conducía al ateísmo--como querían los lechuzos piadosos— cuanto algo más grave,implícito ya en la identificación del « Yo * y del dios ciego-«Demogorgón» por parte de Jean Paul. La impresión, a saber,de que el hombre era una caja de resonancia de un Poderinsensato, representado humanamente como Voluntad.
Pan. Sin embargo, la prim era menci ón de él se encuentra en una glosamarginal a la Trbaida ele Estacto, por parte de tan aut or desconoci do (hacia350- 40o cl.C.). Posteriormente fue identificado con el Demiurgo, segúnuna var iante de las Metumogrosis de Ov id io t seguram ente en esta funci ón locita Jean Paul aquí . T odavía en el Paraíso paidldo de M i l to n y en el Promete°deseruudenado de Shelley aparece esta figura.
20 Clauisfichtiana seuLebgeberiune, 1600 tern TIten, Jean Paus S.W. hg. a H. Berend, 1 Abt.14i nu tr/927
Nichts 11111 m iela u s a do h n em i chN i ch t s
hohem Nichts-Bewusstesein- i n mir den stumm, bli nd, ver bi-411i f o r t a r l o e i -terden Dámogorgon, :and ich hin er Selber S o komm' ich sus dar Ewigkeit,so gehlch in die Ewigkeit - Und Wer hor t die Klage und leennt miela jetzt?Ich.- Wer hort ate, usad wer kennt mich nach der Ewigkeit?
4. EGDISMO Y NIHILISMO 25
Tal fue la posición —pesimista, más que nihilista— deSchopenhauer (el cual había sido, no se olvide, disc ipulo deFichte), cuyas doctrinas ganarían amplia audiencia tras eldoble fracaso de las revoluciones de 1830 y de 184.8. Comocontestando avant lo lettre a Antonio Machado", la única ver-
dadera solución que encuentra el filósofo afincado enFrankfurt para escapar de la ciega cadena del Ser-Voluntad esla de aniquilar lo en nosotros mismos, n o sin hundirnosnosotros mismos con él. Por cierto, a pesar de las aparien-
cias, nada hay más lejano de esta propuesta de anulación quela Sehnsucht idealista acariciada ya por el joven Schelling1795 con evidentes ribetes románticos: la Sehnsucht , como enel coetáneo y amigo Novalis, de salir del tiempo, de dejar devivir y de entrar así en la eternidad. Por eso, dice: «Desper-tamos de la intuic ión intelectual como de un estado de
mue rt e»" . Para el romántico, ello significa la aniquilaciónde todo lo finito (incluido el «yo») y la exaltación y plenifi-cación del Ser Absoluto, en el cual deseamos hundirnos,
cayendo «como gota / de agua en el mar inmenso», po rseguir con Machado. Por el contrario, para Schopenhauer setrata de reivindicar un estado de «dejadez» absoluta, deGetassenhet en la que, lejos de producirse entonces el llenadode nuestra alma vaciada y dejada por parte de Dios, se ani-
21 C o m o todos los intelectuales españoles de la época. Machado había leido aSehopenhaucr, según se aprecia en su cantar, en algunos momentos dehondo desaliento. El hombr e no es dueño de su destino, conf undi endo de
form a insensata (por eso es un s' animal a bsu r d o s - ) s u sf a n t a s m a g ó r i c a sr e a -
lizaciones con eventos susmntivor, cuando en verdad no son aquéllas sino sur-cos efímeros en un Absoluto incognoscible (para nosotros-, y para élMi511.10) :¿ Pa raqu
camina anda / como Jesús, sobre el mar ». Proverbos," cantares C C - C XXM - II ,Gp cit.. p. 153.
22 F J . W . Schelli ng, Pinerophsche Brieft, en; &fam a-fiche W e r k e , e d .C o t t a ,S t u t t g a r t /
Augsburgo, t856; 1/1, 325.
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2 6 E L COFRE DE LA NADA
quila igualmente esa Deidad tan infatigable corno insensata,
ya que su único canal reflexivo era precisamente el hombre. Ycon la Voluntad y nuestro «yo» desaparece igualmente el
mundo entero, que no era otr a cosa sino un Inbegri ff de
representaciones tramado a partir de ese ciego e informeAbsoluto: «Reconocernos sin ambages —dice este omnides-
tructor como conclusión de su opus magnum— que, para quie-nes se hallen todavía llenos de Voluntad, lo restante después
de la completa supresión (Aufiletiung) de la Voluntad es desde
luego nada. Pero, a la inversa, para quienes la Voluntad se havuelto contra sí misma y renegado de sí misma, este nuestromundo tan real, con todos sus Soles y sus Vías Lácteas, es
—Nada »
23
. O
c o
n
l a p
i d a
r i a
c o
n c
i s
i ó
n
a f
o r
í s
t i
c a
:
K
e
i
n
kene Vorstelung, keine Well («Sin voluntad no hay representación
alguna ni mundo alguno»").
23 Di e Wcéas W e und Vmtellang W W V) 1. W, § 71, en; Sámtliche 14ra, ed. de W.
Frhe. \ron Lóhneysen, Suhrkamp, Frankf urt/M ., 1
-
9 8 6 ; 1 , 5 5 8 L e d .
e s p . ; E l
mundo como -voluntad) representación, Akal, Madr id, 2 O o 5 , p . 4361.
24 Lee. eit. ; 1, 557 Led• ep• : p. 4351•
5- HEGEL, ESCRUTANDO LA NADA DIVINA
Catorce años antes, el más grande de los idealistas alemaneshabía intentado denodadamente llevar a buen puerto una
dif íc il empresa de conciliación de las dispares opiniones de
esta época convulsa. Conciliac ión por Aufbebung, desde luego.
en el sentido específico hegeliano, es decir: poniendo a cadadoctrina en su sitio determinado, dentro del Sistema, y recor-
tando en consecuencia sus pretensiones de absoluta comple-
tud y de rechazo pleno del adversario. Para empezar, tanto elidealista Fichte como Jacobi, el defensor de la nudo existencia
(y cuyas posiciones vimos brillantemente asumidas por JeanPaul), serian nihilistas sons le savoir. Fichte, por disolver todo ser
supuestamente firme y con significado propio en el crisol deldeber ser del «Yo», tanto en el plano del pensamiento como
en el del obrar. jacobi, contra sus propias declaraciones, por
disolver en una infinita —y por ende indeterminada— Div i-nidad no sólo a los seres (válidos exclusivamente en cuanto
creencias de la razón-fe humana, arraigadas a su vez en la
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2
8
EL COFRE ELE LA NADA
creencia en Dios: el Ser), s ino al pr opio «Yo », que cree
existir en y por esa afirmac ión suprema de la Existencia,corno si fuera un sano mortole. Y sin embargo, ese nihilis mo
debiera constituir, asevera Hegel, el punto de partida, el ini-
cio de toda filosofía, tal corno aparece igualmente en Spi-
noza, ese gran nih ilista larvado, según la certera crítica del
propio Jacobi.Y en efecto, en Glauben und Wssen, de 1803-04, el inic io,
en cuanto pars destruens, es la Nada. Sólo que es necesario lle-
var a completud esa verdadera nada, como ya lo hiciera elluteranismo y su thrologia crucis en el campo de la representa-
ción religiosa. La transic ión a die Múdenle implica necesaria-mente la «muerte de Dios» (con su cohorte de fatalismo
—Heydenreich—, de pesimismo —como en Schopenhauer— y,en definitiva , de ateísmo: Cottlosigkeit, u n paso que sólomediante el artificio retórico del sueño se había atrevido a
dar antes el ya mentado Jean Paul, en su Sebenk-ds). Así., la dia-
léctica hegeliana atravesará decididamente la negatividad y el«nih ilis mo», o sea: el dur o sentimiento de que Dios ha
muerto, mas considerándolo como un momento de la Vida
del Espíritu. Al final, en esa Identidad suprema, lograda porautoanulación de la finitud, desaparecerá el anhelo román-
tico de ir más allá de la realidad ( tanto para sumirse en ella
—Schelling— corno para destruirla al renegar de si —Schopen-hauer—), así como cae la frontera entre el conocer, entre el
sujeto, y el objeto o la cosa, antes inalcanzable. De estemodo, dice Hegel corroborando una vez más un movimiento
que hemos visto acompaña la entera his tor ia de la metafí-
sica.., y de la religión cristiana: «el dolor se reconcilia en la
fruic ión, y la inter minable pugna queda satisfecha en la
25 G ,W .F . Heget, Qtrben tind Wssen CezW ), en: jelmer Ks che Schrylen 1. Cesam-
5. REDEL, ESCRUTANDO LA NADA DIVINA 2
9
Al respecto, Hegel acepta desde luego el punto de partidade Fichte, a saber: debe existir la identidad absoluta de sujeto
y objeto, de pensar y ser. Pero, precisamente por ello, no esposible adelantar esa identidad, diríamos, aus der Pistole: corno
un presupuesto irreflexivo (justamente: intuitivo), como un
postulado tan necesario corno impensable. Al contrario. elAbsoluto ha de ser construido en la conciencia humana. Con
Fichte, es cierto que el pensar puro aniquila todo lo finito, y
que en él hasta el propio entendimiento se abisma. Pero, en
vez de seguir adelante hasta reconocerse como Razón-Exis-tencia absoluta, ese entendimiento, temoroso de su propio
poder anonadante (pues que, por decirlo con Kant y Scho-
penhauer, convierte toda cosa en «representación»), corre
a refugiarse de nuevo en los preliminares, es decir, en el
sujeto individual, ahora anhelante (la Sehnsucht, dolencia
característica del pr imer romanticismo e idealismo) de unMás Allá (llámese «Yo absoluto» o «Ser») que para el
entendimiento no constituye sino el fondo mismo, el Abgrand
en el que él está sumido como en su propia esencia. De ahí la
figura fenomenológica de la «Conciencia desgraciada»,propia de u n idealismo heredero del c ristianismo y que,como él, no se atreve a extraer las Ultimas consecuencias de la
muerte de Dios, ya sea la representación religiosa de la
muerte de Jesús— y del Padre trascendente, de l Yavé judío,
ahora abismado en su silencio, ya sea el pensamiento
—disuelto a nivel conceptual— de una Sustancia o de un«Yo» (abstracciones unilaterales, en cada caso) que, reflexi-
vamente, van también ellos al fondo, decaen de su presunta
In finitud y sucumben (zugrunde gehen) por mor del ejercicio
reflexivo de la propia razón, En este sentido, y sólo en éste.
mehe Werke (= G.W), Meiner. Hamburgc, 1968:1, 385 Led
- e s p . : f e y s a b e r ,iblioteca Nueva, Madrid, 2000, p.13'21
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EL COFRE DE LA NADA
Hegel habría saludado la tesis de Schopenhauer (que por lo
demás, según todos los indicios, jamás conoció por lectura
directa) de la aniquilación del entendimiento y del mundo...
finitos, es decir, como constituyendo entidades independien-
tes, separadas e indiferentes entre sí, por serio ante el Sujeto
enjuic iador (una tesis, recuérdese, que ya se nos ha presen-
tado bajo diversas facetas). Sólo que esa aniquilación de)) en el pensa-
miento es el punto de partida de/a construcción del Absoluto, no su disolución.
El «ni hi lismo » sui generis de Hegel constituye la puerta de
entrada a la filosofía, no el suicidio de la razón, aunque seamediante una voluntaria eutanasia.
Es admirable la torsión que Hegel imprime a doctrinas
que, en el nuevo contexto, quedan como transfiguradas. Así,
por ejemplo, en su cita de los Pe11545de Pascal: «La naturaleza
es tal que señala (marque) por todas partes un Dios perdido, tantoen el hombre como fuera del hombr e*' . Pero esa marca
está presente —algo tan obvio como poco pensado— efectiva-
mente en una naturaleza dejada de la mano de Dios, o mejor de la
razón integradora de los respectos subjetivo y objetivó.
Como en el poema de Machado, el hombre sustrae a la natu-
raleza su divina fuerza creadora, dejándola en los huesos de
la geometría, y luego se queja de que ésta se presenta como
un gigantesco aparato mecánico de relojería, s in trazas de
acción evolutiva y envolvente. En esta concepción, tan ilus-
trada, preciso es que el entendimiento desemboque en: «el
abismo de la nada, en el que se hunde todo Ser» 27
.
GuW, 4, +14. [ed. esp.: p. 164].
27 Cu W 4, 412. Eed, esp.: p. t641. Al fin y al cabo, había sido el propio Kant el
que con toda franqueza confesara que, en el ámbito teórico, la razón deja
todo a cargo del entendi mi ento: ‹s Denn die r eine V er nunf t thertasst atfes ¿cmVerstande, dar sich zunachst au£ die G•egenstande dar Anschauung oder viel -
mehr deren Synthesis i n der Einbildungskr aft bezieht» ( Krit, A 323/13
382 s. 1cursiva mías: «Pues la razón pur a selo deo todo al entendrnento, el cual se
refiere, para empezar, a los objetos de la intuición, o más bien a su síntesis
5, HE DE L, ESCRUT ANDO LA NA DA M I N A 3 1
Ahora bien, y esto es lo decisivo: contra las conclusiones
nihilistas de Fichte y Sehelling, de Jacobi y (avont la lettre) de
Schopenhauer, esa desembocadura no representa s ino el
lado negativo de la operac ión cognoscitiva. Pues lo Infinito, elAbsoluto, no es algo que esté más allá de la operación misma
de la negatividad, n i tampoco se deshace desde luego en esa
operación. Y es que el Infinito es esa msmo autodisolución del carác-ter abstracto, unilateral, de la razón humana) de las cosas mundanas. Y así,
el presunto nihi lismo hegeliano se convierte en un escepticismo
consumado, en el que la desesperación de lo fini to es ya laaurora de lo Infi nito. En efecto, el lado positivo es que la idea
absoluta consiste en: «que el ser no está en absoluto fuera de
lo infi nito, del Yo, del pensar, sino que ambos son Uno». Y
por eso, para Heg-el —el filósofo cr istiano/luterano por exce-
lencia— hay que mor ir para el mundo en el mundo mismo.
Algo enseñado ya por «la religión del tiempo nuevo», quedescansa sobre e l «s entimiento de que D ios mismo hamuerto» 28
. Ahora bien, lo que la terrible frase: Dios ha muerto enuncia
es aquello que históricamente, o sea, según la Cultura del tiempo,se siente como un «do lor infi nit o* , insoportable, que
puede buscar un lenitivo en la eudaimonía (como ocurriráen efecto en Schopenhauer); aquello, también, cuyo carácter
terr ible, letal, intenta desactivar la filosofía de la reflex ión
entregándose a un «n ih ilismo*, que, en definitiva, lleva a
en la inteligencia»). Es obvio, pues, que cuando el entendimiento pretende
conocer lo incondicionado (algo que sólo podría hacer la razón, si no estu-
viera ella misma entregada a su vez a un tápo de conocimiento Jirafa y sujeto
al tiempo), necesariamente cae en la N ada. C on menos dram atism o quenuestros i dealistas < snihilistas», eso l o había expuesto ya sisternaticamente
Kant , y en el l ugar adecuado: al fi nal de la AnatHco Iroscemienta , como paso ay
a la vez rooeat contra las pretensiones desmesuradas del conocer, a saber: enla Tole de fa Nada (efr, KV, A 2 9 o
-
2 / B : 2 4 6 - 9 ) ,
28 GaW; 4„ 4,14 [ed. esp.: p. 164].
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EL COFRE DE LA NADA
caer en una pseudoestoica indolencia (apeítheia)
; e s a q u e l l oue, en cambio, en la filosofía hegeliana viene concebido como
la «pasión absoluta» del pensamiento, como el «Viernes
Santo especulativo»: un momento de la Idea Suprema en la
que son sacrificadas a la vez la supuesta independencia y con-
sistencia del ser empírico y la del (pseudo)concepto formal,
abstracto. Un momento del que resulta la Idea de la libertad abso-
luta, allí donde el Concepto se procura a sí mismo una «exis-tencia filosófica», restableciendo esa pasión absoluta «en la
entera verdad y dureza de su Gottlosigkeit>>".O sea, cuando la razón teme perderse en el abismo
abierto por su propia negatividad (dicho sea en lenguaje
representativo: Dios muere en e l mundo que él mismocreó) 3
' s e
o f
r e
c e
n
e
n t
o
nc
e
s
s
u
c
e
d
á
n
e
o
s
corno el Dios impasible de la metafísica, o la Naturaleza
viviente, o la Voluntad ciega (al igual que en teología se ofre-cieron «soluciones» como el adopcionismo, el docetismo o
el arrianismo, a fin de evitar el escándalo de la muerte real yverdadera de Dios en la cruz).
Por e l contrar io, de lo que se trata según Hegel es de
«persistir en la interiorización» (ver-erinnern) de esa muerte,esto es de unificar lo que estaba separado tanto en la fe cris-
tiana como en la epistemología vulgar de los dos «mundos»:el interno o mental y el externo o físico. Con la radicalidad de
esta doctrina hegeliana, caen a la vez la consistencia e inde-
pendencia de los fenómenos «sueltos» y el entendimiento
«fijista». La reintegración conceptual (o en lenguaje r eli-
29 GuW,, 4, 414 [ed. esp.: p. 164]. Aunque Gstaaskkeit significa normalmente
<<atehM0>> , literalmente quier e decir : «pér dida. falta de D ios ». Y no es lo
mismo que Dios no exista a que sintamos su falte N i siquiera es lo mism o
-«no existir» que <
,
e s t a r
m u e r t o »
.
H e g e
l
término,
30 Ju an 1,3. ' To das las cosas fue r on hechas por el Lágos, y sin él no se hizonada de cuanto eidste».
5, HESEL, ESCRUTANDO LA NADA DINNNA 32
gioso: la resurrección) es la vuelta de la Identidad, pero ahoracomo «diferenciada, articulada». Dicho con toda contun-
dencia: para Hegel, la muerte del H ijo es la vida del Espír itu
;o hablando filosóficamente: la muerte del kígos (del juic io y de
la reflex ión) es ya la vida de la razón (la «posición absoluta»
de todo lo negativo). Así pues, lo que para el entendimiento yla reflexión es noche (con la consiguiente difuminación de las
cosas), para la vida es el «mediodía», cuando todo es uno,
bañado por la luz?. Pues sólo a part ir de la extrema dureza de
la falta de Dios: puede y debe resucitar la totalidad supremacon toda su seriedad y a par tir de su más pr ofundo funda-mento, a la vez abarcando todas las cosas y bajo la figura de lamás serena libertad» 32,
Según esto, la razón no sería sino la serena comprensióníntima del irremediable e incurable desgarramiento, del
dolor por la imposibilidad de reconciliación del hombre y de
Dios, si por tal se entendiera la absorción de un extremo porel otro (como en el ulterior ateísmo a la Feuerbach o en el
romanticismo del primer Schelling). Es verdad que kg tal
reconciliación, aquí y ahora; pero se halla latente en la con-
junción copulativa (y a la vez disyuntiva, separadora) «y»: elhombre (y el mundo: lo finito) se hunde en el tiempo devo-
rador por su propia esencia relacional , mientras el Dios abstracto (eluniverso o espacio lógico de racionalistas e ilustrados) se des-
hace en la negatividad ínsita al desarrollo mismo de las deter-
minaciones lógicas en sus enlaces y disyunciones. Ahora
bien, el Inbegriff, el entramado global de las relaciones de vida
mortal); de la recíproca Aufliebung de las determinaciones es ya
el Absoluto. Si queremos: Dios es el morir y el nacer de los
si C f r . DiffererRschrif 1en O. W. 4, 23 [ed- esp. , Diferencia entre e stsrena de flosolta de
FichteJ el de Sehelíng, Alianza, M adr id, 1989, p. 251.
32 OuW
; 4 ,
4 ; 1
4
L e
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34 EL COFRE DE LA NASA
mortales, pero él mismo transito con esas muertes y nacimien-
tos, porque no es otra cosa que la Dimploké, la red de las rela-ciones, justamente por eso no puede ser ni Ente, ni Esencia
ni Concepto, sino la pura relacionalidad global de conexiones ydistinciones: amnitudo realitotain et negationum. En términos reli-
giosos, el Dios, en su completa, no puede ser el Padre (laEsencia o Sustancia suprema: el Dios de Israel y, a pesar de
todo, de Spinoza) ni el Hijo (el Ente de los arrianos, de
Newton o de Lessing), sino el Espíritu Santo, el Amor, diffii-
sivum sui. Con esta reinterpretac ión del cristianismo y, a lavez, de la metafísica, queda herida de muerte la «grecoma-
nía» corno escapatoria ante las tr ibulaciones de la época. Es
el final de la imagen winckelmanniana de Grecia, avergon-zada de su propia «noble simplic idad y calma grandeza» (edle
Einfolt und state Gr5sse). Y es que la belleza de ese pueblo feliz esabsolutamente incapaz de soportar «la muerte en el alma»:
tal es la hondura del cristianismo hegeliano
6. SO IST ES ALS: EL NIHILISMO REACTIVO
Con toda su innegable grandeza, y a pesar de tener en cuenta
que, en filosofía, el famoso dictum del Tenorio de Zorrilla ( Los
muertos que vos matáis / gozan de buena salud») tiene mayor
predicamento que en cualquier otra área del pensar y el que-hacer humanos, es innegable que la profunda doctrina hege-
liana de la retorsión del nihilismo (y no tanto de su superación:
Verwindung no es überwindung) fue tan sólo —al menos en su
época— un débil dique que apenas si pudo contener por un
momento la avasalladora avalancha del nihilismo reactivo. Interio-rizar la muerte de Dios en el alma humana y vivir por y en ella
eral' —y sigue siendo— una propuesta demasiado heroica, al
33 Véas e Ad/lamen aabe des Gestes Phd , ) , Pr ólogo, C.W. 9, 27, -
D e r T o d , w e n nir lene I.Tnwirklichkeit so nerinen wollen, ist das forchtbarste, und dasToáte fest zu halten, das, was die griasste Kr aft erfoclert. Di e kr aftloseSchonheit hasst den Verstand, weil er i hr dass zumuthet was sic ni cht ver-
mag. Aber ni cht das Leben, das sich vol' dem Tode scheut und von der Ver-
wüstung reja betyahrt, sondern das ihn ertr ágt, und jo Atm sich erhált, istdas ' ,he n des Geistes». ( :«La muerte, si así queremos llamar a ese irreali -
dad la saber, que l o vinculado: l o que sólo es realmente efectivo en su rela-
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6
EL COFRE DE LA NADA
menos como programa de repr istinac ión de un cuerpo social
progresiva mas confortablemente deshecho por el asenta-miento cada vez más intenso de la máquina, del capitalismo...
y de los periódicos como formadores de la opinión pública.Pero es que, por otra parte (y como acontece en toda
genuina filosofía), el pensar de Hegel no se mueve en un
plano aéreo, alojado en su sola cabeza y alejado por tanto detoda preocupación e interés de la sociedad. Por el contrario,
pretende ser, como es bien sabido, su tiempo expresado en pensa-
mientos. Pero, ¿qué ocurre si es el propio tiempo el que motabruscamente, por la irrupción de un evento que desbarata
por entero el modo de vivir y de pensar de los hombres? En
la Fenomenología escrita en 18°6 (sólo dos años después de la«retors ión del nihi lismo» que hemos analizado), la expan-
sión de los ideales revolucionarios por parte de Napoleón, el
derrumbamiento del obsoleto Sacro Imper io Romano Ger-
mánico, junto con las increíbles fuerzas del pensamiento y lacultura desatadas en Alemania a partir de Kant, Lessing y
Goethe, permitían pensar que el inundo entraba en una
nueva er a' . Y así, aunque en el Prólogo de aquella obra
don con lo otro, tenga sin embargo existencia y libertad propias, F.D,1, es
lo más pavoroso; y el r etener fir memente l o m uerto, aquello que masgrande fuerza requiere. La belleza inerme odi a al entendimi ento, por queeste exige de ella lo que ella no es capaz de dar. Pero la vida del espíritu no
es la vida que se asusta de la m uerte y se conserva pur a ante la devastación,
sino la que sabe afrontarla y mantenerse en ella») [ed. esp. Fenoinnotogio cid
espíritu, FCE, México, 1966, p. 241. Estas profundas palabras pueden enten-
derse también como una reinterpretación en clave filosófica del dramacristiano de la Cr ucifix ión. Pero además, tan insóli ta isreivindicacion» de
la muerte (equivalente al a «prodigiosa potencia de l o negativo» por partedel entendimi ento) c omo m omento necesario de la vida del Espíri tu sólo
encontrará un di gno edNrsario (y por ende, caporticípe en :o cosa mismo) a su
altura en la retorsión del nihili smo por Heidegger.
34 Heg el no estaba solo en esa esperanzada creencia; toda la frührotnantik estállena de ideales quili asticos, con la promesa de consecución de una «r evo-
lución sagrada», Más bien lo que hizo el sobrio suabe fue sustituir esas a las
á. 50 157 ES AUS ,EL NIHILISMO REACTIVO 37
había aseverado que, ' l a filosofía ha de guardarse de querer
ser edificante» 35
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entusiasmo ante el mundo que está surgiendo y cuya intralusto-
nu él, Hegel, está por así decir escribiendo a priori (en un doble
gesto —sentimiento y escritura— paralelo al de Kant diez añosantes): «Por lo demás —dice— no es difícil ver que nuestro
tiempo es un tiempo de parto y de transición a un nuevo
período. El espíritu ha roto con el mundo anter ior de suexistencia y del modo cotidiano de pensar (Vorstellens! literal-
mente, 'de representar', F.D.), y está a punto (int Begrill) dehundir lo en el pasado, trabajando en su remodelación»
3
.
6
. •
Quince años más tarde, todas esas esperanzas se han des-vanecido con. la caída de Napoleón, la Restauración y, sobretodo en Alemania, con la llamada Demagogenverfokung, la «Per-
secución de los demagogos», es decir: la conversión de los
treinta y dos estados alemanes en un régimen policial, c on
implantación de la censura y la expulsión de la cátedra de
muchos de los mejores representantes del pensamientonuevos'. Si a esto se añade la conversión del luteranismo en
una Dogrndtica cristiana (redactada por el archienemigo: Sch-leiermacher) oscilante entre la obediencia stcmsa, total, por un
lado, y la observancia de ceremonias bien fijadas « legal-
mente», por otro, jun to con el auge del derecho histórico,positivo, así como de las ciencias experimentales; si unimos a
ello el paralelo y consecuente descrédito del romanticismo
enragé (sustituido por un engolfamiento en lo onírico o un
veces enfebrecidas promesas apocalípticas por el anuncio de una nueva
época. No el «fin del mundo», pues, sino un mundo nuevo, destructor
del Anclen Rkutte en todos los órdenes.35 Phe. 9 Ltil ( ed. esp.; p, í d.
36 Ibídem.
37 Váas e al respecto m í Lo Restaurada L o Escuda itegellanaj sus oaersamas, Akal ,
Madrid, 1999,
7/29/2019 Felix Duque - El Cofre de La Nada
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38 EL CDFRE DE LA NADA
refocilamiento en lo grotesc o)
; ' y s i , e n
fi n ,
c o n s t a t a m
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como de forma harto discriminada (por la tenaza entre la
vuelta de una religión aún más oscurantista y un incipiente e
irrelevante positivismo en lo científico), la filosofía hegeliana
misma es puesta bajo vigilancia y control por parte de lasautoridades: si tenernos en consideración todo esto, digo,
entonces no resultará extraño el hecho de que Hegel cambie
ese optimismo por un desaliento vital que cruza como untachón sombrío toda su obra berlinesa, como si el nihilismo
antes remontado volviera ahora por sus fueros con renovadosbríos bajo la capa de un conformismo universal, y más: de
una aceptación generalizada del orden establecido, dadas sus
promesas de seguridad y tranquilidad, garantizadas por la ya alu-dida alianza de la Ciencia, el Altar y el Poder.
En el Manuscrito de las lecciones sobre Filosofta de la religión
de 1821 viene recogida con trazos vigorosos esa catástrofe del
pensar y del vivir. Ya no se vive —escribe Hegel— la «muertede D i
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pasaje para acceder a un estadio superior de la existencia. Al
contrario, Dios mismo y su muerte han sido olvidados, o lo
que es peor: remitidos a un puñado de constataciones empí-ricas, «históricas*: «No sabemos, no conocemos nada de
Dios -a lo sumo, un conocimiento muerta, histór ico (historis-
che)* 18
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ha cambiado también en el fi lósofo: como se aprecia por la
coincidencia de los respectivos finales del capítulo VI (dedi-
cado al Espíritu) y del c apitulo VII de la Fenomenología (dedi-
cado a la Religión), en 1806 política, r eligión y filosofía
38 Vorlesungen ilber de Phlosophe der Relon V PhRd,) , nueva ed. de Walter jaeschke,
Meiner, Har nbargo,1995, 3, 35. La cita li guiente de mi texto correspondea esta misma página [ ed. esp., Lecciones sebre fiiosegqb &Je edigión. 3, Al ianza Edi -
torial, Madrid, 1987, p. 921.
6 SO IST ES AUS, EL NIHILISMO REACTIVO 39
marchaban de consuno, for mando todo ello la soberbia
corona de la historia concebida, en cuanto aurora del tiempo
nuevo. Por el contrario, ahora es visto como señal inequívoca
de la decadencia el que «la justificación [de la religión] por
el concepto lo sea, por la filosofía, F,D.] se haya convertido
en una «necesidad» (Bedürfnis). La vida del Espíritu no pre-
side ya el mundo y el tiempo de los hombres. Al contrario, se
ha refugiado (como en una nueva Edad Media) en el «san-7
tuario» (Hiligthum) de la filosofía, cuyos miembros constitu-
yen ahora una suerte de «estado sacerdotal aislado*,. Sólo enella, en la filosofía, se da ahora la reconciliación. La filosofía
«no se cuida de cómo le vaya al mundo ; no va con él (Mit ihr
nidzt zusammengehen)>> 39 El «presente temporal* (Z,eittiche Gegen-atad) es abandonado así a su suerte. La suerte de un nihilismo
aceptado y querido por la sociedad, como —según Hegel— lo
prueba el hecho de que en los años veinte del siglo 3uN, esté
desapareciendo —no en último término, por el interés de la
Iglesia luterana y de un Gobierno integrista— la fe popular,basada en el sentimiento de la muerte de Dios y en la fruición
de su resurrecc ión como Espíritu: cuando «a los pobres
se les da ya la doctrina del amor en el dolor infinito, [sino que
ésta es] sustituida por el disfrute, por un amor, sin dolor ,
donde el Evangelio es predicado de una manera natural
[entonces, en este punto] la sal se ha hecho insulsa» Esto , con
respecto al pueblo. Pero también de la clase ilustrada: «satis-fecha en su finitud, se ha retirado furtivamente del mundo
todo fundamento, todo punto fi jo y vínculo sustancial l o
únicofijo es la finitud en su misma carencia de contenido, en
su arrogante fr ivolidad —culmen de la desIustración (Auskla-, satisfecha de s i » . En suma, cuando todo eso sucede,
39 -
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;
3
40 VPhileL ; 3, 96 [ed, esp.
, p . 9 3 ] .
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40
ttt 1/Phitzt ; 3, 95 [cd• esp,. p- 93]•
EL COFRE DE LA NADA
cuando todo es tratado de manera exterior y empírica. hista-risch, entonces: so ist es nos, «se a bá»
He aquí pues un caso ejemplar —y ciertamente ominoso—de cómo la filosofía no logra ni expresar su tiempo en pensamentos(como quería el propio Hegel) ni tampoco proyectar a priori lahistoria, escribiéndola pro domo para canalizar el futuro (comopretendía Kant). Por otra parte, en los apuntes —tomadospor alumnos— de lecciones posteriores de Filosofía de la religión(1824 y 1827, sobre todo) campea en los capítulos paralelos
el consolador título: Das Bestehen der Gemende (<<E1 subsistir dela c omunidad») en vez del Vergehen der Gemeinde ( ‹El perecerde la comunidad») de 1821. Al respecto, no he encontradodocumentación suficiente que permita decidir si se trata deun caso de acomodación conformista por parte de Hegel auna circunstancias c iertamente poco favorables al ejerc icio
del pensamiento libre o de una recomposición del sentidoglobal de su fi losofía ( una c omparación entre textos dediversas épocas induce a inclinarse por esta segunda opción).
De todas formas, desde una perspectiva no tanto sociopo-lítica y cultural cuanto estrictamente filosófica, es más impor -tante parar mientes en que. según creo, esta retorsión hegelianadel nihilismo, a pesar de su innegable capacidad para mediarentre el nihil ismo egocéntrico y el nih ilis mo reactivo, no deja decons tituir una salida irenista y, pace Hegel, d ifi c an te » , Lamuerte es vista aquí como un amargo trance, sí: pero trance,tránsito al fin. Es el entendimiento el que, preso en las redes
de su propia reflexión, es incapaz de alzarse. al pensamientoespeculativo, conceptual. en el que se resuelve toda contradic-ción; y es que el concebir se mantiene c iertamente en lo nega-tivo, pero no parece afectado por ello, como si esa negatividadfuera algo así como el combus tible que precisa la razón para
42
6, SO IST ES AUS., EL NIHILISMO REACTIVO
establecer su red relacional. De la misma manera (y por lamisma rozón, en el doble sentido de Vernunfi y de Grand), la tri-ple distensión del tiempo, cuyos éxtasis, en cuanto tales, debie-ran ser irreductibles entre sí, es recogida aquí (al menos en lareconciliación parcial entre Realitót —reol i t a s , p e t f e c t i o—y C r e d a n k e
—con
ceptus—quellevaráacabolaCie
eternal', en una esfera —la de lo Verdadero— como si dijéramosseipseigual en su conjunto, en su trabazón completa(¿recuerdo del althér griego?) pero alocadamente febril en
cada uno de sus detalles, como en un <<delirio báquico»", Alefecto, no es difícil darse cuenta de que, lejos de existir unaperfecta y convincente correspondencia entre las ya mentadasuniversitas (el conjunto distributivo de individuos: die Allheit) yuniursalitas (la generalidad colectiva: die Alkemeinheit als das Ganze),
Vorlesungen über de Phlcieopne do- 141tgesetichte, en: Wzrks, Suhrkamp, Frankfu rta,M,; 12, 114: «denn wir baben es nada der Seite der Geschichte mit dem sutun, WaS gewesen ist, usad mi l dem, was ist, i n der Phil osophie aber mi ldem, was weder nur gewesen ist noch erst nur sein wird, sondem mil dem,was ist und ewig ist —mil der Vernunfi-t> r e d . e s p . ;L e e e i n n e ss o l i r e
l oP o s o l T ud el a
hstoria tiniverwl, Revista de Occi dente, M adrid, 1974, p. M I .ad, ; 9, 35, «Das Wahre ist so der bachantische Taumel, an dem kein Gliednic ht tr unkers ist, usad weil jedes, indem es sich absondert, ebenso unm itt el-bar auflÚ•sst, — ist er ebenso die durchsi chtige und einfache Ruhe», ( «L overdadero es así el delirio báquico en el cual ningún miembro deja de estarebrio; y porque cada uno, al particularizarse, de igual modo se disuelve deinmediato, es él [el deli ri o] de i gual m odo transparente y simple quietud»)[ed. esp., p. 32]. Com o se aprecia, Hcgel repite a su manera la sabiduríainicial, y hasta iniciática, concentrada en el primer texto original que nos hasido transm iti do por la histori a de la filosofía. «ex han dé he génesis esti toísonsi, kai tén phthorán eis taína ginesthai katá tO chreón. diciónai gár autá(filen kai tísin allelois tés adiktas luta ten toú chrónou taxin». (str,..lell de
donde v iene a darse el nacer para los entes, tambi én allí viene a darse superecer, según lo necesario; en efecto, se dan unos a otros justicia y pena porla injusticia, según el orden del ti empo». Anaxim andro, Disl i2Br, r ecogidopor Simplicio in lbs y por Teofrastro, Plys,op., fr. 2). El estrecho paralelismoentre textos que podrían ser considerados programáticamentc como el ini-cio y el fin de la filosofía «clásica», o mejor: de la metajlica , muestra hastaqué punto ha venido marcada ésta por el sello del nhlismo_
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EL COFRE DE LA NADA
es la universalidad la privilegiada (por concreta que aparezca,
ya que aquí «concreción» significa c v m
-
c r es c e r e , d e l
c o n j u n t o
mismo), en detrimento de sus sufridos componentes, como el
propio Hegel reconoce en el implacable final de su prólogo alentero Sistema: «Por lo demás —dice—, como vivimos en una
época
44
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del espíritu mientras que la singularidad, tal como ella se merece
(ivie sich gebührt), se ha hecho tanto más indiferente l a parte
que en la obra total del espíritu corresponda a la actividad del
indiv iduo no podrá ser sino escasa (gering), de modo que éste,tal como lo entraña ya de suyo la naturaleza de la Ciencia,tanto más debe olvidarse de sí y llegar a ser y a hacer lo que
pueda, aunque de la misma forma tanto menos haya de exi-
girse de él, al igual que a él mismo no le es lic ito esperar
mucho de sí ni reivindicar mucho para sí45
, Olvidarse de sí: tal es lo que Hegel —la Ciencia— exige del
indiv iduo, mientras que éste, por su parte, desatento y orgu-lloso de su capacidad para formar sociedades (aunque sean anó-
nimas, °porque lo son) olvida la Gemeinde (la «parroquia»: la
comunidad político-r eligiosa) y los sacrific ios que ésta
demanda de él: olvida en suma (nunca mejor dicho: olvida en
esa suma de indiv iduos que es tal o cual sociedad) el sentido del
Todo (des Ganzen) en nombr e de la for mac ión —dispersa,competititiva y al cabo ferozmente conflictiva— de Allheiten, de
conjuntos distributivos con intereses particulares. Un doble y
antitético olvido, pues, sobre el que se yergue de nuevo el
espectro del nihilismo.
44 iLa época del t
p a r t o e ,
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de la depreciación y degradación del individuo, en cuanto ter?
Ph5.
;
9 ,
4
7, NIETZSCHE:
LA GRAN DEVALUACIÓN, Y SU REMONTE
En aparente oposición frontal a ambos tipos de décadence , el
pensamiento de Nietzsche (cuyo lema es filosofar con el martillo)
se propondrá desmantelar tanto la variante metafísica como lareactiva del nihilismo. Con respecto a la primera, su crítica a
los filósofos (que es como decir a su princeps: a Hegel) por suconfusa identificación del inic io y del final (de la archéy del
télos) no puede dejar de recordarnos la constatación de la
decadencia de todo un mundo en el ámbito sociopolítico,
realizada por Marx y Engels... ¡siguiendo las huellas dejadas
por el propio Hegel!, a saber, que «todo lo sólido se desva-nece en el aire» 46
. C o n t r a
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4.6 Co mo en el caso de Goethe (véase supn4 nota 4.), la célebre frase está ligera-
mente deformada. Reproduzco el texto completo, subrayando los términos
cor respondi entes a aquélla: Al ies S tándische und Stehende verdarrepti, elles Hei-
lige wIrd entweiht, Imd die Menschen sind endlich gezmingen, ihre Lebens-
stellung
›
i h r e
g e g
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hen». (Tack, lo estamental, tecle lo establecido se evapore, todo lo sagrado
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4 4 E L COFRE DE LA NADA
ción inicial del ser y la nada, la genealogía nietzscheana afirmaráque, al cabo de una investigación desarrollada paralelamenteen el ámbito del filosofar y en el del desarrollo social y cultu-ral, el ser es efectivamente... nodo: <cel ultimo humo de larealidad que en el inicio en cuanto inicio se desvanece (verdüns-tenden Realitdt) T o d o s los valores supremos de pr imer rango,todos los conceptos más altos: lo ente, lo incondicionado, elbien, lo verdadero, lo perfecto —nada de ello puede haberllegado a ser, luego tiene que ser causa sui... Para ello, los filóso-
fos tienen su estupendo concepto «Dios» L o último, lomás evanescente y vacuo viene puesto como lo Primero,como causa en si, como ens realissimum... ¡Que la humanidadhaya tenido que tomar en serio esas dolencias cerebrales deunos enfermos tejedores de telarañas!— ¡Y bien caro que hapagado por ello! »47.
Como bien cabe apreciar, en Nietzsche la «muerte deDios» que él hiciera famosa (desde luego, bastante más de loque pudiera haberla hecho el mucho más complejo Hegel)no es sino la constatación de un olvido generalizado. «Dios »(el garante de la conversio de los trascendentales unual-verum-bonum muere simplemente cuando los hombres dejan de
viene profanado, y les hombres se ven al fi n obligados a considerar supos i-ción en la vida y sus relaciones recíprocas con ojos sobr ios». llortlfest der Kom-murrist selenPorte [1848], Rociara, Stuttgart, I970, p. 7 e ,T. d e J . I s d u fi e zAfirX, Edici ones Península, Barcelona, 1988, p. 3751. C omo se aprecia porlas frases finales, par tiendo de un diagnostico pareci do al de Hegel en 1821se extrae ahora una conclusión bien dis tinta. lejos de refugiarse en un •Iʻsan-tuario»• aislado, los -- , ,f o r e n s e s »d e lm u n dom u e rt op or
nhlismo han de ver en esa <decadenci a» descreída el caldo de cul tiv o que pro-picie la revolución socialista. También Nietzsche afirmará haber tenido quepasar por el nihilismo para superarlo desde dentro.
,17Die
KSA), ed. de G. Colli y M, Montinari, De Gruyter, Berlín/Nueva York,1988, 6 , 76) led. esp. La «razi in* de lo filosaria, en: El ocasode los ídolos, Edici o-nes Prestigio, Buenos Airea, 1970, p. 991.
7. NIETZSCHE: LA GRAN DEVALUACIÓN, Y SU REMONTE 45
creer en esos valores supremos y en su conexión. La razón deese olvido es clara.., instalados en el devenir, los hombres no
prestan ya atenc ión a la posibilidad de una totalidad incondicio-nado de sentido, opinando con su razón que, en efecto, unaexpresión como causa sui (una causa cuyo •efecto sería ellamisma, un sujeto que se pondr ía a sí mismo como objetopara luego reabsorberlo en sí, etc.) es contradic toria y debeser desechada.
Con respecto a la segunda forma de décadence, la mun-
dana, Nietzsche, fiel a su modo a la divisa hegeliana de quefilosofar es comprehender el pr opio tiempo en pensa-mientos, sostendrá que el descrédito del ser de los fi lósofosy de los valores en que se despliega no es sino el reflejo teó-rico de la incapacidad de los valores de antaño para darsentido a la vida moderna: «El hombre moderno cree ten-tativamente ora en este, ora en aquel valor, para dejar lo caer
después; el círculo de los valores superados y desechados seensancha cada vez más; cada vez se advierte con mayor
intensidad el vacío y la pobreza de valores; este movimiento esimparable —aun cuando se haya intentado a gr an es tilodecelerarlo—. Al final, el hombre aventura una crítica delos valores en general; reconoce su origen; conoce ya lo bas-tante como para dejar de creer en valor alguno; tal es elpothas, el nuevo escalofrío... Estoy narrando la historia delos próximos dos siglos
¿Somos nosotros, los adentrados en el tercer milenio dela era cristiana, parte de esa historia? De atenerse a la letra yespíritu del propio Nietzsche, bien cabría dudarlo. Es verdadque, en general, no cabe desde luego sino reconocer que ladefinición del nihilismo adelantada por el visionario de Sils
48 ESA 13, 56s. (Nachlaz, nov. 1887-mar zo 1885; [ r t 9 ] ( 3 6 P ) )[ n i . e s p .F r a g-
menos póstumos, Abada Editores, Madrid, 2004, p• 1951,
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46 EL COFRE DE LA NADA
Maria se ha convertido en un destino planetario; «Nihilismo;falta el fin;f a l t al ar e sp u es t aa
l' ,porqué?';¿quésignifica
nihilis mo? — que los valores supremos se devalúen» 4". P e r o l a s d o salidas ofrecidas por Nietzsche (una «mala» y otra»buena»,de acuerdo c on el metuDafor, «pujanza vital») me resultanaltamente problemáticas.
La primera, el nihil is mo pasivo (« hundimiento y retroceso delpoder del espíritu... como un signo de debi1 id ad»-
9, p o r n o
tener en cuenta que, como los de l Señor, los caminos de
«Hegel» son tan diversos como a priori insondables. Enefecto, que falte una «síntesis de valores y metas» en el sen-tido piramidal, jerárquico, no significa en absoluto que ellodesemboque en una «guerra entre valores» que lleve a una«descomposición» (Zersetzung) de todo orden, pues es bienposible (como ya Hegel advirtiera, pero pujante ahora conuna torsión entre siniestra y grotesca) que el orden consistajustamente en la circulación constante de unos valores en otros,reforzándose unos y debilitándose otros en la fluctuación. Alcontrario pues de lo sostenido por Nietzsche, este --digamos—nihilismo reticular vive del trasvase de energía y vivacidad entre losvalores: necesita que unos asciendan y otros se consuman,como los nódulas de los sites de Internet o los valores de unaBolsa devenida mundial (Tokio-Londres-Nueva York, con-firmando así la creencia hegeliana de que la historia se des-plaza de Oriente a Occidente, según el curso del sol: sóloque ahora esa «historia» se enciende y apaga diariamente,como quería Her ác lito51) .
49 KSA 12, 350 OVachass, otoirm 1887 91351 (27)) [est_ cap, p• 171].50 11412, 351 (Nachles, otoho 1887; 9[35] (27) B)) led. esp.; p,172],51 <s'El sol es nuevo cada la», DK22B6 (recogido en Aristóteles, Meteor. B 2;
3 5 5 a12 ) •
7. NIETZSCHE, L AG R A ND E V AL U A CI Ó N ,YSUR EM ON TE
La segunda, el nihilismo activo ( s igno de la fuerzaascendente delespíritu... en cuanto signo de fierza» ) , vuelve a dar al indivi-duo (y con creces) la func ión rectora que Hegel le había qui-tado, sin percatarse no obstante de que, de este modo, no sehace sino reproducir por el lado de la singularidad el mismodesequilibrio que observamos antes en el fi losofo suabo. Siallí la universalidad abstracta parecía olv idar que su fuerzasurgía de la autounulación de lo individual finito, aquí la «vio-lenta fuerza de destrucción» 53 no podría extraerse sino de la
muy activa desconfianza de los valores particulares, enfrentadosgrupalmente, respecto tanto a una abstracción generalísimade un valor supremo como a la «imposición de una creencia»por parte de un singular que no dejaría de ser este individuodeterminado. Nietzsche parece creer a las veces que la energía,tanto a nivel existencial como físico, se extrajera de un depó-sito situado aparte, separado de la lucha cotidiana entre indi-viduos, animales y cosas, de modo que un Individuo privi-legiado (el ultrahombre) podría imponerse sobre lucha ycontendientes en nombre de la Vida: en nombre pues deuna mera abstracción, tan vacua como la del ser.
Todavía a princ ipios de los años 70 del siglo xtx , bajo lainfluencia de Schopenhauer, podía creer Nietzsche que, aladueñarse (como en la Aufhebung hegeliana) lo dionislaco (lonegativo disgregador) de lo apolíneo, todo ello habría dedesembocar en la alegría pánica del Uno-Todo. Pero, en elNietzsche maduro, la Bejahung des Vergehens ved Vernichtens, la«afirmac ión del perecer y de la aniquilac ión»; lo trcígico,una palabra, será lo que engendre esa «economía a logrande» capaz de hacer fructífero lo negativo, ensanchandola experiencia, sin instrumentalizar lo n i capitalizarlo, s ino
52 KSA 12, 350 (.,Veciárss, otoño 1887; 9 1 3 5 1 ( 2 7 )A ) )L e d ,
53 Ibid. 12, 351.
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4,8
EL COFRE DE LA NADA
aprobando lo que es por el mero hecho de serio (ya seanocivo o insignificante). De este modo, cree Nietzsche, seliquida el concepto tradicional del ser y, con ello, el de lanada. La idea (grandiosa, por fallida que nos resulte) es quecada cosa sea un unitum, que lo caduco y efímero, lo repug-nante y lo destructivo adquieran el carácter terrible y amablede lo eterno (a saber: del eterno retorno). Así, lo trágico resti-tuye al mundo el sentido que el nihilismo, tanto fi losófico-teológico como mundano y pasivo, budista, le había quitado.
Puede ser. Pero adviértase que de este modo se escamoteajustamente aquello que se pretendía salvar, esto es: el carác-ter caduco y efímero de cosas y hombres, de todo aquello quetiene su propio acabamiento. Se escamotea ante todo, nadamenos, la muerte del hombre, de cada hombr e. De nuevo,ronda aquí el fantasma pseudohegeliano de la circulación plena.Muertes, nac imientos y avatares indefinidamente repetidosquitan todo sentido, toda propiedad y distinción al indiv iduo quelos sufre o disfruta. Amenos que para salvarnos, para salvarseél mismo de las infinitas vueltas de un tiempo nivelador,Nietzsche se vea obligado, bien que tácitamente, a reconoceruna sola identidad inmutable: la del jasager, la de quien «dicesí» a la repetición infinita de las metamorfosis y las muertes,
.condenando de este modo paradójic amente a ese altrahombrehiperestoico a afirmar una danza en la que:é l — e n c u a n t o«ser que afirma»— no puede tomar parte, sino sólo observar(¿desde fuera?, ¿desde fuera del tiempo?). De ser así, por esca-par de la Seylia hiperhegeliana de una circulatio perennis devora-dora de particularidades, caeríamos en la Chardis de la exal-tación de un Individuo cuya aoluntad de poder originaría actos yconsecuencias que sin embargo no le afectarían en absoluto(con lo que acabaría ese ser por parecerse sospechosamente alDios cristiano tradic ional). En definitiva, parece que el PtirIC-ura dolens de la doctrina nietzscheana consiste en su incapaci-
7. NIETZ SCHE. LA GRAN DEVALUACIÓN, Y SU REMONTE 49
dad para tornarse en serio la muer te (parece 'más bien que senos prometiera a cambio una especie de eternidad recu-rrente, a través del eterno retorno) 54'. Contra lo comúnmente admitido, parece pues no sóloque Nietzsche sea incapaz de exorcizar el espectro del nihi-lismo, po r él conjurado, s ino que, dada su engada contra eltiempo (núcleo irreductible de todo nihilismo), no logresiquiera asomarse a las profundidades (ya latentes en la granteología cristiana, p.c. en el De Trinitate agustiniano) de la
«muer te de Dios» en Hegel y de la consecuente retors ióndel nihilismo por parte del filósofo en qu ien culmina lametafísica occidental.
54 E n verdad, queda abierta la posibil idad de tomar la doctr ina del eterno
retorno com o un imperatiro mora!, algo así como 40"lar a de manera que cadauno de tus actos sea considerado por ti y por los demás como digno de vol-ver a suceder una y otra vez en el tiempo i nfi ni to . Enten di da como talhipótesis, la doctrina se torna en algo mucho más plausible. en cuanto guíade la conducta humana. Pero ni siquiera en este casó se salva la dicotomíaentre el que obra (que, se supone, n o podr ía a su vez cambiar, pues de locontr ari o no podría reconocerse como s iendo ei Mi5M0en y a través del cam-bio) y sus obras. El dilema se exaspera así, más bien! ¿para qué quiero yoque tanto ,s y om i sm o »c om omiso b
ti ldad» cir cular), si yo no soy algo :Ñ o q u e s e d éc u e n t ad ee s ar e c u r r e n ci a ?
Pero si se admite esa fijeza, esa inmutabilidad, el jasager estaria fuera deltiempo, viéndolo todo •Iclesde fuer a». ¿Qué más metafísico entonces queese ser, frent e al cual palidece incluso la e•sol ución» .k a n t i a n a y s c h e l l i n -iana del carácter intelkibk, ya que el r eflej o de éste se expone al menos —parael enjuiciamiento ajeno— en el ámbito fe,nornenico?
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Una frase lapidaria define en Hegel el sentido y alcance de la
muerte de Dios: «U na vez es todas las veces; el sujeto tiene
que volverse hacia el suje to.. (Einrnal allemal; Sub jekt771325SanSubjekt sich arenden)
55 E s a
m u e r t e
s u c e
d i ó
e
n
e f e
c t o
u
n
a
s o
l a
v
e
irrepetible. Sucedió, no tanto en el tiempo cuanto rasgando,hendiendo el tiempo de los cristianos. Pero en esa hendi-
dura reverb era lo eterno, c on tal de que el creyente sea capaz
de mor ir corno Dios, esto es; con plena entrega y abnegación,
olvidando por entero su individualidad y dándose a la comu-
nidad.., o lo que debiera ser lo mismo: a la universalidad de la
razón (un Leitmotiv éste en Hegel, como ya vimos). En este
sentido, esa Muerte única (a la que está sujeto Jesucristo, y porla cual es él sujeto) irradia, da sentido a todas las muertes, con
tal de que los individuos sepan atenerse, estar sujetos a ese
Sujeto ejemplar. No hay que esperar mayor rec
55 VPhRel, , 3, 49 [ed„ esp.: p. 491_
8. HEIDEGGER; ANTICIPATIO MORTIS
ompensa, no
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52 EL COFRE li t LA NADA
hay que esperar redención ni resurrección que no sea la con-tenida en el mismo acto sacrificio!.
Pues bien, si quisiéramos plasmar en un matiz (un matizempero decisivo, como suele ocur rir en filosofía) la diferen-cia entre la retors ión hegeliana del nihilis mo y la llevada acabo por Martin Heidegger cabría decir que éste bien podríahaber escrito con respecto a la Muerte: Einmal ist jedesmali d a sein als Anwesen muss sich zurn Menschenwesen wenden («Una vez escada vez; el ser en cuanto asistente esenciar tiene que poner
sus miras en el ser humano»). Incluso la muerte provocadadel modo más abyecto y estúpido es en cada caso única, ina-lienable: ella signa y de-signa al individuo. Y es que lo esen-cial—según Heidegg-er— no es tanto el momento imprevisiblede la muerte (absurdo, otópon para el indiv iduo <<afectado»)cuanto la actitud ante ella, o como dice Heidegger: el <spre-cursar» (Vol-M*0 la muerte, el vivir de modo que el «estar»(lJasein) sea en todo momento un consciente <<estar-a-la-muerte» (Sein zum T'ocie), un percatarse de que en cada instante
puede salir a la luz lo radicalmente imprevisible, hacerse posibleo imposible
Al respecto, es importante atender al hecho de que tanto elnih ilismo (pasivo o activo) como la actitud propio del <<estar»
heideggeriano surgen de un mismo fondo abisal: la certezainmane de la muerte y la preocupación ante ella. Por eso,mientras que Heidegger, como veremos, reivindicará el nihi-lismo (por así decir auténtic o'6) c o m o a l g oí n s i t oe nl ae s e n -
cia humana, el nihilista <sbúdico-europeo» denostado porNietzsche se deja morir, inerte, a cada instante, por miedo ala muerte. Como canta el palurdo criticado por Unamuno:
56 C om o es sabido, el tér mi no alemán eigentlich puede ser i nterpretado or acomo lo «pr opi o O r b como lo auténtico> >. Esa disyunción encubre unadiferencia fundamental, clara en castellano; • apr opi o* r emite a la aptitud
8, NEIDEDGER ANTICIPÁTIO HORTdS
Cada vez que consideroque me tengo de morir,tiendo la capa en el sueloy no me harto de do rmir57.
53
Sólo que menos convincente adn me resulta el <sremedio»
propugnado por Unamuno con su peculiar credo quia absurdum:saberse mortal según la ciencia (cosa por demás improbable),mas creerse, quererse inmortal por la real gana. Y ello en elseno de una íntima contradicción. Por una parte exige quefijemos <<la mirada en la mirada de la Esfinge, que es así comose deshace el maleficio de su aojamiento», y por otra seentrega a renglón seguido al consabido desconsuelo. <<Si deltodo morimos todos, ¿para qué todo? ¿Para q u é? * .
En el fondo, la pregunta no es solamente fucTulante (quediría un italiano), sino contraproducente para el ansia deinmortalidad por parte de Unamuno. Pues preguntar por lafinalidad de la existencia humana supone ponerla al servicio deuna entidad superior, borra r su sentido propio C o n todo,menos sentido aún tendría dejar la (mala) pregunta sin con-testar, aceptando implícitamente que, puesto que la muertees insensata e impensable, la vida toda del hombre, el inter-valo entre nacimiento y defunción, también lo es'.
de algo o alguien para [llegar a] ser - sapr opiado,> a s u . e s e n c i a ;p o r s e g u i r
con una terminología tradicional ( no muy < t apropiada» aquí, s inembargo) , podr íamos decir que se trata de algo subjetivo; por el contrar io,
aut ént i co* es la cualidad que surge, que brota (oucter proviene de augere)de la cosa misma (algo objetivo, pues). Según esto, ac ti tud propia (del Dosen) ynihi li smo auténtico (del Se s e copertenecen,
57 M i guel de U nam uno , Del sentimiento trokico de le sida, Losada, Buenos Ai res ,1964, p. 43,
58 Ibidem.
59 An to ni o Machado recogerá esta mala idea nihilis ta para desecharla i nme-diatamente, ' F e empiri sta. Ni somos ni seremos. / Todo nuestro vivir esemprestado. / Nada traj im os; nad a llevaremos». (Prozierbios.„ C XXXV I,XXXVI; ap. tit., p ,1 5 9 ) .
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54 EL COFRE DE LA NADA
Sin embargo, la fi rme pos ición de Heidegger es justa-mente que si la muerte es insensata e impensable (pordecirlo en los tér minos recientemente empleados) eso sedebe a que es ella la que da sentida a la existencia y la que da quépensar al pensamiento. ¿Realmente sabe el nihilista (nietz-scheano, unarrmniano o «budista») lo que se dice cuandoda a entender que la muerte impide una existencia plena,totaN Si existir significa proyectar, anticipar, desear o reme-morar, viviendo en func ión de los posibles del caso, entonces esa
existencia «total» aflorada por el nihilistíiser ía una verda-dera cc, ntradictio in adjecto S i el existir humano, como Heideg-ger recuerda una y otra vez, consiste en «poder ser» (Sein-USrinen) de acuerdo con lo que en cada caso se me hace mío(lemeinigkeit), entonces la plenitud de la existencia, el posibleser total del «estar» humano, se entrega sólo en vista de unamuerte tan cierta e inminente como siempre «pendiente»
(ausgebliebert: lite ralmente, l o que sigue estando cornoviniendo de...). En efecto, poder ser en vista de los «posi-bles» n o es otra cosa sino v ivir con cuidado (Borge) , en el
amplio sentido de «c uidar de» y a la vez «cuidarse de*' lapropia v ida, así como «pr oc urar» (Fürsoige) por los demás.Ahora bien, ese «cuidado» tiene un límite irrebasable ysiempre pendiente, como vimos, que retrospectivamente per-mite por un lado inspección y circunspección, y por otro respeto(respectividad) para con los otros. He aquí pues una sor-prendete revitalización de la relacionalidad hegeliana, con lasalvedad absolutamente decisiva de que, en Heidegger, estarelacionalidad es de un lado finito (pues que se va hac iendosegún los posibles de sus relata) y de otro singular; je meinig,e ncada caso mía (siendo por ende algo de lo que soy responsa-ble): absolutamente personal e intransferible (como que mehace persona y permite toda transferencia, toda transcenden-tia). En suma, mientras el Dosein es, queda siempre un «resto
Ü HEIDEDEER. ANTICiPATIO MORTIS 55
pendien te»" '. Y la muerte sustrae ese resto, de modo queparadójicamente, y contra el sentido común (siendo a la vez,con todo, algo de lo que se tiene un sentimiento sordo, tanirrefutable corno «irr ac ional»), mientras vivimos estamosincompletos. En cambio, la muerte, en cuanto « fi n» de lestar (Dasein), no sólo pertenece al poder-ser, a la existenciahumana, s ino que la hace pertinente, esto es: «limi ta y deter-mina la integridad cada vez posible del es tar.» Por consi-guiente, no tanto la muerte misma (que en cuanto je meinig no
es ni un acontecimiento ni un momento en el tiempo [en mitiempo], sino el corte abrupto de todo acontecimiento y detodo [mi ] tiempo) cuanto el estar a la muerte es «la mostraciónde un pleno-poder-estar propio (eigentlichen Can3einkOnnens) delestar» SI La gran paradoja de todo esto es que la garantía deintegridad del ser humano viene siempre pre-supuesta, o sea,que está fuera de toda descripción fenomenológica (atenta alo que hay), que es como decir, fuera del ser del ente; d e a h íue el estar a la muerte deje entrever no tanto ese ser relativo,sino la írrelatividad absoluta; la Nada.
Según esto, la muerte no es n i una cosa ni un hecho ,niun evento; más bien es algo así como un estar «en contra de»la existencia, yendo hacia ésta y contrariándole_ (gegen-setzend,se diría en alemán), y por tanto no como una negación abs-tracta de ésta, sino, al contrario: como garantía de lapasible tota-lidad finita de la misma. Sein-v,m-Tode no tiene nada que ver conun «estar de cuerpo presente» (pues presente se estaría ante
60 Tal es la excelente version que J. E. Rivera propone para el término Auss.tand
(algo así como rel estado pendiente de algo o , su estar pendiente) en sutrad. de Ser) tiempo, Ed. Universitaria, Santiago de Chile,1997, p- 254. Lapág. cor responde a Sein und Zyít ( -,S u Z ) , M i e m e y e r ,T u h i n g a ,' ' 1 9 9 3,
una paginación recogida también en la m encionada traducci ón ( en lascitas, modificada ocasional y tácitamente por mí).
61 ALI_
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56 El_ COFRE DE LA NADA
los otros; por fortuna nunca estamos —todavía— en presenciade nosotros mismos), con un «res to» o «cadáver» (algo
propio de la mirada forense), en cuanto que ello implicaríala conversión del muerto en una cosa... (para el culto a y
recuerdo del ser querido, para el negado de lo «fúnebre»,
para el quehacer de ritos en las iglesias, etc.). Dic ho en tér -minos estrictos: la muerte (Tod) no es el hecho de «fenecer*
(verenden" una defunción que, en cuanto evento intramun-
dano, proporc iona un «horiz onte» de comprensión, con
todo su cortejo de culto a los muertos, de emocionadorecuerdo, de continuación de la estirpe por parte de los deu-
dos supervivientes, etc, De ser así, el cuidado o Sorge, esto es:el sentido del ser del Dasein resultaría en el fondo interpretable
a partir del «fenómeno* de la muerte (una «apar ición *
impensable e inefable, por ser literalmente inaparente e insig-
nificante) ais etwas Zykinftiges, en cuanto algo que siempre entodo caso «está al venir». Por el contrario, la «caída» (Ver-
fallen) en el mundo, la ocupación con lo ente (algo tan irre -mediable corno inapropiado) implica apartar la mirada de la
muerte para dir igir la a las cosas, dejando de considerar aéstas como mostración de los (de mis) posib!es, para apoderarseen cambio de ellas como si fueran caddveres: de «cuerpo pre-
sente». De este modo queda oculta mi relación c on lamuerte. El nihilismo inauténtico obtura el auténtico, reve-
lado en la «angus tia» (Angst). En ella late la muerte propia; yestar-a-la-muerte hace así como de marco a redrotiempo, desde
el límite absurdo, atdpico, para que se logre una paradójica fini-
tud «per -fectil le» , o sea, susceptible de irse haciendo y gas-tando en función de p r o
j
e c t o s y e c t o r .
E n
c a m b i o ,
p o r
l o
62 T al sería la muerte propi a de un animal, segun Heidegger, <Was T erverenclet. Es hat den T od alsTod wcder vor sic}a h i n t e r s ida». Das Dirg,
en, VortcEge and Aofralw ( . VA), Neske, Pful li ngen, ' 1967, II , 51 red esp. La
cosa, en: Conferencias,. aTtícuos, Edici ones del Ser hal, Barcel ona, 1991, p. 1553.
E. HEIDEGGER: ANTICIPATIO MORUS 57
y por término medio, el hombre, en lugar de « estar-a-la-
m uerte», opta por vaciarse de sentido, por canjear angustia
por miedo y miedo por seguridad, a cambio de la pérdida de
su libertad, de su poder-ser-en-lo-posible, refugiándose para ello
en una entidad superior.
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9. «ÜBER» JÜNGERY HEIDEGGER
63
Frente a esa renuncia, que por guardar la vida (,dónde?) y por
matar el tiempo (un tiempo exhausto, incapaz de dar mds tiempo
al tiempo de los entes), convierte regularmente al ser del
hombre en «uno» (Man)
64 .
c u a l q u i e r a ,
p r i m e r
oN i e t z s
c h e ,
como ya vimos, y luego el más consecuente de sus seguidores
en el siglo xx: Ernst jünger, propondrán la solución«heroica» de traspasar la línea del nihilismo: salirse del
«montón», del «rebaño» incapaz de poner su vida en juegopara ganársela íntegramente. Sólo que (con) la vida no se
juega, ni en ella se trata de ganar o de perder nada.
63 Recojo aquí, modificados, pasajes de mi contribución homónima al vol.
colectivo, ed. por 1. Castro, j unto a f ítsger , Cruce, Madr id, 1996, pp. 41- 66.
64 Has ta el punt o de que ese mostrenco Mes acaba por convertir se (sea en
cuanto r epresentante de todos, pos' ser su sume, sea por seguir éstos el D lt ot
del «U no» di stingui do, en quien todos se reconocen) en el «D ios » de lamoder nidad, <<in dieser Seinsart ist das Dasein chi ens realissimum, fans,
'Realitát ah daseinsmássiges Seinverstanden w ir d» (den este modo de ser,
el estar es un ens redssfrnturt, siempre que venga entendida la 'r ealidad' com o
ser hecho a la medida del estar *) , SsZ, 128 [ed. esp., p, 1521
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6o EL COFRE DE LA NADA
Por fortuna, jünger presenta muchos otros registros, que
me propongo abordar ahora. Para empezar, eso de la 4vida»
como juego (o peor, como 4
-
n e g o c i o » ,
s e g ú n
l a
v e
S c h o p e
n -
hauer, que no en vano ejerciera de jovencito como tendero)
resulta al punto paliado por otra imagen, más fascinante y
ter rible: la vida como sondeo de y resistencia ante la catarata
del ser. Al respecto, habría que retroceder a la fuente, a
saber: Un descenso dentro del «Maeistroin>> , de Edgar Allan Po e ,
para encontrar al respecto un sentimiento parecido al pro-
ducido por el nystenum treinendum et fascinans que J imger nosnarra. En efecto, con una fuerza extraída igualmente de ese
<.<pozo de aguas sombrías» de las que bebiera el poeta ameri-
cano, Ernst Jünger ha pintado ante nuestros ojos lectores
una imagen análoga a la del <<Maelstrom» —ese irresist ible
remolino de los mares del norte, que todo lo succiona—, des-cribiendo así no sólo el estado de ánimo de los alemanes tras
una guerra en la que. quizás irreparablemente, Europa se
desangró, sino ante todo la experiencia metafísica que yacíaal fondo de esa catástrofe, imponentemente alzada ante
nuestra memoria como una gigantesca catarata": <<La catarata
—dice Jünger— proporciona un buen ejemplo de lo que es
una catástrofe —también en lo que se refiere a la relación que
allí se da entre libertad y necesidad, Los ojos reposan en unasuperficie líquida en la cual ven cómo se mueven librementenumerosas embarcaciones. De quienes navegan en ellas son
pocos los que notan esa leve succión que juguetea alrededor
de las quillas y que es como el palpo de un monstruo lejano.
Poco a poco la corriente va adquiriendo más fuerza y la
libertad de acción va disminuyendo. Las orillas se hacen más
escarpadas, más oscuras
; l a s
e m b a r c a c i
o n e s
c o m i e
n z a n
a
65 Pr ól og o cle Radaciones, a r l o de la Segunda Guerra Mundial, Tusquets, Barcel ona,
1989, pp. 9 ss
9. .
,
.
4 1
. I
B E
R »
A
N
D
E
R
Y
H
E
I
D
E
G
GE
R
61
y son presionadas hacia una sola dirección
; s e a c e l e r a l a
m a r -
cha. Empieza a dejarse oír el rugido del gran salto, rugido
que va aumentando hasta llegar a ser tan fuerte como un
trueno. All í está la amenaza de la aniquilac ión
; i m p o s i b l eesulta esquivar su turbulenta vorágine
; e s p r e c i s o
o v e n c e r l a
o sucumbir. Ha desaparecido la liber tad
; l a c o e r c i ó n
s e t o r n a
absoluta. Más allá de la catarata vuelven a separarse las orillas
;as aguas van calmándose poco a poco y la libertad se resta-
blece en un nivel nuevo y con unas leyes nuevas. Es un espec-
táculo repetido. Alguna vez la cor riente desembocará en elmar. Allí es absoluta libertad».
Cuando la coerción se torna absoluta, en el centro de la
vorágine, una extraña calma preside a la vez la escena —antes
turbulenta— y el ánimo del apresado por la corriente. Sólo es
posible vencer esa fuerza si uno se doblega ante ella y, con
ella, desciende a los infiernos, Es una vieja imagen religiosa
—aquí revestida de ir isaciones bélicas—: sólo se vence a la
muerte entregándose a ella, en la transfiguración debida a la
prueba de un dolor infi nito. Sólo se es libre pasando por eltrance de la necesidad absoluta. En todo caso, la libertad
aparece como una posibilidad ulterior a la obediencia
suprema. C on los Proverbios y con Hegel, también aquí el
temor al Señor es el in ic io de la sabiduría. Y es que no estáen nuestra mano ni en nuestra voluntad 4vencer» esa
fuerza: ella aniquila y salva, a su antojo. Los que han esca-
pado de la catástrofe le están inquietantemente agradecidos.
Presienten que, pase lo que pase, ellos son ya, de alguna
manera, inmortales. Inmortales, por haber interiorizado en su
pecho al monstruo. Su v ida —profética al r evés
- e s d e s d entonces un re-cuerdo, 4
-
c o r n o s i
e l
h o m b r e
—
s i g u e
dolor y el peligro abriesen la cerradura de algo muy íntimo.
Fue algo que me llamó la atención ya en Francia y en Rusia,
países donde yo contemplé el proceso como ocupante, y que
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6 2 E L COFRE DE LA NADA
luego me sorprendió todavía más en la patria alemana, Aquí
topé no sólo con espíritus que andaban buscando culpables,sino también con otros que se convocan a sí mismos ante el
tr ibunal de su inter ior y escudriñan con la mirada caminos
no recorridos, seres humanos cuyo optimismo había que-
dado quebrantado hasta los cimientos, pero de una manera
fecunda. Fue algo muy bello, Daba test imonio de que sehabía tocado la antigua profundidad».
Ante textos como éste, no debiéramos hacernos ilusiones.
Aquí no.
r e s
u e n
a
e
l
t r i
b u
n a
l
d
e
la
r
a
z
ó
n
k
a
n
t
i
a
antigua de la anánke griega y la moderna del Dios luterano,sin rostro ni figura. La «profundidad» en esa experiencia
tocada es la de la vieja y terrible Gea, empapada de la sangre
joven de quienes sucumbieron, entregándose al sacr¡ficio para
que otros «elegidos» —tal el propio jiinger— pudieran volvera contamos, no una historia, sino la leyenda eterna de la que
se destilan amargas palabras: ante el dest ino, de nada valen
las artes y argucias de los hombres. Libre es aquel que guarda
en el fondo de su alma el sello, la impronta de una necesidad
inexorable, y sólo a par tir de ella obra. En este sentido, me
parece indudable que en Jünger se da un cruce de lineas
entre un lilanismo heroico y un cristianismo secularizado. El titanismo
remite en última instancia a la teomaquia hesiódica y a laprofecía del Promete° de Esquilo: no siempre dominan los
Olímpicos, vencedores de los Titanes. N i siempre domina-
rán aquéllos: una nueva alianza se anuncia, brumosa, entre ladescendencia humana de Heracles, el semidiós —hijo de una
mortal, traidor sin saberlo a su sangre paterna— y las viejas e
informes deidades. El cristianismo secularizado, po r su
parte, nos remite a las oscuras páginas del Apordipsis —el nuevo
cielo y la nueva tierra, tras el der rocamiento del manchado«orden» actualmente establecido— y a las Epistoies paulinas,
que exigen la mctánoia o conversación del hombre de carne en
9. Ü B E Rw JUNO ER Y HEI DEG OER 6 3
hombre espir itual
; a
t r a v é s
d e
l a
i n t e r i
o r i z a c
i ó n
d
el
a
m u
e r
t e
—pasada— de Cristo y —venidera— de cada uno de nosotros. Es
esa alianza entre el titanismo arcaico,.preclásico, y el opiritualisrnocristiano lo que dota a los textos de Jünger de ese sabor a la
vez de barro ensangrentado y de acero flexible y reluciente.
Como si un espejo metálico e indestruc tible reflejara una
ascendente marca de muer te y destrucc ión. Mas no parasiempre. llegara un día en el que barro y acero se fundirán
tan íntimamente que de esa monstruosa coyunda surgirá
—como en la promesa del Promete° esquileo— la flor de unosdioses que han aprendido, también ellos, el dolor y el sufri-
miento de la caducidad. Los dioses que, al dec ir de jiinger,avizorara, extraviado, el dulce pris ionero de la torr e de
Tubinga: «Propongo —dice jtinger,- la linea de HOlder lin,
Schopenhauer, Nietzsche, Spengler. Creo que el siglo xxiserá el de los titanes y la técnica, y el xxil el del retorno de losdioses, en el sentido de Hólde rlin.»
Ante esta «nueva teologia», preciso sería enfocar de otro
modo el problema de las implicaciones de Jünger en el
nacionalsocialismo —problema prop io de quienes, c on
razón, o para apaciguar sus propios silencios y sumisiones,
siguen «buscando culpables»—. Pero no se trata tampoco de
conceder precipitados «certificados de buena conducta», s ies que alguno de nosotros pretende, tras tanta miseria, ofi-
ciar de comisario político. Por ello, procede que toquemosbrevemente ese espinoso punto, no tanto para desembara-
zarnos de un indeseado lastre, sino más bien para aprender a
convivir con el (de la misma manera, Zaratustra se negaba a
librar de su joroba al jorobado: como si el único corpus gorio—sum posible no fuera precisamente el que ostenta las marcas
de sus defectos, en lugar de someterse a un cosmético lining).
Los por jiinger despectivamente tildados de VeTolger, esto es:
de «perseguidores» o aves carroneras, presentan contra él
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64 EL COFRE DE LA NADA
una triple acusación: I) Der Arbeiter («El trabajador») habría
sido algo así como una mefítico fuente de la que los nazis
extrajeron agua para sus molinos , trituradores de carnes no-arias
;
2 )
j ü
n
g
er
h
a
b
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t
r
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c
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n
a
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l
a
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t
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otrora orgullosa nación de los poetas y los pensadores— al no
seguir el camino del exilio, como Thomas Mann y algunosotros (no muchos)
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garon contra Jünger una Publikationsuerbot hasta 1949, lo cual
habría dejado bien a las claras el colaboracionismo del escri-
tor con el régimen nefando.Todos estos puntos son históricamente innegables. Sólo
que el primero sigue 'una férrea línea de causalidad, según la
cual, el primer responsable de la catástrofe —el más persis-
tente y duradero, también— habría sido el mismís imo Platón
(y en efecto, el olfato del «sabueso» Popper rastrea en elateniense el inicio del olor a podr ido que inundar ía luego ad
11031Se1717108 campos europeos). Filosóficamente hablando, es
en efecto una Tytinda non sonda entre un «Platón» descubri-dor de «valores eternos» —José Antonio Pr imo de Rivera
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está a la base de la ideología nazi, tal como la encontramos en
Alfred Baumler, Paul Heyse o Heinz Heimsoeth (dejando a
un lado Mein Kampf, ese panfl eto grotesco del edulcorado.
acuarelista que fuera Ad ol f Hitler ). Pero, en fi n, de seguir
esa línea genealógica, entonces tendrían también razón quie-
nes recordaban —y recuerdan— que el Pueblo Sudío en su
totalidad es culpable de deicidio: ¿no gritó acaso el populachofrente al fr ío Pilatos: «Caiga su sangre —esto es, la de jesús—
sobre nosotros y nuestros hijos» (Mt. 27, 5 ) ? Con respecto
a la cuestión del ex ilio —y aquí el «caso Heidegger» vieneinmediatamente a la memoria— aparte de que puedan existir
exilios interiores más dolorosos que la expatriación (no digo
que ésa fuera la actitud de Jünger), nadie puede exigir de
9 «OSERA iiiNGER Y IlEIDEGOER 65
otro e l íntimo desgarramiento que supone el desarraigo, yque quizá pudiera apuntar incluso a un a indiferencia
—cuando menos— a la suerte corrida por el pueblo a que uno,
lo quiera o no, pertenece. Yen todo caso, la permanencia enel propio suelo no tiene por qué significar «colaboración»
con el régimen
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como veremos enseguida. La tercera acusación: la «prueba»
de las proclividades nazis de Jünger en base a la prohibiciónde publicac ión; baste señalar que tal prohib ic ión venía dada
por comisiones mixtas que obedecían en últ ima instancia alas fuerzas militares de ocupación.
Todo ello, me apresuro a decir, no constituye una «justi.
ficación» y menos una «exaltación» de la postura jüngerianaen l
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que seguramente debemos escudriñar más a fondo —más filo-sóficamente— esa postura, si queremos extraer de ella una lec-
ción sobre el modo pensante de encararnos al nacionalsocia-
lismo,•y a todos los retornantes fascismos encubiertos que hoy
siguen amenazándonos. Por lo demás, y aunque sigue vigenteel consejo hegeliano de que una seca aseveración vale tanto
como su contraria, es de mín ima justicia 'señalar que fue
Jünger el único que, en pleno auge del nazismo y a las puer-tas de la conflagrración mundial, se atrevió a publicar ese ver-
dadero manifies to que es Au e den Marmor-Klippen ( «En los
acantilados de mármol)>, 1939), en donde aparece la figura
siniestra del Guardabosques Mayor, trasunto inequívoco del
Führer, llamado luego en los Diarios Kni4o/o, en un claro juegode palabras entre «esclavo» (Knecht) y diablas.
Por cierto, fue el propio Hitler el que, contra las alboro-
tadas jaurías del régimen, ordenara: «¡Dejad en paz a Jun-gert» Un a orden que no impediría el que un anónimorecensor de aquella obra en el VdlIcischer Beobachter (revista ofi-
cial del NSDAP) dijera textual y finamente que «el autor de
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66 •EL COFRE DE LA NADA
El trabajador»•
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en la que uno recibe un tiro en la cabeza»
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• P o r l o d e m á s ,
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no estuvo directamente implicado en el fallido atentado con-
tra H itler de 1944, es cierto en cambio que el escritor era
amigo de los conjurados en el Putsch y que estaba perfecta-
mente al corr iente de la intr iga, como ofic ial de la Wehr-
macht en París (desde donde sacó a relucir su desprecio másabsoluto hacia un «colaboracionista» como Céline). Su
amistad con el escritor jud ío- letón Oss ip Mandelstam
(recordado igualmente por Paul Celan en poemas inolvida-bles) es igualmente significativa. Cuando Junger recibió el
Goethe-Preis de 1983, aludiría al respecto a unas palabras de
Mandelstam, él poeta muerto en un campo de concentra-
ción: V d . sabe lo que pasa cuando se publica esta clase de
poemas, que vienen tres hombres de uniforme a buscarte al
amanecer. Como profetizaba Hólde rl in, el poeta hoy está
amenazado». Por lo demás, puede que sea también conve-
niente hacer notar que sería nada menos que Bertolt Brecht
el que repitiera sin saberlo las palabras de Hitler, esta vez
contra los acusadores estalinistas: «Dejad en paz a jünger».
¿A qué se debe este común deseo —procedente de bandos
contrapuestos— por la preservación de la vida y el trabajo del
escritor? En mi opinión, se trata de un reconocimiento de la
posición —entre altiva y marginal— de Jünger, Yo diría que
éste, imbuido de una ya trasnochada ideología propia del
«caballero militar», se negó a participar con los nazis, diga-
mos por exceso, y no po r defecto. L o que J unger habríareprochado en efecto a estos nuevos «bárbaros» sería su
carácter de paroenus , de interesados receptores y «amplifica-
66 Para todos estos pormenores, véase el doSsier dedicado a Jünger en el Maga-zine Litterarie 326 (París, nosr, 1994).
«OBERg• JOHOER y HEDEDOER 67
dores» de las iras y frustraciones de pequeñoburgueses y aun
de proletarios desclasados, ansiosos todos ellos de medrar
rápidamente en las turbulentas aguas del nazismo. Si a algo
me recuerda la postura de Jünger es a la del oficial prusiano
—interpretado por un increíble Er ich von Stroheim— de La
grande illusion, el magnífico film de Jean Renoir: un viejo junker
asqueado. no de la guerra, sino de que ésta haya dejado para
siempre de guiarse por las reglas y el código de honor de lavieja «caballería»: en suma, un militar que se sabe pertene-
ciente a una casta en ext inción que, po r lo demás, parecíaempeñada en no extinguirse del todo, gracias a la longevidad
sorprendente cle la que hacía gala —para algunos, de maneraincluso irritante— jünger, que burlona y certeramente decía
de esos tales **Después de todo, me parece que lo que se me
reprocha es que no me hayan internado, ahorcado o fusi-
lado». Jiinger representa una figura que molesta porque,aun estando de mds, y sabiendo que lo está, se empeña en. des-
crib ir desde una suerte de espléndido aislamiento los rasgos
de una «clase universal» ascendente, que nada tiene que ver
desde luego con el soñado trabajador socialista.
Al respecto, Jünger se encuadra a mi ver en la llamada
revolución conservadora (una alianza entre viejos militares, terra-
tenientes y nacionalcatólicos), que, frente a la descomposi-
ción de Weimar, propugnaba una vuelta a las viejas tradicio-nes (un cruce de líneas, también, entre el neorromantic ismo
y las cosmovisiones vitalistas, y pesimistas) c omo valladar
frente a la doble irrupción del Amerikonisinus capitalista y libe-
ral (tan odiado por Heidegger) y el bolchevismo rec iente-mente triunfante. Sólo que jünger —como también Heideg-
ger— se elevará enseguida, por lo acerado de sus descripciones
y de su diagnóstico sobre la época —vista como un avatar de la
metafisica de lo historio— por encima de la medianía resentida detales «revolucionarios conservadores».
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68 E L COFREDE LA NADA
Y aquí se hace ya preciso ubicar filosóficamente a jünger(una ubicación de la que seguramente no tenía él clara con-ciencia, dado su escaso bagaje estrictamente filosófico; J i m -er procede de un modo más intuitivo que erudito y discur-sivo —mediante argumentaciones—: sólo que esto no tienepor qué ser un defec to;s e g u r a m e nt e e l
e s c r i to r—n od i ga m os
el poeta—ve más lejos y más certeramente, con sus imágenes,ele lo que lo hace el filósofo «de oficio»). Pues bien, yosituaría a jünger en el punto de cruce de tres líneas: la pro-
cedente de un fondo «te lUr ico» y hesi odie°, recuperada yfomentada por mitólogos e historiadores de las religiones, ytípica de la Alemania decimononica —baste pensar en Creu-zer, Bachofen, el último Schelling o Nietzsche—, la propia deun «Humanis mo individualista» en el que se mezclan Pla-tón y San Pablo, y por úl timo —y éste es un rasgo más bien«francófilo», que separa a jünger del ambiente alemán de laépoca— una aceptación y aun ardiente exaltac ión de la téc-nica. La conjunc ión de los tres rasgos constituye la nueva«figura» (Gestalt: el dilos platónico) que jünger, extasiado, veascender como el Sol de la entera época. La figura del trabajador.
Poco tiene que ver, metafísicamente hablando, esa figuracon la del proletariado maridsta (desde una perspectiva estética,
en cambio, los rasgos duros y heroicos del trabajador del rea-lismo socialista estaliniano corresponden a los del «realismomágico» dejünger). El antecedente de esa figura metafísicaha de buscarse más bien en una vena neorromántica queparte de Novalis y de su «Manifiesto» político-religioso: LaCristiandad o Europa, de 1799. El Trabajador encarna un idealde ascetismo y pureza que entronca inmediatamente con lasensoñaciones novalisianas —las cuales siguen, a su vez, lasdirectrices schillerianas relativas a la formación de una nueva
«casta» de hombres elegidos que enderezarían el torcidoárbol de la Revolución Francesa—. Sin embargo, ese ideal no
9. .,,ÚBER» JONGER Y HEDEDGER 69
guarda ya en jünger ningún resto nostálgico por un «bello»mundo unificado que habría tenido lugar en Grecia o enuna mítica Edad Media. J al-Ter no mir a a un ideal pasadoque puede retornar (como hicieran en cambio, cada uno a sumodo, Novalis y Hülderlin), sino a la irresistible ascensiónde una nueva forma mettifisica de ser hombre: la unión titán icadel individuo y la técnica, hasta formar una sola cosa.
Un elocuente y terrible pasaje de El trabajador nos describeel orden InélJO , acogido a la fuerza salvaje del nómada, ajeno a
toda civilización, y n.o desde luego a la grerofilia schilleriana oholderliniana, o al «neogotirismo» romántico: «Así comoes hermosa, dice, la estampa. que ofrecen las tr ibus libres deldesierto, cuyos miembros llevan cubiertos de harapos loscuerpos y no tienen otra riqueza que sus corceles y sus valio-sas armas, así también sería hermosa la estampa de que elenorme y precioso arsenal de la civilización fuera servido ydirigido por un personal que viviese en una pobreza propiademonjes o de saldadas. Es el espectáculo que alegra a los varonesy que se repite siempre que es necesario realizar esfuerzos eleva-dos y dirigidos hacia unas metas grandes. Ins tituciones talescorno la Orden de los Caballeros Teutones, el Ejército pru-siano, la Compañia de Jesús son modelos de eso; y conviene
no olvidar que a los soldados, a los sacerdotes, a los doctos ya los artistas les es dada una relación natural con la pobreza.Esa relación no es sólo posible, s ino incluso obvia en mediode un paisaje de talleres en el que la figura del trabajador estámovilizando al mundo. Entre nosotros se conoce muy bienla felicidad que hay en encontrarse dentro de unas organiza-ciones cuya técnica está viva en la carne y en la sangre de cadauna de las personas singulares»67.67 . 5 iroba :Mor 1.1 9 3 3 1 ,t r a d .
p.194 (sube. míos).
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70
68 op. at., p. 91.
-• EL COFRE DE NA DA .
9. I . JÜN GER, PLATONISMO PARA ELITISTAS
Los términos subrayados por mi (y en especial esa «eternarepetic ión» de « lo que salva» cuando todo un orden cós-mico ha envejecido) muestran bien a las claras, por un lado,el arraigo jünger iano en una hiperplatónica metafísica de la pre-sencia, dominada por las ideas de simplic idad, s encillez,carácter incólume y atemporalidad —algo que resiste a cual-quier tipo de cambio, pero que genera mutaciones inéditas
en el orden fenoménice , ínsitas sin embargo desde siempre,prescritas y p r e-e s c r i t a se nu ne t er n ot óp osh y p er o u ra n i os - - .La
« fig ur a»jungeriana,enefecto,
mentos del Fuego y de la Tierra y, por tanto, el ser humanoen cuanto figura pertenece a la eternidad». Más aún, eldesaforado platonismo que corre por las páginas de El trabaja-dor se despliega con todas sus fuerzas en el pasaje que sigue alcitado: «Cuanto más nos dediquemos —dice— al movimientotanto más preciso es que estemos íntimamente convencidosde que por debajo de él hay un ser en reposo, y de que todoincremento de la velocidad es únicamente la traducción de
un lenguaje primordial imper ec eder o»68. D e n u e v o ,l a
«catarata» —y el incremento de la velocidad, al borde delabismo— como «traducción» de un orden nouménico.
Serían vanos los esfuerzos del moderno «hombre racional yvolitivo» por resistir a tal Figura. Al contrario, tales esfuer-zos no sirven s ino para «sacar a reluc ir» la avasalladorafuerza metafísica escondida en la sangre y el hier ro de losacontecimientos, sufridos por el uomo qualunque como un des-tino ignoto, abiertos en cambio a la mirada solar y descifra-dora del «vi den te
9. mÜBER» JÜNGER Y HEIDEGGER 71
Esa consciencia de lo inevitable —más allá de toda valora-
ción «mor al»: más allá del bien y del mal— remite ensegundo lugar a un individualismo «elitista» (los «mejo-res», hoi aristoi, frente al «común» y la masa): algo queparece responder a mi ver a una suerte de «mecanismo decompensación» y de sublimado —y desesperado— intento porescapar de un mundo uniformizado y anónimo encauzandoen cambio esas fuerzas de «tierra y sangre» que guiaríansecretamente a la masa, y que sólo el «caudillo», sea intelec-
tual o polí tic o-militar , estaría en condic ión de reconocer yproponer al pueblo como la meta suprema de éste. Y es que,cuando la propia figura del «ind iv iduo» ha quedado rota yquebrantada en páginas de acero de la obra de 1933, su rea-parición peraltada como «Orden Nuevo» no parece enefecto sino responder a una terapia quirúrgica y urgente, osci-lante con todo entre la promesa escatológica y el «cinismo»de quien no se siente en el fondo comprometido ni con elanden régíme burgués ni con •esos «salvadores», 's ino que dic -tamina sobre todo ello desde una posición buscadamentemarginal, pr opia de quien está en el secreto del internomotor de la his tor ia. Hay aquí una —quizá buscada— ambi-güedad entre el.c on du c to r * del pueblo y el «espectadorideal* que luego. con las figuras de los resistentes:, el «Embos-cado» y el «Anarca», desaparecerá en. benefic io exclusivodel ojo, frío y bien templado —espejo diamantino—, del que«sabe» y que, por ende, no puede comprometerse ín tima-mente con nada, pues ha traspasado ya —schopenhaueriana-mente, diríamos— la capa de las apariencias para reposar inaeternum en la Verdad que mueve los hilos de las «marionetas»,humanas. Un frío indiv iduo que, al margen de las pasiones ydolores de los hombres «normales», es capaz de pasar incó-lume, como la salamandra, por entre el fuego de las catástrofesen las que, wagnerianamente, Occidente se consume.
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72 EL COFRE DE LA NADA
Y en tercer lugar, hallamos en ese texto capital d e.I ü n g e r
que nos está sirviendo de hilo conduc tor la posición internle-dio de la técnica, «Intermedia», no como el resultado de la
interacción de dos extremos que tienen sentido por sí mis-mos, sino como generadora del sentido y aun de la existenciade esos extremos. Esto es, y aprovechando una idea rectorade la lógica hegeliana: una posición —ésta de la técnica— fon-tanal y central, como corresponde al terrninus medias del «silo-gismo» jüngeriano , tendido entre lo universal y lo singular.
En todos estos puntos, la posición de tilinger pareceentrar en estrechísimo contacto con la órb ita novalisianaantes alud ida, y a la vez —y al contrario— ingresar en un«universo de valores» tofo coek) distinto al del poeta de la«flor azul». Contac to lo hay, hasta el punto de pensar enuna paráfrasis y glosa de textos de La Cristiandad o Europa. Bastecomparar aquí las palabras anteriores de Jünger con las deNovalis. En el amanecer de esa remozada, repris tinada«Europa» dice nuestro romántico cruzado, «El la tiene quevolver a derramar sobre los pueblos la antigua cornucopia delas bendiciones. Del seno sagrado de un honorable Concilioeuropeo se alzará la Cristiandad, y el asunto bg d e l d e s p e r t a religioso será impulsado', emprendido según un plan divinoy omniabarcante. Ya no habrá nadie que proteste'l contra la
coerción' cristiana y mundana, pues la esencia de la iglesiaserá una genuina libertad, y todas las reformas?' necesariasserán emprendidas7+ p o r l ad i r e c c ió nd el am i sm a ,e n t
69 Gesetatft; N ovalis repite y traduce aquí la «palabra» jesuítica: el negotium.70 ° K g . , beiriliimi no menos interesante es la presencia aquí de la «palallara,>
de la Modernidad: Betneb, «empresa».71 O r i g . ; prote5Uoren; o b v i aa l u s i ó nd eN o v a li sa l
72 Recuérdese la «coerción» (Ztoang) de la catarata jiingeriana.73 D e nuevo aparece aquí un térmi no propi ament e luter ano: RefOrmen.
Adviértase la r epeti ci ón del tér mi no betrieben •
9.«li BE R» ANDER Y HEIDEGGER 73
como un proceso estatal pacífico y formal». He aquí pues elanuncio de una nueva teocracia, impulsada y regida por ungrupo escogido que se adueñará del poder estatal y que estápresente ya ante el ojo espiritual de Novalis —el poeta al queFr iedrich Schlegel saludara como el «nuev o Mesías»—.Como si se tratara de un Novísimo Testamento —siguiendo lalínea de Joaquín de llore y de Lessing--, Novalis se despide enefecto de los nuevos fieles con palabras que serán recogidaspor el atento oído de J'ungen «Hasta entonces, compañeros'de. mi fe, sed joviales y animosos en los peligros del mundo,anunciad con palabras y hechos el Evangelio eterno, y perma-neced fieles hasta la muerte a la fe verdadera e i nfi nita»76.
Aquí se encuentra, a mi ver, el origen de buena parte delas elucubraciones de,Iiinger sobre la metafísica de la his to-ria. Él mismo ha hecho ver en efecto su admiración porNovalis y su soñada transfiguración del mundo a manos deun punado de «elegidos», de personas destinadas para ydeterminadas a (el término Bestimmung significa ambas cosas)llevar a cabo la planificación mundial del Orden Nuevo. Peroesos individuos señalados han de introducir primero—siendo paulinos y nietzscheanos a la vez— el desierto en ellosmismos: han de ser capaces, segúniünger , de resurgir puri-ficados. Para ello procede, empero, medir primero todo el
territorio arrasado por la catástrofe nihilista. Es ésta, a miver, la parte más espectacular y todavía actual del pensa-
Oeig.: Genossen M i traducci ón es fiel, creo, al espir itu de Novalis. Kritgenos-sen$on, por ejemplo, los «contem poráneos »; quienes me «acom pañan»en esta época. Pero no hay que ol vidar que ese tér mi no sonaba de otro modoen la Alemania de los años trei roe: dor Genossees el Kanterod el «camarada»miem bro del Partido (tanto, por demás, del NSDAP como del KPD . EnEspaña, el falangista y cl comunista harían lo propio). Estarnos en aguas dela toologro poraka.
76 E n Novalis , klikoks in enem. Bimd, escogidas e intr oduci das por Hans -D ietr ichDahnke, Beriín/Weirnar, 1983, p. 3+5.
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74 ELCOFREDE LA NADA
miento jüngeriano (un pensamiento en imágenes que sabende la dureza transparente del c ristal y de la pureza del acero).Me refiero a su diagnosis de ese «tiempo de parto*, quecomienza con las «batallas de materiales» (ya no de hombresque matan a otros con máquinas, sino de máquinas queluchan entre sí sirviéndose al efecto de los hombres) de la
'Primera Guerra Mundial. Tal diagnóstico, de severa gran-deza, y tan fulgurante como deprimente, está recogido en Dietotale Mobilmachang («La movilización total»), de 1930".
La posición «platónica» de jünger como espectador«ideal» es aquí patente. La obr a de 1930 lleva a cabo enefecto una Logebearteilung, un «enju ic iamien to de la s itua-ción», lo cual implica que quien la juzga, el «juez », no se vearrastrado por ella sino que, elevado sobre la línea divisoriadel viejo y del nuevo Orden, está begellanamente más allá deambos: no en otro «orden*, sino al margen, como un ojopuro y desencarnado que contemplase la «llanura de la ver-dad» del Libr o X de la República platónica: el lugar inmutabledel que van surgiendo todos los órdenes. Desde ese «territo-rio», Jünger se siente de algún. modo «inviolable». Él, quefuera herido catorce veces en la Primera Guerra, corre porejemplo en 1943 a la azotea de su hotel parisino para «con-templar * (aquí no puede hablarse de goce) «el espectáculo
sublime» del bombardeo de la ciudad. Y es «sublime», por-que —como en el Kant de la Crítica del juicio— se desencadenanaquí fuerzas de la Naturaleza (pues la guerra en Jünger debeser considerada corno tal, y no como obra de la voluntad delos hombres) , ante las cuales sin, embargo el «alma» se sabesuperior, corno si se hallara Ali dar Zeitmatter, «en el muro deltiempo», por utilizar al respecto el título de su gran obra de
77 I , a obri ta apareern en el volum en colectivo KriegundKneger, editado por. j ü n -
ger. Ahor a es acceslble en S i l-m e/ t he W e r k e7 ,
trad. esp. incluida ern S o b e r , odooluscluets, Barcel ona, 19951.
9. «OBER» JÜNGER Y HEDEGEER
78 Ed , en Klett-Cotta, Stuttgart, '200 9.79 Moialmachung, en DI,. di,. p.
75
<<madurez» (de 1959)7 8, s i e sq u ec a b eh a b l ara s íd eu
n
hombre que sobrepasó los cien años de vida.El estado de ánimo con el que se enfrenta junger en 1930
ante el nihil ismo tr iunfante es el de una «náusea desinte-
resada», es decir, el de alguien que va —como en la oda hora-ciana— «rozando con sus alas el barrizal del suelo», sin com-
prometerse con una catástrofe que sabe necesaria einevitable. Como un nuevo Hegel,,Junger se siente tambiénllamado a ser el forense de una época. Ciertamente, el lec tor
no puede por menos de sentirse asombrado ante la serenidadimpersonal con la que se disecciona el cadáver del mundo de laRevolución francesa y sus secuelas, enseñoreado por laFigura del burgués, y que ahora deja paso a la nueva Figura,caracterizada porque en ella, y por vez primera, tiene lugar eldominio absoluto sobre la tierra. En ese nuevo sol radiante
se conjugan dos domin ios aparentemente antitéticos: elGenos des Krieges (el «genio de la guerra»), el ansia de destruc-ción (sea dicho de paso, para jiinger es el hombre el animalcapaz de matar, mientras que para Heidegger seria aquél el estorahí de la palabra, abierto al adv iento de su propia muerte: el sercapaz de 'morir), con el espíritu del progreso'
La alusión a Kant —sea consciente o no— n.o es aquí baladí.Para Kant , el genio es la «Naturaleza en el sujeto», o la Natu-
raleza como sujeto: una fuerza anónima y terrible que está másallá de leyes y normas; a lc o n t r a r i o: e se s af u e rz a( K ra l 0l
prescribe la norma al arte sensa lato, incluyendo pues a la téc-nica, mientras que el espíritu es la potencia (Mocht) propia del«hombre de gusto» capaz de abrirse y de acoger en sí lagenialidad, mas domándola y puliéndola con una cultura quebebe a la vez de las tradiciones y de la razón. Sólo que ahora el
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76
80 Op. cit., p. 122-
EL COFRE DE LA NADA
genio no lo es del «arte» —esto es, de la producción de objetosútiles para la vida o de obras en las que simbólicamente seenraíza una comunidad—, sino de la destrucción.
9.2. METAFÍSICA DE LA GUERRA
Los fenómenos que a través de esa conjunc ión del genio ydel espíritu aparecen ahora son la «guerra mundial» y la
«revolución mundial*' : dos caras de un mismo «acaeci-miento» (Ereignis; "Unger utiliza aquí la palabra que luegoHeidegger elevará a enigma y resumen de todo su pensar).Un acaecimiento «de escala cosm1ca»8% e n e l s e n t i d om á s
profundo de la palabra: no se trata de que las per ras—incluidas las civiles, porque, paulatina pero inexorable-mente, el mundo unificado en que jünger creía vivir nopodría conocer ya otras guerras que las civiles— se extiendanpor la entera superficie de la tierra, sino de que en ellas seha de manifestar la esencia deja tierra misma: eso que ján-ger llama das Dementare (<<lo elemental»), y cuya conex ióncon la técnica a través del trabajador acuñará a nuestra época(la cual, a su vez, ha de ser el cierre metafísico de todas las
épocasl c il ia de la historia).Con la desapariciónfiictica de las fronteras (dejando aparteesperpentos patéticos), con la ext inción de los viejos Esta-dos-Naciones burgueses, lo que se muestra ahora con todosu horror es la vuelta de las viejas r ivalidades tribalcs , peroahora técnicamente mediadas y «emprendidas» (justo,como una empresa; b a s t ap e n s a r.h o y ,e nl o s l e
bola instalados —como otros tantos grupos— en la «Base», enAl Queda, o en los gudans de ETA con sus misiles o sus coches-
9. 4BE Ro . JÜNDER Y HEIDEDGER 77
bomba accionados a dis tancia, así como en las finanzas,
ordenadas y registradas computacionalmente de esas «socie-dades limitadas » de terrorismo y masacre). Es como si el«genio» sirviera ahora al «progreso de la especie», en unaburla macabra del «progreso del género humano hacia lomejor» que alentaba todavía en Kant ese infatigable paci-fista. Pero no es sólo una bur la, s ino —para junger— la con-firmación de que los hombres no son sino hólzernen Marionet-ten, «marionetas de mad er a» , mientras que los «finos
hilos» que los mueven resultan imperceptibles... para el«común». Y aquí, quizá no sea vano recordar que el or igende la palabra latina nihil (de donde: «n ihili smo») está en nefilum, « n i u n hil o». Allí donde el hombre nor mal no venada, n i s iquitra desde luego un «h ilo», escudriña »Inger—apoyado en Pascd y Hamann: b i e np o d r í ah a b e r s er e m i t i do
también a Kleist— el «mov imiento secreto* del nihilismo ylas leyes inmutables que lo presiden'''. Es evidente que este«i r más allá de las apariencias» para sacar a la luz la manooculta que mueve las marionetas es, de nuevo, una profesiónde fe metafísica.
Pues bien, la esencia de su época sería, para Jünger, la moví-iizactán tolat. jünger se va aproximando a este concepto por
una suerte de «fenomenología de la catástrofe». En pr imerlugar, dice, un primer y deciáivo síntoma es la desparición dela faz de la tierra de la Kriegerkampf, de la «lucha entre perre-ros», o sea: de esa «casta» de guerreros que a duras penas seSostenía todavía en las «guerras de gabinete» dieciochescas,pero que se vería desplazada —al establecerse la idea revolu-cionaría de Nation- por la «representación popular» ". Lostiempos de los héroes han pasado para siempre, como ya
kiden
82 Op. cii ., p . n 3.83 Op cit., p, 124..
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78 EL COFREDE LA NADA
vaticinara Hegel en su Estética. Es por ende imposible ser a lavez «único» y servir de paradigma y ejemplo a un pueblohistórico, cuyas tradiciones y leyes no escritas debieran alen-tar como un ardiente pothas en el pecho del héroe. «Ú nic o»podrá ser ahora solamente, por defecto, el outsider, el c rimi-nal;op
orexceso,elartistaquesient
filósofo-periodista que sabe de ella, y el jefe político-militarque pone s u voluntad al servicio, aparentemente, de lanación, s in saber que está sirviendo en realidad a la Idea del
Trabajador (he aquí un larvado hegelianismo de la «astuciade la r az ón*, mas no ciertamente volcada al progreso de lalibertad del Espíritu, sino al de la omnímoda coerción deuna Naturaleza tecnificada).
Es verdad que ahora los países —o mejor, lo que resta deellos— se sienten también defendidos, e incluso mejor que enlos tiempos heroicos: mas defendidos no lo están ya por unindividuo señalado, sino por un «cuerpo». Un cuerpo cons-titu ido además, no por el soldado de fortuna, por el merce-nario, sino e n t.d t i m a yr e d u nd a n t ei n s ta n c iap or •e lp ue bl oe nt er o
en armas, o sea, por todo aquel que sea capaz de empuñarlas.•Per o entonces, ser ahora «civ il» significa eo ipso, e inescincli-
blemente, ser también «mili tar *. Yo no Itcy víctimas inocentes.Pertenecer a unEp u e b l o, au nar a za ,aunat r
al. mismo tiempo ser culpable a los ojos de cualquier otracomunidad o grupo humano (una dialéctica, ésta, parecida ala popularizada por Carl Schmitt con su díada «amigo / ene-migo»). Sólo que también la inversa es verdadera: la desafo-rada carrera armamentística desborda de tal modo los cálculos
de la hacienda pública, que ésta se ve impelida a consagrarseenteramente a los gastos militares (sensu lato, para el Jtingerde ig3o, lodos los gastos de una nación obedecen, directa oindirectamente, a la lógica mili ta r; u n p u e b l os es u s t e n t a
—también y sobre todo económicamente— amenazando o des-
9. «OBER» JUNRER Y HEDEGGER 79
truyendo a otros). De modo que eso que llamamos eufemís-ticamente «paz» no es sino la continuación de la guerra,pero distribuida y ordenada en el seno de las empresas, de las«sociedades anónimas*. Se da aquí una verdadera inversión:una catástrofe en el sentido griego. No es que la guerra sea con-ducida al estilo de la empresa —así comenzaría la Moderni-dad-- sino al contrario: las empresas son dir igidas según unajerarquía bélica, cuyo primer modelo se encuentra segura-mente en la estructura de la Compañía de Jesús —también
ella, una conversión de lo religioso en m il i t a r84—, s e g u i d a p o rla del Ejército prusiano que organizara el «Rey Sargento».Nosotros tenemos, hoy, hartos ejemplos de ello. Baste pensaren la dirección de empresas en Japón o en los «jóvenes tigresde Asia», muy bien avenida —como no podía ser menos— conuna conducción política de tipo dictatorial, más o menos«barnizada» con una capa de parlamentarismo pseudode-mocratico y de «presidencialismo».
Es decir: existe una imposición total de una economía ..1(deguerra» en tiempos de paz (es evidente que los nazis toma-rían buena nota de estas premoniciones jüngerianas),. Laguerra no es ya una más o menos excepcional acción armada,sino que viene servida por un Arbeitsheer, un «ejército de tra-
bajadores* que desborda por todas partes la vieja función.Ahora «surgen los ejércitos de nuevo culo del tráfico, de laalimentación, de las industrias de armamentos; el ejércitodel trabajo, en general» . Esta gigantesca bando de montaje,destinada en última instancia al envío de toda producc ión alos campos de batalla, n o solamente se alimenta de losesfuerzos de una poblac ión obediente a este «gigantesco
84 El propio Lenin acariciaría la idea de montar el socialismo sobre el modelode la estructura jerárquica jesuítica.
85 Op. cit., p. 126.
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80
86 Ibident
EL COFRE DE LA PIADA
proceso laboral», sino también y sobre todo de los intentos
desesperados de quienes pretenden detener el ascenso de este
irresistible Moloch, que engulle en sí —y redistribuye— toda«energía potenc ial», hasta aprovechar en s u favor el
«núcleo más ín tim o* y el «más sutil de los nervios v ita-
les »" , Los Estados-Naciones industrializados, hijos de la
conjunción de la Revolución Francesa y la disc iplina pru-siana, ceden el paso ahora a los pueblos, entendidos comofdbricas MOnStruosa: «volcánicos talleres de fundic ión». Y sería
poquedad de miras creer que lo fundido en esos talleres sonsolamente minerales o materia bruta: lo real y primordial-
mente fundido aquí es el alma individual del otrora burgués.El resultado de esa fusión es el Alma colectiva del Pueblo,
presta a fundirse, en una revolución mundial, en el Alma de
la Tierra (de nuevo): una curiosa y siniestra deformación del
hegeliano Espíritu del Mundo.
Es en esa colectividad donde brota la negra flor del nihi-
lismo. Sólo que éste, contra lo ingenuamente creído en el
siglo pasado, n i resulta del caos ni lleva a éste. Al contrario, y
como buen «servomecanismo», se genera mediante orde-namiento, planificac ión y gobernación total (al f ondo se
dibuja, ya de antemano, la imagen de la cibernética, en la cual
vería Heidegger la consumación de la metafísica). Y a su vez,
el nihilismo genera orden y tranquilidad. En el fondo, esto
es algo obvio: en el n ihilismo no pasa nodo, n i nada puede
inquietar a quien cumple con su «deber» de .buen ciuda-
dano»: última añagaza de un Orden en el que la idea misma
de «civ ilización» (y por ende, de «ciudad» y «c iudadano»)ha dejado ya de tener sentido. E l nihi lismo no es sino la
manifestación últ ima de una metafísica cuyo id eal de
redonda y plena autorreferencialidad se plasmaba fenoméni-
9. «LiEFto.> iONGER Y HEillEEDER 81
camente en el automovimicato", o sea: en el perpetuum mobile del
ourónos griego y, modernamente, en la máquina «perfecta*.Bien, parece decirnos Jünger: por fin hemos logrado tal
«máquina»
;
a h o r a
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c o
m o
G r
e c i
a
q u
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s m
i c
a ,
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o
rm
a
d
a
por el tinglado (Heidegger hablará después del Gestell o
, «estructura de emplazamiento») del tráfico, los motores, los
aviones: la metrópolis, en suma, como ya bar runtaron los futu-
ristas italianos o el genial Fritz Lang de Metrópolis. Sólo en unaeconomía planificada hasta el máximo, que va desde el trata-
miento últ imo de las materias primas hasta la psicología y lareligión, puede medrar, la «empresa» cósmico-militar (por
lo demás, es evidente que aquí ha envejecido sobremanera el
diagnóstico jüngeriano, válido desde luego para los totalita-risnaos de entreguerras). Tal es la Stimmung, el acorde .o tona-
lidad fundamental de la época: para jünger, ese acorde es—paradójicamente— un Entsetzen (también en el uso del tér-
mino para apuntar a «otro inicio» seguiría a jünger el Hei-
degger de los Beitrage zur Phiosophie de 1936-38). Entsetzen
88 s i g -ifica a primera vista «pavor. ter ro r» , Pero literalmente
quiere decir «des-plazatniento, dis locación*. Es la disloca-
ción,
,
e l
« sa c
a r
,
d
e
q
u
i
c
i
o
»
bres (esos aparentes «átomos» razonadores y calculadores)
para poner lo todo al servicio del trabajo,' el cual no es por su
parte sino la .metáfora global del desplazamiento mismo de unaproducción destinada a la destrucción.
Esa correspondencia entre trabajadores y máquinas estaría
ya prefigurada en el materialismo histórico, con su insisten-cia en la coincidencia de la «clase universal» con la técnica
maquinista (Lenin diría que el comunismo no era sino «la
87 C f r . el cap, dedicado al automóvi l en m i Ei mundo por de derttro Qntoteenciloghl dein vida cotidiano, Edi ciones del Serbal, Barcelona, 1995,
88 Op . cit., p. 128.
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89 Op. cit., p. 127.
ELCOFREDE LA NADA
electrificación más los soviets*'): una coincidencia sacralizadaen los altares de la Volkskirche, o sea, de la Iglesia del Pueblopropia del siglo XIX: el Progreso. Pero se trataba de una merapreparación —y es significativo que, histór icamente, el fas-cismo italiano haya surgido por ejemplo de una ramificacióndel socialismo—. Ahora, el sociodarwinismo celebra sus nup-cias planetarias con la automatización. Y mientras por unaparte le resulta impensable al Jünger de 1930 que algo escapeal poder omniabarcante del Estado-Pueblo (que ya no
«nac ión») , por otra, consecuentemente, advierte que losgobiernos no son ya sino la identificación interesada de losestados mayores militares con la industria (en última instan-cia, armamentística).
Es más, Jünger piensa que sí, a partir de 1917, Rusia se hapodido zafar del destino sufrido por el Imperio Austro;-Húngaro o por el Otomano, ello se ha debido a que opor -tuna y violentamente supo despojarse de esa inútil vestiduraimper ial para llevar a cabo una movilización total. Al respecto,«el 'plan quinquenal' ruso colocó al mundo por vez primeraante el ensayo de unificar el esfuerzo colectivo de un granimperio dentro de un cauce único» 89. S e a d i c h od e p a s o ,e s
bien posible que sean estas «alabanzas» al marxismo sovié-tico como preparación del Ereignis justamente lo que una«izquierda esclerotizada» no puede perdonar a Jünger. Sóloque la loa no va dir igida solamente a Rusia. jiinger ve máslejos, y apunta certeramente a América como el locus en elque por excelencia va a crecer la planta nihilis ta. ¿Por qué,en efecto, ganó la Primera Guerra Norteamérica, y no Ale-mania? Ello es debido, según jiinger, a que esta última pre-sentaba una mezcolanza de romanticismo exangüe y decadente,en el que el «impulso de muerte» era dirigido exclusiva-
9. «ÜBER» JDNGER Y HEDEDGER 83
mente hacia el inter ior , y un positivismo inane, hacia fuera,hacia la esfera de la producción. Esta concatenación demiembros antitéticos desmembró las fuerzas del soldado ger-mánico. Como s i dijéramos: no es posible sumirse en lasvoluptuosidades «enfermizas» de Gustav Klimt y de Hugovon Hoffmannstahl (y por eso no sería extraño que Austriacorriera la peor parte), y a la vez lanzar obuses contra el ene-migo o acelerar la producción de máquinas. América, encambio, tr iunf ó porque todas las fuerzas de la nac ión
—incluyendo a las mujeres— se concentraron en la economíabélica, por otra parte ya preparada por las bandas de montajede la producción en serie (pensemos, por ejemplo, en el«fordis rno»). America needsjou significaría, pues, que el «indi-v iduo» es ya un engranaje de la movilización total. Y porende, sólo en América y en Rusia (bajo diversos disfraces) sehabría pasado de la democracia liberal-burguesa a un estali-nismo de cuño presidencialista: esto es. ahora estaría ya enuna sola mano (sea la de Rooseveh o la de Stalin) la conduc-
ción militar y política.Por eso, el estatalismo revestido con el viejo manto de la
«democracia» es un eficaz instr umento de muerte. Una
muerte, en suma, aceptada por todos, como prueba la indi-
ferencia general ante los bombardeos de poblaciones «civi-les». La única «igualdad» posible es ahora la de la muertemecánica. Y es que si todo el Pueblo se ha movilizado para laguerra, deja ya de tener sentido la diferencia entre ejércitos ycapas «inocentes» de la población. Hoy , un niño puedepor tar la muerte colectiva —gracias al desarrollo técnico— encualquier punto confl ictivo, con la misma o mayor eficaciaque un experimentado mercenario. Paulatinamente, el«frente» de batalla está ya en todas partes. Tampoco en eltiempo de nuestra obra hacían distingos las «nubes de gas»,no sólo entre amigos o enemigos —ello dependía de la direc-
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84 E L COFREDE LA NADA
ción del viento-, sino ni siquiera entre hombres y otrosseres, vivientes o inorgánicos (hoy, bastaría pensar en la Pr i-mera Guerra del Golfo, con los subsecuentes desastres eco-lógicos -dramáticamente filmados por Werner Herzog en1992-- para ver cómo se confirma agigantadamente el diag-nóstico jüngeriano). La Naturaleza forma parte pues, en laera del nih ilismo consumado, de la esencia cósmica de la
guerra.Frente a esa figura. que se levanta como un sol radiante,
chorreando sangre, de nada valen --según jünger-- las invec-tivas morales (hijas del viejo orden perielitado). Y de nadavale resistir tampoco por la fuerza de las armas (,qué armas,si la eficacia de éstas va de consuno con la extensión planeta-ria de la técnica?). Las propias imágenes, los propios valoresque daban otrora consistencia simbólica a la actividadhumana están ahora rotos. Ahora, jun to con las viejas armasy los viejos códigos caballerescos, todas esas imágenes yacen,despedazadas, dispersas por la superficie de la t ierra calci-nada. La entero existencia estó hoy amenazada a todos los niveles, piensajünger. Y, como antes insinuamos, las mismas fuerzas quepretenden detener esta omnímoda determinación son utilizadaspor ella para medrar. Es el destino de un «enemigo de la
guerra» como Barbusse (c fr. p. 136), que para «acabar contodas las guerras» no vio medio mejor que aceptar -«esta gue-rra» (para nosotros, la Primera) en nombre del «Progreso,la Civilización, la Humanidad y hasta la misma Paz». Yaconocemos el resultado, y sus secuelas. Aún más brutal es laapostilla que pone Jünger a la inflamada soflama de LudwigFrank, e l soc ialdemócrata que, el 29 de agosto de 1914,decía: «Nosotros , camaradas apátridas, no dejamos de serhijos de Alemania, aunque lo seamos sólo como hijastros[Stykincier; s es u po n e
nidad», LID .] , y sabernos de la necesidad de luchar por
9. «OBER» JÜNGER Y HEDEGGER 85
nuestra patria como reacción. Si la guerra estalla, tambiénlos soldados socialdemócratas cumplirán a conciencia con sudeber>'> . jünger se limi ta al respecto a añadir, lapidar io, (ynunca mejor dicho; p a r e c ee ne f e c tou n
al á p id a ) :« ca yó
corno voluntario, con cuarenta años, de un tiro en la cabeza
en la refriega de Noissoncourt, en septiembre de 194» .Y es que, cuando la décadence no es sino una crisis, de cuya
descomposición interna surge el Weltstaat, el «estado mun-dial» (de fronteras sólo ficticias), cuando -según los ejem-
plos aducidos por jünger g'- las Campanas de l Kr eml inentonan la Internacional, en Tur quía se impone el alfabetolatino, en Nápoles o en Palermo se llega a una Verkehrsdis4iin(«regulación del tr áfic o»: de esto no puedo estar tanseguro) gracias a la eficacia de la policía fascista, cuando enpaíses lejanos se instaura el Parlamentarismo como una más-cara para, tras ella, fomentar la conjunción de la industria yel militarismo; cuando, en suma, el patriotismo chovinista (ysobre ello debieran haber pensado algo quienes se tildaban así mismos de nacional-socialistas) hace que «socialismo ynacionalismo» sean «las dos grandes piedras de molino,entre las cuales el progreso tritura los restos del antiguomundo y, finalmente, a sí mismo» 9
', e n t o n c e s ' -p o d r í a m o sdecir con Hegel- so ist es aus: se acabó, La máscara humanistaha caído, y en su lugar se levanta un «fetich ismo de lamáquina en parte grotesco y en parte bárbaro, un ingenuoculto de la Técnica» 93.
go Op. cit., p. 137.91op. cit., p. 140.92 Op, cit., p. 41.93 Op, cit., p. 14.0.
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86 EL COFRE DE LA NADA
9.3. ¿PASAR LA LINEA, O MORAR EN ELLA?
Frente a todo ello, ¿cuál es la actitud de Jünger, ese especta-dor de lo «sublime»? Hierát ico, rígida mascara también él—a menos en apariencia—, contempla cómo las masas vanuniformándose crecientemente y rastrea, tras las promesasdel Welfare State, el dolor y la muerte. Mientras tanto; «Todosse arman, mientras reprochan al otro que lo haga». Pero él,jünger, no puede mor ir . Corno un nuevo aeda, ha de dar
cuenta y razón de la tragedia. Pues, como señala en El trabaja-dor: «Preciso es distinguir entre una zona en la que se es osujeto u objeto de la destrucción, y otra en la que se es superiora la destrucc ión». Y jünger habita en esa zona. L a zonasegura, el no man's lond desde la que atisbar el ascenso de laFigura del Trabajador, en la que se da la ecuación del final delos tiempos: El trabajo es el «ser», y el «ser» (ya lo habíaadvertido Platón en El sofista) es «poder», 4 ),: n a M i S .
Sólo que, como antes señalamos, quien está sobre la líneadivisoria (el nihilismo) entre el Burgués y el Trabajador, estátambién eo ipso «más allá» de la línea, Yen efecto, a buscar laaurora del mundo nuevo, tras las angustias del nihilismo,dedica jiinger una obra de raro empeño filosófico, u n
homenaje a Heidegger en su sexagésimo aniversario: Über dieLinie (1949). Adelantaré unas palabras sobre el estilo de estaobra, antes de examinar su contenido. Tánger toma aquí elpapel del filósofo calmo, que dictamina sobre una situacióncomo alguien que —nietzscheanamente— al menos personal-mente hubiera salido ya, curado y reforzado, de ella. Por elcontrario, la contestación de Heidegger (« Über» die Linie, queen 1957 tomará el título de Z3Seinsfwe, «Sobre la cuestióndel ser») parece propia, no sólo de un literato, sino que dasobre todo la impresión de ser una verdadera corta; n o s ó l o e lono es personal, sino que el ensayo es dubitativo, lleno de
9. * ÜB ER. JONDER Y NEIDERGER 87
interrogaciones, regresos sobre lo dicho, vacilaciones. Y, sinembargo, en mi opinión será el filósofo, y no] tinger, quienilumine mejor las sendas futuras de un mundo que, hoy, esya irremediableinente el nuestro.
Al respecto, si he subtitulado este capítulo «Über» junger3Heidegger, ello no se ha debido a un, prurito pedante, sino a unintento de hacer resonar la polisemia de esa proposición.
Über» puede significar en efecto trans, «más allá» (y talparece el sentido del ensayo de jünger) . Otr o sentido, el
seguido esta vez por Heidegger, es el de «acerca de» (lat.De) Pero aún existe un sentido derivado, presente igual-mente en español, como «sobra», Como señala el Dicciona-rio Etimológico DUDEN, de über se deriva tibrig: «estar demás», lo «restante». Literalmente; «lo que está más allá dela medida exigida». Esto es: un exceso. Sólo que también losdetritus pueden ser realmente «excesivos».
Para jünger, estamos ahora (el ahora postbélico de 1949)justamente sobre el « punto cero», el «mer idiano» delnihilismo. Pero él ha pasadoya la línea, al igual que la salaman-dra pasa a través del fuego. ¿Qué hay mas allá de esa línea?Podríamos decir, sumariamente: lo que hay es la vuelta del«individuo», cuando éste ha integrado en sí lo elemental y lasfuerzas de la técnica: cuando sabe ya que la técnica es la «florindestructible» de la Tierra misma, su espirituallzpción (volve-remos sobre ello). Heidegger, en cambio, se opone radical-mente a tan «optimista» cruce de línea y propone algo que yollamaría, por seguir con la metáfora, un «punto de cruz».Frente a la topografía de las regiones de la nada, medidas por el«agrimensor» ,Jüriger, Heidegger sería el tapátago de la relación«ser/nada». El trabajo de Jünger no sería, segun esto, sinoun Vor-Schein, un «destello» de la esencia del nihilismo. Pero
ese destello sigue preso, o es más bien la c umplimentac ión,de la metafísica nietzscheana de la voluntad de poder (algo que
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88 E L COFREDE LA NADA
podía ya entreverse en el subtítulo mismo, tan nietzscheano,de El trabajador: Herrschafi und Gestalt91). E n u nt r a b a j od e c i s i v o
contenido en su Nietzsche, Heidegger señalaría, en este sen-tido: «La metafísica es, en cuanto metafísica, el auténtico nihi-lismo. La esencia del nihilismo es [se da] históricamente
como metafís ica»95. Y e nc u a n t o
m e t a fí s i c a( e st oes ,p re -
sunto acceso a un ser inmutable y rector, más allá de losfenómenos), lo que en ella acontece es que, precisamente, elser sigue sin ser pensado. O mejor: permanece como lo no-
pensado. Y es al darse cuenta de esta «ret irada», de este Entzugdel ser, donde por vez pr imera se hace posible una medita-ción sobre la propia época. Una meditación en la que el«ser», qua no-pensado. «sale» a la luz como crucificado, dir ía-mos: tachado en un aspa por la que se espacian las regionesdel mundo, la cuadratura en la que entran en juego cielo y tie-rra, dioses y mortales.
jünger pretende ir más allá de la línea del nihilismo,cuando en realidad no hace sino emplear el mismo lenguajemetafísico que contrapone un ser auténtico a una «sombra» tem-poral. De este modo, no se percata de que esa línea no es untránsito entre dos épocas (la del Burgués y la del Trabajador),sino la crisis del hombre mismo: «El hombre no está simple-mente en la zona crítica de la línea, Él mismo es esa zona y,por ende, la línea. En ningún caso es la línea algo rebasable,delante del hombre. Viene pues a caer asi la pos ibilidad de irmás allá de la linea y de su rebasamiento». ¿Estamos, pues,condenados al nih il is m0 Parece que sí. Sólo que no se trata deuna condena (¿quién podría condenarnos?), sino de la
94 Dominio), f p r av i e rt eS á nc h ezP a
del nihilismo, de HerocIsitis-Gebildie «configuración-de-dominio* (Mich/ras,otoño 1885-otoño 1886, 2E871; K S A 1 2 ,I N .; c f r .t a m b i é n2
95 D ie Senweschchtliche Besiimanng des Arthiismas, e n Me...zula, Pfu l l i ngen, 1961 ; I I ,153 e s p . ; Destino, Barcelona, 2000, p. 2871•
9. «OBER» ANDER Y HEDEGGER 89
meditación sobre una condición que, al introducirse en ésta demodo pensante, abre -o a lm e n o sp u e d ea b r i r—u nn u e
v o
espacio: el espacio de la resolución en la cual el hombre, através de l lenguaje, e l ar te y el pensamiento, se abre a ladonación de un ser que, en cuanto tal, queda siempre pen-diente: «El hecho de quedar-pendiente (Ausbleiben) el ser encuanto tal es el ser mismo», dice Heideggerg6.
Y es que, para Heidegger, el hombre mora en la línea de laNada (una «línea», en efecto: s in espesor n i anchura), en
ese vano vibrátil: pasar más acá de ella supone la irreleyancia dela cotidianeidad: i r más allá constuiría en cambio la metd-forapor excelencia de lo meta-ftsica: estar, como querría jünger,según el t ít ulo de su obra quizá más densa, ya citada, An derZeitinauer: « Al muro del tiempo», o sea, junto a él, pero fuerade 6197.Dea ll ílaradicalréplic
«carta abierta» Über «die Linic» (más tarde publicada como
ZI,tr Seinsfrage, «Hac ia la cuestión del ser >>); «El hombre no selimita a estar en la zona crítica de la línea. Él mismo es esa
zona y, por ende, la línea, pero no para si ni desde luego porsí solo [correción del humanismo metafísico, como p.e.Feuerbach, F .D.] . Ésta, pensada como signo de la zona delnihilismo consumado, no es en ningún caso una cosa tal queesté frente al hombre como algo rebasable. Pero entonces caetambién la posibilidad de un trans lncean y de su cruce» 98.
96 „Viziz,sete, loc. ci t.97 Achdértase la radical oposición (casi desafiante) al Seiaom ISek heideggeriano,
En un caso, quietud y estancia (prep. on, con dativo). En otro, movimiento(siempre) inacabado (zurn. En un caso, final que i mpide c ontinuar unc amino( sn ea ro s> ).
y nos «hace ser*.98 Zar Seatifroge Z 5 f ) , en: Wrzmarken. Goanitausgabi, í G A ) , K l o s t e r m a n n ,F r a n k -
fui - t i-NI . ,1 97 6;
nuevo, en su ed, de la controversia entre Tánger y Heidegger : Acerca de nhlismo,Paidós, Barcelona. 1994 (incluye la paginación del o rig, en lalgalsirren),
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10. E L SER, CRUCIFICADO!PERO COMO SAN ANDRÉS)
En efecto, en una zona angostada (angustiada) hasta sutili-zarse en línea, en un ser restringido hasta la nada, no hay adónde ir... a menos que el ser se «rompa» y quebrante,dejando de ser un fundamento para hundirse como fondo;dejando de ser un espacio seguro (metafísico-y-lógico, comoen Hegel) para tornarse en donación de espacios de libertad. Elcorazón del ser no sería entonces tanto una línea cuanto un
punto de cruce. En su réplica a Jiinger, Heidegger escribe enconsecuencia el término «ser* tachado en una cruz de San
Andrés (correspondiente a lo que en Das Dingy otros ensayosde los años cincuenta llamará das Geniert: «la cuadratura* de
cielo y tierra, seres divinos y mortales). El ser deja de ser unaCosa más allá o debajo de (substantia) las cosas u objetos delmundo para ser una a-sistencia (Ánivesen) que interpela al hom-bre en su esencia, Ni, pero que precisamente por ello necesitadel ser humano para ser, sin más. Invers ión consciente delhegelianismo: «La a-sistencia se vuelve en cuanto tal hacia el
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92 EL COFRE DE LA NADA
ser humano (Ilenschemeesen), en el cual, por vez primera, llegaacumplimentación esa acción-de-volverse-a (Zuwenclung),la medida en que aquél, el ser humano, para mientes (gedenkt)en esa acción. El hombre es así esencialmente la memoria
del Ser, pero del Set Esto significa: que el ser humano [lit.:la esencia del, hombre] copertenece a aquello que en la tacha-dura del Ser en forma de cruz requiere al pensar en forma deun exhorto más inicial»". Hay «algo» pues en d
on de el
hombre como lo interpelado y el ser como exhorto se coper-
tenecen. Mas ese «algo», denominado por Heideg:ger «acae-cimiento propic io» , Ereignis, no es algo así corno el funda-mento común de ambos, sino el doble movimiento asimétricode la donación (del «volverse» el ser al hombre, asistiéndolo
en su penuria) y del parar mientes, del acordarse (también en elsentido antiguo de «poner el corazón en algo») de esa lla-mada, ya presente en Ser tiempo como: «Voz del Amigo, quetodo estar (Dimití) porta cabe s í»' ' . Esa voz silente necesita serescuchada para ser: así, el ser, en cuanto apertura de losposi-Mes , campo o comarca (Gegend) que da juego al Dasein, precisa queéste se cuelan a ese «volverse» del ser a él Ambos son puesfini-tos, ya que son portados en la relación (VerliCiltnis) y se tienen ycom-.portan (sich verhedten) en ella. El Ereignis es esa dis-tensión.
Ahora bien, en cuanto que ha lugar tal doble vuelta (tal el
sentido heideggeriano del Ereignis como « loc alidad» : laOrtschaft'), por un lado se «desengancha» el hombre, asía-cordado al ser, de su trajín y de su «caída» en lo ente intra-mundano' ''. Y, por otro lado, comienza a entrever el ser como
99 Z51"; GA 9, 411.100 SuZ, 163 [ed. esp.: p. 1861.1()I E n la carta a Jünger alude Heidegger i mpl ic itam ente al Eregns como Ortschalb
la topoogía del nihi li smo, dice, t iene por tarea: «la localización de aquel lugarque reúne dentro de su esencia el ser y la nada», Z$j., C A 9 , 4 1 2 .
102 Advi,irtase, p o r c ierto , cuá n cerca se halla aq uí He ide gger de ese arrobamiento
que tan románt ic amente caracterizaba a la intui ci ón i ntelectual de Sebe-
l a EL SED, CRUCIFICADO (PERO COMO SAN ANDRÉS( 93
mera entrega, sin respecto alguno con lo ente, y más: comorecusación (Verweigerung) de lo ente. E l ser, tachado ( luegodenominará Heidegger Seyn —eseyer— a esa donac ión retrác-til , a ese «volverse-recusando»), es por lo tanto una nega-ción activa de lo ente: es lo no-ente, o en italiano niente ; lanada como el retirarse (sich entziellen) del ser, en el doble sen-
tido del genitivo subjetivo (es el ser mismo el que se retira) yobjetivo (se retira... de sí mismo en cuanto ser-del-ente). Odicho de otro modo (un modo homónimo al hegeliano, mas
radicalmente distinto en espíritu y func ión) : la nada es lanegación del ser, también en el doble sentido del genitivo: es elser mismo el que se niega, se anonada, y es él también el queniega, reniega de sí mismo como fundamento de lo ente ycomo ente en total. Lo que se vuelve a la esencia, al ser delhombre es justamente esa recusación: se entrega a la vez laretractilidad del ser y la indisponibilidad última del fondo delo ente, porque lo ente mismo en nada descansa: no encuen-tra base ni en un dios ni en la naturaleza ni en la razón
humana. N o es que Dios se haya «per did o*, como selamentaba Pascal y recordaba Hegel en Glauben und Wssen ; esmás bien que el dios viene, o mejor adviene para los mortalescc;rno portador del mensaje de la recusación, de la impene-trabilidad del ser.., para el hombre, y para el ser mismo: esa
opacidad es lo Sagrado"; he aquí una incitac ión para empe-zar a pensar, quizá, en una interpretación de la «muerte deDios» más insoportablemente trágica que la que nuncapudieron soñar Linero, Hegel o Nietzsche. Pero Heideggerno seguirá esa vía postrristana.
Ring. Sólo que aqui no se sale del tiempo, sino que se ingresa más bien porvez primera en su hondón, en cuanto Zeit-Spiel-Reum, el «espacio de juegodel tiempo».
103 Cfr. mi «Sagrada inutilidad (k sagrado en HISIderlin y Heidegger)». Revistafilosofia 35/106 (Universidad Iberoamericana, México, 2003). pp. 4.5-74.
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94
,
EL COFRE DE LA NADA
Parar mientes en esa doble recusación (del ser al volverseo darse al hombre, de lo ente a l verse sin fundamento
seguro) es justamente el nihilismo. De ahí que sea imposible
«escapar» de él (el «otr o» nihilis mo, sea reactivo o activo,
no es sino el respecto inaute«ntico de esa recusación, y apunta a
ella). Corno se nos dice en la carta a Jünger: «Por tanto,
cuando en el nihilismo llega a dominar la nada de un modo
particular, ello quiere decir entonces que el hombre no se
limita a estar afectado por el nihilismo, sino que, en confor-
midad con su propia esencia, part icipa de él. Pero entoncestampoco se halla esa plena «consistencia» humana en algún
lugar más acá de la línea, para luego cruzarla y establecersemás allá de ella en el ser. La esencia humana pertenece ella
misma a la esencia del nih ilis mo y, por tanto, a la fase de suconsumación. El hombre, en cuanto aquella esencia que le
hace falta (gebrauchte) al c o n s t i t u y e de consuno con él la
zona del l o que quiere decir, al mismo tiempo, la zonade la nada»
14
.Pero entonces, ¿cómo puede darse el fenómeno del nihi-
lismo inauténtico, e l únic o en el que, po r buenas razones,
paran mientes los moradores de Occidente, entre el c inismo
y la tribulación? Por seguir con los símiles empleados por
Heidegger, cabría decir que el hombre le da lo espalda al
exhorto del ser en cuanto Seyn, en cuanto «eseyer». Y comohe insinuado, tiene sus -
b u e n a s
« r a z o n e s »
p a r a
h a c e r
l o .
L e
va en ello su seguridad y tranquilidad. Pues lo que se deja ver
en esa aperturas, lo que resuena en la «voz del Amigo* esliteralmente una vaciedad, un desfondamiento que interpela al
hombre para que se haga cargo de lo ente, para que cuide de
104 ZS„fi CA 9, 4,i1s.
105 Heidegger hablará por el lo de Lchtareg «claro» o ssdespejam iento», puestoque en lo despejado todo lo ente, todo lo consistente y de bulto, es dejadode lado,
10. EL SER, CRUCIFICADO (PERO COMO SAN ANDRÉS) 95
ello, para que lo haga ser en el lenguaje, en el arte, en la
acción política. Pero los hombres responden por lo común yde término medio obturando esa apertura, acallando esa voz,
ejerciendo por el contrario su voluntad de Poderío sobre loente, aprovechándose de e llo para olvidar esa voz en medio
de estas posesiones en el fondo vanas, puesto que mediante la
ciencia y la técnica se les arrebata —en lo posible— aquello de
donde provienen, se les quita la recusación, el rechazo pr o-
pio de su esencia, conv irtiéndolas en meras «existencias en
plaza» (SeN-tünde) I
" A este respecto, la analogía de proporcionalidad inversa
—implícita en Heidegger— es bastante sencilla, por lo demás:
mientras que al nihilismo auténtico le corresponde una «debili-tac ión», un humillarse de la voluntad humana, que deja ser a
las cosas, no por abandonarlas a su suerte, sino al contrario:
respondiendo al exhorto que brota del fondo de ellas (ddedónde vendría, si no, la interpelación del ser?), cuidando de
poner de relieve justamente ese fondo de impenetrabilidad,
de opac idad", al nihilismo inauténtico le corresponde, a lainversa, un «robus tecimiento» de esa voluntad y una obtu-
ración del ser de las cosas, convertidas en objetos manipula-
bles, en objeto de Machenschaft o maquinac ión'' '. Por eso está
to 6 T al es el tér mino ut il i zado por Hei degger en Die ri•trge nach der Techad? para
designar a los entes manipulados, puestos a 'disposición del hombre.
Adviértase que, m uy s ignificativ amente, Destilad significa tanto <sconsisten-cia» c omo ssexistencia en plaz.a». l os pr oductos en serie de las estanterías
(Gestel) de un almacén o una ti enda ( por eso se habla de las <seicistencias»).
107 Tal es la función señera del arte, segán señala Heidegger sobre todo a partir
de los años 50, sobre todo en Das Ding, Bailen 11hrion nizen (ambos en Vortrags
undi ldtz e) , y l uego en Die Kunst und derResu
.08 Mientras que en StrZla descripción fenomenológica del otil con-so '
,
a c u a l i d a d
de estar a m ano» (Zjiltandertheit) poní a esa indole del ente i ntr amondano
como •oaproplada» t anto al estar corno a su «estar -acor de» con el ser, ysólo el aislamiento teórico de lo ente como q u e está delante de la
manos' (das Vorhandene) se vela corno algo derivado, « im pr opio», a par ti r de
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96
EL COFRE DE LA NADA
Heidegger de acuerdo con el diagnóstico «nietzscheano»que del nihilismo hace jünger. Así recoge y comenta las pala-bras de éste en Über die Linie: la Reduldion de ser que sufre lo enteen el nihilismo: «"no excluye que esté unida en amplios tra-mos al creciente despliegue del poder y de la fuerza de pene-tración". así como esta pérdida de peso (Schwund) ' 'no es tam-poco una mera aminoración (Schzound)" ) 3 9 ) >>1" . P e r otambién por eso mismo está el filósofo en radical desacuerdocon la etiología del nihilismo que hace Jünger (tildada por
Heidegger en estos mismos pasajes, no sin cierto desdén, deTopographie, frente a la Topologie propia). He aquí la crítica radi-cal, dirigida contra el corazón mismo del nietzscheanismo ysu nihilismo activo: «¿Qué dice esto sino que el movimientohacia un venir siempre a menos en [lo referente al plenitudy originariedad dentro del ente en total no sólo se ve acom-pañado, sino que viene determinado por un crecimiento dela voluntad de poder? La voluntad de poder es la voluntadque se quiere [a sí misma] >>"°. Prefiguración de esa voluntadhabría sido, en la metafísica, el ser trascendente, causa óptica yfundamento lógico de lo ente. Ahora, en la era del nihilismoconsumado, o lo que es lo mismo: del final del despliegue de lametafísica: . «La reducción (Reduktion) constatable en el
ámbito de lo ente está basada en una producción (Producción)
del ser, a saber, en la voluntad de poder desplegada en la
los años 5tD, seguramente por la consciencia cada vez mayor de que la «c ien-cia* es un mero precipitado abstracto de la «técnica» y de que sólo existe deveras la tecnocieneu, se tiende a desvalorizar (identificándolos en un solo movi-miento) tanto el respecto pragmático como el teórico que el hombre hace delo ente. Y tras el fracaso de lo polí tic o, parece que sólo quedaría —y con fuer-tes restricciones— el arte (poesía, artes plásticas y arquitectura) como guarda ycustodio de l o ente en su esencia.
Iog ZSf; G A 9, 412. Obvi amente, la pág señalada por Hei degger correspondeal escrito que j ünger le enviara como homenaje por su 65 cumpleaños.
110 Z$f; GA 9, +13.
10. EL SER, CRUCIFICADO (PERO CONO SAN ANDRÉS' 97
voluntad incondicionada de la voluntad»"'. O como se dice
lapidariamente en el ensayo Die Negativitiil (escrito en el pasode los años treinta a los cuarenta del pasado siglo): «L a esen-cia del nihilismo [se entiende: inauténtico, E D I consiste enolvidar la nada dentro del carácter-de-pérdida (Vvrlorenizeit)
que le es inherente a la maquinación (Machenschaft)>>"',
111
112 Adviértase la conexión —obviamente buscada por Heidegger— entre lavoluntad de «poder » (Macht, facul tad de haeér cosas, mechen) y la ,s m a q u i n a -ión) ) (Me/cítense PIO, el hecho de que todo venga pr oduci do. tircho, sin dejarque nada sea ért lo Me).
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11. AHONDANDO EN EL OCASO
Maquinación... y ocaso. Tales son los dos grandes ternas querondan obsesivamente la mente de Heidegger en los años
anteriores a la Segunda Guerra Mundial. Mucho antes de
que ésta comenzase, entre 1936 y1938, escribe Heidegger,
ajeno al parecer al clima de entusiasmo generalizado en laAlemania nazi: «Nues tra hora es la era del Untergang» . He
dejado sin traducir el t ér mino"'. Pues aunque Untergang sig-
nifique habitualmente «ocaso, hundimiento» (como en elpor entonces celebérrimo ensayo de Oswald Spengler: Der.
UnteTzng des Abendlandes, << El ocaso de Occidente»). Heidegger
—a igual que hará con Nihilisnius— utilizará ciertamente el tér-
mino en esa acepción, que para él sería con todo impropia,
derivada (pero necesaria en cuanto Vorschein o «des tello» del
113 Beitrage zur Phlosophe ( . 10 ) . GA 69, 397 r ed, esp. Apodes t a fitosofil, Edi to-rial Bihlos, Buenos Aires, 2003, p. 1861•
114, Al igual que yo m ism o he hecho alg-unas veces, y el nuevo tr aduc tor de SuZ„
hace siempre, con Dasel.
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1 0 0 E L COFRE DE LA NADA
sentido propio, al igual que Gesten —«estructura de emplaza-
miento »— respecto a Ereknis), pero también nos hará parar
mientes en el carácter orig inar io de esa palabra compuesta:
Unter-Cang, literalmente «camino hacia abajo»"
5
.
En el primer caso no ahorra Heidegger dramatismo en su
descripción de una situación política y existencial que pocosalemanes compar tirían por entonces. Y así, denunc ia el:
«Hund imiento moral, la impotencia, la dejadez (411óren)
[escondidos] tras la apariencia de lo gigantesco y de lo propiode las masas »". Y sin embargo, en la esenc ia
517 d e e s e m i s m o
,mov imiento se revela ya otro in ic io, otro envío" destinación delser, ya no al modo metafísico de la presencia, culminante en lavoluntad incondicionada de poder, o sea, del ansia de con-
vertir todas las cosas en entes disponibles, de cuerpo presente.
O para ser más exactos: adviértase que al menos en este caso
no hace Heidegger distingo alguno entre Untergang (o, para el
caso, nihilismo) «auténtico» o «inauténtico». llegados a laconsumación de la metafísica, exhaustos los envíos de este des-
tino del ser, llegados incluso al fi nal de la filosofía (y por
ende al posible inicio del pensar meditante), el Untergang es,
despliega esencialmente (west) ya el Ereignis, puesto que en el
115 Es patente la analogía —también seguramente buscada— entre el Un te, Crang
de Heidegger y el Zagrandegeher de Hegel, t ambién de doble acepci ón: habi -tual y etimológica. Sólo que, en éste, el ir se a pique, el «hu ndi m ie nto »,significa «tocar fon do», acceder al hmdam ento o Grand. En cam bio, en
Heidegger tirar— Cang señala justamente que no hay nada de fundam ent o,
que i r hacia l a ver dad corno aléthela signifi ca abismarse en l a Léale , en elolvido del ser.
116 «Versacken, Ni chtmehrkóri nen, Aufhóren bi nter dem Anschein des Riesen-
haften und Massenhaften», &MI.; 65, 397 Led. esp., p. 319].
177 En Heidegger, «c senc ia
1, ( W i e n )
t i e n e
s i e m p r e
u n
s e n t i
d o
v e r b
a l ,
tivo (llega a utili zar el térm ino efectivamente como verbo, aquí vertido
como «esenciar»). La esencia es el modo activo mediante el cual, el desplie-gue dan:atta (taihrend, té rm ino emparentado con Wescn) el cual el ser se des-
pliega a la vez en el hom bre (en el l enguaje, en el quehacer artís tico) y en lacosa-obra-lugar cuidada por él.
11. ABUNDANDO EN EL OCASO I 0 1
fondo se trata ya ele lo Mismo, interpretado ora ontica oraontológicamente. Y así, dice Heidegger: «Este Unterganges
primerísimo inicio» "
i
.
Inicio, no ya del ser como fundación o fundamentacióndel ente, sino como «envío destinal» (Geschick) de su propia
verdad como retracción (Enkug), como ocultación Werbergung)en el acto mismo de «hacer salir de lo oculto» (Entbergung) a lo
ente en y mediante el pensar (y el obrar artístico) del hombre.
Ello significa, para Heidegger, sondear al «eseyer», al Seyn
cuanto pura negatividad (ir reductible ya a toda sobrepujanzade lo ensinuismodo como en Hegel). El ser deja así de ser pen-
sado como fundamento (por caso ejemplar, como en Descar-
tes, en cuanto fundamentum inconcusstan veritotis que es a la vez«certeza»: en alemán Gewissheit, el hecho de que toda cosa sea
ya de antemano «cosa sabida», sea por Dios, por el sujeto o
por la razón, tanto da, y de que en ello encuentre su consis-tencia y firmeza). «Eseyer» dice ahora la íntima compenetra-ción del: «dec ir-no, de la acción de renegar o de la índole de
lo así renegado, del No, de la nada y de la nihilidad» • Tal
constelación de negatividad no es sino! «la nada en cuantodes-fondamiento (Abgrund), el eseyer mismo»"
9
.
Ahora bien, la nada, entendida así como desfondamiento
(ausencia de fondo, o fondo como «ausencia», como aque-
llo que faltay hace falta), no es en absoluto indigencia o penu-ria. Muy al contrar io, indigente seria más bien nuestra época,
empeñada en ocultar el carácter abierto, mortal de la existencia,
empeñada en cegar la caducidad propia de lo ente, sustitu-
yéndola por una fecho de caducidad que implica la manipulación
previa de lo hecho así caduco Lo que caracteriza a nuestra
118 «Dieser Untergangist erstester Anfarig». ; 65, 397 [cd• esp. p 3 9 7 l .
119 «Neinsagen, Vernemung, Vernemtheit, Ni cht, Nichts wad Niehtigkeit d a s
Nichts ala der Ab-grund, das Seynsellost». DieNegattistai, en: HegeL GA 68 , 7
Led. esp.: La negatividad, en: Higei Almagesto, BtlenOSAir es, c it) .zi. . p. 8111•
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1 0 2 E L COFRE DE LA NADA ' I I . AHONDANDO EN EL OCASO 1 0 3
época es justamente ese vergonzante olv ido, esa voluntaria(pues que de «voluntad de poder» se trata) falta de atención:
la Not de r Nottosigkeit, la penuria por haber perdido (o peor: porhaber echado a perder) aquello que nos hace falt a '. Vueltos
pues, en cambio, a la nada en cuanto Slyn, en cuanto ser sin
respecto a lo ente, mas volcado a la palabra y al obrar del hom-
bre, ella, la nada, es: «lo más rico, lo único, el punto medial
(ffitte) que no sirve de mediación y que, por tanto, jamás ha
de ser recogido » ' . De nuevo, el término Mate implica undesafío (y a la vez un homenaje) a Hegel, para quien el tenninus
medros sirve de enlace en la doctrina del silogismo, pero desa-parece en la conclusión, una vez realizado ese servicio. Por el
contrario, la nada es literalmente un Non serniatn! , un intervalo
que deja abierta la falla, el hiato que separa lo divino y lo
humano '', que hace di- fer ir al cielo que, en su «despeja-miento», da la medida ya la tierra que, hosca, nos recuerdael carácter retráctil del ser.
Pues bien —y con ello volvemos al Leitmotiv de esta investiga-
ción—, el Affekt (en e l doble sent ido de «afec ción» y de«emoc ión») que el exhorto de la nada pro-voca en el ser delhombre es justamente la muerte. No en el sentido manido del
nihilismo, con su pretensión de «disolver en la muerte el ser
del hombre, explicando este ser como mera nihilidad». No. Se
trata de pensar exactamente lo contrario. Preciso es mas bien:
.
0
0
C
f
r
.
G
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u
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f
tantas otras ocasiones, tambi én Notes un tér mi no ambiguo: habit ualmente
significa «penur ia», si endo más o menos un tér mi no sinónim o a Becienns(en español, por lo c omún ha de verterse en plural: «las necesidades» de
la vida), per o —como se aprecia en el compuesto Notwendigkeiti «neces i-
dad»— significa tambi én, y más pr opiam ente, aquell o que nos hace MI-a, queprecisamos par a ser de vendad.
121 Die litegrilivitet, G A 68, 4.6 [ed- esp.: p. 99] .
122 O . ci t., CA 68 , 4,7; «das Inzwi echen dar Entscheidungsnot fui' das Cot thafteund das Menschentum»,
«introduc ir la muerte [hasta ahora dejada ahí «fuera»]' en
el estar Wasein, ), para violentar (beliiiitigen) la existencia (Dasein)
en su desfondada amplitud» n
'
t
,
Y es que para Heidegger (especialmente en su período demadurez), la muerte (no su «vivencia» por parte del hom-
bre, sino su patente inminencia en su ser) quita toda seguridad a lo
divino, deja de hacer de los dioses un «tranquilizante» que
otorgara un «seguro de vida eterna» a cambio de obediencia.Seres divinos son quienes, nombrados en la altísima poesía,recuerdan al hombre la cerrazón de lo Sagrado, impidiendo
justamente que éste se haga ídolos a su imagen y semejanza
(no hay semejanza alguna entre el dios y el hombre, para Hei-
degger, hay, eso sí, copertenencia cruzada en el envío del eseyeren cuanto nada). El dios heideggeriano (ausente en esta era
de penuria, pero por ello mismo latente como «lo que hace
falta»: brillando por su ausencia) no «perece» (vergeht), como eldios cristiano. Y sin embargo, lo div ino es, vergánglich, aber
umsonst nicht (pasajero, pero no en vano») como señalara
Hólderlin en su himno Friedensftier y recoge Heidegger, rein-
terpretandolo
r
". E l
s e n t i d
op r o f
u n d o
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t a
c o n
c e p
c i ó
n
d
e
«ser div ino» radica en que éste sólo «de paso», en el hecho
mismo de pasar sin detenerse, sin estar presente, a la mano,
puede rozar las moradas de los hombres, ya que su presencia
lo igualaría eo ipso con un hombre o inc luso con una cosa... a
123 Co n el corchete intent o llamar la atención del prefij o herein ( ' met er algo
desde lucr a») en el verbo usado por Heidegger: herenziehen [ed.. esp.: p . IOIl .
13+ 1hPh. CiA 65, 285 [ed- esp.: p• 232].
125 Hóderiisrs (timen «Cermanten» lald «Den G A 39, III ; «S o ist schnell-
vergánglich alles Hunli sche. Alser mosonst ni cht ». ( «De este modo, todolo celestial es velozmente pasajero. Pero no en vano».) Una vez más hay que
advert ir del doble sent ido, com o es habitual en Heiclegger, nergehen es nor -
malmente <<pereeer, m or i r », pero li teralm ente (ser-gehen) significa «c on-
sistir en pasar». El dios es pasajero, no por que antes, en el pasado (Vergun-
genhoi, «cualidad de haber pasado»), estuviera presente y ahora no lo esté,
sino por que se consuma-11~0 en ot pasee mismo.
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EL COFRE DE LA NADA 1 1 . AHONDANDO EN EL OCASO 1 0 5
la mano. Es la reverencia para con lo Sagrado y su carácterretráctil lo que impide a Heideg̒ger buscarse un dios redentor.
Lo divino es la custodia del misterio del ser. Y ese misterio se deja
entrever en el carácter mortal del hombre y perecedero de loente. He aquí, al efecto, un texto decisivo: «En la muerte,
abierta por el paso fugaz [del dios, K W , se le abre al pensar
una dimensión del ser: la dimensión del secreto, y más: del
misterio del eseyer. Desvelar al hombre en su mortalidad y alos entes en su caducidad significa, pues, instaurar la latenciadel ser como 'ocultarse', o sea, como 'r et rae rs e'
*
"
.
Esto, p or lo que hace al hecho de volverse, distanciada-
mente, el d ios al hombre. A la fugacidad de aquél corres-ponde la mortalidad de éste. Ahora bien, esta morta lidad
no es algo que haya de sufrirse pasivamente. Muy al contrario:si ya desde Ser) tiempo se ha definido al ser del hombre como
un Sein-Unnen, como un «poder-ser' que conlleva un Sein-
&usen, un «dejar ser» a lo circunstante, frente a la incondi-
cionada «voluntad de poder-hacer» (ffille zur Macht) comoUnwesen o «contraesencia» del hombre moderno, entonces
la muerte (o más precisamente: el constante intento de ser
digno de estar-a- la-muerte) ha de ser entendida en Hei-
degger como el acto más alto y arduo del «poder- ser» delDasein. Viv ir como si, e n cada instante, nues tra existencia
pudiera considerarse completa, cumplida desde dentro, afinada
126 L o cual no estaría lejos, por lo demás, de un cri stianismo atento a los textos
evangélicos mismos. En efecto, sólo tras la muerte en cruz de jesucris to (yasabemos que, para Hegel, con el hombre Jesús muere también el Dios tras-
cendente, separado de los.hombres por un i nfranqueable abismo), se pro-
duce el paso jligaz OraVorbeigong) de este hombre hasta ahora pr esente al Diosdesde ahora ausente, como declara explícitamente el centur ión, <<E,,,, ve r
d
a
d
este hombre hij o era de Dios» ( Marcos 15, 39).
r27 «Das Siebversehen des Menschen entspri cht dem Sichverbergen der Li ch-
Lung des Sei ns». Dar Sprach des Anoximander, en, Hoízlecge. G A 5, 337 [ed. esp..Caminos de bosque, Alianza, Madr id, 1995, p, 278 ].
y acorde con la «voz del Amigo» que le exhorta a corres-
ponder , con su plena entrega, a la entrega o envío destina' del
ser. Ser digno de muerte propia significa custodiar la tierra,recibir en lo Abierto las medidas del cielo que permiten al
mortal establecer su morada en la tierra así marcada, esperar
el advenimiento de los celestiales, guardando las distancias, pre-
servando la memoria de lo Sagrado recogida en la poesía,puesta de relieve en las artes, anunciada en el pensar medí-
tante. Si esto es así, entonces ser mortal es el más alto pr iv ile-
gio de que pueda gloriarse al hombre, la manifestación desu esencia, abierta al esey er
l
". S e r
m o r t a l
s i g n i fi c a
s e r
c a p a
z
(ver-mdgen: «seguir gustando») de una buena muerte, una
muerte que retroactivamente dé sentido a toda una v ida. Por-
que la muer te, recordemos, es la manifes tación del integropoder-ser del estar (des ganzeri Sein-Iffinnen des Daseins)'
128 &t' en WOhnenDenker, VA; II , 24: «D i e Ster bli chen ciad die M enschen. Sic
heissen die Sterblichen, weil sM sterben konnen. Sterben heisst, den Tod dlt
Tod vermogen. N ur der Mensch stir bt und swar fortsváhrend, solange er aufder Erde, unter dem H irnmel, vos' den GOttlichen bleibt». («Los mortales
son los hombres, Se llaman mortales porque pueden morir. Morir significaser rapaz de (estar facultado para la) muerte en cuanto muerte. Sólo el hom bre
muere, y además constantemente, en tanto permanezca sobre la tierra, bajo
el ci elo, ante los seres div inos») Eed. esp.: Construr, habitar, pensar, en: Cattimn-ces 9
,A r
t í
c u
l o
s ,
o
p
,
c
i
t
.
,
p
.
129 Loc. cit. VA. I I, 26, «D ie Stcrbl ichen wohnen, ins ofer n ti c ihr eigenesWesen, dass sie námlic h den Tod als Tod verm ogen, i n den Br auch diesesVertrthgen geleiten, damit ein guter Tod sei. Die Sterblichen in das Wesen
des Todes geleiten, bedeutet keineswegs, den Tod ale leere Nichts zuna Zielsetzen; es inei nt auch nicht , das Wohnen durch ein bli ndes Starren auf das
Ende ver düstern*, ( «Los m ortales habitan en la medida en que sean capa-ces de [c umpl ir con] su propia esencia, a saber capaces de muer te en cuanto
muer te, l levados a usar esta facul tad [este seguir gustando de los posibles.Vermagen , E D I para que se dé una buena muerte, Que los mortales sean
llevados a la esencia [al esencial-, al despliegue. F.D.1 de la muerte no signi-fica en absoluto que tengan como meta la muerte en cuanto vacua nada, ni
con ello se mienta tampoco un ensombrecimiento del habitar debido a un
ciego estar pendiente del final [de la vida] ») [ed. esp., p, 132],
130 Véase rapes, nota 61-
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12. LA MUERTE, COFRE DE LA NADA
Según esto, seguramente ahora estemos por fin en c ondi-
ciones de interpretar el modo que preside este estudio: «Lamuerte es el cofre de la nada», Der rod ist der Schrein des Nichts.
Schretn es u n neologis mo procedente del la tí n scriniurn:«escribanía» (de sera»), pero también por extensión
«guardajoyas», «cofre» en fin, ¿El cofre del tesoro, quizás?Pero, ¿en qué sentido puede hablarse de la muerte como un
«tesoro»? Thesaurus, thesourós procede del verbo líthemi
(«poner») y at
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«oro depositado, puesto a buen recaudo*. Ahora bien, mi -
nium es también el arca de las ofrendas. Todas estas sugeren-cias etimológicas apuntan a una analogía tan sugestiva como
sorprendente: el «or o* de la existencia, lo verdaderamente
valioso, es justamente lo ofrendado, lo entregado en sacrifi-
cio A este respecto. recuérdese que Heidegger había dichoque la nada es das Reichste, «lo más ric o», ya la vez lo único
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http://slidepdf.com/reader/full/felix-duque-el-cofre-de-la-nada 55/61
108 EL COFRE DE LA NADA
que no podía «ser r ec ogido»'
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«uno» (el Man) no puede aprovecharse ni, en su Machens-
chaf pone r lo a disposición. Una riqueza harto extraña, pues
que consiste en Iafarse de toda utilización. ¿Qué es lo que se
ofrenda en el c ofre de la muer te? Se ofrenda, obviamente,
toda una vida, esto es: l a transformac ión de los posibles
Wermijgen) ofrecidos, inc itados por la ins erción de esa exis-
tenciayecta en un mundo, en decires) obras en los que se ha
hecho poner de relieve la indisponibilidad del ser, su misterio
(justo lo contrario de lo pretendido por la voluntad de volun-
tad), en los que se han guardado las distancias, los respectos, el
respeto en suma no ante la ley moral (como en Kant) sino
ante la llamada, el exhorto del ser para dejar-ser al ente en
total, para custodiar el todo desde la guarda de la nodo. Por eso dice
Heidegger que los mortales «son la esenciante ateneneia(Verháltnis: la relación) al ser en cuanto ser>>"'. Atenerse al•
ser es, pues, establecer la relación del ser en cuanto ser. El
mor tal instaura esa relación (lo cual conlleva que al ser le hace
falta [broucht] el hombre), en cuanto custodio de (a nada en el arca
sacrificial de su propia vida: íntegra, por finita. Se acabaronpues los intentos —todos ellos nihilistas— de reducir el
tiempo a uno de sus éxtasis, para saltar después a la eterni-
dad. Porque el tiempo —el tiempo pleno, en la trabada tota-
lidad de sus éxtasis— es ya el paso._ el paso que adviene desdela muerte propia, o mejor: apropiada al ser en cuanto nada.
En este sentido, la copertenencia entre ser y hombre,
rasgo cabal de lafnitud de ambos, se muestra a las claras en la
perfecta analogía entre existencia y muerte del hombre, por
un lado, y verdad y ocultac ión del ser, por otro. Leamos al
13E Véase supra, nota 121,
132 Dos Ding, VA, II , 5i , «Si c s ind das wesende Verháltni's eum S i n tds S i *[ed. esp., Leona, en: Confrrencios, artículos, op. ct., p. 35] .
12. L A MUERTE, COF RE DE L A NADA 1 0 9
efecto este texto capital de El final de la filosoftay la tarea del pensar,
sustituyendo respectivamente alétheia (verdad) y léthe (olvido,ocultación) por existencia y muerte en el ser humano, «Esto [lo
que la alétheia sea en s í misma, P.D.] sigue s iendo algo
oculto.., porque el ocultarse, el hecho de permanecer
oculto, la léthe, le pertenece a la a-1 étheio, pero no como un
simple añadido, ni tampoco como la sombra a la luz, sino
como el corazón mismo de la alétheia>> E n suma: Schrein y
Léthe se copertenecen. Y Heidegger desvela acto seguido el
sentido de todo esto como ofrenda. Frente al egoísmo cen-trípeto de la voluntad de poder, cus todiar «e l ocultarse
del despejamiento de la asistencia» significa pos ibilitar el
desocultamiemo de los entes, dejando «así que lo que [les]
a-siste [aquello que les hace ser, seinltsst F.D.] pueda aparecer
en su a-sis tenc ia»'
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¿A qué se reduce, en cambio, el nihilismo inauténtico,
impropiamente dicho? A esto: lo que quisiéramos nosotros, lo
que quis iera el Yo que a su vez se quiere inmortal sería captar
ahora, al presente, el «paso» entre la vida y la muerte, como se
cuenta del viejo Kant, que se pasaba las horas muertas (nunca
mejor dic ho) delante de un espejo con los ojos cerrados,para «ver» como seria él después de muerto. Pero ello:
«vivir la muerte» o mirarse al espejo con los ojos cerrados,
es desde luego imposible. Para eso tendríamos que acompa-ñar nosotros mismos a ese «paso», mientras todo retorna
una y otra vez (recuérdese lo que se dijo del inmóv il jasager
133 Das Ende de Phlosophe and de Aufgabe des Deakens, en, Zpr SachoDeakens , Ni esneyer,
Tubinga, 1,969, p. 78 [ed. esp.: El final de ia filosofa) la tarea del Pensar, en,
Tiempo) ser, Teenos, Madr id , 2 0 0
3 , p .
g i ] .
134
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EL COFRE DE LA NADA
Nietzsche), tendr íamos que pasar nosotros también, cumplirel tránsito. Pero aun si esto nos fuera concedido —como nue-
vos y medrosos Orfeos, que no Heracles—, entonces ya nopodríamos parar mientes en aquél, en el tráns ito mismo. No
podríamos hacer esa experiencia, sino a lo sumo sufriría,
inconscientes como el madero llevado por el río. Alguna vez
daremos el catabático paso. Otros lo han dado ya. Pero repáreseel tiempo de los verbos: futuro o pretérito, jamás presente. Y
ni siquiera podernos decir que al menos para los otros, para los
supervivientes de nuestra intima catástrofe, habrá concienciadel tránsito. Pues lo que nos resta del otro, del finado, es en
todo caso un «cuerpo presente», como hemos puesto derelieve tantas veces. Aquí brilla por su ausencia el alma,. o sea, la
existencia: movimiento, calor, expresión.
13. FORJANDO UNA COPA AL MARGEN
Yendo con Heidegger quizá más allá de Heidegger, lo que j
opueda apenas decir ahora con temor y temblor no serán posi-
blemente sino trivialidades.., por lo común conscientemente
olvidadas por la gente, a saber, que la vida no puede atrapar a
la muerte (es muy natura/ que un ser vivo pueda dar la muerte o
ser, a su vez, muerto, pero no puede experimentar, esto es «viv ir»
la muerte). Porque la muerte no es una «cosa», algo aferrable
o al menos presentable, sino el huraño zafarse de las cosas... y
de aquél para quien las cosas eran. Hundimiento, Untergang de
un paisaje... y de su precario. efímero centro, dejando en esa«sede del ins tante» ("Augenb)ickssfátte) que por una única vez
(Einmal ist jedesmal) resplandezca para cada uno, íntegra, la
comarca (Cegend). Tampoco puede la muerte instalarse en lavida (pues cuando ella irrumpe, )' porque irrumpe, la vida cesa
yol. He aquí un corte abrupto, absurdo, porque no se da en
ningún espacio-de-tiempo (sólo por convención y con finesprácticos fijan los otros el «momento» de la muerte), porque
no relac iona —ni siquiera negativamente— vida y muerte,
como ocurriría en cambio si ese instante fuese algo así como
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112 E L COFRE DE LA NADA
un río que, al separar dos orillas, las pusiera eo ipso en relación.
He aquí un límite que sólo delimita aparte ante, a redrotiempo.
Un l imite literalmente sin futuro. N o es extraño que el viejoSócrates, ante los jueces que iban a condenarlo a muerte,
dijera de ésta.., que nada puede decirse de ella, que la muerte esarretón, «inefable». De ahí los intentos de las religiones por
paliar el escándao de la muerte, dado que es imposible cancelarlo.La muerte no es pues —repito— una cosa, n i tampoco nada
que haga al caso. A lo sumo, podríamos entreverla de soslayo
como la súbita y abrupta caída de la cadencia en que se engarzan los cosos.¿Habrá pues que abandonar toda indagación racional y dejarle
el campo libre a un sentimiento religioso tan conmovedor
como incomunicable, literalmente indescriptible?
La verdad es que Heidegger nos ha colocado en una encru-
cijada que, a pesar de ser incontestablemente más fecunda y
profunda que el dictamen de Jünger, no me parece entera-mente satisfactoria. Antes, al hablar de la relación entre el filó-
sofo y el visionario (si es que Heidegger no lo es también, suo
modo), me he referido a un «punto de cruz». ¿Qué es ello? Se
trata obviamente de una sencilla operación de costura, por la
cual se van marcando cuatro puntos extremos (la cuadratura, de
abajo a arriba), de modo que, al tensar el hilo (ese «hilo» queahora sí transparece), se forma en efecto una cruz, un aspa.
Sólo que el punto de esa cruz está formado por una intersección externa. No haycentro (en el sentido griego de kéntrore «pinchaz o») marcado en
esa cruz. Por debajo de la cruz de la cuadratura sigue incólume,
por así decir, el ser, corno si tampoco él se entregara a los dolo-
res y sufrimientos, no sólo de los hombres, sino de la enteranaturaleza. Ese centro, el verdadero malum mundi (no «los males
del mundo», sino el mal que es el mundo) , sólo desde fuera
queda señalado.Jünger pretendía «v er» los hilos que mueven desde
arriba a las marionetas. Heidegger, «localizar» como desde
FOR)ANDO UNA COPA AL MARG EN 1 1 3
«fuera» el cruce del ser y lo ente. Pero, ¿de qué puede ser-
vir esta localización, con respecto al sufr imiento y dolor de
los hombres? ¿A donde acudir, si el frío jiinger ya ha desve-
lado certeramente que los pretendidos paliativos se tor nan
en alimento de la máquina despiadada? Ciertamente, la idea
heideggeriana de una tensión entre las fuerzas telúricas y las«medidas» del cielo, entre los «mensajeros» (que, como el
arco iris, cruzan los ámbitos de los tiempos, de los muertos y
los vivos) y los «mortales» que, así, aprenden a «vivir» su
propia muerte, implica un paso atrás (un paso hacia el or igen)
que impide ver al ser como esa fuerza de destrucción y
muerte, a través de la cual debiera surgir, diamantino, el
«hombre nuevo» jüngeriano. No podemos, pues, superar la
metafísica, pero sí «retorcerla» y «remontarla» (verivinden),como si fuera una enfermedad incurable. Pero ser cons-
ciente de la propia enfermedad, del propio dolor, es un pri-
vilegio, como señalara ya Hegel, del ser viviente.
Y sin embargo, el ser mismo se retira, tomando así rasgos
análogos a la frialdad incólume y «sublime», característica de
jiinger. ¿Cómo hacer que el propio ser ingrese, también él,en la caducidad? ¿Cómo alcanzar esa pietas hacia lo existente,
que preconizara hace algunos años G ianni Vattimo? Bien,
aun queda un paso. Un paso que no se da ni desde arriba, ni
desde fuera. Un paso al margen, absurdo tanto para el burguéscomo para el «trabajador». Es el paso que diera un día
Georg Büchner, y que ahora repite, decidido, Paul Celan. En
ese paso se entrega la dicción infinita de lo übrige, de lo queresta, resistente, en el centro mismo en el que se cruzan cielo
y tierra, dioses y mortales. Y también, a través de ese centro,
se va tejiendo una línea, la línea del dolor absurdo de todos los
asesinados de la historia, y más: de todos los muertos, sin más.
Sin justificación posible. Allí donde se «pincha» y «desin-
fla» por así decir el centro mismo del ser, aparece lo que
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EL COFRE DE LA NADA
Celan denomina la «majestad del absurdo». Aparece... otr o
meridiano, la línea que atraviesa todos los paralelos del dolor. La
línea que sirve de encuentro solidario, de resistencia sin esperarm
contra toda dominación metapica , mas también, y sobre todo,contra toda «retirada» de un ser incólume. «Ser» es, con
Celan, en cambio: comunión en el dolor, reconocimiento —en el
amor— de la necesaria caducidad de todo, y del Todo.
«Encuentro algo —algo como el lenguaje— inmaterial,pero terrestre, algo de forma circular, sobre lo que los polos
retornan en sí mismos y, por ende —de una manera jovial—cruzan incluso los trópicos: encuentro.— un meridiano» 35'
. Afilado como la hoja de una cuchilla, el meridiano hiende
así la encrucijada heideggeriana. Ahondemos en esa herida, y
digamos: es verdad que a «uno» (Man) le parece ser siempre
demasiado pronto para morir y siempre demasiado tarde para darse cuentade que ya está muerto, crucificado entre el (absurdo) hecho del
mal llamado «tránsito» y la vana pretensión de reflexionar,
de mirarse a sí mismo «de cuerpo presente». Sólo que cada
una de esas cláusulas ( «pronto para mor ir » / «tarde para
saberlo») necesita de la otra para ser, y para ser inteligible en
lo posible (en los posibles): ambas están íntimamente compene-
tradas. Hasta el punto de que, bien mirado, ambas cosas serefieren exactamente a lo mismo, a saber: al entero arco de la
vida de un ser mortal, a la entera trayectoria (entera, conside-rada ad intr a, en las entrañas de la existencia
; s i e m p r e
t r u n c a d a ,
si vista desde fuera), a cada paso del tiempo desembocada y
anticipada —por así decir, puntualmente concentrada— en ese
corte ( / ) que es también una conjunción. Dicha cortadura que es
vínculo (y por ende vinculante) es el kairós, el acaecimiento o
Erelnis del instante. Del instante de la muerte. Stásis de todo len-
guaje, de toda existencia, de todo estar-ahí (Da-sein).
135 Paul Cel an, Der Mo-infion, Oesanuriete Werke, Fr ank fur t/ M., 1983
; 1 1 1 , 2 ( n .
136 A. Machado, Procetkas,,, XXXVII
; o p . c
13. F ORJANDO UNA COPA AL MARGEN 1 1 5
Concluyamos ya. Se ha dicho que la muerte era el cofre de
la nada, el lugar donde se custodia el misterio de un ser que es
donación porque se retira de lo ente, dejando que éste sea. El
hombre corresponde en palabra y obra a esa ofrenda retráctil.
Mas no sólo y no sobre todo dejando ser a lo ente, a lo otro,sino dejando ser o/ otro, al Mitdasein, y más • no sólo a quien va
conmigo o a mi encuentro, sino también a quien va contra mí.
¿Es posible guardar la propia muerte como un estar presto a
dejarse mor ir y aun a dejarse matar, presto a dar la propia vida
con tal de evitar la muerte del otro, para que éste, a su vez,pueda custodiar su muerte propia en esa ofrenda reclproca en la
que se teje la esencia humana? De este modo, el «estar
presto, en guardia» para dejar ser al inminente adviento del ser,
o lo que es lo mismo: a la muerte que está al venir, implicaría
una dura pero hermosa condición... que yo no he encontrado
en Heidegger. Pues de lo que aquí se trata es, nada menos, de
estar dispuesto a mor ir
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puede ser ello preciso— en el lugar de cualquier otro. No se trata pues
del metafísico lamento de Teresa de Jesús: «Q ue muero por-
que no muero», sino de atender a la humilde, decisiva exi-
gencia de la voz del Amigo: «Q ue yo muera por que ella —lapersona que es otra, y por serio— no se me muera» (aun sabiendo
que eso, en el fondo, nunca se va a poder evitar del todo).
No sé si a esta altísima afi•enda pudo llegar el fi lósofo. Es el
poeta quien en cambio se acercó a ella:
¿Dices que nada se crea?No te importe, con el barrode la tierra haz una copapara que beba tu h ermano '
35
.
, F.159.
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ÍNDICE
1. DE CÓMO PLANIFICAR LA HISTORIA 7
2. DE AQUÍ A LA ETERNIDAD (Y VUELTA) 1 3
3. EL CÓDIGO DE LA CIRCULACIÓN i g
4. EGOÍSMO Y NIHILISMO 2 3
5. HEGEL, ESCRUTANDO LA NADA DIVINA
6. SO IST ES AUS: EL NIHILISMO REACTIVO
7. NIETZSCHE LA GRAN DEVALUACIÓN,
Y SU REMONTE
27
35
8. HEIDEGGER; ANTICIPATIO MORTIS
9. «ÜBER>5J U N GE RYH E ID EG GE R
10. EL SER, CRUCIFICADO(PERO COMO SAN ANDRES) 9 1
11. AHONDANDO EN EL OCASO 9 9
12. LA MUERTE, COFRE DE LA NADA 1 07
13. FORJANDO UNA COPA AL MARGEN
5159
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