facultad de economía uanl: una Época crítica
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Los alumnos de la Facultad de Economía,
con una madurez por encima del promedio
de sus compañeros universitarios, se convirtieron
en líderes del movimiento estudiantil;
buscaban no solamente modificaciones en la
orientación de la Facultad, sino también
un cambio en la Universidad y la Sociedad.
Las universidades fueron escenario
de las luchas ideológicas de esa época,
con las cuales simpatizaron no pocos alumnos
y algunos maestros de la de Nuevo León,
cuya participación los llevó a poner en riesgo sus vidas.
Lic. Ernesto Bolaños
Facultad de Economía, UANL: Su proyecto educativo. 2001. Pág. 47
FACULTAD DE ECONOMÍA UANL: UNA ÉPOCA CRÍTICA
Auditorio de la Facultad de Economía UANL. 6 de noviembre del 2015, mediodía.
Pronunciamiento inicial
uenas tardes. A nombre de la Dirección de la Facultad de Economía sean
todas y todos bienvenidos: Estudiantes, profesores, egresados,
trabajadores, en fin, a toda la familia histórica de la Facultad de
Economía de la Universidad Autónoma de Nuevo León, es un honor contar con su
presencia. Esta ha sido y será siempre su Casa.
En esta ocasión el tema que aquí nos convoca no es de carácter estrictamente
académico. No admiraremos currículums interminables, no aceptaremos
incrédulos que todos los individuos del modelo tienen la misma función de
utilidad, no escucharemos interpretaciones “ceteris paribus” sobre los signos de
los coeficientes, ni mucho menos trataremos de seguir la derivación de un
sistema de vectores autorregresivos con heteroscedasticidad condicional. Hoy, se
hablará de un tema distinto, pero no por ello ajeno al interés de nuestra
Facultad, puesto que también posee una gran complejidad debido a sus causas y
efectos multifactoriales. Cuestiones que quizá la sola ciencia económica no llega a
explicar cabalmente.
La década de los 60’s del siglo pasado, estuvo marcada por acontecimientos que
transformaron la vida política en todo el mundo: En Estados Unidos, la lucha de
los ciudadanos de raza negra por el reconocimiento de sus derechos humanos y la
oposición a la guerra de Vietnam; en Checoslovaquia, el alzamiento contra la
ocupación soviética; en Cuba, el inicio del gobierno socialista y su influencia en
Latinoamérica; las protestas culturales de mayo del 68 en Francia, etc. En todos
ellos, la constante fue la notable participación de la juventud en la lucha por
conseguir una sociedad más justa.
México no fue la excepción. Frente una época en que las grandes decisiones
descansaban en la figura monolítica del partido en el poder y el pregonado
milagro mexicano permitía la organización de unos juegos olímpicos, contrastaba
el surgimiento de diversas exigencias populares por mejores condiciones de vida
y por una mayor apertura democrática. Especialmente, fueron las Universidades
sitios de pensamiento crítico. Este proceso de participación social fue
violentamente truncado por las matanzas de estudiantes del 2 de octubre de
1968 y del 10 de junio de 1971, las cuales marcaron para siempre a los mexicanos
y particularmente a aquella generación.
B
Estos acontecimientos aunados a múltiples factores adicionales, conllevaron a
que ciertos sectores del estudiantado consideraran que la lucha por un país más
justo y democrático había quedado clausurada en su versión pacífica.
En el desarrollo de la radicalización, sobresale el papel de algunos estudiantes de
la Facultad de Economía de la UANL, mismos que decidieron hacer grandes
sacrificios por sus ideales de cambio social. Unos, aún siguen con nosotros luego
de permanecer en prisión o en el exilio; otros, fueron asesinados o desaparecidos.
Indudablemente, el asunto es difícil de abordar, pero no hay mejor lugar para
ello que la misma Universidad. Lugar donde ningún tema debe ser taboo, ningún
tema debe ser prohibido. Por el contrario, haciendo uso de sus superiores
capacidades intelectuales el universitario debe analizar las grandes cuestiones
sociales “a la luz de la verdad” como su lema lo establece.
Sépase entonces, que hoy se va a hablar de una historia que por diversos medios,
propios y extraños, ha sido invisibilizada. Quizá solo el transcurrir de los años y
lo distante de aquella época nos permite ahora memorarla. Y quiénes mejor para
presentarla que las personas que de ella fueron partícipes. Hoy tenemos el
privilegio de contar con su fiel testimonio.
Así pues, nos acompañan en este panel: María de la Paz Quintanilla Vargas,
Juan Carlos Flores Olivo y Luis Ángel Garza Villarreal.
Téngase presente también que no se busca fabricar mártires ni héroes, menos
hacer un elogio a la violencia. Esencialmente, este evento que expone un capítulo
trascendental en la historia de nuestra Facultad y de México, busca rescatar el
lado humano de los acontecimientos, elemento que dignifica a esta sin igual
historia. Historia que pareciera brotar desde el retrato del joven Ignacio Olivares
como musitando un emotivo llamado… cuéntame, no dejes que me olviden.
Muchas gracias.
LIC. RAÚL RAMOS ZAVALA (1946-1972)
Raúl Ramos Zavala, fue egresado de la licenciatura en Economía por la Universidad
Autónoma de Nuevo León en 1969. Las primeras incursiones políticas de Raúl se
remontan a su época como estudiante de la Preparatoria no. 1 en Monterrey en
donde formó parte de un grupo denominado Movimiento Cívico. Posteriormente se
inscribe en la Facultad de Economía de la Universidad de Nuevo León y en 1968
inicia su incorporación al movimiento estudiantil, y de ahí a la Juventud Comunista,
sector juvenil del Partido Comunista Mexicano. Para ese entonces, su nombre ya
figuraba en los reportes de los agentes encubiertos del Gobierno de Nuevo León.
Al iniciarse el movimiento universitario de 1968 en la capital del país, Raúl se da a
la tarea de difundir los acontecimientos en el medio estudiantil de Nuevo León; se
inician marchas y mítines dentro y fuera de las instalaciones de la UNL a las que se
incorporan un importante grupo de cristianos que militaban en la Obra Cultural
Universitaria (OCU), agrupación con una significativa influencia por parte de los
jesuitas y con una fuerte presencia en el Tec de Monterrey. Sin embargo, será hasta
un año después cuando realmente la movilización en Monterrey inicie su fase de
crecimiento impulsada más por demandas particulares de la Universidad estatal que
como una secuela directa de las consignas del Movimiento del ’68.
En 1969 se inicia en la UNL el movimiento por la Reforma Universitaria; Eduardo
González (también estudiante de economía) es el principal dirigente y su brazo
derecho es Raúl, el ideólogo y estratega. Los planteamientos apuntan hacia una
reforma democrática que establezca una “Universidad Popular”. Dichas propuestas
llegarán a tener fuerte impacto en el resto del país; no obstante, no pasará mucho
tiempo para que afloren los fantasmas del divisionismo y el oportunismo, que
acabarán por corromper dicho movimiento; se intensifican las divisiones internas, lo
que se agudiza aún más cuando el alto mando del Partido Comunista Mexicano
pretende “mandar línea” y asumir el control del movimiento, lo que deviene en un
estrepitoso fracaso.
Precisamente esta postura del PCM y su timorata protesta ante la masacre
estudiantil del 2 de octubre, son los factores que derivan en que Raúl rompa
definitivamente con las posiciones de la izquierda “reformista” y “dogmática” En
diciembre de 1970 se celebra en Monterrey el Tercer Congreso de la Juventud
Comunista de México, evento en el que Raúl da a conocer su documento “El Proceso
Revolucionario en México”, mismo que vendrá a representar el fundamento
ideológico y político a partir del cual se dará el rompimiento de amplios sectores de
la JCM con las posiciones “reformistas” y “pacifistas” del Partido Comunista. Será a
partir de éste documento y sus posteriores versiones, que al grupo de Raúl se le
empiece a conocer como el de Los Procesos.
Posteriormente se traslada a la Facultad de Economía de la UNAM y se incorpora
como profesor adjunto de Jesús Puente Leyva (egresado de la primera generación de
la FAECO UNL y premio Nacional de Economía en 1967 por su trabajo sobre
distribución y redistribución del ingreso en Monterrey, desarrollado en el CIE UNL).
El 10 de junio de 1971 en la Ciudad de México, durante una manifestación en apoyo
al movimiento universitario en Monterrey, son asesinados por lo menos 38
estudiantes y otros más desaparecidos.
El 14 de enero de 1972, en plena etapa radicalización, Los Procesos “expropian” un
par de sucursales bancarias en Monterrey. Los efectos de esta acción serían la
detención de prácticamente todos sus integrantes luego de un enfrentamiento en los
Condominios Constitución la noche del 17 de enero, donde mueren el policía Andrés
Márquez Millán y el estudiante de Economía de la UNL, Rodolfo Rivera Gámiz.
El resto del grupo salió como pudo de Monterrey, Raúl y otros llegaron a la Ciudad
de México y se resguardaron en una casa de seguridad que resguardaba un contacto
de la UNAM. Para ese entonces el grupo estaba disperso, había poca comunicación,
principalmente con las bases en Nuevo León. Se incrementó la desconfianza.
El 6 de febrero de 1972, en el Parque México de la colonia Condesa, Raúl se
encontraba dialogando con miembros del grupo Los Tábanos que coordinaban
Hebert Matus y Ramón Sosamontes, cuando es detectado por la policía en “actitud
sospechosa” Se produce un enfrentamiento en el que Raúl es herido de muerte por la
espalda por un policía vestido de civil que “casualmente” pasaba por ahí.
Raúl tenía al morir 26 años.
* * *
“Contó que siendo Ramos un estudiante muy enjundioso en el discurso, tomó la
palabra un día ante el gobernador Eduardo Livas Villarreal, a quien fueron a
solicitarle la ampliación del cupo para nuevo ingreso. El gobernador pretendió
ponerlo en ridículo, espetándole: ‘A ver usted, joven, que tiene apariencia de
académico, ha de ser muy buen estudiante de seguro’. Entonces recordó Héctor
Jaime Treviño, Ramos Zavala sacó sus calificaciones y se las puse enfrente al
gobernador, quien sorprendido por el alto promedio del futuro guerrillero, no tuvo
más remedio que acceder a sus peticiones.”
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2002/02/09/015n2pol.php
Reportes correspondientes al fichero elaborado
por agentes encubiertos del Gobierno de Nuevo León.
* * *
P.C. 6 de mayo de 1968
Hoy a las 10 a.m. salieron rumbo a México, por Transportes Flecha Roja 6
estudiantes encabezados por RAÚL RAMOS ZAVALA. Van a participar como
delegados de la CNED (Central Nacional de Estudiantes Democráticos) por el
Estado de Nuevo León, en el 2do. Congreso Nacional de este organismo. Dicho
Congreso se efectuará en México del 6 al 10 del presente.
Los gastos del viaje fueron sostenidos por el Lic. RICARDO LIVAS VILLARREAL.
Esto lo obtuvieron RAÚL RAMOS ZAVALA y EDUARDO GONZÁLEZ RAMÍREZ
después de que estuvieron con el Lic. Livas el día de ayer a las 17 horas.}
* * *
P.C.
ESTUDIANTES
CNED 9 de mayo de 1968
La ayuda que el Lic. LIVAS dio a RAÚL RAMOS ZAVALA para que pudiera asistir
al Congreso en México fue de $5,000 y se los entregó en el domicilio de él mismo. Ahí
se encerró en su despacho con RAMOS ZAVALA y otro. Estuvieron hablando no se
sabe de qué por más de un cuarto de hora, después de esto se retiraron todos.
Fuente: Esteve (2013) “Amargo Lugar sin Nombre: Crónica del Movimiento Armado Socialista en México”; http://www.proceso.com.mx/?p=239725
LIC. IGNACIO OLIVARES TORRES (1946-1974)
José Ignacio Olivares Torres, fue egresado de la licenciatura en Economía por la
Universidad de Nuevo León en 1970. Becado por la OEA estudia un posgrado en la
New School Social Research de Nueva York. A los 11 años participa en un grupo de
boy scouts, concursos de oratoria y de respuesta rápida; complexión atlética,
deportista destacado en basquetbol, futbol y boliche con una estatura de 1.80 m.
Dominio del inglés el cual lee, escribe y habla a la perfección. A su retorno de EU es
nombrado Secretario Académico de la Facultad de Economía de la UANL.
A pesar de esta currícula envidiable –con ella sin duda se hubiera colocado en algún
puesto de la gran burocracia- y con un futuro promisorio; tiene una fuerte convicción
de participación social, por eso en la Facultad en donde estudió fue electo Presidente
de la Sociedad de Alumnos, se afilió a la Obra Cultural Universitaria (OCU) y
mantuvo contacto con sectores de sacerdotes jesuitas que hablaban de la “teología de
la liberación”
Durante su participación en la juventud católica entra en contacto con otros jóvenes
de las mismas inquietudes cristianas desde el catolicismo jesuita, en particular con
Ignacio Salas Obregón, José Luis Sierra y Francisco Olvera, quienes después
estarían relacionados en su militancia comunista revolucionaria.
Como Secretario Académico de la Facultad de Economía de la UANL, imparte las
cátedras de Historia de las Doctrinas Económicas desde donde impulsa el
movimiento estudiantil en pro de la democratización de la Universidad al organizar
los llamados “contra-cursos” Estas clases consistían en el análisis de la realidad
político-económica de México y el mundo desde una perspectiva marxista.
El devenir de los acontecimientos represivos por parte de las autoridades y la
radicalización de algunos sectores del estudiantado, resultan en que Ignacio y sus
compañeros entren en contacto con el grupo Los Procesos dirigido por el también
economista, Raúl Ramos Zavala, quien recién había roto con las Juventudes
Comunistas.
En 1972, Ignacio -nombrado ahora como “Sebas”- y Los Procesos comienzan a
relacionarse con otras organizaciones a nivel nacional, desarrollando lo que en
marzo de 1973 vendría a conocerse como la “Liga Comunista 23 de Septiembre”
Al formarse la Liga, “Sebas” es nombrado responsable en el Comité Zonal Occidental
con sede en Jalisco en donde queda al frente de los militantes del Frente Estudiantil
Revolucionario (FER) que había pasado a la clandestinidad. La Liga organiza los
secuestros del empresario Fernando Aranguren y del Cónsul británico Duncan
Williams. Aranguren es ejecutado ante la negativa del gobierno de pagar por la
libertad de los secuestrados y liberar a militantes de la Liga presos.
Después de octubre de 1973, “Sebas” es destinado a Culiacán, Sinaloa donde queda
como responsable en ese estado, dirigiendo en forma destacada en enero de 1974 lo
que fue el operativo insurreccional más importante de la Liga, conocido como “Asalto
al Cielo”, en donde según diversas fuentes participaron casi 20 mil personas, entre
estudiantes, trabajadores, campesinos y pueblo en general en ciudades como
Culiacán, Mazatlán y campos agrícolas cercanos. Del 16 al 18 de enero de 1974 en
diversas ciudades y pueblos la lucha revolucionaria se enfrenta a policías, caciques y
guardias blancas. Cientos de armas pasan a manos de los insurrectos. Llegan
batallones de fusileros paracaidistas del Ejército Mexicano a contener a los alzados.
“Sebas” es buscado por todas las policías de todo México.
Antes, en 1972, “Sebas” redacta la primer versión de la “Tesis de la Universidad
Fábrica”, que sería el documento teórico decisivo con el cual el movimiento
estudiantil de Sinaloa se lanzaría a la lucha revolucionaria.
El 30 de enero de 1974, “Sebas” es detenido al dirigirse por carretera a Durango.
Posteriormente es trasladado a la Dirección Federal de Seguridad (DFS) en la
Ciudad de México en donde es brutalmente torturado durante 3 días.
El 2 de febrero de 1974, Ignacio Olivares Torres “Sebas” aparece muerto en calles de
la colonia El Álamo en Guadalajara, Jalisco cerca de la residencia de los Aranguren.
Ignacio tenía al morir 28 años.
Fuente: “Tesis de la Universidad Fábrica” Periódico Madera. http://issuu.com/periodicomadera/docs/tesis_uf_version_definitiva
Cuando un Economista Revolucionario se Casa
En Noviembre de 1973, el Lic. en Economía por la UANL, Raúl Sergio Morales Villarreal (Martín) y la joven Dení
Prieto Stock (María Luisa), hija del connotado escritor Carlos Prieto, contraen matrimonio revolucionario como
militantes de las Fuerzas de Liberación Nacional.
Fuente: http://casadetodasytodos.org/memoria/87/
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En la Ciudad de Nepantla, Estado de México, el día ¿? de Noviembre de de
1973, ante mí, Salvador, responsable local de las F.L.N., comparecieron los
compañeros Martín y María Luisa manifestando que es su libre voluntad
contraer matrimonio, por lo que solicitan el correspondiente permiso, en la
inteligencia de que dicha unión es benéfica para la Organización.
Por lo que interrogados sobre la firmeza de sus propósitos y aclarado que su
nueva condición no los releva de sus obligaciones, se les exhorta para que
dicha unión tenga carácter permanente, sirva de aliciente para el
cumplimiento de sus labores revolucionaras, mejore su conducta entre sí y con
los demás compañeros de esta Organización, basando su trato en el más
absoluto respeto a la personalidad de cada uno de ellos, el más acendrado
compañerismo y la superación constante de ambos; que sus relaciones no serán
jamás un obstáculo para el cumplimiento de las responsabilidades y comisiones
que la Dirección de las Fuerzas de Liberación Nacional les determine y que
dadas las difíciles condiciones en que tendrán que vivir, la confianza, la
fidelidad y el sacrificio deben ser normas constantes en el resto de su vida
y que solamente de mutuo acuerdo y por bien fundamentadas razones podrán
disolver en el momento que lo deseen la presente unión.
Y por tanto, encontrando conveniente dicha unión, porque contribuye a
afianzar la solidaridad de nuestra Organización, se autoriza la misma.
Co. Salvador
____________________________
Co. Martín Ca. María Luisa
_____________________ _______________________
Vivir por la Patria o Morir por la Libertad.
Carta Despedida de Dení Prieto Stock
Mom & Dad & Ayari:
Saben por qué me voy, así es que no llenaré hojas tratando de explicárselos. Sé que
ustedes están de acuerdo conmigo y, aunque al principio reaccionen como "familia
preocupada", finalmente se darán cuenta de que sólo hago lo que harían ustedes en mi
lugar. Ustedes saben que no es una decisión repentina, sino de muchos años.
Tampoco crean que tomo esto como una aventura novelesca. Estoy consciente de su
gravedad y sé también que una vez adentro no hay paso atrás. No sé cómo describir lo
que siento al irme. Es entre felicidad, ganas locas y un poco de pena por dejarlos a
ustedes.
Me he puesto a pensar en la mucha suerte que tengo por ser hija de gentes como
ustedes, en quienes puedo confiar y que sé que comparten lo que siento. Además en
cuanto a modus vivendi no es ningún sacrificio, sino al contrario. Dejo un modo de vida
que, si no me repugna, por lo menos me fastidia. Y aburre. (Sé que a ustedes ídem.)
Pase lo que pase, nuestro objetivo final vale mucho más que los sacrificios que pueda
costar. Les quiero más que nunca y les escribiré tan seguido como pueda.
Dení
Octubre, 1973.
Fuente: Documental “Flor en Otomí” (2012)
Más información: http://www.ojoquepiensa.com/10/index.php/pantalla/flor-en-otomi
LOS HÉROES NUESTROS Cris Villarreal Navarro
Para: Jesús Rodolfo Rivera Gámiz, Raúl Ramos Zavala, Ignacio Olivares
Torres, Miguel y Elisa Irina Sáenz Garza, Jesús Piedra Ibarra, César Germán
Yáñez Muñoz, Carlos Arturo Vives Chapa, Nora Rivera Rodríguez, Ignacio
Salas Obregón, Carlos Rentería Rodríguez, Salvador Corral García y todos
los demás a quienes el PRIgobierno les arrebató la vida o la libertad por
soñar y actuar en consecuencia con la construcción de un México justo y feliz.
PARTE I
McAllen.- Colegio Civil, nuestra Alhóndiga de Granaditas. El 18 de enero de
1972 fue uno de esos días que permanecen marcados con tinta imborrable en la
memoria. Un día en que los activistas de las diversas dependencias de la UANL nos
la pasamos revoloteando en la Plaza del Colegio Civil, nuestra Alhóndiga de
Granaditas...
...con un claro objetivo en mente: demostrar nuestro repudio por el salvaje
asalto perpetrado por “las fuerzas del orden” contra tres inermes compañeros
universitarios la noche anterior en los Condominios Constitución.
Nos encontrábamos ahí para organizar la ira por esa artera embestida
desplegada por 500 soldados y policías judiciales totalmente violatoria de las
garantías individuales de nuestros tres compañeros.
Indignados, asumiendo el brutal e injustificado ataque como propio, desde
temprana hora pequeños grupos y corrillos de estudiantes nos arremolinamos
alrededor del Dios Bola, por aquí y por allá para comentar e indagar noticias de la
sangrienta balacera en que Jesús Rodolfo Rivera Gámiz, compañero estudiante de
Economía, había perdido su vida; otra compañera maestra de Economía y Trabajo
Social: Rosa Albina Garavito Elías había resultado gravemente herida y un tercer
maestro de la Facultad de Economía: José Luis Rhi Sausi, se encontraba detenido en
las mazmorras de la Judicial con todas las atroces violaciones a sus derechos
humanos que ello llevaba inherente. En las mismas condiciones que este último se
encontraban Ricardo Morales Pinal y Jorge Ruiz Díaz, maestros universitarios del
Área de Ingeniería y Ciencias Químicas, que habían sido detenidos en esa semana.
Acostumbrados a participar en movimientos contestatarios dentro del ámbito
de la política estudiantil, la mayoría de los activistas ahí presentes nos sentíamos
rebasados por los acontecimientos. Se trataba de un grupo de maestros y estudiantes
de nuestra casa de estudios, y luego supimos que del Tecnológico también, que
habían trascendido las pugnas internas del campus. Se trataba de un grupo de
patriotas que tras la abyecta cerrazón del régimen tras las masacres de Tlatelolco y
del 10 de junio optaron por el camino de las armas para luchar por nuestras
libertades democráticas. Esa heroica iniciativa, en un Monterrey de opinión pública
desde siempre manipulada por los medios al servicio de la clase dominante, sólo
nosotros, sus compañeros, podíamos reivindicarla y en eso andábamos.
Por la noche, todos los estudiantes reunidos en el Aula Magna llevamos a cabo
una asamblea. Los efusivos oradores condenaron la ya consuetudinaria violencia del
Estado, el desproporcionado, irracional y sobre todo ilegal operativo criminal contra
nuestros tres compañeros y sobre todo remarcaron la generosa contribución de
nuestros universitarios que habían sido masacrados en aras del cambio de sistema,
luchando por un México honesto, digno, libre, justo y feliz. Todos estábamos muy
conmovidos.
Uno de los participantes expuso que las autoridades se negaban a entregar el
cuerpo de Jesús Rodolfo Rivera Gámiz, que yacía en el anfiteatro del Hospital
Universitario, a sus familiares. Otro sugirió que debíamos exigir la entrega de su
cuerpo para darle una despedida con honores y ofrecerle nuestros respetos en dos
ceremonias luctuosas: una en la Facultad de Economía y otra ahí en el Aula Magna.
Un compañero de Medicina expuso que en el Universitario estaba internada Rosa
Alvina Garavito, debatiéndose entre la vida y la muerte por las heridas infringidas
durante el tiroteo y demandó que exigiéramos los máximos cuidados para ella y una
extrema protección a su integridad física, que ya sabíamos cómo se las gastaban los
guardianes del orden. Tras sólo mencionar el nombre de Rosa Albina entre los
asistentes a la asamblea, como un clamor general, brotó la unísona consigna:
¡Vámonos raza, al hospital! ¡Al Hospital! ¡Al Hospital!
Eran eso de las nueve de la noche cuando un contingente de alrededor de unos
quinientos estudiantes nos dirigimos hacia el Hospital cantando consignas por la
libertad de los detenidos. ¡Rosa Albina, escucha, el pueblo está en la lucha! ¡Presos
políticos, libertad! Primero avanzamos sobre Juárez hacia el norte y al llegar a la
Calzada volteamos a la izquierda rumbo al Hospital. Al llegar al atrio poblado de
palmeras del Universitario improvisamos un mitin.
Tras escuchar las intervenciones de varios compañeros entré al Hospital y
preguntando localicé el cuarto colectivo en que se encontraba Rosa Alvina. En la
puerta había sólo un policía haciendo guardia. Hablé con él. Me identifiqué como
una prima y le dije que era la única familiar que tenía en la ciudad, que ella era de
Mexicali y que debía verla por encargo de los tíos que ya venían en camino y que
estaban muy preocupados. Le dije que podía revisarme. El agente debió tener buen
corazón porque me dijo que no era necesario y milagrosamente me dejó pasar.
Me senté en una silla junto a la cama de Rosa Alvina, que parecía estar
dormida. La sábana le cubría hasta el cuello y tenía vendada también la cabeza. No
sabía si estaba inconsciente, sedada o en coma, pero busqué su mano, la que no tenía
conexiones intravenosas y se la tomé. Acariciando su mano, le dije las cosas más
tiernas y dulces que se me ocurrieron, como que no estaba sola en esos momentos;
que no pensara ni por un minuto que su valiente sacrificio había sido en vano, que
había cientos de estudiantes en la parte frontal del Hospital echándole porras,
honrando su nombre, su lucha y su compromiso, que era el de todos nosotros quienes
la admirábamos profundamente; que todo el país estaba pendiente de su salud y
que los mexicanos conscientes sentíamos una adhesión y un cariño inmenso hacia
ella y un gran amor por su entrega ejemplar. Nunca abrió los ojos y esa fue la única
vez que la vi en persona. Nunca supe si se percató de mi visita. Con el paso de los
años me enteré de su trayectoria cuando integró aquella agencia de prensa obrera
en Italia, su dirección en la revista El Cotidiano en la UAM, su paso por el Congreso,
su renuncia al PRD, en total coherencia con sus principios.
Al leer recientemente su libro Sueños a prueba de balas, no menciona ese
breve encuentro. Tal vez por pudor ante tanta cursilada que le solté, pero que fue la
sincera y honesta expresión de un corazón lleno de admiración y agradecimiento. Me
despedí de Rosa Alvina con un beso en su mejilla y con un grupo de compañeros me
dirigí al anfiteatro. No nos dejaron entrar. Mireles, un estudiante activista de la
Facultad de Economía, más tarde me dio a guardar una bolsa de plástico. Me dijo
que la conservara unos días, mientras llegaban sus familiares, después pasaría por
ella a la casa en que vivía por ese entonces por Jiménez, entre Tapia y M.M. del
Llano. Era la última ropa interior que usó Jesús Rodolfo Rivera Gámiz: una
camiseta y un calzoncillo tipo trusa color blanco, completamente ensangrentados. La
camiseta tenía varios agujeros, con aristas negras por donde habían penetrado las
balas a quemarropa.
Según una versión de los hechos, que circuló con fuerza tras la ofensiva
bestial a los Constitución, la muerte de Jesús Rodolfo fue un crimen totalmente
injustificado, desde el punto de vista jurídico, ya no digamos moral. No hubo orden
de cateo, no hubo Estado de derecho, sólo un ajusticiamiento del tipo que ejecutan
escuadrones de la muerte. Las fuerzas arbitrarias del PRIgobierno lo asesinaron
para explicar la muerte de un elemento policíaco que fue eliminado en la
enloquecida refriega de balas por viejas rencillas personales entre dos grupos de los
propios agentes. En el inexistente fuego cruzado, sólo quedaron huellas de los
balazos en una sola dirección, tres policías más resultarían gravemente lesionados.
Vecinos de los Condominios que fueron testigos, en reportajes posteriores,
aseguran que los muchachos no opusieron resistencia alguna, que vieron salir a
Jesús Rodolfo con las manos en alto y no con una metralleta disparando, como
consigna el informe oficial. Seis meses antes, el 20 de julio de 1971, sí había habido
un enfrentamiento a tiros de la policía judicial con otro grupo guerrillero bajo la
dirección de César Yáñez, en una casa de la Colonia Linda Vista, en donde hubo la
pérdida de un agente, por ello la obtusa jauría de policías no creyó los gritos de los
tres compañeros al interior del Departamento, quienes les reiteraban que estaban
desarmados, que iban a salir con las manos en alto.
PARTE II
De no haber sido masacrado impunemente esa noche infame de enero del 72,
Jesús Rodolfo tendría hoy 64 años. Rosa Albina lo describe como un muchacho muy
callado y muy serio, un excelente estudiante. Ricardo Morales Pinal lo relata en un
reciente artículo que publicó en15diario, durante el último asalto bancario en que
participó:
“Recuerdo a Jesús Rodolfo Rivera Gámiz al momento de la acción: sereno,
silencioso y efectivo para mantener el control.”
Así también lo recuerdo yo. Introspectivo. Pantalones de mezclilla azul añil,
jompa celeste, aureola de intelectual de izquierda, muy sobrio él, mirada fría, aire
enigmático, presencia carismática que magnetizaba. Todo ello, aunado a su parecido
con Alain Delon, en sus años jóvenes, no era para dejar indiferente a cualquier
muchacha de su entorno. Yo, de Jesús Rodolfo estuve secretamente enamorada. Fue
un amor platónico. Sólo una vez hablé con él, cuando un amigo común nos presentó
en la puerta norte del Colegio Civil, después de una conferencia en la Escuela de
Verano y que yo registro, con gran optimismo, en un diario que llevé todo el año 70 y
en donde lo menciono 16 veces.
Desde antes de ser presentados, cada vez que ocurría un esporádico encuentro
en algún evento del Instituto Mexicano Cubano, en una manifestación, en la librería
Cosmos, en algún cineclub, en el Teatro de la República, para mí constituía un día
de fiesta emocional y el aura de su presencia me acompañaba los días subsecuentes.
Contemplar, aunque fuera de lejos, su fina estampa me alegraba la vida, me
ayudaba a vivir. La última vez que lo vi fue en una fiestecita que Rebeca, una
compañera del Taller de Teatro Universitario que dirigía Paco Sifuentes, organizó en
una casa colonial por el Barrio Antiguo. Bailando con un compañero de repente se
iluminó la noche cuando lo vi sentado en una banca que daba al jardín central
interior. Estaba con otro muchacho y casualmente, de reojo, dirigía la vista a la
reunión. Me vio y lo vi. Al terminar la pieza me senté con la vaga ilusión de que se
acercara. Como solía suceder, una vez más me ignoró y todo quedó en otro encuentro
inacabado. La próxima vez que vi a Rebeca le pregunté por él. Me dijo que la fiesta
había sido en la casa de una tía suya que tenía una casa de asistencia, seguramente,
me dijo, ese muchacho se hospedaba ahí. Jesús Rodolfo era un estudiante foráneo,
originario de San Pedro de las Colonias, Coahuila, pero con residencia en Torreón,
donde vivía su madre viuda, según narra Rosa Alvina en su libro.
Si bien a nuestro gran combatiente Raúl Ramos Zavala pudimos,
masivamente, acompañarlo a su última morada y despedirlo con un apoteótico
homenaje, que obviamente fue ignorado por los medios, en el caso de nuestro
inefable Jesús Rodolfo no supimos el destino de sus restos. Su asesinato, perpetrado
por el Estado, fue cubierto en la nota roja de los periódicos, ni una esquela fue
publicada para honrar su memoria. Colocar una placa junto a la puerta del
departamento 34, edificio 7 de los Constitución, en donde cayó acribillado estaba
fuera de nuestras posibilidades. Para que su máximo sacrificio no quedara
desapercibido, un grupo de compañeros decidimos ofrendarle un homenaje.
Por esos años trabajaba en la Rectoría en el D.E.U. como Jefa de la Biblioteca
del Libro Alquilado. Dos años antes, tras alguno de esos encuentros desencantos con
Jesús Rodolfo, que me dejaban con el alma herida, consigno en mi diario el 13 de
agosto de 1970: “Por la mañana fui al Depto. Escolar y pretextando un error baladí
obtuve permiso para revisar el archivo de Economía”. Ahí, en el folder de Jesús
Rodolfo descubrí de dónde era originario y que era dos años menor que yo. Entre las
formas de ingreso que había llenado estaba un sobre con varias fotografías. Como
pronto empezarían a microfilmar esos archivos, sabía que una copia de la misma
fotografía no era importante, así que cometí el crimen pasional de quedarme con una
foto suya. De esa fotografía tamaño credencial, dos años después, mandé hacer un
poster que llevé a enmarcar. Con el poster enmarcado en mano nos dirigimos a la
Facultad de Economía, subimos las escaleras e irrumpimos en la Biblioteca. En la
parte superior de la pared frontal estaba un cuadro de Benito Juárez, mismo que
descolgamos y reemplazamos con el retrato de Jesús Rodolfo. Todo fue muy rápido.
Si acaso haciendo una guardia improvisada frente a su imagen, declaramos
solemnemente que por siempre viviría en nuestros corazones y que seríamos dignos
portadores de su legado. Guardamos un minuto de silencio. Para cuando reaccioné
uno de los compañeros había lanzado el cuadro de don Benito por la ventana,
situación que terminó por alterar más al bibliotecario Antonio Joel Rojo Hernández,
que vivió todo aquello como un asalto a aquel su recinto de paz y silencio que
estábamos violando. No supe cuánto tiempo permaneció su imagen en la biblioteca
de la que fue su escuela. Sólo quisimos dejar una leve constancia del profundo
respeto y cariño que nos inspiraba e inspira este muchacho héroe, estudiante de
Economía de la UANL a quien, en una cacería insensata, también mató el Estado a
sus fecundos y vibrantes diecinueve años.
El año 1972 fue un parteaguas para ésta nuestra ciudad obrera, sin identidad
de clase, que fue testigo, manipulado, de la respuesta armada de un grupo de
jóvenes universitarios radicalizados a un régimen autoritario cebado en la represión
sangrienta contra el pueblo.
También, en diciembre de este fatídico año, tras tenaces operativos de
ataques violentos por parte de porros al interior del campus (que llegaron incluso a
secuestrar al propio rector, ingeniero Héctor Ulises Leal), aunados a la agresiva
campaña mediática difamatoria de su administración, las fuerzas corporativas
regiomontanas, aliadas con algunos cuadros nefastos del Partido Comunista que
operaban al interior de la Universidad, consiguieron su anhelado objetivo: deponer
al último rector democrático de nuestra Universidad.
A raíz de las diatribas de El Norte contra las manifestaciones estudiantiles
exigiendo la libertad de nuestros presos políticos, el ingeniero Héctor Ulises Leal,
congruente con su concepción de la Universidad como un motor para transformar el
panorama de desigualdad e injusticia, tomó la palestra. Tres días después del ataque
a los Constitución publicaría un desplegado en el mismo periódico El
Norte, defendiendo la agitada respuesta de los universitarios ante la violenta
embestida contra nuestros tres compañeros y solidarizándose con ellos: “Todas estas
respuestas son producto del confrontamiento de una juventud crítica con una
sociedad radicalmente injusta… En última instancia, la Universidad nunca ha
desconocido a sus hijos ilustres, científicos, y por lo mismo, tampoco puede
moralmente desconocer a sus hijos en desgracia, aún cuando pudieran estar
equivocados”.
Este año, 1972, marcaría también el virtual desmantelamiento del
Movimiento Espartaquista Revolucionario que, bajo la dirección de Severo Iglesias,
operó en el ámbito universitario de la UANL desde 1964. Posteriormente, algunos de
sus militantes integraríamos en la mayoría de las dependencias universitarias el
Grupo Compañero, de filiación sindical.
Taller literarario en El Topo
Seis años después del triple fallido asalto bancario, que desencadenaría la
captura de Ricardo Morales Pinal, Jorge Ruiz Díaz, el bárbaro asalto a los
Condominios Constitución y la subsecuente detención de José Luis Sierra Villarreal
y Luis Ángel Garza Villarreal, me encontraría con ellos en el Penal de Topo Chico.
De 1978 a 1983 coordiné el Taller Literario El Topo, integrado en su mayoría
por presos políticos. Al principio, El Topo funcionó de manera oficial, por una
petición que dirigieron doce reclusos al doctor Luis Eugenio Todd, solicitud que el
Rector aprobó para su formal constitución. El taller formaba parte del Instituto de
Artes, dirigido por Miguel Covarrubias. Miembros destacados que publicaban
regularmente en el periódico Universidad fueron Gustavo Adolfo Hirales Morán,
Ricardo Morales Pinal, José Luis Sierra Villarreal, Miguel Torres Enríquez y Elías
Orozco Salazar.
La membresía del taller fue felizmente fluctuante debido a la promulgación de
la Ley de Amnistía de López Portillo. En el 79, con la llegada a la rectoría del doctor
Alfredo Piñeyro, vino la cancelación de fondos para el Taller, con el que seguí cuatro
años más coordinándolo y publicando sus textos por mi cuenta.
Posteriormente el nuevo rector cerraría al mismo Instituto de Artes y hasta el
periódico Universidad, que era originalmente nuestro órgano de difusión.
La carencia de rigor, encono y enjundia con que el Estado mexicano enfrenta
la guerra contra las mafias del narcotráfico, comparado con la saña, los métodos
sucios y las infinitas irregularidades jurídicas con que consumó el exterminio de los
movimientos guerrilleros de principios de los setentas, es otro elemento de juicio que
exalta la entereza, la estatura moral y la incorruptible grandeza de espíritu de sus
militantes. Por su generosidad sin límites, por haber decidido renunciar a su muy
legítimo destino personal y empeñarlo, sin titubeos, a la patria; por todo lo que nos
dieron: ¡Un recuerdo para ellos de gloria! ¡Un sepulcro para ellos de honor!
Fuente: www.15diario.com Artículos publicados el 1 y 2 de octubre del 2015.
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