exhortaciÓn apostÓlica evangelii gaudium

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Resumen de la cuarta parte de la última exhortación del Papa Francisco.

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EXHORTACIN APOSTLICA EVANGELII GAUDIUMCAPTULO IV: LA DIMENSIN SOCIAL DE LA EVANGELIZACINSi la dimensin social de la evangelizacin no est debidamente explicitada, se puede correr el riesgo de desfigurar el sentido autntico e integral que tiene la misin evangelizadora.I. LAS REPERCUSIONES COMUNITARIAS Y SOCIALES DEL KERIGMAEl kerigma tiene un contenido ineludiblemente social: en el corazn mismo del Evangelio est la vida comunitaria y el compromiso con los otros. Confesin de fe y compromiso socialConfesar a un Padre que ama infinitamente a cada ser humano implica descubrir que con ello le confiere una dignidad infinita. Confesar que el Hijo de Dios asumi nuestra carne significa que cada persona humana ha sido elevada al corazn mismo de Dios. La redencin obrada por Cristo tiene sin lugar a dudas, un sentido social porque Dios, en Cristo, no redime solamente la persona individual, sino tambin las relaciones sociales entre los hombres. Confesar que el Espritu Santo acta en todos implica reconocer que l procura penetrar toda situacin humana y todos los vnculos sociales. El mismo misterio trinitario nos recuerda que fuimos hechos a imagen de la comunin divina, por lo cual no podemos realizarnos ni salvarnos solos. En el mismo corazn del Evangelio se reconoce la ntima conexin existente entre la evangelizacin y la promocin humana. Por lo tanto, la aceptacin del primer anuncio ha de provocar en la vida de la persona y en sus acciones una primera y fundamental reaccin: desear, buscar y cuidar el bien de los dems. Esta inseparable conexin entre la recepcin del anuncio salvfico y un efectivo amor fraterno se encuentra expresado en la Sagrada Escritura enseando que en el hermano est la permanente prolongacin de la Encarnacin para cada uno de nosotros (Mt 25,40). Lo que hagamos con los dems tiene una dimensin trascendente (Mt 7,2; Lc 6, 36-38). As como la Iglesia es misionera por naturaleza, tambin brota ineludiblemente de esa naturaleza la caridad efectiva con el prjimo, la compasin que comprende, asiste y promueve.El reino que nos reclamaLa propuesta del Evangelio no es la de slo una relacin personal con Dios, por lo que nuestra respuesta de amor tampoco ha de entenderse como una mera suma de pequeos gestos personales dirigidos a algunos individuos necesitados (caridad a la carta) tendentes solo a tranquilizar la propia conciencia. La propuesta es el Reino de Dios; se trata de amar a Dios que reina en el mundo. En la medida en que l logre reinar entre nosotros, la vida social ser mbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos. El Reino que se anticipa y crece entre nosotros lo toca todo: todos los hombres y todo el hombre. La misin del anuncio de la Buena Nueva de Jesucristo tiene una destinacin universal, abrazando todas las dimensiones de la existencia, todas las personas, todos los ambientes de la convivencia y todos los pueblos. Nada de lo humano le puede resultar extrao. La enseanza de la Iglesia sobre cuestiones socialesLas enseanzas de la Iglesia sobre situaciones contingentes estn sujetas a mayores y nuevos desarrollos y pueden ser objeto de discusin, pero NO se ha de evitar ser concreto para que los grandes principios sociales no se queden en meras generalidades que no interpelan a nadie. Los pastores tienen el derecho de emitir opiniones sobre todo aquello que afecte a la vida de las personas, ya que la tarea evangelizadora implica y exige una promocin integral de cada ser humano. La religin no puede estar relegada a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos. Una autntica fe siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrs de nuestro paso por la tierra. Todos los cristianos estn llamados a preocuparse por la construccin de un mundo mejor. El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia es un buen documento, recomienda el papa, para reflexionar sobre las graves cuestiones sociales que afectan al mundo actual, sabiendo que ni el Papa ni la Iglesia tiene el monopolio en la interpretacin de la realidad social o en la propuesta de soluciones para los problemas contemporneos.

II. LA INCLUSIN SOCIAL DE LOS POBRESDe la fe en Cristo hecho pobre y cercano a los pobres y excluidos, brota la preocupacin por el desarrollo integral de los ms abandonados de la sociedad. Unidos a Dios escuchamos un clamorTanto la comunidad como cada cristiano estn llamados a ser instrumentos de Dios para la liberacin y promocin de los pobres, de modo que puedan integrarse plenamente en la sociedad; esto supone que seamos dciles y atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo. Hacer odos sordos a este clamor nos sita fuera de la voluntad del Padre y de su proyecto. La Iglesia, guiada por el Evangelio de la misericordia y por el amor al hombre, escucha el clamor por la justicia y quiere responder a l con todas sus fuerzas. As se puede comprender el pedido de Jess: Dadles vosotros de comer (Mc 6,37), lo cual implica tanto la cooperacin para resolver las causas estructurales de la pobreza y promover el desarrollo integral de los pobres, como los gestos ms simples y cotidianos de solidaridad ante las miserias. La solidaridad, palabra un poco desgastada y mal interpretada, supone crear una nueva mentalidad que piense en trminos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiacin de los bienes por parte de algunos. La posesin privada de los bienes se justifica para cuidarlos y acrecentarlos de manera que sirvan mejor al bien comn, por lo cual la solidaridad debe vivirse como la decisin de devolverle al pobre lo que le corresponde. Se trata de escuchar por tanto, el clamor de pueblos enteros, de los pueblos ms pobres de la tierra, porque la paz no se funda solo en el respeto de los derechos del hombre, sino tambin en el de los derechos de los pueblos. Necesitamos crecer en una solidaridad que debe permitir a todos los pueblos llegar a ser por s mismos artfices de su destino, as como cada hombre est llamado a desarrollarse. Fidelidad al Evangelio para no correr en vanoEl imperativo de escuchar el clamor de los pobres se hace carne en nosotros cuando se nos estremecen las entraas ante el dolor ajeno. Jess nos ense el camino de reconocimiento del otro con sus palabras y con sus gestos. La belleza misma del Evangelio no siempre puede ser adecuadamente manifestada por nosotros, pero hay un signo que no debe faltar jams: la opcin por los ltimos, por aquellos que la sociedad descarta y desecha. El lugar privilegiado de los pobres en el Pueblo de DiosEl corazn de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres, tanto que hasta l mismo se hizo pobre y todo el camino de nuestra redencin est signado por los pobres: el si de Mara, nacimiento del Salvador en un pesebre, en su actividad pblica fue seguido por multitudes de desposedos. Para la Iglesia la opcin por los pobres es categora teolgica antes que cultural, sociolgica, poltica o filosfica. Es una opcin que est implcita en la fe cristolgica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza. Por eso quiero una Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que ensearnos porque adems de participar del sensus fidei, en sus propios dolores conocen al Cristo sufriente. Es necesario dejarnos evangelizar todos por los pobres. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, a ser sus amigos, a escucharlos, interpretarlos y a recoger la misteriosa sabidura que Dios quiere comunicarnos a travs de ellos. El compromiso para con ellos no consiste exclusivamente en acciones o en programas de promocin y asistencia; lo que el Espritu moviliza no es un desborde activista, sino ante todo una atencin puesta en el otro considerndolo como uno consigo. Es una atencin amante iniciadora de una verdadera preocupacin por su persona, buscando efectivamente su bien. Esto implica valorar al pobre en su bondad propia, con su forma de ser, con su cultura, con su modo de vivir la fe. El pobre cuando es amado, es estimado como de alto valor, y esto diferencia la autntica opcin por los pobres de cualquier ideologa, de cualquier intento de utilizar a los pobres al servicio de intereses personales o polticos. Sin la opcin preferencial por los ms pobres, el anuncio del Evangelio, aun siendo la primera caridad, corre el riesgo de ser incomprendido o de ahogarse en el mar de palabras al que la actual sociedad de la comunicacin nos somete cada da. La peor discriminacin que sufren los pobres es la falta de atencin espiritual, por eso la opcin preferencial por los pobres debe traducirse principalmente en una atencin religiosa privilegiada y minoritaria. Si la vocacin y misin propia de los fieles laicos es la transformacin de las distintas realidades terrenas para que toda actividad humana sea transformada por el Evangelio, nadie puede sentirse exceptuado de la preocupacin por los pobres y por la justicia social. Economa y distribucin del ingreso Le necesidad de resolver las causas estructurales de la pobreza no pueden esperar. Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonoma absoluta de los mercados y de la especulacin financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolvern los problemas del mundo. La inequidad es raz de los males sociales. La dignidad de la persona humana y el bien comn son cuestiones que deberan estructurar toda poltica econmica, pero a veces parecen solo apndices agregados desde fuera para completar un discurso poltico sin perspectivas ni programas de verdadero desarrollo integral. El crecimiento en equidad exige algo ms que el crecimiento econmico, aunque lo supone, requiere decisiones, programas, mecanismos y procesos especficamente orientados a una mejor distribucin del ingreso, a una creacin de fuentes de trabajo, a una promocin integral de los pobres que supere el mero asistencialismo. Los polticos han de ser capaces de entrar en un autntico dilogo que se oriente eficazmente a sanar las races profundas y no la apariencia de los males de nuestro mundo. La poltica, tan denigrada, es una altsima vocacin, es una de las formas ms preciosas de la caridad, porque busca el bien comn. Es imperioso que los gobernantes y los poderes financieros levanten la mirada y amplen sus perspectivas, que procuren que haya trabajo digno, educacin y cuidado de la salud para todos los ciudadanos. Y por qu no acudir a Dios para que inspiren sus planes? A partir de una apertura a la transcendencia puede formarse una nueva mentalidad poltica y econmica que ayudara a superar la dicotoma absoluta entre la economa y el bien comn social. La economa ha de ser el arte de alcanzar una adecuada administracin de la casa comn, que es el mundo entero. Todo acto econmico de envergadura realizado en una parte del planeta repercute en el todo, por eso ningn gobierno puede actuar al margen de una responsabilidad comn. Si realmente se quiere alcanzar una sana economa mundial, hace falta un modo ms eficiente de interaccin que asegure el bienestar econmico de todos los pases y no slo de unos pocos. Cualquier comunidad de la Iglesia, en la medida en que pretenda subsistir tranquila sin ocuparse creativamente y cooperar con eficiencia para que los pobres vivan con dignidad y para incluir a todos, corre el riesgo de la disolucin y fcilmente terminar sumida en la mundanidad espiritual, disimulada con prcticas religiosas, con reuniones infecundas o con discursos vacosCuidar la fragilidadJess, el evangelizador por excelencia y el Evangelio en persona, se identifica especialmente con los ms pequeos, lo cual nos recuerda que todos los cristianos estamos llamados a cuidar a los ms frgiles de la tierra. Pero en el vigente modelo exitista y privatista no parece tener sentido invertir para que los lentos, dbiles o menos dotados puedan abrirse camino en la vida. Es indispensable prestar atencin para estar cerca de las nuevas formas de pobreza y fragilidad donde estamos llamados a reconocer a Cristo sufriente. Ante los migrantes, exhorta a los pases a una generosa apertura que sea capaz de crear nuevas sntesis culturales. Qu hermosas son las ciudades que superan la desconfianza enfermiza e integran a los diferentes, y que hacen de esa integracin un nuevo factor de desarrollo!En cuanto a la situacin de los que son objeto de las diversas formas de trata de personas. Quisiera que se escuchara el grito de Dios preguntndonos a todos Dnde est tu hermano? (Gn 4,9). Dnde est tu hermano esclavo? No nos hagamos los distrados porque hay mucho de complicidad. La pregunta es para todos! En nuestras ciudades est instalado este crimen mafioso y aberrante, y muchos tienen las manos preadas de sangre debido a la complicidad cmoda y muda. Doblemente pobres son las mujeres que sufren situaciones de exclusin, maltrato y violencia, al encontrarse con menores posibilidades de defender sus derechos. Entre estos dbiles, estn tambin los nios por nacer a quienes se les quiere negar su dignidad humana en orden a hacer con ellos lo que se quiera, quitndoles la vida y promoviendo legislaciones para que nadie pueda impedirlo. La defensa de la vida por nacer est ntimamente ligado a la defensa de cualquier derecho humano. Supone la conviccin de que un ser humano es siempre sagrado e inviolable, es un fin en s mismo y nunca un medio para resolver otras dificultades. Desde la fe, toda violacin de la dignidad personal del humano grita venganza delante de Dios y se configura como ofensa al Creador del hombre. Hay otros seres frgiles e indefensos que muchas veces quedan a merced de los intereses econmicos o de un uso indiscriminado: el conjunto de la creacin. Los seres humanos no somos beneficiarios, sino custodios de las dems criaturas. Pequeos pero fuertes en el amor de Dios, todos los cristianos estamos llamados a cuidar la fragilidad del pueblo y del mundo en que vivimos. III. EL BIEN COMN Y LA PAZ SOCIALAparte de la alegra y el amor, la Palabra de Dios menciona tambin el fruto de la paz. La paz social no es un irenismo o mera ausencia de violencia lograda por la imposicin de un sector sobre los otros. Es tambin falsa paz aquella que sirve como excusa para justificar una organizacin social que silencie o tranquilice a los ms pobres, de manera que aquellos que gozan de los mayores beneficios puedan sostener su estilo de vida sin sobresaltos mientras los dems sobreviven como pueden. La paz tampoco se reduce a una ausencia de guerra, fruto del equilibrio siempre precario de las fuerzas. La paz se construye da a da en la instauracin de un orden querido por Dios, que comporta una justicia ms perfecta entre los hombres. La paz que no surja como fruto del desarrollo integral de todos, tampoco tendr futuro y ser semilla de nuevos conflictos y variadas formas de violencia.Convertirse en pueblo requiere un proceso constante en el cual cada nueva generacin se ve involucrada. Es un trabajo lento y arduo que exige querer integrarse y aprender a hacerlo para desarrollar una cultura del encuentro en una pluriforme armona. Para avanzar en esa construccin de un pueblo en paz, justicia y fraternidad, hay cuatro principios relacionados con tensiones bipolares propias de toda realidad social, que orientan especficamente el desarrollo de la convivencia social y la construccin de un pueblo donde las diferencias se armonicen en un proyecto comn. El tiempo es superior al espacioHay una tensin bipolar entre la plenitud y el lmite. El tiempo hace referencia a la plenitud como expresin del horizonte que se nos abre, y el momento es expresin del lmite que se vive en un espacio acotado. De aqu surge el primer principio: el tiempo es superior al espacio. Este principio permite trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por resultados inmediatos. Ayuda a soportar con paciencia situaciones difciles y adversas, o los cambios de planes que impone el dinamismo de la realidad. Dar prioridad al espacio lleva a enloquecerse para tener todo resuelto en el presente, para intentar tomar posesin de todos los espacios de poder y de autoafirmacin. Darle prioridad al tiempo es ocuparse de iniciar procesos ms que de poseer espacios. Se trata de privilegiar las acciones que generan dinamismos nuevos en la sociedad e involucran a nuevas personas, hasta que fructifiquen en importantes acontecimientos histricos. Este criterio tambin es muy propio de la evangelizacin, que requiere tener presente el horizonte, asumir los procesos posibles y el largo camino. La unidad prevalece sobre el conflictoEl conflicto ha de ser asumido. Pero si quedamos atrapados en l, perdemos perspectivas, los horizontes se limitan y la realidad misma queda fragmentada. Ante el conflicto hay quienes simplemente lo miran y siguen adelante como si nada pasara, se lavan las manos para continuar con su vida. Otros entran de tal modo que quedan prisioneros, pierden horizontes, proyectan en las instituciones las propias confusiones e insatisfacciones y as la unidad se vuelve imposible. La tercera manera, que es la ms adecuada, es aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en eslabn de un nuevo proceso. Para construir la amistad social es indispensable postular el principio: la unidad es superior al conflicto. La solidaridad se convierte as en un modo de hacer la historia, en un mbito viviente donde los conflictos, las tensiones y los opuestos pueden alcanzar una unidad pluriforme que engendra nueva vida. No es apostar por un sincretismo ni por la absorcin de uno en el otro, sino por la resolucin en un plano superior que conserva en s las virtualidades valiosas de las polaridades en pugna. La paz es posible porque el Seor ha vencido al mundo y a su conflictividad permanente haciendo la paz mediante la sangre de su cruz (Col 1,20). As pues, el primer mbito donde estamos llamados a lograr esta pacificacin en las diferencias es la propia interioridad, la propia vida siempre amenazada por la dispersin dialctica.

La realidad es ms importante que la idea Existe tensin bipolar entre la realidad y la idea. La realidad simplemente es, la idea se elabora. Entre las dos debe instaurarse un dilogo constante, evitando que la idea se separe de la realidad. La idea desconectada de la realidad origina idealismos y nominalismos ineficaces que no convocan. Lo que convoca es la realidad iluminada por el razonamiento. La realidad es superior a la idea. El criterio de realidad, de una Palabra ya encarnada y siempre buscando encarnarse, es esencial a la evangelizacin. Lleva por un lado, a valorar la historia de la Iglesia como historia de salvacin. Por otro lado, impulsa a poner en prctica la Palabra, a realizar obras de justicia y caridad en las que esa Palabra sea fecunda. No poner en prctica esa Palabra, es edificar sobre arena, permanecer en la pura idea y degenerar en intimismos y gnosticismos que no dan fruto, que esterilizan su dinamismo. El todo es superior a la parteEntre la globalizacin y la localizacin tambin se produce una tensin. Hace falta prestar atencin a lo global para no caer en una mezquindad cotidiana. Al tiempo, no conviene perder de vista lo local, que nos hace caminar con los pies sobre la tierra. Las dos cosas unidas impiden caer en alguno de los dos extremos: vivir en un universalismo abstracto y globalizante; otro, convertirse en un museo folclrico de ermitaos localistas, condenados a repetir siempre lo mismo, incapaces de dejarse interpelar por el diferente y de valorar la belleza que Dios deja fuera de sus lmites. El todo es ms que las partes, y tambin es ms que la mera suma de ellas. Hay que ampliar siempre la mirada para reconocer un bien mayor que nos beneficiara a todos. Pero hay que hacerlo sin evadirse, sin desarraigos sino hundiendo las races en la tierra frtil y el historia del propio lugar. El modelo no es la esfera sino el poliedro que refleja la confluencia de todas las parcialidades que en l conservan su originalidad. Es la conjuncin de los pueblos que, en el orden universal, conservan su propia peculiaridad. A los cristianos, este principio nos habla de la totalidad e integridad del Evangelio que la Iglesia nos transmite y enva a predicar. Su riqueza plena incorpora a todos porque la Buena Noticia es la alegra de un Padre que no quiere que se pierda ninguno de sus pequeitos. El Evangelio tiene un criterio de totalidad que le he es inherente: no termina de ser la Buena Noticia hasta que no es anunciado a todos, hasta que no fecunda y sana todas las dimensiones del hombre, y hasta que no integra a todos los hombres en la mesa del Reino. IV. EL DILOGO SOCIAL COMO CONTRIBUCIN A LA PAZLa evangelizacin tambin implica un camino de dilogo. En la actualidad la Iglesia tiene tres campos de dilogo en los cuales debe estar presente para cumplir un servicio a favor del pleno desarrollo del ser humano y procurar el bien comn: el dilogo con los Estados, con la sociedad culturas y ciencias-, con otros creyentes que no forman parte de la Iglesia catlica. La Iglesia proclama el evangelio de la paz y est abierta a la colaboracin con todas las autoridades nacionales e internacionales para cuidar este bien universal tan grande. Al anunciar a Jesucristo, la nueva evangelizacin anima a todo bautizado a ser instrumento de pacificacin y testimonio creble de una vida reconciliada. En el dilogo con el Estado y con la sociedad, la Iglesia no tiene soluciones para todas las cuestiones particulares pero acompaa las propuestas que mejor respondan a la dignidad de la persona humana y el bien comn. Dilogo entre la fe, la razn y las ciencias El dilogo entre ciencia y fe tambin es parte de la accin evangelizadora que pacifica. La Iglesia propone un camino que exige una sntesis entre un uso responsable de las metodologas propias de las ciencias empricas y otros saberes como la filosofa, la teologa y la misma fe. La fe no le tiene miedo a la razn; al contrario, la busca y confa en ella. La evangelizacin est atenta a los avances cientficos para iluminarlos con la luz de la fe y de la ley natural, en orden a procurar que respeten siempre la centralidad y el valor supremo de la persona humana. La Iglesia no pretende detener el admirable progreso de las ciencias. Cuando el desarrollo de las ciencias vuelve evidente una determinada conclusin que la razn no puede negar, la fe no la contradice. El dilogo ecumnico El empeo ecumnico responde a la oracin de Jess que pide que todos sean uno (Jn 17,21). La credibilidad del anuncio cristiano sera mucho mayor si los cristianos superaran sus divisiones y la Iglesia realizara la plenitud de catolicidad que le es propia. El ecumenismo es un aporte a la unidad de la familia humana. Dada la gravedad del anti testimonio de la divisin entre cristianos, la bsqueda de caminos de unidad se vuelve urgente. Si nos concentramos en las convicciones que nos unen y recordamos el principio de la jerarqua de verdades, podremos caminar decididamente hacia expresiones comunes de anuncio, de servicio y de testimonio. Ahora bien, no se trata slo de recibir informacin sobre los dems para conocerlos mejor, sino de recoger lo que el Espritu ha sembrado en ellos como un don tambin para nosotros. Las relaciones con el Judasmo La Iglesia, que comparte con el Judasmo una parte importante de las Sagradas Escrituras, considera al pueblo de la Alianza y su fe como una raz sagrada de la propia identidad cristiana. Creemos junto con ellos en el nico Dios que acta en la historia, y acogemos con ellos la comn Palabra revelada. Dios sigue obrando en el pueblo de la Antigua Alianza y provoca tesoros de sabidura que brotan de su encuentro con la Palabra divina. Por eso la Iglesia tambin se enriquece cuando recoge los valores del judasmo. Entre la Iglesia y el judasmo existe una rica complementacin que permite ayudarse mutuamente a desentraar las riquezas de la Palabra, as como compartir muchas convicciones ticas y la comn preocupacin por la justicia y el desarrollo de los pueblos. El dilogo interreligioso Una actitud de apertura en la verdad y en el amor debe caracterizar el dilogo con los creyentes de las religiones no cristianas, a pesar de los fundamentalismos de ambas partes. El dilogo interreligioso es una condicin necesaria para la paz en el mundo, y por lo tanto es un deber para los cristianos. Este dilogo es una conversacin sobre la vida humana, estando abierto a ellos y compartiendo sus penas y alegras. As se aprende a aceptar a los otros en su modo diferente de ser, de pensar y de expresarse. En este dilogo nunca se debe descuidar el vnculo esencial entre dilogo y anuncio, que lleva a la Iglesia a intensificar sus relaciones con los no cristianos. La verdadera apertura implica mantenerse firme en las propias convicciones ms hondas, con una identidad clara y gozosa, pero abierto a comprender las del otro y sabiendo que el dilogo realmente puede enriquecer a cada uno. La evangelizacin y el dilogo interreligioso, lejos de oponerse, se sostienen y se alimentan recprocamente. En esta poca adquiere gran importancia la relacin con los creyentes del Islam presentes en muchos pases de tradicin cristiana. Ellos, confesando adherirse a la fe de Abraham, adoran con nosotros a un Dios nico, misericordioso, que juzgar a los hombres en el da final. De igual modo, muchos de ellos tienen una profunda conviccin de que la propia vida, en su totalidad, es de Dios y para l. Reconocen tambin la necesidad de responderle con un compromiso tico y con la misericordia hacia los ms pobres. Para sostener el dilogo con el Islam es indispensable la adecuada formacin de los interlocutores, no slo para que estn slida y gozosamente radicados en su propia identidad, sino para que sean capaces de reconocer los valores de los dems, de comprender las inquietudes que subyacen a sus reclamos y de sacar a luz las convicciones comunes.El dilogo social en un contexto de libertad religiosaLa libertad religiosa es un derecho humano fundamental. Incluye la libertad de elegir la religin que estime verdadera y de manifestar pblicamente la propia creencia. Un sano pluralismo, que respete a los diferentes y los valore como tales, no implica una privatizacin de las religiones, con la pretensin de reducirlas al silencio y la oscuridad de la conciencia de cada uno, o a la marginalidad del recinto cerrado de los templos. Se tratara de una nueva forma de discriminacin y de autoritarismo. El debido respeto a los no creyentes no debe imponerse de modo arbitrario que silencie las convicciones de mayoras creyentes o ignore la riqueza de las tradiciones religiosas

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