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1 Corpus. Archivos virtuales de la alteridad americana, Vol. 2, N° 2, 2do semestre 2012, ISSN 1853-8037, URL: http://corpusarchivos.revues.org/
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TESIS DOCTORAL
ESTADO, VECINOS E INDÍGENAS EN LA CONFORMACIÓN DEL
ESPACIO FRONTERIZO: BUENOS AIRES 1810-1852
TESISTA: SILVIA RATTO
DIRECTOR: JORGE GELMAN
DICIEMBRE 2003
2 Corpus. Archivos virtuales de la alteridad americana, Vol. 2, N° 2, 2do semestre 2012, ISSN 1853-8037, URL: http://corpusarchivos.revues.org/
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INDICE Introducción pag. 3
Estado de la cuestión pág 5
1. La expansión territorial del estado provincial pag. 5 2. Las relaciones interétnicas pag. 13 3. Las sociedades indígenas pág. 21 Primera parte: El largo camino hacia la consolidación del territorio provincial. pág.42 Capítulo 1. Una errática política de frontera. Los proyectos de avance en las décadas de 1810 y 1820 pág 45 Capítulo 2. La “pax rosista”: el negocio pacífico de indios. pág 97 Segunda parte. Estado y vecinos en el diseño y aplicación de las políticas de frontera. pag. 159 Capítulo 1. Los intentos de agremiación de los hacendados. pág. 163 Capítulo 2. Milicianos y proveedores. La participación de los vecinos en la defensa y mantenimiento del espacio fronterizo. pág. 206
Tercera parte. Conflictos y alianzas en el espacio pan araucano. pág 255 Capítulo 1. Hacia una nueva forma de liderazgo étnico. pág 261 Capítulo 2. Del ocaso de los boroganos al apogeo de Calfucurá. pág 305
Cuarta parte. Mestizaje cultural en la frontera. pág 350
Conclusiones pág. 448 Fuentes pág. 467
Bibliografía pág. 468
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INTRODUCCION
Los procesos de independencia en América Latina no condujeron automáticamente a la
formación de estados que mantuvieran las jurisdicciones coloniales existentes hasta ese
momento. En general, lo que se produjo fue el desmembramiento de esas grandes unidades
políticas representadas por los Virreinatos, en entidades menores1. Aún así, tampoco fue
sencillo organizar políticamente las nuevas regiones independientes. Las disputas entre
liberales y conservadores, o entre centralistas, confederacionistas y federalistas enfrentaron,
durante gran parte del siglo XIX, a las élites locales. Por debajo de estas formulaciones
políticas se enfrentaban muchas veces intereses económicos contrapuestos; regiones que
durante la época colonial ocuparon una posición secundaria en la estructura administrativa,
intentaron modificar su situación, reclamando su independencia frente a las tentativas de
subordinación intentadas desde los centros revolucionarios. Estos enfrentamientos se
plasmaron, en algunas regiones, en las guerras civiles que sucedieron a los procesos
independentistas y que llevaron a primer plano a los jefes militares. Estos caudillos dirigían
milicias rurales que respondían más a sus jefes que al Estado todavía incipiente lo que
exacerbó el sentimiento regional dificultando la unificación política de las regiones2.
Dentro de este lento desarrollo en la conformación de estados autónomos, uno de los
problemas centrales que debieron enfrentar los nuevos grupos dirigentes fue el poblamiento y
la delimitación de sus fronteras. En algunos de estos escenarios, la presencia indígena agregó
un ingrediente conflictivo más a este proceso. Durante la primera mitad del siglo XIX, los
espacios fronterizos de estos nacientes estados compartirían ciertos rasgos comunes.
Centrándonos exclusivamente en sus aspectos sociales y políticos, los más representativos
fueron una continua reducción de los gastos de defensa fronteriza que, iniciada en la época
tardo colonial, se acentuaría en el período independiente en virtud de las urgencias de la
guerra revolucionaria; cierta autonomía de acción por parte de las autoridades fronterizas que
debieron tomar a su cargo la seguridad del espacio apoyándose fundamentalmente en los
pobladores; un movimiento espontáneo de población hacia estos nuevos espacios dando
origen, en un primer momento, a una sociedad de pequeñas explotaciones y, en forma
paralela, a un estado de conflicto latente con los grupos indígenas que habitaban del otro lado
del límite fronterizo. Como la otra cara de la misma moneda, esa convivencia tan estrecha
1 Annino, A Castro, L y F.X.Guerra, De los Imperios a las Naciones: Iberoamérica. Zaragoza, 1994. 2 Carmagnani, M. (ed), Federalismos latinoamericanos: México, Brasil, Argentina. México, FCE, 1993.
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entre poblaciones criollas e indígenas derivó en situaciones de contacto que, según la región,
adoptarían características particulares.
En el territorio de la actual Argentina se dio un proceso similar de lenta determinación de
sus fronteras con el indígena que tuvo su punto culminante en la década de 1880 con la
ocupación efectiva de la Patagonia y del Chaco3. Sin embargo, en momentos previos, el
proceso de constitución de estados provinciales enfrentó a algunos gobiernos con problemas
similares. En este sentido, y centrándonos en la provincia de Buenos Aires, desde la década de
1820 los sucesivos gobiernos establecieron como un asunto prioritario dentro de su agenda, la
expansión y consolidación de la frontera con los indígenas del área pampeana. El estudio de
este proceso entre 1810 y 1852 fue abordado, como veremos más adelante, desde distintas
perspectivas y con objetivos diferentes. Por un lado y desde una perspectiva que ponía el
énfasis en el desarrollo de la sociedad provincial, ha sido objeto de estudios centrados en los
fundamentos y consecuencias económicas de la expansión territorial, de trabajos que
analizaron los cambios y continuidades en el tipo de explotaciones agropecuarias que llevaron
adelante la producción en las nuevas tierras conquistadas y de análisis poblacionales dirigidos
a determinar la composición y crecimiento de la sociedad bonaerense. Este tipo de enfoque
centrado en las políticas del gobierno bonaerense, también ha dado origen a estudios que
tratan la cuestión más general de las relaciones interétnicas entre blancos e indígenas; en estos
trabajos el período en cuestión ocupa un lugar relevante debido a la intensificación del
conflicto que se produjo como consecuencia de la expansión territorial. Por otro lado, y desde
la óptica de la sociedad indígena, se ha trabajado sobre el impacto que provocó dicha
expansión en la estructura socio política de los grupos que habitaban la región de pampa y
patagonia.
Como se puede observar, todos estos enfoques más allá de la rigurosidad histórica de unos y
otros, presentan más bien una mirada unidireccional del problema ya sea centrado en las
políticas estatales de los gobiernos bonaerenses, o en el impacto de las mismas en el interior
de la sociedad indígena. Veremos en detalle los avances historiográficos que se han producido
desde cada una de estas perspectivas para, a continuación, presentar nuestra hipótesis de
trabajo.
3 Lagos, Marcelo, La Cuestión Indígena en el Estado y la Sociedad Nacional. Gran Chaco, 1870-1920. Unidad de Investigación en Historia Regional. Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Jujuy. Jujuy, 2000. Mases, Enrique, Estado y cuestión indígena. El destino final de los indios sometidos en el sur del territorio (1878-1910). Buenos Aires, Prometeo libros/Entrepasados, 2002.
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ESTADO DE LA CUESTION
1. La expansión territorial del estado provincial
El título del acápite refleja la mirada de algunos trabajos históricos que se han
centrado en el proceso de ocupación territorial teniendo como marco analítico la formación y
consolidación de una economía capitalista con una modalidad agroexportadora. Dicho
proceso implicaba la conformación de un mercado de factores de producción, entre los cuales
se encontraba el mercado de tierras. En este sentido, el avance de las relaciones capitalistas de
producción requería la expansión de la frontera y la ocupación y puesta en producción de las
tierras recientemente incorporadas. Para estos historiadores, la frontera aparecía como un
espacio a ocupar, como una “tierra virgen”. El control material de los territorios pampeano-
patagónicos surgía como algo necesario e inevitable, sus pobladores originarios como un
obstáculo y su ocupación efectiva como un “problema que el país tenía pendiente”. La
frontera, en estos trabajos, tiene una clara connotación política, es la “frontera interna” de una
unidad territorial preexistente4.
En la década de 1960, los trabajos de Halperín Donghi sobre el proceso de expansión
territorial llevado adelante por el gobierno bonaerense a partir de la década de 1820,
presentarían un panorama mucho más completo y complejo del mismo y, a pesar de las
reformulaciones que el mismo autor ha realizado sobre algunos aspectos allí planteados,
marcarían un hito en esta temática. En ellos se encuentran expuestos toda una serie de
aspectos económicos, sociales y políticos que permiten estudiar este proceso: los
condicionantes económicos internos y externos. que permitieron el impulso ganadero; la
relación de los precios pecuarios con los mercados internacionales; las características
organizativas de las nuevas explotaciones agrarias; la relación entre el estado provincial y los
sujetos económicos que llevarían adelante las mismas; la expansión y evolución demográfica
de los territorios ocupados, fundamentalmente en la zona que denominaría el Nuevo Sur5.
En estos trabajos la política de fronteras desarrollada por el gobierno bonaerense es
presentada como un elemento más que mostraría la estrecha relación entre los hacendados de
4 Cortés Conde, Roberto, “Algunos rasgos de la expansión territorial en Argentina en la segunda mitad del siglo XIX”, en Desarrollo Económico, vol. 8, núm. 29 1968; Cortés Conde, R. y E. Gallo, La República Conservadora, tomo 5 de la colección “Historia Argentina”, Piadós, Buenos Aires. 1972 5 Halperín Donghi, Tulio, "La expansión ganadera en la campaña bonaerense (1810-1852)", Desarrollo Económico, 3:1-2, 1963 y “La expansión de la frontera de Buenos Aires (1810-1852)” , en Marcos Giménez Zapiola, (comp.), El Régimen Oligárquico, Amorrortu, Buenos Aires, 1975.
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la campaña y el poder político. Este planteo de Halperín se asemeja a una posición muy
arraigada en la historiografía argentina en la cual el tema de la frontera se ha presentado como
parte de un conflicto entre federales y unitarios, sectores que representarían, a su vez,
intereses económicos diferentes: la ganadería y el comercio. Según esta interpretación, la
etapa 1820-1829 estaría dominada por el enfrentamiento entre los dos grupos en donde uno de
los temas centrales del conflicto que haría eclosión en el período 1824-1827 sería
precisamente la frontera. En ese sentido los autores coinciden en que la campaña y la política
indígena no recibieron la atención necesaria durante el gobierno de Martín Rodríguez y la
presidencia de Bernardino Rivadavia reflejando un verdadero enfrentamiento entre la ciudad y
el campo6.
La etapa siguiente, que se inicia con la llegada al poder de Juan Manuel de Rosas, es
identificada según una visión muy arraigada en la historiografía tradicional y que ha
encontrado seguidores en trabajos más recientes, con la acumulación del poder político por
parte de los terratenientes7. Al decir de Milcíades Peña, fue “el paraíso de los terratenientes”
reflejada en una acción decidida del gobierno por favorecer los negocios de los propietarios
agropecuarios8. Una elaboración reciente sobre el fenómeno del caudillismo propondría que
en este tipo de regímenes políticos, los hacendados serían los brazos armados del gobierno en
la campaña teniendo en sus manos los principales instrumentos de control y coercion: la
justicia de paz y las milicias. El estado provincial, en síntesis, reproducía a gran escala, el
esquema que se desarrollaba en las estancias donde el patrón había organizado una amplia red
clientelar que incluía a sus peones. En este esquema, Rosas, el gran hacendado, se convertiría,
al asumir el gobierno de la provincia, en el “super-patrón”9.
Esta rígida caracterización del mundo político y sus vinculaciones con la economía provincial,
ha sido reformulada en las ultimas décadas, ofreciendo un nuevo contexto político y social.
Con respecto a la primera etapa, se ha criticado la idea de una estricta división entre unitarios
y federales en el ámbito económico y se ha tendido a poner el énfasis en las relaciones que
6 Bagú, S. El plan económico del grupo rivadaviano (1811-1827) Rosario, Universidad Nacional del Litoral 1966; Barba, E. Unitarismo, federalismo, rosismo. Buenos Aires, CEAL 1982; Burguin, Miron, Aspectos económicos del federalismo argentino. Buenos Aires, Hachette, 1960; Carretero, Andres, Dorrego. Buenos Aires, Platero, 1968 7 Nicolau, J.C. La economía bonaerense (1829-1835). Buenos Aires, Sadret,1980; Lynch, John, Los caudillos en Hyspanoamerica, Madrid, Mapfre, 1985. Algunos autores remontan el interés del gobierno por la frontera a la gestión de Manuel Dorrego quien de hecho fue el que decretó la realización de la expansión territorial. (Carretero, A, Dorrego…, p.112) 8 Peña, Milcíades, El paraíso terrateniente. Buenos Aires, 1969 9 Lynch, J. Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires, Emece, 1984
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comenzaron a entablarse entre el capital comercial y la producción agropecuaria luego del
proceso revolucionario. En efecto, luego de la revolución, el quiebre de los circuitos
comerciales coloniales y la aparición de los comerciantes británicos con una nueva política
comercial más dinámica, llevo a los comerciantes rioplatenses a desviar sus capitales hacia
otras actividades rentables entre las que se encontraba la producción agropecuaria10.
Esta interrelación económica habría derivado en la promoción de la producción agropecuaria
en una suerte de "consenso agroexportador", término que también se ha cuestionado
ultimamente en el sentido de que la transición hacia la producción agropecuaria no fue tan
pacífica y acordada como se plantea. Esta reformulación apunta a destacar que, a pesar de la
mayor disponibilidad de tierras merced a la política gubernamental de apoyar el avance sobre
tierras explotables, el conflicto por la ocupación de tierras entre antiguos ocupantes precarios
y nuevos denunciantes no habría estado ausente en la campaña bonaerense11. A esta situación
se agregaría el hecho de que, antes que el gobierno encarara de manera oficial la expansión
territorial, el espacio ubicado allende la frontera había comenzado a ser ocupado de manera
espontánea por pobladores que habían concertado su asentamiento con los grupos indígenas
poseedores del territorio12.
A partir de 1820, el mayor peso económico del sector agropecuario modificó la relación que
existía hasta el momento entre los sectores económicos dominantes y los elencos
gubernamentales. Aun cuando estos ultimos fomentaron la explotación pecuaria a traves de
las políticas de tierras, fiscales y monetarias no tenian intereses únicos e iguales a los de los
propietarios rurales. Esta idea se asienta en la argumentación de que a partir de 1810 y con
mayor intensidad en la década siguiente, el Estado que se va estructurando fue más precoz y
más desarrollado que el grupo de hacendados por lo cual sus necesidades excedieron los
intereses de cualquier grupo particular13. De ahí que la relación entre el gobierno provincial y
los propietarios no estuviera exenta de conflictos ni se mantuviera inalterable durante todo el
período. Precisamente, las necesidades propias del Estado no siempre coincidieron con las de
10 Halperin Donghi, T. Revolución y guerra. Formación de una elite dirigente en la Argentina criolla. Buenos Aires, Siglo XXI, 1976; Romero, Luis Alberto, La feliz experiencia. Bs. As., Bastilla 1983 11 Banzato, G y G. Quinteros "La ocupación de la tierra en la frontera bonaerense: el caso de Chascomús, 1779-1821", Estudios de Historia Rural, II, La Plata ,1992; Gelman, Jorge, Un funcionario en busca del Estado. Pedro Andrés García y la cuestión agraria bonaerense, 1810-1822. Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 1997. 12 Rico, Alejandra, "Francisco Ramos Mejía: una historia de frontera" Tesis de licenciatura, UBA, 2001. 13. En este punto es fundamental la reformulación de Halperín realizada en un trabajo reciente (Halperin, T. “Clase terrateniente y poder político en Buenos Aires (1820-1930)", Cuadernos de Historia Regional, 15. UNLujan, 1995) en donde matiza apreciaciones anteriores sobre la fuerte coincidencia de intereses entre los terratenientes y el estado provincial.
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los grandes propietarios, situación que sería claramente visible en dos ámbitos: las
necesidades financieras y la competencia por la mano de obra.
Vinculado a estos desarrollos historiográficos, se ha producido asimismo un resurgir de la
historia política que reformula fuertemente la relación existente entre el estado provincial en
formación y los habitantes del territorio. En torno a este eje, se ha avanzado recientemente
sobre la estructuración del aparato judicial y policial en la campaña planteándose que el
Estado debió recurrir a la colaboración de los vecinos de los distintos partidos para desplegar
su poder sobre el territorio. En ese sentido, los vecinos debieron asumir, entre otras, las tareas
de jueces de paz. El objetivo del gobierno central con la creación de esta institución en la
década de 1820 fue imponer un nuevo orden en la campaña. Orden que penalizaría
fundamentalmente los delitos contra la propiedad, contra el Estado, contra las personas y
contra el orden público. Este último, a través de la persecución de los considerados “vagos”,
tenía el propósito de fijar la mano de obra. Frecuentemente, el objetivo de proteger los
derechos a la propiedad privada entraría en contradicción con prácticas de apropiación directa
y de usufructo en común de ciertos recursos. Esta circunstancia crearía una tensión entre los
jueces de paz y los pobladores que, ocasionalmente, resistirían la presencia estatal. En este
contexto, las nuevas autoridades frecuentemente debieron debatirse entre las exigencias del
gobierno y la necesidad de respetar una serie de normas establecidas por la costumbre14.
Siguiendo esta línea interpretativa, en la caracterización del periodo siguiente regido por la
presencia de Rosas, se ha matizado la noción de una relación unívoca entre los terratenientes
y el Estado provincial en donde el segundo se hallaría a disposición de los primeros15. Esta
reformulación se vincula asimismo con las nuevas consideraciones acerca del caudillismo. La
visión más tradicional del caudillo hispanoamericano es aquella que lo presenta como un
hombre fuerte local que sustentaba su poder en la propiedad de la tierra y en el control de una
amplia red clientelar estructurada en lazos personales de dominio y sumisión. Estos grupos de
14 Garavaglia, J.C. "Paz, orden y trabajo en la campaña: la justicia rural y los juzgados de paz en Buenos Aires, 1830-1852", Desarrollo Económico, 146, 1997; Salvatore, R. "Los crímenes de los paisanos: una aproximación estadística", Anuario IEHS, 12. Tandil, UNCPBA, 1997; Fradkin, R, "La experiencia de la justicia: estado, propietarios y arrendatarios en la campaña bonaerense”, en AAVV, La fuente judicial en la Construcción de la Memoria, Buenos Aires, 1999 y Gelman, J. “Crisis y reconstrucción del orden en la campaña de Buenos Aires. Estado y sociedad en la primer mitad del siglo XIX”, Boletin de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, 21, Facultad de Filosofia y Letras, UBA, 2000 15 El levantamiento de los Libres del Sur en el año 1839 es un claro ejemplo de la oposición que, en una coyuntura desfavorable para sus negocios, presentaron poderosos hacendados del sur a la política rosista (Gelman, J. “La rebelión de los estancieros contra Rosas. Algunas reflexiones en torno a los Libres del Sur de 1839”, en Entrepasados No. 22, 2002).
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base rural lo ayudarían a acceder en forma violenta al poder y serían un factor clave para su
mantenimiento en el mismo. Asociada a esta idea se planteaba la importancia de sostener esas
redes de subordinación cobrando vital importancia el "sistema de repartos" implementado por
el caudillo. En ese sentido, el caudillo, una vez llegado al poder, protegía celosamente los
recursos locales, tierra y cargos, ya que en la distribución acertada de éstos entre sus
"dependientes" se basaba, en última instancia, su permanencia en el gobierno surgiendo así su
imagen como benefactor o distribuidor de patronazgo16. El otro elemento fundamental en este
esquema es que los caudillos, opuestos al gobierno y a las elites urbanas, impidieron el
establecimiento de poderes legales e instituciones republicanas en el ámbito provincial17.
Desde hace pocos años, sin embargo, esta visión sobre el significado del caudillismo se ha
modificado considerablemente. Actualmente se sostiene que la conformación de los espacios
provinciales a partir de 1820 se produjo en un marco de institucionalización del poder político
que había antecedido el ascenso de estas figuras a los primeros planos de la vida pública18
reflejando una coexistencia de formas legales y políticas modernas en una sociedad
estamental y tradicional. De manera que la extensión de la autoridad de un caudillo no fue
contraria al asentamiento institucional del Estado, al surgimiento de esferas de poder estatales,
provinciales y municipales, a un ordenamiento burocrático, a la legitimación de su gobierno
mediante la apelación al necesario respecto de las leyes y de los derechos del pueblo y al
desarrollo de una sociabilidad republicana. Esta línea de interpretación pondrá entonces el
énfasis en la coexistencia junto con el poder personal del caudillo, de estructuras legales
provinciales; coexistencia caracterizada por una combinación de sometimiento, concurrencia
y colaboración19.
En este sentido la experiencia de la provincia de Buenos Aires adquiere características
particulares. En efecto, la relativa densidad de las prácticas políticas inauguradas durante la
"feliz experiencia" rivadaviana llevaría a que, durante el período rosista se mantuvieran gran
16 Wolf, E y Hansen, E. “Caudillo politics: a structural analysis”, en Comparative Studies in Society and History, No. 9, 1966 17 Lynch, J. Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires, Emece, 1985 18 Chiaramonte, J.C. "Legalidad constitucional o caudillismo: el problema del orden social en el surgimiento de los estados autónomos del Litoral argentino en la primer mitad del siglo XIX", Desarrollo Económico, 102, 1968; “El federalismo argentino en la primer mitad del siglo XIX", en Carmagnani, M. (comp), Federalismos latinoamericanos: México, Brasil, Argentina, FCE, México, 1993; Goldman, N. y R. Salvatore (comp) Caudillismos rioplatenses. Nuevas miradas a un viejo problema, Buenos Aires, Eudeba, 1998 19 Goldman, Noemí, "Legalidad y legitimidad en el caudillismo. Juan Facundo Quiroga y la Rioja en el interior rioplatense (1810-1835)", Boletin de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, 7. Facultad de Filosofia y Letras, UBA, 1993
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parte de éstas con el objeto de dotar de legalidad y legitimidad al régimen. Las
investigaciones más recientes han avanzado en el conocimiento del marco jurídico
implementado para reglar las relaciones entre los individuos y el Estado20, en la persistencia
de prácticas electorales durante todo el período21, en las estructuras locales de poder
representadas por los juzgados de paz22 y en los discursos políticos que difundían una imagen
republicana del gobierno23.
Pasando al aspecto socio-económico de la expansión de la frontera, vemos que en esta
temática, también se ha avanzado considerablemente. Así, por ejemplo, una serie de trabajos
recientes han contribuido a complejizar la imagen que se tenía acerca de la expansión agraria
de la primer mitad del siglo XIX, mostrando algunos rasgos de continuidad en relación con el
período colonial, el más representativo de los cuales sería la persistencia, junto a las grandes
unidades productivas, de pequeñas explotaciones campesinas, basadas en el trabajo doméstico
y dedicadas a la agricultura y al pastoreo de ganado24. Al lado de estos avances, una serie de
estudios microrregionales está avanzando en el conocimiento puntual de este proceso
expansivo en distintos partidos de la campaña rioplatense (no solamente aquellos que fueron
creados con el avance territorial) desde las primeras ocupaciones hasta, en general, mediados
del siglo XIX, haciendo hincapié en la composición poblaciónal de estos espacios y los
procesos de ocupación territorial.
En estas investigaciones se torna fundamental una nueva mirada hacia los espacios de frontera
que, en este aspecto, sigue a una renovación historiográfica más amplia. En efecto, se ha
producido una modificación fundamental de los primeros planteos que sobre esta temática
hubiera planteado Frederick Jackson Turner a quien, sin embargo, no se le puede negar su
importancia en el sentido de haber presentado una definición nueva de la frontera. A partir de
sus escritos se abandonó la noción unívoca de frontera como límite de separación entre
20 Cansanello, Carlos, "De súbditos a ciudadanos. Los pobladores rurales bonaerenses entre el Antiguo Régimen y la Modernidad", Boletin de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, 11.Facultad de Filosofía y Letras, UBA, 1995; "Las milicias rurales bonaerenses entre 1820 y 1830", en Cuadernos de Historia Regional, 19, UNLuján,1998 21 Ternavasio, M. "Entre la deliberación y la autorización. El régimen rosista frente al dilema de la inestabilidad política", en Goldman y Salvatore (comp), Caudillismos rioplatenses... 22 Garavaglia, J.C.”Paz, orden y trabajo…; Fradkin, R. “La experiencia de la justicia…”y Gelman, J. “Crisis y reconstrucción…” 23 Myers, Jorge, Orden y virtud. El discurso republicano en el regimen rosista, Bernal, Univ. de Quilmes, 1995 24 Gelman, J. “Unos números sorprendentes. Cambio y continuidad en el mundo agrario bonaerense durante la primer mitad del siglo XIX”, Anuario IEHS 11, UNCPBA, 1996 y Garavaglia, J.C. Pastores y Labradores de Buenos Aires. Una historia agraria de la campaña bonaerense, 1700-1830, Ed. De la Flor, Buenos Aires, 1999
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sociedades adoptando en su lugar la connotación de un espacio habitado. Las ideas de Turner
fueron fundamentales para sustentar la construcción teórica de la identidad americana a la que
se caracterizó como un espíritu individualista que no encontraba barreras para su expansión y
desarrollo. Pero, más allá de este fundamento ideológico, el modelo de frontera turneriano fue
duramente criticado poniéndose en duda su validez histórica. Una de los grandes errores que
se imputaron al modelo fue el de circunscribir los sujetos que protagonizaron el avance
fronterizo al pionero blanco de descendencia europea, lo que borraba del escenario tanto a
diferentes minorías que acompañaron el proceso (esclavos, mestizos, mujeres, asiáticos) como
a los mismos pueblos nativos con quienes los “pioneros” debieron encontrarse.
Luego de algunos intentos aislados que marcarían otras fallas históricas del modelo
turneriano, a inicios de la década de 1980, varios investigadores se nuclearon en un
movimiento que se conoció con el nombre de New Western History y que produciría más
fuertes críticas a los escritos de Turner. Las principales se centraron en los siguientes ejes: la
necesidad de incorporar al análisis el "lado oscuro" de la expansión al oeste, es decir, los
conflictos de raza, genero y poder; el impacto de dicha expansión sobre el medio ambiente y
la definición del oeste como una región con características propias y con diversas conexiones
con el resto de la nación y con Europa. Lo que subyace en estos últimos planteos que
muestran la diversidad de actores que convivieron en la frontera, es la necesidad de estudiarla
como un espacio multicultural, como un ámbito de interacción de culturas diferentes, en
donde centrarse en el análisis de un solo grupo implicaría el riesgo de considerar una sola fase
del proceso25.
En el ámbito local, fundamentalmente si nos centramos en los estudios más recientes sobre la
frontera bonaerense, solo en unos pocos casos se puede registrar el eco de ideas turnerianas.
De todos modos, aún cuando no exista en ellos una clara referencia sobre las reformulaciones
a las que hicimos mención, las investigaciones han avanzado sobre los mismos temas que
renovaron la historiografía de la frontera en Norteamérica. En los trabajos más actuales sobre
la expansión de la frontera en la región rioplatense hay un general consenso por definir estos
ámbitos como espacios de gran complejidad derivada, entre otros factores, de la diversidad de
actores en escena (pobladores originales, migrantes, esclavos, indios) situación que, como
25 Para una reseña sobre los avances historiográrficos en torno al concepto de frontera remitimos a nuestro trabajo Ratto, S. "El debate sobre la frontera en la historiografía americana. La New Western History, los Borderland y su repercusión en “las pampas”. En Boletin de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani No. 24. Facultad de Filosofia y Letras, UBA, 2003a.
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hemos visto, se halla prácticamente ausente en la obra de Turner. Sin embargo, a la hora de
buscar un marco analítico que encuadre la investigación se apela, en general, a ciertos
aspectos del modelo turneriano como sucede en los trabajos de Juan Carlos Garavaglia26 y
Carlos Mayo27 sobre la frontera bonaerense.
En efecto, si bien Garavaglia reconoce el peso ideológico que subyace en la formulación de
Turner y que trasciende el análisis histórico, toma ciertos planteos turnerianos para aplicarlos
a la frontera pampeana, como el concepto de apertura y cierre de la oferta de tierras fértiles.
En ese sentido, el autor considera que existió una presión social sobre las tierras fronterizas al
igual que en Norteamérica pero que el resultado fue diferente porque los valores imperantes
en las sociedades detrás de las fronteras eran también diferentes.
De igual manera, en los trabajos de Mayo sobre la frontera bonaerense la referencia a Turner
es bien explícita. Mayo, apelando a los diferentes sentidos que en los escritos turnerianos se le
otorgó a la frontera se define el concepto como límite geográfico entre dos sociedades y a la
vez, como lugar de encuentro entre culturas. Esta doble definición lleva a que, al analizar la
relación con los indígenas por momentos se caiga en un relato tradicional donde las
sociedades se conectan principalmente a través de enfrentamientos bélicos, donde las políticas
indígenas españolas se analizan solamente en función de las estrategias blancas y, finalmente,
se mencione como ámbito casi exclusivo de contacto pacífico, el comercio. En relación con
esta dificultad por incorporar de manera más general al indígena en el mundo de la frontera,
Carlos Mayo advierte en la introducción a su último libro, que el mismo no aparecerá en los
trabajos compilados en el volumen no obstante lo cual debe entenderse que, como telón de
fondo, se encuentra muy presente en el espacio fronterizo.
De los temas que concentraron la atención de los historiadores de la frontera, los que más
han sido desarrollados por nuestra historiografía fueron la influencia del medio ambiente en la
ocupación del espacio, el proceso de poblamiento de estas regiones y el papel desempeñado
por algunos grupos subordinados, como los migrantes internos.
26 Garavaglia, J.C. Pastores y labradores… 27 Mayo, C y A. Latroubesse, Terratenientes, soldados y cautivos: la frotnera (1736-1815). Buenos Aires, Universidad de Mar del Plata, 1993 y Mayo, Carlos Vivir en la frontera. La casa, la dieta, la pulperia, la escuela (1770-1870). Buenos Aires, Biblos, 2000.
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Con respecto al primer aspecto, el papel del medio ambiente es incluido como un
elemento tan importante como la población en la explicación de los procesos de ocupación de
la tierra, haciéndose referencia, por ejemplo, a las motivaciones económicas que determinan
el asentamiento en determinado lugar, la forma de distribución de las unidades productivas en
función de los recursos naturales, etc.28 De igual manera se ha integrado al análisis, la
influencia de los ciclos climáticos sobre el desarrollo de la región29. Con respecto al segundo
tema, los estudios demográficos más recientes han arrojado luz sobre la estructura poblaciónal
de la campaña destacándose en estos trabajos el papel que tuvieron los migrantes del interior
en la ocupación de algunas zonas de la campaña bonaerense30. Algunos de ellos lograrían una
inserción en la sociedad como vecinos a través de distintos mecanismos, en tanto otros, en la
medida en que no lograran integrarse a las redes de relaciones existentes entre los pobladores
del lugar, permanecerían como transeúntes31.
De todos modos, y a pesar de estos indudables avances en el conocimiento del proceso de
ocupación del espacio y del desarrollo de poblaciónes en la campaña bonaerense, aún faltan
trabajos que logren desplegar en su plenitud el estudio de la frontera como un ámbito
multicultural que integre a los distintos grupos que vivían en ella. Esta falencia, como
veremos más adelante, también se encuentra en los trabajos centrados en la sociedad indígena.
2. Las relaciones interétnicas.
Desde otra perspectiva historiográfica, el tema de la frontera ha sido analizado por autores que
centraron su atención en la relación entre “blancos” e “indios”. Dentro de este enfoque se
pueden señalar distintos tipos de estudios con objetivos muy diferentes. Por un lado, podemos
señalar trabajos tradicionales en los que esta relación adopta excluyentemente el carácter de
enfrentamiento armado y de conflicto irresoluble en donde el indígena es caracterizado como
la suma de todo lo negativo y como el principal obstáculo para el desarrollo de la
28 Canedo, Mariana Propietarios, ocupantes y pobladores. San Nicolás de los Arroyos, 1600-1860, GIHRR/Univ. de Mar del Plata, 2000, Banzato, Guillermo, “De ocupantes a propietarios, los conflictos entre vecinos de la frontera bonaerense. Chascomús y Ranchos, 1800-1840”, en Quinto Sol, Año 4, No. 4. Universidad Nacional de La Pampa, 2000, Mascioli, Alejandra, “Población y mano de obra al sur del Salado. Dolores en la primera mitad del siglo XIX”, en Fradkin, Canedo y Mateo (comp) Tierra, población y relaciones sociales en la campaña bonaerense (siglos XVIII y XIX). Universidad Nacional de Mar del Plata, 1999 29 Garavaglia, J.C., Pastores y labradores… 30 Moreno, J.L. y J.Mateo, "El redescubrimiento de la demografía histórica en la historia económica y social", Anuario IEHS, 12. Tandil, UNCPBA, 1997 31 Cansanello, C. “De súbditos a ciudadanos…”; Mateo, J. Población, parentesco y red social en la frontera. Lobos (Provincia de Buenos Aires) en el siglo XIX. UNMar del Plata, 2001
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“civilización blanca”32. Acordando con la idea básica del vínculo interétnico como una
relación de conflicto, otros autores presentaban una visión diferente en donde se hace evidente
cierta simpatía hacia el indígena al que se intenta limitar al papel de víctima de los embates
militares de los “blancos”33.
Un caso particular que podemos incluir dentro de esta última tendencia son los trabajos del
padre Meinrado Hux que ha encarado la encomiable tarea de presentar una serie de biografías
de caciques de los distintos grupos que habitaron la zona de pampa-patagonia a lo largo de la
historia. Estos relatos, que presentan con bastante frecuencia datos inexactos, tienen el
inconveniente de dificultar una comprensión global de la dinámica interna de la sociedad
indígena al presentar relatos fragmentados de cada uno de estos líderes34. A pesar de esta
mejor predisposición hacia el objeto de estudio, estos trabajos adolecen de la misma falla que
los anteriores: el indígena no es un sujeto activo en la historia que se cuenta sino un
espectador pasivo de la violencia “blanca”.
A pesar de los avances historiográficos que con mayor rigurosidad científica han indagado
sobre los pueblos nativos (ver en el próximo acápite), la visión interétnica recientemente
señalada, aún tiene representantes en la producción más reciente. Ejemplo de esta persistencia
son los libros de Carlos Martínez Sarasola y Hugo Trinchero quienes, posiblemente
preocupados por la situación de los pueblos indígenas luego de la conquista al desierto,
retrotraen esta imagen de avasallamiento y dominación a momentos muy anteriores
impidiendo la posibilidad de indagar sobre las diferentes estrategias de adaptación y
resistencia que los mismos pusieron en juego desde el periodo colonial35.
En todos estos trabajos, viejos y nuevos, subyace el presupuesto de que los pueblos nativos se
hallaban aislados, con poco o ningún contacto entre ellos, viviendo de manera autosuficiente
32 Indudablemente el texto más representativo de esta corriente es el de Juan Carlos Walther (La Conquista Del Desierto, Buenos Aires, Círculo Militar,1964). Ver también Muñiz, Rómulo (Los indios pampas. Buenos Aires, Editorial Bragado,1966) y Schoo Lastra, Dionisio (El indio del desierto 1535-1879.Buenos Aires, Ed Goncourt, 1977). 33 Franco, Luis, Los grandes caciques de la pampa. Buenos Aires, Ediciones del Candil, 1967. Franco produjo asimismo una serie de pintorescos artículos periodísticos dedicados a diferentes caciques indígenas y a personajes de la frontera. Ver “Calfucurá” en La Prensa, 15/8/65; “Las Cautivas”, en Ibidem 3/10/65; “Cipriano Catriel”, en Ibidem, 12/12/65; Yanquetruz”, en ibidem 9/10/66. 34 Entre los años 1992 y 1993, el padre Hux editó una serie de libros con las biografías de los principales caciques de las agrupaciones indígenas de pampa y patagonia. Ver bibliografía. 35 Martínez Sarasola, Carlos, Nuestros paisanos los indios. Vida, historia y destino de las comunidades indígenas en la Argentina. Buenos Aires, Emecé, 1992; Trinchero, Hugo, Los dominios del demonio. Civilización y barbarie en las fronteras de la Nación. El chaco central. Buenos Aires, Eudeba, 2000
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hasta la llegada de los conquistadores. Se hace evidente en estos textos una gran dificultad por
percibir la heterogeneidad que caracteriza al mundo indígena. En efecto, en ellos “la sociedad
indígena” aparece como un bloque monolítico que no reconoce significativas diferenciaciones
internas. Los términos ranqueles, pehuenches, “chilenos”, que son utilizados en los textos
cumplen el objeto de localizar geográficamente a los diferentes grupos nativos ya que lo que
se quiere mostrar es que el indio, los indígenas, la sociedad indígena, son términos
intercambiables que identifican al “enemigo” quienes, a pesar de algunos conflictos
domésticos, se hallaban unidos en su oposición hacia el blanco. La aparición de los europeos
actuaría como un dispositivo de cambios. Por un lado, derivó en la adopción del caballo que
permitió a estos grupos una mayor movilidad, un incremento de la actividad guerrera, un
abandono de los patrones de agricultura y su conversión a una economía cazadora y
recolectora. Por otro lado, la posibilidad de incrementar su área de acción habría puesto en
contacto a pueblos hasta el momento incomunicados36.
En esta perspectiva en la cual el indio no es un sujeto que merece una caracterización más
profunda, se hace evidente la dificultad y/o falta de interés por entender una sociedad con
lógicas de organización distintas. Este preconcepto lleva a la infructuosa búsqueda de códigos
y estructuras “occidentales” en estos grupos. El resultado de esta traspolación se ve plasmada
en la presencia de fuertes estereotipos como, por ejemplo, el rol subordinado de la mujer en
estas comunidades. Así, podemos leer que “… entre las tribus araucanas a la mujer le estaba
asignada la función de esclava universal”37 o, “la mujer se concebía como propiedad absoluta
del hombre”, de lo que el autor colegía una “… aparente disminución femenina”38.
Por otro lado, la necesidad de otorgar a los pueblos nativos una organización política que
pudiera asimilarse a la “blanca” llevaba asimismo a caracterizaciones erróneas planteándose
la existencia de una gran concentración del poder, una estructura política en la cual la jefatura
tenía un poder “ilimitado e indiscutido”39. En algunos autores, el anclaje a este esquema
entraba en contradicción con la evidencia empírica que manejaban dando por resultado
afirmaciones difíciles de entender. Así, uno de los autores que sostenía el presupuesto anterior
sobre la concentración del poder en los caciques, agregaba en otra parte de su trabajo que
“aunque rudimentaria y sin mayores formas exteriores los indios argentinos tuvieron su
36 Muñiz, R, Los indios pampas…; Martínez Sarasola, C. Nuestros paisanos… 37 Franco, L, Los grandes caciques…, negrita nuestra. 38 Martinez Sarasola, C. Nuestros paisanos… p. 130. 39 Zeballos, E. La dinastía de los Piedra. Buenos Aires, Hachette, 1961; Muñiz, R. Los indios pampas…
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organización política propia”40. Vinculado a esta dificultad por comprender lo distintivo de la
organización política indígena, existe también la tendencia a generalizar un proceso de
concentración del poder que solo algunos grupos llegaron a experimentar a la vez que
retrotraen esa situación a momentos muy tempranos. Por ejemplo, según Sarasola “La
incorporación del caballo en el transcurso del siglo XVII [provoco que] la institución del
cacicazgo, antes laxo y que no sobrepasaba el nivel de la banda, se fuera convirtiendo en algo
más general desparramando su jefatura a numerosas bandas”41.
En relación con esta tendencia por quitar especificidad a la sociedad indígena hay un punto
que vale la pena mencionar porque se ha convertido últimamente en una temática muy
estudiada desde la antropología y la historia: las características de la guerra llevada adelante
por los indios. En los trabajos mencionados se señala que éstos no tenían ningún tipo de orden
para la guerra. El autor más representativo de esta posición es Félix Best de quien vale la pena
rescatar algunas expresiones. En un esfuerzo evidente por evaluar la táctica guerrera indígena
en relación con la que era conocida por el militar, puede leerse en su trabajo que “Las fuerzas
indias, todas de caballería, no tenían unidades tácticas especiales, sino que se constituían
grupos por tribus con más o menos efectivos. No podría pues, decirse que conocieran esas
unidades ni las operativas de los ejércitos regulares. Formaban el “montón”, confuso núcleo
sin orden ni reglas” en donde, por ejemplo los capitanejos “cuyas atribuciones eran harto
indefinidas jugaban el papel de los cuadros subalternos” las empresas maloneras estaban
organizadas por “el principio de la masa” agregando que los caciques que habían servido
coyunturalmente en las fuerzas provinciales para luego regresar a sus tolderías “aplicaban lo
aprendido”42.
Finalmente cabe señalar el uso del sustantivo “desierto”, como idea que implica la doble
concepción de zona deshabitada e improductiva, lo cual legitimaría la apropiación de dichas
tierras. Asimismo, estos autores sustentan la noción de indio como perteneciente a una
nacionalidad (ya sea argentina o chilena) convalidando así la idea de invasión del araucano
“chileno” sobre “nuestro” territorio. Esta línea historiográfica, reivindicatoria de la gesta
40 Ronco, Bartolomé, Los indios pampas. Buenos Aires, 1920, negrita nuestra 41 Martinez Sarasola, Nuestros paisanos… p. 126. 42 Best, Felix. Historia de las guerras argentinas, de la independencia, internacionales, civiles y con el indio. Buenos Aires, Ed. Peuser. 2 tomos, 1960. Tomo 1. p. 106-108
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militar de Roca, experimentó un notable impulso editorial en ocasión del centenario de la
conquista del desierto43.
Con un enfoque totalmente diferente, existe una corriente historiográfica que analiza las
relaciones interétnicas entre blancos e indígenas desde una perspectiva jurídica. Dentro de
esta tendencia, algunos autores han centrando la atención en las características legales de los
parlamentos y acuerdos de paces realizados a lo largo del tiempo, lo que les permite hablar de
tratados o capitulaciones en virtud de los derechos y/u obligaciones que surgen de la
documentación44.
Si algunos autores se han limitado a analizar el texto de los tratados para colegir de su lectura
el estado de la relación interétnica45, otros han avanzado mucho más tratando de entender el
significado mismo que tuvieron los encuentros diplomáticos llevados a cabo entre las
autoridades hispano criollas y las parcialidades indígenas para los participantes. En esta línea
podemos ubicar los excelentes trabajos de Lázaro Ávila. Para el autor, estos encuentros
incluían rasgos culturales de las dos sociedades. Por un lado, la realización de los parlamentos
hacía referencia al carácter lingüístico de los acuerdos y se enlazaba con la tradición oral y
ágrafa de los indios. Por otro lado, la redacción de las actas en las que se transcribían los
acuerdos a los que se llegaba en el encuentro, era un reflejo de la tradición oral de la cultura
europea que desea dar validez jurídica a lo resuelto en el parlamento. La validación indígena
de estas reuniones se apoyaba en otro tipo de elementos vinculados con rituales propios y solo
luego de mucho tiempo, los caciques comenzaron a firmar las actas, reclamándolas en
encuentros posteriores para verificar el cumplimiento de acuerdos previos46.
Las características señaladas permiten analizar estos encuentros en dos niveles diferentes pero
complementarios. Por un lado, las vicisitudes que se produjeron en el encuentro de las
43 Para esa ocasión se publicaron una colección de 4 volúmenes editada por la Academia Nacional de la Historia, Congreso Nacional de Historia sobre la Conquista del Desierto, General Roca, 1979, Buenos Aires, 1980; y un número especial de la Revista Logos, año IX, núm. 15, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 1979. 44 Levaggi, Abelardo, “Tratados celebrados entre Gobiernos argentinos e indios del sur de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Cuyo (1810-1852) en Revista de Historia del Derecho “Ricardo Levene”, 30. Buenos Aires, 1995 y Paz en la Frontera. Historia de las relaciones diplomáticas con las comunidades indígenas en la Argentina. (Siglos XVI-XIX). Buenos Aires. Universidad del Museo Social Argentino, 2000; Lázaro Ávila, Carlos, “Parlamentos de paz en la Araucanía y las Pampas: una visión comparativa (1604-1820)2, Memoria Americana. Cuadernos de Etnohistoria 7. Facultad de Filosofía y Letras, UBA, 1999. 45 Levaggi, A, “Tratados…” y Paz en la frontera… 46 Lázaro Ávila, Carlos, "El reformismo borbónico y los indígenas fronterizos americanos", en Guimera, Agustín (Ed.), El reformismo borbónico. Madrid, Alianza editorial, 1996 y “Parlamentos de paz…”.
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comitivas, los discursos y las argumentaciones de ambas partes permiten conocer las
estrategias puestas en juego por cada una de las partes que “trataban de intimidar y
deslumbrar al Otro evitando de esa manera el encuentro militar”. Por otro lado, las actas
producidas como conclusión del parlamento reflejaban el acuerdo final al que se llegaría
luego de las discusiones previas. Si bien estos documentos nos hacen conocer, a través de las
exigencias, compromisos y solicitudes mutuas, cuál era el estado de la relación en ese
momento, presentan, una seria limitación para la comprensión de la dinámica de interrelación
que es la de pretender que el contacto interétnico reproducía la letra de los tratados firmados.
O en palabras de Lázaro Ávila, “el carácter jurídico de la redacción de las actas no
correspondía a la realidad histórica que se vivía”.
Esto es particularmente notorio cuando se comparan el valor de los encuentros
diplomáticos en diferentes espacios fronterizos. Solo en aquellos lugares en donde la tradición
de parlamentos y tratados fue muy sólida, como por ejemplo, la frontera de Araucanía, puede
plantearse que el instrumento legal adquirió con el tiempo, la misma validez jurídica para
ambas sociedades. Esto no sucedió en la frontera bonaerense donde los tratados fueron muy
esporádicos tanto en el período colonial como en el independiente. Por otro lado, el gobierno
hispano-criollo a través de estos documentos buscaba acuerdo con algunos caciques
intentando lograr en estas figuras una concentración del poder. La inexistencia de este tipo de
estructura política en los grupos cercanos a la frontera bonaerense llevaría a que los acuerdos
firmados por un jefe étnico en particular produjera frecuentemente el efecto inverso al
deseado, es decir, una mayor rivalidad por monopolizar y usufructuar la relación con el poder
hispano-criollo (que derivaba fundamentalmente en la percepción de regalos).
En relación con esta perspectiva que privilegia un acercamiento desde la normativa, hay
trabajos que han indagado acerca del lugar que ocupó el indígena en la sociedad blanca luego
de la independencia. Esta preocupación se integra a la problemática más general que estudia
los cambios en la condición jurídica de los habitantes a partir de la difusión de valores
liberales que comenzaron a expandirse a fines del período colonial y actuaron con mayor
fuerza a partir de los movimientos revolucionarios. En un proceso que se ha definido como el
pasaje de la condición de súbdito a ciudadano, distintos autores han marcado que el ciudadano
ideal que figuraba en las distintas cartas constitucionales promulgadas luego de la
independencia como sujeto con derechos políticos y sociales fue, en los hechos, el vecino,
antiguo sujeto político de las ciudades ibéricas y americanas. De manera que la obtención de
la categoría de vecino a partir del período revolucionario cobraría una importancia
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fundamental como garantía de derechos políticos47. Pero a su vez, la misma definición de la
vecindad sufrió transformaciones. Si durante la etapa colonial, se encontraba
indisolublemente unida a la de propiedad, con el tiempo, la vecindad se extendió al conjunto
de los domiciliados, fueran o no propietarios48.
En este contexto, varios trabajos han estudiado lo que se ha dado en llamar el “proceso de
ciudadanización del indígena” en aquellas regiones en las cuales los habitantes nativos
constituían un porcentaje nada desdeñable de la población total: Bolivia, México,
Guatemala49. En estos trabajos y de igual manera que planteamos para los trabajos centrados
en el análisis de los tratados, existe el peligro de que, en el análisis, se traspole una
intencionalidad jurídica a las prácticas sociales50.
En el espacio objeto de nuestra investigación nos encontramos en presencia de grupos
indígenas que tenían una fluida comunicación con las poblaciónes hispanocriollas pero eran
políticamente independientes por lo cual el modo de referenciarlos y la preocupación acerca
de su situación debía ser necesariamente diferente. Un caso similar al que nos interesa fue el
que se planteó en el ex reino de Chile donde gran parte de la población indígena se hallaba al
sur del territorio sobre el que el nuevo gobierno revolucionario podía verificar una verdadera
ocupación. Pinto Rodríguez señala que desde muy temprano se produjeron discusiones en
torno al lugar que ocuparían los indígenas de Araucanía luego del movimiento emancipatorio.
En una declaración del Senado del año 1819 se incorporó a los indígenas de encomienda a la
nación convirtiéndolos en ciudadanos y cuatro años más tarde fueron incluidos dentro de sus
alcances a los indios de frontera. El autor prosigue explicando que, en ocasión del debate para
promulgar la constitución de 1828, la inclusión de los indígenas dentro de la nacionalidad
chilena volvió a ser un punto de discusión. Lamentablemente el análisis se detiene en la
explicitación de estos debates políticos que si bien son reveladores en cuanto a las
concepciones que tenían distintos grupos de la elite chilena sobre los indígenas, no nos
47 Annino, A. “Ciudadanía versus gobernabilidad republicana en Mexico. Los origenes de un dilema”, en Sábato, Hilda (coord), Ciudadanía política y formacion de las naciones. Perspectivas históricas de América Latina. México, FCE, 1999; Guerra, F.X, “El soberano y su reino. Reflexiones sobre la génesis del ciudadano en América Latina”, en Sabato, H (coord.), Ciudadanía política y formación de las naciones. Perspectivas históricas de América Latina. México, FCE, 1999. 48 Cansanello, C. “De súbditos…” 49 Irurozqui. Marta, A bala, piedra y palo. La construcción de la ciudadanía política en Bolivia 1925-1952. Sevilla, 2002, Annino, A. “Ciudadanía…”, Mejías, Sonia, La participación indígena en la construcción de la república de Guatemala, siglo XIX. Madrid, UAM Ediciones, 2002 50 Quijada, Mónica, “El paradigma de la homogeneidad”, en Quijada, M., C. Bernand y A. Schneider. Homogeneidad y nación. Con un estudio de caso: Argentina, siglos XIX y XX. Madrid, CSIC, 2000.
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permite conocer el impacto que estas medidas pueden haber tenido sobre la población
araucana51.
Los trabajos que analizaron esta problemática en el actual territorio argentino se
centraron fundamentalmente en el noroeste debido al peso que tenía en esa región la
población nativa. Se plantea así que las autoridades revolucionarias del ex virreinato del Río
de la Plata tomaron como primera medida con respecto a la población indígena del Alto Perú,
la abolición del tributo y el fin de la servidumbre52, rasgos de un pensamiento integracionista
que tuvo su punto culminante en la constitución de 1819 donde se decretó la ciudadanización
de los nativos53. Pero, ¿cuál sería la reacción con respecto a los grupos indígenas no
sometidos?
En las negociaciones de paz realizadas en la provincia de Buenos Aires durante la década
de 1810, los enviados del gobierno se dirigían a los indígenas nombrándolos como “hermanos
americanos”, “compatriotas”54 reproduciendo la misma ficción integradora que se aplicó con
los indígenas del noroeste. De hecho, ninguna de estas declaraciones proponía los medios por
los cuales se espera integrar a los pueblos nativos interpelados a la, en ese entonces llamada,
“nación americana”55. En un trabajo reciente, planteamos que esta tendencia por incorporar al
indígena no sometido aunque sea en la letra de los documentos oficiales, no había desplazado
totalmente sino que se conjugaría con la persistencia de la tradición colonial fundada en el
Derecho de Gentes que hacía hincapié en la concepción de naciones separadas y soberanas. A
estas dos posiciones se sumaría más tarde otra posición que tendía a no reconocerle al
indígena la categoría de nación soberana. Planteábamos asimismo, y en este punto
coincidíamos con el riesgo de aferrarse a lo establecido en la normativa, que la situación
jurídica de los indios no sometidos debía confrontarse con los itinerarios personales que
siguieron algunos indígenas de manera individual. En este sentido habíamos señalado que
51 Pinto Rodríguez, Jorge, De la inclusión a la exclusión. La formación del estado, la nación y el pueblo mapuche. Universidad de Santiago, 2000 52 Halperín, T, Revolución y guerra…, Gil Montero, Raquel, Guerra y frontera interna. La Puna de Jujuy a comienzos del siglo XIX. Mimeo, 2001 53 La Constitución establecía que “Siendo los indios iguales en dignidad y en derecho a los demas ciudadanos, gozan de las mismas preeminencias y serán regidos por las mismas leyes. Queda extinguida toda tasa o servicio personal bajo cualquier pretexto o denominación que sea. El cuerpo legislativo promoverá eficazmente el bien de los naturales por medio de leyes que mejoren su condición hasta ponerlos al nivel de las demás clases del Estado”. Capítulo II, Derechos particulares, CXXVIII. Constitución de 1819, en Estatutos, reglamentos y constituciones argentinas (1811-1898). Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de Historia Argentina Dr. Emilio Ravignani. 54 Levaggi, A, Paz en la frontera… 55 Sobre la coexistenica de distinto tipo de identidades políticas en el territorio del ex virreinato del Rio de la Plata durante la década de 1810, ver, Chiaramonte, J.C. “Legalidad constitucional o caudillismo…”.
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aquellos que pudieron integrarse a las redes existentes dentro de los pueblos de campaña
habían podido seguir una original trayectoria de “indio a vecino”56.
3. Las sociedades indígenas.
En las últimas décadas y recogiendo una tendencia más general a nivel historiográfico, se
han comenzado a producir en nuestro país trabajos cuyo centro de atención está situado en el
interior del mundo indígena. En ellos se parte de la idea básica de que las sociedades
indígenas no constituyen un bloque monolítico que se opone a la sociedad hispano-criolla. Por
el contrario, comprende una diversidad de agrupaciones con relaciones complejas tanto entre
ellas como con los diferentes gobiernos de turno con quienes interactúa.
Este enfoque ha debido sortear distintos obstáculos historiográficos y metodológicos para
poder llevarse a cabo. La reconstrucción de lo que podría llamarse “historia indígena” en el
sentido de, como señala León Solís para el caso chileno, una historia que “sin ser indígena en
el sentido propio –hecha por mapuches para mapuches- no sea tampoco un mero reflejo de los
eventos que tuvieron lugar en los ámbitos hispano-criollos” presenta algunas dificultades
derivadas de la falta de documentación escrita producida por los propios actores57. Esta
ausencia lleva a que para reconstruir la historia de pueblos “sin historia” se deba partir de los
testimonios que han dejado individuos pertenecientes a otra cultura. Para recorrer este camino
se deben tener en cuenta las precauciones lógicas de despojar a esas “voces” de los prejuicios
que se pueden presentar al describir una sociedad diferente y de las contaminaciones
frecuentes derivadas de la trasposición de elementos culturales que no son propios del pueblo
del que se habla.
No terminan allí las dificultades al analizar estas fuentes. En primer lugar, el frecuente
desconocimiento de la lengua indígena hacía que los informantes expresaran el nombre de los
líderes étnicos según su fonética por lo que un mismo cacique podía llegar a tener, en la
documentación, una gran variedad de nombres asignados; por otro lado, puede percibirse una
fuerte insistencia por catalogar étnicamente a los jefes indígenas dentro de los grupos más
conocidos. En ese sentido y hasta hace poco, se tendía a tomar sin recaudos las
56 Ratto, S. “Soberanos, clientes o vecinos? Algunas consideraciones sobre la condición del indígena en la sociedad bonerense”. En Villar,D (ed.), Jimenez y Ratto Conflicto, poder y justicia en la frontera bonaerense, 1818-1832. Bahía Blanca-Santa Rosa, Depto de Humanidades UNSur, Facultad de Ciencias Humanas UNLPampa, 2003 57 León Solís, Leonardo, “El pacto colonial hispano-americano y el parlamento de 1692», Nütram 30 Santiago,. 1992b
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denominaciones étnicas que brindaban las fuentes58. Esta decisión metodológica respondía a
una acción conciente por mostrar un mundo indígena estático, con grupos que mantenían una
especificidad identitaria y/o cultural a lo largo del tiempo, con lo cual se negaba su
historicidad. Esa postura de ubicar un momento inicial de culturas puras reproducía la visión
que los conquistadores quisieron brindar de la situación que hallaron. En efecto,
conquistadores y colonizadores buscaron “cuadricular” el espacio concibiendo a las
comunidades con las que se relacionaron como entidades culturalmente homogéneas, dotadas
de una misma lengua, de una misma cultura e instituciones políticas y funcionando en un
equilibrio estable que solo comenzó a ser perturbado a partir del proceso de conquista.
Los nuevos planteos metodológicos comparten asimismo, una critica a ciertos conceptos
canónicos como etnía, cultura e identidad. Durante muchos años y con variantes según las
distintas escuelas antropológicas de que se trate (difusionismo, funcionalismo, culturalismo)
se consideró a la cultura como un conjunto cerrado de elementos que podían ser aislados y
estudiados; la cultura, para estas interpretaciones era una sustancia y en consecuencia, los
procesos de mestizajes que se habían producido entre nativos y conquistadores eran
analizados en una sola dirección como la pérdida de la cultura e identidad original de los
grupos indígenas59. Recién con las investigaciones acerca de la aculturación pudo lograrse un
cambio sustancial en la concepción que los investigadores tenían sobre la cultura. De todos
modos, en los primeros tiempos, estos estudios mantuvieron cierto apego a la noción de la
cultura como un fenómeno cerrado y aislable al centrarse en las permanencias de algunos
elementos culturales que no habían sido modificados en el proceso de contacto. Más tarde
comenzó a plantearse que la aculturación era un fenómeno universal y que no existían
culturas puras. Esta posición invalidaría la tradicional dicotomía entre sociedades frías,
claramente diferenciadas entre ellas, que resisten encarnizadamente cualquier cambio para
defender una tradición ancestral y sólo se transforman por contaminación y las sociedades
calientes, permeables al cambio60. En ese sentido Denys Cuche señalaría recientemente que
“Toda cultura está en un permanente proceso de construcción, desconstrucción y
58 Lidia Nacuzzi se refiere puntualmente a este inconveniente. La autora analiza la relación entre los pobladores del asentamiento de Carmen de Patagones establecido a fines del siglo XVIII en el sur de la provincia de Buenos Aires y las parcialidades circundantes que se llaman: tehuelches, pampas y aucas. Estos no eran nombres inventados por los pobladores sino que se usaban ya para referirse a los habitantes del lugar pero funcionaron como identidades impuestas en el sentido de que no existió interes de los funcionarios españoles por ver que nombre se daban los indígenas a si mismos sino que los catalogaron así para facilitar la relación diplomática y comercial con ellos (Nacuzzi, Lidia, Identidades impuestas. Tehuelches, aucas y pampas en el norte de la Patagonia. Sociedad Argentina de Antropología,1998). 59 Boccara, G. “Mundos nuevos en las fronteras del Nuevo Mundo” en E-review (CNRS-CERMA), 2001 60 Según la clásica distinción realizada por Levi Strauss.
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reconstrucción… Quizás habría que reemplazar la palabra ´cultura´ por la de ´culturación´
para subrayar esta dimensión dinámica de la cultura”61.
Una evolución similar se produjo en torno a la categoría de identidad y su relación con la
cultura. Antiguamente prevalecía una concepción objetivista de la identidad que se apoyaba
en la determinación de elementos “objetivos” que determinaban la identidad de un grupo:
lengua, territorio, etc. Para estas concepciones la identidad cultural remitía a un sentimiento
de pertenencia innato, era una condición inmanente del individuo, lo que da por resultado la
definición de una identidad como algo fijo e inmutable. Un importante giro en torno a la
identidad fue considerarla como una construcción que se elabora en función de la relación con
otros grupos, es decir la identidad se define como una manifestación relacional. El pionero en
avanzar en este sentido fue Fredrik Barth62. Para el autor, la definición de la identidad de un
grupo se encuentra en aquellos rasgos utilizados por el grupo como “marcas” para
diferenciarse de los otros. Esto lleva a que la identidad sea algo que se construye y
reconstruye permanentemente en función de las relaciones con otros grupos. Estas marcas no
necesariamente son siempre las mismas, pueden variar. Todo cambio en la situación social,
económica o política puede producir desplazamientos de las fronteras culturales impuestas por
un grupo en su relación con otros.
El mismo replanteo fue realizado por Amselle al uso del término etnía63. El autor, refiriéndose
al contexto africano, considera que, en cierto modo, las “etnias” se originaron por la acción
del colonizador quien, en su afán de territorializar al continente africano, recortó entidades
étnicas que luego fueron reapropiadas por las poblaciónes. Para Amselle el escenario africano
preconquista debe analizarse en función de “cadenas de sociedades”. Cada sociedad local era
un efecto de una red de relaciones que incluían diversos espacios sociales de relación: de
intercambio (en donde se establecerían espacios de producción, de circulación y de consumo);
estatales, políticos y/o guerreros (en donde pueden hallarse procesos de fusión y/o de fisión en
un constante ir y venir en el tiempo que incitan a abandonar una visión evolucionista de la
historia en la que formas menos desarrolladas preceden a las más complejas); lingüísticos;
culturales y religiosos. Con la conquista se produciría un proceso de desarticulación de esta
cadena relacional de sociedades locales.
61 Cuche, D. La noción de cultura en las ciencias sociales. Buenos Aires, ediciones Nueva Vision, 1999. p. :82 62 Barth, F (comp), Los grupos étnicos y sus fronteras. Mexico, FCE, 1976. 63 Amselle, J.L. Logiques métisses. Antropologie de l´identité en Afrique et ailleurs. Paris, Ed. Payot, 1990.
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Al dotar a todos estos conceptos de dinamismo e historicidad se pudo detectar cambios en las
estrategias de algunas comunidades; así, por ejemplo, un mismo grupo pudo haber pasado de
épocas de gran innovación y cambio a otras, de aparente apatía y de rechazo a la adaptación o
situaciones en donde, en su interior coexistían al mismo tiempo estas dos lógicas, creando
tensiones políticas entre los diferentes sectores. Estas interpretaciones sostienen que las
transferencias y circulación de objetos y personas así como la adopción de elementos
exógenos tuvieron una doble dirección que involucró a los dos grupos en contacto y permiten,
asimismo, retrotraer el análisis a momentos anteriores a la conquista, al pensar la relación con
el exterior como un elemento estructural de la reproducción interna de una sociedad.
Estas nuevas perspectivas de análisis centradas en rescatar la historicidad de los pueblos
nativos, han producido estudios extremadamente novedosos. Una línea de análisis está
centrada en los procesos de etnogénesis por los que han transitado distintos grupos
aborígenes. El concepto de etnogénesis experimentó cierta evolución a lo largo del tiempo.
Utilizado por primera vez por William Sturtevant hace ya unos treinta años, los fenómenos de
etnogénesis remitían estrictamente a la emergencia “física” de nuevos grupos políticos a causa
de la llegada de los europeos. En su trabajo mostraba cómo los Seminola se habían
diferenciado históricamente de los Creek64. Esta nueva entidad había emergido a través de un
doble proceso de fisión con la Confederación Creek y de fusión con los indios nativistas Red
Stick y con los esclavos fugitivos de la colonia. Luego de estas incorporaciones tuvo que
enfrentar varias guerras contra las tropas norteamericanas, lo que la llevó a refugiarse cada
vez más al sur de la Florida.
Retomada luego por otros estudiosos norteamericanos, la noción de etnogénesis experimentó
un notable cambio semántico en los últimos tiempos. En la actualidad se la utiliza para
caracterizar procesos muy diversos de transformaciones no solamente políticas sino también
en las formas de definición identitarias de un mismo grupo a través del tiempo. Al desvincular
la noción de etnogénesis de su acepción estrictamente biológica, los estudios recientes
pusieron énfasis en las capacidades de adaptación y de creación de las sociedades indígenas y
empezaron a considerar la posibilidad de que las nuevas configuraciones sociales tuvieran
lugar no sólo a través de los procesos de fisión y fusión sino también a través de la
64 Albers, P. “Changing patterns of ethnicity in the northeasterns plains 1780-1870” en Hill, J (comp) History, Power, & Identity. Ethnogenesis in the Americas, 1492-1992. University of Iowa Press, 1996; Sattler, R. “Remnants, renegades and runaways: seminole ethnogenesis reconsidered”, en Hill (comp) History, Power...
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incorporación de elementos alógenos. De esta manera, la categoría etnogénesis no se refiere
sólo al nivel de emergencia de pueblos culturalmente distintos, sino a un proceso de creación
de identidades persistentes en contextos de radicales cambios y discontinuidades.
Hickerson señala que el proceso de etnogénesis puede ser dividido en tres fases: separación
(momento de negación de las lealtades hacia un grupo específico), período liminal (en donde
los lazos sociales y/o económicos sobrevivientes son descartados comenzando a generarse
nuevos vínculos de relación) y reintegración (que hace referencia a la consolidación de una
nueva identidad). Como dice la autora, en general se ha tendido a utilizar el término de
etnogénesis para describir la tercera fase, lo cual oscurece los momentos previos en los cuales
los antiguos vínculos se van desintegrando y se promueve entonces cierta creencia en un
origen milagroso o una creación especial y espontánea. El resultado de este tipo de análisis es
que se “da un aire de misterio al asunto en la aparición de… nuevas tribus que parecen
‘emerger’ de la nada, o sin predecesores obvios”. 65
Este surgimiento de nuevos grupos a partir de un “punto cero” en que no contaban con algún
tipo de antecedente cultural, histórico o territorial inmediato es bastante difícil de encontrar
aunque no imposible. En efecto, el caso de los marroon, sería un ejemplo. Se trataba de
comunidades de esclavos nacidos en distintos puntos de África, con diferentes lenguas y
culturas, que luego de fugados de su confinamiento en las plantaciones desarrollaron nuevas
identificaciones étnicas con base en mitologías culturales y biológicas que los adscribían a
nuevos territorios en áreas selváticas de Surinam, Guyana, Jamaica y Brasil. Quizá por esta
dificultad, en la práctica, los estudios que han explorado la emergencia étnica no parecen
haber podido dar cuenta acabadamente del proceso de constitución de grupos étnicos donde
antes no existían como tales, es decir, sin presuponer la existencia previa de conjuntos
poblaciónales, identidades, adscripciones o sentidos de pertenencia y devenir que, aún
pequeños o desarticulados, o “sin autoconciencia” de su etnicidad, constituirían el referente
para la formación de colectivos sociales más amplios66.
Uno de los cambios más tajantes a partir de los cuales se han estudiado en profundidad los
procesos de etnogénesis indígena, o de grupos afroamericanos en América, sería la
65 Hickerson, N. “Ethnogenesis in the South Plains”, en Hill (comp) History, Power... 66 Bilby, K. “Ethnogenesis in the Guianas and Jamaicas: an emerging regional picture”, en Hill (comp) History, Power...
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“expansión histórica de los estados coloniales y nacionales” en el continente americano67.
Vinculado también al impacto de la expansión de los estados coloniales, Ferguson y
Whitehead elaboraron el concepto de zona tribal con el objeto de aplicarlo a aquellas áreas
donde el contacto de las sociedades indígenas con sociedades estatales -europeas primero y
criollas más tarde- desencadenó complejos procesos de mutuas transformaciones y
modificaciones de los patrones de la violencia. Los autores se referirán especialmente a los
cambios producidos en las tácticas de guerra indígena, a raíz del contacto permanente con
sociedades estatales introductoras de nuevos bienes, tecnologías y enfermedades68.
El término zona tribal define concretamente un área geográfica continuamente afectada por la
proximidad de un estado pero que no se encuentra bajo su administración directa. El impacto
que produce el estado sobre estas poblaciónes puede verificarse a través de una dinámica de
coerción y seducción. En el primer caso mediante el uso de la amenaza militar y en el
segundo a través de distintas vías como los obsequios a jerarquías indígenas, condiciones
favorables para el intercambio comercial y/o ayuda militar. Los autores señalan que el
proceso de intrusión estatal no se efectúa solamente a través de la acción de actores estatales,
los que a su vez conforman un grupo heterogéneo de personas: gobernadores, soldados,
religiosos, comerciantes y pobladores cada uno con sus propios intereses. La acción estatal
también puede registrarse por la acción de factores específicos. Dentro de éstos se encuentran
las epidemias (cuyos efectos pueden ser devastadores produciendo cambios fundamentales en
la densidad, tamaño y ubicación de las poblaciónes), los cambios en el medio físico por la
introducción de nuevas plantas y animales y cambios tecnológicos derivados de la aparición
de bienes europeos que originan la conformación de nuevos circuitos económicos.
La respuesta ante la expansión estatal es variada y puede dar origen a diverso tipo de
estructura política dentro de la zona tribal69: cacicazgos, redes de alianzas, villas autónomas,
clanes segmentales, familias extendidas, bandas especializadas y tribus. Más allá de las
modificaciones en la estructura sociopolítica de estas agrupaciones, las respuestas de estos
67 Hill, Johnatan (comp) History, Power... 68 Ferguson, B. “Blood of the Leviathan: western contact and warfare in amazonia”, en American Ethnology No. 17 (2), 1990; Ferguson & Whitehead, "The violent edge of empire" en Ferguson, B y N. Whitehead (eds) War in the Tribal Zone. Santa Fe. New Mexico. School of American Research Papers, 1992 69 Un plateo similar acerca de la influencia de un poder estatal sobre las conformaciones políticas nativas habia sido planteado por Morton Fried en lo que denominó "el sesgante efecto de las situaciones secundarias", es decir "un cambio en complejidad de las instituciones políticas en presencia de sociedades más desarrolladas políticamente". Citado en Bechis, Martha, "Los lideratos políticos en el área arauco-pampeana en el siglo XIX: autoridad o poder?" en La etnohistoria en CD Número especial de la revista Naya, Facultad de Filosofía y Letras, 1999.
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grupos ante la expansión estatal se reducen, según los autores, a tres opciones básicas: la
resistencia, la cooperación y la huida hacia otros espacios. La definición del tipo de estrategia
a establecer con la estructura estatal puede producir una división al interior de los grupos en
donde algunos líderes pueden apoyar una vía de resistencia en tanto otros sostengan la
conciliación.
Como señalamos más arriba, dentro de los cambios que se producen en la zona tribal, los
autores centrarían su atención en la conducta guerrera clasificando los tipos de guerras que
pueden identificarse dentro de la misma: guerra de resistencia o rebelión ante este avance
estatal; entre indígenas respondiendo a sus propios intereses en las cambiantes circunstancias
de la zona tribal o, entre diferentes grupos indígenas con la particularidad de que uno de ellos
está conformado por soldados étnicos que están bajo control o influencia del estado. Estos
soldados étnicos son indígenas que responden a las directivas del estado con un grado variable
de dependencia con respecto al mismo; puede tratarse de milicias auxiliares, grupos
fuertemente integrados a las fuerzas estatales o grupos mercenarios que son convocados
coyunturalmente70.
Si nos acercamos más al ámbito de la frontera, veremos que también en este campo se ha
dado una redefinición del papel jugado por los pueblos nativos en situación de contacto.
Tradicionalmente se presentaba solo una doble alternativa en cuanto a las posibilidades que
tuvieron los pueblos indígenas en situaciones coloniales: la aculturación o la resistencia. Se
postulaba asimismo que estos dos procesos habían tenido lugar en territorios distintos y bajo
modalidades radicalmente diferentes. Así, mientras el proceso de aculturación se ubicaba en
espacios que habían sido conquistados a través de una triple acción que involucraba la acción
evangelizadora de la Iglesia, la normalización jurídico-política y la organización de la
producción colonial, los casos de resistencia se localizaban, fundamentalmente, en espacios
fronterizos tomando la forma de enfrentamientos bélicos.
La reformulación de estos presupuestos derivó en la constatación de la amplísima gama de
relaciones que involucraron a los pueblos indígenas, a los colonizadores europeos y a distintos
grupos de migrantes que arribaron asimismo a la frontera. De manera que, en contraposición
con lo sostenido anteriormente es en los espacios fronterizos “donde se operan los cambios
70 Whitehead, Neil, “Carib ethnic soldiering in Venezuela, the Guianas and Antilles, 1492-1820”, en Etnohistory No 37 (4), 1990
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más radicales”71. Dentro de las nuevas propuestas metodológicas para analizar el encuentro
entre pueblos nativos y conquistadores se hallan los conceptos de middle ground72,
pensamiento mestizo73 y lógica mestiza74 todos los cuales tratan de dar cuenta de los diversos
prestamos culturales que se produjeron entre los grupos en contacto para lograr una
comunicación adecuada y permitir el desarrollo de la vida diplomática y cotidiana.
En estos encuentros cobrarían un papel relevante determinados “individuos (interpretes,
traductores, misioneros, cronistas, curanderos) o sectores (mercaderes, caciques, mestizos)
que por su posición económica, social, política, religiosa, desempeñaron el papel de “passeurs
culturels” o mediadores culturales entre varios mundos”75. De manera que ante la imagen
metafórica de una frontera cultural entre dos mundos encontramos a estos intermediarios que
se ocupan en hacer pasar elementos de un lado a otro desdibujando esos límites. El verdadero
desafío en el estudio de estas figuras se encuentra en descifrar “de qué manera se realiza la
comunicación entre diferentes tradiciones en contacto. ¿Quiénes se convierten en agentes
mediadores y que elementos de una determinada cultura se busca difundir? ¿Cuáles parecen
más susceptibles de ser recibidos por otra o cuáles elige el receptor?”76. Los “intermediarios
culturales” más estudiados han sido los mestizos y los caciques. Los primeros, rechazados
tanto por los españoles como por los indígenas, eran individuos que vivían en el medio de dos
mundos, con una gran movilidad espacial que coincide con la idea del movimiento entre dos
mundos y quienes también en el plano económico cumplen papeles de intermediarios
(transporte de mercancías, mayordomos, intérpretes).
El rol de los caciques ha producido, desde los clásicos trabajos de Wachtel y Spalding77,
cantidad de trabajos en los que se reconocía su importancia como intermediarios claves entre
las comunidades rurales andinas y el estado colonial. De su éxito para mediar con el mundo
exterior dependía en buena medida la supervivencia de la comunidad rural andina. Aunque se
reconocía asimismo que las oportunidades de enriquecimiento personal y ascenso social
71 Boccara, G. “Mundos nuevos…” 72 White, Richard, The Middle Ground. Indians, Empires, & Republics in the Great Lakes Region, 1650-1815. Cambridge University Press, 1991 73 Gruzinski, Serge, El pensamiento mestizo. Paidós, Barcelona, 2000 74 Boccara, G. “Antropología Diacrónica. Dinámicas culturales, procesos históricos y poder político" en Guillaume Boccara & Sylvia Galindo (Eds.) Lógica mestiza en América. Instituto de Estudios Indígenas. Universidad de la Frontera. Temuco. Chile, 2000. 75 Ares, B y Gruzinski, S. Entre dos mundos: fronteras culturales y agentes mediadores. Sevilla, EEHA, 1997 76 Ibidem, p. 416-420. 77 Wachtell, Nathan “La desestructuración economica y social del mundo andino”, en Sociedad e ideología. Lima, IEP, 1973 y Spalding, Karen, De indio a campesino. Lima, IEP, 1974.
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creadas por la economía mercantil habían operado como formidables presiones sobre la
función del cacicazgo en la sociedad andina. Vinculado a las reformulaciones acerca del
significado de los mestizajes, también se ha tendido a abandonar la idea de que “el nivel de
consenso de las autoridades étnicas era proporcional al grado de apego a principios andinos,
precolombinos de comportamiento”. Por el contrario, se plantea actualmente “que la
acumulación económica individual, la observancia de rituales y creencias religiosas católicas
o el manejo de la escritura y el idioma español no eran elementos que trazaban por si mismos
la línea que separaba a los caciques legítimos de los caciques despóticos”78.
Hecha esta rápida y seleccionada revisión de nuevas propuestas para el estudio de los
pueblos nativos y de los procesos de contacto, pasaremos a reseñar los avances que la
historiografía local ha realizado alrededor de estos ejes. En primer lugar cabe destacar que la
misma se ha plegado a los avances más tempranos que, desde la década de 1980, se
produjeron en Chile alrededor del estudio de la sociedad indígena y su relación con la
sociedad colonial. Uno de los puntos de mayor acuerdo entre los historiadores de ambos
países fue el de plantear como unidad espacial de análisis para estos procesos un área “pan
araucana” que abarcara las dos vertientes cordilleranas, en virtud de la fluida y constante
interrelación de los grupos indígenas al este y al oeste de los Andes79.
Teniendo en cuenta este acuerdo y haciendo una revisión conjunta sobre la historiografía
de ambos países, se debe ubicar indudablemente como punto inicial de renovación el ya
clásico libro compilado por Sergio Villalobos donde se rechazaba la noción de la frontera
como límite entre sociedades y un contacto entre ellas básicamente militar80. En su lugar se
plantearía la existencia de, como se señala en el mismo título del libro, relaciones fronterizas
entre indios y españoles a lo largo de una frontera que pierde el carácter de línea divisoria
para convertirse en un espacio habitado por individuos pertenecientes a ambas culturas y
cruzado permanentemente por una multiplicidad de relaciones de diverso tipo (comercial,
78 Serulnikov, Sergio, “Legitimidad política y organización social en las comunidades indígenas de la provincia Chayanta (siglo XVIII)”, en Anuario de Estudios Americanos, en prensa. 79 León Solís, Leonardo, Maloqueros y conchavadores en Araucanía y las Pampas, 1700-1800. Ed. Universidad de la Frontera, 1991; Palermo, Miguel Angel, "La compleja integración Hispano-Indígena del sur argentino y chileno durante el período colonial", América Indígena, 1, 1991; Bechis, Martha, Interethnic relations during the period of Nation-State formation in Chile and Argentina: from sovereign to ethnic. Ph. D., Ann Arbor, University Microfilm International, 1989. El libro compilado por Jorge Pinto Rodriguez y publicado en el año 1996 da cuenta de este acuerdo en su mismo título: Araucanía y Pampas. Un mundo fronterizo en América del Sur. 80 Villalobos, Sergio et al.Relaciones fronterizas en la Araucanía. Santiago, Universidad Católica de Chile, 1982.
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laboral, etc)81. Acompañando esta nueva imagen, el mismo Villalobos, en otro libro
contemporáneo al anterior, trazaría una periodización de los momentos conflictivos y de
calma en la frontera con el objetivo de demostrar que la guerra no fue ni el único ni el más
relevante modo de contacto interétnico82. Este rechazo a viejos presupuestos tuvo su correlato
en trabajos locales que cuestionaron el impacto del llamado complejo ecuestre en los pueblos
nativos de pampa y patagonia83 y el significado de la araucanización en los mismos84.
En las contribuciones incluidas dentro de los libros mencionados anteriormente, se
plantearon algunas de las líneas de investigación que serían desarrolladas por ambas
historiografías. Una de las primeras indagaciones se centró en las modificaciones económicas
producidas en el espacio pan araucano por la incorporación de especies animales y
manufacturas europeas85. La derivación más clara de estos cambios fue la conformación de
extensos circuitos de intercambio que surcaban la zona de pampa-patagonia a ambos lados de
la cordillera basados fundamentalmente en el comercio de ganado en pie (caballos y vacas).
Para sostener estos circuitos se organizaron en un primer momento, grandes malocas que
convocaban a indígenas de diversas etnías que cruzaban la cordillera para apoderarse del
ganado cimarrón86. Con el tiempo, se produjeron asimismo procesos de especialización
regional producto de los cuales algunos pueblos se dedicaron al pastoreo y engorde de
ganado87 en tanto otros usufructuaron su papel de intermediarios a través del control de los
pasos cordilleranos88. El constante pasaje a uno y otro lado de la cordillera derivó en la
conformación de alianzas intertribales y, en casos más extremos, en el asentamiento de grupos
81 Los llamados “estudios fronterizos” impulsados por Villalobos recibieron una fuerte crítica centrada en que esta corriente tendía a limitar o suplantar el estudio de las relaciones interétnicas o la historia indígena por las relaciones fronterizas dandose por hecho que la cultura dominante había sido desde un principio la hispano-criolla y que la indígena había perdido su autonomía y capacidad de gobierno propia. Este presupuesto derivaba en que se perdiera la especificidad de la dinamica indígena; se limitara el estudio a un espacio y a un tiempo determinado y se viera una sola direccion del contacto (Foerster, R y Vergara, "¿Relaciones interétnicas o relaciones fronterizas?", en Revista de Historia Indígena, nº 1, Universidad de Chile, 1996). 82 Villalobos y Pinto Rodríguez (ed) Araucanía. Temas de historia fronteriza. Temuco (Chile), Universidad de la Frontera, 1985 83 Palermo, Miguel Angel, "Reflexiones sobre el llamado «complejo ecuestre» en la Argentina" en Runa. Archivo para las Ciencias del Hombre. Vol. XVI. Buenos Aires. ICA/UBA, 1986 84 Mandrini, R y S. Ortelli “Repensando los viejos problemas: observaciones sobre la araucanización de las pampas”, en Runa No 22. Buenos Aires 1996 y Ortelli, Sara, “La araucanización de las pampas: realidad histórica o construcción de los etnólogos?, en Anuario IEHS, Nro 11. Tandil, Universidad del Centro de la Provincia, 1996. 85 Zapater, H. “La expansión araucana a las pampas”, en Villalobos, Sergio, Relaciones fronterizas… ; Mandrini, Raúl, “Desarrollo de una sociedad indígena pastoril en el área interserrana bonaerense”, en Anuario IEHS, Nro 2. Tandil, UNCPBA, 1987; Palermo, M. A. "La compleja integración Hispano-Indígena…” 86 León Solís, Leonardo, Maloqueros y conchabadores… 87 Mandrini, R. “Desarrollo …” 88 Varela, G. y Manara, C. "Particularidades de un modelo económico en un espacio fronterizo Nordpatagónico. Neuquén, siglos XVIII y XIX" en Quinto Sol, Año 3, No. 3. Universidad Nacional de La Pampa, 1999.
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mapuches en la pampa89. Este proceso no fue siempre pacífico ni acordado ya que
frecuentemente se produjeron conflictos territoriales por el control de zonas estratégicas de
caza de ganado o de rutas comerciales90.
Esta nueva economía provocó la generación de excedentes necesarios para sostener el
comercio y generó asimismo una creciente jerarquización interna dentro de los grupos
indígenas. La adquisición de nuevas riquezas y la creciente relación con los poderes
coloniales produjo modificaciones en la estructura interna de los pueblos nativos, entre ellas
un cambio en el tipo de liderazgo indígena. Esta temática ha provocado mucho interés y dado
origen a trabajos imprescindibles como los realizados por Leonardo León Solís, cuya prolífica
producción está centrada fundamentalmente en la lucha por el poder dentro de linajes de
diferentes butalmapus91 en el período tardo colonial92. El tema ha sido tomado por
investigadores locales siendo de destacar los trabajos de Martha Bechis sobre la
caracterización de los lideratos pampeanos y Juan Francisco Jiménez sobre el liderazgo
pehuenche93.
Otro aspecto que fue objeto de estudio estuvo centrado en la institución de los
parlamentos. El trabajo pionero de Luz Méndez Beltrán inició este camino. En el mismo la
autora se centró en categorizar los diferentes tipos de encuentros diplomáticos (parlas, juntas
de guerra, parlamentos) y en describir con total minuciosidad la organización de estas
reuniones en cuanto a la elección de los lugares para el encuentro y el sistema de
financiamiento implementado para la provisión de la comida y los obsequios que se
89 Palermo, M.A. “La compleja…” y "El revés de la trama. Apuntes sobre el papel económico de la mujer en las sociedades indígenas tradicionales del sur argentino". En Memoria Americana No. 3, Buenos Aires, 1994 y Bechis, Martha, "Matrimonio y política en la génesis de dos parcialidades mapuche durante el siglo XIX", Memoria Americana. Cuadernos de etnohistoria 3. Facultad de Filosofía y Letras, UBA, 1994 90 Alcamán, E. "Los Mapuche-Huilliche del Futahuillimapu septentrional: expansión colonial, guerras internas y alianzas políticas (1750-1792)", en Revista de Historia Indígena No. 2. Santiago, 1997. 91 Los butalmapus eran jurisdicciones territoriales que, aunque reconocen una existencia pre colonial momento en que designaban reuniones esporádicas y coyunturales para resolver temas concretos, adquieren en el período colonial carácter de jurisdicciones territoriales permanentes (Boccara, G. “Etnogénesis mapuche: resistencia y restructuración entre los indígenas del centro-sur de Chile (siglos XVI-XVIII)" en The Hispanic American Historical Review, Duke University Press, Vol. 79, Nro. 3, 1999). 92 León Solís, L. “El pacto colonial hispano-americano y el parlamento de 1692», Nütram 30 (Santiago). 1992; “Política y poder en la Araucanía: apogeo del toqui Ayllapangui de Malleco, 1769-1774”, Cuadernos de Historia 12: 7-68, 1992 y “El parlamento de Tapihue, 1774”, Nütram 32 (Santiago), 1993. 93 Bechis, Martha, “Los lideratos políticos…” y Jimenez, J.F. "Guerras Intertribales y economía en la Cordillera de los Andes (1769-1798). El impacto de los conflictos sobre la economía de los pehuenches de Malargue”, en Revista Frontera No. 16. Temuco, 1997.
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entregarían en la reunión94. Esta línea encontró seguidores en León Solís y Boccara quienes
con diferentes presupuestos y objetivos estudiaron también la institución de los parlamentos
en la frontera araucana. El primero incluyó esta temática dentro de su planteo más general
sobre la reedición de un “pacto colonial” entre la Corona y los principales líderes indígenas
durante el periodo borbónico, por el cual los naturales se declaraban súbditos de la monarquía
española a cambio de que ésta reconociera su independencia política. En este esquema, el
parlamento se había convertido, para el autor, en un instrumento legal a través del cual ambas
partes reconocían esta relación y garantizaban el cumplimiento mutuo de sus obligaciones95.
Boccara por el contrario, parte de la idea de una dominación mayor ejercida por la Corona
sobre los indígenas. Utilizando un marco analítico foucoultiano, designa al parlamento, al
igual que la misión, como dispositivos de poder aplicados por la monarquía como forma de
control de la población nativa96.
Con respecto a esa ultima institución, tanto la actividad misionera y evangelizadora así
como la repercusión de la misma en la religiosidad indígena dieron origen a cantidad de
interesantes trabajos que ahondan en los diferentes objetivos de las órdenes que se asentaron
en la frontera araucana97 y en las formas que adoptó la incorporación de elementos católicos
por parte de los indígenas98. Como un punto de contacto entre las dos miradas vale la pena
nombrar el trabajo pionero de Holdenis Casanova que analiza un proceso judicial por
hechicería en el siglo XVIII donde el sincretismo religioso es el principal protagonista99.
Algunas de estas temáticas han sido desarrolladas asimismo para el área de pampa y
patagonia aunque es de destacar que el volumen de trabajos es apreciablemente menor. Por un
lado se han producido estudios que analizan las motivaciones de los acuerdos realizados entre
los pueblos nativos y los diferentes poderes regionales, así como el impacto que produjeron
los movimientos revolucionarios de inicios del siglo XIX en los grupos indígenas del área
94 Mendez Beltrán, L. M. “La organización de los parlamentos de indios durante el siglo XVIII”, en Villalobos, S, Relaciones fronterizas… 95 León Solís, L. “El pacto colonial… ” y “El parlamento de Tapihue …”. 96 Boccara, G. “Notas acerca de los dispositivos de poder en la sociedad colonial fronteriza, la resistencia y la transculturación de los reche mapuche del centro sur de Chile (XVI-XVIII), en Revista de Indias. Vol LVI, No. 208. Madrid, 1996. 97 Pinto Rodríguez, Jorge, Misioneros en la Araucanía 1600-1900. Temuco, Ediciones Universidad de la Frontera, 1991 98 Foerster, Rolf, "La conquista bautismal de los mapuches de la Araucanía" en Nutram, Año VI, No. 3. Santiago, 1993; Introducción a la religiosidad mapuche. Santiago, Editorial Universitaria, 1997. 99 Casanova, H. Diablos, brujos y espíritus maléficos. Chillán, un proceso judicial del siglo XVIII. Temuco, Ed Universidad de la Frontera, 1994.
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panaraucana100. La acción de la iglesia en su rol evangelizador y el impacto de la doctrina
católica en los pueblos nativos de pampa y patagonia no se han desarrollado de manera
notable. En el caso de la frontera bonaerense la explicación se encuentra en el escaso éxito
que tuvo la evangelización hasta la segunda mitad del siglo XIX101. Muy poco se conoce aún
sobre la existencia de misiones en las fronteras de Mendoza, Córdoba y Santa Fe.
Todos los autores mencionados anteriormente coinciden asimismo con la noción de la
inexistencia de entidades étnicamente “puras” y se refieren a los complejos procesos
etnogenéticos que se dieron en todo el espacio. En el área pan-araucana pueden mencionarse
ejemplos de procesos de etnogénesis. El grupo ranquel se constituyó hacia la segunda mitad
de la década de 1770, cuando contingentes pehuenche y huilliche favorecidos por vínculos de
parentesco y desplazados de la cordillera a consecuencia de una serie de conflictos intra-
étnicos desfavorablemente resueltos para ellos, debieron trasladarse hacia el monte pampeano,
en la región conocida como Mamil Mapu102. El estudio más completo sobre este tema es de
Guillaume Boccara quien tomó la difícil tarea de verificar el modo en que se produjo lo que
denomina “etnogénesis mapuche”, es decir, el proceso por el cual los reche precoloniales
derivaron en los pueblos mapuches que se conocen históricamente103.
Finalmente, un último tema de investigación que reconoce asimismo su punto de inicio
en el libro de Villalobos es la caracterización de los llamados “tipos fronterizos”, personajes
que se originaron en el espacio fronterizo, siendo propios de ellos o que se generaron en el
100 Bechis, M. “De hermanos a enemigos: los comienzos del conflicto entre los criollos republicanos y los aborígenes del área arauco-pampeana, 1814-1818”, en Bandieri, S. (Coord), Cruzando la cordillera… La frontera argentino-chilena como espacio social. Universidad Nacional del Comahue, 2001; Ratto, S. "Relaciones interétnicas en el sur del Salado, 1810-1830", en Villar, D (ed.), Jimenez, J.F. y Ratto, S. Relaciones inter-étnicas en el Sur Bonaerense, 1810-1830, Univ. del Sur/IEHS, Bahía Blanca, 1998, Varela, G. y C. Manara, “Particularidades …” 101 En la década de 1740 se instalaron tres misiones jesuíticas en la frontera bonaernse pero la más duradera apenas alcanzó a perdurar 10 años. 102 Fernández, J. Historia de los indios ranqueles. Origenes, elevación y caída del cacicazgo ranquelino en la Pampa central (siglos XVIII y XIX). Buenos Aires, Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano, 1998. 103 Boccara, G. “Etnogénesis mapuche…”. Para el autor la llamada “araucanización de la pampa” con la difusión de elementos culturales mapuches como lengua, tejidos, agricultura, la intensidad de la circulación entre los dos lados de los Andes, el establecimiento de redes comerciales y las alianzas político-matrimoniales, es un proceso etnogenético que amerita aún un análisis profundo.
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proceso de contacto. Esta línea fue continuada produciendo estudios sobre los cautivos104; los
indios amigos en diferentes espacios y contextos105, los aindiados106.
Así como iniciamos el panorama historiográfico con la aparición de dos libros chilenos
fundantes en cierto modo de la renovación en nuevos enfoques y temáticas sobre la sociedad
indígena, cerraremos el mismo con el comentario de dos libros publicados recientemente en
nuestro país por Raúl Mandrini y Lidia Nacuzzi107. Los estudios incluidos en ellos son una
excelente muestra de la vitalidad de las nuevas investigaciones así como permiten observar la
existencia de “huecos” historiográficos sobre determinados espacios y períodos.
Por un lado hay un avance indudable en el conocimiento de las relaciones entre los pueblos
indígenas del área pan araucana desde fines del período colonial hasta mediados del siglo
XIX. Estos trabajos se han centrado tanto en las alianzas y conflictos intertribales como en las
relaciones diplomáticas con los gobiernos coloniales; en este ultimo punto se ha trabajado
sobre el tipo de contacto establecido entre los líderes indígenas y personajes de renombre
afectados al servicio de la frontera así como sobre las visiones que tenían los pueblos nativos
sobre los conquistadores108.
Las investigaciones sobre el espacio panaraucano se detienen a partir de 1850 para volver a
producir trabajos referidos a los momentos previo y posterior a la conquista de Roca.. Para ese
104 Socolow, S. "Los cautivos españoles en las sociedades indígenas: el contacto cultural a través de la frontera argentina", en Anuario IEHS, nº 2, Tandil, UNCPBA, 1987; Villar, D. "Sobre la condición de los cautivos en las sociedades indígenas de la región pampeana (siglo XIX)". En Actas de las X Jornadas de Investigación de la Facultad de Cs.Humanas, UNLPam, Santa Rosa, 1997. 105 Ruiz Esquide, Andrea, Los indios amigos en la frontera araucana. Biblioteca Nacional de Santiago, Chile, 1993; Ratto, Silvia, "Indios amigos e indios aliados. Origenes del Negocio pacífico en la provincia de Buenos Aires (1829-1832)". Cuadernos del Instituto Ravignani No. 5. Facultad de Filosofía y Letras, UBA, 1995. 106 Villar, D. y J. F. Jiménez, "Aindiados, indígenas y política en la frontera bonaerense (1827-1830)" en Quinto Sol, Año 1, No. 1, 1997. 107 Mandrini, Raúl y C. Paz (comp), Las fronteras hispanocriollas del mundo indigena latinoamericano en los siglos XVIII y XIX. Un estudio comparativo. IEHS, UNS, CEHIR, 2002 y Nacuzzi, Lidia comp) Funcionarios, diplomáticos, guerreros. Miradas hacia el otro en las fronteras de pampa y patagonia (Siglos XVIII y XIX). Sociedad Argentina de Antropología, 2002. En el primero de estos libros, cobra importancia el aporte de trabajos de arqueología para el conocimiento del pasado (Bayon, C. y A. Pupio, “La Construcción del Paisaje en el Sudoeste Bonaerense (1865-1879): Una Perspectiva Arqueológica”; Gomez Otero, J. “Movilidad y contactos en la costa centro-norte de Patagonia. Argentina en tiempos pre y posthispanicos” y Mazanti, Diana, “Problemáticas de la arqueología postconquista en la región pampeana”) 108 Villar y Jiménez, “El fuego de la guerra. Conflictos indígenas por la hegemonía en Araucanía y las Pampas, durante el lapso 1780-1840” en Mandrini y Paz (ed) Las fronteras … ; Ratto, S. “Cuando las “Fronteras” se diluyen. Las formas de interrelación blanco-indias en el sur bonaerense”, en Mandrini y Paz (ed) Las fronteras…; Nacuzzi, L. “Francisco de Viedma, un “cacique blanco” en tierra de indios”, en Nacuzzi (comp), Funcionario…; Irurtia, P. “La visión de los indios respecto de los cristianos y huincas en el norte de la Patagonia, siglos XVIII y XIX”, en Nacuzzi (comp), Funcionarios…; Roulet, F. “Guerra y diplomacia en la frontera de Mendoza: la política indígena del Comandante Jose Francisco de Amigorena (1779-1799)”, en Nacuzzi (comp), Funcionarios…
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período los estudios compilados en estos libros se han centrado, por un lado, en las estrategias
diseñadas por los líderes indígenas ante un escenario que, ahora sin lugar a dudas, se mostraba
francamente hostil al mantenimiento de cualquier tipo de independencia por parte de los
grupos indígenas109. Por otro lado se ha puesto el énfasis en los proyectos integracionistas de
Argentina y Chile en los que cobraba vital importancia la definición acerca del lugar que se le
asignaría al indígena110. De manera que existe un hiato entre 1850 y 1870, momento de
extrema y rica complejidad en el escenario diplomático interétnico en virtud de la existencia
de dos poderes, la Confederación Argentina y el Estado de Buenos Aires, que se disputarían la
alianza con los principales jefes indígenas de Pampa y Patagonia. Sin embargo, a pesar de la
indudable importancia de este período y de la existencia de valioso material documental no ha
concitado aún el interés de los investigadores111.
Pero a pesar de que en todas estas investigaciones, y al igual que comentamos al analizar
los estudios sobre la campaña bonaerense, se parte de la noción de la frontera como un ámbito
de interrelación cultural, esta premisa no se encuentra verdaderamente desarrollada. Es que,
como ha expresado recientemente Raúl Mandrini, “la frontera sigue separando los ámbitos de
conocimiento: los historiadores del mundo rural hispano criollo suelen mostrar un
conocimiento escaso del mundo indígena, al que generalmente ignoran; quienes trabajan
sobre el mundo indígena suelen tener una ignorancia no menor de lo que ocurre al otro lado
de la frontera”112. Sin embargo, una lectura más abierta de las fuentes nos permitiría ver a
distintos sujetos (pobladores locales, migrantes del interior, indígenas) conviviendo en la vida
diaria fronteriza, intercambiando activamente sus productos en distintos puntos de la
campaña, trabajando en actividades rurales e intentando reproducir sus patrones culturales en
109 Tamagnini y Zavala “El debilitamiento de los ranqueles: el tratado de paz de 1872 y los conflictos interétnicos” y Delrio, Walter, “Indios amigos, salvajes o argentinos. Procesos de construcción de categorías sociales en la incorporación de los pueblos originarios al estado-nación (1870-1885)” en Nacuzzi (comp), Funcionarios… 110 Finkelstein y Novella, “Percepciones y construcción de una frontera sin límites precisos en el “Oeste” de Río Negro, Chubut y Norte de Santa Cruz (1879-1902).” en Mandrini y Paz (ed) Las fronteras … 2002 y de Jong, Ingrid, “Indio, nación y soberanía en la cordillera norpatagónica: fronteras de la inclusión y la exclusión en el discurso de Manuel José Olascoaga” en Nacuzzi (comp), Funcionarios… 111 El mismo desbalanceo en las investigaciones se encuentra en el estudio de la frontera chaqueña, otro ámbito ocupado por poblaciónes nativas no sometidas hasta fines del siglo XIX. Este espacio cuenta con trabajos centrados en el período colonial (pero luego la indagación se suspende hasta el momento post conquista. Los trabajos compilados en los libros anteriormente citados reflejan esta situación (Vitar, Beatriz, “Algunas notas sobre la figura de los líderes chaqueños en las postrimerías del siglo XVIII”, Paz, Carlos, "...como es su costumbre hacer casi cada año...Algunas consideraciones sobre las actividades económicas de los pueblos del Gran Chaco argentino. Siglo XVIII” y Lagos, Marcelo, “Estado y Cuestión Indígena. Gran Chaco 1870-1920”, todos ellos en Mandrini y Paz (comp), Las fronteras…) 112 Mandrini, Raúl, “Hacer historia indígena. El desafío a los historiadores”, en Mandrini y Paz (ed) Las fronteras…
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un contexto social diferente que los llevaría a modificar, en parte, esas prácticas dando origen
a un modo de vida particular.
HIPOTESIS DE LA TESIS
El objeto de nuestra investigación es la conformación del espacio fronterizo bonaerense a
partir del movimiento independentista hasta la caída del régimen rosista. La recapitulación
historiográfica hecha hasta aquí permite señalar que esta temática ha sido estudiada desde
distintos campos de investigación. Hemos visto que desde una perspectiva socio-económica
sobre la evolución de la provincia porteña, se han estudiado los incentivos y
condicionamientos que la creciente demanda internacional de productos pecuarios impuso a la
expansión territorial que se llevó a cabo en Buenos Aires a partir de 1820. Desde la
perspectiva del estudio de las relaciones interétnicas así como aquella centrada en los pueblos
indígenas, este período fue analizado, con mayor o menor rigurosidad científica, en función
del impacto que provocó la expansión sobre los pueblos que habitaban la zona objeto del
avance provincial.
Si el tema ha sido abordado desde tan diferentes perspectivas cabría preguntarse cuál es el
sentido de volver sobre el mismo. Precisamente porque consideramos que el estudio parcelado
de la problemática lleva a que cada una de las perspectivas señaladas deje sin explicación
elementos de indudable importancia para la comprensión acabada del proceso. En efecto, en
los trabajos centrados en las características de la expansión territorial y ocupación del espacio,
están ausentes tanto el otro protagonista de esta historia (los indígenas) como los
condicionamientos que su misma presencia pudo haber creado en el proceso expansivo. Del
otro lado, los estudios referidos al mundo indígena logran brindar la imagen de un mundo
nativo sumamente complejo en sus alianzas y enfrentamientos pero analizan como un bloque
monolítico al estado provincial que se expande, perdiéndose la perspectiva de una sociedad
también heterogénea con sus propios conflictos internos.
De esta manera, los avances que se han hecho sobre el tema no han llegado a producir un
estudio que integre de manera global las características y evoluciones simultáneas que se
producían en la sociedad provincial y en la sociedad indígena del área pan araucana y que
derivaron tanto en un específico proceso de expansión territorial como en un particular modo
de convivencia en el espacio fronterizo en la primera mitad del siglo XIX. Como ha señalado
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recientemente Enrique Mases, “la situación de las fronteras [así] como… la problemática de
la sociedad indígena misma [corresponden a] cuestiones que en realidad son sólo aspectos
diferentes de un mismo problema”113.
Nuestra investigación se propone cubrir esta ausencia. La hipótesis que esperamos desarrollar
y probar en la tesis es que el proceso de expansión territorial de la provincia de Buenos Aires
se vio condicionado tanto por factores internos a la sociedad criolla como por procesos
intrínsecos de la sociedad indígena. Las marchas y retrocesos experimentados por las políticas
provinciales tendrían como basamento diversos proyectos sostenidos por distintos actores de
la sociedad provincial así como situaciones intestinas de los pueblos nativos que impactaron
sobre la política de frontera. Paralelamente y como la otra cara de este proceso, la creciente
presión del poder estatal sobre el territorio indígena (que actuaría como un poder de gran
influencia sobre los pueblos nativos) implicó para los líderes étnicos la toma de decisiones
muy diferentes en torno a la estrategia a seguir en su relación con ese estado. La idea que
subyace a lo largo del trabajo es que la imposibilidad y/o la ineficacia por parte del gobierno
de encarar un curso de acción excluyentemente agresivo y militar (tendencia con la que se
inició el proceso) derivó en la necesidad de realizar la expansión territorial y la consolidación
del nuevo espacio provincial mediante el acuerdo con los grupos indígenas del sur de la
provincia. Del lado indígena, la misma imposibilidad de detener bélicamente el avance
provincial, habría llevado a algunas parcialidades a aceptar las condiciones impuestas por el
gobierno bonaerense integrándose como habitantes en el nuevo espacio fronterizo. Ignorar la
presencia de los indígenas como protagonistas de este proceso lleva a tener una visión
absolutamente parcial del mismo. El espacio de negociación entre, por un lado, autoridades y
pobladores de la campaña y, por otro, distintas agrupaciones indígenas marcaría, con distinta
intensidad y con algunas modificaciones, todo el período analizado tanto en el nivel
diplomático como en el de la vida cotidiana. En el ultimo sentido proponemos que se
configuró en el espacio fronterizo una cultura mestiza, un “lugar en el medio” entre la
sociedad indígena y la sociedad criolla, que combinaba elementos culturales de las dos
sociedades en contacto dando orígen a una formación diferenciada.
El período que abarca la presente investigación tiene como punto de inicio el proceso
revolucionario iniciado en 1810 ya que este conflicto derivaría por un lado, en una rápida
desestructuración de los carriles diplomáticos que habían regido las relaciones interétnicas
113 Mases, Enrique, Estado y cuestión indígena… p. 16.
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durante el período tardo colonial y por otro lado, en un abandono creciente de los asuntos de
frontera por parte del gobierno revolucionario. Lentamente y en un proceso que incluyó
marchas y retrocesos en las políticas diseñadas desde el gobierno para resolver el avance
territorial y la cuestión indígena, se logró una cierta estabilización de las relaciones fronterizas
durante el extenso gobierno de Juan Manuel de Rosas (1829-1852). La investigación finaliza
precisamente con la caída del régimen rosista debido a que a partir de entonces, y como había
sucedido a fines del período colonial, el sistema defensivo en la frontera y la problemática
indígena serían relegados a un segundo plano en virtud de los conflictos políticos tanto
internos como interprovinciales, situación que impactaría negativamente en la estructura de
relaciones diplomáticas que se había establecido con algunas agrupaciones indígenas y que se
sostenía en gran parte en un sistema de entrega de raciones que no pudo ser mantenido por el
nuevo gobierno en los términos en que se había dado hasta el momento.
Si bien las fechas escogidas como punto de partida y de finalización de esta investigación son
claramente “etnocéntricas”, en el sentido de que señalan acontecimientos decisivos para la
historia de la provincia, no puede dejar de reconocerse que estos hechos fueron igualmente
disruptivos en la relación interétnica sostenida con anterioridad a ellos. En efecto, para los
nativos, esas crisis institucionales repercutieron en el quiebre de las relaciones formales
sostenidas hasta el momento y, por ende, en la necesidad de reformular el tipo de relación.
La tesis se inserta en la problemática historiográfica sobre el desarrollo y formación de
espacios fronterizos que se ha señalado más arriba y que define a la frontera como un ámbito
social particular marcado por la multiculturalidad en donde precisamente el contacto entre
formaciones culturales diferentes llevó a la conformación de un específico modo de vida que
integró elementos de los grupos que entraron en contacto. De esta idea principal que sirve de
base a la investigación, desarrollaremos tres ejes argumentativos íntimamente relacionados
entre sí para la comprensión del proceso.
En primer lugar, analizaremos la participación de los propietarios y pobladores de la campaña
en la formulación y puesta en práctica de proyectos de avance territorial, defensa de la
frontera y relaciones interétnicas. A partir de 1810 y hasta mediados de la década siguiente, el
gobierno provincial comenzaría, primero tímidamente y desde 1820 con mayor decisión, a
delinear un curso de acción tendiente a expandir el territorio provincial hacia el sur. Para ello,
el Estado debió avanzar sobre un espacio ocupado no solo por indígenas sino también por
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criollos que espontáneamente habían traspasado el límite oficial y se habían asentado en
tierras al sur del río Salado, iniciado un modo de vida particular en donde el indígena era un
poblador más. La decisión del gobierno provincial de encarar oficialmente la expansión
territorial implicaría el planteo y la resolución de una serie de temas: la política de tierras, la
aplicación de medidas para asegurar y controlar los espacios recientemente incorporados y la
definición de una política indígena.
Para poder resolverlos, debió recurrir a la colaboración y auxilio de los vecinos y pobladores
de la campaña que se convirtieron en protagonistas principales cubriendo distintos roles como
milicianos, proveedores de recursos y gestores de la expansión de la frontera. Sin embargo, la
relación entablada entre ambos no estaría exenta de conflictos. Luego de la expansión y
fundación de fuertes realizada a fines de la década de 1820 se produjo una estabilización de la
línea fronteriza que se mantuvo hasta la caída del régimen rosista. También durante ese
período los propietarios de campaña mantuvieron un rol protagónico en dos aspectos centrales
relacionados con la gestión de los asuntos de frontera: el abastecimiento y racionamiento de
las fuerzas militares adscriptas a los destacamentos fronterizos y de los indios amigos
asentados en sus alrededores y, como milicianos, en la misma defensa de los poblados
fronterizos.
En segundo lugar indagaremos sobre las alianzas y conflictos intertribales que se produjeron
en el área pan araucana a lo largo del período en estudio. La presencia estatal que se hacía
cada vez más fuerte a ambos lados de la cordillera configuró en el espacio pan araucano,
habitado por agrupaciones indígenas con débiles liderazgos, una zona tribal dentro de la cual
éstas seguirían distintos cursos de acción. Este proceso sumado a las transformaciones
etnogenéticas que se estaban produciendo en la región desde el siglo XVII, derivó en una
diversidad de estrategias implementadas por las agrupaciones indígenas tanto en su relación
de contacto con esos poderes estatales como entre ellas mismas. Dentro de la variedad de
situaciones que se pusieron en juego durante el periodo en estudio, identificamos y
analizamos tres de ellas. En primer lugar, la constitución de coaliciones pan étnicas
mayormente efímeras, que adoptaron una actitud de enfrentamiento hacia el gobierno
bonaerense. En segundo lugar el quiebre en el interior de una agrupación, por el
enfrentamiento de dos sectores, uno a favor de sostener la relación diplomática con el poder
estatal y otro que privilegió la constitución de una coalición con otros grupos indígenas para
enfrentar a dicho poder. Finalmente, se verificó otro desarrollo caracterizado por la
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consolidación de un liderazgo fuerte que, aprovechando el contacto con el gobierno basado en
una estructura de raciones y regalos logró construir, mediante la redistribución de esos bienes,
una densa red de relaciones personales a ambos lados de la cordillera.
Si concluyéramos aquí el estudio sobre la expansión territorial de la provincia de Buenos
Aires, habríamos, en buena medida, reproducido un esquema bastante tradicional en el que la
relación interétnica se centra y es analizada exclusivamente a través del contacto diplomático
que, en ocasiones, llevaría a la concertación de paces mediante tratados y, en otras, al
enfrentamiento militar. Pero, además de este aspecto de la relación, se encuentra otro que es el
que se desarrollaba cotidianamente en el espacio de frontera. Blancos e indígenas fueron
pobladores de ese espacio y se integraron a la vida en la frontera a través de la creación de un
espacio de negociación y relaciones personales que surcó diferentes aspectos de lo cotidiano.
Este será precisamente el tercer eje que desarrollaremos.
Estas redes de relaciones personales se habían originado desde fines del período colonial e
inicio del independiente, entre los pobladores criollos e indígenas en el espacio fronterizo. La
política de frontera e indígena tuvo como base y debió servirse de estas redes relacionales
para tejer la relación diplomática. Si bien esta premisa fue una constante del período es
posible mostrar algunos cambios y/o rupturas. En efecto, en las dos primeras décadas
independientes aunque el gobierno reconociera la necesidad de apoyarse en relaciones
personales en la frontera con los indios, intentaría simultánea y contradictoriamente, terminar
con ellas y diseñar una relación “estatal” entre el gobierno y los principales caciques. Esta
estrategia sería muy difícil de comprender y aceptar para la cultura indígena fuertemente
basada en relaciones personales y reciprocitarias. En contraposición, el gobierno provincial
intentaría en ese período, relaciones asimétricas en las cuales los indígenas asumieran una
posición de subordinación. El resultado fue el fracaso de esta política que se haría evidente en
el curso de la década de 1820 durante la cual la agresividad fronteriza alcanzó el punto más
alto del período. Sin embargo, de manera paralela, y esto es algo que es necesario remarcar, se
mantuvieron las relaciones cotidianas y personales en la frontera.
Durante el período rosista se daría una verdadera conjunción de las dos esferas de relación: la
cotidiana y la diplomática en las cuales se mantuvo como premisa fundamental la noción de
un vinculo reciproco entre los indígenas y el estado / vecinos criollos. La única corrección
que se produjo en este período fue el intento por cortar este tipo de relaciones en aquellos
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vecinos considerados opositores al régimen. Teniendo en cuenta esta diferenciación
planteamos que en el espacio fronterizo bonaerense se configuró durante el período en estudio
un espacio de negociación y búsqueda de entendimiento donde indígenas y criollos se
integraron en una diversidad de actividades que trascendieron las normas que buscaban
regular el contacto y que se basaron fundamentalmente en relaciones personales y en
negociaciones particulares.
Las cuatro partes en que se divide el cuerpo de la tesis tienen la característica de referirse al
mismo período histórico abordado desde perspectivas diferentes. Así, la etapa 1810-1852 será
analizada desde la formulación de las políticas indígena y de frontera (parte primera), desde el
impacto y condicionamientos producidos en la sociedad criolla (parte segunda) y en la
sociedad indígena (parte tercera) para finalmente ser estudiado desde las modalidades que
adoptó el contacto interétnico en la frontera (parte cuarta).
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PRIMERA PARTE
EL LARGO CAMINO HACIA LA CONSOLIDACION DEL TERRITORIO PROVINCIAL.
En esta parte se reseñará el devenir de la política indígena y de frontera del
gobierno provincial haciendo jugar en la explicación del proceso, los acontecimientos
producidos en ambas sociedades, que impactarían de manera recíproca en el diseño de las
mismas. Esta premisa de incorporar al indígena con un rol protagónico en el desarrollo de los
proyectos estatales tiene actualmente un general consenso y ha sido explícitamente utilizado
como marco de análisis en estudios muy diversos que analizan las políticas de integración
indígena a fines del siglo XIX en aquellos espacios donde representaba un porcentaje
importante de la población total.
En su estudio sobre el proceso de ciudadanización del indígena en Bolivia,
Marta Irurozqui alertaba sobre el riesgo de asumir que la normativa funcionaba como un
espejo de la realidad. Para la autora, por el contrario, este proceso se vio cruzado por la
ambigüedad legislativa, el paternalismo estatal y las acciones rebeldes, judiciales y políticas
indígenas: “Dado que se trato de un proceso mediatizado por la convivencia de nociones
jurídicas y prácticas sociales mixtas, la clarificación de la situación del indio respecto a la
ciudadanía requiere entrecruzar dos perspectivas de análisis. Mientras una hace referencia a
la concepción oficial derivada de las medidas estatales, la otra incide en las acciones
desarrolladas por los indígenas”114.
De manera similar, Sonia Mejía quien estudió recientemente el proceso de
adaptación de las comunidades indígenas en el marco de la formación del Estado en
Guatemala, señalaba que “los proyectos de dominación debieron contar necesariamente con
la capacidad de resistencia y movilización de las comunidades [indígenas] y con su potencial
para bloquear determinadas iniciativas, impidiendo la acción unilateral de las elites”115.
Teniendo en cuenta estos aportes, la hipótesis sustentada en esta parte es que no
puede entenderse la relación interétnica como un simple reflejo de la normativa que intentaba
regularla sino que la operación analítica debe ser, precisamente, la inversa. Es el estado de esa
relación el que brinda el contexto para la formulación de dichas políticas. Teniendo en cuenta
114 Irurozqui, M, A bala, piedra y palo… p. 23. 115 Mejías, Sonia, La participación indígena…, p. 25, negrita nuestra
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que, finalmente, son los gobiernos criollos quienes las enuncian, consideramos que el éxito
y/o fracaso de las mismas evidenciará la lectura correcta o incorrecta que los mencionados
poderes gubernamentales realizaron sobre el estado y características de la relación interétnica.
Presentado de otra manera, proponemos que el indígena fue un actor interviniente decisivo en
el diseño de las políticas estatales.
Las fuentes utilizadas en esta parte han sido la documentación oficial producida
por autoridades fronterizas y por el gobierno central116, diarios de viajes y expediciones
militares117 y periódicos de la época118. El análisis de la información proporcionada por estas
fuentes permite ver la diferencia en la percepción que sobre el problema fronterizo tenían, por
un lado, las autoridades de la campaña, las que al vivir en el mismo lugar sobre el que estaban
aplicando las medidas gubernamentales, tenían un mayor conocimiento sobre las
características de la vida en la frontera y, por otro lado, las autoridades centrales asentadas en
la ciudad de Buenos Aires y los militares de carrera que se desempeñaron al frente de
empresas militares, caracterizadas ambas por una cierta lejanía con respecto al espacio
fronterizo.
Esta doble perspectiva incidía también en el tipo de acercamiento que realizaban
sobre la presencia del indígena en este espacio. La perspectiva lejana y extraña que se
encuentra en los partes de batalla enviados por las autoridades militares, arroja la visión
simple y llana de un enemigo que hay que combatir porque provoca el caos y la destrucción
en la campaña; sólo en alguno de estos documentos puede llegar a encontrarse cierto
reconocimiento a las tácticas guerreras de los indígenas, basabas en una guerra de guerrillas,
que dificultaban enormemente a las fuerzas provinciales lograr algún éxito en los encuentros.
Una mirada más cercana puede hallarse, en general, en los diarios de viajes, en el transcurso
de los cuales se realizaron parlamentos y encuentros diplomáticos con líderes indígenas,
116 Archivo General de la Nación, en adelante AGN, Sala X, legajos correspondientes a Guerra (1817-1828); Secretaría de Rosas (años 1829-1852). Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, en adelante AHPBA, legajos correspondientes a Negociación pacífica con los indios de la Provincia de Buenos Aires 1825-1828 117 Pedro Andrés García. Diario de un viaje a Salinas Grandes, en los campos del sud de Buenos Aires. Buenos Aires, Eudeba, 1974; Pedro Andrés García, “Diario de la expedición de 1822 a los campos del Sud de Buenos Aires desde Morón hasta la sierra de la Ventana”, en Pedro de Angelis, Colección de obras y documentos relativos a la historia antigua y moderna de las Provincias del Río de la Plata. Vol. 4. Buenos Aires, 1910; Rodríguez, Martín Diario de la expedición al desierto. Buenos Aires, Editorial Sudestada, 1969; “Fragmentos póstumos” de Manuel Pueyrredon (relativos a la tercera expedición de Martín Rodríguez), publicados en Revista de Buenos Aires. Vol. 12. Buenos Aires, 1867; Goldwasser y Cansanello (ed), … de los hechos de armas con los indios. Informe del Sargento Mayor Juan Cornell solicitado por el Ministro de Guerra y Marina. IEHS-UNLujan, 1995. 118 La Gaceta de Buenos Aires (1819-1821); El Americano (1820), El Patriota (1821); El Argos (1821-1823); El Centinela (1820); El Republicano (1821-1822); El Mensajero Argentino (1822-1827).
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donde el autor “reproduce” los discursos de éstos. En estas fuentes, la relación más directa
entre el observador-narrador y el indígena deriva en una mirada más subjetiva en la cual el
autor desliza permanentemente su opinión acerca de los grupos con quienes está tratando. La
primera perspectiva fue usada con mucho recaudo y fundamentalmente para tratar de
reconstruir los movimientos, alianzas y conflictos de los diversos grupos indígenas. La
segunda nos aportó indicios sobre las motivaciones que habrían llevado a los jefes indígenas a
asumir tal o cual vía de acción y, a través de los principales reclamos que surgían en esos
encuentros diplomáticos, pudimos conocer el estado de la relación.
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CAPITULO 1.
UNA ERRATICA POLITICA DE FRONTERA. LOS PROYECTOS DE AVANCE EN LAS DECADAS DE 1810 Y 1820
Tradicionalmente se plantea que hacia fines de la primera década revolucionaria y
con mayor fuerza a partir de la década de 1820 finalizó una etapa de relaciones pacíficas que
había logrado establecerse con los diferentes grupos indígenas de la pampa desde fines del
período colonial, dando paso a otro período caracterizado por los enfrentamientos bélicos. En
general los trabajos explican este retorno a una agresividad interétnica en función de los
intentos cada vez más claros del gobierno bonaerense por extender la línea fronteriza119. Esta
interpretación deja de lado un aspecto muy importante que se vincula a las dinámicas internas
que se producen en el territorio indígena. En efecto, la visión tradicional encuentra su
explicación en una mirada fundamentalmente centrada en los acontecimientos de la sociedad
provincial sin incluir en su explicación los otros actores de este proceso, los indígenas.
Adicionalmente, estos planteos tienden a periodizar la situación fronteriza en la provincia de
Buenos Aires en momentos excluyentes de paz y de guerra, donde el énfasis está puesto en
las causas que llevaron al desencadenamiento de conflictos bélicos o en las negociaciones de
paces. De todos modos, si bien es innegable un incremento de las hostilidades desde mediados
de la década de 1810, esto no implicó automáticamente un abandono de las relaciones
pacíficas que siguieron desarrollándose en la frontera120.
El motivo de esta aparente paradoja se debe a que generalmente se considera a la
sociedad indígena, como un bloque homogéneo que actúa en forma conjunta con respecto a su
relación con el gobierno provincial. Por el contrario, aún los grupos más “fronterizos” a la
campaña bonaerense, que tenían una relación estrecha con la población hispano-criolla,
adoptarían posiciones diferentes en el curso de las primeras décadas independientes que
llevaron a algunos caciques a acercarse al gobierno en tanto otros se decidieron por una
estrategia de enfrentamiento.
119 Ver, entre otros Marfany, Roberto “Frontera con los Indios en el Sur y Fundación de pueblos”, en Levene, R. Historia De La Nación Argentina , Vol IIV, 1ª. Sección. 2ª ed. Buenos Aires, El Ateneo, 1940; Walther, J.C. La Conquista Del Desierto…, 1964; Política seguida con el aborigen , Buenos Aires, Círculo Militar, 2 vols. 1973. Más recientemente, pero manteniendo esta idea de ciclos de paz y guerra ver Mayo y Latrubesse, Terratenientes soldados y cautivos… 120 En una investigación en curso sobre el partido de Luján, Eugenia Néspolo propone reemplazar esta visión por otra centrada en lo que denomina paradigma de resistencia y complementariedad lo que, según la autora, permitiría analizar ambos aspectos de la relación como "procesos interactivos que funcionan en un mismo espacio-tiempo". E. Nespolo "La sociedad de frontera como el emergente de las relaciones interétnicas. Luján 1736-1784". Ponencia presentada en la Red de Estudios Rurales, Instituto Ravignani, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, agosto 2001.
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Como ya hemos mencionado, la producción historiográfica de las últimas décadas
sobre el mundo indígena ha sido verdaderamente reveladora acerca de la complejidad de esta
sociedad. La misma muestra una realidad mucho más rica que la que se tenía hasta hace poco
siendo un punto fundamental en esta revisión historiográfica el definir como unidad de
análisis un espacio pan araucano121 cruzado por fluidos contactos comerciales a la vez que por
conflictos y alianzas interétnicas protagonizadas por las diferentes agrupaciones indígenas que
ocupaban el espacio a ambos lados de la cordillera. Este último punto tiene su explicación en
la estructura de poder de estos grupos. Efectivamente, ésta se asentaba sobre bases débiles y
los líderes indígenas carecían de un poder de coerción sobre sus indios basando su autoridad
en la capacidad de organización y administración de los asuntos internos de la parcialidad y
en su habilidad y destreza para lograr buenos resultados. Esta laxitud de la autoridad cacical
llevaba a que frecuentemente el jefe no pudiera “contener” acciones autónomas de sus indios
como, por ejemplo, la realización de malones a establecimientos fronterizos122.
Este delicado y complejo sistema de relaciones intertribales se vio complejizado,
durante el proceso revolucionario, debido a que las tolderías comenzaron a recibir con cierta
asiduidad a refugiados realistas y desertores patriotas, presencia que agregó un elemento más
de potencial conflicto en el interior de estas parcialidades123. En efecto, estos personajes
aportaron al grupo indígena donde encontraron refugio, una serie de saberes de gran interés
como por ejemplo el conocimiento preciso del territorio poblado por los “blancos” y,
subsidiariamente, el manejo de armas de fuego124. Concretamente, estos “refugiados”
provocaron una división entre grupos o sectores indígenas que apreciaron estos conocimientos
para llevar a cabo incursiones en los establecimientos fronterizos en tanto otros mantuvieron
una política de amistad con el gobierno bonaerense. En la década de 1820, la llegada de
nuevos grupos criollos e indígenas procedentes del otro lado de la cordillera profundizarían
modificaciones en las estrategias de las parcialidades de pampa y patagonia.
121 Se denomina área pan-araucana al espacio comprendido a ambos lados de la cordillera. Existe un acuerdo historiográfico en la definición de este espacio como unidad de análisis para estudiar la dinámica de la población indígena en virtud del estrecho contacto que existía a ambos lados de la cordillera entre las parcialidades nativas. 122 Para un análisis sobre la diferencia entre los conceptos de poder y autoridad aplicado a estos grupos ver Martha Bechis, "Los lideratos políticos…”. Para un panorama más general sobre la estructura de poder en el mundo indígena tardo colonial ver Palermo, M.A. "La compleja integración … 123 Silvia Ratto, "Relaciones interétnicas…” ; Martha Bechis, “De hermanos a enemigos …”. 124 El trabajo de Daniel Villar y Juan Francisco Jimenez, "Aindiados, indígenas y política…", presenta un excelente análisis sobre la incorporación de grupos alógenos en parcialidades indígenas a fines de la década de 1820. Sobre la utilización de armas de fuego en los grupos del area pan araucana ver Juan Francisco Jimenez, “De malares y armas de fuego. Guerras intra-étnicas y transformaciones en la tecnología bélica en Araucanía y las Pampas (1818-1830)”, en Villar, D (ed), Jimenez y Ratto, Relaciones interétnicas…
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El objetivo de este capítulo será presentar un panorama general del devenir de
las relaciones interétnicas en la frontera bonaerense entre 1810 y fines de la década siguiente
haciendo jugar en el análisis los distintos elementos que hemos mencionado más arriba. En
términos generales podemos señalar las siguientes etapas a lo largo del período.
Un primer momento se ubica en la primera década revolucionaria y se caracterizó
por un pedido constante por parte de algunas parcialidades indígenas amenazadas por grupos
hostiles, por concretar paces con el gobierno de Buenos Aires. El gobierno revolucionario, por
su parte, aceptó diplomáticamente esos ofrecimientos y encargó a diferentes funcionarios
militares que presentaran informes sobre la situación en la campaña y la forma y los medios
más viables para realizar la expansión territorial. A pesar de este mutuo interés por extender el
territorio provincial más allá del limite oficial reconocido hasta el momento, las urgencias de
la guerra revolucionaria postergaron constantemente estas iniciativas que a fines de la década
se tradujeron en débiles y aislados avances.
A partir del año 1820 y hasta mediados de esa década la expansión territorial se
convirtió en una preocupación constante del gobierno. Sin embargo, éste no parecía encontrar
un rumbo a seguir en cuanto a los medios para llevarla a cabo lo que se verificó en la
combinación de misiones pacificadoras y expediciones ofensivas que caracterizaron esta
etapa. La explicación de esta política oscilante y, a menudo contradictoria, se debió a que en
el diseño de la política de frontera prevaleció una “mirada” lejana del problema. En virtud de
esta mirada que no reparaba en las reales posibilidades de avance territorial y desconocía la
red de relaciones ya existentes con algunas parcialidades indígenas, se impulsó una expansión
excesivamente ambiciosa sobre las tierras del sur que atacó indiscriminadamente a las
poblaciónes nativas. Estas acciones produjeron la unión de parcialidades, hasta el momento,
antagónicas que rechazaron la política del gobierno y llevaron adelante una acción
permanente de hostigamiento sobre las poblaciónes del norte y sur de la campaña. El punto de
mayor tensión se alcanzó a fines del año 1824 cuando el gobierno decretó la prohibición total
de comerciar en todo el ámbito de la provincia con los indígenas. Conociendo la importancia
del comercio para los indígenas el gobierno esperaba, con esta medida, forzarlos a lograr un
acuerdo y detener la agresividad.
Sin embargo, el éxito en volver a impulsar las negociaciones no se logró por esta
medida de fuerza sino que fue el resultado de la conjunción de dos acontecimientos internos a
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cada sociedad que posibilitaron un cambio en la relación. La declaración de la guerra con el
Brasil planteó la necesidad de contar con el apoyo de los indígenas en el caso hipotético de un
desembarco portugués en la costa bonaerense. Este acontecimiento se combinó con una nueva
predisposición de las parcialidades más fronterizas a concertar paces. Esta nueva opción
dentro de las estrategias de algunos grupos tuvo su origen, en parte, en que a mediados de la
década de 1820, los hermanos realistas Pincheira aliados a parcialidades indígenas, habían
cruzado la cordillera escapando de la persecución de que eran objeto por parte el ejército
patriota. La amenaza que representaban los “recién llegados” derivó en el acercamiento de
algunas parcialidades a las autoridades de la provincia para conseguir protección ante la
posibilidad de un ataque.
Esta nueva etapa en las relaciones interétnicas tomó un mayor impulso a partir de
1826. El fin de la experiencia presidencial y la llegada al gobierno de la provincia de hombres
más vinculados con la problemática de la campaña derivó en una nueva concepción acerca de
la manera de encarar la política de frontera. En efecto, a partir de entonces prevalecería una
“mirada” cercana, sostenida por los mismos propietarios de la campaña que apoyaba la
postergada expansión territorial pero acotada a las posibilidades reales de poblar y defender el
nuevo territorio. En relación con ello, la política indígena que proyectaban descartaba las
acciones militares que habían probado invariablemente su fracaso y proponían una relación
basada en contactos pacíficos y negociaciones. Del lado indígena, la llegada de nuevos
contingentes chilenos complejizó el escenario incentivando aún más el acercamiento de
algunas parcialidades a la alianza con el gobierno.
Como resultado de ambas circunstancias se llegó al diseño de un proyecto de
avance que, en cuanto a la política indígena, se basó en la negociación y el pacto. Ambas
tareas fueron encomendadas a Juan Manuel de Rosas quien dirigió las expediciones
fundadoras de los fuertes Federación, 25 de Mayo, Laguna Blanca y Bahía Blanca y, a la vez,
se erigió como comisionado de la negociación pacificadora de indios.
1. Los primeros avances territoriales cruzando el Salado
Desde fines del período colonial, el río Salado se había constituido en el límite
oficial de separación entre la sociedad española y la indígena. Esta línea defensiva había sido
asegurada mediante el establecimiento de cinco fuertes ubicados en Chascomús, Monte,
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Lujan, Salto y Rojas y una serie de fortines en Ranchos, Lobos, Navarro y Areco que
contaban con una pequeña dotación militar y servían de nexo entre los otros fuertes125.
Sin embargo, este límite oficial no impidió que algunos pobladores decidieran
traspasar dicha frontera militar para asentarse en territorio indígena. Los nuevos pobladores
debieron realizar pactos y negociaciones personales con las parcialidades que vivían en ese
espacio. En virtud de esos acuerdos, algunos hacendados habían albergado grupos indígenas
dentro de sus establecimientos que aportaban una nada desdeñable fuerza de trabajo para las
tareas agropecuarias. El caso del hacendado de la estancia Miraflores, Francisco Ramos
Mejía, es paradigmático en este sentido. En 1815 Ramos Mejía obtuvo la concesión en
propiedad de sesenta y cuatro leguas cuadradas al sur del río Salado. Su permanencia en un
territorio aún poblado por indígenas dependió en gran medida de las relaciones amistosas que
creó con estas parcialidades. Si Ramos Mejía fue un personaje que, como veremos más
adelante, cobró mayor visibilidad en la política indígena y de poblamiento, no fue el único y
mucho menos el primero de una cantidad de ocupantes de tierras que, más allá de la línea
fronteriza, establecieron relaciones similares con los indígenas126.
En efecto, al menos ya desde el año 1811 otros habitantes de la campaña habían
poblado de ganado las tierras al sur del Salado127. Gregorio Domínguez, vecino de
Magdalena, había denunciado en 1811 un terreno de cuatro leguas “a la parte del sur a
distancia de 80 leguas jurisdicción de los bárbaros de 4 leguas de frente por igual fondo en
la laguna del Hinojal entre los montes Monsalvo y Vecino”. En momentos en que poblaba
estas tierras, no tenía más vecinos que los indígenas de la zona. Pero Domínguez no gestionó
solamente con el gobierno, mediante denuncia, su instalación en este lejano espacio.
Paralelamente pidió el “permiso de los indios que heran los unicos havitantes de aquellos
campos entonces desconocidos y tenian su residencia en dicho paraje” quienes más tarde le
hicieron donación de dichas tierras “en pago y compensacion de los muchos servicios y
socorro que les hizo en sus necesidades”. Con poco tiempo de diferencia, Julián Salomón se
125 Con la creación del Virreinato del Rio de la Plata, el virrey Ceballos se planteó el objetivo de asegurar el transito interior del espacio para lo cual consideraba indispensable una “entrada general” sobre el territorio indígena para terminar con sus incursiones. El proyecto fue aprobado por el rey durante el virreinato de Vértiz quien lo sometió a la consideración de una junta de militares y propietarios de la campaña. Esta junta consideró impracticable dicha entrada ofensiva por lo que Vertiz sustituyo ese plan por otro centrado en la construccion de fuertes para resguardar el espacio poblado. Política seguida con el aborigen. Tomo I, 1750-1819, p. 171-182. 126 Para un desarrollo de la experiencia de Ramos Mejía ver Rico, A. "Francisco Ramos Mejía…”. 127 Para una descripción sobre la ocupación del espacio con anterioridad a la expansión estatal en Chascomús, ver Banzato, G y G. Quinteros "La ocupación de la tierra…”
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instalaría cerca de Domínguez, en tierras que se extendían “hasta la orilla de los montes del
Tordillo” haciendo mención que “muy posteriormente… pobló Don Francisco Ramos”128.
Contemporáneamente a la llegada de Ramos Mejía, los vecinos de la campaña
Mauricio Pizarro, Santos Calvento y Eladio de la Quintana se habían asentado también en las
cercanías de la laguna de Kaquel habiendo obtenido del gobierno la concesión de los terrenos
que ocuparon. Un pleito que involucró a los tres hacendados en el año 1825 por superposición
de sus tierras nos permite conocer un poco más sobre la mecánica de instalación en tierras
ubicadas fuera del control del gobierno129. Si bien éste había realizado la concesión de los
terrenos denunciados por los vecinos, en ningún caso medió la mensura de los mismos debido
precisamente a lo expuesto del espacio. Según declararía Pizarro, él mismo “llevo una vez a
un agrimensor hasta sus tierras pero éste regreso ante el rumor constante de invasiones de
indios que en la época se daban repetidamente” y agregaba que “esta falta de mensuras era
general en todo el terreno exterior a la línea de frontera”. De todos modos, aun cuando era
evidente que el gobierno no tenía control sobre el territorio, exigiría a los agraciados con estas
concesiones de tierras que auxiliaran en la defensa del territorio. En los tres casos se repetiría
asimismo la “compra” o “arriendo” que debieron realizar a “los salvajes que tenían sus
tolderías vecinas a su población” y que “eran realmente entonces sus propietarios porque los
ocupaban con sus tolderías y sin que fuerza alguna de nuestro Gobierno hiciese el menor
acto que tendiese a expulsarlos y manifestar su dominio”.
De manera que, aunque hasta mediados de la década de 1810 no existieron otros
avances territoriales oficiales al sur de la línea fronteriza, varios pobladores de campaña se
aventuraron a poblar esas tierras lejanas combinando el pedido meramente formal al gobierno
para obtener la concesión de las tierras que se ocupaban, con la negociación constante llevada
a cabo con los indígenas que habitaban la zona. Precisamente esta relación cotidiana que
involucraba frecuentemente la posibilidad de sufrir ataques130, sería un argumento alegado
para obtener la propiedad de la tierra al igual que el hecho de que en un tiempo en el cual el
gobierno no había podido efectivizar su dominio sobre ese espacio, ellos ya lo ocupaban por
compra a los mismos indios, compra que habían hecho “con nuestra propia sangre”.
128 Archivo Historico de la Provincia de Buenos Aires, Escribanía Mayor de Gobierno. 153-12157-1825. Agradezco a Alejandra Mascioli haberme llamado la atención sobre este legajo. 129 Archivo Historico de la Provincia de Buenos Aires, Escribanía Mayor de Gobierno 146-11752-1825. Agradezco igualmente a Alejandra Mascioli haberme llamado la atención sobre este legajo. 130 Uno de los declarantes insistiría en los grandes sacrificios que debió sortear para mantener su establecimiento ganadero: cautiverio de sus propias personas, muertes de tres esclavos, perdida de ganado “por tres veces”.
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Pero si el gobierno no tenía los medios y/o interés por avanzar el territorio
provincial, pocos meses después de instalada la Junta de Gobierno, se evidenció su
preocupación por la situación de la campaña. En efecto, en septiembre de 1810, el gobierno
revolucionario nombró al coronel Pedro Andrés García para dirigir la expedición a Salinas
Grandes131. En forma paralela, se le ordenó que realizara un informe sobre el estado de las
guardias fronterizas y sugiriera los medios que considerara más viables para su “mejora”.
Para la realización de los contactos diplomáticas interétnicos el gobierno debió
apoyarse y recurrir a personajes que habían establecido contactos personales con algunos
caciques de la pampa, para que oficiaran a manera de “introductores” de los comisionados
oficiales en territorio indígena o para sondear y preparar el terreno para iniciar negociaciones
de paz. Si la presencia de relacionados de los caciques revestía los encuentros diplomáticos de
cierta dosis de confianza para estos últimos, veremos que las acciones posteriores del
gobierno o, mejor dicho, la inacción que seguía a los acuerdos preliminares contradecían los
pactos a los que se había llegado.
El informe presentado al gobierno por García proponía un plan de avance
territorial excesivamente ambicioso ya que pretendía ubicar en Salinas Grandes el punto
central de la expansión a partir del cual se establecerían los otros poblados132. Probablemente
la predisposición encontrada en algunos caciques que habitaban la región de Salinas en
aceptar la localización de guardias en sus territorios haya incentivado a García a proponer esta
idea133. En el documento del militar español se pueden percibir asimismo con claridad los
conflictos y alianzas que se estaban produciendo en el interior de algunas parcialidades
indígenas más alejadas de la campaña bonaerense. García tomó contacto en la zona de Salinas
Grandes con caciques “ranqueles”134 y con caciques que, procedentes de la región de
131 Las expediciones a las Salinas Grandes se realizaban anualmente para abastecerse de sal. Durante el siglo XVII eran organizadas por los particulares pero a partir del siglo siguiente pasaron a la orbita del Cabildo quien se encargó de su convocatoria. El costo de las expediciones era adelantado por el Cabildo (incluía sueldos de escolta, capellan, baqueano, cirujano, obsequios para los indios, etc) que luego lo cobraba en los impuestos a la sal a su entrada en la ciudad. Ver Taruselli, Gabriel, El comercio de la sal en el Rio de la Plata durante la etapa colonial. Siglos XVII-XVIII. Tesis de Licenciatura, Universidad Nacional de Lujan, 2002. 132 García, Pedro. Diario de un viaje a Salinas Grandes… . 133 Este plan de avance no fue mantenido en informes posteriores que retrotraían el límite de la expansion a la Sierra de la Ventana. Ver Gelman, Jorge Un funcionario en busca del Estado… 134 Debemos hacer una aclaración con respecto a las denominaciones étnicas que aparecen en las fuentes, aspecto que será retomado y analizado en profundidad en la parte tercera de esta tesis. Las categorizaciones étnicas que surgen en la documentación de la época deben ser tomadas con mucha precaución debido a que, en general, los grupos indígenas estaban involucrados en procesos etnogenéticos desde la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX que
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Valdivia, al otro lado de la cordillera, se habían asentado hacía tiempo en la región. Los
primeros tenían un mayor contacto con las poblaciónes de la frontera sur de Córdoba y
Mendoza por lo que negociaban diplomáticamente y comerciaban con los gobiernos de dichas
provincias. Por el contrario, la relación con las autoridades de Buenos Aires era más
conflictiva y de hecho, los malones que caían sobre la parte norte de la provincia, eran
protagonizados por ellos.
Los dos grupos plantearían una concepción diferente en torno a los derechos sobre
los recursos de las salinas; a través de estas posiciones divergentes podemos acercarnos a los
cambios que se estaban produciendo en estos grupos a partir de la llegada de nuevos
contingentes “chilenos” y a la existencia de desertores y refugiados en las tolderías; esta
circunstancia asimismo impactaría en la relación con los blancos.
Los caciques valdivianos Epumer, Victoriano y Quintelau sostenían que las
Salinas eran de usufructo común de todos, de igual manera que lo eran los campos de pastoreo
para los rebaños de ganado, por lo cual cualquier persona, indios de ambos lados de la
cordillera y aun españoles, podían ir a cargar sal de ella. Los jefes “ranqueles”, Carripilum135
y Curritipay, mostraron una actitud desafiante ante la expedición y plantearon su propiedad y
exclusividad en el uso de las Salinas Grandes arrogándose el primero de ellos el “mando
general de aquellas tierras”136. Según los valdivianos, esta pretensión de los ranqueles era
nueva ya que antiguamente estos indios tenían su asentamiento en los montes y no en las
pampas137. Los motivos que expresaban los caciques chilenos como causantes de este
incluían rasgos tehuelches, mapuches y/o pehuenches de ambos lados de la cordillera. Los ranqueles habían surgido de un primer mestizaje entre indios andinos de los alrededores de Neuquén y autóctonos de mamil mapu, (o “país de los montes”, era un espacio que se extendía al este del complejo Atuel-Salado-Chadileuvu) en el último cuarto del siglo XVIII. Las fuentes frecuentemente extenderían la designación de ranquel a todo indio que viviera en dicho paraje. Por tal motivo, transcribiremos entre comillas las denominaciones étnicas que figuran en la documentación. Otro aspecto que vale la pena aclarar es que las fuentes mencionan de manera generica a los indios del otro lado de cordillera como “chilenos”, término que, en un primero momento, tiene la connotación de “enemigo”, “malonero”. Con el paso del tiempo, el ingreso de partidas indígenas “patriotas” a las pampas llevaría a un mayor interés por consignar el nombre de los jefes indígenas que lideraban a los grupos migrantes. 135 Este cacique había firmado en 1799 un acuerdo de paz con el comandante de la frontera de Mendoza, José de Amigorena en el marco del cual, fue nombrado por las autoridades coloniales “cacique gobernador y principal caudillo de la nación ranquelche”. Roulet, Florencia, “Guerra y diplomacia …”. A fines de la década de 1810 mantendría una relación pacífica con las poblaciónes de Córdoba alertando a las autoridades de campaña sobre posibles incursiones. Lobos, Héctor. La frontera sur de Córdoba 1810-1826. Córdoba, Junta provincial de Historia de Córdoba, 1979. Estos datos hablan de una relación más fluida del cacique con las provincias del norte y una actitud de cierta hostilidad con Buenos Aires. 136 García, Pedro, Diario de un viaje… p 77 137 En efecto, en terminos generales, el ambito de acción de los ranqueles no se extendería hasta las Salinas Grandes (ver nota 21). Probablemente los caciques valdivianos hayan migrado hacia las pampas ubicandose precisamente en esa región por lo que consideraban “intrusos” a los primeros.
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conflicto en cuando a la posesión de las Salinas van más allá de este tema en concreto y
remiten a dos elementos que hacen a la estructura de poder indígena: la escasa autoridad de
los caciques y la presencia de los refugiados como un elemento más de potencial conflicto.
Según los jefes indios la posición de los ranqueles era motivada por
“la falta de sujeción en los indios y los muchos cristianos que hoy habia entre
ellos, cuyo numero se hacia ya respetable á los mismos indios por sus determinaciones, así en los consejos que les daban para resistir á los mismos españoles y su venida á estos campos, como para ir a maloquear ó robar las haciendas de los españoles”138.
Es en torno a esta situación nueva en el escenario político indígena que debe
entenderse la mejor predisposición de los valdivianos con respecto a la expedición de García
así como a la posibilidad de que se establecieran fuertes en la región. En efecto, según los
caciques el conflicto recientemente creado “sólo podía remediarse situándose allí los mismos
cristianos”139 y para ser más explícitos defendían la idea de establecer pueblos de españoles
en Salinas y Guaminí “así por el comercio recíproco que tendrían, remediando sus
necesidades, como por la seguridad de otras naciones que los perseguían, como los
Ranqueles, Guilliches y Picuntos”.
Además de los dos grupos mencionados que evidenciaban cierto antagonismo, la
expedición tuvo contactos con otros jefes indígenas. Entre ellos, García menciona al cacique
“pampa” Lincon, a quien encontraremos de manera recurrente en los hechos posteriores,
quien es nombrado como cacique comarcano, es decir, que vivía cercano al espacio fronterizo
lo que haría suponer una relación amistosa con la población de la campaña. No obstante esta
esperable actitud de amistad, el coronel apuntaba que Lincon había “hecho correr la voz de
que los españoles querían avanzar sus pueblos hasta Salinas y Guaminí para crear
oposición140.
Finalizada la expedición, los caciques valdivianos se presentaron en diversas
oportunidades al Cabildo ofreciendo sus tierras y su ayuda para que se estableciera una
guardia en ellas. Reiterando el esquema planteado durante los parlamentos con García, pedían
en contraprestación el auxilio del gobierno en caso de ser atacados por otros grupos del sur y
138 En distintas oportunidades García haría referencia a la presencia de estos desertores; en una de ellas señalaba el peligro que significaba que éstos enseñaran a los indios el manejo de armas de fuego. García, Pedro, Diario de un viaje… , p. 90. 139 Ibidem, p. 82-83 140 Ibidem, p. 87.
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del oeste que los amenazaban si no se unían a ellos en sus ataques a la frontera141. Estos
ofrecimientos de los jefes indígenas fueron agradecidos por las autoridades revolucionarias y
motivaron el pedido realizado a distintos militares para que propusieran la forma en que
consideraban viable encarar la expansión territorial. Entre los funcionarios que presentaron
sus propuestas de avances, el más representativo del período fue, nuevamente, el coronel
Pedro Andrés García que produjo distintos informes (1811, 1814)142 en los que se destacaba
la necesidad de mantener una política de negociación como forma de contener las incursiones
de los indígenas. El militar español proponía incorporar a los indios haciendo “de ellos una
misma familia con nosotros” y realizar la expansión mediante la obtención legal de los
terrenos a sus ocupantes. Estas expresiones fueron muy comunes durante la primera década
revolucionaria en la que se sostuvo una tendencia filo indigenista que buscaba integrar al
indio dentro de una imaginaria “nación americana” como hermano y compatriota143.
García fue nombrado comisionado del gobierno para llevar a cabo una
exploración de reconocimiento de la campaña con miras a realizar la expansión territorial. En
julio de 1812 el Cabildo aprobó el proyecto presentado por el militar para iniciar su comisión
librando los gastos necesarios para llevarla a cabo. Sin embargo, los trabajos realizados por
García se limitaron a tareas de reconocimiento, propuestas de lugares propicios para el
asentamiento de las nuevas poblaciónes y el inicio de negociaciones con grupos indígenas
para realizar un avance concertado. La organización y envío de las expediciones fundadoras
era permanentemente suspendida aunque la idea del avance territorial se mantenía dentro de
los proyectos del gobierno144.
En 1815, encontrándose García en camino para la celebración de un acuerdo con
16 caciques, fue arrestado y enviado a prisión145. Esto no significó el abandono del plan de
141 En las actas del Cabildo se menciona la presencia de estas delegaciones indias en octubre de 1811, enero de 1812, mayo de 1812 y una última entrevista en febrero de 1815. 142 El general Francisco Xavier de Viana, Secretario de Estado en 1815, presentó asimismo un plan de avance territorial que suponía la realización de tres etapas sucesivas al final de las cuales se podría llegar a los ríos Negro y Diamante. El proyecto incluía como parte integrante de las medidas a tomar, la concertación de pactos de amistad con los caciques Epumer, Victoriano y Quinteleu. En Política seguida con el aborigen…. Tomo I. 143 Sobre la existencia y connotaciones de una identidad americana en el período revolucionario ver José Carlos Chiaramonte, El mito de los orígenes en la historiografía latinoamericana, Cuadernos del Instituto Ravignani, 2, Buenos Aires, 1991. Tulio Halperín Donghi, considera que esta declaración de “hermandad” con los indígenas ocultaba una necesidad concreta de apoyo a la revolución en una zona de escasa fidelidad a la causa. Sería la esperanza de obtener ventajas políticas más que la convicción, la que inspiraba esta orientación filoindigenista, T. Halperin Donghi, Revolución y guerra... p.264-265. Para un desarrollo sobre el discurso acerca de la condición jurídica del indígena en dicho período remitimos a nuestro trabajo, “Soberanos, clientes o vecinos? …”. 144 Política seguida con el aborígen…, Tomo I, p. 431-497. 145 Barros, Alvaro, Fronteras y territorios federales de las pampas del sur. Buenos Aires, Hachette, 1975. p. 148. La prisión de García respondió a sus vínculos con el Director Alvear que fuera depuesto en dicho año.
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avance ya que la dirección del proyecto fue encargada sucesivamente a Juan Ramón Balcarce
y Francisco Pico, en su carácter de comandante general de fronteras146.
A pesar de que la proyectada expansión hacia el sur no se llevó a cabo, en 1815 se
produjo un avance concreto cruzando el Salado con el asentamiento del presidio “Las
Bruscas” (luego llamado “Santa Elena”) con el fin de alejar a los presos políticos de la capital.
En el mismo año se instaló un destacamento miliciano “San Martín” a cargo del Capitán
Ramón Lara en la laguna de Kaquel Huincul. Estas fundaciones se completaron con la
“Estancia de la Patria”, cuyo objetivo fue abastecer de ganado a los establecimientos
anteriores147. En agosto de 1817, una nueva fundación tuvo lugar cerca de los montes del
Tordillo: el curato de Nuestra Señora de los Dolores y la Comandancia política de las Islas del
Tordillo. Al año siguiente se fundó el pueblo de Dolores148.
En ninguno de estos casos medió una negociación con las poblaciónes indígenas
existentes en la zona sino que se trató de acciones unilaterales del gobierno. Este tipo de
avances contrastaban fuertemente con los asentamientos que, paralelamente, seguían
realizando los particulares. De manera que los pobladores que se habían asentado pasando el
Salado y organizado su vida a partir de acuerdos con los grupos nativos eran concientes que,
cualquier acción de avance que llevara a cabo el gobierno y que desconociera este modo de
vida que se había creado, podía crear serios problemas haciendo peligrar la permanencia
misma de estos establecimientos149.
146 La Comandancia de Fronteras fue creada a fines del período colonial en el marco de una serie de regulaciones y modificaciones vinculadas a la defensa de la frontera que, con pocas modificaciones, se mantuvo hasta la década de 1820. Sobre la reorganización militar a fines de la colonia ver Juan Beverina. “El Virreinato de las Provincias del Río de la Plata. Su organización militar”, Bs. As. Círculo Militar, 1992. 147 Según Biedma, el ganado existente en dicha estancia procedía del rodeo de propiedad fiscal y del que, en proporcion al que poseían los europeos, debían entregar para sostenimiento del presidio. Entre los propietarios que se encontraban en ese situación estaban: Antonio Dorna, Agustín García, Ignacio Alvarez y Juan Jose Boado por San Vicente, Andrés Caxaravilla por Magdalena y Martín de la Calleja, Antonio Izurrieta y Manuel Villar por Chascomús. Biedma agrega que posteriormente Dorna fue excluido de esta obligación por haber perdido a su hijo en la guerra revolucionaria. Crónicas militares. Antecedentes históricos sobre la campaña contra los indios. Buenos Aires, Eudeba, 1975. p. 254. 148 Mascioli, Alejandra, “Población y mano de obra…”. 149 Estos avances fueron criticados por el estanciero Francisco Ramos Mejía precisamente porque habían sido realizada sin una previa negociación con los indígenas ocupantes del territorio. Ver Rico, Francisco Ramos Mejía…
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2. Una conflictividad en ascenso
Desde mediados de la década de 1810 algunas incursiones indígenas en busca de
ganado comenzaron a dejarse sentir sobre los establecimientos de la campaña bonaerense150.
Estos ataques reflejaban una competencia cada vez mayor por la obtención de ganado entre
criollos e indígenas. Los mismos fueron protagonizados por pequeñas partidas cuyo botín se
limitaba a unas pocas cabezas de ganado y se produjeron tanto en el norte como en el sur de la
provincia. A pesar de esta mayor conflictividad, los informes de los comandantes mostraban
que estos ataques no habían producido una interrupción en las relaciones cotidianas que se
desarrollaban en la frontera. En 1814 el comandante de la guardia del Monte reportaba el robo
de ganado agregando que con el botín los indios habían hecho su “faena de cueros, sebo y
grasa que luego vendían en la campaña”. De manera que el ganado robado volvía, en alguna
forma de manufactura, a la misma economía de donde se había sido hurtado. Por el norte de la
campaña la situación era similar. El comandante de Luján, Don Manuel Corvalán anunciaba
que el vecino Juan Soto, “recientemente llegado con procedencia de los toldos le prevenía
que los indios se aprestaban a iniciar hostilidades por lo cual las familias radicadas en las
poblaciónes expuestas a las depredaciones abandonaban sus hogares e intereses movidas por
el pavor”151. El pasaje de personas a uno y otro lado de la frontera sería una frecuencia
constante en todo el período y además de los contactos comerciales que presumiblemente eran
su mayor fundamento, cumplían un rol fundamental en la obtención de información. De
manera que los ataques coexistían con tratos comerciales y movimientos de población en la
campaña cercana al Salado. La frontera, en ese sentido, conjugaba niveles de trato pacífico
con incursiones y robo de ganado creando una situación de “violencia latente” en este
espacio152.
Durante los años 1819 y 1820 los ataques se incrementaron y la frontera norte
cobró una especial significación153. Los grupos indígenas más cercanos a ese sector de la
provincia se vieron presionados por varios frentes todos los cuales intentaban captar fuerzas
indígenas para sus propios fines: el jefe “chileno” Pablo Levnopán154, recién arribado a las
pampas; desertores y/o pobladores de la campaña contrarios a la política directorial del
150 Sobre los motivos de este incremento de la conflictividad ver Martha Bechis, “De hermanos …”. P. 85-90. 151 Biedma. Crónicas militares…. p. 197-198. Negrita nuestra. 152 Tomamos el término de Arturo Leiva quien lo aplicaba para caracterizar el estilo de vida en la frontera de la Araucanía. El primer avance a la Araucanía. Angol. Universidad de la Frontera, Temuco, 1981. 153 Ver Apéndice, cuadro I, Estado de la frontera entre 1819 y 1825. 154 El cacique Pablo Levnopan había cruzado la cordillera a fines de la década de 1810 ubicandose por la zona de Salinas Grandes. Hux, Menirado. Caciques ranqueles. Buenos Aires, Marymar, 1991.
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gobierno de Buenos Aires y las fuerzas del militar chileno José María Carreras que, aliado a
los caudillos del Litoral, López y Ramírez, integraba las fuerzas que enfrentaban la política
directorial de Buenos Aires. Como consecuencia de la aparición de esta diversidad de actores,
las agrupaciones de la región hallarían posibilidades muy variadas de realizar alianzas según
las posibilidades que éstas ofrecieran155.
En este contexto, en noviembre de 1819 el gobierno impulsó la realización de un
parlamento con los “ranqueles” de Mamil Mapu con el objetivo de captarlos, ante el
incremento del accionar de partidas “montoneras” en la campaña norte y el temor de que éstas
involucraran a grupos indígenas156. La decisión de llevar a cabo el encuentro diplomático
encabezado por Chiclana se apoyó en contactos anteriores que habían iniciado algunos
caciques, entre los que se contaba Nicolás Quintana, inquietos también ellos por la presencia
cada vez mayor de grupos armados realistas y patriotas en sus tolderías. De manera similar a
otros encuentros diplomáticos en territorio indígena, la comisión debía contar con un
“introductor”, una persona de confianza de los jefes indígenas, que sería el encargado de guiar
a la comisión hasta las tolderías donde se realizaría el parlamento. En este caso, se contó con
la ayuda del “protector especial de ellos D. Juan Francisco Ulloa”, vecino de Salto y alcalde
de hermandad en aquellos momentos157.
El parlamento se llevó a cabo en las tolderías del cacique Lienan donde
Carripilum158 actuó como comisionado para hablar en nombre del resto de los caciques.
Carripilum aceptó la exigencia de Chiclana de no amparar a los españoles, expresión que
causo demostraciones de apoyo del resto de los concurrentes lo que decidió a Chiclana a
aumentar sus pretensiones pidiendo que tampoco prestaran apoyo a los “indios chilenos”
amigos de los españoles, entre los que se encontraba el cacique Pablo Levnopán. La respuesta
de los caciques puso en evidencia que también ellos se hallaban preocupados ante la presencia
155 La inclusión de desertores y refugiados no era exclusiva de los grupos indígenas del norte. En enero de 1820 una partida de 200 indios entre los que se hallaban algunos desertores cristianos había incursionado sobre los establecimientos situados por el arroyo de Las Flores. Según el informe del comandante de la Guardia del Monte, don Pedro Nolasco López, los atacantes arrasaron con la caballada y yeguada de todos los hacendados en un número de 5.000 animales. El parte enviado por Lopez describía un enfrentamiento con solo 100 indios armados de lanza, flechas y bolas agregando que "Los christianos que estaban entre ellos eran los que hacian más fuerza”. Entre la milicia convocada por Lopez se hallaba Juan Manuel de Rosas. (Política…, Tomo III, p. 159). 156 Un mes antes de la realicion de este parlamento se había quebrado el armisticio de San Lorenzo que habían firmado, en enero de 1819, el gobierno nacional y el gobernador de Santa Fe luego que tropas nacionales tomaron el pueblo de Rosario. 157 AGN,X,9.9.6. Con ese título es nombrado en las fuentes pero no hemos podido encontrar ninguna orden superior en la que se registre este nombramiento ni las funciones ajduntas al mismo. 158 Sobre este cacique ver nota 22.
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de estos nuevos contingentes y eran contrarios a una alianza con ellos denunciando que solo el
cacique Quintileo se había sumado a los “montoneros”159. En efecto, el arribo del cacique
“chileno” Pablo aparentemente ya vinculado al oficial chileno José María Carrera había
producido una división de los jefes “ranqueles” entre aquellos que habían concertado una
alianza con los recién llegados y otros que se habían mantenido apartados. Entre los primeros
se encontraba el cacique Quintileo y entre los segundos, Nicolás Quintana que precisamente
asistía al parlamento160.
La positiva respuesta de los caciques hizo creer al comisionado Chiclana que la
alianza con el gobierno bonaerense era un hecho. Sin embargo, la relación no era tan directa.
Si el gobierno no ofrecía en reciprocidad por este compromiso de los caciques algún claro
beneficio para ellos, el acuerdo se apoyaba sobre bases muy débiles y en la medida en que
apareciera otro aliado que ofreciera mejores oportunidades, éste naufragaría. Las anotaciones
finales del diario de viaje de Chiclana son particularmente ilustrativas a este respecto. En
efecto, el comisionado culminaba su diario con el relato del encuentro con “un tal Don Tomas
Bernal” que hacía días que se encontraba en dichas tolderías con algunos hombres armados.
Este personaje, que debía haber adquirido un gran prestigio ante los caciques ya que tomó la
palabra en el parlamento luego de la ultima alocución de Chiclana, solicitó al comisionado
que, en virtud del acuerdo logrado en cuanto a enfrentar a Carrera, gestionara ante el gobierno
un auxilio militar para los caciques.
Chiclana quedó sorprendido con la petición y luego de responder que no estaba en
sus atribuciones acceder a un pedido de esa naturaleza trató de obtener información acerca de
quién era Bernal. Según sus informantes, éste tenía “seducidos” a los caciques Carripilun,
Curritipay161 y otros con promesas de obtener ganado. Para ello los había convocado a un
malón sobre las localidades de Pergamino, Melincue y Rojas donde el mismo Bernal contaba
159 El término “montonero” utilizado en las fuentes adopta exclusivamente la connotación de “contrario al gobierno”. Para una discusión sobre el uso historiográfico del concepto, ver Raúl Fradkin, “¿Facinerosos contra cajetillas? La conflictividad social rural en Buenos Aires durante la década de 1820 y las montoneras federales”, en Illes i Imperi No. 5. Tardor, 2001, p. 5-7. 160 Según Martha Bechis, se produjo una división en “un f́rente patriótico ́dirigido por el cacique Nicolás Quintana… en contra del ´frente realista ́liderado por el cacique [procedente del otro lado de la cordillera] Pablo Levnopán quien eventualmente se unirá a Carrera”. 161 El cacique Curitipay había participado con Carripilum en el encuentro con García en Salinas Grandes.
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con el auxilio de “montoneros” enemigos de Buenos Aires162. Como sería habitual a lo largo
de esta década y la siguiente, estas negociaciones no tuvieron continuidad.
El 1 de febrero se produjo el encuentro en Cepeda entre 2000 soldados
nacionales y fuerzas muy inferiores de los caudillos del litoral y el 23 de febrero de 1820 se
firmó el tratado del Pilar. La calma sin embargo fue efímera y en marzo la agitación política
retornó a Buenos Aires. Simultáneamente, las autoridades de campaña informaban sobre un
recrudecimiento de los malones por la zona de Lobos, Lujan y Navarro. Los informes
señalaban que los maloneros pertenecían a Quintileo y Pablo, caciques relacionados, según
vimos, a las fuerzas de Carrera pero no mencionaban la participación de “montoneros”. Por lo
que podría pensarse que en esta etapa se produjo, de manera sincrónica al giro político en la
provincia, una conversión en los protagonistas de los malones. Los “montoneros” de 1819 se
habían convertido en los federales que apoyaban el gobierno de Dorrego163 en tanto el término
comenzó a ser utilizado para designar a Carrera y sus soldados, que mantenían su oposición al
gobierno. Relacionado con esto, los indios invasores pertenecían a los caciques que estaban
vinculados con el oficial chileno.
En agosto de 1820 los enfrentamientos civiles se renovaron. Las fuerzas
bonaerenses, a cargo del gobernador Dorrego enfrentaron y expulsaron a López, Alvear y
Carrera de Morón, San Nicolás y Pergamino sucesivamente. En este contexto, y con el
objetivo de controlar la frontera oeste de la provincia, el vecino Ulloa volvería a cobrar
especial relevancia ya que el gobierno le encomendó la reanudación de los contactos
diplomáticos con los indios intentado captar a algunos caciques y obtener la mayor
información posible sobre lo que estaba sucediendo en territorio indígena. Según los informes
162 La relación de Bernal con algunos indios ranqueles pudo ser rastreada hasta el año 1816 cuando, involucrando al lenguaraz Dionisio Morales en Rosario, buscó integrar un grupo de indios para una invasión a los establecimientos rurales, también aquí en combinación con “montoneros” (Biedma, Crónicas militares... pag. 229-230). Dos años más tarde y en momentos en que el enfrentamiento entre las fuerzas nacionales y federales era inminente, Bernal se trasladó directamente a las tolderías ranqueles intentando nuevamente crear una situación de desorden en la campaña integrando a algunos indígenas a sus planes de ataque a la frontera. Su misión parece hacer sido exitosa ya que poco después del encuentro con Chiclana, en enero de 1820 la frontera norte fue escenario de una serie de malones indígenas en los que, según las denuncias, actuaban también desertores y montoneros. Entre estos se contaba el robo de unos bueyes que tenía José María Lemos por “las Saladas” (arroyo que separa los actuales partido de Chacabuco y Salto). Antes del robo según informaba el damnificado “anduvo por estos parajes el montonero Bernal con una partida de indios. La influencia de Bernal habría llegado al sur de la provincia ya que días despues, se notificaba al gobierno que el capataz de la estancia de Pedro Trapani, Bernardo Quiroga, intentó ser captado por Mariano Lucho, un baqueano de los campos ocupados por los indios para integrar un plan contra el gobierno dirigido por Bernal. Política seguida…, Tomo III, p. 162-163 163 De hecho, el 8 de septiembre Dorrego informaba que “el capital Bernal y otros oficiales hacia la frontera cruzaban sus partidas de observaciones” indicando que no había anarquistas por San Nicolás y Pergamino. De manera que al menos nuestro amigo “montonero” había abandonado la clandestinidad para actuar de manera oficial como miliciano del nuevo gobernador. Gaceta de Buenos Aires, 13 septiembre 1820.
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de Ulloa los caciques hostiles seguían siendo Quintileo y Pablo pero podía contarse con la
alianza de Nicolás Quintana quien a su vez ofrecía la colaboración de 18 jefes indios.
Luego de la derrota de Pavón, en el mes de septiembre, López y Carrera
abandonaron el territorio provincial. Poco después, el encuentro en el Gamonal invertiría la
relación de fuerzas164. El exitoso resultado llevó a López a cesar las hostilidades y pactar con
Buenos Aires abandonando la alianza con Alvear (que escapó a Montevideo) y con Carrera
(que organizó un campamento cerca de Rosario). En ese sitio, el oficial chileno recibió la
visita de 14 capitanejos enviados por Pablo Levnopan que le ofreció protección y el auxilio
del número de indios que necesitara. Entre los participantes se encontraba el lenguaraz José
Bielma que se convirtió a partir de entonces en el portavoz de Carrera165. Por la paz firmada
con Buenos Aires, López se había comprometido a desarmar a Carrera pero en los hechos
solo se limitó a conseguir que abandonara su campamento de Rosario. Carrera debió
internarse en territorio indígena y durante su estadía en el campamento se organizó el ataque a
Salto que cayó sobre el pueblo en diciembre de 1820. Al regresar de la incursión, Carrera por
intermedio de Bielma, intentó convencer a los caciques de devolver las cautivas. Pero los
caciques
“no estuvieron de acuerdo porque ese principio chocaba con lo más íntimo de sus hábitos guerreros y afectaba al concepto que ellos tienen de la honra. En efecto, el honor y los prestigios de un indio se juzgan por el sequito de sus cautivos. Exterminan a los hombres y si no se apoderan de las mujeres y niños aparecen sin cautivos y se resienten mucho sus prestigios… Y si algún jefe por muy popular que fuera, tratara de hacer la guerra privándolos de ese derecho, nadie le acompañaría”.
En esta descripción de Yates se haría evidente la dificultad por consensuar una
forma de proceder en las incursiones mixtas entre las fuerzas de Carrera y los indígenas. Para
el oficial chileno la toma de cautivos significaba un exceso y una práctica inhumana; para los
segundos formaba parte integrante de las empresas maloneras que buscaban adquirir recursos
dentro de los que se incluía tanto el ganado como las personas166.
164 Para ese momento, Martin Rodriguez y Juan Manuel de Rosas que comandaban cuerpos milicianos en el ejército provincial habían pedido su relevo al no acordar con Dorrego en el mantenimiento de la guerra contra Lopez. 165 Yates, William. Jose Miguel Carrera 1820-1821. Traducción, prologo y notas de Jose Luis Busaniche. Buenos Aires, Ediciones Argentinas Solar, 1941. 166 Esta divergencia en las tácticas guerreras entre ranqueles y Carrera había sido advertida por Martha Bechis en “Fuerzas indígenas en la política criolla del siglo XIX”, en Goldman y Salvatore (comp), Caudillismos rioplatenses…
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3. El retorno de la diplomacia en la frontera norte Luego del ataque a Salto y al menos por un par de años, no se registraron
incursiones significativas en el norte de la provincia. La internación de Carrera en la pampa y
su posterior avance sobre San Luis había provocado ciertos reacomodamientos entre los
grupos indígenas. Algunos de los caciques aliados a Carrera intentarían revertir su posición
acercandose a las autoridades de la provincia. Otros, por el contrario, no solo mantendrían una
actitud distante sino que confrontarían con aquellos más proclives a un acuerdo de paces. A lo
largo del año 1821 los caciques ranqueles que habían estado alejados de la coalición con
Carrera y temerosos de ser atacados por éste y sus caciques aliados, intentaron rápidamente
consolidar el vínculo con el gobierno de Buenos Aires. Respondiendo a ese motivo, pocos
días después del malón de diciembre a Salto, Nicolás Quintana tuvo un parlamento con Juan
Francisco Ulloa para iniciar las negociaciones tendientes a concretar una mutua ayuda militar.
El gobierno, por su parte, desde fines de diciembre se hallaba abocado a los
preparativos de la expedición al sur que dirigió el gobernador Martín Rodríguez convencido
que los indígenas de aquella región habían auxiliado a Carrera en el ataque. Esta medida del
gobierno reflejó su decisión por mostrar una posición de fuerza hacia los grupos indígenas
que no había tenido en la década anterior y derivó asimismo en un giro en la atención de la
frontera desde el norte hacia el sur167.
La oferta del cacique Quintana fue transmitida a Rodríguez en momentos en que
éste se hallaba en la estancia de Cascallares haciendo los aprestos para comenzar la
expedición militar. El gobernador contestó aceptando el ofrecimiento y ordenando iniciar los
arreglos correspondientes. Cuando esta orden llegó a Salto ya no se encontraba allí Ulloa
quien en los primeros días de enero había sido notificado de la orden del gobierno para que se
incorporara al ejército expedicionario de Rodríguez. Ulloa desobedecería en dos
oportunidades dicha disposición reflejando su rechazo a la política agresiva llevada a cabo por
el gobernador168.
167 Ver más adelante el acápite Los “errores” de Martín Rodríguez en la frontera sur 168 Ulloa se presentó al comandante del fuerte de Chascomús pero al saber el gobernador ya se habia internado en territorio indigena “se detuvo en el punto tanto por no saber el paradero del ejercito como para restablecer su salud” (AGN,X,12.4.3). En realidad, según el informe del comandante, Ulloa urdió este engaño para escaparse en la madrugada siguiente y regresar a Salto. Su desobediencia derivó en una orden dirigida al comandante de Salto para que a su llegada al punto fuera apresado y enviado a Buenos Aires. Ulloa repetiría una escena similar. Luego de haberse presentado de manera espontánea y haber aceptado su prisión en la misma casa del comandante, huyó durante la noche. Pero esta vez se encontraba en sus pagos y contó con la ayuda de sus amigos. El comandante informaba que no había logrado obtener información sobre su paradero y “las repetidas recomendaciones del cura y vecinos que
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De manera que las negociaciones con el cacique Quintana no pudieron realizarse a
través de Ulloa y fueron continuadas por el comandante Juan León Charras que. acompañado
por otro vecino, Matías Gutiérrez, emprendió su viaje a las tolderías ubicadas en la “punta de
Ranquilco”169. Luego de acordar con el cacique Quintana la ayuda prometida, Gutiérrez se
dirigió a mediados de enero al campamento de Hortiguera, jefe de la división norte, para
concertar el lugar en donde se produciría el encuentro de las fuerzas. A su regreso a los toldos,
el cacique le solicitó un plazo de 5 días para convocar al resto de los jefes y plegarse a
Hortiguera.
Pero el día del encuentro llegó y el refuerzo indígena no se encontraba en el lugar
concertado. Un nuevo encuentro entre Gutiérrez y Quintana permitiría aclarar los motivos.
Según el cacique, al enviar a sus chasques para convocar a los jefes aliados había sido
informado que el lenguaraz Dionisio Morales, vecino de Pergamino, se hallaba en las
tolderías de Curritipay negociando la devolución de las cautivas que se habían tomado en un
asalto a Rojas. La aparición de Morales en dichas tolderías produjo entre los indios de
Quintana el temor de que se estuviera realizando una alianza para enfrentarlos; a eso se
agregaba el rumor de que unos indios chilenos, recién arribados, iban a atacar sus tolderías.
Ambas circunstancias habían decidido a los caciques aliados a permanecer en sus toldos.
Quintana se disculpó con el gobierno por este fallido auxilio quien contestó aceptando las
disculpas y ratificando su amistad.
Si el episodio no había creado en el gobierno recelo hacia el cacique Nicolás, no
sucedió lo mismo con la actuación del lenguaraz Morales de quien se ignoraba el móvil de su
viaje a los toldos. Por tal motivo se ordenó con fecha 25 de enero que fuera apresado y
enviado a la capital. Cuando la orden llegó a Salto, el Comandante General de campaña,
Cornelio Saavedra, informó que Morales ya había regresado de los toldos y se había
presentado en la guardia de Pergamino acompañando a chasques del cacique Lienan con el
objeto de iniciar tratativas de paz. En la entrevista que sostuvieron los enviados de Lienan con
Saavedra y el coronel Manuel Guillermo Pintos (al mando de una división volante en Salto) el
29 de enero, los chasques expresaron que
vinieron de esa con respecto a la onradez e inocensia de Ollua me han hecho sufrir este disgusto”. Ante este evidencia el gobierno ordeno la libertad de Ullos y de los bienes que el comandante le habia embargado” (X AGN,X,,2.5.6). 169 Para la ubicación de este sitio ver Política…, Tomo III, p. 230.
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“Morales con el mayor empeño y firmeza les había persuadido [de abandonar la alianza con Carrera SR] sosteniendo que el Gobierno solo deseaba establecer una paz firme con todos los indios; que les hacia ver y conocer que Carrera y los que los seducían solo obraban por sus fines particulares pretendiendo servirse de ellos como instrumentos para sus venganzas; que al fin no podría durar mucho en los campos y se había de ir a Chile dejándolos a ellos envueltos en una guerra cruel y desastrosa sin poderles después servir de nada”
Según la exposición de uno de los chasques, estos argumentos habían convencido
a sus jefes a abandonar la alianza con el militar chileno y acercarse a un acuerdo con el
gobierno de Buenos Aires. Además alegaban que estaban tratando de atraer al cacique chileno
Pablo, único que aun se mantenía con Carrera aunque estaba comenzando a separarse. Según
esta declaración, Morales cobraba importancia, entre estos indígenas, como mediador para un
acuerdo de paces. Las prevenciones del gobierno sobre su sospechosa actitud, que hacía
suponer acciones autónomas, fueron desvirtuadas al coincidir la información que el lenguaraz
aportaba sobre el distanciamiento que estaba produciéndose entre los jefes ranqueles, incluido
el cacique Pablo, y Carrera con noticias similares obtenidas por vías diferentes. Por tal motivo
Saavedra que, además de funcionario estatal pertenecía a una familia con propiedades en
Arrecifes170, decidió dejar sin efecto la orden de captura que había sido emitida por el
gobierno.
Saavedra, actuando de manera bastante autónoma ya que ni siquiera llegó a
consultar al gobierno sobre la propuesta traída por los chasques, aceptó el ofrecimiento de
paz de los caciques a condición de que se cumplieran dos puntos: la entrega de las cautivas
tomadas en las invasiones a la frontera y la total separación de Carrera. Por lo que, aún
cuando el gobierno había demostrado poco interés en sostener negociaciones interétnicas en el
norte de la provincia, se vio involucrado en ellas a partir de una decisión bastante personal de
su comandante de frontera. Los indios accedieron a ambas pretensiones solicitando el envío
de testigos a los toldos para verificar la entrega de los cautivos. Para tal misión se envió “a los
paisanos D. Martín Juan Quiroga y D. Juan Francisco Ulloa, hombres íntimamente
relacionados con los indios [que] se prestaron a hacer este servicio”171.
170 Agredezco a Daniel Santilli este dato. 171 Todas las actuaciones de Saavedra en AGN,X, 12.4.3
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El envío de estos comisionados derivó, hacia febrero de 1821, en la existencia de
dos misiones paralelas que, como veremos, no tendrían demasiado acuerdo entre ellas. Por un
lado, el comisionado del gobierno en los toldos de Quintana, Matías Gutiérrez y por otro, los
enviados por el comandante general de campaña Quiroga y Ulloa tratando el rescate de
cautivas en las tolderías de Curritipay, Lienan y Guaychul. La abundante correspondencia que
a partir de entonces arriba a la frontera procedente de estos dos puntos y las escuetas
respuestas oficiales a la misma confirman la imagen de un gobierno como un pasivo
espectador que recibe las noticias de los sujetos involucrados y se limita a aprobar lo actuado
u ordenar algunas acciones que a veces, no eran tomadas en cuenta.
En el mismo mes de febrero de 1821, el campamento indígena del cacique
Quintana se vio conmocionado con la noticia de la llegada a los toldos de Guaychul, distante
unas 15 leguas del anterior, de la comitiva integrada por el lenguaraz Dionisio Morales, Don
Juan Francisco Ulloa y Don Martín Juan Quiroga que, según informaban los chasques,
llevaban cartas del gobierno para Gutiérrez. Sin embargo el encuentro de los comisionados no
se produciría. Seis días después de haber tenido la noticia del arribo de los nuevos
representantes, éstos aún no habían acercado las notificaciones del gobierno. El chasque
enviado por Nicolás para saber el motivo de la demora regresó con la respuesta que “no
benian los de Salto ni las cartas… porque el cacique Huechun referido no queria”.
Es probable que las referidas cartas del gobierno fueran un intento por conciliar
ambas misiones pero los mismos comisionados impidieron que esto sucediera lo que
permitiría suponer la existencia de cierta rivalidad entre Gutiérrez y Ulloa en torno a
monopolizar o usufructuar la relación con los caciques. Desde estos dos centros de negociación, a su vez, se intentaría captar a otros
grupos indígenas. A fines de febrero Gutiérrez informaba que Guaychul se había internado
para captar en sus negociaciones a “los caciques más lejos” los que, según el comisionado, ya
estaban tratando con él. Pocos días después, “caciques de más adentro” enviaron chasques a
Nicolás y a Gutiérrez para tener un parlamento porque “el cacique Neicu que ha llegado con
Morales les ha traído no se que otras inteligencias que no les agradan y quieren despedirlo”.
Mientras tanto Gutiérrez seguiría negociando la entrega de cautivas para lo cual
Santiago, a quien nombra recurrentemente como el cacique mayor de todos, le ha dado “sus
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poderes en publico para que trate las paces y rescate de cautivas”. Para el comisionado la
buena disposición de los caciques en avanzar en las negociaciones derivaba de la suma
pobreza en que se encontraban.
“Antes no han sido tan pobres como ahora… siendo la razon de esto el que antes todos los campos estaban cubiertos de yeguadas cimarronas y de ahí comian y hacian caballos y bendian porque si hoy daban 100 mañana salian a correr y los reponían o excedian, pero en el dia se zurcan campañas enteras y no se encuentra una bestia y de aquí la necesidad que tienen del trato y amistad por cuya razón para conseguirlo ellos deben interesarse con mayor modo y pasar por todo en esta vez”
¿Cuál habría sido la causa de la penuria económica por la que estaban transitando
los ranqueles? En el año 1806, en el relato del viaje realizado por Luis de la Cruz a Mamil
Mapu, el alcalde de Concepción señalaba que en la región se encontraban cantidades
considerables de ganado caballar que los ranqueles comerciaban con grupos cordilleranos y
transcordilleranos172. Contemporáneamente a este viaje, precisamente en los años 1805-1806
la región pampeana había padecido una gran sequía acompañada de una epizootia que abarcó
los partidos de Arrecifes hasta Magdalena173. Es probable que esta situación se haya
extendido con algún retraso al corazón del territorio ranquel provocando la desaparición de
los rodeos.
Cualquiera haya sido la causa del deterioro económico, era claro que la alianza
con el gobierno en estas circunstancias implicaba para los indígenas la expansión de los
intercambios comerciales y la percepción de los obsequios que siempre acompañaban las
negociaciones lo que redundaría en cierto alivio económico. Esta comunicación fechada el 27
de febrero fue la última de Gutiérrez. A partir de entonces, Quiroga y Ulloa llevaron adelante
las negociaciones de paz con ambos grupos. Los pedidos concretos de auxilio militar por parte
de los caciques recibirían solamente expresiones de buena fe por parte del gobierno reflejando
un escaso interés del mismo por avanzar diplomáticamente en pos de un acuerdo definitivo.
Sin embargo, los intentos por concertar paces se mantuvieron en el año 1821
involucrando otros personajes. A inicios de junio de 1821 el gobernador de Santa Fe se
comunicó con su “estimado amigo y paisano” el lenguaraz Dionisio Morales, avisándole que
había derrotado a Ramírez y temía que intentara reunirse con Carrera. Para evitar la
172. Ver Villar y Jimenez, “El intercambio de castas y textiles entre Ranqueles, Huilliche, Pewenche y Llanistas (1770-1806).” Mimeo. 2001. 173 Sobre los ciclos climáticos en la región pampeana ver Garavaglia, J.C. Pastores y labradores…p. 30-35.
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reorganización de las fuerzas enemigas le pedía a Morales que se trasladara a las tolderías
para alertar a los caciques aliados. El comandante de Pergamino, solicitó y obtuvo la
autorización del gobierno para que Morales pudiera internarse hacia los toldos pues “es
sumamente amado de los dos caciques Leynan y Guaichu”. En esta oportunidad, un nuevo
personaje se integraría a estas negociaciones. El cura de Pergamino, Fray Ramón González,
escribió al gobernador ofreciendo sus servicios debido a que “… creo que ganaríamos mucho
con que V.E. me permita llamar a Leynan que es íntimo amigo mio para tratar con él y todo
cuanto resulte poner yo en su conocimiento yo sino fuera el estar con el curato iria también a
los toldos” y proponía también utilizar el fondo de redención de cautivos que se hallaba en su
convento ya que “en que ocasión mejor se podría invertir sino en este”. El gobierno aceptaría
la oferta.
En septiembre de 1821 hallamos los últimos rastros de estas negociaciones que
parecen haber naufragado por la desatención del gobierno. Morales, junto al cacique Lienan,
regresaban a Pergamino donde esperaban la llegada de Guaychul para realizar un parlamento.
Pocos días antes Ulloa abandonaba las tolderías “con toda la gente que lo acompañaba y
quince cautivas rescatadas después de haber entregado lo que el gobierno mando a los
caciques”. El comisionado informaba que el conflicto con el cacique Pablo no solo no se
había resuelto sino que parecía haber llegado a un punto crítico siendo vital el auxilio militar
del gobierno para resolver en conflicto. Pero éste nunca llegaría y las negociaciones con los
indígenas cercanos a la parte norte de la provincia se suspenderían y no volverían a intentarse
hasta mucho después.
4. Los “errores” de Martín Rodríguez en la frontera sur
Mientras eso sucedía en el norte de la campaña, la frontera sur experimentaría un
curso bastante diferente. Hacia 1820, el incentivo dado por la apertura comercial convirtió en
uno de los objetivos prioritarios del gobierno bonaerense la expansión territorial hacia el sur
para incorporar tierras fértiles que permitieran incrementar la exportación de productos
pecuarios174. La misma debería realizarse sobre un espacio ocupado por indígenas pero que,
174 En enero de 1820, el enfrentamiento entre los caudillos de las provincias del Litoral (Entre Ríos y Santa Fe) y Buenos Aires, produjo la caída del gobierno central que intentaba mantener unido a gran parte del ex territorio del Virreinato del Río de la Plata. Como consecuencia de la desaparición de un poder central, se aceleró un proceso de organización autónoma de las provincias que, en algunos casos, llegaron a convertirse en estados provinciales. Sobre el proceso de constitución de estados provinciales ver José Carlos Chiaramonte, “El federalismo Argentino en la
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de manera no oficial, también se hallaba habitado por algunos pobladores criollos habiéndose
creado entre ambos una convivencia basada en la negociación y el consenso. El gran error del
gobernador Martín Rodriguez fue no haber tenido en cuenta esta característica de la relación
interétnica y plantear el contacto desde una indudable posición de fuerza que bien pronto
demostraría su fracaso.
La primera acción del gobierno autónomo provincial con respecto a los asuntos de
frontera sur fue la firma de un pacto de amistad con los jefes indígenas de la zona. En marzo
de 1820, utilizando los buenos oficios del hacendado Francisco Ramos Mejía, se firmó un
tratado en su estancia Miraflores donde “...residían las tribus de Ancalifú, Pichiman, Antonio
Grande y Landao..." Además de éstos la negociación incluyó a otros grupos “pampas” y
“tehuelches” ubicados en el arroyo de Chapaleufu. Si bien este tratado tenía “el objetivo de
cortar de raíz las presentes desavenencias ocurridas entre ambos territorios” reconocía que
“La paz y buena armonía que de tiempo inmemorial ha reinado entre ambos territorios queda
confirmada y ratificada solemnemente sin que los motivos que impulsan esta manifestación
puedan perturbarla en lo sucesivo”. El punto central del acuerdo se encontraba en el articulo 4
que establecía que
“Se declara como línea divisoria de ambas jurisdicciones el terreno que ocupan en esta frontera los hacendados, sin que en adelante pueda ningún habitante de la provincia de Buenos Aires internarse mas al territorio de los indios”175.
Este inicio diplomático dio bien pronto lugar a medidas más agresivas. En
diciembre de 1820 se produjo el malón sobre el pueblo de Salto y como respuesta al ataque, el
gobernador de la provincia, Martín Rodríguez, planeó la que sería la primera de sus tres
expediciones al sur con el objetivo de castigar a los invasores. La decisión de actuar sobre el
sur de la provincia se justificaba en que si bien el gobernador reconocía que Carreras había
sido el autor del ataque, estaba convencido que había recibido la ayuda de parcialidades
indígenas del sur: “Bárbaro, cien veces mas bárbaro y ferino que los salvajes errantes del Sud,
a quienes se ha asociado”176.
Juan Manuel de Rosas haría su primera aparición en escena con respecto a la
política indígena del gobierno durante estos acontecimientos como oficial a cargo de un
primera mitad del siglo XIX.” en: Marcelo Carmagnani, Federalismos Latinoamericanos… y Ciudades, provincias, Estados: Orígenes de la Nación Argentina (1800-1846). Buenos Aires, Ariel. Bs. As., 1997. pp. 81-132. 175 El texto completo del tratado se encuentra en Levaggi, Abelardo: Paz en la frontera…. 176 Gaceta 6 de diciembre de 1820, subrayado nuestro.
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cuerpo de milicianos del sur de la provincia. Desde muy temprano, Rosas expresaría su
oposición a la expedición de Rodríguez hacia el sur de la provincia donde, a su entender,
vivían grupos indígenas que no habían tenido nada que ver con las acciones de Salto y con
quienes era fundamental mantener relaciones cordiales si se quería llevar a adelante la política
de avance territorial. Según el estanciero
“He hecho seguir muy lejos el rastro de los indios y por los rumbos que conozco me afirmo en que no son pampas y si ranqueles los que han invadido y robado nuestras fronteras. Por ello es que clamo al cielo por que nuestras operaciones militares no alcancen a ofender a los pampas a quienes debemos buscar por amigos y protegerlos como tales”177
Sin embargo el gobernador prosiguió con su plan. El ejército que componía la
expedición de Rodríguez estaba organizado en dos divisiones. La división del norte, bajo el
mando general del coronel Hortiguera incluía importantes contingentes de fuerzas milicianas
comandadas por Lamadrid y Rosas. Esta división, que debía actuar sobre la Laguna de los
Huesos tuvo una escasa acción debido a las deserciones producidas que redujeron
notablemente la dotación militar178. La división del sur, dirigida por el mismo Rodríguez se
componía de más de 2600 efectivos regulares y milicianos.
Un relato detallado de los acontecimientos producidos alrededor de la acción de
esta división permitirá conocer los errores de una política estatal que desconocía la base de
negociación que fundaba la relación interétnica. La división sur se acercó a la frontera por la
zona de Kaquel Huincul e intentó captar a los caciques localizados en la zona apelando a la
ayuda del vecino Pablo Pérez que era conocido de los indios. Cabe preguntarse cuál habra
sido la impresión que tuvieron los indios pampas al ver llegar a sus tierras un ejercito de más
de 1000 efectivos cuando, según el tratado firmado pocos meses atrás ese territorio no
volvería a ser cruzado por pobladores de la provincia. La estrategia de Rodríguez fue, en todo
aspecto, equivocada. Ante la primer desconfianza de los indios por esta demostración de
fuerza, el gobernador no solo no interrumpió su marcha hacia el sur sino que llegando al
arroyo Chapaleufu, como los indios no habían enviado embajadores para recibirlo y
sospechando algún plan por parte de éstos, resolvió “dar un albazo sobre la primera toldería”
de la que obtuvo “haciendas, compuestas de caballada, yeguada, ganado bacuno y lanas,
algunos indiezuelos y chinas que no pudieron fugar”. No satisfecho con esta prueba de fuerza
177 Citado en Política… Tomo III, p. 350. A pesar de esta categórica afirmación, distintas comunicaciones al gobierno de Buenos Aires dejan entrever la posibilidad de que la influencia de Carreras efectivamente pudiera haber llegado al sur de la provincia. De todos modos, los autores reales del malon a Salto no debían buscarse entre los grupos indigenas que habitaban esa región. 178 Politica seguida … , Tomo III, p. 354
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sobre los caciques fronterizos de quienes esperaba obtener ayuda en su expedición, volvió a
enfrentarse con los jefes Ancafilú y Anepan179.
Luego de estas escaramuzas, los caciques agredidos se acercaron a Rodríguez
prometiéndole su ayuda en la expedición. Para sellar la amistad le solicitaron al gobernador
que les devolviera las familias y ganado que les habían tomado en su ataque a las tolderías.
Esta actitud de los caciques fue interpretada erróneamente por Rodríguez. El militar
consideraba que la expresión de fuerza llevada a cabo había logrado quebrar la resistencia de
estos grupos e informaba al gobierno sustituto que en virtud de ello había captado la amistad
de estos caciques luego de haberles devuelto el ganado y los cautivos apresados en el ataque a
las tolderías. Rodríguez no alcanzaba a entender que el acercamiento de los indios tenía el
objetivo concreto de recuperar sus familias apresadas. En otra comunicación del 10 de enero,
luego de estos episodios, sus expresiones agregan mayor confusión sobre su actuación. En
ella informaba que
“Los expresados cuatro casiques [Ancafilu, Anepan, Pichiloncoy y Catriel] quedan reuniendo sus parcialidades y dentro de tres días marcharé ya en reunión con ellos contra los Ranqueles que fueron los invasores de nuestra provincia”180.
Es probable entonces que Rodríguez nunca hubiera dudado que habían sido los
ranqueles los que unidos a Carrera habían perpetrado la incursión sobre Salto pero que
esperaba que este uso de la fuerza lograra captar la ayuda de los caciques “pampas” para
integrarlos a la expedición.
El final de la misma reflejó el error de cálculo de Rodríguez. En lugar de
efectivizar la ayuda que habían prometido, los caciques pampas atacaron a las fuerzas
provinciales una vez que consiguieron su objetivo de recuperar cautivos y ganado. Este
incidente decidió el regreso de la fuerza expedicionaria hacia Kaquel Huincul. El resultado de
la campaña había sido desalentador para el gobernador ya que no solo no había podido atacar
179 Ibidem. 180 Gaceta de Buenos Aires, 24 de enero de 1821, subrayado nuestro. Resulta llamativo el poco espacio que los periódicos de la ciudad le otorgaban al tema de la frontera y el desconocimiento que evidenciaban en general sobre la situación de la campaña. Para citar un ejemplo muy representativo de este estado, en su edición del 9 de julio el Argos, comentaba el proyecto del gobierno por extender la frontera, tema al que considera necesario dedicar algunas lineas “cuando tome conocimiento del numero de fuertes existentes, distancia entre ellos y de allí a la capital, población, situación local…”. Y para informarse sobre estos puntos solicitaba a los lectores que acercaran información a la imprenta. En el mismo diario no se hizo en todo el año 1821 ninguna mención sobre la expedición de Rodriguez.
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a los autores del malón de Salto sino que había creando una gran desconfianza entre los
caciques con quienes había firmado hacía poco el tratado de Miraflores181.
Para culminar con esta serie de desaciertos, Rodríguez decidió castigar lo que
consideraba una traición de los indios que no habían llegado a incorporarse a su expedición,
centrando su ofensiva sobre aquellos que vivían en la estancia Miraflores y apresando a
Ramos Mejía a quien consideraba culpable, al menos, de encubrirlos. El capataz de la
estancia, José Luis Molina, escapó con algunos indios y logró convocar una fuerza de 1500
lanzas con las que atacó el destacamento de Kaquel Huincul. Esta acción contra un hacendado
del sur del Salado debe entenderse dentro de los esfuerzos del estado provincial por extender
y consolidar su poder sobre un espacio nuevo. Dentro de esta política y en relación con el
proyecto de expansión territorial, uno de los puntos fundamentales era lograr la centralización
de las relaciones diplomáticas con los indios en la figura impersonal del gobierno. Esto
implicaba quitar de manos de los particulares las alianzas o acuerdos potencialmente
peligrosas a los que habían arribado con algunos grupos indígenas182. Pero, asimismo, la
necesidad de recurrir a esos mismos personajes como “interlocutores válidos” para iniciar el
contacto diplomático creaba una situación ambigua y la prisión de Ramos Mejía había sido un
claro ejemplo de ello.
Pocos meses después, en un intento por recomponer las relaciones, el cacique
Cayupilqui, por sí y en representación de otros jefes “pampas”, se acercó al gobierno
solicitando que se reiniciaran negociaciones de paz para lo cual se ofrecía a acompañar a la
comisión hasta el sitio del parlamento. Se encomendó la dirección de la misma al coronel
Pedro Andrés García quien podía acreditar un gran conocimiento de la situación de la
campaña. La expedición se compuso de apenas unos 30 soldados, 14 indios y dos interpretes
y se extendió del 6 de marzo al 1 de junio de 1822183.
181 Si bien la expedición de Rodríguez había representado una flagrante violación del tratado de Miraflores, el episodio no significó un quiebre absoluto de las relaciones pacíficas con los indígenas del sur. Una resolución de la Junta de Representantes de fecha 28 de febrero de 1821 hacía lugar a la denuncia de D. Domingo Lamadrid de un terreno al sur del Río Salado recomendando que el denunciante observara “los tratados del mismo gobierno con los caciques infieles en el campo de Miraflores a 7 de marzo del presente año”. Gaceta de Buenos Aires 7 de marzo de 1821. 182 Ver S Ratto, "Relaciones interétnicas…” 183 Pedro Andrés García, “Diario de la expedición de 1822 …”
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En realidad la misión de García parece no haber tenido la intención de lograr
verdaderamente un acuerdo con los caciques. En varios pasajes de su diario presentado al
gobierno un año luego de finalizada la comisión, el coronel expresaba que
“la única ventaja que se propuso la Comisión, y aun el Gobierno, [era] reconocer sus intenciones [de los indios], sus fuerzas físicas, sus campañas, la población de las diferentes tribus, la estadística en general y su industria, con menos dudas y obscuridad que la que hasta aquí teníamos: convencida la Comisión de que una fuerza imponente o medidas correspondientes podrían hacer que abatiese el orgullo con que se creían sobrepuestos a las nuestras”184
El 27 de abril se produjo la reunión con caciques “pampas” y “huilliches”185.
Entre los primeros se menciona a Lincon, Avouné, Anepan, Pichiloncoy, Cachul y Catriel;
entre los segundos a los jefes Niguiñile, Quinfoló y Pichincurá. En ella se conferenció acerca
de los puntos que, para los indígenas, eran esenciales para llegar a un acuerdo de paces: la
ocupación de la tierra, el rescate de cautivos y el intercambio comercial. En el primero de los
puntos los caciques reclamaban la devolución de las tierras ocupadas, exigencia que García no
pudo resolver por lo que se comprometió a elevar la preocupación al gobierno. El encuentro
con los “ranqueles”, realizado unos días después, presentó un clima de mayor conflictividad.
El análisis de García sobre esta reunión fue que
“no queda pues duda que será efímero cualquier esfuerzo que se haga para entablar paces y pactos de amistad [con los ranqueles]; lo que debe convencernos de la necesidad de poner en planta todos nuestros recursos para castigar su audacia y refrenar su osadía: de lo contrario estaremos sufriendo insultos con impunidad que no harán mas que aumentar su desenfreno...”186.
A poco de retirarse García, comenzó a sentirse en toda la campaña la presión de
los grupos indígenas. Los ataques en el sur se centraron en las estancias de los partidos de
Monsalvo y Montes Grandes. En el norte, los malones se sintieron sobre la frontera de Santa
Fe y las estancias de Pergamino y Rojas. Estas incursiones habían sido protagonizadas, según
las noticias de los periódicos, por indios “chilenos” que respondían al cacique Toriano y por
soldados españoles.
A partir de ahora comienza a haber un mayor interés por identificar a los
“chilenos” con el nombre de los caciques. Precisamente el nombre de Toriano permite
184 Pedro Andrés García, “Diario…”, p. 136. 185 Huilliches es utilizado en la fuente como equivalente al castellano "sureños" por lo que luego se confunde con “tehuelches”. 186 Pedro Andrés García, “Diario…”, p. 150.
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referenciar estas incursiones como un desarrollo de la Guerra a Muerte187 en la región
pampeana. La confrontación entre realistas y patriotas en Chile tuvo como característica más
remarcable el hecho de que ambas filas sumaron el apoyo de parcialidades indígenas. La
participación de las mismas en estos enfrentamientos no debe reducirse al simple hecho de
una alianza coyuntural donde lo que se ponía en juego era la mera obtención de recursos
producto de los encuentros bélicos. La decisión de sumarse a uno u otro bando formaba parte
de una estrategia mayor. En efecto, la desaparición de los mecanismos de pacificación
implementados por la Corona española en el reino de Chile a través, entre otras instituciones,
de los parlamentos, hizo resurgir a primer plano los conflictos intertribales que caracterizaban
a las sociedades segmentarias del área pan araucana. Estos conflictos derivaban del objetivo
de algunos grupos por obtener una posición hegemónica que les permitiera subyugar a otras
parcialidades188.
En el parte mencionado se hacía referencia a la presencia en las pampas del
cacique Toriano. Este jefe indígena se hallaba enfrentado al cacique Luis Melipán en torno al
objetivo de dominar el espacio cordillerano y extracordillerano en la región cercana al paso de
Villarrica. Para dirimir este conflicto, ambos caciques habían resuelto su participación en la
Guerra a Muerte a favor de los realistas y patriotas respectivamente189. Entre los primeros se
hallaban los hermanos Pincheira que debieron abandonar el territorio chileno y pasar a las
pampas para escapar de la persecución de que eran objeto por parte de las tropas patriotas190.
Volviendo al curso de la política de fronteras, a su regreso de la expedición a la
Sierra de la Ventana, García presentó el informe de su viaje en el que proponía el avance
territorial mas allá del Salado asentando nuevos fuertes en las sierras de Tandil y de Volcán.
El informe decidió al gobierno a llevar adelante una nueva expedición que concretara el
establecimiento de un fuerte de avanzada en la frontera sur. En esta ocasión se firmó el
Tratado de Unión contra los Bárbaros con la provincia de Santa Fe para realizar la campaña
de manera conjunta. Por ese acuerdo Santa Fe ponía a disposición una división de 800
187 Con este término se conoció el proceso de la guerra independentista en el reino de Chile y fue acuñado por el historiador chileno Vicuña Mackenna. 188 Para un desarrollo de este planteo ver Villar y Jimenez. “Yo mando en este campo. Conflictos inter-tribales en los Andes meridionales y pampas durante los años de la Guerra a Muerte”, en Susana Bandieri Cruzando la cordillera…, p. 101-116. 189 Ibidem 190 Sobre el accionar de los hermanos realistas Pincheria en el reino de Chile y su proyección en el área pampeana ver Ana M. Contador, Los Pincheira. Un caso de bandidaje social. Chile 1817-1832, Santiago de Chile, Bravo y Allende Editores, 1999 y Varela, G y Manara, C, "Particularidades ….
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hombres, pagados por la tesorería de Buenos Aires la que además proveería de dinero para
caballos de monta, raciones y gastos menores191. La segunda expedición de Rodríguez se
realizó entre marzo y julio de 1823 y volvió a repetir un esquema en donde se intentó captar a
los indios pampas de la región mediante demostraciones de fuerza. El resultado, de igual
manera que en la expedición anterior, fue incrementar la hostilidad de algunos de estos
grupos192.
La nueva guarnición se denominó Fuerte Independencia. Su carácter de avanzada
en un territorio aún escasamente poblado llevó a que en sus inicios dependiera en gran parte
para su subsistencia del comercio de ganado con los indios. El gobernador era conciente de
ello y escribía preocupado al ministro de guerra desde el campamento en el Arroyo Chico que
temía que los indios aliados se pusieran de acuerdo y retiraran sus haciendas y familias lo que
"haría escasear de víveres al ejército". La argumentación de Rodríguez es muy clara en
reflejar algo que ya se ha mencionado pero que vale la pena remarcar: a pesar del conflicto
creciente entre las dos poblaciónes, el contacto interétnico, al menos en su faz comercial, se
mantenía aún en la zona de tensión más clara como era el nuevo asentamiento militar.
El temor de Rodríguez ante la posibilidad de que los recursos de ganado
escasearan no derivó en el mantenimiento de una relación diplomática con los indios. A poco
de instalado el fuerte, los caciques Lincon, Cayupilqui y Pichiloncoy enviaron a sus chasques
para concertar un parlamento con Rodríguez. Al igual que en la primera expedición, luego de
una negociación de paz, en este caso la misión de García, los caciques no solo no habían
obtenido una respuesta del gobierno, sino que en los hechos se proseguía con la ocupación del
espacio y esta vez, mediante la instalación de una guarnición militar. El intento de parlamento
no llegó a concretarse. Los caciques pidieron el envío de rehenes para iniciar las
negociaciones pero éstos fueron asesinados antes de llegar a las tolderías193.
La instalación de Tandil provocó una fuerte reacción por parte de algunos grupos
indígenas. Los jefes mencionados, dejando de lado su actitud negociadora, pasaron
directamente a una posición de confrontación y desde el mes de julio comenzaron a hostigar a
191 Ratto, S y S. Tedeschi, “Política, Instituciones y relaciones interétnicas en la frontera. Un estudio comparativo entre Buenos Aires y Santa Fe en la primera mitad del siglo XIX”. Mimeo, 2003. Sumas importantes en metálico por acuerdos ad hoc se sucedieron entre 1827 y 1828 de Buenos Aires a Santa Fe como también entrega de vestuarios y armas destinados a las guarniciones de la frontera compartida. 192 Martín Rodriguez, Diario de la expedición al desierto. Buenos Aires, Editorial Sudestada, 1969 193 Diario… p. 64-65.
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las fuerzas del destacamento194. En el que sería el primero de una serie de ataques, una partida
de 200 indios entre los que se encontraba el cacique Ancafilú se apoderó de unos 700
caballos. Los caballos que no habían podido ser llevados “fueron chuceados y desjarretados
sobre un trayecto de ocho leguas”.
5. La campaña desvastada195
Entre los años 1823 y 1825 la conflictividad fronteriza alcanzó un nivel sin
precedentes; el estado de alarma llegó a tal punto que constantemente circulaban por la
campaña rumores de invasión que con frecuencia no pasaban a acciones concretas196. Las
incursiones indígenas siguieron un ritmo estacional, incrementándose a partir de la primavera.
Los primeros ataques indígenas que iniciaron esta etapa de conflictividad comenzaron a
sentirse con fuerza en la primavera de 1823 y cubrieron un arco que se extendía desde
Chascomús hasta la Guardia de Luján. El recientemente creado fuerte Independencia cumplía
la función de avanzada de un territorio al que debía proteger. Sin embargo, la facilidad con
que las partidas indígenas llegaban a localidades como Ranchos, Monte y Lobos, ubicadas
varias leguas a la retaguardia del fuerte, reflejarían que el espacio entre el nuevo destacamento
militar y el curso del Salado aún no se hallaba suficientemente protegido.
En este contexto de inseguridad se decidió realizar una nueva expedición ofensiva
hacia el sur. La tercera y última expedición comandada por Martín Rodríguez se extendió
desde enero hasta junio de 1824. El ejercito, que totalizaba unos 3000 efectivos, contó entre
sus integrantes en calidad de baqueanos, a personajes que ocuparían un lugar importante en la
194 Rodriguez abandonó el fuerte en el mes de julio que quedó bajo la protección de 200 infantes y 100 soldados blandengues. 195 Los datos para reconstruir los ataques sobre la frontera fueron tomados fundamentalmente de los partes de batalla publicados en la prensa. Este tipo de fuentes debe ser analizada con ciertos recaudos debido a las probables tergiversaciones de sus autores interesados en destacar la herioca conducta de los militares y desmerecer la verdadera envergadura de los ataques indígenas. En este sentido vale la pena transcibir la consideración que estos partes oficiales le merecían al coronel miliciano Prudencio Arnold que prestó servicios en la frontera desde 1826. Según el oficial, estos documentos “daban cuenta de haber batido a los indios despues de una marcha precipitada de 30 leguas cuando en verdad sólo fue de 3 ó 4 leguas, de haberles quitado dos mil y tantos animales, vacunos y yeguarizos, diez caballos ensillados y quince indios muertos… cuando, en realidad, sólo han tomado a los invasores ciento y tantos animales de los primeros, tres caballos ensillados, habiendo muerto al acaso un indio”. Si esta reflexión es sugerente lo es mucho más la forma en que, según Arnold, estos partes tomaban estado público mediante su publicación en los periódicos. “Luego de las oficinas del Ministerio de la Guerra donde siempre se cuenta con un amigo, el famoso parte con sus formas ampulosas redondeadas en el mismo Ministerio va a la prensa, donde otro amigo lo precede de frases encomiásticas al valor y a la pericia”. Prudencio Arnold, Un soldado argentino. Buenos Aires, Eudeba, 1970, p. 93-94. 196 Ver Cuadro 1.
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campaña en la década siguiente: Ventura Miñana, “Pancho” Sosa y el chileno Miranda197. La
expedición tenía el objetivo de contener las incursiones indígenas; sin embargo llevaba como
propósito adicional continuar con el avance territorial mediante la instalación de una
población en la zona de Bahía Blanca. De manera que, ignorando los motivos de la
agresividad indígena, profundizaba el plan de ocupación del espacio que había provocado la
conflictividad.
El proyecto de formar un pueblo en Bahía Blanca había comenzado en 1823
cuando el gobierno convino con el ingeniero Martiniano Chilavert la exploración de la zona.
Siguiendo con esta idea, al año siguiente se firmó otro contrato con Vicente Casares para que
explorara las costas entre el cabo San Antonio y la Bahía Blanca. El 20 de abril la vanguardia
expedicionaria comandada por el general Rondeau se reunió con los comisionados Chilavert y
Lemoine que habían desembarcado en la costa del arroyo Parejas, unas leguas al norte de la
Bahía Blanca confundiendo esa zona con la reconocida previamente. Lo inhóspito del lugar
llevó a Rodríguez a ordenar el regreso de los comisionados y cancelar la fundación198. El
establecimiento del fuerte debió esperar cuatro años más199.
Paralelamente a estas acciones, Rodríguez comenzaba sus primeros contactos con
los grupos indígenas. El primer encuentro reprodujo en términos generales lo ocurrido en la
expedición anterior: la imposibilidad de llegar a un acuerdo sobre el lugar y la forma de
197 Ventura Miñana sería un vecino importante del pueblo de Azul ocupando un lugar de jerarquía dentro de la milicia del partido. Francisco Sosa fue jefe del regimiento de blandengues en el fuerte de Bahía Blanca y se convirtió en un importante interlocutor de algunos jefes boroganos que arribaron a las pampas a mediados de la decada de 1820. Finalmente Miranda fue destacado por Rosas a las tolderías boroganas de Salinas Grandes donde cumplió tareas diplomáticas entre estos indios. El relato de la tercera expedición de Rodriguez se encuentra en los “Fragmentos póstumos” de Manuel Pueyrredon, publicados en Revista de Buenos Aires. Vol. 12. Buenos Aires, 1867. 198 El desarrollo de este primer intento de instalación de un fuerte en Bahía Blanca es bastante confuso. El informe de reconocimiento realizado por la comisión mencionada fue elevado al gobierno en febrero de 1824 y apoyaba fuertemente la instalación de un fuerte en la zona. En virtud del mismo el gobierno decidió el envío de una expedición encargada de los trabajos de construcción de las instalaciones; sin embargo, enviada la expedición y luego de iniciados las tareas de construcción, se recibió orden del gobierno de que la comisión regresara y cancelara el proyecto. Chilavert dejó un testimonio en que expresaba su oposición a la cancelación. Dice que “... como se ha dicho a VE que no existe la Bahia Blanca o mas bien que se limitaba a un pequeño arroyo incluyo a VE los certificados de dos capitanes nauticos que han estado en ella y el de don Vicente Casares como inteligentes en el particular: ellos podran hacer ver que hay un magnifico y dilatado puerto en la Bahia Blanca y distinto del arroyo Pareja a los que sin haberlo visto se han atrevido a negarlo...”. En definitiva el proyecto de Casares no llegó a buen término AGN,X, 13.4.5 199 A pesar de fracaso de la expedición sus integrantes aprovecharon la oportunidad para realizar lucrativas transacciones comerciales con los indígenas de la zona y para obtener tierras en la zona. En marzo de 1824 uno de sus integrantes, Jose Valentín García, solicitaba en enfiteusis y en reconocimiento de sus servicios, una extensión “de 10 suertes de estancia hacia el este de la bahía blanca cuyo arranque sea el arroyo Sauce Grande”. El gobierno se lo otorgó junto con la preferencia a la compra cuando el gobierno decretara la venta de las tierras. En las actuaciones de García se hacía mención a un otorgamiento similar hecho a Vicente Casares. AGN,X,13.4.5
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concretar un parlamento. Esta vez, la actitud de los indios fue más firme ya que no aceptaron
las condiciones que el gobernador intentó imponer y si bien se retiraron del centro de la
escena se mantuvieron durante el transcurso de la expedición en gran numero (unos 400
hombres de pelea) a la vista de las tropas, sin presentar batalla frontal sino “guerrillas todos
los días, porque ya no nos dejaron de seguir, rodear e incendiar los campos ni un
momento”200.
El resultado de esta expedición no había podido ser peor: el asentamiento de una
población en la Bahía Blanca había fracasado y los indios habían hostigado constantemente a
los expedicionarios sin llegarse a un enfrentamiento frontal ni a un inicio de negociación.
Como si estas adversidades no hubieran sido suficientes, la inclemencia del tiempo
incrementó la sensación de fracaso. Manuel Pueyrredón, señalaba que “la retirada se hizo en
los meses de junio y julio… el invierno se presentaba con un carácter cruel y riguroso. Jamás
he esperimentado tanto frío como en esas pampas desiertas, ni aún en los páramos de las
cordilleras”. Al rigor del clima que produjo varios decesos entre los soldados (“todos los días
morían tres, cuatro y hubo alguno de siete”), se sumó la extrema escasez de alimentos y aún
de leña para hacer fogatas201.
Mientras la expedición se desarrollaba en el sector sur de la provincia, la frontera
norte se vio constantemente agredida por ataques indígenas. En enero de 1824, el gobernador
de Santa Fe, Estanislao López, se comprometió a localizar en la frontera compartida entre
ambas provincias una dotación de 200 soldados. La medida se produjo luego de un ataque
sufrido en Pergamino202. A pesar de estas prevenciones, en marzo se registró una nueva
incursión sobre los campos inmediatos a Areco que venció a las fuerzas de López en el
Arroyo del Medio203. La inseguridad de este sector de la campaña llevó a una reorganización
de las fuerzas militares. En Pergamino se ubicó un piquete de los regimientos milicianos 4 y 6
200 Pueyrredon, “Fragmentos…” p. 56 201 En el escrito de Pueyrredon, puede leerse la idea totalmente desproporcionada que tenía Rodriguez sobre el objetivo de la campaña. Según Pueyrredon “Los indios se habían retirado hacia el Sud, con motivo de las derrotas sufridas en los años anteriores. Era pues preciso arrojarlos al otro lado del Rio Negro, para lo cual, despues de fundada Bahía Blanca, dejando aquel punto fortificado, avanzaría el Ejercito hasta el Rincon del Colorado, donde haria cuarteles de invierno y despues de reponer las caballadas, abriría nuevamente la campaña en el año 25 y si era posible, luego de limpiarla de indios trataria de establecer fuertes en el Rio Negro”.Resulta por lo tanto muy llamativa la evaluación que realizó más adelante con respecto al resultado de la expedición militar “Los indios, que hasta entonces estaban contenidos, porque el general Rodriguez no les daba descanso, volvieron a las invasiones con un furor tal que si no vinieron hasta la capital era porque no tenian que buscar en ella”. 202 Argos 24 de enero de 1824 203 Argos 17 y 20 marzo de 1824
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de campaña; en la Guardia de Lujan, una partida de húsares con 2 piezas de artillería y en
Areco otro piquete miliciano de los regimientos 2 y 3 de campaña. Con esta reorganización,
las fuerzas destinadas al norte de la provincia totalizaban 203 húsares, 17 artilleros y 310
milicianos204.
Si esta concentración de tropas llevó cierta tranquilidad a los pobladores de las
áreas más fronterizas, la sensación de inseguridad y desamparo se trasladó a aquellos partidos
que, aún cuando estaban más resguardados de los ataques, eran los que habían aportado sus
contingentes de milicianos. En estos partidos, la reacción de la población se expresó en el
abandono de las explotaciones rurales y el retiro hacia los centros poblados. Así, en agosto de
1824, el comandante militar de San Nicolás, Cipriano Zeballos, informaba al gobierno que el
estado de alarma en que se encontraba el pueblo había llevado a la concentración de los
pobladores en el pueblo. De todos modos, para Zeballos, este repliegue no garantizaba la
seguridad de los habitantes ya que se hallaban prácticamente sin dotación miliciana debido a
que las divisiones correspondientes al partido había sido movilizadas desde hacía 6 meses
hacia Pergamino para evitar el ingreso de partidas indígenas205.
Poco antes de culminar la expedición de Rodríguez, los ataques indígenas
volvieron a impactar fuertemente sobre el sector sur de la campaña. En junio de 1824, algunas
partidas atacaron las poblaciónes de Lobos y Monte provocando un importante éxodo de
población206. Las expresiones del alcalde de Lobos en referencia al ataque sufrido en junio de
1824 son verdaderamente elocuentes. Carlos Wright, informaba al comisario de Lujan,
Francisco Sempol, que
"los indios los han dejado en un estado deplorable en su invasión del 3 de junio en que entraron tan sutilmente que cuando fueron sentidos estaban a media legua de distancia del pueblo robando las haciendas y llevandose cautivos, cuyo numero calculado por bajo excede de 300. Vale decir a Ud. que a no haber sido el haber tirado yo 2 cañonazos los cuales les hicieron retirar hubieramos perecido todos que vinieron hasta las quintas del pueblo de cuyas inmediaciones llevaron varias cautivas. El número de los vecinos muertos
204 Argos 24 de marzo de 1824 205 AGN,VII, legajo 1041, colección Biedma. 206 Según Rosas, que se hallaba en la estancia San Martín, ubicada en el partido de Cañuelas "el camino está lleno de familias que se retiran”. Además de este fenómeno de despoblación momentánea, los malones provocaban una crisis de mortalidad que afectaba el crecimiento regular de la población. Ver José Mateo, Población, parentesco y red social en la frontera. Lobos (Provincia de Buenos Aires) en el siglo XIX. UNMar del Plata, 2001.
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pasa de 40 los que se han hallado y en fin nos han dejado en un estado que no se halla un caballo ni una vaca…"207.
La reacción de las autoridades de campaña repetía, ante cada ataque, el mismo
esquema: se convocaba con urgencia a cuerpos milicianos para salir en persecución del
enemigo y rápidamente se abandonaba la misma por la escasez de armamentos y cabalgaduras
que condenaba de antemano al fracaso la posibilidad de obtener algún resultado positivo. Este
tipo de relatos se reproducían constantemente en los informes de los militares de la campaña y
no dejaba lugar a dudas sobre la sensación de inseguridad que reinaba en ella. En efecto, esta
documentación arroja una imagen de permanente hostigamiento por parte de las guerrillas
indígenas y una igualmente constante imposibilidad por parte de las fuerzas provinciales por
contener y hacer frente a estas agresiones.
La dificultad por resistir los malones derivaba del tipo de táctica bélica indígena
que consistía en la reunión y separación constante de los grupos, en el abandono del ganado
para evitar enfrentamientos y en la internación en territorio pampeano desconocido para las
fuerzas provinciales que rápidamente hallaban un límite en su persecución por el agotamiento
de las cabalgaduras. Un experto conocedor en las prácticas guerreras indígenas, el coronel
Prudencio Arnold describía de esta manera las acciones de los nativos:
“Los indios marchan siempre apresuradamente, dejando en el camino todo animal que se cansa… en caso de ser atacados largan una punta de animales para interrumpir la acción del enemigo que se entretiene en seguirla. Luego lanzan otra fracción de hacienda mezclando en ella algunos caballos orejanos y ensillados algunos de ellos. Con este sistema consiguen desmoralizar a sus perseguidores que, entretenidos en tomar esos trozos de hacienda, olvidan que los invasores le adelantan distancia, para escapar con el resto del botín” 208
La escasez de caballos para emprender una larga persecución hacía
frecuentemente infructuosos los esfuerzos de la milicia para enfrentar a los invasores. En
efecto, la disponibilidad de caballadas era un aspecto esencial para el éxito en la persecución
de los invasores. Así, en el ataque de septiembre de 1823 a los pueblos de Lujan y Areco las
fuerzas provinciales, formada en gran parte por milicianos, fueron derrotadas en la Laguna
Sucia. El coronel Saubidet justificaba su derrota en el hecho de que, a pesar de contar con una
207 En Areco el informe del comisario de Policía reproducía las expresiones similares; en octubre del mismo año caracterizaba de "formidable el destrozo hecho por los barbaros en el partido tanto en los habitantes como en las haciendas".en AGN,VII, legajo 1041. 208 Prudencio Arnold, Un soldado…, p. 86-87.
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fuerza apreciable y tener a la vista a los indios, había carecido de caballos para hacer la
persecución209.
Un ejemplo del tipo de incursión llevada a cabo por los indígenas se encuentra
claramente descripto en el desarrollo de la entrada anteriormente mencionada. Un grupo de
indios “pampas” y criollos capitaneados por el ex capataz de Miraflores, José Luis Molina,
atacó los establecimientos de la zona del arroyo Chapaleufú. A su retirada el grupo atacante se
separó en dos partidas que se dirigieron una al sur, hacia el destacamento de Kaquel Huincul
donde a fines de octubre saquearon varias estancias. La segunda contaba con unos 200 indios
y atacó las estancias ubicadas entre Areco y la Guardia de Lujan. Con el ganado que lograron
tomar, los indios siguieron por la costa de las Saladas y se unieron a otra partida que los
esperaba en la “chacra de Molina”210. La reunión de ambos grupos alcanzó a 500 hombres que
se dirigieron al Bragado en donde volvieron a separarse en dos divisiones, que atacaron por
las Saladas y por Palantelen. Los partes que registraron estas diferentes acciones mencionan
algunos encuentros con distintas partidas de indios que se tradujeron en escaramuzas en las
que solo se logró recuperar una parte del ganado sin que se pudiera derrotar definitivamente a
los indios211.
Según los informes dados por una cautiva rescatada, los indios tenían el objetivo
de atacar permanentemente la frontera y "no dar descanso a los cristianos hasta reducirlos al
último grado de pobreza". El producto de sus malones, ganado y cautivos lo utilizaban para
intercambiar con otros grupos. Patagones, en particular, era uno de los puntos más utilizados
para comerciar ya que allí cambiaban el ganado por “todos los artículos que necesitan por lo
cual no tienen necesidad de hacer las paces”212.
En un intento por cortar las incursiones indígenas y presionar a estos grupos para
que depusieran su actitud, el gobierno decretó en noviembre de 1824 la prohibición “en todo
el territorio de la provincia el comercio con los salvajes mientras que ellos no adhieran a
alguna transacción o avenimiento”213.
209 AGN,VII, legajo 1041. 210 Este sitio que figura con esa denominación en la fuente no pudo ser localizado. 211 AGN,VII, legajo 1041. 212 Declaración de la cautiva Polonia Ibarra, esposa del hacendado Lorenzo San Roman, que logró llegar a la frontera luego de 8 meses de cautiverio. En AGN,VII, legajo 1041. 213 Registro Oficial de la Provincia de Buenos Aires, en adelante ROPBA, año 1824.
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Esta medida no sería perjudicial solamente para los indígenas. Algunas
poblaciónes fronterizas habían creado una dependencia tan extrema con respecto al comercio
interétnico que se verían seriamente lesionadas de aplicarse dicha prohibición. El fuerte de
Carmen de Patagones se encontraba en una situación muy delicada a este respecto. Fundado
como parte del proyecto borbónico de controlar el espacio colonial y defenderlo de la
amenaza extranjera, el asentamiento debía su supervivencia a una relación pacífica con los
grupos indígenas que lo circundaban214 y, fundamentalmente, del comercio que lograran
sostener con ellos. La prohibición del comercio interétnico en ese punto no sólo implicaba
inconvenientes graves para que los pobladores de Patagones lograran aprovisionarse de los
bienes necesarios para su subsistencia sino que implicaba un riesgo concreto para su
supervivencia en caso de que los indígenas, en represalia por la medida, decidieran atacar el
fuerte. Estas consideraciones llevaron a que un mes más tarde de la promulgación del decreto
mencionado, el gobierno retrocediera en su dictamen y
“habiendo considerado que es indispensable adquirir varios conocimientos que necesita para conciliar el cumplimiento de dicha ley con la seguridad del establecimiento de Patagones ha resuelto que se suspenda su egecucion en aquel destino hasta nueva determinación de la superioridad por bajo el concepto de que el comandante debera continuar observando el decreto del 29 de noviembre de 1821 por el cual se declara prohibido el comercio con los indios de ganado con marcas de los hacendados de la provincia”215.
6. El cambio de estrategia: del enfrentamiento a la negociación
A comienzos del año 1825 las incursiones en la frontera comenzaron a mostrar un
ritmo más calmo. Según el editor del Argos esta circunstancia era producto de las victorias
que se habían obtenido sobre los indios en las últimas incursiones. Esta calma, sin embargo,
fue momentánea y muy pronto dio paso a un ciclo de renovada agresividad sobre los
establecimientos de frontera.
En agosto de 1825, en notas periodísticas y en la correspondencia oficial ya se
hablaba de la presencia de los realistas chilenos Pincheira en las pampas y se alertaba sobre la
posibilidad de que éstos protagonizaran invasiones sobre la provincia de Buenos Aires. En un
214 A pesar de ser una fundación oficial de la Corona, el asentamiento debió recurrir, al igual que los pobladores “espontáneos” del sur del Rio Salado, al “pago” de algun tipo de compensación a los indígenas que habitaban la región por la cesión de las tierras. En efecto, en distintas oportunidades se mencionaba el hecho de que los españoles habían “comprado” a los indios de la zona las tierras donde se estableció el fuerte. Ver Ratto, S “Poblamiento en áreas de frontera”. Mimeo, 2001. 215 Ibidem
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primer momento, la acción de estos grupos se centró en la frontera norte de la provincia
donde, unidos a “ranqueles”, saquearon los poblados mas fronterizos216. Poco después, el
centro de los ataques se trasladó a la frontera sur cayendo no solamente sobre las poblaciónes
criollas sino también sobre otros grupos indígenas. Recordemos que junto a los Pincheira
habían cruzado la cordillera agrupaciones que esperaban extender su dominio sobre este
espacio por lo cual era inevitable su enfrentamiento con grupos locales y otros que, también
procedentes de Chile, tenían los mismos objetivos de dominio extracordillerano.
Luego de la mención señalada en el año 1822 sobre la participación del cacique
Toriano en un ataque a la frontera norte, los partes de batalla no profundizaban sobre la
composición de los malones. En 1825 esto cambia radicalmente y los nombres de oficiales
pertenecientes a los hermanos Pincheira y diversos caciques chilenos recién arribados a las
pampas inundan las noticias procedentes de la frontera. En octubre de dicho año,
comunicaciones de Córdoba informaban que Pincheira, aliado al cacique Victoriano, había
enfrentado a Melipan217. Este enfrentamiento sería el primer episodio de una serie de
conflictos intertribales que derivó en nuevos acercamientos de grupos indígenas a las
autoridades provinciales.
Paralelamente, la declaración de guerra con Brasil, creó el temor de un
desembarco brasileño en la costa patagónica y, en consecuencia el gobierno intentó aplicar un
mayor control sobre la región. Por ese motivo se enviaron distintas comisiones a la zona de
Patagones para obtener información sobre la seguridad y recursos con que contaba el fuerte lo
que mostraba el escaso conocimiento que se tenía hasta ese momento sobre este “lejano
sur”218. Uno de los objetivos de las misiones era captar la amistad de los indígenas de la zona
para evitar que se aliaran a los brasileros en un hipotético desembarco en la región. Para este
punto en particular se encomendó que algún vecino de Carmen de Patagones que tuviera trato
216 El primer ataque que inciaría este nuevo ciclo de agresividad fue realizado en octubre sobre la localidad de Rojas. 217 Argos, 22 de octubre de 1825. 218 Entre estas comisiones, se encomendaba a Vicente Dupuy que averiguara la fuerza existente en el fuerte, el armamento, la caballada y la fuerza necesaria para auxiliar el establecimiento en caso de ataque indígena, “… si la fuerza disponible podra defender las tierras de pan llevar que labra la población y cuanto tiempo podrán subsistir con esa produccion hasta que se los auxilie”. Otra comisión a cargo de José María Reyes debía levantar un croquis de la región e informarse de la cantidad de ganado existente, los establecimientos de saladeros que existían, extensión y calidad del terreno en producción ganadera y agrícola, exportaciones de carnes y cueros y sus dueños. AGN,X,13.8.2
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frecuente con los indígenas realizara una conferencia con los caciques de los alrededores con
el objeto de firmar las paces. Esta comisión fue desempeñada por el vecino Mateo Dupin219.
Pocos meses después, el gobierno firmaría un contrato con los hermanos Fernando
y Ángel de la Oyuela para retomar el proyecto de establecer un pueblo en Bahía Blanca. En
esta ocasión y correspondiendo a un cambio en la mirada del gobierno con respecto al avance
territorial, los comisionados debían tratar de captar la amistad de los caciques de la zona, para
lo cual llevaban distintos obsequios por un valor de 4.000 pesos, según el presupuesto de
gastos que habían realizado los hermanos Oyuela220. La comisión demoró su arribo a ese
punto por desperfectos en una de las naves que debió ser reparada en Patagones de manera
que su llegada a Bahía Blanca recién pudo verificarse varios meses después de su partida221.
Presumiblemente, ante la falta de noticias de estos delegados, en octubre de 1825
el gobierno nombró a Juan Manuel de Rosas, Juan Lavalle y Felipe Senillosa como
integrantes de una nueva comisión que debía encargarse del reconocimiento de los lugares
más apropiados para llevar adelante la expansión de la línea fronteriza. Y en noviembre del
mismo año, Rosas fue nombrado como representante del gobierno para tratar con los caciques
y formalizar con ellos un tratado de paz y amistad222.
Esta superposición de misiones provoca bastante confusión a la hora de intentar
ordenar la situación producida al sur del Salado a fines del año 1825. En la memoria
presentada al gobierno en julio de 1828, Rosas hacía un resumen de su actuación como
comisionado para negociar las paces con los indios del sur. En la misma, el hacendado
mencionaba que, luego del encargo recibido en noviembre por el ministro García, había
219 El diario de viaje realizado por Mateo Dupin con los pormenores de las negociaciones llevadas a cabo con los indígenas de la zona está transcripto en el apéndice documental del libro Villar (ed.) Jiménez & Ratto. Conflicto, poder y justicia …. 220 En el contrato firmado con el gobierno, los Oyuela, considerando que el pago ofrecido por su tarea no era suficiente por los servicios que iban a prestar, se había solicitado permiso para aprovechar el viaje y vender a los indios algunos artículos de consumo. Y adelantándose al éxito de las negociaciones los Oyuela pedían que, en caso de asentarse los indios en las cercanías del fuerte Independencia, se los designara como representantes para conservar las relaciones de comercio y amistad en dicho sitio. La comisión de los Oyuela originó una extensa actuación en donde se denunciaba que más que una expedición diplomática se había tratado de una empresa comercial de los comisionados. Las actuaciones mencionadas se encuentran en AGN,III, 2.10.5 221 A. Levaggi, “Tratados celebrados entre gobiernos argentinos e indios del sur de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Cuyo (1810-1852)”, en Revista de Historia del Derecho “Ricardo Levene”, No. 30. Buenos Aires 1995. p. 158. 222 Ibidem
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utilizado como introductores223 para contactarse con los caciques del sur, a los mismos indios
“que tenía en la estancia ´Los Cerrillos´, a quienes he procurado complacer de tal modo que
no se han movido con sus toldos de aquel punto durante la guerra”224. Paralelamente, el
comisionado recibió del gobierno 11 prisioneros indios existentes en la capital para entregar a
los caciques con quienes parlamentaría como señal de buena voluntad. Dicho parlamento fue
sostenido en noviembre de 1825225.
En el mismo, Rosas debió vencer la fuerte resistencia de los caciques a entrar en
negociaciones debido a los engaños que habían sufrido constantemente por parte del gobierno
y particularmente por la exigencia actual de marcar una nueva línea de fronteras más
avanzada. En relación a este punto Rosas criticaba el accionar de la comisión Oyuela que,
según la memoria de 1828, había sido previa al encuentro que estaba relatando. En efecto,
según el comisionado, la mayor resistencia de los caciques a aceptar una nueva línea divisoria
“Concurría a que los comisionados por el gobierno, que anteriormente habían ido a Bahía Blanca, habían ofrecido a los indios demoler la guardia del Tandil y como yo me negaba terminantemente a tal oferta, mis pretensiones parecían tanto menos asequibles, cuanto que esos mismos comisionados habían sido bien recibidos por mis recomendaciones en las que, sin tener conocimiento de las instrucciones que llevaban, aconsejaba a los indios confiaran francamente en lo que les propusieran”226.
Dejando de lado la posible exageración de Rosas acerca de la influencia que
podría haber tenido entre los caciques de la zona, lo cierto es que, a pesar de que la duplicidad
de misiones puso en riesgo la continuación de las negociaciones de paz, éstas pudieron ser
reencausadas y dirigidas a partir de entonces por el nuevo comisionado
Sin embargo, el éxito de esta nueva política que conjugaba avance territorial y
negociaciones pacíficas no tiene una explicación unilateral. La situación en el interior de las
pampas evidenciaba una aceleración del conflicto intertribal que llevaría al acercamiento de
algunas agrupaciones al curso diplomático del gobierno. Este conflicto decidió a los caciques
Negro y Tetrue a acercarse al comandante de Patagones pidiendo auxilio militar para
enfrentar a los chilenos “recién llegados”. En este punto sería una constante en las directivas
del gobierno provincial que se intentara mantener una actitud amistosa con los indígenas
223 Nótese que en este caso se debe recurrir a un “introductor” indio para iniciar las negociaciones lo que afirma la idea de relaciones básicamente personalistas en los encuentros interétnicos. 224 “Memoria que elevó el coronel Rozas al gobierno de Buenos Aires”, en Adolfo Saldías, Historia de la Confederación Argentina. Tomo I. Buenos Aires, Hyspamerica, 1987. p. 357. 225 En AHPBA, Negociacion pacífica con los indios de la Provincia de Buenos Aires 1825-1828. 226 “Memoria…”, p. 357. Negrita nuestra
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aliados pero sin auxiliarlos militarmente ni con la entrega de armas ni con el envío de
soldados. Esta exigencia ponía a los comandantes de los fuertes en una posición muy
delicada: debían mantener una actitud amistosa pero no podían acceder a los pedidos
concretos de auxilio militar por lo que era necesario poner en juego una gran habilidad
diplomática para negar la ayuda sin que eso enemistara a los caciques.
Mientras esto sucedía en el extremo sur de la provincia, en febrero de 1826 la
comisión de reconocimiento de la nueva línea de fronteras entregaba al gobierno su informe
con un proyecto sobre los lugares indicados para realizar el avance territorial. En el mismo se
proponía la formación de tres nuevas guardias que cubrirían los espacios ya poblados al sur
del río Salado. En el noroeste, una guardia ubicada cerca de la laguna Potroso aseguraría los
partidos de Rojas, Salto y Lujan; en el punto intermedio constituido por la laguna Cruz de
Guerra la guarnición que se estableciera cubriría los territorios de Navarro, Lobos, Monte y
Ranchos; el extremo sur, desde Chascomús hasta el fuerte Independencia sería guardado por
un fuerte ubicado cerca de la laguna Curalaufquen227.
El giro que había tomado la política de frontera llevó a Rosas a expresar su
optimismo sobre el éxito de un avance territorial fundado en estas bases en las que incluía la
negociación con los indios fronterizos. Pero consideraba que para que se llegara a tener éxito
en las gestiones se debía centrar en una sola persona el curso de las negociaciones. En una
carta enviada al Ministro de Gobierno, Manuel García, sostenía
"yo creo a los Indios del Sud tratando de buena fe a pesar de que me parece que cuentan con algo mas que sus recursos para hacernos la guerra. La razón que tengo más poderosa para pensar así, es la claridad con que hablan en la fuerte resistencia que hacen a las proposiciones del Gobierno. Si no trataran de buena fe ya hubieran pasado por todo. Si el gobierno no varía de plan. Si por ello uno solo es el que como delegado se entiende con los Yndios yo no dudo que se hagan las paces como las desea el gobierno. …"228
El gobierno acordó con esta propuesta ratificando a Rosas como encargado de las
acciones tendientes a llevar adelante la “negociación pacífica” con los indios. A partir de abril
de 1826, los contactos con los caciques se intensificaron y el curso de la negociación tomó un
ritmo acelerado. Las comunicaciones entre Rosas y el gobierno eran constantes y
generalmente las autoridades acordaban con todas las decisiones y/o sugerencias presentadas
por el comisionado.
227 Política seguida… Tomo II, p. 57. 228 AGN,VII, 1.6.5
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El centro de las negociaciones fue el fuerte Independencia, la avanzada
poblaciónal de la frontera sur, donde comenzaron a realizarse las primeras entrevistas con los
caciques. El comandante del fuerte, Bruno Vázquez, jugó un papel de importancia como
“segundo” de Rosas en el período. En un extenso informe fechado en abril de 1826, éste
relataba al ministro de Gobierno el curso de las negociaciones y presentaba asimismo la
cuenta de gastos que había realizado de su propio bolsillo, en el hospedaje y obsequios de
estas partidas indígenas. Pocos días después el presidente de la república aprobaba las
gestiones realizadas por Rosas, ordenaba el reintegro de los gastos insumidos y le solicitaba
que diseñara un presupuesto de lo que sería necesario utilizar para sostener la relación con los
indios "estando resuelta la presidencia a designar una cantidad fija que debe anualmente
emplearse en obsequios para los Indios"229.
Las nuevas condiciones creadas entre el gobierno y grupos indígenas del sur
llevaron a que también José Luis Molina, el ex capataz del estanciero Ramos Mejía, intentara
un acercamiento con el gobierno. En junio de 1826, Molina se presentó al comandante de
Tandil para pedir el indulto del gobierno. A pesar de que se lo consideraba uno de los
principales promotores de los ataques que se habían producido en la campaña, el 4 de julio el
gobierno nacional
“teniendo en cuenta su presentación voluntaria y deseando dar a los indios esta nueva prueba de la buena fe en que procede le concede el completo indulto autorizándole a radicarse con su familia en el punto de la ciudad o campaña que mas le acomode y se ocupe en lo que más le agrade con la precisa condición de dar cuenta a la policía antes de fijarse en parte alguna del punto en que se radicara y ocupación que piensa emprender y todos los conocimientos y noticias que se le exijan”230.
¿Cuáles habían sido los móviles de Molina para que se decidiera por este
acercamiento? Según el gobierno, fueron las tratativas pacificadoras las que habrían motivado
el cambio de actitud de Molina. Sin embargo, y de igual modo que había sucedido con los
grupos indígenas que se hallaban negociando en Tandil, el arribo de nuevos contingentes
chilenos (indígenas y criollos) y la posibilidad de confrontaciones con los recién llegados, fue
una causa importante para el cambio de opción. De manera que el estado de inseguridad
sumado a la nueva política del gobierno tendiente a negociar paces podría haber decidido a
Molina a intentar esta vía del perdón e indulto231.
229 AHPBA, Negociacion pacífica … 230 Ibidem. 231 En sus memorias Juan Cornell presenta otra interpretación. Según Cornell una invasión realizada por Molina y jefes “pampas” entre los que se encontraban Ancafilu y Pichiman fue derrotada por los escuadrones de Husares y
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Pocos días después de verificado éste, los caciques Tetruel y Chanil alertaron
sobre la posibilidad de ataques por parte de indios chilenos. Las noticias no eran falsas y a
partir de agosto las invasiones a diferentes lugares de la campaña se convirtieron en una
realidad constante produciendo un retorno a las condiciones del periodo 1823-1825 aunque
esta vez los protagonistas de los enfrentamientos fueron otros232. En efecto, los atacantes
fueron fundamentalmente chilenos y oficiales de Pincheira aliados en ocasiones a
“ranqueles”. Si a comienzos del año 1826 las acciones se centraron en el norte de la provincia,
luego se trasladarían al sur de la campaña. Los partidos de Dolores, Chascomús y Monsalvo
fueron los más afectados en estos acontecimientos y en el mes de septiembre los “maloneros”
permanecieron durante más de una semana dentro del territorio sin poder ser expulsados por
las fuerzas provinciales.
Esta situación de extrema inseguridad decidió al gobierno a interrumpir la
comisión pacificadora de indios y retornar a las expediciones punitivas con el objetivo de
repeler estos ataques. El cambio de política del gobierno creó un enfrentamiento momentáneo
con Rosas quien se vio apartado de la escena. Tal vez como una forma de resolver el
conflicto, el gobierno lo invitó a formar parte de una junta de hacendados convocada para
auxiliar en el proyecto de avance territorial233. La respuesta de Rosas no deja lugar a dudas
sobre el impacto que tuvo en el hacendado la suspensión (no formalmente expresada) de sus
funciones y su reemplazo por la vía militar.
En la nota dirigida al gobierno en noviembre de 1826 contestando a la invitación,
Rosas expresaba el error en que había incurrido aquél en modificar el curso de acción
producto de no haber escuchado sus advertencias, ya que “En vano exponía, recordaba,
instava y proponía oficialmente … en vano se aserco [el comisionado] en su carácter al exmo
sor ministro de la guerra en dos ocasiones … todo fue ocioso y el comisionado tuvo el
sentimiento de verse desairado y de conocer que havia ya perdido la confianza y que de echo
se la habria retirado la comisión. desoyendo los de su propia posición al respecto”. Rosas
culpaba al gobierno de no haber tomado las precauciones que él había sugerido y que habían
Dragones; en los enfrentamientos murió el cacique Ancafilu y los indios culparon a Molina del reves. El temor a ser asesinado por ellos habría llevado a Molina a pedir el indulto. Goldwasser y Cansanello (ed), … de los hechos de armas …, p. 38 232 Ver Cuadro 2. 233 Este tema será desarrollado en profundidad en la parte segunda de la tesis.
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permitido que la frontera sur sufriera las ultimas invasiones las que, en su caso particular,
habían llevado al saqueo de “tres pingues establecimientos de su administración” y a que la
necesidad de reclutar milicianos con urgencia para hacer frente a los ataques derivara en
“haver sido llevada la gente [de sus haciendas] por una partida armada; lo que translucido
por la peonada de la hacienda de Los Cerrillos empleada en la labranza de grande
consideración pricipiava a ausentarse”234.
Por todo esto,
Acometido pues el que subscribe con ideas que le recuerdan esa serie de echos funestos a la memoria del que se advierte erido en lo mas vido (¿) de su honor del que ha sido desairado y despreciado entre los azares que acaban de agobiarlo, del que se ve ofendido por desconfianzas… podrá no reusar un nuevo cargo que en los anteriores no ha correspondido o no ha sabido mereser? ¿Seria delicado en su honor si la indiferencia, el silencio y la aceptación se subrogasen a la expresión del sentimiento? ¿Podrá haver confianza ni merecerla quien ha perdido su opinión en el gobierno? ¿Podrá alternar con los buenos hacendados que asta hoy no resivido la menor satisfaccion de sus ofensas? No Excmo. Sor Ministro, la excuzacion franca del infrascripto es fundada y forzosa y no es posible que la resiva mal VE y la resista235.
Suspendida, entonces, la vía diplomática con los indígenas, el coronel Federico
Rauch llevó adelante tres campañas entre octubre de 1826 y febrero de 1827 hacia el territorio
indígena. La primera de ellas contó con José Luis Molina como baqueano de la expedición236.
A fines de 1826 los caciques Negro y Tetruel volvieron a pedir auxilio militar al comandante
de Patagones. Esta vez, el pedido de ayuda tuvo mejor suerte y se resolvió la realización de
una acción conjunta entre las fuerzas provinciales comandadas por el coronel Rauch y
milicias auxiliares de los caciques “tehuelches” Negro, Tetruel y Chanil y los “pampas”
Catriel, Calfiao, Pichiloncoy, Antuan237.
En general se plantea que estas campañas lograron frenar la ofensiva indígena de
años anteriores y permitieron encarar la tan postergada expansión territorial. Uno de los
factores que habría llevado al éxito de las mismas estuvo, según los informes de los
contemporáneos, en que las tropas provinciales atacaron a los indígenas en sus propias
tolderías238. Lo que no se explica en estos planteos es que las tropas pudieron llegar a las
234 AHPBA, Negociación pacífica… 235 Ibidem. 236 La confianza del gobierno con respecto a este integrante no era total ya que se alertaba a Rauch que vigilara el comportamiento de Molina sobre todo cuando las tropas se acercaran a los toldos. 237 Política seguida… Tomo II, p. 73-74. 238 Los partes del coronel Rauch merecen el comentario que Prudencio Arnold hacía sobre este tipo de documentación. En su informe sobre el ataque a las tolderías en Toldos Viejos, Rauch señalaba que había quitado a ls indios 12.000 cabezas de ganado vacuno, de 3 a 4.000 caballos, 60 cautivas grandes y 150 entre chinas y chinitos. El
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tolderías porque, por primera vez, contaron con el auxilio de milicias indígenas. Este hecho
fue de vital importancia ya que refleja un verdadero quiebre de la coalición indígena en
grupos que se aliaron al gobierno y los que permanecieron hostiles. En efecto, en ambos
factores (la desaceleración de los ataques indígenas y la posibilidad de enfrentar a los indios
en sus mismas tolderías) el papel que cumplieron los nuevos aliados no puede dejar de
mencionarse tanto en el sentido de disminuir las fuerzas enemigas como de brindar
conocimientos precisos sobre la ubicación de los lugares de asentamientos de las
parcialidades hostiles.
En enero de 1827, Rosas escribía una carta al ministro de Gobierno, Manuel
García donde, además de insistir en lo que consideraba un curso errado en la política con los
indios se hacía evidente el recelo que sentía al haber perdido el protagonismo en este asunto
"… sentimiento que debe quedarnos al ver que habiendo preparado la tierra y sembrándola el Gobierno de la Provincia con tanta abilidad y acierto y corrido con el cuidado de la sementera asta ver el fruto conseguido y fuera de todo peligro se haya mandado recoger por otro, con desperdicios tan notables que es preciso sentir, sin dejar por esto de confesar la parte recomendable que tiene el Gobierno Nacional y el benemérito Coronel Raus… 239
Sin embargo, poco después, se produjo un nuevo acercamiento entre Rosas y el
gobierno central que le encomendó la tarea de recaudar las donaciones que algunos vecinos
habían realizado para obsequiar a los soldados e indios amigos que habían participado en las
expediciones de Rauch240. Luego de esta actuación, en agosto de 1827, Rosas consultó al
gobierno si aún estaba encargado de las negociaciones ya que había estado obsequiando al
cacique Catriel y su comitiva de 27 indios en su paso por sus establecimientos de Monte y
Matanza y en la ciudad y quería saber si podía disponer de fondos para obtener el reintegro de
ese gasto. De manera inmediata, al día siguiente, recibió una respuesta en donde se le
ratificaba en el cargo "con la mayor satisfacción"241. A partir de entonces la comunicación
volvió a ser fluida y constante y el curso de la política indígena volvió a encausarse
exclusivamente en esta vía.
enfrentamiento había producido más de 200 muertos entre los indios. El ejercito provincial, por el contrario había tenido una sola baja y 30 heridos. 239 AGN,VII, 1.6.5 240 AHPBA, Negociacion pacífica … 241 Ibidem.
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La “negociación pacífica” siguió incrementando sus filas cuando, del otro lado de
la cordillera, llegaron nuevos grupos “chilenos”, esta vez patriotas enviados por el gobierno
para enfrentar a los Pincheira. A fines del año 1827, el gobierno había conseguido la alianza
con algunos grupos indígenas “locales” y con agrupaciones “chilenas” recientemente
arribadas. El papel cumplido por Rosas en estas tareas no pasaría desapercibida para el
gobierno. El hacendado había demostrado tener excelentes relaciones personales con los
caciques que se habían avenido a la paz y contaba con suficientes recursos para adelantar los
gastos que requería el mantenimiento de esta vía diplomática. En este contexto, el plan de
avance territorial fue retomado y concretado durante el gobierno de Manuel Dorrego. Y
teniendo en cuenta la gestión realizada hasta el momento por Rosas, el mismo fue nombrado
Comandante general de campaña y encargado de realizar los preparativos para el
asentamiento de los nuevos fuertes de Federación, 25 de Mayo, Laguna Blanca y Bahía
Blanca a la vez que se mantenía al frente de la Negociación Pacífica. Los fuertes se
construyeron en el transcurso del año 1828 y significaron un incremento considerable del
territorio ocupado. Con esta nueva línea de frontera se buscaba asimismo lograr una
comunicación más segura con el establecimiento más austral de la provincia: el fuerte de
Carmen de Patagones creado a fines del siglo XVIII.
7. La revolución de Lavalle y la sublevación de la campaña. ¿Una rebelión autónoma de los indígenas?
El 1 de diciembre de 1828 una revolución encabezada por Juan Lavalle puso fin al
gobierno, y también a la vida, de Manuel Dorrego. Los motivos del alzamiento llevado a cabo
por las tropas que regresaban de la guerra con Brasil, se encontrarían en el rechazo de los
términos en que se había acordado el fin de las hostilidades y a la oposición política creada en
la ciudad de Buenos Aires por el triunfo del federalismo en las elecciones del año 1828242.
Si la ciudad se mantuvo bastante pasiva ante el hecho, la campaña mostraría bien
pronto una fuerte agitación que derivó en un movimiento armado que mantuvo en vilo la
política provincial hasta mediados del año siguiente. Los momentos centrales de esta
sublevación rural marcan un inicio favorable a Lavalle con la derrota de los federales en
febrero, en el enfrentamiento de Las Palmitas. Sin embargo este revés no doblegaria a las
242 Halperin Donghi, T, De la revolución de indenpendencia a la confederación rosista. Buenos Aires, Paidós, 1985, pág. 261-261 y Ternavasio, M, "Hacia un régimen de unanimidad. Política y elecciones en Buenos Aires, 1828-1850”, en H. Sábato (comp), Ciudadanía política…
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fuerzas federales que siguieron hostilizando distintos puntos de la campaña hasta lograr, a
fines de marzo, una decisiva victoria enVizcacheras donde murió el coronel Rauch uno de los
principales oficiales de Lavalle. El centro de atención pasaría al norte, a la frontera con Santa
Fe, donde se habían concentrado las fuerzas de Rosas y Lopez que, un mes después,
derrotaron al gobernador de facto en Puente de Marquez. A partir de entonces se comenzaría a
plantear la necesidad de lograr un acuerdo de conciliación.
El estudio de este levantamiento rural ha dado origen a diversas interpretaciones.
Una de ellas plantea que el levantamiento había sido una acción de las tropas conformadas por
peones de los estancieros federales que respondían totalmente a Rosas, y a las que se habían
incorporado grupos indígenas que también lo apoyaban fielmente243. Halperin Donghi
propondría una interpretación diferente al dejar entrever cierta autonomía de acción en este
movimiento rural al caracterizarlo como llevado a cabo por “poblaciónes rurales hartas de
guerra”; esta expresión de fuerza para el autor, representaría “un cambio real en el modo de
expresión política que encuentra la campaña”244. En estos movimientos, para Halperín “la
amenaza indígena [fue] no muy real pero constantemente esgrimida por la propaganda
decembrista, que no se cansa de denunciar la presencia de indios entre los alzados de la
campaña”245.
Sobre esta línea interpretativa, Pilar González realizó hace ya más de 20 años un
trabajo muy novedoso en donde el centro del planteo se encontraba precisamente en postular
una acción bastante autónoma tanto de las partidas campesinas como de los grupos indígenas
originada por la conjunción de tensiones estructurales y coyunturales que habrían provocado
esta “cólera rural”246. La autora señala tres momentos diferentes de conflictividad en la
campaña. El primero se habría desarrollado entre diciembre de 1828 y febrero de 1829,
momento en que la derrota de las Palmitas resta importantes dirigentes al movimiento rural
243 Ver, por ejemplo, el análisis que realiza Lynch para quien el levantamiento rural fue una “… incongruente alianza de federales, gauchos, delincuentes e indios [que] no se mantenía unida por intereses sociales … sino por el mismo Rosas, quien era en ultima instancia la autoridad reconocida por todos en distintos grados”. (Lynch, J, Juan Manuel de Rosas…pág. 43-45 244 Halperin Donghi, T, De la revolución de indenpendencia…”, pág. 263. 245 Ibidem, pág. 266. 246 González, Pilar “El levantamiento de 1829: el imaginario social y sus implicaciones políticas en un conflicto rural”, en Anuario IEHS, No. 2. Tandil, 1982. Dentro de las tensiones estructurales la autora menciona la escasez de mano de obra para el ejercito y las actividades agropecuarias, la necesidad de recursos materiales para asegurar la frontera y una política de tierras publicas que derivó en una concentración de tierras en pocas manos. Dentro de las coyunturales se menciona el bloqueo del puerto como consecuencia de la guerra con Brasil y una fuerte seguía que, iniciada en diciembre de 1828 se prolongó hasta el año 1835
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como el sargento Mesa. En esta etapa, para la autora, la vinculación entre las fuerzas de la
campaña y Rosas es muy evidente. Pero, a partir de marzo de 1829 se puede observar “la
proliferación de bandas armadas dirigidas por pequeños caudillos” caracterizadas por “la
relativa autonomía de cada una de estas partidas” en las que participa “una población
relativamente suelta –vecinos, vagos y fascinerosos- para cuya captación cumplen un rol
importante los intermediarios culturales y políticos: los pulperos, los curas y las autoridades
civiles de la campaña”247. Un ultimo momento se localizaría entre el triunfo federal de las
Vizcacheras, en febrero de 1829 hasta julio de ese año cuando algunas de esas partidas se
integraron a las fuerzas de Prudencio Rosas respondiendo de manera directa a las directivas
de Rosas y otras más pequeñas, de no más de 10 hombres, se dedicaron al saqueo
generalizado.
Dentro de este planteo, también la acción indígena cobrará una notable autonomía.
El motivo de estas revueltas se halla, según la autora, en la difícil coyuntura por la que
atravesaba la provincia que habría derivado en la dificultad “para continuar con la política de
subsidios a las tribus amigas”. Este hecho sumado a la sequía que arrasó con el ganado
cimarrón habría llevado a algunos de estos grupos a unirse a agrupaciones enemigas para
llevar a cabo empresas maloneras. Entre aquellas se encontraba la banda de los caciques
aliados a Pincheira. Este trabajo fue muy novedoso para el conocimiento existente en el
momento de su publicación. Y si bien no han surgido investigaciones que hallan cuestionado
el planteo de la autora en lo que respecta a la aparente autonomía de la acción campesina, la
participación independiente de los indios fue matizada por Martha Bechis en un trabajo
reciente. Bechis planteaba que el negocio pacífico se hallaba bastante consolidado, como
hemos visto, habiendo integrado a varios grupos indígenas y que “Este orden de cosas no se
rompe con la revolución ni con la sequía. Lo nuevo fue que aquellos amparados por el
gobernador Dorrego, en vez de seguir al nuevo gobernador Lavalle, se reunieron en contra del
gobierno de facto lo que implicaba seguir a Rosas”248.
Creemos que los planteos de ambas autoras no son necesariamente contradictorios
sino que, por el contrario, la conjunción de ambos permite entender con mayor claridad el tipo
de vínculo que podía lograrse con los indígenas en lo relativo a la participación militar de
247. Ibidem 248 M- Bechis, “Fuerzas indígenas en la política criolla del siglo XIX”, en Goldman y Salvatore, Caudillismos rioplatenses…
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éstos en conflictos políticos criollos. Según el desarrollo que hemos hecho sobre las
visicitudes de la Negociación Pacífica, es claro que esta política gozaba de muy buena salud y
que tendía a conformarse en una estrecha vinculación de tipo personalista entre algunos
grupos indígenas y Rosas. Estas características nos llevan a coincidir con el planteo de Bechis
sobre la inexistencia de un levantamiento indígena autónomo y una participación en apoyo a
Rosas. Sin embargo, y debido a las características intrínsecas de la participación indígena en
conflictos “blancos”, como señalamos al comentar la relación de los ranqueles con Baigorria,
acordamos con parte de la hipótesis de González en el sentido de que es muy probable que,
aprovechando la situación de confusión existente en la campaña, y así como algunas partidas
criollas se dedicaron al saqueo, bandas de indígenas tomaran el mismo camino. La misma
estructura se reflejaría en la colaboración que, diez años después, prestaron los indios amigos
para sofocar la rebelión de los estancieros del sur de la provincia. Aun cuando, para esa época
no podía dudarse de la fidelidad de estos indígenas a Rosas, la represión del movimiento
sedicioso fue aprovechada para procurarse de ganado que en buena medida pertenecía a leales
federales. Como veremos en el próximo capítulo, esta apropiación de ganado fue interpretada
por Rosas como un costo esperable de la intervención indígena.
Los editoriales del periódico El Pampero, órgano del gobierno de facto, no
dejaban lugar a dudas sobre una participación indígena fuertemente vinculada a la relación
con los principales caudillos Rosas y Lopez. Esta inclusión de fuerzas indias creaba un gran
rechazo en los unitarios por el temor a que no pudieran contenerse los “excesos” que los
indios pudieran cometer en la campaña: “Lopez y los indios han llenado su nefanda alianza;
ya se llevan una inmensa riqueza; ya han quemado, talado y cometido todo género de excesos
en nuestra campaña. Rosas mismo no puede contenerlos”249. Pero también los federales se
encontraban obligados a justificar la participación de fuerzas indias que, según ellos, no eran
tan “bárbaras” como se quería hacer creer. El Pampero menciona las expresiones de un folleto
impreso en Santa Fe con el título “Breve respuesta a las acusaciones que hacen contra el
ejército de la unión en campaña, los diarios Pampero y Tiempo de Buenos Aires”. En el
mismo, aunque se aceptaba la participación indígena en las tropas federales se minimizaba su
fuerza diciendo que “forman una parte mui pequeña de cada división” agregando que “hai
indios, pero no salvages, indios que no tienen de tales sino el origen y que desde muchos años
están dedicados al trabajo ó al servicio militar y perfectamente habituados á la vida y
costumbres de nuestros campesinos”250.
249 El Pampero, 5 junio 1829. 250 El Pampero, Ibidem
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Si esto se decía sobre los indios que habían sido incorporados a las filas del
ejército de López, ¿qué sabemos de los que participaron al lado de las fuerzas leales a Rosas?
¿Cómo fueron captados para que colaboraran con las fuerzas federales? ¿Los “desmanes” a
los que alude El Pampero serían el botín ofrecido como recompensa? Es muy probable que
haya sido así. Pero por si esta retribución no hubiera sido suficiente, dos años despues de
estos hechos, y ya gobernando Rosas la provincia de Buenos Aires, se realizó el pago de una
fuerte suma a los indios de Collinao (segundo de Venancio), Llanquelen y Catriel de 28.700
pesos “para los indios que sirvieron en el ejercito restaurador en la acción de las
Vizcacheras”251.
251 AGN,X,43.1.1
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CUADRO 1. ESTADO DE LA FRONTERA ENTRE 1819 Y 1825 Fecha Lugar Características 1819 Abril Salto Ataque al vecino José María González establecido al sur del Salado Mayo “al sur del
Salado” Ataques a las estancias de Mauricio Pizarro, Narciso Maciel. El gobierno envió armas y fuerzas para ayudar a los vecinos a contener estas incursiones.
1820 Enero Salado Ataque a las estancias de Agoste, Sosa y Miguens. Se llevan 652
bueyes. Antes del robo el “montonero” Bernal estuvo por la zona con una partida de indios
Enero Laguna de las Flores
Ataque a la estancia de Carranza
Marzo Navarro Lobos Lujan
Invasión de 400 indios pampas a chacras de Miguel Pérez, Juan Tiquino inmediatas a la costa del Salado en el partido de Navarro. Invasión a varias chacras de la frontera (partido de Lobos) y rumor de ataques sobre Lujan, Navarro y Lobos. La información nombra a 800/1000 indios del cacique Bolito. Desde Areco se informa que los indios pertenecen al cacique Quintileo con ayuda del cacique Pablo (chileno).
Abril Rojas y Monte
Invasiones sobre chacras de dichos partidos. En el segundo caso se menciona que Rosas reunía al vecindario desde su estancia para la defensa, a la vez que pedía refuerzos al gobierno.
Octubre Kaquel Huincul
Ataque de 300 indios de lanza y varios cristianos con armas de chispa.
Noviembre Rojas Ataque de una pequeña partida de 160 indios Noviembre Monsalvo Unos 1000 indios atacan estancias de la zona y vencen a una división a
cargo del comandante Lara. Los informes señalan que el cacique Negro amenaza constantemente a los hacendados.
Noviembre Navarro Ataque de indios que vencen a las tropas provinciales. En la defensa participó Rosas que luego informó “los indios pampas según noticias que he tenido ... no han tenido parte sino los ranqueles y chilenos que son los que han invadido a Lobos, Navarro y Pergamino y los queguelches a los Montes. Con todo no juzgo a los pampas sin pecado”.
Diciembre Salto Invasión de indios y militares chilenos de Carrera 1821 Enero Rumores desde Ranchos traídos por el lenguaraz Baldevenito sobre que
los indios “habían levantado sus tolderías seducidos por Carreras y que se habían retirado a la Sierra a recibir la gente e instrucciones que dicho Carreras les ha prometido para hacer una entrada por las dos guardias de Ranchos y los Montes”.
Abril-Mayo Ranchos Entre el pueblo de Ranchos y la costa del Salado ataque de un malón de 500 indios en 5 grupos que mantuvieron sitiadas a las tropas provinciales de Pedro Burgos por espacio de 4 días. El sargento Echauri señala que según informes de Baldevenito “Lincon y demás hermanos se hallan reunidos en son de guerra desde la Sierra de la Ventana hasta Salinas manteniendo comunicaciones con Carreras quien los engaña diciendo que es ya dueño de las fronteras de Melincue, Pergamino y Salto y que muy en breve ocupara la guardia y villa del Lujan”
1822 Diciembre Kaquel Los indígenas saquean haciendas y no logran ser alcanzados por los
milicianos y fuerzas regulares por falta de caballadas. Diciembre Rojas Ataque de indígenas por Rojas y Pergamino. 1823
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6 enero Ranchos El Sarg. Mayor Inarra sorprende a los indios con la milicia. 54 indios muertos, 30 prisioneros más 6 chinas inclusas sus efectos de comercio que se remitieron a Ranchos
11 junio Independencia 200 indios pampas inmediatos al fuerte dirigidos por los caciques Lincon, Cayupilqui, Pichiloncoy atacan el destacamento defendido solamente por 150 cazadores Los indios consiguen llevarse toda la caballada consistente en 150 caballos.
19 junio Independencia Rumor de un ataque masivo desde Chascomús hasta Pergamino dado por cautiva fugada que involucraba fuerzas conjuntas de pampas, chilenos y ranqueles
23 julio Independencia Nueva alerta de ataque sobre Independencia dado por el comandante de Patagones. El fuerte cuenta con 400 hombres para enfrentarlo
12 septiembre
Independencia Se descubre partida de 200 indios y gente de Molina por el arroyo Chapaleufu. Se ordena que húsares, cazadores y milicia se pongan en movimiento para perseguirlos.
24 septiembre
Independencia Un indio detenido, perteneciente al grupo de Molina señala que éste con 200 hombres se prepara para atacar el fuerte y robar la caballada y que ranqueles y chilenos se aprestaban para atacar al fin de esta luna
12 octubre Rincón del Toro
600 indios pampas se llevan unas 12.000 cabezas
18 octubre Independencia Se presentaron unos 2000 indios y en pequeñas partidas se acercan al fuerte haciendo demostraciones de fuerza.
26 octubre Ranchos Ataque sobre estancias. Fuerzas milicianas dirigidas por Arévalo, Cajaravilla e Inarra consiguen recuperar parte del ganado vacuno pero no se puede recuperar el caballar
27 octubre Kaquel Huincul Invasión de indios pampas en la que toman varios cautivos
28 octubre Lujan. Indios pampas más una partida criolla que existía en la chacra de Molina a 2 leguas de la chacra de Barrancos saquean algunas estancias entre Areco y la guardia de Lujan
1 noviembre Combate de Arazá (entre laguna del Sermón y Dolores)
Los indios entran por la laguna Vielma hasta Samborombon; atacaron estancias de Benito y Juan Miguens, León Rosas, Lorenzo López, finado Gaete lo que indica que llegaron hasta el Rincón de López. Se menciona que la fuerza atacante es de 400 tehuelches y la tropa provincial reunía soldados blandengues y milicianos de Chascomús (entre la milicia participa Rosas con 20 peones)
15 noviembre
Guardia de Lujan
Repetidos avisos de posibles invasiones de indios existentes en la costa de Las Saladas que lleva a que "multitud de familias despavoridas se refugien en la Guardia
1824 enero Pergamino Ataque a estancias 14 marzo Guardia Areco Algunas familias dispersas anuncian que los indios habían invadido por
las Toscas en dirección a las chacras de Ranchos 18 marzo Laguna del
Uncal (cerca de Salto)
Partidas de indios se retiran con el ganado arrebatado
3 junio Lobos y Monte Ataque a las estancias y chacras cercanas a los pueblos de Lobos y Monte
5 octubre Pergamino Se enfrentan en Cabeza del Tigre unos 150 indios del cacique ranquel Curipitay con 208 húsares, 14 milicianos de Salto y 18 de Pergamino Rescate del ganado y cautivos
7 octubre
Las Toscas Aviso sobre existencia de partidas indias por la zona
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10 octubre Arrecifes Encuentro entre 400 indios y 640 soldados. Se persigue a los indios hasta el Salado y allí se abandona la persecución
11 octubre
Salto y Areco Constantes avisos de invasión
15 octubre Areco El comisario de Policía informa que ha sido "formidable el destrozo hecho por los bárbaros en el partido tanto en los habitantes como en las haciendas"
4 noviembre De Ranchos a Navarro
"Son las 9 de la noche en que acabo de recibir aviso que la partida de campo de mi derecha ha sido corrida por una división de salvajes que venía internándose en dirección a las postas del Salto. Hoy caminó el destacamento a Kaquel y no tengo un solo miliciano de que echar mano”
8 diciembre Tandil Los indios se llevan 59 bueyes y 90 caballos
1825 4 al 6 abril Navarro hasta
Durazno incluye Lobos
Encuentro con distintas divisiones.
13 –16 julio Sauce Partida de 400 indios se llevan hacienda. Se les quita alguna caballada y el resto la llevan a Dolores. Atacaron estancias de Pedro Islas Vicente Casco y otros En India Muerta son vencidos por Morel. Los indios huyen hacia Toldos Viejos
17 agosto Salto Ante los rumores de ataques se movilizan 600 milicianos de los reg 2 y 3 que deben situarse en Salto
Octubre Navarro Por rumores de ataques se ordena al reg 3 de milicias, reunido en Asamblea que se sitúe en la guardia de Navarro
17 octubre Carpincho ? Partidas indígenas se internan por la estancia de Dorrego, Arrecifes arriba, otros por Portezuelo y Arroyo Dulce En Arroyo Dulce se enfrentan 800 indios y 480 entre milicianos y húsares
20 octubre Pergamino Se vence a los indios en Pergamino y Arroyo del medio
Fuentes: AGN,Sala VII, Archivo Biedma, legajos 1041 y 1042. Periódicos: La Gaceta de Buenos Aires, El Republicano, El Argos, El Centinela. Política seguida con el aborigen.
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ESTADO DE LA FRONTERA EN EL AÑO 1826
17 julio Independencia. Los caciques Tetruel, Pety y Chañil (tehuelches y pampas) avisan que los chilenos Pablo, Viñul y Casiruel piensan atacar la frontera en la próxima luna. Se moviliza la milicia para hacer frente al posible ataque pero al no ocurrir novedad en agosto se la licencia por ser época de siembra.
15 agosto Independencia Se reiteran los avisos de invasión que serían protagonizados por una fuerza de 2000 chilenos con cañones de pequeño calibre. A los chilenos se incorporarían los caciques Pety, Lincon, Cayupilqui y Angarrupa
31 agosto Salto 400 indios chilenos y 35 desertores del grupo de Pincheira se llevan todas las haciendas del partido. Las fuerzas provinciales incluyen 318 soldados del 5 de caballería y 25 milicianos del 4 y en el enfrentamiento muere el oficial realista Godet.
9 septiembre Dolores, Chascomús y Monsalvo
Son tres ataques diferentes sobre estancias del lugar en todos se informa que los indios atacaron junto a desertores cristianos
11 – 19 septiembre
Cerrillada de los huesos, a inmediaciones de la laguna de Gómez Paso del Salado llamado Villar
Un partida saquea la estancia grande de Callejas y arrea el ganado hacia la laguna del cacique. En la división hay desertores con armas de fuego. El día 13 los indios entran en la estancia Camarones de Anchorena y marchaban con algunas puntas de hacienda en dirección a los Tolditos, estancia de Rosas. El capataz de esa estancia que pudo escapar informaba que la fuerza de los enemigos superaba los 1000 hombres existiendo entre ellos un oficial, un trompa y 20 soldados con armas de fuego. Los indios permanecen durante toda la semana en la zona sin que puedan ser expulsados.
28 octubre Laguna Cargud Aguel (?)
Informes de indios prisioneros que dicen que en dicha laguna hay tolderías con unos 2000 indios pampas (entre ellos los caciques Ancafilú y Pety) y chilenos a los que se agrega un mulato chileno llamado Morcilla. El ganado robado está invernando en Sierra de la Ventana
6 noviembre Monsalvo Noticia de próxima invasión dada por el baqueano Ventura Miñana. El juez de paz pide armas para el vecindario porque las que tenían fueron perdidas en la acción del 11 de septiembre
Fuentes: Idem cuadro 1.
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CAPITULO 2 LA “PAX ROSISTA”
La política de frontera e indígena durante el período rosista es presentado por la
historiografía en función de un par de hitos. Por un lado, se ha discutido fuertemente sobre los
móviles y significados de la campaña al sur realizada entre los años 1833-1834 que convocó
fuerzas de varias provincias. Por otro lado, aun cuando no adquiere la importancia del tema
anterior, se ha estudiado la implementación de una política indígena que se conoció en la época
como Negocio Pacífico de Indios.
La campaña al sur realizada entre los años 1833-1834 que convocó fuerzas de varias
provincias, no pasó desapercibido por ningún historiador sea cual fuera su filiación historiográfica.
Las explicaciones acerca de las motivaciones de dicha campaña y los resultados de la misma
presentan un variado abanico de posibilidades. Por un lado, encontramos el presupuesto de que la
expedición al sur encubría un claro objetivo político. Así, podemos hallar análisis que, partiendo de
la centralidad del conflicto político en ciernes dentro del partido federal, proponen que la misma
fue una estrategia de Rosas para desaparecer momentáneamente del escenario. En esta línea se
encuentra la caracterización realizada sobre esta expedición militar por Enrique Barba, redactor del
capítulo correspondiente incluido en la Historia de la Nación Argentina, editada por la Academia
Nacional de la Historia. En el mismo se plantea que “el profundo significado político de la empresa
no escapó a la percepción de sus enemigos que la hostilizaron. Rosas pensó que alejándose de la
lucha política inmediata solo él se salvaría de la crisis que preveía y que con mano maestra iba bien
pronto a fomentar”. Con este claro trasfondo, Rosas pretendía que la campaña al sur robusteciera su
prestigio en la campaña, le permitiera tener a sus ordenes un ejercito superior al del gobernador252 y
“disponer de mucha tierra para asentar a sus amigos”253.
Contemporáneo a este planteo, Emilio Ravignani realizaría una nueva aproximación
abandonando la tesis de “simulación de los móviles o objetos de la expedición”. Para el autor la
campaña se justificaba y encontraba su fundamento en la necesidad de resolver la crítica situación
252 Esta misma posición es sostenida por Celesia para quien el objetivo de la campaña fue puntualmente “el interés politico de tener un ejército fuerte”. Celesia, Ernesto, Rosas, aportes para su historia. Buenos Aires, 1968. Tomo I, pág. 283. 253 Levene, Ricardo, Historia de la Nación Argentina. Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1939, Tomo 7, Segunda sección. pág. 54-56. Esta idea sobre el reparto de tierras realizada por Rosas entre sus “amigos” fue matizada recientemente en el trabajo de Infesta, M.E. y Valencia, M., "Tierras, premios y donaciones, Buenos Aires, 1830-1860", Anuario IEHS, 2, Tandil, 1987.
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fronteriza a la vez que impulsar una expansión territorial para incrementar la explotación
ganadera254.
Historiadores más actuales como John Lynch realizarían una combinación de ambas
motivaciones señalando que la seguridad de las fronteras era un tema que siempre había
preocupado a Rosas y desde que había asumido la gobernación comenzó a planear la expansión del
territorio provincial hacia el sur. A pesar de este evidente interés, el autor señala que existieron
otros motivos que impulsaron la expedición. “Si la legislatura se negaba a renovar sus poderes
extraordinarios y se veía obligado a abandonar la gobernación al final del periodo en el cargo ¿cuál
sería su papel y donde estaría su poder? El comando de un ejército fuerte, por cierto virtualmente el
de todas las fuerzas de la provincia, le proporcionaría una base inatacable. Y si él conducía ese
ejército en una exitosa expedición para expandir y asegurar la frontera, no podía fracasar en el
fortalecimiento de su influencia ante los estancieros de su propia provincia y los caudillos de
cualquier parte”255.
Desde una óptica revisionista, una serie de trabajos borraron totalmente el posible
trasfondo político de la campaña y se centraron en otro tipo de discusiones. Esta corriente halló un
órgano de difusión en la Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas,
donde se plantearía en diversos trabajos que la campaña al “desierto” había derivado en la
“expansión de la provincia hasta casi sus límites actuales en absoluta paz con el indio”256 donde
“los salvajes ensangrentados, deshechos y hambrientos huyen buscando ponerse a salvo en
territorio chileno donde siempre se sintieron cómodos257. Ya no existen enemigos, la expedición ha
terminado con el éxito más completo”258.
Esta visión resulta muy similar a la que, desde una perspectiva militarista, ha analizado
los objetivos y resultados de la campaña dentro del relato de un continuum de enfrentamientos
254 Ravignani, Emilio, “Trato de Rosas con los indios y su proyecto de expedición al desierto”, en Revista Azul.Año 1, No. 4, 1930. Una ligera variante puede hallarse en Ronco que reconoce la “exterioridad brillante” que le dio a Rosas dicha expedición dudando de la consolidación territorial que la misma pudo haber provocado (Ronco, Bartolomé, “La política de fronteras de Rosas”, en Revista Azul, Año 1 No. 4, 1930. 255 Lynch, J, Juan Manuel de Rosas… pág. 56 256 Stieben, Enrique, “Rosas y la expansión de la provincia de Buenos Aires”, en Revista del Instituto de Investigaciones históricas Juan Manuel de Rosas No 12, 1946. 257 Esta referencia a Chile como el lugar de origen o residencia del “indio salvaje” sería una argumentación muy utilizada a partir de la década de 1860 cuando se intentara definir una nacionalidad en donde sólo tenían cabida los indios “argentinos”. 258 Ramírez Juárez, Evaristo, “Conquista del Desierto. Campaña 1833-1834”, en Revista del Instituto de Investigaciones históricas Juan Manuel de Rosas, Año 1, No. 2-3, 1939.
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interétnicos. En estos trabajos el interés está puesto en el éxito o fracaso del esfuerzo bélico
“blanco” privilegiándose el análisis de aspectos fundamentalmente militares (los recursos en
hombres y ganado; organización militar, tácticas y estrategias de guerra, etc) y en general existe un
acuerdo en señalar el éxito de esta campaña en expulsar a los grupos nativos más allá del Río
Colorado produciendo una importante incorporación de tierras259.
En la monumental obra de Julio Irazusta, Vida política de Juan Manuel de Rosas a
través de su correspondencia, se plantean dos temas que motivaron cierta polémica entre diversos
autores. Uno de ellos se relaciona con el financiamiento de la expedición militar. En este punto
existiría cierto acuerdo entre liberales y revisionistas en el sentido de que el gobierno de Balcarce
hizo todo lo posible para frustrar la campaña obstaculizando la provisión de alimentos y envío del
ganado necesario para llevar adelante la empresa260. Ernesto Celesia sería el primero que,
aportando documentación original procedente de los Libros mayores de Contaduría, mostraría los
desembolsos que el gobierno había realizado mes a mes, para la compra de ganado y otros artículos
de consumo destinados al ejército expedicionario261.
El otro tema de discusión se vincula con determinar quién fue el autor de la iniciativa
para realizar esta expedición que aunó los esfuerzos de aquellas provincias que tenían una zona de
frontera con los indios del área pan araucana y sufrían las incursiones indígenas. En general, las
opciones se dividen entre Rosas y Quiroga, que fue el comandante general de las distintas
divisiones que actuaron sobre territorio indígena. Para Saldías el “problema indígena” era vital para
Rosas quien desde el momento en que fue nombrado Comandante General de Campaña dedicó sus
esfuerzos por lograr la defensa de la frontera mediante la captación de algunos grupos nativos. Para
el autor, al asumir la gobernación buscó dotar a este asunto del carácter de una negociación política
intentando atraer la atención del gobierno de Chile y de otras provincias limítrofes a los indios262.
Esta argumentación no deja lugar a dudas acerca de la autoría de Rosas. Celesia por su parte,
259 Walther, J.C. La conquista … ; Política seguida con el aborigen… 1979, tomo IV 260 Para Barba “… el gobierno no proveía con largueza”, lo cual no impidio que Rosas utilizando su “credito personal” contratara igualmente con negociantes de Bahía Blanca y Patagones la provición de las mercancías necesarias emitiendo “papel moneda, numeraria y con su firma que los comerciantes aceptaron”. De igual manera Irazusta señala las dificultades económicas que tuvo que sortear el comandante general de campaña para realizar la expedición (en Levene, R, Historia… Tomo II, p. 169-170) 261 Celesia, E. Rosas, aportes… 262 Con este planteo por el cual la idea de expedicionar tenía una larga trayectoria Saldías rechaza implícitamente la noción de una estrategia política. No así la idea de que el gobierno pondría obstáculos a la misma negando el auxilio economico necesario, y de manera similar a Levene, concluye que la tenacidad de Rosas logró que la campaña se llevara a cabo “con sus recursos propios y con los de sus amigos.. Saldías, Adolfo, Historia de la confederación … Tomo I: 279,
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refiere las distintas presentaciones de Rosas ante el gobierno donde plantea el error de encarar una
política agresiva contra los indígenas. Estas consideraciones del hacendado tornan difícil de
sostener, para el autor, que haya sido él quien planeó semejante campaña263.
Todos los trabajos mencionados anteriormente pese a los diferentes enfoques, objetivos
y presupuestos coinciden en señalar el éxito militar de la campaña en el sentido de haber avanzado
hasta el río Colorado y expulsado a las poblaciónes indígenas más al sur de ese curso de agua.
Actualmente, si bien no existen trabajos puntuales sobre el tema, los análisis tienden a mostrar la
escasa efectividad militar que tuvo la empresa, la realización de pocos encuentros bélicos de
importancia y, finalmente, que no existió una incorporación efectiva de nuevas tierras sino, al
menos, una consolidación de la línea que ya se había logrado con la fundación de los fuertes del
año 1828264.
El otro tema que ha marcado la interpretación historiográfica sobre el período tiene que
ver, como señalamos arriba, con la aplicación de una política pacífica con los indios que se
denominó Negocio Pacífico de Indios. Según los autores que tratan el tema, esta política consistió
en el asentamiento de indios amigos en la frontera a los que se racionaba con ganado y artículos de
consumo. La elección de ir a vivir a la frontera como aliado del gobierno es, para estos autores, una
decisión que era permanentemente replanteada por los caciques debido a su “naturaleza traicionera
y primitiva”265. De manera que, si en un momento aceptan esta relación de amistad, era muy
probable que, sin mediar ningún motivo, cambiaran de decisión y se internaran nuevamente en las
pampas para atacar los establecimientos fronterizos266. Con respecto al tema de las raciones
gubernamentales se presenta a estos indios como grupos parasitarios que vivían de estos recursos,
los que a su vez se incrementaban constantemente por la naturaleza pedigüeña y voraz de los
mismos, sin realizar ningún tipo de actividad productiva267.
263 Un trabajo verdaderamente novedoso en esta discusión en el que se pone de manifiesto un fuerte sentimiento localista, es el de Margarita Ferrá de Bartol quien resta total centralidad al gobierno de Buenos Aires en la organización de la empresa militar plantenado que fueron las provincias de Mendoza y San Juan quienes tomaron la iniciativa e invitaron al resto de los gobiernos a unirse a la misma. (Ferrá de Bartol, M, “El origen de la campaña al desierto de 1833”, en Trabajos y comunicaciones, No. 10, 1961). 264 Halperín, T, De la revolución… pág. 318. 265 Del Valle, A. Recordando el pasado. Campañas por la civilización. Buenos Aires, 1926 266 Zeballos, La dinastía de los Piedra…; Ronco, B, Los indios pampas… 267 Ramos Mejía, J.M. Rosas y su tiempo. Buenos Aires, 1927; Allende, Andrés, “Reiniciación de la guerra contra el indio en la frontera sur de la Provincia de Buenos Aires” en Primer congreso de historia de los pueblos de la provincia de Buenos Aires, La Plata, 1949; Grau, Carlos, El fuerte 25 de Mayo en Cruz de guerra. La Plata, Publicaciones del Archivo Historico de la provincia de Buenos Aires, 1949
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No puede dejar de observarse, además, que en estos trabajos subyace una ideología
claramente contraria al régimen político instaurado por Rosas. Respondiendo a esta necesidad de
los autores por denigrarlo, los indios en ocasiones adquieren la caracterización de víctimas de la
dictadura rosista. De manera que, los que podrían considerarse intentos por dotar al indígena de
cierto protagonismo, en realidad son utilizados argumentativamente para reforzar la imagen de un
gobierno autoritario; en ese sentido si algunos indios había logrado ser sometidos como otros
sectores de la población; otros habían logrado resistir y hacer frente al tirano. En esta última
perspectiva surge la figura del cacique Calfucurá como la persona en quien Rosas había encontrado
“la horma de su zapato”268. Pero la necesidad de encontrar un interlocutor a la altura del
gobernador llevó a estos autores a retrotraer el momento de mayor poderío del cacique de Llaima al
período rosista, momento en que el jefe indígena fue construyendo lentamente su autoridad, sus
alianzas con otros caciques utilizando de manera fundamental las raciones del gobierno para
sustentar esta red de alianzas.
En este capítulo se discutirán los dos presupuestos que guiaron la caracterización
historiográfica de la política de frontera e indígena durante el régimen rosista. Con respecto a la
expedición al sur, si bien no derivó en una adquisición significativa de territorio, reflejó el interés
cada vez mayor del gobierno por obtener tierras de pastoreo en el sur de la provincia269. Pero, para
llevar a cabo este objetivo, veremos que la posición de Rosas en todo el período, fue la de rechazar
cualquier intento de expansión territorial y aún, de avance de puestos militares para la defensa de la
línea de frontera, sin una negociación previa con las agrupaciones indígenas del espacio. En lo que
respecta a su política indígena, el Negocio Pacífico de Indios, estuvo basado en un sistema de
relaciones pacíficas que excedía la esquemática caracterización que se encuentra en los trabajos
mencionados. Este sistema no se mantuvo inalterable en todo el período sino que, al igual que
planteamos en el período anterior, sufrió diversos ajustes motivados tanto por acontecimientos
producidos en el interior del territorio indígena como en conflictos internos de la sociedad
provincial.
Podemos señalar tres momentos diferenciados en cuanto al contenido y función de las
relaciones interétnicas en el marco del negocio pacífico. Un primer momento se ubica entre 1829 y
1832. Este lapso estaría marcado, en la sociedad criolla, por el conflicto entre las provincias del
268 Franco, Luis, Calfucurá… 269 Halperin señala que, como consecuencia de la fuerte sequía que asoló la provincia entre los años 1829 y 1832 el ganado sobreviviente se internó hacia el sur del Salado, provocando un interés creciente por la expansión sobre ese espacio (De la revolución… pág. 287).
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Litoral y la liga del Interior, que convocó la mayor atención política y económica del gobierno
bonaerense. En el territorio indígena, el acontecimiento central fue la llegada e instalación de la
agrupación borogana, en un principio unida a los hermanos realistas Pincheira, en una zona que,
como vimos en el capítulo anterior, era objeto de disputa por parte de diversos grupos: las Salinas
Grandes. Con este escenario, la política indígena del gobierno comenzó a marcar la diferenciación
entre grupos indígenas ya asentados en el interior del territorio provincial (indios amigos) y otros
que tenían asimismo una relación amistosa con el gobierno pero cuyo asentamiento se mantenía en
las pampas (indios aliados). El final de esta etapa se produjo cuando se hizo evidente una
contradicción fundamental entre la aspiración del gobierno por sostener la alianza con grupos
indígenas que tenían fuertes conflictos entre sí y la exigencia de algunos de ellos de que el gobierno
los auxiliara para dirimir esos mismos conflictos. Colateralmente, se producirían algunos ajustes en
la relación con los indios amigos a los que se comenzó a exigir la prestación de servicios militares.
.
A partir de la expedición al sur realizada entre 1833 y 1834 ubicamos un segundo
momento que se extendería hasta fines de la década de 1830. La campaña militar buscó asegurar el
territorio provincial que, en virtud de los avances espontáneos y oficiales, había quitado una
considerable extensión al espacio indígena. La demostración de fuerza que significó el ingreso a las
pampas de las tropas provinciales posibilitó, asimismo, consolidar la estructura del negocio
pacífico. Los indios amigos, localizados en el espacio fronterizo, cumplirían aceitadamente su
función como milicias auxiliares para defender la campaña tanto de malones exteriores como de
rebeliones internas. El elemento disruptor del período se ubicó nuevamente en el interior del
territorio indígena. La intrínseca indefinición de la categoría de indio aliado (simplificada ahora a
una sola agrupación, los boroganos) en torno a las expectativas que ambas partes tenían sobre la
relación continuó provocando serios problemas para el sostenimiento del negocio pacífico. El
recelo mutuo entre las partes llevó a los indios aliados a convocar el auxilio de grupos
transcordilleranos como una forma de presionar al gobierno desde una posición de mayor fuerza.
Esta estrategia actuó de manera inversa a la esperada ya que significaría una acentuación de los
conflictos intertribales y el fin de los boroganos como grupo de importancia.
El período rosista se cierra con una nueva etapa del negocio pacífico en donde se logró
una mayor estabilización de la relación interétnica. En la provincia, las turbulencias políticas de
fines de la década de 1830 derivaron en una movilización casi permanente de las fuerzas milicianas
a las que se unieron de manera estable algunas divisiones de indios amigos. La otra pata de la
política indígena, los indios aliados, se concentrarían en este período en una coalición dirigida por
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el cacique de Llaima, Calfucurá, que ocupó Salinas Grandes. Este cacique a diferencia de los
boroganos, logró tejer, en gran medida usufructuando la continua y voluminosa corriente de
obsequios del gobierno que llegaba a su campamento, una red personal de alianzas intertribales y a
través de ella, ejercer un mayor control sobre otros grupos indígenas del área pan araucana que
derivó en un aflojamiento de la tensión fronteriza.
1. El “Negocio Pacífico de Indios”
Como se ha visto en el capítulo anterior, hasta inicios de la década de 1820, las
negociaciones con los grupos indígenas del sur de la provincia habían sido llevadas en forma
personal por los hacendados de la campaña quienes tenían a su cargo el costo derivado de los
obsequios que realizaban a las principales figuras de estos grupos para mantener una relación
amistosa. Esta mecánica intentó ser revertida por el gobierno provincial a lo largo de la década con
resultados poco satisfactorios. Solo a fines de la misma, con la llegada al gobierno de Juan Manuel
de Rosas, el Estado provincial logró monopolizar los contactos interétnicos y se ocupó de financiar
la política indígena siendo un punto fundamental la disponibilidad de recursos para obsequiar a las
agrupaciones que pactaban con el gobierno. Sin embargo, el mismo Rosas se encargaría de
personalizar totalmente la relación interétnica con el objetivo de que Estado y su propia persona
fueran lo mismo para los indígenas.
La política indígena rosista se caracterizó por la conjunción de una acción negociadora
tendiente a la captación de algunas parcialidades y otra de guerra ofensiva hacia aquellas que no
aceptaran las condiciones de paz. El sistema de relaciones pacíficas implementado con algunos
grupos indígenas se conoció con el nombre de "Negocio Pacífico de Indios" y posibilitó una
relativa paz en la frontera durante todo su gobierno270. El mismo representó en uno de sus aspectos,
la instalación de grupos indígenas amigos en el espacio fronterizo al que se integraron buscando
protección ante la persecución de enemigos y/o un auxilio económico, vía las raciones de ganado y
artículos de consumo proporcionadas por el gobierno. Para el gobierno, el asentamiento de estos
grupos en la frontera significaba la captación de algunos caciques y su anulación como enemigos.
Este es el rasgo más visible del Negocio Pacífico y en virtud de ello, las descripciones
acerca de esta política se centraron básicamente en él. Sin embargo reducirlo a ello empobrece
270 Sobre las características generales y distintas etapas de esta política, ver Silvia Ratto, ·"El negocio pacífico de los indios: la frontera bonaerense durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas (1829-1852)". En: Siglo XIX núm. 15. México, Instituto Mora.1995.pp. 25-47
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fuertemente la verdadera significación que alcanzó el Negocio Pacífico durante esta etapa. Vale la
pena señalar, para apoyar esta idea, que a la caída de Rosas siguieron existiendo grupos asentados
en la frontera que continuaron percibiendo raciones de ganado las que eran imputadas
prespuestariamente a la misma partida que años anteriores. Sin embargo, ni a los mismos
contemporáneos escapaba que la política indígena que Rosas había ideado había colapsado; solo
quedaba un armazón vacío de contenido.
En efecto, el Negocio Pacífico representaba mucho más que lo anterior. Significaba el
tejido de una delicada red diplomática que partiendo desde el gobernador anudaba a cada uno de
los caciques y capitanejos que iban incorporándose al sistema y a un número selecto de
colaboradores provinciales. Los jefes étnicos que integraban este sistema tenían diverso status
dentro del negocio pacífico por lo que los indios amigos que, asentados en la frontera, gozaban de
las raciones del gobierno eran solo una de las figuras. Al lado de ellos se encontraban a quienes
definimos como indios aliados271 y en un tercer lugar, líderes que esporádicamente se conectaban
con el gobierno bonaerense con algún objetivo puntal. Esta red diplomática tenía como función
primordial proveer de información acerca de lo que sucedía no solo en el espacio fronterizo sino
también en el interior del territorio indígena, a ambos lados de la cordillera.
Un ejemplo representativo de ello fueron los contactos que mantuvo Rosas con
Santiago Lincogun y Ramón Coyhuepan, primo e hijo del cacique Venancio Coyhuepan
respectivamente, que se hallaban en Santiago de Chile. La correspondencia entre ellos permite
conocer el tipo de relación que estableció Rosas con los jefes indios de la Araucanía. La función de
Santiago era informar a Rosas sobre los acontecimientos de Chile así como difundir en algunas
reducciones de dicho espacio noticias referentes a la situación del otro lado de la cordillera
obtenidas a su vez, tanto por intermedio del gobernador como por su primo Venancio272. Además
de esto, la relación de los indios con Rosas era utilizada por los primeros para obtener algún tipo de
beneficio tanto económica como personal. En el momento en que se sitúa la correspondencia
aludida, la situación política en Chile había experimentado un cambio. En 1829 la revolución
conservadora posibilitó la implantación de un régimen político oligárquico marcado por la
271 Volveremos sobre esta diferenciación analítica más adelante. 272 Así, por ejemplo, en marzo de 1831 Lincogun expresaba que iba a demorarse unos meses en cumplir el encargo de Venancio de “informar la causa que defiende… porque las reducciones [de Llaima, Alli-pan, Tolten de los llanistas y las de la costa] están distantes unas de otras y lo que es mas no están en la misma linea”. A lo que se agregaba la dificultad de “hallarse mis paisanos en el tiempo de sus beverajes o de sus mansanas . Bien sabe mi primo lo pesados que son en esa epoca para reunirlos”. Asimismo el cacique pedía a Rosas que le enviara “algunos ejemplares para saber los progresos de esa eroyca Capital [porque] sabiendo que Quiroga entró en Mendoza esta inquieto por el curso de la guerra” , en alusión al desarrollo de la guerra contra la Liga del Interior. AGN,X, 23.9.5
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presencia de Diego Portales en diversos Ministerios de gobierno. Es probable que en el llamado
“período portaliano” la posición de los caciques aliados a los patriotas independentistas sufriera un
significativo cambio. Los corresponsales de Rosas no dejarían de señalar la situación de
desprotección en que se encontraban en el nuevo contexto pidiéndole diverso tipo de ayuda273. Para
mantener estos contactos al otro lado de la cordillera, el gobernador contaba con el auxilio del
comerciante Sebastián Lezica, que poseía una casa comercial en Chile. Por intermedio de ella, se
enviaba la correspondencia que circulaba a ambos lados de la cordillera y también los diversos
pagos y/u obsequios que se realizaban274.
Efectivamente, el alcance de esta red diplomática requería de la colaboración de
muchas personas. En la campaña bonaerense el ingreso constante de grupos al negocio pacífico y la
imposibilidad del gobernador de ocuparse personalmente de cada uno de estos casos llevó, por un
lado, a la conformación de una suerte de jerarquización de los caciques amigos dentro de la cual
unos se presentaban como los representantes del gobierno para negociar y tratar las paces en una
suerte de intermediarios entre nuevos caciques amigos y el gobernador. Esta delegación de
atribuciones también comenzó a aplicarse en las autoridades provinciales entre las cuales Rosas
seleccionaría a personas de su total confianza para llevar adelante la gestión de “los asuntos de
indios” en la frontera. De manera que este esquema se organizó en una densa red de relaciones
personales que tenía en Rosas en el vértice superior y por debajo, de un lado a los jefes pampas
Catriel y Cachul y del otro a distintos funcionarios de la campaña que fueron variando en la medida
en que se modificara su destino; no obstante podemos mencionar como los principales
interlocutores a Vicente González en San Miguel del Monte275, Bernardo Echeverría276 en el cantón
de Tapalqué, Francisco Sosa277 y Martiniano Rodríguez278 en Bahía Blanca. La información que
273 Por ejemplo, Lincogun había recibido de Rosas “una representación con los servicios que he prestado a esa Nacion floreciente” con el objeto de entregarla al nuevo gobierno y lograr restituirse en su posición. Ramon, por el contrario, parecía preferir cambiar de espacio para un mejor posicionamiento. Decía haber sido destituido de su empleo y que el gobierno no hacía caso a sus reclamos por lo que se hallaba en la mayor indigencia motivo por el que le solicita auxilios para poder “berificar mi marcha con el objeto de emplearme al servicio de ese Ejercito”. Ramon Coñuepan a Rosas, 7 de abril de 1831, en Ibidem. 274 La relación con los representantes de esta casa comercial debía asentarse en contactos muy personales ya que hacia fines del año 1831, Lincogun había pedido un cambio de representación debido a que por la vía de D. Diego Barros se había producido el extravío de comunicaciones razon por la cual sugería que se utilizara en su reemplazo a la casa de Sebastián Lezica y hermanos. Ibidem. 275 González fue un importante colaborador de Rosas en la campaña sur, desempeñándose ya en el año 1824 como juez de paz de San Miguel de Monte. En ese sitio logró una relación personal muy estrecha con los principales caciques que acostumbraban visitar a Rosas en su estancia Los Cerrillos. 276 Volveremos sobre este personaje más adelante. 277 Francisco Sosa comenzó su desempeño en la campaña como baqueano en las expediciones de Rodriguez. Su carrera militar, iniciada desde este humilde origen, lo llevó a ser capitán del regimiento de Blandengues asentado en el fuerte de Bahía Blanca donde permaneció hasta su muerte en 1836.
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circulaba por estos canales resultaba de vital importancia para diseñar los cursos de acción a seguir
por lo cual era fundamental que se hallara en manos confiables279. De ahí el constante control que
se ejercía sobre los tratos y relaciones que los caciques pudieran establecer en su vida cotidiana con
hacendados y pobladores de la campaña.
Esto era así ya que, por debajo de estas relaciones que organizaban el negocio pacífico
a nivel diplomático, se reproducían a nivel micro contactos personales a través de las cuales indios
y criollos realizaban tratos comerciales y laborales. De manera que si bien el esquema es bastante
similar a la mecánica por la cual las relaciones interétnicas “privadas” se habían desarrollado hasta
entonces lo nuevo y fundamental del Negocio Pacífico fue que las relaciones diplomáticas oficiales
se asentarían sobre el mismo tipo de vínculo personalizado.
La “base material”280 del negocio pacífico fue de fundamental importancia para
asegurar el éxito de esta política. En diversas oportunidades Rosas expresaría que el pilar del éxito
estaba en la disponibilidad de recursos para obsequiar a los indios281. Un componente esencial de
estos encuentros diplomáticos eran los obsequios que los comisionados repartían entre los
principales caciques y éstos luego distribuían a sus indios. La importancia y el rol que jugaban
estos bienes en la sociedad indígena eran generalmente incomprendidos por los “blancos”. Para
éstos, el indio era un constante pedigüeño, que mostraba un insaciable interés por los regalos que se
repartían en estas ocasiones. Lo que no llegaban a entender los comisionados era que estos bienes
formaban parte de la “básica trilogía con la que se construyen las relaciones políticas –como
distintas a las de parentesco- en una sociedad no estatal: la obligación de dar, la de recibir y la de
retribuir”, en donde los regalos que eran entregados a los indios se consideraban una retribución
por la amistad y las paces que se estaban aceptando y que, a su vez, debían ser redistribuidos entre
otros jefes menores. Como señala Martha Bechis, “Los regalos en estas sociedades son más
278 Martiniano Rodriguez también estuvo fuertemente vinculado al fuerte de Bahía Blanca. Bajo las ordenes de Del Valle comenzó a servir en dicha fortaleza desde el inicio de su asentamiento llegando a ocupar el cargo de comandante en el año 1832 hasta su muerte casi una década más tarde. 279 Por tal motivo, la muerte de algunos de estos colaboradores provocaría ciertos desequilibrios en el sistema. El año 1836 sería dramático en este sentido. En dicha fecha murieron el cacique Venancio Coyuepan y el teniente Francisco Sosa. 280 Tomamos la expresión de White quien con ese término se refería a la corriente de regalos que sostenía la relación entre pueblos nativos y autoridades francesas en la región de los Grandes Lagos. White, The Middle ground… 281 El diseño de esta estructura de gastos recorrió un largo camino en el que fueron ensayandose distintos medios y formas de implementarlo Para un análisis sobre la evolución del registro contable de la partida del Negocio Pacífico y los mecanismo de provisión implementados en cada etapa remitimos a nuestro trabajo, ·"Finanzas públicas o negocios privados? El sistema de racionamiento del negocio pacífico en la epoca de Rosas", en Goldman, N. y R.Salvatore (comp.) Caudillismos rioplatenses….
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constitutivos de una relación que las palabras y… que las firmas en los oficios intercambiados”282
Rosas no desconocía estas prácticas y por eso adjudicaba tanta importancia a la entrega de bienes
en el marco de las relaciones pacíficas.
Las raciones de ganado y artículos de consumo constituían solo una parte del circuito
de obsequios. Estas eran entregadas con cierta regularidad y en función de la cantidad de indios que
componían el grupo con el objeto de ayudar económicamente a su subsistencia. Pero al lado de
ellas se había desarrollado un sistema de regalos por el cual se gratificaba en forma personal a los
indios que hubieran cumplido cualquier tipo de tarea encomendada por el gobierno. Estas incluían
un enorme abanico de posibilidades: tareas de chasques, acarreo de bienes, provisión de
información, entrega de cautivas, etc. Todo acto cumplido por un indio a partir de un pedido del
gobierno o la realización de un acto voluntario considerado valioso por el mismo era gratificado
con la entrega de algún bien. Para establecer la retribución se tenía en cuenta tanto la categoría del
indio dentro de su grupo (cacique, capitanejo) como la relación que tenía con el gobernador. Es
decir, existía una gradación muy clara sobre el tipo y la cantidad de bienes que debían entregarse
según quien fuera el beneficiado. Este especial cuidado en la jerarquización de los obsequios puede
verse muy claramente en la siguiente distribución de ovejas realizada a fines del año 1830. En
dicha oportunidad los caciques Catriel y Cachul recibieron 1.000 ovejas cada uno en tanto otros
caciques de menos importancia percibieron la mitad de cabezas. Lo mismo sucedió con otra
jerarquía indígena: los caciquillos Nicasio y Antaque pertenecientes a los primeros caciques
obtuvieron 500 ovejas cada uno en tanto a caciquillos de menor importancia se les dio 100 cabezas.
El ultimo agraciado en esta distribución fue un indio sin jerarquía, el indio Cecilio que recibió 200
ovejas, es decir, el doble de lo que percibieron algunos capitanejos283. Al lado de estas
retribuciones, se hallaban los pedidos concretos de artículos por parte de los indios que cubrían una
gran variedad de bienes tanto para uso personal (vestimenta, artículos de consumo) como para
auxiliar a sus actividades económicas (semillas, arados para cultivar).
Veamos un poco más en detalle las dos categorías de indios que hemos
identificado en el marco del negocio pacífico.
282 Martha Bechis, “Estructuras y procesos políticos de la agrupación borogana pampeana en un documento inédito de 1830”, en Cuadernos de Historia Regional No. 19, Universidad Nacional de Lujan, 1996 y “Cuando los regalos no llegan, los jefes se ponen verdes: politica y regalo entre caciques de las pampas en una Junta General de 1830 descrita por participantes”, en Cuadernos del Sur. No. 29, UNSur, 2000. 283 AGN,X,.24.3.2
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Indios aliados e indios amigos En los documentos del período se refiere de manera genérica a los grupos indígenas que
pactaron con el gobierno como indios amigos. Sin embargo, no todos los indígenas que formaban
parte de este “negocio” gozaban del mismo status. Por ese motivo hemos realizado una
diferenciación analítica entre los que denominamos indios amigos y los indios aliados.
Las parcialidades de indios aliados han sido caracterizadas analíticamente como grupos
indígenas con autonomía política, asentados en territorio no controlado por el gobierno provincial
pero que habían acordado una relación pacífica con éste284. Sin embargo, más allá del acuerdo de
no agredirse militarmente, no resulta muy claro en esta definición que otro tipo de compromisos
mutuos derivaba de la relación. A lo que agregaríamos que tampoco para los propios actores se
hallaba claramente establecido qué esperaba uno del otro.
Los indios aliados que se relacionaron con el gobierno bonaerense durante el período
rosista eran grupos demográficamente viables y, en algunos casos, numéricamente importantes.
Ambas circunstancias los convertía en grupos "potencialmente" peligrosos para la seguridad de la
frontera ya que no necesitaban del auxilio del gobierno para subsistir y podían fácilmente aliarse
con otras agrupaciones hostiles pasando rápidamente de aliado a enemigo285. Esta circunstancia
llevaba a que, más allá del acuerdo general de paces, existiera un recelo mutuo entre las dos partes.
El hecho nos parece clave para afirmar que la figura de indio aliado era altamente inestable y, de
hecho, con la excepción del caso del cacique chileno Calfucurá, las tribus que entraron dentro de
esta categoría tuvieron muy corta vida como tales y derivaron tanto en grupos amigos como en
hostiles.
De manera que si encontramos una cantidad apreciable de grupos indígenas "aliados" a
comienzos de la década de 1830, luego de la expedición al sur efectuada por Rosas entre 1833 y
1834, éstos se redujeron a un solo grupo: los boroganos. Pero aún este grupo que puede ser
considerado el mayor poder indígena de las pampas hacia 1830 sufrió un rápido proceso de
desarticulación que llevó a su desaparición como grupo de importancia pocos años después. El
análisis de ciertos hitos en la relación entre los boroganos y el gobierno bonaerense nos permitirá
conocer la labilidad de la relación entablada con los indios aliados que, en este caso particular,
284 Ver Silvia Ratto, "Indios amigos e indios aliados…” y Martha Bechis, "Fuerzas indígenas … “ 285 En 1831 algunos grupos aliados del gobierno bonaerense ante la negativa de los comandantes de frontera de auxiliarlos militarmente para enfrentar a sus rivales provocó el giro de aliado a enemigo. Sobre este tema ver el trabajo de Daniel Villar "Ni salvajes ni aturdidos, la guerra de los indios comarcanos (y extracomarcanos) contra la Vanguardia de Pincheira, a través del Diario del Cantón de Bahía Blanca" en Villar (ed) Relaciones interétnicas….
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llevaría a la separación de la parcialidad en grupos que se convertirán en amigos y otros que
pasarán a engrosar el conjunto de indígenas hostiles a pactar con el gobierno bonaerense.
Los llamados indios amigos en la época de Rosas reúnen características muy
peculiares. Una dificultad que se presenta para lograr una definición bien ajustada de esta categoría
deriva de que en esta etapa no existió, a diferencia de otros períodos, tratados escritos que
consignaran las obligaciones a que se comprometían ambas partes. El hecho no es casual y
responde a una política deliberada de Rosas de no plasmar en forma escrita ningún tipo de acuerdo
con las tribus amigas. Esta estrategia le permitía actuar con total libertad para aplicar una política
discriminatoria con respecto a los grupos que no le merecían total confianza y privilegiar a aquellos
que eran más fieles. De todos modos, es posible encontrar algunos rasgos comunes para definir a
esta categoría particular de indígenas teniendo en cuenta tres elementos: la territorialidad de los
grupos, sus obligaciones laborales, y el lugar que ocupaban en la sociedad provincial.
Con respecto al primer punto, una característica básica de estos grupos fue su
asentamiento en la frontera. En efecto, indio amigo designa en primera instancia al indio asentado
dentro del territorio controlado por el gobierno provincial y en las cercanías de un fuerte. Para los
indios amigos la instalación dentro del territorio provincial les brindaba la seguridad frente a
posibles ataques de grupos hostiles pero, asimismo, produjo modificaciones en los patrones de
subsistencia de estos grupos. La economía de estos indígenas se basaba fundamentalmente en el
pastoreo de ganado, recolección y caza. En función de dichas actividades la territorialidad era
dispersa, existiendo lugares de asentamiento permanentes, propios de cada cacique y lugares
estacionales que podían ser compartidos por varios jefes. El gobierno intentó la sedentarización de
estos grupos a través del fomento de la agricultura. Para ello, se entregó a los caciques distintos
elementos de labranza y semillas a la vez que ofreció el asesoramiento de personas que les
enseñaran la práctica286.
En cuanto a las obligaciones laborales, durante el primer gobierno de Rosas los indios
amigos cumplieron una diversidad de tareas (chasques, trabajo rural, todos los trabajos "que se le
ofrezcan a V.S. al bien de la patria y al de ellos mismos") la que fue reduciéndose hacia la década
de 1840 momento a partir del cual quedó como función principal de los indios amigos, la
286 En algunos casos el intento fue verdaderamente exitoso como en el fuerte Federación donde de los 500 indios adultos con que contaba la tribu, cerca de la mitad tenía quintitas de media cuadra sembrada de maíz, zapallo, sandías y melones y en algunas parcelas yerba, algodón, nueces y duraznos. El cacique, por su parte, tenía una quinta de dos cuadras, 300 vacas, 100 caballos, 500 ovejas y 300 cabras (AGN,X,24.8.6). También en el cantón de Tapalqué se registraban prácticas agrícolas (Sobre cultivos desarrollados por el cacique Reylef ver AGN,X,43.1.2)
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prestación de auxilio militar. Esta exigencia no era casual y respondía a un mayor control que se
comenzó a ejercer sobre la sociedad luego del crítico año de 1839 cuando diversos acontecimientos
de oposición al régimen rosista provocaron un control más estricto de la población y se produjo una
verdadera “militarización” de la sociedad.
Las características señaladas más arriba no muestran una diferencia fundamental con
otros grupos de indios amigos estudiados para otros espacios y momentos históricos. Con más o
menos obligaciones laborales, con mayor o menor estabilidad en los territorios que ocupaban, estos
grupos compartían los rasgos generales de un indio amigo. La cualidad más distintiva de los indios
amigos en este período fue el lugar que ocuparon en la sociedad provincial. La primera
constatación que podemos hacer es que no estuvo en la intención del gobierno incluir a los indios
amigos en los censos realizados en esa etapa. En efecto, los recuentos de población realizados en
los años 1836 y 1838 establecían las categorías de blancos, pardos y morenos, extranjeros, tropa y
familia de tropa no existiendo en las planillas censales la categoría "indio". El cómputo de la
población indígena estuvo a cargo de los comandantes de los fuertes de frontera donde ésta se
hallaba asentada lo que permite señalar que eran contingentes particulares que estaban bajo
jurisdicción de los comandantes de frontera.
Pero no terminaba ahí la especial posición de los indios amigos en la sociedad
provincial. Lo más llamativo de la misma era el claro vínculo personal que se estableció entre estos
grupos y el gobernador. Si bien los indios amigos participaron de algunas prácticas políticas y
rituales del rosismo, su inclusión buscaba mostrar claramente el vínculo personal con Rosas,
situación que era particularmente evidente en los grupos asentados en la región de Azul y
Tapalqué. En efecto, estos grupos habían desarrollado un lazo de exclusiva fidelidad hacia la
persona de Rosas; eran indios amigos… de Rosas. Las negociaciones llevadas a cabo en forma
personal entre el gobernador y los caciques, la construcción de una jerarquización de caciques
amigos donde los principales, los pampas Catriel y Cachul, aparecían como delegados de Rosas
para tratar con otros grupos, la práctica de regalos discriminados y personales, son todos elementos
que permiten observar una relación básicamente personalista.
Teniendo en cuenta las diferentes características que hemos señalado consideramos que
los indios amigos en el período rosista eran grupos reducidos en el espacio fronterizo, que
tenían una relación muy precaria con la tierra ya que podían ser reubicados en función de las
necesidades del gobierno o propias, con obligaciones laborales cuya composición fue
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cambiando en el tiempo siendo en el inicio muy variadas y, con la consolidación del régimen
rosista, centradas en el servicio militar y que, básicamente, tenían un vínculo de dependencia
personal con el gobernador287.
2. Inicio del sistema: la conversión de los indios amigos en fuerzas milicianas.
Hemos visto en el capitulo anterior que desde mediados de la década de 1820 se
produjo el ingreso constante de grupos indígenas del otro lado de la cordillera con el objetivo de
instalarse en las pampas. Esto produjo un reacomodamiento de las relaciones intertribales en donde
las alianzas y conflictos entre los grupos variaban continuamente en pos de objetivos también
cambiantes que derivaban en un paisaje altamente inestable. Una situación que respondía a estas
características se produjo hacia mediados de la década de 1820 con el ingreso de los caciques
boroganos, de la región de Boroa en Chile, unidos a los realistas Pincheira. Este grupo borogano
era un desprendimiento de la agrupación llanista, que había migrado a las pampas en alianza con la
banda de los hermanos Pincheira luego de los reveses sufridos en la Guerra a Muerte. Para escapar
de la persecución de las tropas patriotas, habían decidido su instalación en la zona de Salinas
Grandes. Paralelamente a este ingreso, un grupo de caciques entre los que se contaban Catriel,
Cachul y Venancio había definido un acuerdo con el gobierno bonaerense en virtud del cual se
asentaron dentro del territorio provincial, en lo que podríamos denominar la primera oleada de
indios amigos. Otros caciques, aliados, mantenían una independencia territorial ubicándose al sur
de la nueva línea de frontera teniendo como límite norte de sus asentamientos la sierra de la
Ventana mas allá de la cual se habían ubicado los nuevos pobladores. Entre estos jefes se
encontraban algunos que habían participado en las negociaciones de mediados de la década de
1820 (Pety, Maica, Tetruel, Chanil) a los que se agregaron otros caciques que cobrarían un mayor
protagonismo en los años siguientes, entre ellos Chocorí288 y Vicente Cañigual (o Quiñigual), hijo
del cacique Toriano quien ya había estado por las pampas anteriormente289.
A inicios de agosto de 1830 los indios aliados tuvieron noticia del arribo de la
vanguardia de los Pincheira unida a los boroganos a la región de Salinas Grandes. La aparición de
este compacto grupo instaló en los indios aliados el temor a ser atacados por los recién llegados,
287 Ratto, Silvia “Una experiencia fronteriza exitosa: el Negocio Pacífico de Indios en la provincia de Buenos Aires (1829-1852). Revista de Indias vol LXIII, No. 227, 2003. 288 Cacique huilliche o pehuenche del Limay, suegro de los cacique Cayupan (tehuelche) y Catriel (D. Villar, “Ni salvajes … p. 99) 289 Diario del Cantón de Bahía Blanca y Fortaleza de la Guardia Argentina”, p. 160, en Villar, Daniel (ed), Relaciones interétnicas…
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razón por la que comenzaron a pedir insistentemente auxilio militar a la guarnición de Bahía
Blanca, que les sería negada sistemáticamente. El rechazo de los militares de Bahía Blanca a
auxiliar a los caciques aliados habría llevado a que algunos de ellos iniciaran ciertas negociaciones
con los Pincheira. En efecto, el cacique Vicente Quiñigual había recibido a tres españoles
procedentes del campamento de Pincheira que le pidieron refuerzos para atacar el fuerte. Este
contacto podría haber estado asentado en una alianza previa que su padre, Toriano, había realizado
con los Pincheira290. En relación con estas negociaciones, algunos informantes del fuerte señalaban
que tanto Quiñigual como Maica habían mudado sus tolderías para ubicarse cerca de los
Pincheiras. Sin embargo, los contactos fracasaron bien pronto y esos mismos caciques junto con
otros, entre ellos Chocorí, volvieron a una posición de confrontación con los recién llegados.
Mientras esto sucedía en el sur de la provincia, el gobernador comenzó una estrategia
tendiente a lograr la separación de los caciques boroganos de los Pincheira. La captación de los
boroganos por Rosas es un hecho extensamente tratado en la bibliografía en la que se repiten
ciertas ideas fundamentales. Eugenio del Busto, cautivo de los indios desde niño había sido
rescatado a la edad de 25 por Rauch en una de sus expediciones militares. Conocedor de la lengua
indígena, fue destinado por Rosas a las tolderías boroganas con un presente sumamente apreciado
para el cacique Cañuiquir: su esposa Luisa. La mujer del cacique había sido tomada prisionera en
una incursión militar y se había alojado durante su cautiverio en la estancia Los Cerrillos donde fue
tratada con el ceremonial y el cuidado acorde a su categoría. Combinando, entonces, la acción de
Luisa con los oficios de Bustos, Rosas logró obtener la atención de los boroganos que comenzaron
a negociar una alianza con el gobierno. Sin embargo, dos obstáculos se presentarían a tal empresa:
Rosas exigía a los boroganos que se separaran de los Pincheira y éstos, alegando enfrentamientos
ancestrales, pedían las cabezas de los caciques Venancio Coñuepan, Catriel y Cachul. Esta última
exigencia era impensable para el gobernador y logró ser desarticulada al punto que los cuatro
caciques fueron reunidos en Chacarita de los Colegiales a inicios del año 1830 en donde se logró
negociar un acuerdo de paces291. Como coralario del mismo, un pequeño destacamento militar se
asentó en el campamento borogano para controlar su comportamiento. Pero si era un objetivo
fundamental conseguir la armonía entre estos jefes, no sucedería lo mismo con los caciques aliados
a los que se dejó librados a su propia suerte.
290 Villar y Jimenez “Yo mando en este campo…” 291 Como sería práctica en las negociaciones de Rosas no hemos encontrado documentos que refieran expresamente los acuerdos alcanzados en Chacarita. Solo se han encontrado cuentas de gastos de hospedaje de los cuatro caciques en dicho sitio (AGN,X,43.1.2 y VII, 1.2.5) y la referencia de Parish, utilizada por autores posteriores que hace referencia a dicho encuentro.
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El desenlace para estos ultimos fue la confrontación militar con los recién llegados. El
enfrentamiento entre Pincheiras-boroganos y los caciques aliados se produjo el 25 de septiembre de
1830 y en el murieron varios jefes aliados. La reacción de los sobrevivientes fue disímil
reproduciendo lo sucedido pocos años antes cuando el arribo de indígenas extracordilleranos puso a
los grupos locales en una situación similar. Algunos caciques (Yuscabel, Maica, Lomo Colorado,
Chañil y Chocorí) sintiéndose traicionados por los “cristianos” por no haber recibido ningún tipo de
ayuda militar, comenzaron a planear un ataque a la guarnición que si bien finalmente no se
concretó, marcó un evidente distanciamiento del gobierno; otros grupos adoptarían la decisión
inversa acentuando su contacto con las autoridades provinciales llevando su asentamiento a las
cercanías de los fuertes militares como sucedió con los caciques Quiñigual, Cayupan, Canilao y
Chañá, a quienes encontramos a inicios del año siguiente viviendo en las cercanías del fuerte
Independencia292.
Esta coyuntura reflejaría por primera vez una situación que era estructural al negocio
pacífico y que se vinculaba con los diferentes objetivos de las partes. Los indios aliados pretendían
una participación efectiva del gobierno en auxilio militar para dirimir conflictos internos; este
último procuraba no involucrarse en ellos pero captar la mayor cantidad posible de grupos
indígenas a su política de pacificación. Sería evidente, a lo largo del período, que esta estrategia fue
altamente riesgosa al intentar incluir y lograr el acuerdo entre jefes que, en ocasiones, mantenían
conflictos entre ellos. Cuando estos peligros se concretaban en hechos bélicos el resultado sería la
división de los grupos aliados en aquellos que acentuarían su relación con el gobierno pasando a
constituirse como agrupaciones amigas y otros que pasarían a una actitud de enfrentamiento.
Pero otro elemento de fragilidad en esta primera etapa del negocio pacífico sería la
inexistencia de obligaciones concretas, a excepción del compromiso implícito de no atacar los
establecimientos fronterizos, que les correspondía a estos caciques por el “amparo” que habían
obtenido del gobierno. En 1831 la llegada de un contingente de cerca de 2000 indios procedentes
del otro lado de la cordillera provocó una situación de extrema inseguridad en la frontera que hizo
evidente la necesidad de producir algunos cambios en la estructura del negocio pacifico exigiendo
de manera directa, la participación de los indios amigos como milicias auxiliares del gobierno.
292 AGN,X, 24.5.2
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En marzo de 1831, arribaron a distintos puntos de la frontera chasques del cacique
Toriano quien había producido un extraño viraje en su política de alianzas. Si en los inicios de la
Guerra a Muerte se hallaba enfrentado a los indígenas de Venancio y, acorde con este conflicto,
alineado junto los Pincheira, en estos momentos estaba opuesto a estos ultimos quienes, como
vimos más arriba, habían atacado a su hijo poco antes. Desde la guardia de San Miguel del Monte,
Catriel informaba que tendría unos días de parlamento con el chasque de Toriano para indagar el
motivo de su llegada a la frontera293. Los pasos diplomáticos que se siguieron en este episodio
muestran que algunos caciques se irían constituyendo como intermediarios de Rosas en las
negociaciones. Después del parlamento con el chasque de Toriano, ambos se dirigieron a Pavón
para informar a Rosas de la situación y, con sus instrucciones, regresaron a la zona de Tandil para
conferenciar con Quiñigual. Enterado éste que Toriano ya se había acercado a la frontera y se
hallaba acampado cerca de Bahía Blanca se dirigió hacia allí para informarle lo tratado con
Rosas294.
A partir de entonces Quiñigual abandonaría su asentamiento en la frontera y se uniría al
poco feliz devenir de su padre. A principios de julio, ambos explicitaron ante el comandante de
Bahía Blanca una de sus principales intenciones: acabar con los Pincheira y los boroganos para lo
cual ofrecían sus armas al comandante con el fin de lanzar una expedición conjunta295. La
propuesta no fue aceptada por Rodríguez debido a las negociaciones de paz que, paralelamente, se
habían entablado con los boroganos. Nuevamente se plantearía aquí para el gobierno, la difícil
situación de concertar paces con distintos grupos que se hallaban enfrentados entre ellos. Esta
doble estrategia de Rosas de pactar con agrupaciones en conflicto entre ellas debía ser llevada con
mucha cautela y diplomacia296. El gobernador era conciente de esta delicada situación:
293 González a Rosas, 25 marzo 1831, en AGN,X,23.9.5 294 Según el relato de Rosas a Estanislao Lopez en carta del 28 de julio de 1831. AGN,VII, 3.3.2 295 Martiniano Rodriguez a Rosas, Bahía Blanca, 5 de julio de 1831. AGN,X,24.3.2 296 La diplomacia se extremaba en todos los casos; en lo referido a los obsequios y raciones esta ductilidad cobraba una importancia fundamental. A fines de septiembre de 1831, autoridades boroganas habían obtenido el permiso para pasar a Buenos Aires a realizar unos cambios. A su regreso, como era practica, recibirían algunos regalos para llevar a las tolderías. Entre los obsequios que incluían algun ganado, yerba, aguardiente, tabaco, se agregaron vestuarios militares. En las instrucciones enviadas por Rosas con la especificación de cantidades e indios que debían recibir estos bienes advertía que ya había avisado a los indios que “cuando reciban el vestuario no lo usen hasta que esten fuera de la frontera manifestandoles que esto es por que despues mis amigos los Pampas se ponen zelosos. Por esta misma razon cuando regresen es ueno que las yeguas se las entregue Ud en Lobos…”. Ese mismo cuidado mirando a otros grupos se ponía en los mismos beneficiarios ya que se indicaba que “Al entregarles los vestuarios cuanto menos prendas militares puedan darseles es mejor, Pero si tanteandolos se ve que esto puede disgustarlos en tal caso puede seguirse como siempre” Rosas a Vicente González, 30 de septiembre de 1831. AGN,X,23.9.5. En una carta del dia siguiente realizaría prevenciones similares a su ministro de guerra, Marcos Balcarce: “conviene persuadir a los [indios] … que reciban vestuarios de paisanos mas que de militar aunque se gaste mas en aprontarlos y entregarlos de todos modos debe haber mucha diferencia en la calidad de unos y de otros … si se entregan de paisanos, que los de los capitanes sean vistosos”. Rosas a Balcarce, 1 octubre 1831. AGN,X,23.9.5.
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“Los de Toriano están unidos con los pampas, tehuelches y la mayor parte de los ranqueles. Los chilenos, boroganos y toris [¿] están unidos en contra de aquellos … yo estoy bien con todos”297.
Y aclarando la táctica de captar a unos y otros decía “Yo no debi exponerme a perder la amistad de los yndios amigos, entre los que estaba
incluso Toriano y sus aliados por atraerme la de los Boroganos y demás tribus enemigas de aquellos peligrando tanto mas cuanto por necesidad tenia que hacerles regalos y recibimientos que nunca podrían producir otra cosa que celos y desconfianza … Pero no hubo remedio: tube que correr esta ventura después de bien meditado mi plan … Por que le daria a Quiñegual 100 chuzas y 100 sables cuando lo derrotaron los de Cañuiquil”298
En el caso que señalamos anteriormente en el cual el gobierno concertó alianzas con
grupos enfrentados entre sí (boroganos y Catriel-Cachul-Venancio), ambas facciones recibieron
suficientes ventajas del gobierno como para decidir abandonar, al menos momentáneamente, sus
conflictos propios. En efecto, los indios amigos se encontraban hospedados dentro del territorio
provincial donde estaban a salvo de cualquier ataque y, a la vez, percibían todo tipo de ayuda
económica. Los boroganos comenzaron a recibir con cierta regularidad ganado para su subsistencia
y contaban con un pequeño destacamento militar en su propio campamento que si bien tenía el
objetivo de controlar sus movimientos, representaba además, una fuerza armada que disuadiría a
potenciales enemigos de atacarlos. Como veremos, el caso de Toriano y los boroganos fue
totalmente diferente.
A pesar de los temores que permanentemente elevaban sus colaboradores acerca de las
no demasiado claras intenciones de Toriano, Rosas insistía en que el cacique “venía de paz” y que
Catriel y Cachul habían tenido mucho interés en esta alianza299. Por ello preveía que una vez
terminadas las acciones contra los unitarios300, se realizaría un parlamento conjunto con los tres
caciques. Mientras se ejecutaban estos contactos diplomáticos entre Toriano y el gobierno, el
cacique se instaló en Tapalqué.
Pero Toriano no había venido solo a las pampas. Entre los caciques que lo
acompañaron se encontraba un hermano del cacique Venancio Coyuepan que se acercó a Los
297 Rosas a González, 17 de septiembre de 1831. AGN,X,23.9.5. Negrita nuestra. 298 Presumiblemente se refiere al enfrentamiento entre las agrupaciones en septiembre de 1830 en las cercanías de Bahía Blanca.Ibidem. 299 Rosas a Cachul, 27 de diciembre de 1831. AGN,X,23.9.5 300 Recordemos que paralelamente a estos hechos se estaba desarrollando el enfrentamiento entre las provincias federales y la liga del Interior reunida bajo la influencia de Jose María Paz. El mismo Rosas había trasladado su asentamiento a Pavón.
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Cerrillos para reunirse con él. Luego de largos parlamentos y opíparas comidas sostenidas por
Vicente González con Venancio para obtener información sobre el motivo del arribo de su
hermano, él mismo notificaba a Rosas que, según Venancio, Toriano había convocado a una fuerza
de importancia con la promesa de obtener bienes en Buenos Aires, pero que, al acercarse a la
frontera bonaerense vieron frustradas sus expectativas. En las tratativas para captar a los jefes
trascordilleranos había cumplido un papel importante el Cacique Mayor Guilipan de la región de
Llaima
“… (quien) mando conquistar a su hermano y la jente que trae prometiendole que llegando a la frontera de Buenos Ayres tendrían mucho ganado y Ropa y que en el camino ya les tendría puestas caballadas para marchar…”301
Pero al llegar a Patagones “encontraron a Toriano que allí los estaba esperando y quando se encontraron sin
caballos y los ausilios que este les había prometido ally empesaron a disgustarse … todo se bolbio juntas y a enbolberse en temores y no deliberaban nada y Toriano resolbio mandarle chasque a Quiñagual disyendo a los demas Indios que el los desengañaria del estado de la frontera y según las noticias que este diese resolber lo que habian de aser … Quiñagual les dijo que el no seguiria otro camino sino el que quisiera su Amo Don Juan Manuel Rosas … que si asian daño a Buenos Ayres en el estado en que estaban era perdidos por que Cañuquil los costaria y los Pampas se declararían enemigos que era mejor entrar en paz”302.
Las expresiones de Quiñigual decidieron al hermano de Venancio a entrevistarse con él
porque “ya que estaba ay queria consultar con su hermano que era amigo del Gobierno”303. La
misma incertidumbre sobre el camino a seguir se habría propagado en el tercer grupo que
acompañó a Toriano. Desde Llaima y captados asimismo con las promesas de obtener bienes,
habían venido otros caciques, entre ellos Calfucurá y Namuncurá quienes, a inicios de agosto, se
presentaron ante Toriano molestos porque no habían logrado conseguido los obsequios prometidos
ni de las autoridades de Bahía Blanca ni de Rosas, produciéndose una fuerte tensión entre los
grupos. Luego de un parlamento entre los principales caciques en el que se reclamó a Toriano el
cumplimiento de sus promesas, en los dos campamentos, ubicados a muy corta distancia uno de
otro “se guardo un silencio… que no se ablaban unos a los otros nada mas que observandose los
movimientos”. En esta situación “se levantó un fuego [donde estaban los indios rebeldes]…que no
tenían donde huir ni como defenderse de el… que se han chamuscado mas de 100 indios … que
cuando estaba en el incendio Toriano se estaba rillendo y diciendo que aquello era su castigo por
301 González a Rosas, 9 de agosto de 1831. AGN,X,23.9.5. 302 Ibidem. 303 Ibidem.
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haber faltado a su palabra”304. Es difícil saber si este episodio fue inventado por Toriano para
explicar la nueva reunión de los grupos debido al “castigo” recibido. Lo cierto es que, pese a este
aparente acuerdo, la desconfianza se había instalado entre los coaligados.
Aunque el argumento que más firmemente se expresaba como móvil de la llegada de
estos grupos a la frontera era el ingreso al negocio pacífico, otro objetivo se dejaría traslucir en las
diversas entrevistas y parlamentos que sostuvieron algunos caciques con las autoridades
fronterizas: el ataque a los boroganos. Los caciques Toriano y Quiñigual lo habían planteado de
manera explícita a Martiniano Rodríguez. Pocos días después, Vicente González elevaba una nueva
versión del cacique Venancio sobre la llegada de su hermano en la que se planteaba como principal
objetivo la reunión de todos, incluídos los caciques de Llaima, para atacar a Cañuiquir305. De todos
modos, sea cual fuera el verdadero motivo de la reunión, fue claro poco después de llegar a la
frontera que no se iban a obtener los bienes esperados y que el ataque a los boroganos los
enfrentaría directamente con el gobierno de Buenos Aires. Como resultado de ello, los grupos
comenzaron a dividirse.
Toriano, con permiso del gobernador se asentó por Tapalqué y el hermano de Venancio
se hospedó junto a él en Los Cerrillos. Los únicos que no habían logrado establecer contacto con
las poblaciónes fronterizas306 fueron los caciques de Llaima. Abandonados por sus aliados y faltos
de recursos para sostenerse o emprender el regreso a su tierra, a fines de septiembre de 1831
comenzaron a atacar los establecimientos rurales por la zona de Chapaleufú, Tapalqué y laguna de
Leonchos307. Entre las víctimas también se contaron las tolderías de los indios amigos Antuan y
Guilitru quienes sufrieron el robo de gran cantidad de ganado308. A principios de noviembre otra
ofensiva se centro en la guardia de Bahía Blanca309. Luego de las incursiones, los asaltantes
regresaron a la zona cordillerana.
304 González a Rosas, 16 de agosto de 1831 AGN,X,23.9.5 305 González a Rosas, 19 de agosto de 1831. AGN,X,23.9.5. El plan no carecía de lógica. Así como los boroganos habían pedido originalmente la cabeza de Venancio el iniciar las negociaciones con Rosas era esperable que la familia de dicho cacique estuviera enfrentada a los primeros. Con respecto a los caciques de Llaima, pocos años despues se produciría un fuerte enfrentamiento entre éstos y los boroganos que podría indicar la existencia de rivalidades previas (ver más adelante, la masacre de Masallé). 306 Según los informes que le diera Venancio a Vicente González, el parlamento entre los grupos coaligados había dado como resultado la decisión de que “los indios buscarían amigos que les dieran de comer hasta su regreso a Chile”. González a Rosas, 9 de agosto de 1831, AGN,X,23.9.5 307 González a Rosas, 28 septiembre de 1831. AGN,X,23.9.5 308 AGN,X, 23.9.5 309 Los atacantes fueron identificados por Martiniano Rodriguez como Calfucura, Choquellau, Rapil, Yancamay. Rodriguez a Rosas, 4 noviembre 1831. AGN,X,24.3.2. Para una cronologia con estos acontecimientos fronterizos, ver Cuadro 3.
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Estos ataques reflejaron la existencia de dos posiciones diferentes en torno al problema
de la defensa del espacio fronterizo. Por un lado, se alzarían voces que planteaban la necesidad de
establecer cantones o destacamentos militares que se ubicaran fuera de la línea de frontera para
proteger los establecimientos más avanzados. En esta posición se encontraban el ministro de guerra
Marcos Balcarce310 y el comandante de San Miguel del Monte, Vicente González311. Por otro lado,
el gobernador mantendría una posición tendiente a desalentar cualquier intento por expansión más
allá de la última línea de estancias. Por tal motivo, sostenía que los destacamentos militares debían
localizarse sobre la línea fronteriza, cercanos a los establecimientos rurales de manera que los
mismos sirvieran de fuente de aprovisionamiento del ganado y caballada necesaria312. De todos
modos, las dotaciones de militares regulares previstas por el gobernador eran muy pequeñas ya que
el grueso de la fuerza debía provenir de los vecinos-milicianos que serían convocados
puntualmente para un caso de necesidad”313.
La lectura que realizaba Rosas de los ataques era que éstos se habían producido por la
negativa del gobierno delegado en disponer de recursos para auxiliar a los indios que habían
llegado, situación que él había planteado en varias oportunidades314. Al no “matarles el hambre”
era previsible que se apropiaran del ganado que necesitaban para vivir.
310 Balcarce se quejaba de que, de haberse tenido en cuenta una propuesta que había realizado al conocerse la llegada de estos grupos indígenas, que preveía es establecimiento de varios cantones afuera de la linea de frontera con dotaciones regulares de soldados, esto no hubiera sucedido. Balcarce a Rosas, AGN,X,23.9.5. 311 Para Vicente González debian colocarse puestos militares avanzados que “deben estar en contacto con los indios de la parte donde puedan resguardar las haciendas a fin de que los indios amigos que están afuera tengan un apollo y que les de impulso al menor movimiento que ellos hagan y de este modo yo creo que todos los que no son amigos lo seran aunque sea en la apariencia … Ud debe estar en que los indios por si solo no han de impedir estos robos … Si en esos cantones que se pongan donde yo diga mandase Ud. un hombre de genio que se ocupara nada mas que hablar con las cabezas los mas de los lias sobre instrucciones que Ud le diera todo sería completo”. González a Rosas, 30 septiembre de 1831. AGN,X,23.9.5 312 Rosas a González, 9 de octubre 1831. AGN,X,23.9.5 313 En la respuesta a González sobre este tema, el gobernador dejaría entrever otro aspecto de su política de defensa: la imposibilidad de proteger absolutamente a todos los establecimientos. “Supongamos las fuerzas situadas la una en el Arroyo Azul como se quería y la otra en Tapalque. Solo 6 leguas hay de un arroyo a otro Y si hubiera venido la noticia de que habian sido sorprendidas y deshechas o que les habian dejado a pie? Cual hubiera sido peor esto o lo que ha sucedido? No van en alcance de los indios? Que mas se quiere? Colocado Valle donde estava (Monte) no esta en aptitud de atender a una incursion en toda la parte del sud asta el mismo Tapalque? Pero se querrá que hasta el simple robo de una estancia situada a 20 leguas mas afuera de la linea de las ultimas estancias pueda atenderse?… Suponga Ud que situado Espinosa en Tapalque no se tema esa sorpresa. En tal caso es claro que los indios no entrarian por alli y que se vendrian sobre Lobos y saldrian recostados a la Cruz de Guerra… por la falta de fuerzas acantonadas en el centro y norte. Por el contrario colocado [Espinosa] donde estaba se hallaba en actitud de proteger a Valle si la invasion era por el sud y de atender y atacar con suceso si asomaba alguna por las alturas de Monte, Lobos y Navarro. Rosas a González, 9 de octubre 1831. AGN,X,23.9.5. Negrita nuestra. 314 En carta a Juan Ramon Balcarce de fecha 15 de noviembre, Rosas recapitulaba que al llegar estas partidas indígenas había alertado que “era necesario matarle la ambre y si bien desde el gobierno habían acordado con ello, no liberaban recursos para ello; finalmente y luego de cuatro meses en que los indios estuvieron comiendose hasta sus propios caballos pudo entregarles 1000 yeguas, cantidad nimia teniendo en cuenta que ellos eran más de 2000 de lo que resulto la decision de una parte de ellos a robar de donde pudiesen”. AGN,X,23.9.5
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“… se cumplió mi pronóstico mas claro que el agua. Yo lo veía como en un espejo pero no estaba en mis manos remediarlo…. Tampoco podía ser de otro modo al verme … marcado nada menos que por mi Ministro de la Guerra … por un omiso, negligente y sin previsión … yo que me he sacrificado y no he dispensado arbitrio ni fatiga por conciliar la falta de elementos para sostener el negocio pacifico con los indígenas, con la protección de las personas y propiedades rurales .. que en vano he clamado por recursos para tapar el hambre de esa multitud de huéspedes”315.
Sin embargo, también era cierto que no podía sostenerse un sistema de relaciones que
debiera soportar el gasto de obsequios de un número tan elevado de indios. Ya en el mes de agosto
Rosas había explicitado en una carta a González uno de los objetivos centrales de la campaña al sur
que desarrollaría dos años después. En la misma decía que “acabada la guerra [contra los
unitarios SR] me es necesario decir tales y tales indios son enemigos para declararles guerra de
frente porque a todos hade ser imposible mantener” 316.
Las incursiones sobre la frontera habían derivado, por otra parte, en una movilización
de fuerzas hacia el sur de la provincia. Sobre el arroyo Chapaleufú se habían ubicado algunas
compañías bajo las órdenes de Del Valle, Sosa y Zelarrayán. En Azul, una división de carabineros
del regimiento 6 de milicias de campaña al mando de Gervasio Rosas reunía unos 300 hombres317.
Sin embargo, el gobernador era conciente que eran necesarias más fuerzas para garantizar la
seguridad del territorio. A partir de estos ataques tanto Rosas como diferentes y cercanos
colaboradores del gobernador en la frontera comenzaron a considerar la necesidad de exigir a los
indios amigos el aporte de auxilio militar. Para Vicente González, “los inmensos gastos que se
están haciendo para mantener a los indios amigos” requería que “estas masas de indios amigos sean
los primeros que deven presentarse en campaña”318. De la misma opinión era el gobernador quien
ordenó “mover a los Casiques amigos de los Cerrillos para que marchen a escarmentar a los
ladrones… hasta dejar tranquila la tierra y que no deben regresar hasta conseguir este objeto”319.
Más allá de esta respuesta puntual a la coyuntura guerrera, el gobernador reconocía la necesidad de
reorganizar y poner pautas claras en la relación con los indios que habían comenzado a establecerse
en territorio provincial. En carta a su hermano diría que una vez culminada la campaña contra los
unitarios del interior realizaría un parlamento con los principales caciques para establecer una base
sólida que sustentase el acuerdo. “Base que hoy no encuentro sino movediza y muy expuesta a
desplomar todo cuanto sobre ella quiera trabajarse”. Ese acuerdo debería resolver el destino de los
315 Rosas a Balcarce, 9 octubre 1831. AGN,X,23.9.5 316 AGN,X,23.9.5 317 Gervasio a Rosas, 11 de octubre 1831. AGN,X,24.5.2 318 González a Rosas, 4 de octubre de 1831. AGN,X,23.9.5 319 Rosas a Espinosa, 9 de octubre de 1831. AGN,X,24.3.2
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indios amigos insubordinados y de otros caciques como Catriel y Cachul que “están dispuestos a
seguir las órdenes del gobierno”320.
En las negociaciones que se realizaron con la llegada de los grupos transcordilleranos y
en la convocatoria y movilización de las divisiones auxiliares indígenas, los caciques Catriel,
Cachul y Venancio actuaron a manera de un “triunvirato consultor” para el gobernador. En efecto,
las dudas o inquietudes acerca de los cursos a seguir con determinados caciques eran planteadas en
parlamentos con estos jefes que, debido a sus conocimientos más precisos sobre la situación en el
territorio indígena, podían ofrecer un mejor asesoramiento.
La respuesta de los indios amigos ante la requisitoria del gobierno para que auxiliaran a
las tropas provinciales no fue tan entusiasta como esperaba el gobernador321. Desde Los Cerrillos,
el triunvirato de caciques se había comprometido a enviar a sus indios. Sin embargo,
“los indios y familias que han quedado al cuidado de los toldos son mas que los que han salido … Cachul … me mando avisar que los casiques Anquepan, Manuel Huanquen y Llanquelen no quieren ir a la expedicion contra los indios invasores de la frontera y que dichos casiques estaban situados en el Sapallar … De los indios nuevos de Don Benancio y que salieron juntos con el algunos destos se están volviendo …, malo sera que se esten volviendo unos y que otros se hayan empacado como dice o avisa Cachul…”322.
La respuesta de los tres caciques acerca del incumplimiento de sus disposiciones fue
diferente. Catriel y Cachul comenzaron a perfilarse como los principales interlocutores y de plena
confianza del gobernador a quien no solo responderían ante sus exigencias sino que le servirían de
informantes sobre las actitudes de otros jefes indígenas. La posición del cacique Venancio no sería
la misma reflejando asimismo una relación distante con respecto a los indios que tenía a su
cargo323.
Catriel y Cachul enviaron chasques a sus tolderías de Cerrillos llamando a todos los
indios que se habían quedado para que se reunieran con ellos permaneciendo solamente unos pocos
320 Rosas a Gervasio, 9 de noviembre de 1831. AGN,VII, 3.3.2, fs 268-271 321 Según Gervasio Rosas, solo 24 indios de Antuan (uno de los damnificados directamente en los ataques) lo acompañaron ya que el resto regresó a los toldos con el argumento de que no tenían caballos ni que comer (Gervasio a Rosas, 9 y 16 octubre 1831. AGN,X,24.5.2). 322 Juan Jose Diaz (capataz de la estancia Los Cerrillos) a González, 13 octubre 1831. AGN,X,24.5.2 323 Juan Jose Diaz informaba que al entregar vicios a los caciques para que repartieran a sus indios antes de ir a la frontera, Venancio no había distruibido las raciones sino que se las habia apropiado. Diaz a González, 13 octubre 1831. AGN,X,24.5.2
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al cuidado de las familias324. La reacción de Venancio no sería la misma. A inicios de noviembre
Gervasio Rosas informaba que el cacique se había retirado hacia la Blanca Vieja
“diciendo que allí estará pronto para cuando se le llame … sus indios ya abian empesado a desgranarse y yo creo que el por no sufrir el bochorno de quedarse solo se marcho con los ultimos a pesar de las reflexiones de Don Genaro y Catriel”325.
Luego de los malones de septiembre y octubre y viendo que no obtendría el auxilio
económico esperado, el hermano de Venancio decidió regresar a “su país”326. Para garantizar un
retorno pacífico y evitar que los indios a su regreso aprovecharan para aprovisionarse de ganado se
pidió al cacique Venancio que los detuviera mientras se organizaba la entrega de obsequios,
indicándoles que para hacer el viaje debía contar con una autorización del gobernador. Pero los
consejos del cacique no fueron muy tenidos en cuenta por sus huéspedes debido a que, según
Venancio, dichos indios no le pertenecían razón por la cual le resultaba muy difícil influenciar en
su decisión
“en repetidas ocasiones les ha recombenido a los casiques que de ningún modo deven retirarse sin expresa orden del Sor. Governador de quien debe venir el pasaporte para que puedan livremente regresar a sus Paises… Pero a pesar de todo esto, ellos insisten en salir y que en este caso el no los puede contener mediante a que no han sido llamados por el, ni menos los govierna”327.
A principios de diciembre y luego de haber sido obsequiados y racionados para su
viaje, cerca de 200 indios abandonaron la guardia del Monte rumbo a la cordillera. La partida fue
acompañada hasta Tandil por el teniente coronel Miguel Miranda donde quedaron a cargo de
Gervasio Rosas328. A pesar de que el regreso de los indios se hallaba controlado, Rosas no dejaría
pasar la oportunidad para enfrentar a Venancio y testear su amistad. Pocos días después de la
partida de la comitiva, le escribió al cacique
“... U es quien ha recibido y ospedado en sus toldos a estos indios chilenos y de cualquier daño que hagan el nombre de U hade padecer... U debe ir acompañando con su gente a estos indios que se retiran y mire Don Benancio que si asi no lo hace pierde U su credito”329.
Rosas era conciente del lugar en que colocaba a Venancio y así lo expresaría en carta a
González en respuesta a la critica de éste por la actitud dual que observaba en el cacique: “Dn
Benancio se encuentra en una posición apurada. Malo si queda mal con sus parientes y malo si
324 Genaro Chaves a González, 20 octubre de 1831. AGN,X,23.9.5 325 Gervasio Rosas a Rosas. 1 noviembre de 1831, AGN,X,24.5.2. Negrita nuestra. 326 González a Rosas, 7 de noviembre de 1831 y Gonzalez a Pedro Orona, 28 noviembre de 1831, ambas en AGN,X,23.9.5 327 Arteche a González, 11 noviembre de 1831. AGN,X,23.9.5. Negrita nuestra. 328 Gonzalez a Pedro Orona, 28 de noviembre de 1831. AGN,X,23.9.5 329 Rosas a Venancio, 10 diciembre de 1831. AGN,X,23.9.5.
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pierde mi amistad. De aquí su conducta y la necesidad de conocer que ella no debe considerarse
en rigoroso grado de extrañeza”330. Esta sería una actitud recurrente del gobernador: tensar al
máximo la relación con los caciques amigos exigiendo la mayor fidelidad a riesgo de perder la
posición que estaban gozando. De todos modos esto no pasaba de ser una estrategia discursiva ya
que aún cuando no obtuviera la respuesta esperada la relación amistosa se mantenía.
Como corolario de esta turbulenta etapa se definió una nueva relación con los indios
que pactaron con el gobierno en la cual un punto fundamental fue la instalación de esos grupos en
el espacio fronterizo, concretamente en tres puntos: Tandil, Tapalqué y Azul donde, según el plan
de Rosas, estarían bajo la mirada vigilante de los caciques Catriel, Cachul y Venancio331. El interés
principal del gobernador era que estos indios no estuvieran “ociosos” por lo cual era necesario que
ayudaran a defender la frontera.
¿Qué había pasado entretanto con el grupo liderado por Toriano? La posición del
cacique en esta coyuntura no era la mejor. Según la percepción de Gervasio Rosas luego de los
ataques a la frontera,
“Toriano tiene hoy una posición difícil, contrario de Cañuiquir y temeroso de los indios que fueron batidos el 1 y el 3 del corriente332 no tiene mas remedio que ampararse en nuestros campos… si el esta en esta necesidad como yo lo creo, devemos aprovecharnos de ella pidiéndole que controle a los indios ladrones que ha traído”333.
El 29 de octubre Del Valle informaba desde Tandil que Toriano se había presentado en
el fuerte, muy enfermo, junto a los caciques Chocori, Quiñigual y otros “con 100 indios
desarmados … El estado de miseria de estos indios es extremo, cuando salen a correr avestruces
se pelean por el botin”334. Para el militar, al igual que para Gervasio Rosas, eran las condiciones
propicias para pactar con ellos335.
330 Rosas a Gonzalez, 18 de noviembre de 1831. AGN,X,23.9.5 331 En carta a Cachul le avisaba que a todos los indios amigos los había intimado a que “se vaian para … Bahia Blanca o bien para dos vos estas [Tapalque], pues repito que solo asi estando reunidos bajo la obediencia y vista inmediata de los caciques mayores y lejos de la ocasión para robar y hacer daño podran ser buenos y entrar en orden. AGN,X,24.5.3ª.. 332 Los caciques de Llaima que habían sido convocados por él. 333 Gervario Rosas a Rosas, 27 octubre de 1831. AGN,VII 3.3.2, fs. 264. Una lectura similar había realizado González para quien la situacion del cacique era de debilidad “pues que todos los casiques se rien de el mirandolo como aun pobre viejo”. González a Rosas, 4 octubre de 1831. AGN,X,23.9.5 334 Los pedidos de auxilio económico del cacique hallaron un freno en la respuesta de Gervasio Rosas de que solo les daría yeguas porque tenía orden del gobernador de no dejarlos morir pero que el resto de los bienes debían comprarlos agregando que “si yo lo regalaba cuando no había ayudado en nada que diría Catrie, Cachul & que yo igualaba a los buenos servidores”. Gervasio a Rosas, 14 noviembre 1831. AGN,VII, 3.3.2, fs 281. 335 Del Valle a Gervasio Rosas, Tandil 29 de octubre 1831. AGN,X,24.5.2.
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Durante su estadía en Tandil, Gervasio sostuvo varios parlamentos con Toriano en uno
de los cuales se volvió a plantear la enemistad que tenían con los boroganos, al expresar Vicente
Quiñigual su intención de atacar a los ladrones que habían maloneado en la frontera y también a
Cañuiquir. La respuesta de Gervasio le dejó las manos libres para atacar a los primeros pero no al
segundo “pues Rosas se enojaría”. La enemistad entre Toriano y los boroganos y la misma relación
entre el primero y el gobierno no terminó de definirse aquí sino que, por el contrario, fue el inicio
de una serie de enfrentamientos que se prolongarían al año siguiente.
En efecto, a inicios del año 1832, el comandante de Bahía Blanca expresaba sus dudas
con respecto a la actitud de Toriano debido a los informes obtenidos por algunos cautivos
rescatados. Según éstos, Toriano había rearmado su alianza con los caciques Choqueta,
Namuncurá, Calfucurá, quienes bajo la apariencia de haber regresado a sus tierras, se habían
dirigido a la cordillera para reorganizarse. El plan de los coaligados era atacar la frontera y vengar
la derrota sufrida por los últimos en el ataque del año anterior por la zona de Tapalqué336.
Estos planes se tradujeron poco después en hechos concretos: en el mes de marzo los
campos existentes entre Bahía Blanca, Patagones y el resto de la provincia se hallaban en poder de
los enemigos cortando todo tipo de comunicación entre esos puntos. A fines de abril se produjo un
enfrentamiento en la zona de Tandil en el cual las fuerzas provinciales tomaron 242 prisioneros
indígenas de ambos sexos. A partir de entonces, y respondiendo a la exigencia que se había
plasmado a fines del año anterior, las fuerzas que actuaran en la represión de los malones serían
mixtas, criollo-indígenas e incluirían una característica básica de las estrategias guerreras
indígenas: la toma de mujeres y niños. Los indios amigos que conformaban estas fuerzas mixtas
buscarían quedarse con dichos prisioneros alegando, en algunos casos de manera fehaciente,
relaciones de parentesco con los mismos. La reacción de los damnificados sería diversa: algunos
caciques intentarían pactar con el gobierno para recuperar a sus familias o, en caso extremo,
asentarse junto a ellas en la frontera; otros, de acuerdo con las fuerzas disponibles, seguirían el
camino inverso atacando las tolderías en donde se encontraban sus familias para rescatarlas y,
colateralmente, responder con la misma moneda a sus captores337.
336 Declaración del cautivo Teodoro Gusman natural de la guardia de Salto que estuvo más de 10 años entre los indios, Luis Videla natural de la punta de San Luis, Domingo Llomí, natural de Salto y Micaela Bustamante de la misma guardia, AGN,X,24.5.2 337 Este proceso no era muy diferente al que regía la costumbre indígena donde los frecuentes ciclos de violencia intertribal no llevaban necesariamente a la destrucción total del adversario ya que las batallas eran seguidas por una activa diplomacia que pretendía resarcir los daños a través del intercambio mutuo de cautivos, la devolución de propiedades o el pago en especies para compensar las perdidas ocasionadas a sus contrarios. “Esas fases de
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Todos estos movimientos de población, forzados y/o voluntarios llevan a que, a medida
que avanzamos en el relato de los acontecimientos, la mezcla de grupos indígenas en la frontera se
haga cada vez más densa y muy difícil determinar el momento y las circunstancias por las cuales
un determinado grupo se instaló en el espacio fronterizo. Esta conformación de grupos étnicamente
mixtos provocaría además y como veremos más adelante, un conflicto de lealtades difíciles de
sostener. Si las prácticas mencionadas formaban parte de la cultura indígena, lo que cambia en este
contexto es la interferencia de las autoridades fronterizas agregando un elemento más de
complejidad a este escenario. Al gobernador no se le escapaba que la posesión de las familias de
los indios enemigos constituía un precioso anzuelo para captarlos338 y por ello intentaba ser
cuidadoso con el destino que se diera a los prisioneros. Concretamente, aquellos indios tomados en
el encuentro mencionado más arriba debían, por orden expresa del gobernador, ser mantenidos “en
depósito” hasta que decidiera que hacer con ellos. Sin embargo, el coronel Don Narciso del Valle, a
cargo de las fuerzas militares había distribuido varios de ellos entre vecinos de las guardias de
frontera, decisión que fue duramente criticada por el gobernador y revertida poco después339.
El ataque perpetrado por la coalición indígena decidió al gobierno a encarar una
expedición punitiva. El 1 de junio de 1832 una fuerza militar procedente del fuerte de Bahía Blanca
y dirigida por su comandante Martiniano Rodríguez, avanzó sobre las tolderías del cacique Toriano
asentado en la región de Mamil Mapu. Según el parte oficial enviado al gobierno de la provincia, la
expedición obtuvo una victoria absoluta sobre este grupo. Más importante aún, se logró la prisión
del cacique y de otras 70 personas. A fines de ese mes, se realizó un acuerdo entre el gobierno y el
cacique mayor borogano Cañuiquir, en lo que sería una de las pocas oportunidades en que Rosas
dejó por escrito un compromiso con los indios, por el cual se formó una fuerza militar conjunta
momentánea pacificación usualmente concluían en acuerdos que se traducían en alianzas contra otros grupos que aprovechando la debilidad de los combatientes se esforzaban por capturar los vestigios de un poder que nadie podía controlar; de ese modo, se reforzaban las redes militares que subyacían a la estructura social y se revigorizaba el ethos epico que conformaba gran parte de la ideología y el ritual. Contradictoriamente el tiempo de la paz servía de preparacion para la guerra que se avecinaba, a su vez esta no cesaba de alimentar el anhelo de paz” (Leon Solis, L. Los señores de las cordilleras y las pampas. Los pehuenches de Malalhue, 1770-1800. Mendoza, Universidad de Congreso/Municipalidad de Malargue, 2001) 338 Recordemos el importante papel diplomático que cumplió la india Luisa, esposa del cacique Cañuiquir en las negociaciones de paces. 339 Así se expresaba Rosas: “no puede persuadirse que V.S. traspasando los limites de us mas estricto deber haya dispuesto de lagunas personas de esas familias que ha debido conservar precisamente todas a las ordenes de S.E” Rosas a Del Valle, 4 junio de 1832. AGN,X,24.5.4. La resolución final del tema se logró recién en noviembre de ese año cuando Catriel y Cachul, comisionados por Rosas para tal fin, notificaban que habían terminado de “repartir todas las familias que se hallaban presas” aconsejandoles “que se porten bien pues de este modo serán felices y los seran todas sus familias. Catriel a Rosas, Tapalque 20 noviembre de 1832, AGN,X,24.1.3.
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para “terminar con los agresores”340. La campaña se extendió durante todo el mes de agosto de
1832 y derivó en la obtención de cantidad de familias prisioneras, muchas de ellas pertenecientes a
Quiñigual (que logró escapar reuniéndose con Chocorí) de las cuales, probablemente algunas
permanecieron en los toldos boroganos.
En septiembre de 1832, concluida la expedición contra los enemigos, los caciques
boroganos dirigieron una nota al comandante de Bahía Blanca en la que solicitaron la entrega del
cacique Toriano junto con 12 jefes indios también prisioneros. Este pedido originó la reunión de
una Junta de Guerra en Bahía Blanca en la que participaron todos los oficiales de la guarnición en
donde se accedió de manera unánime a conceder al pedido de los indios. Pero como la remisión de
los presos se demoraba, cinco días más tarde se presentaron en Bahía Blanca dos caciques
boroganos solicitando una definición sobre el asunto. Como consecuencia se realizó una nueva
Junta de Guerra para decidir la suerte de los prisioneros con la particularidad de que la misma
reunió “en Sociedad armoniosa” a las máximas autoridades militares del Fuerte y a los caciques
boroganos. Nuevamente, como en la oportunidad anterior, el voto unánime de los integrantes
estuvo por la entrega del cacique prisionero. Como resultado del dictamen se entregaron los doce
prisioneros indígenas a dos integrantes de la Junta: el Teniente Coronel Manuel Delgado y el
cacique borogano Guicham. La comitiva se dirigió a las afueras de la guarnición y allí, ante la
presencia del Secretario de la Junta, Capitán del Ejército Fabián González, fueron ejecutados los
indígenas rebeldes.
Esta decisión autónoma de la oficialidad de Bahía Blanca no dejó de ser señalada por
Rosas. Un mes luego de estos hechos una carta misiva el gobernador dejaba en claro su posición
con respecto al modo en que debía actuarse en cuestión de indios
“debo prevenirle para que le sirva de regla en lo subsesibo que estando el citado casique preso y bien seguro a disposicion del Governador de la provincia todo lo que debio U. contestar a la solicitud de los casiques amigos debio haber sido reducido a decirles que no podia resolver sin orden del indicado Señor Governador”.
No obstante surgía como elemento decisivo para transgredir esta premisa las
condiciones particulares del fuerte de Bahía Blanca, hasta hacía poco aislado y sin comunicaciones
con el resto del territorio precisamente por la presencia de estos indios enemigos a quienes los
340 Los términos del acuerdo señalaban que “perseguirán de muerte a todos los indios enemigos que haya en puntos donde puedan ser atacados y muy principalmente los que tanto por estar cituados y muy principalmente por la Ventana como de esa guardia para adentro tienen interrumpida la correspondencia y atajado los caminos… de modo de haciendo desaparecer del todo a los enemigos se transcite con toda seguridad hasta esa Guardia”. AGN,X,24.5.4
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boroganos habían ayudado a combatir. Por ello, la comunicación de Rosas concluía que “Vien me
hago cargo de los motivos que han obligado a VS a condecender con los casiques en la entrega
creiendo acertar y por esta razon es que repito que apruevo todo cuanto VS ha hecho y dispuesto
en este asunto”341.
En octubre, una nueva campaña, procedente de Independencia se dirigió hacia Bahía
Blanca para confirmar la apertura del contacto entre los puntos australes. El coronel Del Valle, a
cargo de la misma, confirmaba no haber encontrado en su transito rastros de indios enemigos ni
aun asentamientos de amigos. Según sus informes los primeros se habían retirado hacia el Colorado
existiendo solamente unos 30 indios en dicho paraje342. En octubre de 1832 el gobernador se
jactaba de que los caciques Quiñigual, Chocorí, Cumio y Cayupan “son los únicos enemigos que
hay”343.
3. Una “pax rosista” no tan pacífica. De la expedición al sur al arribo de Calfucurá.
La expedición militar al sur que se desarrolló entre marzo de 1833 y enero de 1834 fue
convocada y organizada de manera conjunta por las provincias de Buenos Aires, Córdoba y San
Juan344. La misma tenía el objetivo de consolidar el espacio que se había incluido al territorio
provincial luego de las fundaciones de 1828 y, en palabras de Rosas “decidir que indios son amigos
y cuáles no”. La expedición contó con tres divisiones, la de la derecha a cargo del brigadier José
Félix Aldao, salió de Mendoza hacia el sur buscando la confluencia de los ríos Limay y Neuquen;
la del centro bajo las ordenes del general Ruiz Huidobro partió de la provincia de San Luis y
recorrería el espacio de norte a sur hasta encontrar a la división izquierda en el Río Colorado. Estas
dos divisiones debían incursionar sobre los indios ranqueles, con quienes nunca se había podido
establecer la paz. La división sur, dirigida por el mismo Rosas, se concentró en la guardia de San
Miguel del Monte y se dirigió principalmente hacia los caciques que habían protagonizado la
alianza de Toriano: Chocorí, Cumio y Quiñigual345. Rosas sentía un especial encono hacia
341 AGN,X,24.6.4ª 342 Ibidem 343 AGN,X,24.7.1 344 Para no agobiar al lector con la descripción de esta campaña remitimos a los trabajos que se han realizado sobre la misma, entre ellos Politica seguida con el aborigen … 345 La correspondencia de Rosas con distintas autoridades militares y civiles de la expedición y de la provincia es extensísima y evidencia la meticulosidad y detalle que habitualmente se señala como caracterísitca de su estilo de gobierno. Las instrucciones del comandante de la divisón expedicionaria cubrían una amplia gama de situaciones referidas al curso de la guerra en donde no estaba de más señalar, por ejemplo, qué debía hacerse con los prisioneros indígenas. En una carta verdaderamente aterradora, Rosas le indicaba al coronel Pedro Ramos la forma de proceder con los prisioneros indígenas tomados en las incursiones: “cuando tome prisioneros indios, una vez que les haya
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Quiñigual a quien consideraba el autor de una verdadera traición. Recordemos que el cacique había
sido amparado luego del ataque sufrido a fines del año 1830, en manos de los boroganos y se había
instalado con sus familias en la zona de Independencia346.
Del éxito de la campaña al sur dependía, para el gobernador, la consolidación del
sistema de relaciones pacíficas que ya se había iniciado sobre la base de una trilogía de caciques
amigos asentados por la zona de Tandil, que cuidarían la frontera sur; más al sur, la amistad con
caciques tehuelches cercanos a Patagones incentivaría el activo comercio que siempre los había
unido al fuerte; los boroganos, asentados en Salinas Grandes “contribuirian a la defensa, ayuda y
fomento del Fuerte Argentino cuyo pueblo deberian ayudar a cuidar para que allí fuesen felices
ellos y sus hijos con el comercio”, a la vez que actuarían a modo de barrera de contención ante
posibles ataques de grupos trascordilleranos. Para que el modelo funcionara a la perfección, solo
faltaba organizar algunas piezas sueltas: los ranqueles y los indios que constantemente arribaban
del otro lado de la cordillera. En efecto, en la estructura soñada por Rosas
“... lo de los ranqueles no mas es lo único que falta... pues arreglado... se juntarian en el Tandil todos los caciques principales y allí asistirán Catrie, Cachul y Dn Benancio. Yo asistiria a la junta y acordariamos lo unico que hay que hacer con los Indios de las cordilleras que haran lo que se les diga por que estan deseando la paz. Esto seria muy facil de arreglarlo y hecha la paz general de toda la tierra hasta Chile claro esta que yo y todos mis ejercitos nos retirariamos dejando la tierra llena de la paz347.
El objetivo final de Rosas era que, logradas estas paces,
“Todas estas naciones... harian sus casas, principalmente los caciques, sembrarian y serian dichosos en sus tierras y pueblos… [de manera similar a] Yanquelen [que] quedaria por la Federacion como esta pues ese indios siembra y ya esta haciendo una buena casa”348.
Este esquema contemplaba la idea de incorporar al indígena a la sociedad criolla
mediante su participación en la economía provincial (a través del comercio349 y de la práctica
tomado declaracion puede, al dejar el punto, mantener una pequeña guardia para que cuando no haya nadie en el campo los fusile. Digo esto así porque despues de prisioneros y rendidos da lastima matar hombres y los indios que van con Ud que lo vean aunque quizas les gustaria esto porque asi son sus costumbres pero no es lo mejor... Si los indios preguntan por ellos debe decirseles que intentaron escapar y fueron ultimados. Por esto mismo no conviene que al avanzar una toldería traigan muchos prisioneros vivos con dos o cuatro hay bastantes y si mas se agarran esos alli en caliente nomas se matan a la vista de todo el que este presente pues que entonces en caliente nada hay de extraño y es lo que corresponde. Cuando asi hablo es de indios grandes y no muchachos chicos que no es facil escapen y que estos y las familias son las que deben hacerse prisioneras” 2 septiembre de 1833 (27.5.7). 346 Así se expresaba Rosas con el cacique Catriel sobre Quiñigual: “... asi me paga el que yo haya echo con el las veces de un verdadero padre: Que se acuerde lo que hice cuando vino pidiendo despues que lo corrieron los Boroganos: que se acuerde lo que hice cuando lo atacaron en esta ciudad las biruelas, per que repito que me las han de pagar y que nada absolutamente quiero con ellos y que por lo tanto para ahora y para siempre hasta la muerte me cuenten por enemigo de todos ellos AGN,X,24.5.3 347 AGN,X,27.5.7 348 Ibidem.
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agrícola) pero no de manera forzada sino apoyada en la misma dinámica de la relación. La cercanía
y/o la convivencia con población criolla tenderían, según Rosas, a fomentar en los indios amigos
prácticas económicas que finalmente llevarían a su integración a la sociedad provincial.
Mientras la expedición se desarrollaba en el sur de la provincia, el clima político en la
ciudad de Buenos Aires se veía cruzado por un fuerte conflicto entre dos sectores del federalismo,
los llamados doctrinarios que apoyaban el gobierno de Balcarce y los restauradores, apoyos de
Rosas. En esta disputa no fueron ajenos los indios amigos y aliados que, por distintas vías
intentaron ser captados por los balcarcistas. Por lo menos eso puede deducirse de los siguientes
hechos. En enero de 1834, cuando Balcarce ya había sido relevado del gobierno, se realizó un
sumario contra el porta estandarte Rodríguez perteneciente al escuadron de línea del Regimiento 2
de campaña sospechado de "desparramar noticias funestas y perjudiciales de que ha resultado que
las tribus boroganas y ranqueles se hayan alarmado al punto de haberse malogrado todos los
trabajos del infrascripto para la entrega total de los cautivos cristianos y pacificación general". El
acusado fue sentenciado a muerte350. Años después de estos hechos, el comandante de Tapalqué,
Bernardo Echeverría, al realizar una reseña del fuerte vínculo que unía a los indios del cantón con
Rosas refería que aprovechando la partida de grupos indígenas que acompañaron a la expedición al
sur, “dos indios de entre … [los que habían permanecido en Tapalqué] alusinados con falsas
promesas, los invitaron a unirse al gobierno del general Balcarce [pero los indios amigos] no solo
no aceptaron el convite sino que … se pusieron sobre las armas … como más de dos mil y solo se
contentaron con mandar chasques al Rio Colorado para que por conducto de sus caciques mayores
llegase este acontecimiento al conocimiento de nuestro ilustre Restaurador de las Leyes”351.
Era evidente que la presencia de estos nutridos contingentes de indígenas en territorio
provincial, o cercanos a la zona fronteriza significaba para cualquier facción una interesante fuerza
auxiliar militar deseable de ser captada para cualquier enfrentamiento político. Sería también
evidente con éstos y otros acontecimientos que tanto la relación privilegiada que tenían con Rosas
como el estrecho control ejercido por las autoridades militares sobre estos grupos, desbarataba
cualquier posibilidad real de romper este vínculo.
349 Planteo que tiene un lejano eco de la política borbónica de fines del período colonial basada en relaciones pacíficas con una fuerte apoyatura en el comercio. 350 “Interrogatorio al porta Rodriguez del escuadron de linea del regimiento 2”, en AGN,X,24.9.1 351 Echeverría a la Sala de Representantes, 20 de febrero de 1840. AGN,X,25.9.1
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En general, se tiende a señalar que la campaña al sur resultó exitosa al lograr una
"relativa paz" en la frontera bonaerense. Si bien no puede dejar de señalarse que el período rosista
fue, en términos generales, más estable en lo relativo a las relaciones interétnicas que lo que
sucedió en las etapas anterior y posterior, un análisis más pormenorizado de los acontecimientos
permite matizar aún más esta noción de "paz relativa". Luego de finalizada la expedición al sur, los
recelos del gobernador con respecto a la actitud de los boroganos, llevaron a una serie de
acontecimientos bélicos y una situación de fuerte inestabilidad en la frontera sur de la provincia
que se extendió hasta fines de la década de 1830 cuando el cacique “chileno” de la región de
Llaima, Calfucurá, se instaló definitivamente en las pampas, más precisamente en la zona de
Salinas Grandes.
En efecto, la participación de los boroganos en la expedición al sur no cubrió las
expectativas de Rosas. La tarea que les había encomendado era auxiliar a una de las divisiones
expedicionarias que debía operar sobre los indios ranqueles. Esta exigencia tenía el objetivo de
cortar la relación que existía entre ambas agrupaciones ya que Rosas recelaba del estrecho contacto
que mantenían. Los caciques boroganos tuvieron una actitud sumamente dual en sus relaciones con
el gobierno a este respecto lo que motivó una reacción de marcada desconfianza por parte de
Rosas. Temerosos de que la misma se tradujera en un ataque efectivo sobre su campamento al
culminar la expedición militar, los jefes boroganos buscaron captar a jefes cordilleranos
seduciéndolos con la posibilidad de obtener ganado en la frontera bonaerense. El convite dio
resultado pero mientras dichos caciques se aprontaban y avanzaban hacia Salinas Grandes, los
boroganos reconstituyeron su relación con el gobierno. A la llegada de Calfucurá (uno de los
caciques transcordilleranos convocados) a Salinas se encontró con una situación totalmente
diferente a la prometida ya que los boroganos intentaron disuadirlo de atacar la frontera. El fin de
este episodio fue lo que se ha conocido con el nombre de “masacre de Masallé”, en septiembre de
1834 en la cual los caciques boroganos Rondeau y Melin fueron asesinados por los jefes
cordilleranos352.
Esta agresión en la zona de Salinas hizo prever posibles derivaciones en ataques sobre
los establecimientos fronterizos. Para poder enfrentarlas se reorganizaron las fuerzas militares en la
campaña. En estas operaciones de movilización quedarían muy claramente reflejadas las esferas de
influencia del gobierno bonaerense por un lado y de Rosas por el otro. Desde el ministerio de
352 Este episodio, extremadamente complejo, será objeto de un analisis en profundidad en el capitulo 2 de la Tercera Parte.
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Guerra se ordenaba la reunión y envío de diferentes divisiones regulares y milicianas a la
frontera353. Paralelamente, por carriles confidenciales, el comandante de Bahía Blanca, Martiniano
Rodríguez, notificaba a Rosas que había ordenado a Catriel que mandase sus chasques a Tapalqué
y a Cachul que se pusiera al frente de los indios pampas para "correr el campo y estar sobre las
armas para lo que fuese necesario recogiendo también los dispersos de los borogas que vengan
buscando … nuestra protección…"354. Pocos días después de esa carta, Rosas le escribía a su
hermano Prudencio que
"Con los soldados que has mandado al Azul y los indios pampas fieles en numero muy crecido que hay en Tapalqué sobra fuerza para escarmentar qualquiera invacion que intentasen los chilenos si su rudeza llegase a tal extremo pues ademas quedarían a retaguardia de las fuerzas de Bahia que unidas a los indios de don Venancio y borogas que ya se estaran rehaciendo…"355.
Podríamos plantear que, mientras el gobierno se ocupaba de movilizar las fuerzas
criollas, Rosas tenía exclusivamente en sus manos la reunión de divisiones indígenas, marcando
una tendencia que ya se había iniciado a fines de la década anterior y cada vez se profundizaría
más: la centralización de la relación interétnica en su persona356.
El ataque de Masallé provocó un proceso de desmembramiento de la agrupación
borogana repitiéndose el itinerario de aliado a amigo que experimentaron algunos grupos
abandonando su asentamiento en las pampas y buscando una ubicación en la frontera que los
protegiera de posibles nuevos ataques. Este derrotero fue seguido por un sector encabezado por los
caciques Caneullan y Guayquil que se situó en las cercanías del fuerte 25 de Mayo. Teniendo en
cuenta las circunstancias en que los distintos grupos ingresaron al negocio pacífico (debilidad
económica, aislamiento con respecto a otras parcialidades, conflictos intertribales) es evidente que
el sistema implementado por el gobierno captaba a tribus agotadas en sus recursos y perseguidas
por sus enemigos a las que obviamente les seducía la posibilidad de obtener protección y ayuda
económica. Para mencionar un ejemplo, el cacique Caneullan poco después de asentarse en el
fuerte Mayo había enviado una carta al gobernador en donde reflejaba su sentir ante el hospedaje
recibido en el mismo:
"… Mi general estoy tan sobremanera satisfecho con hallarme yo y mi familia viviendo entre los cristianos que creo que si sien años mas viviera serian los mismos que no los pasaria en otra parte sino entre los cristianos de quienes estoy reciviendo todos los dias favores
353 AGN,X,24.8.6 354. Ibidem. 355 Ibidem. 356 Por otro lado, toda la correspondencia que detallaba las campañas militares que realizaron las fuerzas criollo-indígenas fue dirigida exclusivamente a Rosas no existiendo documentacion similar cursada a autoridades provinciales.
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sobre favores. No me olvidare confesar abiertamente que el gefe que se haya hoy en la fortaleza no solo me socorre diariamente con lo que necesito sino que también ha hecho que su tropa respete nuestros alojamientos y mire como sagrado cuanto pertenece a nosotros…"357
Mientras estos grupos buscaron protección en la frontera, el cacique borogano
Cañuiquir permaneció asentado en Salinas Grandes manteniendo una relación muy estrecha con los
ranqueles, lo que provocaría constantes recelos por parte de Rosas y otras autoridades de frontera
que tenían un contacto más directo con la situación. En el desarrollo de lo que podríamos llamar el
declive final de los boroganos como grupo de poder en las pampas, cobrarían especial significación
los vínculos personales sobre los que se organizaba básicamente la relación interétnica y volvería a
plantearse la capacidad de actuación autónoma que tenían algunas autoridades fronterizas ubicadas
en puntos alejados de la campaña, como Bahía Blanca. El centro de atención de los hechos que
relataremos se ubicó precisamente en la región sur de la provincia, en el área que abarcaba desde el
fuerte de Bahía Blanca hasta Salinas Grandes. En los mismos, las acciones desarrolladas por
Francisco Sosa, comandante del regimiento de blandengues de la guarnición provocaron una
reacción en cadena de sublevaciones y ataques indígenas que recién pudo aquietarse a fines de la
década de 1830.
Las relaciones personales que Sosa había establecido con algunos jefes boroganos y el
encono personal que sentía el militar hacia el cacique Cañuiquir a quien recurrentemente culpaba
de acciones hostiles lo llevaron a plantear en varias ocasiones la necesidad de realizar un ataque
final sobre el jefe borogano. Esta insistencia de Sosa hacía temer a Rosas que éste decidiera actuar
de manera independiente en este tema, razón por la cual, el gobernador intentaría apaciguarlo
argumentando que, a pesar de algunos actos de traición, los boroganos habían actuado en general
con la fidelidad necesaria como para sostener la relación pacífica.
En un extenso relato Rosas reseñaba a Sosa una serie de acciones fieles de estos
caciques "… cuando fueron atacados por Quiñigual y demás pampas a pesar de haberlos
barrido triunfando de ellos completamente, al llegar a la Bahía hicieron alto sin pasar la línea cumpliendo lo que me habían prometido y me pasaron el parte358 … No declaraban la guerra a los ranqueles es verdad, pero es preciso tener presente que en sus cálculos debía entrar una convinacion prudente y natural que debían vuscar en su favor desde que tenian enemigos hacia esta parte también hacia el sur, que don Venancio, Catriel y Cachul tampoco eran sus amigos y que mi amistad era modesta. Todo esto naturalmente los detenia a no romper con los unicos verdaderamente aliados que tenian a la inmediación… Llego la epoca de la expedicion. Desde
357 AGN,X,25.1.4. 358 Se refiere a los acontecimientos de septiembre de 1830.
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entonces si me dieron sobrados motivos para haberlos atacado. Mas yo miraba las cosas en un circulo grande y tendia la vista muy lejos hasta donde me lo aconsejaba la desgraciada situacion del pais a virtud de sus desgracias domesticas y de la exausticidad del tesoro publico … De todo esto resulto la inquietud de ellos, el perdon a los enemigos indigenas que se le presentavan, el llamamiento que hicieron a los que vinieron de la cordillera y sus demas preparativos y maquinaciones secretas con el objeto de resistir al ejercito de mi mando que creian los atacaria a su regreso … [a pesar de eso Rosas considera que los boroganos buscaban la paz con el gobierno] y la prueba es que teniendo tan cerca en Tapalque las familias de los pampas en numero de mas de tres mil personas no se las llevaron ni tampoco robaron en las estancias cuya linea estava enteramente desamparada por el gobierno … solo el temor les obligaba a una conducta desconfiada" 359
Entre los caciques que habían buscado el amparo del gobierno luego de Masallé se
encontraba el jefe Meligur que mediante acuerdos particulares con Sosa, se había establecido con
cerca de 300 indios por la sierra de Ventana. Esta negociación personal del militar provocó un
fuerte desagrado en Rosas quien vería en esta acción un doble peligro: la concentración de fuerzas
indígenas tan numerosas en las cercanías de Bahía Blanca (que superaban ampliamente el
destacamento militar del fuerte) y la desprotección en que quedaba la región de Salinas Grandes,
punto estratégico en donde era vital contar con fuerzas aliadas. El gobernador se encargó de
reprender duramente a Sosa por este acto360:
"Lo que has hecho en ese delicado asunto resolviendolo vos mismo del modo que lo has dispuesto es malo, muy malo, malísimo y de una trasendencia que puede traer consecuencias muy desagradables y efectos tan perjudiciales como de difícil reparación… Me manifiestas decir Meligur que se iva a incorporar a don Venancio por que teme ser envuelto en un ataque que hagan a Cañuiquir los mismos ranqueles a quienes esta apadrinando. Que asi lo ha verificado a virtud de tus consejos apartándose con 300 lanzas y correspondientes familias. Y si por esta desmembración de fuerza reciben un golpe los que quedan incluso con la tropa que yo mande a Cañuiquir a quien se le culpa y quales seran los resultados que sobrevengan… ¿y si al ejemplo de lo hecho por Meligur y a virtud de los mismos temores y con vista de la proteccion que le ha dado por vos se van otros muchos dejando en esqueleto la fuerza de Cañuiquir y la tropa indicada que alli tengo? … "361.
En resumen, la decisión de Sosa de amparar a otro numeroso grupo en las cercanías del
fuerte de Bahía Blanca dejaría muy expuesto al cacique Cañuiquir en la región de Salinas y, por
carácter transitivo, quedaría indefensa la extensa distancia existente entre dicho fuerte y
Federación. E insistía en que a pesar de las desconfianzas de los boroganos lo cierto es que
cumplían con el objetivo de servir como barrera de contención de malones. El otro riesgo de esta
359 AGN,X,24.8.6. Negrita nuestra. 360 Recordemos que aun en ocasión del fusilamiento de Toriano, cuando las circunstancias puntuales habían ameritado una resolución rápida sin poder esperar la confirmación desde el gobierno, Rosas había dejado sentado que él tenía la ultima palabra sobre estos temas. En este caso, el desplazamiento y la ubicación cercana a la frontera de un grupo tan numeroso de indios no podía dejar de ser consultado con él. 361 AGN,X,24.8.6
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migración era que la unión de fuerzas entre boroganos y Venancio llegaría a equiparar las fuerzas
militares de la guarnición.
Pero esta reprimenda no hizo mella en Sosa quien no solo mantuvo el campamento de
Meligur cercano a Bahía Blanca sino que profundizó el curso de acción que evidentemente ya
había tomado y que derivaron en el envío de dos ataques, en marzo y abril de 1836, contra el
cacique Cañuiquir. El parte de la última campaña expresaba que la fuerza atacante constaba de 200
indios de Venancio, 270 de los caciques Meligur y otros boroganos y el regimiento de blandengues
de Bahía Blanca. Como resultado del encuentro se tomaron "600 personas de sus familias
salvages, majadas de ganado lanar en numero de mas de ocho mil, como quinientas cabezas
vacuno, algunos caballos y el todo de su menage y servicio de sus hogares que como legitimo botín
obra en manos de nuestros soldados". En el mismo encontró su final el cacique Cañuiquir cuya
cabeza fue colocada sobre un palo en la cima de una pequeña colina del paraje Lanquiyu362.
La premonición de Rosas sobre las consecuencias muy desagradables y efectos tan
perjudiciales como de difícil reparación de las acciones inconsultas de Sosa no tardarían en
evidenciarse. Cuatro meses después de las expediciones contra Cañuiquir, los indios amigos de
Tapalqué informaron al comandante del cantón que en el fuerte de Bahía Blanca se estaba
preparando una sublevación de los indios amigos que incluía a los mismos indios de Venancio,
quien, sin embargo, ignoraba esos movimientos. Según estos informes, los caciques “chilenos”
Reilef y Tracaman que vivían en Tapalqué, estaban en combinación con los complotados y recibían
diariamente chasques de Alón (otro cacique borogano que había buscado refugio en la frontera
luego de Masallé) que se hallaba a una distancia intermedia entre Tapalqué y Bahía Blanca. Estos
informes no fueron tenidos en cuenta por Rosas para quien se trataba de rumores infundados
producto de la enemistad existente entre chilenos y pampas.
Pero ¿quiénes eran esos caciques “chilenos” de Tapalqué? No hemos podido hallar
información de Tracamán pero sabemos que Reilef había arribado en 1831 junto al hermano de
Venancio y en julio de 1833 se asentó en el cantón, con permiso del gobierno. Poco después el
comandante Echeverría diría de él que “es hombre de mucho juicio y muy laborioso, tiene una
chacra bastante grande de maíz, porotos, zapallos, papas y otra porción de cosas y sus indios casi
todos trabajan y ningún vecino del Azul se queja de él”363. En unas fiestas federales realizadas en el
362 AGN,X,25.3.2 363 AGN,X,43.1.2
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año 1835 este cacique junto con Catriel, Cachul y Tracaman ocuparon un lugar de importancia
junto a vecinos del fuerte de Azul. En momentos previos a estos acontecimientos, un censo de las
tolderías en Tapalqué computaba que tenía 140 hombres a cargo.
En todos estos rumores y noticias, Quiñigual jugó un papel de importancia. Es muy
probable que se tratara del cacique Vicente Quiñigual, hijo de Toriano que, luego de la expedición
de 1833-34, habría optado por abandonar la coalición y buscar nuevamente refugio en la
frontera364. Según el informe de Echeverría, Quiñigual había recibido noticias sobre la sublevación
que iba a producirse de parte del mismo Reylef. Nuevamente, la lectura de Rosas era de total
descreimiento sobre estos rumores y volvía a centrar su explicación, esta vez, en enemistades
personales. Para el gobernador, Quiñigual y Reylef no eran amigos por lo que probablemente en
esos informes “puede haber alguna figura de tramoya de Quiñigual con el objeto de que alarmado
U. con tal noticia el resultado sea que Reylef y Tracaman sean atacados...”365. Por lo cual, Rosas
ordenaba a Echeverría “actuar con pulso y tino sobre el particular y no proceder asi nomas contra
los referidos caciques [Reylef y Tracaman]”366.
Lo cierto es que en el cantón se vivía una situación de gran intranquilidad motivo por el
cual Echeverría incrementó la seguridad del fuerte y tomó algunas medidas de precaución entre las
que se contaba de manera prioritaria el control de los movimientos entre las tolderías de Tapalqué y
las situadas fuera del territorio provincial que pertenecían al cacique Alón, uno de los posibles
implicados en la sublevación. Estas prevenciones no fueron en vano ya que finalmente el día 24 de
agosto de 1836 se produjo en el fuerte de Bahía Blanca la temida sublevación de los indios amigos
asentados en sus alrededores. Entre los cabecillas del ataque se hallaban los caciques boroganos
Meligur y Alón y el caciquillo de Venancio, Pedro Guayquil. El malón que convocó unos 800
indios cayo sobre los establecimientos ubicados sobre el arroyo Naposta, cautivando pobladores,
arreando ganado y llevando consigo como prisionero al cacique Venancio367.
¿Cuál habría sido el motivo de la sublevación de estos indios que explícitamente y
hacía poco tiempo, habían buscado el amparo de las fuerzas de frontera? La explicación debe
364 Meinrado Hux, Caciques huilliches y salineros, p. 44. Buenos Aires, Marymar, 1991. 365 AGN,X,25.2.5. Esta presunción de Rosas tenía cierto fundamento. Tengamos en cuenta que, si bien existió una coalición original en 1830 por la cual, el hermano de Venancio (en cuya comitiva se hallaba Reylef) y Toriano (padre de Quiñigual) se dirigieron a la frontera bonaerense, el curso posterior separó a estos grupos: Reylef se instaló en Tapalqué y Quiñigual junto a Toriano pasaron al enfrentamiento con el gobierno. 366 Ibidem. 367 El relato que sigue a continuación se ha realizado con la documentación archivada en AGN,X,25.2.5
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buscarse en las campañas contra el cacique borogano Cañuiquir a las que hicimos mención. El
desencadenante habría estado en el tratamiento y destino de las familias de los boroganos que
fueron apresadas en las incursiones, las que incluían parientes de caciques que se habían asentado
en la frontera luego de Masallé368. De manera más dramática que en el episodio señalado más
arriba, la interferencia de las autoridades provinciales en las prácticas indígenas de captura y
redención de los prisioneros de guerra, provocaría consecuencias insospechadas. En efecto, en esos
ataques habían sido apresadas familias de boroganos ahora amigos que, en vez de obtener el
regreso de sus parientes, vieron que se mantenían en cautiverio o eran entregados a pobladores del
fuerte. Los reclamos que realizara el cacique Alón por este tema, nos permiten seguir estos
acontecimientos.
El cacique borogano había enviado chasques a Buenos Aires para solicitar a Rosas que
sus familias, tomadas en el ataque final a Cañuiquir y repartidas entre pobladores e indios amigos
del fuerte de Bahía Blanca, le fuesen devueltas. Pese a la importancia del asunto que debían tratar,
los chasques estuvieron tres meses en la ciudad sin poder entrevistarse con el gobernador. Si Rosas
no pudo prever las derivaciones que tendría esta dilación, el cacique Alón pudo haberla
interpretado como una estrategia conciente para no acceder al pedido y hacer uso de los prisioneros
indios. Es factible suponer que a Meligur le habría sucedido algo similar lo que derivó en la unión
de estos caciques para poner fin a lo que consideraban un abuso. A esta estrategia se habrían unido
algunos indios de Venancio igualmente descontentos con el rumbo que tomaba la relación del
cacique con el gobierno. Precisamente lo que se produjo en este acontecimiento fue la ruptura de la
agrupación encabezando la rebelión el capitanejo Guayquil que aprovechó la ausencia de los
caciquillos Collinao y Juan, los más leales a Venancio que se hallaban en Buenos Aires, para
levantarse contra la guarnición.
Tanto el comandante de Bahía Blanca, como el mismo Rosas se vieron sorprendidos
por el ataque. Rodríguez expresaba que "en la tribu de Venancio tenia mucha confianza por las
repetidas pruebas de fidelidad que tantas veces nos habian dado mucho mas cuanto estaba
penetrado de los buenos sentimientos de Venancio, [y de los capitanejos] Collinao y Juan" aunque
reconocía su recelo hacia un capitanejo del grupo, Pedro Guayquil "por berlo siempre sobervio y
poco dado con los cristianos". Tampoco Rosas pudo prever la magnitud de la reacción indígena y
su confianza en Venancio era tal que no alcanzaba a imaginar la posibilidad de un conflicto al
interior de la agrupación que representaba. Para Rosas la relación del cacique con sus indios era
368 Comunicación personal con Juan Francisco Jimenez.
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buena y éstos además, estaban "muy ligados y unidos a las tropas que guarecen Bahía Blanca a
cuyo lado han peleado y comprometidose contra los borogas y ranqueles en diversos encuentros y
ocasiones". Aún luego del ataque a Bahía Blanca, Rosas seguía preguntándose "en qué habrán
fundado los sublevados la conveniencia para ellos de lo que han hecho ni a virtud de que cuento o
creencia falsa habrán procedido. Y tanto mas lo ha extrañado S.E. cuanto que es raro que estando
en esta Collinao y tantos otros capitanejos e indios de Venancio hayan procedido a la sublevación
sin esperar el regreso de estos y de otros indios del mismo Venancio" sin alcanzar a comprender
que precisamente la ausencia de estos fieles amigos del gobierno había decidido al grupo rebelde a
sublevarse369.
Pocos días después de estos hechos, el 30 de agosto, Quiñigual había apresado a un
indio enemigo que había confesado la inminente sublevación de los caciques chilenos de Tapalqué,
Reilef, Tracaman y los oficiales Culliu, Manquen y otros. Las partidas de bomberos pampas370
informaban asimismo que los chilenos “se presentaban armados y se retiraban como desafiando a
los pampas”. Para adelantarse a la posible sublevación, Echeverría decidió atacar, en la noche del 1
de septiembre, las tolderías chilenas. En el encuentro se tomó una gran cantidad de prisioneros en
tanto los principales caciques, entre ellos Reylef, huyeron hacia territorio indígena. Este avance
sobre las tolderías tapalquinas hacía prever futuras represalias indígenas que se concretaron en el
ataque sufrido por el cantón un mes más tarde. La fuerza atacante era de unas 300 lanzas boroganas
y ranqueles y el ataque se centró principalmente sobre las tolderías de los indios amigos apresando
a las familias de Catriel, Anuepan, Nicasio, Quiñigual y arreando unas 5.000 cabezas de ganado. El
encuentro duró unas tres horas y finalmente los atacantes se retiraron pudiendo recuperarse gran
parte de los prisioneros y del ganado371.
El ataque centrado en las tolderías pampas, adquirió más el carácter de una “vendetta”
que de un malón de aprovisionamiento de ganado (lo que no obstante fue un objetivo colateral). En
efecto, estos acontecimientos mostrarían claramente una divisoria entre los indios pampas, como el
grupo mas fiel y vinculado al gobierno, y otros que coyunturalmente se habían acercado a la
369 AGN,X,25.2.5 370 Individuos que se encargaban de recorrer el territorio más avanzado con el fin de que informaran sobre los movimientos que se detectaran. 371 AGN,X,25.2.5. A partir de este momento la fuente principal para conocer lo que sucedía en el area panaraucana son los testimonios y declaraciones de los cautivos e indios tomados prisioneros que logran escapar de la coalición enemiga y regresan a la frontera. Esta fuente presenta el riesgo de que estos “escapados” pueden haber sido en realidad, personas enviadas por los enemigos con el propósito de esparcir noticias falsas. Alertados sobre este inconveniente, los datos que hemos reconstruido para este turbulento período, partieron de la confrontación de dos o mas testimonios.
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frontera (boroganos y aún ranqueles). El enfrentamiento con los pampas siguió en las propias filas
de la fuerza coaligada que atacó el cantón ya que, según el informe de un indio prisionero que pudo
regresar a la frontera, al regreso del avance del 1 de octubre, se habían matado a "todos los indios
que tenían una relación inmediata con los pampas". Otros cautivos indios informaron que la
coalición borogana-ranquel que estaba bajo la dirección del cacique Alón, esperaba la unión de
fuerzas chilenas que ya había cruzado la cordillera y se hallaba a un día de camino de Salinas.
Reunidas las fuerzas se esperaba atacar nuevamente por la zona de Tapalqué372. Se repetía una
situación que, a partir de ahora, se convertiría en una estrategia recurrente para incrementar las
fuerzas que actuarían sobre la frontera: la formación de coaliciones entre grupos locales y
extracordilleranos que se reunirían, en ocasiones de forma meramente coyuntural, para la
realización de ataques planeados cuidadosamente y en otras darían origen a agrupaciones mixtas
más estables que permanecerían más tiempo en las pampas.
Hasta ahora tenemos entonces, un primer ataque en el fuerte de Bahía Blanca motivado
por el trato inhumano dado a las familias de caciques boroganos que habían optado por un mayor
compromiso con el gobierno. El móvil del segundo ataque en Tapalqué es más difícil de
determinar. Si tomamos como cierta la información de los caciques pampas, se trató de una
ramificación del primero en donde Alón habría captado a los jefes Reylef y Tracaman, aunque
ignoramos cuál sería el beneficio que obtendrían estos caciques con su participación en la empresa.
Como señalamos, la interpretación de Rosas se había centrado en la supuesta enemistad existente
entre Reylef y Quiñigual motivo por el cual suponía que éste había fraguado la información.
Teniendo en cuenta que verdaderamente fue Quiñigual el principal informante sobre la conducta
sospechosa de los jefes chilenos resultan más claras las argumentaciones que, como veremos,
realizaría Reylef poco después.
En enero de 1837, la coalición borogana-ranquel con el aporte de un contingente
chileno que había aumentado sus fuerzas hasta alcanzar el número de cerca de 1800 indios de
pelea, realizó una formidable invasión sobre la región de Tapalqué, Azul e Independencia. Un
grupo de indios liderados por el cacique Meligner hizo pie en Azul, en la estancia de Ventura
Miñana a quien tomó como interlocutor para un parlamento en el que expusieron sus
condiciones373. La elección del hacendado como mediador para exponer sus exigencias, vuelve a
poner en un primer plano la importancia de las relaciones personales entre caciques y vecinos de la
372 AGN,X,25.2.5 373 AGN,X,25.2.5
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campaña, sobre las que se asientan las relaciones diplomáticas que regulan o intentan resolver
conflictos interétnicos374. En el parte enviado por Miñana al gobierno participando las
negociaciones que se llevaron a cabo en su estancia e informaciones posteriores recibidas por
cautivos que regresaron a la frontera, se presentan dos pistas que pueden ayudar a entender los
acontecimientos de agosto y septiembre en Tapalqué. Por un lado, el hacendado informaba que
según Raylef, la participación de Quiñigual en estos hechos había sido fundamental, como
incentivo para que los indios chilenos se rebelaran; por otro lado la cautiva Desideria Vaca, tomada
por los indios atacantes en la estancia de Don Juan José Mansilla, hace referencia a que también
estos caciques tenían familias prisioneras en Bahía Blanca, situación que los unía a los reclamos de
Alón.
Miñana expresaba que los indios habían tomado su estancia
"me tienen sitiado y estoy en parlamento con ellos y me dicen que les encarga el cacique Reylef que no peleen conmigo, al cacique Quiñigual es el que piden porque es el que los a mandado llamar375 y es el que tiene la culpa de esta revolucion lo mismo piden de que VS y yo les entreguemos al cacique Quiñigual y piden de favor que no pelee VS que ellos no vienen a pelear… PD… igualmente le doy aviso a VS que a mi me llevan en clase de prisionero buenamente marcho por la libertad de todos los cristianos que an agarrado por que no han muerto a nadie por la livertad de mi familia y todos los demas”376.
Miñana pudo escapar poco después y regreso con un grupo de cautivos a la frontera.
Las negociaciones de Reylef no parecen haber continuado luego del regreso de Miñana a su
estancia. Desde fines de abril de 1837, los rumores sobre posibles ataques a la frontera fueron
moneda corriente pero no llegaron a concretarse en grandes invasiones sino, en pequeños robos y
saqueos377. Hacia agosto de dicho año se había logrado la reunión de una considerable fuerza
indígena de cerca de 1700 indios. A la alianza original de boroganos y ranqueles que había atacado
la zona fronteriza hasta el momento, se habían agregado 23 líderes transcordilleranos entre ellos,
los caciques de Llaima, Calfucurá y Guilipan. A partir de entonces fue constante el arribo de
contingentes procedentes del otro lado de la cordillera que engrosaban las filas de los indios
maloneros protagonizando nutridas invasiones sobre los establecimientos fronterizos. La reunión
374 Volveremos sobre Miñana más adelante. 375 Recordemos que probablemente la llegada de Toriano en 1831 pudo haberse debido al pedido de auxilio realizado por Quiñigual cuando fue derrotado por los boroganos el año anterior. 376 Miñana a Rosas, enero 1837, AGN,X,25.2.5 377 Así, el 13 de mayo, una partida cayó sobre los establecimientos ubicados en Quequén y Pescado Castigado llevandose las haciendas de la estancia del Sr. Faramiñan y una tropa de ganado del Estado que se conducía para el consumo de Bahía Blanca. Para perseguirla se organizó una fuerza mixta que incluía la participación de unas 200 lanzas pertenecientes a los caciques Calfiao, Canuanti, Peti, Felipe, Anculuan y Elli (?) (AGN,X,25.5.1). En julio, dos chasques enviados desde el fuerte Argentino al Fortin Colorado fueron interceptados por una partida de siete indios enemigos que los despojaron de sus caballos y armamento pero no los mataron porque entre la partida se encontaban indios que habían sido de Venancio e intercedieron por ellos. (AGN,X,25.5.1)
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de los coaligados no sería, en algunos casos, demasiado pacífica. Frecuentemente estas alianzas
reunían grupos entre los que existían previos conflictos intertribales que intentaban ser aplacados
mientras durara la incursión. Sin embargo, antes o después de los ataques, se producirían con
frecuencia, fuertes enfrentamientos entre las partes. De manera más general, luego de las
incursiones en procura de ganado y cautivos, gran parte de los atacantes regresaba a la zona
cordillerana.
A mediados de 1837, volvió a conformase una coalición con los mismos integrantes
que se habían reunido a inicios de la década cuando algunos caciques “chilenos” fueron llamados
por los boroganos de Salinas Grandes para realizar ataques sobre la frontera, los que finalmente no
se produjeron por un cambio en la relación de los últimos con el gobierno. En esta ocasión, el plan
de los coaligados era tomar el fuerte de Bahía Blanca "o rendirlo por citio y después pasar a
Patagones y Fortín Colorado"378.
El ataque se produjo el 14 de agosto pero fue rechazado por las fuerzas del fuerte379. Al
día siguiente, doña Juana Iturra, esposa del lenguaraz del fuerte, Francisco Iturra, que había sido
cautivada en la acción logró regresar al fuerte. Juana declaró que había sido informada sobre un
enfrentamiento que se produjo en las filas de los coaligados antes de la invasión a Bahía Blanca; al
llegar los caciques de Llaima al campamento borogano "mataron al cacique Alón y seis u ocho
capitanejos y caciquillos boroganos (en tanto)... el cacique Meligur y Quilaleo con toda su indiada
permanecian en clase de prisioneros despues de haberles quitado la mayor parte de sus haciendas
y familias". De manera que la reunión de las mismas fuerzas que se habían unido en 1834 repetían
asimismo los conflictos que habían llevado a la masacre de Masallé: el ataque de caciques
boroganos por líderes de Llaima.
Pocos días mas tarde un indio borogano que había pertenecido a Alón llegó al fuerte
ratificando la situación conflictiva que se estaba viviendo en la coalición indígena producto de dos
proyectos diferentes: unos caciques “no quieren pelear con los cristianos y sí retirarse para su
tierra”, en tanto otros, entre ellos Calfucurá, sostenía la idea de continuar con los ataques a la
frontera380. De hecho, éstos se mantuvieron durante todo ese año motivando la preparación de una
incursión hacia las mismas tolderías rebeldes.
378 Declaraciones de el capitanejo Nicolas y el indio Felipe dependientes del finado cacique Venancio habían llegado a la fortaleza de Bahía Blanca trayendo nuevas noticias sobre los movimientos de los indios rebeldes. AGN,X,25.2.5 379 Rodriguez a Rosas, agosto de 1836. AGN,X,25.5.1. 380 AGN,X,25.2.5
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La expedición a Salinas Grandes comandada por el coronel Del Valle se extendió de
octubre de 1837 a enero de 1838 y logró desarticular en parte la coalición invasora produciéndose
el ingreso al negocio pacífico de algunos grupos boroganos. Para esa oportunidad la alianza
indígena ya no contaba con Calfucurá quien, como había sucedido en oportunidades anteriores381 se
había retirado del epicentro del conflicto encontrándose, junto a Choqueta y Chocori, en el país de
las manzanas382.
Los distintos enfrentamientos mostrarían la constitución de fuerzas mixtas en la
coalición enemiga. Por ejemplo, entre los indios de Cheuqueta “se haya un oficial con doce o trece
soldados armados de tercerola y sable todos cristianos que hace mucho tiempo que están en los
toldos… y que el referido oficial cristiano es de mucha opinión entre los indios”383. A la vez, Del
Valle intentaría adiestrar de cierta forma a los indios amigos auxiliares para coordinar el accionar
de las tropas conjuntas. A la división de 200 indios que se le reunieron en el campamento militar el
oficial les impartió una pequeña instrucción con la que, según él, “ya están al corriente de todos los
toques de clarín y hacen lo que les corresponde en las guerrillas de los flancos”384.
Gracias a los informes recibidos en Bahía Blanca sobre la ubicación de las fuerzas
enemigas, el ejercito pudo llegar a las mismas tolderías de algunos caciques385 apresando "todas las
familias que en ellas existían hasta el numero de 309 de ambos sexos y edades”. A partir de
entonces comenzarían a acercarse de manera constante varios caciques que habían sido atacados
solicitando paces y, colateralmente, reunirse con sus familias. La primera incorporación de este tipo
fue la del cacique Reylef a quien habíamos perdido en el relato de los acontecimientos desde la
invasión de 1837, quien buscó refugio en la frontera junto con su hermano, y nueve indios más386.
Poco después, el cacique Millanquelen, víctima de los ataques de Del Valle siguió el mismo
camino presentándose a la división del militar con 57 personas entre indios de pelea, chinas y
chicos "y todos en el caballo montados y muy flacos"387. Según Del Valle
381 Nos referimos al año 1830 cuando la alianza con Toriano fracasó y 1834 cuando, luego del ataque de Masalle vuelve a abandonar las pampas recostandose sobre la cordillera. 382 Los preparativos y acciones de esta expedición militar se encuentran dispersos en varios legajos de la Secretaría de Rosas. 383 Del Valle a Rosas, 3 de octubre de 1838. AGN,X,25.6.1 384 Del Valle a Rosas, 6 de septiembre de 1837. AGN,X,25.4.4 385 En los que se encontraban Cheuquepil, Guilipan, Meligner, Millanquelen y Guaiquinecul 386 AGN,X,25.5.1. 387 El cacique Millanquelen solicitaba que se le entregaran una cuñada y dos sobrinas que habían sido tomadas por un soldado de la escolta. Rosas respondió a Del Valle que "haga V.S. lo posible para comprarselas a dicho soldado pero
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"… con el golpe dado en sus … se presentaran los pocos indios que quedan en el campo … a vivir entre nosotros pues ya se consideran cansados de ella y sin conseguir ningún resultado favorable y hoy mucho mas que ya se hallan entre nosotros el indicado Millaquelen quien puede llebar nuestras fuerzas a cualquier punto de los grandes desiertos donde ellos pueden habitar tal es la vaquia y conocimiento que tiene el expresado indio pues es tal su temor que ya el cacique Carupan a mandado chasque al que suscribe pidiendo la paz"388.
En efecto, a partir de entonces, la llegada de comitivas a la frontera para negociar el
asentamiento en la campaña se incrementó notoriamente mostrando cierta insistencia por lograr un
rápido acuerdo. Entre los argumentos utilizados por los chasques como forma de presión para que
los comandantes accedieran al pedido resaltaban los conflictos intertribales que se habían
incrementado como consecuencia de la descomposición de la coalición indígena y de la escasez de
recursos que padecían. Un chasque del cacique Carupan se lamentaba que la demora en ajustar las
paces había llevado a que hubieran sido
"avanzados en sus toldos para robarles la poca hacienda que tenían por los caciques chilenos Guilipan, Cumiu, Meligner y Choquepil los cuales después de haberlos robado se han marchado para las cordilleras"389.
El otro grupo que conformaba la alianza, los ranqueles, se centraron en esta etapa en
efectivizar una vendetta más personal e interna. En mayo de 1838 atacaron las tolderías del cacique
ranquel Llanquelen390 en Federación, matando a éste y a su hermano. Luego de esta acción "hubo
un parlamento entre borogas y ranqueles...” para determinar el curso de acción a seguir en virtud
de los tratados de paces que estaban realizando algunos caciques boroganos. El resultado del
encuentro fue terminar con la coalición original ya que “... los ranqueles se habían comprometido
de tal modo que no les era posible hacer las paces en virtud de la invasión de que acababan de
regresar” lo cual no impedía que “Epul, Carupan y Guayquinecul (boroganos) podían continuar
en sus tratados”. Para evitar que este pase de grupos al negocio pacífico derivara en un ataque a los
ranqueles que permanecían hostiles, éstos decidieron retirarse “a los parajes Leufucoo,
Colilauquen y Tuay que dista como quince o veinte leguas al norte de Salinas considerandose allí
a salvo por la distancia en caso de ser perseguidos"
sin forzarlo ni obligarlo y que le ofresca V.S. hasta 600 pesos quedando V.S. facultado en caso de admitirlo para tomarlos de algun negociante dandole libranza para su abono…" (abril 1838, AGN,X,25.5.3) 388 Del Valle a Rosas, AGN,X,25.5.3. 389 Nuevos indios escapados arribaron a la guardia de Bahía Blanca con noticias de los chilenos. El 18 de marzo un indio sobrino del caciquillo amigo Juan informaba que "Guilipan y demas caciques enemigos se retiraban para las manzanas con miras de invernar sus caballadas y luego volver a invadir la provincia". El 21 de abril 8 indios, 3 chinas y 5 muchachos dependientes del cacique Collinao confirmaban los movimientos de los chilenos "Guilipan, Munio y otros con fuerza de 100 indios que… se dirigian en retirada para su tierra [pero que] pensaban antes invadir sobre Patagones para ver si podían robar algunos animales para su manutención" (Rodriguez a Rosas, 20 de abril y 15 de mayo de 1838. AGN,X,25.6.1) 390 El cacique había decidido su ingreso como indio amigo asentándose en Federación a inicios de la década de 1830.
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Resueltas así las cosas en el interior del territorio indígena, en junio de 1838
continuaron las incorporaciones al negocio pacífico produciéndose sensibles incrementos de
población indígena en la frontera sur. En julio, el coronel Del Valle informaba que entre Tandil y
Tapalqué había un total de 600 indios de pelea y 309 prisioneros. En casi todos los casos, los
caciques que se incorporaban al negocio pacífico lo hacían invocando la protección de otros jefes
ya establecidos: Catriel, Cachul y aún Reilef391.
Desde 1836 hasta 1838 la situación en la campaña había sido altamente insegura:
sublevaciones de indios amigos, grandes invasiones y pequeños ataques a los establecimientos
fronterizos, incursiones a las tolderías indígenas marcaron la historia fronteriza en este lapso y los
límites de la campaña al sur de 1833 para asegurar la paz en la campaña. Hacia fines del año 1838
la conflictividad se fue apagando lográndose cierta calma. En esa misma etapa, la participación
indígena como milicias auxiliares para defender la frontera y enfrentar a indígenas hostiles había
probado ser muy efectiva. Esta constatación llevó a que fueran asimismo utilizados como fuerzas
complementarias para reprimir conflictos internos de la provincia. En efecto, en octubre de 1839,
se produjo la llamada revolución de los libres del sur con epicentro en Dolores y ramificaciones en
otros partidos del sur como Chascomús. En la represión de este movimiento de oposición al
régimen la actuación de los indios amigos al lado de las tropas fieles al gobernador, resultó de gran
ayuda y no pasaría desapercibida para el gobernador392.
El desorden que provocó esta sublevación en la campaña sur fue aprovechado por los
indios amigos para apropiarse de ganado alegando que se trataba de rodeos correspondientes a los
“malvados unitarios”. En la copiosa correspondencia cruzada entre Rosas y los comandantes de
frontera de la zona sur con respecto a estos hurtos se plantearía un tema esencial del negocio
pacífico: ¿qué costo era razonable soportar por contar con el auxilio de este refuerzo militar? En
torno a este interrogante se evidenciarían posiciones divergentes entre el gobernador y sus
colaboradores. Estos últimos, probablemente como consecuencia de estar más en contacto con la
conflictiva realidad derivada de estos robos (y posiblemente acostumbrados a que estas situaciones
fueran moneda corriente en la vida cotidiana) plantearían la necesidad de exigir a la fuerza y por
todos los medios la devolución del ganado robado que, expresamente, llevaba las marcas de
391 AGN,X,25.5.3 392 Sobre este acontecimiento ver Jorge Gelman, “La rebelión de los estancieros contra Rosas. Algunas reflexiones en torno a los Libres del Sur de 1839” en Entrepasados. Revista de Historia No. 22. Buenos Aires, 2002.
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propietarios reconocidamente federales y fieles al gobierno. La posición de Rosas era totalmente
diferente. El gobernador se alegraba de haber conseguido la participación de los indios en la
represión de la sublevación, motivo por el cual, dando vuelta el argumento, había dictaminado la
entrega de obsequios “a los indios que no hayan cometido robos”393.
4. La política indígena a fines del régimen rosista. Un retorno al esquema de indios amigos y aliados
Antes de entrar en el relato de este período vale la pena hacer una referencia al cambio
experimentado por las fuentes correspondientes al mismo. Las características de la documentación
existente tanto en el AGN como en el AHPBA para el período final del rosismo pierde
sustancialmente la riqueza de momentos anteriores. La correspondencia entre diferentes
autoridades provinciales se burocratiza fuertemente centrándose fundamentalmente en acuses de
recibo de ordenes oficiales, pases para conductores de correspondencia, listados de lo más diversos
(de población, de bienes entregados a divisiones militares e indios amigos, pagos a empleados en
distintas actividades encargadas por el estado, etc) en donde se torna evidente el interés del
gobierno por tener un control del movimiento y de las actividades de la población. Paralelamente a
este proceso de rutinización de la gestión administrativa, las escasas leyes y decretos publicados en
el Registro Oficial de la Provincia, reflejan una exigua acción legislativa. Estas cualidades de la
documentación no hacen más que confirman los planteos que, desde diversas perspectivas de
análisis, sostienen que a finales del período rosista se había logrado una creciente estabilidad y
control de la situación política en la provincia394. El negocio pacífico no escapó a este proceso de
rutinización observándose una tendencia por mediatizar la gestión de los “asuntos de indios” a
través de un apartamiento de Rosas del centro del escenario y la delegación de los mismos en dos
personajes claves: Pedro Rosas y Belgrano como juez de paz de Azul y Catriel como el principal
cacique del negocio pacífico.
Por otra parte, de manera similar a lo que ocurría dentro del territorio provincial con la
población criolla, pesaría sobre los indios amigos un proceso de fuerte militarización integrando
nuevas divisiones militares tanto en los asentamientos de frontera donde vivían como en cuarteles
generales de las fuerzas provinciales. Así, a comienzos del año 1840 se estableció un campamento
militar estable en Chapaleufú, en donde servía la División de operaciones y reserva situada al sud
393 Ibidem, p. 134. 394 Sobre la efectividad alcanzada por la estructura judicial de los juzgados de paz, ver Garavaglia, “Paz, orden y trabajo…” y Gelman “Crisis y reconstrucción…”; la misma hipótesis centrada en el desarrollo de los procesos eleccionarios y la conformación de la Sala de Representantes en Ternavasio, M “
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del Salado que, además de la dotación militar procedente de Bahía Blanca, incluía una división de
60 indios amigos al mando del cacique Collinao quien había reemplazado a Venancio en la
representación de la agrupación. En Azul, desde noviembre de 1845 el juez de paz había formado
un piquete de “indios amigos voluntarios de los que viven en el punto para ser alistados como la
milicia”395. En el cuartel general de Santos Lugares se instalaron divisiones de los caciques
Caneullan, Quentrel y Nicacio Macedo. En el norte de la provincia, el fuerte Federación incluía
entre sus fuerzas un cuerpo de indios de pelea al mando del cacique Quechudeo y en el fortín
Mulitas, grupos de los jefes Canuellan y Guayquil396.
Si esta era la situación en el interior de la provincia con respecto a los indios amigos,
¿qué sucedía entretanto en el territorio indígena? Según informes del cacique Ilan397, que se
convertiría en asiduo visitante del fuerte de Bahía Blanca, se sabía a inicios del año 1840 que
“hace tiempo hubo un parlamento promovido por el cacique Guete al que comparecieron los caciques Ilan, Puraiquen, Cayupil, Painecal, Pichun, Painen, Calfutru, que dicho Parlamento tuvo objeto para combenir entratado de Pas verdadero con los cristianos proponiendoles no robar mas en ninguna de las fronteras y que solo combenian en la propuesta los caciques Guete, Ilan, Puraiquen, Cauyupil, Painecal y Painen ciendo por la oposicion Pichun y Calfutru diciendo con tenacidad de que ellos no habian de dejar de robar porque el Señor Governador los engañaba con las paces que a si les habia asegurado Baigorria que se hayo entre ellos”398.
Manuel Baigorria, unitario que había buscado refugio entre los ranqueles luego de la
derrota de la Liga del Interior, había tejido una importante red de relaciones personales con los
principales caciques de la agrupación quienes frecuentemente pedían sus consejos sobre el curso
diplomático a seguir con los diversos gobiernos provinciales399. La manifiesta oposición de
Baigorria al gobierno bonaerense, unida a la tradicional enemistad de los mismos caciques hacia
Buenos Aires, se conjugaba para frustrar cualquier tipo de acuerdo que se quisiera establecer con
dicha provincia.
395 AHPBA, 39.1.2B. 396 Ratto, Silvia “El negocio pacífico …” 397 Los boroganos, luego de las últimas incursiones militares de Del Valle y los ingresos a la frontera, habían desaparecido como grupo de importancia. A partir de ahora las fuentes dejan de utilizar categorías étnicas para identificar a los caciques (con excepción de los ranqueles) producto de los procesos etnogenéticos a los que hemos hecho alusión en varias oportunidades que dificultaba a los observadores catalogar étnicamente a los caciques y aún diferenciar entre líderes nativos y “extranjeros”. 398 Palavecino a Rosas, 21 junio 1841. AGN,X,26.1.3 399 Ver la “Cronología comentada” de J.A. de Diego incluida en M. Baigorria, Memorias. Buenos Aires, Solar/Hachette, 1975.
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Como consecuencia de la incompatibilidad de opiniones manifestadas en el parlamento,
se produjo un distanciamiento espacial entre los caciques enfrentados que se profundizó con la
llegada y asentamiento definitivo de Calfucurá en Salinas Grandes. En efecto, en junio de 1841,
una coalición de 37 caciques encabezada por el cacique de Llaima que incluía “500 indios de lanza,
100 de machete y bola y 100 muchachos para arrear”, se asentaría de manera definitiva en Salinas
Grandes, el estratégico sitio que, desde la desarticulación de los boroganos en 1836, no había sido
ocupado de manera permanente por ningún grupo. El cacique Calfiau, dependiente de Calfucurá,
acompañado de 6 indios había arribado poco después a Bahía Blanca para solicitar un auxilio de
yeguas e informar su ubicación. Según Calfiau, a su regreso a los toldos se realizaría un parlamento
con otros grupos indígenas para “luego entrevistarse con S.E. o con Catriel en su nombre para
ajustar las paces con ellos”400. A esta altura, la posición de Catriel como intermediario entre el
gobierno y nuevos grupos que hacían su ingreso en el negocio pacífico estaba bien establecida.
El asentamiento de esta fuerza agregó un elemento de incertidumbre en el panorama
indígena repitiéndose esquemas ya probados en donde algunos grupos temerosos de ser atacados
por los “nuevos vecinos” pedirían algún tipo de auxilio militar a las autoridades fronterizas. Y
también de manera similar a otros momentos, éstas negarían sistemáticamente la ayuda intentando
conservar buenas relaciones con todos los grupos401. Pero a pesar de que, en términos generales, se
estaba reiterando el esquema existente cuando los boroganos ocupaban las Salinas Grandes, la
evolución de esta relación fue totalmente diferente.
Dentro de la agrupación liderada por Calfucurá, a diferencia de lo sucedido entre los
boroganos, no existía un cacicazgo compartido que pudiera derivar en una competencia interna por
el poder. La presencia del cacique de Llaima en las pampas había sido constante durante cerca de
10 años; sin embargo recién en 1841 decidió su asentamiento definitivo por Salinas. Podría
suponerse que esta decisión final fue realizada luego de haber tomado conocimiento bien preciso
del estado de los otros grupos nativos que podían haber rivalizado con él y evaluado
suficientemente las posibilidades de lograr una instalación que no derivara en conflictos
intertribales que lo pudieran poner en peligro. En efecto, la situación en el territorio indígena se
había simplificado fuertemente: los boroganos ya no constituían una autoridad de envergadura y los
ranqueles se hallaban bastante disminuidos en número y recursos. De manera que Calfucurá no
400 Palavecino a Rosas, Bahía Blanca 11 junio 1841. AGN,X,26.1.2 401 En este contexto, el cacique Ilan ante el temor a ser atacado llevo al cacique a solicitar el auxilio de las autoridades de Bahía Blanca Ibidem
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tenía rivales de consideración a su poder, el que intentaría incrementar utilizando los bienes que
obtenía como raciones del gobierno de Buenos Aires, configurando una amplia red redistributiva.
Este drenaje de bienes que tenía un peso incomparablemente mayor que en etapas anteriores
pagaba, entre otras tareas, la de proveer de información sobre los acontecimientos al interior del
territorio indígena402.
Coincidente con el ingreso y asentamiento de Calfucurá a Salinas, en el extremo austral
de la provincia, los jefes tehuelches Cochichochi y Sacao “cuidaban los campos” al sur de
Patagones403 y se había logrado el establecimiento de relaciones pacíficas con los caciques que,
desde la expedición militar de 1833, habían sido enemigos de la provincia: Cheuqueta y Chocorí404.
Ambos acudían a Patagones para comerciar y recibir obsequios y raciones405. Todas estas alianzas
tendían a reflejar una etapa de cierta tranquilidad en la frontera sur de la provincia perturbada por
incursiones poco numerosas en procura de ganado406.
Pero si en el sur se producían estos ataques aislados, el escenario sería diferente en el
norte donde la situación de inseguridad volvió a incrementarse. Con la reorganización de las
fuerzas provinciales luego de los acontecimientos de fines de la década de 1830, el coronel Ángel
Pacheco pasó a desempeñarse como Comandante del Departamento del Norte, sirviendo Lucio
Mansilla como comandante accidental de la misma jurisdicción. La seguridad en esta zona
descansaba en las fuerzas asignadas a los fuertes de la línea de frontera que no se había modificado
desde 1828, con la excepción de una fuerza móvil de 600 hombres que desde el año 1846 y a las
ordenes del lenguaraz Eugenio del Busto, se hallaba ubicada en la laguna del Bragado Grande al
exterior del Salado407. Para la ubicación de esta fuerza, los vecinos del partido de Lobos habían
402 Retomaremos estos temas en la Tercera Parte. 403 De ellos opinaba Rosas que “desde que hizo las paces con ellos en la expedicion del 33, 34 no hubo robos y por eso los considera sus amigos” 404 A quienes el gobernador “aprecia porque hace años que no roban y están en orden manteniendose de lo que Dios les da. Que SE les ha de socorrer y ayudar ocn algo para ayudar a su mantencion”. Rosas a Crespo, 30 agosto 1841. AGN,X,26.1.2 405 AHPBA, 39.1.2B. Desde diciembre de 1844 en nota para arreglar el modo de entregar las raciones de ganado para los caciques amigos se establecía la cantidad de 500 yeguas “para repartir entre Chocorí, Cheuqueta y demas partidas que suelen venir a pedir”. Ibidem. 406 En octubre de 1843 chasques de Calfucura avisaban la llegada de indios invasores a la laguna Blanca, identificandose a los ladrones como pertenecientes a los caciques Pichun y Paine AHPBA 39.1.2B. En diciembre de 1845 se informaba sobre el ataque del cacique Rimqui con 50 indios por las poblaciónes hacia la sierra de Tapalque robando algunas manadas AHPBA, 39.1.2B. 407 Pacheco a Rosas, 2 mayo 1846. AGN,X,25.5.6
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colaborado con la donación de útiles y maderas para la construcción de las habitaciones que
constituían el campo militar408.
A lo largo de la década de 1840, los caciques ranqueles intentaron mantener su
estrategia diplomática de negociar con diversos gobiernos provinciales intentando sacar el mejor
partido de estas alianzas. Esta política se complicaría desde que el gobierno de Buenos Aires
obtuviera la delegación de las otras provincias “limítrofes al desierto del Sud”409 para negociar las
paces con los indígenas de la pampa. De todos modos, hacia 1846 el gobernador reconocía que, a
pesar de esa delegación, su demora en contestar consultas relativas al tema a los gobiernos
provinciales había derivado en la reasunción de ciertas relaciones y decisiones básica en aquellos.
La situación del grupo en ese período era de una gran precariedad económica. Distintas
fuentes coinciden en señalar los escasos recursos de que disponían estos indios circunstancia que
los habría llevado a buscar las paces con distintas provincias para obtener raciones de los
gobiernos. En los años 1840 y 1841 las negociaciones del cacique Paine se habían centrado en la
provincia de Córdoba410 pero paralelamente se intentaron concertar paces con el gobierno de
Buenos Aires enviándose al cacique Guichal para llevar adelante las negociaciones. La verdadera
intencionalidad de los caciques con estas negociaciones era obtener la liberación de sus hijos que
habían sido apresados en el ataque que habían realizado dos años antes a las tolderías de
Llanquelen411. En las instrucciones que Rosas envió a su edecán Manuel Corvalan para organizar el
curso de las negociaciones se detallaban las obligaciones que se espera imponer a los caciques
entre las que se destacaban el compromiso de poner fin a las hostilidades sobre la provincia. En
compensación el gobierno se comprometía a entregarles regularmente unas 500 cabezas yeguarizas
cada 1000 indios y para iniciar estas negociaciones y mostrar su buena fe les envió 1070 yeguas
408 Pachecho a Corvalan, 31 de marzo y 5 de abril de 1846. Adjunta la lista de los vecinos donatario. AGN,X,26.5.6 409 Esta delegación de representación en el gobierno de Buenos Aires es similar a la que, en temas de relaciones exteriores, se habían realizado asimismo en Rosas. Vale la pena mencionar que esta delegación en cuanto a tratados con los indios no incluía a los aborígenes del Chaco lo que demuestra el escaso interés que tenía Rosas sobre este espacio. 410 Lo que no impedía que coincidentemente, otros grupos realizaran malones sobre San Luis y Mendoza Manuel Lopez a Bustos, 27 abril 1841. AGN,X,25.9.5 411 Según el relato de Santiago Avendaño, cautivo de los indios ranqueles por unos 7 años, en el curso de las negociaciones se liberaron a los hijos de los caciques esperando que intercedieran ante sus padres por la terminacion de la guerra y por la entrega de Baigorria (S. Avendaño, Usos y costumbres de los indios de la pampa”. Buenos Aires, El elefante blanco, 2000 p. 70). Sin embargo, en el texto con las instrucciones que Rosas envió a Corvalan para tratar las paces con los ranqueles se hace mención que los hijos de los caciques habían fugado poco antes.
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(con la aclaración de la asignación que debía hacerse de ellas) más dos valijas conteniendo ropa
para Paine y para Pichun412.
Mientras las negociaciones se estaban desarrollando se produjo una momentánea
quietud en la frontera pero, cuando los hijos de los caciques fueron recuperados, se reanudó la
agresividad. Estas incursiones caían por igual en poblados del norte de la provincia de Buenos
Aires y en localidades de la provincia de Santa Fe. El incremento de los malones sobre la frontera
llegó a tal grado que, a partir del año 1842, la situación era incluida en los mensajes que
anualmente realizaba el gobernador ante la Sala de Representantes413.
Para hacer frente a estas incursiones se retomó la idea de realizar una defensa conjunta
de la frontera común entre las provincias de Buenos Aires y Santa Fe. El coronel Prudencio Arnold
que había comenzado su carrera militar como miliciano, se hallaba en el año 1842 en el regimiento
de Vicente González destinado a su vez a Córdoba para enfrentar al ejército unitario. Pacificado el
interior,
“el coronel González recibió orden del gobernador de Santa Fe, general don Pascual Echagüe, para atender la frontera Sur de la provincia, para evitar las frecuentes invasiones de los indios de la pampa, bajando nosotros hasta el “Boqueron” distante una legua del Rosario, donde permanecimos por largos años ” 414
. Pero las incursiones mantuvieron su ritmo contando en ocasiones con la participación
de fuerzas de Baigorria. En marzo de 1845 dos prisioneros que habían podido escapar de su
cautiverio luego de una invasión a la zona de Chivilcoy proporcionaron una elocuente imagen
sobre las características de algunos campamentos ranqueles. Los cautivos estaban en un
campamento de reserva ubicado cerca de la laguna Mataco en donde las mujeres, niños y ancianos
quedaron al cuidado del ganado mientras los hombres se dirigían a sus empresas maloneras.
Mientras esperaban su regreso, llegó a las tolderías una partida comandada por Baigorria “con
cantidad de gente e indios y más tarde puntas de indios con remesas de hacienda vacuna y
caballar”. Reunidas todas las fuerzas, el campamento mostraba una singular mezcla de los más
variados personajes que permite constatar que el mestizaje cultural no se verificaba solamente en el
412 El texto de las instrucciones se encuentra reproducido en Fernandez, Jorge, Historia de los indios ranqueles. Buenos Aires, Secretaría de Cultura de la Nación, 1998. 413 Desde el año 1842 y hasta 1845 se reiteraría en el mensaje del gobierno la mención de incursiones indígenas, sin especificar la región en donde se habían producido “que han robado obligados por el hambre”. A fines de 1845 se especificaría que los indios habían entrado “varias ocasiones en pequeñas partidas por el Norte y una ultimamente por el sur” agregando la idea de establecer una nueva guardia y fortines en la linea de frontera.”. en Mabragaña, H. Mensajes de los gobernadores de la provincia de Buenos Aires 1822-1849. La Plata, 1976, Tomo 2, pág. 173. 414 Las expediciones que se hicieran contra los maloneros debían coordinarse entre dos divisiones, una a las ordenes del capitán Mariano Soto que se hallaba en el fuerte La Horqueta y una al mando del teniente Víctor Flores situado en Pavón con expresa orden de que no actuaran aisladamente. Arnold, Prudencio, Un soldado…, p. 49.
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territorio provincial sino también en pleno espacio indígena. Al lado de los nativos había
“cristianos con armas de fuego, otros con lanza, unos vestidos de cristianos y otros de indios”.
Periódicamente llegaban también a los campamentos, indios procedentes del otro lado de la
cordillera; entre ellos, “los indios que vienen de la Villa de Los Ángeles en Chile cambian
pertrechos de guerra por ganado vacuno en los ranqueles”415.
Sería necesario tomar acciones más decididas para contener la agresividad indígena. En
este contexto, se llevó a cabo una expedición militar en 1846 al mando del general Pacheco. Esta
expresión de fuerza habría llevado nuevamente al inicio de negociaciones de paz con los ranqueles
que tendrían al juez de paz de Azul, Pedro Rosas y Belgrano como principal referente416. Estas
tampoco tuvieron un resultado exitoso ya que en 1847 se interrumpieron y los malones volvieron a
incrementarse pero esta vez no solamente sobre la provincia de Buenos Aires sino también
afectando a las fronteras de Córdoba y San Luis.
Dos años después, Mansilla proponía adelantar la línea defensiva más allá de los fuertes
existentes y aún, organizar una expedición hasta las mismas tolderías indígenas para terminar de
manera definitiva con el problema de inseguridad. En esa ocasión volvería a hacerse evidente la
existencia de dos concepciones diferentes en cuanto al tipo de política defensiva que debía
realizarse. Frente al ambicioso proyecto de Mansilla, Rosas volvería a insistir en el riesgo de
avanzar excesivamente los puestos militares a la vez que plantearía la inoportunidad de una
expedición militar a los campamentos indígenas.
En 1849 Mansilla proponía formar cantones en Salinas Grandes y en la laguna del
Guanaco a una distancia de 8 leguas entre ellas en las que podría destacarse una fuerza de unos 600
hombres con piezas volantes. A este proyecto agregaba la formación de una expedición a las
tolderías para escarmentar de manera definitiva a los indios. La respuesta de Rosas que demoró
415 Declaracion del cautivo, 30 abril 1846. AGN,X, 28.4.6. La compra de armas a indios “chilenos” se menciona en otras fuentes. En julio de 1846, el gobernador de San Luis informaba al de Cordoba los planes de Pichun de entretener con tratados al gobierno mientras intentaba rescatar a sus prisioneros y que la fuerza que reunía era de 2000 hombres y solo 1000 lanzas “porque este año no han traido armamento los pocos indios que vinieron de Chile” Lucero a Lopez, 1 julio 1846. AGN,X,26.5.4 416 Avendaño menciona que en 1847 el cacique Pichuin estaba preparando una remesa de cautivas para entregar en Buenos Aires con el objeto de ratificar las paces firmadas en año anterior con Pedro Rosas y Belgrano. Avendaño, S, Memorias… p. 161
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más de un mes en formularse417, volvía a insistir en los mismos argumentos sobre la inefectividad
de fortificaciones alejadas de las poblaciónes de la frontera
“donde además el gobierno no seria capaz de atenderlas de todo lo preciso como jefes aparentes, caballos gordos y repuestos constantemente, de reses, de reposición de desertores, muertos por soldados de línea. Por el contrario una división en las poblaciónes mas avanzadas se presenta como una fuerza respetable y capaz de hacer frente a cualquier invasión de indios y de perseguirlos hasta las tolderías” 418.
No escapaba a Rosas que la critica que realizaba a la situación de exposición en que se
encontrarían puestos militares avanzados de la línea de fronteras era similar a la que experimentaba
el fuerte de Bahía Blanca desde el momento de su instalación
“La situada de aquel modo en el fuerte argentino nunca evito las incursiones por esa parte de la frontera y siempre permaneció aislada y siempre le arrrebataron los indios las caballadas. Jamas pudo esa fuerza estar bien montada ni dar noticias oportunas. …Jamas pudo reunirse a las demas fuerzas de la frontera para operar unidas en alguna invasion; no quiere decir esto que no haya sido ni sea inconveniente esa fuerza y ese fuerte. Lo que quiere decir es que con esas fuerzas a largas distancias no puede presisamente contarse en los casos de invasión a no ser que haya sobrados elementos para enviarle constantemente caballos y mas caballos... y se encuentran hombres muy propios y aparentes para esa clase de guerra que manden esas fuerzas avanzadas y aun así mismo no siempre se logra el buen resultado del plan...”419
En definitiva, en lugar del ambicioso plan de Mansilla le autorizaba solamente a
avanzar 4 fortines con pequeñas guarniciones no muy distantes unos de otros en la línea de las
ultimas estancias en puntos aparentes de buenos pastos y aguadas destinando a cada uno de ellos
solamente 20 infantes, 8 artilleros y 20 hombres de caballería y combinar esta defensa con el
recurso a las fuerzas militares en épocas de malones “siendo el otoño y la primavera los momentos
predilectos para la realización de malones420. Para esos momentos debía contarse con
“…fuerzas milicianas de entre setecientos u ochocientos hombres para poder perseguir a los invasores hasta sus mismas tolderías y aun mas allá si posible fuera. Terminado el otoño y primavera las milicias de esas fuerzas pueden retirarse en el invierno y verano a sus hogares y durante no vuelvan al servicio no deben tener sueldo según esto así esa mandado por las disposiciones vigentes dejando en la frontera solamente durante el invierno y verano la fuerza necesaria para perseguir cualesquiera partidas o fuerzas de poca consideración que aparezca a robar como a veces suele suceder”421.
417 En efecto, a partir de 1840 aproximadamente se comenzó a dar una extraordinaria dilación en las respuestas enviadas por Rosas a sus colaboradores. Conciente de estas demoras y evidenciando la importancia que el gobernador le adjudicaba a la “cuestión indígena”, alertaba a los jueces de paz de Azul y Tapalque que todo lo relacionado con los indios fuera enviado con carácter de urgente y, en caso de no responder prontamente, que volvieran a enviar la comunicación a su hija Manuelita. 418 AGN,X,26.8.3 419 Ibidem 420 Esta prevención era habitual que se planteara a las autoridades de la frontera. De hecho en mayo de 1840 se alertaba a los jueces de paz de frontera que desde el inicio al fin de otoño y primavera debían estar alertas por posibles ataques de indios en la ultima linea de frontera.AGN,X,20.10.2 421 AGN,X,26.8.3
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Para la misma época, la situación en la frontera sur parecía también tender a
resquebrajarse. En mayo de 1849 chasques de Calfucurá se reunieron en Azul en un parlamento en
el que participaron el juez de paz del fuerte y el caciquillo Juan Catriel “representante de su padre
el cacique mayor” en el que informaron sobre el estado de alarma en que se hallaban los indios de
Salinas y de Tapalqué “por los cantones y poblaciónes que se estaban formando en la frontera
quedando todos ellos sin el campo necesario para sus correrías”. Por otras vías, Rosas y Belgrano
se había informado que se esperaba la llegada de indios “chilenos” entre los que se encontraba el
cacique Coliqueo, para invadir la frontera422.
Ante estas noticias Rosas emitió con inusual rapidez varias respuestas. Una al juez de
paz de Azul en la que le avisaba estar al tanto de la venida de indios “chilenos” tanto por informes
que le había enviado el presidente de Chile como por “cartas que ha tenido de cristianos chilenos
que han estado los unos en los toldos de esos indios y otros que se han impuesto de todo por
conversaciones con los mismos indios”. Asimismo decía saber que Coliqueo había sido disuadido
por Calfucurá de incursionar sobre la frontera. Con la misma fecha, envió una carta a los indios de
Tapalqué en respuesta al supuesto desagrado que sentían ante el avance poblaciónal de los vecinos
de la campaña. En la carta intentaba calmarlos diciendo que ellos “tenían suficiente campo para
vivir y que el gobierno a su vez les ayudaba con su manutención y además, que esos mismos
hacendados que se habían internado eran los que los proveían de ganado y, al estar todos ellos
“relacionados y amigos”, si se les obligaba a regresar hacia el interior perjudicarían a los
hacendados de más adentro”. Finalmente, con términos muy similares a la anterior, escribió una
ultima carta dirigida a Calfucurá agregando que pensaba “irles dando a los indios pobres a
aquellos que tengan familia y no tengan de que mantenerse algunas ovejas desde el próximo
entrante verano”423.
La seguridad y firmeza que transmitían estas misivas de Rosas en cuanto a su
conocimiento sobre los movimientos existentes en el interior del territorio indígena y el descrédito
que daba a los reclamos de los indios por la expansión de los hacendados, se diluyen con los
términos de otra carta que, en forma paralela escribiría asimismo al juez de paz de Azul pidiendo
que se le informara de manera urgente sobre la población situada en la frontera de Tapalqué y Azul
“indicando cuales son las poblaciónes de que se quejan los indios que extensión tienen para sus
422 AGN,X,20.10.2 423 Rosas a Pedro Rosas y Belgrano, 19 de mayo de 1849. AGN,X,20.10.2
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toldos y animales y con que permiso se han situado esos establecimientos al oeste y sur oeste del
arroyo Tapalqué”424.
La respuesta no se hizo esperar y a los pocos días Rosas y Belgrano le enviaba un
detallado informe sobre los distintos pobladores que se hallaban avanzados de la línea de frontera:
“de Tapalqué al norte y a distancia de 5 leguas se hallaba la población de José Balenzuela; 3 leguas mas allá la de don Ilario González; hacia el médano negro y a unas 12 leguas los puestos de San José Portugués, El Mirador, San Pedro, San Francisco, todos correspondientes a su establecimiento 9 de julio. Del cantón al sur por la costa del arroyo occidental a 5 leguas la población de don Tomas Blanes y Arguibel; le sigue la de Gregorio Barragan a 4 leguas y 2 leguas en el mismo rumbo la de Pedro Rosas y Belgrano. Entre las nacientes del arroyo Tapalqué y Azul, unas 6 leguas, 3 poblaciónes en el arrollito del Perdido de pedro Fuentes, Justo Martínez y Dionisio Solano casi tocando el Azul. De este arroyo al oeste a 10 leguas la población de Mariano Artalejo; de ahí al SO a 14 leguas las poblaciónes de Juan Ornos y el puerto La Golondrina de Manuel Larma425.
A pesar del convencimiento del gobernador sobre el retroceso de la invasión proyectada
entre Coliqueo y Calfucurá, Rosas y Belgrano, más en contacto con la situación fronteriza, insistió
en el tema. Para el juez de paz, la invasión tenía una relación directa con el descontento que
Calfucurá sentía sobre el avance fronterizo en lo que habría obtenido el acuerdo de los indios de
Tapalqué.
“Calfucurá espera a los indios de las provincias [Mendoza] y a los de Chile. Que reunidos todos se hera una grande invasión contando también con la mayor parte de los indios de Tapalqué. Que este movimiento lo hace Calfucurá porque no esta conforme con la marcha del gobierno que esta formando cantones en sus campos y estancias… que conoce que ha nacido para morir y que con la gran fuerza con que el cuenta el gobierno no ha de poder por su cuenta hacerle nada en mucho tiempo y el suficiente para enriquecerse y hacer hagan fortuna sus caciques compañeros. Dice también que la ración y regalos que se le hacen todos los meses no tiene que agradecerlo pues que es pago de arrendamiento por sus tierras ocupadas426.
A fines del año 1849 la situación parecía haber desbordado al gobierno. En el mensaje
del gobierno enviado a la Sala de Representantes, Rosas reconocía que
“Las partidas de indios ladrones enemigos, que se desprenden del desierto a robar a la frontera han incomodado en este año con frecuencia en toda la extensión al exterior de ella. En algunos puntos han sido escarmentados y se les ha quitado la hacienda robada. En otros fugaron rápidamente con algún ganado y caballos: no han sido alcanzados427.
Y aceptaba que un motivo de esta reacción podía encontrarse en que
424 AGN,X,26.8.2a. Negrita nuestra. 425 AGN,X,20.10.2 426 Ibidem 427 Mabragaña, H, Los mensajes… tomo 2, p. 473
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“Muy considerable número de estancias, sin el previo permiso del gobierno, se han avanzado mucho mas allá en el desierto, hasta donde el gobierno ha estado distante de cubrir y asegurar con las tropas de frontera, el todo de estos establecimientos”428.
La situación interétnica en la frontera durante los meses finales del régimen rosista se
nos hace bastante “invisible” en la documentación. Ella solo nos permite verificar el mantenimiento
del negocio pacífico a través de los pagos tanto para las divisiones militares de indios amigos en el
territorio provincial como la entrega de obsequios y raciones a los indios aliados destacándose
fuertemente la agrupación liderada por el cacique Calfucurá.
Como es conocido, casi inmediatamente después de la caída de Rosas, los ataques
sobre la frontera se reiniciaron con una violencia inusitada y, con el tiempo, derivarían en una
considerable retracción del espacio provincial. ¿Había Rosas verdaderamente contenido la
agresividad indígena que, luego de la partida del caudillo, se encontró libre para reanudar sus
empresas maloneras? ¿Reflejaban estas incursiones una suerte de oposición a la desaparición de
Rosas? ¿O simplemente representaban la concreción de las amenazas de invasión que se habían
comenzado a escuchar a fines de su gobierno? En este sentido cabría preguntarse si, aún cuando
siguiera gobernando Rosas, no se había llegado a una situación sin retorno ante la evidencia de un
constante avance sobre el territorio indígena.
En términos más generales, la pregunta que surge es, por qué luego de Caseros la
campaña no produjo un masivo levantamiento campesino similar al ocurrido en el año 1829 en
defensa de Rosas. Para Lynch, la respuesta debe encontrarse en tres elementos que reflejaban una
situación totalmente distinta a la anterior. Por un lado, se había producido un quiebre evidente en la
alianza entre el gobierno y los hacendados luego de la revolución de los Libres del Sur; por otro
lado, la despolitización y desmovilización creciente impuestas a la población había logrado su
objetivo y, finalmente, la población rural ya se encontraba “militarizada” sirviendo en unidades
milicianas o en otras actividades dispuestas por el Estado lo que restaba considerables fuerzas que
pudieran levantarse de manera espontánea. Si planteamos que los indios amigos habían seguido, en
términos generales, un camino similar al de los pobladores criollos en torno a su militarización,
cabría suponer que apoyaron al ejercito rosista en la medida en que formaban parte de éste.
Esta investigación se propuso presentar una visión lo más integral posible sobre el
curso de la relación interétnica tratando de poner en pie de igualdad las motivaciones y acciones de
428 Ibidem
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ambas sociedades. Sin embargo, la decisión de culminarla en el momento de la caída de Rosas
presenta un enfoque bastante etnocéntrico. En efecto, la caída de Rosas, es un hecho decisivo en el
devenir de la política provincial y también interprovincial pero en ese período, paralelamente,
Calfucurá no hace más que comenzar a diseñar y organizar el gran poder que desplegará en el área
pan araucana en la década siguiente. De todos modos, acordando con la centralidad del fin del
periodo rosista para la historia política provincial, creemos que este hecho produjo asimismo
fuertes consecuencias en el liderazgo del jefe de Llaima. Si es cierto que en el año 1850 hay
indicios bastantes ciertos sobre los proyectos de invasión de Calfucurá y aliados transcordilleranos
sobre la frontera bonaerense, lo cierto es que desde su instalación en Salinas no se produjeron
ataques de envergadura sobre las estancias rurales. ¿Cuál sería el beneficio de llegar adelante un
extenso malón? Obviamente la adquisición de ganado y cautivos, pero ¿no estaban más preparadas
las fuerzas de frontera como para hacer frente a esta invasión? o ¿valía la pena correr el riesgo de
dejar de percibir las raciones que gozaban en ese momento y que, según nuestro planteo, permitían
mantener una red de alianzas a ambos lados de la cordillera? Contestaríamos por la afirmativa al
primer interrogante y por la negativa al segundo.
En esta linea argumental se entiende por qué, poco despues de caído el gobierno rosista
con el traslado de tropas desde la campaña a la ciudad y con el abandono casi inmediato del sistema
de racionamiento de los indígenas, Calfucurá parece haberse “liberado” de su relación con el
gobierno lo que lo decidió a llevar a cabo las expediciones de caza de ganado y prisioneros
proyectadas. El surgimiento de dos centros de poder a partir de entonces (el Estado de Buenos
Aires y la Confederación) actuarían como un mayor incentivo para negociar desde una posición de
fuerza y consolidar su creciente poder en las pampas. De esta manera podemos concluir que la
caída de Rosas, también para Calfucurá, significó una inflexión importante en su política con los
criollos. Pero el análisis de ésta deberá ser objeto de otra investigación.
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CUADRO 3. ESTADO DE LA FRONTERA ENTRE 1830 Y 1852 Fecha Características Septiembre 1830 Enfrentamiento entre boroganos e indios aliados (Pety, Maica,
Yuscabel, Lomo Colorado, Chañil, Chocorí, Quiñigual) Enero- marzo 1831 Negociaciones de Rosas para quebrar la alianza borogana-Pincheira.
Parlamento conjunto con caciques boroganos, Catriel, Cachul y Venancio
Marzo 1831 Arribo de un importante contingente transcordillerano con los caciques Toriano, Calfucurá y Lielmilla (hermano de Venancio).
Septiembre 1831 Toriano asentado en Tapalque. Lielmilla asentado en Monte junto a Venancio
Septiembre y octubre 1831
Grupo liderado por Calfucurá ataca establecimientos fronterizos del sur de la provincia
Octubre 1831 Formación de una división para perseguir a los indios maloneros en donde participaron 110 indios de Venancio y 96 de Catriel con los caciques a la cabeza ayudando también los jefes Antica y Guilitru
Noviembre 1831 Ataque a Bahía Blanca. Los atacantes fueron identificados por Martiniano Rodriguez como Calfucura, Choquellau, Rapil, Yancamay
Diciembre 1831 Regreso del cacique Lielmilla a Chile
Marzo 1832 Toriano y otros caciques ocupan el espacio existente entre Bahía Blanca, Patagones y el resto de la provincia cortando la comunicación entre esos puntos
Junio y agosto 1832 Ataque a tolderías de Toriano con la colaboración de indios boroganos
Septiembre 1832 Ejecución de Toriano en Bahía Blanca
Marzo 1833-enero 1834 Expedición al sur Septiembre 1834 Asesinato de los caciques boroganos Rondeau y Melin en Masallé, por
fuerzas del cacique Calfucurá Septiembre-diciembre 1834
Asentamiento grupos boroganos en la frontera: Guayquil y Caneullan en Fuerte Mayo; Meligur y Alon en las cercanías de Bahía Blanca
Marzo- abril 1836 Ataques a las tolderías boroganas de Salinas Grandes. Muerte del cacique Cañuiquir.
Agosto 1836 Sublevación de los indios amigos de Bahía Blanca
Septiembre 1836 Ataque a las tolderías “chilenas” de Tapalqué por tropas del cantón
Octubre 1836 Malón de una coalición ranquel, borogana y transcordilleranas sobre Tapalqué
Enero 1837 Invasión de 1.800 indígenas sobre los establecimientos de Tapalqué, Azul e Independencia
Agosto 1837 Malón de cerca de 1.700 indígenas sobre Bahía Blanca Octubre de 1837 a enero de 1838
Expedición a Salinas Grandes a cargo del coronel Del Valle
Enero-abril 1838 Incorporación de nuevos grupos indígenas a la frontera (Reylef, Guayquinecul, Epul, Carupan)
Mayo 1838 Ataque ranquel a las tolderías del cacique amigo Llanquelen en
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Federación. Abril 1840 Negociaciones de los ranqueles con el gobierno de Buenos Aires que no
llegan a un acuerdo definitivo Junio 1841 Asentamiento de Calfucurá en Salinas Grandes Mediados 1847 Negociaciones de los ranqueles con el gobierno de Buenos Aires que no
llegan a un acuerdo definitivo Mayo 1849 Inquietud de Calfucurá por expansión sobre territorio indígena
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SEGUNDA PARTE
ESTADO Y VECINOS EN EL DISEÑO Y APLICACIÓN DE LAS POLITICAS DE FRONTERA.
En esta parte analizaremos la participación de los pobladores criollos de la campaña en
la organización y gestión de los nuevos pueblos de frontera. Comprende un primer capítulo que se
centra en el período 1810-1828 y un segundo capítulo referido al período rosista. La hipótesis que
se desarrolla en esta parte se inscribe dentro de las discusiones historiográficas formuladas en torno
a las características de los espacios fronterizos y, desde una perspectiva más local, las centradas en
las dificultades del estado provincial por extender su dominio sobre el territorio.
Con respecto a la primera problemática es conocido que el costo de defensa de los
espacios fronterizos fue un problema recurrente tanto para la corona española como,
posteriormente, para los gobiernos independientes. Desde la época de los Borbones se intentó
disminuir el peso militar insumido por la frontera a través de la modificación de la política llevada
hasta el momento por los Austrias basada en un costoso sistema defensivo y en igualmente costosas
expediciones punitivas contra los indígenas, política que había demostrado un escaso éxito en
pacificar el territorio. En contraposición a este esquema, los Borbones llevaron a cabo una
reorganización de la estructura militar disminuyendo el peso del ejército en la frontera e
implementando una política de conciliación y negociación con los pueblos indígenas429.
Con el período independiente, las urgencias de la guerra revolucionaria profundizarían
esta tendencia. En la mayoría de los casos las ya escasas dotaciones existentes en los fuertes de
frontera fueron enviadas al interior del territorio para unirse a los ejércitos patriotas dejando aún
más desprotegido el espacio. Entre las soluciones puestas en práctica para hacer frente a la cada vez
más acuciante inseguridad de las zonas fronterizas se contaría la política de establecer “colonias
militares”. Esta estrategia fue implementada de manera particular en algunas provincias de la
frontera norte de México luego de la independencia. El elevado costo que significaba para el
gobierno central sostener cuerpos regulares en la zona motivó una reorganización militar por la cual
se derivaba al ámbito provincial la defensa de sus fronteras con los indígenas. De esa manera,
algunas provincias implementaron la política de hacer descansar la seguridad de su región en las
milicias cívicas de pobladores; mediante el otorgamiento de algunos privilegios como subsidios
429 Weber, David, “Borbones y bárbaros. Centro y periferia en la reformulación de la política de España hacia los indígenas no sometidos”, en Anuario IEHS, No. 14. Tandil, 1999
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financieros, exención de ciertas cargas impositivas o que los pobladores que se asentaran en la
región fronteriza debían cumplir con la obligación militar en su circunscripción430.
En la frontera bonaerense, a pesar de las voces a favor que insistirían
permanentemente en la entrega de tierras “en propiedad” como la manera más efectiva de resolver
el peligro de la deserción y lograr el arraigo de la población, estas políticas no llegaron a
concretarse. Por el contrario, los pobladores que, en forma espontánea o coercitiva, habían
acompañado a las expediciones fundadoras asentándose de manera precaria en las tierras de
frontera, frecuentemente debieron litigar con nuevos denunciantes para hacer valer sus derechos de
precedencia.
El tema de la delegación de ciertas funciones como la defensa, en manos de los
pobladores de la región se vincula asimismo, en nuestro espacio de estudio, con otra problemática
que se está desarrollando actualmente y tiene que ver con relación entablada a partir de la década de
1820, entre un estado que se va consolidando y extiende su dominio sobre el territorio provincial, y
los pobladores del mismo. Esta relación no estuvo exenta de conflictos, poniéndose en evidencia, en
el caso de la estructuración de un aparato judicial en la campaña, una tensión entre el estado que
intentaba establecer una estructura republicana de gobierno y aplicar nuevas medidas liberales y las
prácticas corporativas y de derechos comunitarios que existían en la sociedad431.
La hipótesis que sostenemos es que en lo relativo a los proyectos de expansión y
consolidación territorial, el gobierno bonaerense delegó en los pueblos de frontera tareas como la
defensa del territorio y el sostenimiento de las guarniciones militares. La primera a través del rol
cumplido por los vecinos de la campaña como fuerzas milicianas; la segunda mediante la provisión
de los bienes necesarios para la subsistencia de los efectivos militares asentados en los fuertes y, a
partir de 1830, de los indios amigos reducidos asimismo en la zona. Esta delegación no fue
inmediata ni caracterizó desde el principio la política del gobierno sino que fue el resultado de un
proceso en el cual se pueden hallar marchas y contramarchas. Por otro lado, se haría evidente en
todo el período un tratamiento diferencial en cuanto a los asuntos de la frontera norte y sur de la
provincia. En efecto, desde el año 1820 el sur de la campaña se convirtió en el objetivo principal del
430 Para un análisis de la región de Chihuahua, ver Ana María Alonso, Thread of blood. University of Arizona Press, Tucson, 1995 y para Texas, Andrés Tijerina, Tejanos & Texas under the Mexican flag, 1821-1836. Texas A&M University Press, 1994. 431 Cansanello, O.C., "De súbditos a ciudadanos.. .; Garavaglia, "Paz, orden y trabajo … "; Fradkin, "La experiencia de la justicia….”; Gelman, “Crisis y reconstrucción … ”.
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gobierno. Sobre ese espacio se encararía una expansión territorial con el claro objetivo de poner en
producción nuevas tierras que permitieran incrementar la exportación de productos pecuarios. Este
objetivo justificaba derivar toda la atención sobre la zona. Los partidos del norte eran pagos de vieja
colonización en los que el proceso de apropiación legal del territorio prácticamente se había
completado. Donde, por otro lado, al lado de unos pocos grandes propietarios de tierras, se hallaba
una mayoría de medianos y pequeños productores. El sur, por el contrario, iba adquiriendo rasgos
de gran propiedad y se presentaba asimismo como la promesa de inmensas extensiones a ser
apropiadas y puestas en producción. Precisamente esta posibilidad del estado provincial de
apoderarse de un territorio donde la ocupación era precaria, dada por la presencia de pobladores
criollos que no tenían títulos sobre esas tierras y por la existencia de habitantes indígenas a los que
ese Estado les negaría igualmente cualquier tipo de derechos sobre las mismas. Esto llevaba a la
inexistencia de obstáculos a una mayor apropiación.
Pero la complejidad de este mundo rural no se puede explicar solamente en términos
de diferencias socio-económicas. Los alineamientos políticos y/o la formación de redes de poder
político en los distintos partidos de la campaña también deben haber jugado un papel importante a
la hora de definir posiciones con respecto a la política del gobierno. Durante el período que nos
ocupa, recientes investigaciones que estudiaron las tendencias políticas de las elites urbanas y
rurales han planteado que los partidos del norte se presentaban más cercanos a tendencias
confederales (en el movimiento de 1816) y federales (en la crisis de 1820) y, en consecuencia,
enfrentados al gobierno directorial que gobernaría entre 1815-1820. Este sector de la provincia
apoyaría asimismo al ex - centralista Martín Rodríguez, en la salida a la crisis de 1820432. En los
partidos de sur y en el espacio que Halperín denominó “el nuevo sur”, la definición de las
tendencias políticas estarían fuertemente impactadas por redes de relaciones en donde el rol jugado
por personajes fuertemente vinculados a Rosas no puede soslayarse433.
Desde el momento en que se decidió llevar a cabo el avance territorial, el gobierno
provincial se encontró con cierta oposición por parte de los propietarios de campaña que buscaban
protagonizar y/o diseñar las estrategias para llevar a cabo esta expansión. En este sentido cobraría
una importancia singular como representantiva del pensamiento de los propietarios, la memoria que
432 Herrero, F. “Buenos Aires, año 1816. Una tendencia confederacionista”, Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, Tercera serie, núm. 12, 2do semestre de 1995 433 Ver Gelman, Jorge, "Unitarios y Federales. Control político y construcción de identidades en el primer rosismo". Ponencia presentada a las IX Jornadas Interescuelas departamentos de Historia. Córdoba, 24 al 26 de setiembre de 2003.
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en el año 1820 Juan Manuel de Rosas elevara al gobierno provincial. En la misma, el hacendado
proponía la constitución de sus pares en una corporación que no sólo representara sus intereses sino,
también, funcionara como un cuerpo delegado del poder político para la organización y orden en la
campaña. Esta memoria refleja con total claridad los alcances y los límites de la formación estatal
que se intentaba establecer fundamentalmente a partir de la experiencia rivadaviana. Pero esta
tensión no adoptaría necesariamente la forma de un conflicto ni enfrentamiento entre ambas
concepciones sino que, de alguna manera, el estado provincial debió reconocer y apoyarse en estas
iniciativas corporativas para lograr asentar su poder sobre el territorio. Durante el gobierno rosista,
algunas de las ideas centrales plasmadas en dicha memoria serían llevadas a la práctica como, por
ejemplo, la participación de los vecinos en la defensa de sus tierras y en el aporte de recursos para
sostener los nuevos asentamientos militares.
Las fuentes utilizadas en el primer capítulo de esta sección fueron las mismas que se
señalaron para la parte primera434 privilegiándose en este momento el análisis del contrapunto entre
las voces oficiales que provenían de los grupos dirigentes de la ciudad de Buenos Aires y las voces
de los propietarios de la campaña. Estas últimas encontrarían un importante lugar de difusión en la
prensa periódica donde es posible hallar, en determinados momentos, cierta discusión en torno a las
políticas de frontera e indígena. En efecto, es frecuente encontrar en estos periódicos, al lado de
decretos oficiales que establecen, por ejemplo, proyectos de expansión fronteriza, cartas de lectores
que se definen como habitantes de la campaña y que rechazan explícitamente las políticas oficiales
planteando en su lugar proyectos alternativos que, según ellos, tienen la ventaja de ser redactados
por personas que conocen la problemática de la que se está hablando. En el segundo capítulo,
correspondiente al período rosista, la información proveniente de la prensa periódica fue escasa
debido a la disminución notable que se experimentó en la publicación de periódicos, de manera que
el análisis se centró fundamentalmente en la documentación oficial existente en el AGN. De todos
modos, la tensión entre la percepción desde la ciudad y desde los poblados fronterizos sigue siendo
claramente evidente. Se agregó asimismo la consulta de los legajos existentes en el AGN
correspondientes a Juzgados de Paz (Sala X) y las Listas de Revista (Sala III) para lograr un cuadro
representativo de las fuerzas puestas en movimiento para la defensa de la frontera. Para el estudio
del caso de Bahía Blanca se ha utilizado la documentación del Juzgado de Paz, los libros de
patentes que nos brindaron información sobre el número de pulperías habilitadas y las sucesiones de
algunos comerciantes y militares involucrados en los negocios del fuerte.
434 Ver notas 3, 4 y 5 de la Primera parte, cap. 1.
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CAPITULO 1.
LOS INTENTOS DE AGREMIACIÓN DE LOS HACENDADOS
Durante la primera década independiente y hasta la fundación de los nuevos fuertes en
el año 1828 fue frecuente la reunión de comisiones y juntas de hacendados citadas por el gobierno,
o autoconvocadas, para la discusión de temas que hacían a la cuestión fronteriza en donde se
plantearían y elevarían a éste tanto sugerencias vinculadas a la defensa del territorio como proyectos
para llevar adelante la expansión del espacio provincial. Dentro de estos ultimos y en relación con
la necesidad de garantizar la defensa de la campaña, un punto recurrente fue la propuesta de
entregar tierras a los pobladores que se asentaran en las nuevas tierras en un esquema que recuerda
a las colonias militares que se establecieron en otros ámbitos fronterizos.
Una vez establecida la nueva línea de frontera con la fundación de cuatro nuevos
fuertes, la presencia de los vecinos siguió manteniendo su importancia, tanto como proveedores de
los distintos bienes (ganado y artículos de consumo) que eran necesarios para sostener los
destacamentos militares asi como en su función de milicianos.
Antes de entrar en el desarrollo del tema es necesario realizar algunas precisiones en
cuanto a los términos que se usarán. Al referirnos a los habitantes de la campaña hablaremos de
vecinos, hacendados y pobladores. Por pobladores entendemos en términos genéricos a los
habitantes de la campaña que ocupan de manera precaria la tierra que producen sin tener derechos
jurídicos sobre ella. En cuanto a la categoría de vecino es necesario remarcar que el contenido de la
misma sufrió variaciones a lo largo del tiempo. En el período que nos interesa, el término refiere
fundamentalmente a los habitantes domiciliados de un partido pero que no necesariamente eran
propietarios de tierra. En efecto, a diferencia del período colonial, en este momento no era la
propiedad sino el establecimiento de domicilio el que determinaba la vecindad. Dentro de las
obligaciones que tenían los vecinos se encontraban los servicios demandados por la justicia (cargos
de jueces de paz y personal subalterno) y la milicia; estas obligaciones públicas tenían como
contrapartida el otorgamiento del derecho al voto435. Como la propiedad no se hallaba dentro de los
atributos de la vecindad, distinguimos dentro de este grupo a los propietarios-hacendados para
nombrar a los personajes más ricos de la campaña. De todos modos, estas categorías sociales no
deben tomarse como compartimentos cerrados debido a la íntima relación que los une a las redes
personales y las prácticas de sociabilidad que los individuos conformaban en su vida cotidiana. En
435 Cansanello, O.C., "De súbditos a ciudadanos…”.
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este sentido, la categoría de vecino definía claramente la relación del individuo con una comunidad
determinada y en vinculación a esa relación, le otorgaba una serie de derechos y obligaciones. Pero
en la forma de acceder a esa categoría, los lazos de amistad, parentesco y/o dependencia, jugaban
un papel fundamental436.
1. Las Juntas de hacendados en la primera década revolucionaria
En la década de 1770 se registraron los primeros intentos por organizar un gremio de
hacendados. Desde esa fecha, la actividad ganadera comenzó a cobrar un mayor dinamismo y,
como consecuencia, los propietarios rurales intentarían consitutirse como un segmento social
diferenciado con características o objetivos más nítidos y específicos, que no se encontraba
representados por los cuerpos existentes en la época como el Consulado, ámbito propio de los
intereses mercantiles437. Esto llevó a que los ganaderos buscaran sus propios espacios de
organización y representación derivando en la constitución de un Gremio de Hacendados que se
planteó como objetivos fundamentales garantizarse la exclusividad en el abasto del mercado local y
evitar su subordinación total al capital mercantil. Esta institución contó con el beneplácito del
gobierno que esperaba utilizarlo “como un instrumento para el arreglo de la situación rural”. Raúl
Fradkin, que ha analizado la composición y objetivos de la institución en sus comienzos plantea
precisamente que
“El poder colonial… lo incorpora a una estructura de poder preestablecida con margenes que lo acotan; intentará en realidad transformarlo en apoyatura para el ejercicio efectivo de ese poder en un ámbito, el rural, donde ha arraigado muy poco solidamente”438.
Según el autor, a pesar de estos intentos de constituirse como cuerpo y de los
incentivos que llegaban desde el gobierno, el gremio de hacendados no llegó a consolidarse en esta
etapa. Sin embargo, los intentos por hacer surgir una asociación que representara a los propietarios
de campaña se mantuvo a lo largo del tiempo. En efecto, durante el período objeto de esta
investigación, y con cierta regularidad a partir de mediados de la década de 1810, fue frecuente la
constitución de comisiones y juntas de Hacendados para la realización de tareas puntuales
vinculadas a la expansión, poblamiento y defensa de la frontera. En algunas ocasiones fueron los
hacendados quienes espontáneamente se reunieron proponiendo acciones al gobierno por
considerarse los más directamente involucrados en el tema; estas propuestas serían analizadas por
436 Herzog, Tamar, “La vecindad: entre condición formal y negociación continua. Reflexiones en torno a las categorías sociales y las redes personales”, en Anuario del IEHS, No. 15. Tandil, Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires, 2000. 437 Fradkin, Raúl, “El gremio de hacendados en Buenos Aires durante la segunda mitad del siglo XVIII”, en Cuadernos de Historia Regional. 438 Ibidem, p 77.
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aquél y en ocasiones, cuando las presentaciones giraban en torno a la defensa de la campaña, fueron
llevadas a la práctica. En otras ocasiones, fue el mismo gobierno quien promovió la formación de
estas comisiones con el objetivo de obtener el apoyo de los vecinos en diversos aspectos que hacían
a la política de frontera lo que señala que, en todos los casos, se aceptaba como representativas a
estas reuniones.
Ahora bien, si retomamos el argumento de que una corporación es aceptada por el
poder político cuando se considera representativa de un sector social, debe señalarse que los sujetos
que conformaron las juntas mencionadas, al menos durante una primera etapa, pertenecían
exclusivamente al sur de la provincia. De manera que el cuerpo representativo de los hacendados,
en realidad, era representativo solamente de los propietarios del sur y no de toda la provincia. Esto
nos está marcando el peso diferenciado que tenían los propietarios rurales en la campaña. Mientras
los hacendados del sur, por su cuenta o convocados por el gobierno, se reunieron frecuentemente
para debatir sobre problemas relacionados con la defensa y seguridad de la campaña (sur), los
propietarios del norte y del oeste no fueron incluidos en estas convocatorias.
Esta diferenciación entre la campaña del sur y del noroeste amerita que nos
detengamos al menos brevemente en las características económicas y sociales de la campaña
bonaerense. La misma comprende una significativa diferenciación regional que puede marcarse por
la extensión y orientaciones de sus unidades productivas. Los partidos cercanos a la ciudad se
orientaban a la producción cerealera-hortícola en quintas y chacras, para el abasto del mercado
urbano. La estructura económica de los partidos del norte, en términos generales, reflejaba la
existencia de “un reducido puñado de hacendados” junto con una mayoría de unidades productivas
medianas que combinaban agricultura con ganadería; los del oeste de predominio agrícola, tenían
una estructura de propiedad más dividida; hacia el sudoeste se entraba en una zona de transición
hacia formas de explotación mixta con unidades de producción más extensas que en el norte y,
finalmente, los partidos del extremo sur presentaban un predomino claramente ganadero439.
En cuanto a las carácterísticas poblaciónales de la campaña, la comparación entre los
datos censales de 1744 (4.663 personas) y 1815 (38.474 habitantes) nuestra un vertiginoso aumento
poblaciónal en el cual la campaña crece más rapidamente que la ciudad y dentro de ella con un
439 Juan Carlos Garavaglia, “Ecosistemas y tecnología agraria: elementos para una historia social de los ecosistemas agrarios rioplatenses (1700-1830)”, en Desarrollo Económico No. 28:112. Buenos Aires, 1989.
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ritmo desigual según las zonas440. En efecto, en los datos del ultimo censo mencionado surge un
primer grupo con un porcentaje muy elevado de la población rural total que incluye a la campaña
cercana (Flores, Morón, Matanza, Quilmes, San Fernando y San Isidro) la que concentra un 31.2%
de ésta; le siguen los partidos del norte (Areco, Arrecifes, Baradero, Pergamino, San Nicolás y San
Pedro) con un 28,4% de la población total y finalmente el sur (Chascomús, Magdalena y San
Vicente) con un 24%. Detrás de estas zonas más densamente pobladas se ubicaba la campaña oeste
(Lobos y Pilar) con el 16% del total y mucho más lejos el Nuevo Sur con solo el 0.4% El
crecimiento medio anual del 22 por mil que se registra entre ambos censos no solo proviene del
crecimiento vegetativo de la población sino que tiene un fuerte componente en las migraciones
internas que encontraron como puntos de mayor recepción a los partidos de Flores, Morón, Matanza
y los del Nuevo Sur441.
De manera que los partidos del norte y oeste, con nula representación en las juntas de
hacendados convocadas en el período eran zonas que, a pesar de contener una población elevada
que en su conjunto llegaba a más del 40% del total de la campaña, reflejaban cierto predominio de
la agricultura y una estructura de propiedad bastante dividida a excepción de unas pocas grandes
propiedades ganaderas en el norte. Esta diferenciación entre regiones sería más evidente con el
transcurso del tiempo. En un trabajo reciente basado en el pago de la contribución directa para el
año 1839, Gelman y Santilli, mostraban la desigual distribución de la riqueza que podía encontrarse
en las distintas regiones y partidos de la campaña:
“… es evidente que los lugares de la frontera en el norte de la campaña, al igual que algunos puntos del oeste, muestran una pobreza espartana, un claro límite a la expansión ganadera, comparado con el avance irresistible de la frontera sur… [reflejando el] contraste entre un sur pletórico y que reúne las explotaciones más ricas de la campaña, con los puestos fronterizos en el norte de la campaña, que son en su mayoría de colonización más antigua y que parecen vegetar en medio de la escasez”
El contrapunto entre estos dos sectores de la frontera bonaerense no se hallaría, para
los autores, en la calidad de las tierras, en ambas de una gran riqueza sino
440 Jose Luis Moreno, “La estructura social y ocupacional de la campaña de Buenos Aires: un análisis comparativo a través de los padrones de 1744 y 1815”, en J.C. Garavaglia y J.L. Moreno, Población, sociedad, familia y migraciones en el espacio rioplatense. Siglos XVIII y XIX. Buenos Aires, Cántaro, 1993. 441 A. Mascioli, S. Lanteri, V. Collia y N. Perea, “La temprana llanura aluvial. La inmigración en la campaña de Buenos Aires hacia 1815”, en Revista de Historia Bonaerense. Año VI, No. 21. Instituto Historico de Morón, Junio de 2000.
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“en la historia, y en especial en la historia de las relaciones fronterizas con los indígenas… que parecen apuntar a una mayor fragilidad en la seguridad en esta parte menos desarrollada de la frontera”442
En esta historia deben haber pesado indudablemente las vinculaciones políticas que las
elites de estos partidos hubieran desarrollado. Como habíamos señalado, hacia 1816 los partidos del
norte se mostrarían fuertemente contrarios a la política centralista llevada adelante por el gobierno
directorial443. Esto podría haber derivado, además de la mayor atención que suscitaba el sur de la
provincia como espacio hacia donde impulsar la expansión territorial, en la exclusión de los
propietarios del norte en las Juntas de Hacendados realizadas durante el período. Aunque aquellos
se hallaban aquejados de los mismos problemas de inseguridad fronteriza que sus pares del sur, sus
reclamos, realizados de manera individual, no encontraban demasiado eco en el gobierno
provincial.
La primera referencia que hallamos sobre la convocatoria a una organización
corporativa de hacendados se remonta al año 1814 cuando el coronel García, encargado por el
Director Supremo Posadas de realizar una expedición exploradora para el avance de la frontera,
propuso en la sesión capitular del 15 de noviembre
“que entre los demás cuidados de su consideración será de los primeros convenir con los Hacendados en el nombramiento de un Apoderado General que los represente y acuerde los medios que hagan efectivo las altas miras del Gobierno y de este Exmo Cavildo en el avanzamiento de las fronteras y poblaciónes”.
La propuesta fue aceptada por el Cabildo pero, tal vez debido a la suspensión del
proyecto de avance, esta iniciativa no fue concretada444.
De manera paralela, se hizo evidente que a los hacendados del sur de la provincia no
les preocupaba tanto avanzar en la ocupación territorial como defender los asentamientos ya
existentes. El asentamiento del otro lado del Salado resultaba sumamente precario y dependía en
gran medida de la habilidad de los hacendados por concertar relaciones pacíficas con los indios que
ocupaban el territorio. Uno de los riesgos que debieron correr los nuevos pobladores fue el robo de
ganado por parte de los indios y de los delincuentes o desertores criollos que habían buscado
refugio cruzando el límite oficial de la frontera. Precisamente en esta región donde el gobierno no
442 J. Gelman y D. Santilli “Una medición de la economía rural de Buenos Aires en la época de Rosas. Expansión ganadera y diferencias regionales”, en Revista de Historia Económica, XX:1, Madrid, 2002. 443 Herrero, F, “Buenos Aires…” 444 AGN, Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires. Buenos Aires, 1907-1934. Buenos Aires, 1937. Negrita nuestra.
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llegaba a extender su control, eran los mismos pobladores quienes debían tomar a su cargo la
defensa de sus tierras. Alrededor de esta búsqueda de mayor seguridad se dieron una serie de
presentaciones de los vecinos del sur que culminaron, pocos años más tarde, en la constitución de
una fuerza militar especial para defensa de ese sector de la provincia.
En fecha tan temprana como octubre de 1813 Joaquín Suárez, vecino de Montes
Grandes, propuso formar una compañía de milicianos para contener los ataques indígenas
ofreciendo a sus peones como soldados; además de la autorización del gobierno, solicitaba que se lo
proveyera de armamento y de un jefe idóneo para dirigir la fuerza. El pedido no contó con la
aprobación del gobierno. Al año siguiente, dos propietarios de tierras situadas cruzando el río
Salado, cerca de la laguna del Hinojal, los hacendados Domínguez y Salomón, habían sufrido el
robo de ganado por parte de los mismos indios que vivían en sus propiedades. Ante el hecho
pidieron al gobierno el envío de una partida armada para intentar recuperar el ganado, a la que
ofrecían incorporar 40 hombres armados que tenían en sus estancias. De manera similar al pedido
de Suárez, se solicitaba la designación de un militar de carrera para que dirigiera la fuerza. Este
pedido fue elevado a una Junta de hacendados que fue convocada por el Alcalde de Hermandad del
partido y que dictaminó en contra del envío de dicha fuerza en virtud del peligro que se correría al
internarse en territorio desconocido445.
Sin embargo, la preocupación por la escasa defensa de la campaña no se circunscribía
a los pobladores que habían avanzado más allá de la línea fronteriza en el sur sino que abarcaba a
toda la provincia. Las fuerzas militares de que disponía el gobierno se componían de tropas
regulares (compuesta de voluntarios y contingentes reclutados de manera forzosa) y de milicias de
vecinos. Un informe del año 1817 reflejaba que las fuerzas regulares existentes en los distintos
fuertes y fortines eran muy exiguas. En Chascomús y Salto se contaba con solo 32 efectivos en cada
fuerte, Ranchos al igual que Monte y Rojas tenía 25 soldados y en Lujan se hallaba asignada una
división con 40 efectivos. En cuanto a los fortines había solo 10 soldados en Lobos, Pergamino,
Mercedes y Melinque en tanto existían 13 plazas en Navarro y Areco. El más reforzado de todos los
puestos era precisamente uno que no tenía la categoría de fuerte y era el que se hallaba más al sur,
el puesto de Kaquelhuincul con 53 efectivos446. La exigüidad de estas fuerzas regulares derivaba en
que el mayor peso en la defensa de la frontera recayera en los cuerpos de vecinos milicianos que
445 Ambos episodios están descriptos en Política seguida con el aborígen, tomo I, pag. 466/469 sin que se indique la documentación probatoria de estos hechos. 446 Política seguida …
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eran movilizados en caso de peligro. Esta participación miliciana se hace evidente en la
presentación que el jefe interino del estado mayor, Brigadier Cornelio Saavedra, elevara al gobierno
dos años más tarde. En el mismo se informaba que la seguridad de la frontera descansaba en solo
353 plazas, de las cuales 105 eran soldados regulares y 248 milicianos447.
Era evidente que el gobierno no contaba con los medios necesarios para garantizar de
manera eficiente la seguridad de las propiedades ubicadas en los límites del territorio provincial y
mucho menos las que se ubicaban fuera de la línea fronteriza. Como forma de paliar esta deficiencia
se comenzaría a plantear de manera oficial la posibilidad de entregar terrenos en forma gratuita a los
pobladores y soldados de la frontera para que actuaran a manera de vecinos-soldados. En mayo de
1817 un decreto del gobierno confirmaba el interés por expandir el espacio provincial aclarando que
“uno de los medios de realizarla [la expansión] es interesar a los nuevos pobladores con la
adjudicación en propiedad de los terrenos en que se sitúen”448. Sin embargo, como ya hemos
señalado, el avance no fue efectivo en este momento. Luego de una consulta a una junta
extraordinaria de autoridades civiles y militares quedaría claro la imposibilidad de extender el
territorio más allá de la guardia de Kaquelhuincul. Según el comandante general de fronteras, Juan
Ramón Balcarce
“Más allá de la expresada Laguna [de Kaquel Huincul] están avanzados algunos pobladores con establecimientos ya formados. Ellos han sabido cultivar tales relaciones con los infieles vecinos que han recogido el fruto de no ser incomodados por estos. Así es que semejantes poblaciónes son las que constituyen la verdadera línea por su inmediación al lugar del fuerte, y por la proporción y necesidad en que se hallan sus dueños de proteger a este y ser protegidos de él. La indispensable precisión de consolidar, quanto sea dable, toda clase de relaciones con los indígenas inmediatos de que resultará un aumento al grado de sociabilidad que ya van estos adquiriendo, y otras razones políticas y de conveniencia pública que no se expresan por demasiado obvias, convencen la necesidad de aumentar los establecimientos que estan avanzados á la expresada laguna ó paralelos á la línea de ella concediendo tierras á los que quieran dedicarse á la cría de ganado, e industria agricultora…”(subrayado nuestro).
Como contrapartida de la entrega de tierras se esperaba que los nuevos pobladores
tomaran la responsabilidad “de contribuir con quantos auxilios estén de su parte, á segundar las
disposiciones de esta supremacía, en el caso que los infieles executen alguna irrupción ú acto hostil
contra la mencionada línea”449.
447 Ibidem. 448 Registro Nacional de la Republica Argentina, Buenos Aires 1884-1906, 62 vols. Año 1817. 449 Gaceta 2 de diciembre de 1818. Desde la década de 1810 los distintos proyectos de avance territorial presentados al gobierno insistían, en general, en la importancia de entregar tierras a los pobladores de la frontera como una manera de asentar a la población, y de solucionar el problema de los ocupantes precarios de tierras. En los escritos de Pedro Andrés García se planteaba la necesidad de lograr la ocupación efectiva de la campaña integrando en sus propuestas de poblamiento además de los pobladores civiles, a los soldados e indios. Así, como parte de esta política de
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Esta propuesta no parece haber dado ningun resultado concreto en resolver el tema de
la defensa en el sur de la campaña. Es por ello que en abril de 1819, los hacendados del sur
retomaron la iniciativa proponiendo costear una fuerza veterana “que estando á disposición de
ellos tenga por único destino cubrir las fronteras” del ataque de indígenas y “toda clase de
malhechores” por la zona de Kaquelhuincul. Al mes siguiente la fuerza formada por sólo 25
hombres y cuyo sueldo era pagado por los hacendados se encontraba en funciones y se hallaba al
mando del capitán de dragones retirado D. Antonio Sáenz450. Esta fuerza contuvo en parte los
ataques garantizando cierta tranquilidad en la frontera y asimismo llevó a cabo la aprehensión de
una buena cantidad de delincuentes. Sin embargo, para el secretario de estado, Gregorio Tagle, se
trataba de una fuerza muy exigua para cumplir con su objetivo por lo que planteó el proyecto de
incrementarla creando una compañía de 100 hombres. Para cubrir los gastos que demandara su
mantenimiento, Tagle proponía que se utilizara todo el ganado existente en Kaquel Huincul, que
había sido donado por los hacendados, al que se agregaría el que se tomase orejano.
La propuesta del funcionario derivó en la reunión de varios hacendados del sur, en
septiembre de 1819, para determinar la factibilidad de la propuesta. En ella se acordó con la
creación de la fuerza propuesta y se decidió la constitución de una comisión de hacendados que se
ocupara del cuidado e incremento del ganado destinado al consumo de la misma a la vez que de
formar “un fondo para subvenir con él a los gastos que demanda el sostén de la fuerza expresada”.
El vecino D. Lorenzo López sería el encargado de cuidar los bienes existentes en Kaquel Huincul y
recolectar las donaciones aportadas que consistían principalmente en hombres para incrementar la
fuerza militar. La comisión sería provisoria hasta tanto los hacendados en una reunión más general
acordaran las medidas que consideraran necesarias para defensa de la frontera451.
ocupación del espacio sugería la cesión de terrenos de chacras para los indios que “quieran venir a sociedad” y daba el ejemplo de varios grupos asentados en la frontera como el cacique Llati en Chascomús. Este modo de atraerlos, según García, “harán… más conversiones que los misioneros de Propaganda [Fide]”. Con respecto a los soldados mencionaba la experiencia fallida del regimiento de blandengues con que se pretendió cubrir la defensa de la línea fronteriza y terminó en la desaparición del cuerpo. Para García el motivo se debió a la falta de arraigo de estos soldados que, cumplida “su ocupación que les da su subsistencia vagan por las campañas con la misma facilidad que lo hacen los árabes o los pampas”. Para solucionar esto proponía la conversión del soldado en vecino y propietario. “El soldado de la frontera debe ser al mismo tiempo vecino y propietario con documento fehaciente para que pueda él y sus descendientes quedar a cubierto de la codicia de los pudientes” Ver Jorge Gelman, Un funcionario en busca del Estado… 450 Los hombres para formar la dotación pueden haber provenido de los desertores perdonados por el gobierno los que debían presentarse ante el D. Antonio Saenz, comandante de la fuerza veterana destinada a resguardar la frontera. Gaceta 16 de junio de 1819 451 Aún en el año 1819 el gobierno de la provincia expresaba que “nada les ha dado antes de ahora [a los pobladores que] se han establecido fuera de la linea de demarcación de nuestras fronteras” agregando que “nada les ofrece a los que al presente quieran hacer otro tanto [quienes no gozaran] de la protección y salvaguardia que dispensa el Estado a las demás propiedades que están comprendidas dentro de las lineas de demarcación de las fronteras”, en Ramos Mejía, E. Los Ramos Mejía. Apuntes históricos. Buenos Aires, Emecé, 1988.
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En la edición del 27 de septiembre de 1819 de la Gaceta se incluía una lista con los
hacendados que habían aportado hombres, esclavos y dineros para armar la fuerza defensiva.
Además de los hacendados ya mencionados (Joaquín Suárez, José Domínguez y Lorenzo López) se
incluían 20 propietarios más entre los que se contaban los que serían poderosos terratenientes del
sur, Juan José Ezeiza y Juan Manuel de Rosas.
Un conflicto sucedido en forma paralela a estas acciones concretas para garantizar la
defensa del territorio, pero con un sustento totalmente distinto, permite matizar la mirada centrada
en los reclamos económicos de los vecinos de la campaña, incorporando el conflictivo proceso
político que estaba atravesando la provincia. En efecto, si los hacendados del sur dialogaban con el
gobierno directorial sobre la forma de resolver la seguridad de la frontera, la posición de éstos, al
menos de unos cuantos de ellos, sería diferente cuando ese mismo gobierno requiriera su auxilio
para combatir en el norte de la provincia contra los ejércitos de Lopez y Ramirez. El hecho en
cuestión enfrentó a cuatro hacendados del sur con delegados del gobierno directorial que intentaron
recoger contribuciones de ganado para el auxilio de las fuerzas expedicionarias que se enfrentaban a
las tropas de los caudillos federales.
En agosto de 1819 el periódico El Americano publicaba una denuncia que habían
presentado los hacendados D. Joaquín Suárez, D. Domingo Lamadrid, D. Juan Bautista Chávez y su
hermano Mariano sobre una contribución de ganado solicitada por el delegado directorial Pedro
Galup. Según la presentación, Galup, había enviado partidas de milicianos desde Chascomús con el
fin de obtener ese auxilio. Los recolectores de ganado habían entregado a los propietarios recibos
por el monto del ganado tomado, el que sería liquidado por la Tesorería “en mejores
circunstancias”. Según los denunciantes ésto constituía verdaderamente una contribución forzosa
por medio de la cual se habían tomado 1430 cabezas de ganado de solo 9 propietarios situación que
llevó al “desaliento general [que] se ha apoderado de los de nuestra clase; su ruina es segura si se
repitan estos abusos”. Los hacendados culminaban su presentación denunciando que al negarse
Juan Chávez, uno de los firmantes, a cumplir con el pedido del delegado, se le emitió una orden de
arresto452.
En días sucesivos el periódico presentó los descargos realizados por el brigadier
Cornelio Saavedra, nombrado en la documentación como “delegado directorial de campaña”, y por
452 El Americano 23 agosto 1819.
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Pedro Galup. Saavedra, como hemos visto, importante propietario del norte de la provincia,
explicaba que el ganado solicitado tenía por destino la subsistencia del ejército de observación cuyo
consumo ascendía diariamente a 70 reses. Esta contribución había sido decretada por una orden
superior de mayo de dicho año e incluía a los propietarios del sur debido a que
“La devastacion de las haciendas al norte de nuestra provincia, desde la primer campaña sobre Santa Fe, apurada por las irrupciones de las indios y demas concausas de que estuvo a cubierto la parte del sur reclamaba por su cooperacion”453.
Saavedra apelaba al sentimiento patriótico de los propietarios del sur al describir el
estado en que se hallaban sus pares del norte y alegando que, del auxilio pedido “pendia la
subsistencia de la fuerza que afianzaba el orden e iba a libertar su mismo territorio”.
Por su parte, Pedro Galup insistió en que la saca de ganado no había sido arbitraria.
Según las ordenes recibidas del gobierno, había citado a los hacendados del sur para determinar las
cantidades que iban a aportar pero “a la reunion no fueron los que firman el petitorio, todos
hacendados de la costa del Salado”. En la misma, se había acordado en realizar la donación
contando para ello con la colaboración de los alcaldes de hermandad y tenientes de los partidos del
sur. Galup finalizaba su descargo sosteniendo que los firmantes habían
“violado los mas sagrados derechos [ya que] no solo calumnian a los gefes y oficiales de milicias que han respondido a la confianza con que se les distinguió sino que quieren poner en problema el patriotismo de los benemeritos hacendados del sur usurpando un poder que no tienen para representarlos y transmitiendo su sentimientos con una falsedad y desenfreno imperdonables”454.
¿Podemos encontrar en este conflicto algo más que un fundamento económico al
rechazo de estos propietarios en aportar ganado para el conflicto con los caudillos del Litoral? El
estudio de las afinidades políticas de las elites rurales es un tema que aún no se ha estudiado de
manera sistemática. Solo contamos con la breve referencia incluida en el trabajo de Fabián
Herrero455, el estudio de Jorge Gelman para inicios del período rosista que muestra un panorama
general de las afiliaciones políticas en la campaña456 y el análisis de José Mateo sobre el partido de
Lobos donde, entre otros temas, se plantean los roles políticos de las principales familias. De todos
modos, los elementos aportados en estos trabajos nos permitirían conjeturar que el rechazo de
Suarez y sus compañeros a cumplir la orden directorial podía remitir a la oposición generada en
453 Ibidem, negrita nuestra. Sobre la situación en el norte de la provincia en 1819 ver capitulo 1 de la Primera Parte. 454 Idem, 27 agosto 1819. Negrita nuestra. 455 Herrero, F “Buenos Aires…”. 456 Gelman, J. “Unitarios y federales…”.
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algunos sectores hacia la política militarista e intervencionista que lo caracterizaba y que, en
definitiva restaba recursos a la propia provincia457.
Esta hipótesis sobre los motivos que habían llevado a los mencionados propietarios del
sur a negar la contribución solicitada se ve confirmada al no negarse a realizar aportes económicos
cuando el objetivo era la defensa de su propia frontera y, además, el gobierno directorial había
sucumbido. En marzo de 1820, siendo gobernador Manuel Sarratea, se volvió a recurrir a ellos
citándolos para una reunión con el fin de tratar “asuntos interesantes con motivo de la multitud de
males que se experimentan y evitar su total ruina”. Se volvería a plantear en esta ocasión que el
estado del tesoro provincial no hacía posible que el gobierno tomara a su cargo el pago de un
destacamento militar para defender la frontera sur y por ello pedía ayuda a los propietarios. Estos
respondieron favorablemente al pedido del gobierno proponiendo la creación de una fuerza militar
costeada por ellos. Pero en los considerandos de la creación de este cuerpo quedaba claramente
establecido que esta fuerza sería sostenida económicamente en tanto fuera para defensa exclusiva de
sus propiedades. Asimismo la gestión autónoma que se adjudicaban para el cobro de los aportes con
que se sostendría la misma (que implicaba la delegación de dicha prerrogativa por parte del
gobierno) apuntan a la idea de crear una cierta autonomía de la región donde los propietarios
llevaran adelante, en gran parte, la dirección de los asuntos de defensa.
De manera que, inversamente a lo que planteamos con respecto a la política indígena
del gobierno en la cual, el estado provincial intentó concentrar en sus manos la gestión diplomática
inhibiendo las relaciones personales que habían entablado los pobladores del sur del Salado, en este
caso puntual, la dificultad material por hacerse cargo de manera integral de la defensa del nuevo
territorio llevaría a delegar parte de este tema en los propietarios de la región.
En abril de 1821 el cuerpo de hacendados del sur compuesto por 22 propietarios,
propuso la creación de una compañía de 100 hombres que se denominaría Blandengues veteranos
del cuerpo de los hacendados, es decir, una fuerza armada al servicio exclusivo de los intereses
económicos de los propietarios localizados en, y en este punto es muy clara la resolución presentada
a la Sala de Representantes,
457 Herrero, F. “Buenos Aires…”. El autor señala que, en el movimiento confederal de 1816 fueron tres las causas que motivaron las representaciones de este grupo: el rechazo a que Buenos Aires fuera la capital de las Provincias Unidas que no lograban conformarse, la existencia de un federalismo de hecho y, precisamente, el rechazo a seguir adelante con la guerra revolucionaria. Pág. 10-11.
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“los partidos de la Magdalena y Chascomús con los demas terrenos y haciendas que desde la otra banda del Salado salen a fuera en derechura de aquellos dos partidos: de modo que se defiendan las estancias y ganados que en esta dirección se avanzan hacia los indios”458.
De manera que su formación tenía el “propósito de contribuir para el único y exclusivo
objeto de resguardar sus haciendas y ganados de las incursiones de los indios”. En el caso de que
esta compañía se destinara a otros objetivos que no fueran los señalados anteriormente los
hacendados se consideraban liberados del compromiso del pago de impuesto que habían previsto
para sostener económicamente a la fuerza459.
En efecto, la misma, a la que debería agregarse de ser posible una división de
milicianos, gozaría de una gratificación que se obtendría del cobro de un impuesto de 2 reales por
cada cabeza vendida para saladero o abasto. Se preveía la organización de una comisión de
hacendados nombrados en forma conjunta por éstos y el gobernador para el cobro y distribución de
este impuesto. Esta comisión, asimismo, tendría competencia para multar al vendedor o comprador
de ganado que no hubiera pagado dicho impuesto460.
Si bien se solicitaba al gobierno que nombraba los oficiales idóneos para dirigir esta
compañía agregaban que los mismos debían ser personas que guardaran “consideración a los
hacendados” y se reservaban una suerte de control sobre ellos. En ese sentido la comisión tendría la
atribución de “observar si cumplen con su instituto de recorrer el campo a menudo [y cuidar] que
no hagan extorsiones en sus propiedades a los hacendados”. La verificación de algunas de estas
fallas les permitía solicitar al gobierno que designara un reemplazante.
La formación de esta fuerza armada produjo ciertas repercusiones en la “opinión
pública”461. En septiembre de 1821 el periódico El Patriota consideraba la iniciativa de los
hacendados del sur como la vía más apropiada para lograr la defensa de la frontera. Y sostenían que
esta iniciativa que había llevado a la reunión coyuntural de los hacendados debía prolongarse en el
establecimiento “de gremios o al menos que los hacendados formen el suyo particular”462.
458 Gaceta de Buenos Aires. Suplemento a la extraordinaria del jueves 26 de abril de 1821. 459 Ibidem. 460 En noviembre, la Comisión de Hacendados avisaba al Cabildo haber cesado el cobro del derecho de 2 reales que se cobrara por cada cabeza de ganado de la parte del sur con cuyo motivo la comisión cesaba en sus funciones. Acuerdos … 23 de noviembre de 1821. Posiblemente a partir de entonces el pago del destacamento militar se derivó al gobierno. 461 Sobre la utilización de los conceptos de “espacio público” y “opinión pública” en el período, ver Jorge Myers, Orden y virtud. El discurso republicano en el regimen rosista, Univ. de Quilmes, Buenos Aires, 1995. (estudio preliminar) y Noemí Goldman, “Libertad de imprenta, opinión pública y debate constitucional en el Río de la Plata (1810-1827)”, en Prismas, Revista de historia intelectual No. 4, Universidad nacional de Quilmes, 2000. 462 El Patriota 8 septiembre 1821
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Si estas medidas habían sido efectivas para el sur de la provincia, nuevamente
encontramos quejas de los vecinos del norte sobre el estado de desamparo en que se hallaban. En el
mismo periódico, se publicaba un mes más tarde una nota de Un vecino de Salto que criticaba al
gobierno por centrar su atención en el extremo sur de la provincia cuando las incursiones indígenas
se hacían sentir en toda la campaña por lo cual, los vecinos del norte tenían una fuerte sensación de
desprotección. El lector expresaba que las guardias eran abandonadas y estaban expuestas al asalto
de los indios sin defensa alguna y concluía que en las últimas reuniones de hacendados los
propietarios del norte no habían sido convocados. En efecto, el norte no tenía
“representación en la comisión de hacendados que es el órgano propio para representar sus males al gobierno. Los que componen esta comisión son todos hacendados del Sur”463.
2. Los proyectos de avance de los hacendados: la memoria al gobierno de Juan Manuel de Rosas (1820)
Paralelamente a la toma de estas medidas coyunturales que llevaban algún tipo de
protección a la frontera del sur, a fines de la década de 1810 y en la siguiente se presentaron y
discutieron una variedad de informes y proyectos de “arreglo” y avance de la frontera. Los
proyectos presentados por los hacendados del sur tendrían como características distintivas proponer
el establecimiento de una relación pacífica con los indios y avanzar hasta donde fuera posible
garantizar la ocupación del nuevo espacio464. La memoria elevada al gobierno por Juan Manuel de
Rosas en 1820, siendo comandante del 5to regimiento de Milicias de Campaña, es representativa de
esta posición con el agregado de que expresa con mayor claridad la búsqueda de una intervención
más activa de los hacendados en la “gestión” de la frontera mediante la delegación, por parte del
gobierno provincial, de una alta cuota de autoridad en manos de los propietarios.465
Vale la pena detenerse en detalle en el análisis de esta memoria ya que contiene las
ideas de quien sería en pocos años el encargado de dirigir la expansión de la frontera y la
negociación con los indios y, poco después, gobernador de la provincia por un largo período. Los
463 El Patriota 24 y 31 de octubre de 1821. Negrita nuestra. 464 No está de más insistir en que todos los proyectos de avance y fortificación de la campaña se centraban en el sector sur de la provincia. El espacio existente desde Lobos hacia el norte no entraba en ninguno de estos planes lo que acarrearía permanentes quejas de los pobladores de ese sector que se hallaban igualmente indefensos antes los ataques de indios. 465 La memoria se encuentra transcripta en Saldías, Adolfo, Historia de la confederación argentina. Buenos Aires, Hyspamérica, 1987. Vol 1, p. 347-356 y fue parcialmente reproducida en Politica seguida con el aborígen, Tomo II, sin embargo en ninguno de estos textos mereció un análisis profundo.
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elementos más importantes de este documento son tres: la política con el indígena, el alcance que
debía tener el avance territorial y el rol de los hacendados en el control de la nueva zona
incorporada al espacio provincial.
Para Rosas mantener una política ofensiva contra los indios era la peor estrategia que
podía plantearse para iniciar un avance territorial. Sostenía esta posición en dos aspectos, por un
lado en el costo económico de esta política. La organización de constantes expediciones punitivas
que tenían escasas posibilidades de obtener éxito significaba una erogación elevada para el
gobierno. Y, aún en el caso de que éstas triunfaran, sería necesario basar la seguridad de la frontera
en el mantenimiento de un costoso aparato militar que permitiera controlar el nuevo espacio. A
estas consideraciones se agregaba la posibilidad de que las expediciones militares no fueran
verdaderamente exitosas con lo cual el riesgo de este tipo de política era mucho más claro. El otro
argumento que esgrimía para rechazar una actitud bélica se vinculaba a que, de esa manera, se
mantenía en los indios el espíritu bélico, ejercitando permanentemente su hábito guerrero. En
contraposición a esta política, su propuesta para el “arreglo de la frontera” se basaba en
negociaciones pacíficas con algunas parcialidades con el objetivo de atraerlas a la vida en la
frontera y, secundariamente suplir con estos indios la escasez de mano de obra que padecía la
campaña.
El avance del territorio oficial era indispensable, sobre todo teniendo en cuenta que,
cruzando el río Salado se hallaban una buena cantidad de poblaciónes que habían traspasado el
límite oficial de manera espontánea. Sin embargo, ese avance debía ser gradual y llegar hasta un
punto que pudiera ser verdaderamente ocupado y garantizado por el gobierno. En este sentido,
juzgaba impracticables otras propuestas que proyectaban ubicar poblaciónes en la sierra de la
Ventana466. Un establecimiento tan avanzado sería difícil de sostener y crearía una situación
alarmante para las poblaciónes indígenas que serían desplazadas más hacia el sur. Un avance que
consideraba factible y realizable se basaba en la colocación de 6 guardias en los parajes de
Viborotá, Kaquel Huincul (donde en realidad proponía mantener el destacamento ya existente),
laguna del Sermón, laguna de los Huesos y Cabeza del Toro. Con estas seis guardias se formaría un
cordón que cubriría las poblaciónes ya existentes entre Ranchos y “el rincón de los ex jesuitas las
que se han abandonado por la inseguridad”. Esta línea de guardias debía ser complementada con
dos fortines; uno de ellos en Laguna Blanca que representaría una avanzada de las poblaciónes de la
466 En una obvia alusión a los proyectos de Pedro Andrés García que poponían centrar en dichas sierras la guardia principal para iniciar el avance territorial.
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Guardia del Monte y otro en la laguna de las Polvaredas como avanzada de Lobos y los gastos que
demandara el avance de la frontera se obtendrían de los diezmos de cuatropea y granos por el
termino de 10 años, el derecho de corrales, y un impuesto sobre algunos frutos de la campaña.
Como se ve, el plan de avance propuesto por Rosas se limitaba al sector de la frontera ubicado hacia
el sur del arroyo de Las Flores.
Luego de estas consideraciones generales sobre las que, según Rosas, debía
proyectarse la expansión territorial, se detiene en lo que consideramos la parte más sustancial de su
memoria y que se relaciona con el intento de constituir un cuerpo de hacendados y dotarlo de un
peso y una representatividad tal que le permitiera llevar adelante la elaboración y desarrollo de un
régimen especial para la organización de la campaña. En este punto, Rosas sí incluiría a los
propietarios del norte, presentando un esquema general para todo el espacio provincial.
El proyecto presentaba la división de la campaña en tres departamentos cada uno de
los cuales elegiría un representante con el que se formaría una comisión de tres hacendados. Esta
comisión propondría al gobierno el nombramiento de un jefe militar y entre la comisión y el
comandante se realizaría una división de funciones. El ultimo tendría una autoridad militar y
política plena, al punto que “sus facultades han de extenderse hasta poder imponer la ultima pena,
[debido al] estado de sumo desorden que hoy lloramos …[que] exige y pide una autorización
extraordinaria”. Para su función de policía el comandante contaría con un cuerpo de alcaldes que
deberían velar por la propiedad de los hacendados y se encargarían de apresar a los criminales y
entregarlos al comandante quien, según el crimen, les impondría el castigo o los destinaría a los
trabajos públicos de las guardias, fosos, etc.
La comisión de hacendados, por su parte, funcionaría como contralor del comandante
notificando los defectos que observara. Cada dos meses se reunirán la comisión y el jefe militar por
el término de 8 días para tratar diversos temas como: abasto de las guardias, persecución y destino
de los delincuentes, repartimiento de terrenos “bien por donación, bien por venta, bien por
arrendamiento”, colocación de facultativos y capellanes y transacciones con los indígenas. Además
de esta comisión general, en cada departamento funcionaría una junta de hacendados y labradores
que se ocuparía de obtener los recursos que requiriera el gobierno en ganado y hombres. Estas
comisiones servirían de nexo entre el gobierno y los vecinos y serían las que, en lo relativo a las
donaciones y contribuciones solicitadas por éste, designarían la proporción que debía aportar cada
propietario según sus bienes.
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De manera que nos encontramos ante una propuesta similar a la que había surgido a
fines del período colonial cuando, desde el gobierno virreinal, se había apoyado la creación y
consolidación de una junta de hacendados que pudiera ser integrada al poder político colonial como
instrumento para lograr el orden en la campaña. Esta vez la propuesta surgía directamente de un
hacendado que proponía la constitución de sus pares en una corporación que no sólo representara
sus intereses sino, también, funcionara como un cuerpo delegado del poder político para la
organización y orden en la campaña. En este planteo, la designación de la autoridad militar en la
campaña sería realizada por el gobierno, pero partiría de una propuesta de los hacendados los que,
además, se reservaban el poder de contralor sobre su accionar.
En cuanto al tema de defensa, si bien se plantea una acción conjunta de tropas
veteranas y milicianas, se propone que los soldados y/u oficiales de los cuerpos de línea que se
destacaran en las guardias tanto los que fueran casados como los que se casaran en los pueblos de
frontera obtendrían terrenos en propiedad para su subsistencia. De esa manera se buscaba la
conversión de los militares regulares en vecinos. Las milicias entonces, se convertían en este
proyecto, en el centro de las fuerzas que debían defender el espacio.
Vale la pena comparar este proyecto con otro presentado en el año 1823 en el
periódico El Argos por El Militar que refleja acabadamente la posición contraria con respecto tanto
a la política de expansión territorial como a la defensa del territorio, posición que se hallaba más
cercana a los planes del gobierno durante esta etapa. En el “comunicado”, escrito luego de la
fundación de Tandil, El Militar proponía continuar con el avance territorial mediante el
asentamiento simultáneo de tres guardias militares cuyo punto más avanzado debería fijarse en
Salinas Grandes. El proyecto abundaba en consideraciones sobre el personal que debería componer
las expediciones señalando la importancia de las tareas de reconocimiento del territorio que
llevarían a cabo los ingenieros topograficos. Las dotaciones militares que deberían fijarse en cada
uno de los nuevos fuertes oscilaban entre 150/250 soldados de infantería y 300/600 de caballería,
cantidades absolutamente excesivas teniendo en cuenta las fuerzas que existian en la epoca en los
fuertes de frontera. Finalmente el proyecto señalaba las tácticas de guerra que debían emplearse
para poder derrotar de manera definitiva a los indígenas llevando los ataques hasta las mismas
tolderías. En ninguna parte de este proyecto se hace mención a la población civil que ocuparía el
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nuevo espacio dando la pauta de que se planteaba como una acción fundamentalmente de ocupación
militar467.
Propuestas como la presentada por Rosas no coincidían con los proyectos del gobierno
que, como vimos en la primera parte, adoptó una política expansiva y agresiva hacia las poblaciónes
indígenas del sur mediante el envío de las expediciones militares de Martín Rodríguez. Recordemos
asimismo como un dato no menor que luego de la primera de ellas se produjo el apartamiento de la
escena de dos importantes interlocutores en los asuntos de campaña: Juan Manuel de Rosas que no
participó de la segunda expedición de Rodríguez y Francisco Ramos Mejía que fue encarcelado en
1822 acusado de haber participado del levantamiento de los indios pampas.
La ausencia de Rosas en la segunda expedición de Rodriguez puede vincularse a
ciertos conflictos suscitados entre ambos poco antes. Aparentemente, el fracaso de la primera
campaña parece haber llevado al gobernador a decidir una nueva incursión sobre los indios del sur.
En efecto, hemos hallado correspondencia de Rosas dirigida a Rodriguez, datada en el mes de
septiembre de 1821 que permiten ver los preparativos de una nueva expedición que, evidentemente
no llegó a concretarse468. En estas cartas volvería a hacerse evidente el rechazo del primero a esta
política agresiva del gobernador.
El día 6 de septiembre de 1821, desde la Guardia del Monte hacia donde se dirigía
para licenciar a los milicianos que lo habían acompañado en la expedición al sur, Rosas respondía la
nota oficial fechada el 3 de septiembre en la que se ordenaba alistar a la gente de su milicia para una
nueva marcha. En ella expresaba su sorpresa ante el pedido y mostraba cierta oposición en volver a
movilizar a los milicianos sin contar con los recursos para compensar este nuevo esfuerzo y sin
caballos para garantizar una eficaz campaña militar. En las distintas misivas enviadas por Rosas se
encuentra expresada en forma recurrente la necesidad de garantizar la fidelidad y entusiasmo de los
milicianos mediante la entrega de beneficios. Para el hacendado, el miliciano no consideraba la
función miliciana como un deber o un esfuerzo necesario para lograr la tranquilidad de la campaña
o en las mismas palabras de Rosas, “el comun de esta clase de gentes no se posesiona tan pronto de
la inminencia de los riesgos ni de la necesidad de los sacrificios”, motivo por el cual la captación
del miliciano debía adquirir los rasgos de una relación reciproca. En esa relación, las acciones
cumplidas por los milicianos debían ser compensadas no sólo con el pago del sueldo que le
467 El Argos, 27 de agosto y 3 de septiembre de 1823. 468 AGN,X,, 26.8.3.
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correspondía por estar en servicio sino también con los recursos en caballos y raciones suficientes
para que las campañas militares no resultaran tan penosas garantizando de esa manera, su
concurrencia a la empresa. En la carta enviada a Rodriguez el hacendado del sur expresaba que
“yo creo un mal la reunion que VE me pide y un imposible la marcha que se me ordena... Si con alguna milicia de confianza podia contarse por lo pronto en mi seccion es la que ayer acavo de despachar a sus casas y la peonada de mi acienda. Aquella despues de dos meses de campaña activa y fatigosa si se trata de que se reuna para marchar nuevamente al proponerselo tan solo se exasperaría y se desabriria. De modo que pudiendo contar con ella despues de algun descanso hoy sin este no es posible conseguirle. ... Por otra parte para mover y entusiasmar a la misma en una premura como la que ofrecen nuestras calamidades no debe faltar el aliciente del ynteres cuando el onor no es un estimulo. Por lo tanto creo que sin dinero nada podra hacerse. Y que dire a VE sin caballos?469
Estas expresiones de Rosas son suficientemente elocuentes acerca de la visión del
hacendado sobre el papel de los milicianos y el tipo de relación que debía entablarse con ellos. Para
Rosas, la milicia no podía ser convocada solamente apelando a su obligación del servicio militar
que debía al Estado. Era necesario garantizarle un adecuado incentivo económico y la
disponibilidad de recursos para poder llevar a cabo una campaña exitosa. La inexistencia del
“honor” como fuerza convocante haría referencia a que estos “vecinos” consideraban una verdadera
carga la defensa de su propio territorio razón por la cual la movilización parece haber descansado en
el poder de negociación de los oficiales que estimularían a sus milicianos mediante el otorgamiento
de beneficios concretos.
A pesar de esta evidente oposición ante el proyecto de una nueva campaña, Rosas se
entrevistó con Rodríguez con quien llegó a cierto acuerdo por el cual, el gobierno le envió a los
pocos días la cantidad de 4000 pesos para distribuir entre los milicianos que debían componer la
división que se incorporaría al ejército de línea. Los otros artículos necesarios para alistar a la tropa
se concentrarían, según su pedido, en el partido de Cañuelas “en casa del comandante Castro”. El
23 de septiembre, notificaba al gobierno que el regimiento 5 de campaña compuesto de 500
milicianos ya estaba alistado y dispuesto a marchar pero solicitaba que, en virtud de sus escasos
conocimientos militares, se nombrara un oficial de carrera para dirigir la compañía proponiendo
para el cargo “al coronel Don Gregorio Araos de la Madrid que ademas de su eficacia sera
recibido con agrado por los comandantes de escuadron, oficiales y milicianos del 5to”470.
469 Ibidem 470 Ibidem, negrita nuestra.
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Aquí surge nuevamente esta idea de cuidar la relación de los milicianos con los
oficiales a cargo de los destacamentos. En este caso, Rosas haría hincapié en que los oficiales que
se pusieran al frente de las compañías no se destacaran solamente por su destreza militar sino, como
un punto de gran importancia, por el vínculo que los uniera a la tropa, lo que garantizaría, en
definitiva, la fidelidad de ésta.
Este giro en la actitud de Rosas que mostraría un aparente acuerdo hacia el proyecto
expedicionario fue rápidamente revertido ante la escasez de armas, caballos y otros recursos
enviados por el gobierno. Con respecto a lo primero expresaría su desagrado por la falta de
carabinas y sables en todas las divisiones ya que se habían enviado una cantidad importante de
chuzas en vez de sables las que fueron devueltas porque “solo a la fuerza recibiría esta arma el
miliciano; mas sin aliento y sin esperanza de pelear”. Los 4000 caballos igualmente enviados los
consideraba insuficientes para llevar a cabo la empresa y finalmente se quejaba de la escasa
cantidad de vicios con que se pretendía racionar a la tropa.
“Antes de ahora he dicho a VS que amo al hombre y este amor es el que tanto me
hace conocer la obligacion de respetar las propiedades y protegerlas por el estado de prostitucion en que se halla este santo respeto es que estoi empapado de lo mui combeniente que es que el miliciano encuentre en el seno de su regimiento todos los recursos. Los que VS me ha mandado no alcanzan para sostener a mas de 500 hombres en sus necesidades. Por lo tanto VS debe hacer un esfuerzo para que con la brebedad posible caminen auxilios de tabaco, yerba y papel con arreglo a las notas dadas al efecto que puede VS estar cierto que no se hubieran dado si en algo las considerara innecesarias”471.
Lo cierto es que estos preparativos no prosiguieron y recién en diciembre de 1822
volvemos a encontrar menciones sobre los planes para llevar a cabo una segunda expedición militar.
Para la realización de ésta, se volvió a convocar a los hacendados para que elaboraran un plan de
defensa mientras se organizaba la salida de la expedición prevista para marzo del año siguiente. Los
hacendados organizaron una comisión de ocho miembros que se comprometió a entregar su
propuesta hacia el 15 de enero472. Aunque no encontramos el texto de la misma, existen referencias
sobre ella que permite señalar que, al igual que el plan presentado por Rosas, proponía realizar una
línea que, desde Kaquel a Rojas, se hallara en contacto con las poblaciónes rurales ya existentes las
que, de esa manera, podían colaborar en la defensa del territorio473.
471 Ibidem. 472 El Centinela, 24 de diciembre de 1822 473 El Republicano 7 de marzo de 1824. El interés de los vecinos en los asuntos de frontera no se limitaba al diseño de proyectos de avance y relaciones interétnicas. En marzo de 1823 el vecino D. J. Pacheco hacía una curiosa presentación al gobierno ofreciendo el diseño de una coraza más protegida para la lucha contra los indios. Pachecho
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Esta propuesta no llegó a modificar la idea del gobierno de extender más allá del
territorio poblado la línea defensiva. Según el editorial de “un Estanciero” la política
gubernamental tenía el error de crear un espacio de cerca de 80 leguas entre el río Salado y la nueva
línea que, al no encontrarse aún totalmente ocupada asemejaba un verdadero desierto. Otro
comunicado expresaba que el proyecto de avance del gobierno representaba
“un camino regular a Patagones para poner muchos pueblos en él de aquí a ciento o doscientos años: a no ser que lleguen antes los colonos europeos que ha mucho tiempo se están anunciando… Mas pensar en lo uno sin haber conseguido lo otro es un delirio tamaño”474
3. La cuestión de la frontera en la “opinión pública”
A partir de la segunda expedición de Rodriguez la problemática fronteriza comienza a
ocupar un lugar más relevante en la prensa periódica. En distintas publicaciones del período se
sucedían notas y comunicados de editores y lectores que señalaban la situación de indefensión en
que se hallaba la frontera, fundamentalmente la parte norte y proponían diversos planes para hacer
frente a este problema. En casi todos los casos se planteaba la intervención activa de los vecinos en
la defensa de sus propiedades y, en coincidencia con el fracaso de la segunda expedición de
Rodríguez y el incremento de las incursiones indígenas, las críticas a la política del gobierno se
incrementarán notablemente.
Esta creciente oposición al curso de la política fronteriza resultaba más evidente en el
cambio de opinión de aquellos que habían defendido hasta el momento esa línea de acción. En
efecto, el periódico El Argos, en su edición del 22 de febrero de 1823, en momentos en que
Rodríguez organizaba su segunda expedición informaba sobre la “feliz salida del gobierno a la
campaña” para terminar con los ataques de indios confiando que con dicha expedición
desaparecerían los peligros y “un cúmulo de beneficios dará derecho al jefe de Estado para que
todos bendigan sus nobles afanes”. Al termino de la expedición y cuando los ataques de septiembre
de ese año habían asolado algunos partidos de la campaña, el mismo periódico daría un giro de 180
grados en sus opiniones planteando que
“no es la fuerza de las armas la que debe calmar esta tempestad, sino antes bien la que irritará mas su cólera ciega; y que si se desea poner un fin a escenas de carnicería muy multiplicadas, es preciso imaginar un medio de acomodamiento con ellos”475.
dice que siempre ha prestado sus servicios para defender el orden y seguridad de la campaña y que formó parte de la Comisión de hacendados que presentó un plan de campaña. AGN,X,12.10.9 474 El Republicano 24 de abril de 1824. 475 El Argos, 8 de octubre de 1823.
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Más llamativa aún es la opinión que vierte el editorialista en el mismo número acerca
de los derechos de los pueblos indigenas a defender los territorios que el gobierno intentaba ocupar,
equiparando la lucha que libraron los criollos contra España a la que, en ese momento, llevaban
adelante los indígenas.
“Estos infelices pueblos a quienes se ha despojado, y á quienes se les ha dicho para atrás, para atrás y siempre para atrás, son dignos de conmiseración y de piedad… Los ciudadanos de las provincias unidas deben tener una fuerte adhesión a estas tribus que conocen el precio de la independencia y de la libertad… Nosotros sacudimos el yugo, porque la España nos agovio con la opresión ¿Qué hubieramos hecho si hubiese pretendido exterminarnos? Y bien! Con que derecho querríamos internarnos hasta sus mas remotas posesiones cuya propiedad han acreditado con la cultura o por otros trabajos! Nosotros deseamos por el honor de la libertad y por la gloria de la nacion que las autoridades discurriesen un medio pacífico de retirar á estos salvages; que esta operación se hiciese de un comun acuerdo; y que una diputacion solemne enviada á todas las poblaciónes principales manejase con destreza y sinceridad este acomodamiento”476.
El autor del editorial llega incluso a cuestionarse la legitimidad de avanzar sobre
territorio indígena. De manera similar a otros propietarios de la campaña plantearía que, de ser
inevitable esa expansión, sería conveniente concertarlo de manera pacífica, a través de parlamentos
oficiales que intentaran convencer a los pueblos nativos de abandonar algunos territorios para que
pudieran ser ocupados por pobladores criollos.
En diciembre de 1823 el periódico El Republicano recogía la opinión de los
propietarios de la campaña al decir que la próxima expedición que proyectaba el gobierno477 “solo
significará un esfuerzo de contribuciones en los pobladores pero no se conseguirá pacificar la
campaña”.
A esta altura parecía claro que los propietarios de la campaña esperaban poco del
gobierno y que en los hechos tomaban en sus propias manos la cuestión de la defensa. Esto producía
en ocasiones lo que el gobierno consideraba un conflicto entre la “seguridad pública y la propiedad
privada”. En marzo de 1823 se había ordenado a los jueces de paz de los partidos del norte que
recogieran el armamento que se hallaba en poder de los propietarios y que no fuera de ellos, y que
se convocara a los vecinos “con sus criados” para que se reunieran en el pueblo de Arrecifes por la
posibilidad de un ataque indígena. La misma medida del gobierno está mostrando prácticas oficiales
de entrega de armamento a los vecinos para su propia defensa. Ante la orden del gobierno el
476 Ibidem. Subrayado nuestro. 477 Se refiere a la tercera expedición de Rodriguez que intentaría frenar las incursiones que se habian producido durante ese año.
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hacendado de Arrecifes, D. Manuel Pinto, había elevado una certificación de que los 20 fusiles que
existían en su estancia eran de su propiedad y que si acudía al llamado de concentrarse en el pueblo
con su gente y armas, su establecimiento quedaría desamparado y expuesto a los ataques.
El gobierno contestó inmediatamente con respecto al tema del armamento
autorizándolo a conservar las armas que fueran de su propiedad; sin embargo la consulta acerca de
la seguridad de su establecimiento no encontró tan rápida respuesta. De hecho, la actuación fue
girada a la Inspección General de Guerra “para que presente al gobierno las reglas que deban
observarse por ahora en los casos de alarma en la campaña consultando la seguridad publica con
la de cada propiedad privada”478.
La entrega de armamento a los vecinos se convertiría en una práctica habitual. En
septiembre de 1824 el juez de paz de Areco había distribuido armas entre su vecindario, el de
Chascomús, Monte, Ranchos y San Nicolás. El diario El Argos en su edición del 22 de septiembre
de 1824 felicitaba la medida del funcionario y agregaba que
“jamás [será posible] que pueda cubrirse la prolongada línea de frontera con la tropa veterana suficiente para impedir una repentina incursión de bárbaros para estos casos es sin duda necesario que los vecinos se hallen siempre preparados a resistir cualquier grupo que se presente, defender a pie firme sus propiedades…”479
Otro vecino, El Ciudadano proponía desde las páginas del mismo periódico un plan de
defensa de la campaña basado en convertir “cada estancia principal [en] un pequeño fortín [que]
al paso que pusiese en salvo las familias de sus dueños, estendiese este beneficio á todas sus
convecinas menos pudientes”. El autor del comunicado apelaba a “los sentimientos generosos” de
los hacendados que haciendo una pequeña inversión en la construcción de casas con azoteas y
parapetos llevaría a la seguridad de sus vecinos. Y recordaba que la experiencia había demostrado
que las ocasiones en que esta medida pudo llevarse a cabo habían dado resultados efectivos480. El
ciudadano consideraba que la defensa de la frontera descansando en fortificaciones privadas y en el
aporte de la milicia más un “puñado de hombres” en los puestos militares, sería exitosa481.
478 AGN,X,12.10.9. 479 Argos, 22 septiembre 1824. 480 Por ejemplo, en agosto de 1825, el informe del juez de paz de Monsalvo, Benito Miguens, expresaba que ante la ultima incursión de los indígenas, “todos los vecinos y sus familias se refugiaron en la fortaleza de don Bernardo Faramiñan…” AGN, X-35-11-13. Agradezco a Raúl Fradkin esta referencia. 481 En este proyecto, el papel que se le adjudicaba al gobierno se limitaba a sugerir que su cuerpo de ingenieros ayudara en el diseño de estas construcciones y que proveyera de armas de chispa a los vecinos. El Argos, 8 de noviembre de 1823.
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Estas “fortificaciones privadas”, como reconocía el escritor, no podían ser costeadas
por todos sino por los propietarios más pudientes que, brindando esta protección a otros vecinos,
cobraban una relevancia particular en el partido. Este hecho no pasaba desapercibido para los
mismos propietarios que en ocasiones, trataban de sacar algún rédito de ello. En efecto, en julio de
1821, Juan Manuel de Rosas hizo una presentación al gobierno expresando la decisión de despoblar
un puesto de salazón de carnes que se hallaba dentro de su estancia Los Cerrillos, “fronteriza a los
indios”, en virtud de las ultimas invasiones que había arruinado a los labradores y hacendados de la
zona reduciendo a cautiverio a “centenares de inocentes familias” y diezmando asimismo dicha
propiedad482.
Ese puesto había sido establecido a comienzos de dicho año y según Rosas, los
pobladores de la frontera y de la guardia de Monte, la consideraban la verdadera defensa de la zona.
El establecimiento contaba, asimismo, con algunos soldados que se hallaban allí para, en caso de
alguna invasión, echar partidas al campo y proteger tanto a la guardia como al puesto. El hacendado
argumentaba que el establecimiento representaba más un servicio a la humanidad que a su
conveniencia económica ya que teniendo en cuenta la lejanía del mercado y una medida reciente del
gobierno de cargar con un peso el quintal de carne que se exportara, le resultaba imposible
mantener ese establecimiento. Sin embargo, a pesar de que la presentación se iniciaba con la
decisión tomada de despoblar el puesto, la misma finalizaba descubriendo las verdaderas
intenciones de Rosas, al solicitar la exención del impuesto mencionado para poder mantener el
negocio reiterando que el pedido no lo había por su beneficio “sino el de tantos vecinos labradores
y hacendados que protege la fuerza que forma el saladero [quienes] son los verdaderos interesados
en la suplica”. De manera que el papel cumplido por su estancia en el partido de Monte como
centro de defensa de los pobladores cercanos a su establecimiento, era utilizado como estrategia
discursiva para obtener un privilegio económico concreto483.
El contraste entre los hacendados del sur y del norte de la provincia volvía a hacerse
presente en este asunto. Si los primeros criticaban al gobierno la política de expansión territorial que
insistía en llevar a cabo, los vecinos del norte centrarían su protesta en la inactividad que
demostraba en esa región de la provincia con respecto a la seguridad. En una carta publicada en El
Republicano el 29 de febrero de 1824, un lector se quejaba de la escasa protección militar que había
en los partidos del norte y para mostrar el poco interés del gobierno en esta región expresaba que el
482 AGN,VII, Archivo Saldías, legajo 226. fs. 142-143 483 Ibidem.
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grueso del ejercito se encontraba localizado en Tandil existiendo otra división en las Saladas a 8
leguas al sur de la Guardia de Luján. Esto llevaba a que, ante la necesidad de movilizarlo hacia el
centro o norte de la provincia por algún anuncio de invasión y teniendo en cuenta la escasez de
cabalgaduras, la llegada de las fuerzas de Tandil podría demorarse entre 15 y 20 días en tanto la de
las Saladas no alcanzaría a proteger Pergamino o Salto en menos de 6 u 8 días. La propuesta del
hacendado era localizar dos divisiones, una en Salto que estaría en un punto intermedio entre
Pergamino, Rojas, Guardia de Luján y Areco y otra en la estancia de Callejas, equidistante de
Monte, Chascomús y Lobos. Un punto central en este planteo es que se proponía que las fuerzas
que se ubicaran en estos campamentos fueran de vecinos-milicianos pertenecientes a los partidos
involucrados.
Los constantes reclamos de los vecinos del norte obtuvieron una respuesta del
gobierno que reorganizó las fuerzas que debían proteger a esos partidos pero siempre manteniendo
la supremacía de los cuerpos milicianos. En Pergamino se ubicó un piquete perteneciente a los
regimientos 4 y 6 de milicias de campaña; en la Guardia de Lujan, una partida de húsares con 2
piezas de artillería y en Areco otro piquete miliciano de los regimientos 2 y 3 de campaña. Con esta
reorganización, las fuerzas destinadas al norte de la provincia totalizaron 203 húsares, 17 artilleros y
310 milicianos484.
Vale la pena preguntarse si esta sensación permanente de indefesión por parte de los
pobladores de la campaña se encontraba verdaderamente justificada en cuanto a las fuerzas
destinadas a la campaña. En un reciente trabajo, Barral y Fradkin ofrecen un esquema muy preciso
sobre la distribución de la que denominan red militar y miliciana para mediados de la década de
1820485. Según sus datos, el ejercito de línea se componía, en la campaña, de tres regimientos (de
blandengues, husares y coraceros) con una dotación de 1800 hombres. Por su parte, la estructura
miliciana en la campaña estaba integrada por cuatro regimientos de caballería que reunían 3200
milicianos y 80 veteranos486. En 1826 se agregó un 5º regimiento con jurisdicción en el partido de
484 Argos 24 de marzo de 1824 485 M.E. Barral y R. Fradkin, “Redes y sedes de poder institucional en la campaña bonaerense (1785/1836)”. Ponencia presentada a las Jornadas de la Red de Estudio Rurales, Instituto Ravignani, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, agosto de 2003. 486 Los regimientos 1 a 4 habían sido creados por la ley de milicias del año 1823 y tenían las siguientes jurisdicciones. El Regimiento 1º comprendía los suburbios de la ciudad y los partidos más cercanos (San Isidro, San Fernando, Las Conchas, Santos Lugares y San José de Flores). El Regimiento 2º se reclutaba en los partidos del oeste de Buenos Aires (Morón, Villa de Luján, San Antonio de Areco, Pilar y Capilla del Señor). El Regimiento 3º tenía jurisdicción sobre los partidos del sur de la provincia hasta el línea del Salado (Quilmes, Ensenada, Magdalena, Chascomús, San Vicente, Cañuelas, Ranchos, San Miguel del Monte y Lobos). El Regimiento 4º comprendía los partidos del noroeste
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Monsalvo por lo cual los milicianos se habrían elevado a 4000 y los veteranos a 100. En diciembre
de ese año se dispuso que todos los regimientos de caballería agregarían un escuadrón de milicias
de 200 plazas por lo que el número de milicianos de caballería debió haberse elevado a 4600487. Las
cifras son suficientemente elocuentes en dos aspectos. Por un lado, en mostrar el peso relativo que
tenían las milicias en la campaña y, por otro, el escaso numero de efectivos que habían sido
enviados al norte de la provincia teniendo en cuenta la totalidad de la fuerza disponible.
4. La Junta General de Hacendados y Propietarios de la Campaña de 1826: la fundación de los nuevos fuertes.
A fines del año 1826 se produjo un cambio en la política del gobierno que decidió
encarar el avance del territorio dando un lugar de importancia a los propietarios de la campaña. En
el mes de noviembre y a instancias del gobierno se realizó la reunión de una Junta General de
Hacendados y Propietarios de la Campaña. Las características de esta Junta en cuanto a algunas de
sus funciones y la división en distintas comisiones se asemejan en gran medida a las propuestas
presentadas por Rosas seis años atrás. Uno de los objetivos de la Junta era ayudar a obtener los
auxilios en ganado para las expediciones fundadoras de la nueva línea de fronteras. Para organizar
la recolección de las donaciones se dividió la provincia en tres secciones, una por cada fuerte a
construir y en cada uno de los partidos se formó una comisión particular “compuesta de los
principales hacendados” las que debían dedicarse a “estimular al vecindario” para realizar las
contribuciones. Los vecinos de Baradero, San Pedro, San Nicolás, Pergamino, Salto y Arrecifes
deberían aportar bienes para el fuerte Federación; los de Pilar, Lujan, Exaltación de la Cruz, Areco,
Guardia de Luján, Navarro y Lobos harían lo mismo con respecto al fuerte de Cruz de Guerra. En
tanto la guarnición de la Laguna Blanca recibiría auxilios de los partidos de Monte, Ranchos,
Chascomús, San Vicente, Cañuelas, Magdalena, Monsalvo y Ensenada.
Aunque el establecimiento de la Fortaleza Protectora Argentina, o Bahía Blanca,
formaba parte del proyecto de avance de la frontera, no se previó la formación de una comisión de
propietarios que auxiliara en los preparativos de este fuerte. Probablemente se debía a que el criterio
por el cual algunos partidos debían contribuir al esfuerzo de fundación, se sustentaba en que debían
ser aquellos que iban a ser defendidos por los nuevos fuertes los que aportaran recursos. En el caso
de Bahía Blanca su aislamiento del resto del territorio lo convertía más en un enclave y en el inicio
(Guardia de Lujan, Fortín de Areco, Salto Rojas, Pergamino, San Nicolás, Arrecifes, San Pedro y Baradero). Estos regimientos se complementaban con una milicia activa de infantería compuesta por unos 3960 ciudadanos y 89 veteranos. 487 M.E.Barral y R. Fradkin, “Redes y sedes de poder…”
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de un lugar de asentamiento más que en la vanguardia de un territorio poblado al que había que
defender.
Las comisiones de hacendados de cada partido o comisiones clasificadoras, debían
asimismo ocuparse, como se desprende de su nombre, de “clasificar” a los individuos aptos para el
servicio regular de armas lo que evidenciaba una mayor presión sobre la población rural no
arraigada488. Estas comisiones clasificadoras debían conseguir los hombres necesarios para
completar los cuatro contingentes militares, que iban a defender la frontera, por lo que se recordaba
a sus integrantes que
“la Comisión de que es Vd. miembro, es encargada muy particularmente de tomar los conocimientos necesarios acerca de todos los hombres vagos, mal entretenidos, viciosos y perjudiciales, que existan en todo ese partido; de todos ellos formará una lista con expresión de su nombre, apellido, y punto en que residan, la que pasará al Juez de Paz”489.
Si bien el proyecto de avance fue nuevamente postergado debido a un cambio en la
política del gobierno que, abandonando la negociación pacífica dirigió dos campañas punitivas
sobre las poblaciónes indígenas del sur de la provincia, la tarea de las comisiones se mantuvo en
cuanto a la reunión de los elementos necesarios para las expediciones490. En marzo de 1827, uno de
los comisionados para el fuerte Federación, Ángel Fernández Blanco informaba sobre el estado de
las donaciones y pedía al gobierno que cuando fuera momento de efectivizarlas se le diera noticia
solicitando, además, que se publicaran los nombres de los vecinos que habían aportado bienes por
pedido expreso de ellos. El fuerte Federación (cuya comisión estaba encargada a Mariano Andrade,
Ángel Fernández Blanco, Pedro Echegaray y Luis Dorrego) recibió donaciones de los vecinos de
los partidos involucrados por un total de 6.696 pesos m/c. El fuerte de Cruz de Guerra (representado
por la comisión de los hacendados Juan Pedro Almeyda, Juan José Salces y Pedro Robledo) fue
auxiliado con un aporte de 4.145 pesos m/c, 704 reses y 13 caballos. Finalmente la comisión para el
fuerte de la Laguna Blanca (a cargo de Felipe Miguens, Antonio Dorna, Antonio Piñero, Francisco
Villanueva, Eugenio Fernández y Juan Nepomuceno Fernandez) debía recibir donaciones de los
partidos de Monte, Ranchos, Chascomús, San Vicente, Cañuelas, Magdalena, Monsalvo y
488 AGN,X,14.6.1.Sobre la creciente presión enroladora del estado provincial sobre la población rural en esta coyuntura ver Raúl Fradkin, “El asalto de los pueblos de Navarro y Lujan en 1826”. Ponencia presentada en las Jornadas Interescuelas/Deptos de Historia, Salta, 2001. 489 AGN, X-13-10-5. 490 Colateralmente se obtuvo la colaboración de estas comisiones para la procura de caballos destinados a las expediciones militares de Rauch. Ver listados de contribuyentes en El Mensajero Argentino, 9 de enero de 1827.
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Ensenada. De todos ellos solo aportaron vecinos de Chascomús y Ranchos por 858 pesos m/c, 298
reses, 48 caballos y 11 carretas491.
Dos meses más tarde, en un decreto sobre el fomento de la nueva línea de frontera, se
retomaría la idea de entrega gratuita de tierras492. Para aquellos pobladores que no tuvieran tierras
en la campaña se establecía la entrega en propiedad de un terreno; para los que gozando de la
propiedad de la tierra en otro partido, quisieran agregar otro establecimiento en las nuevas tierras,
obtendrían los terrenos en enfiteusis. Además, y como una forma de incentivar el asentamiento de la
población, se los eximiría del pago del canon enfitéutico por un tiempo determinado. Sería el
comandante del fuerte, como máxima autoridad del lugar, quien realizaría el reparto de tierras, tarea
que en otros pueblos de campaña lo cumplían los vecinos organizados en comisiones de solares493.
En el decreto se expresaba asimismo que a pesar de la demora en realizar el avance
proyectado “mucho tiempo hace se tiene reunido cuanto se ha considerado necesario para llevar a
efecto una obra que tan urgentemente demanda la seguridad de nuestra campaña…” 494 y se
estimaba que las expediciones fundadoras podrían ponerse en campaña en la primavera de ese año
pero los acontecimientos políticos volvieron a postergar la decisión495
Finalmente, durante el gobierno de Dorrego se designó a Juan Manuel de Rosas como
Comandante General de Campaña y encargado de los preparativos para las expediciones
fundadoras. A fines del año 1827, Rosas entregaría los presupuestos de gastos para cada uno de los
cuatro fuertes sugiriendo que los donativos de los propietarios ya recolectados no fueran
491 AGN,X, 14.8.2 492. Registro Oficial de la Provincia de Buenos Aires. 1820-1860. En la expedición de fundación del fuerte Independencia, el gobernador en campaña, Martín Rodríguez había planteado esta idea solicitando al gobierno delegado que arbitrara los medios para enviar unas treinta familias para instalarse a inmediaciones y bajo la protección del fuerte para que “formen una masa de Población respetable que asociándose para la defenza ala Guarnición militar no solo resista las incursiones de los barbaros, que en los primeros tiempos podran ser repetidas con vigor“Rodriguez al Gobernador Delegado, Independencia 4 de abril de 1823. Reproducido en Diaz, Víctor, “Contribución a la historia de la ciudad de Tandil”, Boletin del Instituto de Investigaciones Históricas. Años 13 y 14, 1935. Facultad de Filosofía y Letras. De manera que, a pesar de insistir en una expansión territorial excesivamente ambiciosa, el mismo Rodríguez era conciente de la necesidad de incorporar población civil a los destacamentos militares para garantizar la ocupación del espacio y disminuir el peso económico de una dotación militar demasiado elevada. Pero a pesar de los constantes pedidos de Rodríguez para que el gobierno enviara esas familias de pobladores, el proyecto no llegó a realizarse. 493 Las Comisiones de Solares debían ocuparse del reparto de suertes de quintas o chacras en las partes baldías de los egidos de los pueblos de campaña. 494. Registro Oficial de la Provincia de Buenos Aires. 1820-1860 495 Luego de la renuncia de Rivadavia, asumió como presidente provisional Vicente Lopez y Planes quien convocó elecciones legislativas para el 22 de julio. La nueva Sala nombró a Manuel Dorrego como gobernador de la provincia en agosto de 1827.
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descontados de los montos presupuestados sino que se utilizaran una vez que los fuertes se hubiesen
asentado.
La organización de las expediciones fundadoras también estuvo bajo la dirección de
Rosas. Una vez determinado el lugar del asentamiento y comenzadas las obras de construcción de
los fuertes, el comandante de campaña consideraba que su tarea debía darse por concluida. Sin
embargo, eso no significaba para Rosas depositar en el gobierno la prosecución de las tareas sino
que, insistiendo en su idea de que fueran los hacendados quienes tuvieran a cargo la gestión de esta
empresa, sugirió que se nombrara un comisionado que debía ser propietario de la campaña para que
llevara a cabo las tareas necesarias para finalizar las obras de construcción de los fuertes y de
abastecimiento de las guarniciones. Esa persona funcionaría a manera de nexo entre el gobierno, el
fuerte y los hacendados de la región. De manera que, acotado a la jurisdicción de los fuertes, Rosas
pudo poner en práctica su proyecto de centrar en los hacendados la dirección de los asuntos de la
campaña. La propuesta fue aceptada por el gobierno de manera que, a medida que los trabajos de
construcción iban avanzando, Rosas delegaba en otro propietario la gestión de los fuertes. La
función de estos comisionados no debía entrar en conflicto con el comandante de la fuerza
expedicionaria. Esto se hallaba claramente establecido en las instrucciones impartidas por Rosas a
los mismos comandantes. Por ejemplo, en las instrucciones entregadas por Rosas al coronel Manuel
García, comandante del fuerte de Laguna Blanca se especificaba que “el comisionado no se ingiere
en la conducta militar del Sr. teniente coronel García, es el gefe de la expedición y a este respecto
nada toca al comisionado”496.
La organización de la campaña en estas comisiones de hacendados y la misma
designación de comisionados especiales para determinadas tareas no estuvieron exenta de
conflictos. Las críticas de algunos de ellos sobre las actitudes entorpecedora de otros propietarios, la
renuncia de algunos de ellos a tareas de coordinación y, en algunos casos, el expreso pedido de
reemplazo de otros, muestra una imagen no totalmente idílica sobre este “cuerpo”.
Veamos algunos casos. Ángel Fernández Blanco, integrante de la comisión
clasificadora para el fuerte Federación informaba en febrero de 1828 las dificultades que encontraba
para conseguir hombres para completar las dotaciones regulares del fuerte. Su empeño había
496 Otra figura que acompañaba las expediciones era el comisario quien era “el economo del estado en el punto: el es quien debe distribuir las raciones previa orden del gefe [militar]. Las raciones las distribuira a todos los expedicionarios y trabajadores desde que la expedicion se moviere del punto de reunion. Cada ocho dias se daran raciones repartiendose media libra de yerva, una cuarta de tabaco y un pliego de papel”, en AGN,X,14.10.6.
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llegado al punto de ofrecer un enganche de 100 pesos en el partido de Arrecifes pero no había
conseguido resultados. Para Blanco, un factor que había jugado en su contra era la escasa ayuda que
le daban las juntas de hacendados de cada partido que tenían el deber de clasificar a todos aquellos
individuos casados o solteros que pudieran ser enviados al cuerpo de húsares. Si bien la comisión
cumplía con esta tarea, luego de realizada la clasificación no colaboraban en la concentración de los
hombres que debían ser tomados a la fuerza y con tropa para que no escaparan, como había ocurrido
en varias ocasiones en que los “clasificados” habían huido al Arroyo del Medio en Santa Fe. Según
Blanco, los vecinos ayudaron en la huida de estos hombres para evitar la pérdida de una potencial
mano de obra concluyendo que “los jueces no deben ser de paz sino de guerra ya que con
decretos no se organiza el país sino que es necesario fuerza y palo"497. El reclamo del
comisionado sobre la falta de colaboración de jueces de paz y vecinos se vincula a las dificultades
que hallaba el gobierno provincial por consolidar su poder en la campaña. La necesidad del estado
de apoyarse en los vecinos para desplegar su poder creaba en ocasiones una tensión entre las
directivas del gobierno y los intereses de estos últimos498.
En otros casos, la rivalidad entre algunos propietarios y Rosas se revelaba como el
motivo principal de los enfrentamientos. La comisión designada para auxiliar en el establecimiento
del fuerte de Laguna Blanca, era presidida por Don Antonio Dorna, quien asimismo había prestado
su hacienda para el acopio de maderas y otros materiales de construcción que se utilizarían en el
fuerte. Dorna era un importante hacendado de Monte que ya en el año 1808 tenía 14 leguas
cuadradas en el partido. Estas posesiones se fueron incrementando con la compra de una propiedad
de tres leguas a Sosa y Marín (1811), la denuncia de un terreno lindero a éste (1818) donde fundó el
establecimiento El Rosario y, en sociedad con su yerno José Zenón Videla, la adquisición de las
tierras de Francisco Ramirez de siete leguas de frente por dos de fondo (1824)499. Estas
adquisiciones llegaron a conformar una propiedad conjunta de 47.857 hectáreas que convirtió a la
“familia Dorna-Videla en una de las más poderosas de la zona”500.
En diciembre de 1827, se produjo un enfrentamiento entre Vicente González
(comisionado asimismo de la junta de dicho partido y eficaz colaborador de Rosas en la campaña) y
Dorna porque, según González, este ultimo había entorpecido las tareas de sus empleados en el
497 AGN,X,14.8.2. negrita nuestra 498 Ver nota 4 de la Introducción. 499 Mayo y Latrubesse, Terratenientes, soldados y cautivos…”, p. 106-107. 500 Banzato, G. Características y funcionamiento del mercado de tierras en la campaña bonaerense. Chascomús, Ranchos y Monte durante la primera mitad del siglo XIX. En 50º Congreso Internacional de americanistas. Varsovia, 2000.
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acarreo de esos materiales hacia Laguna Blanca. Esta actitud de Dorna puede interpretarse mejor si
se hace referencia a un enfrentamiento que había tenido con Rosas hacía un tiempo501. En una
presentación al gobierno realizada por Rosas en noviembre de 1826, período en el cual su relación
con el gobierno se hallaba en su punto de mayor tensión en virtud de la suspensión de la
negociación pacífica con los indios, el hacendado acusaba a Dorna de haber creado el rumor de una
supuesta asonada contra el gobierno en la cual lo acusaba de participar. Se trataba de “la solemne
delacion de Don Antonio de Dorna al gobierno de una asonada escrita en el famoso libelo
precentado al efecto que no tiene una línea que no alarme, no viste un consepto que no sea ofensivo
y no vierte un echo que no sea una calumnia y una atroz infamia. [en la cual ]El infrascripto…
[aparece como] el principal objeto de la alevosia mas negra”502.
La actitud de Rosas ante este caso puntual puede tomarse como un ejemplo de lo que
sería su política de gobierno: apartar de su camino a los opositores. En la presentación mencionada
y siguiendo con la supuesta asonada, se quejaba de que “si bien… ha tenido la satisfaccion de que
el gobierno y los magistrados de justicia vieron lucir la verdad… sin embargo la providencia del
gobierno en este estado no contiene ni una sola palabra… que muestre disgusto contra el crimen
del embustero delator”, lo que hacía evidente que Dorna no era un personaje fácil de desplazar por
el momento. De hecho, en la fecha del escrito de Rosas, era presidente de la comisión clasificadora
para el fuerte de laguna Blanca. Sin embargo, poco después, el mismo lugar de Rosas ante el
gobierno cambiaría y podría actuar con más fuerza. En efecto, luego del incidente con González, y
en su carácter de encargado de las expediciones solicitó al Ministro de Gobierno que reemplazara a
Dorna como presidente de la comisión clasificadora en virtud de que “no se presta a facilitar al
comisionado los conocimientos precisos de lo que la sección de su cargo hubiese trabajado” y
proponía para reemplazarlo a Don Félix Alzaga. La propuesta fue aceptada por el gobierno y Dorna
fue desplazado en sus funciones503. No sería la última vez que Rosas se enfrentara, aunque de
manera indirecta, con la familia Dorna-Videla. Durante la revolución de Lavalle, Videla no sólo
auxilió con caballadas al general sino que llegó a comandar una división unitaria504.
501 Sería lógico suponer que este enfrentamiento tendría algún sustento en la importancia de ambos personajes como hacendados del partido donde Rosas poseía el importante establecimiento Los Cerrillos. 502 AHPBA, Negociación pacífica… 503 En la designación de comisionados para los nuevos fuertes también se pondrían en juego las posiciones y relaciones personales de estos personajes. En la elección del comisionado para el fuerte Federación se reflejarían posiciones divergentes en cuanto al manejo de la relación con los indígenas. En una correspondencia intercambiada entre Rosas y Fernandez Blanco se menciona el interés del primero en convencer a Luis Dorrego para dicho cargo; Blanco contestaría que se había informado de los contactos que había tenido éste con su hermano, el gobernador, sobre la conveniencia de expedicionar sobre los indios. Esta posición de Dorrego llevó a que fuera descartado como candidato para asumir el cargo de comisionado que recayó finalmente en D. Jorge Pacheco. 504 Gelman, J. “Unitarios y federales …”, pág. 20.
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Signficativamente, durante el levantamiento campesino iniciado a finales de 1828, una partida de
“bandoleros” atacó su estancia de Monte llevándoselo prisionero505.
El creciente poder que el hacendado iba adquiriendo en la campaña era manipulado
con suma cautela, para evitar recelos en el gobierno. Durante los preparativos para la instalación del
fuerte de Laguna Blanca, Rosas recomendaba que, teniendo en cuenta que el destacamento debía
defenderse a sí mismo y servir de barrera de contención para los asentamientos de Bahía Blanca y
25 de Mayo, debía ser protegido por una fuerza militar considerable por lo que sugería que se
destinaran 200 milicianos del regimiento 6 de caballería, que debían incorporarse a la fuerza de
línea que allí se asentara. Para armar a estos milicianos, se solicitaba el envío de 100 carabinas con
correajes y dotación de cartuchos y 150 fusiles haciendo el total de 250 armas. Esta propuesta no
fue aceptada por el gobierno que ordenó, en su reemplazo, formar la dotación del fuerte con dos
compañías completas del Regimiento 3 con oficiales armados con las armas de chispa y blancas que
tuviere el cuerpo.
En su respuesta al gobierno, Rosas sostenía que el regimiento 3 no estaba en
condiciones de reunir más de 25 milicianos en virtud de tener hombres destacados en distintos
puntos, además de ser precisos para la conducción de yeguas para manutención de los indios en
Tandil, de ganado vacuno para Laguna Blanca y otras tareas de servicio. Asimismo dudaba que el
regimiento tuviese el armamento necesario para la expedición. Finalmente se llegó al acuerdo de
convocar 150 milicianos de los siguientes regimientos: 25 hombres del regimiento 3, 75 del
regimiento 1 y 50 del regimiento 6 que se hallaban en el fuerte 25 de Mayo los que serían
reemplazados por igual número de milicianos del regimiento 2506.
Este cruce de correspondencia y esta maraña de compañías milicianas que aportarían
contingentes al fuerte, adquiere algo de sentido si se tiene en cuenta las jurisdicciones dentro de las
cuales se reclutaban los hombres de cada compañía. En efecto, mientras los regimientos 3 (del que
se movilizarían 25 hombres) y 1 (con 75 milicianos) pertenecían a partidos que se hallaban al norte
del río Salado, el regimiento 6 del cual Rosas pretendía en su primera propuesta convocar 200
milicianos, correspondía a los partidos del sur que, según sus mismas palabras, eran de su
jurisdicción. Estos milicianos aparentemente ya habían sido movilizados cuando Rosas presentó su
primera propuesta al gobierno y la negativa de éste, tal vez al tanto de lo anterior, implicó en
505 El Tiempo, 7 enero 1829. 506 AHPBA, Negociación pacífica…
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realidad la desmovilización de estas personas. En enero de 1828 Rosas le escribía a Vicente
González que había
“recibido la relacion que U me ha remitido de los milicianos que han ocurrido voluntariamente con la mira de acompañarme en la expedicion de frontera. He escrito sobre el particular a Inarra y no devo dejar de decir a Ud que es necesario se mantengan en las casas sin reunirse por que yo contando con que el gobierno consentiria que llevase doscientos voluntarios propuse que vinieran pero el gobierno no lo permite y yo temo que si se llega a entender que estos hombres existen reunidos se pueda dar una mala interpretacion a este paso por que las cirucunstancias tienen mucho de vidrioso”507.
A pesar de que el ascendiente de Rosas en la campaña era cada vez más evidente, el
gobierno necesitaba de sus servicios para llevar a cabo las comisiones de avance territorial y
negociación con los indios por lo que debía aplicarse una estrategia que combinara el acuerdo a
ciertas acciones del comisionado con el freno impuesto a otras. El acceder al desplazamiento de
enemigos personales era un acto que el gobierno podía permitirse sin exponerme en demasía.
Acceder, por el contrario, a la movilización “casi personal” de una dotación de 200 milicianos
significaba una concesión demasiado riesgosa.
Como organizador de las expediciones, Rosas volvería a insistir en la utilidad de
entregar tierras para garantizar la población de la frontera. En una nota enviada al gobierno en
septiembre de 1827 exponía que “Al mismo tiempo que la frontera se forme es convenientísimo
presentar alicientes que atraigan población a las nuevas guardias. Hay muchas familias pobres y
conducidas sin violencia poblarían con ventajas propias y comunes la nueva línea bajo la
protección de la fuerza” para lo cual proponía que en los pueblos de campaña se publicara la
noticia de que las familias que marchasen con las expediciones fundadoras serían auxiliadas con
útiles de labranza y animales. Y, retomando su propuesta del año 1820, el comandante de fronteras
agregaba que la entrega de tierras no debía limitarse a los pobladores civiles sino que debía incluir
también a los soldados destacados en los nuevos fuertes. Para ello proponía que los soldados
casados y los que se casaran en las nuevas guardias fueran recompensados con tierras de la reserva
que se hará en ellas de un campo de 6 leguas de frente y fondo para la distribución de solares,
chacras y suertes de estancia. Esta medida, además de favorecer su asentamiento evitaría un
problema recurrente en la campaña: la deserción.
507 Negrita nuestra. Todo este párrafo está tachado en el borrador de la carta escrita por Rosas. Por otro lado agregaba que “Ha sido nombrado el comandante Garcia para la expedicion a la Laguna Blanca por consiguiente estamos todavia dudosos sobre si ire yo o no a ella pero conviene callar esto por que no se retire mucha gente de la que esta dispuesta a marchar”.
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Sin embargo, tampoco en esta oportunidad prosperaría la idea. Establecidos los fuertes
en el año 1828 los comandantes de las guarniciones insistirían constantemente en la necesidad de
cumplir con la promesa de entrega de tierras ya que, de no ser así, se corría el riesgo de que los
soldados desertaran y regresaran a la “frontera vieja en donde no falta quien de compasión les de
abrigo en algún rancho y un pedazo de carne para su manutención”508. Para el comandante de
Federación el establecimiento no prosperaría a menos que por algún decreto se declarara a los
regimientos que cuidaban la frontera como "fronterizos" lo que implicaba afincarlos en la zona y
que sólo por causas de urgencia fueran convocados para servir en otros pagos, regresando cuando
finalizara el motivo del abandono. Este punto llevaba consigo la necesidad de proceder al reparto de
terrenos de las chacras y estancias entre los pobladores, promesa que según Rauch “hicieron el jefe
del regimiento de donde se recluto la gente, el ministro de Guerra y el comandante General de
Milicias”509. También desde el fuerte 25 de mayo se pedían instrucciones para llevar a cabo este
proyecto. El 2 de marzo de 1828 el comandante Perdriel expresaba que
“estando facultado por las instrucciones del Superior Gobierno para distribuir suertes de chacra a los pobladores y no sabiendo de que cantidad de terreno deben formarse estas, la distancia de esta fortaleza hasta donde han de darse aquellas y si en fin el comisario de este fuerte y los oficiales e individuos de tropa casados que lo guarnecen permanentemente y han coadyubado y concurrido los primeros a la formación del establecimiento deben ser considerados como a mi ver con justicia lo piden en la clase de aquellos para la distribución indicada”.
Perdriel expresaba que ya había enviado varias comunicaciones al Comandante
General de Frontera y al Ministro de Guerra y no había podido obtener respuesta por lo que
nuevamente insistía con el tema. La respuesta del ministro de guerra fue categórica y ordenaba que
se notificara al Comandante General de Campaña “que no se realice reparto alguno de terrenos ni
aun en las suertes de chacra en la nueva línea de frontera hasta tanto que se de el reglamento que
el gobierno esta elaborando al presente”. Ese reglamento nunca vio la luz. De manera que, a pesar
de que a lo largo de todo el periodo se planteó como un elemento fundamental dentro de la política
de expansión territorial la entrega de tierras a los pobladores tanto civiles como militares, la
propuesta no llegó a concretarse en ningún caso510. No es difícil imaginar la delicada situación que
508 Federico Rauch, comandante de Federación, al Inspector General Jose Rondeau, 26 de febrero de 1828 AGN,X,14.8.2. Rauch, pedia solicitaría asimismo que se entregara madera en forma gratuita a los soldados que habían ido con su familia para que pudieran construir sus ranchos separados del resto debido a que no podían costear de su salario la fabricación de éstos. También en Laguna Blanca se pedía la entrega de madera sobrante de la construcción del fuerte a los soldados para que realizaran sus propios ranchos. 509 Rauch a Rondeau, marzo de 1828, Ibidem 510 Recién en el año 1832 se puso en práctica esta idea en la fundación del pueblo de Azul. En dicho partido se dieron a los pobladores civiles donaciones condicionadas de extensiones medianas, de poco más de 2000 hectáreas, que correspondía a las necesidades de una familia tipoSobre el proceso de poblamiento de Azul ver María Elena Infesta, “Propiedad rural en la frontera. Azul, 1839” en Enrique Barba, In Memoriam. Estudios de Historia. Buenos Aires, edición Bando Municipal de La Plata, 1994 y María Sol Lanteri “"Pobladores y donatarios en una zona de la frontera
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enfrentarían los comandantes de los nuevos fuertes ante esta negativa del gobierno. Parte de las
tropas y familias que habían acompañado a las expediciones fundadoras posiblemente lo habían
hecho por la promesa de obtener tierras en donde asentarse de manera estable. El comandante, para
estas personas, se presentaría como el único interlocutor al cual reclamar las promesas incumplidas.
Aquel, por su parte, se encontraría con la amenaza constante de la deserción y el abandono del
fuerte por parte de estos pobladores al no poder cumplir con las ofertas del gobierno.
5. Los vecinos como abastecedores de los fuertes: donaciones y contratos de provisión.
Como se ha visto, desde los preparativos de las expediciones fundadoras, el gobierno
había buscado comprometer a los propietarios de la campaña -así como lo había hecho en la
cuestión de la defensa- a que colaboraran económicamente en el esfuerzo por avanzar la línea
fronteriza. Desde una perspectiva diferente, Halperin sostenía que el Estado había llevado adelante
su política de fronteras
“reservando sus presiones fiscales más severas a grupos menos prósperos y menos
directamente interesados en la empresa que los hacendados. Sin duda la provincia de Buenos Aires tuvo desde 1821 un complejo sistema de impuestos, que no excluía ese gravamen sobre el capital que era la contribución directa. Por otra parte no es menos cierto que las rentas de aduanas (que golpeaban sobre todo a la importación y distribuían su impacto entre una masa de consumidores que estaba lejos de limitarse a las clases altas), formaban lo más importante de los ingresos fiscales, y que cuando un bloqueo cegaba dramáticamente ese fuente, el Estado, antes de agravar la carga impositiva de los terratenientes y hacendados, prefería recurrir a la emisión de papel moneda que, de nuevo, arrojaba la carga sobre otros sectores”511.
Una y otra aseveración aún cuando lo parezcan, no son, sin embargo, antagónicas sino
que reflejan coyunturas particulares y políticas más generales del gobierno. En efecto, si en
determinados momentos se apelaría directamente al esfuerzo económico de los propietarios
mediante el pedido de donaciones o contribuciones de recursos para fines específicos, no existió
una política definida para gravar impositivamente y de manera estable a los sectores propietarios
con el objeto de financiar la expansión territorial. Muy por el contrario, una vez asentados los
nuevos fuertes de frontera, la necesidad de abastecerlos de ganados y artículos de consumo (para el
rancho de las dotaciones del ejército regular) creó un mercado adicional tanto para los hacendados
como para los comerciantes de la campaña. También en este punto, las condiciones de los contratos
sur durante el rosismo. El arroyo Azul durante la primera mitad del siglo XIX", Quinto Sol, No. 5. Universidad Nacional de La Pampa, 2002. 511 Halperin Donghi, Tulio. Guerra y finanzas en los orígenes del Estado argentino (1791-1850). Editorial de Belgrano, Buenos Aires, 1982.
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de abasto reflejarían las cambiantes condiciones económicas y políticas por las que atravesaba la
provincia. En efecto, si en momentos de conflictos políticos hubo un fuerte control de los precios
pedidos por los abastecedores y aún se dieron confiscaciones encubiertas de ganado, en otros en los
cuales la situación de la provincia era más calma, los contratos de provisión representaron una
importante fuente de ganancias para los hacendados.
Ya en el año 1817 al programarse la constantemente postergada campaña de
adelantamiento de frontera que tampoco en esta ocasión se efectivizó, se haría evidente la
imposibilidad económica del gobierno por tomar a su solo cargo esta empresa de conquista
territorial. Un decreto del gobierno de mayo de ese año planteaba que
“se espera de los hacendados pudientes, en cuyo provecho redunda tan conocidamente este proyecto, que coadyuvarán a tan laudables fines manifestando su generosidad en los auxilios efectivos que presten; pues sin ellos sería impracticable e insubsistente en los primeros quatro años de los nuevos establecimientos”512.
En diciembre de 1820 al proyectarse la primera expedición de Rodríguez los
hacendados D. Juan Miguez, D. Juan Agustín Lastra y D. Julián Carmona realizaron una donación
de 48 onzas de oro para armar la misma513. Y en ocasión de la tercera expedición de Rodríguez en
el año 1823, el mismo general exhortaba a “hacendados, comerciantes, propietarios todos” a que
“reforzeis [vuestro] crédito: esto bastará para hacer frente a los gastos de la campaña”514.
Una vez instalados los fuertes, la participación de los vecinos adoptaría otras formas.
Los comerciantes asentados en los nuevos poblados, podían llegar a actuar como prestamistas del
Estado, adelantando bienes y/o dinero para la entrega de rancho y el pago de los salarios a los
piquetes militares, lo que significaba para ellos un mercado extra y cautivo. Este esquema no era
una innovación del período sino que reproducía prácticas desarrolladas en el período colonial como
512 Registro Oficial…, negrita nuestra. En general en el caso del pedido de contribuciones se aclaraba que la misma se pedía en función de los recursos que tuviera cada propietario. 513 Gaceta 20 de diciembre de 1820 514 El Argos, 29 de noviembre de 1823. El aporte de los vecinos de la campaña no se limitaba a las acciones referidas al avance de la frontera. En la Gaceta de Buenos Aires se pueden encontrar listados de vecinos de algunos partidos de la campaña que realizaban donaciones para distintas actividades. Los vecinos de Chascomus aportaron dinero para recomponer el cuartel que servía de vivienda a la tropa de la guarnición (Gaceta 16 de mayo de 1821); los vecinos de Lujan hicieron lo propio para la fortificación del pueblo (Gaceta 30 de mayo de 1821)
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un mecanismo de enriquecimiento de los comerciantes515. La expansión territorial y la fundación de
fuertes reproducirían este esquema en los nuevos espacios516.
El proyecto de gastos para el establecimiento de fuerte Independencia preveía un
desembolso de 150.880 pesos517. En el mismo se calculaban las erogaciones durante cuatro meses518
e incluían sueldos de soldados, milicianos, empleados y fleteros (107.780 pesos), útiles, víveres y
medicinas (3.700 pesos), 5000 caballos (20.000 pesos), materiales de construcción (12.000 pesos),
flete de 130 carretas (3900 pesos), 30 carretillas (1500 pesos) y se preveía una suma para gastos
extraordinarios (2000 pesos).
Sin embargo, las sumas totales que efectivamente se gastaron hasta el fin de la
campaña expedicionaria excedieron ampliamente el monto presupuestado ya que alcanzaron en los
cuatro meses que duró la empresa a 226.653 pesos. La diferencia entre una y otra cantidad fue
compensada por adelantos que se dieron al comisario de la expedición, Juan Valdepares y, desde el
mes de abril por diferentes sumas adelantadas por algunos vecinos del fuerte que “según orden
superior entraron a la caja del ejercito expedicionario”. Desde abril hasta junio esas entradas
reportaron a la caja del fuerte 9.152 pesos519. En los dos meses siguientes, cuando las tropas
expedicionarias ya habían abandonado el asentamiento y permanecía solamente un pequeño
destacamento militar, estos adelantos se mantuvieron por valores mucho mas altos520.
Este esquema de adelantos se concentró, a partir del año 1826, en la obtención de las
sumas necesarias para el pago mensual de los piquetes militares y empleados de la guarnición. En
efecto, desde esa fecha el comerciante Francisco Xavier Casal entregó en tal concepto una cantidad
promedio de 800 pesos mensuales. Dos años más tarde, Casal y otros comerciantes establecidos en
el fuerte junto con sus familias, abandonaban el fuerte para unirse a la expedición que fundaría la
515 Ver Jorge Gelman, “Un repartimiento de mercanías en 1788: los sueldos monetarios de las milicias de Corrientes”, en Cuadernos de Historia Regional 1:3, Universidad Nacional de Lujan, 1985, y Z. Moutoukias, "Burocracia, contrabando y autotransformación de las elites: Buenos Aires en el siglo XVII", Anuario IEHS, 3, 1988. 516 Como ha señalado Halperin “… en la nueva frontera, en torno a los fuertes, surgen poblaciónes cuya actividad comercial otroga a mercaderes locales una influencia que en la más segura retaguardia han perdido ya: en Bahía Blanca, en la década del 30 y del 40, Pedro José Vela, comerciante, traficante con los indígenas, proveedor de la guarnición, prestamista de sus oficiales en penuria, eterno representante del partido en la legislatura rosista, es el más caracterizado notable local”. Halerín Donghi, “La expansión ganadera…” p. 71. 517 El Argos, 3 de julio de 1822 518 La expedición cubrió el periodo de marzo a junio de 1823. Rodriguez abandó el fuerte a comienzos del mes de julio con que podría darse por concluido la etapa de fundación. 519 En abril Ramon Lara aportó 802 pesos y Leandro Artayeta 1200 pesos; en mayo, se recibieron aportes de Romualdo Nadal por 1250 pesos y Blas Mancebo por 5500 pesos; en junio se registró una sola entrada de Juan Manuel Rivera por 400 pesos. Fuente. 520 En julio entraron por esta vía 4712 pesos y al mes siguiente 4699 pesos.
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Fortaleza Protectora Argentina en Bahía Blanca521. A partir de ese año los préstamos recibidos por
el comandante del fuerte se concentraron en el comerciante Manuel Vázquez, habilitado de Don
Pedro Vela que entregaba mensualmente el monto en efectos para el pago de los salarios de
piquetes, prisioneros, empleados y otros gastos extraordinarios entre los que se incluían los
obsequios a indios amigos522.
Durante la segunda etapa de avance y consolidación territorial representada por la
fundación de fuertes realizada en el año 1828 se intentó un mayor control en cuanto al
financiamiento de las expediciones. La característica principal fue el estricto cumplimiento de los
presupuestos elevados por Rosas y, finalizada la etapa de edificación de los fuertes, por la
existencia de la figura de los comisionados en cada uno de ellos que centralizaba los gastos
necesarios para el abastecimiento de las guarniciones.
Los recursos necesarios para establecer y fortificar la nueva línea de frontera fueron
autorizados por la Sala de Representantes por ley de noviembre de 1827 mediante el cobro de un
impuesto que se aplicaría durante los años 1828 y 1829 y que consistía en un real sobre cada cabeza
de ganado vacuno y caballar que tuvieran los estancieros. El presupuesto estimado fue de 97.600
pesos para cada uno de los fuertes del norte y centro de la provincia, es decir para Federación, Cruz
de Guerra y Laguna Blanca. El presupuesto para la instalación del fuerte de Bahía Blanca involucró
mayores recursos y hombres que en el resto de los fuertes debido a la distancia, el aislamiento y los
riesgos derivados de ingresar en una región poco conocida y circundada por agrupaciones
indígenas. De ahí que el monto total estimado, a diferencia de los otros fuertes involucró gastos por
200.150 pesos. De manera que el costo total de asentamiento de la nueva línea de frontera insumió
un total de 492.950 pesos523.
La observancia estricta de los gastos realizada por los comisionados llevarían el sello
de la obsesividad que caracterizaría la gestión rosista. En abril de 1828 el comisionado del fuerte 25
de mayo, D. Miguel Marín, elevó al gobierno un presupuesto de gastos para la compra de ganado
para subsistencia de la guarnición y de útiles y materiales necesarios para concluir con las
fortificaciones y fosos; dos meses más tarde presentaba la rendición de gastos expresando que había
521 Uno de ellos, Jose Crowther se avecinaría finalmente en Carmen de Patagones. En regiones en constante expansión territorial es frecuente este esquema de migración en varias etapas. En un primer destino el migrante obtiene ciertos recursos que le permiten luego, iniciar una nueva apuesta en otras zonas que comienzan a ser ocupadas. Para la campaña bonaerense ver el trabajo de José Mateo, “Migrar y volver a migrar… 522 AGN,III, 4.4.6 523 AHPBA, Negociación pacífica…
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recibido del gobierno 14.000 pesos y, según los documentos que adjuntaba, había gastado 14.078
pesos razón por la cual solicitaba se le reintegrara el monto que había debido cubrir de sus propios
fondos524
En cuanto a la provisión del ganado, el período se inicia con un intento permanente del
gobierno por controlar y mantener estables los precios pedidos por los hacendados-proveedores. El
abasto del fuerte Federación en ese rubro dio lugar a una serie de consultas y disposiciones del
gobierno que permiten conocer el mecanismo de aprovisionamiento.
A principios del año 1828 el comisionado Don Ángel Fernández Blanco había recibido
un monto de 20.000 pesos para la compra de ganado. El comandante del fuerte debía obtener el
ganado de los hacendados que tuvieran contrato de abastecimiento con el gobierno, girando luego
un comprobante de la compra a Fernández Blanco quien debía hacerse cargo del pago. En abril de
ese año la Comisaría General de Campaña había concertado contratos de provisión con los
hacendados Don José Antonio Picon y Don Javier de la Fuente para abastecer el fuerte pero se
preveía que, en caso de que esta vía no resultara suficiente por no encontrarse ganado en buenas
condiciones, el comandante del fuerte estaba facultado para recurrir a otros hacendados que tuvieran
contratos pendientes con el gobierno. Y sólo en el caso de que ninguno de estos productores pudiera
cumplir con el tipo de ganado requerido se podía solicitar auxilio a los jueces de paz de los partidos
cercanos.
Una situación de este tipo ya había sucedido en el fuerte. El comandante Rauch
notificaba que, al no haber encontrado ganado en buen estado en las estancias de Don Antonio
Ramírez y Don Ramón Villanueva que tenían contratos pendientes con el gobierno, había recurrido
al juez de paz de Salto. El Inspector General Rondeau desautorizó ese proceder e indicó a Rauch
que se dirigiera al hacendado Don Félix Ignacio Frías para abastecerse de ganado de su estancia de
Laguna del Bragado525 y que sólo en el caso de que en dicha estancia no hubiera ganado disponible
“puede recurrir a donde lo encuentre mejor pero que no sea a los precios excesivos que ha sido
hasta ese momento”526. Bajo esta premisa de control de precios se canceló un contrato que se había
acordado con Javier de la Fuente porque el productor había aumentado el precio de los novillos de
20 a 22 pesos527.
524 A,X,14.10.6 525 AGN, III, 2.11.16. 526 AGN,X,14.8.2 527 AGN,X, 14.8.2.
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Esta política del gobierno se entiende más claramente al vincularla con el proceso
inflacionario que desde 1826 y por primera vez se estaba desarrollando en la provincia. El bloqueo
del puerto derivado de la guerra con Brasil había reducido considerablemente los ingresos
aduaneros, principal vía de recursos del estado provincial, y producto de ello se había caído en un
déficit fiscal. Para hacer frente a los gastos el gobierno debió recurrir, a través del Banco Nacional,
a la emisión de papel moneda no convertible. Estas dos circunstancias, déficit fiscal y aumento del
circulante generaron un aumento general de los precios desde mediados de 1826528. Este proceso
sumado al apogeo de la producción agropecuaria había llevado ya desde el año 1817, a un ascenso
considerable en el precio de las vacas de cría, ascenso que alcanzó el punto máximo en 1827. Estos
valores bajaron levemente hasta 1829 y al año siguiente volvieron a subir con rapidez529. En este
contexto, era vital para el gobierno insistir en la utilización de los contratos pendientes con
hacendados de la provincia como forma de controlar los precios. Mientras éstos especificaban el
precio a que debía pagarse el ganado, el recurso a los jueces de paz dejaba en manos de éstos y de
los productores la fijación de los valores.
En los años 1829 y 1830 en razón de las dificultades por las que atravesaba la
provincia530, este esquema parece revertirse y la provisión de ganado adopta la forma de una
contribución no demasiado voluntaria para los propietarios de la campaña. Un escrito del hacendado
Don Manuel de Arroyo y Pinedo es elocuente sobre el tema. En diciembre de 1829 el hacendado
alegaba haber suministrado 150 reses de su estancia en Monsalvo y entregar semanalmente de 7 a 8
reses para consumo del piquete de Dolores, ganado por el que no recibió letra alguna llegando a
totalizar unas 700 cabezas. Esta saca había producido la casi total desaparición de novillos por lo
que en adelante debería recurrirse a las vacas lo que implicaba la destrucción del establecimiento
que había vuelto a poblar luego de la invasión de los indios fronterizos. Pinedo concluía que “Por
esta consideración y la de que las cargas públicas deben distribuirse entre todos los que puedan
528 Halperín, T., Guerra y finanzas…” p. 155-157; .Samuel Amaral, “Alta inflación y precios relativos. El pago de las obligaciones en Buenos Aires (1826-1834), en El trimestre económico. Vol LVI (1), No. 221, México, 1989; 529 Garavaglia, Juan Carlos, “Precios de productos rurales y precios de la tierra en la campaña de Buenos Aires: 1750-1826”, en Boletin del Instituto Ravignani No. 11. Buenos Aires, 1995 y “La economía rural de la campaña de Buenos Aires vista a través de sus precios (1754-1852)”. Mimeo, 1999. 530 Nos referimos por un lado a los conflictos políticos derivados de la revolución de Lavalle que fue vencida en el año 1829 a la que prosiguió el enfrentamiento con la Liga unitaria del Interior liderada por el general José María Paz; el envío de tropas y recursos al Interior derivó en una necesidad creciente de caballos y ganado de consumo. Paralelamente, la sequía que afectó duramente a la campaña bonaerense entre 1828 y 1832 produjo asimismo una situación crítica para la ganadería. Ambos factores deben haber reducido de manera notable el stock ganadero, lo que explicaría esta política coyuntural de apropiación de recursos.
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sufrirlas se pide al comisionado deje de hacer esas sacas pues hay otras haciendas que han sufrido
menos y pueden realizar esos mantenimientos”531.
De manera similar, el vecino Don León Montes de Oca se quejaba de que, además de
las sacas de ganado, se le sustrajeron 7 peones y ante el temor de seguir el mismo camino otros se
habían fugado, lo que había llevado a que el ganado se había alzado por falta de brazos. Ante esta
situación reiteraba su pedido de que no le sacaran más hacienda. Don Mariano Miró, vecino de
Dolores, argumentaba que se habían tomado de su estancia en el Pozo del Fuego 230 cabezas entre
vacas y novillos “a más de 2 vacas y 8 terneros de los que el comisionado no le dio recibo”. Por
otra parte denunciaba que "En los momentos de haber mandado apartar 300 vacas y novillos de
grasa que había vendido en la ciudad a 30 pesos se presentó un comisionado pidiendo de auxilio
este ganado que le fue entregado”. Por tal motivo pedía que se abonara dicha tropilla que estaba
comprometida para la venta teniendo en cuenta, además, que no había cobrado “un peso por las
tropas de ganado que se habían sacado en los meses anteriores a la convención con Lavalle”532.
Hacia 1832, normalizada la situación en la provincia, volvió a implementarse la
provisión de ganado mediante la contratación con particulares. En los contratos firmados durante
ese año se constata la tendencia alcista del ganado que había comenzado en 1830 pagándose por el
abasto del fuerte Federación 42 pesos por los novillos y 40 pesos por las vacas533.
Ahora bien, ¿qué representaban los precios pagados a los propietarios de campaña por
el ganado destinado al abasto de los fuertes con respecto a los precios corrientes del mercado?
¿Significaron una importante vía de enriquecimiento para éstos o representaron sólo un mercado
alternativo al urbano donde colocar su producción? Para acercarnos a una respuesta contamos con
dos series de precios bien diferentes. Por un lado, se encuentra una serie elaborada por Juan Carlos
Garavaglia de precios pecuarios al pie de la estancia, lo que representa el valor adjudicado al
ganado en las testamentarías y sucesiones es decir, no son precios de mercado534. Según sus datos
531 AGN,III. 3.5.10 532 Ibidem 533 En un contrato anterior del 3 julio 1832 los valores eran más elevados. Por dicho contrato, Angel Pacheco se comprometía a entregar 1.500 cabezas de ganado de matadero para Federación a 42 pesos las vacas y 46 los novillos que se irían sacando de su estancia de Salto ha medida que se fueran necesitando. El Ministro de Guerra rebajó los precios a 40 y 42 respectivamente. Para la misma época, se contrató con Pedro Galup el abasto del Fuerte Mayo pagándose por cada cabeza, 42 pesos. 534 Precisamente el autor se pregunta sobre la relación que puede establecerse entre unos y otros llegando a la conclusión de que “Es difícil decirlo, pero … la fuente tiene una sensibilidad muy alta y una gran coherencia interna y si bien está muy lejos de constituir la fuente ideal para el estudio de precios, la cantidad de mediciones anuales y su uniformidad le otorgan una fiabilidad sorprendentemente grande”J.C. Garavaglia, “Precios de productos…”, p. 66.
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los precios registrarían esta evolución en el período que estamos considerando: para el año 1827 un
valor para las vacas de 10 pesos; para el año 1828, 9 pesos 4 reales; para 1829, 8 pesos; en 1830
reflejando una importante alza, el precio treparía a 15 pesos con 1/2 real; en 1832, 20 pesos y en el
año 1833, 22 pesos 4 reales535. La otra serie disponible fue elaborada por Fernando Barba, y esta sí
registra los precios de venta en el mercado urbano aparecidos en la Gaceta Mercantil. Según estos
valores, los vacunos se pagaron en 1829, 45 pesos; en 1830, 50 pesos; en 1831, 51 pesos y de 1832
a 1835, 50 pesos536. Estos ultimos valores no presentan las fuertes alteraciones que pueden
advertirse en la anterior y la diferencia entre ambas es bastante sinuosa. En la primera fecha los
valores encontrados por Barba más que quintuplican los de Garavaglia, pero al no registrarse en los
primeros una tendencia al alza, la diferencia se achica hasta representar un poco más del doble en
el ultimo año comparado. La distancia entre ambos valores está representada por los distintos gastos
que debía asumir el productor para colocar su producción en el mercado: transporte, intermediación,
etc.
Si recordamos los valores pagados a los proveedores del estado (20 pesos en 1829, 40
en 1832), vemos que éstos duplican los índices de inventario acercándose bastante a los precios
urbanos. Teniendo en cuenta que el productor evitó en gran medida los gastos que habrían
implicado la venta del ganado en la ciudad, no es descabellado concluir que la provisión resultó un
negocio lucrativo tanto por los precios obtenidos como por tratarse de una demanda constante y
segura.
El fuerte de Bahía Blanca amerita un tratamiento diferente ya que debido a su
situación de extremo aislamiento, las vías de provisión de ganado fueron más variadas. El abasto de
ganado se debía realizar idealmente, a través del envío de tropas desde la campaña de Buenos Aires.
Esta vía era bastante intermitente y dependía de que el camino hacia Bahía Blanca estuviera libre de
indígenas hostiles y se dispusiera de chasques que aceptaran transportar el ganado por grandes
extensiones fuera del control criollo. De ahí que la subsistencia descansaba frecuentemente en la
compra de ganado a los indios. Efectivamente, la relación con los indígenas en este extremo sur de
la provincia era un dato fundamental que podía llevar a la supervivencia o fracaso de los pobladores
que se instalaran en la región. Desde los primeros documentos producidos por los expedicionarios
que se asentaron en la costa patagónica se mencionaba como factor esencial para el éxito de los
535 Ibidem. 536 Barba, Fernando "Aproximación al estudio de los precios y salarios en Buenos Aires desde fines del siglo XVIII hasta 1860", UNLP, 1999.
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asentamientos, una buena relación con los indígenas asentada, fundamentalmente, en relaciones
comerciales. En relación a ello los documentos también mencionaban que precisamente ese
intercambio fue lo que posibilitó, en determinados momentos de escasez, que los fuertes pudieran
subsistir537.
A poco de instalado el fuerte, desde junio de 1828 la entrega de ganado vacuno y
yeguarizo para consumo del fuerte de Bahía Blanca la realizaba Don José de la Quintana que había
firmado un contrato de abasto con el gobierno. Pero bien pronto se informaba al gobierno que el
hacendado no cumplía ni en la cantidad ni en la calidad del ganado prometido en su contrato lo que
llevó a cancelar el mismo. En septiembre de 1829 el comandante informaba que el establecimiento
se había salvado del abandono por la compra que los comerciantes habían hecho a los indios.538.
Existía aún otra vía alternativa para la provisión de ganado: la compra a los vecinos
del fuerte de Carmen de Patagones. Sin embargo, la situación de ese fuerte tampoco era muy
estable. En 1831 el comandante de Patagones informaba no poder cumplir con el contrato realizado
entre Bahía Blanca y el vecino de Patagones, Don Eduardo Lumb, para la remisión de 200 cabezas
de ganado vacuno porque el ganado "ha sido recibido y consumido por esta Guarnición por que
casualmente recibí este contrato cuando estaba amagado por Cheuqueta"539.
A partir del año 1833 la provisión de ganado para los distintos fuertes de frontera
comenzó a concentrarse en un número reducido de personas que se mantuvieron prácticamente
hasta el fin del gobierno rosista. Esta etapa, si bien quedaría fuera del período en estudio, repite la
situación de años atrás en donde ser proveedor del estado provincial representaba un gran negocio.
La diferencia es que en este momento los personajes que llevarían adelante la provisión son muy
pocos y en todos los casos tienen un vínculo personal con Rosas y como dice Halperín “la selección
de proveedores comienza a reflejar la rígida división entre amigos y adversarios que está en la
base misma de la organización del Estado rosista”540.
537 Esta situación ha sido estudiada en profundidad para el caso del fuerte de Carmen de Patagones fundado a fines del siglo XVIII. Ver Bustos, J.“Indios y blancos, sal y ganado más allá de la Frontera. Patagones 1820-1830”, en Anuario del IEHS No. 8, 1993; Ratto, S. “Relaciones interétnicas …; Luiz , M. T. Contactos interétnicos en Patagonia durante el período colonial, Tesis de Maestría, UNIARA, Huelva, 1999. 538 AGN,III,3.5.5 539 AGN,X,23.9.5 540 Halperin, Guerra y finanzas…, p. 172.
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La zona norte, que comprendía los fuertes de Federación y 25 de Mayo sería
abastecido por Pedro León Martínez y la región sur de la frontera, con los fuertes de Azul, Tandil y
Bahía Blanca por el hacendado Nicolás Anchorena. En cuanto a los valores del ganado, los
contratos especifican para el año 1833, 42 pesos tanto para vacas como para novillos. En los años
siguientes la tendencia alcista se mantiene contratándose la provisión de ganado para 1835 en 46
pesos para las vacas y 50 para los novillos y al año siguiente 54 pesos por los novillos y 50 por las
vacas.
Si volvemos a comparar estos valores con los indices de Garavaglia y Barba vemos
que, mientras el primero señala para los tres años de que disponemos información una tendencia
alcista de 22.5 pesos, 25.4 pesos y 28.4 pesos, los precios aportados por el segundo presentan un
valor estable de 50 pesos. Si nos guiamos por este ultimo dato, la ganancia de los productores se
había incrementado ampliamente ya que habían logrado superar el posible beneficio de vender su
ganado en Buenos Aires sin haber realizado ninguno de los gastos inherentes a esa operación.
Esta participación creciente de los vecinos como proveedores del Estado se mantendría
a lo largo del período rosista y no se limitaría al tema del abasto de ganado sino que abarcaría una
diversidad de esferas entre las que el financiamiento de los regalos y raciones que formaban parte
del negocio pacífico, al menos en algunos puntos de frontera que serían centrales en el desarrollo de
la relación interétnica, se constituiría en una importante fuente de ganancias como veremos en el
capítulo siguiente.
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CAPITULO 2 MILICIANOS Y PROVEEDORES. LA PARTICIPACION DE LOS VECINOS EN LA DEFENSA
Y MANTENIMIENTO DEL ESPACIO FRONTERIZO
Como hemos visto en la parte anterior, durante el período rosista la frontera logra cierta
estabilidad producto de una detención en el avance territorial y del establecimiento del Negocio
Pacífico que permitió articular una relación bastante armónica con algunos grupos indígenas. De
manera que, a diferencia del período anterior, los propietarios de la campaña no estarían acosados y
no serían interpelados por el gobierno para colaborar o proponer medidas de expansión del espacio
fronterizo ni serían involucrados en la política indígena. Sin embargo, esto no significó su
desaparición como interlocutores indispensables del gobierno en cuestiones de frontera. Por el
contrario, seguirían desempeñando un papel fundamental como oficiales de las milicias de campaña
en las cuales serían involucrados una cantidad creciente de vecinos para defender el espacio que
habitaban. Además, y como se iba perfilando en el período anterior, algunos ganaderos y
comerciantes comenzaron a tener un creciente papel como abastecedores del estado en la provision
de distinto tipo de bienes para el sostenimiento de las fuerzas militares y civiles asignadas a los
fuertes de frontera y para mantener el flujo regular de obsequios y raciones sobre el que se
organizaba el Negocio Pacífico.
En este capítulo nos ocuparemos precisamente de estas dos esferas de acción en las cuales la
participación de los vecinos fue fundamental. Para ello hemos optado por realizar dos estudios de
caso en cada uno de los cuales abordaremos una de estas problemáticas. Si bien consideramos que
en todo el espacio fronterizo las prácticas que se describirán guardaron fuertes similitudes, la
eleccion de las áreas estudiadas se vincula a las características peculiares de la región que permiten
relfejar con mayor nitidez las temáticas que se desarrollarán. En efecto, para analizar el tema de la
defensa de la frontera hemos centrado el estudio en la zona de Azul-Tapalqué, región sobre la cual
caerían con mayor regularidad los malones indígenas y en donde, no casualmente, se hallaban
ubicados los grupos más nutridos de indios amigos. Esta zona, volcada indudablemente a la
explotación ganadera, cobraba especial relevancia en una economía provincial orientada a la
exportacion de productos pecuarios por lo cual, la frecuencia de las empresas maloneras con la
pérdida de ganado que involucraban, convertía a la defensa de esta región en una indudable
preocupación para el gobierno. El estudio se centrará en la coyuntura de los años 1836 y 1837
cuando esta zona fue escenario de una vertiginosa sucesión de acontecimientos bélicos que
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involucraron a las tropas de los fuertes, los vecinos de los partidos fronterizos, indios amigos
asentados en la frontera, indios aliados e indios procedentes del otro lado de cordillera541.
Para indagar sobre el papel cumplido por los proveedores del estado nos centramos en el
pueblo de Bahía Blanca. La elección de este sitio radica en una serie de características que lo
diferenciaron hasta bien entrado el siglo XIX del resto de los asentamientos fronterizos del espacio
provincial. Entre ellas se encontraba la situación de virtual aislamiento en que se hallaba el poblado
del resto del territorio provincial lo que implicaría que la relación con los grupos indígenas de sus
alrededores fuera un dato insoslayable en la vida de los bahienses que frecuentemente dependieron
de los contactos comerciales con ellos para asegurar su subsistencia. Esta característica de extrema
inseguridad se relaciona con otra que tiene que ver con la tardía instalación de explotaciones
pecuarias en sus alrededores; recién a mediados de la década de 1830 comenzaron a intesificarse las
denuncias de tierras en las costas de los ríos Sauce Grande y Chico. Cabe señalar asimismo que la
guerra latente implicó también una composición bastante atípica con respecto a otros pueblos de
frontera: la dotación de militares regulares revestía una gran importancia y superaba ampliamente a
la población civil. De manera que, la lejanía del fuerte y su frecuente aislamiento con respecto a los
centros de aprovisionamiento de ganado y otros bienes de consumo convierten a este poblado en un
escenario privilegiado para conocer el funcionamiento de las prácticas de provisión que
involucraban a los vecinos.
1. Soldados, milicianos e indios de “lanza y bola”. La defensa de la frontera en la región de Azul y Tapalqué
Como hemos vista en la primera parte, entre agosto de 1836 y fines de 1837, el sur de la
frontera bonaerense fue escenario de una violencia interétnica que vino a romper con la relativa
tranquilidad que poco antes se había logrado establecer mediante las alianzas que derivaron en el
establecimiento del negocio pacífico. Los diversos enfrentamientos que se produjeron en esta
coyuntura, superaron las previsiones de las autoridades provinciales y hasta pusieron en evidencia
que el mismo Rosas falló en sus aparentemente precisos conocimientos sobre las relaciones entre
las distintas parcialidades indígenas. Esto nos lleva a considerar un elemento que demostró ser
esencial dentro de la diplomacia indígena y que constituía una de las garantías del éxito o fracaso
del negocio pacífico: la necesidad de contar con personas de confianza en los fuertes de frontera que
541 Ver Parte Primera.
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tuvieran la habilidad suficiente para mantener el trato cotidiano con estas poblaciónes y procurarse
de la información necesaria para decidir los cursos de acción a seguir.
Dentro de este esquema los comandantes de los fuertes y de las divisiones militares adjuntas
a los mismos, fueron figuras relevantes. A ellos era a quienes se dirigían los indios amigos para
tratar una diversidad de situaciones: problemas con las raciones, pedidos especiales de algunos
artículos, transmisión de noticias recibidas sobre los movimientos de indios en las pampas, etc. En
el caso concreto de Tapalqué, la relación tan estrecha del comandante Bernardo Echeverría con los
indios que vivían inmediatos al cantón llevó al viajero inglés Mac Cann, en su paso por el fuerte, a
decir que "cada vez que nos apeábamos para hablar con mujeres y niños [indios] todos se
mostraban muy afectos a él, que parecía ejercer la más bondadosa y paternal autoridad".
Pero no eran éstos los únicos interlocutores de los indígenas. Junto a ellos se encontraban
algunos hacendados y pobladores de la campaña que merced a los contactos personales que habían
establecido con algunos caciques o por su función de lenguaraces se constituyeron en
“interlocutores válidos” para la relación entre los criollos y los indios542.
La serie de invasiones producidas en el lapso de dos años respondieron a dos tipos de
móviles; uno de ellos estaba vinculado fundamentalmente a los conflictos entre parcialidades que,
en cierto modo, la misma política del gobierno había profundizado al introducir un elemento de
quiebre fundamental en el mundo indígena. En efecto, la creación de "indios amigos" y la
utilización de ellos como milicias auxiliares, exacerbó los conflictos intertribales existentes entre
distintos grupos indígenas y de esa manera produjo un resultado no previsto y menos deseado por
las autoridades provinciales. De ahí el particular asombro que manifestaría Rosas ante los
acontecimientos que iban desarrollandose en la frontera sur. El otro tipo de ataque que se produjo
fue guiado fundamentalmente por la obtención de ganado en los establecimientos fronterizos.
Con este telón de fondo, veremos de qué manera se planteó el gobierno provincial la defensa
de la región sur de la provincia echando mano a los tres cuerpos militares de que disponía: el
ejército regular, los cuerpos de milicias y las fuerzas de los indios amigos. El ámbito fronterizo era
potencialmente explosivo, una región donde se vivía una situación de “violencia latente” que podía
estallar en cualquier momento. En caso de sostener la defensa por medio de cuerpos regulares
542 El estudio de estos personajes nos permitiría conocer con mayor detalle las características de las relaciones interétnicas.
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hubiera sido necesario dotar a cada fuerte fronterizo de una guarnición permanente lo que implicaría
un gasto constante en sueldos, en la provisión del rancho de la tropa y otro tipo de elementos como
vestimentas y armas. En lugar de ello, el gobierno optaría por recurrir a los cuerpos de milicias y los
indios amigos que podían ser rápidamente movilizados ante la inmimencia de un ataque y, en el
caso de los miliicianos, significaban una erogación en sueldos circunscripta al período de
movilización.
En el caso puntual de la participación de los indios amigos, la actitud de los caciques amigos
no sería idéntica ante los requerimientos del gobierno y el mismo Rosas reconocería que el valor de
los jefes dependía de las características particulares de éstos. No todos los jefes indígenas eran
valiosos para el negocio pacífico por su papel como guerreros en la defensa de la frontera; algunos
centraban su importancia en su rol de negociadores y mediadores con otros grupos.
La población de la frontera sur
Nos referiremos a la región de Azul y Tapalqué de manera conjunta ya que la distancia entre
ambos era tan pequeña que los pocos km que las separaban eran recorridos por sus habitantes en
pocas horas a caballo543 razon por la cual existía un permanente movimiento entre ambos puntos. El
poblamiento de esta zona tuvo características distintivas en el proceso de expansión fronterizo. A
diferencia de otros avances oficiales que se caracterizaron por el establecimiento de un
destacamento militar acompañado por una escasa población civil, el poblamiento de Azul presentó
una imagen inversa: fue esencialmente una ocupación civil con una escasa dotación militar. En el
caso de Tapalqué, las fuerzas militares del cantón también eran bastante exiguas y se habrían
establecido para garantizar la incipiente ocupación del espacio que había comenzado a mediados de
la década de 1820544. La otra característica distintiva de la región fue la importante concentración de
indígenas amigos que se ubicaron allí; población que superaba ampliamente a sus vecinos blancos.
El pueblo de San Serapio Martir del Arroyo Azul se fundó a fines del año 1832 y configuró
una experiencia atípica del proceso de poblamiento de la campaña sur debido a que en esta zona se
realizaron donaciones condicionadas de extensiones medianas, poco más de 2000 hectáreas, que
543 El viajero inglés William Mac Cann, relata que en su viaje a caballo entre ambos puntos, a poco de salir de Azul "… por campos de pastos altos y duros; anduvimos ya entre las chozas o toldos de los indios [existentes en los alrededores de Tapalqué]" William Mac Cann, Viaje a caballo por las provincias argentinas. Buenos Aires, Hyspamerica, 1982. 544 Ramón Capdevila, Tapalqué en la historia. 1era parte. Tapalqué, 1963.
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correspondían a las necesidades de una familia tipo545. Este tipo de poblamiento respondía a lo
establecido en un decreto promulgado durante el gobierno de Viamonte que tenía el objetivo de
proteger la frontera a través del establecimiento de familias en la zona para defensa de la misma.
Esta medida fue llevada a la práctica para la zona de Azul a través de otro decreto del año 1832.
Las donaciones de tierras implementadas en la zona incluían la exigencia de que el poseedor
cumpliera con una serie de condiciones: poblar la suerte de estancia, levantar rancho, etc. Un punto
importante del decreto era que los pobladores estaban exentos del servicio de milicias en otro
territorio que no fuera Azul lo que recuerda a los proyectos nunca concretados de establecer
colonias militares. El censo provincial realizado el año 1836 indicaba que la población establecida
en dicho partido era de 1.514 personas distribuídas de la siguiente manera: 1.369 personas censadas
como blancos, 117 pardos o morenos y 26 extranjeros. La guarnición militar, a su vez contaba con
92 soldados y 19 personas catalogadas como familia de la tropa.
El cantón de Tapalqué fue creado en octubre de 1831. El coronel Gervasio Espinosa al
mando de una pequeña fuerza de 27 soldados pertenecientes al 3er regimiento de Caballería de
Campaña se estableció en el punto levantando un fuerte en la margen derecha del arroyo Tapalqué.
Para el momento en que se levantó el censo del año 1836 se registraron solo 31 personas en 7
unidades censales de las cuales tres correspondían a pobladores que eran asimismo propietarios de
estancias en Azul.
Junto a la población militar y civil de estos asentamientos y dentro del territorio controlado
por el estado provincial se hallaba una cantidad significativa de indígenas provenientes de
diferentes agrupaciones y que habían entrado en calidad de indios amigos en el negocio pacífico. En
esta región los grupos más numerosos respondían a los caciques pampas Catriel y Cachul junto a los
que se hallaban agrupaciones más pequeñas encabezadas por los caciques “chilenos” Francaman,
Reylef, Cayupan, Quiñigual y los caciquillos Painen y Llanqueman.
Los jefes pampas Catriel y Cachul tenían una larga relación con el gobierno de Buenos
Aires; sin embargo las características de la misma no era igual para ambos caciques. Durante la
primera expedición al sur de Martín Rodriguez en 1821 mientras el cacique Catriel mostró una
545 Sobre el proceso de poblamiento de Azul ver María Elema Infesta, “Propiedad rural en la frontera. Azul, 1839” en Enrique Barba, In Memoriam. Estudios de Historia. Buenos Aires, edición Bando Municipal de La Plata, 1994 y María Sol Lanteri “Articulando un proceso colonizador en la frontera sur bonaerense. Las donaciones condicionadas del arroyo Azul en la primera mitad del siglo XIX”, mimeo, 2001.
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actitud conciliatoria asegurando al gobernador que podía contar con él para pelear contra los indios
hostiles, Cachul se opuso a ayudar y debió ser intimidado por las fuerzas militares para que
depusiera su actitud. En la expedición a la Sierra de la Ventana realizada por Pedro Andrés García
entre los años 1821 a 1823, ambos caciques al mando de 364 indios, participaron del parlamento
que tuvieron diversas agrupaciones indígenas con el coronel. Luego de esta intervención volvemos
a encontrarlos en el año 1827 ya totalmente vinculados al gobierno bonaerense pero cumpliendo
tareas muy diferentes. Catriel acompañó al coronel Rauch en la primera de sus expediciones y fue
especialmente recomendado al gobierno por su actuación en la misma. Cachul, por el contrario, no
participó con sus indios como milicias auxiliares en las expediciones de Rauch. Poco después fue
enviado por Rosas como encargado de la Comisión Pacificadora de Indios a una misión diplomática
en los toldos ranqueles. Se esperaba que el cacique convenciera a este grupo de deponer su actitud
de hostilidad, se separara de los indios chilenos y aceptara negociar las paces con el gobierno.
Según un censo de las tolderías de Tapalqué existían para el año 1836 un total de 2628
indígenas, de los cuales 899 eran indios de pelea, 970 mujeres y 769 chicos de ambos sexos. La
mayor parte de esta población respondía a los caciques pampas. El cacique Catriel comandaba un
total de 1736 individuos, 519 hombres de pelea, 672 mujeres y 543 muchachos/as; el cacique
Cachul tenía a su cargo 149 hombres de pelea, 158 mujeres y 126 muchachos, es decir, un total de
344 almas. El resto de los caciques lideraban grupos mucho más pequeños: Francaman, 188, Reylef
unos 140, Cayupan 58, Quiñigual 67 y los caciquillos Painen y Llanqueman representaban
solamente 6 personas.
Teniendo en cuenta que, como hemos visto, la población criolla (tanto civil como militar)
era muy pequeña, la presencia indígena cobraba gran importancia. De manera que estamos en una
región donde la relación entre la población blanca e indígena era bastante despareja, es decir,
teniendo en cuenta los datos arrojados por el censo de 1836 se contaban en los dos puntos con poco
más de 1500 habitantes en tanto la población indígena entre ambos lugares la superaba ampliamente
con un total de 2600 personas. Esta relación numérica haría pensar el estado de inseguridad que
existía en la zona, expuesta permanentemente a la posibilidad de un levantamiento de indígenas.
Creemos sin embargo, que en gran parte, estos grupos pampas, se hallaban verdaderamente
"integrados" al mundo fronterizo, en el sentido de que habían aceptado las condiciones de la vida en
la frontera las que resultaban bastante beneficiosas para su reproducción. De manera que la
sublevación hacia ese orden de cosas no se planteaba como una posibilidad atractiva ya que eso
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hubiera implicado más cosas por perder que por ganar: perderían un asentamiento seguro y las
raciones gubernamentales y ganarían su independencia lo que significaba en realidad encontrarse
desamparados y expuestos a que los conflictos intertribales hicieran peligrar su propia vida.
Organización administrativa y militar de la frontera sur
Azul y Tapalqué dependieron administrativamente desde el momento de su instalación, del
juzgado de paz de Chascomús546. En 1835 se nombró el primer juez de paz de Azul, Francisco
Serantes, y al año siguiente se hizo cargo del juzgado, Manuel Capdevila. A partir de entonces
Tapalqué pasó a formar parte de su jurisdicción. Esta subordinación se mantuvo hasta 1846, año en
que fue nombrado el primer juez de paz del partido. El cargo recayó en Bernardo Echeverría quien,
además, era comandante del fuerte desde hacía varios años.
Con respecto a la dotación militar, los cuerpos de ejercitos de linea (o regulares) que
guarecían las zonas fronterizas eran, en general, muy pequeños. De norte a sur de la línea fronteriza,
los fuertes más avanzados eran Federación, 25 de Mayo, Tapalqué, Azul e Independencia. En el
extremo sur de la provincia, el fuerte de Bahía Blanca y Carmen de Patagones parecen haber
mantenido una estrecha relación entre sí, conjuntamente con las guardias Constitución y fortín
Colorado, creadas luego de la expedición al sur realizada por Rosas entre 1833 y 1834.
Las dotaciones de ejercito regular apostados en estos puntos de la línea fronteriza para
el año 1836, se limitaban a una compañía de dragones con 49 soldados en el fuerte Federación; un
piquete de infantería con 50 soldados en 25 de Mayo, un piquete de infantería con 22 soldados en
Azul y en el fuerte Independencia un piquete de infantería con 9 soldados y otro de dragones con 11
efectivos.
546 En 1821 fueron creados en todo el ámbito de la provincia los juzgados de Paz. Cada partido debía contar con un juzgado que a su vez tenía a su cargo para una mejor administración, alcaldes por cada cuartel del partido y cada uno de ellos un cuerpo de tenientes alcaldes. Estas nuevas autoridades tendrían funciones administrativas y judiciales desde el comienzo; las tareas de policías se mantuvieron durante al década de 1820 en las Comisarías de Campaña pero, suprimidas éstas los juzgados de paz concentran también esta función. Sobre la instalación y funcionamiento de los juzgados de paz pueden consultarse la clásica obra de Benito Diaz, Juzgados de Paz de Campaña de la Provincia de Buenos Aires (1821-1854). UNLa Plata, Buenos Aires, 1959 y los trabajos más recientes de Jorge Gelman, "Crisis y reconstrucción del orden en la campaña de Buenos Aires. Estado y sociedad en la primer mitad del siglo XIX", en Boletín del Instituto Ravignani, No. 21, Facultad de Filosofía y Letras, 2001 y Juan Carlos Garavaglia, "Paz, orden y trabajo en la campaña: la justicia rural y los juzgados de paz en Buenos Aires, 1830-1852", Desarrollo Económico, 146, 1997.
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No eran estas las únicas fuerzas militares con las que contaba el gobierno. Para la misma
época existían en todo el ámbito de la provincia 6 Regimientos de Caballería de Milicias547. Cada
regimiento, según la ley de milicias del año 1824 estaba conformado por 4 escuadrones y cada uno
de ellos por 2 compañías de 100 soldados cada una. Esto haría un total de 4.800 milicianos pasibles
de ser movilizados en toda la provincia.
De acuerdo con la distribución de los cuerpos milicianos que hemos reconstruido para el año
1836, se puede ver que el territorio incorporado mediante la expansión de la línea fronteriza a través
de la fundación de los fuertes Federación, 25 de Mayo y Bahía Blanca en 1828, fue protegido por
los siguientes regimientos milicianos: el espacio comprendido al norte del arroyo de las Flores
quedó bajo jurisdicción de los regimientos del norte (2) y noroeste (4), en tanto la zona al sur de
dicho curso de agua fue guarecida por los regimientos 5 y 6 de milicias.
Veamos brevemente cuáles eran estas fuerzas para el año 1836. El fuerte Federación
contaba con tres compañías de carabineros del regimiento 4 con un total de 293 efectivos; 25 de
Mayo se encontraba resguardado por tres cuerpos de 130 milicianos pertenecientes al regimiento 2;
en Azul-Tapalqué existían 2 compañias de regimiento 6 con 270 milicianos y dos cuerpos del
regimiento 3 con 120 efectivos; finalmente, el fuerte Independencia contaba con un destacamento
del regimiento 5 con 94 soldados.
Además de los fuertes que guarecían la línea de frontera existían campamentos militares
cercanos a los mismos cuya seguridad parece haber estado mayormente en manos de cuerpos
milicianos. Así, encontramos un campamento en Mulitas, a 10 leguas al sur del fuerte de 25 de
Mayo donde el regimiento 1 de mlicias tenía destacado un piquete de caballería con 35 soldados. El
regimiento No. 2 tenía en La Escondida, una compañía de carabineros con 42 soldados, en las
Encadenadas otra similar con 93 soldados y en las Saladas una partida con solo 6 soldados.
Dependiente del regimiento 3 se hallaba el escuadrón de línea del capitán Ramón Maza con un total
de 156 efectivos que tenía su asentamiento en La Botija.
547 Los regimientos 1 a 4 habían sido creados por la ley de milicias del año 1823 y tenían las siguientes jurisdicciones. El Regimiento 1 comprendía la ciudad y los partidos más cercanos (San Isidro, San Fernando, Las Conchas, Santos Lugares y San José de Flores), el Regimiento 2 los partidos del oeste de Buenos Aires (Morón, Luján, Areco, Pilar y Capilla del Señor), el Regimiento 3 tenía jurisdicción sobre los partidos del sur de la provincia hasta el linea del Salado (Quilmes, Ensenada, Magdalena, Chascomús, San Vicente, Cañuelas, Ranchos y San Miguel del Monte); el Regimiento 4 comprendía los partidos del noroeste (Guardia de Lujan, Fortín de Areco, Salto Rojas, Pergamino, San Nicolás, Arrecifes, San Pedro y Baradero). El regimiento 5 fue creado en 1826 teniendo como jurisdicción el partido de Monsalvo. El regimiento 6, del que no hallamos fecha de creación, comprendería los nuevos territorios ocupados al sur del Salado, con excepción de Monsalvo y el asentamiento de su plana mayor; integrada por vecinos de Azul, se hallaba en dicho pueblo.
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Resumiendo la información que hemos ido anotando más arriba y teniendo en cuenta que a
las fuerzas regulares y milicianas se agregaban los grupos de indios de pelea que se hallaban
inmediatos a los fuertes fronterizos, veremos que la seguridad de la frontera descansaba
fundamentalmente en los cuerpos de milicianos e indígenas como se puede ver en el siguiente
cuadro:
CUADRO 1. Fuerzas regulares, milicianas e indígenas en 1836
Fuerte Fuerzas
regulares Milicias Indios amigos Totales por
fuerte Federación
49 (6,5%) 290 (38,6%) 412 (54,9%) 751
25 de Mayo
54 (21,3%) 130 (43,5%) 89 (35,2%) 273
Tapalqué - Azul 22 (1,7%) 390 (29,7%) 899 (68,6%) 1311
Independencia
20 (4,6%) 94 (21,7%) 320 (73,7%) 434
Bahía Blanca
672 (51,2%) Sin milicianos 640 (48,8%) 1312
Totales por tipo de cuerpo
817 904 2360
Fuente: Listas de Revista, AGN, Sala 3, cajas 124, 125 y 126
Tomando el conjunto de las fuerzas utlizadas para la defensa del territorio se pueden observar
tres zonas diferentes en cuanto al recurso de las mismas: la frontera norte (entre Federación y 25 de
Mayo), el sur (Azul, Tapalqué e Independencia) y el extremo sur (Bahía Blanca). En la primera
existía cierto equilibrio entre las fuerzas provinciales criollas (regulares y milicianas) y las fuerzas
indígenas. En la frontera sur este equilibrio desaparece ya que los contingentes indígenas duplican
ampliamente a las tropas provinciales. Dentro de esta región el mayor peso en la defensa se
encuentra indudablemente en la zona de Azul-Tapalqué y el fuerte Independencia parece funcionar
como reserva de retaguardia. Esto reflejaría que el avance de la frontera habría llevado a la zona de
Tandil se encontrara más a cubierto de las invasiones y que la “puerta” de entrada de los malones se
hallara en los dos primeros puntos.
En Bahía Blanca se invierte totalmente la relación con respecto al tipo de fuerza criolla siendo
exclusivamente regular y levemente superior a las milicias auxiliares indígenas. Esto lleva a que, si
comparamos en su totalidad las fuerzas regulares y milicianes utilizadas en la frontera, los
guarismos sean similares. Con respecto a las tropas indigenas, el número de indios de pelea en
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condiciones de ser movilizados indica la indudable importancia de contar con este auxilio militar
para enfrentar ataques indígenas.
Los ataques sobre la frontera
Hemos dicho que las invasiones producidas en estos años respondieron a objetivos
diferentes; en un caso, el origen de los ataques estuvo vinculado a conflictos intertribales y tuvieron
como objetivo prioritario las tolderías de los indios amigos. De todos modos, al encontrarse estas
tolderías en el espacio fronterizo, fueron acompañadas con el robo de hacienda de las propiedades
cercanas. En otro caso, se trataron de incursiones de caza de ganado que tuvieron por principal
objetivo los establecimientos fronterizos.
Esta diferenciación en cuanto a los moviles de los ataques se tradujo en la envergadura de
las fuerzas indígenas involucradas y las características del encuentro bélico que se produjo. En el
primer tipo de enfrentamiento, las fuerzas atacantes inlcuían partidas indígenas hostiles al gobierno,
grupos que habían sido directamente embestidos por la acción conjunta de tropas provinciales y
milicias indígena y sectores disidentes de indios amigos existentes en la frontera. En este caso, los
enfrentamientos fueron más fragosos ya que uno de los objetivos básicos de los incursores fue caer
sobre las tolderías de los indios amigos y aproderarse de sus familias y bienes.
En el segundo tipo de ataque las fuerzas enemigas eran mucho más numerosas, y
representaban una coalición de distintos grupos, en este caso, a una agrupación inicial de boroganos
y ranqueles se le sumarían otros grupos chilenos. El objetivo específico de arrear ganado llevó a que
estas incursiones fueran más rápidas y, en los hechos que mencionaremos, no se registraran
demasiados encuentros concretos con las fuerzas provinciales. En este sentido, una descripción de
Prudencio Arnold, miliciano que sirvió en la frontera durante mucho tiempo, es particularmente útil
para entender el tipo de guerrilla que realizaban los indios en esta clase de incursiones. Según
Arnold cuando los indios atacan para obtener ganado y se ven perseguidos, abandonan parte del
rodeo que no pueden arrear y siguen con el resto; “el indio no tiene interés de matar donde corre él
el peligro de ser muerto (…) todo su afán consiste en salvar el botín a todo trance, fiados
únicamente en su agilidad y buenos caballos, sin comprometer combate” 548
La coyuntura de 1836-1837 mostró el estado de indefensión en que se hallaban las
poblaciónes fronterizas. La deficiencia en las obras de fortificación y la escasez de fuerzas para
548 Prudencio Arnold, Un soldado argentino. Buenos Aires, Eudeba, 1970.
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defender las poblaciónes, fueron problemas que surgían permanentemente en la correspondencia de
los comandantes de los fuertes y de las divisiones milicianas que existían en la zona.
El grado de deterioro en los fuertes en Azul y Tapalqué era verdaderamente notable. En el
segundo punto el comandante informaba que las obras de defensa estaban totalmente obsoletas y,
además, el cantón ni siquiera contaba con foso ni potrero. Esto había llevado a utilizar la quinta del
general Marcos Balcarce para asegurar las familias de los indios amigos y de los vecinos del punto
reparando el fozo y la zanja549. Para las tareas de reparación, Rosas recomendaba contratar peones
y no utilizar al personal de tropa porque “es necesario que los soldados estén descansados en caso
de alarma”. Los jornales debían ser pagados con dinero que se pediría a los negociantes a los que se
daría un recibo por el importe para que fuera luego liquidado por la Contaduría550. Solo cuando se
terminara la alerta por los ataques, el comandante debería dedicarse a reparar las obras del mismo
fuerte que involucraban la realización de un buen foso y potreros para la seguridad de las familias y
haciendas. La falta de estos últimos había llevado a que, para asegurar la caballada, yeguada y
ganado, se lo enviara a un potrerito distante a 2 leguas hacia Pluma Augero. La situación de temor y
el repliegue de la población había llegado a tal extremo que los ningún toldo de los indios amigos se
ubicaba más avanzado que el cantón “a la parte de afuera desta comandancia”. Con respecto a la
fuerza efectiva para la defensa del mismo, se contaba solamente con 6 hombres ya que el resto de la
dotación se encontraba ocupada en el cuidado de la yeguada, caballada y ganado y servicio de
posta.
Esta imagen era muy similar a la que describía Prudencio Rosas, comandante del regimiento
6 de milicias, para Azul donde el estado de alarma había llevado también a cierto despoblamiento
del lugar551. En octubre de 1836, informaba que "casi han habandonado las familias el pueblito…
pero mi benida y la fuerza al mando de Aguilera a echo desterrar algun tanto el terror panico que
tenian pues asta las mujeres anduvieron arrimando carretas para aser un cuadro dentro del foso".
549 Echeverría consideraba que todas las familias del cantón podían ubicarse dentro de la quinta por tener mucha extensión. Los toldos de los indios se ubicaban a la orilla de la zanja a distancia de doce varas de ella “y muy unidos unos a otros para que los indios y cristianos puedan impedir en caso de sorpresa que los indios enemigos se internen hasta la orilla del zanjeado pues se ha visto en la invasión anterior que ningun indio atropelló toldo que veia gente a pie y con armas...”. Echeverría a Rosas, 29 de octubre de 1836. 550 Era frecuente que los negociantes y vecinos de los fuertes adelantaran dinero y recursos para los gastos del asentamiento militar. Ver Ratto, S “Poblamiento en áreas de frontera: el funcionamiento de los fuertes al sur del río Salado en la década de 1830”. Mimeo, 2002. 551 De igual manera, en marzo de 1837 el comandante del fuerte Independencia, informaba que la posibilidad de otro ataque había provocado "estar todos los vecinos de Chapaleufu sobresaltados y en estado de despoblar sus estancias" Muñoz a Rosas, 28 de febrero de 1837 (AGN,X,25.5.1).
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Las obras de defensa del fuerte, para el comandante, dejaban mucho que desear; el fuerte
"es muy grande [pero] no hay ni un baluarte para colocar un cañon..." por lo que sugería "… aser
dos baluartes uno en la esquina del foso que mira al este y otro en la que mira al oeste deste modo
los cañones colocados pueden crusar los fuegos y defenderse con la mayor facilidad"552.
A la sensación de inseguridad que se desprende de estas imágenes se agregaba una gran
desorganización en la estructura de mandos. El informe de Prudencio Rosas ya señalado, alertaba
sobre el estado de caos que existía en Azul al punto que describía que “esto asido aquí un
laberinto" donde distintas autoridades civiles y militares se consideraban las indicadas para tomar
las medidas de acción. Según Prudencio, el juez de paz del partido de Azul, Manuel Capdevila
"recibía ordenes de diversos lados y no sabía a quien obedecer… todos querian que se hisiese lo
que acada uno parecia casi todos se oponian a las medidas que el comandante [de Tandil, Pablo
Muñoz] queria tomar". Además de Muñoz, el comandante de Azul, Pedro Burgos, también daba
sus órdenes al juez de paz.
“Burgos le ha dado orden a Capdevila para que algunos milicianos residentes en el partido de Ranchos se les de papeletas de enrolamiento como pertenecientes al Azul y diciendole yo a Capdevila que abia hecho mal en dar papeletas a individuos que por ningun titulo pertenecen al partido de su cargo dice este que no save como entenderse pues Don Pedro le da una orden y yo le doy otra, asi es que no nos podemos entender y arreglar”553
De manera que tenemos al juez de paz de Azul, bajo cuya jurisdicción se encontraba también
el cantón de Tapalqué, que se ve presionado por dos comandantes militares para cumplir sus
órdenes. Podría pensarse que en Azul, el hecho de que la autoridad mayor se la arrogaba el
comandante, se fundamentaba en el hecho de que el juzgado de paz recién había sido creado y que,
anteriormente, su dependencia del lejano juzgado de Chascomus lo podría haber dotado, en los
hechos, de una autoridad mayor. Más llamativo es el caso del comandante del fuerte Independencia
que también se creía con derechos para ordenar al juez de paz, Capdevila. Un dato llamativo es que,
al realizarse el censo del año 1836, mientras el correspondiente al partido de Azul fue realizado por
su juez de paz, Independencia fue censado por el comandante del fuerte quien se disculpaba ante el
gobierno por la demora en entregarlo debido a que, al “no conocer el deslinde de esta fortaleza con
los Departamentos de Azul y Monsalvo… debió tomar conocimiento con los jueces de paz de
dichos partidos para formar el Padrón”554. Esta superposición y/o indefinición de las jurisdicciones
de cada autoridad estaría indicando que en los partidos de frontera, la conflictividad inherente a esas
552 Prudencio Rosas a Rosas, 18 de octubre de 1836 (AGN,X,25.2.5) 553 Ibidem. 554 AGN,X,25.2.4. De la misma manera, aunque el fuerte de Tapalqué se encontraba bajo la jurisdicción de Azul, el censo fue levantado por el comandante Echeverría.
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zonas otorgaba a la autoridad militar una prerrogativa poco común con respecto a resto del espacio
provincial, al punto que se podía exceder a la del juez de paz555.
En este contexto de inseguridad y desorganización nos preguntamos de qué manera se hizo frente a
la agresión indígena que se mantuvo de manera constante en este período.
Los cuerpos de milicianos
La defensa de la frontera sur durante esta etapa descansó fundamentalmente sobre los
cuerpos de vecinos-milicianos y las unidades de indios amigos. Las ventajas económicas de utilizar
estas fuerzas eran evidentes. El tipo de ataque indígena basado en tácticas de guerrilla y rápidas
incursiones habría significado el establecimiento de cuerpos estables en cada uno de los puestos con
los consiguientes gastos fijos de abastecimiento y salarios de dichos cuerpos. Esta situación era
similar a la que puede observarse en otros ámbitos geográficos que contaban con con fronteras
indígenas, como es el caso de Chile y México en su frontera norte. El peso que signficaba para el
erario el mantenimiento de una estructura militar defensiva en los límites fronterizos era una
preocupación constante de los gobiernos centrales que intentaron distintos recursos para disminuir
el gasto en defensa556.
Entre las soluciones puestas en práctica, la política de establecer “colonias militares” fue una
práctica implementada en algunas provincias de la frontera norte de México luego de la
independencia. El elevado costo que significaba para el gobierno central sostener cuerpos regulares
en la zona motivó una reorganización militar por la cual se derivaba al ambito provincial la defensa
de sus fronteras con los indígenas. De esa manera, algunas provincias implementaron la política de
hacer descansar la seguridad de su región en las milicias cívicas de pobladores; mediante el
otorgamiento de algunos privilegios como subsidios financieros, exención de ciertas cargas
555 Una situación similar a ésta es analizada por Raúl Fradkin en un trabajo reciente sobre la criminalidad en la provincia de Buenos Aires durante la década de 1820. Fradkin señalaba que la presión enroladora que se produjo en el año 1826 como consecuencia de la guerra del Brasil llevó a que los jueces de paz y comisarios de campaña debieran actuar de acuerdo con los comandantes militares para cumplir las órdenes que éstos recibieran. Esta circunstancia fue acompañada por una subordinación de las milicias al Ejército con lo cual la autoridad del juez de paz se erosionó. Fradkin, Raúl, "El asalto de los pueblos de Navarro y Luján en 1826". 2001. Mimeo. 556 Para la frontera chilena, ver Patricia Cerda-Hegerl, Fronteras del sur. La región del Bio Bio y la Araucanía chilena 1604-1883. Chile, Universidad de la Frontera, 1995. Para la situación de la frontera norte de México, David Weber, La frontera norte de México, 1821-1846. Madrid, Mapfre, 1992.
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impositivas, los pobladores que se asentaran en la región fronteriza debían cumplir con la
obligación militar en su circunscripción557.
En el caso de la frontera bonaerense, el recurso de los indios amigos tenía la doble
ventaja de no generar un costo extra en sueldos ya que la percepción de las raciones era, de hecho,
el “pago por todo tipo de servicio” y además vivían en la misma zona que requería auxilio militar.
Con respecto a los milicianos, su movilización para actuar en acontecimientos
puntuales significaba una erogación en sueldos circunscripta al tiempo de durara su actividad. Si
bien no llegó a implementarse aquí una política de asentamientos del tipo de colonias militares,
creemos que el decreto del 5 de mayo de 1827 que establecía la entrega de terrenos en propiedad
sobre la nueva línea de fronteras a personas y familias pobres, puede considerarse el fundamento de
esta idea de la utilización de los vecinos-milicianos en la defensa del territorio.
Sobre esta idea, Rosas, entonces comandante general de campaña, encaró el avance
fronterizo de 1828. Su propuesta para lograr la radicación de la población en las inmediaciones de
los nuevos fuertes debía centrarse en la entrega de tierras para que con el tiempo se convirtieran en
centros productores. Para alentar la instalación de familias en las nuevas zonas debía informarse en
todas las parroquias y partidos "que las familias que gustaren marchar a las nuevas guardias serian
conducidas y alli abilitadas con tierras y con los mas auxilios que proporcione la suscripcion así
de instrumentos y utiles de labranza como de algunos animales...”. Esta propuesta de reparto de
tierras no se limitaba a los pobladores civiles, sino que contemplaba también que “... los soldados
que fueren casados y los que se casaren en las nuevas guardias tendrán los mismos auxilios y
consideraciones que las familias pobres que fueren... ´la tropa como los oficiales participarán de la
distribucion de tierras a la que precederá la planta del pueblo, al que bajo la proteccion del fuerte
se adjudicará un campo de seis leguas de frente y fondo; para la distribucion de solares, chacras y
suertes de estancia" 558.
En el caso de Azul, como ya vimos, este esquema de poblamiento asemeja a una colonia
militar. Recordemos que, a la entrega de parcelas de tierra para su explotación se agregó la
557 Para un análisis de la región de Chihuahua, ver Ana María Alonso, Thread of blood. University of Arizona Press, Tucson, 1995 y para Texas, Andrés Tijerina, Tejanos & Texas under the Mexican flag, 1821-1836. Texas A&M University Press, 1994. 558 Ver Ratto, “Poblamiento …”
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exigencia del servicio miliciano solamente en esa circunscripción559. Para redondear la concepción
que tenía Rosas acerca del rol que debían cumplir los habitantes de la frontera, vale la pena
transcribir el fragmento de una carta que le escribió a su hermano Prudencio, en Azul, como
consecuencia de los ataques que estaba sufriendo el pueblo. Rosas expresaba que el comandante del
fuerte no debía ocuparse de
"la defensa del Pueblito pues que el vecindario para esto debe estar con las armas en la mano toda ves que sea necesario para su propia defensa para lo que ya le han ido sobrados armamentos y municiones; asi como de los mismos recursos del vecindario deben sacarse recursos para los artilleros que falten por que todo no lo hade mandar el gobierno en los casos en que los pueblos fronterizos deben hacer los esfuerzos necesarios para su propia conservacion y defensa.”560
Esta idea era compartida por el mismo comandante de Tapalqué quien consideraba que con
las fuerzas de los vecinos y de los indios amigos se podía defender eficazmente la zona. Luego del
ataque a las toderías chilenas en septiembre de 1836 Echeverría proponía al gobernador que
“estando mas en contacto con los sucesos recientes [y] ... habiendo por otra parte reconocido una
parte del terreno hasta fuera de la sierra de Tapalqué y habiendo tomado los conocimientos que los
caciques y demas indios amigos le han dado de los puntos por donde pueden abanzar los indios
enemigos”, se destinara solo una división regular de 150 hombres ya que, teniendo en cuenta que
los indios podían aportar entre 800 y 900 guerreros y que el vecindario de Azul había respondido
tán rapidamente al ataque anterior se podrían reunir unos 1500 hombres entre cristianos e indios
amigos con lo que consideraba que se aseguraría totalmente la zona.
A fines del año 1836 los cuerpos de milicianos habían experimentado una rápida y amplia
movilización por la zona fronteriza. Resumiendo los datos en el siguiente cuadro, la cantidad de
milicianos movilizados en cada circunscripción y para cada fuerte y campamento militar fue la
siguiente:
559 Una prerrogativa similar pero con un límite temporal fue otrogada para los pobladores de Dolores en el año 1828. Por un decreto del gobierno se establecía que los vecinos de dicho pueblo quedaban eximidos del servicio de milicia “fuera del punto de su domicilio” durante de 8 meses, a excepción de casos de invasión u otro peligro de entidad. Registro Oficial. 560 Rosas a Prudencio Rosas, 26 de octubre de 1836 (AGN,X,25.2.5). Consideraciones similares había hecho en otra carta a Echeverría donde expresaba que los 30 infantes que enviaba al cantón sumado a “los vecinos y los indios que no esten en campaña … debe Ud hacer su defensa en caso de aparecer enemigos”. Rosas a Echeverría, 21 de octubre de 1836 (Ibidem). Esta medida del gobernador es coincidente con la visión que los mismos pobladores de Azul habían mostrado en la década de 1860: "… se han creado grandes y pingues condados sirviéndoles de antemural a sus haciendas los pobres vecinos de Azul, quienes a mas de haber sido sacrificados por los indios, fueron y son los mejores y más baratos soldados de la frontera …" (citado en Infesta, “Propiedad rural …”).
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CUADRO 2. FUERZAS MILICIANAS POR REGIMIENTO Y POR FUERTE EN 1837 Federación Barrancosa 25 de
Mayo Mulitas Laguna
Blanca Azul- Tapalqué
Tandil Totales
Regimiento 1
150 150 (6,6%)
Regimiento 2
220 260 480 (21,2%)
Regimiento 3
470 470 (20,7%)
Regimiento 4
290 290 (12,8%)
Regimiento 5
24 100 193 317 (14%)
Regimiento 6
560 560 (24,7%)
Totales 290 220 260 150 494 660 193 2267 Fuente: idem cuadro 1
Teniendo en cuenta que el total de la fuerza miliciana en la provincia era de 4.800 efectivos,
puede verse que en esta ocasión fueron convocadas casi la mitad de las fuerzas existentes. El peso
que tuvo este reclutamiento en los partidos del sur es verdaderamente notable ya que alcanzó a más
del 59% del total. Si nos centramos en el llamado nuevo sur, el porcentaje se reduce all 38,7%. Sin
embargo, teniendo en cuenta que la cantidad de población en estos nuevos pueblos era muy inferior
al resto de los partidos de mas antigua colonización es imaginable suponer el peso que habrá
significado para los pobladores el reclutamiento realizado.
En cuanto a las fuerzas regulares, los refuerzos enviados fueron muy limitados. El fuerte
Federación contaba en 1837 con dos compañías de dragones con un total de unos 80 soldados; en el
fuerte 25 de mayo se había agregado una compañía de dragones con 25 soldados y Tapalqué recibió
una compañía de dragones de solo 11 soldados.
De manera que, a inicios de 1837, suponiendo que la fuerza de los indios de pelea amigos no
experimentó cambios de importancia -a excepción del fuerte de Bahía Blanca producto de la
sublevación de los boroganos-, las fuerzas que guarecían la frontera mostraban el siguiente cuadro
resultando indudable que la zona de Azul y Tapalqué fue la más protegida:
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CUADRO 3. FUERZAS REGULARES, MILICIANAS E INDÍGENAS EN 1837 Fuerte
Fuerzas regulares Milicias Indios amigos Totales por fuerte
Federación
80 (dragones)
10,2%
290
37,1% 412
52,7% 782
25 de Mayo 55 (dragones e infantes
13,6% 260
64,4% 89
22% 404
Tapalqué - Azul
53 (dragones e infantes)
3,3% 660 40,7% 900 56% 1613
Independencia 43 (dragones y artilleros)
7,7% 193
34,7% 320
57,6% 556
Bahía Blanca 672 (blandengues, dragones y artilleros)
62,7% Sin milicianos
400 37,3% 1072
Totales por tipo de cuerpo
903 1403 2121
Nota: no se agregan en este cuadro las fuerzas milicianas existentes en los campamentos de Mulitas, Barrancosa y Laguna Blanca. Fuente: idem cuadro 1
Si bien el incremento de milicianos fue muy notable con respecto al año anterior, el número
de indios amigos de pelea siguió siendo apabullante.
Sin embargo, la cantidad de efectivos movilizados y dispuestos a enfrentar los ataques
indígenas no habría sido una garantía de éxito en los enfrentamientos. Un informe del comandante
del fuerte Independencia sobre los acontecimientos que siguieron a la invasión de enero de 1837 lo
señala claramente. Muñoz relataba en su informe que la entrada indígena había demostrado su
"audacia… en haver llegado hasta la inmediacion del Azul dejando a Tapalque a su izquierda y a
la división Ramos [en Laguna Blanca] a su retaguardia". Ante las noticias del avance indígena por
los arroyos de Chapaleufu y los Huesos, el comandante de Tandil ubicó su fuerza compuesta de 200
hombres de la milicia y 200 indios en la cabeza de dichos arroyos, situación desde la cual buscaba
proteger la fortaleza y mantenerse en contacto con las divisiones de Ramos y Aguilera en Azul. La
atinada estrategia del comandante no se prolongó en sus acciones militares ya que según su relato
"… marche el dia 7 [de enero] con 200 hombres de la milicia reunida de antemano y 200 indios pampas … el 8 llegue a la estancia de Morilla … el 9 al medio dia recivi una nota del señor Mayor Islas y a la tarde la del comandante Aguilera en que me avisava la retirada del Coronel Ramos y la orden que tenía de este jefe para hacerlo con su division, sorprendido entonces por la retirada de aquellas fuerzas dispuse también mi regreso a este punto [fuerte Independencia] donde llegue el dia 10 al medio dia"
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El gobernador no recibó con el mejor humor esta noticia, por el contrario los hechos
descriptos por Muñoz le resultaban "vergonzosos a la fama belicosa del ejercito, a sus gloriosas y
demas virtudes marciales". Según sus cálculos, "con una sola división había vastante para haber
acuchillado a los indios y con solo haberlos seguido en quadro el teniente coronel Don Juan
Aguilera habria habido vastante para que se llevasen las haciendas y para acuchillarlos".
A pesar del enojo de Rosas y de su vision sobre la rápida victoria que pudo haberse obtenido
en el encuentro, un punto a tener en cuenta en estos enfrentamientos son las diferentes tácticas de
guerra utilizadas por criollos e indígenas. Recurriendo nuevamente al coronel Prudencio Arnold,
puede leerse en sus memorias, la dificultad que encontraban las tropas provinciales por vencer a la
guerrilla indígena a pesar de contar con armas de fuego561.
Según Arnold, la caballería indígena era superior a la criolla tanto por la destreza del indio
como por el tipo de arma que usaba: una larga lanza que atacaba en primer lugar al caballo del
contrario. Esto provocaba un retroceso del animal que chocaba con los soldados que venían detrás,
desorganizando la formación. De ahí, según Arnold que las bajas que se daban en uno y otro lado
podían contarse en una relación 10 a 1. En este tipo de encuentros, la infantería era poco efectiva
por el hecho de ser pesada lo que explicaría la escasa cantidad de infantes que hemos detectado en
los fuertes. Por otra parte, la formación en cuadro de las fuerzas provinciales, única según Arnold
que inspiraba temor en los indígenas, era enfrentada mediante pequeñas guerrillas que atacaban
distintos flancos; mientras unos grupos llevaban el ataque por el frente, otros picaban los caballos
por retaguardia para producir la desorganización en las filas562.
561 Las ventajas que pudo haber tenido la posesión de armamento bélico europeo en los enfrentamientos interetnicos es un tema muy discutido y en general se plantea que al menos, las primeras armas de fuego no tuvieron una decisiva ventaja sobre las armas nativas fundamentalmente por su dificultad para la recarga (ver la Introducción de Ferguson, Brian R. y Neil Whitehead (eds.),War in the Tribal Zone. Expanding States and Inidgenous Warfare. School of American Research Press,1992). Para un estudio sobre el rol de la tecnología militar en los enfrentamientos intertribales en la zona de Bahía Blanca, ver Juan Francisco Jimenez, “De malares y armas de fuego. Guerras intra-étnicas y transformaciones en la tecnología bélica en Araucanía y Pampas (1818-1830)”, en Daniel Villar (editor), Relaciones inter-étnicas en el Sur bonaerense 1810-1830, Bahía Blanca, Departamento de Humanidades, Universidad Nacional del Sur/ IEHS, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, 1998 562 Esta imagen sobre la dificultad de contener las guerrillas indígenas se percibe frecuentemente en los partes de campaña. Citamos a modo de ejemplo un parte del coronel Mariano Ibarrola emitido en el año 1825 que hace referencia a este tema. Ante una entrada de indios por Navarro su fuerza que contaba con 300 hombres y tenía como armamento un cañón, enfrentó la partida indígena derrotándolos. Sin embargo una legua más arriba otra división de indígenas arreaba haciendas. Las fuerzas fueron en su persecución pero los indios huyeron dejando parte de la hacienda. Mientras esto sucedía otra división mayor que las anteriores les quitaba de la retaguardia los caballos de repuesto. Cuando intentaron alcanzarlos, los indios abandonaron la hacienda y se internaron en las pampas. AGN,VII, Archivo Biedma.
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Otro aspecto que conspiraba contra la efectividad de las fuerzas milicianas se relacionaba
con la insubordinación de estas tropas y el desorden en la dirección de las mismas. Prudencio Rosas
consideraba que el elemento más valioso para manejar la situación era el "gran pulso en el manejo
de hombres". Mencionaba que el desorden existente en Azul llegaba, como era habitual, a las
milicias: "Acido tanto el desorden que habido en el pueblo de Azul que la milicia citada se haido
cuando le hadado la gana la mas de ella asi es que se han ido algunas familias". Y ponía en
evidencia el escaso resultado que brindaría este tipo de complemento militar si no se tomaban
ciertas precauciones que ayudaran a disciplinar una tropa poco habituada a estas tareas. En efecto,
Prudencio era conciente que el servicio de milicia creaba cuerpos desmoralizados y sin disciplina, a
menos que fueran "dirigidos por un oficial [de carrera] responsable y de mando". Esta prevención,
sin embargo, desde la óptica del gobernador podía traer mayores problemas ya que Rosas
consideraba que "enviar un oficial de carrera podría traer conflictos con el comandante efectivo
del fuerte con lo cual posiblemente el remedio fuese peor que el mal". La solución intermedia a la
que se llegó en este caso puntual fue que la milicia convocada fuera puesta bajo la dirección
inmediata del comandante de Independencia, coronel Muñoz, a la vez que se procurara "proveerle
de algunos oficiales buenos".
El mismo Muñoz expresaba su recelo acerca de la utilidad de la milicia y escribía a Rosas su
temor por la seguridad del fuerte en caso de tener que salir a campaña ya que solamente contaba con
"174 milicianos, 37 dragones y 6 artilleros teniendo que dejar en esta guarnicion en caso de salir a campaña una corta fuerza para su custodia [por lo cual] solo se puede contar con la milicia resultando que de esta hay muchos que ya han cumplido once meses de destacamento en este punto, otros nueve y ocho sin haver tenido relevo pues aunque el que habla mando algunas partidas a traer gente de los montes para relevo de esta fuerza no se ha podido conseguir"
Aquí se volvió a plantear un choque de atribuciones. El comandante del fuerte no tenía la
atribución de "traer gente… para relevo" de la milicia. En la respuesta del gobernador a la nota
citada, se reprendió a Muñoz por haber llamado la milicia ya que no estaba dentro de sus facultades
hacerlo y mucho menos tomarla con partida "puesto que a los milicianos lo que corresponde es
citarlos previa orden superior… y entonces los que no obedecen se prenden y se remiten a esta
capital para ser destinados a los cuerpos de linea".
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Las milicias auxiliares de los indios amigos
Hemos señalado ya el peso indudable que tenían las milicas indígenas en la defensa de la
frontera. La pregunta que nos surge con respecto a estos grupos es de qué manera actuaron en los
enfrentamientos armados y qué rol cumplieron en ellos.
Ferguson y Whitehead se refieren a las fuerzas auxiliares indígenas con las que podía contar
un Estado, como “soldados étnicos”. Estos serían grupos nativos que pelean bajo el control o la
influencia de los agentes estatales y son empleados para diversos fines como atacar fuerzas de otros
estados, nativos aliados de esos estados enemigos o indígenas independientes. La enseñanza de
tácticas militares estatales es muy común en situaciones de contacto sobre todo con la existencia de
soldados étnicos563.
Desde otra perspectiva, Guillaume Boccara señala que los indios amigos del sur de Chile no
asimilaron las estrategias bélicas hispanas sino que continuaron con sus propias tácticas guerreras.
Por otra parte, tampoco a los españoles les interesaba la unificación de las tecnologías bélicas; el
objetivo de contar con estos aliados guerreras era precisamente tener cuerpos auxiliares que
conocieran el territorio y los lugares de asentamiento de los grupos hostiles. La única exigencia que
tenían los españoles en este sentido, era que a la cabeza de las fuerzas indias existiera un jefe militar
español que compartiera la dirección de estos cuerpos con un jefe indio564.
En el caso de nuestros indios amigos, la coordinación entre las fuerzas indígenas y criollas
respondía más al segundo esquema. En el parte elevado luego del encuentro del 1 de septiembre en
Tapalqué, el coronel Manuel García, expresaba, con una mirada muy etnocéntrica, la dificultad que
encontró para combinar una estrategia conjunta “por ser los indios incapaces de comprender todo
cuanto se les dise” motivo por lo cual el militar recomendaba “que operasen según combiniese a
las circunstancias teniendo presente el auxiliarnos unos a otros pues que de otro modo era muy
facil confundir a los indios amigos con los enemigos a pesar de la divisa que llebaban los
nuestros".
563 Ferguson y Whitehead , War … Para los autores, el control que ejerce el estado sobre estos soldados etnicos puede ser muy diverso y abarcaría esquemas en donde grupos nativos independientes se relacionan medante alianzas con el estado, unidades auxiliares asalariadas y regulares, grupos mercenarios de indígenas con una cuestionable lealtad hacia el estado del que dependen, etc. En todos los casos, y fundamentalmente en aquellas relaciones en las que los grupos indígenas gozan de una mayor autonomía, se combinan los objetivos del estado y los propios de estos últimos. 564 G. Boccara, “Tipos de poder y estrategias de sujeción en el sur de chile”, en Anuario de Estudios Americanos, LVI, 1, 1999.
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El coronel Echeverría también coincidía con la desorganización creada en el ataque por lo
que sugería que, en adelante, las fuerzas fueran dirigidas por diferentes personas reservándose él
mismo la relación con los indígenas en tanto el jefe del cuerpo militar que se designara para el
cantón se limitara a comandar sus tropas. Más allá de las cuestiones prácticas alegadas por
Echeverría no hay que perder de vista la intención del comandante por monopolizar la relación con
los indios amigos teniendo en cuenta las características personalistas que caracterizaban las
relaciones interétnicas La propuesta fue aceptada por el gobernador Rosas quien, sin embargo,
consideró que para una mejor dirección, una vez organizada la milicia indígena bajo el mando
directo de Echeverría, éste debía ponerse a las órdenes del jefe de la fuerza criolla de manera que
"obrando de este modo y procurando proceder con tino y madurez no puede haber esa
contradiccion, es decir, U una cosa a los indios y el gefe de la division otra, por que para evitar
esto, es que U debe siempre ponerse de acuerdo con el referido gefe y no obrar en contradiccion a
lo acordado..."
De todos modos era fundamental para Rosas, que los indios se ejercitaran cotidianamente
para salir a campaña. En efecto, Rosas sugería que la mejor manera para "... entuciasmarlos y
hacerles crear coraje" debía ser "incitarlos siempre a que diariamente hagan exercicio a la
madrugada. Esto los entusiasma mucho y los desentumece (¿) y acostumbran a madrugar y a estar
en vigilancia y dispuestos a esa hora. Esto prevengo a Chavarria que tambien les diga a los
casiques que conviene mucho que lo exerciten diariamente y V por su parte debe tambien
aconsejarselos".
Al mes siguiente, en octubre de 1836, el encuentro entre las fuerzas de Azul y Tapalqué y
300 boroganos produjo las mismas críticas sobre la actuación de los indios amigos esta vez
expresada por el coronel Pedro Ramos565. La respuesta de Rosas a este parte, como en el caso
anterior, volvió a restar importancia a las críticas que se realizaban agregando además, otras
consideraciones que permiten ver la lectura que realizaba el gobernador acerca de la importancia del
negocio pacífico. Estos indios no eran importantes solo y exclusivamente como milicias auxiliares
ni su función se terminaba en esta ayuda militar. Si bien esta obligación no era menor, los indios
amigos sirvieron de importante recervorio de mano de obra para una economía rural en expansión y,
565 La división a cargo de Ramos se componía de los escuadrones de carabineros de los regimientos 3 y 6 de campaña (este último a cargo de Manuel García) que llegaban a 462 hombres veteranos a la que se agregó una fuerza de 340 indios amigos a cargo del caciquillo Nicasio. La formación de las fuerzas se realizó de la siguiente manera: en el costado derecho se ubicó parte del regimiento 3 bajo las ordenes de Maza, al centro el resto del regimiento 3 junto al número 6 bajo el mando de García y en el costado izquierdo los indios amigos dirigidos por Eugenio Bustos.
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durante esta etapa, crónicamente escasa de trabajadores, como ya hemos planteado en otros
trabajos566.
Según el informe del coronel Ramos
"los nuestros [indios amigos] no querían salir de nuestro costado ni cargar por que escandalosamento los asian volber y se nos metian dentro de mi cuadro hasta que para la retaguardia mia aparecio el cacique Payne y alentando a sus compañeros junto con Quiñigual y a la cabeza Bustos entraron en pelea"567.
La respuesta del gobernador restó importancia al comentario del militar. Para Rosas la
primera reacción de temor de los indígenas era lógica fundamentalmente porque el ataque se había
centrado en sus mismas tolderías y buscaba como botín a sus familias568, pero lo principal a tener en
cuenta era que “los pampas ha tambien muchos años que no se exercitan y toda esa mosetonada de
20 a 30 no tiene absolutamente motivos para conocer la pelea ni el modo de vencer”569.
Efectivamente, gran parte de estos indios hacía más de 10 años que estaban viviendo en la
campaña bonaerense bastante preservados de los enfrentamientos intertribales que se desarrollaban
en el área pan araucana. Este hecho avala la idea que planteamos al comienzo del trabajo sobre lo
poco conveniente que debía resultar a los indios pampas rebelarse contra el gobierno. Teniendo en
cuenta esta falta de práctica guerrera de los indios, la argumentación de Rosas proseguía con un
llamado de atención al hecho de que, a pesar de ello, los indios habían acompañado a las fuerzas
provinciales y habían combatido contra los enemigos; de ahí que lo importante era felicitar en su
nombre a "los caciques mayores, caciquillos y capitanejos todos… por el triunfo que hemos
obtenido en union con ellos sobre los enemigos". Estas expresiones debían ser acompañadas con la
realización de una fiesta para celebrar el triunfo y además de este festejo general, Rosas indicaba
que el mismo Ramos o Echeverría debían felicitar a cada uno de los caciques, caciquillos y
capitanejos con la expresa indicación de que debía hacerse "a cada uno aparte por separado
cuando U tenga oportunidad de poderlo hacer sin hacerse notar de otros indios”570.
566 Ver Ratto, S, “Una experiencia fronteriza…” 567 Ramos a Rosas, Tapalqué, 1 de octubre de 1836 (AGN,X,25.2.5) 568 Así se expresaba Rosas:“es natural en el primer efecto de una sorpresa pues que asi son todos los indios cuando al sorprenderlos se apodera el invasor de sus toldos y familias y como que no pueden tener orden ...” 569 La misma opinión tenía Echeverría al escribir a Rosas que los indios de Tapalqué estaban tan habituados al trabajo en las estancias que resultaba difícil convocarlos para conformar las milicias auxiliares (Echeverría a Rosas, 3 de marzo de 1836, AGN,X,25.3.2). 570 La recomendación de felicitar a cada indio por separado y en forma reservada era una práctica habitual que Rosas ponía en juego para cristalizar la idea sobre la existencia de vínculos personales que lo unían a los indios más importantes en quienes quería crear un relación de confianza y obediencia personal.
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La recomendación de felicitar a cada indio por separado y en forma reservada era una
práctica habitual que Rosas ponía en juego para cristalizar la idea sobre la existencia de vínculos
personales que lo unían a los indios más importantes en quienes quería crear un relación de
confianza y obediencia personal.
El análisis de esta coyuntura nos permite plantear algunas cuestiones en torno al estilo
de vida propio del espacio fronterizo. Un primer aspecto tiene que ver con la relativa autonomía que
cobran los poblados de frontera en la resolución de determinados asuntos derivada de la distancia
existente entre ellos y el centro de poder. Distancia que no tiene que ver solamente con lo
geográfico sino también con las prácticas y la dinámica interna que frecuentemente escapaba a las
previsiones del gobierno. La distancia espacial no fue el factor principal que hubiera aislado a los
poblados fronterizos y que contribuyera a un accionar autónomo de sus autoridades. De hecho, las
comunicaciones más urgentes que se cruzaron entre uno y otro punto durante los hechos relatados
demoraron, en la mayoría de los casos, solamente un día.
Lo más relevante en determinar una dinámica propia se vincula fundamentalmente al
conocimiento personal que tenían los pobladores de la zona sobre los diferentes actores que vivían
allí, particularmente los distintos grupos indígenas y las relaciones que existían entre todos ellos. La
sorpresa de Rosas ante los acontecimientos de Bahía Blanca muestra a las claras que, a pesar de su
minucioso conocimiento y su habilidad para tratar los “asuntos de indios”, no llegó a percibir el
malestar que se estaba produciendo en los grupos amigos que habitaban cerca del fuerte. Por eso,
para un conocimiento más “cercano” de que se estaba produciendo en la frontera era fundamental
contar con interlocutores válidos y fieles al gobernador que pudieran informar sobre ello.
Esta particular situación de la frontera nos lleva a otro punto que queremos señalar y
que se vincula al conflicto y/o superposición de funciones entre las autoridades civiles y militares.
Las zonas de frontera tienen una conformación particular derivada del origen mismo de los nuevos
poblados. Originalmente fundados en el asentamiento de un destacamento militar alrededor del cual
se ubicaban algunas familias, la autoridad que regulaba la vida en este espacio era el comandante
del fuerte quien, explícitamente cumplía las funciones civiles y militares. Lentamente y a medida
que se avanzaba en la ocupación del espacio, estos poblados obtendrían la separación de dichas
funciones a través de la creación de un juzgado de paz (en Azul en 1835; en Tapalqué en 1846 y en
Bahía Blanca en 1834). De todos modos esta reorganización administrativa, fundamentalmente al
mantenerse la presencia de un comandante militar, no garantizaría una convivencia armónica entre
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ambas autoridades571. Esta situación de superposición se haría más evidente en momentos de
conflictividad en los cuales la necesidad de organizar la defensa de la frontera llevaría a la autoridad
militar a intentar avasallar a la civil.
Esto nos lleva al último tema que queremos mencionar: la defensa de la frontera. Los
datos que logramos obtener sobre las fuerzas convocadas en esta coyuntura muestran muy
claramente que la misma estaría en manos de los mismos pobladores de la región. Este esquema no
es nuevo ni original del período sino que marca una continuidad en el territorio provincial que
puede rastrearse hacia los inicios del período independiente. Lo verdaderamente original del
período es que, dentro de estos se encontraban nutridos contingentes de indios amigos quienes
igualmente contribuyeron a la defensa del espacio fronterizo que ocupaban.
La utilización de milicias auxiliares indígenas debe entenderse dentro del marco y
formando parte de la política del gobierno del Negocio Pacífico de Indios. Por un lado, vimos que el
sistema tenía algunos costos que escapaban a los objetivos del gobierno como el robo de ganado y
aún más, a sus previsiones. Otro costo del negocio pacífico se vinculaba a la dificultad planteada
por algunas autoridades fronterizas con respecto a lo que denominaban la indisciplina militar de los
indios de pelea y, en algún caso, al evidente intento de evadir el servicio militar. Este aspecto no fue
considerado por el gobernador como un inconveniente o una falla del negocio pacífico. Para Rosas,
girando el centro del tema, era esperable que algunos indios sin la práctica guerrera adecuada para
actuar en enfrentamientos, no rindieran servicios eficientes. Esto hacía más destacable el hecho de
que algunas partidas hubieran peleado valerosamente al lado de las tropas provinciales. En esta
argumentación se ve con claridad que los indios amigos cumplían diversas tareas como por
ejemplo, el empleo rural, que los alejaba de las practicas guerreras de la frontera y que, en casos
especiales como el del cacique Cachul, no se espera su participación destacada en la batalla ya que
la importancia del jefe indígena se centraba en sus dotes diplomáticos.
El otro cuerpo que resultó esencial en la defensa de la frontera fue la milicia. Si bien la
movilización alcanzó a todos los partidos de la provincia, el peso sobre las poblaciónes del sur,
aquellas más directamente afectadas por los ataques fronterizos, fue impactante. Es por eso que
571 Los conflictos entre jurisdicciones civiles y militares es un tema recurrente que preocupaba a las autoridades desde antiguo. A modo de ejemplo citemos que en enero de 1817, el comandante general de fronteras, Francisco Pico, prevenía a las autoridades militares que guardasen “toda urbanidad y armonía con las autoridades civiles, sin proceder de modo alguno en lo judicial, siñiendose solo a los limites de su instituto”. Cuatro meses más tarde, el gobierno ordenaría a Pico que reiterara la recomendación a los comandante militares de abstenerse en intervenir en cuestiones civiles y judiciales que eran competencia de los “Alcaldes y demas jueces pedáneos” AGN,X,9.9.6.
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creemos que la política del gobierno parece haberse quedado a medio camino en un esquema que
tendía a realizar asentamientos defensivos en la misma línea de frontera donde los pobladores
actuaran a la vez como soldados. Si estas “colonias militares” no pudieron implementarse, con la
excepción del pueblo de Azul, el concepto de que los pobladores más afectados por la violencia
fronteriza debían asumir el costo de su defensa parece haber estado en los cálculos del gobierno
provincial572.
Para concluir, quedaría evaluar si este tipo de estrategia defensiva fue exitosa. Nos
inclinamos por una respuesta afirmativa. A pesar de las pérdidas sufridas por los propietarios de la
frontera debido a los ataques indígenas y de los comentarios de las autoridades militares sobre el
“éxodo” que estas incursiones habían producido en algunos pueblos, el crecimiento de población en
los siguientes años no indicaría un retroceso ni una detención en el poblamiento de la frontera sur.
Y, especialmente en el partido de Azul, la mayor parte de los hacendados afectados por las
invasiones siguieron trabajando en las unidades productivas del partido573. Con respecto a los indios
amigos, y como ya hemos señalado en la primera parte, la participación de esta fuerza auxiliar
volvió a ponerse a prueba muy poco después, durante la represión de la rebelión de los Libres del
sur, confirmando que los costos esperables del negocio pacífico no eran de importancia ante el
hecho de contar con una eficaz fuerza auxiliar.
2. Provisión de ganado y artículos de consumo en Bahía Blanca. ¿Los vecinos al servicio del Estado o un Estado al servicio de los vecinos?
El fuerte de Bahía Blanca fundado en el año 1828 poseía características distintivas que
hicieron de él un poblado atípico con respecto a otros destacamentos fronterizos. Una de estas
características era el peso que tenía la actividad comercial dentro de la economía del fuerte. La
importancia de este sector fue señalada en un trabajo reciente de Gelman y Santilli, basado en el
análisis del pago de la Contribución Directa para el año 1839. Los autores denominan a los partidos
de Patagones y Bahía Blanca como factorías en virtud de su estrecha vinculación con el comercio
interétnico. Del análisis del pago del impuesto a la propiedad, surgía un porcentaje mínimo
572 La amplia movilización miliciana que se produjo en esta coyuntura parece haber inaugurado una etapa de militarización de los vecinos que poco despues se hizo permanente. En un trabajo realizado sobre el presupuesto provincial para el año 1841, Juan Carlos Garavaglia indica que el estado preveía para ese año el pago de sueldo de manera regular y constante de más de 2400 milicianos; y de igual manera que nosotros concluye que esto “muestra la importancia que han adquirido a ojos de Rosas estos milicianos campesinos, uno de los sostenes fundamentales del régimen”. Juan Carlos Garavaglia, “Ejército y milicia: los campesinos bonaerenses y el peso de las exigencias militares, 1810-1860”. Mimeo, 2002. 573 Comunicación personal con María Sol Lanteri.
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correspondiente a la propiedad de ganado en tanto casi las tres cuartas partes del capital estaba
constituido por giro mercantil. Según los autores esta composición del capital de los vecinos de
Bahía Blanca ponía en evidencia el carácter de factoría comercial vinculada con el mundo
indígena574.
En efecto, la relación con los indígenas en este extremo sur de la provincia era vital para
la supervivencia o fracaso de los pobladores que se instalaran en la región. Desde los primeros
documentos producidos por los expedicionarios que se asentaron en la costa patagónica se
mencionaba como factor esencial para el éxito de los asentamientos, una buena relación con los
indígenas asentada, fundamentalmente, en relaciones comerciales. Vinculado a ello los documentos
también mencionaban que precisamente ese intercambio fue lo que posibilitó, en determinados
momentos de escasez, que los fuertes pudieran subsistir.
Este activo comercio interétnico que se verifica en el lejano sur, se complementaba con
la política de obsequios y agasajos hacia los indios aliados que se acercaban a los fuertes a
parlamentar. En efecto, el mantenimiento de relaciones diplomáticas con estos grupos descansaba
fundamentalmente en la entrega periódica de obsequios a los caciques que, con sus comitivas, se
acercaban a los fuertes de frontera por motivos diversos: parlamentos, pedidos concretos, etc. Estas
partidas eran alojadas en las casas y corrales de los comerciantes quienes debían hacerse cargo de la
manutención del grupo el tiempo que durara su estadía y de obsequiarlos a su partida. Los gastos
ocasionados en estas oportunidades eran cuidadosamente documentados por el comandante del
fuerte quien los elevaba a la Tesorería de la Provincia y entregaba al comerciante letras para su
cobro quien las gestionaba en Buenos Aires a través de representantes.
Las delegaciones diplomáticas de manera frecuente incluían dentro de sus contingentes
a partidas indígenas que se dirigían al fuerte para sus tratos mercantiles por lo que, la diplomacia y
el comercio se involucraban permanentemente. Esta confusión es muy evidente en las fuentes que
mencionan el hospedaje de partidas indígenas en los corralones de los comerciantes donde la
situación descripta puede estar significando tanto el alojamiento de caciques o chasques que
esperaban entrevistarse con el comandante del fuerte como de partidas de comercio que
permanecían varios días en el poblado mientras realizaban sus tratos mercantiles. En ambos casos,
el papel cumplido por el comerciante era el mismo, alojar a estas partidas mientras terminaran con
574 Gelman y Santilli, “Distribución de la riqueza…”.
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sus “negocios” y obtener el mayor beneficio tanto del comercio directo con los indios o a través de
su rol como proveedor del Estado de los bienes involucrados en el Negocio Pacífico.
El contexto: población y relaciones interétnicas.
La población del fuerte de Bahía Blanca tenía una composición que la diferenciaba
totalmente del resto de los asentamientos fronterizos. A diferencia de ellos, la población militar del
fuerte excedía notablemente a la población civil. Hacia 1836, fecha para la que contamos con una
estimación segura de la fuerza militar asignada, el fuerte era protegido por el Regimiento de
Blandengues de la Nueva Frontera575 que comprendía cuatro escuadrones con 2 compañías cada
uno. A esos efectivos se sumaba el Regimiento de Dragones de Nueva Frontera que contaba con
dos escuadrones de dos compañías cada una con cerca de 250 personas a las que se agregaba un
piquete de infantería con 72 soldados.
Precisamente en virtud de la lejania de Bahía Blanca se agregaba un artículo especial en el
decreto de creación del cuerpo de Blandengues que establecía que los soldados serían considerados
como pobladores del fuerte gozando como tales de las consideraciones y auxilio que el gobierno
tenía destinados a éstos. Para ello se exigía que el soldado fuera casado y que se comprometiera “a
avecindarse en el territorio de ella [la Guardia Argentina] aún después de concluido el tiempo de su
empeño”576. Pero la dedicación militar de estos soldados no parece haber sido de “tiempo
completo” ya que encontramos datos acerca de su empleo como peones en distintas tareas. En
efecto, la necesidad de mano de obra para tareas dentro del poblado, en las quintas cercanas al
mismo y, a partir de la decada de 1840, en las estancias que se estaban poblando por la región de
Sauce Chico, era cubierta con estos soldados que eran “cedidos” por el comandante para su
contratación por los vecinos. La unica restricción que tenía la misma era que, en caso de ser
requeridos para el servicio de la guarnición, debían regresar inmediatamente a sus puestos ya que
“está en las atribuciones del Gefe de la Guarnicion reunir la fuerza que manda sin excusa ni
pretestos de que esten conchabados en albañilerias, en carretas ni demas trabajos particulares que
ninguna obligacion han contraido para semejantes servicios y cuando la Patria los necesita tienen
que acudir irremisiblemente sin ninguna escusa”577.
575 Este cuerpo fue creado en agosto de 1832 con los efectivos que quedaron del regimiento 2 de caballería de linea que fue disuelto.Registro Oficial. 576 Registro Oficial. 577 AGN,X, 43.6.10.
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La primera estimación de población que contamos para este punto es el censo realizado en el
año 1836, 8 años luego de su fundación. El mismo arrojaba una población de 1461 pobladores de
los cuales solo 155 eran civiles (de los cuales 77 figuran como quinteros). La población censada
como militar incluía 337 efectivos entre la oficialidad y tropa del regimiento de Dragones y piquete
de artilleria en tanto las familias (mujeres y niños) de dichos soldados eran de 312 personas. La
compañía de Blandengues (Oficiales y tropa) era de 462 personas y sus familias 195, lo que hacía
un total de 1306 personas.
Si nos centramos en la población civil del area “urbana” en 1836 se censaron 10 unidades
con un total de 76 personas. La mayor parte de estas unidades estaban encabezadas por
comerciantes. Los proximos datos que tenemos señalan que en 1843 la población se mantenia
estable con 76 personas, 63 blancos, 11 pardos y morenos y 2 extranjeros y dos años despues una
pequeña disminucion hablaba de 67 habitantes, 56 blancos, 9 pardos y morenos y 2 extranjeros.
No sucedió lo mismo con la población militar. En 1843 el regimiento de Dragones había
disminuido a 194 entre oficiales y tropa aunque sus familias experimentaron cierto incremento
llegando a 386 entre mujeres y niños. El Regimiento de Blandengues sufrió una variación similar:
los efectivos bajaron a 158 en tanto las familias mantuvieron un valor de cerca de 180 personas.
Dos años despues volveria a disminuir la población militar. Esta baja de cerca de 300 efectivos se
debió a que, a partir de 1840, una División de Observaciones perteneciente al fuerte había sido
enviada a la zona de Chapaleufú donde permaneció algunos años. Esto explicaría que el número de
personas que componían las familias de los militares se mantuviera estable ya que no se había
producido un abandono definitivo del fuerte.
A partir de 1840 se comenzó a registrar, en las relaciones enviadas por el comandante del
fuerte, la población existente en el Fortin Colorado, establecido luego de la expedicion al sur
llevada adelante por Rosas. Para 1843 dicha guarnicion contaba con 18 efectivos, 19 familiares y
una signficativa, en comparacion con la anterior, población indigena: 25 indios de pelea y 89 entre
mujeres y niños. En 1845 la población militar se mantuvo estable y la única variación se registró en
la población indigena (ver Anexo, cuadro 1).
Aun cuando no contamos para los dos ultimos años con el registro de la población asentada
fuera de los límites del poblado, en la zona de quintas, la conflictividad indígena del período no
permitiría pensar en un crecimiento notable. De manera que la importante reducción militar
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derivada del alejamiento de la División de Observaciones no podría haberse cubierto con ella ni
tampoco con la población existente en el Fortín Colorado.
Bahía Blanca, al igual que el resto de los asentamientos fronterizos durante el periodo
rosista, albergaba en sus alrededores a grupos indigenas aliados y amigos del gobierno. Los indios
asentados en las cercanías de Bahía Blanca correspondían al cacique chileno Venancio Coñuepan
que había cruzado la cordillera a fines de la década de 1820 junto con tropas patriotas perseguiendo
a los realistas Pincheira y sus aliados boroganos. En 1828 concertó su alianza con el gobierno
bonaerense que le otorgó el grado de teniente coronel; más tarde integró la expedición fundadora de
Bahía Blanca instalandose a inmediaciones del mismo578. Hacia 1832 la agrupación contaba con
708 personas de las cuales 440 eran indios de pelea. Cuatro años más tarde se situaron a
inmediaciones del fuerte los caciques boroganos Meligur con 300 indios y Alon (más cerca de
sierra de la Ventana), con una cantidad similar de indios. De manera que, para la fecha del censo
provincial de 1836 que mencionamos, la estimación de la población indígena cercana a Bahía
Blanca era de aproximadamente unas 1500 personas. Como consecuencia de los ataques de los años
1836/1837 la población indígena debió haber disminuido sensiblemente pero no contamos con datos
sobre ella. A inicios del año 1840 un nuevo cambio afectaría las relaciones interétnicas del fuerte: el
asentamiento del cacique Calfucurá en la zona de Salinas Grandes y en calidad de indio aliado, fue
incorporado al negocio pacífico. Bahía Blanca se convirtió en el punto central de los contactos
interétnicos.
El universo de los comerciantes.
Analizaremos ahora quiénes eran los comerciantes de Bahía Blanca que, desde el
inicio mismo del asentamiento del fuerte se convertirían en proveedores del Estado para abastecer
de ganado y otros artículos a la guarnición militar y qué evolución experimentó el universo de los
comerciantes a lo largo del período rosista.
En 1830 el fuerte de Bahía Blanca contaba con solo cuatro pulperos. Dos años más tarde
la cantidad de negocios se había casi triplicado. Este aumento de las casas de comercio prosiguió en
los años siguientes llegando a existir en 1838, 15 negocios. A partir de entonces se produjo un leve
578 Sobre el ingreso del cacique Venancio Coñuepan a las pampas y su posterior asentamiento en la frontera bonaerense ver Villar y Jimenez, "Indios amigos. El tránsito progresivo desde la autonomía a la dependencia étnica en un sistema de contactos múltiples. El caso de Venancio Coihuepan en sus momentos iniciales (1827, frontera sur de Argentina)", en Pinto Rodriguez, J (comp) Araucanía y Pampas. Un mundo fronterizo en América del Sur. Temuco, Ed Universidad de la Frontera, 1996.
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descenso que, a mediados de la década de 1840, empezó a revertirse (ver cuadro 4). Teniendo en
cuenta estos datos vemos que, para el año 1836, según la estimación de la población total que
alcanzaba a unas 1400 personas existiría una relación de una pulpería por cada 100 personas,
relación bastante cercana a la planteada para otros ámbitos579. El número de pulperías cae
levemente a partir de entonces para volver a incrementarse a mediados de la década de 1840. Si
tenemos en cuenta que la población del fuerte había disminuido notablemente en ese lapso podemos
suponer que uno de los motivos del incremento de pulperías podía hallarse en el asentamiento del
cacique chileno Calfucurá en la región de Salinas Grandes. La aparición de este nutrido contingente
de indios con la consiguiente creación de un mercado adicional de bienes debió haber incidido
fuertemente tanto en un incremento de los intercambios en el fuerte de Bahía Blanca como de los
negocios derivados de la política indígena.
El elenco de los comerciantes que estuvieron al frente de estas casas experimentó un
cambio cualitativo durante el período. En tal sentido podemos señalar un núcleo original de
pulperos que se mantiene cerca de una década, algunos de los cuales llegaría a tener más de una
pulpería mediante la habilitación de dependientes. A inicios de la década de 1840 se produjo un
importante recambio entre el grupo desapareciendo algunos de los más representativos de la
primera etapa, por fallecimiento, persecución política y por abandono del pueblo. Surgen a partir de
entonces nuevos nombres, algunos vinculados al sector militar del fuerte y otros provenientes de
Patagones.
En lo que llamamos el “grupo original”, hallamos a varios comerciantes que tuvieron
una experiencia previa en el fuerte Independencia donde a fines de la década de 1820 tenían casas
de comercio. En efecto, Francisco Casal, José Maria Araujo, Gregorio Álvarez, Pablo Acosta, Pedro
Vela y José Maria Hidalgo habían tenido pulperías en Tandil y los cuatro primeros habían formado
parte de los primeros vecinos del nuevo fuerte. El incremento en el número de pulperías en la
década de 1830 se sustentó básicamente en la apertura de nuevas pulperías por el mismo grupo de
comerciantes y la incorporación de tres nuevos vecinos: Felipe Vela, León Cámara y el comerciante
francés Pedro Gascogne.
579 Mayo señala la existencia de 1 pulpería por cada 93 habitantes en la ciudad de Buenos Aires en la década de 1810. Mayo, Miranda y Cabrejas “Anatomía de la pulpería porteña”, en Mayo (dir) Pulperos y pulpería… Buenos Aires, Biblos, 1996. Virgili menciona que, hacia 1815, la proporción hablaría en Lobos de una pulpería cada 152 habitantes; en uno y otro extremo el autor señala en Pergamino una relación de 1 pulpería por 274 personas y en Magdalena 1 cada 94 habitantes. Virgili, D. “Las esquimas de la pampa. Pulperos y pulperías (1788-1863)”, en Mayo (ed), Vivir en la frontera. Biblos, 2002.p. 108.
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En los años siguientes desaparecieron varios de estos negociantes por diversas causas.
Pablo Acosta falleció en el año 1839 en un ataque de indios en la zona del arroyo de Los Huesos
donde tenía su estancia. El comerciante Gascogne fue encarcelado en 1839 por actitudes de rechazo
al régimen y aunque poco después fue puesto en libertad se ordenó “que abandone el punto
prohibiéndosele que en adelante se instale allí, Patagones o Fortín Colorado y Constitución o que
tenga casa de trato en dichos lugares”580. En 1841 el juez de paz informaba al gobierno que los
vecinos Pedro y Felipe Vela y Gregorio Álvarez habían abandonado el pueblo “habiendo
redondeado sus negocios” en dicho punto581.
De este grupo original de comerciantes se reclutaron la casi totalidad de los jueces de
paz que existieron en el fuerte en el periodo rosista: Francisco Casal (1834), Basilio Araujo (1835 y
1836) José María Araujo (1837), Pablo Acosta (1838 y 1839 año de su fallecimiento) y José María
Hidalgo (1840 a 1849 año de su fallecimiento).
En la década de 1840, como ya señalamos, se produjo un nuevo crecimiento en la
cantidad de casas de negocios en Bahía Blanca. Algunos de estos nuevos comerciantes eran vecinos
de Patagones que, posiblemente, consideraron más rentable trasladar su negocio a dicho fuerte.
Fueron los casos de José Antonio Lasaga (como dependiente del vecino de Patagones Juan Crespo),
Estanislao Araque y Zenón Ituarte582. Otros nuevos pulperos provenían directamente del grupo de
los militares. En este caso se encontraba Juana Iturra, esposa del lenguaraz de la guardia Francisco
Iturra; Felipa Araque, viuda del comandante Martinano Rodríguez vuelta a casar con el sargento
Manuel Leyba y Estanislao Palao, hermano del oficial Juan Francisco Palao.
La apertura de estas últimas pulperías se había logrado a través de negocios
fraudulentos que involucraron a oficiales de la guarnición. Juana Seguel de Iturra, era hija de un
gobernador de Chile que había sido capturada por los Pincheira y rescatada por el cacique Venancio
quien la entregó en Bahía Blanca583. Allí se casó con Francisco Iturra, militar que arribó a las
pampas formando parte del contingente de "aindiados" que acompañó al patriota Juan de Dios
580 AGN,X,20.10.4 Para tener una idea del ambiente de la época señalemos que el encarcelamiento de Gascogne se produjo por no acatar la orden de cerrar su casa de trato el día de la Virgen de Mercedes, fecha en la que se había organizado una procesión encabezada con el retrato de Rosas. Además de su negativa a cerrar la pulpería el negociante había amenazado a sus empleados con despedirlos si participaban del baile que se llevaría a cabo por la noche. 581 Ibidem 582 Hasta el momento no hemos podido hallar información sobre los negociantes Antonino, Plunket, Villanueva e Ibañez que figuran al frente de casas de negocios en el año 1851. 583 Ginobili, M.E., La cautiva o Rayhuemy. Relato historico inédito del Padre Lino Carbajal. Bahia Blanca, 1995.
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Montero en 1827. Iturra alcanzó el grado de alférez y se convirtió en lenguaraz del fuerte. Su
estrecha relación con indios de distintas parcialidades lo llegó a hacer sospechoso para las mismas
autoridades del fuerte que en ocasiones dudaron de su fidelidad. Lo cierto es que, gracias a esos
contactos personales, decidió instalar una pulpería a fines de la década de 1840 y logró establecer
cierto monopolio en la compra de cueros a los indios derivado de su rol de lenguaraz al punto que
según otro vecino del fuerte “Los demás negociantes muy raro cuero compran a los indios pues el
mayor Iturra se los negocia”584. Con respecto a Araque y Palao, una denuncia del oficial Pedro
Sánchez a la que nos referiremos más adelante, indicaba que el inicio de estos pulperos tuvo que ver
con la sustracción de los “vicios” enviados por el gobierno para racionar a la tropa.
En este período también desaparecieron por fallecimiento dos importantes
comerciantes: León Cámara y José María Hidalgo. Si agregamos el caso del comerciante Pablo
Acosta que según vimos había muerto en un enfrentamiento con los indios en 1839 veremos que el
rumbo tomado por las viudas fue totalmente distinto en los tres casos. Javiera de Piñero, viuda de
Acosta abandonó el pueblo poco después de la muerte de su marido y se instaló con sus hijos en
Buenos Aires. Sin embargo, mantuvo por varios años un contacto con Bahía Blanca. La casa de
comercio permaneció en manos del dependiente Anacleto Leri solo un par de años más pero hasta la
década de 1860 Javiera siguió percibiendo los alquileres de una casa de su propiedad sita en el
pueblo, calle del Gral. Rosas585.
Luisa Varela de Cámara no siguió con el negocio de su marido; no encontramos
registros de que su casa de negocios siguiera funcionando ni siquiera a cargo de un dependiente. Sin
embargo, eso no significó que Luisa abandonara el pueblo ya que la encontramos a inicios de la
década de 1850 como una de las vecinas que vendía ganado vacuno para el consumo de la
guarnición por lo cual suponemos que se produjo una derivación de la actividad comercial a la
pecuaria586. Esta inversión posterior en establecimientos rurales parece haber sido un recorrido
habitual entre los comerciantes587.
584 AGN, X, 17,7,2 585 AGN,Sucesiones, 3528. 586 AGN,Sucesiones, 5352 587 Las denuncias de tierra en la zona de Bahía Blanca se incrementaron notoriamente en la década de 1840. El procedimiento de otorgamiento de tierras era el siguiente: el vecino denunciaba ante el juez de paz el terreno que quería ocupar y provisoriamente éste otorgaba el permiso elevando luego el pedido al gobierno. En ocasiones hemos encontrado que los vecinos denunciaban tierras “donde se ha poblado provisionalmente”. (Denuncia de León Camara, en AGN,X, 26.7.3).
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Finalmente, sabemos que Catalina Díaz, viuda de Hidalgo, siguió con la casa de
comercio que había sido de su marido. El matrimonio entre Hidalgo y Díaz es la primera alianza
que hallamos entre comerciantes y militares. Catalina era hija del coronel Francisco Díaz y su
primer matrimonio la había unido al coronel Francisco Sosa que había fallecido en el año 1836588.
Seis años después de la muerte de Hidalgo, Catalina volvió a casarse con un nuevo vecino del
fuerte: Gerónimo Calvento. En el contrato matrimonial realizado en el año 1856 ambos cónyuges
declaraban tener casas de comercio en el pueblo y una chacra en sociedad en la costa del arroyo
Napostá. Catalina, además, poseía una quinta en las afueras del pueblo y Calvento 2 suertes de
chacra sobre el Napostá589.
Los negocios de los pulperos
Las actividades llevadas a cabo por los negociantes de Bahía Blanca no diferían en
general a lo descripto para las pulperías de campaña590. Una de ellas era la venta a crédito o el fiado
que en este caso derivaba en el endeudamiento de los soldados quienes, ante la demora en la llegada
de sus salarios, sacaban artículos del negocio “a cuenta” o empeñaban bienes personales para
acceder a otros. A la muerte del Coronel Juan Zelarrayan, la presentación de un reclamo por parte
del negociante Don Felipe Vela por deudas del militar nos permite ver en que consistían éstas. Las
cuentas presentadas por Vela incluían gastos por el retiro de artículos de los más diversos desde
vestimenta (botones, sombreros, paño, broches, pañuelos, camisas, chaquetas), vicios (vino carlón,
azúcar, harina, pan), aperos de montar, y artículos para la casa como sillas. Además de estos gastos
se especifica el retiro de dinero tanto para el mismo Zelarrayán, como para su sobrino y otros
soldados. La rendición presentada por Vela incluye, asimismo, algunos de los pagos realizados por
el militar para cancelar la deuda. Entre éstos se consignan pagos en dinero, en onzas de oro, la venta
de cueros de novillo y de un chaleco591.
Al igual que en otros fuertes de frontera, algunos comerciantes actuaron como
prestamistas del Estado para el pago de los sueldos correspondientes a la guarnición. Desde 1834
(fecha para la que contamos con el primer registro) hasta 1837 Don Felipe Vela se había convertido
588 AGN,Sucesiones, 6321 589 AGN,Sucesiones, 5414. 590 Ver Gelman, J. “Mundo rural y mercados: una estancia y las formas de circulación mercantil en la campaña rioplatense tardocolonial”, en Revista de Indias. 195-196. Madrid, 1992 y “Los caminos del mercado: campesinos, estancieros y pulperos en una región del Río de la Plata colonial”, en Latin American Research Review No.28:2. 1993 y Mayo, Carlos “La pulpería como empresa” y Duart y Hauvart, “Las practicas mercantiles de los pulperos”, en Mayo, Carlos (dir), Pulperos y pulperías de Buenos Aires (1740-1830). Buenos Aires, Biblos, 1996. 591 AGN,X,20.10.4.
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en el prestamista de la guarnición para el pago de los sueldos militares tanto en Bahía Blanca como
en el Fortín Colorado592; en 1837 hizo lo propio el negociante Pedro Álvarez. Al año siguiente el
gobierno firmó un contrato con Vela en el cual se reglaba la forma de compensación de estos
préstamos. En el mismo se estipulaba que la deuda que el estado contraía con el particular sería
liquidada, una parte mediante la entrega de letras para ser cobrada en la Tesorería y otra parte con la
entrega de los cueros de consumo de la guarnición a los que se había asignado un valor de 8 pesos
por unidad. La cantidad de cueros obtenidos por Vela a través de esta vía oscilaba alrededor de 200
por mes593.
Este circuito parece haberse agotado en 1839. A partir de entonces el gobierno comenzó
a enviar el dinero correspondiente a los sueldos a través de chasques. Esta estrategia, que podría
haber tenido como objetivo el intento de cortar la autonomía relativa del poblado y mostrar un
mayor control estatal sobre esta área, representó por otro lado una notable demora en el pago de los
salarios. Por ejemplo, en agosto de 1842 se recibieron los sueldos de febrero a julio de dicho año y
en diciembre de 1841 los correspondientes a junio-diciembre594.
A los fuertes de frontera arribaban los cautivos rescatados en el curso de las
negociaciones interétnicas con algunos grupos indígenas que derivaba en la conformación de un
comercio bastante lucrativo para los pulperos, quienes bajo el manto de una actitud altruista
obtenían ganancias en “vestir” a estos personajes. El “Diario de observaciones de Bahía Blanca”
realizado entre agosto y diciembre de 1830 permite conocer con cierto detalle este mecanismo595.
En septiembre de 1830 fueron entregadas al fuerte 10 cautivas mujeres y 4 niños. El comerciante
Francisco Casal promovió la formación de un fondo para vestir a las cautivas que se integró con el
aporte de los negociantes del fuerte. Casal ofreció 25 pesos para cada cautiva extendiendo esta
donación a las cautivas que se rescataran en adelante596. El resto de los pulperos se sumó a la
iniciativa aportando cantidades similares. En total, Casal había contribuido con 250 pesos que
fueron entregados en mano, al sargento mayor del fuerte. Pero esa cantidad tan generosamente
entregada, volvió a los bolsillos del comerciante para adquirir en su pulpería 46 varas de sarasa a
cinco pesos la vara; 6 pañuelos de reboso a 18 pesos y un par de zapatos por 7 pesos. Estas compras
592 AGN,3,10.1.4 593 AGN,III, Listas de revistas. 594 Ibidem. 595 En Villar, D (ed) Relaciones interétnicas…. 596 En efecto, a fin de dicho mes se entregaron otras 6 cautivas y los negociantes entregaron las sumas pactadas anteriormente.
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totalizaron la cantidad de 345 pesos, con lo cual se produjo un exceso de 95 pesos con respecto al
aporte del comerciante. La diferencia fue cubierta en efectivo por la caja de la guarnición597.
Si las actividades relatadas hasta ahora resultan comunes a otros puntos de ciudad y
campaña, la especificidad de Bahía Blanca pasaba a nuestro entender por dos circunstancias: la
importancia de la relación interétnica que derivó en la creación de un mercado de gran amplitud y la
lejanía con respecto al centro político que permitió un mayor desarrollo de prácticas fraudulentas al
Estado que involucraron a militares y comerciantes tanto de Bahía Blanca como del Fortín Colorado
y Patagones. Para desarrollar esta idea contamos con un documento de excepcional riqueza, que es
la denuncia presentada al gobierno provincial en noviembre de 1846 por el sargento Pedro Sánchez,
escribiente de la comandancia desde el año 1833598. En la misma se describen con gran detalle las
irregularidades que se estaban produciendo en el fuerte a partir de la gestión del comandante José
Luis Palavecino. Las denuncias de Sánchez involucraban distintos aspectos de la vida en el fuerte y
principalmente los negociados que realizaban Palavecino, su segundo el teniente Juan Francisco
Palao, otros oficiales cercanos a él y los comerciantes, con los bienes remitidos por parte del
gobierno, tanto el ganado para el consumo del fuerte, las raciones de la tropa como los cueros
provenientes del ganado consumido. En el relato de Sánchez se puede ver asimismo la actitud dual
del juez de paz en ese período, el comerciante José María Hidalgo. Si bien en ocasiones Hidalgo
denunciaría algunas practicas irregulares, en general participó como otros comerciantes de los
“negocios” propuestos por el comandante.
A pesar de esta extensa presentación que relataba con minuciosidad estas prácticas
fraudulentas - que hemos podido confirmar con otras fuentes- el gobierno no tomó ninguna medida
para eliminarlas. De hecho, el comandante y los otros oficiales y soldados involucrados se
mantuvieron en sus cargos en la guarnición599. Creemos que el motivo de esta aparente indiferencia
del gobierno radicaba en la necesidad de hacer “la vista gorda” en ciertos espacios donde el control
estatal era difícil de imponer.
En la denuncia de Sánchez se mencionan las acciones ilegales organizadas en torno al
abasto de ganado y vicios para el consumo de la guarnición, la apropiación y venta de los cueros de
597 Villar, Daniel (ed) Relaciones interétnicas… , p. 215-217. 598 En AGN,X,17.7.3 599 Desde el año 1840 el comandante del fuerte Martiniano Rodriguez había sido destinado a Chapaleufu donde se hallaba a cargo de la división establecida en la zona. En marzo de 1841 Rodriguez falleció siendo reemplazado por Jose Luis Palavecino hasta su muerte en 1849. Manuel Leyba, otro de los involucrados en estos negocios se hizo cargo de la comandancia un año mas tarde.
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consumo y de los regalos correspondientes al negocio pacífico. Veremos a continuación cada una
de estas actividades
- abasto de ganado y vicios para el consumo de la guarnición
Ya hemos señalado que desde el asentamiento del fuerte el abasto de ganado para el
consumo del poblado tuvo diversas vías. Una de ellas era el envío desde el fuerte Independencia,
circuito bastante intermitente que dependía de que el tránsito hasta Bahía Blanca estuviera “libre de
indios hostiles” y de que dispusiera de chasques que aceptaran llevar los rodeos de ganado por
grandes extensiones expuestas a ataques indígenas.
Otra vía de abasto de ganado era la compra a los indios. Al año de haberse asentado el
fuerte, en septiembre de 1829, el comandante informaba que el establecimiento se había salvado del
abandono por la compra de ganado que los comerciantes habían hecho a los indios. El mecanismo
era el siguiente: los comerciantes compraban el ganado a los indígenas y luego lo vendían al
comandante para el abasto de la guarnición. Sin especificar el período que cubrieron estas compras
se menciona la adquisición de 1300 cabezas que fueron pagadas a 25 pesos cada una con órdenes de
pago contra la Tesorería que fueron gestionadas en Buenos Aires por Pedro Vela. Los comerciantes
que participaron en este intercambio fueron José María Araujo vendiendo 186 cabezas de ganado
por un valor de 4.650 pesos, Pablo Acosta aportó 692 cabezas por 10.300 pesos y Gregorio
Álvarez, 420 cabezas que totalizaron 10.550 pesos600. En 1830 se reprodujo este esquema de
compra de ganado a los indios. Entre el 3 y el 31 de agosto de ese año se introdujeron 205 cabezas
de ganado y entre el 2 y el 30 de septiembre unas 400 cabezas601.
Como hemos visto, desde 1833 se intentó regularizar el abasto de ganado para los
fuertes de frontera mediante contratos de provisión con hacendados de la provincia. Estos envíos
que, de todos modos, se hallaban supeditados a la posibilidad de transitar sin peligro la campaña del
sur, permitieron, con el tiempo, el establecimiento de una Estancia del Estado ubicada a
inmediaciones del arroyo Sauce Grande donde se iba reuniendo y pastaba el ganado vacuno que se
recibía. Existía asimismo un puesto similar donde se cuidaba la caballada patria. Estos puestos se
hallaban bajo el cuidado de soldados de la guarnición que fueron cambiado durante la gestión de
Palavecino. La Estancia del Estado pasó a estar a cargo del capitán Manuel San Román quien
contaba con la total confianza del comandante. Según la denuncia de Sánchez este capitán se
600 AGN,III,10.3.4 601 En “Diario de observaciones de Bahia Blanca”, en Villar (ed), Relaciones interétnicas…
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apropiaba de algunas cabezas del ganado para sus negocios particulares vendiéndolo tanto en Bahía
Blanca como en Patagones “sin más guía ni pasaporte que la que le firma el comandante”602.
Esta sustracción de animales llevó a una rápida disminución del rodeo debiendo
recurrirse nuevamente a la compra de ganado a los vecinos para poder llevar a cabo el abasto de la
guarnición hasta que se recibieran nuevamente las remesas enviadas por el gobierno. Estas
operaciones implicaban asimismo acciones adversas a los intereses del estado ya que los
vendedores entregaban al comandante vacas sumamente flacas y a cambio se quedaban con las
reses “de cuenta” que enviaba todos los meses el gobierno para el consumo de la guarnición. La
operación era la siguiente: si habitualmente bastaban unas 12 reses diarias para abastecer a la tropa,
los animales entregados por los vecinos eran tan flacos que era necesario carnear 18 para alimentar
al personal de la guarnición. Sin embargo, al llegar el ganado enviado desde Independencia, el
proveedor retiraba el número de cabezas que había vendido pero de un ganado de mucha mejor
calidad que el que habían entregado. En estas operaciones, según Sánchez, habrían participado el
soldado Santiago Maldonado que tenía un puesto de hacienda en terrenos del Estado, el
comerciante-juez de paz José María Hidalgo y el negociante León Cámara.
Sobre este ultimo personaje, Sánchez denunciaba otro negociado en donde estuvieron
involucrados, además, el teniente coronel Manuel Leyba y el comerciante de Patagones, Santiago
Daso. En julio de 1845 se había informado al gobierno sobre una operación de venta de carne de
276 reses que había realizado el comerciante Cámara y por la que se le había entregado un número
similar de cueros. De la misma manera que en el circuito anterior, la carne entregada correspondía a
animales chicos en tanto los cueros del Estado que fueron especialmente seleccionados entre Leyba
y Daso (a quien posteriormente Cámara vendió dichos cueros) pertenecían a animales de cuenta. Y
para dar una idea de la ganancia obtenida por el comerciante, Sánchez señalaba que el ganado que
Cámara había entregado a la comandancia para consumo procedía de una remesa que no había
podido vender de manera particular en el poblado “ya que estaban tan flacos que le ofrecían solo 20
pesos”. Si agregamos que al final de la operación, Cámara se hizo con 276 cueros que vendió a
Santiago Daso en 40 pesos cada uno, vemos que sin ningún esfuerzo el comerciante había
conseguido duplicar el valor original de su ganado.
Con el reparto de los “vicios” a los soldados sucedía algo similar. La guarnición recibía
desde Buenos Aires los artículos de consumo que eran entregados semanalmente al personal que
602 AGN,X,17.7.3
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gozaba de este auxilio. Desde la gestión de Palavecino la entrega de estas raciones se comenzó a
hacer quincenalmente a la vez que se redujeron las cantidades de tabaco y yerba que recibía cada
individuo. Los artículos que se sustraían por esta vía eran vendidos por el comandante y su segundo
Palao, a los comerciantes de Patagones o eran entregados a los propios pulperos de Bahía Blanca.
Según Sánchez, la misma apertura de la pulpería de Eustaquio Palao, hermano de un oficial de
confianza de Palavecino, había estado originada en estos negocios. En efecto, el denunciante decía
que la yerba y tabaco enviados desde el gobierno para todo un año alcanzó solamente para 6 meses
ya que con esos artículos abrió una pulpería el hermano del teniente Juan Francisco Palao.
Eustaquio, que hasta el momento se había desempeñado como albañil puso una casa de comercio en
el año 1842 donde, a raíz de los negociados de su hermano y del comandante Palavecino, “tenía
yerba y tabaco en exceso y en mayor cantidad que las otras casas vendiéndose la yerba a dos pesos
menos del precio corriente de 6 la libra. La situación era tan “publica y notoria” que los soldados al
dirigirse a casa de Palao decían… vamos a la pulpería de la Patria que hay buena yerba y tabaco
de la que nos manda nuestro gobierno de ración y no la venden tan cara”.
En este circuito de sustracción estaban involucrados los mismos personajes ya
mencionados en otras operaciones. De la ultima remesa de vicios que había enviado el Estado,
Palavecino vendió parte al comerciante León Cámara a un ínfimo precio quien a su vez y en
sociedad con el teniente coronel Leyba lo cambió al comerciante de Patagones, Ignacio León, a
cambio de unos veinte tercios de yerba “de desecho que [León] no había podido vender ni en
Patagones ni en Bahía Blanca”.
En noviembre de 1845, el comandante había informado al gobierno que, ante la escasez
de artículos para racionar a la tropa, había debido adquirir del negociante Daso 12 tercios de yerba y
14 rollos de tabaco así como una bolsa de arroz y 8 libras de fariña para el hospital. Según Sánchez,
de los vicios adquiridos se destinó solamente la mitad para el racionamiento de los soldados y el
resto se lo quedaron Palavecino y el oficial Juan Francisco Díaz quienes, a su vez, lo cambiaron a
las mujeres de la tropa y a las chinas por toda clase de aves. Tampoco el arroz y la fariña habrían
tenido el destino señalado ya que fueron utilizados por los mismos oficiales “para consumo de sus
familias y solo dejaron un poco de fariña para los empleados de la cancha de adobes del Estado”.
-el negocio de los cueros
El comercio de cueros daba lugar asimismo a un circuito clandestino mediante el cual
los cueros del ganado de consumo que debían ser enviados a la Capital o entregados a los
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prestamistas y/o proveedores del fuerte, eran desviados para negocios particulares. Mediante el
argumento de que existía una cantidad de cueros inservibles, se disminuía el número de los que
podían ser enviados a Buenos Aires; en realidad ese “desecho” no era tal y se entregaba a los
comerciantes del fuerte. Según Sánchez la desviación era tan numerosa que había llevado a la
existencia de una barraca paralela a la del Estado donde se guardaba el cuero así obtenido. Los
comerciantes que habrían participado en mayor medida en este negocio eran Eustaquio Palao y
Felipa Araque, esposa del coronel Manuel Leyba y propietaria asimismo de una pulpería. Este
negocio era tan “escandaloso” que el juez de paz lo había denunciado y al poco tiempo cesó de
existir esa barraca paralela. Sin embargo, a pesar de su denuncia, el juez de paz había participado de
este circuito clandestino.
En una minuciosa reconstrucción hecha por el denunciante, se señalaba que entre 1842
y 1846 se apartaron entre 50 y 60 cueros mensuales que debían ser enviados a Buenos Aires y de
esa manera se llegaron a totalizar unos 3.090 cueros sustraídos al Estado. Estos cueros fueron
entregados por Palavecino a los comerciantes del fuerte bajo la máscara de préstamos que nunca se
devolvían, o vendiéndoselos directamente a cambio de ganado vacuno. Así, se mencionaba que en
septiembre de 1846 había arribado la goleta norteamericana Chief con efectos de negocios pero
como los comerciantes no tenían dinero para adquirir artículos y no querían desaprovechar dicha
mercancía, le solicitaron al comandante los cueros del estado. Por esta vía se entregaron del 19 al 22
de septiembre las siguientes cantidades:
-Al comerciante y juez de paz Hidalgo 150 cueros por igual numero de reses sumamente flacas.
-A León Cámara 150 cueros por igual numero de terneras sumamente flacas.
-A Mauricio Díaz 118 cueros “con la mascara de cambio por igual numero de reses que no ha
tenido efecto por cuanto ningún ganado tiene de su propiedad”. Este negocio habría involucrado
también al oficial Manuel San Román y al propio comandante ya que mediante la entrega de estos
cueros habían liquidado deudas que ambos tenían con el comerciante.
-A Juana Iturra 200 cueros “con la mascara de cambio por igual numero de vacunos que no llego
aun a entregar”. En este caso no se esperaba que el ganado fuera entregado ya que Palavecino había
emitido un certificado haciendo pasar esos cueros del Estado como si hubieran sido comprados a los
indios.
-A Felipa Araque 200 cueros por los que obtuvo un certificado similar al entregado a Iturra de
“cueros comprados a los indios” 603.
603 En la documentación elevada por el comandante del fuerte al gobierno figuran compras de ganado a distintos vecinos del punto que corroborarían esta denuncia. En efecto, se señala que en el año de 1846 se compró ganado
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Los negocios denunciados por Sánchez se extendían al Fortín Colorado, creado luego de
la expedición al sur de Rosas (1833-1834) y dependiente de Bahía Blanca. Manuel Leyba había sido
comandante interino de dicho punto y durante su gestión se había apropiado de parte del ganado
yeguarizo que el gobierno enviaba como parte de las raciones que debían ser entregadas al cacique
Ilan. Con ese ganado Leyba hizo negocios en Patagones y formó su propio rodeo que según
estimaciones de Sánchez alcanzaba a unas 500 o 600 reses vacunas. En otro momento estuvo como
comandante interino del fortín el teniente del tercer escuadrón de blandengues don Miguel Ramírez
quien por órdenes escritas recibidas de Palavecino, entregó a distintos negociantes, los cueros
vacunos del consumo de la guarnición y de propiedad del estado604:
Además de estos grandes negociados donde participaban el comandante, oficiales y
comerciantes, existían pequeños robos realizados por individuos de tropa cuando, por ejemplo, se
hallaban de centinelas de noche y aprovechaban para sustraer algunos cueros que luego vendían a
los comerciantes. Ese fue el caso del soldado Evaristo Mansilla a quien se lo encontró una noche
robando cueros mientras debía cumplir con su ronda de prevención. Ante el hecho y por tratarse de
un soldado, fue el comandante quien procedió a levantar el correspondiente sumario; luego de
muchas indagatorias, Mansilla confesó que no era la primera vez que robaba y que estas incursiones
las realizaba a pedido de la pulpera Felipa Araque, esposa de Leyba, a quien luego vendía los
cueros. La aparición de esta vecina como instigadora de los robos decidió al comandante a derivar
las actuaciones al juez de paz; sin embargo, Hidalgo, ni corto ni perezoso las devolvió rápidamente
alegando que al ser Araque esposa de un oficial “el castigo tocaba al jefe principal del punto”. En
palabras de Sánchez, el comandante Palavecino “dejó el delito impune (como lo acostumbra) por
temor que siempre ha tenido y tiene al mayor Leyba”. Lo cierto es que, por temor o mediante el
alegato de una no muy clara falta de jurisdicción, la práctica no fue penalizada.
-El contacto interétnico y el negocio pacífico.
Ya hemos señalado en paginas anteriores la importancia que tenía para los fuertes de
frontera y con mayor medida para los asentamientos del extremo sur de la provincia un contacto
vacuno, entregandose cueros a cambio a los siguientes vecinos: a Hidalgo 150 cueros por igual cantidad de cabezas, a Camara idem, a Iturra 200 cueros, a Diaz 118 y al soldado Santiago Maldonado 50 cueros. Si bien el gobierno aprobó la medida, le indicó al comandante que debió aclarar por qué fue necesario contratar ganado. 604 Sin llegar a las dimensiones que alcanzo este “negocio” en Bahía Blanca, entre 1843 y 1844 las cantidades de cueros entregados en el fortin fueron de 226 cueros a Juana Iturra; 26 cueros a la esposa de Leyba; 100 al oficial de Bahía Blanca Manuel Collao, otros 100 al mismo comandante que a su vez vendió 70 de estos al comerciante de Patagones Jose Maria Martinez y finalmente 36 cueros a León Cámara.
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pacífico con los indígenas que en los hechos se sustentaba en un activo comercio y en el despliegue
de una relación diplomática basaba en la entrega de obsequios. Precisamente esta relevancia del
contacto interétnico amerita que nos detengamos brevemente en una caracterización de esta relación
para luego retomar el eje principal del apartado centrado en el rol de los comerciantes como
proveedores del Estado, en este caso, en el ámbito del negocio pacífico.
El contacto comercial directo como el contacto diplomático adoptaban formas muy
similares de relación: alojamiento de los indios en los corralones que tenían los comerciantes para
tal fin, manutención de éstos el tiempo de su estadía. En los dos casos también significaba un
negocio para el comerciante con la diferencia de que en el primer caso (el intercambio directo) eran
los indígenas los que contrataban con los comerciantes entregando sus artículos de comercio a
cambio de su hospedaje y de los bienes adquiridos; en el segundo caso, los gastos realizados por el
comerciante en la manutención y obsequio de las partidas eran elevados al comandante que a su vez
los giraba a la Tesorería de la provincia donde se ordenaba el pago correspondiente.
Para llegar a una estimación de la envergadura de este negocio nos encontramos con la
dificultad de que para la primera vía, el intercambio directo, no disponemos de fuentes que nos
permitan acercarnos al valor de los bienes intercambiados. Para el segundo caso, los que
llamaremos “gastos diplomáticos”, disponemos de las rendiciones elevadas por el comandante del
fuerte al gobierno provincial que, aunque no son homogéneas para todo el período, permiten
conocer en parte este negocio de los pulperos.
Una fuente de indudable valor para avanzar en este sentido es el Diario que se llevó en
el fuerte durante agosto y diciembre de 1830 momento en que Bahía Blanca se encontró en una
situación de extrema inseguridad a raíz de la llegada de grupos indígenas y españoles provenientes
del otro lado de la cordillera y del que nos hemos referido en varias oportunidades605. En ese
periodo se cortaron las comunicaciones con Buenos Aires y el temor a un posible ataque llevó a
extremar las relaciones pacíficas. El documento refiere la presencia periódica de partidas de
comercio que permanecían varios días alojadas en las casas de los comerciantes (con quienes en
ocasiones tenían relaciones personales606) mientras realizaban sus tratos. Durante el periodo que
cubre la fuente casi todos los días ingresaban partidas indígenas tanto para parlamentar como
605 Diario de Bahía Blanca, reproducido en D. Villar (ed), Relaciones interétnicas … 606 Estas no se limitaban a los comerciantes; también tenían contactos personales con algunos integrantes del cuerpo militar. El sargento Dionisio Guerra guardaba una estrecha amistad con el lenguaraz del cacique Reynaguel quien cada vez que llegada al fuerte iba a visitar al militar para tomar unos mates, “trayendole… de regalo a Guerra vaca, cavallo, ternera o grasa en prueba de la amistad que profesan”. Diario… p. 135
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directamente para comerciar por lo que la presencia indígena formaba parte de la vida del
poblado607. En ocasiones llegaron a entrar al pueblo tres partidas en un día lo que implicó la
imposibilidad de que se cumpliera con la orden de que las partidas fueran introducidas con una
escolta militar608.
El intercambio lo realizaban con los negociantes o con el comandante a quien vendían
fundamentalmente ganado para el consumo. Al no existir precios establecidos para los productos, el
cambio dependía de las equivalencias que realizaran los comerciantes. A modo de ejemplo, durante
este periodo fue frecuente la compra de ganado vacuno por parte del comandante del fuerte para el
consumo de la guarnición. No disponiendo de dinero para pagar el ganado, Rodríguez emitía
órdenes a los comerciantes del fuerte para que entregaran bienes equivalentes al valor asignado de
20 pesos por cada vacuno vendido por los indios. La vaguedad de la orden de compra, dejaba a los
comerciantes un amplio margen de maniobra para establecer los términos del intercambio.
No queremos plantear con esto la imagen de un indígena pasivo, victima de los abusos
de los comerciantes. Por el contrario, en el diario de Bahía Blanca, hay varias referencias que hacen
a los reclamos de los indios por el obsequio de bienes o por tratos poco amistosos de los pulperos.
En una oportunidad, estas denuncias se centraron en “no haver sido obsequiados [por el pulpero] en
su ospedaje”. El reclamo dio origen a la emisión de una orden de la comandancia en la que se
expresaba que “habiendo llegado a entender (con el mayor disgusto) no se observan
completamente las armoniosas y amigables reglas de pacificación que tengo ordenado… me será
responsable qualquier individuo de este Establecimiento de mi mando (de cualquier clace que
fuese) que contraviniese o que bolviese ha contravenir por el iniciado concepto”609.
Esta orden de Rodríguez fue exhibida en la puerta de ingreso de la fortaleza y en los
distintos corrales en que se alojaban los indios. Poco después, ante una nueva queja de algunos
caciques chilenos, se apercibió directamente al comerciante José Quintana ordenándosele que
607 En ocasiones llevaban a contarse más de 40 indios y chinas en las distintas pulperías del fuerte. 608 El comandante se quejaba de que “triplicandose las ordas de Indios apresentarseme en esta Fortaleza [se llegó al punto de que no eran] … condusidas a mi presensia por individuos alguno de los exploradores como esta mandado repetidas vezes”. No puede dejar de notarse que, en este momento de tension, se intentaban disimular algunas desconfianzas creadas por la aparición de caciques no conocidos y aún de jefes indígenas sobre los cuales existia la sospecha sobre su verdadera intención al acercarse al fuerte. No obstante, en todos los casos, se “disimulo” la desconfianza y se los obsequió según la politica de pacificación que debía seguirse. Diario… p. 148 609 Ibidem … p. 179
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alojara y obsequiara al cacique Felipe y la comitiva que lo acompañaba “en términos graciables y
pacíficos con todo lo necesario… cuatro o cinco dias que ellos dicen deben estar en este destino”610.
Los indígenas no ignoraban la importancia que tenía para los pobladores del fuerte el
mantenimiento de esta relación diplomática. Así, el hermano del cacique Tetruel se había
presentado en una oportunidad ante el comandante “manifestando un gran enojo por que a el no se
le davan barriles de Aguardiente” y apelaba a la amistad que lo unía con el comandante
“sentandolos a la mesa alguna otra vez los Gefes y oficiales y dándoles hasta la ración del sustento
diario de algún otro individuo de la Guarnición”611.
La necesidad de extremar los cuidados llevaba a tratar de acceder a los pedidos de
obsequios de los indios recurriendo a las más diversas estrategias. A fines del mes de noviembre,
luego de tres meses de aislamiento y de no recibir aprovisionamiento desde Buenos Aires, las
pulperías del fuerte estaban bastante desprovistas. Ello poco importaba a los caciques que, a su
llegada al fuerte seguían pidiendo y reclamando los obsequios de rigor. Precisamente en estas
circunstancias, el cacique Felipe, integrante del grupo Pincheira-borogano, solicitó la entrega de
algunas “alhajas” y una chaqueta colorada porque se debía llevar a cabo un matrimonio en señal de
alianza con otro cacique. Por más que se le expresó la dificultad y los esfuerzos que se hacían para
poder obsequiarlos y que esta situación se resolvería cuando arribara el barco que debía traer
refuerzos desde Buenos Aires, el cacique insistió en su pedido. Rodríguez no encontró más salida
que intentar complacer a Felipe “principiando abuscar las halajas que pedia [el día 4 de
noviembre] y son las nueve de la noche del dia 5 y aun no se le han podido completar como
deseamos”. Con respecto a la chaqueta “como haci lo exsijiese la politica pacifica… se accedio con
agraciable generosidad aque el Sastre en el momento diese principio ala obra buscando los
materiales un poco de cada parte hasta llegar al completo”612.
La importancia del negocio pacífico, sin embargo, no se limitaba a estos momentos
críticos en la vida del fuerte. En mayo de 1841 el entonces comandante accidental del fuerte, José
Luis Palavecino había elevado una queja al gobernador sobre la falta de colaboración de algunos
pulperos que se habían negado a prestar bebidas a la comandancia para obsequio de unos indios que
habían llegado de chasques. La presentación de Palavecino derivó en una orden de Rosas al juez de
610 Ibidem, p. 261 611 Ibidem, p. 143-144. 612 Ibidem, p. 250-251.
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paz para que realizara una filiación de los comerciantes que se habían negado a colaborar y la
inmediata remisión de las actuaciones.
El juez de paz Hidalgo envió poco después una información sumaria en donde se
aclaraban las cosas. Según la declaración de Palavecino se habían requerido 16 frascos de
aguardiente para agasajar a los chasques que habían ido a retirar las yeguas de ración para el
cacique Ilan. De los comerciantes requeridos solo José Antonio Lasaga entregó la bebida ya que
parte de las casas estaban cerradas; otras tenían escasa cantidad del artículo y Pedro Alvarez “se
negó”. Álvarez debió adivinar que su negativa no sería bien vista por el gobierno porque la misma
noche en que había sido requerido para que entregara el aguardiente, el comerciante se dirigió a la
casa del comandante e intentó por todos los medios justificar su posición. En su descargo alegó que
no contaba con los frascos solicitados de bebida pero que ofrecía a Palavecino otros artículos de los
que disponía en cantidad. Y para finalizar agregaba que “había tomado algunos efectos del
negociante Don Gregorio Álvarez para que los vendiese por hallarse su casa cerrada y no estar en el
destino y que dentro de esos artículos había bebida que le ofrecía”.
Hidalgo elevó las actuaciones que sostenían el descargo realizado por Álvarez pero
fueron devueltas por el gobernador que reiteró la demanda de que se realizara una clasificación del
comerciante en cuestión613. Hidalgo volvió a enviar el expediente incluyendo la filiación solicitada
donde se especificaba que Álvarez era vecino, soltero, de 25 años y natural de la Banda Oriental y
enrolado en la milicia pasiva. El final de este incidente fue una nota de Rosas ordenando al juez de
paz que expresara a Álvarez “el desagrado con que vio su negativa a prestar auxilios para obsequiar
a los indios amigos cuyo procedimiento es bien extraño en un individuo que se reputa federal y
patriota y muy reprensible, por consiguiente, pues tal proceder solo había sido propio de un salvaje
unitario sin patriotismo ni honor”614
Pero a pesar de este caso puntual de negativa de un comerciante en entregar bienes para
obsequios a los indios, la existencia de este circuito diplomático creaba para los comerciantes tanto
un mercado "extra" de importancia como una vía más para realizar negocios ilícitos.
613 A partir del segundo gobierno de Rosas, las “clasificaciones” se convirtieron en un documento fundamental como medio de control de la población que, a través de ellas era catalogado como federal o unitario. En este cruce de correspondencia entre Hidalgo y Rosas, el ultimo aclara qué datos debían ser incluidos en este documento: “relación de edad, patria, estado, domicilio, color, cuerpo a que pertenece sea de linea o milicia activa o pasiva, si es federal de notoriedad con servicios positivos y notorios o sospechoso de tal, si ha usado y usa constantemente la divisa federal y el cintillo y demas circunstancias que puedan servir a ilustrar el juicio del Sr. Governador”. AGN,X,20.10.4 614 Ibidem
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El negocio pacífico incluía la entrega de ganado y distinto tipo de artículos (de
consumo, vestimenta, etc). En términos generales, el ganado era enviado por el gobierno y los
artículos tomados de los comerciantes de los fuertes. En la denuncia realizada por Pedro Sánchez
que comentamos más arriba se muestra el circuito clandestino que se realizaba con el ganado
yeguarizo que se enviaba para los caciques amigos. De las 500 yeguas mensuales se le entregaba
menos de 300 y el resto era vendido a Patagones. Los involucrados en ese negociado fueron Iturra y
San Román, encargados por el comandante de la entrega de yeguas a los indios615.
La entrega de los artículos de consumo también permitía la realización de ciertas
irregularidades basadas en la falsedad de las relaciones de los bienes entregados a los indígenas y en
la adulteración de algunos productos. El aguardiente, por ejemplo, era frecuentemente rebajado con
agua con el argumento de que a los indios no les gustaba el aguardiente tan fuerte “porque los
quema interiormente”; esto permitía entregar dos frascos de aguardiente con el contenido de uno
solo y elevar la rendición por la primera cantidad. De igual manera, ante la ausencia de algún
artículo se reemplazaba por otro de menor calidad y valor enviándose el recibo por el artículo
original “no entregado”. Sánchez comentaba que era frecuente que ante la escasez de fariña los
indios recibieran semita o afrecho fino616.
A partir del año 1841, el asentamiento del cacique Calfucurá en Salinas Grandes derivó
en el ingreso de una cantidad notable de “consumidores” para los pulperos de Bahía Blanca que se
convirtió en uno de los centros de distribución de obsequios. Los presentes entregados a los
indígenas por esta vía repetían en todos los casos 8 artículos básicos: aguardiente, pan, cigarros,
fariña, yerba, azucar, tabaco y barajas. A estos bienes se agregaban de manera muy esporádica
vestimenta o artículos de bazar como ollas y jarras de lata. Lentamente fue conformándose una
relación cada vez más estrecha entre algunos caciques y capitanejos dependientes de Calfucurá y las
autoridades y comerciantes del fuerte al punto que, desde 1848, la presencia de partidas indígenas
en Bahía Blanca reprodujo la situación planteada para el año 1830 cuando era frecuente el ingreso
diario de más de una de estas comitivas. La centralidad de Bahía Blanca como centro de
distribución de los obsequios a los indios aliados queda en evidencia al señalar que, si los gastos
insumidos por esta vía representaban en el año 1841 un poco más del 15% del total gastado por la
partida presupuetaria destinada a la compra de artículos de consumo en el marco del negocio
615 AGN,X,17.7.3 616 Ibidem
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pacífico, su porcentaje luego de cuatro años se elevaba al 48,37%, participación que se mantuvo
hasta fines del período rosista617.
Pero no todos los comerciantes del fuerte participaron de este “comercio”. A inicios de
la década de 1840 fueron pocos los comerciantes que participaron del negocio pacifico teniendo en
cuenta que para esa fecha existían 13 pulperías en el fuerte. (Ver cuadro 4). Entre ellos encontramos
a los “viejos” pulperos Hidalgo, Acosta y Casal y nuevos comerciantes como Juana Seguel y
Mauricio Díaz, hermano de Catalina Díaz y cuñado de Hidalgo que desde el año 1843 figura al
frente de una pulpería (tal vez habilitado por su cuñado). Cinco años después la provisión de bienes
para el negocio pacífico incluiría a una mayor cantidad de comerciantes618 entre los que se cuentan
nuevos pulperos. Es el caso de los hermanos Araque (Estanislao y Felipa, esposa del oficial Leyba),
Estanislao Palao y Zenón Ituarte. En ambos casos la participación de Juana Iturra, esposa del
lenguaraz del fuerte Francisco Iturra, cobra una gran relevancia lo que habla de la importancia de
los contactos personales para captar el favor de los caciques para que se dirigieran a su pulpería.
En síntesis, en Bahía Blanca, la centralidad del sector comerciante es bien evidente
desde los comienzos del asentamiento siendo de destacar que su evolución y crecimiento se hallaba
fuertemente vinculado al comercio interétnico. Esa importancia no decaería hasta avanzado el siglo
XIX cuando la explotación pecuaria comenzara a expandirse de la mano de la llegada de
inmigrantes europeos. Pero, a pesar de esta diferencia con respecto a otros asentamientos
fronterizos durante el período rosista, las actividades desarrolladas por estos pulperos no se
diferenciaban en lo sustancial de las prácticas habituales de los comerciantes de campaña.
¿En qué medida los casos seleccionados en este capítulo nos permiten extender las
conclusiones al resto del espacio fronterizo? Con respecto al primer tema que nos planteamos, las
fuerzas utilizadas para defender la campaña, los cuadros confeccionados con la distribución de
tropas regulares y milicianas creemos que son suficientemente elocuentes en mostrar el peso que
tenía la milicia tanto criolla como indígena en todos los fuertes fronterizos. En efecto, parece formar
parte de la política estatal hacer descansar la seguridad de la campaña en los mismos pobladores
movilizados en caso de peligro, a los que se agregaría el auxilio militar indígena. En razón de ello,
617 Libros mayores de la Tesorería de Buenos Aires, AGN, Sala III 618 El único pulpero que desaparece en este año es Casal, dependiente de Vela quien, como señalamos más arriba, había abandonado sus negocios en dicho fuerte.
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cada uno de los nuevos fuertes creados en el año 1828 desde su misma fundación y unos años más
tarde como fue el caso de 25 de Mayo, incluía una población determinada de indios amigos. La
participación conjunta de fuerzas criollo-indígenas tanto en la defensa del territorio como en la
organización de expediciones punitivas al interior del territorio indígena también sería una práctica
común en cada punto fronterizo.
Para mencionar algunos ejemplos, citemos la campaña que realizó el coronel Maza con
el auxilio de los indios amigos de Guayquil y Caneullan asentados en fuerte Mayo619, las campañas
del coronel Sosa para atacar al grupo borogano de Salinas Grandes en combinación con fuerzas de
Venancio620 y, en Federación, incursiones semejantes que partieron hacia territorio ranquel
incluyendo tropas criollas e indios de pelea del cacique Llanquelen e, inversamente, la defensa del
espacio ante el ataque ranquel en el que fue asesinado dicho cacique621. En todas estas incursiones
se produciría asimismo una acción en cierta manera autónoma de cada una de las unidades en donde
la estrategia indígena sería tomar prisioneros de los grupos rivales, en algunos casos, para
recomponer desequilibrios demográficos622.
El estudio de la región de Azul-Tapalqué en una coyuntura de fuerte conflictividad
fronteriza que, precisamente derivó en la producción de una voluminosa documentación centrada en
estos conflictos, presentó la ventaja de que en ella se concentraron todas las posibilidades de
enfrentamiento que podían producirse en la frontera y, en respuesta a ello, la forma implementada
por el gobierno para restablecer la tranquilidad.
Con respecto a Bahía Blanca, su estudio nos permitió ilustrar con la descripción de un
caso en particular, algunos elementos que se plantearon a lo largo del trabajo: la participación de los
vecinos como proveedores del estado tanto en su rol como abastecedores de ganado y bienes de
consumo así como prestamistas para el pago de salarios militares, la relativa autonomía que podían
tener los poblados de frontera en determinadas circunstancias (en este caso vinculadas a su relativo
aislamiento con respecto al resto de la provincia), la importancia del comercio interétnico y el fuerte
619 Año 1836, AGN,X,25.3.2 620 Año 1836, AGN,X,25.3.2 621 Año 1838, AGN,X,25.5.3 622 En la campaña realizada por las fuerzas del fuerte Mayo, citada en nota 143, los grupos boroganos tomaron como prisioneros una cantidad de mujeres y niños de les permitió reorganizar el desbalance de sexos que tenían (AGN,X,25.3.2).
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basamento que éste tenía en las relaciones personales que se establecían entre los indígenas y los
comerciantes de la campaña. Con respecto al último punto, la evolución de Iturra desde un inicio
bastante humilde como lenguaraz hasta su conversión en uno de los más importantes pulperos del
fuerte no es muy diferente al camino recorrido por otro lenguaraz del período tardo colonial. En
efecto, Blas de Pedrosa, otrora cautivo de los indios, llegó a monopolizar el comercio indígena en la
ciudad de Buenos Aires en la década de 1790 gracias a los vínculos que había logrado crear con los
principales caciques desde su posición de intérprete oficial del Virreinato623.
De manera que, a pesar de las peculiaridades de su condición austral y, su frecuente
aislamiento del resto del territorio, las prácticas comerciales que se desarrollaron en Bahía Blanca
tenían una larga tradición en la cultura criolla y no parecen ser demasiado diferentes a las
planteadas, por ejemplo, para el Rio de la Plata colonial con respecto al pago de los sueldos de los
milicianos624, o a los abusos denunciados por Alvaro Barros con respecto al racionamiento de los
indios amigos en la década de 1860625.
623 Sobre Pedrosa ver Mariluz Urquijo, José M. “Blas Pedrosa, natural de La Coruña y baqueano de la Pampa”, en Historia, Año III, No. 9, 1957 y el más reciente trabajo de Cutrera, Laura, “Hospedaje y agasajo de los indios que bajan a esta capital. Una mirada a las relaciones pacíficas de fines del siglo XVIII”, en Ramos y Néspolo, Signos en el tiempo y rastros en la tierra. Luján, 2003. 624 Ver, por ejemplo, Gelman, J “Un repartimiento de mercancías” en 1788: los sueldos monetarios de las milicias de Corrientes”, en Cuadernos de Historia Regional, Añi 1, No. 3. Luján, 1985 y Moutoukias, Z. “Burocracia, contrabando y autotransformación de las elites. Buenos Aires en el siglo XVII”, En AnuarioIEHS, No 3. Tandil, Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires, 1988. 625 Barros, Alvaro, Fronteras y territorios…
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CUADRO 4. EVOLUCION DE LAS CASAS DE COMERCIO EXISTENTES EN EL FUERTE DE BAHIA BLANCA ENTRE 1830 Y 1851. 18301 18322 18363 18384 18415 18436 18517
Araujo, José Maria 1 3 3 3 2 2 1 Álvarez, Gregorio (dep Vela) 1 1 1 1 1 Casal, Francisco (dep Vela) 1 1 1 1 1 1 Quintana, José Maria 1 Acosta, Fco (dep Vela) 1 1 1 1 1 1 Acosta, Pablo 2 2 2 1 Vela, Pedro 2 3 2 2 Hidalgo, José Maria 1 1 1 1 1 Cámara, León 1 1 1 1 1 Gascogne, Pedro 1 1 Vela, Felipe 2 1 Crespo, Juan (Lasaga su dep) 1 1 Silva, Juan Felipe 1 Palao, Eustaquio 1 1 Araque, Felipa 1 1 Díaz, Mauricio 1 1 Araque, Estanislao 1 1 Ituarte, Zenón 1 1 Iturra, Juana 1 1 Antonino, Manuel 1 Plunket, Juan 1 Villanueva, Ildefonso 1 Ibáñez, Eusebio 1 Total de comercios 4 11 14 15 11 13 13 1 “Diario de Bahía Blanca”, en VILLAR, Daniel (ed), Relaciones interétnicas en el sur bonaerense 1810-1830. Universidad Nacional del Sur-Universidad del Centro, 1998 2 AGN,X,18.5.8 3 AGN,X,20.10.4 4 AGN,X,20.10.4 5 AGN,X,17.2.2 6 AGN,X,20.10.4 7 AGN,X,20.10.4
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TERCERA PARTE
CONFLICTOS Y ALIANZAS EN EL ESPACIO PAN ARAUCANO
Esta parte estará dedicada a los otros actores de esta historia, los indígenas, y se inserta en
los avances recientes que se están realizando en torno a las modificaciones que experimentaron los
pueblos nativos del área pan araucana ante la presencia cada vez más amenazante de poderes
estatales a ambos lados de la cordillera. El objetivo de esta parte es estudiar los modos de hacer
política en los grupos indígenas del área pampeana y las formas que asumió el liderazgo en la
época.
Para ello debemos comenzar con una descripción de las características de los pueblos
nativos a comienzos del período en estudio. El espacio pan araucano se hallaba poblado hacia fines
del siglo XVIII por una cantidad de grupos indígenas que compartían ciertas características socio
económicas producto de profundos cambios que se remontaban al siglo anterior. Uno de ellos fue la
llamada araucanización de las pampas que consistió, en una primera etapa que puede ubicarse en el
siglo XVII, en la difusión de elementos culturales típicos de los grupos indígenas ubicados al otro
lado de la cordillera (tejido, metalurgia y cultivo unidos a ciertos rituales y creencias) que
impactaron primero en la zona cordillerana para bajar lentamente hacia las pampas626.
Coincidiendo con la primera etapa de araucanización, comenzaron a hacerse evidentes los
signos del contacto con la sociedad colonial que provocaron modificaciones en la economía de los
grupos indígenas de pampa y patagonia, tradicionalmente cazadores y recolectores. En relación con
estos cambios, desde el siglo XVIII se intensificaron rutas comerciales de largo alcance en las
cuales el ganado, tanto caballar como vacuno, fuertemente adoptado por las poblaciónes del área
pan araucana se convirtió en el motor de circuitos comerciales que unían todo el territorio a uno y
otro lado de la cordillera. Por estos circuitos se movían asimismo otros bienes europeos como la
yerba mate, bebidas alcohólicas, instrumentos de hierro, incentivándose cada vez más el contacto en
función de la dependencia que se había creado hacia esos bienes.
La disminución del ganado cimarrón en el siglo XVIII coincidió con un incremento de la
demanda de ganado por parte de mercado colonial chileno y derivó en una modificación en las
626 Palermo, M.A. "La compleja integración…”; Raúl Mandrini, “Las transformaciones de la economía indígena bonaerense (1600-1820), en Madrini y Reguera (eds), Huellas en la tierra. Indios, agricultores y hacendados en la pampa bonaerense. Tandil, IEHS/UNCPBA, 1993.
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formas de apropiación del mismo. Las primeras expediciones de caza pasaron a convertirse en
malones que tenían como objetivo las estancias ganaderas de las fronteras del Virreinato del Río de
la Plata. El malón tomó el carácter de una empresa económica colectiva que llevaba a la
concertación de alianzas entre distintas parcialidades. Generalmente estas uniones eran fugaces y
convocadas con el único objetivo de obtener ganado de los establecimientos fronterizos de manera
que, producido el malón, los grupos se separaban.
El constante intercambio y circulación de bienes y personas implicó, asimismo, la necesidad
de concertar acuerdos con las parcialidades que habitaban o controlaban los territorios de paso.
Estas negociaciones podían derivar en matrimonios interétnicos, en alianzas coyunturales de tipo
político y, en casos extremos, en la formación de grupos étnicamente mixtos. Esta ultima estrategia,
iniciada como una alianza para un fin específico (guerra, arreo de ganado), podía dar origen a
confederaciones de relativa estabilidad. La diversidad de opciones que pusieron en juego los jefes
étnicos se relaciona con el tipo de estructura política de estas agrupaciones, caracterizada por
liderazgos competitivos que mantenían un delicado equilibrio entre ellos. En estos grupos era la
sociedad la que “creaba a sus jefes” los que debían su lugar al reconocimiento de sus seguidores en
virtud de su desempeño en el cargo y de sus habilidades guerreras y diplomáticas627.
Centrándonos específicamente en la región de la Araucanía, recientes trabajos han planteado
que la nueva economía basada en la producción de excedentes que permitieran obtener no
solamente artículos necesarios para la subsistencia sino también bienes de prestigio, produjo
modificaciones de importancia en esa estructura sociopolítica. Al nivel de la dinámica política
interna se produjo una transformación de los caciques “de gran hombre” que debía su autoridad a
sus capacidades guerreras y su habilidad oratoria, a “una especie de jefe” que debía su lugar a la
acumulación de capital económico (producto de las malocas y el comercio), capital político
(adquirido en los parlamentos) y capital informacional (a través de la constitución de alianzas
políticas, económicas y matrimoniales con otros grupos indígenas)628. El cacique se convirtió en un
hombre verdaderamente rico y como tal, obligado a la función de redistribuir las riquezas para
legitimar y reforzar su posición. En este contexto, la empresa guerrera que hasta entonces había sido
la fuente principal de la autoridad del cacique, pasó a ser un medio más de obtención de bienes para
redistribuir que se complementaba con el comercio y con los obsequios de las autoridades
627 Ver trabajos ya citados de Bechis, M. “Los lideratos pampeanos…” y Palermo “La compleja integración…”. 628 Boccara, G. “Etnogénesis mapuche…”.
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coloniales. Por lo que, al nivel de la comunidad, el respeto hacia el líder comenzó a asentarse más
en su habilidad diplomática que en sus destrezas guerreras.
Los nuevos jefes intentarían consolidar su poder buscando los modos de transmitir el
mando para que éste no se perdiera a su muerte. Los hispano-criollos fomentarían esta
estabilización del poder y utilizarían asimismo a los hijos de los principales caciques como nexos de
comunicación. Esta modificación política interna se vio complementada por la conformación de una
jerarquía política alentada por el poder colonial que creó la figura de “caciques gobernadores”.
Estas autoridades representaban en los encuentros diplomáticos a los diferentes butalmapus en que
se dividía la Araucanía.
Este nuevo poder no se erigiría sin enfrentar conflictos internos. En efecto, la
consolidación y cristalización del poder en una sociedad en donde había regido una tendencia al
equilibrio de poder entre los diferentes cacicazgos, produjo reacciones negativas en el resto de la
sociedad mapuche y derivó en luchas faccionales. En las décadas de 1770 y 1780, se produjo en
Araucanía un ciclo de conflictos inter-tribales promovidos por una nueva generación de líderes
embarcados en disputas por la hegemonía. Estos líderes apelarían al tradicional ethos guerrero
incitando a una posición de enfrentamiento hacia el poder colonial y atacando la política
contemporizadora de los caciques gobernadores reconocidos y “mimados” por las autoridades
españolas629.
Esta no sería la única vía por la cual se intentaría disputar o, al menos, sustraerse del poder
de los nuevos líderes. Para Villar y Jiménez existió la posibilidad de migrar hacia el este de la
cordillera, precisamente a la región de Mamil Mapu, donde algunos guerreros a los que denominan
“corsarios”, se harían de suculentos botines en ganado y cautivos a través de incursiones de caza.
Esos bienes les permitirían crear una base propia de poder, alejada de los caciques gobernadores de
Araucanía, con los que conformarían su propia base de poder630.
Los movimientos revolucionarios que a inicios del siglo XIX comnocionaron la vida a
ambos lados de la cordillera agregarían nuevos elementos a este contexto profundizando los
conflictos intertribales e interétnicos. Por un lado, el accionar de realistas e independentistas en
629 León Solís, L. “Guerra y lucha faccional en Araucanía (1764-1777)”, en Proposiciones No. 24. Santiago de Chile, 1994. 630 Villar, D. Y Jimenez, J.F. “Un Argel disimulado. Aucan y poder entre los corsarios de Mamil Mapu (segunda mitad del siglo XIX)”, en E-review (CNRS-CERMA), 2003.
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Chile, que perseguían la incorporación de indígenas a sus respectivas fuerzas derivó en una
extensión de la “guerra a muerte” en las pampas. La presión ejercida por las tropas revolucionarias
lograron concentrar la resistencia realista al sur del territorio y esta presión decidió a algunos grupos
a cruzar la cordillera buscando refugio en las pampas631. Esta etapa, que se considera
historiográficamente como el segundo momento de la araucanización, se caracterizó por el hecho de
que estos movimientos de población derivaron en el asentamiento de grupos indígenas
extracordilleranos en la región pampeana. Por otro lado, el fracaso en establecer un poder nacional
en el territorio del ex virreinato del Río de la Plata, derivó en el surgimiento de las administraciones
autónomas provinciales de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, San Luis y Mendoza quienes con
frecuencia se enfrentaron políticamente entre sí y ofrecieron a los grupos indígenas un abanico de
posibilidades para negociar y construir diferentes redes de relaciones..
La hipótesis que desarrollaremos en esta parte, siguiendo el planteo formulado por
Villar y Jimenez para la segunda mitad del siglo XVIII, es que al inicio del período que nos interesa
existía un contexto de gran tensión y conflicto entre diversas agrupaciones que vivían en la zona
pampeana contándose entre ellos algunos grupos locales que podían demostrar una larga
territorialidad en ese espacio y otros que se habían establecido recientemente. Esa tensión llevaría a
un incremento de la actividad guerrera derivada de la pugna de los distintos protagonistas indígenas
por alcanzar posiciones que les permitieran controlar espacios estratégicos de los circuitos
económicos que unían el territorio a ambos lados de la cordillera. Esta situación conflictiva se vio
acrecentada por la cada vez más agresiva presencia estatal procedente del este que apelando a una
poco clara política que combinaba negociaciones con incursiones militares, intentaba usurpar ricas
tierras de pastoreo.
Los elementos anteriormente señalados nos permiten hablar de la existencia de una
zona tribal en el espacio pampeano dentro de la cual los jefes indígenas pondrían en juego una
diversidad de estrategias tanto para relacionarse con los poderes estatales como para dirimir
conflictos internos. Como señalan Whitehead y Ferguson, serían tres las soluciones básicas que se
presentaban a los caciques: el acuerdo, el enfrentamiento y el abandono del espacio. Todas ellas se
verificaron en este espacio en el período que nos ocupa. Un elemento clave en la constitución del
liderazgo indígena se hallaría en el tipo de relación que los diversos caciques entablaran con el
631 Jorge Pinto Rodriguez señala que, de 26 caciques que existían en la Araucanía, 17 se plegaron al movimiento realista, 5 a los patriotas y 4 se mantuvieron neutrales. (De la inclusión…, p. 50). Sobre los móviles y características de la adhesión indígena a la Guerra a Muerte, ver capitulo 1, p.
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gobierno provincial. Desde el período rosista, el contacto pacífico significaría la percepción regular
de una cantidad nada desdeñable de bienes sobre la cual el cacique, en su carácter de jefe
redistribuidor, podía construir un nuevo poder. Dependería de su habilidad por legitimar al interior
del grupo el nuevo rol diplomático por sobre el guerrero lo que llevaría al éxito o fracaso de su
estrategia.
Las fuentes principales utilizadas para el período 1810-1828 fueron los parlamentos y
encuentros diplomáticos que se llevaron a cabo en esta etapa632. Para el tema que desarrollamos en
esta parte nos centramos fundamentalmente en la evolución que experimentaron los reclamos y
exigencias que los caciques plantearían ante la realización de cada encuentro diplomático. La
permanencia e insistencia en mantener algunos y de manera inversa, el abandono de otros junto a la
aparición de nuevos requerimientos se presentaron como caminos ricos para explorar los
fundamentos de la relación interétnica así como los motivos que llevaron a algunos jefes indígenas
a producir cambios en sus estrategias políticas. A pesar de las limitaciones de esta documentación,
que ya hemos señalado, los parlamentos son fuentes claves para indagar sobre la distribución del
poder dentro de las agrupaciones ya que la participación en los mismos demuestra el lugar de
prestigio que ocupaba el interviniente en su grupo. Como expresa León Solís, “Solo ellos [los
indígenas presitigiosos] gozaban del privilegio de hacer uso de la palabra frente al resto de la
sociedad. Durante el parlamento, los caciques gobernadores, lonkos y ulmenes que habían llegado
a la cúspide del poder tribal, a través de la aclamación demostraba públicamente su
reconocimiento a los jefes...”633.
Durante el período rosista esta fuente es prácticamente inexistente ya que, como
señalamos más arriba, no se produjeron acuerdos escritos con los indígenas. La documentación
usada para esa etapa fue la fluida y voluminosa correspondencia que provenía de los principales
grupos aliados / amigos y era dirigida a distintas autoridades provinciales incluido el gobernador634.
Estas misivas que partían de las tolderías y arrojaban por lo tanto una información directa sobre los
acontecimientos que se vivía en ellas provienen de diversas fuentes: los escribientes de los caciques,
lenguaraces que se hallaban cumpliendo algún tipo de misión y oficiales criollos asimismo
afectados a algún servicio de vigilancia o espionaje. En el primer caso las cartas eran firmadas por
632 Pedro Andrés García. Diario de un viaje a Salinas Grandes…; Pedro Andrés García, “Diario de la expedición de 1822 …”; Rodriguez, M. Diario de la expedición al desierto… ; “Diario de Mateo Dupin”, en Villar, Jimenez y Ratto, Conflicto, poder y justicia…. 633 Leonardo Leon Solis, “El parlamento de Tapihue…”. 634 AGN, sala X, Secretaría de Rosas (varios legajos correspondientes al período 1832-1852).
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los caciques y se supone que reflejarían con bastante aproximación el discurso de los jefes
indígenas635. En los otros dos casos se trataba de personas ajenas a la comunidad no obstante lo cual
su presencia en las tolderías significaba la existencia de lazos personales con integrantes de éstas
que les habría permitido obtener información fidedigna.
635 Sobre el tema ver Bechis, M. “Cuando los regalos no llegan, los jefes se ponen verdes: politica y regalo entre caciques de las pampas en una Junta General de 1830 descrita por participantes”, en Cuadernos del Sur. No. 29, UNSur, 2000
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CAPITULO 1
HACIA UNA NUEVA FORMA DE LIDEREZGO ETNICO
En este capítulo nos proponemos analizar el período 1810-1828 recordando que durante
esta etapa, dos grandes procesos incidieron en la vida de las comunidades indígenas que
habitaban en Pampa y Patagonia: la cada vez más decidida expansión territorial del gobierno
bonaerense y las migraciones indígenas del otro lado de la cordillera que durante el período
cambiarían su carácter de expediciones de caza para derivar en el asentamiento permanente de
nuevos grupos en dicho territorio. Estos acontecimientos provocaron la toma de importantes
decisiones de los líderes indígenas de pampa-patagonia en torno a las estrategias a poner en
práctica para hacer frente a ambas presiones.
Hemos ya señalado las características más generales que relacionaban a los distintos
grupos que conformaban el mundo indígena del área pan araucano. Nos centraremos ahora
específicamente en el espacio pampeano para hacer un recorrido por el “corazón” de territorio
indígena mencionando dónde se hallaban ubicadas las tolderías y de manera estimativa, cuál era
la población que habitaba la zona a inicios del período que nos interesa.
1. Los grupos indígenas al sur del Salado
Hemos señalado que el espacio pan araucano se hallaba poblado hacia fines del siglo
XVIII por una cantidad de grupos indígenas que compartían ciertas características básicas
producto de profundos cambios que se remontaban al siglo anterior. Más allá de estas
transformaciones que, a nivel macro, se vinculaban específicamente al ciclo del comercio de
ganado a gran escala, la vida cotidiana de las comunidades también había experimentado
modificaciones. Si la adopción del caballo había permitido un mayor y más rapido
desplazamiento por el territorio posibilitando pasar de pequeñas partidas de caza a grandes
expediciones de cacería también modificó los hábitos alimenticios de estas poblaciónes ya que la
carne de yegua pasó a ser una de las comidas preferidas para los indígenas; el cuero, asimismo,
se convirtió en materia prima para actividades artesanales y para la construcción de sus
viviendas, las tolderías636.
636 Miguel Angel Palermo, “Reflexiones sobre el llamado ´complejo ecuestre´…” y “La innovación agropecuaria entre los indígenas pampeano-patagónicos: génesis y procesos”, en Anuario IEHS. No 4. Tandil, 1988.
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La toldería era la unidad socioeconómica esencial del mundo indígena. Reunía una
cantidad variable de toldos, en cada uno de los cuales vivía una familia ampliada, las que se
hallaban relacionadas entre sí por lazos familiares. Por encima de la autoridad que ejercía cada
cabeza de familia en su respectivo toldo se encontraba la del cacique de la toldería. Además de
aquellos habitantes que reconocían una relación de parentesco con el jefe de toldería, se hallaban
incorporados a ésta, refugiados y cautivos. El rol y la función de estos personajes en el mundo
indígena variaban, en el caso de los cautivos, en función del sexo y edad y, entre los refugiados,
por los conocimientos particulares que pudieran resultar de valor para los indígenas. Los
cautivos y, fundamentalmente si se trataba de mujeres, representaron una incorporación de mano
de obra para el cuidado de ganado, la realización de tareas domésticas y, coyunturalmente,
cumplieron la función de mantener o aumentar el nivel poblaciónal en períodos de conflictividad
intertribal e interétnica, especialmente a partir de la década de 1820. En el caso de los refugiados,
el lugar que ocupaban dentro de las tolderías se encontraba fuertemente relacionado con el tipo
de habilidades o conocimientos que pudieran aportar, por ejemplo, el manejo de la lengua
indígena, la capacidad de lecto-escritura; el conocimiento de terrenos y recursos en puestos
fronterizos; los contactos con hispanocriollos en zonas fuera del territorio bajo control indígena;
la experiencia con armas de fuego, etc.637.
En las tolderías se realizaban una serie de actividades artesanales que producían bienes
tanto para el consumo interno del grupo como para el intercambio. Artesanías de madera, cuero,
piel y tejidos salían de los rudimentarios talleres de las pampas para encontrar destino en los
diversos puntos de intercambio tanto con otros grupos indígenas como con poblaciónes criollas.
En las cercanías de los toldos pastaban los rebaños que brindaban la materia prima para las
actividades artesanales y para la alimentación de la población638. La ubicación de los toldos no
era fija sino que variaba en función de la disponibilidad de recursos, buscando siempre asentarse
en la cercanía de aguadas y campos de pastoreo639.
637 Para un estado de la cuestión sobre los trabajos que tratan el tema del cautiverio y la funcion de los refugiados ver Claudia Salomón Tarquini, “Refugiados y cautivos entre los ranqueles: sus funciones sociopolíticas a mediados del siglo XIX”. Ponencia presentada en VIII Jornadas inter-escuelas departamentos de historia, Salta, 19 a 22 de septiembre de 2001 638 R. Mandrini y S. Ortelli, Volver al país de los araucanos. Buenos Aires, Sudamericana, 1992. 639 Lidia Nacuzzi realiza una interesante caracterización sobre el nomadismo de las agrupaciones de pampa y patagonia para el siglo XVIII señalando diferentes tipos de asentamiento en función de dos variables: la cantidad de toldos que se agrupaban y el tiempo que permanecían en él, lo que dependía a su vez de la finalidad de los movimientos: busqueda de caza, lugares de intercambio, encuentros políticos. Nacuzzi, L. Identidades… p. 203-204.
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El incremento de la circulación e intercambio de bienes a ambos lados de la cordillera
había derivado, en algunos casos, en procesos de especialización regional, por los que algunas
comunidades se concentraron en la producción de algunos de los bienes requeridos. Así, por
ejemplo, grupos pehuenches se dedicaron a la extracción y comercialización de sal, otros
pehuenches de los valles cordilleranos a la adquisición y engorde de ganado para su venta al otro
lado de la cordillera640. Dentro de este proceso y en un espacio más cercano a nuestro interés, se
desarrolló una economía pastoril especializada en el área existente entre las sierras de Tandilia y
Ventania que proveía de ganado para el circuito a larga distancia. Este núcleo, inicialmente
dedicado al pastoreo de ganado equino fue integrando, con el tiempo, vacunos y ovinos en
función de las demandas de los mercados. Vinculada a esta actividad se desarrolló una incipiente
tecnología pecuaria a través de la construcción de corrales y potreros de piedra que se hallaban
cercanos a las rutas de comercio indígena641.
Para que esta especialización pudiera desarrollarse fue necesaria una relación muy
estrecha con otros nucleos productivos y de comercialización que proveyeran a los indígenas de
los bienes que éstos no producían. Ya hacia fines del período colonial, el comercio interétnico
había adquirido una dimensión importante y se verificaba en diversos lugares como las chacras y
establecimientos de la campaña bonaerense, en las pulperías rurales y en la misma ciudad de
Buenos Aires. Excediendo estos lugares específicos de intercambio, las prácticas comerciales
comenzaron a formar parte de las entradas que el gobierno realizaba, por diversos motivos, al
territorio indígena. Por ejemplo, en las expediciones anuales a Salinas Grandes, viajaban
comerciantes blancos que aprovechaban el acompañamiento de una comitiva armada para hacer
sus negocios en las mismas tolderías642.
De manera que, a inicios del siglo XIX, las agrupaciones indígenas pampeano-
patagónicas compartían un sistema económico que tenía un fundamento muy importante en el
comercio de ganado a gran escala lo que había derivado en un proceso de especializacion
regional de algunos grupos. La relación con la sociedad hispano-criolla se basaba en la mutua
dependencia comercial, en un contexto general de conflictividad o fricción interétnica,
repesentada por agresiones mutuas que de acuerdo a las épocas era mas o menos frecuente. Una
640 Varela, G y Manara, C, “Particularidades … .”. 641 Raúl Mandrini. "Procesos de especialización regional en la economía indígena pampeana (siglos XVIII-XIX): el caso del suroeste bonaerense", en Boletín Americanista, año XXXII, No. 41. Barcelona, 1991. 642 Ibidem.
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característica fundamental en este esquema de relación es que se daba en un marco de autonomía
política y territorial de los indígenas.
Algunos de estos rasgos serían fuertemente impactados por la doble presión que
experimentaron aquellos grupos ubicados fundamentalmente en el area interserrana. El más
inmediato se produjo con el avance poblaciónal de la provincia de Buenos Aires, y fue la
desarticulación del nucleo de especializacion ganadera; los grupos que habitaban la región
debieron abandonar sus tierras de pastoreo y reconstituir su economía. Sin embargo, el efecto
más disruptivo de todos fue la perdida de la autonomía territorial y política que lentamente,
comenzaron a experimentar los grupos que optaron por un mayor acercamiento a las autoridades
provinciales aun cuando eran concientes de los riesgos que acarrearía esa opción.
Localización espacial y estimación de la población indígena en la década de 1820
El ciclo de marcada conflictividad que se produjo en la primera mitad de la década de
1820, se describe comúnmente y en virtud de una mirada etnocéntrica que prima en el análisis,
como un período de despoblamiento criollo de la campaña más avanzada, de desprotección de la
frontera y de amenaza constante de los establecimientos que se hallaban cruzando el Salado.
Pero, por otro lado, también se plantea que las demostraciones de fuerza realizadas durante la
primera expedición de Rodríguez (1820-1821) habrían derivado en un movimiento de repliegue
similar de algunos grupos indígenas. Esta situación estaría mostrando un proceso en espejo de las
poblaciónes criollas e indígenas en torno al límite oficial, que refuerza la idea de la frontera
como un lugar de confrontación y de hostilidad. Idea fuertemente vinculada a aquella otra que
caracteriza la relación interétnica en una rígida división de momentos de guerra y de paz.
Ninguna de estas imágenes se corresponde con los datos que brinda la documentación que
analizaremos.
La ocupación del espacio entre el río Salado y las sierras del sur de la provincia en el
período 1820-1825 presenta aspectos mucho más complejos y en ese sentido el diario de viaje a
la sierra de la Ventana de Pedro Andrés García, realizado en 1822 es un documento riquísimo
para dar cuenta de ello643. En el mismo se puede ver claramente que ninguno de estos
pretendidos abandonos territoriales fue tan profundo y que los contactos pacíficos (al menos en
643 García, P “Diario de la expedición de 1822 …”..
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lo que atañe a las prácticas comerciales) se mantuvieron fuertemente a pesar de la conflictividad
latente644.
En su diario de viaje resulta evidente el interés de García por mostrar un escenario de
penuria entre las poblaciónes criollas al describir explícitamente el abandono de algunos
asentamientos. En efecto, al cruzar el río Salado por el partido de Monte, García señalaba que
“Al acercarnos a ellos [los antiguos establecimientos] no encontramos sino vestigios de que un dia existieron. Los barbaros, en sus últimas y sangrientas incursiones, asolaron todos los situados en esta y la otra parte del rio, en este partido [de la guardia del Monte]. Al aproximarnos descubrimos las ruinas de aquellas poblaciónes de los labradores que un día servian de abrigo a su indigencia y que el fuego devorador habia consumido: solo existian tristes y ensangrentados restos de algunos arboles: rastrojos, destruidos o pequeñas sementeras quemadas, que servian de sustento a las familias de un labrador honrado que alli moraba”645.
Sin embargo, y a pesar de este oscuro panorama, el abandono del espacio no había sido
permanente ni generalizado ya que realizado el cruce de dicho curso de agua, el comisionado
señalaba que se presentaba a su vista
“un horizonte, hermoso y nivelado… lleno de pequeños establecimientos de labranza, que nuevamente se habian repoblado, confiados en la proxima paz que debia efectuarse con los infieles: algunas sementeras que comenzaban a trabajarse y preparativos para una siembra considerable se hacian por algunos labradores de fondos”646.
La situación de los grupos indígenas ante el avance o, al menos, los intentos de avance
provincial guardaba similitudes con respecto a sus vecinos criollos. Para García, la expedición de
Rodríguez había logrado efectivamente el retiro de algunos grupos no encontrándose poblaciónes
hasta las sierras de Cairu y Volcán y daba el ejemplo de “los celebres caciques Ancafilu647 y
Pichiloncoy [que] se retiraron a la vista de la segunda sierra de la Ventana”. Sin embargo, a
pesar de esta presunción sobre los resultados de la expedición militar del año 1821, García
644 García mencionaba permanentemente el encuentro con partidas de comercio indígena que iban o volvían de la capital. Por ejemplo: “El 19 de abril [el cacique Antiguan] estuvo de vuelta á la Guardia [de Lobos] a los diez y nueve dias de haber salido de ella con catorce indios, parientes e inmediatos deudos de los caciques … con otras varias partidas de comercio que pasaron a esta capital”. Ibidem, p. 103. Por el intercambio constante que existía con la misma comisión podria pensarse que ésta era alcanzada por comerciantes criollos que aprovechaban la masiva presencia de indígenas para hacer sus tratos. Por ejemplo, en momentos en que se esta por verificar el segundo parlamento con los indios “ranqueles”, el comisionado expresaba que una tolderia proximo a su campamento se habia provisto de aguardiente por “una pequeña partida que habia arribado de esta ciudad”. Ibidem, p. 156. 645 Ibidem, p. 105. 646 Ibidem, p. 106. Negrita nuestra. 647 “El cacique Ancafilu fue el primero que abandono la suya situado con su tribu en las margenes del arroyo Chapaleufu, cerca de las faldas del Tandil, cuando fue sorprendido y acuchillado en la expedicion del año 20 hasta cerca de la Ventana adonde permanece al presente”, p. 117. Vale resaltar que el cacique Ancafilú no murió en dicho encuentro.
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proseguía su relato mencionando que “Las poblaciónes las desampararon poco antes del paso
de la Comisión por la sierra, pues se encontraban aun claros en donde habían existido”648.
De manera que, también en este caso, el abandono del territorio probablemente hubiera
sido sólo momentáneo como respuesta a la presencia del ejército provincial, volviéndose a
ocupar esos territorios una vez pasado el peligro. Esta estrategia sería señalada por el cacique
Pety (o Pooti) cuando, pocos años después de la misión de García se realizara un nuevo
parlamento con los caciques del sur649. El jefe indígena mencionaba en esa ocasión que
“quando el Sor Rodríguez nos invade, montamos a cavallo: si urge abandonamos los toldos y las ovejas: el anda todo el campo perdiendo cavallos y nosotros nos divertimos en veerlo caminar en balde. Quando cansado se retira matamos algunas yeguas con cuyos cueros hacemos nuevos toldos (que es casi lo unico que podemos perder) nuestros aliados nos mandan las ovejas que necesitamos mediante lo qual quedamos tan ricos como antes”650.
Esta estrategia se vinculaba asimismo, como ya hemos señalado, con el tipo de actividad
económica realizada por estos grupos, basada fundamentalmente en la caza, recolección y
pastoreo de ganado de manera que, como el mismo García podía observar, las poblaciónes iban
modificando su lugar de asentamiento en función de los recursos naturales y las aguadas
necesarias para el apacentamiento de sus rodeos. De ahí que, algunas de las poblaciónes halladas
en el inicio de su viaje no fueran encontradas al retorno ya que:
“Continuamente secan los lagos y sus habitantes tienen que cargar sus viviendas y arrear sus tropas de ganado hasta encontrar otro, en donde vuelven a domiciliarse: de modo que sus poblaciónes no son constantes en un mismo punto. En la estacion del estio tienen que abandonar todas sus campañas y abrigarse en las faltas de la sierra de la Ventana en donde se hallan buenas aguadas; y en la siguiente se retornan a sus terrenos o posesiones”651.
Si el espacio existente entre el río Salado y la laguna Milla Lauquen podría considerarse
de ocupación estacional, pasando dicha laguna se encontraba un territorio indígena más
densamente ocupado. El “corazón” de este territorio estaba limitado por el río Sauce y la costa
del mar hacia el sudoeste y por la Sierra de la Ventana hacia el oeste. Al noroeste de dicha sierra,
la escasez de lagunas impedía el asentamiento de poblaciónes, por lo que éstas desaparecían para
volver a ubicarse a una distancia cercana al camino a Salinas. La riqueza ganadera de estas
poblaciónes producía el continuo asombro de García que no dejaba que anotar que los “inmensos
648 Negrita nuestra, ibidem, p 117. 649 Nos referimos al parlamento realizado por el vecino de Patagones Mateo Dupin en el año 1825, ver Capítulo 1, pág. 650 “Diario de viaje de Mateo Dupin…”, negrita nuestra. 651 Como ejemplo, se señala que al pasar nuevamente la comision por la laguna donde había tenido lugar el primer parlamento y en la que se habían contado 4 toldos, existian en ese momento la cantidad de 22 porque “el cacique Ancaliguen habia mudado su lugar de asentamiento al haberse secado su laguna”. Ibidem, p. 146.
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rodeos de ganado de toda especie, se multiplican mas allá de todo calculo”652. La riqueza de la
campaña se veía complementada con diversidad de plantas y una variedad increíble de especies
animales para la caza: gamos, ciervos, avestruces, liebres y mulitas.
Las tolderías se ubicaban en el espacio existente entre las serranías de Tandilia y
Ventania, a orillas de las pequeñas lagunas que tachonaban el paisaje. Desde la ultima sierra
partían hacia el noroeste rumbo al camino de Salinas, tres arroyos paralelos, el Quetroiqué, el
Malloleufú y el Inglés Mahuida en cuyas orillas se concentraba un importante número de
tolderías. Al sur de la Sierra de la Ventana653, las poblaciónes volvían a concentrarse a ambos
lados de los cursos de agua que partían de sus estribaciones: el arroyo Naposta y el Sauce
Grande, que desembocaban en la bahía blanca. Y, siguiendo rumbo al sur, en las márgenes del
río Colorado otras poblaciónes asentaban sus tolderías.
Si bien la territorialidad de estos grupos era estacional, había algunas zonas, como por
ejemplo, el cruce de los ríos, sobre las que existía un control directo por parte de los jefes
indígenas654. Para cruzar el río Colorado, el comisionado Mateo Dupín debió pagar un derecho
de peaje a los caciques Canilao y Churlaquin que consistió en dos mantas de paño, tres barriles
de vino, 25 pesos de cuentas, dos arrobas de yerba y una de azúcar. Situación similar se presentó
al pasar el río Sauce Chico donde debió pagar derecho de cacicazgo al jefe Chana.
Hemos resumido en el cuadro que se haya a continuación, los datos de la población
indígena encontrada por los comisionados García y Dupin en los años 1822 y 1825.
652 En otra oportunidad diría que “El transito por esta campiña lo hicimos apartando la inmensa cantidad de ganados que de todas clases se presentaban sobre la marcha” p. 139. 653 Las poblaciónes ubicadas al sur de Ventania se hallan descriptas en el “Diario de viaje de Mateo Dupin” ya mancionado. 654 Las características que asumía el control ejercido por parte de los caciques del área pan araucana de algunos territorios estratégicos son analizadas por Miguel Angel Palermo para el período tardo colonial; "La compleja integración …”
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POBLACIÓN INDÍGENA AL SUR DEL SALADO (1822-1825).
Cacique Cantidad de toldos Indios de pelea que asisten a parlamento bajo bajo el mando del cacique
Población total estimada
Entre laguna Milla Lauquen y Sierra de la Ventana Huilletrur 10 Antiguan 4 Llanqueleu 10 50 140 Avoune 16/20 150 180 450 450 Ancaliguen 21 180 300 500 500 Anepan 260 Lincon 25/30 150 200 500 Necul 28 560 Catrillan 5 Catriel y Cachul 364 Chañabilu 450 Sierra de la Ventana Neclueque/ Salomon
59 1200
Río Napostá Negro 14 420 Río Sauce Chico Quesné Sin datos Chaná Sin datos Rio Colorado Pichiloncoy 296 Catrepán y Enequile Sin datos Churlaquin 12 Canilao 7 toldos chicos Maciel 4 toldos agregados al anterior
Fuentes: Diario de García a Sierra de la Ventana y Diario de Mateo Dupin.
Los datos del cuadro se refieren exclusivamente a la población indígena situada entre el río
Salado y el rio Colorado teniendo como centro la región interserrana de Tandilia y Ventania655.
Como puede verse, existieron dos criterios usados por los comisionados para consignar la
población que encontraron en su viaje. Uno de ellos, utilizado exclusivamente por García, fue el
de señalar la cantidad de toldos pertenecientes a cada cacique y estimar la población total que
vivía en ellos (que refleja un promedio de 21 indios por toldo). El otro, usado por ambos
comisionados, fue el de determinar el número de indios de pelea que acompañaron a cada jefe
indígena a los parlamentos. Aún cuando la participación de estos conas no refleje la totalidad de
indios de pelea existentes en las tolderías, este dato nos permite realizar una estimación de
655. Los comsionados que en la misma época trataron con grupos “ranqueles” ubicados al norte del arroyo de Las Flores y en la zona de Mamil Mapu no han dejado apreciaciones sobre la cantidad de habitantes en las tolderías en las que se hospedaron.
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mínima sobre la población total que se encontraría en la región interserrana a mediados de la
década de 1820.
En los recuentos de población realizados en la Araucanía a fnes del período colonial, se
estimaba una relación de 5 a 6 personas por cada indio de pelea656. Valiéndonos de esas
correlaciones podemos considerar una población de 9470 a 11.364 almas. Si agregamos a este
número la población estimada por García en las tolderías ubicadas en la Sierra de la Ventana las
cifras ascenderían a 10.670 ó 12.564 habitantes. Esta cifra es semejante a la población criolla
existente en el año 1815 en los partidos del norte (10.773) y superaba ampliamente a la asentada
en los partidos del sur y del nuevo sur (6.309)657.
2. Los encuentros diplomáticos en la primera mitad de la década de 1820 En el año 1810, la misión de García a Salinas Grandes fue el primer contacto que el
gobierno revolucionario intentaría con agrupaciones indígenas de las pampas. En el desarrollo de
la misma comenzaría a ser evidente para las autoridades centrales la creciente complejidad del
escenario indígena debido al asentamiento de grupos transcordilleranos en la zona de Salinas
Grandes, lo que provocaría conflictos intertribales en torno al control territorial del área. La
misión no llegó a concretar ningún acuerdo específico de paces y las relaciones diplomáticas se
interrumpieron por varios años.
Hacia fines de la década de 1810 se produjo un incremento de la conflictividad fronteriza.
Entre los cambios que trajo esta nueva etapa se hallaría, por parte del gobierno provincial, una
preocupación por reiniciar los contactos diplomáticos con los grupos indígenas de la pampa. Sin
embargo esta premisa fue acompañada por empresas militares concretas tendientes a extender el
espacio ocupado. Esta duplicidad de acciones produjo en los grupos indígenas, una fuerte
incertidumbre acerca de los objetivos del gobierno. Mientras los pedidos de los caciques
mantenían una constante y se centraban invariablemente en los mismos reclamos, el gobierno no
llegaba a garantizar ninguno ni tampoco tenía ofertas concretas para hacer. Los encuentros
diplomáticos eran encabezados, del lado criollo, por personas de confianza de los principales
caciques a quienes denominamos “introductores”.
656 Ver Villar y Jimenez, “Saca de ganados mayores y menores para la tierra de Indios. Convites, consumo y política entre los Indígenas de Araucanía y las pampas (segunda mitad del siglo XVIII)”. Mimeo, 2003. 657 A. Mascioli, S. Lanteri, V. Collia y N. Perea, “La temprana llanura aluvial…”
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Las negociaciones en el sector norte de la provincia: entre “montoneros” y “chilenos”.
El primer contacto diplomático con el que iniciamos el análisis fue el realizado en
noviembre de 1819 con los “ranqueles” en Mamil Mapu658. Como hemos visto, para esta época,
los grupos indígenas cercanos a la frontera norte de la provincia intentaban ser seducidos por una
diversidad de actores: caciques “chilenos”, montoneros federales y el militar chileno José María
Carrera659. Conociendo el gobierno de Buenos Aires la situación potencialmente explosiva que
existía en ese sector de la provincia, intentó captar la amistad de los principales jefes indígenas.
La misión diplomática encomendada por el gobierno al coronel Chiclana debe entenderse
dentro de este panorama de inquietud ante posibles incursiones en la frontera norte. El vecino y
hacendado de Salto, Juan Francisco de Ulloa actuaría en esta oportunidad como “introductor” al
territorio indígena.
A fines de octubre, Chiclana partió con una reducida comitiva hacia territorio indígena.
En dos días de marcha recorrieron la distancia que existía entre el río Salado y las tolderías del
cacique Nicolás Quintana. Luego de las primeras presentaciones, comenzó la entrega de
obsequios, momento en el cual el cacique solicitó a Chiclana que le entregara aguardiente660. El
comisionado le informó que la bebida había sido dejada en la Guardia de Luján para no estropear
el curso de las negociaciones y que sería entregada una ver finalizadas éstas. La respuesta de
Chiclana fue tomada como un condicionamiento y el cacique se negó terminantemente a que se
prosiguiera con el curso de las negociaciones si el aguardiente no era entregado661. La posición
658 “Diario del viaje al parlamento de indios ranqueles realizado por Chiclana y su segundo D. Santiago Lacasa”, en Revista de la Biblioteca Nacional. Tomo XIII, No. 35 (1945). En adelante, señalaremos entre comillas las designaciones étnicas con que se nombran a los grupos indígenas en la documentación utilizada. 659 Sobre la actuación de Carrera en el espacio pampeano, ver capítulo 1 de la Primera Parte. 660 El consumo de bebidas alcohólicas en los parlamentos y el peso de este artículo dentro de los obsequios entregados a los participantes indígenas era verdaderamente notable. En un trabajo sobre los parlamentos de indios en Araucanía, Luz Mendez Beltrán mencionaba que en cada encuentro diplomático se llegaba a consumir un promedio de 10.000 litros de vino que repercutía en un incremento de la actividad viñatera del distrito de Penco. Mendez Beltrán, “La organización de los parlamentos…”. 661 Ya hemos señalado la importancia simbólica que tenían los obsequios en los encuentros diplomáticos que los comisionados repartían entre los principales caciques y éstos luego distribuían a sus indios. Ver cap. 2 de la Primera parte. De manera similar, en su análisis sobre el contacto entre las culturas indias y la de los pobladores franceses en la zona de los Grandes Lagos entre mediados del siglo XVII e inicios del XIX , Richard White señala que la entrega de obsequios constituía un pilar fundamental de la alianza interétnica. La importancia de esta “base material” llegaba al punto de que, su ausencia o retaceo, podía poner en peligro al sostenimiento de la alianza. Ante el incumplimiento en la entrega de obsequios pactados, un cacique había enviado al gobernador francés el siguiente mensaje “no teniendo en nuestro pais ninguno de los articulos que te solicitamos y que el año pasado nos prometiste que tendríamos y no tenemos … no nos verás a nosotros nunca más, yo lo prometo si los franceses nos quitan esto”. White, R. The Middle Ground...
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del cacique fue apoyada por Ulloa662 lo cual puso al comisionado en una clara situación de
desventaja que lo llevó a enviar chasques a Lujan para que recogieran los obsequios.
Llegado el aguardiente se realizaron los regalos correspondientes (2 barriles para cada
cacique). Este no había sido sino la primera etapa del viaje ya que el parlamento general se
realizaría en las tolderías del cacique Lienan. Un nuevo paso en la travesía fue la toldería del
cacique Curritipay a tres días de camino de la de Quintana. El 27 de noviembre de 1819, arribaba
la comitiva a Mamil Mapu luego de recorrer 180 leguas desde Buenos Aires663, se realizó el
parlamento. Carripilum actuó como comisionado para hablar en nombre del resto de los
caciques. Asistieron asimismo los jefes Quinchun, Millaan, Flumiguan, Neguelche
(Neclueque?), Nicolás Quintana y otros. La celebración del parlamento guardó las formalidades
habituales en estos encuentros: los caciques y sus comitivas se dispusieron en círculo en tanto
Chiclana y su segundo don Santiago Lacasa junto con dos lenguaraces se ubicaron en el centro
del círculo y presentaron las propuestas del gobierno. Estas se centraron básicamente en lograr
que los caciques no ampararan “españoles, ladrones y bandoleros en sus tolderías aunque sus
amigos los indios chilenos se lo pidan”.
En el parlamento se haría evidente la división de los caciques ranqueles entre algunos que
habían realizado acuerdos con el cacique Pablo y el oficial Carrera y otros que, apartados de esta
alianza, intentaban acercarse más al gobierno bonaerense. Esta circunstancia había llevado a un
rápido compromiso de los caciques a acceder al pedido de Chiclana. Al ver la buena disposición
de los caciques en relación a ese punto, el comsionado pasó a plantear el segundo tema que
importaba al gobierno: la extensión del territorio poblado. Los caciques respondieron que ya se
habia acordado que el río Salado sería el límite entre las dos poblaciónes pero Chiclana insistió
en la necesidad de nuevos territorios que dispusieran de aguadas para extender la cría de ganado.
Este pedido derivó en un parlamento entre los caciques que se prolongó un largo rato al término
de la cual los jefes indios informaron al comisionado que aceptaban el avance de las guardias de
Lujan, Salto y Rojas “con tal que en ellas solo se pusiese la Fortaleza y algunas Pulperias para
comerciar con los Indios a quienes se les habia de auxiliar con cabalgaduras y carne”.
Evidentemente los caciques dieron su opinión sobre el avance de la línea fronteriza en el sector
norte de la provincia, espacio en el cual interactuaban con la población criolla. Espacio
662 Según la opinión de Chiclana, Ulloa mostraba permanentemente una actitud desafiante acordando en todas las exigencias del cacique Nicolas. 663 En Política seguida… se presume por la distancia y rumbo seguido por la comisión que los toldos de Lienan debían encontrarse en la región de Toay, actual provincia de La Pampa. Tomo III, p. 292.
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asimismo, sobre el cual el gobierno no tenía prevista una expansión territorial. Resulta muy claro
en el planteo de los caciques que éstos accederían a un avance territorial en la medida que éste se
centrara exclusivamente en puntos de comercio y en destacamentos militares que, a la vez,
debían ser considerados por los líderes indígenas como un punto de apoyo en caso de conflictos
intertribales. Huelga insistir en que, al no constituir una prioridad para el gobierno el sector norte
de la provincia, este inicial acuerdo por avanzar el límite demarcatorio no prosiguió en nuevas
negociaciones.
La amenaza que representaban para algunos caciques ranqueles la presencia de Carrera y
sus aliados indígenas664, los llevaría a insistir en la necesidad de acordar una alianza defensiva
con el gobierno de Buenos Aires. Para seducir a éste, se había ofrecido una ayuda militar para
incorporarse a la expedición que, a inicios del año 1821 llevaría a cabo el gobernador de la
provincia, sobre los grupos indígenas del sur. Si bien la participación indígena en esta campaña
no se efectivizó665, las negociaciones de paz continuaron, llegando a existir dos misiones
paralelas en territorio indígena, dirigidas por dos vecinos del partido de Salto (Juan Francisco
Ulloa y Matías Gutierrez) que tratarían con diferentes caciques.
El mantenimiento de esta duplicidad diplomática a la vez que produjo rivalidad entre los
comisionados en torno a monopolizar los contactos diplomáticos, derivó asimismo en conflictos
similares entre los caciques ranqueles. La primera misión encabezada por Matías Gutierrez
había llevado al comisionado al paraje denominado Punto de Ranquilcó666 y en ella participaron
como principales, los jefes Santiago (quien según Gutiérrez hablaba en correcto español y “si no
es el mas poderoso [cacique] es uno de los principales”) y Nicolás Quintana, quien había
iniciado anteriormente las negociaciones previas por intermedio de Juan Francisco Ulloa. La
otra misión enviada casi un mes más tarde estaba encabezada precisamente por dicho vecino
junto a Martín Quiroga “hombres intimamente relacionados con los indios” y se había dirigido
hacia Mari Mamuel667 posición que, con respecto a las tolderías anteriores se hallaba “más
664 Amenaza que, desde inicios del año 1821, se limitaría a estos ultimos en virtud del alejamiento del oficial chileno hacia la provincia de San Luis y que era bastante real. Antes de abandonar el territorio ranquel, fuerzas del militar chileno cayeron sobre las tolderias de los caciques Nicolas Quintana y Neicu (distantes unas 30 leguas unas de otras). El ataque diezmo los recursos de los indios de Nicolas que debió solicitar yeguas al gobierno para alimentar a su gente. AGN,VII, 1041(Archivo Biedma) 665 Ver capítulo1, Primera parte, pág. 666 En Política seguida… se relaciona este nombre con la deformación de Sanquilcó registrado por Vúletin y Erize que se halla al oeste del actual partido bonaerense de Olavarría. Similar ubicación se obtendía de Olascoaga que considera Sanquil-có como corrupción de Ranquil- có ó agua de carrizales. Tomo III, p. 230. 667 Paraje que en la actualidad se encuentra en la provincia de La Pampa, departamento de Guatraché.
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afuera pero tirando al centro de la indiada”668. Los principales caciques que se encontraban
parlamentando en ese punto eran Lienan, Felipe Guaychul y Milla-Cuel incorporándose
posteriormente Curritipay. De manera que nos encontramos con los mismos jefes que pocos
años atrás se hallaban parlamentando de manera unida con Chiclana pero que, en ese momento,
había decidido realizar negociaciones en forma separada.
En el primer parlamento realizado por Gutiérrez habían participado cuatro caciques y
“ciento y más indios”. En el mismo se había acordado realizar un nuevo encuentro la semana
siguiente en las tolderías del cacique Currutipay “a quien da por cierto Santiago de poderlo
sacar de la amistad de Carrera y tratar de la captura de este”. Este compromiso de Quintana lo
ponía en una posición de privilegio en la relación con el gobierno ya que se presentaba como el
principal interlocutor que, a su vez, intentaría captar a otros jefes para la alianza. Entre éstos se
encontraban también “Los caciques de Guaminí que es donde ha parado Carrera” y con
quienes según Gutierrez “ya hay algo adelantado y todo bien dispuesto al parecer a no ser que
por algun otro movimiento se descomponga”.
Este papel central de Santiago Quintana se vio frustrado cuando, paralelamente, Lienan,
Guaychul y Currupitay iniciaron sus propias negociaciones. Ante la negativa del otro grupo de
unirse en estos parlamentos Santiago y Nicolás le dijeron a Gutiérrez que “no quieren nada con
[el lenguaraz Dionisio] Morales [que integraba la otra comision] ni con el otro cacique porque
estos han contado que bienen a tratar de paz y de todo cuando ya Nicolás y Santiago todo lo
tienen allanado”. Poco después, la reacción de Nicolás fue mucho más enfurecida explicando al
comisionado que “yo ya no quiero nada y en mandando algún chasque he de mandar cuantos
papeles me han mandado por que no quiero ser cacique ya” (subrayado en el documento).
Gutiérrez intentó calmar los ánimos de los jefes desnudando la verdadera preocupación
de éstos ya que les aseguró que
“ellos siempre han de tener su lugar preferente por haber trabajado en sugetar y persuadir a todos desde los tiempos criticos y ardientes en pro del Montonero [Carrera] y que sigan en exercicio en fabor de Buenos Aires porque el gobierno no se los ha quitado”.
668 Según Gutierrez las tolderías de Guaychul donde se encontraban los otros comisionados se encontraban a 15 leguas de ellos. En el relato de su viaje a los toldos, Martín Quiroga señalaba que había demorado 17 días en llegar “después de un penoso viaje en que tuvieron que extraviar camino huyendo de los montoneros [de Carrera]” (Carta de Martin Quiroga, 12 de marzo de 1821, en AGN,VII, 1041).
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En esta tensión entre las dos comisiones se jugaba algo más que la prioridad en iniciarlas
o en dirigir los contactos. En efecto, en los comentarios de Matías Gutierrez puede percibirse
claramente el proceso de incorporación constante de grupos transcordilleranos que siempre era
vivido de manera armónica sino que podía dar lugar a conflictos recurrente entre agrupaciones
antiguas y nuevas en el territorio. Según el comisionado el cacique “Santiago mueve con
generalidad a todos los caciques que se le prestan… [en tanto] Huechum [Guaychul] tiene mala
opinion entre ellos y no es criollo destos lugares como son todos los caciques del dia quienes
los mas son parientes”.
El conflicto encontró finalmente algun tipo de resolución ya que el 5 de marzo de 1821
el comisionado Ulloa notificaba al gobierno sobre un parlamento que había congregado en
forma unida a “todos los caciques de este continente” entre los que se contaron Nicolás
Quintana, Lienan, Payllaquin, Millan, Guaychul, Yanquelen, Cuel, Nahuelchu, Millaqueo,
Millanamun, Emiquan, Quincham. Y tres caciques “de los alzados… que recién entran en el
gremio”, Curritipay, Ranquel y Quilapay. En el parlamento Curritipay plantearía un tema
neurálgico de las negociaciones: el rescate de cautivos. Las argumentaciones del cacique
presentarían claramente un conflicto que se tornaría insoluble: quién haría el primer gesto de
amistad, los caciques entregando las cautivas o el gobierno pagando el precio del rescate.
Curritipay accedía a entregar las cautivas que existían en sus tolderías si el gobierno se
comprometía a pagar por ellas la suma de “9000 pesos, 400 yeguas, 4 tercios de yerba, 20 sacos
de tabaco, casacas y algunas camisas”. Y solo
“…luego que el Gobierno les diese [el rescate] y entonces quebrarían sus chuzas y las enterrarian para no alzar mas armas contra la Provincia y que solo ayudarian con los demas caciques amigos a la defensa de Buenos Aires y tratarian de atraer a los demas a la paz”669.
No hemos hallado la respuesta del gobierno ante esta propuesta. Pocos días después
Quiroga regresaba a Salto con las comunicaciones acerca del curso de las negociaciones
permaneciendo en las tolderías Francisco Ulloa. Desde Mari Mamuel a fines de marzo, el vecino
de Salto informaba sobre sus gestiones para desvincular a Carrera de sus aliados indígenas.
Ulloa logró convencer a los caciques Nicolás y Lienan para que llegaran a “la frontera con los
montoneros .. y de alli pasarles unos embajadores convidandolos con la paz y pasando el aviso
a los caciques amigos y a los capitanes conocidos que se hallaban en la montonera”. Si la
669 AGN,X,12.4.3
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persuasión no tenía resultado, debían amenazarlos con la engañosa idea de que “… estaban
prontos los ejercitos de todas las provincias para entrar en sus tierras”.
Ulloa acompañó a la comitiva. Al llegar al campamento de los rebeldes y presentadas las
propuestas “comenzaron a pasarse con todos sus ganados y familias a nosotros dejando al
cacique Pablo según me dicen solo con 200 indios”. Solo faltaba conseguir el acercamiento del
jefe chileno. En las charlas con los caciques aliados para convencerlos de realizar esta misión
volvió a plantearse el problema de los cautivos. Según Ulloa los indios esperaban la paga del
rescate “para ver y determinar lo que han de hacer con Pablo pues dicen que ellos no pueden
buscar el sustento para sus familias; yo les he dicho a nombre de V.S. que todo se les ha de
pagar por su trabajo” y pedía al gobierno el envío de 4 ponchos colorados para obsequiar a 4
caciques. Sin embargo, y a pesar de la disposición de los indios en seguir los planes del
gobierno, los auxilios no llegaban. Ante esto Ulloa exhortaba al gobierno
“Espero que V.S. le conteste al cacique Curitipay [Curritipay] con mucha politica a fin de que no perdamos lo trabajado. Puede V.S. disculparse con que no puede mandar nada porque Pablo dijo que saldrá al camino, que luego que no haya peligro mandara todo lo que pidan y pagara a todos los caciques que han trabajado. Espero esta contestacion pues los caciques quieren ver el resultado de V.S. y que sea lo mas pronto que se pueda”
Pero el gobierno, concentrado en los asuntos de la frontera sur, como veremos más
adelante, no parecía estar apurado en resolver este tema. Luego de 13 días contestaba al
comisionado que “está pronto a obsequiar a los caciques con dinero siempre que atacando al
cacique Pablo lo obliguen a hacer la paz y en prueba del afecto que como paisanos les tiene les
remite para cuatro caciques cuatro ponchos de paño grana”670. Lo que significaba muy
claramente que el problema no se destrabaría.
Y finalizaba la comunicación remarcando la importancia de la compensación económica
solicitada. En efecto, Ulloa insistía nuevamente en la necesidad de que el gobierno asegurara a
los caciques que llevaría el dinero con el ejército que enviaría para auxiliarlos. El argumento del
vecino de Salto estaba fundado en su conocimiento sobre las relaciones de reciprocidad entre los
indígenas y no respondía a una defensa de sus derechos. La entrega de obsequios era la
condición sine qua non para conseguir el propósito de terminar con el cacique Pablo pero, para
Ulloa “luego [de] concluido con Pablo V.E. podrá hacer lo que quiera con estos otros”671.
670 Todas las actuaciones mencionadas en la descripción de estas misiones paralelas se encuentran en AGN,X,12.4.2 671 AGN,X,12.4.3
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La ayuda del gobierno no llegó y las negociaciones se fueron diluyendo. Este desinterés
del gobierno por los asuntos de la frontera norte, que fue señalado anteriormente, vuelve a
hacerse evidente en la esfera de las relaciones interétnicas. En este caso derivó en la
imposibilidad de concretar el acuerdo con los caciques ranqueles. Para ello, y teniendo en cuenta
los consejos y por momentos, las apelaciones de los comisionados, hubiera sido necesario decidir
el vuelco de recursos hacia esos grupos tanto en bienes de consumo como en auxilio militar.
Habría que preguntarse cómo afectó este abandono del gobierno a los grupos indígenas
que buscaban el acuerdo. Si la presencia de relacionados de los caciques revestía los encuentros
diplomáticos de cierta dosis de confianza, las acciones posteriores o, mejor dicho, la inacción
que seguía a los acuerdos preliminares contradecían los pactos a los que se había llegado. Este
hecho originaría en los jefes indígenas una pérdida de confianza en estas negociaciones y no
sería descabellado encontrar la explicación de la constante negativa que posteriormente tendrían
los caciques “ranqueles” por establecer acuerdos de paz con la provincia de Buenos Aires, en los
desencuentros que caracterizaron la relación interétnica en esta etapa.
Hasta el momento las fuentes mencionaban de manera privilegiada a estos grupos
indígenas proporcionando datos que nos permitían acercarnos a sus relaciones intertribales e
interétnicas. A comienzos de la década de 1820, la atención del gobierno provincial dio un giro
fundamental hacia el sector sur de la provincia. Es precisamente a partir de ahora que los pueblos
indígenas del área interserrana comienzan a cobrar mayor importancia para el gobierno y la rica
documentación que acompaña este “descubrimiento” de la población nativa es la que nos
permitirá efectuar las aproximaciones a la dinámica intertribal que realizaremos en el proximo
acápite.
Los conflictos interétnicos al sur del Salado La caída del gobierno directorial y con él, la disolución del gobierno central,
descomprimió la tensión en el norte y desvió la mirada de las nuevas autoridades bonaerenses
hacia el sur de la provincia, zona donde debía realizarse la proyectada expansión territorial. Con
la excusa del malón a Salto en diciembre de 1820, el gobernador Rodríguez impulsó una
expedición punitiva hacia el sur de la provincia. Durante el corto período que media entre ella
(1820-1821) y el establecimiento del negocio pacífico (1826) se produciría un importante
cambio en el liderato de los grupos pampeanos en donde se enfrentarían caciques a favor de
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lograr el acuerdo con el gobierno aun cuando ello significara un grado de subordinación mayor al
que pudieran haber tenido hasta entonces y otros que, manteniendo la distancia, intentarían
negociar en igualdad de condiciones. Estos ultimos, al no encontrar forma de mantener esta
posición, acabarían uniéndose a grupos indígenas hostiles.
En su primera expedición, Rodríguez había atacado las tolderías de los caciques Ancafilú
(quien hasta hacía poco había residido en la estancia Miraflores) y Anepan en el arroyo
Chapaleufu, creándose la enemistad de éstos junto con los jefes Pichiloncoy y Catriel que se
unieron a los anteriores para atacar al campamento militar. La actitud del comandante mostró en
todo momento una posición de fuerza, desconociendo las formalidades de los contactos
diplomáticos. Si bien recurrió a un “introductor” para contactarse con los caciques del sur, el
vecino Pablo Pérez, ante la primera actitud de desconfianza de los indios, no dudó en usar la
fuerza para obligarlos a colaborar militarmente en la expedición. Esto implicaría un quiebre
fundamental en las relaciones diplomáticas en las cuales hasta el momento, se habían guardado
el respeto y las formalidades.
De todos modos, paralelamente a estas hostilidades se mantuvieron ciertos contactos
diplomáticos entre los caciques agredidos y el gobierno. Poco despues de esta expedición, el
cacique Catriel que cobraría una gran relevancia en el período rosista, se presentó en el fuerte de
Ranchos para negociar la entrega de cautivas:
“el cacique Oyalaú (Catrie es su nombre) sobrino legítimo del principal Antenau el que
ha presentado todos los documentos que ha obtenido de los anteriores gobiernos de su buena comportación y viene representando a los caciques Ancafilu y Pichiloncoy con las cautivas que ha comprado y pasa a entregar… lleva además una carta para S.E. del cacique Benancio escrita con fecha 20 de mayo”672.
Al año siguiente, la expedición a Sierra de la Ventana tendría en Pedro Andrés García, un
interlocutor válido para los indígenas. El coronel había dirigido misiones diplomáticas en otras
oportunidades673 y tenía una relación personal con algunos de los caciques con quienes
negociaría674 por lo que podía ostentar un amplio conocimiento sobre las formas que debían
672 Ignacio Inarra al gobierno, Ranchos, 17 agosto de 1821. AGN,X,12.4.3. Las negritas que agregamos al parrafo transcripto tiene el objeto de resaltar que la relación de estos dos caciques con el gobierno bonaerense antecedieron en mucho al período en que tradicionalmente se ubica su alianza con el mismo. 673 Por ejemplo, la expedición a Salinas Grandes en el año 1810 y las negociaciones de paz que se frustraron en el año 1815. Ver capítulo 1. 674 Del cacique “ranquel” Quirusepe diría que lo unía una antigua amistad y que había acompañado la comision para evitar que fuera atacada. Pedro Andrés García, “Diario de la expedición de 1822…”, p. 161.
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adoptarse en estos encuentros. La primera reunión formal con uno de sus anfitriones se produjo
en la toldería del capitán Antiguan. Llegados al sitio, García y sus compañeros fueron invitados a
comer en el toldo del jefe indio un asado de cordero “este obsequio es para ellos el mayor que
pueden hacer y la carne que mas aprecian” y a tomar mate lo que “por no desairar a los
invitantes, tomaron el que les toco por turno”675.
Los caciques que parlamentaron con García fueron los mismos que se habían enfrentado
con Rodríguez en su primera expedición, con la excepción de Ancafilu que ya es mencionado en
el relato como un cacique disidente. En el desarrollo de los parlamentos que se sucedieron a lo
largo del viaje se haría evidente una división entre los caciques participantes ya que mientras
algunos intentaban mostrar una actitud negociadora con el gobierno, otros exigirían el
cumplimiento de determinadas propuestas como base para el tratamiento de un acuerdo de paz.
Luego de varios días de marcha, tres caciques, en representación de Lincon y Avouné
pidieron dialogar con García. Recelosos por la experiencia anterior de Rodríguez, uno de los
indios enviados, el cacique Ancaliguen, expresó que existía el temor entre ellos de que la
comisión, bajo la fachada de paces, llevara una fuerza armada hacia el territorio para enfrentarlos
militarmente. Ante la expresión de desconfianza, García hizo formar a todos los integrantes de la
comisión para que fueran examinados y contados por los indios enviados quienes al ver que ésta
se componía de poco más de 30 personas regresaron a sus toldos para informar a los caciques
principales676.
Entre los indios principales que se habían presentado en el campamento de la comisión
para saludar y pedir obsequios, el coronel observó la presencia de uno muy bien vestido, con un
excelente apero, adornado con un chapeado completo de plata. El indio no expresó su nombre y
consultado con otros indígenas éstos dijeron no conocerlo por lo cual García supuso que no era
ni cacique ni principal sino “uno de los muchos que han robado largamente en las incursiones
en la provincia y vienen a lucir en sus tierras la presa”677. La obtención de bienes a partir de los
enfrentamientos llevaba a los indios a tener otro tipo de artículos como sables y multitud de
675 Este manejo diplomático no impidió que Garcia, en ésta y en otras oportunidades, dejara anotada su opinión sobre el desagrado que le causaban algunas de estas ceremonia; en esta ocasión agregaría que “el mate que ellos usan es correspondiente a su miseria… La esquerosidad de el y el modo con que lo sirven es mas bien para estremecer al que lo mira que para tomarlo… La bombilla asquerosa jamas se limpia y ella sirve hasta que no quedan mas pedazos”. Pedro Andrés García, “Diario de la expedición de 1822…”, p.120. 676 Ibidem, p. 120. 677 Ibidem, p. 124.
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armas blancas y de chispa, carabinas y tercerolas inútiles que por lujo cargaban en sus espaldas,
a la vez que uniformes y gorras de los soldados. Estas adquisiciones materiales incidirían en
modificaciones en la estructura de poder: ya no son solamente los caciques quienes ostentan
bienes de prestigio sino también indios de pelea que han podido obtener dichos bienes en los
enfrentamientos bélicos678.
El 27 de marzo de 1822 se produjo el primer encuentro entre la comisión y los principales
caciques. Primeramente se realizó una junta de todos los caciques que habían sido convocados a
la reunión en la que se acordaron los puntos que serían exigidos al gobierno para llegar a un
acuerdo. El encuentro de las distintas divisiones que llegaron al campamento se inició con una
presentación de las fuerzas de cada una de ellas, luego de lo cual “prorrumpieron en grande
alboroto, desordenándose la línea, corriendo o dando cargas en grupo con sable en mano y
lanza, tirando cortes y lanzasos al aire a diestro y siniestro: dando vueltas a toda carrera
circularmente alrededor del cacique que se hallaba en el medio, presenciando este ensayo
guerrero de su tribu”679. Luego de esta presentacion las divisiones formaron un amplio círculo
dentro del cual se instalaron los caciques.
En este parlamento se produjo un serio enfrentamiento entre el cacique Lincon que intentó
convencer al resto de los jefes de reunirse en forma conjunta con los “ranqueles” para ajustar las
paces. La propuesta fue violentamente rechazada por los otros jefes; el cacique que encabezaba
la oposición era Avouné que fue apoyado en sus dichos por el resto de la concurrencia. La
presencia y las voces de los indios sorprendieron a García que, a escasa distancia del lugar
presenciaba los hechos y mencionaba asombrado las voces que daba “el pueblo” en la junta que,
siguiendo la opinión de la mayor parte de los caciques, insultaba a grandes voces a Lincon680:
A pesar de mantener su posición, Lincon debió aceptar la opinión mayoritaria y se llamó
a los comisionados del gobierno para informarles sobre el resultado del parlamento681. Para
traducir el parlamento, además de los intérpretes que llevaban los comisionados, los caciques
678 Leonardo Leon Solís, “Guerra y lucha faccional…”. 679 Pedro Andrés García, “Diario de la expedición de 1822…”, p.126-127. 680 “… el poder que en estos actos ejerce la voz viva de este ultimo [el pueblo] sobre las decisiones del pacto y su opinion es seguida y obedecida de sus caciques o de lo contrario se hacen obedecer de un modo hostil, vengandose en el acto del que no obecede: no valiendo en estos casos el poder que egercen en el trato domestico de su gobierno interior” Ibidem, p. 138. 681 Las formalidades del evento llevaron a la formación de un nuevo circulo en donde entraron los comisionados y los caciques; éstos “se apearon de sus caballos y formados en tierra, cada uno abrazó y dio la mano a los integrantes de la comisión”. Ibidem.
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pusieron los propios que en la mayor parte eran desertores682. En esta oportunidad fue el cacique
Avouné quien presidió la reunión habiendo indicado a su intérprete que expresara a García el
deseo de los caciques de ver realizadas las paces pero insistiendo en la reunión en forma
separada de los “ranqueles” en virtud de sus problemas internos. Por tal motivo, la comisión
debería internarse mas en territorio indígena, cerca de la sierra del Volcán donde debían llevar a
cabo la conferencia con estos ultimos. García se opuso firmemente a seguir avanzando
recurriendo a distintos argumentos como su avanzada edad, su salud delicada y el estado de las
cabalgaduras, etc. En esa posición fue apoyado por el cacique Lincon pero sus quejas no dieron
resultado; el sector disidente había logrado imponer su posición683. De todos modos, ésta había
sido solo una reunión preliminar estableciéndose que al día siguiente se tendría el parlamento
oficial. Al anochecer se realizó un primer reparto de obsequios que continuó al día siguiente684.
El relato de las vicisitudes en estas entregas refleja claramente la importancia que tenía la
percepción de estos regalos para los indígenas.
“Sentados en tierra, formando un gran circulo, se regocijaban, acomodando los presentes provisionales que se les hacia, en las mantas, ponchos y bolsas … En estas ocupaciones pasaron toda la tarde hasta que anochecio y se marcharon todos los caciques a sus campamentos … A los caciques se les obsequio lo mejor que se pudo, pero de los muchos que habia querian que todo se les diese y no pasase nada la Comision adelante para sus enemigos. Tanta fue la impudencia de estos hombres que fue menester darles la mayor parte de lo reservado, segunda vez…”
Es claro en este párrafo, el interés de los caciques participantes por que se les entregaran
todos los obsequios sin que se reservara ningun bien para los restantes grupos con los que la
comisión esperaba parlamentar los que, por otra parte, son catalogados como sus enemigos.
Como veremos más adelante, el acaparamiento de los presentes tendría sus consecuencias.
En el parlamento general que tuvo lugar al día siguiente fue nuevamente Avouné quien
presidió la reunión en donde se trataron las bases para un futuro acuerdo de paces. Teniendo en
682 Los intérpretes jugaban un rol importantísimo en estos encuentros diplomáticos y era habitual que cada parte pusiera su propio lenguaraz para garantizar una correcta transcripción de los discursos. 683 El descrédito del cacique Lincon ante sus pares sería evidente en el curso de esta reunión. Según García “…lo que sucedió fue que el pueblo incomodado contra Lincon y sus parciales, arremetieron algunos atrevidos contra el y los suyos: en la confusion el bravo cacique no se turbaba y a todos atendia con su espada en mano y causaba respeto a los desertores que eran los que capitaneaban estos insultos con un objetivo diferente: no directamente contra el cacique, sino para que fuesemos envueltos en sus contiendas y disponer francamente de la yerba, tabaco que anhelaban a mas del odio con que nos miraban” (Ibidem, pág. 128). 684 Como parte de los obsequios se habian llevado para los caciques unos mates especiales. “Los mates que se les tenia preparados para este caso, eran algunos cuernos de 1 ½ pies de largo, y algunos jarros que se habian llevado de lata, de un tamaño casi igual al de los primeros. En estos cabia una libra de yerba con su parte de azucar correspondiente la que despues de consumida el agua, se la echaban al cuello y repetian la misma dosis cuantas veces se les daba. A todos se les satisfizo con este obsequio a mas de las buenas bolsas que al efecto traian preparadas para proveerlas con diferentes especies” Ibidem, p. 129 y 136.
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cuenta el verdadero objetivo de la comisión oficial, es decir, el reconocimiento del territorio y de
las poblaciónes indígenas existentes, el delegado no llevaba propuestas ni temas concretos para
debatir, por lo que los planteos que se realizaron reflejaron directamente los intereses y objetivos
de los lideres indígenas. Estos se centraron en tres temas que se reiterarían en los siguientes años
en las diferentes negociaciones que se entablaran: la ocupación de la tierra, el rescate de cautivos
y el intercambio comercial.
Con respecto al primer tema, los caciques denunciaron que habían sido los “cristianos”
quienes siempre habían violaban los tratados tomando la iniciativa de agredir avanzando sobre
sus territorios y usurpándolos. Los reclamos territoriales ocuparon un lugar central en el
parlamento y se remontaron a la primera etapa del proceso de avance territorial realizado por
particulares en el cual algunos indígenas se consideraban víctimas del despojo de sus tierras.
Según vimos en el capítulo 1, el asentamiento en tierras allende el Salado se había dado de
manera espontánea por los pobladores criollos que, en algunas ocasiones, negociaron su
establecimiento con grupos indígenas. En el parlamento se denunciaron aquellos avances que no
tuvieron esa instancia negociadora y las mismas fueron pronunciadas tanto por el cacique
Avouné dentro de un extenso relato sobre el deterioro de las relaciones interétnicas como por los
mismos damnificados. Así, “Un viejo de talla gigantesca, de los mas elocuentes, que hablaba y
sobresalía en sus quejas a todos los demás”, señaló que había sido dueño y poseedor de una
parte considerable de terreno en las costas del Salado, en el rincón llamado del Toro y que de allí
lo habían arrojado los cristianos, con graves perjuicios de sus intereses y espuesto a perecer de
indigencia en países estraños; pidiendo por ultimo que se le devolviese. Otro indígena que había
tenido su asentamiento cerca de donde se hallaba la guardia de Kaquelhuincul señaló que si bien
no había sido directamente expulsado por los nuevos pobladores, debió “emigrar a una gran
distancia para librarse de las tropelías que sufría de los cristianos”, argumento que reproduce
las mismas quejas que los pobladores criollos tenían con respecto a sus vecinos indígenas. Los
reclamos por tierras crecieron en intensidad al punto que “Una multitud de ellos redoblo estas
mismas quejas porque les parecía que había llegado el caso de pagarles todo cuanto habían
perdido y que en los tratados había de acordarse para su indemnizacion”685.
García intentó diluir este tema apoyando su argumentación en el fallido acuerdo que no
había llegado a concretarse en el año 1815 en el cual, aparentemente, se buscaba convenir con
los indios el adelanto de la frontera para dejar libre el contacto con Patagones y la defensa de la
685 Ibidem, p. 134-135.
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costa686. Los caciques rechazaron este supuesto acuerdo a la vez que exigieron el retiro de la
tropa de Patagones, el levantamiento del fuerte de Kaquelhuincul y el abandono en el termino de
un año, de todas las estancias y familias situadas al sur del Salado. Ante la exigencia, García solo
pudo atinar a contestar que le parecía muy corto el plazo de un año pero que igualmente al no
estar en sus atribuciones resolver sobre ese punto, daría cuenta al gobierno del reclamo para que
éste decidiera el curso a seguir.
Una voz en cierto modo diferente con respecto al tema de los reclamos territoriales fue la
del cacique Negro o Llampico, que comandaba una división de 420 indios de pelea. Negro
expresó que “a parte de su tribu y a el se les había despojado por un derecho injusto de los
terrenos que antes habitaban desde el cabo San Antonio o rincón del Tuyu hasta las faldas del
monte Volcán y principalmente al que habitaba la laguna de los Camarones grandes y chicos”.
Sin embargo, había decidido trasladar sus tolderías a las riberas del Colorado en paz donde nadie
perturbó su tranquilidad ni sus propiedades fueron atacadas687. Según la lectura de García, el
cacique Negro buscaba el acuerdo con el gobierno “sin poner ningunas condiciones” debido a las
ventajas incalculables que obtendría de éste. Es evidente que el cacique, cuyo ámbito de acción
se localizaba más al sur de las sierras de Tandilia, pensaba fundamentalmente en sostener las
relaciones comerciales que lo unían con el poblado de Carmen de Patagones al sur y con el resto
de la campaña bonaerense hacia el norte.
El intercambio comercial fue precisamente otro aspecto recurrente en las negociaciones
de paz. En este punto las exigencias de los indígenas contenían distintos puntos: levantar la
limitación que aparentemente existía para comerciar solo con algunos puntos de la campaña y
obtener el permiso para realizar tratos en toda la frontera; conseguir un cambio en los corrales y
corralones habilitados para estas operaciones solicitando la supresión de unos y la apertura de
otros, reclamando además la seguridad de sus personas y de sus bienes durante el tiempo que
duraran los tratos; finalmente, pedir que se establecieran precios por los productos
intercambiados para no caer bajo los abusos de los comerciantes. Nuevamente García no
comprometió su posición en ningún momento contestando que “entre las partes contratantes
continuarían del mismo modo la amistad y la paz existente, procurando del mejor modo posible
terminar el presente tratado y retirarse”688.
686 Recordemos que García era esperado por 12 caciques principales para cerrar un acuerdo de paz cuando fue arrestado y detenido por las nuevas autoridades “nacionales” en el año 1815. Ver capítulo 1. 687 García, “Diario…” p. 137. 688 Ibidem, p 136
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El rescate y/o intercambio de cautivas sería el tercer tema que se trató tanto en este
parlamento como en el que se concertó con los “ranqueles” poco después. El tratamiento del
asunto generó algunos inconvenientes en virtud de una diferente concepción acerca del
significado de esta entrega. Para los indígenas se trataba de un “rescate” por lo cual debía existir
un intercambio de bienes: cautivos a cambio de otros bienes; los criollos, por el contrario
intentaban hacer valer una “devolución” de estos prisioneros. En efecto, los caciques plantearon
a García que los cautivos habían sido adquiridos en buena ley en un enfrentamiento militar y por
tal motivo formaban parte del botín de guerra. De ahí que la entrega de éstos, al significar la
pérdida de un bien para su poseedor debía ser compensada con la entrega de bienes equivalentes,
que podría tratarse tanto de bienes como de prisioneros indios tomados a su vez por los
criollos689. Por el lado de estos últimos, se consideraba que los cautivos habían sido tomados en
momentos de enfrentamiento por lo cual, finalizado éste o, en tratativas de hacerlo, era esperable
que los cautivos fueran devueltos. La situación se tornó dramática ya que dentro de la comitiva
que acompañaba la expedición habían viajado algunos pobladores que, habiendo averiguado que
sus parientes estaban cautivos entre los indios con quienes se trataría, esperaban poder
encontrarse nuevamente con ellos. Sin embargo, estos pobladores no habían llevado bienes para
rescatarlas pues suponían que sería devueltas “sin costo” en virtud de la negociación de paces. El
mismo García se ofreció como garante de la entrega pero no obtuvo respuesta favorable de los
caciques.
En efecto, al plantearse el tema del rescate, el cacique Avouné expuso que la entrega
general de cautivas solicitada por el gobierno como base para las paces se realizaría a costa de
una suma que se pagase por cada una de ellas. García reclamó que esa posición era injusta
teniendo en cuenta que el gobierno había devuelto a los prisioneros indios en el momento en que
estos habían sido reclamados690. Sin embargo, el cacique no acepto el argumento del coronel y
sostuvo su posición acerca de la necesidad de obtener una compensación691.
Luego del primer parlamento, la comisión debió seguir camino rumbo a la sierra de la
Ventana para tratar con los “ranqueles”. Lincon, demostrando su compromiso con García, junto
689 Una concepción similar se planteaba con respecto al ganado obtenido en los malones ya que, ante la prohibición de comprar ganado “robado”, los indígenas alegaban que este había sido obtenido por su trabajo. 690 Es probable que García se refiera a los prisioneros tomados por Rodriguez en su primera expedición que fueron devueltos a sus parientes en el curso de la misma. 691 García, “Diario…”, p. 138
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con otros tres caciques acompañaron a la comisión para asegurar su tránsito por territorio
indígena692. El jefe indio que desempeñó el papel principal en las negociaciones con los llamados
ranqueles fue el cacique Neclueque693. A pesar de ser nombrado permanentemente como ranquel,
el mismo García reconocería la dificultad de catalogar étnicamente a Neclueque ya que
“no pertenecía, según las indicaciones que hacíamos, ni a los aucases, ni ranqueles, mucho menos a los huilliches porque habita en puntos muy distantes en donde se nos aseguro tenia su residencia … No pertenecía a los primeros porque ocupaba el terreno de los segundos, ni pertenecía a estos porque sus antiguos predecesores eran de la primera tribu hasta el ultimo nombrado Callmegue hermano suyo que murió en una de las incursiones en la frontera de Navarro y a quien sucedió como el mayor de los hermanos de los que existen. Sus relaciones con ambas son continuas y en los pactos, incursiones o tratados es consultado por las dos, sin pertenecer a ninguna”694.
Estas expresiones de García, similares a las utilizadas por el comisionado Gutierrez al
referirse a un cacique “ranquel” no criollo de las tierras habitadas por éstos, muestran
nítidamente los procesos etnogenéticos que se estaban produciendo en el área pampeana
mediante la incorporación de grupos no originarios. Pero a pesar de la constatación de este
hecho, los enviados oficiales no podían dejar de catalogar a los caciques con los que dialogan en
algunas de las categorías étnicas conocidas, “imponiendo identidades”, según plantea Lidia
Nacuzzi, que debían estar alejadas de las que tenían los mismos indígenas.
Lo cierto es que Neclueque, mientras la comisión iniciaba su viaje rumbo a la sierra de la
Ventana, había enviado chasques invitando al parlamento a los principales caciques “ranqueles”
entre los que se mencionaban Pablo, Calimacuy, Joaquín, Antenau y Grenamon695. Neclueque
había alertado a García que entre esos caciques había muchos desertores que posiblemente se
opusieran a negociar con la comisión pero que él “mediaría para que los consejos de éstos no
influyesen en nada sobre las disposiciones de los caciques”696
A pesar de su “buena disposición” los caciques rechazaron la convocatoria. Los
argumentos por los cuales se opusieron a parlamentar con García reflejan que, a pesar de no
haber participado en el primer parlamento, estaban informados de lo que había sucedido allí. En
692 García, “Diario…”, pág. 146. 693 Probablemente se tratara del jefe que participó del parlamento con Chiclana quien es nombrado en la fuente como Neguelche. 694 Negrita nuestra. En este párrafo García entiende por aucas a los pampas y utiliza el termino huilliche en su connotación toponímica para designar a los tehuelches, la “gente del sur”. 695 Ninguno de los caciques mencionados participó de los encuentros previos con Chiclana o con Gutierrez y Ulloa. Por el contrario, el nombrado Pablo podría ser el jefe “chileno” aliado a Carrera lo que habla de grupos enfrentados a los anteriores. 696 García, “Diario…” p. 141.
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efecto, los caciques denunciaban que el gobierno estaba en deuda con ellos porque les había
prometido la entrega de algunos presentes que, según sabían, no llevaba la comisión y que
además conocían que ya se habían repartido la mayor cantidad de obsequios entre los indios
“pampas”. En este punto los caciques criticaban no sólo la actitud de la comisión que había
obrado de tal manera sino también la de los otros caciques que al haberse quedado con los
mejores obsequios los ponían en una posición secundaria, que hace recordar el conflicto entre
diversos grupos ranqueles a inicios de la decada de 1820 por centralizar las negociaciones de paz
con el gobierno. En efecto, siendo la percepción de obsequios un elemento esencial en la
creación de una relación diplomática, el hecho de recibir solo los restos despreciables que sus
enemigos les enviaban ponía a los “ranqueles” en un papel triste por lo cual, algunos caciques
contestarían a la comisión que no admitían la negociación poniendo en planta los recursos que
de su negativa eran consiguientes, es decir, una guerra interminable”697.
Esta posición de algunos caciques ranqueles no sería apoyada por Neclueque que decidió
concurrir al segundo parlamento sólo con su gente. Sin embargo, la cantidad de indios que se iba
acercando al encuentro hizo suponer a García y a los caciques que lo acompañaron, Lincon y
Pichiloncoy, que los jefes disidentes habían enviado gente para seguir de cerca el curso del
parlamento698.
En esta oportunidad volvió a darse una reunión previa de los caciques antes del parlamento
con el comisionado. A la “parla” concurrieron Neclueque, Lincon y una partida de “tehuelches”
que no había podido reunirse en el parlamento anterior. Luego de una hora fue llamado García
que se introdujo en el círculo junto con más de 20 caciques y capitanejos presididos por el
cacique principal. Neclueque, al igual que otros jefes en el parlamento anterior, hizo una reseña
de los enfrentamientos pasados donde ellos habían sido permanentemente subyugados y
engañados por los blancos y refirió especialmente la muerte de su hermano Calhueque en
Navarro y las vejaciones que sufrían constantemente los indios que transitaban por la campaña
con sus objetos de comercio. En la reunión se hallaban precisamente algunos indios que habían
sido robados por el comandante de Navarro recientemente y habían debido volver a sus tolderías
697 Negrita nuestra. La evaluación de Garcia sobre la posicion de los “ranqueles” reflejaba la lucidad del oficial sobre el panorama indígena. Para el coronel era claro que “Ellos conocen bien que geograficamente, por su situacion, se hallan garantidos de todo lo funesto o desgraciado que puede sobrevenirles: ellos no ignoran la imposibilidad de nuestros recursos, para poner en egecucion la empresa de buscarlos en sus mismas guaridas e indemnizarlos de lo mucho que nos han arrebatado y rescatar los esclavos que han usurpado a nuestra población industriosa. Lo conocen, no hay duda”. García, “Diario…”, pág. 150. 698 Ibidem p. 155
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a pie escapando de una fuerza que había sido enviada para asesinarlos699. Viendo García que era
necesario calmar el animo de los ofendidos “porque pronosticábamos por sus semblantes cual
seria el fin de aquella fiesta”, les prometió que los culpables serian castigados y que serian
remunerados por los objetos perdidos700.
El rescate de cautivos y el intercambio comercial tuvo las mismas características que en el
parlamento anterior. En el primer caso el cacique pidió sumas altísimas para entregar las que se
encontraban en sus tolderías701 y en el segundo se pidió el establecimiento de precios para los
productos de consumo que ellos compraban en la ciudad y campaña como yerba, tabaco, azúcar,
etc; y garantía en los corraleros o casas de hospedaje donde depositaban sus productos. Esta vez
García tuvo una actitud más positiva ya que “a todos los caciques y capitanejos se les dio
patentes de paz, para que pudiesen arribar libremente a cualquier punto de la frontera que
quisiesen con recomendaciones particulares para evitar cualquier hostilidad que se
intentase”702
Finalizado el parlamento se procedió al reparto de obsequios, en el cual los indios
volvieron a reclamar los artículos que según ellos habían sido prometidos a un capitanejo en
rehenes en la ciudad. Convencidos de que la comisión no contaba con esos efectos comenzaron a
distribuirse los bienes que se habían llevado: yerba, tabaco, mantas, ponchos, sombreros. La
avidez de los indios por estos artículos volvió a impactar a García que señalaba que se estuvo a
punto de llegar a un enfrentamiento del que se salvo por la intervención del cacique Lincon y del
cacique “ranquel” Quirusepe.
En mayo de 1822, luego de dos meses en territorio indígena, la comisión comenzó a
preparar su retorno a la frontera. Estando en esos preparativos, se recibieron noticias de que los
“ranqueles” disidentes, que no habían aceptado parlamentar con García, estaban preparando una
699 Ibidem p. 157. 700 Estas denuncias de los excesos que sufrian las partidas de comercio en la campaña ya habian sido planteadas por los caciques ranqueles disidentes responsabilizando al gobierno por la escasa proteccion que tenian en sus negocios. Sobre este tema Garcia opinaba que no debia culparse al gobierno por estos actos realizados por los pobladores o aun por los comandantes sin autorizacion del gobierno y respondiendo a un espiritu de venganza. Es mas, el coronel justificaba en cierto modo esta violencia que se producia, según él, como una respuesta logica a las invasiones sufridas en la campaña. “Si… un deudo o un infeliz labrador o hacendado a quien habian dejado en la miseria a mas de haberle muerto un hermano o hijo y haberle cautivado su familia, cometio un hecho tal ¡como se le puede reconvenir! “150. 701 García suponía que los ranqueles eran quienes tenían la mayor cantidad de cautivos por sus ataques a la frontera del oeste que según sus palabras habían “concluido con su población”. Ibidem, p. 144. 702 Ibidem… p, 161.
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invasión sobre Salto, Rojas y Pergamino703. Lincon decidió asegurar el regreso de los
comisionados para lo cual convocó a otros jefes “pampas y tehuelches”704, y al cacique
Neclueque. Todos acordaron con Lincon en acompañar a la comisión con una comitiva que les
indicaría el camino menos peligroso para llegar hasta Monte705. Paralelamente los caciques
enviarían chasques al gobierno dando cuenta de estos acontecimientos.
El interés de los caciques por que no se malograran las negociaciones guardaba una
relación muy estrecha con sus objetivos comerciales. La compañía ofrecida por Neclueque para
acompañar la comisión eran partidas de comercio que, precisamente se hallaban cargando sus
efectos para comerciar en la campaña. Los otros caciques a su vez y ante el temor de que el
presunto ataque derivara en una renovada agresividad de las fuerzas provinciales, pidieron a
García que previniese al gobierno “que se cuidase de que las partidas que traficaban en la
frontera no fueran confundidas con las enemigas y que se advirtiese al cacique en rehenes,
Cayupilqui que las reconociese y si se encontraban algunas enemigas se ordenase su
prisión”706.
Ante el temor de que los ataques que se proyectaban sobre la frontera cayeran asimismo
sobre las tolderías de los caciques aliados, Lincon solicitó la ayuda del gobierno a lo que García
respondió que el gobierno castigaría a los disidentes y que si el cacique era atacado por ellos
pidiera auxilio al gobierno que este se la brindaría707.
En momentos en que se estaba dando esta reunión, los caciques recibieron chasques del
otro lado de la cordillera, que informaron en nombre del cacique araucano Victoriano acerca del
triunfo que había conseguido sobre lo que García denominó “un partido rival” finalizando su
interpretación en que, “la guerra civil hacia estragos entre los mismos indígenas y que dicho
cacique estaba victorioso”708. Para los caciques de la pampa esta noticia no tenía la vaguedad que
expresaba el comentario de García sino que formaba parte de un canal de información por el cual
703 El cacique Neclueque ampliaría poco despues esos informes señalando que el ataque se concentraria en Pergamino y Areco a donde se dirigian capitaneados por desertores y soldados de Carrera a las ordenes de un oficial chileno de apellido Curado. 704 Acudieron a la convocatoria de Lincon, entre otros, los jefes Pichiloncoy, Ancaliguen, Chanabilu, Neculpichui, Pitri, Avoune, Huilletrur (hermano del capitán Antiguan que acompaño a la comision desde el principio), Llanqueleu, Chanapan, Epuan, Califiau. 705 García, “Diario…” p. 163 706 Ibidem, p.165. De hecho la comision partió finalmente con unos 100 hombres que integraban las partidas enviadas por cada cacique que aprovechando el viaje llevaba sus articulos de comercio. 707 Ibidem, p. 168 708 Ibidem, p.170
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podían seguir de cerca las rivalidades intertribales que se estaban produciendo cruzando los
Andes y que, de a poco, comenzaba a tener sus repercusiones en las pampas a través de las
migraciones de población.
La misión de García pudo cumplir el objetivo principal que había sido informarse con
mayor exactitud de las poblaciónes existentes entre las sierras y las posibilidades de explotación
de dichas tierras. En los distintos parlamentos que el comisionado mantuvo con los caciques se
percibía la fuerte resistencia de algunos a iniciar negociaciones de paz con el gobierno
bonaerense. En el caso de los “ranqueles” no sería de extrañar teniendo en cuenta cómo se
frustaron los intentos de acuerdo anteriores. El mismo comisionado no dejaba de señalar
permanentemente la opinión que le merecía cada jefe indígena y las posibilidades de llegar a un
acuerdo con cada uno. Sin embargo, estas observaciones no fueron aprovechadas por el gobierno
para encarar una expansión territorial pacífica y negociada al menos con algunos grupos. La
expedición de Rodríguez realizada en 1823, que derivó en el establecimiento del fuerte
Independencia no dejaba lugar a dudas sobre el escaso interés del gobierno por seguir esa vía.
Como si los hechos del año anterior no hubieran ocurrido, en el transcurso de su segunda
expedición al sur, el general Rodríguez tuvo un parlamento con los caciques Lincon y
Cayupilqui en el cual
“trató de entrar al tratado…, es decir, los medios que debían facilitar para hacer la campaña sobre los ranqueles; sobre la compra de los terrenos nuevamente adquiridos, entrega de prisioneros y en fin sobre tratados de una paz perpetua”709.
De manera que, la respuesta que se les dio a los caciques que habían planteado a García
como una de las condiciones para la paz, el retiro de las poblaciónes avanzadas, fue la irrupción
de una fuerza armada que volvía a introducirse en su territorio y comenzaba a edificar una
fortificación en tierras “nuevamente adquiridas”. La reacción fue unánime y los caciques
atacaron el nuevo fuerte de Independencia que se había creado en esa oportunidad.
Recapitulando brevemente el panorama indígena hasta el momento podemos decir que
existía por un lado una diversidad de caciques localizados al norte de una línea imaginaria que
seguía el curso del arroyo de Las Flores hasta la sierra de la Ventana. Estos caciques,
generalmente denominados “ranqueles” en las fuentes incluían en ese momento a grupos de
709 Martín Rodriguez, Diario de la expedición al desierto. Buenos Aires, Editorial Sudestada, 1969, p. 63. negrita nuestra.
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diversa procedencia que compartían únicamente el asentamiento en la zona de Mamil Mapu,
región tradicionalmente vinculada a esta agrupación. Al igual que para otros grupos, la pregunta
que se impone es ¿qué significaba ser ranquel en este momento? ¿Tenía que ver con su
localización, con su orígen en la región que habitaba, con lazos de parentesco con grupos
originarios de la misma? Teniendo en cuenta los complejos procesos etnogenéticos que se venían
desarrollando en el área panaraucana es muy difícil responder estas preguntas. Lo claro es que en
la documentación hay una insistencia muy grande por encasillar a los caciques en una categoría
étnica conocida que, en términos generales, terminaba haciendo referencia al espacio que
habitaban. Por tal motivo, por “ranqueles” se designaría a los grupos asentados en Mamil Mapu,
por “pampas” a los que se ubicaban en el área interserrana y “tehuelches” serían las agrupaciones
localizadas al sur del río Negro.
En la década de 1810 muchos de los jefes ranqueles, probablemente debido al arribo de
estos nuevos grupos, intentarían insistentemente obtener el apoyo del gobierno bonerense para
contar con un aliado en caso de conflicto intertribal. El fracaso sistemático de todas las
negociaciones que se iniciaron durante el período habría derivado en el posterior rechazo que
tendrían estos grupos a negociar con las autoridades bonaerenses girando el centro de atención a
las provincias del norte (Córdoba, Mendoza).
Pasando al sur del arroyo de Las Flores, en el espacio interserrano, existía un elenco
bastante estable de jefes “pampas y tehuelches” que desde el tratado de Miraflores hasta la
tercera expedición de Rodríguez resultaron los interlocutores del gobierno. Estos caciques no
actuaron de manera homogénea sino que comenzaron, precisamente en esos momentos, a
mostrar actitudes diferentes en su relación con el gobierno bonaerense. Luego de la primera
expedición de Rodríguez, se produjo un quiebre entre los caciques del sur ya que el cacique
Ancafilú, uno de los principales signatarios del tratado de Miraflores y a la vez, víctima de los
ataques de Rodríguez, dejo de participar en las negociaciones. En los encuentros sostenidos por
García en 1822 el cacique Lincon se erigiría como principal jefe de estos grupos pero su
adhesión a los fines de la comisión llevaría al enfrentamiento con otros caciques entre los que se
destacaba Avouné. Junto a Lincon, Pichiloncoy también había demostrado una buena disposición
con respecto a la comisión. Sin embargo, la nueva expedición de Rodríguez realizada al año
siguiente, habría llevado a una reversión en la política de estos caciques que se opusieron al
asentamiento del fuerte Independencia. En efecto, los indios que atacaron el destacamento
respondían a los jefes Lincon, Pichiloncoy y Cayupilqui (ver cuadro 6).
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Estas disputas entre los caciques muestran además, la búsqueda de algunos por lograr un
mejor posicionamiento en la relación con el gobierno que derivaría en la obtención de una
centralidad con respecto a otros jefes y percibir los mejores regalos en las negociaciones. Los
conflictos entre jefes “ranqueles” por monopolizar el contacto en los años 1820 y 1821, los
enfrentamientos entre algunos de éstos y caciques “pampas” durante el viaje de García y
finalmente los desafíos mencionados entre jefes pampas, dan acabada cuenta de ésto. Si en los
primeros años de la década de 1820 los conflictos intertribales no demuestran una violencia
excesiva, hacia fines de la misma y, de manera más evidente, durante la siguiente, los
enfrentamientos incrementarían su dureza. Este hecho sumado a una presencia cada vez más
notoria del estado bonaerense permite caracterizar el area pampeana como una zona tribal en la
cual los jefes indígenas pondrían en juego una diversidad de estrategias tanto para relacionarse
con los poderes estatales como para dirimir conflictos internos.
3. Hacia un nuevo acuerdo: el negocio pacifico de indios
Entre febrero y marzo de 1825, una nueva misión negociadora encabezada por el vecino
de Patagones, Mateo Dupin, mostraría que, a este panorama indígena se habían incorporado de
manera definitiva grupos provenientes del otro lado de la cordillera que, traspasando el espacio
dominado por los “ranqueles” buscaban su instalación en la pampa. Por otra parte, en los
parlamentos llevados a cabo por Dupin no participaron ninguno de los caciques que hasta el
momento habían sido los interlocutores de misiones anteriores ni los que se habían enfrentado
con las fuerzas provinciales, por lo que resultaría factible suponer que la sucesión de engaños de
que habían sido víctimas llevó a dichos jefes a mantener una posición de desconfianza y
distancia ante una nueva misión negociadora710.
El objetivo de esta comisión había sido recomponer la relación con las poblaciónes
indígenas del sur, lesionadas fuertemente con la prohibición de comercio decretada para toda la
provincia, en vista de un posible desembarco portugués en la costa patagónica. De manera que si
el comercio era generalmente un punto de interés para los indígenas, en este caso, la necesidad
de garantizar su mantenimiento le otorgó una mayor importancia. A poco de iniciado el viaje y
llegando al cruce del río Colorado, el enojo e incredulidad de los indios ante la prohibición del
710 El análisis de la misión de Dupin está basada en su diario de viaje incluido en Villar (ed), Jimenez y Ratto, Conflicto…
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comercio de ganado que había formado parte desde siempre de sus relaciones con Patagones,
hizo temer a Dupin por su propia vida.
En estas circunstancias, la misión se detuvo unos días a la espera del resultado de las
conferencias que, relacionadas con este tema, habían decidido tener algunos caciques con el
comandante de Patagones. En la correspondencia que Dupin envió al comandante no tuvo
miramientos en sugerirle que suspendiera la aplicación de la medida, al menos hasta su regreso
al fuerte para garantizar su seguridad.
El regreso del indio Ignacio quien dice haver abandonado su ganado marcado en esa, ha
alarmado los caciques; estos han celebrado una Junta y en ella han dicho “como harian la paz con Buenos ayres por la mediacion de un gobierno que al mismo tiempo les prohibe el comercio, lo que es equivalente a una declaracion de guerra” a esto me han aconsejado que no pasase adelante por que era probable que no me libraria del resentimiento de sus paysanos y asi se serraría para siempre la unica via por donde se pueda verificar la paz. ... Por fin estos caciques tienen ganado en este punto esperan mas y piden licencia de introducirlo. V.S. decidira si conviene mas entrar en una negociacion cuyo resultado puede ser la paz, suspendiendo por algun tiempo la prohibicion, esto es, hasta mi regreso y da lugar a V.S. de ponerse en estado de defensa o seguir con una orden que frustra todas nuestras esperanzas y nos ha quitado ya mucha parte de la confianza de los indios. Yo por mi parte Sor. me tomo la libertad de decir a V.S. que creo que debe suspender la prohibicion y quedo en este punto esperando sus ordenes con el portador de este.711
Los caciques que se entrevistaron con el comandante de Patagones, Martín Lacarra, no
obtuvieron el permiso para comerciar el ganado que llevaban pero el militar era auspicioso con
respecto al curso de la misión ya que aunque “no ha podido recabar de mi el permiso que
solicitava para que le dexase vender el ganado que el y los suyos han trahido. De todos modos el
éxito de la entrevista tambien pudo haber estado fundada en que a dichos jefes se les ha
regalado suficientemente”.
Lacarra no se equivocaba ya que el cacique Enequile, satisfecho con los presentes
obtenidos en el fuerte, se ofreció a acompañar a Dupin hasta el lugar del parlamento. Resuelto
temporalmente el tema, la misión continuó su marcha realizándose un primer parlamento en
Cabeza del Buey, en las tolderías del cacique Chanil, hijo del cacique Negro. Al mismo
711 Las misiones negociadoras no estaban solamente dirigidas por personas de confianza de los indios con quien debía tratarse sino que incluía varios personajes de este tipo. Aun cuando no se explicite en los diarios de viaje, no es descabellado suponer que estos “interlocutores válidos” aprovecharan la ocasión para tener tratos comerciales con sus conocidos. La correspondencia que Dupin envió al comandante Lacarra con sus temores por el éxito de la empresa fue entregada en el fuerte por el Sor. Dn. Andres Gelli quien, según expresaba el comisionado en una de esas cartas “asistio a todas las conferencias y por su parte ha adquirido muchas noticias asi para aclarar algunas que pueden ir mui confusas por la incomodidad con la qual escrivo, me remito a él que las tendra bien presentes.”
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asistieron los caciques Dedué712 y Enequile, el primero acompañado de siete caciques
subalternos y setenta indios. El protocolo reprodujo las actuaciones del parlamento con García.
Las comitivas indígenas hicieron sus ceremonias de presentación a cierta distancia, tras lo cual se
acercaron al lugar del encuentro y se dispusieron formando un semicírculo dentro del cual se
sentaron Dupin, el cacique Negro a su derecha y un intérprete a la izquierda.
El comisionado inició los discursos exponiendo el objeto de su comisión; habló
seguidamente el cacique Negro apoyando el discurso del comisionado y luego otro cacique que
presentó los reclamos de los indígenas presentes. En este caso fue el cacique Dedué (Tetruel)
quien pronunció un discurso similar al que García escuchara en los parlamentos anteriores. El
jefe realizó un relato de los inconvenientes que traía la guerra y que no habían sido ellos los
primeros agresores. En su discurso, la crítica a la política de Rodríguez fue muy directa y
reflejaba el conocimiento que tenían sobre su accionar, similar a las denuncias que algunos
hacendados como Rosas habían hecho directamente.
Quando el cacique chileno Pablo hostilizo las fronteras de Buenos ayres el governador Don Martin Rodríguez se vengo en nosotros pillandonos descuidados por que como no haviamos dado motivo para ello no esperavamos semejante invasion nos vengamos de ese insulto e impezo la guerra.
Pero las críticas al gobierno de Buenos Aires no terminaban allí sino que incluyeron los
sucesos posteriores que derivaron en la fundación del fuerte Independencia. Dedué relataba que,
luego de la expedición de 1820
Vino entre nosotros el Sor de Garcia con igual comision a la que U. trahe e hicimos la paz de buena fe713. Tratan los chilenos y ranqueles de hacer nueva invasion, nosotros avisamos al Sor governador de sus intenciones y mandamos a Buenos ayres muchas remesas de efetos; pero en pago de nuestro aviso el hizo prender nuestros comerciantes decomiso sus haveres entro a mano armada en nuestro territorio y edifico una fortaleza que nos quita nuestras mejores tierras. La guerra actual no promete ventajas a ninguno de los partidos y de todo corazon deseo que cese.
El buen entendimiento del cacique no pasaba por alto la situación particular del fuerte de
Patagones: aislado en un territorio no controlado por los criollos y “rodeado” de agrupaciones
indígenas con quienes necesariamente debía mantener una relación pacífica como salvaguarda de
712 Villar y Jimenez consideran que al no hablar la lengua indígena, Dupin debió echar mano al recurso de la escritura fonética de los nombres por lo cual Dedue debe haber sido el cacique Tetruel que a partir de entonces sería representante obligado en los encuentros deiplomaticos con los tehuelches. “La guerra no trahe sino males. Conversaciones de paz con Caciques Aucas y Chehuelchus, en el marco de la prohibición de comercio con indígenas, a través del Diario de Mateo Dupin”, en Villar, Jimenez y Ratto, Conflicto… 713 Se refiere obviamente al parlamento de Sierra de la Ventana.
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su subsistencia. Consciente del hecho, el cacique Dedué no dejó de expresar una velada amenaza
sobre el peligro que corría el fuerte, como un asentamiento totalmente aislados del resto de la
provincia, asentado en territorio indígena y rodeado de agrupaciones con las cuales era menester
tener una política de acuerdo. Dedué agregó que, a pesar de las anteriores muestras de mala fe
por parte del gobierno de la provincia, confiaba en
“… las buenas intenciones del Sor comandante. su comportacion para con nosotros lo acredita; a mas que la situacion de Patagones en medio de la nacion Chehuelchu lo obliga a vivir en buena inteligencia con nosotros. Dios haga que este estado de paz sea eterno”
Luego de demostrar su buena predisposición para el encuentro, el cacique señaló que al
día siguiente se realizaría un parlamento general con representantes de las “naciones aucas y
chehuelches”. De manera similar y como ya lo había intentado García, Dupin trató de conseguir
una reunión conjunta con los “ranqueles” a los que agregó en este caso a los “chilenos”. La
respuesta del cacique fue rotunda con respecto a estos últimos señalando que “no estavan en mui
buena inteligencia con los chilenos desde que estos asesinando los oficiales de Buenos ayres
havian puesto un gran impedimento a la paz, a mas que los havian ofendidos varias veces
robandoles sus haciendas” y sobre los ranqueles se limitó a responder que sus asentamientos se
hallaban demasiado lejos de los suyos propios aun cuando opinó que sería su jefe quien
contestaría en detalle este tema. Finalizado el parlamento se realizaron los obsequios de
costumbre y se concluyó con la reunión.
El día siguiente se llevó a cabo un nuevo parlamento con los caciques Pootí –o Pety-,
Mahicá –o Maicá-, Tenindin, Mchileví y Chalené que reconocían a Ancafilú como jefe principal
quien no se presentaría al encuentro porque no “había podido abandonar la inmediación de la
frontera”. El cacique Ancafilú vuelva a aparecer nuevamente en las negociaciones pero con un
grupo de caciques que hasta el momento no había participado en parlamentos anteriores.
También asistieron como representantes de los “indios tehuelches” los caciques Dedué,
Llerequen, Basilio, Quesne y Caná. En este encuentro se escuchó la posición de los primeros
caciques en la voz del jefe Pootí. El discurso del cacique giro sobre los mismos tópicos que se
habían planteado anteriormente: denuncia de los abusos de Rodríguez y abandono de las tierras
ocupadas. El cacique rechazó la realización de un parlamento conjunto con los ranqueles y
“chilenos” y finalizó exigiendo la presencia de Francisco Ramos Mejía como garante de las
negociaciones y el levantamiento de la prohibición de vender ganado en Patagones.
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Sobre el ultimo punto el cacique intentó captar la alianza del comisionado sugiriendo que,
al aplicarse la prohibición por un pedido de los hacendados de la campaña con miras a cortar el
robo de ganado, “ustedes estan en el mismo caso que nosotros y si sigue la guerra deverian
ustedes unirse con nosotros pues otros han hecho el daño y ustedes y nosotros lo pagamos”.
Ante la negativa de Dupin sobre la conveniencia de tomar una determinación de esa naturaleza,
Pooti cambió la argumentación pasando a un plano de velada amenaza expresando que
“yo por mi parte aconsejo al Sor Comandante que vuelva a permitir la introducción del ganado marcado, los indios están mui sentidos de la prohibicion, puede esta tener resutlados mui funestos y me creo obligado a avisarselo”
Y para dejar a salvo su posición finalizaba que “de nosotros no hay que temer pero los
chilenos son numerosos y mal intencionados”. Sin respuesta para dar ante estas exigencias pero
deseoso de captar la buena voluntad del cacique, Dupin le pidió que le indicara la forma o los
pasos indicados para lograr las paces generales. Para el cacique era fundamental realizar un
nuevo parlamento con jefes indígenas ubicados más al norte entre los cuales, además de los
“ranqueles” se menciona por primera vez como sujetos que debían entrar en las negociaciones de
paces a los “chilenos”.
De manera que ya para este momento (1825) las migraciones desde el otro lado de la
cordillera habían modificado su carácter estacional y habían dado lugar a la instalación de grupos
que debían indefectiblemente ser tomados en cuenta para cualquier tipo de negociación general
que se pretendiera lograr. En ese sentido Pooti recomendó que con el plazo de un mes enviara un
mensaje al cacique Negro para que éste convocara a “ranqueles y chilenos” a un parlamento
general autorizando que se realizara en el mismo lugar donde se estaba celebrando ése.
Asimismo le indicó el nombre de los caciques que debían ser convocados al encuentro. Por la
“nación chilena” se mencionó a los caciques Pablo, Conepan,
Cuñol, Urenamon, Quelmacuy o poncho colorado, Cañuilan y Caneuquis y por los “ranqueles” a
Neclueque y Chilca o Victoriano714. Pero, más allá del compromiso que tanto el cacique Negro
y el mismo Pootí asumían en convocar o intermediar ante dichos jefes, se sugería a Dupin que
indicara al comandante de Patagones que “mandase un enviado a los chilenos y ranqueles por
que estos se podían sentir que no se hiciese igual diligencia que con los aucas y chehuelchus”.
714 Nuevamente se hecha en falta en este listado de caciques ranqueles los anteriores interlocutores del gobierno bonaerense.
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La misión de Dupin finalizó con la entrega del detallado informe de su viaje al
comandante de Patagones quien lo elevó al gobierno provincial. Como resultado del mismo, se
firmo un contrato con los hermanos Fernando y Ángel María de la Oyuela, pocos meses después
(julio de 1825) para proseguir las negociaciones con los indios del sur de la provincia715. Estos
comisionados llevaban algunas instrucciones que en sus puntos, recogía uno de los constantes
reclamos que los jefes indios habían estado planteando en los parlamentos anteriores: el gobierno
devolvería las tierras del Tandil aun cuando no accediera al pedido de derribar el fuerte
Independencia. Y para compensar la existencia de este destacamento se establecía que los grupos
que fueran a poblar esas tierras serian gratificados periódicamente.
Los comisionados llegaron con cierta demora a Bahía Blanca, lugar donde debía
realizarse el parlamento, como consecuencia de desperfectos en el navío que los conducía por lo
que debieron fondear en Patagones para reparar la avería. El encuentro se realizó con 40
caciques, varios de los cuales habían sido los interlocutores de Dupin poco antes716, en quienes
debió vencerse el temor y la sospecha de un nuevo engaño por parte del gobierno. Aquietados los
ánimos se acordó la firma de un tratado de paz que seria ratificado en Buenos Aires con Chanil,
Tetruel y otros 16 caciques.
Luego de las negociaciones y al retirarse a sus tolderías los caciques Pety y Maica se
encontraron con una comisión que, enviada por el gobierno provincial, se hallaba estudiando el
terreno para trazar una nueva línea de frontera717. Suponiéndose víctimas de un nuevo engaño,
los caciques interceptaron a uno de los comisionados Oyuela en su regreso a Buenos Aires y
luego de referirle el encuentro con la comisión demarcadora, decidieron mantener como rehén al
comisionado hasta que se aclarara este asunto. Sin embargo, esta nueva acción poco clara del
gobierno decidió a los caciques mencionados a apartarse definitivamente de las negociaciones de
paces que siguieron.
Otros jefes seguirían con las negociaciones, que a partir de entonces y en lo sucesivo,
serían encabezadas por Rosas. Esta nueva etapa significó no solo un cambio sino también una
reducción en el “elenco” de caciques negociadores. En efecto, la abundante documentación que
715 Ratto, S, “Relaciones interétnicas…” 716 Se hallaron en dicha reunión, entre otros los caciques Pety, Pichiloncoy, Maica y los mencionados más abajo Negro, Chanil y Tetruel. 717 Abelardo Levaggi, Paz en la frontera... Recordemos que ante la falta de noticias sobre la misión Oyuela, el gobierno nombró, en octubre de 1825, una comisión demarcadora y, poco después, designó a Juan Manuel de Rosas como comisionado para tratar las paces con los caciques del sur. Ver capitulo 1.
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consigna los obsequios y gastos de hospedaje de los jefes que concurrían a los parlamentos con
Rosas en Tandil a partir de fines del año 1825, menciona solamente a los caciques Negro,
Chanil, Tetruel, Lincon, Cayupilqui y Catriel. Los tres primeros, habían participado en forma
prácticamente constante en todas las negociaciones del período; Lincon y Cayupilqui habían
“desaparecido” de la escena diplomática luego del encuentro con las tropas de Rodríguez en su
segunda campaña; en esta oportunidad vuelven a aparecer y se mantienen hasta fines del período
en las negociaciones.
El caso de Catriel es más interesante ya que luego de haber figurado junto con el cacique
Cachul como uno de los participantes del parlamento con García en 1822, no vuelve a ser
mencionado en parlamentos ni en enfrentamientos bélicos. Sin embargo, para la misma fecha lo
encontramos recibiendo distintos tipos de bienes en una estancia de Anchorena administrada por
Rosas718. El hacendado, en su memoria de 1828, al relatar las negociaciones de paz, había
mencionado que en su estancia Los Cerrillos se alojaban algunos indios que le habían ayudado
como nexo para contactarse con otros caciques. Sería muy probable que el cacique Catriel
formara parte de los indios “hospedados” en la estancia y se convirtiera desde entonces en un
referente importante de Rosas para sus negociaciones de paz.
La decisión de algunos grupos de abandonar las negociaciones se vio ayudada por otro
acontecimiento: la presencia de indios “chilenos” se hacía sentir cada vez con mayor fuerza en
las pampas agregando un elemento disruptor más en el mundo indígena. En efecto, los caciques
que hasta el momento habían mantenido una actitud de recelo ante la oscilante política
bonaerense hallaron la ocasión para aliarse a jefes indígenas que habían cruzado la cordillera y
pasar de manera más directa a la confrontación. Entre los jefes que siguieron esta última vía las
fuentes mencionan a Ancafilú, Pety, Maica y, llamativamente, también a Lincon.
Simultáneamente, y por el mismo motivo, aquellos grupos que mantuvieron su distancia con
respecto a los “recién llegados” y temían ser atacados por ellos, debieron profundizar la idea de
pactar con el gobierno bonaerense,
Esta nueva situación produjo una modificación en los argumentos que hasta entonces
había formado parte de las exigencias de los indígenas para iniciar las negociaciones de paz. Los
reclamos territoriales, posiblemente ante la constatación de la imposibilidad de lograr el retiro de
las poblaciónes criollas, abandonaría el lugar central siendo reemplazado por el pedido de ayuda
718 AGN,VII, Archivo Saldías, 3.3.1
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militar ante la posibilidad de un ataque por parte de grupos enemigos. La urgencia en obtener
este auxilio militar llevaría a que el mismo fuera solicitado no ya en encuentros diplomáticos
organizados formalmente sino a través de encuentros directos entre algunos caciques y los
comandantes de los fuertes mas cercanos como Patagones e Independencia. Se abría ahora para
estos caciques un nuevo interrogante: ¿cómo actuarían las fuerzas provinciales ante este pedido?
¿Harían caso omiso como había sucedido con otro tipo de reclamos o encontrarían una mejor
predisposición a llegar a un acuerdo?
Un caso paradigmático sobre el tratamiento que se hizo de esta exigencia indígena de
auxilio militar se encuentra en el pedido de ayuda militar solicitada en 1826 por los caciques
Negro y Tetruel para hacer frente a un grupo de indios “chilenos”, al comandante de Patagones.
Lacarra respondió:
“Caciques hermanos yo me alegro de su buena salud. El auxilio que me piden no puedo embiarlo por ahora porque tambien estoy esperando ha ser atacado por los portugueses que quieren aserse dueños de estas tierras que son de ustedes y yo devo defenderlas como hermano que soy y por ello estoy enseñando a pelear cien negros que tengo luego que esten diestros en la pelea yo mandare alla un cristiano para que platique con ustedes”719
La negativa directa del comandante intentó ser compensada con un ficticio
reconocimiento acerca del derecho de propiedad de los indios sobre las tierras. Pero la situación
requería una definición más drástica y pese a esta primera respuesta negativa, poco después se
llegó a un acuerdo realizándose una acción conjunta entre las fuerzas provinciales comandadas
por el coronel Rauch y milicias auxiliares de los caciques Negro, Tetruel, Chanil (que habían
solicitado la ayuda), a quienes se agregaron los jefes Catriel, Calfiao, Pichiloncoy y Antuan. La
participación de estas milicias indígenas no hizo más que exacerbar los conflictos inter tribales.
Las fuerzas provinciales vencieron a la coalición indígena que en represalia cayó sobre las
tolderías de los jefes “pampas”. Los partes de batalla enviados por los jefes militares señalaban
que las familias tomadas prisioneras720 se repartieron “entre los pampas aliados a los
chilenos”.721
719 AGN,X,44.3.35, negrita nuestra 720 AGN,X,14.6.1 La captura de familias (niños y mujeres), así como la eliminación de los adultos y el saqueo y destrucción de bienes eran las características distintivas del estilo de guerra llevado a cabo por los indígenas. Ver Villar y Jimenez “Yo mando en este campo… , p 105. 721 Este ejemplo sobre la división de los “pampas” en grupos aliados al gobierno y otros que se unen a los “chilenos” permite ver la dificultad y/o inutilidad de realizar un análisis basado en las definiciones étnicas de las agrupaciones indígenas. Como ya señalamos, el proceso de alianzas y conflictos cruzaba a distintos grupos y aún, producía divisiones al interior de los mismos.
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Es precisamente este marco conflictivo el que permite entender la posibilidad de éxito
que tendrían las negociaciones de paz que a partir de este momento serían dirigidas por Rosas.
Algunos grupos indígenas se acercarían al gobierno como una última alternativa para
recomponerse debido a la “suma indigencia en que se encuentran… poca hacienda lanar,
ninguna vacuno y solo caballos”722. Por otro lado, por primera vez en las negociaciones
realizadas con Rosas se comenzaba a dar respuesta a los diversos reclamos que los caciques
habían estado planteando desde comienzos de la década: comercio y rescate de cautivos. Con
respecto al primer punto, se aseguraba a los indios que se establecerían precios de venta para los
artículos más intercambiados con la población criolla: 6 reales los cueros de león, 2 los de zorro,
2 los de perro, 1 real los de zorrino al igual que los de venado, 2 pesos los de tigre, 4 reales las
jergas regulares y 6 las buenas. El rescate de cautivos tendría precisamente ese carácter; los
cautivos serían comprados a sus poseedores723 “por los mismos comerciantes que fueran a tratar
con los indios a los toldos” y los prisioneros indios que se hallaran en poder del gobierno
provincial serían devueltos vestidos y obsequiados724.
Quedaba aún un tema importante por definir: la propiedad de las tierras. En este punto se
haria evidente un cambio fundamental dentro del discurso de los líderes indígenas. Las
condiciones interétnicas e intertribales habían variado fundamentalmente. Por un lado, el
constante ingreso de indios transcordilleranos representaba un peligro latente para los grupos
nativos que los llevó a privilegiar la necesidad de lograr un acuerdo con el gobierno bonaerense.
Por otro lado, también era evidente para los jefes indios que no se lograría retrotraer la línea
divisoria y que los reclamos territoriales tendrían escaso eco en el gobierno. De todos modos el
tema debía ser zanjeado definitivamente. Teniendo en cuenta el estado de conflicto intertribal
que se estaba desarrollando en las pampas, se establecía en las proposiciones del gobierno que,
realizadas las paces, los indígenas podían vivir “al sud de la linea en lo suyo legitimo y adentro
en donde gusten siempre que hallen un patron hacendado que valga para protegerlos”. La
propuesta de instalación en estancias de la provincia reproducía el esquema que, espontánea y
privadamente, habían llevado adelante los hacendados del sur antes del avance oficial de la
“frontera”725.
722 “Memoria que elevó el coronel Rozas al gobierno de Buenos Aires”, en Adolfo Saldías, Historia… 723 Para lo cual se estipulaba por cada cautiva el valor de 34 pesos o un tercio de yerba 724 Y para dar fuerza a este planteo, las negociaciones se iniciaron con la devolución de 11 prisioneros que fueron entregados a sus familias en el fuerte Independencia. 725 La misma no era guiada solamente por un espíritu generoso y de ayuda, sino que es muy probable suponer que entre los objetivos de instalar indios en estancias se hallara la necesidad de contar con mano de obra extra. El mismo Rosas aprovecharía la aceptación de los caciques ante esta propuesta para su propio beneficio. En noviembre de 1827
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El conflicto intertribal había agregado entre los reclamos indígenas, como hemos visto,
un nuevo punto: el auxilio militar. También esto era contemplado ya que se ofrecía protección en
caso de ser atacados por sus enemigos pero si la disputa sucedía entre parcialidades amigas el
gobierno “entonces no se mezclara en nada sino que si ellos quieren hara el oficio de buen
amigo para componer sus diferencias y evita el que se maten y se hagan daño unos a otros”.
No terminaban aquí las características de las negociaciones. Hemos visto que para los
indígenas ningún pedido ni acuerdo podía lograrse sin el cambio de obsequios y, por otro lado, la
importancia de los acuerdos se medía por la magnitud de los obsequios involucrados. Esta
premisa no escapaba al nuevo comisionado que pondría un especial cuidado en mantener este
aspecto. Las relaciones de gastos enviadas constantemente al gobierno abundan en
especificaciones sobre los artículos entregados a cada uno de los indígenas. La importancia de
este circuito es clara en el diseño que, a pedido del gobierno, realizaría Rosas sobre el
presupuesto de gastos que se estimaban para sostener la política indígena en la que quedaba del
año 1826:
“Preexpuesto de gastos para el resto del año 26... Sobre el total de caciques y caciquillas involucrados en las paces no sabe a ciencia cierta el numero pero estima unos 80 a los que hay que obsequiar cuidando que no aparezca desigualdad en la distribución para no romper los celos Para comprar 500 yeguas gordas al precio de 2 pesos, costear a quienes deban comprarlas, reunirlas y conducirlas a un punto que probablemente será la guardia del monte y cuidarlas, 12.500 Por 100 tercios de yerba Paranagua, 10000 100 rollos de 3 arrobas de tabaco negro del bueno, 6000 500 fanegas de maíz, 2000 aguardiente, ropa y prendas, 10.000 compensaciones por rescate de cautivas, construcción de galpones y corrales, 30.000 compra caballos, 1000 dependientes, 1500 alquiler de barraca y asistentes, 1200 total 74.200”726
El presupuesto contenía todos los gastos que podían esperar los indígenas: obsequios
particulares a los caciques, ganado y bienes de consumo para repartir entre los indios, sumas
le proponía al gobierno que, teniendo en cuenta la gran cantidad de indios que se habían instalado a inmediaciones del fuerte Independencia, era conveniente dividirlos "y colocarlos más acá así por la comodidad de ellos mismos como por los bienes que resultarían de esta medida y porque la mantencion podría proporcionarseles sin las dificultades consiguientes a la distancia en el Tandil…. El encargado que suscribe tiene en los mismos establecimientos de su administración como acomodarlos en ellos y hacerlos asistir con la manutención dispuesta y ofrecida". 726 AHPBA, Negociacion pacífica…
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destinadas a la compra de cautivas y otros relacionadas con el establecimientos de lugares de
hospedaje y comercio durante la estadía en la campaña.
Esto nos lleva a señalar un elemento más que creemos fundamental para que esta vez las
negociaciones fueran exitosas. Los indígenas volvían a encontrar, en la figura de Rosas, a un
interlocutor válido; además de las relaciones personales que lo unían con algunos jefes, éstos
veían que nuevamente se estaban escuchando sus reclamos y existían respuestas concretas para
algunos de ellos. La confianza había vuelto a instalarse en las negociaciones. De todos modos, el
otorgamiento de plenos poderes con que lo había investido el gobierno para estas negociaciones
le permitían a Rosas jugar con una combinación perfecta entre persuasión y coerción para captar
a los caciques. Así se expresaba el mismo Rosas con ellos
“yo no podre separarme de las instrucciones que el gobierno me ha dado porque es quien todo lo manda y dispone; pero que les aseguro que lo que les diga por mi conducto se lo ha de cumplir… Que si me pierden a mi cuenten con que no han de tener paces jamas; porque entonces no ha de haber quien ataje los planes de acabarlos ni quien los defienda”.
Asentadas las bases para el acuerdo que, por el momento, se limitaba a unos pocos
caciques, nuevos protagonistas procedentes del otro lado de la cordillera, se sumaron a las
negociaciones con el gobierno bonaerense. Uno de los casos más relevantes fue el de Venancio
Coñuepan. El cacique había sido enviado por el gobierno chileno para perseguir a los realistas
Pincheira e integraba una coalición que reconocía además del suyo, otros dos grupos: el liderado
por el jefe Alkavilu y el que acompañaba al oficial chileno Juan de Dios Montero. El cacique
Luis Melipan actuaba como el líder que coordinaba los tres grupos727.
En los primeros días de agosto, el comandante de Independencia, Ramón Estomba
informaba haber recibido chasques de los caciques Melipan y Venancio que junto con el teniente
Juan de Dios Montero se hallaban en la Sierra de la Ventana con 1000 indios y 130 soldados
chilenos desde donde pedían auxilios para seguir persiguiendo a sus enemigos728. La actitud de
Estomba se ajustó estrictamente a las directivas del gobierno en estos casos: obsequiar a los
parlamentarios, garantizarles protección para lo cual les ofrecía refugio cerca del fuerte pero
evitar el envío de soldados y/o armas. Todas las acciones de Estomba fueron ratificadas por el
727 Villar y Jimenez, “Aindiados, indígenas…” 728 AGN,X,14.6.1. Los enemigos de los que hablaban eran los Pincheira y sus aliados indígenas, los boroganos. Estomba agregaba en sus comunicaciones que el cacique era "recomendable por si y que ha merecido la estimación particular del gobierno de Chile hace mucho tiempo”. Sobre el ingreso e instalación del cacique chileno en las pampas, ver de Villar y Jimenez "Indios amigos. El tránsito progresivo desde la autonomía a la dependencia étnica en un sistema de contactos múltiples. El caso de Venancio Coihuepan en sus momentos iniciales (1827, frontera sur de Argentina)", en Pinto Rodriguez, J (comp) Araucanía y Pampas…y “Aindiados, indígenas…”
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gobierno que le encargó asimismo el envío de hombres de confianza a las tolderías para
informarse de las intenciones y el mantenimiento de una política de obsequios y negociación.
A partir de entonces comenzaron a acercarse pequeños grupos que buscaban refugio en el
fuerte Independencia debido a los ataques que están sufriendo de los grupos rivales que
aprovecharon la ausencia de Venancio (que se había dirigido a Buenos Aires para entrevistarse
con Rosas) y de Montero (que se hallaba en Patagones) para caer sobre las tolderías. En
noviembre de 1827 el gobierno accedió a la instalación de unos 200 indios que respondían a
Pedro Melinao y Martín Collinao en las cercanías del mismo729.
A finales del año 1827, a través de las gestiones del comisionado Rosas, se había logrado
un nuevo entendimiento entre el gobierno y grupos indígenas del sur de la provincia. Estos
habían debido resignar uno de sus reclamos más fuertes: la recuperación de las tierras entre el
Salado y las sierras de Tandilia. La doble presión de que eran objeto algunos caciques por parte
de la expansión territorial del gobierno y de los conflictos que los enfrentaban a otros grupos
indígenas, los decidió a abandonar ciertos reclamos y garantizar otros más urgentes como el
auxilio económico y militar que, esta vez, el gobierno provincial estaba dipuesto a brindar. La
contrapartida indígena de la alianza fue la pérdida de su autonomía territorial y, en general, la
participación militar en campañas punitivas hacia territorio indígena. La primera premisa,
derivaría en el asentamiento de los grupos indígenas en los nuevos fuertes que se establecieron
en el año 1828; la segunda, produciría una intensificación de los conflictos interétnicos.
En los siguientes cuadros se ha sistematizado la información sobre los encuentros
diplomáticos llevados a cabo en las décadas de 1810 y 1820. La organización de la misma en
cada uno de ellos tuvo un objetivo diferente. En el cuadro 5 los datos se han ordenado en función
de mostrar el alcance de la convocatoria de estos parlamentos en donde, en algunos casos, se
intentaría al menos reunir a varias agrupaciones étnicas diferentes. En el cuadro 6 se ha puesto el
énfasis en la trayectoria de algunos caciques en función de su participación en estos encuentros.
De la lectura de ambos se pueden ver con claridad dos procesos. Por un lado el desplazamiento
del interés del gobierno por tratar con los jefes indígenas del sur del espacio pampeano. Por otro
lado, la reducción en el elenco de caciques que participarían en estas negociaciones a fines de la
década de 1820. El ultimo proceso estaría, a su vez, indicando un quiebre al interior de la
729 Villar y Jimenez, “Indios amigos …”, p. 154
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sociedad indígena por el cual algunos caciques deciden proseguir con las negociaciones en tanto
otros se alejan de las mismas.
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CUADRO 5. PARLAMENTOS Y MISIONES DE PAZ REALIZADAS EN LAS DECADAS DE 1810 Y 1820 Año
Misión diplomática Caciques intervinientes Lugar de desarrollo
1810 García en Salinas Grandes
- Caciques valdivianos Epumer, Victoriano y Quintelau - Caciques “ranqueles”, Carripilum y Curritpitay
Salinas Grandes
1819 Misión de Chiclana entre los “ranqueles”
Caciques “ranqueles” Nicolás Quintana, Neguelche (Neclueque?), Lienan y Curritipay
Mamil Mapu
1820 Misión de Matías Gutierrez entre los “ranqueles”
Caciques Santiago y Nicolás Quintana
Ranquilcó
1820 Misión de Juan Fco. Ulloa entre los “ranqueles”
Caciques Lienan, Felipe Guaychul y Curritipay
Mari Mamuel
1821 1era expedición Rodriguez
Caciques “pampas” Ancafilu, Anepan, Pichiloncoy, Catriel y Cachul
Area interserrana de Tandinia y Ventania
1822 García en Sierra de la Ventana
Caciques “pampas” Avoune, Anepan, Lincon, Catriel, Cachul, Necul, Antiguan, Ancaliguen, Pichiloncoy. Cacique “tehuelche” Negro Caciques “ranqueles” Neclueque, Salomon, Pablo, Calimacuy, Joaquín, Antenau y Grenamon
Area interserrana
1823 2da expedición Rodriguez
Caciques “pampas” Lincon, Pichiloncoy y Cayupilqui
Area interserrana
1825 Misión Mateo Dupin Caciques “tehuelches” Chanil, Negro, Tetruel, Enequile Caciques “pampas” Pety, Maicá,Tenindin, Mchileví y Chalené que reconocían a Ancafilú como jefe principal
Del Rio Colorado a Bahía Blanca
1826 Misión Oyuela Caciques “pampas” Pety, Pichiloncoy, Maicá, y “tehuelches” Negro, Chanil y Tetruel
Zona de Bahía Blanca
1826 Negociación pacífica de Rosas
Caciques “tehuelches” Negro, Chanil, Tetruel, y “pampas” Lincon, Cayupilqui y Catriel.
Area interserrana
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CUADRO 6. PARTICIPACION DE LOS PRINCIPALES CACIQUES EN ENCUENTROS DIPLOMATÍCOS (DECADA 1810-1820) Caciques
1810 García
1819 Chiclana
1820 Gutierrez-Ulloa
1821 Rodríguez
1822 García
1823 Rodriguez
1825 Dupin
1826 Oyuela
1826 Rosas
Epumer, Victoriano y Quintelau
SI
Carripilum SI Curritpitay SI SI SI Nicolás Quintana SI SI Neguelche (Neclueque?)
SI SI
Lienan SI SI Guaychul SI Santiago Quintana SI Ancafilu SI Anepan SI SI Pichiloncoy SI SI SI SI Catriel SI SI SI Cachul SI SI Avoune SI Lincon SI SI SI Necul SI Antiguan SI Ancaliguen SI Pablo SI Negro SI SI SI SI Cayupilqui SI Chanil SI SI SI Tetruel SI SI SI Pety, Maicá que pertenecen a Ancafilú
SI SI
Antuan SI Calfiao SI
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CAPITULO 2 DEL OCASO DE LOS BOROGANOS AL APOGEO DE CALFUCURA
Desde mediados de la década de 1820 las migraciones indígenas procedentes del otro
lado de la cordillera habían cambiado su signo. De expediciones de caza y empresas maloqueras se
transformaron en asentamientos permanentes de algunos grupos que basados en una estrategia
geopolítica buscaron controlar zonas estratégicas en la pampa. Este cambio de decisión tuvo su
origen en el incremento de los conflictos intertribales en el área pan araucana en donde un elemento
adicional a la tradicional rivalidad entre los grupos nativos fue el proceso independentista en el
reino de Chile. Este acontecimiento produjo nuevas alianzas y enfrentamientos que excedieron a las
parcialidades indígenas integrando a los sectores hispano-criollos en pugna. Si el proceso
revolucionario con epicentro en Buenos Aires tuvo una repercusión centrada en las agrupaciones
indígenas más cercanas a la frontera, la llamada Guerra a Muerte en Chile tuvo una proyección más
amplia. Hacia 1825 el arrinconamiento de los realistas chilenos en el sur del territorio produjo la
migración de estos grupos hacia las pampas a los que siguieron en poco tiempo coaliciones patriotas
blanco-indígenas en persecución de esos grupos.
Este panorama complejizó la situación en la zona tribal en donde el protagonismo pasó
a esos grupos originarios del otro lado de la cordillera. Hemos visto en el capitulo anterior que las
agrupaciones indígenas del área pampeana, en virtud precisamente del arribo de estos contingentes,
habían en gran parte decidido un mayor acercamiento al gobierno bonaerense. A partir de 1829 la
implementación del negocio pacífico, introduciría un elemento más de disrupción dentro de este
esquema. En efecto, la creación de una relación de cierta ambigüedad con grupos indígenas que
caracterizamos como “aliados” llevó a que éstos se encontraran en una situación de gran
precariedad tanto en su relación con el gobierno como con otras agrupaciones indígenas. De manera
que si encontramos una cantidad apreciable de grupos indígenas "aliados" a comienzos de la década
de 1830, luego de la expedición al sur efectuada por Rosas entre 1833 y 1834, éstos se redujeron
notoriamente.
En el período se produjo asimismo una importante modificación en el espacio. El
avance de la ocupación provincial con el asentamiento de los nuevos fuertes de Independencia en
las sierras de Tandilia y la Fortaleza Protectora Argentina en Bahía Blanca había producido un
quiebre del núcleo pastoril interserrano y un desplazamiento de los pueblos nativos hacia el interior
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del territorio indígena. Paralelamente, el asentamiento de grupos indígenas que habían cruzado la
cordillera en busca del control de pasos estratégicos situaría en la zona de Salinas Grandes –
Guaminí – Carhue el centro de poder dentro del territorio indígena. Por otro lado, ese “espacio de
nadie” descripto por García en donde no se mencionan asentamientos indígenas ni criollos, parece
haberse reducido sustancialmente o directamente desaparecido reflejando una ocupación mucho
más densa del territorio que no da lugar para espacios libres.
Para analizar las transformaciones acaecidas en las relaciones intertribales en este
conflictivo período, nos centraremos en el estudio de las dos agrupaciones indígenas “aliadas” que,
procedentes de la Araucanía, se asentaron en territorio pampeano y fueron protagónicas en la
historia del espacio pan araucano durante el mismo. Nos referimos a los Boroganos, llanistas de la
región de Boroa, y a la agrupación liderada por el cacique Calfucurá, originaria de la región de
Llaima. Con ambos grupos se aplicó el esquema de indios aliados que, ubicados en la pampa,
recibían raciones y obsequios por parte del gobierno a cambio de su neutralidad y del cumplimiento
de tareas de espionaje e información. Sin embargo, la trayectoria de los dos grupos fue diferente. En
un primer momento tanto Calfucurá como algunos líderes boroganos utilizaron esta relación con el
estado provincial para construir su propio ámbito de poder incrementando su importancia dentro del
territorio indígena. En el caso de los boroganos, que pueden ser considerados el mayor poder
indígena de las pampas hacia 1830, la agrupación sufrió un rápido proceso de desarticulación que
llevó a su desaparición como grupo de importancia pocos años después. La evolución de Calfucurá
fue inversa llegando a constituir un liderazgo fuerte que se extendía al otro lado de la cordillera.
En el momento de su asentamiento en las Salinas Grandes la jefatura de la agrupación
borogana era ejercida de manera plural por seis caciques de los cuales tres constituían la cúspide de
la autoridad (Cañuiquir, Rondeau y Canuillan) en tanto los tres restantes variaban frecuentemente
sin llegar a componer un cuerpo estable730. Dentro de esa cúspide, el primero de ellos era nombrado
y se autoreferenciaba como “el cacique mayor”. Este surgimiento de un primus inter pares pudo
haber tenido mucho que ver con la necesidad de centralizar en un solo cacique el curso de las
negociaciones; en efecto, el cacique Cañuiquir sería nombrado en la documentación como el
representante de la parcialidad para ajustar las paces.
730 Martha Bechis ha estudiado son detalle la estructura de poder de los boroganos a traves del análisis de la correspondencia emitida desde sus tolderías (M. Bechis, “Estructuras y procesos políticos…” y “Cuando los regalos no llegan…”). Según la autora, desde diciembre de 1830 los boroganos se estaban organizando con prescindencia de los pincheirinos Bechis, “Estructuras… p. 165-174.
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Nuestra hipótesis es que, luego del ajuste de paces con el gobierno bonaerense, la
disputa por el poder tribal se situó en la cúspide de la trilogía de caciques en donde concretamente
Rondeau intentó, mediante un mayor contacto con Rosas, situarse por encima de Cañuiquir. La
forma en que el cacique buscó encumbrarse en el poder no fue aceptada por el resto de la
agrupación provocando una crisis profunda en el interior de la misma. De manera que en la historia
de este grupo se registraron distintas etapas vinculadas a las estrategias que los líderes pusieron en
juego en su relación con el gobierno bonaerense. Una primera etapa en la cual las negociaciones
con el gobierno llevarían a una paulatina concentración del grupo que se hallaba hasta ese momento
bastante disperso, incluyendo en sus tolderías a familias ranqueles. En virtud de la alianza, los
boroganos ingresaron al negocio pacífico y comenzaron a recibir raciones.
Con el tiempo, el gobierno intentaría una relación cada vez más subordinada del grupo
exigiendo su separación de los ranqueles que seguían hostigando la frontera norte de la provincia.
Ante esta presión la agrupación entraría en un proceso de conflicto interno que se abriría
posteriormente al incluir grupos indígenas no boroganos. La crisis final se zanjaría en septiembre de
1834 con el asesinato de los caciques boroganos que habían mostrado una mayor predisposición a
aceptar las exigencias de Rosas. Dispersado el grupo en pequeñas partidas, algunas de las cuales
buscaron el refugio en la frontera, permaneció un sector independiente en Salinas Grandes que
formaría una coalición con grupos ranqueles y extracordilleranos. El ultimo acto de esta agrupación
otrora poderosa en las pampas fue el ataque sufrido en abril de 1836, en manos de fuerzas
provenientes de Bahía Blanca que culminó con la muerte del cacique Cañuiquir provocando
asimismo una gran mortandad en las tolderías.
El devenir de la agrupación dirigida por Calfucurá, sería absolutamente diferente. Su
presencia en las pampas puede remontarse a inicios de la década de 1830. Durante la misma el
cacique participó en diversas coaliciones que protagonizaron malones de importancia sobre la
frontera bonaerense. Luego de estas incursiones, el cacique retornaba a la zona cordillerana. Sólo a
inicios de la década de 1840 cuando los boroganos representaban grupos poco importantes
numéricamente, decidió su instalación en el mismo espacio que ocuparan ellos: Salinas Grandes. A
partir de entonces comenzaría un lento ascenso como líder indígena de la zona. En efecto, el jefe
indígena iría incrementando su poder y tejería fuertes relaciones con otros líderes étnicos a ambos
lados de la cordillera. La incorporación en el negocio pacífico le permitiría disponer de importantes
recursos vía raciones del gobierno que utilizaría para consolidar esta red de relaciones. A fines del
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período en estudio su lugar como líder indígena de las pampas no podía dejar de ser reconocido ni
por las autoridades bonaerenses ni por otros grupos indígenas del área pan araucana.
1. Los boroganos: crónica de una muerte anunciada
Desde junio de 1833 las tropas provinciales que habían irrumpido en territorio indígena
abandonaban gradualmente el espacio. El resultado de la expedición militar iniciada en el mes de
marzo había sido por lo menos incierto. El único enfrentamiento verdaderamente dramático fue el
de las Acollaradas, cerca de la provincia de Córdoba, en el cual la división del centro atacó a las
fuerzas del cacique Llanquetruz quien debió bucar refugio en la cordillera escapando de las fuerzas
militares a la vez que intentaría recomponer sus filas. Lentamente, los grupos nativos que habían
sido víctimas de las acometidas iban regresando a sus tierras. Sin embargo, el escenario había
cambiado radicalmente para los indígenas. Los boroganos, con pocos años de estadía en la pampa,
surgieron a partir de entonces como el mayor poder indígena del período. No obstante, ese papel
duraría muy poco ya que rápidamente sufrieron un irreversible declive. En este proceso fueron
factores fundamentales el intento por conformar un grupo étnicamente mixto mediante la
incorporación constante de familias ranqueles y la ambición de algunos caciques boroganos por
concentrar mayor poder en sus manos. Ambos factores derivarían en un creciente conflicto interno
en la agrupación indígena que fue saldado con la muerte de dos principales líderes. Esta solución no
llevó a una reconstitución del grupo sino que marcó una fuerte división y dispersión del mismo.
Un acuerdo inicial sobre bases muy débiles
Luego de intensas negociaciones, el gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de
Rosas, consiguió romper la alianza borogana-pincheirina y lograr un acercamiento con los caciques
boroganos731. Aunque no existen tratados escritos que permitan datar la formal inclusión de éstos al
negocio pacífico, a comienzos del año 1831, la agrupación comenzó a recibir con cierta regularidad
distintos tipos de bienes por parte del gobierno. Durante esta etapa de negociaciones el cacique
mayor Cañuiquir aparecía como representante del grupo y en virtud de ellas permaneció largas
temporadas en distintos puntos de Buenos Aires en los que fue atendido con toda ceremonia. Al
regresar al campamento borogano en Guaminí a fines del año 1832 dejó a su esposa Luisa e hijas
Juana y Carmen en el fuerte Mayo. Lo acompañarían en su viaje al campamento borogano donde
permanecerían por un tiempo, un piquete de 46 carabineros al mando del coronel Manuel Delgado,
731 Ver capítulo 2, segunda parte.
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los capitanes Pablo Millalicán y Pablo Castro732 y el lenguaraz Juan Verdugo. Inmediatamente de
acordadas las paces se concretó la participación borogana en las campañas que se llevaron a cabo
contra Toriano y otros caciques que habían llegado a las pampas en el año 1831.
Esta primera actuación de los boroganos como milicias auxiliares podía hacer pensar que
su relación con el gobierno no presentaría inconvenientes. Habían participado en la expedición
punitiva sobre grupos hostiles al gobierno -y asimismo enfrentados a ellos- recibiendo por su
intervención las raciones y obsequio correspondiente y, en este caso concreto, se había tenido en
cuenta su pedido de ajusticiamiento del cacique Toriano733. Las cosas comenzaron a complicarse
cuando Rosas intentó obtener la misma respuesta de los boroganos para que atacaran a los indios
ranqueles. En la repercusión de esta exigencia se pondría en evidencia el aspecto más frágil del
negocio pacífico: no se podía obtener de los indios aliados el mismo tipo de compromiso y fidelidad
que se tenía de los indios amigos. Los primeros, al vivir en territorio indígena, participaban de una
red de alianzas y vínculos con otros grupos vecinos, no todos los cuales tenían una relación cordial
con el gobierno bonaerense. A diferencia de este esquema, los indios amigos, al abandonar el
territorio indígena habían realizado un corte bastante abrupto con los otros grupos que habitaban las
pampas. De hecho, como consecuencia de los conflictos dentro de ese espacio, habían decidido su
asentamiento dentro del espacio provincial. El intento de Rosas por obtener una adhesión total a los
objetivos del gobierno chocaría frontalmente, en este caso, con los fuertes vínculos que los
boroganos habían creado con los ranqueles.
La relación entre ambas agrupaciones puede datarse fehacientemente desde fines del
año 1830 cuando los boroganos tomaron el papel de intermediarios para intentar la realización de
una alianza entre los ranqueles y el gobernador de Buenos Aires que no llegó a lograrse. Esta
reunión, en la que también participó el cacique Pablo (a quien vimos unido a Carrera en los años
1819 y 1820) fue analizada con gran detalle por Martha Bechis en un par de trabajos a los que
remitimos para conocer los pormenores de esta alianza que no fue734. En uno de ellos se transcribe
una carta firmada por los caciques boroganos Cañuiquir y Rondeau en la que se adjunta una nómina
de los caciques que intervinieron en el encuentro adjudicando a cada uno la pertenencia a una
732 Los dos ultimos se contaban entre los oficiales que acompañaron a Pincheira cuando migraron hacia las pampas. En las negociaciones con los boroganos fueron asimismo captados por Rosas quien les adjudico cargos del ejercito provincial con el sueldo correspondiente y fueron destinados precisamente al campamento borogano para cumplir funciones de control y espionaje 733 Ver capitulo 2 de la Primera Parte. 734 M. Bechis, “Estructuras y procesos políticos …” y “Cuando los regalos no llegan …”
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agrupación determinada: la propia, “los del Sor Llanquitur (Llanquetruz)” y “los del Sor Pablo”735.
Entre los caciques atribuidos a Llanquetruz, considerado en la época como el principal líder de los
“ranqueles” no figura ninguno de los jefes que, con esa designación étnica en las fuentes, habían
llevado adelante negociaciones y acuerdos con el gobierno bonaerense en la década de 1820. El
encumbramiento de Llanquetruz, de quien hay registros sobre su actuación en las pampas desde
fines de dicha década, se habría producido por la desaparición de algunos de esos jefes (muerte de
Curritipay y sus hijos) y el declive de otros (pérdida de poder de Pablo con el alejamiento de
Carrera)736.
La alianza borogana-“ranquel” cobraría cada vez mayor solidez llegando a conformarse
una suerte de grupo mixto luego de la campaña expedicionaria de Rosas al sur en los años 1833 y
1834. El revés que sufrió la agrupación de Llanquetruz en los encuentros con las fuerzas
provinciales provocó una dispersión de la misma por la cual varias familias buscaron amparo y
protección en las tolderías boroganas. A partir de entonces sería constante la mención sobre la
existencia de “parientes y relacionados” entre los dos grupos. Para poder seguir de cerca la
conformación de este grupo mixto (que en las fuentes seguirá denominándose como borogano)
partiremos de la mencionada nómina de caciques realizada a fines del año 1830 (cuadro 7) y
veremos cómo, en los acontecimientos posteriores a la expedición de 1833, la diferenciación entre
los grupos, es muy difícil de sostener737.
Al finalizar su primer gobierno, Rosas había llevado a cabo algunos ajustes de su política
indígena entre los que se contaba el traslado y ubicación de los indios amigos en la zona fronteriza y
la exigencia de que prestaran auxilio militar en las campañas punitivas y en la defensa del territorio.
Con respecto a los indios aliados, categoría circunscripta en este momento a los boroganos, se
agregaría como exigencia, además de su participación militar, la entrega de los cautivos que
existieran en las tolderías. En abril de 1833 Rosas le escribía al cacique borogano Cañuiquir sobre
el tema en un estilo que sería característica en su relación con los indios en el cual combinaba una
dosis de coerción con otra de paternalismo
“si así no lo hacen se exponen a perder mi amistad. Mediten ustedes un poco y verán que mi amistad les vale mucho y que deben procurar conservarla a toda costa. También es necesario que no olviden que yo sé todo lo que pasa y que aunque algunas veces guarde prudencia y silencio
735 M. Bechis, “Estructuras…”, p. 187-188. 736 M. Bechis, “Cuando los regalos…”, p. 19-20. 737 Para ello, cada vez que aparezcan mencionados algunos de los caciques que participaron de dicho encuentro agregaremos entre paréntesis su pertenencia “original” en dicho momento, refiriendo (B) por borogano, (LL) por pertenecientes a Llanquetruz y (P) por pertenecientes a Pablo.
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no es porque no sepa las cosas sino porque soy generoso y caballero con mis amigos. Y así como soy buen amigo de mis amigos y no les se faltar en nada, así también los persigo de muerte a los que me llegan a ser infieles y traidores”738
El recurso a la amenaza seria una constante en la relación de Rosas con los boroganos.
Sin embargo, probaría ser poco efectiva para conseguir los objetivos perseguidos por lo que debía
ser contrabalanceada constantemente con gestos más amistosos centrados principalmente en la
entrega de obsequios y raciones. La resistencia de los caciques por entregar a sus prisioneros derivó
en una tensión en la relación que se haría más extrema en el transcurso de la campaña al sur donde
se les exigió que, formando un cuerpo auxiliar, ayudaran en la persecución de Llanquetruz.
Recordemos que la campaña contó con tres divisiones y la del centro, comandada por
Ruiz Huidobro, actuó sobre Llanquetruz. Sin embargo, fue la división izquierda la que contó con la
participación de milicias indígenas. Dentro de esta división, existían diferentes compañías a cargo
de oficiales que cumplían un importante papel como interlocutores de los indígenas. Entre ellos se
encontraba el teniente coronel Miguel Miranda que había participado del encuentro de diciembre de
1830 con boroganos y ranqueles, el alférez y lenguaraz Francisco Iturra, de vital importancia en el
fuerte de Bahía Blanca para el contacto interétnico; el teniente coronel Manuel Delgado (edecán
del gobernador entre 1830 y 1832) quien permanecería varios meses en el campamento borogano
luego de la expedición militar.
El combate más importante llevado a cabo por la división del centro fue el de las
Acollaradas el 16 de marzo de 1833 donde se produjo la derrota de Llanquetruz quien debió buscar
refugio en la cordillera junto a Pichun y otros jefes indígenas739. Como resultado de la campaña los
caciques Marileo (B), Mariqueo (B), Antibil (B) comenzaron a presentarse al ejército pidiendo
perdón y autorización para ir a vivir “con sus hermanos los boroganos”740. De manera que ya en los
encuentros de 1833 encontramos caciques boroganos que, unidos a Llanquetruz, fueron atacados
por las fuerzas provinciales y debieron pedir la protección de sus “hermanos”741.
738 AGN,X,27.5.6. Negrita nuestra. 739 Manuel Baigorria, Memorias. Buenos Aires, Hachette, 1975, p. 78 y 80. 740 Ibidem. 741 En las Memorias de Baigorria, el refugiado unitario que vivió varios años en las tolderías “ranqueles”, se puede ver con mucha claridad la dificultad de categorizar etnicamente a los caciques. En su relato, el oficial diferencia claramente a Llanquetruz de los ranqueles y comenta que, atacado el primero por la división expedicionaria, junto con sus indios “salieron al escape para los ranqueles”. Poco despues, disminuidas en gran parte sus fuerzas, algunos jefes decidieron retirarse hacia la cordillera pero al llegar al rio Salado “dispuso el cacique Marileo (B) volverse a los ranqueles en donde habia dejado una partida”. Ibidem , p. 80. Negrita nuestra.
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Luego de la acción de las Acollaradas, Rosas envió a la división del coronel Manuel
Delgado para localizar y terminar con Llanquetruz. El 6 de junio reunidos en una Junta, los caciques
boroganos acordaron incorporarse a la partida de Delgado. El resultado de la misma fue que “...
después de una porción de días de marchas en que los persiguieron por entre los montes donde se
escondían, abandonando cuanto tenían, viendose sin tener con que mantenerse, se empezaron a
presentar pidiendo misericordia”742; sólo Llanquetruz había huido con unos 100 indios y se había
refugiado en los montes. El estado de precariedad en que habían quedado los caciques ranqueles
habría llevado a que Payne (LL) y Carriagué (LL) iniciaran negociaciones con el objetivo de unirse
a los boroganos “porque no tienen mas que 60 lanceros”. De manera que a fines de junio del año
1833 el resultado de las acciones sobre los ranqueles si bien había provocado un fuerte impacto
entre sus filas, por un lado no había podido terminar con Llanquetruz y, por otro lado, había
derivado en la incorporación de jefes ranqueles con sus familias a las tolderías boroganas.
La situación no fue del mayor agrado para Rosas quien en varias cartas (dirigidas a
Delgado, Rondeau y Cañuiquir) expresaba su oposición al amparo que se estaba ofreciendo a jefes
ranqueles exponiendo puntualmente que no estaba dispuesto a sostenerlos económicamente. Y
concluía que, para acceder a su incorporación como indios aliados, era necesario que se cumpliera
con una serie de exigencias que eran verdaderamente irrealizables. Estas se basaban en cinco puntos
centrales: la obligación de que los ranqueles se pusieran bajo las ordenes de los boroganos y
estuvieran desarmados por dos años “hasta que no quede duda de su buena fe”; en relación con ello
debían situarse cerca de los toldos boroganos para que éstos pudieran vigilarlos; debían remitir a los
cautivos que existieran en sus tolderías; se comprometerían a entregar a Llanquetruz y Pichun vivos
o muertos; y finalmente debían garantizar que los ranqueles jamas volverían a robar en las fronteras.
Y para rematar la posición crítica en que ponía a los caciques boroganos los hacía responsables
absolutos de la conducta de sus “huéspedes”743.
A pesar de estas fuertes exigencias los caciques boroganos, entre los que comienza a
sobresalir Rondeau como principal interlocutor, a pesar de que Cañuiquir había llevado adelante las
primeras negociaciones de paz, expresarían un total acuerdo en atacar a los ranqueles que
permanecieran hostiles y en tener bajo su mando y control a aquellos que se acercaran a pedir
742 AGN,X, 743 Rosas a los caciques boroganos, 3 de julio de 1833. AGN,X,27.5.7
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protección744. Rondeau asentaría su postura en función de los acuerdos de amistad que habían
concretado:
“Nosotros hemos jurado las paces y la verdadera amistad con VE encado de Rodillas, en la precencia del mismo Dios castigador, y vengador contra los perjuros y engañadores: nosotros temimos los rrigorosis castigos de Dios tanto como puede temer VE bajo de su honrado proceder y de su Religiosidad. Nuestros juramentos Señor y Padre están estampados en los papeles de los más sagrados de los asuntos de la paz y por lo mismo deceamos complacer con VE en todo y por todo”745.
Sin embargo, el cacique lograría poner cierta distancia a la ansiedad de Rosas por hacer
cumplir rápidamente sus exigencias en una brillante declaración de diplomacia indígena en la que
apelaba a las mismas estrategias que utilizaba el comandante de frontera para alcanzar sus
objetivos746.
Pero muchas veces, no se puede hacer las cosas con tanta brevedad y ligeresa como VE
lo pide porque quando las cosas se hace con toda ligeresa y prontitud, muchas veces no hay acertacion. VE mismo sabimos que sus cosas las hace con pausa, con mucha calma! Y por eso tiene acertacion, en sus maniobras! Y sale victorioso y triunfante en sus grandes obras!! Nosotros Señor y hermano también querimos obrar con esa sutilesa engañando a los Rebeldes con dulsura, con toda suavidad: que salgan de los montes varios que se han ocultado, unos por temor y otros por soberbios, porque si les metemos muchos ruidos se nos yran los mas de ellos a muchas distancias y caballos no hay para seguirlos. ...No Señor, Padre y amigo, tenga un poquito de paciencia: un hombre tan grande como VE no crea que lo hemos de engañar”747.
Si una de las exigencias de Rosas, la de mantener controlados a los ranqueles, al menos
en teoría parecía haber sido aceptada, el punto que provocaría un conflicto irresoluble es el que se
refería a la devolución total de los cautivos en donde se encontraban involucrados también los
caciques boroganos. En agosto de 1833, Delgado informaba desde Guaminí748 que el tema había
744 La misma imagen es presentada por Pablo Millalican quien se convertiría en el escribiente de los boroganos en esta etapa. Millilican informaba que “los yndios [ranqueles] estan llegando con sus familias a esta yndiada cada dia mas y mas estos son unos vasallos como a esclavos y lo mismo han de ser los demas dentro poco. Estos caciques estan muy firmes de tenerlos sujetos bajo sus ordenes y quieren hacerlos sembrar este año paque tengan que comer y toda esta indiada van a sembrar y estam muy empeñosos yo lo deceo con ansias (Millalican a Rosas, 30 de julio AGN,X,27.5.7). Mientras esto sucedía en el campamento borogano, otros grupos intentarían imitar la estrategia de los “ranqueles” de deponer la hostilidad pero mantener cierta independencia mediante la intermediacion de los boroganos. En efecto, en esos días había llegado a las tolderías un chasque dirigido a Cañuiquir por parte de los caciques Chocorí y Mauli, quienes estaban sufriendo los embates de la division del coronel Angel Pacheco, pidiendo que intercediera por ellos para terminar con las hostilidades. 745 Rondeau a Rosas, 30 julio 1833, AGN,X,27.5.7. En la cuarta parte retomaremos el tema sobre esta aparente adopción de un Dios cristiano por los indígenas. 746 Rondeau a Rosas,29 de julio de 1833. AGN,X,27.5.7 747 Ibidem, negrita nuestra. 748 Las cartas enviadas desde allí por los “agentes” de Rosas y el escribiente Millalican están datadas indistintamente desde Guaminí, Masallé, Carhué y Napostá lo que marca la amplitud del campamento borogano. Además de estas tolderías centrales existían otras estacionales para la procura de diversos recursos, como hemos visto con la instalación de una partida ocupada en cazar avestruces por Salinas.
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sido tratado en una junta general con los principales jefes749. El cacique Cañuiquir participó a todos
los caciques la exigencia del gobierno con respecto a las cautivas y todos se comprometieron a
entregarlas en el plazo de 4 días. Luego del parlamento,
“el cacique Payne disperso la fuerza que no se quería unir que eran el cacique Paillan(Ll) y Carriague (Ll) los que fueron a tratar con el comandante Bengolea que se halla en la laguna del Cuero y otros han ido donde esta Santiago Ñanquilen (¿) [por lo que] no han quedado mas enemigos que Yanquetruz y Pichun750.
Sin embargo, este supuesto compromiso con respecto a los cautivos fue más aparente que
real ya que, como veremos, el tema volvería una y otra vez a provocar conflictos tanto con Rosas
como dentro del campamento borogano.
Para esa misma fecha un hecho confuso que terminó con el asesinato de un tal “capitán
Rodríguez” perteneciente a la fuerza de Bahía Blanca evidenció que, detrás del aparente acuerdo y
alianza con el gobierno, se vivía una situación de gran tensión. Según los informes elevados a
Rosas, una partida de entre 40 a 80 indios cuyas familias se hallaban prisioneras en el fuerte de
Bahía Blanca, atacó a una partida militar asesinando al capitán Rodríguez. Si bien no se creía que
los agresores fueran boroganos, Rosas le escribió a Delgado que trasmitiera a los caciques su
profundo enojo “por haber permitido el ingreso de la partida de indios que mato a Rodríguez y 5
soldados más allá de la Ventana y la poca disposición de perseguirlos”. En tono fuertemente
amenazador les reclamaba que mostraran su amistad con hechos y no con palabras y que recordaran
que en vez de dejarlos solos frente a todos los enemigos que tenían (Catriel, Cachul, Venancio
yToriano) había logrado hacer las paces con todos751.
Pocos días después de estos acontecimientos, indios pertenecientes al campamento
borogano se instalaron con sus toldos en las inmediaciones de Salinas para cazar avestruces y otros
animales. Estando en sus cacerías se encontraron con otro grupo de indios que aparentemente
habían sido los autores de la muerte de Rodríguez ya que tras ellos apareció una división
comandada por Miguel Miranda y Francisco Iturra con quienes se trabaron en batalla. Los indios
cazadores se apresuraron a identificarse como boroganos a la voz de “somos voroganos, indios de
Canuiquir y de Rondeao”. Sin embargo, la advertencia no detuvo a los soldados que realizaron una
749 En la misma participaron caciques que pertenecían a las tres agrupaciones que se habían encontrado unidas en el encuentro de diciembre del año 1830: Marileo (B), Paine (Ll), Mariqueo (ó Maliqueu? B), Quele (ó Guele? P), Antibil (B), Calbulef (ó Calbulen? B), Guircan (B). 750 Delgado a Rosas, Guaminí, 24 de agosto de 1833. AGN,X,27.5.7 751 Rosas a Delgado, 29 de agosto de 1833. AGN,X,27.5.7
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matanza indiscriminada en la que murieron 4 indios y 2 capitanes de los caciques Mulato y Marileo
(B). Unos pocos que pudieron escapar llevaron la noticia de estos hechos a las tolderías752.
Los asesinatos provocaron gran consternación en el campamento como refería Millalicán
en una carta a Miguel Miranda en la que manifestaba su asombro por la muerte de indios
pertenecientes a los jefes boroganos, entre ellos “un cabeza llamado Loncoñ (B)... pariente muy
cercano de estos casiques”. La cercanía entre los dos hechos (la muerte del capitán Rodríguez y el
asesinato de varios indios boroganos) resultaba bastante sospechosa para los caciques y el mismo
Millalicán expresaba en la carta que se temía un ataque de las fuerzas provinciales. Cada vez serían
más evidentes las desconfianzas mutuas entre los interlocutores. Los boroganos respondían
constantemente accediendo a las exigencias de Rosas pero en sus actos no solo mantenían sus
vínculos con los “ranqueles” sino que continuaban amparando e incorporando cada vez más
familias pertenecientes a grupos hostiles al gobierno753. La reacción del comandante de frontera ante
esta situación se manifestaría en una conjunción entre claras críticas e intimidaciones sobre estas
acciones y el mantenimiento del vínculo diplomático aceptando obsequios y entregando bienes754.
La vida en el campamento se veía, en estos momentos de tensión, constantemente surcada
por diverso tipo de juntas. Cuando era necesario tomar una resolución como consecuencia de un
pedido o exigencia del gobierno, cosa muy frecuente en ese tiempo, se realizaban juntas reservadas
donde participaban solamente los caciques y de las que los enviados de Rosas dificilmente llegaban
a tener conocimiento. Con posterioridad a esos encuentros se convocaba a una junta general a la
cual asistían, además de los jefes nativos, Delgado, Plaza, Castro, Millalicán y el lenguaraz Juan
Verdugo; en ellas se notificaba a los “agentes” de Rosas las decisiones que se habían tomado755.
752 Millalican sin destinatario ni fecha, AGN,X,27.6.1 753 Por ejemplo, el amparo de una partida de cerca de 20 indios que fuera la atacada poco antes por Miranda e Iturra. Se argumentaría que estas familias no se habían entregado a Rosas porque “entre ellos no hay cabezas y… son muy pobres”. Delgado a Rosas 16 septiembre 1833. AGN,X,27.5.7 754 En una de esas cartas en que el tono general era de fuerte amenaza, la misma terminaba con una respuesta detallada de cada uno de los pedidos que poco antes le había realizado Rondeau (el reclamo de dos sobrinos tomados por la división de Bahia Blanca con los que tiene “parentesco no de boca sino de sanguinidad; la mujer de su corneta Soto que es una cautiva tomada por ellos en la expedicion contra Quiñigual y Cumio el año anterior) finalizando con un agradecimiento al cacique por una jerga que le había enviado de obsequio. Ambas cartas en AGN,X,27.5.7. 755 La relación entre los agentes de Rosas y los caciques era fundamental para mantener el vínculo. La actuación de éstos como lenguaraces y/o mediadores llevaba a que se tuviera especial cuidado en su elección De los personajes que en esos momentos existían en las tolderías, en varias oportunidades se elevarían las críticas hacia el teniente Pablo Castro “por sus frecuentes embriagueces y el vicio del juego” (Millalican a Rosas, 5 septiembre 1833. AGN,X,27.6.1) pidiendo que fuera relevado del cargo y reemplazado por Manuel Baldebenito “muy puro en honradez y es mas querido de todos los indios y caciques.” (Millalican a Rosas 30 de julio 1833. AGN,X,27.5.7).
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Las desconfianzas mutuas que se habían instalado en la relación interétnica habían creado
en el campamento borogano el temor de que las fuerzas expedicionarias, una vez que terminada la
campaña, avanzaran sobre las tolderías. Sobre este telón de fondo, Rosas volvería a la carga
exigiendo la entrega de los cautivos existentes allí. En efecto, en septiembre de 1833, en un
parlamento que había sostenido con el cacique Guichan (B) enviado de Cañuiquir, junto con el
lenguaraz Baldevenito, había exigido la entrega de 150 cautivos756. Para cumplir con esta orden la
estrategia de los boroganos sería conseguir que fueran los ranqueles quienes entregaran las suyas
evitando así la entrega de las propias.
Al regreso de los enviados se realizó una junta entre los caciques boroganos para
determinar el curso de acción a seguir. En la misma, comenzó a reflejarse más nítidamente una
diferenciación en el cuerpo de caciques en donde se haría evidente un protagonismo creciente de
Rondeau en la dirección de los asuntos diplomáticos. En la junta mencionada, Cañuiquir plantearía
que la entrega de cautivos debía conseguirse de sus poseedores mediante la persuasión. Rondeau,
por el contrario, apoyaría el uso de la fuerza de ser necesario para completar con el contingente
exigido por Rosas757. La última posición fue la que primó y se decidió realizar una expedición a los
toldos ranqueles, aprovechando la ausencia de una partida que se había ido a malonear, para quitar
los cautivos. Al regreso de la misma, en una nueva junta a la que asistieron Millalicán, Castro y
Baldevenito se relataron los pormenores de ella.
“estuvieron los casiques Canuiquir y Melin y otros capitanes dando cuenta al casique Rondeao como les havia ido y como se habian portado ellos en su comision diciendo los que no querian entregar a la fuerza; Melin (B), Ynaypil (B) y Bena (B) se portaron con mas energia que Canuiquir al cabo es suplicador con sus yndios ynferiores … , dicen que anduvo siempre rogando y suplicando como acostumbra; solamente Melin dicen que por un tris se serro a lansas con el casique Carriane (Ll) que era el sobervio que no queria oyr decir pas y dicen que Melin le hiso humillarse a la paz ...”758
En el relato de Millalicán se presenta a Cañuiquir con una participación no
suficientemente enérgica como para lograr el objetivo. Por el contrario, Melin y otros más usaron la
fuerza para apoderarse de los cautivos. A la llegada de éstos al campamento, los indios que
participaron en la expedición intentaron ocultar algunos en sus toldos. Nuevamente en esta
oportunidad Rondeau y Melin no dudarían en quitarlas por la fuerza759. Como resultado de estas
756 Según se señala en una carta posterior de Millalican a Delgado del 26 de noviembre de 1833. AGN,X,27.6.1 757 Ibidem 758 Millalican a Delgado, 3 de diciembre de 1833. AGN,X,27.6.1 759 Mientras Rondeau “comenso a quitar [las cautivas] aunque no a todo rigor... con un poco mas ymperio que antes”, Melin “anda con una partida de yndios recogiendo para completar los numeros” (Millalican a Rosas, 3 de diciembre de 1833. AGN,X,27.5.7)
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operaciones lograron juntarse 150 cautivos que en el mes de diciembre se entregaron en Bahía
Blanca760.
Este gesto de los boroganos fue entendido por Rosas como una claudicación y, en virtud
de esa lectura, siguió presionando con el mismo objetivo de rescatar cautivas y subyugar totalmente
a los ranqueles. Del lado borogano podemos pensar que la devolución de 150 cautivas no habría
implicado más que la entrega de una parte de los prisioneros existentes en las tolderías,
fundamentalmente ranqueles, y que sería considerado como una prueba de buena fe que los dejaría
a salvo de nuevas exigencias. Sin embargo, esto no sería así y la presión in crescendo de Rosas al
respecto provocaría serios conflictos en el interior de la agrupación.
Hasta el momento, entonces, la relación entre boroganos y Rosas se apoyaba en una
conjuncion de consenso y amenaza en donde los primeros utilizaban estrategias discursivas para
justificar lo que para Rosas eran “conductas desleales”, apelando constantemente a la bondad de su
autoridad paternal. En los discursos del hacendado de Monte se evidenciaría la importancia que
tenía para él, contar con un aliado en la zona de salinas. Era evidente, como diría años después de
manera explícita, que estas “infidelidades” podían llegar a olvidarse en tanto los boroganos
cumplieran con el objetivo principal de cuidar la extensa distancia existente entre Federación y
Bahía Blanca impidiendo el paso de malones sobre las estancias fronterizas.
Esto momento de tensión en la relación sería aprovechado por el cacique Rondeau, y en
menor medida por Melin, para intentar obtener mayor poder dentro de la agrupación. Serían estos
caciques quienes no dudarían en utilizar la fuerza para apropiarse de cautivas ajenas a su grupo con
el objetivo de cumplir con una exigencia de Rosas. La imagen de la junta realizada luego de esta
incursion a los toldos ranqueles es muy elocuente: Cañuiquir y Melin se presentan, según el relato
de Millalicán, como jefes menores que informan a Rondeau sobre el resultado de esas incursiones.
El principio del fin: el fallido intento de Rondeau por monopolizar el poder A inicios del año 1834, las cartas enviadas a las autoridades provinciales por el escribiente
de los boroganos, Pablo Millalicán, reflejaban que en las tolderías se vivía un clima de gran
760 La comitiva fue atacada durante su viaje por indios de los caciques que habían sido despojados de sus cautivas. Los boroganos volvieron a atacar esas tolderías pero cuando los primeros se presentaron pidiendo paces, fueron perdonados de inmediato. Asi se incorporaron 92 entre chinas, chicos y grandes y 23 lanzas que se repartieron entre los caciques como prisioneros.
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incertidumbre acerca del futuro de la relación con el gobierno temiéndose que el ejército provincial
atacara el campamento. Para resguardarse de este posible ataque, los caciques boroganos habían
convocado contingentes del otro lado de la cordillera prometiendo la adquisición de botín en la
frontera, con el fin de incrementar sus fuerzas. Pero paralelamente a esta estrategia, se intentó
recomponer la relación con el gobierno a través de contactos más fluidos con el cacique chileno
Venancio Coñuepan asentado en las cercanías del fuerte de Bahía Blanca. Es decir, ante un
debilitamiento de la relación con el gobierno, los boroganos jugaron una doble diplomacia:
intentaron reanudar el contacto pacífico con Rosas y, para el caso de que esta estrategia no diera
resultados, buscaron la ayuda de aliados indígenas para contrarrestar un posible ataque.
Resulta llamativo el interés por reforzar la relación con Venancio, ya que el vínculo entre
éstos no era precisamente amistoso761. No obstante, a comienzos del mes de febrero comenzó a
tejerse un contacto entre ambas agrupaciones sustentado en la devolución de cautivos obtenidos, tal
vez, en encuentros pasados762. El inicio de estos contactos con un grupo tan cercano a Rosas fue el
primer paso hacia una reconstitución de las relaciones diplomáticas. El mes de febrero sería clave
en la reformulación de los acuerdos con el gobierno. En una carta conjunta firmada por los caciques
Cañuiquir, Rondeau, Canuillan y Melin el 21 de febrero, se informaba sobre la deliberación tomada
en una Junta General de enviar a tres capitanes (Colimill, Huenubil y Antonio Correa) para
entrevistarse con Rosas en un intento por restablecer la confianza. En la carta que llevaban los
chasques, los caciques exponían que
“suplicamos y rogamos a SE muy rendidamente se digne hablar con ellos y escucharles en
estos razonamientos pues estamos confundidos de ver que SE siendo un Gefe tan benigno y tan amoroso Padre de los pobres nos hayga echado en olbido. …. Es muy verdad que hablamos algunas pesadeses … de ver que nos pedían mas cautivas y cautivos sin darnos algun alivio sin duda en eso habremos agraviado y disgustado a S.E. y por eso no habremos merecido más sus cariñosas espresiones … hablamos torpesas doloridos de ver que no hubiese hablado S.E. con nuestros enviados a mas de eso no han traido un poco de tabaco y vinieron diciendo que pasaron muchas necesidades en el fuerte"763.
761 Recordemos que en las negociaciones iniciales con Rosas, los boroganos habían pedido “las cabezas de Venancio, Catiel y Cachul”. Aún en estos momentos de acercamiento, mencionaba que al menos "Cañuiquir siempre a estado dudoso de la amistad de don Venancio para con ellos" 762 El 7 de febrero Millalicán informaba a Manuel Delgado que los caciques boroganos enviarían chasques a Venancio para "darle las gracias por la gran generosidad que ha usado para con ellos mandandoles las familias del indio Huenchu sin interés [a la vez que] van a entregarles un chinito que pide el señor Venancio"En AGN,X,24.9.1 763 En AGN,X,24.9.1
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Y apelando al sentimiento religioso pedían que “Aunque haygan sido nuestras ofensas y
agravios tan horrorrosas en su precencia disimule con prudencia nuestras faltas que Dios Nuestro
Señor le agradecera y le dara premio en esta vida Y en la eterna Bienaventuranza”764.
Rosas aceptó el parlamento argumentado que a pesar de la desconfianza que le habían
merecido algunas de sus acciones, no los había atacado debido a que “sin saber por que no puedo
negar que los aprecio a pesar de la infidelidad que han usado con migo desconfiando y
perjudicandome”. Para avanzar en la recomposición de la relación y viendo el creciente contacto
que los caciques iban estableciendo con Venancio, Rosas lo utilizaría como mediador y consejero
en esta etapa. Además, y conocedor de lo que estaba sucediendo entre los caciques boroganos,
sugería que fuera Rondeau quien se acercara a Bahía Blanca alegando las buenas relaciones que
tenía con Venancio765.
Sin embargo, a pesar de este mutuo intento por normalizar la relación, el doble juego de los
caciques boroganos de amparar a ranqueles y mantener el lazo con el gobierno mostraba
constantemente su inconsistencia. La constante incorporación de familias “ranqueles” derivó en una
escasez de recursos propios para sostener una población tan grande. Los envíos del gobierno no sólo
no habían reflejado un aumento sino que, en estos momentos de tensión, parecían disminuir. La
salida más rápida y directa para obtener recursos sería el ataque a establecimientos fronterizos.
Algunos indios mencionados como “ranquiles” en las fuentes, intentarían obtener el apoyo de los
boroganos para incursionar sobre la frontera cordobesa. En febrero de 1834, Millalicán informaba
que ante la noticia de partidas maloneras sobre la frontera “el casique Rondeao hizo una Junta de
sus yndios y los amenaso muy agriamente…”766.
764 Ibidem. 765 Rosas a Millalican, 27 febrero 1833, AGN,X,24.9.1. Paralelamente, Rosas intentaría llegar a los caciques de otra manera. Con la misma fecha y dirigida a Millalicán, había escrito otra carta que hizo firmar por Manuel Delgado en la que con un tono más persuasivo y confidente sugiere a los caciques que no pierdan la oportunidad de reafirmar su alianza. El supuesto Delgado expresaba que como consecuencia de la entrega de los cautivos reclamados “el general estuvo muy contento y perdono a todos los presos tanto cristianos como indios hasta a Yanqueman y Paynen los perdono les hizo sacar los grillos y los caso con chinas”. Y introduciendo la figura de Venancio como un posible mediador agregaba que “... ese dia consiguio Don Benancio por un brindis que el sr General oyera a algun chaque que mandasen los Borogas y que si venia casique lo recibiese”. Y finalizaba la carta retomando la idea de escoger al cacique más adicto para seguir con los parlamentos aconsejando que “Ahora que resta es que no pierdan tan buena oportunidad y que todos los casiques lo faculten a Rondeado y que este venga con todas facultades cuanto antes a hablar con el señor general”. Delgado a Millalican, 27 de febrero de 1833. AGN,X,24.9.1 766 Según su relato, el mismo Millalican amenazó a los indios con convocar 10.000 hombres para castigarlos y acabarlos. La pretensión del escribiente de arrogarse un poder que no tenía en el grupo se hizo evidente ya que, según él mismo relataba “estas voces que di entre los yndios sin duda le fueron a darle cuentos a los casiques y hoy en la junta me ynsulto mucho Melin sobre esto…”.
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Los enviados de los caciques ya habían regresado de Bahía Blanca y había que dar una
respuesta a la invitación a parlamentar realizada por Rosas. La designación de Rondeau para llevar
a cabo esta operación provocó algunas resistencias en la agrupación. El mismo cacique comentaba
en una carta enviada a Rosas, anunciándole su partida hacia el fuerte, la dificultad que había
encontrado en la Junta general para que los otros caciques y capitanes aceptaran realizar esta
entrevista marginando a Cañuiquir que hasta el momento se había desempeñado como el
interlocutor del grupo.
“Yo vengo Señor y hermano no a quitarle el derecho y la facultad que le tenemos dado a nuestro antiguo mayor, a Canuiquir, que el esta lleno de facultades para trabajar las paces hasta concluirla; perdone VE nuestras torpesas. En nuestras leyes no se puede privar a un hombre superior en las facultades que se le han conferido ayudarle si se puede: en todo lo posible pero no quitarle el empleo. Estas son leyes de nuestros Antiguos y estamos muy firmes de concervarlas y no abolirlas esto lo hago saber a SE con todo respeto”.767.
Lo evidente es que era el mismo Rondeau quien no estaba muy firme en conservar las leyes
de los antepasados intentando efectivamente “privar a un hombre superior en las facultades que se
le han conferido”. En esta expresión del cacique se revela de manera transparente su intención por
romper precisamente las reglas del admapu, de las tradiciones ancestrales que guiaban la vida de
estas comunidades. Las leyes de “los antiguos” también establecían las formas de hacer política
mediante el consenso de toda la agrupación. Y era a través de este consenso que la persona
seleccionada debía llevar adelante las negociaciones con otros grupos. Si bien Rondeau reconoce
que esa es la tradición y que según ella es Cañuiquir quien debería ocupar su lugar en el
parelamento, lo desplaza en esta ocasión en lo que constituiría el primer paso hacia un quiebre más
profundo de las prácticas políticas de la agrupación.
En el parlamento realizado en marzo de 1833, Rosas le hizo varios cargos al cacique entre
los que se encontraba el llamado que se había hecho a los indios transcordilleranos y el
ocultamiento de una gran cantidad de cautivos que aún permanecían en las tolderías. Para mostrar
una actitud contemporizadora Rondeau denunció que algunos ranqueles cercanos a su toldería
habían realizado un malón sobre la frontera de Río Cuarto aun cuando, poco despues se supo que
indios pertenecientes o cercanos al cacique, habían participado asimismo en estas incursiones768.
767 Rondeau a Rosas, 29 de febrero de 1833 AGN,X,24.9.1 Una version similar sobre la dificultad en conseguir la aceptación para esta entrevista fue la presentada por Millalicán en la carta enviada a Venancio el 27 de febrero de 1834. en ella planteaba que “… ha costado tanto conseguirlo que fue un triunfo sacarle el si a los caciques y los demas cabezas Cañuiquir el que resistía más” Ibidem. 768 Según informes que obtuvo Delgado desde el mismo campamento borogano unos indios de Rondeau habían participado en dicho malón, entre ellos “el cacique Milan cuyo toldo distaba unas 25 cuadras del de Rondeao”, indios
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Luego del parlamento en el que el cacique borogano se comprometió a insistir en la entrega
de cautivos, se acordó que Cachul acompañaría a Rondeau para ayudarlo a cumplir con esa tarea.
Sin embargo, la misión de ese cacique, que se extendió de abril a mayo de 1834, tenía un propósito
oculto: obtener información acerca de la convocatoria que se había hecho a los caciques
extracordilleranos. Mientras Cachul marchaba desde Bahía Blanca con Rondeau hacia el
campamento borogano, Manuel Delgado partía desde el fuerte Mayo con un convoy de carretas
repleto de obsequios destinados a recompensar la entrega de los cautivos.
En una Junta General que fue precedida por otra reservada realizada en la noche anterior a la
que sólo asistieron Rondeau, Melin, Canuillan y Cañuiquir
"… se les iso entender cual era la comisión de Cachul que era para entregar todo el cautiverio chico y grande sin dejar ninguno que era lo que ordenaba V.E.[y] todos los caciques boroganos le contestaron a Cachul y Rondeau que entregarían todo el cautiverio que tenían en su poder como ordenaba V.E. … se acabo de hablar y entramos al reparto de los intereses que V.E.mandaba”769
La avidez de los indios por obtener la mayor parte de los obsequios derivó en que quedaran
pocos bienes para entregar a los ranqueles770. El papel jugado por Cachul en esta misión refleja el
lugar de prestigio que tenía aún entre estos grupos. Delgado notificaba a Rosas que
“ … dice Cachul que el dia 10 del que rige se pone en camino a mas tardar que solo aguarda a el cacique Paine que fue en comision por el a ver a los ranqueles a ver si podia traer a Yanquetruz y a ver los cautivos y cautivas que entregaban … me encarga Cachul que le diga a V.E. que le mande 200 yeguas para darle al cacique Paine para mandar a las familias de los ranqueles para que se mantengan mientras el viene a tratar Cachul dice que le haga este favor que el ya las a ofrecido y que no se mueve de los toldos boroganos sin darles este auxilio …"771.
Es evidente que Cachul no estaba actuando como un simple emisario sino como un
personaje de importancia que tomaba sus propias decisiones aún cuando comprometiera los
recursos del gobierno.
Luego de unos días de festejo por el reparto de los obsequios, se acordó que el 28 de mayo
Delgado abandonaría el campamento junto con la comitiva que entregaría los cautivos en el fuerte
del cacique Nincolao que se hallaba bajo las ordenes de Rondeau y gente de un capitanejo que estaba acompañando al cacique en su viaje a Bahia Blanca. Delgado a Rosas, 14 marzo 1834. AGN,X,24.9.1 769 Delgado a Rosas, 3 de mayo de 1834, AGN,X, 24.9.1. 770 “Rondeao se agarro la tercia parte del cargamento para el Melin, Cañuquil Canullan lo mesmo ysieron solo Cachul repartio su carreta a parte alos ranqueles que binieron con el casique Paine y lo mismo repartio las lleguas…”. Delgado a Rosas, 3 de mayo de 1834. AGN,X,24.9.1 771 Ibidem.
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Mayo. Pero, como había sucedido en la entrega de diciembre del año anterior, los principales
caciques boroganos realizaron una cuidadosa selección de los cautivos a entregar para no perder los
propios. Delgado, que presenció los hechos, los narraría con sumo detalle. Según el oficial entre las
cautivas que se entregaron se contaban
“29 que entrego Rondeao de los indios pobres que les quito y eso eran basuras unas biejas y muchachitos dies entrego Cañuquil entre unos muchachos con Barba que fue menester sacarlos a palos y traerlos bajo de guardia, ocho entrego Melin y uno Canullan y an quedado en todas las tolderias sobre 120 solo en el toldo de Rondeao ay dies y seis y el no a entregado ninguna de su tolderia lo mismo cañuquil lo mesmo melin y lo mesmo Canellan lo mesmo los capitanejos todo sea buelto embrolla…”772.
Mientras se desarrollaban estas “cacerías” de cautivos los informes reservados de Cachul
comenzaron a proveer información acerca de la llegada de los indios transcordilleranos.
"… hace siete o seis dias que he sabido por un cacique que esta de amigo con Cañuiquir que havian llegado los chilenos a las Manzanas y que alli estaban esperando ordenes de los caciques boroganos esta fuerza es fuera de la que ya esta en Chadileu también sé que luego nos vamos marcha el cacique Melin con 50 indios para Chadileu a llamar la fuerza que se haya ayi a los lados de Mendoza o el Rio Cuarto … es preciso que esten con cuatro ojos los de Bahia Blanca los de Patagones y en fin los de todos puntos porque estas indiadas no han de volverse de valde asi es que es preciso tener mucho cuidado…"773
El 20 de mayo, Delgado ya se encontraba en el fuerte Mayo esperando que en pocos días
regresara Cachul de su comisión junto con Cañuiquir y "un mundo de indios" que esperaban
entrevistarse con el gobernador en Buenos Aires. Llamativamente vuelve a cambiar el representante
de la agrupación retornando Cañuiquir a cumplir ese papel. En esos días se había producido el robo
de cerca de 200 cabezas cerca del fuerte y se suponía que los ladrones eran boroganos. El pedido de
informes realizado por Delgado llego rápidamente al campamento borogano desde donde Millalicán
informaba poco después que se había realizado una junta en la que, luego de saber que el robo había
sido realizado por “indios boroganos pertenecientes a Calbutur (P)”, Rondeau había expresado
“furiosamente [que] iba a asolarlos y a lancearlos supuesto que lo miravan con tanto desprecio
haciendolo quedar tan feamente delante del señor general”774
Paralelamente el campamento iba incrementando sus habitantes cada vez más con la
incorporación de nuevos grupos. El 2 de julio Millalicán informaba la llegada de "100 indios entre
chinas, chicos y grandes estos infelices vienen muertos de ambre a entregarse a lo del cacique
772 Ibidem. 773 Cachul a Rosas, 7 de mayo de 1834. AGN,X,24.9.1 774 Millalican a Delgado 30 de mayo de 1834. AGN,X,24.8.6.
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Rondeau… estos se fueron huyendo con Quiñegual quando fueron derrotados por los boroganos
dicen que an estado muy cerca de los huiliches y se han venido de puras necesidades". Ocho días
después se notificaba que 500 lanzas chilenas habían llegado con el fin de pedir las paces con los
boroganos y cristianos. Según Millalicán, el cacique Rondeau no notificó al gobierno sobre estos
grupos por estar averiguando las verdaderas intenciones de los mismos775.
De manera que, a mediados del año 1834, varias cosas habían sucedido en la relación con el
gobierno y en la estructura misma del grupo borogano. En primer lugar, la constitución de un grupo
étnicamente mixto queda fuertemente evidenciada por las incorporaciones que se habían producido
desde mediados del año 1833. Estas anexiones se habían justificado en la precaria situación
económica de los grupos que habían buscado el amparo de estos caciques y en ciertas ocasiones,
precisamente el auxilio del cacique Rondeau. Pero muchos de estos nuevos habitantes de Salinas se
vieron fuertemente presionados para entregar sus cautivas como una forma de cumplir con la
exigencia de Rosas, al tiempo que veían que sus “protectores” no realizaban la misma operación.
Otras incorporaciones, como las mencionadas en último lugar, parecían ser, a simple vista, bastante
conflictivas. Por un lado, un grupo de 100 personas pertenecientes a Quiñigual que había sido
atacado anteriormente por los mismos boroganos y por otro lado, la requerida ayuda “chilena” que
entre julio y septiembre de 1834 se había acercado a las tolderías boroganas.
En el caso de la anexión de grupos “ranqueles” se crearía en los jefes boroganos una
contradicción fundamental en el doble juego que llevaban a cabo. La posición de Rosas con
respecto a ellos era muy clara: debían ser desarmados y estar bajo la vigilancia de los boroganos.
Pero la necesidad de obtener recursos via malones se imponía como fundamental alternativa para
abastecer a un grupo cada vez más numeroso. Estas incursiones que se dirigían sobre las provincias
del Interior intentaban contar con auxilios boroganos. Accedieran o no a estos convites, los jefes
boroganos se hallarían en falta con respecto a la condición impuesta por Rosas de garantizar que los
ranqueles no actuaran sobre las estancias ganaderas. Ante esta contradictoria actitud no había
demasiadas opciones. Una de ellas era el quiebre de la alianza con el gobierno reafirmando la
existencia de este grupo mixto y la otra, mucho más riesgosa para la agrupación, implicaba un
acercamiento mayor al gobierno intentando dotar a este grupo mixto de jefaturas que, utilizando un
poder poco común en estas sociedades, mantuviera firmemente sujeto a los sectores minoritarios.
775 Millalican a Manuel Martinez, comandante del fuerte Mayo, 2 y 10 de julio de 1834. (AGN,X,24.9.1).Una información similar sobre el agregado de una importante fuerza de indios de lanza fue elevada por Delgado desde el fuerte Mayo. Delgado a Rosas, fuerte Mayo 8 de septiembre de 1834. AGN,X,24.8.6
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Esta última fue la opción escogida por el cacique Rondeau secundado por su par Melin. En
efecto, a esta altura de los acontecimientos, sería muy clara la intención de Rondeau por erigirse
como el principal jefe de la agrupación arrogándose un poder mayor del que tenían sus pares, poder
que utilizaba sin vacilar para imponer su decisión política de acentuar el acercamiento con el
gobierno bonaerense. Sin embargo, esta operación no fue exitosa. No es difícil imaginar la reacción
que produjo esta estrategia en una agrupación básicamente igualitaria donde “la jerarquía política,
militar y social era entregaba voluntariamente por el resto de la sociedad a los hombres que la
merecían por razones de sabiduría, ecuanimidad, prestigio, inteligencia, generosidad o habilidad
militar...”. La apropiación personal del poder en este tipo de sociedades “encerraba el peligro del
quiebre de la legitimidad política tradicional [y]… separaba a sus jefes del resto de la sociedad”776.
Llamativamente, cuando la situación parece alcanzar un punto máximo de tensión producto
de la llegada de los indígenas “chilenos”, los caciques Cañuiquir y Alon se hallaban en el interior
del territorio provincial con el objetivo de entrevistarse con Rosas. Este hecho no debe pasarse por
alto rápidamente sino que podría interpretarse como una maniobra planificada por estos caciques
para encontrarse fuera de las tolderías en momentos de incierto descenlace. En efecto, mientros
ellos se encontraban en la guardia del Monte, en el campamento borogano, los caciques Rondeau y
Melin se enfrentaban a la llegada del contingente que había sido convocado por ellos mismos. Si
querían mantener la alianza con el gobierno era claro que debían disuadirlos del proyectado ataque
a la frontera. En este sentido la conjetura de Cachul probaría ser muy acertada. Si los caciques
boroganos retrocedían en su invitación para atacar las fronteras estas indiadas no han de volverse
de valde.
El ataque de Masallé y la dispersión de la agrupación.
El 8 de septiembre, los indios chilenos que se habían incorporado a los boroganos, viendo
frustrados sus objetivos de malonear sobre la frontera atacaron las tolderías en Masallé asesinando a
los caciques Rondeau y Melin777. En este ataque habían participado también indios ranqueles y
boroganos descontentos con los intentos de los jefes mencionados por arrogarse un poder mayor al
que tenían. Las expresiones de fuerza que ambos mostraron para cumplir con las exigencias de
Rosas en torno a la devolución de los cautivos, el castigo de aquellos indios que participaron en
776 León Solís, “Guerra y lucha faccional…”. 777 Según una versión muy arraigada en la historiografía, el ataque habría sido planeado por Rosas quien captó a Calfucurá para que asesinara a los caciques boroganos. En un trabajo previo discutimos en profundidad esta interpretación. Ratto, Silvia “Conflictos y armonías…”
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malones sobre otras provincias y, finalmente, la marcha atrás en la convocatoria a malonear hecha a
los chilenos provocaron una oposición creciente en el campamento borogano que culminó con el
asesinato de los caciques.
La noticia del ataque fue recibida por los comandantes de los fuertes Mayo y Bahía Blanca
por indios que, escapando al enfrentamiento, se dirigieron a buscar protección en dichas
fortalezas778. Otros, temerosos de nuevos enfrentamientos y suponiendo la participación de Rosas
en el ataque, habían tomado direcciones diversas: algunos se habian unido a los enemigos y otros
habían huido hacia Mamil Mapu779. Ante estos hechos el gobierno tomaría inmediatas medidas de
precaución que involucraban la participacion de los indios amigos. Los caciques Catriel y Cachul
fueron enviados con sus indios a ponerse en guardia en la línea de frontera con la recomendación de
que ampararan a los indios boroganos que se acercaran a buscar protección780. El caciquillo
Collinao, segundo de Venancio que se hallaba en Monte, fue enviado a reunirse con su gente en la
guardia de Bahía Blanca781.
Recién a partir de octubre, la correspondencia desde las tolderías boroganas, que se había
silenciado totalmente, volvió a mostrar la continuidad y frecuencia de antes. El contacto se
restablecería a través del cacique Venancio. Pasado el momento de aturdimiento inicial las
comunicaciones de Millalicán, quien había sido apresado en el ataque de Masallé pero
posteriormente pudo escapar, son elocuentes en cuanto a la situación que estaban viviendo los
sobrevivientes y sobre los cambios que había recibido su misma posición en la agrupación. Si hasta
entonces las autoridades de Bahía Blanca se dirigían a Millalicán como el principal nexo para
comunicarse con los caciques, la desaparición de unos y la ausencia de otros782 dejaba al escribiente
sin los interlocutores habituales. Este informaba que en la tribu los únicos caciques que eran
778 Entre los caciques que buscaron refugio en la frontera se hallaba el cacique Caneullan que arribó al fuerte Mayo“con 25 indios de lanza, 30 chinas con sus dos hijos con la chusma de 40 de chicos, como 250 caballos y como 400 ovejas. Delgado a Rosas, 18 y 30 de septiembre de 1834. AGN,X,24.8.6. 779 Rodriguez a Rosas, 10 octubre de 1834. AGN,X,24.8.6 780 Rosas a Martiniano Rodriguez, 22 septiembre de 1834, AGN,X,24.8.6 781 A Bahía Blanca llegarían también chasques de los mismos atacantes de los boroganos que intentaron justificar su acción "… fundando las razones que les habia asistido para quitar del medio a Rondeau en que él los había engañado haciendoles benir de su pais para hacerlos ricos con las haciendas de los cristianos de la provincia de Buenos Aires … al mismo tiempo nos exijia nuestro parecer o aprovacion sobre aquel echo y se le hizo entender en contestacion que nosotros estariamos en un todo a la disposicion de SE a quien se le iba a dar parte inmediatamente y que con su superior contestacion seria el resultado de los que desean saber…"M. Rodriguez, 15 y 16 de octubre de 1834. AGN,X,24.8.6. 782 Por muerte de Rondeau y Melin, por ausencia de Cañuiquir y Alon que se hallaban en la provincia intentando parlamentar con Rosas y por el desplazamiento de Caneullan hacia el fuerte Mayo.
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obedecidos en todo lo que decían eran los difuntos Rondeau y Melin y que él, por el contrario, no
tenía el menor mando
"el uno es porque no soy casique, ni deceo serlo, yo estoy acostumbrado mandar en las tropas de linea; soldados veteranos y diciplinados y no entre estos ynfelises que me manejan con torpesas, y se obedecen a rruegos y no con ymperios”783.
Estas expresiones confirman la estructura de poder de estos grupos en donde los caciques
debían ratificar su autoridad mediante la aprobación de sus indios por lo cual, la pretensión de
Rondeau y en menor medida de Melin, de modificar este estado de cosas había provocado un fuerte
rechazo. Con la muerte de los caciques y ante la ausencia de Cañuiquir, se decidió que Meligur, hijo
de Rondeau, se hiciera cargo de la tribu. "Hago saber a VS a mi primo Dn Venancio, que el hijo
mayor del finado Casique Rondeao, que se a elegido por Casique otra ves paque no se acabe el
nombre de Rondeao784 que es un hombre muy capaz" y, además, porque "no hay quien escoger para
ponerlo en lugar del finado "785.
Pocos días después se produjo un nuevo ataque sobre las tolderías de Meligur de donde los
incursores se apoderaron de una importante cantidad de prisioneros. Luego del ataque, el cacique se
encontraba rodeado por los que Millalicán denomina, dejando en claro la participación activa de
jefes boroganos en el ataque que terminó con la vida de Rondeau y Melin, como los traidores
“Antibil (B), Cheuquepill (B) con los demas yndios de Gulumapus [butalmapus]". E insistía en otra
carta que “Los entregantes según dicen que an sido Antibil (B), Llanquitur (R), Mariqueu (B),
Cheuquepil (B), solo Marileu (B) dicen que lloro las muertes de los dos caciques…"786.
Luego del ataque que había sufrido, Meligur se dirigió al campo enemigo para intentar
recuperar sus familias. Estando en dicha misión, las fuerzas de Bahía Blanca cayeron sobre el
mismo campamento provocando la huida de Calfucurá, Cheuqueta y Cumio787. Este ataque disipaba
la sospecha de una intervención de Rosas en los hechos de Masallé y devolvió cierta calma a las
tolderías boroganas por lo que algunas familias que se habían refugiado en Mamil Mapu,
comenzaran a reunirse nuevamente en el campamento. El cacique Cañuiquir, desde San Miguel del
Monte, pidió a Meligur que le informara sobre la situación que se estaba viviendo en las tolderías.
783 Millalican a Rodriguez, 16 de octubre de 1834. AGN,X,24.8.6 784 Volveremos sobre esto al final del acápite. 785 Millalican a Rodriguez, 17 de octubre de 1834. AGN,X,24.8.6 786 Millalican a Martiniano Rodriguez, 3 de octubre de 1834. AGN,X,24.8.6 787 Ibidem.
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En una extensa relación, Millalicán notificaría la posición de varios caciques especificándose cuáles
se presentaban como aliados y cuáles eran abiertamente hostiles:
"Los capitanes que están firmes a favor… son Quilaleu [B], Maguin [P], Calbutur [P], Millaclen [P], Guele [P], Curriquen , Carripan[P], Loncoñ [B], Juanicu, Antileu. Los aucentes son Inaipil[B], Llanquiluen [B], Luemipil, Caniugan, Lincolafas, Cafileu; estos se han disparados llenos de temor y de susto … [Sobre] como se hallan y que determinacion tienen los casiques Mariquen[B], Marileu[B], Antibil[B], Cheuquepil[B] y Cagulen[Calbulen-B], Guircan[Guican-B] y Piena. La respuesta es que algunos de ellos están a favor de los voroganos y que están de camino asia aca… Piena mando secretamente decir con un chasque que se venia de cierto resentido que le hubiesen muerto a su hermano Rondeau”788
El informe de Millalicán también permitía constatar que dentro del grupo “chileno” había
sectores diferentes. Por un lado, boroganos que habían cruzado la cordillera, como un hermano de
Melin, el cacique Nahuelquen, que evidentemente no habría participado en el ataque de Masallé, y
por otro lado, un grupo de la región de Llaima de donde se distinguían los hermanos Calfucurá y
Namuncurá de quienes no quedada lugar a dudas sobre su protagonismo en dicho acontecimiento789.
Pasado el momento de mayor tensión, se decidió trasladar el campamento a Carhué para
alejarlo de otro posible ataque790 y enviar a Meligur a Bahía Blanca para informar personalmente lo
sucedido y coordinar acciones conjuntas con las fuerzas del fuerte791. En respuesta a ello marcharon
dos expediciones combinadas de fuerzas provinciales e indígenas comandadas por Meligur,
Guayquil y Venancio. Los ataques no lograron alcanzar a las fuerzas de Calfucurá que ya se habían
retirado cruzando el Colorado pero cayeron sobre las tolderías que tenían en el Chadileu los
caciques Ancapi, Marileu (B), Antepil (ó Antibil? B), Choquepil (B) y Mariqueo (B) obteniéndose
en las campañas más de 190 prisioneros de ambos sexos792.
Paralelamente a estas acciones, el cacique Cañuiquir regresó al campamento junto con un
destacamento a las órdenes del mayor Ramón Maza que tenía el objetivo de servir de protección y
788 Millalican a Delgado, 7 de octubre de 1834. AGN,X,24.8.6. 789 “El cacique Nahuelquen uno de los que ha venido de Gulumapus hermano del finado Melin ha mandado decir que esta muy pronto ayudar en los asuntos de la guerra contra los asesinos de su hermano y que le mande chasque Meligur comunicandole varias cosas para resolverse y estar firme para ayudar… “ Ibidem. Millalican agregaba que en ese momento, la fuerza con que contarían los boroganos para defenderse en caso de un nuevo ataque era de doscientos sesenta y siete hombres con lanzas y más de doscientos sin lanzas. 790 Para Millalican esta nueva ubicación traía ciertos riesgos ya que “siempre están viniendo indios de los ranqueles y de aquí también están yendo para alla con mil embustes empeñense muy mucho el retirar esta indiada de los infames ranqueles que son enemigos de la paz y de los cristianos" por lo que pedía a Rodriguez que sugiriera a Meligur que se acercaran más hacia la sierra de la Ventana. Millalican a Rodriguez, 17 de octubre de 1834. AGN,X,24.8.6 791 Millalican a Rodriguez, 16 de octubre de 1834, AGN,X,24.8.6. 792 Sosa a Rosas, 11 noviembre de 1834. AGN,X,24.8.6. En una nota enviada por el lenguaraz Bustos a Rosas desde Guaminí comentando esta expedición se nombraban a dichos mismos caciques como ranqueles. 14 de noviembre 1834. AGN,X,24.9.1
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disuadir a los enemigos de cualquier ataque793. Con la desaparición de Millalicán quien abandonó
las tolderías para asentarse en Buenos Aires794, Maza, junto al lenguaraz Bustos quien también fue
destinado a Guaminí, se convertirían en los principales informantes de los hechos en el campamento
borogano.
La unión de las fuerzas militares en persecución de los atacantes de Masallé no derivaría en
una recomposición total de la, hasta entonces, tensa relación entre los boroganos y el gobierno. La
piedra del conflicto seguiría siendo el indisoluble vínculo de los primeros con los ranqueles. Esta
segunda etapa, en la que volverían a producirse conflictos en el interior del grupo borogano en torno
al tema, estaría marcada por la resistencia del cacique Cañuiquir a cumplir con la permanente
exigencia de Rosas de “acabar con los ranqueles”. Nada más elocuente para reflejar la situación que
acabamos de plantear que las mismas palabras que pronunció el cacique al ser interpelado por el
lenguaraz Bustos con motivo de haber cobijado a grupos ranqueles que habían atacado los
establecimientos rurales de la frontera cordobesa. Ante la reconvención del lenguaraz por haberlos
recibido y amparado “con los brazos abiertos”, el jefe borogano respondió que:
“como va de desamparar a puros amigos hermanos parientes y lo que es mas a su llerno … que es suficiente castigo el aberlos abansado [el ejercito provincial] en los Montes y que por eso los perdona” 795.
A fines del año 1834 los boroganos habían experimentado un fuerte desgranamiento de su
núcleo original y, lo que es más importante, algunos grupos habían pasado a la categoría de
“amigos” abandonando la independencia territorial para pasar a habitar en el interior de la
provincia. La separación de Caneullan y Guayquil (hermano de Rondeau) quienes habían sido
acogidos bajo la protección del fuerte Mayo no hizo sino preanunciar futuros desmembramientos.
En Salinas Grandes permanecía el cacique mayor Cañuiquir y otros jefes boroganos, entre ellos
Alón y Meligur quien había estado a cargo de la agrupación en ausencia del primero.
Luego de las incursiones realizadas por las fuerzas conjuntas en el mes de noviembre,
algunos jefes boroganos sospechados de complicidad en el ataque de Masallé796 y sobre quienes
793 Delgado a Rosas, 12 noviembre de 1834. AGN,X,24.8.6. 794 Los motivos de la desvinculación de Millalican del campamento borogano no son claras. En febrero de 1835 se hallaba en Buenos Aires. Uno de los “indios sirvientes” que había traido del campamento le había solicitado pase para volver a su tierra pero él se había limitado a autorizar su viaje hasta el fuerte Mayo “precabiendo que no vaya hablar cosas impropias de mi al resto y cause tristezas y desconsuelos en los voroganos”. Y pedía ser avalado en esa decisión “Hasta que mis gefes y superiores dispongan de mi que destino devo seguir despues de los castigos con razon y justicia”. Millalican al edecan Corvalan, 9 de febrero de 1835. AGN,X,43.1.3 795. AGN,X,24.8.6 796 Se trataba de los caciques Antibil y Mariqueo, ambos boroganos según el listado de 1830.
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habían caído las expediciones punitivas, se presentaron al cacique Meligur pidiendo las paces y
solicitando las familias que habían sido apresadas en dichos encuentros. El cacique aceptó la
anexión de estos grupos y negoció personalmente con el coronel Francisco Sosa, comandante de
blandengues de Bahía Blanca, su traslado a dicho fuerte para integrarse a las tolderías de
Venancio797. Dicho desplazamiento provocó la férrea oposición del gobernador Rosas. Además de
los inconvenientes en cuanto a la seguridad que significaba el traslado de Meligur con 300 indios de
pelea a Bahía Blanca y su unión a Venancio el gobernador dudaba de las buenas intenciones del
cacique por haber amparado a algunos jefes que habían participado en el ataque a Masallé798.
El lenguaraz Bustos, desde las tolderías boroganas de Salinas Grandes, abundaría en
comentarios sobre el papel que estaba jugando el coronel Sosa en estos momentos799. Según su
interpretación, el coronel no buscaba más que aislar a Cañuiquir a quien hacía responsable del aviso
que tuvieron los ranqueles sobre una expedición que se proyectaba desde Bahía Blanca, advertencia
que había frustrado la incursión800. El encono del coronel de blandengues hacia el cacique borogano
había llegado al extremo de haberle dicho "en Salinas [que] lo iba a matar y no lo hizo por estar la
tropa cristiana pero que no perdía las esperanzas de hacerlo"801. La denuncia de Bustos sobre las
actitudes de Sosa involucraba también la toma de bienes que había realizado en encuentros
anteriores con los ranqueles, apoderándose de “todas las vacas, caballos, yeguas, cabras, ovejas y
su tropa con todo el botin que habia en las tolderias y a más de esto con 16 caballos pertenecientes
a los borogas”. Finalmente, para Bustos, la separación de Meligur había sido obra exclusiva del
coronel ya que el cacique “… dice ser mandado por el comandante Sosa y que él no obecede a otro
y que este le a ordenado que se separe de Cañuiquir”. La captación del cacique había sido realizada
por Sosa mediante la promesa de retribuciones mayores de las habituales por la entrega de sus
cautivos. Esta promesa, hecha en Bahía Blanca a Meligur y Guayquil, fue conocida al regreso de los
indios al campamento con lo cual “todos se negaron a entregar sus cautivos y pretendían moverse
hacia el fuerte en busca de los obsequios prometidos”. Esta situación había producido un conflicto
797 Según carta de Sosa a Rosas de fecha 8 de diciembre de 1834. AGN,X,24.8.6 798 Rosas a Sosa, 31 diciembre de 1834. AGN,X,24.8.6. 799 Bustos a Rosas, 22 noviembre de 1834. AGN,X,24.9.1 800 Para Bustos el delator había sido "un indio de Don Venancio llamado Lupileu que fue con el aviso al enemigo y les hizo presente que ibamos a atacarlos y les impuso el plan que habiamos echo con el mayor secreto entre el coronel Sosa, don Venancio, Cañuiquir y yo. Esto puedo justificarlo a V.S. de buen modo cierto por que en esta tolderia esta un indio que presencio el aviso por hallarse prisionero en esas circunstancias y ahora se les a escapado y el dice lo vio y oyo todo lo que les dijo Lupileu al enemigo amas de 6 indios que se fueron de Don Venancio de sus mismos toldos a los dos o tres dias de la marcha de Don Venancio … con dirección a Chile; la comision con que fueron no se sabe pero es muy probable que alla sido a dar parte al enemigo que marchabamos sobre ellos". Ibidem. 801 El mismo cacique se quejaba ante Rosas de este trato y su temor se fundaba además en que "no creee que el Coronel Sosa se gobierne de por si para que lo este amenazando con la muerte". Maza a Rosas, 9 de diciembre de 1834 AGN,X,24.9.1
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tan grande en las tolderías que según Bustos “es tan grande las desavenencias que hay entre los
indios que en un mismo toldo se han querido agarrar a lanzasos”802.
Desde inicios del año 1835, la incorporación de familias boroganas y ranqueles al
campamento de Salinas Grandes fue una constante. Así, se incorporarían a Cañuiquir el cacique
Marileo (B) que había estado involucrado en el asesinato de Rondeau y Melin, con 50 toldos y 150
indios de pelea803. Poco después arribarían el cacique Guircan (B) con 12 toldos, 26 indios de pelea
y las familias de estos, el cacique Llanú Manque con 8 toldos, 18 indios de pelea y familias, el
caciquillo Fernando, yerno de Cañuiquir, con 26 toldos, 60 indios de pelea y sus familias, estos
últimos, según la documentación, pertenecientes a los ranqueles804. Paralelamente, Cañuiquir
recibiría chasques de Paine (Ll) que le avisaban que el cacique “viene en marcha con ciento y más
indios de pelea y doscientas y tantas de familia para presentarse a Cañuiquir quien dijo que no hay
problemas”805.
¿Las relaciones entre estos grupos eran puramente coyunturales? ¿Respondían solamente a
una alianza derivada de la precariedad de recursos? En algunos casos esto no era así. Ante la
exigencia de que los grupos que se incorporaran al campamento borogano entregaran sus cautivos,
Marileo y sus indios se negaron a cumplirla. Maza, Bustos y Cañuiquir convinieron en hacer una
“visita” conjunta a las tolderías para obtenerlas aunque fuera a la fuerza. Pero, llegado el día,
Cañuiquir retiró su apoyo diciendo que él no se metía en esos asuntos. La explicación de Maza
sobre la conducta del cacique se vinculaba a la presunción de lazos parentales entre las dos tolderías
y , de hecho, se informó que
“Cañuiquir no quiere atacar a Marileo porque tiene casada la hija que estubo aquí la Carmela con un sobrino de Marileo y esto mismo sucede con los demas indios en virtu de esas mismas relaciones de parentesco”806.
Según Maza, en el campamento existían en esos momentos mas indios ranqueles que
boroganos y que sus propias fuerzas, por lo que suponía que Cañuiquir no podría ni intentaría
dominarlos en virtud a su numero. Con esta composición poblaciónal, el ansiado ataque a los
ranqueles tendría cada vez menos posibilidades de concretarse. Pero, reproduciendo lo sucedido
802 Todo el relato sobre la conducta de Sosa en Bustos a Rosas, 9 de diciembre de 1834. AGN,X,24.9.1 803 Vicente Gonzalez sin fecha ni destinatario. AGN,X, 24.9.1 804 Bustos a Rosas, 24 enero 1835. AGN,X,24.9.1. 805 Ibidem 806 Vicente Gonzalez sin fecha ni destinatario. AGN,X, 24.9.1. Con el mismo argumento, el cacique Guele (P), recientemente incorporado, se negó a participar de la expedición que se diponía a incursionar sobre los ranqueles alegando que no atacaría a Llanquetruz “porque era su suegro al haberse casado con una de sus hijas y que los unicos enemigos sobre los que había que incursionar eran los chilenos”. Buscar fuente.
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antes de Masallé, no todos los caciques boroganos tendrían la misma actitud en torno a la disyuntiva
entre aceptar las condiciones del gobierno o mantener la alianza con los ranqueles. Ante noticias de
un malón ranquel sobre la frontera de Córdoba, se pidió colaboración a los boroganos y solo el
cacique Alón se unió a las fuerzas comandadas por el oficial Carbajal. En la incursión se logró
apresar a los caciques Guete (Ll) , Guele (P) y Piena que fueron llevados al campamento junto con
el ganado que habían robado. A pesar de la exigencia de Bustos y Maza para que Cañuiquir obligara
a los vencidos a entregarlo, el cacique se negó a reclamarlo alegando que “como va a reclamar
hacienda a unos indios que no tienen que comer y que, además, es de otra provincia807.
Esta respuesta, que es brillante para comprender la lectura que hacían los indios acerca de
las empresas de captura de ganado, estaría encubriendo otra estrategia puesta en juego por el
cacique. En efecto, según un informe de Bustos, estos caciques habían pagado una buena cantidad
en ganado a Cañuiquir “según costumbre de ellos para que no se les toque ni se les siga mal
ninguno”808. Esta percepción de bienes parece haber sido una práctica del cacique en estos
momentos de tensión ya que según Bustos era muy llamativo que, si a su partida a Buenos Aires no
tenía prendas, ahora “tanto él como su hijo y los demas indios que estos tienen en sus toldos están
llenos de prendas” de lo que deducía que Cañuiquir ha sido comprado para que no atacara a los
ranqueles.
Como si este tema no bastara para tensar al máximo las relaciones con los boroganos, Rosas
volvería a insistir en la necesidad de que los indios entregaran las cautivas existentes en las
tolderías. La tensión llegaría hasta el extremo de volver a producir un quiebre en el interior del
campamento. En una junta general a la que concurrieron todos los caciques boroganos se harían
evidentes las diferentes posiciones en torno a la relación con el gobierno. Cañuiquir comenzó a
“mover la historia en contra de los cristianos...” a lo que reaccionó el cacique Alón quien
“…le dijo a canuiquir que bas hablar de los cristianos cuando tu hijo y tu mujer y todos tus Indios los han yenado de todas cosas y bos sos un picaro que estas engañando a los cristianos todos los dias y yo soi el que te ha de dar la muerte por esta mano porque mi nayor desgracia sera el morir entre los indios y no ir a morir entre los cristianos que es a quienes he entregado mi corazon y es por quienes he de pelear mientras sea Alon. Esto yego al estremo de andar con sable en mano... de suerte que la Junta se bolvio un remolino...809.
807 Bustos a Rosas, 30 agosto 1835. AGN,X,24.9.1 808 Ibidem 809 Bustos a Rosas, AGN,X, 24.9.1
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Las palabras de Alon representaban un quiebre total en el interior de la agrupación y una
opción por el acuerdo con el gobierno. Luego de este suceso los acontecimientos se precipitaron.
Por un lado, Alon decidió separarse de Cañuiquir y esperar el retiro de la fuerza de Maza para ir a
situarse junto a Caneullan. Por otro lado, pocos días después de la realización de la junta, Cañuiquir
envió chasques a Llanquetruz que se hallaba en los montes. La situación entre los dos grupos que se
habían definido nítidamente era de gran desconfianza y temor. Alon vigilaba a su par y comunicaba
a los comisionados de Rosas de todos sus pasos. En estos momentos de tensión informaba que “los
querquenes810 de Cañuiquir” habían avisado que Llanquetruz realizaría un ataque con una partida de
cerca de 300 indios sobre la frontera cordobesa. Dentro de los planes del cacique se hallaba el
asesinato de los caciques Llanquelen y Calfulen quienes “debían morir como Rondeau y Melin”811.
Llanquetruz había enviado algunos indios a las tolderías a Llanquelen para preparar el ataque y
solicitaba auxilio a Cañuiquir para protegerlos cuando se verificara la invasión.
Todas estas noticias habrían llevado a Rosas a reconsiderar su alianza con Cañuiquir
tomando como medida concreta el retiro del contingente militar a cargo de Maza y Bustos. Así
surge de una carta enviada al último en la que le pide que avise a Cañuiquir que “mando retirar mis
soldados por que estan de balde y que ya alli no tienen que hacer que cuando yo los mande fue
para que peleasen contra los enemigos y que habiendo esto cesado deben regresar a ver sus
familias”812. Tal vez por temor a que el retiro de este piquete fuera seguido por un ataque directo a
las tolderías, en noviembre de 1835 Cañuiquir realizó una campaña contra las tolderías boroganas
de los caciques Marileu, Mariqueo, Antufil, Cheuquepil y Ancapi ubicadas en Leuvucó813. En dicha
expedición "del javon se vinieron a dar a Tapalqué una punta de pampas de 157 entre chico y
grande. Ellos alegan que los enemigos los tenían a la fuerza y Catriel y Cachul asi también lo
aseguran yo, sin embargo, he dispuesto lo que corresponde para que en ningun tiempo puedan
perjudicar y esten seguros"814.
Los intentos de acercamiento por parte de Cañuiquir llegaron hasta el punto de apresar a
unos caciques ranqueles a los que, mediante engaños, había conseguido que se le presentaran. Para
congraciarse con Rosas, el cacique le consultaría por intermedio de Bustos si era conveniente
810 Mensajeros especializados en la adquisición y transmisión de información, tarea en la que se ejercitaban desde edad temprana. 811 Bustos a Rosas, AGN,X, 24.9.1 812 Rosas a Maza, 23 de octubre de 1835. AGN,X,24.9.1 813 Informe de Maza, noviembre de 1835, AGN,X,25.1.4 814 Ibidem
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ejecutarlos. En su respuesta, el gobernador volvería a aplicar la estrategia de no involucrarse de
manera directa en la decisión sino, sugerir por intermedio de un tercero, de la confianza del cacique,
el camino que consideraba verdaderamente el más indicado. Rosas respondería que
"como no es propio que yo le diga que fusile unos hombres a quien el mismo llama siendo por otra parte muy malo que los agregue a sus indios voy a contestarle a Bustos que él como cosa suia propia le aconseje que luego que lleguen los fusile por que si los perdona yo me hede enojar por que el tiene la culpa de haberlos llamado"815
Si estas acciones del cacique pudieron hacer reconsiderar a Rosas su opinión sobre la
relación con los boroganos, no sucedió lo mismo con el coronel Sosa que mantenía una oposición
extrema hacia Cañuiquir. Sosa no se convenció de las buenas razonas que esgrimía Rosas para
tolerar lo que para el comandante eran hechos incuestionablemente censurables de Cañuiquir y
atacó en dos oportunidades (22 de marzo y 26 de abril de 1836) al cacique. El primer encuentro
cayó sobre las tolderías de Cañuiquir en el arroyo del Pescado produciéndose una cruel matanza
pero el cacique borogano pudo huir con algunos de sus hombres. El último encuentro se produjo en
la zona de Lanquillú ó Longague (próxima a la actual ciudad de 9 de julio). La fuerza atacante
constaba de 200 indios de Venancio, 270 de los caciques Meligur y otros boroganos y el regimiento
de blandengues de Bahía Blanca. El botín del encuentro fueron "600 personas de sus familias
salvages, majadas de ganado lanar en numero de mas de ocho mil, como quinientas cabezas
vacuno, algunos caballos y el todo de su menage y servicio de sus hogares que como legitimo botin
obra en manos de nuestros soldados" agregando el parte enviado a Rosas que la cabeza de
Cañuiquir fue colocada sobre un palo en la cima de una pequeña colina del paraje Lanquiyu. “Todo
esto horrorizaba a Meligur y otros borogas. No habían visto semejante crueldad ni en la guerra a
Muerte”816.
Si este fue el fin de la agrupación borogana como el grupo de mayor peso en las pampas
a inicios de la década de 1830, la muerte de Cañuiquir significó el inicio de una escalada de
violencia tanto interétnica como entre distintos grupos indígenas que se prolongó hasta fines de la
década de 1830817.
La segunda y última etapa de los boroganos como grupo poderoso se inició con la
muerte de Rondeau. La desaparición del cacique, había producido un pequeño y efímero intento por
instituir un cargo hereditario que rapidamente fue descartado ya que no conto con la aprobacion de
815 Rosas a Bustos, 15 diciembre de 1835. AGN,X,24.8.6. 816 Hux, Meinrado. Caciques borogas y araucanos. Buenos Aires, Marymar, 1993. 817 Ver capítulo 2 de la Segunda Parte.
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los jefes boroganos existentes en Monte. El nombramiento de un hijo de cacique asesinado para
hacerse cargo de la agrupación, podría entenderse como un elemento más en la tendencia a la
concentración del poder que había iniciado Rondeau, intentandose mantener la autoridad en el
mismo linaje. Este intento parece haber sido realizado por los pocos jefes que permanecieron en el
campamento pero, una vez que Cañuiquir se aseguró mediante el detallado pedido de informes que
solicitó, que no había demasiado peligro, recuperó el mando de la agrupación.
El excesivo detalle que se ha utilizado para describir esta etapa permite graficar el tipo
de relaciones conflictivas y de alianza en el interior de la zona tribal. Luego del segundo ataque
recibido por Meligur por parte de los chilenos, sus tolderías se mantenían cercadas por el enemigo
y, poco después, él mismo recorrería los toldos enemigos reclamando sus familias prisioneras. Esta
imagen es muy similar a la descripta por León Solís en su análisis sobre la guerra huilliche –
pehuenche en donde se ve reflejada la compleja red de relaciones que unía a estos dos grupos
fuertemente enfrentados entre sí. Sin embargo
“estos ciclos de violencia no llevaban necesariamente a la destrucción total en la medida que las batallas más brutales eran seguidas por una activa diplomacia que de acuerdo al admapu, pretendía resarcir los daños a través del intercambio mutuo de cautivos, la devolución de propiedades o el pago en especies para compensar las perdidas ocasionadas a sus contrarios. Los rivales en momentos de paz recorrian los toldos de sus eventuales enemigos rescatando a los cautivos habidos en momentos de guerra”818.
Por otra parte, esta estrecha relación derivaba frecuentente en la realización de alianzas
matrimoniales. Recurriendo nuevamente a Leon Solís, el autor menciona, por ejemplo, el caso de un
jefe pehuenche rebelado contra su “etnía” y casado con dos mujeres huilliches. El autor se
preguntaba ante este caso que debía ser muy frecuente “¿dónde recaían la lealtad del guerrero
pehuenche que despues de haber sido capturado durante un malon pasó su infancia en un rehue
huilliche? ¿Podian los capitanejos atacar a mansalva un asentamiento opositor cuando alli vivían
algunos de sus parientes maternos?”819. En el caso que estamos analizando la rivalidad entre
boroganos y ranqueles no formaba parte de su propia relación sino que intentaría ser creada e
impuesta por el gobierno y se asienta precisamente sobre una red de relaciones de parentesco y
consanguineidad existentes. Teniendo en cuenta el tipo de relaciones existentes entre estos grupos,
el resultado debía ser necesariamente opuesto al planeado.
818 Leon Solis, L.Los señores de la cordillera…pág. 43 819 Ibidem, pág. 16
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2. El declive de los ranqueles y el asentamiento de Calfucurá a Salinas Grandes820
Con la muerte de Cañuiquir y la dispersión del campamento borogano en Salinas,
desaparece también la información precisa y detallada que, desde dentro mismo de las tolderías,
llegaba a los fuertes de frontera. El fin del cacique borogano derivó en una serie de conflictos
interetnicos e intertribales que se extenderían hasta fines de la década de 1839. ¿Qué sucedió con
los ranqueles durante esa etapa? Las fuentes de que disponemos coinciden en señalar el creciente
deterioro económico que sufría la agrupación. Esta situación ya era evidente hacia el año 1839
cuando los informes aportados por cautivos escapados señalaban la imperiosa necesidad que tenían
los grupos ranqueles de enviar malones a las estancias fronterizas “obligados por el hambre”821. No
sería ajena a esta situación la influencia de los ciclos climáticos que podían provocar tanto
abundancia822 como escasez de agua. Las sequías, por su parte, podían ser “más graves y no tenían
mucha solución salvo la de arrojar a los animales hacia áreas de lagunas en búsqueda de agua”. Los
efectos de las sequías provocaban una baja en la productividad animal, el secado de los pozos, la
aparición de plagas y epidemias en las poblaciónes humanas823. En efecto, paralelamente a estos
informes otros similares señalaban los desastres sufridos por estos grupos producto de “una
quemason horrorosa en una laguna cerca de Guaminí en que estavan parados y se les incendio el
campo… que las monturas, lanzas, mantas que no sacaron pronto en la fuga fueron quemadas y aun
algunos caballos flacos tuvieron la misma suerte”824.
La extrema penuria que estaban soportando habría llevado a los caciques a comenzar
con la práctica agrícola para intentar complementar el pastoreo de ganado obtenido en los malones a
820 No podemos dejar de mencionar nuevamente en este acàpite la frustrante modificación en el carácter de la documentación que se experimenta para esta etapa. A pesar de esta limitación difícil de superar hemos incorporado otro tipo de fuentes como los registros contables de las raciones o obsequios entregados a los indios aliados hacia fines del período rosista, para intentar acercarnos a la composición de estos grupos, y las memorias del cautivo de los ranqueles, Santiago Avendaño, una fuente de exquisita riqueza que nos permite acercarnos a un conocimiento más dinámic sobre la vida en el interior de este grupo. 821 Informe enviado por Echeverría desde Tapalque, 30 septiembre de 1839. AGN,X,25.6.5. Los datos sobre la condición de los ranqueles se repiten constantemente. En enero del año siguiente otras cautivas que alcanzaron el fuerte Independencia repetían que en la coalición borogana-ranquel “unos y otros están sumamente pobres que carecen de elementos para su manutención pues no se les ve sino una u otra vaca, una u otra vaca”. Informe del comandante de Tandil, 1 enero de 1840. AGN,X,25.9.1. Poco después volvería a señalarse que “los caciques [Paine y Pichun] no tenian como mantenerse ni como darles [a sus indios] para comer”. Declaración del capitanejo Lefiau, marzo de 1840. AGN,X,25.6.6 822 En el año 1845 una inundación general “como nunca se ha visto” había producido que, en la zona de Tapalqué, muchos arroyitos debían ser pasados a nado Informe comandante de Tapalque, 30 julio 1845. AGN,X,26.5.3 823 Garavaglia, Juan Carlos, Pastores y labradores…, p. 31-32. 824 Informe según declaracion de cautivas emitido desde Tapalque, 8 de septiembre de 1839. En el informe señalado en la nota anterior también se hace referencia al “incendio que sufrieron en una laguna cerca de guamini [donde] perdieron … las mas de las lanzas”.
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las estancias fronterizas. El aprendizaje de la técnica del arado y siembre les fue enseñado por otros
grupos transcordilleranos que constantemente se acercaban a su territorio825.
A comienzos del año 1840 la agrupación contaba con dos jefes: Paine, a quien sucedería
en 1844 su hijo Calvaiñ, con asiento en la región de Leuvuco y Pichuin, cacique de las tolderías
ubicadas en los parajes Toay y Poitahue. En ese momento intentarían comenzar negociaciones de
paz con el gobierno bonaerense. Para iniciarlas utilizarían como intermediario al cacique Catriel a
quien enviaron un chasque para preguntarle “si era cierto que los cristianos asian la paz con ellos
para venir a vivir todos juntos”. Esta presentación fue combinada con una dosis de presión ya que el
chasque señalaba que le habían dado 24 días de plazo para volver con una respuesta y de no
regresar en ese término “que pasado este tiempo los casiques no podían responder de sus indios
pues todos estaban pereciendo de necesidad y que en tal caso los indios desesperados podían
venirse en pequeñas partidas a causar daños”826.
Luego del parlamento Catriel, demostrando una marcada intención de actuar de manera
totalmente autónoma, dijo al chasque que respondiera a sus caciques que vinieran sin temor a tratar
las paces con la seguridad de que éstas se realizarían. Echeverría logró evitar la partida del chasque
y “aconsejó” al cacique pampa que consultara previamente con Rosas. Convencido Catriel, el
comandante luego debió disuadir igualmente al chasque a que esperara la respuesta del gobernador.
Esta no se demoró mucho y coincidió en términos generales con la propuesta de Catriel sobre la
posibilidad de iniciar las negociaciones agregando una exigencia bastante ilusoria como era el
compromiso de los ranqueles de no volver a atacar la frontera. De todos modos, a partir de entonces
se puede evidenciar una delegación mucho más evidente de los asuntos de indios tanto en el cacique
Catriel como en las autoridades de frontera, Echeverría y Rosas y Belgrano que actuarían como
comandante y jueces de paz de Tapalque y Azul respectivamente.
En el año 1846 volvió a hacerse evidente la situación de precariedad de los grupos
ranqueles lo que motivaba el envío permanente de pequeñas partidas para aprovisionarse de ganado
en la frontera al punto que “a la llegada de una partida inmediatamente salía otra”827. Para esa fecha,
una plaga de langosta había arruinado los sembrados “causando daños hasta tal extremo que todas
825 Así lo relata Avendaño en una entrevista que tuvo con Rosas luego de su fuga del campamento ranquel. El ex cautivo agrega que desde el año 1842 en que llegó a las tolderías, el cultivo se iba incrementando año a año cultivandose trigo, maíz, zapallos, sandías y melones. Avendaño, Memorias… p. 256-157. 826 AGN,X,20.10.4 827 Pedro Rosas y Belgrano a Corbalan, 16 enero 1846, AGN,X,20.10.2.
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las hermosas huertas se talaron devoradas por esta plaga que al año siguiente fue más dañina.
Hasta las cortezas de los frondosos algarrobos eran atacadas. Paralelamente se había extendido
una terrible epidemia en las tolderías828.
En este contexto de penuria, y fundamentalmente como consecuencia de él, se había
intentado llegar a un acuerdo con el gobierno de Buenos Aires a través del juez de paz de Azul,
Pedro Rosas y Belgrano, con la mediacion de Catriel. Por ese acuerdo se esperaba obtener algunas
raciones que aliviaran la situación de la agrupación. Las declaraciones de los enviados de los
caciques confirmaban el estado de pobreza en las tolderías derivado de las condiciones climáticas y
el escaso éxito de los malones que se enviaban tanto a la frontera bonaerense como a la de San Luis.
La comitiva llegó a Azul donde fue convenientemente hospedada y al regresar llevaba algunos
obsequios: 200 yeguas para Pichuin, 26 yeguas para cada uno de los componentes de la comitiva,
mantas de paño, ropa blanca, tabaco y bebidas. Avendaño, que presenció el retorno de la comisión,
describía que
“La mayoría de los caciques y la muchedumbre esperaban ansiosos la asignación de raciones para saber que habían cesado por completo las hostilidades, Todos parecían estar en un estado febril del contento. Las mujeres afanadas por las telas que iban a vender, los indios por las boleadas en las que podrían aglomerar plumas de avestruces y cueros. … No se sentía sino un alboroto agradable en todas las tolderías”829.
Sin embargo, las negociaciones no prosperaron y el acuerdo no llegó a concretarse. El
alejamiento de esta posibilidad de obtener recursos, decidió a los ranqueles a proseguir con su
estrategia de malones ya que “era necesario robar para vivir… puesto que no había otro recurso, y
la epidemia iba tomando un carácter serio. Empezaron a morir majadas enteras. Las pocas vacas
criollas que de ningún modo eran carneadas por su mansedumbre, tuvieron que servir de
alimento”. Si bien el botín obtenido en estas invasiones aliviaba la situación del grupo, ésto era
momentáneo y debía renovarse de manera constante. Además, el ganado no era solamente
consumido por la población de las tolderías sino que servía asimismo como bien de intercambio con
otros grupos indígenas y aún con “cristianos”830. Paralelamente
“La seca principio de nuevo a asomarse. La carestía de pastos era una nueva calamidad, porque las langostas habían talado los campos... La epidemia se había presentado más aterradora. En la toldería e inmediaciones ya no había más que pasto amargo. Las lagunas
828 Avendaño, Memorias… p. 156. 829 Ibidem, p. 167. 830 En palabras de Avendaño “los picunches y muluches chilenos, incluso cristianos, venían a comerciar y eran como una esponja que absorbía numerosas haciendas, además del consumo fabuloso que se hacia alli mismo”.
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profundas se iban secando con suma rapidez. Los animales criollos se morían o estaban en un estado asombroso de flacura”831.
De manera que la situación de estos grupos era extremadamente precaria. Su
imposibilidad por lograr un acuerdo con el gobierno de Buenos Aires, fundado en la constante
hostilidad que existía entre ellos, había frustado la posibilidad de recomponer su situación mediante
la percepción de raciones. Si bien el contacto diplomático con las provincias del norte,
fundamentalmente Córdoba, les aportaba algun tipo de auxilio económico, no llegaba a compararse
con el flujo de bienes derivados a través del negocio pacífico. Sin embargo, la alianza con otro
importante actor recientemente instalado en el territorio pampeano podía llegar a derivar en cierto
mejoramiento de las condiciones económicas de los ranqueles.
Desde inicios de la década de 1830 la presencia de Calfucurá en las pampas fue una
constante. El cacique participaría en diferentes incursiones que se produjeron a partir de esa fecha
pero, luego de los ataques y pasado un breve lapso, se retiraba hacia la cordillera. Es probable que
estuviera aguardando que la agrupación borogana fuera totalmente dispersada y abandonara la
estratégica región de Salinas Grandes, para decidirse a ocupar ese espacio de manera definitiva a
mediados del año 1841832.
En efecto, Calfucurá llegó a Salinas en junio de 1841, acompañado por 37 caciques y
una fuerza de “500 indios de lanza, 100 de machete y bola y 100 muchachos para arrear”833. Poco
después de su asentamiento, envió chasques al cacique Catriel para notificarle de su arribo e iniciar
un contacto diplomático, por su intermedio, con el gobernador. Rápidamente, el cacique comenzaría
a recibir raciones mensuales de ganado conformadas por 1500 yeguas y 500 vacas. Este acuerdo,
del que no hemos encontrado documentación pero es frecuentemente mencionado en la bibliografía,
habría sido llevado a cabo en la estancia del Pino, donde se encontraron el gobernador y
831 Ibidem, 168-173. En la campaña bonaerense la sequía también hacía sentir sus efectos. A fines de 1849, el administrador de la estancia Chacabuco, propiedad de Rosas le informaba a su patrón que “la seca del exterior del Salado se prolonga. Los campos aunque se restablecieron por las garuas de septiembre los pastos no han tenido lugar a crecer de suerte que sintiendo otra vez la seca prontamente se concluiran los pastos toda vez que no tengamos algunas lluvias abundantes… El Salado esta muy bajo se vadea en cualquier parte … las lagunas están secas”. AGN,X,26.8.4. 832. También parece haber existido una puja en la región de Llaima, lugar de procedencia del cacique, en torno a la ocupación de este espacio. En ella, los hermanos Calfucurá y Namuncurá se habrían enfrentado con sus “primos hermanos” los caciques Hulmané y Colonet, logrando imponérseles y ser ellos quienes llevaran a cabo el asentamiento. No obstante, pocos meses después del arribo de Calfucura y sus caciques a Salinas, los ultimos enviarían un mensaje a los nuevos “dueños” de Salinas avistando que, pasado el motivo del enfrentamiento se aprestaban para dirigirse al sitio para pasar a vivir allí con sus parientes. Pedro Rosas y Belgrano a Rosas, marzo 1842. AGN,X,20.10.2 833 AGN,X,26.1.2
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Namuncurá, hermano del cacique, sirviendo de intérprete nuestro viejo conocido Pablo
Millalicán834.
Desde inicios de la década de 1840 hasta finales de la misma, la frontera sur de la
provincia experimentó una tranquilidad poco conocida. ¿Cuál habría sido el origen de esta etapa de
paz? ¿Habría sido verdaderamente exitosa la política indígena de Rosas al punto que ya no
quedaban más grupos hostiles de peso en el territorio pampeano? Y en este sentido, ¿fue un
elemento fundamental en esta quietud el asentamiento de Calfucurá en Salinas que actuó como
verdaderamente se esperaba de un indio aliado? Responder afirmativamente a estas preguntas nos
llevaría a una explicación peligrosamente etnocéntrica en la que situaríamos el eje del devenir
interétnico en la política estatal, lo que amerita que avancemos con mayor precaución en el intento
por explicar esta coyuntura.
Veamos, en la medida en que nos los permitan las fuentes, cómo fue armando Calfucurá
su red de relaciones teniendo en cuenta los diferentes frentes hacia los que dirigió su política. En
primer lugar, la frontera bonaerense donde estaban asentados los indios amigos. El espacio en el
que centró su atención fue el sur de la provincia, fundamentalmente en la zona de Azul-Tapalqué en
la que residían los grupos de Catriel835 y Cachul y asimismo se hallaba la división militar a cargo del
cacique Collinao. Azul se convirtió en el lugar de llegada de partidas y chasques de Calfucurá que,
cumpliendo con su misión de notificar los movimientos dentro del espacio indígena, llevaban
información sobre los proyectos de invasión a la frontera que se estaban planeando836. Pero, como
siempre sucede, estos “paseos” por la campaña eran aprovechados para procurarse algunas cabezas
de ganado extra. En noviembre de 1841 los indios amigos de la División Observación asentada por
Chapaleufú, denunciaban que “los indios que vinieron de chasques del cacique Calfucurá en su
regreso a sus tolderías fueron a la noche a las inmediaciones de su campamento y se robaron los
enunciados caballos”. El robo habría abarcado asimismo a una “tropilla perteneciente al Mayor
Molina” perteneciente a la guarnición del fuerte. Los indios realizaron la denuncia ante el juez de
paz, Pedro Rosas y Belgrano, quien acordó hablar personalmente con el cacique mayor Catriel
sobre el particular para intentar llegar a una resolución837. Aun cuando no disponemos de
información que nos permita conocer a qué acuerdo se llegó, en caso de haber existido, queda claro
834 Zeballos, Estanislao, Calfucurá… 835 Según Avendaño, Calfucurá y Catriel descubrieron con el trato que eran parientes ya que la madre del último tratada de hermano al padre del primero. Avendaño, Memorias… p. 58. 836 A modo de ejemplo, ver informe de abril de 1843 en AGN,X,20.10.2. 837 Rosas y Belgrano a Rosas, 17 de noviembre de 1841, AGN,X,26.1.3
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el lugar que cumpía el cacique pampa como bisagra entre las autoridades provinciales y el grupo
liderado por Calfucurá. A diferencia del período anterior en el cual existía un destacamento militar
en el mismo asentamiento de los indios aliados, en este caso, y posiblemente como consecuencia de
la atención del gobierno en sus asuntos políticos internos, ese control dejó de ser ejercido de manera
directa derivándose la resolución de conflictos a los jefes amigos más confiables.
La relación de Calfucurá con los “ranqueles” no comenzó de manera muy armónica.
Pocos meses después de la llegada del cacique de Llaima a Salinas, informes de cautivos escapados
de las tolderías avisaban sobre los planes de los ranqueles de atacar las tolderías para apoderarse de
caballos y, con este recurso volver a incursionar sobre la frontera838. Con el tiempo, ambas
agrupaciones decidieron su vinculación a través de una alianza matrimonial839 por la cual, el hijo del
cacique Pichuin, se casó con una sobrina de Calfucurá, hija de Namuncurá “que aunque vivía su
primer marido, el hijo del cacique Guete no por eso dejaba de reputarse como viuda puesto que la
había repudiado sin razón alguna”840. Avendaño, que presenció estos hechos describió con
minuciosidad los mecanismos implementados para concretar ese enlace. Según el cautivo
“Calfucurá le comunico (a Pichuin) que (su sobrina) había sido repudiada por su primer marido pero que para con él y para su hermano no tenia que pensar en pagarles que solo pensase en indemnizar lo pagado por el primer marido841. Así fue que Pichuin y su hijo se apuraron en apelar a sus parientes y nobles para poder cumplir con ese pago. Era de gran tenor porque ella era hija de un cacique y esposa de un hijo de otro cacique, primero y por ultimo mujer de un gran cacique ranquilche. Se pidió contribución a todos los grandes y aun según era costumbre, los pobres colaboraron gustosos con lo que podían. Así se concreto la alianza y Pichuin y Calfucurá comenzaron a llamarse mutuamente Chezcui (suegro)” 842
Siguiendo el relato de Avendaño, esta alianza matrimonial sirvió para evitar
confrontaciones entre ambos grupos que, hasta el momento, estaban enfrentados y guardaban gran
recelo uno de otro.
Calfucurá también intentó y logró organizar una red de contactos diplomáticos con
agrupaciones del área cordillerana. En primer lugar, un elemento esencial en el diseño de estas
relaciones estaba en la ubicación de su hermano Reuquecura en un paso cordillerano de lo que es
838 14 enero 1842. AGN,X,20.10.2 839 La misma estrategia habría sido usada para relacionarse con lo que quedaba de los boroganos desposando a la viuda del cacique Rondeau. 840 Avendaño, S, Memorias...p. 73. 841 Se refiere al pago de la novia que, consistente en diverso tipo y cantidad de bienes de acuerdo con la categoría del grupo dador de mujeres, debía pagar el grupo al que pertenecía el novio. 842 Ibidem 75-76.
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actualmente el norte de provincia de Neuquen843 que cumplía la función de mantener un contacto
fluido con el país transcordillerano a la vez que de proveer de información sobre los movimientos y
situación de los pueblos indígenas de la Araucanía. Pero, además, concretó alianzas con otros
grupos huilliches pertenecientes a Chocorí y Cheuqueta y picunches del cacique Gudmané844.
De manera que la estrategia de Calfucurá sería ampliar al máximo su área de influencia
dentro del espacio pan araucano, utilizando diversos tipos de estrategias: control de espacios vitales
a cargo de personas de confianza, alianzas matrimoniales con grupos anteriormente hostiles para
bloquear cualquier tipo de enfrentamiento y relaciones más indirectas, diplomáticas y, en cierto
sentido, poco transparentes con el cacique Catriel y, por su intermedio, con el gobierno bonaerense.
En efecto, lo que puede verse claramente en esta época es que existía un contacto más integral entre
distintas agrupaciones en todo el territorio indígena, a uno y otro lado de la cordillera. Calfucurá
había instalado una suerte de “globalización” de la política indígena pan araucana. Parte de estos
contactos eran comunicados de manera directa al gobierno. Así, podemos encontrar referencias
sobre la presencia de partidas de comercio indígena extracordilleranas que se asentaban en el
campamento de Salinas mientras realizaban sus tratos845, informes sobre el envío de chasques y
embajadas a Chile y a la frontera de Mendoza846, el arribo de grupos procedentes de dichos
lugares847 y la incorporación de caciques con sus familias al campamento848. Podría pensarse que
esta información que se enviaba al gobierno significaba una subordinación de Calfucurá que no
dejaba de notificar cualquier movimiento en el territorio indígena. Sin embargo, todas estas
comunicaciones incluían finalmente el pedido de algún tipo de ayuda económica en bienes para
hospedar y agasajar a los visitantes. Más que aceptar un control del gobierno sobre un espacio sobre
el que no tenía incumbencia, se buscaba su aporte como proveedor de bienes para mantener las
relaciones diplomáticas intertribales.
Esto nos lleva al tema de las raciones y obsequios que, de manera regular, recibían
Calfucurá y sus caciques aliados. En un primer momento la percepción mensual de 2000 cabezas de
843 Varela, G y C. Manara, “Particularidades…”. 844 Avendaño, S. Memorias…p. 41 845 Por ejemplo se informaba en agosto de 1847 que 1000 indios de Colicó habían llegado a las tolderías de Salinas para hacer sus negocios de tejidos AGN,X,20.10.2 846 AGN,X,20.10.2 847 AGN,X,20.10.2 848 En febrero de 1850 se avisaba la incorporación de los capitanejos boroganos Meliguer, Requinqueo y Quenupil con 100 indios a la vez que el cacique notificaba el envio de chasques a Chile para “atender a los caciques amigos de Chile que suelen venir a sus negocios”. febrero 1850, AGN,X,20.10.2. Estas llegadas de indios chilenos a comerciar era frecuentemente avisada al gobierno. en agosto de 1847 1000 indios de Loncomay habian arribo a sus negocios de tejidos. AGN,X,20.10.2
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ganado equino y vacuno habría posibilitado que el grupo gozara de cierta riqueza y que “no hubiera
indio que no tuviera hacienda que cuidar”. Sobre la distribución de este ganado nos relata Avendaño
que,
“Calfucurá arreglo con cada cacique a quien le correspondía ir a recibir el ganado mes a mes y dentro del grupo se había estipulado la entrega de 250 animales para los caciquillos y 125 para los capitanes. Cada comitiva llevaba 2 caciques grandes, dos caciquillos y 4 capitanejos los que a su regreso llevaban también distinto tipo de obsequios.
Al lado de estos suministros de ganado, los caciques asentados en Salinas recibirían
desde el fuerte de Bahía Blanca distintos bienes de consumo que incluían fundamentalmente los
llamados “vicios” (yerba, azúcar y tabaco), aguardiente y alguna vestimenta. Ya hemos visto, desde
la óptica de los comerciantes de dicho fuerte, cómo este flujo de bienes que llegaban a las tolderías
se fue incrementando aceleradamente hacia el fin del período rosista. Si, como planteamos en esa
oportunidad, estos obsequios que formaban parte de la diplomacia indígena debieron haber
reportado interesantes ganancias para los pulperos, tendremos que plantearnos de manera análoga,
qué efectos produjeron dentro del territorio indígena.
Cabría preguntarse si los obsequios y raciones en bienes de consumo corrían el mismo
destino. Hemos podido hallar para el año 1850 las cuentas de todas las entregas de artículos que,
procedentes del fuerte de Bahía Blanca, encontraron destino final en las tolderías de Salinas849.
Durante todo el año se realizaron 167 entregas a 36 caciques y más de 100 capitanejos que
recibieron los bienes para sí mismos o en representación de sus respectivos caciques. Los presentes
destinados al grupo de Calfucurá excedieron con creces los percibidos por cualquier otro jefe. De su
grupo, se presentaron en Bahía Blanca 47 capitanes que recibieron un total de 3648 frascos de
aguardiente, 5635 pesos de pan, 1400 pesos de cigarros, 54@ 2 libras de fariña, 2@ 6 libras de
harina, 25@ 4 libras de yerba, 148 ¼ varas de tabaco, 74 barajas, 9 camisas, 6 calzoncillos, 7
pañuelos de algodón, 17 jarros grandes de lata, 4 id chicos, 5 gorras de cuero de mono, 2 gorras de
paño punzo y 1 manta punzó.
Entre los caciques que se beneficiaron con estos obsequios pudimos hallar algunos que
acompañaron al jefe de Llaima en su asentamiento en Salinas desde el año 1841, entre ellos los
jefes Manqueful, Millaqueo y los hijos de Guilipan, ya fallecido para entonces. El flujo de bienes
hacia estos grupos fue bastante diferente entre sí. Del cacique Manqueful se presentaron 7 capitanes
dos de los cuales eran sus hermanos (Marileo y Canuillao) los que recibieron 530 frascos de
849 AGN,X, 26.8.6
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aguardiente, 706 pesos de pan, 180 pesos de cigarros, 7@ ¾ libras de fariña, 1@ 21 libras de harina,
3@ 7 libras de yerba, 3@ 8 libras de azucar, 24 ½ varas de tabaco, 12 barajas y 2 varas de bayeta.
El cacique Millaqueo recibió para sí y para los cuatro capitanejos que llegaron el fuerte en su
representación, 293 ½ frascos de aguardiente, 390 pesos de pan, 90 pesos de cigarros, 2@ 21 libras
de fariña, 12 libras de harina, 2@ libras de yerba, 2@ 5 libras de azúcar, 10 ½ varas de tabaco, 6
barajas y 4 mantas, 4 pañuelos de algodón y 2 jarros de lata. Finalmente, los dos hijos de Guilipan
(Guilipan y José Acosta Rosas) recibieron 191 frascos de aguardiente, 203 pesos de pan, 70 pesos
de cigarros y 40 libras de fariña.
En este caso no podríamos asegurar que se mantuviera una distribución vinculada a la
categoría del indio en el grupo, que fuera señalada por Avendaño con respecto al ganado. De las
167 entregas personales que cotejamos (obtenidas por caciques, caciquillos y capitanejos) muy
difícilmente puede hablarse de una coincidencia en cuanto a la jerarquía del indio beneficiario. Ni
aún dentro de un mismo grupo, categorías idénticas recibieron las mismas raciones lo que nos
llevaría a vincular la diferencia con la cantidad de indios a cargo que tenía cada favorecido con
estos regalos.
Es muy tentador considerar que este flujo constante y voluminoso de bienes hacia las
tolderías indígenas fue utilizado, fundamentalmente por el cacique de Llaima, para erigirse en un
poderoso jefe redistribuidor. De todos modos, la existencia de la función redistribuidora no implica
necesariamente que un grupo indígena, básicamente igualitario, haya mutado hacia una sociedad
jerárquica850. En este sentido, Marvin Harris realiza una distinción entre dos modalidades diferentes
de redistribución: una igualitaria y otra estratificada. En la primera, el distribuidor trabaja mucho
para producir lo que va a distribuir, guarda para sí lo mínimo y una vez acabado el acto distributivo
tiene menos que lo que tenía al principio. En la modalidad estratificada, el distribuidor se abstiene
850 La redistribución es considerada una de las vías que llevaría al surgimiento de sociedades jerarquizadas (Service, Elman, Los origenes del Estado y la civilización. Madrid, Alianza, 1984). Esta posición sería rechazada por otras interpretaciones para las cuales se estaban confundiendo los rasgos funcionales de las jefaturas con el origen en sí de las mismas. En esta lína, para Carneiro, "lo que realmente obtiene un jefe de la distribución es estima, no poder. Solo acumula poder cuando deja de distribuir extensamente comida y bienes y comienza a acumularlos" (Carneiro, Robert "The chiefdom: precursor of the state", en: Jones and Kautz (eds): The transition to the statehood in the New World. Cambridge, Cambridge University Press.1981). El problema se plantea entonces en términos de si la existencia de una figura redistribuidora dentro de un grupo alcanza para suponer que dicha persona ejerce un poder coactivo sobre su grupo. Para Morton Fried esto no sería así ya que la persona de más importancia de una red redistributiva "es tanto la víctima de su rol como su manipulador. Su función especial es reunir, no expropiar, distribuir, no consumir. En un conflicto entre la acumulación personal y las demandas de distribución es el primero que sufre. Cualquier otra cosa motiva acusaciones de acumulación y egoísmo y socaba el prestigio del status central". (Fried, Morton, "On the evolution of social stratification and the state", en: Diamond (comp) Culture in history. New York, Columbia University Press 1960, p.138).
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de producir, se queda con la mayor parte y termina con más posesiones materiales que nadie851. Si
planteamos que Calfucurá tuvo la posibilidad de convertirse en un jefe redistribuidor merced a las
raciones del gobierno, el esquema se asemejaría más al ultimo modelo analítico planteado por
Harris. Esta incorporación de riqueza externa, es presentada asimismo por Karl Oberg como un
mecanismo de estratificación social tanto en tribus homogéneas como segmentadas, sin que este
hecho por sí solo altere la base económica de la tribu852.
En resumen, la existencia de un jefe indígena que distribuye bienes excedentes en su
comunidad no implica por sí misma la existencia de una sociedad jerarquizada. Solo en la medida
en que esta distribución se realice en forma desequilibrada privilegiando unos grupos sobre otros
puede plantearse la existencia de un poder centralizado. Recurriendo nuevamente a Avendaño, en
su relato puede verse claramente cómo, dentro del esquema de reciprocidad esencial en estas
sociedades nativas, Calfucurá comienza a distinguirse como dador de obsequios
“Hoy todos lo adulan; compiten por rendirle homenajes y hacerle obsequios. Cada
uno, desde el más encumbrado hasta el más humilde puede presentársele para saludarlo de tiempo en tiempo. Cada visita viene con su regalo, según las respectivas posibilidades; ya un par de estribos de plata, ya espuelas, un buen caballo, una buena manto o un par de yeguas gordas y más… Cuando regresa el obsequiante, el cacique Calfucurá rivaliza con aquel, en cuanto al regalo. Le retribuye con un objeto diferente del que ha recibido pero su regalo es siempre de valor superior853.
Los informantes de Guevara en su texto Las ultimas familias, mencionarían un proceso
de lento ascenso político de Calfucurá fundado tanto en las alianzas matrimoniales que realizó con
distintos grupos como en la percepción de estas raciones. Uno de ellos diría que
“el poder del cacique de Llaime fue creciendo con el aumento de su familia, de sus animales i de los allegados que venían de las pampas i de Chile … Kalfucura estaba en comunicación con todos los caciques chilenos i ninguno podía ir a los malones de la provincia de Buenos Aires sin pedirle permiso para pasar … como este cacique recibía del gobierno argentino raciones de animales, yerba mate, tabaco, azucar, etc, muchos de este lado se agregaban por algun tiempo a su parcialidad para gozar de estos beneficios”854
Otro testimonio más reciente tomado por José Bengoa a Don Jose Carril Pircunche
presenta una imagen similar:
851 Harris, Marvin, Introducción a la Antropología general. Madrid, Alianza 1986, p.242 852 Oberg Karl "Types of social structure among the lowland tribes of South and Central America", en: American Anthropologist, 57 (3) 1955, p.196 853 Avendaño, S, Memorias... p. 46-47. 854 Guevara, Tomás. Las ultimas familias i costumbres araucanas. Santiago, 1913. p. 123-124.
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“… Calfucura llevó a mis bisabuelos a la Argentina. Alli iban a pelear, asi de a poquito los fueron arrinconando (a los españoles). Traian animales de allá, los animales de los españoles o iban a un pueblito los mapuches y los atropellaban. Se peleo muy duro por la tierra; antes eramos todos emparentados de este lado y del otro lado de la cordillera”855.
Lo que podemos concluir sobre las características del cacicazgo de Calfucurá durante la
década de 1840, en base a la documentación existente para el período, es que era el jefe que tenía
mayor cantidad de capitanes bajo su mando, que recibía cantidades considerables de bienes por
parte del gobierno (mucho más que cualquier otro cacique) que había logrado establecer una red de
relaciones intertribales que cruzaba ambos lados de la cordillera y que gozaba de la estima de sus
pares apoyado básicamente en su generosidad para realizar presentes. No sería aventurado suponer
que todas estas características habían permitido que Calfucurá se consolidara en un lugar
protagónico dentro del área pan araucana produciéndose una verdadera concentración del poder en
sus manos. La declaración tomada al capitanejo Necul, que vivía en Salinas hacia el año 1846,
arroja un dato muy revelador acerca de esto. El capitanejo, perteneciente a los “ranqueles”, había
sido apresado por Calfucurá, quien sospechaba que estaba induciendo a sus indios a incursionar
sobre la frontera, y lo había enviado a Azul. La interpretación de Necul sobre su prisión era bastante
diferente. El capitanejo negaba su intervención en empresas maloneras y denunciaba que Calfucurá
lo había apresado por una enemistad personal que tenía con él debido a que le había planteado su
decisión de abandonar el campamento junto con su familia para asentarse cerca de Catriel donde
vivía un primo hermano suyo. Calfucurá no sólo no le permitió abandonar las tolderías sino que
“esta resentido con ellos y no les deja ir a Salinas a buscar sal sino que quiere vendérsela”856. La
pretensión de convertirse en poseedor exclusivo de esta zona estratégica no es nueva. Ya hemos
visto que en la década de 1810 el tema había creado conflictos entre diversas parcialidades. En esta
oportunidad, no parece haber existido un poder que pudiera rivalizar con Calfucurá en torno a este
punto, lo que aportaría un elemento más para sostener el progresivo encumbramiento del jefe
indígena como líder indiscutido del espacio pampeano.
Es innegable, por una parte, que la agrupación borogana ya no existía como un grupo
cohesionado y de peso a inicios de la década de 1840. Que, paralelamente, los ranqueles no habían
podido reconstituirse tampoco como un grupo fuerte. Esta situación no había sido producto
únicamente de la acción de las fuerzas provinciales sino también, y en gran medida, de los propios
conflictos intertribales que surcaban el área pan araucana. En ellos, la participación de Calfucurá no
había sido precisamente secundaria. Lo vimos pelear contra Toriano luego de su separación de la
855 Bengoa, Jose, Historia del pueblo mapuche. p. 104. 856 Pedro Rosas y Belgrano a Corbalan, 16 enero 1846, AGN,X,20.10.2.
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coalición que lo había llevado a las pampas en 1831; 3 años más tarde atacando las tolderías
boroganas en Masallé por el fallido proyecto de incursionar sobre la frontera; con el mismo
objetivo, en 1837 formaría en dos oportunidades alianzas con grupos boroganos y ranqueles que en
uno de los casos se inició con una feroz contienda interna857. De manera que no sería descabellado
suponer la existencia de una estrategia por parte del cacique de Llaima en pos de liquidar los
posibles rivales que debería enfrentar en las pampas, antes de decidir su instalación en las mismas.
A diferencia de los boroganos, esta agrupación no parece haber estado organizada en torno a una
pluralidad de caciques sino, en todo caso, a las figuras de los hermanos Calfucurá y Namuncurá. El
fallecimiento del último en 1844858 y la ubicación de otro hermano, Reuquecurá, en los pasos
cordilleranos para mantener un contacto fluido con el país trasandino, habría dejado a Calfucurá el
dominio exclusivo de la región de Salinas.
A fines de la década de 1840 la relación de Calfucurá con el gobierno bonaerense
parece haberse deteriorado. Ya hemos visto que en mayo de 1849 se informaba a Rosas sobre
presuntos contactos entre el jefe indígena y grupos de Mendoza y Chile para realizar un ataque
sobre la frontera. Esta información era avalada por mensajes que, tres meses antes, había enviado el
gobernador de Concepción (Chile) al gobierno de Buenos Aires. En ellos, a través de las noticias
proporcionadas por un comerciante que había estado por tierras huilliches y un indio amigo del
gobierno, se hacía una relación mucho más detallada de los contactos que Calfucurá había realizado
con agrupaciones indígena de Araucanía para reunir fuerzas. Según el gobernador, el cacique, quien
“se hallaba en relaciones amistosas con el gobierno de Buenos Aires y de improviso se revelo
contra dicho gobierno” había logrado el auxilio de huiliches y puelches para atacar la frontera. El
“jefe que se propone encabezar a los huiliches en la expedición de que se trata es Currihuinca indio sumamente belicoso y bastante inteligente que desde el tiempo en que los españoles dispersos del ejercito real se asilaron en el terreno de los bárbaros ha sabido conservar en buen estado veinte y tantas carabinas que distribuye entre algunos indios que saben tirar i entre los foragidos que abriga en su tribu para hacer sus expediciones”859.
Este dato es confirmado por el testimonio de Don Pablo Huichalef Alcapán tomado por
José Bengoa en su Historia del pueblo mapuche. Pablo relataba que
“Había el cacique Calfucura. A ese le pagaban una tropilla de caballos al mes, vino, ropa, de todo para que se sosegara. Para acá se vino un hijo de Calfucura, Pichicurá… lo mando para que viniera a ver a un cacique de Maquehua y trajeron dice caballos, una tropilla. Porque
857 Todas estas acciones fueron desarrolladas en el capitulo 2 de la Segunda Parte. 858 Según informe de junio de ese año enviado desde las tolderías de Salinas hacia Azul. AGN,X,20.10.2 859 Miguel Zañartu al Ministro del Interior, 1 febrero de 1849. AGN,X,27.7.6
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para que hubiese conversación tenia que pagarse un caballo para conversar. Se llamaba Currihuinca ese cacique maquehuano”860.
Para finalizar, y si nos centramos en la función del cacique como indio aliado y
comparamos su devenir con la de los boroganos, podemos señalar una diferencia fundamental. La
situación dentro de la provincia era de extrema gravedad política como lo habían demostrado los
diversos actos de oposición al régimen que se habían producido desde el año 1839. Como resultado
de estos acontecimientos, según ya hemos planteado, el gobierno había acentuado una política de
mayor control de la población en la que fueron incluidos los indios amigos. En este nuevo esquema,
el negocio pacífico no sería llevado delante de manera tan personal con Rosas sino que, sería
mediatizado y delegado en personajes claves de la frontera. Pero, paralelamente, los fuertes
conflictos intertribales del período previo y la intromisión del estado provincial en esos
enfrentamientos habían llevado a la “liquidación” de grupos importantes. Los ranqueles acarrearían,
luego de la expedición al sur de 1833, una inestabilidad económica y demográfica que los llevaría a
unirse a otros grupos y a incursionar en las fronteras. Los boroganos a su vez, fueron consumidos
por el conflicto derivado del ansia de poder de algunos de sus caciques. Sobre estas bases
totalmente diferentes a las de la década de 1830, construiría Calfucurá su liderazgo.
Resumiendo, creemos que esta etapa de relativa tranquilidad en el sector sur de la
frontera bonaerense se debió a la desaparición de grupos hostiles de peso como los boroganos y sus
aliados ranqueles y al armado de una estructura de poder que pudo mantenerse de manera autónoma
por parte de Calfucurá porque la atención del gobierno estaba centrada en asuntos internos de la
política criolla y porque las mismas raciones obtenidas del gobierno que le permitían configurar la
red de relaciones que sustentaban su poder, llevaban a sostener una relación cordial con la
provincia. Pero, como planteamos más arriba, éste no sería más que el primer paso de Calfucurá
hacia la construcción de su liderazgo.
860 Bengoa, Jose, Historia del pueblo mapuche. P. 104.
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CUADRO 7. Nómina de los caciques participantes en el encuentro de diciembre de 1830
Cacique Boroganos
Caciques pertenecientes a Llanquitur
Caciques pertenecientes a Pablo
J.I.Cañuiquir Pichuñ Calbutur M. Rondeao Paynegur Carripan Caniullan Payllan Quirquelef Malin Carriane Millaclen Ynaytaru Colipayun Magnin Antibil Millaman Paninan Licanquen Guichal Guele Llanquihuen Nahuelan Remin Guenupill Llevil Quiñigur Ynaypill Liguan Epull Calbun Guicham Turrenpill D. Pedro Antibil Carripilum Cheuquepill Peneypill Alon Guilan Quilalau Guayquigur Calbulen Guete Guican Caniunill Loncoñ Maribil Maliqueu Beña Guayquinecul Turrencoy
Fuente: Bechis 1996
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Mapa 4
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CUARTA PARTE.
EL MESTIZAJE CULTURAL EN LA FRONTERA
En esta parte abordaremos el tema de la convivencia fronteriza planteando que la misma
estuvo fundada en la construcción de un modo de vida que tomó elementos culturales de los
distintos grupos que habitaban la frontera. Como se ha señalado más arriba, en los últimos años
se avanzó notablemente en el estudio de los procesos de contacto interétnico. Uno de los
aspectos más profundamente reformulados se relaciona con las formas de analizar los cambios y
continuidades y los préstamos culturales que se produjeron entre los grupos en contacto. En esta
dirección podemos señalar tres nuevas perspectivas de análisis: la lógica mestiza elaborada por
Guillaume Boccara, el pensamiento mestizo de Serge Gruzinski y el middle ground de Richard
White. Las tres propuestas, que a la vez presentan diferencias y similitudes entre ellas, resultan
muy estimulantes para avanzar en el conocimiento del tipo de relación interétnica puesta en
prácticaen el espacio fronterizo bonaerense. Estos autores plantean que el mestizaje no fue sólo
biológico sino que se extendió a todo tipo de contacto en los cuales el préstamo y la mezcla de
rasgos culturales fueron parte intrínseca de ellos. El mestizaje, planteado de esta manera, refleja
la necesidad que tenían los contemporáneos para “inventar” a diario modos de coexistencia y
soluciones para sobrevivir. En los primeros momentos del contacto, o producto del desinterés y/o
la imposibilidad de cada uno de los grupos en contacto por imponer su fuerza, se llegaría a una
situación de construcción de un mundo que fuera mutuamente inteligible para lo cual debía
apelarse a símbolos y valores del otro.
Un elemento central en estas propuestas se encuentra en mostrar la existencia de dos
esferas de contacto: la diplomática que hace referencia a la relación “oficial” entre los dos grupos
y la cotidiana. Acceder al conocimiento del mestizaje producido en este último ámbito presenta
indudables dificultades derivados de la escasa documentación que pueda brindar elementos en
esa dirección. En la esfera diplomática, por el contrario, es relativamente más sencillo percibir
actos de adecuación ya que éstos se hallan explícitamente consignados en las fuentes. En efecto,
en la documentación oficial que describe los encuentros diplomáticos o en las actuaciones
judiciales pueden distinguirse los intentos de ambas partes por llegar a un acuerdo apelando a
nociones y/o costumbres de cada una de ellas. No ocurre lo mismo con los encuentros cotidianos
que, por su naturaleza espontánea al hacer referencia a la vida día a día, no derivan en la
producción de testimonios escritos. De modo que, acercarse al conocimiento de esa “cultura
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mestiza” que indudablemente habían conformado los habitantes de la frontera resulta una tarea
mucho más difícil de realizar.
A pesar de estos acuerdos iniciales, es posible encontrar algunas diferencias analíticas en
las investigaciones de los tres autores mencionados, basadas fundamentalmente en la dirección
en que cada uno de ellos analiza las relaciones de contacto. El planteo de Boccara se centra
exclusivamente en la sociedad nativa analizando los procesos de contacto desde una perspectiva
de resistencia nativa a los intentos de dominación de los hispano-criollos. Al estudiar de manera
conjunta los conceptos de etnogénesis861 y etnificación (“la compleja obra de construcción de las
diferencias por parte de los agentes coloniales”) a los que señala como las dos caras de un mismo
proceso, el análisis tiende a la unilinealidad. En efecto, en los trabajos de Boccara se tiende a
analizar el mestizaje solamente desde el lado del indígena dejando de lado procesos similares en
el universo hispano-criollo. Ese es precisamente el objetivo del autor quien explícitamente
pretende a través de su planteo de lógica mestiza “... analizar... los procedimientos utilizados por
los agentes estatales para imponer la legitimidad de una dominación y de un ejercicio
centralizado de la fuerza pública”862.
A diferencia del anterior, los modelos de White y Gruzinski están centrados en el doble
proceso de contacto, es decir, en las adecuaciones que debieron realizar ambas sociedades para
lograr el entendimiento. En ambos modelos se señala asimismo, la heterogeneidad de los grupos
que se encuentran. Si la diversidad indígena es un aspecto sobre el que ya nos hemos extendido
suficientemente, vale la pena señalar que los autores remarcan el hecho de que los
conquistadores tampoco formaban un grupo homogéneo sino que incluían una diversidad de
actores con sus propios valores, costumbres y formas de vida. Por tal motivo, en la relación con
el nativo se ponían en juego solamente fragmentos de la cultura europea. Otro elemento central
en el planteo de estos autores se encuentra en caracterizar a las situaciones de contacto como
experiencias únicas e irrepetibles. Cada hecho conflictivo o aún, cotidiano, sería resuelto de
manera singular teniendo en cuenta la situación coyuntural en que se encontraba la relación
interétnica.
La hipótesis que sostenemos en esta parte de la tesis es que, tanto por imposibilidad de
imponerse un grupo sobre el otro como por la decisión de lograr una convivencia pacífica y
concertada, se constituyó un espacio de negociación entre pobladores criollos/ estado e indígenas
861 Ver Estado de la cuestión, III. Las sociedades indígenas. 862 Boccara, G. “Antropología diacrónica…”, pág. 461
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en donde fue necesario apelar a elementos culturales de cada grupo para lograr un acuerdo de
coexistencia. El modelo del middle ground de White resulta, en este sentido, muy estimulante
para emprender este análisis. El autor estudia el proceso de contacto que se produjo en la zona de
los Grandes Lagos entre los indios algonquianos y los distintos colonizadores-conquistadores
que ocuparon la región entre los siglos XVII y XIX (franceses, británicos y norteamericanos)
partiendo de la idea de que el mismo no fue una batalla entre distintas fuerzas cuyo resultado
debería ser la supervivencia de una de ellas. Por el contrario, su análisis plantea la hipótesis de
que el encuentro produjo la formación de una nueva situación en la que indios y blancos
buscaron un significado común para construir un mundo mutuamente comprensible. White habla
de acomodación en lugar de aculturación ya que el último término haría referencia a un proceso
unilineal donde un grupo dominante dictaría el comportamiento del subordinado. En lugar de
ello, el autor habla de un cambio cultural en lo que denomina middle ground o lugar en medio:
en medio de culturas, pueblos e imperios. En el mismo, la noción fundamental que guía la
convivencia cotidiana es la persuasión; un grupo intenta persuadir al otro apelando a lo que
percibe como valores y prácticas del segundo. Esta práctica no estaba exenta de riesgo y
frecuentemente provocaría malentendidos o distorsiones ya que para lo que un grupo
representaba un valor o una práctica habitual, para el otro posiblemente no lo fuera. De todos
modos, a través de estos “experimentos”, de estos ensayos de prueba-error, se construirán
nuevas prácticas863.
Teniendo en cuenta esta definición del autor y concientes de la diferencia en el contexto
socio politico entre el espacio estudiado por White y la situación de la frontera bonaerense en el
período analizado (donde el elemento diferenciador más evidente es que los indios amigos se
hallan asentados dentro del territorio provincial, en tanto los indios algonquianos de los Grandes
Lagos tienen una total autonomía) utilizaremos el término de middle ground es su sentido más
amplio: un lugar en el medio. En efecto, como demostraremos a lo largo del capítulo, entre la
sociedad urbana y la indígena asentada en el interior del territorio pampeano, se conformó un
863 Vale la pena resaltar que White coloca la experiencia del middle ground en un momento determinado dentro de un esquema circular en el que se desarrolla el proceso de contacto. La historia que narra empieza con el primer contacto entre indígenas y colonizadores, en la cual el indio era definido como el extraño, el enemigo. En un segundo momento se llega a la etapa del entendimiento, del acomodamiento; es un momento en el cual ambos grupos saben que no pueden vencer al otro y por ello diseñan un modo de convivencia, es el momento del middle ground. Esta etapa termina cuando, circularmente, los republicanos norteamericanos vuelven a instalar esa concepción de extraño y enemigo con respecto al indígena. Por otra parte la potencia militar de los norteamericanos supera ampliamente a los indígenas que ya no tienen la capacidad de forzar a éstos a mantenerse en el middle ground. De manera que la etapa plena de middle ground se dió en el siglo XVII con la relación entre franceses y algonquianos en la cual los franceses eran incapaces tanto de dominar a los indígenas como también de ignorarlos ya que los necesitaban como aliados, como compañeros en el comercio, etc. White, R. The middle ground…
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espacio mestizo, diferente de los anteriores y caracterizado por la apropiación de elemenos
culturales de las sociedades en contacto que dio origen a una cultura particular y distintiva.
Esta parte, a diferencia de las anteriores, no fue dividida cronológicamente en dos etapas
tomando como punto de inflexión el final de la década de 1820 cuando se produjo un decidido
avance sobre tierras indígenas y se implementó la mecánica del negocio pacífico. Esta decisión
está asentada en que, en términos generales, no se produjo una modificación sustancial en las
características del tipo de relación entablada entre estado e indígenas a partir de esa coyuntura.
Por el contrario, el intento por consensuar la vida fronteriza se mantuvo durante gran parte del
período rosista y solo hacia el final de esta etapa, en la década de 1840, podemos señalar ciertos
cambios en la relación, producto de las modificaciones ya señaladas en la política provincial.
Asimismo, la información disponible para todo el período es bastante irregular. Para la década de
1810 es relativamente importante, produciéndose un vacío muy llamativo en la década siguiente,
donde no se han podido hallar referencias de la calidad del período anterior y, mucho menos, del
período siguiente, el rosista, donde la información vuelve a ser de una gran riqueza. A pesar de
este frustrante “silencio” de los años 20, los datos obtenidos para la década siguiente, nos
permiten sostener la viabilidad de analizar el período sin que pueda señalarse un quiebre
evidente en el contacto interétnico a nivel cotidiano, a diferencia del que se produjo en términos
diplomáticos. Por estos motivos, hemos modificado en esta sección el criterio cronológico que
mantuvimos hasta aquí y organizamos la información no por etapas sino por las distintas esferas
de interacción que hemos podido estudiar.
Por tal motivo esta parte se dividirá en tres secciones. En la primera nos acercaremos al
conocimiento de unos personajes muy particulares que podemos caracterizar como
intermediarios culturales o interlocutores válidos en el espacio fronterizo. Dentro de estos
personajes pondremos el énfasis, por un lado, en los caciques y en las autoridades de frontera
que son las personas más visibles y que de manera oficial estructuraban la relación interétnica.
Pero al lado de estos mediadores se hallaban los intermediarios culturales, sujetos que favorecían
el diálogo y transferencias entre culturas adoptando y/o difundiendo rasgos culturales de las
sociedades en contacto. Dentro de este grupo nos referiremos tanto a criollos, vecinos de la
campaña y lenguaraces como a indígenas que, abandonando los asentamientos de frontera se
instalaron en otros partidos de la campaña llevando gran parte de sus prácticas culturales a la vez
que adoptaban otras de la sociedad que los incluía.
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En segundo lugar, el centro de atención estará puesto en los grupos indígenas con el
objetivo de conocer, a la manera de Boccara, los cambios y adecuaciones que los indígenas
realizaron de sus costumbres y prácticas ancestrales en virtud de su contacto con la sociedad
provincial. Pero aún cuando el énfasis se encuentra en los indígenas, no podemos dejar de
mencionar el papel jugado por el estado provincial, que en general no intentaría violentar
prácticas sociales indígenas aun cuando éstas fuesen contrarias a las costumbres criollas, sino
que apelaría a la persuasión y a la negociación para incitar a su abandono. Esta doble
adecuación, por parte de los indígenas adoptando rasgos que eran resignificados o aprovechando
posibilidades para resolver conflictos internos y por parte del gobierno intentando disuadir pero
aceptando la existencia de esas prácticas, nos llevan a que planteemos la constitución de un
middle ground o espacio de negociación y entendimiento que hiciera de la vida en común un
“mundo mutuamente inteligible”.
Finalmente, ampliaremos el análisis de los procesos de mestizaje incluyendo a la
población criolla rural tratando de determinar las características que adoptó la vida en la
campaña. La documentación más rica para acercarnos a este conocimiento son los,
lamentablemente escasos, sumarios y actuaciones judiciales que se produjeron por hechos de
violencia interétnica, los que nos permiten conocer la situación de contacto en los dos ámbitos
que habíamos mencionado: el diplomático y el cotidiano. En efecto, el análisis de la
documentación judicial a la que agregaremos otro tipo de fuentes, nos permite asomarnos al
conocimiento del tipo de integración que tuvo el indígena en la sociedad provincial reflejándose
las modificaciones que fue sufriendo a lo largo del período en estudio. Por otro lado también nos
permite conocer aún cuando sea de manera muy inicial, las características de la vida cotidiana en
la campaña, las relaciones laborales, comerciales y, aún, de parentesco y compadrazgo, que
fueron articulando indios y criollos.
1. Los personajes centrales del middle ground
A lo largo de los capítulos anteriores hemos visto una gran cantidad de situaciones de
contacto donde surgía con claridad la centralidad e importancia de aquellos personajes que
funcionaban a manera de bisagra entre los dos mundos o que transitaban ambos entrando y
saliendo sin demasiadas complicaciones. En el primer caso el papel de los caciques amigos /
aliados y de las autoridades de frontera fue decisivo para sostener la relación oficial
constituyéndose en sujetos esenciales en la construcción del middle ground. En el segundo caso,
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los lenguaraces, los vecinos de la campaña y los mismos indios mostraron una constante
movilidad espacial y cultural entre los dos mundos siendo los agentes principales del mestizaje.
En este sentido los intermediarios culturales o “passeurs culturels” han sido definidos por Ares y
Gruzinski como “aquellos agentes sociales que … a caballo entre culturas, favorecieron las
transferencias y el diálogo entre universos aparentemente incompatibles, elaborando
mediaciones muchas veces insólitas y contribuyendo así a su articulación y a la
permeabilización de sus fronteras”864.. El verdadero desafío en el estudio de estas figuras se
encuentra en descifrar “de qué manera se realiza la comunicación entre diferentes tradiciones en
contacto. Quiénes se convierten en agentes mediadores y que elementos de una determinada
cultura se busca difundir. ¿Cuáles parecen más susceptibles de ser recibidos por otra o cuáles
elige el receptor?”.
a) La diplomacia en el middle ground: caciques y autoridades de frontera.
Comenzaremos analizando la forma en que se movieron discursivamente los caciques
aliados y amigos en este incierto espacio del middle ground a través de las alocuciones y
argumentaciones sostenidas por éstos para actuar como mediadores ante el poder estatal. La
posición de los primeros (caciques aliados) se refleja desde el inicio como sustancialmente
diferente de los segundos (caciques amigos) en virtud de que los últimos habían perdido en gran
parte su autonomía política en tanto los aliados la mantenían.
La situación de los caciques aliados no estaba expuesta, en principio, a los controles
estatales que sufrían los grupos amigos. Sin embargo, la relación de aquellos con el gobierno
provincial fue de gran inestabilidad derivada, como vimos, de la falta de claridad con respecto al
conjunto de obligaciones que los involucraba mutuamente865. Empecemos entonces con la
posición del mismo Rosas hacia estos grupos866. En una coyuntura especialmente delicada como
fue el regreso de la división expedicionaria al sur en la que participaron los boroganos, el
comandante de campaña utilizaría una mezcla de amistad e intimidación para lograr afianzar la
relación con estos indígenas o, mejor dicho, para obtener el cumplimiento de una tarea en
particular: el acuerdo de los caciques para incursionar sobre el grupo ranquel.
864 B. Ares y S. Gruzinski, Entre dos mundos… p. 10 865 Para un desarrollo de esta situación remitimos al capítulo 2 de la tercera parte en donde se ha analizado la crisis intrínseca que caracterizó la relación de Rosas con la agrupación borogana asentada en Salinas Grandes. 866 Nos referiremos exclusivamente al caso de los indios boroganos de los que contamos con una extensa “secretaría” redactada por su escribiente Pablo Millalicán. La documentación de Calfucurá recié comenzará a ser voluminosa a partir de la década de 1860.
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Así se dirigía Rosas al cacique borogano Cañuiquir en abril de 1833:
“Mediten ustedes un poco y verán que mi amistad les vale mucho y que deben procurar conservarla a toda costa. También es necesario que no olviden que yo sé todo lo que pasa y que aunque algunas veces guarde prudencia y silencio no es porque no sepa las cosas sino porque soy generoso y caballero con mis amigos. Y así como soy buen amigo de mis amigos y no les se faltar en nada, así también los persigo de muerte a los que me llegan a ser infieles y traidores”
Esta mezcla de consenso y coerción esgrimida por el comandante de campaña no es una
creación rosista sino que tiene fuertes antecedentes en la política borbónica implementada en el
período tardo colonial. La monarquía hispana había producido un giro fundamental en la relación
con las poblaciónes nativas de sus dominios coloniales mudando el énfasis que hasta ese
momento se había puesto en los enfrentamientos armados hacia la conciliación y negociación
otorgando al comercio un lugar central para la obtención de esta meta867. Este tema fue
profusamente tratado por la historiografía chilena y especialmente los trabajos de León Solís
ahondan en los cambios en el contenido de los discursos con que los funcionarios reales se
dirigieron a los indígenas. En estos, comenzó a utilizarse un lenguaje conciliatorio, a veces casi
demagógico, y generalmente pragmático. En esta nueva visión sobre la relación interétnica, la
Corona comenzó a brindarles a los indígenas la protección de la justicia real, el otorgamiento de
algunos derechos, se le “sugería” la adopción de la doctrina católica, etc868. Sin embargo, a pesar
de este tono conciliatorio, las amenazas no estaban totalmente ausentes en estas declaraciones.
En efecto, en el parlamento de Tapihue, celebrado con representantes de los distintos butalmapus
de la Araucanía en el año 1774, el gobernador Jáuregui agregó a las expresiones de conciliación,
un tono fuertemente amenazador advirtiendo que
“… de no mantenerse en paz, así como me han experimentado benigno hasta ahora, verán tan mudado mi semblante que sin admitirles escusa, ni suplicas por deberlas estimar fingidas y aparentes, no embainaré la espada hasta dejar asegurado un perpetuo escarmiento en lo horroroso de el castigo dando cuenta al Rey de lo que executare, por haver abusado de su real Benignidad y grandes beneficios que están recibiendo de su mano poderosa” 869.
De manera semejante a la política borbónica en sus dominios coloniales, otras potencias
europeas aplicarían un esquema similar de combinar persuasión, paternalismo y amenaza de la
fuerza en la relación con las poblaciónes nativas americanas. En la región de los Grandes Lagos
analizada por Richard White, el gobernador francés Vaudreuil se dirigía de esta manera a los
jefes Ottawa ante el asesinato de comerciantes franceses en 1707:
867 Ver Weber, D. “Borbones y bárbaros…” 868 Leon Solis, “”El pacto colonial hispano-araucano…” p. 35 869 Leon Solis “El parlamento de Tapihue…”, p.22
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“Yo soy un buen padre y si mis hijos escuchan mis consejos ningún peligro puede sucederles… [pero] no hay … presentes que yo pueda aceptar cuando mis hijos me han desobedecido y han cometido una falta como la que han hecho ustedes”870.
Podríamos plantear entonces que la combinación de paternalismo y amenaza velada
formaba parte intrínseca del discurso de los poderes coloniales, y en nuestro caso independiente,
cuando no existía la posibilidad o no había intención en doblegar a los pueblos nativos. ¿Cuál
sería la respuesta de éstos?
Ante las crecientes presiones de Rosas por lograr una mayor subordinación de la
agrupación, los caciques boroganos debieron extremar su ingenio diplomático para, también
ellos, expresar su acuerdo con el comandante sin mostrar una sumisión total a sus exigencias. El
pedido de devolución de los cautivos existentes en las tolderías insistentemente realizado a lo
largo del año 1833 mereció la siguiente respuesta de los caciques
“… muchas veces, no se puede hacer las cosas con tanta brevedad y ligeresa como VE lo pide porque quando las cosas se hace con toda ligeresa y prontitud, muchas veces no hay acertacion. VE mismo sabimos que sus cosas las hace con pausa, con mucha calma! Y por eso tiene acertacion, en sus maniobras! Y sale victorioso y triunfante en sus grandes obras!! Nosotros Señor y hermano también querimos obrar con esa sutilesa. ...No Señor, Padre y amigo, tenga un poquito de paciencia: un hombre tan grande como VE no crea que lo hemos de engañar”871.
La imagen aquí vuelve a relacionarse con el tipo de vínculo que se había establecido en la
relación colonial entre los nativos y el Rey. Rosas es nombrado como padre y amigo al igual que
el rey para los indios había sido un “padre que protegía a sus vasallos imagen que no estaba
alejada del concepto que los propios hispano-criollos tenían del monarca”872. El rey era como
un “Padre tratándolos como hijos humildes y obedientes”873. Pero con respecto a este punto la
noción de paternalismo que tenían los indios y los hispano-criollos entraría en contradicción. Si
para los últimos el poder patriarcal era autoritario, debía ser obedecido e implicaba la sumisión
por parte de los súbditos, para los primeros se entendía como una autoridad generosa y
protectora que se equiparaba en cierto modo con las características del Dios (castigador pero
también generoso y dador de bienes). Por eso, un padre, ante los errores de sus hijos, debía tomar
el camino del perdón y brindar la posibilidad de arrepentimiento de éstos más que la
penalización de sus errores. Esta imagen que se espera de Rosas es más clara en la siguiente
870 Citado en White, p 85 traduccion nuestra. 871 Ibidem, negrita nuestra. 872 León Solis, “El parlamento de Tapihue…”, p. 50 873 León Solís, “El pacto ...”, p. 22
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alocución realizada poco después de la anterior en el mismo contexto de inestabilidad de la
relación:
“suplicamos y rogamos a SE muy rendidamente se digne hablar con [nuestros chasques]… y escucharles en estos razonamientos pues estamos confundidos de ver que SE siendo un Gefe tan benigno y tan amoroso Padre de los pobres nos hayga echado en olbido. …. Es muy verdad que hablamos algunas pesadeses… de ver que nos pedían mas cautivas y cautivos sin darnos algún alivio sin duda en eso habremos agraviado y disgustado a S.E. y por eso no habremos merecido más sus cariñosas espresiones… hablamos torpesas doloridos de ver que no hubiese hablado S.E. con nuestros enviados a mas de eso no han traido un poco de tabaco y vinieron diciendo que pasaron muchas necesidades en el fuerte"874.
El elemento disruptivo que planteaban los caciques pasaba por la falta de cumplimiento
de su rol de proveedor. Rosas no se había comportado ante sus “pobres hijos” como un padre
generoso que los auxiliaba; les había enviado solo “un poco de tabaco” y había hecho pasar a los
chasques “muchas necesidades en el fuerte”. E incluyendo en su argumentación elementos de la
religión católica que hacía referencia a la búsqueda de perdón por las ofensas y agravios en que
podrían haber incurrido concluían que
“Aunque haygan sido nuestras ofensas y agravios tan horrorrosas en su precencia disimule con prudencia nuestras faltas que Dios Nuestro Señor le agradecera y le dara premio en esta vida Y en la eterna Bienaventuranza”875.
¿Cómo se podría desarmar o desatender un razonamiento tan profundamente cristiano
fundado en al arrepentimiento de los indios que suplicaban asimismo un pedido de perdón por
esos errores?876. Como hemos visto, la relación con los boroganos se deterioró sin posibilidad de
recomposición por una serie de acontecimientos que mostrarían la imposibilidad de lograr un
acuerdo sobre las bases de esta relación en la cual Rosas exigiría una subordinación cada vez
mayor de los boroganos y éstos intentarían por todos los medios mantener su autonomía877.
Este trato patriarcal establecido entre Rosas y los caciques aliados que retomaba con
bastante fidelidad las características de los vínculos tardo coloniales entre los pueblos nativos y
el Rey, se modifica en gran medida si giramos la mirada hacia los caciques amigos establecidos
874 En AGN,X,24.9.1 875 Ibidem. 876 White señala una estrategia discursiva similar que aplicaron los indios algonquianos en el contexto del middle ground para obtener el perdón de unos indios culpables del crimen de unos comerciantes franceses. El jefe indígena vincularía en su discurso la práctica indígena de la compensación por muerte con conceptos cristianos vinculados al arrepentimiento y el perdón asimilando además el poder patriarcal del gobernador francés con el de Dios. Así se dirigiría Kiraueria al gobernador francés. “I know that the Great Spirit, the Spirit Creator, God, forbids us, my father, to kill our children ... But does noy God, who es Master of all, raise his eyes above our follies when hi ask him to be no longer angry? He forgives; pardon as He does, mi father, and for de love of Him”. Reproducido en White, R The Middle Ground... p. 92. 877 Ver parte tercera, capítulo 2. p.
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dentro del territorio provincial. En el inicio del negocio pacífico, dentro del elenco de caciques
amigos existían tres jefes que se encontraban en un lugar privilegiado con respecto al resto. Se
trataba de los caciques Catriel y Cachul localizados en las cercanías del cantón Tapalqué y el
cacique Venancio a inmediaciones de Bahía Blanca. Ellos recibían las mejores raciones y
obsequios. En general, la entrega de artículos de consumo y vestimenta que formaban parte de
las raciones respondían muy fielmente a cada jerarquía de mando dentro de la agrupación:
cacique, caciquillo, capitanejo. Sin embargo, los tres caciques señalados obtenían siempre
regalos adicionales o cantidades mayores de raciones. El cacique Venancio, por ejemplo, recibía
de manera regular 1.000 pesos en billetes de 20 y de 10 pesos, entrega que debía realizar el
comandante del fuerte de Bahía Blanca "a solas para que no lo sepan los demás indios"878 y 6
reses personales para su consumo879. Además, actuaban como intermediarios para tratar con
otras parcialidades. Con el tiempo, Catriel y Cachul serían las principales autoridades de esa
pirámide cacical. En octubre de 1835 Rosas ordenaba al comandante de Tandil que
"si alguna vez ocurre a ese punto el cacique mayor Catriel ya sea a pasar alguna larga temporada o ya sea de visita, le obsequie y atienda y facilite lo necesario según corresponde a su clan y esto mismo encargo respecto del cacique mayor Cachul pues estos dos caciques son los principales y a quienes considera siempre como tales S.E”880.
El resto de los caciques amigos, conscientes de esta diferenciación intentaban lograr un
mejor posicionamiento dentro del sistema mediante un contacto más directo con los caciques
pampas que llegaba incluso al asentamiento en Tapalqué. Así, el incremento de estos grupos fue
verdaderamente notable a lo largo del período analizado. De los cerca de 2.900 indios que
estimamos para 1836 en función del ganado entregado de ración, en 1854, según los datos del
censo provincial de 1854 existían en la zona unos 6.000 indios reducidos.
En este contexto que se refleja como bastante diferente al que existía con los caciques
aliados había asimismo una diferenciación muy marcada en las formas de dirigirse entre ellos y
Rosas. En este caso la relación adoptaba rasgos más horizontales y si bien se mantenían las
apelaciones de padre y/o hijos, éstas serían complementadas con la de “hermano” y “amigo”. En
este contexto tampoco la amenaza tenía un lugar de centralidad siendo reemplazada
fundamentalmente por la persuasión y el consejo.
878 Orden de Rosas a Martiniano Rodriguez, enero de 1835. AGN,X,25.1.4A. A su muerte, Venancio dejaría como herencia para su hijo Ramón la cantidad de 1.000 pesos metalicos en diferentes monedas (505 patacones, 301 bolivianos, 80 peruanos, 43 patrios, 19 mexicanos, 4 españoles de rostro, 13 chilenos, 13 macuquinos cordoncillos y 33 cortada (¿) y ropa y aperos por valor de 2.499 pesos. Notificación del juez de paz de Bahía Blanca, 15 junio 1838. AGN,X,18.5.8 879 10 enero 1833. AGN,X,24.8.2 880 AGN,X,43.1.2
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En todos los casos, Rosas se dirigía a los tres caciques como amigos y hermanos881. La
respuesta de los caciques era similar882. En un discurso realizado en ocasión de unas fiestas
federales realizadas en Tapalqué en julio de 1835, Cachul expresaría que
“Juan Manuel es mi amigo muy bueno; nunca me ha engañado. Yo y mis indios han de morir por él. Si no fuera por Juan Manuel no nos veríamos como nos vemos hoy viviendo entre los cristianos todos unidos como hermanos. Mientras viva Juan Manuel todos seremos felices y viviremos en orden y sosiego al lado de nuestras mujeres e hijos”883
La última frase de Cachul refleja una característica esencial de la relación de Rosas con
los indios amigos: un fuerte personalismo. En efecto, estos ultimos no se vinculaban con la
imagen impersonal de un poder central sino que tenían una clara relación de dependencia
personal y compromiso con el gobernador. Nada más claro que el siguiente juramento realizado
por los indios amigos del Fuerte Mayo en agosto de 1839 ante el descubrimiento del supuesto
complot de Maza para atentar contra la vida de Rosas. Los indios juraron
"... por Dios y por el Sol que los alumbra, por sus hijos, que serán constantes hasta morir, por defender la Patria y la opinión de S.E. y que ellos son amigos de D. Juan Manuel de Rosas, que donde muera él y su gente también morirán ellos y darán la ultima gota de sangre por él, que no conocen más padre que a S.E. así es que viviese cierto en que lo habrán de acompañar hasta el fin de su vida"884.
Estas expresiones fueron realizadas en momentos de gran visibilidad donde los discursos
debieron ser cuidadosamente preparados para representar y mostrar a la concurrencia al festejo la
posición de los indios amigos en su personal relación con el gobernador. ¿Pero cómo se
desarrollaría cotidianamente la vida en la frontera? ¿Sería la posición de los caciques igualmente
conciliadora y, fundamentalmente, vivirían tan “felices, en orden y sosiego” como afirmaba
Cachul en su discurso? Para conocerlo relataremos brevemente algunos episodios sucedidos en
Tapalqué que nos permitirán conocer las estrategias de los caciques y del comandante del cantón,
Bernardo Echeverría, en la resolución de conflictos más cotidianos.
881 Las misivas enviadas a los caciques comenzaban indefectiblemente con el encabezamiento “Mi querido hermano…” y finalizaban “Salud te desea tu afectisimo hermano”. 882 Además de dirigirse a Rosas como “apreciado hermano”, las cartas de Catriel y Cachul incluían en los saludos finales a la familia del gobernador mostrando una confianza que dificilmente podía hallarse entre los caciques aliados. Así se despedía Cachul en una carta de noviembre de 1832 “Espreciones a Encarnacion, a Dn Leon Rosas y Da Agustina y a toda la demas familia y tu recibe el cariño de este tu hermano”. AGN,X,24.1.3 883 Gaceta Mercantil, 31 julio 1835. 884 Grau, C. El fuerte 25 de Mayo en Cruz de Guerra. Publicaciones del Archivo Historico de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, 1949, p. 299-301 (negrita nuestra).
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Luego del ataque de Masallé en que fueron asesinados los caciques boroganos Rondeau y
Melin, algunas familias de esa agrupación abandonaron el asentamiento en Salinas Grandes y
buscaron refugio en la frontera. La situación en la campaña era de gran inquietud por el temor
existente de que el conflicto intertribal se extendiera a los asentamientos indígenas de la
frontera885. En este contexto, cuatro indios pertenecientes al cacique borogano Alón que se había
ubicado a inmediaciones de Bahía Blanca, llegaron a Tapalqué sin pasaporte886. Estos indios
pretendían situarse con sus familias cerca del cacique Cachul alegando ser parientes de su
suegro. Ante la presencia de estos indios sin pasaporte, el comandante Echeverría sondeó la
opinión de los caciques y mientras Catriel manifestaba su sospecha de que estuvieran actuando
de mala fe, Cachul salió en su defensa disculpando su llegada sin pasaporte alegando que eran
indios ignorantes que no sabían que debían portar licencia para transitar por la campaña. No sería
la primera vez que el cacique utilizara el argumento de la ignorancia de los indios para obtener lo
que se proponía. Precisamente el empeño de Cachul en retenerlos en su toldo motivó la sospecha
del comandante que decidió remitirlos a Buenos Aires para que fueran interrogados por Rosas
con la precaución de que "los caciques Cachul y Catriel no se disgustasen uno con el otro por la
variedad de opiniones que han manifestado en ese asunto".
La respuesta de Rosas, como era habitual, fue sumamente cautelosa ordenando la
liberación de los indios y su reenvío a la frontera para no disgustar a los caciques. Regresados a
los toldos de Cachul, éste envió uno de sus indios a Echeverría pidiéndole que se acercara a
leerles una carta que le enviaba Rosas a cuyo efecto había convocado a un parlamento. El
comandante, desconfiando del pedido pidió ver la carta antes de leerla en público por si se
trataba de noticias reservadas a los caciques. La respuesta causó el enojo de Cachul que desarmó
el parlamento que había convocado. Echeverría se acercó al cacique y logró enterarse, por el
pasaporte que llevaban los indios recientemente arribados, que la carta en cuestión había sido
remitida por el gobernador para el mismo comandante. Interrogado Cachul sobre la misiva
"me contesto que la abia tirado en el campo de rabia por lo que le ise todos los cargos que debia aserle por el desprecio con que abia mirado una carta de SE y me dijo que ya no tenia remedio pues que ya estaba echo, le dije que no seria malo que la buscase y me contesto que no sabia donde la abia tirado. Volvi después a decirle que VE se enojaría mucho si llegaba a saber esto y que si el quería yo podía decirle a VE que la carta la había perdido y que esto no seria tan malo como lo primero;… y a pesar de los cargos que le hice me contesto con indiferencia que hiciere lo que quisiese. Volví a decirle que yo como amigo no quería acerlo
885 Ver capítulo 2 de la Tercera Parte. 886 Al igual que la población criolla, el tránsito de los indios por el territorio provincial debía estar avalado por un pase o pasaporte emitido por la autoridad rural correspondiente.
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quedar mal con VE y esto se lo repetí por dos o tres veces y su contestación asido lo mismo que la primera"887
Más allá de lo risueño del episodio, el mismo refleja claramente el fuerte carácter del jefe
indio y los límites que ponía a los intentos de reprimenda de Echeverría. Esta actitud desafiante
se repetiría continuamente. En marzo de 1836 Rosas le encargó al comandante que emitiera un
pase para que Cachul enviara algunos indios a Salinas. El cacique “luego que le ise saber la
orden de V.S. me dijo que ya no mandava a Salinas por que temia a los chilenos” y terminaba
diciendo que “este indio [Cachul] es el que mas trabajo da en orden a pasaportes porque sin
embargo decirle que no tengo orden para darlos siempre los solicita para sus indios y concluye
por enojarse al estremo que suele decirle a uno cosas…”888.
Pero el cacique no solamente mostraba este talante como un freno personal hacia
Echeverría sino que otras actitudes igualmente desafiantes permiten ver a Cachul como un jefe
que actuaba en defensa de sus indios cuando eran culpados por la autoridad por algún tipo de
delito. En efecto, las quejas de Echeverría se relacionaban con la protección dada por el cacique
a indios de su agrupación que cometían robos de ganado en las estancias vecinas. En una de las
situaciones relatadas por el comandante, uno de los ladrones había sido el mismo hermano del
cacique que había carneado una vaca ajena en tanto otro de sus indios había cometido un robo de
ganado. Echeverría no apresó al hermano de Cachul “por consideración al cacique” pero sí al
otro ladrón. Cachul, apelando a la práctica indígena de la compensación, ofreció una paga para
que Echeverría liberara al indio. En efecto, el robo o la rapiña en la sociedad mapuche eran
prácticas legítimas de apropiación, excepcionales dentro del grupo local, pero que no daba lugar
a sanción hacia el exterior. En esos casos, “Las costumbres se oponían a que [el ladrón] fuera
entregado a los agraviados de la otra agrupación. Se compensaba y solo si los damnificados eran
del grupo local y el ladrón no se corregía, era expulsado”889. En la compensación, si el ladrón no
contaba con bienes propios para entregar, actuaba la comunidad de manera solidaria y en
algunos casos era “el cacique [quien] corregía daños materiales de los de su dependencia”890.
Pocos días después se produjo un nuevo robo de otra yegua que fue carneada cerca de los toldos
de Cachul y el cacique nuevamente "se empeño en pagar el daño con tal que no lo castigase"891.
El atribulado comandante concluía su exposición diciendo que
887 Echeverría a Rosas, 5 marzo 1836.AGN,X,25.3.2 888 Ibidem. 889 Guevara, Tomas. Las ultimas familias…, p. 203-204. 890 Ibidem, p. 206. 891 Echeverría a Rosas, 5 marzo 1836.AGN,X,25.3.2
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"a pesar que siempre que hablo con el me dice que me agradese mis consejos no cumple con lo que dice asi es que cada ocacion que sucede algun caso destos viene Catriel a decirme que es malo lo que su compañero Cachul ase pero que es viejo y no sabe lo que ase. Entre estos indios de Cachul hay uno muy lenguaraz pero es el mas malo que hay pues ya e sabido que algunos indios que roban aquí son seducidos o instigados por el y en este ultimo robo de la yegua el mismo les presto lazo y caballos para que enteraran los otros pero el no da la cara y amas es muy díscolo y siempre anda ablando en las pulperías con los otros indios del mal trato que se les da y otra porción de faltas a este respecto que pudiese citar a VE mas lo conozco desde que servia de lenguaraz a Cachul"892
Podríamos concluir de esta actitud "poco amistosa" de Cachul que el cacique pampa no
incluía dentro de sus obligaciones de indio amigo, permitir la intromisión de las autoridades en
actos cometidos por sus indios. Esto parece muy claro si se observa que la actitud del cacique era
bien diferente cuando se producían hechos delictivos que involucraban a indios que no eran de
su parcialidad. En estas oportunidades, la conducta de Cachul era idéntica a la Catriel. Así, en
agosto del conflictivo año 1836 los caciques, en forma conjunta, enviaron por medio de su
lenguaraz la información de que los oficiales indios Culliu y Manquen conocían y habían
consentido unos robos cometidos por el indio Lefipan a las estancias de Azul. Los caciques
informaban que habían pensado castigar a estos indios pero luego convinieron en enviarlos a
Echeverría para que Rosas decidiera qué hacer. ¿Quiénes eran esos indios? Se trataba de dos
indios chilenos que habían pertenecido al cacique Venancio y que hacía unos 4 años que se
habían situado en Tapalqué. La conducta de Cachul podría haber tenido otro aliciente.
Aparentemente estos indios se hallaban bajo "sus inmediatas ordenes" pero ante su orden de que
acercaran sus tolderías a las suyas por temor a ataques de los boroganos dispersos de la tribu de
Cañuiquir, éstos no quisieron obedecer893. En este caso, entonces, el cacique pampa habría
apelado a la "justicia blanca" para hacer valer una autoridad que aparentemente no le era
reconocida por los indios en cuestión.
Más allá de esta coincidencia coyuntural, la desigual actitud de los caciques pampas no se
limitaba al encubrimiento de estos hechos cotidianos. Una gran diferencia se produjo, como
hemos visto, en la forma en que participaron en el rechazo de los malones padecidos en la
frontera sur en los años 1836 y 1837 lo que nos permite ver la disímil función que cumplían
estos jefes en el negocio pacífico. Según Echeverría, Catriel estando casi ciego al estremo de no
distinguir a su inmediación por cuya causa se cayó en un poso pocos días ha y se fractura una
892 Ibidem. 893 Echeverría a Rosas, AGN,X,25.2.5
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costilla; fue sin embargo destos inconvenientes el primero que se presento con sus dos hijos a la
cabeza de sus indios894.
La participación de Cachul no resultó tan heroica, por el contrario, el coronel Manuel
Ramos, al mando de una división conjunta de fuerzas provinciales e indígenas informaría que en
la misma oportunidad
"Cachul y todos los indios se han comportado con mucha cobardía a términos de abochornarnos disiendoles a todos los cobardes que eran que se lo iva a poner en conocimiento de VE que no valian ni la carne que comen ultimamente que era una vergüenza que no concluian con los enemigos y que eran unos cobardes pues solo eran 300 y ellos 1000".895
La respuesta de Rosas es verdaderamente elocuente sobre la función que cumplía Cachul
para el negocio pacífico. El gobernador le prevenía a Ramos que
"En orden al Casique Cachul de ningun modo conviene que llegue a traslucir que U cree o dice que se ha portado con cobardia. Tal persuación en él seria un grave mal y podría traer malisimos resultados; la razon es la siguiente. Este casique Cachul no es hombre de pelea, sino de politica y así es que yo jamás lo he ocupado en dicha pelea por el contrario siempre he cuidado de un modo indirecto que no marche a ella, por que sabia que no había de hacer sino barros. Mas este mismo hombre flojo en la pelea es muy baliente en los consejos de la política sabiéndolo conducir; es entonces muy util y de mucho acierto en sus discursos. Y de aquí mismo se deduce la razón para creer que si se le desagrada y el se propone enrredar con su astucia en el manejo de la política puede hacer un mal inmenso. Conviene pues por todo que se lo trate con toda atención y que procure guardarle todos los fueros de caciques mayor, conservando con el una perfecta amistad…"896
De manera que, ante situaciones de enfrentamientos fronterizos, la función de los dos
caciques no era idéntica y mientras era esperable un compromiso militar de Catriel y sus indios,
Cachul debía su importancia a sus dotes diplomáticos. Podríamos entonces proponer que Cachul
había logrado establecer una relación con el gobierno que si bien era de gran fidelidad, planteaba
ciertos frenos a la intención de Echeverría por cortar prácticas que provocaban disturbios en la
campaña.
Si de un lado tenemos a los caciques aliados y amigos diseñando su propia estrategia para
convivir lo más pacíficamente posible con los criollos, del otro lado, un elenco de autoridades de
frontera, delegados del poder central, eran igualmente piezas claves en la estructura del negocio
pacífico. Su habilidad o su torpeza para llevar adelante la difícil tarea de consensuar con los
894 Ibidem 895 Ramos a Rosas, Tapalqué, 1 de octubre de 1836, AGN,X,25.2.5 896 Rosas a Ramos, octubre 1836, AGN,X,25.2.5
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indígenas modos de convivencia eran decisivas para el curso del contacto interétnico. Como
ejemplo del ultimo caso se ha señalado que la actuación inconsulta del coronel de Blandengues
de Bahía Blanca, Francisco Sosa, al destruir el asentamiento borogano de Salinas Grandes
produjo una escalada de violencia en la frontera que, iniciada en el año 1836 se prolongó durante
todo el año siguiente. Inversamente, la presencia de hábiles negociadores como Vicente
González en San Miguel del Monte o Bernardo Echeverría en Tapalqué permitieron un
desarrollo más armónico de la convivencia.
Sobre este ultimo personaje nos detendremos en este momento a quien caracterizamos
como un típico exponente del middle ground que manejaba a la perfección la diplomacia
indígena. La relación tan estrecha del comandante Bernardo Echeverría con los indios que vivían
inmediatos al cantón llevó al viajero inglés Mac Cann, en su paso por el fuerte, a decir que "cada
vez que nos apeábamos para hablar con mujeres y niños [indios] todos se mostraban muy
afectos a él, que parecía ejercer la más bondadosa y paternal autoridad"897.
Un hecho puntual nos permitirá observar de cerca la manera en que Echeverría manejó
una situación extremadamente delicada. Durante la revolución de los Libres del Sur, los indios
de Tapalqué e Independencia que fueron convocados para auxiliar a las tropas provinciales,
aprovecharon la confusión y se apoderaron de gran cantidad de ganado proveniente de estancias
pertenecientes tanto a unitarios como a federales. Paralelamente, la amplia movilización de
tropas por la campaña sur como consecuencia de este movimiento rebelde y la ausencia de Rosas
en el teatro de operaciones creó cierto temor en los indios amigos sobre el futuro de la relación.
Sin embargo, la comparación de fuerzas entre las pertenecientes a las tropas provinciales y las
propias fuerzas indígenas produjo una sensación de superioridad en los indios que, en algunos
casos, adoptaron una actitud desafiante. En estas críticas circunstancias, Echeverría intentaría
doblegar esta disposición de los indígenas y obtener la devolución del ganado robado.
La revuelta de los hacendados comenzó a fines de octubre de 1839 en Dolores y
rápidamente se extendió a Chascomús, Monsalvo y Tandil. Con la misma rapidez fue sofocada y
un mes después estos focos habían sido derrotados. En la reconquista del fuerte Independencia,
la participación de los indios amigos de aquel punto y de Tapalqué, comandados por Echeverría
había sido de gran ayuda898. Pero a su regreso a los toldos, según informaba Prudencio Rosas
897 William Mac Cann Viaje a caballo por las provincias argentinas. Buenos Aires, Hyspamerica, 1982. 898 Ver Jorge Gelman, “La rebelión…”
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“Los indios llevan trozos de caballos, yeguas y ovejas, y han saqueado todas las estancias hasta
las inmediaciones de Azul”899. A partir de fines de noviembre comenzaría entonces una tensa
negociación tendiente a recuperar el ganado. Echeverría se hallaba fuera de Tapalqué y Luis
Gómez se encontraba a cargo de la comandancia. El fue quien notificó a Catriel900 sobre los
robos realizados por sus indios en las estancias de los federales a lo que el cacique contestó que
“no había estado en sus manos contenerlos a la distancia pero que podía mandar ya a los
mayordomos o capataces de todas las estancias de donde se habían traído las haciendas y que
yo considerase amigos para que reconociesen y apartasen todas las haciendas que les
perteneciesen”901.
Como esta vía no dio resultados inmediatos y teniendo en cuenta los aires de rebeldía que
se observaba en algunos grupos902, Echeverría ideó una estrategia bastante original fraguando
una carta enviada desde un lugar imaginario en las pampas denominado Laguna del Lagarto por
un también inexistente Pancho Gómez. El ficticio autor de la carta, supuestamente un cautivo
escapado de los indios, informaba al lenguaraz Bustos sobre una reunión de indios enemigos en
Mamil Mapu con el objetivo de “dir por los pagos de Tapalqué aver si les quitaban las familias
a esos indios amigos y aber si los concluian a todos… y yo como se que Ud, es amigos de ellos y
también lo es nuestro gobierno… se lo aviso para que no les vayan a pegar algun albaso”903. El
objetivo de esta carta que fue leída a los indios amigos de Tapalqué era crear alarma para que
depusieran su actitud de rebeldía. Para Rosas ésta era una estrategia adecuada ya que el objetivo
central debía ser desvanecer en los indios el temor de que pudieran ser atacados “pero la
habilidad en tal caso consistiría en hacerlo sin que aparezca adulación ni temor”904.
Avanzando en esa línea el comandante había decidido suprimir la entrega del aguardiente
que formaba parte de las raciones bimestrales de vicios, considerando que la ingesta de la bebida
podía acarrear mayores peligros a la ya delicada situación que se estaba viviendo. Teniendo en
899 Citado en Gelman, “La rebelión…” 900 Cachul ya había fallecido y su hijo se hallaba a cargo de la agrupación. 901 Gomez a Rosas, noviembre de 1839. AGN,X,25.6.5 902 Echaverría informaba a Rosas que en estas circunstancias “El cacique Catriel salio ayer como tiene de costumbre a la costa del arroyo [Tapalque] y no ha vuelto mas y en este momento que son las seis de la mañana se hallan todos reunidos a distancia como 12 cuadras de este punto con pretexto de hacer ejercicio … el lenguaraz del cacique Catriel acaba de estar conmigo pocos momentos antes y me a hecho notar la reunion de los indios a caso con el objeto de ver si yo me sorprendia a lo cual aparentando que no me habia fijado le contesto como preguntandole que si andaban haciendo ejercicio y el me repuso que si; con tal motivo le dije que me parecia muy bien que los indios hicieran ejercicio por si los chilenos llegasen a venir…” Echeverría a Bustos, 3 de diciembre de 1839. Ibidem. 903 Pancho Gomez a Bustos, 1 de diciembre de 1839. Ibidem. 904 Rosas a Echeverrìa, 4 de diciembre de 1839. Ibidem.
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cuenta la afición de los indios por la bebida, en una entrevista que mantuvo con el cacique
Catriel, le indicó la medida que iba a realizar
“pero de un modo como si le pidiera consejo poniéndole de manifiesto que estando amenazado este punto por los indios chilenos es muy espuesto el que los indios se embriagasen y el cacique Catriel convino en el acto en aprovar esta determinacion con tal motivo, le hice entender que yo lo iva a hacer por su prudente consejo … concluí por decirle que estava mui contento de su juiciosidad y prudencia en el modo de obrar y que se lo iva a comunicar a V.E. para que viese cuanto hacia él por restablecer el orden”905.
Pocos días después comenzó la recuperación del ganado robado y los peones y capataces
enviados por los vecinos se dirigieron a los toldos para identificar el ganado de sus patrones.
Muchos indios se negaron a entregarlo y nuevamente el comandante debió hacer gala de toda su
habilidad de mediador. Para ello se reunió con Catriel y Cachul (hijo) volviendo a reclamarles el
ganado hurtado a lo que los caciques respondieron que
“ellos asen cuanto pueden que algunos ollen sus consejos pero que hay entre ellos como entre los cristianos algunos malos que con estos me entienda yo del modo que me paresca significándome de un modo indirecto lo opuesto que es a sus leyes o costumbres el valerse ellos mismos de la fuerza… solo me han pedido que no les de castigo alguno”906.
Nos inclinamos a pensar por la declaración de los caciques que, con la desaparición de
Cachul, se estaba logrando una mayor sumisión en los indios de Tapalqué, avalando los jefes
indios la intromisión de la autoridad provincial en la resolución de conflictos que, por la
estructura de poder característica de estos grupos, no podían solucionar por ellos mismos.
Además de los indios de Tapalqué, también los asentados en Independencia habían
cometido robos de ganado. Como medida de presión, Echeverría había decidido denegarles
cualquier pedido de pase que solicitaran para comerciar con las estancias de la campaña. Esta
medida no solo no había quebrado la resistencia de los indios en devolver el ganado sino que
había provocado un mayor recelo. Para desandar el camino y recomponer la relación, el
comandante debería redoblar su cautela. El primer punto que se plantearía el comandante era la
conveniencia de llamarlos para tratar el asunto: “no havia querido llamarlos porque temía que
no me obedecieran… pues no siendo posible ni prudente valerse de la fuerza para aserse
obedecer era de necesidad dejarlos estar si ellos se negaban a venir”. De ahí que Echeverría
esperara a que los mismos caciques se acercaran al cantón por asuntos particulares “como
905 Echeverría a Rosas, 10 de diciembre de 1839. A,X,25.6.5 906 Ibidem
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sucedió que vino el cacique Calfiau907 a visitarme y con este invité a los otros caciques Maica y
Pety “. Aun cuando el paso de éstos por el cantón era frecuente, la relación que tenía Echeverría
con estos jefes no era demasiado directa lo que derivó, teniendo en cuenta el sustento
personalista que tenían las relaciones interétnicas, en la necesidad de Echeverría por “aserme
conocer y acerles ver el largo tiempo que yo servia a las ordenes de V.E. para que ellos
dedugesen de esto de que todo lo obrado por mí era del gusto y con la autorización de V.E.”
Luego de estas presentaciones Echeverría pasaría al tema central por el cual había
convocado a los caciques: lograr la devolución de la hacienda robada. Para captar la confianza de
los caciques y lograr el objetivo, utilizó dos estrategias. Por un lado confrontar su actitud con la
de los caciques “verdaderamente amigos” Catriel y Cachul, ratificando que los mismos indios
reconocían una jerarquización muy evidente dentro del negocio pacífico en donde los
anteriormente citados eran los caciques más cercanos al gobernador. Por otro lado, dando vuelta
la argumentación sobre la prohibición de comercio que había impartido, la presentaría como una
medida de protección para los mismos indios. Pero escuchemos directamente el informe que
Echeverría elevó a Rosas sobre su reunión con los caciques:
“… les puse de manifiesto… el sentimiento que tenía de ver que no podía decir a V.E. que los caciques tandileros a imitación de Catriel y otros marchavan con orden y que aproximandose el tiempo en que yo devia dar cuenta a V.E. de todo lo ocurrido iva si ellos no mudavan de conducta a escribir a V.E. todos los males que havian echo y la indiferencia con que los que se decian amigos de V.E. como Calfiau, Pety, Maica miran estas cosas y no ponian remedio alguno”908.
Con respecto a la negativa de pases para las estancias del sur argumentó que
“…estando todas las estancias de esa parte del Tandil resentidos por los males recientemente causados … entonces quisas los individuos parientes de los ofendidos quisieran vengar los males que les hubieren echo y entonces yo y todos los jueces del transito darian cuenta a V.E. de lo sucedido y sin duda alguna V.E. los castigaría [y del] mismo modo castigaría a los cristianos que hicieran mal a los indios que transitasen con orden pero … tampoco era facil saberse quienes eran los crisitanos malos ni V.E. iba a poner preso a quien los indios dijeran que les havia causado mal sin antes averiguar lo primero, porque asi lo mandavan nuestras leyes y que ellos viesen y reflexionasen cuantos males evitava yo con no dar pase a los indios…”909
De manera que, invirtiendo la verdadera causa de la prohibición del comercio y
enfrentando a los caciques tandilenses a la comparación con los jefes “mas queridos del
907 Quien, según Bustos, había expresado junto a otros indios de Tandil que “nosotros somos hoy muchos y los cristianos son muy poquitos”. Bustos a Granada, 12 diciembre 1839. AGN,X,25.6.5 908 Echeverría a Rosas, enero 1840, AGN,X,25.6.5 909 Ibidem.
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gobernador”, Echeverría consiguió el compromiso de los caciques, previo agradecimiento de sus
consejos y cuidados, de ir devolviendo la hacienda robada. Como recompensa por esta acción el
comandante pidió a Rosas que se incrementara la cantidad de ganado entregaba a estos grupos
como ración.
b) intermediarios e interlocutores válidos.
Junto a estos caciques y autoridades fronterizas que servían de nexo entre los dos mundos
existía una diversidad de personajes que también actuaron de puente para la convivencia
interétnica. Hemos visto a varios de ellos funcionar como interlocutores válidos o como
introductores de comitivas diplomáticas dentro del espacio indígena. Se trataba de vecinos,
militares de frontera y lenguaraces que, en virtud del contacto constante y fluido con las
poblaciónes indígenas del espacio fronterizo, habían establecido lazos personales con algunos
indios en pos de la obtención de determinados objetivos dentro de los cuales el comercio se
presentaba como el vínculo más notorio.
A lo largo de los capítulos precedentes se ha señalado que Rosas fue uno más de los
hacendados de campaña que lograron establecer sólidos vínculos con los indígenas “fronterizos”,
aunque indudablemente fue el más importante y que mayores réditos supo sacar de estos
contactos. Pero dentro de este grupo de hacendados, algunos vecinos de campaña utilizaron sus
contactos previos con caciques de importancia para actuar como mediadores entre éstos y el
gobierno en ocasión del inicio de relaciones diplomáticas. Otros, recorriendo un camino inverso,
tuvieron un inicio más “humilde” desempeñándose como baqueanos o lenguaraces y basaron su
ascenso social precisamente en la importancia de esa tarea.
Como ejemplo del primer caso podemos mencionar al vecino de Salto, Juan Francisco
Ulloa quien en el año 1819 era Alcalde de Hermandad del partido y era nombrado en los
documentos como Protector Especial de los indios. Ulloa cumplió un papel fundamental como
introductor del gobierno en las negociaciones con algunos grupos ranqueles en el lapso 1819-
1821, acompañado en esta tarea por otro “vecino de probidad” de Salto, Don Martín Juan
Quiroga910. En el año 1820, la superposición de comisiones enviadas por el gobierno a distintas
tolderías ranqueles mostraría la competencia creada entre los sujetos anteriormente mencionados
910 Quiroga había sido seleccionado como elector para elegir diputados al congreso de Tucumán respondiendo a la característica esperada de ser “vecino y hacendado de probidad”. Abril de Ciafardini, Nobelda, Salto. Un pueblo con historia. Arrecifes, Deferrari hnos, 1997.
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y otro vecino, Matías Gutiérrez, por monopolizar el contacto interétnico911. Para los
comisionados sería fundamental poder mostrar a los caciques quién era el interlocutor más
válido para concertar un acuerdo con el gobierno que derivara, esencialmente, en la percepción
de ayuda económica (vía regalos de ganado y otros bienes) y militar. La búsqueda por obtener
esta centralidad debía tener otros motivos adicionales que imaginamos se centrarían
fundamentalmente en direccionar el tráfico comercial hacia ellos.
Dentro del segundo grupo, encontramos a Ventura Miñana que comenzó su actuación en
la campaña como baqueano de la tercera expedición al sur realizada por el gobernador Martín
Rodríguez en 1823912. Trece años después era un próspero vecino propietario del pueblo de
Azul. El camino recorrido por Miñana para llegar a esta ultima condición estuvo estrechamente
vinculado al contacto interétnico. Luego de la expedición de Rodríguez siguió desempeñándose
como baqueano de la campaña mencionándose sus constantes idas y vueltas “a los toldos”. En
uno de estos viajes avisaría sobre los preparativos de un malón que estaba planeándose sobre el
partido de Monsalvo913. En el levantamiento rural del año 1829 su participación al frente de
fuerzas de paisanos e indígenas fue muy clara914: En febrero organizó una partida de más de cien
personas en el partido de Dolores915 y más tarde comandaría una división de indios de Tapalqué
en la batalla de "Las Vizcacheras" donde las fuerzas de Lavalle fueron derrotadas y el coronel
Rauch encontró la muerte916.
Es probable que estas acciones fueran premiadas con un ascenso militar ya que en 1832
integró como comandante, el escuadrón fundador de Azul en 1832, junto a Juan Zelarrayan y
Francisco Sosa917. Su asentamiento en dicho sitio podría haberse originado en ese momento. Lo
cierto es que en un censo de Azul realizado en el año 1839 ya figuraba como propietario de dos
suertes de estancias, pobladas con 500 vacunos, 91 lanares y 400 caballos y un capital de
25.446$918.
911 El desarrollo de estas negociaciones las hemos señalado en la Parte primera, capítulo 1, p XX 912 Ver capitulo 1, parte primera, pág. 913 Ver cuadro 1. 914 Esta relación con los indígenas habría llevado a Pilar González a caracterizarlo como un cacique indígena en su análisis sobre el levantamiento en la campaña durante el año 1829. 915 El Pampero, 12/2/29 916 Sarramone, Alberto, Los indios pampas… pág. 113 917 Sarramone, A. Historia de Azul. Biblos, 1997, pág. 57 918 Censo de propietarios de Azul (1839) en Infesta, M. E. “Propiedad rural en la frontera. Azul, 1839” en E Barba (in Memoriam), Estudios de Historia…, p.269-286.
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La relación tan estrecha que lo había vinculado con los indios desde mediados de la
década de 1820 se mantuvo en Azul. Precisamente en su estancia se alojaban 22 indios de los
cuales 5 eran indios adultos, un muchacho de 14 años, 8 mujeres y 8 chicos de ambos sexos919.
Su contacto con los caciques pampas lo convertía asimismo, en un interlocutor de importancia.
Durante los acontecimientos de fines de 1836, cuando la región sur de la provincia se vio
prácticamente arrasada por los malones indígenas, Miñana invitó a los caciques Cachul y Catriel
"para tener con ellos una entrevista y tratar de los ultimos sucesos ocurridos en las estancias
del Azul"920. Poco después, ante la inseguridad de la zona y, sin consultar previamente a
Echeverría, el caciquillo Nicasio dependiente de Catriel le había consultado “....si el cacique…
podía venir a Azul”921. En el ataque de enero de 1837, el cacique Reilef que había vivido en
Tapalqué hasta 1836 y se presentaba como uno de los promotores del malón, había elegido a
Miñana como interlocutor para lograr un entendimiento con el gobierno y obtener el canje de
prisioneros conociendo que “el Coronel Miñana… era muy caritativo y muy dispuesto a favor
de los cautivos y cautivas" 922.
Si en los casos anteriores es clara la pertenencia de esos personajes a la sociedad criolla,
en los lenguaraces ésto se diluye bastante adquiriendo características más cercanas al aindiado923
que se mueve de manera armónica entre los dos mundos. Esta doble pertenencia llevaba a que,
en ocasiones, su “fidelidad” resultara bastante dudosa pero que, paralelamente debieran
disimularse algunas prácticas non santas por la necesidad de contar con sus servicios.
Veamos el caso del lenguaraz Dionisio Morales cuyo desempeño tuvo una gran centralidad
en los inicios de la década de 1820 como nexo entre el gobierno de Buenos Aires (enfrentado a
las fuerzas de Carrera en esos momentos) y algunos caciques ranqueles. De él se diría que, junto
a Ulloa “mueven a estos casiques a fabor de Buenos Aires”. A pesar de su importancia en el
contacto interétnico, el gobierno tenía una gran desconfianza hacia su persona. En 1820, se
recibieron noticias de que Morales se hallaba en unas tolderías ranqueles negociando la entrega
de cautivos sin conocerse quién había impulsado esa misión. Se decidió entonces ordenar su
919 Miñana a Rosas, 5 mayo 1834. AGN,X,24.9.1. Es bastante razonable suponer que estos indios cumplían algún tipo de tarea rural dentro de la estancia. De hecho, encargado de cuidar una caballada de Estado existente en Azul Miñana informaba que había puesto en servicio a algunos indios “que tengo en mi chacara y han aceptado voluntariamente la ocupación seis indios”. Como dato adicional vale señalar que mientras los peones criollos cobraban un sueldo de 30 pesos, los indios eran retribuidos con la suma de 20 pesos. 920 AGN,X,25.5.1 921 AGN,X,25.2.5 922 Ibidem. 923 Para una caracterización de este “tipo fronterizo” ver el trabajo de Villar y Jimenez, “Aindiados, indígenas y política…”.
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captura y remisión a Buenos Aires para indagar el motivo de su presencia en los toldos,
sospechándose que el objetivo era captar a los indios para algún tipo de incursión sobre la
frontera. La orden de arresto, sin embargo, no fue acatada por Cornelio Saavedra, comandante de
la frontera norte, quien desestimó esos temores y revalorizó el papel del lenguaraz como
interlocutor válido para la realización de negociaciones. De hecho, poco después, junto a Ulloa y
Quiroga, encabezaría la misión de paz enviada a los mismos toldos reconociéndose que Morales
“es sumamente amado de los dos caciques Leynan y Guaichu”.
Pero esta estrecha relación con los indios lo llevaría a realizar ciertas prácticas indígenas
no bien vistas por el gobierno que en marzo de 1822 ordenó, y esta vez logró, la prisión de
Morales por “estar en los toldos y vender un cautivo cristiano por 25 cabezas de ganado y 60
pesos”924. A pesar de esta penalización, Morales debe haber vuelto a cumplir tareas esenciales
para el contacto interétnico ya que, completando su sinuoso derrotero, al morir, el gobierno
decidió entregar a su viuda una pensión por los “invalorables servicios realizados por su marido
en la campaña”925.
Un caso similar al de Miñana en cuanto al ascenso social fue el de Francisco Iturra,
oficial chileno que formó parte del contingente de "aindiados" que arribó a las pampas en 1827
junto con el cacique Venancio. Entre 1820 y 1827 formó filas en el ejército patriota durante la
llamada Guerra a Muerte en Chile. En 1828, ya establecido en Bahía Blanca, alcanzó el grado de
alférez y se convirtió en el lenguaraz del fuerte926. Su estrecha relación con indios de distintas
agrupaciones lo llegó a hacer sospechoso para las mismas autoridades del fuerte que en
ocasiones dudaron de su fidelidad. En agosto de 1831, en momentos en que el fuerte se hallaba
en una difícil situación por la llegada de la coalición borogano-Pincheira, sucedió que
habiéndoselo llamado “para que tradujese las expresiones de ciertos Indios que se han
presentado no fue havido Iturra en el destino, contextando … su asistente que havia ido ha
cuidar los cavallos … dos millas distante de este punto”, situación que creó gran sospecha y
descontento en el comandante ya que, para impedir que con esa excusa el oficial se ausentara
924 AGN,VII, Archivo Biedma, legajo 1041. 925 Ibidem 926 Una evolución similar realizó Jose Bielma, capitán de milicias de la frontera de Penco que se asentó en la campaña bonaerense y sirvió “de lenguaraz en las fronteras de esta capital en cuyo tiempo se ha desempeñado con el mayor celo”. En octubre de 1815 pidió la exención del servicio miliciano por su avanzada edad pero solicitaba “que no se le ponga incoveniente para ir a visitar a los caciques amigos”, pedido que fue concedido. Durante el enfrentamiento entre las fuerzas bonaerenses y Carrera, Bielma actuó como nexo fundamental en la coalición entre el cacique Pablo y el oficial chileno. Esta opción de Bielma contra las autoridades bonaerenses estaría fundada en la muerte de su hijo en manos de los “montoneros” federales AGN,VII, Archivo Biedma, legajo 1041.
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para tratar con los indios hacía tiempo que “fue preciso comprarle su tropilla de cavallos”.
Como ultimo recurso para lograr su obediencia se emitió una orden en donde se apercibía “al
alférez lenguaraz Don Francisco Iturra que si buelve a delinquir en separarse amas distansia de
seis cuadras sin conocimiento de alguno de los señores Gefes sera… castigado con el rigor de la
Ley … Luego que el expresado lenguaras Alferez Iturra hay regresado de su viaje alos campos
se presentará arrestado en el cuarto de vanderas”927.
Pero estas medidas no implicaron una caída en desgracia del personaje que siguió
cumpliendo su papel como intérprete oficial e incrementado su relación con los indígenas. Los
vínculos personales que anudó paralelamente con algunos oficiales del fuerte, incluido el mismo
comandante Palavecino, le permitieron instalar a fines de la década de 1840 una pulpería y
establecer cierto monopolio en la compra de cueros a los indios derivado de su rol de lenguaraz
al punto que según otro vecino del fuerte “Los demás negociantes muy raro cuero compran a los
indios pues el mayor Iturra se los negocia”928. Al frente de la casa de comercio se hallaría su
esposa, Juana Seguel (que había sido cautiva de los indios y rescatada por el cacique Venancio
quien la entregó en Bahía Blanca) y su hijo Francisco Pío. A fines de la década de 1840 el
comercio interétnico del fuerte (a lo que se agregaban las raciones del gobierno) se incrementó
notablemente por el arribo de un contingente transcordillerano liderado por el cacique Calfucurá.
Precisamente este cacique se convirtió en cliente privilegiado de Iturra929.
El ascenso de Iturra en el fuerte tuvo su punto culminante cuando en 1858 lo
encontramos ejerciendo la comandancia. Tal vez, aprovechando esa posición, elevó al gobierno
seis solicitudes de terrenos en propiedad que se hallaban en poder de sus ocupantes desde el año
1844930. Entre esas denuncias se encontraba la de su mujer Juana quien argumentaba para
obtener la propiedad del terreno “haber sufrido [en la ultima invasión indígena de 1858] el
cautiverio junto con sus hijos, muriendo uno de ellos por el cruel tratamiento recibido por la
gran prevención de estos contra su esposo el comandante”931.
927 “Diario de Bahía Blanca”, en Villar, D Relaciones interétnicas… p. 151. 928 AGN, X, 17,7,2 929 En el Archivo Salesiano de Bahía Blanca (al que hasta el momento no hemos podido acceder) se encuentra una voluminosa correspondencia mantenida en la decada de 1850 entre Calfucura e Iturra. 930 Las solicitudes eran propias, a nombre de su esposa, su hijo y otros parientes como Luis Iturra, Manuel Iturra y Miguel Seguel. AHPBA, Escribanía Mayor de Gobierno, 97-8124/0, 169-12750/0, 98-8194/0, 220-15653/0, 86-6709/0 y 74-5656/0. 931 AHPBA, Escribanía Mayor de Gobierno, 86-6709/0.
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¿Cómo interpretar la “gran prevención” de los indígenas hacia Iturra con quien
aparentemente tenían tan buenas relaciones? Precisamente este fluir entre dos mundos
representaba un serio peligro para los aindiados. La opción final por algunos de estos mundos
podría implicar la enemistad total con el otro. Eso fue lo que sucedió a Juan de Dios Montero
cuando sus opciones implicaron el corte de relación con uno de sus referentes. Es probable
pensar que Iturra haya, al final de su vida932, realizado una opción por la sociedad criolla que lo
haya llevado a enemistarse con los grupos nativos que hasta el momento habían sido sus
principales contactos con el mundo indígena.
Los personajes descriptos hasta aquí fueron centrales en la comunicación entre los dos
mundos en contacto. Es hora de abandonar el estudio de estos casos particulares para acercarnos
al conocimiento de este mundo en movimiento. El primer paso que nos proponemos es analizar
de qué manera, algunas prácticas sociales indígenas adoptaron y resignificaron elementos de la
cultura criolla las que no derivaron en la pérdida de su especificidad.
2. Prácticas indígenas en un ámbito de frontera
Los mapuches se regían por el admapu o ley tradicional sancionada por fuerzas
sobrenaturales que emanaban de los ancestros. El admapu impartía las leyes de comportamiento
que vinculaban a los hombres con el mundo terrenal así como con las fuerzas sobrenaturales que
los rodeaban. Esas costumbres se transmitían de generación a generación y se repetían “porque
lo hicieron los ancestros y porque nuestros abuelos dijeron que era bueno”933. Precisamente los
antepasados cumplían para los mapuches la función de intermediación entre el mundo terrenal y
las divinidades lo que les otorgaba asimismo cierta aureola de deidades. El admapu reglaba la
vida social y política (por ejemplo, las alianzas matrimoniales, la resolución de conflictos
internos y externos, las prácticas sucesorias del grupo) por lo que, cualquier modificación
estructural de ellas, como por ejemplo, los cambios en el liderazgo étnico, provocaban hondos
conflictos en el interior de las agrupaciones. Pero también regulaban las relaciones entre las
comunidades y el mundo divino.
Dentro del panteón de divinidades mapuches se destacaba un dios principal: Ñenechen.
Con respecto a esta deidad existe una discusión en torno a la conexión entre los orígenes
932 No sabemos la fecha de su muerte pero en la documentación anterior se señala que en el año 1860 ya había fallecido. 933 Faron, L. Antupaiñamko. Moral y ritual mapuche. Santiago, Editorial Nuevo Extremo, 1997, p. 16
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politeístas del pueblo mapuche y la centralidad que adquiriría posteriormente Ñenechen que
remitiría al impacto y la función que pudo haber ejercido la evangelización en este proceso. Ana
María Bacigalupo propone una evolución religiosa de los mapuches en tres etapas partiendo del
culto al Pillán (las almas de los antepasados) caracterizado por la existencia de espíritus
múltiples, pasando por la constitución de un único antepasado mítico de la etnía para llegar
finalmente a una divinidad central, Ñenechen, que, para la autora, comparte rasgos mapuches y
cristianos934. En su trabajo sobre religiosidad mapuche Foerster resume la existencia de dos
posiciones enfrentadas en torno al impacto del cristianismo. Una de ellas plantea que “para el
mapuche no hay más que un solo Dios Soberano Creador aunque nombre varias personas en
Dios… así como los cristianos creen en la trinidad sin ser por ello politeístas” en tanto la otra
considera que no puede homologarse a Ñenechen con el dios cristiano ni considerarse un dios
único “ya que dicha traducción fue hecha por los jesuitas para enseñar la religión y explicar la
existencia de un dios único universal”935.
Pero en general se acepta que la evangelización no habría afectado sustancialmente ni las
representaciones ni los ritos ni la comunidad ritual936. Para Faron “la ínfima influencia cristiana
tiene menos impacto que la estructura de valores mapuches que ha permanecido intacta”937.Lo
claro es que, hacia el siglo XIX, las agrupaciones mapuches reconocen la existencia un dios
central nombrado Ñenechen que es, según se puede observar de las invocaciones que se le
realizan durante las ceremonias rituales, un padre bondadoso938. Ñenechen adopta las
características de creador, sostenedor, alimentador, protector, castigador y poderoso. De estas
invocaciones, Foerster concluye que “se desprende la imagen del Dios mapuche asociada a un
esquema de reciprocidad, donde la divinidad aparece como donante de toda clase de beneficios
y donde el mapuche debe hacer una serie de contraprestaciones [mediante los sacrificios
ceremoniales] para restablecer la reciprocidad so pena de castigos”939.
Entre Ñenechen y los espíritus ancestrales se movían una serie de dioses menores así
como también fuerzas malignas. Toda calamidad sufrida por las agrupaciones, tanto personales
934 A.M.Bacigalupo, citado en Foerster, R Introducción a la religiosidad mapuche. Santiago, Editorial Universitaria, 1993, pág. 71-72. 935 Ibidem, p. 72 936 Rolf Foerster, "La conquista bautismal de los mapuches de la Araucanía" en Nutram, Año VI, No. 3. Santiago, 1990; Pinto, Jorge, Misioneros en la Araucanía 1600-1900. Ediciones Universidad de la Frontera, Temuco, 1991. Para Foerster aún en la actualidad las comunidades mapuches no fueron afectadas tanto por la accion evangélica de la Iglesia como por el contacto con la piedad popular campesina. Introducción… p. 119 937 Faron, L. Antupaiñamko… p. 185 938 Ibidem, p. 50 939 Foerster, R Introducción p. 73
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(como la enfermedad o muerte de una persona) como generalizadas (desastres climáticos,
pérdida de cosechas) era interpretada como la acción de espíritus malévolos o como
consecuencia de la escasa atención prestada a los ritos propiciatorios a las divinidades. En este
esquema, la realización de ritos y ceremonias suponía la conexión entre el ámbito de lo divino y
lo profano actuando como medios de comunicación con las divinidades y los ancestros. Dentro
de estos ritos los que adquirían mayor centralidad porque además de su valor simbólico tenían un
amplio poder de cohesión al convocar a gran cantidad de grupos, eran el nguillatún o rito de la
fertilidad y las ceremonias de enterramiento.
En general, estas prácticas sancionadas por el admapu se mantuvieron en los grupos
aliados / amigos. Lo que puede observarse, no obstante, es que en la mayoría de los casos se
introdujeron elementos “extraños” a la cultura mapuche que fueron tomados y resignificados.
Siguiendo a Boccara planteamos que este proceso de incorporación selectiva de algunos
elementos de la cultura criolla representó un “mestizaje-superposición” en el sentido de que los
indígenas tanto en el ámbito de la salud como en el de la religión, “navegan entre varios mundos
y recurren a diversos sistemas profilácticos, etiológicos y terapéuticos aparentemente
contradictorios”940.
Del lado del gobierno existía una gran cautela en no forzar la modificación de prácticas
indígenas aun cuando fuesen contrarias a las costumbres criollas941. Los cambios debían ser
trabajados con una gran dosis de persuasión por parte de las autoridades fronterizas. Una
estrategia utilizada por el gobierno para lograr la conversión de los indígenas era la selección de
determinados actores con el propósito de que se convirtieran en una suerte de "ejemplo" a ser
imitado por el resto de los indios. En este punto jugaron un papel fundamental los caciques
pampas Catriel y Cachul, considerados para el gobierno como los intermediarios claves en la
estructura del negocio pacífico. Otra estrategia a la que apeló el gobierno fue la captación de los
hijos de los caciques mediante su educación en la ciudad. Para los jefes étnicos, la elección de un
hijo para servir como interlocutor con el gobierno significaba una garantía de que no serían
engañados942. En ese sentido se expresarían los chasques de los caciques Paine y Pichun al
940 Boccara, G, “Antropología diacrónica”, en Boccara y Galindo (eds), Lógica mestiza en América, pág. 39-40 941 La más evidente es la tolerancia de la poligamia. 942 Esta selección de los hijos de caciques es una práctica antigua que puede rastrearse desde la época de los Borbones. En Chile, se había ordenado a las autoridades coloniales que “sin limitacion [se] gaste de los caudales… cuanto fuese necesario para la educacion o enseñanza en Escuelas y Colegios de los hijos de Caciques, indios nobles y aun de todos los de menos clases o calidad… logrando de esa suerte tener personas capaces e instruidos que les honren, amparen y
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iniciar negociaciones de paz con el gobierno bonaerense pidiendo a uno de los hijos de estos
jefes que se hallaba en Buenos Aires
“para dar con ello mayores garantías a la negociación de paz pues ellos sacan por ejemplo al finado Don Venancio que todo cuanto el gobierno le mandaba era por conducto de su hijo quien de ninguna manera podía engañarle y… pueden ser algún dia el órgano para comunicar las disposiciones del gobierno a sus padres y ellos cumplirlas religiosamente seguro de que sus hijos no los engañaran”943.
En términos generales se puede plantear que se esperaba que fuera el indígena el que
mostrara interés por las prácticas criollas y de esa manera fuera abandonando lentamente las
suyas944. Teniendo en cuenta lo anterior, analizaremos en este acápite la persistencia de algunas
prácticas indígenas, tanto aquellas vinculadas con su relación con la divinidad así como otras que
hacían a la vida terrenal, en las cuales se incorporaron elementos criollos / cristianos sin que esto
conllevara la modificación sustancial del admapu.
a) Las plegarias a la divinidad: el nguillatún
Comenzaremos con la celebración del nguillatún. En el campamento borogano situado en
Salinas Grandes se practicaba, además del pastoreo del ganado, “cierta agricultura de sandias,
sapallos y mais”945. Esto no es sorprendente sabiendo que estos indios en la Araucanía “se han
dedicado a sembrar más que a la crianza de animales desde los años de sus primeros mayores.
defiendan sin que tengan necesidad de valerse de Interpretes ni de otros sujetos para sus representaciones…” (Establecido en el Parlamento de Tapihue del año 1774. reproducido en León Solís p. 43). 943 Echeverría a Rosas, 7 febrero de 1838. AGN,X,25.5.3. A la muerte de su padre Ramón Coñuepan se separó totalmente de la agrupación indígena pasando a cumplir funciones determinadas por el gobierno como la de interprete junto a otros oficiales, como se señalará más adelante. Santiago Avendaño, cautivo de los indios ranqueles que logró escapar a fines de la década de 1840, dejó una clara imagen sobre la total incorporación de Ramón a la sociedad criolla. Para esa época vivía en una casa cerca de Santos Lugares “donde vivía con mucha comodidad … Poseía un estante lleno de libros militares y otras obras. Su cuarto estaba bien amueblado, en él ví una alfombra, un buen reloj de sobremesa y su butaca. Tenía un escritorio con todos sus accesorios. Vestía siempre pantalón de fino paño azul con franja, casaca de presillas y su gorra bordada, sin descuidar jamás ni la corbata ni el lustre de sus botas”. Avendaño, S, Memorias… p. 38. 944 Rosas era muy severo en cuanto a que las autoridades militares de la frontera no intervinieran perturbando las relaciones sociales de las tolderías. Por ejemplo, el juez de paz de Dolores anunciaba en octubre de 1837 que debido a la muerte de algunos indígenas del partido una indiecita de 4 años, de religión cristiana había quedado sin padres por lo cual el juez de paz la sacó de los toldos y la trasladó a su casa en donde permanecía hasta que el gobernador le ordenara qué hacer con ella. Rosas contestó que “devuelva la india a los toldos de donde la hizo sacar pues que se han muerto sus padres debe tener hermanos, parientes o deudos y que aun cuando no los tenga puede hacerse cargo de ella alguna china del mismo toldo” AGN,X,25.3.5 945 La persistencia de prácticas agrícolas queda aquí totalmente confirmada en contra de una visión tradicional que postulaba el abandono de la agricultura y del tejido en los grupos araucanos que cruzaban la cordillera. En una carta de Rondeau a Rosas expresaba que en octubre de 1833 el cacique Rondeau expresaba que “ya estamos muy empeñados de sembrar todos los yndios, este año ya he dado muy fuertes ordenes para trabajar ya tengo bueyes, araos y yugos para sembrar y todos estan muy empeñados para sembrar” Rondeau a Rosas, 3 de octubre de 1833, AGN,X,27.6.1
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Han cultivado toda clase de sembrados: maíz, habas, cebada, arvejas i trigo”946. Estos cultivos,
según la práctica habitual se realizaban en chacras de la comunidad que eran trabajadas en
común. Pablo Millalicán, el escribiente de los caciques, habría cumplido un papel vinculado al
cuidado de estas sementeras y, fiel a su critica constante sobre los indígenas, se lamentaba que
los indios roban como ratones y no dejan crecer las plantas”947.
Vinculada a esta práctica agrícola se mantenía uno de los rituales más importantes de la
cultura araucana: el nguillatún o rito de la fertilidad948. Esta ceremonia, a pesar de las diferencias
regionales que se han detectado en los estudios etnográficos de la zona araucana, representaba en
términos generales una apelación a la divinidad por una buena cosecha y la abundancia de
alimentos. Una carta del cacique Rondeau presenta algunos detalles sobre esta ceremonia.
“... nuestros mayores en sus antiguas edades han tenido siempre hacerles honras y sacrificios a Dios Nuestro Señor ausansas y costumbres de la tierra. Y nosotros como hijos de ellos hemos heredado sus vuenas costumbres de hacerles sacrificios a Dios al principio de la Primavera y en tiempos de las cosechas949.
Rondeau, que invocaba a las enseñanzas de los antepasados como origen de este rito,
envió esta carta a comienzos del mes de octubre, es decir, a inicios de la primavera por lo que
puede suponerse que se pediría por una abundante cosecha. La ceremonia del nguillatún
consistía en un par de días de celebración en donde se bebía y comía copiosamente, se hacían
sacrificios al dios y se realizaban juegos típicos. “El ánimo y el espíritu del nguillatún es festivo
y se materializa en la abundancia de alimentos compartidos. Las familias los acumulan con
meses e incluso años de anticipación para ser consumidos dispendiosamente”950. Era organizada
por el jefe de la agrupación que la patrocinaba y todas las familias debían participar aportando
alimentos y bebidas que, en general, habían sido acumulados durante un tiempo para esa
ocasión. En la ceremonia siempre existía una figura masculina central que idealmente era el jefe
de la reducción anfitriona que debía conocer las oraciones rituales y ser capaz de organizar las
actividades. En este caso sería Rondeau quien había tomado a su cargo la organización de la
ceremonia ya que en la carta mencionada señalaba que
946 Referencia de Guevara sobre los indios boroganos en Las ultimas familias… p. 133 947 Millalican a Delgado, 27 de febrero de 1834. AGN,X,24.9.1 948 Aún cuando no encontramos referencias para el período en estudio, esta práctica debió desarrollarse también en las tolderías de frontera. En el año 1871 el viajero francés Henry Armaignac presenciaría un nguillatún en Azul, realizado por la tribu del cacique Catriel (nieto del cacique que gobernaba la agrupación en tiempos de Rosas) en donde se pidió “a las divinidades celestes que se dignaran enviar a la tierra un poco de agua” debido a la gran sequía que asolaba la región desde había tiempo. H. Armaignac, Viajes por las pampas argentinas. Cacerías en el Quequén Grande y otras andanzas. 1869-1874. Buenos Aires, Eudeba, 1974. p. 125. 949 Coincidiendo con el calendario que figura en los relatos etnográficos y que aún en la actualidad sigue en vigencia. 950 Foerster , Introducción … p. 97
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“… para cumplir nuestras devociones he dado orden a todos mis capitanes y los demás yndios a que contribuyan en lo que puedan con sus pobresas y desdichas. Y asi es que hemos dispuesto que vayan a la Baya Blanca llevando sus gergas a buscar aguardientes y otras cosas aunque sean unas migajas951.
Aquí ya se introduce un elemento “extraño” a la práctica ritual ya que se apela al
comercio para obtener los bienes que permitan realizar la ceremonia. Pero, por si ésto no fuera
suficiente, el cacique solicitaba directamente la ayuda económica,
“si puede darles [a los indios que llevan gergas] un poco de Yerva, asucar y tabaco y en fin SE como Padre piadoso y compacivo de ellos dignece admitir nuestras pobresas; si tuvieramos riquezas y caudales también le dariamos con mil amores y vuena voluntad... ”952.
En este pedido del cacique se hace evidente los beneficios que buscaban obtener algunos
jefes de su relación con el gobierno. La solicitud de bienes para organizar los festejos del
nguillatún introducía un elemento extraño en la ceremonia ya que derivaba en que no serían
solamente los participantes al mismo quienes aportaban los recursos materiales para llevarlo a
cabo. Sin embargo, esta incorporación no habría implicado un cambio en el ritual sino,
concretamente, el aprovechamiento de una vía externa de provisión de alimentos que permitiría,
en caso de escasez, que la ceremonia se realizara de la manera habitual.
b) De enfermedades y gualicho
Para los indígenas las enfermedades eran producto de la posesión del enfermo por un
espíritu maligno, el gualicho953. No existía para ellos la muerte natural, sino que se creía que ésta
era causada por alguien, de ahí la preocupación casi obsesiva por encontrar al culpable954. Se
consideraba que un hechicero o kalku había introducido el gualicho en el cuerpo del enfermo. Si
bien en la búsqueda del culpable toda la comunidad era potencialmente sospechosa, había una
cierta constante en que las sospechas recayeran sobre las mujeres. La detección del culpable
estaba a cargo de la machi, persona dotada de saberes médicos y adivinatorios.
En el siglo XIX la mayor parte de las machis eran mujeres producto de una feminización
de este rol en la comunidad. Estos personajes tenían poderes sobrenaturales que les permitían
comunicarse con las divinidades utilizando esos saberes para diagnosticar y curar las
951 Rondeau, 6 de octubre AGN,X,27.5.7 952 Ibidem. En estas ceremonias, el jefe oficiante o ñillatufe podía ser el cacique anfrition o el machi. 953 Faron, L Antupaiñamko…, pág.. 80 954 Foerster,. Introducción ….pág. 90
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enfermedades. Cuando un indio se enfermaba, los parientes recurrían a los servicios de las
machis que cobraban por sus servicios derivando, según Faron, en personas generalmente
ricas955. Los ritos de curación llevados a cabo por la machi, que llegaba hasta la morada del
enfermo acarreando su parafernalia consistente en el kultrun (tambor de madera recubierto de
cuero), campanillas o sonajeros y el rewe (poste con peldaños por el que la machi “ascendía” al
mundo divino), comprendía tres etapas: el diagnóstico de la enfermedad, la expulsión del mal
mediante una serie de operaciones (oraciones, cantos, manipulación de objetos) y la revelación
sobrenatural sobre la sanación. En esta ultima etapa y fundamentalmente si las curaciones no
habían dado resultado, la machi señalaba la causa del mal generalmente adjudicando a otra
persona el haber introducido el gualicho en el cuerpo del enfermo. Si éste finalmente moría, su
familia buscaba al culpable para ajusticiarlo956.
Un aspecto fundamental para entender el impacto de esta práctica conocida como
“matanza de brujas” es detectar, en palabras de Faron “entre cuáles individuos o grupos hay
sentimientos hostiles lo suficientemente fuertes como para provocar mutuos temores y
acusaciones de hechicería y cómo se canalizan estos sentimientos?957. Por eso el autor plantea
que, cuando la muerte se produce en grupos con fuertes lazos de parentesco o amistad, se busca
al hechicero fuera de ellos. En la misma línea explicativa, para Guevara las sospechas de
brujerías recaían sobre los “extraños” representados en primer lugar por los españoles y luego
por los prisioneros indios residentes en una comunidad que no fuera la suya958. En el contexto
que estamos analizando, donde se producía una continua incorporación de grupos “extraños” y
se formaban débiles coaliciones y alianzas entre agrupaciones no siempre demasiado apegadas
entre ellas, pensamos que la llamada matanza de brujas podía haber incorporado también una
intencionalidad política en la búsqueda de los culpables con lo cual se posibilitaba la eliminación
de potenciales enemigos.
La pregunta que nos formulamos en este punto es, nuevamente, el impacto que pudo
haber tenido el contacto con el blanco sobre estas prácticas. En las fuentes consultadas para esta
investigación es particularmente notable la invisibilidad del / la machi959. Del cúmulo de
955 Faron, L Antupaiñamko… pág. 127 956 Ver entre otros Faron, L Antupaiñamko…, Guevara, T Las ultimas familias…; De Augusta, Felix, Lecturas araucanas. Valdivia, 1934; Foerster, Introducción… Avendaño, S, Memorias de un ex cautivo… 957 Faron, L Antupaiñamko… p. 152 958 Guevara, T Las ultimas familias. P. 281 959 Para el espacio que nos interesa pero en un período bastante anterior, estos personajes, de manera bastante comprensible, ocuparon un importante lugar en los relatos de los misioneros jesuitas que establecieron con poco éxito
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documentación que manejamos solo hallamos una escueta referencia en una carta enviada por
Rosas al comandante de Tapalqué, Pedro Lorea, desde el campamento del Río Colorado en
ocasión de la expedición al sur. En la misma le advertía que “Cachul me ha encargado que le
mande decir de su parte a Mariano Cuzá que a la enferma muger de Colliu que la hagan ver
con la médica mujer de Pequeñ y que le paguen para que la curen”960. Pero si el/la machi no
aparece, sí surge el proceso directamente vinculado a la acción de estos médicos indígenas como
es el ajusticiamiento de los brujos / hechiceros que han provocado la muerte mediante la
manipulación del gualicho, tema del que nos ocuparemos en un momento.
El contacto con el blanco trajo enfermedades nuevas para los indígenas, una de ellas fue
la viruela. Esta enfermedad no solo era peligrosa para éstos sino que también era temida por la
población hispano-criolla y hacía estragos en las ciudades. Recién a fines del siglo XVIII
comenzó a difundirse en el virreinato del Perú y de México la inoculación variólica, práctica
importada de Europa que limitó en gran medida la aparición de las variantes más graves de la
enfermedad. En Buenos Aires, durante el llamado período rivadaviano, la salud fue contemplada
dentro del proyecto político del estado provincial para modernizar y centralizar la organización
administrativa. De esta etapa data la creación de la Academia y la Facultad de Medicina, del
Tribunal de Medicina, de un cuerpo de médicos de campaña, de ejército, de hospitales y puertos.
Dentro de este interés por la salud pública se organizó una comisión para la vacuna destinada a
administrarla, generalizarla y conservarla961.
¿Qué sucedía cuando una epidemia atacaba las tolderías indígenas? Ante la imposibilidad
de los machis por hacer frente a la masividad del contagio, la respuesta más común era apartar a
los afectados para evitar nuevas propagaciones. En efecto, los enfermos eran dejados en las
tolderías y el resto del grupo se mudaba a cierta distancia962. Durante el período en estudio,
hemos podido verificar la aparición de la viruela en las tolderías de frontera fundamentalmente
en los años 1836 y 1837. Veremos que ante la enfermedad los indígenas pusieron en juego una
diversidad de estrategias, algunas que reproducían sus patrones culturales y otras innovadoras.
misiones en el territorio pampeano. Para el período en estudio las únicas referencias que hemos podido hallar se refieren a grupos que habitaban en las pampas. Uno de estos relatos que incluye a las machis y les dedica un espacio al hablar de sus actividades son las memorias de Avendaño. El otro es el viaje a la sierra de la Ventana realizado por el coronel García. 960 Rosas a Pedro Lorea, Rio Colorado 21 enero 1834. AGN,X,24.9.1 961 M.S. Di Liscia, Saberes, terapias y prácticas médicas en Argentina (1750-1910). Biblioteca de Historia de america, CSIC, Madrid, 2003 p. 59-61 962 D´Orbigny, Alcide, Viaje por América meridional, Vol II. Buenos Aires, Emecé, 1999
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Entre las últimas encontramos la aplicación de la vacuna antivariólica963. Al producirse los
primeros contagios entre sus indios, el cacique Cachul había consultado a Rosas acerca de la
utilidad de esta vacuna. El gobernador contestó al cacique que
“En cuanto a la vacunación de los indios que me mandan ustedes consultar sobre esto ustedes son los que deben ver lo que es mejor les convenga. Entre nosotros los cristianos este remedio es muy bueno por que nos priva de la enfermedad terrible de la viruela pero es necesario para administrar la vacuna que el medico la aplique con mucho cuidado y que la bacuna sea buena”964.
No hemos encontrado referencias sobre vacunaciones masivas de los indios en las
tolderías de Tapalqué lo cual no parece descabellado teniendo en cuenta la gran cantidad de
indígenas que existían en el punto y la escasa difusión de esta práctica en la campaña965. Pero la
respuesta de Rosas es clara en el sentido de no irrumpir en la vida de las tolderías sino
simplemente sugerir o aconsejar los beneficios, en este caso, de la inoculación para evitar la
propagación de la enfermedad.
Pero no sólo en la frontera se intentaba atender a los indios sino que la asistencia médica
entraba dentro de los “servicios” que, a demanda, podía brindar el gobierno en el contexto del
negocio pacífico. La atención y cura de los indios enfermos se realizaba tanto en la Chacarita de
los Colegiales como en la Casa de la Piedad, esta ultima ubicada en el cuartel 31 de la ciudad, en
diagonal a la actual Iglesia de la Piedad, que actuaba verdaderamente como una suerte de
"hospital" para indios. En ese sitio, el cacique Catriel fue atendido por una dolencia en sus ojos
desde enero de 1834 hasta agosto del año siguiente966. Entre septiembre y octubre de 1836, como
consecuencia de la epidemia de viruela se asistió en dicha casa a un promedio de 6 indios por día
contando con los servicios de una enfermera y las visitas profesionales de un médico967.
Chacarita de los Colegiales, en las afueras de la ciudad de Buenos Aires, también sirvió en
963 Sobre esta práctica el embajador inglés Woodbine Parish mencionaba en sus memorias que en 1830 cerca de 150 indios que se hallaban en la ciudad para entrevistarse con Rosas fueron vacunados por expresa indicación del gobernador, entre ellos Catriel, Cachul, Tetrue, Quirdule, Collinao, Toriano y Venancio. W. Parish, Buenos Aires y las provincias del Rio de la Plata. Buenos Aires, Hachette, 1958, p. 199. 964 AGN,X,25.3.2 965 Según Di Liscia es claro el detenimiento que se produjo en el avance técnico-sanitario a partir de 1830. A pesar de esto, para la autora Rosas tuvo la intención manifiesta de propagar la vacunación con el objetivo de “formalizar la figura del Restaurador como protector de la salud de toda la población”. Di Liscia, M, Saberes, terapias… p. 67-69. en un trabajo reciente, Jorge Sulé, profundiza esta idea señalando que “Durante sus gobiernos [de Rosas] se incrementó el suministro de la vacuna llegando el servicio a los pueblos de la campaña bonaerense, en lo que los médicos de policía también se ocuparon de aplicarla”. Sulé, J, Rosas y sus relaciones con los indios. Buenos Aires, Instituto de investigaciones históricas Juan Manuel de Rosas, 2003, p. 109 966 La “cuenta de la asistencia facultativa que ha hecho en la enfermedad de los ojos al cacique Catriel desde el 15 de agosto hasta octubre de 1835” incluía 75 visitas médicas en el primer año y 56 en el siguiente. AGN,III,4.7.15 967 Entre los enfermos se encontraban Collinao y otros capitanejos e indios del cacique Venancio. Rosas a Rodriguez, Buenos Aires 5 septiembre 1836. AGN,X,25.3.3
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ocasiones como lugar de asistencia de indios enfermos968. Durante la epidemia de viruela se
libraron cuentas por el gasto de viajes realizados por practicantes de medicina para “propagar y
reconocer la vacuna a los Indios”969. En octubre de 1836 se vacunaron en ese sitio “cincuenta y
dos indios entre adultos y niños de ambos sexos”970.
Además de la posibilidad de recurrir de manera diferencial a la vacunación y de obtener
algún tipo de atención médica particularizada, los indígenas siguieron aplicando las mismas
prácticas que realizaban en territorio indígena. Una de ellas fue la separación de los enfermos
que, en el caso de los indios amigos asentados en la frontera, significó por ejemplo que los
grupos de Tapalqué internaran las familias sanas dentro del territorio provincial dejando a los
enfermos en las tolderías de la frontera. Así, en agosto de 1837 se avisaba al gobierno que, como
consecuencia de la epidemia de viruela existían tolderías “en una Estancia por Lobos y hay más
tolderías en Camarón, Ciago y Monte". Esto constituía un verdadero peligro para la defensa de
la frontera considerada una de las principales obligaciones de los indios amigos. En ese sentido
Rosas expresaba al cacique Catriel que “… esa dispersion de indios por las estancias no esta
buena porque es obligacion de todos estar juntos para defender reciprocamente la tierra y sus
familias lo que si estan desparramados no podra ser porque cada familia tirara por su
lado…”971.
Cuando el enfermo era un personaje de jerarquía de la tribu parece haber mayor
permeabilidad en las prácticas médicas972. De ahí que cuando, como consecuencia de la viruela,
el cacique Catriel solicitó se le designara un lugar seguro para estar con su familia se le permitió
mudarse a las inmediaciones de la Posta de Lozano y poco después la mayor parte de sus toldos
se encontraba sobre la costa de las Flores y del Trigo. Más tarde, el cacique pidió permiso para
hospedarse en la misma ciudad de Buenos Aires. Rosas contestaba que "…en la casa de la
Piedad, donde existían algunos enfermos ya habían muerto algunos" por lo que le sugería
instalar sus toldos con su familia en los hornos de ladrillos de la Catedral973.
968 El cacique Caneullan se hospedó una temporada en la Chacarita de los Colegiales a mediados del año 1838 para reponerse de una enfermedad Grau, C El fuerte 25 de Mayo en Cruz de Guerra. Publicaciones del Archivo Historico de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, 1949, p. 173. 969 AGN,III,4.7.15 970 Pineda a Rosas, 17 de octubre de 1836, reproducido en Sulé, J, Rosas y sus relaciones con los indios, p 112. 971 AGN,X,25.4.1 972 En el Fuerte Argentino el cacique tehuelche Ninquinille se encontraba de paso para ir a situarse con Catriel y Cachul en Tapalqué. En ese momento acontece el fallecimiento del cacique que fue “asistido en su toldería por el facultativo del este punto” (AGN,X,25.3.2) 973 Ibidem
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La salud de Catriel no se recompuso con estas atenciones médicas constituyendo un tema
recurrente en la correspondencia entre Echeverría y Rosas donde se evidencia el cuidado que
merecía este cacique y la aceptación de éste de las prácticas médicas de los criollos. Poco
después de regresar a los toldos, Catriel, escribió a Rosas pidiéndole el envío de “algunas
medicinas para la vista pues que le son de mucho alivio”974. Sin embargo, a fines de septiembre
de 1836, la salud del cacique había empeorado y luego de varias insistencias, Echeverría logró
que el cacique accediese a ser examinado por “algún médico cristiano y manifestó deseos de que
fuera lo mas pronto posible”. Como el cantón no contaba con un facultativo, se “invitó” al
cirujano del Regimiento numero 6 de campaña asentado en Azul, Don Manuel Ramos, a que se
trasladara a Tapalqué. Ramos reconoció a Catriel en los toldos y sugirió que se trasladara al
fuerte donde podría recomponerse con mayores comodidades que allí. Se le ofreció a Catriel una
carreta para su traslado pero éste expresó que prefería ir a caballo ayudado por sus indios. Allí
permaneció durante un tiempo, hospedado en la casa de un pulpero y recibiendo la medicación
aconsejado por el facultativo975.
De todos modos, tanto la vacunación voluntaria de los indios como la aceptación de los
cuidados médicos no significaban que los indígenas hubieran modificado definitivamente su
visión sobre la vida y la muerte o sobre el origen de las enfermedades. Paralelamente a las
situaciones que relatamos los comandantes de frontera mencionaban los intentos de los indios
por matar a los brujos, considerados culpables de la aparición de estas enfermedades. En el
escaso período de tiempo en que se desarrolló esta epidemia, los casos encontrados son
verdaderamente importantes en cuanto a la frecuencia y a la cantidad de supuestos brujos
involucrados976. Lo que lleva a sostener que lejos de apartarse de estas prácticas por la adopción
de otras, lo que sucedía era el mantenimiento de aquellas que representaban verdaderamente el
admapu, a las que se sumaban prácticas que podían reportar beneficios concretos. Un reciente
974 Tapalque, 13 de agosto de 1836 (Echeverria a Rosas) La preocupación de Rosas por la salud de Catriel era marcada insistemente en la correspondencia. En esta oportunitdad el gobernador le escribía que “ ... SE siente mucho la indisposicon del cacique mayor Catriel y dice que le diga Ud que ya sabe lo que SE lo ama y que esta por ello dispuesto a complacerlo en todo en cuia virtud que el vea lo que le paresca, ya sea seguir hay curandose ya venirse para esta con su familia. Que el es quien debe pensar y hacer lo que considere mejor porque SE en esta parte no sabe que consejo darle”. 975 La permanencia del cacique en Tapalqué fue muy breve. En octubre de 1836, el cantón fue asalatado por un malón indígena. Los indios atacantes llevaron algunas mujeres de Catriel y saquearon las pulperías del pueblo. En una de ellas se encontraba el cacique recuperándose de su enfermedad pero no fue visto por los indios “siendo que estaba en la cama”. El impacto que produjo en el cacique el riesgo que había corrido en ese lugar lo llevó a regresar inmediatamente a sus toldos “dando por razones el que no estaba seguro en este punto … y que amas el medico no le daba remedios para sanar pues eran muy escasos siendo que el mismo medico dice que a su edad y estado de salud no le permitia ser aglomeracion de medicamentos sin que lo perjudicaran”. 976 En enero de 1839 se informaba que los indios chilenos existentes en la isla Martín García se hallaban alli “por librarlos S.E. de que los matasen por brujos los boroganos”. AGN,X,25.7.1
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estudio de María Di Liscia en el que, precisamente, la autora estudia la relación entre medicina
académica, popular e indígena, plantea que “La visión que tradicionalmente se tiene de estos
procesos es de compartimientos estancos, de desarrollo particular y sin relación entre sí
…[pero] El estudio de fuentes históricas … permite una interpretación diferente, en la medida
en que no se observan estructuras fijas ni cerradas, sino un proceso de interacción y movilidad
permanente del conocimiento médico”977. Coincidiendo con el planteo de Di Liscia creemos que
la detección y posterior muerte de los hechiceros fue una práctica que se mantuvo aún cuando se
recurrió a la medicina académica para intentar sanar a los enfermos.
Como ya señalamos, en las fuentes no hay referencias a las prácticas curativas ejercidas
por el/la machi (ni siquiera a la existencia de este personaje en las tolderías) pero sí sobre la
persistencia de la matanza de brujas. El coronel Prudencio Arnold, oficial que actuó en la
frontera durante el período rosista, presentaba en sus memorias una detallada descripción de esta
práctica que pudo realizarse sin interferencia de las autoridades provinciales. Relataba el oficial
que cerca del cantón de Tapalqué, en la estancia de Don Bernardo Romero, se hallaban algunas
familias de los indios amigos de aquel punto que “se ocupaban en los trabajos de campo
inherentes al establecimiento y pasaban su vida tranquilamente”. Un día, murió un indio de los
asentados en Tapalqué y la “bruja o agorera” consultada para conocer el motivo de la muerte
señaló que los indios que vivían en la estancia de Romero eran los culpables porque “tenían el
gualichu”. Inmediatamente una partida de treinta indios se dirigió al establecimiento,
“circunvalaron los toldos y no encontrando sus moradores adultos por haber salido ya a vigilar las estancias, como era de practica, fueron a buscarlos al campo, donde los mataron a todos, volviendo después a los toldos donde hicieron salir los chicos a una cuadra de distancia … los rodearon a caballo. Luego permanecieron hablando y gritando y en ratos se desprendía alguno de los sitiadores, el cual salía corriendo y gritando gualichu, gualichu, acompañando esos gritos con lanzazos al aire … uno en uno acabaron con aquel grupo de víctimas inocentes”978.
Estas prácticas intentaron ser erradicadas en los fuertes de campaña donde las autoridades
civiles y militares tenían un control más directo sobre la vida de estos indios amigos. El mismo
Arnold señalaría que en Tapalqué, el comandante Echeverría le había comentado “Yo trabajo
con Catriel, porque dejen o modifiquen esa ley bárbara de matar sin compasión a todos lo que
por decreto de un brujo, se le ocurra decir que tiene gualichu”. A poco de estar Arnold en el
cantón, sucedieron nuevos episodios en los que los indígenas recurrieron a sus machis para
977 M.S. Di Liscia, Saberes, terapias y prácticas médicas…. 978 P. Arnold, Un soldado... p. 97-98.
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detectar a los kalku. Ante la reiteración de los hechos, Echeverría decidió tener un parlamento
con los caciques Catriel y Cachul a quienes expreso que el motivo de su convocatoria había sido
para que
“hablemos los tres solos, porque están haciendo matar indios y chinas por el gualichu. Catriel contestó: Es cierto: nuestros padres nos han enseñado que nosotros tenemos que hacerlo´. – Ustedes ven que cuando un crisitano mata a otro, le roba o le hace otra cosa –replicó Echeverría- se manda preso para que el gobierno lo castigue; pero no nosotros no podemos matarlos de ninguna manera… ustedes deben hacer lo mismo. –No podemos modificar lo que nuestros padres nos enseñaron. … - Ustedes son hijos de Juan Manuel [de Rosas]… y él los quiere mucho. A mí me han enviado aquí para que los cuide porque son sus hijos… Guardaron silencio observándose que gruesas lágrimas rodeaban por sus mejillas. Todos los esfuerzos de Echavarría para obtener más ventajas de estos dos caciques fueron inútiles. Cuando más los apuraba con razonamientos a fin de que no continuasen la bárbara costumbre de matar por simples ordenes de ellos, se ponían de pie, se agarraban la cabeza y lloraban sin pronunciar una palabra”979.
Las insistencias de Echeverría eran demasiado duras para los caciques que compartían
costumbres, transmitidas de generación en generación por sus antepasados, por lo que no podían
modificar “lo que nuestros padres nos enseñaron”. La angustia de los jefes ante la presión del
comandante llevaría a que éste abandonara el camino de la presión para intentar disuadirlos por
otros medios. A fines del año 1836 la epidemia de viruela hizo pie en las tolderías de la frontera.
Las autoridades mostrarían una actitud dual ya que aunque denunciaban los intentos de los indios
por terminar con los brujos, buscaban cortar la práctica sin enfrentarse en forma directa con
ellos. Tanto en el fuerte Mayo como en Tapalqué la epidemia provocó sendos informes sobre las
maniobras realizadas por los comandantes en este sentido.
En agosto de 1837 el comandante del fuerte Tapalqué presentaba un interesante informe
sobre el manejo que había hecho del tema980. Echeverría comunicaba que hacía años que estaba
intentando disuadir a los indígenas de eliminar a las personas que se suponía producían las
muertes y que, merced a estas conversaciones, había conseguido que los caciques entregaran a
dichos indios con la promesa del gobierno de que serían ubicados en un lugar lejano para
que no causaran más daño. Esta ultima frase refleja el tipo de discurso que estaba poniendo en
juego el comandante: ya no trataba de hacer entender a los indios que su costumbre era errada
sino que, aceptando que esos indios podían provocar daño, se ofrecía apartarlos de los toldos. De
hecho, por esta vía, se había salvado a 13 indios considerados responsables de la muerte del hijo
del cacique Catriel. Merced a hábiles negociaciones se obtuvo que esos indios le fueran enviados
979 Ibidem, p. 100-101. 980 AGN,X,25.5.1
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a Rosas. Se trataba de Rufina y Lucía, dos chinas grandes chilenas, Manuela, china chilena de 12
años, un chinito de 7 años, hijo de Rufina, otro de 6 años, 1 chinita de 6 años hija también de
Rufina, 2 chinitas de 5 y 3 años hijas de Lucía, Calipan, indio chileno de 18 años, Naytuypan
china pampa de 40 años, juanita, pampa de 20 años, Teresa, pampa de 18 y Manuela, pampa, de
35981.
Esta práctica habría dado resultado por un tiempo como lo prueban, según dice
Echeverría todos los indios que remitió a la ciudad por esa causa. Sin embargo “el estado de
alarma en que estos indios han estado y están hizo que ellos siguieran con su antigua costumbre
de sacrificios siempre reservándose de mi”. De manera que se continúa con la práctica pero se
intenta ocultarla a los observadores blancos. Es decir, no se llega a modificar totalmente la
costumbre pero no se realiza con la publicidad y libertad que se hacía anteriormente por saber
que era una actividad que contaba con la reprobación del gobierno. ¿Cuál es la reacción de éste?
Mantenerse en la ignorancia del hecho. El comandante reconocía que “aunque yo no ignoraba
que tal sucedía asia entender que nada savia y busque otros medios para llevar a cabo mi plan
protegiendo ocultamente a todas las que debían morir y mandándolas para dentro”.
El objetivo de esta conducta es no confrontar directamente; si los indios intentan ocultar
el mantenimiento de prácticas “reprobadas por la religión”, el gobierno se mantenía
aparentemente en la ignorancia pero en los hechos trataba de impedirlas. Rosas aprobaba la
conducta del comandante, considerando que “esta clase de asuntos son delicados por su
naturaleza y por lo tanto deben siempre manejarse con el pulso necesario por que envejecidos los
indios en esas costumbres no siempre conviene contrariárseles de frente sino poco a poco con
reflexiones conciliatorias que llenen el objeto y no perjudiquen la armonía"982.
Sin embargo, la "paciencia" de Echeverría parecía tener sus límites. Pocos días antes de
remitir el citado informe, el mismo cacique Cachul había mandado matar a su hermana "de una
manera tan pública" que el comandante no pudo dejar de observarlo. Echeverría lo reprendió “de
un modo amistoso por la falta de cumplimiento de su palabra” y el cacique por medio de un
lenguaraz “se disculpo a su modo” comprometiéndose a no volver a realizar ese tipo de
ceremonias. Pocos días después, prohibió que se quitara la vida de nadie ante la muerte de la
mujer de uno de sus capitanejos.
981 AGN,X,25.4.1 982 Rosas a Echeverría, octubre 1836, AGN,X,25.4.1
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Pero la actitud del comandante sería más extrema cuando el indio involucrado no era un
cacique. En agosto de 1837 Echeverría había apresado y enviado a la ciudad al indio García
quien, junto con algunos de sus parientes, había invadido un toldo con el objeto de quitar la vida
de una mujer por considerarla con gualicho. Cachul pidió la libertad del indio argumentando,
como lo hacía habitualmente que la falta cometida por García “era efecto de su ignorancia”. Pero
el comandante no se quedaría atrás ya que justificó la prisión del indio en el hecho de que “éste
sin consultar a su cacique avia tomado atribuciones que no le competían faltando deste modo al
respecto que él se merecía”. El fin del episodio fue la liberación de García debido a que el
mismo Rosas desautorizó la acción de Echeverría insistiendo en la necesidad de manejar “con el
pulso necesario” el cambio de las costumbres indígenas.
El comentario final del comandante sobre este episodio arroja un elemento interesante
sobre la práctica de matanza de brujas. Según Echeverría, al indio García
“lo he creido más que crédulo al gualicho, malicioso pues el por sí a concluido con casi toda la familia del oficial Galvan y según averiguaciones hechas, una parte de la regular fortuna que posee en hacienda lanar es devida a los despojos de las víctimas que a sacrificado”983.
De manera que podríamos pensar que en la detección de los supuestos brujos podían estar
involucrados otros móviles como, por ejemplo, la resolución de rencillas personales o de
conflictos previos. Esta interpretación adquiere mayor visibilidad en el siguiente caso que
analizaremos sobre el tratamiento de la epidemia de viruela en el Fuerte Mayo.
En ese fuerte, la epidemia produjo una gran mortandad. Poco antes de que se declarara la
enfermedad, el comandante del fuerte había realizado un censo de las tolderías del cacique
Caneullan, que arrojó 13 toldos con una población de 119 personas distribuidas en 38 indios de
pelea incluyendo al cacique, 33 mujeres y 48 chicos de ambos sexos984. Las tolderías de
Guayquil que también se hallaban en el fuerte tenían 117 indígenas985. En noviembre de 1836 el
comandante elevaba la nómina de los 23 indígenas muertos por la epidemia correspondiente 9 a
983 Echeverría a Rosas, AGN,X,25.5.1 984 En AGN,X,25.1.4ª. 18 meses antes el comandante había realizado un primer recuento que señalaba la existencia de 80 personas. Los 38 nuevos habitantes que hay entre uno y otro recuento se deben a la incorporación de nuevas familias y prisioneros de guerra. En el primer caso se encontraba el indio Cañuiñuir que fue incorporado como cabeza de una toldería con su mujer y cuatro hijos a pedido de su hermano que pertenecía a la agrupación de Caneullan. (AGN,X,25.1.4). En el segundo caso se trataría de “indios y chinas que ha traido el capitanejo Panchito de la expedición que hizo con el mayor Ramon Maza” sobre los ranqueles (AGN,X,25.3.2) 985 Fuerte Mayo, 1 de septiembre de 1836. AGN,X,25.3.2
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la tribu de Caneullan, 12 a la de Guayquil y 2 pertenecientes a la cacica Luisa986. Entre estos se
encontraba el capitanejo Panchito, sobrino de Caneullan que se hacía cargo de la toldería en
ausencia de su tío. Ante su muerte lo sucedió en el mando el yerno del cacique, Coliquinca,
casado con Manuela Caneullan.
En el mes de octubre la enfermedad había matado a 4 indios adultos y a un chico. En
respuesta el comandante Julianes informaba que “viendo que la fiebre contagiosa de viruelas y
sarampión continúa en su contagio he dado la orden para que sean mudados a la distancia
todos los indios de ambas tribus que se hayan contagiado de este mal a fin de que no se trasmita
a los que no la sufren”, aclarando que la medida fue tomada asimismo para que la enfermedad
no se extendiera a la tropa acantonada en el fuerte987. Sin embargo, estos cuidados del
comandante no detuvieron la epidemia ni impidieron que los indígenas, apoyados en sus
creencias, buscaran cortarla por otros medios. A comienzos de noviembre, el intento de matar a 8
indios considerados brujos derivaría en la búsqueda de una solución que evitara la ejecución de
los indígenas.
Rosas conseguiría que el cacique Caneullan, que se hallaba en Chacarita, aceptara
entregárselos para que los alejara de las tolderías y los ubicara en un lugar donde no les hicieran
daño. Julianes logró hacer cumplir la orden de Rosas y enviar las personas solicitadas junto con
sus hijos a la ciudad quedando solamente en los toldos la china Josefa, esposa de uno de los
“brujos”, por encontrarse ella misma enferma de viruela. La china fue interrogada por los indios
para que les explicara el motivo de la epidemia. Según Julianes, quien mandó vigilar el
encuentro para evitar cualquier acción que los indios intentaran cometer sobre la india, ella “les
contestó que… no les había hecho daño pero que tenía una lechuza y que tal esta tendría el
gualicho”988.
Así como sucedió en Tapalqué con el indio García, otro motivo parece traslucirse en
estos intentos por eliminar a los brujos. En un detallado relato enviado por Julianes sobre las
negociaciones que tuvo con el cacique Guayquil y el capitanejo Panchito, se señalaba que todos
los indios acusados de tener gualicho eran pampas y según el comandante “a la verdad las
intenciones de estos indios borogas es acabar con todos los pampas con el pretexto de que son
986 AGN,X,25.3.2 987 Julianes al edecán Corbalan, 11 octubre 1836. AGN,X,25.3.2 988 Las formas más comunes que podían adoptar las fuerzas malignas era de animales del campo y del bosque y pájaros. Entre estos ultimos se contaba la lechuza.
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brujos”. El temor a que se produjera verdaderamente un ataque general sobre los indios pampas
existentes en el campamento habría llevado al cacique Cachul a solicitar el retorno de unas
personas que le pertenecían y que se encontraban anexados a las tolderías del fuerte. El
capitanejo Panchito accedió al pedido contestando que “él no los sugetaba y que se fuesen
cuando se ordenase [por]que no pertenecían a su tribu”. Poco después catorce indios regresarían
a Tapalqué989.
Julianes intentaría disuadir a los indios de buscar responsables de la epidemia señalando
que la enfermedad era general en toda la provincia y había atacado también a la población criolla
que intentaba protegerse mediante la vacunación. Pero la difusión de la vacuna no siempre daba
buenos resultados influyendo en este caso, la ineptitud del médico encargado de suministrarla.
Según el comandante la vacuna, “se puso dos veces y no surtía efecto ya sea porque no servía o
porque el físico de este punto no supo ponerla porque es trémulo por su vejez tanto que
parecía sangría la herida que hacia con la lanzeta990”. La crítica sobre la aptitud del médico
prosigue con el pedido de relevo del Dr. Pedro Piscueta por no tener “las dos facultades de
cirujía y medicina” sino solamente la primera. Para reemplazarlo en la aplicación de la vacuna,
el comandante expresaría contar con el boticario de la Guardia de Luján que lo entiende y lo
hace gratuitamente en general”. Ante el pedido Rosas ordenaría enviar “vacuna buena” y una
nueva lanceta para aplicarla991.
Cerraremos este acápite con el relato de la muerte de un cacique amigo en el pueblo de
San Miguel del Monte. En septiembre de 1838 falleció el cacique Reilef que se hallaba en el
pueblo en compañía de su mujer y un indio. Vicente González, comandante del punto, pidió al
médico de la guardia que reconociera el cadáver quien “opinó que no encontrando señales de
leción alguna su muerte hera natural”. Pero el indio que lo acompañaba no consideró lo mismo
ya que quiso matar a la mujer del cacique “porque creya que ella había causado la muerte del
desgraciado cacique” debiendo intervenir González para que no lo hiciera. A pesar de ello, y
según las averiguaciones que realizó el último entre los indios y familia del cacique, éste había
sido bautizado en Valdivia “con cuyo motivo se a dispuesto para las dos de la tarde de hoy que
el entierro sea con toda la pompa posible para cuyo efecto se a imbitado el vecindario para que
lo acompañe al sementerio debiendo asistir a este acto los indios que se hallan en esta”.
989 Julianes al edecán Corbalan, 11 octubre 1836. AGN,X,25.3.2. 990 La lanceta era un instrumento de acero con punta afilada utilizado para sangrar haciendo una incisión en la vena. Diccionario de autoridades 1832. Real Academia Española. 991 Julianes a Rosas, 3 noviembre 1836 y respuesta del 13 de noviembre en AGN,X,25.3.2
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He aquí un típico episodio mestizo en donde se mezclan elementos de ambas culturas
originando un resultado particular: un cacique bautizado hacía cerca de 10 años (recordemos que
lo encontramos en la pampa por primera vez en el año 1831) conviviendo con indios que
mantienen sus creencias sobre la acción del gualicho y un entierro cristiano “decretado” por la
autoridad del lugar al que se “invita” a participar tanto al vecindario criollo como a indios que
existían en el punto sobre los que no sería raro dudar de su fervor religioso.
Pero no solo los rituales o los acontecimientos vinculados a la relación de los indígenas
con el mundo divino fueron impactadas por y/o adoptaron rasgos criollos. Otras prácticas que
hacían al contacto con otros grupos o a situaciones internas aprovecharon en cierta medida las
posibilidades de la interrelación con el gobierno. Dentro de éstas nos referiremos a las alianzas
matrimoniales, la resolución de conflictos intra étnicos y la sucesión de los cacicazgos dentro de
los grupos amigos.
c) Las alianzas matrimoniales
Las negociaciones matrimoniales entre los mapuches negaban cualquier concepto de
equidad. Estas vinculaban a dos grupos mediante el intercambio de mujeres y regalos en donde
la toma de una esposa comprometía el pago de un precio que debía realizar el grupo receptor de
mujeres. A su vez, el padre de la novia entregaba una dote por ella. Pero, en términos
comparativos, el precio de la novia siempre era mucho más alto que la dote lo que colocaba al
grupo receptor en continua deuda con respecto al dador992.
Por otro lado, el pago de la novia convertía al marido en dueño absoluto de la mujer lo
que significaba tener poder sobre su vida, es decir, en caso de infidelidad manifiesta, el indio
podía matarla. Cuando una mujer moría su viudo debía pagarle al padre una compensación que
representaba el doble de la dote entregada para el matrimonio. Si el viudo no tenía los bienes
suficientes para hacer frente al pago, pedía la ayuda de sus vecinos. Pero si estos se negaban o
alegaban no tener recursos para prestar, era frecuente que el viudo realizara un malón para
apropiarse de manera directa de lo que necesitaba. Esta acción era luego recompuesta con un
nuevo ataque sobre el primer ladrón “creándose un círculo interminable” de compensaciones993.
992 Faron, L, Antupaiñamku. 993 Moesbach, P.E.W. Vida y costumbres de los indios araucanos en la segunda mitad del siglo XIX. Imprenta de la Universidad, Santiago de Chile, 1936.
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En el caso contrario, cuando era la mujer quien enviudaba cabían dos posibilidades.
Podía permanecer en la familia del finado donde probablemente volvía a casarse con un hermano
de éste o con algunos de sus hijos (excluyendo los propios) y, de esa manera, se renovaba la
alianza. Si la viuda decidía regresar con sus hijos a la familia de sus padres y casarse
(transcurridos dos años), el nuevo esposo debía pagar una dote idéntica a la entregada en el
primer matrimonio, es decir, la familia del difunto recibía “prenda por prenda o en su lugar
cualquier objeto de valor equivalente”994
Algunos aspectos de los acuerdos matrimoniales sufrieron alteraciones en las tolderías
fronterizas. Entre los distintos grupos de indios amigos y aliados se mantuvo la práctica de
alianzas matrimoniales que estructuraban la relación entre ellos en términos de desigualdad.
Asimismo, resulta muy claro de la información que presentan las fuentes, el contacto asiduo que
existía entre las distintas agrupaciones incluidas en el negocio pacífico: los “pampas”, primeros
que habían concertado una alianza con el gobierno provincial acogiéndose a la protección de las
autoridades fronterizas en Tapalqué; los grupos dependientes del cacique Venancio Coñuepan
que se hallaban en Bahía Blanca; los boroganos, arribados a las pampas a fines de la década de
1820 que, con algunos de sus parientes ranqueles se habían situado en diversos espacios del área
fronteriza a la que vez que mantuvieron un campamento en la región de Salinas Grandes y un
grupo desvinculado de los ranqueles que, a la cabeza del cacique Llanquelen se había asentado
en las inmediaciones del fuerte Federación.
Los traslados, visitas y asentamientos temporarios de algunas familias, evidencian una
estrecha vinculación entre todos estos grupos. En algunos casos es claro que el contacto está
basado en alianzas matrimoniales, en otros no tenemos la certeza de que ése sea el motivo. Los
únicos grupos entre los que no hemos encontrado vínculo directo son el de Llanquelén y los
distintos grupos boroganos, lo cual no resulta muy extraño si consideramos que el primero había
“traicionado” a otros sectores ranqueles amparándose en la frontera y los segundos tenían una
relación tan estrecha con aquellos. Como veremos a continuación los vínculos de población se
daban principalmente entre distintos grupos boroganos (tanto de Salinas como del fuerte Mayo)
y la agrupación de Llanquelen con los caciques de Tapalqué.
994 Seguimos en esta descripción el relato de Avendaño, Memorias… pag. 76-77.
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La celebración de un matrimonio era un acontecimiento de gran importancia en la vida de
las comunidades nativas. Según relata Avendaño, había diversas formas de concertar un
matrimonio de las que nos interesa señalar dos. La primera remite a la elección voluntaria de los
novios “fruto o resultado de relaciones secretas del galán con la pretendida”. La otra se plasma
cuando un indio, generalmente mayor de edad, envía a un “comprador de gente-novia”
(nguilliachen) a buscar una novia teniendo en cuenta razones de alianza política. En ambos casos
el precio de la novia es un elemento fundante en la relación pero existían algunas diferencias
entre ellos. En el primero, el padre debía conformarse con aquellas prendas que el novio hubiera
podido conseguir entre sus familiares y vecinos ya que no tuvo intervención en la elección de la
pareja. En el segundo, el futuro suegro tiene un papel decisivo en la determinación del monto o
cantidades de bienes que conforman el precio al punto que, examinados los que presenta el novio
puede, “con palabras llenas de cumplimiento y urbanidad”, exigir que se aumenten éstos para
poder llevar a cabo el casamiento995. Teniendo en cuenta la centralidad y papel jugado por el
precio de la novia en la relación entre los grupos, el casamiento voluntario implicaría cierto
desprestigio al interior del grupo dador de mujeres al no poder imponerse un monto determinado
de bienes. De ello nos da cuenta el relato que realizó Millalicán sobre el impacto que causó
dentro de la agrupación borogana la realización de dos matrimonios que respondían a las
posibilidades mencionadas:
“Llegó aquí Cañuiquir, muy contento, apenas vino a saber que la hija del Casique Caniullan, se havia casado con mucha ostenta y aparatos, en los toldos, con un yndio de estimacion, dijo lleno de furor, es pocible que yo he de ser ynfeliz y menos que otros? Caniullan es mas respetado que yo, le ruegan paque se case su hija? Y la mia me la roban? Disiendo estas palabras tomo su puñal furioso, anduvo como un loco buscando al yndio que le robo la hija para matarlo junto con la Carmen [su hija] … [Cañuiquir le dice a Millalican] quiero que se casen porque me es muy bochornoso llegar a mis toldos con esa afrenta; diciendome que si no se casan y no viene a llevar su mujer ese gran hombre, no vive la Carmen, ni la Luisa [su esposa]; en casandose me voy contento y no les hago nada … luego mando a la Carmen que siguiese su marido, diciendole ya no eres mi hija … nunca mas te vere mientras vivas en el mundo; yrce muy lejos de mi precensia, si los veo en mis toldos cerca los despedaso a puñaladas; enseguida la mando desnudar de la ropa diciendole a la hija que te vista mejor tu marido”996.
El cacique Cañuiquir se había sentido profundamente disminuido con respecto a su par
Caneullan al no haber tenido intervención en la elección de su yerno. Hasta aquí la situación
planteada por el escribiente de los boroganos reproducía situaciones habituales dentro de las
tradiciones indígenas. Sin embargo, ahora el contexto era muy diferente. Algunos grupos se
995 Avendaño, Memorias… p. 83 y 91. 996 Millalican a Rosas, Fuerte Mayo, 18 diciembre 1832. AGN,X,24.7.1
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hallaban asentados en la frontera o tenían una relación particular con el gobierno que les permitía
solicitar cierto tipo de acciones que provocaban indudablemente una modificación de las
prácticas tradicionales.
Pocos meses después del episodio relatado, la cacica Luisa llegó al fuerte Mayo y pidió al
comandante que elevara a Rosas su solicitud de "permanecer en este destino para poderse
contraer a trabajar en algunos texidos". El motivo de este pedido queda claro al agregar Julianes
que Luisa pedía que Rosas "inter[pusiera]… todo su influjo con su referido esposo a fin de
conseguirle que la deje recibir (sic) en esta guardia y que no lleve a los toldos en donde dice
siente el ir por haberle echado de ellos su referido esposo a su hija mayor…"997. El gobierno, o
mejor dicho Rosas, se convierte en un mediador, un personaje que puede intervenir y que es
solicitado por los indios para modificar algunos aspectos de las prácticas más tradicionales. De
manera similar, en agosto de 1837, la cacica mujer de Caneullan solicitaba permiso para ir a
Tapalqué acompañada de otros indios para celebrar un casamiento. Rosas además de sugerirle
que esperara que la situación de la campaña se tranquilizara, le aconsejaba que además le “pida
la venia al cacique Caneullan” que se hallaba en Chacarita998.
Otros dos casos muestran la apelación que hacían las esposas ofendidas ante lo que
consideraban excesos de sus maridos donde es evidente que algunas indias parecen haberse
tomado muy en serio el papel paternal del gobierno. En abril de 1836 la india Anita, amenazada
de muerte por su marido perteneciente a los toldos de Alón, intentó apelar a las autoridades de
frontera para salvar su vida. Fugada de los toldos se presentó ante el comandante Julianes en el
Fuerte Mayo solicitando permiso para quedarse en el fuerte; el comandante permitió que lo
hiciera permaneciendo al cuidado de un oficial del fuerte. La decisión de Rosas ante la situación
evidencia el rechazo que éste tenía en modificar prácticas indígenas. El gobernador ordenó que la
india fuera devuelta al marido "aun cuando ella se resista a ir con el debe V.S. obligarla a que lo
siga999.
El caso siguiente se resolvería de manera más satisfactoria para la china pero el éxito se
debió a que, precisamente, la mujer en cuestión no era india sino cautiva. En este caso, para la
mujer, era esperable que el gobierno interviniera. En diciembre de 1835, también en el fuerte
997 AGN,X,27.5.5 998 Rosas al comandante del fuerte mayo, 3 de agosto 1837. AG,X,25.5.1 999 AGN,X,25.3.2
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Mayo, la cautiva Luisa se presentó al comandante del fuerte Mayo solicitando refugio "por[que]
su marido … la había castigado" pidiendo asimismo ser restituida a su familia que vivía en
Salto. El capitanejo Panchito, sobrino del cacique Caneullan reclamó que su mujer fuera
devuelta a su poder y ante la respuesta del comandante de que al ser cautiva debía ser entregada,
argumentó de manera poco creíble que "el motivo de no haberla entregado era por que ignoraba
que fuese cautiva y en su concepto la había tomado siempre por china pero que se conforma[ba]
con la disposición que ha tomado el que habla…"1000. Sin embargo, a pesar de avenirse a la
decisión del comandante, envió a un hermano para reclamar ante gobierno la devolución de las
prendas que dio por ella a un indio ranquel "que se hallaba entre los indios borogas que se ignora
su nombre y que ya es muerto"1001.
El pedido de recuperación de las prendas entregadas en concepto de precio de la novia,
vuelve a poner de relieve el uso que hacían los indios de este nuevo poder “proveedor”
representado por Rosas. Él mismo en las instrucciones recibidas por parte del gobierno en 1826
ofrecía a los indígenas que aceptaran las paces con el gobierno que “A estos indios y a sus hijas
o a sus mujeres el Gobierno los cuidará… como a hijos pobres y proveerá que lo pasen bien y
tengan de qué vivir. Y cuando sus hijos se quieran casar les dará un presente en señal de alegría
y les pagará su casamiento”. Pero serían los mismos indígenas quienes pretenderían una
intervención más destacada del gobierno no en el pago del precio de la novia sino, en caso de
disolución del vínculo matrimonial ya sea por repudio como por muerte del marido, en la
devolución de los bienes entregados en ese concepto.
Veamos algunos ejemplos: El primer caso se refiere a una india casada con un primo
hermano del cacique borogano Cañuiquir. Durante un enfrentamiento, la india fue tomada
prisionera por las fuerzas provinciales en tanto su esposo resultó muerto. Mientras se hallaba
prisionera en Buenos Aires, fue tomada por el cacique Reilef con quien volvió a casarse.
Enterado del hecho, el cacique Cañuiquir pidió que se le devolvieran las prendas con que él
mismo había pagado el casamiento. El segundo caso relaciona a las tribus de Cachul y Rondeau;
la hermana de un indio de Cachul se había casado con el cacique borogano Rondeau y a su
muerte fue reclamada por su pariente. Guayquil, hermano de Rondeau, pidió en compensación
1000 AGN,X,24.1.4 1001 AGN,X,25.1.4
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las prendas que le costó a su hermano. En ambos casos el gobierno ofreció hacer la entrega de
los artículos que formaron parte del precio de la novia lo que fue aceptado1002.
Vinculada a esta noción de poder apelar al gobierno/Rosas para modificar algunos
aspectos de estas prácticas la podemos advertir en el “destino” de las viudas. Habíamos visto que
la viuda podía optar por permanecer en la familia del finado o volver con los suyos. En estos
casos parece abrirse una tercera alternativa: irse a vivir “con los cristianos”. En efecto, la viuda
del cacique Venancio, quien decía ser comadre de Rosas, solicitó permiso, en marzo de 1836
para ir a vivir a la guardia del Monte donde se encontraba uno de sus hijos cuidando unos pocos
caballos de su propiedad1003.
Un último punto que nos interesa analizar con respecto a este tema se vincula a la
realización de ceremonias religiosas tanto en los matrimonios como en los bautismos,
problemática que debe incluirse dentro de la situación general de la campaña donde los índices
de ilegitimidad familiar a lo largo de la primera mitad del siglo XIX reflejaban un nivel alto y
ascendente1004. Vinculado a ello, la escasa presencia del clero en las regiones rurales más
apartadas llevaría a un escaso impacto de los sacramentos del matrimonio y bautismo. La
negativa del gobierno de echar mano a sacerdotes que no fueran comprobadamente federales
derivaba en una escasez de clérigos a lo que se unía la negativa de muchos por hacerse cargo de
curatos rurales donde las penurias económicas eran evidentes. Esta doble circunstancia llevó a
1002 Cañuiquir había entregado 8 prendas de plata, 3 ponchos de algodón, 7 mantas de paño, 7 yeguas, 10 caballos, 12 yeguas y una esclava mujer. El indio de Cachul había pagado 1 esclava, 2 caballos, un chapeado de plata, unos estribos y un poncho de algodón. Ambas actuaciones en AGN,X,25.1.4. Estos casos hablan de alianzas matrimoniales concretas que unieron a diferentes grupos boroganos con los tapalquinos. Otros episodios que muestran movimientos de población entre estas agrupaciones no permiten inferir el motivo de estos desplazamientos. Por ejemplo, en agosto de 1836 en una relación enviada por el comandante del fuerte Federación sobre las tolderías del cacique amigo Llanquelen se señala la existencia de grupos ranqueles y pampas dentro del campamento que, no obstante, vivían separados. Al amparo de este cacique existían dos indios “relacionados de Catriel con quien estuvieron dos meses o mas en buenos Aires aprendiendo la religión cristiana” (Rosas a Lopez, 19 agosto 1835. AGN,X,24.9.5). Si bien parece muy claro el interés de algunas familias en vincularse con los caciques tapalquinos, también se produjeron movimientos inversos. En octubre de 1839 un capitanejo amigo de las tolderías del fuerte Mayo, Coliquinca (yerno del cacique Canuillan) solicitaba permiso para traer a su hermano Levipan que, con sus dos mujeres y mocetones, se hallaba en Tapalqué, en las tolderías del finado cacique Cachul (Fuerte Mayo, 31 octubre de 1839. AGN,X,25.7.1). En marzo de 1840 el cacique Caneullán desde Chacarita señalaba que los caciques Carupan y Guayquinecul se habían presentado en Tapalque pidiendo asentarse en la guardia pero que dentro de estos grupos se hallaban “los indios Quincaleu y Jacinto con sus familias, los que no son gustosos de estar en esa y quieren agregarse a Canuillan y pide si es posible se digne ordenar V.E. su traslado” (AGN,X,25.8.3) 1003 AGN,X,25.2.3 1004 Ver; Mateo, José “Bastardos y concubinas....”. Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. E. Ravignani” N 14, 1996; Moreno, José Luis “Sexo, matrimonio y familia: la ilegitimidad en la frontera pampeana del Río de la Plata, 1780-1850” en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. E. Ravignani” Nº 16-17, Buenos Aires, UBA 1998. Santilli, Daniel “La familia y la economía de la campaña de Buenos Aires: Quilmes c.1770/c.1840” en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. E. Ravignani Nº 23, 2001
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que varios pagos de la campaña permanecieran sin sacerdotes o atendidas irregularmente1005. De
todos modos el gobierno rosista le dio una gran importancia a la Iglesia y a la posibilidad de
utilizar el púlpito como medio de propaganda, como ya había sucedido en la época
revolucionaria.
En efecto, el régimen se asentaba en una permanente movilización de la sociedad y las
fiestas patrióticas y federales realizadas con tal objeto apelaron a símbolos religiosos. "En estas
fiestas los símbolos republicanos y católicos se entremezclan y confunden para expresar la
identificación del pueblo con el gobierno de Rosas…".1006. En una de estas ceremonias federales
realizada en julio del año 1835 a las que asistieron, además de las autoridades y vecinos del
pueblo, los indios amigos de Tapalqué el cura que ofició el Te Deum realizado el segundo día de
festejos, destacó entre las ventajas obtenidas por el gobierno, el "piadoso beneficio que disfrutan
los nuevos cristianos reducidos" haciendo referencia a dichos indios amigos. Y para dejar en
evidencia la mentada conversión de los indios, en la misma ceremonia fueron bautizados "30 y
tantos indios" acompañados por sus padrinos y vestidos al estilo cristiano las mujeres y
paisanos los hombres. Estos indios habían sido enseñados en la doctrina cristiana y demás
oraciones necesarias "por un anciano pagado por el Sr. Juez de paz".1007
Este bautismo colectivo tiene un lejano eco en las correrías apostólicas de los misioneros
coloniales que recorrían distintas reducciones en pocos días para realizar gran cantidad de
sacramentos de bautismos y matrimonios1008. A pesar de que por el relato precedente es claro
que el gobierno se ha involucrado directamente en la evangelización, al pagar a la persona
encargada de enseñar a los indios, el hecho de que la ceremonia se realizara en el contexto de
una fiesta federal refleja claramente la búsqueda de que la misma tuviera una gran publicidad.
No fue ésta la única ocasión de estas ceremonias "colectivas y públicas". En otras oportunidades,
las mismas se realizaron contando con la presencia y hasta la participación directa del
gobernador. En octubre de 1829 Rosas comentaba a Ángel Pacheco desde la Guardia del Monte,
que estaba dedicado a pacificar a los indios.
1005 Di Stefano y Zanatta, Historia de la Iglesia Argentina. Buenos Aires, Grijalbo Mondadori, 2000 1006 Ibidem 1007 Gaceta Mercantil, 31 julio 1835. 1008 Pinto Rodriguez, J. Misioneros en la Araucanía…
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“Estoy ya contraido al templo y dandoles yo mismo el exemplo. Si consigo hacerlo formando esta obra hara progresos de mucha importancia. El domingo se han bautizado barios habiendo sido yo el padrino”1009.
Al igual que el bautismo, el matrimonio religioso se realizaba, en ocasiones con gran
publicidad, en momentos de "fervor federal". En febrero de 1834, al regreso de la expedición al
sur contra los indios enemigos, Rosas se detuvo en Bahía Blanca donde se organizaron algunos
aspectos de la defensa del fuerte y la instalación de una iglesia. El escribiente del gobernador
describía que habiéndose establecido el sitio donde se levantaría la iglesia asistió toda la tropa al
acto, “… se rezó el rosario y hasta los indios y las chinas todos concurrieron hincados de
rodillas. En este dia el señor general estuvo muy contento y perdono a todos los presos tanto
cristianos como indios hasta a Yanqueman y a Paynen los perdonó, les hizo sacar los grillos y
los caso con chinas… 1010
No todos los matrimonios religiosos se llevaron a cabo de manera masiva y pública.
Hubo casos en que estas ceremonias partieron de pedidos particulares por parte de algunos indios
lo que abonaría nuestra idea de que, en gran medida, la asimilación no era forzada sino que se
tendía a satisfacer los pedidos que surgieran de los indígenas. Así, en octubre de 1837, en el
fuerte de Bahía Blanca, el comandante informaba que un indio llamado Felipe “y honrado con el
apellido de S.E. de Rosas en la Estancia del Pino” fue bautizado a su pedido en la parroquia del
fuerte donde también se casó. Asimismo, el mismo comandante notificaba que otro capitanejo
dijo ser cristiano y querer que su mujer fuera bautizada para casarse por iglesia “como los
cristianos”; también fue bautizada su niña de menor edad1011.
La pregunta que nos surge es ¿cuál era el objetivo de los indígenas en estas ceremonias?
Podría plantearse que no estaría exclusivamente vinculado con incorporar la religión católica
sino, además, por crear lazos personales, vía padrinazgo, con habitantes de la campaña, como fue
el caso del bautismo colectivo en Azul, o directamente con Rosas, como sucedió en San Miguel
del Monte. El ser cristiano, además, jugaría un papel importante a la hora de hacer algún tipo de
pedido al gobierno. Por ejemplo, el indio Felipe Rosas anteriormente señalado, que había pedido
ser bautizado y casarse por iglesia solicitó poco después el retorno de unos parientes que “se los
quitaron”, apoyando para dar más fuerza a su pedido que “vive como buen cristiano con su
1009 Rosas a Pacheco, AGN, Sala 7, legajo 1.2.5. Subrayado nuestro 1010 AGN,X, 24.9.1 1011 Rodriguez a Rosas, en AGN,X, 25.5.1.
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legitima mujer” y a la vez que “promete sangrar como siempre sus brasos y servicios y vida a
favor de la Santa Causa de la Federación…”1012.
Creemos que en realidad la aceptación o el pedido de estos sacramentos se vinculaban
con los beneficios que se recibirían a partir de estos actos. En el caso de pedidos de matrimonios
con cautivas cristianas es claro que la solicitud remite a la búsqueda de legitimar su posesión ya
que una de las obligaciones fundamentales de los indios amigos era la devolución de todos los
cautivos que existieran en las tolderías. El hecho de solicitar un casamiento religioso, que a su
vez podría conllevar el bautismo del indio y de los hijos en caso de que existieran, implicaba la
aceptación del indígena de ciertas prácticas que implicaban la legalización de esta unión. Para el
gobierno no era reprobable la posesión de una cautiva desde el momento en que tanto ella como
su poseedor legalizaban la unión "cristianamente". Este fue el caso de un hermano del cacique
Guayquinecul, indio borogano que, luego que su grupo decidiera ingresar al sistema del negocio
pacífico, manifestó sus deseos de quedarse en la frontera “con la condición de que se le permita
unirse a una cristiana cautiva rescatada por la división… Dice el referido indio que se allana a
casarse cristianamente quedando al lado del capitán Linconao”1013.
d) La administración de justicia
Hemos señalado en varias oportunidades las características de los liderazgos indígenas en
este período. Carentes de un poder coercitivo, los caciques no tenían la posibilidad de juzgar por
sí mismos cualquier tipo de delito sucedido en el grupo. Cuando un indio era ofendido por otro
con el robo de algún bien, recurría a su cacique a quien le expresaba la situación. Este enviaba un
mensajero al cacique a quien pertenecía el indio ladrón pidiendo la realización de un encuentro.
En éste, el primero expresaba el motivo de la reunión y pedía compensación por el hecho. El
segundo llamaba a su indio para que ratificara los hechos y luego de ello se combinaba la forma
en que se repararía el daño. Si el ladrón no tenía bienes que entregar en compensación, algún
vecino o el mismo cacique cubría la deuda ya que ésta se consideraba como una deuda
comunitaria a la que respondía solidariamente la agrupación. Sin embargo, una vez efectivizado
el pago hacia el exterior del grupo, quedaba por resolver la situación dentro de la comunidad
donde, al igual que se señaló en el tema del pago de bienes al grupo dador de mujeres, se podía
poner en funcionamiento un circuito interminable de compensaciones1014.
1012 Rodriguez a Rosas, 2 noviembre de 1838. AGN,X,25.5.3 1013 Del Valle a Rosas, en AGN,X,25.5.3 1014 Moesbach, Vida y costumbres…, p. 76.
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Al establecerse algunos grupos indígenas en territorio controlado por el estado hispano-
criollo, la justicia emanada de dicho poder comenzaría a extender su brazo sobre éstos. Pero más
allá de la penalización que pudiera realizarse de delitos interétnicos, tema que trataremos más
adelante, se haría evidente la apelación de los indígenas a distintas autoridades provinciales
como un medio de utilizar un recurso hasta el momento fuera de su alcance y que garantizaba el
logro de sus reclamos. Coincidimos en este punto con el planteo de Brad Asher en su análisis
del funcionamiento del sistema judicial americano en las tribus asentadas al oeste del territorio
de Washington a fines del siglo XIX. Asher señala dos momentos claves en el proceso. A partir
de 1834 se estableció que los crímenes intra tribales se mantendrían dentro de la jurisdicción
tribal en tanto los conflictos interraciales debían ser resueltos en los tribunales estatales. En 1885
se eliminó drásticamente la competencia tribal previendo la injerencia de las cortes federales en
determinados delitos ocurridos dentro de los límites del país indio1015. Este segundo momento
fue considerado por muchos historiadores como el reflejo de una política tendiente a someter a
los indios a la orbita estatal. Asher considera, por el contrario, que la mayor intromisión de la
jurisdicción blanca no se debió solamente a presiones de los pobladores americanos asentados a
inmediaciones de las reservaciones para precaverse de la violencia intra-indígena sino también a
un cambio en la actitud de los mismos indios al percibir la ley americana como una herramienta
potencial para resolver disputas o proteger derechos que, con los mecanismos tradicionales
tribales no satisfacían al damnificado1016.
En los grupos que estudiamos es posible afirmar que los caciques tomaron en algunas
ocasiones la aplicación de la justicia provincial como un medio de contar con un poder
coercitivo que ellos personalmente no tenían. Dicha carencia era subsanada por la fuerza que
ejercían las autoridades de frontera, merced a un pedido expreso del cacique. Veamos algunos
ejemplos.
En las tolderías existentes en el fuerte Federación el cacique Llanquelén denunciaba que
"unos pocos indios con un capitanejo no le guardan la obediencia debida al cumplimiento de sus
disposiciones" y pedía en consecuencia que "si es de la aprovacion de V.S. puede situar estos
indios con sus familias a inmediacion de la Fortaleza a pie y con un hombre de su confianza a la
cabeza para de este modo tenerlos a la vista y sugetos"1017. En otra oportunidad también entre
1015 Asher, Brad, “Their own domestic difficulties: intra – Indian crime and white law in western Washington territory, 1873-1889”,, en The Western Historical Quarterly. Vol XXVII, No. 2, 1996, pág. 191 1016 Ibidem, pág. 200-201 1017 AGN,X,24.8.5
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este grupo indígena, se había producido una pelea en el toldo del capitanejo Yanquetruz
producto de la cual éste en compañía de su hermano Curupi asesino al indio soldado Callubucal.
El cacique Llanquelen intervino apresando a Yanquetruz a quien entregó al comandante del
fuerte para que lo enviara a Rosas1018.
En algunos casos el gobierno volvía a presentarse como una fuente de recursos extra
factible de ser utilizada. En ese sentido era frecuente que se apelara a las autoridades para
obtener la devolución de indios pertenecientes a la parcialidad. El rescate de indios ya sea que se
hallaran en poder de cristianos o aún de otra agrupación indígena conllevaba el pago de una
"recompensa" a sus poseedores1019. La mecánica de la compensación para la recuperación de
prisioneros de guerra no era nueva dentro de la sociedad indígena, lo que se modifica es que,
apelando al gobierno para el logro de este objetivo era aquél el que se hacía cargo del pago del
rescate1020.
Pero también el mismo gobierno mostraba su interés por poner la justicia, de cierta
manera, al servicio de los caciques amigos para resolver algún tipo de problema. Es muy
explícito en este sentido, el procedimiento de búsqueda que se implementó para localizar a un
pariente del cacique Caneullán. En julio de 1837, desde Chacarita de los Colegiales, Caneullan
pedía que se ubicara a un indiecito sobrino suyo llamado Huinquita que, según el cacique, había
sido llevado por “un individuo nombrado Manuel Alvares avecindado en el Fuerte de Mayo”. El
vecino había abandonado el fuerte, estableciéndose primero en la Guardia de Luján y
1018 Enero de 1846. AGN,X,17.7.2 1019 Aun cuando Rosas en distintas oportunidades se había pronunciado en contra de la distribución de prisioneros indígenas etre los vecinos de la campaña porque éstos no debían ser considerados como esclavos, en los hechos, el pago de un rescate por su devolución los acercaba a esa figura. Más evidente se tornaba la situación con la "compra" de estos prisioneros. En diciembre de 1834 el juez de paz de Lobos informaba que una india pampa tomada prisionera durante la expedicion al Colorado y en poder del teniente José Aguilar, se había escapado y refugiando en la estancia de Don Gregorio Rodriguez desde donde dirigió una queja al juzgado de paz por los malos tratos recibidos por la mujer de Aguilar pidiendo ser vendida al tal Rodriguez. Ante el pedido, Rosas determinó que se hiciera lugar al pedido de compra pero teniendo en cuenta el comprador que si el Estado reclama la china para entregarla a sus deudos o para cualquier otra cosa deberá devolverla a cuyo fin deberá mostrar la constancia judicial de su compra para que el estado le devuelva la suma invertida (AGN,X,43.1.2). 1020 Los precios ofrecidos o pedidos por la devolución de prisioneros indios eran de lo mas variados discriminandose si el poseedor era vecino, militar o aún si era cristiano o indio. Al solicitar el cacique borogano Alon la entrega de 42 indios de su tribu tomados prisioneros en un enfrentamiento y que existían en su mayoría en Bahía Blanca, Rosas autorizó la devolución de dichos cautivos teniendo en consideración que "para exigirseles [la devolución] sera preciso regalarles algo" por lo que envió el dinero del rescate especificando que debía pagarse entre 50 y 300 pesos según el tenedor fuera indio o cristiano de tropa, oficial o vecino (AGN,X,25.5.3). En octubre de 1841 ante la solicitud del cacique Collinao de dos indias de su tribu existentes en poder del cura y de una vecina de BahíaBlanca, los poseedores solicitan una compensación de 1.000 pesos moneda corriente (AGN,X,26.1.3). En 1838 el cacique borogano Millaquelen solicitaba desde Tapalqué una cuñada y dos sobrinos que se hallan en poder de un soldado de la Escolta de S.E. Se resolvió intentar la compra de dicho indio "pero sin forzarlo" para lo cual se autorizaba el pago de hasta 600 pesos (AGN,X,25.5.3)
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posteriormente en San Isidro. La búsqueda del indiecito (a través de ordenes impartidas a las
diferentes autoridades civiles de los partidos mencionados) llegó a aquel ultimo punto donde el
juez de paz respondió en el mes de agosto que Don Manuel Albares dice “…no haber tenido
indiecito alguno y dixo que con el Cacique Canuillan y su familia ha tenido siempre la
mayor amistad y hecholes favores [pero que] en casa del Coronel Julianes tenían un indiecito
muy pequeño perteneciente a los toldos de dicho cacique a quien habían vestido y lo tenían para
que jugase con los niños; éste cré lo tenían de acuerdo con sus parientes de quienes sin dudo lo
habian obtenido”1021. No sabemos cuál fue el desenlace de esta búsqueda pero resulta bastante
claro el interés del gobierno por resolver una situación conflictiva en la que se encontraba
involucrado un importante cacique amigo.
De manera similar se procedería con otros grupos amigos. En octubre de 1831 el parte de
novedades del partido del Monte elevaba un informe sobre la prisión de varios individuos
involucrados en delitos interétnicos. Recordemos que en ese momento, grupos de los caciques
Catriel, Cachul y Venancio se hallaban hospedados en la estancia Los Cerrillos y es razonable
suponer que se tendría especial cuidado en mantener una relación lo más cordial posible con
ellos. Dentro de esa política podría incluirse la penalización de actos delictivos sobre ellos. Así,
el juez del partido mencionaba la prisión de Santiago Vera por andar ebrio y dar una cuchillada a
un indio del cacique Catriel; a Manuel Silva por haber sacado unas botas y unos caballos a indios
de Catriel y a Juan Vera por haber robado unos caballos a los indios1022.
En la guardia de Salto también se produjeron algunos casos de violencia interétnica. En
septiembre de 1836 se envió a Victoriano Caldevila “por haver robado un cavallo y un potro en
el Fuerte Federación a Pedro Lucero capatas del Cacique Mayor Don Santigano Llanquelen”.
La relación cuatrimestral de septiembre-diciembre de 1837 adjuntaba la clasificación de
Gregorio Arce, “natural de esta Guardia del Salto [que] dice que… lo han tenido cautivo los
Indios Pampas y que hase como cinco años que vino con los Indios amigos a esta Guardia y
seles quedó y fue preso el 1 del que espira por haberle robado a un indio amigo que ebrio se
avia caido en la calle la noche del 28 de agosto ultimo”. En la 2da relación cuatrimestral del año
siguiente se notificaba la prisión del cautivo Jose Salome Balmaseda, natural del pueblo de Salto,
de más de 20 años de edad quien “fue preso el dia 12 [de junio] por haber dicho a la viuda del
1021 Ambas notificaciones (Chacarita de los Colegiales, 30 de julio de 1837 y San Isidro 14 agosto 1837) se encuentran en AGN,X,21.6.4. 1022 Parte de novedades septiembre-octubre 1831. AGN,X,24.5.1
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finado Casique Yanquelen y otros Indios amigos que se hayan en este Pueblo que iban a
degollar a todos los Indios que se hayaban en este Pueblo y en el Fuerte Federación”1023.
La causa de la última detención no deja lugar a dudas sobre el lugar que ocupaban los
indios amigos en la sociedad como un nada desdeñable grupo de presión y, precisamente como
consecuencia de ello, el control de información que se esperaba tener sobre ellos.
e) Prácticas sucesorias
Para finalizar este recorrido por prácticas indígenas que se vieron de alguna manera
modificadas por la introducción y/o utilización de elementos criollos vamos a hacer referencia a
la forma en que se resolvió el tema de la sucesión de los caciques amigos asentados en territorio
provincial. La sucesión del cacicazgo de Cachul así como otro caso que hemos podido localizar
nos permite verificar la interferencia que había creado el gobierno en esta práctica y que refleja
un decidido avance sobre la escasa independencia política que aún gozaban estos grupos. Como
hemos señalado, en las tolderías de frontera debía primar la habilidad diplomática de los
caciques para lograr el mejor posicionamiento dentro del territorio provincial. Pero asimismo, el
gobierno debería requerir determinadas cualidades de sus caciques amigos. En ese sentido
parecería haber existido un acuerdo tácito de que la elección debía ser realizada en forma
conjunta entre los mismos indios y el gobernador.
En el año 1834 falleció el cacique Antuan, cabeza de un grupo asentado en Tapalqué
planteándose el problema de su sucesión. El cacique Catriel, que se encontraba en Buenos Aires
reponiéndose de una enfermedad, recibió chasques provenientes de Tapalqué que le notificaron
del hecho informándole asimismo que el sucesor sería el capitán Calfiao. En forma inmediata se
produjo la comunicación entre Catriel y Rosas quien a su vez, había sido notificado del caso por
el comandante de Tapalqué. La reacción de Rosas fue muy reveladora; el gobernador se mostró
sorprendido por la medida ya que, como expresaba en carta a Catriel "aun no haviamos
acordado una cosa definitiva" y si bien se había pensado en Calfiao como sucesor "no recuerdo
que resolviesemos que ya se mandase reconocer". También Catriel se mostró sorprendido por el
aparente nombramiento de Calfiao porque "desde que este reconocimiento no ha tenido la
asistencia del comandante… jefe del punto, lo considera todo muy informal e impropio". Este
cruce de misivas termina con una de Rosas en la que presenta lo que para él sería el esquema
ideal para la elección de un cacique amigo. En primer lugar debería realizarse una junta entro los
1023 Ambas relación en AGN,X,21.5.4
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indios de la agrupación acéfala y representantes de Rosas, de Catriel y de Cachul; estos ultimos
presentarían a los primeros su propuesta sobre quién sería el candidato más apto para
desempeñar el cacicazgo. Pero si esta propuesta no era aceptada por los indios se aceptaba que
ellos reconocieran a otro jefe ya que "es preciso consultar también en la parte posible que los
súbditos queden contentos"1024. El énfasis en las ultimas palabras sugeriría que Rosas
contemplaba que en alguna oportunidad podía no ser posible acordar con los indios la elección
de su cacique.
En febrero de 1839 se produjo la muerte del cacique Cachul. En esta oportunidad parece
haber pesado más la propuesta conjunta de Rosas y Catriel sobre el posible sucesor, que el hecho
de que “los súbditos queden contentos”. No es extraño que en este caso tan particular, tratándose
de uno de los grupos más importantes dentro de la estructura del negocio pacífico, la intromisión
del gobierno se haga sentir con mayor fuerza intentando garantizar que el cacique elegido fuera
suficientemente leal para sostener la relación con el gobierno. En el momento de su muerte se
hallaba en Tapalqué el cacique Catriel a quien el comandante Bernardo Echeverría informó que
"pensaba consultar a V.E. sobre la persona que debía aser cabeza de dicha tribu... [alertando a
Rosas que] los encargados interinamente del cacicato estan advertidos que deben sujetarse a lo
que V.E. disponga"1025. Y adjuntaba un listado con los indios considerados más apropiados para
suceder a Cachul.
Es interesante detenerse en cuáles fueron las cualidades consideradas más importantes
para convertirse en el sucesor de la agrupación. La "filiación" de cada indio comenzaba con el
cargo que ocupaba en ella y su relación con el cacique difunto. En todos los casos se trataba de
capitanejos, es decir, indios que por su posición jerárquica tenían indios de pelea a su cargo. La
segunda característica que se registra es la relación con los blancos y en general con las
costumbres "cristianas". Así, los indios propuestos aparecen como "cristiano muy apegado a
todas nuestras costumbres, muy docil…" "muy amigo de los cristianos", "indio pacífico y amigo
antiguo pero poco dado con los cristianos" "muy amigo de los cristianos, muy docil aun cuando
este ebrio" "indio anciano pero no es de toda confianza pues es de los ranqueles". Y sólo en
tercer lugar se especificaba el poder de mando que tenían en relación con los indios que dirigían.
Es de remarcar que de los seis indios seleccionados, solo uno sabía "hablar nuestro idioma
1024 En los hechos el informe de los chasques era falso y los indios de Antuan solicitaban permiso para radicarse en Tapalque "puesto que no tenian sucesor nombrado" (AGN,X,43.1.3) 1025 Echeverría a Rosas, AGN,X,25.6.5
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castellano como cualquier paisano de campo". Resulta evidente de esta relación que la
característica principal de un cacique debía ser su relación dócil con el gobierno.
Indefectiblemente la convivencia tan estrecha entre estas poblaciónes indígenas y la
sociedad criolla debía provocar una permeabilidad tal que originara prácticas sociales híbridas.
En la conformación de éstas podemos diferenciar algunas en las que la adopción de rasgos
criollos se limitaba a elementos externos que no producían un impacto fundamental en las
tradiciones originales, como puede ser el recurso a las vías de provisión externas representadas
por los obsequios o raciones del gobierno. En otros casos, la intromisión de rasgos extraños
parecería tender a un resultado más disruptor como por ejemplo, las modificaciones señaladas en
las prácticas sucesorias y la aplicación de la justicia provincial en el interior de los grupos. De
todos modos, debemos tener en cuenta que estas alteraciones se producían sobre grupos en
donde el liderazgo tradicional se hallaba bastante diluido y se puede, al menos, dudar de la
verdadera independencia política de ellos, situación que licuaría fuertemente el impacto de estos
cambios.
Pero no podemos limitar el estudio del mestizaje cultural y la creación de prácticas
culturales híbridas en la campaña sólo a las modificaciones o adopciones que registraron algunas
costumbres indígenas. Hacer esto sería mostrar solo una de las direcciones del mestizaje. De ahí
que el próximo y ultimo acápite del capítulo intentemos introducirnos en un conocimiento más
de conjunto sobre la vida en la frontera donde podamos indagar asimismo sobre las influencias
de elementos indígenas en la población criolla.
3. El delicado equilibrio de la vida fronteriza
Las habituales relaciones que unían a criollos e indígenas son las más difíciles de detectar
en la documentación porque, debido a su espontaneidad y a formar parte de la vida diaria, no
encuentran lugar en las fuentes a menos que esta misma vida cotidiana se viera alterada por
algún acontecimiento disruptivo. Siguiendo a Turner, en un momento de conflicto o de quiebre
de la normatividad social “se abre una delimitada área de transparencia en la superficie opaca
de la regularidad de la vida social lo que nos permite observar en operación los principios
cruciales de la estructura social”1026. Por tal motivo, las actuaciones judiciales se presentan
como la vía más fructífera para introducirnos en el conocimiento de la convivencia entre criollos
e indígenas en la campaña bonaerense. Esta interrelación habría hallado una base común sobre la
1026 Turner, V, Schism and continuity in an african society. Manchester University Press, 1957.
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cual edificarse ya que, como decía Mayo al preguntase sobre la adecuación de los renegados de
la sociedad hispano criolla a la vida en las tolderías,
“las diferencias entre la toldería y el medio rural… de la frontera eran todo menos abismales. Ambas economías giraban, en buena medida, en torno al ganado… Las formas de vida material… eran extremadamente sencillas y en absoluto incompatibles… [por lo que] vivir entre los indios no comportaba, pues un cambio radical en las condiciones de vida material ni implicaba un largo proceso de readaptación laboral”1027.
A este planteo inicial de Mayo con el que coincidimos totalmente, incorporaremos la
existencia de otro tipo de prácticas sociales igualmente similares que permitieron una
interrelación muy fluida entre las dos sociedades en donde era posible hallar núcleos de
población que para algunos vecinos de la campaña era “una mezcla que no se entendía porque
unos son bautizados y otros no y... hay cristianos casados con pampas y pampas casados con
cristianas a su estilo”1028.
a) La convivencia fronteriza a ambos lados de la línea fronteriza (década de 1810)
Hasta la expansión territorial llevada a cabo por el gobierno provincial, la línea oficial de
demarcación entre la sociedad hispano criolla y las agrupaciones indígenas se situaba en el curso
del río Salado. Esta frontera militar no impidió el permanente cruce de poblaciónes a uno y otro
lado siendo la causa más frecuente de contacto, el intercambio de bienes. Recordemos, por
ejemplo, la importancia que cobraba el comercio interétnico a través de los constantes pedidos de
los indígenas para que se les autorizara a comerciar con la mayor cantidad posible de puntos en
la campaña, las mismas dificultades que se le presentaban a los comandantes para cumplir las
normas o, como sucedió a mediados de la década de 1820, llevar a cabo la prohibición total del
comercio1029. A pesar de estos mutuos deseos por expandir los intercambios, estas relaciones
derivaban frecuentemente en actos de violencia interétnica1030 que se expresaban en heridas y
aún en la muerte de alguno de los participantes. Estos hechos que involucraban algún tipo de
respuesta por las autoridades de campaña nos permite acercarnos a las relaciones más cotidianas
entre dos poblaciónes que se hallaban formalmente separadas por la frontera del Río Salado. Este
hecho era central para que las autoridades extremaran las medidas diplomáticas con el fin de
evitar la confrontación directa originándose soluciones ad hoc que no necesariamente eran
1027 Mayo y Latrubesse, Terratenientes, soldados y cautivos…” p. 99-100. 1028 AGN,X,9.9.6. 1029 Ver Parte primera, capítulo 1. 1030 Un estimulante estudio sobre la violencia interracial como parte constitutiva del comercio se encuentra en el trabajo de White varias veces citado. Para el autor “Commerce, in short, was not a peaceful process; violence was an option both for acquiring goods and for protecting them. In part, violence was so prevalent ... because agreement on the nature of the exchange itself developed only gradually”, The Middle Ground p. 75
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utilizadas para resolver conflictos posteriores de similares características. Por ejemplo, cuando la
víctima del hecho de sangre era un indígena las opciones que plantearon los comandantes y
alcaldes de campaña fueron tanto el apresamiento del culpable y la realización de un sumario
como la compensación económica de los parientes de la víctima. Mientras la primera vía
respondía a los procedimientos judiciales propios de la sociedad provincial, la última se
vinculaba en mayor medida con las prácticas de la sociedad indígena lo que indica el alto grado
de imprevisibilidad que se aplicó en la resolución de estos conflictos.
Un ejemplo de la primera situación fue el sumario realizado al lenguaraz Antonio por
haber herido a un indio. En este caso se procedería a la formación de un sumario pero con
características absolutamente atípicas. En efecto, el sumariante no sería el alcalde de hermandad
de Cañada de la Cruz, Luis Burgos, quien en agosto de 1815 elevó las actuaciones al gobierno
central, sino un tal “indio Rosales” quien según el alcalde “ha sido en estos casos el juez”.
Rosales, por su cuenta, tomó declaración al cabo de escuadra Benito Tapia quien declaró “quel
lenguaraz Antonio fue que le comenzo a pegar... con un rebenque al indio asta que cayo del
caballo abajo”. La declaración fue entregada por Rosales en compañía del indio ofendido en la
misma casa del alcalde. Este se vio totalmente superado por el hecho y ante la insistencia de
Rosales decidió elevar la actuación al gobierno sin dejar de remarcar
“… la ignorancia que el indio Rosales me hace en su pedimento y que a tal proposicion no podria yo entender en semejante causa ni menos autorizarla como la tengo autorizada sino fuera por las repetidas suplicas que el indio me hacia que se la autorizara a fin de que el espresado Tapia no se desdijera de lo que le havia declarado al indio Rosales.”
Pero la irregularidad del procedimiento no pasaba solamente por haber sido Rosales el
sumariante sino que, según intentó hacerle entender el alcalde, “Tapia es miliciano y como tal
goza de fuero militar y solo su capitan puede tomarle declaracion”. A pesar de todos estos
razonamiento Burgos no logró disuadir al indio y, lo que es mucho más llamativo, terminó
avalando con su firma el escrito al que no le quito ni un tilde “pues con mas razon se quejarian
los indios diciendo que yo les acortaba las diligencias que havian practicado a el efecto”. La
declaración de Burgos muestra muy claramente el objetivo de no confrontar con los indígenas y
llegar a un acuerdo con ellos aún cuando esto implicara dejar de lado una cantidad de normas
claramente establecidas. El enojo del alcalde por haber aceptado estas reglas de juego lo llevó a
hacer responsable de estas prácticas a su par de la frontera de Luján a quien culpaba de haber
autorizado “la introduccion de indios que se conocen ser mas de su partido que del que esta a
cargo del que firma, autorizandolo a tomar informe de un vecino quien no puede darselo sino
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vervalmente”. El alcalde en cuestión era Don Ildefonso Barrancos, perteneciente a una familia
que daría que hablar en cuanto a su vinculación con los indios como veremos más adelante.
La agresión hacia un “indio infiel” que terminó con su muerte motivó también la
realización de un sumario en el partido de Ranchos. En mayo de 1815, una partida de indios que
se hallaba “en la pulpería cita en la loma propia de Don Juan Díaz” fue atacada por unos
paisanos; en el encuentro un indio resultó muerto y otros heridos. Esta partida indígena había
llegado a la pulpería con una carga de sal y jergas para vender. El pulpero les compró un saco de
sal y los indios quedaron en la pulpería bebiendo hasta las nueve de la noche pero
despachándolos por una ventana chica para que no se juntaran con el resto de la concurrencia y
así evitar una posible pelea. Luego de los hechos violentos, “no queriendo los indios esperar mas
tiempo… sino de llevar al muerto a sus tolderías”, la partida se retiró a sus campos. No obstante,
el comandante prosiguió con la indagatoria “pidiéndoles que luego regresaran para hacer las
diligencias correspondientes”, reflejando su interés por no dejar sin resolver el hecho de
sangre1031.
En mayo de 1817, el comandante de Chascomús, Juan de Igarzabal, informaba al
gobierno que el desertor Martín Cruz había asesinado al cacique Chincolef en un paraje
denominado los Camarones chicos, herido a uno de los indios que lo acompañaban y al indio
Pascual hijo del cacique amigo Vicente “establecido en aquel puesto con sus toldos”. En este
caso se hallaban involucrados indios asentados dentro del territorio provincial lo que habría
llevado al comandante a arrestar inmediatamente al desertor Cruz con una partida en la que
participaron dos indios que habían formado parte de la comitiva del cacique asesinado. Arrestado
Cruz, los indios que acompañaron la partida pidieron que les fuera entregado para hacer justicia
entre los caciques que los estaban esperando. El comandante denegó el pedido “prometiéndoles
que la justificación de SE no dejaría sin un escarmiento publico capaz de darle satisfacción
semejante delito”. Igarzabal envió un relato de los hechos al gobierno avisando que luego de
terminar el sumario correspondiente remitiría asimismo al agresor. El gobierno respondió de
manera inmediata que no se remitiera el preso a Buenos Aires, solamente las actuaciones
pidiendo al comandante que “haga entender a los indios que solicitan la entrega del reo que
esto no puede verificarse pero que permanezcan en el punto unos días hasta presenciar la pena
de sangre que debera sufrir el delinquente en satisfaccion de la vindicta publica”1032.
1031 AGN,X,8.8.4 1032 AGN,X, 9.9.6
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En este caso, no solo se llegó a penalizar al agresor de los indios sino que el castigo se
realizó de una manera bien visible para que los mismos damnificados pudieran observar la pena,
intentando crear una sensación de confianza.
En los casos en que el damnificado era un poblador de la campaña y aún cuando el
agresor indígena hubiera sido identificado, no se procedía a su prisión. En marzo de 1819, el
alcalde de Lobos se limitaba a informar al gobierno sobre el asesinato cometido por el cacique
Caligueque y su comitiva en la persona del chacarero Juan José Navarro peón del vecino Don
Pedro Peña1033. Pero ¿se podría haber actuado de otro modo? ¿El no tomar acciones más directas
sobre un cacique que evidentemente era conocido por los pobladores refleja el escaso poder de
las autoridades de campaña sobre la relación interétnica? ¿Tendría que ver también la calidad de
las personas involucradas: por un lado un cacique y por otra un simple chacarero de la zona? Lo
cierto es que juzgar o apresar al jefe indio habría llevado solamente a un incremento de la
violencia ya que el gobierno no podía alegar jurisdicción sobre estos indios por lo que, hechos
como éstos, debían entenderse dentro de los riesgos intrínsecos de la convivencia fronteriza. En
estos casos, la solución hallada se limitaba a ordenar un mayor control en el transito de las
partidas de comercio indígena. En marzo de 1819 se ordenó a los comandantes militares de
Salto, Rojas, Luján, Monte, Chascomús y Ranchos que en adelante todas las partidas de
comercio indígena que ingresaran por esos puntos fueran acompañadas con una escolta de “al
menos 4 hombres, licencia escrita en donde se exprese el numero de indios, nombres, filiación y
la del lenguaraz que los acompaña, toldería de que proceden, efectos que traigan…”1034.
En relación con esa violencia latente y al lado de estos incidentes menudos y, hasta cierto
punto cotidiano, la zona fronteriza era escenario de malones e incursiones en procura de ganado
y cautivos. Cabría preguntarse si estas ultimas acciones, a diferencia de las anteriores,
conllevaban, aunque sea de manera momentánea, a una ruptura de las relaciones pacíficas y el
inicio de hostilidades. La documentación no permite inferir una relación tan directa. En marzo de
1820, el cacique Quinteleu dirigió un ataque sobre el pueblo de Navarro tomando gran cantidad
de ganado y algunas cautivas. A pesar de esta agresión, las acciones que siguieron muestran que
el comercio y la prudencia diplomática en la relación interétnica mantuvieron su primacía. Luego
1033 Comunicaciones del 5 y 31 marzo 1819,AGN,X,11.5.7 1034 AGN,X,11.5.7
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del malón, se enviaron comisionados al mismo territorio indígena para negociar con el cacique
Quintileu el rescate de las 19 cautivas que habían sido tomadas; el jefe declaró que
“las cautivas que están en nuestro poder están prontas para despacharlas pero para contentar a los Casiques y demás soldados que fueron a la despedision nos gratifycaran con ochosientos pesos. Estos seran en plata sellada lo que se pueda y lo restante en prendas de planta chatas yerba aguardiente ponchos de algodón hasi estimare a VS no me falte en lo que pido pues no es para mi que es para los que fueron a la despedision”1035.
De manera que, luego de producido el ataque, el comandante no dudó en enviar
comisionados a las mismas tolderías donde se encontraban los cautivos tomados en esa
oportunidad, para negociar con Quintileu el rescate de los mismos. Tampoco el cacique dudó en
mostrar su disposición a canjearlos si se satisfacía el pago de una determinada cantidad de
bienes. A pesar de la importancia que tenían los cautivos en la sociedad indígena1036, se aceptaba
negociar su regreso a la campaña compensando la pérdida de ese bien por otro considerado
equivalente.
Poco después, el comandante militar de Navarro detuvo dos partidas indígenas de
comercio que venían de la ciudad, al reconocerse entre sus integrantes a algunos de los que
habían participado en el ataque de marzo. El gobierno desautorizó esta acción y ordenó que los
liberara y los gratificara para que regresaran a los toldos. Antes de cumplir con la orden, el
comandante fue informado por el vecino Juan Verdugo “que había regresado de los toldos” que
el cacique Aucayanca, perteneciente a las tolderías de los indios invasores, pretendía ir a la
guardia con un cargamento de sal para cambiarla por yeguas “a menos que los otros indios
estuvieran enojados [y se lo impidieran]”. La buena disposición del cacique llevó al comandante
a enviar al mismo Verdugo de vuelta a las tolderías, a costa del vecindario y acompañado de dos
de los miembros de la partida de comercio detenida para tratar por medio de Aucayanca el
rescate de los cautivos1037.
Es claro entonces que las incursiones no producían el quiebre del fluido contacto que
existía entre las dos poblaciónes1038 ni eran una alternativa al mismo1039. El pasaje de personas a
1035 Politica…, Tomo III, p. 162-169. 1036 Para una puesta al día historiográfica sobre el tema ver Salomón Tarquini, "Refugiados y cautivos entre los ranqueles: sus funciones sociopolíticas a mediados del siglo XIX”, en Quinto Sol … 1037 Política, Tomo III, p. 195 1038 Unas leguas más al sur, el comandante de Luján, Don Manuel Corvalán informaba que el vecino Juan Soto, “recientemente llegado con procedencia de los toldos le prevenía que los indios se aprestaban a iniciar hostilidades por lo cual las familias radicadas en las poblaciónes expuestas a las depredaciones abandonaban sus hogares e intereses movidas por el pavor. Biedma. Crónicas militares… p. 197-198. Negrita nuestra.
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uno y otro lado de la frontera seguía a pesar de los malones y los mismos participantes del
hecho, integrarían poco después partidas de comercio. Dentro de las tolderías agresoras, se
evidencia la existencia de grupos con diferentes posiciones. El cacique Aucayanca deseaba
realizar operaciones comerciales pero temía que sus compañeros no lo dejaran llegar a la guardia
en virtud de los ultimos acontecimientos. Esto nos permite hablar de un circuito diplomático y
cotidiano que se cruzan permanentemente con los mismos personajes que malonean y
comercian, que repelen invasiones y envían comisionados a las tolderías.
En 1821 una situación similar se presentaría en Pergamino. Al fuerte habían arribado
chasques del cacique Currutipay con el mensaje de que “se hallaba pesaroso y arrepentido de la
invasión que hizo en la guardia de Rojas en tiempo de la montonera1040 y de acuerdo con ella”.
Por ello ofrecía devolver las cautivas tomadas en esa ocasión “si el Gobierno lo indultaba y
perdonaba aquel delito”. En este caso fue el cacique quien apeló a procedimientos de la
sociedad criolla para reiniciar las relaciones con la población rural que se garantizó con la
emisión de un salvoconducto para transitar por la campaña. El comandante de la frontera norte,
Cornelio Saavedra decidió otorgar a Curutipay el indulto solicitado bajo el acuerdo de que el jefe
cumpliría sus promesas
“protestanto que cumplidas éstas, sera olvidado todo y restituido a la amistad que antes tenía con los cristianos como si nada hubiere hecho contra ellos y que todo será ratificado por el Gobierno y para que le sirva de resguardo y seguro salvo conducto doy este en la Guardia de Salto como General de la Nación y Comandante General de la Campaña1041.
Hacia el sur de la provincia, la región de Monte y Ranchos durante la década de 1810
muestra una muy similar relación de fluidez con los indios. Para conocer en parte el tipo de vida
que unía a criollos e indígenas contamos con algunos juicios originados en su mayor parte por
robo de ganado a hacendados de la campaña y su posterior venta a los indios que vivían del otro
lado del Río Salado. A través de ellos podemos hacer un análisis sobre las relaciones interétnicas
en dos niveles. El primero se refiere a las prácticas cotidianas de la vida en la frontera. En este
sentido además de los datos que la fuente aporta acerca de los tipos de relaciones que se
producen entre los grupos (relaciones comerciales, de trabajo, circulación de la información), se
ve claramente la distancia que existía entre las normas establecidas para reglar la relación
interétnica y las prácticas concretas que se alejaban bastante de aquellas. En otro nivel, los
1039 Este planteo se encuentra expresado, para la frontera chaqueña, por Santamaría y Peire, "¿Guerra o comercio pacífico? La problemática interétnica del Chaco centro-occidental en el siglo XVIII" en Anuario de Estudios Americanos, Tomo L, Nro. 2. Sevilla, 1991 1040 En referencia a los tiempos en que el oficial chileno Carrera se halló entre los indios ranqueles. 1041 AGN, Archivo Biedma, legajo 1041.
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procesos judiciales que se originaron nos permiten indagar acerca del lugar que tenía el indígena
en la sociedad, es decir, que significaba su inclusión y/o exclusión en los diversos momentos del
proceso judicial.
El primer juicio que analizaremos se produjo en el partido de Ranchos1042. En octubre de
1815, los vecinos Don Martín Balenzuela, Don Francisco Planes y Doña Justa Islas presentaron
una denuncia por robo de ganado que involucraba a un labrador del partido, José García. El
ganado robado a dichos propietarios alcanzaba en su conjunto a 45 yeguas, 25 potros, 32
caballos, 19 mulas y 10 potrancas y, según los denunciantes, había sido vendido a los indios que
se hallaban cruzando el Salado. El labrador García tenía, en la costa del río Salado, una chacra
con una sementera de 14 fanegas de trigo y dos huertas de frutas y legumbres. En el momento
del robo, el mes de junio, tenía contratados 6 peones, tres de ellos “cristianos” y otros tres indios,
algunos de los cuales aparecen involucrados en la venta del ganado robado. En efecto, en las
declaraciones de algunos testigos, que fueron los capataces de las estancias de donde se extrajo
el ganado, se acusaba a los criollos José Atanasio, al “tuerto” Cosio y a los peones indios Cicilio
Yandai y su hijo José, de haber participado en el arreo del ganado. Un primer elemento que
debemos destacar es que, a pesar de esta concordancia en denunciar a los cuatro personajes
anteriormente mencionados como autores del robo, la carátula del expediente expresa “Causa
criminal contra Atanasio Fernández y José Cosio por atribuírseles el robo de unos cavallos”,
sin figurar en la misma los peones indios. De hecho, Fernández, Cosio y el mismo García fueron
apresados en el momento en que se conoció la denuncia y luego de prestar declaración ante el
comandante del fuerte, fueron enviados a la Cárcel Pública de Buenos Aires donde luego fueron
nuevamente interrogados por el Alcalde del Cabildo. A diferencia de ellos, los indios acusados
nunca fueron apresados.
La primera inferencia que puede hacerse es que, al tratarse de población que no estaba
incorporada a la sociedad provincial, no podía ser imputada por vía judicial. Sin embargo, la
explicación no parece ser tan sencilla y da cuenta de la complejidad de las relaciones
desarrolladas en la frontera. A pesar de que los indios no estaban totalmente integrados a la
sociedad, su participación como testigos en el proceso judicial y, particularmente la forma en que
se produjo su intervención, muestran que eran considerados, al menos, como testigos válidos.
1042 Archivo Historico de la Provincia de Buenos Aires (AHPBA), Archivo del Crimen, 34-2-36, expte 19.
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Veamos este tema con mayor detenimiento. Los indios mencionados no se hallaban en el
pueblo de Ranchos en el momento en que se estaba realizando el procedimiento sumario ya que
habían pasado a unas tolderías ubicadas al otro lado del Río Salado, a 6 leguas del pueblo. La
forma en que se prosiguió con la indagatoria refleja hasta qué punto carece de sentido hablar de
la existencia de un “límite oficial” entre ambas sociedades representado por ese curso de agua.
En efecto, a pesar de que los indios supuestamente involucrados se hallaban fuera del territorio
provincial, el oficial a cargo del sumario no dudó en comisionar a un vecino hasta las tolderías
para que realizara allí el interrogatorio.
Se eligieron para tal tarea dos vecinos del partido que, presumiblemente, debían ser
conocidos de los indios. José Rodríguez, “acompañado de otro vecino de providad [pasó] a las
tolderías en que se hallan cituados los expresados Indios y vajo de la religion que profesan les
[recibió] declaracion”. A su regreso al fuerte, el comisionado Rodríguez, declaró que “yse
comparecer ante mi al Indio Cicilio Yandai Mañande y a su yjo Jose a quienes yse cargo de la
obligasion a que esta contraido todo ombre de desir verdad en lo que fuesen preguntados”1043.
Los indios aceptaron la indagatoria y contestaron en castellano.
La forma que adopta la declaración del indio Cicilio remite a cierta adaptación de las
prácticas judiciales en función de encontrarse con un sujeto que no se encontraba dentro del
universo alcanzado por la justicia provincial. Por tal motivo, y a la manera que plantea White
sobre la apelación a los elementos culturales del otro grupo, debió buscarse otro tipo de
acercamiento que comprendiera nociones propias de la otra sociedad para lograr su integración al
acto judicial. Así por ejemplo, el juramento tomado a los testigos indios revistió una forma
particular. Mientras las declaraciones de los pobladores criollos se realizaban por “Dios Nuestro
Señor y una señal de cruz, bajo del qual y por la Patria ofreció decir verdad”, en este caso
particular se pide que lo hagan por “la obligación a que esta contraido todo ombre de desir
verdad en lo que fuesen preguntados”. Es decir, se reemplaza en este caso el compromiso con la
religión y la Patria para apelar a la religión propia de los indígenas y a una obligación ética que
hace al mantenimiento de las relaciones cotidianas. Hay que señalar que la prosecución del
proceso judicial en tolderías indígenas ubicadas fuera del territorio provincial es relatada tan
naturalmente que no parece haber sido sentida como una intromisión para los indígenas.
1043 Negrita nuestra.
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El indio Cicilio comenzó su declaración reconociendo, a diferencia de los otros
sospechosos, tanto el robo como la participación de su hijo en la recogida del ganado marcado.
Retomando la hipótesis anterior podríamos plantear que, sabiendo Cicilio que su hijo no sería
imputado, no tuvo problemas en reconocer los hechos. Y en efecto, a pesar de esta confesión el
indio José no fue procesado. Sobre este telón de fondo que muestra la estrecha relación que
existía entre las poblaciónes a ambos lados del Salado, la declaración del indio es muy elocuente
con respecto a la forma que adoptaban las prácticas comerciales interétnicas en la campaña.
Cicilio expresó que estando con sus toldos inmediato a la casa de José García1044, se le
acercó una partida de comercio que había llegado desde “afuera” y le habían pedido al indio que
los acompañara hasta Magdalena para comprar yeguas. Cicilio accedió al pedido pero enterado
García del objetivo de los indios los convenció de que se quedaran allí ofreciéndoles ganado más
barato que el que podían obtener en Magdalena. Los indios aceptaron; el trato duró 4 días al
término del cual la partida de comercio volvió a sus campos pagando por el ganado 4 ponchos, 2
mantas oberas y 2 jergas pintadas. Según esta declaración, el ganado incluía animales de García
y de los vecinos Balenzuela e Islas.
La mención de Cicilio sobre el objetivo de la partida indígena de llegar hasta Magdalena
a comprar yeguas refleja que el intercambio no se limitaba a los puntos más cercanos al Salado.
El mismo García, antes de su asentamiento en Ranchos había vivido en San Vicente donde,
según varios vecinos “es público” que tenía frecuentes tratos comerciales con los indios que
llegaban al partido; en uno de éstos se había descubierto que el ganado intercambiado había sido
hurtado por lo cual se obligó a García a pagar a su dueño el valor de las cabezas vendidas.
En Ranchos, los vecinos declaraban que, además de los tratos comerciales “siempre le
han visto dos o tres toldos de los expresados Indios en su casa como es publico y notorio y que
aun al presente existe uno de los dichos en ella” (presumiblemente el de Cicilio). Las
declaraciones de estos testigos provocaron una consulta que la autoridad sumariante hizo al
gobierno en relación a si la existencia de tolderías en los establecimientos de campos “es una
prácticatolerable en la Campaña”. García acepto haber realizado tratos comerciales con la
1044 Es probable que Cicilio, al conchabarse como peon de García, haya instalado alli su toldo. En Chile era una práctica común que los estancieros permitieran a los indios que contrataban que levantaran en sus propiedades sus toldos para no violentar su estilo de vida. Ver, Leonardo Leon Solis, Maloqueros y conchabadores en Araucanía y las Pampas, 1700-1800, Temuco (Chile), Universidad de la Frontera, 1991.
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partida de comercio que llegó a su chacra1045 pero alegó en su defensa que habían sido estos
indios los autores del robo porque éstos
“roban quanto se les proporciona y que pillados con la masa en la mano como suele decirse, su exculpacion es que compraron a fulano y fulano aunque no lo conozcan sino es por el nombre; que estos robos no son frequentes sino diarios”1046.
Este constante pasaje de personas a uno y otro lado del Salado se reflejaba también en
una fluida circulación de la información. Uno de los hacendados que había sido víctima de los
robos, Don Martín Balenzuela, pudo informarse que su ganado había sido adquirido por el
cacique Cachul. Pero nuevamente aquí nos encontramos con la necesidad de adecuar las
prácticas judiciales a aquellos casos en donde se hallaban involucrados indios no sometidos. En
lugar de reclamar la devolución del ganado robado, Balenzuela debió “rescatar” uno de sus
caballos más preciados, uno blanco, a cambio de yerba y 10 pesos plata. De manera que aunque
el hacendado pudo constatar que su ganado había sido robado y se hallaba en las tolderías de
Cachul, la estrategia para recuperarlo no fue utilizar la vía judicial para conseguir la restitución
sino que optó por comprarlo.
Asimismo Balenzuela sabía, por intermedio del indio Cicilio que García, al obtener su
libertad por el pago de una fianza, había tratado de convencer a dicho cacique para que matara a
Cicilio por haberlo denunciado. Otro testigo presentado por Balenzuela, Don Juan Fermín Pérez,
quien también reconoció tener asiduos tratos comerciales con los indios, contaba con el agregado
de entender la lengua pampa y hablar en ella. Eso le permitía tener un contacto más fluido con
los indios y obtener a su vez mayor información. Por los elementos que figuran en su
declaración, que repiten los dichos de Balenzuela, parece claro que Pérez fue quien puso a
Balenzuela al tanto de lo que había sucedido con su ganado.
El otro juicio sobre robo de ganado se produjo en el partido de San Miguel del Monte1047.
En marzo de 1818 el comandante de la guardia, Sargento Mayor Don Pedro Nolasco López
elevaba un nota dando cuenta de los frecuentes robos de hacienda en esa frontera que los mismos
ladrones pasaban a los Indios pampas “a causa de la facilidad de conducirla sin ser sentidos por
1045 García había contratado la compra de una manta por 10 yeguas y su hermano Francisco dos ponchos y una jerga también por yeguas propias. 1046 La caracterización del indio como un “ladrón compulsivo” era utlizada frecuentemente para descargar culpas. Conociendo esta estrategia, el Comandante General de Campaña sostenía que “los robos de caballos… se atribuyen las mas beces a los infieles siendo los principales ladrones algunos de los havitantes de esta Campaña”. 1047 AHPBA, Juzgado del Crimen, 32-2-37, expte 1.
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no haver poblaciónes abanzadas, siendo todo originado del clandestino trato que sin mi
conocimiento se tiene con los mismos Indios”.
El sumario se inicia con la denuncia del vecino Cipriano Sánchez de que Carlos Cruz y
Casimiro Rodríguez habían cruzado el Salado para vender ganado yeguarizo a los indios pampas
sin licencia del gobierno regresando con ganado vacuno adquirido en las tolderías. Ese mismo
día se había denunciado el robo de entre 14 a 16 manadas de yeguas por lo que se suponía que el
ganado vendido a los indios provenía de dicho robo. Los dos acusados negaron la acusación
alegando que el ganado era propio aunque reconocían que no tenían licencia del gobierno para
realizar tratos con los indígenas.
En esos días llegó al pueblo el “indio cacique ladino llamado Manuel” que, con otros
indios, iba a Buenos Aires a obtener una licencia de comercio para comprar ganado yeguarizo a
los vecinos. Manuel le refirió a López que “havia encontrado a unos indios de toldería
inmediata a la suya [con ganado yeguarizo] y que preguntado de donde la havian havido y su
costo… le havian contestado que era robada y trocada por gergas y sal a Julián Cáceres de este
vecindario”.
Cáceres, que era peón de Cipriano Sánchez, el vecino que inició la denuncia, negó estar
involucrado en dicho trato comercial por lo cual, al regreso del cacique Manuel hacia sus toldos
4 días después de haber conseguido la “licencia superior para comprar lleguas a los vecinos que
quisiese venderle con conocimiento de esta Comandancia”, se lo comprometió para que,
acompañado de un vecino de Monte fuera a las tolderías donde había hallado el ganado tratando
de aclarar estos hechos.
Nuevamente aparece aquí la irrupción de procedimientos judiciales que se extienden
hacia un espacio sobre el que el estado no tiene jurisdicción. Vale la pena hacer referencia a que
el cacique aceptó realizar la comisión porque no quería “que a él lo tuviesen por malo”. De lo
que podría concluirse que estos procedimientos que estamos relatando dependen en gran parte de
la “buena voluntad” de los interlocutores. Manuel fue acompañado por el vecino lenguaraz Juan
Berdun “natural de Chile en quien concurre la circunstancia de poseer el idioma”. De todos
modos, para evitar confusiones con respecto a los hechos, López pidió al cacique Manuel que
por su propia vía le enviara el informe separadamente de la de Berdún.
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El 16 de abril regresó el comisionado con una versión totalmente diferente de los hechos
ya que en esta oportunidad los indios compradores, entre ellos el indio ladino Antonio Niquera y
un cristiano soldado desertor de artillería señalaban como vendedor a un nuevo personaje que se
incorpora a esta escena, el vecino Carmen Vera. El soldado desertor ofrecía ir al pueblo para
hacer una descripción más detallada de los hechos si se le prometía el indulto. Carmen Vera,
“vecino del lugar nombrado las Saladas, con familias y alguna labranza” reconoció haber tenido
tratos con el indio Niquera aunque negó que el ganado intercambiado fuera robado. La relación
con Niquera era frecuente ya que el indio, cuando estaba de paso hacia el pueblo acostumbraba
hospedarse en la casa de Alexos Garay, yerno de Vera. En esa oportunidad el indio junto a dos
compañeros había llegado con jergas, algunas ovejas, peludos y sal, bienes que trocó por
charque, porotos, trigo, maíz y sandías en el pueblo y en las inmediaciones de la casa de Garay
en cuya casa permanecieron dos días. Entre esos negocios Vera cambió una jerga por 4 reales de
trigo y 4 reales de plata y dos ovejas por sandías.
Para confirmar esta ultima declaración el comandante López accedió a conceder el
indulto solicitado por el desertor cristiano que estaba en las tolderías, indulto que concedió “a
nombre del supremo gobierno en quanto puedo y deva”. El 13 de mayo llegaron a la guardia del
Monte el desertor José María Andrés y el indio comprador del ganado robado. Para tomar
declaración al primero y en función de su calidad de miliciano y contar con el fuero
correspondiente se convocó a los “capitanes Don Vicente González y Don Santiago Salas, a los
tenientes Don Luis Gomes y Don Juan Bautista Idalgo, al alférez Don José Manuel Saavedra y
al vecino Don Antonio Dorna que vino por si y por indisposición de su hijo político el
comandante de esquadron Don José Zenón Videla”. En la indagatoria participaron también el
vecino Carmen Vera y el indio Antonio que comprendía el castellano debido a que se había
desempeñado hacía poco como mozo en una pulpería de la guardia.
El indio confirmó que en sus viajes a Monte acostumbraba hospedarse tanto en la casa de
Garay como en la de Vera con quienes asimismo tenía tratos comerciales. Precisamente a este
último le había entregado hacía un tiempo algo de sal a cambio de unas yeguas que le debía
entregar. Para realizar el arreo de la hacienda que consistió en 12 a 14 manadas de yeguas Vera
le había solicitado al indio que le prestara “al desertor para utilizarlo como peón”. Las yeguas
fueron arreadas de noche desde diferentes lugares que el desertor no podía identificar lo que
apoyaba la idea de que habían sido robadas. Al retirarse a los toldos Vera les pidió que si les
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preguntaban quien les había vendido el ganado nombraran a José Benito Márquez o Julián
Cáceres y los indios “en obsequio lo habían echo”.
Este expediente, al igual que el anterior se halla trunco y no podemos conocer cómo
finaliza la historia. Sin embargo queremos anotar un dato que surge de la ultima presentación de
Vera desde su prisión en Buenos Aires y que hace referencia a las relaciones de poder en la
campaña. El reo denunciaba que su enjuiciamiento había sido provocado por una maliciosa
denuncia de Don Zenón Videla cuyo regimiento de milicias integraba y en virtud de ello pedía
una nueva indagatoria a otro integrante de dicho regimiento que apuntaba a descubrir la
participación de Videla en el proceso. Si bien esta actuación no llegó a realizarse o, al menos, no
figura dentro del expediente, interesa ver los mecanismos que, según Vera, fueron utilizados por
el hacendado para acusarlo. Entre los puntos que solicitaba fueran interrogados al nuevo testigo
se preguntaba si sabía que Videla había mandado buscar a las tolderías cruzando el Salado “dos
indios Pampas de los mas ladinos ofreciendoles gratificarlos para que… depusiesen en mi
contra … si sabe quanto se les pago a cada uno de ellos… [y si] es cierto que antes de haber
sido … conducidos a la Guardia fueron a la casa de D. Zenón Videla y si este alli los impuso de
lo que habian de declarar”.
La precisión de las preguntas formuladas por Vera hace factible pensar que los hechos
denunciados realmente ocurrieron y muestran que las redes de relaciones de la campaña incluían
asimismo a los indígenas.
Los dos procesos citados presentan un cuadro bastante similar de convivencia entre
personajes de dos sociedades que sólo en la norma se encontrarían separadas por un límite
fronterizo. En esta convivencia los tratos comerciales sobresalen como el rasgo más notorio pero
de ningún modo son el único. En efecto, estos documentos también nos permiten ver el contacto
laboral que unía a las poblaciónes indígenas con la población criolla de la campaña. Si el peonaje
agrario de los indios es un aspecto conocido, vale la pena resaltar el caso del indio Niquera que
se desempeñó como mozo de pulpería, tarea que implica otro tipo de conocimientos y destreza,
entre ellas, el hablar castellano.
La centralidad del comercio interétnico es demasiado evidente como para insistir sobre
ella. Lo que queda claramente reflejado en estos juicios es la distancia que existía entre las
normas dictadas para controlar el contacto comercial y las prácticas concretas. Las disposiciones
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del gobierno en general y desde los tiempos coloniales, intentarían constantemente fiscalizar y
regular este comercio indicando que los tratos debían realizarse en lugares especialmente
designados para el intercambio. Debía contarse, asimismo, con licencias otorgadas por el
gobierno las que serían controladas por los comandantes de frontera. En la práctica, el
intercambio no seguía estas disposiciones a las que desbordaba permanentemente. Las partidas
indígenas no contaban, en general, con las licencias mencionadas, no pasaban necesariamente
por las guardias autorizadas para el intercambio sino que se realizaban en las mismas casas de
los pobladores de la campaña con los cuales los indígenas tenían una relación y un conocimiento
personal. De todos modos, es probable que la evidencia de la imposibilidad de limitar estos
contactos llevaba a que las irregularidades mencionadas no constituyeran per se un acto
delictivo. Hemos visto que, a pesar de que en varias ocasiones los comerciantes reconocían no
tener licencia para realizar los tratos, no eran penalizados por las autoridades de campaña1048 y
hasta el comandante de Monte reconocía el habitual “trato clandestino” entre los pobladores de
la guardia y los indígenas.
¿Cuáles eran los bienes intercambiados? En los casos mencionados los indios fueron
vendedores de ganado vacuno (y también ovino) y compradores de ganado yeguarizo, granos
(maíz, trigo, porotos) y frutas como sandías lo que marca el importante cambio que se había
producido en su dieta. En pago de estos bienes, circulaban principalmente distinto tipo de textiles
y, en un caso al menos, encontramos referencia a la entrega de sal.
¿De qué manera se realizan los tratos ó cuáles eran los términos de intercambio? Hemos
visto que precisamente un reclamo constante de los indios a lo largo de las décadas de 1810 y
1820 sería el establecimiento de “precios fijos y justos” para sus bienes. En estos casos parece
muy claro que no hubo violencia en los tratos y que existió una gran disparidad de los valores
intercambiados. Resumamos estos datos: por 45 yeguas, 25 potros, 32 caballos, 19 mulas y 10
potrancas se habían recibido 4 ponchos, 2 mantas oberas y 2 jergas; 10 yeguas habían sido
compradas con una manta; otras 14 yeguas fueron cambiadas por 2 jergas bordadas; con 4 reales
de trigo y 4 reales de plata se obtuvo una jerga bordada; por un caballo bayo el vecino
Balenzuela pagó 10 pesos en plata y yerba. Esta diversidad en los términos del intercambio,
reflejaría que la variabilidad que existía en los tratos dependía, en gran medida, del tipo de
relación que había entre las personas involucradas al punto que se llegaban a confundir tratos
1048 Carlos Cruz y Casimiro Rodriguez reconocieron haber comerciado con las tolderías cruzando el Salado sin licencia del gobierno pero no fueron imputados por este hecho.
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comerciales con entrega de obsequios. En efecto, en la compra de ganado a Carmen Vera, el
soldado desertor declaraba que los indios habían entregado sal a cuenta de yeguas y una vez
obtenido el ganado, los indios “le regalaron a Vera dos gergas bordadas”.
El detallado relato sobre estos contactos comerciales nos permitió asimismo acercarnos a
las modalidades de la vida fronteriza donde pudimos observar indígenas conviviendo con los
criollos en sus propios toldos en establecimientos de campo o en las mismas casas de los
vecinos; permaneciendo en estos asentamientos por varios días en tanto terminaban de concretar
sus negocios, recibiendo en las tolderías allende el Salado a sus vecinos criollos para comerciar,
para tomar conocimiento de hechos sucedidos en la campaña, contratándose estacionalmente en
la campaña bonaerense como peones de campo y aún como ayudantes de pulperías. Este
contacto estaba basado en gran parte en la confianza, en la búsqueda de entendimiento entre las
partes. La naturalidad con que las autoridades de la campaña enviaron a sus representantes a las
tolderías ubicadas fuera del límite militar y la disposición de los indios en participar de las
indagatorias judiciales, muestra la fluida integración que existía entre estas poblaciónes y que se
basaba en las relaciones personales creando redes de relaciones. En este tema hemos visto el
intento adjudicado a Zenón Videla por captar el favor de algunos indios para que declararan en
contra de un vecino del partido.
Un año después del ultimo proceso, en 1819, Zenón Videla, como alcalde de Hermandad
del partido de San Vicente, volvería a aparecer en la denuncia de robo de ganado que
involucraba a indios fronterizos1049. En este caso la población indígena se hallaba asentada
dentro del territorio provincial; se trataba de los llamados “Indios Medina” ubicados en un
terreno despoblado cerca del arroyo del Siasgo, límite entre los partidos de Monte y Ranchos lo
cual cambiaría totalmente la situación planteada hasta el momento. En este caso y a diferencia de
los anteriores, nos encontramos frente a un delito cometido por indígenas que habitaban dentro
del espacio provincial. ¿Cambiaría esta situación el modo en que se llega a la resolución del
caso? Nos preguntamos concretamente si estos indios serían juzgados de manera similar a la que
podría caber a otra minoría o grupo subalterno como los negros o mestizos o si seguían teniendo
un status particular y, de ser así, sobre qué elemento se sustentaba esta diferencia. Veremos que,
a pesar de la evidencia sobre las acciones non sanctas de los “Medina”, éstos no fueron
penalizados como simples habitantes de la campaña. Creemos que en este punto la etnicidad
1049 El expediente se encuentra en AGN,X,9.9.6.
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indígena en el contexto de cierta fragilidad por el que transitaban las relaciones interétnica en
esta coyuntura1050 seguiría jugando un papel central para decidir el curso de acción a seguir.
Videla había elevado al gobierno la denuncia del maestro de posta y hacendado del
partido Don Ignacio Arista sobre los “frecuentes robos” cometidos por estos indios a quienes en
esta oportunidad se los había encontrado con el objeto del delito, una vaca que le habían robado
a Arista y habían carneado encontrándose todavía en los alrededores de su vivienda el cuero con
la marca del propietario. El alcalde Videla elevo las actuaciones al gobierno notificando que se
había logrado que los indios pagaran una indemnización por el robo.
La reacción del gobierno ante estas actuaciones es muy clara en cuanto al tipo de relación
que consideraba necesario entablar con los indios fronterizos. En la nota dirigida a Videla se
expresa que por más que el robo fue comprobado fehacientemente “cuando razones de policia y
conveniencia se interponen en el camino de la justicia, suele ésta aun a su peso atemperarse a
aquellas cediendo a su impulso poderoso”. Precisamente el caso en cuestión parece adoptar estas
características debido a que “concurriendo en Medina las circunstancias de un estrecho
parentesco con un cacique a quien en lo posible es necesario contentar, la de haberse hecho
cristiano caso poco comun entre los de su clase y que lo recomienda, la de hallarse casado y
reproducido cuyo ejemplo para con los de su esfera puede valer bastante y últimamente
avecindado y con sus sementeras hechas…”.
Por todo ello, se sugiere a Videla que deje sin efecto la medida propuesta de trasladarlos
al otro lado del rió Salado, o al menos detenerla hasta el verano para que hayan podido levantar
la cosecha esperando que en ese tiempo cambiaran su actitud. Solo en caso de no ser así y
mantener una conducta reprobable, convenía aplicar la medida del traslado. De manera que si
bien estos indios están asentados en territorio provincial, es claro para el gobierno el nexo que
tienen con grupos de las pampas con los que es necesario mantener buenas relaciones. Además,
Medina no solamente era pariente de un cacique lo que le otorgaba cierta importancia sino que
tenía una serie de rasgos “civilizados” que lo hacían acreedor de un trato particular: ser bautizado
y casado por la iglesia, haberse avecindado y tener sementeras. De todos modos, existía también
cierto reconocimiento del gobierno en que las autoridades de campaña actúen de manera
1050 Recordemos que hacia fines de la década de 1810 la situación fronteriza había comenzado a violentarse producto de los avances más claros de los pobladores sobre territorio indígena y la agresiva respuesta de éstos ante la pérdida de sus tierras.
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autónoma. En efecto, en la actuación se “sugiere” suspender la medida de traslado o posponerla
hasta que se levante la cosecha pero si la actitud de los indios se mantiene hostil, se deja en
libertad de acción al alcalde para que lleve a cabo su resolución. Situación que demuestra que no
estamos ante la presencia de un estado que utiliza su fuerza para imponer una orden sino
solamente ante un poder que intenta conciliar su opinión con la decisión del poder local.
La respuesta del gobierno parece haber provocado cierto disgusto en Videla quien
respondió que en su decisión tuvo muy cuenta las relaciones amistosas con los indios y que su
orden de traslado no significó su alejamiento al otro lado del Salado sino a la guardia de Ranchos
donde “se les dio tierras quitándolos del despoblado en tierras de propiedad agena” y donde no
podrían robar. De manera que el traslado fue realizado aún antes de que el gobierno tomara
conocimiento de los hechos sucedidos en el Siasgo y mucho menos se esperó su consentimiento
para llevarlo a cabo. La mudanza de los Medina fue realizada a costa del vecindario y el alcalde
se lamentaba que, precisamente por mantener una relación diplomática con los indios, se vio
“degradando la rectitud de mi carácter en no haber lebantado sumario para que se les aplicasen
las dignas penas de sus delitos”. Sin embargo, Videla parece haber considerado que esta
explicación no era suficiente para que se entendieran los motivos de su accionar ya que decidió
levantar un sumario sobre, según sus palabras, “ocupación, vida y costumbres de los indios
Medina” poniendo en conocimiento del gobierno el tipo de convivencia que se había originado
alrededor de estos indios.
Antes de comenzar con las declaraciones de varios vecinos, el alcalde de hermandad no
se privó de describir a estos personajes como
“hombres sin ninguna ocupación pues no labran, no crian ni trabajan y solo se ocupan de ir y volver de los Indios. Unos indios que ni rancho tienen y su toldería es paradero de infractores y partidas de Indios que se conducen sin tocar en los asuntos de frontera1051, unos hombres a tener el nombre de religion sin ejercerla solo sirve de pretexto para residir impunemente entre nosotros quando la acomoda asegurándose el nombre de indios si se les trata de reprender, a unos hombres que llamándose cristianos jamás concurren a ningún acto religioso y que entre ellos hay varios casados al estilo pampa con infieles, y por ultimo a unos hombres situados de autoridad propia en despoblado donde eran abrigo de la mayor parte de los robos ... y servían de espías de los pampas”.
Vale la pena detenerse en el comentario de Videla acerca de que los Medina reivindican
“el nombre de indios si se les trata de reprender”. De igual manera que en los casos anteriores,
1051 Con esto se refería Videla a que las partidas de comercio no pasaban ni se presentaban a los comandantes de los fuertes quienes, según la normativa, debían controlar el comercio interétnico. Ejemplo muy claro de la imposibilidad de ejercer control sobre un espacio tan dilatado y poco ocupado.
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parecería que los indios son totalmente concientes de su especial lugar en la sociedad provincial
ya que a pesar de adoptar algunos rasgos católicos como el bautismo para lograr cierta
integración, ponen en evidencia su etnicidad para no ser penalizados por algún delito. En este
caso, la portación de etnicidad indígena actuaría como una salvaguarda. De hecho la toma del
sacramento del bautismo, como vimos, era un elemento utilizado frecuentemente por los indios
con objetivos bastante diferentes a la esperada adopción de la religión católica. En este sentido,
uno de los vecinos declarantes comentaría indignado que a la muerte de una de las indias
bautizadas ni ella ni alguno de sus parientes solicitó que se le administrase ninguno tipo de
socorro espiritual.
Sobre los distintos puntos de esta descripción de Videla (ocupación, viviendas, religión,
relación con la población criolla y con los indios de las pampas) se realizarían las preguntas que
contestaron los doce vecinos (hacendados y labradores) que fueron llamados a declarar. Aunque
éstos avalarían esencialmente los dichos del alcalde hay algunas desviaciones y/o agregados que
permiten armar una imagen un poco más compleja de estos grupos (de los que por otro lado y
lamentablemente, ignoramos su número ya que en ningún momento se señala la cantidad de
personas englobadas bajo la categoría de indios Medina). El primer punto que Videla intentaría
mostrar era la holgazanería de los indios que según varios testimonios llevarían en el lugar entre
“6 a 8 años”. De manera reiterada se expresaba en las declaraciones que los indios a pesar de
tener sus toldos siempre provistos de trigo, maíz, frutas y carne fresca, “no trabajan ni se les
conoce mas ocupación que ir y volver de los pampas”. Aún los vecinos más próximos a las
tolderías señalaron que “no les han visto nunca rastrojos”. Sin embargo, uno de los declarantes
expresó que “nadie trabaja excepto uno que se conchaba en la siega”. Y otro testigo invocado
por Videla, Juan Gregorio de Igarzabal que fuera comandante de Monte en el año 1817 señalaba
que, existiendo ya en ese momento denuncias por robos perpetrados por los Medina, los había
conminado a que abandonaran el lugar y se trasladaran al otro lado del Salado “luego de
levantada la cosecha” de su sementera la que “con dificultad alcanza a ½ anega de trigo”. De
manera que, pese a los denodados intentos de Videla por mostrar, a través de la declaración de
unos testigos convenientemente seleccionados, la holgazanería de los indios Medina, algunos de
esos mismos declarantes dejaban entrever algún tipo de actividad económica realizada por
aquellos.
En los reiterados robos que según los vecinos se venían produciendo desde hacía años,
los Medina no actuaban solos. El dueño de la vaca que se halló en las tolderías reconocería que
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el hurto fue realizado en complicidad con un criado negro suyo que hacía tiempo “dormía en los
toldos con las chinas, con el permiso de los indios”. Pero este negro no era el único criollo en las
tolderías. En una declaración que se repetía prácticamente incambiada en todos los testimonios,
se decía que en las mismas había “una mezcla que no se entendía porque unos son bautizados y
otros no y... hay cristianos casados con pampas y pampas casados con cristianas a su estilo”.
Las tolderías asimismo eran refugio, además de las partidas de indios pampas que
constantemente cruzaban la línea de frontera (al igual que se les imputa a los Medina), de “todos
los cristianos tratantes sin licencia y criminales... y aún pulperos sin licencia del gobierno”. Esta
convivencia y relaciones entre criollos e indígenas fue confirmada asimismo por el capitán Don
José María Sosa que había sido comandante militar del Monte y comisionado especial para
perseguir desertores quien, a pedido de Videla, incluyó una declaración en la que afirmaba haber
encontrado en los toldos en dos oportunidades a desertores que eran ocultados por los indios para
que no se los llevara.
Pero las relaciones personales de estos indios no se limitaban a la población “marginal”
de la campaña. Uno de los vecinos invocados como declarantes, don Luis Gómez, teniente de
milicias, señalaba que los Medina, luego de su detención “se empeñaron con él para que con su
influjo mediase a que no se siguiese causa proponiendo pagar todos los perjuicios y despoblarse
del paraje en que estaban”. El vecino acepto el pedido agregando que luego los mismos indios
le “confesaron la indulgencia con que fueron tratados y que han mejorado con exceso en el
destino en que se les ha puesto”. Gómez había sido alternativamente en años anteriores,
comandante y juez territorial y había recibido quejas constantes de los vecinos con respecto a los
robos de estos indios pero “ha sido de necesidad disimularlos y no llevarlos a efecto por las
consideraciones políticas de su mucho trato, parentesco y conexiones con los Indios”.
Gómez no sería el único declarante en señalar asimismo hechos delictivos que serían
tratados de una manera muy peculiar. Don Gerónimo Arista, labrador inmediato a los Medina,
confirmaba que éstos no cultivaban ni tenían ganado para criar. La huerta de este vecino había
sido saqueada en varias oportunidades por los indios hasta que “acosado de los robos
considerables que le hacían los persiguió y quitó dos caballos blancos”. Pero Arista no terminó
aquí su actuación ya que de manera bastante inexplicable su enojo por estos robos reiterados dio
lugar, al día siguiente, a que “de compasión” les devolviera los caballos que les había quitado.
Este caso muestra una realidad bastante diferente a la que habíamos encontrado hasta
ahora lo cual es lógico si tenemos en cuenta que estamos ante indios que llevaban cerca de 10
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años viviendo en la campaña. Las relaciones con los otros pobladores habían derivado en
matrimonios interétnicos sancionados tanto por las costumbres indígenas como por la iglesia
católica. Este imbricación había creado “mucho trato, parentesco y conexiones” entre las dos
poblaciónes creándose en el asentamiento de los Medina un verdadero mundo mestizo habitado
por indios y por desertores y pobladores criollos que habían adoptado la vida en toldos. Si
aceptamos las declaraciones de los testigos este grupo era verdaderamente un estorbo para el
desarrollo de la vida en el partido. ¿Por qué entonces fue tan difícil lograr su erradicación? ¿La
relación que tenían con los indios más allá del Salado era tan fuerte como para que se temiera
que alguna medida contra ellos derivara en un ataque masivo a la zona? ¿Cómo compatibilizar
las quejas de los vecinos-testigos con sus mismos dichos sobre las relaciones de parentesco
creadas entre las dos poblaciónes y la compasión hacia los Medina? Las expresiones del ultimo
testigo en este sumario puede ayudarnos a entenderlo.
La ultima declaración con la que se cierran las actuaciones que en septiembre de 1819
fueron elevadas por Videla al gobierno, fue la de don Juan Gregorio de Igarzabal, comandante
mayor de campaña en esos momentos y que se había desempeñado como comandante de Monte
dos años antes. Durante su desempeño había recibido constantes quejas de los vecinos por robo
de ganado pudiendo deshacer un intercambio que se hallaban realizando los Medina con una
partida de comercio indígena. Este trato había sido arreglado por un hijo del maturrango Antonio
a cambio de sus productos. Igarzabal logra desbaratar la operación, devolver el ganado robado a
sus dueños y enviar a la partida de comercio a que hiciera sus tratos en la guardia de Monte.
Inmediatamente se dirigió al asentamiento de los Medina y, como señalamos arriba, los exhorto
a que abandonaran el lugar y se retiraran al otro lado del Salado, medida que “ofertaron obedecer
puntualmente”. Sin embargo el traslado no se verificó ya que
“estando ya próximos a executarlo se les intimó por el teniente alcalde de ese partido que lo era entonces el teniente de milicias D. Manuel Barda una orden del alcalde Manuel Izeta y el parroco de san Vicente para que no se moviesen de donde estaban situados aun cuando la comandancia mandase otra cosa; la cual he oido decir que obra agregada al expte promovido por don Antonio Dorna contra algunos pobladores intrusos de suerte que con semejante arbitrariedad resultaron ilusorios mis facultades, desairada la alta autoridad que las ha concedido y burlados con escandalo mis deteminaciones al paso que nadie se havia avanzado a oposicion alguna en otras iguales que he tomado con otros mucho menos gravosos y criminales que los Medina. Y aunque puede desde luego y debi reclarmar de un tal abuso tuve a bien conducirlo al silencio consultando a la paz y buena armonia entre aquellos cuyos destinos y condecoraciones nos imponen el preciso deber de sostener los derechos y prerrogativas del hacendado honrado”.
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La declaración de Igarzabal pone de relieve un conflicto bastante habitual que enfrentaba a
las autoridades militares y civiles. En este caso, el alcalde había contado con el apoyo del
párroco de San Vicente. El rechazo de los dos ultimos a que se efectivice una orden emitida por
la autoridad militar de la guardia pone en evidencia la tensión ya mencionada entre el Estado
(que nombra a los comandantes entre los militares de carrera) y los pobladores (entre los que el
gobierno elegiría a los alcaldes de hermandad). Pero no son éstos los únicos personajes del
conflicto. Volvemos a encontrar aquí mencionado al hacendado Dorna1052, quien, según el
informe precedente, habría iniciado, en un momento previo a los hechos relatados, una acción
tendiente a desalojar a “pobladores intrusos” entre los que posiblemente se encontraran los
Medina. Esta acción parece ser la que rechazan tanto el alcalde como el párroco actuando en
defensa de estos pobladores. No es casual que el traslado de los Medina se logre finalmente
cuando Videla, yerno de Dorna, ejercía como alcalde de hermandad del partido.
De manera que podríamos plantear que este núcleo mestizo, como otros pobladores
intrusos, había creado vínculos personales y redes con algunos vecinos del partido que los
defenderían del despojo que algunos hacendados, como Dorna, intentaban hacer sobre ellos. Sin
embargo, la incorporación de los indios en esas redes que, para la población criolla, podría
derivar en la conversión de transeúntes a vecinos, no parecería haber llevado a la pérdida de la
identidad étnica y en el surgimiento de vecinos. Por el contrario, la condición étnica sería
utilizada tanto por los mismos indígenas para evitar acciones legales sobre ellos así como por
algunos vecinos que, sustentados en una ideología fuertemente etnocéntrica, equipararían lo
indígena a la suma de todos los elementos negativos y contrarios a la civilización y, por ello,
pasibles de ser sancionados.
Para terminar con esta historia, a fines del año 1836 y como consecuencia de una
epidemia de viruela, el juez de paz de Monte notificaba que, Manuela Medina residente frente a
la laguna de la Leña, jurisdicción del partido, había perdido a su hijo Juan José Medina y su
mujer María Rosa, ambos indios pampas según el juez de paz, dejando a su cargo 5 hijos de
menor edad. Según el inventario y tasación de los bienes de los difuntos que se realiza en Monte,
tenían 14 vacas lecheras, 2 manadas de ganado yeguarizo de 60 a 70 cabezas ambas inclusas en
ellas 14 de silla, 34 ovejas y 5 rastrojos o sementeras de trigo blanco1053. ¿Podría tratarse de la
1052 Ya hemos visto que Dorna y su yerno Videla constituirían mediante la compra de tierras y la unión de sus propiedades una de las familias más poderosas de la zona (Cap 1 de la Segunda parte). 1053 AGN,X,24.7.3
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misma familia Medina que casi 20 años antes había sido trasladada a Ranchos? Es difícil
confirmarlo pero al menos podemos plantearlo como posibilidad. En ese caso los Medina pueden
mostrar un asentamiento más efectivo y “civilizado” pudiendo constatarse la realización de
actividades productivas, como el pastoreo y la agricultura, no obstante lo cual siguen siendo
mencionados por el juez de paz que envía el informe como “indios pampas”. Cabría preguntarse
si ellos mismos se sentirían tan indios y tan diferentes a la población criolla junto a la cual
convivían.
b) La generalización del mestizaje cultural en tiempos de Rosas
Como hemos señalado en la introducción de esta parte, para la década de 1820 nos
encontramos ante un frustrante vacío documental. Recordemos que el período se caracterizó, en
lo que respecta a la relación “oficial” interétnica, por un quiebre definitivo del esquema que,
dificultosamente se arrastraba del período tardo colonial y por una serie de desencuentros
provenientes de una politica estatal bastante sinuosa (en la que se sucedían avances militares y
negociaciones diplomáticas) y conflictos intertribales bastantes disruptores en el espacio
panaraucano. ¿Permite esta transformación fundamental de la relación diplomática, sostener que,
a nivel del contacto cotidiano no se produjeron modificaciones similares? Sostenemos que en lo
sustancial esto fue así. Así como planteamos que, en la década anterior, los malones y ataques a
la frontera no derivaron en una ruptura de los contactos diarios, de igual manera, la mayor
agresividad que se produjo en el periodo siguiente no implicó una modificación sustancial de la
relación interétnica ya que la densidad de los vínculos entre ambas poblaciónes era demasiado
fuerte para que se quebrara.
Veamos por ejemplo, la única referencia que hallamos para esa etapa. En marzo de 1828,
el pueblo de Dolores se vio conmocionado por las “tropelías” y el intento de “insurreccionar a
los indios” del vecino Paulino Martínez1054. Martínez sería apresado por había creado una
situación de alarma en “una gran reunión de Indios” que se hallaba en una pulpería del poblado
que motivó el llamado “a los Indios que habían quedado en los Toldos”. Se imputaba al vecino
que, hablándoles en su lengua, había alertado a los nativos que “este Pueblo era de ellos y no
nuestro”. El proceso tomaría luego un camino bien diferente poniéndose en evidencia que existía
un conflicto entre el juez de paz y Martínez por otras cuestiones, pero centrémonos en esta parte
del mismo.
1054 AHPBA, Juzgado del Crimen, 34.4.81, Expte 32.
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Nos encontramos en un pueblo fundado hace más de 10 años donde la presencia indígena
es ciertamente importante, dejándose entrever la existencia de tolderías cercanas. Los indios
encontrados en el pueblo no hablarían castellano. Al menos, los testigos convocados coincidían
en que no podían extenderse en lo que decían los indios porque no entendían su lengua.
Martinez, por el contrario, sí hablaba la lengua indígena lo que evidenciaba una relación estrecha
con los pueblos nativos que puede remontarse a su participación en “dos expediciones a los
Indios en los años veinte y veinte y cuatro al mando del general Don Martín Rodriguez”. Pero el
punto más destacable es que, ante las evidencias confirmadas por varios vecinos de que los
dichos de Martínez habían producido en los indios un peligro estado de alarma que hacía temer
algún movimiento hostil, la decisión del juez fue encarcelar al vecino y luego enviarlo a Buenos
Aires por temor a que los indios, quisieran sacarlo de la carcel produciendo una “asonada”.
Creemos que este caso permite mantener que, a fines de la década de 1820, se mantiene la
dualidad señalada para el período anterior de una estrecha convivencia entre poblaciónes criollas
e indígenas y la imposibilidad de las autoridades fronterizas por imponer un orden sobre las
primeras.
Pasando ya al período rosista, los grupos de indios amigos asentados en territorio
provincial, aumentaron la heterogeneidad de la sociedad fronteriza constituyendo un porcentaje
nada despreciable de la población en el sector sur de la provincia. De estos asentamientos
fronterizos frecuentemente se producían desprendimientos de algunas familias que buscaban
localizarse en partidos más interiores. Dos procesos judiciales realizados por acontecimientos
sucedidos en las cercanías de la estancia del hacendado Felipe Barrancos, vecino de la Guardia
de Luján, nos permiten seguir acercándonos a las características de la convivencia interétnica. En
el año 1836 se produjo el asesinato del cacique Felipe Alarcón a inmediaciones de dicha
estancia. Felipe era hermano del indio Baldivia que pertenecía a la tribu de Caneullan ubicada en
fuerte Mayo1055, y se había instalado en la Guardia de Luján, cerca de Barrancos nada más y
nada menos que al frente de una pulpería. El asesinato del cacique y otros indios produjo un
extenso procedimiento judicial para encontrar a los culpables1056.
En julio de 1836 tres personajes con sus caras cubiertas ingresaron en la casa pulpería del
cacique Felipe Alarcón diciendo Venimos a matar al Indio Felipe tras lo cual acometieron con
sables al cacique, su mujer Clara y su hermano Santiago. Jacinta, mujer del último pudo
1055 AGN,X,25.1.4 1056 AGN,X,16.8.4
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esconderse en la cocina y luego escapar de los asaltantes; Santiago, el hijo mayor de Felipe de 10
años pudo hacer lo mismo. Perpetrados los crímenes, los atacantes robaron la poca yerba, azúcar
y tabaco que había y algunas prendas. El rastro de huellas y yerba encontrado se dirigía hacia la
casa del vecino Gabriel Torres.
El teniente alcalde de la guardia, Eustaquio Rivero, notificado de los hechos, inició lo que
se convertiría en un extensísimo sumario. El motivo del crimen había estado, según algunos
declarantes, en una discusión suscitada entre el cacique Felipe y Gabriel Torres asiduo visitante
de la pulpería por una venta de yerba. El episodio era conocido por todos los declarantes aún
cuando se presentaron dos versiones distintas sobre el mismo en cuanto a quién había sido el
culpable del altercado. Según Torres, viendo que la yerba que había comprado era muy poca le
había pedido a Felipe la “yapa”1057 y éste se había negado terminantemente al punto de no
venderle la yerba. El hijo de Felipe, y otros declarantes alegarían que Torres habría introducido
en la platilla de la balanza donde se encontraba la pesa, unas espiguillas y un marlo para
aumentar la cantidad de yerba que estaba comprando. Al descubrir Felipe la treta del vecino, “se
enojó, le dijo que a él no lo había de gobernar, que se fuese a comprar yerba a la Guardia, le
echó una puteada y se fue para la cocina”. Luego de esta discusión, Torres relataría que “salió
de la pieza y se fue a un toldo que tenía separado la mujer de Felipe para tejer, se sentó a su
lado en el suelo y le dijo que su marido se había enojado injustamente con él”. En lo que
coincidirían ambas versiones es que el incidente culminó con la invitación a tomar mate y la
venta de yerba a Torres por parte de Santiago, el hijo de Felipe. El conflicto, aparentemente, se
había distendido con estos gestos de amabilidad. ¿Es posible encontrar un espacio más mestizo
que éste? Una familia borogana que hacía escasos años había llegado a la frontera, se encontraba
asentada en el interior del territorio provincial al frente de una pulpería cuyos clientes eran
pobladores y vecinos criollos. Pero paralelamente, se mantenían ciertas prácticas tradicionales
como el tejido que, además, se desarrollaba en un toldo que habían levantado a inmediaciones de
la casa pulpería.
El episodio había sido notificado al alcalde con anterioridad a los hechos de sangre por el
mismo Felipe quien lo había ido a ver a su casa para consultarle sobre la posibilidad de incluir en
su casa de negocios la venta de aguardiente “para cuyo caso pensaba ponerse con más
1057 La yapa era una práctica habitual que realizaban los pulperos para retener a su clientela y consistía en el agregado de un plus del artículo que se había comprado. Ver Duart y Van Hauvart, “Las prácticas mercantiles de los pulperos”, en Mayo (dir), Pulperos y pulperías…”, p. 71-72.
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inmediación a la población de D. Felipe Barrancos”. La relación de Felipe y su familia con
Rivero parece haber sido bastante fluida. La tarde de la noche en que fueron asesinados, según
declaró Santiago, el hijo de 10 años del cacique, su padre, su “madrastra” Clara y su tío Santiago
“estaban en casa del alcalde tomando mate”. Posiblemente por esta relación de amistad, al
conocer los hechos, Rivero ordenó el inmediato embargo de los bienes de Torres y de Domingo
Porcel, otro vecino igualmente sospechado de haber participado en el crimen. No podemos dejar
de notar que Santiago en todas las ocasiones en que mencionó a Clara, esposa de Felipe, se
refirió a ella como su “madrastra”, traducción totalmente criolla de esta forma familiar.
Gabriel Torres, santiagueño de 59 años tenía su asentamiento dentro de la estancia de
Barrancos de quien era habilitado poseyendo a medias con el hacendado 39 cabezas vacunas
“fuera las utilidades”. Torres, además, cultivaba una chacra que en momentos del sumario
consistía en 10 fanegas de trigo sembrado poseyendo además 300 ovejas, 15 vacas y 8 más con
cría. Para el cuidado del ganado contaba con dos peones indios, Pedro y su sobrino Gervasio,
quienes vivían en su casa junto con su esposa y sus hijos. En una situación totalmente inversa a
la que vimos en el caso de los indios Medina, aquí, la relación con los indígenas sería usada por
Torres como un elemento a su favor. El vecino apelaría a este contacto para demostrar su buena
disposición ya que “más que cualquier otro vecino ha hecho servicios a los indios: así es que
cuando llegaban éstos con partida acostumbraban ir a casa del declarante y siempre tiene
indios de peones” lo cual esperaba sirviera para probar su inocencia en el asesinato del cacique.
Además, al ser apresado pidió que se llamara como testigo de su buena conducta al indio Pedro
que trabajaba con él1058.
Entre los testigos llamados a declarar se hallaba el indio Cristóbal Ñancubil quien declaró
vivir también dentro de la estancia de Barrancos donde tenía “algunas vaquitas”. La noche del
asesinato se hallaba en su casa cuando recibió la visita de la china Jacinta quien le contó lo
ocurrido. Ñancubil envió a la pulpería a su hijo Mariano, al lenguaraz indio José María
Barrancos, que residía a inmediaciones de Cristóbal “en el lugar de las Saladas… y a un cristiano
llamado Narciso”. Al día siguiente, Cristóbal, junto con los indios Ramón, Benancia, Alonso,
Juan José y Mariano sepultó los cuerpos de los indios asesinados. La declaración de este indio
nos genera una serie de interrogantes que no estamos en condiciones de responder con certeza.
El hecho de vivir dentro de la estancia de Barrancos con algún ganado propio podría acercar la
situación de Cristóbal a la del mismo Torres aún cuando no contamos con mayores datos sobre
1058 Pedro no llegó a declarar en la causa porque murió a consecuencia de la viruela.
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las actividades que realizaba. Es probable también que los otros indios mencionados por
Cristóbal fueran vecinos y, posiblemente, también vivieran en la estancia de Barrancos. Si a ellos
sumamos la familia del cacique Felipe (con su mujer y sus hijos) y la de su hermano Santiago
(con su mujer y 5 hijos) nos encontramos ante un grupo bastante nutrido de indígenas viviendo
muy cerca entre sí y con otras poblaciónes criollas como la de Torres y Porcel. Esto debería crear
un espacio de sociabilidad entre los peones indígenas y criollos. El peón de Torres, Gervasio
Quiñellan, declaró que se había enterado de la muerte de Felipe por su tío Pedro a quien se lo
había contado un peón de Barrancos “que encontró en el campo”.
Sin embargo, hay un elemento que crea cierta confusión en este esquema de sociabilidad
que damos por sentado. De los seis indios que declararon en este sumario solo dos de ellos
pudieron comunicarse sin necesidad de intérprete. Se trataba de Santiago Alarcón, hijo de Felipe
que ayudaba a su padre en la pulpería y había sido peón de Barrancos y el lenguaraz indio José
María Barrancos. El resto de los testigos que debió recurrir a los oficios de un intérprete fueron
Jacinta, cuñada del cacique Felipe, el ya mencionado Cristóbal Ñancubil, Martín Cayuquen, hijo
de Lorenzo y Jacinta que no vivía con sus padres ya que se había conchabado “en la estancia de
Barroso” y Gervasio Quiñellan que trabajaba con Torres. ¿Significa esta evidencia que no era
indispensable conocer el castellano para realizar trabajos rurales? ¿Serían los propietarios
criollos quienes conocían la lengua indígena? En el caso de Torres en particular, el vecino, al
hablar de sus peones indios no pudo dar el nombre de uno de ellos por ser “muy arrevesado”. Sin
embargo lo encontramos en el toldo de Clara, luego de la discusión con su marido, comentándole
lo sucedido. ¿En que lengua habrán hablado? ¿Cómo se darían estos contactos periódicos y
cotidianos? ¿Podría tratarse de un ocultamiento deliberado de la lengua por parte de algunos
indígenas en circunstancias determinadas? Por el momento no podemos contestar este
interrogante.
Pero, al menos, sabemos que esa última fue la estrategia utilizada tanto por Catriel como
por Cachul que siempre utilizaron lenguaraces para comunicarse con Echeverría. En la década de
1870, cuando el nieto de nuestro conocido Catriel estaba a cargo de la agrupación ubicada para
esa fecha en Azul, el viajero francés Armaignac que se encontraba de visita en su toldería diría
que “el cacique fingía ignorar el español y aunque hablara sin tropiezos esa lengua se hacía
traducir mis respuestas al idioma pampa cuando [el lenguaraz] Avendaño o alguna otra
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persona estaban presentes”1059. Avalando esta hipótesis sobre el mantenimiento de la lengua, el
mismo Armaignac en su bellísimo relato sobre la presencia de las mujeres indias comerciando en
las joyerías o almacenes de Azul, señalaba que “Pese a sus relaciones diarias con los cristianos,
los pampas… muy pocas veces saben el español necesario para decir las cosas más simples y
usuales de manera que los comerciantes se ven obligados a aprender su lengua”1060.
La muerte de Felipe y sus familiares volvería a ser mencionada pocos meses después, en
otro sumario judicial. El indio Queputripay perteneciente también a la agrupación borogana,
había arribado en agosto de 1836 a la estancia de Barrancos con un pasaporte expedido por el
gobernador para que fuese alojado en la misma durante una noche debiendo trasladarse luego a
la chacra del indio Dámaso Tapia que vivía cerca de la estancia. La desaparición del indio esa
misma noche motivó la realización de un sumario1061. Este indio y su padre, habían venido de
Chile y se instalaron en el campamento de Salinas donde el primero conoció a Ramón Maza
cuando éste se hallaba en el sitio controlando los movimientos del cacique Cañuiquir. En agosto
de 1836, Queputripay se acercó al fuerte Mayo donde se hallaba el cacique Caneullan para
informar sobre los planes de Marileo1062 de atacar la frontera1063. De allí, fue enviado a Buenos
Aires para entrevistarse con Rosas y luego del parlamento, obsequiado con bienes y dinero,
regresó a la frontera haciendo un alto en la estancia de Barrancos a quien, por orden verbal, se le
pidió que lo hospedara por una noche luego de la cual debía seguir viaje hasta la chacra de Juan
Tapia con quien se alojaría.
Según la declaración de Queputripay, durante su corta estadía en la estancia de Barrancos
había sido despojado del pasaporte que tenía para llegar hasta la frontera y de los obsequios
recibidos. Profundamente asustado por esas acciones y temiendo por su vida, Queputripay
aprovechó la oscuridad de la noche y escapó a pie. El 16 de agosto, exhausto, asustado y
llorando, fue encontrado en la estancia de Don Mariano Viaus quien lo envió con un peón al
fuerte Mayo donde se hallaba Maza. El relato del indio sobre los abusos que había sufrido en la
estancia de Barrancos derivaron en el pedido al juez de paz de la Guardia de Lujan de que
1059 Armaignac, Viaje… p. 123 1060 Ibidem, p. 115-116 1061 AGN,X,21.2.2 1062 Recordemos que el cacique había estado involucrado en el asesinato de Rondeau y Melin y que en 1835 se incorporó a las fuerzas de Cañuiquir manteniendo una posiciòn de enfrentamiento con respecto a la exigencia del gobierno de que entregara sus cautivas. 1063 En efecto, en una carta del comandante del fuerte Mayo se notifica el arribo de Queputripay y Quentequeo (ó Quintequen) escapados de la tribu de Marileo. El primero sería primo hermano de Guayquil. (18 julio 1836. AGN,X,25.3.2)
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realizara un sumario que esclareciera los hechos. El juez realizó cuatro indagatorias (al vecino
Juan Tapia, al hijo y a la esposa de Barrancos y a un peón de la estancia) las que fueron enviadas
al gobierno desconociéndose el resultado final de este sumario.
El primer declarante fue, “el vecino de esta jurisdicción Juan Tapia de nación pampa”
quien dijo conocer a Queputripay de cuando vivían en Chile y que el año anterior había estado
en su chacra cerca de dos meses momento en el cual conoció también al cacique “pulpero”
Felipe. Sobre el presunto plan de asesinato, Tapia declararía que al conocer la presencia de
Queputripay en la estancia de Barrancos fue a saludarlo al día siguiente y encontró solo a su
compañero, el indio Quintequen con la ropa, montura y una valija que había dejado el fugitivo.
Tapia intentó localizarlo en “las casas inmediatas” y luego de cinco días “se apareció en la
chacra de Don Manuel Biñas” quien lo envió a la casa del hijo del declarante, Don Dámaso
Tapia. En la charla que tuvieron en casa de Dámaso, Queputripay relató que el motivo de su fuga
había sido porque la mujer de Barrancos había intentado matarlo y “que el mencionado indio
fundó esta presunción en que vio hablar en secreto a un anciano llamado Simón Turvis y al hijo
de Barrancos y vio también el citado indio que la puerta [del cuarto en donde iba a dormir con
los personajes citados] se iba a cerrar con llabe y [cuando] presencio todo eso fue cuando fugo
sin sombrero”
La explicación no convenció a Tapia quien reconvino varias veces a Queputripay por
haber abandonado de esa manera la estancia. Para el declarante, el indio, que volvió a escapar de
la chacra de Dámaso la noche siguiente “estaba asustado y medio fuera de sí”. Esta actitud
tendría que ver con el asesinato del cacique Felipe. En efecto, Tapia finalizaba su declaración
recordando que el compañero de Queputripay le había comentado que en todo el trayecto de
Buenos Aires hasta la estancia de Barrancos, el indio había recordado en varias ocasiones ese
hecho “diciendo que sera de mi”. Tanto el hijo como la esposa de Barrancos (los siguientes
declarantes) confirmarían este temor del indio concluyendo que “estaba algo demente pues
variaba con la muerte del casique Felipe… y los demás asesinados”. Ambos también
desmintieron el robo de los efectos denunciados alegando que la valija y efectos entregados por
Rosas estaban en poder del acompañante de Queputripay.
¿Qué podemos concluir de esta información? El caso de los indios Dámaso y Juan Tapia
es bastante peculiar. Estos habían conocido pocos años antes al indio Queputripay en Chile lo
que habla de un asentamiento bastante reciente en el partido. Allí, cada uno de ellos poseía una
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chacra y algún ganado. Este hecho parece haber sido suficiente para que el teniente a cargo de la
investigación les adjudicara el título de vecinos en el expediente judicial aún cuando mantiene su
designación como indios pampas. Sin embargo, en el censo de población realizado ese mismo
año, ambos Tapia serían censados como blancos. Lo que se observa entonces es que aún los
indígenas participaban de este fenómeno generalizado de movilidad social característica de la
campaña bonaerense en esta época. Por un lado, la autoridad policial representada por el teniente
alcalde a cargo de la indagatoria consideró que en el caso de los indios Tapia la propiedad de
ganado, el asentamiento en el partido y, además, el hablar castellano eran factores suficientes
para categorizarlos como vecinos; por otra parte, los censistas que realizaron los recuentos de los
años 1836 y 1838 comprendieron que por el hecho de ser cabeza de unidad de producción, les
valía el reconocimiento social a través del título de Don y su conversión en vecinos “blancos”.
Esta diferenciación entre los dos ejemplos mencionados sucedidos en el mismo espacio y con
sujetos no muy diferentes podría estar reflejando la importancia de la imbricación entre
categorías étnicas y redes sociales señalada por Tamar Herzog. Según la autora, las categorías
étnicas y profesionales no derivaban exclusivamente de la normativa existente sino que podían
ser reformuladas en virtud de las redes sociales que lograran construir los sujetos1064.
Estos sumarios permiten ver nuevamente la centralidad que adquirían algunos personajes
en la campaña, en este caso, Don Felipe Barrancos, vecino de la guardia de Luján alrededor del
cual se ubicaba una cantidad relativamente numerosa de indios. La relación de Barrancos con
los indios parece antigua y al hacerse cargo Rosas del negocio pacífico intentaría desvincularlo
de ellos1065. En julio de 1831 le aconsejaba a su hermano Gervasio que se hallaba en Monte que
“si Vicente Quiñigual te habla de que se le facilite a Toriano a Don Felipe Barrancos para que
lo ayude dile que eso es cosa que yo solo puedo resolverla; pero que crees que este hombre ya
esta muy apoltronado y no en estado de andar en los campos”1066. Sin embargo, la prevención
de Rosas no se basaba en un sentimiento humanitario sino en una gran desconfianza hacia el
hacendado. En efecto, en agosto de 1831 Barrancos había sido filiado como “unitario malo. De
40 años, casado, natural de esta Guardia [de Luján], tiene una casa en ella y una muy buena
estancia a unas leguas al sud en la costa de las Saladas. Sabe leer y escribir, fue capitán de
milicias y Alcalde de hermandad. Reunió gente a favor de Lavalle… Es perjudicial se le
1064 Herzog, T. “La vecindad…” 1065 Su hermano Ildefonso había sido el alcalde de Lujan a quien había acusado su par de Cañada de la Cruz por dejar pasar a los indios hasta su territorio. 1066 Rosas a Gervasio Rosas, Pavon, 28 julio 1831. AGN,VII, 3.3.2.
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permita estar en el partido”1067. Sin embargo no se tomaron medidas directas hacia el hacendado
y la relación de éste con los principales caciques aliados se mantuvo al punto que un hermano
del jefe borogano Melin adoptó su nombre. A fines del año 1831 en un listado de dinero
entregado a caciques y capitanes de esta agrupación se menciona un capitán segundo llamado
Felipe Barrancos que recibe 200 pesos1068. Poco después, desde el campamento borogano de
Salinas se enviaban chasques a Buenos Aires para saber sobre el curso de las negociaciones que
estaba llevando a cabo el cacique Cañuiquir; entre los enviados “[el cacique] Melin manda
también su ermano Felipe Barrancos”1069.
En septiembre de 1833 Rosas insistiría a los jefes boroganos que cortaran esa relación y
pedía fundamentalmente a Cañuiquir que “no lo visitase ni mandase allí indios1070” volviendo a
caracterizar al hacendado como “un pícaro enemigo mío y que aunque no le hacía caso por ser
un cachafaz que nada valía pues poco me costaba el fusilarlo si hubiese querido”. Sin embargo
la advertencia no parece haber sido muy escuchada ya que poco después Felipe Alarcón junto a
su familia y los indios Tapia, se instalaron cerca de su estancia. Para mostrar otro ejemplo de las
fuertes relaciones personales que se mantienen en el tiempo, señalemos que la familia de
Francisco Ramos Mejía quien fuera uno de los primeros hacendados de campaña que lograría
crear un vínculo estrecho con agrupaciones indígenas del sur de la provincia, también alojaría en
esta etapa a familias indígenas. Hacia marzo de 1837, los toldos, familias y animales de la china
Juana Grande y su familia fueron trasladados desde la hacienda Las Víboras hasta la estancia del
finado Francisco Ramos “previo permiso de Don Ildefonso Ramos y de la señora su esposa Doña
María Antonia dueña de la dicha estancia” recomendando que no se pusiera inconveniente en su
traslado “ni se les mueva del expresado lugar ni a ella [la india Juana Grande] ni a ninguna de las
personas de las familias que le pertenecen”. La población indígena se componía de cinco
matrimonios con sus hijos lo que hacía un total de 19 personas1071.
Estas relaciones personales y los procesos de mestizaje cultural que las acompañaban se
extenderían por diversos lugares de la campaña. En el fuerte Independencia, la denuncia de la
india Pascuala, hermana del cacique Felipe, uno de los jefes amigos asentados en Independencia,
1067 AGN,X,24.3.5 1068 Listado sin fecha con entrega de dinero a los indios. AGN,X,23.9.5 1069 Delgado a Rosas, campamento frente de Calque (¿). 7 octubre 1832. AGN,X,24.7.1 1070 Rosas se enojaría con el cacique al saber que, a pesar de la indicación le había regalado un esclavo, y habia enviado alli a su mujer e indios los que en dicha estancia “oyeron todas las picardías que les conto”. Rosas a Delgado, 20 septiembre de 1833. AGN,X,27.5.7 1071 AGN,X,25.3.5
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permitió apresar a un cristiano que “solo se ejercitaba en robar caballos a unos y otros”. Dicho
paisano hacía cerca de tres años que vivía con los indios y se había casado con la hermana de
otro cacique amigo, Maicá1072. El vecino de Tapalqué, Don Juan Francisco Hollos, había
entablado muy buenas relaciones con el cacique Reilef y éste, creyéndolo amigo de Rosas
frecuentemente “le pedía consejos” según informaba el comandante Echeverría. Hollos, al igual
que Barrancos era considerado unitario y por tal motivo se intentaría cortar esa relación ya que
“no sería extraño que siente la discordia entre unos y otros”. Pero Hollos no se limitaba a
aconsejar a los indios; él mismo vivía con una china y, según el informe del comandante, había
comprado otra al cacique Londao que vivía en el Azul1073. Los bienes entregados por el vecino
son interpretados por Echeverría como el pago por la “compra” de la china a manera de la
adquisición de una esclava. ¿Podríamos pensar que el mismo en realidad representó para el
cacique Londao el pago del precio de la novia? En ambos casos hubo una transferencia de
bienes, mujer por otros objetos, sin embargo el significado de la misma pudo haber sido bien
diferente. En un caso se trataría de una simple transacción comercial, en el otro, actuaría como
fundante de una relación de alianza entre ambos. Lo que es evidente es que una costumbre
indígena había sido claramente adoptada por el buen vecino Hollos: la poligamia.
Este solitario caso que hemos hallado sobre enlaces interétnicos podríamos suponerlo
bastante extendido teniendo en cuenta las altas tasas de masculinidad que caracterizaban los
pueblos de frontera1074, por lo que, la cercanía de poblaciónes indígenas con una estructura
demográfica más balanceada, pudo haber sido un poderoso incentivo para estos matrimonios.
Estas alianzas debían haber actuado, como sucedía también en los grupos indígenas, para crear
relaciones personales que permitieran un contacto más profundo entre los grupos.
El movimiento de partidas indígenas y de los caciques con sus comitivas por el territorio
provincial era constante. Los incesantes pedidos de pase que solicitaban los indios para transitar
se fundaban en el deseo de ver a sus “relacionados, amigos y compadres” en distintos puntos de
la campaña. En marzo de 1835, cuando la relación con los boroganos de Salinas estaba en una
etapa muy crítica, Echeverría retacearía fuertemente la entrega de pases; no obstante los indios
“se van sin ella según me lo han avisado los que están en Pluma Augero que han visto venir
tropas de indios”1075.
1072 Parte bimestre del juez de paz de Independencia, agosto de 1838. AGN,X,25.6.1 1073 Echeverría a Rosas, 21 de febrero de 1836. AGN,X,25.3.2 1074 Moreno y Mateo, “El redescubrimiento …” 1075 Echeverría a Rosas, 5 marzo 1835. AGN,X,25.3.2
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El pueblo de San Miguel del Monte se convertiría en un lugar de destino privilegiado,
principalmente de algunos caciques. Si tenemos en cuenta que las “tribus” de Catriel, Cachul y
Venancio estuvieron alojadas en la estancia Los Cerrillos por un período de tres años
manteniendo una fluida vinculación con habitantes de dicho pueblo, se entiende la creación de
relaciones personales con aquellos y, aún la instalación de manera permanente de algunas
familias indígenas. En ocasión de la muerte del cacique Venancio, su mujer María solicitó
permiso para pasar a la dicha guardia a ver "sus animales" que estaban al cuidado de un hijo
suyo1076. En febrero de 1835 el cacique borogano Caneullan, ya instalado en el Fuerte Mayo,
pedía licencia para trasladarse a la guardia del Monte "con el fin de ver a sus amigos
principalmente al coronel graduado Vicente González y demás conocidos en aquel destino".
Pocos meses más tarde González notificaba el arribo de la cacica Luisa, esposa del borogano
Cañuiquir con el fin de "trasquilar las obejas que yo le entregue el viaje pasado y las había
dejado a cuidar a un compadre de esta"1077. También el cacique Reilef, que había arribado
posteriormente a las pampas, asentándose junto a Catriel y Cachul en Tapalqué, solicitaría
licencia para pasar al Monte a ver a su “compadre Bejarano”.
En estos contactos se mantenía la centralidad de las transacciones comerciales las que,
como hemos visto, se sustentaban básicamente en la confianza y el conocimiento entre las partes
para garantizar unos equitativos términos de intercambio. En estas operaciones y, precisamente,
por el vínculo personal que involucraban, era frecuente que se combinaran con un flujo de
obsequios y regalos hacia ambas direcciones. Una carta de Pablo Millalicán, escribiente de la
tribu de los boroganos dirigida al vecino de Monte, Francisco Santellanes, describe
detalladamente este mecanismo de relación:
"suplico a Ud. me haga el favor de llevarlo a ese indio Manuel Casales a la casa de mi amigo su yerno donde fuimos a tener gran comilona con el cacique Cañuiquir y mi compañero Delgado acordándome de ese gran cariño y de las buenas ofertas que me hizo. Mando a esos indios que me haga el favor de darle ospedaje en su casa pidiendo auxilio en los jueces para sus mantenciones. Y juntamente que me haga el favor de ayudarles a cambalachear sus pobresas por mais... [el cacique Rondeau SR] en señal de que desea ser su intimo amigo le manda una jerga de estimacion a ese señor donde fuimos a comer y dice ... que le haga la gracia de mandarle un saco de porotos y un saco de mais..." 1078
1076 AGN,X,25.2.5. 1077 Los informes del comandante sobre los pases dados a los indígenas en AGN,X, 25.1.4 y X,25.2.2 1078 AGN,X,24.9.1.
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El texto es verdaderamente expresivo al mostrar esta interrelación entre obsequios y tratos
comerciales. El pedido de hospedaje solicitado por Millalicán incluye asimismo la ayuda para
que la partida indígena realice sus tratos comerciales en los cuales podemos suponer que el
dueño de casa intentaría sacar algún rédito. Donde más clara se puede ver esta confusión entre el
cambalache y el intercambio de “dones” se encuentra en la referencia al cacique Rondeau quien
envió “de obsequio” una jerga adelantando que el bien que espera como retribución era “un saco
de porotos y un saco de mais”. Utilizamos precisamente el término “don” para acercarnos al
planteo de Marcel Mauss que describe la economía de las sociedades primitivas como gobernada
por la triple obligación de dar, recibir y devolver1079. En esta estructura, una persona estaba
obligada a aceptar el obsequio que se le daba lo cual, a su vez, lo comprometía a devolver, en
algún momento, otro bien en retribución. De esta manera se creaba un círculo de dones y
contradones generando relaciones personales constantemente deudoras unas de otras.
Podríamos decir entonces que la población criolla adoptaría y se integraría en esta red
reciprocitaria característica de las sociedades primitivas. Sin embargo, ¿era muy diferente la
relación entre los mismos vecinos de la campaña? Las investigaciones más recientes sobre el
mundo campesino en el espacio rioplatense nos muestran que, de manera similar, los pobladores
desarrollaron ampliamente relaciones de reciprocidad entre ellos. Estas les permitían acceder a
instrumentos de labranza, ganado y fuerza de trabajo sin recurrir al mercado sino a través del
préstamo de algún vecino. La obtención de bienes por esta vía creaba una situación de deuda
que, en otra oportunidad sería compensada de manera similar. En palabras de Garavaglia, “en
esta sociedad campesina [rioplatense]… la costumbre de ayuda mutua, regida por reglas de
reciprocidad, es una realidad indudable y ampliamente difundida”1080. Por lo que, de manera
similar al planteo que realizara Carlos Mayo, encontramos que ambas poblaciónes en contacto
participaban de prácticas culturales bastante similares que permitirían un entendimiento más
directo entre las partes.
Pero no todos los contactos tenían un trasfondo comercial o económico, indios y criollos
también compartían la pasión por los juegos de azar. Entre los mapuches, los más conocidos
juegos de azar prehispánicos en los que se apostaba eran un juego de semillas que se realizaba
con 8 a 12 semillas pintadas de blanco en uno de sus lados que se arrojaban apostándose por la
1079 Marcel Mauss, “Ensayo sobre el don”, en Sociología y Antropología. Tecnos. 1971 1080 Para una descripción más detallada de estos mecanismos de reciprocidad ver Garavaglia, Juan Carlos. Pastores y labradores …, cap.VIII “El mundo de las relaciones laborales”.
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salida de la cara blanqueada. El otro juego llamado Kechu, se jugaba con 5 discos de forma
triangular hechos de madera o hueso. La introducción de los juegos de cartas encontró así un
campo ya existente y hacia inicios del siglo XVII las crónicas describen a los mapuches como
“jugadores empedernidos”1081. Una visión similar la podemos encontrar en la descripción que
realizó Pedro García sobre los juegos de los indígenas de la zona interserrana. En ocasión de su
expedición a la Sierra de la Ventana, García no cesaría de señalar los juegos que realizaban los
indios con los que se encontraban en su viaje llegando momentos en que “teníamos alrededor de
nuestras tiendas y carruajes mas de 1500 [indios] de ambos sexos, que nos aturdían
pidiéndonos por un lado yerba, tabaco, azúcar, por otro jugando a la baraja, por otro al dado,
armando con estos corrillos gran bulla y confusión”1082. Entre los juegos de baraja más
difundidos y “que jugaban con destreza”, García mencionaba “al monte, paro y otros juegos
conocidos, pero con más generalidad el llamado tenderete que lo usan mucho y lo prefieren a
todos los demás”.1083 En estos juegos los indígenas, según el coronel español, podían llegar a
perder su pequeña fortuna en animales y las pocas telas que tenían para sustento1084.
. Tampoco este gusto de los indígenas por los juegos de azar parece ser muy diferente al
de los pobladores rurales. En efecto, dentro de la población criolla, los juegos de barajas estaban
profundamente difundidos siendo las pulperías lugares típicos en donde se desarrollaban estos
juegos de igual manera que las carreras de caballos1085 y el juego de bochas. Los pulperos
intentaban retener a sus clientes fomentando el juego de barajas y las bochas que iban
acompañados del consumo de bebidas alcohólicas1086. En un reciente trabajo Slatta y Robinson
planteaban que el 6% de los crímenes urbanos y rurales en el período 1820-1850
correspondieron a infracciones de juego por dinero, pasatiempo que los autores señalan como
“favoritos de los argentinos rurales y urbanos”1087
1081 Cooper, John, “The Araucanians”, en Handbook of South American Indians. Vol I, Smithsonian Institute. Washington, 1946. 1082 García, Diaro de la expedición a la Sierra de la Ventana… p. 121 1083 Estos juegos de cartas habían sido adoptados de los hispano criollos. El tenderete, que según García, era el que más interés despertaba en los indios era un juego “en el que repartiendo tres o más cartas a los que juegan y poniendo en la mesa algunas otras boca arriba, procura cada uno por su orden emparejar en puntos o figuras sus cartas con las de la mesa y acabada la mano gana el que mas cartas ha recogido”. Diccionario de Autoridades 1837, Real Academia Española. 1084 García, Diaro de la expedición a la Sierra de la Ventana…, p. 123 1085 También los indios, con la introducción del caballo se habían convertido en hábiles jinetes y hacia fines del siglo XIX las carreras de caballos en Araucanía habían tomado una difusión impresionante convirtiendose junto a la chueca en las reuniones populares principales de los araucanos. Guevara, T, Las ultimas familias. P. 253. 1086 Mayo (comp), Juego, Estado y sociedad (1730-1830). Universidad Nacional de La Plata, 1998. 1087 "Continuities in crime and punishment. Buenos Aires 1820-1850", en L. Johnson (de.), The Problem of Order in Changing Societies, Albuquerque, University of New Mexico Press, pp.2-45.
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Esta mutua pasión por el juego reunía a indígenas y criollos en la campaña bonaerense.
En Tapalqué, en ocasión del robo de ganado durante la revolución de los Libres del sur,
Echeverría esperaría a que la relación tomara su curso habitual en el cual “los indios venían a
pedirme yerva y azúcar y otras frioleras como tenían de costumbre, ellos y sus familias entraban
sin desconfianza en el zanjeado, y los indios se reunían los domingos con los cristianos en las
carreras”1088. Siguiendo con este episodio, luego de algunas negociaciones se acordó que la
tarea de recolección del ganado estaría a cargo de los capataces o empleados de los hacendados
afectados los que eran enviados a los toldos para que realizaran el aparte y arreo de las cabezas
correspondientes a sus patrones. Sin embargo, esta operación no transcurrió con la rapidez que
hubiera deseado Echeverría ya que los peones “lejos de ocuparse de los apartes que sus patrones
les encomendavan se hivan a los toldos a jugar”1089.
Este creciente mestizaje entre los grupos, ¿habrá derivado en una dilución de la etnicidad
indígena y la integración definitiva de los habitantes indios a la sociedad criolla? La respuesta
merecería una investigación aparte. Sin embargo, a modo de cierre del capítulo podemos intentar
un acercamiento al tema a partir del análisis de la resolución de delitos interétnicos al término
del período rosista. El estudio de estos pocos casos que hemos hallados nos permite verificar,
también en ámbito de la justicia que, desde fines de la década de 1830 y con mayor fuerza en la
década siguiente, el tratamiento de delincuentes indígenas no parece mostrar demasiadas
diferencias con respecto al destino de los demás presos. Lo que viene a corroborar un cambio
notorio en la política del gobierno provincial que, ahora sí, iría incorporando a los indios amigos
dentro de la estructura militar y judicial de la provincia sin que la etnicidad represente en este
momento una salvaguarda o un elemento diferenciador a la hora de juzgar un delito. Veamos
algunos ejemplos.
Desde Tapalqué, en enero de 1834, Pedro Lorea informaba a Rosas sobre el envío de
Santiago López apresado por haber robado 2 caballos a los indios. Dice que lo hace porque días
pasados apresó a algunos indios por el mismo hecho y ahora éstos exigían “que también se
castigue al cristiano que se separe de la senda de sus deberes”1090. En agosto de 1838 se
enviarían desde el fuerte Independencia cuatro indios apresados por diversos delitos. En uno de
los casos se hallaban involucrados los indios Guenueque (casado de 34 años) y Curruman
1088 Prácticas que se señalan también en el fuerte Mayo donde los indios ocupaban días en salir a bolear animales y otros en “sus lavados y carreras”. Comandante del fuerte Mayo a Rosas, febrero de 1835. AGN,X,25.1.4 1089 Ibidem. 1090 Pedro Lorea a Rosas, Tapalqué 9 febrero de 1834. AGN,X,24.9.1
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(soltero de 14 años) quienes con otros dos más había robado de la pulpería de Don José Armol, 4
jergas, un freno de plata, un fiador y 10 pesos en plata. Antes de perpetrar este robo habían
intentado asaltar las pulperías de Guillermo Randle y José Nogueyra1091. En enero de 1839 se
remitió preso al indio pampa José María, de patria pampa, soltero, 22 años de edad, color pampa
quien, siendo peón del vecino Don Juan José Gómez le había hurtado 3 jergas, 2 fajas, 1 lazo, 1
caballo y 1 chiripa de paño; posteriormente había robado una tropilla de caballos a Pedro
Antonio Pais1092. En marzo de 1838 se enviaba desde Chacarita de los Colegiales la filiación del
indio borogano Filuchu, ladrón prófugo, de 25 años de edad, “habla un poco delgada y ronca y se
le conoce muy poco el acento indio”. El motivo de su prisión había sido que “este indio así como
algunos otros se hallaba trabajando en estos contornos y cuando se presentaba a la Chacarita
robada cosas a los indios de ésta”. Filuchu había trabajado unos días en la casa de un tal
Villarreal en los Santos Lugares de Rosas1093. Recién en enero del año siguiente fue encontrado.
El indio “fue tomado escondido en uno de los cuartos de esta Chacarita… Según el dice todo
este tiempo lo ha pasado conchavado en la punta de San Fernando”1094.
¿Qué podemos inferir de estos dispersos informes? En todos los casos el delito es el robo
de distintas especies. Mientras en la primera referencia sabemos de manera indirecta que los
indios ladrones fueron apresados (lo que llevaría al comandante a actuar de manera similar en el
caso inverso que se relata) en los otros se realizaría una filiación de los culpables. Recordemos
que, en cierto modo, los robos de ganado perpetrados por los indios amigos formaban parte de
los riesgos del negocio pacífico y eran resueltos generalmente sin intervención de mecanismos
judiciales. Hemos mencionado por ejemplo, la actitud del cacique Cachul que se ofreció a
compensar los bienes robados por uno de sus indios1095 y la forma en que se resolvió el robo de
ganado realizado por los indios amigos de Tapalqué e Independencia durante la revolución de los
Libres del Sur en donde se puso en práctica un mecanismo de persuasión. En los casos
anteriormente señalados la diferencia más notoria es que los ladrones son apresados y el informe
elevado al gobierno. Podríamos plantear que este cambio en el tratamiento del delito se funda en
que los ladrones son indios que parecen haberse desvinculado de sus grupos de origen y
1091 Informe bimestral del juez de paz de Independencia, agosto 1838. AGN,X,25.6.1 1092 Informe del comandante de Independencia enero 1839. AGN,X,25.6.6 1093 AGN,X,25.5.5 1094 AGN,X,25.6.5 1095 Este papel cumplido por el cacique Cachul presenta algunas similitudes con respecto a la acitud de jefes mapuches en Chile cuando la justicia emanada por el estado hispano-criollo comienzó a extender su brazo sobre las comunidades. Según relataba Pascual Coña, cuyas memorias fueron editadas por el padre Moesbach, en tiempos en que ya existían autoridades chilenas, el cacique “Painemilla recibió muchos animales [porque] sus mocetones le traían bueyes, vacas, caballos y ovejas a fin de que los ayudar en sus pleitos y los defendiera ante los jueces”. Moesbach, Vida y costumbres... p. 123
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comenzado a insertarse de manera individual en la economía provincial fundamentalmente
mediante su contratación como peones de campo. En estos casos, estos indios “sin
representación” no podrían contar con el apoyo o protección que les ofrecía un cacique. Además,
y a diferencia de un período anterior donde hemos visto que la etnicidad podía ser usada como
salvaguarda, la condición de indígena no representaba un elemento diferenciador a la hora de
penalizar un delito común como el robo.
Sin embargo, durante la década de 1840 podemos ver un cambio importante en el
tratamiento y penalización de la violencia interétnica cuando el culpable era un indígena donde si
bien la identidad étnica no termina de diluirse, ésta no deriva en un tratamiento particular del
acusado ni siquiera en los casos en que fuera clara su pertenencia a una agrupación amiga. Esto
lo podemos ver en la prisión del indio Lefil acusado de matar a un “cristiano” para robarle quien
fue remitido a Santos Lugares en mayo de 1846. La indagatoria realizada en esa cárcel permite
conocer que el indio pertenecía a la tribu de Catriel y estaba domiciliado en Azul. Pero hay más
datos interesantes. La filiación del preso indica que Lefil es de ejercicio domador y no ha servido
en el ejército porque “ha conseguido evadir del servicio hasta la fecha”. A la hora de resolver la
pena que va a imponerse la que, en definitiva, se concentra en el arma en la que va a prestar
servicios, el indio alega problemas en la cintura “como lo observó cuando anduvo segando trigo
en la anterior cosecha”1096.
En este caso vemos que el indio se conchabó como peón cosechero, es notoria su
pertenencia a una “tribu” amiga y se hallaba domiciliado en la localidad designada a ese grupo
para su asentamiento. Sin embargo, este dato no impidió que el indio fuera apresado por su delito
ni que la filiación tuviera las mismas características que las realizadas para la población criolla
donde era fundamental conocer los servicios brindados a la Federación y las características y
aptitudes físicas para resolver el destino militar a donde sería destinado. En efecto, derivado de la
constante necesidad de soldados que padecía el gobierno provincial, el servicio de las armas era
una de las condenas más habituales para penalizar los delitos. Solo en caso de “desertores y
asesinos incurables, reincidentes múltiples Rosas reservaba la pena máxima: la ejecución y
colgado en la plaza pública”. El cumplimiento de la sentencia en un espacio público tenía el
objetivo de actuar como castigo ejemplar que fuera visible por la sociedad. Otro código utilizado
1096 AGN,X,20.10.2
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en las ejecuciones era el de la retribución por la cual “la violencia de la ley se concentra en el
miembro del delincuente que ha atentado contra la vida de otro ciudadano1097.
Esta equiparación cada vez mayor entre criollos e indígenas en el ámbito judicial debemos
insertarla en la evolución que había experimentado la misma justicia rosista. Según Garavaglia, a
fines del período, “la política de control instaurada por el rosismo pudo haber sido bastante
eficaz y [posiblemente]… un cierto disciplinamiento de esa población consideraba peligrosa…
haya sido finalmente uno de sus resultados”1098. Si acordamos con el autor, este disciplinamiento
no podía dejar de incluir a los indios amigos sino que, por el contrario, los habría alejado cada
vez más de la tutela de sus caciques para contenerlos dentro de la estructura judicial provincial.
De manera similar y desde la perspectiva del elenco de los funcionarios que ocupaban los
juzgados de paz, Gelman planteaba que a partir del segundo gobierno de Rosas se logra cierto
orden expresado en la estabilidad que comienzan a evidenciar estos cargos y en la existencia de
un consenso que va a estar expresado en la adhesión a la Federación. En este sentido las
filiaciones de los candidatos a ocupar cargos en el juzgado de paz van a otorgar un lugar central
a los servicios prestados a la causa federal1099.
Analizaremos, para concluir, tres causas de violencia interétnica en donde los indígenas
son culpables de asesinato. Si bien esta muestra no permite hacer generalizaciones lleva no
obstante a que podamos verificar ciertos cambios en el tratamiento de los indígenas por la
justicia provincial. Las filiaciones realizadas a los seis involucrados en estos hechos reproducen
el esquema general de estos documentos donde los datos más relevantes a los fines de dictar la
sentencia serían la pertenencia del individuo a alguna división militar (regular o miliciana) y los
servicios prestados a la Federación. En estos casos aún cuando la adscripción étnica se mantiene,
la pertenencia del indígena a un grupo determinado representaría solamente un elemento más que
hace a su descripción.
El primer caso sucedido en mayo de 1846 e involucró a los indios José Losano, Huenchau,
José Luis Solano y Paillanghir en el asesinato de Don Manuel Quiroga, capataz de la estancia
Centinela en Azul, donde se había alojado momentáneamente la división del Cnel Aguilera a la
1097 R. Salvatore, “El impero de la ley. Delito, Estado y Sociedad en la era rosista”, en Delito y Sociedad. Revista de Ciencias Sociales. 1098 J.C.Garavaglia, “Paz, orden y…”. Un planteo similar se encuentra en Slatta y Robinson aunque estos autores señalar que hacia 1849 vuelven a incrementarse el número de arrestros proponiendo que esta coyuntura podría indicar el movimiento de presiones políticas y la inquietud social que sacaron al dictador del poder en 1852. 1099 J. Gelman, “Crisis y reconstrucción…”
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que pertenecían todos ellos1100. Los indicados indios habían salido a correr avestruces y buscar
huevos. Interpelados por Quiroga sobre quién les había autorizado a cazar en tierras de la
estancia se produjo una pelea en la cual Losano, “le dio un bolazo a Quiroga” y Huenchau “lo
remato dándole cuatro puñaladas”. Luego se repartirían entre los cuatro algunos bienes del
difunto. Además de la declaración de los propios imputados (en la que todos afirmarían no ser
cristianos) se llamaría a otros tres testigos, dos de ellos indios. Uno se llamaba Ilario Quidulef
quien al no hablar castellano y ante la ausencia de un intérprete, provoca “dificultad para
entenderlo” por lo que se decidió suspender la declaración. El siguiente testigo fue el capitanejo
Reylef, hermano del cacique del mismo nombre, que a diferencia de su hermano declaró no ser
cristiano pero hablar castellano y formar parte de la división de Aguilera cuando esta estuvo
detenida en el Centinela. Reylef no pudo aportar ninguna información referente al asesinato del
capataz lo que sí pudo hacer el ultimo testigo. José de Santiago, de 17 años, reconoció a Losano
como uno de los indios que había visto por el campo el día que desapareció Quiroga vestido con
el poncho ingles que había pertenecido al capataz.
Pero la resolución final se lograría al reconocer los mismos imputados el haber asesinado
a Quiroga. El dictamen de Rosas sería de “fusilar” a Losano a bolazos y a Huenchau a puñaladas,
lo que confirma el planteo de Salvatore sobre la característica de “retribución” que adoptaba la
sentencia. Cada uno de los involucrados directamente en el crimen sería ajusticiado de la misma
manera en que habían asesinado al capataz. Los otros dos indios involucrados en el crimen pero
no actuantes directos fueron castigados a 150 azotes cada uno.
El siguiente hecho de sangre se produjo en febrero de 1848 en el fuerte Azul1101. Allí se
apresó al indio Juan Galván por haber asesinado junto al indio Alpion “al vecino de la Lobería,
Don Rafael Navarro, a su peón José Maria Reynaga y al chico hijo de éste robando después de
este suceso su casa pulpería”. Galván declaró pertenecer a la “tribu de Cayupan” y tener
domicilio en Tapalqué. Sobre el hecho en sí, el indio relató que en el año 1847 estuvo
conchabado en la estancia de Don Gervasio López en el partido de Chapaleufu a donde llegó el
indio Alpion acompañado del cristiano Victoriano Juan quienes lo invitaron a perpetrar el
asesinato de Navarro. Llegados a la casa de Navarro, Galván quedó fuera actuando como espía
para que no los descubrieran. Al salir Alpion y Juan de la casa le dijeron que habían matado tres
personas y le entregaron parte del botín: un poncho ingles, una camisa y unos calzoncillos. Al
1100 Mayo 1846. (AGN,X,18.3.7) 1101 AGN,X,18.3.7
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regresar a Tapalqué, Galván contó el hecho a un indio amigo quien lo puso en conocimiento del
juez de paz razón por la cual aquél ordenó su prisión. En la declaración se trató de obtener
información sobre otro hecho, el asesinato de un tal Pardo. El indio dijo que su cacique le había
contado que “Panilef que esta en Tapalqué, sobrino del cacique Cayupan lo asesino junto al
indio Lepil”. La nota marginal de Rosas en respuesta a estas actuaciones expresa su desagrado
por no haber buscado y apresado a los indios Alpion y Panilef “lo mismo que a cualquier otro
que resultare criminal o cómplice”.
Es muy clara en este sumario la pérdida de peso de los caciques dentro de la comunidad. Si
ya habíamos visto que la pertenencia a una agrupación amiga no garantizaba un tratamiento
diferencial por parte de la justicia ahora se ve claramente, y Rosas es muy preciso en sus
palabras, que indio o cualquier otro debe ser juzgado por sus delitos. En la práctica, los indios, al
conocer un hecho delictivo, no acudían a sus caciques sino, como en el caso del amigo de
Galván, directamente al juez de paz; los caciques por su parte intentarían proteger a sus indios
pero aún cuando se tratara de sus propios parientes, como el caso del sobrino de Cayupan, la
justicia debía caer sobre ellos.
Finalmente, contamos con el sumario realizado en agosto de 1849 al indio
Queñulef. Este había sido apresado y entregado por el cacique Nicasio y sus capitanejos por
haber asesinado de tres puñaladas al capitanejo Ñancuneo1102. El sumario sería muy breve en esta
ocasión ya que el indio no intentó en ningún momento negar su acción. Queñulef que pertenecía
a la división militar de Nicasio, con asiento en Santos Lugares, relataría que “el 10 del corriente
salió con dirección a Morón con el capitanejo y que ambos iban ebrios, que recuerda que le dio
una puñalada al finado y cayo del caballo y en seguida apeándose el clasificado lo degolló con
su cuchillo”. El único descargo que realizó Queñulef estuvo vinculado a los malos tratos que
recibía constantemente del capitanejo, los que se incrementaban cuando se embriagaba. Para
avalar su declaración añadía que “de todo esto son testigos sus compañeros los de su campo por
que como era su asistente tenia que sufrir lo expuesto...”. El alegato no modificó en nada la
sentencia del caso que fue la pena de muerte. La sentencia incluía una nota final que expresaba
“Que su fusilamiento puede ser presenciado por la viuda del capitanejo pues así lo desean todos
los indios por cuanto dicho capitanejo era muy querido entre ellos. Antes puede ser bautizado si
así lo desea”. Esta ultimo agregado de puño y letra de Rosas nos podría hacer pensar que
algunos rasgos del middle ground se mantienen al permitir la presencia de los deudos del
1102 AGN,X,18.3.7
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capitanejo en la ejecución del culpable. Sin embargo, como hemos señalado, la visibilidad del
castigo formaba parte de la justicia rosista que buscaba por este medio grabar en la población el
temor al incumplimiento de las normas.
Estos ultimos casos nos llevan a plantear que la etnicidad indígena se hace visible o se
invisibiliza respondiendo a la coyuntura política o al estado de la relación. En la década de 1810
el ser indio garantizaba, en cierto modo, un tratamiento bastante benigno en casos de violencia
interétnica debido a la necesidad de incentivar la coexistencia pacífica en momentos en que se
estaba resquebrajando el sistema pacífico que había imperado desde fines del período colonial. A
inicios del negocio pacífico, imperaría un cuidado especial de la relación con los principales
caciques amigos penalizándose los delitos en su contra y desestimándose en gran parte los
cometidos por ellos.
En la década de 1840 la situación política de la provincia experimentó un cambio notable
con respecto al período anterior. Los acontecimientos de 1839 llevaron a un control mucho más
estricto sobre los individuos y a lo que Halperín denominó la “militarización” de la sociedad. En
efecto, se produjo a partir de esa fecha una conversión de los ejércitos milicianos en cuerpos
regulares que se mantuvieron movilizados de manera permanente, ya como soldados ya como
peones en distintas tareas encomendadas por el gobierno (cuidado de caballadas patrias, servicio
de chasques). Esta necesidad estatal de contar con mano de obra y de controlar de manera
extrema los movimientos de la población incluyó a los indios amigos que fueron integrados de
manera casi general a este esfuerzo militar.
Este proceso que llevaría a una mayor dilución del poder cacical se vio acompañado por
la desaparición, en forma paralela, de importantes jefes indígenas. El cacique Venancio fue
asesinado en el año 1836 y Collinao, que se hizo cargo de la jefatura, paso a cumplir tres años
después un papel básicamente militar al ser trasladado con la mayor parte de sus indios de pelea
a la zona de Chapaleufú donde se incorporó a la división del Coronel Aguilera. El cacique
Llanquelén también fue víctima de un ataque ranquel en el año 1838 que puso fin a su vida. La
agrupación fue trasladada a Salto donde también comenzó a servir como división militar. Los
grupos boroganos del fuerte Mayo sufrieron la dispersión de sus indios de pelea; un grupo se
asentó en el cuartel general de Santos Lugares y otros fueron trasladados al fortín Mulitas.
Aparentemente las únicas agrupaciones que no tuvieron un impacto tan disruptivo en esta nueva
etapa fueron los asentados en Tapalqué. Sin embargo, el cacique Cachul, a quien vimos como un
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jefe que podía llegar a hacer algún tipo de resistencia a los avances del comandante, falleció en
el año 1839. Del viejo elenco de caciques solo quedaría Catriel quien siempre había mostrado
una actitud de acuerdo con el gobierno. En este contexto básicamente diferente a los períodos
anteriores resulta entendible que la etnicidad representara, para el gobierno, un dato más en las
características de la población que podía ser afectada al esfuerzo militar.
Pero si bien estas características hacen a lo que definimos al comienzo del capítulo como la
faz diplomática, y ahora podríamos señalar como jurídica, de la relación, no habría razón para
suponer que el contacto cotidiano haya sido impactado por estos cambios. En este campo hemos
hallado una extendida interrelación de rasgos y elementos culturales indígenas y criollos que
conformarían formas mestizas de vida en la campaña.
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CONCLUSIONES
Los diferentes procesos que llevaron a la formación y consolidación de los estados
nacionales latinoamericanos, tuvieron en la expansión y el poblamiento de sus fronteras un aspecto
central de los mismos. Con más o menos diferencias, estos procesos compartieron parámetros
similares en los distintos espacios geográficos en que se desarrollaron. Centrándonos
exclusivamente en sus aspectos sociales y políticos, los más representativos fueron una continua
reducción de los gastos de defensa que iniciada en la época tardo colonial, se acentuaría en el
período independiente en virtud de las urgencias de la guerra revolucionaria; cierta autonomía de
acción por parte de las autoridades fronterizas que debieron tomar a su cargo la seguridad del
espacio apoyándose fundamentalmente en los pobladores; un movimiento espontáneo de población
hacia estos nuevos espacios dando origen, en un primer momento, a una sociedad de pequeñas
explotaciones; una relación que combinaba conflicto y convivencia estrecha con las poblaciónes
indígenas poseedoras de ese territorio produciéndose situaciones de contacto que, según la región,
adoptaba características particulares.
La frontera norte de México es un escenario privilegiado para observar distintos rasgos
dentro del proceso general de consolidación de los límites territoriales debido a la división del
espacio en jurisdicciones administrativas (provincias durante el período colonial y estados en el
período independiente) que más allá de las directivas generales impartidas desde los centros del
poder político, tendrían cierta autonomía en la dirección y gestión de sus asuntos. Durante el
periodo colonial, la política borbónica, sentó las bases para el funcionamiento de los espacios
fronterizos1103. Las premisas generales de esta política cubrían diversos aspectos. Con respecto a la
política con los grupos indígenas, se trató de reducir el gasto militar que significaba el
mantenimiento de destacamentos voluminosos y permanentes, dando un mayor peso a las
negociaciones de paces. Esto no significó sin embargo, abandonar la faz militar ya que se
combinaría la vía diplomática con unos grupos (aprovechando la disposición de éstos a realizar
negociaciones las en virtud de conflictos internos) y el envío de expediciones punitivas sobre otros.
Este cambio de política se reflejó en una disminución en el ramo de guerra a comienzos del siglo
XIX y, dentro de éste, un peso relativo decreciente de los gastos de defensa militar.
1103 Weber, David "Borbones y Bárbaros …
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En Arizona1104 y siguiendo el diseño de Gálvez, se llevó a cabo el proyecto de
impulsar una doble política de concertación y ofensiva hacia los grupos indígenas. La última se
verificó a través del asentamiento de nuevos fuertes militares y del restablecimiento de aquellos
que debieron ser abandonados debido a las incursiones indígenas. Un ejemplo del segundo caso fue
el del fuerte de Tubac, abandonado en 1776 y vuelto a establecer en 1787. Para incentivar el
asentamiento de población civil junto al fuerte se recurrió a una Real Regulación del año 1772 que
establecía la entrega de tierra a los pobladores que quisieran asentarse allí con la condición de que
dispusieran de armas y caballos para hacer frente a la defensa de la zona. Asimismo, se les otorgó
una exención de impuestos. A partir de entonces algunos grupos apaches se acercaron al fuerte
solicitando un espacio para asentarse en son de paz. Para afirmar las paces, las autoridades
españolas entregaron raciones de azúcar y ganado y vestimenta para las jerarquías indígenas. En
poco tiempo los apaches asentados en la frontera llegaron a ser más de cien. De manera que la
nueva política impulsada por Gálvez que se verificó en la repoblación de algunos fuertes llevó a un
incremento de la población en la frontera con la particularidad de que este aumento, en esta región,
se debió en mayor parte a la presencia de indígenas provenientes de grupos anteriormente hostiles
que de pobladores de descendencia española.
Este esquema poblaciónal que combinaba fuertes militares, poblados civiles e
indígenas aliados, dio origen a patrones de conducta muy similares en las distintas provincias donde
los civiles se interrelacionaron con la población militar a través del matrimonio. En la región de
Chihuahua una de las zonas más afectadas por las incursiones de los indios apaches1105, se habían
establecido a fines del período colonial como límite territorial con el espacio indígena, colonias
militares cuyos pobladores (generalmente miembros de grupos subalternos) fueron atraídos
mediante el otorgamiento de generosos términos de asentamiento que conllevaban la contracara de
tener que servir como fuerzas militares. Al lado de estas colonias se hallaban los presidios, al frente
de los cuales se encontraban los comandantes militares que supervisaban y regulaban las milicias.
La cercanía de las colonias con los puestos militares derivó en una estrecha convivencia entre los
pobladores civiles y los militares. El proceso de militarización de los campesinos y de conversión
de los soldados en campesinos una vez que se retiraban del servicio militar, llevaría a que con el
tiempo se fueran desdibujando los límites que existían entre unos y otros1106.
1104 James Officer, Hispanic Arizona, 1536-1856. The University of Arizona Press, Tucson, 1989. 1105 Ana María Alonso, Thread of blood... 1106 Un esquema similar plantea Andres Tijerina para Texas donde a inicios del siglo XIX, cuerpos militares denominados compañías volantes porque originalmente eran móviles e iban de presidio en presidio a lo largo de la
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Algunos indígenas asentados junto a estos poblados experimentaron cierto
mejoramiento económico lo que hace referencia a la posibilidad de ascenso social que se produce
en zonas de frontera donde el control del estado no es tan fuerte y en el que los principales valores
no se centraban tanto en lo racial y étnico sino en otros como por ejemplo la vecindad, la
pertenencia a una comunidad. Este ascenso se vería finalmente cristalizado mediante el
otorgamiento del título de don y vecino en los censos.
Con la independencia, el gobierno central derivó en los diferentes estados el manejo de
la defensa creando el resentimiento de los pobladores de la frontera que se sintieron abandonados
como huérfanos. Conforme las guarniciones de la frontera se desorganizaban por el deterioro de las
fortificaciones, la falta de armamento y las demoras en el pago de los salarios (situaciones que
derivaban, asimismo, en una creciente deserción) el peso de la defensa recaería mas y mas en los
propios pobladores, tanto criollos como indígenas. En ocasiones, los cuerpos milicianos indígenas
superaban ampliamente a los criollos.
Para enfrentar el problema de la deserción se volvería a plantear la necesidad de
entregar tierras a quienes prestaran servicios en la frontera. La idea, que partiría principalmente de
militares conocedores de la problemática fronteriza, encontraría ecos en las esferas políticas y en un
debate parlamentario desarrollado en 1844 un diputado plantearía “¿quién más digno de poseer el
terreno que el que defiende su integridad con las armas en la mano?”1107. Pero a pesar de que
existieron muchas propuestas para la constitución de colonias militares, la implantación de estos
planes cristalizó únicamente cuando la guerra con los Estados Unidos hizo que el gobierno central
de México se ocupara centralmente del problema de sus fronteras.
Al lado de esta situación de delegación de funciones y, como consecuencia de ello, se
produjo un incremento del poder de las elites provinciales y cierta autonomía de acción. En Laredo,
Alta California, el alcalde recibía los decretos y regulaciones del rey y del virrey y las hacía circular
por la región; pero aquellas que interferían con tradiciones bien establecidas no las hacía cumplir.
“La supervivencia mas que el mantenimiento de la ley y del orden era el principal problema de
Laredo”1108.
frontera, fueron asignadas en forma permanente a determinados poblados. Esto dio por resultado un mezcla racial entre soldados y pobladores mestizos, españoles e indígenas. A. Tijerina, Tejanos & Texas… 1107 Citado en David Weber, La frontera norte de México, 1821-1846. Madrid, Mapfre, 1992. p. 205. 1108 Gilberto Miguel Hinojosa, A borderlands town in transition. Laredo 1755-1870. Texas A&M University Press, 1983.
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La participación de los hacendados en el tema de la defensa se había limitado, durante
el período colonial, a auxiliar económicamente a los cuerpos militares a través de subsidios y
contribuciones en ganado u otro tipo de bienes. Si bien algunos de ellos tenían la capacidad de
armar a sus propios peones como un cuerpo miliciano, en general dependieron del Estado colonial
para su seguridad. La situación cambiaría con el proceso de independencia, cuando, debido al retiro
de gran parte de las fuerzas militares, estos hacendados jugarían un papel más importante al
convertirse en comandantes de las milicias cívicas que a partir de entonces tendrían en sus manos la
defensa del territorio. Ana María Alonso plantea, para la región de Chihuahua, que esta situación
favoreció la aparición de líderes regionales que basaban fundamentalmente su poder en la
organización de cuerpos militares autofinanciados.
Pasando al extremo sur del continente americano, la frontera araucana en el reino de
Chile, presenta similitudes y diferencias con respecto a los casos anteriores. Durante la colonia, los
oficiales del ejército, conforme a su rango, a sus servicios y a sus relaciones personales con los
funcionarios coloniales, pudieron adquirir tierras en la frontera y transformarse en hacendados en la
región del Bio Bío. Estos oficiales-hacendados aprovecharon su situación estratégica para
convertirse asimismo en proveedores del estado abasteciendo de determinados productos al ejercito.
Al lado de estas haciendas se ubicaban pequeñas parcelas en manos de los soldados devenidos
campesinos que, con sus familias, se dedicaron a la producción agrícola.
La institución de los indios amigos se hallaba fuertemente consolidada en el reino de
Chile desde el siglo XVII. Esta figura jurídica tenía en este espacio, características muy definidas
que incluían la reducción de los indios en pueblos donde serían evangelizados, su cooperación
como milicias auxiliares y en otros trabajos vinculados con el sostenimiento de la frontera como la
edificación y reparación de fuertes, el acarreo de madera, las comunicaciones. En pago de estas
obligaciones los indios amigos gozaban de ciertos privilegios siendo el más importante la liberación
de la encomienda1109.
Durante el período borbónico, se llegó a una estabilización de la línea limítrofe y a la
consolidación de un espacio fronterizo cruzado por relaciones pacíficas que se ratificaban y
regulaban a través de los parlamentos realizados regularmente. El proceso de independencia
produjo efectos fuertemente disruptores en la frontera sur. La resistencia realista se concentró en la
región y logró captar a una cantidad considerable de los ocupantes precarios de tierras y a caciques
1109 Ruiz Esquide, Andrea. Los indios amigos en la frontera araucana, Ediciones Bidam, 1993.
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amigos que se plegaron al movimiento. Hacia 1830 el fin de la lucha por la Independencia llevó a
una reconstitución de las relaciones fronterizas hasta que, dos décadas más tarde, la creciente
demanda de los mercados externos de productos chilenos funcionaría como factor fundamental en
la decisión de ocupar definitivamente el territorio indígena1110.
Lo que subyace en estos últimos planteos que muestran la diversidad de actores que
convivieron en la frontera, es la necesidad de estudiarla como un espacio multicultural, como un
ámbito de interacción de culturas diferentes, en donde centrarse en el análisis de un solo grupo
implicaría el riesgo de considerar una sola fase del proceso. La frontera, en estos estudios, aparece
como un espacio de gran complejidad derivada, entre otros factores, de la diversidad de actores en
escena (pobladores originales, migrantes, esclavos, indios) y de los conflictos de poder suscitados
los que, en gran medida, y en virtud de la distancia que lo separaba de la autoridad central y/o la
imposibilidad de ésta por lograr una mayor presencia en el espacio, llegaban a resolverse de manera
bastante autónoma.
Esta visión sobre los espacios fronterizos se encuentra y es desarrollada asimismo en
investigaciones recientes que se están realizando sobre el espacio rioplatense. El estudio de Roberto
Schmit nos permite conocer de cerca la conformación del espacio fronterizo en el este
entrerriano1111. Según el autor ésta fue una zona donde pastores-labradores expulsados de las
regiones de más antigua colonización por la consolidación de la producción rural en grandes y
medianos establecimientos, encontraron tierras libres para asentarse basando su producción en la
mano de obra familiar. Una característica propia de la zona fue ser escenario de una guerra
permanente en los inicios del proceso revolucionario lo que dotaba a la región de una singular
movilidad espacial. De este movimiento migratorio participarían asimismo pobladores provenientes
de zonas vecinas y grupos indígenas que, en ocasiones, se vincularon a las unidades productivas
familiares como agregados o conchabados.
A partir de 1820, coincidiendo con el proceso de organización de estados provinciales
en el cual los gobiernos se dedicarían a la tarea de lograr las bases de un nuevo orden social y
político dentro de su territorio, el gobierno de Entre Ríos extendería su dominio sobre el nuevo
espacio apoyándose en los Comandantes militares y los Alcaldes a través de una compleja trama de
1110 Jorge Pinto Rodriguez, De la inclusión a la exclusión. La formación del estado, la nación y el pueblo mapuche. Universidad de Santiago, 2000 1111 Roberto Schmit, “Continuidades y cambios en la sociedad de frontera del oriente entrerriano”. Mimeo, 2001.
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relaciones y negociaciones. Entre los temas vitales para organizar la campaña se hallaba la defensa
del territorio. En este punto, la participación de los habitantes en el esfuerzo militar tuvo un peso
decisivo para ser reconocidos como miembros de la sociedad local y, en ocasiones, representó un
elemento importante para acceso al usufructo de la tierra. De entre estos vecinos-milicianos
surgirían hombres de las principales familias que adquirirían un fuerte liderazgo y prestigio dentro
de la comunidad.
Con respecto a la frontera bonaerense se han realizado trabajos generales sobre la
evolución de la explotación agraria durante el siglo XIX que mostró una conjunción de cambios y
continuidades con respecto a las características de las unidades productivas y la pervivencia de
sujetos sociales que habían sido centrales en la etapa anterior como los pequeños y medianos
productores. Pero, centrados en análisis de tipo micro regional se ha avanzado, en algunos partidos
de la campaña, en el conocimiento de los procesos de ocupación del espacio y las peculiaridades de
la sociedad asentada en el mismo teniendo un lugar privilegiado en estos estudios los conflictos por
el acceso a la tierra entre viejos y nuevos ocupantes y la conformación de redes sociales que
vinculaban a los vecinos.
Asimimismo el conocimiento del espacio indígena pan araucano experimentó un
avance indudable a partir de las investigaciones que, siguiendo la línea marcada por los pioneros
trabajos de Raúl Mandrini, Martha Bechis y Miguel Angel Palermo, han permitido conocer con
bastante profundidad la economía de estos grupos, su estructura socio política, la red de alianzas y
conflictos entre ellos y las cambiantes relaciones que diseñaron con los distintos poderes hispano-
criollos.
Esta investigación se propuso constituir un aporte al conocimiento de la sociedad
fronteriza bonaerense poniendo un especial énfasis en la presencia indígena dentro y fuera del
espacio controlado por el poder estatal. Este objetivo se ha resuelto a través de un exhaustivo y
pormenorizado estudio de la política de frontera e indígena llevada adelante por el estado provincial
(en donde las estrategias de los grupos nativos independientes tuvieron una importante presencia) y
abriendo una ventana hacia el conocimiento de la conformación de una peculiar sociedad mestiza en
la campaña bonaerense que además de incluir habitantes criollos (vecinos y migrantes del interior)
se vio nutrida con la presencia de compactos contingentes de indígenas que se asentarían en el
territorio provincial a partir de 1830.
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Desde fines del período colonial, el estado virreinal había logrado estabilizar la
frontera oficial con los indígenas sobre la base de una línea de fortines y un contacto básicamente
pacífico sostenido en un activo intercambio. Este esquema respondía a los objetivos de la política
borbónica tendiente a reducir los gastos militares de la frontera y a incentivar los encuentros
diplomáticos con los indígenas1112. Las memorias de los ultimos virreyes serían muy explícitas en
describir una etapa de contactos pacificos con éstos1113 y los mismos gastos realizados para agasajar
partidas diplomáticas evidenciarían el peso creciente de esta política1114. Si bien esta etapa estuvo
inclinada indudablemente hacia relaciones apacibles, los pequeños ataques sobre algunos partidos
de la campaña no desaparecieron por completo, reflejándose un estado similar al que Arturo Leiva,
describiendo la situación en la frontera de Araucanía, llamaría de “guerra latente”.
Pero, al lado del desarrollo de este circuito diplomático que reglaba las relaciones
“oficiales” entre el estado y los pueblos nativos, la vida cotidiana reflejaba un esquema de mayor
imbricación entre las poblaciónes a uno y otro lado del límite oficial. Esta interrelación se verificaba
en un constante cruce de ese límite por individuos de ambas que, si bien tenían su mayor peso en las
relaciones comerciales, involucraba asimismo otro tipo de contactos. Paralelamente, hacia el sur del
espacio provincial, varios pobladores de la campaña habían traspasado la linea oficial de
demarcación asentándose en territorio indígena. En este ultimo caso, el asentamiento había sido
posible mediante tratos personales entre los nuevos pobladores criollos y los ocupantes indios
creándose espesas redes de relaciones que en algunos casos, y el ejemplo de Francisco Ramos Mejía
es paradigmático en este sentido, configuró una pacífica convivencia interétnica aún dentro de las
unidades productivas que alojaron algunas familias indígenas.
El espesor de estas prácticas cotidianas llevarían a que ni aún los conflictos declarados
y expresados en los malones que intermitentemente caían sobre los establecimientos de frontera,
derivaran en un corte abrupto de las relaciones pacíficas ni en represalias armadas por parte de las
tropas españolas. Esta situación donde conflicto, negociación y convivencia se presentaban como
elementos complementarios permite hablar de la creación de un middle ground en el espacio
fronterizo en donde la convivencia estaba basada en la permanente negociación entre las partes que
recurrían a elementos culturales de cada grupo para lograr un acuerdo de coexistencia. De ahí que,
1112 En el libro de A. Levaggi, Paz en la frontera… que recoge todos los tratados firmados entre las distintas autoridades del actual territorio argentino y grupos indígenas de pampa-patagonia, se puede ver muy claramente el incremento de los contactos diplomáticos hacia fines del periodo colonial. 1113 Memorias de los virreyes del Rio de la Plata. Buenos Aires, Ed Bajel, 1945. 1114 En el quinquenio 1791-1796 se habían gastado 701,3 pesos en gastos para los indios amigos mientras que el período 1801-1805 esta suma se elevó a 4.478.4 pesos. T. Halperin, Guerra y finanzas…, p. 63 y 67.
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cuando lo que llamamos curso diplomático de las relaciones interétnicas no tuviera en cuenta esta
particular forma de interrelación, se produjera una profunda perturbación en el mismo. Hasta fines
de la década de 1820 ésa fue la situación creada por el nuevo gobierno independiente.
Durante las dos primeras décadas independientes, sería evidente una gran dificultad
por definir una política estable tanto en lo que respecta a la acción a seguir con los indígenas así
como, de manera más imperiosa desde principios de la década de 1820, al diseño de un avance
territorial. Ambas políticas eran las dos caras de la misma moneda y el no considerarlas así
mostraría el error de esta posición. En efecto, los avances que no tuvieron en cuenta la existencia de
los actores indígenas a los que era necesario contemplar para definir una expansión territorial,
mostraron rápidamente el fracaso de esta vía. Las vacilaciones del gobierno y, en ocasiones, las
marchas y contramarchas que se producían en las negociaciones crearon una profunda sensación de
incertidumbre y desconfianza en los líderes indígenas.
En términos generales, se enfrentaron en la década de 1820 dos posiciones
contrapuestas. Una que ponía el énfasis en el avance militar de la frontera por el cual los grupos
indígenas de las pampas debían ser expulsadas hacia el sur. La otra política, defendida
fundamentalmente por los hacendados de la campaña, tendría muy en cuenta la necesidad de llegar
a una solución acordada y negociada con los indígenas, muchos de los cuales eran vecinos y aún
empleados de estos propietarios. La existencia de estos planes ciertamente opuestos se vio reflejada,
a medida que avanzaba la década, en una discusión de proyectos y estrategias de avance en la
opinión publica. La inicial indiferencia de los periódicos por este tema fue reemplazada, en virtud
de un incremento de la conflictividad fronteriza y del escaso resultado de las expediciones de
Rodriguez, por una participación más activa. Así, a mediados de la decada de 1820, editoriales y
cartas de lectores presentaban y discutían las dos posiciones centrales acerca del problema de la
inseguridad de la campaña. Pero el gobierno no hizo totalmente caso omiso a estos reclamos.
En efecto, en el desarrollo de expansión territorial, la presencia y participación de los
vecinos y hacendados como interlocutores del gobierno fue muy evidente. La relación del gobierno
con los hacendados del sur reflejaba bien a las claras la creciente importancia económica de este
sector de la provincia y, en contraposición, el escaso peso que tenían los propietarios del norte para
exigir medidas similares de protección ante los mismos o aún mayores problemas de seguridad que
aquejaban al sur. La participación de los propietarios del sur se constató tanto en el diseño de las
políticas de frontera como en la política indígena. En uno y otro caso, la relación hacendados-
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gobierno mostraría una relación opuesta. En lo relativo a la política indígena, el accionar del estado
provincial reflejaba una situación contradictoria. Por un lado, se veía en la necesidad de recurrir a
los vecinos que tenían relaciones personales con los caciques del sur para poder iniciar los acuerdos
diplomáticos con ellos; cualquier iniciativa diplomática que no tuviera en cuenta las personas de
estos “introductores” al territorio indígena estaba condenada al fracaso. Pero por otro lado, estas
mismas relaciones personales resultaban ciertamente riesgosas ya que significaban para el
hacendado, la posibilidad de contar con aliados indígenas que, eventualmente, podían ser utilizados
para beneficio propio. Por tal motivo, el gobierno, paralelamente al recurso de estos interlocutores
válidos, intentaría concentrar en sus manos la gestión diplomática anulando el manejo de las
relaciones interétnicas que, de manera personal, habían entablado los pobladores del sur del Salado.
La relación Estado-vecinos en cuanto a la política de frontera, tendría el signo inverso.
Ante la dificultad material del gobierno por hacerse cargo de manera integral de la defensa del
nuevo territorio llevaría a delegar parte de este tema en los propietarios de la región. Más allá de las
propuestas concretas de avance realizadas por los hacendados en virtud de su conocimiento directo
del espacio y de las posibilidades reales de encarar una expansión territorial, éstos cumplieron un
papel importante en cuanto a la defensa del territorio tanto como poseedores de estancias que
actuaban a la vez como lugares de refugio de los vecinos debido a la solidez de sus construcciones
como a la posesión de armamento y a la vez como jefes de las milicias de campaña que serían las
fuerzas centrales para la defensa de la campaña.
De manera que los hacendados, tanto en el diseño de proyectos de expansión a través
de las juntas reunidas a tal efecto, como en la defensa concreta de la frontera mediante su rol de
jefes milicianos, obraron como actores claves en esta historia. Y lo que es más importante, no solo
fueron reconocidos como tales por el gobierno provincial sino que aparecieron directamente
involucrados por éste en el proceso expansivo. De igual manera que se ha planteado con respecto al
desarrollo del sistema judicial en la campaña, en el sentido de que el estado provincial debió
recurrir a los vecinos de los partidos para que tomaran a su cargo las funciones vinculadas a los
juzgados de paz, en lo que respecta a los asuntos de defensa del territorio, los vecinos-milicianos
también debieron cumplir un rol fundamental.
La dificultad del gobierno por hallar un rumbo estable en su política de frontera-
indígena creó en los líderes étnicos de la pampa una mezcla de desconcierto y desconfianza.
Tradicionalmente habituados a contar con interlocutores confiables que mantenían una política
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borbónica de reconocimiento de espacios autónomos y relaciones basadas en el comercio y la
constante negociación, se hallaron en el período que se inicia con el movimiento revolucionario con
una fuerte incertidumbre con respecto al curso a seguir. Esta inseguridad se vio complementada por
las modificaciones sustanciales que se produjeron en el escenario indígena dentro del espacio pan
araucano. En efecto, ya desde la década de 1810, las alteraciones poblacionales motivadas por el
arribo de patriotas, realistas e indígenas procedentes del otro lado de la cordillera, habían creado
una situación de extrema conflictividad en donde los nuevos pobladores y las agrupaciones
originarias de la pampa se disputarían espacios estratégicos dentro del espacio. Este desarrollo en
donde se involucraron migraciones estacionales y/o permanentes, conflictos y alianzas,
profundizaron asimismo procesos etnogenésicos que eran característicos del área desde fines del
siglo XVIII. De esta manera surgirían nuevos grupos que serían muy difíciles de incluir para los
observadores criollos dentro de las agrupaciones conocidas. Esta dificultad, pero asimismo, la
necesidad de catalogar en identidades étnicas familiares a estos nuevos interlocutores indígenas
produciría expresiones como las del comisionado del gobierno Matías Gutierrez, quien reconocía
que uno de los caciques “ranqueles “ que estaba negociando las paces no es criollo destos lugares
como son todos los caciques del dia quienes los mas son parientes y que el cacique Ranquel “solo
es ranquel de apellido y no de la familia de los ranqueles”1115, o, finalmente, que García dijera del
jefe Neclueque al que denominaba ranquel que “no pertenecía, …, ni a los aucases, ni ranqueles,
mucho menos a los huilliches porque habita en puntos muy distantes en donde se nos aseguro tenia
su residencia1116. Pero a pesar de estas constataciones la necesidad de “imponer identidades” 1117 se
mantuvo fuertemente.
Si el escenario era confuso para los criollos, para los mismos indígenas era de un
peligro latente. Esto impulsó a algunos caciques a deponer la actitud básicamente hostil que habían
mantenido con el gobierno bonaerense como reacción a su política poco clara de negociaciones e
incursiones. En su lugar comenzaron a presionar insistentemente para lograr un acuerdo de paces
que derivara concretamente en ayuda militar en caso de extrema necesidad. Pero los tiempos no
eran los mismos para las dos sociedades en ese momento. Lo que para los indígenas era una
urgencia, para el gobierno de Buenos Aires no entraba decididamente dentro de sus prioridades. Por
tal motivo toda la década de 1810 fue una etapa de desencuentros constantes entre caciques que
buscaba afanosamente algún tipo de acuerdo con el gobierno que derivara en el auxilio económico
1115 Misión de Gutierrez a los ranqueles en el año 1820 (ver cap 1 de la Primera Parte) 1116 Misión de García a la sierra de la Ventana en 1822 (ver idem) 1117 Para el desarrollo de esta idea ver el trabajo de Nacuzzi, Lidia, Identidades impuestas…
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(para compensar las dificultades derivadas de la sequía de los años 1805-1806 que había mermando
de manera notable los stocks ganaderos) y militar (para hacer frente a la agresividad intraétnica
derivada del ingreso cada vez más asiduo de contingentes extracordilleranos que parecían
dispuestos a quedarse). Fue necesario esperar a que coincidieran las necesidades de ambos grupos
para llegar finalmente a un acuerdo.
Para el gobierno este momento llegó a partir de los peligros derivados de la guerra con
Brasil que hacían temer una captación de los indígenas del sur desde la costa patagónica. Para evitar
este riesgo y teniendo en cuenta el escaso éxito obtenido a través de la política de avance agresivo
para eliminar la inseguridad fronteriza, se decidió un giro fundamental en la dirección de la política
indígena que quedó en manos de “interlocutores válidos” que pondrían como punto inicial de
cualquier tipo de “arreglo de la frontera”, el pacto con algunas agrupaciones indígenas. Esta nueva
coyuntura fue rápidamente aceptada por ciertos grupos debido a una acentuación de los conflictos
intertribales que, en algunos casos, amenazaba la supervivencia misma de las comunidades.
Sería entonces cuando Juan Manuel de Rosas, que hasta el momento habia mostrado
cierta visibilidad en el asunto fronterizo pero sin asumir un papel protagonico precisamente por su
oposición al curso que se le estaba imprimiendo, tomó definitivamente las riendas de la política
fronteriza-indígena. En el año 1828 la, tantas veces postergada, expansión territorial derivó
finalmente en el asentamiento de tres nuevos fuertes luego de un acuerdo con agrupaciones
indígenas del sur de la provincia. En efecto, el avance de la línea fronteriza en 1828 se había
sostenido en la negociación previa con aquellos grupos que buscaban asimismo una alianza con el
gobierno para dirimir sus propios conflictos intertribales. Esta combinación de motivaciones
produjo una solución inédita para el gobierno provincial pero que sería similar a la aplicada en otros
espacios fronterizos como fue la incorporación de grupos indígenas amigos como pobladores de la
frontera. Este proceso, que tuvo su punto de inicio en la fundación de los nuevos fuertes se
profundizaría con el correr de los años dando origen a la política que se conoció con el nombre de
negocio pacífico de indios y que fue aplicada por Rosas durante su extenso gobierno.
Desde el momento en que Rosas se hizo cargo de los asuntos de la frontera hasta fines de la
década de 1830, sería muy claro que la relación interétnica adoptaba las características de un middle
ground. En este espacio de negociación surgieron con toda claridad unos personajes claves para
asegurar la convivencia. Estos interlocutores válidos y/o intermediarios culturales no fueron en lo
absoluto creaciones de esta época sino que, simplemente, volvieron a tener una centralidad que
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habían perdido en el período previo. Respondiendo a la idea central de asegurar la convivencia en
términos pacíficos, varios de ellos debieron hacer gala de toda su capacidad diplomática y
adecuación a rasgos culturales del otro grupo para lograr ese objetivo. Esta prudencia por no
comprometer la relación fue particularmente notoria en la resolución de los conflictos que
implicaban violencia interétnica. En la década de 1810 el ser indio garantizaba, en cierto modo, un
tratamiento bastante benigno debido a la necesidad de incentivar la coexistencia pacífica en
momentos en que se estaba resquebrajando las bases del acuerdo que había imperado desde fines
del período colonial. En los inicios del negocio pacífico, a esta noción básica se agregaría un interés
por cuidar especialmente la relación con los principales caciques amigos penalizándose los delitos
en su contra y desestimándose en gran parte los cometidos por ellos.
El sistema del negocio pacífico representaba una compleja y complicada red de
alianzas y de circulación de información que conectaba a grupos indígenas de ambos lados de la
cordillera con el gobierno de Buenos Aires. Estas relaciones estaban sustentadas en un nada
despreciable flujo de bienes que llegaban a las tolderías para auxiliar económicamente a los grupos
que habían expresado su opción por aliarse al gobierno bonaerense y, además, para gratificar los
distintos servicios que éstos cumplían. Para algunos de estos grupos indígenas, aquellos que se
asentaron dentro del territorio provincial a los que llamamos indios amigos, esta alianza implicaría
la pérdida de su autonomía territorial y política. Al lado de ellos se encontraban los indios aliados,
agrupaciones que mantuvieron su independencia y conservaron la territorialidad en las pampas.
Para poder hacer frente al drenaje de recursos hacia las tolderías, se había establecido
dentro del presupuesto provincial, una partida dedicada exclusivamente a sostener esta política
indígena. En este punto y en lo relativo al suministro de bienes para las tropas provinciales que
guarecían los fuertes de frontera, los proveedores del estado cobrarían un papel central. Este
negocio de proveeduría, permitió que algunos vecinos (tanto hacendados como comerciantes) se
insertaran de manera legal en un circuito económico que les permitió obtener grandes ganancias. En
este punto vale la pena distinguir entre los proveedores de ganado y los que suministraban artículos
de consumo. En el primer caso, algunos hacendados obtuvieron contratos con precios bastante
elevados por el ganado vacuno que entregaban para rancho de la tropa de los fuertes así como por
las yeguas que conformaban las raciones mensuales para los indios amigos.
Los comerciantes o pulperos de campaña también cumplieron su papel central como
proveedores de artículos de consumo y, también, como prestamistas de los fuertes adelantando el
dinero correspondiente a los sueldos de los soldados afectados a los mismos. En algunos casos, la
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lejanía de los puestos fronterizos y la necesidad de recurrir a estas vías de préstamos y adelanto de
mercancías, derivaba en la posibilidad de realizar grandes negocios por parte de estos pulperos. Este
esquema no era nuevo sino que reproducía prácticas vigentes desde el período colonial. Estas han
sido objeto de investigaciones que las han calificado, por un lado, como muestra de la corrupción
colonial y, desde una perspectiva opuesta, como característica e integrante del pacto colonial que
involucraba a la Corona, sus funcionarios coloniales y las elites locales. Este esquema de
proveeduría, en el caso de Bahía Blanca, muestra una particular especificidad por la dificultad del
estado provincial en imponer su autoridad en un espacio tan alejado. Este hecho, sumado a la
importancia que adquirió en ese punto la provisión de artículos de consumo para los indios aliados
hacia fines del período rosista, actuaron como poderosos incentivos para llevar a cabo negocios
fraudulentos que derivaron concretamente en un incremento en el número y la envergadura de los
negocios de estos pulperos.
Pero los vecinos de la campaña no limitaron su presencia en la política de frontera a la
participación de unos pocos proveedores del gobierno. De manera más inclusiva, cumplieron un rol
fundamental como milicianos para la defensa del territorio. En este punto, la mayor diferencia entre
la experiencia bonaerense y otros espacios fronterizos con características similares radicó en que
pese a los proyectos que permanentemente se presentaron desde distintos grupos de la sociedad
(militares, funcionarios de gobierno, hacendados), no pudo llevarse a cabo la implementación de
colonias militares que mediante la entrega de tierras a los nuevos pobladores, los comprometiera a
defender militarmente el espacio. A pesar de las voces a favor que insistieron permanentemente en
la entrega de tierras “en propiedad” como la manera más efectiva de resolver el peligro de la
deserción y lograr el arraigo de la población, estas políticas no llegaron a concretarse. Por el
contrario, los pobladores que, en forma espontánea o coercitiva, habían acompañado a las
expediciones fundadoras asentándose de manera precaria en las tierras de frontera, frecuentemente
debieron litigar con nuevos denunciantes para hacer valer sus derechos de precedencia1118. Las
únicas medidas similares que tuvo el objetivo de asentar a la población aunque con un límite
temporal bien pautado, se registró en el año 1828 cuando por medio de un decreto del gobierno se
otorgó la exención del servicio miliciano a los vecinos de Dolores “fuera del punto de su domicilio”
por el término de ocho meses1119 y la experiencia del pueblo de Azul en donde, además de
1118 Guillermo Banzato, “De ocupantes…” y Jorge Gelman, Un funcionario… 1119 Registro Oficial de la Provincia de Buenos Aires, año 1828.
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entregarse en donación condicionada, extensiones medianas de tierras, se eximió a los vecinos a
prestar servicio miliciano fuera del partido1120.
La delegación en las autoridades locales de la gestión tanto de asuntos de provisión
como la defensa de la frontera contribuyó a incrementar de alguna manera cierta autonomía de
acción por parte de éstas. En este punto hay que tener en cuenta que los pueblos de frontera son,
precisamente, poblados recientes en los cuales no se ha constituido totalmente la estructura
institucional de poder que existe en los partidos ya consolidados. De hecho, el ordenamiento
judicial se obtiene, en algunos pueblos, con bastante posterioridad a su creación por lo cual
dependían en lo que respecta a la justicia a juzgados de paz de otros partidos (como fue el caso de
Tapalque dependiente de Tandil y posteriormente de Azul) o, en virtud de su aislamiento,
concentraron esa función en la autoridad militar (como sucedió en Bahía Blanca). De todos modos,
en la frontera sur, aún luego de lograda la organización administrativa con la creación de los
juzgados de paz, el mantenimiento de una autoridad militar, dificultaría una convivencia armónica
entre ambas autoridades. Esta situación de superposición se haría más evidente en momentos de
conflictividad en los cuales la necesidad de organizar la defensa de la frontera llevaría a la autoridad
militar a intentar avasallar a la civil.
Así como los vecinos cumplieron un rol fundamental como fuerzas milicianas, dentro
de éstas se incorporarían los cuerpos de indios amigos asentados en la frontera, desempeñando una
labor igualmente decisiva. Pero no solamente se esperaba contar con el aporte militar de estos
indios. También se buscaba que los indios aliados se incluyeran en esta política. En este punto el
error fundamental del negocio pacífico fue presuponer que se podía obtener de los indios aliados el
mismo tipo de compromiso y fidelidad que se tenía de los indios amigos. Los indios amigos, al
abandonar el territorio indígena habían realizado un corte bastante abrupto con los otros grupos que
habitaban las pampas. De hecho, los conflictos dentro de ese espacio, habían decidido su
asentamiento dentro del espacio provincial. Por el contrario, los ultimos, al mantener su
independencia política y territorial formaban parte de alianzas y conflictos que excedían el marco
del negocio pacífico por lo que, en ocasiones sus proyectos políticos no coincidían con los del
gobierno provincial. El caso más evidente de esta incompatibilidad de objetivos fue el fracaso en
mantener la relación con la agrupación borogana.
En el proceso de crisis y desestructuración de este grupo jugó también un rol
fundamental el conflicto por el poder que se había suscitado en su interior. En el momento de su
1120 Infesta, M.E. “Propiedad rural…” y Lanteri, M.S. “Pobladores y donatarios…”
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asentamiento en las Salinas Grandes la jefatura era ejercida de manera plural por seis caciques de
los cuales tres constituían la cima de la autoridad. Luego del ajuste de paces con el gobierno
bonaerense, la disputa por el poder tribal se situó en la cúspide de la trilogía de caciques. En la
historia de este grupo se registraron distintas etapas vinculadas a las estrategias que los líderes
pusieron en juego en su relación con el gobierno bonaerense. Una primera etapa en la cual las
negociaciones con el gobierno habían derivado en su ingreso al negocio pacífico y a la percepción
de raciones. Este flujo de bienes actuó como elemento aglutinante del grupo y, además, como
incentivo para la incorporación de otras familias no boroganas. Con el tiempo, el gobierno intentaría
una relación cada vez más subordinada del grupo exigiendo su separación de aquellos incorporados
recientemente. Ante esta presión la agrupación entraría en un proceso de conflicto interno en el
cual, uno de los jefes principales intentaría concentrar mayor poder erigiéndose en la principal
autoridad del grupo. Esta maniobra produjo un fuerte rechazo en una sociedad básicamente
igualitaria, que fundaba el poder de los jefes en la aprobación y consenso de sus indios. La crisis
final se zanjaría con el asesinato de este cacique y la dispersión del grupo en pequeños sectores que
buscaron refugio en la frontera.
La trayectoria de otra agrupación aliada, dirigida por el cacique Calfucurá, procedente
de la región de Llaima en la Araucanía, sería absolutamente diferente. Su presencia en las pampas
puede remontarse a inicios de la década de 1830. Durante la misma el cacique participó en diversas
coaliciones que protagonizaron malones de importancia sobre la frontera bonaerense. Luego de
estas incursiones, el cacique volvía a la zona cordillerana. Solo a inicios de la década de 1840
cuando los boroganos habían desaparecido como grupo de importancia, decidió su instalación en el
mismo espacio que habían ocupado aquellos: las Salinas Grandes. A partir de entonces comenzaría
un lento ascenso como líder indígena en el espacio pampeano. La relación con el gobierno no
presentó aristas tan conflictivas como en la experiencia anterior y llegó a alcanzarse una verdadera
estabilidad en el sector sur de la frontera bonaerense. El motivo de esta disímil evolución tiene su
explicación en dos diferencias fundamentales. Por un lado, Calfucurá decidió su asentamiento en las
pampas cuando la situación dentro del espacio pampeano se había aquietado fuertemente luego de
la desaparición de los boroganos como un grupo numéricamente importante y del creciente
deterioro económico sufrido por los ranqueles. Si bien Calfucurá también intentaría erigirse como
una autoridad con mayor poder que el que caracterizaba a los liderazgos pampeanos, la estrategia
para lograrlo no fue, como en el caso de los boroganos, la imposición de una política fuertemente
vinculada al gobierno bonaerense sino el armado de una extensa red de alianzas sostenida en la re-
distribución de las raciones obtenidas, a su vez, del gobierno bonaerense.
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Por otro lado, la situación política dentro de la provincia de Buenos Aires había
experimentado un cambio notable con respecto al período anterior. Los actos de oposición al
régimen que se sucedieron a lo largo del año 1839 produjeron un fuerte impacto en el gobierno que
comenzó a extremar las medidas de control sobre la población. Dentro de esta política se tendió a
una extendida movilización de los vecinos en su carácter de milicianos para el cumplimiento de una
diversidad de servicios al estado entre los que el servicio militar tenía un lugar central. En este
nuevo contexto, el gobierno no mantuvo como prioridad el control y observación de los indios
aliados como había sucedido en el período anterior. En la década de 1830 no sólo existía una
constante comunicación entre las tolderías aliadas y el gobernador sino que en el mismo
asentamiento indígena se encontraba un pequeño destacamento militar que tenía el doble propósito
de controlar a ese grupo y auxiliarlo o, al menos, disuadir a sus enemigos de iniciar un conflicto. A
partir de 1840 el gobierno se concentraría en asuntos más internos, relajando la vigilancia sobre
nuevos interlocutores indígenas. Acompañando este proceso, la política indígena había logrado
cierto grado de estabilidad generando una jerarquización tanto entre los caciques amigos como en
las autoridades fronterizas que se presentaban como personas hábiles para sostenerla. Por tal
motivo, se produjo también una mediatización en la relación del gobernador con los nuevos grupos
indígenas que se incorporaban al negocio pacífico. Rosas ya no tendría la presencia y centralidad
del período anterior, delegando en Catriel y en sus más confiables autoridades de campaña (Vicente
González, Bernardo Echeverría y Pedro Rosas y Belgrano) la gestión de los “asuntos de indios”.
Pero este cambio en la política provincial afectó asimismo la relación con los grupos
de indios amigos. La necesidad estatal de contar con mano de obra y de controlar de manera
extrema los movimientos de la población incluyó a los indios amigos que fueron integrados de
manera casi general a este esfuerzo militar. Este proceso provocaría un quiebre fundamental en el
middle ground. Ya no se trataría de consensuar un modo de vida sino que sería el estado quien
determinara de manera más unilateral, las reglas del juego. Retomando la vía que mostró de manera
más clara los modos de funcionar en el middle ground, los casos de violencia interétnica fueron
resueltos a partir de entonces sin que la etnicidad se constituyera en un elemento definitorio a la
hora de penalizar un delito. En efecto, en este nuevo contexto básicamente diferente a los períodos
anteriores la etnicidad representó, para el gobierno, un dato más en las características de la
población que podía ser afectada al esfuerzo militar. Esta penetración cada vez mayor del poder
estatal sobre los grupos indígenas llevaría a un mayor dilución del poder cacical, lo que se vio
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favorecido por la desaparición, en forma paralela, de los más importantes jefes indígenas que habían
sido fundantes del negocio pacífico.
Estas modificaciones sustanciales del aspecto jurídico de la relación interétnica no
tuvieron efecto igualmente disruptor en el contacto cotidiano que criollos e indígenas desarrollaron
en la campaña bonaerense derivando en la conformación de prácticas sociales híbridas que
combinaron elementos culturales de ambas sociedades. Desde el lado de los grupos indígenas,
muchas de sus prácticas sancionadas por el admapu añadieron rasgos foráneos a la manera de un
mestizaje – fusión definido por Boccara como la incorporación de elementos de la cultura criolla
que resultan adaptados funcionalmente sin alterar las marcas distintivas de la especificidad
indígena. Estos agregados tendieron en la mayoría de los casos a aprovechar una fuente externa de
riqueza para resolver cuestiones materiales. Así se recurrió a la ayuda económica del gobierno para
“financiar” varias prácticas indígenas: la ceremonia del nguillatun, la compensación del precio de la
novia y el rescate de prisioneros. En otros casos se apelaría a elementos de la otra sociedad para
hacer frente a nuevas enfermedades ante las cuales las estrategias tradicionales se mostraban
totalmente ineficaces.
Sin embargo no todas las prácticas indígenas pudieron mantener, dentro de esta
política de mestizaje, su especificidad. En este sentido, hubo dos áreas donde la misma
incorporación del elemento extraño estaba produciendo verdaderas alteraciones: la apelación a la
justicia provincial y las prácticas sucesorias. En el primer caso, cuando era el cacique quien recurría
a la justicia provincial se estaba produciendo, de alguna manera, un incremento en su poder que
contradecía totalmente la estructura propia de estos grupos indígenas. Colateralmente, el mismo
interés de algunos jefes en que intervinieran autoridades de campaña podía derivar en que éstas
decidieran seguir actuando aún cuando no fuera a pedido expreso del cacique. En el caso de las
prácticas sucesorias, la intervención de Rosas en la propuesta de los indios considerados más
propicios para desempeñar el cacicazgo es suficientemente disruptiva como para que sea necesario
extendernos sobre ella.
La contracara de este proceso estuvo dada por mestizajes en dirección inversa, es
decir, adopciones criollas de elementos indígenas. Esta situación, aún cuando es mucho menos
visible en la documentación, no pasa desapercibida. En ese sentido, hemos podido comprobar la
adopción de prácticas matrimoniales indígenas como la poligamia; pero, expresiones vagas que
surgen en las fuentes como los “casamientos a lo pampa”, o la “compra” de una esposa, son
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elementos que resultan seductores para suponer que estas prácticas matrimoniales habían adoptado
muchos más rasgos que la práctica de la poligamia. En lo relativo a los intercambios comerciales, el
habitual flujo de vendedores criollos a las tolderías y los datos que hemos podido obtener sobre los
términos del intercambio en algunas de estas operaciones, permiten plantear que en las mismas se
habían adoptado rasgos indígenas donde los valores de los bienes intercambiados no dependían
tanto de “precios justos” sino de la necesidad que se tuviera de ellos. Vale la pena insistir en este
sentido, en el costo que tuvo para el vecino de Ranchos, Don Matías Balenzuela, “recuperar” un
caballo muy querido que fuera robado por los indios: una cantidad no especificada de yerba y 10
pesos plata.
Finalmente, algunos vecinos de la campaña bonaerense, aprendieron la lengua
indígena para lograr un mejor contacto con sus vecinos nativos. En este punto, vale la pena señalar
que, en los casos judiciales que hemos analizado, la mayor parte de los indios que testificaron
debieron recurrir a los servicios de un intérprete para poder comunicarse. Pero esos mismos indios
trabajaban como peones en estancias rurales lo que nos llevó a preguntarnos si existía un
ocultamiento deliberado del conocimiento del español en estos procesos y, colateralmente, cómo se
daría el contacto diario en las estancias entre trabajadores criollos e indígenas.
Por todos los datos anteriormente señalados, es válido plantear que en el espacio
fronterizo bonaerense se constituyó en middle ground, un lugar en medio de culturas, que dio orígen
a la conformación de una sociedad particular que combinó elementos de ambas poblaciónes
derivando en la creación de prácticas absolutamente mestizas. Estas últimas involucraron a
individuos de la sociedad indígena y criolla en aspectos como las formas familiares (en donde es
posible encontrar casos de poligamia entre los criollos), formas de enlaces (criollos casados con
indias “a la manera indígena” e indígenas contrayendo enlaces religiosos al que seguiría el bautismo
de sus hijos) y de vivienda (indígenas asentados en estancias con sus toldos, criollos viviendo en
toldos indígenas en la campaña). Estos encuentros pudieron realizarse porque ambas sociedades
tenían varios puntos en común: una base material no demasiado diferente, prácticas económicas que
se centraban en el pastoreo de ganado y la caza de animales, relaciones de reciprocidad que
vinculaban fuertemente a los integrantes de la comunidad (indígena y/o de vecinos) y, aún, formas
de diversión. Este sustento común permitió lograr un entendimiento básico en las formas de vida
creándose una fuerte vinculación entre las poblaciónes. Uno de los elementos mencionados, la
relación de reciprocidad compartida en lo sustancial por ambas poblaciónes generó vínculos de
amistad y compadrazgo entre criollos e indígenas y posibilitó que los ultimos ingresaran en redes de
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relaciones ya existentes en los partidos de campaña. Y así como la pertenencia a esas redes era un
elemento que podía contribuir a la conversión de un transeúnte en vecino, un proceso similar podía
operar en los indígenas asentados en territorio provincial.
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