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CABILDO DE LANZAROTE Área de Educación y Cultura
Escuela Universitaria Adscrita de Turismo
de Lanzarote
Raquel Álvarez Sánchez
GRANDES VIAJEROS
EN LANZAROTEJULIO 2004
CABILDO DE LANZAROTE Área de Educación y Cultura
Escuela Universitaria Adscrita
de Turismo de Lanzarote
GRANDES VIAJEROS EN LANZAROTE
AUTORA: TUTOR:
RAQUEL ÁLVAREZ SÁNCHEZ MIGUEL ÁNGEL MARTÍN ROSA
Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
Índice
Abstract….………………………………………….....……………….... 2Fundamentación teórica…………………………...…………………… 3Metodología de elaboración……..………………...…………………… 4
Antes de comenzar el viaje………………………….………………….. 51.- Lo literario y el turismo….……..……………………………… 52.- La naturaleza del viaje…………………..……………………... 6
2.1.- El viajero versus el turista………….….……………… 62.2.- La curiosidad…………………..……….……..………. 82.3.- Lo exótico….………….…………….……...…………. 10
3.- Un poco de historia…….…………….……………………...…. 123.1.- El turismo a nivel mundial….….……………………... 123.2.- El caso de España………….………………………….. 183.3.- El caso de Canarias…….…………………………...… 223.4.- El caso de Lanzarote……….………………………..... 25
4.- Y las mujeres también viajaban….……………..……………… 27
La visión de Lanzarote en los textos de los viajeros………….…….… 301.- La mirada del viajero………………...………………………… 302.- Lo que dijeron…………………………………………………. 33
2.1.- Acerca del clima y de los productos de la isla….…….. 332.2.- Acerca de los antiguos habitantes………………..…… 382.3.- Acerca de los lanzaroteños y sus costumbres….…..….. 402.4.- Acerca del paisaje………………….………….………. 452.5.- Acerca del viaje……………….………………………. 47
Y así nació la imagen de Lanzarote……….…………………………… 511.- La invención de Lanzarote por la literatura de viajes…………. 512.- Lancelot, 28º-7º y la visión de César Manrique……….……… 533.- Cultura e imagen……………….……………………………… 55
Bibliografía…...………………………………………………………… 57Anexos….…………….….……………………………………………… 60
Anexo 1: Leonardo Torriani….…………………………………… 60Anexo 2: George Glas………………..…………………………… 61Anexo 3: René Verneau……......…………………………………. 62Anexo 4: El matrimonio Stone…………………………………… 63
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
Abstract Con el presente trabajo de fin de carrera se pretende analizar una muestra de la
literatura de viajes que se produjo sobre Lanzarote a finales del siglo XVIII y durante el
XIX, fundamentalmente a manos de ingleses. De este modo pretendemos comprobar
cómo los escritos de estos viajeros contribuyeron en gran medida a la implantación del
fenómeno turístico en la isla, de vital importancia en la actualidad. Asimismo, veremos
en qué medida la imagen de Lanzarote debe su nacimiento a las obras de estos autores,
una imagen que se ha mantenido hasta hoy en día, en muchos aspectos interiorizada y
asumida por sus habitantes.
The following final year project analyses a selection of mainly english journals
which describe Lanzarote during the XVIII and XIX century. In this way we try to
validate the texts of this travellers, which contributed to evolve tourism in the island.
Furthermore we will see how the image of Lanzarote has its origin in the texts of this
authors. This created image is still present and in many aspects has been adopted by the
habitants of Lanzarote.
In der vorliegenden Diplomarbeit wird eine Auswahl an sich mit Lanzarote
befassender, vorwiegend englischer Reiseliteratur, die Ende XVIII Anfang XIX
Jahrhundert geschrieben wurde analysiert. Auf diese Weise wird versucht, den grossen
Einfluss den diese Schriftstücke auf die Entwicklung des Tourismus in Lanzarote
hatten, zu überprüfen. Darüberhinaus wird besprochen in welchem Ausmass das Bild
Lanzarotes seinen Ursprung diesen Schriftstellern verdankt. Dieses Bild hat sich bis
heute erhalten und wurde in vielen Aspekten von den Bewohnern der Insel
angenommen.
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
Fundamentación teórica La literatura de viajes maneja una gran cantidad de imágenes que inducen al lector
a viajar, a experimentar lo que las palabras escritas le sugieren. En los años del inicio
del turismo en Canarias (1886-1914) proliferaron una gran variedad de libros,
fundamentalmente a manos de ingleses, que en general podríamos enmarcar dentro del
campo de la literatura de viajes y que creemos propició la promoción de las islas que
tuvo lugar en el Imperio británico, dando así comienzo al proceso que daría paso al
incipiente desarrollo del fenómeno turístico en Canarias.
Asimismo, es curioso comprobar cómo muchos de los adjetivos y fórmulas que los
autores ingleses emplearon para describir y promocionar las islas entre sus compatriotas
-“un clima de invierno en verano”, “jardín de las hespérides”, “islas afortunadas”-, serán
posteriormente adoptados para la promoción turística de Canarias. De hecho, muchas de
estas fórmulas son empleadas aún en la actualidad. De este modo puede decirse que
asistimos en estas obras al nacimiento de la imagen sobre la cual será asentada
posteriormente la campaña de promoción de las islas. Por otro lado, veremos cómo los
locales han interiorizado en muchos aspectos esta imagen generada por la actividad
turística, llegando a asumirla como identitaria.
Los estudios realizados hasta el momento con respecto a este tema son escasos y no
han sido llevados a cabo de forma homogénea para todas las islas. En este sentido,
tenemos más datos acerca de las islas centrales que de las periféricas, hecho que se va
subsanando poco a poco. Es por ello que en este trabajo nos hemos centrado en el caso
de Lanzarote. Con ello hemos querido contribuir a paliar, aunque sea de una forma
modesta, la laguna que existe al respecto.
Asimismo, querríamos apuntar que la producción investigadora dedicada al
conocimiento de la actividad turística en Canarias, continúa siendo escasa. Creemos que
la perspectiva histórica no ha sido aún suficientemente tratada, a pesar de la importancia
que ésta tiene en el estudio del turismo. Éste es un hecho que debería ser tomado en
cuenta, dada la importancia económica y social que el turismo tiene en las islas.
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
Metodología de elaboración Para la realización del presente trabajo nos hemos basado en una labor de
investigación, recopilación y selección de fuentes bibliográficas referidas al tema objeto
de estudio. Tras lo cual, hemos llevado a cabo un análisis crítico de las obras
seleccionadas con el propósito de poder deducir una serie de conclusiones finales al
respecto.
Las obras escogidas han sido: Descripción de las Islas Canarias, de Leonardo
Torriani (1592), Descripción de las islas Canarias, de George Glas (1764), Cinco años
de estancia en las Islas Canarias, de René Verneau (1891), y Tenerife y sus seis
satélites, de Olivia M. Stone (1889).
El análisis de contenido se ha centrado en cinco campos de referencia de las obras
escogidas: 1.- El clima y los productos de la isla, 2.- Los antiguos habitantes, 3.- Los
lanzaroteños y sus costumbres, 4.- El paisaje y 5.- El viaje.
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
Antes de comenzar el viaje
1.- Lo literario y el turismo
Son muchos los estudios, encuestas, artículos y ensayos dedicados a las
motivaciones del turismo o a la rentabilidad económica de determinados servicios
turísticos. Abundan menos los que se preocupan de indagar en profundidad los
mecanismos psicológicos por los que el deseo de viajar es inducido por la lectura de
relatos más o menos literarios capaces de transformar al lector, turista potencial, en
viajero efectivo; de suscitar, por la fuerza persuasiva del que describe, deseos viajeros
que andando el tiempo, quedan consagrados en destinos turísticos nuevos o difunden
otros más clásicos.1
Decía el primer ministro victoriano Benjamín Disraeli: “como todo gran viajero, yo
he visto más de lo que recuerdo y recuerdo más de lo que he visto”. Sus palabras
reflejan muy bien la calidad de testimonio del mundo que proporciona la evocación del
viaje que, cuando se expresa con elocuencia literaria, puede ejercer una influencia muy
directa suscitando vivencias y recuerdos. Si esa producción literaria resulta lo
suficientemente abundante y socialmente implantada, sus efectos son multiplicadores y
contribuyen a crear modas y modos de conducta colectiva.
Es por ello que la literatura turística maneja un caudal de ideas, imágenes y
sugerencias que convierte a los lectores en consumidores de emociones. La obra
literario-turística está presente desde el siglo XVIII hasta la actualidad y abarca una
amplia gama que va desde la producción madura y consciente a la simple tarjeta postal,
pasando por el libro de viajes propiamente dicho y, por supuesto, la “guía” de viajes.
1 José A. López de Letona, Lo literario y el turismo
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
2- La naturaleza del viaje
2.1.- El viajero versus el turista
Con demasiada frecuencia se comete el error de confundir al turista con el viajero.
Sin embargo, son muchas las diferencias que existen entre ellos. Desde principios de los
años sesenta del siglo XX ha habido múltiples intentos de definir al turista, abordándose
dicha definición de muy diversas formas. Quizás, una de las definiciones más conocidas
del turista es la que lo considera como:
“Un visitante temporal que permanece durante, al menos, veinticuatro horas en
el país visitado y cuya estancia puede ser clasificada bajo una de las siguientes
categorías: a) Ocio, recreo, fiesta, salud, estudio, religión, deporte; b) Negocios, familia,
misión, reunión” (Unión Internacional de Organizaciones Oficiales de Viajes)
Otros autores incluyen al viajero dentro de alguno de los roles que diferencian en
torno a la figura del turista. Éste es el caso de Pearce, que sitúa al viajero, junto con el
estudiante en el extranjero y el periodista, dentro del “viaje de alto contacto”.2 Sin
embargo, en nuestra opinión, el viajero no puede equipararse al turista, sino que son dos
figuras diametralmente opuestas.
Esta diferencia está presente desde la concepción de ambos términos. Si echamos
un vistazo a su etimología, veremos como “viajar” implica trasladarse de un lugar a
otro, generalmente distante, por cualquier medio de locomoción, mientras que ”hacer
turismo” conlleva viajar por placer. Existe por tanto una diferencia fundamental en
cuanto a la motivación del viaje. Mientras que el viajero es simplemente alguien que
viaja, el turista es aquel que lo hace por placer. Del viajero no sabemos las motivaciones
que lo impulsan a viajar, los fines que éste persigue con el viaje pueden ser muy
diversos, mientras que los del turista están asociados al ocio.
2 J.E. San Martín García: Psicosociología del ocio y el turismo (1997)
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Por otro lado, no hay que olvidar que el término “turismo” proviene de la palabra
anglosajona tour: journey which goes round various places and returns to its starting
point. Hacer turismo implica por tanto tener establecida de antemano la vuelta al lugar
de origen. Esta limitación del tiempo es la que obliga al turista a elaborar un programa
de viaje que le permita visitar la mayor cantidad de lugares de interés en el tiempo
disponible. Por el contrario, el viajero, con una mayor disponibilidad de tiempo, no
tiene la necesidad de planificar su ruta detalladamente, pudiendo abandonarse a los
caprichos del azar.
Esta estructuración del tiempo es quizás la diferencia fundamental entre el turista y
el viajero. Mientras que el turista viaja siguiendo al pie de la letra el guión planeado, el
viajero, en cambio, es aquel que se mueve según la veleta de la curiosidad. El viajero
goza de una mayor libertad para admirar un paisaje, un olor o para hablar con una
persona sin prisas, sin reloj. En el detallado programa de viaje del turista no hay sitio
para las sorpresas, no hay riesgos que correr, mientras que el viajero tiene siempre algo
de aventurero. Asimismo, el turista sale de su ambiente cotidiano sólo por un tiempo
determinado, hecho que le impide dejar su cultura a un lado; el viajero, en cambio, con
una perspectiva diferente, está mucho más abierto al mundo que visita. En su obra Viaje
a Portugal, José Saramago se refiere a esta diferencia entre el viajero y el turista:
Pero ahora nos acostumbramos a esta idea de que el viaje es sinónimo de
turismo, y no hay nada peor que el turista, con todo el respeto del mundo. Se acabó el
viajero, esa forma de estar, esa forma de moverse, esa forma de mirar del viajero, que
lo hacía para conocer y para comprender. Al turista, con alguna excepción claro, no le
interesa. Lo que le interesa es hacerlo muy rápidamente, ir al mayor número de
restaurantes y museos, y de esto y de aquello y de lo otro; hacer una cantidad de fotos
tremenda. Fotos que le van a servir para finalmente ver lo que no ha visto antes,
porque entre el turista y lo que está retratando hay una cámara y él no mira lo que está
viendo con la cámara, lo registra la cámara. Después en casa, con sus amigos y su
familia, habla de su viaje y no tiene otra forma de hablar de su viaje sin el apoyo de la
imagen, es incapaz de sentarse y decir: “yo he estado visitando el país y he visto esto y
esto y esto”. Para decir que ha visto algo, enseña la foto. Esa es la diferencia entre el
viajero y el turista.
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
En el presente trabajo hemos querido referirnos a los viajeros que visitaron las Islas
Canarias y, concretamente, Lanzarote, con anterioridad a la avalancha de turistas que
llegaría en las últimas décadas del siglo XIX a Canarias y algo más tarde a Lanzarote,
con el único propósito de disfrutar de un clima que gozaba de fama entre los enfermos
pulmonares de algunos hospitales británicos.
Éstos no pueden ser entendidos como turistas al tener sus desplazamientos fines
ajenos al ocio. Su estancia en las islas no pasaba de ser una simple escala que no rendía
lo suficiente como para fomentar la creación de una infraestructura específica. Fueron
éstos curiosos que se interesaron por nuestra cultura, que se molestaron en aprender
nuestro idioma y nuestra historia y que quisieron recorrer de una forma activa nuestra
geografía. Generalmente permanecían meses, e incluso años, en las islas, lo que les
permitía llegar a ser partícipes de nuestro modo de vivir.
Aquellos viajeros dieron lugar a la que ha sido denominada como la Edad de Oro
del Turismo en Canarias, época que no podemos rememorar sin cierta nostalgia. La
misma nostalgia que nos embarga cuando contemplamos al turista actual, ese que ha
suplantado al viajero de antaño. Por ello, hemos querido dejar constancia de la
diferencia entre éstos. El turista no es igual al viajero, sino una perversión de éste.
2.2.- La curiosidadLa peor enfermedad del hombre es la curiosidad
inquieta de lo que no puede conocer.
Blaise Pascal
La curiosidad no es más que el deseo de conocer lo que no se sabe. Y este ansia de
saber impulsa al ser humano a la acción. El ser humano es curioso por naturaleza, lo es
desde que nace. Y, en buena medida, es gracias a esta curiosidad que el hombre ha
evolucionado a lo largo de los tiempos. Pero la curiosidad es un arma de doble filo,
puesto que se trata de una necesidad insaciable. Una vez conquistado el objeto de
nuestra curiosidad, este ansia de saber nos llevará a plantearnos nuevos interrogantes,
nuevas inquietudes, que nos impulsarán a una nueva acción, y así una y otra vez.
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
La curiosidad es también el motor que nos impulsa a viajar, es el deseo de conocer
otras gentes, otros paisajes, otras formas de vida. Siempre habrá un nuevo horizonte por
descubrir. Ya lo decía Séneca: los hombres viajaban lejos, a toda clase de lugares, en
busca de toda suerte de distracciones, sobre todo porque son volubles, porque están
cansados de vivir en la molicie, y porque siempre buscarán algo que siempre habrá de
escapárseles.
Swift refleja en su genial obra Los viajes de Gulliver este dilema: no pasé sino dos
meses con mi mujer y mi familia, el deseo insaciable de ver países extranjeros no me
permitió seguir allí más tiempo. 3 Esto es lo que experimenta Gulliver tras el final de su
visita a Lilliput. Y Gulliver deja a la familia, deja su casa y sale en busca de aventuras,
prendido en el deseo insaciable de conocer nuevos lugares, lugares diferentes.
Todos recuerdan la aventura de Ulises y del cíclope Polifemo. Ulises, al encontrar
en la cueva del gigante numerosos cabritos y corderos, y abundancia de quesos y leche,
podía sin dificultad llevarse de todo aquello lo
que quisiera antes de que volviera el gigante,
aprovisionar de nuevo sus naves y acto
seguido desplegar velas y huir de aquella
tierra peligrosa. Esto es lo que aconsejan sus
compañeros. Pero Ulises quiere saber y quiere
ver, y se queda. Del mismo modo, cuando
cruza el golfo de las Sirenas, tapa con cera
los oídos de sus compañeros encorvados
sobre los remos, pero no sus propios oídos y manda que lo aten al palo mayor de la
nave, con orden de no desatarlo, a pesar de las señales que él les dirija en contra, porque
quiere oír y conocer aquel mortal canto de las sirenas inmortales. Y después, en aquella
isla, entre aquella espesa floresta, las mágicas hierbas, los animales salvajes
aprisionados y mansos; ¿quién canta dentro de la casa aquel canto suave?, ¿una mujer o
una diosa?, ¿qué se esconde en el palacio misterioso? Euríloco advierte a Ulises que
3 Los viajes de Gulliver. Publicada como anónimo en 1726, y posteriormente atribuida a Jonathan Swift,
fue llamada también Viajes a varios lugares remotos del planeta
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Ulises y las sirenas
Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
muchos de sus compañeros desaparecieron allí; sin duda los mataron; y le propone huir.
Pero Ulises se ciñe la espada y va; otra vez quiere ver y saber.
La curiosidad es poderosa, nos mueve a realizar acciones que implican en muchas
ocasiones importantes riesgos, porque la curiosidad se asienta sobre la inestable base de
la incertidumbre. Asimismo, la curiosidad, el ansia de saber, nace de la ignorancia, de la
oscuridad. Es el viaje en busca del conocimiento, de la luz que ilumine nuestras
sombras. Ulises, cuando vuelve a Ítaca, es un hombre totalmente diferente del que había
partido de su hogar a luchar en la guerra hacía muchos años. A su regreso, relata a su
familia y a los habitantes de su isla todo lo que en sus viajes vio y aprendió y lo hace
desde un prisma diferente.
2.3.- Lo exótico
Dos son las acepciones del término “exotismo”: -procedencia de un país lejano y
-rareza, extravagancia. Lo exótico es por tanto lo diferente, siendo imprescindible el
viaje para ir en su busca. Lo exótico tiene pues una enorme importancia en el mundo de
los viajes, máxime si pensamos en las connotaciones que el exotismo tuvo para la
Inglaterra del siglo XVIII, es decir, para los grandes viajeros a los que aludimos en este
trabajo.
En el siglo XVIII los cambios históricos y socioculturales que tuvieron lugar
principalmente en Inglaterra a partir de su política colonial, propiciaron
transformaciones básicas en la significación de lo coleccionable. Se sustituye la clásica
idea de la “pátina” –valor enraizado en el paso del tiempo que refuerza los objetos- por
la de “exótico” –valor enraizado en la procedencia geográfica. Un cambio, en suma, que
prioriza espacio frente a tiempo y desvela, claramente, una mayor movilidad social,
típica en la estructura de la Inglaterra de esos años. Ya no es preciso poseer un probado
linaje para ser dueño de una colección valiosa –la que pasa de padres a hijos-, sólo es
necesario el dinero para adquirir los objetos curiosos. Sólo es preciso viajar.
A partir de entonces, la sociedad inglesa se obsesionó por el ansia de adquirir los
productos de tierras lejanas, que inundaban las casas de los aristócratas, profesionales y
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
comerciantes. Lo esencial no era desplazarse hasta allí, sino traer lo de allí a casa, de la
forma que fuera. El viaje, la visita a las tierras de la curiosidad, era un simple medio
para el fin, un accidente, un trámite inevitable. Esta obsesión por lo exótico también se
vio reflejada en las Exposiciones Universales celebradas en las principales ciudades
europeas o en el mundo del arte, sirva como ejemplo Gauguin y su particular Tahití.
Pero, ¿qué es realmente lo exótico? Lo que para unos puede resultar una rareza,
puede ser para otros de lo más natural. Lo exótico es sólo cuestión de matices, ya que no
depende del qué se muestra sino dónde, por quién y para quién se muestra. Cualquier
objeto, cualquier persona, puede llegar a convertirse en exótica ya que, en el fondo, para
el otro, para el diferente, todos somos exóticos. Lo exótico acaba por convertirse, así, en
lugar privilegiado del malentendido, porque nada es lo que parece sino aquello que el
espacio, la distancia, las costumbres, la descontextualización en suma, resignifica.
Asimismo, el concepto de lo exótico vendrá siempre marcado por la cultura
dominante. Así lo exótico será todo aquello que se salga de la norma, la norma que la
cultura dominante del momento marque. Gulliver, pese a su excepcional tamaño en la
tierra de los gigantes y la de los enanos, él, en tanto colonizador, es, por definición, el
“normal”.
Por otro lado, en la actualidad, la globalización parece haber dado lugar a la pérdida
de lo exótico. Las distancias se acortan, las culturas se homogeneizan y cada vez resulta
más difícil encontrar rarezas auténticas. No obstante las sociedades occidentales siguen
soñando, ahora a través de la multiculturalidad, con un mundo distinto en el que haya
algún lugar donde huir; en el cual lo exótico no esté milagrosamente cerca,
desconcertadamente próximo, construido, en primer lugar, como sueño occidental. En el
que no sea necesario pasar por el dolor de quedarse sin lo exótico.4
3.- Un poco de historia
4 Estrella de Diego, Quedarse sin lo exótico (1999)
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
3.1.- El turismo a nivel mundial
La búsqueda de otros lugares ha sido siempre origen de inquietudes y esperanza
para hombres y mujeres. Los pueblos antiguos, como los sumerios, egipcios, fenicios,
griegos y romanos fueron ya grandes viajeros. Las actividades comerciales que
realizaban en todo el Mediterráneo los convirtieron en destacados mercaderes y
navegantes, lo cual permitió un mayor conocimiento del medio geográfico.
No cabe duda de que los griegos fueron grandes viajeros. Esta fascinación por el
viaje y el anhelo por las tierras lejanas y desconocidas quedan plasmados en una de las
mayores joyas de la literatura griega, La Odisea, a través de las aventuras de su
protagonista: Ulises. No obstante, viajar en aquel entonces no dejaba de ser un asunto
sumamente arriesgado, dado que la probabilidad de caer víctima de un naufragio, de la
piratería o de un atraco era muy alta. De este modo, viajar puramente por placer era muy
poco común, algo para lo cual era necesario un animado espíritu aventurero. Los
griegos viajaban normalmente para tomar parte en los juegos y las competiciones que se
celebraban en otras ciudades, o bien para consultar los oráculos.
La asistencia a los balnearios fue otra razón por la que griegos practicaron el viaje.
El turismo de salud tiene una deuda insalvable con Hipócrates (460-377 a.C.), ya que
fue este célebre médico griego el que indicó por vez primera los beneficios que
proporcionan los ambientes soleados y la vida al aire libre para la mejoría de los
enfermos del pulmón. Así, hace su aparición el viaje en busca de lugares con unas
mejores condiciones físicas, y empieza a creerse que la mejor manera de curar ciertas
enfermedades era una larga estancia en los lugares con climas cálidos y el uso de las
aguas termales. Asistimos por tanto al nacimiento del termalismo y la talasoterapia.
Los romanos apreciaron aún con más intensidad que los griegos las virtudes de los
baños con fines terapéuticos, potenciando los balnearios e inventando las famosas
termas. Los grandes avances en la infraestructura del transporte les permitieron
trasladarse con mayor facilidad a lugares alejados de la ciudad. Además, a los motivos
de salud, se sumó el deseo de huir de la cosmopolita Roma, ésta, con una población que
rondaba el millón y medio de habitantes, contaba ya con los problemas de
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
contaminación, tráfico, y estrés propios de toda gran urbe. Bajo el gobierno de Roma y,
sobre todo, en la época imperial, las rivieras experimentaron un excepcional desarrollo,
convirtiéndose en los centros de veraneo preferidos por los ricos patricios, que se
lanzaron a la construcción de numerosas villas. Cabe destacar al respecto el desarrollo
acaecido en el litoral de Campania, el cual llegó a convertirse en un enorme complejo
vacacional, y que guarda una asombrosa semejanza con el desarrollo de la Riviera
francesa en el siglo XX.
Asimismo, Roma también tenía algo que nos hace recordar el Grand Tour europeo,
típico de los siglos XVI al XVIII, es decir, un recorrido de turismo cultural dedicado
principalmente a visitar lugares de interés histórico y literario. El viaje se consideraba
parte esencial de la educación de todo joven que pudiera permitirse tal lujo. Quienes
pudieran hacerlo enviaban a sus hijos a Atenas o a Rodas, los principales centros
académicos, lo cual ofrecía además la posibilidad de visitar toda Grecia y Asia Menor.
Sin embargo, eran poco comunes los hombres que realizaban largos viajes, sobre todo
por ver mundo y por aprender, aun cuando en efecto existiesen.
La crisis de Roma a partir del siglo III y las sucesivas invasiones germanas y
bárbaras durante los siglos IV y V provocan la desintegración de la sociedad romana y,
con ello, el olvido de la práctica del viaje. No es hasta la Baja Edad Media que el
hombre europeo comienza a retomar la perdida tradición del viaje. El peregrinaje a
lugares denominados santos fue la forma más frecuente de practicarlo. También, las
relaciones con Oriente, el desarrollo del comercio marítimo, y la expansión de la
filosofía árabe y el islamismo propician la formación de ciudades y un espíritu de
libertad comienza a surgir.
Se hace inevitable citar, dentro de este periplo, a Marco Polo (1254-1324), uno de
los grandes viajeros de la historia por antonomasia. Marco polo fue uno de los que se
aventuraron a recorrer la célebre Ruta de la seda, pero él sobresalió entre el resto de este
grupo de viajeros por su determinación, sus escritos y su influencia. Su viaje a través de
Asia duró 24 años, llegó más lejos que cualquiera de sus precursores, cruzó el
continente asiático y volvió para contar el cuento. Su libro Los viajes de Marco Polo,
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
primeramente publicado en francés, es probablemente el libro de viajes más famoso de
la historia. Sus relatos, cargados de exotismo para el lector europeo, impregnaron las
mentes de sus lectores de sueños y fantasías acerca de lugares remotos. En su lecho de
muerte, a la edad de 70 años, afirmó: “no dije ni la mitad de lo que vi, porque nadie me
habría creído”
Los ideales impulsados por el Renacimiento y la Reforma a partir de mediados del
XVI serán el momento del renacer de la práctica turística, de los balnearios. Se
desarrollaron estaciones balnearias en Flandes (Spa), Suiza, el Imperio Germánico
(Baden-Baden), Península Italiana (Región volcánica de Pazzuoli), Francia (Vichy), e
Inglaterra (Bath), fundamentalmente. A ellos solían acudir las élites nacionales durante
los meses de primavera y verano.
Una de las causas que originó el desarrollo del turismo en la época moderna fue el
crecimiento desmesurado de algunos centros urbanos y la consecuente falta de higiene
en ellos. En efecto, el desarrollo urbano produce nuevas patologías, como la
tuberculosis, que invitan al viaje como forma de combatirlas, a los balnearios, al retiro a
la naturaleza, retomando así la antigua tradición romana. De esa manera, se refuerza el
gusto de la aristocracia europea, sobre todo inglesa, por las construcciones de las casas
de campo con fines terapéuticos: las modernas villas romanas, la historia se repite.
La atmósfera intelectual reinante en la época de la Restauración y las estables
condiciones políticas que siguieron a la Paz de Utrecht en 1713 favorecieron el viaje por
el continente y el Grand Tour, practicado con anterioridad, va gradualmente ganando
terreno. Desde la época de los romanos, no se producía el fenómeno del viaje a gran
escala como a partir del Grand Tour.
El Grand Tour
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
Según Turner y Ash 5, “El Grand Tour tiene sus orígenes en la relación existente
entre el nuevo rico y el aristócrata. Su desarrollo se produce tras un cambio acaecido en
el seno de la cultura y del poder político y económico. Los ciudadanos más ricos y más
cultos, en ciertos estados cuya posición de dominio en el mundo es relativamente
reciente, tienden a visitar aquellos países que ya han dejado atrás el período culminante
de su prestigio y su creatividad, pero que siguen venerándose por razones históricas y
culturales. Así, los romanos visitaban Grecia y el Mediterráneo oriental, mientras que
los ingleses, desde el siglo XVIII y en lo sucesivo, han visitado Roma; en el siglo XX,
los norteamericanos recorren Europa entera. El nuevo mundo rinde homenaje al viejo”.
Europa, y fundamentalmente Francia e Italia, se llenaron de jóvenes nobles ingleses
que eran enviados al extranjero con objeto de completar su educación. Para éstos, el
Grand Tour no fue únicamente un viaje para contemplar bellos paisajes o célebres
monumentos sino que, al igual que para los jóvenes romanos que viajaron a Grecia, era
un medio a través del cual poder completar su educación. Asimismo, el hombre que
emprendía el Grand Tour no estaba interesado en relacionarse con personas de una
clase social inferior a la suya sino que, como noble, viajaba en calidad de “miembro de
una élite internacional cuyo propósito era salvaguardar y perpetuar los intereses de la
clase dirigente”.6
En su ensayo Sobre el viaje, Francis Bacon establece una serie de pautas acerca del
mejor modo de llevar a cabo dicho viaje. En él nos habla de la importancia que entraña
el “conocer personas eminentes, de cualquier especie”, de ahí que el viajero llevase las
cartas de presentación necesarias a tal efecto. De este modo, el contacto con las clases
medias o bajas era prácticamente inexistente. Por otro lado, se consideraba necesario
aprender las lenguas de todos aquellos países que fueran a visitarse y, entre sus
recomendaciones, también se encontraba la de viajar en compañía de un “tutor o criado
de cierta edad”. Por si fuera poco, Bacon también proporciona una lista exhaustiva de
5 Turner y Ash, La horda dorada (1991)
6 Knebel, Soziologische Struckturwandlungen im modern Tourismus (1960)
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
todas las “cosas que hay que ver”, entre las cuales se econtraban determinadas cortes de
príncipes, tribunales, iglesias y monasterios, murallas y fortificaciones, puertos,…
El Grand Tour desempeñó un papel muy importante en la revolución del arte, el
pensamiento y las costumbres que se produjo en Inglaterra a lo largo del siglo XVII.
Personajes tan importantes como el filósofo Thomas Hobbes, el poeta John Milton o el
arquitecto Inigo Jones realizaron el Grand Tour, quedando claramente marcados por la
experiencia.
El siglo XVIII se considera convencionalmente la Edad de Oro del Grand Tour, y
muy en concreto a la treintena de años que van de 1763 a 1793. Para entonces, el
creciente poder de Inglaterra inclina a los ingleses de visita en el extranjero a mostrar
una actitud más condescendiente. El inglés ya no se siente obligado a conocer la lengua
del país que visita, ni su arte, sus costumbres sociales o sus leyes, haciéndose presente
el desprecio por la realidad del país que se visita. Dupaty, un comentarista francés de la
época hablaba así de los viajeros ingleses:
Tomad cien de estos turistas y no encontraréis siquiera dos deseosos de
instruirse y aprender. Recorrer leguas y más leguas por tierra o por mar, tomar ponches
y tés en las tabernas, hablar con auténtica perfidia de las demás naciones o jactarse sin
cesar de la suya propia: a eso llama viajar el grueso de los turistas ingleses
Pero tampoco faltaron las críticas de los compatriotas, como las de Lady Wortley
Montagu que calificaba a los jóvenes ingleses como “los peores tarugos del mundo”. Ya
no era extraño encontrar turistas que pasaban a galope, en su coche de caballos, entre
los numerosos monumentos y sitios de interés del lugar, al estilo de las actuales giras
organizadas en autobús. El principio de la instantánea a modo de souvenir también
quedó reflejado a través de los retratos, para lo cual los turistas llegaban a posar durante
una sesión entera con tal de poder conservarlo a modo de recuerdo del viaje. Asimismo,
existió una especie de precursor de la excursión en grupo. Se trataba del vetturino, una
especie de guía que, a cambio de una cantidad pactada de antemano, se encargaba de
facilitar el transporte del viajero y de su equipaje desde un punto hasta otro con una
16
Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
serie de paradas también acordadas de antemano, en las cuales estaban comprendidas
las pensiones, las comidas y demás detalles.
Por otro lado, la nueva riqueza de que gozaba la burguesía en Inglaterra tuvo como
consecuencia que el Grand Tour dejara de ser patrimonio exclusivo de los aristócratas,
multiplicándose así el número de turistas. Y va a ser precisamente en la burguesía donde
impactarán mayormente las nuevas ideas de Rousseau. Éste pone de manifiesto la
influencia corruptora que se desprende de la sociedad: “Los hombres no están hechos
para vivir apiñados en los hormigueros… Cuando más se congregan, más se corrompen
los unos a los otros”. Así, una vez más, vemos cómo la creciente urbanización de la
sociedad europea provoca un proceso que nos llevará, nuevamente, al culto a la
naturaleza. Ahora, se busca “lo pintoresco” y se ponen de moda los escenarios de
montaña o los glaciales. Así, en la década de 1820 aparecen en Suiza los primeros
hoteles para turistas.
Poco a poco el viaje hacia el sur adopta el carácter de una fuga de las opresivas
estructuras sociales en que el turista se ha visto aprisionado. A lo largo del siglo XIX,
las colonias de europeos procedentes del norte fueron creciendo en Florencia, Siena,
Roma, Nápoles y Capri. En ello influyó notablemente la obra de muchos autores en
lengua inglesa, tanto del siglo XIX como del siglo XX, en la que Italia aparece a
menudo como un país más emblemático que real, “un lugar en que el lenguaje, la luz, el
paisaje y el pueblo mismo son únicos, encantadores, bellos”.
Thomas Cook
A Thomas Cook le debemos el nacimiento del turismo de masas
organizado. En 1841, se le ocurrió la idea de contratar un tren para
transportar a un grupo de amigos desde Leicester a Loughborough, y
también en el viaje de vuelta, con objeto de que asistieran a una reunión.
Este hecho supuso el comienzo de una serie de iniciativas que, gracias al
incipiente desarrollo de los medios de transporte (ferrocarril por carretera y barcos de
vapor por mar), pudieron lograr su objetivo: poner al alcance del mayor número de
personas posible la posibilidad de viajar al precio más bajo que se pudiera obtener.
17
Thomas Cook
Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
En 1845, organizó el viaje Liverpool-Caernarvon. Desde 1848 hasta 1863, Cook
organizó personalmente giras con guía por toda Escocia. La inventiva de este hombre
no tenía límites, supo sacar partido a todos los recursos que se ponían a su alcance, tanto
es así que, al año siguiente de la batalla de Waterloo, se realizó la primera travesía en
vapor del Canal de la Mancha y el escenario de la batalla se convirtió en una de las
principales atracciones turísticas.
Gracias a las innovaciones introducidas por Cook, las personas que tenían a su
disposición medios, aún siendo modestos, contaban por vez primera con más
oportunidades de viajar que nunca. La conquista de Europa por parte de Cook comenzó
en serio en 1862. Sus excursiones parisinas son las primeras auténticas excursiones
guiadas en grupo. Poco a poco iban ampliándose los horizontes de Cook.
En la década de 1860, se produjo asimismo la introducción, por parte de Cook, de
los cupones de tren y hotel y, ya en la década de 1890, eran unos 1.200 los hoteles de
todo el mundo que aceptaban en pago sus cupones. En la década de 1880, “Thomas
Cook & Son” era ya toda una institución del Imperio Británico que, aprovechándose de
la tecnología del transporte, llevó a cabo toda una revolución en el turismo a finales de
siglo. “El turismo había dejado de ser coto vedado de los aristócratas y los excéntricos
peripatéticos: se había convertido en una industria”.
3.2.- El caso de España
Desde muy temprano, España venía teniendo un atractivo peculiar para los viajeros
ingleses, pero por quedar muy a trasmano de los itinerarios habituales del Grand Tour,
pocos la visitaban. “Ojalá hubiera usted permanecido más tiempo en España –escribía el
doctor Johnson a Joseph Baretti en 1761-, pues no hay país menos conocido en el resto
de Europa que ése”. Su carácter periférico le dio importancia sólo cuando el viaje por
mar se hizo más seguro (guerras napoleónicas, guerra franco-prusiana, unidad italiana,
etc.).
18
Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
El interior sólo fue descubierto por los viajeros románticos del siglo XIX,
fundamentalmente ingleses, que escribieron sus impresiones sobre el país. Estos
viajeros produjeron una abundante cosecha escrita que propagaría en Inglaterra el rasgo
diferencial de España, propiciando así la llegada de viajeros ilustres atraídos por el
exotismo de una tierra inédita. Todos ellos fueron descubridores aislados e intrépidos
que con sus escritos alentaron el turismo posterior. Cabe destacar, entre otros, a Edward
Clarke, Joseph Baretti, Samuel Jonson, William Dimpleby, Richard Twiss, Alexander
Jardine, Robert Soothey, Joseph Townsend o Henry Swimburne.
Pero, entre todos los viajeros de la época, los más representativos fueron, sin duda,
George Borrow, “Jorgito el inglés”, y Richard Ford. Al primero le debemos las obras
The Zincali, or an account of the Gypsies in Spain y The Bible in Spain, y al segundo el
Hand-book for travellers in Spain (1845), un clásico en el género. En este último se
describían hasta ciento cuarenta itinerarios. Su precio, considerable para la época, era de
treinta chelines. El libro causó sensación. El primer día se vendieron 600 ejemplares, y
1389 en los primeros tres meses. Éste “ofrecía un panorama descriptivo de España que
ningún ser viviente, nacional o extranjero, había podido escribir. Los que conocían el
país a fondo se mostraron tan entusiastas como unánimes en el elogio”7. Tal fue el éxito,
que Ford se vio obligado a escribir dos nuevas ediciones (1847 y 1855).
En palabras de Ian Robertson: “el Hand-book for travellers in Spain no fue una
simple guía, sino un compendio de todo el arte de viajar, escrito por un viajero ideal,
con quien España y cuantos la tienen por “muy querida” estarán siempre en deuda […]
El Hand-book vino a dar a España una nueva dimensión. Sus lectores se sintieron
transportados a un mundo distinto, y en la mente de los compatriotas del autor quedó
definida una imagen de España que ha persistido hasta el presente”.
Poco a poco los españoles comprenden la importancia del turismo en el plano
económico. De este modo, se inicia la organización administrativa del turismo en
España con la creación de una Comisión Nacional (1905-1911) “encargada de fomentar
en España, por cuantos medios estuvieran a su alcance, las excursiones artísticas y de 7 Ian Robertson, Los curiosos impertinentes (1988)
19
Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
recreo del público extranjero”. Destaca la orientación exclusiva hacia un turismo de
élite para la obtención de divisas extranjeras. El valor del turismo como factor de
desarrollo fue fortaleciéndose en los cinco años de función de la Comisión Nacional. La
abnegada labor de los sindicatos de iniciativa, la publicación de guías y folletos y las
reuniones internacionales citadas cristalizó en el despertar de una conciencia turística.
La creación de la Comisaría Regia del Turismo dará un nuevo impulso al turismo
(1911-1928).
En 1928 la Comisaría Regia del Turismo fue sustituida por un nuevo organismo
para la promoción del turismo en España: el Patronato Nacional del Turismo (1928-
1936). Éste estuvo sometido, como el país entero, a graves situaciones políticas (caída
del general Primo de Rivera, advenimiento de la Segunda República Española);
económicas (depresión del 29) y bélicas (guerra civil de 1936-1939) que se
desencadenaron en España. No obstante, es al PNT al que debemos las bases sobre las
que se asentó el desarrollo turístico de España.
La guerra civil española dividiría el país en dos zonas, no habiendo tiempo para
turismo en ninguna de ambas. No obstante, con la organización del nuevo Estado, a
través de la Ley de 30 de enero de 1938, aparecía el denominado Servicio Nacional de
Turismo, más tarde Dirección General de Turismo, que permanecería hasta el año 1951.
El turismo de la segunda mitad de los años cincuenta facilitó la entrada de divisas
que cambiarían el país. Se inicia el despertar de los años cincuenta y con ellos el boom
de los sesenta, todo un cuarto de siglo de alegría empresarial que produce el
denominado “milagro español”. Se rompe el cerco político al régimen franquista, se
firman los Tratados de ayuda norteamericana y el Concordato con la iglesia de Roma.
El régimen se sacude el temor a una intervención y suaviza los obstáculos
administrativos para el cruce de fronteras. En 1952, Europa, que resurge de sus cenizas
con una energía increíble, nos envía el primer millón de visitantes.
20
Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
A partir de los años sesenta, el modelo turístico ya no está protagonizado por un
turismo de élite como el de décadas anteriores, sino por amplias capas de la clase
trabajadora de la Europa Occidental, como consecuencia de la recuperación económica
y la prosperidad de los años cincuenta y sesenta. En esos años, el incremento de las
rentas y la consolidación de la burguesía posibilitaron el acceso a la cultura del ocio y el
pasar unas vacaciones fuera del país de origen. Sus destinos turísticos fueron los lugares
de sol y playa.
Favorecieron a su desarrollo la paz que siguió a la Segunda Guerra Mundial, la
irrupción del consumismo -comienza a despuntar la sociedad del bienestar-, la
revolución en las comunicaciones aéreas, la consolidación de una infraestructura del
sector servicios basado fundamentalmente en la aparición de los tour-operadores y el
desarrollo de las agencias de viajes, y el incremento de la oferta de alojamiento.
Es entonces cuando la burguesía española y un sector del régimen franquista
llegaron al convencimiento de que el modelo de crecimiento económico que se había
puesto en marcha en la década anterior estaba agotado: una balanza de pagos estancada,
fuerte caída de las exportaciones, pérdida de competitividad, aislamiento internacional y
una bajísima productividad. Ante esta situación se hace inevitable un ajuste del sistema
económico y social español. Por ello se inicia la apertura económica al exterior,
conocido como “el desarrollismo”, de manos de un grupo de tecnócratas de la derecha
española: el Opus Dei.
Desde la perspectiva del turismo, esta apertura al exterior trajo consigo la
simplificación de los trámites de visado y aduanas para atraer al turismo porque se
necesitaban divisas. El gran protagonista de la economía en esta época es sin duda el
turismo, entre otras razones por la enorme preocupación del Estado por su desarrollo.
21
Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
3.3.- El caso de Canarias
Desde muy temprano, filósofos y médicos europeos, habían recomendado los baños
de mar. No obstante, éstos fueron considerados como una distracción inmoral, propia
del pueblo inculto, durante los siglos XVI, XVII y primeras décadas del XVIII. A partir
del siglo XVIII, comienzan a aparecer con más insistencia opiniones médicas favorables
hacia los baños de agua fría. Se creía que el agua de mar tenía efectos curativos sobre
múltiples dolencias.
Pero la auténtica personalidad que destaca sobre la utilización de las aguas de mar
es Richard Russell, gracias a éste y a otros médicos de la época, los baños de mar
comienzan a ser considerados como la panacea desde mediados del siglo XVIII. A
partir de este momento, los balnearios del interior, el termalismo y las aguas minerales
comienzan a ser sustituidos por la hidroterapia marina. Es obvio que este cambio en la
tendencia de los viajeros beneficiaría ampliamente a Canarias.
Por otro lado, la Revolución Industrial, iniciada a finales del siglo XVIII en Gran
Bretaña, traerá consigo grandes avances en el terreno de los transportes: por tierra, el
ferrocarril y, por mar, el barco movido a vapor. Este último dependía de la existencia de
una amplia red de estaciones carboneras, una de las cuales se situará en Canarias.
A la par de estos sucesos, se produce una auténtica explosión demográfica en las
principales urbes europeas, hecho que, unido a las condiciones de insalubridad
existentes, da origen a gran cantidad de enfermedades, como la tuberculosis, que se
convierte en una auténtica epidemia desde finales del siglo XVIII y todo el siglo XIX.
Otra patología de la época, la Cachexia Londinensis, en palabras de James Clark:
“enfermedad que padecían aquellos con inflamaciones del pecho, bronquitis, pleuresía,
neumonía, dispepsia y todas las relacionadas con la tuberculosis o tisis” se había
apoderado de casi todos los residentes de Londres. Eran los invalids.
22
Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
Para combatir estas enfermedades se recomendaba
la residencia durante una larga temporada en un lugar de
aire seco, con un clima más templado y cerca del mar.
Así pues, una huida hacia regiones de climas cálidos,
aguas templadas, con naturaleza y aire puro, va ahora a
codificar conductas que forman parte de la búsqueda del
bienestar.8 Canarias, por su situación geográfica, ofrecía
el clima, el mar y la naturaleza para reponer la salud del
turista invalid. Los expedicionarios, viajeros y
residentes extranjeros que frecuentaban las islas,
fundamentalmente en los siglos XVIII y XIX, se
convirtieron en los primeros propagandistas de las
excelencias climáticas y naturales de Canarias.
Precisamente, el mencionado James Clark, junto con otros dos destacados médicos
británicos de la primera mitad del siglo XIX, William Wilde y James Cooper, van a ser
los descubridores de Canarias como lugar de interés médico-turístico para el traslado y
tratamiento de todo tipo de enfermos. Éstos llevaron a cabo diversos escritos en los que
realzaban las características del clima canario. A partir de aquí, son muchos los ensayos
con el mismo fin dirigidos a los afectados por las nuevas enfermedades. Muchos de
estos textos se situaban en la frontera entre la literatura médica y la propaganda
turística.
No fue hasta los años ochenta del siglo XIX cuando una ola migratoria de
británicos adinerados llega en la época de frío invernal para buscar refugio en Canarias.
En 1890, el Diario de Tenerife se hace eco de un trabajo publicado en The British
Medical Journal, a través del cual se daba categoría científica a las observaciones
precedentes. El citado artículo tuvo una repercusión inimaginable, que quedó plasmada
en el espectacular aumento en las reservas de plazas hoteleras. Y si decisivo fue el
8 Nicolás González Lemus y Pedro G. Miranda Bejarano, El turismo en la historia de Canarias. Viajeros y turistas desde la antigüedad hasta nuestros días (2002)
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Bañistas extranjeras en el litoral del Puerto de la Cruz
Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
apoyo de este tipo de trabajos, incalculable fue la difusión de dos guías, la de Stone9 y la
de Brown.10
El turismo terapéutico continuó siendo el más importante hasta la Primera Guerra
Mundial. El clima y la naturaleza de las islas fueron motivos esenciales de la visita en
esta primera época. Pero, poco a poco, el turismo terapéutico fue perdiendo relevancia.
Los adelantos de la medicina y el desarrollo de la farmacopea lo hirieron gravemente. A
pesar de ello, el clima de Canarias seguirá siendo el mayor reclamo turístico en los
países europeos emisores del norte. Una característica del nuevo turismo que comienza
a desarrollarse a partir de los años veinte del siglo XX se caracteriza por la moda del
bronceado.
En las primeras décadas del siglo XX comienza a hacer acto de presencia el turismo
alemán, en contraposición al siglo XIX, que era casi exclusivamente británico. Por otro
lado, los poderes locales de las islas comienzan a preocuparse por el fenómeno turístico.
Fueron varias las instituciones que se formaron para promocionarlo y se hacen
esfuerzos por difundir la imagen turística de las islas por Europa. En 1950, la
prestigiosa Thomas Cook ofertaba por vez primera un paquete turístico de vacaciones a
Tenerife y, en 1966, comenzó a realizar paquetes de vacaciones en avión. Pero todavía
este turismo era de élite.
Sin embargo, a partir de los años sesenta del pasado siglo, el desarrollo del turismo
posee unas características muy diferentes, se trata del turismo de masas. Sus destinos
turísticos eran los de sol y playa. Comienza el proceso de desarrollo inmobiliario-
turístico tal como lo conocemos hoy. Los primeros núcleos de las islas en donde se
produjo fueron aquellos lugares que venían siendo centros turísticos desde finales del
siglo XIX: Las Palmas de Gran Canaria y el Puerto de la Cruz.
9 Olivia Stone , Teneriffe and it´s Six Satellites (1889)
10 Alfred Samler Brown, Madeira and the Canary Islands (1922)
24
Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
Las islas asisten a un proceso de especulación inmobiliario-turístico cuyas
consecuencias han sido un deterioro alarmante del medio, exceso desordenado de
construcciones, escasa calidad alojativa y falta de espacios verdes. Asimismo, puede
afirmarse que la economía canaria en la actualidad depende de la industria turística y las
tendencias impuestas por los grandes tour-operadores. Ancladas en el segmento de sol y
playa y un turismo de baja calidad, el futuro de las islas parece depender de una
acertada diversificación de la oferta y es hacia este objetivo al que se han dirigido las
últimas iniciativas llevadas a cabo por los poderes locales.
3.4.- El caso de Lanzarote
Mientras en Gran Canaria y Tenerife el fenómeno turístico se arraigaba y
propagaba, las otras islas permanecían prácticamente ajenas a todo ello. Lanzarote
despertaba la curiosidad de científicos, volcanólogos, geólogos, naturalistas, y algún
que otro viajero que se permitía una escapada desde las islas centrales en busca de
reposo y tranquilidad.
En 1904, Ricardo Ruiz y Benítez de Lugo dice, en su Estudio sociológico y
económico de las Islas Canarias, que “en el extranjero se conoce a Lanzarote por
eminencias de Inglaterra, Alemania, Francia, Bélgica y otras naciones que van a hacer
estudios; por reyes, como el belga, que visitan las islas; por escritores de muchos
Estados que en conferencias, libros y periódicos las describen; por familias acomodadas
que en gran número se trasladan desde el Reino Unido a pasar allí el invierno; por
aristócratas enfermos o admiradas mujeres, cuya alegre vida requiere un descanso”.
Pero Lanzarote era entonces, catastrófico volcán, maqueta de infierno, escoria
lávica, materia inhóspita y al mismo tiempo ruta lejana de los destinos comunes de los
trasatlánticos. Una tierra para morir en ella o para huir de ella. Lentamente, sin
embargo, algunos viajeros comenzaron a hablar de su plástica, su luz, su tranquilidad,
sus espléndidas playas, su gente hospitalaria… y sus misterios: Montañas del Fuego,
Jameos del Agua, Cueva de los Verdes, Charco de los Clicos… un mundo extraño que
parece haber sido forjado por dioses caprichosos.11
11 Antonio Félix Martín Hormiga: Lanzarote, antes de César (1995)
25
Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
Efectivamente, poco a poco, un débil flujo de viajeros comenzó a visitar la isla,
atraídos por su peculiar belleza y su calma. Se empezó a conocer el turismo en
Lanzarote y, ya en 1936, encontramos a un auténtico precursor del turismo en la isla,
don Casto Martínez González, el cual sacó a la luz una serie de cuadernillos que, bajo el
título de Motivos turísticos de Lanzarote, instigaban a visitar la isla. Pero hablar de
turismo en Lanzarote es hablar de César Manrique y de José Ramírez. Estos dos amigos
compartieron una serie de ideas con respecto a la isla que los había visto nacer y,
aunando el poder político de uno y el talento artístico y reconocimiento social del otro,
se propusieron lograr su objetivo: la Lanzarote que ambos habían soñado.
Los habitantes de Lanzarote, gente del campo y gente del mar, habían ido dando
forma, de manera inconsciente, a una isla de insólita belleza, cuyo paisaje admiraba a
los viajeros que hasta ella se acercaban. Ello, unido a la acción de los volcanes, había
conferido a la isla unos rasgos diferenciadores con respecto a las restantes islas
Canarias, una identidad propia. Manrique supo apreciar esto y se propuso personalizar
ambas fuerzas creadoras.
En la década de los sesenta comenzó la obra espacial de Manrique bajo el impulso
del Cabildo de Lanzarote, siendo presidente José Ramírez. De esta unión nacen los
Centros de Arte, Cultura y Turismo de la isla, el acuerdo popular de respetar una
arquitectura uniforme, inspirada en la arquitectura tradicional lanzaroteña, el
acondicionamiento de las carreteras y el aeropuerto de Guacimeta, la ampliación de la
infraestructura alojativa, la edición de folletos turísticos… El resultado es por todos
conocido, aquellos esfuerzos dieron su fruto y hoy Lanzarote es conocida en todo el
mundo, recibiendo la visita casi dos millones de personas cada año.
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
4.- Y las mujeres también viajaban
Las viajeras nos encontramos en serios aprietos. Si no decimos nada
más de lo que se ha dicho ya, somos aburridas y no hemos observado nada. Si
decimos cosas nuevas, se burlan de nosotras y nos acusan de fabulosas y
románticas.
Lady Mary Montagu, Constantinopla, 1718
La curiosidad o la aventura no han sido ni son patrimonio exclusivo de los
hombres. Sin embargo, cuando se trata de ilustrar el espíritu viajero o aventurero, la
historia retiene los nombres de Marco Polo, Colón, Magallanes, Elcano, Cook. Pero
mujeres intrépidas y aventureras han existido desde los tiempos más remotos, aunque la
inmensa mayoría hayan sido silenciadas y olvidadas por la historia, escrita por los
hombres. En la sombra quedan “la monja Alférez”, May Sheldon, Mary Kingsley,
Alexandra David-Néel, Gertrude Bell, Isabel Eberhardt, lady Mary Wortley Montagu,
Lady Hester Stanhope, Freya Stark y otras muchas mujeres fuera de lo común.
Y eso que el primer libro de viajes español lo escribió una mujer, Egeria,
adelantándose mil años a los relatos de Marco Polo. En el siglo IV, esta abadesa gallega
viajó durante tres años por todos los parajes bíblicos, con la Biblia como guía, visitando
todos los lugares santos de rigor. En las cartas que escribió a sus hermanas de España en
un moderno latín y que forman su libro Itinerario, describe todas sus aventuras por
aquellas tierras.
Viajar para una mujer entre los siglos IV y XIX, era una heroicidad, ya que ni
siquiera las dejaban salir de casa. Hasta el siglo XVI, ser mujer, viajar a la vez y
mantenerse respetable era un privilegio limitado a las reinas y las peregrinas. Dado que
ser reina estaba sólo al alcance de unas pocas, la mayoría de las mujeres con inquietudes
optaba por la vida religiosa. En el convento, podían estudiar, aprender y gozar de una
libertad que era impensable fuera, en un mundo de hombres en el que las mujeres no
tenían acceso a la educación y mucho menos a la libertad de movimiento.
27
Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
Las peregrinaciones suponían para ellas una suerte de liberación; con la excusa de
visitar los Santos Lugares, venerar alguna reliquia o cumplir una promesa, podían
recorrer mundo viviendo nuevas y enriquecedoras experiencias. Esto explica que las
primeras hazañas de viajeras de las que tenemos noticia las hayan protagonizado
religiosas cultas, curiosas y valientes.
En los siglos XVIII y XIX existieron algunas mujeres viajeras y exploradoras que,
vestidas con largas faldas, pesadas enaguas y apretados corsés, no dudaron en
aventurarse por selvas, pantanos, desiertos y regiones que estaban en blanco en los
mapas. Decidieron romper moldes, y lo hicieron sin renunciar a ser unas elegantes
damas del Imperio británico. Claro que su comportamiento resultó escandaloso en su
época y propició todo tipo de burlas y críticas.
Las aventuras de las viajeras fueron el centro de las tertulias de los salones
literarios, único espacio donde las mujeres con inquietudes podían opinar, hablar
libremente de sexo, de política, de cultura y de viajes. Estas reuniones, donde sólo
podían acudir unas privilegiadas, ya se celebraban en Francia hacia el siglo XVI y eran
mal vistas por los hombres de la época y sobre todo por algunos intelectuales misóginos
que maldecían la curiosidad femenina.
En el siglo XIX, cuando surgen las más singulares y atrevidas trotamundos, la
mujer nacía para cuidar del hogar, educar a los hijos y atender al marido. Ese ambiente
asfixiante de la época victoriana, que reprimía el talento de muchas mujeres y las
enfermaba de por vida, propició el milagro. Los viajes eran una válvula de escape para
aquellas mujeres cultas, inquietas y fuera de lo común. No obstante, algunas escritoras
parecen haber viajado más allá de los límites del Imperio, con un único fin: demostrar
que como en Inglaterra no se vivía en ningún sitio. Pasean sus prejuicios por los países
que recorren y nunca se dejan doblegar ante las costumbres locales. Son un pequeño
grupo de viajeras burguesas y sedentarias, en general amas de casa, que nada tienen que
ver con las exploradoras aventureras que viajan por placer.
28
Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
En el siglo XIX un buen número de ladies y
marquesas viaja por España, de paso o como destino
final. Las viajeras que se lanzan a la aventura de
explorar más allá de los límites del Imperio
británico, lo hacen por varias razones. Eran mujeres
curiosas e inquietas que se sentían muy limitadas y
además se las consideraba intelectualmente
inferiores. Sólo viajando podían demostrar su
capacidad artística e incluso escribir un libro sobre
sus aventuras. Las aristócratas tienen además la
necesidad de hacer del ocio una virtud. Ya no tienen
las obligaciones propias de su clase, como antaño,
así que dedican su tiempo a viajar y formarse según
el espíritu ilustrado de la época.12
Los libros de viajes estaban entonces de moda, pero las mujeres escritoras –y más si
eran aristócratas- no se tomaban en serio. Era habitual que adoptaran un seudónimo
masculino. La literatura de viajes se convirtió para aquellas mujeres en una válvula de
escape a sus monótonas y aburridas vidas. Olivia Stone representa un claro ejemplo de
la viajera del siglo XIX. Esta inglesa viajó a través de la geografía canaria dejándonos
su obra Tenerife y sus seis satélites, de un valor incalculable.
Con este punto hemos querido rendir un discreto homenaje a todas estas mujeres,
para que al menos esta vez no quedaran condenadas al olvido. Y aunque el presente
trabajo hace referencia en su título a “los grandes viajeros”, dado el tema que nos ocupa,
bien podríamos hablar también de grandes viajeras.
La visión de Lanzarote en los textos de los viajeros12 Cristina Morató, Viajeras, intrépidas y aventureras (2003)
29
Olivia Stone fue una de las grandes viajeras de su época
Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
1.- La mirada del viajero
La mirada que el hombre ha tenido del resto del mundo no ha sido siempre la
misma. De lo que se deriva que ésta varía a lo largo de la historia y está condicionada
por diversos factores sociales, culturales, políticos, económicos y personales. Todo
dependerá de la perspectiva que tenga el hombre en el momento que observa y cuenta lo
que ve. Así nos encontramos con que, muchas veces, los textos que sobre Canarias
llevaron a cabo los viajeros que nos visitaron, se ven salpicados de apreciaciones
sociológicas herederas de su propia cultura de origen.
La documentación escrita sobre Canarias abarca desde las referencias casi míticas
que de ellas hicieron antiguos poetas e historiadores hasta los pormenorizados diarios de
viaje de los viajeros del siglo XIX, pasando por las crónicas de la conquista y los
informes científicos sobre la fauna, la flora o los accidentes geográficos que dan en el
siglo XVIII los naturalistas de las expediciones científicas que visitan las islas. Todos
ellos constituyen un valioso legado testimonial que no sólo nos sirve para reconstruir e
investigar el pasado de Canarias, sino también para comprender mejor nuestra
identidad. Para la realización del presente trabajo nos hemos centrado en el estudio de
las siguientes obras:
- Descripción de las Islas Canarias, de Leonardo Torriani (1592)
- Descripción de las islas Canarias, de George Glas (1764)
- Cinco años de estancia en las Islas Canarias, de René Verneau (1891)
- Tenerife y sus seis satélites, de Olivia M. Stone (1889)
La obra de Torriani forma parte del comienzo de la historiografía canaria como tal,
ya que con anterioridad al siglo XVI sólo existían las crónicas de la conquista, las
cuales nos presentan a las poblaciones aborígenes desde un punto de vista eurocéntrico
y sus objetivos van desde informar a los monarcas, hasta la magnificación de las gestas
de la conquista, es la visión del vencedor.
Glas forma parte de una larga lista de viajeros que, a lo largo del siglo XVIII,
recalaron en el Archipiélago y plasmaron sus impresiones, producto de sus estancias. Se
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
trata de todos aquellos curiosos que se aproximan a la realidad canaria de su época y
que siempre se guardan de hacer un recorrido histórico, deteniéndose preferentemente
en los antiguos pobladores, los guanches, ya que fundamentalmente en esta segunda
mitad del siglo XVIII, la mayor parte de ellos vienen buscando descubrir los restos de
aquellos, casi siempre vistos como “buenos salvajes”, ya que se interesan por la no
degradación de las razas, de las culturas, de la idiosincrasia espiritual, de los pueblos y
del medio ambiente en general, todo ello dentro del programa de conservación de la
naturaleza.
En general, detectamos una serie de características comunes que se inscriben en la
literatura de viajes de la época, como las narraciones en primera persona, la descripción
pormenorizada del ambiente, la presentación paralela de viajes en el interior de las islas,
la presentación de la narración en forma de diario personal con un diseño y una
exposición cronológica de sus aventuras y la aspiración a verificar lo que se cuenta.
Literariamente, encontramos semejanzas con el romance, como la exposición de
episodios que no se hallan estrechamente relacionados entre sí, un cierto interés por
relatar unas aventuras heroicas y la introducción de la tensión y de conceptos personales
excesivamente idealizados.
Desde el punto de vista historiográfico, es destacable la interpolación de material
antropológico, histórico y cultural, donde exponen los contactos entre culturas
diferentes en unas condiciones específicas, con una preocupación por el estudio de
grupos y etnias, sus creencias, sus instituciones y el funcionamiento de sus sociedades.
También percibimos un creciente interés por el mundo vegetal y animal. Por otro lado,
aunque estos autores no tienen una intención deliberada de engañar
distorsionando la realidad, presentan fragmentos como reales, pero que, en
realidad, responden a hechos imaginarios que ellos mismos suelen creer ciertos y,
de este modo, incluyen mitos y leyendas.13
13 Juan Manuel Santana Pérez, Historiografía canaria sobre el Antiguo Régimen (1999)
31
Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
En el siglo XIX aparecen en Europa las primeras guías turísticas sobre Canarias, las
cuales constituyeron no sólo una fuente informativa sobre el Archipiélago, sino también
todo un reclamo turístico para muchos europeos.
A grandes rasgos, este tipo de literatura ha sido clasificada en dos vertientes: por
una parte estarían los libros de viajes sobre Canarias que se centran en la perspectiva
científica-naturalista como, por ejemplo, la del francés René Verneau. Y, por otra parte,
estarían los libros de viajes sobre las islas que se centran en una mirada más colorista,
literaria o paisajística para retratar la realidad insular, ofreciéndonos un punto de vista
de Canarias y su mejora desde la perspectiva europea, aunque no siempre sea del agrado
insular. Es el caso de los viajeros ingleses como Olivia Stone.
Esta última línea de la literatura de viajes es muy abundante en Canarias a través de
numerosos escritos que se publicaban en la prensa o como relatos en sus libros de viajes
donde describen las islas por motivos literarios, artísticos, científicos, médicos o
simplemente turísticos. Toda esta literatura coincidía con la pasión por viajar y el gusto
por lo exótico, heredero de los nuevos valores románticos, y que provocó, en parte, una
creciente corriente viajera, favorecida por la moderna y revolucionaria navegación a
vapor en la que Canarias estaba embarcada como punto estratégico dentro de las rutas.14
Creemos que las obras escogidas como objeto de estudio para el presente trabajo
representan una buena muestra de la literatura de viajes que sobre Lanzarote ha tenido
lugar, ofreciéndonos diversas perspectivas de la realidad isleña en diferentes momentos
históricos, que abarcan desde el siglo XVI al XIX. Para una mayor información acerca
de los autores de dichas obras, recomendamos la lectura de los anexos.
14 Jose Ramón Betancort Mesa, Viajeros europeos en Lanzarote (2001)
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
2.- Lo que dijeron
2.1.- Acerca del clima y de los productos de la isla
Sin duda, el clima es un elemento fundamental a tener en cuenta en el caso de
Canarias, dado que es uno de los aspectos que más ha sorprendido, y sorprende,
positivamente al viajero que se acerca a nuestras islas, constituyendo uno de sus
principales atractivos. No en vano, Torriani se refiere en su obra a todos aquellos
antiguos poetas, historiadores y geógrafos que, inducidos por la benignidad del cielo,
habían hecho ya mención del archipiélago.
Torriani no duda en identificar estas islas con las antiguamente denominadas
Afortunadas por la grandísima feracidad y abundancia de frutos, por la constancia del
clima, por los vientos suaves y húmedos, y por la fuerza y templanza del aire; aquellas
en las que los antiguos bárbaros creían que se encontraban los verdaderos Campos
Elíseos, y a las cuales se refiere Homero, en su genial obra La Odisea, cuando, en boca
de Proteo, vaticina la muerte de Agamenón: Los inmortales te enviarán a los Campos
Elíseos, al extremo de la tierra, donde se halla el rubio Radamente. Allí se vive
dichosamente; allí jamás hay nieve ni invierno largo, ni lluvia, sino que el océano
manda siempre las brisas del Céfiro, de sonoro soplo, para dar a los hombres más
frescura.
Vemos como ya entonces existía la creencia de que el privilegiado clima canario
permitía que los nativos de estas islas tuvieran una larga vida. Torriani ratifica esta
opinión cuando afirma que en la isla de Lanzarote los hombres viven mucho tiempo, sin
notar enfermedades de cuidado, ni tener necesidad de médico para curarse. Sorprende
observar como, casi dos siglos después, Glas afirma lo mismo, atribuyendo a los vientos
del norte, que continuamente soplan sobre las islas, el hecho de que los habitantes vivan
hasta una edad avanzada.
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
Por el contrario, Verneau no se siente tan cautivado por los beneficios de un clima
que, si bien tiene la ventaja de no tener gastos de calefacción durante el invierno, se
tiene, en cambio, el disgusto de no poder salir a la calle durante ciertos días de verano.
De hecho, sus intentos de desafiar a los rayos del sol le valieron importantes
insolaciones. No obstante, reconoce que, incluso en la época de los calores más fuertes,
se puede encontrar una temperatura relativamente agradable en las zonas medias. Algo
más “sofocada” se muestra la señora Stone cuando exclama: ¡Qué horno tan ardiente y
asfixiante debe ser este lugar en verano, cuando incluso hoy el sol de invierno es tan
caluroso!
Otro de los aspectos de la naturaleza de Lanzarote que sorprende al viajero es la
escasez de agua. Ya Plinio, como bien señala Torriani, conocía que en Lanzarote no hay
más agua que la que llueve, y que ésta es muy poca. Torriani nos habla de cómo los
lanzaroteños suplían esta escasez de manantiales con el agua de lluvia que, recogida en
las maretas, era de una calidad excelente. Además, se refiere a la existencia de pozos de
agua salubre y de mal sabor en Famara, el Rubicón y en Haría, la cual, en tiempos de
escasez, daban al ganado. Por el contrario, Glas afirma que el agua del pozo de Famara
tenía propiedades medicinales, considerándose excelente contra el prurito, y que era,
asimismo, buena para beber, tanto para los hombres como para su ganado.
Verneau no duda en afirmar que si lloviera lo suficiente, Canarias sería rica. Se
refiere a Lanzarote y Fuerteventura como las islas más afectadas por esta situación,
destacando el período comprendido entre los años 1871 y 1879, durante los cuales no
cayó en ellas ningún chaparrón. Además, nos hace partícipes de una realidad social
marcada por esta escasez de agua, cuando nos relata cómo los lanzaroteños, agotada la
provisión del preciado líquido, se veían obligados a emigrar a las islas centrales o a
América, llevándose los animales, que morían de sed: he visto llegar a Tenerife a esos
desgraciados, muriendo casi de inanición, llevando consigo a los animales que habían
sobrevivido. Fue un espectáculo que difícilmente olvidaré.
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
Curioso, cuando menos, debió resultarle al francés el hecho de que, encontrándose
de visita en una casa de gente acomodada en Yaiza, un grifo fuera abierto en su honor
como si de una de las maravillas del mundo se tratase: a la orden de “abran”, vi brotar,
a mi lado, un pequeño surtidor de agua. La dama estaba radiante y, sin duda, juzgando
que bajo los efectos de la sorpresa que me había dado no podría rehusar testimoniarle
mi reconocimiento, se apresuró a presentarme un bonito y pequeño álbum, rogándome
que dejara un autógrafo en recuerdo de mi visita.
También se refiere Stone al problema del agua en Lanzarote, señalando el año
1877-8 como el más desastroso al respecto y concretando en 8.000 el número de
personas que se vieron obligadas a emigrar por esta causa. Al igual que Verneau, estaba
convencida de que los lanzaroteños podrían ser ricos sin demasiados problemas si
tuvieran agua, señalando la escasez de ésta como el mayor inconveniente para el
progreso de la isla. Asimismo, nos relata como en esos años se formó una compañía con
el propósito de perforar pozos en la isla en busca de agua, y como ésta acabo
arruinándose tras muchos intentos en vano. Para Stone, el único plan posible era la
construcción de una enorme red de estanques, pero la pobreza y la escasez de
habitantes impide que se progrese demasiado.
En cuanto a los productos propios de la isla, Torriani destaca la gran fertilidad de
las cenizas volcánicas, excelentes para el cultivo de cereales, fundamentalmente trigo y
cebada, que eran vendidos a las demás islas, la España peninsular y Madeira. Asimismo,
Lanzarote poseía abundancia de cabras, ovejas, cerdos, bueyes y camellos, e infinitas
gallinas, conejos y pardelas. Las cabras y las ovejas, en ocasiones, eran dejadas en La
Graciosa durante un tiempo, con el objetivo de que se multiplicaran, tras lo cual eran
recogidas y vendidas en Tenerife o en Gran Canaria. La pardela, además de servir de
alimento, era fuente de una gran cantidad de grasa, que se empleaba para diversos
trabajos. Los lanzaroteños eran todos unos expertos en la caza de este animal, con la que
hacían muy buen negocio. Asimismo, destaca Torriani la existencia en la isla de buenas
razas de caballos berberiscos, así como muchísimos asnos, a muy buen precio.
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
También Glas se refiere al cultivo de cereales y a su exportación, afirmando que de
ésta dependía el sustento de otras islas, como era el caso de Tenerife o La Palma.
Asimismo, destaca la abundancia de la orchilla, ingrediente usado para teñir, bien
conocido por nuestros tintoreros en Londres, así como, la entonces reciente, producción
de vino, la cual se había visto beneficiada por la mejora del suelo al respecto,
consecuencia de las erupciones de 1730-36.
Las mujeres se dedicaban al cultivo de cereales
No obstante, el vino lanzaroteño no era del gusto del escocés, que lo define como
flojo, pobre y tan acre que un extranjero no puede, al paladar, distinguirlo del vinagre.
A pesar de ello, le confiere el mérito de ser muy sano. Mejor opinión que el vino le
merece la gran variedad de peces de las costas lanzaroteñas, entre los que destaca el
cherne, de mejor gusto que el bacalao de Terranova o del Mar del Norte, y el mero, de
un gusto aún mejor que el anterior. También destaca la abundancia de mariscos en las
rocas costeras, en particular las lapas, que los nativos comen.
El francés, al contrario que Glas, sabe apreciar las virtudes del vino lanzaroteño,
especialmente del blanco, el cual le resulta muy agradable al gusto y que tiene además
la ventaja de venderse muy barato. Le llama la atención el cultivo de la vid en el
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
interior de los cráteres del norte de la isla y el paisaje agrícola de La Geria. Asimismo,
destaca la abundancia de peces en las costas isleñas. Se refiere también a las aulagas,
planta utilizada como combustible y para calentar los hornos de cal, así como al cultivo
de la cochinilla en Guatiza.
Le sorprenden a Stone los campos cubiertos de
arena negra, con el objeto de retener mejor así la
humedad, y los cultivos en terraza. Vemos como ya
entonces la acción modeladora del campesino
lanzaroteño, consecuencia de una ardua lucha con una
naturaleza árida, constituye un importante atractivo
para el visitante. Se refiere también la inglesa a la
abundancia de palmeras e higueras en el valle de
Haría, y al cultivo de la orchilla, principal fuente de
ingresos de muchos de los habitantes. La cochinilla es
entonces el cultivo principal, a pesar de que se ha
visto seriamente afectada por los sustitutos químicos
en la década de los ochenta del XIX. El cultivo de la
barrilla, fuente de carbonato sódico y un más que
rentable negocio para los isleños, sufrió el mismo
golpe. A través del relato de Stone, sabemos de los infructuosos intentos de cultivo de
tabaco, como respuesta a esta crisis económica. Vemos también cómo en este tiempo ya
hay quien se percata del prometedor negocio que representa la pesca en la isla. Un cierto
señor B, de nacionalidad americana, pretende en estos años establecer una factoría de
atún en la isla. Sin embargo, parece que las dificultades que se plantean a los
extranjeros para lograr una concesión son inmensas.
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Los cultivos de La Geria cautivaban ya a los visitantes
Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
El mar siempre fue generoso con los lanzaroteños
2.2.- Acerca de los antiguos habitantes
El interés por los antiguos habitantes de las islas es una constante en los textos de
estos viajeros, especialmente en el siglo XIX, cuando los europeos, imbuidos en las
ideas de Rousseau, se interesan por la no degradación de la naturaleza y de las razas. Tal
afición va a impulsar a estos visitantes a la búsqueda de restos arqueológicos en
nuestras islas.
Torriani dedica cuatro capítulos de su escrito a los aborígenes canarios y la
conquista de las islas por parte de los españoles. En cuanto al origen de los antiguos
habitantes de las islas, se refiere a las múltiples versiones existentes hasta entonces, las
cuales incluyen a Gomero y sus descendientes, el rey Juba y los numidas, los africanos,
los cartagineses o los árabes. Con respecto a la descripción de los usos y costumbres de
los aborígenes, incurre el autor en numerosos errores, como es el hecho de que indique
la existencia de dos reinos distintos en Lanzarote. No obstante, se muestra bien
informado en cuanto a sus hábitos alimenticios, vestimenta, tipos de vivienda y
prácticas religiosas.
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
Glas describe a los mahos como seres con un carácter muy humanitario, amistoso y
alegre, y que les gustaba mucho cantar y bailar. Eran muy ágiles y se deleitaban
enormemente dando brincos y saltos, lo que constituía una de sus diversiones
principales. A Verneau el interés por los aborígenes le lleva a recorrer la geografía
lanzaroteña en busca de restos de su cultura, así visita el antiguo poblado situado a
medio camino entre Guatiza y Tahiche, las casas hondas, hornos de cerámica y aljibes
en La Jenia o los restos sepulcrales de Femés. Asimismo, el francés no tiene ningún
reparo en llevarse algún que otro interesante “souvenir”, como es el caso de fragmentos
de vasijas o algún que otro cráneo. Tal era su afán por el hallazgo de estos restos
arqueológicos que no faltaron los avistados lanzaroteños que trataron de engañarle al
respecto, intentando “venderle gato por liebre”.
Y si interesados se
encontraban estos autores por
el pasado aborigen de las
islas, aún más apasionada con
el tema se muestra la señora
Stone, la cual incluye en su
libro una amplia, y muy
precisa, descripción de la
conquista de Lanzarote a
manos de Jean de
Bethencourt y Gadifer de la
Salle, así como de la
naturaleza de los mahos, a los
cuales describe como una magnífica raza. Como muchos de sus contemporáneos, la
señora Stone incurre en el mito del “buen salvaje” y, desde esta perspectiva, hará
hincapié en las traiciones de los españoles, hecho que, al referirse a las invasiones por
parte de los moros, la lleva a afirmar: de la misma manera que los españoles no
cumplieron las promesas que les hicieron a los guanches una y otra vez, tampoco lo
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El trabajo de Verneau contribuyó enormemente a la clasificación de los restos óseos del Museo Canario de Las Palmas
Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
hicieron los moros con los descendientes de aquellos primeros invasores. ¿Quién
podría afirmar que no se lo merecían?
Tanta es la preocupación por parte del matrimonio Stone con respecto a la
conservación de los restos aborígenes, que el señor Stone dirigirá una carta al editor del
diario The Times, con el propósito de dar la voz de alarma al respecto. Dicha carta se
publicaría en el mencionado diario el 4 de enero de 1884 y en ella se llamaría la
atención sobre la expoliación y el abandono que muchos de estos restos arqueológicos
estaban sufriendo, en particular los cementerios de Agaete y La Isleta, en la isla de Gran
Canaria: sólo harán falta unos pocos años más para que resulten destruidos los
restantes montículos, diseminados los huesos, y para que desaparezca de la faz de la
tierra este vestigio de la existencia de una antigua raza. […] ¿Por qué no puede el
Gobierno Español prohibir terminantemente esta malintencionada destrucción de unos
monumentos que no pertenecen realmente a ninguna raza o nación exclusivamente?
Asimismo, y aunque no fuera el motivo de la carta, las palabras de Harris Stone son
un auténtico reclamo para el turismo en las islas cuando afirma: durante estos últimos
meses he estado viajando a través de estas islas y me he maravillado ante su magnífico
paisaje, que ha hecho que casi todos los días fuesen una sorpresa y una satisfacción.
Disfrutan de un clima más saludable, más seco y más tonificante que Madeira, y sólo
necesitan ser más conocidas para que los ingleses las frecuenten asiduamente. Y
vaticinaba el señor Stone: en un futuro cercano es muy probable, por varias razones,
que este encantador archipiélago sea tan frecuentado como ahora está increíblemente
olvidado. No se equivocaba.
2.3.- Acerca de los lanzaroteños y sus costumbres
Afirma Torriani que en toda esta isla no hay más de mil almas, de las cuales 250
hombres de armas, con unos 40 de a caballo. La causa de que haya tan poca gente es
que gran parte de ella se la llevaron cautiva los turcos y los moros, por tres veces en
espacio de 16 años. Asegura que al menos las tres cuartas partes de la población son de
ascendencia moruna, producto del gran número de esclavos moros que había traído a la
isla el marqués Diego de Herrera.
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
Describe a los lanzaroteños como gente muy delgada, de barba larga y cabeza
afeitada, la tez aceitunada y muy buena y limpia dentición. Su alimentación parece
basarse en carnes asadas y el consabido gofio. No obstante, son personas capaces de
soportar grandísimos trabajos y cansancio. En cuanto al carácter de los isleños,
Torriani dice de ellos que son muy afectuosos y cuidan muy bien a los que alojan.
No tan halagador se muestra Glas con los nativos de Lanzarote a los que describe
de la siguiente forma: son, en general, de gran estatura, robustos, fuertes y muy
morenos. Por los habitantes del resto de las Islas Canarias son considerados rudos y
toscos en sus maneras: creo que esto es cierto; pues por lo que he tenido oportunidad
de observar en ellos, parecen avaros, rústicos e ignorantes, especialmente los de
Lanzarote. Nunca hablan, ni entienden otro idioma que el castellano, el cual lo
pronuncian de manera bárbara. Se visten de mala forma, y según la moda moderna
española. Con respecto a su dieta, nos habla del gofio, que se come en forma de masa, y
añade: esta sencilla dieta no exige ni cucharas, ni cuchillos, ni tenedores.
Como puede verse los argumentos de Glas no tienen desperdicio, es éste un buen
ejemplo de crítica subjetiva y totalmente fuera de contexto, cuando se olvida el autor de
comentar cuál era la situación real de la sociedad canaria de la época, atribuyendo la
ignorancia y desconfianza de los lanzaroteños, su desconocimiento de otros idiomas e
inapropiado atuendo, y su falta de cubiertos en la mesa, a una cuestión casi genética y
no de carácter institucional, donde el caciquismo, en su más desgarradora versión,
estaba presente.
Verneau aprecia en la población canaria un gran nivel de mestizaje, aunque a pesar
de todo, los habitantes actuales se consideran hidalgos puros. ¿No son católicos
fervientes? ¿No hablan todos español? Sin embargo, usted dejaría completamente
incrédulos a toda esta gente de talla alta, cráneo largo, semblante ancho y bajo, con
los ojos azules, completamente rasgados de través pero poco abiertos, con los pómulos
apartados, una nariz y una boca mal diseñadas, si les dijera que tiene sangre guanche
en sus venas.
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
Describe la vestimenta como muy somera, lo cual no deja de resultar lógico si
pensamos en el clima característico de la isla, basándose, en el caso de los hombres, en
una camisa, unos calzones, la faja, un chaleco sin mangas, zapatos de piel de cabra,
denominados mahos, y un sombrero de fieltro. El vestido antiguo de las mujeres se
diferenciaba poco del de la época. Las mangas de la camisa sólo llegaban hasta el codo
y, en lugar de la blusa que llevaban ahora, usaban un corsé muy abierto por delante.
Parece apenar al francés el que se estuviera perdiendo la vestimenta antigua, haciendo
alusión a que la gente joven quiere vestir a la europea, como los habitantes de Arrecife.
Además, ahora los vestidos se hacen con telas importadas de Europa, a excepción de los
sombreros y el calzado que continúan fabricándose en las islas. Y es que parece ser que
los botines europeos constituían para los nativos un verdadero instrumento de suplicio.
Stone también observa que los nativos prefieren calzar sandalias de cuero, con
sencillas tiras cruzadas sobre el pie, pero su ojo femenino detecta una mayor variedad
de vestidos. Así, los hay que visten camisola corta de hilo blanco y polainas, otros lucen
abrigo negro y camisa blanca y otros telas escocesas de color rojo intenso. Le llaman la
atención los enormes sombreros de paja de ala ancha con los que la gente se protege
del sol. Con respecto a su físico, para ella todos tienen el mismo tipo de rostro redondo
y con pelo corto y, en general, bastante corriente, con esas narices de las que suele
decirse que no tienen forma definida, ni siquiera respingonas, y cejas pobladas. Sus
cuerpos son más bien pequeños, pero robustos y macizos. Asimismo, las mujeres no son
bonitas y los hombres tienen el cuello demasiado corto para su gusto.
Con respecto a los hábitos sociales de los lanzaroteños, Glas diferencia dos clases
sociales: la gente rica y los campesinos, cuya diferencia le parece consistir
exclusivamente en no trabajar o en cabalgar una corta distancia montado en burro,
atendido por un sirviente harapiento, en vez de ir a pie. Y tan en serio lo llevan a cabo
que relata el autor cómo en una ocasión un caballero isleño, al llegar a un lugar de
difícil acceso de no ser a pie, no quiso desmontar de su burro aún a riesgo de que
peligrara su integridad física: tan temerosas son aquellas gentes de rebajarse al usar
sus piernas.
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
Además, le llama la atención que esta gente rica no tenga, en su opinión, la menor
curiosidad por viajar y ver mundo, siendo muy contraria a dejar su país. Asimismo, le
sorprende el desconocimiento de muchos aspectos del exterior, como constata el hecho
de que le pregunten si Inglaterra y Francia están en la misma isla, o si están en islas
diferentes; me hicieron un montón de curiosas preguntas sobre Inglaterra y España,
estando tan poco enterados acerca de la última como de la primera.
Una vez más, Glas parece obviar la situación de aislamiento que sufría la isla por
parte del Gobierno español a la hora de regalarnos una de sus mordaces críticas.
Aislamiento que, por otra parte, sufría también por parte de las islas centrales, hecho
que se trasluce del comentario de la señora Stone, refiriéndose a los nativos de Gran
Canaria: desprecian todo lo relacionado con estas islas orientales, considerándolas
pobres y sin esperanza y casi excluidas del alcance de la civilización. ¿Puede surgir
algo bueno de Lanzarote? No piensa así ella cuando afirma: y, sin embargo, me
atrevería a decir que las Purpurias (Lanzarote y Fuerteventura) son una parte muy
integral de la provincia.
Y es que Glas no parece haber sido de los viajeros que mejor se adaptaron a las
costumbres isleñas, hecho que le valió los reproches de su guía cuando se negó a
contestar a las personas que le saludaban con un “Ave María” con el acostumbrado:
“Sin pecado concebida”. En su intento de evitar una discusión por tal motivo argumentó
que sería ridículo seguir una costumbre española solamente, al no poder seguirlas
todas. Seguramente, esta costumbre le parecería al escocés una prueba más del
fanatismo religioso que imperaba entonces en Canarias, hecho que se refleja en el
episodio que tiene lugar en la residencia del Gobernador en La Oliva, Fuerteventura,
cuando, al averiguar que no era católico, le espetaron: ¿es posible, Señor, que una
persona de su discreción y buen entendimiento pueda tener alguna justa razón para no
pertenecer a nuestra muy santa religión?
Y, como estas, muchas más historias que el autor justifica advirtiendo: estas
historias pueden parecer muy fútiles y que no vienen al caso para el lector; pero las
refiero para dar alguna idea de la manera de ser de estas gentes. Cuando preguntamos
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
el precio de cualquier cosa, por ejemplo, ovejas, aves, o cerdos, su respuesta más
corriente suele ser la que sigue: “Para la gente del país, las vendemos a tal precio;
pero para los extranjeros no podemos venderlas por debajo de tal otro.” Esto basta
para mostrar su poco hospitalaria y brutal disposición.
Tal es el juicio que le merecen a Glas los lanzaroteños. Parece como si de otras
personas se trataran aquellas que inspiran a Stone las palabras aunque la naturaleza
tiene un aspecto poco hospitalario, sus hijos compensan su falta de generosidad. Las
gentes de Lanzarote son muy atentas y corteses y, tanto los ricos como los pobres, sólo
tienen pensamientos hospitalarios, o aquellas otras: ¡qué desgraciada, despoblada e
indigente es Lanzarote pero, también, qué amable! No existe ninguna entre todas las
siete islas por la que sienta más cariño.
Algo similar le ocurre a Verneau, a quien la cortesía lanzaroteña parece incluso
sobrepasar cuando afirma: en todo momento fui recibido con esa amabilidad que
caracteriza a los insulares. “Mi casa está a su disposicón”, dice uno; “Todo lo que
está aquí le pertenece”, dice otro; “Sólo tiene que decírmelo”, dice un tercero, etc. Por
todas partes la cortesía española llevada al máximo. Una señora entra; usted
preguntará si es la dueña de la casa y recibirá respuestas que le dejarán estupefacto:
“Sí, señor, está a sus órdenes”, o “Está a su servicio”, y otras por el estilo. Ante tal
abismo de diferencia entre las palabras de Glas y las de los otros autores, dejamos que el
lector haga su propio juicio de valor.
El mismo fervor religioso que observara Glas lo constata Verneau en las mujeres y
niños que se acercan al cura en la calle para pedirle su bendición, y es que el prestigio
de la sotana es muy grande en estas islas. También están presentes las supersticiones,
puesto que los canarios creían en los brujos, en las apariciones y en las hadas, todas
ellas encarnaciones del diablo que muchos afirmaban haber visto. Para ahuyentarlas
bastaba con trazar en el aire una cruz con un cuchillo que se clavaba después en tierra.
Pero ni religión ni superstición vencen el ánimo parrandero del lanzaroteño, como
bien pudo comprobar el francés. Y es que era costumbre de los canarios que la noche de
los sábados, armados con guitarras, recorrieran las calles, parando delante de la casa de
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
la chica que cortejaran y dándole una serenata. Verneau tuvo la “suerte” de contemplar
una muy de cerca y, aunque en un principio disfrutó mucho del espectáculo,
reconociendo el virtuosismo de los lanzaroteños frente a los de otras islas, pasadas las
horas, de muy buena gana hubiera ahuyentado al enamorado, que no lo dejó dormir en
toda la noche, de no ser porque fue incapaz de abrir su ventana.
Y qué decir del carnaval, la gran fiesta de Lanzarote, durante los tres días que
duraba la celebración resultaba imposible encontrar un hombre disponible para el
trabajo. Verneau lo describe con todo lujo de detalles: durante el carnaval, las calles de
Arrecife presentan una animación que no hubiese sospechado viendo el silencio de
muerte que allí reinaba unas semanas antes. Durante todo el día circulan grupos de
mujeres y hombres disfrazados. El vestuario que se usa en estas mascaradas es el de
los campesinos, que ya solamente llevan unos pocos viejos. Una careta de cartón
completa el atavío. Los que no pueden permitirse el lujo de este disfraz se limitan,
como lo hizo mi criado, a ponerse un pañuelo sobre el hombro o a llevar el cinturón al
pecho. A la cabeza de cada grupo va gente de ambos sexos tocando la guitarra y
cantando. El resto lo acompaña también cantando y provistos de unas vejigas de
pescado enormes con las que golpean a todos aquellos que encuentran. A cada
momento entran en las casas y se ponen a bailar hasta que se les haya servido un vaso
de vino o de aguardiente. Desgraciado de aquel que rehúse aceptar esta costumbre.
Enseguida asaltarían su casa. […] No es solamente el pueblo quien se divierte así. La
gente de más alta situación no se avergüenza de entregarse a verdaderas orgías.
2.4.- Acerca del paisaje
El paisaje es quizás el elemento más significativo del atractivo lanzaroteño, el que
le confiere una identidad propia. Desde los primeros relatos de estos intrépidos viajeros
que se acercaron a “la isla olvidada”, las descripciones de su particular paisaje han
estado presentes siendo, en muchas ocasiones, realmente sugerentes y atractivas por sí
mismas.
Ya lo dice la señora Stone, el paisaje de Lanzarote es novedoso y totalmente
diferente al de cualquiera de las otras islas. Un paisaje que le lleva a reconocer en estas
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
islas a aquellas las afortunadas cuando contempla la costa sur de Lanzarote: el paisaje
posee una belleza exquisita. Hay acantilados basálticos a ambos lados, y una playa
plateada, frente a un risco de arena, que forma el tercero. El mar es de un azul intenso
y sobre sus aguas rizadas, dentro de la bahía, flotan aves marinas de blanco plumaje y
un bote. El cielo sobre nuestras cabezas es azul; el sol brilla. En verdad hemos llegado
a las Islas Afortunadas. Sin duda, descripciones como éstas constituirían un auténtico
reclamo turístico para los lectores de la época.
Tan cautivada se muestra la inglesa por la belleza del paisaje lanzaroteño que, al
contemplar el acantilado desde el risco de Famara, da rienda suelta a la poesía.
Contemplando el atardecer desde una gran altura,
que domina unas olas tan azules, un cielo tan sereno,
que el que allí ha estado en dicha hora
se demorará pensativo en aquel lugar sagrado,
para después arrancarse lentamente de la encantadora
escena,
deseando con un suspiro que aquel hubiera sido su
destino,
para luego volverse y odiar un mundo que casi había
olvidado.
Olivia Stone
Verneau coincide con Stone en sus impresiones sobre este aspecto. A ambos les
llama poderosamente la atención el árido paisaje lanzaroteño, sus inmensas llanuras
salpicadas de volcanes y molinos de viento, sus campos despoblados de árboles, su
mutismo. Y es que en Lanzarote reina entonces la soledad, el silencio: todo se esconde
en Lanzarote. Los habitantes en sus casas, los coches en sus cocheras y los árboles en
grandes agujeros. Los viajeros se mueven silenciosamente a través de este majestuoso
paisaje, el camello es siempre silencioso y los hombres, que calzan su característico
calzado de cuero, también caminan silenciosamente. Nada osa romper el encantamiento.
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En esta imagen del siglo XIX se ve la isla de La Graciosa desde el mirador de El Risco
Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
Por otro lado, el paisaje de Lanzarote no está exento de exotismo para los foráneos.
Como bien pudo comprobar Stone, Lanzarote era una isla llena de curiosidades donde
de un momento a otro iban a encontrarse con algún elemento peculiar. Yaiza y su
paisaje volcánico –tremendo, infernal y sugerente- provocan en la señora Stone
dramáticos pensamientos: el silencio es agobiante y terrible. Nada se mueve; no hay ni
siquiera una ramita que nos indique de dónde sopla el viento; sólo aridez y desolación.
Dos cuervos negros aparecen repentinamente y, cuando nos sobrevuelan, puedo oír el
suave roce de sus alas por encima de nuestras cabezas. Parecen aves de rapiña
aguardando a que la muerte les llegue a estos intrusos imprudentes que han penetrado
en estos terribles páramos.
Todo parece estar impregnado de este exotismo, incluso la ciudad de Arrecife con
su aire oriental, las casas bajas, con azoteas, las calles desiguales y estrechas, los
dromedarios, el silencio que reina, todo recuerda a las ciudades del litoral de
Marruecos. Una ciudad en la que, en opinión de la señora Stone, uno puede pasar toda
la vida, dejando que el tiempo corra y que los años se sucedan uno al otro, hasta que
uno se levante para darse cuenta que la juventud ya se ha ido, que el cabello se ha
vuelto cano y que, sin embargo, nada ha sucedido en el tiempo.
2.5.- Acerca del viaje
No puede negársele a estos intrépidos aventureros el mérito de haber viajado por
Lanzarote cuando apenas existía en la isla lo que hoy conocemos como infraestructura
turística. En tiempos de Glas, el único medio de transporte disponible era el burro, y el
alojamiento debía ser en las casas de los nativos, aconsejando el autor alojarse en casa
de un cura, porque el clero allí está en mejores condiciones para proporcionar
alojamiento, provisiones y conversación que los campesinos o la gente acomodada.
El trato casi exclusivo con las clases sociales privilegiadas era muy común en la
época, y estos viajeros no emprendían viaje alguno sin haberse provisto con anterioridad
de las oportunas cartas de recomendación. Así pues, Glas, nada más pisar Lanzarote, se
dirige al Gobernador para comunicarle su llegada a la isla. Para Verneau, el cura y el
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
alcalde eran los dos personajes de todos los pueblos canarios, de modo que siempre se
cuidaba de proveerse de cartas de recomendación para cada uno, esperando ser recibido
bien en una casa o en otra. El matrimonio Stone tuvo el privilegio de ser atendido por el
entonces vicecónsul inglés: el Sr. Topham.
Lejos de las rutas tradicionales, Lanzarote no se presentaba como un destino de
fácil acceso. Verneau se quejaba de que hasta 1888, para ir de una isla a otra, había
que embarcarse en unas malas goletas, que hacían de estos viajes penosas y largas
travesías en tiempos de calma. No obstante, en estos años existía ya un servicio de
correos interinsulares bien organizado que utilizaba buques a vapor. Era posible viajar
desde Las Palmas a Arrecife en el vapor Verité por un precio de 60 pesetas.
Poner el pie en el
puerto de Arrecife
implicaba el pago de una
peseta en concepto de
tasa. Entonces, la ciudad
más importante de
Lanzarote tenía cerca de
3.000 habitantes, algunas
calles estrechas, otra
larga, mal pavimentada,
en la que se encuentran
los principales
comercios, una iglesia y dos casinos, de los que uno es demasiado bueno para esta isla,
y esto es todo.
Una fila de camellos, tumbados a lo largo del camino que discurre a través del
Puente de las Bolas, esperan pacientes al viajero con ganas de hacer una excursión por
los alrededores. Aunque, a juzgar por los comentarios de Verneau, los obligatorios
senderos, denominados caminos reales, dejaban bastante que desear: yendo por ellos se
corre el riesgo de romperse el cuello, y cualquiera se puede sentir contento cuando no
se rompe sino una pierna, tal y como le sucedió a la señora Verneau.
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El viaje a la isla se realizaba a bordo de los barcos de la época
Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
A lo largo de los 36 kilómetros de carreteras que existían entonces en Lanzarote
sólo se veía circular un coche, perteneciente a varios propietarios, aunque se afirmaba
que existían otros dos en la isla. De este modo, a los viajeros que se aventuraban en el
interior no les quedaba más remedio que alquilar un camello. En el tiempo en que
Olivia Stone se encontraba en la isla, el alquiler de uno de estos animales, por espacio
de tres días, suponía un coste de 15 pesetas. Por otro lado, esta experiencia podía
resultar emocionante para muchos, este fue el caso de la señora Stone, que afirmó que
nunca olvidaría la primera vez que montó sobre un camello. Tanto llegó a aficionarse a
este medio de transporte, que no se bajaría de él ni para comer.
Generalmente, junto con el camello, se
“contrataban” los servicios de un nativo que hacía las
veces de guía, además de ocuparse del cuidado del
animal. Esto podía suponer otra aventura, pues no
faltaban los pícaros. No mucha suerte al respecto tuvo
Verneau, quien tuvo que cambiar de guía en varias
ocasiones. En su primer intento, tras quedar con el
hombre para el día siguiente, tuvo que esperarle en
vano durante horas porque éste se había embriagado la
noche anterior. En la siguiente ocasión no le fue
mucho mejor, el nuevo guía le había sido recomendado
de una manera muy especial: es un perdido, un
bandido capaz de dar una cuchillada al primero que llegue, pero no tiene miedo a nada
y conoce todas las sepulturas de los antiguos habitantes. Y el hombre hizo honor a su
fama, aprovechando la primera oportunidad para apropiarse de todas las provisiones de
Verneau y hacerse el generoso con los habitantes del pueblo a costa del francés.
A pesar de estos inconvenientes, muchos fueron los lugares a los que llegaron estos
viajeros. Entre los más visitados se encontraba la antigua capital de San Miguel de
Teguise, en cuya iglesia se conservaba una imagen de la muy venerada Virgen de los
Dolores. Más adelante, siguiendo hacia el norte, podía accederse a la ermita de Nuestra
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Los viajes en el interior se realizaban a lomos de un camello
Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
Señora de las Nieves, de la que se decía que una noche dejó su emplazamiento para
salvar a la tripulación de un barco que había naufragado.
A unos 25 kilómetros de este lugar se encuentra Haría, un verdadero oasis en el
paisaje lanzaroteño, con su Cueva de los Verdes. En ella se refugiaban los primeros
habitantes de Lanzarote en caso de invasión. A una media hora de Haría está El Risco,
desde donde podía contemplarse La Graciosa. Otra de las visitas obligadas eran las
Montañas del Fuego, donde la demostración consistente en endurecer un huevo
colocándolo unos minutos a 20 centímetros bajo tierra ya hacía las delicias de los
visitantes.
Los animales de carga transportaban a los viajeros por las difíciles rutas
Si, por el contrario, el viajero prefería permanecer en Arrecife, podía alojarse en la
única fonda de la ciudad, propiedad de Félix Fumagallo. Disponía ésta de ocho camas y
su dueño cobraba la cantidad de tres chelines por día en régimen de pensión completa,
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
con vino incluido. Una auténtica ganga. A Stone le resultó pequeña, aunque limpia y
bastante cómoda. Además la comida era buena. También le llamó la atención a Verneau
la limpieza, sorprendiéndose de no encontrar en ella chinches ni mosquitos, al parecer
clientes obligados en casi todas las fondas canarias. No obstante, en opinión del
francés, la fonda de Fumagallo dejaba mucho que desear, aunque hace constar que lo
que le faltaba no era voluntad, eran los medios.
A pesar de todo, en estos años, a tenor de las palabras de la señora Stone, muy
pocos visitantes vienen a Lanzarote, en su opinión, porque se le considera lejos del
alcance de toda civilización. Además, algunas personas han visto Arrecife y, creyendo
que con esto han visto toda la isla, la han incluido en algunas descripciones muy
pobres e incorrectas. Afortunadamente, existían viajeros que, como ella, no quisieron
abandonar el archipiélago sin juzgar por sí mismos si valía la pena visitar un lugar tan
repleto de interés histórico.
Y así nació la imagen de Lanzarote
1.- La invención de Lanzarote por la literatura de viajes
A causa de su visión sesgada o deformada, los viajeros del siglo XIX
contribuyeron ampliamente con la difusión de sus obras, a “inventar” la imagen de
Lanzarote. Estos viajeros introdujeron a Lanzarote en el mercado literario y más tarde
en el turístico.
El desinterés de estos autores por las realidades presentes es evidente en sus obras.
Sus escritos se centran en la descripción de un paisaje idealizado y cuando se trata de
describir las costumbres de la sociedad lanzaroteña prefieren dedicarse a los mitos más
o menos legendarios del pasado más que a tratar de comprender la realidad social del
momento. En la imagen que transmiten los textos de estos viajeros destaca el carácter
mítico y legendario del origen y del pasado de las islas, lo llamativo de su flora, la
bondad y la salubridad de su clima y aguas, el carácter rural, atrasado y hospitalario de
su población, el pasado legendario de su cultura aborigen y el aire oriental de su paisaje.
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
Asimismo, el paisaje que estos viajeros describen en sus obras no es más que un
paradigma de paisaje, el del Edén-Paraíso, así como el del Jardín de las Hespérides. El
brillo de la luz, la suavidad del clima, el frescor del mar, etc. van a despertar en la mente
de estos viajeros imágenes asociadas a ese Edén-Paraíso, quedando a partir de ese
momento establecida la ambigüedad del paisaje lanzaroteño: éste tiene que sugerir más
cosas de las que dice, tiene que esforzarse en evocar un tiempo que a menudo es el del
mito, y un espacio que ha de ser ante todo centro de manifestaciones afortunadas de la
naturaleza.
Para entender este fenómeno hay que tener en cuenta que el viajero del siglo XIX,
el de la época romántica, parte en pos de nuevos horizontes, o sea de nuevos paisajes.
Pero la visión de la isla que capta este viajero viene condicionada ya no sólo por su
universo de referencias culturales y personales, sino por el objeto de la visita en sí. El
viajero romántico da forma en parte a los paisajes que ha visto o ha creído ver. En
efecto, los paisajes vistos por los románticos son con frecuencia una falsa transparencia,
basta con comprobar las múltiples contradicciones que se dan en los escritos de los
autores coetáneos. Y es que la emoción individual, la búsqueda ansiosa de un “yo” se
disemina sutilmente en los componentes del paisaje y lo anima con una vida, fiel reflejo
de las preocupaciones del autor.15 La literatura difunde eficazmente un modelo de
paisaje en cuanto consigue vincular las descripciones de éste a una situación clave. Se
trata de un sutil juego de connotaciones, no siempre controlables, que consiguen
despertar en el lector una serie de potentes imágenes. Algunas líneas sobre el paisaje
lanzaroteño, y el lector se encuentra frente a frente con los majestuosos volcanes, el
silencio que todo lo invade, los campos desiertos, el sol implacable, el cielo azul y las
olas plateadas.
Se dice que el paisaje español fue “inventado” por los hombres de la “generación
del 98” que aprendieron a “ver” Castilla como el paisaje de la identidad del alma
española. Del mismo modo creemos que fueron los viajeros del siglo XIX a través de
15 Marie-Rose Corredor-Guinard, Literatura y difusión de los modelos de paisaje mediterráneo (1992)
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
sus escritos los que “inventaron” una nueva Lanzarote, los que aprendieron a “ver” lo
que antes sólo era naturaleza informe, abandonada libremente a lo imaginario. De este
modo, divulgaron una imagen de una Lanzarote muy idealizada, lejana y orientalizante.
Se trata de una imagen profundamente literaria: una imagen romántica, portadora de
mitos. Y es esta Lanzarote simbólica y turística, parcialmente recuperada por los
lanzaroteños mismos, la que ha perdurado hasta nuestros días.
Está demostrado que antes de existir realmente como paisaje turístico, un espacio
debe ser primero reconocido, representado e imaginado como tal y después difundido
entre un público cada vez más amplio que va a consagrarlo, incluso a sacralizarlo y a
hacer de él un arquetipo.16 Los viajeros en la Lanzarote del siglo XIX desempeñaron a la
perfección este papel primordial en la invención de un paisaje idealizado y estereotipado
que se ha impuesto hasta nuestros días. Un paisaje que se escenifica y se representa,
contribuyendo así al cambio que atrae al turista.
2.- Lancelot, 28º-7º y la visión de César ManriqueLa música que salve a un pueblo, a un astro o a una isla, no será nunca
música de esta clase. Sino música integral. Sino la creación de una mitología. De un
clima poético donde cada pedazo de pueblo, astro o isla, pueda sentarse a repasar
heroicidades. Sino aquella literatura que imponga su módulo vivo sobre la tierra
inédita. No ha sido de otro modo cómo el mundo ha visto, durante siglos, la India que
creó Camoens; o la Grecia que fabricó Homero; o la Roma que hizo Virgilio; o la
América que edificó Ercilla; o la España que inventaron nuestros romances viejos.
Una tierra sin tradición fuerte, sin atmósfera poética, sufre la amenaza de un
difumino fatal. Es como esas palabras de significación anémica, insustanciales, que
llevan en su equipaje pobre –e inexpresivo- las raíces de su desaparición.
Lo que yo he buscado realizar, sobre todo, ha sido esto: un mundo poético;
una mitología conductora. Mi intento es el de crear un Lanzarote nuevo. Un Lanzarote
inventado por mí. Siguiendo la tradición más ancha de la literatura universal
Agustín Espinosa: Lancelot, 28º-7º
16 Francis Fourneau, Viajeros en Andalucía y representaciones turísticas de un cierto paisaje
mediterráneo (1992)
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
Una tierra sin tradición fuerte, sin atmósfera poética, sufre la amenaza de un
difuminio fatal. Conocía bien Agustín Espinosa el poder de las letras. Por este motivo
creó su genial obra Lancelot, 28º-7º. Pretendía con ello salvar a Lanzarote, librarla del
acecho de la muerte. Se proponía inmortalizar a la isla a través de la literatura. Y para
llevar a cabo esta titánica empresa se valió de la ayuda de dioses y de héroes míticos
como Lancelot. El poeta fue sin duda uno de los primeros “inventores” de Lanzarote y
su obra tendría una fuerte influencia en César Manrique.
Manrique se apoyó en la obra de Espinosa para plasmar la Lanzarote de sus sueños.
En este sentido, se hermanó con el poeta y siguió su doctrina. Por el contrario Manrique
no inventó un héroe mítico, sino que se basó en lo que la isla poseía: su paisaje. El
paisaje de Lanzarote fue el héroe de Manrique. El artista lanzaroteño se mostró
especialmente interesado en la preservación de la arquitectura popular y la creación de
una conciencia de cuidado del entorno. Para ello, pidió la colaboración de sus paisanos,
haciendo que éstos tomaran conciencia de su memoria, de su tradición. Los consejos de
Manrique fueron escuchados y puestos en práctica: había nacido Lanzarote…o, mejor
dicho, la marca Lanzarote.
Desde entonces la obra espacial integrada en la
naturaleza y los valores de la misma han sido las
imágenes que se han proyectado desde la isla para
acceder a una posición de privilegio en los esquemas de
gustos y preferencias de quienes hacen turismo […] La
marca Lanzarote es, en realidad, la simbiosis entre la
acción de los volcanes, la naturaleza, la intervención
histórica de los seres humanos sobre el medio físico y
natural y la labor sintetizadora y creadora de Manrique,
que proyectan, como si de una sola se tratase, tanto la
identidad del territorio como la de la propia comunidad lanzaroteña.17
17 Antonio Félix Martín Hormiga y Mario Alberto Perdomo, José Ramírez y César Manrique: El Cabildo
y Lanzarote Una isla como tema (1995)
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El artista César Manrique
Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
Pero cabe plantearse, ¿es la Lanzarote de Manrique una Lanzarote “auténtica”?
Creemos que no. La mirada de Manrique, al igual que la de los viajeros ingleses del
siglo XIX, está contagiada de sus propias imágenes idealizadas. “Fueron los recuerdos
edénicos de su niñez los que forjaron en él el sueño de la isla futura. Las playas dejaron
de ser las playas en sí para convertirse en la de los recuerdos de la Caleta de Famara,
imágenes de una infancia divertida donde la observación del entorno era una asignatura
obligatoria: marineros, embarcaciones, peces, útiles de pesca… quedaron para siempre
grabados en su mente y en sus cuadernos de dibujos”.18
Manrique soñó con una Lanzarote y se propuso darle vida. El artista supo sacar
partido a cada rincón de la isla, imaginó el mejor lugar para cada cosa, pasó su mano
sobre cada pedazo de tierra que, tras su contacto, se transformaba en recurso. Creó una
nueva y poderosa imagen de la isla y consiguió que sus habitantes se identificaran con
ella, que la hicieran suya, ayudando a Manrique a alcanzar su sueño, ahora de todos. El
resultado es ese gran “parque temático” que Lanzarote representa: su mayor obra de
arte.
3.- Cultura e imagen
Como hemos visto, los destinos turísticos se identifican con una determinada
imagen que los representa. Esta imagen generada por la actividad turística -literatura de
viajes, interacción turista-nativo- no sólo se proyecta hacia el exterior, sino que también
lo hace hacia el interior, pudiendo llegar a ser asumida por la población local como
identitaria.
La interiorización de la nueva imagen por parte de los locales causa, cuando menos,
modificaciones culturales a corto plazo. Cuando los anfitriones han de asumir en la vida
diaria los patrones de imagen creados por otros y apoyados por aparentes resultados
positivos, al menos en lo económico, éstos son legitimados y tomados por válidos,
socializando a las nuevas generaciones con esos nuevos valores. En el peor de los casos
18 Antonio Félix Martín Hormiga, Lanzarote antes de César (1995)
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
los actores-anfitriones comienzan a tomar su pasado e incluso su cotidianidad como
parte del espectáculo, pudiendo convertirse en caricaturas de sí mismos.19
Con la irrupción del turismo se dan valores nuevos a objetos y rituales, y renacen
historias, cuentos y leyendas. Así pasó también con Lanzarote. El lanzaroteño comenzó
a “ver” a través de los ojos del turista y aprendió a mirar para ver belleza donde antes
sólo veía desolación. La población comenzó a valorar su espacio vital, la forma cómo
había encarado históricamente la vida en un territorio adverso y hostil, los restos de una
cultura aborigen antes despreciada en pos de un fanatismo religioso. Su cultura era
ahora reconocida y ensalzada, y ellos aprendían a valorar aspectos hasta entonces
despreciados o ignorados.
Sin embargo, a la par que los lanzaroteños se acercaban a la mirada de “los otros”
comenzaban a caer en su trampa. Comenzaron a creer como ciertos los elementos
imaginarios o fantásticos, y las fórmulas ideadas y ensalzadas por “los otros”. Las
creyeron propias, señas de su identidad. Hasta entonces no habían sido conscientes de
una identidad cultural propia, así que asumieron la impuesta desde fuera. ¿Cuántos de
los elementos que consideramos parte de nuestro patrimonio cultural lo son realmente?
Es difícil saberlo.
Sin duda, son muchos los elementos de “nuestro patrimonio” que han podido ser
conservados gracias al fenómeno turístico. Éstos han sido conservados, mantenidos o
reinventados fundamentalmente por y para el turista. No obstante, el turismo ha actuado
como una fuerza externa, que “fosilizara” las prácticas de los locales, transformando la
realidad isleña en una “cosa”, en una imagen fija de sí misma; en un objeto de museo,
en suma.
Los lanzaroteños se encuentran presos de una dominación simbólica bajo la cual
sólo son “auténticos” cuando son como los turistas los imaginan. Sin embargo, los
isleños han continuado avanzando y han llegado a un punto en el que se aproximan a 19 Agustín Santana, Antropología y turismo: nuevas hordas, viejas culturas (1997)
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
“su patrimonio” desde fuera, desde la perspectiva del turista. La imagen arcaica, anclada
en el pasado, que de sí mismos venden a los turistas es también extraña para ellos. Pero
están condenados a representar eternamente el mismo papel de sí mismos, pues hay que
continuar siendo exóticos para “los otros”.
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
Anexos
Anexo 1: Leonardo Torriani
Leonardo Torriani nació en Cremona (Milán) alrededor del año 1560. Felipe II lo
hizo venir a España en 1583 debido a sus habilidades como ingeniero militar. Al año
siguiente, Torriani fue enviado a la isla de La Palma para estudiar, planear y construir
las fortificaciones necesarias. Allí dirigió la construcción del muelle de la capital isleña.
Tras regresar a la Corte, en 1586, vuelve a ser enviado a Canarias con el encargo de
informar sobre las fortificaciones del Archipiélago.
En 1588 llega a la isla de Lanzarote. Torriani planea las reformas para aumentar la
defensa en Arrecife. A él se debe la finalización de las obras acometidas en el Castillo
de San Gabriel El proyecto consistía en construir un camino empedrado, amurallado a
ambos lados, con tres cañoneras y sus portalones de fuga, a fin de enlazar la fortaleza
con el islote del Muelle de Herrera, y desde éste, mediante un puente levadizo, con la
inmediata orilla del Arrecife. El proyecto original de Torriani consistía en algunas otras
obras que finalmente no se llevaron a cabo. Asimismo, reforzó la estructura de la
fortaleza del Castillo de Guanapay, dándole un carácter marcadamente defensivo a la
construcción, dotándola de aspilleras, escarpes y taludes
Torriani permaneció en Canarias hasta 1593, dejando escrita su Descripción e
Historia del reino de las Islas Canarias, obra donde recoge las impresiones de su
estancia insular de casi seis años
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
Anexo 2: George Glas Marinero escocés, hijo de John Glas “el divino”, nacido en Dundee, en 1725. Fue
puesto al mando de un barco que recorría las rutas comerciales entre Brasil, el noroeste
de África y las Islas Canarias. Los regidores y autoridades insulares y, en especial el
gobierno de España, no veían con buenos ojos la intromisión de extranjeros en los
negocios comerciales y pesqueros en los territorios de la costa africana próxima a
Canarias, sobre los que se creían con derechos. La presencia del aventurero escocés, en
la segunda mitad del siglo XVIII, en Puerto Cansado, suponía para España una amenaza
para sus pretensiones territoriales en aquella zona.
Glas, que conocía muy bien toda la costa atlántica desde el sur de Marruecos hasta
el Senegal, decidió que la amplia bahía de Puerto Cansado era el punto ideal, por su
cercanía a las islas Canarias orientales, para establecer allí una factoría pesquera
comercial, a la que bautizó como Port Hillsborough. Al igual que hizo en El Río, el
brazo de mar que separa La Graciosa de Lanzarote, Glas realizó un minucioso sondeo
batimétrico de la bahía de Puerto Cansado, plasmándolo en un detallado plano de toda
la zona, en el que figura la situación de la torre de Santa Cruz de la Mar Pequeña. Tras
vencer no pocas dificultades, pues prácticamente era visto por las autoridades españolas
como un espía, consiguió construir, con mano de obra canaria, su Port Hillsborough.
Entre tanto, enterados en Madrid de las intenciones de Glas, y creyendo que
perjudicarían los intereses de la corona, el gobierno dispuso que se observasen todos los
planes del escocés, el cual finalmente fue arrestado en Gran Canaria acusado de
defraudar a la real Hacienda, y trasladado al castillo de S. Juan de Santa Cruz de
Tenerife, donde permaneció prisionero cerca de un año. Mientras, en Puerto Cansado,
los maures se amotinaron, mataron a varios ingleses y quemaron el bergantín que los
había llevado desde Lanzarote y que les servía de enlace con las islas. La señora Glas,
su hija y algunos más, pudieron escaparse del desastre, a bordo de dos lanchas con las
que pasaron a Gran Canaria y luego a Tenerife. Para su desgracia, Glas, poco después
de ser liberado, murió asesinado junto a su familia a bordo del barco en el que regresaba
a su país, en 1765.
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
Anexo 3: René Verneau
René Verneau encabeza la segunda generación de la escuela francesa de Antropología
Física. Estudió Medicina en la Universidad de La Sorbona y, al mismo tiempo, siguió
cursos de Antropología Prehistórica. Siente verdadera pasión hacia esta nueva disciplina
científica a la que va a dedicar toda su vida, dedicado al estudio del pasado y presente de la
humanidad. Al finalizar sus estudios universitarios, comienza a trabajar en el laboratorio
del Museo de Historia Natural de París. A continuación, se le encarga una misión científica
en las Islas Canarias: constatar la hipótesis concerniente a la relación étnica existente entre
los antiguos habitantes de las islas y el hombre de Cro-Magnon. Así pues, René Verneau
llega a las Islas Canarias en el año 1877 y, a partir de ese momento, estará ligado a este
archipiélago que visitará sucesivamente durante toda su vida.
En este primer viaje, permanece un año en el archipiélago y realiza un estudio de los
restos óseos de la población aborigen que constituye el punto de partida de la antropología
física canaria. A su regreso a París, presenta su “Informe sobre una Misión Científica en
las Islas Canarias”. Posteriormente, prolonga sus estudios con una estancia más larga, entre
1884 y 1887. En estas dos primeras visitas Verneau, estudia las crónicas e historias
antiguas de Canarias, recorre todas las ciudades y los pueblos, visita yacimientos
arqueológicos, cuevas de habitación y lugares de enterramiento y se familiariza con los
usos y costumbres de la población canaria del momento. De este trabajo deja constancia en
un libro encantador donde nos presenta una visión general de la población guanche y de la
vida de los canarios de finales del siglo XIX: “Cinco Años de Estancia en las Islas
Canarias”, publicado en París en 1891.
A principios del siglo XX, volvemos a encontrarlo en París como conservador y luego
como director del Museo de Etnografía. Simultáneamente, da clases de Antropología
Prehistórica en el Instituto de Paleontología Humana. Aborda también otros trabajos
antropológicos en diferentes lugares del mundo: Argelia, Marruecos, Etiopía, Chad,
Birmania, Indochina,... Entre 1932 y 1935, visita otra vez las Islas Canarias. En esta
ocasión, trabaja minuciosamente en la clasificación de los restos óseos del Museo Canario
de Las Palmas. Finalmente regresa a París donde muere en 1938.
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Raquel Álvarez Sánchez Grandes viajeros en Lanzarote
Anexo 4: El matrimonio Stone
El matrimonio formado por la irlandesa Olivia y el inglés John Harris Stone, salió
de la estación de Waterloo el 27 de agosto de 1883 con destino a Canarias a través de
Francia para tomar el barco Panamá en Le Havre. Desembarcaron en el puerto de Santa
Cruz el 5 de septiembre y pernoctaron en el Hotel Camacho en la calle de La Marina.
Tenerife fue el primer punto de destino. Vivieron en la isla, concretamente en el
Hotel Turnbull del Puerto de la Cruz (desde donde se desplazaron a La Palma, La
Gomera y El Hierro), hasta los primeros días de noviembre, y desde Tenerife se
dirigieron a Gran Canaria para seguir su periplo a Fuerteventura y Lanzarote.
El viaje de los Stone es el recorrido más completo llevado a término de cuantos
viajeros visitaron las islas en el siglo XIX. No solamente se limitarían a visitar los
pueblos más importantes de Canarias, sino que se adentraron hacia su interior.
Conscientes de los obstáculos con los que se iban a encontrar a la hora de marchar hacia
ese interior de la geografía insular, se dotaron de una caseta de campaña para poder
pernoctar. Abandonaron Santa Cruz de nuevo el domingo 17 de febrero de 1884, esta
vez para regresar a su tierra natal.
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