ernesto: la clarivìdenda a través de las cartas

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Bilbao«No me considero brujo ni adivino»

Ernesto: La clarivìdenda a través de las cartasMaría Doval

E RNESTO es un ar­gentino que se ha im­puesto en Bilbao co-

J m o uno de los más prestigiosos echadores de car­tas. D esde 1986 viene realizan­do esta tarea en forma ininte­rrum pida aquí, pero su trayec­toria se rem onta a sus siete años. Su abuela ya leía cartas y él se decidió a hacerlo en for­ma profesional a instancias de sus com pañeros de la Universi­dad de N avarra a quienes les ti­raba las cartas. Ha estudiado parapsicología, también term i­nó su carrera de periodismo y hoy día vive de ambas cosas.

—E n esto de echar las cartas existen mucho tipos de barajas,¿cuáles utilizas tú?

—H ay más de 800 barajas.Yo utilizo cuatro: la neoclásica, am ericana. Tarocchi Visconti y fundam entalm ente la iberoa­mericana. Esta explica toda la historia de América Latina y tiene cartas interpretativas con figuras como Felipe II, H ernán Cortés, M octezuma, el Inca A tahualpa, Legazpi, etc. Los personajes simbolizan diferen­tes cosas. Por ejemplo, M aga­llanes une los dos océanos. Tos viajes de Colón significan m a­trim onio o viaje al Caribe y Pi- zarro expresa una decepción o engaño ae la familia.

—¿Cóm o se echan las cartas, hay alguna form a específica de hacerlo?

— Existen varios métodos que son la m anera de poner las cartas. Mi ntétodo es el brasile­ño, dividiendo en círculos (pa­ra hablar del pasado), en pirá­mides (del presente) y en cua­dros (para ias preguntas que haga el consultante). Allí pre- «Leo las cartas e interpreto significados»

guntan de todo: salud, senti­mientos, trabajo, familia, amis­tades, etc. y hasta me traen fo­tos para preguntar sobre esas personas.

— ¿Q ué gente pasa por tu consulta?

—Viene todo tipo de gente, aunque ei 80% de ias personas no dice que va a cartas, pero va. Lo im portante es que no se enteren sus amistades. Eso conmigo io tienen asegurado pues yo no pido el apellido y sólo pido un nom bre que mu­chas veces no es tan siquiera ei verdadero. Por o tra parte, ei público de Bilbao sabe mucho de parapsicología y de magia. A quí hay más de 120 tiradores de cartas.

—Pero tus clientes, ¿quiénes son, a qué se dedican?

—En períodos de exámenes tengo cantidad de estudiantes y tam bién de los que preparan oposiciones. H ay profesionales de ia banca, empresarios, due­ños de restaurantes, políticos.

— ^Qué les (preocupa a los políticos ademas de su traba­jo ?

—Son hombres que se sien­ten muy solos por dentro, se entregan demasiado a su traba­jo y lo que pueden comunicar en la calle, en su casa no lo ha­cen.

— ¿H ene más hom bres o m ujeres como clientes?

—Contrariam ente a lo que pueda creer la gente, yo tengo muchos más clientes hombres.

—¿H ay diferencia entre lo que preguntan los hombres y las mujeres?

—Sí, sí ias hay. Ei hombre pregunta fundam entalm ente por el trabajo, es tem eroso a la m uerte y es más cobarde que la m ujer a los tópicos del engaño.

En cambio, la m ujer siempre pregunta por la posibilidad de que su marido tenga una am an­te y encima, eso les da morbo. También ellas preguntan m u­cho por los hijos y el amor.

—¿Sobre qué otros temas quieren saber tus clientes?

—Sobre las herencias. Ese es un tem a que me llama mucho la atención. También he tenido varios casos de hom bres entre 35 y 45 años que quieren cam­biar de trabajo, dejando sus empleos de t(^ a la vida para convertirse en autónom os v llegar a la realización personal.

—A nte un caso concreto, ¿tú qué haces?, ¿aconsejas?

—Yo leo las cartas e inter­preto significados. N o me con­sidero brujo ni adivino, sólo ca­nalizo los conceptos a través de mis cartas. Y nunca aconsejo, sino que oriento. La diferencia es que aconsejar implica dar a la persona un objetivo a cum-

?lir y yo no soy quien para eso. o onento , y por ejemplo, pue­

do ver que una persona sirve para estudiar determ inada ca­rrera y le digo que eso veo en las cartas.

—Com o resultaría imposible preguntarte sobre el destino mdividual de cada uno de los lectores del periódico, ¿qué puedes decir sobre sus destinos colectivos, es decir, del futuro de Euskadi y de la Villa en par­ticular?

—Euskadi tendrá la paz an­tes de 1998. Veo la paz como un acuerdo basado en las fuer­tes tensiones que tendrem os entre el 96 y el w . Y en cuanto a Bilbao, cuajará el proyecto de revitaJización y se cumpli­rán las obras. Hay una eran vo­luntad y, a pesar, de la crisis, Euskadi saldrá adelante.

Carmen Torres Ripa

E N la vida de cada persona hay un cua­dro. U n m om ento

J que alguien imaginó como nosotros y lo supo plas­m ar en un lienzo. Los nombres somos muchos más parecidos de lo que creemos. Cuando vi en Viena «El Beso» de Gustav Klimt supe que ese era el ins­tante que resum ía mis quim e­ras. E n aquel cuadro se escon­día un m undo de deseos. Siem­pre he querido vivir de sueños y al fin en mi no hay nada más que un conjunto de ilusiones q^ue no llegan a ningún sitio. Entiendo por qué Fausto ven­dió su alma al diablo, no creo que fuera un anhelo de juven­tud eterna, sino una obsesión

El besotes de Klimt mi cabeza dio mil vueltas en busca del principio que me hizo querer ser la p ro ­tagonista de aquel cuadro. Ser

D!

por a trapar la belleza que le alelaba ae tantas cosas que se resbalan por las laderas de lasdecep>ciones.Cuando tuve delante los aman-

esa m ujer lánguida que se que­da atrapada en los fuertes bra­zos del hom bre eterno; un hombre para recrear. Apenas se le vela cara, solo el peitil re­cio, las manos bellas, la cabeza de rom ano envuelta en hiedra. En mis fantasías tam bién llevo flores en el pelo, túnicas de co­lores y sumisión enamorada. Deben de ser las reminiscen­cias hippies que nos quedaron dormidas en los años universi­tarios del 68. Pero mi historia -com o la de tantas m ujeres- ha sido dem asiado real para en­volverla en dorados y flores di­minutas. Tengo miedo a dar un salto en el vacio porque en ese vacio ya no me esperan fantasí­as de niña sino urgencias de mujer. N o sé expresar lo que quiero más que juntando letras y escribiendo. A l hablar digo lo

que no pienso y me muevo co­mo no quiero. Soy otra la que vive con la gente y la que ex-

Éresa su m undo en palabras. >os misteriosos mundos en un

yo distorsionado, incompleto y sin term inar de dibujar la silue­ta perfecta de una m ujer que se parezca a la que quiero. Siem- )re sale al fin la continua y du- Mtativa imagen de una mujer

mal term inada, insatisfecha y miedosa. Mi yo verdadero, no el otro imaginado. Nunca sé mentir cuando escribo, nunca sé crear la m ujer que quiero ser, quizás mi imposibilidad ra­dique en esa quimera. N o sé contar lo que he vivido y los sueños, hasta los más encendi­dos, hay que intuirlos y vestir­los con algún ropaje de reali­dad. Así me quedo, como en «El Beso» y la música de Mah- ler, envuelta en el giro de la vi­da. U na vida sostenida en el ai­re por mis manos, entre oro, flores y ternura.

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