Érase una vez. una familia pobrecita vivía en la montaña, arrebita. en esa familia eran tres...

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Érase una vezÉrase una vezÉrase una vezÉrase una vez

Una familia pobrecita vivía en la montaña,

Arrebita.En esa familia eran tres personas, Harribeldo, el viejo y Chocobella, su esposita de cincuenta años y Bellojo, su único nieto.

Bellojo era un joven muy tranquilo y ameno. Tenía diecinueve años pero llevaba una vida muy dura, sola y aislada.

Sus queridos abuelos eran viejos y ya no podían como antes. Así él solía encargarse de todos los quehaceres en la casita; cocinaba, limpiaba, ordeñaba la vaca, Flaquita y daba de comer a los pollitos y hacía el queso y la mantequilla que vendía en el mercado para ganar un poco de dinero para mantener su familia.

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A Bellojo no le importaba todo el trabajo que tenía que hacer porque realmente quería muchísimo a sus abuelos.Ellos eran sus últimos y únicos parientes vivos ya que sus propios padres murieron victimas del terremoto desastroso que ocurrió hace catorce años en Arrebita.

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Además, le habían criado y cuidado a él y eso fue lo menos que podía hacer como estaban en las umbrales de la otra vida. Eso preocupaba mucho a Bellojo. No sabía que hacer si perdiera a sus abuelos. De veras eran su vida.

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Un día, después de una sesión agotadora en el campo y luego el mercado, se puso en camino a su casita.

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Hacía un frío tan tremendo que empezó a temblar. Su chaqueta no le sirvió para nada. Cuando miró hacia el cielo, vio una sábana gris oscuro y amenazante. Helado del frío, se apresuró sus pasos para llegar antes de la tormenta.

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Además, quería asegurarse de que Harribeldo y Chocobella eran sanos y salvos fuera del frío porque, de vez en cuando, salían de paseo por el campo con Flaquita, la vaca. Esperaba que estuvieran en la seguridad del hogar.

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Sin embargo, cuando llegó, vio la puerta abierta y no había ni un esbozo de sus abuelos en la sala.

Si quiere que sus abuelos estén en casa haga clic aquí.

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Así, fue hacia el toril y Flaquita la vaca no estaba tampoco. Ahora le dolía la cabeza. “¿Qué pasó con sus abuelitos?” Se preguntó.

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Entonces cayeron las lluvias como gotas de hielo desde el cielo. Bellojo fue corriendo hacia la casa para escapar la furia de la lluvia. Pero, ya estaba mojado hasta los huesos. Pues, esto no era importante. Le preocupaba mucho lo de sus abuelos. Así, se arregló para salir en búsqueda de ellos.

Se apresuraba para salir cuando, de repente, oyó una voz familiar.“¡Oye, Bellojo! Por fin has llegado.” Era su abuelita, Chocobella. “¡Quítate esa ropa mojado pero no hagas demasiado ruido porque tu abuelo está durmiendo. Te voy a preparar una chocolate bien rica y caliente, mi amorcito.” Y salió para la cocina.

Bellojo se veía muy contento. Suspiró. Oía el trueno de la tormenta desde afuera y dio las gracias a Dios que sus queridos abuelos eran sanos y salvos dentro del hogar. ¡Qué alivio!

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Flaquita, la vaca de Bellojo y sus abuelos, tenía una amiga vaquera que se llamaba Hamburguesa y vivía muy lejos dentro de la selva. De vez en cuando, visitaría a su amiga. Así que, el día de la tormenta, cuando Bellojo fue a buscarla, ella no estaba. Visitaba a su amiga.

Así, ese día cuando Flaquita se puso en camino para su casa y vio el cielo tormentoso sabía que no pudo regresar. Decidió que era mejor quedarse con Hamburguesa mientras que se pasara la tormenta.

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De repente, Flaquita cambió de mente y se marchó para su casa.“¡No te vayas!” dijo su amiga.Pero, Flaquita no la escuchó y dejó caminando. Pronto, llegó al río que tenía que cruzar pero el agua ya había empezado a subir.

Si quiere que cruce el río haga clic aquí.Si quiere que vuelva a la casa de su amiga haga clic aquí.

“¿Cruzar o no cruzar?” se preguntó Flaquita. “Ay, pero cómo, el nivel del agua es tan amenazante. Mejor que regrese a la casa de mi amiga,” dijo a sí misma.Y volvió a la casa de Hamburguesa.

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Flaquita decidió cruzar el río. “¡Flaqui, eres una loca, sabes!”El agua la llegaba hasta su cuello. El corriente la empujo y intentó regresar a las orillas del río. Pero, no lo logró. El corriente era demasiado fuerte y la llevó a su muerte. ¡Pobrecita! Y de esta manera, murió Flaquita, la vaca.

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Bellojo decidió ir en busca de Flaquita cuando se dio cuenta de que no estaba. Pronto se perdió dentro de la selva tan densa y la lluvia incesante. Era tan oscuro que no podía ver ni su mano derecha.“Flaquita, Flaquita, me oyes?”gritó y nadie le respondió.

Bellojo empezó a temblar y temblar. Estaba mojado como un perro caliente y ya no podían más. Se inclinó debajo de un árbol de pan abrazándose para intentar calentarse un poco. Helado de frío, pensó que iba a morir.

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Bellojo no podía soportar ni el frío ni la crueldad de la tormenta. Pronto, se iba congelando. Primero, la nariz, los pies, los tobillos, las rodillas, las piernas. Luego, los dedos, las manos, las orejas. Lloró, pero sus lágrimas se congelaron también. Más tarde, su corazón.

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De repente, había una dulce voz que le sacó de su camino hacia el otro mundo. Nunca escuchó antes en su vida, una voz tan linda, tan cariñosa, tan conmovida.“¡Ay, mi cielito lindo, no te mueras, no te mueras!” suplicó la voz dándole besos suavecitos por toda su cara.

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Sintió un calor que corría por todo su cuerpo y despacito dejó de temblar. Abrió los ojos.“¿Te casas conmigo, ser divino?” preguntó Bellojo. Se enamoró de la visión de belleza que le había salvado su vida. “¡ Sí, sí, mi amor, mi vida!” respondió ella.

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La voz era la dueña de Hamburguesa, Esmeralda, la brujita que vivía muy profunda dentro de la selva. Oyó los gritos de Bellojo buscando a Flaquita y supo que no iba a sobrevivir en esa tremenda tormenta sin su ayuda.

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Así, sabía que la receta para salvarle la vida era amar, darle todo su amor para que calentara su corazón. Sin embargo, ella no esperaba que él se enamorara de ella también.¡Ay, el amor, ay, ay ,ay, el amor, el amor!”

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Bellojo y Esmeralda se casaron unos días después con la bendición de sus abuelos. Ahora, luego de diez años, aunque murieron los abuelos, los dos tienen tres hijitos, Clara y Claudia, gemelas y Charlie, el bebecito. Todos están muy contentos y Bellojo y Esmeralda, todavía enamorados.

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“¡Levántate Ricardo, levántate! Ay, no debes dormir tanto, mi perezoso. Ya es la hora de ir a la escuela. No quieres llegar tarde porque es su primer día de clases en la universidad. Imagina, mi bebecito, pronto va a dejar el nido…” dijo la mamá.

Mamí, ¡ya, basta! Voy a levantarme ahora pero interrumpiste mis sueños. Ah mamí. Tenía un sueño verdaderamente fantástico. Soñé que me llamaba Bellojo y vivía con mis abuelos, Harribeldo y Chocobella en una montaña Arrebita…….

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Por Jemima Achsah Ovid

El Fin

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