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En los dos domingos anteriores hemos visto la proclamación de Jesús, cuando estaba en la sinagoga de Cafarnaún, de que Él es “el Pan de Vida”, el que ha bajado del cielo y que tiene un alimento especial que para nosotros será prenda de vida eterna. Este alimento es su propio cuerpo.

Hoy en el evangelio comienza repitiendo esto mismo. Y ante la incredulidad de los que siempre están en contra, dice y repite que le tenemos que comer a Él, si queremos tener la vida eterna. Dice así el evangelio de hoy.

Jn 6,51-58

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: "Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo." Disputaban los judíos entre sí: "¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?" Entonces Jesús les dijo: "Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre."

A la afirmación de Jesús de que su carne es el pan que da la verdadera vida, comienzan las murmuraciones y críticas: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? En verdad que se necesitaba mucha fe; pero Jesús había hecho méritos para que se pudiera tener esa fe.

Hoy también muchos cristianos se pueden preguntar lo mismo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?

Muchos asisten a misa y no comulgan, aunque también es verdad que algunos que comulgan no deberían comulgar.

Esto es porque para comulgar se necesita cierta decencia: Por lo menos no ser enemigo de Jesús. Claro que tampoco es necesario ser santo, porque Jesús nos quita las faltas pequeñas, si uno va con buena voluntad.

Lo importante del evangelio de hoy es la insistencia de Jesús en proclamar la necesidad de comer su propio cuerpo. Y lo repite varias veces para que se den cuenta que no ha sido una equivocación, sino una realidad para la que se necesita mucha fe.

y los apóstoles pudieron constatar la manera maravillosa que tenía Jesús, como Dios que era, de darnos verdaderamente a comer su propio cuerpo.

El jueves santo, la víspera de morir, Jesús desveló la incógnita

Por eso nosotros sabemos bien que cada vez que comemos de ese “pan” y bebemos de ese “vino”, estamos recibiendo el cuerpo y la sangre de Jesús. Y al mismo tiempo estamos anunciando el sacrificio de Cristo y la “vida” que vendrá.

Automático

Cada vez que bebemos de este vino, cada vez que comemos de este pan,

anunciamos la muerte de

Cristo,

La noche en que

lo iban a entregar

y, después de dar gracias, lo partió y se lo dio

y les dijo:

Tomad y

comed todos,

Cada vez que bebemos de este vino, cada vez que comemos de este pan,

Hacer CLICKHacer CLICK

Es curioso cómo san Juan en su evangelio no incluya el relato de la Institución de la Eucaristía. Quizá porque creía que, al narrarlo siempre en la misa, estaba ya claro. Y especialmente porque se detiene con detalle en esta proclamación.

O porque no se cree en ello o porque no se estima o alguna otra causa. Pasa lo mismo como si uno, que ha sido invitado a un banquete, no come. Algo malo hay: o está enfermo o está contrariado con alguno de la casa.

Lo normal sería que al asistir a misa se comulgase. Si no se hace, es señal de que algo malo hay:

Algo que tenemos que tener en cuenta es que Jesús no promete una presencia simbólica o figurativa, como si fuese un recuerdo o una bella idea. La presencia de Jesús es real y verdadera. Recibimos el verdadero Cuerpo de Jesús. Es Él en persona quien viene a nosotros en la comunión.

Ciertamente que hay varios medios de alimentar la vida cristiana, ya que la vida cristiana que recibimos por el bautismo necesita ser alimentada. Puede ser por la oración, la lectura del evangelio y sobre todo el amor. Pero sobre todo esto, o unido a ello, por medio de la Eucaristía.

Por eso resulta, por lo menos incoherente, el asistir a un banquete eucarístico y no comer de él. El caso es que muchos de los que no comulgan parecen y son gente buena; pero les falta la estima de lo que significa unirse con Cristo.

Hay ambientes donde hay mucha fe, en el sentido de creencia; pero falta el hacer efectiva y actual dicha fe. Falta el sentir verdaderamente que Jesús es el pan que bajó de los cielos, pero es fuerza y alimento en nuestro caminar.

Jesús es el pan que

bajó de los cielos,

Automático

fuerza y alimento

al caminar.

por el gozo

de este pan.

del hombre caminante cubierto de

sudores.

Jesús es el pan que bajó

de los cielos,

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Y no sólo Jesús les dio a comer su Cuerpo a los apóstoles, sino que les dio autoridad para que hiciesen lo mismo, como se realiza en la santa Misa,

para que todos los que quieran puedan recibir ese augusto alimento.

Este comer un pan especial ya se anunciaba de alguna manera en el Ant. Testamento. Hoy nos habla la primera lectura sobre esto en el libro de los Proverbios.

Proverbios 9,1-6

La sabiduría se ha construido su casa plantando siete columnas, ha preparado el

banquete, mezclado el vino y puesto la mesa; ha despachado a sus criados para

que lo anuncien en los puntos que dominan la ciudad: "Los inexpertos que vengan

aquí, quiero hablar a los faltos de juicio: "Venid a comer de mi pan y a beber el vino que he mezclado; dejad la inexperiencia y

viviréis, seguid el camino de la prudencia."

Este pan y vino a que invitaba Dios entonces, era su gracia, el conocimiento verdadero de lo que tenemos que hacer para adquirir el verdadero

sentido de la vida.

La “sabiduría” en el Ant. Testamento es como un embajador de Dios o como un ángel de Dios. También es como una representación de Dios que nos va dando lo que más nos interesa.

La promesa era estimulante. Dios preparaba para su

pueblo un banquete. Era una promesa que

nosotros consideramos cumplida de un modo

admirable en Cristo, que no sólo ha querido ser

nuestro Maestro, nuestro Médico y nuestro Pastor,

sino también nuestro Alimento, y nos ha

dejado, en el sacramento, su propia

persona como alimento para el camino.

Este gran signo de la bondad de Dios lo expresa la liturgia al recitar o cantar, como salmo responsorial:

Gustad y ved qué

bueno es el Señor.

Automático

danos pan y esperanza en el camino.

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Este es el gran deseo al pensar en la promesa de Jesús: que podamos sentir lo más profundamente la bondad de Dios que se manifiesta al dársenos en la comunión.

Ante todo, Jesús nos asegura que los que le coman tendrán una estrecha relación interpersonal con él: "El que come mi Carne y bebe mi Sangre, permanece en mí y yo en él".

Después hace otra afirmación más profunda. Jesús compara la unión que va a tener con los que le coman con la que él mismo tiene con el

Padre: El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come

vivirá por mí.

Comemos el mismo alimento transformante y ello nos debe llevar a la mayor unidad y paz. La comunión debe tener repercusión social en el compromiso solidario hacia todos.

Por la comunión no sólo nos unimos con Jesucristo, sino que nos unimos espiritualmen-te entre nosotros.

Algo muy especial que tiene este alimento es lo que se dice desde hace muchos siglos: que los alimentos corrientes se convierten en nuestra propia naturaleza, porque son inferiores a nosotros; pero el alimento del Cuerpo de Cristo es tan superior a nosotros que tiende a que nosotros nos convirtamos en su naturaleza. Por lo cual no encontramos un medio más importante para unirnos a Dios que recibir dignamente la sagrada Eucaristía.

Hubo un filósofo materialista, Feuerbach, que dijo una frase que se hizo célebre: “el hombre es lo que come”. Podemos decir la frase de esta manera: “el hombre es lo que asimila”. Entonces, si el hombre sólo asimila materia, se hace material.

Pero si asimila a Cristo, se puede cristificar o divinizar.

Así eran los santos. Y así son las personas buenas que saben aprovechar la comunión.

A veces se critica a personas que comulgan y no se les distingue de los demás. Seguramente serían peores si no comulgasen. Para asemejarse más a Cristo, es necesario prepararse para la comunión: Cuanto más pretenda imitar a Jesús en la vida, será una preparación para intensificar los efectos de la comunión.

Si Jesús viene a nosotros por la comunión y no se le pone obstáculos, algo siempre hará. No sólo comemos su Cuerpo, sino su Espíritu y su amor. Si siempre hubiera algún aumento, podríamos llegar a vivir la vida de Cristo Jesús.

Por eso san Pablo llegó a decir:

Vivo yo, pero no soy

yo. Es Cristo quien vive en mi.

Automático

Vivo yo, pero no soy

yo. Es Cristo

quien vive en mi.

Venid a este banquete, venid a comulgar.

Vivo yo, pero no soy yo. Es Cristo quien vive en mi.

Vivo yo, pero no soy yo. Es Cristo quien vive en mi.

Que María, quien siempre vivió en Cristo, nos ayude a vivir en Él.

AMÉN

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