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En este domingo la Iglesia nos invita a la alegría

Alegraos en el Señor

La alegría santa es un fruto del Espíritu Santo

Jesús trajo la Buena Nueva. Vino a traer un poco de cielo a la tierra.

Muchos se alegran porque llegan las fiestas externas de la Navidad.

Pero el buen cris-tiano se ale-gra

porque esperamos la Fuente de la alegría, que es Dios hecho niño para darnos la salvación.

“Estad siempre alegres”, nos dice hoy san Pablo en la segunda lectura.

La sana alegría debe ser compartida, en primer lugar en la propia familia.

La alegría, como la luz, viene del Sol, que es Cristo.Por eso debemos ser constantes en orar y que

se cumpla la voluntad de Dios en nosotros.

“No apaguéis el espíritu”, nos dice san Pablo.

Igual que en el domingo anterior, hoy también san Juan Bautista nos ayuda a prepararnos dignamente para la Navidad.

Hoy nos enseña la humildad, que es la sinceridad.

Jn 1,68.19-28

Juan Bautista con su palabra y su bautismo ahuyentó tinieblas, alivió pesos, rompió ataduras y abrió caminos de liberación.

Y dice así:

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.

Éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe.

El no era la luz, sino testigo de la luz.

Y este fue el testi-monio de Juan, cuando los judíos envia-ron

desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran: “¿Tu quién eres?”

Él confesó sin reservas:

“Yo no soy el Mesías”.

Le pre-gun-ta-ron:¿ En-ton-ces, qué?

¿Eres tu Elías?

Él dijo:

“No lo soy”.

“¿Eres tú el profeta?”

Respon-dió: “No”.

Y le dijeron: “Quien eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?

El contestó: “Yo soy la voz que grita en el desierto: Allanad el camino del Señor,

como dijo el profeta Isaías”.

Entre los enviados había fariseos y le preguntaron:

“Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el profeta?”

Juan les respondió:

“Yo bautizo con agua; pero en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia”.

Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

Palabra del Señor

Juan no era la luz, pero estaba iluminado por ella, Por eso daba testimonio de la Luz.

Señor, tu sagrada luz se difunde hoy como una gracia nueva. Que nosotros vivamos como hijos de la luz y no pequemos contra la claridad de tu presencia.

En la Navidad hay muchos que se quedan sólo con las luces externas,

y no atienden a la gran Luz, que es Cristo Jesús, que quiere iluminar nuestro corazón.

Una luz única fluye,

siempre esta luz fluirá

desde el aroma y el árbol

de la encendida bondad.

Haz que sepa adivinar

entre las sombras la luz,

que nunca me ciegue el mal

ni olvide que existes tú.

Nuestra obligación es ser testigos de la luz.

Hoy en el salmo respon-sorial María se entrega a la luz, respon-diendo al ángel:

“Procla-ma mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador”.

Que la Virgen María, nuestra madre, nos acom-pañe

a ver la luz gloriosa de Dios en el cielo.

AMEN

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