ellos- tomo lx de obras completas amado nervo
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i
%. *Tr
mOBRAS COMPLETAS
DE
AMADO NER VO
TOMOS PUBLICADOSI
PERLAS NEGRASMSTICASII
POEMAS
DE CADA TOMO SE HAS IMPRESO CIEN EJEMPLARES EN PAPEL DE HILO /* J* fi fi
TEXTO AL CUIDADO DEALFONSO REYESILUSTRACIONES DEtriste
MARCO
f^immm^ffMOBRAS COMPLETAS DE AMADO ERVO
Mel
p
/
t
t
DeSy
suerte,
pregunt
que
presida,
que
usted insiste en que est vivo?
mal herido!
Aydenme
a levantarme
No sean malos!
Pues
le
voy a probar a usted que estes,
muerto: Usted qu
hombre o mujer?
Vaya una
pregunta necia: soy hombre!
-Est usted seguro?
La mdium hizo un movimiento de contrariedad:
Que si estoy seguro! Qu ocurrencia! Bueno; pues toqese usted la cara y el pecho.La mdium se llevla diestra
a las mejillas, y
una expresin de indecible pasmo se pint ensu rostro: Valente Martnez (que, segn los retratos
de los
diarios, era barbicerrado) se palpa-
ba imberbe...
La mano temblorosa se pos enseguida enlabio superior,
el
buscando
el
ausente bigote...al
Luego, ms temblorosa an, descendiy, al advertir la
pecho,la
trgida carne de los senos,
mdiumlvida
dej escapar un grito, gutural, horrible,fros
en tanto que
sudores mojaban su frente,la
de tortura, enla
que se
lea
el
supremo
espanto de
conviccin...25
A
m
a
d
o
ervolargo, durante el cual,fin, el
Sigui un silenciola
muy
mdium, inmvil, murmuraba no s qu, conque presidadijo:lo
labios convulsos, y, por
Ya vese
usted
cmo
est bien muerto!
Yo
he desengaado por caridad, para que no pien-
ms en
las
cosas de
la tierra
y procure elevar
su espritu a Dios...
Tienementela
usted
razn,
murmur penosa-
mdium.
Luego, despus de una pausa, suspir: gracias!
Y
ya no profiri palabra alguna, hasta
salir
del trance.
26
III
LA
LOCOMOTORAAlLie.
Don Joaqun
D. Casass
Entre
la
pradera por donde paseaban y
el
co-
queto cosero, atrayente y risueo a fuerza decolor y de claridad, estaba la pauta obscura y
enorme de
los
rieles,
que prolongaban, hastala
perderse de vista en un cercano recodo,rada rigidez de sus paralelas.
ace-
El matrimonio y los dos nios tuvieron la mis-
ma
idea:
ir
all entre lasla
coquetas casitas rojas
y azules que erandel paisaje.
seduccin por excelencia
Pero y losrieles?
rieles? el peligro
de atravesar los
Antes de quecin, la seora,la
el
marido madurase esta objeel
con
mayor decorrer,
los nios,
quedur-
acompaaba, ech a
saltando
mientes y hierros, y en tres minutos se mostrtriunfante al otro lado, sobre el talud mullido de
csped.Siguila el esposo con el nio29
ms pequeo
Ndela
mano. El chico brincaba
riel
a
riel
y pre-
tenda, en algunos,
caminar, haciendo equili-
brios sobre la angosta superficie, sostenido siem-
pre por
la diestra
de su padre.
De
pronto, un ronco silbido los paraliz a los
dos de sorpresa. Del recodo surga poderosa,violenta,ra;
empenachada de fuego, una locomoto-
detrs
asomaban
los primeros
coches de un
gran expreso.
La madre,esperado.
all
en
el talud,
lanz un grito des-
El padre con esa lucidez de los inevitables
momentos de
peligro y la loca premura de sudijo:el
pensamiento angustiado, se
Espase
imposible llegar hasta
talud antes que
el tren.
Luego, sigui pensando, sigui pensando conla
concatenacin de imgenes y de ideas que se
producen vertiginosamente y fuera del tiempoen los trances supremos:
Haymismaecho a
muchos
rieles,la
y por tanto muchaslasi
probalidades de queva en
mquina no recorra
que estoy en estos momentos:mayor,si
correr, el peligro estal
espero en
firme aqu,
vez nos salvemos.30
ObrasNozosal
Co?npletasmayor porins-
vacil.
Apret fuertemente entre sus bra-
niu y cerr los ojos.
El estruendo del tren se hacatantes. Pareca
que
la tierra
toda era presa de
una convulsin y se poblaba de rumores. Va a Viene hacia nosotros, pens
.
aplastarnos.
Y
apret
ms
al
nio contra su corazn.
Su pensamiento desbocado sigui agitandoimgenes enla fiebre del instante definitivo.
Entretanto,
sobreponindose a aquel como
quebrantamiento,
como machacamientoel
formi-
dable de fierro con que se aproximaba la loco-
motora, sobresaliendo entretador, seguan
ruido desconcer-
oyndose
los chillidos
de
la
ma-
dre, all en el talud...
Yte
l
imaginaba su muerte:
la
mquina iba a
aplastarlos, a triturarlos, a untarlos materialmen-
en los
rieles.
Todas sus
lecturas
de catstrosal-
fes le vinieron a las mientes.
Vio su cerebro
picando los postes del telgrafo, sus miembrosdespedazados, dispersos; segadaa cercen por losfilosla
cabeza como
de
las ruedas,
y
los ojos
saltando horriblemente de las rbitasmirarel
como para
espanto de
la
escenasi
AmadoEl nio,
ervo
que hasta entonces haba permaneci-
da en un silencio trgico, pregunt:
Pap, qu va a dolemos?...
En ese mismosu
instante, el estruendo llegaba a
mximum
y
la
gigantesca mquina, con su ro-
sario de coches, pasaba
zumbando por
los rieles
inmediatos.
Una sensacin de bochorno, deso...
calor inten-
Luego,
al abrir los ojos, el
ltimo vagn que
hua casi rozndolos.
A
lo
lejos, el
amenazador penacho, que seel aire.
desmenuzaba en
32
LAS VARITAS
DE VIRTUDA Federico Gamboa
Tomo
IX
Guandoriega
nio, viva yo en un casern desgar-
bado, slido y viejo, que era
como
la
casa sola-
de
la familia.
Oh! mi casern desgarbado, slido y viejo,
vendido despus a
vil
precio, a
no s qu advesilenciosoir
nedizos, que fueron a turbar
el
y
venir de los queridos fantasmas.
En su
patio lamoso, crecan bellos rboles del
trpico; y en
un rincn,
el
viejo
pozo de brocal
agrietado y rechinante carril serva de guarida a
una tortuga, que desde
el
fondo y a travs del
tranquilo cristal del agua, nos miraba, estirando,
cuando nos asombamos, su cabeza de serpienre,
como un
dios asitico.casa,
Moraban en esa
con mis padres y mista soltera,
hermanos, mi abuelita materna, y unabella, apacible, retrada
y mstica, que muri a35
A
m
aflor,
d
o
ervola
poco, ensala,
y a quien tendieron en
gran
en un lecho blanco, nevado de azahares.ta
Esta misele
muy amada so una noche que
apareca cierto caballero de fines del si-
glo xviii. Llevaba media de seda blanca, calzn
y casaca bordados, espumosa corbata de encaje
cayendo sobrepeluca.
la
camisa de
batista,
y empolvada
Saludla, con grave y gentil cortesa, y djole que en un ngulo del saln haba enterrado untesoro:
un gran cofre de ureas peluconas.que soaba poco enle faltaba
Mi
ta,
las
cosas de este
mundo, porque
tiempo para soar en
las del cielo, despertse
preocupada, sin embarla refiri
go, de la vivacidad de su visin, y
a mis
padres y a mi abuela.Esta ltima crea en los tesoros
comola
toda
la
gente de su tiempo. Haba nacido, enfebril
poca
de
las
luchas por nuestra independencia,tola
en La Barca, donde suel
era alcalde.
Cuando
Padre Hidalgo entr a
ciudad solemnemen-
te, ella le
contemplaba, segn nos cont muchasel
veces, pegada a la capa de su to
alcalde.
Msdel
tarde,
mucho ms36
tarde, asisti a la jura
emperador
Iturbide, y recordaba las luchas
Obrasto,
Completasbuenas onzas de oroel
del pueblo por recoger las
y de plata que, para solemnizar
acontecimien-
se le arrojaban en grandes y cinceladas ban-
dejas.In illo tempore, los entierros eran cosa
comn
y corriente. Los espaoles, perseguidos o no,reputabanlenciosa,
como
el
mejor escondite
la
tierra si-
que sabe guardar todossin
los secretos...
No pasaba ao
que se cuchicheara de esta ola
de aquella familia de
ciudad, que haba en-
contrado un herrumbroso cofre repleto de onzas.
YLa
se
daban
detalles peregrinos:
tierra
defiende celosamente, a lo que pare-
ce, el bien
que sela
le
ha confiado.si
Cuandodadota,
barreta empieza a removerla,
ha
justo en el sitio
donde yace
el
oro o
la pla-
yese un estruendo, como de paladines arlibran
mados de todas armas quebatalla.
descomunal
Chocan
las filosas
espadas contra
las
firmeses-
corazas, yense confusas voces que
ponen
panto en
el
nimo.si
Los buscadores vacilan, tiemblan, ynenel
no
tie-
corazn blindado contra
el
pnico, recu-
bren
el
hoyo y se
alejan.
S7
NSi continan, invariablemente, a cierta profun-
didad, topan con un esqueleto.
Cuando aparece
el esqueleto,
el
tesoro est
cerca. Ello se explica.
Quien enterraba sual
oro,
mataba
casi
siempre
excavador del pozo, a
fin
de que no contara
del escondite. Nuestros abuelos slo tenan fe
en
el silencio
de los muertos.la
A
veces, estos muertos eran dos: segny,
magnitud del hoyo
por ende, del entierro.
Por
fin,
a unos cuantos pies
ms
abajo, estaba
el cofre...
que generalmente costaba un trabajoabrir
endemoniado
y que pesaba horriblemente.
a
Existan doshallar
procedimientos infalibles para
un tesoro.
Yel
esto tambin lo saba mi
abuela a maravilla:
primero, hablar
al
muerto.
Donde
haba un tesoro, haba un alma en
pena. Ello era elemental.
NoEn
se ha sabido an de fantasma ningunoentierro.
que se resigne a dejar ignorado unlas
noches enlunadas, rondan alrededor
del sitio en
que se ennegrecen lentamente38
los
.
Obrasviejos pesos de allentas
Cocho
o
m
p
l
e
t
a
t
reales y las onzas amari-
con
la efigie del
rey
Don
Carlos IV.
Hay que aprovechartiene el
tales apariciones,
y
si
uno
alma en su armario,al
dirigirsela
derecha-
mentegunta:
fantasma y hacerle
consabida pre-
De parte de Dios te pidoeres de esta vida o de la otra.
que me digas
si
A
lo
que generalmente,
el
interfecto (imagina-
mos que
se trata del espritu del excavador ase-
sinado) responde:
Soy
de
la otra.
Esto basta para
romper
el hielo
El muerto entra en palique
con vosotros, y os
explica bien
dnde
est el dinero y
cmo habr
de procederse para sacarlo.Despus, cumplida su misin, desaparece.
Pero no se va, no
lo creis: sela
queda acechansombra, adaisfin
do en no s qu pliegue deversesi
del,
dais por fin
con
el tesoro. Si la
con
marcha resueltamente aall,
eternidad. Si no,
permanecehasta quetosel
retenido por invisible grillete
cofre sea desenterrado y a los resse d cristiana sepultura.
humanos
a39
NEl
segundo procedimiento esl
el
de
las varitas
mgicas; ase,
sugiri
mi abuela que se recurrieel
en virtud de que
caballero de casacn y
peluca se limit a una aparicin en sueos.
Desgraciadamente, mi padre no crea envaritas.
las
Haba nacido en
la
mediana del siglo
diez y nueve ,
ori-
abundancia de xidos de calcio en
organismo.
Lentamente
se
inicia,
lentamente avanza...
hasta fosilizamos en vida, hasta convertirnos,
como
si
dijramos, en piedra. El cerebro y
el
co-
razn escapan largo tiempo. Ya los pies, laspiernas, los brazos, los intestinos mismos, estn
ms o menosque
osificados. Slo el corazn y el
cerebro siguen latiendo dentro de aquella estatua,
ve,
que
oye... ique se
da cuenta!
La rara enfermedad no es dolorosa. En Alemania, un hombre fu atacado porella,
y muchos
meses antes de morir, yaci enhospital.46
el
lecho de un
Obras
Completas
Lo peregrino de su caso haca que acudiesena verle innumerables personas. l, siempre de
excelente humor, conversaba con todas.
Era una especie de escultura deldor; peroniosa.
Comenda-
no
trgica, sino afable y hasta inge-
En
cierta ocasin, a
una princesa que
le
visi-
taba, djoler
Meen vida.
estoy erigiendo yo
mismo mi
estatua,
Al inicirseleri;
la
osificacin del corazn,
mupe-
todo en
l
era ya rgido y estabala
comole
trificado,
menosel
boca. La estatua sonrea...instante.
sonri hasta
ltimo
No
dola
nada, es claro. Cada miembro habia adquiridola
insensibilidad y
la
perdurabilidad del mrmol!
aEsta enfermedad es, sin embargo, inocenteselasi
compara con
otra
que voy a describiros:
los cabellos, en virtudtricin,
de ciertos vicios de nu-
de no s qu asimilaciones espantosas,
se van hinchando y encarnando, hasta que son
como hebras de
nervios y de carne,
como apn-
dices tentaculares.47
NVuestra cabeza se convierte entonces en una
cabeza de medusa, y cada cabello,si tiris
si lo cortis,
de
l
siquiera, sangra
y os duele horri-
blemente.
Los griegos, que, en suma, no fantasearontanto
como
se cree, sino que hacan de sus mi-
tos simples representaciones de seres, fuerzas y
cosas existentes, a sabiendas de esta enfermedad
imaginaron su Gorgona castigada por Minerva.Las culebras que se retuercen airadas enla
cabeza de Medusa, y que petrificaban de espanto al enemigo, no eran ms que la exageracin
de un hecho. Pero yo he sabido o he soado de una enfer-
medad todava ms terrible que las descritas. Imaginaos un hombre a quien le duele pensar,
a quien cada pensamiento, cada cerebra-
cin, le
produce una tortura
fsica!
Mis menguados conocimientos me impedirandescribiros tcnicamente esta enfermedad; mi
patologa es harto rudimentaria. Pero, en
fin,
suponed que hay enuna
el
cerebro de este hombre
irritabilidad extraa,
y que merced a
ella,
cada clula sufre al elaborar el pensamiento.
Digo
*
elaborar,
no porque sea yo48
materialista
Obrasbo ms adecuado.
CompletasEl cerebro, para m, es
precisamente, sino porque no encuentro un ver-
un
instrumento de aquello misterioso y casi divino
que hay en nosotros; pero aqu, en
el
caso que
analizamos, ese instrumento adolece de una hiperestesiacirse,tal,
que cada pensamiento,
al
produ-
pincha
como un
alfilerazo.
Si el
paciente fuese un
mozo de
cordel,
un
politicastro militante
o un distinguido sports-
man*, claro que
la
enfermedad no tendra granl
importancia. Habiendo para
raras ocasiones
de pensar, los dolores que sufriese no valdranla
pena de tomarse en cuenta.
Pero aqu pasa
lo contrario: el
hombre
al
cual
nos referimos piensa mucho, piensa con exceso,
y en virtud de
esta frecuencia y
de esta intensil la
dad del pensamiento, se ha desarrollado endolencia.
As
como
del
mucho
mirar se
irrita
la
pupilaluz, as
hasta hacrsele insoportable la
menor
a este hombre del
mucho pensar49
se le ha adolo-
rido la sustancia gris.
Tomo
IX
4
AmadoVive en unsogrito...
ervoafin
grito,
en un incesante y angustio-
Los mdicos
lo narcotizan
de que duerma
sin cesar; pero en
cuanto despierta, aunque sea
por breves momentos, comienza a lamentarse.
Cada pensamiento
le
arranca unla
ay!;
brota
cada idea como brota
espina de
la planta>,
segn
la
expresin del poeta.la
Antes de que
inaudita dolencia hubiese
lle-
gado
al actual
perodo agudo, nuestro hombre,
nuestro mrtir, deberamos decir, experimentabaslo, al pensar,
una vaga y confusa molestia;
pero en cierta ocasin bebi inmoderadamentecaf,
y
la
actividad cerebral que
tal
bebida
le
produjo fu intolerable.
Tuvo
insomnios, y du-
rante ellos su tormento indecible le arrancabaalaridos....
Ahora duerme, aniquilado por
los anestsi-
cos; pero en cuanto se filtra por su cerebrorayito
un
de pensamiento, se escucha un gemido,el alma...
un gemido lastimero que parte
HExiste esta enfermedad? La he soado o la
he presentido?Fuerza es responder con un quin sabel50
VI
LAS NUBESAFrancisco A. de Icaza
(J n
da llegar para la tierra, dentro de
muchos
aos, dentro de
muchos
siglos,
en que ya no
habr nubes.Esas apariciones blancas o grises, inconsistentes y fantasmagricas,
que se sonrosan conel
el
alba y se doran a fuego con
crepsculo, no
ms, incansables peregrinas, bogarn por losaires.
Los grandes ocanos palpitantes, que hoy
ci-
en y arrullan o azotan a los continentes, se habrn reducido a mezquinos mediterrneos, y ensus cuencas enormes, que semejarn espantosascicatrices,
morar
el
hombre
entre hbridas fau-
nas y floras.
Debido a incesanteslas
filtraciones,
el
agua enotras
honduras de
la tierra,
amalgamada con
53
Amadomar de otro modo.
ervolla-
substancias, tendr otras propiedades y se
El sol, padre de la vida, llegado a
un
ciclo
ms avanzado de su evolucin, alumbrar y calentar menos. Su luz, que en pocas prehistricas
pas del blanco
al amarillo,
habr pasado
ya del amarillobarn.
al rojo,
como Antars y Alde-
Por efecto del menor calor y del menor caudal de las aguas, la evaporacin habr de ser
muy menos
considerable que ahora, y una granla
sequedad reinar en
atmsfera.
Ni nubes, ni lluvias!
El cielo, de
un incontaminadola tierra.
azul, se
com-
bar serenamente sobre
Por
las
maanas, un levela
tinte rojo,
en
el orto,
anunciar
aurora; por las tardes,la luz presidir
un decrecilas tinieblas.
miento brusco de
a
No ms
volcanes ignvomos, no ms prodi-
giosas cordilleras de oro, no
ms inmensos abams
nicos de fuego con varillajes nacarados, nopilagos de llamas, nolila
ms entonaciones malva,las cuales brille la estre-
y heliotropo, entre dela tarde.
lla
Los poetas experimentaran una suprema54
tris-
Obraseza;
Completasmuchossiglos.
pero ya no existirn los poetas. El ltimo
se habr extinguido har
BLa humanidad de entonces, sabr empero,porque selo
han enseado, que hubo aguacerosla tierra,
y tormentas sobre
como hoy sabemosque
que hubo
ictiosaurios
y plesiosaurios; sabr
masas de vapores, fingiendo monstruos de plomizovientre,
rodaban amenazantes, preadas
de electricidad, y que ya fecundaban la tierra con el jugo vital de su seno, ya la inundaban ydesolaban.
Sabr que en algunos climas, das y hasta meses enteros,
un velo
gris
impedael
la vista del sol;
que haba metrpolis dondecasi
azul del cielo era
un milagro.las
Sabr estas cosas, y acaso tambin, pordescripciones literarias y por los lienzos,raros,
muy
que hayan podido conservarse, tendr una
idea de lo que eran las nubes.
Cosa portentosa deban delas transfiguraciones de la
ser,
sobre todo en
aurora y del crepsculo,artis-
ya que encantaron
las
meditaciones de los55
Amadotas
ervoel idilio
y de los sabios, y extendieron su teln de de los aman-
magia y de ensueo sobretes;
ya que crearon todo un gnero pictrico y todo un gnero literario. Cosa maravillosa debieron
deni
ser,
cuando haba hombres que, noala gloria,
amando
a
la patria ni
como aquel
extranjero de Baudelaire, podan exclamar sin
embargo:
J'aime les nuages, les nuages qui passent, l-bas.les merveilleux nuages...
Cosa imponente debieron deHijo del
ser
cuando
el
Hombre amenazaba conlas
venir a juzgar
a
la
humanidad sobre
nubes del cielo-
Cosa debieron detiva,
ser por todo extremo fugila
cuando
el
idumeo Job afirmaba que
vida
humana pasa
ligera
comola
ellas...
sicut nubes.
Yces,
los
hombres de entonces, pensativos a veimagen de unestrato,
querrn evocar
de
un cmulo, de un
cirro,
de un nimbo; querrn
figurarse la gracia alada e imprecisa deje..:
un
cela-
y no
lo lograrn.
a56
O
b Sin embargo,
Completasmuy de tarde en tarde, casi de como ahora vienen esos enig-
siglo en siglo, tal
mticos viajeros del ter que arrastrrn cauda
comoel
los viejos reyes, aparecer en el tenue azul
prodigio de una nubcula.
Ser ms leve que
el
alma de una pluma.a travs de la tenuidad
Alas
travs de ella,
como
gaseosa de los cometas, podrn mirarse hastapequeitasestrellas.
Leve,
gil, ideal,
nacarada, incomparable, verel
dadera visin de ensueo, cruzar por
aire.
Todos
los
hombres saldrn entonces de sus
casas para contemplarla. Extticos permanecern mirndola y remirndola... y las ondas hert-
zianas llevarn este mensaje portierra.
el
haz de
la
Hoy, en
tal
regin, en tal instante, ha apare-
cido una nube. Una blanca y maravillosa nube!>
57
VII
LA PRISIN A LA ORILLA DEL
MAR
A ANTONIO DE ZAYAS
En
San Sebastin hay una
crcel a la orilla
del mar.
En otros muchos puertos heprisiones a la orilla del mar.
visto
grandes
Parece
como que una
prisin a la orilla del
mar debiera
ser la mejor de las prisiones. Pero,la
bien considerado, es
ms
cruel.la ori-
Imaginaos una torre sobre una roca, alla
del mar.
En esa
torre
hay un prisionero, comodecoraciones de pera
los
que vemos en
ciertas
romntica. Slo que aqu no es tenor ni canta
con acompaamiento de orquesta.61
Amado...
ervola
A menosel
que forme
orquesta
el
perennela
rumorar defingen
las olas,
que
al
romper en
roca
ruido de un gran manto de seda que se
desgarra.
En
el
calabozo de este hombre hay una ven-
tana, slidamente enrejada,el
desde
la
cual se ve
ocano.El prisionero
qu otra cosa ha de hacer sino
mirar?
Mira, pues, mira siempre, mira sin hartarse,aquella cambiante movilidad de las olas, a quie-
nes las varias luces del da visten mejor que estn vestidas las emperatrices.
Mira
sin cesar el prisionero;
y a fuerza de
mirar y remirar, en sus ojos hay algo del ocano. El color de sus pupilas es el colordel mar.
mismo
En
esas pupilas siempre abiertas se copia el
eterno paisaje.Si
un alma piadosa se asomase a esas pupilas,
vera en ellas vuelos de gaviotas y desfiles de
naves;arriba.
espuma de
olas, abajo;
espuma de nubes,angustia de este
Concebs vosotros ahoraprisionero?62
la
ObrasElla
Completaslael
Nada hay que evoque ms imperiosamenteidea de la libertad que
mar.es de todos!
mar
es libre! El
mar
He
aqu
conclusin a que
el
mismo derecho
interna-
cional pblico lleg despus de aquella ruda
lucha entre los juristas holandeses y los ingleses,
que en su orgullo queran enseorearse de
las olas.El
mar es
libre! El
mar
es nuestro! Es de to-
dos nosotros!El prisionero
que desde una ventana de sude libertad que muerden
celda contempla un paisaje terrestre no puedesentir estas angustiaslas entraas del otro.
BLo quemira: los
muros de
las
casas vecinas,
los predios limitados, las tierras de labranza di-
vididas, las
montaas que cierran
el
horizonte,le
toda
ello le circunscribe el
pensamiento,
su-
giere ideas
de frontera, de confn, de restriccin
de derechos ajenos.
Masrre
el
preso que desde
la ventanilla
de
la to-
ve
el
mar, y encima el espacio, tiene que
sentir el vrtigo
de
la libertad
y del
infinito.
63
I
NAEnsus pies se extiende ese gran camino quelleva a todas partes...el
pedazo de
cielo
que abarcan sus
ojos,
lanzando gritos salvajes, revuelan
las gaviotas:
Las gaviotas, cuyas poderosas alas
nunca se
fatigan de seguir a los barcos; las gaviotas, ami-
gas de las tormentas;
las gaviotas, otro
smbolo
de
la libertad!
Ms
arriba, pasan,
como fantasmas blancos
o
grises, las
nubes
libres, las
nubes que nunca se
detienen, las incurables errantes; y abajo, sobreel
moar de
las
olas,
se hinchan al viento las
velas de lona.
Tambin
ellas se van!
Por
la
noche, los ojos insomnes distinguen
entre las tinieblas
una viva sucesin de puntos
luminosos, intervalados de sombra; parecen un
gran gusano de luz que camina...
Es un
trasatlntico
que se marcha.es
Cada uno de esos puntos luminososmarote, enel
un ca-
que
leen, piensan,
conversan o suea grandes ciuel
an, seres que parten
muy
lejos,
dades cuyos palacios se reflejan sobrede lejanas riberas,
cristalfiestas,
donde hay msicas, y64
y mujeres que
pasan...
ObrasY cuandocenni
Completasla
en
soledad del ponto no apare-
vapores, ni velas, ni gaviotas ni nubes,
los dilatados ojos del prisionero vern la onda,la
onda incansable que, impulsada por
la dis-
tante influencia del sol y de la luna, va y viene
de playa en playa, de roca en roca, siempregil,
siempre sonora, siempre errante, y siempre
libre.
Ybra
pienso en estas cosas
al
ver la crcel
som-
y pesada, a
la
orilla
del mar... jY pienso
tambin que mi alma es como ese prisionero
que est encerrado en unadel mar!
torre,
a
la
orilla
69
Tomo
IX
VIII
AL VOLVERALGUIEN HA ENTRADOPara Miguel de Unamuno
Haceen que
tresla
meses que, en una clida maana
ciudad pareca incendiarse a los rayos
del sol, cerr estas habitaciones familiares, puselas llaves
en un rincn de mi gran maleta de
viaje,
y me march. Todo qued como
si
me
fuese para tornarlos
alli-
da siguiente.
Sobre mi mesa de trabajo,el
bros y papeles en
habitual desorden y, presi-
dindolos, la cabecita bizantina de marfil, enve-
nada de
finas
hendeduras negras, reliquia de losde malfil que sonre
siglos; la cabecita bizantina
apenas, con una sonrisa amparadora de
muchos
enigmas. El
artfice
que
la
labr ha muerto haceni el
ms de
mil aos.
No queda ya
recuerdo de
sus cenizas.
Cuando
esa cabecita surgi, blanca y pura, a60
Hla
vida silenciosa y casi eterna de las estatuas,
Cario
Magno an nola
apareca enlos
la historia,
estaban enCid...
mente de Dios
y abuelos del
A quines ha
pertenecido? Por cuntasvir-
manos ha pasado? Aqu adorada como unagen, all guardadafinada enla vitrina
como un
amuleto, acull con-
del anticuario.
Cuntas cosas habr visto, con sus ojos obscuros, a medias abiertos y perpetuamente in-
mviles!
La excepcional blancura, ligeramente amarilenta del marfil, dice asaz
que siempre ha sidoni
amada, que
ni
ha sufrido intemperies
ha pa-
decido abandofios.
Cuando yo haya pasado,mi vida se haya perdido en
sicut nubes, quasiel
naves, velut umbra; cuando
relmpago de
las grises
vagueda-
des de los horizontes sin fronteras, esta cabecita
de marfil seguir subsistiendo indefinidamente,sin vida
y
sin alma,el
y acaso
dir,
a los que saben
comprender
dulce y discreto lenguaje de las
cosas, algo de mis invencibles tristezas y de misintiles ansiedades.
A qu manos
ir
a parar mi bibelot predilec-
to? Plegu a Dios que sean70
manos piadosas
Obrascomomarfillas mas!
CompletasPero de todas suertes y a melos siglos
nos de una catstrofe, su elstico y resistenteatravesarfuturos
como haar-
atravesado ms de un milenario, y ver develarse
muchos enigmas,
aclararse
muchos
canos!
Las razas irn amasando antelastal
ella
el
lodo y
lgrimas del
mundo, convertidos en inmor-
substancia radiante
cere
perennius conpor-
que edificarnvenir.
las divinas arquitecturas del
Mientras yo
me
llevar a la tierra mis curiosi-
dades jams satisfechas y mis anhelos de idealjams saciados, mientras yo dormir mi perenne
sueo
sin ensueos, ella continuarluz,
con su mi-
rada sin
contemplndolo
todo... todo lo
que
no me fu dado contemplar!Por qude dar ala el
hombre que es creador, que pue-
materia, con sus
manos expertas deno lograla
sabio o de artista, !a inmortalidad,
impedir que sea tan furtivo sutierra?
paso por
Hace
tres
meses que, en una clida maana71
Amadoen quela
ervo
ciudad pareca incendiarse a los rayos
del sol, cerr estas habitaciones familiares, puselas llaves viaje,
en un rincn de mi gran maleta de
y
me march.la
Quedaron enpredilectos.
blanca tagre los retratos
Y muchassolitarios
veces, durante mis largos paseoslas
por
montaas, a
la orilla del
mar,
me he preguntado conridad de la estancia.
cierta angustia
qu harnla
esos retratos, esos retratos amados, en
obscu-
Se resignarn
los rostros,
en los cuales debe
haber algunos destellos de vida, a permanecerall,
con
los ojos
siempre abiertos enel .da
la
sombra,
adivinando slo
exterior por las lneas de
oro de las rendijas?
O
bien, desprendindose silenciosamente de
la superficie
en que los
fij el sortilegio
del bro-
muro detasmas?
plata, saldrn a fuera a vivir entre lasla
oleadas de luz o de sombra,
vida de los fan-
Y
mis
libros,
nadie los habr abierto ni ho-
jeado? Ningunos ojos de ultratumba se habrn
posado en
ellos?la
Por ventura, cuando march,72
leve plega-
Obrasptulo?
Completasel fin
dera de marfil no sealaba
de este ca-
Memea
acuerdo
muy
bien de haberla puestoel
all,
una hora antes de quela estacin.
coche viniese a
llevar-
Cmo, pues, seala ahora una pgina maslejana? quin ha ledo durante mi ausencia, enesta inviolada estancia?
qu ojos siguieron por
muchaslectura,
horas, por
encima de mi hombro, miella la
y cautivados por
han continuado
durante mi ausencia?
Porque yo siento que hay ojos
invisibles
que
por encima de mi hombro leen cuando yo leo;
yo s de ojos que miran
lo
que yo escribo, que
en este instante mismo estn mirando lo queescribo, y que, sin
embargo, hace mucho tiempola vida...
que se cerraron a
Casi afirmara tambin que mi biensilln, al cual
amado
debo tantas horas de reposo, nodej.
est
donde
lo
Lo han llevado hacia
la
ventana.
En verdad os digo que
hay, en una habitacinnadie,
cerrada adonde no ha entrado
muchas
cosas que no comprende nuestra filosofas
B73
AmadoHacequela
ervo
tres
meses que, en una clida maana en
ciudad pareca incendiarse a los rayos
del sol, cerr estas habitaciones fumiliares, puselas llavesviaje,
en un rincn de mi gran maleta demarch.las
y
me
Vuelvo ahora con
primeras graves melan-
colas del otoo, y advirtiendo
que durante miel
ausencia ha entrado en mi habitacinrio,
Miste-
pregunto en vano a los
retratos, a los libros,
a
la
cabeza deellos
marfil, al silln
mismo,
; pero que no
me
dirn jams.
74
IX
LA ALEGRA
DE LOS CIEGOS
A Mariano Miguel de Val
LJna dedo en mi
las
cosas que ms
me
han sorprendifre-
existencia, y
que en Madrid tengola alegra
cuente ocasin de observar, esexcelente
y
el
humor de
los ciegos.diario parejas
En Mxico encontraba ya amuchachoscasa,
de
ciegos, de la escuela inmediata a
mi
quesi
salan de paseo. Casi todos sonrean,interior,
comocibles.
contemplasen un bello paisaje
o pensasen pensamientos harmoniosos y apa-
Tuve en mi niez un maestro de msicaI
cie-
go.
Su
sutileza era tal que,
cuando entraba ensi
una habitacin, saba inmediatamentehaba alguien, y dirigase sin vacilar aaqulla, enfadndosesi
en
ella
la
persona
no se
le
responda y
preguntando
irritado:
Es
usted sordo?77
AmadoAl trasponerel
ervoel
umbral de una puerta,si
am-
biente de la pieza hacale adivinar
era redu-
cida o espaciosa.
Pues bien:
este ciego considerbase feliz; jala
ms
le vi
sombro, a pesar de todalas
sombra
que llevaba en
muertas pupilas.
Thophile Gautier, en su viaje a Espaa (adorable antigualla), habla de un ciego que le gui
en su
visita al Escorial.
Era verdaderamente maravillosa de ver, dice,la
precisin con que se detena frente
a los
cuadros, designndonos su asunto y su autor,sin vacilar
y sin equivocarse jams.la
Nos hizo subir a
cpula, y nos pase por
una infinidad de corredores ascendentes y descendentes, que igualan en complicaciones alConfessionnal des Pnitents Noirs odes Pyrnes, deal
Chieau
Anne
Radcliffe. Este
buen hom-
bre se llama Cornelio aade Gautier y disfruta
del
ms
bello carcter del
mundo. Parece
alegrsimo de su enfermedad.
aEndias pasados, en
un78
tren,
un matrimonio,
Obrasfortuita relacin
Completasdeviaje, referame
de cierta pa-
rienta a quien iba a visitar:
Esmarido
una anciana, decamelo
la
seora (y
el
confirmaba), que hace algunos aos
era intratable. Tena un insoportable carcter;
pero desde que se qued ciega se volvi angelical.
Su buen humor y su dulzura no se des-
mienten jams.Si
me
pusiese a citar todos los testimonios yla
ejemplos que abonan
verdad de este hecho,
inverosmil pero exacto, no acabara nunca;
mas
quienes
me
lean saben sin
duda de muchos ca-
sos y confirman in mente lo que digo. S, seor;los ciegos
son casi siempre alegres, los ciegosfelices.
son casi siempreAs
como
canta
ms bellamente, segnle
afir-
man, un ruiseor, cuando un salvajelos ojos, as gorjea el
arrancala
alma de un ciego encircunda.
perpetua noche que
la
Qu sabemos nosotros de estas misteriosas
compensaciones de
la
naturaleza para los mise-
rables a quienes en apariencia azota! Qu sabe-
mos
si
es
madre
all
donde
la
hemos credo ma-
drastral
Cmo podramos
adivinar los parasos inte79
Amadoriores
ervola vi-
de aqullos a quienes est negada
sin de la vida!
Quin sabe
si
la
tristeza est
en
las
cosas,est en
como
est en ellas la consistencia,
como
ellas la energa,
como
estn en ellas tantas pro-
piedades
fsicas!s,
Las cosas son tristes,sas es acaso lalancola!tia
y
la visin
de
las
co-
que nos conturba y
llenala
de meangus-
Tras de mirarlas y remirarlas,
se nos entra
muy hondo.las
Cuando ya noconla luz...
vemos,
la
angustia se va
El horrorlinck es
supremo de
los ciegos
de Maeter-
puramente imaginativo: est pensadoas.
por un hombre que ve. La realidad no eslas
En
grandes catstrofes, los ciegos son quienes
ms seguramente escapan.Ellos estn en connivencia
con
las
tinieblas.
La sombra es su cmplice.
Cuando, en Londres, cae
la
terrible
bruma
negra, mientras la metrpoli agoniza y se debate
como un gran monstruo en unael
trampa, ellos
marchan por
ddalo de
calles,
para ellos solos
visible, sonrientes
y serenos.80
Por todas estas cosas, y por otras muchas, no
Ome
bsorprendela
C
o
m
p
l
tasla
sonrisa de los ciegos, divorcia-
dos ya de
las apariencias del
mundo:
enigm-
tica sonrisa
de los ciegos que van por
las calles
de Madrid haciendo sonar sus desmadejadas orquestasl
81
Tomo
IX
DILOGOS PITAGRICOS
LA PRXIMA ENCARNACIN
En
la tarde
de un domingo, a
la
vera de una
calzada por
donde
corren, envueltos en polvo
de oro como en una transfiguracin, esbeltos cups, landos vastos y muellesviles, tres
y febriles autom-
hombres modestos un maestro de esla
cuela,
un cmico de
legua y un msico de
la
zarzuela, amigos viejos los tres y miembros de
una sociedadte,
espiritista,
conversan apaciblemen-
sentados en un banco de piedra.
Su conversacin, naturalmente, corre alrededor de sus ideas ms caras, bebidas vidamente
en Alian Kardec, en Len Denis y en infinidad de libros de propaganda moderna, de esos que
abundan en
las libreras
de
viejo.
Leandro, quecuela,
as se llama el
maestro de es-
en
el
momento en que85
lo
presentamos a
nuestros lectores, tiene
la palabra.
Amadogos mos,
ervodureza y acritud de nues-
La estrechez yangustia de nuestra vida, ami-
dice,
la
tro trabajo, debieran,
despus de todo, enorgu-
llecemos con un noble orgullo, porque pruebanhasta la evidencia que
hemos llegado en vidasque tuvimos
anteriores a grande perfeccin, yala
entereza de escoger para sta aquellos oficios
que ms haban de mortificarnos y que, por ende, ms habran de hacernos adelantar en nuestro
camino de hombres a ngeles, que recorre-
mos denodadamente.Es un hecho que cada quien,al morir,
hace,
como
si
dijramos,
el
balance de su vida.desarrollarse en
Ve sus existencias anterioresvastsimo panorama,se advierte el curso
como desde una montaa de muchos ros, con sus cu-
lebreos, sus bifurcaciones, sus espumarajos o su
tranquilo correr por amplios cauces.
Anjos,
estn calientes nuestros mortales despoeste sor-
cuando ya nos ha sido dado ver
prendente panorama. Comparamos nuestra vidaactual con nuestras mltiples vidas anteriores,
que son comoactor, el
los diversos trajes
que un mismoy nos da-
yo
indestructible, ha vestido,
mos
cuenta de los resultados de cada una, y so-
Obrasbre todo deltima.otras,si
Completasla
hemos avanzado bastante ensta, cotejada
Del examen de
conla
las
depende nuestra resolucin para
vida
futura.
Supongamos que yoberada ydesarroll,libre
fui
mendigo, por
deli-
eleccin de mi voluntad, y que
por tanto, en mi odiosa prueba, ciertas
cualidades que
me
faltaban, a saber: la resigna-
cin, la paciencia y la humildad.
Qu estadovida prxima?tres inel
deber
elegir,
por tanto, para
la
Las
tres virtudes adquiridas
son comopul
mortales facetas que yo
mismo
en
dia-
mante de mi alma.
Miedo no hay de que nadiedescalabre:laall
los
opaque o
estn radiando dulcemente para
eternidad.la
Qu
virtudes ser
bueno que yovir-
busque en
prxima encarnacin? Buscar
tudes de Rey, pues que tengo ya virtudes de esclavo: ser
magnnimo y
magnfico. Har la
feli-
cidad de mi pueblo, que
me
llamar el Bueno;
fundar casas deliceos,
beneficencia, universidades,Arte...
academias, centros defacetas
iqu s yo!,
y
as pulir otras
que me
faltan.
Puede
decirse, pues,
que nuestra vida actual es comopor tanto,87
una
rectificacin y,
como una
indica-
Amadobres
ervoSomos poanterior.el
cin de nuestra existencia pasada.
y humildes
ahora? Pues de seguro fuimos
ricos y
poderosos en nuestra etapa
El procer de
hoy fuel
mendigo de
ayer, el
mendigo de ayer seres el sentido en
procer de maana; esteel
que habla
Evangelio cuando
dice: los ltimos sern los primeros.
A menos repusomos adquiridocin yla
el
actor que no haya-
del todo la humildad, la resigna-
paciencia de que hablabas, en cuyoo...
caso volveremos a ser mendigosla legua,
cmicos de
como
te plazca!
Ciertamente sigui Leandro. Peroes raro.
esto
Enella
general, adquirimos en cada vida lo
que en
nos proponamos adquirir (en mayorlo
o menor grado, pero
adquirimos).
Y as acon-
tece que dedicamos la existencia prxima a otro
orden de actividades, casi siempre opuestas alas anteriores,
para que
la
diferenciacin de ta-
reas nos sirva de reposo;
como
el
que descan-
sa de un trabajo emprendiendo otro distinto.Estas teoras, amigos
mos continua m
el
maestro
de escuela, deben proporcionarnos grandesconsuelos.
De hecho
me
los proporcionan.
En mis horribles horas de
clase,
cuando lucho
Obraspr
Completasms que enlosel
sembrar una idea en treinta cabecitas rubiasjuego;
o morenas que no piensan
cuando soporto con estoicismo
mil allera-
su malignidad naciente; cuando hablo sincesar das y das para obtenerel fruto
msero de
una pequea atencin, de un mnimo adelanto,
me
digo:
T
no has sido siempre eso que eres
hoy. Acaso fuiste un prncipe, un gran artista,
un mulniillonario, un general
victorioso...
No
penes, pues. Lo que eres, t has querido serlo;
conla
la
lucidez de las horas divinas que siguen a
muerte, escogiste tu modesta y penosa, pero
fructfera
y noble misin de hoy, y ests pulienlas
do una demante.
ms admirables
facetas de tu dia-
Lo
propio debiera decirme
yo replictrivial,
el
actor cuando, ante un auditorio
que me
pide que lo divierta, personifico a caballeros quellevaban plumas enel cinto;el
chambergo y espada enellos,
yo deb ser uno deel
por
el
seoro
con que portovez quealma...
acero y
me
sale
de los
pluma y por la altims ocultos senos della
Y yo
dijo
por ltimo
el
msico,
yo, obli-
ido a tocar viles fandangos y boleros, polkas y
Amadovalses de
ervozarzuelillas
menor cuanta en
de malael
muerte, yo imagino a veces que llevo dentro
alma atormentada de algn Beethoven o de
al-
gn Mozart, que pec mucho por orgullo y que ahora est condenado a ensordecer sus armonas celestes
con
el
estruendo odioso de
las or-
questas de gnero chico.
Estamos, pues, de acuerdo, amigos mosresumi Leandro enpio, a saber:lo
que deca yo
al princi-
que
la
dureza y acritud de nuestros
trabajos debieran enorgullecemos con un nobleorgullo, puesanterior...
que prueban nuestra excelencia
De todas suertesquerido Leandro!, yo
-dijo elte
cmico,
oh mi
aseguro que en mi prlo
xima existencia me desquitar bien desufrido en sta: de los horriblestrata,
que hecon-
mesesde
sin
de
las
noches
sin pblico,
las silbas es-
trepitosas,
de
las cascaras
de
fruta arrojadas a la
escena, de los empresarios sin conciencia y delos cronistas sin misericordia.
En cuanto
expire,
mi nima rondar los alczares, se agazapar entre las
colgaduras de damasco y de brocatel, ace-
char bajo los lechos blasonados, y as que perciba el cuchicheo de un principesco90
do de
Obrassculos, en
Completaslista,
amor sazonado con besos,
gil,
entre dos
medio del apretujamiento de un
abrazo, se colar callandito a las entraas de unainfanta o reina, y ya
no saldr de
all
sino enreal,
vuelta en las sonrosadas carnes de
un beb
para ser mostrada, a los proceres que aguardan
en
las antesalas,
sobre una bandeja de
oro...
Pues yo dijomsprctico
vivamente
el
msico ser
que
t.
Monarca... Ah, no por cierto! Malos vientos
corren para los reyes en este siglo.
Yo
salvar,
luego de muerto,York.All
el
ocano, y llegar a Nueva
recorrer con ledo vuelo las suntuo-
sas residencias de la Quinta Avenida, y en cuanto
vea que va a nacer un beb, zas, enrey;
l
me
zampo! Ser
pero del Acero o del Cobre otren especial, yate, autoel
del Petrleo...
Tendr
mviles
y,
sobre todo, palco en
Metropolitan,
para oir a los Carusos del porvenir en la postura
ms cmoda.Habr deser,
adems, un millonario
artista.
Escribir msica sabia,las
que editarn a todo
lujo
mejores casas alemanas, y hasta construirteatro en
un
cada una de mis residencias dePort.91
Nueva York o de New
Amadosico y el actor, t,
Netola
Y t, Leandro -preguntaron a
vez
el
m-
qu desquite tomars en
otra existencia, despus de haber sido en sta lo
ms atormentado que puedemaestro de escuela?>Querrsser,
serse,
a
saber:
por ventura, ministro de Insel
truccin pblica, para aumentar
sueldo a tus
colegas del futuro?
Yo dijo Leandroya he pensado muy seriamente este captulo. Encarnar,
como
t, oh,
msico generoso!, enllonario, pero
el
cuerpo de un beb mi-
que
est destinado, por su capaciel
dad
cerebral, a la tontera crnica. Creedlo:este
mayor bien detan necio
mundo
es ser
un
rico necio,
como
rico.
Los
ricos inteligentes y buenos,
ms
sufrenel
que gozan, porque no pueden hacer todo
bien
que anhelan. Los ricos tontos son los verdaderos bienaventurados. Siendo archimillonario yarchitonto, lo seris todo. Los sabios os harn
pasar por sabio; los
artistas,
por
artista.
Se os
atribuirn todas las cualidades, y vosotros creeris
firmemente poseerlas. Os sonreirn todas
las
mujeres, y vuestra necedad os sugerir que to-
das os aman.
Como
sois incapaces de iniciativa 92
Obras
Completasla gloria,
y de pensamiento, otros trabajarn y pensarnpor vosotros, pero atribuyndoos toda
y moriris abrumados de elogios y de bendiciones a una avanzada edad.
una vida
Bueno; pero qu virtudes adquirirs en as, Leandro? Qu faceta de tu diaespiritual pulirs?
mante
Ninguna respondi Leandro; en cambio, gracias a mi necedad, los que me rodeen,que sern muchos, ejercitarnla
paciencia. Y,
adems, os dir que esta prxima vida que desdeahora
me he
decretado, es de asueto, de recreo,ella
de vacaciones: quiero enechar una cana alaire...
no avanzar, sino
tante en la actual; y as
He adelantado ya bascomo en la milicia elas
tiempo de campaa suele contar doble,
una
vida de maestro de escuela vale por dos...
XI
EL PATIOPara mi hermano Rodolfo
j
llllllgl
sr>
n
Guipzcoa
las casas tienen
un patio comn,las habitaciones
un gran
patio, al cual
convergen
todas de una manzana o bloque.
Merced a
l,
muchas categorasla calle, veris la
sociales se
codean. Si vais porferencia
enorme
di-
que hay entre
los
ornamentados balco-
nes de un entresuelo y los elementales barandalillos
de hierro de un quinto
piso; entre
las colvisi-
gaduras de damasco de un principal y losllos
de lienzo de una buharda. Peroal
si
os asopatio,
mis
patio,
al
gran patio,
al
luminoso
las diferencias
son mucho menos sensibles: no
hay sino anchos muros agujereados, rectangularmente y en montonas lneas, portanas.las
ven-
Y
estas ventanas
son todas iguales, o casi
iguales. 97
Tomo
IX
7
Amadoferentes alturas.
N
r
v
o
Las categoras se marcan ms bien por
las di-
Los pobres estn siempre
arriba,
en comunin
de aspiraciones con los tejados y con los gatos.
Los
ricos siempre abajo,
pegados a
la tierra,
a
ella asidos,
de
ella
enamorados, exprimindole
todo
el
jugo de que es capaz, pensando con po-
sesivos:
mi casa>, mi quinta*, mi cortijo,
mi
villa
y mi automvil, que
liga
todos es-
tos mis con una vertiginosa cadena invisible.
BPorla
noche, los muros blancos se puntean
de luces.El gran patio est obscuro, y as
como en
la
maana todasuna mismabra,luz,
aquellas ventanas convergan a
hoy convergen a una misma som-
como muchas vidas a un mismo dolor. En la vasta rea del patio van proyectndoseluminosos por los cuales pasan
los rectngulos
siluetas diversas.
Enpleta
el relativo silencio, la
diversidad de rumo-
res se desmadeja, se precisa;
y entonces
la
com-
imagen de
la
existencia est en algunos
metros cuadrados.98
Obrasmaseis ala
Completasser
Asomaos a un balcn yvida.
como
si
os aso-
Todas
las
edades, todos los trabajos, todas lasall.
locuras estn
Vosotros veis escenas que no es dado ver alos
en
ellas
directamente interesados.
Veis, dentro del rectngulo deal viejo
una ventana,el
que dormita, mientras en
rectngulo
de
la
inmediata, su mujer, jamona capitosa, coel
quetea con
primo que est dereir
visita.
Veis a los lacayos
de los amos, que ma-
jestuosamente comen, separados de ellos por un
muro que para vosotros nojean en
existe.
Os fragmentos de conversaciones que volteel aire.
Y, a veces, a una ventana solitariasilueta
asoma
la
de una mujer joven.las
Oh
mujeres jvenes que asoman porventanassolitarias!
la
noche aOh
las
las
mujeres jvenes que interrogan alas
la
noche desde
ventanas
solitarias!la
Oh mis lejanos veinte aos, clavados enacera,
como
veinte espas llenos de zozobra ysolitaria!
de amor, frente a una ventana6)
99
NAconlo lejos, elel
mar
enrolla y desenrolla sus olassiglo,
mismo rumor apagado de hace unsiglos,
de hace veintesiglos.
de hace centenares de
Yde
lamiendo
las
playas de la ciudad luminosa,festiva,
la
ciudad culta y
de
la
ciudad de
placer, l contina siendo salvaje.
No
habis notado que
el
mar
es el nico que,las
en esta perenne transformacin de
cosas
conserva su sello de virginidad primordial?El
hombrela
lo
ha modificado todo, ha camla tierra.
biado
faz
de
La ha desensilvecido
para levantar, en vez de sus bosques milenarios,
ciudades maravillosas; ha cultivado los campos,los
clasificado.la la
ha dividido en heredades, los ha medido y Ya no podis ir a ninguna parte conlas huellas
esperanza de encontrarcreacin.
de Dios enmisteriosos,
Los propios astros
eclipsados por los focos elctricos, opacados
por
el
humo deapenassi
las
chimeneas que ensucian
el
cielo,
con dbil parpadeo aciertan a
hacer signos de luz a vuestro espritu. Si pretendis escuchar la voz sonora y potente de las cas-
cadas que cantaban en
la
noche, no lo lograris
tampoco. El hombre se ha apoderado de toda100
Ola
b fuerza de
Completasla
catarata para
mover sus
fbricas.
Ya no
desfleca el ro cristalino su difano
cau-
dal irisado...
Pero no os desconsolis, vosotros los que ansiis fortificaros
en
el
regazo de
la
naturaleza,
vosotros los que deseis acercaros a su alma
enorme y divinamente hospitalaria id hacia el mar inclume. A l no ha logrado imponerle su:
sello el
hombre.el valle
La montaa ylado; el
y
la
cascada han capituel
mar no
capitula.el
Es
mismo que
frael
guaba continentes en
principio,
cuando
planeta, caliente y envueltores, pareca
en densos vapola
pender an de
nebulosa gene-
radora.
En vano
la
osada de
la quilla
hiende
la ola. la
Jams dejar unacer mientrastriturarle
huella.
La onda mvil
me-
plazca, y luego la tragar y la
en su seno.al
Venid
mar, espritusEl
libres,
almas fuertes
o inquietas. yl
mar no
tiene dueol Es nuestro,la
slo puede darnos an en el planeta
vasta, la
poderosa impresin csmica, gensica,tierra
que
la
pobre
esclavizada no acierta ya a
producir.101
A
NYpienso en estas cosas mientras
me asomo
al
patio, al patio
ensombrecido, adonde convergenvi-
muchas ventanas, como convergen muchasdas a un mismo dolor.
102
XII
EL FANTASMAPara Balbino Dvalos
t,L Desierto de los Leones es uno de los
sitios--
ms hermosos de
la
Repblica Mexicana.el
Imaginaos, limitando
admirable valle de
Mxico, un monte ensilvecido a maravilla de pinos y cedros, arado por profundos barrancos,en cuyo fondo se retuercendifanaslinfas,
oliente todo a virginidad, a frescura, a
gomas; y en una de sus eminencias, que forma amplia mede un convento de franciscanos,
seta, las ruinas
de
los primeros
que se alzaron despus de
la
conquista.
Unparece
poderoso aliento de misterio invadelos
las
penumbras perennes de
sonoros pinares, yel
como que
la
oracin,
ayuno y
la
teolo-
ga han dejado
all
su contagio de
tristeza,
de
austeridad y de silencio.
Ahora que
los ferrocarriles
y los tranvas elc-
105
Ntrieos
hacen tan
fcil la
escapada de
la
metr-
poli hacia los
innumerables pueblecillos y recovalle,
dos amenos dellado de todolas
aquel
sitio
contina ais-
trfico;
y
como
es fuerza subir porla
speras derivaciones de
montaa
al
tardo
antojo del mulo o del caballo, pocos son los turistas
que intentan
la
aventura, y casi puede
uno
prometerse, all arriba, inalterable paz.
aAl Desierto de los Leones fu, hace algunos
aos y aprovechando
el
ocio forzado de una Seal
mana
Santa,
el
eminente don Justo Sierra,el
que
acompaaban Jess Contreras,escultor
bienamado
que en Pars dej un brazo y tantos enel
sueos; Jess Urueta,
orador incomparable, y
un grupo de poetas
predilectos, entre los cuales,
Luis Urbina, Jess E. Valenzuela y otro tan exquisito y alto
como
ellos, el
ms
culto quiz, el
de percepcin ms aristocrtica y fina de lospoetas nuevos de Mxico, pero cuyo nombre no
pronunciar por tratarse del personaje principal
de esta aventura.Slos le
llamar Sabino,106
como
aquel com-
ObrasNombres dedado a estudios
Completasl
paero de fray Luis, que conCristo; y dir
departe en los
que era y es muyy que, sabio en
espiritualistas,
teosofa y en otros altos esoterismos, ha busca-
do con verdadera ansia
la
clave de los enigmasel
que nos rodean, y ha perseguidotravs del da y dela
fantasma a
noche.
La Semana Santa haba llegado tempranamente
y
el
invierno estaba todava en las cimas.la tarde, el fro
Enun
cuanto cay
se dej sentir con
intensidad. Los excursionistas encendieron
gran fuego, y mientras
les
preparabanla
la
comida,el re-
agrupronse en torno deflejo
vivaz hoguera,el
de cuyas llamaradas temblaba enla
fondo
obscuro de
arboleda.
Naturalmente, se refirieron historias de aparecidos.
Haba para
ello la
complicidad del silen-
cio y la complicidad de la luna.tribua al conjuro
La hoguera con-
con su fantstica nota roja querostros
ensangrentabativos.
los
atentos
y pensadesconoc -
Cuanto mayor era
el influjo
de
lo
107
Amadodo y msvisibleel
ervolo invisible,
temblor de
uno
de los del grupo exclam dirigindose aJusto Sierra:
Don
Seor:
all abajo,
entre los rboles, hay
una sombra...Volvironse haciaojos, y,el
punto indicado todos los
en efecto, a cien pasos, en una explana-
da, entre pinos gigantescos, se vea distintamente, al
fulgor de la hoguera y a la luz de la luna,
pasear, lentamente, a
un
fraile,
con
lala
capuchaamplitud
calada y las
manos escondidas en
de
las
mangas.patente y manifiesta era la aparicin, quelos presentes
Tan
ninguno de
dud deel
ella.
El narra-
dor suspendi su relato, y en
mutismo unnilo sobrenatural,
me
producido porel
el
pnico de
slo se oyeron
ruido de las respiraciones an-
gustiosas y
el
crepitar locorojos,
de los sarmientos,seretorcan
que,
como
ofidios
en
la
lumbre.
Qu alma vagabunda dehondura de
fraile
volva de
la
los siglos a recorrer aquellos
que
fueron agrestes escenarios de mortificacin, deplegarias y de pensamientos ascticos?
Los testigos del hecho confiesan que jams108
Obrasy del milagro.
Completas
sintieron tan de cerca el soplo helado del arcano
Decomo
pronto,
el
ms conmovido
sin
duda de
to-
dos, Sabino, lvidolas hojas, se
como
la
luna y tembloroso
puso en pie y ech desespetras el fantasma.
radamente a correr
ste, al advertir sus movimientos, se esquiv
entre los rboles con
suma
presteza.
Pareciles a todos que se haba
como desvams
necido; pero no: a poco volvieron a verleall,
en un montculo de
tierra.l, y pronto espectro, turb
Sabino segua corriendo hacia
una verdadera caza, la cazala
al
paz de las hojarascas, que se quebraban cru-
jiendo, y el
sueo de
las
culebras que huan
ondulantes.
Tanfluido,
furiosa era la persecucin
como
hbil
la
huida. El fantasma pareca deslizarse,
como
algo
en confabulacin con
el
viento y con la
sombra; pero Sabino, lejos de perder terreno,
cada vez ms rabioso, prevena todos los quie-
bros,
presenta todas las artimaas, y, por109
fin,
Amadocin, tanto
ervola
estrechando distancias, sofocado por
emocon
como por
la carrera,
pudo
asir
sus
manos nerviosas
al fraile fugitivo...
Arriba, en el vivar,los espectadores
un
grito retembl
cuando
de aquella nunca vista escena
advirtieron el resultado de la persecucin; y to-
todos echaron a correr haciafraile
el
sitio
en que
el
se debata entre los brazos de Sabino ex-
clamando:
Djame
ya:
me
haces dao!
El espectro era Urueta que,
de acuerdo con
Contreras, se haba disfrazado para dar a aquella
noche un poco del sabor del
misterio... Sabi-
no, colrico, hundile las uas en los brazos, y
cuando sus amigossa,
le
obligaron a soltar su preinslito
pasmados ante
lo
de su
actitud, l
exclam llorando de
ira
y despecho:
Haber
corrido rabiosamente toda mi vidafin!
detrs de lo sobrenatural, y ahora que jporcrea tocarlo
con mis propias manos, encontrar-
me con
ste...
Ylla
su pena, lo ms inesperado quiz de aque-
noche de sorpresas, era imponente de noble-
za y de sinceridad.
no
XIII
LA CARTA
f?i
Yono
espero, hace
mucho tiempo, unade mioficina, la
carta
que
llega. da, al venir
Da a
busco so-
bre mi mesa.
Voluminoso es mi correo: hay en
l
pliegos de
todos los continentes, en los cuales ponen su
marca rectangular, de vivos colores,
los sellos
de
todas las naciones. Pero entre esos numerosospliegos que
me traen
saludos o reproches, aplau-
sos o censuras, solicitudes o dones, no figura
mi
carta: la carta
que yo aguardo.la
De quin
es esa carta? Quizs dela"
mujer
que hubiera amado y dedestino brutal,
que
me
separ un
cuando se buscaban nuestros
ojos con todos sus enigmas, nuestras bocas con
todas sus preguntas y todas sus promesas, nuestros brazos
con todos sus temblores y todos sus113
deseos...
Tomo IX
8
AmadoEsa mujer, desde algunaretiro...
ervotierra
lejana, piensa
en m; acaso mi nombre llega alguna vez a su
y un da
me
escribir la carta
que yode-
ansio, la carta
merced a
la cual se orientar
finitivamente mi espritu.
Y lo
que fu hasta aqu,empezar aser.
ya no
ser;s,
y
lo
que no ha
sido,
Oh,
yo aguardo una
carta, breve,lila;
blanca y
fina, sellada
con lacre malva oel
perfumada
apenas porducal...
roce de larga y marfilina
mano
Una
carta
que me
dir lo
que no acertaron ala
decirme aquellos labios a quienesimpidi abrirse a tiempo... Algo
fatalidad
y muy hondo; palabrasdesol
muy misterioso que estarn como tejidaslas cuales palpitarn
y de luna, y entre
un
amor muy grande y un muy grande ensueo. Cundo llegar esa carta, Dios mo?Cuntos aos han pasado desde quepero!la es-
Seor: en mis cabellos ya hay escarcha y en
mi alma cansancio. Mis ojos estn fatigados demirar a lo lejos, buscando barcos de luz, galeras
de oro, entre
las
fantasmagoras del poniente.todas las perspectivas, he escu-
He sondeadodriado todas
las lontananzas,
y Ella no aparece.
114
ObrasPorque,lejos
Completasyo sabradelas
que
viniera,
distinguirla, por-
como
las princesasla
estampas, tiene
un lucero en
frentetriste
Seor, estoy
y clamo a
ti...
Mi corazn,
incorregible, salta siempreal
comosi
pjaro ansioso,entre los plie-
acercarme a mi mesa... por
gos de varios matices, est suprecederla debe,fuera delala
carta, la carta
que
sola que
yo quiero
recibir;
cual todas son vanidad y tedio...
Seor, haz quela
me
escriba, antes de
que reine
noche, esa perenne noche en que todo selle-
desvanece! Porque entonces, aun cuando
gue suabrirla;leerla.
carta,
como
estar inmvil, ya
no podr
como
estar a obscuras, ya
no podr
115
XIV
LA ULTIMA DIOSA(CUENTO ABSURDO)
A Alfredo
Vicenti
Laslabor,
fuerzas interiores del planeta, en oculta
con escondidos movimientos, con solapala traicin,
das turbulencias, venan preparandola
gran traicin.El sol, por su parte, en su eterna cada por el
abismo, en pos de ese hipottico ncleo queacasorutila
en
las
masas estelares de Hrcules,
haba encontrado un formidable enjambre deblidos que, lloviendo sin cesar sobre su hornaza, as
como sobre
los
mundos de sh sistema
(aunque sobre stos naturalmente en proporcinmenor), acabaron por determinar un exceso deactividad espantoso,
muyel
superior al undecenal
que registran
los astrnomos.
Entonces se efectucataclismo.
cataclismo, el inmenso
Las perturbaciones del gneo ocano central,119
Nproduciendo horrible expansin de gases, hincharon en una inmensa extensinplaneta.la
corteza del
Prodjose con esto una dislocacin ciclpea.
La inmutable tendenciatales
al equilibrio
hizo que a
hinchamientos correspondiesen depresio-
nes enormes, que se manifestaron, naturalmente,
en
las
entraas de las
ms ingentes
tierras.
As, pues, a
medida que nuevos continentes iban
surguiendo del primordial ocano, entre ferocestorbellinos de espuma, los antiguos se hundan;
y
el
mar, buscando cauce, en oleada espantosa
se precipitaba sobre ellos,vuelca.
como una
taza que se
Pronto, en las vastas porciones de tierra don-
de haban florecido y penado las razas, salvo en una parte reducida, ya no se oy ms que vagir ala
ola verde, plair al
mar generador como enhaba sido renovado.
el
principio. El
mundo
Por qu de esta tremenda conflagracin es-
capSi
el
centro del frica?
hubiesen quedado algunos sabios para exduda, de diver-
plicarlo, habranlo explicado, sin
sas maneras.
Pero no quedaron!120
ObrasDel
Completasmundola
No vivi ms que uno!
mundo
antiguo, mejor dicho, del
de ayer, despus de los espantosos zarpazos dePlutn y de Neptuno, no subsista ms que
regin interior del continente africano que se
extiende entrehara
el
higo Tanganica al sur,el
el
Sa-
al norte, la
Abisinia y
Sanguebar
al este,
y
el
Congo y
la
Guinea
ai oeste.
Marruecos, Tnez, Argel, Trpoli, Egipto, parte
de Abisinia,
la Cafrera, el
Cabo y todo
el li-
toral del oeste,
haban desaparecido.
No
se vean
ms que
los espinazos de la viejael
cordillera
que enmarcaba
continente,
sur-
guiendo a trechos del mar, como esqueletos demonstruos ahogados encidas.las
aguas, an estreme-
Parecalabrar
como queal
la
fuerza ciega que iba aesculpir de
de nuevo
mundo, a
nuevo
al planeta, llas
haba querido borrar todas las huepaciente y tenaz delel
que
la civilizacin
hom-
bre
blanco logr
imprimir en
continente
negro.
Y sindel
embargo,
all,
la
vida animada haba suball,
sistido por lo
menos: fuera de
en todo
el
haz
mundo, nada quedaba de121
la
geografa ante-
Amadorior.
ervonuevos eranel
Nuevos eran
los continentes,
los mares,
y unos y otros desiertos, hasta que
limo de
la tierra
tomase adepiel
ser fecundo.
No ms
arios
de rosa, ojos de azur ynariz en-
cabellos de aurora; no
ms semitas de
cornada, ojos garzos y rizos castaos; no ms
indos pensativos de ojos negros, cabellos lacios
y movimientos de serpiente; no ms malayosoblicuos y amarillentos; no ms indios rojizos yaguilenos; no
ms lapones panzudos y enanos.africanas.
Las razas slo haban dejado, como vestigio,el
bano vivo de algunas selvas
Pero no, no eslo,
cierto!la
Comotierra
si el
divino
Apo-
antes de acribillar
con sus flechasreli-
iracundas, hubiese querido conservar una
quia de
la estirpe lrica
que cre a
los dioses y
a los hroes; que volvi sonoras las divinas Cicladas;
que pobl de leyenda y deel
gloria el Ar-
chipilago yel
mar Jnico,
all,
en un aduar, enNianza,
paraje
ms hermoso defamilia
las riberas del
quedaba unadoritaliano,la
compuesta de un exploralos
casado con una griega, rubiosmiel de las abejas del Himeto.122
dos como
ObrasYlas
Completaslas
tenan una hija, una doncellita de diez y
seis aos,
que ostentaba todaslas mejillas,
blancuras de
cimas en
todas las hebras de oro
del sol en los cabellos, y en los ojos todo el ver-
de enigma del mar.Concebs, amigos mos, a esta doncella rubia,
a esta nueva Anadiomena, surgiendo imponica dela
luta, celeste,
concha de bano del
continente maldito, para recordar a los hijos de
Camdela
la
antigua gloria de las razas,
el
prestigio
hermosura aria, aquello que fu entusias-
molos
y orgullo del corazn y del pensamiento dehombres, aquello que movi con su santo es-
tmulo,
con su
irresistible
embeleso los cinceles
de Fidias y Cleomeno, que dio sus colores a Tiziano,
que se volvi carne de ensueo en
las
Desdmonas y Julietas, que constituy y el sortilegio del mundo?Se llamabaNausica...
la ufana
Y
su madre, bella an
otoo, e inteligente
como un crepsculo de como una ateniense delatraala a su re-
tiempo de Pericles, suavemente
gazo, acaricibala con sus delgadasalabastro, y decale:
manos de
Hija
ma, cuando tus padres hayan muerto,123
Amadola flor
ervola
quedars t sola como un grano de oro ennegrura del mundo. Qu hars,t,
la perfecta,
por excelencia de
las razas,
en medio devolver
esta
humanidad sombrala
que
acaso
mansamente a
animalidad? Realizarn porel
ventura los dioses
milagro de llevarte en un
carro de oro, en asuncin gloriosa al Olimpo, ati,
de quien ya no es digna
la tierra,
a fin de que
tus rizos de luz,
como
los
de
la reina
Berenice,
fulguren en algn rincn de las noches silenciosas.
Ybio
deca
el
padre, cuitado y melanclico:
Fuerza
ser buscarte
un esposo blanco y rula
como
t,
para que no se extinga
progenie
de
los dioses.
En algn
refugio, en algn reco-
do, en algn escondrijo del continente quedarotro europeo
como
nosotros, y con
l
formars,
en este ocano de palpitante negrura, un magnfico islote
de fulgor, y vuestra estirpe
ir cre-
ciendo en estas riberas, incontaminada, serena,radiante, y poblar alfin,
con
la
gracia de su
presencia, los nuevos continentes solitarios.
BPeroal
cataclismo haban precedido en
el
centro del continente, ya epidemias, ya guerras124
Obrasyelel
Completas
y matanzas, que diezmaron primero y extermi-
naron despus a los reducidos colonos europeos
hombre rubio no fu hallado jams. Murila
explorador y ms tarde se extinguigriega,
her-
mosa
besando a su
hija
y apretandoel
contra su corazn un libro: la Riada,
ltimo
ejemplar de
la
Iliada
que
exista
en
el
mundo!
Nausica qued sola.
Se cuenta que los negros la hicieron reina y que de todos los rumbos del continente venan acontemplarla, parecindoles yatira
como una men-
que hubiese existido nunca una raza capaz
de concebir aquellas carnes de leche y aurora.
Un
poeta negro
la
cant a su
modo en un
dialecto spero.
Y unlla
da, antes
de llegar a su plenitud, aque-
solitaria
y pursima azucena se extingui,
ante
los
ojos sorprendidos
de sus subditos,
comoverso
se apaga un rayo de sol.
Esta ltima hija de Apolo muri repitiendo un
de Homero, en
la gloria
de una fresca
maana, acariciada por una brisa suave, queparecala
misma que empuj aazul, la
los argonautaslas ca-
por
el
mar
misma que sopl enla
as que brotaron de
metamorfosis pnica.125
XVEL LAGO ENCANTADOPara el ministro de Mxico en Espaa, Don Juan A. de Bisteoui
Mme
1
amigo, que
ama r apasionadamenteencadenadodel gran
la
natu-
raleza, quiz
por contraste, porque su posicinlo tienen asazal
y su fortunallino
torbe-
de los salones y
al trajn
mundo,
dijo el otro da:
He
descubierto un lago, un lago admirable,
digno del cisne de Lohengrin, un verdaderolago wagneriano. Nadie lo
conoce este
nadie
se refiere naturalmente a los turistas. Ningu-
nos ojos frivolos lo han contemplado;ral.
ni siquie-
hay un camino que conduzca directamente a
Ninguna
villa
se yergue en sus mrgenes,
donde anidanprometela
los
gansos salvajes. Si ustedsi
me
reserva,
no dice usted una sola129
palabra a nuestros amigos, lo llevar.
Tomo IX
9
Npartimos.
Lo promet, y ayer, despus Dejamos las elegantes
del almuerzo,callejuelas del
balneario, bordadas de palacetes y de hoteles, y
entramos acarretera
la
gran carretera de Pars, esa gran
sombreada por rboles hospitalariostodas las de Francia, ms parece un
que,
como
paseo que un camino.El automvil volaba, y el aire fresco cantaba
en nuestros odos, gil, su cancin alada yvolandera.
Llegamos diez minutos despus a una ciudadhistrica,
cuyo nombre noros,
dir, situada
en
la
confluencia de dos
que, a poco, fundidos
en uno
como dos
vidas amantes, y despus de
lamer con mansedumbre las amarillentas landascubiertas de pinos martimos, se arrojan al re-
vuelto mar Cantbrico.
Atravesamos esta ciudad
al
paso, con la gran
mquina de ciento diez H.paciencia, y volvimos allo
P. trepidando de imreal para dejarla
camino
en seguida por otro que ondulaba entre
verdura.
Las casas sembradas aqu y acull,
las
fermes
y granjas iban hacindose raras. Pronto ya no
hubo ms que
rboles, las susurrantes filas de130
Obrasasomosdel otoo,
Completasque precede endela
rboles solitarios, un poco amarillecidos por losellos a esa ve-
jez anual del invierno,
cual salenay!
ms
ufa-
nos siempre y florecidos, mientras
nosotros,
que nos reposamos a su sombra, no vemos sinoya para siempre, ya parala
eternidad, amarille-
cer nuestras frentes rugosas
como
sus crsulas
y nevarse nuestros cabellos.
La paz de
losla
campos
era infinita.
Dete,
pronto
gran mquina se detuvo roncanfrente a nosotros, en
do poderosamente;
un pos-
un rectngulo de madera deca:
Lago de
I...
Seguimos unse internaba en
casi imperceptibleel
sendero que
bosque, y sali a recibirnos,
sonriente y acogedor, un hombre.
Buenos dias nosrrecto, sin
dijo en
castellano co-
acento alguno. Bien venidos!le
Mi amigosu barca.El
explic que,
enamorado
del lago,
haba querido volver, y vena a pedirle de nuevo
hombre
aquel, sonriendo siempre, nos pre-
cedi hacia
la orilla.vi
La vegetacin era tan apretada, que yo nola
gran esmeralda del agua hasta131
el
momento en
Amadoquelas
ervocasi
ondas apacibles baaban
mis
pies.
El lago,plio
muy alargado, muy
irregular,
muy am-
y
cristalino,
bordado de pinos, de cedros,solitario
de encinas, se extenda
y misterioso,
formando innumerables recodos, que eran otrostantos remansos
donde
la linfa
dorma, reflejan-
do
el
ensueo verde de
los follajes,
y donde slode los
se echaba de
menos a
los cisnes msticos,
cuales dijo Wordsworth:
Cuando
el
cisne nada,
nadan dos:
el
cisne y su sombra.al
Era de veras un lago pensativo, propicioxtasis.
Diana y
las ninfas
hubieran podido ba-
ar en sus ondas las luminosas carnes inmortales, sin
temor alguno de ser sorprendidas.yaca en la ribera, aquel
Con un zueco quetraer el
hombre, alternando con nosotros, empez a ex-
agua que cubrafrgil;
el
fondo del bote, bas-
tante
pequeo y
y pronto mi amigo y yo
pudimos cogerlas
los remos, ansiosos
de bogar por
temblorosas diafanidades.
No
tenamos
prisa, y
negligentemente avanza-
mos, detenindonos a cada instante para contemplarel paisaje.el
Bastaba dejar quietos los resilencio divino de la Natura-
mos
para oir
leza. El
agua pasaba cantando, y del bosque132
Obrasnes de todasvientos.las
Completaslas hojas, las palpitacio-
vena ese zumbido tenue en que se funden las
conversaciones de todas
caas, los susurros de todos los
bamos oblicuando de ribera a
ribera, a fin
de
ver todos aquellos rincones de misterio, de con-
templar
la
intensa entonacin verde dellas frondas.la linfa,
agua
dormida bajo
Un
soplo furtivo rizaba
que pareca esfriolenta.
tremecerse
como una mujer desnuda y
A
veces, grandes aves acuticas levantaban el
vuelo, graznando, y extendan luego en majes-
tuosa inmovilidad las enormes alas, seoras delespacio.
Los propietarios de estos bosques son un secretario
de Embajada que reside en Londres, unel
marqus que hace todo
ao vida de hotel
ele-
gante, un industrial que trabaja afanosamente enPars.
Vienen unos cuantos das despus de
la
aper-
tura de la caza a matar patos silvestres, para lo
cual han disimulado en los boscajes ribereos
dos o
tres
cabanas entretejidas deel
lianas.
Nuestro amigo
molinero, que estuvo
mucho
tiempo en Cuba y que se ha establecido aqu,133
Amadoes,
ervohijo, el
arrendando a uno de los propietarios una parcela de terreno para construir en ella su molino,
con su mujer y su
nico morador de
estas riberas.
No haysueo del
botes de petrleo, ni cayucos aguza-
dos, ni velas crepitantes que turben este santolago. El
agua
refleja
siempre pura
la
gloria del sol en su amplia faceta
de jade, engas-
tada en
el
esmalte de las riberas.
Despus de una hora de remo, varamos nuestro bote
en una
orilla
tapizada de gramneas y
ascendemos portre los
las
escarpaduras del monte, en-
abundosos pinares.ni
Arriba tampoco hay alma vivientedefinidos.
caminos
Un vagotrs
sendero nos lleva a unas chozas, de-
de una palizada.
Las gallinas, medrosas y alharaquientas, saltan
y corren entre los aperos de labranza.jer,
Una mula
rodeada de
tres nios,pie,
interrumpe
labor
que haca y se pone en
sorprendida profunpasa por ah cerca
damente. Le preguntamosla
si
gran carretera, y nos seala una lejana lnea
de rboles.
Vamos
hacia all ensordecidos por el ladrar134
Obrasdoscientos metros a
Completasver-
de un perro htico que no puede resignarse a
nos en su soledad, y despus de recorrer unos
campo
traviesa
damos en
el
amplio camino.
Hemosparte esraje
querido saberaccesible,
si si
el
lago en alguna
ms
se halla en algn pa-
ceido por carreteras; pero no, ya estamos
tranquilos: los grandesel
caminos
lo
desconocen,
turismo inquieto no vendr an a profanar es-
tas riberas calladas;
ninguna sociedad annima
descubrir por ahora virtudes maravillosas a lasfuentes que forman este caudal apacible; ningn
mdico de moda enviar a sus enfermos a respirar estos aires.
Las odiosas
villas
no erguirn to-
dava sus torreones multicolores entre estasarboledas.
Bendito sea Dios!
BVolvemos a embarcarnos. La tarde caedamente, yla
rpi-
paz del lago es ms honda y en-
cantadora. Al fin nos penetra y envuelve, nossatura el alma; y lenta,
muy
lentamente, agita-
mosdo
los
remos, corrigiendo slo de vez en cuan-
la
direccin del barquichuelo.135
Amadoconstruir
ervoribera,el
Poseer aqu unos metros cuadrados de
una modesta vivienda, comprar unverano enel
bote y venirse a pasar
recogi-
miento y
la
placidez de estas aguas.
Traer consigo un bello libro y soar o pensar
suavemente en
los
lentos
crepsculos de
Agosto.Sestear en los remansos penumbrosos; dormitar
oyendo
el
chapoteo de
lael
onda
clara.
...
No
acordarse de que
mundo
existe:
Esto desearamos...
Pero
al
volver adonde nos aguarda nuestro
amigo
el
molinero, que nos ofrece un vaso de
leche riqusima, su mujer, una locuaz e impetuosa francesa, nos cuenta que seall,
muere de tedio
que enla
las
noches tiene un miedo atroz,
que ansia
sociedad de sus semejantes, que...
dejara aquel parasola
muyla
gustosa, por vivir entri-
ciudad lejana, en
ciudad hirviente y
vial.
Mi amigo y yosi
la
contemplamos con
tristeza;
molinero sonre melanclico y nos dice:
Esto no
estar siempre as, tan solitario.
En
cuanto concluya mi molino, organizar algnreclamo. Vendrn los turistas. Podrn136
comer
Obrasaqu.lago.
Completasel
Tendr mejores botes para pasear por
Y
el
lago entonces, interrumpe amarga-
mente mi amigo, ser tan estpido y vulgar
como todos
los lagos de todas las ciudades y paseos del mundo, y habr gente que comer sal-
chichn en sus riberas, y nosotros no volvere-
mos jams... Nos despedimos y nospardear dedella tarde,
alejamos, ya entrela
el
mientras
gran esmeralda
agua parece una enigmtica pupila que se
entorna.
Qu silencio
el
de
la
noche que viene! Cmolas estrellas!la
temblarn en ese gran espejo
Acasohada.
ir
a baarse en un remanso
ltima
Acaso...El automvil corre fantsticamente por la grancarretera.
Ya llegamos a Yabrillala
la
ciudad, ya la
hemos
atravesado.
gran luz intermitentese iluminan las ven-
del faro del balneario.
Ya
tanas del hotel.
Ya todo se desvaneci
como una
mentira!
137
XVI
EL HALLAZGOA Ramn del Valle InclAn
CLpor
yate Princesa Alicia volva de su excursinel Atlntico,
trayendo un botn admirable,
absolutamente nico. Merced a sus redes, detodas formas y de todos sistemas, que arrastran-
do por entre
los
bosques de
las
grandes simas
submarinas, cautivan faunas y floras nunca vistas, el
prncipe Alberto de
Monaco
tena
all,
a
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