el pragmatismo y su influencia en la sociedad contemporánea
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El pragmatismo y su influencia en la sociedad
contemporánea
Por: Francisco J. Valverde Brenes.
o Resumen: Este esfuerzo con el que ahora contribuimos, ha sido
escrito con la finalidad de describir y develar, una vez más, la
influencia que tuvo el pragmatismo clásico en la sociedad actual, a
partir de la supremacía demostrada en la ciencia, en la tecnología y
en la industria a mediados del siglo pasado. Con este hecho,
exponemos cómo fue trastocada la mentalidad de las sociedades y
su visión de la persona y del mundo, hasta absorberlos en sus
propios intereses utilitarios y estrategias de mercadeo. Se
comenzará ofreciendo las generalidades de los principios del
pragmatismo clásico hasta el presente, para luego desarrollar su
evolución e instalación en el mundo de hoy.
o Abstract: This effort which we are contributing now, it has been
written with the purpose of describe and to reveal, once more, the
influence which took the pragmatism classic in today’s society, from
the supremacy demonstrated in the science, technology and in the
industry in the middle of the last century. With this fact, we expose
how was disrupting the mentality of societies and their vision of the
person and the world, until absorb them in their own interests
utilitarian and strategies of marketing. It will begin offering the
generalities of the principles of pragmatism classic until the present,
and then develop its evolution and its installation in today’s world.
"...a method of settling metaphysical
disputes that otherwise might be
interminable. Is the world one or many?
Fated or free? Material or spiritual?" W.
James, Pragmatism. Lect.II.
(Un método para resolver las disputas
metafísicas que de otro modo podrían ser
interminables. ¿Es el mundo uno o
muchos? ¿Predestinado o libre?
¿Material o espiritual?)
El pragmatismo es una corriente filosófica norteamericana que ha tenido una
enorme influencia en al siglo XX y en lo que va del siglo XXI. Su avance ha sido
práctica y teóricamente furtivo en cada una de las esferas de la cultura actual.
Está inmerso en los modelos económicos, en los modelos sociales, en los políticos
y, por supuesto, en los científicos. Sin querer, y sin darse cuenta, la sociedad es
pragmática a la hora de la toma de decisiones y en la eventualidad de sus
perspectivas futuras. Con la influencia del neoliberalismo --corriente política-
económica del presente, y que constituye un liberalismo tajante en sus
resultados— el pragmatismo se introdujo como una rama más de la mentalidad
liberal, y por ello, esparcido por la globalización a todos los rincones a donde
llegaban sus valores. El concepto proviene de la raíz griega pragma (prágma,
prágmata) que quiere decir "lo que ha sido dado, un acto, un hecho, una obra, una
acción, práctica, praxis"; y es vinculante a todos los ámbitos de la sociedad. Su
objetivo estaba centrado en la necesidad de encarar las sombras con que el
conocimiento se venía dando desde la época de Descartes, Kant y Hume. El
idealismo metafísico le estaba haciendo daño a la filosofía, así que intentaron
ofrecer una forma distinta de captar el conocimiento, de manera que no cayera en
el escepticismo positivista ni en el completo idealismo. De aquí que el
pragmatismo llegase a mostrar dos caras, una gnoseológica, dirigida al estudio del
lenguaje y de la lógica; y otra ética, estipulando una forma de conducta a través
del estudio de los efectos y consecuencias de las cosas --muy cercana a las
propuestas utilitaristas de la escuela de Bentham y de John Stuart Mill-- y
evolutivas, bajo la influencia de Charles Darwin. En consecuencia, el pragmatismo
es un rechazo directo a la pretensión empírica del valor retrospectivo de las ideas,
las cuales determina ya no solo por la imagen sensible impresa en la mente, sino
por su proyección a futuro a partir de los efectos de las cosas para la acción y para
la práctica. El sujeto va a tener, entonces, una enorme participación en la
construcción de las ideas, puesto que éstas y aquel, formarán parte del
conocimiento como praxis, oponiéndose a la corriente en boga del positivismo y su
marco objetivo metodológico único. El conocimiento, en tanto ideas prácticas, no
se formulará por la conceptualización del pensamiento, pues si fuera así, éste no
serviría de nada, nada se habría hecho y dicho; en cambio, si se operacionaliza,
es decir, si se delimita a partir de los efectos y consecuencias que produce en la
práctica, tendremos una idea válida por su proyección y preparación para la acción
del que la piensa y de los que requieren prepararse para su uso práctico y, en ese
tanto, útil, beneficioso y ventajoso. Una idea no será representativa de algo si ésta
se establece nominalmente; la ciencia positiva debe salir de esas fronteras que la
limitan a la hipótesis, a la teoría y a la ley; porque el conocimiento logrado de esa
forma no es verdadero por su demostración, sino fundamentalmente por su
proyección en la práctica, tanto para construirla como para comprenderla. Nada
hacemos con teorías y leyes, con ideas que se absolutizan en la mente, si éstas
no implican una utilidad próxima para la acción, la cual la hace válida, y por ello,
real y efectiva. El sujeto es preponderante para la construcción de la idea en tanto
acción, él es quien capta la proyección y los efectos y consecuencias de las cosas,
él es quien se proyecta en la acción y en la práctica con respecto a la utilidad de
las cosas captadas como ideas. La ciencia positiva, por ende, no puede quedarse
en la condición absoluta de la idea, porque desde un principio debe haberla
captado como hipótesis activa que solo obtiene su sentido en la misma práctica, y
ésta, por supuesto, en la utilidad apropiada para el sujeto. La ciencia se pierde en
su intento si no da el paso práctico, pragmático, que debe contener todo saber,
aunque se precie como científico. Contemplado de esta forma, ningún
conocimiento, en tanto idea práctica, es absoluto, permanente, inamovible; tales
intenciones no dejan de ser invenciones en la mente de la ciencia positiva; y por
esa misma razón, la practicidad de las ideas es tan subjetiva como lo es la utilidad
para cada sujeto. Si su proyección posee una implicancia mayor, para un número
mayor de individuos, entonces será más útil en tanto sus efectos prácticos lleguen
a ser más abarcadores de los intereses y deseos de aquellos que interactúan con
las cosas aprovechables.
El pragmatismo inicia con una necesidad gnoseológica y traspasa la frontera hacia
el ámbito de la praxis cotidiana, donde adquiere vigor, fuerza y permanencia con
apoyo de las tesis utilitaristas. La primera esfera la encontramos en Pierce, la
segunda esfera la localizamos en James y Dewey. Así, los más destacados
pensadores del pragmatismo han sido siempre Charles Sanders Peirce, William
James y John Dewey. Ellos son los llamados pioneros clásicos. No obstante, y
curiosamente, podríamos decir que los tres tuvieron caminos diferentes y
propósitos diversos en cuanto al desarrollo de su pragmatismo, por lo cual no se
puede hablar de que haya habido un líder ideológico que llevara la batuta del
movimiento; de hecho ninguno se asumió formando parte de una escuela filosófica
organizada y disciplinada (Rorty, 1998). Por ejemplo, cuando comenzó a resonar
el pragmatismo como filosofía, Charles S. Pierce no se sintió alagado por que se
le incluyera en él, así que escribió un artículo tratando de diferenciarse de los
otros, llamado Pragmatism and pragmaticism, donde expresó, con cierta ironía,
que el término era bastante feo como para sentirse seguro de los plagiadores:
"…the word begins to be met with occasionally in the literary journals, where it gets
abused in the merciless way that words have to expect" (Peirce: CP 5.414) (la
palabra comienza a llegar ocasionalmente a las publicaciones literarias, donde se
abusa despiadadamente de ella, más de lo que se podría esperar).
Al presente, más precisamente después de los años ochenta, sobresalieron
connotados expositores del pragmatismo norteamericano, dentro de lo que podría
entenderse como un neopragmatismo, reavivado bajo la influencia de Richard
Rorty. Aún con la tarea por definir de cuál habrá de ser su teoría ética, no se
mantiene la tendencia tradicional que viene con los clásicos; en este nuevo
proyecto pragmático la idea pierde su carácter utilitario y se circunscribe en una
valoración propiamente semántica; incluso, encontrándose algunos énfasis en el
tratamiento de los valores individuales y privados, en oposición de los públicos.
Los últimos exponentes de este neopragmatismo al día de hoy son: Willard van
Orman Quine, (1908-2000), Hilary Whitehall Putnam (1926) y Richard McKay
Rorty (1931-2007). Este último fue distinguido como el más activo y de mayor
presencia en el movimiento filosófico, hasta la fecha de su fallecimiento el 8 de
junio del 2007. Comencemos, entonces, con una descripción general de los
autores y de sus tesis pragmáticas.
Charles Sanders Peirce (1839-1914), filósofo y científico norteamericano, creador
de la semiótica y del pragmatismo, fue el primero que introdujo el concepto y lo
comenzó a definir como tal en su artículo How to Make Our Ideas Clear, escrito en
1878. Nuestra referencia para la obra de este autor estará en sus obras completas
que llevan por títuloThe Collected Papers of Charles Sanders Peirce, 1994. Peirce
le dio una vuelta a la forma de pensar que se venía proponiendo a la fecha,
enfrentando principalmente a la metafísica escolástica vigente aún a finales del
siglo XIX, así como a las concepciones idealistas del legado racionalista
cartesiano; con la misma tenacidad se opone a los positivistas que, con todo y su
empirismo centrado en la experiencia, consideraban al método científico como el
mejor y único posible para lograr conocimiento verdadero, y en ese tanto le
otorgaban rigor absoluto. Por consiguiente, el pragmatismo nace primero que nada
como una fuerte crítica a la metodología de las ciencias positivas y a su afán por
elaborar leyes inalterables de la realidad, cuando, dirá Peirce, cuanto se conoce
no se percibe como una idea sino a partir de sus efectos sensibles en la misma
práctica. Pero tal cosa no quiere decir que el método científico se deba desechar,
mas sí tomar en cuenta que sus resultados han de ser tan inciertos como lo son
sus investigadores. Peirce, como científico que fue, lo defenderá también como el
mejor; sin embargo, sostendrá que toda investigación científica es una actividad
cooperativa, llevada a cabo mediante investigadores falibles, quienes progresan
hacia la verdad remplazando legítimas dudas por firmes creencias, las cuales
podrán ser subsecuentemente revisadas. El falibilismo (Fallibilism) o incertidumbre
del conocimiento, está presente en el método científico por más óptimo que se le
considere, así que no es posible que se hable de consecuencias absolutas. La
idea en tanto saber, no es por sí misma, como lo pretendía el racionalismo, sino
en la medida en que se manifiesta por sus efectos y consecuencias prácticas; solo
así es posible obtener conocimiento válido con el método de las ciencias. De ahí
que la función del pensamiento fuera partir de esa experiencia práctica y proyectar
paralelamente su acción hacia el futuro. Lo perceptible de la práctica es lo que
hace que algo pueda ser parte de la reflexión sobre la realidad, sin importar cuán
sutil pueda ser esa sensación. La práctica hace la distinción en cualquier cosa que
se quiera conocer, es ella la que concreta el concepto según hayan sido sus
efectos y su influjo funcional sobre el sujeto cognoscente. Esa es la única realidad
que se puede captar, cualquier otra presupone absolutos insostenibles. Las
particularidades sensibles que las cosas muestran en sí mismas, conforman su
significado; ellas son la idea captada de sus efectos en la práctica, su esencia no
está en la imagen cognoscible, sino a partir de la captura de su practicidad. La
función del pensamiento está dirigida, entonces, a la captación de la proyección
sensible de las cosas en la realidad, no puede haber divorcio entre una y otra,
entre el pensamiento y su función, entre el conocimiento y el objeto único de éste.
Concebir los efectos de las cosas y sus relaciones con las otras, es obtener un
conocimiento proyectivo, y ese tanto, válido, útil y funcional. De este modo, el
pragmatismo sostiene la imposibilidad del conocimiento absoluto en tanto afirma
su falibilidad, solo existen creencias, y como tales estarán dirigidas hacia la
satisfacción de los deseos particulares; cualquier otra interpretación desviada de
tal concepción práctica, deberá ser, por principio mismo, rechazada. Así, la
cuestión de la validez es meramente de hecho y no de pensamiento (Thus, the
question of validity is purely one of fact and not of thinking. "The fixation of belief"
1877. CP 5.365) Porque, sea como sea, pudiendo ser el conocimiento falso o
verdadero, mientras satisfaga nuestros deseos proyectados en la acción del
objeto, se tendrá por realizado, y esa es la única razón de validez que se busca y
que puede ser alcanzada, cualquier otra interpretación disonante será objetada (It
is certainly best for us that our beliefs should be such as may truly guide our
actions so as to satisfy our desires. Ídem CP 5.375).
Peirce expone en el ensayo How to make our ideas clear, algunas de las
características del pragmatismo de la siguiente manera: CP 5.400 Toda la función
del pensamiento es producir hábitos de acción… Nosotros procedemos de lo que
es tangible y presumiblemente práctico; y no hay distinción de significado más fina
que la que no depende de nada sino de una posible diferencia de práctica ("…the
whole function of thought is to produce habits of action (…)…we come down to
what is tangible and conceivably practical, as the root of every real distinction of
thought, no matter how subtle it may be; and there is no distinction of meaning so
fine as to consist in anything but a possible difference of practice.") CP
5.406…realidad, como cualquier otra cualidad, consiste en los particulares efectos
sensibles que las cosas tienen en común… ("…reality, like every other quality,
consists in the peculiar sensible effects which things partaking of it produce.") CP-
5.401. Nuestra idea de algo es nuestra idea de sus efectos sensibles… Es
absurdo decir que las ideas tienen alcances aislados de su única función. ("Our
idea of anything is our idea of its sensible effect… It is absurd to say that thought
has any meaning unrelated to its only function.") CP-5.402. Considerando los
efectos que podrían presumiblemente tener las relaciones prácticas, visualizamos
el objeto que nuestro conocimiento persigue. Luego, nuestra concepción de estos
efectos es el conjunto de nuestra concepción del objeto. ("Consider what effects,
which might conceivably have practical bearings, we conceive the object of our
conception to have. Then, our conception of these effects is the whole of our
conception of the object.") Obsérvese, una vez más, que los datos permiten la
inferencia de que tanto el significado de las cosas como sus consecuencias o
efectos prácticos, no son dos cuestiones divorciadas o tratadas separadamente;
ambas, para Peirce, están unidas esencialmente; una no tiene sentido sin la otra,
significado y efectos son una sola entidad práctica que responde en la praxis, no
en su conceptualización teórica.
Podría pensarse que lo expuesto hasta ahora, sobre las proposiciones
pragmáticas de Peirce, resulta un poco oscuro para la generalidad de las
personas; sin embargo, no estaba lejos de la realidad el que así lo fuera, porque
incluso, así llegó a palparse en grandes mentes del siglo XX como lo fueron los
filósofos ingleses F. H. Bradley y Bertrand A. Russell, quienes criticaron
fuertemente a todos los pragmáticos diciendo que eran pensadores imprecisos e
insípidos. Posteriormente veremos repetirse la crítica, pero esta vez con los
discípulos del filósofo alemán Rudolf Carnap, cuando tildaron a los pragmatistas
clásicos como ausentes de precisión y de rigor argumentativo (Rorty, 1998). El
mismo Peirce tuvo problemas para que se le publicaran sus escritos pues no
encontraba un editor que se encargara de éstos, muchos de ellos llegaron a la luz
pública hasta después de su muerte, de forma póstuma.
William James (1842-1910), filósofo y psicólogo norteamericano, contemporáneo
de Peirce y por quien el pragmatismo tuvo su gran difusión y su afamada
presencia en los círculos académicos mundiales. James le concede a Peirce la
creación del concepto e introduce su interpretación a partir de las líneas con que
Peirce explica lo que debe entenderse por verdad, a partir de las diferencias
prácticas que los objetos implican. Si bien, se atribuye su difusión desde el
momento en que lo aplica a un estudio sobre la religión, para una tertulia filosófica
de la Universidad de California en 1898; asimismo, reconoce que este método no
tiene nada de nuevo, ya había sido utilizado por otros pensadores en los anales de
la historia, aunque fragmentariamente. Lo cierto es que con James, el
pragmatismo cobró fuerza y se extendió, no solo entre filósofos, sino también
entre las personas comunes y su concepción de la vida; o lo que es lo mismo, en
su concepción ética, y en este caso ética utilitarista desde que interesan los
aspectos prácticos de las conductas humanas. William James llega a denunciar
una situación social ambivalente y contradictoria entre las dos ideologías
imperantes de su tiempo: el racionalismo y el empirismo. Las cuales, a la hora de
estudiarlas en suLecture I, The Present Dilemma in Philosophy, primera
conferencia de su obraPragmatism (1907), las ordena con los calificativos
de mentalidad suave y mentalidad dura (Tender-minded, Tough-minded)
respectivamente, y cuya caracterización resultaba ser, no solo contraria sino
intransigente y radical entre sí, a extremos de afirmarles como idealista y
materialista, uno es racionalista y el otro empírico, uno es dogmático y el otro
escéptico, etc. Y tal es el ambiente social y académico, que James provoca y
desafía las antipatías mordaces que suscita; el mundo no puede caminar
separado, dividido en dos, debe existir una propuesta que permita la unión y la
resolución de semejantes conflictos antagónicos. "Their antagonism, whenever as
individuals their temperaments have been intense, has formed in all ages a part of
the philosophic atmosphere of the time." (Pragmatism. Lect.I) (Su antagonismo,
dondequiera que sus temperamentos sean individuales, han sido intensos, han
formado en todas las edades una parte de la atmósfera filosófica de los tiempos.)
James considera que la diferencia entre uno y otro está precisamente en sus
consecuencias prácticas; si no es posible delimitar tal distinción, cualquier
discusión terminará en nada porque representarán ser, al fin y al cabo, la misma
cosa. "Whenever a dispute is serious, we ought to be able to show some practical
difference that must follow from one side or the other's being right." (Ídem. Lect.II)
(Siempre una controversia es grave, debemos ser capaces de mostrar algunas
diferencias prácticas que se deban seguir desde lo que es correcto de un lado o
del otro).
La percepción sensible de los efectos, sean estos remotos o inmediatos, es para
el pragmático el concepto mismo del objeto. No importa que las ideas sean
contrarias, seguirán significando lo mismo en tanto no produzcan efectos prácticos
que les distingan, porque un significado que no sea práctico, para nosotros, dirá,
es como si no existiera. (…meaning, other than practical, there is for us none.)
(Ídem, Lect.II) James está tan seguro de haber encontrado la forma de acabar con
los antagonismos, que afirmará con soltura la necesidad de someter a esta prueba
cualquier discusión filosófica, pues el resultado inmediato es que, en tanto no se
observen las consecuencias concretas, aquella disputa perderá definitivamente el
interés. Acerca de este punto fundamental de la filosofía pragmática sostendrá: La
función entera de la filosofía debería ser averiguar qué diferencias definitivas
harán en mí, o en usted, en instantes concretos de nuestra vida, el que esta o
aquella fórmula del mundo, resultase o no cierta. ("The whole function of
philosophy ought to be to find out what definite difference it will make to you and
me, at definite instants of our life, if this World −formula or that world− formula be
the true one." Idem. Lect.II) Para ello es necesario, dentro de su conducta
empírica, que sean eliminadas cantidad de costumbres que vienen en detrimento
de su validez, díganse por ejemplo abstracciones, nominalismos, razones a priori,
principios inmutables, supuestos absolutos etc.
Cualquier exposición de teorías no vendría a ser esencial desde la perspectiva
pragmática, pues interesan sus resultados desde la experiencia práctica; así, se
podrá condescender con tesis antagónicas y caer en contradicción, porque lo que
importa es el hecho, el fruto, las consecuencias finales de ellas. Lo que importa es
el método, no los contenidos; cualquier idea a la que se le haya aplicado un
método, enlazado satisfactoriamente, convincente, simplificador de las cosas, y
que ahorre trabajo, etc., hace a la idea verdadera; es decir, verdadera
instrumentalmente. (…is true for just so much, true in so far forth,
true instrumentally (…) Theories thus become instruments, not answers to
enigmas, in which we can rest. (Idem. Lect.II)) No existe una sola verdad, sino
cantidad de verdades, porque son en tanto su utilidad y suficiencia, en tanto
conlleven el éxito con que operan; si un intelectualista las valora, posiblemente no
las tilde como tales, y eso puede ser cierto en parte porque sus testimonios son
subjetivos, utilitarios, nunca verdades objetivas, remotas y exaltadas. Y esto es
válido también para la religión y las mentes religiosas, porque las verdades
teológicas, en tanto demuestren su valor para la vida, es decir, su valor utilitario,
serán válidas para el pragmatismo también. William James lo ratifica de esta
forma: Si las ideas teológicas prueban tener incidencia para la vida concreta,
serán verdaderas para el pragmatismo… (If theological ideas prove to have a
value for concrete life, they will be true, for pragmatism…) (Ídem. Lect.II) Así de
sencillo y de textual. Apréciese, en consecuencia, que las consideraciones
planteadas por el pragmatismo de James, implican la necesidad de una valoración
utilitaria, y es a partir de ésta que las ideas de la realidad, en tanto verdad, llegan a
tener sentido y significado, no importa si son nacidas de tesis completamente
opuestas, si provienen de sistemas racionalistas o empíricos, de visiones
absolutas o de hechos fácticos, serán válidas y deberán complacer a cualquiera
mientras éste mantenga una mentalidad unificadora como la del pragmático. Una
idea es válida en tanto se le crea beneficiosa para las vidas de aquellos que la
juzgan, y esto, llanamente, por su utilidad, sea individual o social.
La afirmación "la verdad es buena" es la confirmación de que "la verdad es
verdadera". Bondad y validez se conjugan en una sola expresión: utilidad. The true
is the name of whatever proves itself to be good in the way of belief… (Ibídem) (La
verdad es el nombre de lo que sea que pruebe por sí mismo ser bueno en el
camino de la creencia). De esta manera, puede haber ideas que sean verdaderas
por ser buenas. De hecho, James sentenciará diciendo que la verdad es útil
porque es verdadera, o al contrario, es verdadera porque es útil. ("it is useful
because it is true' or that 'it is true because it is useful"). (Ibíd. Lect.VI) Pero qué
sucede si la idea es falsa y se considera de todos modos buena por su beneficio
intrínseco. Pues aquí prevalece la idea cuyo beneficio utilitario sea mayor; es
decir, el bien mayor para el mayor número de individuos será la fórmula que
impere frente a una encrucijada como esa. Se puede ser ateo por convicción, y
aun así ser creyente en Dios por su valor pragmático, y esto sencillamente por el
éxito que tal idea, Dios, ha tenido y puede tener, en la mente de los individuos. El
pragmatismo defenderá como verdadero lo que es mejor para las condiciones
prácticas en que se vive, es la defensa de la concordancia total con la realidad
concreta. "What other kind of truth could there be, for her, than all this agreement
with concrete reality?" (Ibíd. Lect.II). (¿Cual otra clase de verdad podría haber,
para ella, que toda esta concordia con la realidad concreta?)
El modelo utilitarista que cobija a la idea como verdadera, permite también
determinarla subjetivamente, es decir, una idea puede ser verdadera a partir de
que el o los individuos la hagan verdadera; sus beneficios la hacen tal, así como
pueden ser verdaderas la salud, la riqueza, la fuerza, y cualquier otro recurso que
proporcione la utilidad deseada. La verdad se hace, por ende, igual que se hacen
todos los bienes anteriores. "Truth is ‘made’ (…) in the course of experience." (ibid.
Lect.VI) Podemos cataloger como verdad lo que mañana podríamos tener como
falsedad. El relativismo que encierra el pensamiento utilitarista, viene inmerso en
los argumentos que William James ofrece para el pragmatismo, en tanto
armonizador de las doctrinas antagonistas. La subjetividad es categórica tanto
para la teoría utilitaria de los bienes, como para la teoría pragmática de la verdad.
Aun cuando bien reconoce que puede haber una verdad absoluta, también
reconoce que la experiencia no la muestra, pero, en última instancia, todas las
verdades fácticas tendrán que guiarse algún día hacia aquel ideal, por ser ellas
mismas parciales y temporales. Al igual que los sabios del pasado, de haber
tenido el conocimiento que se tiene al presente, dirá James, hubieran podido
resolver aquello que en su momento consideraron imposible, o inevitablemente
fragmentario.
Charles Sanders Peirce mantuvo el pragmatismo en el campo del conocimiento;
sin embargo, William James lo lleva más allá de él, pues no solo abarca el estudio
de la verdad de las ideas, sino que lo trasciende a todos los demás ámbitos del
sujeto. Uno de estos ámbitos fue el de la moral. No era de extrañar, pues desde
que James hizo valer la doctrina utilitarista dentro de su modelo pragmático,
podíamos ir sospechando su manifestación en la ética, y asumir la teoría de los
bienes junto con la relativización de los valores. Porque, nomás empezando su
ensayo, The Philosopher and the moral life (El filósofo moral y la vida moral), texto
incluido junto con otros títulos en su libro The will to believe, and other essays in
popular philosophy, de 1897, James sentencia "We all help to determine the
content of ethical philosophy so far as we contribute to the race s moral life. In
other words, there can be no final truth in ethics any more than in physics, until the
last man has had his experience and said his say." (Todos colaboramos en la
determinación del contenido de la filosofía ética en la medida en que todos
contribuimos a la vida moral de la raza. En otras palabras, no puede haber una
verdad definitiva en ética, no más que en física, hasta que el último hombre no
haya tenido su experiencia y manifestado su opinión.) Para James la ética no es
absoluta como no lo es la verdad, y tampoco es dogmática ni apriorística. No hay
nada que la ampare como tal, así que los individuos la construyen a partir de la
utilidad que les provea en cada caso concreto. Y esa utilidad representa un bien
sugerido por las consecuencias de los actos; por tanto, la experiencia del individuo
será vital en su afán por conducirse moralmente. Así como en la física, donde los
hechos materiales no son ni buenos ni malos, simplemente son, las virtudes
morales como la bondad, la maldad o la obligación, no son buenas ni malas por sí
mismas, sino solo en la mente, en la conciencia del ser que las cobija. Si algo es
bueno para un individuo, lo será siempre que así lo capte; es su experiencia y es
su delimitación de la utilidad, lo que hacen que consienta tales o cuales valores, o
bien, que requiera construir un nuevo universo de éstos. Sin esta sensibilidad para
captar la bondad o maldad de los valores, no habrá posibilidad de que las cosas
puedan poseer algún carácter moral. El mundo material que rodea al individuo no
es moral, y la moralidad cabe solamente en la conciencia humana, en el tanto que
éste así lo determine y así lo demande. La individualidad es aquí también sagrada,
cada valor perteneces a cada uno sin interferencia de nadie, y en ese tanto, los
valores de uno no estarán sujetos a la opinión de otro, pues la bondad y maldad
de éstos, estará enmarcada dentro de cada sujeto. Por consiguiente, afirma
James en el ensayo de marras, "no puede encontrarse ninguna verdad ‘objetiva’,
solamente una multitud de opiniones ‘subjetivas’." ¿Cuál será el carácter de
bondad que el individuo como tal pueda estar valorando? Pues ningún otro más
que la felicidad, esencia del bien; y esa esencia de bien es cualquier cosa bajo el
sol que satisfaga una demanda individual. No hay pues, moral, sino muchas
morales; no hay pues, ética, sino muchas éticas. Hechos, felicidad y utilidad,
conforman una sola verdad en cada una de las mentes que la valoran. La labor del
filósofo moral está prácticamente facilitada en ese aspecto. Mas no cuando se
trata de pensar en el conglomerado de individuos; ahí es donde el filósofo tiene la
tarea más ardua, pues debe considerar la forma más apropiada para que los
ideales escogidos por uno, satisfagan las exigencias y expectativas del otro, y
entre mayor sea esa pluralidad, mayor será el número de individuos realizados en
la felicidad. James resuelve al respecto: "Invent some manner of realizing your
own ideals which will also satisfy the alien demands, that and that only is the path
of peace!" (Piensen alguna forma de realizar sus propios ideales que también
satisfaga las necesidades exóticas, ¡ése, y solo ése, es el camino a la paz!).
John Dewey (1859-1952), filósofo y pedagogo norteamericano. Aunque bien
puede enmarcársele en la línea pragmática de la filosofía de su tiempo, Dewey
nunca se sintió dentro de ella, cosa que no era de extrañar cuando comparamos
las opiniones de los otros dos filósofos contemporáneos al respecto. Fue influido
por William James y su deseo de resolver los problemas más apremiantes que
sufría la filosofía de su tiempo. En el caso de Dewey, la necesidad de armonizar
los dualismos patentes en el pensamiento de la época, el divorcio tajante que
tenían la teoría y la práctica, el racionalismo y el empirismo, mente y acción, lo
llevaron a realizar su propio intento por cuestionar y resolver tales antagonismos.
La mentalidad científica de la época, la preponderancia de la experiencia sobre las
ideas, y la supremacía adquirida por la metodología científica, normaron el camino
de su investigación. Dewey rápidamente se adecua a la tendencia pragmática
diciendo que las ideas en la mente no son nada en tanto no se reflejen en la
experiencia, tampoco la experiencia puede ser por sí misma, sino en tanto sea una
con lo experimental en un constante hacer. Si la experiencia solo sirve para tomar
en cuenta el pasado, terminará siendo un cúmulo de ideas en la mente; pero si se
mantiene proyectiva previendo el futuro, se podrá cambiar lo que es dado como un
esfuerzo por mejorar el porvenir. Dewey nos dirá que "…la razón es la inteligencia
experimental… Liberta al hombre de la servidumbre del pasado… Proyecta un
futuro mejor y ayuda al hombre a realizarlo; y su actuar está siempre sometido a la
prueba de la experiencia." (Dewey 1964:162). Estos elementos reducen la
posibilidad de una idea sólida y permanente, la inteligencia no partirá de ellas sino
del constante fluir de la experiencia, y en ese tanto, de las consecuencias de la
acción. Esta perspectiva del conocimiento le fue abriendo un marco diferente para
trabajar la pedagogía, el instrumentalismo. El aprendizaje surge de la actividad de
la experiencia con miras al futuro; el ser humano aprende por el enfrentamiento
con la práctica y su necesidad de resolver los problemas que le desafían. Si se le
logra dotar de los medios e instrumentos requeridos para esa tarea, tendremos un
aprendizaje más significativo y práctico, con miras hacia el futuro. Y para Dewey,
el método científico, como el mejor posible, debe ser acompañado por un
pensamiento regido por la Lógica. Al respecto sostiene: "Si la lógica es un tema de
profunda importancia humana es precisamente porque tiene fundamentos
empíricos y aplicaciones experimentales (…) el problema de la lógica no es otro
que el de la posibilidad de desarrollar y de emplear métodos inteligentes en las
investigaciones que guardan relación con la reconstrucción deliberada de la
experiencia." (Dewey 1964:203)
Pero la descripción de la metodología del aprendizaje solo es una consecuencia
más del modelo pragmático aquí expuesto. Así como William James indicó que el
problema de la moral era el mismo problema de los sucesos físicos, John Dewey
acordará también que "…después de todo, solo pedimos que se adopte, al meditar
en la moral, la misma lógica que al decidir sobre fenómenos físicos…" (Dewey
1964:229) Los bienes únicos y universales solo han traído discordia y libertinaje,
así que se requiere de la tenacidad y de la acuciosa investigación del modelo
científico para no caer nuevamente en esas viejas rencillas, principalmente con la
moral. Cabe recalcar aquí una afirmación que llama poderosamente la atención
con respecto a este señalamiento de Dewey, pues lo que él aprecia como un
fuerte elemento para rechazar la modalidad de ideas universales, viene a ser una
de las recriminaciones que hoy se le hace al mundo creado por la ciencia y la
tecnología. Dewey nos dice: "Una vida de holgura, de éxitos sin esfuerzos, sería
una vida horra de pensamiento, y también lo sería una vida de fácil omnipotencia.
Los seres pensantes son aquellos cuya vida se ve tan apretada y oprimida dentro
de sí misma, que no pueden llevar de inmediato el curso de la acción a su
realización victoriosa." (Dewey 1964:204) De aquí que debamos creer en la
obligación de hacer de los fines últimos fines individuales, de forma tal que cada
uno se vea alentado a conseguirlos en la acción y para su futuro, individual y
productivo. Tal disposición requiere también de que la lógica y la metodología
científica contribuyan a determinar las calidades y cualidades materiales y morales
esenciales para la convivencia humana. Con ello la moral gana en eficacia y
elimina la separación dualista que le separaba de la ciencia. Tanto las discusiones
pasadas como el apoyo de las nuevas con las ideas morales antiguas, dejarán de
tener sentido ahora; porque las actitudes morales estarán enfocadas sobre la
práctica y sobre la acción, por lo cual se hará necesario que cada conducta sea
tratada tanto particular como individualmente, y cada una con sus propias
soluciones sean igualmente especificadas. Sin embargo, este procedimiento no
implicará por ningún motivo, que las resoluciones morales puedan ser
trascendentes, son simplemente hipótesis de trabajo que deberán ser propuestas
en la acción y confirmar sus posibilidades en cuanto a lo cabal del momento. De
esta manera, dice Dewey, "se evita que la vida moral caiga en el formalismo y en
la repetición rígida. Adquiere flexibilidad, vitalidad, desarrollo constante." (Ídem.
239)
Así que, después de todo, para Dewey el utilitarismo era la mejor doctrina que
podía haberse creado, en ella se reflejaba la percepción y las aspiraciones del
pensamiento de la época. Dewey reconoce todas las virtudes con que el
utilitarismo había llegado a extenderse en la sociedad de su tiempo, pero le critica
fuertemente el hecho de que atizó igualmente el materialismo, el deseo de
posesiones y la avidez por los placeres que la riqueza podía ofrecer; a pesar de
haber sido concebido con un objetivo eminentemente social. El capitalismo y la
libre competencia hicieron que los dueños de la riqueza, los mismos capitalistas,
dieran al traste con el factor social y llevara a la sociedad a una organización
clasista, dividida. Con esa actitud, nos dice Dewey, "el utilitarismo dio base
intelectual a todas las tendencias que hacen del ‘negocio’ no un medio de servicio
social y una oportunidad del acrecentamiento personal con poder creador, sino un
medio de acumular recursos para el goce particular." (Ídem. 247). De hecho,
Dewey le reprocha a Jeremy Bentham el haber empezado con una intención
filantrópica y humanitaria, desde que se propuso el principio director "la mayor
felicidad para el mayor número", y cuando se logró este fin, según su parecer,
Bentham se colocó del lado del liberalismo del laissez-faire. (Dewey, 1961: 152)
Por tanto, se hace imprescindible reconstruir el utilitarismo de una forma que
aplaque tales deseos de posesión, y conforme a una tipología diferente de
conducta, lo dirija hacia la consecución de una finalidad más social. Esa finalidad,
nos dice, consiste en liberar y desarrollar las capacidades de los individuos
humanos sin preocupaciones de raza, sexo, clase o situación económica (ídem.
250). Desde luego, este utilitarismo propuesto sigue siendo individual, desde que
sus logros serán medidos en cada uno de los sujetos de la sociedad con respecto
a su condición de desarrollo personal, sea por sus individuales esfuerzos, o por la
educación liderada por el Estado, destinada a elevar las posibilidades de plenitud.
La sociedad pragmática y tecnológica. En 1968 escribía Erich Fromm: "Hasta el
momento, nuestro sistema industrial ha seguido el principio de que se acepte
indiscriminadamente todo lo que el hombre quiera o desee y, de ser posible, que
la sociedad satisfaga todos estos deseos." (Fromm, 1970:118) Y nos advierte en
otro segmento: "La suposición de que los problemas, los conflictos y las tragedias
entre el hombre y su semejante desaparecerán cuando no existan necesidades
materiales insatisfechas, es un sueño infantil." (Ídem. Pág.109).
J. E. Tiles (Department of Philosophy, University of Hawaii at Mänoa) considera
enPragmatism in ethics (1998) que una de las cuestiones determinantes del
pragmatismo es su conformidad con la actitud no dogmática hacia cualquier
precepto o principio moral. En cualquier ejercicio de investigación científica, el
conocimiento debe estar orientado por objetivos, de forma que cree un
mejoramiento en el control que ejercemos sobre nuestra conducta integral, esto
para alcanzar cualquier meta cognitiva, como la verdad. Con ello se hace posible
contar con la investigación científica como un modelo de respuesta a los
problemas morales y de sentido común, así también con la imparcialidad
demandada por el investigador científico como ejemplo de lo que debemos
esperar en las valoraciones de alcance moral. Esto hace a los pragmatistas
enfocarse en términos de consecuencias para proveer soluciones a los conflictos
de este tipo. Los apetitos humanos son tomados como la materia prima con la cual
se debe trabajar. Pero no se presupone que los deseos de la gente, a los cuales
se procura la satisfacción, sean preestablecidos y utilizados como un patrón de
evaluación de las consecuencias.
Cualquier orden moral puede ser bienvenido en tanto, de sus consecuencias,
resulte un beneficio para el individuo, o para la mayor parte de ellos. No importa si
en un momento dado se deba tornar la mirada hacia un modelo como el
esencialista aristotélico, si caben tales beneficios. Esa es la prerrogativa que
William James le daba a su propuesta, pues con ella presumía congeniar los
dualismos radicales de su tiempo, y así, dirigir las intenciones hacia aquellas
finalidades preponderantes y cuyas consecuencias prácticas rindiesen superiores
utilidades. En consecuencia, la tarea primordial de la ciencia, como el mejor de los
instrumentos, y que su observancia haría de este mundo uno ideal, sería
satisfacer todo el tiempo todas las demandas requeridas por los individuos de la
sociedad, procurando un mayor estado de placer y de felicidad. Su enfoque
deberá ser éste en vista de que se acepta el principio de falibilidad con respecto al
conocimiento, donde absolutamente nada es posible entenderse con completa
certeza. Lo único cierto es la necesidad de felicidad de las personas, y esto,
dentro del pragmatismo utilitarista, se determina en la práctica.
La segunda revolución industrial que se dio a mediados del siglo XX, mostró la
capacidad que la tecnología tenía e iba adquiriendo, conforme la ciencia avanzaba
en sus inventos y descubrimientos. Las fábulas para los niños de los cincuenta
mostraban las fantasías de la industria por convertir una casa en todo un complejo
tecnológico que permitiera el menor esfuerzo de sus moradores y la mayor
comodidad posible para su disfrute. Tales fantasías continúan inundando el
mercado en lo que llevamos del siglo XXI, pero con las diferencias sustanciales
que más de 50 años pudieron haber dado a la libre carrera de consumo
tecnológico. La tecnología se asentó en todos los rincones productivos de la
industria en la segunda mitad del siglo XX, y su nacimiento y poder está dado por
el auge de la mentalidad pragmatista a mediados de período. La fuerza con que
fueron cambiando los propósitos y las metas de la investigación científica, no solo
desvirtuó sus fines de carácter humanitario, sino que permitió la explotación de
lucrativos mercados donde no se creía que pudiera haberlos. La concepción
pragmatista de que lo válido y verdadero es lo útil, fue obligando a la ciencia a
acomodarse a tales principios; de forma tal que todo lo que produjera ella
estuviese asegurado por un objetivo de utilidad, con la clara pretensión de ser
usado para el beneficio material o personal de los individuos de la sociedad.
Conforme la industria fue tomando poder en los mercados, fue adquiriendo una
cuota sustancial en las decisiones de las investigaciones científicas. Poco a poco
fue ella la que determinaba aquellas necesidades hacia las cuales debía dirigirse
la inventiva de la ciencia. Incluso, las grandes industrias fueron creando sus
propios laboratorios de investigación científica para garantizarse las patentes
primarias y finales del producto que procuraban. De ahora en adelante, la utilidad
del producto debía ser la tónica que prevaleciera en las investigaciones científicas.
El capital industrial llegó a costear los resultados útiles y a desechar todos
aquellos que no fueran rentables. Si la investigación científica se centraba en
cuestiones que no fueran provechosas para la industria, la cual, en última
instancia, financiaba las exploraciones, los científicos terminaban sin la inversión
que les permitiera continuar, dando al traste con cualquier esfuerzo por más
laudable que fuera; tales estudios, como sus productos, serían desechados por
considerárseles imprácticos. Y debe hacerse la salvedad de que impráctico no
significa forzosamente inútil, pues, a pesar de que la ciencia comenzó procurando
resolver las necesidades vitales de la sociedad, la industria cambió su sentido
para dirigirlo hacia aquello que fuera rentable; es decir, que pudiese venderse bien
y producir las ganancias esperadas para recuperar lo invertido y por supuesto,
aumentar los capitales, sin importar que aquello fuera llanamente superfluo, pero
con demanda en los mercados. Utilidad y rentabilidad llegaron a significar lo
mismo. Y ambos elementos debían estar garantizados por el interesado, último en
la escala pero el sujeto principal de toda la línea de mercadeo, quien llevará el
nombre de consumidor, y por quien, de ahora en adelante, velará tanto la ciencia
como la tecnología, así como la maquinaria industrial de consumo. La fórmula
pragmatista ha creado una mentalidad científico-tecnológica dominante, y ésta a
su vez, un mundo consumista mediante el cual se ha alimentado el modelo
globalizador de los libres mercados en todo el planeta. La tecnología se adueñó de
la premisa pragmática de verdad igual utilidad, utilidad igual verdad, fortaleciendo
el modelo industrial que arrastró a toda la ciencia. La ciencia ha dejado de servir a
la humanidad y se ha volcado a la industria, todo lo que de ella salga deberá estar
garantizado en la practicidad y la utilidad de los resultados; aquí deja de importar
si el producto es una invención de carácter científico, y si está dirigido a la
resolución de necesidades integrales; porque, aunque en un principio tales
necesidades eran propias del crecimiento humano, y por ellas se orientaba el
esfuerzo científico-tecnológico, para después llevar la solución al consumidor;
ahora, con la avaricia que les mueve y el consecuente ensanchamiento de la
industria de producción en masa, aquel sentido humano se pervertirá para poner
en práctica nuevas formas de colocar rápido y eficazmente toda la producción de
nuevos artículos; si no lo hace pierde la inversión y perderá la economía del país.
Por consiguiente, el objetivo primario de la ciencia-tecnológica se trastoca y se
enfoca a crear nuevas necesidades en el consumidor, necesidades falsas, que al
ser obviamente artificiales, requerirán de toda una completa y eficaz maquinaria
que sirva para promocionarlas y publicitarlas, y así convencer al consumidor de
que en verdad él necesita de ellas. La creación de nuevas necesidades hace que
el ciclo se complete en una interminable e imparable escalada de consumo. Aquí
está inmersa la industria farmacéutica, la industria del fitness, la industria
alimentaria, la industria de servicio y comidas rápidas, la industria de la moda, la
industria estética y plástica, la industria del modelaje, la industria del cine y la
televisión, la industria juguetera, la industria de la computación, y hasta la
saciedad…etc., etc.
Al final de cuentas, fue la tecnología la que absorbió a la ciencia, cuando en un
principio era la ciencia la que creaba y perfeccionaba la tecnología en pro de su
avance. La investigación científica está hoy supeditada a la utilidad que la
tecnología pueda observar en ella, en su intento por llevar a la práctica los
resultados que la investigación genera. Con el pragmatismo, la ciencia perdió su
calidad teórica, su capacidad para intrincarse en hipótesis alimentadas por la sana
curiosidad humana, por la incertidumbre, por su caracterización esencial de
cuestionadora del mundo y de las cosas que lo componen, y hasta su imaginación
creativa. Hoy la ciencia está subordinada a dos valores que ejemplifica muy bien
Erich Fromm (1970: 41-47): La máxima de que algo debe hacerse porque
resulta posible técnicamente hacerlo. En ella cabe la creación de nuevas
necesidades, dejando atrás la resolución de aquellos valores humanos para su
crecimiento vital y armonioso. El otro es aquel que supedita a la máxima eficiencia
y rendimiento. Pero para ello es necesario perder al individuo como persona, y
hacerlo parte de estadísticas de mercadeo y de archivos de personal corporativo.
Aquí eficiencia significa "usar la menor cantidad posible de recursos a fin de
obtener el máximo efecto". Siendo esto verdadero hasta el día de hoy,
encontramos que tales elementos están distribuidos como principios invaluables
de trabajo en todas las áreas de la industria, las empresas, el comercio, y por
supuesto, en la misma investigación científica.
Si todo termina apreciándose por sus efectos y consecuencias, por el beneficio
que genere, por la utilidad y satisfacción de nuestros deseos, por la comodidad
placentera que logremos en lo material, el ser humano se perderá como ser con
capacidades y facultades para crecer como persona, capaz de sentir, de reír, de
llorar, de amar, de verse a sí mismo como fin último, inigualable y auténtico, donde
todos sus anhelos y esfuerzos vitales descansen en él mismo, no fuera de él, no
centrado en la demostración práctica de sus deseos ni en la complacencia utilitaria
de las posesiones materiales para sentirse ser algo o alguien. ♥
Francisco J. Valverde Brenes
Email: franvalll@hotmail.com
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