el nenúfar
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Degradé, de-gra-dé, es la trancisión de un espacio a otro en
una dirección cromática y reveladora, quiza solo cromática,
una escala de emociones polarizadas que abarcan los
suspiros más complicados de la vida, que de nostalgia viven,
con amor renacen y de convicción se abrigan. Que ajenas
son las palabras cuando pierden su sentido, solo golpes
improvisados de voz, pulsaciones de aliento esperanzadas
que podrían nombrar cualquier cosa en el temible infinito,
cualquier esencia, en mi caso es un angel, un misterio que
trasciende desde lo más remoto de la astucia hasta los
confines de la inocencia, mi humilde aporía, mi climax de
ensueño.
Dibujando el vasto horizonte minutos antes de que termine
el ocaso a través de la ventana, intentas capturarlo en
muchos trazos sobre el papel de tu vieja bitácora, con prisa
y sin perder detalle pues pronto será demasiado tarde y la
oscuridad consumirá todo, te contemplo mientras te
esmeras, también yo quisiera dibujarte para atesorar tus
gestos en todo momento. Es la víspera de invierno, las
últimas ráfagas de amargura sépia que derriban lo más
persistente, las hojas castañas y secas que crugen en el
suelo, forman con sus tonos de nostalgia bellas obras de
Picasso bajo el exahusto brillo que llega desde el cielo, un
cielo de girasoles inmortales, de fogata serena y miel añeja.
A las páginas del periódico no llegan las noticias del este, el
formato es menos estricto pero talvez igual de corrupto, los
nombres de los protagonistas son personajes nuevos para
mi, sin embargo es más fácil entender el idioma escrito aquí
que de los curtidos labios del pescador que ata sus
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esperanzas al muelle, o de las vecinas que cotillean mientras
tienden sus vestidos a lo ancho de los estrechos y altos
balcones, o de las niñas que en marcha de avispas entonan
un coro que les dicta su maestra, rodeando los campanazos
de la catedral, con sus uniformes negros de fribras gruesas y
sus zapatos que van trillando algunas partes del camino sin
asfalto.
—Señor es por aquí, sigame por favor
—pero aún no es hora de mi cita, faltan veinte minutos.
—lo se, pero verá, el Señor Gerhard debe salir mucho antes
y no podrá antenderlo a la hora acordada.
—entiendo.
Este lugar es enorme, hermoso para mi, con un aspecto
antiquísimo aúnque se vé que necesita una buena inversion
en las estructuras, el paso del tiempo escrito en las enormes
y gruesas paredes con tribales de grietas que cuentan su
historia de siglos y siglos sobreviviendo a las guerras,
terremotos, tormentas y demas caprichos crueles de la
naturaleza. El eco de nuestros apurados pasos anuncia
nuestra llegada sin modestia alguna, parece un museo, un
teatro con antiguas columnatas, pobre en recursos pero
inmensamente rico en cuanto a su arquitectura e historia,
¿a que tonto en el poder se le ocurriría dejar en el
abandono este lugar? ¿Ignorar una bella obra que colapsa
en su lecho de muerte?
—es aquí, suerte en su entrevista Señor.
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—Muchas gracias—. La estricta secretaria se aleja con el
contundente sonido de sus tacones
perdiendose entre las grietas de los vastos muros, muros de
colmena arcaica y abandonada.
—Buenas tardes señor Fausto.
—buenas tardes señor Gerhard, es un gusto por fín
conocerlo.
—gracias, usted ha venido desde muy lejos, no podía irme
sin atenderlo primero.
Gerhard es administrador del personal que ingresa en este
lugar, hablé con él algunas veces por teléfono, hasta que
tomé la decisión de viajar. Es casi tan viejo como esta
oficina, con lentes del grosor de un libro delgado, y vaya que
tiene una gran cantidad de libros aquí, sin duda los ha leido
todos, su sola presencia me invita a respetarlo como a un
gran filántropo.
—Seré breve, hasta hace poco la junta directiva desidio re
abrir el programa de artes para esta fundación, han pasado
muchos años desde la ultima vez que tuvimos si quiera un
coro en los certamenes de la ciudad, ¿se siente en la
capacidad de iniciar este proyecto?
—Si señor Gerhard, se que me veo muy joven y carezco de
una experiencia formidable, pero tengo convicción y mis
maestros sin temor a presumir han sido los mejores.
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—perfecto, debe entender que el presupuesto es
notablemente limitado, así que le aconsejo ser recursivo.
—entiendo, no debe preocuparse, podré manejarlo.
—Yo viajo ahora mismo a Izola, tendrá que adaptarse
pronto.
—le deseo un buen viaje.
—gracias joven y bienvenido.
Un caballero, me alegra que sea él quien se haya encargado
de mi ingreso aquí, y aquí es donde mi vida toma un giro.
La habitación en donde duermo no da de que quejarme, no
necesito mas de lo que tengo y puedo llegar caminando al
trabajo. Tengo tiempo de sobra para preparar mis clases, ya
que son pocas horas a la semana, el resto del tiempo ideo
programas lúdicos y a la vez intensivos para que aprovechen
el tiempo los estudiantes, estudiantes sin mas familia que
ellos mismos, sometidos a la voluntad de su misma
sociedad, algunos frios como el invierno que toca lascivo las
estepas del norte, otros crueles intentado desquitarse de su
abandono en el mundo sin nada que perder, los mas
jóvenes a penas haciendose a la idea de cómo sobrellevar
los dias, extrañando increiblemente algo que nunca han
tenido, mientras los de mas edad con el alma amarga,
marchitada con cicatrices de esperanza muerta como la mia.
A la primera mañana he llegado varias horas antes, imaginé
que el piano estaría muy desafinado, y en vista de que
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afinarlo no es mi fuerte, me llevará tiempo. Es un piano
bello, algo maltratado y con un agujero cerca de los pedales,
demas a eso solo le falta pintura, su sonido es bastante
intranquilizante, como si varios ladrillos cayeran cerca a mis
orejas. La sombra de sus cuerdas sobre la madera, un
delicado manto de luz que entra por la ventana ilumina el
polvo que desprende cada fibra vibrante. Pronto serán
lindas notas y no polvo lo que emerjan de ellas, tras cada
estirón un poco de mi aliento, pero ni sumando esa
cantidad de cariño en ochenta y ocho teclas logro igualar lo
que siento cuando estas cerca, ¿estarás en mi clase? Sería
un gusto poder enseñarte algunas notas, humildes para que
las evoques de la misma forma en que apareces, de la nada
un bello atardecer se tiñe con un pincel ajado. Los hilos de
este gigante estaban muy flácidos, como el queso derretido
de los manicottis, fue toda una cirugía pero dio sus frutos,
celestiales notas brillantes y tenues que envuelven los
pasillos de este viejo refugio, tan solo pruebo unos acordes,
los más simples y modestos suenan engreidos como
resucitando en cada sonido cientos de conciertos que ha
entonado en el pasado, los niños se acercan, curiosos y
alegres, quizas escuchando por primera vez tan cerca el
armonioso ronquido de un golem de madera despertando
de un prolongado sueño.
—en hora buena, quiero aprender a tocar—. Comenta un
chico entre todos, con la mirada algo furtiva, ojos casi
rojizos como la sangre sobre el lienzo y el cabello rizado y
rubio. “— ¿nos enseñaras a tocar verdad?”
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—desde luego, la clase comenzará dentro de poco, y espero
que asistan, para los mas chicos la clase será el viernes, por
lo pronto ¿quién me ayudará a mover este gigante?—.
Muchos se ofrecieron anciosos.
— ¿Cuando llegaste?—. Me pregunta este chico mientras
reposa su mano sobre mi hombro. Es alto y su voz sarcastica
como la mirada de un zorro o el cascabel de una serpiente
más bién.
—hace pocos días, ¿Cuál es tu nombre?
—Remi.
—bien Remi, ¿Por qué no te sientas con el grupo? En
seguida comenzaré con la lección.
—si, ¿porque no, verdad?
Creo que este chico podría acabar con mi paciencia en
menos tiempo de lo que puedo imaginar, su esencia lleva
por estandarte el aroma de una idea hostil, de rencor, de
corage apilado durante años y años. Es un grupo grande,
muchos rostros escazos de esperanza siguen con sus pupilas
en silencio cada uno de mis movimientos, debería saludarles
primero y presentarme pero entonces me convierto
inexplicablemente en un arlequín y con gestos exagerados
rodeo el piano como si fuera un algo desconocido para mi,
hasta que me desido a tocarlo, todos comienzan a relajarse
incluso a sonreir y eso es probablemente lo que quería,
también yo sonrio asintiendo y comienzo a calentar mis
manos, los espectadores aún con vestigios de pequeña
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alegría en sus labios guardan silencio, ¡son niños! Muchos
que nadie quiso, que con falsas ilusiones han tenido que
colmar el vacío de una vida sin causa, sin raíz, solo un día
tras otro tratando de existir, ahora mismo en mi memoria
no encuentro mi niñez. Comienzo a percutir las cuerdas del
piano, primero las teclas blancas, dulces y radiantes propias
y únicas de una mente tan brillante como la de Bach, el
sonido nos atrapa y hechiza a mis dedos con un conjuro que
los hace danzar sobre escalones en blanco y negro, no
siento mi respiración ni otras extremidades de mi cuerpo,
tan solo mis manos y mis ojos que gustosos pueden
contemplar los rostros felices de muchas almas tocadas por
mis notas, incluso Remi el de los ojos fúrtivos y llenos de
engaño, él es de los primeros en brindar un aplauso y por su
puesto les doy mi gratitud. “Muchas gracias, mi nombre es
Fausto y es un gusto tocar para ustedes, seré su maestro de
arte”, seguido de eso, se desencadenaron varios murmullos
dificiles de comprender, seguramente ha sido mi acento por
que no imagino que más haya podido ser. “parece que a
todos aquí nos gusta la música y eso es lo mas importante,
para empezar...” es ella, la pequeña que inmortalizaba el
ocaso en el papel, ha llegado hasta aquí con un semblante
fresco buscando un lugar en donde sentarse cerca del
piano, pero no encuentra ninguno libre hasta que Remi la
invita a sentarse con él y ella se apresura sin saber que
interrumpe mi primera lección. Se ha sentado con él y me
resulta inquietante, parece que se conocen y se llevan bien
como si él fuera para ella un hermano mayor, “ ¿Quién
quiere ser el primero en aprender?” la pregunta resultó
bastante tonta, una avalancha de pronombres y palmas me
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aturdió, vaya oleada y de entre tantos elijo a un joven de la
izquierda de pasos torpes al caminar, y como un vencejo se
sienta con propiedad en la silla como reposando de un largo
vuelo. “¿Cual es tu nombre amigo?”, “Evan” responde,
“Evan, endereza un poco la espalda y no es necesario
sentarse tan cerca”, varias risas acompañaban mis
explicaciones, que gracia les causaba ver a un chico
distraido y curioso tratar de concentrarse, intenté ubicar sus
dedos en las teclas correctas sin que las moviera una y otra
vez, era un chico dificil y los espectadores rompian en mas
risas, hasta que Evan se detuvo y se volvio a mi con una
mirada perdida sin decir nada, fue un gesto bastante cómico
y creo que lo hacia a proposito, los demás carcajaban
abiertamente, al parecer tenía un bufón en lugar de pianista
frente a mi, tampoco yo pude resistirme a reir, se levanto y
con una sonrisa se marcho de nuevo a su lugar. Todo se
calmó y estaba a punto de decirles algo cuando a mi espalda
percibo a alguién, sus ojos únicos de criatura mansa a unos
pasos de mí, inmovil ella esperando una oportunidad “ven,
¿que esperas? sientante” Y así lo hizo sin perder tiempo,
todos guardaron silencio paulatinamente, desde antes de
acariciar el piano me pareció haber escuchado ya unas
bellas notas, tan solo con sus pupilas bañando en ansias la
madera, devorandola con su inmenso anhelo, desnudó todo
concepto de la armonía al posar su delicada piel sobre
évano revestido aún sin presionar, como algunas plumas
cayendo y a penas su roce ya entonara un requiem de
estrellas. Del lado opuesto de la fila de teclas le enseñé
cuidadosamente como debía pocisionarse y sus dedos
petalos de camellia se ubicaron correctamente, su débil
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respiración envolvía las notas que sonarían a continuación
como un coro de flautas. La melodía era triste, casi tanto
como hermosa lograba tocar la fibras mas sublimes de un
alma descalza con un pequeño adagio en forma de lágrima,
de nuevo Bach, de nuevo ella, suavemente conquistó el oído
de cada humano en ese viejo teatro, no logré enseñarle
nada, quizá a ella le bastó con verme para provocar a esa
apasionada y virtuosa musa que dormía dentro. No se
exactamente en cuanto tiempo transcurrió ese momento,
pudieron ser algunos minutos o imeperecederas horas las
que sus notas menguaban las manecillas del reloj, esas que
perduraron intactas en la memoria de todos. “¡Bravo!”
“¡Que grande!” Exclamaban impresionados todos cuando su
faena terminó, ella sonrío algo avergonzada pero rebozando
de felicidad, solo dejé de aplaudirle para preguntar
“disculpa, ¿Cuál es tu nombre?” alzo la mirada para verme y
respondió “Svetlana”, se fue con Remi y él la protegió de
algunos que intentaron hacerle bromas. Mis desoladas
marcas sobre la pizarra finalizaron la lección del día, mi
primera clase tan lejos de mi hogar, ¿en donde es eso?
¿Sería entre las colinas del valle en donde crecí? ¿Entre la
niebla denza que congelaba la ciudad amada? Cerca de mí
pasado o arrebatado de mis recuerdos, que cruel para estas
personas este lugar ha sido lo único a lo que han podido
llamar hogar, soy su huesped, soy un intruso con invitación
por un largo tiempo.
A solo unos minutos está mi residencia, no he tardado nada
en llegar y mi cuarto esta casi vacio, ni un fantasma viviría
aquí, por la ventana que se escurre veo a un hombre
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paseando a sus perros, siempre muy temprano en la
mañana salen a caminar un poco, son perros grandes color
bronce y tierra, sin embargo uno de ellos es especial y no
puedo evitar verlo en detalle, es bastante gordo, sus patas
se ven insignificantes y cansadas, cada paso lo da con la luna
sobre su lomo, pero sus amigos lo esperan, el hombre y el
otro perro van a su paso, me conmueve, hasta el aroma a
jazmín que se cierne en la ventana me conmueve. Tengo
una carta, “… hola amigo, se que viajaste y necesitabas estar
lejos, es solo que necesito verte, pronto… lo siento, éste es
mi número de teléfono, así que llamame por favor, adios”.
Es sin duda la carta más corta que jamás he recibido, vaya
pero ¿que puede necesitar? Noi debe tener algún problema,
despues de todo siempre ha sido muy tímida, en especial
para pedir ayuda, quizas solo exagero mientras los bostezos
huyen de mi cuerpo, sueño.
La mañana es agresiva, una fuerte lluvia envió las aves en
busca de refugio, entre las ramas de los arboles revestidas
con hojas de oro sucio, soles marchitos que caen con el
viento y tiñen de dorado el suelo, recuerdo que tuve un
sueño alguna vez, quice encontrar un árbol tan grande
como un dinosaurio, con tantas ramas como los cabellos de
mi madre, en ellas construiría muchas casitas de enebro o
de bambú muy fuerte, cada una de color diferente en donde
cientos de aves puedieran anidar y estar a salvo de la lluvia
y los escurridizos gatos, pero yo tampoco estoy a salvo, es
absurdo intentar perder de vista a la soledad y al rencor,
huyo de mi mismo, de mi reflejo en un espejo. Hay personas
reunidas en un café esperando a que cése la tormenta,
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parecen agradables, el agua cubre los cristales del lugar y
distorcionan la imagen del cielo, golpea con fuerza, que
corage a pesar de vivir tan cerca de mi trabajo tendré el
descaro de llegar tarde, risíble, no hay risas en este lugar
pero si un teléfono y algunas monedas en mi abrigo, espero
recordar el número de Noi, me ha dejado bastante intrigado
y más al descubrir que su numero de teléfono es de esta
misma ciudad.
—le escucho
—Noi, hola ¿estás bien?
— ¿Fausto, eres tu? Oh gracias por llamarme, lamento
haberme distanciado.
— pero si quién se alejó fui yo… me he preocupado con ese
mensaje, ¿está todo bién?
— es complicado y no sabía a quien mas acudir, lo siento,
contigo me siento segura.
— ¿de que hablas?, me preocupas más.
—he viajado también, ¿podemos vernos? En la bahia Risan
por la catedral.
— Conozco el lugar llegaré en la noche, pero esto ya es
bastante extraño.
— gracias, muchas gracias.
— debo cortar, tengo pocas monedas
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— hasta pronto.
Ya tengo una cita, no quisiera imaginar que ocurre aunque
es inevitable, y la tormenta no cede... “lo siento mucho,
dejame ayudar” me dijo al tirar mis partituras al suelo,
torpe.
—hoy no es mi día—. Dijo con un gesto de desesperanza.
—no, descuide, yo los levantaré
— ¿Estudias música?—. Me preguntó.
— si
—que bien, espero no haber arruinado tus papeles, es el
estres, ya estoy bastante retrasada.
—no importa, no siempre llueve así.
— supongo que no, aunqué no puedes asegurarlo no eres
de por aquí—. Tenía razon, pero ya esa expresión pierde
sentido, ya que probablemente no pertenezca a ningún
lugar, es una mujer sencilla y honesta quizá.
—Escucha, debo volver con mi amiga, ten un buen día—.
Me dijo mientras sostenía en sus manos la taza de café
humeante.
—si, igualmente.
Y con ese mismo humo se fue, también yo quiero una taza
de café, quizá dos debido al clima, entre las hojas
maltrechas una llama mi atención, minuet en sol de
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Beethoven, minuet, minutos que estoy retrasado, sol
soverbio y rebelde no quiere penetrar las nubes con su luz,
luz… luz es Svetlana, la ninfa del pentagrama que aumenta
mi pulso, Svet significa mundo, luz, ¿la hospitalidad de la
vida? Un claro en esta tormenta de vientos opacos, claro,
claro de luna, de vuelta al portafólios.
Como me gusta escuchar a estos chicos hablando, aunqué
no entienda mucho, es el idioma, ellos con certeza si son de
aquí, de esta tierra alta y verde, y yo un intruso a quién la
lluvia lo ha obligado a refugiarse, logro entender que
preguntan, que tienen prisa y que son buenos amigos, eso
es suficiente. Es ella de nuevo, la mujer de la taza de café,
con sus amigos hacia la salida pero ella se detiene frente a
mí
—hey, ¿tambien tienes prisa? Tenemos un par de paraguas,
de algo servirán y si quieres venir con nosotros…
—si, muchas gracias
— ¿hacia donde te diriges?
—algunas calles más a la izquierda.
— bien, vamos.
El oscuro asfalto, el aroma de la tierra mojada, el aire
helado que inflaba mi pecho, sin duda el frio que siento es
más fuerte que los anteriores, caminamos a paso de allegro
cada pié buscando el mejor camino, cada paso salpicando el
reflejo del cielo en los charcos, los paraguas poco ayudan.
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—es muy temprano, ¿A dónde vas, puedo saber?
—voy al orfanato.
— ah, trabajas ahí, paso por ese lugar a diario, estudio para
ser veterinária unas manzanas en frente.
También yo quice hacer eso cuando era un niño, dedicar mi
vida a cuidar de los animales, me gustan tanto y ahora
conozco a alguien que si lo hace. “se supone que los
músicos son artistas, sensibles y bueno, creo que me he
equivocado al pensar eso” Dijo mientras sonrería un poco,
creo que se refería a ser expresivo, carismático, pero
siempre estoy escuchando sin mencionar palabra alguna,
escucho la fuerza de su mirada, la lluvia golpeando el
paraguas y su suave abrigo rozando mi mano mientras lo
sostengo, el viento intenta robarmelo, estoy sintiendo, todo
el tiempo aunque no sienta nada, mi espiritu no fluye pero
mis ojos color de lava seca reciben cada sensación posible.
—disculpame, hablo mucho
—descuida—. Con suerte he logrado sujetarla antes de que
cayera de lleno sobre un charco, ¿estás bien? Le pregunté.
—si, gracias —respondió agitada pero aún mas
avergonzada. Un coche transitaba lentamente por la calle,
con cuidado de no salpicarnos con el agua helada de los
charcos, y en su retrovisor brilla un nostalgico recuerdo, se
ve mi reflejo sosteniendo la silueta de esta mujer, también
lo veo, recordé a mi padre cuando se encogía en el espejo
del auto y mi corazón crugía al unísono con el cielo sombrío
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y frustrante, era un horizonte valdio, hacia un extremo lejos
de mi padre con los ojos llenos de tristesa. Y a esa misma
distancia se alejaba el coche en medio de esta gran
tormenta despejando mi recuerdo para escuchar las burlas
que le hacian sus amigos.
— ¿otra vez Teo? No te preocupes amigo, se cae todo el
tiempo. —Dijo uno de sus amigos riendo sin moderacion.
—no me molestes, ¿comenzarán a arruinarme el día? —.Teo
respondió.
—No te enojes, no es para tanto —. Respondio su amigo.
Al parecer si se caia todo el tiempo, daba pasos torpes creo
que desde siempre. “bién creo aquí te quedas, cuidate” me
dijo.
—si, gracias de nuevo
—a ti, adios.
Desapareció rapidamente a través del manto nubloso de
lluvia que no cesaba, vaya este lugar se ve tenebroso con
este clima. Para muchos aquí es como si el tiempo se
hubiera detenido, se resignan a esperar inmoviles que la
lluvia termine para volver a respirar tranquilamente, para
otros es un espectáculo, les trae recuerdos parece, como si
el día no comenzara hasta que la ultima gota celeste
aterrice y anuncie la llegada del mismo, Teo, olvidé decirle
mi nombre. Dejó de llover, dejo de llover, vida miserable
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dejo de llover… solo necesitaba que yo cruzara la entrada
para que la tormenta cesara, que corage, que impotencia.
— ¿No llovía así de donde vienes? Pareces recogido de un
charco
—hola Remi, ¿Cómo estás?
—bastante bien, hoy me fugare durante la tarde.
—vaya, suerte.
—deberías tocar algo para calentarte ¿no crees?, pero ten
cuidado de dormirte escuchando tu propia musica.
Tenia un moreton cerca a la mejilla, lo cubria con su cabello,
quice preguntarle pero… no tiene caso, me conformo con
saber que esta presente. El tiempo se reanuda, sin arcoiris y
sin concierto de aves, un día más en esta denza realidad,
¿Cómo Noi termino en esta ciudad también? Tan lejos de
casa, siempre ha sido una chica muy tranquila, inculisve
tímida, no me gusta como se ve esto.
Invierno, el vacio y la aurora que destierran el alma hacia un
abismo, el redondo silencio en las partituras, infinito y
sereno tirando hacia la muerte y peor aún hacia la nada,
desafinan las cuerdas de mi instrumento, de la extensión de
mi cuerpo, ya no suena bien, o quizas sólo diferente. Remi
preguntó a cerca de los inviernos en mi ciudad, no es una
ciudad precisamente, pero el invierno es igual, un desierto
inmenso de niebla y nubes de carbón.
“—se que llegaremos a un acuerdo
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—en este momento no es nada fácil, usted debe
entenderme
—volveré el martes, entonces espero una mejor respuesta
—hay protocolos, hay condiciones usted…”
Eran las voces de la secretaria y un hombre, discuten, éste
último habla con gran autoridad, sabe como imponerse ante
la gente, pero ¿por qué discuten? Continuan
—escuche, usted no puede interferir entre los asuntos de
Gerhard y yo, solo cumpla con su trabajo y agilice los
trámites
—primero debe ser evaluado y francamente no creo que
cuente con los requisitos. —“Que suerte la mia, y justo debo
hablar con ella”
— ¡esto no puede ocurrir! ¡No puede ocurrir! —grita el
hombre azotando la puerta mientras sale de la oficina, es un
hombre grande y de muy mal carácter, su mirada se cruza
con la mia por un corto instante, él se marcha.
—Señor Fausto, puede seguir —dijo la secretaria desde su
silla con las manos frotando su cabello y su angustiado
rostro.
—buenos dias
—buenos dias, ¿se encuetra bien?
—descuida, aquí estan tus formulas, llénalas por favor.
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—si
Veamos, ¿nombre? Fausto Ionesko, ¿fecha de hoy? Nunca
la se…
—puedes entregarmela despues, aquí tienes el horario de
tus clases
—gracias
Esta mujer tiene un gran control, no se dejó abrumar por
ese hombre, creo que sería dificil imaginar algo que la
desestabilice, pero no permitiré que ese sujeto le levante la
voz así de nuevo. Este lugar es enorme, no encuentro el aula
que indica el horario, solo anchos corredores deshabitados,
bustos de poetas silenciosos, retratos de hombres de los
que nunca oí hablar, solo hombres, ninguna mujer, con
razón esta desolado este piso, piso que no tiene fín, se
extiende hasta donde la luz no llega. Muy bien, dudo mucho
que sea por aquí… pero escucho un cascabel, no estoy solo,
es la sombra de una sombra filtrandose en el aire, justo
arriba de mí entre las columnas y el techo.
— ¿hola?, ¿esta aquí verdad?
— ¿Quién?
—ah sí, allí—. Señala hacia arriba, y él se mueve hasta la
cima de una biblioteca para asicalarse con los ojos cerrados.
— ¿es tuyo?
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—no, es Pamuk, siempre anda aquí y allá maullando, quería
atraparlo.
—Svet, ¿sabes en donde queda esta aula? La estoy
buscando
—si, esta del otro lado de la capilla, por la torre de las
campanas.
No sabia ni que habiera una capilla aquí, este lugar es
inmenso, el gato esta tomando una siesta al igual que su
cascabel, en los ojos de Svet hay aglutinados muchos brillos
en torno a sus pupilas, destellos del alba mas dulces que un
último sorbo de sangria helada, dos constelaciones
mesiendose con calma tras cada parpadeo. ”Sígueme” me
dijo, “gracias”. Me llevo a través de las gradas y de vuelta al
bello jardín, me dio la sensacion de estar con ella en otro
lugar, uno muy lejos de toda ciudad, entre las praderas
acariciadas por el viento y la supremacía de los montes en
donde nacen los rios.
— diste un gran concierto la otra vez, ¿te gusta el piano?
—si, ¿vas a enseñarme más?
—seguro
—Es allá en el segundo piso—. Se queda pasmada, con la
mirada perdida y prontamente triste en otra dirección.
— ¿ocurre algo? ¿Qué ves?—. Era Remi detenido por un
guardia, lo llevaba hacia las oficinas pricipales.
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—siempre se mete en problemas, con los maestros, con
otros chicos, con todo el mundo, ha escapado varias veces
pero luego regresa, no lo entiendo
— ¿son amigos?
—si, nos conocemos hace mucho, siempre me ayuda
cuando necesito algo, pero no se ayuda a si mismo, no se
que quiere
No puedo juzgar a Remi pero… no me parece que sea un
buen ejemplo para Svet, no se en quien se apoyan todos
aquí para continuar viviendo, “ven, te enseñaré como
solfear”, “¿Qué es eso?” me pregunto, “leerás mùsica, como
recitar un poema pero más romántico”. Nos dirigimos hacia
el aula que tanto buscaba, subiendo unas estrechas gradas,
ya habian un puñado de alumnos reunidos y una maestra de
mal humor, “la puntualidad es importante” eso me dijo al
cruzar la puerta.
La clase es un éxito, los más chicos estan más emocionados
por aprender, aunque con la misma energía se distraen,
entre ellos ella, en primera fila solfeando sin
complicaciones, bonitas notas de un coro de voces blancas,
voces huerfanas cantando al unísono, al olvido, reclamando
a la naturaleza un ápice de su merecida existencia. Me
recuerdan a mi primera clase tambien, entré sin saber nada,
y de pronto estaba leyendo algunas notas, las imitaba con
mi voz y todos a mi alrededor lo hacian, fue mágico
descubrir como se generaba todo. Un fuerte viento se cuela
entre los ventanales, sacude las plantas, las paginas de los
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libros, manda a volar varias partituras y agita las cabelleras
de todos, a Svet unos cuantos mechones de su pelo se le
enredan en la boca impidiendole gritar, me da risa, pero me
asomo a la ventana y a unos cuantos metros esta Remi, en
un callejón discutiendo con otro chico, comienzan a pelear
como animales haciendose daño, la ventana se llena de
niños curiosos pero falta uno, mejor dicho una, que ya ha
comenzado a correr, “¡Svetlana!” no se detiene, doy la
orden a todos de quedarse ahí “¡Svet detente!”. Llegamos
hasta donde se encuentra Remi, pero ahora hay más chicos
y un profesor, no logra contener la situacion, de hecho
pareciera que tambien él resultará lastimado, Remi insulta a
otro chico mientras unos tantos lo contienen
— ¡me delataste! No vales nada ¡da la cara!—. Gritaba con
la voz enardecida, pero en un segundo logro sujetar a Svet
por el brazo y nos alejamos un poco de ese huracan
— ¿eh? Dejame—. Intenta soltarse
— ¿porque tuviste que venir?
— no lo entiendes
Tiene razón, no lo entiendo, los mancebos se golpean, Remi,
el de los ojos rojos, tiene ya una herida en el labio, saborea
su propia sangre para escupirla despues, tiene tiempo para
hacerlo ya que su adversario se encuentra mucho peor, con
heridas varias que entorpecen su vista, dificilmente logra
mantenerse en pie y el olor a ginebra que despide su aliento
se impregna en el aire, se impregna en mi abrigo, en el
ocaso que de sepia tiñe la tarde, un tono dorado muy opaco
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y nostalgico, el mismo que se filtraba por el ventanal en la
clase, hace que las cabelleras rubias se hagan más rubias y
que las negras brillen como la espuma de la marea. Y
depronto yo, apareciendo en la escena, intentando detener
a Remi, pero esta cegado, sus ojos mas ardientes que nunca,
no me mira, aprendi con el tiempo a no librar batallas
ajenas, ¿por qué doblego mis principios?
—Remi, es suficiente—. Intento detenerlo
— ¡Yo sabré cuando es suficiente!, no interfieras—. Su
mirada se enciende y abraza mis pupilas, quiere
consumirlas, pero no lo logra, nunca lo lograría, mi mirada
marchita es tan siniestra como la de él, su expresión de luna
roja, pero a diferencia de la suya, la mia esta vacía, como
dos agujeros negros de los que ni la luz se da a la fuga. No
hacen falta palabras y hay muy poca distancia entre
nosotros, pero su respiración turbia se calma lentamente al
ver Svet, ella quien está desepcionada y prefiere no verle a
la cara. El otro chico ha caido al suelo, y otros intentan
hacer que se levante y al parecer es inutil.
— Este vago nunca aprende, tenemos que llevarlo con la
enfermera. Remi ayudame. —dice uno de ellos preocupado
— No pierdan el tiempo, es una basura, arruino nuestro
encuentro con Djonic, éste alcoholico se ha bebido nuestra
oportinidad, lamento que estando tan ébrio no haya sentido
mis golpes.
— Mañana le dolera más que eso, pero ahora ayudenme a
llevarlo con la enfermera, antes de que vengan mas
guardias a fastidiar.
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Me he quedado escuchando todo, tratando de entender
que sucede hasta que tira de mi abrigo “venga, vamonos”
me dice Svet y vaya que tiene razón, es lo mejor. Nos
alejamos del ruido, de ese encuentro desagradable, ella ha
perdido un poco de su alegria, yo solo tengo algo más en
que pensar…
Pronto termina aquí mi día, trato de subestimar lo que ha
ocurrido, los pasillos enmudecen y algunas hojas adornan
los muros y los tejados como huellas de otoño, algunas
aves, algún canto de cortejo, salvo estas esculturas que
nunca descanzan ni se abrigan del frío, de rizos perfectos y
narices rectas, todas de piel pálida y cuerpos esbeltos,
simétricos del craneo a sus pies y con la boca siempre
cerrada simulando un estrecho horizonte en sus labios,
hombres tratando de crearse a si mismos, creando belleza y
llamando arte a sus deseos nobles de proyectar con sus
manos lo que con amor nace de sus almas. Despues unas
basijas de barro y un paisaje de bayas son mi camino a lo
que no podría llamar casa, pero hoy veré a una amiga, Noi,
es una chica algo tímida, trataba de encajar a donde iba
pero dificilmente podía expresarse, sin embargo para que
haya llegado hasta aquí… y finalmente la veo, sentada entre
las pequeñas mesas de un humilde restaurante, donde
frescos rosales invaden las grietas entre las rocas con las
que esta construido, y el viento de la mítica bahía sopla
entre las montañas hasta llegar a su cabello, como una leve
brisa, una refrescante, y acaricia sus mejillas arrazando con
el humo que despide su tasa de té. Se ve joven y tan bella
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como este sitio, adoro ver el reflejo de las montañas
tambaleandose en el agua y ella se alegra de verme.
— ¡ah!, que gusto verte, gracias por venir—. Me ha dicho
con una modesta sonrisa
— ¿como es posible que hayas llegado aquí? Me has dejado
bastante preocupado, ¿Qué ocurre?
—recuerdo que no te gusta el té, pero podemos pedir un
café para ti, se que eso te encanta
—si, venga ya dime que pasa
—no ha sido facil llegar hasta aquí, sin embargo puedo ver
claramente porque has dado con un lugar así, se respira
satisfacción, ¿pero porque me ves así?
—has cambiado, te ves diferente
—desde luego que no, solo que no nos vemos hace tiempo
— ¿estas bien?
—si, es solo que quisiera saber si cuento contigo, veras
recuerdas a ¿Torence?
—no realmente, ¿Quién es?
—No importa, estoy esperando un hijo, tengo algo más de
un mes, no todos tenemos la habilidad de desaparecer—.
Sus largos parpados apuntan hacia el suelo, esta
desconsolada, era muy difícil imaginar algo como eso.
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—se que no estas mintiendo, pero también me cuesta
creerlo.
—no se lo he dicho a mis padres, ¿sabes? Ellos me matarían,
he traicionado su confiaza y el honor de ser su hija, pero
ahora seré madre y deberé arreglarmelas sola.
— ¿fue hace tanto cuando buscabamos almejas en el rio?
¿O cuando ibamos con Bruna a recoger la leña por el
bosque? —comence a preguntarle sin esperar respuesta
alguna.
—ella siempre trataba de engañarnos y hacernos trabajar
mas duro, era mas grande que tu—. Su voz acanelada se
deshace, lucha por no romper en llanto pero los recuerdos
son obstinados.
—estoy seguro de que tu familia entenderá
—no, no sabes lo que dices, mi vida es totalmente diferente
ahora
—pero tu sigues siendo la misma, siempre quieres
comportarte como alguien mayor
—Pense que habias dicho que he cambiado—. Es inevitable
suspirar, tal vez despues de todo, si me afecta.
—Venga, yo pago la cuenta, vamos a caminar un poco—. le
dije con algo de ánimo, pero la ví volviendose al mar, con los
ojos cubiertos de rocío y brillando como estrellas lejanas y al
ritmo de una pequeña cajita musical, me inspira tantos
pensamientos, el tiempo avanza y poco de lo que sentimos
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hoy vivirá mañana, salvo cuando recordamos y entonces es
dificil reconocernos.
—debo irme, tengo que regresar.
— ¿a donde? ¿Dónde estas hospedada?
—lo siento, gracias por haber venido pero en verdad debo
irme, te llamaré.
Quice pensar que esa huida fue por algo relacionado con su
embarazo, pero creo que hay algo más, extraño la sutil
alegría con la que hablaba en el pasado. Será una excelente
madre, espero que su hijo sea identico a ella, tal vez menos
dulce. Con los últimos rayos de sol me apróximo a casa, tan
fría como siempre y aún no logro atar los momentos que
viví hoy a mi razón, estos y otros recuerdos son un eterno
calvario, me esclavizan al himsomnio y solo la luna que
rueda lejos de mi ventana me hace compañía hasta en el
estrecho balcón… de pronto se rompe mi sueño y algo más
en el suelo, que mal humor produce despertarse de esta
manera y ver los escombros de una basija rodeando mi
silueta, sobre la verja su pelaje ondeante se mueve
lentamente, pero ya nos conocemos “Pamuk, que desastre”,
en su cuello un cascabel plateado que brilla como cualquier
otra pincelada del firmamento impensable. Es dócil, como el
brillo de la luna que acaricia dulcemente las copas de los
árboles. Tiene franjas de nieve en su cuello que se
asemenjan a un collar, y otras cuantas en sus patas como
brazaletes alados. Ve el panorama de la urbe con una
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mirada severa y profunda, como contemplando un puñado
del mundo ilusorio que compartimos.
Una mañana soleada, viva y lúcida para compenzar las
pocas horas de sueño nos saluda, a pasos delicados me
sigue todo el camino haciendose de los altos muros como
vía, he traido un paraguas por si llueve como la vez anterior
aúnque dudo mucho que él quiera compartirlo conmigo.
Puedo ver a Teo, casi a una manzana de distancia y ella me
reconoce, me lo hace saber con una amplia sonrisa, ¡Buen
día! grita y se despide levantando su mano antes de subirse
a un auto, pero he pérdido a Pamuk de vista, creo entonces
que era yo quien lo estaba siguiendo. Pocos saludos de
rutina, uno que otro papeleo, todo en orden. 07:20 Es hora
del desayuno, más bien ha terminado el desayuno porque
veo que todos ingresan al aula, algunos con bastante sueño,
sus respiraciones se condenzan en un acorde opaco de
desesperanza, un acorde triste e incompleto, “¿Dónde esta
Svet? ¿Está enferma acazo?” les pregunto, “no señor, la
señorita Heleen llegò a nuestro dormitorio y se fue con ella
antes del desayuno” me reponde un crío gentilmente,
“gracias”, tal vez no tenga importancia, se perderà la
lecciòn de hoy, despues de todo no estoy haciendo un mal
trabajo, aprenden ràpido y brillaran muy pronto, aùnque no
puedo evitar pensar en Noi, quisiera saber que piensa
hacer. Notas desarticuladas e incoherentes se dispersan en
el salon de clases, dije que aprendìan rapido no que fueran
prodigiosos. Fuera del aula hay un niño regando las plantas
cuidadosamente, y el olor a tierra mojada resulta muy
agradable aunque no encuentro a la secretaria, y esta
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tardando mucho en llegar. Al abrise una puerta que hay a mi
costado sale ella ergida como es costumbre, saludando
brevemente con su tacto distante, y de la mano trae a Svet
con una expresión bastante extraña, abrumada, su piel es
un velo de aguas agitadas, de esas que son escarmiento
para cualquier embarcaciòn, de esos mares suelo de
tormentas y rayos frenèticos que reflejan tonos grises. Tras
de ella, su sombra eclipsada por un contorno mucho más
grande, el de un hombre acertivo, confiado e impregnado
de aborrecible poder, el mismo hombre de rostro
omnipotente, con la mirada de sabiduria maldita, carente
de modales y escrupulos, esta vez no permitiré que agreda a
nadie. Svet apenas si levanta la mirada para dilucidar en sus
vastos pensamientos que soy yo quien esta cerca, mientras
sus pasos desahuciados desaparecen tras el muro. Lambert
Lucarik, ese es su nombre, he logrado leerlo de un
documento que cuidadosamente deja en el escritorio de la
Sra Heleen, el hombre cubierto de colonía fina y traje caro
sín mancha o arruga alguna comienza a notar mi presencia,
saca una caja del abrigo colgado en su antebrazo, y a su vez
de ella un poco de tabaco, yo sigo aguardando un minuto de
la secretaria hasta que finalmente él se marcha.
— ¿se ha comportado esta vez?
—lamento haberte hecho esperar tanto, ¿en que puedo
ayudarte?
—no era nada importante en realidad, ¿pero quien es ese
hombre?
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—ah, él es una pesadilla, una pesadilla influyente que tiene
comprado el cielo de ésta ciudad. Toma, esto es para ti, por
favor lléna estos documentos, con ello tendras tu seguro
medico.
— si, enseguida—. Será mejor preguntarle a Svet.
Por suerte no es dificil encontrarla, esta sentada sobre las
ruinas de lo que parece fue alguna vez una bella fuente
barroca, ¿una pesadilla? La vida resulta estar llena de
rincones tan ceñidos como la punta de mi pluma, y es fácil
quedar atrapado en una esquina de esas, oscura y corrosiva
dirigiendote siempre a un angulo más y más estrecho, cerca
del olvido, pensar en eso para mí es una pesadilla.
— ¿ocurre algo?
—no, todo es casi igual aquí, los días, las lluvias. ¿De donde
vienes es también así?
—De donde vengo la tierra es negra y fertil, con rios
galopantes que abrazan la inmensa llanura y las voces del
rebaño, y todos los rebaños pintan la vegetación con sus
peláge tosco y docil en las tardes más soleadas—. Me he
perdido en mis propias palabras y solo me encuentro al
verla embelezada imaginando la tierra de donde vengo.
—Quisiera soñar con un lugar así—. Responde
—si, quizas ese lugar es solo un sueño, y he dormido dentro
de ese sueño solo para hallarme en este lugar y tocar el
piano para ti.
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—Y quizas yo sea un sueño que sueña con otro sueño para
olvidar que no pertenezco a este lugar, o al menos para
entender porque estoy aquí—. Sonrie, con esa alegría de las
que es menester la soledad, el silencio y tiempo para
alcanzar a contemplarla, para disfrutarla y lograrse
contagiar.
— sabes, de donde vengo no hay sonrisa tan bonita como la
tuya
— ¿Eh?—. Se turba, se roboriza
—y mucho menos acentos tan raros e incomodos como el
que tienes—. Su mirada de viñedo fresco se prende como
cientos de luciernagas danzando a un brusco ritmo
enervante.
— ¡¿Acento raro?! ¡Yo no tengo un acento raro! Tú eres
quien habla tan extraño, ni siquiera pronuncias nada—. Fue
solo un segundo de impresión el que me causo su furia, lo
demas fue risa, una risa muda, alegre de ver lo fácil que
explotan sus emociones.
— ¿Quién es Lambert?—. Una vez mas su expresión cambia
de forma tan brusca como el cause de un rayo que perfora
el cielo.
—él, quiere adoptarme, en muy poco sucederá y seremos
una familia—. Su voz desacentuada, sus parpados vencidos
y su respiracion frágil, todo fue como el roce de un puñal
acariciando mi pecho, en ese momento estaba menos viva
que las esculturas que vigilan los amplios corredores.
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—no pareces dichoza
—es porque no sabria como vivir fuera de esta realidad, es
todo lo que conózco, quizá nada, solo se mi nombre y la
edad que tengo, a pesar de eso disfruto muchas cosas
como… ¡Pamuk! Quisiera poder llevarlo conmigo, y dibujar,
me gusta el piano, tus clases.
— ¿sabes algo sobre él?
—he oído que es un criminal, y que esconde muchas cosas,
no entiendo muchas más, pero no siento que él sea mi
familia.
Sus palabras invadieron mis oìdos y envolvieron mi
conciencia, habìan reemplazado las notas tristes de la lira
griega que siempre conservo en mi memoria. ¿Como podrìa
entender su posición? A pesar de haber nacido sola, en ella
persiste una sonrisa sincera, es honesta, alegre por
naturaleza, es como el último sorbo de la copa que sabe a
néctar, caliz de victoria luego de las perdidas horribles en
batalla. Pero yo, una copa vacía con aroma a veneno tinto
ágrio, la mancha de un par de gotas de certeza inmersas en
un lago de tristeza, rencor y amargura que se desbordan
hacia las estepas áridas del sur, erigiendose hasta rodear el
bajo norte en un lazo de diferencias culturales. Mi mente
me abruma, suena un insoportable rasguño entre mis
sueños, con el arco violento cercena las cuerdas y estas
entregan su llanto de dolor y sufrimiento, es constante, un
crescendo, un punzante latido de un corazón formado por
escombros lunares.
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Hace casí una semana las lluvias cesaron notoriamente,
aunque aquí la tierra siempre es húmeda ya no gotean los
tejados ni se apilan charcos en las vías del tren, los cristales
de la catedral lucen más brillantes, solo pretendía llegar
hasta aquí para desaparecer, o ser como esas almas que
narraban las leyendas para los niños en el valle, donde la
esencia de un condenado o tambien inforntunado acecha el
aroma lujuriosa de los vivos, vagando en la profundidad del
limbo y morando en todas las cavernas del tiempo como
nómada, sin hogar ni destino en las lineas de sus manos. Es
tan melancólico como frustrante, pienso que mi cuerpo esta
impregnado de raices amargas, desde el interior carnoso de
mis delgados huesos hasta los matices muertos de mi piel
salina. Ya no necesitar una razón tangible para sentirse
deslucido es incluso motivo de lástima, y es algo que no
quiero compartir con nadie, sería como intóxcicarlos.
Recuerdo que viene desde los escasos pétalos de mi
infancia, tiempo que caló muy profundo en mis venas, mi
voz, mis ideas y todo lo que me hace estar presente en la
realidad, se ha filtrado ahí para quedarse, al punto de ser
más de lo que queda de mi mismo, es verdad, ahora eso soy
yo, ruinas devoradas por la naturaleza invencible y sabia,
lianas y raices que cubren mi razonamientos, así fue
siempre mientras crecí, mi mente vuelta escombros fríos y
desolados, cubiertos de polvo avezado a la espesura de la
niebla, y ahí me encuentro yo, vagando interte entre todos
ellos removiendolos y tratando de hallar algo en el fondo
que aún este vivo, que me de calor y me haga sentir mejor,
para estrecharlo con fuerza contra mi pecho y no soltarlo
nunca.
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Noi pudo encontrarme, es más lista, más madura, pero
ingénua cuando enfrenta algo nuevo. Eran brisas de verano
cuando jugabamos en los brazos de la rivera, se
prolongaban a lo largo y alto de las numerosas colinas, muy
cerca habían plantaciones de caña, como un ataque másivo
de flechas que se incrustaban en el paisaje, dunas de tallos
enormes difìciles de trancitar, con ellas haciamos bansuris
para entonarlos al unísono cuando nos reuniéramos de
nuevo durante las tardes doradas en el cerro ancho, allí
donde los vientos húmedos querían derribarnos y el amor
del sol besaba con dulzura el prado, o en las noches
sosegadas sobre el tejado incompleto de hojas de pizarra,
juntos solfeando las estrellas parpadeantes, no escaseaban
las risas ni los soplos de la notas fallidas con las flautas mal
talladas, recuerdo que a esas horas las espinas de la catedral
nos vigilaban desde lo alto, tambien corriamos en el jardín
que había en medio de los árboles de almendras, ella se
agitaba muy rápido y no estaba acostumbrada al frío, en
cada palabra que decía con frecuencia pronunciaba un “jah”
o “gnai”, dificilmente podía imitar su lengua, hoy en día
puede hablar fluidamente un idioma creado en Venus quizá.
Bruna y yo vivíamos cerca, y ella tenía mucha habilidad para
tallar la madera pues su padre es carpintero y ella lo
admiraba como a un héroe, no era de extrañarse que su
bansuri fuera siempre el más bello y el más elaborado. Sin
embargo, para reunirnos con Noi debíamos esperar siempre
hasta el verano, casi cuando éste terminaba, su familia
venía desde el sur de Asia para importar algunos materiales,
negocios, su familia era muy unida, con una cultura
diferente pero siempre amables y en especial respetuosos,
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no era extraño entonces que prosperaran. Nos hicimos
amigos en una pequeña reunion aledaña a la catedral, si, la
catedral de mi valle mucho màs grande y màs sublime, con
manecillas de bronce que surcaban las nubes, y el eco
inolvidable que compartian las hermosas cúpulas al brotar
las notas del órgano matutino. Había buen vino, comida y
música, yo tañía mi violín, sin el arco, tan solo trataba de
afinarlo pero ella estaba observandome, como Svet el
primer día de clases, aunque Noi tiene los ojos más
rasgados y oscuros, era muy tímida casi tanto como yo, en
cuanto le devolví la mirada ella se asusto y estuvo a punto
de marcharse pero su padre la sorprendió, estaba a su
espalda y sin darme cuenta mi madre tras la mìa, nos
presentaron, en ese entonces tenía pésima memoria, no
lograba recordar los nombres de las personas que conocía
aún si se presentaban solo dos minutos antes, no recuerdo
el nombre de su padre, o tal vez no lo escuché porque
estaba contemplando a Noi, todo en ella me resultaba muy
curioso, su voz nasal, su acento cadencioso, sus párpados
vencidos y sus labios anchos, su nombre. Con el tiempo nos
hicimos amigos, buscabamos lechuzas en las ramas bajas de
los árboles, me enseñó un juego similar al ajedréz que poco
a poco entendí aunque hoy no podría jugarlo, ella aprendía
a tocar el violoncelo, igual de tímida cuando frotaba las
cuerdas y apretaba con fuerza sus pequeños dedos contra el
mástil. No tardó en conocer a Bruna, y pronto estabamos
cargando leña para ella, era insufrible, por una u otra razón
perdiamos en cada juego y ella nos hacía pagar por ello.
Ahora que Noi espera un hijo recordarla a ella de niña se
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hace muy irónico, sin duda veré sus mismos gestos en su
rostro aperlado y los matices serenos de su idioma.
No he vuelto a encontrarme con Teo, ni en el cafè ni camino
al orfanato, eh pensado en visitarla donde dijo que
estudiaba, pero me conozco y se que eso no va a ser. Las
mañanas son grises hasta despues del almuerzo cuando la
luz del sol es intensa, solo su luz, porque nos ha castigado y
ya no comparte su maternal calor, unos breves minutos de
luz despues del medio día, con el mismo frío, y es peor salir
a recibirlo porque es un brillo que lastima, no calienta, solo
da comezón e irrita la piel. El proyecto ha demostrado
avances sorprendentes, el coro de voces blancas logra
conmover a pequeños públicos compuestos de
delegaciones, visitantes y otros docentes, inclusive algunos
jóvenes pueden destacarse tocando el piano y tambien
alugnos niños. El cuerpo de educadores me ha tomado
respeto o algo similar, hasta la Señora Heleen es un póco
cálida al hablar conmigo y supe que el Sr Gerhard volverà en
una semana, verá entonces que la música ha dado un poco
de carisma a esta galerìa de historias resignadas y enviadas
al olvido. Tampoco volví a ver a Remi, dicen que tuvo
problemas con la policia en una de sus frecuentes fugas, tal
vez regrese pero según entiendo no será pronto. Por ahora
he tenido que ver a Svet con sombras de tristeza y
preocupación bajo sus ojos, se asemeja a una orquidea
inclinada en la ventana de mi balcón, apunto de desfallecer
y resistiendo sin animos el peso de la gravedad en sus finos
pétalos. Los otros niños estan muy entuciasmados, dicen
que ésta se ha convertido en su clase favorita, a veces
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pienso que todo es una ilusión, algo que por instantes los
aleja de la realidad sombría, o todo lo que veo es un mal
sueño, quizá prodría ser ambas, todo un engaño
indecifráble sin ánimo de culminar desde que germinamos
en el vientre. Les he traído dulces que oculto en el baúl de
mi violin algunas veces, florecen sonrisas, se expanden
como las alas de una mariposa sobre el rocio de los claveles,
naturales, éstas son las sonrisas más sinceras que conózco,
a diferencia de la mía que ha quedado atascada en aquel
pretérito vuelto fango y tiniebla. Estos dulces son diferentes
a los que conózco exceptuando el chocolate, unos son
extremadamente duros y temo porque alguno se rompa los
dientes intentando comerlo, otros sin embargo son muy
suaves, aunqué no hallé ninguno como los que se hacian
con bayas o brevas, esos que forjaban en la villa que daba
con el cause de los arroyos en las tierras nostalgicas del
este.
Se que Lambert ha venido y con más fercuencia, eso me
lleva a pensar que de repente la silla de Svetlana estará
vacía, desolada, aún con ella hoy presente ha comenzado a
desvanecerse su figura, su mirada se pierde en la
ambigüedad de sus trazos que día a día se distorcionan, sus
pómulos se congelaron y resulta bastante deprimente, sus
compañeros han dejado de hablarle quizas porque no tiene
caso, se parece más a mi.
— ¿Por qué es importante enfocarse en nuestra propia
melodía? ¿Que no lo sabe ninguno? Aún cuando todos
interpretamos la misma obra, el canto que entona nuestro
amigo al costado puede confundirnos, sin mala intensión,
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puede ser, pero debemos ser cuidadosos, confundirnos hará
que la obra no suene como debiera, más allá de eso, lo
principal es sentirnos bien con lo que hacemos, entonar
cada frase evocando su significado, un hombre que amó la
música una vez dijo «errar una nota resulta insignificante,
tocar sin pasión no tiene excusa» podemos apreciar esa cita
mejor si…
Mis palabras no retornan en ninguna forma, no se si sería
mediocre esperar a que al menos uno de ellos retuviera
éstas ideas, de momento imagino a algunos de grandes,
quisiera que el futuro no fuera el mismo para todos, que
desde un comienzo ellos no tuvieran que parar aquí, y que
la cría que esta sentada a la izquerda iluminara su
semblante nuevamente.
¿Es la tristeza acaso parte de nuestra embestidura como
humanos? Se desangra del remordimiento, del dolor, la
soledad, a veces del miedo, miedo a quedarme solo
conmigo mismo por mucho tiempo porque se que
comenzare a “meditar” estos pensamientos y es
insoportable, no quiero compartir un minuto más con mis
recuerdos y mi voluntad traidora de arenisca cincelada.
Quizas esta noche se encienda una llama, con el suficiente
brillo para que sea vista por la luna, allá desde su pedestal
de sombras y sirenas, danzantes con el viento a rítmo de la
marea silvestre, quiza esta noche o la siguiente, un farol
desde mi ventana que se vuelva algo más del firmamento,
para cuando todo quede cubierto de seda negra, un manto
de fibras trenzadas hasta que todo pierda por completo el
significado de existencia.
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Hoy no hay clases de ningún tipo, y aunqué el clima sigue
siendo el mismo, el silencio ha devorado todo espiritu de
lucha, el Señor Gerhard ha fallecido, ocurrió en la noche
cuando regresaba, al parecer padecía neumonía, dicen que
murió en el trén a pocos kilómetros de llegar a su pueblo
natal, que lucía muy agitado debido a una tos incontrolable
hasta que otros pasajeros se dieron cuenta que no se
hallaba dormido, setenta y seis años que ahora reposan
bajo su lápida, era viudo, abuelo, y padre de cinco hijos
todos varones, y dejó un gran legado aquí en este lugar en
donde seguramente fue figura paterna de muchos más.
Considero que soy ajeno a todo esto, por él siento un
inmenso respeto, pero se me ha pedido algo que se, a nadie
le gustaría complacer, haber llegado un poco antes solo
para tocar las notas funebres que despidieran su intachable
estancia en este mundo cada vez más baldío. No lo
entiendo, para que hacerlo si se que no va a escucharme,
me habra gustado enseñarle lo mucho que todos se han
esmerado, y de no ser por su aprovación yo no estaría aquí.
Gerhard Fadden, es lo que hay grabado en esta pieza de
granito, aún si tallara con un cincel la partitura entera bajo
su nombre, no me escucharía. Es así, como la hipocrecía se
hace música.
Lambert se ha presentado al funeral, esta vez con varios
hombres que discimuladamente le rodean, todos de
aspecto sobervio y osado, perfectos cretinos que nunca
escucharon una palabra del difunto. El tributo es arrojado
por todos y brota dulcemente en lluvia de rosas hasta
ahogar la tumba húmeda del caballero. Es como un delicado
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charco de pétalos blancos que salpica la tristeza con su
perfume. Los zapatos lustrosos que van hundiendose en la
tierra se acercan tímidos y con mucho respeto, como si
acariciaran el vacío que deja un hombre en medio de esta
mañana pálida. La señora Heleen evita todo contacto con
Lambert y sus hombres, ha venido en compañía de su
esposo, un hombre amable, cálido, de tosca barba y escaso
cabello, tiene canas que se camuflan con este cielo hostil y
precipitado. Poco a poco se van, sus abrigos se alejan de
regreso a la vida, a la rutina, consigo llevan todo lo que
queda de la memoria querida de un anciano, su legado, lo
único que seguirá existente de su forma en este lienzo
opaco que es el mundo.
De camino al café aún con el clima envolvente de la
madrugada las sorpresas no terminan de darse, me refiero a
Noi, está a unos metros de mí al lado de un banco, con un
vestido alegre que descubre sus hombros, se hondea al
compas de la marea y la brisa que agita su cabello, me ha
visto y saluda balanceando su brazo. “¿Qué no te alegra
verme chico?” apenas si logro asimilar esa sonrisa, me trae
tantos recuerdos “venga, conozco un lugar que te va a
gustar”, “¿en donde?” le pregunte. Tomamos un auto que
nos llevó hasta un enclave rocoso que daba al mar entre la
costa, allí el viento era salado como en su pueblo supongo,
está muy alegre en ésta tarde y me contagia su vigor con los
gestos que forma su boca, no es el clima ideal para salir a la
playa, sin embargo ella me explica que muy cerca de aquí
deben haber arrecifes que le gustaría explorar algún día. Me
ha dado un obsequio enrollado en un bello tegido de lana
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tostada, es suave y muy familiar, no es difícil imaginar que
podría ser, pues su forma y peso son iguales a lo que
tallabamos de niños, una flauta con siete agujeros lijados
cuidadosamente y un pequeño texto en la parte inferior
escrito en alfabeto tailandés, todas las letras se asemejan a
la “ñ” o “u” no lograría identificar nada, el color es hermoso,
cálido, tiene un brillo delicado como el de un farol apunto
de extingirse, o una pequeña llama en su interior buscando
propagarse, me encanta, y ella lo nota de inmediato, está
contenta, satisfecha.
—“pero… ¿Qué dice mi bansuri?”—. Pregunté
—“oh, ¿en donde?”—. Me toma del pelo
—“¿Qué dices? No tiene escrito nada más que ésto, dime
que significa por favor”
—“ah si, ahí dice… «Eres tonto»"
Tal vez era el débil oleaje que chocaba contra la roca en la
que nos hallabamos, o las pequeñas aves escarlata que ivan
de un lugar a otro en vuelos bajos, o todas las partes de su
piel que no cubría su vestido, el aroma también era
refescante, todo eso quizas me hizo sentir como si la tierra
se volcara en reversa por doce años o más en una tarde,
como si aún le dieran miedo las alturas o si las voces de sus
padres estuvieran a punto de alzarse para que fuera a casa
para cenar. “si no me respondes que dice, quizás los peces
puedan leerlo” la amenazo y empuño el bansuri con fuerza
apuntando a la distancia, ella se asusta y sujeta mi
antebrazo, respira dos veces y finalmente me abraza. No
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recuerdo la última vez que mi piel haya probado el roce o la
caricia de otra persona, su frágil calor me dejó pasmado,
como una efigie sólida mirando al sol a un costado de la
playa, inmovil, petrificado, punta alta de la misma roca en la
que élla se hayaba, élla, no yo, las esquirlas de mi corazón
brillaron por un instante.
Caminamos sin ánimo de llegar a ningún lado, las huellas de
sus pies desnudos eran besadas por los lábios del mar hasta
consumirlas y borrarlas del camino, no todas, algunas más
distantes se mantenían a salvo, extraviadas y libres de
destino. Si borraran de un beso mi presencia, estaría
dichozo de que fuera en un ocaso tan profundo como éste.
Llegamos hasta una choza con tejado de ramajes calcinados
por el sol, tras de ella unas gradas que ascienden hasta la vía
urbana. Los faroles se comienzan a encender, con una luz
ténue pero generosa, listos para pernoctar y guiar el
sendero de los vagabundos, de los ébrios que lloran o
discuten solos y en voz alta, también de una pareja que se
abraza como nubes dibujadas a lo lejos, el destello de sus
ojos permanece fijo cuan lumbre es aliñada con algunas
brasas en una cueva oscura. Noi también los ve, pero
prefiere mirar al suelo, triste, “no serán felices por mucho
tiempo” le dije, e inmediatamente cierra sus ojos que de
por sí están casi siempre cerrados. Esa tarde fue como si de
niño hubiera querido espiar un poco hacia el furuto, ¿Esto
hubiese querido? ¿Lo habría imaginado?, muchas cosas
cambiaron pero aún los recuerdos nos unen, compartimos
un pasado que por desgracia en muchos aspectos define
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hoy quien somos. Se marchó de vuelta a donde pertenece,
al menos eso quiero imaginar.
Un vacío no sería precisamente lo opuesto a sentirse pleno,
pues en realidad no se siente como si faltara algo, más bien
es un sentimiento el que nos sobra, uno que no deseamos,
angustia, impotencia, desesperanza, o la necesidad
impetuosa de alcanzar algo, se torna en un malestar
insoportable y difícil de ignorar. Es éste ahora un vacío el
que ella deja en forma de recuerdo vagante y desvanecido,
su vida continúa, hoy más lejos desde otro mar que es ajeno
mio, tal vez solo necesitaba mirar atrás para consolidar el
sueño. No es un vacío lo que me deja el Sr. Gerhard, sino
deseos de haberle conocido mejor.
El aire es mas denzo ahora, los rostros son familiares y el
idioma sigue siendo un modesto acertijo. Es increible pensar
que hayan transcurrido más de seis meses aquí, la arena del
reloj corre con más prisa si se está dentro, asfixiándose
entre las pequeñas paredes de cristal, la correspondencía es
escasa, el proyecto se ha destacado en forma satisfáctoria,
muchos son los que quieren participar y todos son
bienvenidos, algunos conciertos se han dado
expontaneamente y varios de ellos fueron recibidos con
gratitud. Pienso que la memoria del Sr. Gerhard ha ocupado
por fín el lugar que le corresponde, un sitio de admiración y
quizá un recuerdo hospitalario en las generaciones
presentes, pues no queda rastro del luto amargo que
acaparaba los días. A pesar de todo, aún no logro
acostumbrarme, tal vez no pertenezco a la sombra de
ninguna bandera ni al murmullo que hacen lás codornices
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cuando las ramas de los árboles son acarreadas por el
viento. También se vuelve un hábito que Svet llegue tarde a
sus clases, inclusive que no se presente hasta la tarde, la
influencia de Lambert disminuyó desde la mañana del
funeral, la corrupción aún sin pruebas es evidente, hasta me
lleva a sospechar que no haya sido tal cual dictaminaron las
autoridades, era un hombre leal y con los valores de antaño,
esos que infortunadamente desaparecen con los años. Tal
vez se negaría a cooperar con ese crétino y esto lo puso en
peligro, ¿habría ganado algo con eso?, deliro, divago, pierdo
el control de las ideas y siento que voy a colapsar,
costumbre no es necesariamente bienestar, es similar a
sobrellevar lo que dura el otoño y el invierno. “De nuevo
está ausente”, la biblioteca parece un laberinto de enigmas,
no podría entender muchos de estos secretos aúnque
llevara dos siglos viviendo aquí, no podría perderme aún
más en mi silencio, ni en los susurros que desprenden sus
páginas maduradas por las fechas de tinta envejecida.
Desearía apilar nuevos días como aquellos que perduran por
siempre, sin estar impresos en el pliego de un poema o en
las lineas de un pentagrama, esos que hacen la vida más
amena y te dan algo a que aferrarte cuando pierdes de vista
toda salida.
Horas ácidas se escurren en los muros tras cuadros de
filósofos y escenas militantes, con ojos que miran hacia el
centro desde el pasado, otros tienen cuerpos denudos y
sonrojados donde se cubren entre sí interpretando dramas
míticos con sus gestos bien logrados. Hacia el fondo el polvo
cubre todo como una capa de gamuza arrinconada, de
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repente se oye un ruido que proviene de ahí, algunos libros
yacen en el suelo y levantan el polvo, pero cuando me
aproximo a recogerlos roza mis piernas un pelaje conocido,
me dirijo a alcanzarlo y me lleva fuera hasta un salón
redondo, a través del jardín, otros pasillos, hasta que en
ambos lados solo hay puertas alineadas, una de ellas en
movimiento y es la única que se encuentra abierta. Deben
ser los dormitorios, todas las puertas están enumeradas,
será mejor que regrese, doy vuelta pero a mi espalda se oye
un cascabel, no lo escuché cuando venía tras de Pamuk, aún
lo escucho, una sola nota que ata mis pasos al suelo y se
esparce como el eco de una lágrima que cae sobre el
pantano, agua turbia alrededor de un nenúfar. Desafío mis
valores, y camino hacia la puerta once escrita en números
romanos. Una vez dentro el olor es diferente, huele a
especias soleadas o a sudor helado, de lado y lado se enfilan
muchas camas como las teclas del piano, todas hechas sin
arruga alguna salvo sobre la que se encuentra Pamuk
jugueteando con el cascabel, rueda y va empujandolo con
su pata. No hay mucha luz aquí, pocas lámparas intercaladas
entre secuencias de cuatro camas, sin embargo todo está
limpio. Continúa recostado moviendo la campanilla sobre la
sábana, la ato de nuevo a su cuello, sabe que le pertenece
como si fuera complemento de su maullido, me pregunto
quién se la habría dado aunque imagino que significa tanto
para él como el obsequio que me ha dado Noi. Sus patas
sedosas reposan en la cama, y al lado sobre una mesita de
noche se hallan algunas notas, tienen pocas líneas escritas y
una caligrafía difícil de leer, sin mencionar el idioma,
además el papel está destrozado, expone una que otra
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mancha grisácea señal de algún error que intentó
desaparecer y está firmada con las iniciales S.M como si se
tratara de una carta. Mis manos temblorosas languidecen
sobre manera al verla entrar en la habitación, “son mis
cosas, ¿Qué haces aquí?”, pregunta mientras se acerca poco
a poco sin dar un solo parpadeo, su expresión de dos focos
proyectandose en mi rostro cohibía mis palabras,
sencillamente no hallaba qué decir, las sílabas abstractas se
atrofiaban en mi boca hasta que Pamuk comenzo a
ronronear y acicalarse dotado de su insuperable vanidad,
“venga, ¿me has extrañado?” le preguntó mientras lo
cargaba en sus brazos, pude respirar.
—supongo que esto te pertenece
—así es, ¿lo has leido?
—no, lo siento, éstas iniciales…
—es mi nombre, Svetlana Mossen, por favor déjarlo en su
lugar
— ¿y cual es ese? ¿Dónde no puedan hallarle?
—sí, vale, creo que puedes quedartela y cuidar de Pamuk
además.
Lo que ocurrio despues terminó convirtiendose también en
uno de esos días, una reaparición de la melancolía incesante
y furtiva. Rompió en un llanto silencioso que venía
reprimido con las pocas fuerzas de sus puños, al igual que la
tarde que compartí con Noi cuando sentí que algo
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escuadriñaba mis huesos, entendimos que muchas veces la
marea nos arrastra hacia direcciones desconocidas en las
que con suerte solo podemos ver impotentes la aguja de la
brújula indicandonos que el rumbo es definitivo aunque
naufraguemos lejos de éste. La penumbra ha deshauciado
por completo mi ser, solo me queda emerger bajo un eterno
amanecer.
Dos días más, solo dos días más serán suficientes para
encontrar ese sueño, y vaya que es esperado pues han sido
muchas las noches de insomnio que se han asentado en mis
ojos, ahora conozco éste lugar, sus ruinas y sus tesoros, las
muchas almas despreciadas y condenadas a un destierro
más humano. Todos duermen.
Fue antes del recital de Orfeo, ella desaparece, ella y cuatro
chicos más, su voz fue devorada por las llamas expansivas.
Un caos infernal comenzó en una recámara cerca al pasillo
más lejano, uno que daba al salón de castigos, sabía que el
fuego no iba a propagarse mucho más lejos del jardín que
conecta con los dormitorios y la biblioteca, sin embargo se
salió de control, las llamas estuvieron a punto de penetrar la
primera torre del campanário. El cielo no cambió de
aspecto, el humo que se esforzaba por tocar las nubes se
volvía con ellas uno solo, de hecho parecía como si todo el
humo que envolviera los anchos muros desapareciera
camuflandose todo en conjunto con la nada. Las aves huían
frenéticamente, los gritos desgarradores no se hicieron
esperar, evacuaron las aulas rapidamente en marchas que
citaban el paso de la oca, otros tranquilamente se limitaban
a observar desde una distancia segura. Enfrentar a Lambert
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habría sido demasiado ingénuo, estupido, tal vez habían
mejores opciones, más sutiles y más inteligentes, pero en mi
limitada comprensión algo dentro de mí me indicó que esto
por desgracia era lo mejor. Ví consumirse las espinas de las
flores rapidamente, en la recámara se hallaban dos viejos
escritorios, registros de muchos huespedes que finalmente
cayeron en la miséria, escaparon o permanecieron
confinados en este lugar, un par de sillas, algunas pinturas
mutiladas, garabátos de colores. Las manecillas de un reloj
exhausto que detenía tajante el paso del tiempo, esas
manecillas iban derritiendose sobré los números como una
vasija hirbiendo que rebosa su esencia derramandola sobre
la misma leña, pero más caliente. El fantasma se dispersó de
golpe por tres de las cuatro paredes, su velocidad era
equiparable a mi maldad, una sin sentido, por varios
segundos vi como todo ardía a mi alrededor, era el hades o
al menos sus puertas abismales donde las llamas ascendian
con un poder mitológico e incontenible, como una escuadra
de caballería rampante que buscaba arrollar demonios a su
paso, los cuernos de las flamas querían apoderarse de mi
cuerpo, pero durante ese momento me sentí invulnerable,
sentía que con un tronar de mi dedos podía extinguirlo
todo, o que si bien me atravezaban no sentiría daño alguno.
El concierto terminó, el adagio punzante ha hecho colapsar
mi semblante, mi razón, mi equilíbrio, y el calor comienza a
ahogarme. Me dí prisa para dejar en ese sitio mis anteojos y
mi abrigo pero una pequeña ráfaga mordió la parte baja de
mi camisa, no caería en mi propia trampa.
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Ella se hallaba oculta bajo los asientos del teatro, en total
silencio y con un miedo discreto, yo tardé un poco más en
encontrarla, nadie debía verme. El ruido y la marea ardiente
ahuyentaban a todos con crugidos siniestros, y el calor
intenso me daba la impresión de estar asfixiandome en el
interior de un caldero, no podía ver nada, tanto era el humo
que invadía las cuencas de mis ojos que debí arrastrarme
como un gusano moribundo y miseráble.
Todo era diferente en la villa donde me hice crío, uno que
todos conocían por sus grandes modales y su talento, por
ser obediente, tímido y noble en varias formas, todo eso se
desintegró para dar lugar a un solo adjetivo; nostalgia. Un
castillo de naipes facilmente se derrumba, un sueño es
intangible ¿cómo podría destruirse? ¿Con estas ascuas que
pretenden anciosas probar mi carne? O con un puñal
oxidado que perfore hasta el centro de tu humanidad y
luego lentamente te fundes con el fango y las raices del
bosque virgen. Solo dos días despues la hallaron, bañada en
aguas oscuras y con la piel hinchada. Yacía en la escasa
profundidad con los ojos abiertos y su cabello soleado se
enredaba haciendo tribales con los tallos de los nenúfares.
Fue difícil encontrarla, la espesura del barro y la vegetación
no cedían al rojo de su sangre. Dijeron que había muerto
por una puñalada en su vientre y sepultada a la corta
distancia del lago, ultrajada con tan solo quince años, su
padre viudo montó en cólera, enloqueció, lo había perdido
todo. Bruna Yalin, la del cabello como fruto de abejas o
como los pétalos de un girasol altivo, hija del carpintero
devoto y uno de los hombres más fuertes de la región.
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Ambiciosa, pujante, sarcástica, amiga de Noi Rasi, fue
también la mejor rival que jamás he tenido, mi infancia…
todo eso se disolvió en el lago con su sangre de bayas. Ella
rara vez expuso su efímera dulzura.
Noi respiraba agitada con las pupilas dilatadas sin poder
comprender lo que ocurrió, enmudeció repentinamente y
yo era muy débil para consolarla. El rencor se apoderó de mi
alma, su padre acarició mi frente mientras a Noi la sujetaba
su madre para llevarla a casa, su hogar, ese lejano que no
comparte los mismos vientos con el mio. Intenté seguirla
pero no me fue permitido, ella sólo me miró por un
segundo, inconciente de la realidad, y volvió sus ojos al sur.
Es el último recuerdo que tengo de ella como niña, yo sabía
que no regresaría.
Tuve que derribar una puerta para llegar al teatro, y la ví
acurrucada bajo una silla, inmediatamente me vió corrio
hacia mí para tomarme de la mano y nos dirigimos a la
salida del escenario, allí pude respirar con calma pero no
contaba con que ella también lo hiciera, me sugirió salir de
ahí uno a la vez pues me aseguró que de ese modo sería
más fácil, yo insistí en que no sería necesario y comenzaron
a escucharse los llamados de los socorristas, en poco tiempo
extinguían el fuego y nuestra oportunidad, ella dijo que
todo estaría bien, pero el optimismo es una cualidad que
envidio, le creí, y me escabullí desde la salida hacia unos
arbustos del jardín extremo, aire fresco, soledad, entonces
atravecé una parte de la verja oculta por la malesa que
estaba forzada, obra de Remi. No había mucho tiempo, ya
los rescatistas han avanzado hasta el último bastión
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ardiente, y solo pensaba en que ella no lo lograría. Tomaron
el teatro y ví todo perdido. “¿a quién más esperamos?”,
preguntó, tan grata fue esa sorpresa, de ver su sonrisa
triunfante fruto de una tarde intensa y de pesadilla, que no
tuve palabras qué devolverle.
Dejaba mucho más de lo que imaginé, aunque fue poco el
tiempo que le brindé a este pueblo sereno y castigado,
había aprendido que tal como un solo segundo del día
puede teñir sus horas de celeste o gris velado, bién puede
un solo instante darle brillo o remordimiento al resto de una
vida, que además, podré sentirme muchas veces en el
vientre de la tierra, en lo profundo de una prisión
subterránea con un tejido de hierro en la parte superior por
donde dificilmente el sol te compadece, pero no sería el
único, la faz del mundo es demasiado vasta y puede
albergar colmenas interminables de estos calabozos.
Decidimos escapar y no hay arrepentimiento, sin embargo,
si hay una parada que antes me gustaría hacer.
Caminamos con cuidado por las aceras y veíamos a las
personas dirigiendose al incendio, muchos corrían y nadie
se detuvo a observarnos pero la intriga era constante a
pesar de que las llamas habían sido dominadas casi en su
totalidad, solo restaba el humo que hacía el amor con las
nubes heladas. Un poco más cerca estaba un centro
veterinario en donde se hallaba Teo, no se porqué sentí que
debía despedirme. “¿puedes esperar aquí?”, le pregunté.
— ¿eh? ¡No!, iré contigo
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—solo será un minuto, si ella me ve contigo me hará
muchas preguntas
— ¿vas a dejarme sola?, te irás ¿verdad?
—no, claro que no
Acordamos en que me esperaría muy cerca. Ví a Teo y
pronto me saludó, ella ignoraba lo que ocurría unas calles al
oeste de la ciudad, me entregó a Pamuk, lo había dejado
bajo su cuidado un par de días atrás para evitar que fuese
un obstáculo, seguramente habría sido el primero en huir y
Svet me habría hecho buscarlo por mar y tierra. Me dijo que
se ha comportado bién aunqué por poco deja sin alimento a
sus amigos de cola rabanera. También dijo que es una
lástima que no me amañara en su pueblo pues le habría
gustado compartir más, se lo agradecí. Dudo mucho verla de
nuevo. No logré escaparme ni por un segundo de la mirada
svetlánica, pero su temor se desvaneció al ver con alegría
que llevaba su gato en mis brazos, lo abrazó, y su cascabel
resplandecía como gota de rocio bendecida por la luna.
Tomamos un auto hasta mi hospedaje para traer un poco de
mi equipaje, un par de mudas de ropa, un abrigo, el
obsequio de Noi y un triste violín, todo en dos valijas, una
más que cuando llegué. Ella esperaba cerca del auto
procurando ocultarse, el conductor no tenía un rostro
amable y durante la parada aprovechó para estirar las
piernas y fumar un poco, yo los veía desde la ventana,
ventana que ya no era mía ni la silla de una pata defectuosa,
tampoco el bello balcón desde donde contemplaba los
carretones siendo tirados por caballos de larga y frondosa
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crin. El asfalto brilla cada vez más a medida que nos
alejamos, como si el camino nos brindara por primera vez
una sonrisa aunque ésta no proviniera del conductor. En
cierta parte se podía apreciar el lado más noble de la
ciudad; perros vagabundos jugaban a perseguirse entre sí, y
una madre que caminaba disfrutando el paso junto a sus
hijos, la expresión de Svet fue tan profunda al observarlos
que solo podía reflexionar sobre lo injusta que es la vida, es
más fácil ser ignorante, olvidar que existen otras cartas
diferentes a las que sujetas en el mazo. Una vez listo
llegamos a la estación del trén, creí que debía sobornar a
alguien por la documentación, pero abordar uno fue más
sencillo de lo que imaginé. No podría describir la felicidad
que ella sentía, veía el mundo como comer una fresa por
primera vez, o quizá un chocolate, y tal vez mañana el
mismo mundo.
Una vez a bordo del vagón la tranquilidad era casi tangible,
ella se arrodillaba sobre los asientos para admirar mejor las
casitas blancas de calles estrechas que hacían de escaleras
sobre las montañas bajas, el pasado rapidamente se encogía
a través de la amplia ventana, y las torres más altas se
enhebravan en el horizonte hasta perderse en la lejanía.
Cerca de nosotros se hallaba un anciano leyendo un libro
delgado en frances, y un joven militar exahusto que
ocupaba cuatro asientos para dormir. A Pamuk debimos
ocultarlo en la valija del violín pues no eran permitidas
mascotas a bordo, para ello le abrimos un agujero, para no
ahogarlo, y despues de un rato afortunadamente se
tranquilizo ahí dentro. Temía que no lo hiciera ya que él
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suele disfrutar de toda la libertad que desea, si prefiere ser
preso de las lianas que tiene Svet por brazos es porque así lo
quiere. Hemos comido un poco de fruta, ella pulió la
madera del violín hasta conseguirle mucho brillo, inclusive
hasta corrigió algunas de las palabras que aún no alcanzo a
pronunciar bien y es curioso porque los papeles se
invertirán pronto.
Perdimos la ciudad de vista, con el tiempo quizá nuestra piel
perderá todo rastro de su humedad y aunque ella sea más
pequeña, su cuerpo está adaptado completamente al único
lugar que conoce, lugar que ahora solo podemos recordar
para sentirnos de nuevo allí. Nos dirigimos hacia las estepas
del oriente hacia un pueblo de antigua tradición que se halla
a unas cuantas horas de mi valle natal. Es relativamente
poca la distancia pero el paisaje que los une es bastante
hostil, desafía sin consideración alguna a quién desee ser
digno de encontrar los brazos dulces de la rivera. Pero no
iremos allá, el pasado no debe mezclarse, nos detendremos
en la ciudad de Viloz para tomar alguna decisión.
El trén surca el campo abierto como queriendo dibujar una
brecha de la misma forma en que se rasga una hoja de
papel, comienzan entonces a aparecer los primeros rebaños
y alguna cabra montésa. Brotan ligeramente las primeras
aldeas perdidas en la llanura donde las mujeres desde niñas
lucen las mejillas más coloradas que en ningún otro sitio, y
montar a caballo es tan natural como nadar. Se ven aves
mucho más grandes, de plumas anchas y pico asesino,
valquirias dueñas del cielo inalcanzable.
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Ahora recuerdo con frustración que he olvidado la nota que
ella me dio y que guardé en mi abrigo, el abrigo que he
dejado de señuelo a las llamas. Encontraré el momento para
decirselo y con suerte no se molestará mucho. No podría
quejarme, si, habré perdido la nota, pero tengo en el mismo
vagón a la autora de escaso metro y medio que ahora
mismo lucha por seguir viendo a través de la ventana, sin
que se cierren sus ojos vencidos. Las huellas que ha dejado
en mi memoria y en el cristal, son encontradas por gotas de
brisa que se deslizan del otro lado.
La noche cae desde el espacio infinito dejando solo algunas
luces encendidas, trazan un vestido que parece hondearse
desde el trén en movimiento. En este punto no se siente la
humedad ni el olor del humo maldito que me dio esta
segunda vida. El anciano se ha dormido sin señalar la página
en la que se detuvo, al menos eso habría hecho yo. Svet se
le ha unido apoyando su frente casi contra la ventana y
decido cobijarla con mi abrigo, se mueve lentamente hasta
acoplar su frágil silueta en mi hombro. El sombrero de lana
al borde de su rostro va descubriendo poco a poco sus
orejas que padecen de frío, conseguirémos otro, uno que no
mida el doble de su frente. Quizá para mañana se den
cuenta de los desaparecidos y todos hablarán de ellos por
tres semanas o menos, tal vez solo hasta que retiren la
madera digerida por el fuego, y limpien las manchas oscuras
de los muros. El jardín se recuperará con más esfuerzo pero
no costará mucho dinero, y cuando vuelvan a florecer los
lirios, será señal de que llegamos al Parnaso, si, la mayoria
preferiría ir al Olimpo, al lado de los inmortales sentados en
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sus tronos forjados con botines y ofrendas colosales, no,
valoro la intensidad del arte, la belleza, lo sincero, tal como
el prado bendecido por las musas danzantes, o de rodillas,
cuando citan con dulzura el eco nocturno en torno a la voz
de la lira órfica.
Nos detenémos cerca de un poblado de cabañas rústicas,
como arapos que descienden del pico de una pequeña
montaña. Se ven algunos hombres cargando cadáveres de
pino en una carreta. No hay una estación de trénes
precisamente, solo hace su parada en medio del llano ante
una señal oxidada imposible de leer. El joven con uniforme
de selva despierta y limpia su cara de forma brusca,
abandona el vagón con prisa. Fuera hay un anciano con los
ojos de mar y se aproxima a pasos débiles. Justo veo con
humildad al militar que corre ancioso hacia él para
abrazarlo. Sus rostros de felicidad doblegan las vias férreas
como impidiendo que ningún otro viaje vuelva a separarlos.
Cuesta imaginar una palabra distinta a esa para susurrar ese
momento, ambos aferrandose uno del otro con sus manos
trepidantes sin cesar de bañar sus caras en llanto alegre.
Estuve en Viloz hace dos años investigando un poco a cerca
de música folclórica, allí podremos vestirnos y comer bien,
el aire esta cargado de vida y me hizo sentir con fuerzas
para componer una que otra melodía. Me enamoré de sus
cerros y su arquitectura medieval tan bien conservada. Para
refugiarse en sus tierras altas es necesario tomar un auto o
montar a caballo y cuesta arriba se asoman los tejados
cónicos de las hermosas estructuras, herencias de disputas
entre reinos celosos y linajes manchados de sangre, la
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dificultad del paisaje fue siempre un obstáculo y también
punto estratégico, pero yo los veo como ese trozo de asfalto
que finalmente se rompe ante la hierba implacable, fugitiva
de este mundo decadente, superficial y sin memoria. Dudo
que Pamuk resista más tiempo encerrado.
Siento algunas sacudidas que intentan derribarme del
asiento, abro los ojos y trato de reincorporarme con
movimientos torpes, veo a Svet frente a mi leyendo unas
partituras que he traido, el anciano no está, somos los
únicos en el vagón y posiblemente de los pocos en el trén.
Me sonríe, “buen día señorita Mossen”, “buenos días”
respondió, “¿has dormido bien?” preguntó, le dí a entender
que no, que sus ronquidos me desvelaron y había logrado
pocas horas de sueño, inmediatamente su semblante fue
otro, uno que me desarma en un parpadeo, sus fosas
nasales se expanden con fuerza y sus lábios se contraen
como si tratase de fabricar un beso, se que varias
respuestas de contragolpe se aglutinaron en su garganta,
pero prefirío engullirlas y dirigir sus ojos hacia otro lugar. Iba
a decirle algo pero me interrumpió exclamando “vas a
enloquecerme”, pienso que sería demasiado tarde para ello,
“llegamos” le dije.
Mira la niebla que rodea celosa la cima de las montañas, y el
sol que da sobre el poblado cercano, todas esas aldeas unas
tan lejos de las otras, pero todas parte de una sola
constelación como una tortuga que se hecha bajo el alba
para deshacerse en la ternura de su calor. “Que bonito”
exclama, a pesar del frío el tiempo es siempre soleado, será
ideal para relajarse un poco.
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Tan pronto bajamos del trén Svet liberó su gato y éste
parecia visitar otro planeta, sentía curiosidad por todo. Nos
registramos en una humilde residencia, más grande que la
anterior, nos hicimos de ropa nueva, ella estaba dichoza y
muy agradecida, lucía diferente pero similar a los lugareños
de esta soberbia cordillera. La urbanización es muy poca,
tiene aspecto de ser un extenso baluarte de épocas
antiguas, y la calidez humana continúa siendo infinita.
Ahorrando lo que tengo me durará un poco más, hemos
pasado por una plaza de mercado, había fruta fresca, granos
orientales y especias, Svet no se desprendía de mi abrigo, la
diversidad de aromas eran tan intensa como la variedad de
colores, ser el centro de las miradas era frecuente pues en
un lugar tan remoto los forasteros son reconocidos sin
dificultad. A pesar de que Svet estaba vestida de la misma
forma que todos, sus ojos causaban cierta impresión, sin
embargo a mi me delataba todo… algunas personas por
suerte aún me recordaban de mi expedición pasada, “el
kafir sobrio” así me recordaban, me entrevistaba con
algunos músicos del pueblo para aprender sus secretos,
pero son juerguistas de primera y cuando bében vino es
como si se tratara de agua común y corriente. Nunca toleré
el alcohol, me daba vergüenza rechazar las invitaciones pero
pienso que lidiar con los problemas en la sobriedad me hace
más fuerte que si los tiñiera con un espectro de ilusiones,
cerveza, vino, vodka… tampoco me gusta el sabor. Un grupo
de tres bellas chicas estaban probandose algunos brazaletes
en una tienda a pocos metros, eran altas, usaban vestidos
sencillos y prendas en su cabello, de forma sutil desvianban
sus miradas hacia donde nos hallabamos, sonreian y
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platicaban, cuando Svet lo notó tiró de mi abrigo para tomar
otro camino, creo que intentaba arrastrarme inclusive sin
tener idea de hacia donde va, llegamos hasta las últimas
tiendas que se erigían en esa dirección y poco más en frente
había una enorme cabaña, deshabitada, tan solo una silla en
la que reposaba un viejo acordeón, con la pintura gastada a
través de los años lucía desinflado y triste. Estaba
aproximandome a la entrada y me doy cuenta de que Svet
no esta cerca, al volverme la veo inclinada en la hierba
sujetando vaya a saber qué cosa, y me dice “creo que he
visto algo”, intento adivinar y de la cabaña sale un hombre
preguntando si necesitamos algo. Es un hombre grande, con
voz de trueno y cobija su espalda con un abrigo militar.
—No señor, solo conociamos el cerro
—oh, extrangeros, bienvenidos
—gra… “¡mira lo que he encontrado!”—. Interrumpe
sujetando un erizo en sus manos, una bola de erizo, un copo
de nieve que respira de forma desesperada y exhibe su
pelaje hostil.
—será mejor que lo dejes en el suelo
—pero mira que chulo está, llevemoslo con Pamuk
— ¿Qué?
Una fuerte lluvia descendió de la nada, una lluvia helada
que provenía de un cielo despejado y radiante, “entren,
pronto” dijo el hombre de la cabaña. Al refugiarnos en su
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casa la lluvia se tornaba más agresiva, era difícil escuchar
nuestras propias voces. Nos brindó té y asientos, la casa
estaba muy bien ordenada y las paredes plagádas de
fotografías. Su nombre es Gael Benoit, diez años mayor que
yo quizá, de cabello castaño y piel albina, había perdido el
brazo derecho en un combate hace varios años, me dijo que
se enfrentaba a tropas secesionistas que les tendieron una
dura emboscada. Le pregunté acerca del acordeón y me
respondió que era de su abuelo quién araba esta tierra para
unos cuantos cultivos de trigo y centeno, despues su padre
lo guardo con cariño hasta que nació él, y aprendió durante
su niñez, para cuando sucedió lo de su brazo ya no estaba
muy comprometido con el instrumento pero dice que aún
toca, y con el doble de pasión. Solo pude escuchar con
asombro su historia y evitar interrumpirlo lo con alguna de
mis preguntas pues oírlo es hipnotizante. También Svet se
vió bastante emocionada aún sin entender muy bien lo que
decía. Ahora él vive aquí, en el mismo lugar donde vivieron
su abuelo y sus padres, vive con su mujer que ahora mismo
no se encuentra. Puede verse que es un hombre gentíl y
muy entuciasmado por aprender cosas nuevas, en eso
último somos similares.
La lluvía se desvaneció de golpe, de la misma forma en que
inició, como si hubiera sido una vaga excusa para conocer la
vida de este hombre. Me he bebido toda la taza de té a
pesar de que me sabe horrible, Svet la terminó en un par de
sorbos, le he prometido volver y nos despedimos
agradecidos.
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El tiempo aquí transcurre lentamente, lo necesario para
disfrutar de cada instante que compartimos, comienzo a
crecer, a superarme, y a continuar con ese desarrollo que
quedó estancado años atras. No cuento con el espacio
necesario para lidiar con mis pensamientos ni intentar
sofocar mi amargura, rescato algunas frases extraviadas que
jamás termine de componer, la música fluye con la misma
facilidad que un sastre esgrime su aguijón para tejer una
bufanda. Svet se ha hecho de algunas amigas, juntas dan
paseos a caballo entre las aldeas cercanas, cortan violetas
que luego son vendidas en la plaza de mercado, ella les ha
enseñado canciones en torno al pozo donde convergen los
caminos. Le han apodado “espina”, y entre tantas razones
como; ser pequeña, tener un acento punzante, ser delgada,
y lejos de ser una astilla que encarna los tallos de las flores,
la han llamado así por el erizo que traía consigo. Esa rata
que al cabo de unos días nunca volvimos a ver, fue difícil
para ella aceptar su perdida, pero pienso que estará mejor
así. Pamuk intentó devorarlo en un par de ocaciones pero
tenía las púas bien puestas. Sin embargo, el pasado se
condensa tatuando númerosas huellas bajo la ropa, como
lunares que rara vez desaparecen y por mucho que los
ignoras sabrás que están presentes, como ayer en la tarde
cuando intentaba enviar correspondencía y en el periódico
encabezaba una noticia inesperada «la muerte en un
espejo» era el título sobre una fotografía de la clínica en
Fanfária, la noticia decía que Lambert Dvorak había sido
herido por un arma cortopunzante en el abdomen al menos
cuatro veces, la prensa se refería a él como un empresario
independiente, vaya forma tan modesta de llamarlo, le
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pregunté al vendedor a cerca de este hombre y me
confirmó lo obvio, se trata de un temido mafioso de rango
médio que comienza a escalar pendaños y de la forma más
descarada. Es muy peligroso, tenía compradas várias
instituciones privadas, políticos, periodistas y hasta centros
médicos. Su capital proviene de extorciones, negocios con
armas en el mercado negro entre otros. Estamos lejos de su
influencia, de la de él y la de dios, este santuario lejano aún
siendo estratégico por la unión de las fronteras no conoce
en detalle la urbanización y sus pecados. A pesar de haber
sufrido una gran perdida de sangre no fue suficiente para
remolcarlo hasta el ataúd. El hecho ocurrió en un
prestigioso restaurante en un sitío de la ciudad que nunca
conocí. Puñaladas de novato quizá pues fueron varias, y la
que dio muerte a Bruna solamente una. La noticia no me
causa ninguna sensación, solo curiosidad, Lambert debió
buscar a Svet por cada rincón donde la oscuridad llegara, al
menos eso creo, no estaría bien subestimarlo y pensar que
le bastó con mi señuelo, mi espejismo, arena movediza,
trucos, debo pensar que es más listo que eso, de esta forma
no podrá tomar ventaja. Debe tener tantos enemigos por lo
que esto no tendría que tomarlo por sorpresa, tampoco a
mí.
Son dulces las brisas que susurra el cerro entre sus
pastizales, una marea suave y constante de color esmeralda,
son interminables los detalles que se sirven a lo largo de la
rutina para hacer los días especiales, como pequeños
desastres de pintura en el suelo de la casa, las risas en la
hierba que desde lejos camelan mis sentidos, hasta la
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alianza pactada con Gael, en poco tiempo nos hemos hecho
grandes amigos, nos reunimos para improvisar y componer
canciones de todo tipo; melancólicas y tristes que nacen de
muchas experiencias dolorosas, otras son muy refinadas y
con mucho rítmo para divertir a los vecinos que con
frecuencia llegan para disfrutar las melodías; ancianos que
pasan con sus carretas de madera, mujeres que llevan
cántaros de leche a sus aldeas y aprovechan la ocación para
brindar una que otra mirada coqueta al dueño del
acordeón, y también algunos de sus amigos. La cerveza no
escasea, aunque él suele tomar moderadamente y aprendió
a no hostigarme invitandome a beber, a veces toma un licor
que se llama becherovka, dice que él y su padre lo bebían
juntos, y que comprando una de esas botellas conoció a su
mujer. Sus anecdotas son únicas, tal vez aún más la forma
en que las relata. Maraam es su bella compañera, joven y
carismática, de nariz y cejas finas, se ha convertido en
alguién importante para Svet, una figura materna podría
decir, de hecho lucen muy bien juntas. Pasan sus tardes en
la galería de flores cerca al vivero local, uno de los más
bellos que jamás he visto, o moldeando vasijas de barro y
cerámica en un pequeño taller detrás de la casa. Convivimos
como una especie de familia, y me siento pleno de poder
brindarle eso a Svet, ya que una vez que escapamos de las
llamas, solo tenía por seguro asentarnos durante un corto
tiempo y comunicarme con Noi. ¿Qué será de ella en este
momento? No he podido recibir ninguna respuesta.
Creí que nada podría superar la inspiración pagana que Svet
me profesa, era entonces porque nunca había visto tocar a
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Gael pues no solo es muy virtuoso sino que encierra una
seguridad inmarcesible con la que convierte a toda la
llanura en su espectador, cada botella medio vacía, cada
roca bajo la sombra voluble de las hojas, es un ferviente
admirador de su talento, uno a uno sus dedos veteranos
avanzan posesivos sobre los botones para concebir acordes
y rítmos que seducen toda naturaleza, y cuando expande el
fuelle su pecho también se hincha apasionadamente como
si estuviesen unidos respirando la misma ilusión.
Poco más de treinta días ha sido nuestra estancia en Viloz,
esperando noticias de occidente, y por las escasas que
llegan parece que todo se ha calmado como lo había
previsto. Una avispa flota acurrucada sobre el agua de las
vasijas, y sus alas de hermosos vitrales se sumergen
lentamente tocando la pared de cerámica. Las lluvias
soleadas son comunes aquí casi siempre en madrugada pero
el tejado no es perfecto y dan lugar a las goteras. La retiro
con mis dedos cuidadosamente para ponerla al sol de la
ventana, Svet ubicó trece vasijas a lo largo del suelo y el
sonido logra enloquecer a cualquiera, tardan más de medio
día en llenarse, pero toda el agua la usa junto con sus
amigas para lavar lana luego de esquilar las ovejas. En una
calle ancha se reune la mayoría del pueblo para celebrar
una boda, son inusuales aquí, en torno a un pozo ancho han
puesto platillos tradicionales bastante extraños, son trozos
de masa de trigo freidas al calor del horno con dulces
ingredientes, he venido hasta aquí por invitación de Gael,
pero no lo encuentro. Esa sensación de ser observado se
hace más frecuente aunque todos parescan ignorarme,
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visten de manera formal y constantemente resaltan la
belleza de la novia, quién es por hoy la persona más felíz
que haya visto, sus mejillas se coloran hasta encenderse con
el roce de los labios de su padre y la mirada melancólica de
la madre, ambos impotentes despidiendo su más grande
orgullo, quién recibe la bendición de su familia y muchos
cumplidos de sus amigas. Por un momento sentado sobre la
cerca veo inconciente las llamas abrazando las casas,
desterrando el blanco de las paredes para consumir todo en
histeria y caos, derribando los travesaños de madera por lo
que rapidamente cede el tejado, las flores que liberan sus
colores y sus gritos antes de fundirse con las flamas, los
manteles azulados sobre las mesas hasta la misma cerca en
la que me encuentro, acercandose con las voces
desesperadas de almas incandecentes que claman por
digerir mi carne. El humo me envuelve sin prisa y disuelve
mi figura, todo lo que soy, los recuerdos lacerados por las
ascuas que se pierden en la corta distancia como la luz de
una lámpara averiada. Un fuerte olor jadea ancioso
intentando quemarme desde dentro, mi cuerpo se contrae,
reacciona.
Todos beben en grande, y dejan obsequios finos para la
nueva pareja, los más ancianos brindan algunas palabras de
reflexión con lágrimas acariciando sus parpados rojizos.
Entonces llega el momento del baile y la música va a cargo
de Gael, quién sale de una aldea sin su instrumento
directamente hacia mi con un semblante severo y paso
apurado.
—Fausto alguien preguntó por ti
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— ¿Quién?
—un chico, menor que tú, no dio su nombre pero está muy
interesado en encontrarte, preguntó a otros más en el
pueblo.
— ¿Rubio? ¿Sin barba? ¿Alto?
— ¿tienes problemas?
—ahora sí. Debo irme
Corrí de prisa camino a casa, en frente solo tengo la silueta
de Svet al mover las piernas, y cuando veo por fín la casa
acercandose mis latidos se agudizan hasta sacudir las yemas
de mis dedos. Tras la puerta solo esta el agua derramada de
las vasijas y Pamuk lamiendo su pelaje en una esquina. Al
fondo no hay nada ni nadie que responda a mi voz, la
insertidumbre me consume. Fuera de la casa se escuchan
las notas acaneladas del bansuri y al abrir otra ventana la
veo cerca de una pendiente divirtiendo a su amiga. Saliendo
de la casa mis pasos se congelan uniendose con el suelo,
puedo verlo, sus pupilas que se incrustan en mis nervios
llenas de odio y sarcasmo, mal abrigado y amenazante. Sus
manos desarmadas que consiguen tabaco entre sus
bolsillos. “¿tienes fuego?” pregunta, oir su voz desliza un
frío desgarrador en mi espalda, no reacciono, aún soy una
escultura rígida como esas que poblaban los pasillos
silenciosos del orfanato.
—Seguro que sí, o ¿fue suficiente para ti? Tal vez arda esta
cabaña también, tiene una gran vista…
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—Es mejor que te vayas Remi
—Si, si, estoy de acuerdo, hace demasiado frío aquí, ¿y
sabes? No haría falta un espectáculo para huir, a menos que
no podamos regresar
— ¿podamos? No te equivoques
—equivocarme—. Fuma profundamente expulsando el
humo asfixiante en una sonrisa —una equivocación es
malherir al infeliz más bastardo de la ciudad creyendo que
él estaría con Svet
—no puede ser ¿tu lo hiciste?, diablos Remi
— ¡se acabó! solo despidete de ella
—no. ¿Ves lo felíz que es ahora?
—felicidad que me robaste—. Su mano descubre un
revolver bajo su ropa que empuña lentamente. Estaba listo
para enfrentarlo, dispuesto a romper con su cuerpo el
travesaño en el que se recostaba, o moverme tan rapido
como me fuera posible para que no lograra desenfundar su
arma, fue un segundo de pánico y adrenalina. Pero
retrocede exaltado al ver un auto que se acerca a toda prisa,
Remi pronuncia una o dos palabras que no logro entender.
Del auto salen Gael y otro hombre preguntando si estamos
bien, “¿a donde fue?”, “al sur” respondí, “iremos por él,
cuida de ella”.
«Cuidarla» es lo que he intentado hacer desde que la ví, ella
es tan diferente a Bruna que no podría decir que me la
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recuerda. Tal vez solo me recuerda a mí cuando aún
conservaba algún ápice de esperanza en mi infancia. Porque
la entiendo y se lo que logra ser aplastado por el peso
inagotable de la soledad, te destruye, y la vida pasa a ser
algo confuso y vulgar. Ambas caminaron hacia mí, sin
pensarlo me puse de rodillas y la abracé, entendí lo efímera
que es la existencia, que en un abrir y cerrar de ojos todo
puede transformarse de forma irreversible. Ví a su amiga
sonrojada y tuve que separarme de Svet, no tengo idea de
cuanto tiempo duro ese gesto, ella solo dirigía la mirada al
suelo, a su izquierda, tenía vergüenza de verme, “¿niña en
donde está tu familia?”, me indicó que vivían cerca y
caminamos su casa. Svet no pronunció una sola palabra en
todo el recorrido, daba pasos sobre el prado al compás de
una mariposa sujetando la flauta de forma que intentaba
hacer alguna pequeña maniobra, o para abrirse paso con
ella a través de la baja vegetación. Su expresión fue un poco
extraña, como perdida en sus pensamientos que se fugan
de la atmósfera. Tan solo hasta ahora puedo asimilar que ha
crecido; sus ancas de papel son un poco más largas al igual
que su cabello. Su amiga sin embargo habló durante casi
todo el camino, y pude notar además que mucho de su
acento está influenciando en ella.
Ambos nos quedamos en el jardín de Maraam, guardando
silencio por varios minutos, observando la aurora que rosa
delicadamente el rompecabezas hecho por las nubes, como
si el cielo hubiese tomado prestado por un breve instante el
tono vivo y frágil de sus nudillos y sus palmas. En ese
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momento le expliqué lo que sucedió, me había confiado su
vida, es todo lo que tengo y los secretos son inexcusables.
Los vientos se cruzan en una orgía de zumbidos y hojas
debastadas, cobran vida los colgantes que hay pendiendo
del tejado, esos con pequeños trozos de madera que chocan
suavemente entre sí sonando a caricias melifluas. Su cabello
escapa de su oreja para cubrir su frente y sus ojos. Solo
observaba temerosa en pocas direcciones con ligeros
rastros de preocupación en sus lábios. “la vida como la
conocía no tenía sentido sin ti, iré donde tú vayas” dijo
mirandome a los ojos. Me sentí aniquilado al escuchar eso,
bien pudo Remi haberme disparado mil veces en el torso sin
descanzo, y no tendrían comparación esos golpes con las
palabras que brotaron de su boca. Me redujo a lo más
básico de mi humanidad, a lo más noble y endeble.
— ¿estás bien?—. Preguntó
—No, es solo que no lo entiendo
—No tienes que entenderlo todo, vivir es una palabra difícil,
y aprender a vivir es por mucho una frase complicada, a
veces es lo único que tenemos en común con otras
personas.
—Sino puedo entenderlo, entonces quizás no este viviendo
despues de todo.
—Claro que sí, estas tán vivo como yo, pero un par de
pasos atrás, contemplando con nostalgía el pasado y
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buscando ver esos recuerdos una y otra vez en el semblante
de la luna. ¿Pero acaso sabes…?
—No, no lo se
—Me gusta estar contigo, porque estremeces mi estrujado
corazón, y haces que ponga a flote lo mejor que tengo para
dar, me haces sentir más conciente, más humana.
Su rostro se tornó por un momento más radiante y más
intenso que la luna misma. La nostalgia ha sido mi única
sombra en compañía de una pena amarga y sorda desde el
momento en que logre recordar. Si le digo que no entiendo,
es porque mi vida se ha reducido paulatinamente a eso, a
buscarle sentido a las palabras, a las bocanadas de aire que
atraviezan sus labios como acacias derribadas por el viento.
Vagar y huir son las únicas huellas que me han seguido
desde cada frontera. Es insufrible imaginar que sea normal
para un angel llorar desconsoladamente cada noche, antes
de dormir cuando sus sombras le acorralan, hasta que sin
fuerzas cae dormido, pero por desgracia sigue despertando.
No hicieron falta más palabras, de vez en cuando son
inutiles. Llegaron poco despues en el mismo auto, salieron
Gael y Maraam despidiendose del conductor. Su mujer nos
ofrece cenar con ellos, “le ayudaré en la cocina” me dijo
antes de entregarme el bansuri e ir con ella. Gael se sentó a
mi lado, dijo que Remi huyo cuesta arriba por un camino
escabroso con intensiones de disparar pero terminó
sumergiendose en un lago hasta perderse de vista. “No soy
quién para juzgar, pero en ti veo a un buen hombre. En lo
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que pueda ayudar, cuentas conmigo”, fueron las palabras
que sellaron con puños fundidos en lava nuesta alianza.
Esa noche dormimos en su casa, rodeados de sabanas
gruesas y floreros hechos con gran detalle ubicados sobre la
estantería y los angulos de la sala, sus contornos moldeados
con pulcritud sirviendo de reflejo a la luz nocturna eran
como rostros de difuntos tranquilos orbitando nuestros
sueños, Maraam intentaba darle un toque de calidez a sus
vidas refugiadas en lo alto de estas inhóspitas montañas.
Les preocupaba nuestra seguridad, ¿de que sería Remi
capaz? ¿En verdad habría halado del gatillo?, supongo que
no tiene nada que perder y la culpa al igual que las llamas
avanzan hacia mí sin ánimo de detenerse. Ella duerme
serena encerrando un látido imperceptible en su busto de
lino, y sus labios se separan con blandura como los indices
de la creación de Adán en la capilla sixtina.
Se puede reconocer el galopante sonido de las hachas de los
leñadores perforando la madera, saqueando la entrañable
cabellera del bosque virgen vestido de niebla, cada golpe
dibuja una herida tan profunda que nunca sana, el eco a
rítmo de gotera deslucida como la que contaba los
segundos en la cabaña donde estabamos va colandose entre
los pastizales hasta hacerse mudo cuesta abajo. La niebla
cubre las ventanas impidiendo ver el espacio y sus misterios
que son infinitamente más ambiguos que la vida del errante
más exahusto, como cofres que se alimentan de palabras
por la angosta cerradura sin decifrar nunca la llave. El manto
húmedo hace de cortina indomable cazando las cimas de la
cordillera como una serpiente interminable de espuma. Los
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cabellos del sol tocan el cristal de la ventana con la llegada
del amanecer, llegan tan cálidos y tan apasionados que
avivan con romance el rosa de sus mejillas, creo que está
resfriada.
Gael saluda preguntando si hemos dormido bien, dice que
su mujer esta preparando el desayuno y que por el
momento podría ayudarlo a mejorar un par de notas en su
viejo acordeón, asegura tener en la punta de su pluma una
tonada tan fresca y original como las bayas rojas que hacen
de velo cósmico en los suelos inconquistables de la
vegetación oculta. Svet despierta, rompe su silencio
nocturno para dar los buenos días y caer de nuevo en el
diván.
Carpichoso, escarpado, (Remi met us scene, Sam hides
back of me and he burns up because she is scared, i have
taken away)
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Me escurría entre las oscuras franjas de la villa tan
humeantes como las fauces de una bestía, igual de hostiles,
buscando acecharme para hacerme desistir del viaje.
Algunos jóvenes ébrios tambaleandose en las aceras
deterioradas, el aroma a jasmín congelado perpetra mis
pulmones y me dilata las pupilas. Intentaba no sudar
aunque mi cuerpo estuviera helado, procuraba conservarme
seco, lucir bien. La esperaba inmovil a ocho metros de la
esquina de la manzana, del otro lado de la calle, con las
manos inquietas sujetas a los ojales del pantalon o también
ocultas en los bolsillos del abrigo. Exploraba a la breve
distancia las sombras danzantes plasmadas en las cortinas
cerradas. Sobre los tejados reposaba un preambulo felino
de juerguistas listos para desfilar por las desoladas calles.
Por largo rato me unía a ellos, amigos de Pamuk, nuestras
siluetas sobre el asfalto mirando a la luna con admiración
profunda, con anhelo.
Generalmente llegaba a ese desolado rincón a las once y
media, y de ahí podía transcurrir una o quizá dos horas más
hasta que de golpe la luz tras la ventana se esfumara
desapareciendo consigo las sombras dibujadas en la cortina,
y era entonces cuando debía reaccionar. Me preparaba
dando algunos pasos en frente esperando ancioso una
señal. Mi pulso se aceleraba con cada segundo hasta que
finalmente la veía, recogiendo un extremo de la cortina para
asomarse temerosa y luego abrir con insuperable delicadeza
las cerraduras de la puerta, fingiendo a penas hechar un
vistazo o cerciorarse que la puerta estaba bien cerrada,
creando un espacio de unos cuantos centimetros y escazos
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segundos para que yo lograra entrar y me escabullera como
un vandido hasta su habitación. Ella me encontraría despues
buscando con sus pequeñas manos mi mentón en la
oscuridad.
Su madre siempre supo acerca de estos encuentros, aunque
nunca mencionó nada al respecto sería absurdo
subestimarla. Mi respiración se disparaba, la adrenalina
podía saborearla hasta en las yemas de mis dedos cuando
escuchaba alguna voz demasiado cerca, o cuando sentía los
pasos de sus padres detenerse tras la puerta de su
habitación. Aunque ella reflejara tener todo bajo control
nunca bajé la guardia, aún con la práctica que hacia a esos
encuentros más fluidos, la preocupación no cesó del todo.
Algunas veces añadía una mayor estimulación a esas citas
como incrementando la dificultad y los esfuerzos para que
al final la recompensa fuera indescriptible. Eran alrededor
de seis horas las que disfrutaba a su lado. Las ideas y
pensamientos solo podían expresarse por medio de débiles
susurros que arrullaban la aurora que nos envolvía, ese sutíl
lenguaje, romantico y querido, caló tan hondo en nuestra
voz que con frecuencia lo llevamos a la luz del día, a
nuestras pláticas habituales y siempre manifestaba un poco
de los suspiros de esas noches.
Eran lunas de insomnio, de ansiedad consumada, de todos
los gestos de afecto que lograran escapar de nuestra
imaginación. Cada minuto era un instante en el paraiso por
lo que tan solo hasta la última noche sucumbí ante el sueño
fortuito. Como deseaba en todo momento que la gravedad
durmiera para que la arena del reloj se detuviera y esa
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noche fuera eterna. Ella cedía a su cansancio conforme se
alejaba más la luna pero mi deseo infranqueable de atesorar
cada instante la desvelaba. Su cama era demasiado angosta,
varias veces luchamos por no caer de uno u otro lado pero
siempre podía confiar en ella para sujetarme. Mis manos de
raices crecientes resultaban insuficientes para abarcar las
partes de su suave piel que más deseaba. Recuerdo que ella
adoraba sentir mi brazo prolongandose en un abrazo sobre
sus costillas hasta unir mi mano con la suya. Se sentía a
salvo, tranquila durmiendo así. Yo no podía evitar
despertarla una y otra vez tatuando las caricias de mis labios
en su espalda, pero ella lejos de molestarse se hallaba
dichoza, felíz. Al menos eso quisiera pensar. Disfrutaba
sobre manera encontrar sus pies desnudos con los mios
para rozarlos lentamente de forma cálida y tierna. Pasar las
horas previas al amanecer junto a ella en esa posición, me
daba la intensa tranquilidad de poder renunciar a mi
existencia en cualquiera de esos instantes, sentía que mi
vida podía ser sin remordimiento o lamento alguno
culminada.
Pequeñas aves cotilleaban al distanciarse la oscuridad en la
mañana. Para entonces si me hallaba dormido, durante los
últimos cuartos de hora mis ojos vacíos se rendían y era lo
que menos deseaba a no ser que el sueño fuera eterno,
porque el cause del tiempo sentenciaba una amarga y dulce
despedida.
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2014-07-17
Ya puedes salir, por fín el castigo ha cesado, hasta que me
encuentre de nuevo y se apodere del único lugar en el que
puedo ser libre; pero tú, mi más dulce sueño estás aquí
ahora, sana y salva entre mis brazos... ¿Recuerdas como
sucedió hace ya varios años? emergiste de mi necesidad, de
un inmenso océano de anhelos que limitaba entre la
realidad hostil y la enigmática locura. No tienes calor, no
tienes sombra, pero siempre estas conmigo, sin importar
cuantas veces deba despertar contra mi voluntad, estas
conmigo y no te desvaneces, ambos viajando en este
presente abstracto que no deja respirar, recordando hora
tras hora un pasado rico en amarguras que dejaron
profundas huellas, algunos recuerdos bellos también, me
roban una efímera sonrisa y es entonces cuando
comenzamos a imaginar como habría sido todo al estar
juntos, tu animándome a luchar y yo luchando por ti, tan
fuerte como el sol que con el tiempo hace brotar la hierba
aún a través del asfalto, mejor aun cuando te empeñas a
dejar presa una lagrima y esta busca eficazmente la forma
de escapar. Las horas avanzan pese al cansancio, en
ocasiones es al contrario pero comienzo a pensar que son
una medida irreal y que el tiempo solo se ve en la piel
arrugada y el tono opaco en las pupilas... ¡Oh mi sol! Que
hermosas son tus pupilas, color del mar salado y salvaje, con
finos y alados destellos de luna que simpatizan esperanza
en cualquier gesto.
Es tarde y quiza demasiado, he logrado tomar el autobús y
llegar a casa, o a varios pasos de ella al menos, cruzando un
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parque y algunas manzanas, y como siempre tu sobre mis
hombros, acariciando el cielo de la noche con esas manos
ingenuas, te detienes para ver los gatos inquietos sobre los
tejados mientras juegas con mi cabello, el día apenas
comienza para ellos y el nuestro esta por convertirse en un
recuerdo. Tú eres un recuerdo, la representación de lo que
nunca he tenido, cada signo de puntuación sobre el papel,
siempre dándole sentido a lo que digo, aunque nunca lo
diga. Siempre me he preguntado… ¿que voz es la que
escuchamos cuando leemos? Dudo que la propia, cuando
menos no en mi caso, y me pregunte entonces ¿de donde
saqué esa voz? ¿Ese acento optimista y esa dulzura para
pronunciar cada palabra? Descubrí entonces que eres tú,
que sin importar de qué forma, quieres estar conmigo, y yo
no podría estar sin ti.
2014-07-18
Una vez más no la encontré, y creo que no la volveré a ver,
ha pasado casi una semana desde la última tarde que me
arrebato una sonrisa, una sincera... Cuatro días fueron, los
cuento y recuerdo una y otra vez con detalle, el primero fue
casual, algo así... noté su carácter y su enfado cuando me
tardé en recibir el vale del autobús por el que le había
pagado, estaba algo distraído, pero su mirada de estrés no
me cohibió lo suficiente y al tomar el vale le obsequie un
pequeño caramelo y entonces la vi atónita, confundida, no a
los ojos puesto que se quedo viendo el dulce que estaba
abajo, quise verla un poco mas, tal vez mucho mas, pero
debía continuar, sin embargo , a pesar de su rostro que se
volvió a la mesa, logre ver una humilde sonrisa, pequeña y
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contagiosa, tan solo una delicada linea entre sus labios que
crecía un poco, y con ese gesto continué mi camino, me
tomo un par de pasos reaccionar y darme cuenta de lo que
estaba sintiendo, me creí el mas glorioso de los titanes,
invencible y seguro, algo que con certeza no sentí nunca
antes, no deje de recordarlo con alegría, inclusive hasta hoy
aunque ahora no sea idéntico a aquella ocasión, después de
dos días la vi de nuevo, contando dinero, un billete tras otro
muy concentrada, yo estaba frente a ella y solo me quede
ahí esperando a que terminara, quería verle fijamente pero
mejor disimule desviando la mirada con tranquilidad hacia
un lado, en un segundo ella se detuvo y me vio fijamente a
los ojos, y vaya ojos que tiene, redondos y furtivos , su
carácter estaba intacto, pero no me reconoció ya que la
primera vez no le di tiempo para detallarme, terminado ese
inquietante segundo siguió contando y me dio el vale, justo
antes de recibirlo revele de entre mi mano otro caramelo
similar al del otro día, y esta vez no me miro, pero me
obsequio una sonrisa un poco mas amplia mientras seguía
contando dinero, me retire diciéndole gracias como es
costumbre, y esta vez fue quiza mas especial por que vi que
usaba frenos de color rosa quiza, pensé entonces que de
alguna forma eso alegraba un poco sus días, y a mi me hacia
muy feliz, a parte de ti, había encontrado una estrella
imbatible inmersa en la oscuridad que opacaba la rutina. El
tercer día fue agridulce, la mañana se torno pesada de
principio a fin y mis recuerdos sedientos de lagrimas me
atraparon sin piedad, hasta que llegue a ella, y esta vez fue
diferente, me reconoció de inmediato, eso me alegro tanto,
aunque del cansancio mis labios apenas podían moverse,
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me recibió con una gigantesca sonrisa, con la respiración
agitada y sus ojos encogidos por sus extendidas mejillas,
que bella pensé, aun mas bello que haya sido yo el causante
de esa linda emoción, lo primero que hice fue darle el
caramelo, este era distinto también, era suave, algo mas
grande y en forma de corazón, un feo y chueco corazón
debo decir, bien, supongo que era justo por el precio que lo
había comprado, pero a ella le encanto, me quede
embelesado viendo su alegría, su cabello largo y algo rizado,
rozando con gracia su abrigo por la agitación provocada con
la risa, es curioso, nunca la vi comiendo alguno de los
caramelos ni siquiera tomándolos entre sus manos, me
habría encantado ver eso, pero lo compenso imaginándolo..
Ese día yo no tenia un buen aspecto, lucia cansado, triste y
derribado, mi apariencia natural y permanente... encontré
ánimos, esos que con su alegría ella recién me había
contagiado.
—Ya tengo cargado el vale —le dije.
Nunca logre escuchar su voz, y con mucho arrepentimiento
lo recuerdo, aun así a través del cristal leí sus radiantes
labios diciendo “—ah, ya tienes,” lo siguiente fue decirle
gracias y retirarme con los ánimos renovados. Durante las
mañanas y las noches pensaba en encontrarla, para
disfrutar inmensamente de esos escasos tres minutos que
iluminaban mi vida, tejí varias ideas y las ordenaba para
buscar como hacerlas realidad al momento de encontrarla,
¿que decirle?, ¿que preguntarle?, ¿como obtener mas
felicidad de esto que estaba sucediendo? O como
conservarlo... Hasta que llego el cuarto día, ha pasado casi
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una semana de ese momento, pero lo inmortalizo al igual
que los tres anteriores para no olvidar un solo detalle. Como
la vez anterior no lucí nada bien, esta vez me propuse darle
mi mejor semblante, sin importar que tormenta intentara
arruinar mis ánimos, iba a hacerle sentir con mi mirada lo
que ella producía en mi, y parecía ir todo muy bien, nuestras
miradas se conectaron y las sonrisas no escasearon, se veía
mas bella que de costumbre, inclusive me di la ambición de
pensar por un instante que se había preparado para verme,
aunque se que eso no seria verdad, me gustaba pensarlo,
enseguida le obsequie una barra de chocolate, pesaba un
poco, y la protegí en el camino para que no se estropeara en
lo mas mínimo, esa fue la ultima vez que la vi… y me
arrepiento tanto de no haber hecho mas, debí presionar, es
lo único que aprendí, presiona... debí saber su nombre, tal
vez su numero de teléfono o darle el mio, debí aceptarlo
entonces, he pasado por su lugar cada día y ya no se
encuentra, ahora hay otra operaria, me destruyó no haber
aprovechado mas esos momentos, fue rayo de sol en un
invierno hambriento, pero ya no la encontraré, pasare
varios días mas por ese lugar con la pequeña ilusión de verla
o recordar con nostalgia esos fugaces momentos, quiza para
ella no significo gran cosa, no importa, a mi me hacia feliz,
visitare ese lugar cada vez que pueda, sin afán pero si con...
una palabra que no logro descifrar, estoy seguro de que ella
me olvidará con solo algo de tiempo, pero no olvidará lo
que sucedió, que un completo extraño, uno de los cientos
que pasaban por ese sitio durante el día, quiso alegrarle la
tarde a cambio de una sonrisa, solo fue eso, y recordarlo es
bellisimo hasta que me consume la nostalgia.
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Flotan las cenizas sobre el fango, resistiéndose a caer y
renunciar al vuelo, la noche se convierte en un adagio de los
mas sublimes que deleita desde el cielo, parece que la vida
no es exclusiva de los mas fuertes sino de quienes mas
cicatrices llevan consigo, ¿cuantas mas podré coleccionar?
Mas de las que logre contar, no lo creo, comienza con una
ilusión, un pequeño sueño y la fantasía te envuelve con sus
alas hasta robarte por completo la conciencia y entonces te
conviertes en un diente de león sin voluntad alguna, segado
por los instintos, nadando entre muchos aromas de
diferentes colores mezclándose y volviéndose uno solo para
luego desbordarse y volverte solo un testigo de tu propia
vida.
En la agonía de las noches, cuando la niebla comienza a
nacer y la mente vence la fatiga, mi pecho rompe en celo,
desatándose un pequeño grupo de hienas cada una de mis
costillas, las que están cerca al corazón, devorándome sin
compasión, como si la amiga muerte desde mi ventana
saludara. Me aferro con mis manos hechas hueso, con
fuerza me froto en todas direcciones buscando apaciguar el
dolor, pero es inútil, emerge desde muy adentro, las
lagrimas no se hacen esperar, trato de ser fuerte, trato de
arañar mi piel para que al menos lo sienta por causa mía,
pero me continua devorando, mi fortaleza desaparece
entre mordida y mordida, ya no puedo moverme y la
angustia no cede, visitar el abismo de la eternidad, e
implorar por caer en el sin respuesta alguna, si quiera no
despertar cuando el sol se ponga de este lado del mundo,
pero vuelve a suceder... el día comienza de nuevo, me
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encuentra vacío con el espíritu hecho pedazos, la luz que
penetra mi ventana me brinda con crueldad la oportunidad
de comenzar nuevamente solo para seguir un camino que
se borra con el olvido.
Aún estas tu... y es por ti que continuo, lejos de la realidad y
muy cerca de la locura, “¿estas bien?” Te pregunto,
mientras maniobras con una tijera, solo te observo, sentado
y sin aliento alguno, derrotado por completo. Tras un
acorde de silencios terminas, ubicas en el centro de mi
pecho un par de siluetas de papel, con modestos trazos de
color azul, similares a una venda que con delicadeza me
acomodas, siento entonces fragilidad... las yemas de tus
dedos, rosas como ninguna otra me hacen creer por un
momento que la noche nunca llegó. Juntos respirando un
aire denso mientras esperamos, ¿que esperamos?, nada en
realidad, disfruto tanto de tu compañía, eres alma de mi
alma cernida en espigas trigo, y plasmada en un lienzo de
bondad.
Desde entonces he comenzado un nuevo hábito, ¡dulces!
Después de la música, han sido lo más similar que he
hallado a la felicidad, tan infinitos en su clase como los
pensamientos que me inspiras cuando no dices nada, creo
que comeré tantos como si celebrara la noche de brujas
muy a menudo, los compartiré contigo, en especial los de
chocolate, pues se bien que me dejarás los mas ácidos a mi,
con las envolturas forjaremos un bote y navegaremos lejos
del horizonte, a un costado inclinado donde la brújula no
pueda señalarnos.
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2014-07-19
La jornada fue dura, mi cuerpo se ha secado hasta el limite,
no recuerdo cual fue la ultima vez que transpire tanto,
calentó hasta los treinta y siete grados celsius, agotado y a
punto de fundirme con el pavimento llegue a su sitio otra
vez, donde ella solía estar a la sorpresa de un pequeño
halago, sin embargo hoy con menos ilusiones que ayer vi
que no estaba, “señor, disculpe, ¿usted sabe si la cajera que
estaba la semana pasada va a regresar?” le pregunto al
guardia de seguridad, “No lo se, ellas rotan de lugar y no
podría decirte” me respondió, lo que me inquieto un poco,
porque entonces existe la posibilidad de encontrarla aquí de
nuevo, ella esta en alguna otra estación, una de tantas...
Buscarla no seria una tarea fácil pero quiza lo intente, ¿y si
ella esta pensando en mi? Me doy el lujo de tener alguna
ambición por un instante, aunque me estremezco por que
me doy cuenta de lo obsesivo y perturbador que suenan
mis ideas.
De nuevo se ha tornado el cielo oscuro, la brisa nocturna
recorre el valle entero y le alivia el estrés acumulado de la
tarde, brillan infinitas luces en la ciudad, los vientos se
hacen escuchar en lo alto de la hermosa catedral y las
personas frecuentan las mismas calles de un lado a otro, tan
juntos y a la vez completos extraños, solo los niños
comparten, el sabor agitado de los timbales contrasta en
efecto con la dulzura de las montañas olor a caña crecida, a
arroyos helados y a jazmín acariciado por la aurora.
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Hace mucho deje de buscar, deje de intentar, vago inerte en
el mismo cuadro de tono sepia que captura mis pasos y mi
reflejo, me ahogo entre recuerdos, unos tan amargos como
el café que adorna el alba, nostalgia por doquier, espero
entonces el bote fabricado de envolturas de caramelo, para
contemplar el sol tan solo contigo. El camino a casa,
siempre el mismo, en compañía de rostros cansados y sin
mas palabras en el aire que mis suspiros, solo puedo
recordar, todo el tiempo, a eso se ha resumido mi vida, lo
nuevo es efímero y pasajero, mientras los recuerdos me son
eternos, mi primer beso, las inconfundibles notas que
cantaba el viejo piano, las expediciones en las montañas
heladas, los escasos regaños de mis padres, mi primer
concierto, mis primeros versos, estas son quizá los mas
atesorados que poseo, sin embargo los menos frecuentes
por que las pesadillas son mas grandes en sensación y
numero. Te prometí que mañana jugaremos ajedrez y así
será, usaras las piezas blancas darás apertura al juego, yo
preferí siempre las oscuras y mi figura preferida la torre, por
excelencia es mi favorita, solidas e implacables, custodiando
de esquina a esquina una pequeña misión, dando tantos
pasos como desee, eso si, siempre en linea recta, con
disciplina, pero probablemente me vencerás ya que no he
jugado mucho la verdad, no he tenido tiempo y ni con quien
practicar.
Te encuentro dormida, es evidente que me estuviste
esperando, lo siento pequeña, he llegado muy tarde hoy, te
ha vencido Morfeo pero que valiente al enfrentarlo, por esa
y mil razones más te quiero. Te cubro con una frazada verde
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y grande para protegerte, retiro el mechón de cabello que
queda reposando en tu frente con una caricia y me despido,
frágil y serena en su máxima expresión, sin duda el fruto
más puro de la naturaleza. “Ci vediamo domani!” o “¡a
presto!” te habría dicho normalmente, expresiones italianas
que con un acento pícaro y exagerado nos deleitaban el
oído. Tuve tanto tiempo en completa soledad, ni el eco del
paisaje me hacia compañía, entonces me dedique a mi, a
entender lo que me gusta, fabrique artesanías con adorno
de bisuteria, con los residuos de papel, prácticamente con lo
que encontrara en desuso, también practiqué idiomas,
fueron varios y por gusto, me nacía aprenderlos y
descubrirlos con entereza, disfrutaba estudiarlos, entender
el porque de esas culturas y su visión de lo habitual, el
italiano es con certeza uno de mis consentidos, influye
también la música que se ha caracterizado con el, y al
escucharlo es como si todo sonara a cerca de arte. El ingles
es muy practico aunque lo aborrezco, no le veo gracia
alguna y a pesar de su gran utilidad no veo como expresar
un complejo sentimiento a través de el, sin embargo para
los negocios parece ser el ideal... intenté estudiar el turco
pero, me rendí rápidamente, completamente ajeno a mi
cultura, era como aprender el idioma de otro planeta en
otro universo, pero una de las pocas palabras que recuerdo
y me encanta es “Arkadas!” que significa “amigo”, amigos
que no tengo, pero me encantaría adoptar una mascota y
darle ese nombre. Aprendiendo ruso no me ha ido tan mal,
pero entiendo que me tomara algo mas de tiempo, (no ia
znayiu mne nuzhno bol’she vremeni) una lengua con
enteresa y afinidad, con el portugués es mucho mas fácil,
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por la cercanía de las lenguas, me alegra entonces haber
aprendido primero el idioma de la pasión, la lengua de el
hombre de la mancha y el gitano huesped de Macondo. Lo
triste fue, que luego de tomar un poco de habilidad en
dichas herramientas, me di cuenta de algo con frustración,
sin importar cuantos mas aprenda, aun incluyendo un
lenguaje de señas, no entiendo a las personas, y no lograre
comunicarme con ellas. Poco a poco comienzo a olvidar,
palabra por palabra se va desdibujando de mi laberinto
interno, se borra como el viento esparce la tiza adherida a la
pizarra liberando nubecillas de humo.
2014-07-20
El tiempo avanza y ya has despertado, te mueves en silencio
para no romper mi sueño, con delicadeza pintas al oleo,
mezclando cálidos colores en trazos finos y austeros de
forma alguna, el pincel te domina y cobra vida con cada
estocada sobre el dibujo. Mi cuerpo no responde muy bien,
las articulaciones se fusionan en una sola al despertar mas
puedo abrir los parpados y contemplar con atención tu
entusiasmo, como te concentras y procuras hacer una obra
maestra sin perder el encanto de divertirte y disfrutarlo,
“parece un volcán” mi primera frase del día, volteas la
mirada hacia mi, con las mejillas, la naríz y la frente
salpicadas de colores, sin duda una imagen ciento de veces
mas bella que cualquier obra maestra. Sonríes y con un
simpático gesto de negación y orgullo me saludas, ahora
que veo mas detenidamente parece es una fuente de
mariposas o un sandwich de juegos artificiales ese dibujo,
eso creo al menos. Al levantarme siento que he dormido por
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siglos, todo me parece ajeno, inclusive mis manos y el olor a
tierra mojada que cobija el valle durante la mañana, “¿ya
has desayunado? Te preparare algo espera.” le dije
amablemente.
Hay ruido en las calles, vecinos ebrios y boleros sonando a
todo volumen, el calor comienza a secar las aceras. Recibo
un mensaje de un familiar, es mi tía Maraam, “vamos a
subir el cerro mañana ¿si?” ¡oh el inmenso cerro! de tres
lindos monumentos, como me gusta ese lugar, en especial
llegando a la cima, el viento sopla con tal agresividad que
parece que quisiera derribarte, pero hace mover los
extensos pastizales tratando de robarles su verde vivo, el
cielo esta cada vez mas cerca y los monumentos perforan
las estrellas, aunque nunca hemos ido de noche, solo un par
de veces, ahora tenemos un buen plan y escaparemos del
estrés urbano por varias horas, eso te encanta verdad?, se
que si.
Ballet, pintura, danza, música, poesía, amor hecho lluvia,
eso eres tu, los más lindos versos esculpidos en bronce y
arena, se te hinchan las mejillas mientras comes, sin
saborear casi, quieres terminar para continuar dibujando.
“Mañana subiremos el cerro, así que despertaremos muy
temprano.” Casi te atoras con el desayuno en un gesto de
felicidad. Mi tía es muy joven, amiga y hermana de mi
madre, solidarias, sarcásticas, rivalizando y fraternizando
desde niñas, en una familia con tantas dificultades como se
pueda imaginar, una generación distinta a la nuestra, otros
tiempos de los orígenes mas humildes, cuando las calles no
eran de asfalto, las mujeres eran sumisas y los hombres
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reinaban, las tradiciones eran una esquela sobre la frente de
cada individuo, era mas difícil conseguir algo y la disciplina
estricta y dura. Me habría gustado pertenecer a esas
generaciones, o quiza mucho antes, la crueldad y la
injusticia siempre ha existido, pero quiza la vida valía mas,
las personas hacían historia y ahora solo se cosechan sus
frutos, y se repiten sus errores…
Esa noche, ese mágico instante que como arco enfocó mi
vida en una sola dirección, nunca lo olvidare, tu estabas ahí,
y de momento no podía verte, solo respiraba una sublime
melodía que conectaba los luceros en el cielo oscuro, me
guiaban a ti, y los seguí viendo hacia todos los rincones del
paisaje, desesperado, ¿de donde se nacen esas notas? Ese
débil lamento que se consumía como el fuego sobre la leña,
indudablemente una armónica, unas pocas notas vagando
en el aire helado pero suficientes para conquistar todos mis
sentidos, “te encontré” pensé sin pronunciar una sola
palabra, el éxtasis me tenia dominado, vi un ángel de escasa
estatura, cabellos muy finos y delicados que se balanceaban
rozando el viento al igual que su vestido, sus parpados
cerrados y la inocencia con la que soplaba para crear las
notas me hicieron vacilar por el resto de la noche y quizas
de mi vida, su piel pálida hacia eco de la luna y su melodía
que me había desarmado por completo desapareció, se
perpetuo en el espacio al abrir sus ojos y verme con intriga,
ella desde su balcón, como un copo de nieve que se detiene
a medio camino para verme, dejo de empuñar la bella
armónica y desvió su atención hacia otro destino, yo sin
embargo no lograba escapar de la hipnosis, no distinguía si
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estaba dormido, si era real o estaba alucinando. Un
espejismo nocturno me encadeno a la mínima distancia
para contemplarle, parecía una doncella celta, una princesa
alada, la fragilidad del universo. Ya era un amante
incondicional de la música, pero ese momento me hizo
amarla aun más, yo abajo suspirando viendo hacia tu
balcón, como si fueras mi Julieta, luego te marchaste al
interior de tu casa, después de eso te dibuje en mi mente
con tranquilidad, no logro revivir las notas por que fueron
mas allá de mi comprensión, mucho mas que algunos
sonidos, fue un ave fénix rayando el cosmos ornamentando
las blancas en el pentagrama, vaya hechizo, obtuve mi
propia armónica tan pronto como fue posible, aun la
conservo, nunca logre sacarle un gran provecho ni ejecutar
una canción si quiera similar a la de esa noche, pero me
agrada atesorarla.
Suena el teléfono, pero al contestar no escucho a nadie en
la linea, no es una broma, es la basura de teléfono que esta
casi siempre averiada, da igual, no se quien pudo ser la lista
de personas que tienen mi numero es tan corta que quiza
fue alguien errado.
“¿lista para jugar? ayudame a ódenar las piezas, yo usaré las
negras” aunque supongo ella ya lo sabia. Nos damos prisa
hasta que quedan los bandos en posición, sera una
tremenda batalla, pero ella se deja vencer por el
entuciasmo y poco se concentra, inicia con los caballos
rampantes, galopando sobre los peones en fila, no me lo
esperaba. Yo mas tranquilo solo muevo uno de mis peones y
hasta que ella hace sus próximas jugadas. Las piezas son
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huecas y tienen un agujero en la base, una vez, sin quererlo
metimos la pieza del rey blanco dentro de la negra, solo
queriamos formar una pieza muy grande y eso hicimos, sin
embargo, al separarles de nuevo, se rompio, y quedo parte
del rey blanco dentro del otro, vaya pobre rey, había
perdido su corona en forma de cruz, ¿que ejercito iba a
obedecerle ahora? No van a creerle que es un rey, eso
pensé, pero justo esas son las piezas que ella usa a hora y
sus soldados acatan perfectamente sus órdenes, tiene
ambición, quiere vencerme, aún con un rey decapitado. Hay
dichos que aplicamos en el juego, que se han aplicado en la
historia para hacer una contundente batalla, yo sigo el
consejo del Cesar “divide y venceras”, mientras ella pone en
practica la moraleja de Macchiavelli, “el fin justifica los
medios.” Y si eso significa intentar distraerme, algún
chantaje, o fingir que es su turno consecutivamente con la
escusa de no recordarlo, eso hará para vencer… ¿deberia
preocuparme? La conozco, se de que es capaz, se como va a
reaccionar.
Finalmente es ella que quien pierde, su ejército fue
diezmado por mi estrategia y quiza un poco más de
experiencia, me ha costado mucho vencerla, pero en un
abrazo se consumen el triunfo y la derrota.
“Venga, mañana tendremos una revancha,” quien logre
gritar mas fuerte estando en la cima de la montaña, o quién
cuente mas aves en el camino, siempre buscamos la forma
de competir, solo es un juego.
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2016-10-11
¡Por favor! ¡Despierta!, ¡se que estás ahí, abre los ojos!
“Por favor espere aquí, no puede continuar” me dice el
médico mientras bloquea mi paso, resbalo y caigo, después
se marcha a toda prisa junto con los demas médicos,
dirigiendo la camilla y simultaneamente las puertas se
abrazan y me roban la vista. Siento que me falta todo, aún
no logro entenerderlo ¿por qué?, mi único aliento, lo único
que me situa en la vida sobre la muerte, nada en mi cuerpo
funciona bien, por favor despierta.
Su piel se tornó mas palida que de costumbre y sus manos
con las que a mi se aferraba se iban debilitando
rapidamente. No puedo pensar, ni dejar de sentir como
cada célula de mí quisiera salir disparada en cualquier
dirección.
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“señor, ¿necesita una camilla?” pregunta la enfermera, no
la veo, no puedo responderle. Svetlana no puede
abandonarme, desde que la vi en aquél balcón recitando la
nostalgia en su armónica, como el balcón fuera un palco
ancestral y el pequeño enrejado de metal se volvieran
rosales, aunque de hecho los habia. Desde ese instante
crucial su vida y la mia se fundieron en una, unió los
remiendos de mi alma hecha añicos, poco a poco, el aroma
de su cabello bañado por el sol se impregnó en mi sangre, le
pertenecí por completo.
Que frágil se veía, aún en pesadillas tú fuiste más fuerte, no
importó que quisiera alcanzarnos o que intentara
derribarnos, nunca nos separamos, nuestra canción siempre
se escuchó.
2014-07-21
La expedición inicia sin el saludo del alba, “debemos darnos
prisa si queremos ver el sol desde el cerro” le dije, tuvimos
que madrugar mucho, y pasamos la noche anterior
haciéndonos de lo necesario en el equipaje; las tiendas, los
viandas, linterna, todo eso y para nosotros no podía faltar
algún instrumento y nos decidimos por llevar mi lira,
también una cámara fotográfica y los anzuelos para la
pesca, ella quería llevar una ocarina, pero como la vencí
ayer en el ajedrez solo yo me doy ese derecho. Aunque su
morral pesa bastante, ella lo lleva con mucho entusiasmo,
planea traer consigo una pieza de bambú para luego
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hacernos un bansuri, le encantan los instrumentos de viento
y es muy talentosa en ellos, también intenté tocar algunos
pero me quedaba pronto sin aire y sin notas, y entonces
venían sus pequeñas burlas.
“bien, cabrilla montañesa creo que estamos listos,
¡andiamo!” y con esa expresión tomó la delantera, el largo
de sus piernas se veía en cada paso, el viento helado nos
cubría con el frío de la mañana, con el olor del paisaje,
hemos venido preparados y bien abrigados, sin embargo el
clima nos sentaba bastante bien. Me pidió que tañera la lira
para amenizar más el camino, pero estaba desafinada, me
las arreglé para calibrarla un poco y sanarlo a esa baja
altura, ella sonrío. Con el paso de las nubes embestidas por
traviesas ráfagas de viento la ciudad susurra a nuestras
espaldas, custodiada por la inmensa niebla, las empresas
comienzan a funcionar, llegan los camiones cargados de
mercancía y los maridos a ganarse el día salidos de su hogar
no sin antes un beso de su amada. Que bárbaros, mi último
beso fue hace tanto, y en ocasiones los extraño mucho, eran
suaves, como las nubes inflándose de levadura, pero mas
tierno mas dulce, mas frescos como beber de un nacimiento
de agua luego de una eternidad de sed. “— ¡Svet dame un
beso!” lo próximo que recibí fue el flash de la cámara en mis
pupilas, la foto salió de forma instantánea y ella solo se reía
al verla y enseñármela a la distancia, solo suspiro. Svet es
diminutivo de Svetlana, su nombre significa luz, la mía,
aunque de forma despectiva le suelo llamar Lana, ambas
mitades de su nombre al parecer… se hacía el camino más
inclinado pero aún no hallábamos bambú por ninguna
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parte, traje una navaja de campaña para cortar un trozo
cuando encontremos algún bosque de bambú.
— ¡por aquí! ¡Oigan que sucede!, ¿se han perdido? eran los
gritos de Maraam al vernos desde un poco mas arriba.
— que gusto, ¿tan pronto y con cansancio?, no se
preocupen que yo estoy igual. Dijo con su infatigable buen
ánimo.
—hola tía, pensé que aún no habías llegado. Le respondí
mientras retomaba el morral en mis hombros.
Maraam tenia un físico muy bien trabajado, era fuerte,
grande y fuerte de nuevo, todo lo contrario a Svet y a mi.
Sabía que ella sube este lugar frecuentemente, aunque
ascendía lentamente y quiza con algo de cansancio
prematuro, daba jocosos quejidos y hacia pequeñas bromas
en el camino, algunos resbalones eran fulminantes motivos
de risa. A medida que la niebla se iba dispersando las
mejillas de Svet se tornaban mas rosa y un compás de allego
se sacudía entre las cuerdas de mi lira, vibrando,
haciéndolas danzar casi tanto como a la alpinista que me
acompaña, “ten cuidado Svet, vas a tropezar y tendremos
que bajarte el almuerzo por el arroyo”, y efectivamente se
cae. De inmediato voy con ella y veo que no se levanta, me
señala dichosa hacia el este, y se puede apreciar un bonito
lago, perfecto para montar el campamento, Maraam toma a
la torpe bailarina y la lleva en sus brazos con mucha
facilidad, corriendo a la vez, la hace sentir un como un
aeroplano o algo así, son niñas divirtiéndose en el delta del
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lago mientras yo me apresuro a levantar el campamento,
“el agua esta helada, métete sobrino”, desde luego no iba a
hacerlo, de hecho ya sentía la naríz congelada. El cielo
comenzaba a aclarar y Svet había terminado de poner los
anzuelos en las varas, lanzo uno al agua tan fuerte como
pudo, llegó bastante lejos, y me invitó a que lo intentara, lo
lancé muy fuerte pero el sedal volvió a mi y ahí tenia de
nuevo a ese karma de ojos rasgados riéndose de mi. Respiré
profundamente hasta que de golpe mi sedal se templa en
intenta sumergirme en el lago, Svet queda absorta y se
traga los fragmentos que han quedado de su risa para ver
como de algunos tirones obtengo un gran pez en muy poco
tiempo.
“¿No estuvo mal verdad?” le pregunto con un modesto
orgullo, ella solo me felicita y vuelve a lanzar su sedal para
capturar el suyo.
Maraam parece muy cansada y entra a la tienda, un pez
rojizo se ve nadando casi en la superficie, tranquilo de un
lado a otro y Svet se desespera por atraparlo pero este no
muerde el anzuelo e incluso danza al rededor de el. El sol se
tarda en salir, y solo el canto de las ramas en lo alto nos
hacen compañía, Svet me toma con fuerza del brazo y me
sacude violentamente, “No iré por el pez, esta muy lejos, se
escapará”. Sus labios de arándano se contraen y frunce el
ceño de una forma que me atemoriza. “no me mires así, de
verdad esta algo lejos, esperemos a que se acerque o a que
muerda”. El pez se queda casi inmóvil y sus escamas lucen
como un gran rubí inerte en el agua. Pasan los minutos sin
medida alguna, como las gotas que salpica Svet al arrojar su
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anzuelo, parecía que tuvimos mala suerte y se avecinaba
una tormenta, un grito desvío toda mi atención, vaya al fin
pescó algo. Luchaba por envolver el sedal y enseguida trato
de ayudarle, juntos tiramos de la vara, yo mas de lo que
debería, y al extremo del sedal se ven solo un par de
escamas, el resto del pez escapó y alguien mi lado sufre un
ataque de ira. “lo siento, parece que no desayunaremos
mucho pescado esta vez” le dije avergonzado, la culpa ha
sido mía y ella lo sabía, el pez habría salido del agua si
hubiéramos tirado con menos fuerza y mas paciencia del
sedal, pero lo arruiné y la abracé sintiéndome muy mal.
Entre mis brazos respiraba serenamente, nunca vi una
criatura mas vulnerable, la contemplé por el tiempo que
quise a la poca luz que nos brindaba el opaco cielo, era
como si sus parpados se hubieran cerrado para no dejar
entrar mi pensamiento y así no pudiera espiar su sueño,
pesaba tan poco sobre mi cuerpo, tan sólo el sonido de su
respiración me desarmaba. Simplemente no podía dejar de
verla, le hice abrigo acercandola un poco a mi cuerpo, pero
decidí mejor dejarla en la tienda, vaya que mujeres tan
endebles.
Una sorpresa el daría, cuando despierte al ver el rubí del
lago helado servido en un gran banquete. Tomé la pañoleta
de Svet y me situé en la orilla hasta que pude verlo, pero
estaba lejos, no mordía los anzuelos, no se acercaba, tal vez
ni tañendo mi lira o bebiéndome el lago este suertudo
llegaría a mí, aún así esperé paciente soltando algo de
carnada cerca de la orilla “Svet estará feliz de que seas su
desayuno”. El reflejo en el agua era perfecto, ninguna hoja
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caía sobre el, ni los insectos u otros animales provocaban
ondas que le robaran la inmensurable clama al lago, hasta
que por fin lo vi, de ancho cuerpo y escamas flamantes, era
un pequeño fénix atrapado en el agua, ¡me sorprendió! De
golpe llego muy cerca de mí, atraído por la carnada
seguramente. No podía darme el lujo de perder tiempo y
desplegué la prenda celeste mientras enfocaba un buen
ángulo, dividí los segundos mas cortos de mi vida esperando
el momento exacto en el que quedó paralizado, y con furia
expandí la pañoleta abarcando el agua y la doblé con el pez
dentro, era aún mas rápido que yo, no dejó de luchar y por
momentos se me escapaba, una fuerte brisa envolvió ese
momento hasta que perdí el equilibrio y en un segundo me
encontré dentro del lago helado, mojada cada prenda que
usaba y algo aturdido por el frío pero sin rendirme,lo había
logrado, con muchas mas complicaciones de lo que
esperaba, pero yo había vencido. Las burbujas no cesaban
de nublar mi vista y algo más que el frío y la conmoción en
mis músculos me impedía regresar a la superficie. El lago me
sujetaba con el animal contra mi abdomen, ya no me
quedaba suficiente aire, y escuché unos gritos
desesperantes que ni en pesadillas se pudieron haber
inventado, ese sonido espantoso me arrebata la ultima
bocanada de aire que me guardaba hasta que siento mi
mano izquierda rozar el aire y me sujeto de una orilla, no
existe el cansancio, no existe nada mas en mi mente que ver
si ellas están bien. Logro salir con dificultad de ahí, mis
manos se aferran a la tierra arando con mis uñas,
arrastrándome y corriendo a toda prisa exasperado por
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llegar a ellas grito su nombre, ni siquiera el eco hace caso de
mi voz.
¡¿Donde están?! grito con todas mis fuerzas al ver que la
tienda esta vacía, miro en todas direcciones pero no se
divisa nadie, la angustia recorre mi cuerpo como un
relámpago mutilando el cielo. Las hojas en lo alto se agitan y
enlutan cualquier otro sonido, las oscuridad es mas grande
que antes y el aire difícil de respirar, con afán busco entre el
equipaje la linterna y emprendo en bajada su búsqueda,
corro y grito en un solo sentido implorando por hallarlas
sanas, pero no logro ver nada, la oscuridad es casi absoluta
entre las ramas y las rocas, era el camino por donde
subimos pero no parece el mismo, como si la noche lo
hubiera vuelto a la vida en un resplandor de albor nocturno,
“noche”, ¿en que momento transcurrió el día?, no vigilaba
la luna nunca saludó el alba, solo una profunda oscuridad
abastece el cielo de tormentas.
Maraam, Svet, mi musa de crepé, ¿Dónde están? ¿Se han
ido junto con el resplandor del cielo? Te encontraré, no
importa nada más. Regreso amparado por la luz de la
linterna al campamento, todo se ve igual, y me doy prisa a
encender la fogata, el encendedor que me había regalado
mi madre prende fuego a la yesca y esta cede con facilidad,
algunos leños entre las llamas me brindan calidez y disipan
sólo un poco la oscuridad alrededor, el suelo verde ha
desaparecido, es muy extraño ver el color que a tomado,
una mezcla entre borgoña y castaño como el aliento de un
cráter en su ultimo vestigio de conciencia, frío y tan inerte
como un cadáver en el desierto al que solo cobija un mar de
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arena. Un ruido extraño proviene del lago, me acerco
empuñando la linterna y lo que veo me hace entrar en
pánico, la primera vez que vi hacia el agua se divisa el reflejo
de la luna, luna menguante, como un rasguño cano que se
rodea entre un basto réquiem que estrellas, bello a pesar
del agua turbia pero al dirigir la mirada hacia lo alto no logro
ver nada, nada mas que una enorme sombra. De nuevo ya
no vi nada en el lago y me desplomo sobre la orilla
intentando comprender ¿qué es esto?, la linterna rueda en
el suelo y su luz revela la razón del ruido, era el pez que
atrapaba para Svet, seguía luchando con pequeños brincos
ese era el ruido, lo tome entre mis manos y lo sumergí un
poco en el lago, sus ojos resplandecían sin ningún horizonte,
me recordaron a los de Arich, una bella joven que conocí,
ella tiene la el beso de dos continentes en sus pupilas, sus
pestañas y su brillo.
Con un impulso se desliza entre mis manos acariciando mi
piel y se marcha hacia la profundidad del olvido, adiós
camarada, despiertame cuando encuentres la salida de este
maldito sueño. Tendida en suelo la celeste prenda de Svet,
aquella con la que atrapé al noble animal, esta mojada, e
inmediatamente mis ojos también y rompo en llanto sín
saber que hacer, he caído abatido en una pesadilla cruel y
sombría, ella es parte de mi en cuerpo y alma, mi único
destino de ser. La última presencia de vida que me
acompañaba se ha ido nadando lejos de aquí, estoy solo y
me pregunto si volviendo a sumergirme logre despertar, y
sin pensarlo un segundo mas me lanzo al lago helado y sus
aguas se unen con mis lagrimas hasta que estoy dentro por
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completo, mas frío que antes, mis músculos se congelan en
poco tiempo, ¡no veo nada y necesito respirar! Es inútil no
hay forma de despertar.
Pase algún rato sentado junto a la fogata calentándome y
pensando que podría hacer, recordé entonces que traía
conmigo la brújula pero al abrirla veo que no funciona, la
aguja no apunta al norte de hecho hacia ningún lugar en
concreto, se tambalea y cambia de dirección con el
movimiento de mi mano, esto es ridículo. No tengo rumbo
que seguir, no se si subir o bajar, pero no puedo esperar,
esta pesadilla me consume, tal vez con el tiempo mi piel
adquiera el color de la tierra muerta y me funda con el
tétrico paisaje para no despertar nunca, creo que de no ser
por el encendedor no podría ver nada y entonces no sabría
si estoy vivo, mi madre me lo obsequió hace muchos años
cuando era un niño y me quedaban algunas ilusiones, ser
madre debe ser el sentimiento mas puro y noble que exista
supongo, un amor descomunal que no cabe en las páginas
de ningún libro, me lo dio todo a pesar de no tener nada, su
calidez y disciplina me forjaron de pies a cabeza, ella nunca
conoció a Svet, tal vez lo haga, “Svet donde estas”.
Una atroz tormenta roba el silencio de la montaña sin
compasión, hace cada ladera un cause y nubla el aire casi
por completo, la fogata se ha reducido a nada mucho antes
de que yo me apresure a levantar la celeste prenda y
busque algún refugio. Corriendo entre la vegetación no
logro divisar un horizonte, el agua cubre mi cara y trata de
asfixiarme, entre unas enormes rocas logro reponerme y al
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despejar mis ojos la encuentro, es ella, su figura delineada
por el contorno que forman las gotas golpeando su piel, “
¡Svet! ¡Svet! ¡No te muevas!” Relativamente cerca, voy a
toda prisa a abrazarla, pero estando a unos pasos su figura
parece cambiar rústicamente.
—que… que ¿que haces aquí? Le dije conmocionado
—ya nos íbamos, ¿recuerdas?
Un “no” involuntariamente salio de mi boca, ¡era María!, o
un fantasma de ella, no logro verla en detalle, solo una
figura borrosa y fulminada por una cortina de lluvia, pero es
su esencia y su voz que escucho claramente en mi cabeza.
— tenemos que ir a cenar, en la huerta, con Arich y Enzo.
Me dijo con tranquilidad, pero cada palabra me dejaba
pasmado, ¿de que hablaba? Eso es lo que hacíamos hace
años, cuando aún estábamos en la academia, Arich y Enzo
son unos amigos nuestros que nos hemos distanciado por
diversas razones, íbamos a cenar cada fin de semana en el
huerto de la familia de Enzo, celebrábamos sin motivo
alguno, leíamos poesía, improvisábamos algunas notas,
Enzo tocaba su viejo bandoneon y yo lo seguía con mi
guitarra mientras Arich… bueno ella no era muy buena con
su viola pero eso no importaba, pero ¿por qué habla Maria
a cerca de eso? Ella no iba con nosotros y dudo que lo
supiera.
— tenemos que ir a cenar escuche de nuevo
— ¿no quieres ir hoy? me preguntó.
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Mi mente duda mil veces sobre ella, no es real, esto no es
real, intento fijarme en su rostro pero todo se nubla al
intentarlo, ni sus ojos ni su nariz logro distinguir, solo una
sombra de colores debilitados y borrados por la lluvia, aún
así mi pensamiento no se conecta a mi cuerpo, actuó sin
pensarlo sin tener voluntad sobre la carne, ella se dirige
hacia la cima y yo como si fuera una marioneta la sigo
ciegamente, hasta que de nuevo la soledad me azota y ya
no puedo sentir su cercanía ni su voz, se ha ido. Diablos me
he vuelto lo…
— ¡Fausto! ¡Al fin, ¿estas bien?!, era la voz de Enzo venía
hacia a mi, aunque desconfié completamente de que en
realidad estuviera sucediendo.
—Amigo ¿qué tienes? ¿Y las demas? Recibí un mensaje de
Maraam que me preocupó mucho, oye Responde.
—Enzo ¿eres tú?
— ¿eh? ¿Pues quien más se supone? Venga, la tormenta es
demasiado fuerte.
— creo que estoy demente, ya no se que es real ni que ha
pasado
— y que lo digas, parece que has estado aquí un par de
años, ¿Maraam y Svet están bien?
— No las encuentro, todo ha sido muy extraño.
—deprisa, no deben estar lejos, ¿puedes caminar?
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—si. Le respondí atando a mi muñeca la prenda de Svet.
No podía distinguir su rostro al igual que cuando vi a quién
parecía ser María, sólo su figura y su voz pero sentí cuando
me sujetó del brazo para ayudarme a ponerme en pié.
Había llegado en su jeep aunque debió escalar unos
peligrosos peñascos.
— quédate aquí
— ¿qué? De ningún modo, yo también voy a buscarlas
— pero te ves muy mal creo que es mejor…
— hay que encontrarlas. No perdamos tiempo Enzo”
— vale, andando
Debo estar muy mareado, como si me hubieran propinado
un fuerte golpe en la cabeza, no logro enfocar lo que veo, se
ve borroso, pongo mis manos en frente de mi y se ve tan
difuminado que no se cuantos dedos hay o donde
comienzan mis palmares.
— acabo de ver a Maria. Le dije tratando de aliviar el mareo
— ¿Maria? No se quién es, ¿pues cuantos han venido?
Ya no estaba seguro de nada, si ellos se conocían o no,
definitivamente estoy perdiendo la cabeza. Enzo es mayor
que yo, alto y de cabello rizado, al caminar entre la
vegetación es como si la naturaleza no pudiera detenerlo, a
pesar de la abundante lluvia el lograba guiarme a través de
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todo por encontrarlas, pero encontrarlas era lo único que
me mantenía en pié por que no me sentía nada bien, aún
pienso que es un mal sueño que pronto quisiera terminar.
— Amigo, ¿que hora es? le pregunté.
— ¿no sabes que hora es? le pregunté de nuevo, pero no
respondió, no me dirigía la mirada, yo no existia.
— ¡detente! Lo seguí por mucho tiempo y no logré
alcanzarlo, es extraño por que el no era mas habil que
nosotros para trepar las laderas ni cruzar las colinas, me he
perdido junto con él en esta asquerosa realidad y ahora no
se donde fué ni tampoco a donde ir.
Mis ojos se cierran…
“— Velo que bonito lo vienen bajando, con ramos de flores
lo van adorando…”
Mi ceño se frunce al escuchar esa melodia, la voz de Svet
cantando a unos pasos de mí.
“—Velo que bonito lo vienen bajando, por una manzana que
se le ha perdido…”
La veo entonces recogiendo grosellas del suelo apenas
percatandose de que me despierto.
— ¿has despertado ya flojo?
— Svet, ¿que ocurrio? ¿Dónde estamos? ¿Y Maraam?
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— ¿de que hablas? ¿Estás ébrio? Te halle dormido bajo los
árboles y te curé los razguños que tenías en los brazos
mientras te arrullaba con mi canción.
— ¿eh?, ¿en donde está Maraam?
— ¿pero quién es Maraam?
Estuve a punto de colapsar, de resignarme a la demencia y a
olvidar todo como lo conozco, pero era ella, sin duda era
ella, y no iba a dejar que se desvaneciera ante mis ojos
como todo lo demas. Corrí hasta embestirla sujetandola de
los hombros con fuerza, ella se asustó y las grosellas
calleron de nuevo y rodaron por el suelo, sus ojos besaron
los mios a una muy corta distancia sin decir nada, casi
rompo en llanto pero en vez de eso le dije “no te separes de
mi”, en sus pupilas se vio por un instante un espejo de duda,
se libero de mis manos y me dijo “como tu quieras”, luego
se inclinó a recoger las grosellas. Eso pudo haber sido
normal en ella, aunque ahora no estoy seguro de nada. Me
dirijí al enorme arbusto para tomar los frutos mas grandes,
ella continuo su canto “Velo que bonito lo vienen bajando,
con...”
— toma, son para ti, interrumpiendola se las entregué.
— ¡oh gracias!
— ¿has visto a alguien mas?
— seguro, vi un pegaso pastando del otro lado del valle.
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Es dificil expresar el gesto que hice al escuchar eso, pense
que todo estaba regresando a la normalidad y al parecer no
es así, es mejor no precipitarme y tomarmelo con calma.
— ¿pero de qué rayos hablas? ¡Los pegasos no existen
mocosa!, esta bien, eso era lo que pretendia… pero
entonces obtuve una respuesta que si me era familiar en
ella. Sus ojos claros se juntaron como almejas, abriendo la
boca y empuñando sus manos escuché un quejido que suele
hacer cuando se molesta.
— ¡te digo que vi un pegaso! Estaba pastando y gruñendo
sin motivo. ¡Eres un tonto!
— ¿lo viste volar?
— no, estaba hambriento, y por eso pastaba, ¿como iba a
comer volando? No hay hierba en los cielos.
Me hizo sentir como un idiota, a pesar de que decia
disparates, no quiero volver a perderla, viviré en la locura
de ser necesario, no importa solo quiero tenerte a mi lado.
Pero hay algunas preguntas que debo hacerle, porque noto
algo muy extraño en ella, sin duda no es un espejismo pero
algo no anda bien, no es la misma.
— oye, si no me crees podemos alcanzarlo, no debe estar
muy lejos, ¿Qué dices?
— acepto, pero con una condición. Pense entonces en ir con
ella, hasta el fin y origen del mundo de ser necesario, en el
camino le preguntare lo que necesito.
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— vaya una condición, ¿Cuál?
— sin importar que pase estaremos juntos, aquí o en
cualquier rincón del mundo ¿si?, te prepararé una pizza.
— se fue por allá, al sur ¡andiamo!
Me hizo recordar de la brújula, la saque de mi bolsillo, y
parece funcionar bien, la noche parece distanciarce y el
camino seguro, por fin algo de tranquilidad, Svet avanza un
poco rapido y la tomo de la mano para mermar su paso, me
mira con algo de sorpresa pero se aferra enseguida por que
casi resbala “ten cuidado, el rocio ha dejado humedo el
suelo” le dije, caminamos un poco mas despacio.
Las colinas parecen abrirnos camino y enseñarnos un
sendero con un bello panorama, el clima es fresco, con
fuertes vientos y ahí estabamos nosotros, escapando de una
pesadilla, peregrinando en la hospitalidad del paisaje, siento
que estoy cruzando entre una printura y otra, y que
conmigo solo logro rescatar la mitad de lo que era mi alma.
“que bonita cinta llevas ahí, ¿estas herido?” me preguntó
señalando mi brazo en donde até su pañoleta, no tiene caso
razonar, quiza soy yo quíen ha perdido la cordura.
“¿esto?, es una pañoleta, mira.” La desaté y se la enseñé.
“creo que vendrá bastante bién”. Nos detuvimos en algún
punto cerca de los dulces recuerdos y los amargos colores
de las hojas caídas antes de otoño. La até alrededor de su
cabeza con un nudo firme para que no fuera a perderla, solo
en ella podía lucir tan bien, “no la vayas a perder” le advertí.
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“ay gracias, vaya que lindo color, gracias”. Normalmente ella
la usaba alrededor de su cuello, pero esto no es normal, no
para mí.
(En el trono de la fortuna me había sentado yo, elevado,
coronado con las variadas flores de la prosperidad. In
Fortune solio sederam elatus, prosperitatis vario flore
coronatus.)
(Svetlana Mossen, Fausto, Remi, (Desmon)Lambert Dvorak,
Bruna Yalin, Noi Rasi-Thai♀, Gael Benoit-Ita, Djonic Lucarik,
Roland, Torence, Maraam, Gerhard Fadden)
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