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2El papel de las universidades y de sus investigadores para fortalecer
las políticas sectoriales de ciencia y tecnología en México
DIRECTORIO DE GOBIERNO
Adrián López SolísSecretario de Gobierno
Carlos Maldonado MendozaSecretario de Finanzas y Administración
Silvia Estrada Esquivel Secretaria de Contraloría
Juan Bernardo Corona Martínez Secretario de Seguridad Pública
Antonio Soto SánchezSecretario de Desarrollo Económico
Claudia Chávez LópezSecretaria de Turismo
Francisco Huergo Maurín Secretario de Desarrollo Rural y Agroalimentario
José Juan Domínguez LópezSecretario de Comunicaciones y Obras Públicas
Ricardo Luna GarcíaSecretario de Medio Ambiente, Recursos Naturales y
Cambio Climático
Sergio Adem ArguetaSecretario de Desarrollo Territorial, Urbano
y Movilidad
Alberto Frutis Solís Secretario de Educación
Silvia María Concepción Figueroa ZamudioSecretaria de Cultura
Silvia Hernández CapiSecretaria de Salud
Miriam Tinoco SotoSecretaria de Política Social
Martín García AvilésSecretario de Pueblos Indígenas
José Luis Gutiérrez PérezSecretario del Migrante
Ma. Fabiola Alanis SámanoSecretaria de Igualdad Sustantiva
y Desarrollo de las Mujeres Michoacanas
José Martín Godoy CastroProcurador General de Justicia
Victor Lichtinger WaismanCoordinador General de Gabinete y Planeación
José Luis Montañez Espinosa Secretario de Innovación, Ciencia
y Desarrollo Tecnológico
Miguel Alonso OlamendiSecretario Particular
Jessica Rosalba Rosales SánchezSecretaria Privada
Jesús Melgoza VelázquezSecretario Técnico
Guillermo Rizo HernándezCoordinador de Asesores
Silvano Aureoles ConejoGobernador Constitucional del Estado de Michoacán
3El papel de las universidades y de sus investigadores para fortalecer
las políticas sectoriales de ciencia y tecnología en México
DIRECTORIO SICDET
José Luis Montañez EspinosaSecretario de Innovación, Ciencia y Desarrollo Tecnológico
María Piedad Trujillo García Asesora
Guadalupe Juan Carlos Corona Suazo Asesor
América Paola De Jesús Zuluaga Departamento de Vinculación
Omar Jaimes BritoDepartamento de Estadística
Araceli López Valdez Departamento de Difusión y Divulgación
Mariana Ortíz Andrade Departamento de Desarrollo Tecnológico
Norma Elisa Valencia Farías Departamento de Desarrollo Científico
Jesús Giovanni Medina García Departamento de Fomento de las Ciencias Sociales
y Humanidades
Nubia Lizbeth García PérezDepartamento para la Innovación
María Teresa Martínez Sánchez Departamento de Emprendimiento
y Prospectiva de Mercados
Emerson Adrián Lua García Departamento para la Cultura de
la Innovación Empresarial
Mayra Muñoz SuárezDepartamento de Recursos Financieros
Abraham Paz Silva Departamento de Recursos Humanos y Materiales
Pedro Mata VázquezSubsecretario de Innovación, Ciencia y Tecnología
Luis Antonio Arciga Anzo Secretario Particular
Rubén Ignacio Pedraza Barrera Secretario Técnico
Gaspar Efraín Guzmán SánchezDirector de Vinculación
José Rodríguez FloresDirector de Ciencia y Desarrollo Tecnológico
Rubén Salazar JassoDirector de Innovación
María Natividad Palominos MarilesDelegada Administrativa
4El papel de las universidades y de sus investigadores para fortalecer
las políticas sectoriales de ciencia y tecnología en México
El papel de las universidades y de sus investigadores para fortalecer las políticas sectoriales de ciencia y tecnología en MéxicoCuadernos de Divulgación Científica y Tecnológica de la Secretaría de Innovación, Ciencia y Desarrollo Tecnológico de Michoacán.Serie 2017, cuaderno número 4
Herminio Sánchez de la Barquera y Arroyo, Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP) Primera Edición: Marzo del 2017D.R. Secretaría de Innovación, Cienciay Desarrollo Tecnológico de Michoacán (SICDET).Calzada Juárez No. 1446, Villa Universidad. C.P. 58060,Morelia, Michoacán, México.http://sicdet.michoacan.gob.mx/
Reserva de derechos al uso exclusivo: 04 - 2016 - 120712363600 - 203ISBN de la serie: En trámite ISBN del cuaderno: En trámite
Coordinación general:Dr. José Luis Montañez EspinosaSecretario de Innovación, Ciencia y Desarrollo Tecnológico
Coordinación editorial:Gaspar Efraín Guzmán SánchezDirector de Vinculación
Edición y Corrección de estilo:Francisco Valenzuela Martínez
Diseño editorial y formación:Areli Vázquez Ferreira
Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no necesariamente representan la opinión de la SICDET. Se autoriza la reproducción parcial o total, siempre y cuando se cite la fuente de referencia.
Editado por la Secretaría de Innovación, Ciencia y Desarrollo Tecnológico de Michoacán.
Edición digital albergada en los espacios oficiales de la SICDET. Se permite su descarga para fines de consulta académica.
5El papel de las universidades y de sus investigadores para fortalecer
las políticas sectoriales de ciencia y tecnología en México
ARCHIVO
Con la denominación de “políticas sectoriales
de ciencia y tecnología” nos referimos a
aquellas medidas que buscan promover
la ciencia y la investigación, así como
acrecentar su influencia, aprovechamiento
y aplicación. Estas medidas abarcan,
además de las políticas que promueven a la
investigación (investigación básica y aplicada,
transferencia tecnológica), a la política de
educación superior y a la política educativa.
En los países federales, las competencias y
facultades en torno a las políticas de ciencia y
de investigación se reparten entre los estados
federados y el gobierno central, si bien la
distribución de dichas competencias varía
de un Estado federal a otro. Por lo general,
en los países federales más avanzados, tales
como Alemania, Canadá, Austria, Estados
Unidos de América o Suiza, los estados
miembros son responsables de muchos
aspectos de esta política, mientras que la
tradición latinoamericana hace recaer la
mayor parte de las responsabilidades en el
gobierno federal. De hecho, en los países más
industrializados, sean federales o unitarios, el
mayor peso no está en el gasto del gobierno
central, sino en otros actores, como podemos
ver en la siguiente tabla:
6El papel de las universidades y de sus investigadores para fortalecer
las políticas sectoriales de ciencia y tecnología en México
Pero, ¿por qué invertir en el desarrollo científico y tecnológico? ¿Para qué dedicar tanta
atención a la aplicación de la ciencia y a la promoción de la investigación científica?
El empleo adecuado de la ciencia y la tecnología puede contribuir a:
• lograr un desarrollo económico sostenido,
• alcanzar una mayor eficiencia del mercado y
• a la creación de oportunidades de
empleo.
En la agricultura, puede ayudar a
• aumentar la producción de alimentos,
• hacer más eficientes los sistemas de riego y
• lograr cultivos de alto rendimiento y de mayor valor nutritivo.
7El papel de las universidades y de sus investigadores para fortalecer
las políticas sectoriales de ciencia y tecnología en México
En lo que respecta a la salud, la ciencia y la tecnología es imprescindible:
• en la lucha contra la mortalidad infantil y materna,
• en el desarrollo de nuevas vacunas, más eficientes y baratas,
• en las políticas de prevención y detección temprana de enfermedades,
• en el combate al paludismo y a diversas enfermedades como el VIH/SIDA, por ejemplo.
A su vez, las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC), son grandes protagonistas para apoyar la educación de:
• las poblaciones rurales dispersas,
• las mujeres y
• las personas con discapacidad.
La ciencia y la tecnología son, además, esenciales para enfrentar, por ejemplo, los siguientes problemas:
• el crecimiento demográfico y la urbanización,
• el cambio climático,
• la crisis del agua,
• la deforestación,
• la desaparición de la biodiversidad y
• el encarecimiento y la desaparición de fuentes de energía.
Visto lo anterior, podemos afirmar
categóricamente que el dinero que se aplica
al desarrollo científico y tecnológico no
constituye un gasto, sino una inversión para
asegurar la calidad del futuro. Es por eso
que no sólo debemos hablar de ciencia y de
tecnología, sino también de la innovación,
aspecto que muchas veces olvidamos
y que nos remite a la aplicación de lo
conocido, de lo investigado, en aras de lograr
mejores resultados. Así, podemos hablar de
innovación del producto, del proceso, de la
comercialización y de la organización.
ARCHIVO
8El papel de las universidades y de sus investigadores para fortalecer
las políticas sectoriales de ciencia y tecnología en México
En el desarrollo de las políticas sectoriales
de ciencia y tecnología, las instituciones de
educación superior, tales como universidades
públicas y privadas, institutos de investigación,
hospitales, etc., juegan un papel primordial.
Recordando lo que decíamos arriba acerca
de los países federales, otro aspecto que nos
distingue de muchos de ellos (siendo México
un país federal) es que aquí casi toda la
investigación científica y casi toda la labor
de divulgación se realizan en la Ciudad de
México, en donde el peso de instituciones
como la Universidad Nacional Autónoma
de México y el Instituto Politécnico Nacional
es enorme, por no hablar de los numerosos
institutos “nacionales” de investigación
científica y de otros organismos, incluso
privados, de cultura, ciencia, tecnología e
innovación. En su enorme mayoría, estas
instituciones tienen su asiento en la capital
federal.
En las décadas de los años 70 y 80 del siglo
XX, la política científica y tecnológica en
México se caracterizó por la creación de
infraestructura y equipamiento, institutos
especializados y universidades, así como la
ampliación de opciones para estudiar un
posgrado y carreras científicas. La década
de los 90 sumó a los intereses anteriores la ARCHIVO
9El papel de las universidades y de sus investigadores para fortalecer
las políticas sectoriales de ciencia y tecnología en México
modernización tecnológica,
la introducción del sistema
de evaluación por pares, una
incipiente descentralización
y la definición de prioridades
nacionales y regionales.
En 1999 se presenta un
avance con la expedición
de la nueva Ley para el
fomento de la Investigación
Científica y Tecnológica,
generando un vínculo con
el sector productivo y la
competitividad. Esta ley
significó un punto de inflexión
en materia de política
científica y tecnológica
(PCyT), que se prolongó
y profundizó en 2002,
retomando los mecanismos
de financiamiento diseñados
en 1999 y añadiéndole
nuevas instancias de
participación y consulta
para el diseño de la PCyT:
establece un porcentaje fijo
del Producto Interno Bruto,
buscando elevar al 1% de
este indicador la inversión en investigación y desarrollo o
Gasto en Investigación y Desarrollo Experimental (GIDE) –cosa
que desafortunadamente al parecer no se logrará-, le otorga
al CONACyT una nueva posición en la administración pública
federal, pues lo considera un órgano descentralizado del
Estado, no sectorizado y con autonomía técnica, operativa y
administrativa, coordinador del sector. Esta ley consolidó una
nueva orientación política, fomentó la participación directa
del presidente de la República, quien está al frente del Consejo
General de Investigación Científica y Desarrollo Tecnológico
Pero, ¿cuál es el papel de los investigadores universitarios
y de las instituciones de educación superior en el desarrollo
de una política pública de fomento a la ciencia, tecnología
e innovación en México? ¿Quiénes son los protagonistas de
estas tareas? ¿Qué debería significar el poseer ese elevado
grado académico, el de “doctor”, que idealmente la mayoría
de ellos debería tener?
ARCHIVO
10El papel de las universidades y de sus investigadores para fortalecer
las políticas sectoriales de ciencia y tecnología en México
Etimológicamente, la palabra doctor se deriva
de la raíz doc (de origen sánscrito), enseñar,
doc-ere, enseñar, el sufijo ere es infinitivo de la
segunda conjugación; doctor, doctor; el sufijo
tor indica el que hace o ejecuta lo expresado
por la idea fundamental, como ara-tor, el que
ara, el labrador. En la actualidad, y desde
hace siglos, un doctor es una persona que
ha recibido el último y preeminente grado
académico que confiere una universidad u
otra institución autorizada para ello.
¿Cuáles son las funciones de un doctor en
el mundo académico actual? Un doctor,
para poder enseñar, necesita en primer lugar
aprender; necesita mantenerse al día en lo
que aprende, necesita investigar para poder
enseñar de mejor manera, pues nada se
enseña mejor que lo que uno mismo genera
y produce. Llegamos así a la primera de
sus funciones, que es investigar y generar
conocimiento, pues esa es la base de la
segunda, la enseñanza, que es la que nos
remite a su vez a la etimología de la palabra.
¿Podemos imaginar, en una universidad,
a un doctor que no investigue? ¿Podemos
imaginarnos a un enseñante que no lo haga?
Y lo que investigue y descubra, ¿se debe
quedar solamente para el conocimiento
de los estudiantes y, acaso, de los colegas
universitarios? No: hay que darlo a conocer
fuera de los muros universitarios. Esto nos
conduce, y no es casualidad, a las funciones
que debe cumplir la universidad en su
totalidad: investigación, docencia y difusión de
la cultura. El cumplimiento de estas funciones,
al más alto nivel, es lo que socialmente
justifica a una universidad: estamos hablando
con esto de una “hipoteca social”, de un
“deber social”: la universidad, y con ella sus
doctores, deben cumplir con sus funciones no
sólo frente a sus propios integrantes, esto es,
frente a su propia comunidad universitaria,
sino también frente a la sociedad toda. A su
vez, la comunidad universitaria y la sociedad
deben cuidar a su universidad y a sus doctores,
ARCHIVO
11El papel de las universidades y de sus investigadores para fortalecer
las políticas sectoriales de ciencia y tecnología en México
deben proporcionarles los
medios necesarios para que
desempeñen sus labores
de la mejor manera posible
y al más alto nivel. Deben
saber apreciar la labor
investigativa -generadora
del conocimiento-, la
labor docente y la labor
de la difusión externa
de lo aprendido, de lo
investigado y de lo realizado.
Una universidad, como
comunidad humana que es,
estaría por lo tanto incompleta
si deja de cumplir con alguna
de estas tres funciones:
estaría fallando como
institución enriquecedora de
la sociedad. Se trata, por lo
tanto, de “generar”, no sólo
de “transmitir” hacia adentro;
y de “transmitir” hacia
adentro y hacia afuera, no
sólo de “generar”.
Como afirma el politólogo
José Ramón López Rubí, la
investigación realizada en las
universidades se hace para publicarse, para hacerla pública
porque no es irrelevante: investigar para publicar y publicar
porque se investiga. Esto es: ¿para qué investigar si no se piensa
en publicar? ¿Cómo y qué publicar si no se ha investigado?
Siguiendo este espíritu, son ilustrativas las palabras del
emperador Federico II al fundar en 1224 la Universidad de
Nápoles: “A través de la pócima de la ciencia y la simiente
de la sapiencia deseamos atraer a los prudentes y a los
entendidos, quienes a través del estudio sirvan a Dios y nos
agraden en la observancia del derecho en el culto a la
justicia. Desafiamos a los hombres ilustrados para que estén a
nuestro servicio para poderles confiar despreocupadamente
–dado que se formaron en el celo del estudio y de la justicia-
la administración de la cosa pública”. Esta cita histórica deja
claro que la universidad no es una torre de marfil, ni una isla
ARCHIVO
12El papel de las universidades y de sus investigadores para fortalecer
las políticas sectoriales de ciencia y tecnología en México
que salve de las vicisitudes de la vida ni un
mero lugar de remanso, sino que tiene que
cumplir con ciertas obligaciones frente a la
sociedad.
Es así que, para poder cumplir con las tareas
más arriba mencionadas, hay que entender
algo que al parecer en México a mucha gente
le cuesta trabajo comprender: la universidad
no es una empresa en el sentido “industrial” de
la palabra: en la universidad no hay clientes,
sino estudiantes; y el personal docente no está
conformado simplemente por “empleados”,
sino por profesores de asignatura y de tiempo
completo. Estas al parecer sutiles diferencias
van más allá de lo meramente conceptual:
tienen que ver también con la imagen que
de la universidad tenemos todos en una
comunidad de generación y transmisión del
conocimiento y con la imagen y respeto hacia
los pilares de la actividad académica, esto
es, de los profesores: los criterios que guían
a una fábrica textil son los de producción de
telas, hilos o prendas de vestir; los criterios que
guían a una universidad son los académicos.
Ni en el caso de las fábricas ni en el caso de
las universidades se trabaja siguiendo criterios
simplemente administrativos: lo administrativo
está, por su propia naturaleza, al servicio de
ARCHIVO
los fines de la empresa o comunidad humana.
Nadie funda una institución nada más para
administrarla: la administra para que la
comunidad o empresa funcione para lo que
fue creada.
¿Y para que se crea una universidad? Pues
para crear, transmitir y difundir el conocimiento.
No nada más estamos hablando, empero,
de un mero proceso mecánico: desarrollo
de habilidades y competencias, etc., sino
que dicho proceso debe estar guiado,
medido y propiciado por la vivencia de
los valores universales que deben guiar la
actividad académica: los principios éticos,
la honestidad, la generosidad, la curiosidad
científica, etc. Esto es fundamental en
una época caracterizada por el extravío
13El papel de las universidades y de sus investigadores para fortalecer
las políticas sectoriales de ciencia y tecnología en México
de las conciencias, por el
materialismo grosero, por la
falta de honestidad y por un
hedonismo mal entendido.
La certeza acerca de las
funciones para las que se
crea la universidad nos lleva
a las siguientes reflexiones:
una organización divide
sus actividades en cuatro
categorías: actividades
substantivas, adjetivas, de
apoyo y de regulación. La
primera categoría es la que
proporciona la razón de ser
de la institución: en nuestro
caso, el de una universidad,
es precisamente ese triduum:
investigación, docencia y
difusión. Sin esas actividades,
la institución no tendría
razón de ser. Los elementos
esenciales de la universidad
están para cumplir esas
funciones: estudiantes y
docentes. Todo lo demás no
pertenece a esa esencia: las
universidades medievales y
renacentistas constaban exclusivamente de estos dos grupos;
no tenían, salvo raras excepciones, edificios, sólo contaban,
además de esos dos grupos, con un pequeñísimo grupo de
“personal administrativo”. Puede haber universidades sin
preparatorias, sin auditorios, sin gimnasios, sin campus externos,
pero no sin maestros y alumnos. Las grandes y más prestigiadas
universidades del mundo, como Oxford, Harvard, La Sorbona
o Heidelberg, no tienen preparatorias ni campus en todos
lados, y eso no las hace menos que esas instituciones que, en
una “macdonaldización” de la educación, abren “sucursales”
(campus, les llaman) como si fueran tiendas departamentales
o cadenas de restaurantes, siguiendo criterios que a veces
parecerían más económicos que académicos. En segundo
lugar, las actividades adjetivas son las que están en función
de las substantivas: por ejemplo, las labores administrativas.
ARCHIVO
14El papel de las universidades y de sus investigadores para fortalecer
las políticas sectoriales de ciencia y tecnología en México
Las funciones de apoyo son las que ayudan
a que las demás funciones de la universidad
se realicen sin problemas, como por ejemplo
las tareas de intendencia. Por último,
las funciones de regulación son las que
controlan el transcurrir ordenado de todas las
actividades, como por ejemplo la contraloría
o la auditoría.
Según lo anterior, los criterios para el
correcto funcionamiento de una institución
universitaria no pueden ser de otro tipo que
los que corresponden a la función esencial,
a la substantiva. Todas las demás no pueden
estar más que supeditadas al cumplimiento
de dichas funciones esenciales, que son muy
diferentes a lo que puede y debe realizar por
ejemplo, una fábrica de papel o una galletera.
Es cierto: todas son importantes y dignas, pero
las que son exclusivas de una universidad son las
que aquí hemos enumerado: la investigación,
la docencia y la difusión, es decir, nuestras
funciones sustantivas; estas son las que
nos hacen diferentes a otras instituciones y
empresas. Así, los estudiantes no son “clientes”
ni los docentes “empleados”, sino que son,
sencilla y dignamente, estudiantes y docentes
o profesores. En una empresa de cualquier
tipo, orientada a la ganancia económica,
valen particularmente dos máximas: “Al
ARCHIVO
15El papel de las universidades y de sus investigadores para fortalecer
las políticas sectoriales de ciencia y tecnología en México
cliente, lo que pida”, y
“El cliente siempre tiene
la razón”. ¿Tienen validez
estos preceptos para una
universidad responsable? No,
puesto que los alumnos no
son clientes. Y aún si lo fueran,
como parece que lo son en
algunas instituciones que
pervierten lo académico por
entregarse solamente al lucro
económico, nos podríamos
preguntar: ¿El alumno
tiene siempre la razón? ¿Le
vamos a dar simplemente
lo que pida, siendo que
la tarea de la universidad
es apoyar su formación
profesional y humana? Se
trata, por lo tanto, de una
diferencia de percepción
y de dignificación. Sin los
docentes y los estudiantes,
ninguna institución podría
llamarse “universidad”. Los
criterios que nos deben
guiar en nuestras labores
diarias son, por lo mismo,
de carácter académico,
obviamente en concordancia con lo administrativo y con lo
correspondiente a las otras dos funciones, pues tenemos que
ser ordenados y responsables en el gasto de recursos limitados
y que además no son de nuestra propiedad. Nada más que
no es lo mismo “concordancia” y “colaboración” entre los
ámbitos académico y administrativo que “supeditación” del
académico al administrativo, o “control” e “incomprensión”
por parte de este último.
Dentro de este universo de funciones, los doctores tienen que
cumplir con sus labores de investigación y docencia. Para
ello necesitamos contar con la infraestructura necesaria que
posibiliten dichas tareas: en primer lugar, espacios adecuados
de trabajo, siendo imprescindible una biblioteca bien
dotada. Aquí tocamos una de las principales carencias de
ARCHIVO
16El papel de las universidades y de sus investigadores para fortalecer
las políticas sectoriales de ciencia y tecnología en México
las universidades en nuestro
país: la falta de bibliotecas y,
dolorosamente, la ausencia
de una conciencia acerca
de la importancia vital que
tienen. Se requiere también
de una comprensión en torno
a lo que implica el trabajo de
investigación, coordinación
de actividades y docencia:
no somos oficinistas, el
investigador no puede estar
amarrado a su escritorio. Y
necesitamos, en fin, tiempo:
tiempo para estudiar, tiempo
para investigar, tiempo para
preparar clases, tiempo
para calificar, tiempo para
asesorar, tiempo para cumplir
las tareas editoriales, tiempo
para leer, tiempo para
reflexionar y tiempo para
escribir.
Los doctores, según lo que
estamos viendo, tienen
que cumplir con labores de
investigación y docencia, y
también deben publicar, pues
sólo de esta manera cumplirán cabalmente con las funciones
que hemos enunciado arriba: investigar, enseñar y difundir. En
este contexto, los doctores tienen graves responsabilidades:
nuestros trabajos de investigación, de docencia y de difusión
deben realizarse al más alto nivel posible. Debemos desarrollar
y mostrar rigor en la investigación y en la argumentación,
debemos buscar realizar trabajos relevantes. Debemos huir,
además, de otro grave problema que caracteriza al sistema
educativo mexicano: el “abaratamiento” de los grados
académicos, pues ya existen doctorados de un año o dos (“al
vapor”), y muchas instituciones de dudosa seriedad ofrecen
todo tipo de grados académicos con todo tipo de facilidades.
Y las autoridades federales y locales permiten esto.
Por lo que hemos visto, las funciones, responsabilidades y
obligaciones de los doctores, poseedores de tan eminente
grado académico, son numerosas y de gran trascendencia
social. Sólo la responsabilidad, la vigencia de los valores que
ARCHIVO
17El papel de las universidades y de sus investigadores para fortalecer
las políticas sectoriales de ciencia y tecnología en México
hemos heredado y el cultivo de la excelencia
académica nos guardarán de tales peligros.
Y, en colaboración con quienes cumplen
con las otras funciones organizacionales,
debemos, como docentes, salvar el paso entre
Escila y Caribdis, propio de las instituciones
privadas: formar profesionales de calidad y,
por el otro lado, sobrevivir económicamente,
pues aunque el alumno pague, no debemos
simplemente producir cantidades ingentes
de profesionistas incompetentes y deficientes,
como sabemos que hacen instituciones poco
serias, tanto públicas como privadas: debemos
contribuir a la instrucción, educación y
formación del estudiante. Y para eso hay que
buscar a los que puedan hacerlo mejor, pero
tengamos cuidado: de nada sirve un grado
de doctor si no existe capacidad para llevar
a cabo tan digna tarea, con honestidad y
rigor. Digamos, parafraseando a Maquiavelo:
hay personas que de doctor solamente tienen
el título; mientras que hay otras a quienes lo
único que les falta es el título. Los títulos no nos
hacen mejores personas.
Por último, hay que subrayar un pensamiento
importante: nuestra labor está encaminada
a la superación de nuestra sociedad y de la
humanidad en general. Nuestras tareas no
están para ser fabricantes de productos de
consumo interno, pues eso nos llevaría a una
reprobable y estéril endogamia. Procuremos
que nuestros alumnos se preparen para la
vida, no para titularse y para pasar exámenes
de la manera más fácil posible: la ausencia
de la exigencia de trabajos de tesis para la
titulación es, en el caso de muchas carreras,
más un fraude cometido al alumno que un
apoyo para su vida profesional. Recordemos
que la tesis de licenciatura es prácticamente
la única oportunidad que tienen los alumnos
de producir algo propio en un ambiente
todavía “amigable” y con asesoría de la
misma universidad. Este pensamiento del
aprendizaje para la vida ya lo hizo notar
Marco Tulio Cicerón hace más de dos mil
años, cuando afirmó: Non scholae, sed vitae
discimus: “No aprendemos para la escuela,
sino para la vida”.
ARCHIVO
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