dos cartas y un tren - portada - juventud rebelde2019/05/19  · todo eran risas hasta que nos dimos...

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TODO ERAN RISAS HASTA QUE NOS DIMOS CUENTA DE QUE EL TARTAMUDO QUERÍA JAMÓN.

por JJAAPPEE

AUNQUE parece el título de una canción, o de algunode los cuentos cortos de Agatha Christie, se trata deuna situación que les quiero comentar por lo singulardel caso. Hace unos días,por el Noticiero estelar de la tele-visión,anunciaron la llegada de varios vagones ferroviariosprocedentes de la República de China, que serán estre-nados próximamente como parte de la rehabilitación denuestro querido y antiguo transporte interprovincial sobrerieles. Unos días después, y casi al unísono, recibo doscartas que hablan sobre el tema.

Enviada por el ya popular amigo Floro, la primeramisiva pondera la existencia y la calidad de dichosvagones, que sin dudas aliviarán (aunque no resuelvandel todo) la significativa problemática que existe con eltransporte en todos los rincones del país. Coincido conmi acertado fraterno y es por eso que me llamó tantola atención la segunda carta que remite el ciudadanoPedro Pánico del Carril:

«Compañero JAPE, con desagrado y dolor recibí lanoticia, mejor dicho, las imágenes de los nuevos co-ches que surcarán nuestros campos, de ciudad en ciu-dad, por la vía férrea. Nuevamente cometemos el errorde importar accesorios procedentes de países cuya

a los transeúntes pueblerinos o comprarles cosas alos vendedores en los andenes. La existencia de uncoche comedor y cafetería limitará la posibilidad de queen cada parada se suban al tren 20 o 30 merolicos consus respectivas cajas, bolsos y jabas de productos ali-menticios (y de todo tipo) y se paseen «vagón arriba» y«vagón abajo» como si anduvieran por La Rampa, pre-gonando a viva voz (grito en cuello) su mercancía.

«Otras de las novedades que pude distinguir fue laperfecta iluminación y la presencia de televisores alestilo de ómnibus y aviones. Esto imposibilitará laacostumbrada pérdida de maletas y maletines en algu-nos tramos ya conocidos a lo largo del viaje.

«Estas son, periodista, algunas anotaciones quehice al vuelo luego de ver cómo persistimos en soca-var, a partir de estas inversiones, lo más autóctono denuestras costumbres y técnicas de intercambio social.

«No quiero entrar en especulaciones porque real-mente no se dijo nada al respecto, pero lo más segu-ro es que en estos coches no se permita la aglome-ración o saturación (seis o siete por vagón) de boci-nas portátiles con su respectivo reguetón a todo volu-men. Eso sería el colmo. ¿Nadie ha pensado en quealgunos viajeros necesitan deleitarse con la musiqui-ta que les gusta?».

cultura e idiosincrasia no es compatible con la nuestra.No niego que de alguna manera pudiera ayudar a mejo-rar el transporte, pero será a costa y detrimento de lacomodidad y las costumbres de nuestros viajeros inter-provinciales.

«A simple vista se puede deducir que dichos vago-nes no tienen espacio (debajo, ni encima de los asien-tos) para cajas y sacos de viandas llenos de fango y tie-rra. Tampoco hay lugar para jaulas con pollos, guana-jos, patos y otras aves de corral sin sacrificar. No sepensó en al menos un rinconcito para meter un puer-quito de 80 o 90 libras, vivo y apestoso. ¿En qué lugarse podría colgar o amarrar un racimo de diez o 12manos de plátano burro?

«La disposición de las butacas no permite que se pue-dan estirar las piernas y poner los pies (con zapatos inclui-dos) sobre los asientos para dormir plácidamente. No vihuecos en los brazos de las butacas para echar papelesde caramelos, cajetillas estrujadas o cabos de tabaco ycigarro de los abundantes y apacibles fumadores.

«Por lo que pude apreciar, los coches son herméticos,o sea, que no se podrá abrir la ventanilla para gritarles

Dos cartas y un tren

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