dones cultivados - luis nishizawa (por: carlitosrangel)

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(oct.2014) Luis Nishizawa Flores (2.feb.1918-29.sep.2014), pintor mexicano de origen japonés por parte de padre, es conocido por su personal estilo dentro de la figuración en el arte, en el cual parte de un exquisito y expresivo realismo hasta un expresionismo con una importante carga de la cultura oriental, en la cual evidencia sus raíces mexicanas y japonesas. Producción original: Carlos Rangel

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L U I S nishizawa

Luis Nishizawa Flores (2 de febrero 1918 - 29 de septiembre 2014)Foto: Guillermo Sologuren, abril 2008La Jornada

Extracto del artículo de Augusto Isla publicado en La Jornada con motivo de la muerte del Pintor mexicano Luis Nishizawa Flores a la edad de 96 años.

Luis Nishizawa posee genio.

Hay en Nishizawa algo de desmesura, de una rara facilidad –la que concede el oficio- y haga lo que haga, marca sus frutos con una sencillez inverosímil, como evocaciones de lo infinito que extiende su niebla en la sinuosidad de las grises montañas.

Dones y oficio: dones cultivados.

Camarones, 1987. Fuente: falconvoy.blogspot

Nishizawa tiene una soltura con que resuelve un encargo, a lo que él, soberano de sus propósitos, crea cumpliéndole a su libertad el voraz apetito.

Ese misterio que de que alguien nacido de un labriego japonés –también diestro en artes marciales– y una humilde mujer mexicana, según revelan los retratos que de ellos pintó, haya podido alcanzar tales excelencias en el arte; pregunta de sociólogo que no tiene solución.

La obra de Luis Nishizawa es un complejo mapa de huellas: las de un infatigable cazador de objetos que, heridos por la luz, se transforman en objetos poéticos, porque “la pintura es poesía que se ve”, decía Leonardo.

El pintor va y viene por el mundo de las cosas o de las presencias, y sólo se detiene para capturarlas en su más intensa pulsación; todo es dócil si hay una mano diestra y una mirada que sabe recoger su esencia cálida y verdadera.

La pintura de Nishizawa posee verdad, como quería Velázquez.

Mural en cerámica en la ENAP (Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM) Fuente: commons.wikimedia.org

Todos los caminos son posibles; todos los recursos, eficaces. La verdad no es identidad o reiteración expresiva. Desde Picasso, la pintura rompe con el axioma cartesiano; el artista no está obligado a ser idéntico a sí mismo; él es su quehacer, y éste adopta la naturaleza de un juego multiforme, de aquí y ahora.La creación en el arte contemporáneo es un carnaval, una respuesta lúdica; cada obra se resuelve con un disfraz y apuesta al encuentro insospechado: es una sorpresa.

Nishizawa nunca es el mismo, pero es reiteración a un tiempo: es un artista de aquí y ahora

Siempre lo reconoceremos, aunque él se esconda como un niño travieso, al que le gusta pintar niños que son tan suyos y, al propio tiempo, remembranzas del encantamiento infantil que fascinó a un Diego Rivera, o a un Ángelo de Cosimo, conocido como Bronzino, ese prodigio que tanto admira Eva Zepeda, compañera de vida de Luis -con quien se casó a los 45 años y madre de sus 4 hijos-, ángel Tutelar suyo, buena Pintora y gran amiga.Regresando,

obra de Eva Zepeda

El artista es hijo de su tiempo, y Nishizawa lo es de sus más altas virtudes. Nishizawa recupera de la ”escuela mexicana” un espíritu de indagación que se orienta hacia el universo propio y se inclina sobre lo entrañable: el paisaje y sus hombres, el pasado y sus prodigios olvidados. Ya recrea, en su mural El aire es vida, niños y deidades prehispánicas; ya atrapa en sus bocetos el soplo delicadísimo de gestos y rostros que encuentra a su paso por Chiapas, Oaxaca o Yucatán; ya rinde tributo a la majestad de la Barranca del Cobre.

Nishizawa dialoga con esa realidad confinada por sus secretos. México y Japón comparten las devociones de Luis: admiró a Foujita y fue amigo de Toneyama, con quien realizó las calcas de relieves prehispánicos: con la técnica Taku-Hon.

Mas el realismo de Nishizawa no es sujeción a la objetividad. Nishizawa transmuta sus objetos con una mirada que los ilumina y esencializa; practica una suerte de abstracción amorosa; dispone un orden nuevo para las cosas, las depura: montañas, valles, peces, langostas, aves. Langosta dorada, mixografía, 1978

Se reconoce discípulo de sus maestros, pero también se remonta a Velasco en quien admira, entre otras cosas, su modernidad; roza el expresionismo de José Clemente Orozco; bebe de las fuentes del arte japonés, fiel a su mestizaje acendrado por la admiración a su padre.

Es felizmente mestizo. No sólo por destino, sino por elección estética. Es confluencia de lenguajes plásticos, de temperamentos: el buen gusto de Snyders o Chardin, la tradición de los Kanó, el ímpetu de Velasco.

Mural en la Suprema Corte de Justicia, Ciudad de México

Tlacayapan, acuarela

No escapa a ese clima de introspección nacional en el cual crece, ni al influjo de sus monstruos, pues ya rinde un homenaje a Siqueiros en una calabaza hiperbólica; ya a Rivera, pintando a unos niños que arman un Judas; ya internándose en la recreación de las tradiciones populares, como en La Pasión de Ixtapalapa.

Obra que se presentó en una muestra titulada Panoramas

La Pasión de Iztapalapa

Nishizawa encuentra en el dibujo expresionista de Orozco la inspiración para aludir a su emoción trágica en litografías como Caín; recoge la tradición del esperpento, tan familiar al arte español y mexicano –Goya y Valle-Inclán, Cuevas y Revueltas–, en su serie Las vacas flacas y los sueños rotos, para dramatizar mejor su visión de lo grotesco; si se remonta a Velasco, es sólo para aprender de él ese sentido paraapropiarse la luz y la distancia; y si se adentra en la tradición japonesa, es para no olvidar la lección, para administrarla profundidad y la sabiduría, para guardar silencio sobre la tela.

Autoretrato,oleo sobre tabla

El espacio, color y desnudez

Inevitablemente tocado por la historia, por la sociedad que en él cristaliza, Nishizawa acaba siendo él, alfaguara de inventivas sorprendentes como en El lecho del Universo, metafórico petate diseñado para el Museo de Arte Moderno de Toluca; espacio entrañable de la vida, del amor, de la muerte, para un pueblo que le duele, que nos duele, en su pobreza y desamparo.

Paisaje Tepoztlán, dibujo en tinta, 1988

No es ecléctico.

No imita a Orozco ni a Velasco ni es un pintor oriental ortodoxo; es dueño de una libertad que lo distancia.

Nishizawa no le teme al vacío; por el contrario, gusta de la desnudez del espacio, de esa austeridad japonesa, pero también mexicana que nos remite a la arquitectura de sus pueblos o al genio de Luis Barragán.

Colibrí, serigrafía

Alarido y silencio, ensimismamiento y alteración. En cada aventura, se guía por la correspondencia entre emoción y forma; en ésta radica la modulación personalísima de su obra. Sin necesidad de ser actual, a veces sólo busque acordes cromáticos. Más bien, hay una urgencia de validez, de sinceridad, de exploración, asida siempre de una técnica sólida, de un dibujo que no titubea.

En los paisajes de Nishizawa cantan la majestad del mundo; en las naturalezas muertas que son alegorías de una placidez cósmica a la que el hombre estorba con su estupidez, con su ruido.

El Pedregal

El color es casi todo. Desde antes de pintar, la primera vivencia que guarda su memoria lleva una impronta de color: las flores que adornan el pequeño ataúd de su hermano, que su padre coloca sobre una mesa cubierta por un mantel blanquísimo. Como vivencia, como recurso pictórico, el color es primordial. Desde su juventud hasta su obra reciente, en la que el artista renuncia en apariencia a la composición, distribuye de modo azaroso los elementos, se concentra en el color; hacinamientos de langostas, puñados de caracoles como arrojados con descuido por un titán sobre la arena.

A Nishizawa no le importa ser antiguo o moderno; le interesa el diálogo verdadero con el objeto de su emoción. Pero, curiosamente, es siempre moderno. Nishizawa deja un espacio de lienzo a la imaginación del observador; a veces, lo persuade con delicadeza, como en sus tintas paisajísticas; otras, lo invita vehemente, como en esas naturalezas muertas que contrastan elementos perfectamente dibujados con grandes vacíos formados por densos empastados o por esos fondos orificados evocadores de fervores orientalistas.

Pera, óleo sobre taba

Tampoco le importan a Nishizawa las modas temáticas. Ningún objeto es insignificante para el artista; insectos, peces, rocas, jubilosos pimientos. Pero no hay él un “culto bobo” a la naturaleza, sino la permanencia de un asombro, un espíritu curioso, hambriento de las cosas y de las sensaciones que pueblan el mundo de los hombres.

El artista responde a los dictados interiores y pinta. Lo importante es pintar; lo de menos, los recursos; puede valerse de la miniatura o del mural, del realismo o de la abstracción.

De ahí, su controversia, en otro tiempo, con los pintores de izquierda que anteponen “los mensajes” al buen oficio.

Fuente: FacebookMuseo Taller Luis Nishizawa

Nishizawa es necesidad de pintar, de decirnos plásticamente la vida.

Su pintura es alusión a esa necesidad; pero es también, de paso, reflejo de su devoción, de su lealtad a esos misteriosos dones que nada serían de no haber sido cultivados.

Textos de extraídos del artículo de Augusto Isla publicado en La Jornada

Imágenes de libre acceso extraídas de internetcon reconocimiento a sus autores

Música: NOHKANdel álbum Depatures, OST © Joe Hisaish

Concepto general y montaje gráfico original © Carlos Rangelcarlitosrangel@hotmail.com

se agradece respetarlo sin alteraciónSantiago de Querétaro, México, octubre 2014

otras producciones del editor:www.slideshare.net/carlitosrangel/presentations

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Textos de extraídos del artículo de Augusto Isla publicado en La Jornada

Imágenes de libre acceso extraídas de internetcon reconocimiento a sus autores

Música: NOHKANdel álbum Depatures, OST © Joe Hisaish

Concepto general y montaje gráfico original © Carlos Rangelcarlitosrangel@hotmail.com

se agradece respetarlo sin alteraciónSantiago de Querétaro, México, octubre 2014

otras producciones del editor:www.slideshare.net/carlitosrangel/presentations

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