cuadernos salmantinos de filosofía. 1990, volumen 17. páginas 255-276-1
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7/26/2019 Cuadernos Salmantinos de Filosofa. 1990, Volumen 17. Pginas 255-276-1
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LAS
CARTAS
PERS S
DE
MO NTESQU IEU ETICA
Y
RELIGION
Cuando en 1721 empieza Montesquieua escribirsus Cartas persas
1
los
Caraceres de Jean de Ia Bruyre seguan conociendo el aprecio de loslecto-
res y Ia obra maestra de Alain-Ren Lesage Gi/ las
de
Santillane comenza-
ba a ser las
delicias
del
pblico
francs.
Montesquieu
al igualque
esos
dos
auto-
res quiso pinta r las costumbres de su tiempo y
Io
hizo de una manera muy
original.
Usbek y
Rica
han
abandonado
su
Persia natal para escapar
de sus
ene-
migosy se han refugiado en Francia.Aqu observando un mundo nuevotan in-
teresante para ellos con tinan recibiendo noticias
de su
pas
y de sus
harenes.
Esto constituye
un
pretexto natural para
una
novela oriental
con sus
pinceladas
ticas
que
deba
de
hacer
las
delicias
de sus
lectores.
Lo primero
que
sienten estas
dos
personas
al
llegar
a
Pars
es
extraeza
y
admiracin y luego se ren o se irritan ante Io que constituye el objeto de los
respetos de
Ia
sociedad francesa. Usbek y Rica describen implacablementelos
ridculos y las inconsecuencias de los franceses con Ia libertad que les permite
1 LasCartas
persas
Let trespersanes conocen envidade suautor nadamenos quecin-
cuenta ediciones.Tansloen
1721
ao de su
aparicin
se
publican
doceveces
siempre
con
indi-
caciones ficticias: Cologne chez Pierre M arteau; Am sterdam chezPierre Brunei etc. El
libro
realiza-
r por su difusin inmediata
Ia
profeca del P.Desmolets: Cela se vendr comme du pain. El ao
1897
M.
Berkhausen publica
una
edicin
monumental que
aparece
en
Ia Imprimerienationale.
La
podemosconsiderar definitiva. Es
Ia
que sigue G. Gusdorf para su edicin en Ia coleccin Le livre de
Pochen.l665 que
contiene
un
prefacio comentarios
y
notas.Aunque
conocemos
Ia trad. castella-
na
realizada
por
JosMarchena
en Iaedic. de Ia
coleccin
Clsicos del
pensamiento edit.Tecnos
Madrid
1986 con estudio preliminarde Josep M .Colomer
hemos
seguido
para
nuestro trabajo
Ia
edic.
de Le liwe de poche.
Nuestra traduccin
es
directa
deI
franccs.
Queremos
sealr tambin Ia
edic.de las
Lettres persanes
juntoconLe templede Gnide en Ia coleccin Lesmeilleurs auteurs
classiques
de E. Flarion Edit. Paris s.d. con un curioso Indexanalytique philosop hique historique
et
littraire pp.331-363.Le
temple
de
Gnide
sepublicaen 1725 ycontribuyea aumentar Ia fama
de Montesquieu que es elegido Director de IaAcademiade
Burdeos.
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JOSEOR OZ RETA
su religin,suscostumbresy losmodelos de Ia sociedad persa. YMontesquieu
se va a
aprovechar gustoso
de
todo
esto.
No
dudamos
de que
debi e
ser muy
divertidopara
lo s
lectores franceses verse descritos
de una
manera
ta n
nueva,
a l
travs de
Ia
correspondencia epistolar de estosdos orientales que, probable-
mente carecen deopiniones preconcebidas y enjuician la scostumbres france-
sas
desde
el
punto
de
vista
de las
costumbres persas.
En Ia medida
en que
esta crtica
de las
costumbres
sea el
resultado
de un
anlisis realizado por observadores muydiferentesde lasideas francesas, pode-
mosaugurara llibro
Ia
suerte de seroriginal.Por esonadams a propsito qu e
introducir
para
ese
oficio
de
crticos observadores
a
unos hombres situados
en
el
otro extremo de Ia tierra. Pero Montesquieu,a lescribir su libro
2
no tena
ms que
mirar
en
tomo
suyoydejarse llevar de supropio ingenio. Provincia-
no recientemente llegadoaPars, dotado de unagudo y profundo sentido de
observacin, sehaba
visto
muysorprendido por elnuevo ambienteque sepre-
sentaba a susojos.
Montesquieuva a
prestar
sus
impresiones personales
a los dos
personajes
de
sulibroque representan el uno muyalegre yllenode ingenio,y elotro serio
y
atrado
por los
problemas filosficos sociales
y
econmicos
los dos
aspec-
tos del
carcter
de
nuestro autor:gascn
y
malicioso,
que no
quiere dejarpasar
Ia ocasin para burlarsede losparisinos. Sus dos persas tuvieron,sinduda,los
mismos sentimientos deextraeza y de admiracin, quehaba experimentado
nuestro provinciano
a l
llega r
a
Pars,
y no
tuvieron
el
menor reparo
en
hacerlos
pblicos, inclusivesinatenuar
Ia
vivezade susdescripciones.Con facilidadexcu-
samos
e
incluso apreciamos gustosos
el
modo
de
expresar
su
extraeza
un ex-
tranjero.
Lo que ms
llama
Ia atencin de aquellos dos persas son las mujeres euro-
peas, y en especial la sfrancesas, con suscostumbres ta n diferentesde las de
la smujeres de susharenes .Pero eso es muynatural, ya queellos vienen de
un pas donde la s
mujeres
viven en un aislamiento casi completo: elnico
2 Como
dir
el
mlsmoMontesquieu
en Que/ques re//exions sur /esLetres
perscmes 1754),
escogi
para
su
novela
Ia
forma particular
de una
novela epistolar,
para poder
entremezclar razo-
namientos ,
Ioque no es
posible
en una
novela seguida.
La
inclusin
de lospersasen sunovela Ie
daba,
adems,una
libertad
ms
grande para exponder
sus
criticas;
deotra forma no Ie
habra sido
posible. Para ello,
por
otra
parte,
emplea
eI
anonimato
o el
pseudnimo.
3 En
Iacarta
20,
Usbek
se
dirige
a sumujery
Ierecuerda
las
leyes
del
serrallo
que no
permiten
recevoir
dans
votre chambre
un
eunuque blanc tandis
que
vous
en
avez
des
noirs
destins
vous
servir p. 43.
Adems
del
num.
de Ia
carta indicamos
Ia
pgina, Io
qu e
facilita
Ia
confrontacin
de Ia
cita .Empleamos Iaedicin
de
Georges Gusdorf.
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LAS CARTAS PERSAS DE M ON TESQUIEU. ETICA Y RELIGION 257
hombre
que
puede contemplar
con
plena libertad
a las
mujeres
es suesposo.
Los
cuatro velos
que llevan
siempre
las
defienden
de
toda mirada indiscreta,
y
los muros de los serrallos son verdaderas fortalezas que salvaguardan su
virtud
4
.
De ah Ia extraeza y Ia indignacin de Usbek y de Rica a Ia vista de las m ujeres
francesas:
En este pas las mujeres han perdido toda vergenza, y se presentan
ante
los
hombres
con el
rostro descubierto, como
si
quisieran conse-
guir su derrota. Los persiguen con sus ojos; los ven en las mezquitas,
en los
paseos
y en sus
propias
casas.
Desconocen Ia manera
de
servir-
se de
eunucos.
En vez de
Ia
noble simplicidad
y el
pudor amable
que
reina entre vosotras, se advierte en ellas una ausencia brutal de pudor,
a Io que nos es
imposible
acostumbrarnos
5
.
Poco
a poco Ia comparacin entre Oriente y Occidente se va precisando y
resulta
ms
profunda.
La
libertad,
se
preguntan
los dos
viajeros,
es tan funesta
para
las
mujeres
de
Pars?
L a
clausura
es tan
beneficiosa para
las
mujeres per-
sas?
Usbek se
maravilla
del fond de vertu, que descubre en las francesas, pese
a su aparente y evidente coquetera. Las noticias que recibe de su serrallo per-
turban su
corazn
y
tambin
su
espritu.
Las
rejas
y los
cerrojos sirven para
algo, o son ms bien restos de una especie de barbarie? La
civilizacin
francesa,
con su burlona ligereza, con su desprecio de todas las barreras que, segn su
mentalidad,
no se
apoyan
en Ia
razn,
no es
superior
a su
manera
de
concebir
las
costumbres?
En
este sentido, Ia ltima carta puede considerarse como el golpe de gracia
que
Roxana
inflige
a las
dudas
que
atormentan
a
Usbek.
He qu las
palabras
de
Roxana:
Oui,
je t ai trom p; j ai sduit te s eunuques; je me suis joue de ta ja-
lousie;
j ai su de ton affreux srail faire un lieu de dlices et de plaisirs. Y termi-
na: He
reformado
tus
leyes segn
las
leyes
de Ia
naturaleza,
y mi
espritu
ha
conservado siempre su independencia .
Rica, por su parte, acabar por pensar que slo se puede conocer a las mu-
jeres cuando se ha tratado con frecuencia a las m ujeres de Europa:
4 En a
m isma carta alude Usbek
a esa
costumbre:
couverte de vos
hab its vous ayez laiss cette
faible barrire entre lu et vous, p. 44.
5
Carta
26 de
Usbek
a
Roxana,
pp.
54-55.
6
Carta 161,
de
Roxana
a
U sbek,
pp.304-305.
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258
JOSE
OROZ
RETA
Y opuedo af i rmar que solam ente conozco a las m ujeres desde que estoy
aqu.
En un mes he
aprendido
de
ellas
ms que si
hubiera
vivido
treinta
aos en un serrallo. En nuestro pas, todos los caracteres son uniformes,
porque estn forzados:
no
vemos
a las
personas
ta l
como son, sino
como
se les
o bliga
a que
sean...
E l
disim ulo, arte
que
nosotros practica-
mos tanto y que nos es tan necesario, es aqu desconocido en absoluto:
todo se dice,
todo
se ve,
todo
se oye. El corazn se descubre como Ia
cara: en Ia
virtud,
incluso en los vicios, se descubre siem pre quelque
chose
d e
n a f .
La indignacininicial parece transformarse
en
evidente adm iracin.
A l
con-
tacto con Ia sociedad europea, el persa comienza a entrar en un orden de ideas
que se
Ie antoja mucho
m s
sensato
que el
orden
en que l se
encontraba
antes.
A
propsito
de las mujeres, Io que
llama
m s
Ia atencin
de
Rica
es su
influencia polticaydiplom ticaque no cesa de crecer en mediode quizsde-
bido a Ia transformacin universalcreada
por elcrack
econmico
de
Law
8
.
La
mujer
es
realmente Ia reina
de ese
sigloXV III
que
aparece
tan
frivolo, com o
si
quisiera rendir homenaje albeau sexe.Losreyes losministros nopasande
ser
autoridades aparentes.
Las
verdaderas
fuerzas
motrices
del
organism o
polti-
co ysocial son lasm ujeres:
l
que est en Ia corte, en Pars o en provincias, y ve
Io
que hacen lo s
ministros,
lo s
magistrados
o los
prelados,
si no
conoce
a las
mujeres
que los
gobiernan,
es
como
el
hombre
que ve los
movimientos
de una
mquina
pero
ignora
sus
resortes...
En
Persia
nos
quejamos
de que el
reino es gobernado por dos o tres mujeres. Pero en Francia esm ucho
peor, pues son las mujeres las que gobieman en general, y no slo en
sus
lneas
m s
importantes, sino
que se
reparten toda Ia autoridad,
en
sus ms menudos detalles
9
.
7 Carta 63, deRicaaUsbek, pp . 121-22.
8 Cf. G.
Bondonove,
Les
Rois
qui
o t
fait
Ia
France:
Louis
X V
Ie
Bien-Aim Paris 1982,
pp. 55-60. Es un captuloque
lleva
po r
ttulo
Law et son systme. Vase una obra esencialde R.
Trintzuis, John Law et Ia naissance du dirigisme Paris 1950. Com o escribe Bo ndono ve,
toutefois I av rit oblige
dire que
tout
ne fut pas
nfaste dans IeSystme
de
L a w .
Il avait indnia-
blement
provoquunbrusqueessorducomm erce
intrieur
etextrieur;par lmm e procurdutra-
vail nombre d 'ouvriers,p. 60. Mo ntesquieu hace alusiny critica el sistema de Law, cf . cartas
138, 142 y146, pp.
263-64
276-80 y290-92 respectivamente.
9 Carta 107, de
Rica
a
Ibben,
pp.204-205.
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L A S
C A R T A S
P ER S A S
D E
M O N T E S Q U I E U . ETICA
Y
R E L I G I O N
259
Pero
no es Ia
m u j e r
Ia nicaque d o m i n aIa sociedad. E ldinero,a suvez, tiene
u na
importancia
no
m e n o r .
L a
inconstancia
de
Ia
fortuna
hace
qu e
cada
diez
aos
se
produzca
u na
revolucin
qu e
precipita
en Ia
miseria
a los
ricos, m ientra s
que el
pobre
se ve
elevado
en
raudo vuelo
al
cu lm e n
de la s
riquezas
10
.
El que ha
perdido sus bienes puede estar seguro de que ha perdido tambin Ia considera-
cin de su sam igos. E stos, a nte elc a m b io ,severn ocupa dos en conquistarIagra-
cia del
nu evo rico,
q u e
a nter iorm ente haban despreciado
c o m m ede Iaboue
11
.
L a bancar rota econmica de
L a w
ha creado
estos
cam bios de si tua cin. Por
eso, elcuerpo de lacayos es ms respetado en Francia que en cualquier otra
pa rte: es un sem illero de gra ndes
seores
que llena el hueco de los dems esta-
dos. Los qu e
Io
f o r m a n o cupan el puesto de los m agna tes desgraciados, de los
m agis tr ado s a r r u i n ado s , de los nobles desaparecidos en el
furor
de a gue r r a . Y
cuando no pueden susti tuirse por s mismos, ensalzan a las
familias
nobles por
medio de sus hijos, que son como "uneespce de fumier" qu e fertiliza la st ierra s
ridasy
m o n ta o s a s
12
.
Este hecho no es nuevo en Francia . Ya
Jean
de a Bruyre ha ba denu ncia-
do, en tonos m s graves que los de M ontesquieu, las daosa s consecuencias del
dinero
y el
influjo
de a r i q ue zas . En co n t r amo s en los aracteres el reconoci-
mi e n t o
y
Ia p r o clamaci n
de los
verdaderos mritos, desconocidos
y
humil la -
dos, contra
a
tontera
y a
r u i n d a d
de los
nuevos ricos
.
L a
llegada
de los
ho mbr e s
de
dinero
significa
Ia
se r v i dumbr e
de l
espri tu,
el porvenir de
Ia
inte l igencia com prom etida, y Ia agravacin irritante de las
desigualdades sociales. M ontesqu ieu es m uy claro en todo esto
pero
se limita
a descr ibi r , con una r i sa bur lona, Ia tontera de una sociedad dominada por
unas preocupaciones
ta n
v a n a s .
Y si
abre
Ia
puer ta
de los
salones
a
nuestros
turistas persas, es para qu e pue dan dirigir m e j o r lo s dardos de su sutil irona
contra ciertas representaciones de dicha sociedad.
L a stira hace qu e n ue st r o au t o r ofrezca a lgun o s r e tr a t o s , aun q ue , co m o ha
observado Brou,
en las
artas Persas t e n e m o s
u n
Lesage menos pintoresco
y
10
C f r . C a r ta
98 de U s be ka
Ibben,
pp. 186-87.
11 bidem .,p . 187.
12 bidem., p. 187.
13 Por supuesto que L a Bruyre y L a R ochefou cau ld son dos de los m xim os representantes
de Ios m oral istas f ra nceses;
pero
M ontesqu ieu puede considerarse tam bin
como
uno m s, en vir-
tu d de suautora depensamientos m ximas yreflexionessobre Ia m o ra l y
I a
tica de sutiempo.
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JOSEOROZ RETA
un La Bruyre menos
artista
14
.
Nuestro autor es un pintor superficial, al que
falta
penetracin psicolgica: el valor de sus retratos radica especialmente en a
finalidad
que se
propone.
En todo
caso,
podemos descubrir en Ia descripcin d e
susretratos una frivolidad encantadora y delicada, y con facilidad podemos per-
donarle su
falta
de investigacin interior, si pensamos que careca de capacidad
para ello. Por otra parte, algunos de sus retratos no tienen nada que
envidiar
a
los
C aracteres de La
Bruyre,
en
cuanto
a su
valor docum ental.
PeroM ontesquieu no se detiene a considerar el peligro de ese vaco interior.
No descubrimos n inguna seal que nos perm ita entrever sus sentimientos. Sola-
mente
comprendemos
que
Montesquieu
se
divierte
con su
juego superficial.
Su
mirada intencionada se detiene un m omen to para c ontemplar un cu adro agrada-
ble,
y un
m om ento despus abandona aquella contemplacin para detenerse
en
otro
cuadro.
Por
ejemplo,
Ia
curiosidad
de
Usbek
se
dirige hacia
un
jeune
homm e qui a des
cheveux,
peu d esprit et
tant
d impertinence
15
. Su
papel
en Ia
sociedad consiste
en
faire enrager
u n
mari
ou
d sesprer
un
pre. J aime
alar-
mer une femme qui
croit
me
tenir,
et
a mettre
deux doigts
de ma perte. Y
Usbek no puede por menos de responder a ese c inismo: Si usted estuviera en
Pars, tendra
ms
cuidado
en
mirar
a
nuestras
mujeres
q ue en
com placerlas
16
.
Pero Ia sociedad francesa, al parecer, se complace en los que son capaces
de ofrecerle motivo de distraccin y de entretenimiento. Las cualidades mo ra-
les, a honradez y Ia seriedad no valen nada si no se
posee
una buena dosis de
ingenio y de dinero para divertir a los dems. Qu importa, en efecto, que un
hombre
carezca
de buenos modales, buena presencia, un porte distinguido o
una educacin perfecta, si su cocinero es excelente y su mesa
ofrece
los ms
exquisitos
m anjares de Pars? Todo eso
Ie
facilita una ntima familiaridad con los
duques y los
ministros
y, al
mismo tiempo,
dificulta
a los
hombres vulgares
el
acceso
a sucasa
Todo el m und o trata de hacerse va ler. Algunas personas creen firmemente
que el
medio
ms
seguro para conseguir
sus
aspiraciones
es
convertirse
en el
centro y objeto de todas la s conversaciones:
Yo
veo por
todas partes hombres
que no
cesan
de
hablar
de s
mis-
mos... Hace unos das, un hombre, que pareca m uy disgustado, comen-
14 Cf r. J.-P. Schneider, L es jeux de sens dans les Lettres persanes. Temps de roman et
temps d histoire
(Histoire
sur e XVIlF sicle:
Fac des
Lettrres
modernes) Strasbourg 1980;
F.
Brou, Le dix-huitime sicle littraire, Paris 1950. Puede verse tambin Ia obra de P. Barrire,
Montesquieu,
Bordeaux 1946;
R. Shackleton,
Montesquieu,
Oxford
1962; M.-L.
Dufrenoy,
L orient
romanesque
en
France, Montral
1946.
15
Carta
48, de
Usbek
a
Rhedi,
p. 94.
16 Ibidem, p. 95.
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LA S
CARTAS PERSASD EMO NTESQ UIEU. ETICAYR E U G I O N 26 1
z a quejarse del aburrimiento de aquellas conversaciones. "Qu ,
siempre
hemos
de
tener
que
escuchar
a
necios
que
slo tratan
de s
mismos
y se
convierten
en el
centro
de
todas
las
conversaciones?".
Tiene usted toda
Ia
razn, intervino bruscamente nuestro parlanchn.
Todos deberan hacer como
yo,
quenunca mealabo. Yo soyrico,soy
debuena familia, soy
gastador
yadems, segn misamigos, poseover-
dadero ingenio. Pero yonunca hablo de todo esto. Y sitengo alguna
cualidad, Ia que msaprecio es Ia modestia
17
.
En
el
mismo plano
de
este
impertinent
hemos
de
colocar
a
aquel otro
sa-
belotodo, imperturbable,que conoce Persia mejorque losmismospersas
18
, o
esos otros reporteros estpidos que, aunque muyintiles para el estado, sin
embargo,
se
creen dignos
de
toda consideracin porque planean proyectos
magnficos
y se
ocupan
de
grandes empresas.
El
fundamento
de sus
conversa-
ciones es unasimple curiosidad
frivola
y
ridicula.
No hay gabinete tan secreto
que no presuman de conocerlo. N o pueden reconocer que ignoran ninguna
cosa. Saben cuntas mujerestiene nuestro magnfico sultn,ycuntos nios Ie
nacen cada ao. S ingastar nada en espas, estn altanto de lasmedidasque
toma para humillar alemperador de losturcoso al de los mongoles
19
.
He
aqu,
al
travs
de
unos pocos ejemplos,algunas
de las
m anifestaciones
del
mundo
delsigloXV II I,preocupado slo por susdiversiones,susdistracciones,y
atento
aocultarelaburrimiento
bajo
unamscara sonriente, porqueen elfondo
Lamayor dificultad
se
refiere a lasmujeres
hermosas
no es divertir-
se ,
sino aparentar
que se
divierten.
U no
puede
aburrir
cuanto quiera
a
esasmujeres, que se
Io
perdonarn,acondicin de que den Ia sensacin
de que se handivertido. Hace unos das, unas damas m e invitaron a una
cena que
ofrecan
en unacasa decampo. D ecamino repetan sincesar:
N osvamos a
divertir
de
Io
lindo .Pero nosotros nosencontrbamos a
desgana,
y en
consecuencia bastante serios. "Hay
que
reconocer,
dijo
una de lasdamas, que nosdivertimosaplacer: hoy no hay enPars una
reunin
tanalegre como
Ia
nuestra". Como yo meestaba durmiendode
17
Carta
50, de
Rica
a
* ,
p. 98.
18 Carta 72, de Ricaa Usbek,p. 145. M ontesquieualudea dosautoresquehaban escritore-
laciones
de sus viajes:
Tavernier, Les six uoyages en Turquie en Perse et ux Indes (1676),
y
Chardin, Voyage deParis spahan (1686)
19
Carta 130,
deRicaa *, p.
245.
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262
JOSE
OR OZ
RETA
puro aburrimiento,
una de
ellas
me dio un
tirn
y me
dijo: "
Y
qu,
no
estamos
de
buen humor?". "A h,
s ,
Ie
respond bostezando: creo
que voy
a reventar de tanto
rer
.
En Pars
hay
muchos medios para vencer
el
aburrimiento: Ia comedia, a
pera, los cafs donde se rene Ia sociedad parisina en busca de distracciones.
Los
cafs
se han
convertido
en el
teatro
de
disputas literarias,
que a
veces
no
tienen
ningn valor.
He
aqu
un
ejemplo
de esos
ingenios enardecidos
en
torno
a una
disputa
de
Io
ms
importante
que se
pueda imaginar.
Se
trataba
de
Ia reputacin de un viejo
poeta
griego del que, desde hace milaos, se ignora
Ia
patria
y el ao de su
muerte.
Los
respectivos partidarios confesaban
que se
trataba de unpoeta excelente: slo disentan acerca del mayor o menor mrito
que se deba atribuira susobras
En cuanto al juego,
deja
de ser una diversin o distraccin y pasatiempo,
para convertirse
en un
verdadero
oficio:
La profesindejugadores un oficio, y ese solo ttulosuple cuna, dinero
y
hombra
de bien...Las
mujeres, sobre todo,
son muy
aficionadas
al
juego; es cierto que, en su juventud, no se entregan al juego sino para
favorecer otra pasin ms amable. Pero a medida que van envejeciendo,
su pasin
por el
juego parece rejuvenecer,
y
esta pasin llena todo
el
vacode las otras pa s i o n es .
La moda es el verdadero tirano y dspota de los franceses. Sienten un
miedo terrible a con trariar los ltimos preceptos de Ia moda, y esto provoca en
el
vestido
y en el
cuidado
del
cabello cambios insospechados
en un
tiempo
in-
creblemente breve:
Una mujer que sale de Pars para pasar seis meses en elcampo, vuelve
tan a
Ia
an tigua como sihubieravivido all treintaaos.Y loshijos no re-
conocen
el
retrato
de su
madre. Hasta
tal
punto
les
parece extrao
el
vestido
con que
aparece pintada
A
veces
los
peinados suben poco
a
poco, y Ia moda los hace bajar de repente. Hubo un tiempo en que su
20 Carta110,de
Rica
a
* ,
p.
208.
21 Carta 36, de Usbeka
Rhedi ,
p. 72. Se
trata
de Ia
discusin
de Ios
antiguos
y de los
moder-
nos,
qu e
surge
en el
siglo
XVI I y que
vuelve
a
reavivarse
en elXV HI,
gracias
a
Houdar
de Ia
Motte,
J.-B. Rousseau y Mme . Dacier. A lude nuestro a utor a un caf famoso, Le Procope, frecuen tado
tambin,entre otros,porVoltaire.
22
Carta
56, de
U sbek
a
Ibben,
p.
109-110.
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9/22
L A S C A R T A S
PERSAS
DE
M ON TESQU IEU. ETICA
Y REUGION 26 3
excesiva elevacin colocaba
el
rostrro
de Ia
mujer
en
medio
de su
perso-
na; otro eran los pies los qu e ocup aban
este
lugar y los talones eran
como
el
pedestal
que las
m antena
en el
aire
23
.
L a importancia de estos detalles frivolos entre os franceses es casi impensa-
ble hasta tal punto que confiesan de buen grado que losotros pueblos son ms
cuerdos
con tal que se
admi ta
que
ellos vistenm ejor.
No les
importa someterse
a las leyes de otra nacin rival a condicin de que los peluqueros franceses de-
cidan las leyes acerca de las pelucas extranjeras. Nada lesparece tan envidiable
com o ver que el gusto de sus cocineros reina de norte a su r y que las norm as
de sus
m odistas
so n
observadas
en
todas partes
de
Europa
2 4
.
L a pintu ra satrica de las costum bres francesas de su tiem po que nos ofrece
Montesquieu altravsde susC artaspersas, es muyaguda. Todo se nos presen-
ta de una manera tan fina e ingeniosa que no podemos por menos de
rer.
In-
dudablemente
nos divertimosconesas situaciones
ridiculas
con
esos
personajes
frivolos
ante
esas
costumbres
tan
ligeras pero
nos
deja
en el
interior
una im-
presin desoladora. Q uizs podram os reproc har
a
M ontesquieu haber daado
Ia reputacin de los franceses.A l poner de relieve los rasgos caractersticos del
am biente parisino nos da pie para extender nu estra im presin a todo el pueblo
francs
aunque esto sera sindu da bastante peligrosoypocolgico.
La lectura
de las
Carias persas,
por
otra parte, podra
dar
Ia impresin
de
que se trataba de descripciones aisladas de retratos indepe ndien tes com o si
faltara u n pensamiento fundamental qu e daba vida a lasdivertidas situaciones
de Ia obra.Pero podemos afirmar al mismo t iempo que si M ontesquieu haba
comenzado por estudiar
Ia
Francia de su tiem po sobre todo para divertirsey
para
criticarla
encontr
en
aquella
especie
de
divertimento
literario
Ia
mayor
parte de sus ideas filosficas que debera exponer ms tarde. En
este
sentido si
las
Cartas persas son un
suplemento
m uy
ingenioso
de los Caracteres de La
Bruyre
las podemos considerar en cierto sentido como u na introduccinal
Espritu de
las
leyes .
23
Carta
99, de
Rica
a
R hed i
pp. 188-89.
24 Carta 100 deRicaa Rhed i p. 190.
25
Como
ha
notado
Colomer,
tal
vez sin el
impulso juvenil crtico
y
desmit i f icador m anifesta-
do en las
Cartaspersas,
M ontesquieu no habra llegadoa elaborar, en sum ad urez una
obra
clsica
serenaysistemticamente
concebida
como
DeI
espritu
de las
eyes p. IX, delestudio
prel iminar
a
Ia
edicin espaola,a que nos hemos referido en Ia
nota
1. Elm is m o
autor
aadeque
lasCaros
persas
son un
ejercicio preliminar
y un
preludio
de
DeI espritu de asleyes,
que se
publicar veinti-
sieteaosms
tarde
p. X. M.
Testud
nos
ofrece
un
artculo interesante
enRevued Histoire
litt-
raire
1967
acerca de Ia
significacin filosfica
de
Ia obra
y su
inters literario.
Vase
tambin
H.
Berckhausen, M o n t e s q u i e u ses ides et ses oeuvres d aprs lespapiers de La Brede,Paris 1907.
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JOSE
OROZ
RETA
Desde este punto de vista Ia obra tiene un alcance mucho ms profundo
de
Io
que
pudiera parecer
a
Ia
simple lectura.
En
efecto podemos descubrir
Ia idea
profunda que se va
haciendo cada
vez ms
clara
en el
autor: Ia con-
cepcin del espritu de libertad. Y es precisamente en nombre de esta
liber-
tad como Montesquieu va a atacar a Ia sociedad contempornea va a tratar
a
Luis
X dedspota y
autcrata
y va a
presentar
a Ia
Iglesiacomo enemi-
ga de
Ia razn humana.
taques
contra
el
despotismo
Montesquieu aborreca el despotismo con toda su alma. Si pensamos en su
facilidad
para
profundizar en lascosas
hasta
en sus
mnimos detalles
y
remon-
tarse hasta
las
causas remotas
de los
fenmenos
nos
parece natural
que no se
haya
limitado para poner en evidencia los peligros del despotismo a ofrecer-
nos un
retrato
de Luis XIV unpoco
cargado.
Por eso
estudia como
filsofo la s
graves consecuenciasque llevaconsigo Iapermanencia del
gobiemo
aunque
no
abandona nunca
a l
exponer
su s
ideas
el
tono burln
qu e
Iecaracteriza.
Los
pases
de
Oriente
se han
visto siempre agobiados
por el
despotismo.
Y
Usbek
observa
a
este respecto:
Nada acerca ms a nuestros prncipes a Ia condicin de sus subditos
como
este
inmenso poder
que ejercen
sobre ellos; nada
los
somete
ms
a losreveses y a loscaprichos de Iafortuna...Unpersa que porimpru-
dencia
o por
mala suerte
se ha
ganado
Ia
desgracia
del
prncipe
est
seguro
de
morir:
Ia
menor
falta
o el
menor capricho
Io
pone
en ese
tran-
ce. Si
hubiera atentado contra Iavida
de su
soberano
o si
hubiera queri-
do entregar sus plazas fuertesal enemigo se vera igualmente condena-
do a
muerte:
no
corre pues mayor
riesgo en este
caso
que en el
primero.
Por
eso
a
Ia
ms
ligera desgracia
al ver
Iamuerte segura
y no
viendo nada peor se decide lgicamente a turbar el estado y a conspirar
contra
el
soberano:
es el
nico recurso
que Ie queda
26
.
Naturalmente
es cierto que enOrientepuededarseel
caso
de unapersona
que al
caer
en
desgracia
del
prncipe
sea
condenada
a
muerte pero
en
Europa
este
caso
es raro: perder el
favor
del prncipe implica graves consecuencias
para
un
cortesano pero
por
Iogeneral
no lleva
consigo
Ia
amenaza
de
muerte.
26
Carta 102
de
Usbck
a Ibbcn pp.
193-94.
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LAS
CARTAS PERSASDEMONTESQUIEU.ETICAYRELJGION 26 5
La
severidad de las
penas
infligidaspor ungobierno
dspota
noconsigue
Ia
dis-
minucin
de Ia criminalidad. Por el
con trario,
la
misma desesperacin
de Ia im-
punidad
confirma el
desorden
y
Io
aumenta. . .
y el
menor accidente produce
unag ran revolucin,las ms de lasvecestanpocoprevistapor los que Ia hacen
como por los que Ia sufren
27
. Esta observacin de Montesquieu nos parece
muy relativa.En efecto, si en los pases ms
civilizados Ia
moderacin de las
penas
es Ia mejor
garanta
del
orden,
Ia
severidad
es un freno
necesario para
los
pueblos m enos civilizados.
N o siempre se puede ser sincero impunemente en Ia corte de un dspota.
Esto explicaIa hipocresade loscortesanos, quetratande adularal reypara ob-
tener
su s
favores,
y se
esfuerzan
para convencerle
de que
todo
Io
que
hace
es
justo, legtimoy perfecto. Elresultado es bien claro: cualquier acto, hasta los
menos justos, podr parecer permitido al rey, desde el momento en que Io
aprueban sus subditos.Poco apoco su despotismo resulta cada vez ms inso-
portable
para elpueblo. Adem s,los
favores
concedidos a loscortesanos vidos
yaduladores se hacen cadavez msonerosospara elpueblo. M ontesquieu,en
Ia
carta 124, nos
ofrece
una pragm tica jocosa aeste respecto
28
.
He aqu lospasajes m sm aliciosos:
La inca nsab le insistenc iade algunosde m issubditosque m e piden pen-
siones hatenidoencontinuo ejerciciomirealm unificencia. A l f i n he ce-
dido
a Ia
multitud
de
peticiones
que me han
presentado
y que
hasta
ahora han constituido Ia mayor preocupacin del trono... Tambin he
recibido muchas solicitudesdepersonasdelbello
sexo
que me han pedi-
do
atendiese
a Io
m ucho que, como
es
bien notorio, deben gastar para
su
mantenimiento.. . .
Por eso, deseando tratar con benign idad a los su-
plicantes, y acceder a todas su s peticiones, he ordenado Io siguiente:
Todo labradorque tenga cincohijos, disminuir cadada Iaq uinta parte
de Ia racindel pan cotidiano.. . M andoque toda persona que se ejercita
en
oficios
vilesy
m ecnicos,
que
n ont jamis t
au
ever de notre ma-
j st no compren en Io sucesivo vestidosni para s, ni para su s muje-
res, ni para sus hijos, a no ser de cuatro en cuatro aos. Les prohibo
adems con todo rigorlas pequeas diversionesde que solan
disfrutar
con sus
familias
en las
principales
fiestas
del
ao
29
.
27
Carta
80 de
U sbek
aRhedi,p.
158.
28 La
Carta
124 es Ia
sexta
del
suplemento
de
1754,
que ya
haba aparecido
en Ia
edicin
de
1721, con algunasvariantes.
29
Carta
124 de
Usbek
a
Rhedi,
pp .
235-36.
18
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266
JOSE
OROZ RETA
Bajo
una
forma
chistosa ynaturalmente exagerada Montesquieuhaquerido
denunciar una
injusticia
cuyos efectos
no son
sensiblemente
diferentes
de los
que
expone
Ia
citada pragmtica.
Se nos
antoja
que los
argumentos presenta-
dos pornuestro autorson amenudomuyjustos. Pero almismo tiempo hemos
de reconocer que incurre en el defecto de generalizar todo cuanto presenta
como ejemplo y avecestendramosque
oponernos
aciertas afirmaciones que
sondemasiado categricas.
Cuando
nos
habla
de
Pedro
I el
za r
de
Rusia
que
como verdadero
dspota
est Iematre absolu
de Ia vie et des
biens
de ses sujets qu i
sont tous esclaves
tieneque
reconocer tambin
que se
esfuerza
en
florecer
las
artes
y no
descuida
nada
para llevarhasta Europay Asia a gloria de su nacin olvidadahasta ahora
yconocida casi nicamente
de s
misma
.
E fectivamente tenemos
que
recono-
cer quePedroI h a
sacado
a su pasde las tinieblasde su tradicin orientaly cuasi
brbara
para descubrirlelo s horizontesde
Ia civilizacin
europea ypara elevara
su
puebloa ungradodepotencia comparable a
Ia
de
otros
pueblosdeEuropa.
Alatacar
el
despotismo
de Luis
XIV
Montesquieu
halaga
a l
regente
cuya
conducta
era muy diferentede Ia delrey sobre todoen sus ltimos aos. Nuestro
autor
parece
no
percibir
la s
consecuencias desastrosas
del
gobierno
del
regente.
Reprocha alrey con unaire sentencioso Ia
m agnificencia
con quegusta rodear-
se sus errores sus ansiasde dom inio su orgullo.He aquuntextoa lrespecto:
Se Ie ha visto emprender o mantener grandes guerras sin tener otros
fondos que losttulosde honorque
venda;
y por un prodigiode orgullo
humano sus
tropas
seencontraban pagadas susplazas
fuertes
consoli-
dadas
y sus
navios pertrechados. Adems este
rey es un
gran mgico:
ejerce sudominio sobre el espritu mismode sus vasallos y leshace pen-
sar como l quiere. Si en las arcas reales no hay ms que un milln de
escudos
y l
necesita
dos
millones
no
tiene
ms que
convencerles
de
que un
escudo
vale
dos
y
ellos
se
Io creen
32
.
30 CartadeNargumaUsbek pp. 99 y 101.
31 A
Ia muerte
de
LuisX A/
y
ante Ia corta edad
de Luis X V
contaba
a
Ia sazn cinco aos
y
medio
el
duque
de Orlens
pese
al
testamento
de su to
logra
ser reconocido como regente.
Aquel
da 2 de
sept
de 1715 comenzaba Ia evolucindelsistemadegobiernoque con tantas difi-
cultades haban elaborado lo sreyes Borbones yhaba impuesto
Luis
XiV L as maniobras demaggi-
cas delregenteabran lasprimerasbrechasen elviejo edificiode
Ia
monarqua absoluta con
Ia
que
por sucarcter yformacin nopoda estardeacuerdoelbarndeMontesquieu.
32 Carta 24 deRicaa Ibben p. 59. Lalt ima frasees unaalusina lasfrecuentes variaciones
durantelos 25 ltimos aosdeLuis XIV delvalorde lasmonedas y de losttulosde propiedad.En
este
cambio tuvo
una
gran
influencia el
sistema impuesto
por
John Law.
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LASCARTAS PERSAS DEM ONTESQUIEU.ET CA YREUGI ON 267
Al
igualque Ricaen esta
carta
24, Usbek
se
expresa deestam anera en otra
de sus
cartas:
Se
dice que el reyposee en grado sumo, el talento de hacerse obede-
cer por sus sbditos... A menudo se ha odo decir que, de entre
todos
los gobiernos del mundo, el que ms Ie gusta es el de los turcos o el de
nuestro aug usto sul tn: en tan alta estima tiene
Ia
polticaoriental
33
.
En
nuestra opinin,
estas
palabras
de
Montesquieu, lejos
de ser una
crtica,
son ms
bien
un
elogio.
En
efecto,
este
talent
de se
faire obir,
que
puede
sonar como un
reproche, habra
que
tomarlo como
una
alabanza
y un
elogio,
tratndose
de un
rey.
Si los
franceses
de
entonces obedecan
tan a
gusto,
es
que reconocan en su rey un hombre de valor, pues no son muydciles ni obe-
dientes,
en
general .
Y
M ontesquieu aade:
Se complace en recompensar a los que Ie sirven.
Pero
con tanta libe-
ralidad premia
a
oficiosidad,
o ms bien
Ia
ociosidad, de sus palacie-
gos como las campaas
penosas
de sus capitanes... Y sin
pensar
si Ia
persona que
recibe
su s
regalos
es
digna
de
mrito, cree
que su
elec-
cin
y
preferencias
Io
harn digno
de esas
gracias. . .
Es
magnfico,
sobre todo
en sus
palacios: tiene
ms
estatuas
en los
jardines
de su
palacio
que
ciudadanos
en una
gran ciudad
.
Cuando Montesquieu nos habla de Ia magnificencia real , no
hace
otra
cosa
que recordarnos que Lu is XIV ha sido el
protector
de las
artes
y de las letras.N o
olvidemos que,
en
este
aspecto
como
enotros
muchos, Luis\lV
ha
contribuido
al
extraordinario esplendor
delgrand
sicle
francs
35
.
33
Carta
37, de
U sbek
a Ibben, pp.
73-74.
34 Ibid., pp.74-75.
35 Pese a lascrticasqu e M ontesquieu hace contrae ldespotismo de LuisXIV,hay que recono-
cer a gran personalidad del Rey SoI. Elbarn, como moral istay como filsofo poltico, apuesta
siempre por regm enes antiau toritarios, apuesta por amultiplicidad, po r a pluralidad socialy polti-
ca frente a a hegemoneidad desptica,afirma M. del Carmen Iglesia,
E l
Pensamientode Montes-
quieu. Poltica y ciencia natural,
Madrid
1984, p. 393. Indicamos
aqu
a lgunas de lasobras que
ayudarn
a
comprender
Ia
postura
de
Montesquieu
y el
valor
de Luis
XIV:
L.
Althusser,Montes-
quieu:
a
poltica
y Ia
historia,
Barcelona 1974, trad, de Ia obra aparecida en Paris 1959; J. Eh-
rard,
politique
de
Montesquieu,
Pars 1965; G . C. Vla chos, La
politique
de
M ontesquieu: notion
et mthode
Pars 1974; F.
Bluche,
La
oie quotidienne au
temps
de
Louis XIV, Paris 1984; G.
Peignot, Documents
authentiques
et dtails cu rieux sur es dpenses de Lo uis XIV, Pa ris 1933;
L.
Hautecoeur , LouisXlV, roi-soleil, Pars 1957; L. Legendre, Essai su r l histoire du rgne de
Louis Ie Grand, Paris 1967; J. Saint-Germain, Les finances sous Louis XIV, Paris 1950; Voltaire,
Le
sicle
de
Louis XIV,
Paris 1966.
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14/22
268
JOSEOROZ
R
Si
Montesquieu
ha
conseguido rebajar
a un nivelde
simple hum anidad
una fi-
gura que se distinguia por su majestad casi inaccesible no aporta ejemplos
vli-
dos paraafirma r el despotismo de Luis XIV talcomoIoentiende nuestroautor.
Por otra parte es muy natural que a un ho m bre que ha visto a Francia pasar del
gobiemo del rey al del regente Ia severidad de LuisXT/pudiera p recerde un
despotismo
insoportable
comparado
con el la isser-allerde
Felipe
de
Orlens.
Ataques contra /a religin
Se ha
definido
a
Montesquieu como
un
espritu pro fundamente irreligioso.
En efecto cuando el barn nos habla de religin p receignorarque en Io
ms
profundo
de su
significacin
se
trata
de las
relaciones entre Dios
y el
hom-
bre
es
decir
las
leyes
que
Dios
ha
establecido sobre
Ia
conducta
de Ia
humani-
dad. Montesquieu no ve en
Ia
religinms que una leymoral natural quedebe
ser sentida por los hombres y que losempuja a respetar a sus padres am ar a l
prjimoy a obrar siempre con rectitud. Todo Ioque cae
fuera
deesto c recede
importancia. La justicia debe constituir el nico culto de
Ia
hum anidad.
A
este respecto tenemos unas reflexiones muy acertadas acerca de
I a
divini-
dad
en el
sentido
que
experimenta Montesquieu:
Si hay un Dios escribe Usbek a Rhedi es preciso que sea necesaria-
mente justo porque
si no
Io fuera sera
el ms
perverso
y ms
imperfec-
to de todos losseres... Poreso aun cuando no hubiera Dios nosotros
deberamos siempre amar Ia justicia esto es deberamos esforzamos
para asemejarnos a este ser del que nos formam os tan sublime idea y
que de existir sera necesariamente justo. Aunque nos viramos libres
delyugo
de Ia
religin
no
Iodeberamos estar
del de
Iaequidad
36
.
Diosno
tiene ningu na importancia.
Que
exista
o que no
exista
eso no
tiene
inters prctico para el hombre. Cuando Montesquieu nos seala los medios
ms seguros para agradar a Dios
supone
que Dios existe realmente y que
est lleno de amor pero no Io afirma directamente. Podemos deducir de las
Cartas
persas
esta idea: E n cu alquier religin en que
viva
el hom bre desde que
admitimos
que
existeuna
hay que
suponer tambin
que
Dios
ama a los
hom-
bres puesto
que l ha
establecido
una
religin para hacer
felices a los
hom bres.
Si
Dios ama a los hom bres estamos seguros deque cuando nosotros amamos
36 Carta 83 deUsbeka
Rhedi
pp. 161-62.
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15/22
LA S CARTAS PERSAS DEMO N TES Q U I EU .
ETICA
Y RELIGION 26 9
a nuestros prjimos, tambin
Ie
amamos a l, es decir, cuando ejercemos hacia
ellos
todos
los
deberes
de
Ia
caridad
y de
Ia
benevolencia,
sin
violar nunca
las
leyesa que estamos sujetos.
Se puede af i rmar que el fin de agradar a Dios es solamente secundario
en Ia mentalidad de Montesquieu. Lo presenta nicamente
para
convencer a
los hombres a que se amen mutuamente, y a conquistar luego una felicidad
puramente humana. Esto
no
quiere decir
que los
preceptos morales
de
Mon-
tesquieu
no sean
buenos. Quiere notar
tan
slo
que limita
demasiado
los de-
beres de los creyentes al considerar como nica finalidad de Ia conducta hu-
mana
Ia
armona social
y
poltica
de los
pueblos.
E n esta
concepcin,
Ia
religin
se convierte en une institution comme les autres... une partie de
Ia
police.
Si el
barn
de
Montesquieu ataca
Ia
religin,
a Ia
religin
en
general,
sus
ms
violentas crticas
y
ataques
van
dirigidos contra
el
cristianismo. Dado
que
nuestro autor no se muestra seguro de
Ia
existencia de Dios, es lgico que vea
en
Ia
religin solamente unmedio para conquistar una felicidad ybienestar ex
clusivamente
terrestres. As no es extrao que Montesquieu considere los debe-
res religiosos como imposiciones arbitrarias, que hacen de
Ia
vida humana
reli
giosa
un
ejercicio penible. Esto
nos
ofrece
Ia
explicacin
de las
crticas
e
Q*7
irreverencias
que las Cartas
persas contienen contra nuestra religin.
E n este sentido se atreve a tratar al Papa como vieilleidole que l on
encense
par habitude
38
, y no duda en
calificarlo
de
magicien
que
unas veces
hace
crer que tres son uno; otras, que el pan que comemos no es pan, ni elvino
que bebemos es vino, y otras mil
cosas
por el estilo
39
. Se dice a s mismo suce-
sor de uno de los primeros cristianos, ya que
posee
tesoros
inmensos y tiene
bajo su
dominio
un
dilatado
reino
40
.
Cuando Montesquieu dice
que es
preciso
que los persas
hablen
su
propio
idioma, se
deja sentir
su
odio hacia
el
cristianismo
o, ms
explcitamente,
al ca-
tolicismo.
La crtica que hace de los
obispos
llega a
Ia
ms absurda irreverencia,
por ms que Iahistoria de Francia que toc
vivir
a Montesquieu pudiera ofrecer
algn
fundamento
a
esta despiadada crtica:
37 Elimpactode lasCarias persas en lasideas religiosasde sutiempo hizoque elclerose mo
vilizara para silenciar Iaexistencia dedichas cartas. Fueron prohibidas por Iajerarqua eclesisticay
el obispo de Montpellier lanz una rplica condenatoria: L es
Lettres persanes convaincues
d impit
(1751).
38 Carta 29, de Ricaa toben, p. 60.
39
Carta
24, de
Rica
a foben, p. 50.
40
Carta
29, de
Rica
a toben, p. 60.
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2
y0
JOSEO R O ZRETA
Los obispos son des gens de
loi
que estn sometidos al Papa, ytienen
bajo
su
autoridad
do s
funciones
muy
diferentes. Cuando
estn
reunidos,
establecen,
como
l,
artculos
de fe;
pero cuando
no Io
estn, casi
no
tie-
nen otra funcin sino dispensar del cumplimiento de Ia ley. Porque has
de
saber
que Ia
religin cristiana est cargada
de una infinidadde
prcti-
cas muy difciles de
cumplir.
Y, como se ha comprobado que es ms dif-
cil cumplir sus deberes que tener obispos que dispensen de esa obliga-
cin, se ha optado por esto ltimo, atendiendoa Ia utilidad pblica.A s,
si no se
q uiere hacer
el
ramadn
o si no se
desea someterse
a las forma-
lidades del
matrimonio,
o si se
pretende quebrantar
lo s
votos,
o si se in-
tenta contraer matrimonio en contra de las leyes, y a veces si sequiere
violar un ju ramen to ,se acude alobispo o al Papa, que al momento otor-
gan
una dispensa
41
.
L as ceremonias religiosasIe parecen
intiles
e irracionales, como se expresa
en otro lugar:
Las ceremonias no son buenas en s mismasy tan solo Io son con res-
pecto a Ia existencia de Dios y en
a
suposicin de que Dios la s haya or-
denado.Pero
eso es
materia para
una
gran discusin
y co n
mu cha
facili-
dad nos podemos equivo car, porque entre dos mil religiones distintas es
preciso escoger las ceremonias de una sola religin
42
.
Y unpoco ms adelante, en Ia misma carta, se expresa asUsbek:
Creo
que elmodo ms seguro de agradaros es vivir como buen ciudada-
no en
Ia
sociedad en que habis querido que naciera, y como buen
padre
en
a
familia que me
habis dado
43
.
Montesquieu reduce su religin a Ia simple observancia de las leyes de
Ia
so -
ciedad, ydes precia las ceremonias, que son a expresin externa de unas creen-
cias, como
Ia
misma profesin
de una religin.
Para
l,
como
se
deduce
de
esta
carta
46 de
Usbek
a
Rhedi,
todaslas
religiones tienen
el
mismo fundamento
de
credibilidad y de ah Ia posibilidad para el hombre de escoger Ia que ms Ie
guste
o
quedarse
sinninguna.
41
Ibidem
pp.
60 61.
42
Carta
46, de
Usbek
aRhedi, p. 86.
43 Ibidem p. 88.
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L A S
C A R T A S P E R S A S D E
M ON TESQU IEU. ETICA
Y RELIGION 271
Segn nuestro autor I a historia
de
Ia Iglesia
no
puede tener sobre
sus
lecto-
res una
influencia
m uy
buena bien
al
contrario.
L as
cartas
133-137
escritas
por
Rica
a un
personaje annim o contienen
una
stira
m uydescaradade los li-
bros de teologa de sagrada escritura de asctica de mstica de moral .Mon-
tesquieu
Ia emprende contra todos los autores que se han ocupado de
esas
ciencias
o disciplinas eclesisticas. He aqu algunas muestras d e las m ordaces
expresiones de nuestro autor:
Estos autores los intrpretes
de
Ia Escritura
no han
buscado
en
Ia
sagrada Escritura
Io
que hay que
creer sino
Io
que
ellos mismos creen.
N o Ia
han
considerado como
un
libro
que
contiene
lo s
dogmas
que
deben admitir sino como una obra que puede dar autoridad a sus pro-
pias
ideas...
L os
libros
d e
teologa
son
doblemente ininteligibles:
por las
materias que tratan y por el modo de exponerlas.. . L a devocin inflama
el
corazn inclinado
a Ia
ternura
y
hace
que se dirijan al
cerebro espritus
animalesque tambin Ie inflaman: de ah proceden losxtasisy losarro-
bamientos. Este estado es el delirio de Ia devocin que a veces seper-
fecciona o ms
bien degenera
en el
quietismo.
Y ya se
sabe
que un
quiestista
s un
hom bre loco devoto
y
libertino.. .
Y as
puede usted
ver
loscasuistas que
sacan
a Ia luz del da los
secretos
de Ianoche que
pro-
ducen en su
imaginacin todos
los
monstruos
que
puede producir
el de-
monio
del
amor .
L os
casuistas
lo s
renen
y los
cotejan hacindolos
ob-
jeto eterno de sus pensamientos. Felices ellos si su corazn no toma
parte
en
ello hacindose tambin cmplices
de
tantos desrdenes
que
describen
con
tanta
naturalidad
y
retratan
con tan
poco
rebozo
44
.
Aqu en primer
lugar
puede usted ver los historiadoresde Ia
Iglesia
y
de los
papas: libros
que yo leo
para
m i
edificacin pero
que muy a me-
nudo me
producen
un
efecto
contrario
45
.
P or
supuesto entre tantas crticas
a I a
Iglesia catlica
no
poda
faltar en Ia
pluma de
M ontesquieu
una
denuncia
de los
crmenes
d e
Ia
Inquisicin. He
aqu
una muestra:
Y o
he
odo decir
que en
Espaa
y en
Portugal
hay
unos derviches
que
no
saben nada
de
bromas
y
queman
a un
hombre como
si fuera
paja.
S i
44 Carta 134 de Ricaa
,
pp. 255-56.
45
Carta 136
de
Rica
a , p.
259.
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272 J O S E O R O Z R E T A
uno cae en lasmanos de
estos
hombres dichosol si ha hecho siempre
oracin con unas cuentas de madera en
Ia
mano o si ha llevado encima
dos trozosde tela
atados
con dos cintas o si ha estado algunavez en
una
provincia
que
llaman
Galicia. Sin eso el
pobre diablo
se va a ver
muy
mal. Aunque jure como un carretero que es
ortodoxo
ellos
difcil-
mente estarn de acuerdo con las buenas cualidades que profesa y Ie
harn quemar como hereje.Ser
intil
que d explicaciones: no hay ex-
plicacin quevalga y sever reducidoacenizas antesde quepiensen o
accedan a escucharle. Aunquelosdems jueces creanque elacusado es
inocente stos
Io reernsiempreculpable.
Encasode
duda llevan
por
regla
fallar
por el rigor aparentemente porque piensan que los hombres
sonmalos
46
.
Montesquieu no
puede soportar Ia intolerancia religiosa
y as
observa
con
satisfaccin que:
Confiesoque las historias estn llenas de guerras de religin perosi se
mirade
cerca
no ha sido
Ia
multiplicidad de religiones Ia que haocasiona-
doestasguerras sino el espritu de intolerancia que animaba a Ia que se
crea dominante.Esesteespritu deproselitismoque losjudos tomaron
de los egipcios y que de ellos ha pasado como una enfermedad epidmi-
ca y
popular
a los
mahometanos
y a los
cristianos. Esas guerras
las ha
causado
en
definitiva este espritu
de
demencia cuyos
progresos slo
pueden ser considerados como un eclipse total de
Ia
razn humana
47
.
E n Ia
carta 35 Montesquieu trata de
Ia
condenacin eterna en que caern
los
paganos
y no
puede
por
menos
de
indignarse contra
una ley tan
severa.
Va
a condenar Dios a loshombres por no haber practicado una religinque
no han
podido -imposibilidad moral-
conocer?
He
aqucmo
se
expresa
Usbek
en
Ia
carta a Gemchid su primo:
Crees t que el da deljuicio loscristianos sern tratadoscomo los
turcos
infieles
que
servirn
de
cabalgadura
a los
jud os
para
llevarlos
al
46
Carta
29 de
Rica
a toben pp.
61-62.
EnIa
carta encontramos alusiones claras
a Ia
costum-
br e
de llevarun
rosario
un
escapulario.
Galicia cuya
capital Santiago
de
Compostela
en
donde
se
hallaba elsepulcrod elapstol Santiago junto con Roma yJerusaln era el lugar de las principales
peregrinaciones
a
dondeacudan
los
cristianos.
47 Carta85 deUsbeka Mirza p. 166.
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LA S
C A R T A S
P E RS A S
D EM O N T E S Q U IE U .
ET CA
Y
R E U G O N
273
trote hasta
los
infiernos?
Yo s muy
bien
que no
irn
a
Ia mansin
de
los
profetas.. . pero crees
t
que, porque
no han
tenido
Ia
dicha
de en-
con trar m ezquitas en su pas, han de ser condenados a un a religin
que no les ha permitido conocer? .
Y
al
final
de
Ia carta M ontesquieu alude
a un da
postrero
en que no
habr
sobre Ia tierra
ms que
verdaderos creyentes.
L e
temps
qui
consume tout,
d-
truira les
erreurs mmes.Todos
los
hom bres
se
sentirn reunidos
en una
sola
familia, bajo un mism o estandarte. E ntonces todo, inclusolas leyes sern con-
sumidas,
y los
ejemplares divinos sern
sacados
de
Ia
tierra
y
llevados hasta
los
archivoscelestes
49
.
A propsito de Ia intolerancia religiosa, nuestro autor ve en ella una ocasin
o una
razn para arruinar
las
naciones,
ya que esa
intolerancia expulsa
del
pas
a unos sujetos que son preciosos e indispensables para Ia economa nacional:
Las
persecuciones
que
nuestros
m s
celosos mahometanos
han
desata-
do con losG uebres han obligadoa
stos
a trasladarse en masa a
Ia
India
y
han privadoa Persia de una nacin tan entregada a Ia labranza y que
slo
por su
trabajo estaba
en
condiciones
de
vencer
Ia
esterilidad
de
nuestras tierras
50
.
E sm uy
lgico que, mirando
las
cosas desde
una
ptica puram ente naturalis-
ta,
M ontesquieu
no
comprenda Ia vida religiosa,
no
slo dentro
de una
concep-
cin
espiritual sino incluso dentro
de
unos principios
d e
produccin.
A
este res-
pecto
son muy
curiosas
las
reflexiones
que
pone nuestro autor
en
a
pluma
de
Usbek.
H e
aqu algunas frases:
M e refiero
ahora
a los
sacerdotes
y a los
derviches
de
ambos sexos
que
hacen voto
de
perpetua continencia,
que
entre
los
cristianos
es
Ia
virtud
por excelencia. Confieso que no los entiendo n i comprendo una virtud
de Ia que no resulta nada.. . E lnm erode los que hacen profesin de ce-
libato es
prodigioso.
E n
tiempos
pasados los
padres condenaban
a sus
hijos
a
este estado desde
Ia
cuna;
hoy son
ellos mismos
los
que, desde
los catorce aos, hacen
ese
voto, Io
que
viene
a ser
casi Io mismo. Este
48
Carta
35 de
Usbek
a
G e m c h id ,
p. 70.
49 Ibidem p. 71.
50 Carta85 de U sbeka M irza,p. 165.
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274
JOSE
OROZ
RETA
oficio
de
castidad
ha
acabado
con ms
hombres
que las
pestes
y las
gue-
rras
ms
sangrientas.
Se ve en
cada casa religiosa
una
familia
eterna
en
Ia que no
nace nadie
y que se
mantiene
a
costa
de
todas
las
dems.
Estascasas estn siempre abiertas como abismos donde vienen a parar
lasfamiliasv enideras... En lospases catlicosno slo se ha abandonado
el
cultivo de las tierras sino que incluso
Ia
industria resulta perniciosa.
Todo se reduce a aprender cinco o seis palabras de una lengua muerta.
En el
momento
en que uno ha
conseguido este peculio para
s ya no
tiene que
preocuparse
de su fortuna:
encuentra
en el
claustro
una
vida
tranquila
que en elmundo I ehabra costado mu cho s sudoresy
afanes
51
.
Montesquieu
no
parece tener
en
cuenta
las
aspiraciones hum anas. Para
l el
hom bre tiene en cuanto persona concreta un deber imperioso al que no debe
sustraerse: el deberdeprocrear Iao bligacin de poblarelmundo .Su filosofa pu-
ramen te naturalista
Ie
imposibilita
a
comprender
el
misterio
de las
vocaciones
religiosas
esdecir
Ia
llamada
ntima
ysecreta queDios dirige aalgunas almases-
cogidas. Esta concepcin
de
Ia
vida
de
Ia
productividad
de
a
prosperidad natu ral
es
Io
que
Ie
permiteemplearun
tono
tanligeroyunas
expresiones
tan
pocorespe-
tuosas hacia
Ia
vida religiosa.
No
olvidemos
por
otra parte
lo s
abusos
que en su
tiempo pudieron haberse derivado
de I a
influencia
de los
jesuitas
por
ejemplo.
Elm ismo tono se empleado po r M ontesquieu cuando trata de losm ilagros
que l
atribuye
a Ia
imaginacin
de
ciertas personas impresionadas
por los
terreurs paniques et surnaturelles que los libros sagrados de todas lasnacio-
nes se
enc argan
de
propalar. Nunca
se
debe
atribuir a
causas sobrenaturales
Io
que
puede
ser simple
producto
de cent mille
causes
naturelles. As los
xtasis
de losmsticosson para Montesquieu le delire de
Ia
dvotion
53
.
Nuestro autor
no
tiene reparo
en
atacar
lo s
dogmas
de
nuestra religin
pero
sus
ataques
son mas
bin dbiles
fcilmente
explicables desde
su
punto
de
vista puramente naturalista acerca
de las
verdades
de Ia fe
catlica.
A
este res-
pecto
es muy
curiosa
Ia
carta
69 de
Usbek
a
Rhedi donde M ontesquieu trata
de exponer a su modo
Ia
naturalezadeDios susatributos en concreto
Ia
justi-
cia y
I a presciencia divinas. C om ment Dieu pou rrait-il prvo ir
les
choses
qui d-
pendent
de Ia
dtermination
des
causes libres?
54
.
La
carta termina
con
esta
51 Carta 117 de Usbeka Rhedi pp.221-23.
52 Vase
a
bibliografa indicada en Ianota 35 .
53
Carta 134
de
Rica
a *, p.
256.
54 Carta69,de Usbeka Rhedi p. 141.
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LA S
C A R T A S P ER S A S D E
M O N T E S Q U IE U .
ETICA Y R E U G I O N 27 5
confesin
de
Ia imposibil idad hum a na para conocer
a
Dios:
est
inmense, spi-
rituel,
infini.
Que sa
grandeur nous ramne
notre
faiblesse. S hum ilier tou-
jours,
c est l a dorer toujours
55
.
L e parece equivocado
que Ia
religin cristiana
no
sirva
de
modo especial
para consolar
y
mantener vivo
el
vigor
de sus
adeptos puesentre
los
cristianos
l a religion
est
moins
un
sujet
de
sanctification qu un sujet
de
disputes
56
.
Segn
el
ba rn de M ontesquieu,e l cristianismo no hace sino imponer
a
prctica de
unas virtudes que cuestan mucho trabajo y esfuerzo, y pretende que los ecle-
sisticos abracen una cont inencia perpetua , y as leemos en una de las car tas de
Usbek:
M e parece que sus doctores se contradicen palpablemente cuando afir-
man que el
ma t r imonio
es
santo
y que
todava
Io es ms el
celibato,
que
es su opuesto, sin tener en cuenta que, en cuanto a preceptos y dogmas
fundamentales, Io bueno
es
siempre
Io
mejor
57
.
El cristianismo se presenta adems como el enemigo de Ia libertad hum a na ,
ya
qu e
prohibe
el
suicidio.
Y
Io peor
es que en
este punto
el
cristianismo
se ve
sostenido por las leyes que en E uropa se ma nifiestan furiosam ente contra lo s
que se qui tan su propia vida. Por as dec irlo, les hace morir un a segunda vez; se
ven
a rrastrados indignamente por las calles; se les nota de infamia, y se confis-
can sus
bienes
58
.
Y Io que es ms curioso, a M ontesquieu se Ie ha pasado colo-
car a l suicidio entre la s causas de
Ia
despoblacin del mundo, como ha hecho
con el celibato de los clrigos y derviches de ambos sexos, de que habla en Ia
citada
carta 117.
Tales son a lgunos de los a t aques que M ontesquieu
dirige
contra
Ia
religin.
Son
ataques
sin
fundamento
e
inaceptables
en
Ia
filosofa
cristiana; pero
no
vamos
a
ocuparnos ahora
de Ia
exposicin
de su
falta
de
fundamento .
P or
otra
pa rte, estas invectivas no son personales y exclusivas de M ontesquieu. S e redu-
cen,
en su
mayor parte,
a
Ia repeticin
de las ideas de unos
filsofos los
esprits-forts
y los
libertins
de su
t iempo
qu e
a t acan
los
dogmas catlicos,
55 Ca r t a 69 de U s b ek a
R hed i ,
p. 143.
56 En a Ca r t a 29, d ice Rica a Ibben: Existe un n m e r o infinito de doctores, I a ma yor par te
derviches,
que
suscitan entre ellos
m il
cuestiones nuevas sobre
Ia religin. Se les
deja
discutir
dura nte
mucho t iempo
y Ia
guerra contina hasta
que
t e rmina
con una
decisin.
T e
puedo asegurar
que
jams ha habido unreino donde
haya
tantas guerras
civiles
comoen elreinode
Cristo,
p. 61.
57 Carta 117, de Usbek a R h e d i , p. 2 2 2 .
58 Ca r t a 76 deU s b ek a I bben,p. 150.
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276
J O S E O R O Z R E T A
por desprecio de Ia moral cristiana como ha n hecho Bayle Spinoza Locke
entre
otros
59
Todos
esos
filsofos representan medio siglo
de una
filosofa que
con
suavi-
da d o de una m a nera brusca pretende apa rta rse del cristianismo. Por desgra-
cia
son los
jefes
que sern seguidos por m uch os otros a utores mediocres que
nunca han
depuesto
la s
a rmas .
La
Iglesia responde
a sus
a taques
co n Ia
peren-
nidad de sus dogmas y de sus instituciones. Los filsofos ha n pasado Como
Montesquieu
hab an afirmado Ia cada de
Ia
Iglesia pero los falsos profetas ha n
muertoy
Ia Iglesia
se
mantienefuerte
en su
tradicin eterna dispuesta
a
conso-
la r
la s
dolencias humanas
a
dirigir
a sus
hijos
hacia
el
camino recto
de una
moral fundada en
Ia
bondad y en ela m o r deDios.
Hemos
de
reconocer que
por
descontado
no han
faltado errores cometidos
por los
representantes
de
Ia
religin
porque
en fin de
cuentas
no
dejan
de ser
hombres. Pero sidirigimo suna simple mirada impa rcia l sobre Ia obra llevada a
cabo en nombre de Ia caridad de Cristo debemos reconocer repetuosamente
que al travs de los siglos los sacerdotes los religiosos los misioneros ha n
contribuido ampliamentea
Ia
civilizaciny con
frecuencia
ha n tenido elvalor
de af rontar peligros terribles para extender entre loshombres elverdadero sen-
tido
de
Ia
fraternidaduniversal.
J O S O R O Z R ETA
59 Desde el ao 1680 a ntes y despus de Ia revocacin del edicto de N antes se va forma ndo
una
generacin
de
intelectuales franceses
que
abandonan
su
patria
por
motivos religiosos.
Son los
llamados
Franais sans Ia France
que han
aceptado pagar
con el
precio
del
destierro Ia libertad
de
conciencia. Pierre Bayle Henri Justel Basnage de Beauval Pierre
Coste
y
Jean
Ie Clerc entre
otros f or man
este
grupo
muy
numeroso
e
importante
en
Ia historia religiosa
de
Francia.
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