clima_social_familiar_como_factor_de_pro.docx
Post on 12-Apr-2016
215 Views
Preview:
TRANSCRIPT
CLIMA SOCIAL FAMILIAR COMO FACTOR DE PROTECCIÓN O
PREDICTOR EN EL ABUSO DE SUSTANCIAS
Karla M. Rico estrada
RESUMEN
En la actualidad el uso de sustancias constituye un problema para la sociedad, la población afectada no solo se reduce a la persona consumidora de la sustancia si no que llega a convertirse un problema para las personas que lo rodean principalmente la familia. El ambiente que rodea a la persona afectada por algún tipo de adicción a sustancias puede ser un desencadenante de esta conducta y la familia como primer grupo del que forma parte el individuo puede fungir como protector o desencadenar este problema, es por eso que se considera de especial importancia encontrar la relación entre ambos factores y las circunstancias familiares que pueden desencadenar o frenar el uso de sustancias.
ABSTRACT
At present, substance use is a problem for society; the affected population is not only reduced to the substance consumer, because it becomes a problem for all the nearby people, mainly the family. The environment surrounding the person affected by some type of substance abuse can be a trigger of the behavior; moreover, the family, as the primary group of the individual can also act as a protector or a trigger of the problem. Therefore, it is considered especially important to find the relationship between the two factors and explore family circumstances that may trigger or stop the use of substances.
Palabras clave: Clima social familiar, usos de sustancias
INTRODUCCIÓN
La familia forma parte crucial de la vida de cualquier persona, en la
actualidad existen diversos tipos de familia pero todas cumplen con el propósito
de formar individuos, en México la familia es vista como una institución y es
muy importante en la vida de cualquier individuo.
La familia, según la Declaración Universal de los Derechos Humanos, es el
elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección
de la sociedad y del Estado (Asamblea General de las Naciones Unidas,1948).
Según esta definición la familia es vista como parte de la naturaleza humano y
por lo tanto parte principal de la vida de cada individuo. La familia se convierte
en una especie de síntesis de todas las contradicciones sociales que se
reflejan en ella, más o menos fuertemente, dependiendo de sus reservas de
cohesión social (Zamudio, 2008).
Minuchin (1984) indica que la familia puede verse como un sistema que
opera dentro de otros sistemas más amplios teniendo tres características: a) su
estructura es la de un sistema sociocultural abierto, siempre en proceso de
transformación; b) se desarrolla en una serie de etapas marcadas por crisis que
la obligan a modificar su estructura, sin perder por ello su identidad (ciclo vital),
y c) es capaz de adaptarse a las circunstancias cambiantes del entorno
modificando sus reglas y comportamientos para acoplarse a las demandas
externas. Este proceso de continuidad y cambio permite que la familia crezca,
se desarrolle y al mismo tiempo, asegura la diferenciación de sus miembros.
Cuando un individuo que forma parte de la familia se encuentra inmerso en
un problema de usos de sustancias la familia también es afectada.
Kirschembaun, et al. (1974) muestran patrones interacciónales que
caracterizan a las familia de drogadictos entre los que figuran un alto conflicto,
falta de intimidad, criticas frecuentes hacia el hijo, el estilo autoritario de los
padres, aislamiento emocional, falta de placer en las relaciones siendo
frecuentes la depresión y tensión, coalición de los Padres contra el Hijo y
conflictos sexuales entre los Padres.
González (2007) menciona que datos actualizados por la Organización
Mundial de la Salud (OMS) plantean que el uso, mal uso, abuso y dependencia
de drogas legales e ilegales así como problemas de prescripción, se relacionan
mundialmente con el 12,4 % de los fallecimientos y el 8,9 % del total de años
perdidos por discapacidad y muertes precoces, con la consecuente
estigmatización y rechazo mundial, mientras que la droga paradigmática, el
alcohol, determina anualmente, mediante su uso nocivo, la pérdida de 58
millones de años por invalidez y muertes evitables. La repercusión económica
anual de estos absurdos comportamientos ante las drogas permite realizar
estimados, en países desarrollados, que alcanzan cifras cercanas a los mil
dólares por cada habitante mayor de 15 años, con el sorpresivo hallazgo de
que la mitad de esa cifra se relaciona con el uso irresponsable de alcohol.
En la Encuesta Nacional de Adicciones (ENA) del 2002 se encontró que
existían en México 32’ 315,760 personas entre 12 y 65 años que consumen
alcohol y cerca de trece millones más consumieron alcohol en el pasado
aunque no bebieron en los 12 meses previos a la encuesta. En la población
urbana el 72.2% de la población urbana masculina y 42.7% de las mujeres
reportaron haber consumido alcohol en los doce meses previos al estudio; en la
población rural hay 543,197 bebedores más, 357,775 (18.9%) varones y
185,422 (9.9%) mujeres la encuesta advierte que en los varones urbanos el
mayor índice de consumo se observa en el grupo ubicado entre 30 y 39 años
en tanto que entre las mujeres que viven en ciudades el mayor consumo fue
reportado fue por el grupo de entre 40 y 49 años; en la población rural de
ambos sexos, el mayor consumo se observó también en este último grupo de
edad. ENA (2008)
Tomando en cuenta la problemática actual que representa el consumo de
sustancias y su afectación en la familia, el presente estudio pretende mostrar
de una manera clara la relación existente entre el clima social familiar de
estudiantes universitarios y el uso de sustancias.
ABUSO DE SUSTANCIAS
El uso de sustancias es una condición incierta, su distinción del abuso no es
clara. La mayor dificultad estriba en que el uso y el abuso no pueden colocarse
como extremos de una sola dimensión; existen parámetros sociales, médicos
biológicos, legales, aun que este ultimo tienen un peso relativamente mayor. La
distinción entre el uso y abuso depende en gran medida del carácter legal de la
producción, adquisición y uso con fines de intoxicación de las diferentes
sustancias (Tapia, 2001).
La tercera edición del manual de diagnóstico de los trastornos mentales
(APA, 1980) reunió todas las formas de adicción bajo un solo concepto: "abuso
y dependencia de sustancias psicoactivas" y en forma independiente señaló las
complicaciones derivadas de su uso. Ésta clasificación propone criterios
diagnósticos que se han perfeccionado hasta la versión del DSM IV (APA,
1994), ambas identifican precoz y confiablemente un número mayor de
personas con abuso o dependencia.
La significación social de las drogas que afectan la conducta es también
derivada del hecho de que en muchos países desarrollados sus efectos se
relacionan con el 60 % de los arrestos policiales, fatalidades de tránsito,
homicidios, incesto, violaciones, enfermedades de transmisión sexual,
teratogenias, divorcios y abandono escolar, considerándose además como las
principales responsables de la extrema violencia doméstica y social (González,
2007).
Los psicólogos reconocen que el desarrollo y razonamiento moral no difiere
mucho de otros aspectos del desarrollo. Implican un sistema de valores que
surge a través de los lazos afectivos entre un niño y las personas que lo
rodean. Tienen dos aspectos: creencias intelectuales y conexiones
emocionales. El pensamiento y los sentimientos constituyen elementos
esenciales de la moralidad estos requieren del buen funcionamiento del
sistema nervioso central. La mayoría de las drogas dañan el sistema en mayor
o menor medida y, por ello, afectan la capacidad de una persona para
funcionar en forma moralmente saludable. (Hardiman, 1998 p. 46)
La relación que se establece entre juventud y consumo de sustancias
toxicas obedece a múltiples factores, entre los que destaca un amplio sentido
de frustración de las expectativas de desarrollo, acenso y bienestar en un
mundo deshumanizado e injusto, donde priva la competencia, la intolerancia, la
hostilidad y la masificación, a propósito del importante papel que juegan los
desajustes e incertidumbres psicosociales ocasionadas por la transición de la
niñez a la adolescencia y de esta a la vida adulta, de tal suerte que la población
juvenil constituye uno de los sectores más vulnerables ante los embates de los
intereses comerciales creadores de necesidades y de estereotipos. Por tanto
no es un hecho aislado que la población consumidora de drogas sea
mayoritariamente joven y que, en el caso especifico de México la edad
promedio de inicio en el consumo de sustancias toxicas sea en un mas del 50%
entre los 12 y 17 años, o que más de la mitad del total de personas que
presentan el síndrome de dependencia alcohólica tengan entre 18 y 29 años de
edad (Alvarado, 1994).
Martínez, Fuertes, Ramos & Hernández (2003)hacen indican a los padres y
los pares como marcos referenciales, indicativos de pautas de actuación,
baluartes de normas reguladoras compartidas, detentadores de valores e
impulsores de búsquedas, así como agencias de influencia social normativa,
entre otros elementos relacionados, tomando en cuenta esto la
experimentación juvenil con drogas está determinada por los efectos del
modelamiento simbólico, principalmente por parte de agencias socializadoras
como la familia
CLIMA SOCIAL FAMILIAR RELACIONADO AL USO DE SUSTANCIAS
Rodríguez-Martos (1996) sostiene que una actitud familiar permisiva esta
vinculada con la precocidad del primer consumo alcohólico, además de que la
percepción de la propia familia como consumidora se asocia un mayor
consumo por parte de los hijos se propone que las experiencias paternas con
las drogas pueden actuar como acción reforzante directa o vicaria de la
iniciación y mantenimiento del consumo (Álvarez, Palacios & Fuertes, 1999;
Barca et al., 1996; Espada et al., 2008; Martínez et al., 2003; Méndez &
Espada, 1999)
En lo relacionado al clima afectivo en el hogar, las relaciones negativas
entre los adolescentes y sus padres y un bajo grado de interacción y de apoyo
por parte de éstos aparecen asociados al consumo de drogas (Escámez,
1997). Se encontró que factores como la ausencia de implicación maternal, la
ausencia o inconsistencia de la disciplina parental y bajas aspiraciones de los
padres sobre la educación de sus hijos, predicen su iniciación en el uso de
drogas. (Kandel y Andrews 1987).
Muchos estudios confirman de forma genérica la importancia de la
comunicación paterno filial pero, con referencia al problema concreto de las
drogas, sostienen que a pesar de que la relación con los padres tiene un
protagonismo especial en la vida del joven, la que se establece con los amigos
puede llegar a ser mucho más relevante (Comas, 1990; Graña y Muñoz-Rivas,
2000). Otros autores aseguran que la crianza de los niños en familias con alto
nivel de conflicto es un factor de riesgo importante para el desarrollo de
trastornos de conducta general (Bragado, Bersabé y Carrasco, 1999), como
también para el consumo de sustancias (Otero, Mirón y Luengo, 1989).
En el sentido contrario, como factor protector podría actuar el denominado
modelado prosocial adulto por parte de miembros no consumidores (Sussman,
1995). Desavenencias con las figuras paternas, así como desregulaciones de
la dinámica sociofamiliar y déficits comunicacionales, la influencia de la
relación afectiva padre-hijo y el manejo familiar se vinculan a la iniciación al
consumo (Álvarez et al., 1999; García-Pindado, 1992; Pérez & Mejía, 1998;
Spoth, Redmind & Lepper, 1999; Vielva, 2001).
El apoyo familiar actúa como factor de protección ante la posible
experimentación con sustancias psicoactivas de sus hijos adolescentes, la
tendencia se ha corroborado obteniéndose en los niveles indicativos de alto
apego familiar puntuaciones medias denotativas de unas actitudes globales
hacia el consumo de drogas de mayor resistencia (rechazo de invitaciones para
el consumo de drogas iniciáticas como alcohol y tabaco y de otras drogas,
mayor concienciación ante los efectos negativos, menores disposiciones para
experimentar y habituarse a las drogas y evitación de situaciones de riesgo).
En cambio, se confirma la inducción de un estilo disciplinar severo a la
manifestación de unas actitudes globales de mayor permisividad, así como una
percepción distorsionada de los riesgos inherentes a los usos. Asimismo, se ha
constatado el escaso efecto derivado del empleo de la sobreprotección y
control familiar, así como de la reprobación paterna sobre las actitudes hacia el
consumo. (Villa, 2004).
Con respecto al consumo de tóxicos, la probabilidad de que los jóvenes
manifiesten dicho comportamiento disminuye a medida que aumenta su
participación en las decisiones familiares y, por el contrario, se incrementa
conforme lo hace el grado de discrepancia en la familia (Alonso y Del Barrio,
1994).
La existencia en el seno familiar de normas explícitas con respecto al uso de
drogas distintas al alcohol o al tabaco sean predictores de un mayor riesgo de
este tipo de sustancias. Si se considera que el hecho de que existan normas
con respecto al uso de las drogas legales se configura, de forma para- lela,
como un importante factor de protección del mismo consumo, es interesante
observar cómo mientras el hecho de que los padres hagan patentes sus
actitudes contrarias a la bebida o al tabaco actúa protegiendo a sus hijos de la
implicación en el uso de las mis- mas, el que éstos establezcan normas claras
de convivencia con respecto al rechazo del consumo de otras drogas no
convencionales incita al adolescente a beber o a fumar, interpretando quizás
que este tipo de sustancias son menos peligrosas o menos dañinas al no ser
expresamente rechazadas por sus padres (Muñoz-Rivas y Graña, 2001)
Se ha establecido que adolescentes consumidores y no consumidores de
drogas se pueden observar diferencias identificando que en el grupo de los
consumidores el clima social familiar es inadecuado en un mayor porcentaje
que en el grupo de no consumidores (López, M. 2012)
BIBLIOGRAFÍA
Alonso, C. y Del Barrio, V. (1994). Influencia de los factores familiares en el
consumo de tabaco y alcohol. Socidrogalcohol (XXI Jornadas
Nacionales) (pp. 613-627).
American Psychiatric Association, (1980). Diagnostic and Statistical Manual of
Mental Disorders (3rd ed.). Washington, D. C. APA.
American Psychiatric Association (1994). Diagnóstic and statistical manual of
mental disorders (4a. ed.). Washington, D. C.
Alvarado, S.(1994).Jóvenes y drogas. México, D.F.: Procuraduría General de la
República.
Alvarez, Y., Palacios, F.A. & Fuertes, J.C. (1999). Adolescentes y drogas para
padres que no quieren ser los últimos en enterarse. Madrid.
Asamblea General de las Naciones Unidas (1948). La familia es el elemento
natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de
la sociedad y del Estado.
Barca, A., Otero, J.L., Mirón, L. & Santorium, R. (1996). Determinantes
familiares, escolares y grupales del consumo de drogas en la
adolescencia. Implicaciones para el tratamiento. Estudios de Psicología,
25, 1-15.
Bragado, C., Bersabé, R. y Carrasco, I. (1999). Factores de riesgo para los
trastornos conductuales, de ansiedad, depresivos y de eliminación en
niños y adolescentes. Psicothema, 11(4), 939-956.
Comas, D. (1990). «El síndrome de Haddhock: alcohol y drogas en las en -
señanzas medias». Madrid: CIDE.
Díaz, M., Cavero, A., y Fombellida V.C. (2006). Trastornos de personalidad.
Secretaría de Salud (2008). Encuesta Nacional de Adicciones, 2008.
SSA: Ciudad de México.
Espada, J.P., Pereira, J.R. & García-Fernández, J.M. (2008). Influencia de los
modelos sociales en el consumo de alcohol de los adolescentes.
Psicothema, 20 (4), 531-537.
Escámez, J. (Ed.). (1997). Prevención de la drogadicción. Valencia: Nau
Llibres.
García-Pindado, G. (1992). Determinantes familiares del consumo adolescente
de droga. Factores ambientales y genéticos, Psiquis, 10, 413-422.
González, R. (2007). Significación médico social y ético-humanística de las
drogas. Revista Cubana Salud Pública, 33 (1)
Graña, J.L. y Muñoz-Rivas, M.J. (2000). Factores de riego relacionados con la
influencia del grupo de iguales para el consumo de drogas en
adolescentes. Psicología Conductual, 8 (1), 19-32.
Hardiman, R. (2000). Como entender las adicciones con sentido común. (1era
edición). México, D.F.: Grupo Editorial Tomo.
Muñoz-Rivas, M. y Graña, L. (2001). Factores familiares de riesgo y de
protección para el consumo de drogas en adolescentes. Psicothema, 13
(1), 87-94
Kandel, D.B. y Andrews, K. (1987). Processes of adolescent socialization by
parents and peers. International Journal of Addictions, 22, 319-342.
Kirschenbaum, M., Leonoff, G. y Maliano, A. (1974). Characteristic patterns in
drug abuse families. Family Therapy, 1, 43-62.
López, M. (2012). Identificación del clima social familiar en adolescentes
consumidores y no consumidores de drogas. Tesis para obtener el
Grado de Maestro en Maestra en Prevención del Consumo de Drogas en
la Universidad Veracruzana.
Martínez, J.L., Fuertes, A., Ramos, M. & Hernández, A. (2003). Consumo de
drogas en la adolescencia: importancia del afecto y la supervisión
parental. Psicothema, 15 (2), 161-166.
Méndez, F.X. & Espada, J.P. (1999). Papel de la familia en el inicio del
consumo de alcohol. IV Congreso Iberoamericano de Psicología de la
Salud. Granada.
Minuchin, S. (1994). Familias y terapia familiar. México: Gedisa Mexicana.
Otero, J.M., Mirón, L. y Luengo, A. (1989). Influence of family and peer group
on the use of drugs by adolescents. The International Journal of the
Addictions, 24(11), 1065-1082.
Pérez, A. & Mejía, I.E. (1998). Patrones de interacción de familias en las que no
hay consumidores de sustancias psicoactivas. Adicciones, 10, 111-119.
Rodríguez-Martos, A. (1996). Factores de riesgo. Prevención. Detección e
intervención en problemas de alcohol en la población infanto-juvenil. En
E. Gil, T. Robledo, J. Rubio & I. Espiga. Alcohol y Juventud 1995 (pp. 61-
86). Madrid: Ministerio de Sanidad y Consumo. Centro de Publicaciones
de la Secretaría General Técnica.
Sussman, S. (1995). Prevención del consumo de tabaco en niños/as y
adolescentes. Psicología Conductual, 3 (3), 283-314.
Spoth, R., Redmond, C. & Lepper, H. (1999). Alcohol iniciation outcomes of
universal family- focused preventive intervention: one-and two-year
follow-ups of a controlled study. Journal of Studies on Alcohol, 13
Supplement, 103-111.
Tapia, R. (2001) Las adicciones: dimensión impacto y perspectivas. México,
D.F. Editorial El manual moderno.
Villa, M. (2009) Influencia familiar sobre las actitudes ante el consumo de
drogas en adolescentes españoles. SUMMA Psicológica UST, 6 (2), 155
– 176
Zamudio, L. (2008). Un trabajo por la familia en el contexto municipal. Red de
gestores sociales, 38. Recuperado de
http://cppe.presidencia.gov.co/BoletinRGS/Ediciones/RGS38.pdf
top related