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Claves para la práctica cotidiana
Carlos Gallardo Sánchez
El maestro Claves para la práctica cotidiana
Carlos Gallardo Sánchez
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Representante en Morelos del CEN del SNTE
Profesor Mo1sés Armenta Vega
Secretaria General de la Sección 19 del SNTE
y Presidenta de la Asamblea de Asociados
Profesora María Eugenia Ocampo Bedolla
Director General de la Escuela Particular Normal Superior "Lic. Benito
JuárezH A.C. y Secretario de la Asamblea de Asociados
Profesor Carlos Gallardo Sánchez
Tesorero de la Asamblea de Asociados
Contador Ja1me Domínguez Gómez
Directora del Centro de Posgrado "Lic. Benito Juárez García"
Maestra Rocfo Arias Pacheco
Concepto, diseño y cuidado editorial
Central de lmag1naoón Didáctica
IJI/WIN.Cimandia.com.mx
Fotografía
Julio César Mora González
Pnmera edtctón, 2000
Segunda edtctón, 2012
Primera retmprestón 2012
Copyngth C Carlos Gallardo Sánchez
Se prohtbe la reproducoón total o parctal por cualquier medto sin el consentimtento
escnto det titular de los derechos.
fndice
Presentación
Declaración de sentires: Humano, demasiado humano
1. la misión del maestro Descubrirse en los demás ¿Quién acepta el reto? La perfectibilidad docente La virtud de escuchar La letra con paciencia entra El convencimiento del orden
2. la actitud del maestro Ir con ellos El juego, un vergel La tarea, esa llave El libro como paraíso El valor de evaluar Echa a volar la imaginación
3. la dimensión del maestro El recuento del día Entre curso y curso ¿Y después de la jubilación?
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Presentación
Reflexionar sobre la cotidianeidad del ser docente, ya como alumno normalista o profesor en seNicio, es el propósito que alentó esta pequeña obra. Se desmarca de toda pretensión academicista, sin dejar de reconocer que en otros textos deberán encontrar quienes se dediquen a educar, el sustento teórico práctico que les permita comprender su responsabilidad en los escenarios sociales contemporáneos, donde prevalecen los cambios acelerados a los cuales debe responderse con sentido ético y profesional.
Aquí la pretensión es más sencilla, pero no menos fundamental. Se t rata de comentar con optimismo algunos aspectos de la labor magisterial, entendida incluso como acto placentero. Ello requiere que el desempeño docente se vea como el convencimiento de una sólida inclinación existencial, y desde ahí trascender significativamente, en lo personal y familiar, para refrendar la certeza de las implicaciones de la decisión asumida.
¿Por qué ser maestro? Nuestra profesión requiere fortalecer su proyección social, su imagen como aglutinadora de hombres y mujeres dispuestos a la innovación y al uso de tecnologías, pero sustentando todo intento modernizador en el respeto a los otros, que son nuestros alumnos.
El maestro de grupo debe llevar presente, como premisa invariable, que el saber por el saber mismo, en un proceso de enseñanza-aprendizaje, no tiene sentido si se le desvincula
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de la comprensión de tener frente a sí a niños, adolescentes o jóvenes, con circunstancias específicas que inciden en su rendimiento escolar. Cuando eso se soslaya, los resultados son lamentables. Se instruye, pero no se educa.
El sustento pedagógico en este ámbito es la raíz, la esencia, el andamio, para entender que cada individuo es diferente; que intentar compararlo con los otros es deplorable y que no sólo con las cualidades intelectuales inherentes a la encomienda de educar, sino con un profundo y solidario sentimiento de respeto al ser humano, es como se puede cumplir con esa misión: ser verdaderamente maestro.
Confío, desde luego, en tu convencimiento individual para emprender día tras día y con los mejores augurios, la travesía del esfuerzo formal y constante que como estudiante normalista o profesor de grupo has emprendido. Creemos que tú decisión fue acertada.
Este libro tiene como propósito expresarte un reconocimiento a la labor profesional que desempeñas o desempeñarás. Espero que te sea grato.
El autor
Declaración de sentires
Hay que saltar del corazón al mundo. Hay que construir un poco de infinito para el hombre.
Vicente Huidobro
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La educación y la enseñanza son quehaceres que suponen necesariamente una dosis elevada de idealismo humano y la consiguiente dedicación a la causa de la humanidad. Suponen, también, una fe firme en el poder de la educación para conducir al ser humano hacia el "bien vivir" y la felicidad.
Luis A. de Mattos
Humano, demasiado humano
Expuesto a la lupa rigurosa de las más diversas concepciones, el papel del educador, antes de cualquier disección teórica y después de los encuadres sugeridos para asignarle perfiles de desempeño, es y será, por los tiempos de los tiempos, humano, demasiado humano.
Así el aliento se nos quede en suspenso ante los avances de la modernidad y nos aventuremos en este milenio que predica insospechables eras tecnológicas, envolventes de toda actividad laboral; así en la parcela educativa deban incorporarse procesos y productos de compleja creación científica, el lustre que los profesores busquen al guardar en sí y para los demás ofrecimientos que muevan a servir con rumbo y acierto, definirá hasta la excelsitud que esa encomienda sólo puede cumplimentarse al amparo de lo humano, lo demasiado humano.
Acunadas en tal premisa, las expectativas de este libro, modesto en su extensión pero sobredimensionado en intenciones, se circunscriben a un discreto anhelo: presentar material de lectura que permita indagar la íntima certidumbre del ser docente.
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En los trozos literarios logrados, ni por asomo se intentó discernir con énfasis académico. Si en los textos atisban destellos de originalidad, vale; si carecen de ella, acudo a su benevolencia. Sólo desearía, eso sí, que sendas circunstancias diesen paso a la reflexión ecuánime sobre los aspectos incluidos.
Adviértase en los propósitos que me inspiraron, una confesión de parte: sabedor falible del entorno magisterial, dentro del cual prevalecen los riesgos del extravío de sus fines o la dispersión de sus motivaciones, opté por escribir subordinado al dictado de los sentimientos, que son como lunares aferrados a la piel que me habita, en tanto que a la profesión de enseñar le debo gratitud inmensa.
1. La misión del maestro
La misión fundamental de un educador es cultivar el espíritu de los alumnos, no atiborrar su cerebro de conocimientos. El discípulo debe ver en su maestro un portador de los mejores valores de la sociedad: la autenticidad, la pasión por el conocimiento, la honradez, la disciplina, la generosidad, la autocrítica, la sencillez, el patriotismo, la identidad cultural, el respeto por la naturaleza, la valoración de lo estético, el optimismo frente al futuro. Sólo si la educación logra atraer y comprometer a los mejores hombres, podrá pensarse en un proyecto educativo que responda cabalmente a las necesidades y expectativas de la sociedad.
Un maestro no tiene que ser el ejemplo viviente de todas las virtudes, ni el único o mejor modelo que sigan los alumnos en todos los campos. Sí debe ser un testimonio de superación y desarrollo humano permanente. Es necesario que cada día sienta la necesidad de crecer, de elevar su condición humana.
Sólo si el maestro es capaz de exigirse siempre búsquedas más elevadas en lo cognitivo, lo sensitivo, lo estético y lo afectivo, sintiendo que entrega en su trabajo lo mejor de sí mismo, podrá mostrar a los alumnos que hay muchos campos en los cuales sería hermoso y necesario crecer, alentando en ellos un deseo constante de lucha y superación .
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Para que pueda ser he de ser otro, salir de mí, buscarme entre los otros, los otros que no son si yo no existo, los otros que me dan plena existencia.
Octavio Paz
Descubrirse en los demás
¿Alguna vez has intentado descubrirte en el universo inmarchitable de dos pupilas infantiles o adolescentes, receptoras de sueños, alegrías y futuros promisorios?
Si lo conseguiste entre fulgores de simpatía y una sonrisa como corazón abierto iluminó el rostro espejo para ofrecerte hospedaje en sus paisajes de retoños florecientes, experimentarás profesor amigo, entrañable profesora, el placer infinito de ser tú en otros, porque en resumidas cuentas ésa es la misión implícita que sustancia a la tarea docente.
El verdadero magisterio, como lo sabes, es un entregarse a los demás que todo lo esperan anhelantes y conf iados de tu desprendimiento sin sesgos ni oscuridades.
Imagínate la vitalidad acumulada en esa edad, dispuesta a remontar las nobles alturas del intelecto y del espíritu. Imagínate su ansia de saber y existir.
Sólo necesitan de alguien que con el ejemplo y la emoción en las palabras, los invite a emprender los primeros aleteos en el fértil horizonte del conocimiento y la creatividad.
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Ese alguien, ni duda cabe, puedes ser tú. Tal es el llamado al que por decisión propia te convocaste movido por tus hondas convicciones: ser en otros para ser mejor.
Ser todas las veces primavera en cada uno de tus discípulos y convertirte en compañero sin restricciones que los conduzca al desarrollo pleno.
Ser con pasión maestro, artífi ce de los va lores que forta lecen la dignidad humana y afanoso promotor del cambio que se prodigue sin fronteras en la conciencia y sin escollos en el accionar de los que esperan ser, gracias a ti.
Tienes la palabra
¿Cuáles aspectos consideras prioritarios para establecer una relación armoniosa con tus alumnos?
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Para ser maestro de niños es necesario ser como niño, olvidar lo que sabemos y suponer que hemos llegado al término de los conocimientos. Para ser un buen guía de niños, no se debe pensar en que se tienen más años, ni en que se sabe más, ni en nada por el estilo. Hay que ser el hermano mayor, dispuesto a caminar con los niños por la misma senda del saber elevado y de la aspiración. El único consejo que puedo daros, si queréis dedicaros a enseñar, es este: Cultivad el alma del niño eterno.
Rabindranath Tagore
¿Quién acepta el reto?
Cada mañana, en ese océano de impulsos y emociones concentrados dentro de un salón de clases, también granero de simiente bonancible, se trata de educar bien y sin reticencias.
Construir frase a frase, latido a latido, un sol que deposite indiscriminadamente su cálido manto, dador de luz, energía y vida.
Esa grata responsabilidad debe estar exenta de pretextos, no obstante los múltiples obstáculos que afronta la labor magisterial. Superándolos, en aras de los alumnos que tutelas, contribuirá a reconocerte más humano, más comprometido y con la autoridad moral para que, a su vez, la sociedad avale tu paso con huella, tu misión con rumbo.
Aceptar el desafío de formar nuevas generaciones va más allá de cumplir con los planes y programas de estudio.
Exige sensibilidad para adentrarse en la situación real que viven los estudiantes y sus padres, sin soslayar infortunios, pero también aportando optimismo para reverdecer ilusiones. De ese modo la escuela recuperaría su
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latido, a veces imperceptible, mediante el cual alienta devenir de las comunidades a las que se debe.
Aceptar el reto implica tener como principio ineludil el respeto al ser individual, como estímulo fundamental apego a la verdad y como fin último el desempeño doce te decidido y diligente.
Un país se transforma si el maestro quiere, para b neficio no de unos cuantos, sino de todos aquellos qL esperan incorporarse a los vientos de la equidad social.
Para ser un verdadero educador no sólo hay que est< consciente de la clase social a la que se pertenece. Tambié hay que solidarizarse con ella, que es donde se localiza nuestros iguales.
Ello significa romper tabúes, humillar inercias, opone1 se a despotismos, desterrar mentiras, elevar las voces so juzgadas por la opresión de la ignorancia y amar.
¿Alguien acepta el reto?
Tienes la palabra
¿Cómo redactarías un principio pedagógico relacionado con el respeto al ser individual de los alumnos? lnténtalo.
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Nada más amando a los niños podemos - a la vez- despertar en ellos amor por nosotros, sus maestros. Sólo por la vía del amor podemos despertar en ellos algo sin lo que es imposible que nuestra labor fructifique: confianza de los niños en nosotros, confianza de los niños en sí mismos.
José Santos Valdés
La perfectibilidad docente
Tiene que ser un ideal sustentado en la admisión de tus propias limitaciones, pero también en la noble persistencia de superarlas con base en la fortaleza de espíritu.
Es una jornada permanente de andamiaje para revisar fallas y cimentar virtudes. A veces induce a soportar caídas, a levantarse de las ruinas, a reconstruirse nuevamente. Nada de los avatares que deban afrontarse te impedirán salir adelante si mantienes la vista orientada hacia su consecución: ser mejor sin aspirar a la perfección que nunca alcanzarás.
Tal es el antídoto para rehuir al dogma que castra intelectos, a la imposición que evade diálogos, al autoritarismo que humilla prójimos, a la soberbia que inútilmente maquilla ineptitudes.
Acatar con humildad los designios que cincelaron tu particularidad individual, no es retén ni lindero que obstruyan el rumbo de la autosuperación. Antes bien, lo que inacabado aparece, invariablemente deja espacios y venturas para afinar detalles, destruir barreras o enmendar yerros,
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alimentar anhelos o albergar auroras con retos y solazarse de ocasos con suspiros que pregonen renovados bríos.
Desde allí, desde la generosa arcilla que eres, te es dable concebir cómo la tarea docente que desempeñas está condicionada a la perfectibilidad de tus dimensiones humanas.
Para quien significa la oportunidad de examinar sus hechos y las repercusiones que tienen en la gente que le rodea, asumirse potencialmente resarcible refleja un ser y estar en constante evolución, que es tanto como nunca dar por finiqu itada la epopeya de acceder a planos superiores de comportamiento profesional.
Sabrás, pues, que el ufano quehacer al que sometes esa dualidad de existir y actuar, de recibir y dar, abre en todo momento inteNalos para revisar los "expedientes" que como profesor has integrado.
Con la disposición a flor de reciedumbre, a ras de enaltecedores deseos, como si tratases de hilar con esmero una red de satisfacciones concretada en la misión cumplida frente a los alumnos, junto a los padres, por la sociedad, felicítate inacabado, que es algo así como avizorarte prometedoramente perfectible.
¿Pierde autoridad el maestro si acepta sus errores en la conducción del grupo? Escríbelo.
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El maestro enseña más con lo que es, que con lo que dice.
Soren Kierkegaard
La virtud de escuchar
Bienaventurados los que escuchan, porque de el los será el reino del humano entendimiento que acrisola porvenires mutuos.
Son los ungidos para anunciar el advenimiento de la buenanueva: el acceso a la palabra para forjar motivos que nos vinculen con el otro, nuestro prójimo, que nos complementa.
Escuchar es algo así como una virtud. Más bien es un don afianzado en el derecho de los
demás a expresarse con libertad. A partir del cultivo del lenguaje comprometido en voluntades coincidentes, repudia los impulsos del discurso monopólico y margina la imposición de ideas.
Escuchar es compromiso de dos. No para que el hablante ordene, ni para que el oyente obedezca. Más bien para que la palabra se regocije y nadie se atreva a dudar de su misión dignificadora: emitirla para comunicarnos y recibirla para comprendernos, de modo que con el la sea posible sustentar saberes y modelar realidades.
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Virtud incorporada a lo cotidiano docente, estimula en los alumnos la confianza en sí mismos para ofrecerse tal cual son, con sus dudas y balbuceos, con sus sueños y esperanzas.
Aún más: sin ataduras dogmáticas y sin falsos grilletes disciplinarios, fomenta el aliento vivificador del pensamiento libre mediante la frase en busca de orientación o la pregunta liberadora.
Hemos de aceptar, compañeros profesor y profesora, que el secuestro de la palabra que pertenece a nuestros discípulos, plagia también su iniciativa para reflexionar por cuenta propia.
Por eso que hay que dejarla fluir y apreciar cómo se manifiesta. Será tu obligación encauzarla conforme a los propósitos pedagógicos implicitos en cada momento del quehacer profesional bajo tu encomienda.
Tienes la palabra
Escribe de otro modo la siguiente frase: "Dejar que la palabra f luya, para que el pensamiento construya".
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Aprender a discutir, a refutar y a justificar lo que se piensa es parte irrenunciable de cualquier educación que aspire al título de humanista, por ello no basta saber expresarse con claridad y someterse a las mismas exigencias de inteligibilidad que se piden a los otros, sino que también hay que desarrollar la facultad de escuchar.
Fernando Savater
La letra con paciencia entra
La paciencia es la sabiduría del hombre que comprende, respalda y tolera. Significa mantener el ánimo dispuesto a preservar contra la indefensión nuestras propias debilidades y las que apreciamos en los demás.
Pero también es fuente de búsquedas solidarias para franquear abismos, allanar caminos y construir juntos los puentes que conduzcan al encuentro con el fértil acomodo en el grupo al que pertenecemos, en la familia que nos inspira, en la sociedad que nos necesita.
Como cualidad docente, la paciencia se traduce en la justa espera. Su permanencia en la actitud del profesor contribuye al apuntalamiento oportuno de los aprendizajes sustantivos, en equilibrada relación con las potencialidades individuales.
Exige la renuncia de apresuramientos soeces y el rechazo a cualquier desacierto de comparar la excelencia de unos con las carencias de otros, particularmente si en estos últimos prevaleció el empeño de realizar bien las cosas.
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La paciencia obliga y compromete. Bajo el principio pedagógico de adecuar la enseñanza a las características peculiares de nuestros discípulos, implica aceptar los ritmos personales para adquirir conocimientos, de modo que el fruto obtenido alimente en su verdadera dimensión el proyecto de vida sin trastabilleos que todo alumno guarda en su interior.
No podemos soslayarlo: aun cuando en el acto educativo concurra el esmero docente y no lo doblegue la impresión fatalista del "ya nada se puede hacer", todavía cabría la posibilidad de que algún alumno demostrase aprovechamientos insuficientes. De cualquier manera y sobre todo en estos casos, siempre habrá resquicios por los que se le pueda convencer de que no está sólo, mucho menos indefenso ante adversidades transitorias.
Tienes la palabra
¿Cómo apoyas a tus alumnos para elevar su autoestima? Coméntalo.
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El maestro aún actuando en grupo, en el grupo, conseNa siempre una fundamental responsabilidad respecto a determinar las formas adecuadas para que cada alumno pueda desarrollar en plenitud su propia personalidad.
Giovanni M. Bertin
El convencimiento del orden
Nada que semeje camisas de fuerza para maniatar voluntades dentro del salón de clases, ni esquemas de control que pretendan uniformar conductas externas de los alumnos.
Nada que nos haga idolatrar filas sumisas de niños y niñas "disciplinados", trasladando esa visión anquilosada a la falsa idea de que todo movimiento genera caos y cualquier bullicio es síntoma de improductividad en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
El mejor cl ima pedagógico se establece cuando convergen en alentador nexo la autoridad moral del profesor de grupo, con la intrínseca inclinación de los alumnos por aprender. Bajo esa tesitura, los roles complementarios que desarrollan, toman forma y tocan fondo en el convencimiento mutuo del orden como detonante para recrear en experiencias atractivas los conocimientos, las destrezas y las actitudes contempladas en los programas de estudio.
Entonces la función del docente se distancia del riguroso simplismo de mandar y comprende que ordenar es buscar acomodos didácticos a la situación del grupo que
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atiende y de las particularidades de sus integrantes, aquilata la trascendencia de armonizar los intereses infantiles o adolescentes, con la responsabi lidad de alcanzar niveles de rendimiento óptimos en cada uno de sus alumnos; facil ita con su experiencia la apropiación vivencia! de la materia de enseñanza y destierra cualquier propensión al castigo, al rechazo o a la ridiculización, en estudiantes que involuntariamente registran dificultades para aprender.
La indisciplina o el desorden tienen muchas veces su origen en las lejanías del profesor, lo que debe entenderse no como la ausencia física en el aula, sino como sus distanciamientos para acompañar a cada alumno en el momento preciso en que necesita el dato esclarecedor o la explicación adicional, pero sobre todo, la frase alentadora y el gesto fraterno. Su cercanía permanente, su tutoría insustituible, su conducción escrupulosa, son divisas formativas de invaluable trascendencia.
Lo humano, lo demasiado humano de su tarea, conjuntarfa en las frescas mentalidades de sus discípulos el énfasis natural por dedicarse al trabajo fructífero, y cimienta en los alumnos el implícito convencimiento de corresponsabilizarse cuando tienen en las manos y en la mente la posibilidad de actuar con libertad y no con libertinaje, con alegría y sin lápidas de aburrimiento, con dinamismo y no con la pesada roca de la inmovilidad.
¿Cómo fomentar en el salón de clase la disciplina grupal autónoma? Escribe una propuesta.
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¿Cómo puede usted ser indiferente a ese gran río de huesos, a ese gran río de sueños, a ese gran río de sangre, a ese gran río?
Nicolás Guillén
2. La actitud del maestro
Está claro, en ese sentido, que un factor importante en el desarrollo profesional será la actitud de los profesores al diseñar su tarea docente, no únicamente como técnicos infalibles, sino como faci litadores de aprendizaje, capaces de provocar la cooperación y participación del alumnado.
Debido a ello, en la formación del profesorado parece que empieza a seguirse una tendencia cambiante, motivada sobre todo por el auge de las nuevas concepciones de la teoría y práctica del currículum, de la sociología crítica, del interaccionismo simbólico, de la psicología cognitiva y el constructivismo, que introducen elementos de debate y reflexión nuevos en la generación y adquisición del conocimiento y en el procesamiento de la información.
Va perdiendo vigencia el estudio de la conducta del profesorado ante un hecho educativo que ya no será prioritario en las investigaciones; a partir de ahora lo será mucho más e·l proceso que apoya esa conducta. En consecuencia, será más importante centrar la atención en cómo elabora el profesorado la información pedagógica de que dispone y los datos que percibe en las situaciones de enseñanza, y en cómo esa elaboración o procesamiento de
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información se proyecta sobre los planes de acción de la enseñanza y en su desarrollo práctico.
Aparece asl, pues, una amplia orientación con diversos enfoques, que tendrá como referencia predominante la práctica profesional contextualizada.
Francisco lmbernón
Ir con ellos
Sentados frente a ti, con esa frescura innata de la edad que los empalaga, provocadores incesantes de murmullos cristalinos, con la mirada plena de expectativas por el advenimiento de una sonrisa tuya que supere sus incertidumbres, tienen en común sólo sus fulgores de vivacidad a flor de piel.
Son como gotas de agua semejantes mas no iguales y andan en la búsqueda, sin que lo aparenten, de un esti lo propio de ser.
Ahí están para que identifiques el universo de cada cual, único, indivisible y distinto a los demás, hacia cuyo interior es menester que indagues con tiento.
Sólo así y no de otro modo, sabrás que tus esfuerzos por educar, fundamentados en una correcta apreciación de qué, con qué y para qué, están subordinados a las particularidades de cada alumno.
Y si bien es cierto que la obligación adquirida de planear tu trabajo docente está en función del grupo todo, también lo es que dicha ci rcunstancia no sería impedimento para acudir solícito y proveedor al encuentro oportuno con quien en lo individual requiere de tu auxilio.
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Ir con ellos, uno a uno, avanzando de acuerdo con el potencial del que disponen para aprender, en sana comunión con hábitos formativos ineludibles, constituye una exhaustiva aunque reconfortante responsabil idad.
¡Qué más quisieras conseguir dividirte tantas veces como alumnos integran el grupo que atiendes para individualizar la enseñanza!
En tanto que dicho ideal te inspire mantener presente la gran diversidad, los contrastes a veces abismales que entre ellos se presentan, podrás dar mucho de ti mismo, que es como reconstruirte a partir de la realización individual de cada uno de los estudiantes.
Tienes la palabra
Escribe una propuesta sobre la atención diferenciada a tus alumnos.
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El hombre, a través del juego, se muestra a la altura de la libertad.
Gustav Bally
El juego, un vergel
Jugar es el don primigenio que a la infancia fue otorgado para concebirla vergel de fantasías; representa el credo de los niños cuya fe lúdica hace imposibles: dota de voz a los seres u objetos que no la tienen, hurga acuciosa en los frágiles desplazamientos de los cuerpos-retoño, rebosa de potencialidades para asir a golpe de imaginación el universo que contempla y, lo principal, amalgama experiencias como no queriendo, para transitar airosa esa etapa de la vida hacia las subsecuentes.
Más bien, el juego vuelve posible, con el concurso de un niño que lo moldea, la conversión de ensueños en vivencias sólidas para plasmar al adulto sin resequedades anímicas.
Nadie podrá arder con las reminiscencias de los años primeros, si fue condenado a no jugar. Hacerlo en su punto, a temprana edad, es cosa seria. Practicarlo en cualquier hito de nuestra cronología individual también reconforta, oxigena, sustancia y complace.
En tanto recurso didáctico de valor impar, corresponde al profesor fijarle cauce y trayectoria, abri rle espacio y
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tiempo en su interacción con los alumnos y entre ellos mismos, dejarlo que fluya con mesura pero sin mezquindad, de modo que el torrente de energía e inteligencia infantiles concluya impetuoso en logros formativos.
En el juego educativo predomina la libertad de pensamiento y acción. Destierra a su vez libertinajes o anarquías caóticas. Sus componentes son el bullicio, la comunicación, el movimiento, tras de los cuales prevalece el orden de los objetivos previstos como frutos esperados del aprendizaje. Sus detractores, en cambio, son la disciplina que castra, el silencio que inhibe, el temor que apoca, la docentocracia que opaca.
Es menester recordar que la imposición del juego nada consigue. Requisito para alimentarnos de su prodigalidad es el gusto de los alumnos por participar. Cuando se desborda a partir del impulso espontáneo no sólo es vergel, también es destino manifiesto: el niño que no sabe jugar, será un adulto que no sabrá pensar.
Tienes la palabra
Copia un texto de autor reconocido que se refiera al juego y su valor educativo.
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La tarea no revisada es alimento para el desconcierto de los alumnos y un "yo acuso" en contra de la negligencia docente .
La tarea, esa llave
La tarea, como posibilidad inmejorable de llevar al seno familiar las mejores imágenes, las más placenteras de la experiencia cotidiana que en el aula adquieren los alumnos, está al alcance de tu mano y tu templanza docente.
Sólo hay que obrar con la serenidad pedagógica que la torne atrayente y útil para consolidar conocimientos, hábitos o destrezas primordiales en la formación infantil.
En ella, estaremos de acuerdo, no tienen cabida las repeticiones innecesarias, los ejercicios abrumadores, las planas inmisericordes. De su territorio motivador hay que expulsar indicios de castigo, lo que a su vez eliminaría fatigas por excesos infértiles. Lo bueno y breve, dos veces bueno, se afirma por ahí.
En tanto consuma el menor tiempo extraclase y su valía como recurso didáctico imprescindible se mantenga vigente, palpitante, la tarea será llave que abra puertas y en cada una de ellas un camino para recrear situaciones escolares que convoquen tu figura en la cálida conversación familiar.
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Entonces la expresión "mi maestro", que es algo así
como senti rte verdaderamente suyo, brotará afectuosa
para impregnarse aromática en el espiritual clima hogareño, donde tendrán a bien hospedarte en el ámbito intangible pero real de la gratitud, por actuar justa y equitativamente.
Entonces la frase "su maestro", que también da idea de pertenencia, será pronunciada por los padres de fa
milia, refiriéndose a ti de un modo especialmente alen
tador, en tanto que te interpretan cercano y esperanza
doramente benéfico para el hijo que es principio y fin de
todas sus aspiraciones.
Deja pues, profesor, que la tarea se constituya en heraldo idóneo para anunciar la buenaventura de tu cordura y tu madurez profesional, de modo que se acoja en los corazones abiertos, receptivos, fraternos cuando son correspondidos, de aquellos que en cada hogar saben de ti.
Tienes la palabra
¿Cómo planeas y dosificas las tareas escolares? Haz una breve descripción.
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Quien nada sabe, nada ama; quien nada sabe hacer, nada entiende; quien nada entiende, nada vale. Pero quien comprende, también ama, nota y ve. Cuantos más conocimientos inherentes a una cosa se posean, más grande será el amor. Quienquiera que imagine que todos los frutos maduran al mismo tiempo, como las fresas, nada sabe de las uvas.
Paracelso
El libro como paraíso
Dejar que los niños se acerquen a él para descubrir en cada página un desafío a la imaginación, en cada dibujo o fotografía la grata reproducción del cosmos heredado y en cada párrafo un venero incesante de saberes misioneros, he allí el secreto a voces del libro que se guarece benévolo en la mirada y el intelecto cuando su empleo en el aula lleva dirección y sentido.
Leer, por ende, salvaría las barreras del agotamiento y del hastío, porque su aplicación mesurada, pertinente, dosificada, lo ubicaría lejano al copiado inerte de textos o a su repetición mecánica.
Por lo contrario, si indagar en esa superficie ahíta de signos con significado, de mensajes con emoción, de cultura desbordada, siempre en consonancia con los intereses de la edad por la que transitan los alumnos, es bastión inconmovible desde donde actúa el profesor de grupo, el libro será, más que un recurso tradicional, un paraíso en el que concurran lo mejor y los mejores que han rescatado con solvencia el rostro positivo de la civilización que nos conforma.
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Toda actividad en su interior sugerida, todo ejercicio propuesto, habrán de convertirse en verdaderas aventuras del conocimiento, cuyos viajes sean placenteros, en tanto que propicien el arribo de la reflexión estudiantil a puerto seguro, allí donde lo que se aprende se acumula para alcanzar estadios de desarrollo humano que pulen y dan esplendor a las existencias individuales.
El libro, estimado profesor, debe ser acompañante valioso de tu quehacer docente y no cancerbero indeseable que obstacul ice la apropiación de entendimientos si lo sujetas a la rutina de una consulta divorciada con el acto amoroso de saber.
Tienes la palabra
¿Qué lees? ¿Con qué frecuencia? ¿Qué retos te plantearías para acrecentar tu hábito de lectura? Anóta lo.
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No se trata de suprimir la evaluación, sino de quitarle el poder de destrucción e intimidación.
Lauro de Oliveira lima
El valor de evaluar
Sépase de una buena vez: al ser humano le es inherente su condición de inconmensurabilidad. Nada ni nadie, en consecuencia, podrá asumirse totalmente "capaz" de evaluarlo, sobre todo en lo referente a sus funciones intelectuales y mucho menos en lo que concierne a la emotividad con la que reacciona frente al mundo que lo deslumbra o junto a los demás que en idéntica circunstancia interactúan con él.
Cualquier intento por acercarse a su intrínseca veta de pensar y sentir, sólo quedará en eso: una aproximación, que además será diferente como distintos son los hombres y las mujeres llamados a existir dentro de los márgenes invisibles de sus innatas peculiaridades.
Son gigantes que habitan en cuerpos definidos y su mérito consistiría en canalizar, desde sus simas hasta sus cimas, todo lo bueno que poseen para superarse a sí mismos. Cuando así lo intentan y en ello conjugan palabra y obra, emoción y reflexión, pundonor y consistencia, acuden al encuentro del destino labrado y entonces conquistan con señorío un lugar merecidísimo en el colectivo social para el cual abonan su cuota sustantiva.
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Así pues, profesor, ante la magnificencia circunscrita en cada alumno, que rebasa con mucho el esquema de éxito escolar, que rebosa de prometedoras expectativas y toca sin dejar vacíos las praderas de su existencia irrepetible, cuando de apreciar sus logros de aprendizaje se trate, encontrarás en ti la imposibilidad de evaluarlos con toda precisión.
Los educandos son más que el concepto que tengas de ellos, son más que cualquier resultado de una prueba pedagógica a la que los sometas; son más, desde luego, que su condición de alumnos, cuando se asume la intención de prepararlos en la vida y para la vida.
Acotado por esa limitante que no te deshonra profesiona lmente, pero forta lecido por el intento camarada, fraternal, solidario, de emitir un equilibrado juicio de valor respecto de su aprovechamiento educativo, prodigas rectitud a tu labor magisterial, convirtiéndola en acicate para superar trabas en el proceso formativo del grupo bajo tu encomienda.
El valor de evaluar, por consecuencia, te guiará confiablemente para evadir el fallo desmoralizador y dejar prendida, incluso en alumnos cuyo rendimiento sea evidentemente deficitario, la flama de la recuperación o del encauzamiento. Ningún pretexto es válido para inspirarle a los alumnos el falso complejo de su inutilidad. Nadie es apto para todo. Nadie es incompetente en todo. Entre esos dos extremos siempre hay oportunidad de revalorar el desempeño estudiantil.
Tienes la palabra
¿Encuent ras alguna diferencia entre evaluar y va lorar? Escribe tu opinión.
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Tratar a cada uno según sus aptitudes, permitir al niño, cualquiera que sea, dar toda su propia medida, he ahí otro más de los ideales de la escuela nueva.
Roger Gilbert
Echa a volar la imaginación
Cuando no los veas, cuando estén alejados de la escuela, que es su segunda casa, y necesites saber de ellos, observa con la imaginación a tus alumnos.
En ese espacio etéreo pronto estarán contigo tal como son y quizá los veas manifestarse con toda la espontaneidad que en ocasiones se les regatea en la escuela.
¿Te los representas sonriendo, saltando, haciendo múltiples travesuras, impregnándose a su modo del mundo que les tocó vivir y en el cual tú apareces recurrente?
Seguramente andarán por allí, pidiendo al abuelito que los deje montar en el caballo que el buen señor utiliza para trasladarse a la parcela. O estarán atentos a cualquier salida del papá o la mamá para anotarse como insustituibles acompañantes.
Otros desafortunadamente no sabrán de la alegría de sus primeros años, en virtud de la extrema pobreza que soportan y se mantendrán preocupados por saber si el mañana que viene va a teñirse de adversidad como el día que está por terminar. No obstante, es posible que una veta de optimismo desborde por un momento los efectos de la penuria que los agrede.
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¿Te los imaginas? Bríndate esa oportunidad. Al fin y al cabo son parte de ti. Repasa a cada uno de tus alumnos, ya sean niños o adolescentes. Intenta avizorar en sus semblantes la experiencia individual que les corresponde afrontar y acéptalos de ese modo: traviesos, rebeldes, extrovertidos, apesadumbrados, locuaces, fantasiosos.
Tienes la palabra
¿Cómo replanteas, al final de un ciclo escolar, la interacción que estableces con los alumnos? Explícalo.
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Entreteneos aquí con la esperanza. El júbilo del día que vendrá os germina en los ojos como una luz reciente. Pero ese día que vendrá no ha de venir: es éste.
Jaime Sabines
Una dimensión esencial del magisterio es enseñarle a cada alumno que no está solo. Que está en el mundo. Que está con otros. El maestro ha de ser agente contra la discriminación y los prejuicios. Al alumno, el maestro le dice: tú existes. Tú eres único. Pero le enseña, al mismo tiempo, a reconocer la existencia y calidad de otro individuo. Incluso, le dice al niño, al joven, al alumno: reconócete a ti mismo para que reconozcas a tus compañeros, pero también, con humanidad, a quienes no son ni piensan como tú. Que cada individuo perciba la personalidad de otro individuo. Y que ningún joven salga de las aulas sintiendo que su destino ha sido sellado para siempre.
Somos una nación multicultural, tanto en el extremo indígena como en el occidental. La diversidad nos invita a no saltar etapas, a no excluir a ningún componente de civilización, a no olvidar ninguno de los caminos de la relación entre saber, hacer y ser. Pues aprender a saber supone aprender a hacer, y aprender a hacer supone extender el aprendizaje individual al trabajo compartido, a la prueba de una mayor asimilación de la enseñanza mediante experiencias de trabajo y labor social. Pero saber y hacer con-
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ducen al cabo al aprendizaje del ser mismo y por esto
entiendo, más que otra cosa, la voluntad de tender la mano de la educación a todos: que no se pierda ningún talento de ningún niño, joven o adulto mexicano. Sólo así daremos respuesta humana, respuesta mexicana, a los desafíos del nuevo milenio.
Carlos Fuentes
El recuento del día
Considéralo como un sano hábito de revisión de tus competencias docentes o como el balance indispensable al término de la jornada cotid iana, después de compartir alboradas con los rostros vecinos y los cuerpos contiguos de tus discípulos.
Es un acto que dibuja con trazos indelebles la madurez profesional, porque rescata del egoísmo que llevamos dentro la probabilidad de examinar desde nuestra capacidad de autocrítica las fortalezas y debilidades que afloraron en ese periodo, breve en su transcurrir cronológico, pero enorme en su contribución para hilvanar logros consistentes en el aprendizaje escolar.
Evaluarte sin la injerencia de otros no tendría por qué ser un ejercicio de contrición y mucho menos la tácita aceptación de culpas cuando el recuento que hagas de ti mismo te deje insatisfecho.
Antes bien, cualquiera que sea el veredicto de tu trabajo diario, habrá de transformarse en plataforma de intenciones renovadas para esperar la próxima JOrnada con la convicción de llegar al salón de clases dispuesto a esca-
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lar dificultades, lo que supondría reencauzar tus tácticas y estrategias pedagógicas.
Entonces aportarías la cuota extra para disponer a los alumnos al trabajo convencido y estimulante; estarías atento a comprobar si los ejemplos o las explicaciones que viertes inducen a la nítida comprensión de conceptos y principios; descubrirías que formular preguntas tendría como fina lidad involucrar a los estudiantes en las soluciones que ellos mismos deben encontrar; te esmerarías en conducir la obtención de síntesis resaltando las ideas principales y dando sugerencias para organizarlas; estarías presto al llamado de auxilio de aquellos alumnos que requieren una información detallada y, particularmente, tendrías cabalmente claro que la fijación del aprendizaje, por decirlo en forma coloquial, estaría anclada en la confianza de cada niño o niña de experimentarse realizados.
lndagarte después de terminar un día de labores es confirmarte sensible a una tarea profesional sustentada en el respeto y la comprensión hacia quienes atiendes.
Tienes la palabra
¿Escribe un pensamiento sobre la pertinencia de evaluarte día con día?
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Recuerde esto: especialmente si trabaja con niños desposeídos; usted debe ser la persona más atractiva, limpia y agradable de sus vidas.
Entre curso y curso
Cúmulo de aconteceres es tu traslado, de curso en curso, por las evocaciones que en cascada caen como tardes dispuestas al abrigo de ti mismo; como insomnios empecinados en prodigarte, pese al cansancio, salvoconductos para levantarte con la luz del día, llevando la firmeza en ristre para continuar con la labor de madurar los f rutos que son tus alumnos; como silencios de reflexión cual páginas consecutivamente escritas en la privacidad del ser interior que te arraiga al quehacer magisterial.
En esos refugios que sólo a ti pertenecen, sabes de qué estás hecho y cómo tu andar tesonero, no obstante la aparición de dudas intermitentes, supo sortear las trampas del fracaso aplastante.
Por eso, con toda certidumbre, has podido conducir de principio a fin a los grupos bajo tu encomienda durante los ciclos escolares que sumas a tu trayectoria año tras año.
Son, desde luego, muchas las travesías emprendidas, innumerables las ocasiones en que tu condición de guía condujo por aguas tranquilas las frági les embarcaciones infantiles o adolescentes.
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¿Fuiste faro que a las tempestades de la ignorancia no cedió, para iluminar el arribo de tus alumnos a la tierra prometida? Si alguna vez decaíste, ojalá haya sido por agotamiento y no por claudicación. La fatiga se supera con los recesos a los que tienes derecho, pero el desistimiento del mandato pedagógico oril la a flaquezas que son sepulcro.
¿Después de culminar cada viaje extrajiste del orgullo individual los honores conseguidos como profesor? ¿Llegaste con la frente en alto para rendirle cuentas a la familia que te pertenece? ¿Acudiste al santuario que es tu alma para agradecer la oportunidad de ser en otros? ¿Fuiste en otros y no dejaste afuera la identidad que te fortalece? ¿Labraste porvenires sin recelo al iniciar el siguiente periplo?
Esperemos que sí, porque la trascendencia de tu tarea lo requiere y las generaciones que te falta modelar lo merecen.
Tienes la palabra
¿Cómo inicias tu trato con los alumnos al iniciar un
nuevo ciclo? ¿Igual que en los anteriores? ¿Cada vez
es distinto? Escríbelo.
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En el mundo pequeño y simple de mis diez años, yo pensaba que sería maravilloso saber lo que sabía la maestra.
Ruy Pérez Tamayo
¿Y después de la jubilación?
Jubilarse, maestra y maestro, no es el fin. Cómo puede serlo si la experiencia acumulada que germinó tanto tiempo está en espera de brindarse a cada instante.
Tampoco es el imperio del descanso absoluto, mientras los otros hacen de la vida un pretexto del cambio y de la superación.
Más bien jubilarse es el principio de una nueva perspectiva ante la naturaleza y las personas que nos rodean, desde donde puede emerger un manantial prometedor de satisfacción sin límite.
Llegado el momento hay que refrendar el sentido por el que andamos en estos vericuetos terrenales, que es el de florecer en acciones y sentimientos cada vez que el astro solar aparece por donde ya sabemos.
Jubilarse no es la oscuridad incierta. Es la noche de estrellas refulgentes que hablan de pro
yectos pospuestos y que en cada cintileo invitan a llevarlos por f in a efecto.
Son esperanzas que sabían de tiempos más propicios para convertirse en realidades. Si una vida quedó atrás de
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tanto andar rumbos por los que recorriste escuelas con la honradez a cuestas, hay otra de juventudes acumuladas que vislumbras en el horizonte del mañana y seguramente la nutrirás de propósitos, de afecto, de dinamismo.
Jubilarse, como ves, no es más que abrir otra puerta para emprender otros derroteros.
Tienes la palabra
Elabora tu propio código de valores docentes.
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Anota los nombres de alumnos y compañeros docen
tes cuyos recuerdos te sean gratos.
Escribe los nombres de las escuelas en las que has ejercido tus labores docentes, incluyendo también las experiencias exitosas que en ellas tuviste.
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Esta edición de 1 000 ejemplares se terminó de imprimir el 30 de mayo de 2012, en los talleres de
Navegantes, Pascual Ortiz Rubio núm. 40, col. San Simón Ticumac, del. Benito Juárez, México, DF, 03660.
TEMA: Práctica docente
SECCIÓN: 19
TÍTULO: El maestro, ser en otros Claves para la práctica cotidiana
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